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vadas de no pesar sobre los parcelistas de I.N.C., estrictas li- mitaciones sobre la enajenación de tierras. En resumen, pues, la enajenación de la gran propiedad «multifundista» de los Duques de Medinaceli en la Alta Cam- piña de Córdoba, fruto en parte de su dispersión parcelaria, de la existencia en la comarca de un nutrido grupo de peque- ños propietarios, y de la decidida intervención estatal consoli- dando como propietarios a un numeroso colectivo de parcelis- tas ducales, ha dado lugar a un claro proceso de ampliación y afianzamiento del colectivo de propietarios jornaleros y co- mo lógico colorario a una movilidad del mercado de tierras que contrasta claramente con el de otras comarcas campiñesás de corte latifundista, mercado de tierras en el que, sin embargo, apenas se detectan iniciativas claras de acumulación por parte de los más potentes labradores. 4. Los cambios de titularidad en el latifundio cordobés: la consolidación de los grandes labradores 4.1. El interés y las p eculiaridades del caso cordobés La Campiña y Ribera del extenso término de Córdoba ofre- cen también sus peculiaridades en la variada casuística de la evolución experimentada por la gran propiedad regional en el último siglo. Los cortijos y dehesas cordobeses, en contraposi- ción a lo ocurrido en tierras de la Alta Campiña y en alguna medida también en la Vega de Marchena, presentan de en- trada y con muy pocas excepciones una estabilidad territorial en todo el periodo. Ello no supone, sin embargo, que el grupo de terratenien- tes de mediados del siglo XIX se haya mantenido indemne; al 192

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vadas de no pesar sobre los parcelistas de I.N.C., estrictas li-mitaciones sobre la enajenación de tierras.

En resumen, pues, la enajenación de la gran propiedad«multifundista» de los Duques de Medinaceli en la Alta Cam-piña de Córdoba, fruto en parte de su dispersión parcelaria,de la existencia en la comarca de un nutrido grupo de peque-ños propietarios, y de la decidida intervención estatal consoli-dando como propietarios a un numeroso colectivo de parcelis-tas ducales, ha dado lugar a un claro proceso de ampliacióny afianzamiento del colectivo de propietarios jornaleros y co-mo lógico colorario a una movilidad del mercado de tierras quecontrasta claramente con el de otras comarcas campiñesás decorte latifundista, mercado de tierras en el que, sin embargo,apenas se detectan iniciativas claras de acumulación por partede los más potentes labradores.

4. Los cambios de titularidad en el latifundiocordobés: la consolidaciónde los grandes labradores

4.1. El interés y las peculiaridadesdel caso cordobés

La Campiña y Ribera del extenso término de Córdoba ofre-cen también sus peculiaridades en la variada casuística de laevolución experimentada por la gran propiedad regional en elúltimo siglo. Los cortijos y dehesas cordobeses, en contraposi-ción a lo ocurrido en tierras de la Alta Campiña y en algunamedida también en la Vega de Marchena, presentan de en-trada y con muy pocas excepciones una estabilidad territorialen todo el periodo.

Ello no supone, sin embargo, que el grupo de terratenien-tes de mediados del siglo XIX se haya mantenido indemne; al

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contrario, desde entonces hasta hoy se ha producido un claro

proceso de sustitución de titulares que ha consolidado definiti-

vamente a la cabeza de la oligarquía municipal y provincial

a esa clase de grandes labradores y colonos que ya el Amillara-

miento de 1860 dibujaba en vías de ascenso y afianzamiento.

