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comentario; lo más interesante resulta sin duda, como se verá más adelante, la alta correlación que se establece entre la va- riabilidad espacial de la estructura de propiedad (contrastes pe- queña-gran propiedad) y las clases de aptitud recogidas en el cuadro (véase cuadro 3). 4. El mapa c^el potencial agrológico y la distribución espacial de la estructura de la propiedad: Un intento de relación 4.1. Tres áreas de potencial agrario distinto En el capítulo segundo quedaron definidas a grandes ras- gos las áreas comarcales o locales dominadas por pequeños y grandes propietarios. En el epígrafe anterior se ha realizado un esfuerzo de síntesis capaz de brindar una visión global de las diferencias de potencial agrológico que, en función de sue- los y topografía, son detectables en 1'a Campiña y Ribera béti- cas. Llega finalmente el momento de establecer correlaciones entre la estructura de la propiedad y las variaciones espaciales de los niveles de potencial como vía de contrastación de la pri- mera de las hipótesis planteadas al comienzo de esta investi- gación. Contando con el nivel actual de desarrollo tecnológico y de control del medio físico, pueden señalarse, en nuestra opinión, tres grandes demarcaciones en función de la diferente calidad agraria: Una del más elevado potencial (secano o regadío, según la ubicación) integrada por la Baja Campiña, las laderas suaves y los valles interiores de la Alta Campiña, las lla- madas Vegas Interiores, y los niveles aluviales y la baja terraza del Guadalquivir. En secano la calidad queda de- finida, como hemos visto, por una alta capacidad de re- 103

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comentario; lo más interesante resulta sin duda, como se verá

más adelante, la alta correlación que se establece entre la va-

riabilidad espacial de la estructura de propiedad (contrastes pe-

queña-gran propiedad) y las clases de aptitud recogidas en el

cuadro (véase cuadro 3).

4. El mapa c^el potencial agrológico y ladistribución espacial de la estructura de lapropiedad: Un intento de relación

4.1. Tres áreas de potencial agrario distinto

En el capítulo segundo quedaron definidas a grandes ras-

gos las áreas comarcales o locales dominadas por pequeños y

grandes propietarios. En el epígrafe anterior se ha realizado

un esfuerzo de síntesis capaz de brindar una visión global de

las diferencias de potencial agrológico que, en función de sue-

los y topografía, son detectables en 1'a Campiña y Ribera béti-

cas. Llega finalmente el momento de establecer correlaciones

entre la estructura de la propiedad y las variaciones espaciales

de los niveles de potencial como vía de contrastación de la pri-

mera de las hipótesis planteadas al comienzo de esta investi-

gación.

Contando con el nivel actual de desarrollo tecnológico y de

control del medio físico, pueden señalarse, en nuestra opinión,

tres grandes demarcaciones en función de la diferente calidad

agraria:

• Una del más elevado potencial (secano o regadío, según la

ubicación) integrada por la Baja Campiña, las laderas

suaves y los valles interiores de la Alta Campiña, las lla-

madas Vegas Interiores, y los niveles aluviales y la baja

terraza del Guadalquivir. En secano la calidad queda de-

finida, como hemos visto, por una alta capacidad de re-

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tención de humedad y de intercambio catiónico. En re-

gadío, por el drenaje aceptable, unido a los dos factores

anteriores.

• Una segunda demarcación, de potencial aceptable aunque inférior

al de las zonas anteriores, incluye la mayor parte de la Alta

Campiña de Jaén, Córdoba y Sevilla, exceptuándose los

cerros más escarpados y determinadas manchas de aflo-

ramientos triásicos yesíferos y salinos. La menor calidad

se debe fundamentalmente a texturas más arenosas y de

menor capacidad de retención de humedad, a perfiles me-

nos profundos y a mayores pendientes. No obstante, en

este marco, el olivar y el viñedo encuentran un ámbito

muy favorable para su desarrollo.

