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40 EL PAÍS, jueves 10 de abril de 2008 vida &artes Una víctima del mal de las ‘vacas locas’ vivió en Londres ¿Tienen sexo las palabras o, sim- plemente, género? ¿El hecho de que un término sea masculino o femenino depende de su evolu- ción dentro de una cultura en la que, hasta hace poco, las muje- res eran invisibles o, por el con- trario, depende de una serie de reglas gramaticales ajenas a to- da ideología? ¿Se refiere tam- bién a las vascas el plural “vas- cos” o es necesario citar ambas formas como hace, incansable, el lehendakari Ibarretxe? ¿Están incluidas las diputadas en el nombre actual del Congreso de los Diputados? La gramática di- ce que sí, pero los lingüistas no acaban de ponerse de acuerdo. Y la polémica sobre el posible sexismo del lenguaje arrecia. ¿Una nueva batalla contra la dis- criminación o el enésimo artifi- cio políticamente correcto? En diciembre de 1978 murió Golda Meir y a más de uno le escandalizó que se hablara de ella como ex primera ministra israelí. Y eso a pesar de que la Real Academia Española había aceptado ya el femenino de mi- nistro. Por no hablar de que, en 1925, Rafael Alberti había llama- do a la luna “presidenta de la noche”. Con el acceso de las mu- jeres a profesiones tradicional- mente ejercidas por los hom- bres han llegado las dudas sobre si la corrección política puede convivir con la gramatical. Es de- cir, si, en el camino de arquitec- tas, juezas y abogadas, Angela Merkel será algún día cancillera alemana o Soraya Sáenz de San- tamaría, portavoza del PP. El nombre de las profesiones es uno de los mayores campos de batalla contra el posible sexismo. El otro, y tal vez el más ruidoso, es el desdobla- miento de masculino y femeni- no —el compañeros y compañe- ras de Llamazares o el citado vascos y vascas de Ibarretxe—, llamativo por su uso fundamen- talmente público y porque rom- pe una de las reglas más sim- ples del lenguaje, clásica y muy anterior al SMS, la economía: decir todo lo posible con el me- nor número de palabras posi- ble. Algo que, entre otras cosas y sexos aparte, hace que en cier- tos contextos la palabra día in- cluya también a la noche. La gramática española re- cuerda que en las lenguas romá- nicas el masculino es el llamado género no marcado, es decir, que abarca a individuos de los dos sexos. Sirve para los seres humanos, claro, pero también para los animales. Cuando al- guien dice que el oso es una es- pecie en peligro de extinción in- cluye tanto a machos como a hembras. Para Ignacio Bosque, miembro de la RAE, el desdobla- miento es un artificio que distan- cia aún más el lenguaje de los políticos del lenguaje común. “Si uno habla del nivel de vida de los españoles, es absurdo aña- dir ‘de las españolas’. Suena in- cluso ridículo”, apunta. “Si yo le pregunto a alguien cómo están sus hijos se entiende que tam- bién le pregunto por sus hijas. No creo que sea discriminato- rio”. Bosque es ponente de la co- misión que trabaja en la nueva gramática, que estará lista en dos años. La anterior era de 1931 y el esbozo para la renova- ción, de 1973. El académico insis- te en que lo que algunos conside- ran el “ladrillo simbólico” del pa- triarcado no responde más que a una simple regla gramatical. La misma que funciona cuando se coordinan un sustantivo masculino y uno femenino. En “Juan y María han ido juntos”, “juntos” es un masculino plural: “Así es el idioma, no hay otra forma de decirlo”. El lingüista sostiene que incluso los políti- cos son conscientes de que la do- ble forma es artificial: “Cuando no tienen delante un micrófono hablan como todo el mundo”. In- cluso hablando en público los po- líticos se relajan. Al final del últi- mo Consejo de Ministros, la vice- presidenta del Gobierno asegu- ró, a vueltas con la sequía en Barcelona, que al final habría agua para todos “los barcelone- ses y las barcelonesas”. Acto se- guido añadió que en el mismo caso estarían los valencianos, los murcianos y los andaluces. Esta vez, sólo en masculino plu- ral. “Quienes proponen el desdo- blamiento se dan cuenta de que no pueden mantenerlo a ultran- za”, insiste Bosque. Mercedes Bengoechea, deca- na de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Al- calá de Henares y estudiosa del sexismo en el lenguaje, está de acuerdo con su colega académi- co: usar el masculino y el feme- nino sistemáticamente es insos- tenible. Pero matiza: “Lo impor- tante es que quede en la refe- rencia personal, en los sustanti- vos”. Además, recuerda que el desdoblamiento no es un inven- to nuevo. Está en el Cantar de Mío Cid, en el Libro de buen amor y en el romancero: “Allí se habla de hombres y mujeres, moros y moras... Es un recurso de la oralidad, es cierto, pero ahí está. Se encuentra hasta des- pués de Cervantes, pero cuando aparecen las academias se crea una norma androcéntrica”. La Real Academia Española se fundó en 1713 y la primera mujer en ingresar en ella, la es- critora Carmen Conde, lo hizo en 1978. De los 40 académicos actuales, sólo tres son mujeres. La novelista Ana María Matute, la científica Margarita Salas y la historiadora Carmen Igle- sias. Con todo, Bengoechea no cree que el sexismo sea volunta- rio. Y ése es, en su opinión, el problema. “Ya sé que cuando alguien dice ‘telespectadores’ no tiene intención sexista”, di- ce. “Es una herencia cultural. Como los toros. También here- damos palabras. Yo misma dejé de usar ‘minusválido’ porque dos alumnos me dijeron que, como afectados, les sonaba fa- tal. Preferían ‘discapacitado’. Alguien tiene que abrirte los ojos”. Una de las salidas a la polé- mica del desdoblamiento es el uso de sustantivos colectivos —decir magistratura o justicia en lugar de jueces y juezas— y nombrar las instituciones se- gún la actividad y no según el sexo —Colegio de la abogacía en lugar de Colegio de aboga- dos—. Ignacio Bosque, que re- cuerda que la nueva gramática limita el desdoblamiento a si- tuaciones en las que su ausen- cia podría ser malinterpretada —como en el caso de “los espa- ñoles y las españolas pueden servir en el Ejército”—, recuer- da también que el uso de sus- tantivos colectivos no siempre funciona. El alumnado es, sí, el conjunto de los alumnos, pero “el conjunto de los enfermos no es la enfermería, ni el conjunto de los médicos es la medicina, ni el conjunto de los periodis- tas es el periodismo”. Con todo, el lenguaje político y legal ha sido el más vigilante ante el posible sexismo, aunque los legisladores siguen demoran- do la respuesta a la demanda de quienes piden que se reforme el artículo 14 de la Constitución, el que dice que todos los españoles son iguales ante la ley. ¿Están también las españolas en ese masculino plural? La gramática, ya vimos, dice que sí. Algunas teorías, que no. Entretanto, el C d d a a d T u p u l s M d c E g p l c l d m Ni vascos y vascas, ni diputados y diputadas Crecen las alternativas para evitar el masculino a pesar de la Academia El nuevo Congreso se enfrenta a una moción para cambiar su nombre sociedad La batalla contra el sexismo ha planteado la polémica so- bre la convivencia entre la corrección política y la gra- matical. / luis f. sanz JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS La gramática defiende el plural en masculino, pero la batalla arrecia ¿Pueden convivir la corrección política y las normas lingüísticas? La Ley de Soldados y Marineros se convirtió en Ley de Tropa y Marinería

