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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO ¿MERECE LA PENA LEER UNA ENCÍCLICA SOCIAL 50 AÑOS DESPUÉS? El caso de Mater et Magistra de Juan XXIII ILDEFONSO CAMACHO, SJ Facultad de Teología de Granada 2.772. 15-21 de octubre de 2011

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PLIEGO

Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil

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50 AÑos DesPuÉs?

el caso de Mater et Magistra de Juan XXiii

IldeFonso CAMACho, sJ Facultad de Teología de Granada

2.772. 15-21 de octubre de 2011

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Una relectura actual y necesariano faltarán lectores para quienes

este aniversario estaría pasando desapercibido. nunca destacó

la encíclica Mater et Magistra (en adelante, MM) por la atención que se le prestara. Concretamente, su publicación en 1961 coincidió con la preparación del Concilio (faltaba un año largo para que se inaugurara), y este era un acontecimiento mucho más atractivo… en ese contexto de preparación del Vaticano II, la doctrina social de la Iglesia comenzaba a ser considerada por algunos como producto de una época que estaba concluyendo. llegará luego la encíclica sobre la paz (Pacem in terris), ya en pleno Concilio (abril de 1963) y en vísperas de la muerte de Juan XXIII: estas circunstancias externas, así como su propio contenido (de hecho, abrirá nuevos horizontes a la doctrina social), explican el eco inusitado que encontró, incomparablemente superior al que despertara MM. Y, sin embargo, una lectura reposada hoy de MM, no solo (re)descubre valores que entonces no fueron destacados, sino que hace caer en la cuenta del interés de sus enfoques para los problemas de hoy.

Adelanto nuestras conclusiones de una relectura actual de MM. el texto que sigue justificará esta a modo de tesis inicial. Más allá de sus contenidos doctrinales –en los que hay que detenerse, como haremos en seguida–, llaman la atención en MM dos aspectos: la conciencia de estar atravesando un momento de transición (lo que incide, aunque no siempre de modo explícito, sobre la forma de entender la doctrina

social de la Iglesia), y el hecho de que esta transición se vive con optimismo y esperanza (lo que contrasta con el momento social y eclesial del presente).

NO ESTÁ DE MÁS RECORDAR MATER ET MAGISTRA

MM nace con el objetivo preciso de conmemorar el 70º aniversario de la publicación de la primera gran encíclica social, Rerum novarum (1891). Pero nace también desde la convicción de que la doctrina entonces expuesta, sin haber perdido su validez, necesita ser actualizada. hay una conciencia, continuamente manifestada en MM, de que los tiempos han cambiado: no es posible contentarse con repetir lo que dijera León XIII a finales del siglo XIX.

Retengamos algunos rasgos del mundo de 1891, el trasfondo de Rerum novarum:▪ está en plena eclosión la Revolución

Industrial, pero limitada a un grupo de países relativamente pequeño;

▪ el modelo económico se ha desarrollado desde los supuestos del liberalismo, con el que la Iglesia no sintoniza en absoluto;

▪ a este liberalismo imperante en lo económico se opone un socialismo revolucionario, liderado por el marxismo, que solo actúa de momento como movimiento social;

▪ en ese enfrentamiento se alinea a la Iglesia con las fuerzas liberales, aunque ella se encuentra casi igualmente incómoda con el liberalismo (por su concepción de la libertad) y con el socialismo

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se cumple este año el cincuentenario de la encíclica Mater et Magistra (15 de mayo de 1961), con la que Juan XXIII quiso conmemorar, a su vez, el 70º aniversario de la publicación de la primera gran encíclica social, Rerum novarum (1891), obra de León XIII. Pero el texto de Angelo Roncalli nacía también desde la convicción de que la doctrina expuesta a finales del siglo XiX, sin haber perdido su validez, necesitaba ser actualizada. otro tanto podría decirse de Mater et Magistra ahora, en pleno siglo XXi. De aquí que una (re)lectura reposada hoy de sus páginas, como nos propone este Pliego, no solo nos permitirá (re)descubrir valores que entonces no fueron destacados, sino que nos hará caer en la cuenta del interés de sus enfoques para los problemas actuales.

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(por su afirmación nada matizada de la igualdad);

▪ todo este conflicto se localiza en una parte de europa y, con menos virulencia, en los estados Unidos.

evidentemente, este no es el mundo de 1961, que tiene rasgos muy diferentes: ▪ se ha salido de la experiencia trágica

de dos guerras mundiales, y las heridas comienzan a restañarse bajo el influjo beneficioso de expectativas optimistas (reconstrucción de los países en guerra, descolonización de muchos territorios que ahora acceden a la independencia política);

▪ evolución del modelo capitalista del siglo XIX hacia un modelo mixto, donde el estado adquiere competencias crecientes para encauzar la economía; al mismo tiempo, consolidación del modelo económico colectivista que disputa la hegemonía del mundo al capitalismo;

▪ fase económica expansiva, que permite un crecimiento sostenido de todas las economías, con independencia de su nivel de desarrollo (lo que confirma la creciente interdependencia de todos los países);

▪ un escenario que desborda con mucho a los países industrializados para adquirir dimensiones mundiales.he ahí dos cuadros contrapuestos del

mundo, separados por 70 años. el lugar de la Iglesia en uno y otro tampoco es el mismo:▪ en 1891, la Iglesia está en abierta

confrontación con el mundo moderno y con su representante más civilizado, el pensamiento liberal; en la mentalidad moderna se ve el origen de todos los males del tiempo (Reforma, liberalismo, Revolución, socialismo, anarquía), sin que se vislumbren vías concretas de acercamiento; y ello, a pesar de algunos intentos aislados de dentro y fuera de la Iglesia, y a pesar también de la actitud más abierta de león XIII.

