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PERSONAS SIN TECHO Algunas consideraciones psicológicas preliminares en el abordaje del trabajo de calle

Lic. Patricia Malanca

gobBsAs

SECRETARIA DE DESARROLLO SOCIAL

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GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Jefe de Gobierno Dr. Aníbal Ibarra Vicejefa de Gobierno Lic. María Cecilia Felgueras Secretaria de Desarrollo Social Dra. Gabriela González Gass Subsecretaria de Coordinación del Plan Social Integral Lic. Mónica Desperbasques ------------------------ Centro de Documentación en Políticas Sociales Lic. Susana Reca

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CENTRO DE DOCUMENTACION EN POLITICAS SOCIALES

DOCUMENTOS/ 28

PERSONAS SIN TECHO

Algunas consideraciones psicológicas

preliminares en el abordaje del trabajo de calle

Trabajo de investigación coordinado

por la Lic. Patricia Malanca, coordinadora del BAP

nueva edición actualizada

Buenos Aires 2003

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DOCUMENTOS DE POLITICAS SOCIALES COORDINACION EDITORIAL

Susana A. Reca

CONSEJO EDITOR

Ramón Altamirano: Consultor PNUD. Secretaría de Desarrollo Social de la Nación

Fernando Calderón: PNUD. La Paz - Bolivia

Marcelo Cavarozzi: Universidad Nacional de San Martín

Laura Golbert: Universidad Nacional de San Martín

Graciela Di Marco: Universidad Nacional de San Martín

Héctor Palomino: Universidad de Buenos Aires

Beatriz Schmuckler: Instituto Mora - México

Jorge Schvarzer: Centro de Estudio de Economía de la Empresa y el Desarrollo - Fac. Cs. Económicas - UBA

DISEÑO

Omar Alvarez

EQUIPO DE TRABAJO

Laura Berdeal Cristina Beutner Alejandra Lamberti Graciela Moyano José Sfeir María Susana del Valle

Av. Entre Ríos 1492- PB of. 1(1133) Buenos Aires- Argentina. Tels.: (54-11) 4300-9634/4304-1292

E-mail: [email protected] Internet: http://www.buenosaires.gov.ar/areas/des_social/documentos

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Este trabajo fue realizado por el equipo de profesionales psicólogos del BAP entre noviembre del 2000 y febrero del 2001

Actualizado en 2003

Coordinadoras del Programa Buenos Aires Presente

Lic. María Silvia Repetto Lic. Patricia Malanca

Equipo de profesionales psicólogos

Lic. Silvia Alberino. Supervisora Lic. Cristina Codnia. Supervisora

Lic. Elena Chamatropulo. Supervisora Lic. María Jesús D´amato. Supervisora

Lic. Gladys Ferreira. Supervisora Lic. Rodrigo González Iglesias. Supervisor Lic. Angeles Anzalone. Psicóloga de calle Lic. Josefina Condino. Psicóloga de calle Lic. Marta Miranda. Psicóloga de calle

Lic. Vanesa Pérez Regueira. Psicóloga de calle Lic. Karina Somoza. Psicóloga de calle Sr. Roberto Palacio. Operador de calle

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INDICE

Introducción por Lic. Patricia Malanca…......................……………………........... 01

Algunas consideraciones psicológicas preliminares por Lic. Silvina Alberino …. 02

El tango de los Sin Techo por Lic. Patricia Malanca ……….................................... 06

Una evidencia: la castración por Lic. Karina Somoza ............................................. 13

Una mirada al BAP por Lic. Gladys Ferreira ………………………………..….... 16

La vida no es sin pérdidas por Lic. Elena Chamatròpulo, Lic. Angeles Anzalone, Lic. Josefina Condino ……...........................................................................…….. 21

Reflexiones sobre Población sin Techo por Lic. Cristina Codnia, Lic. Vanesa Perez Regueira Lic. Marta Miranda ......................................................................….. 26

Un otro alojamiento posible en nombre de la ley por Lic. Patricia Malanca ……. 30

Del trabajo con población Sin Techo por Lic. Marìa Jesús D'amato .................... 37

Aproximación metapsicológica: personas sin techo por Lic. Rodrigo González Iglesias

40

El trabajo de campo y observaciones del operador de calle por Roberto Palacio. Operador de calle. …….............................................................................................. 42

Abordaje y análisis de entrevista en calle por Lic. Karina Somoza ........................ 47

El caso Darío K. por Lic. Angeles Anzalone y Lic. Josefina Conzett …………. 54

APENDICE. Conteo de población sin techo 2002 por Lic. Mariana Acerbo 68

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INTRODUCCION

Uno de los trabajos permanentes y fundamentales del BAP consiste en la atención de la población sin techo (homeless) que pernocta en las plazas, calles y espacios públicos de la ciudad.

Las inclemencias climatológicas del invierno afectan todos los años al grueso de esta población, para la cual se planifican operativos especiales de asistencia. Desde el año 1997 se vienen realizando conteos permanentes a fines de acomodar y actualizar los recursos y servicios a la necesidad de una problemática respecto de la cual el vecino es muy sensible y por la cual manifiesta gran inquietud. Durante las épocas invernales se realiza una campaña especial tendiente a propiciar el alojamiento de los sin techo en los diferentes hogares oficiales con los que cuenta la Secretaría de Desarrollo Social. Se refuerzan las salidas con equipos móviles que recorren las calles para la búsqueda de las personas en la vía pública y se implementan diferentes dispositivos para contención de esta población.

De acuerdo al último conteo oficial realizado a fines del 2002 por la Secretaría de Desarrollo Social, en la Ciudad de Buenos Aires pernoctan 1124 personas en la vía pública, de las cuales y de acuerdo al sucesivo registro de datos y al intensivo trabajo de calle que vienen realizando los equipos profesionales del Programa Buenos Aires Presente, se desprende que ha aumentado levemente el porcentaje de casos que corresponden a personas con un diagnóstico de un alto nivel de cronicidad. Se entiende por “crónico” a aquella persona con largos períodos o lapsos de permanencia en la vía pública, ruptura de lazos primarios con las redes sociales o institucionales, largos períodos de desvinculación familiar, y confección de un circuito de supervivencia que lo liga y arraiga fuertemente al lugar o zona de pernocte que la mayoría de las veces obedece y coincide con la elección de áreas con una mejor posibilidad de obtención de dádivas o con la mayor recolección de material reciclable para su posterior venta. Respecto a estos casos se ha observado un gran apego al lugar de pernocte y una persistente negativa a incorporarse a los programas de alojamiento que brindan las diferentes instituciones, así como un progresivo proceso de deterioro psicofísico y una renuencia creciente a la situación de entrevista que cond icionan negativamente la elección de la opción del pernocte bajo techo. Teniendo en cuenta el carácter asistencial de los Programas y de ingreso voluntario a los mismos y a los fines de dar respuesta a la inquietud de la ciudadanía en general que se preocupa por la situación de "los sin techo", es que un equipo de profesionales psicólogos integrantes del Programa Buenos Aires Presente dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social que realiza el abordaje cotidiano de las personas sin techo en la calle, pone a consideración el resultado de un arduo trabajo de reflexión respecto de los interrogantes y enigmas de esta problemática.

Lic. Patricia Malanca

Coordinadora BAP

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ALGUNAS CONSIDERACIONES PSICOLOGICAS PRELIMINARES EN TORNO A LAS PERSONAS QUE VIVEN EN LA CALLE

por Silvina Alberino

Primeras hipótesis y algunos planteos

Es un hecho sabido por todos que la rutina y la falta de tiempo, muchas veces, hacen que olvidemos reflexionar sobre nuestra práctica. Escribir es un desafío; la oportunidad para detenernos a pensar sobre nuestra praxis, estableciendo un punto de escansión, que nos permita leer retroactivamente nuestro trabajo abriendo nuevos interrogantes, explicitando las dificultades en el abordaje diario (que nunca faltan), que nos posibiliten pensar nuevas estrategias que hagan posible el enriquecimiento de nuestro trabajo.

En primer lugar, resulta incorrecto establecer un conjunto que englobe a la totalidad de las personas que se encuentran en la calle, ya que las distintas situaciones van acompañadas de singularidades que exceden los límites de categorías esquemáticas. En todo caso, tratamos de hacer un trabajo preliminar cuyo objeto fue analizar cada caso en su particularidad, para desde allí, en un segundo momento, establecer preguntas que permitan delimitar algunas conclusiones más generales.

Si bien esto implica un abordaje interdisciplinario -por las múltiples variables que se hallan implicadas en la situación de estudio- trataré de circunscribirme al campo psicológico, en la intención de sostener una pregunta por el sujeto, en donde lo prioritario parecería ser, a primera vista, las cuestiones netamente sociales.

La primera consideración que puede hacerse y que hoy, luego de casi dos años de trabajo, hasta puede tildarse de obvia, es que un porcentaje significativo de personas que viven en la calle lo hace por propia decisión. Sin embargo, al comienzo esto fue para mí una sorpresa y lo sigue siendo para muchos de los vecinos que se comunican diariamente con el BAP. Se pone en juego una elección forzada, como muchas, pero elección al fin. Esto abre un abanico de preguntas y nos advierte de los riesgos que implica la proyección de ideales propios. No se trata de decidir desde afuera qué es lo bueno para el otro. ¿Quién estaría en condiciones de definir y disponer del destino o la suerte del otro? o, en palabras de Nietzche, “lo mejor puede ser enemigo de lo bueno”.

Por otra parte, no por obvio, esto deja de plantearnos a los psicólogos una serie de interrogantes éticos, muchas veces opacados en la práctica diaria, que de ningún modo puede desconocerse desde una lectura crítica. Considero que para

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quienes nos interesan los enigmas psicológicos, éste es uno de los sitios más fértiles donde plantear preguntas.

Tratándose el nuestro de un programa de adhesión voluntaria, uno no debe olvidar en este sentido, los límites de nuestro trabajo. Punto este que, en principio resultaría sencillo, pero que al estar atravesado por variables complejas, como las cuestiones de índole política o los reclamos sectarios de algunos ciudadanos intolerantes, lleva a que sobre la marcha nos encontremos con problemáticas que nos conducen, en muchos casos, a callejones sin salida, que, apelando a soluciones tan inmediatas como fugaces, mantienen el statu quo o lo que es peor aún, impulsan a la omnipotencia y al autoritarismo.

En este sentido, una primera diferenciación que podemos establecer es entre aquellos que se encuentran en situación de calle por propia voluntad y no aceptan bajo ninguna circunstancia ingresar al programa- y por ende tener la oportunidad de reinserción social- y aquellos que por determinadas circunstancias coyunturales de -crisis graves en situaciones familiares o de la vida, víctimas de circunstancias macroeconómicas desfavorables como el desempleo- no han tenido otra opción que esta. Lo que de por sí, marca estrategias de abordaje diversas y distintos límites al trabajo.

De todos modos, y en otro orden de cosas, considero que tanto en uno como en otro caso, no cualquier sujeto, de acuerdo a su historia particular dispone, en el conjunto de los determinantes simbólicos, aquellos que hacen posible quedar en situación de calle. En ello se hayan comprometidos y articulados aspectos que hacen al deseo del Otro- en tanto determinante- y a la responsabilidad subjetiva. Está en juego una economía psíquica particular. A esto propondría llamarlo, con Freud, una predisposición. Se trata de series complementarias entre el factor predisponente (lo constitucional y las vivencias infantiles) y las experiencias accidentales o traumáticas.

Considerar que los “homeless” son consecuencia exclusivamente de las circunstancias socioeconómicas de una sociedad capitalista en crisis, es simplificar la cuestión. Lejos de desconocer la segregación imperante en la cultura de fin del milenio y el resurgimiento mundial de movimientos neonazis, no debemos descuidar los casos de automarginación. En este sentido, y sin la intención de caer en un reduccionismo psicológico, cobra valor el análisis que desde este campo podamos realizar de estos casos.

Sin desestimar la importancia de problemas económicos o la falta de empleo en las cuestiones de marginación social, recordemos que Freud sostenía que “nada liga más a la realidad que el trabajo”, es necesario tomar en consideración los automarginados de la sociedad. Se trata de sujetos que han desistido de todo enlace afectivo, ya sean familiares o por fuera de dicho ámbito. Se advierte cierta peculiaridad en la constitución de la economía libidinal de estos sujetos, un aflojamiento del vínculo libidinal con los objetos y las cosas, un replegamiento libidinal, concomitante con cierta caída del Otro. Al respecto, algunos interrogantes que surgen: ¿Qué lugar han tenido en el deseo del Otro? ¿Qué significa en lo

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esencial bastarse a sí mismo sin la mediación del Otro? ¿Qué connotaciones particulares adquieren las preguntas: ¿Puedes faltarme – puedo faltarte? ¿Cuál es el destino de la libido desasida de los objetos y las cosas? ¿Dónde hallan satisfacción estos sujetos?

Molière, en una de sus famosas comedias, “El Misántropo”, nos ilustra algunos aspectos de estos sujetos: “Mi aversión es general; aborrezco a todos los hombres. [...] A veces tengo repentinos impulsos de rehuir, yéndome a un desierto, al trato de los humanos. [...] ¡Es que los hombres nunca tienen razón! El disgusto contra ellos es, pues, oportuno siempre [....] Nada se apartará de mi resolución. Mucha perversidad reina en nuestro siglo y quiero separarme del trato de los hombres... ¡Qué los hombres sean así!... harto sufrir es ya los sinsabores que nos forjan; salgamos de esta selva y de esta ladronera, y puesto que los humanos vivís como verdaderos lobos, dígoos, traidores, que no me veréis entre vosotros más. [...] Mi razón me aconseja retirarme.”

En otros casos esta peculiaridad de la constitución libidinal no es tan radical. Los sujetos conservan alguna modalidad de enlace con los otros, estableciendo ciertos vínculos con redes vecinales u organizaciones religiosas que le brindan alguna contención y que les proveen de los recursos mínimos indispensables para la subsistencia. Un punto interesante a estudiar al respecto es la connotación particular que adquiere la demanda en estos casos, en la medida que ella alcanza su máximo nivel de degradación: la mendicidad, lo cual conduce hacia lo que Freud llamó el beneficio secundario del síntoma.

Otra vertiente que también puede ser objeto de estudio es el enlace que las personas sin techo establecen entre sí en las llamadas “ranchadas”. Tomando como referencia los aportes de Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo” podemos pensar la identificación con el otro que está en la misma situación, en donde el lugar del ideal del yo puede no coincidir con lo que es considerado como bueno para la mayoría. Es decir, esta perspectiva no implica pensar de entrada a las personas sin techo en tanto una cuestión patológica, sino que considero que de lo se trata es de algunas peculiaridades en la constitución subjetiva.

Tampoco puede establecerse un diagnóstico de estructura desde el psicoanálisis, ya que este diagnóstico sólo puede realizarse en transferencia y en el marco del dispositivo ana lítico.

Dentro de la casuística de los casos evaluados se destacan la preeminencia de casos de:

- alcoholismo crónico - de intoxicaciones alcohólicas agudas - trastorno psicóticos severos, en particular, los trastornos delirante –

alucinatorios

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- los trastornos límites de la personalidad - melancolías - síndromes demenciales orgánicos con sintomatología psicótica

producto de la avanzada edad de las personas que viven en la calle.

Ahora bien, en la particularidad de cada caso podrá determinarse si estas patologías son efecto de la situación de calle o ellas mismas fueron factores que cooperaron en la producción de dicha situación. Así y para tomar el caso más gráfico ¿El alcoholismo es causa o consecuencia (refugio) de la situación de calle?

Se trata de poder establecer un perfil psicológico en función de síntomas, apelando a los elementos aportados por la psicosemiología psiquiátrica, que nos permiten evaluar las distintas funciones psíquicas y realizar un diagnóstico sindrómico en el aquí y ahora de la entrevista. En cuanto a la estrategia de abordaje, la propuesta es propiciar un espacio que permita la creación de un vínculo personalizado entre el psicólogo y el sujeto en situación de calle, que se constituya en el punto de partida para la vuelta de la libido hacia nuevos objetos y cosas. Espacio que implica un desafío profesional y un trabajo continuo de oferta de escucha que contribuya y favorezca un lugar de circulación de la palabra que vehiculice la pérdida de un goce mortífero para el sujeto.

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EL TANGO DE LOS SIN TECHO por Lic. Patricia Malanca

Sin Techo, Sin Piel y La evolución en el trabajo con los “Sin Techo” desde una alternativa oficial

Cuando se propuso la traducción “sin techo” al vocablo inglés “homeless”

(sin hogar) para nombrar el fenómeno de las personas que pernoctan en calle, la pregunta que nos hicimos a continuación -a partir de la indagación en el tema y el contacto con las personas en esta situación- era: ¿a qué aludimos con este “sin”?: sin techo, sin hogar, sin protección, sin comida, sin palabras, sin otro… Es así que fuimos contactándonos y abordando las historias de los “sin techo “ porteños, absorbiendo y posicionándonos desde el “sin”.

Cuando en el año 1997 se incorpora el profesional psicólogo a los equipos de trabajo de calle con los indigentes, la pregunta era qué es lo que la escucha “psi” podría aportar a esta tarea. A medida que progresamos en el trabajo, caíamos en la cuenta que la tentación en estas salidas periódicas a la calle, consistían en aquello mismo que nos tentaba en el espacio cerrado del consultorio, mecanismos similares y conocidos como la resistencia, la persona del analista, aparecían en la escucha. Esta tentación consistía en cubrir ese “sin”, cubrir esa falta. La impronta del desamparo visual, esos cuerpos agrietados, con escoriaciones, las escenas repetidas del deterioro psicofísico, la violencia de la imagen de aquello con lo que nos encontrábamos noche a noche en nuestras recorridas, nos compulsaba a responder desde nuestro “deseo para ese otro”, y es así que aparecíamos como aquel que tendía la mano, y con la mano ofrecía “el recurso”. El recurso era el “con”: el techo, la cama, la vestimenta adecuada, la ducha caliente, el plato de comida, el Hogar…. O algo que cubriera ese “sin”. La crudeza de lo real descarnado, esos vientres abiertos frente a nosotros, nos capturó la mirada, y “Lo siniestro” nos petrificó frente a “lo indecible”. En ese momento primigenio de trabajo en calle, la tarea consistía en servir de techo, pero ¿qué falta estábamos cubriendo?… Ya no escuchábamos, mirábamos…. Historizando un poco nuestra tarea, al principio, nos habíamos convertido un poco en vendedores de ilusiones, vendíamos “situaciones ilusorias” de confort, al ofrecer recursos que ni siquiera eran nuestros, eran de Otro, del Estado. No obstante, ese Otro, era nuestro resguardo, esa posibilidad de hacer menos dolorosa esa sensación de frustración que empezábamos a percibir; menos implicados, ya que veníamos en nombre de algo, como emisarios de un rey. El “tener” algo “entre manos” (la vacante en un hogar) en nombre del Otro, nos hacía mas poderosos. Pero fue la misma persona sin techo, quien nos desmoronó la estrategia....

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- “No gracias, no voy… yo estoy bien así…..”

SIN PIEL, o el Tango de los Sin Techo ¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón... De hacer con la ilusión, que no me va a servir un lindo paquetito con una cinta azul, guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir... Es hora de matar los sueños, es hora de inventar coraje para iniciar un largo viaje por un gris paisaje... ¡sin amor! Voy a aprender a llorar sin sufrir, sin detenerme a mirar una flor, a encallecer lentamente ¡igual que la gente sin alma y sin voz! Voy a entender que se puede morir, y latir... al compás del reloj; como una máquina fiel igual que un robot... ¡sin piel! Después de haber sentido hasta el dolor.. a los demás, de darme sin medir, de amar sin calcular, llegó la indiferencia metiéndose en mi piel pacientemente cruel, ¡matando mi verdad! Saber que no me importa nada... de alguna vibración pasada; y caminar narcotizado por un mundo helado... ¡sin amor!