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40 EL PAÍS, jueves 10 de abril de 2008

vida&artes Charles Mansoncuelga en la Redsu rock carcelario

Llega Wii Fit, laconsola convertidaen gimnasio

Una víctima del malde las ‘vacas locas’vivió en Londres

Venezuela censura‘Los Simpson’ enhorario infantil

¿Tienen sexo las palabras o, sim-plemente, género? ¿El hecho deque un término sea masculino ofemenino depende de su evolu-ción dentro de una cultura en laque, hasta hace poco, las muje-res eran invisibles o, por el con-trario, depende de una serie dereglas gramaticales ajenas a to-da ideología? ¿Se refiere tam-bién a las vascas el plural “vas-cos” o es necesario citar ambasformas como hace, incansable,el lehendakari Ibarretxe? ¿Estánincluidas las diputadas en elnombre actual del Congreso delos Diputados? La gramática di-ce que sí, pero los lingüistas noacaban de ponerse de acuerdo.Y la polémica sobre el posiblesexismo del lenguaje arrecia.¿Una nueva batalla contra la dis-criminación o el enésimo artifi-cio políticamente correcto?

En diciembre de 1978 murióGolda Meir y a más de uno leescandalizó que se hablara deella como ex primera ministraisraelí. Y eso a pesar de que laReal Academia Española habíaaceptado ya el femenino de mi-nistro. Por no hablar de que, en1925, Rafael Alberti había llama-do a la luna “presidenta de lanoche”. Con el acceso de las mu-jeres a profesiones tradicional-mente ejercidas por los hom-bres han llegado las dudas sobresi la corrección política puedeconvivir con la gramatical. Es de-cir, si, en el camino de arquitec-tas, juezas y abogadas, AngelaMerkel será algún día cancilleraalemana o Soraya Sáenz de San-tamaría, portavoza del PP.