▪ en 1961, emerge la figura de Juan XXIII como símbolo de un nuevo talante. Pero el símbolo es más que eso, es también la promesa de un Concilio ecuménico –ya anunciado– sobre el que se proyectan todas las

esperanzas contenidas y frustradas durante más de un siglo dentro y también fuera de la Iglesia. Tanta esperanza no ha dado aún frutos perceptibles, pero por ello mismo es más capaz de dar cobijo a las expectativas más diversas de que es posible el entendimiento entre este mundo y la fe cristiana. estas rápidas pinceladas –quizás

demasiado simplificadoras– eran necesarias para comprender una distancia de siete décadas. nos permiten, además, no solo trazar por

contraposición el contexto de MM, sino también intuir ya desde el principio la conciencia que tiene Juan XXIII de que muchas cosas están cambiando. en este ambiente positivo procede ya echar un vistazo al esquema anexo –presentado en las páginas centrales de este Pliego–, que ofrece una visión de conjunto de las cuatro partes en que está dividida la encíclica.

este esquema no es solo una visión de conjunto de MM. es también una invitación a leerla reposadamente, porque nada suple a la lectura

directa de los textos. Pero como visión panorámica nos ayuda a ver que estamos ante una estructura muy sencilla:▪ en la primera parte se vuelve la

mirada al pasado, para recordar una tradición que se ha abierto con Rerum novarum, pero que ha tenido otros dos momentos estelares, protagonizados por Pío XI (en 1931, cuando todavía se percibían los ecos de la I Guerra Mundial y de la grave crisis económica de 1929) y por Pío XII (después ya de la II Guerra Mundial y en los albores de la etapa de bonanza que siguió). Recordar la tradición es una preocupación muy insistente en el magisterio oficial de la Iglesia, pero un mundo en cambio no puede contentarse con mirar al pasado.

▪ la segunda parte abordará sistemáticamente cuestiones doctrinales de relieve. es muy interesante el orden en que se tratan: desde el modelo socioeconómico (clara apuesta por uno mixto) y el marco de la socialización, se coloca luego, en primer lugar, el trabajo y, en segundo término, la propiedad (que ha perdido así aquel primer plano que le concediera la Rerum novarum).

▪ la tercera parte selecciona y enumera cuestiones nuevas, partiendo de una constatación muy relevante: hoy ya los problemas sociales no podemos reducirlos a los del mundo industrial (como habían hecho los documentos anteriores). en la selección realizada hay un rasgo muy dominante: las desigualdades se multiplican en diferentes niveles. destaca la atención que se presta a la agricultura, sector muy marginado; pero destaca más la denuncia de las desigualdades entre países ricos y pobres, una cuestión que se convertirá en tema fuerte de la doctrina social a partir ya del Vaticano II.

▪ la cuarta parte quiere exponer lo que la Iglesia podría aportar a una convivencia en la verdad, la justicia y el amor. la aportación doctrinal es importante, desde el principio de la sagrada dignidad de la persona humana; a la necesidad de un orden moral objetivo que

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suelen expresarse con estos tres ver-bos: ver, juzgar y obrar” (MM, 236).

este método, tan valorado por los movimientos de compromiso cristiano y tan practicado incluso en documentos eclesiales (por ejemplo, por Juan Pablo II), está siendo hoy desplazado por otro que toma como punto de partida, no la realidad, sino la visión cristiana y teológica de esta1.

2. El magisterio de la Iglesia visto desde el propio magisterio: continuidad y avance

lo que acabamos de decir no significa un desinterés de MM por lo estrictamente doctrinal. Ya vimos que hay una parte de la misma, la segunda, toda ella consagrada a puntualizaciones doctrinales. Pero nos interesa, sobre todo, desentrañar los rasgos de esta aproximación doctrinal.

lo primero que llama la atención es esa cierta abundancia de citas tomadas de las anteriores encíclicas sociales: 16 veces cita a Pío XI (siempre su encíclica conmemorativa de los 40 años de Rerum novarum, la Quadragesimo anno) y otras tantas a Pío XII, mientras que solo cita tres veces a Rerum novarum, cuya conmemoración está en el origen mismo de MM2. detrás de ellas late la preocupación por subrayar que hay una continuidad en la doctrina, algo que es frecuente en documentos del magisterio eclesial. sin embargo, esta constatación exige algunas matizaciones ulteriores.

profundas transformaciones en el interior de los países y en la esfera de sus relaciones mutuas” (MM, 46).

A continuación, se enumeran cambios en el campo científico, técnico y económico, en el campo social y en el campo político. esta atención al presente suele ir acompañada, además, por un inequívoco deseo de comprender. no faltan pasajes en que se llega a un juicio moral sobre algunas situaciones, pero no hay esa precipitación que se observa otras veces (en documentos eclesiales y en posturas de creyentes individuales o en grupo) por dar un juicio, con frecuencia muy negativo de la realidad. esta postura es más destacable por cuanto supone un giro en relación con documentos anteriores de la doctrina social de la Iglesia.

en esta línea hay que interpretar la referencia al método “ver/juzgar/actuar”, cuando se habla de la forma en que debe aplicarse la doctrina social de la Iglesia, sobre todo por parte de los laicos:

“Ahora bien, los principios generales de una doctrina social se llevan a la práctica comúnmente mediante tres fases: primera, examen completo del verdadero estado de la situación; segunda, valoración exacta de esta situación a la luz de los principios; y tercera, determinación de lo posible o de lo obligatorio para aplicar los principios de acuerdo con las cir-cunstancias de tiempo y lugar. son tres fases de un mismo proceso, que

supere las desconfianzas entre los pueblos, responde la Iglesia con la convicción de que solo dios puede ser el fundamento de ese orden. Pero la doctrina debe complementarse con la acción social: las recomendaciones de este pasaje adelantan ya problemas que se agudizarán después, tales como las diferencias entre los católicos y la colaboración de estos con los que no lo son.

