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DOMINGO 29 de marzo de 2015 / Núm. 208 Editor: Rael Salvador l Diseño: Arturo Corpus l [email protected] / [email protected] Foto: Cortesía Adiós a Tomas Tranströmer Página 6

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Editorial El Vigía - Palabra 29 de Marzo de 2015

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DOMINGO 29 de marzo de 2015 / Núm. 208Editor: Rael Salvador l Diseño: Arturo Corpus l [email protected] / [email protected]

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Adiós a Tomas Tranströmer

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No. 208/ 29 de marzo / 2015

Suplemento Cultural de

NOTAS DE UN MARGINADO

De la calleEL HOMBRE QUE CASI

CONOCIÓ A LA MUERTEPor Joatam De Basabe

¿P or qué no te lleva la muerte?, me pregun-tan. Yo, con sarcasmo,

les contesto: es que ni la muerte me quiere. Lo cierto es que la ex-plicación es un poco más extensa, y va más o menos así.

Comienza la pri-mera vez que vino por mí. Yo no sentí miedo, ni puse cara de espanto. Esto al parecer no le agra-dó nada a la muy huesuda. Se quedó

observante y luego me preguntó: “¿Por qué no me temes? ¿Por qué no te espantas o tratas de huir?”. A lo cual yo le contesté: “Supon-go que siento empatía por ti. En el fondo no somos tan distintos. Te-nemos casi la misma complexión. Además nadie nos quiere y anda-mos solos por el mundo. Eso nos hace casi iguales”. Ella se quedó pensativa por unos segundos. Creo que nadie le había dicho algo similar.

Cuando se volvió a incorporar, como queriendo recupe-rar su temido pa-pel, me dijo: “No sabes nada de la vi-da, mucho menos de la muerte. Anda que volveré una y otra vez, has-ta que me temas. Sólo así te po-dré llevar”. Yo me quedé un tan-to sorprendido de su reacción, pe-ro luego pensé que tal vez tenía al-go de razón. Bueno, por algo tiene ese puesto, pensé.

A la vuelta de los días y las sema-nas y los meses, la amiga de la gua-daña volvió a visitarme. Esta vez tampoco le tuve miedo, encontrá-bame tranquilo, tomando un poco de ron. La muerte se acercó hasta quedar justo frente a mis ojos, co-mo si quisiese que a fuerzas la vie-ra. No tuve más opción que salu-darla; como buen occidental, me dije, hay que guardar los modales hasta con este tipo de entes. Al ver mi burlón saludo, la matona esta vez enfureció. “¿Qué no me reco-noces acaso? Soy la muerte, y voy a llevarte de este mundo para nun-ca volver: ¡Debes temerme!”, gri-tó como si en verdad tuviese cuer-das vocales. Yo le dije que no ha-bía problema, que le daba permi-so de llevarme.

Ella, ya como refl exionando, me

preguntó: ¿”Pero qué es lo que te tiene tan apático? Cuéntame cómo van las cosas por acá. Yo en reali-dad no sé mucho del mundo, só-lo recibo ordenes; pero, según en-

tiendo, es un lugar de lo más agradable, to-dos se niegan a dejar-lo cuando vengo por ellos... aunque, bueno, recientemente he nota-do un incremento bas-tante considerable en los que se van. Ya no me dejan descansar ni un momento, vengo y me tengo que llevar de

varios a la vez para darme abas-to”. Fue en ese momento que me di cuenta de que la muerte anda-ba un poco desubicada y atrasada de noticias.

Comencé por contarle de los ma-los gobiernos, la mucha pobreza y las matanzas por parte de los que nos protegen. Le expliqué de los accidentes de auto, por el alcohol, y el grave problema de la obesidad a causa de la comida chatarra y la pereza física y mental. Y ya nomas por agregarle sabor a la tragedia, le conté del desamor, la indiferen-cia y las traiciones.

Después de que escuchó con aten-ción, tomó la palabra y dijo, como entre pregunta y afi rmación: “Pe-ro tú lo que me estás describien-do es el Infi erno; no la Tierra”. No, le atajé. La muerte, ya antes de ir-se, me dijo con un poco de deses-peración y miedo: “Bueno, ya me voy, no quiero perder mi empleo. El castigo sería mandarme a la Tie-rra en condición humana... y ya veo que no me conviene”.

[email protected]

“Tampoco le tuve miedo,

encontrábame tranquilo,

tomando un poco de ron...”

Por Jorge Valenzuela

Para Naomi Wido

A pesar de los asaltos, de los perros rabiosos, de los conductores

imprudentes y de otros tantos peligros de los que piden que

me cuide cada vez que salgo de ca-sa, estando en la calle me siento cómodo, seguro, tranquilo; tanto, que a veces pien-so que todos esos

peligros son más bien imagina-rios, que nunca han existido.

Estando en la calle paso des-apercibido por la mayoría de las personas, incluso por los vendedores ambulantes que se acercan a todos para ofrecerle algún dulce o alguna otra cosa, menos a mí, quizá ellos pueden percibir algo (mis pantalones rotos, mi cabello revuelto, mi andar chueco, tal vez) que de-lata que no tengo dinero sufi-ciente como para comprarles y deciden ignorarme.