El nombre de las profesioneses uno de los mayores camposde batalla contra el posiblesexismo. El otro, y tal vez elmás ruidoso, es el desdobla-miento de masculino y femeni-no —el compañeros y compañe-ras de Llamazares o el citadovascos y vascas de Ibarretxe—,llamativo por su uso fundamen-talmente público y porque rom-pe una de las reglas más sim-ples del lenguaje, clásica y muyanterior al SMS, la economía:decir todo lo posible con el me-nor número de palabras posi-ble. Algo que, entre otras cosasy sexos aparte, hace que en cier-

tos contextos la palabra día in-cluya también a la noche.

La gramática española re-cuerda que en las lenguas romá-nicas el masculino es el llamadogénero no marcado, es decir,que abarca a individuos de losdos sexos. Sirve para los sereshumanos, claro, pero tambiénpara los animales. Cuando al-guien dice que el oso es una es-pecie en peligro de extinción in-cluye tanto a machos como ahembras. Para Ignacio Bosque,

miembro de la RAE, el desdobla-miento es un artificio que distan-cia aún más el lenguaje de lospolíticos del lenguaje común.“Si uno habla del nivel de vidade los españoles, es absurdo aña-dir ‘de las españolas’. Suena in-cluso ridículo”, apunta. “Si yo lepregunto a alguien cómo estánsus hijos se entiende que tam-bién le pregunto por sus hijas.No creo que sea discriminato-rio”. Bosque es ponente de la co-misión que trabaja en la nuevagramática, que estará lista endos años. La anterior era de1931 y el esbozo para la renova-ción, de 1973. El académico insis-te en que lo que algunos conside-ran el “ladrillo simbólico” del pa-triarcado no responde más quea una simple regla gramatical.La misma que funciona cuandose coordinan un sustantivomasculino y uno femenino. En“Juan y María han ido juntos”,

“juntos” es un masculino plural:“Así es el idioma, no hay otraforma de decirlo”. El lingüistasostiene que incluso los políti-cos son conscientes de que la do-ble forma es artificial: “Cuandono tienen delante un micrófonohablan como todo el mundo”. In-cluso hablando en público los po-líticos se relajan. Al final del últi-mo Consejo de Ministros, la vice-presidenta del Gobierno asegu-ró, a vueltas con la sequía enBarcelona, que al final habríaagua para todos “los barcelone-ses y las barcelonesas”. Acto se-guido añadió que en el mismocaso estarían los valencianos,los murcianos y los andaluces.Esta vez, sólo en masculino plu-ral. “Quienes proponen el desdo-blamiento se dan cuenta de queno pueden mantenerlo a ultran-za”, insiste Bosque.

Mercedes Bengoechea, deca-na de la Facultad de Filosofía yLetras de la Universidad de Al-calá de Henares y estudiosa delsexismo en el lenguaje, está deacuerdo con su colega académi-co: usar el masculino y el feme-nino sistemáticamente es insos-tenible. Pero matiza: “Lo impor-tante es que quede en la refe-rencia personal, en los sustanti-vos”. Además, recuerda que eldesdoblamiento no es un inven-to nuevo. Está en el Cantar deMío Cid, en el Libro de buenamor y en el romancero: “Allí sehabla de hombres y mujeres,moros y moras... Es un recursode la oralidad, es cierto, peroahí está. Se encuentra hasta des-pués de Cervantes, pero cuandoaparecen las academias se creauna norma androcéntrica”.

La Real Academia Españolase fundó en 1713 y la primeramujer en ingresar en ella, la es-critora Carmen Conde, lo hizoen 1978. De los 40 académicosactuales, sólo tres son mujeres.La novelista Ana María Matute,la científica Margarita Salas yla historiadora Carmen Igle-sias. Con todo, Bengoechea nocree que el sexismo sea volunta-rio. Y ése es, en su opinión, elproblema. “Ya sé que cuandoalguien dice ‘telespectadores’no tiene intención sexista”, di-ce. “Es una herencia cultural.Como los toros. También here-damos palabras. Yo misma dejé

de usar ‘minusválido’ porquedos alumnos me dijeron que,como afectados, les sonaba fa-tal. Preferían ‘discapacitado’.Alguien tiene que abrirte losojos”.

Una de las salidas a la polé-mica del desdoblamiento es eluso de sustantivos colectivos—decir magistratura o justiciaen lugar de jueces y juezas— ynombrar las instituciones se-gún la actividad y no según elsexo —Colegio de la abogacíaen lugar de Colegio de aboga-dos—. Ignacio Bosque, que re-cuerda que la nueva gramáticalimita el desdoblamiento a si-tuaciones en las que su ausen-

cia podría ser malinterpretada—como en el caso de “los espa-ñoles y las españolas puedenservir en el Ejército”—, recuer-da también que el uso de sus-tantivos colectivos no siemprefunciona. El alumnado es, sí, elconjunto de los alumnos, pero“el conjunto de los enfermos noes la enfermería, ni el conjuntode los médicos es la medicina,ni el conjunto de los periodis-tas es el periodismo”.

