3 de Mayo de 1808

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Una cortina de furia y tristeza se abatió de madrugada sobre Madrid. La villa permanecía re- plegada sobre sí misma, lacera- da por el dolor de los hechos acaecidos durante la jornada: un millar de cadáveres y agoni- zantes, entre vecinos y soldados franceses, estaban tendidos aún sobre las calles. Pocos habían tenido la fortuna de ser recogi- dos en carretas de las calles. Madrid volvía ahora, entrada la noche, a estremecerse entre descargas de fusilería de peloto- nes franceses de ejecución que con sus ecos de muerte y de la- mentos llegaban desde la Mon- taña del Príncipe Pío. “¡Viva Fer- nando, viva España!” se oía gri- tar a los desdichados. Bajo un cielo granate, el antes ameno pa- raje era ahora sombrío patíbulo de una bárbara venganza. 43 pa- triotas que permanecían alinea- dos ante una tapia mampostera, acababan de entregar sus vidas a las tropas usurpadoras. “¡Son demonios, han matado niños y mujeres y blasfeman so- bre los muertos!” susurraba aún jadeante Juan Suárez al cronista, ocultos tras un aleja- do tapial mampostero de la ha- cienda regia, contigua la Monta- ña, hasta donde él había gatea- do. Mientras era conducido a la muerte Suárez rodó por un ta- lud y escapó. Desde primera hora del día, blandiendo armas cortas y algu- na escopeta, gentes como él se habían atrevido a arrojarse a las calles para impedir que las tropas de Napoleón, señor de Europa, se adueñaran de la ciu- dad y de España. En las filas de los que iban a morir se distinguía más de un muchachito cadete; una mujer de identidad desconocida; un tonsurado, Francisco Gallego, y, sobre todo, hombres graves, recios: jornaleros, aparceros, sastres, ordenanzas, algún em- pleado de palacio y el picapedre- ro Martín Ruicavado: a voces in- sultaba a quienes así le arranca- ban la vida. Sólo les quedaba consigo la indómita valentía que mostraron en su aventura imposible de ayer, 2 de Mayo de 1808. Madrid se subleva contra Napoleón Las tropas francesas pasan a fuego a cientos de personas al aplastar sanguinariamente la rebelión popular contra la ocupación de la capital Miles de héroes en las calles Ciudadanos de a pie lucharon hasta la muerte Páginas 4 y 5 Independentismo en ultramar Bolívar alienta movilizaciones desde Caracas Página 7 El Rey, a merced de Bonaparte Fernando VII y Carlos IV, ‘rehenes’ en Bayona Página 8 LA CATÁSTROFE que se fraguaba desde que Napoleón Bonaparte puso sus ojos sobre España se ha desencadenado, y ahora sólo cabe hacer frente a una espiral de muerte y destrucción de la que los franceses se resistirán a salir humillados y nosotros, los españoles, no podremos rendirnos sin sacrificar la libertad. Pasa a la página 6 EDITORIAL ¡Contra la invasión! EL PERIÓDICO GLOBAL EN ESPAÑOL MARTES 3 DE MAYO DE 1808 | EDICIÓN ESPECIAL RAFAEL FRAGUAS Montaña del Príncipe Pío Pasa a la página 2 Multitud de madrileños fueron fusilados por los soldados franceses. El cuadro de Goya refleja la muerte de los que fueron llevados a la montaña del Príncipe Pío.

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Recreación de las noticias del 3 de mayo de 1808 con estilo periodístico Autor: periódico El País

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8 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

Finalmente, la entrevista entre lafamilia real y el emperador Bona-parte no ha tenido lugar en Bur-gos, ni en Vitoria y tampoco en laisla de los Faisanes, el islote desoberanía compartida situado enla desembocadura del Bidasoa.Ese encuentro se está producien-do en la francesa villa de Bayona,cinco leguas más allá de la fronte-ra, sin que el ejército español pue-da respaldar a su monarca en lascruciales negociaciones que seavecinan. Aunque la confusión esgrande y circulan los más inquie-tantes rumores, es un hecho que,de mejor o peor grado, Carlos IVy su hijo Fernando VII han accedi-do a que el emperador francésejerza de árbitro supremo en sudisputa familiar por el trono deEspaña. Sus majestades Carlos yMaría Luisa llegaron hace dos jor-nadas a este puerto fluvial de me-nos de 14.000 almas fuertementeescoltados por el ejército francésy sin apenas séquito real.

No puede decirse que su llega-da, el pasado sábado día 30, hayasido una avenida triunfal. Las ra-mas de laurel y de boj que engala-nan las calles del poblado de ma-rismas inundadas por el Adour yla Nive sólo dan testimonio tardíodel apoteósico recibimiento quelos bayoneses dispensaron a suemperador el 14 de abril. Arras-trados por la curiosidad y bajo lasinstrucciones del alcalde Detche-garay, los hendayeses recibierona los monarcas en la puerta deEspaña y, a falta de mayor corte-jo, les sirvieron de comitiva hastael palacio de los gobernadores,donde han sido alojados. Nadiequiso perderse semejante aconte-cimiento, pero a fe que el espectá-culo no tuvo el brillo esperado.Familiarizados ya con los caba-llos polacos de pura sangre de laguardia napoleónica, los bayone-ses señalaban a los tiros de mulosque arrastraban los carruajes dela comitiva e intercambiaban son-

risas sobre la carroza real, unaantigualla, a su parecer, porquese asemeja, dicen, a las que hanvisto en los grabados de Felipe IVEl Hermoso, rey de Francia hace500 años. Los 40 furgones sella-dos que contienen los muebles, elvestuario y los objetos personalesde los monarcas aventaron pron-to las insidias. “Se han traído eltesoro de España”, comentabacon fruición el vulgo plebeyo delas tabernas, ignorante de que losmulos cargan también con uncompleto juego de piezas de cerá-mica de Aranjuez destinado a de-corar la mesa de su emperador.

Al menos, Bonaparte ha dis-pensado a Carlos IV los precepti-vos honores: 60 salvas de artille-

ría con sus tropas presentando ar-mas, que le negó a don Fernandoel pasado día 20, cuando éste en-tró en la villa conducido por elgeneral Savary. Aparentementedistraído con las maniobras de suejército, Napoleón no se molestóen salir al encuentro del príncipede Asturias, aunque más tardeacudió a saludarle al hotel Du-broc, un modesto palacete pocodigno de albergar a la realeza. Co-mo prueba elocuente de sus prefe-rencias, Bonaparte ha abrazado asu majestad Carlos y no ha hecholo propio con don Fernando, aquien sólo le otorga el tratamien-to de alteza. El cocinero de Napo-león pretende que los reyes degus-ten un invento culinario, denomi-

nado foie-gras, que consiste en hí-gado de oca trufado y que, por lovisto, extasía a los estómagos másrefinados. A su vez, la reina estáentretenida con las últimas mo-das y afeites parisienses. La empe-ratriz Josefina le ha enviado, ade-más, a su peluquero personal.

Pero, aquí, en Bayona, las desa-venencias familiares borbónicasse están poniendo de manifiestode manera descarnada y a la vistade todos. En el besamanos organi-zado tras su llegada, ceremoniaque tanto desconcierta en estastierras, don Carlos no correspon-dió, siquiera, al saludo de su hijo.Permaneció envuelto en un halode pesadumbre y enojo, y sólo laaparición de Godoy, hospedado

fuera de la ciudad, y la del condeDe la Fuente lograron iluminarsu apagado semblante. A ojosfranceses, la reputación de la fa-milia real se ha degradado, al pun-to de que los redactores del perió-dico oficial del imperio, Le Moni-teur (El Maestro), no se recatanen hablar del “infortunado mo-narca español víctima de la cons-piración de su hijo”, y hasta osanvilipendiar a la reina con epítetosmalsonantes y comentarios ultra-jantes del estilo de que “su pési-mo peinado le confiere un aire demomia loca, como de villanaruin”, y de que “a sus 60 años,lleva un acusado escote y no por-ta guantes, pese a que viste demanga corta”. Aunque los altos

dignatarios del reino guardangran silencio, estos y otros he-chos nada anecdóticos alimentanla vertiginosa sospecha de que laCorona de España está abandona-da a su suerte en tierra extranje-ra, en una puja familiar en la queBonaparte se reserva la soluciónfinal. ¿Cómo no alarmarse antelos rumores que circulan entrelos sefarditas del barrio del SaintEsprit que dan cuenta de que elemperador ha dispuesto hacersecargo del trono de España? ¿Có-mo no preguntarse si Bayona eshoy la gran celada bonapartista,la disimulada prisión a la que lafamilia real habría sido conduci-da arteramente con el impulso desus propios arrebatos?

La familia real, a merced del emperadorNapoleón podría asumir el trono de España para cederlo a uno de sus hermanos

Parece incomprensible que lafamilia real no haya tenido másluces para encontrar una sali-da distinta a sus pleitos inter-nos. La presencia de todos susmiembros en Bayona para queNapoleón resuelva la crisis ge-nerada a raíz del motín deAranjuez —con la abdicaciónde Carlos IV en favor de su hijoFernando VII— resulta de unaingenuidad y una ignoranciaofensivas para el pueblo espa-ñol. Si el emperador, con el quefuimos aliados en la estrepitosaderrota de Trafalgar, ha convo-cado a Carlos IV y los suyos, elvalido Godoy entre ellos, a estapoblación francesa no es paraactuar como un juez de paz.Por toda Europa corren infor-maciones indicando que Bona-

parte, cuyas tropas se desplie-gan por España con el señuelode atacar a Portugal, tiene enproyecto colocar como rey deEspaña a uno de sus hermanos.

La ineficacia de una monar-quía corrupta y mal avenida es-tá abriendo las puertas a quenuestro país cambie de manos.

Es cierto que resulta com-

plejo desairar a Napoleón conparte de su ejército desplega-do por territorio español peroningún capitán debe abando-nar el barco dejando al alburdel viento enemigo a su tripula-ción. Ni Carlos IV ni Fernan-do VII han llegado a Bayona encondición de prisioneros. Elcontrol del país ha quedado enmanos de una Junta de Gobier-no sin autoridad moral ni polí-tica. En estos tiempos, cuandolos correos tardan varios díasen llevar órdenes y mensajesde un lado a otro, es incom-prensible que esos gobernan-tes no hayan interceptado al-gún escrito de los que se inter-cambian Murat y Napoleón. Al-guna filtración de esas cartasha llegado al pueblo que se pre-gunta ¿quién será rey, Luis Bo-naparte o su hermano José?

Una ratonera en BayonaJ. F. J.

La familia de Carlos IV retratada por Francisco de Goya.

Levantamiento contra las tropas francesas

El castillo de Marracq, alojamiento de Napoleón en Bayona.

JOSÉ LUIS BARBERÍABayona

Bonaparte no semolestó en saliral encuentrode Fernando VII

Una cortina de furia y tristezase abatió de madrugada sobreMadrid. La villa permanecía re-plegada sobre sí misma, lacera-da por el dolor de los hechosacaecidos durante la jornada:un millar de cadáveres y agoni-zantes, entre vecinos y soldadosfranceses, estaban tendidos aúnsobre las calles. Pocos habíantenido la fortuna de ser recogi-dos en carretas de las calles.

Madrid volvía ahora, entradala noche, a estremecerse entredescargas de fusilería de peloto-nes franceses de ejecución que

con sus ecos de muerte y de la-mentos llegaban desde la Mon-taña del Príncipe Pío. “¡Viva Fer-nando, viva España!” se oía gri-tar a los desdichados. Bajo uncielo granate, el antes ameno pa-raje era ahora sombrío patíbulode una bárbara venganza. 43 pa-triotas que permanecían alinea-dos ante una tapia mampostera,acababan de entregar sus vidasa las tropas usurpadoras.

“¡Son demonios, han matadoniños y mujeres y blasfeman so-bre los muertos!” susurrabaaún jadeante Juan Suárez alcronista, ocultos tras un aleja-do tapial mampostero de la ha-cienda regia, contigua la Monta-

ña, hasta donde él había gatea-do. Mientras era conducido a lamuerte Suárez rodó por un ta-lud y escapó.

Desde primera hora del día,

blandiendo armas cortas y algu-na escopeta, gentes como él sehabían atrevido a arrojarse alas calles para impedir que lastropas de Napoleón, señor de

Europa, se adueñaran de la ciu-dad y de España.

En las filas de los que iban amorir se distinguía más de unmuchachito cadete; una mujerde identidad desconocida; untonsurado, Francisco Gallego,y, sobre todo, hombres graves,recios: jornaleros, aparceros,sastres, ordenanzas, algún em-pleado de palacio y el picapedre-ro Martín Ruicavado: a voces in-sultaba a quienes así le arranca-ban la vida. Sólo les quedabaconsigo la indómita valentíaque mostraron en su aventuraimposible de ayer, 2 de Mayo de1808.

Madrid se subleva contra NapoleónLas tropas francesas pasan a fuego a cientos de personas al aplastar sanguinariamentela rebelión popular contra la ocupación de la capital

Miles de héroesen las callesCiudadanos de a pie lucharonhasta la muerte Páginas 4 y 5

Independentismoen ultramarBolívar alienta movilizacionesdesde Caracas Página 7

El Rey, a mercedde BonaparteFernando VII y Carlos IV,‘rehenes’ en Bayona Página 8

LA CATÁSTROFE que se fraguaba desde que Napoleón Bonapartepuso sus ojos sobre España se ha desencadenado, y ahora sólocabe hacer frente a una espiral de muerte y destrucción de laque los franceses se resistirán a salir humillados y nosotros, losespañoles, no podremos rendirnos sin sacrificar la libertad. Pasa a la página 6

EDITORIAL

¡Contra la invasión!

E L P E R I Ó D I C O G L O B A L E N E S P A Ñ O L

MARTES 3 DE MAYO DE 1808 | EDICIÓN ESPECIAL

RAFAEL FRAGUASMontaña del Príncipe Pío

Martes 3 de mayo de 1808

EDICIÓN ESPECIAL

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Multitud de madrileños fueron fusilados por los soldados franceses. El cuadro de Goya refleja la muerte de los que fueron llevados a la montaña del Príncipe Pío.

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Viene de la página 1La política de Napoleón hacia nuestra pa-tria se ha basado en un doble desprecio:desprecio a la dinastía y desprecio a losespañoles. Las irresponsables querellasde familia entre Carlos IV y su hijo Fer-nando han propiciado el error del Empe-rador, que ha creído que bastarían lasintrigas palaciegas para someter a unpueblo. Su gravísimo error ha provocadoque España corra hoy la misma suerteque tantas otras naciones europeas, ane-gadas en sangre por la ambición del tro-no imperial de Francia.

Los madrileños se han levantado con-tra un poder extranjero que pretende im-ponernos un Gobierno y una monarquíaafín a sus intereses. El general Murat seha servido del levantamiento para llevara cabo una represión que pretende irmás allá de la pacificación de Madrid.Los muertos y heridos que han provoca-do sus tropas, en un criminal alarde defuerza contra hombres y mujeres pobre-mente armados, quiere dejar establecidomediante el terror que la suerte de Espa-ña está en manos de Francia. Ha sidoMurat quien ha fijado, pues, los trágicostérminos en los que se desarrollará estalucha, que no ha terminado sino que co-mienza en Madrid. Otras potencias, co-mo Inglaterra, saben también lo que sejuega en el interior de nuestras fronterasy se verán, tarde o temprano, llamadas aintervenir para impedir que la Franciade Napoleón decida el destino de Europa.El Tratado de Fontainebleu, por el quenuestro rey autorizó el paso de los ejérci-tos franceses en su camino hacia Portu-gal, no sólo fue una ingenuidad que per-mitió que Napoleón se instalase en Espa-ña, sino un error político que ha encade-nado nuestra patria a un juego de intere-

ses europeos en el que, dada nuestra debi-lidad y nuestro atraso, no podemos ha-blar con voz propia.

Contra la invasión francesa todos esta-mos llamados a actuar como españoles.Pero, como españoles, no debemos per-der de vista que el sentimiento indestruc-tible que nos une es el rechazo de la inva-sión, no el acuerdo sobre el régimen polí-tico que queremos para nuestra patriauna vez libre del invasor. La condena dequienes desean la reforma de España, au-mentando su libertad y su progreso, par-te de un equívoco monstruoso que tenía-mos que haber desterrado hace demasia-do tiempo, pero mucho más en circuns-tancias tan dramáticas como las actua-les. No nos hace españoles el hecho deprofesar una religión ni tampoco la defen-sa de la monarquía absoluta; nos haceespañoles el haber nacido en España ytambién el amor que le profesamos, cadacual desde nuestras creencias religiosas,cada cual desde nuestras ideas políticas.

Entre los muchos estragos que produ-ce la guerra está olvidar que la paz regre-sará algún día. Las generaciones futurasaprenderán, sin duda, a convivir en piede igualdad con Francia, y ese será sudeber, como el nuestro consiste hoy encombatirla. Pero seremos nosotros, losespañoles que hacemos esta guerra por-que nos la hacen, quienes tendremos quedecidir el futuro de nuestra patria. Todosy cada uno de nosotros habremos ganadoel derecho a ser libres. Pero habrá segura-mente quien, llegado el momento de lapaz, se atreva a afirmar que el sacrificiode los absolutistas vale más que el de losliberales, a los que insultan con el nom-bre infamante de afrancesados. Pero noserán los patriotas, sino los fanáticos,quienes harán tan viles distinciones.

La sublevación madrileña deayer, que previsiblemente ten-drá una amplia repercusión entoda España, marca un puntode inflexión en la relación conla presencia francesa en nues-tro país. No obstante, los levan-tamientos populares salpican to-do el país con una cadenciamuy irregular, del mismo modoque la ocupación de las tropasfrancesas se está produciendode una forma paulatina y con-centrada en diversos escena-rios. Los vaivenes bélicos, losalineamientos políticos y las in-tervenciones de otros países, co-mo Inglaterra y Portugal, com-plican el panorama del conflic-to.

En la actualidad, algo más de100.000 soldados franceses seencuentran desplegados, a lasórdenes del mariscal Murat, encinco frentes: Lisboa, Toledo,los alrededores de Madrid, la ru-ta vasco-castellana hacia la capi-

tal, y Barcelona. El contingentede Portugal, integrado por el Pri-mer Cuerpo de la Gironda estáal mando de Junot, mientras lazona toledana está dirigida porDupont. Entretanto, Moncey en-cabeza las fuerzas cercanas a lacapital de España, Bessieres cus-todia el camino a Madrid y, porúltimo, Duhesme se mantieneen Barcelona con las tropas delos Pirineos orientales que man-tienen una precaria comunica-ción con Francia.

De este conjunto de fuerzasmilitares napoleónicas, una ter-cera parte son veteranos delEjército regular y el resto unifor-mados menos preparados, queintegran legiones de reserva yregimientos provisionales y demarcha. Los jefes militares fran-ceses tienen previsto aumentarlos efectivos del Ejército de ocu-pación hasta alcanzar una cifracercana a los 200.000 hombresantes de la llegada del verano.Estos refuerzos significarán unarelación de 1,5 a 1 con respecto alos uniformados españoles que

agrupan a unos 100.000 en tro-pas regulares y a unos 30.000 enmilicias urbanas.

Este contingente español noincluye a las numerosas parti-das guerrilleras que están sur-giendo en muchas zonas de Es-paña. Esta irrupción guerrillera,que se ha convertido en una au-téntica revolución y que englo-ba a grupos muy heterogéneos,

está trastocando las estructurasdel Ejército español, que hastaahora ha estado mandado poraristócratas. Esta guerra de gue-rrillas ha derivado en un perma-nente hostigamiento para lastropas francesas, que tienen ór-denes de controlar sólo las ciu-dades y descuidan, por ello, los

caminos y las comunicaciones.El desgaste está resultando toda-vía mayor para los imperiales siconsideramos que la doctrinade Napoleón ordena que susejércitos financien su propiaguerra a partir de los saqueos,los robos y la incautación de bie-nes y haciendas. Esta políticaprovoca constantes enfrenta-mientos con los españoles.

No obstante, la actual supe-rioridad militar francesa no obe-dece sólo a un número mayor desoldados, sino también a la movi-lidad que permite un ejército or-ganizado en divisiones, una fór-mula muy novedosa que consis-te básicamente en grandes uni-dades autónomas que están pre-paradas para la marcha y el com-bate e integran a todas las ar-mas. Ahora bien, esa ventaja ini-cial se está diluyendo por la re-sistencia española a los desig-nios del emperador, por los reve-ses sufridos, por la crecienteoposición popular al expolio deguerra y por la necesidad france-sa de atender otros frentes.

¡Contra la invasión!Las irresponsables querellas familiares entre

Carlos IV y Fernando VII han favorecido el error

NAPOLEÓN NO puede triunfar, pero Fran-cia siempre será Francia. La aventura im-perial que está sembrando la guerra enEuropa es, sin duda, un resultado de laRevolución de 1789. Otros resultadostambién eran posibles, pero Napoleón losha frustrado en Europa con su política deinjerencia y anexiones, lo mismo que, an-tes de él, los frustró el Terror en el inte-rior de Francia.

Aunque el emperador se presente co-mo el heredero universal de la Revolu-ción de 1789, en realidad sólo lo es de surealidad más contestada, de sus mediosmás despóticos. Los ideales originariosde la Revolución han movilizado contrael antiguo régimen a los mejores espíri-tus europeos, y acabarán por dar frutoalgún día. Pero para eso será necesariohaber derrotado a Napoleón y separarsus ambiciones belicosas de los noblesideales que ha enarbolado como excusa.Es un contrasentido que Francia preten-da sojuzgar a otras naciones en nombrede la libertad, la igualdad y la fraterni-

dad. Y si lo hace es porque, previamente,Napoleón ha tenido que privar de esosmismos ideales a los franceses, erigiéndo-se en gobernante incontestado.

Es necesario que la paz vuelva a rei-nar en Europa y, para ello, las grandespotencias tienen que alcanzar un acuer-do para convivir civilizadamente, cadacual dentro de sus propias fronteras. Na-poleón se ha convertido en el principalobstáculo, porque no se conforma conllevar a la práctica su proyecto políticoen Francia y sueña con extenderlo portodo el continente, para mayor gloriasuya. Pero la derrota de Napoleón Bona-parte no puede servir de coartada parasojuzgar a Francia, como tampoco pue-de convertirse en la excusa para reafir-mar los principios caducos del antiguorégimen.

Los extravíos internacionales de Napo-león no dan la razón a los absolutistas,entre otras razones porque él se ha con-vertido en el más absoluto de los monar-cas europeos.

El gobernador autorizó ayerque un niño de cuatro años, mi-tad blanco y mitad negro, pue-da ser exhibido con el fin derecaudar fondos para liberar asu padre, cautivo. El infante,de cuatro años, tiene cara, piesy brazos de color blanco, y elresto del cuerpo es negro co-mo el carbón; a modo de pelomuestra unas cerdas rubiasiguales que las de los cochinos.La entrada a la casa donde mo-ra cuesta un real de a vellón.

Ésta era la noticia más cu-riosa ayer en Cádiz, aunqueotros acontecimientos más re-levantes ocuparon la atenciónde los gaditanos. En los cen-tros de reunión, como el caféApolo, se comentaban las últi-mas medidas tomadas por losgobiernos del continente con-tra el comercio inglés.

Los ingleses, cuya flota aúnbloquea la bahía gaditana, vana tener serias dificultades paraproveerse de cuantas materiasprimas necesitan para su desa-rrollo. El joven escritor gadita-no Antonio Alcalá Galiano co-mentaba que a los ingleses lesfaltarán, además de nuestrosvinos, materias primas funda-mentales para su desarrollo: li-no, cáñamo, lana merina, ma-deras de construcción, betu-nes, cochinillas…

De ahí derivó la conversa-ción hacia la abundante pre-sencia de tropas extranjerasen Cádiz. Ayer se hallaban pre-sentes en la bahía tres flotas: laespañola y la francesa, mezcla-das y en buena armonía, y lainglesa, bloqueando la entradaa puerto.

Hay, además, cuatro regi-mientos de infantería, aunqueel capitán general de Andalu-cia, don Francisco Solano, sehalla estos días ausente de Cá-diz, ocupado en la campañaportuguesa. A los miles de ma-rinos y soldados se suman los60.000 civiles. Algo menos queen el pasado siglo, el más glo-rioso para Cádiz, cuando el co-mercio con las Indias pasabaen casi su totalidad por nues-tro puerto y llegaban mil bar-cos al año. Pero la decadenciade la ciudad no se produjo por-que acabara el monopolio delcomercio con las Indias, sinopor las guerras con Inglaterra.A pesar de todo, sobrevivenmuestras del antiguo esplen-dor. Ayer estaban amarradosen los muelles casi un cente-nar de navíos con destinos tandispares como La Habana, Car-tagena de Indias, Portobelo,Santiago de Cuba, Montevideo,Buenos Aires, Estados Unidosy varios países europeos.

Esta masiva presencia deextranjeros hace de Cádiz unaciudad abierta. Hay muchosilustrados que ven en Franciael progreso y el desarrollo,frente al oscurantismo de Car-los IV, al que consideraban “dé-bil y necio”.

Se extiende la rebeliónLos combates en Madrid alientan la lucha contra los 100.000 ocupantes franceses

Sojuzgar en nombre de lalibertad y la igualdad

Avanzada la noche deldía 17 de marzo de 1808,la plebe enfurecida deun pequeño pueblo ma-drileño, Aranjuez, seechó a la calle y saqueólas casas del hombremás poderoso del país,Manuel Godoy, y sushombres más cercanos.Los hombres y mujeresgritaban pidiendo lamuerte del valido del reyy aclamaban a su hijoFernando, príncipe deAsturias. A la indigna-ción que mostraba el po-pulacho contra sus diri-gentes se sumó la tropaacantonada para la de-fensa del real sitio. Trassu ira se escondía la deuna nobleza alarmadapor la presencia de lastropas francesas queatravesaban el país conel objetivo teórico deocupar Portugal. Esosnobles ven que el objeti-vo real de los ejércitosde Napoleón es apropiar-se del país y secuestrar ala familia real.

En 1808, España escualquier cosa menosun Estado. Los cam-pos de casi todo elpaís, donde los campe-sinos perecen de ham-bre y epidemias, sonterritorio libre paralos bandoleros; el co-mercio con Américalanguidece de formaescandalosa debido albloqueo naval británi-co; en México, en Cu-ba, en los Andes, sefraguan revueltas con-tra el poder de la me-trópoli.

Gobernaba Manuel deGodoy, presunto amantede la reina María Luisa,mujer de Carlos IV. Le lla-man sus partidarios ElPríncipe de la Paz. Y seha ganado a pulso unatriste fama de hombreineficaz y de ambicióndesmedida. Sus mayoresméritos consisten en ha-berse hecho con los favo-res del rey cornudo. Elresto de sus actos carecede toda gloria. Su nefastaacción de gobierno habíallegado a la culminaciónen la aventura de haber-se aliado con Francia pa-ra combatir a Inglaterra,lo que se concretó en laderrota de Trafalgar, queacabó para siempre conla potencia marítima es-pañola.

Godoy, apaleado y hu-millado, no fue la únicavíctima. Su ministro deHacienda fue linchadopor campesinos airadosen La Mancha. Y el pro-pio Carlos IV tuvo que ab-dicar en su hijo cuandoel motín se extendió aMadrid y fue apoyadoallí por el ejército.

En tres días, el pue-blo sublevado acabó conun reinado corrupto eineficaz y consiguió quereinara un joven Fer-nando, que debía haberllevado al país a una nue-va etapa de buen gobier-no y de independenciade los deseos imperialesde Napoleón.

Las tropas francesasal mando del mariscalMurat, que pronto se re-velaron como un ejérci-to de ocupación, se en-contraron pronto conun pueblo que les miracon desconfianza y hos-tilidad abierta. Su ge-nial líder, repleto debuenos propósitos ilus-trados, había cometidoel error de querer impo-ner las ideas de la Revo-lución de 1789 por lafuerza.

Un mes y medio des-pués de los hechos deAranjuez, el 2 de mayo,Madrid se ha vuelto a su-blevar para impedir queel hijo menor de CarlosIV fuera raptado por losfranceses.

