44 Testimonio Musical de México Manuel Pérez Merino

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44 Testimonio Musical de México© y INAH, México, 2005, 1ª. edición

Consejo Nacional para la Cultura y las ArtesInstituto Nacional de Antropología e Historia

Coordinación Nacional de Difusión

Grabación y matrizThomas Stanford

Edición fonográficaThomas Stanford, Benjamín Muratalla, Martín Audelo Chicharo

RealizaciónFonoteca INAH

FotografíasCortesía Luciano Priego (pp. 2 y 4), Instituto de Cultura de Tabasco (p. 13),

Ensambles, Ballet Folklórico de San Francisco (p. 20),Fondo Nacho López Sinafo INAH (p. 26 y 31)

Edición del libro fonográficoGerardo de la Cruz

DiseñoOmar Vega

Idea original de diseñoGuillermo Santana

P

Manuel Pérez MerinoGrabaciones al piano del Cantor del Grijalva

Grabación deThomas Stanford

Testimonio Musical de México

44

Gobierno del Estado de Tabasco

Instituto Nacional de Antropología e Historia

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BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ CABALLERO, ÁNGEL, Historia del cante flamenco, Madrid, Alianza Editorial, 1981.

ESPARZA LIBERAL, MARÍA JOSÉ, Jarabes y fandanguitos. Imagen y música del baile popular,

Conaculta, 1990.

LÓPEZ REYES, DIÓGENES, Historia de Tabasco, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1980.

MONTERO ACOSTA, MIGUEL (coord.), Biografía de tabasqueños ilustres, Villahermosa, Archivo

Histórico Fotográfico de Tabasco, Secretaría de Educación del estado de Tabasco, 1989.

OCAMPO LÓPEZ, JAVIER, Música y folclor de Colombia, Bogotá, Plaza y Janés, 1976.

PRIEGO, JORGE, El zapateo tabasqueño, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1988.

RUIZ, ROSENDO (hijo) “El bolero cubano”, en Radamés Giro (sel. y pról.), Panorama de la mú-

sica popular cubana, La Habana, Letras Cubanas, 1981.

SALDÍVAR, GABRIEL, Historia de la música en México, México, Publicaciones del Departamento

de Bellas Artes, 1934.

SANTAMARÍA, FRANCISCO J., Antología folklórica y musical de Tabasco, Villahermosa, Gobierno

del estado de Tabasco, 1985.

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Quiero cantarle a tus mujeres,

beber agua del muelle Garal coconar.

Deja que desde Villahermosa

te traiga emocionada mi cantar.

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció,

que en esta tierra prodigiosa floreció,

que en esta tierra prodigiosa floreció.

TAPIJULAPA (bolero)

Suspirar de arroyos,

entre serranías

es Tapijulapa que se asoma en

el paisaje matinal.

Tapijulapa rincón florido.

Tapijulapa yo no te olvido

po que encendiste

con tu belleza

mi inspiración.

Desde tu iglesia de la montaña,

con tu paisaje se embriaga mi alma,

brota mi canto como agua fresca

de un manantial.

Por entre cerros como serpiente

bajan los ríos

y ante ti se unen

con un abrazo de eternidad.

(Se repite)

HUIMANGUILLO (zapateo tabasqueño)

Huimanguillo, soy de Huimanguillo,

orgulloso de serlo yo estoy.

Fuiste cuna de aquellos patriotas

que iniciaran la revolución.

Huimanguillo, soy de Huimanguillo,

orgulloso de serlo yo estoy.

Tus sabanas, tus grandes sabanas

donde pasa el ganado mejor,

y tu piña, jugosa y muy rica,

si querés una piña te doy.

(Se repite)

Para Sarah

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Hoy que eres una regia ciudad,

una perla fina en verdad,

trasplantada de la costa marinera

por un viejo pescador.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

Hoy que eres una regia ciudad,

una perla fina en verdad,

trasplantada de la costa marinera

por un viejo pescador.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

Comalcalco, es mi canto,

chocolate rebozado de cacao.

TEAPA (chachachá)

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció.

Río Juiyacatengo

en el paisaje eres caricia musical.

Teapa, sultana hermosa

como reluces bajo el cielo tropical.

Quiero cantarle a tus mujeres,

beber agua del muelle Garal coconar.

Deja que desde Villahermosa

te traiga emocionado mi cantar.

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció.

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Luna, te recuerda el alma

cuando en plaza de armas

por detrás del río

te veía brillar.

Mi vida cambia

y tú eres la misma;

flor en el espacio,

claridad viajera

de la eternidad.

MACUSPANA (EL TUMBAPATO)

(zapateo tabasqueño)

Para Macuspana me voy,

soy buen tumbapato, lo soy

y por eso lejos de mi Macusca

no puedo estar.

Tengo un rancho que cultivar,

en el campo vivo feliz.

El petróleo es bueno

pero anda el diablo metido allí.

Cuando arrecia el sol tropical

me refresco en el Cuscatán

y yo estoy seguro que si usted viene lo haría igual.

Para Macuspana me voy,

soy buen tumbapato, lo soy.

Macuspana hermosa

de Robirosa tierra natal.

Para Macuspana me voy,

me voy…

(Se repite)

COMALCALCO (zapateo tabasqueño)

Comalicalico, Comalicalico, Comalicalico…

Comalcalco, fantasía, sueño maya

que ha quedado prisionero en la Chontalpa.

Comalcalco, sueño maya

que ha quedado prisionero en la Chontalpa.

Lugar donde una reina chontal

comerciaba con monedas de cacao.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

EL CANTOR DEL GRIJALVA

Conocí a don Manuel Pérez Merino en 1987. Su casa se encontraba frente al hotel donde me hospedaba entonces, cuando trabajaba como investigador en el Instituto de Cultura de Tabasco y estaba a cargo de los procesos electrónicos de catalogación en las bibliotecas del estado. Con don Manuel podía platicar de música como plati-camos los que somos de conservatorio.

Decía que tenía 69 años –nació por ahí de 1918– y que había iniciado sus estu-dios en Villahermosa; que en la década de 1930 se trasladó a la ciudad de México para estudiar en el Conservatorio Nacional, pero como no tenía sus papeles en or-den, fue rechazado; sin embargo, esto no le impidió estudiar con un maestro del Conservatorio y se las arregló para pagar las clases. En breve, empezó a tocar en los clubes nocturnos de las calles de Bucareli, y después en los estudios de la XEW y la XEQ, donde inició su carrera profesional como músico.

De vuelta a su natal Villahermosa –contaba don Manuel– no volvió al centro del país sino de vez en cuando para grabar discos. Aquí fue donde comenzó su

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carrera como compositor, dedicando gran parte de su inspiración a los pueblos y grandes ríos de Tabasco.

Como pianista poseía una técnica envidiable, incluso entre colegas suyos de re-nombre. Tenía un control dinámico asombroso y, en ocasiones, era capaz de mante-ner tres niveles dinámicos simultáneos entre agudos, graves y una voz intermedia; la matización de las líneas también era muy rica, con constantes crescendi y dimi-nuendi, staccati y détaché.

Además contaba con una hermosa voz de tenor equiparable en calidad a la del Flaco de Oro (y quizá también en técnica pianística). Su voz hubiera sido adecuada para una carrera de ópera, pero nunca quiso alejarse de su terruño querido, al cual dedicó su producción artística, integrándose así a una rica tradición, de la cual con-servamos curiosa memoria: la revista La bohemia tabasqueña (1882-1917), que segu-ramente reunió a los representantes más notables de la tradición musical tabasqueña de finales del siglo XIX y principios del XX. Aunque todavía no ha sido documentado, en el pueblo tabasqueño de Paraíso sobrevive La bohemia.

Al escuchar las grabaciones de Manuel Pérez Merino se aprecian de inmediato la diversidad de estilos, texturas y ritmos. Brilla la presencia caribeña en las caden-cias de acorde repetido. Es el único pianista que conozco que ha logrado captar todo el sabor del ritmo de un son, como en los dos zapateos Huimanguillo y Tacotalpa, po-blación que reconoció el trabajo y la vocación del compositor distinguiéndolo con el título de “ciudadano honorario”.

Ríos que me hicieron soñar horas de mi infancia lejana, tiempo que nunca volverá...

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PRIMAVERA TABASQUEÑA (canción)

Tiempo de feria, calor y música

cadera rítmica, mujeres bellas.

Cuando florecen

los huayacanes y macuilises

es Villahermosa la más hermosa

de las ciudades.

Con maquillaje especial

la feria llega triunfal

y en el ambiente

reina imponente la primavera.

Cuando florecen

los huayacanes y macuilises.

Como en un sueño

despierta el alma del tabasqueño.

El pueblo canta, el sol nos quema

sube la fiebre, se van las penas

y toda entera,

se nos entrega la primavera.

LUNA SOBRE EL GRIJALVA (bolero)

La luna sobre el Grijalva

se azotó;

la noche, manto de plata

se volvió.

