5 Creacion de La Novela Moderna

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Creación de la novela moderna Miguel de Cervantes Saavedra La crítica universal contemporánea considera a El Quijote como la primera novela moderna, pero no existe consenso entre los cervantistas sobre cuáles son exactamente los elementos de modernidad. Cada investigador ha destacado uno u otro aspecto, o varios a la vez; no obstante, lo que está claro es que esta historia ficticia ha servido de modelo a los narradores posteriores. La narración ficticia en prosa es un género literario no contemplado por la Poética de Aristóteles, por lo que los humanistas del Renacimiento no tuvieron claro cómo ubicarla dentro del canon establecido de la jerarquía de los géneros literarios. Es decir que la ficción novelesca gozaba de poco prestigio como género literario en la época de Cervantes, pero, a pesar de ello, tenía gran aceptación entre el público en general. En la segunda mitad del siglo XVI, época en la que se forma literariamente Cervantes, se cultivaban en España varias tendencias narrativas, como ya hemos visto, las cuales tenían mucho éxito entre los lectores. Las novelas picaresca y morisca eran creaciones netamente españolas, que influyeron en el resto de Europa. Por lo tanto, durante más de una centuria la narrativa española no tuvo parangón en toda Europa, tanto por su cantidad y variedad como por su calidad y sus innovaciones. Cervantes no sólo conocía la literatura narrativa de su época, ya fuera idealista o realista, y sus teorías narrativas, sino que hizo uso en la trama de sus novelas de las mejores aportaciones de los novelistas que le precedieron. En El Quijote encontramos, pues, la suma de los géneros narrativos de la época en que vivió Cervantes. Para muchos críticos es éste precisamente el principal rasgo de modernidad de dicha novela. Riley, siguiendo a Pío Baroja, piensa que la novela moderna es un “saco que contiene todo” y, en particular, en El Quijote se encuentran cartas, sermones, confesiones, historias, memorias, relatos de viajes, diálogos dramáticos, poemas, paremias, chistes, anécdotas, leyendas, es decir, casi todo lo que circulaba impreso y en tradición oral. En otras palabras, Cervantes fue un buen conocedor de la literatura de su época y supo aprovechar las particularidades de cada género narrativo integrándolas en una sola obra, la cual resultó ser magistral. Dentro de la exitosa prosa de ficción del siglo XVI se encontraba La Celestina, de Fernando de Rojas, que –a pesar de haber sido publicada por primera vez a finales del siglo XV– había seguido publicándose y leyéndose durante todo ese siglo. La técnica narrativa de esta tragicomedia se basa en la ficción dialogada; es decir, en los diálogos, que son trabajados magistralmente para que se sucedan con toda naturalidad, con el fin de hacer que la ficción parezca realidad. El uso del diálogo es fundamental en el desarrollo de El Quijote, principalmente a partir de la aparición de Sancho. Los recursos de la novela sentimental, que explotó al máximo la técnica epistolar, fueron usados en El Quijote en la historia amorosa de Cardenio y Luscinda (I, 23 y 24 y 27-29) y en la de Dorotea y don Fernando (I, 28-30). La novela pastoril, por su parte, centrada –al igual que la sentimental– en el análisis del sentimiento amoroso, en medio de una naturaleza idílica orientada por el tópico del locus amoenus, cuyos personajes son pastores, que prefieren la belleza y el sosiego de la naturaleza a los ajetreos de la urbe, aparece en la historia de Marcela y Grisóstomo (I, 12-14), en la de Leandra (I, 51) y en la de los pastores de la fingida Arcadia (II, 58). La novela morisca, con sus ribetes pseudohistóricos, se deja ver en la historia del capitán cautivo (I, 39-41), en la del morisco Ricote (II, 54) y en la de su hija Ana Félix y Gaspar Gregorio (II, 63 y 65). El curioso impertinente es una novela corta de tipo italianizante, cuya lectura se intercala en El Quijote (I, 33-35), al igual que el

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Creación de la novela moderna Miguel de Cervantes Saavedra

La crítica universal contemporánea considera a El Quijote como la primera

novela moderna, pero no existe consenso entre los cervantistas sobre cuáles son exactamente los elementos de modernidad. Cada investigador ha destacado uno u otro aspecto, o varios a la vez; no obstante, lo que está claro es que esta historia ficticia ha servido de modelo a los narradores posteriores.