MATER ET MAGISTRA: DE LA VISIÓN DE CONJUNTO A LOS PUNTOS RELEVANTES

Una vez que tenemos una visión panorámica de MM, a modo de telón de fondo, damos un paso más: destacar algunos puntos relevantes en el texto. Ahora ya no tenemos la misma pretensión de sistematicidad: más bien, encontrar lo que sobresale por sí mismo en el contexto de la encíclica y en relación con la tradición anterior. Para más claridad, enumeraremos hasta una docena de puntos: unos se refieren más a contenidos, mientras que otros recogen aspectos más generales o de estilo.

1. Atención al momento actuales una preocupación muy presente

a lo largo de todo el texto. se pone de manifiesto en la frecuencia de expresiones tales como “actualidad” (seis veces), “hoy” (18 veces), “nuestros días” (ocho veces), “nuestra época” (14 veces), “nuestro tiempo” (siete veces), “época actual” (tres veces), etc. Puede parecer una cosa nimia, pero tiene no poco valor. nos permite comprender que estamos ante un documento cuyo objetivo principal no es la doctrina, sino los problemas del momento. el contenido doctrinal no falta, pero está subordinado y al servicio de esos problemas, a los que se quiere aportar alguna luz.

de las muchas alusiones a cambios, hay una de más relieve al final de la primera parte, porque supone una visión muy dinámica del momento histórico de MM:

“el estado de cosas, que, al tiempo de la conmemoración de Pío XII, había ya cambiado mucho con relación a la época inmediatamente anterior, en estos últimos veinte años ha sufrido

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Porque esta continuidad no es óbice para reconocer la necesidad de puntualizaciones doctrinales, en respuesta a los nuevos problemas:

“Juzgamos, por tanto, necesaria la pu-blicación de esta nuestra encíclica, no ya solo para conmemorar justamente la Rerum novarum, sino también para que, de acuerdo con los cambios de la época, subrayemos y aclaremos con mayor detalle, por una parte, las enseñanzas de nuestros predecesores, y, por otra, expongamos con claridad el pensamiento de la Iglesia sobre los nuevos y más importantes problemas del momento” (MM, 50).

Tendremos ocasión de analizar algunas de estas puntualizaciones y su alcance. Pero antes conviene observar todavía que MM es un documento conmemorativo: en principio, de Rerum novarum, pero también de otros dos documentos sociales posteriores (Quadragesimo anno y el radiomensaje de 1941 de Pío XII). esta circunstancia no debe interpretarse en términos de mera continuidad doctrinal, sin reparar en la lectura que se hace de esos tres documentos sociales previos a MM. en seguida se cae en la cuenta de que MM acentúa aspectos o matices que no eran tan evidentes en los textos originales: no estamos, pues, ante una lectura objetiva de esos documentos, sino ante una relectura hecha desde la experiencia de los años que separan a Juan XXIII y MM de ellos.

naturalmente, nada dice MM al resumir a Rerum novarum que no estuviera en esta. Y resume muy bien. Pero, al mismo tiempo, ofrece una sistematización algo distinta de su contenido: es más dura en su presentación crítica del sistema económico de 1891, da una prioridad mayor y un tratamiento más amplio a la consideración del trabajo y de sus derechos, reduce en cambio de forma llamativa el espacio concedido a la propiedad privada, sistematiza mejor las funciones que corresponden al estado en la actividad económica. desde nuestra perspectiva de hoy, cabría decir que uno se siente más cerca de este resumen de Rerum novarum que de Rerum novarum misma.

lo mismo puede decirse respecto a Quadragesimo anno, y con más razón todavía. MM sintetiza los tres problemas que preocupaban a los católicos de 1931, lo que no estaba así sistematizado por Pío XI (MM, 29ss.): la propiedad privada, la retribución obligatoria de la mano de obra (es decir, el régimen del salariado o sistema de contratación del trabajador por cuenta ajena) y la posibilidad para el católico de adherirse a la tendencia moderada del socialismo. Aunque los tres puntos están tratados en Quadragesimo anno, no están sistematizados así. Igual ocurre con los dos principios que se enumeran más adelante como los dos “principios fundamentales” de toda la vida económica: que esta no puede regirse

por la ley suprema del interés o por la libre competencia ilimitada, sino por la justicia y la caridad; y que es necesario un orden jurídico tanto nacional como internacional, que regule la convivencia (MM, 38-40).

en cambio, nada se dice de una cuestión que Quadragesimo anno trató con tanto cuidado, cual fue el orden corporativo: la delicada situación planteada por el fascismo emergente obligó a Pío XI a distinguir con toda nitidez su propia propuesta (en coherencia con la doctrina social de la Iglesia) de la modalidad corporativista promovida por la ideología citada. es bien conocido el destino final del corporativismo en manos del fascismo: esto explica que en la doctrina social no volviera a mencionarse y que MM lo ignore por completo. Pero es también una confirmación de lo que venimos constatando.