Y tú tan lejos de mí,

y yo tan lejos de ti.

La noche sobre el Grijalva

floreció.

Luna, claridad viajera,

tu luz hechicera

sobre Villahermosa

tiembla en mi canción.

Noche, luna y serenata,

caricia de plata

que estremece al río

y lo hace vibrar.

En cuestiones políticas era muy conservador. Alguna vez critiqué el régimen del cacique tabasqueño Tomás Garrido Canabal, estando don Manuel y yo sentados so-los frente a su piano de consola, cerca de la entrada de su casa. “¡No digas eso!”, replicó. “¡Alguien podría estar escuchando!” Por ello, siempre me han llamado la atención unos versos del bolero Macuspana: “El petróleo es bueno / pero anda el diablo metido ahí.” ¡Qué atrevimiento el suyo!

El 4 de mayo de 1987 realizamos la primera grabación allá en Villahermosa. Se trataba de El coyote emplumado y se llevó a cabo en el café del Instituto Cultural de Tabasco, donde tocaba una vez a la semana, y por lo cual recibía una pensión del gobierno estatal. Desafortunadamente, el piano (un piano de media cola) se halla-ba encima de un registro de agua que emitía un ruido molesto y constante.

Las grabaciones que integran este disco se efectuaron en el teatro Esperanza Iris de Villahermosa, con el magnifico piano Bösendorfer que se encuentra allí. Este instrumento lo guardaban encerrado en una caja sellada herméticamente y con aire acondicionado, para “protegerlo del calor”. Fue lo peor que pudieron haber hecho, pues dentro de la caja había tal saturación de humedad, que bastaba con asomar la cabeza dentro de la caja para que los lentes se empañaran. Un técnico local hizo cuanto pudo para afinarlo, no obstante los esfuerzos fue imposible dejarlo en ópti-mas condiciones, lo cual se nota, en particular, en los registros agudos, pues se iba calentando progresivamente durante las pocas horas que estaba expuesto al calor normal del ambiente tabasqueño.

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¡Era un piano magnífico…! Recuerdo que el segundo día de grabación, mien-tras esperaba la llegada de don Manuel, no resistí la tentación de sentarme frente al Bösendorfer y ensayé una sonata de Mozart; pero me interrumpí en cuanto escuché que se abría una puerta al fondo del teatro. “¡Te escuché! ¡Te escuché!”, exclamó don Manuel cuando le vi asomarse por un pasillo hacia el foro.

Para las grabaciones, se empleó una grabadora marca Revox modelo A 700 y dos micrófonos omnidireccionales Neumann modelo KM 83i, estos últimos coloca-dos con boom frente a don Manuel, a una distancia más o menos de un metro. Las sesiones ocurrieron los días 27 de enero y 11 de mayo de 1988.

Don Manuel Pérez Merino, el cantor del Grijalva, murió en 1993. Me hubie-ra gustado brindar en vida este modesto reconocimiento al compositor, como una muestra de afecto al genio de este gran artista tabasqueño. Sea este testimonio mu-sical el homenaje póstumo que le rinde uno de sus muchos admiradores.

Thomas Stanford

JALPA DE MÉNDEZ (canción)

Jalpa, Jalpa, Jalpa,

ese grito resonó por la Chontalpa

convocando a los valientes a pelear.

Bella, inolvidable

cuando don Gregorio Méndez

derrotara a los franceses

a librarse la batalla en Jauatán.

Jalpa, yo te canto,

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

En una jícara tuya

quiero estas notas grabar

para enseñarle a los pueblos

a beber la libertad.

Jalpa, yo te canto;

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

Jalpa, yo te canto;

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

Jalpa, Jalpa de Méndez

eres símbolo inmortal de libertad.

A LA ORILLA DEL RÍO (tipo de pasillo colombiano)

A la orillita del río

mi amor te estaba esperando.

A la orillita del río

contigo estaba soñando.

Y al compás de la corriente

las horas iban pasando.

A la orillita del río

mi amor te estaba esperando.

A la orillita del río

contigo estaba soñando.

(Se repite)

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MARAVILLOSA LAGUNA (bolero)

Amanece lentamente en la laguna,

las tinieblas se disipan con el sol;

una garza emprende el vuelo majestuosa

y despierta emocionada mi canción.

Laguna, maravillosa laguna,

con tus mañanas de sol

le diste a mi corazón

un rayito de esperanza;

remando, sobre tu espejo encantado,

cuantas veces te he dejado

pedacitos de mi ser.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna de la ilusión…

LUCES DE TABASCO*

Le canto a mi tierra queridaporque así lo siente este corazón.

le digo lo que nunca pude decir en palabras, pero que en mis labios se volvió canción…

Víctor Manuel Pérez Merino, el Cantor del Grijalva, nació el 26 de febrero de 1918, en Villahermosa, Tabasco. Hijo primogénito de don Arquímedes Pérez Oropeza y la maestra Amanda Luisa Merino Correa.

El primer año de su infancia transcurrió en Villahermosa, pero al recrudecer los enfrentamientos entre rojos y azules –grupos políticos que contendían por la guber-natura del estado–, la madre de Manuel se trasladó a su natal Tacotalpa con el pe-queño de tres años. Al cabo de un lustro, la familia regresó a Villahermosa y se alojó en el hogar del abuelo materno, don José María Merino Zapata, que estaba a pocas casas de la calle Ocampo. Allí, en la vieja casa construida por el abuelo, vivió hasta su muerte; allí también crecieron sus hermanos Francisco y Julio, pero murieron tres hermanas del compositor. Ahora, en una placa colocada en el pórtico de la casa de la familia Pérez Merino, está grabada en letras de oro la canción Villahermosa.

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* Semblanza biográfica de Manuel Pérez Merino basada en Biografía de tabasqueños ilustres de Miguel Montero Acosta (coord.), editada en Villahermosa por el Archivo Histórico y Fotográfico de Tabasco y la Secretaría de Educación del estado de Tabasco (1989).

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Villahermosa en los primeros años de 1920, donde vivió parte de su infancia Manuel Pérez Merino.

CANCIÓN NOSTÁLGICA

(pasillo colombiano)

Playa de mi tierra querida,

ríos que me hicieron soñar,

horas de mi infancia lejana,

tiempo que nunca volverá.

Por eso siempre

la nostalgia me embarga

por todo lo que fue mi existir,

y pido a Dios eterno y bondadoso

que me deje llegar

sin temor a morir.

(Se repite)

PARAÍSO (bolero)

Paraíso, flor de espuma,

rinconcito que se arrulla

noche a noche

con la música del mar.

Paraíso, tu belleza,

tu paisaje es maravilla

que Dios quiso

a Tabasco regalar.

Y ante el inmenso mar

se estremeció mi corazón,

y en la distancia azul

el pensamiento se perdió

buscando a Dios.

Paraíso, flor de espuma,

mi canción hecha de brisa

cielo y mar es para ti.

Y ante el inmenso mar

se estremeció mi corazón,

y en la distancia azul

el pensamiento se perdió

buscando a Dios.

Paraíso, flor de espuma,

mi canción hecha de brisa

cielo y mar es para ti,

es para ti.

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Usumacinta, río sagrado, río que por Tenosique pasas sollozando por aquel poeta triste que jamás volvió...

El pequeño Manuel aprendió sus primeras letras con varios maestros: parte de la primaria la realizó en la escuela racionalista, que funcionaba en la iglesia de la Concepción en la época de Tomás Garrido Canabal; otros años los cursó en la es-cuela Ferrer Guardia, ubicada en el edificio de la antigua Catedral, por el parque Hidalgo.

La familia Graniel Armengol, que residía frente a su casa, le permitía tocar el piano y así empezó su amor por la música. Su primera maestra de piano fue la se-ñorita María Teresa Cahero, que influyó en su vocación. Posteriormente, siguió sus estudios con el compositor Ezequiel López y Ocampo, con quien aprendió los prin-cipios básicos del jazz. A los 16 años de edad, al destacar como adolescente prodi-gio, fue mandado por sus padres a México, donde realizó estudios con el maestro Manuel Barajas, del Conservatorio Nacional de Música. Un año después, regresó a Villahermosa y reanudó sus clases de piano con la profesora Salvadora Rullán. Sin embargo, al poco tiempo abandonó definitivamente los estudios y se dedicó sólo a la práctica de la música popular.

A los 15 años ganó sus primeros dos pesos tocando en un bailecito infantil. Años más tarde, en 1938, marchó a la ciudad de México. Su primera actuación en la capital de la República fue ante los micrófonos del la XEJP, estación comer-cial de reducida potencia. Al siguiente mes, pasó a formar parte del elenco artístico de Radio Continental. También actuó en algunos programas difundidos por Radio Mil XEA, y trabajó en dos centros nocturnos: el Casablanca y el Minuet. La crítica

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capitalina acogió favorablemente al joven músico y compositor, la prensa le llama-ba eminente pianista, y dirigió conjuntos orquestales que día a día triunfaba en la cadena de Radio Continental, convirtiéndose en uno de los pilares más sólidos de la estación radiofónica. En Espectáculos, el semanario de los artistas, se escribió que Manuel Pérez Merino era “el aplaudido e inspirado compositor tabasqueño”, quien tenía un triunfo rotundo desde su llegada a México, gracias a sus composiciones, que le otorgaban, con toda justicia, la personalidad que se le reconocía en todos sus programas.

