35 · bretistas de ópera han estado reali zando una for ma -rudimentaria e imperfecta si se...
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-Así, la ópera es una man ifestación
artística, a la que cierta arrogante benevolencia adjetiva com o bastarda, ya la que no puede conside rarse nimúsica ni teatro. Es una conj unciónde equívocos y absurdos que desafíalas leyes de cualqu ier lógica, por primaria que ésta sea. No caben en ellauna escritura musical convencional ouna realización teatral razonable.
Ni música ni teatro , sino otra cosaala que miran con desconfianza e' incomodidad hace ya bastante t iempo(aproxi madamente cuatrocientosaños) todo cri terio racional, el análisis pon derado o la investig ación " seria", qu e traten de situarla o reseñarsu existencia.
Declaración de fe : precisamentepor eso, po r absurda e irracional ybastarda, por ser una entidad en queel equívoco rige com o soberano absoluto , es esplénd ida; en ello residesu fasci nación, así justifica su existencia... En una forma y otra la Opera hasobrevivido y regocij a el corroborarhoy, qu e es en realidad un reto al orden establecido de las cosas, a latranquil idad y al respeto, que notoma en cuenta la sanidad mental nilo trascendente.
Aun cuando aquellos que la hicieron hayan pensado lo cont rario, yobrado en con secuencia, la ópera esantiso lemne po r excelencia: resultaque, sin saberlo, composito res y libret istas de ópera han estado reali zando una for ma -rudimentaria eimperfecta si se quiere, pero no porello men os importante- del Teatrodel Absurdo. Inúti l hacer la exégesiso tratar de justif icar esta denominación que seexplica por sí misma.
Sin embargo, vale la pena señalarque másallá del senti do evidente (untanto epidérmico) de esta afirmación , no es difícil encontrar en otrosplanos -lo mismo medulares que enel trasforo- puntos concomitantessuscept ibles de refor zarla. Baste citara manera de ejem plo el texto en quelonesco declara : " He llamado a miscomed ias'anti-piezas', 'dramascómicos' y mis dramas 'seudo-dramas' o'farsastrágicas' porque, me parece, locómico es trági co, y la tragedia delhombre, irrisoria. Parael espíritu crítico moderno nada puede ser toma do enteramente en serio ni ligeramente po r completo. He tratado enVíctimas del deber de verter lo cómico en lo trágico, en Las sillas, lo trágico en lo cómico; o, si se quiere, oponer lo cómico a lo trágico a fin deunirlos en una nueva síntesis teatral.Pero no es una verdadera síntesis,
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porque estos dos elementos no semezclan completamente uno con elotro, coexisten, se repelen mutuamente en forma constante, cada unoponiendo al otro de relieve; se critican uno al otro, mutuamente se niegan, const ituyendo a través de estaoposición un balance dinámico, unatensión " . (Descubriendo el Teatro ).
En 1775 Mozart y Da Ponte escribenDon Giovanni, Dramma giacoso.Quoderat. ..
PORGUSTAVO GARelA
LA MARCA DE CAIN (JI)Cuando , en 1941, el detectiv e SamSpade (Humprey Bogart) reclamaba aBrigid O'Shau gnessi (Ma ry Astor):" Nunca fuiste derecha conmigo, nisiquiera media hora, desde que teconocí" y ella, acorralada, se defendía: "Sabes que, muy hondo en micorazón, a pesar de todo lo qu e hehecho, te amo" , se instalaba con Elhalcón maltés, no sólo un nuevo tipod.e cine. " negro", c1 austrofób ico y deviolencia recon centr ada, sino unnuevo personaje femenino la" bitch", la hemb ra calcu ladora: am-
bicio sa, sin escrúpulos y con una belleza oscil ante entre la sensualidad ylo virginal. Era un person aje de tal vigor , atracción y complejid ad qu e po día compensar el ser encarnado poractrices inadecuadas (como la propi aAster), aunque llegó a exigir, de inmed iato , el tipo de presencia indispensable (Barbara Stanwyck, GloriaGrahame, loan Crawfor d); será la sucesiva aunque tardía (diez años después de publicadas) adaptaci ón delas novel as de l ames M. Cain al cine,que , en tres años, empezando en1944, la bitch se vuelva el personajedel cine negro, una nueva cara delmal.