3. Un modelo socioeconómico mixtola doctrina social de la Iglesia nació

y se desarrolló en el marco de una aguda confrontación entre liberalismo y marxismo, y entre los modelos socioeconómicos derivados: capitalismo de puro mercado y socialismo colectivista. sin duda, Quadragesimo anno es el documento más duro con el modelo capitalista clásico; también con el colectivismo recientemente implantado en la Unión soviética: eso explica que en aquel momento (1931) se buscara una tercera vía, que pareció vislumbrarse en el modelo corporativista.

en 1961, el panorama se ha despejado. el colectivismo se va consolidando en los países comunistas. Pero en el mundo capitalista se impone un modelo mixto de economía, donde cada vez se reconoce una función más determinante a los poderes públicos para el desarrollo normal de la actividad económica. A esta fórmula se apunta decididamente MM en esta formulación, que abre la parte segunda:

“Como tesis inicial, hay que estable-cer que la economía debe ser obra, ante todo, de la iniciativa privada de los individuos, ya actúen estos por sí solos, ya se asocien entre sí de múltiples maneras para procurar sus intereses comunes. → Pasa a p. 28 →

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PRIMERA PARTE: ENSEÑANZAS DEL MAGISTERIO ANTERIOR

1. Resumen de las enseñanzas de Rerum novarum, Quadragesimo anno y radiomensaje La solennità (MM, 10-45).

2. Sin embargo, los cambios en el terreno científico, económico, social y político motivan la publicación de una nueva encíclica (MM, 46-50).

SEGUNDA PARTE: PUNTUALIZACIÓN Y DESARROLLO DE LAS ENSEÑANZAS ANTERIORES

1. Tesis inicial: la actividad económica debe basarse en la iniciativa privada, pero bajo el control de los poderes públicos (MM, 51-58).

2. Un hecho característico de nuestro tiempo, que condiciona toda la vida económica: la socialización como multiplicación de las relaciones, más o menos estables, entre las personas. Valoración y criterios orientativos (MM, 59-67).

3. La justa distribución del producto social: el verdadero progreso exige una justa remuneración del trabajo, atento al bien común nacional e internacional (MM, 68-81).

4. La participación en las relaciones capital-trabajo: la participación del trabajo es una exigencia de la dignidad de la persona. Participación en la empresa (según los modelos de esta) y en la vida económica nacional e internacional (MM, 82-103).

5. La doctrina de la propiedad: en el nuevo contexto debe seguir afirmándose su carácter natural, junto a su función social y al esfuerzo para que llegue a todos (MM, 104-121).

MATER ET MAGISTRA EN EsQUEMa

Leon XIII

Pío XII

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TERCERA PARTE: ASPECTOS RECIENTES MÁS IMPORTANTES DE LA CUESTIÓN SOCIAL

Ya no es solo, como hasta ahora, cuestión de relaciones entre trabajadores y empresarios (MM, 122).

1. Relaciones entre distintos sectores de la economía: atención a la agricultura como sector más deprimido. El éxodo agrario: sus causas. Objetivos y política a aplicar (MM, 123-149).

2. Relaciones entre zonas de desigual desarrollo dentro de un país: la política del Estado (MM, 150-156).

3. Relaciones entre países de desigual desarrollo: términos del problema; insistencia en la obligación de ayuda de los países ricos; la forma de ayuda (MM, 157-184).

4. El desequilibrio entre población y medios de subsistencia (el problema demográfico): alcance exacto del problema y medios para actuar (MM, 185-199).

5. La colaboración internacional más necesaria en un mundo cada vez más interdependiente: la desconfianza, tan frecuente, debe superarse con el recurso a un orden moral objetivo, cuyo único fundamento solo puede ser Dios (MM, 200-211).

CUARTA PARTE: LA APORTACIÓN DE LA IGLESIA

1. La Doctrina Social de la Iglesia como alternativa a unas ideologías defectuosas y erróneas, que olvidan el sentido religioso, natural a la persona: esta doctrina parte de la sagrada dignidad del ser humano (MM, 212-225).

2. La educación social católica: para conocer la doctrina y aplicarla en la práctica (MM, 226-230); la colaboración de las asociaciones seglares (MM, 231-235).

3. La acción social católica: necesidad de llegar a la práctica, posibles divergencias entre católicos, colaboración con personas de convicciones diferentes (MM, 236-241). Papel de los laicos: necesidad de un compromiso competente y eficaz, que es compatible con la perfección cristiana (MM, 242-257).

CONCLUSIÓN

Un punto trascendental para concluir: miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia; bendición final (MM, 258-264).

MATER ET MAGISTRA EN EsQUEMa NOTA DEL AUTOR: Hemos modificado el título de algunos

capítulos (sobre todo, el 4º) y subepígrafes, con el deseo de que recojan mejor su contenido.

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propia vida y el reconocimiento de un necesario apoyo por parte de la sociedad políticamente organizada. el bien común es, en último término, la razón de ser de la organización política de la sociedad.

es frecuente –y en MM aparece tres veces– que el bien común se vincule con la subsidiariedad. este principio de subsidiariedad tiene por objeto concretar el alcance de esa intervención del estado, para evitar tanto los excesos intervencionistas (por ejemplo, de sociedades muy paternalistas o de los estados colectivistas) como un nivel insuficiente de intervención (típica en los modelos liberales más puros). la subsidiariedad contempla, además, un paradigma más complejo que incluye distintos niveles de organización desde el individuo, pasando por las diferentes formas de asociación hasta llegar al ámbito más amplio que es la sociedad política. Una sociedad será tanto más consistente cuanto mejor se garantice toda la iniciativa posible dentro de cada nivel.

el principio de subsidiariedad fue ya formulado por Pío XI. MM se limita a reproducir el texto de Quadragesimo anno. lo hace así:

“esta acción del estado, que fomenta, estimula, ordena, suple y completa, está fundamentada en el principio de la función subsidiaria, formulado por Pío XI en la encíclica Quadragesimo Anno: sigue en pie en la filosofía social un gravísimo principio, inamovible e inmutable: así como no es lícito quitar a los individuos y traspasar a la co-munidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e iniciativa, así tampoco es justo, porque daña y per-turba gravemente el recto orden social, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden realizar y ofrecer por sí mismas, y atribuirlo a una comunidad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, en virtud de su propia naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero nunca destruirlos ni absorberlos” (MM, 53).