(“SIN PIEL” tango de Eladia Blazquez)

Cuando empezamos a recibir los primeros NO, pasamos por un período de frustración. Nos preguntábamos cómo era que alguien que no tiene un techo, prefiriera la indefensión de la acera, la crueldad del frío nocturno, las inclemencias climáticas, el ruido constante de los transeúntes, los bocinazos, el corrugado del cartón debajo del cuerpo, a la panacea del techo, la comida diaria, la ducha caliente, el espacio reservado, etc.. ¿Cuál era el techo, y principalmente, de qué estaban hechas las paredes de estas personas sin paredes?

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Y noche a noche, día a día…. Las estadísticas nos decían que mas de un 50 % de las personas contactadas pernoctando en calle nos habían respondido… - “No gracias, no voy… yo estoy bien así…..”

Esa cuesta abajo en nuestra rodada de ilusiones pasadas que no se pueden olvidar, nos barró de entrada. A partir de ahí, los profesionales psicólogos que trabajamos en calle con este tema pasamos por un proceso interesante, durante el cual, empezamos a sentir que ni los hogares de tránsito para indigentes nos parecían tan buenos, ni el techo nos pareció un buen techo. La propuesta, no era nuestra, era de Otro, que en definitiva, ya no nos parecía tan bueno, ni siquiera parecìa que estuviéramos ofreciendo la panacea, ni mucho menos. Seguimos saliendo a la calle pero en cuanto escuchábamos el remanido, obstinado o indiferente NO del sin techo, volteábamos sobre nuestros talones desairados y partíamos sin mas, ni más. Empezamos a identificarnos. Y con la identificación empezó la violencia, la imagen que potenciaba la escena agresiva, nos violentaba. Nos proponíamos como imagen anticipatoria de completud, enteros, “con techo”, con recursos, frente a otra imagen anticipatoria desgarrada y desgarradora, que nos aterrorizaba.

Justificarlos-nos

Fue un momento muy interesante, donde apareció la queja, el NO de los sin techo, abrió la brecha para la queja. Si bien, la queja era desde la identificación, por lo menos, había aparecido la palabra como justificación, como argumento. Ellos se quejaban de los sistemas de los hogares, nosotros nos quejábamos del sistema también. La queja, la queja…Y seguimos saliendo a la calle, un retorno hasta compulsivo… pero nuestra oferta cada vez estaba mas desafectada y empezamos a desimplicarnos poco a poco. De hecho, la mano que ofrecía el recurso, se había convertido en un puño que lo ofrecía desafectivizado. Ni la palabra del emisario en nombre de un benefactor servía de cobertura, ni era lo suficientemente sustentable como para persuadir al otro, que se nos presentaba desafiante, desconfiado o en el mejor de los casos, desinteresado, o indiferente. Asimismo, ya habíamos bebido del mismo néctar, el desinterés y la indiferencia.

Si el Estado no cumplía con todas sus promesas, no estaba empeñada nuestra palabra, sino la palabra del Otro. No había empeñe, ni empeño. También fue una etapa de mucha producción escrita, pero una producción muy especial, ya que nos compelió a justificarlos-nos frente a los vecinos, autoridades, etc. (el Otro) que reclamaban y demandaban respuestas y resolución a esta problemática. El Rey empezaba a demandarnos por la inacción respecto a nuestra misión de emisarios.

En medio de esta encrucijada, la sensación era que se podía perder la vida, Después de haber sentido hasta el dolor.. a los demás, de darme sin medir, de amar sin calcular, llegó la indiferencia metiéndose en mi piel, pacientemente cruel, ¡matando mi verdad!.

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Fue ahí, un momento antes del tiro del final que no salió… que empezamos a replantearnos el rol del psicólogo. A cambiar el posicionamiento, a cambiar de órgano, de sentido y de orientación de la tarea. Teníamos frente a nosotros a alguien que no demandaba nada, es mas, que ya hacía rato había dejado de demandar ese supuesto que en principio ofrecíamos, el techo. Entonces, la pregunta surgió nuevamente, ¿qué demanda esta persona, de qué esta compuesta esa demanda de la nada? ¿De qué está hecho el techo y las paredes de quien no tiene techo y paredes, quien carece?, y por supuesto la pregunta acerca del deseo.

El retorno a este espacio de reflexión, permitió un pasaje no por ello menos doloroso a un campo otro, el de la “escucha”. Hubo que perder algo para recuperar algo. Fue ahí recién que la mano que se tendió no escondía algo para cubrir (la vacante en un hogar, la frazada, etc.), sino para destapar. Hubo que perder algo (el recurso) para retomar el trabajo desde otro lugar. Tuvo que caer la mirada gozosa de la escena terrorífica, para recuperar la escucha. Y la mano finalmente acarició, y la oreja escuchó.

Como fenómeno interesante, a continuación, las personas “sin techo” dejaron de tener nombre de intersección de calle, como hasta ese momento las identificábamos “….el que duerme en Guemes y Godoy Cruz…”, “….el que está en Pje. Carabelas…” “….la que está en Bartolomé Mitre y Cerrito”, y empezaron a recobrar sus nombres, Juan, Carlos, Francisco, su historia…

El proceso de subjetivización, significaba volver a implicarse, pero desde otro lugar, un corrimiento desde la escena mortífera de la mirada fundacional, o un atravesamiento de esa angustia para escuchar ese mas allá… y ahí apareció la historia más allá de la queja y el llanto de indefensión.

Y así volvimos a salir a la calle, esta vez, sin nada que ofrecer, carenciados, porque en definitiva, la mejor oferta de amor, “es dar a quien no es lo que no se tiene”.

“ Y la mano acaricio, y la oreja escucho” de las pulsiones, el cuerpo y el dolor de ya no ser.

Cuando salimos nuevamente a la calle a contactar a los sin techo, ya no

fuimos a ofrecer nada, nada se demandaba, nada teníamos para ofrecer…

La propuesta actual es salir a escuchar. La siguiente pregunta ya no era como quebrar ese "NO voy a ir a un Hogar", sino cuál era el punto de quiebre de ese sujeto, indagar respecto a los factores predisponentes respecto a su situación. Historizar el sujeto, historizar la problemática.

En ese orden de cosas, se hicieron los conteos oficiales de población sin techo en el área del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y se investigó respecto a la problemática en otros países.

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Del abordaje de los 1103 sin techo que duermen en las calles de la ciudad en el 2000, una de las dificultades para el abordaje de la problemática, es el tema del alcohol. El 70 % de los sin techo padece de alcoholismo crónico en diversos grados. En algunos casos, conducta adquirida en calle, según sus relatos, y en otros, como uno de los puntos desencadenantes del problema.

La mayoría de las historias son fragmentadas, de desarraigos, de abandono, y lo que se impone como significativo es la imposibilidad de construir vínculos estables, ya sean afectivos, laborales, sociales, etc.. No cualquier persona accede a la situación de calle. Deben darse ciertas variables a lo largo de la vida. Es cierto que el grupo de riesgo mas expuesto es el de los hombres, (el 80% de las personas que duermen en la calle son hombres solos) ya que la mujer tiene mejores y más fuertes redes sociales de subsistencia. Pero es necesario que converjan los predisponentes familiares, sociales y culturales para que el fenómeno ocurra.

Una de las características culturales del “sin techo” porteño, a diferencia del posicionamiento del homeless de otros países, es que “Juan” que duerme en Plaza Congreso, no solo se tapa con el diario, sino que también lo lee y se informa. Está orientado temporoespacialmente, sabe qué pasa con el país, con la política, con la economía, se queja, conoce el “rebusque” de los comedores parroquiales que le pueden ofrecer comida, "el cuento del tío" como defensa y como mecanismo de supervivencia para el “mangueo”, “la changa” para subsistir, el alcohol como techo y frazada. Aprendieron a “zafar”. Pero la posibilidad de elaborar un proyecto tiene que ver con el día a día, con lo inmediato. Es interesante que lo discursivo ronde en medio de la situación del país, de lo “macro” o lo totalmente opuesto, lo “micro” por ejemplo la obtención de la comida, el quehacer cotidiano, la pelea por el zaguán de esta noche. El armar una rutina permite la supervivencia, la búsqueda de comida, del refugio nocturno: pero es una supervivencia del día a día, noche a noche. En síntesis, arma una cultura de lo macro y de lo micro, pero sabe poco de lo que le pasa a él. Lo interesante es cierta posición de no apropiación de la situación que los atraviesa, y en los casos mas extremos, el rechazo de lo que les ocurre. Existen estrategias distractivas para evitar la apropiación de esa realidad. Las fabulaciones sobre pasados mejores están al corriente del día, fantasearse mejores, ideales, idílicos, o anestesiar la realidad a través del alcohol. Casi no hay grises, es un mundo donde las cosas son blanco y negro. La sensación al escucharlos es un como que sintieran pena, pero no saben por qué están tristes, ni cual es la pérdida que han sufrido. Es como si fueran habitados por el dolor sin siquiera saber que algo les duele. Dice Juan David Nasio en el Libro del Amor y el Dolor “…el sujeto alcohólico que ignora cuan profundo es el dolor que yace en el origen de su sed compulsiva. Bebe para embriagar su yo y neutralizar así su capacidad de percepción de las turbulencias que tienen lugar en el ello. Las turbulencias pulsionales están allí, pero el yo anestesiado por el alcohol no consigue traducirlas en emoción dolorosa. Como si el alcohol tuviera el efecto de

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neutralizar la función del yo, traductor de la lengua del ello en la lengua de los sentimientos conscientes…”. De que hablamos aquí entonces? Hablamos de dolor. Pero de qué dolor hablamos? El dolor de la existencia, según Lacan se basa en la insatisfacción del deseo y lo nombra “dolor de existir”, y ese dolor es aquel de haber quedado sometido a la determinación del significante, de la repetición, incluso del destino. Nada mas intolerable que la existencia reducida a sí misma, a una concatenación, a un encadenamiento de acontecimientos que se suceden, dominan y extrañan. Es allí donde flaquea el deseo de vivir. El sujeto que encontramos en las his torias de los sin techo, es un sujeto puro dolor, puro dolor de existencia, arrojado a su destino. El deseo se cuela corriendo por las brechas de la narrativa de esos breves circuitos rutinarios de supervivencia, en esa queja por "el mangazo que no resultó", "la pelea con la vecina porque le dormí en la puerta" “el tipo que me gritó desde el colectivo”, “la dádiva que no alcanzó para los puchos de esta noche” "la bronca por el tetra que me robó el colega de pernocte", "El Gobierno que no asiste" donde la vida parece que fuera también un mandato, un puro goce del Otro, del Estado, del Gobierno, de la vida que lo parió… Es esa disconformidad, esa insatisfacción, esa hostilidad por la supervivencia cotidiana, la que rescatamos y con la que trabajamos, esa pequeña brecha donde además de colar la escucha significante, es desde donde empezamos a plantearnos “que no hay nada para cubrirla” porque es ahí donde hay pulsión de vida, y es desde donde se abre el juego de la historia. El desafío es quedarse ahí para escucharla.

“ Abre, tu vida sin ventanas Mira lo lindo que está el río Se despierta la mañana y tengo ganas De juntarte un ramillete de rocío Basta de noches y de olvidos Basta de alcohol sin esperanzas Deja todo lo que ha sido Desangrarse en ese ayer sin fe….

Amor, asómate a la flor Y entiende a la verdad que llaman corazón Deja el pasado acobardado en el fangal Que aquí podemos comenzar…..”

(“QUEDEMONOS AQUI” tango de Homero Expósito)

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Bibliografía - Freud, Sigmund “El malestar en la cultura” Obras Completas.

- Freud, Sigmund "Mas allá del Principio del Placer" (1919-1920) Obras Completas. Tomo III. Ed. Biblioteca Nueva. Trad. López Ballesteros

- Freud, Sigmund “Duelo y Melancolía” Obras Completas. Tomo II (1915-1917). Ed. Biblioteca Nueva. Trad. López Ballesteros

- Lacan Jacques. "El reverso del psicoanálisis" Del mito a la estructura Seminario. Libro 17. 1969-1970

- Lacan Jacques “Le desir et son interpretation” (seminario inédito), lección del 10 de diciembre de 1959

- Nasio, David “El Libro del Dolor y del Amor” Cap. Archipiélago del Dolor. Ed. Gedisa, 1999

- Nasio David, “Como Trabaja un psicoanalista” Capitulo 2 y 8. Paidós, 1996

- “Quedémonos Aquí”. Tango. Letra de Homero Expósito. Música de Héctor Stamponi.

- “Sin Piel” Tango canción. Letra y Música de Eladia Blazquez. Letras de tango. Selección (1897-1981)Edición de Jose Gobello. 1995

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UNA EVIDENCIA: “ LA CASTRACION”

por Lic. Karina Somoza Como neuróticos que presumiblemente somos, pasamos la vida utilizando diferentes artimañas para velar la castración del Otro. Pero que nos sucede cuando esta se nos impone “presentificada” en un sin techo? A veces nos angustia, otras nos shockea, muchas veces la negamos, no queremos saber nada de eso o con eso. “ no quiere ser alojado”... no hay nada por hacer acá... pero, No hay nada por hacer? ¿Se trataría de una elección de vida? de una circunstancia? de un predisponente? quizá de un determinismo social? o tal vez psíquico? ¿Qué lugar para la cura y la reinserción en ese caso? El hombre que vive desde hace mucho tiempo en situación de calle, lo que comúnmente llamamos un crónico, ¿elige cortar sus vínculos afectivos y sociales, para vivir por fuera del sistema? Desde el plano consciente, preconciente, sería posible pensar en dicha posibilidad, y en algunos casos hasta entendible. Pero como bien sabemos, estamos determinados por el sistema inconsciente y actuamos de una manera, sin saber porque lo hacemos, repetimos historias que van en contra de nuestro propio bienestar y si bien estos sujetos pretenden escapar del sistema no pueden hacerlo de su inconsciente. El sujeto se estructura como tal, a partir de Otro, que lo asiste, que responde en mayor o menor medida a su llamado (alimentos, salud, cuidados, aseo, etc.), dada la indefensión e inmadurez con la que cuenta al nacer, lo que genera un absoluto estado de dependencia. El deseo de este Otro, organiza el mundo de los objetos humanos en tanto objetos de competencia y rivalidad, la rivalidad que establece con sus semejantes genera una agresión mortífera para la cual es necesaria la intervención de un tercero que introduzca un orden simbólico, una ley. Considerando que esta respuesta nunca es la adecuada del todo, es como se constituye el psiquismo humano. Ahora pensemos qué sucedería si además de no ser adecuada, quizá no exista respuesta o de existir sería a total destiempo? ¿Cómo se constituiría dicho psiquismo con estas faltas y que efectos produciría a postreriori? Ya habíamos hablado de competencia – rivalidad – agresividad, se instaura un nuevo término que tiene que ver con la hostilidad, un afecto del que habla Freud. Marcas, signos que se inscriben a fuego en el inconsciente. Esta frustración vivenciada por el sujeto lo remite a una agresión competitiva produciendo cierta tensión que se descarga en angustia, siendo la reacción típica ante la falta. Dicha falta se transforma en pérdida, pérdida que debe ser “rellenada”, para ello el sujeto busca distintos objetos que resultan inadecuados para su necesidad.

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Como hipótesis podemos pensar que algunos objetos utilizados pueden ser alcohol – drogas, cuyo efecto sería el de una satisfacción sustitutiva y el propósito evitar el dolor o la angustia, generando cierto placer en el goce autoerótico que desencadena. Cabe mencionar que algunas veces, el alcohol se convierte en “casi” una necesidad de supervivencia, cuando las condiciones climáticas son adversas (bajas temperaturas) y muchas veces los efectos que produce la ingesta de alcohol y o drogas pueden ser confundidos con cuadros psiquiátricos. A modo de hipótesis podemos suponer que la intoxicación por la ingesta de alcohol expresa la angustia que al ser suprimida (no ligada) la sustituye el objeto droga. De esta manera elude el dolor producido por la angustia que invade e irrumpe. De este modo se produce un borramiento del sujeto quedando éste sustituido por el acto adictivo.

Retomando la situación traumática establecida, ésta se irá repitiendo como modelo a las posteriores situaciones que al sujeto se le presenten, revivenciando dichos episodios que provocan displacer en un sistema, pero placer para el otro en forma simultánea ( consciente – inconsciente). Esto es posible dado que los procesos psíquicos inconscientes son atemporales. Por lo tanto vemos a un sujeto ligado – sujetado – a ciertos episodios repetitivos que “ no quiere “ abandonar aunque no tenga que ver con su bienestar, sino todo lo contrario. Hay una pulsión que insiste en encontrar “al objeto” y se repite en el intento la misma situación traumática obligando al aparato psíquico a un trabajo constante y desadaptativo.

La compulsión a la repetición evoca deseos inconscientes y experiencias vividas en el pasado que no provocaron placer, tratándose de una satisfacción que va más allá del Principio de Placer (ganancia de la enfermedad, beneficio primario del síntoma), siendo este el mayor obstáculo para el cambio, no pudiendo ser

Agresividad en el Ser Humano

Componente Individual

- Directa (física – psicológica) - Indirecta (represión –

desplazamiento - negación)

Autoagresión (maltrato del cuerpo- autodestruccion–adicciones)

Componente Social

- No delictivas (dominación – poder – competencia)

- Delictivas (atentados a la persona y o Propiedad ajena – delitos)

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ligado, consiste en un real que vuelve siempre al mismo lugar, donde se busca un “imposible” de encontrar (imposible por estructura).

La pregunta consiste en ¿Es factible modificar algo de esto?

Considero que sólo es posible acotar “un poco” este goce autoerótico,

produciendo una apertura al deseo- que no es poco- y en eso consistiría el éxito de nuestro trabajo. Crearle, “cons truirle”, dado que antes no existía la necesidad de realizar otra cosa diferente. Producir una pregunta en el sujeto por su padecimiento, puede ser un objetivo demasiado ambicioso, pero el desafío puede consistir en desculpabilizar al sujeto con respecto a su situación. Muchas veces nos decimos ¿algo habrá hecho para encontrarse hoy en esta situación? Y conducirlo por la vía de la “responsabilidad” con respecto a su vida, creándole un compromiso y a la vez brindándole herramientas para que pueda revertir su presente. (a través de contención, acompañamiento, orientación), optimizando los recursos “humanos “, materiales e institucionales, en contraposición a hacer asistencialismo, que sería brindarle un nuevo objeto descartable para su necesidad, que siempre es otra. Para ello es necesario implicarse en cada caso a abordar, lo que conlleva un desafío extra y permanente. Sería enfrentarse a cada paso con la castración del Otro y la propia “ no se puede responder a todas las demandas” y no todos están dispuestos a aceptar nuestra propuesta. Retomando la pregunta del inicio. Un sin techo, ¿elige voluntariamente ser un sin techo?

Por lo trabajado hasta aquí, considero que existen ciertos predisponentes psíquicos que sobredeterminan una elección (no tan voluntaria) y un marco social que atraviesa al sujeto en cuestión, donde influyen factores tales como la marginalidad y la vulnerabilidad en la que se encuentra. Cabe señalar que siempre consiste en la evaluación del caso por caso. Allí es donde cobra mayor importancia el rol del psicólogo.