Lo interesante, pues, del caso cordobés, extensible proba-

blemente a otros grandes concejos bajocampiñeses como Car-

mona, Santaella o Utrera, es que ese proceso de enraizamien-

to de la «nueva clase» no se produce al margen o frente a la

estructura parcelaria y de explotaciones definidora del espacio

durante siglos, sino, por el contrario, a través de su manteni-

miento y reafirmación.El método seguido en este caso no ha sido, como en los de

Marchena o Montilla, el análisis dinámico de un único patri-

monio, en parte porque no existía en el término de Córdoba

gran propiedad alguna equiparable a lo que en forma relativa

representaban las de las Casas de Osuna y Medinaceli en tie-

rras marcheneras y montillanas; pero fundamentalmente por-

que dada la estabilidad de las fincas y los escasos procesos de

parcelación habidos (12) resultaba de más interés el estudio di-

námico de un grupo de explotaciones de distintos propietarios

que la evolución de un reducido número de ellas, propiedad

de un mismo terrateniente.Nuestra información y conclusiones se basan en una muestra

de 35 cortijos (13), cifra que puede considerarse aceptable si

se tiene en cuenta la relativa homogeneidad de la evolución

seguida por las distintas explotaciones, tanto en lo que respec-

(12) Conocíamos previamente el fenómeno a través de la documenta-ción del Registro de la Propiedad Expropiable (1933) y del actual Catastrode Rústica, fuentes que ponen de manifiesto la permanencia de los más im-portantes cortijos y dehesas sin apenas retoques superficiales.

(13) Desde el punto de vista documental, el análisis de la dinámica defincas de distintos propietarios resulta más complejo que el estudio de la pro-piedad de un mismo terrateniente, ya que, como es lógico, la inscripciónde cada predio es independiente de los restantes y la consulta de libros creceostensiblemente.

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ta a cambios de titularidad y a características sociales de los

nuevos propietarios, como incluso a la propia cronología de

las compraventas.

4.2. El mercado de tierras y la coyuntura agraria.

La crisis finisecular

A comienzos del último tercio del siglo XIX, fecha en tor-

no a la que tiene efecto casi siempre la primera inscripción re-

gistral de los cortijos de la muestra mencionada, la mayor par-

te de ellos, concretamente 28, eran detentados por propieta-

rios nobles, unos pertenecientes a la alta nobleza, como el Du-

que de Medinaceli con tres fincas, y el grueso de ellos a la no-

bleza comarcal o local de notable implantación en el término

cordobés tal y como se vio en su momentó: así ocurría con los

Marqueses de Valdeflores; de Valparaiso, de Villanueva, de

los Castellones, etc. Los restantes siete cortijos eran propiedad

de burgueses no titulados, integrados casi todos en el grupo

de grandes propietarios-labradores que ya analizamos en el ca-

pítulo anterior (Bartolomé López, Rosa Lora, Rafael Beltrán,

Antonio Aguila, etc.). Esta distribución entre nobles y«plebe-

yos» respondía a grandés rasgos a la situación general que re-

flejaba el Amillaramiento de 1860.

^Cuáles han sido los rasgos fundamentales de la evoluciónpor estas grandes fincas en lo que a cambios de titularidad res-pecta durante los últimos cien años? Para responder a esta ĉues-tión nos detendremos brevemente en el estudio del número ycronología de compraventas que han afectado a los predios,así como en el análisis de los detentadores de la propiedad entodo el proceso.

Un primer aspecto a destacar, que contrasta poderosamentecon lo que ocurre en las zonas relativamente minifundistas, esla escasa movilidad por compraventa de los grandes cortijoscordobeses en un periodo tan prolongado como el que consi-deramos. Como pone de relieve el gráfico número 47 bis, cin-

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co explotaciones no han sido en ningún caso objeto de trasmi-

sión por esa vía y otras 16, prácticamente el 50 por 100 de la

muestra, lo han sido en una sola ocasión. Sin duda alguna,

el gran tamaño de los predios y, consiguientemente, lo eleva-

do de sus precios, la dificultad de iniciativas de parcelación dada

la amplitud del término cordobés y la gran lejanía de muchos

cortijos de los núcleos de residencia, así como la activa partici-

pación de los grandes labradores y colonos interesados por la

labranza y no por la especulación inmobiliaria son, entre otros,

factores que explican el mediocre dinamismo del mercado de

tierras en la Campiña de Córdoba.