este principio debe ser aplicado rigurosamente al definir la función del estado, en el ámbito económico y en todos los demás ámbitos de funcionamiento de la sociedad.

las reservas hacia el modelo de estado nacido en el liberalismo. Para llegar a una postura equilibrada, el concepto de bien común resultó ser un instrumento valioso, porque define de manera muy general y positiva lo que al estado, encarnación política de la autoridad, corresponde. Por eso es importante ver cómo se define este:

“este concepto abarca todo un con-junto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desa-rrollo expedito y pleno de su propia perfección” (MM, 65)3.

esta definición del bien común es muy coherente con la primacía que se ha dado a la iniciativa particular en la definición del modelo socioeconómico, y tiene un marcado carácter personalista. está cargada, además, de realismo: porque no basta con reconocer la iniciativa de las personas, es preciso garantizar también que se dan las condiciones para que ese reconocimiento no sea una pura formalidad. Corresponde precisamente a los poderes públicos el garantizar esas condiciones.

el bien común es, por consiguiente, una pieza clave en el pensamiento cristiano: pretende establecer el vínculo entre la afirmación de la persona como protagonista insustituible de su

sin embargo, por las razones que ya adujeron nuestros predecesores, es necesaria también la presencia activa del poder civil en esta materia, a fin de garantizar, como es debido, una producción creciente que promueva el progreso social y redunde en beneficio de todos los ciudadanos” (MM, 51-52).

en este pasaje está sintetizada una doctrina que ha ido decantándose en las décadas anteriores como efecto no solo de la propia reflexión, sino además de la experiencia histórica. los párrafos que siguen al pasaje transcrito tienen múltiples referencias a esa experiencia, y esta es una riqueza de la doctrina social de la Iglesia que los documentos no suelen reconocer: que sus avances deben mucho al análisis atento de la realidad.

Pero, además, esta formulación de MM tiene un carácter propositivo, superando el tono más polémico a que nos tenían habituados los documentos anteriores. si lo que se dice es obvio –que la búsqueda de la libertad debe ser complementada con la garantía de la igualdad, también a nivel de estructura general de sistema socioeconómico–, la forma de decirlo constituye un avance en el estilo de discurso, que merece ser subrayado.

evidentemente, esta formulación tan general no es suficiente para resolver todos los problemas concretos que se presentan a la hora de concretar hasta dónde debe llegar la intervención de los poderes públicos y según qué modalidades. este es un problema nunca definitivamente resuelto. Pero al menos hemos alcanzado ya un principio que difícilmente podrá ser cuestionado en el futuro.

4. Bien común y subsidiariedadel concepto de bien común no es,

por supuesto, una novedad de MM. sí llama la atención la frecuencia con que se invoca. debe unirse a la cuestión anterior del modelo socioeconómico, ya que de bien común siempre se habla en relación con las funciones del estado.

la postura de la doctrina social de la Iglesia respecto al estado ha ido tomando cuerpo a través de un proceso complejo. de una parte, estaba la invocación clásica a la autoridad en términos generales. Pero eso debe ponerse en contraste con

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→ viENE dE p. 25 →

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5. Atención al trabajo y prioridad ética del trabajador

la preocupación por la situación dramática del trabajador industrial está en el origen mismo de la doctrina social de la Iglesia: puede decirse que esta nace, no tanto por el deseo de entrar en el debate sobre los sistemas económicos, cuanto por la urgencia de buscar soluciones para el drama en que se debaten los trabajadores de los países industrializados en el siglo XIX. sin embargo, en los primeros documentos la polémica con el liberalismo y, sobre todo, con el socialismo ocupa con demasiada fuerza el primer plano de los textos. es con MM cuando vemos por primera vez las cosas puestas en su sitio.

“Poner las cosas en su sitio” significa colocar al trabajo en el lugar que le corresponde: en el primer plano ético. Por eso, en las puntualizaciones doctrinales que se hacen en la parte segunda de MM, la parte más sistemática de toda la encíclica, el trabajo es considerado antes que la propiedad: se refleja así que los bienes productivos (la propiedad) son instrumentales en relación con el sujeto que trabaja.

dicho esto, dos son los aspectos que se abordan de la vida del trabajador, y, por cierto, de forma muy diferenciada: ▪ el primero es la retribución. después

de negar que el salario justo pueda identificarse sin más con el que resulta del juego de oferta y demanda en el mercado, se establecen criterios para la justicia del salario: dando por hecho que el salario es suficiente para cubrir las necesidades vitales del trabajador, su retribución debe responder todavía a la productividad y a exigencias del bien común nacional e internacional. dicho con otras palabras, el salario debe ser considerado no solo como remuneración de una actividad individual, sino también como mecanismo de distribución de todo lo que se produce en la sociedad.

▪ el segundo aspecto a considerar del trabajo es la participación: a él dedica MM un pasaje llamativamente extenso. Ahora no se trata solo, como se hacía en otros documentos anteriores, de las condiciones físicas de trabajo (horarios, descansos,

vacaciones, salubridad, etc.). se va más allá: el trabajo ha de ser una oportunidad para que el sujeto humano se realice en cuanto tal:“Porque en la naturaleza humana está arraigada la exigencia de que, en el ejercicio de la actividad económi-ca, le sea posible al hombre asumir la responsabilidad de lo que hace y perfeccionarse a sí mismo.de donde se sigue que, si el funcio-namiento y las estructuras económi-cas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económi-co es injusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel y se dis-tribuya según criterios de justicia y equidad” (MM, 82-83).