La narración ficticia en prosa es un género literario no contemplado por la Poética de Aristóteles, por lo que los humanistas del Renacimiento no tuvieron claro cómo ubicarla dentro del canon establecido de la jerarquía de los géneros literarios. Es decir que la ficción novelesca gozaba de poco prestigio como género literario en la época de Cervantes, pero, a pesar de ello, tenía gran aceptación entre el público en general. En la segunda mitad del siglo XVI, época en la que se forma literariamente Cervantes, se cultivaban en España varias tendencias narrativas, como ya hemos visto, las cuales tenían mucho éxito entre los lectores. Las novelas picaresca y morisca eran creaciones netamente españolas, que influyeron en el resto de Europa. Por lo tanto, durante más de una centuria la narrativa española no tuvo parangón en toda Europa, tanto por su cantidad y variedad como por su calidad y sus innovaciones.

Cervantes no sólo conocía la literatura narrativa de su época, ya fuera idealista o realista, y sus teorías narrativas, sino que hizo uso en la trama de sus novelas de las mejores aportaciones de los novelistas que le precedieron.

En El Quijote encontramos, pues, la suma de los géneros narrativos de la época en que vivió Cervantes. Para muchos críticos es éste precisamente el principal rasgo de modernidad de dicha novela. Riley, siguiendo a Pío Baroja, piensa que la novela moderna es un “saco que contiene todo” y, en particular, en El Quijote se encuentran cartas, sermones, confesiones, historias, memorias, relatos de viajes, diálogos dramáticos, poemas, paremias, chistes, anécdotas, leyendas, es decir, casi todo lo que circulaba impreso y en tradición oral. En otras palabras, Cervantes fue un buen conocedor de la literatura de su época y supo aprovechar las particularidades de cada género narrativo integrándolas en una sola obra, la cual resultó ser magistral.

Dentro de la exitosa prosa de ficción del siglo XVI se encontraba La Celestina, de Fernando de Rojas, que –a pesar de haber sido publicada por primera vez a finales del siglo XV– había seguido publicándose y leyéndose durante todo ese siglo. La técnica narrativa de esta tragicomedia se basa en la ficción dialogada; es decir, en los diálogos, que son trabajados magistralmente para que se sucedan con toda naturalidad, con el fin de hacer que la ficción parezca realidad. El uso del diálogo es fundamental en el desarrollo de El Quijote, principalmente a partir de la aparición de Sancho. Los recursos de la novela sentimental, que explotó al máximo la técnica epistolar, fueron usados en El Quijote en la historia amorosa de Cardenio y Luscinda (I, 23 y 24 y 27-29) y en la de Dorotea y don Fernando (I, 28-30). La novela pastoril, por su parte, centrada –al igual que la sentimental– en el análisis del sentimiento amoroso, en medio de una naturaleza idílica orientada por el tópico del locus amoenus, cuyos personajes son pastores, que prefieren la belleza y el sosiego de la naturaleza a los ajetreos de la urbe, aparece en la historia de Marcela y Grisóstomo (I, 12-14), en la de Leandra (I, 51) y en la de los pastores de la fingida Arcadia (II, 58). La novela morisca, con sus ribetes pseudohistóricos, se deja ver en la historia del capitán cautivo (I, 39-41), en la del morisco Ricote (II, 54) y en la de su hija Ana Félix y Gaspar Gregorio (II, 63 y 65). El curioso impertinente es una novela corta de tipo italianizante, cuya lectura se intercala en El Quijote (I, 33-35), al igual que el

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relato de la historia melodramática de Claudia Jerónima (II, 60). Finalmente, el relato picaresco aparece en El Quijote, en la figura de Ginés de Pasamonte (I, 22).