A pesar, sin embargo, de que las ventas no han sido muy

numerosas (47 en total), su distribución en el tiempo permite

plantear algunas hipótesis sobre las causas que las impulsaron,

así como conocer con mayor profundidad el significado de los

cambios de titularidad de ellas derivados en el funcionamien-

to actual de la gran empresa agraria campiñesa.

El gráfico 47 bis y el cuadro 71 ponen de manifiesto como

la mayor frecuencia de compraventas se localiza en las dos úl-

timas décadas del siglo XIX y en la que sigue inmediatamente

a la Guerra Civil; constatan igualmente como una parte des-

tacada de estas ventas fueron otorgadas por la nobleza, es de-

cir, por la oligarquía terrateniente de corte tradicional. Aun-

que, repetimos, el número de contratos estudiados no es muy

numeroso, nos parece poder estar en condiciones de plantear

algunas explicaciones en torno a su cronología y a los agentes

intervinientes.

Por una parte, la relativa abundancia de contratos en los

últimos veinte años del pasado siglo y el trasvase paralelo de

fincas de la nobleza tradicional al grupo de grandes colonos

que ello implicó, debe ponerse en relación, desde nuestro punto

de vista, tanto con la «crisis agraria» finisecular como con los

agobios económicos que afectan por entonces a linajes terrate-nientes tradicionales.

Carecemos para zonas latifundistas españolas de monogra6a

tan reveladora como la de Postel-Vinay sobre le Soissonnais

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MOVILIDAD OE LA PROPIEDAD DE LOS CARTIJOS GORDOBESES SEGUN

EL REGISTRO DE LA PROPIEDAD ( 1863-1979).

CAMBIOS DE DOMINIO POR COMPRAVENTA 0 ADJUDICAGON

EN SUBASTA

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(14), capaz de valorar las consecuencias de la «depresión» so-

bre el funcionamiento de las grandes explotaciones. No faltan,

sin embargo, referencias de distinta procedencia (15) sobre la

realidad de la crisis en tierras campiñesas y en torno a sus con-

secuencias sobre la renta de la tierra y la oferta inmobiliaria,

sin que ello impida reconocer el carácter meramente coyuntu-

ral de la etapa y la recuperación de la renta desde comienzos

del presente siglo.

Como ha escrito Garrabou refiriéndose al conjunto nacio-

nal «parece bastante claro que a partir de la década de 1830-40,

a remolque de una recuperación de los precios de la mayoría

de los productos y de la liquidación definitiva de unas relacio-

nes de producción feudales, la agricultura española va a ini-

ciar una fase expansiva» (16). En Andalucía, concretamente,

ese proceso se ha constatato también, aunque con sus perio-

(14) G. ,Postel-Vinay, La renk fonciére dans [e capitalisme agricole. París, F.Maspero, 1974. Ricardo Robledo, en su reciente obra La renta de la titrraen Castilla La Vi ja y I.tón (1836-1913) (Madrid, Servicio de Estudios del Bancode España, Estudios de H.a Económica, n.° 11, 1984) ]lega a reveladorasconclusiones sobre la coyuntura depresiva en la región castellanoleonesa yaporta, asimismo, datos sobre la evolución de la renta de algunos cortijosde la Casa de Alba en El Carpio durante la crisis finisecular.

(15) Para la evolución de los precios en el mercado de Córdoba hemoscomputado las series mensuales del trigo, la cebada, los garbanzos, el aceitéy el vino, que constan en el «Boletín Oficial de la Provincia» (Colección dela Sección de Publicaciones Periódicas de la Biblioteca Nacional de Madrid)durante el periodo 1858 (julio), 1875 (mayo) -se interrumpe entonces laserie-, y 1884 (julio), 1890 (noviembre). Para las tres capitales andaluzasha resultado de utilidad el trabajo del Grupo de Estudios de Historia Rural,Los precios de! trigoy la cebada en España, 1891-1907, Banco de España, Servi-cio de Estudios, Estudios de H.a Económica, n.° 1, 1980. Referencias ex-plícitas de la crisis en la Campiña andaluza en La csisis agríco[a y pecuaria,V II vols. , Madrid, 1887-89; La Rtforma Aranc^laria y los Tratados de Comercio,IV vols., Madrid, 1880; Memoriasy Estados de los Registradores de la propiedad,Audiencia de Sevilla, Madrid, 1889.