Con todo, el lenguaje políticoy legal ha sido el más vigilanteante el posible sexismo, aunquelos legisladores siguen demoran-do la respuesta a la demanda dequienes piden que se reforme elartículo 14 de la Constitución, elque dice que todos los españolesson iguales ante la ley. ¿Estántambién las españolas en esemasculino plural? La gramática,ya vimos, dice que sí. Algunasteorías, que no. Entretanto, el

Congreso corrigió en noviembrede 2006 los términos considera-dos sexistas en el nuevo estatutoandaluz. Se añadió “andaluzas”“pueblo andaluz” y “ciudadaníaandaluza” donde sólo decía “an-daluces”. También se añadieron“funcionarias” y “ciudadanas”.Todo ello haciendo caso omiso aun informe encargado a la RAEpor el Parlamento sevillano.

En ocasiones, el colectivo esuna solución fácil, como cuandola Ley de Soldados y Marinerosse transformó en Ley de Tropa yMarinería. En otras, la manerade dar con una buena respuestaconsiste en eliminar la pregunta.En noviembre de 2004 Conver-gència i Unió presentó una pro-posición no de ley para pedir quela futura reforma de la Constitu-ción incluyera que el Congresolo sea a secas y deje de ser sólode los Diputados. “El pluralmasculino es gramaticalmente

correcto, pero hace invisibles alas mujeres”, afirmó en el debatela convergente Mercé Pigem.Reelegida el pasado 9 de marzopara una Cámara en la que, pesea la Ley de Igualdad, en esta legis-latura habrá una mujer menosque en la anterior, la parlamenta-ria recuerda que se trataba deque “el nombre del Congreso nodeje fuera a casi la mitad [menosdel 36% en realidad] de susmiembros”. Izquierda Unida lle-gó a plantear incluso que se deno-minara Congreso de los Dipu-tados y de las Diputadas. Final-mente, la Comisión Mixta de losDerechos de la Mujer y la Igual-dad de Oportunidades, formadapor 38 mujeres y dos hombres,aprobó la propuesta catalanapor unanimidad. La votación,con todo, no era vinculante y supuesta en práctica está supedita-da a que la actualización de laCarta Magna vaya más allá de lo

propuesto por el propio Gobier-no, fundamentalmente reformarel Senado y terminar con la dis-criminación de la mujer en la su-cesión real. “El PSOE se compro-metió”, afirma Pigem, “pero hayque seguir vigilantes”. La legisla-tura que ahora comienza dirá.Aunque no parece claro que laConstitución vaya a tocarse de-masiado, sigue en el aire una me-dida que a pioneras como ClaraCampoamor o Victoria Kent, par-lamentarias en los años treinta,les habría resultado de un futu-rismo intrépido, muy posible pe-ro poco probable. Ellas se llama-ban a sí mismas “diputado”.

Aun así, el interés de las Cor-tes está por eliminar en lo posi-ble el lenguaje sexista, siguiendouna sensibilidad cada vez más ex-tendida en la Administración. En1999 el Ayuntamiento de Madriddecretó que cuando se menciona-ran en sus documentos puestos

ocupados por personas concre-tas, se utilizara “el género mascu-lino o femenino que a la personaconcreta corresponda”. Tambiénhabía decidido modificar sus for-mularios para evitar formas co-mo “el titular”, “el firmante” o “elque suscribe”. También los dic-cionarios han cambiado. En lasdefiniciones se tiende cada vezmás a usar “persona que” en lu-gar del tradicional “el que”. “Enel fondo, los académicos no estántan en desacuerdo”, apunta Mer-cedes Bengoechea, que recuerdaque la publicidad ha empezadotambién a evitar fórmulas sexis-tas: “Nos hace visibles para quecompremos más, pero es un sín-toma”. La filóloga, que es una delas impulsoras de Nombra.en.red, una base de datos del Institu-to de la Mujer con alternativaspara evitar el sexismo, afirmaque buena parte de nuestro senti-do de la corrección tiene que vercon la costumbre: “Hace 14 añosun novelista español dijo que ja-más se extendería la forma ‘presi-denta’. Y hoy la sociedad lo dicecon naturalidad. Lo que suena ra-ro es oír ‘la presidente’. Si desdeque fue elegida se hubiera llama-do ‘cancillera’ a Angela Merkelnos sonaría normal. Pero me te-mo que ya no se va a feminizar.Ya lo hemos oído mucho”.

Ignacio Bosque, sin embargo,recuerda que “canciller” es unnombre común (es decir, mascu-lino y femenino a la vez) en cuan-to al género, como otros termi-nados en -er (ujier, sumiller). Yno se desdobla: “Tiene que vercon paradigmas morfológicos.Estas cosas no son gratuitas.Cuando la Academia proponeuna solución es porque la hapensado. Hay que fijarse en unparadigma completo. Existen ra-zones puramente gramaticalespara que las cosas sean así”.