En la ciudad de México, durante los primeros años de su ausencia de Tabasco, nació la genial composición Villahermosa. ¿Cómo nació esta canción? “Una noche fría del mes de diciembre, en México”, contaba don Manuel, “a eso de las cuatro de la mañana, salía yo de un cabaret que estaba situado en las calles de San Juan de Letrán, donde prestaba mis servicios. Como vivía cerca, decidí hacer a pie el reco-rrido hasta mi casa. Mientras caminaba, tiritando de frío, comencé a añorar de una manera desesperada mi tierra, su calor y mi familia. Me sentía solo, terriblemente solo y pensé que de nada valía el triunfo, ni todos sus aliados de él, si para lograr-los iba a tener que vivir alejado de Villahermosa. Así, mientras caminaba bajo un cielo sin estrellas, sentí que en mi interior iba haciéndose la música, inundándome de una temperatura agradable. Ya en casa, no pude conciliar el sueño, daban vuel-tas en mi cabeza música y letra. Serían aproximadamente las ocho de la mañana cuando ya no pude más y me levanté. Volví a ponerme el abrigo y saliendo a la ca-lle me dirigí a la estación radiodifusora donde trabajaba. A estas horas estaba casi

llueve el desengaño

y mientras pasan sin piedad los años

llueve, llueve,

llueve, llueve.

(Se repite)

CUNDUACÁN (vals)

Atenas de la Chontalpa te han llamado;

el tiempo se ha detenido en ti;

tus hombres regresan del pasado

por sus escritos vuelven a vivir.

Cunduacán, te regalo este vals

y con él mi recuerdo mejor;

para un noble maestro nacido en tu suelo,

para tantos ilustres que nacieron en ti.

Cunduacán he deseado escuchar

una noche de ensueño sutil;

la guitarra sublime de Quico Quevedo

y en sus dedos las notas de este vals.

(Se repite la estrofa)

CANCIÓN DEL USUMACINTA (canción)

Desde la antigua y legendaria Guatemala,

por entre piedras y entre selvas milenarias

cruzas la frontera mexicana y te internas amoroso

en mi tierra tabasqueña.

Usumacinta, río sagrado;

río que por Tenosique pasas sollozando

por aquel poeta triste que jamás volvió

a cruzar por Balancán, hay eco de marimba,

tienen sus vastas riberas rumor de canción;

el antiguo Montecristo risueño y tranquilo

desde sus altivas lomas te mira correr.

Y así pasas por Jonuta

con tu cargamento de peces y estrellas

y después como un gigante

que se siente herido

te rindes al mar.

(Se repite)

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REPERTORIO MUSICAL

TACOTALPA (zapateo tabasqueño)

Entre cañaveral,

allá en la serranía

hay un rincón querido

de la tierra mía.

Pueblecito tranquilo, cuna de mis mayores,

al volverte a mirar, recordando el ayer,

floreció mi cantar,

al volverte a mirar, recordando el ayer,

floreció mi cantar.

Tacotalpa, Tacotalpa

yo te traigo mi canción,

como una flor campesina

a los pies de la función.

Con tu feria pueblerina y tu altivo madrigal,

Tacotalpa, Tacotalpa, inspiraste mi cantar.

(Se repite)

LLUEVE (tempo de blues)

Llueve y tristemente el corazón solloza,

por el recuerdo de pasadas cosas

que ya se han ido,

que nunca vuelven,

que están marchitas.

Llueve, dentro de mi alma

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desierta. Entré a uno de los estudios, me senté frente al piano y surgió Villahermosa en una forma que yo mismo no podía explicar…”

Manuel Pérez Merino pensaba que Villahermosa fue una canción que había na-cido con suerte: “Tendría yo unos 20 o 21 años y de mi bolsa pagué la grabación de un disco de cartón. Lo envíe a mi madre y ella se lo prestó a un señor de ape-llido Marentes, que tenía un carro con aparato de sonido y entre cada comercial que anunciaba, intercalaba mi canción y pronto abrió las puertas del triunfo en mi ciudad natal”.

Al cabo de unos cinco años y atendiendo urgencias familiares, regresó a Villa-hermosa, pero ya no volvió a México: el cariño a su terruño y el apego a su fami-lia, a su tía Trinidad –como él decía–, lo obligaron a permanecer en la tierra que lo vio nacer, a no alejarse de Tabasco, pese a las magníficas propuestas de trabajo que tenía en todo el país.

Alcanzó el apogeo de su fama en la gloriosa época del Café del Portal. Actuó primero como director de un sexteto, y más tarde, como el de la Orquesta Tabasco, la cual acompañaba las queridas voces de Pedro Vargas, Libertad Lamarque, Pedro Infante, Luis Aguilar, Sofía Álvarez, Miroslava, Salvador García, Chelo Flores, ar-tistas de renombre que don Pepe Alday acostumbraba llevar a la capital tabasqueña para amenizar las noches de los jueves y los domingos villahermosinos.

“Al llegar la madrugada, Manuel Pérez Merino se inspiraba y arrancaba a su piano varias melodías del pasado y del presente”, escribió un periódico local. Otro diario se refirió a él así: “El artista Manuel Pérez Merino es un magnífico pianista

también fue un innovador, un atinado e inteligente lector de las afinidades popu-lares: incorporó a su obra las técnicas del jazz y del blues –tan próximos a las raíces caribeñas–, y supo interpretar el gusto de su gente, de Tabasco, a quien dedicó la mayoría de sus composiciones.

Manuel Pérez Merino representa una generación de músicos formados acadé-micamente, aquellos que volvieron la mirada hacia las fuentes inagotables de la tradición popular y compusieron refinadas piezas musicales y, en este sentido, inci-dieron en la continuidad de una parte primordial de la cultura –como es la músi-ca– al demostrar que no importan tiempo ni recursos en la creación musical, pues lo importante es perdurar.

Benjamín Muratalla

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particular, destacando la obra de los tabasqueños José Luis Peña, Julián Urrutia Burelo, Lauro Aguilar Palma y José Manuel Pérez, en orden cronológico.

En este trasiego cultural, con el vaivén de tradiciones, costumbres y modas, han circulado también innumerables formas musicales, muchas de las cuales per-manecen en el gusto popular de manera definitiva. A principios del siglo XIX, el vals irrumpió de manera impresionante en varias naciones americanas –que en-tonces luchaban por su independencia de España– y causó furor entre los jóvenes. En Colombia esta corriente musical se mezcla con antiguos ritmos de marcada in-fluencia afrocaribeña. Aunque el género denominado pasillo, eminentemente bai-lable, había surgido tiempo atrás, al calor de la inconformidad criolla con la Corona española, es en esta época cuando por influencia del vals cobra matices determi-nantes. Colombia fue el contexto por excelencia del pasillo, pero esta música rebasó las fronteras para alojarse en el gusto de diversos compositores latinoamericanos, que lo acogieron y transformaron.9

Es evidente que la influencia de la música afrocaribeña en Tabasco ha sido contundente como fuente de inspiración, tanto de la creatividad popular como de músicos formados en academia. Es el caso de Manuel Pérez Merino, que exploró diversos senderos de esa música, recreándola con la sensibilidad propia de los ta-basqueños, mediante boleros, pasillos colombianos, chachachás, etc. Sin embargo, Manuel Pérez Merino no se limitó a la mera recreación de los géneros musicales,

9 Vid. Javier Ocampo López, Música y folclor de Colombia, Bogotá, Plaza y Janés, 1976.

cuando toca para el público. Pero lo encontramos superior cuando toca para él. Entonces vemos el alma del artista sobre la risa blanca del piano...”

Al disolverse años más tarde la orquesta, debido al cierre del Café Portal, Ma-nuel Pérez Merino formó un conjunto tropical. En esta época se grabaron en Tabas-co sus primeros discos con las canciones Ironía, Villahermosa, Camino de Frontera y Luna sobre el Grijalva. Estos discos se exhibían en el estante del Municipio del Centro y un numeroso público se acercaba para escuchar los cuatro éxitos musicales.

Manuel Pérez Merino es autor de más de 130 canciones, entre las que tuvieron mayor fama, además de las mencionadas: Tabasco, Luna azul, Ayúdame a olvidar, Sin razón, Acuarela tabasqueña, Nochebuena y sus últimas creaciones: A la orilla del río, Primavera tabasqueña, Arbolito de juguete, Porque no me quisiste, Pajarillo prisionero.