• Existe por último una zona de mediocre o incluso bajo potencial

integrada por los cerros testigos más pronunciados, el

arranque de los glacis y los afloramientos de Keuper sa-

lino en la Alta Campiña; los altos niveles de terraza del

Guadalquivir; los Alcores y las formaciones arenosas an-

dalucienses de la llanada Utrera-Arahal-Marchena.

A) Primera zona: Potencial agrícola y concentración de la

pro^iiedad eleaados

Las áreas incluidas en la primera demarcación, con las muy

contadas excepciones que veremos, están dominadas por las

grandes fincas. Concretamente las vegas de Marchena, Car-mona y Osuna-Ecija no dejan apenas lugar a hazas sueltas o

propiedades de tamaño medio. La Baja Campiña, por su parte,

de la que los términos de Córdoba, El Carpio, Santaella, Eci-

ja, etc., son los más significativos, constituye también un en-

clave absolutamente latifundista (Fotogramas 5, 1 y 2).En las vegas del Guadalquivir y de sus principales tribu-

tarios por la izquierda (Guadalbullón, Guadajoz y Genil) la

situación es, ciertamente, más compleja. La actuación coloni-

zadora del Estado ha parcelado recientemente algunas gran-

des explotaciones de antaño, ha posibilitado la puesta en pro-

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ducción de zonas históricamente afectadas por crecidas y ha

propiciado, en definitiva, el asentamiento de centenares de co-

lonos. Existen también municipios ribereños, especialmente en

la provincia de Sevilla, que han dispuesto de una estructura

agraria minifundista incluso con anterioridad a la puesta en

regadío. Los casos de Tocina y La Algaba están entre los más

significativos, y los de Villafranca o Villa del Río en la provin-

cia de Córdoba.

A1 margen de estas excepciones, no desdeñables por supues-

to, el grueso de las tierras aluviales y de la baja terraza del

Guadalquivir están acaparadas por grandes propiedades; igual

ocurre con los valles bajos de sus principales afluentes.

Finalmente, las suaves vallonadas de la Alta Campiña, áreas

también de primera calidad agrológica, constituyen las zonas

de preferente ubicación del latifundio altocampiñés.

Existen, por supuesto, enclaves minifundistas, al margen

de los señalados para la Ribera, que desautorizan planteamien-

tos simplistas y mecanicistas en el tema de las relaciones pro-

piedad/factor «tierra». La primera excepción la constituyen los

ruedos de los grandes municipios de la Baja Campiña o de las

«vegas interiores». La atomización del parcelario y de la ex-

plotación -aunque no siempre de la propiedad, como se indi-

có- en torno a los núcleos de población es una regla que se

repite en todos los casos (21).

La segunda excepción de terrazgos minifundistas en la Baja Campi-

ñay I^egas Interiores la constituyen determinados municipios, por

(21) De cualquier manera, la variada dimensión de los ruedos no de-pende exclusivamente del tamaño de los núcleos de población a los que cir-cundan, sino también, en nuestra opinión, de aspectos que aquí se están co-mentando, es decir de las características físicas del sector inmediato a lospueblos y de las «apetencias» que dicho sector haya podido generar históri-camente entre los acumuladores de tierra. Así podría explicarse, por ejem-plo, que Córdoba, Carmona, Ecija, Almodóvar o Posadas presenten aureolasminifundistas muy reducidas en relación con sus respectivos contingentesdemográficos y que, por el contrario, pueblos pequeños como Arjonilla, Bu-jalance o Lopera tengan ruedos muy amplios. En los primeros casos, el ele-vado potencial agrícola de las inmediaciones de los núcleos y la omnipresen-

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lo general de reducido tamaño que, a pesar de estar ubicados

sobre formaciones vérticas, presentan algo grado de parcela-

miento: los casos de Fernán Núñez (Córdoba) y, en menor me-

dida, de La Lantejuela (Sevilla) y Mengíbar (Jaén) son, que

conozcamos, los únicos existentes.