El 17 de marzo se en-carnó la paradoja deque el pueblo cambióla política sin ser invi-tado, pero, al contra-rio que en París, noluchó por su libertad,sino para salvar a surey absoluto. Fue ungesto patriótico, desoberanía, que aunóa los absolutistas conmuchos liberales. Pe-ro en Aranjuez seabrió una época nue-va: se demostró quela plebe podía cam-biar las cosas.

La flota inglesabloquea laentrada alpuerto de Cádiz

Napoleón, victorioso tras derrotar en la batalla de Austerlitz a las tropas rusas y austriacas en diciembre de 1805. / óleo de François gérard

A mediados de enero llegó al puer-to de Veracruz un bergantín conpliegos del Consejo de Indias, elministerio de colonias america-nas, y con noticias que alarmarona los españoles y criollos contra-rios a las concesiones españolas aNapoleón Bonaparte, preocupa-dos por el progresivo afrancesa-miento del gobierno realista. Losinformes difundidos en Nueva Es-paña decían que el 18 de octubredel pasado año una división fran-cesa, a las órdenes del general De-laborde, había cruzado los Piri-neos, rumbo a Portugal, en cum-plimiento de la alianza con París.

El despliegue galo en la penín-sula refuerza las ambiciones degente como los mantuanos SimónBolívar o José Félix Ribas, empe-ñados, desde Caracas, en agrupara las provincias de ultramar y ha-cerlas independientes aunque seaa costa de una guerra. Todos ellosinvocan las ideas liberales del mo-vimiento de independencia de lastrece colonias de Norteamérica yleyeron a fondo a los ilustrados dela revolución francesa. Otros gru-pos ilustrados, aristocráticos o adi-nerados del virreinato de NuevaEspaña y Nueva Granada, y en lascapitanías de Cuba y Puerto Ricopermanecen expectantes, cele-bran actos de afirmación patrióti-

ca, maldicen a Manuel Godoy oporfían sobre sus negocios o eldestino de las rentas indianas an-te una eventual dominación deFrancia sobre España.

Las noticias sobre lo que pue-da ocurrir en la metrópoli no sondel todo claras porque los barcoscon información fiable tardan enllegar entre dos y cinco meses.Las cosas, a veces, se deforman yalgunos clérigos ya anticipan eladvenimiento de una España, un-gida a Francia, atea y libertina. Laderrota de Trafalgar, hace tresaños, en la que Madrid y París per-dieron su flota de guerra frente alos ingleses, explica en buena me-dida la actual agitación social y

política, españolista, autonomistao secesionista, en Indias. Es asíporque el desastre naval tuvo con-secuencias graves. La alianza his-pano-francesa de 1800 resulta bas-tante perniciosa, a ojos de mu-chos españoles y criollos. Inglate-rra, crecida, atacó el flanco ameri-cano del imperio español.

A los indios y mulatos, el cursode los acontecimientos no parecepreocuparles en demasía, pueslas decisiones sobre su futuro ape-nas les pertenecen. No es así en elcaso de los nobles y los españolesy sus hijos nacidos en América,los criollos, que cuidan cuantio-sas fortunas e intereses comercia-les en las colonias.

Levantamiento contra las tropas francesas Levantamiento contra las tropas francesas

El motín de Aranjuezabrió una nueva era

FORGES

ROMÁN OROZCO, Cádiz

MIGUEL ÁNGEL VILLENAMadrid

Vientos independentistas en ultramarSimón Bolívar y José Félix Ribas alientan movilizaciones desde Caracas

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México

Las tropas deNapoleón se centranen controlarlas ciudades

JORGE M. REVERTE

Manuel Godoy. / enrius

EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 7

La sangre y la gloria galoparonayer juntas por las calles de Ma-drid. El pueblo llano se alzó enarmas contra Napoleón. Airadopor los alardes de un ejército ex-tranjero de 30.000 hombres queocupa la ciudad y sus arrabalesdesde hace mes y medio, el ve-cindario se echó a la calle condeterminación y coraje. “¡Caste-llanos, alzáos contra el tirano!”gritaban los chisperos que vocea-ban en los portales para reunirimprovisadas tropas. Apenas ar-madas de palos, navajas y cuchi-llos, las partidas que iban agru-pándose detrás de los más arro-jados pugnaban desesperada-mente por truncar a golpes eldesignio imperial de ocupar alcompleto la capital y enseñorear-se por el territorio español. Elvecindario madrileño consiguióevitarlo: durante unas horas.

La premeditada ocupaciónmilitar de Madrid por los solda-dos franceses se detuvo brusca-mente. “¡Adelante, adelante!”, seoía gritar a los ancianos que asíse dirigían a los jóvenes enarde-cidos que surcaban las calles enbusca de armas. “¡Al arsenal deMonteléon!”, vociferaban es-truendosamente.

La poderosa máquina militarfrancesa instalada en la villa ytendida en torno a la ciudad des-de Getafe hasta Fuencarral y elRetiro, enmudeció paralizadapor la sorpresa. La ferocidad sepropagó por las calles. Con ra-biosas embestidas, hasta quincepartidas de vecinos desplegadaspor otros tantos barrios de la ciu-dad, la emprendieron contra losinvasores, enviados velozmenteal centro de Madrid para sofo-car el levantamiento.

Carniceros, guarnicioneros yempleados del matadero, cuchi-llo en mano, desjarretaban laspatas de los caballos de los pom-

posos dragones de la Empera-triz, cuerpo a tierra los destripa-ron y apearon imperiosamentea los jinetes sobre el suelo y allílos degollaron. Igual suerte co-rrieron los temibles mamelu-cos, turcos egipcianos de salva-jes costumbres. Con sus afiladosalfanges, que blandían con admi-rable destreza, no consiguieronfrenar la marea humana que seprecipitaba sobre ellos hastadarles muerte.

Hasta 56 reclusos que cum-plen penas en la cárcel de la Vi-lla también se ofrecieron a pe-lear. Dos desaparecieron, otrofue declarado prófugo y hasta 51regresaron horas después a suencierro tras luchar bravamen-te. Pero Francisco Pico no vol-vió. Había peleado con rabia algrito de “¡Libertad, muera Fran-cia!”. Con sus grandes manosdescabalgó a un enemigo frentea la iglesia de San Sebastián, enAtocha, pero recibió el aceromortífero del feroz coraceroque le atravesó la garganta.

Regueros de sangre surcaronla villa desde el Arco de SantaMaría, junto a la calle Mayor,donde comenzó la lucha a prime-ra hora de la mañana, hasta laiglesia del Buen Suceso, en Puer-ta del Sol y el Prado de los Jeró-nimos.

Densas humaredas ensom-brecieron la primaveral maña-na. Los humos surgían del par-que de Monteleón, al norte deMadrid, donde 16 artilleros almando del capitán Pedro Velar-de, de la Secretaría de la JuntaSuperior de Artillería, y un con-siderable gentío de vecinos enar-decidos, plantaron allí dos bate-rías y se hicieron fuertes. Muje-res y niños de todo Madrid seincorporaron también a la lu-cha. “¡Mosquetes y munición pa-ra todos!”, gritaba a los cuatrovientos Felisa Candela, tabaque-

ra, mientras frotaba un cuchillojamonero contra el pedernal deuna fuente de la calle de SanJosé. A su lado, su hija Micaelalloraba asustada entre sus faldo-nes. El capitán Velarde se acer-có a ellas. Cogió a la niña en susbrazos y le dijo a su madre: “Llé-vatela de aquí: ella tiene que verun día a España en libertad”. In-mediatamente, volvió junto alcañón que había mandado insta-lar a la puerta del parque.

Superadas las primeras ho-ras de sorpresa, Murat, lugarte-niente de Napoleón en Madrid ycuñado suyo, ordenó el desplie-gue de miles de infantes y fusile-ros por la ciudad. Procedían de

siete cuarteles del casco madri-leño y de otros tantos campa-mentos de la periferia, desde Ge-tafe hasta Fuencarral. Su princi-pal destino era el parque de arti-llería. “¡Zaleos, soltad a los re-yes”!, voceaba un segoviano ape-llidado Roldán desde la acera dela calle del Noviciado. A su paso

por las calles eran recibidos congraneada lluvia de piedras, mue-bles y enseres que copiosamen-te caían sobre ellos desde balco-nes y terrazas. Un hijo del gene-ral Lagrange ha muerto así, des-calabrado, en la calle del Barqui-llo.

La represión contra los paisa-nos comenzó entonces. Las ca-sas de donde procedían los obje-tos arrojadizos eran inmediata-mente asaltadas y quemadas, al-guna con sus moradores den-tro. Todo paisano detenido conarmas u objetos similares erainmediatamente fusilado. Cadadisparo encendía un nuevo chis-pazo de odio.

El fragor del combate se apo-deró de la villa, estremecida dedolor y de rabia. Las más atro-ces escenas se vivieron en tornoal cuartel donde los vecinos yun puñado de artilleros se habíaenrocado. Sus cañones dispara-ban contra los infantes y jinetesfranceses. Miles de estos afron-taron el cañoneo y se dispersa-ron dejando muchas bajas. Suslamentos surcaban las calles.“¡Ma mère, ma mère!”, gritabaun soldado agonizante a sor Pe-lagia Revut, una monja nacidafrancesa del convento de Nues-tra Señora de las Maravillasque, con alguna de sus 15 com-pañeras, más cinco hermanas,asistía en la calle a cuantos ha-bían sido abatidos.

Un marqués de Sástago, consu casaca azul de terciopelo he-cha jirones, recorría las callejaspróximas a Monteleón llaman-do a todos a la templanza y a lamisericordia. “¡Detenéos, bajadel arma, todos sois hijos deDios!, gesticulaba el anciano,que fue retirado de un empujónpor un chispero irritado. Su ges-to se vio sepultado por el de unclérigo de la iglesia de Montse-rrat que, provisto de un trabu-

co, la emprendió contra variosoficiales franceses a los que dis-paró y remató luego. Pero la lle-gada incesante de refuerzos porla calle Ancha de San Bernardohizo reagruparse a los ocupan-tes. Su cerco se hizo cada vezmás prieto.

El fuego cesó en Monteleóncuando los proyectiles de los su-blevados se acabaron. El capi-tán Velarde recibió un disparo acorta distancia que acabó consu vida. En una calle contigua,una jovencita costurera de Va-llecas, Manuela, acudió en bus-ca de su padre. Juan era panade-ro, hijo de un francés de Mialet,obispado de Clermont, pero sesentía más de Vallecas que nin-guno. Por eso le encolerizó lapresencia armada de los france-ses en Madrid. Tanto que, esamañana, se echó a la calle comoel primero. “Padre, tenga cuida-do”, le había dicho Manuela. Pe-ro ella sabía que no le haría ca-so. Y por eso le siguió. Su padreestaba en una esquina, cargan-do un trabuco con tachuelas.Manuela le ayudó a completarla carga. Tras una descarga defusilería desde un destacamen-to francés que avanzaba en sucontra, muy cerca del parque deartillería, la calle quedó desier-ta. Padre e hija habían caídocon el rostro ensangrentado.

Otros vecinos apuntan, sinembargo, que la joven Manuelafalleció tras enfrentarse con sustijeras de modista a dos solda-dos franceses que pretendíanabusar de ella cuando la chicaregresaba a su domicilio al fina-lizar su jornada en un taller decostura.

A toda prisa llegó al parquede Monteleón el correo MiguelÁlvarez, al que el infante don An-tonio de Borbón, tío del ahorarey Fernando VII, en nombre dela Junta que preside, lo enviaba

al cuartel para detener los com-bates. El intento de tregua pro-puesto duró apenas unos minu-tos. Se vino abajo por el estruen-do de un cañonazo. “¿Quién hasido?”, gritó encolerizado el capi-tán patriota Luis Daoíz. Lo dispa-ró el chispero Andrés GómezMosquera que no entendió elacercamiento de los parlamenta-rios a las fuerzas españolas queocupaban el parque.

El general Lagrange, tras elcañonazo procedente del jardíndel cuartel sitiado, vio avanzarhacia él al capitán Daoíz. El fran-cés le insultó ignominiosamen-te: ¡Traitre! ¡Cochon!, gritó. Indig-nado por la ofensa, Daoíz sacósu sable y se abalanzó en solita-rio contra el general, rodeadopor una veintena de sus hom-bres. La escolta asaeteó con susbayonetas al oficial español has-ta dejarle exánime y agonizantesobre el pavimento.

La ira se apodera entoncesde los españoles cercados en elparque. Poco a poco van siendodetenidos. El que se niega a so-meterse, es liquidado al instan-te. Un millar de cuerpos hanquedado tendidos por las callesy plazuelas aledañas. Muchos he-ridos han sido rematados en elsuelo. Los vecinos apresados enla refriega han sido escarneci-dos e insultados groseramente.“A empellones los conducen ha-cia el levante de Madrid, se creeque hacia el Buen Retiro”, decíapoco después Florencio Bustillo,riojano, profesor en el Real Jar-dín Botánico.

Los hechos habían comenza-do después de la amanecida entorno a la Puerta del Sol. Allí unavoz —se supo luego que fue la deJosé de Blas Moreno, agente deconfianza del duque del Infanta-do, mano derecha de FernandoVII— dio la alerta sobre el crimenque se perpetraba: “¡Al arma, alarma! Al infante Francisco dePaula se lo llevan a Francia!” gri-taba con denuedo. Aquello des-pertó a los madrileños que queda-ban sin comprometerse contralas tropas que se habían adueña-do de la villa.

Al infante le habían precedidopoco antes María Luisa, reina deEtruria, antes el ahora rey Fernan-do VII y su padre, desamistadosdesde la abdicación de Carlos IVtras la revuelta de Aranjuez por elsecuestro de su tan amado gene-ral de su Guardia de Corps, el ex-tremeño y valido Manuel Godoy.

Dicen que Napoleón Bonapar-te Romolino, dueño de Europa,que el próximo 15 de agosto cum-ple 39 años, ha exigido la presen-cia en Bayona del último vástagodel rey Carlos para reunir a la Co-rona hispana, dividida en frondaentre Godoy y Fernando, paracambiar la dinastía de los Borbo-nes por la suya, la de los Bonapar-te. Su poderoso ejército ocupa yamedia España con el pretexto decerrar la retaguardia a los ingle-ses en Portugal y ocuparlo. Mas elengaño ha encolerizado al pueblo.Bonaparte fue ayer desafiado porlas gentes sencillas de Madrid.Sus tropas, humilladas. Sus oficia-les, apeados a golpes de sus mon-turas y acuchillados por menestra-les y jornaleros. El orgullo del ven-cedor de Marengo veía pisoteadassus invictas águilas a manos deaparceros, costureras y picarue-los. El ardiente griterío de las ca-lles en combate, la densa humare-

da de la fusilería y el rugir de loscañones no permitían ni a la ate-morizada nobleza, ni al alto clero,ni al desarmado generalato espa-ñol, vislumbrar lo que estaba enjuego: la independencia de Espa-ña.

Si lo intuyó con instinto, mis-mo desde el alba, el vecindariomadrileño, harto de la pomposapresencia de su Serenísima Exce-lencia el lugarteniente y cuñadode Napoleón, Joachim Murat, du-que de Berg, emparejado con Ca-rolina, hermana del Emperador,y su formidable aparato militar

desplegado en la villa: un maris-cal en jefe, Moncey, con 18 genera-les franceses que, desde el 23 demarzo, rodean con sus tropas Ma-drid desde Fuencarral hasta Geta-fe. De cada diez soldados de la tro-pa francesa seis son bisoños. Ocu-pan ruidosamente varios grandesconventos, templos y cuarteles co-mo el de la plaza de la Cebada o elde San Bernardino, semiabando-nados por sus guarniciones espa-ñolas, hoy desperdigadas entreAranjuez y Andalucía o bienacuarteladas en pequeño númeroy sin munición en el Gobierno mi-litar, en la Puerta del Sol. En lasfuerzas ocupantes figuran tam-bién veteranos prusianos, irlande-ses, italianos y turco-egipcios.

Murat entró en Madrid al fren-te de sus tropas montado sobreun piafante caballo negro zaíno;el mariscal lucía un vistoso pena-cho, lustroso uniforme tachona-do con hombreras de flecos dora-dos, brocados de filigrana y cintasque le dotaban de un aspecto espe-cial: “Acollonante” susurró consorna el marqués de Campoazulentre un grupo de señores sensi-

bles al atavío y al aparato milita-res. “En el límite de lo ridículo”, aldecir de algunas señoras que levieron cruzar por la calle de Tole-do, por donde avanzaba impasi-ble.

Pese a su natural altivez, elsemblante del gran mariscal pare-cía tratar de señalar que la pre-sencia de sus soldados en Madridhabía de ser entendida como unepisodio tranquilizador, tal y co-mo algunos de sus adelantadoshabían pregonado entre los co-rros de curiosos antes de comen-zar su desfile por las calles madri-

leñas. “Viene a pacificar a la dinas-tía”, comentaba un italiano quefue visto luego conversar con unodel séquito del mariscal.

Empero, una vez que se supola magnitud de su ejército, losmadrileños más avisados empe-

zaron a sufrir la comezón de unainquietud imprecisa, aunque lle-na de malestar: 47 batallonesagrupados en 16 regimientos ads-critos a tres divisiones de Infante-ría, una de Caballería, más cincobaterías de Artillería, de quincepiezas cada una de ellas; más lallamada y temible Guardia Impe-rial. Según cifra de la administra-ción militar francesa, Murat man-da una tropa de hasta 29.988hombres.

Los franceses quedaron asen-tados en acuartelamientos del Pó-sito de Recoletos, en el Prado, en

San Nicolás y en la plaza de laCebada. El mismísimo Duque deBerg eligió para sí el palacio deGrimaldi, hasta hace bien pocohabitado por Manuel Godoy, caí-do en desgracia, lugar muy indi-cado para sus intereses como lu-garteniente del Emperador, dadala proximidad al Palacio Real.

Inmediatamente después deinstalarse los soldados francesesen los cuarteles de Madrid, el 23de marzo, comenzaron inciden-tes de distinto signo: una serie derobos unida a la actitud arrogan-te de los militares, acentuada porel mutuo desconocimiento de lalengua, más el natural pundonorde los madrileños y, sobre todo,las madrileñas, fue causa de nu-merosos conflictos. Algunos lofueron de tanta gravedad que des-de el Hospital General y del BuenSuceso se tiene hoy noticia deque hasta diez militares france-ses murieron y otros cuatro resul-taron heridos, en su mayoría, porarma blanca, hecho que subrayala dureza de las reyertas.

Los incidentes se acentuaroncuando la Intendencia de Policía

pasó a manos del Ayuntamiento,a finales del pasado marzo. A sutimorato corregidor, Pedro deMora, asistido de 32 regidores da-dos a desaparecer ante situacio-nes complicadas, le fueron enco-mendados los preparativos parael recibimiento oficial al rey Fer-nando VII. Además, le correspon-dió aposentar y avituallar a los12.000 foráneos que se instala-ron dentro de Madrid.

El hallazgo de intérpretes re-sultó ser una tarea imperiosa, ha-bida cuenta de la presencia de na-turales de Polonia, Egipto, Irlan-da, Italia, Suiza y Holanda, y deotros pueblos, entre la gente dearmas francesa. Los traductoresse hallaron en las Guardias Valo-nas del Cuartel del Conde Duque—por su tarea percibieron 22 rea-les surtidos por las arcas delAyuntamiento— pero el apremiode las demandas de los soldados,entre largas esperas y la lentitud,explicable, en su satisfacción, ge-neraba no pocos y peligrosos ma-lentendidos. “Encima nos exigíanque tuviéramos leña en nuestrascasas”, contaba anoche DamiánAcosta, getafense, al que le cayóencima el alojamiento de un sar-gento mayor de Dragones. “Unimbécil de Grenoble, que sólo co-me queso manchego”, añadía.

Crecía de manera inquietantela suspicacia de los madrileños,forzados anfitriones de una tur-ba de aquel tamaño con su impe-dimenta, pertrechos, munición,armas y costumbres considera-das generalmente impías y pocorespetuosas con los usos locales.

Madrid se hallaba, a la sazón,en los albores de la Semana San-ta y la suspicacia francesa, dadoslos continuos roces que paulati-namente se iban generando enlas calles, tabernas y comercios,llevó al cierre de numerosos tem-plos, con el consabido enfado delos fieles y el enardecimiento dela baja clerecía que, en sus sermo-nes, se hacía eco del malestar delos vecinos. “¡La impiedad ha ocu-pado la España!”, bramaba santi-guándose ante un grupo de fielesel pasado viernes Santo fray Ho-norio de la Cruz, un monje quemoraba en la iglesia Real de laVirgen de Atocha.

Aposento y abasto de los fran-ceses resultan medidas muy lesi-vas para los madrileños, habidacuenta de la estrechez de las ca-sas de los vecinos, en las que sedispuso que la mayor parte de latropa francesa se albergase. Laforzosa cohabitación no preludia-ba nada bueno: el 12 de abril, An-drés López, párroco de una igle-sia de Carabanchel, dio muerte apuñaladas a un capitán del Ejérci-to de Napoleón alojado en su ca-sa. En un primer momento, el pá-rroco se salvó de morir por la pro-tección eclesial, si bien los veci-nos de su parroquia sufrieroncrueles represalias a manos fran-cesas. El 26 de abril, Antonio Ló-pez, moledor de cacao, había apu-ñalado a un soldado francés en laplaza de Antón Martín. “Estos pí-caros venían aquí a saquear lostemplos del Dios verdadero”, adu-jo López en su favor ante el juezque trató su caso.

¿Qué va a pensar Europa, so-juzgada por Bonaparte, si mirahacia la vieja capital española?Humillar al invicto desde 1796,es posible, como Madrid ha mos-trado. También será posible, al-gún día, derrotarle.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

El plano señala los lugares de la capital donde se registraron los principales combates y la montaña del PríncipePío, escenario de los terribles fusilamientos.

Aposento y abastode los francesesresultan muylesivos a los vecinos

Los madrileñosestaban hartos de lapomposa presenciade Joachim Murat

Qué va a pensarEuropa, sojuzgadapor Bonaparte, simira hacia Madrid?

Un hijo de ungeneral francéscae muerto,descalabrado

“¡Mosquetes ymunición paratodos!”, gritabaFelisa Candela

Medio centenar depresos salieron acombatir y despuésvolvieron a la cárcel

El parque de Monteleón fue toda la mañana una prueba de heroísmo y coraje fraterno entre paisanos y artilleros. / nin y tudó

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2 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

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Viene de la página 1La política de Napoleón hacia nuestra pa-tria se ha basado en un doble desprecio:desprecio a la dinastía y desprecio a losespañoles. Las irresponsables querellasde familia entre Carlos IV y su hijo Fer-nando han propiciado el error del Empe-rador, que ha creído que bastarían lasintrigas palaciegas para someter a unpueblo. Su gravísimo error ha provocadoque España corra hoy la misma suerteque tantas otras naciones europeas, ane-gadas en sangre por la ambición del tro-no imperial de Francia.

Los madrileños se han levantado con-tra un poder extranjero que pretende im-ponernos un Gobierno y una monarquíaafín a sus intereses. El general Murat seha servido del levantamiento para llevara cabo una represión que pretende irmás allá de la pacificación de Madrid.Los muertos y heridos que han provoca-do sus tropas, en un criminal alarde defuerza contra hombres y mujeres pobre-mente armados, quiere dejar establecidomediante el terror que la suerte de Espa-ña está en manos de Francia. Ha sidoMurat quien ha fijado, pues, los trágicostérminos en los que se desarrollará estalucha, que no ha terminado sino que co-mienza en Madrid. Otras potencias, co-mo Inglaterra, saben también lo que sejuega en el interior de nuestras fronterasy se verán, tarde o temprano, llamadas aintervenir para impedir que la Franciade Napoleón decida el destino de Europa.El Tratado de Fontainebleu, por el quenuestro rey autorizó el paso de los ejérci-tos franceses en su camino hacia Portu-gal, no sólo fue una ingenuidad que per-mitió que Napoleón se instalase en Espa-ña, sino un error político que ha encade-nado nuestra patria a un juego de intere-

ses europeos en el que, dada nuestra debi-lidad y nuestro atraso, no podemos ha-blar con voz propia.

Contra la invasión francesa todos esta-mos llamados a actuar como españoles.Pero, como españoles, no debemos per-der de vista que el sentimiento indestruc-tible que nos une es el rechazo de la inva-sión, no el acuerdo sobre el régimen polí-tico que queremos para nuestra patriauna vez libre del invasor. La condena dequienes desean la reforma de España, au-mentando su libertad y su progreso, par-te de un equívoco monstruoso que tenía-mos que haber desterrado hace demasia-do tiempo, pero mucho más en circuns-tancias tan dramáticas como las actua-les. No nos hace españoles el hecho deprofesar una religión ni tampoco la defen-sa de la monarquía absoluta; nos haceespañoles el haber nacido en España ytambién el amor que le profesamos, cadacual desde nuestras creencias religiosas,cada cual desde nuestras ideas políticas.

Entre los muchos estragos que produ-ce la guerra está olvidar que la paz regre-sará algún día. Las generaciones futurasaprenderán, sin duda, a convivir en piede igualdad con Francia, y ese será sudeber, como el nuestro consiste hoy encombatirla. Pero seremos nosotros, losespañoles que hacemos esta guerra por-que nos la hacen, quienes tendremos quedecidir el futuro de nuestra patria. Todosy cada uno de nosotros habremos ganadoel derecho a ser libres. Pero habrá segura-mente quien, llegado el momento de lapaz, se atreva a afirmar que el sacrificiode los absolutistas vale más que el de losliberales, a los que insultan con el nom-bre infamante de afrancesados. Pero noserán los patriotas, sino los fanáticos,quienes harán tan viles distinciones.

La sublevación madrileña deayer, que previsiblemente ten-drá una amplia repercusión entoda España, marca un puntode inflexión en la relación conla presencia francesa en nues-tro país. No obstante, los levan-tamientos populares salpican to-do el país con una cadenciamuy irregular, del mismo modoque la ocupación de las tropasfrancesas se está produciendode una forma paulatina y con-centrada en diversos escena-rios. Los vaivenes bélicos, losalineamientos políticos y las in-tervenciones de otros países, co-mo Inglaterra y Portugal, com-plican el panorama del conflic-to.

En la actualidad, algo más de100.000 soldados franceses seencuentran desplegados, a lasórdenes del mariscal Murat, encinco frentes: Lisboa, Toledo,los alrededores de Madrid, la ru-ta vasco-castellana hacia la capi-

tal, y Barcelona. El contingentede Portugal, integrado por el Pri-mer Cuerpo de la Gironda estáal mando de Junot, mientras lazona toledana está dirigida porDupont. Entretanto, Moncey en-cabeza las fuerzas cercanas a lacapital de España, Bessieres cus-todia el camino a Madrid y, porúltimo, Duhesme se mantieneen Barcelona con las tropas delos Pirineos orientales que man-tienen una precaria comunica-ción con Francia.

De este conjunto de fuerzasmilitares napoleónicas, una ter-cera parte son veteranos delEjército regular y el resto unifor-mados menos preparados, queintegran legiones de reserva yregimientos provisionales y demarcha. Los jefes militares fran-ceses tienen previsto aumentarlos efectivos del Ejército de ocu-pación hasta alcanzar una cifracercana a los 200.000 hombresantes de la llegada del verano.Estos refuerzos significarán unarelación de 1,5 a 1 con respecto alos uniformados españoles que

agrupan a unos 100.000 en tro-pas regulares y a unos 30.000 enmilicias urbanas.

Este contingente español noincluye a las numerosas parti-das guerrilleras que están sur-giendo en muchas zonas de Es-paña. Esta irrupción guerrillera,que se ha convertido en una au-téntica revolución y que englo-ba a grupos muy heterogéneos,

está trastocando las estructurasdel Ejército español, que hastaahora ha estado mandado poraristócratas. Esta guerra de gue-rrillas ha derivado en un perma-nente hostigamiento para lastropas francesas, que tienen ór-denes de controlar sólo las ciu-dades y descuidan, por ello, los

caminos y las comunicaciones.El desgaste está resultando toda-vía mayor para los imperiales siconsideramos que la doctrinade Napoleón ordena que susejércitos financien su propiaguerra a partir de los saqueos,los robos y la incautación de bie-nes y haciendas. Esta políticaprovoca constantes enfrenta-mientos con los españoles.

