4 El Pasado en La Literatura Chiapaneca

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Artículo sobre la Historia en novelas chiapanecas.

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UNIVERSIDAD DE CIENCIASy ARTES DE CHIAPAS

D I R E C T O R I OIng. Roberto Domínguez CastellanosRector

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Centro de Estudios Superiores en Artes

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Julio Alberto Pimentel Tort, Ricardo García Robles, RobertoRico Chong.Consejo de Redacción

REVISTA ARTES UNICACH, año 6, vol. 6, núm. 2, junio-didembre 2012, es una publicación semestral editada por la Universidad deCiencias y Artes de Chiapas a través del Centro de Estudios Superiores en Artes. Calzada Samuel León Brindis núm. 151, esquinacon Boulevard Ángel Albino Corzo, Campus Universitario, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Tel. y fax 019616114693 y 0196161146 36, [email protected].

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Vladimir González RobleroMarco Antonio Rangel GonzálezAmin Andrés Miceli RuizCoordinadores del número

Producción: Dirección de Extensión UniversitariaNoé Zenteno Ocampo: jefe de Oficina EditorialLuciano Villarreal Rodas: correcciónVíctor Miguel Sosa Aguilar, Luis Felipe Morgan Vázquez:diseño, formatoLuis Felipe Morgan Vázquez: portadaRoberto Rico Chong: corrección y redacción

Año 6, volumen 6, número 2.Artes UNOCH, revista del Centro de Estudios Superiores en Artes.Calzada Samuel León Brindis núm. 151, esquina con BoulevardÁngel Albino Corzo, Campus Universitario, Tuxtla Gutiérrez,Chiapas, México.Tel. y fax 019616114693 y 0196161146 36.Correo electrónico: [email protected].

Imagen de portada: Marco Antonio Rangel González

Volumen correspondiente al periodo junio-diciembre de 2012.El contenido de los textos es responsabilidad de los autores.Costo $ 70.00m.n.Se terminó de imprimir en 2012, con un tiraje de 1000 ejempla-res, en los talleres de Desarrollo Gráfico Editorial, S.A. de C.V.de México, D.F. Teléfono: (55) 5-605-81-75.

Estudiar e investigar el arte a través deimaginarios simbólicosAmín Andrés Miceli Ruiz

Notas sobre El espacio sensible: entornos híbridosy medios audiovisuales.Barcelona' Valencia en la década de los 90,de

Conocimíento y creencia en el relatocinematográficoMaría Esther Charnosa Sandoval

Pedro OrtufloPau Pascual Galbis 70

El exconvento de Santo Domingo de Guzíán:el estilo mudejar como sincretismo religioso yculturalEl pasado en la literatura chíapaneca. Una

aproximación desde la Historia y la Literatura. Irene de Jesús Gómez PérezVladimir González Roblero o o

Aproximación a la estéticaLa difícil tarea de pensar el arte popular Alvaro Robleslatinoamericano en el marco de lasproducciones artísticas contemporáneas La conquista de los arrieros

Silvia García, Marcos Tabarrozzi, Paola Belén, Cecilia Cappaninni Amín Miceli

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El arte como conocimiento

Marco Antonio Rangel González

Entre las fronteras y la interacciónXóchitl Pablóla Róblete Naredp

Literatura: atisbos del discurso jurídicoCruz Yolanda Martínez Martínez

Semiótica y las disciplinas psiJorge Santiago Zepeda

Artes plásticas, apreciación estética ysensibilidad en los objetivos del programa deeducación artística para la educación primariaZulema Gutiérrez n «0¿

El acompañanteGregorio Valera-Villegas

.38Tres piezas

Piece/orrecorders

...78

...90,

...95.

101

Tí.

LicoR100

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Pan ad/agottutnPie^a para guitarra

Claudia Herrerías Guerra

Reseña. Josu Landa. PoéticaYolanda Martínez

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El pasado en la literatura chíapaneca.Una aproximación desde la Historia

y la Literatura

Nota introductoria

Apartir de lo que se conoce como Teoría Pos-moderna de la Historia se han desarrolladoaproximaciones teóricas y metodológicas

que abordan tanto la escritura de la historia comoel estatus ontológico del pasado. Dichas aproxima-ciones son útiles para el estudio de la novela histó-rica y de la historiografía.