En palabras de Jesús Reyes, el compositor Manuel Pérez Merino “logró dibu-jar la silueta musical de Tabasco”. El Cantor del Grijalva con su arte y magia dio a conocer Tabasco. Falleció el 12 de mayo de 1993 en Villahermosa, a la edad de 75 años.

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tPASILLOS, BOLEROS, ZAPATEOS Y OTRAS TRADICIONES TABASQUEÑAS

Trópico, ¿para qué me distelas manos llenas de color?

Todo lo que yo toquese llenará de sol.

Carlos Pellicer, Deseos

Tabasco es una encrucijada de culturas, historias y leyendas que a lo largo de mucho tiempo se han conjugado en los múltiples pueblos que hoy lo conforman. Situado en la región sureste del territorio nacional, la gente se caracteriza por su vida pró-diga en experiencias, tradiciones, anhelos y destinos que revelan un pasado diverso y, al mismo tiempo, común, siempre y sobre todo con un peculiar sentido de per-tenencia al terruño.

Legataria de los mayas ancestrales, esta región ha visto el paso de chichime-cas, zapotecas, zoques y nahuas, pero ha sido el asiento milenario y principal de los yokot’anob, o chocoh (“el pueblo que habla yoko ochoco”), comúnmente conocidos como chontales, que en lengua náhuatl quiere decir “extranjeros”, quienes –según las crónicas– proceden de las lejanas tierras de Asia noroccidental, desde donde partie-ron en la antigüedad.1 Mucho tiempo después arribaron las huestes castellanas, que con fuego, religión y sangre implantaron su modelo de civilización. Con este aconte-cimiento dio inicio uno de los más grandes intercambios culturales de la historia.

1 Cfr. Diógenes López Reyes, Historia de Tabasco, p. 21.

España, durante el siglo XIX. Sin embargo, el bolero español difiere sustancialmente del latinoamericano. Se sabe que fue en 1886, en la ciudad de Santiago de Cuba, que se compuso el primer bolero de América Latina, inspiración de José Pepe Sánchez.8 De Cuba se expandió por gran parte del Caribe y, posteriormente, por casi todo el continente. En esencia, el bolero posee ingredientes fundamentales del carácter la-tino: arrojo, pasión y sensualidad, transmitidos a través de sus letras y la cadencia rítmica, lograda por el acompañamiento instrumental clásico: guitarras, maracas, a veces bongós, congas o tumbadoras, o por las innovaciones que incluyen toda clase de instrumentos, característica que lo han hecho trascender tiempo y geografía.

México ha sido cuna de grandes compositores de bolero, los cuales hallaron fuerte apoyo de parte de los medios de comunicación electrónicos, factor de capital importancia para que el género se propagara por todos los ámbitos del país y fue-ra asimilado a las tradiciones de los diferentes pueblos de México, de modo que se encuentra reproducido más allá de su instrumentación original, por ejemplo, con mariachis, bandas de viento, conjuntos de marimba, conjuntos norteños y tambora zacatecana, entre otros, así como en composiciones realizadas en lenguas indíge-nas, entre las que destacan el zapoteca y el mixteca.

Los pueblos del sureste no son excepción en cuanto al gusto por este géne-ro musical, muchos compositores lo han ensayado y le han imprimido un sabor

8 Cfr. Rosendo Ruiz (hijo), “El bolero cubano”, en Radamés Giro (sel. y pról.), Panorama de la música popular cubana, p. 232.

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El zapateado es una de las expresiones populares más festivas de Tabasco.

Debido a su situación geográfica, Tabasco fue cuna de florecientes culturas y crucero tanto de tribus trashumantes como de aventurados conquistadores, tan-to de viajeros desbalagados como de piadosos misioneros. A las promisorias tierras tabasqueñas arribaron andaluces, canarios y gitanos deseosos de fortuna; judíos y moros conversos de ricas tradiciones en busca de refugio, y personas arrancadas de las costas africanas para faenas extremas de explotación. Este crisol de pueblos, cul-turas e historias confirió una singular personalidad a la región, donde el temple y el carácter de su gente, que ha debido enfrentarse a un clima desbordante de sol y a una vegetación exuberante, ostentosa en recursos, ha sido el fundamento de una sólida identidad.

La región vive inmersa en los procesos culturales de una amplísima área com-partida por numerosas tradiciones, como son los pueblos de raíces mesoamericanas, mediterráneas y caribeñas, aunque fundamentalmente se relaciona con el Sotavento veracruzano, con la península yucateca, con la sierra oaxaqueña, con Chiapas y con el corredor centroamericano. Así es como se explica un tramado cultural tan com-plejo, diverso y vital.

Y es en este contexto donde confluyen una variedad de géneros musicales con que los tabasqueños cultivan, sueñan, festejan, aman y gozan. La música deviene en la mejor representación de su historia y cultura.

El género que simboliza por antonomasia la mixtura de culturas en la región es el zapateo tabasqueño, nacido en estas tierras en épocas novohispanas, al con-juntarse las músicas de las diferentes etnias, los temperamentos y estilos de indios,

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de criollos y de negros, en épocas muy tempranas, cuando se gestó la nueva nacio-nalidad.2

El zapateo tabasqueño es descendiente directo del fandango.* Algunos estudio-sos argumentan que este género musical se originó en España en el siglo XVIII y fue traído a la región por los colonizadores; el antecedente directo serían las tonadillas, y específicamente las seguidillas, que son la parte más alegre, pegajosa y popular de aquéllas;3 sin embargo, algunos aseguran que en esos tiempos en la Península Ibérica, principalmente en la comarca andaluza, acogían al fandango como una novedad bailable, atrevida y festiva venida de las Indias.4 Lo cierto es que en las co-lonias españolas se habían reunido determinados factores que, como caldo de cul-tivo, generaron esta peculiar forma de celebración hecha de música, canto, baile y algarabía, con la que los estratos sojuzgados arremetían contra la cultura impues-ta con sensualidad, sátira, procacidad, irreverencia y deleite, como una especie de resistencia y protesta, lo cual confirió a la música mestiza ese aire audaz, libertario y gozoso.5

2 Cfr. María José Esparza Liberal, Jarabes y fandanguitos. Imagen y música del baile popular, p. 9.* Con respecto a la etimología de la voz fandango, cabe señalar que la desinencia -ango puede ser de origen africano, además es muy probable que al igual que la palabra tango, tenga un origen afroamericano. El Diccionario etimológico de la lengua castellana señala que el origen del fandango es incierto; sin embargo, es muy posible que se derive de fadango, a su vez derivado de fado (del latín fatum, “hado”: el destino), un canto bailable muy popular en Portugal, pues se dice que el fado expresa líricamente el sino de la gente (Corominas, J., Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1967, p. 266).

3 Cfr. Gerónimo Baqueiro Foster, citado por Jorge Priego en El zapateo tabasqueño, 1989, p. 22.4 Cfr. Ángel Álvarez Caballero, Historia del cante flamenco, Madrid, Alianza Editorial, 1981, p. 14.5 Cfr. Gabriel Saldívar, Historia de la música en México, p. 307.

El antiguo fandango engendró la parafernalia del zapateo tabasqueño, volcán-dola en fiesta comunitaria regional, con un sello local bien impreso, donde todos se adueñan del regocijo, ya sean bailadores, músicos o público: La fiesta es el núcleo alrededor del cual cada quien desempeña una parte del todo que se revierte en des-ahogo colectivo; paradójicamente perdurable, pero irrepetible. Así, el cotidiano se rompe por un instante y la comunidad refrenda lo profundo de la historia y la com-plejidad de la cultura.

El zapateo tabasqueño es una música por demás alegre, bailable y cantable. Tra-dicionalmente se interpreta con una orquesta integrada por clarinete, cornetín, trombón, tambor redoblante y un rascabuche o güiro.6 Por supuesto, también se in-terpreta con una versátil instrumentación, dada la elasticidad del género y la crea-tividad de sus intérpretes; suele escucharse con banda de viento, con marimba, con mariachi o con dotaciones instrumentales no tradicionales. Aunque existen innu-merables piezas de zapateo de carácter tradicional, también las hay de autores co-nocidos como Cecilio Cupido Jr., José de Jesús Méndez, José Luis Inurrieta, María M. de Sánchez, Trinidad López Villegas, Adelaido Madrigal, Julián Urrutia Burelo y Manuel Pérez Merino, entre muchos otros.7

Además del zapateo, sin duda el bolero es uno de los géneros musicales de mayor arraigo en Tabasco. Hay quienes aseguran que en sus orígenes constituyó una lige-ra danza gitana que se presentaba entre los actos de las obras de género menor en

6 Cfr. Jorge Priego, El zapateo tabasqueño, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1998, p. 54.7 Francisco J. Santamaría, Antología folklórica y musical de Tabasco, p. 115.