(16) R. Garrabou, «La crisi agrária espanyola de finals del segle x[x:una etapa del desenvolupament del capitalisme.», en La trisi de socittat agra-ria, Recerques 5, Barcelona, Ariel, págs. 163-216 y 182-83.

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dos de crisis, como el de 1862, propios de una agricultura de

corte tradicional (17). Esa dinámica expansiva venía a benefi-

ciar obviamente a los propietarios de la tierra por vía del in-

cremento continuo de la renta, pero también y de modo muy

especial a los grandes arrendatarios que, como en otras zonas

latifundistas estudiadas (18), jugaban con la ventaja de unos

contratos de cuantía fija para un periodo comprendido, por lo

general, entre tres y nueve años.

Desde comienzos de la década de los 80 se detecta un cam-

bio de coyuntura apreciable, de la mano del incremento signi-

ficativo de importaciones de trigo y derivados procedentes del

mercado ultramarino; ese incremento, justificado para el año

1882 en función de la mala cosecha, se mantiene, sin embar-

go, en los años siguientes, coincidiendo incluso con niveles de

producción interiores más que aceptables.

El resultado inmediato fue la caída de precios, que alcan-

zan en los últimos dieciocho años del siglo XIX y a lo largo del

primer decenio del siglo actual las cotas más bajas desde al me-

nos 1856-57. Los informes y memorias citados en la nota 15

ponen de manifiesto la profundidad del problema y sus conse-

cuencias sobre la renta y el precio del suelo (19). Por todo ello,

(17) A. M. Bernal, op. cit., especialmente págs. 239-299.(18) G. Postel-Vinay, op. cit., págs. 138-143. No estamos, sin embargo,

en condiciones de llegar a conclusione.s como las que plantea aquel autoren el sentido de que «la renta (la propiedad) fue incapaz de seguir el movi-mie.nto de los sobrebene5cios realizados en esta rama del capitalismo», o encuanto a que «el propietario rentista en esta etapa se hallaba -como escri-bía Marx- desbancado de su papel de organizador y"ma3tre" del procesode producción y de todo el proceso de la vida social, para no ser más queun "alquilador" de tierras, un usure.ro agrario, y un simple perceptor derentas». En Andalucía, el papel de los propietarios e.ra todavía importante,aunque a la vez no quedan dudas sobre la capacidad de acumulación de losarrendatarios, que tan activamente habrían de participar años después enla compra de tierras.

(19) Citamos sólo algunas afirmaciones elocuentes. El Administrador dela Aduana principal de Sevilla señala «como han disminuido en alto gradolas rentas de las propiedades rústicas..., por la gran depreciación de los fru-tos debida a la inmensas importaciones que. de todos los productos se verifi-

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y aunque a falta de una invest'ígación minuciosa sobre la evo-

lución de la renta en el periodo depresivo, no debe considerar-

se fortuita la frecuencia de cambios de dominio por compra-

venta que afecta a numerosos cortijos cordobeses entre 1880

y 1900, más aún, si se considera que el precio medio unitario

de las transacciones analizadas para ese periodo es casi un 25

por 100 inferior a la de la media docena de casos estudiadosentre 1863 y 1879.

Pero junto con la crisis finisecular -y probablemente re-

lacionada y agudizada por ella- existe otro elemento estruc-

tural que impulsa también el desmoronamiento total o parcial

de los grandes patrimonios nobiliarios tradicionales; me refie-

ro a los agobios económicos -en algún que otro caso a la

quiebra- o a la simple necesidad de convertir en numerario

las testamentarías nobiliarias como consecuencia de los efec-

tos disgregadores de la abolición del mayorazgo.