De manera sintética trataré de explicar los ma-tices de la teoría posmoderna de la historia. Enprimer lugar, como una consecuencia de lo que seha llamado giro lingüístico, la realidad parece estardisuelta en el lenguaje, a tal grado de afirmar, al-gunos, que es solamente una existencia lingüística.De este modo se han criticado valores como la ver-dad y la objetividad encumbrados en la era moder-na. Llegamos a entender, como una derivación de loanterior, las tesis que sostienen que la realidad nose puede representar, sino más bien construir.

La idea de la construcción de una realidad o demúltiples realidades nos lleva, en el terreno de lahistoria y la literatura, a los entrecruces entre am-bas disciplinas. Un primer acercamiento se refierea la escritura y al relato como estructura común.Hayden White y Paul Ricoeur consideran a la his-toriografía como una de las formas del relato de fic-

ción, según White1, pero, en cuanto relato, con pre-tensiones referenciales distintas, según Ricoeur.2

Estas tendencias sostienen que los acontecimien-tos pasados se hallan en forma caótica, y que es ta-rea del historiador y del escritor ordenarlos.

No adentraré en las posiciones y propuestas deRicoeur o de White. Basta decir que al considerarambos que historia y literatura están estrechamen-te emparentados se ha abierto el debate en torno alestatus del pasado en tanto ficción, es decir, algomeramente construido por alguien: por un novelis-ta o por historiador. Este mismo debate ha llevadoa preguntarse no sólo por las implicaciones de laficción en tanto invención en lo que comúnmen-te se conoce como novela histórica, sino tambiénpor la ficción en tanto construcción en la historio-grafía. Estas preocupaciones oponen la historia yla ficción, o lo que es lo mismo, la historiografía yla literatura, y pareciera ser que no hay salida quelime las asperezas.

El punto intermedio entre historia y literaturano es el cuestionamiento a la legitimidad del pa-

1 Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en ia Europa delsiglo XIX, Fondo de Cultura Económica, México, 2001 (1973, inglés), s.p.2 Pau) Ricoeur, Historia y narratividad, Raidos, Barcelona, España,

1999, s.p.

sado que se representa o construye. Sino más biena los discursos que la historia y la literatura cons-truyen del pasado tactual. Es aquí a donde queríallegar: a salirme de la trampa que significa el debateen torno al estatus del pasado construido por la no-vela histórica y por la historiografía

La idea decimonónica de la historia habla de la re-presentación del pasado tal como ocurrió, mientrasque cierto matiz de la teoría posmoderna, prefierehablar del pasado como si hubiese ocurrido3. Ese comosi abre ampliamente un espectro para que géneros dis-cursivos como la literatura y la novela histórica legi-timen el pasado que construyen. Es un debate desdeel campo de la historiografía pues los historiadoresdescalifican el pasado construido por los novelistashistóricos si entienden que la novela es ficción.

Lo que se plantea entonces es dejar de pensarel pasado tal como ocurrió o como si hubiera ocu-rrido para ver la novela y la historiografía en unmismo plano: el de géneros discursivos. Por tantose abandona la discusión sobre el pasado construi-do para reflexionar los discursos que estos génerosconstruyen. Este debate sirve de contexto para re-flexionar la historiografía como un género de fic-ción y a la novela histórica. La sugerencia es quelas novelas a las que me referiré ahora se puedenpensar como un género discursivo que construyeuna idea del pasado sin cuestionar la referenciah-dad que allí pudiera aparecer.