Sea cual sea la razón, nadie repara en mi presencia, y yo disfruto de esa invisibilidad, porque me permite ver a los demás de una forma tan descarada que seguramente sería reprobada por Carreño.

Así que voy por ahí, sin pre-ocuparme por las señales de alto que aparecen en las esqui-nas sin que uno se lo espere, los semáforos descompuestos, las banquetas cuarteadas y levan-tadas algunas veces; camino moviendo los brazos y viendo hacia todos lados, no por segu-ridad, sino por curiosidad, por ganas de saber qué hay del otro lado de la calle, qué venden en aquel lugar cerca del puente, a dónde va tan apurada la mujer que pasa a mi lado.

Disfruto de mi condición de

invisibilidad mientras paseo por ahí y observo: un niño que hace berrinche a los pies de su madre; un perro que mira a la gente comer dentro de una taquería con la esperanza de recibir un pedazo de carne; un anciano en silla de ruedas que pide dinero y es ignorado, qui-zá tanto como yo; dos gordas cargadas con bolsas del man-dado que cruzan corriendo la calle para alcanzar un autobús en pésimas condiciones; una muchacha en pantalón ajus-tado que me distrae un rato; varias parejas que se abrazan, se besan, se miran con ternura, con cariño, con sonrisas bobas,

parejas que me hacen recordar las soledad a la que cada vez me acos-tumbro más; un hombre cu-bierto de barro en una esquina, haciendo de es-tatua humana para que le den

dinero, ¿qué tanto conseguirá en un día?; niños que salen de la escuela, con los rostros sudoro-sos y las mochilas que imagino pesadas en la espalda…

¡Ah, la calle!, lugar de histo-rias a las que no se les presta la atención debida, de baches que se tapan y que después de un tiempo y unas cuantas lluvias se vuelven a abrir, de ruidos molestos, de basura por todos lados, de rostros cansados, de gente.

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“Disfruto de mi condición

de invisibilidad mientras

paseo por ahí y observo”

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Director EditorialAriel Montoya

Gerente AdministrativoMauro Bojórquez Gastélum

EditorRael Salvador

Editor de FotografíaJorge Calderón

Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Javier Cruz, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Patrick Liotta, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Benjamín Pacheco, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Kepa Murua, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Martín Caparrós, Eduardo Cruz Vázquez, Norma Herrera, Jorge Valenzuela, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel, Gustavo Dessal, Óscar Villarino Ruiz, Alberto Manguel, Alicia González, Carmen Gaitán, Myriam Moscona, Martín Solares, Daniel Iván Arellano G., Carlos Patiño y Joatam De Basabe.

Corresponsal en FranciaCony Singüenza

Corresponsal en ItaliaFerdinando Scianna

Corresponsal en ChileRamón Ángel Acevedo, “Rakar”

FotografíaEnrique Botello

Correo electrónico [email protected]@elvigia.net

Teléfonos para publicidad120.55.55, ext. 1023Ensenada, B.C. México.

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3NGO 29 de marzo de 2015

Por Daniel Salinas Basave

UNA DE LAS COSAS más bellas que tiene la afi ción a la literatura, es que siempre está abierta la posibilidad de encontrar un muy buen libro en el lu-gar más improbable.

Revuelto en la desordenada mesa de libros de un supermercado de Playas de Tijuana, me encontré con El prin-cipio del terror, que resultó a la postre ser una grata sorpresa.

No tenía mayores referencias so-bre su autor, sin embargo mi renaci-do interés por temas inherentes a la Revolución Francesa me motivó a ad-quirir el libro.

La novela corta de Jaime Muñoz Vargas, situada en las calles del caó-tico París de la Revolución, narra la vida de un singular personaje: Se trata de Nicolas-Jacques Pelletier, un ladronzuelo callejero de baja es-tofa. Sin embargo, Jacques Pelletier es un ser que sin tener la estatu-ra intelectual de un Robespierre o Marat, pasó la historia por inau-gurar una época y una máquina.Jacques Pelletier inauguró en 1792 la llamada “Era del Terror” y su cuello se encargó de inaugurar una diabóli-ca máquina de matar: La guillotina. El ladronzuelo de la novela fue el primer guillotinado de toda la historia. Fue el eslabón primario de una cadena de miles y miles de cabezas rodadas.

Pelletier estrenó la diabólica máquina corta cabezas por donde meses más tar-de pasaron Luis XVI, María Antonieta, Danton, Desmoulains, Charlotte Corday, el propio Robespierre y una interminable lista de infortunados.

La estructura de la novela es bastan-te sencilla, pues se centra en la supues-ta narración autobiográfi ca de Pelletier. La novela no pretende ser un documen-to histórico y el mismo autor advierte que dio rienda suelta a su imaginación, pues poco se sabe en realidad de la vida de este asaltante callejero.