En un comienzo consideraba que mi función podría desempeñarla con igual idoneidad cualquier persona que contara con un mínimo de sensibilidad y criterio de la realidad. A lo largo de mi recorrido por el BAP, y pensándome como trabajadora de la salud mental entiendo que no es así.

La intervención y participación del Psicólogo en cada caso a abordar consiste en utilizar el conjunto de herramientas, conceptos teóricos y técnicos propios que hacen que dicha intervención sea diferente. Mis expectativas al iniciar la carrera, consistían en ayudar a la gente desde una mirada altruista y egocéntrica, pensada donde la gente venga a mi encuentro en busca de ayuda.

La realidad hoy es diferente, cambió el medio, soy yo quien sale a la calle en busca, ya no de un paciente sino de una persona que necesita ayuda, el objetivo podría ser alcanzado, consiste en un desafío que se impone a diario.

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UNA MIRADA AL BAP

por Lic. Gladys Mabel Ferreira

Convocada para integrar un equipo de profesionales dentro de un programa de Emergencias Sociales, donde se orienta, se asesora, se deriva y/o se asiste todo tipo de problemáticas sociales, se presentó ante mí una experiencia distinta a la de la clínica dentro del consultorio o dentro de una instituc ión u hospital: la experiencia de estar del otro lado del teléfono, y la experiencia del trabajo en calle, en los móviles. El 0-800 social

Partimos de la base de un número telefónico gratuito en donde la persona necesitada puede llamar, sólo debe molestarse en buscar un teléfono en cualquier lugar y sin requerir otro esfuerzo puede preguntar, consultar, orientarse, pedir. Aquí, este llamado, este pedido es lo único que funciona como demanda.

La voz que responde del otro lado del teléfono es aquella que entiende lo que le pasa y además, aquella que puede poseer las herramientas para la ayuda efectiva.

No está presente el encuentro cara a cara, el encuentro desde lo corporal, desde la mirada, pero sí la voz, el efecto auditivo, la escucha; que intentará generar una especie de transferencia o vínculo al igual que en el consultorio, cuando un paciente consulta nos está atribuyendo un saber. Creo que ese vínculo es en realidad con la institución y no tanto quizás con el profesional en particular que responde al llamado, aunque no por eso menos importante.

Al tener una formación previa no podemos abstraernos del bagaje teórico que uno trae, lo que como psicólogos podemos escuchar (y vamos a escuchar) no es nunca lo mismo que otros profesionales, más allá de que en la mayoría de los casos, dentro del BAP el psicólogo deba, no solamente escuchar sino además ofrecer el recurso necesario para "completar" la ayuda (el alimento, el alojamiento, la vacante, el turno...). Mi impresión es que a veces ese recurso complementario está más al servicio de llenar un sentimiento de vacío por parte del profesional, que de satisfacer la necesidad misma que expresa la persona que llama. Y esto especialmente porque he sentido en más de una oportunidad la sensación de que en este dispositivo la palabra sola no alcanza, debemos dar algo más... y si ese "algo más" no está a nuestra disposición, como en muchas oportunidades la falta de recursos nos indica, aparece el vacío, y el vacío nos angustia.

Esto me hace pensar en la situación dentro del consultorio cuando muchas veces pueden surgir sentimientos de querer hacer algo más por el paciente pero no podemos, debemos seguir las reglas analíticas para que el trabajo terapéutico pueda avanzar; es más, sabemos que es la única forma de avanzar. En todo caso es cuestión de repensar la contra-transferencia y esperar que acontezca la próxima

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sesión. Aquí no es así, algo de lo real atraviesa en todo momento la situación del llamado y uno siente que debe dar una respuesta más o menos acorde a la necesidad, aunque más no sea la esperanza de una entrevista personalizada en alguna oficina municipal. Tipos de demanda Agrupamos los llamados recibidos de acuerdo a la naturaleza del pedido en cuatro tipos de demandas diferentes: • Demanda general: todas aquellas consultas que solicitan información general

del programa o de la Secretaría de Desarrollo Social, o bien requieren ser derivadas a otros programas o instancias dentro del Gobierno de la Ciudad o fuera de él. Este tipo de demanda corresponde casi exclusivamente al trabajo del operador telefónico.

• Demanda de alojamiento: todos aquellos llamados que requieren exclusivamente alojamiento, excluyendo hombres y mujeres solas. En su mayoría son los casos que se derivan a la oficina Nro.16 de la Secretaría de Desarrollo Social, para ser entrevistados y evaluados.

• Demanda de "chicos de la calle": esta demanda se procesa de una manera distinta y particular. Se envía inmediatamente por fax, o bien dando aviso a la guardia de turno del programa correspondiente y éste se encarga del resto: tratamiento del caso y respuesta a la persona que realizó el pedido.

• Demanda de "sin techo": esta demanda se determina desde la concepción del programa que considera persona “sin techo” a "toda persona que se halle pernoctando en lugares públicos o privados, sin contar con infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda, aunque la misma fuera precaria", e incluye además la demanda del vecino que llama por alguien que duerme en la calle. En este tipo de llamados la tarea es compartida entre operadores y profesionales, tanto en la escucha al vecino (que se queja de tener que soportar al linyera en las cercanías de su casa, o bien se apiada por ver a un ser humano en esas condiciones y quiere hacer algo por él), como en la "devolución" al mismo, es decir en la tarea de contarle a ese vecino cuál es la situación de acuerdo a nuestros registros, de esa persona por la cual nos reclama. Y además toda aquella demanda espontánea del propio "sin techo" que reclama un lugar donde alojarse para no tener que permanecer en la calle.

El trabajo en calle

Es tarea del Supervisor de turno, entre otras cosas, decidir qué casos

requieren la salida inmediata de un equipo de profesionales para la asistencia en la calle, o bien la simple evaluación de los casos in situ.

La tarea de los profesionales en los distintos móviles requiere una mención y un análisis especial, ya que conforma un modo distinto y revolucionario del abordaje y tratamiento de los casos, sobre todo para la tarea del psicólogo, y no tanto quizás para el trabajador social. No son voluntarios, ni encuestadores, ni

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experimentadores de un fenómeno; son profesionales que acuden ante el llamado de quien solicitó la asistencia, o bien de forma preventiva, de apoyo, cuando son requeridos desde otros organismos, o ante situaciones de emergencia tales como: desalojos compulsivos, incendios, derrumbes, etc. Problemática de los sin techo

Una parte importante del trabajo global del Programa Buenos Aires Presente lo conforma esta problemática necesitando un análisis diferente, hasta tal punto que llega a veces a confundirse como si fuera éste el único objetivo del programa: atender la problemática de los “sin techo”. Pero no hablamos genéricamente de cualquier persona que carece de un lugar donde habitar, sino que, reiterando la definición consensuada desde la Secretaría de Desarrollo Social -ya expresada anteriormente- denominamos "sin techo" a "toda persona que se halle pernoctando en lugares públicos o privados, sin contar con infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda, aunque la misma fuera precaria. Esto último supone al menos, paredes y techo que otorguen cierta privacidad, permitan albergar pertenencias y generen una situación relativamente estable: quien la posea no es un sin techo". Muchas veces esta definición nos ha llevado a diferencias conceptuales entre los integrantes de un mismo equipo de profesionales, ya que determinar cuales son los límites de esa “infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda” nos resulta dificultoso.

En los inicios del BAP el recurso gratuito del llamado telefónico para estos casos resultaba novedoso. La posibilidad de que los “sin techo” tuvieran una puerta de acceso al pedido y al sistema resultaba muy oportuna. Pero más adelante esto se fue transformando, dado que nunca es posible responder por completo al total de la demanda, los mismos "espontáneos" (como nos es común llamar) fueron dejando de creer en el llamado, en la posibilidad de llegar a obtener lo que piden con un simple llamado. Y creo que está bien que esto ocurra, ya que no se trata de que todos los llamados tengan una única respuesta lineal. Creer en esto sería albergar la ilusión de un estado patriarcal que alberga a todos sus hijos necesitados sin discriminar ni abordar cada situación particular. Porque más allá de pensar ¿qué hace el sistema de asistencia social por estas personas? debemos plantearnos y preguntarnos qué ha hecho y qué hace esa misma persona por sí mismo, y cómo ha llegado a la situación de vulnerabilidad en que se encuentra.

Cómo llegó a esa situación? desde cuándo es la vivencia? de qué modo particular la vivencia utiliza o no recursos propios en algún aspecto de su vida? o bien, recurre a instancias solidarias y de caridad para subsistir? qué sucede con sus vínculos? son algunas cuestiones que comienzan a hacernos pregunta.

Sostengo que sin saber si tendremos o no un techo para ofrecerle, el poder poner nuestra mirada en esas cuestiones particulares de cada caso, ya es un paso importante, no solo para nuestras estadísticas o aspiraciones personales sino también para ese individuo que es por un momento tomado en cuenta, reconocido

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por otro, mirado por otro, que no es cualquiera sino alguien que intenta comprender lo que le pasa para poder ayudarlo.

El pedido siempre va a ser el mismo: un techo, un trabajo; pero sabemos que ésta no es la solución de sus vidas. Otras cosas han ocurrido, además de perder el techo y el trabajo (si es que en algún momento los tuvo) para llegar a esta situación; y me refiero principalmente a la pérdida de lazos afectivos.

“Al vincularse a la persona que vive en la calle con conceptos tales como "vagancia", es decir, alguien que ha optado voluntariamente por una vida ajena a todo tipo de responsabilidad laboral, o "delincuencia" -que puede involucrar no solo pérdidas patrimoniales sino también un daño físico de la víctima- automáticamente se produce una ruptura de lazos solidarios que deberían estar presentes en los miembros de la sociedad. Los sin techo así, deben sumar a sus precarias condiciones de vida una categorización que los señala como culpables de su destino e individuos peligrosos. Y su consecuencia inmediata: la separación paulatina y cada vez más amplia del resto de la comunidad".

Es dentro de este panorama donde actuamos, o intentamos actuar, influir, abordar, meternos en la trama de ese individuo, nos haya convocado o no. Y aquí entra en juego un tipo de demanda distinto al “espontáneo”, que es cuando el vecino o alguien que pasaba por la zona, nos pide por una persona en la calle, en una plaza, en un umbral, etc.

En estos casos podemos pensar que partimos de una falla desde el punto de vista de que en ciertos casos el asistido no pidió nada, y eso nos lleva a pensar que la intervención podría no resultar satisfactoria; pero también sabemos que hay muchos casos que llegan a nuestro consultorio, porque "los mandaron", porque "les dijeron que debían consultar", y del mismo modo uno intenta generar una pregunta en ese sujeto. El recurso telefónico es el primer contacto con el “sin techo” directamente, o con su presencia (por el pedido de un tercero), en definitiva, el primer contacto con esa realidad. El trabajo en calle es la herramienta que poseemos para acceder a trabajar con esa realidad e intentar modificarla. Y otra vez el componente principal de esa herramienta (fundamento de nuestra tarea) es la escucha, el poder oír e intentar ver más allá de la situación misma de indigencia, de desprotección, de falta de techo...

Ese techo de que carecen y que reclaman, no tiene que ver solo con el lugar donde descansar por las noches, es también un techo afectivo, un techo identificatorio, un techo narcisístico, un techo de lazo social, un techo de reconocimiento, un techo laboral, un techo de pertenencia, un techo de proyecto de vida. El pedido es el techo, el trabajo, la comida... nosotros pesquisamos estos otros techos e intentamos invertir esa demanda de alguna manera, trasladando un deseo en otro. Acaso de la misma manera en que pesquisamos en el consultorio dentro del o los motivos de consulta, el o los motivos implícitos e inconscientes del sujeto. La única diferencia es que ese sujeto se ha movilizado hasta nuestro consultorio, en cambio aquí nos movilizamos nosotros, hemos acudido casi sin ser llamados, e

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intentamos instalar algo del campo "psi" allí en la calle, en la plaza, en la vereda. Porque aunque el pedido lo haya realizado el interesado, no es un psicólogo lo que ha pedido, sino otra cosa.

Para el psicólogo es todo un desafío, es poner el cuerpo, es estar expuesto a cualquier tipo de reacción por parte de esa persona; pero es creer además que algo de lo inconsciente se podrá instalar ahí.

Para el “sin techo” esto también es importante, constituye algo del orden del reconocimiento, alguien que se acerca preocupado por su situación, alguien que le pregunta como está, que ofrece un espacio a otro nivel, el nivel de la palabra.

Si se logra establecer un mínimo vínculo empático con esa persona se pueden establecer visitas regulares, una especie de seguimiento, o bien una especie de "entrevistas preliminares" que apunten en principio a alguna forma de involucración por parte del sujeto y a la paulatina reinserción, ya sea ésta mediante el ingreso a un Hogar, o directamente desde el trabajo de calle. En este momento es importante la tarea diagnóstica y el pronóstico que realiza el psicólogo en cada caso ya que nos permitirá formular hipótesis en cuanto al trabajo a realizar, duración aproximada y posibles logros.

Cuando uno instala un dispositivo analítico es preciso separarse de la teoría, de todo aquello que uno aprendió, disociarse del conocimiento; del mismo modo creo que aquí uno debería desprenderse de la existencia del recurso, hacer de cuenta que no tenemos ningún recurso que ofrecerle (que en la realidad generalmente es así), teniendo nada más que el instrumento de la palabra. Mi opinión es que la existencia del recurso "cubre la necesidad", cierra el caso -de alguna manera-, "ingresó a tal hogar" significa que se cerró la historia al menos para nosotros, y en el mejor de los casos será trabajado por los profesionales del hogar, para lograr la reinserción. De la otra forma, sin recurso, sin cierre deberá haber apertura.

Finalmente me gustaría aclarar que siempre es difícil generalizar, y que sabemos (aquellos que trabajamos con la gente de la calle) que el universo de personajes que sobreviven a la intemperie es muy diverso, las historias son distintas, los recorridos... infinitos. De tal modo que no siempre es posible poner en práctica este modelo, dado que muchos (sobretodo los más jóvenes), están sobreadaptados a una cultura de descreimiento y autoprotección, con lo que resulta muy difícil lograr ese acercamiento. No olvidemos que además muchos de estos jóvenes han sido “chicos de la calle”, y justamente han forjado una personalidad particular para lograr sobrevivir en la calle.

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LA VIDA NO ES SIN PERDIDAS

Por Lic. Elena Chamatrópulo, Lic. Angeles Anzalone, Lic. Josefina Condino Noche de invierno, calle solitaria, en un umbral algo se mueve, cartones,

mantas, hojas de diarios sirven de protección. Al acercarnos podemos comprobar que debajo se cobija una persona, algunas veces sola, otras en grupo buscando compartir aunque sea esa noche. A un costado un tetrabrik que apacigua la angustia, restos de comida que algún solidario vecino, un semejante, le brindó. Y la compañía sin preguntas de un perro que comparte su destino.

Estaciona una camioneta y se extiende una mano y una voz, a veces no hay

respuesta, otras un piedrazo y otras una oportunidad de comenzar un diálogo que abra una historia oculta.

Este es un ejemplo entre tantos. Algunos desde hace mucho tiempo, estos ya tienen un rótulo, "crónicos", porque hay una necesidad de nominar. Entonces, cómo llamaríamos a los demás que quizás estén iniciando este camino o no?.

Podemos ponernos a elegir un nombre, tal vez accidentales… temporales… Nos gustó más "transitorios", porque nos remite a una idea de dirigirse hacia algo. Este algo puede ser en el peor de los casos la cronicidad o, con nuestro aporte desde la especificidad de la profesión y desde el encuentro de dos seres humanos en circunstancias diferentes, comenzar a transitar un camino de reinserción, que no es sencilla porque hablamos de un individuo carente, casi comparable con el "infans" que en su desvalimiento requiere indefectiblemente de una voz, una mano, una mirada que lo reconozca e instale un monto de pulsión de vida que equilibre lo tanático. ¿Es posible pensar una patología de calle?

En primera instancia creemos que en cada caso se trata de un aquí y ahora atravesado por una historia singular de vida ( concepción, nacimiento, primeras experiencias). Por otra parte la presencia en diferentes grados de las estructuras patológicas, a las que se agregan eventualmente distintas adicciones. Asimismo debemos tener en cuenta la incidencia tanto de lo familiar como también del ámbito sociocultural que lo determina Patologías Orgánicas:

a) Oligofrenias, en sus distintos grados. b) Demencias

- Irreversibles y progresivas. - Irreversibles no necesariamente progresivas. - Reversibles o detenidas en su evolución.

Dentro de las estructuras más frecuentes habría que diferenciar aquellos que

presentan trastornos psiquiátricos como distintos tipos de psicosis y psicopatías.

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Psicosis Orgánicas

a) Crónicas b) Sintomáticas

Psicosis Confusional

a) Aguda b) Crónicas

Psicosis Propiamente dichas:

a) Disociativas: - Esquizofrenia simple. - Hebefrenia. - Catatónica. - Paranoide.

b) Distímicas:

- Manía - Melancolía - Maniaco-depresiva

c) Crónicas:

- Parafrenia - Paranoide - Paranoia

Psicopatías:

a) Perversiones Primarias: - Sexuales - Constitucionales - Adicciones

b) Perversiones Secundarias:

- Esquizoide - Depresiva - Paranoide - Obsesivo - Fóbico - Histérico

Desde lo observable pueden aparecer con ausencia de tensión agresiva (dejando hacer a la intrusión del otro semejante sin afectividad) o como psicosis violenta ( donde la agresión es un acto como forma de poner fin a la intrusión), diferenciándolos de aquellos que con un grado de adaptación mejor logrado y que por circunstancias de vida no pueden incluirse en el medio social (por ejemplo ante determinadas pérdidas: trabajo, separación familiar, vivienda) perdiendo la

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instancia de un organizador que pueda marcar reglas, horarios, vínculos con los otros.

Pérdida remite a duelo. Si pensamos en los tres tiempos de todo duelo: 1)

cimbronazo en la estructura que reenvía a una posición de privación, 2) donde se desconoce la perdida y 3) en el que el yo declara muerto al objeto tomando una posición activa respecto a la separación del objeto y que recuperando su libido pueda reenviarla a otros objetos, en estos últimos se trataría de un duelo patológico donde la tercera etapa no fue elaborada. “La vida no es sin pérdidas”.

Desde nuestra experiencia de calle encontramos habitualmente que se trata de individuos con estructuras yoicas lábiles, mecanismos de defensa cristalizados así como un profundo corte con los vínculos sociales. En cuanto a los mecanismos de defensa más instalados podemos mencionar:

1) Desmentida 2) Formación Reactiva 2) Desplazamiento 3) Introyección 4) Proyección 5) Negación

Por lo tanto pensamos que no se trataría específicamente de patologías de

calle sino de profundizar en qué medida se juegan o se manifiestan las estructuras antes mencionadas incidiendo en cada individuo que encontramos de manera diferente.

En la mayoría de los casos estas patologías se hallan asociadas con adicciones como la drogadependencia o el alcoholismo.

Ya la palabra adicción nos habla de una A-DICCION, algo no puede decirse, nos enfrentamos a un Super Yo manifestándose sólo en su vertiente de ferocidad que le ordena un goce mortífero. El adicto es consumido por, está identificado al objeto droga, que llega además a ser un fetiche que lo acompaña, está en un actuar algo indecible, no en el hablar. En algunos casos se trata de un duelo no realizado en la generación anterior, alguna pérdida rechazada, el adicto es esta muerte, encarna en lo real algo imposible de perder en lo simbólico.