Lo que se leerá a continuación es una síntesisrayana en el inventario de novelas que han re-cons-truido realidades históricas de Chiapas; este inven-tario requiere de un trabajo mucho más amplio paraobservar los discursos que construyen del pasado.4

3 Me refiero a la hermenéutica de Paul Ricoeur, no necesariamente vinculadacon la teoría posmoderna de la historia. Sin embargo, coinciden al cuestionarel estatus ontológico del pasado, caracterizado, tradicionalmente, por laprevalencia del criterio de representación fiel del pasado.1 E! núcleo de este trabajo, el que raya en inventario, puede leerse tambiénen mi trabajo de tesis de licenciatura en Historia, a la que titulé Historia yffcc/ón del levantamiento IzoOil de 1869.

a. La literatura del conflictoEl primer propósito literario en Chiapas, aunque nonecesariamente bien logrado, corresponde a FlavioPanlagua. Su novela Una rosay dos espinas, aparecidaen 1870 a manera de folletín en el semanario La Brú-jula, narra los episodios de la intervención francesay las pretensiones de Juan Ortega por imponer elImperio en Chiapas. Panlagua, novelista romándcocuyos textos están poblados de personajes y hechoshistóricos, retrató la Reforma, la Intervención, la Re-pública Restaurada y la rebelión tzotzil de 1869, su-cesos que le tocó ver y, en algunos casos, tomar parteen ellos —durante la rebelión tzotzil fue redactor deLa Brújula y también protector de indios—. Sus no-velas funcionan como documentos de épocí en losque se visualiza el sentir de la población, o al menosel suyo como parte de k élite sancristobalense, antelos sucesos que con el tiempo adquirieron su justacondición histórica. Otras novelas de Panlagua son.Lágrimas id corazón, Salvador Guarnan, La cni? de SanAndrés y Florinda.

Al concluir la Reforma y después de la Re-pública Restaurada, en México, como en Chia-pas, se dio paso al Porfiriato. Una de las figurasdestacadas en este periodo fue Emilio Rabasaquien, al igual que Porfirio Díaz, se convirtió enel hombre que logró centralizar el poder en tor-no a su figura. El rabasismo terminó con los pe-queños caudillos del Centro, del Soconusco y delos Altos para, en términos de Tomas Benjamín,fundar el Estado moderno en Chiapas. Ademásde político y abogado destacado, Emilio Rabasatambién se dedicó a la literatura. Sus novelas Lagran ciencia, La bola, El cuarto poder, Moneda Jalsay La guerra de tres años son pioneras del realismomexicano. En sus narraciones persiste un interéspor la historia; es en La guerra de tres años dondeRabasa asume una posición respecto a la rela-ción Iglesia-Estado que para entonces se habíadisuelto como resultado de las guerras intestinas

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entre liberales y conservadores apenas iniciadala segunda mitad del siglo XIX.5

El sino del rabasismo fue el mismo del ocaso delporfiriato, advenido con la Revolución Mexicana.Con la Revolución comenzó a desintegrarse la fin-ca y el antiguo régimen semifeudal, o al menos esose pretendió. A Chiapas llegaron los carrancistasencabezados por Jesús Agustín Castro. La familiachiapaneca, es decir los terratenientes, se organi-zaron para detener la avanzada revolucionaria. Ini-ció entonces lo que comúnmente se conoce comocontrarrevolución. En el Centro de Chiapas el mo-vimiento contrarrevolucionario se llamó mapachis-mo; en los Altos pinedismo; en la zona norte hubo ungrupo que se autodenominó zapatista. Todos lucha-ron por no perder los privilegios que la Revoluciónles reclamaba. Este periodo también fue reflejadoen la literatura. Novelas como La simiente del corsa-rio (1953), de César Coutiño —donde se narra lavida del mapachista Sínar Corzo—, o En la fronterade Chiapas, presagios de la revolución (1966), de Antel-mo Figueroa, describen el proceso en que la fincase fue acabando para dar paso al trabajador asala-riado.6 Yunmdo (1994), de Heberto Morales, sitúala primera parte su historia en la lucha pinedistay explica por qué algunos trabajadores acasilladosdecidieron unirse contra la Revolución: se debe ala lealtad tendida con los finqueros, benefactoresque apadrinaban niños y proporcionaban lo básicopara subsistir.

Concluido el periodo de acomodamiento defuerzas revolucionarias comienza el reparto agra-rio, efectuado en el nivel nacional durante el pe-riodo de Lázaro Cárdenas. Con la repartición detierras el campesino emerge como una clase socialfortalecida; el indígena, sin embargo, seguía sin in-tegrarse cabalmente a la nación mexicana. Se crea,

s Jesús Morales, Chiapas literario, p. 53.*/«d.,pp. 56-61.