La entrada de la novela es contunden-te y, si bien parte desde una esfera de fantasía pura, es un gancho casi per-fecto para hacer que el lector se quede atrapado en sus páginas. Y es que en el primer capítulo de la historia, quien narra es la cabeza recién cortada del

ladrón que yace en la canasta ensan-grentada.

En cualquier caso, esa mórbida fan-tasía pudiera no estar tan alejada de la realidad, pues hubo casos documenta-dos como el de Charlotte Corday, cuya cabeza ya cortada alcanzó a hacer una mueca cuando el verdugo la mostró al pueblo. Hay médicos que sostienen que una cabeza recién guillotinada puede tener vida hasta por diez segundos.

Luego del primer capítulo hay un retroceso en el tiempo y el narrador comienza a contarnos sus andanzas callejeras. Con pasajes que recuer-dan lo mejor de la novela picares-ca española y escenas que dentro de su crudeza no están exentas de ter-nura, transcurre la vida de Pelletier.El lector llega a tal identifi cación con el personaje, que hasta acaba por resultar tierno que su máxima experiencia ro-mántica, haya sido la violación de una aristócrata de la que después se ena-mora perdidamente.

También hay refl exiones y críticas mordaces en boca del narrador a la Ilustración y el patriotismo de los re-volucionarios jacobinos, que son ridi-culizados sin piedad.

Y el fi nal llega demasiado rápido, casi tan rápido como la cuchilla de la gui-llotina cae sobre el cuello de un con-denado, pues antes de dos horas, ya había concluido la lectura de esta bre-ve novela.

[email protected]

Por Eduardo Cruz Vázquez

HUBO UN TIEMPO, ya no se hace cuánto, en que se podían leer con frecuencia crónicas de conciertos. Leer a reporteros y críticos que se ocupaban de contar lo que interpretaba una or-questa sinfónica o fi larmónica. Esa narrativa la ejercen contados personajes. Se impuso la nota informativa. A veces sale la entrevista –básica, elemental– al director huésped o al solista in-vitado. De los restos de ese periodismo cultu-ral se alimentan las siguientes líneas.

La primera temporada de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) resultó muy buena. Asistí a ocho de nueve conciertos que cubre el abono, por el cual pagué 640 pesos en la zona de coro de la sala Nezahualcóyotl. Su precio normal es de mil ,280 pesos. El descuen-to de 50% se otorga a cualquier persona, basta con estar al pendiente de su venta.

Me gusta la zona de coro ya que disfruto de ver el arte de la dirección. Desfi laron ante mis ojos el joven Iván López Reynoso, director asis-tente de la OFUNAM. Va bien el muchacho. Tiene porte y simpatía (cómo olvidar sus pan-talones zancones). Ejerce buen control. De las obras bajo su batuta en el primer programa, me quedo con la emoción de la Suite no. 2 de La arlesiana, de Bizet.

En el segundo programa me llené de felicidad. Al fi n una obra de Buckner, la Sinfonía no. 8 en do menor. Dirigió el carismático y col-milludo Enrique Diemecke. Disfruto verlo dirigir sin par-titura. A golpe de emoción y talento. Bruckner: una sola pieza, enorme y profunda. Cuatro movimien-tos. No hay manera de que te pase inadverti-do cada episodio.

Otra revelación llegó en el tercer programa: la marimba del ruso Víctor Sych. Una ejecu-ción en marimba californiana, con la partitu-ra del chilango Carlos Salomón, quien la dedi-ca al genio del instrumento, Javier Nandayapa: Concierto para marimba y orquesta. Ustedes dirán si tal combinación no es explosiva. Y si agregamos que estuvo bajo la batuta del direc-tor artístico, el inglés Jan Latham-Koenig, la cosa –en efecto– se puso mejor.

Un abonado (y con años) puede llegar a re-unir un catálogo de sensaciones del conjunto orquestal al que le es fi el (leal). Una de ellas, y que es todo un reto, es la capacidad de adapta-ción de los músicos a diferentes directores. Por

eso la temporada que pasé de enero a marzo será inolvidable. En el cuarto programa el ban-quete lo ofreció el francés Martin Lebel, que se coronó con la Sinfonía no. 4 en re menor, op. 120 de Schumann.

En el séptimo programa la noche fue de chi-nos: del director huésped Lin Tao y de las solistas (¡tres jo-vencitas!) Ying Dong (en el sheng), Su Chang (en el zheng) y de Lan Weiwei (en la pipa). Y para más lujo, la obra Los valles de los pinos que murmuran, con la pre-sencia de su autor, Guoping Jia. Para el noveno y último programa, un director ale-mán ya conocido en estos

rumbos mexicanos: Hansjörg Schellenberger. De rechupete el Dvorak, Serenata para alien-tos, violonchelo y contrabajo, op. 44, y el Mendelssohn de la Sinfonía no 3 en la menor, op. 56 Escocesa.

Cierto, no todo me brilló. En el quinto pro-grama, con el señor Latham-Koenig, concebi-do para el 14 de febrero, de meloso no pasó. Y eso que montaron el célebre Concierto para piano y orquesta no. 2. de Rachmaninov. Para tal empresa del día del amor y la amistad traje-ron al ruso Philipp Kopachevsky. No pudo con el paquete. Sin gracia el jovencito.