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de criollos y de negros, en épocas muy tempranas, cuando se gestó la nueva nacio-nalidad.2

El zapateo tabasqueño es descendiente directo del fandango.* Algunos estudio-sos argumentan que este género musical se originó en España en el siglo XVIII y fue traído a la región por los colonizadores; el antecedente directo serían las tonadillas, y específicamente las seguidillas, que son la parte más alegre, pegajosa y popular de aquéllas;3 sin embargo, algunos aseguran que en esos tiempos en la Península Ibérica, principalmente en la comarca andaluza, acogían al fandango como una novedad bailable, atrevida y festiva venida de las Indias.4 Lo cierto es que en las co-lonias españolas se habían reunido determinados factores que, como caldo de cul-tivo, generaron esta peculiar forma de celebración hecha de música, canto, baile y algarabía, con la que los estratos sojuzgados arremetían contra la cultura impues-ta con sensualidad, sátira, procacidad, irreverencia y deleite, como una especie de resistencia y protesta, lo cual confirió a la música mestiza ese aire audaz, libertario y gozoso.5

2 Cfr. María José Esparza Liberal, Jarabes y fandanguitos. Imagen y música del baile popular, p. 9.* Con respecto a la etimología de la voz fandango, cabe señalar que la desinencia -ango puede ser de origen africano, además es muy probable que al igual que la palabra tango, tenga un origen afroamericano. El Diccionario etimológico de la lengua castellana señala que el origen del fandango es incierto; sin embargo, es muy posible que se derive de fadango, a su vez derivado de fado (del latín fatum, “hado”: el destino), un canto bailable muy popular en Portugal, pues se dice que el fado expresa líricamente el sino de la gente (Corominas, J., Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1967, p. 266).

3 Cfr. Gerónimo Baqueiro Foster, citado por Jorge Priego en El zapateo tabasqueño, 1989, p. 22.4 Cfr. Ángel Álvarez Caballero, Historia del cante flamenco, Madrid, Alianza Editorial, 1981, p. 14.5 Cfr. Gabriel Saldívar, Historia de la música en México, p. 307.

El antiguo fandango engendró la parafernalia del zapateo tabasqueño, volcán-dola en fiesta comunitaria regional, con un sello local bien impreso, donde todos se adueñan del regocijo, ya sean bailadores, músicos o público: La fiesta es el núcleo alrededor del cual cada quien desempeña una parte del todo que se revierte en des-ahogo colectivo; paradójicamente perdurable, pero irrepetible. Así, el cotidiano se rompe por un instante y la comunidad refrenda lo profundo de la historia y la com-plejidad de la cultura.

El zapateo tabasqueño es una música por demás alegre, bailable y cantable. Tra-dicionalmente se interpreta con una orquesta integrada por clarinete, cornetín, trombón, tambor redoblante y un rascabuche o güiro.6 Por supuesto, también se in-terpreta con una versátil instrumentación, dada la elasticidad del género y la crea-tividad de sus intérpretes; suele escucharse con banda de viento, con marimba, con mariachi o con dotaciones instrumentales no tradicionales. Aunque existen innu-merables piezas de zapateo de carácter tradicional, también las hay de autores co-nocidos como Cecilio Cupido Jr., José de Jesús Méndez, José Luis Inurrieta, María M. de Sánchez, Trinidad López Villegas, Adelaido Madrigal, Julián Urrutia Burelo y Manuel Pérez Merino, entre muchos otros.7

Además del zapateo, sin duda el bolero es uno de los géneros musicales de mayor arraigo en Tabasco. Hay quienes aseguran que en sus orígenes constituyó una lige-ra danza gitana que se presentaba entre los actos de las obras de género menor en

6 Cfr. Jorge Priego, El zapateo tabasqueño, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1998, p. 54.7 Francisco J. Santamaría, Antología folklórica y musical de Tabasco, p. 115.

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El zapateado es una de las expresiones populares más festivas de Tabasco.

Debido a su situación geográfica, Tabasco fue cuna de florecientes culturas y crucero tanto de tribus trashumantes como de aventurados conquistadores, tan-to de viajeros desbalagados como de piadosos misioneros. A las promisorias tierras tabasqueñas arribaron andaluces, canarios y gitanos deseosos de fortuna; judíos y moros conversos de ricas tradiciones en busca de refugio, y personas arrancadas de las costas africanas para faenas extremas de explotación. Este crisol de pueblos, cul-turas e historias confirió una singular personalidad a la región, donde el temple y el carácter de su gente, que ha debido enfrentarse a un clima desbordante de sol y a una vegetación exuberante, ostentosa en recursos, ha sido el fundamento de una sólida identidad.

La región vive inmersa en los procesos culturales de una amplísima área com-partida por numerosas tradiciones, como son los pueblos de raíces mesoamericanas, mediterráneas y caribeñas, aunque fundamentalmente se relaciona con el Sotavento veracruzano, con la península yucateca, con la sierra oaxaqueña, con Chiapas y con el corredor centroamericano. Así es como se explica un tramado cultural tan com-plejo, diverso y vital.

Y es en este contexto donde confluyen una variedad de géneros musicales con que los tabasqueños cultivan, sueñan, festejan, aman y gozan. La música deviene en la mejor representación de su historia y cultura.

El género que simboliza por antonomasia la mixtura de culturas en la región es el zapateo tabasqueño, nacido en estas tierras en épocas novohispanas, al con-juntarse las músicas de las diferentes etnias, los temperamentos y estilos de indios,

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tPASILLOS, BOLEROS, ZAPATEOS Y OTRAS TRADICIONES TABASQUEÑAS

Trópico, ¿para qué me distelas manos llenas de color?

Todo lo que yo toquese llenará de sol.

Carlos Pellicer, Deseos

Tabasco es una encrucijada de culturas, historias y leyendas que a lo largo de mucho tiempo se han conjugado en los múltiples pueblos que hoy lo conforman. Situado en la región sureste del territorio nacional, la gente se caracteriza por su vida pró-diga en experiencias, tradiciones, anhelos y destinos que revelan un pasado diverso y, al mismo tiempo, común, siempre y sobre todo con un peculiar sentido de per-tenencia al terruño.

Legataria de los mayas ancestrales, esta región ha visto el paso de chichime-cas, zapotecas, zoques y nahuas, pero ha sido el asiento milenario y principal de los yokot’anob, o chocoh (“el pueblo que habla yoko ochoco”), comúnmente conocidos como chontales, que en lengua náhuatl quiere decir “extranjeros”, quienes –según las crónicas– proceden de las lejanas tierras de Asia noroccidental, desde donde partie-ron en la antigüedad.1 Mucho tiempo después arribaron las huestes castellanas, que con fuego, religión y sangre implantaron su modelo de civilización. Con este aconte-cimiento dio inicio uno de los más grandes intercambios culturales de la historia.

1 Cfr. Diógenes López Reyes, Historia de Tabasco, p. 21.

España, durante el siglo XIX. Sin embargo, el bolero español difiere sustancialmente del latinoamericano. Se sabe que fue en 1886, en la ciudad de Santiago de Cuba, que se compuso el primer bolero de América Latina, inspiración de José Pepe Sánchez.8 De Cuba se expandió por gran parte del Caribe y, posteriormente, por casi todo el continente. En esencia, el bolero posee ingredientes fundamentales del carácter la-tino: arrojo, pasión y sensualidad, transmitidos a través de sus letras y la cadencia rítmica, lograda por el acompañamiento instrumental clásico: guitarras, maracas, a veces bongós, congas o tumbadoras, o por las innovaciones que incluyen toda clase de instrumentos, característica que lo han hecho trascender tiempo y geografía.

México ha sido cuna de grandes compositores de bolero, los cuales hallaron fuerte apoyo de parte de los medios de comunicación electrónicos, factor de capital importancia para que el género se propagara por todos los ámbitos del país y fue-ra asimilado a las tradiciones de los diferentes pueblos de México, de modo que se encuentra reproducido más allá de su instrumentación original, por ejemplo, con mariachis, bandas de viento, conjuntos de marimba, conjuntos norteños y tambora zacatecana, entre otros, así como en composiciones realizadas en lenguas indíge-nas, entre las que destacan el zapoteca y el mixteca.

Los pueblos del sureste no son excepción en cuanto al gusto por este géne-ro musical, muchos compositores lo han ensayado y le han imprimido un sabor

8 Cfr. Rosendo Ruiz (hijo), “El bolero cubano”, en Radamés Giro (sel. y pról.), Panorama de la música popular cubana, p. 232.

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particular, destacando la obra de los tabasqueños José Luis Peña, Julián Urrutia Burelo, Lauro Aguilar Palma y José Manuel Pérez, en orden cronológico.