Es posible que Cervantes haya concebido conscientemente desde el principio un plan general para renovar las formas narrativas existentes, creando así la novela moderna, pero es principalmente en la Segunda Parte de El Quijote, donde se aprecia con más claridad la modernidad de su obra. En nuestra opinión, la novela fue creada sobre la marcha; es decir, paulatinamente, a medida que Cervantes iba madurando en edad y como literato y no planificada de antemano. Prueba de ello es la enorme diferencia cuántica de paremias entre los primeros capítulos y los restantes de la Primera Parte y entre esta y la Segunda Parte.1

Los elementos literarios, que en su conjunto dieron forma a la novela moderna, son los siguientes:

• la ambición de totalidad, • lo lúdico, • la búsqueda de libertad creadora, • el perspectivismo y • el realismo.

Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) se encuentra a caballo entre el

Renacimiento y el Barroco. Nació en Alcalá de Henares de padre cirujano, que se esforzó por alimentar a una familia numerosa. Realizó estudios en Madrid y luego vivió una etapa heroica que duró de los 22 a los 33 años, comenzando con su partida para Italia por haber tenido un contratiempo con la justicia. En Roma entra al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y poco después ingresa al ejército. En 1571 intervino en la batalla de Lepanto, donde fue herido en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó inútil por el resto de sus días. También tomó parte en otras expediciones militares, hasta que de regreso a España fue apresado, junto con su hermano Rodrigo, por piratas berberiscos. Permaneció cautivo durante cinco años en Argel, en los que intentó escaparse cuatro veces; finalmente fue rescatado por los Padres Trinitarios.2 A partir de aquí, comenzó una etapa de sinsabores y privaciones en España. Se casa, trabaja durante un tiempo como proveedor de víveres para la Armada Invencible, es encarcelado dos veces por asuntos económicos y pasa por un proceso judicial, en cuyo caso no estaba involucrado. Mientras tanto va publicando sus obras literarias, la mayoría de las cuales fueron escritas a edad avanzada, pero a pesar de que le proporcionaron gran fama, no mejoraron su situación económica. La biografía de Cervantes es importante para comprender su obra literaria, pues la dignidad y entereza con que supo enfrentar las adversidades, su confianza en los valores del espíritu y su optimismo se reflejaron en muchas de sus obras. En cuanto a sus estudios, está claro que tenía conocimiento suficiente de la cultura renacentista y de los autores españoles e italianos más importantes de su época.

A sus 57 años de edad Miguel de Cervantes Saavedra ve salir de la imprenta de

Juan de la Cuesta en Madrid, en 1605 (probablemente en enero), la primera edición de la Primera Parte de su Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Diez años más tarde, en 1615, en la madurez absoluta del autor, tanto cronológica como literaria, un 1 Véase Carlos Crida, “Las paremias en El Quijote como sensores del proceso de creación” en Cervantes, Lorca, Jorge Cardoso y Leopoldo Zea. Ed. Efthimía Pandís Pavlakis (Madrid: Ediciones del Orto, 2007): 21-50. 2 La orden de la Santísima Trinidad fue fundada en 1198 por san Juan de Mata y san Félix de Valois para rescatar a los cristianos cautivos en tierras musulmanas.

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año antes de su muerte, publica en la misma imprenta la Segunda Parte del Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha. Un año antes (1614) había aparecido publicada en Tarragona una obra titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, de Alonso Fernández de Avellaneda, la cual daba continuación a la Primera Parte (a la manera de la serie de Amadises), y hacía trasladar a nuestro héroe y su escudero a la ciudad de Zaragoza para participar en unas justas, a las que llegan tarde.

En tres oportunidades afirma el autor abstracto-implícito en el prólogo de la Primera Parte que el objetivo de su obra es desacreditar los libros de caballerías. Lo mismo hace el narrador heterodiegético en el Capítulo Primero al burlarse del lenguaje y contenido de estas obras:

porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas [al hidalgo de La Mancha], y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. (I, 1)

La misma intención desacreditadora se hace presente en el capítulo final de la Primera Parte, cuando

el fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia […] no pide a los que la leyeren, en premio del inmenso trabajo que le costó inquerir y buscar todos los archivos manchegos, por sacarla a luz, sino que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros de caballerías, que tan validos andan en el mundo. (I, 52)

La intención primera de Cervantes, pues, fue hacer una parodia de los libros de

caballerías, pero su genio creador lo condujo a presentarnos el eterno choque entre los grandes ideales del ser humano y la dura y mísera realidad en la que vive, movido por una intención principalmente estética. Por lo tanto, la finalidad de la obra es divertir y enseñar a la vez, siguiendo el ideal horaciano de deleitar aprovechando (dulce et utile). La tragedia de don Quijote es la propia del autor; es decir, los ideales generosos que chocan con la cruel realidad. Sin embargo, Cervantes mantiene su optimismo y seguirá creyendo en los altos valores del espíritu; por eso, aunque la actuación de don Quijote resulte cómica, su figura se mantiene noble y engendra simpatía en el lector.