Double Indemn!ty (1936) es la historia del vendedor de segurosWalterHuff, que planea y realiza el crimenperfecto alentado por la bella señoraNirdlinger, deseosa de cobrar el seguro de vida de su marido; pero nocuentan con la minuciosa labor deKeyes, viejo investigador de la aseguradora y maestro de Huff, y qu e lessigue la pista comparti endo la investigación con el propio asesino. Una semana después de aparecida la novela, llegó al agente de Cain un informede la Oficin a Hays de censura cinematográfica, que, sólo para empezar,advertía en la primera frase: " Bajoninguna circunstancia.. ." En 1944,con Raymon d Chandler debutandocomo guionista y con Bil ly W ilder dirigiendo su terce ra ob ra, se filmaDouble Indemnity (o Pacto de sangre, como se llamó en M éxico), venciendo losobstáculosde la censura alhacer una hábil transposición delviol ento len guaje de Cain a imágenesde enor me sugerencia, evitandocualquier simulació n o atenuació n y,al cont rario, complicando lasmo tivaciones de los personajes (se acent uóla relación padr e-h ijo entre el Keyesinte rpretado por Edward G. Rob inson y el Huff de Fred MacM urray) yagregando nuevas situacio nes tensas
(como la viuda Barbara Stanwyckocultándose tras una puerta para nose r de scubierta y oyendo la versiónque da Keyes del ases ina to ). Se necesitó la reunión de esos tres enormesmisóginos (Cain, Wilder y Chandler)para que se diera uno de los retratosfemeninos más impactantes del género, una Barbara Stanwyck indescifrable, de fría sensualidad, manipulando a su favor los instintos asesinosde su amante, apenas ocultos bajo latenue máscara de empleado respetable .
Lo inquietante en Cain era el he cho de generar la más criminal abyección en el seno del bienestar norteamericano, en miembros de unaclase media aparentemente despreocupada, sin apuros económicos perollena de ira, ambición y deseos viscerales insatisfechos; sus personajes noeran criminales natos o de oficio(como en Hammett y Chandler) y jamás se ap roximó a la novela detectivesca ni creó su "private eye"(si exceptuamos al investigador Keyes). No le interesaba hacer del crimen un universo aparte, la otra carade la realidad, como a sus colegas,sino presentar al crimen como esarealidad, esa cotidianidad de la clasemedia.
Pacto de sangre abrió nuevos canales de expresión al cine negro, y alaño siguiente se adaptó otra novelade Cain para ir sobre seguro : Elsuplicio de una madre (Mildred Pierce) .Dirigida por el hábil veterano Michael Curtiz (El capitán Sangre, Robin nood, Casablanca) y con JoanCrawford en el rol central, es la historia de una mujer que, abandonadapor su esposo (Bruce Bennett), seeleva, de mesera, a dueña de un imperio de restaurantes, explotada porsu hija (Ann Blyth) y el amante deambas (Zachary Scott) . Tan edificanteasunto dio lugar a un severo estudiodel éxito femenino en el sistema capitalista de alcances perturbadores :es claro que la obsesión por el trabajo y el triunfo en Mildred no es másque una compensación y una venganza contra el abandono conyugal,es querer dom inar al varón en supropio terreno; su hija, Veda, es suconsecuencia lógica, una bella máqu ina de consumir y hum illar.