Tampoco me convenció el sexto programa del señor director artístico.

Tan tan.

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ALEATORIEDADESEL PRINCIPIO DEL TERROR

ECONOMÍA CULTURAL: DOMINIOSUNA TEMPORADA DE LA OFUNAM

ECONOMÍA CULTURAL: DOMINIOSUNA TEMPORADA DE LA OFUNAM

“Me gusta la zona de coro ya que disfruto de ver el arte de la

dirección”

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ALEATORIEDADESEL PRINCIPIO DEL TERROR

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MOTIVO CENTRAL DE LA HISTORIAMOTIVO CENTRAL DE LA HISTORIA

Por Sergio Gómez Montero

Q uizá esta nota debiera comen-zar con una referencia directa a la serie de televisión “Juego de tronos” (Game of Thrones)

en donde los clanes son una de las partes sustantivas de la serie en la cual la lucha por el poder se muestra de manera des-carnada y brutal.

Otro aspecto también digno de mencionarse en esta nota, es que desde el principio tiene que ver con la manera múlti-ple con que se ha abordado el estudio de la Revolución Mexi-cana y lo que ello ha aportado, pero también ha sido motivo

de polémicas diversas que aún no terminan, como si eso fuese el motivo primordial del histo-

establecerse y, por lo tanto, el motivo cen-tral de la Historia estuviese fundado en el polemizar. O, por lo menos, en los estudios referentes a la Revolución Mexicana.La manera, pues, que tanto la Historia co-

mo otras disciplinas afines al campo de las ciencias sociales han incidido en

el estudio de la Revolución Mexica-na ha sido vasto aunque aún insu-ficiente, si tomamos en considera-

ción las polémicas que subsisten en la materia. Peor aún si a ello se añade un elemento más: la Literatura, la que desde la ficción creativa (la Novela de la Revolución y sus varios continua-dores) o el ensayo han contribuido a tener una visión amplia y compleja de ese fenómeno social.

Pareciera, de esta manera, primero, que dados los estudios existentes sobre la ma-teria todo lo que se diga al respecto (la Re-volución Mexicana) parecería redundante. Segundo, abonaría sólo a incrementar la polémica. Mas lo que sí es cierto es que esos estudios se han centrado sobre todo en las luchas de facciones y caudillos y, por ejemplo, la microhistoria quedó al margen, lo mismo que el papel que jugaron los cla-nes en ese proceso. Y si eso pasó con la His-toria es evidente también que la Literatura siguió hasta hoy los mismos pasos. Por eso es válido plantear una duda: ¿y los clanes, qué papel jugaron en la Re-volución? Un clan, habría que precisar, establece sus orígenes en la prehistoria y él implica, entre otras cosas, que, como

vocablo, proviene de “clan”, que es un término que procede del gaélico clann (“descendencia”) que, a su vez, tiene su origen en el latín planta (“planta”, “bro-te”). La noción se utiliza para nombrar al “grupo” que exhibe una tendencia exclusi-vista y cuyos integrantes están unidos por fuertes vínculos (muchas veces de familia-ridad). ¿Cómo ello, el “clan”, se mantuvo en nuestro país hasta fines del XIX y hasta mediados del XX en México y sobre todo cómo se mantuvo y manifestó él a lo largo del proceso revolucionario en el país?

GeneralesTales dudas surgen a raíz de la lectura de un libro singular: La sangre al río, Tus-quets, México, 2014 (Tiempo de Memo-

el motivo primordial del histo-riar dado que, la verdad en tor-

no a ello, fuese imposible de

polemizar. O, por lo menos, en los estudios referentes a la Revolución Mexicana.La manera, pues, que tanto la Historia co-

mo otras disciplinas afines al campo de las ciencias sociales han incidido en

el estudio de la Revolución Mexica-na ha sido vasto aunque aún insu-ficiente, si tomamos en considera-

ción las polémicas que subsisten en la materia. Peor aún si a ello se añade un elemento más: la Literatura, la que desde la ficción creativa (la Novela de la Revolución y sus varios continua-dores) o el ensayo han contribuido a tener una visión amplia y compleja de ese fenómeno social.

¿Qué papel jugaron los clanes en la

Revolución? El autor de este ensayo dilucida

sus orígenes en la prehistoria, además de

revelarnos otras cuestiones de interés...