También son comunes sus-tantivos acabados en -ista como“pianista” o “artista”. Otros, co-mo “modista”, también lo son,aunque “modisto” esté cada vezmás extendido. Siempre hay ca-sos particulares. En España sedice “clienta”, algo que en Améri-ca es muy raro. La nueva gramá-tica, insisten los académicos, noimpondrá una forma. Sólo expli-

cará el uso que hacen los hablan-tes. Por ejemplo, que jueza estágeneralizado en Argentina, Cos-ta Rica y Venezuela, pero no enMéxico ni en España. Aunque,paradojas de la lentitud, tal vezlo esté cuando se publique lanueva norma. La política de laRAE es no imponer términos cu-yo uso no se ha extendido. Es loque sucede con “matrimonio”,todavía no recogido en el diccio-nario académico como “unión le-gal de dos personas del mismo ode distinto sexo”: “Si se reúnesuficiente documentación de es-te uso nuevo, tendrá que estar”,afirma el profesor Bosque. “LaAcademia refleja el uso que loshablantes hacen del idioma, noel que los políticos dicen que de-be hacerse. Y es evidente que enla lengua común el desdobla-miento, por ejemplo, no se usaporque no hace ninguna falta”.

Para quienes vigilan el supues-to sexismo lingüístico, las razo-nes puramente gramaticales noson tan puras. Están, dicen, car-gadas de ideología. Ésa es la basedel problema y ahí la sintonía pa-rece imposible. Todo el mundoestá de acuerdo en que las len-guas no son el resultado de actosconscientes de los hablantes. Pe-ro hay quien sostiene que esa in-consciencia está llena de prejui-cios. Para aquéllos, las convencio-nes lingüísticas no son un reflejodirecto de la sociedad. Para és-tos, no hay otro más directo: “Sedice que la sintaxis son reglas ino-centes y sin ideología porque seha olvidado la sociedad y la histo-ria que creaba esas reglas patriar-cales”, recuerda Mercedes Ben-goechea. “Quedan restos de suorigen. Una lengua nativa norte-americana, por ejemplo, habla de‘pájaros, fuego, mujeres y otrosanimales peligrosos’. Es curiosoque entrasen en la misma catego-ría. El uso del masculino es unaregla gramatical, sí, pero no aje-na a la realidad. La lucha de losdefensores de la neutralidad dellenguaje también es ideológica,como la nuestra, pero ellos no loreconocen”.

Bosque, en efecto, no compar-te las razones extralingüísticas.“Existe discriminación, pero noen el lenguaje, en la vida: labo-ral y social. Ésa es la verdaderadiscriminación de las mujeres.La lingüística es falsa”. Ambosfilólogos coinciden, no obstante,en que los posibles cambios,sean los que sean, tendrán quevenir de un uso mayoritario. “Yoevito el lenguaje sexista en lo po-sible, pero, como decana, porejemplo, no impongo nada enlos asuntos de mi facultad. Debeser algo natural. También yo ha-ce 20 años pensaba de otra ma-nera”, dice Bengoechea. No va-len las imposiciones. Las pala-bras serán de quien sea, rezabala vieja sentencia africana, perola canción es nuestra.

Ni vascos y vascas,ni diputadosy diputadasCrecen las alternativas para evitar el masculinoa pesar de la Academia P El nuevo Congreso seenfrenta a una moción para cambiar su nombre

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E Participa¿Cree necesario cambiar elnombre al Congreso de losDiputados?

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La batalla contra el sexismoha planteado la polémica so-bre la convivencia entre lacorrección política y la gra-matical. / luis f. sanz

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JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

La gramáticadefiende el pluralen masculino, perola batalla arrecia

¿Pueden convivir lacorrección políticay las normaslingüísticas?

La Ley de Soldadosy Marineros seconvirtió en Ley deTropa y Marinería

Nadie se sorprendesi oye “presidenta”,pero “ujiera” notiene sentido

Las lingüistas creenque las razonesgramaticalesno bastan

La Academiacambiará“matrimonio” si suuso se extiende

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Charles Mansoncuelga en la Redsu rock carcelario

Llega Wii Fit, laconsola convertidaen gimnasio

Una víctima del malde las ‘vacas locas’vivió en Londres

Venezuela censura‘Los Simpson’ enhorario infantil

¿Tienen sexo las palabras o, sim-plemente, género? ¿El hecho deque un término sea masculino ofemenino depende de su evolu-ción dentro de una cultura en laque, hasta hace poco, las muje-res eran invisibles o, por el con-trario, depende de una serie dereglas gramaticales ajenas a to-da ideología? ¿Se refiere tam-bién a las vascas el plural “vas-cos” o es necesario citar ambasformas como hace, incansable,el lehendakari Ibarretxe? ¿Estánincluidas las diputadas en elnombre actual del Congreso delos Diputados? La gramática di-ce que sí, pero los lingüistas noacaban de ponerse de acuerdo.Y la polémica sobre el posiblesexismo del lenguaje arrecia.¿Una nueva batalla contra la dis-criminación o el enésimo artifi-cio políticamente correcto?