No obstante, la actual supe-rioridad militar francesa no obe-dece sólo a un número mayor desoldados, sino también a la movi-lidad que permite un ejército or-ganizado en divisiones, una fór-mula muy novedosa que consis-te básicamente en grandes uni-dades autónomas que están pre-paradas para la marcha y el com-bate e integran a todas las ar-mas. Ahora bien, esa ventaja ini-cial se está diluyendo por la re-sistencia española a los desig-nios del emperador, por los reve-ses sufridos, por la crecienteoposición popular al expolio deguerra y por la necesidad france-sa de atender otros frentes.

¡Contra la invasión!Las irresponsables querellas familiares entre

Carlos IV y Fernando VII han favorecido el error

NAPOLEÓN NO puede triunfar, pero Fran-cia siempre será Francia. La aventura im-perial que está sembrando la guerra enEuropa es, sin duda, un resultado de laRevolución de 1789. Otros resultadostambién eran posibles, pero Napoleón losha frustrado en Europa con su política deinjerencia y anexiones, lo mismo que, an-tes de él, los frustró el Terror en el inte-rior de Francia.

Aunque el emperador se presente co-mo el heredero universal de la Revolu-ción de 1789, en realidad sólo lo es de surealidad más contestada, de sus mediosmás despóticos. Los ideales originariosde la Revolución han movilizado contrael antiguo régimen a los mejores espíri-tus europeos, y acabarán por dar frutoalgún día. Pero para eso será necesariohaber derrotado a Napoleón y separarsus ambiciones belicosas de los noblesideales que ha enarbolado como excusa.Es un contrasentido que Francia preten-da sojuzgar a otras naciones en nombrede la libertad, la igualdad y la fraterni-

dad. Y si lo hace es porque, previamente,Napoleón ha tenido que privar de esosmismos ideales a los franceses, erigiéndo-se en gobernante incontestado.

Es necesario que la paz vuelva a rei-nar en Europa y, para ello, las grandespotencias tienen que alcanzar un acuer-do para convivir civilizadamente, cadacual dentro de sus propias fronteras. Na-poleón se ha convertido en el principalobstáculo, porque no se conforma conllevar a la práctica su proyecto políticoen Francia y sueña con extenderlo portodo el continente, para mayor gloriasuya. Pero la derrota de Napoleón Bona-parte no puede servir de coartada parasojuzgar a Francia, como tampoco pue-de convertirse en la excusa para reafir-mar los principios caducos del antiguorégimen.

Los extravíos internacionales de Napo-león no dan la razón a los absolutistas,entre otras razones porque él se ha con-vertido en el más absoluto de los monar-cas europeos.

El gobernador autorizó ayerque un niño de cuatro años, mi-tad blanco y mitad negro, pue-da ser exhibido con el fin derecaudar fondos para liberar asu padre, cautivo. El infante,de cuatro años, tiene cara, piesy brazos de color blanco, y elresto del cuerpo es negro co-mo el carbón; a modo de pelomuestra unas cerdas rubiasiguales que las de los cochinos.La entrada a la casa donde mo-ra cuesta un real de a vellón.

Ésta era la noticia más cu-riosa ayer en Cádiz, aunqueotros acontecimientos más re-levantes ocuparon la atenciónde los gaditanos. En los cen-tros de reunión, como el caféApolo, se comentaban las últi-mas medidas tomadas por losgobiernos del continente con-tra el comercio inglés.

Los ingleses, cuya flota aúnbloquea la bahía gaditana, vana tener serias dificultades paraproveerse de cuantas materiasprimas necesitan para su desa-rrollo. El joven escritor gadita-no Antonio Alcalá Galiano co-mentaba que a los ingleses lesfaltarán, además de nuestrosvinos, materias primas funda-mentales para su desarrollo: li-no, cáñamo, lana merina, ma-deras de construcción, betu-nes, cochinillas…

De ahí derivó la conversa-ción hacia la abundante pre-sencia de tropas extranjerasen Cádiz. Ayer se hallaban pre-sentes en la bahía tres flotas: laespañola y la francesa, mezcla-das y en buena armonía, y lainglesa, bloqueando la entradaa puerto.

Hay, además, cuatro regi-mientos de infantería, aunqueel capitán general de Andalu-cia, don Francisco Solano, sehalla estos días ausente de Cá-diz, ocupado en la campañaportuguesa. A los miles de ma-rinos y soldados se suman los60.000 civiles. Algo menos queen el pasado siglo, el más glo-rioso para Cádiz, cuando el co-mercio con las Indias pasabaen casi su totalidad por nues-tro puerto y llegaban mil bar-cos al año. Pero la decadenciade la ciudad no se produjo por-que acabara el monopolio delcomercio con las Indias, sinopor las guerras con Inglaterra.A pesar de todo, sobrevivenmuestras del antiguo esplen-dor. Ayer estaban amarradosen los muelles casi un cente-nar de navíos con destinos tandispares como La Habana, Car-tagena de Indias, Portobelo,Santiago de Cuba, Montevideo,Buenos Aires, Estados Unidosy varios países europeos.

Esta masiva presencia deextranjeros hace de Cádiz unaciudad abierta. Hay muchosilustrados que ven en Franciael progreso y el desarrollo,frente al oscurantismo de Car-los IV, al que consideraban “dé-bil y necio”.

Se extiende la rebeliónLos combates en Madrid alientan la lucha contra los 100.000 ocupantes franceses

Sojuzgar en nombre de lalibertad y la igualdad

Avanzada la noche deldía 17 de marzo de 1808,la plebe enfurecida deun pequeño pueblo ma-drileño, Aranjuez, seechó a la calle y saqueólas casas del hombremás poderoso del país,Manuel Godoy, y sushombres más cercanos.Los hombres y mujeresgritaban pidiendo lamuerte del valido del reyy aclamaban a su hijoFernando, príncipe deAsturias. A la indigna-ción que mostraba el po-pulacho contra sus diri-gentes se sumó la tropaacantonada para la de-fensa del real sitio. Trassu ira se escondía la deuna nobleza alarmadapor la presencia de lastropas francesas queatravesaban el país conel objetivo teórico deocupar Portugal. Esosnobles ven que el objeti-vo real de los ejércitosde Napoleón es apropiar-se del país y secuestrar ala familia real.

En 1808, España escualquier cosa menosun Estado. Los cam-pos de casi todo elpaís, donde los campe-sinos perecen de ham-bre y epidemias, sonterritorio libre paralos bandoleros; el co-mercio con Américalanguidece de formaescandalosa debido albloqueo naval británi-co; en México, en Cu-ba, en los Andes, sefraguan revueltas con-tra el poder de la me-trópoli.

Gobernaba Manuel deGodoy, presunto amantede la reina María Luisa,mujer de Carlos IV. Le lla-man sus partidarios ElPríncipe de la Paz. Y seha ganado a pulso unatriste fama de hombreineficaz y de ambicióndesmedida. Sus mayoresméritos consisten en ha-berse hecho con los favo-res del rey cornudo. Elresto de sus actos carecede toda gloria. Su nefastaacción de gobierno habíallegado a la culminaciónen la aventura de haber-se aliado con Francia pa-ra combatir a Inglaterra,lo que se concretó en laderrota de Trafalgar, queacabó para siempre conla potencia marítima es-pañola.

Godoy, apaleado y hu-millado, no fue la únicavíctima. Su ministro deHacienda fue linchadopor campesinos airadosen La Mancha. Y el pro-pio Carlos IV tuvo que ab-dicar en su hijo cuandoel motín se extendió aMadrid y fue apoyadoallí por el ejército.

En tres días, el pue-blo sublevado acabó conun reinado corrupto eineficaz y consiguió quereinara un joven Fer-nando, que debía haberllevado al país a una nue-va etapa de buen gobier-no y de independenciade los deseos imperialesde Napoleón.

Las tropas francesasal mando del mariscalMurat, que pronto se re-velaron como un ejérci-to de ocupación, se en-contraron pronto conun pueblo que les miracon desconfianza y hos-tilidad abierta. Su ge-nial líder, repleto debuenos propósitos ilus-trados, había cometidoel error de querer impo-ner las ideas de la Revo-lución de 1789 por lafuerza.

Un mes y medio des-pués de los hechos deAranjuez, el 2 de mayo,Madrid se ha vuelto a su-blevar para impedir queel hijo menor de CarlosIV fuera raptado por losfranceses.

El 17 de marzo se en-carnó la paradoja deque el pueblo cambióla política sin ser invi-tado, pero, al contra-rio que en París, noluchó por su libertad,sino para salvar a surey absoluto. Fue ungesto patriótico, desoberanía, que aunóa los absolutistas conmuchos liberales. Pe-ro en Aranjuez seabrió una época nue-va: se demostró quela plebe podía cam-biar las cosas.

La flota inglesabloquea laentrada alpuerto de Cádiz

Napoleón, victorioso tras derrotar en la batalla de Austerlitz a las tropas rusas y austriacas en diciembre de 1805. / óleo de François gérard

A mediados de enero llegó al puer-to de Veracruz un bergantín conpliegos del Consejo de Indias, elministerio de colonias america-nas, y con noticias que alarmarona los españoles y criollos contra-rios a las concesiones españolas aNapoleón Bonaparte, preocupa-dos por el progresivo afrancesa-miento del gobierno realista. Losinformes difundidos en Nueva Es-paña decían que el 18 de octubredel pasado año una división fran-cesa, a las órdenes del general De-laborde, había cruzado los Piri-neos, rumbo a Portugal, en cum-plimiento de la alianza con París.

El despliegue galo en la penín-sula refuerza las ambiciones degente como los mantuanos SimónBolívar o José Félix Ribas, empe-ñados, desde Caracas, en agrupara las provincias de ultramar y ha-cerlas independientes aunque seaa costa de una guerra. Todos ellosinvocan las ideas liberales del mo-vimiento de independencia de lastrece colonias de Norteamérica yleyeron a fondo a los ilustrados dela revolución francesa. Otros gru-pos ilustrados, aristocráticos o adi-nerados del virreinato de NuevaEspaña y Nueva Granada, y en lascapitanías de Cuba y Puerto Ricopermanecen expectantes, cele-bran actos de afirmación patrióti-

ca, maldicen a Manuel Godoy oporfían sobre sus negocios o eldestino de las rentas indianas an-te una eventual dominación deFrancia sobre España.

Las noticias sobre lo que pue-da ocurrir en la metrópoli no sondel todo claras porque los barcoscon información fiable tardan enllegar entre dos y cinco meses.Las cosas, a veces, se deforman yalgunos clérigos ya anticipan eladvenimiento de una España, un-gida a Francia, atea y libertina. Laderrota de Trafalgar, hace tresaños, en la que Madrid y París per-dieron su flota de guerra frente alos ingleses, explica en buena me-dida la actual agitación social y

política, españolista, autonomistao secesionista, en Indias. Es asíporque el desastre naval tuvo con-secuencias graves. La alianza his-pano-francesa de 1800 resulta bas-tante perniciosa, a ojos de mu-chos españoles y criollos. Inglate-rra, crecida, atacó el flanco ameri-cano del imperio español.

A los indios y mulatos, el cursode los acontecimientos no parecepreocuparles en demasía, pueslas decisiones sobre su futuro ape-nas les pertenecen. No es así en elcaso de los nobles y los españolesy sus hijos nacidos en América,los criollos, que cuidan cuantio-sas fortunas e intereses comercia-les en las colonias.

Levantamiento contra las tropas francesas Levantamiento contra las tropas francesas

El motín de Aranjuezabrió una nueva era

FORGES

ROMÁN OROZCO, Cádiz

MIGUEL ÁNGEL VILLENAMadrid

Vientos independentistas en ultramarSimón Bolívar y José Félix Ribas alientan movilizaciones desde Caracas

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México

Las tropas deNapoleón se centranen controlarlas ciudades

JORGE M. REVERTE

Manuel Godoy. / enrius

6 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

La sangre y la gloria galoparonayer juntas por las calles de Ma-drid. El pueblo llano se alzó enarmas contra Napoleón. Airadopor los alardes de un ejército ex-tranjero de 30.000 hombres queocupa la ciudad y sus arrabalesdesde hace mes y medio, el ve-cindario se echó a la calle condeterminación y coraje. “¡Caste-llanos, alzáos contra el tirano!”gritaban los chisperos que vocea-ban en los portales para reunirimprovisadas tropas. Apenas ar-madas de palos, navajas y cuchi-llos, las partidas que iban agru-pándose detrás de los más arro-jados pugnaban desesperada-mente por truncar a golpes eldesignio imperial de ocupar alcompleto la capital y enseñorear-se por el territorio español. Elvecindario madrileño consiguióevitarlo: durante unas horas.

La premeditada ocupaciónmilitar de Madrid por los solda-dos franceses se detuvo brusca-mente. “¡Adelante, adelante!”, seoía gritar a los ancianos que asíse dirigían a los jóvenes enarde-cidos que surcaban las calles enbusca de armas. “¡Al arsenal deMonteléon!”, vociferaban es-truendosamente.

La poderosa máquina militarfrancesa instalada en la villa ytendida en torno a la ciudad des-de Getafe hasta Fuencarral y elRetiro, enmudeció paralizadapor la sorpresa. La ferocidad sepropagó por las calles. Con ra-biosas embestidas, hasta quincepartidas de vecinos desplegadaspor otros tantos barrios de la ciu-dad, la emprendieron contra losinvasores, enviados velozmenteal centro de Madrid para sofo-car el levantamiento.

Carniceros, guarnicioneros yempleados del matadero, cuchi-llo en mano, desjarretaban laspatas de los caballos de los pom-

posos dragones de la Empera-triz, cuerpo a tierra los destripa-ron y apearon imperiosamentea los jinetes sobre el suelo y allílos degollaron. Igual suerte co-rrieron los temibles mamelu-cos, turcos egipcianos de salva-jes costumbres. Con sus afiladosalfanges, que blandían con admi-rable destreza, no consiguieronfrenar la marea humana que seprecipitaba sobre ellos hastadarles muerte.

Hasta 56 reclusos que cum-plen penas en la cárcel de la Vi-lla también se ofrecieron a pe-lear. Dos desaparecieron, otrofue declarado prófugo y hasta 51regresaron horas después a suencierro tras luchar bravamen-te. Pero Francisco Pico no vol-vió. Había peleado con rabia algrito de “¡Libertad, muera Fran-cia!”. Con sus grandes manosdescabalgó a un enemigo frentea la iglesia de San Sebastián, enAtocha, pero recibió el aceromortífero del feroz coraceroque le atravesó la garganta.

Regueros de sangre surcaronla villa desde el Arco de SantaMaría, junto a la calle Mayor,donde comenzó la lucha a prime-ra hora de la mañana, hasta laiglesia del Buen Suceso, en Puer-ta del Sol y el Prado de los Jeró-nimos.

Densas humaredas ensom-brecieron la primaveral maña-na. Los humos surgían del par-que de Monteleón, al norte deMadrid, donde 16 artilleros almando del capitán Pedro Velar-de, de la Secretaría de la JuntaSuperior de Artillería, y un con-siderable gentío de vecinos enar-decidos, plantaron allí dos bate-rías y se hicieron fuertes. Muje-res y niños de todo Madrid seincorporaron también a la lu-cha. “¡Mosquetes y munición pa-ra todos!”, gritaba a los cuatrovientos Felisa Candela, tabaque-

ra, mientras frotaba un cuchillojamonero contra el pedernal deuna fuente de la calle de SanJosé. A su lado, su hija Micaelalloraba asustada entre sus faldo-nes. El capitán Velarde se acer-có a ellas. Cogió a la niña en susbrazos y le dijo a su madre: “Llé-vatela de aquí: ella tiene que verun día a España en libertad”. In-mediatamente, volvió junto alcañón que había mandado insta-lar a la puerta del parque.

Superadas las primeras ho-ras de sorpresa, Murat, lugarte-niente de Napoleón en Madrid ycuñado suyo, ordenó el desplie-gue de miles de infantes y fusile-ros por la ciudad. Procedían de

siete cuarteles del casco madri-leño y de otros tantos campa-mentos de la periferia, desde Ge-tafe hasta Fuencarral. Su princi-pal destino era el parque de arti-llería. “¡Zaleos, soltad a los re-yes”!, voceaba un segoviano ape-llidado Roldán desde la acera dela calle del Noviciado. A su paso

por las calles eran recibidos congraneada lluvia de piedras, mue-bles y enseres que copiosamen-te caían sobre ellos desde balco-nes y terrazas. Un hijo del gene-ral Lagrange ha muerto así, des-calabrado, en la calle del Barqui-llo.

La represión contra los paisa-nos comenzó entonces. Las ca-sas de donde procedían los obje-tos arrojadizos eran inmediata-mente asaltadas y quemadas, al-guna con sus moradores den-tro. Todo paisano detenido conarmas u objetos similares erainmediatamente fusilado. Cadadisparo encendía un nuevo chis-pazo de odio.

El fragor del combate se apo-deró de la villa, estremecida dedolor y de rabia. Las más atro-ces escenas se vivieron en tornoal cuartel donde los vecinos yun puñado de artilleros se habíaenrocado. Sus cañones dispara-ban contra los infantes y jinetesfranceses. Miles de estos afron-taron el cañoneo y se dispersa-ron dejando muchas bajas. Suslamentos surcaban las calles.“¡Ma mère, ma mère!”, gritabaun soldado agonizante a sor Pe-lagia Revut, una monja nacidafrancesa del convento de Nues-tra Señora de las Maravillasque, con alguna de sus 15 com-pañeras, más cinco hermanas,asistía en la calle a cuantos ha-bían sido abatidos.

Un marqués de Sástago, consu casaca azul de terciopelo he-cha jirones, recorría las callejaspróximas a Monteleón llaman-do a todos a la templanza y a lamisericordia. “¡Detenéos, bajadel arma, todos sois hijos deDios!, gesticulaba el anciano,que fue retirado de un empujónpor un chispero irritado. Su ges-to se vio sepultado por el de unclérigo de la iglesia de Montse-rrat que, provisto de un trabu-

co, la emprendió contra variosoficiales franceses a los que dis-paró y remató luego. Pero la lle-gada incesante de refuerzos porla calle Ancha de San Bernardohizo reagruparse a los ocupan-tes. Su cerco se hizo cada vezmás prieto.

El fuego cesó en Monteleóncuando los proyectiles de los su-blevados se acabaron. El capi-tán Velarde recibió un disparo acorta distancia que acabó consu vida. En una calle contigua,una jovencita costurera de Va-llecas, Manuela, acudió en bus-ca de su padre. Juan era panade-ro, hijo de un francés de Mialet,obispado de Clermont, pero sesentía más de Vallecas que nin-guno. Por eso le encolerizó lapresencia armada de los france-ses en Madrid. Tanto que, esamañana, se echó a la calle comoel primero. “Padre, tenga cuida-do”, le había dicho Manuela. Pe-ro ella sabía que no le haría ca-so. Y por eso le siguió. Su padreestaba en una esquina, cargan-do un trabuco con tachuelas.Manuela le ayudó a completarla carga. Tras una descarga defusilería desde un destacamen-to francés que avanzaba en sucontra, muy cerca del parque deartillería, la calle quedó desier-ta. Padre e hija habían caídocon el rostro ensangrentado.

Otros vecinos apuntan, sinembargo, que la joven Manuelafalleció tras enfrentarse con sustijeras de modista a dos solda-dos franceses que pretendíanabusar de ella cuando la chicaregresaba a su domicilio al fina-lizar su jornada en un taller decostura.

A toda prisa llegó al parquede Monteleón el correo MiguelÁlvarez, al que el infante don An-tonio de Borbón, tío del ahorarey Fernando VII, en nombre dela Junta que preside, lo enviaba

al cuartel para detener los com-bates. El intento de tregua pro-puesto duró apenas unos minu-tos. Se vino abajo por el estruen-do de un cañonazo. “¿Quién hasido?”, gritó encolerizado el capi-tán patriota Luis Daoíz. Lo dispa-ró el chispero Andrés GómezMosquera que no entendió elacercamiento de los parlamenta-rios a las fuerzas españolas queocupaban el parque.

El general Lagrange, tras elcañonazo procedente del jardíndel cuartel sitiado, vio avanzarhacia él al capitán Daoíz. El fran-cés le insultó ignominiosamen-te: ¡Traitre! ¡Cochon!, gritó. Indig-nado por la ofensa, Daoíz sacósu sable y se abalanzó en solita-rio contra el general, rodeadopor una veintena de sus hom-bres. La escolta asaeteó con susbayonetas al oficial español has-ta dejarle exánime y agonizantesobre el pavimento.

La ira se apodera entoncesde los españoles cercados en elparque. Poco a poco van siendodetenidos. El que se niega a so-meterse, es liquidado al instan-te. Un millar de cuerpos hanquedado tendidos por las callesy plazuelas aledañas. Muchos he-ridos han sido rematados en elsuelo. Los vecinos apresados enla refriega han sido escarneci-dos e insultados groseramente.“A empellones los conducen ha-cia el levante de Madrid, se creeque hacia el Buen Retiro”, decíapoco después Florencio Bustillo,riojano, profesor en el Real Jar-dín Botánico.

Los hechos habían comenza-do después de la amanecida entorno a la Puerta del Sol. Allí unavoz —se supo luego que fue la deJosé de Blas Moreno, agente deconfianza del duque del Infanta-do, mano derecha de FernandoVII— dio la alerta sobre el crimenque se perpetraba: “¡Al arma, alarma! Al infante Francisco dePaula se lo llevan a Francia!” gri-taba con denuedo. Aquello des-pertó a los madrileños que queda-ban sin comprometerse contralas tropas que se habían adueña-do de la villa.

Al infante le habían precedidopoco antes María Luisa, reina deEtruria, antes el ahora rey Fernan-do VII y su padre, desamistadosdesde la abdicación de Carlos IVtras la revuelta de Aranjuez por elsecuestro de su tan amado gene-ral de su Guardia de Corps, el ex-tremeño y valido Manuel Godoy.

Dicen que Napoleón Bonapar-te Romolino, dueño de Europa,que el próximo 15 de agosto cum-ple 39 años, ha exigido la presen-cia en Bayona del último vástagodel rey Carlos para reunir a la Co-rona hispana, dividida en frondaentre Godoy y Fernando, paracambiar la dinastía de los Borbo-nes por la suya, la de los Bonapar-te. Su poderoso ejército ocupa yamedia España con el pretexto decerrar la retaguardia a los ingle-ses en Portugal y ocuparlo. Mas elengaño ha encolerizado al pueblo.Bonaparte fue ayer desafiado porlas gentes sencillas de Madrid.Sus tropas, humilladas. Sus oficia-les, apeados a golpes de sus mon-turas y acuchillados por menestra-les y jornaleros. El orgullo del ven-cedor de Marengo veía pisoteadassus invictas águilas a manos deaparceros, costureras y picarue-los. El ardiente griterío de las ca-lles en combate, la densa humare-

da de la fusilería y el rugir de loscañones no permitían ni a la ate-morizada nobleza, ni al alto clero,ni al desarmado generalato espa-ñol, vislumbrar lo que estaba enjuego: la independencia de Espa-ña.

Si lo intuyó con instinto, mis-mo desde el alba, el vecindariomadrileño, harto de la pomposapresencia de su Serenísima Exce-lencia el lugarteniente y cuñadode Napoleón, Joachim Murat, du-que de Berg, emparejado con Ca-rolina, hermana del Emperador,y su formidable aparato militar

desplegado en la villa: un maris-cal en jefe, Moncey, con 18 genera-les franceses que, desde el 23 demarzo, rodean con sus tropas Ma-drid desde Fuencarral hasta Geta-fe. De cada diez soldados de la tro-pa francesa seis son bisoños. Ocu-pan ruidosamente varios grandesconventos, templos y cuarteles co-mo el de la plaza de la Cebada o elde San Bernardino, semiabando-nados por sus guarniciones espa-ñolas, hoy desperdigadas entreAranjuez y Andalucía o bienacuarteladas en pequeño númeroy sin munición en el Gobierno mi-litar, en la Puerta del Sol. En lasfuerzas ocupantes figuran tam-bién veteranos prusianos, irlande-ses, italianos y turco-egipcios.

Murat entró en Madrid al fren-te de sus tropas montado sobreun piafante caballo negro zaíno;el mariscal lucía un vistoso pena-cho, lustroso uniforme tachona-do con hombreras de flecos dora-dos, brocados de filigrana y cintasque le dotaban de un aspecto espe-cial: “Acollonante” susurró consorna el marqués de Campoazulentre un grupo de señores sensi-

bles al atavío y al aparato milita-res. “En el límite de lo ridículo”, aldecir de algunas señoras que levieron cruzar por la calle de Tole-do, por donde avanzaba impasi-ble.

Pese a su natural altivez, elsemblante del gran mariscal pare-cía tratar de señalar que la pre-sencia de sus soldados en Madridhabía de ser entendida como unepisodio tranquilizador, tal y co-mo algunos de sus adelantadoshabían pregonado entre los co-rros de curiosos antes de comen-zar su desfile por las calles madri-

leñas. “Viene a pacificar a la dinas-tía”, comentaba un italiano quefue visto luego conversar con unodel séquito del mariscal.

Empero, una vez que se supola magnitud de su ejército, losmadrileños más avisados empe-

zaron a sufrir la comezón de unainquietud imprecisa, aunque lle-na de malestar: 47 batallonesagrupados en 16 regimientos ads-critos a tres divisiones de Infante-ría, una de Caballería, más cincobaterías de Artillería, de quincepiezas cada una de ellas; más lallamada y temible Guardia Impe-rial. Según cifra de la administra-ción militar francesa, Murat man-da una tropa de hasta 29.988hombres.

Los franceses quedaron asen-tados en acuartelamientos del Pó-sito de Recoletos, en el Prado, en

San Nicolás y en la plaza de laCebada. El mismísimo Duque deBerg eligió para sí el palacio deGrimaldi, hasta hace bien pocohabitado por Manuel Godoy, caí-do en desgracia, lugar muy indi-cado para sus intereses como lu-garteniente del Emperador, dadala proximidad al Palacio Real.

Inmediatamente después deinstalarse los soldados francesesen los cuarteles de Madrid, el 23de marzo, comenzaron inciden-tes de distinto signo: una serie derobos unida a la actitud arrogan-te de los militares, acentuada porel mutuo desconocimiento de lalengua, más el natural pundonorde los madrileños y, sobre todo,las madrileñas, fue causa de nu-merosos conflictos. Algunos lofueron de tanta gravedad que des-de el Hospital General y del BuenSuceso se tiene hoy noticia deque hasta diez militares france-ses murieron y otros cuatro resul-taron heridos, en su mayoría, porarma blanca, hecho que subrayala dureza de las reyertas.

Los incidentes se acentuaroncuando la Intendencia de Policía

pasó a manos del Ayuntamiento,a finales del pasado marzo. A sutimorato corregidor, Pedro deMora, asistido de 32 regidores da-dos a desaparecer ante situacio-nes complicadas, le fueron enco-mendados los preparativos parael recibimiento oficial al rey Fer-nando VII. Además, le correspon-dió aposentar y avituallar a los12.000 foráneos que se instala-ron dentro de Madrid.

El hallazgo de intérpretes re-sultó ser una tarea imperiosa, ha-bida cuenta de la presencia de na-turales de Polonia, Egipto, Irlan-da, Italia, Suiza y Holanda, y deotros pueblos, entre la gente dearmas francesa. Los traductoresse hallaron en las Guardias Valo-nas del Cuartel del Conde Duque—por su tarea percibieron 22 rea-les surtidos por las arcas delAyuntamiento— pero el apremiode las demandas de los soldados,entre largas esperas y la lentitud,explicable, en su satisfacción, ge-neraba no pocos y peligrosos ma-lentendidos. “Encima nos exigíanque tuviéramos leña en nuestrascasas”, contaba anoche DamiánAcosta, getafense, al que le cayóencima el alojamiento de un sar-gento mayor de Dragones. “Unimbécil de Grenoble, que sólo co-me queso manchego”, añadía.

Crecía de manera inquietantela suspicacia de los madrileños,forzados anfitriones de una tur-ba de aquel tamaño con su impe-dimenta, pertrechos, munición,armas y costumbres considera-das generalmente impías y pocorespetuosas con los usos locales.