En este trasiego cultural, con el vaivén de tradiciones, costumbres y modas, han circulado también innumerables formas musicales, muchas de las cuales per-manecen en el gusto popular de manera definitiva. A principios del siglo XIX, el vals irrumpió de manera impresionante en varias naciones americanas –que en-tonces luchaban por su independencia de España– y causó furor entre los jóvenes. En Colombia esta corriente musical se mezcla con antiguos ritmos de marcada in-fluencia afrocaribeña. Aunque el género denominado pasillo, eminentemente bai-lable, había surgido tiempo atrás, al calor de la inconformidad criolla con la Corona española, es en esta época cuando por influencia del vals cobra matices determi-nantes. Colombia fue el contexto por excelencia del pasillo, pero esta música rebasó las fronteras para alojarse en el gusto de diversos compositores latinoamericanos, que lo acogieron y transformaron.9

Es evidente que la influencia de la música afrocaribeña en Tabasco ha sido contundente como fuente de inspiración, tanto de la creatividad popular como de músicos formados en academia. Es el caso de Manuel Pérez Merino, que exploró diversos senderos de esa música, recreándola con la sensibilidad propia de los ta-basqueños, mediante boleros, pasillos colombianos, chachachás, etc. Sin embargo, Manuel Pérez Merino no se limitó a la mera recreación de los géneros musicales,

9 Vid. Javier Ocampo López, Música y folclor de Colombia, Bogotá, Plaza y Janés, 1976.

cuando toca para el público. Pero lo encontramos superior cuando toca para él. Entonces vemos el alma del artista sobre la risa blanca del piano...”

Al disolverse años más tarde la orquesta, debido al cierre del Café Portal, Ma-nuel Pérez Merino formó un conjunto tropical. En esta época se grabaron en Tabas-co sus primeros discos con las canciones Ironía, Villahermosa, Camino de Frontera y Luna sobre el Grijalva. Estos discos se exhibían en el estante del Municipio del Centro y un numeroso público se acercaba para escuchar los cuatro éxitos musicales.

Manuel Pérez Merino es autor de más de 130 canciones, entre las que tuvieron mayor fama, además de las mencionadas: Tabasco, Luna azul, Ayúdame a olvidar, Sin razón, Acuarela tabasqueña, Nochebuena y sus últimas creaciones: A la orilla del río, Primavera tabasqueña, Arbolito de juguete, Porque no me quisiste, Pajarillo prisionero.

En palabras de Jesús Reyes, el compositor Manuel Pérez Merino “logró dibu-jar la silueta musical de Tabasco”. El Cantor del Grijalva con su arte y magia dio a conocer Tabasco. Falleció el 12 de mayo de 1993 en Villahermosa, a la edad de 75 años.

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desierta. Entré a uno de los estudios, me senté frente al piano y surgió Villahermosa en una forma que yo mismo no podía explicar…”

Manuel Pérez Merino pensaba que Villahermosa fue una canción que había na-cido con suerte: “Tendría yo unos 20 o 21 años y de mi bolsa pagué la grabación de un disco de cartón. Lo envíe a mi madre y ella se lo prestó a un señor de ape-llido Marentes, que tenía un carro con aparato de sonido y entre cada comercial que anunciaba, intercalaba mi canción y pronto abrió las puertas del triunfo en mi ciudad natal”.

Al cabo de unos cinco años y atendiendo urgencias familiares, regresó a Villa-hermosa, pero ya no volvió a México: el cariño a su terruño y el apego a su fami-lia, a su tía Trinidad –como él decía–, lo obligaron a permanecer en la tierra que lo vio nacer, a no alejarse de Tabasco, pese a las magníficas propuestas de trabajo que tenía en todo el país.

Alcanzó el apogeo de su fama en la gloriosa época del Café del Portal. Actuó primero como director de un sexteto, y más tarde, como el de la Orquesta Tabasco, la cual acompañaba las queridas voces de Pedro Vargas, Libertad Lamarque, Pedro Infante, Luis Aguilar, Sofía Álvarez, Miroslava, Salvador García, Chelo Flores, ar-tistas de renombre que don Pepe Alday acostumbraba llevar a la capital tabasqueña para amenizar las noches de los jueves y los domingos villahermosinos.

“Al llegar la madrugada, Manuel Pérez Merino se inspiraba y arrancaba a su piano varias melodías del pasado y del presente”, escribió un periódico local. Otro diario se refirió a él así: “El artista Manuel Pérez Merino es un magnífico pianista

también fue un innovador, un atinado e inteligente lector de las afinidades popu-lares: incorporó a su obra las técnicas del jazz y del blues –tan próximos a las raíces caribeñas–, y supo interpretar el gusto de su gente, de Tabasco, a quien dedicó la mayoría de sus composiciones.

Manuel Pérez Merino representa una generación de músicos formados acadé-micamente, aquellos que volvieron la mirada hacia las fuentes inagotables de la tradición popular y compusieron refinadas piezas musicales y, en este sentido, inci-dieron en la continuidad de una parte primordial de la cultura –como es la músi-ca– al demostrar que no importan tiempo ni recursos en la creación musical, pues lo importante es perdurar.

Benjamín Muratalla

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REPERTORIO MUSICAL

TACOTALPA (zapateo tabasqueño)

Entre cañaveral,

allá en la serranía

hay un rincón querido

de la tierra mía.

Pueblecito tranquilo, cuna de mis mayores,

al volverte a mirar, recordando el ayer,

floreció mi cantar,

al volverte a mirar, recordando el ayer,

floreció mi cantar.

Tacotalpa, Tacotalpa

yo te traigo mi canción,

como una flor campesina

a los pies de la función.

Con tu feria pueblerina y tu altivo madrigal,

Tacotalpa, Tacotalpa, inspiraste mi cantar.

(Se repite)

LLUEVE (tempo de blues)

Llueve y tristemente el corazón solloza,

por el recuerdo de pasadas cosas

que ya se han ido,

que nunca vuelven,

que están marchitas.

Llueve, dentro de mi alma

t

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capitalina acogió favorablemente al joven músico y compositor, la prensa le llama-ba eminente pianista, y dirigió conjuntos orquestales que día a día triunfaba en la cadena de Radio Continental, convirtiéndose en uno de los pilares más sólidos de la estación radiofónica. En Espectáculos, el semanario de los artistas, se escribió que Manuel Pérez Merino era “el aplaudido e inspirado compositor tabasqueño”, quien tenía un triunfo rotundo desde su llegada a México, gracias a sus composiciones, que le otorgaban, con toda justicia, la personalidad que se le reconocía en todos sus programas.

En la ciudad de México, durante los primeros años de su ausencia de Tabasco, nació la genial composición Villahermosa. ¿Cómo nació esta canción? “Una noche fría del mes de diciembre, en México”, contaba don Manuel, “a eso de las cuatro de la mañana, salía yo de un cabaret que estaba situado en las calles de San Juan de Letrán, donde prestaba mis servicios. Como vivía cerca, decidí hacer a pie el reco-rrido hasta mi casa. Mientras caminaba, tiritando de frío, comencé a añorar de una manera desesperada mi tierra, su calor y mi familia. Me sentía solo, terriblemente solo y pensé que de nada valía el triunfo, ni todos sus aliados de él, si para lograr-los iba a tener que vivir alejado de Villahermosa. Así, mientras caminaba bajo un cielo sin estrellas, sentí que en mi interior iba haciéndose la música, inundándome de una temperatura agradable. Ya en casa, no pude conciliar el sueño, daban vuel-tas en mi cabeza música y letra. Serían aproximadamente las ocho de la mañana cuando ya no pude más y me levanté. Volví a ponerme el abrigo y saliendo a la ca-lle me dirigí a la estación radiodifusora donde trabajaba. A estas horas estaba casi

llueve el desengaño

y mientras pasan sin piedad los años

llueve, llueve,

llueve, llueve.

(Se repite)

CUNDUACÁN (vals)

Atenas de la Chontalpa te han llamado;

el tiempo se ha detenido en ti;

tus hombres regresan del pasado

por sus escritos vuelven a vivir.

Cunduacán, te regalo este vals

y con él mi recuerdo mejor;

para un noble maestro nacido en tu suelo,

para tantos ilustres que nacieron en ti.

Cunduacán he deseado escuchar

una noche de ensueño sutil;

la guitarra sublime de Quico Quevedo

y en sus dedos las notas de este vals.

(Se repite la estrofa)

CANCIÓN DEL USUMACINTA (canción)

Desde la antigua y legendaria Guatemala,

por entre piedras y entre selvas milenarias

cruzas la frontera mexicana y te internas amoroso

en mi tierra tabasqueña.

Usumacinta, río sagrado;

río que por Tenosique pasas sollozando

por aquel poeta triste que jamás volvió

a cruzar por Balancán, hay eco de marimba,

tienen sus vastas riberas rumor de canción;

el antiguo Montecristo risueño y tranquilo

desde sus altivas lomas te mira correr.

Y así pasas por Jonuta

con tu cargamento de peces y estrellas

y después como un gigante

que se siente herido

te rindes al mar.

(Se repite)

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26 11

Usumacinta, río sagrado, río que por Tenosique pasas sollozando por aquel poeta triste que jamás volvió...