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entonces, el Instituto Nacional Indigenista con lafirme idea de sacar del atraso al indio, de incorpo-rarlo a la vida productiva del país. En estas condi-ciones, la agraria y la indigenista, aparece la obrade Rosario Castellanos, así como la de Ramón Ru-bín, Ricardo Pozas, Eraclio Zepeda, Cario AntonioCastro y María Lombardo de Caso, escritores delCiclo de Chiapas. En Rosario Castellanos conflu-yen ambas preocupaciones en sus novelas Balín Ca-ñan y O/icio de tinieblas. En ellas la cuestión agraria esel telón de fondo sobre el que ocurren historias quereflejan las contradicciones étnicas.

Otro fenómeno que también ha merecido sernovelado es la construcción de presas hidroeléctri-cas. Chiapas, es sabido, es un proveedor de energé-ticos; la electricidad es uno de ellos. La construc-ción de las presas se convertiría en un resorte eco-nómico para México y para el estado. Para hacerlasse tuvo que expropiar terrenos cultivables, inclusodesaparecer comunidades. Los pobladores de lasvegas, de las riberas, de las comunidades asenta-das en los terrenos que ahora ocupan las presas deChicoasén o La Angostura vieron cómo su historiase hundía bajo las aguas del progreso. La nostalgiay la problemática social originada con las presasson -narradas en Yuamcio, lamento por una ribera, deHeberto Morales; Malos prestigios, de Alfredo Pala-cios y Tierra de nadie, de Amín Miceli.7 Las novelasretratan el dolor de los pobladores al perder su tie-rra, su historia; el reclamo de justicia y la rabia deimpotencia ante la inminente construcción de lashidroeléctricas. Al final el pueblo es derrotado ysobre los terrenos inundados se erige la esperanzaestatal del progreso.

El progreso no superó las desigualdades ni mu-cho menos ha frenado la delincuencia ni la des-composición del tejido social. Chiapas, y sus prín-

? Existe además un reportaje novelado titulado Chicoasén, escrito porRicardo Garibay.

cipales centros urbanos, pronto se vieron invadi-dos por pandillas; los actos vandálicos, así comolos hechos sangrientos, se hicieron comunes.Esa otra realidad, la descarnada, la violenta, es laque narra Héctor Cortés Mandujano en Aún corresangre por las avenidas. No hay, en su novela, nin-gún canto épico a Tuxtla, ni a sus héroes; no haygestas libertarias ni remembranzas nostálgicas.El protagonista es sólo uno: la violencia. Si estosucede en el Centro, en el Soconusco la violenciatiene nombre. La Mará Salvatrucha, pandilla queen un principio estuvo integrada por centroame-ricanos, se quedó en la frontera sur e incorporó ajóvenes lugareños. Rafael Ramírez Heredia escri-bió La Mará, novela que da cuenta de la vida en lasdicas, entre los maras.

b. Literatura históricaLas sublevaciones indígenas son hechos históricosrecurrentemente retratados en la literatura chia-paneca. Bien sea como ficción histórica, novela oteatro, las rebeliones habidas a partir de 1712 hanmerecido páginas literarias.

Jovel, serenata a la ¡ente menuda, de Heberto Mo-rales, se anticipa a todas las novelas históricasescritas en Chiapas. No relata una de las suble-vaciones ni cualquier otro pasaje histórico. Vamás allá. Quiere hacer la historia de San Cristóbalde Las Casas. Comienza con la fundación de Vi-lla Real en España para llegar hasta la fundaciónde Villa Real de Chiapa; su relato concluye con larebelión tzeltal, en 1712. Jovel se yergue como unanovela histórica que atraviesa generaciones, queencuentra los orígenes de los sancristobalenses.El afán por encontrar su progenie quizá se entien-da porque quiere reivindicar a una sociedad con-siderada como conservadora. Dice Jesús Moralesque en la novela el gran personaje es la ciudad,en la "que los hombres y las mujeres son fruto desus pasiones, de su voluntad, de la dignidad y del

esfuerzo".3 Heberto Morales, además de nanai elorigen español de la ciudad, quiere explicar losotros orígenes, el de los demás pobladores. Unade sus preocupaciones es el mestizaje. Ve en él lasposibilidades de convivencia entre indios, rnuk-tos, negros, españoles, criollos y moros. Los per-sonajes son gente común, gente menuda.'

