3 poemas - Huberto N. Cuevas Cabrera - 2a Edición

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“3 Poemas” es un poemario perdido en el 2013. Un año largo, truculento, frío. De búsqueda, de sacrificio. De ser alguien, de ser nadie, de ser varios. Lo pasé a mano un día zen que me obligué a no levantarme de la cama.

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Rōnin

Un grano de arroz

completa el vacío de un cuenco.

El monje crea

un emblema con un solo

trazo,

la tinta quema al papel.

El rōnin destapa la

tetera

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frente al monte Fuji.

Sus ojos:

dos esferas de hematite.

El tachi reposa bajo

las nubes

pintadas con la flor

de un durazno

mientras el shakuhachi

destrenza la

tormenta

a punto de iniciar.

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El odaiko resuena

a cada hora, irriga

de miel a este mundo

que se va olvidando a sí mismo.

El rōnin, abstraído

en el grano de arroz,

se consagra a Susanoo,

estalla contra la bahía

Suruga,

se desprende en gotas de ola,

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vuelve como

espuma y rocío

sobre campos de mijo.

Alguien que anduvo

por bastante tiempo

se detiene frente a la tumba

de un desconocido.

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Poema al oolong encontrado en el interior de una bala de cañón cerca del lago Okutama el 2 de

noviembre del 711 a.C.

La devocional aldea

entona picante una evocación

al té del que bebemos.

La ventana del castillo:

el primer bosque,

el segundo pueblo.

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El mantel del pintor

se extiende sobre las mil leguas marinas

que separan las caras de

una moneda/

dos espejos espalda con espalda.

De un lado sigo vagando

para que el otro

reste ignorante

y me imagine tapado de sándalo

o escribiendo en medio del

cañaveral,

supurando el veneno

famélico de mis cataratas internas.

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-¿El hombre que sueña

dentro

de la

pagoda es acaso el

emperador que se bañó

en cien ríos de

mercurio?

-No, es el parco cenobita.

En la isla, el

chawan vuelca

algunas gotas sobre el tapiz,

el samisén herético tiembla

o la lumbre de tus velas que lo iluminan tiembla,

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tu virtud

fisonomista converge

en tres aros de olvido perpendicular,

el ingeniero

que alguna vez

fuiste

(el comedido amante del emperador),

sí, y tanto de gimoteos de urraca

por los jueves -previo caer ante

el mismo fusil para

despertarse dentro

de inescrutables miércoles-,

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termina en la

melancólica

mirada que me asuela con el

cian maracandés de tus iris,

el rocío tras el escapista grano de arroz.

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Confabulaciones de los sacerdotes de Hermanubis

(se dijo <<y el ermitaño contra el atardecer>>)

Hoy lo han enterrado,

hoy es el día en que lo han hecho

hombre en una balada, sí señor.

Hoy lo han enterrado,

pocos esperan ver el mausoleo

tan distante de la civilización.

Hoy lo han enterrado,

y dónde y a quién,

¿al rey o al nómada que le sirve?

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CASANDRA.- Ambos (columna

blanca

y columna negra) han sido

sepultados

bajo el nombre del otro.

Uno rige sin salir a las calles

con las escrituras como cuerdas vocales;

el cenobita recorre toda

colina

y playa para perderse de sí,

para olvidar de fuegos y

tejer un prójimo,

para soñarse sin sabiduría.

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Uruguay me late

hondo:

victorioso sobre el quinto sol muerto

se licua el león (escarapelas de

sangre,

sus fauces) en matas de acebo.

Yayoi Kusama pita

de mi pipa de madreperla,

en la taberna nos interesó

hablar de suplantar el cielo

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por una eterna noche estrellada

para quedarnos con el satélite y

[el astro en un mismo

giroscopio,

a vos te pareció

funesto,

honestamente propusiste reemplazarlo

por una franca saturación

de líneas llanas

y chirridos libertos.

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Te podrías haber ido

maquinando poetas

con tamborines

y sudoraciones sintéticas,

ido con tus lagañas

entregadas

al erial que alivia (tisanas y peyote mediante)

la historia de tres

escalinatas,

el lecho de un príncipe santo

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(el iluminado que soñó con las

veintiún vírgenes aleatorias

de rostro invertido y

el mundo),

y mis rasgos como los del que penetra

en el ocaso porque, a esta

altura,

la tierra es de plástico.

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¿Quién no quiere un diez de

copas

y se conforma con siete espadas

traídas por un caballero que porta la

cota de mallas

más herrumbrosa y aceda de occidente?

“El Emperador quiere

su tasa de mercurio,

es mejor que me apure”.

Miradas baratas,

los desconocidos le conocen bien,

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el pueblo acapara los ojos

como una ostra a su perla,

la misma aldea-guindilla se repite

hasta en sus elevaciones

frente al que vaga.

Seis planetas y hermanos veneran al soberano inmortal, al renovado, al

alma que cree ser

el pilar del cosmos.

<<Ojo y pirámide>>, se me escapa atravesando el Chengdong; <<ojo y

silueta esférica>>, mantra en Xinyang; <<pirámide roja y nebulosa malva>>,

exhalo -en humo de tabaco- de a trozos regulares y engañosos -como

deconstruyendo un párrafo de Li Bai-; y me concentro en impedir, desde los

muchos lejos, que Qin Shi Huang no parta de Xiangyang.

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Después del ajenjo:

es mentira que siento a través de un guante,

que beso (¡ridículo, fattie!) atrás del

maquillaje,

que voy al parque y mato al pájaro.

Yo especio las plumas.

-Hacé lo que

quieras, Allen,

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-nos contaron lo que

tramás,

-cómo viste en los ojos de Jacinto

(cómo lo amaste en cian).

La bocina del taxi,

la penicilina (huele a una palabra

con sabor a verde berro)

me ha anestesiado

la pierna inquieta.

Primero y segundo de noviembre:

con Przewalski

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llegamos al Ganges/Nilo y, en una canoa que tiene

al quinto sol –sangrando por boca-

retratado,

transponemos las aguas que

hibernan la luz

de los últimos días.

Una dama calavérica con máscara y

floreado manto

nos arrastra a un yermo inyectado de sosiego

y nubes

canela bajas

y vegetación nula y sol deslucido.

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Ella me dijo que ni

los dioses

ni los grandes videntes conocen su origen

porque ella es, de todos modos, el

origen de ellos.

Me dijo también que será uno de los jueces

en el día del juicio y que una vez gimió:

“aquellos que han violado el sábado,

¡sed convertidos en monos y repelidos

hasta la orilla del mar!”.

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LILITH.- Prosiga loco, prosiga,

prosiga con el pie tendido al vacío,

con su té de cardamomo y peyote,

con las confabulaciones

taciturnas

del trashumante en busca del último filón

de ununoctio para

rejuvenecer

canas coronadas,

prosiga loco,

prosiga,

prosiga ejecutando el txistu

y fundiendo la roca vasca

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en un medallón de reina.

Si fui aquel que

introvertido anduvo sin destino

y he muerto (si fui el rey viajero):

los aquelarres funcionaron,

¡he resucitado!