Queda así expresado un criterio muy exigente: lo que justifica la actividad económica, en último término, no es tanto lo que se produce, cuanto la oportunidad que se da con ello al que produce (trabajador, en sentido amplio) de realizarse como

persona humana. esto es lo que MM repite cuando contrapone desarrollo económico y progreso social (con una terminología que todavía no está muy fijada): el desarrollo económico (i.e., la producción) ha de ser, no un obstáculo, sino una ocasión para el progreso social (MM, 73, 127, 164, 168).

6. La propiedad y su función socialeste punto hay que verlo en conexión

con el anterior: en efecto, propiedad y trabajo son los dos elementos-eje de la doctrina social de la Iglesia en el contexto de la sociedad industrial. MM no puede dejar de abordarlos. si en el caso del trabajo hemos visto que lo hace con cierta novedad, igual ocurre con la propiedad: también aquí cabe decir que se trata con una sistemática más conseguida.

en primer lugar, ha quedado relegado como tema a la última de las cuestiones que exige una puntualización doctrinal: eso refleja que se la reconoce como una realidad instrumental, que siempre debe ir por detrás del trabajo.

Pero, además, están mejor articulados los distintos aspectos. se reafirma el carácter de derecho natural de la propiedad privada (y se hace incluso con formulaciones más tajantes que las de Rerum novarum); luego se afirma que, al ser un derecho, es preciso proveer para que todos tengan acceso a ella; se justifica a continuación la propiedad pública; por fin, se concluye afirmando la función social de toda propiedad, pública o privada, como exigencia del destino universal de los bienes de la tierra.

en esta apretada síntesis (MM, 104-120), lo más novedoso es que ha desaparecido la contraposición excluyente entre propiedad privada y pública. si en documentos anteriores la afirmación de la propiedad privada como derecho excluía automáticamente la propiedad pública, que era la propuesta del socialismo, ahora se admite con naturalidad que son compatibles: el texto solo pretende justificar en qué casos sería deseable que la propiedad fuera pública (invocando precisamente la función subsidiaria del estado, a la que nos referíamos más arriba). Una vez más, ha quedado atrás el tono polémico de tiempos pasados.

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la Iglesia a toda esta problemática social: sin dios es imposible entender al hombre; la dignidad última del ser humano viene de su relación con dios. en palabras de la encíclica:

“Por lo cual, por grande que llegue a ser el progreso técnico y económico, ni la justicia ni la paz podrán existir en la tierra mientras los hombres no tengan conciencia de la dignidad que poseen como seres creados por dios y elevados a la filiación divina; por dios, decimos, que es la primera y última causa de toda la realidad creada. el hombre, separado de dios, se torna inhumano para sí mismo y para sus semejantes” (MM, 215).

de nuevo aquí hay un deseo de poner las cosas en su sitio. ha quedado claro que el progreso es importante, pero él solo no garantiza una existencia digna del ser humano. esto, que parece una obviedad, resulta indispensable decirlo en un mundo demasiado ensimismado y orgulloso de sus progresos y conquistas, como era aquel de 1961.

9. Un orden moral objetivoestrechamente relacionado con el

punto anterior está la exigencia de un orden de principios morales que esté por encima de toda voluntad humana. Curiosamente, esta cuestión se menciona por primera vez cuando, al exhortar a la colaboración entre todos los pueblos que coexisten en un mundo desigual, se pone de manifiesto cómo es la desconfianza recíproca el principal obstáculo para esta colaboración. solución: reconocer unas “leyes de la verdad y de la justicia” (MM, 209) sobre el supuesto de que “la base única de los preceptos morales es dios” (MM, 210). la dimensión mundial de los problemas contemporáneos es una ocasión nueva

(porque los bienes que produce el desarrollo económico solo tienen un carácter instrumental).

8. El lugar de la religión y de DiosQuizás es en este punto donde se

encuentran las afirmaciones más críticas de MM respecto a la sociedad contemporánea. está en relación con la aportación que se puede esperar de la Iglesia y de los creyentes a todos los problemas que la encíclica ha ido desgranando. el punto de partida es la mención de algunas ideologías de la época: aunque no se las llama por su nombre, no es difícil adivinar que se está pensando en el liberalismo y, sobre todo, en el marxismo. se las critica porque falta en ellas una visión integral de la persona: concretamente, se ignora ese “profundo e invencible sentido religioso, que no puede ser jamás conculcado por la fuerza u oprimido por la astucia” (MM, 213). ¿no es fácil descubrir detrás de la “astucia” y de la “fuerza” esas dos ideologías? de este modo, además, se circunscribe el desacuerdo del pensamiento cristiano con las ideologías de nuestro tiempo a lo que es esencial, dejando otros puntos que habían tenido más relevancia en el pasado.

si el texto no se detiene mucho en la crítica, es porque prefiere la afirmación positiva: el sentido religioso es algo natural al ser humano. Aquella frase de san Agustín, “nos hiciste, señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”, encuentra aquí su encaje perfecto (MM, 214).

desde esta postura positiva, MM quiere ofrecer una visión de la persona humana. digamos de paso que este enfoque, tan acentuado en el magisterio del actual Pontífice4, lo encontramos ya en Juan XXIII. Posiblemente, esta es la aportación más fundamental de

7. Un problema que emerge: el desarrollo de los pueblos

la parte tercera de MM se abre con este párrafo, que refleja bien la conciencia de un cambio de escenario:

“el desarrollo histórico de la época actual demuestra, con evidencia cada vez mayor, que los preceptos de la justicia y de la equidad no deben re-gular solamente las relaciones entre los trabajadores y los empresarios, sino además las que median entre los distintos sectores de la economía, entre las zonas de diverso nivel de riqueza en el interior de cada nación y, dentro del plano mundial, entre los países que se encuentran en diferen-te grado de desarrollo económico y social” (MM, 122).

los problemas sociales no son ya solo los de las sociedades industrializadas. las dos primeras partes de MM se han mantenido todavía muy atadas a esta perspectiva. Pero Juan XXIII no quiere concluir su encíclica sin desplegar estos horizontes nuevos. Y, aunque habla en términos generales de desigualdades a distintos niveles, pronto se ve que la diferencia entre países desarrollados y en desarrollo ocupan un lugar preferente, preanunciando lo que luego se convertirá en tema central de la doctrina social de la Iglesia desde el mismo Vaticano II hasta el Papa actual.