Las sublevaciones, como todos los acontecimien-tos históricos, son multícausales. La sublevidcn de1712, explica Juan Pedro Viqueira en un artículo cien-tífico, tuvo múltiples causas, a saber: la crisis ecle-siástica a finales del siglo XVII; la férrea persecucióna la hechicería; la persistencia de las creenciasreligio-sas autóctonas; el exceso en el cobro del diezmo porel obispo Juan Bautista Álvarez de Toledo; la crisispolítica, la lucha por el control de la alcaldía mayorde Chiapa; la crisis agrícola de 1707-1711; los conflic-tos étnicos. Para entender el proceso en que culminóla sublevación tzeltal, Viqueira optó, como historia-dor, por la metodología de la larga duración.0

María López, una indígena originaria de Can-cuc, cree que la Virgen le ha ordenado levantar asu pueblo contra el dominio español; dice, además,que pidió se le construyera una ermita para su ado-ración. Pronto las autoridades indias se ene irgaronde divulgar el acontecimiento y organizar la rebe-lión que se extendió por las provincias de Los Zen-dales, Las Coronas y Chinampas y la Guardiauía deHuitiupán; poco faltó, dice Viqueira, para que losrebeldes tomaran Ciudad Real. .

En su relato histórico María de la Candelaria, indianatural de Cañóte (1993), Viqueira ordena los aconte-

a Jesús Morales, Aproximaciones..., p. 186.9 Véase Luís Fernando Restrepo, "El mestizaje y la pal tica de lolocal en Jovel: serenata a la gente menuda', en Chispas, .'a t&Maa

configurada, pp. 91-132.10 Véase Juan Pedro Viqueira, "Las causas de una retalian india:

Chiapas, 1712", en Viqueira y Ruz (editores), Chiapas, fK nimboíde otra historia, pp. 103-143. En la introducción del artltilo explica

la metodología que siguió, la misma que empleó Braudel eMediterráneo; partió del análisis del tiempo geográfico, sguió ron eltiempo coyuntural y concluyó con los acontecimientos de 1712.

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cimientos de otra manera y añade elementos fantás-ticos que hacen de la narración una pieza literaria.Refleja al menos parte de la tesis que sostiene en elartículo científico: los indígenas tzeltales, subleva-dos para terminar con el dominio español, planearonconscientemente los acontecimientos; en conciliá-bulo, los mayordomos decidieron que María López—después conocida como María de la Candelaria—dijera que la Virgen le hablaba para convencer a losdemás indios de participar en la rebelión.

La sublevación también se escribió en drama.Los agravios de su ilustrísima, de Alfredo Palacios Es-pinosa, señala al obispo Juan Bautista Álvarez deToledo como el causante de la rebelión, debido a supolítica de cobro de impuestos. La obra de teatro,como el relato histórico, incluso una crónica poé-tica de Efraín Bartolomé11, conservan los nombresverdaderos de los protagonistas.

Más de cien años después, en 1869, los indí-genas tzotziles de Chamula se alzaron contra lossancristobalenses. También atosigados por la dis-criminación y por ser objeto de disputa de las élitesladinas, los tzotziles —al igual que los tzeltales—encontraron el detonante en la prohibición al cultode piedras parlantes e ídolos de barro.

En 1867 los indígenas del paraje Tzajalhemel, enChamula, comenzaron a adorar ídolos de barro; loshabitantes de las comunidades vecinas, enteradosdel nuevo culto, acudían con frecuencia al paraje. Lasautoridades de San Cristóbal, al notar la ausencia deindígenas en el mercado y conocedores de estas prác-ticas religiosas, intentaron confiscar las figurillas;apareció el conflicto. Para 1869 la tensión había des-embocado en el sitio a San Cristóbal por los tzotziles.Se habló, entonces, de una guerra de castas.