Madrid se hallaba, a la sazón,en los albores de la Semana San-ta y la suspicacia francesa, dadoslos continuos roces que paulati-namente se iban generando enlas calles, tabernas y comercios,llevó al cierre de numerosos tem-plos, con el consabido enfado delos fieles y el enardecimiento dela baja clerecía que, en sus sermo-nes, se hacía eco del malestar delos vecinos. “¡La impiedad ha ocu-pado la España!”, bramaba santi-guándose ante un grupo de fielesel pasado viernes Santo fray Ho-norio de la Cruz, un monje quemoraba en la iglesia Real de laVirgen de Atocha.

Aposento y abasto de los fran-ceses resultan medidas muy lesi-vas para los madrileños, habidacuenta de la estrechez de las ca-sas de los vecinos, en las que sedispuso que la mayor parte de latropa francesa se albergase. Laforzosa cohabitación no preludia-ba nada bueno: el 12 de abril, An-drés López, párroco de una igle-sia de Carabanchel, dio muerte apuñaladas a un capitán del Ejérci-to de Napoleón alojado en su ca-sa. En un primer momento, el pá-rroco se salvó de morir por la pro-tección eclesial, si bien los veci-nos de su parroquia sufrieroncrueles represalias a manos fran-cesas. El 26 de abril, Antonio Ló-pez, moledor de cacao, había apu-ñalado a un soldado francés en laplaza de Antón Martín. “Estos pí-caros venían aquí a saquear lostemplos del Dios verdadero”, adu-jo López en su favor ante el juezque trató su caso.

¿Qué va a pensar Europa, so-juzgada por Bonaparte, si mirahacia la vieja capital española?Humillar al invicto desde 1796,es posible, como Madrid ha mos-trado. También será posible, al-gún día, derrotarle.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

El plano señala los lugares de la capital donde se registraron los principales combates y la montaña del PríncipePío, escenario de los terribles fusilamientos.

Aposento y abastode los francesesresultan muylesivos a los vecinos

Los madrileñosestaban hartos de lapomposa presenciade Joachim Murat

Qué va a pensarEuropa, sojuzgadapor Bonaparte, simira hacia Madrid?

Un hijo de ungeneral francéscae muerto,descalabrado

“¡Mosquetes ymunición paratodos!”, gritabaFelisa Candela

Medio centenar depresos salieron acombatir y despuésvolvieron a la cárcel

El parque de Monteleón fue toda la mañana una prueba de heroísmo y coraje fraterno entre paisanos y artilleros. / nin y tudó

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EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 3

Page 4: 3 de Mayo de 1808

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Los militares españoles destina-dos en Madrid, unos 4.000 infan-tes y menos de 2.000 jinetes, te-nían órdenes de la Junta de Go-bierno de permanecer alerta ensus puestos con las armas des-cargadas y evitar cualquier re-friega con los franceses. La jun-ta había prohibido cualquier en-frentamiento. Pero un pequeñogrupo de soldados sintió la res-ponsabilidad de ponerse de ladodel pueblo:

LUIS DAOÍZ

El capitán de artillería

Luis Daoíz, sevillano de 41 años,murió ayer a consecuencia delas heridas provocadas por lasestocadas de sables y bayonetasque la soldadesca francesa le in-fligió ayer en la defensa del par-que de Artillería de Monteleón.Daoíz luchó con valentía duran-te tres horas contra las tropasdel general Lagrange para defen-der el acuartelamiento, situadoen la calle de San Bernardo. Sie-te soldados franceses le dieronmuerte cuando estaba malheri-do y con una bala alojada en lacadera. El oficial fue enterradoen secreto en la iglesia de SanMartín, junto a su compañero

Pedro Velarde. Al comenzar eldía, Daoíz estaba destinado, jun-to con una docena de soldadosespañoles, al parque de Artille-ría, que estaba controlado porun destacamento de 80 soldadosfranceses.

Daoíz, de baja estatura, tezmorena y grandes ojos, tenía ca-rácter reflexivo y templado.

El oficial dudó hasta el últi-mo instante si batirse contra losfranceses o acatar las órdenesde la Junta de Gobierno, pero supatriotismo, al ver cómo los sol-dados galos trataban sin compa-sión al pueblo madrileño, incli-nó la balanza. El capitán teníauna vasta formación militar, am-plios conocimientos en matemá-ticas, y grandes dotes tácticas.Su disposición de los cañonesen la puerta del parque de Arti-llería fue decisiva para contenerdurante más de tres horas a lastropas francesas. Podía hablarlatín, inglés y francés, aprendi-do durante su cautiverio en Tou-louse tras la guerra del Rosellóny durante sus años de forma-ción en un colegio jesuita en Se-villa. Daoíz estaba a punto decasarse con una joven de la no-bleza de Utrera. La mujer se haretirado a un convento descon-solada por la pérdida de su pro-metido.

PEDRO VELARDE

Capitán de artillería

El capitán de artillería Pedro Ve-larde, 28 años, murió de un bala-zo a bocajarro en el pecho mien-tras defendía el cuartel de Mon-teleón. Velarde, experto en arti-llería, era capaz de calcular aqué velocidad vuelan las balas.Las que matan y las que pasande largo, pero no pudo calcular

la trayectoria de la que acabócon su vida. Un oficial polaco dela guardia noble del Ejército na-poleónico le disparó con una pis-tola. Velarde estaba destinadoen el Estado Mayor de Madrid.

Pero ayer, cuando este cán-tabro escuchó los primeros dis-paros de las tropas francesascontra el pueblo, sintió cómo lehervía la sangre. “Es preciso ba-tirnos; es preciso morir; vamosa batirnos con los franceses”,aseguran unos testigos que co-mentó antes de dirigirse, contan sólo 37 hombres, al parquede Artillería para dar armas alpueblo. Allí se topó con el desta-camento francés que controlabael cuartel y que triplicaba en nú-mero a sus seguidores. Velarde

logró neutralizarlo sin siquieradesenvainar su sable. De espíri-tu ardiente, Velarde distribuyóeficazmente por el cuartel a losdos centenares de paisanos quehabían ido a Monteleón a lucharcontra los franceses. El capitáncayó fulminantemente en lapuerta del cuartel donde resis-tía el embate de los franceses.Su cuerpo sin vida fue envueltoen una lona de una tienda decampaña y trasladado a la igle-sia de San Martín.

JACINTO RUIZ

Teniente

El teniente Jacinto Ruiz Mendo-za (Ceuta, 16 de agosto de 1779)resultó herido muy grave ayerdurante el enfrentamiento queencabezaron los capitanes Daoízy Velarde en el acuartelamientode Artillería. Ruiz comenzó malel día; se encontraba indispuestoy sólo los graves altercados lo lle-varon a levantarse de la cama eincorporarse a su puesto en latercera compañía de Volunta-rios del Estado del capitán Goi-coechea. El teniente entró en elparque de Artillería junto a Ve-larde, a las órdenes de éste obli-gó al destacamento galo que con-trolaba el acuartelamiento a de-poner las armas. Al deponer lasarmas las tropas francesas, Ruizretiró los mosquetes y pistolas ala soldadesca y las repartió entreel pueblo que acudía dispuesto adesafiar a los franceses. El te-niente quedó a cargo de la custo-dia de los soldados de Murat.

Durante la resistencia, el te-niente recibió un balazo en elbrazo izquierdo mientras diri-gía un cañón contra las tropasfrancesas. En una segunda re-friega fue herido por un disparode mosquetón que le entró porla espalda y le salió por el pecho.Algunas fuentes aseguran quellegó a su casa y que es atendidopor el doctor José Rives.

Las revueltas ocurridas ayer tiñe-ron las calles de Madrid de rojo.La sangrienta jornada en la quemiles de ciudadanos se rebela-ron de forma espontánea contrala ocupación francesa acabó concentenares de ciudadanos muer-tos y fusilados. Otros tantos solda-dos franceses fueron asesinadoscon cuchillos, tijeras y otras ar-mas improvisadas por la multi-tud que se levantó contra las tro-pas del general Joaquín Murat.

Los altercados comenzaronen las proximidades de la calleMayor, donde grupos de mano-los y chisperos se revolvían con-tra los galos. Personas de todaslas procedencias, costureras, pa-naderos, herreros, labradores ycuras, participaron en la refriegaque se fue extendiendo por lascallejuelas de la capital, el pala-cio Real, Sol, la Cebada, el Rastroo la Puerta de Toledo. Mujeres yniños desempeñaron un papelimportante en el levantamientode ayer. Uno de los combatesmás crueles se produjo en el par-que de Artillería de Monteleón,en la calle de San Bernardo. Trashoras de lucha despiadada se im-pusieron los franceses por núme-ro a la valentía de los paisanos.Muchos fueron represaliadospor la noche cuando las tropasfrancesas cortaron la revuelta.Cualquier ciudadano que porta-se algún arma o instrumento sus-ceptible de matar era fusilado enel acto. Los personajes civilesmás destacados de la jornada fue-ron:

CLARA DEL REY

Una madre combativa

¡Morir matando...!, ¡No más escla-vos!”, cuentan algunos testigosque gritaba ayer junto a los caño-nes del parque de Artillería deMonteleón la vallisoletana Claradel Rey. “¡Viva Fernando VII!.. ¡Vi-va España!”, dicen que aclamaba.Allí estaba ella, al pie del cañón,junto a su marido, Manuel Gon-zález Blanco, sastre de profesióny con un establecimiento en lacalle de Toledo, y tres de sus cin-co hijos: Juan, Ceferino y Estanis-lao. A sus 42 años, Clara del Reyeligió su bando a conciencia: “¡LaPatria está en peligro!”, jaleaba alos artilleros esta vallisoletana, laoctava de diez hermanos, que lle-gó a Madrid huyendo del ham-bre y las malas cosechas. Segúnunas vecinas, Clara del Rey salióde su casa en busca de su maridoy sus hijos al enterarse del levan-tamiento popular contra la solda-desca napoleónica.

La refriega fue larga y encar-nizada para Clara del Rey, hastaque el casco de una bala de ca-ñón impactó en su frente causán-dole la muerte. Según unos su-pervivientes, la mujer acercabamuniciones a los soldados y pai-sanos. Esta ciudadana, que dejaa dos hijos huérfanos —el restomurió ayer en Monteleón—, seráenterrada hoy en el cementeriode la Buena Dicha, entre las ca-lles Libreros y Silva.

MANUELA MALASAÑA

Costurera

No alcanzó a llegar a su casa delnúmero 18 de la calle de San An-drés. La joven bordadora Manue-la Malasaña, de apenas 15 años,fue fusilada anoche por soldadosfranceses, en el barrio de las Ma-ravillas, muy cerca de su hogar.Las primeras informacionesapuntaban a que la joven chispe-ra habría muerto mientras ayu-daba a su padre, Juan ManuelMalasaña, a defender el parquede Artillería. Manuela y su ma-dre, María Oñoro, estuvieron co-do con codo junto al patriarca dela familia, facilitándole los cartu-chos para que disparara con sutrabuco. Manuela ayudaba a lospaisanos que luchaban dándolesde beber de una bota, según algu-nos de los supervivientes.

Hasta que Manuela recibió undisparo mortal. Y a pesar de te-ner el cadáver delante, Juan Ma-nuel Malasaña continuó dispa-rando, con lágrimas en los ojos,hasta que se quedó sin munición.

Sin embargo, informacionesposteriores puntualizan que la jo-ven no salió del taller de costuradonde trabajaba hasta el anoche-cer. Varios testigos relatan que ladueña del establecimiento impi-dió a sus trabajadoras salir deledificio, ante el peligro que supo-nía el intercambio de tiros que seprodujo ayer en toda la zona.Esas mismas fuentes sostienenque la joven fue detenida poruna pareja de soldados francesescuando se aproximaba a su domi-cilio ya de noche.

Los dos hombres trataron deabusar de la chiquilla. Pero ésta,en un gesto de valentía, sacó desu faltriquera unas tijeras queutilizaba para su labor y se defen-dió con ellas. Esta acción fue lacausa directa de su muerte.

Las tijeras han sido considera-das como prueba de cargo, por-que desde ayer el uso de un armaofensiva contra el Ejército fran-cés es causa de fusilamiento. Asílo establece el Decreto de Guerrafirmado por Murat, que entró envigor esa misma tarde. ManuelaMalasaña, que en la relación devíctimas aparece como la núme-ro 74 de los 409 muertos, seráenterrada en los próximos díasen el cementerio de la Buena Di-cha, en la calle de Silva.

Otros civiles que cayeron ayeren Madrid en la batalla de Monte-león son: la maja Ramona Gar-cía, de 34 años; la malagueña de50 años Juana García; FranciscaOlivares y Juana Calderón, el ta-honero Amaro Otero y el vecinoVicente Fernández. Fallecierontambién los panaderos Guiller-mo Degrenon, Pedro del Valle yAntonio Vigo. Y la viuda MaríaBeano, que falleció al tratar dealcanzar el cuartel para ayudaren su defensa. También murióayer el niño de 11 años PepilloAmador, que pasó toda la maña-na ayudando a sus hermanos An-tonio y Manuel. Son sólo algunosde los héroes que participaronen la batalla imposible contra lastropas francesas.

Daoíz y Velarde,dos almasunidas al puebloAlgunos militares desoyeronla orden de no combatir

Batalla imposible para miles de héroesCiudadanos de a pie perdieron la vida tras luchar sin desmayo contra las tropas de Murat

Bajo el solemne bando dicta-do ayer por la tarde en Mósto-les alertando a los españolesde la toma de Madrid por losfranceses figuran dos firmas.Una, la de Andrés Torrejón.La otra, de Simón Hernán-dez. Son los dos alcaldes de lalocalidad. Torrejón, la caramás visible, ha sido elegidopor el estamento noble, aun-que se trata de un labradorde 72 años. Accedió al cargoporque ningún noble se pre-sentó. Hernández también eslabrador. Ambos fueron con-vocados por el jurisconsultoJuan Pérez Villamil y Pare-des para que rubricaran unmanifiesto contra la ocupa-ción de las tropas francesas.

Según varias fuentes, Pé-rez Villamil descansaba ayeren su casa de Móstoles mien-tras celebraba su 54 cumplea-ños. Había partido de Madriduna semana antes ante la es-

calada de la tensión despuésde que el general francés Mu-rat decidiera trasladar a la fa-milia real hacia Bayona (Fran-cia). El jurisconsulto, acadé-mico de Historia y de la Len-gua, paseaba ayer por loscampos del municipio cuan-do sorprendió a un emisarioque llevaba órdenes para An-dalucía y Extremadura: teníainstrucciones para evitar quese interceptaran los movi-mientos de destacamentos ga-los. “Muy preocupado”, con-voca a algunos vecinos “nota-bles” del municipio.

Villamil confirma sus sos-pechas y se entera de la “tra-gedia que está ocurriendo enMadrid”, a través de EstebanFernández de León, un altocargo del Estado y amigo su-yo. En ese momento decideredactar el bando. Un escue-to mensaje de rebeldía cuyotexto reproducimos: “Seño-res Justicias de los pueblos aquienes se presentase este ofi-

cio, de mí el Alcalde de la vi-lla de Móstoles: Es notorioque los Franceses apostadosen las cercanías de Madrid ydentro de la Corte han toma-do la defensa sobre este pue-blo capital y las tropas espa-ñolas; de manera que en Ma-drid está corriendo a esta ho-ra mucha sangre; como Espa-ñoles es necesario que mura-mos por el Rey y por la Pa-tria, armándonos contraunos pérfidos que, so color deamistad y alianza, nos quie-ren imponer un pesado yugo.Después de haberse apodera-do de la Augusta persona delRey, procedamos, pues, a es-carmentar tanta perfidia acu-diendo al socorro de Madridy demás pueblos y alentándo-nos, pues no hay fuerzas queprevalezcan contra quien esleal y valiente como los Espa-ñoles lo son. Dios guarde aUstedes muchos años. Mósto-les, dos de Mayo de mil ocho-cientos y ocho”.

Móstoles clama por MadridUn grabado de Álvarez Dumont refleja los combates en las calles. Tendida en el suelo, Manuela Malasaña.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

Retrato del teniente Ruiz. / enrius

D. B. , Madrid

J. S. G. / D. V. , Madrid

El velatorio de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde en la cripta de la iglesia de San Martín. / óleo de josé nin y tudó

Unos 70 soldadosespañoles dieronarmas a los paisanosy lucharon a su lado

S. A. / P. O. D., Madrid

EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 5

Los militares españoles destina-dos en Madrid, unos 4.000 infan-tes y menos de 2.000 jinetes, te-nían órdenes de la Junta de Go-bierno de permanecer alerta ensus puestos con las armas des-cargadas y evitar cualquier re-friega con los franceses. La jun-ta había prohibido cualquier en-frentamiento. Pero un pequeñogrupo de soldados sintió la res-ponsabilidad de ponerse de ladodel pueblo:

LUIS DAOÍZ

El capitán de artillería

Luis Daoíz, sevillano de 41 años,murió ayer a consecuencia delas heridas provocadas por lasestocadas de sables y bayonetasque la soldadesca francesa le in-fligió ayer en la defensa del par-que de Artillería de Monteleón.Daoíz luchó con valentía duran-te tres horas contra las tropasdel general Lagrange para defen-der el acuartelamiento, situadoen la calle de San Bernardo. Sie-te soldados franceses le dieronmuerte cuando estaba malheri-do y con una bala alojada en lacadera. El oficial fue enterradoen secreto en la iglesia de SanMartín, junto a su compañero

Pedro Velarde. Al comenzar eldía, Daoíz estaba destinado, jun-to con una docena de soldadosespañoles, al parque de Artille-ría, que estaba controlado porun destacamento de 80 soldadosfranceses.

Daoíz, de baja estatura, tezmorena y grandes ojos, tenía ca-rácter reflexivo y templado.

El oficial dudó hasta el últi-mo instante si batirse contra losfranceses o acatar las órdenesde la Junta de Gobierno, pero supatriotismo, al ver cómo los sol-dados galos trataban sin compa-sión al pueblo madrileño, incli-nó la balanza. El capitán teníauna vasta formación militar, am-plios conocimientos en matemá-ticas, y grandes dotes tácticas.Su disposición de los cañonesen la puerta del parque de Arti-llería fue decisiva para contenerdurante más de tres horas a lastropas francesas. Podía hablarlatín, inglés y francés, aprendi-do durante su cautiverio en Tou-louse tras la guerra del Rosellóny durante sus años de forma-ción en un colegio jesuita en Se-villa. Daoíz estaba a punto decasarse con una joven de la no-bleza de Utrera. La mujer se haretirado a un convento descon-solada por la pérdida de su pro-metido.

PEDRO VELARDE

Capitán de artillería

El capitán de artillería Pedro Ve-larde, 28 años, murió de un bala-zo a bocajarro en el pecho mien-tras defendía el cuartel de Mon-teleón. Velarde, experto en arti-llería, era capaz de calcular aqué velocidad vuelan las balas.Las que matan y las que pasande largo, pero no pudo calcular

la trayectoria de la que acabócon su vida. Un oficial polaco dela guardia noble del Ejército na-poleónico le disparó con una pis-tola. Velarde estaba destinadoen el Estado Mayor de Madrid.

Pero ayer, cuando este cán-tabro escuchó los primeros dis-paros de las tropas francesascontra el pueblo, sintió cómo lehervía la sangre. “Es preciso ba-tirnos; es preciso morir; vamosa batirnos con los franceses”,aseguran unos testigos que co-mentó antes de dirigirse, contan sólo 37 hombres, al parquede Artillería para dar armas alpueblo. Allí se topó con el desta-camento francés que controlabael cuartel y que triplicaba en nú-mero a sus seguidores. Velarde

logró neutralizarlo sin siquieradesenvainar su sable. De espíri-tu ardiente, Velarde distribuyóeficazmente por el cuartel a losdos centenares de paisanos quehabían ido a Monteleón a lucharcontra los franceses. El capitáncayó fulminantemente en lapuerta del cuartel donde resis-tía el embate de los franceses.Su cuerpo sin vida fue envueltoen una lona de una tienda decampaña y trasladado a la igle-sia de San Martín.

JACINTO RUIZ

Teniente

El teniente Jacinto Ruiz Mendo-za (Ceuta, 16 de agosto de 1779)resultó herido muy grave ayerdurante el enfrentamiento queencabezaron los capitanes Daoízy Velarde en el acuartelamientode Artillería. Ruiz comenzó malel día; se encontraba indispuestoy sólo los graves altercados lo lle-varon a levantarse de la cama eincorporarse a su puesto en latercera compañía de Volunta-rios del Estado del capitán Goi-coechea. El teniente entró en elparque de Artillería junto a Ve-larde, a las órdenes de éste obli-gó al destacamento galo que con-trolaba el acuartelamiento a de-poner las armas. Al deponer lasarmas las tropas francesas, Ruizretiró los mosquetes y pistolas ala soldadesca y las repartió entreel pueblo que acudía dispuesto adesafiar a los franceses. El te-niente quedó a cargo de la custo-dia de los soldados de Murat.

Durante la resistencia, el te-niente recibió un balazo en elbrazo izquierdo mientras diri-gía un cañón contra las tropasfrancesas. En una segunda re-friega fue herido por un disparode mosquetón que le entró porla espalda y le salió por el pecho.Algunas fuentes aseguran quellegó a su casa y que es atendidopor el doctor José Rives.

Las revueltas ocurridas ayer tiñe-ron las calles de Madrid de rojo.La sangrienta jornada en la quemiles de ciudadanos se rebela-ron de forma espontánea contrala ocupación francesa acabó concentenares de ciudadanos muer-tos y fusilados. Otros tantos solda-dos franceses fueron asesinadoscon cuchillos, tijeras y otras ar-mas improvisadas por la multi-tud que se levantó contra las tro-pas del general Joaquín Murat.

Los altercados comenzaronen las proximidades de la calleMayor, donde grupos de mano-los y chisperos se revolvían con-tra los galos. Personas de todaslas procedencias, costureras, pa-naderos, herreros, labradores ycuras, participaron en la refriegaque se fue extendiendo por lascallejuelas de la capital, el pala-cio Real, Sol, la Cebada, el Rastroo la Puerta de Toledo. Mujeres yniños desempeñaron un papelimportante en el levantamientode ayer. Uno de los combatesmás crueles se produjo en el par-que de Artillería de Monteleón,en la calle de San Bernardo. Trashoras de lucha despiadada se im-pusieron los franceses por núme-ro a la valentía de los paisanos.Muchos fueron represaliadospor la noche cuando las tropasfrancesas cortaron la revuelta.Cualquier ciudadano que porta-se algún arma o instrumento sus-ceptible de matar era fusilado enel acto. Los personajes civilesmás destacados de la jornada fue-ron:

CLARA DEL REY

Una madre combativa

¡Morir matando...!, ¡No más escla-vos!”, cuentan algunos testigosque gritaba ayer junto a los caño-nes del parque de Artillería deMonteleón la vallisoletana Claradel Rey. “¡Viva Fernando VII!.. ¡Vi-va España!”, dicen que aclamaba.Allí estaba ella, al pie del cañón,junto a su marido, Manuel Gon-zález Blanco, sastre de profesióny con un establecimiento en lacalle de Toledo, y tres de sus cin-co hijos: Juan, Ceferino y Estanis-lao. A sus 42 años, Clara del Reyeligió su bando a conciencia: “¡LaPatria está en peligro!”, jaleaba alos artilleros esta vallisoletana, laoctava de diez hermanos, que lle-gó a Madrid huyendo del ham-bre y las malas cosechas. Segúnunas vecinas, Clara del Rey salióde su casa en busca de su maridoy sus hijos al enterarse del levan-tamiento popular contra la solda-desca napoleónica.

La refriega fue larga y encar-nizada para Clara del Rey, hastaque el casco de una bala de ca-ñón impactó en su frente causán-dole la muerte. Según unos su-pervivientes, la mujer acercabamuniciones a los soldados y pai-sanos. Esta ciudadana, que dejaa dos hijos huérfanos —el restomurió ayer en Monteleón—, seráenterrada hoy en el cementeriode la Buena Dicha, entre las ca-lles Libreros y Silva.

MANUELA MALASAÑA

Costurera

No alcanzó a llegar a su casa delnúmero 18 de la calle de San An-drés. La joven bordadora Manue-la Malasaña, de apenas 15 años,fue fusilada anoche por soldadosfranceses, en el barrio de las Ma-ravillas, muy cerca de su hogar.Las primeras informacionesapuntaban a que la joven chispe-ra habría muerto mientras ayu-daba a su padre, Juan ManuelMalasaña, a defender el parquede Artillería. Manuela y su ma-dre, María Oñoro, estuvieron co-do con codo junto al patriarca dela familia, facilitándole los cartu-chos para que disparara con sutrabuco. Manuela ayudaba a lospaisanos que luchaban dándolesde beber de una bota, según algu-nos de los supervivientes.

Hasta que Manuela recibió undisparo mortal. Y a pesar de te-ner el cadáver delante, Juan Ma-nuel Malasaña continuó dispa-rando, con lágrimas en los ojos,hasta que se quedó sin munición.

Sin embargo, informacionesposteriores puntualizan que la jo-ven no salió del taller de costuradonde trabajaba hasta el anoche-cer. Varios testigos relatan que ladueña del establecimiento impi-dió a sus trabajadoras salir deledificio, ante el peligro que supo-nía el intercambio de tiros que seprodujo ayer en toda la zona.Esas mismas fuentes sostienenque la joven fue detenida poruna pareja de soldados francesescuando se aproximaba a su domi-cilio ya de noche.

Los dos hombres trataron deabusar de la chiquilla. Pero ésta,en un gesto de valentía, sacó desu faltriquera unas tijeras queutilizaba para su labor y se defen-dió con ellas. Esta acción fue lacausa directa de su muerte.

Las tijeras han sido considera-das como prueba de cargo, por-que desde ayer el uso de un armaofensiva contra el Ejército fran-cés es causa de fusilamiento. Asílo establece el Decreto de Guerrafirmado por Murat, que entró envigor esa misma tarde. ManuelaMalasaña, que en la relación devíctimas aparece como la núme-ro 74 de los 409 muertos, seráenterrada en los próximos díasen el cementerio de la Buena Di-cha, en la calle de Silva.

Otros civiles que cayeron ayeren Madrid en la batalla de Monte-león son: la maja Ramona Gar-cía, de 34 años; la malagueña de50 años Juana García; FranciscaOlivares y Juana Calderón, el ta-honero Amaro Otero y el vecinoVicente Fernández. Fallecierontambién los panaderos Guiller-mo Degrenon, Pedro del Valle yAntonio Vigo. Y la viuda MaríaBeano, que falleció al tratar dealcanzar el cuartel para ayudaren su defensa. También murióayer el niño de 11 años PepilloAmador, que pasó toda la maña-na ayudando a sus hermanos An-tonio y Manuel. Son sólo algunosde los héroes que participaronen la batalla imposible contra lastropas francesas.

Daoíz y Velarde,dos almasunidas al puebloAlgunos militares desoyeronla orden de no combatir

Batalla imposible para miles de héroesCiudadanos de a pie perdieron la vida tras luchar sin desmayo contra las tropas de Murat

Bajo el solemne bando dicta-do ayer por la tarde en Mósto-les alertando a los españolesde la toma de Madrid por losfranceses figuran dos firmas.Una, la de Andrés Torrejón.La otra, de Simón Hernán-dez. Son los dos alcaldes de lalocalidad. Torrejón, la caramás visible, ha sido elegidopor el estamento noble, aun-que se trata de un labradorde 72 años. Accedió al cargoporque ningún noble se pre-sentó. Hernández también eslabrador. Ambos fueron con-vocados por el jurisconsultoJuan Pérez Villamil y Pare-des para que rubricaran unmanifiesto contra la ocupa-ción de las tropas francesas.

Según varias fuentes, Pé-rez Villamil descansaba ayeren su casa de Móstoles mien-tras celebraba su 54 cumplea-ños. Había partido de Madriduna semana antes ante la es-

calada de la tensión despuésde que el general francés Mu-rat decidiera trasladar a la fa-milia real hacia Bayona (Fran-cia). El jurisconsulto, acadé-mico de Historia y de la Len-gua, paseaba ayer por loscampos del municipio cuan-do sorprendió a un emisarioque llevaba órdenes para An-dalucía y Extremadura: teníainstrucciones para evitar quese interceptaran los movi-mientos de destacamentos ga-los. “Muy preocupado”, con-voca a algunos vecinos “nota-bles” del municipio.