En diciembre de 1978 murióGolda Meir y a más de uno leescandalizó que se hablara deella como ex primera ministraisraelí. Y eso a pesar de que laReal Academia Española habíaaceptado ya el femenino de mi-nistro. Por no hablar de que, en1925, Rafael Alberti había llama-do a la luna “presidenta de lanoche”. Con el acceso de las mu-jeres a profesiones tradicional-mente ejercidas por los hom-bres han llegado las dudas sobresi la corrección política puedeconvivir con la gramatical. Es de-cir, si, en el camino de arquitec-tas, juezas y abogadas, AngelaMerkel será algún día cancilleraalemana o Soraya Sáenz de San-tamaría, portavoza del PP.

El nombre de las profesioneses uno de los mayores camposde batalla contra el posiblesexismo. El otro, y tal vez elmás ruidoso, es el desdobla-miento de masculino y femeni-no —el compañeros y compañe-ras de Llamazares o el citadovascos y vascas de Ibarretxe—,llamativo por su uso fundamen-talmente público y porque rom-pe una de las reglas más sim-ples del lenguaje, clásica y muyanterior al SMS, la economía:decir todo lo posible con el me-nor número de palabras posi-ble. Algo que, entre otras cosasy sexos aparte, hace que en cier-

tos contextos la palabra día in-cluya también a la noche.

La gramática española re-cuerda que en las lenguas romá-nicas el masculino es el llamadogénero no marcado, es decir,que abarca a individuos de losdos sexos. Sirve para los sereshumanos, claro, pero tambiénpara los animales. Cuando al-guien dice que el oso es una es-pecie en peligro de extinción in-cluye tanto a machos como ahembras. Para Ignacio Bosque,

miembro de la RAE, el desdobla-miento es un artificio que distan-cia aún más el lenguaje de lospolíticos del lenguaje común.“Si uno habla del nivel de vidade los españoles, es absurdo aña-dir ‘de las españolas’. Suena in-cluso ridículo”, apunta. “Si yo lepregunto a alguien cómo estánsus hijos se entiende que tam-bién le pregunto por sus hijas.No creo que sea discriminato-rio”. Bosque es ponente de la co-misión que trabaja en la nuevagramática, que estará lista endos años. La anterior era de1931 y el esbozo para la renova-ción, de 1973. El académico insis-te en que lo que algunos conside-ran el “ladrillo simbólico” del pa-triarcado no responde más quea una simple regla gramatical.La misma que funciona cuandose coordinan un sustantivomasculino y uno femenino. En“Juan y María han ido juntos”,

“juntos” es un masculino plural:“Así es el idioma, no hay otraforma de decirlo”. El lingüistasostiene que incluso los políti-cos son conscientes de que la do-ble forma es artificial: “Cuandono tienen delante un micrófonohablan como todo el mundo”. In-cluso hablando en público los po-líticos se relajan. Al final del últi-mo Consejo de Ministros, la vice-presidenta del Gobierno asegu-ró, a vueltas con la sequía enBarcelona, que al final habríaagua para todos “los barcelone-ses y las barcelonesas”. Acto se-guido añadió que en el mismocaso estarían los valencianos,los murcianos y los andaluces.Esta vez, sólo en masculino plu-ral. “Quienes proponen el desdo-blamiento se dan cuenta de queno pueden mantenerlo a ultran-za”, insiste Bosque.

Mercedes Bengoechea, deca-na de la Facultad de Filosofía yLetras de la Universidad de Al-calá de Henares y estudiosa delsexismo en el lenguaje, está deacuerdo con su colega académi-co: usar el masculino y el feme-nino sistemáticamente es insos-tenible. Pero matiza: “Lo impor-tante es que quede en la refe-rencia personal, en los sustanti-vos”. Además, recuerda que eldesdoblamiento no es un inven-to nuevo. Está en el Cantar deMío Cid, en el Libro de buenamor y en el romancero: “Allí sehabla de hombres y mujeres,moros y moras... Es un recursode la oralidad, es cierto, peroahí está. Se encuentra hasta des-pués de Cervantes, pero cuandoaparecen las academias se creauna norma androcéntrica”.