Pero esta primera aproximación al problema no entra todavía en muchos detalles concretos. lo que más vale de ella es la nueva sensibilidad. Y, junto a ella, la insistencia en la responsabilidad de los países desarrollados. A diferencia de documentos posteriores (Populorum progressio, por ejemplo), que aportan sugerencias muy interesantes sobre dinámicas a poner en marcha por parte de los propios países más atrasados, MM centra su atención en el mundo rico. Y subraya la obligación que le grava de ayuda: ayudas de emergencia ante todo (se recuerda la producción de excedentes), pero también cooperación científica, técnica y financiera. se añaden dos advertencias para no recaer en errores del pasado: que el desarrollo económico no se convierta en obstáculo para el progreso social (un tema al que ya aludimos anteriormente), y que se respeten las tradiciones de los pueblos

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Cumbre del G-20 en 2010

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para reconocer que un orden moral válido para todos solo puede tener su fundamento en dios. A desarrollar este orden moral ha contribuido la Iglesia de una forma significativa, con un protagonismo que se subraya así:

“de este trascendental principio, que afirma y defiende la sagrada digni-dad de la persona, la santa Iglesia, con la colaboración de sacerdotes y seglares competentes, ha deducido, principalmente en el último siglo, una luminosa doctrina social para ordenar las mutuas relaciones hu-manas de acuerdo con los criterios generales, que responden tanto a las exigencias de la naturaleza y a las distintas condiciones de la convi-vencia humana como al carácter es-pecífico de la época actual, criterios que precisamente por esto pueden ser aceptados por todos” (MM, 220).

nótese el doble recurso a las exigencias de la naturaleza y a las condiciones de la época: si el primero es una constante de todos los documentos anteriores, el segundo responde a una mayor sensibilidad a las circunstancias históricas. este papel insustituible de la Iglesia es todavía reafirmado con más contundencia en este otro pasaje:

“A la Iglesia corresponde, en efecto, el derecho y el deber de tutelar la integridad de los principios de orden ético y religioso y, además, el dar a

conocer, en virtud de su autoridad, públicamente su criterio, cuando se trata de aplicar en la práctica estos principios” (MM, 239).

10. El lugar de los creyentesTambién este punto es

complementario del anterior, donde más bien nos referíamos a la misión de la Iglesia como comunidad jerárquica. este enfoque, tan subrayado en la tradición previa, está ya siendo corregido en las vísperas del Vaticano II con una mayor atención a la responsabilidad de los laicos. Tampoco la doctrina que se presenta a este respecto está muy elaborada, pero apunta extremos que verán un desarrollo posterior.

el primero es la necesidad de armonizar educación social y acción social, o pasar de la doctrina a la práctica. el segundo es que la perfección cristiana y la presencia activa en el mundo no son cosas incompatibles (MM, 255-256), y que esta debe tomar como base la competencia profesional. el tercero es el reconocimiento de que no faltarán disensiones entre los católicos, en las que habrá que proceder con respeto y buscando siempre los puntos de coincidencia (MM, 238). Por último, no se ignora que los católicos tendrán que colaborar frecuentemente con personas de otras convicciones: se recomienda en esos casos la coherencia personal (MM, 239).

Como se ve, las cuestiones están solo apuntadas. son expresión de una sensibilidad muy atenta a las condiciones de la sociedad moderna pluralista, donde la presencia de los creyentes es más necesaria, pero encontrará dificultades inéditas, ante las que no es posible claudicar.

11. La ausencia de lo políticoesta exhortación a los creyentes

para que participen en la vida social contrasta con la ausencia de toda alusión al compromiso político. es más, se habla siempre de “acción social”. es cierto que estamos ante un término que es frecuente en la tradición anterior, que recurrió a la acción social como alternativa a la estrictamente política, un ámbito que durante mucho tiempo la Iglesia miró con reticencias.

esta ausencia de lo político no se limita al tratamiento de la acción de los cristianos; se observa en todo el documento. es cierto que se analiza con detenimiento la función del estado moderno y se puntualiza su alcance para huir de los extremos de abstención total y de intervención máxima. Pero esto se concreta en el marco de lo socioeconómico, sin entrar en lo que es la acción política propiamente dicha.

la encíclica sobre la paz (Pacem in terris), que Juan XXIII publicará dos años después, subsanará con creces esta carencia. Pero, en todo caso, muestra que falta por hacer la síntesis entre lo económico y lo político, tan necesaria para entender adecuadamente la organización y el funcionamiento de nuestras sociedades modernas.

12. Un nuevo talante que preanuncia una nueva época

lo hemos repetido constantemente a lo largo de los puntos anteriores, y apenas hará falta ahora sino recordarlo. Más allá de los temas concretos en discusión, MM se expresa con un talante nuevo: no faltan las críticas, pero se insiste más en lo positivo y propositivo; hay una mirada comprensiva y deseosa de comprender la realidad; que no mira al cambio con prevención, sino con interés; que anima a los creyentes, más que los previene…

estamos ante una época nueva, que Juan XXIII ha sabido intuir y encarnar.

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▪ en último término, el gran reto de nuestra sociedad sigue siendo el que ya formulara MM: que el desarrollo económico esté al servicio del progreso social. hoy, cuando el desarrollo económico es más potente, seguimos sin encontrar las vías para hacerlo repercutir sobre toda la sociedad; y ya no solo sobre nuestras sociedades más avanzadas, sino sobre la sociedad global.