En el prólogo a la Primera Parte, un ficticio amigo aconseja al autor abstracto-

implícito:

Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la intención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si esto alcanzásedes, no habríades alcanzado poco.

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Es decir, que existe una ambición de totalidad, de querer abarcarlo todo y complacer a todos. De ahí la riqueza y complejidad de la obra, tanto en cuanto a su forma como a su contenido, lo que permite muchos niveles de lectura e interpretación. El Quijote es, pues, una novela polisémica y universal, en la que cada uno ve lo que quiere ver. Más aún, El Quijote incluye su propia teoría literaria sobre la ficción narrativa, la cual es la base para la teoría de la novela moderna. Con frecuencia se discute sobre libros publicados y acerca de cómo escribir otros futuros. En el escrutinio de la biblioteca de don Quijote, por parte del cura y el barbero, algunos libros son alabados y otros condenados al fuego (I, 6). En la venta de Juan Palomeque se lee El curioso impertinente y se discute acerca de libros de caballerías y de historia (I, 33-35). Y son los mismos personajes novelescos, en magnífico juego metaliterario, que desarrollarán la teoría literaria en la Segunda Parte, tomando como base la Primera Parte de la novela (por ejemplo en II, 59). Así pues, en la Segunda Parte algunos personajes han leído ya la Primera Parte y hacen su crítica integrando en perfecta armonía teoría y ficción, como en el coloquio entre el bachiller Sansón Carrasco, don Quijote y Sancho (II, 3). En el episodio de la Arcadia fingida (II, 58), las damas reconocen a los personajes que tienen delante de sí por haber leído la historia de ellos:

—¡Ay, amiga de mi alma —dijo entonces la otra zagala—, y qué ventura tan grande nos ha sucedido! ¿Ves a este señor que tenemos delante? Pues hágote saber que es el más valiente, y el más enamorado, y el más comedido que tiene el mundo, si no es que nos miente, y nos engaña una historia que de sus hazañas anda impresa, y yo he leído. Yo apostaré a que este hombre que viene consigo es un tal Sancho Panza, su escudero, a cuyas gracias no hay ningunas que se le igualen. —Así es la verdad —dijo Sancho—: que yo soy ese gracioso y ese escudero que vuestra merced dice, y este señor es mi amo, el mismo don Quijote de la Mancha historiado y referido.

Incluso aparecen personajes de El Quijote apócrifo de Alonso Fernández de Avellaneda, como don Álvaro Tarfe (II, 72). Desde el capítulo 59 hasta el final de la novela se hace continuas y directas alusiones a la obra espuria, se confronta los personajes cervantinos con los contrahechos por Avellaneda, se desvía la ruta del caballero andante para que no esté presente en las justas de Zaragoza y se hace morir a don Quijote y se sella su tumba para que nadie “le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa3 donde real y verdaderamente yase” (II, 74).

Cervantes creó así un impresionante sistema lúdico para organizar constructivamente su obra, en el que juega con los supuestos autores, traductores, narradores y lectores de la novela, obteniendo una extraordinaria libertad creadora. En este juego, vida y literatura se confunden; se borran los límites entre la realidad y la ficción. La literatura traspasa sus propios límites para hacerse vida: don Quijote y Sancho Panza, personajes de ficción, son conscientes de que sus vidas han sido impresas y hablan de ello con otros personajes de ficción. El capítulo tercero de la Segunda Parte comienza así: 3 Fuesa es hoy una palabra en desuso. Nótese la indecisión del castellano todavía en los siglos XVI y XVII: fuesa, del latín fossa, derivó en huesa, por aspiración de la F inicial latina seguida de vocal; no obstante la palabra que prevalece en uso es fosa, que no hizo el cambio vocálico que hicieron palabras latinas como focus que pasó a ser fuego en castellano, pero que mantuvo la misma vocal en gallego y portugués: fogo, así como en catalán: foc.