La tercera excepción, en el ámbito de la Ribera, se refiere alos municipios tradicionalmente minifundistas con anterioridada la política colonizadora del presente siglo, y a determinadosenclaves parcelados por el I.N.C. con posterioridad a 1939.

Sobre los orígenes de la pequeña propiedad en unos pocos

municipios ribereños este trabajo no puede más que aportar

conjeturas; la explotación parcelada de las tierras de la Orden

de San Juan en Tocina (22) ayuda a comprender quizás el ac-

tual troceamiento de la propiedad en el término; sin embargo,

para La Algaba o Brenes, donde por el contrario el señorío

correspondió respectivamente a la nobleza y a la Catedral de

Sevilla, no contamos con información documental como para

explicar el minifundio de propiedad actual a partir de parcela-

ciones de la explotación durante el Antiguo Régimen. En cual-

quier caso, el reducido tamaño de los respectivos términos

municipales, permite conjeturar que el minifundio dominante

se corresponde con la aureola de ruedo que ĉircundaba los lu-

gares de Brenes y La Algaba antes de que fueran segregados

de la jurisdicción de Sevilla. Prueba de ello es que en el último.

de dichos municipios, de mayor extensión, aparecen a unos

dos kilcímetros hacia el norte del pueblo grandes fincas como

el cortijo de El Tardón y los Vizcaínos, a caballo entre los tér-

minos de Guillena y Alcalá del Río.

cia del latifundio ha mermado ostensiblemente la dimensión de los ruedos,mientras que en los segundos, la menor aptitud del terrazgo y la existenciade una estructura de propiedad menos concentrada han propiciado la situa-ción contraria.

(22) Alguna documentación sobre el tema en A.H.N., Sec. Ordenes Mi-litares, legs. 9, 32, 257 y 258, 2.a serie, y aspectos generales en la nota deM. A. Ladero Quesada y M. González Jiménez, <^La Orden Militar de SanJuan en Andalucía», Archivo HĈpalense n.° 180, 1976, págs. 129-139.

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B) Las tierras de bajo potencial: minifundio dominante

Las tierras de bajo o muy bajo potencial agrícola presen-

tan, respecto a las anteriores, el contraste de una productividad

notablemente inferior y de una estructura de propiedad pre-

dominantemente minifundista.

El arranque de los glacis, de los que constituyen ejemplos casi

exclusivos las inmediaciones de Mancha Real y Torre del Cam-

po, aparecen «dominados» por los pequeños propietarios. En

uno y otro casos, al situarse los respectivos pueblos en la zona

más elevada (a la sálida de sendos conos que se sobreimponen

a la formación detrítica y de glacis), sus ruedos y trasruedos,

se corresponden consiguientemente con las tierras de peor ca-

lidad.

Por otra parte, los cerros escarpados de techos areniscosos o cal-

coareníticos, también de pobre potencial, son casi de modo ex-

clusivo soporte de parcelarios minifundistas. En muchos casosse unen aquí el factor distancia al núcleo de población, quecondiciona igualmente la estructura de propiedad, y las carac-terísticas fisicas de la formación superficial, favorables por logeneral para una labranza ligera y poco exigente en tracción.

Como ya hemos señalado, estos cerros protegidos y prominenteshan sido la base de multitud de núcleos de población alto ybajo campiñeses. Algunos desaparecieron entre los siglos XV

y XVIII (los denominados villares y torres de la provincia de

Jaén), otros se mantienen hoy como cabeceras municipales.

Consiguientemente, lá primera aureola minifundista que en-vuelve a dichas poblaciones dispone de un medio agrológico

pobre y de ahí la afirmación generalizada según la cual las tie-rras de ruedo son buenas no porque los suelos resulten férti-

les, sino porque la labranza ha sido intensiva y cuidada durante

centurias, incorporándoseles materia órganica y posibilitándose

la meteorización de un roquedo superficial poco favorable aaltas capacidades de retención de humedad y de intercambio

catiónico.