Villamil confirma sus sos-pechas y se entera de la “tra-gedia que está ocurriendo enMadrid”, a través de EstebanFernández de León, un altocargo del Estado y amigo su-yo. En ese momento decideredactar el bando. Un escue-to mensaje de rebeldía cuyotexto reproducimos: “Seño-res Justicias de los pueblos aquienes se presentase este ofi-

cio, de mí el Alcalde de la vi-lla de Móstoles: Es notorioque los Franceses apostadosen las cercanías de Madrid ydentro de la Corte han toma-do la defensa sobre este pue-blo capital y las tropas espa-ñolas; de manera que en Ma-drid está corriendo a esta ho-ra mucha sangre; como Espa-ñoles es necesario que mura-mos por el Rey y por la Pa-tria, armándonos contraunos pérfidos que, so color deamistad y alianza, nos quie-ren imponer un pesado yugo.Después de haberse apodera-do de la Augusta persona delRey, procedamos, pues, a es-carmentar tanta perfidia acu-diendo al socorro de Madridy demás pueblos y alentándo-nos, pues no hay fuerzas queprevalezcan contra quien esleal y valiente como los Espa-ñoles lo son. Dios guarde aUstedes muchos años. Mósto-les, dos de Mayo de mil ocho-cientos y ocho”.

Móstoles clama por MadridUn grabado de Álvarez Dumont refleja los combates en las calles. Tendida en el suelo, Manuela Malasaña.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

Retrato del teniente Ruiz. / enrius

D. B. , Madrid

J. S. G. / D. V. , Madrid

El velatorio de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde en la cripta de la iglesia de San Martín. / óleo de josé nin y tudó

Unos 70 soldadosespañoles dieronarmas a los paisanosy lucharon a su lado

S. A. / P. O. D., Madrid

4 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

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Los militares españoles destina-dos en Madrid, unos 4.000 infan-tes y menos de 2.000 jinetes, te-nían órdenes de la Junta de Go-bierno de permanecer alerta ensus puestos con las armas des-cargadas y evitar cualquier re-friega con los franceses. La jun-ta había prohibido cualquier en-frentamiento. Pero un pequeñogrupo de soldados sintió la res-ponsabilidad de ponerse de ladodel pueblo:

LUIS DAOÍZ

El capitán de artillería

Luis Daoíz, sevillano de 41 años,murió ayer a consecuencia delas heridas provocadas por lasestocadas de sables y bayonetasque la soldadesca francesa le in-fligió ayer en la defensa del par-que de Artillería de Monteleón.Daoíz luchó con valentía duran-te tres horas contra las tropasdel general Lagrange para defen-der el acuartelamiento, situadoen la calle de San Bernardo. Sie-te soldados franceses le dieronmuerte cuando estaba malheri-do y con una bala alojada en lacadera. El oficial fue enterradoen secreto en la iglesia de SanMartín, junto a su compañero

Pedro Velarde. Al comenzar eldía, Daoíz estaba destinado, jun-to con una docena de soldadosespañoles, al parque de Artille-ría, que estaba controlado porun destacamento de 80 soldadosfranceses.

Daoíz, de baja estatura, tezmorena y grandes ojos, tenía ca-rácter reflexivo y templado.

El oficial dudó hasta el últi-mo instante si batirse contra losfranceses o acatar las órdenesde la Junta de Gobierno, pero supatriotismo, al ver cómo los sol-dados galos trataban sin compa-sión al pueblo madrileño, incli-nó la balanza. El capitán teníauna vasta formación militar, am-plios conocimientos en matemá-ticas, y grandes dotes tácticas.Su disposición de los cañonesen la puerta del parque de Arti-llería fue decisiva para contenerdurante más de tres horas a lastropas francesas. Podía hablarlatín, inglés y francés, aprendi-do durante su cautiverio en Tou-louse tras la guerra del Rosellóny durante sus años de forma-ción en un colegio jesuita en Se-villa. Daoíz estaba a punto decasarse con una joven de la no-bleza de Utrera. La mujer se haretirado a un convento descon-solada por la pérdida de su pro-metido.

PEDRO VELARDE

Capitán de artillería

El capitán de artillería Pedro Ve-larde, 28 años, murió de un bala-zo a bocajarro en el pecho mien-tras defendía el cuartel de Mon-teleón. Velarde, experto en arti-llería, era capaz de calcular aqué velocidad vuelan las balas.Las que matan y las que pasande largo, pero no pudo calcular

la trayectoria de la que acabócon su vida. Un oficial polaco dela guardia noble del Ejército na-poleónico le disparó con una pis-tola. Velarde estaba destinadoen el Estado Mayor de Madrid.

Pero ayer, cuando este cán-tabro escuchó los primeros dis-paros de las tropas francesascontra el pueblo, sintió cómo lehervía la sangre. “Es preciso ba-tirnos; es preciso morir; vamosa batirnos con los franceses”,aseguran unos testigos que co-mentó antes de dirigirse, contan sólo 37 hombres, al parquede Artillería para dar armas alpueblo. Allí se topó con el desta-camento francés que controlabael cuartel y que triplicaba en nú-mero a sus seguidores. Velarde

logró neutralizarlo sin siquieradesenvainar su sable. De espíri-tu ardiente, Velarde distribuyóeficazmente por el cuartel a losdos centenares de paisanos quehabían ido a Monteleón a lucharcontra los franceses. El capitáncayó fulminantemente en lapuerta del cuartel donde resis-tía el embate de los franceses.Su cuerpo sin vida fue envueltoen una lona de una tienda decampaña y trasladado a la igle-sia de San Martín.

JACINTO RUIZ

Teniente

El teniente Jacinto Ruiz Mendo-za (Ceuta, 16 de agosto de 1779)resultó herido muy grave ayerdurante el enfrentamiento queencabezaron los capitanes Daoízy Velarde en el acuartelamientode Artillería. Ruiz comenzó malel día; se encontraba indispuestoy sólo los graves altercados lo lle-varon a levantarse de la cama eincorporarse a su puesto en latercera compañía de Volunta-rios del Estado del capitán Goi-coechea. El teniente entró en elparque de Artillería junto a Ve-larde, a las órdenes de éste obli-gó al destacamento galo que con-trolaba el acuartelamiento a de-poner las armas. Al deponer lasarmas las tropas francesas, Ruizretiró los mosquetes y pistolas ala soldadesca y las repartió entreel pueblo que acudía dispuesto adesafiar a los franceses. El te-niente quedó a cargo de la custo-dia de los soldados de Murat.

Durante la resistencia, el te-niente recibió un balazo en elbrazo izquierdo mientras diri-gía un cañón contra las tropasfrancesas. En una segunda re-friega fue herido por un disparode mosquetón que le entró porla espalda y le salió por el pecho.Algunas fuentes aseguran quellegó a su casa y que es atendidopor el doctor José Rives.

Las revueltas ocurridas ayer tiñe-ron las calles de Madrid de rojo.La sangrienta jornada en la quemiles de ciudadanos se rebela-ron de forma espontánea contrala ocupación francesa acabó concentenares de ciudadanos muer-tos y fusilados. Otros tantos solda-dos franceses fueron asesinadoscon cuchillos, tijeras y otras ar-mas improvisadas por la multi-tud que se levantó contra las tro-pas del general Joaquín Murat.

Los altercados comenzaronen las proximidades de la calleMayor, donde grupos de mano-los y chisperos se revolvían con-tra los galos. Personas de todaslas procedencias, costureras, pa-naderos, herreros, labradores ycuras, participaron en la refriegaque se fue extendiendo por lascallejuelas de la capital, el pala-cio Real, Sol, la Cebada, el Rastroo la Puerta de Toledo. Mujeres yniños desempeñaron un papelimportante en el levantamientode ayer. Uno de los combatesmás crueles se produjo en el par-que de Artillería de Monteleón,en la calle de San Bernardo. Trashoras de lucha despiadada se im-pusieron los franceses por núme-ro a la valentía de los paisanos.Muchos fueron represaliadospor la noche cuando las tropasfrancesas cortaron la revuelta.Cualquier ciudadano que porta-se algún arma o instrumento sus-ceptible de matar era fusilado enel acto. Los personajes civilesmás destacados de la jornada fue-ron:

CLARA DEL REY

Una madre combativa

¡Morir matando...!, ¡No más escla-vos!”, cuentan algunos testigosque gritaba ayer junto a los caño-nes del parque de Artillería deMonteleón la vallisoletana Claradel Rey. “¡Viva Fernando VII!.. ¡Vi-va España!”, dicen que aclamaba.Allí estaba ella, al pie del cañón,junto a su marido, Manuel Gon-zález Blanco, sastre de profesióny con un establecimiento en lacalle de Toledo, y tres de sus cin-co hijos: Juan, Ceferino y Estanis-lao. A sus 42 años, Clara del Reyeligió su bando a conciencia: “¡LaPatria está en peligro!”, jaleaba alos artilleros esta vallisoletana, laoctava de diez hermanos, que lle-gó a Madrid huyendo del ham-bre y las malas cosechas. Segúnunas vecinas, Clara del Rey salióde su casa en busca de su maridoy sus hijos al enterarse del levan-tamiento popular contra la solda-desca napoleónica.

La refriega fue larga y encar-nizada para Clara del Rey, hastaque el casco de una bala de ca-ñón impactó en su frente causán-dole la muerte. Según unos su-pervivientes, la mujer acercabamuniciones a los soldados y pai-sanos. Esta ciudadana, que dejaa dos hijos huérfanos —el restomurió ayer en Monteleón—, seráenterrada hoy en el cementeriode la Buena Dicha, entre las ca-lles Libreros y Silva.

MANUELA MALASAÑA

Costurera

No alcanzó a llegar a su casa delnúmero 18 de la calle de San An-drés. La joven bordadora Manue-la Malasaña, de apenas 15 años,fue fusilada anoche por soldadosfranceses, en el barrio de las Ma-ravillas, muy cerca de su hogar.Las primeras informacionesapuntaban a que la joven chispe-ra habría muerto mientras ayu-daba a su padre, Juan ManuelMalasaña, a defender el parquede Artillería. Manuela y su ma-dre, María Oñoro, estuvieron co-do con codo junto al patriarca dela familia, facilitándole los cartu-chos para que disparara con sutrabuco. Manuela ayudaba a lospaisanos que luchaban dándolesde beber de una bota, según algu-nos de los supervivientes.

Hasta que Manuela recibió undisparo mortal. Y a pesar de te-ner el cadáver delante, Juan Ma-nuel Malasaña continuó dispa-rando, con lágrimas en los ojos,hasta que se quedó sin munición.

Sin embargo, informacionesposteriores puntualizan que la jo-ven no salió del taller de costuradonde trabajaba hasta el anoche-cer. Varios testigos relatan que ladueña del establecimiento impi-dió a sus trabajadoras salir deledificio, ante el peligro que supo-nía el intercambio de tiros que seprodujo ayer en toda la zona.Esas mismas fuentes sostienenque la joven fue detenida poruna pareja de soldados francesescuando se aproximaba a su domi-cilio ya de noche.

Los dos hombres trataron deabusar de la chiquilla. Pero ésta,en un gesto de valentía, sacó desu faltriquera unas tijeras queutilizaba para su labor y se defen-dió con ellas. Esta acción fue lacausa directa de su muerte.

Las tijeras han sido considera-das como prueba de cargo, por-que desde ayer el uso de un armaofensiva contra el Ejército fran-cés es causa de fusilamiento. Asílo establece el Decreto de Guerrafirmado por Murat, que entró envigor esa misma tarde. ManuelaMalasaña, que en la relación devíctimas aparece como la núme-ro 74 de los 409 muertos, seráenterrada en los próximos díasen el cementerio de la Buena Di-cha, en la calle de Silva.

Otros civiles que cayeron ayeren Madrid en la batalla de Monte-león son: la maja Ramona Gar-cía, de 34 años; la malagueña de50 años Juana García; FranciscaOlivares y Juana Calderón, el ta-honero Amaro Otero y el vecinoVicente Fernández. Fallecierontambién los panaderos Guiller-mo Degrenon, Pedro del Valle yAntonio Vigo. Y la viuda MaríaBeano, que falleció al tratar dealcanzar el cuartel para ayudaren su defensa. También murióayer el niño de 11 años PepilloAmador, que pasó toda la maña-na ayudando a sus hermanos An-tonio y Manuel. Son sólo algunosde los héroes que participaronen la batalla imposible contra lastropas francesas.

Daoíz y Velarde,dos almasunidas al puebloAlgunos militares desoyeronla orden de no combatir

Batalla imposible para miles de héroesCiudadanos de a pie perdieron la vida tras luchar sin desmayo contra las tropas de Murat

Bajo el solemne bando dicta-do ayer por la tarde en Mósto-les alertando a los españolesde la toma de Madrid por losfranceses figuran dos firmas.Una, la de Andrés Torrejón.La otra, de Simón Hernán-dez. Son los dos alcaldes de lalocalidad. Torrejón, la caramás visible, ha sido elegidopor el estamento noble, aun-que se trata de un labradorde 72 años. Accedió al cargoporque ningún noble se pre-sentó. Hernández también eslabrador. Ambos fueron con-vocados por el jurisconsultoJuan Pérez Villamil y Pare-des para que rubricaran unmanifiesto contra la ocupa-ción de las tropas francesas.

Según varias fuentes, Pé-rez Villamil descansaba ayeren su casa de Móstoles mien-tras celebraba su 54 cumplea-ños. Había partido de Madriduna semana antes ante la es-

calada de la tensión despuésde que el general francés Mu-rat decidiera trasladar a la fa-milia real hacia Bayona (Fran-cia). El jurisconsulto, acadé-mico de Historia y de la Len-gua, paseaba ayer por loscampos del municipio cuan-do sorprendió a un emisarioque llevaba órdenes para An-dalucía y Extremadura: teníainstrucciones para evitar quese interceptaran los movi-mientos de destacamentos ga-los. “Muy preocupado”, con-voca a algunos vecinos “nota-bles” del municipio.

Villamil confirma sus sos-pechas y se entera de la “tra-gedia que está ocurriendo enMadrid”, a través de EstebanFernández de León, un altocargo del Estado y amigo su-yo. En ese momento decideredactar el bando. Un escue-to mensaje de rebeldía cuyotexto reproducimos: “Seño-res Justicias de los pueblos aquienes se presentase este ofi-

cio, de mí el Alcalde de la vi-lla de Móstoles: Es notorioque los Franceses apostadosen las cercanías de Madrid ydentro de la Corte han toma-do la defensa sobre este pue-blo capital y las tropas espa-ñolas; de manera que en Ma-drid está corriendo a esta ho-ra mucha sangre; como Espa-ñoles es necesario que mura-mos por el Rey y por la Pa-tria, armándonos contraunos pérfidos que, so color deamistad y alianza, nos quie-ren imponer un pesado yugo.Después de haberse apodera-do de la Augusta persona delRey, procedamos, pues, a es-carmentar tanta perfidia acu-diendo al socorro de Madridy demás pueblos y alentándo-nos, pues no hay fuerzas queprevalezcan contra quien esleal y valiente como los Espa-ñoles lo son. Dios guarde aUstedes muchos años. Mósto-les, dos de Mayo de mil ocho-cientos y ocho”.

Móstoles clama por MadridUn grabado de Álvarez Dumont refleja los combates en las calles. Tendida en el suelo, Manuela Malasaña.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

Retrato del teniente Ruiz. / enrius

D. B. , Madrid

J. S. G. / D. V. , Madrid

El velatorio de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde en la cripta de la iglesia de San Martín. / óleo de josé nin y tudó

Unos 70 soldadosespañoles dieronarmas a los paisanosy lucharon a su lado

S. A. / P. O. D., Madrid

EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 5

Los militares españoles destina-dos en Madrid, unos 4.000 infan-tes y menos de 2.000 jinetes, te-nían órdenes de la Junta de Go-bierno de permanecer alerta ensus puestos con las armas des-cargadas y evitar cualquier re-friega con los franceses. La jun-ta había prohibido cualquier en-frentamiento. Pero un pequeñogrupo de soldados sintió la res-ponsabilidad de ponerse de ladodel pueblo:

LUIS DAOÍZ

El capitán de artillería

Luis Daoíz, sevillano de 41 años,murió ayer a consecuencia delas heridas provocadas por lasestocadas de sables y bayonetasque la soldadesca francesa le in-fligió ayer en la defensa del par-que de Artillería de Monteleón.Daoíz luchó con valentía duran-te tres horas contra las tropasdel general Lagrange para defen-der el acuartelamiento, situadoen la calle de San Bernardo. Sie-te soldados franceses le dieronmuerte cuando estaba malheri-do y con una bala alojada en lacadera. El oficial fue enterradoen secreto en la iglesia de SanMartín, junto a su compañero

Pedro Velarde. Al comenzar eldía, Daoíz estaba destinado, jun-to con una docena de soldadosespañoles, al parque de Artille-ría, que estaba controlado porun destacamento de 80 soldadosfranceses.

Daoíz, de baja estatura, tezmorena y grandes ojos, tenía ca-rácter reflexivo y templado.

El oficial dudó hasta el últi-mo instante si batirse contra losfranceses o acatar las órdenesde la Junta de Gobierno, pero supatriotismo, al ver cómo los sol-dados galos trataban sin compa-sión al pueblo madrileño, incli-nó la balanza. El capitán teníauna vasta formación militar, am-plios conocimientos en matemá-ticas, y grandes dotes tácticas.Su disposición de los cañonesen la puerta del parque de Arti-llería fue decisiva para contenerdurante más de tres horas a lastropas francesas. Podía hablarlatín, inglés y francés, aprendi-do durante su cautiverio en Tou-louse tras la guerra del Rosellóny durante sus años de forma-ción en un colegio jesuita en Se-villa. Daoíz estaba a punto decasarse con una joven de la no-bleza de Utrera. La mujer se haretirado a un convento descon-solada por la pérdida de su pro-metido.

PEDRO VELARDE

Capitán de artillería

El capitán de artillería Pedro Ve-larde, 28 años, murió de un bala-zo a bocajarro en el pecho mien-tras defendía el cuartel de Mon-teleón. Velarde, experto en arti-llería, era capaz de calcular aqué velocidad vuelan las balas.Las que matan y las que pasande largo, pero no pudo calcular

la trayectoria de la que acabócon su vida. Un oficial polaco dela guardia noble del Ejército na-poleónico le disparó con una pis-tola. Velarde estaba destinadoen el Estado Mayor de Madrid.

Pero ayer, cuando este cán-tabro escuchó los primeros dis-paros de las tropas francesascontra el pueblo, sintió cómo lehervía la sangre. “Es preciso ba-tirnos; es preciso morir; vamosa batirnos con los franceses”,aseguran unos testigos que co-mentó antes de dirigirse, contan sólo 37 hombres, al parquede Artillería para dar armas alpueblo. Allí se topó con el desta-camento francés que controlabael cuartel y que triplicaba en nú-mero a sus seguidores. Velarde

logró neutralizarlo sin siquieradesenvainar su sable. De espíri-tu ardiente, Velarde distribuyóeficazmente por el cuartel a losdos centenares de paisanos quehabían ido a Monteleón a lucharcontra los franceses. El capitáncayó fulminantemente en lapuerta del cuartel donde resis-tía el embate de los franceses.Su cuerpo sin vida fue envueltoen una lona de una tienda decampaña y trasladado a la igle-sia de San Martín.

JACINTO RUIZ

Teniente

El teniente Jacinto Ruiz Mendo-za (Ceuta, 16 de agosto de 1779)resultó herido muy grave ayerdurante el enfrentamiento queencabezaron los capitanes Daoízy Velarde en el acuartelamientode Artillería. Ruiz comenzó malel día; se encontraba indispuestoy sólo los graves altercados lo lle-varon a levantarse de la cama eincorporarse a su puesto en latercera compañía de Volunta-rios del Estado del capitán Goi-coechea. El teniente entró en elparque de Artillería junto a Ve-larde, a las órdenes de éste obli-gó al destacamento galo que con-trolaba el acuartelamiento a de-poner las armas. Al deponer lasarmas las tropas francesas, Ruizretiró los mosquetes y pistolas ala soldadesca y las repartió entreel pueblo que acudía dispuesto adesafiar a los franceses. El te-niente quedó a cargo de la custo-dia de los soldados de Murat.

Durante la resistencia, el te-niente recibió un balazo en elbrazo izquierdo mientras diri-gía un cañón contra las tropasfrancesas. En una segunda re-friega fue herido por un disparode mosquetón que le entró porla espalda y le salió por el pecho.Algunas fuentes aseguran quellegó a su casa y que es atendidopor el doctor José Rives.

Las revueltas ocurridas ayer tiñe-ron las calles de Madrid de rojo.La sangrienta jornada en la quemiles de ciudadanos se rebela-ron de forma espontánea contrala ocupación francesa acabó concentenares de ciudadanos muer-tos y fusilados. Otros tantos solda-dos franceses fueron asesinadoscon cuchillos, tijeras y otras ar-mas improvisadas por la multi-tud que se levantó contra las tro-pas del general Joaquín Murat.

Los altercados comenzaronen las proximidades de la calleMayor, donde grupos de mano-los y chisperos se revolvían con-tra los galos. Personas de todaslas procedencias, costureras, pa-naderos, herreros, labradores ycuras, participaron en la refriegaque se fue extendiendo por lascallejuelas de la capital, el pala-cio Real, Sol, la Cebada, el Rastroo la Puerta de Toledo. Mujeres yniños desempeñaron un papelimportante en el levantamientode ayer. Uno de los combatesmás crueles se produjo en el par-que de Artillería de Monteleón,en la calle de San Bernardo. Trashoras de lucha despiadada se im-pusieron los franceses por núme-ro a la valentía de los paisanos.Muchos fueron represaliadospor la noche cuando las tropasfrancesas cortaron la revuelta.Cualquier ciudadano que porta-se algún arma o instrumento sus-ceptible de matar era fusilado enel acto. Los personajes civilesmás destacados de la jornada fue-ron:

CLARA DEL REY

Una madre combativa

¡Morir matando...!, ¡No más escla-vos!”, cuentan algunos testigosque gritaba ayer junto a los caño-nes del parque de Artillería deMonteleón la vallisoletana Claradel Rey. “¡Viva Fernando VII!.. ¡Vi-va España!”, dicen que aclamaba.Allí estaba ella, al pie del cañón,junto a su marido, Manuel Gon-zález Blanco, sastre de profesióny con un establecimiento en lacalle de Toledo, y tres de sus cin-co hijos: Juan, Ceferino y Estanis-lao. A sus 42 años, Clara del Reyeligió su bando a conciencia: “¡LaPatria está en peligro!”, jaleaba alos artilleros esta vallisoletana, laoctava de diez hermanos, que lle-gó a Madrid huyendo del ham-bre y las malas cosechas. Segúnunas vecinas, Clara del Rey salióde su casa en busca de su maridoy sus hijos al enterarse del levan-tamiento popular contra la solda-desca napoleónica.

La refriega fue larga y encar-nizada para Clara del Rey, hastaque el casco de una bala de ca-ñón impactó en su frente causán-dole la muerte. Según unos su-pervivientes, la mujer acercabamuniciones a los soldados y pai-sanos. Esta ciudadana, que dejaa dos hijos huérfanos —el restomurió ayer en Monteleón—, seráenterrada hoy en el cementeriode la Buena Dicha, entre las ca-lles Libreros y Silva.

MANUELA MALASAÑA

Costurera

No alcanzó a llegar a su casa delnúmero 18 de la calle de San An-drés. La joven bordadora Manue-la Malasaña, de apenas 15 años,fue fusilada anoche por soldadosfranceses, en el barrio de las Ma-ravillas, muy cerca de su hogar.Las primeras informacionesapuntaban a que la joven chispe-ra habría muerto mientras ayu-daba a su padre, Juan ManuelMalasaña, a defender el parquede Artillería. Manuela y su ma-dre, María Oñoro, estuvieron co-do con codo junto al patriarca dela familia, facilitándole los cartu-chos para que disparara con sutrabuco. Manuela ayudaba a lospaisanos que luchaban dándolesde beber de una bota, según algu-nos de los supervivientes.

Hasta que Manuela recibió undisparo mortal. Y a pesar de te-ner el cadáver delante, Juan Ma-nuel Malasaña continuó dispa-rando, con lágrimas en los ojos,hasta que se quedó sin munición.

Sin embargo, informacionesposteriores puntualizan que la jo-ven no salió del taller de costuradonde trabajaba hasta el anoche-cer. Varios testigos relatan que ladueña del establecimiento impi-dió a sus trabajadoras salir deledificio, ante el peligro que supo-nía el intercambio de tiros que seprodujo ayer en toda la zona.Esas mismas fuentes sostienenque la joven fue detenida poruna pareja de soldados francesescuando se aproximaba a su domi-cilio ya de noche.

Los dos hombres trataron deabusar de la chiquilla. Pero ésta,en un gesto de valentía, sacó desu faltriquera unas tijeras queutilizaba para su labor y se defen-dió con ellas. Esta acción fue lacausa directa de su muerte.

Las tijeras han sido considera-das como prueba de cargo, por-que desde ayer el uso de un armaofensiva contra el Ejército fran-cés es causa de fusilamiento. Asílo establece el Decreto de Guerrafirmado por Murat, que entró envigor esa misma tarde. ManuelaMalasaña, que en la relación devíctimas aparece como la núme-ro 74 de los 409 muertos, seráenterrada en los próximos díasen el cementerio de la Buena Di-cha, en la calle de Silva.

Otros civiles que cayeron ayeren Madrid en la batalla de Monte-león son: la maja Ramona Gar-cía, de 34 años; la malagueña de50 años Juana García; FranciscaOlivares y Juana Calderón, el ta-honero Amaro Otero y el vecinoVicente Fernández. Fallecierontambién los panaderos Guiller-mo Degrenon, Pedro del Valle yAntonio Vigo. Y la viuda MaríaBeano, que falleció al tratar dealcanzar el cuartel para ayudaren su defensa. También murióayer el niño de 11 años PepilloAmador, que pasó toda la maña-na ayudando a sus hermanos An-tonio y Manuel. Son sólo algunosde los héroes que participaronen la batalla imposible contra lastropas francesas.

Daoíz y Velarde,dos almasunidas al puebloAlgunos militares desoyeronla orden de no combatir

Batalla imposible para miles de héroesCiudadanos de a pie perdieron la vida tras luchar sin desmayo contra las tropas de Murat

Bajo el solemne bando dicta-do ayer por la tarde en Mósto-les alertando a los españolesde la toma de Madrid por losfranceses figuran dos firmas.Una, la de Andrés Torrejón.La otra, de Simón Hernán-dez. Son los dos alcaldes de lalocalidad. Torrejón, la caramás visible, ha sido elegidopor el estamento noble, aun-que se trata de un labradorde 72 años. Accedió al cargoporque ningún noble se pre-sentó. Hernández también eslabrador. Ambos fueron con-vocados por el jurisconsultoJuan Pérez Villamil y Pare-des para que rubricaran unmanifiesto contra la ocupa-ción de las tropas francesas.

Según varias fuentes, Pé-rez Villamil descansaba ayeren su casa de Móstoles mien-tras celebraba su 54 cumplea-ños. Había partido de Madriduna semana antes ante la es-

calada de la tensión despuésde que el general francés Mu-rat decidiera trasladar a la fa-milia real hacia Bayona (Fran-cia). El jurisconsulto, acadé-mico de Historia y de la Len-gua, paseaba ayer por loscampos del municipio cuan-do sorprendió a un emisarioque llevaba órdenes para An-dalucía y Extremadura: teníainstrucciones para evitar quese interceptaran los movi-mientos de destacamentos ga-los. “Muy preocupado”, con-voca a algunos vecinos “nota-bles” del municipio.

Villamil confirma sus sos-pechas y se entera de la “tra-gedia que está ocurriendo enMadrid”, a través de EstebanFernández de León, un altocargo del Estado y amigo su-yo. En ese momento decideredactar el bando. Un escue-to mensaje de rebeldía cuyotexto reproducimos: “Seño-res Justicias de los pueblos aquienes se presentase este ofi-

cio, de mí el Alcalde de la vi-lla de Móstoles: Es notorioque los Franceses apostadosen las cercanías de Madrid ydentro de la Corte han toma-do la defensa sobre este pue-blo capital y las tropas espa-ñolas; de manera que en Ma-drid está corriendo a esta ho-ra mucha sangre; como Espa-ñoles es necesario que mura-mos por el Rey y por la Pa-tria, armándonos contraunos pérfidos que, so color deamistad y alianza, nos quie-ren imponer un pesado yugo.Después de haberse apodera-do de la Augusta persona delRey, procedamos, pues, a es-carmentar tanta perfidia acu-diendo al socorro de Madridy demás pueblos y alentándo-nos, pues no hay fuerzas queprevalezcan contra quien esleal y valiente como los Espa-ñoles lo son. Dios guarde aUstedes muchos años. Mósto-les, dos de Mayo de mil ocho-cientos y ocho”.