Se halla una dificultad de inscribir una ausencia, ausencia ésta que no

ahueca, no crea el vacío necesario para la aparición del sujeto. Ante una ausencia inasimilable llama al tóxico, vacío que colma con sustancias. Son meramente prótesis químicas que aplacarían el dolor, la soledad, el vacío. Se habría producido una falla en la operación presencia-ausencia, alienación-separación. Esto nos remite, como toda patología, a lo familiar como parte fundamental de la trilogía drogadependiente/alcohólico -sociedad-familia en una totalidad gestáltica que nos permita comprender cada caso. En la sintomatología del adicto se halla presente

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una inestabilidad emocional sumada a reacciones afectivas desarmónicas, una marcada incapacidad de soportar las frustraciones, que son vividas como injurias a sus núcleos narcisistas por no poder externalizar su agresión ante los fracasos, configurándose una estructura compleja caracterizada por fatiga, inquietud, abulia y desasosiego, astenia y desinterés por la búsqueda de una vía de canalización para su problemática. El adicto se miente a si mismo, resulta más engañado que engañador. Trata de huir de sí, de escapar y desplaza su responsabilidad original proyectándola en el mundo externo, intenta no concienciar a cualquier costo el propio peligro psíquico transformándolo en peligro exterior. La estructura familiar que caracteriza a los adictos los ubica en el lugar de hijos utilitarios, insertos en un grupo familiar gravemente perturbado, como un barco sin timón, a la deriva. Reflejando un sentimiento de abandono.

Luego de los momentos de Ver y Comprender llegó el de Concluir en posibles hipótesis de trabajo en el que se trataría fundamentalmente de propiciar efectos de subjetividad apoyándonos en lo invocante instalando algo de la palabra propia que falta, como así también en lo escópico que permita al ser mirado, mirarse. El lugar que ocuparíamos como psicólogos en la calle no diferiría del que ocupa un analista, es un lugar de descompletud, función paterna que acota el goce, da cuenta de la inexistencia del Otro, función de corte que permite la inscripción de la falta y por lo tanto propicia la emergencia del deseo, inscribiendo una legalidad. Puede continuar realizando sus prácticas pero nuestra presencia y palabra permitirá que hable de su problemática, historice sobre el goce, trueque su sufrimiento, alcohol, drogas por palabras, produciendo un resto que va cayendo y gasta este goce. Al historizar se gesta una distancia y comienza un posible duelo por el Otro.

La función de corte no puede darse por si sola sino que también es imprescindible acompañarla con la función de sostén no como cura, sino por lo menos como preocupación por el otro, para poder llegar a “tocar” de alguna manera aquello que las defensas ocultan, abrir el espacio para que lo inefable tenga palabra.

En “Arquitectura del ser, construcción y derrumbe” Winnicott plantea el temor al derrumbe, temor a un derrumbe que ya se ha experimentado. “Es un temor a la agonía original que dio origen a la organización defensiva que se manifiesta como síndrome patológico”. El derrumbe ya ha ocurrido, esto es, se constituye una escena en el pasado. De ella dice Winnicott que permanece oculta en el inconsciente, inconsciente que no es el de la represión, ni el colectivo ni lo inconsciente imposible de hacerse consciente, sino como aquello que ha quedado afuera de la integración del yo porque éste no pudo abarcarlo. El yo inmaduro no le permitió incluir este fenómeno dentro de su experiencia, dentro de la omnipotencia personal.

La conceptualización del derrumbe conlleva la idea de construcción. Construcción desde la no existencia a la existencia, de la indiferenciación a la discriminación, de la dependencia absoluta a la relativa, hay que llegar a ser ant es de poder hacer. Si el ser constituye el escenario interno, el hacer implica el reconocimiento de la exterioridad. Es hacia aquí donde se orientaría nuestra labor.

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Se podría hablar de un trabajo posible si la mano ayuda -también con sus limitaciones- y ese otro la acepta con el fin de ir modificando las conductas, elaborando los miedos y el vínculo con el otro y los otros para poder compartir de alguna manera parte de su vida. Debemos trabajar también en una escucha activa con el vecino demandante, que con su angustia expresa Lo Ominoso, aquello que no debe ser visto, lo rechazado de cada uno: temor de estar algún día en ese mismo lugar, en donde la pérdida se resignifica. Temores de los que en definitiva, nadie está exento.

La mano solidaria seguirá recorriendo las calles, y los recovecos oscuros donde alguna persona encerrada en su mundo individual pernocta. Por hoy la camioneta se retira. Un nuevo desafío comenzará mañana. Bibliografía - Freud, Sigmund. "Lo ominoso" 1919. Volumen 17. Obras Completas. Ed.

Amorrortu, 1985

- Freud, Sigmund “Duelo y Melancolía” (1917-15) Volumen 14. Obras Completas. Ed. Amorrortu, 1985

- Lacan, Jacques. Escrito I. "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada" Editorial Siglo XXI. XIV Edición Argentina, 1988.

- Materazzi, Miguel Angel. "Drogadependencia". Ed. Paidos. Mayo 90

- Vigano, Carlos y Grecco, Eduardo. "Psicopatologia y Psiquiatria General". Ed. Bonum. 1977

- Winnicot, Donald "Temor al Derrumbe" Versión Castellana. Revista de APDEBA. Nro. 2. 1982

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REFLEXIONES SOBRE LA POBLACION SIN TECHO

por Lic. Cristina Codnia, Lic. Vanesa Pérez Regueira y Lic. Marta Miranda

De las reuniones de grupo con el equipo de psicólogos del BAP surge la idea de escribir respecto a las cuestiones referidas a las hipótesis del trabajo en la calle, resignificando la teoría en función de nuestra experiencia y práctica en la calle durante la noche de los fines de semana y feriados.; las estrategias y técnicas de abordaje, así cómo la denominación de los Sin Techo en general.

No resultó fácil escribir estas cuestiones, evitando y repudiando lo que puede ser una elaboración o producción teórica de una realidad que pertenece a un otro que está en situación de calle, inmerso en ella, vive y se encuentra (a sí) en la calle...

Intentaremos entonces no pormenorizar datos que hagan de esa realidad una fábula, una ficción, intentando lo que desde la experiencia pudimos aprender de la denominada población “ Sin Techo”, y desde ahí reflexionar para las pautas propuestas.

Desde nuestra formación estamos preparados para “ desarrollar la escucha” y al acercarnos a un Sin Techo se nos impone la imagen, entonces, sólo de la escucha? No, es la mirada a esa imagen de desamparo, abandono, miseria y exclusión. Escenas que nos remiten a seres solitarios, nómades actuales, aunque compartan un espacio con otro que se ubica en sus mismas condiciones. Los encontramos durmiendo en las plazas, veredas, refugiados en guardias de hospitales, estaciones de ferrocarriles.... Otros se hallan en sus precarias viviendas de cartones y diarios. Estas escenas, aunque repetidas nos provocan asombro, compasión, malestar y varios interrogantes. Su aspecto, vestimenta, harapos, algo del orden primitivo (escaras o suciedad = deshechos) nos hablan de la desaprensión que resulta de la precipitación de las pérdidas que se desencadenaron: vínculos, hábitos, afectos y pertenencias o propiedades... Resulta importante en el contacto con esa persona, crear un espacio donde no se irrumpa en su realidad violentándola, sino como espacio promotor de posibilidades truncadas.

Abordar una persona en situación de calle no es fácil: Cómo reaccionará? Sabrá por qué la despertamos o sacamos de su ensimismamiento? Aquí es dónde desde nosotros surge la empatía y el respeto para no violentar esa realidad que una demanda nos solicita entrevistar. En éste punto debemos distinguir entre una demanda propia o ajena: En el primer caso tendríamos que considerar: Por qué recurre a nosotros? Qué lo motivó a plantear la demanda? Sólo un lugar para dormir o una manta para cubrirse del frío? Solicita satisfacer esa necesidad o se desea algo más? En la espera o recurrencia de llamados, nos encontramos con Juan, Mario o Zulma. Entonces el Sin Techo deja de ser un rótulo o un N.N. para inscribirse como sujeto nominado.

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En el segundo caso interviene un tercero por aquellos que "nada piden": un vecino o transeúnte accidental que se compadece, teme o molesta por registrar ésta escena. En este caso nuestro acercamiento a ese Sin Techo es una intromisión, confirmada algunas veces por el rechazo, la molestia o la negativa a conversar, donde recurre la ausencia de demanda. En otros casos, nuestra intervención genera algún registro de su situación, en donde queda expuesta por nuestra presencia su condición de carenciado, excluido o marginado. La demanda ajena puede generar entonces un cuestionamiento del que nada podía pedir. Pensamos entonces que los “ Sin Techo” están en un “Sin Lugar”, nómades actuales y contemporáneos que viven y duermen en la calle, no pudiendo evitar el ser registrados y demandados por otros que cuestionan cómo se puede soportar esta realidad: dormir sin techo, sin casa, sin lugar propio. Rotulados como indigentes, carentes de recursos donde alimentarse, vestirse o un lugar dónde vivir, han perdido los recursos psicológicos adecuados para una vida social. A veces un poco de humor o una expresión referida a las cosas corrientes de la vida sirven como estrategia para desdramatizar esta situación y comenzar a adentrarnos en su historia desde su presente. La empatía, la mirada y la escucha es lo necesario para comenzar a poder pensar en cómo es que llegan a esta situación. En algunos, el desencadenante es la pérdida del trabajo, lazo libidinal que liga al individuo en la sociedad y lo incorpora a la realidad humana. A esta pérdida le suceden otras: separación de su pareja, abandono de sus hijos, migraciones desde la Provincia a la Capital con la ilusión de encontrar trabajo que les permita vivir en mejores condiciones. Terminan así, distanciándose o perdiendo vínculos familiares, afectivos y culturales. Deterioro, abandono, expulsión y repulsión de una institución y una sociedad. Estos padecimientos resignifican vivencias traumáticas infantiles: padres y/o abuelos adictos al alcohol, violentos, con trastornos psiquiátricos donde ya han padecido un abandono o abuso, quedando entrampados en esta marca identificatoria que no cesa con su implacable repetición.

Consecuencia de esto, en los adultos mayores, el alcoholismo es otro de los factores que, con sus estragos físicos y psíquicos, conduce a la pendiente de la marginación y en los adultos jóvenes, la adicción a sustancias. Se observa en ambos rangos generacionales conductas autodestructivas y trasgresoras. Desconectados de sus semejantes se retraen sobre sí mismos. El desvalimiento, la desvalorización, la apatía en aumento, la falta de motivación y la pérdida de un proyecto de vida conducen a estos sujetos a la cronicidad. Acá es donde el “sin techo” debiera pensarse como un "sin lugar" pero como un "singular": un caso diferente a otro. “no tiene techo o propiedad” pero le es propia su historia y la realidad donde se sitúa. “Sin Techo” que puede comenzar a hablar de lo que tiene o le falta.

Desde allí debemos realizar un diagnóstico diferencial, ya que no es lo mismo el que padece cronicidad que el que solicita alojamiento para poder bañarse, afeitarse, dormir y dar una dirección en el trabajo donde deberá presentarse. Se trata de dos urgencias diferentes: simbólica y real.

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- La primera tendiente a la resocialización: salir de la calle, volver a trabajar, volver a tener las posibilidades que perdió; son aquellos que se encuentran temporalmente en situación de calle. Atraviesan crisis familiares y/o laborales pero no están sumergidos en la cronicidad, pues han conservado ciertos lazos sociales y afectivos manteniendo trabajos precarios que los sostienen en sus necesidades mínimas. La situación de calle se presenta egodistónicamente, hay angustia y cuestionamiento. - La segunda tiene que ver con lo real: el borde entre la vida y la muerte. Son numerosos casos en los que trabajamos conjuntamente con el SAME, abordando como primera medida la instancia psico-física. Aquí los crónicos, empobrecidos en sus recursos psíquicos debido a la no elaboración de pérdidas y situaciones traumáticas padecidas, no registran angustia ni plantean demanda asistencial alguna.

Por su identidad, sus elecciones, su historia, intentamos desde nuestro trabajo abordar cada caso en particular, allí donde la irrupción de nuestra intervención no caiga en el orden de la “corrupción”: no corrompa, dañe o pervierta la realidad que le pertenece; por eso habría que pensar que si bien no tiene techo, algo tiene, por lo cual debemos respetarlo.

Desde este lugar se puede promover (mover a favor y no en contra) diversos recursos con la finalidad de incentivar la formación de lazos sociales, un encuentro que le permita salir del aislamiento, reencontrándose a sí con sus capacidades y con un poder hacer… La población Sin Techo no sólo pertenece a la denominada franja de riesgo social, sino también a la que ha sido y presenta sus derechos vulnerados. Aquí nos detenemos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos pensando en un “ Sin Techo”, pudiendo describir como indispensable el pensar en su realidad para que se intente respetar sus derechos ante nuestra intervención:

1- Libertad, Igualdad y Fraternidad. 2- Previsión de la discriminación. 3- Derecho a la vida y a la libertad. 4- Previsión de la esclavitud. 5- Nadie será sometido a torturas. 6- Reconocimiento de Persona Jurídica. 7- Igualdad ante la Ley. 8- Derecho de amparo. 9- Nadie podrá ser detenido, preso o desterrado arbitrariamente. 10- Derecho a la Audición Legal. 11- Toda persona es inocente mientras no se pruebe su culpa 12- Derecho a la vida privada, honra, reputación. 13- Libertad de inmigración. 14- Derecho de asilo 15- Derecho a una nacionalidad.

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16- Libertad de casamiento. Protección de la familia. 17- Protección a la propiedad 18- Libertad de conciencia y de religión 19- Libertad de expresión 20- Libertad de reunión y asociación pacifica 21- Derecho al sufragio universal 22- Derecho a la seguridad social 23- Derecho al trabajo a un salario justo y a formar sindicatos. 24- Derecho al descanso, tiempo libre y vacaciones. 25- Derecho a la asistencia social 26- Derecho a la educación 27- Libertad de vida cultural. 28- Derecho a un justo orden social e internacional. 29- Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad 30- Nadie podrá suprimir alguno de estos derechos.

La indiferencia de la sociedad frente a los Sin Techo y sus derechos le otorga un lugar de desecho y de objeto. Es aquí dónde nuestra intervención debe operar cómo corte de la exclusión en donde quedaron entrampados (que se perpetúa en la compulsión repetitiva). El devenir en sujetos les es posible cuando promovemos en ellos un registro de la diferencia. Ahí es dónde surge la posibilidad del cambio.

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UN OTRO ALOJAMIENTO POSIBLE EN NOMBRE DE LA LEY

por Lic. Patricia Malanca

A Pancho lo entrevisté por primera vez a sus 58 años, en uno de sus tantos pasajes y estadías por uno de los hogares de tránsito. El vínculo se instaló el día que imprevistamente y al paso lo saludé por uno de los pasillos del Hogar: -“Buenas tardes Francisco” – dije. Recuerdo que volteó sobre sus talones, inspiró profundo todo el aire del espacio que podía y conspicuo soltó estas palabras: -“Hacía siglos que nadie me llamaba por mi nombre”. Años mas tarde tuvimos un pequeño reencuentro azaroso, ya que había retornado a vivir en la calle; reencuentro infructuoso ya que deambulaba tambaleante por la vereda y esquivó la posibilidad de un diálogo. Un año después detuvo la marcha en la Plaza Congreso donde se asentó definitivamente. Enterada al respecto, allí fui a Su encuentro. En su pequeño espacio recortado de lata y cartón, decidí tomar perspectiva antes de abordar la situación y observar la escena. Observé cómo lo asistían las ONG con alimentos, observé la mirada y la indiferencia de los transeúntes a la escena que se desplegaba, observé la indignación de alguna vecina, mas cerca observé los libros que descansaban en su regazo; uno de Sábato. Me acerqué y escuché el discurso estereotipado, paratímico respecto a su condición y por supuesto escuché aquellas pequeñas estrategias de supervivencia, mecanismos de defensas o triquiñuelas que le permitían acceder a su abrigo mas preciado: el alcohol. Luego de observar la escena que recreaba sus hábitos, accedí a su morada, absorbí ese olor tan penetrantemente humano que emanaba de ese breve espacio delimitado por los cartones, un colchón deshilachado, varias cajas con ropa vieja y bolsas, bolsas y más… bolsas. - “¿Se acuerda de mí Francisco?, yo me acuerdo de usted”-.

Durante los meses de noviembre y diciembre del 2001 se realizó un censo pormenorizado respecto a la población en situación de calle que indagaba sobre causales de la problemática y que por exhaustivo tenía la firme intención de abordar las singularidades de los casos.

El 80 % de los sin techo son hombres solos, se reitera en esta encuesta. Esta soledad de la hombría se amplifica con el cruce de otra variable que aunque intrascendente a primera intención, no parece menos reveladora. El 80 % de casi la totalidad de esa masa de hombres, son solteros. El estado respecto a la civilidad que arroja el último dato revela algo de la historicidad de este sujeto. Si bien, en algunos casos han constituido vínculos de pareja y familia procreada, estos vínculos no se han formalizado. Toda formalización implica la inscripción en un marco reglado y consensuado. Algo acerca de la ley empieza a formularse.

Primer cuestionamiento: Ante qué ley no han formalizado?, ¿hay alguna ley que ampare?, ¿hay amparo en la ley?, ¿hay transgresión a la ley o hay algo por fuera de la ley? y, aludiendo al recorte metodológico en función a las personas sin techo, sin vivienda, ¿hay falta de escritura o de escrituración?

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Dos ejemplos interesantes vienen a cuento de las instancias de la ley y la problemática del sin techo. En jornadas de intercambio de experiencias con profesionales de la ciudad de San Pablo ( Brasil) que trabajan con esta población en las calles paulistas, se compartieron también asombros comunes: las colegas brasileras estaban gratamente sorprendidas por el alto nivel de concurrencia de las personas sin techo porteñas, en demanda de asistencia, a organismos tales como los ministerios públicos que, a través de recursos de amparo, ordenan al Estado cumplir el mandato de asistencia. Por otra parte, las colegas percibieron nuestro asombro cuando nos relataron su experiencia respecto a la construcción de la legislación relativa a las personas sin techo paulistas; un trabajo conjunto y participativo en el que se involucraron las personas afectadas -teniendo en cuenta la especificidad de la situación- organizaciones gubernamentales y también no gubernamentales, que acompañaron todo el proceso. Los sin techo de San Pablo construyeron sus representantes y sus representaciones.

Además del estado de derecho que asiste la obligatoriedad de la asistencia y la necesidad de limitar el goce de un Estado lento y quebrado, escaso de recursos, las observaciones y el asombro favorable con el que celebraron las colegas esta opción de utilización de la ley por parte de las personas en situación de calle que demandan asistencia, denotaron otra particularidad contingente del homeless porteño: la ciudad de Buenos Aires afortunadamente tiene una de las Constituciones mas garantistas y progresistas del mundo. En el ámbito de las Asesorías de los Ministerios Públicos se han manifestado al respecto con enunciados tales como “lo último que faltaría que garantizara es la felicidad”.