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Los altos niUeles de terraza cuaternarios y/o pliocuaternarios del

Guadalquiair, que se analizaron anteriormente, son desde el si-

glo XVIII asentamiento de una de las áreas minifundistas más

interesantes de Andalucía, a caballo entre las provincias de Cór-

doba y Sevilla. Se trata de las Nuevas Poblaciones carolinas

que comprenden hoy los municipios de La Carlota, La Lui-

siana, San Sebastián de los Ballesteros, Fuente Palmera, y al-

gunos enclaves en el municipio de Ecija; sus tierras, sobre tra-

vertinos o canturrales cementados, y en algunos sectores con

graves problemas de hidromorfismo, constituyeron un inmenso

despoblado, comprendido entre la Cuesta del Espino en Ccír-

doba y las proximidades de Ecija, hasta que el 28 de febrero

de 1777 se publicó el Real Decreto aprobando el Plan Coloni-

zador (23), que abrió las puertas a la llegada de los primeroscolonos (Fotograma 1).

Una vez más, pues, coinciden pequeña propiedad y medio

físico pobre, con el interés de que, en esta ocasión, la génesis

del minifundio es relativamente reciente y afecta justo a aque-

llas tierras no apropiadas tras un largo proceso de acumula-

ción de cuatro siglos.

Por último, lo que algunos han denominado Meseta Dilu-

vial de Carmona, aunque.con algunas excepciones, es también

amplia demarcación de pequeños y medianos propietarios. Re-

sulta significativo, además, que los cortijos y haciendas que

aparecen en la zona (haciendas del Oídor, Vista Alegre, La

Nave, etc.) no se sitúan nunca sobre los suelos hidromorfos,

sino sobre los fersialíticos más profundos, con lo que, incluso

en áreas de potencial en conjunto mediocre se produce una apro-

piación selectiva del espacio. He podido constatar, además, que

los niveles cuaternarios antiguos de la comarca de Carmona

fueron tardíamente ocupados, permaneciendo en su mayor par-

te baldíos hasta el siglo XVIII. La presión demográfica de la

centuria motivó la ocupación ilegal de grandes extensiones para

(23) Detalle de su contenido y bibliograf"ia sobre el tema en el Capítulo V.

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plantaciones de olivar, cultivo «menos mal» adaptado que otros

a un medio de esas características (24).Un fenómeno parecido se repite, casi dos siglos más tarde,

en el proceso colonizador de las tierras de regadío. Aunque se

han señalado casos de parcelaciones solire tierras aluviales de

gran fertilidad, hay también numerosos ejemplos de asenta-

mientos de colonos sobre áreas de mediocre potencial, antes

y después de verse beneficiadas por el riego (25).Pero no sólo el sector de colonización carolina presenta

tendencia clara al minifundio dentro del ámbito de las altas

terrazas. Todo el área, en general, aparece dominada por los

pequeños o medianos propietarios, desde Jaén hasta las inme-

diaciones de Sevilla; en la vega jiennense el extraordinario par-

celamiento de las terrazas medias y altas, de suelos rojos sobre

travertinos o hidromorfos con pseudogley (Cabanás, 1957) es

un hecho que se repite con precisión en todos los tramos en

que dichos niveles ocupan extensión considerable: al oeste de

Mengíbar; es un sector del municipio de Espeluy; al norte de

Andújar en el contacto con las calizas del mioceno inferior y/o

con la sierra; y en el espléndido meandro ocupado por el tér-

mino de Marmolejo.

Por último, las tierras arenosas delAndaluciense terminal, de bajo

potencial y que como manchas aparecen en las inmediaciones

de Utrera y al sur de los municipios de Arahal y Marchena,son igualmente hoy enclaves minifundistas. En el primer caso,

el de Utrera, la formación arenosa coincide con el sector nor-

teño del extenso ruedo utrereño; en los municipios de Mar-

chena y Arahal, por el contrario, las tierras arenosas más pobres

(24) Sobre la ocupación de baldíos en Carmona durante el siglo xv[[[,tema que no abordamos dentro del presente trabajo, contamos con noticiasdiversas procedentes del A.H.N., sec. de Consejos, leg. 1849, exp. 4.