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Pensativo además quedó don Quijote, esperando al bachiller Carrasco, de quien esperaba oír las nuevas de sí mismo puestas en libro, como había dicho Sancho, y no se podía persuadir a que tal historia hubiese, pues aún no estaba enjuta en la cuchilla de su espada la sangre de los enemigos que había muerto, y ya querían que anduviesen en estampa sus altas caballerías.

Más aún, la pareja protagonista se revela y critica a su historiador, como cuando

en el mismo capítulo dice don Quijote:

que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que a tiento y sin discurso se puso a escribirla, salga lo que saliere.

Por lo tanto, la construcción se sustenta en un artificio narrativo sumamente

complejo y fecundo. Ya en el capítulo 9 de la Primera Parte acude Cervantes al procedimiento del manuscrito encontrado e inventa un historiador moro al que atribuye la autoría de la obra y un morisco que la traduce del árabe al castellano. El recurso del manuscrito hallado es parodia del mismo recurso empleado en los libros de caballerías. Pero Cervantes va mucho más allá y con dicho procedimiento consigue dar mayor verosimilitud a los hechos de don Quijote, abordarlos desde múltiples perspectivas y obtener gran libertad artística. El mismo recurso también es utilizado al final de la Primera Parte, con lo que la historia se vuelve más verosímil al darle carácter de real, de historia veraz.

La realidad es vista desde distintos puntos de vista o perspectivas, lo cual permite que la visión sea más completa, pues, aunque la realidad sea la misma, se percibe de forma distinta según la perspectiva de cada espectador. La diversidad de perspectivas se manifiesta desde el comienzo, cuando en el capítulo 2 el narrador afirma que:

Autores hay que dicen que la primera aventura que le sucedió [a don Quijote] fue la de Puerto Lápice [primera perspectiva o punto de vista]; otros dicen que la de los molinos de viento [segunda perspectiva]; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo el día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre [tercera perspectiva].

En tan fecundo proceso de acercamiento a la realidad sobresalen varios

elementos: por ejemplo, en la ficción, el historiador moro Cide Hamete Benengeli aparece como “primer autor” de El Quijote y el morisco toledano es su primer traductor. El mismo Cervantes aparece ficcionalizado en su obra como su “segundo autor”, quien, por medio de un narrador heterodiegético, omnisciente en grado sumo, entrega a los lectores una historia sobre la cual podrán comentar cuanto les apetezca. Hasta los primeros lectores aparecen ficcionalizados en el texto, pues algunos personajes de la Segunda Parte ya han leído la Primera, como ya se ha referido.

Hasta la misma locura del personaje central entra a formar parte de este juego de ficción y realidad, en que todo es relativo, según la perspectiva desde donde se mire. La ambigüedad y la duda están presentes en cada página. El entramado narrativo

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inventado por Cervantes hace literariamente posible cualquier perspectiva improvista. Toda contradicción y desmentido podrá ser explicado y aun complicado hasta el infinito, como ocurre en el relato de la cueva de Montesinos (II, 22-24). E incluso se podrá culpar, en la Segunda Parte, al impresor por las incoherencias cometidas en torno al robo del rucio de Sancho en la Primera Parte (II, 3).

Y todas las perspectivas son válidas, tanto la visión idealista del mundo como la realista, a pesar del choque que este enfrentamiento provoca y que constituye el tema central de la obra, a través de la cual el autor de carne y hueso presenta su personal visión del mundo y su filosofía de la vida. Porque la tragedia de don Quijote es que sus ideales generosos chocan con la cruel realidad de ese mundo materialista, representado por Sancho. Pero aún esto es relativo, puesto que no son dos personajes opuestos, sino complementarios, que evolucionan en el curso de su historia, como seres dotados de vida propia que cambian como la vida misma. Don Quijote pasa por un proceso psicológico que lo conduce a la cordura, el desengaño y la muerte. Dice don Quijote en su lecho de muerte:

Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía, (II, 74).