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ria), cuyo autor, Raúl Herrera Vázquez, se ha distinguido particularmente como un pianista destacado en el país y como administrador en el campo de la cultura. El libro mencionado es una novela, pero construida más que nada a través de testi-monios originales diversos de una sola fa-milia, los Herrera, a la cual pertenecieron dos generales destacados en la época de la Revolución, Maclovio y Luis, originarios de Chihuahua como todos los miembros de su familia. Otros archivos oficiales refuerzan las tesis de los testimonios familiares. En esta novela (bien armada, bien escrita, una lectura larga que despierta inquietudes en diversos campos del saber) lo primero que se genera es la inquietud por saber preci-samente cuál fue el papel de los clanes en un proceso social tan complejo como la fue la revolución del 10-17 en México y que hasta hoy se ha pasado por alto, a pesar de ser un factor que ha incidido significa-tivamente en los procesos sociales de los siglos XIX y XX, pues en ese tiempo –co-mo lo muestra el libro de referencia– los clanes tuvieron una función determinante en los hechos sociales de esa época, dado que eran ellos los que a nivel regional de-

cidían el quehacer en diferentes regiones del país.En el libro del maestro Herrera se muestra con gran claridad precisamente cómo un clan anclado desde el siglo XIX en Chihu-ahua va a ejercer durante todo el proceso revolucionario una influencia determi-nante en dicho proceso a nivel regional y cómo ello lo va a enfrentar continuamente desde el 1910 en que comienza la revolu-ción con el clan regional representado por Francisco Villa. En esa lucha de clanes –que aparentemente termina con la muerte de Villa en 1923, en un atentado preparado precisamente por los Herrera–, fallecen varios de los miembros de dichos clanes, incluyendo a Maclovio, Luis, algunos parientes de estos (entre otros el padre, cabeza del clan) por parte de los Herrera y, por el bando contrario, al representante principal y miembro casi único del grupo; Francisco Villa. En el entramado de esa lucha destaca, primero, cómo al margen de la contienda central que conmovió al país entre 1910 y 1917, a nivel regional se registraban otro tipo de contiendas –como la lucha de clanes– que influyeron determi-nantemente en los hechos revolucionarios y que hasta hoy, se insiste, poco se han es-tudiado, a pesar de que, por ejemplo, en la lucha cristera tuvieron una significación relevante, ya no se diga, precisamente, en casos como el mencionado de Chihuahua o los de San Luis Potosí, Saturnino Cedillo y Gonzalo N. Santos (que también entre ellos se enfrentaron) y ya no se diga en el caso de personajes como Zapata en More-los, Carranza en Coahuila y posiblemente otros varios que en esa época defendieron a morir los intereses de sus clanes junto

con los intereses globales del proceso re-volucionario general.En La sangre al río en su parte final la desmitificación de Villa como héroe revo-lucionario es lapidaria, pues ubica al du-ranguense como un criminal sanguinario actor de todo tipo de tropelías, mientras que son las mujeres –las de ambos clanes, aunque en particular las Herrera– las que destacan como eje y sostén de las familias (un aspecto que también, respecto a la Re-volución del 10-17, falta de estudiar más a fondo) mientras los hombres se baten en la contienda armada.

El caudilloNo es, pues, de despreciarse el pa-pel de los clanes en el estudio de la revolución mexicana como lo mues-tra polémicamente la novela que se menciona y cuya tensión se mantiene precisamente a partir, primero, de có-mo se dio el origen del clan y cómo, segundo, se dio el comportamiento de la familia Herrera, de casi todos sus miembros, durante la Revolución.Ahora bien, si lo que destaca en al río es la lucha entre clanes, en la no-vela más reciente de Pedro Ángel Palou, No me dejen morir así(Planeta, México, 2014) resalta nuevamente la novela del caudillo y sin duda del caudillo más reconocido de la Revolución Mexica-na: Francisco Villa (cuya apología la hace Rafael F.

Muñoz en sus novelas). Palou, luego de una exhaustiva investigación bibliográfica logra, con gran suficiencia literaria, trazar el retrato de lo que fueron los días tórridos y ansiosos que culminaron la vida de Villa y que lo mismo recorren el quiénes fueron sus gentes más cercanas (mujeres y subor-dinados), que sus dudas e inquietudes que, supuestamente, siempre lo acompañaron. Personaje contradictorio, claro, Villa, se-gún Palou, hasta el final de su vida se vio asediado por las angustias que siempre lo acompañaron y que anunciaban y prefigu-raban la manera trágica en que terminaría la vida de este hombre: en un atentado que le cuesta la vida y que preparan sus más acérrimos enemigos, los Herrera, quienes, desde años atrás, se la tenían jurada. Muy bien escrita, la novela de Palou se lee sin mayor problema, y si bien es una apolo-gía del centauro del norte, en ella no dejan de colarse las debilidades de este hombre y que tan bien, a diferencia, son tratadas en la novela testimonial de Herrera. Pero ambos libros contribuyen, debe conside-rarse, a seguir replanteando el estudio de la Revolución Mexicana y de las múltiples facetas y aspectos que, como fenómeno histórico y social, la recorrieron.

[email protected] (un aspecto que también, respecto a la Re-volución del 10-17, falta de estudiar más a fondo) mientras los hombres se baten en la contienda armada.