La situación de privilegio del primogénito o de algunos de

los herederos puede mantenerse relativamente durante lá pri-

mera generación postabolicionista; pero la situación se hace in-

sostenible indefinidamente, y no es por azar, en nuestra opi-

nión, que sea en los últimos lustros del siglo, trascurrridas apro-

ximadamente dos generaciones desde la abolición, cuando mu-

chas casas nobiliarias procedan a la venta total o parcial de sus

propiedades. En esa circunstancia se encuentran, a partir de

la muestra de 35 cortijos estudiados en la Campiña cordobe-

can». «EI valor de la propiedad se inclina a la baja después de un largo pe-riodo de prosperidad.» (La Reforma Arancelaria, pág. 532). Sobre el de.scensodel precio del suelo, la panorámica más global es la que recoge, la Memoriade los Registradores de 1886; la Audiencia de Sevilla pone de manifiestocomo la mayor parte de los registradores de su territorio, «después de haberexaminado con ate.nción diferentes transmisiones los unos, y los otros porel conocimientos propio del país, son de la opinión de que la tendencia e.sa la baja» (Memoriasy Estados..., pág. 2). La Casa Pickman de Sevilla, fabri-cante de lozas y porcelanas, pero relacionada con el mundo agrario circun-dante, puntualiza: «Aunque apenas tenemos propiedad rural, conocemos lodespreciada que está, porque continuamente nos hacen ofrecimientos de ven-tas» (La Reforma Arancelaria, t. I, pág. 98).

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sa, los «títulos» de Valdeflores, Malpica, Cabriñana, Aguila,

Benamejí, Frías, Sancho-Miranda y Guadalcázar.

Puede concluirse, pues, que la fase crítica que atraviesan

la propiedad y la agricultura campiñesa en el periodo entre si-

glos marca un hito destacado en el proceso, detectado ya des-

de decenios atrás, hacia la consolidación de los grandes pro-

pietarios labradores al frente del latifundio regional.

En ese sentido hemos de estar de acuerdo con los plantea-

mientos generales de Amin y de Vergopoulos, y en buena me-

dida también con los de Postel, en cuanto a que la «sumisión

general de la agricultura (a los intereses generales del desarro-

llo capitalista) significan esencialmente la liquidación de la renta

de la tierra» (20). Ciertamente, la reacción.española ante la

crisis dista mucho de la de algunos paises europeos -Gran Bre-

taña, Países Bajos o Dinamarca- que prescindieron de la vía

de los aranceles y mantuvieron abiertos sus mercados a la pro-

ducción ultramarina, con lo que ello supuso de drástico golpe

a la renta de suelo y de afianzamiento de la explotación direc-

ta, en muchas ocasiones por vía campesina (21).

En España, a pesar de que durante la década de los 80 se

había desarrollado una importante corriente que veía en las

reformas profundas la única vía de salida de la crisis, «a medi-

da que el malestar se generalizaba y que la reducción de la renta

comenzaba a afectar a grandes propietarios, éstos toman la ini-

ciativa e impulsan al partido ĉonservador a convertirse en de-

fensor a ultranza del proteccionismo» (21 bis). Ello no obsta

para que en ese interin numerosos propietarios rentistas, en

situaciones apuradas o simplemente interesados por nuevas for-

mas de allegar ingresos, trasvasasen su propiedad a consolida-

dos labradores o a una novísima clase terrateniente, con dis-

tintos intereses, que como el caso del cordobés pone de relie-

( 20) K. Vergopoulos y S. Amin, La cuestión campesina y ^! capital•mo, Bar-celona, Libros de confrontación de Ed, Fontanella, 1980, pág. 25.

(21) R. Garrabou, op. cit., pág. 178-81.(21 bis) R. Garrabou, op. cit., pág. 212.

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ve, terminaría siendo también desplazada en un periodo más

o menos corto.

Aunque el establecimiento de elevados aranceles en la últi-ma etapa de la crisis vendría a colocar el precio del trigo espa-ñol muy por encima del nivel mundial y a reforzar nuevamen-te el puesto de la renta de la tierra, era también un hecho pal-pable que la etapa depresiva finisecular acababa de provocarcambios sustanciales en la composición de grupo oligárquico,en detrimento de la propiedad tradicional y en beneficio de losgrandes labradores.