Mientras que Sancho supera su inicial egoísmo y ve nacer en él sentimientos

nobles de generosidad y justicia cuando lo nombran gobernador de la ínsula Barataria. Es decir que la pareja protagonista simboliza al mismo ser humano y su complejidad, que es materialista e idealista a la vez, según las situaciones. Este intento de simulación de la realidad humana se extiende a toda la obra, en que se hace presente toda la sociedad española de finales del siglo XVI y principios del XVII, con sus profesiones, oficios, costumbres, creencias, hablas y problemáticas particulares.

La novela está estructurada en torno a las tres salidas de don Quijote; las dos primeras salidas se relatan en la Primera Parte y la tercera en la Segunda Parte. El primer capítulo nos ubica en el lugar geográfico en que transcurre la acción, hace un retrato físico y moral del personaje central, describe el ambiente en que vive, su situación económica y social, nos explica la causa de su locura y los propósitos y preparativos que hace don Alonso Quijada, Quesada o Quijano para ponerlos en práctica. Su dama, por quien realizará actos valerosos en defensa de los débiles, será doña Dulcinea del Toboso, nombre que inventa, al igual que el propio y el de su caballo, Rocinante, para sustituir el de la aldeana Aldonza Lorenzo, de la cual había estado enamorado.

La primera salida es la más breve y comprende los capítulos 2 a 5. Al igual que los caballeros andantes, el trastocado hidalgo, vaga por los caminos de La Mancha en busca de aventuras, finalizando la salida con la paliza que le dan unos mercaderes.

La segunda salida comprende todo el resto de la Primera Parte y en ella aparece el escudero Sancho Panza (I, 7), personaje fundamental en la novela. Tras una larga sucesión de aventuras, entre ellas el conocido episodio de los molinos de viento (I, 8), don Quijote es engañado por sus amigos: el cura y el barbero de su pueblo, y conducido de regreso a su casa (I, 52).

En la Segunda Parte de la novela se describe la tercera y última salida de don Quijote y Sancho Panza, en la que transcurren nuevas aventuras, como la derrota del Caballero de los Espejos (II, 12) –en realidad se trata de su paisano el bachiller

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Sansón Carrasco (II, 15)–, el enfrentamiento con los leones (II, 17), las burlas en la corte de los Duques (II, 30-57) etc., hasta que nuestro héroe es vencido por el Caballero de la Blanca Luna (II, 64) –nuevamente Sansón Carrasco (II, 65)– quien lo obliga a regresar al pueblo, donde muere luego de haber recuperado el juicio y de haber renegado de los libros de caballerías (II, 74).

La técnica narrativa empleada por Cervantes en las dos partes es muy diferente.

En la Primera Parte, une a la acción central varios relatos representativos de los géneros novelescos que estaban de moda en la época, según se ha visto.

La Segunda Parte se presenta mucho más compleja y con un estilo más cuidado; el efecto cómico proviene de recursos más depurados y no de lo grotesco como en la Primera Parte. Los personajes adquieren mayor complejidad al producirse en ellos una evolución. Hay mayor riqueza de matices estéticos y psicológicos y momentos de gran emotividad, como la recuperación del juicio seguida de la muerte, producida por haberse desvanecido las últimas ilusiones. Momento clave de la obra, pues una vez recuperada la cordura, el personaje central abre su alma para manifestarnos que el móvil de sus actos no era una simple manía caballeresca, sino una profunda bondad.

Don Quijote es presentado como un personaje histórico, recurso muy usado en

la narración para dar mayor verosimilitud a la obra. El humor es una de las principales características de esta novela, pero el autor no ridiculiza a su personaje principal, sino que desea parodiar los libros de caballerías. Esto lo logra mediante la imitación burlesca haciendo uso de los siguientes recursos: • La acción es situada en un lugar concreto y poco heroico: La Mancha, tierra de campesinos, en vez de ser un país lejano y exótico. Lo mismo ocurre en El Lazarillo. • El protagonista es casi contemporáneo del narrador: “No ha mucho tiempo que vivía”, en vez de ser un héroe de tiempos lejanos. En El Lazarillo, autor ficticio de la carta, narrador y protagonista son el mismo ente. • Don Quijote es un simple hidalgo lugareño y pobre (nobleza baja), en vez de un héroe de estirpe real. Por el contrario, Lázaro es de origen humilde y pertenece al grupo de los marginados hasta que obtiene el puesto de pregonero. • Se dan datos muy concretos y reales acerca del protagonista, en vez de quedar envuelto en un halo de misterio. Lo mismo ocurre con Lázaro. • La armadura y las armas de don Quijote son más un disfraz que el atuendo lógico de un caballero andante. • Se ironiza el lenguaje artificioso y sin sentido usado por los libros de caballerías, causa de la pérdida de la cordura de don Quijote.