El caudilloNo es, pues, de despreciarse el pa-pel de los clanes en el estudio de la revolución mexicana como lo mues-tra polémicamente la novela que se menciona y cuya tensión se mantiene precisamente a partir, primero, de có-mo se dio el origen del clan y cómo, segundo, se dio el comportamiento de la familia Herrera, de casi todos sus miembros, durante la Revolución.Ahora bien, si lo que destaca en La sangre

es la lucha entre clanes, en la no-vela más reciente de Pedro Ángel

No me dejen morir así(Planeta, México, 2014) resalta nuevamente la novela del caudillo y sin duda del caudillo más reconocido de la Revolución Mexica-na: Francisco Villa (cuya apología la hace Rafael F.

cidían el quehacer en diferentes

BIBLIOGRAFÍAÉEl estudio vario de la Revolución.ÉUn enfoque que falta: los clanes.ÉEl significado de los clanes en Chihuahua.ÉEl abordaje desde la literatura.ÉVilla, ¿sí o no?ÉPedro Ángel Palou: No me dejen morir así, Planeta, México 2014ÉRaúl Herrera Vázquez: La sangre al río, Tusquets, México 2014 (Tiempo de Memoria).

“La Literatura, la que desde la ficción creativa (la Novela de la Revolución y sus varios

continuadores) o el ensayo han contribuido a tener una visión amplia y compleja de

ese fenómeno social”

Tusquets, México 2014 (Tiempo de Memoria).

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6 DOMINGO 29 de marzo de 2015

Es Diseñador Gráfico, originario del Distrito Federal. La Foto de la Semana es un reconocimiento que se otorga por el mayor número de votos,

avalando el dominio del tema, en el sitio de Facebook Fotografía Diaria.

FOTO DE LA SEMANA: MEJOR FOTO EN BLANCO Y NEGRO

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JOSÉ NAVARRETE ÁLVAREZ

Ahí donde los ángeles temen aso-mar sus alas, los poetas se lanzan

al abismo… Tomas Tranströmer, nuestro gran Nobel sueco, lo acaba de hacer de nuevo: este 27 de marzo, a sus 83 años, ha abandonado los abruptos riscos de lo vivo… Antes el poeta se ha sumergido ya en la existencia (ahí donde se lleva a cabo el vals de la vida y de la muerte) y observó su destino, luego escribió y ofreció testimonio sobre él: “Entonces llega el de-rrame cerebral: parálisis en el lado derecho/ con afasia, sólo comprende frases cortas, dice pala-bras/ inadecuadas”.Esto le ha sucedido a Tomas Tranströmer (Es-tocolmo, 1931-2015), que fue un digno y oportuno Premio Nobel de Literatura 2011, quien padeció hemiplejía en 1990, la cual le paralizó la mitad derecha del cuerpo y le dejó con una afasia que le impedía hablar, mas no escribir, ni tam-poco dejar de tocar su piano (con una sola mano).Uno de los grandes enigmas que rodeó su figura, misterio de del auténtico tránsi-to literario, surge del hecho de que en 1974 había escrito en su poema Bálticos unos versos que ahora podemos interpre-tar como premonitorios: “La música llega a un ser humano, él es compositor, él la inter-preta,/ hace carrera, llega a ser Jefe del Conservatorio./ La coyuntura cambia, las autoridades lo condenan./ Como Jefe de la Fiscalía nombran a su alumno K****./ Es amenazado, degradado, desterrado./ Pasan algu-nos años y la desgracia se atenúa, es rehabilitado./ Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho/ con afasia, sólo comprende frases cortas, dice palabras / inadecuadas. Así, no lo alcanzan ni el ascenso ni la condena./ Pero la música permanece, si-gue componiendo en su propio/ estilo,/

se convierte en un fenómeno de la me-dicina por todos los años/ que le quedan por vivir./ Escribió música para textos que ya no comprendía:/ del mismo modo/ ex-presamos con nuestras vidas algo/ en el coro que tararea lapsus”.El yo poético del autor de Deshielo a me-diodía y El cielo a medio hacer, revela que el joven desconocido era el encargado de

dirigir el conservatorio, luego, por una causa que se desconoce, es encarcelado; una vez pasada la condena, le sobreviene un derrame cerebral, parálisis con afasia… pero en él con-tinúa la música. No está de más decir que Tranströmer, co-mo pianista, contó una

asombrosa cantidad de piezas escritas para su mano izquierda.Aquí, ante el luto de su partida, la pro-fundidad de su Ars poética: “Todo tiene sentido dentro del poema, en el que las palabras son como medusas que se des-lizan a la deriva como flores después de un funeral marino, si se las alza del agua pierden toda su forma, como cuando una indescriptible verdad es arrancada del si-lencio”. (Rael Salvador.)

CONTINÚA SU MÚSICA

Adiós a Tomas Tranströmer “Las últimas sonatas de Beethoven son las confesiones

privadas de un gran hombre”. Vladimir Horowitz.

“Antes el poeta se ha sumergido ya en la existencia (...) y

observó su destino, luego escribió y

ofreció testimonio sobre él”

to literario, surge del hecho de que en 1974 había escrito en

unos versos que ahora podemos interpre-tar como premonitorios: “La música llega a un ser humano, él es compositor, él la inter-preta,/ hace carrera, llega a ser Jefe del Conservatorio./ La coyuntura cambia, las autoridades lo condenan./ Como Jefe de la Fiscalía nombran a su alumno K****./ Es amenazado, degradado, desterrado./ Pasan algu-nos años y la desgracia se atenúa, es rehabilitado./ Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho/ con afasia,

gue componiendo en su propio/ estilo,/

lencio”. (Rael Salvador.)