Flavio Panlagua escribió el primer ejercicio na-rrativo del alzamiento. Florinda, publicada a veinte

I

11 Véase Héctor Cortés Mandujano, "Alzamientos indígenas en algunasnovelas sobre Chiapas0, p. 64.

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años de los acontecimientos (1889), es la visión la-dina de la guerra. Su novela resalta la valentía de lossancristobalenses y la barbarie indígena.

Rosario Castellanos, en O/icio de tinieblas (1962),se basa en la historia de amor contenida en la no-vela de Panlagua pero traslada el levantamiento alcardenismo, cuando está a punto de efectuarse elreparto agrario. La novela quiere eliminar la visiónmaraquea de Florinda al explorar la condición hu-mana de indígenas y ladinos. Juega con dos perio-dos históricos, el final de la Reforma y el cardenis-mo, en los que Castellanos encuentra similitudesque permiten explicar el levantamiento tzotzil: ladiscriminación y el problema agrario.

Alfredo Palacios no quiere jugar con la histo-ria y se propone novelar la sublevación con ciertoapego a la verdad histórica. No cambia nombres, nifechas, ni lugares. En Los confines de la utopía (1992)defiende una tesis: las élites ladinas de San Cris-tóbal provocaron la sublevación para mantener suhegemonía ante la incipiente economía indígena; yvieron en la sublevación un elemento más de suscontradicciones originadas en la lucha por el podercon los liberales de las tierras bajas.

En 1994 otro levantamiento indígena ocurrió enChiapas. El Ejército Zapatista de Liberación Nacio-nal (EZLN) irrumpió en San Cristóbal de Las Casasy declaró la guerra en contra del gobierno de CarlosSalinas de Gortari; tiempo después su discurso viróhacia el reconocimiento de la autonomía indígena.El EZLN ha integrado como bases de apoyo a tzotzi-les, tzeltales, choles, zoques, tojolabales y mestizos.

Muchas causas confluyen en el alzamiento: laherencia rebelde de los mayas, la proletarizacióndel indígena, la influencia de la teología de la libe-ración en la diócesis de San Cristóbal, los resabiosmarxistas de grupos y dirigentes guerrilleros quese asentaron en Chiapas, las expulsiones de la SelvaLacandona para facilitar su explotación, la politi-zación india.

Sobre el levantamiento de 1994, escritores chia-panecos han escrito dos novelas, además de unaobra de teatro sobre la matanza de indígenas zapa-tistas en Acteal, ocurrida en 1997.

Heberto Morales escribió Canción sin letra (1999)en la que recrea el levantamiento desde el punto devista de algunos pobladores de San Cristóbal. En suobra los dirigentes zapatistas son vistos con ciertodesdén; no los llama por su nombre, pero sí los des-cribe. Son fuereños que aparecieron por las callesde la ciudad con intenciones que nadie conoce; o elclero con aspiraciones que van más allá de su pre-ferencia por los pobres. Los verdaderos personajesde la novela, como en Jovei, vuelven a ser los san-cristobalenses, los pequeños propietarios que conel alzamiento ven perdidos sus ranchos, sus tierras,su futuro.

En Nudo de serpientes (2004), Alejandro Aldanatrae a la memoria injusticias y matanzas contra losindígenas. Rememora los agravios sufridos en bue-na parte del siglo XX: despojos, desalojos, violen-cia, asesinatos; todos originados por la propiedadde la tierra. En la novela convergen, en el mismo es-pacio, personajes guarecidos en una sola estirpe: labravura ladina y la valentía india de los zapatistas;y los conquistadores españoles —el fantasma deBernal Díaz del Castillo se convierte en la concien-cia de Absalón Castellanos Domínguez— junto alos militares y finqueros chiapanecos de nuestrahistoria reciente.

Una visión menos parcializada es la que pre-senta Héctor Cortés Mandujano en la obra de tea-tro Acteal, guadaña para 4512. Convencido de que noquiere reproducir la verdad histórica, ni asumir po-siciones, se concreta a contar los hechos, a repre-sentarlos de manera estética. En la obra se cuentala matanza de 45 indígenas zapatistas en la comu-

12 Héctor Cortés Mandujano, "Acteal, guadaña para 45", en revista Pasode Gato, no. 23, octubre-ditiembre de 2005, México, pp. I-VIII.

nidad Acteal, en Chenalhó, en 1997: es una descrip-ción que ofrece pocas explicaciones, sólo importacontar el episodio; la violencia y la muerte son otravez los personajes.