Por lo tanto, en El Quijote convergen tanto las técnicas y recursos usados en las narraciones que idealizaban la realidad como las técnicas y recursos usados en las narraciones que describían y criticaban la realidad.

Otra característica de la técnica narrativa de Cervantes es la intervención del narrador heterodiegético, en un nivel extradiegético, para dar su opinión sobre los personajes, con lo que consigue enriquecer la psicología de éstos y obligar al lector a hacer continuamente una síntesis de las opiniones de los personajes y del narrador para sacar las propias conclusiones. El uso del diálogo es fundamental en el desarrollo de la novela a partir de la aparición de Sancho. Estos diálogos no son sólo coloquiales, sino que también los hay literarios, con largos discursos retóricos. También hay una técnica determinada para introducir a los personajes. Al principio son descriptos brevemente y luego cobran vida durante el relato, apareciendo en cada episodio una nueva faceta de su personalidad.

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En cuanto a los personajes: don Quijote es el símbolo de la postura idealista ante la vida, de la fe ciega en los valores del espíritu, mientras que Sancho Panza simboliza el materialismo y el sentido práctico de la vida. Sin embargo, no son figuras rígidas, monolíticas, como ocurría en la mayoría de las narraciones medievales, sino personajes dotados de vida propia que evolucionan de acuerdo a su personalidad o a las circunstancias, como en la vida misma, como ya se ha mencionado. En la Segunda Parte de la novela, don Quijote pasa por un proceso psicológico que lo conduce a la cordura y el desengaño, mientras que Sancho siente nacer en sí mismo nobles anhelos de generosidad y justicia, que contrastan con su anterior egoísmo. Estas características hacen que los personajes sean profundamente humanos, por lo que le da a la obra un valor universal y a la vez muy español, pues la novela es un verdadero estudio de la sociedad española de la época, como hemos dicho, donde las gentes son reales y donde aparecen todos los estamentos sociales: nobles, clérigos, pecheros y siervos, haciendo gala de sus profesiones: caballeros andantes, escuderos, curas, bachilleres, barberos, artesanos, taberneros, prostitutas, bandidos, pastores, campesinos, etc., que hablan y actúan según su condición y nos transmiten sus sentimientos. Son más de 700 los personajes que desfilan por la novela representando a distintos estamentos sociales.

La lengua de Cervantes es natural y sencilla, pero selectiva a la vez, pues sigue la ideología renacentista respecto al lenguaje literario, que exalta lo natural y espontáneo y desdeña la afectación artificiosa. El autor hace uso de la narración realista, es decir que cada personaje habla de acuerdo con su carácter y condición social, por lo que en ocasiones la lengua es de registro familiar y coloquial con uso de fraseologismos y paremias. La sintaxis es fluida, por lo que la frase corre libremente. Al intervenir múltiples personajes en continuos diálogos y al hacerlo cada uno desde su punto de vista e individualizado por la lengua que emplea, nos encontramos ante una novela polifónica.

La primera intención de Cervantes pudo haber sido hacer una parodia de los

libros de caballerías, pero su genio creador lo condujo a presentarnos el eterno choque entre los grandes ideales del ser humano y la dura y mísera realidad en la que vive, movido por una intención principalmente estética, la de deleitar. De esta manera logró una obra que, como afirma el bachiller Sansón Carrasco, “los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran” (II, 3).

Por lo tanto, podríamos decir que por novela moderna entendemos el relato de

ficción, extenso y complejo, escrito en prosa, que se elabora con elementos tomados de la realidad; es decir, es la obra que crea un mundo imaginario con materiales provenientes del mundo real.