Móstoles clama por MadridUn grabado de Álvarez Dumont refleja los combates en las calles. Tendida en el suelo, Manuela Malasaña.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

Retrato del teniente Ruiz. / enrius

D. B. , Madrid

J. S. G. / D. V. , Madrid

El velatorio de los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde en la cripta de la iglesia de San Martín. / óleo de josé nin y tudó

Unos 70 soldadosespañoles dieronarmas a los paisanosy lucharon a su lado

S. A. / P. O. D., Madrid

4 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

Page 6: 3 de Mayo de 1808

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Viene de la página 1La política de Napoleón hacia nuestra pa-tria se ha basado en un doble desprecio:desprecio a la dinastía y desprecio a losespañoles. Las irresponsables querellasde familia entre Carlos IV y su hijo Fer-nando han propiciado el error del Empe-rador, que ha creído que bastarían lasintrigas palaciegas para someter a unpueblo. Su gravísimo error ha provocadoque España corra hoy la misma suerteque tantas otras naciones europeas, ane-gadas en sangre por la ambición del tro-no imperial de Francia.

Los madrileños se han levantado con-tra un poder extranjero que pretende im-ponernos un Gobierno y una monarquíaafín a sus intereses. El general Murat seha servido del levantamiento para llevara cabo una represión que pretende irmás allá de la pacificación de Madrid.Los muertos y heridos que han provoca-do sus tropas, en un criminal alarde defuerza contra hombres y mujeres pobre-mente armados, quiere dejar establecidomediante el terror que la suerte de Espa-ña está en manos de Francia. Ha sidoMurat quien ha fijado, pues, los trágicostérminos en los que se desarrollará estalucha, que no ha terminado sino que co-mienza en Madrid. Otras potencias, co-mo Inglaterra, saben también lo que sejuega en el interior de nuestras fronterasy se verán, tarde o temprano, llamadas aintervenir para impedir que la Franciade Napoleón decida el destino de Europa.El Tratado de Fontainebleu, por el quenuestro rey autorizó el paso de los ejérci-tos franceses en su camino hacia Portu-gal, no sólo fue una ingenuidad que per-mitió que Napoleón se instalase en Espa-ña, sino un error político que ha encade-nado nuestra patria a un juego de intere-

ses europeos en el que, dada nuestra debi-lidad y nuestro atraso, no podemos ha-blar con voz propia.

Contra la invasión francesa todos esta-mos llamados a actuar como españoles.Pero, como españoles, no debemos per-der de vista que el sentimiento indestruc-tible que nos une es el rechazo de la inva-sión, no el acuerdo sobre el régimen polí-tico que queremos para nuestra patriauna vez libre del invasor. La condena dequienes desean la reforma de España, au-mentando su libertad y su progreso, par-te de un equívoco monstruoso que tenía-mos que haber desterrado hace demasia-do tiempo, pero mucho más en circuns-tancias tan dramáticas como las actua-les. No nos hace españoles el hecho deprofesar una religión ni tampoco la defen-sa de la monarquía absoluta; nos haceespañoles el haber nacido en España ytambién el amor que le profesamos, cadacual desde nuestras creencias religiosas,cada cual desde nuestras ideas políticas.

Entre los muchos estragos que produ-ce la guerra está olvidar que la paz regre-sará algún día. Las generaciones futurasaprenderán, sin duda, a convivir en piede igualdad con Francia, y ese será sudeber, como el nuestro consiste hoy encombatirla. Pero seremos nosotros, losespañoles que hacemos esta guerra por-que nos la hacen, quienes tendremos quedecidir el futuro de nuestra patria. Todosy cada uno de nosotros habremos ganadoel derecho a ser libres. Pero habrá segura-mente quien, llegado el momento de lapaz, se atreva a afirmar que el sacrificiode los absolutistas vale más que el de losliberales, a los que insultan con el nom-bre infamante de afrancesados. Pero noserán los patriotas, sino los fanáticos,quienes harán tan viles distinciones.

La sublevación madrileña deayer, que previsiblemente ten-drá una amplia repercusión entoda España, marca un puntode inflexión en la relación conla presencia francesa en nues-tro país. No obstante, los levan-tamientos populares salpican to-do el país con una cadenciamuy irregular, del mismo modoque la ocupación de las tropasfrancesas se está produciendode una forma paulatina y con-centrada en diversos escena-rios. Los vaivenes bélicos, losalineamientos políticos y las in-tervenciones de otros países, co-mo Inglaterra y Portugal, com-plican el panorama del conflic-to.

En la actualidad, algo más de100.000 soldados franceses seencuentran desplegados, a lasórdenes del mariscal Murat, encinco frentes: Lisboa, Toledo,los alrededores de Madrid, la ru-ta vasco-castellana hacia la capi-

tal, y Barcelona. El contingentede Portugal, integrado por el Pri-mer Cuerpo de la Gironda estáal mando de Junot, mientras lazona toledana está dirigida porDupont. Entretanto, Moncey en-cabeza las fuerzas cercanas a lacapital de España, Bessieres cus-todia el camino a Madrid y, porúltimo, Duhesme se mantieneen Barcelona con las tropas delos Pirineos orientales que man-tienen una precaria comunica-ción con Francia.

De este conjunto de fuerzasmilitares napoleónicas, una ter-cera parte son veteranos delEjército regular y el resto unifor-mados menos preparados, queintegran legiones de reserva yregimientos provisionales y demarcha. Los jefes militares fran-ceses tienen previsto aumentarlos efectivos del Ejército de ocu-pación hasta alcanzar una cifracercana a los 200.000 hombresantes de la llegada del verano.Estos refuerzos significarán unarelación de 1,5 a 1 con respecto alos uniformados españoles que

agrupan a unos 100.000 en tro-pas regulares y a unos 30.000 enmilicias urbanas.

Este contingente español noincluye a las numerosas parti-das guerrilleras que están sur-giendo en muchas zonas de Es-paña. Esta irrupción guerrillera,que se ha convertido en una au-téntica revolución y que englo-ba a grupos muy heterogéneos,

está trastocando las estructurasdel Ejército español, que hastaahora ha estado mandado poraristócratas. Esta guerra de gue-rrillas ha derivado en un perma-nente hostigamiento para lastropas francesas, que tienen ór-denes de controlar sólo las ciu-dades y descuidan, por ello, los

caminos y las comunicaciones.El desgaste está resultando toda-vía mayor para los imperiales siconsideramos que la doctrinade Napoleón ordena que susejércitos financien su propiaguerra a partir de los saqueos,los robos y la incautación de bie-nes y haciendas. Esta políticaprovoca constantes enfrenta-mientos con los españoles.

No obstante, la actual supe-rioridad militar francesa no obe-dece sólo a un número mayor desoldados, sino también a la movi-lidad que permite un ejército or-ganizado en divisiones, una fór-mula muy novedosa que consis-te básicamente en grandes uni-dades autónomas que están pre-paradas para la marcha y el com-bate e integran a todas las ar-mas. Ahora bien, esa ventaja ini-cial se está diluyendo por la re-sistencia española a los desig-nios del emperador, por los reve-ses sufridos, por la crecienteoposición popular al expolio deguerra y por la necesidad france-sa de atender otros frentes.

¡Contra la invasión!Las irresponsables querellas familiares entre

Carlos IV y Fernando VII han favorecido el error

NAPOLEÓN NO puede triunfar, pero Fran-cia siempre será Francia. La aventura im-perial que está sembrando la guerra enEuropa es, sin duda, un resultado de laRevolución de 1789. Otros resultadostambién eran posibles, pero Napoleón losha frustrado en Europa con su política deinjerencia y anexiones, lo mismo que, an-tes de él, los frustró el Terror en el inte-rior de Francia.

Aunque el emperador se presente co-mo el heredero universal de la Revolu-ción de 1789, en realidad sólo lo es de surealidad más contestada, de sus mediosmás despóticos. Los ideales originariosde la Revolución han movilizado contrael antiguo régimen a los mejores espíri-tus europeos, y acabarán por dar frutoalgún día. Pero para eso será necesariohaber derrotado a Napoleón y separarsus ambiciones belicosas de los noblesideales que ha enarbolado como excusa.Es un contrasentido que Francia preten-da sojuzgar a otras naciones en nombrede la libertad, la igualdad y la fraterni-

dad. Y si lo hace es porque, previamente,Napoleón ha tenido que privar de esosmismos ideales a los franceses, erigiéndo-se en gobernante incontestado.

Es necesario que la paz vuelva a rei-nar en Europa y, para ello, las grandespotencias tienen que alcanzar un acuer-do para convivir civilizadamente, cadacual dentro de sus propias fronteras. Na-poleón se ha convertido en el principalobstáculo, porque no se conforma conllevar a la práctica su proyecto políticoen Francia y sueña con extenderlo portodo el continente, para mayor gloriasuya. Pero la derrota de Napoleón Bona-parte no puede servir de coartada parasojuzgar a Francia, como tampoco pue-de convertirse en la excusa para reafir-mar los principios caducos del antiguorégimen.

Los extravíos internacionales de Napo-león no dan la razón a los absolutistas,entre otras razones porque él se ha con-vertido en el más absoluto de los monar-cas europeos.

El gobernador autorizó ayerque un niño de cuatro años, mi-tad blanco y mitad negro, pue-da ser exhibido con el fin derecaudar fondos para liberar asu padre, cautivo. El infante,de cuatro años, tiene cara, piesy brazos de color blanco, y elresto del cuerpo es negro co-mo el carbón; a modo de pelomuestra unas cerdas rubiasiguales que las de los cochinos.La entrada a la casa donde mo-ra cuesta un real de a vellón.

Ésta era la noticia más cu-riosa ayer en Cádiz, aunqueotros acontecimientos más re-levantes ocuparon la atenciónde los gaditanos. En los cen-tros de reunión, como el caféApolo, se comentaban las últi-mas medidas tomadas por losgobiernos del continente con-tra el comercio inglés.

Los ingleses, cuya flota aúnbloquea la bahía gaditana, vana tener serias dificultades paraproveerse de cuantas materiasprimas necesitan para su desa-rrollo. El joven escritor gadita-no Antonio Alcalá Galiano co-mentaba que a los ingleses lesfaltarán, además de nuestrosvinos, materias primas funda-mentales para su desarrollo: li-no, cáñamo, lana merina, ma-deras de construcción, betu-nes, cochinillas…

De ahí derivó la conversa-ción hacia la abundante pre-sencia de tropas extranjerasen Cádiz. Ayer se hallaban pre-sentes en la bahía tres flotas: laespañola y la francesa, mezcla-das y en buena armonía, y lainglesa, bloqueando la entradaa puerto.

Hay, además, cuatro regi-mientos de infantería, aunqueel capitán general de Andalu-cia, don Francisco Solano, sehalla estos días ausente de Cá-diz, ocupado en la campañaportuguesa. A los miles de ma-rinos y soldados se suman los60.000 civiles. Algo menos queen el pasado siglo, el más glo-rioso para Cádiz, cuando el co-mercio con las Indias pasabaen casi su totalidad por nues-tro puerto y llegaban mil bar-cos al año. Pero la decadenciade la ciudad no se produjo por-que acabara el monopolio delcomercio con las Indias, sinopor las guerras con Inglaterra.A pesar de todo, sobrevivenmuestras del antiguo esplen-dor. Ayer estaban amarradosen los muelles casi un cente-nar de navíos con destinos tandispares como La Habana, Car-tagena de Indias, Portobelo,Santiago de Cuba, Montevideo,Buenos Aires, Estados Unidosy varios países europeos.

Esta masiva presencia deextranjeros hace de Cádiz unaciudad abierta. Hay muchosilustrados que ven en Franciael progreso y el desarrollo,frente al oscurantismo de Car-los IV, al que consideraban “dé-bil y necio”.

Se extiende la rebeliónLos combates en Madrid alientan la lucha contra los 100.000 ocupantes franceses

Sojuzgar en nombre de lalibertad y la igualdad

Avanzada la noche deldía 17 de marzo de 1808,la plebe enfurecida deun pequeño pueblo ma-drileño, Aranjuez, seechó a la calle y saqueólas casas del hombremás poderoso del país,Manuel Godoy, y sushombres más cercanos.Los hombres y mujeresgritaban pidiendo lamuerte del valido del reyy aclamaban a su hijoFernando, príncipe deAsturias. A la indigna-ción que mostraba el po-pulacho contra sus diri-gentes se sumó la tropaacantonada para la de-fensa del real sitio. Trassu ira se escondía la deuna nobleza alarmadapor la presencia de lastropas francesas queatravesaban el país conel objetivo teórico deocupar Portugal. Esosnobles ven que el objeti-vo real de los ejércitosde Napoleón es apropiar-se del país y secuestrar ala familia real.

En 1808, España escualquier cosa menosun Estado. Los cam-pos de casi todo elpaís, donde los campe-sinos perecen de ham-bre y epidemias, sonterritorio libre paralos bandoleros; el co-mercio con Américalanguidece de formaescandalosa debido albloqueo naval británi-co; en México, en Cu-ba, en los Andes, sefraguan revueltas con-tra el poder de la me-trópoli.

Gobernaba Manuel deGodoy, presunto amantede la reina María Luisa,mujer de Carlos IV. Le lla-man sus partidarios ElPríncipe de la Paz. Y seha ganado a pulso unatriste fama de hombreineficaz y de ambicióndesmedida. Sus mayoresméritos consisten en ha-berse hecho con los favo-res del rey cornudo. Elresto de sus actos carecede toda gloria. Su nefastaacción de gobierno habíallegado a la culminaciónen la aventura de haber-se aliado con Francia pa-ra combatir a Inglaterra,lo que se concretó en laderrota de Trafalgar, queacabó para siempre conla potencia marítima es-pañola.

Godoy, apaleado y hu-millado, no fue la únicavíctima. Su ministro deHacienda fue linchadopor campesinos airadosen La Mancha. Y el pro-pio Carlos IV tuvo que ab-dicar en su hijo cuandoel motín se extendió aMadrid y fue apoyadoallí por el ejército.

En tres días, el pue-blo sublevado acabó conun reinado corrupto eineficaz y consiguió quereinara un joven Fer-nando, que debía haberllevado al país a una nue-va etapa de buen gobier-no y de independenciade los deseos imperialesde Napoleón.

Las tropas francesasal mando del mariscalMurat, que pronto se re-velaron como un ejérci-to de ocupación, se en-contraron pronto conun pueblo que les miracon desconfianza y hos-tilidad abierta. Su ge-nial líder, repleto debuenos propósitos ilus-trados, había cometidoel error de querer impo-ner las ideas de la Revo-lución de 1789 por lafuerza.

Un mes y medio des-pués de los hechos deAranjuez, el 2 de mayo,Madrid se ha vuelto a su-blevar para impedir queel hijo menor de CarlosIV fuera raptado por losfranceses.

El 17 de marzo se en-carnó la paradoja deque el pueblo cambióla política sin ser invi-tado, pero, al contra-rio que en París, noluchó por su libertad,sino para salvar a surey absoluto. Fue ungesto patriótico, desoberanía, que aunóa los absolutistas conmuchos liberales. Pe-ro en Aranjuez seabrió una época nue-va: se demostró quela plebe podía cam-biar las cosas.

La flota inglesabloquea laentrada alpuerto de Cádiz

Napoleón, victorioso tras derrotar en la batalla de Austerlitz a las tropas rusas y austriacas en diciembre de 1805. / óleo de François gérard

A mediados de enero llegó al puer-to de Veracruz un bergantín conpliegos del Consejo de Indias, elministerio de colonias america-nas, y con noticias que alarmarona los españoles y criollos contra-rios a las concesiones españolas aNapoleón Bonaparte, preocupa-dos por el progresivo afrancesa-miento del gobierno realista. Losinformes difundidos en Nueva Es-paña decían que el 18 de octubredel pasado año una división fran-cesa, a las órdenes del general De-laborde, había cruzado los Piri-neos, rumbo a Portugal, en cum-plimiento de la alianza con París.

El despliegue galo en la penín-sula refuerza las ambiciones degente como los mantuanos SimónBolívar o José Félix Ribas, empe-ñados, desde Caracas, en agrupara las provincias de ultramar y ha-cerlas independientes aunque seaa costa de una guerra. Todos ellosinvocan las ideas liberales del mo-vimiento de independencia de lastrece colonias de Norteamérica yleyeron a fondo a los ilustrados dela revolución francesa. Otros gru-pos ilustrados, aristocráticos o adi-nerados del virreinato de NuevaEspaña y Nueva Granada, y en lascapitanías de Cuba y Puerto Ricopermanecen expectantes, cele-bran actos de afirmación patrióti-

ca, maldicen a Manuel Godoy oporfían sobre sus negocios o eldestino de las rentas indianas an-te una eventual dominación deFrancia sobre España.

Las noticias sobre lo que pue-da ocurrir en la metrópoli no sondel todo claras porque los barcoscon información fiable tardan enllegar entre dos y cinco meses.Las cosas, a veces, se deforman yalgunos clérigos ya anticipan eladvenimiento de una España, un-gida a Francia, atea y libertina. Laderrota de Trafalgar, hace tresaños, en la que Madrid y París per-dieron su flota de guerra frente alos ingleses, explica en buena me-dida la actual agitación social y

política, españolista, autonomistao secesionista, en Indias. Es asíporque el desastre naval tuvo con-secuencias graves. La alianza his-pano-francesa de 1800 resulta bas-tante perniciosa, a ojos de mu-chos españoles y criollos. Inglate-rra, crecida, atacó el flanco ameri-cano del imperio español.

A los indios y mulatos, el cursode los acontecimientos no parecepreocuparles en demasía, pueslas decisiones sobre su futuro ape-nas les pertenecen. No es así en elcaso de los nobles y los españolesy sus hijos nacidos en América,los criollos, que cuidan cuantio-sas fortunas e intereses comercia-les en las colonias.

Levantamiento contra las tropas francesas Levantamiento contra las tropas francesas

El motín de Aranjuezabrió una nueva era

FORGES

ROMÁN OROZCO, Cádiz

MIGUEL ÁNGEL VILLENAMadrid

Vientos independentistas en ultramarSimón Bolívar y José Félix Ribas alientan movilizaciones desde Caracas

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México

Las tropas deNapoleón se centranen controlarlas ciudades

JORGE M. REVERTE

Manuel Godoy. / enrius

6 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

La sangre y la gloria galoparonayer juntas por las calles de Ma-drid. El pueblo llano se alzó enarmas contra Napoleón. Airadopor los alardes de un ejército ex-tranjero de 30.000 hombres queocupa la ciudad y sus arrabalesdesde hace mes y medio, el ve-cindario se echó a la calle condeterminación y coraje. “¡Caste-llanos, alzáos contra el tirano!”gritaban los chisperos que vocea-ban en los portales para reunirimprovisadas tropas. Apenas ar-madas de palos, navajas y cuchi-llos, las partidas que iban agru-pándose detrás de los más arro-jados pugnaban desesperada-mente por truncar a golpes eldesignio imperial de ocupar alcompleto la capital y enseñorear-se por el territorio español. Elvecindario madrileño consiguióevitarlo: durante unas horas.

La premeditada ocupaciónmilitar de Madrid por los solda-dos franceses se detuvo brusca-mente. “¡Adelante, adelante!”, seoía gritar a los ancianos que asíse dirigían a los jóvenes enarde-cidos que surcaban las calles enbusca de armas. “¡Al arsenal deMonteléon!”, vociferaban es-truendosamente.

La poderosa máquina militarfrancesa instalada en la villa ytendida en torno a la ciudad des-de Getafe hasta Fuencarral y elRetiro, enmudeció paralizadapor la sorpresa. La ferocidad sepropagó por las calles. Con ra-biosas embestidas, hasta quincepartidas de vecinos desplegadaspor otros tantos barrios de la ciu-dad, la emprendieron contra losinvasores, enviados velozmenteal centro de Madrid para sofo-car el levantamiento.

Carniceros, guarnicioneros yempleados del matadero, cuchi-llo en mano, desjarretaban laspatas de los caballos de los pom-

posos dragones de la Empera-triz, cuerpo a tierra los destripa-ron y apearon imperiosamentea los jinetes sobre el suelo y allílos degollaron. Igual suerte co-rrieron los temibles mamelu-cos, turcos egipcianos de salva-jes costumbres. Con sus afiladosalfanges, que blandían con admi-rable destreza, no consiguieronfrenar la marea humana que seprecipitaba sobre ellos hastadarles muerte.

Hasta 56 reclusos que cum-plen penas en la cárcel de la Vi-lla también se ofrecieron a pe-lear. Dos desaparecieron, otrofue declarado prófugo y hasta 51regresaron horas después a suencierro tras luchar bravamen-te. Pero Francisco Pico no vol-vió. Había peleado con rabia algrito de “¡Libertad, muera Fran-cia!”. Con sus grandes manosdescabalgó a un enemigo frentea la iglesia de San Sebastián, enAtocha, pero recibió el aceromortífero del feroz coraceroque le atravesó la garganta.

Regueros de sangre surcaronla villa desde el Arco de SantaMaría, junto a la calle Mayor,donde comenzó la lucha a prime-ra hora de la mañana, hasta laiglesia del Buen Suceso, en Puer-ta del Sol y el Prado de los Jeró-nimos.

Densas humaredas ensom-brecieron la primaveral maña-na. Los humos surgían del par-que de Monteleón, al norte deMadrid, donde 16 artilleros almando del capitán Pedro Velar-de, de la Secretaría de la JuntaSuperior de Artillería, y un con-siderable gentío de vecinos enar-decidos, plantaron allí dos bate-rías y se hicieron fuertes. Muje-res y niños de todo Madrid seincorporaron también a la lu-cha. “¡Mosquetes y munición pa-ra todos!”, gritaba a los cuatrovientos Felisa Candela, tabaque-

ra, mientras frotaba un cuchillojamonero contra el pedernal deuna fuente de la calle de SanJosé. A su lado, su hija Micaelalloraba asustada entre sus faldo-nes. El capitán Velarde se acer-có a ellas. Cogió a la niña en susbrazos y le dijo a su madre: “Llé-vatela de aquí: ella tiene que verun día a España en libertad”. In-mediatamente, volvió junto alcañón que había mandado insta-lar a la puerta del parque.

Superadas las primeras ho-ras de sorpresa, Murat, lugarte-niente de Napoleón en Madrid ycuñado suyo, ordenó el desplie-gue de miles de infantes y fusile-ros por la ciudad. Procedían de

siete cuarteles del casco madri-leño y de otros tantos campa-mentos de la periferia, desde Ge-tafe hasta Fuencarral. Su princi-pal destino era el parque de arti-llería. “¡Zaleos, soltad a los re-yes”!, voceaba un segoviano ape-llidado Roldán desde la acera dela calle del Noviciado. A su paso

por las calles eran recibidos congraneada lluvia de piedras, mue-bles y enseres que copiosamen-te caían sobre ellos desde balco-nes y terrazas. Un hijo del gene-ral Lagrange ha muerto así, des-calabrado, en la calle del Barqui-llo.

La represión contra los paisa-nos comenzó entonces. Las ca-sas de donde procedían los obje-tos arrojadizos eran inmediata-mente asaltadas y quemadas, al-guna con sus moradores den-tro. Todo paisano detenido conarmas u objetos similares erainmediatamente fusilado. Cadadisparo encendía un nuevo chis-pazo de odio.

El fragor del combate se apo-deró de la villa, estremecida dedolor y de rabia. Las más atro-ces escenas se vivieron en tornoal cuartel donde los vecinos yun puñado de artilleros se habíaenrocado. Sus cañones dispara-ban contra los infantes y jinetesfranceses. Miles de estos afron-taron el cañoneo y se dispersa-ron dejando muchas bajas. Suslamentos surcaban las calles.“¡Ma mère, ma mère!”, gritabaun soldado agonizante a sor Pe-lagia Revut, una monja nacidafrancesa del convento de Nues-tra Señora de las Maravillasque, con alguna de sus 15 com-pañeras, más cinco hermanas,asistía en la calle a cuantos ha-bían sido abatidos.

Un marqués de Sástago, consu casaca azul de terciopelo he-cha jirones, recorría las callejaspróximas a Monteleón llaman-do a todos a la templanza y a lamisericordia. “¡Detenéos, bajadel arma, todos sois hijos deDios!, gesticulaba el anciano,que fue retirado de un empujónpor un chispero irritado. Su ges-to se vio sepultado por el de unclérigo de la iglesia de Montse-rrat que, provisto de un trabu-

co, la emprendió contra variosoficiales franceses a los que dis-paró y remató luego. Pero la lle-gada incesante de refuerzos porla calle Ancha de San Bernardohizo reagruparse a los ocupan-tes. Su cerco se hizo cada vezmás prieto.

El fuego cesó en Monteleóncuando los proyectiles de los su-blevados se acabaron. El capi-tán Velarde recibió un disparo acorta distancia que acabó consu vida. En una calle contigua,una jovencita costurera de Va-llecas, Manuela, acudió en bus-ca de su padre. Juan era panade-ro, hijo de un francés de Mialet,obispado de Clermont, pero sesentía más de Vallecas que nin-guno. Por eso le encolerizó lapresencia armada de los france-ses en Madrid. Tanto que, esamañana, se echó a la calle comoel primero. “Padre, tenga cuida-do”, le había dicho Manuela. Pe-ro ella sabía que no le haría ca-so. Y por eso le siguió. Su padreestaba en una esquina, cargan-do un trabuco con tachuelas.Manuela le ayudó a completarla carga. Tras una descarga defusilería desde un destacamen-to francés que avanzaba en sucontra, muy cerca del parque deartillería, la calle quedó desier-ta. Padre e hija habían caídocon el rostro ensangrentado.

Otros vecinos apuntan, sinembargo, que la joven Manuelafalleció tras enfrentarse con sustijeras de modista a dos solda-dos franceses que pretendíanabusar de ella cuando la chicaregresaba a su domicilio al fina-lizar su jornada en un taller decostura.

A toda prisa llegó al parquede Monteleón el correo MiguelÁlvarez, al que el infante don An-tonio de Borbón, tío del ahorarey Fernando VII, en nombre dela Junta que preside, lo enviaba

al cuartel para detener los com-bates. El intento de tregua pro-puesto duró apenas unos minu-tos. Se vino abajo por el estruen-do de un cañonazo. “¿Quién hasido?”, gritó encolerizado el capi-tán patriota Luis Daoíz. Lo dispa-ró el chispero Andrés GómezMosquera que no entendió elacercamiento de los parlamenta-rios a las fuerzas españolas queocupaban el parque.

El general Lagrange, tras elcañonazo procedente del jardíndel cuartel sitiado, vio avanzarhacia él al capitán Daoíz. El fran-cés le insultó ignominiosamen-te: ¡Traitre! ¡Cochon!, gritó. Indig-nado por la ofensa, Daoíz sacósu sable y se abalanzó en solita-rio contra el general, rodeadopor una veintena de sus hom-bres. La escolta asaeteó con susbayonetas al oficial español has-ta dejarle exánime y agonizantesobre el pavimento.

La ira se apodera entoncesde los españoles cercados en elparque. Poco a poco van siendodetenidos. El que se niega a so-meterse, es liquidado al instan-te. Un millar de cuerpos hanquedado tendidos por las callesy plazuelas aledañas. Muchos he-ridos han sido rematados en elsuelo. Los vecinos apresados enla refriega han sido escarneci-dos e insultados groseramente.“A empellones los conducen ha-cia el levante de Madrid, se creeque hacia el Buen Retiro”, decíapoco después Florencio Bustillo,riojano, profesor en el Real Jar-dín Botánico.

Los hechos habían comenza-do después de la amanecida entorno a la Puerta del Sol. Allí unavoz —se supo luego que fue la deJosé de Blas Moreno, agente deconfianza del duque del Infanta-do, mano derecha de FernandoVII— dio la alerta sobre el crimenque se perpetraba: “¡Al arma, alarma! Al infante Francisco dePaula se lo llevan a Francia!” gri-taba con denuedo. Aquello des-pertó a los madrileños que queda-ban sin comprometerse contralas tropas que se habían adueña-do de la villa.