De manera tal que muchas personas, desde su situación de calle, ante la indiscutible ruptura de confianza con el Estado y la irremediable escasez de recursos reales para paliar la desbordante demanda, recurren al amparo de una ley constituida y construida ampliamente benefactora, y que garantiza un todo. Por suerte “todo” no, la felicidad al menos, es materia subjetiva. Y en esto último, que se le escapa a la letra de la ley, es donde pretendo detenerme. Antonio Skármeta le hace decir a uno de los personajes de su última novela “- ...Muchas veces estoy alegre, rara vez feliz-“

La ley como Garante, garantiza, pero quién entonces “hace la falta en la felicidad”?. Los efectos de la ley en su función de límite produce los ideales de felicidad, que motorizan el deseo. La ley en su función de límite es de muy diferente material que el marco de las garantías absolutas de un pleno estado de derecho. Volviendo a Skármeta, las veces de la alegría no hacen a la felicidad. Esa falta es la que se deja al sujeto para que se posicione y construya lo que llamaremos su posición subjetiva en relación a la demanda. Por otra parte, garantizar la insatisfacción no es lo mismo que privar de objeto. ¿que sucede cuando no hay escritura para esa garantía de un todo, hay algún camino posible para la escrituración?

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De la construcción de la ley o el recurso de algún amparo, y los emblemas masculinos.

La inmersión del sujeto en un universo simbólico que lo preexiste, y lo viste de valores emblemáticos en donde el hombre tenía el imperativo de “protector”, “proveedor” y preñador” al decir de Gilmore, ha caducado. La tinta de la letra del discurso épico que restituía al hombre al lugar de héroe, se destiñe e instaura una desproporción producto de una actualidad vertiginosa, de manera tal que lo heredado en su momento, como un orden de valores y creencias o representaciones, engendraron emblemas que en el marco de las sucesivas crisis socioeconómicas se fueron socavando y depreciando con la consiguiente deshonra para el sujeto que no puede detentar esas mismas insignias o ideales, ya sea por vetustas, profundamente arcaicas o simplemente por inasibles.

La decodificación del objeto de la necesidad por otro Significante reconvierte la queja en demanda, con el plus afectivo inaugurando la pérdida estructural. Lo simbólico de la ley organiza la demanda dentro del universo de “lo posible”. En el marco de lo posible es que “la felicidad hace falta” y que ese encuentro feliz siempre es eventual.

Para que un sujeto encuentre su lugar, debe contar con un marco de ficción que le provee el fantasma en el pase por el universo de “lo posible”. Pareciera que en algunos casos, dicho alojamiento es el que se encuentra obstaculizado.

Del posicionamiento subjetivo en relación a esta demanda particular del sin techo, formada por estas representaciones tradicionales y hegemónicas -o de la ausencia de ellas- coexistiendo con otras alternativas no solo en el cuerpo social, sino dentro de la propia subjetividad, podemos empezar a inferir algún trayecto que guíe intervenciones de construcción, de apuntalamiento o de sostén con las personas en situación de calle.

A partir de los estudios interdisciplinarios realizados, teniendo en cuenta los encuadres en función a la demanda y a algunos factores fenomenológicos que la acompañan, como así tambíen que la franja mas afectada de personas en situación de calle se encuentra entre los adultos varones de entre 45 a 60 años, proponemos los siguientes posicionamientos que se enuncian a continuación

Demanda crónica: personas con un año o mas de permanencia en vía pública. Ruptura ancestral de redes vinculares primarias y secundarias. Presentan un alto nivel de deterioro psicofísico, congruente con mayores lapsos de permanencia en calle. En alto porcentaje se estima la combinación con un alto grado de ingesta alcohólica. Ruptura con redes institucionales y familiares de vieja data. Armado de un circuito de supervivencia muy arraigado a la zona donde se asientan. Pasividad. Pobreza de representaciones simbólicas. Demanda crónica: No hay demanda.

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Demanda ambulante, intermedia o repitente : formulada por aquellos que alternan pequeños períodos de permanencia en calle con lapsos considerables de alojamiento en hogares oficiales y de ONG. Tienen un perfecto conocimiento del circuito asistencial y han supervivido desde hace muchos años a través del mismo. Estas personas se autosostienen pero les es difícil generar proyectos personales o pensarse por fuera del sistema asistencial. No saben qué demandar, por lo que la demanda se torna de una lógica rígida, querellante, perseverante pero desorganizada. Dificultades para la reconversión del recurso demandado (vacante en un hogar) en un mediatizador que regule la demanda hacia un otro recurso.

Demanda reciente o leve : La formulan en su mayoría personas de clase media empobrecida, que van ingresando paulatinamente al circuito del pernocte en la vía pública a medida que recrudecen las sucesivas crisis socioeconómicas. Preservan sus valores emblemáticos. La demanda es mas organizada, articulada y puntual. No saben cómo demandar ni a quién. Se pronostica de favorable mediatización del recurso a los fines del pasaje a otra instancia de autosostenimiento.

Me permito pensar que aquí empieza a despejarse una clínica diferencial del abordaje de la escucha de personas en calle, en tanto aquellos que se encuentran elaborando un duelo de sus valores en relación a aquellos emblemas que proponían un envestimiento valorativo y un lugar habitado por la identidad tales como el trabajo, la vivienda, la familia y aquellos que simplemente se identifican a la nada que los habita, en tanto privación absoluta de lo que nunca se ha tenido.

Volviendo a la descripción de algunos indicadores de la singularidad de este sujeto, en el caso del sin techo de demanda crónica, aparece la gradual precariedad de los vínculos como indicador de un persistente relajamiento de los vínculos libidinales constitutivos. Beneficio secundario mediante, la acomodación a las leyes de flexibilización laboral que precarizaron las condiciones laborales, reforzaron y preanunciaron las garantías para una nueva pérdida, o la apertura a un goce, mas que a un espacio para la felicidad. La mansedumbre, la indiferencia o el conformismo ante el deterioro de las condiciones laborales de antaño se revela en los relatos de las historias vitales del sin techo, como huellas de la vertiginosa caída. De acuerdo al grado de compromiso con el objeto perdido, al referirse a cada pérdida, saben lo que han perdido, pero no lo que han perdido en el objeto que desapareció, sea una persona amada, vivienda o trabajo.

Este valor de nada con el que se identifican en su discurso, “no voy a un hogar, estoy bien así, no soy nada” revela el espacio de alojamiento, de incorporación de identificación y de acumulación a todo lo que se ha perdido. La mortificación del cuerpo restringido, doblegado, camuflado al paisaje urbano intentando simular recortarse en el fondo como un despojo mas, arrumbado detrás de cartones, y que connotan la idea de la identificación a la nada como alojamiento posible. Es ahí donde habita el sujeto. Cuando abordamos a las personas de demanda intermedia, también solemos escuchar: “No, estoy bien así”. Si desandamos la propuesta, las historias y este

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sujeto tan singular encontramos algunas argumentaciones posteriores condenatorias respecto a los Hogares de Tránsito que homologan con campos de concentración, o cuestionamientos tales como “¿para qué, para estar 15 días y volver otra vez a la calle?. Esta anticipación del fracaso, supone la anticipación de la derrota, la frustración, la decepción y la traición, en la que se resguarda de continuar viviendo bajo el golpe de una catástrofe, cuyos efectos de ruptura anticipa, efectos que remiten a una patología de abandono. Una traición y una decepción que se descubre como reeditando alguna inaugural. No obstante un enunciado característico de esta demanda es que son quienes mas recurren al amparo de la ley. Es también y especialmente en el marco de este perfil que redunda la estadística que observa que casi el 80 % de las personas en situación de calle ya fueron asistidas por algún sistema de alojamiento transitorio sea gubernamental o no, habiendo recibido por extensos períodos la prestación al cabo de la cual han regresado nuevamente a su condición de calle con la frustración y el deterioro consiguiente, habiendo cumplido con la profesía de destino. Analizando algunos efectos de discurso característicos de esta demanda, es interesante lo que se despeja en reclamos tales como: “Usted está obligado a asistirme, porque si yo no estuviera aquí, usted no sería nada”. Sin embargo, lo que se observa es que el posicionamiento querellante, es autodirigido, en tanto la demanda está dirigida al Otro que tiene como destinatario unívoco final la mortificación a esa identificación que denuncia: “los dos somos nada”.

Volviendo a la calle o a la ley de la misma, este pasaje por varios hogares con el mismo destino: la calle, nos hace reflexionar respecto a la ley y a la “sin ley” de la calle. Hay una Ley que permite el libre tránsito, la libre circulación por los espacios públicos y la obligatoriedad asistencial para quien la habita, pero... no la felicidad.

Aquí es donde me permito interrogar el enunciado “todos somos iguales ante la ley” e interponer lo siguiente: ”todos producimos nuestras diferencias ante las contingencias de la ley”. Ya enunciamos que algunas personas recurren a la ley para obtener un techo provisorio en donde mediante recursos de amparo se ordena al Estado la función de sostén. La ley en ese caso no hace borde hacia delante sino hacia un estado regresivo, hacia la función de sostén imaginario, garantizando el sostén pero haciendo muy poca letra respecto a una escrituración, que permita la lectura del nombre propio en un título de “propiedad”. Lo devuelve al sujeto a un pleno estado de derecho y solo posiciona un techo ilusorio ideal y pesado que no puede ser sostenido por lo que nunca fue construido y de lo que el sujeto fue privado: el piso y las paredes. Este techo, está condenado al derrumbe, o a aplastar los endebles cimientos y en el peor de los casos, a llevarse puesto lo que hay debajo de él.

Si bien acceder a la letra de la ley los sitúa en un estado de derecho, en su función de sostén termina recreando la decepción original. A continuación, lo que ocurre es la recaída en la calle. La ley en su función de sostén compele o coacciona a la presencia indeclinable del Otro de la Asistencia o de la Necesidad que termina privando o frustrando en tanto techo transitorio. El contacto con esta ley lo reenvía

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al Goce del Otro: ser un “asistido”, una representación posible que no remite a otra representación.

Analizando el creciente fenómeno de personas provenientes de clase media empobrecida que fueron arrojadas recientemente a la situación de dormir en la calle, se observan algunas características diferenciales. La posibilidad de sostener emblemas identificatorios o representaciones de pertenencia que identifiquen es lo que motivaron al pobre a autonominarse “pobre”, al villero a llamarse “villero”, al “piquetero” a enorgullecerse “piquetero”. En los casos de personas que han caído recientemente a la condición de calle el anonadamiento es tan grande que el sujeto no encuentra representaciones para reconocer-se en lo que le pasa por lo que está desorientado respecto al quien de su demanda, especialmente cuando su situación ha devenido de sucesivas pérdidas. Lo mas parecido a un enunciado que encuentran es el que proviene del discurso del sistema: “nada tienes, nada eres”. A continuación no hay elementos para nombrar lo que se es, pero se despejan representaciones que identifican rápidamente la situación de carencia con la pérdida del trabajo. Nuevamente, cuando lo que significa para un hombre es el trabajo y teniendo en cuenta el enunciado que en el “hacer se construye parte del ser, ¿qué es lo que se ha perdido en el “sin hacer “del sin techo?.

Si, la recuerdo... en qué hogar la conocí?- Volviendo a Pancho, ya tiene 62 años. Cualquiera que accedía a ese espacio de la Plaza Congreso, con un montículo de objetos arrojados, mezclado con piel, sarna, pedazos de muebles viejos, pediculosis, libros, barba enjuta, en el que costaba discernir un límite a tanta desorganización espacial y bizarra, quedaba pasmado al escuchar brotar de allí un discurso con una lógico formal, coherente, agradable. Pero plagado de autoacusaciones o injurias autodirigidas y autorreproches por su situación adjudicada a una obstinación he redada por su descendencia vazco-tehuelche. Se mostraba ambivalente frente a la propuesta de un nuevo ingreso a un hogar y alternaba la aceptación y la declinación, en una sobrevaloración narcisista y una condena a sus actitudes en las que no había podido aprovechar el espacio de los hogares. También refería a una nueva lucha marcada por el sistema y que había perdido: acceder a una excepción de ingreso a un hogar definitivo de adultos mayores, que por no cumplir con la edad y por las dilaciones de la normativa de aquel entonces, no le había sido concedida. Al final, casi con sorna descubriendo la frazada, destapaba la consecuencia de toda aquella lucha tardía devenida en nueva pérdida, mostrando un tetrabreak bajo el poncho. Mas allá de aquellos señalamientos respecto a la ingesta alcohólica ¿cuál es la intervención posible en el marco de pérdidas sucesivas incluyendo como pérdida las reeditadas dentro de lo que el marco asistencial pauta como circuito de reinserción del sistema?

No obstante lo relatado algo de luz surge sobre la situación al analizar un

poco mas el registro realizado en el 2001: finalmente y después de tantos años de acompañar sus frustraciones con las repitentes recaidas a la calle y desasosiegos de

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realidades y techos prestados, ilusorios y pesados, hemos coincidido: un 68% prefirió el TRABAJO antes que una instancia asistencial de alojamiento. Una demanda de trabajo que reinstaura algo de los emblemas perdidos y que reposiciona al sin techo como agente activo de su propia demanda y transformadora sobre su propia subjetividad. Un qué hacer que devuelva algo del orden de la identidad como un proceso hacia alguna instancia de propiedad. Una demanda de trabajo, de devolución de los ideales que los represente, y en el marco de la instancia de la letra de la ley, tal vez, una legislación que posibilite la construcción de representaciones que legislen ecuánimemente, en el marco de lo posible, sin ilusiones engañosas. Sin lugar a dudas, una ley, favorecedora de la búsqueda de la felicidad. Bibliografía Cancina, Pura El dolor de existir en la Melancolía .–- Colección la clínica en los bordes. HOMO SAPIENS Ediciones Díaz Romero, Ricardo; Cancina, Pura. Preguntas de la fobia y la melancolía – Coloquios en Recife –– Ediciones Homo Sapiens Freud, Sigmund Duelo y Melancolía. - Obras Completas. Trad. Lopez Ballesteros Freud, Sigmund El Malestar en la Cultura –. Obras Completas. Trad. Lopez Ballesteros Lacan, Jacques – Seminario VI – El deseo y su interpretación – (1958/9) Ediciones Paidos. Lacan, Jacques - Seminario XXI – Los no engañados erran – (1973/74) Ediciones Paidos Skarmeta, Antonio La chica del trombón –

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DEL TRABAJO CON POBLACION SIN TECHO

por Lic. María Jesús D´Amato

Al encarar el trabajo con población sin techo nos planteamos algunas cuestiones básicas:

a) Hipótesis de trabajo en función de distintas estrategias o técnicas. b) Es posible pensar, en base a la experiencia, alguna patología de calle? c) Cómo llamamos a los que no son crónicos?

Esto nos llevó a las siguientes reflexiones:

a) Como punto de partida debemos focalizar nuestra atención al funcionamiento grupal. Es dable consignar que tomar una decisión en grupo compromete más a la acción que una decisión individual; que es más fácil cambiar las ideas y las normas de un grupo pequeño que las de los individuos aislados ( costumbres alimentarias, rendimiento en el trabajo, alcoholismo, etc.) y que modificando un elemento se puede modificar la estructura. Se plantea la necesidad de reorientar la fuerza resistencial al servicio del cambio. El abordaje grupal de los Sin techo puede operar en un espacio, donde se intentará dar respuestas a las distintas dificultades planteadas. Es importante poder utilizar en forma sistemática las emociones colectivas con una finalidad terapéutica, por ejemplo: activar la aparición de sentimientos de solidaridad entre ellos con el objetivo de restituir la dignidad personal y/o la identidad trastocada.

Otra técnica podría ser la unificación del grupo en función de similares características en cuanto a problemática, sexo, edad, nivel cultural. Tomando como eje central el discurso de cada uno de los miembros, el sin techo, al poder compartir su realidad con el resto de los integrantes (que también la padecen) sentirá alivio.

Cada uno de ellos debe tomar parte activa a fin de involucrarse con el proceso terapéutico, con sus pares y con el psicólogo interviniente. Nuestro trabajo profesional será entonces visualizar cómo el grupo siente, piensa, se angustia, se defiende, transfiere y se resiste. Así, de algún modo podremos interpretar contenidos, procesos, actitudes y relaciones. Por consiguiente, la escucha es un instrumento imprescindible en el trabajo con el grupo para una mejor comprensión de los acontecimientos, logros, dificultades individuales y/o grupales.

Una estrategia más sencilla y de utilización más cotidiana es recurrir a

actividades de acompañamiento que se puedan compartir con el Sin techo; por ejemplo: tomar un mate con ellos, cantar la letra de una canción, fumar un cigarrillo, jugar a las cartas, contar chistes, dibujar, etc.

Otra cuestión importante es el contacto físico (dentro de los parámetros normales) como por ejemplo: darle la mano, palmearle la espalda, etc.

Así también la mirada como punto de encuentro con el individuo. Desde nuestro lugar, el objetivo de trabajo propuesto será la contención y el

apoyo, para lograr restituir el equilibrio psicosocial perdido.

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b) Según mi experiencia de trabajo, no afirmaría que exista alguna categoría en

función de alguna patología de calle, sino más bien que los sin techo son una manifestación singular de un fenómeno global de marginación social, que se distribuye en clases dotadas cada una de caracteres definidos. Son otro pueblo en un mismo pueblo que tiene sus hábitos, sus instintos y sus costumbres aparte. Este grupo y su ambiente constituyen un campo social dinámico, cuyos principales elementos son sus miembros, los canales de comunicación, las barreras. El sin techo pone en evidencia una carencia psicosocial y económica por lo cual nuestra función es responder a la urgencia creando dispositivos que apunten a mejorar su calidad de vida. Es importante que puedan aprender a pensar, a romper estereotipos y a elaborar las ansiedades frente al cambio. Este grupo se caracteriza por una identidad perdida, dominados en absoluto por la sensación del instante, como también por la vulnerabilidad de sus derechos. Su libertad se encuentra enajenada al consumo del alcohol, de sustancias tóxicas, de conductas delictivas... es decir, es un esclavo de sí mismo. Nuestro trabajo profesional apunta a lograr la reinserción social, cultural y laboral de estos individuos. Nuestra función es ocuparnos de todos los aspectos del sin techo: de sus afectos, de su aptitud para el trabajo, de su educación física, de su conducta cotidiana, de su actitud moral, de sus disposiciones y necesidades; en suma lograr la rehabilitación de las capacidades sociales y psicológicas.

La observación del indigente debe remontar no sólo las circunstancias presentes sino a las causas que originaron “este modo de vivir”, que debemos buscar en la historia de su vida bajo el triple punto de vista de la organización, de la posición social y de la educación; para conocer y comprobar las peligrosas inclinaciones de la primera, las enojosas predisposiciones de las segunda y los malos antecedentes de la tercera.

Detrás de cada individuo existe una biografía que debemos tener en cuenta para comprender mejor la problemática que se nos plantea.

En el fondo, sería una incomprensibilidad de la naturaleza humana, una protesta resonante de la individualidad.

Otra cuestión interesante es señalar que estas personas no tienen los mecanismos resolutivos que le permiten actuar de alguna manera frente a una situación conflictiva.

Por otro lado, hay casos en los cuales la persona elige y decide vivir de este modo.

c) Los individuos que no presentan características de cronicidad (no es un

indigente propiamente dicho) es decir que “accidentalmente” se encuentra en situación de calle, a mi parecer podrían ser denominados “víctimas/actores circunstanciales”.

Un caso ejemplificador podría ser una persona que siempre mantuvo un buen nivel socioeconómico, luego pierde su trabajo y de a poco se va distanciando de sus redes familiares. Este individuo queda solo, desamparado, sin recursos laborales y afectivos, en una situación de emergencia habitacional .

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Un punto a tener en cuenta es el desfasaje social de nuestra realidad. La sociedad no es apta para subvenir a sus necesidades fundamentales porque destruye -o bien borra- en ellos sus posibilidades, aspiraciones o exigencias.