La sord idez que obligadamenteemanaba de las películas insp iradasen Cain (no importaba lo prestigiosoy académico que fuera su director)era más de lo que Hollywood y sucen sura podían tolerar, aunque elautor se había impuesto como un í-
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dolo cuyas novelas tenían que filmarse casi por obligación, para no dejarir a la gallina de los huevos de oro.Después de Pacto de sangre y El suplicio de una madre, la industria asimiló el golpe y comprendió que elmodo más armónico (para ella) deenfrentarse a Cain era evadir sus intenciones, abandonar todo respetopor el espíritu de las novelas y traicionarlas descaradamente, asimilándolas a las convenciones más gastadasdel melodrama : en 1946, cuando seadapta El cartero toca dos veces (acuatro años de hecha la versión deVisconti), se consiguió p.1 reparto perfecto (John Garfield como el vagabundo, Lana Turner como la viudanegra, Cecil Kellaway como la cándida víctima), estropeado por la dirección temerosa de Ty Garnett y unguión lleno de simbolismos fácilesmal usados (Turner vestida siemprede blanco para ironizar su sensualidad y acentuar la inocencia de sumaldad) y un final con el asesinoarrepintiéndose ante un sacerdotebajo coros celestiales. Toda comparación con la novela o con O ssessione es sólo un abuso cruel, aunque elimpacto de la pura anécdota base estal que la versión de Garnett es vistacomo un clásico del género en Estados Unidos.
Tuvieron que pasar diez anos paraque otra novela de Cain fuera adaptada al cine, justamente su obra másdesatada y delirante, Serenata: elcan tante de ópera [ohn H. Sharp establece una relación homosexualcon su mecenas, Wiston ; mientrasmás intensa se hace, menor es la potencia de su voz, hasta que sucedeuna ráp ida decadencia cuyo últimogrado es actuar en el Palacio de BellasArtes durante el cardenismo. Iniciaun romance con la ramera JuanaMontes y, con el retorno de la virili-·dad aumenta su voz; vuelve a EstadosUnidos, se convierte en estrella del
cine y la radio hasta que se topa denuevo con Wiston, a qu ie n Juana seencarga de eliminar con una espadade torero. Los amantes huy e n a Guatemala, donde Sharp vive en eternareclusión y Juana to rna a ser prostituta, generando nue vas crisis. Una delas mejores escenas de la novelacuenta có mo un aguacero sorprendea la pareja en un viaje a Acapulco ybu scan refugio e n una iglesia cerrada. Derriban la pu er ta con el automóvil , se desn udan y se secan con lassotanas, se alime ntan co n hostias yuna iguana a la que limp ian los intestinos hi rviénd o la viva, se emborrachan con el vino de co nsagra r y hacen el amor bajo el cr ucif ijo.
Eso e s la no ve la. Su paso al cine significó un a metamo rfosis qu e la dejóirreconocible ; po r pri ncip io decuen tas, iglesia, iguana y bo rrache rase eliminaron de p lano, la homosexualidad se transfo rmó e n alco ho lismo provocado por una me ce nas posesiva (Joan Font ain e) ; Juana (SaraMont ie l) pasó , de prostituta , a virginal hija del du e ño de un hot e l; Sharpadq uirió la ascéptica ga lanura de Mario Lan za y e l México ca rde nista fueun patio lleno de mariachis; dirigida,sin e mbargo , po r uno de los mejoresdirecto res de Hollywood, Antho nyMann, cance ló de la pe or ma ne ra laspoco armónicas relaciones e ntre James M. Cain y e l cine.
Segú n un criterio m uy exte nd id o,e l cine siempre está e n la reta guard iaexpresiva con respecto a lo mo ral (einm or al), co mparado co n la lite ratura; co mo no sea recluido e n la clandest inid ad del cin e pornográfico(cland est ino al menos en México ),no ha pod ido of recer di rectame nteequivalentes visuales de prestigio a lasubversión moral de Bataille, Sade uotros escritores. Antes bie n, ha tenido qu e recurri r a la alusión o la eliminación; en e l caso de Cain, cuyo éxito libresco o bligaba su incorpo ració nal cine , e xigió un a gran astucia (Pactode sangre, El suplicio de una madre)o la franca trai ción (El cartero.. ., Serenata.) Cain ab andonó e l cine cargado de ira y fast idio , só lo satisfechopor las vers iones de Wilder y Curtiz,tan ca nsado de l ne gocio co mo todoslos demás nove listas que ha n trabajado en Holl ywood (Fau lkne r, Fitzgeraid, Ham mett, West, Huxley) y dedicándose a desahogar todo su enojoen novelas (aún e n 1976, un año antesde morir, publ icó The Institute, y dejó inconclusa su autobiogr afía) quetodavía e spe ran al gu ion ista y al director con los tamaños suficie ntespara filmarlas co n cie rta dignidad .