Al infante le habían precedidopoco antes María Luisa, reina deEtruria, antes el ahora rey Fernan-do VII y su padre, desamistadosdesde la abdicación de Carlos IVtras la revuelta de Aranjuez por elsecuestro de su tan amado gene-ral de su Guardia de Corps, el ex-tremeño y valido Manuel Godoy.

Dicen que Napoleón Bonapar-te Romolino, dueño de Europa,que el próximo 15 de agosto cum-ple 39 años, ha exigido la presen-cia en Bayona del último vástagodel rey Carlos para reunir a la Co-rona hispana, dividida en frondaentre Godoy y Fernando, paracambiar la dinastía de los Borbo-nes por la suya, la de los Bonapar-te. Su poderoso ejército ocupa yamedia España con el pretexto decerrar la retaguardia a los ingle-ses en Portugal y ocuparlo. Mas elengaño ha encolerizado al pueblo.Bonaparte fue ayer desafiado porlas gentes sencillas de Madrid.Sus tropas, humilladas. Sus oficia-les, apeados a golpes de sus mon-turas y acuchillados por menestra-les y jornaleros. El orgullo del ven-cedor de Marengo veía pisoteadassus invictas águilas a manos deaparceros, costureras y picarue-los. El ardiente griterío de las ca-lles en combate, la densa humare-

da de la fusilería y el rugir de loscañones no permitían ni a la ate-morizada nobleza, ni al alto clero,ni al desarmado generalato espa-ñol, vislumbrar lo que estaba enjuego: la independencia de Espa-ña.

Si lo intuyó con instinto, mis-mo desde el alba, el vecindariomadrileño, harto de la pomposapresencia de su Serenísima Exce-lencia el lugarteniente y cuñadode Napoleón, Joachim Murat, du-que de Berg, emparejado con Ca-rolina, hermana del Emperador,y su formidable aparato militar

desplegado en la villa: un maris-cal en jefe, Moncey, con 18 genera-les franceses que, desde el 23 demarzo, rodean con sus tropas Ma-drid desde Fuencarral hasta Geta-fe. De cada diez soldados de la tro-pa francesa seis son bisoños. Ocu-pan ruidosamente varios grandesconventos, templos y cuarteles co-mo el de la plaza de la Cebada o elde San Bernardino, semiabando-nados por sus guarniciones espa-ñolas, hoy desperdigadas entreAranjuez y Andalucía o bienacuarteladas en pequeño númeroy sin munición en el Gobierno mi-litar, en la Puerta del Sol. En lasfuerzas ocupantes figuran tam-bién veteranos prusianos, irlande-ses, italianos y turco-egipcios.

Murat entró en Madrid al fren-te de sus tropas montado sobreun piafante caballo negro zaíno;el mariscal lucía un vistoso pena-cho, lustroso uniforme tachona-do con hombreras de flecos dora-dos, brocados de filigrana y cintasque le dotaban de un aspecto espe-cial: “Acollonante” susurró consorna el marqués de Campoazulentre un grupo de señores sensi-

bles al atavío y al aparato milita-res. “En el límite de lo ridículo”, aldecir de algunas señoras que levieron cruzar por la calle de Tole-do, por donde avanzaba impasi-ble.

Pese a su natural altivez, elsemblante del gran mariscal pare-cía tratar de señalar que la pre-sencia de sus soldados en Madridhabía de ser entendida como unepisodio tranquilizador, tal y co-mo algunos de sus adelantadoshabían pregonado entre los co-rros de curiosos antes de comen-zar su desfile por las calles madri-

leñas. “Viene a pacificar a la dinas-tía”, comentaba un italiano quefue visto luego conversar con unodel séquito del mariscal.

Empero, una vez que se supola magnitud de su ejército, losmadrileños más avisados empe-

zaron a sufrir la comezón de unainquietud imprecisa, aunque lle-na de malestar: 47 batallonesagrupados en 16 regimientos ads-critos a tres divisiones de Infante-ría, una de Caballería, más cincobaterías de Artillería, de quincepiezas cada una de ellas; más lallamada y temible Guardia Impe-rial. Según cifra de la administra-ción militar francesa, Murat man-da una tropa de hasta 29.988hombres.

Los franceses quedaron asen-tados en acuartelamientos del Pó-sito de Recoletos, en el Prado, en

San Nicolás y en la plaza de laCebada. El mismísimo Duque deBerg eligió para sí el palacio deGrimaldi, hasta hace bien pocohabitado por Manuel Godoy, caí-do en desgracia, lugar muy indi-cado para sus intereses como lu-garteniente del Emperador, dadala proximidad al Palacio Real.

Inmediatamente después deinstalarse los soldados francesesen los cuarteles de Madrid, el 23de marzo, comenzaron inciden-tes de distinto signo: una serie derobos unida a la actitud arrogan-te de los militares, acentuada porel mutuo desconocimiento de lalengua, más el natural pundonorde los madrileños y, sobre todo,las madrileñas, fue causa de nu-merosos conflictos. Algunos lofueron de tanta gravedad que des-de el Hospital General y del BuenSuceso se tiene hoy noticia deque hasta diez militares france-ses murieron y otros cuatro resul-taron heridos, en su mayoría, porarma blanca, hecho que subrayala dureza de las reyertas.

Los incidentes se acentuaroncuando la Intendencia de Policía

pasó a manos del Ayuntamiento,a finales del pasado marzo. A sutimorato corregidor, Pedro deMora, asistido de 32 regidores da-dos a desaparecer ante situacio-nes complicadas, le fueron enco-mendados los preparativos parael recibimiento oficial al rey Fer-nando VII. Además, le correspon-dió aposentar y avituallar a los12.000 foráneos que se instala-ron dentro de Madrid.

El hallazgo de intérpretes re-sultó ser una tarea imperiosa, ha-bida cuenta de la presencia de na-turales de Polonia, Egipto, Irlan-da, Italia, Suiza y Holanda, y deotros pueblos, entre la gente dearmas francesa. Los traductoresse hallaron en las Guardias Valo-nas del Cuartel del Conde Duque—por su tarea percibieron 22 rea-les surtidos por las arcas delAyuntamiento— pero el apremiode las demandas de los soldados,entre largas esperas y la lentitud,explicable, en su satisfacción, ge-neraba no pocos y peligrosos ma-lentendidos. “Encima nos exigíanque tuviéramos leña en nuestrascasas”, contaba anoche DamiánAcosta, getafense, al que le cayóencima el alojamiento de un sar-gento mayor de Dragones. “Unimbécil de Grenoble, que sólo co-me queso manchego”, añadía.

Crecía de manera inquietantela suspicacia de los madrileños,forzados anfitriones de una tur-ba de aquel tamaño con su impe-dimenta, pertrechos, munición,armas y costumbres considera-das generalmente impías y pocorespetuosas con los usos locales.

Madrid se hallaba, a la sazón,en los albores de la Semana San-ta y la suspicacia francesa, dadoslos continuos roces que paulati-namente se iban generando enlas calles, tabernas y comercios,llevó al cierre de numerosos tem-plos, con el consabido enfado delos fieles y el enardecimiento dela baja clerecía que, en sus sermo-nes, se hacía eco del malestar delos vecinos. “¡La impiedad ha ocu-pado la España!”, bramaba santi-guándose ante un grupo de fielesel pasado viernes Santo fray Ho-norio de la Cruz, un monje quemoraba en la iglesia Real de laVirgen de Atocha.

Aposento y abasto de los fran-ceses resultan medidas muy lesi-vas para los madrileños, habidacuenta de la estrechez de las ca-sas de los vecinos, en las que sedispuso que la mayor parte de latropa francesa se albergase. Laforzosa cohabitación no preludia-ba nada bueno: el 12 de abril, An-drés López, párroco de una igle-sia de Carabanchel, dio muerte apuñaladas a un capitán del Ejérci-to de Napoleón alojado en su ca-sa. En un primer momento, el pá-rroco se salvó de morir por la pro-tección eclesial, si bien los veci-nos de su parroquia sufrieroncrueles represalias a manos fran-cesas. El 26 de abril, Antonio Ló-pez, moledor de cacao, había apu-ñalado a un soldado francés en laplaza de Antón Martín. “Estos pí-caros venían aquí a saquear lostemplos del Dios verdadero”, adu-jo López en su favor ante el juezque trató su caso.

¿Qué va a pensar Europa, so-juzgada por Bonaparte, si mirahacia la vieja capital española?Humillar al invicto desde 1796,es posible, como Madrid ha mos-trado. También será posible, al-gún día, derrotarle.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

El plano señala los lugares de la capital donde se registraron los principales combates y la montaña del PríncipePío, escenario de los terribles fusilamientos.

Aposento y abastode los francesesresultan muylesivos a los vecinos

Los madrileñosestaban hartos de lapomposa presenciade Joachim Murat

Qué va a pensarEuropa, sojuzgadapor Bonaparte, simira hacia Madrid?

Un hijo de ungeneral francéscae muerto,descalabrado

“¡Mosquetes ymunición paratodos!”, gritabaFelisa Candela

Medio centenar depresos salieron acombatir y despuésvolvieron a la cárcel

El parque de Monteleón fue toda la mañana una prueba de heroísmo y coraje fraterno entre paisanos y artilleros. / nin y tudó

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EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 3

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Viene de la página 1La política de Napoleón hacia nuestra pa-tria se ha basado en un doble desprecio:desprecio a la dinastía y desprecio a losespañoles. Las irresponsables querellasde familia entre Carlos IV y su hijo Fer-nando han propiciado el error del Empe-rador, que ha creído que bastarían lasintrigas palaciegas para someter a unpueblo. Su gravísimo error ha provocadoque España corra hoy la misma suerteque tantas otras naciones europeas, ane-gadas en sangre por la ambición del tro-no imperial de Francia.

Los madrileños se han levantado con-tra un poder extranjero que pretende im-ponernos un Gobierno y una monarquíaafín a sus intereses. El general Murat seha servido del levantamiento para llevara cabo una represión que pretende irmás allá de la pacificación de Madrid.Los muertos y heridos que han provoca-do sus tropas, en un criminal alarde defuerza contra hombres y mujeres pobre-mente armados, quiere dejar establecidomediante el terror que la suerte de Espa-ña está en manos de Francia. Ha sidoMurat quien ha fijado, pues, los trágicostérminos en los que se desarrollará estalucha, que no ha terminado sino que co-mienza en Madrid. Otras potencias, co-mo Inglaterra, saben también lo que sejuega en el interior de nuestras fronterasy se verán, tarde o temprano, llamadas aintervenir para impedir que la Franciade Napoleón decida el destino de Europa.El Tratado de Fontainebleu, por el quenuestro rey autorizó el paso de los ejérci-tos franceses en su camino hacia Portu-gal, no sólo fue una ingenuidad que per-mitió que Napoleón se instalase en Espa-ña, sino un error político que ha encade-nado nuestra patria a un juego de intere-

ses europeos en el que, dada nuestra debi-lidad y nuestro atraso, no podemos ha-blar con voz propia.

Contra la invasión francesa todos esta-mos llamados a actuar como españoles.Pero, como españoles, no debemos per-der de vista que el sentimiento indestruc-tible que nos une es el rechazo de la inva-sión, no el acuerdo sobre el régimen polí-tico que queremos para nuestra patriauna vez libre del invasor. La condena dequienes desean la reforma de España, au-mentando su libertad y su progreso, par-te de un equívoco monstruoso que tenía-mos que haber desterrado hace demasia-do tiempo, pero mucho más en circuns-tancias tan dramáticas como las actua-les. No nos hace españoles el hecho deprofesar una religión ni tampoco la defen-sa de la monarquía absoluta; nos haceespañoles el haber nacido en España ytambién el amor que le profesamos, cadacual desde nuestras creencias religiosas,cada cual desde nuestras ideas políticas.

Entre los muchos estragos que produ-ce la guerra está olvidar que la paz regre-sará algún día. Las generaciones futurasaprenderán, sin duda, a convivir en piede igualdad con Francia, y ese será sudeber, como el nuestro consiste hoy encombatirla. Pero seremos nosotros, losespañoles que hacemos esta guerra por-que nos la hacen, quienes tendremos quedecidir el futuro de nuestra patria. Todosy cada uno de nosotros habremos ganadoel derecho a ser libres. Pero habrá segura-mente quien, llegado el momento de lapaz, se atreva a afirmar que el sacrificiode los absolutistas vale más que el de losliberales, a los que insultan con el nom-bre infamante de afrancesados. Pero noserán los patriotas, sino los fanáticos,quienes harán tan viles distinciones.

La sublevación madrileña deayer, que previsiblemente ten-drá una amplia repercusión entoda España, marca un puntode inflexión en la relación conla presencia francesa en nues-tro país. No obstante, los levan-tamientos populares salpican to-do el país con una cadenciamuy irregular, del mismo modoque la ocupación de las tropasfrancesas se está produciendode una forma paulatina y con-centrada en diversos escena-rios. Los vaivenes bélicos, losalineamientos políticos y las in-tervenciones de otros países, co-mo Inglaterra y Portugal, com-plican el panorama del conflic-to.

En la actualidad, algo más de100.000 soldados franceses seencuentran desplegados, a lasórdenes del mariscal Murat, encinco frentes: Lisboa, Toledo,los alrededores de Madrid, la ru-ta vasco-castellana hacia la capi-

tal, y Barcelona. El contingentede Portugal, integrado por el Pri-mer Cuerpo de la Gironda estáal mando de Junot, mientras lazona toledana está dirigida porDupont. Entretanto, Moncey en-cabeza las fuerzas cercanas a lacapital de España, Bessieres cus-todia el camino a Madrid y, porúltimo, Duhesme se mantieneen Barcelona con las tropas delos Pirineos orientales que man-tienen una precaria comunica-ción con Francia.

De este conjunto de fuerzasmilitares napoleónicas, una ter-cera parte son veteranos delEjército regular y el resto unifor-mados menos preparados, queintegran legiones de reserva yregimientos provisionales y demarcha. Los jefes militares fran-ceses tienen previsto aumentarlos efectivos del Ejército de ocu-pación hasta alcanzar una cifracercana a los 200.000 hombresantes de la llegada del verano.Estos refuerzos significarán unarelación de 1,5 a 1 con respecto alos uniformados españoles que

agrupan a unos 100.000 en tro-pas regulares y a unos 30.000 enmilicias urbanas.

Este contingente español noincluye a las numerosas parti-das guerrilleras que están sur-giendo en muchas zonas de Es-paña. Esta irrupción guerrillera,que se ha convertido en una au-téntica revolución y que englo-ba a grupos muy heterogéneos,

está trastocando las estructurasdel Ejército español, que hastaahora ha estado mandado poraristócratas. Esta guerra de gue-rrillas ha derivado en un perma-nente hostigamiento para lastropas francesas, que tienen ór-denes de controlar sólo las ciu-dades y descuidan, por ello, los

caminos y las comunicaciones.El desgaste está resultando toda-vía mayor para los imperiales siconsideramos que la doctrinade Napoleón ordena que susejércitos financien su propiaguerra a partir de los saqueos,los robos y la incautación de bie-nes y haciendas. Esta políticaprovoca constantes enfrenta-mientos con los españoles.

No obstante, la actual supe-rioridad militar francesa no obe-dece sólo a un número mayor desoldados, sino también a la movi-lidad que permite un ejército or-ganizado en divisiones, una fór-mula muy novedosa que consis-te básicamente en grandes uni-dades autónomas que están pre-paradas para la marcha y el com-bate e integran a todas las ar-mas. Ahora bien, esa ventaja ini-cial se está diluyendo por la re-sistencia española a los desig-nios del emperador, por los reve-ses sufridos, por la crecienteoposición popular al expolio deguerra y por la necesidad france-sa de atender otros frentes.

¡Contra la invasión!Las irresponsables querellas familiares entre

Carlos IV y Fernando VII han favorecido el error

NAPOLEÓN NO puede triunfar, pero Fran-cia siempre será Francia. La aventura im-perial que está sembrando la guerra enEuropa es, sin duda, un resultado de laRevolución de 1789. Otros resultadostambién eran posibles, pero Napoleón losha frustrado en Europa con su política deinjerencia y anexiones, lo mismo que, an-tes de él, los frustró el Terror en el inte-rior de Francia.

Aunque el emperador se presente co-mo el heredero universal de la Revolu-ción de 1789, en realidad sólo lo es de surealidad más contestada, de sus mediosmás despóticos. Los ideales originariosde la Revolución han movilizado contrael antiguo régimen a los mejores espíri-tus europeos, y acabarán por dar frutoalgún día. Pero para eso será necesariohaber derrotado a Napoleón y separarsus ambiciones belicosas de los noblesideales que ha enarbolado como excusa.Es un contrasentido que Francia preten-da sojuzgar a otras naciones en nombrede la libertad, la igualdad y la fraterni-

dad. Y si lo hace es porque, previamente,Napoleón ha tenido que privar de esosmismos ideales a los franceses, erigiéndo-se en gobernante incontestado.

Es necesario que la paz vuelva a rei-nar en Europa y, para ello, las grandespotencias tienen que alcanzar un acuer-do para convivir civilizadamente, cadacual dentro de sus propias fronteras. Na-poleón se ha convertido en el principalobstáculo, porque no se conforma conllevar a la práctica su proyecto políticoen Francia y sueña con extenderlo portodo el continente, para mayor gloriasuya. Pero la derrota de Napoleón Bona-parte no puede servir de coartada parasojuzgar a Francia, como tampoco pue-de convertirse en la excusa para reafir-mar los principios caducos del antiguorégimen.

Los extravíos internacionales de Napo-león no dan la razón a los absolutistas,entre otras razones porque él se ha con-vertido en el más absoluto de los monar-cas europeos.

El gobernador autorizó ayerque un niño de cuatro años, mi-tad blanco y mitad negro, pue-da ser exhibido con el fin derecaudar fondos para liberar asu padre, cautivo. El infante,de cuatro años, tiene cara, piesy brazos de color blanco, y elresto del cuerpo es negro co-mo el carbón; a modo de pelomuestra unas cerdas rubiasiguales que las de los cochinos.La entrada a la casa donde mo-ra cuesta un real de a vellón.

Ésta era la noticia más cu-riosa ayer en Cádiz, aunqueotros acontecimientos más re-levantes ocuparon la atenciónde los gaditanos. En los cen-tros de reunión, como el caféApolo, se comentaban las últi-mas medidas tomadas por losgobiernos del continente con-tra el comercio inglés.

Los ingleses, cuya flota aúnbloquea la bahía gaditana, vana tener serias dificultades paraproveerse de cuantas materiasprimas necesitan para su desa-rrollo. El joven escritor gadita-no Antonio Alcalá Galiano co-mentaba que a los ingleses lesfaltarán, además de nuestrosvinos, materias primas funda-mentales para su desarrollo: li-no, cáñamo, lana merina, ma-deras de construcción, betu-nes, cochinillas…

De ahí derivó la conversa-ción hacia la abundante pre-sencia de tropas extranjerasen Cádiz. Ayer se hallaban pre-sentes en la bahía tres flotas: laespañola y la francesa, mezcla-das y en buena armonía, y lainglesa, bloqueando la entradaa puerto.

Hay, además, cuatro regi-mientos de infantería, aunqueel capitán general de Andalu-cia, don Francisco Solano, sehalla estos días ausente de Cá-diz, ocupado en la campañaportuguesa. A los miles de ma-rinos y soldados se suman los60.000 civiles. Algo menos queen el pasado siglo, el más glo-rioso para Cádiz, cuando el co-mercio con las Indias pasabaen casi su totalidad por nues-tro puerto y llegaban mil bar-cos al año. Pero la decadenciade la ciudad no se produjo por-que acabara el monopolio delcomercio con las Indias, sinopor las guerras con Inglaterra.A pesar de todo, sobrevivenmuestras del antiguo esplen-dor. Ayer estaban amarradosen los muelles casi un cente-nar de navíos con destinos tandispares como La Habana, Car-tagena de Indias, Portobelo,Santiago de Cuba, Montevideo,Buenos Aires, Estados Unidosy varios países europeos.

Esta masiva presencia deextranjeros hace de Cádiz unaciudad abierta. Hay muchosilustrados que ven en Franciael progreso y el desarrollo,frente al oscurantismo de Car-los IV, al que consideraban “dé-bil y necio”.

Se extiende la rebeliónLos combates en Madrid alientan la lucha contra los 100.000 ocupantes franceses

Sojuzgar en nombre de lalibertad y la igualdad

Avanzada la noche deldía 17 de marzo de 1808,la plebe enfurecida deun pequeño pueblo ma-drileño, Aranjuez, seechó a la calle y saqueólas casas del hombremás poderoso del país,Manuel Godoy, y sushombres más cercanos.Los hombres y mujeresgritaban pidiendo lamuerte del valido del reyy aclamaban a su hijoFernando, príncipe deAsturias. A la indigna-ción que mostraba el po-pulacho contra sus diri-gentes se sumó la tropaacantonada para la de-fensa del real sitio. Trassu ira se escondía la deuna nobleza alarmadapor la presencia de lastropas francesas queatravesaban el país conel objetivo teórico deocupar Portugal. Esosnobles ven que el objeti-vo real de los ejércitosde Napoleón es apropiar-se del país y secuestrar ala familia real.

En 1808, España escualquier cosa menosun Estado. Los cam-pos de casi todo elpaís, donde los campe-sinos perecen de ham-bre y epidemias, sonterritorio libre paralos bandoleros; el co-mercio con Américalanguidece de formaescandalosa debido albloqueo naval británi-co; en México, en Cu-ba, en los Andes, sefraguan revueltas con-tra el poder de la me-trópoli.

Gobernaba Manuel deGodoy, presunto amantede la reina María Luisa,mujer de Carlos IV. Le lla-man sus partidarios ElPríncipe de la Paz. Y seha ganado a pulso unatriste fama de hombreineficaz y de ambicióndesmedida. Sus mayoresméritos consisten en ha-berse hecho con los favo-res del rey cornudo. Elresto de sus actos carecede toda gloria. Su nefastaacción de gobierno habíallegado a la culminaciónen la aventura de haber-se aliado con Francia pa-ra combatir a Inglaterra,lo que se concretó en laderrota de Trafalgar, queacabó para siempre conla potencia marítima es-pañola.

Godoy, apaleado y hu-millado, no fue la únicavíctima. Su ministro deHacienda fue linchadopor campesinos airadosen La Mancha. Y el pro-pio Carlos IV tuvo que ab-dicar en su hijo cuandoel motín se extendió aMadrid y fue apoyadoallí por el ejército.

En tres días, el pue-blo sublevado acabó conun reinado corrupto eineficaz y consiguió quereinara un joven Fer-nando, que debía haberllevado al país a una nue-va etapa de buen gobier-no y de independenciade los deseos imperialesde Napoleón.

Las tropas francesasal mando del mariscalMurat, que pronto se re-velaron como un ejérci-to de ocupación, se en-contraron pronto conun pueblo que les miracon desconfianza y hos-tilidad abierta. Su ge-nial líder, repleto debuenos propósitos ilus-trados, había cometidoel error de querer impo-ner las ideas de la Revo-lución de 1789 por lafuerza.

Un mes y medio des-pués de los hechos deAranjuez, el 2 de mayo,Madrid se ha vuelto a su-blevar para impedir queel hijo menor de CarlosIV fuera raptado por losfranceses.

El 17 de marzo se en-carnó la paradoja deque el pueblo cambióla política sin ser invi-tado, pero, al contra-rio que en París, noluchó por su libertad,sino para salvar a surey absoluto. Fue ungesto patriótico, desoberanía, que aunóa los absolutistas conmuchos liberales. Pe-ro en Aranjuez seabrió una época nue-va: se demostró quela plebe podía cam-biar las cosas.

La flota inglesabloquea laentrada alpuerto de Cádiz

Napoleón, victorioso tras derrotar en la batalla de Austerlitz a las tropas rusas y austriacas en diciembre de 1805. / óleo de François gérard

A mediados de enero llegó al puer-to de Veracruz un bergantín conpliegos del Consejo de Indias, elministerio de colonias america-nas, y con noticias que alarmarona los españoles y criollos contra-rios a las concesiones españolas aNapoleón Bonaparte, preocupa-dos por el progresivo afrancesa-miento del gobierno realista. Losinformes difundidos en Nueva Es-paña decían que el 18 de octubredel pasado año una división fran-cesa, a las órdenes del general De-laborde, había cruzado los Piri-neos, rumbo a Portugal, en cum-plimiento de la alianza con París.

El despliegue galo en la penín-sula refuerza las ambiciones degente como los mantuanos SimónBolívar o José Félix Ribas, empe-ñados, desde Caracas, en agrupara las provincias de ultramar y ha-cerlas independientes aunque seaa costa de una guerra. Todos ellosinvocan las ideas liberales del mo-vimiento de independencia de lastrece colonias de Norteamérica yleyeron a fondo a los ilustrados dela revolución francesa. Otros gru-pos ilustrados, aristocráticos o adi-nerados del virreinato de NuevaEspaña y Nueva Granada, y en lascapitanías de Cuba y Puerto Ricopermanecen expectantes, cele-bran actos de afirmación patrióti-

ca, maldicen a Manuel Godoy oporfían sobre sus negocios o eldestino de las rentas indianas an-te una eventual dominación deFrancia sobre España.

Las noticias sobre lo que pue-da ocurrir en la metrópoli no sondel todo claras porque los barcoscon información fiable tardan enllegar entre dos y cinco meses.Las cosas, a veces, se deforman yalgunos clérigos ya anticipan eladvenimiento de una España, un-gida a Francia, atea y libertina. Laderrota de Trafalgar, hace tresaños, en la que Madrid y París per-dieron su flota de guerra frente alos ingleses, explica en buena me-dida la actual agitación social y

política, españolista, autonomistao secesionista, en Indias. Es asíporque el desastre naval tuvo con-secuencias graves. La alianza his-pano-francesa de 1800 resulta bas-tante perniciosa, a ojos de mu-chos españoles y criollos. Inglate-rra, crecida, atacó el flanco ameri-cano del imperio español.

A los indios y mulatos, el cursode los acontecimientos no parecepreocuparles en demasía, pueslas decisiones sobre su futuro ape-nas les pertenecen. No es así en elcaso de los nobles y los españolesy sus hijos nacidos en América,los criollos, que cuidan cuantio-sas fortunas e intereses comercia-les en las colonias.

Levantamiento contra las tropas francesas Levantamiento contra las tropas francesas

El motín de Aranjuezabrió una nueva era

FORGES

ROMÁN OROZCO, Cádiz

MIGUEL ÁNGEL VILLENAMadrid

Vientos independentistas en ultramarSimón Bolívar y José Félix Ribas alientan movilizaciones desde Caracas

JUAN JESÚS AZNÁREZ, México

Las tropas deNapoleón se centranen controlarlas ciudades

JORGE M. REVERTE

Manuel Godoy. / enrius

EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808 7

La sangre y la gloria galoparonayer juntas por las calles de Ma-drid. El pueblo llano se alzó enarmas contra Napoleón. Airadopor los alardes de un ejército ex-tranjero de 30.000 hombres queocupa la ciudad y sus arrabalesdesde hace mes y medio, el ve-cindario se echó a la calle condeterminación y coraje. “¡Caste-llanos, alzáos contra el tirano!”gritaban los chisperos que vocea-ban en los portales para reunirimprovisadas tropas. Apenas ar-madas de palos, navajas y cuchi-llos, las partidas que iban agru-pándose detrás de los más arro-jados pugnaban desesperada-mente por truncar a golpes eldesignio imperial de ocupar alcompleto la capital y enseñorear-se por el territorio español. Elvecindario madrileño consiguióevitarlo: durante unas horas.

La premeditada ocupaciónmilitar de Madrid por los solda-dos franceses se detuvo brusca-mente. “¡Adelante, adelante!”, seoía gritar a los ancianos que asíse dirigían a los jóvenes enarde-cidos que surcaban las calles enbusca de armas. “¡Al arsenal deMonteléon!”, vociferaban es-truendosamente.

La poderosa máquina militarfrancesa instalada en la villa ytendida en torno a la ciudad des-de Getafe hasta Fuencarral y elRetiro, enmudeció paralizadapor la sorpresa. La ferocidad sepropagó por las calles. Con ra-biosas embestidas, hasta quincepartidas de vecinos desplegadaspor otros tantos barrios de la ciu-dad, la emprendieron contra losinvasores, enviados velozmenteal centro de Madrid para sofo-car el levantamiento.