El pequeño Manuel aprendió sus primeras letras con varios maestros: parte de la primaria la realizó en la escuela racionalista, que funcionaba en la iglesia de la Concepción en la época de Tomás Garrido Canabal; otros años los cursó en la es-cuela Ferrer Guardia, ubicada en el edificio de la antigua Catedral, por el parque Hidalgo.

La familia Graniel Armengol, que residía frente a su casa, le permitía tocar el piano y así empezó su amor por la música. Su primera maestra de piano fue la se-ñorita María Teresa Cahero, que influyó en su vocación. Posteriormente, siguió sus estudios con el compositor Ezequiel López y Ocampo, con quien aprendió los prin-cipios básicos del jazz. A los 16 años de edad, al destacar como adolescente prodi-gio, fue mandado por sus padres a México, donde realizó estudios con el maestro Manuel Barajas, del Conservatorio Nacional de Música. Un año después, regresó a Villahermosa y reanudó sus clases de piano con la profesora Salvadora Rullán. Sin embargo, al poco tiempo abandonó definitivamente los estudios y se dedicó sólo a la práctica de la música popular.

A los 15 años ganó sus primeros dos pesos tocando en un bailecito infantil. Años más tarde, en 1938, marchó a la ciudad de México. Su primera actuación en la capital de la República fue ante los micrófonos del la XEJP, estación comer-cial de reducida potencia. Al siguiente mes, pasó a formar parte del elenco artístico de Radio Continental. También actuó en algunos programas difundidos por Radio Mil XEA, y trabajó en dos centros nocturnos: el Casablanca y el Minuet. La crítica

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Villahermosa en los primeros años de 1920, donde vivió parte de su infancia Manuel Pérez Merino.

CANCIÓN NOSTÁLGICA

(pasillo colombiano)

Playa de mi tierra querida,

ríos que me hicieron soñar,

horas de mi infancia lejana,

tiempo que nunca volverá.

Por eso siempre

la nostalgia me embarga

por todo lo que fue mi existir,

y pido a Dios eterno y bondadoso

que me deje llegar

sin temor a morir.

(Se repite)

PARAÍSO (bolero)

Paraíso, flor de espuma,

rinconcito que se arrulla

noche a noche

con la música del mar.

Paraíso, tu belleza,

tu paisaje es maravilla

que Dios quiso

a Tabasco regalar.

Y ante el inmenso mar

se estremeció mi corazón,

y en la distancia azul

el pensamiento se perdió

buscando a Dios.

Paraíso, flor de espuma,

mi canción hecha de brisa

cielo y mar es para ti.

Y ante el inmenso mar

se estremeció mi corazón,

y en la distancia azul

el pensamiento se perdió

buscando a Dios.

Paraíso, flor de espuma,

mi canción hecha de brisa

cielo y mar es para ti,

es para ti.

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28 9

MARAVILLOSA LAGUNA (bolero)

Amanece lentamente en la laguna,

las tinieblas se disipan con el sol;

una garza emprende el vuelo majestuosa

y despierta emocionada mi canción.

Laguna, maravillosa laguna,

con tus mañanas de sol

le diste a mi corazón

un rayito de esperanza;

remando, sobre tu espejo encantado,

cuantas veces te he dejado

pedacitos de mi ser.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna, como tu nombre es la vida;

laguna de la ilusión;

maravillosa visión del paraíso perdido.

Laguna, cuántas cosas te he confiado,

mi pobre amor fracasado

bajo tus aguas tranquilas

para siempre está enterrado.

Laguna de la ilusión…

LUCES DE TABASCO*

Le canto a mi tierra queridaporque así lo siente este corazón.

le digo lo que nunca pude decir en palabras, pero que en mis labios se volvió canción…

Víctor Manuel Pérez Merino, el Cantor del Grijalva, nació el 26 de febrero de 1918, en Villahermosa, Tabasco. Hijo primogénito de don Arquímedes Pérez Oropeza y la maestra Amanda Luisa Merino Correa.

El primer año de su infancia transcurrió en Villahermosa, pero al recrudecer los enfrentamientos entre rojos y azules –grupos políticos que contendían por la guber-natura del estado–, la madre de Manuel se trasladó a su natal Tacotalpa con el pe-queño de tres años. Al cabo de un lustro, la familia regresó a Villahermosa y se alojó en el hogar del abuelo materno, don José María Merino Zapata, que estaba a pocas casas de la calle Ocampo. Allí, en la vieja casa construida por el abuelo, vivió hasta su muerte; allí también crecieron sus hermanos Francisco y Julio, pero murieron tres hermanas del compositor. Ahora, en una placa colocada en el pórtico de la casa de la familia Pérez Merino, está grabada en letras de oro la canción Villahermosa.

t

* Semblanza biográfica de Manuel Pérez Merino basada en Biografía de tabasqueños ilustres de Miguel Montero Acosta (coord.), editada en Villahermosa por el Archivo Histórico y Fotográfico de Tabasco y la Secretaría de Educación del estado de Tabasco (1989).

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¡Era un piano magnífico…! Recuerdo que el segundo día de grabación, mien-tras esperaba la llegada de don Manuel, no resistí la tentación de sentarme frente al Bösendorfer y ensayé una sonata de Mozart; pero me interrumpí en cuanto escuché que se abría una puerta al fondo del teatro. “¡Te escuché! ¡Te escuché!”, exclamó don Manuel cuando le vi asomarse por un pasillo hacia el foro.

Para las grabaciones, se empleó una grabadora marca Revox modelo A 700 y dos micrófonos omnidireccionales Neumann modelo KM 83i, estos últimos coloca-dos con boom frente a don Manuel, a una distancia más o menos de un metro. Las sesiones ocurrieron los días 27 de enero y 11 de mayo de 1988.

Don Manuel Pérez Merino, el cantor del Grijalva, murió en 1993. Me hubie-ra gustado brindar en vida este modesto reconocimiento al compositor, como una muestra de afecto al genio de este gran artista tabasqueño. Sea este testimonio mu-sical el homenaje póstumo que le rinde uno de sus muchos admiradores.

Thomas Stanford

JALPA DE MÉNDEZ (canción)

Jalpa, Jalpa, Jalpa,

ese grito resonó por la Chontalpa

convocando a los valientes a pelear.

Bella, inolvidable

cuando don Gregorio Méndez

derrotara a los franceses

a librarse la batalla en Jauatán.

Jalpa, yo te canto,

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

En una jícara tuya

quiero estas notas grabar

para enseñarle a los pueblos

a beber la libertad.

Jalpa, yo te canto;

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

Jalpa, yo te canto;

en la historia de mi tierra tabasqueña

eres símbolo inmortal de libertad.

Jalpa, Jalpa de Méndez

eres símbolo inmortal de libertad.

A LA ORILLA DEL RÍO (tipo de pasillo colombiano)

A la orillita del río

mi amor te estaba esperando.

A la orillita del río

contigo estaba soñando.

Y al compás de la corriente

las horas iban pasando.

A la orillita del río

mi amor te estaba esperando.

A la orillita del río

contigo estaba soñando.

(Se repite)

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30 7

PRIMAVERA TABASQUEÑA (canción)

Tiempo de feria, calor y música

cadera rítmica, mujeres bellas.

Cuando florecen

los huayacanes y macuilises

es Villahermosa la más hermosa

de las ciudades.

Con maquillaje especial

la feria llega triunfal

y en el ambiente

reina imponente la primavera.

Cuando florecen

los huayacanes y macuilises.

Como en un sueño

despierta el alma del tabasqueño.

El pueblo canta, el sol nos quema

sube la fiebre, se van las penas

y toda entera,

se nos entrega la primavera.

LUNA SOBRE EL GRIJALVA (bolero)

La luna sobre el Grijalva

se azotó;

la noche, manto de plata

se volvió.

Y tú tan lejos de mí,

y yo tan lejos de ti.

La noche sobre el Grijalva

floreció.

Luna, claridad viajera,

tu luz hechicera

sobre Villahermosa

tiembla en mi canción.

Noche, luna y serenata,

caricia de plata

que estremece al río

y lo hace vibrar.

En cuestiones políticas era muy conservador. Alguna vez critiqué el régimen del cacique tabasqueño Tomás Garrido Canabal, estando don Manuel y yo sentados so-los frente a su piano de consola, cerca de la entrada de su casa. “¡No digas eso!”, replicó. “¡Alguien podría estar escuchando!” Por ello, siempre me han llamado la atención unos versos del bolero Macuspana: “El petróleo es bueno / pero anda el diablo metido ahí.” ¡Qué atrevimiento el suyo!

El 4 de mayo de 1987 realizamos la primera grabación allá en Villahermosa. Se trataba de El coyote emplumado y se llevó a cabo en el café del Instituto Cultural de Tabasco, donde tocaba una vez a la semana, y por lo cual recibía una pensión del gobierno estatal. Desafortunadamente, el piano (un piano de media cola) se halla-ba encima de un registro de agua que emitía un ruido molesto y constante.