(25) Véanse comentarios en ese sentido en J. J. Romero y F. Zoido Na-

ranjo, Colonizatión agraria en Anda[ucía, Sevilla, I.D.R., 1977, págs. 38-48;

y en A. J. Sánchez López, «La colonización y el mantenimiento de la de-

pendencia entre gran y pequeña propiedad^^, Agricultura y Sociedad n.° 17,

1980, págs. 69-109.

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se sitúan a notable distancia de los cascos, por lo que en modo

alguno puede argiiirse el factor proximidad a los pueblos como

generador de la pequeña propiedad. En ambos casos estamos

en presencia de un parcelamiento de Bienes de Propios, verifi-

cado en la segunda mitad del siglo XVIII y que habría de cris-

talizar a lo largo del siglo XIX con ventas a censo entre los par-

celistas (26). Una vez más, como ocurriera con la colonización

carolina o con la ocupación de baldíos en las tierras de Car-

mona, los sectores que habían permanecido intocados en el

municipio marchenero y de los que iba a«beneficiarse» un am-

plio número de braceros eran los de peor calidad del término(Fotogramas 4 y 2).

La eleaación de los Alcores, por último, con sus suelos delga-

dos, pobres y pedregosos sirve también de base a uno de los

enclaves minifundistas más nítidos de la Baja Andalucía. El

contraste entre el parcelario atomizado e irregular del noroeste

del escarpe con el latifundio inmediato de la Vega de Carmo-

na constituye, quizás, el ejemplo más nítido de las relaciones

existentes entre medio físico y propiedad agraria.

Entre las buenas y malas tierras se sitúa la mayor parte de

los terrazgos de la Alta Campiña. La aceptable aunque no exce-

lente fertilidad de la comarca sirve de base a una propiedad

bastante dividida que, desde luego, no encuentra sus orígenes

en procesos de colonización históricamente recientes (posteriores

al siglo XVIII), sino en los primeros momentos de la ocupa-

ción bajo medieval. Recuérdense, sin embargo, las ventajas

de estos suelos para un campesinado de corto o nulo capital

de explotación: menor profundidad, drenaje de moderado a

bueno y textura equilibrada son tres factores que contribuyen

a una labranza más fácil y barata, pero también a unos rendi-

mientos unitarios de cereal panificable inferiores a los de la Baja

Campiña.

(26) Se estudia con cierto detalle la parcelación de los Propios de Mar-chena durante la segunda mitad del siglo xvt[^ en aplicación de la legisla-ción «carolina» en la última parte del Capítulo V.

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4.2. Hacia una primera interpretación global ydinámica de las relaciones propiedad-medio físico

Del análisis realizado en este tercer capítulo y, especialmen-

te, en el epígrafe anterior, parece poder concluirse que las me-

jores tierras están hoy en manos de la gran propiedad y que

los enclaves de escaso potencial aparecen ocupados preferen-

temente por pequeños propietarios. Volvemos a reiterar que

ésta es una afirmación «actual», derivada de la valoración

«actual» de las tierras, en consonancia con el desarrollo tecno-

lógico presente, especialmente por lo que respecta a las carac-

terísticas de la tracción mecánica y de los medios de despla-zamiento.