Bibliografía - Freud, Sigmund. "Psicología de las masas y Análisis del Yo" 1920-1922. Obras

Completas

- Pichon Riviere. "El proceso Grupal". Ed. Nueva Visión. 1985

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APROXIMACION METAPSICOLOGICA: LAS PERSONAS SIN TECHO

por Lic. Rodrigo González Iglesias

Para abordar la problemática de los sin techo hay que tener en cuenta una

serie de variables. El objetivo de este trabajo es delimitar teóricamente la metapsicología que caracteriza a esta población.

En primer lugar, debemos excluir de este grupo a los individuos con

características psicóticas, ya que, si la seguridad médica estatal tuviera un buen funcionamiento en nuestro país, junto con un rápido accionar de los mecanismos judiciales, deberían ser albergados, a pesar de su voluntad, en instituciones apropiadas para el caso, dejando de formar parte del cuadro urbano con el que nos encontramos día tras día.

Es decir, sólo llamaremos Sin Techo, al sujeto que elige, teniendo otras

alternativas, vivir en la calle a pesar de la oferta de ayuda gubernamental a la que es posible acceder al estar en esas condiciones.

Para anclarnos teóricamente, decidimos recurrir a la obra del psicoanalista

ingles D. Winnicott en la cual desarrolla el concepto de sujeto con tendencia antisocial. En este trabajo veremos que útil es este término para nuestro interés.

Winnicott sitúa, en estos sujetos, trastornos en el desarrollo emocional

temprano, lo que determina en la edad adulta una conducta antisocial, que no es una categoría psicopatológica, según dice. La tendencia puede existir tanto en el sujeto normal como en el neurótico, equiparando este concepto al termino freudiano de rasgo de carácter, siempre ubicado como núcleo no analizable del sujeto.

Según Winnicott, un sujeto se convierte en antisocial cuando en su niñez

temprana (primeros dos años de vida) se ve privado de ciertos rasgos esenciales de la vida hogareña, esto es lo que se llama complejo de desposesión. Señala que: “cuando existe una tendencia antisocial ha habido una verdadera desposesión, es decir, se ha perdido algo bueno que ha sido positivo en la experiencia del niño hasta cierta etapa de su desarrollo y luego ha sido retirado, el retiro se ha extendido en un periodo de tiempo mayor al que el niño puede tramitar y el recuerdo de lo que alguna vez fue bueno, se desvanece. La conducta antisocial seria un intento de curación, el sujeto intenta a partir de ésta recuperar lo perdido. En términos freudianos, habría algo de repetición implícita en ella, como un intento de recuperar ese objeto primario perdido”.

Winnicott sitúa dos características principales dentro de la conducta

antisocial. Una de ellas es el robo, en la que dice que lo que se intenta recuperar es a la madre "suficientemente buena" que en algún momento del desarrollo estuvo presente y la otra está representada por la destructividad. Nada más gráfico que estos conceptos si se recorre alguno de los hogares que el gobierno tiene disponible.

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Allí se ve, el poco cuidado que la mayoría de esta población tiene tanto con lo edilicio como con los restantes recursos que le son brindados.

El autor puntúa que el factor común que interesa a los efectos de la

descripción de la tendencia antisocial es el valor de molestia de los síntomas y esto, es explotado por el sujeto.

Qué importante es esta última característica si la relacionamos a la situación

de los sin techo en nuestro casco urbano, donde la mayoría de las demandas de alojamiento o de ayuda aparecen del lado de los vecinos y no de los propios interesados. El sin techo saca provecho de su condición y eso tiene efectos a su alrededor. El lo SABE.

Otro concepto interesante en Winnicott, presente en la tendencia antisocial,

es el de gula. Todo de lo que el sujeto pueda proveerse -ya sea por parte de organismos estatales como por otros medios- no alcanza, nunca es suficiente. El sujeto siempre pide más y cree tener derechos sobre esto. Lo vemos en gran parte de nuestra población sin techo, que critica la calidad de los hogares de tránsito en los cuales son asistidos. Ellos prefieren quedarse en la calle, sitio en el que obtienen mayor ganancia, tanto primaria como secundaria, del síntoma.

Para resumir, a nuestro entender, decimos que la patología del sin techo

seria compatible con lo que Winnicott describe como "sujetos con tendencia antisocial", una patología con déficit en etapas tempranas del desarrollo emocional (primeros dos años de vida). Déficit que en la edad adulta el sujeto intenta revertir mediante su constante denuncia y reclamo a su medio, no pudiendo (o no SABIENDO) aprovechar lo que este le brinda.

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EL TRABAJO DE CAMPO Y OBSERVACIONES DEL OPERADOR DE CALLE EN EL ABORDAJE DEL TRABAJO CON POBLACION SIN TECHO

por Roberto Palacio

…”El infierno son los “Otros”… (Sartre)

Rol del operador de calle El operador de calle es el nexo entre la población sin techo y el profesional. Su rol le exige:

• anticipar la escena (definición de la cantidad de gente, situación de peligro,

presunción de los liderazgos en un grupo a abordar) • manejar el lenguaje de la calle para aproximarse; sostener la mirada (al

“otro”) en la entrevista; y la confección de un cuestionario semiabierto (mote ó apodo, familia, lazos vinculares)

• tener herramientas para desarticular la demanda (sabemos que en la

demanda del sujeto se ocultan “otras” tal vez mas importantes). • ser cazador activo y pasivo. “Activo” por que es el que abre diálogo en la

ranchada y realiza las entrevistas mano a mano con el profesional. “Pasivo-observador” en función que quien dirige la intervención es el profesional. Esto habla del equipo entre el operador y profesional

• estar atento y poder orientar respecto a los diversos recursos que requiere el

profesional en el momento del abordaje de campo.

Relación con el profesional El operador de calle brinda contención y busca junto con el profesional colocar a la persona que requiere la intervención en un posicionamiento de sujeto de la demanda, que concientice al mismo respecto a la problemática que lo atraviesa y las diferentes soluciones a la misma.

• Elabora estrategias conjuntas con el profesional para el abordaje de la situación causa de la intervención

• Brinda las herramientas preliminares para la apertura del caso, no para la

resolución final.

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Objetivos del trabajo de calle Es dificultoso que en una primera entrevista se logren todos los objetivos planteados. Por ejemplo, cuando lo que se intenta es lograr la voluntad de una persona reacia o desconfiada que pernocta en calle para acceder a las instancias de alojamiento de un programa, la constancia y la periodicidad de visitas a la persona, da margen para:

• Lograr un buen marco de ingreso a los programas. La experiencia indica que las personas ingresadas compulsivamente a los programas no sostienen su permanencia en los mismos. Es muy importante el trabajo durante el período de “pre- ingreso” o preparación del mismo, que implica el total conocimiento, aceptación y convicción de las pautas que atraviesan a los mismos que le deben ser debidamente informadas.

• Crear una “demanda” de sujeto. Este ítem se refiere a los casos específicos

de quienes habiendo pernoctado en calle por largos períodos, se resisten o son renuentes a recibir la ayuda de los programas o en muchos casos a ser alojados. La mayoría de estas personas no demandan nada para sí, pues han roto lazos con las redes sociales primordiales y secundarias; y han podido supervivir gracias al circuito que armaron en calle. Por estas razones, las argumentaciones que manifiestan para permanecer en ese estado merecen tiempo de escucha y de intervención, para que la persona sienta la necesidad de acceder a aquello que se le ofrece.

• Crear vínculo empático con el sujeto de la entrevista es muy importante a la

hora del trabajo, que facilite, allane y dinamice la intervención profesional. Es fundamental brindar un marco de relajamiento en relación a la entrevista ya que el trabajo en calle es lento, requiere extremar los cuidados y una escucha minuciosa

• Anticipar el encuadre. Tener siempre en cuenta, en los objetivos, el

encuadre de situación y ejercer el rol protagónico en la organización de los operativos conjuntos con otras áreas u organismos (Policía Federal, Defensa Civil, SAME, Guardia de Auxilio, otros programas) a los efectos de lograr una buena organización del operativo.

Técnicas y herramientas del operador de calle Sabemos que el recorrido y la experiencia en calle es un material riquísimo en teoría y experiencia. Todas las situaciones a abordar y los sujetos pasibles de intervención no son iguales, de ahí la riqueza que aporta la experiencia en el trabajo de campo, en exacta proporción con las contingencias imprevistas que en él se desarrollan y la búsqueda permanente de soluciones a cada una de las eventualidades planteadas.

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- El entrenamiento en trabajo de calle. La detección y el uso de ciertas técnicas -como las que se describen a continuación- son herramientas fundamentales para el abordaje de este tipo de problemáticas

• Búsqueda de líder o referente del grupo, permitirá el trabajo de forma más rápida, en caso de encontrarlos con un líder hostil. Buscar otros referentes o antagónicos al mismo -crear alianzas- para poder abordar al grupo y trabajar sin problemas.

• Una vez realizado abordaje grupal, el trabajo debería apuntar al individuo,

para rescatar su deseo mas allá del grupo, y para trabajar en lo particular con cada sujeto, poder establecer sus demandas, chequear datos con el compañero y cruzar información a los fines de elaborar estrategias.

• Es importante que el "equipo" tenga el mismo discurso y se muestre en

"bloque" Ser firmes, flexibles y concretos a la hora de hablar evitará posibles suspicacias o malos entendidos y a su vez asegurará una mejor comunicación con las personas

• El operador debería concurrir a cada cita con la persona sin

intencionalidades, con la única misión de realizar un trabajo de campo desde el cual surgirán las demandas concretas después de varias y reiteradas entrevistas

• El lenguaje coloquial. Muchas veces, se realiza una batería de preguntas

rutinarias, sin implicarnos en la realidad de esa persona. Advertir a la persona implica una pregunta subjetiva. El operador y el profesional tienen su mapa de preguntas pero también tienen que "crear su propio mapa" de preguntas. La libertad en la entrevista propone no sentirse atado a las preguntas de siempre, aunque hay que hacerlas. De esta manera, la entrevista se tornará más rica, el abordado no sentirá la presión de que es una encuesta y podrá abrirse al diálogo con franqueza, que es desde ya muy difícil.

- Capacitación permanente y asesoramiento sobre las variables de la problemática: cursos de violencia, de grupo, técnicas teatrales, Rol Playing. El logro de un buen ingreso de una persona a los programas de alojamiento está en directa proporción con el conocimiento de la problemática y la información actualizada obtenida a través del trabajo de conteos y relevamientos previos, respecto a la población objetivo. - Supervisión técnica profesional o análisis didáctico. Es indispensable que el operador de calle realice algún tipo de supervisión del seguimiento de su tarea, en relación con las emociones y sentimientos que el trabajo de calle va convocando en el operador. Los nudos personales o puntos oscuros necesitan ser despejados bajo supervisión ya que obstaculizan la escucha en las entrevistas con el sujeto

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El sujeto en situación de crisis, no ve la angustia que lo atraviesa, la vela como mecanismo, y en muchas oportunidades el trabajador de campo absorbe por identificación parte de la misma, razón por la cual es tan importante el trabajo previo dentro del grupo de trabajo de campo. El trabajo en calle corre el riesgo de tornarse frustrante, en relación a los límites que plantea la intervención, razón por la cual es prioritario no perder de vista el conocimiento previo que se ha adquirido respecto a la población objetivo a abordar.

Obstáculos en la tarea con las personas sin techo El 60 % de las personas en calle padece alcoholismo. ¿Podrán sostener la estadía en los hogares, donde entre las pautas de convivencia se encuentra la prohibición de beber?. Si han roto vínculos sociales primarios y secundarios, pernoctado y supervivido por largos períodos en la vía pública, ¿cómo crear la necesidad de convivir en una institución con espacios compartidos entre 70 u 80 personas (capacidad de los hogares) y con pautas de convivencia reglados, horarios, etc.? La posibilidad de trabajar estas dificultades y que aparezca la necesidad del “algo mejor” se encuentra entre un punto y otro. Es justamente en el trabajo “en calle” donde se auspicia la posibilidad del “pensar juntos” (profesional, operador de calle y sin techo) incluso a través de las dificultades que se presentan a lo largo de las visitas y entrevistas con la persona. Tenemos que hacernos a la idea que el sujeto en situación de calle es como si fuera una telaraña rota y nosotros tenemos que tratar de unir esos agujeros cosiéndolos junto a él lo que implica un trabajo paciente, contención tiempo y esfuerzo para lograrlo. La idea es tratar de ofrecer un “continente” para que pueda recalar y repensar "su situación"; esto también es un obstáculo porque un continente implica ofrecer la piel (palmeo de espalda, apretón de manos) y los sentidos ( escucha y palabra ò voz). A menudo se abordan situaciones hostiles, lo ideal es mantener una "Distancia óptima" durante la entrevista y poder observar qué es lo que nos cuenta "su cuerpo" (distancia, contacto, desconfianza), y lograr convertir esa hostilidad en una herramienta o en una puerta que nos vincule y oriente en la tarea.

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Bibliografía

- Beckett, Samuel. "Esperando a Godot". Tusquets. Marginales 73

- Lischetti, Mirtha. Antropologia (compilacion) EUDEBA, 1994

- Malinowsky. B. "Los Argonautas del Pacifico Occidental". Barcelona, Editorial Península, 1973

- Rodriguez, Sergio "Pollerudos”

- Rutsch Mechtchild. "Ellos son los verdaderos salvajes..." México. Revista Nueva Antropología, 1998

- Scaglia y otros. "Conceptos preliminares". Textos UBA XXI: EUDEBA, junio 2000

- Scaglia y otros. "Fenómenos Sociales". Textos UBA XXI: EUDEBA, junio 2000

- Topf, José "La conducta Humana". Textos UBA XXI: EUDEBA, febrero 2000

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ABORDAJE Y ANALISIS DE ENTREVISTA EN CALLE

por Lic. Karina Somoza Entrevista realizada el 16 de enero de 2001 al Sr. Alberto Román Valdez. Contactado en Plaza Emilio Mitre (Av. Las Heras y Av. Pueyrredón)

El motivo de elección para trabajar con Alberto, se debe a que en un relevamiento anterior, pude establecer un diálogo en el cual contó parte de una historia de vida muy interesante. Por lo tanto me pareció oportuno indagar más en el caso. Curiosamente el día 16 de Enero cuando volví a entablar un diálogo con Alberto, se encontraba con el mismo grupo de amigos “no muy amigables”, una pareja con sus dos menores. Siempre de buena predisposición para colaborar y protegiéndome de otros sin techo que reclamaban una u otra cosa. Comienzo a contarle sobre el trabajo que me dispongo a realizar, y aceptó de inmediato, así comenzó la entrevista.

- ...Tengo 37 años, vine de Rosario cuando tenía 12 años, mi padre era golpeador, golpeaba a mi madre, yo estuve dos veces preso por defender a mi mamá, cuenta Alberto.

- ¿Tenés familia en Rosario? - Sí, está mi vieja y mi papá. Y en Uruguay vive una hermana.

- ¿Los ves? - Sí, una vez al año viajo a Rosario, pero no me quedo porque con mi viejo está todo mal, no me banco que le pegue a mi vieja. Yo soy hijo de gitanos, mi papá es jefe gitano. Viste como es la tradición que te comprometen de chicos entre los padres. Yo me casé “ por mandato” con una gitana y tuve una hija , pero a mí no me gusta que me impongan nada. Yo viajé por todos lados de mochilero, estuve en Misiones, Córdoba, Tucumán.

- ¿Cómo se llama tu hija? - María Laura, tiene 18 años, vive en Merlo con la madre. También tengo otra hija de 16 años, Estela Beatriz, que también vive en Merlo, pero es de otra mujer.

- ¿Cuándo te separaste? - Como te dije, me casé por convenio entre las dos familias, nació mi hija, pero yo me fui de casa, le dejé la casa a ellas y yo me fui.

- ¿Y con tu segunda mujer que pasó? - Fue algo ocasional, estuvimos juntos 8 meses. La conocí en un boliche, fue cosa de una noche, ella era cualquiera, estaba en la droga, en esa época yo también, pero salí.

- ¿A tus hijas las ves? - Sí, yo las voy a visitar cuando quiero. Tengo una buena relación con ellas.

- ¿Saben de tu situación?

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- No, yo no quiero que se enteren. No las quiero preocupar, yo me baño, me cambio y las voy a ver.

- ¿Cuándo viniste de Rosario? - Vine para acá, a los 12 años más o menos, a mí me internaron en un colegio cuando tenía 2 años y a los 12 me sacó mi papá para que lo ayude, porque ya estaba grande y lo podía ayudar a trabajar. Pero cuando salí me vine para acá. También viví en Caracas un año y medio.

- ¿Estudiaste? - Sí, mientras estaba internado hice la primaria. Después acá, empecé la carrera militar, estuve en el Ejército de los 14 a los 18 años más o menos, soy de la clase 63, soy ex combatiente de Malvinas. Pero de eso no me quiero ni acordar. Después a los 20 años, después de Malvinas, me metí en el Seminario, para estudiar de Cura, estuve 2 años y me fui. No podía soportar todo lo que veía ahí dentro. Los negocios que hacían los Curas, juegos, metían mujeres, por eso yo no creo en nada de eso, ahí te enseñaban a robar, es todo mentira. Esto también es otro negocio. (señalando el móvil)

- ¿Dónde estudiaste para Seminarista? - En San Nicolás. Después me fui de ahí.

- ¿Y que hiciste? ¿Dónde vivías? - Cuando tenía trabajo me pagaba una pensión o un hotel y sino en la calle. Yo fui el que construyó toda la ranchada en Facultad de Derecho, pero después vino gente pesada, te tenés que estar peleando, entonces me fui. Ahora hace 7 años que estoy sólo.

- ¿Qué recuerdos tenés de tu infancia? - No me acuerdo de nada. Y lo que me acuerdo es feo, prefiero no acordarme. Tenía que pelear con gente más grande para comer. De eso prefiero no acordarme.

- ¿y que te gustaría hacer ahora ? - Me gustaría tener un buen trabajo y no depender de nadie. Haría cualquier trabajo, pero lo que más me gusta es trabajar la madera. Yo tengo un oficio, soy decorador.

- ¿Qué cosas rescatas del haber estado en la calle? Los amigos, la gente que está con vos, también cae gente mala, te tenés que pelear, acá los códigos son otros, drogas, vino, peleas. Yo fui adicto, pero vi que me estaba destruyendo y por mi mismo salí y dejé, lo mismo voy a hacer con el alcohol, porque el alcohol es una forma de escape, acá no tenemos nada, no podemos vivir como queremos, no estamos acá porque nos gusta. Un tiempo viví con amigos y no tomaba nada, pero cuando volvés a la calle no te importa nada. También estuve preso en Devoto 3 años por robo.

- ¿Cómo es tu relación con tus hijas? - Bien, todo bien, la mayor cobra mi pensión por Malvinas, porque ella está estudiando Abogacía, y con la menor todo bien, yo cuando quiero voy y las veo.

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Debido a una entrevista anterior yo sabía que era HIV +, le pregunto como estaba de salud, y si estaba tomando alguna medicación

- No, estoy re bien, no estoy tomando nada, tampoco me lo bancaría, hasta que de, dé. Porque es un garrón todo el tema de conseguir la medicación. Prefiero no hacer nada.