Las grabaciones que integran este disco se efectuaron en el teatro Esperanza Iris de Villahermosa, con el magnifico piano Bösendorfer que se encuentra allí. Este instrumento lo guardaban encerrado en una caja sellada herméticamente y con aire acondicionado, para “protegerlo del calor”. Fue lo peor que pudieron haber hecho, pues dentro de la caja había tal saturación de humedad, que bastaba con asomar la cabeza dentro de la caja para que los lentes se empañaran. Un técnico local hizo cuanto pudo para afinarlo, no obstante los esfuerzos fue imposible dejarlo en ópti-mas condiciones, lo cual se nota, en particular, en los registros agudos, pues se iba calentando progresivamente durante las pocas horas que estaba expuesto al calor normal del ambiente tabasqueño.

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carrera como compositor, dedicando gran parte de su inspiración a los pueblos y grandes ríos de Tabasco.

Como pianista poseía una técnica envidiable, incluso entre colegas suyos de re-nombre. Tenía un control dinámico asombroso y, en ocasiones, era capaz de mante-ner tres niveles dinámicos simultáneos entre agudos, graves y una voz intermedia; la matización de las líneas también era muy rica, con constantes crescendi y dimi-nuendi, staccati y détaché.

Además contaba con una hermosa voz de tenor equiparable en calidad a la del Flaco de Oro (y quizá también en técnica pianística). Su voz hubiera sido adecuada para una carrera de ópera, pero nunca quiso alejarse de su terruño querido, al cual dedicó su producción artística, integrándose así a una rica tradición, de la cual con-servamos curiosa memoria: la revista La bohemia tabasqueña (1882-1917), que segu-ramente reunió a los representantes más notables de la tradición musical tabasqueña de finales del siglo XIX y principios del XX. Aunque todavía no ha sido documentado, en el pueblo tabasqueño de Paraíso sobrevive La bohemia.

Al escuchar las grabaciones de Manuel Pérez Merino se aprecian de inmediato la diversidad de estilos, texturas y ritmos. Brilla la presencia caribeña en las caden-cias de acorde repetido. Es el único pianista que conozco que ha logrado captar todo el sabor del ritmo de un son, como en los dos zapateos Huimanguillo y Tacotalpa, po-blación que reconoció el trabajo y la vocación del compositor distinguiéndolo con el título de “ciudadano honorario”.

Ríos que me hicieron soñar horas de mi infancia lejana, tiempo que nunca volverá...

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Luna, te recuerda el alma

cuando en plaza de armas

por detrás del río

te veía brillar.

Mi vida cambia

y tú eres la misma;

flor en el espacio,

claridad viajera

de la eternidad.

MACUSPANA (EL TUMBAPATO)

(zapateo tabasqueño)

Para Macuspana me voy,

soy buen tumbapato, lo soy

y por eso lejos de mi Macusca

no puedo estar.

Tengo un rancho que cultivar,

en el campo vivo feliz.

El petróleo es bueno

pero anda el diablo metido allí.

Cuando arrecia el sol tropical

me refresco en el Cuscatán

y yo estoy seguro que si usted viene lo haría igual.

Para Macuspana me voy,

soy buen tumbapato, lo soy.

Macuspana hermosa

de Robirosa tierra natal.

Para Macuspana me voy,

me voy…

(Se repite)

COMALCALCO (zapateo tabasqueño)

Comalicalico, Comalicalico, Comalicalico…

Comalcalco, fantasía, sueño maya

que ha quedado prisionero en la Chontalpa.

Comalcalco, sueño maya

que ha quedado prisionero en la Chontalpa.

Lugar donde una reina chontal

comerciaba con monedas de cacao.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

EL CANTOR DEL GRIJALVA

Conocí a don Manuel Pérez Merino en 1987. Su casa se encontraba frente al hotel donde me hospedaba entonces, cuando trabajaba como investigador en el Instituto de Cultura de Tabasco y estaba a cargo de los procesos electrónicos de catalogación en las bibliotecas del estado. Con don Manuel podía platicar de música como plati-camos los que somos de conservatorio.

Decía que tenía 69 años –nació por ahí de 1918– y que había iniciado sus estu-dios en Villahermosa; que en la década de 1930 se trasladó a la ciudad de México para estudiar en el Conservatorio Nacional, pero como no tenía sus papeles en or-den, fue rechazado; sin embargo, esto no le impidió estudiar con un maestro del Conservatorio y se las arregló para pagar las clases. En breve, empezó a tocar en los clubes nocturnos de las calles de Bucareli, y después en los estudios de la XEW y la XEQ, donde inició su carrera profesional como músico.

De vuelta a su natal Villahermosa –contaba don Manuel– no volvió al centro del país sino de vez en cuando para grabar discos. Aquí fue donde comenzó su

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Hoy que eres una regia ciudad,

una perla fina en verdad,

trasplantada de la costa marinera

por un viejo pescador.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

Hoy que eres una regia ciudad,

una perla fina en verdad,

trasplantada de la costa marinera

por un viejo pescador.

Comalcalco, Comalicalico, dijo el indio,

a la casa de los comales yo le canto.

Comalcalco, es mi canto,

chocolate rebozado de cacao.

TEAPA (chachachá)

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció.

Río Juiyacatengo

en el paisaje eres caricia musical.

Teapa, sultana hermosa

como reluces bajo el cielo tropical.

Quiero cantarle a tus mujeres,

beber agua del muelle Garal coconar.

Deja que desde Villahermosa

te traiga emocionado mi cantar.

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció.

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Quiero cantarle a tus mujeres,

beber agua del muelle Garal coconar.

Deja que desde Villahermosa

te traiga emocionada mi cantar.

Teapa, sultana hermosa

con alegría yo te traigo mi canción.

Teapa, la flor más bella

que en esta tierra prodigiosa floreció,

que en esta tierra prodigiosa floreció,

que en esta tierra prodigiosa floreció.

TAPIJULAPA (bolero)

Suspirar de arroyos,

entre serranías

es Tapijulapa que se asoma en

el paisaje matinal.

Tapijulapa rincón florido.

Tapijulapa yo no te olvido

po que encendiste

con tu belleza

mi inspiración.

Desde tu iglesia de la montaña,

con tu paisaje se embriaga mi alma,

brota mi canto como agua fresca

de un manantial.

Por entre cerros como serpiente

bajan los ríos

y ante ti se unen

con un abrazo de eternidad.

(Se repite)

HUIMANGUILLO (zapateo tabasqueño)

Huimanguillo, soy de Huimanguillo,

orgulloso de serlo yo estoy.

Fuiste cuna de aquellos patriotas

que iniciaran la revolución.

Huimanguillo, soy de Huimanguillo,

orgulloso de serlo yo estoy.

Tus sabanas, tus grandes sabanas

donde pasa el ganado mejor,

y tu piña, jugosa y muy rica,

si querés una piña te doy.

(Se repite)

Para Sarah

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2 35

BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ CABALLERO, ÁNGEL, Historia del cante flamenco, Madrid, Alianza Editorial, 1981.

ESPARZA LIBERAL, MARÍA JOSÉ, Jarabes y fandanguitos. Imagen y música del baile popular,

Conaculta, 1990.

LÓPEZ REYES, DIÓGENES, Historia de Tabasco, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1980.

MONTERO ACOSTA, MIGUEL (coord.), Biografía de tabasqueños ilustres, Villahermosa, Archivo

Histórico Fotográfico de Tabasco, Secretaría de Educación del estado de Tabasco, 1989.

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PRIEGO, JORGE, El zapateo tabasqueño, Villahermosa, Gobierno del estado de Tabasco, 1988.

RUIZ, ROSENDO (hijo) “El bolero cubano”, en Radamés Giro (sel. y pról.), Panorama de la mú-

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SALDÍVAR, GABRIEL, Historia de la música en México, México, Publicaciones del Departamento

de Bellas Artes, 1934.

SANTAMARÍA, FRANCISCO J., Antología folklórica y musical de Tabasco, Villahermosa, Gobierno

del estado de Tabasco, 1985.

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44 Testimonio Musical de México© y INAH, México, 2005, 1ª. edición

Consejo Nacional para la Cultura y las ArtesInstituto Nacional de Antropología e Historia

Coordinación Nacional de Difusión

Grabación y matrizThomas Stanford

Edición fonográficaThomas Stanford, Benjamín Muratalla, Martín Audelo Chicharo

RealizaciónFonoteca INAH

FotografíasCortesía Luciano Priego (pp. 2 y 4), Instituto de Cultura de Tabasco (p. 13),

Ensambles, Ballet Folklórico de San Francisco (p. 20),Fondo Nacho López Sinafo INAH (p. 26 y 31)

Edición del libro fonográficoGerardo de la Cruz

DiseñoOmar Vega

Idea original de diseñoGuillermo Santana

P

Manuel Pérez MerinoGrabaciones al piano del Cantor del Grijalva

Grabación deThomas Stanford

Testimonio Musical de México

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Gobierno del Estado de Tabasco

Instituto Nacional de Antropología e Historia