El notable desarrollo de esas dos vertientes de la tecnología

ha cambiado obviamente las relaciones tradicionales entre el

medio y la sociedad agraria; la productividad social ha crecido

porque se ha alterado la relación entre la cantidad de energía

útil creada por una parte (producción agro-ganadera), y el gasto

de trabajo social por otra, en favor de la primera. El aumento

del parque de tractores y el incremento de la potencia media,

el refinamiento de los aperos y la difusión de medios de transpor-

te rápidos, han roto los esquemas espaciales de la sociedad agra-

ria tradicional; concretamente, los ruedos, tan cotizados por

su proximidad a los núcleos de población, tan solicitados

por pegujaleros y pelentrines, y generadores de rentas siem-

pre elevadas -a pesar de situarse sobre soportes naturales me-

diocres-, han perdido parte de sus atributos al desarrollarse

los medios de comunicación y facilitarse el acceso a puntos más

alejados de cada municipio.

Y, viceversa, las tierras acortijadas campiñesas -calmas

u olivareras-, de labranza lenta y costosa y por lo general re-

lativamente alejadas de los núcleos de población, son ahora,

sin duda, las más cotizadas del secano andaluz. En este caso

ha ocurrido, simplemente, que el desarrollo de la tracción me-

cánica, aun suponiendo un incremento en el gasto de trabajo

social, ha repercutido de modo geométrico en el crecimiento

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de la cantidad de energía útil creada. Como aiirma más de un

agricultor de la Vega de Carmona, son suelos de labranza cara

pero muy agradecidos.La difusión de tracción potente, fácilmente desplazable, y

la generalización de medios económicos de transporte, así como

el consumo de abonos minerales, no sólo han alterado los es-

quemas espaciales de valoración agrícola, sino, lo que es más

importante, han homogeneizado los criterios de valoración tanto

para el gran propietario, para el pequeño, como para el brace-

ro sin tierras. Hoy, unos y otros estarían de acuerdo a la hora

de señalar las tierras de mayor potencial del municipio, inde-

pendientemente del capital de explotación de que cada uno dis-

ponga. Precisamente porque el pequeño propietario de anta-

ño, que scílo disponía de sus brazos o, cuando más, de una mula

para la labranza, conoce hoy la facilidad para alquilar unas

horas de tractor y, sobre todo, la mejora de accesibilidad a cual-

quier punto del municipio. Estas reflexiones pretenden, sim-

plemente, situar el proceso de apropiación del espacio y la

valoración correlativa de las tierras apropiadas en el marco del

desarrollo de las fuerzas productivas, porque, como se ha es-

crito, «cualquier investigación de la sociedad, de las condicio-

nes de crecimiento, sus formas, sus contenidos, etc., debe co-

menzar con un análisis de sus fuerzas de producción o de sus

bases técnicas» (27).

Pues bien, en los primeros tiempos de la Repoblación de

los reinos béticos (siglos XIII-XIV) coinciden una serie de fac-

tores que ayudan a comprender la forma en que se estructuró

la propiedad de la tierra, su diversidad espacial y la valora-

ción, en cierto modo distinta de la actual, que entonces se tuvo

de las extensiones ocupadas. Yo resumiría en tres aquellos fac-

tores:

- Un muy escaso desarrollo de las fuerzas de producción.

- El carácter fronterizo de la franja sur de la región.

(27) N. I.. Bujarin, Teoría del materialismo histórĉo, Madrid, Siglo XXI

editores, 2.a ed., 1974, pág. 209.

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- El afianzamiento del régimen señorial, que tenía en el

control de la tierra una de las principales fuentes de

renta.

El primer factor, es decir, el escaso nivel de desarrollo de

las fuerzas productivas es, sin duda, fundamental. Frente a la

imagen tópica de la masiva repoblación de Andalucía durante

el siglo XIII, la documentación conservada y analizada hasta

la fecha (28) pone de manifiesto el volumen relativamente es-

caso de pobladores asentados en relación con la tierra conquis-

tada, a lo que hay que unir el abandono masivo de mudéjares

tras las sublevaciones hábidas entre 1264 y 1266. Todo ello ha

llevado a hablar de auténtica crisis de la repoblación oficial du-

rante el último tercio del siglo XIII (29).