...En el transcurso de la entrevista, Alberto comenta que después del desalojo de la Facultad de Derecho, en enero de este año -y aunque él ya no estaba allí- concurrió a la Subsecretaría de Desarrollo Social (oficina 16) en busca de alguna vacante y le dieron alojamiento en un Hotel. Mientras que cuando fue relevado con anterioridad, en el invierno pasado, se le ofreció la posibilidad de ingresar a algún Hogar, propuesta que fue rechazada inmediatamente por Alberto. A partir de este punto trataré de corroborar las hipótesis trabajadas previamente en “Una evidencia: la castración” - ¿ Un sin techo elige ser un sin techo? Se trataría de una elección de vida? de una circunstancia? de un predisponente social o tal vez psíquico? - ¿ Cómo se constituiría el psiquismo humano a partir de la falta, de la no respuesta del Otro? Y qué efectos produciría a posteriori? - ¿ El alcohol y las drogas, son objetos que taponan la falta? Remitiéndome a Alberto, y según su historia de vida, existen sobrados elementos que justifican la constitución del aparato psíquico, basado en carencias de tipo afectiva que marcan un modo particular de relacionarse con el mundo y los objetos. Alberto fue abandonado por sus padres cuando tenía 2 años. A partir de allí puede pensarse qué lugar ocupó ese hijo en el deseo de sus padres? Padre: golpeador Madre: pasiva y abandónica

Existe un sentimiento de exclusión ya que no puede ocupar un lugar, en ningún lado, está de más en todas partes, dado que la necesidad de permanencia -necesidad primaria en todo ser humano- permaneció insatisfecha desde la infancia.

Si nos remontamos a la constitución del aparato psíquico tenemos que pensar en un tiempo remoto y mítico donde existía un padre gozador de todos los beneficios. El padre de la horda primitiva, al cual sus hijos tuvieron que matar y devorar para, a través de identificarse con él, adquirir “algunos” beneficios y mantener la prohibición de otros -por lo tanto los hijos acceden a las mujeres, con excepción de la madre y las hermanas- dando lugar de esta manera a la creación de la Cultura que se sobrepone al Reino de la naturaleza. La cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional, precisamente en la no satisfacción de éstas. Se instaura de este modo una ley, un simbólico, una terceridad que viene a mediar entre la madre y el hijo, constituyéndose ésta en la función principal del padre.

En este caso podemos pensar que la separación ejercida por el padre fue

absoluta y real, con esto quiero decir que no hubo espacio en Alberto para

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constituirse en el falo de la madre, objeto que colme su falta y convertirse en deseo de esta.

Por lo tanto remitiéndonos a la constitución psíquica en Alberto, no lo podemos pensar en falta (donde hay falta, hay deseo, deseo de objetos que la colme), en Alberto hay sobra, es él quien sobra en relación a sus padres que se transforma en sobra de goce, plus de gozar.

Es posible encontrar un deseo de darle muerte a su padre, un deseo de rivalidad que se contrapone con la necesidad de proteger a esa madre fálica que de pequeño no pudo colmar.

El abandono sufrido afecta el carácter y el comportamiento de Alberto desde su infancia a la actualidad, pero se afirma particularmente cada vez que una circunstancia de la vida reactiva este sentimiento de frustración y abandono, siendo ahora él quien lo ejerce con sus hijas.

Se repite la misma vivencia de angustia, agresión y masoquismo. Esquema o modelo utilizado en aquel primer momento y que lo acompañará en su vida.

Lo que nosotros observamos, lo que se manifiesta en forma de síntoma es esta angustia, el daño que se causa –masoquismo- y la agresión producto de esta no valorización de sí mismo debido a las privaciones de amor que sufrió durante toda su infancia.

Por lo tanto tenemos un sujeto que con sus “elecciones equivocadas”, sus actitudes patológicas, sus rechazos queda nuevamente privado de su deseo, acentuando una situación de inferioridad y dependencia que lo conduce al fracaso. Para evitar el fracaso no se compromete con nada ni nadie, como nadie se comprometió con él en sus primeros años.

Si pensamos en las elecciones de objeto en Alberto, no nos puede pasar por alto que su primera esposa le fuera impuesta por su padre -jefe gitano- líder de un clan, que no puede menos que ser admirado y venerado por todos como conductor de un grupo de gente. Este padre que no cumple con su función, pero al cual se identifica repitiendo una historia de abandono, ya que su relación con sus hijas según dice es buena “ las veo, me baño, me cambio y cuando quiero las veo”, donde nunca convivió con ellas y ellas no saben de su situación. Hay en Alberto una constante búsqueda de ley, de padre protector que ponga orden, que regle y de sentido a una vida en comunidad. Hay un intento “ fallido” que lo busca en el Ejercito, luego en la Iglesia y también en la Justicia “... Estuve detenido 3 años en Devoto”... Lo que encuentra es la separación del resto, el aislamiento que lo diferencia de los otros, del adaptado, “del normal”. Existiría una ficción de igualdad que no es tal, dado que el diferente genera peligro para la sociedad. Tanto en la Iglesia como en el Ejército estamos hablando de masas artificiales, donde necesitamos de cierta fuerza externa que impida su disolución. Esto lo impone un jefe, un líder que ama por igual a todos los miembros de la masa (de esta ilusión depende la unión del grupo) y precisamente esta ilusión fue la que calló e hizo estallar su permanencia en el Seminario. Su permanencia allí ya no tendría sentido si el criterio que se usa no era para todos igual.

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Igual que su padre la Iglesia está castrada, como así también el Estado que, hasta días antes de la entrevista nunca había otorgado ayuda...” Es todo un negocio...” Su segunda mujer también le fue impuesta, en esta ocasión por la droga ...”ella era cualquiera”..., aunque a él no le gusta que le impongan nada. En esta no elección, encontramos un acto totalmente irresponsable donde otro, objeto -droga- o sujeto –padre- decide por él, y en ese mismo acto se deja de ser sujeto de pleno derecho y responsable que pueda dar cuenta de sí mismo y de sus propios actos. Vía las adicciones observamos en Alberto una posición de cobardía ante la falta -de la que hablábamos al comienzo- tal como lo plantea Freud. En la droga encontramos una respuesta al malestar en la cultura, una respuesta a los imperativos de renuncia que se le impone al individuo a diario. Con lo cual se resguarda y se siente a salvo de sus propios sentimientos, encapsulándose, reforzando a diario con una nueva dosis esa cápsula que le permite no sentir.

Alberto es muy claro cuando cuenta su experiencia con las drogas, al igual que con el alcohol, que corrobora la hipótesis trabajada en la primera aproximación...” viví un tiempo con amigos y no tomaba nada, pero cuando vo lvés a la calle no te importa nada...”. Se trata de otra ley, de otro orden, en donde el que subsiste es el más fuerte. ( y él dio sobrados elementos para que lo consideremos un hombre fuerte), un sobreviviente. Sobreviviente de la infancia, de la que nada quiere saber ni recordar. De la guerra, que tampoco quiere recordar, de la droga… y ahora le presenta batalla al SIDA...” hasta donde dé, dé...” Evidentemente impera una fantasía inconsciente de omnipotencia, de lo que ahora no se quiere acordar, porque del goce nada se quiere saber. Podríamos pensar que Alberto sobrevivió preparándose para la muerte pero ahora tiene que prepararse para la vida. Se instaura de este modo un espacio creado entre dos muertes, una simbólica que la precede y una biológica real. Es posible que el HIV constituya en Alberto una reconciliación con la vida, y digo esto, porque el hecho de pensar en la muerte, saber que el tiempo está acotado, produce un impacto, una herida a su omnipotencia e indestructibilidad. Un real se añade a su vida e irremediablemente la modifica y la escande. Con esto quiero decir que el HIV, altera el goce masoquista y puede producir cierta vacilación fantasmática, en cuanto al destino de su enfermedad... “hasta donde dé, dé...” También puede que concentre en la muerte toda su esperanza de terminar allí con todo lo que la vida le negó. De este modo se le impone un coto a ese presente absoluto. Por todo lo expuesto hasta aquí, podría pensar que el punto de quiebre en Alberto que lo llevó a permanecer en situación de calle, estaría dado en aquel abandono sufrido a los 2 años, que se resignifica a los 12 años, momento en que su padre lo sacó del internado para que lo ayude con su trabajo. Allí decide volver a Buenos Aires, sin expectativas, sin recursos, comenzando con el circuito ya conocido y una búsqueda” siempre equivocada” de hallar un lugar para sí.

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Hipótesis comprobadas :

• Encontramos en Alberto manifestaciones masoquistas que pueden tener que ver no sólo con un retorno contra sí mismo de un sadismo, dirigido primitivamente contra su padre y luego reprimido, sino que al dañarse, al negar sus propios valores, al discriminarse y por consiguiente autodestruirse, Alberto podría estar queriendo dañar a sus padres culpándolos por la falta de amor.

• Teniendo en cuenta que el padre de Alberto es un hombre golpeador,

podemos pensar que existe en Alberto una fantasía inconsciente masoquista de ser pegado por el padre, lo que a su vez conlleva a que ese padre no me ama por eso me pega.

• Por su estado de abandono y a raíz de la inseguridad afectiva a la que

siempre estuvo sometido, Alberto espera siempre del Otro más que cualquiera. Esto tiene que ver con las necesidades primarias insatisfechas adolecidas desde su infancia.

• Esta falta de seguridad afectiva anula de alguna manera el sentido de lo posible, de lo real, con lo cual se instaura un sentimiento de omnipotencia y pensamiento mágico donde lo posible desaparece, desafiando de este modo a la muerte, a través del HIV, que ni siquiera se molesta en controlar vía la medicación.

• Resulta curioso y no se puede pasar por alto, el hecho que nunca haya aceptado alojamiento en un Hogar,... de lo que careció siempre, de lo que no se quiere acordar...

• Pero también implica el esbozo de algo que tiene que ver con los límites, las normas, la ley. En cambio sí acepta el ingreso a un hotel, un lugar de tránsito, como todas sus elecciones donde no hay quien le imponga nada.

• Podemos pensar que se le brindó a Alberto un lugar donde alojarlo, donde poder aliviar algo del dolor que le implica existir.

• Podríamos pensar que por una vez encontró alojamiento en el Otro, en este caso en el Estado.

Estrategias de abordaje: Al pensar en el modo de intervención, que no conste sólo en brindar asistencialismo, se me ocurre que podría generar algún efecto positivo, si el alojamiento lo acompañamos de un trabajo; éste podría consistir en proporcionarle los medios para que pueda crear a través de su oficio con la madera, un bien de intercambio, ya que el trabajo implícitamente implica sublimación de las pulsiones. Este bien creado, la circulación del mismo que conlleva necesariamente la circulación de goce, y la pérdida de este goce produce una apertura al deseo. Mi propuesta consistiría en alentar a Alberto al inicio de una terapia donde pueda trabajar entre otras cosas, los roles y vínculos que se encuentran tergiversados e indiscriminados, dado que en el proceso de formación no pudo hallar una identidad,

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ni encontrar patrones a los cuales poder identificarse de un modo más sano. De esto se desprende que no hubo una maduración emocional adecuada. De este modo no quedaría condenado a una repetición constante. Para ello es necesario que exista por parte de Alberto una apertura al deseo con la participación comprometida, pasando de un sujeto irresponsable a alguien que comience a hacerse cargo de su presente y su destino.

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CASO DARIO K.

* Por Lic. Angeles Anzalone y Lic. Josefina Conzett Primera entrevista: Bajo un frondoso árbol de un parque porteño transcurre sus días Darìo, contando como únicos elementos, una silla, una cajonera* que utiliza como mesa, una radio que lo acompaña siempre acercándole voces y palabras que le ayudan a transcurrir sus horas solitarias. Nació en Rosario hace setenta años, siendo el único hijo de un ferroviario y una ama de casa. Su infancia transcurrió en Rosario. Su casa estaba a siete cuadras de la cancha de Rosario Central el club de sus amores. Le gustaba ver los partidos y jugar en la calle con los amigos. A la escuela fue hasta tercer grado, “me echaron, no fui más; de chiquito fui igual de rebelde”... en realidad me fui después de una travesura que me mandé, llevándome por delante al japonés con un carrito de rulemanes que teníamos en la escuela, porque sabía que me iban a echar. “Mamá era muy buena... papá también. Mamá murió hace siete años. Tenía 87, era riojana; papá hace dieciocho, en un accidente ferroviario a los 91 años y era rosarino”. “Mamá era más exigente, más severa, me cortaba la salida a la calle para jugar con los chicos”. Cuando tenía cuatro o cinco años, mis padres adoptan a una niña, María del Carmen, la que es mi hermanastra. A los seis años me voy a vivir a la casa de mi abuela paterna, la que tenía una panadería a cinco cuadras de mi casa. La abuela era palabras mayores, era cómplice mío. Cuando a los doce años mi papá pensó en ponerme en un reformatorio, mi abuela cómplice me avisó y me dio dinero para venir a Buenos Aires, me dio tres billetes verdes, lechugas como los llamaban entonces.... Siempre fui vendedor ambulante. A los veintidós años vuelvo a Rosario, a vivir con la abuela, es cuando conozco a Celsa Ramona. Después de un noviazgo de dos años, venimos a Buenos Aires para casarnos con autorización de un juez pues ella tenía diecinueve años. De esto hace mucho tiempo. Tuvimos cuatro hijos, Juan Andrés, de 42 años, Marcelino Alejandro de 41, ambos en Suiza, Noemí María de 39, casada, maestra y me cuesta recordar el nombre del menor, eh... Gerónimo de 37, que trabaja como tornero. Ellos viven con Celsa la que hoy es “la bruja”. Viven en la casa que armé con las ventas desde los doce años, en el barrio de La Boca. Mi casa tiene cinco habitaciones, en el fondo construí cuatro habitaciones más chicas y se las alquilaba a unos tanos que pagaban $ 100 pesos por mes por cada una; con eso pagábamos los impuestos y con lo que yo traía comíamos. Nosotros siempre vivimos solos; la bruja, sacó a los tanos y trajo a su familia, entonces esa plata no entraba y yo seguía pagando la comida de todos. ... y un día dije basta. Fue hace cuatro años, cuando decidí irme para no seguir discutiendo, para no pegarle a la bruja...

* Lo marcado en negrita son los puntos que tienen una implicancia interpretativa, los cuales fueron desarrollados fundamentándolos teóricamente.

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Hace siete años que no vuelvo a Rosario. Fue cuando murió mi abuela; mi hermanastra se había hecho cargo de ella y de la panadería, me correspondería a mí la panadería entonces ella me pidió que le firme un poder y como cuidó a mi familia le di la panadería. No volví más a Rosario porque me pone sentimental, por los recuerdos tristes, como cuando en Navidad los ojos me empezaron a lagrimear así porque sí, tal vez... porque estaba solo, pero... tomé una cerveza y se me pasó... puede que algún día viaje, allí mi hermanastra me hizo una casita en el fondo de la panadería.

Se le pide que relate un día de su vida. “Acá me levanto temprano, cuatro o cinco de la mañana, desayuno mate cocido con pan y manteca, no hago nada, escucho radio hasta el mediodía, hago la comida y nada más. Antes caminaba mucho, ahora hago veinte cuadras y me canso, me duelen un poco las piernas”. Las piernas las tengo algo hinchadas con muchas venas inflamadas. Al sugerírsele que viera a un médico, dice “nunca fui a que me revisen, la única vez que fui al hospital fue cuando mi hija tuvo familia, además ahora estoy mas pesado”. Una vez concluida esta primer entrevista se le comunica que lo vamos a volver a ver en otra oportunidad a lo cual accede con agrado. Segunda entrevista: Habíamos quedado en que hace 4 años que está en la calle, que su esposa se llama Celsa Ramona “alias la Bruja”, que vivían a una cuadra de distancia en Rosario, se conocieron desde los 19 años, tienen familia en Rosario, estuvieron dos años de novios... Sus padres adoptaron y criaron a una niña a la que la llama hermanastra, cuando Ud. tenía 4 o 5 años que se llama Maria del Carmen, y a los 6 se va a vivir con su abuela paterna hasta los doce que viene a Capital Tema panadería....... En el velatorio de mi abuela le comunico a mi hermanastra que se quede con la panadería y luego viajo un fin de semana para hacerle un poder. Hace 7 años que no vuelvo a Rosario. Cuando voy al velatorio me quedo a vivir en Rosario, fue a los 22 años, me quedo dos años y conozco a la Bruja, me caso en Capital, yo con 24 y 19 ella con un poder del juez por ser ella menor. Luego tenemos 4 hijos, Juan Andrés (42), Marcelino Alejandro (41), ambos en Suiza son mecánicos, Noemí Maria 39 maestra casada, Gerónimo de 37, estuvo en Malvinas y trabaja de tornero, estos dos últimos viven con la Bruja. Trabajé toda la vida de vendedor ambulante desde los 12 años. Armé mi casa con las ventas en una casa en Gaboto y Villafañe (la Boca) Vine a los 12 años a la Capital como escapando de Rosario ya que mi padre me amenazaba con que me iba a poner en un reformatorio y dejo la casa paterna por que mi madre que era muy autoritaria no me dejaba salir a jugar con los chicos a la calle. Mi abuela siempre fue mi cómplice y para venir acá me da dinero, 3 hojas de lechuga.