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7DOMINGO 29 de marzo de 2015

Por José Gabriel Ríos Cortés

D ifícilmente se podrá ayudar a al-guien en su camino hacia la au-tonomía, pues la moral lo retie-

ne en el destierro, y “el cuerpo-mente del otro es el pago por el precio de este sacri-fi cio”, escribe Alice Miller en La llave per-dida (Tusquets, 2013).

La negación del sufrimiento es una in-famia, cuyo nudo nos lleva a amar, por la fuerza de la costumbre, a quienes no

lo merecen, según nuestra propia bio-grafía.

En La llave perdi-da, Alice Miller se ocupa de Friedrich Nietzsche, que no tuvo oportunidad de sentir, perdien-

do la razón por la incapacidad de sopor-tar la soledad.

Según las Escrituras, Dios le dictó a Moisés el Decálogo que ha contribuido a la ignorancia, a “desmembrar” cuerpos con la perversidad más profunda de la moral, a “formar” predicadores que caca-rean misericordia y el amor al prójimo.

Nietzsche despreciaba toda forma de de-bilidad: la del niño amado que se deleita-ba escuchando a su padre ante el piano. Años después de la locura de su progeni-tor, el fi lólogo, en su madurez, puso en en-tredicho la música de Wagner.

Cargando con sentimientos de decep-ción, Nietzsche se dolió de haber sido abandonado por su padre y dejarlo con su madre y hermana, quienes le impu-sieron una despiadada indiferencia, cau-sa-efecto del ser perdido en su propio la-berinto.

Alice Miller escribe de las emociones desconocidas por Friedrich Nietzsche que, al fi nal de sus días, perdió la razón por una falsa reconciliación con su padre.

No puede dejarse de lado que a Nietzsche le sucedió a una parálisis progresiva,118 ataques sufridos en el año de 1879, lo que revela su espíritu-cuerpo un claro despre-cio por la vitalidad, sensualidad y creati-

vidad a favor de la culpa. También en La llave perdida, Alice

Miller se ocupa de Käthe Kolwitz, la ar-tista plástica que nació en el seno de una secta religiosa llamada Freie Gemeinde (Comunidad libre) donde se “inventa-ban” actitudes compulsivas y vasta pro-lijidad.

Su maravillosa obra se envuelve en páni-co nocturno, temor abstracto, el sitio pre-dilecto de la Madre Muerte, de esos niños a los que ella dibujaba con “amor”.

Grafi to con aroma a ceniza, resbala en-tre una serie de “papeles” extraordinarios de la Kolwitz, a pesar de las medidas de una educación retrógrada.

Durante su infancia, la artífi ce soña-ba a menudo que estaba muerta, porque le preocupaba su madre y no se permi-tía vivir la parte intensa e incómoda de su ser.

Siendo la quinta hija de seis herma-nos, tres de ellos muertos por meningi-tis, los dos mayores y el más pequeño de dos años, la madre nunca se recuperó de la desaparición del primogénito, crean-do para los demás una tendencia edu-cativa hacia el deber de ser obedientes, tranquilos, acríticos, reforzando una de-presión muy grave, que equivale, según Alice Miller, a la pérdida irremediable de la vitalidad.

Uno de los comediantes más importan-tes del siglo XX, Buster Keaton, sufrió la

explotación de parte de sus padres, quie-nes eran actores itinerantes. Tiempo des-pués, siendo famoso, le salió del incons-ciente una conclusión de su persona va-puleada en la niñez: “Soy experto en hacer reír, pero no me divierto en absoluto”.

Arte del autodominio: terreno en el que se movió Keaton en los años veinte y trein-ta, arrancando carcajadas a públicos de varias décadas, incluyendo la actual.

Ocultos en su conciencia los malos tra-tos, siguió repitiendo incontables veces lo que le enseñaron sus padres desde los tres años, a actuar en el escenario como una especie de adulto, con ese rostro inexpre-sivo y los labios demasiado rígidos.

A través de los ojos de un niño-pintor de tres años ocurrió un terremoto en Málaga, España, y aunado al nacimiento de su her-mana –25 de diciembre de 1884– se nos permite mirar desde la perspectiva de Miller la obra genial de Pablo Picasso.

Retratos de personajes encorvados y tor-turados, así como paisajes que parecen desmoronarse, sello de la obra de Chaïm Soutine, pintor judío-ruso desaparecido en el año de 1943, en París, Francia, le permite a Alice Miller recordar el estudio que realizó sobre Franz Kafka, acerca de sus sufrimientos reprimidos.

De frente a esos cuadros, Miller se pre-gunta qué sentirá un niño al que lo apa-lean frecuentemente sobre la piernas de un adulto, estando cabeza abajo, viendo el horizonte al revés, estremeciéndose a cada golpe: se trata de una persecución

a causa de su afi ción al dibujo, prohibido entre los ju-díos ortodoxos.