La tímida recuperación del proceso repoblador desde co-

mienzos del siglo XIV, que se continuará hasta la conquista del

Reino de Granada, no supone, en cualquier caso, un incre-

mento masivo del potencial demográfico de los núcleos rura-

les campiñeses y ribereños. Datos parciales de fines de la Edad

Media y otros más sistemáticos del censo de 1533-34 (30) po-

nen de manifiesto como incluso en el siglo XVI la densidad de

la Campiña oscilaba en torno a valores bajos, si se piensa, por

ejemplo, en las necesidades de mano de obra exigidas por un

sistema de cultivo de año y vez o, más aún, por aprovecha-

mientos como el olivar o el viñedo.

A una población poco abundante entre los siglos XIII al XV

hay que unir una técnica atrasada, costosa y de lento despla-

zamiento. La mayor parte de las tierras de la Baja Campiña,

(28) Documentación editada y bibliografía sobre la primera fase del pro-ceso repoblador en el desarrollo y notas del Capítulo IV.

(29) M. González Jiménez, Sobre los orígenes de Andalucía, Publicacionesde la Universidad de Sevilla, 1979, especialmente en las páginas 77 a 86;del mismo autor, La r^población de la zona de Sevi[la dusante e[ sig[o x1v, Sevilla,Anales de la Universidad Hispalense n.° 28, 1975.

(30) J. I. Fortea Pérez, Córdoba en el sig[o XVI: Las bases económ ĉasy demo-g^áficas,de una expansión u^bana, Córdoba, C.A.M.P.C., 1981, especialmentelas páginas 83-171.

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de las Vegas y de la Ribera sólo respondían a una labranza

lenta con el arado tradicional y la yunta de bueyes. En esas

circunstancias, los suelos vérticos, así como las tierras aluvia-

les -aunque en este caso por el continuo peligro de las creci-

das- eran terrenos con bastantes «limitaciones» para peones

de modesto o nulo capital, tanto por el alejamiento general de

los núcleos de población como por las dificultades de laboreo.

Pero hay un factor que debió jugar asimismo un papel de-

cisivo en el primigenio proceso acumulador: la importancia ca-

pital del sector pecuario en la economía agraria de la época.

Para la cabaña ovina de renta, para la caballar, al igual que

para la reproducción del ganado de labor, las tierras campiñe-

sas y ribereñas ofrecían ricas rastrojeras y suculentos pastos.

Aunque existe, por desgracia, «un vacío absoluto de cono-

cimiento en lo tocante a ganadería y comercialización de pro-

ductos tales como la lana o el cuero» (31) no es aventurado

plantear la posibilidad de iniciativas acumuladoras por parte

de grandes ganaderos, que ençontraban en el valle bético un

marco extraordinario para la explotación mixta agroganadera

en grandes unidades, con un ciclo energético funcional, esta-

ble y altamente productivo en relación con las fuerzas del mo-

mento.

En el sector sur, la necesidad de mantener desde un prin-

cipio una red de núcleos de población garante de la frontera

y, no lo olvidemos, la existencia asimismo de un soporte físico

favorable a las labranzas de poco o nulo capital fueron elementos

que, sin duda, favorecieron una mayor parcelación de la tie-

rra, en unos casos parcelación de propiedad, sobre todo en las

proximidades de los pueblos, en otros sólo de explotación, las

cuales habrían de desembocar, como tendremos ocasión de ana-

lizar en capítulos posteriores, en un auténtico minifundio de

(31) M. A. Ladero Quesada, «La investigación histórica sobre la Anda-lucía Medieval en los últimos veinticinco años (1951-1976)», Actas del I Con-

greso de Historia de Anda[ucía. Anda[ucía Medieaal, Tomo I, Publicaciones delMonte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1978, páginas217-250, pág. 232.