▪ Y para todo ello seguimos echando de menos una vida política regenerada y mejor articulada con lo económico y lo social. Por muchas deficiencias que encontremos en ella, es difícil arbitrar otra vía para una gestión racional y ética de los intereses generales de la sociedad.estos cambios en relación con la época

de MM permiten afirmar que también el nuestro es un momento de transición donde se anuncian transformaciones radicales. la reciente crisis y las dificultades para superarla en todos sus frentes son signos de que la vuelta a lo anterior ya no es posible. en los años 60 del s. XX se salía de una etapa de crisis y guerras, pero había una indudable confianza en el futuro naciente.

la diferencia más llamativa con nuestro presente radica ahí: falta confianza en el futuro. Vivimos en un mundo sin optimismo, en un mundo de resignación, donde cada uno se apresta a defender su rincón y se desentiende de lo que pasa más allá de él.

este pesimismo también invade a la Iglesia, que ha perdido dosis de su capacidad de inyectar esperanza: una Iglesia que parece renovar sus conflictos de otros tiempos con la sociedad. ¿no se percibe cierta falta de seguridad interna ante el pluralismo de sus miembros y el desenganche efectivo de algunos de ellos, agravada por los embates de cierto laicismo radical? hoy se vuelve a hablar de “nueva evangelización”: el próximo sínodo de obispos tendrá como tema La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana. ¿no sería una ocasión para recuperar la capacidad de generar esperanza, huyendo de ciertos planteamientos excesivamente retóricos que malograron a esta expresión hace unas décadas? ¡ojalá que la relectura hoy de MM sea un estímulo para esta recuperación de la esperanza!

que no hay otro modelo sino el mixto, pero no hemos dado con un equilibrio adecuado: la crisis de los partidos políticos no es sino un obstáculo más para avanzar creativamente en la búsqueda de equilibrios.

▪ las sociedades industrializadas de otros tiempos evolucionan hoy hacia sociedades posindustriales y dan lugar a una forma nueva de entender el trabajo y la empresa, donde la participación plena del trabajador es más plausible y más necesaria.

▪ ese capitalismo de industrias concretas, que dominó en otros tiempos, está dando paso al capitalismo financiero. la economía financiera está imponiendo su ley sobre la economía real, que va perdiendo su autonomía y viendo cómo se reduce su capacidad de responder a las demandas de la sociedad. esta realidad, completamente nueva, no tenía todavía reflejo en MM, pero sus principios sobre el carácter instrumental de la propiedad y sobre la prioridad del progreso social sobre el desarrollo económico tendrían que buscar aplicaciones concretas y exigentes en este campo.

su preocupación no se limita a lo que hay que decir, alcanza también a cómo hay que decirlo. son actitudes que el Vaticano II abordará temáticamente (las relaciones de la Iglesia con la sociedad moderna) y que Pablo VI hará suyas en la encíclica inaugural de su pontificado (sobre el diálogo): Ecclesiam suam. Porque si la Iglesia es muy consciente de su tarea evangelizadora, tiene que revisar las actitudes con que se acerca al mundo que quiere evangelizar. esto no se lo plantea explícitamente MM, pero todo el texto es un ejemplo vivo de cómo se puede y se debe hacer: ¡un ejemplo vale más que mil palabras!

DE AQUEL MOMENTO DE 1961 A NUESTRO MOMENTO DE 2011

evidentemente, hemos leído MM desde nuestra sensibilidad de 2011. Y al hacerlo hemos sentido una profunda sintonía con sus propuestas y sus actitudes.

¿Cómo sería el mundo de hoy si cuanto se dijo en MM se hubiera aplicado? sus principios siguen siendo válidos para afrontar las graves insuficiencias de nuestro mundo: pensemos en la prioridad del trabajo, en el carácter instrumental de la propiedad, en un modelo socioeconómico equilibrado, en una estrecha colaboración en un mundo cada vez más interdependiente (globalizado).

Todo eso vale, pero también son grandes los cambios que se han producido en estos 50 años: unos constituyen una oportunidad para sacar partido a los principios de MM, otros más bien son un “hándicap”. Pasemos revista brevemente a los más sintomáticos:▪ la interdependencia (la globalización)

es el factor dominante: está transformando el mundo en lo económico, en lo político y en lo cultural. Todos los problemas importantes son de dimensiones mundiales: por eso, las oportunidades de cooperación se multiplican, pero exigen, al mismo tiempo, instrumentos nuevos, que vienen a concretarse en un nuevo sistema de gobierno mundial, la gran tarea pendiente para el siglo XXI.

▪ la caída del Muro de Berlín y la crisis del estado social parecen confirmar

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n o t a s

1. Es muy perceptible este enfoque en la última encícli-ca de Benedicto XVI, Caritas in veritate, donde el punto de partida de sus reflexiones es siempre la concepción de dios y la visión antropológica que de ahí deriva.

2. Como veremos, no hay que exagerar el valor de este dato cuantitativo, que tiene solo un sen-tido orientativo. Por completar esta estadísti-ca, digamos que hay en MM 25 citas bíblicas, y solo una de san Agustín y una de santo Tomás.

3. Esta definición se repetirá casi literalmente en la encíclica Pacem in terris (n. 58) y en la constitu-ción pastoral Gaudium et spes del vaticano ii (n. 26).

4. sobre todo en su Caritas in veritate, Benedicto XVI ha insistido en que una adecuada visión de dios (una “teología”) es la base mejor para una adecuada visión de la persona (una “antropología”) y de la sociedad. Por eso su doctrina social es, ante todo, “teológica”.