La Real Academia Españolase fundó en 1713 y la primeramujer en ingresar en ella, la es-critora Carmen Conde, lo hizoen 1978. De los 40 académicosactuales, sólo tres son mujeres.La novelista Ana María Matute,la científica Margarita Salas yla historiadora Carmen Igle-sias. Con todo, Bengoechea nocree que el sexismo sea volunta-rio. Y ése es, en su opinión, elproblema. “Ya sé que cuandoalguien dice ‘telespectadores’no tiene intención sexista”, di-ce. “Es una herencia cultural.Como los toros. También here-damos palabras. Yo misma dejé

de usar ‘minusválido’ porquedos alumnos me dijeron que,como afectados, les sonaba fa-tal. Preferían ‘discapacitado’.Alguien tiene que abrirte losojos”.

Una de las salidas a la polé-mica del desdoblamiento es eluso de sustantivos colectivos—decir magistratura o justiciaen lugar de jueces y juezas— ynombrar las instituciones se-gún la actividad y no según elsexo —Colegio de la abogacíaen lugar de Colegio de aboga-dos—. Ignacio Bosque, que re-cuerda que la nueva gramáticalimita el desdoblamiento a si-tuaciones en las que su ausen-

cia podría ser malinterpretada—como en el caso de “los espa-ñoles y las españolas puedenservir en el Ejército”—, recuer-da también que el uso de sus-tantivos colectivos no siemprefunciona. El alumnado es, sí, elconjunto de los alumnos, pero“el conjunto de los enfermos noes la enfermería, ni el conjuntode los médicos es la medicina,ni el conjunto de los periodis-tas es el periodismo”.

Con todo, el lenguaje políticoy legal ha sido el más vigilanteante el posible sexismo, aunquelos legisladores siguen demoran-do la respuesta a la demanda dequienes piden que se reforme elartículo 14 de la Constitución, elque dice que todos los españolesson iguales ante la ley. ¿Estántambién las españolas en esemasculino plural? La gramática,ya vimos, dice que sí. Algunasteorías, que no. Entretanto, el

Congreso corrigió en noviembrede 2006 los términos considera-dos sexistas en el nuevo estatutoandaluz. Se añadió “andaluzas”“pueblo andaluz” y “ciudadaníaandaluza” donde sólo decía “an-daluces”. También se añadieron“funcionarias” y “ciudadanas”.Todo ello haciendo caso omiso aun informe encargado a la RAEpor el Parlamento sevillano.

En ocasiones, el colectivo esuna solución fácil, como cuandola Ley de Soldados y Marinerosse transformó en Ley de Tropa yMarinería. En otras, la manerade dar con una buena respuestaconsiste en eliminar la pregunta.En noviembre de 2004 Conver-gència i Unió presentó una pro-posición no de ley para pedir quela futura reforma de la Constitu-ción incluyera que el Congresolo sea a secas y deje de ser sólode los Diputados. “El pluralmasculino es gramaticalmente

correcto, pero hace invisibles alas mujeres”, afirmó en el debatela convergente Mercé Pigem.Reelegida el pasado 9 de marzopara una Cámara en la que, pesea la Ley de Igualdad, en esta legis-latura habrá una mujer menosque en la anterior, la parlamenta-ria recuerda que se trataba deque “el nombre del Congreso nodeje fuera a casi la mitad [menosdel 36% en realidad] de susmiembros”. Izquierda Unida lle-gó a plantear incluso que se deno-minara Congreso de los Dipu-tados y de las Diputadas. Final-mente, la Comisión Mixta de losDerechos de la Mujer y la Igual-dad de Oportunidades, formadapor 38 mujeres y dos hombres,aprobó la propuesta catalanapor unanimidad. La votación,con todo, no era vinculante y supuesta en práctica está supedita-da a que la actualización de laCarta Magna vaya más allá de lo

propuesto por el propio Gobier-no, fundamentalmente reformarel Senado y terminar con la dis-criminación de la mujer en la su-cesión real. “El PSOE se compro-metió”, afirma Pigem, “pero hayque seguir vigilantes”. La legisla-tura que ahora comienza dirá.Aunque no parece claro que laConstitución vaya a tocarse de-masiado, sigue en el aire una me-dida que a pioneras como ClaraCampoamor o Victoria Kent, par-lamentarias en los años treinta,les habría resultado de un futu-rismo intrépido, muy posible pe-ro poco probable. Ellas se llama-ban a sí mismas “diputado”.