El Registro de la Propiedad Exfiropiable de la Segunda República

recoge, en buena medida, las mutaciones operadas en los de-

cenios inmediatamente anteriores. Sin entrar aquí en detalles

sobre un trabajo que tenemos en elaboración (22), puede ade-

lantarse ya que a la cabeza de la oligarquía terrateniente cor-

dobesa figura, por primera vez, la auténtica burguesía agraria

de extracción mayoritariamente labradora; la nobleza mantiene

todavía destacado peso, si bien en su seno se han operado cam-

bios sustanciales: los mayorazgos de rancio abolengo local o

comarcal, como los de Vega de Armijo, Guadalcázar, Cabri-

ñana o Benamejí no aparecen ya en la relación de grandes pro-

pietarios; otros, como los de Torres Cabrera, Sancho-Miran-

da, Valdeflores o Valparaíso, aún apareciendo, lo hacen con

patrimonios rústicos sensiblemente inferiores a los de media-

dos del siglo XIX. Por el contrario, son fundamentalmente los

potentes linajes de la Alta Nobleza, concretamente los de Me-

dinaceli, Alba e Infantado, junto con el Marquesado de la Mo-

tilla, los que precisamente en función de la amplitud de sus

propiedades y«estados» en el pasado, han logrado salvar va-

rias generaciones manteniendo indemnes sus tierras en la Cam-

piña cordobesa.

Y la oposición entre titulares burgueses y nobles se hacepalpable también en otros aspectos de la propiedad y de la ex-

(22) En colaboración con el Pf. López Ontiveros se está procediendo aun análisis exhaustivo de la información del R.P.E., para la provincia deC órdoba.

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plotación agrarias sobre los que el Registro brinda alguna in-formación; así por ejemplo, es interesante destacar cómo deentre las vías de adquisición que constan en el Registro en 1933,las grandes propiedades no nobiliarias han seguido el caminode la compra en casi un 40 por 100 de su extensión, frente aun insignificante 1,8 por 100 de las tierras de nobles, que enel 98,2 por 100 restante han llegado a manos de sus propieta-rios por herencia.

Igualmente, parecen existir diferencias sustanciales por lo

que a los regímenes de tenencia respecta, a pesar de que en

ese sentido la información registral cuenta con importantes li-

mitaciones. En función de los motivos de expropiación que se

recogen en la Base 5. a de la Ley de Reforma Agraria, sólo en

torno a un 26 por 100 de las tierras de propietarios no nobles

de más de 100 has., se explotaban en arrendamiento, frente

a nada menos que un 90,4 por 100 en el caso de la propiedad

nobiliaria. La burguesía agraria, en buena medida, había pro-

cedido, pues, a incorporarse a la propiedad del suelo, pero sin

perder su condición de labradora.

En ese camino hacia el triunfo definitivo de los grandes la-bradores no cabe duda de que la actividad compradora desa-rrollada por los «colonos» de Fernán Núñez y más concreta-mente por los hermanos López Serrano constituye un ejemploparadigmático de sustitución definitiva de la oligarquía de siem-pre y del triunfo de la labranza directa. No en vano el Condede Torres Cabrera afirmaba ya a comienzos del presente sigloque las tierras de Córdoba habían sido objeto de una triple in-vasión, la de los árabes, las de los ganaderos sorianos y la delos labradores de Fernán Núñez (23).

(23) Conde de Torres Cabrera, «Estudio crítico del contlicto del ham-bre en Andaluciía en 1905», comunicación de la Real Sociedad Económicade Amigos del País de Córdoba al IV Congreso Regional de la Federación Bético-Extremeña de la Unión Agraria Española, Jaén, 1905. Citado por Juan Martí-nez Alier en La estabi[idad del lat^ndúmo, Ed. Ruedo Ibérico, 1968, págs.322-23.