Carniceros, guarnicioneros yempleados del matadero, cuchi-llo en mano, desjarretaban laspatas de los caballos de los pom-

posos dragones de la Empera-triz, cuerpo a tierra los destripa-ron y apearon imperiosamentea los jinetes sobre el suelo y allílos degollaron. Igual suerte co-rrieron los temibles mamelu-cos, turcos egipcianos de salva-jes costumbres. Con sus afiladosalfanges, que blandían con admi-rable destreza, no consiguieronfrenar la marea humana que seprecipitaba sobre ellos hastadarles muerte.

Hasta 56 reclusos que cum-plen penas en la cárcel de la Vi-lla también se ofrecieron a pe-lear. Dos desaparecieron, otrofue declarado prófugo y hasta 51regresaron horas después a suencierro tras luchar bravamen-te. Pero Francisco Pico no vol-vió. Había peleado con rabia algrito de “¡Libertad, muera Fran-cia!”. Con sus grandes manosdescabalgó a un enemigo frentea la iglesia de San Sebastián, enAtocha, pero recibió el aceromortífero del feroz coraceroque le atravesó la garganta.

Regueros de sangre surcaronla villa desde el Arco de SantaMaría, junto a la calle Mayor,donde comenzó la lucha a prime-ra hora de la mañana, hasta laiglesia del Buen Suceso, en Puer-ta del Sol y el Prado de los Jeró-nimos.

Densas humaredas ensom-brecieron la primaveral maña-na. Los humos surgían del par-que de Monteleón, al norte deMadrid, donde 16 artilleros almando del capitán Pedro Velar-de, de la Secretaría de la JuntaSuperior de Artillería, y un con-siderable gentío de vecinos enar-decidos, plantaron allí dos bate-rías y se hicieron fuertes. Muje-res y niños de todo Madrid seincorporaron también a la lu-cha. “¡Mosquetes y munición pa-ra todos!”, gritaba a los cuatrovientos Felisa Candela, tabaque-

ra, mientras frotaba un cuchillojamonero contra el pedernal deuna fuente de la calle de SanJosé. A su lado, su hija Micaelalloraba asustada entre sus faldo-nes. El capitán Velarde se acer-có a ellas. Cogió a la niña en susbrazos y le dijo a su madre: “Llé-vatela de aquí: ella tiene que verun día a España en libertad”. In-mediatamente, volvió junto alcañón que había mandado insta-lar a la puerta del parque.

Superadas las primeras ho-ras de sorpresa, Murat, lugarte-niente de Napoleón en Madrid ycuñado suyo, ordenó el desplie-gue de miles de infantes y fusile-ros por la ciudad. Procedían de

siete cuarteles del casco madri-leño y de otros tantos campa-mentos de la periferia, desde Ge-tafe hasta Fuencarral. Su princi-pal destino era el parque de arti-llería. “¡Zaleos, soltad a los re-yes”!, voceaba un segoviano ape-llidado Roldán desde la acera dela calle del Noviciado. A su paso

por las calles eran recibidos congraneada lluvia de piedras, mue-bles y enseres que copiosamen-te caían sobre ellos desde balco-nes y terrazas. Un hijo del gene-ral Lagrange ha muerto así, des-calabrado, en la calle del Barqui-llo.

La represión contra los paisa-nos comenzó entonces. Las ca-sas de donde procedían los obje-tos arrojadizos eran inmediata-mente asaltadas y quemadas, al-guna con sus moradores den-tro. Todo paisano detenido conarmas u objetos similares erainmediatamente fusilado. Cadadisparo encendía un nuevo chis-pazo de odio.

El fragor del combate se apo-deró de la villa, estremecida dedolor y de rabia. Las más atro-ces escenas se vivieron en tornoal cuartel donde los vecinos yun puñado de artilleros se habíaenrocado. Sus cañones dispara-ban contra los infantes y jinetesfranceses. Miles de estos afron-taron el cañoneo y se dispersa-ron dejando muchas bajas. Suslamentos surcaban las calles.“¡Ma mère, ma mère!”, gritabaun soldado agonizante a sor Pe-lagia Revut, una monja nacidafrancesa del convento de Nues-tra Señora de las Maravillasque, con alguna de sus 15 com-pañeras, más cinco hermanas,asistía en la calle a cuantos ha-bían sido abatidos.

Un marqués de Sástago, consu casaca azul de terciopelo he-cha jirones, recorría las callejaspróximas a Monteleón llaman-do a todos a la templanza y a lamisericordia. “¡Detenéos, bajadel arma, todos sois hijos deDios!, gesticulaba el anciano,que fue retirado de un empujónpor un chispero irritado. Su ges-to se vio sepultado por el de unclérigo de la iglesia de Montse-rrat que, provisto de un trabu-

co, la emprendió contra variosoficiales franceses a los que dis-paró y remató luego. Pero la lle-gada incesante de refuerzos porla calle Ancha de San Bernardohizo reagruparse a los ocupan-tes. Su cerco se hizo cada vezmás prieto.

El fuego cesó en Monteleóncuando los proyectiles de los su-blevados se acabaron. El capi-tán Velarde recibió un disparo acorta distancia que acabó consu vida. En una calle contigua,una jovencita costurera de Va-llecas, Manuela, acudió en bus-ca de su padre. Juan era panade-ro, hijo de un francés de Mialet,obispado de Clermont, pero sesentía más de Vallecas que nin-guno. Por eso le encolerizó lapresencia armada de los france-ses en Madrid. Tanto que, esamañana, se echó a la calle comoel primero. “Padre, tenga cuida-do”, le había dicho Manuela. Pe-ro ella sabía que no le haría ca-so. Y por eso le siguió. Su padreestaba en una esquina, cargan-do un trabuco con tachuelas.Manuela le ayudó a completarla carga. Tras una descarga defusilería desde un destacamen-to francés que avanzaba en sucontra, muy cerca del parque deartillería, la calle quedó desier-ta. Padre e hija habían caídocon el rostro ensangrentado.

Otros vecinos apuntan, sinembargo, que la joven Manuelafalleció tras enfrentarse con sustijeras de modista a dos solda-dos franceses que pretendíanabusar de ella cuando la chicaregresaba a su domicilio al fina-lizar su jornada en un taller decostura.

A toda prisa llegó al parquede Monteleón el correo MiguelÁlvarez, al que el infante don An-tonio de Borbón, tío del ahorarey Fernando VII, en nombre dela Junta que preside, lo enviaba

al cuartel para detener los com-bates. El intento de tregua pro-puesto duró apenas unos minu-tos. Se vino abajo por el estruen-do de un cañonazo. “¿Quién hasido?”, gritó encolerizado el capi-tán patriota Luis Daoíz. Lo dispa-ró el chispero Andrés GómezMosquera que no entendió elacercamiento de los parlamenta-rios a las fuerzas españolas queocupaban el parque.

El general Lagrange, tras elcañonazo procedente del jardíndel cuartel sitiado, vio avanzarhacia él al capitán Daoíz. El fran-cés le insultó ignominiosamen-te: ¡Traitre! ¡Cochon!, gritó. Indig-nado por la ofensa, Daoíz sacósu sable y se abalanzó en solita-rio contra el general, rodeadopor una veintena de sus hom-bres. La escolta asaeteó con susbayonetas al oficial español has-ta dejarle exánime y agonizantesobre el pavimento.

La ira se apodera entoncesde los españoles cercados en elparque. Poco a poco van siendodetenidos. El que se niega a so-meterse, es liquidado al instan-te. Un millar de cuerpos hanquedado tendidos por las callesy plazuelas aledañas. Muchos he-ridos han sido rematados en elsuelo. Los vecinos apresados enla refriega han sido escarneci-dos e insultados groseramente.“A empellones los conducen ha-cia el levante de Madrid, se creeque hacia el Buen Retiro”, decíapoco después Florencio Bustillo,riojano, profesor en el Real Jar-dín Botánico.

Los hechos habían comenza-do después de la amanecida entorno a la Puerta del Sol. Allí unavoz —se supo luego que fue la deJosé de Blas Moreno, agente deconfianza del duque del Infanta-do, mano derecha de FernandoVII— dio la alerta sobre el crimenque se perpetraba: “¡Al arma, alarma! Al infante Francisco dePaula se lo llevan a Francia!” gri-taba con denuedo. Aquello des-pertó a los madrileños que queda-ban sin comprometerse contralas tropas que se habían adueña-do de la villa.

Al infante le habían precedidopoco antes María Luisa, reina deEtruria, antes el ahora rey Fernan-do VII y su padre, desamistadosdesde la abdicación de Carlos IVtras la revuelta de Aranjuez por elsecuestro de su tan amado gene-ral de su Guardia de Corps, el ex-tremeño y valido Manuel Godoy.

Dicen que Napoleón Bonapar-te Romolino, dueño de Europa,que el próximo 15 de agosto cum-ple 39 años, ha exigido la presen-cia en Bayona del último vástagodel rey Carlos para reunir a la Co-rona hispana, dividida en frondaentre Godoy y Fernando, paracambiar la dinastía de los Borbo-nes por la suya, la de los Bonapar-te. Su poderoso ejército ocupa yamedia España con el pretexto decerrar la retaguardia a los ingle-ses en Portugal y ocuparlo. Mas elengaño ha encolerizado al pueblo.Bonaparte fue ayer desafiado porlas gentes sencillas de Madrid.Sus tropas, humilladas. Sus oficia-les, apeados a golpes de sus mon-turas y acuchillados por menestra-les y jornaleros. El orgullo del ven-cedor de Marengo veía pisoteadassus invictas águilas a manos deaparceros, costureras y picarue-los. El ardiente griterío de las ca-lles en combate, la densa humare-

da de la fusilería y el rugir de loscañones no permitían ni a la ate-morizada nobleza, ni al alto clero,ni al desarmado generalato espa-ñol, vislumbrar lo que estaba enjuego: la independencia de Espa-ña.

Si lo intuyó con instinto, mis-mo desde el alba, el vecindariomadrileño, harto de la pomposapresencia de su Serenísima Exce-lencia el lugarteniente y cuñadode Napoleón, Joachim Murat, du-que de Berg, emparejado con Ca-rolina, hermana del Emperador,y su formidable aparato militar

desplegado en la villa: un maris-cal en jefe, Moncey, con 18 genera-les franceses que, desde el 23 demarzo, rodean con sus tropas Ma-drid desde Fuencarral hasta Geta-fe. De cada diez soldados de la tro-pa francesa seis son bisoños. Ocu-pan ruidosamente varios grandesconventos, templos y cuarteles co-mo el de la plaza de la Cebada o elde San Bernardino, semiabando-nados por sus guarniciones espa-ñolas, hoy desperdigadas entreAranjuez y Andalucía o bienacuarteladas en pequeño númeroy sin munición en el Gobierno mi-litar, en la Puerta del Sol. En lasfuerzas ocupantes figuran tam-bién veteranos prusianos, irlande-ses, italianos y turco-egipcios.

Murat entró en Madrid al fren-te de sus tropas montado sobreun piafante caballo negro zaíno;el mariscal lucía un vistoso pena-cho, lustroso uniforme tachona-do con hombreras de flecos dora-dos, brocados de filigrana y cintasque le dotaban de un aspecto espe-cial: “Acollonante” susurró consorna el marqués de Campoazulentre un grupo de señores sensi-

bles al atavío y al aparato milita-res. “En el límite de lo ridículo”, aldecir de algunas señoras que levieron cruzar por la calle de Tole-do, por donde avanzaba impasi-ble.

Pese a su natural altivez, elsemblante del gran mariscal pare-cía tratar de señalar que la pre-sencia de sus soldados en Madridhabía de ser entendida como unepisodio tranquilizador, tal y co-mo algunos de sus adelantadoshabían pregonado entre los co-rros de curiosos antes de comen-zar su desfile por las calles madri-

leñas. “Viene a pacificar a la dinas-tía”, comentaba un italiano quefue visto luego conversar con unodel séquito del mariscal.

Empero, una vez que se supola magnitud de su ejército, losmadrileños más avisados empe-

zaron a sufrir la comezón de unainquietud imprecisa, aunque lle-na de malestar: 47 batallonesagrupados en 16 regimientos ads-critos a tres divisiones de Infante-ría, una de Caballería, más cincobaterías de Artillería, de quincepiezas cada una de ellas; más lallamada y temible Guardia Impe-rial. Según cifra de la administra-ción militar francesa, Murat man-da una tropa de hasta 29.988hombres.

Los franceses quedaron asen-tados en acuartelamientos del Pó-sito de Recoletos, en el Prado, en

San Nicolás y en la plaza de laCebada. El mismísimo Duque deBerg eligió para sí el palacio deGrimaldi, hasta hace bien pocohabitado por Manuel Godoy, caí-do en desgracia, lugar muy indi-cado para sus intereses como lu-garteniente del Emperador, dadala proximidad al Palacio Real.

Inmediatamente después deinstalarse los soldados francesesen los cuarteles de Madrid, el 23de marzo, comenzaron inciden-tes de distinto signo: una serie derobos unida a la actitud arrogan-te de los militares, acentuada porel mutuo desconocimiento de lalengua, más el natural pundonorde los madrileños y, sobre todo,las madrileñas, fue causa de nu-merosos conflictos. Algunos lofueron de tanta gravedad que des-de el Hospital General y del BuenSuceso se tiene hoy noticia deque hasta diez militares france-ses murieron y otros cuatro resul-taron heridos, en su mayoría, porarma blanca, hecho que subrayala dureza de las reyertas.

Los incidentes se acentuaroncuando la Intendencia de Policía

pasó a manos del Ayuntamiento,a finales del pasado marzo. A sutimorato corregidor, Pedro deMora, asistido de 32 regidores da-dos a desaparecer ante situacio-nes complicadas, le fueron enco-mendados los preparativos parael recibimiento oficial al rey Fer-nando VII. Además, le correspon-dió aposentar y avituallar a los12.000 foráneos que se instala-ron dentro de Madrid.

El hallazgo de intérpretes re-sultó ser una tarea imperiosa, ha-bida cuenta de la presencia de na-turales de Polonia, Egipto, Irlan-da, Italia, Suiza y Holanda, y deotros pueblos, entre la gente dearmas francesa. Los traductoresse hallaron en las Guardias Valo-nas del Cuartel del Conde Duque—por su tarea percibieron 22 rea-les surtidos por las arcas delAyuntamiento— pero el apremiode las demandas de los soldados,entre largas esperas y la lentitud,explicable, en su satisfacción, ge-neraba no pocos y peligrosos ma-lentendidos. “Encima nos exigíanque tuviéramos leña en nuestrascasas”, contaba anoche DamiánAcosta, getafense, al que le cayóencima el alojamiento de un sar-gento mayor de Dragones. “Unimbécil de Grenoble, que sólo co-me queso manchego”, añadía.

Crecía de manera inquietantela suspicacia de los madrileños,forzados anfitriones de una tur-ba de aquel tamaño con su impe-dimenta, pertrechos, munición,armas y costumbres considera-das generalmente impías y pocorespetuosas con los usos locales.

Madrid se hallaba, a la sazón,en los albores de la Semana San-ta y la suspicacia francesa, dadoslos continuos roces que paulati-namente se iban generando enlas calles, tabernas y comercios,llevó al cierre de numerosos tem-plos, con el consabido enfado delos fieles y el enardecimiento dela baja clerecía que, en sus sermo-nes, se hacía eco del malestar delos vecinos. “¡La impiedad ha ocu-pado la España!”, bramaba santi-guándose ante un grupo de fielesel pasado viernes Santo fray Ho-norio de la Cruz, un monje quemoraba en la iglesia Real de laVirgen de Atocha.

Aposento y abasto de los fran-ceses resultan medidas muy lesi-vas para los madrileños, habidacuenta de la estrechez de las ca-sas de los vecinos, en las que sedispuso que la mayor parte de latropa francesa se albergase. Laforzosa cohabitación no preludia-ba nada bueno: el 12 de abril, An-drés López, párroco de una igle-sia de Carabanchel, dio muerte apuñaladas a un capitán del Ejérci-to de Napoleón alojado en su ca-sa. En un primer momento, el pá-rroco se salvó de morir por la pro-tección eclesial, si bien los veci-nos de su parroquia sufrieroncrueles represalias a manos fran-cesas. El 26 de abril, Antonio Ló-pez, moledor de cacao, había apu-ñalado a un soldado francés en laplaza de Antón Martín. “Estos pí-caros venían aquí a saquear lostemplos del Dios verdadero”, adu-jo López en su favor ante el juezque trató su caso.

¿Qué va a pensar Europa, so-juzgada por Bonaparte, si mirahacia la vieja capital española?Humillar al invicto desde 1796,es posible, como Madrid ha mos-trado. También será posible, al-gún día, derrotarle.

Levantamiento contra las tropas francesasLevantamiento contra las tropas francesas

El plano señala los lugares de la capital donde se registraron los principales combates y la montaña del PríncipePío, escenario de los terribles fusilamientos.

Aposento y abastode los francesesresultan muylesivos a los vecinos

Los madrileñosestaban hartos de lapomposa presenciade Joachim Murat

Qué va a pensarEuropa, sojuzgadapor Bonaparte, simira hacia Madrid?

Un hijo de ungeneral francéscae muerto,descalabrado

“¡Mosquetes ymunición paratodos!”, gritabaFelisa Candela

Medio centenar depresos salieron acombatir y despuésvolvieron a la cárcel

El parque de Monteleón fue toda la mañana una prueba de heroísmo y coraje fraterno entre paisanos y artilleros. / nin y tudó

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2 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

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8 EL PAÍS, martes 3 de mayo de 1808

Finalmente, la entrevista entre lafamilia real y el emperador Bona-parte no ha tenido lugar en Bur-gos, ni en Vitoria y tampoco en laisla de los Faisanes, el islote desoberanía compartida situado enla desembocadura del Bidasoa.Ese encuentro se está producien-do en la francesa villa de Bayona,cinco leguas más allá de la fronte-ra, sin que el ejército español pue-da respaldar a su monarca en lascruciales negociaciones que seavecinan. Aunque la confusión esgrande y circulan los más inquie-tantes rumores, es un hecho que,de mejor o peor grado, Carlos IVy su hijo Fernando VII han accedi-do a que el emperador francésejerza de árbitro supremo en sudisputa familiar por el trono deEspaña. Sus majestades Carlos yMaría Luisa llegaron hace dos jor-nadas a este puerto fluvial de me-nos de 14.000 almas fuertementeescoltados por el ejército francésy sin apenas séquito real.

No puede decirse que su llega-da, el pasado sábado día 30, hayasido una avenida triunfal. Las ra-mas de laurel y de boj que engala-nan las calles del poblado de ma-rismas inundadas por el Adour yla Nive sólo dan testimonio tardíodel apoteósico recibimiento quelos bayoneses dispensaron a suemperador el 14 de abril. Arras-trados por la curiosidad y bajo lasinstrucciones del alcalde Detche-garay, los hendayeses recibierona los monarcas en la puerta deEspaña y, a falta de mayor corte-jo, les sirvieron de comitiva hastael palacio de los gobernadores,donde han sido alojados. Nadiequiso perderse semejante aconte-cimiento, pero a fe que el espectá-culo no tuvo el brillo esperado.Familiarizados ya con los caba-llos polacos de pura sangre de laguardia napoleónica, los bayone-ses señalaban a los tiros de mulosque arrastraban los carruajes dela comitiva e intercambiaban son-

risas sobre la carroza real, unaantigualla, a su parecer, porquese asemeja, dicen, a las que hanvisto en los grabados de Felipe IVEl Hermoso, rey de Francia hace500 años. Los 40 furgones sella-dos que contienen los muebles, elvestuario y los objetos personalesde los monarcas aventaron pron-to las insidias. “Se han traído eltesoro de España”, comentabacon fruición el vulgo plebeyo delas tabernas, ignorante de que losmulos cargan también con uncompleto juego de piezas de cerá-mica de Aranjuez destinado a de-corar la mesa de su emperador.

Al menos, Bonaparte ha dis-pensado a Carlos IV los precepti-vos honores: 60 salvas de artille-

ría con sus tropas presentando ar-mas, que le negó a don Fernandoel pasado día 20, cuando éste en-tró en la villa conducido por elgeneral Savary. Aparentementedistraído con las maniobras de suejército, Napoleón no se molestóen salir al encuentro del príncipede Asturias, aunque más tardeacudió a saludarle al hotel Du-broc, un modesto palacete pocodigno de albergar a la realeza. Co-mo prueba elocuente de sus prefe-rencias, Bonaparte ha abrazado asu majestad Carlos y no ha hecholo propio con don Fernando, aquien sólo le otorga el tratamien-to de alteza. El cocinero de Napo-león pretende que los reyes degus-ten un invento culinario, denomi-

nado foie-gras, que consiste en hí-gado de oca trufado y que, por lovisto, extasía a los estómagos másrefinados. A su vez, la reina estáentretenida con las últimas mo-das y afeites parisienses. La empe-ratriz Josefina le ha enviado, ade-más, a su peluquero personal.

Pero, aquí, en Bayona, las desa-venencias familiares borbónicasse están poniendo de manifiestode manera descarnada y a la vistade todos. En el besamanos organi-zado tras su llegada, ceremoniaque tanto desconcierta en estastierras, don Carlos no correspon-dió, siquiera, al saludo de su hijo.Permaneció envuelto en un halode pesadumbre y enojo, y sólo laaparición de Godoy, hospedado

fuera de la ciudad, y la del condeDe la Fuente lograron iluminarsu apagado semblante. A ojosfranceses, la reputación de la fa-milia real se ha degradado, al pun-to de que los redactores del perió-dico oficial del imperio, Le Moni-teur (El Maestro), no se recatanen hablar del “infortunado mo-narca español víctima de la cons-piración de su hijo”, y hasta osanvilipendiar a la reina con epítetosmalsonantes y comentarios ultra-jantes del estilo de que “su pési-mo peinado le confiere un aire demomia loca, como de villanaruin”, y de que “a sus 60 años,lleva un acusado escote y no por-ta guantes, pese a que viste demanga corta”. Aunque los altos

dignatarios del reino guardangran silencio, estos y otros he-chos nada anecdóticos alimentanla vertiginosa sospecha de que laCorona de España está abandona-da a su suerte en tierra extranje-ra, en una puja familiar en la queBonaparte se reserva la soluciónfinal. ¿Cómo no alarmarse antelos rumores que circulan entrelos sefarditas del barrio del SaintEsprit que dan cuenta de que elemperador ha dispuesto hacersecargo del trono de España? ¿Có-mo no preguntarse si Bayona eshoy la gran celada bonapartista,la disimulada prisión a la que lafamilia real habría sido conduci-da arteramente con el impulso desus propios arrebatos?

La familia real, a merced del emperadorNapoleón podría asumir el trono de España para cederlo a uno de sus hermanos

Parece incomprensible que lafamilia real no haya tenido másluces para encontrar una sali-da distinta a sus pleitos inter-nos. La presencia de todos susmiembros en Bayona para queNapoleón resuelva la crisis ge-nerada a raíz del motín deAranjuez —con la abdicaciónde Carlos IV en favor de su hijoFernando VII— resulta de unaingenuidad y una ignoranciaofensivas para el pueblo espa-ñol. Si el emperador, con el quefuimos aliados en la estrepitosaderrota de Trafalgar, ha convo-cado a Carlos IV y los suyos, elvalido Godoy entre ellos, a estapoblación francesa no es paraactuar como un juez de paz.Por toda Europa corren infor-maciones indicando que Bona-

parte, cuyas tropas se desplie-gan por España con el señuelode atacar a Portugal, tiene enproyecto colocar como rey deEspaña a uno de sus hermanos.

La ineficacia de una monar-quía corrupta y mal avenida es-tá abriendo las puertas a quenuestro país cambie de manos.

Es cierto que resulta com-

plejo desairar a Napoleón conparte de su ejército desplega-do por territorio español peroningún capitán debe abando-nar el barco dejando al alburdel viento enemigo a su tripula-ción. Ni Carlos IV ni Fernan-do VII han llegado a Bayona encondición de prisioneros. Elcontrol del país ha quedado enmanos de una Junta de Gobier-no sin autoridad moral ni polí-tica. En estos tiempos, cuandolos correos tardan varios díasen llevar órdenes y mensajesde un lado a otro, es incom-prensible que esos gobernan-tes no hayan interceptado al-gún escrito de los que se inter-cambian Murat y Napoleón. Al-guna filtración de esas cartasha llegado al pueblo que se pre-gunta ¿quién será rey, Luis Bo-naparte o su hermano José?

Una ratonera en BayonaJ. F. J.

La familia de Carlos IV retratada por Francisco de Goya.

Levantamiento contra las tropas francesas

El castillo de Marracq, alojamiento de Napoleón en Bayona.

JOSÉ LUIS BARBERÍABayona

Bonaparte no semolestó en saliral encuentrode Fernando VII

Una cortina de furia y tristezase abatió de madrugada sobreMadrid. La villa permanecía re-plegada sobre sí misma, lacera-da por el dolor de los hechosacaecidos durante la jornada:un millar de cadáveres y agoni-zantes, entre vecinos y soldadosfranceses, estaban tendidos aúnsobre las calles. Pocos habíantenido la fortuna de ser recogi-dos en carretas de las calles.

Madrid volvía ahora, entradala noche, a estremecerse entredescargas de fusilería de peloto-nes franceses de ejecución que

con sus ecos de muerte y de la-mentos llegaban desde la Mon-taña del Príncipe Pío. “¡Viva Fer-nando, viva España!” se oía gri-tar a los desdichados. Bajo uncielo granate, el antes ameno pa-raje era ahora sombrío patíbulode una bárbara venganza. 43 pa-triotas que permanecían alinea-dos ante una tapia mampostera,acababan de entregar sus vidasa las tropas usurpadoras.

“¡Son demonios, han matadoniños y mujeres y blasfeman so-bre los muertos!” susurrabaaún jadeante Juan Suárez alcronista, ocultos tras un aleja-do tapial mampostero de la ha-cienda regia, contigua la Monta-

ña, hasta donde él había gatea-do. Mientras era conducido a lamuerte Suárez rodó por un ta-lud y escapó.

Desde primera hora del día,

blandiendo armas cortas y algu-na escopeta, gentes como él sehabían atrevido a arrojarse alas calles para impedir que lastropas de Napoleón, señor de

Europa, se adueñaran de la ciu-dad y de España.

En las filas de los que iban amorir se distinguía más de unmuchachito cadete; una mujerde identidad desconocida; untonsurado, Francisco Gallego,y, sobre todo, hombres graves,recios: jornaleros, aparceros,sastres, ordenanzas, algún em-pleado de palacio y el picapedre-ro Martín Ruicavado: a voces in-sultaba a quienes así le arranca-ban la vida. Sólo les quedabaconsigo la indómita valentíaque mostraron en su aventuraimposible de ayer, 2 de Mayo de1808.

Madrid se subleva contra NapoleónLas tropas francesas pasan a fuego a cientos de personas al aplastar sanguinariamentela rebelión popular contra la ocupación de la capital

Miles de héroesen las callesCiudadanos de a pie lucharonhasta la muerte Páginas 4 y 5

Independentismoen ultramarBolívar alienta movilizacionesdesde Caracas Página 7

El Rey, a mercedde BonaparteFernando VII y Carlos IV,‘rehenes’ en Bayona Página 8

LA CATÁSTROFE que se fraguaba desde que Napoleón Bonapartepuso sus ojos sobre España se ha desencadenado, y ahora sólocabe hacer frente a una espiral de muerte y destrucción de laque los franceses se resistirán a salir humillados y nosotros, losespañoles, no podremos rendirnos sin sacrificar la libertad. Pasa a la página 6

EDITORIAL

¡Contra la invasión!

E L P E R I Ó D I C O G L O B A L E N E S P A Ñ O L

MARTES 3 DE MAYO DE 1808 | EDICIÓN ESPECIAL

RAFAEL FRAGUASMontaña del Príncipe Pío

Martes 3 de mayo de 1808

EDICIÓN ESPECIAL

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Multitud de madrileños fueron fusilados por los soldados franceses. El cuadro de Goya refleja la muerte de los que fueron llevados a la montaña del Príncipe Pío.