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propiedad. Los señoríos de la zona debieron ser favorables a

la creación de un numeroso grupo de pequeños propietarios,

más allá incluso de los límites estrictos de los ruedos, como ga-

rantía de defensa y rentas en un primer momento -sólo de

rentas después-, y reservándose para sí precisamente las tie-

rras de más dificil labranza -los vallejos intracampiñeses-,

casi siempre también alejados de los núcleos ubicados sobrecerros testigos. '

En las tierras de la Baja Campiña, la distinta organización

del poblamiento -núcleos más grandes y alejados- y las di-

ficultades de laboreo para aquellos campesinos -la gran ma-

yoría- que no contaban con capital alguno de explotación,

unido todo ello a las propias características que adquiere el pro-

ceso de repartimiento de tierras, dieron como resultado una

estructura de propiedad predominantemente latifundista. Cier-

tamente entre los pueblos y ciudades quedaron en principio

sin adjudicar extensas áreas -baldíos y realengos-, las cua-

les, precisamente por su lejanía de aquéllos, por sus caracte-

rísticas edáficas, y sobre todo por la capacidad «real» que sobre

ellas ejercían las oligarquías concejiles y los señores fueron pa-

sando a engrosar a lo largo del tiempo los patrimonios de lospoderosos.

A1 margen de estas ideas generales, que parcialmente se-

rán desarrolladas en capítulos posteriores, hay una cuestión fun-

damental que conviene dejar sentada desde ahora: sin duda

alguna las primeras iniciativas de repartimiento de tierras mar-

caron ya una polarización clara en la estructura de propiedad

regional; la expansión del señorío bajomedieval, por su parte,

reforzó también la formación de patrimonios rústicos muy am-

plios; uno y otro fenómenos se gestaron cuando todavía la

población campiñesa y ribereña era escasa. El drama social del

pueblo andaluz -hombres sin tierra, tierras sin hombres-,

comenzará a hacerse realmente patente cuando una población

en crecimiento se encuentre encorsetada en un territorio ex-

tenso, pero apropiado y organizado en el marco de fuerzas pro-

ductivas propio de un momento anterior.

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El crecimiento demográfico del pueblo agrario campiñés

choca con una estructura de propiedad latifundista, casi inmu-

table, y de garantizada reproducción por vía de las institucio-

nes vinculares del Antiguo Régimen. La «opción proletaria»

de este campesinado, en el mejor de los casos dotado con unas

cuantas fanegas de tierra, no deriva, pues, exclusiva y funda-

mentalmente de iniciativas de expropiación y expulsión por par-

te de la oligarquía rural, sino de una distribución oligopólica

del espacio entre estamentos poderosos, establecida y garanti-

zada con anterioridad y al margen del crecimiento demográfi-

co regional.No cabe duda, sin embargo, que al hilo de estos aconteci-

mientos, la diversidad interna del medio físico andaluz -en

especial del medio edáfico- favoreció la génesis y maduración

de dos estructuras de propiedad, las que definen, respectiva-

mente, la Baja y la Alta Campiña.

En conclusión, pues, las circunstancias demográficas, téc-

nicas y«geopolíticas» que enmarcaron el primitivo proceso de

apropiación ayudan a explicar, en buena medida, la diversi-

dad de estructuras existentes. Por su parte la tecnología e in-

fraestructura agrarias disponibles durante siglos justifican tam-

bién la distinta valoración del potencial agrológico por parte

de pequeños y grandes labradores: los modestos cultivadores

tendieron a estar casi siempre -fuera de las iniciativas con-

cretas de colonización del siglo XVIII- allí donde podían es-

tar, en las proximidades de los pueblos y en las tierras de más

fácil labranza; los poderosos, donde su capital de explotación

lo posibilitaba, es decir en áreas más o menos alejadas de los

pueblos y ciudades, y sobre suelos de «costosa» labranza y ex-

celentes pastos.Y no se eñtienda este razonamiento como una justificación

de la desigualdad de propiedad existente, sino sólo como sim-ple prueba de que en el marco de una sociedad agraria tradi-cional la distinta envergadura de la propiedad y de los mediostécnicos detentados implicaba a la vez una distinta valoracióndel soporte material disponible.

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