Premio Janusz-Korczak 1986, Alice Miller, quien publicó en 1979 El drama del niño dotado (y la búsqueda del ver-dadero yo) expresa que la huida del sufri-miento experimentado en la infancia pue-de observarse en la obediencia religiosa, irónica y formas de auto-extrañamiento que se ocultan detrás del arte.

Documentos reconocidos-rechazados de una amante de la cultura, a lo largo de su obra, la psicoanalista alemana mantiene su tesis, alejada de la teoría avejentada de Sigmund Freud, convirtiéndose en “peli-grosa” para la humanidad.

Si a los doce años de edad el niño Friedrich Nietzsche escribe su diario tal como podría hacerlo un adulto, de ma-nera conformista, razonable, mesurada, a los cuarenta y tantos no puede permi-tirse ver con sufi ciente claridad su pro-pia historia.

De la niñez a la pubertad, la invisibili-dad de nuestro personaje parece perma-nente, sin embargo, a los veinticinco le da por atacar con la ayuda de su intelecto tan afi nado: hiere y reduce al absurdo la cul-tura en la que estaba afi ncado.

Considerado un hombre saludable, ha-bría que explicarse el por qué en su etapa escolar sufrió constantes dolores de cabe-za, laringitis y accesos reumáticos.

En un contexto social más amplio, con-sidera Alice Miller que estando en pleni-tud la etapa nazi, la más sangrienta y bru-tal del siglo XX, lo peligroso no fueron los textos de Friedrich Nietzsche, sino de ese sistema educativo que prevalece hoy.

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LA LLAVE PERDIDA DE ALICE MILLER

“La negación del sufrimiento es una infamia, cuyo nudo

nos lleva a amar, por la fuerza de la costumbre,

a quienes no lo merecen, según nuestra propia

biografía”

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ALGUIEN ANDA PERDIDO EN SU PROPIO LABERINTO

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DOMINGO 29 de marzo de 20158

NUMERALIA

10 libros importantes en la historia:

1.Mahábharata.

2.La Ilíada, de Homero.

3.Tao Te Ching, de Lao Tsé.

4.El Corán.

5.La Biblia.

6.El Talmud.

7.Principia, de Isaac

Newton.

8.El origen de las especies,

de Charles Darwin.

9.El Capital, de Karl Marx.

10.Mi lucha,

de Adolf Hitler.

Por Rael Salvador

“Todas las metáforas del poderson maternales”.

Slavoj Zizek.

E n el sentido consanguíneo, este grupo toma al arte como herida.

Explora su envoltorio y, desde un punto de oxígeno escarlata, se sumerge en el imago localizable y con� gura la propuesta: medusas expandiéndose en el lenguaje de las rosas; perros urgentes como sueños de enfermera; lluvia de aerolitos ahogándose en un aturdido verano menstrual; débiles soles de agua fresada…

Cuando la sangre obliga su discurso, lo hace a partir de una poética personal: lo mórbido se torna modelo de ensayo y, como antes se suscitó en Luis Buñuel y ahora en Hermann Nitsch, la aguja rompe la retina en un escándalo de hallazgo, penetrando en la reticencia del espectador, ya sea como cinética química o fotograma impuesto.

La primera narración � gurativa es sangre en la oscuridad, similar a la sabia que transcurre sus instantes ne-

gros –diástole y sístole, estertores del tiempo– por un intrincado racimo de venas personales, y se remonta a la pre-historia del arte y del chamanismo.

Se trata de vísceras y excitación, de un hombre y un bisonte, como hoy cual-quier psicótico puede pintar la habita-ción de hotel con los tibios miembros animales de una prostituta cercenada.

Antes, encrucijada y sacri� cio; des-pués, sello de pasiones medievales… ¿Qué diablos es ahora la sangre?

Arte ya fue, paganismo también. ¿Queda la ligereza de la develación multipersonal? ¿Enfermedad? ¿Dolor?

Tanto para el creador como para el espectador, la naturaleza cognitiva arde sus sueños en el rigor de las metáforas: designa el signi� cado personal como convencionalidad y le otorga una “X” positiva al valor de “Z” negativo: al con-tribuir destruye, usa la jeringa del “len-guaje” como agente químico exterior, así la sangre distribuye las jergas veniales de Ananda Ruiz, Melissa Martínez, Miche-lle McCunney, Ernesto Zúñiga, Jorge L. Osiris Fernádez y Enrique Botello.

Análisis clínico, biometría: para el dolor, la felicidad es un veneno.

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*Hematograma, exposición de la 2da. generación de Maestría en Artes (Facultad de

Artes, UABC). Teatro Benito Juárez. 18 de marzo de 2015.

BIOMETRÍA FOTOGRÁFICA DE UNA PROPUESTA CONSANGUÍNEA

Michelle McCunney

Enrique Botello Melissa MartínezErnesto Zúñiga

Jorge L. Osiris Fernádez

“Antes, encrucijada y sacrifi cio; después, sello de pasiones medievales…

¿Qué diablos es ahora la sangre?”