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En los cambios de titularidad por compraventa, otra etapaespecialmente dinámica, como se ha dicho, es la de los añosinmediatamente posteriores a la Guerra Civil; 13 son los cor-tijos en la muestra estudiada que terminaron por pasar a tra-vés de aquella vía a manos de labradores, unos procedentesde la nobleza que aún mantenía sus raíces territoriales (corti-jos de Alcaparro y Duernas de la Casa de Medinaceli; cortijode Peralta del Marqués de Valdeflores; cortijo El Alamo delMarqués de Valparaíso, etc.), otros de la nobleza de más re-ciente implantación (cortijo de Villaverde la Alta de la Conde-sa de Vega del Pozo), y otros, finalmente, enajenados por al-gunos propietarios no nobles (cortijo Alamillo por la familiaPorras o cortijo Rinconada Alta por Prado y Porras). Parecemás que probable que esta dinamización del mercado de tie-rras guarda estrecha relación con las elevadas posibilidades debeneficio que la coyuntura de posguerra abre a los grandes la-bradores campiñeses y muy especialmente a los que llevan yaexplotación de tierras de su propiedad; aunque no disponemosde datos concretos referidos a explotaciones cordobesas, el re-ciente trabajo de Naredo sobre el significado del estraperlo esuna gran explotación sevillana (24) y las referencias verbalesobtenidas en la propia Córdoba permiten defender la tesis dela inversión en tierras de parte de los sobrebeneficios deriva-dos de la participación y especulación en redes de mercado pa-ralelas.

En todo caso, y sea cuales fueren las causas de este movi-miento de compraventas en los años de posguerra, lo cierto esque el colectivo de grandes propietarios-empresarios terminade consolidarse al frente de la agricultura local y comarcal: Jo-sé López Laguna, por ejemplo, uno de los hijos de los herma-nos López Serrano de Fernán Núñez, adquiere dos de los cor-tijos de la muestra (Villaverde la Alta y Alborroz de los Aba-des); su primo, J. López Crespo, otros dos (Peralta y El Ala-

(24) J. M. Naredo, <^La incidencia del estraperlo en la economía de lasgrandes fincas del sur». Agricu[twa y Sociedad, 19, 1981, págs. 81-129.

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mo; y distintos grandes labradores como Bernardo López Bae-

na, L. López Cubero, los hermanos Laguna y E. Muñoz Gue-

rrero, otros tantos.

La definitiva fusión de empresario y propietario bajo unamisma persona dejaba a la práctica mayoría de las grandes ex-plotaciones cordobesas en condiciones favorables para encajarel proceso de degradación relativa de rentas que habría de ini-ciarse inmediatamente. La viabilidad de las explotaciones, enopinión de sus propios titulares, no pasa ahora como en eta-pas anteriores por la remuneración de los tres factores produc-tivos -tierra (renta), capital (beneficio de explotación) y tra-bajo (remuneración salarial)- sino «sólo» por la de los dos úl-timos. La anulación en la práctica de la renta de la tierra es,pues, un hecho consumado.

5. Grandes propiedades, grandes empresasagrarias en la actualidad

5.1. Una aía de aproximación al tema:las fuentes y su tratamiento espacial

Es evidente que la cantidad y riqueza de las fuentes parael estudio de la gran propiedad agraria se han incrementadoen los últimos decenios, tanto las de finalidad esencialmentefiscal (cédulas de propiedad del Catastro de la Riqueza Rústi-ca y Censo y Explotaciones sujetas a cuota proporcional), co-mo otras orientadas al conocimiento de las empresas rurales(encuestas de los Censos Agrarios de 1962 y 1972, Declaracio-nes juradas de las Cámaras Agrarias, etc.). Esta situación, queha acrecentado el «banco de datos» que sobre la oligarquía ru-ral dispone hoy la Administración, raramente ha beneficiado,sin embargo, a los investigadores sociales, más aún en una re-gión como la andaluza, «sancta sanctorum» del latifundio, y

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