Aun así, el interés de las Cor-tes está por eliminar en lo posi-ble el lenguaje sexista, siguiendouna sensibilidad cada vez más ex-tendida en la Administración. En1999 el Ayuntamiento de Madriddecretó que cuando se menciona-ran en sus documentos puestos

ocupados por personas concre-tas, se utilizara “el género mascu-lino o femenino que a la personaconcreta corresponda”. Tambiénhabía decidido modificar sus for-mularios para evitar formas co-mo “el titular”, “el firmante” o “elque suscribe”. También los dic-cionarios han cambiado. En lasdefiniciones se tiende cada vezmás a usar “persona que” en lu-gar del tradicional “el que”. “Enel fondo, los académicos no estántan en desacuerdo”, apunta Mer-cedes Bengoechea, que recuerdaque la publicidad ha empezadotambién a evitar fórmulas sexis-tas: “Nos hace visibles para quecompremos más, pero es un sín-toma”. La filóloga, que es una delas impulsoras de Nombra.en.red, una base de datos del Institu-to de la Mujer con alternativaspara evitar el sexismo, afirmaque buena parte de nuestro senti-do de la corrección tiene que vercon la costumbre: “Hace 14 añosun novelista español dijo que ja-más se extendería la forma ‘presi-denta’. Y hoy la sociedad lo dicecon naturalidad. Lo que suena ra-ro es oír ‘la presidente’. Si desdeque fue elegida se hubiera llama-do ‘cancillera’ a Angela Merkelnos sonaría normal. Pero me te-mo que ya no se va a feminizar.Ya lo hemos oído mucho”.

Ignacio Bosque, sin embargo,recuerda que “canciller” es unnombre común (es decir, mascu-lino y femenino a la vez) en cuan-to al género, como otros termi-nados en -er (ujier, sumiller). Yno se desdobla: “Tiene que vercon paradigmas morfológicos.Estas cosas no son gratuitas.Cuando la Academia proponeuna solución es porque la hapensado. Hay que fijarse en unparadigma completo. Existen ra-zones puramente gramaticalespara que las cosas sean así”.

También son comunes sus-tantivos acabados en -ista como“pianista” o “artista”. Otros, co-mo “modista”, también lo son,aunque “modisto” esté cada vezmás extendido. Siempre hay ca-sos particulares. En España sedice “clienta”, algo que en Améri-ca es muy raro. La nueva gramá-tica, insisten los académicos, noimpondrá una forma. Sólo expli-

cará el uso que hacen los hablan-tes. Por ejemplo, que jueza estágeneralizado en Argentina, Cos-ta Rica y Venezuela, pero no enMéxico ni en España. Aunque,paradojas de la lentitud, tal vezlo esté cuando se publique lanueva norma. La política de laRAE es no imponer términos cu-yo uso no se ha extendido. Es loque sucede con “matrimonio”,todavía no recogido en el diccio-nario académico como “unión le-gal de dos personas del mismo ode distinto sexo”: “Si se reúnesuficiente documentación de es-te uso nuevo, tendrá que estar”,afirma el profesor Bosque. “LaAcademia refleja el uso que loshablantes hacen del idioma, noel que los políticos dicen que de-be hacerse. Y es evidente que enla lengua común el desdobla-miento, por ejemplo, no se usaporque no hace ninguna falta”.

Para quienes vigilan el supues-to sexismo lingüístico, las razo-nes puramente gramaticales noson tan puras. Están, dicen, car-gadas de ideología. Ésa es la basedel problema y ahí la sintonía pa-rece imposible. Todo el mundoestá de acuerdo en que las len-guas no son el resultado de actosconscientes de los hablantes. Pe-ro hay quien sostiene que esa in-consciencia está llena de prejui-cios. Para aquéllos, las convencio-nes lingüísticas no son un reflejodirecto de la sociedad. Para és-tos, no hay otro más directo: “Sedice que la sintaxis son reglas ino-centes y sin ideología porque seha olvidado la sociedad y la histo-ria que creaba esas reglas patriar-cales”, recuerda Mercedes Ben-goechea. “Quedan restos de suorigen. Una lengua nativa norte-americana, por ejemplo, habla de‘pájaros, fuego, mujeres y otrosanimales peligrosos’. Es curiosoque entrasen en la misma catego-ría. El uso del masculino es unaregla gramatical, sí, pero no aje-na a la realidad. La lucha de losdefensores de la neutralidad dellenguaje también es ideológica,como la nuestra, pero ellos no loreconocen”.

Bosque, en efecto, no compar-te las razones extralingüísticas.“Existe discriminación, pero noen el lenguaje, en la vida: labo-ral y social. Ésa es la verdaderadiscriminación de las mujeres.La lingüística es falsa”. Ambosfilólogos coinciden, no obstante,en que los posibles cambios,sean los que sean, tendrán quevenir de un uso mayoritario. “Yoevito el lenguaje sexista en lo po-sible, pero, como decana, porejemplo, no impongo nada enlos asuntos de mi facultad. Debeser algo natural. También yo ha-ce 20 años pensaba de otra ma-nera”, dice Bengoechea. No va-len las imposiciones. Las pala-bras serán de quien sea, rezabala vieja sentencia africana, perola canción es nuestra.

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EL PAÍS, jueves 10 de abril de 2008 41