Nota finalEstas novelas que he referido brevemente han re-construido, quizá salvo las de Rabasa, el pasadohistórico de Chiapas. Un acercamiento desde laHistoria y la Literatura, entonces, tendrá quesalvarla discusión de la validez o del estatus ontológicode ese pasado, para reflexionarlas a partir de losdiscursos que sobre el mismo construyen. Trabajoque, como se habrán dado cuenta, no se presentaaquí pues es sólo un guiño a su exploración.

Como mero guiño también, en este campo deHistoria y Literatura, bien valdría la pena volvera mirar dichas novelas como relatos que, junto aotros, construyen identidades narrativas de comu-nidades históricas. Junto a estas novelas podría-mos, otra vez, volver a poner de frente a la histo-riografía que ha abordado la historia decimonónicade Chiapas, las rebeliones indígenas, la Revolucióny el conflicto social. Finalmente todos estos relatoshablan en términos de admiración o de horror, delo memorable y de lo execrable, de ese personaje ocomunidad histórica llamado Chiapas.

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Bibliografía

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White, Hayden (2001), Metahistoria. La imaginación histórica en ¡a Europa del siglo XIX, México: Fondo deCultura Económica (1973, en inglés), s.p.

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Laco autor

La difícil tarea de pensar el arte popularlatinoamericano en el marco de las

producciones artísticas contemporáneas

Introducción

El término popular constituye unaambigua, imprecisa, con límites muy difusoscuya determinación suele transformarse en

una tarea problemática. Es por ello que, cuando ha-blamos de "arte popular" nos encontramos en unterreno usurado, atravesado por callejones sin sali-da, donde resulta difícil asignarle dicha categoría aproducciones artísticas que emergieron en el con-texto de la cultura contemporánea.

Para la estética y la teoría del arte no pudo con-solidarse como un campo conceptual, porque leatribuyeron falta de caracteres para que pueda .serconvertido en objeto de estudio de la filosofía delarte, la cual (implícitamente) debía restringir susespeculaciones al "arte culto".

En consecuencia, su complejidad se pone demanifiesto al considerar "populares" a ciertas obraspertenecientes al arte conceptual o figurativo querevelan hechos sociales caracterizados por la vio-lencia del Estado, pero que atendiendo a su circui-to de circulación y recepción son consideradas entérminos benjarrúmanos, "auráticas" y por tanto,ajenas al público masivo.

Otras coordenadas críticas surgen de la relaciónentre arte y política en sus recíprocas interpelacio-nes, sobre todo cuando lo político no es conside-

Silvia .García* Marcos Tabarrozzi; Paola Belén* Cecilia Cappaninni

rado una dimensión externa a la obra. Al respecto,Fernando Davis dice:

Lo político en el arte no constituye, desde esta perspecti-

va, una dimensión preexistente que la obra sólo inorpo-

ra (al nivel de sus contenidos) en respuesta a una sotci-

tación externa, sino que se inscribe de manera compleja

en el tejido múltiple de estrategias poéticas, artificies re-

tóricos y tácticas interlocutorias que la obra encierde y

moviliza en la interpretación de k escena en la que pro-

yecta (y negocia) sus efectos de sentido. (Davis, 20C3:8)

En el caso de estas obras que desafian el paradig-ma de la comunicación, donde todo se vuelve comu-nicable, transparente y apuestan a movilizarlos en-redos provocados por la opacidad de sus elementosdiscursivos, la mayor complicación proviene de lainterpelación al espectador y las competencias quese necesitan para captar el sentido de la imagen.

En esa línea, Fierre Bourdieu dice que

...tanto en el teatro como en el cine, el público popular

se complace en las intrigas lógica y cronológicaiwnte

orientadas hacia un happy end y "se reconoce" mepr en

unas situaciones y personajes dibujados con semülez

que en figuras o acciones ambiguas y simbólicas. (Bou-

rdieu, 1988:37)

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