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En Rosario quedó una casita. No vuelvo por que me pone sentimental puede que algún día viaje Con respecto al alcohol, tomaba en la mesa; no soy de trago largo. Ya les conté que me levanto a las 4 o 5 de la mañana desayuno mate cocido con pan y manteca y ahora con pan dulce, no hago nada. Escucho radio hasta el mediodía hago la comida, no hago nada y luego hago la cena” Camino un poco a la mañana, hago compras, cuido coches en Recoleta los fines de semana Viernes, Sábado Domingo. Mi padre murió a los 91 era Rosarino y mi madre a los 87 riojana, mi tatarabuelo fue el primer turco que fue a Rosario... Cuéntenos cómo era cada uno Papá era un buen hombre. Sobre mi viejo nada, nada” Mamá era más exigente, más severa, me cortaba la salida a la calle para jugar con los chicos, era más casera. La abuela paterna ,palabras mayores, era cómplice mía. Mi mujer, yo nunca la golpee y no la iba a golpear. La bruja trajo a casi toda su familia a mi casa y nosotros siempre vivimos solos, y al encontrar esto y aquello y nace la bronca y de mí salía toda la plata para la comida y un día dije basta. Hubo varias discusiones, trajo a los hermanos y hermanas y eran ocho, casados algunos. Mi casa tenia 5 habitaciones, hice 4 más chicas cerca del fondo se las alquilaba a 4 tanos solos, que pagaban $ 100 por mes y con lo que yo traía comíamos, con lo otro pagábamos los impuestos. La Bruja sacó a los tanos y puso a su familia, entonces esa plata no entraba y yo seguía pagando la comida de todos. Al despedirnos hasta una nueva oportunidad, nos anuncia “capaz no me encuentran” ... ¿por qué? “puedo llegar a irme a Rosario” ... Tercera entrevista Sabemos que en el decir, el individuo dice más de lo que quiere decir, decidimos tomar una tercer entrevista dado que en las dos anteriores se deslizaron varios fallidos. Se le pregunta los nombres de familia Nombre de la madre: Celsa Ramona Kaliba Nombre del padre: Erasmo Fuentes Nombre de la abuela materna: Nicolaza Nombre de la esposa: Nélida Nombre de los abuelos paternos: no los recuerda A los seis años voy a vivir a lo de mi abuela materna, mi abuelo materno fallece cuando tengo dos años. Lo que recuerdo de mi abuela son los buenos consejos “portáte bien, no hagas macanas, los amigos son amigos” La idea de meterme en un reformatorio la tenían desde que tenía seis años. Mi papá no me reconoció, mis padres vivían juntos pero no estaban casados. Mi papá según él no tenía otra familia

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A la pregunta de cómo era su madre? Responde “así... así” con un gesto de balanceo con las manos, a veces caricias y a veces golpes. Cuando me echan del colegio llaman a mi papá, pero él dice “acá no vive, dice mi viejo”. Mi hermanastra llega cuando yo tenia ocho años. Cuando le preguntamos si se acuerda que sintió dice “nada” Viví hasta los doce años con mi abuela, ahí me dio tres lechugas, fui a la Chevalier y vine para acá. Llegué y empecé a caminar, enganché Rivadavia y caminé hasta Plaza de Mayo, me hice amigo de Emiliano que lustraba zapatos, dos años mayor que yo, que vivía en un conventillo. Yo vivía en La Razón, dormía entre las bobinas de papel, son calentitas, vivía con mas gente, vendía diarios. Después la gallega, madre de Emiliano, me alquiló una pieza en el conventillo. Emiliano muere a los 22 años de tuberculosis. Después vendía fruta, alquilaba los carritos, el asunto era laburar... A los veinte años vuelvo a Rosario, cuando voy a jurar la bandera por el servicio militar, voy a la casa de la abuela. Le preguntamos por la casa de los padres, por ahí no se podía pasar, era una cruz. Quedaba a ocho cuadras de la casa de la abuela. Le preguntamos por la familia de los padres. Mi madre tenía hermanos en La Rioja, mi papá dos hermanos como a cuarenta cuadras. De la muerte de mis padres me enteré a los veinte días. Murieron los dos en un accidente de autos. Había un puente de los que se abren como hay acá y una noche de invierno no se dieron cuenta de que estaba abierto y ahí... se los comieron los tiburones. De la infancia recuerdo al perro : el Chispero, perro guaso, de día estaba atado, de noche lo largaban, no entraba nadie. Mamá me pegaba, era brava. Mi abuela nunca me pegó. Después de los veinte años iba a Rosario dos veces al año para Navidad o Año Nuevo y para el día de la madre. Conozco a la bruja a los 22 años en un baile de carnaval, ella vivía en la otra punta de Rosario. Después de 4 o 5 viajes me dijo: “me quiero ir con vos” y se vino, pedimos la venia al Juez y nos casamos. Vivimos tres años en el conventillo, después compré un terrero en La Boca, $ 5.000.- costó. Había que tener $ 5.000.-. Estuvimos 39 años juntos; hace 4 años que me fui, a los seis meses que vinieron sus hermanos. Yo dije que nunca iba a traer familia mía y ella también dijo que no lo haría; uno podía pasar, pero 3 o 4 no. Los trajo sin saber yo nada, primero trajo a uno después a los otros. Me fui. Yo nunca le pegué, yo sentía que en cualquier momento reventaba y me salía el turco de adentro; la dejé en la casa por los hijos, Yo volvería el día que se muera, si yo no me muero primero. Mis hijos me vienen a visitar. Mi hija tiene dos nenas, las mellizas de 6 años y un varón que ya camina, a las nenas las veo cuando las trae mi hija. Mis hijos están en Suiza, ellos vienen para el día la madre y para las fiestas o para Navidad o para Año Nuevo. Me quisieron llevar el año pasado a Bariloche pero iba la bruja. Mi hija les administra la plata. A mi hermanastra le digo así, porque no le cabe otra palabra, yo le llevo 12 años, no... 8 años, le firme un poder. Preguntamos ¿poder?, Entonces todavía esta todo a su nombre? No, le firme todo, le deje todo. Ella me hizo el rancho atrás

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del pesebre, amueblado y todo; cuando iba a Rosario me quedaba ahí. No me voy por tener a los hijos cerca. Luego le preguntamos que come? Compro bifes acá, la parrilla que esta allí, voy al Disco y compro mercadería. Este fin de semana hice $ 30.- Normalmente entre viernes, sábado y domingo saco $ 120.-, empiezo a las seis de la tarde y vengo a la madrugada, a las cinco de la mañana. Trabajo los tres días y lunes, martes, miércoles y jueves no. Siempre se dijo que las personas no se ajustan con exactitud a las categorías de enfermedad, lo que hace que los cuadros nosológicos se hacen difíciles de entender. No hay rótulo psiquiátrico que corresponda exactamente a un caso dado, y menos aún el de normal o sano. Podríamos considerar a la sociedad desde el punto de vista de la enfermedad y ver cómo sus miembros enfermos de alguna manera obligan a que se les preste atención, y también cómo comienzan en los individuos a colorear la sociedad, o bien examinar el modo como las familias y las unidades sociales pueden producir individuos que son psiquiátricamente sanos salvo por el hecho de que la unidad social a la que pertenecen los deforman o los vuelve ineficaces. Según Winnicott “el psicoanálisis tiende a mostrar que la salud mental no depende sólo de la herencia ni de acontecimientos fortuitos, sino que sus fundamentos se construyen en forma activa en la primera infancia cuando la madre es suficientemente buena en su tarea, y en el lapso de la niñez que se vive en el seno de una familia que funciona como empresa en marcha, sobre todo en las dos etapas cruciales del desarrollo: la edad preescolar y la adolescencia”. En un trabajo anterior1 mencionábamos “en primera instancia creemos que en cada caso se trata de un aquí y ahora atravesado por una historia singular de vida ( concepción, nacimiento, primeras experiencias) por otra parte la presencia en diferentes grados de las estructuras patológicas, a las que se agregan eventualmente distintas adicciones. Asimismo debemos tener en cuenta la incidencia tanto de lo familiar como también del ámbito sociocultural que lo determina”. Si desde Winnicott, una infancia donde la función materna fue ineficaz en tanto que en lugar de ser nutricia y contenedora, se desborda y es incapaz de poner límites sino a través de la violencia, de evidencia en él una actitud de huida hacia otra casa donde poder sentirse mejor recibido, aceptado y respetado, actitud de repetición que lo lleva a buscar un nuevo lugar aunque se trate de la calle. Cuando preguntamos por la “bruja”, cómo se llama? .. Celsa Ramona .... Pero aquí nos encontramos con un fallido, Celsa Ramona era la madre, la que no hizo de mamá, cuando en casa mamá le pegaba y lo quería meter en el reformatorio. Porque en realidad si bien el papá y la mamá vivían juntos, el papá nunca lo reconoció y la mamá le pegaba porque era un niño “rebelde”; un niño que quizás acumulaba rabia cada vez que al cometer alguna travesura esperaba la mirada tierna o la caricia suave de mamá, pero recibía a cambio una paliza. A su mujer (Nélida) no le pega, como tampoco pudo devolverle los golpes a su mamá Celsa. Y entonces se fue a casa de la abuela, que era “cómplice”, le perdonaba las travesuras, le daba consejos y no permitió que la “camioneta” del reformatorio se

1 La vida no es sin pérdidas, p.-

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lo llevara. La abuela, “palabras mayores”, le da plata para que salga a la calle, lo que lo habilita a seguir en la calle. Y cuando dice mi mamá adoptó a mi hermanastra María del Carmen, se refiere a la abuela, a la que él adoptó como mamá.... También remarca “yo nunca le pegué” como la madre lo hacía con él pero Nélida no cumplió con el pacto, con la palabra empeñada cuando se vinieron juntos de Rosario: ninguno traería a la familia a vivir con ellos. “Uno a uno fueron llegando hermanos de ella a vivir en casa y sin decirme nada” al igual que la madre que nunca le dijo lo del reformatorio, siendo la abuela la que lo puso sobre aviso... Y eso quizás fue como una cachetada y fue acumulando bronca, ... pero nunca le pegó. Pero un día sintió que estallaría, que la bronca acumulada a lo largo de tantos años era demasiada, primero mamá que le pega, (siente que no es querido y valorado) a la que no le importa que se vaya; el padre que no lo reconoció (lleva el apellido de la madre) después la abuela le da dinero para que se vaya ahora la bruja, no cumple con el trato y trae a sus hermanos. Para no pegarle, tomó sus cosas y se fue. Repite lo que ocurrió, él es cedido a la abuela, como también él cede su casa materna, la casa de la abuela. Cede su lugar, cede la panadería, le cede la casa a su mujer por la aparición de los hermanos de ella. ¿Por qué? Andrés no fue reconocido por su padre, no fue reconocido como hijo, por lo tanto no tiene un lugar; el único lugar reconocido es el lugar que le adjudicó la abuela, la calle, porque son “palabras mayores”, y “como él dice papá nada, nada”. El se va, se anticipa al rechazo efectivo, se va de la escuela antes que lo echen, se va de la abuela antes que lo metan en un reformatorio, se va de su casa por la presencia de otros que sí tenían lugar, los hermanos de ella ahora, la hermanastra antes. Por otra parte, no hay registro de filiación. Andrés no ocupa ningún lugar en el sueño materno, porque no hay sueño. Quizá su llamado, su grito, su violencia, denuncian su desgarramiento y la exclusión de toda posibilidad de nacer a su propio deseo, en la medida en que no es deseo para otro. Que una madre pueda ver a su hijo en un circuito libidinal, determina que él mismo pueda verse en una dimensión acorde al principio de realidad. Existe un cuerpo y no su representación, sobre la cual debería recaer la investidura narcisista. Nélida rompió el pacto, nosotros vivimos solos, la presencia de un hermanos en su realidad psíquica significa exclusión. La palabra de las mujeres son “palabras mayores” la palabra de los hombres son “nada, nada”. Los padres fallecen juntos en un accidente automovilístico, no fue a Rosario en esa ocasión porque se entera después de veinte días, lo que le ratifica la falta de lugar de hijo. Cuando planteamos el ingreso a un hogar del Gobierno de la Ciudad equiparándolo a un reformatorio ¿aparecerán las imágenes de aquellos hogares de los que se fue porque le pegaban o no cumplían con la palabra empeñada y le generaba bronca e ira y de los cuales se fue excluido? la camioneta del BAP equivaldría a la camioneta del reformatorio que “me iba a pasar a buscar en cualquier momento”, llevándose a los hijos para cuyos padres había que “reformar”?

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La hermanastra le construye una casita en el fondo de la panadería, donde se guardaban las chatas (camionetas) con las que se hacía el reparto de pan; cuando era niño, vivía allí cuando iba a Rosario ¿por qué no puede ocuparla ahora que se fue de su casa?, dice que es por los hijos a los que ve de vez en cuando, cuando se acercan a llevarle noticias de la familia, ... pero no de “la bruja”. También se podría pensar que la construcción de las habitaciones en su casa de La Boca era para los extraños y esa habitación construida por la hermanastra equivaldría a ese lugar de extraño. Tal vez sienta el temor a que se repitan las circunstancias en las que teniendo su propio hogar se tuvo que ir lleno de bronca, ira y decepción, quizás para no estallar, sintiéndose traicionado y conteniendo las lágrimas que en Navidad brotan solas sin saber por qué. Tener un techo, es tener un lugar acogedor donde uno siente que pertenece, que le es propio, es el hogar, cálido como aquel primer lugar que nos cobijó que fue el seno materno y al cual siempre queremos volver. Pero en Andrés el lugar de madre fue ocupado por su abuela la que habilitó con su mandato “andate a la calle” Cuando en psicoanálisis hablamos de deseo materno, hijo deseado, marcamos la diferencia con aquellos hijos que fueron concebidos sin ese deseo materno consciente, quizás marcando para siempre la falta de techo, de calor, de un lugar donde uno siente que pertenece. El ser humano está obligado a avanzar. Si no adelanta, se estanca y si se estanca mucho tiempo, retrocede. Retrocede en su historia. Cuando ese pasado ha causado un trauma, es peligroso el retorno. Para no regresar no hay mas que una manera, decir, expresar en forma representativa esa regresión amenazante. En cuanto eso ha sido expresado no se retorna. De ahí la eficacia del trabajo analítico, en que el "material arcaico" puede recordarse durante el tratamiento, y ser analizado. La no elaboración de un hecho traumático, se traduce en repetición, exclusión que no cesa de repetirse. El sujeto se interroga a sí mismo produciendo así los significantes que determinaron su destino constituyéndose en esa singularidad que nada tiene en común con la particularidad de los síntomas psicopatológicamente concebidos, que son respuestas al Otro, significaciones persecutorias por el saber sabido. En la demanda al Otro que aparecerá entonces como lo que es (en el discurso), una cadena significante incompleta que no se cierra, giro continuo, sin que haya la posibilidad de que algún saber lo llene. Por ello se ha dicho que el destino o la suerte son los padres. Las actitudes gravemente dañinas inferidas por los padres a los hijos repercuten esencialmente sobre la sociedad, la que sufrirá ulteriormente el resultado del padre que abandonó, que maltrató, que denigró, que mutiló, que descuidó o que expuso a los hijos, y así se perpetúa el infortunio humano. Un niño que será "the majestic the baby" si los padres así lo nombran, pero que será lo más inapreciable si los padres lo gestan, sin deseo de ese hijo. La presencia del amor suficiente en los padres no es una constante, depende de infinitos factores individuales y sociales. Desde el más absoluto rechazo que experimentan aquellos en quienes además de su pobreza de amor, el embarazo ha constituido una circunstancia socialmente negativa (solteras, hogares abrumados por el exceso de niños en condiciones económicas paupérrimas, más lo psiquico

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particular,etc.), existe una gama gradual que culmina en la pareja amante que anhela la consagración de su unión recíproca en el hijo amado. ...de ahí que si la separación de la madre durante la infancia es poco tolerada y engendra un gran montante de angustia, al ocurrir en este período inicial, ocasiona lesiones afectivas irreversibles y establece bases caracterológicas definitivas muy relacionadas con las estructuras esquizoide, es decir con las personalidades sumamente incomunicadas y con graves dificultades para establecer vínculos humanos sólidos y satisfactorios en el curso ulterior de sus vidas. Pero volvamos al hogar y veamos nuevamente con mirada indagatoria la relación cotidiana con el hijo que sólo anhela comprensión, amor y seguridad. Y recaeremos en lo mismo, en la presencia de los padres, que hace posible la recepción de la necesidad y de los deseos perentorios del hijo. Porque la falta de presencia constituye en sí el abandono, que tiene una enorme significación. Siendo que el abandono puede ser evidente, (“acá no vive, dice mi viejo”, además lleva el apellido de la madre por no ser reconocido por el padre) prolongado o definitivo, tal como el del padre que se va definitivamente del hogar o como él que frecuentemente abandona el hogar por razones laborales, van a trabajar a la mañana y vuelven a la noche dejando al niño a cargo de distintas personas. Desde luego, la aceptación del inconsciente, nos conduce a algo muy doloroso, el reconocimiento de que por mucho que intentemos considerar la maldad, la bestialidad y las malas influencias como algo ajeno a nosotros, o que incide sobre nosotros desde afuera, al final comprobamos que, cualesquiera sean las cosas que hace la gente y las influencias que la mueven, están en la naturaleza humana misma, de hecho, en nosotros mismos. El desarrollo emocional de los primeros años es complejo y resulta imposible saltear etapas y todo niño necesita indispensablemente cierto grado de ambiente favorable para superar las primeras y esenciales etapas de este desarrollo. Tanto el amor como el odio, constituyen los dos principales elementos a partir de los cuales se elaboran la manera de expresión inconsciente. Ambos implican agresión, el amor y el odio coexisten y la agresión está oculta, disfrazada, desviada, atribuida a factores externos y cuando aparece siempre resulta difícil encontrar sus orígenes, ( me fui, yo nunca la pegué, yo sentía que en cualquier momento reventaba y me salía el turco de adentro...)

Sin alguien a quien amar y odiar, no puede llegar a darse cuenta de que ama y odia a una misma persona y encontrar así su sentimiento de culpa y su deseo de reparar y restaurar. Sin un ambiento físico y humano limitado que pueda conocer, no puede descubrir la medida en que sus ideas agresivas resultan realmente inocuas y por lo tanto, no puede establecer la diferencia entre fantasía y realidad. Sin un padre y una madre que estén juntos y que asuman una responsabilidad conjunta por él, no puede encontrar y expresar su necesidad de separarlos y experimentar alivio cuando fracasa en ese intento. El niño tiene una enorme capacidad para la destrucción, también es cierto que tiene una enorme capacidad para proteger lo que ama de su propia destrucción y la principal destrucción siempre existe en su fantasía. (...”de chiquito fui igual de rebelde”).

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De todo esto se deduce que el odio o la frustración ambiental despierta reacciones manejables o inmanejables en el individuo, de acuerdo con la cantidad de tensión que ya existe en la fantasía inconsciente personal del individuo. Toda agresión que no se niega, y por la que es posible aceptar responsabilidad personal puede utilizarse para fortalecer los intentos de reparación y restitución. En el trasfondo de todo juego, de todo trabajo y de todo arte, hay un remordimiento inconsciente por el daño realizado en la fantasía inconsciente y un deseo inconsciente de comenzar a arreglar las cosas. Freud, en el Proyecto afirma: “Por la descarga sobre el camino de la alteración interior un individuo experimentado advierte el estado del niño. Experimentado implica la creación de un espacio de conjetura por parte del individuo auxiliador acerca del sentir anhelante y menesteroso del bebé. Conjetura que desborda el plano alimentario real, para ubicarse en el orden de la significación. El objeto de satisfacción, el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Habrá entonces un reconocimiento de lo propio, por el rodeo a través del objeto, en el lugar del ideal. El niño está en otro que garantiza su ser, ante el cual se modela y anticipa la forma propia. Apertura y nacimiento del sujeto psíquico. Este es el momento de la identificación primaria, que Freud describe como "la forma más primitiva, de lazo afectivo con un objeto". Esta etapa corresponde a la fase oral, en la cual la carga de objeto y la identificación no se distinguen entre sí... podemos decir que el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo sino como acto: lo repite sin saber, naturalmente, que lo repite”. La superposición de las huellas de un acontecimiento pasado, este pasado puede resultar, precisamente entonces, historizado, subjetivado necesitando un acontecimiento nuevo para que el acontecimiento antiguo resuene y acceda a la presencia. Ya estaba allí y sin embargo ocurre de pronto. Es un ya-ahí que no toma cuerpo sino a posteriori. Según Lacan "La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado. Los tiempos del objeto son sin duda también los tiempos organizadores del sufrimiento: en particular, la identificación con el objeto anal puede mover al sujeto a constituirse como objeto siempre rechazado y expulsado por el Otro; así se instaura un devenir desecho. Excremento que adopta la figura de un "desecho de la sociedad" (Vivir en la calle) No sólo consideramos el pasado, el presente y el porvenir de un individuo, para situar el devenir tomamos también la serie de acontecimientos psíquicos que lo atraviesan y lo modifican. Un acontecimiento psíquico tiene no sólo nuestra vida o varias vidas delante de él, sino que éste “adelante” irradia al pasado. El devenir abierto por el acontecimiento psíquico no podría ordenarse estrictamente según la flecha del tiempo lineal: desde el momento en que se actualiza, recompone a contrapelo aquello que lo precedió, para dar lugar a lo porvenir. Esto nos recuerda la frase de Braque: “ las pruebas fatigan la verdad”. Esto puede servirnos de guía, la fatiga en el sentido de que la administración extenúa poco a poco al explotarla, como fundación anterior. Toda prueba es siempre, necesariamente, la preparación de una respuesta, y toda respuesta es administrativa. Casi podría decirse por esto, que la pregunta es lo por-venir de la respuesta.

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Freud indica claramente que la mira de la elaboración de la novela familiar no es otra que un trabajo de desasimiento y de puesta en oposición de las generaciones. Gracias a la distancia se traza una separación, y se manifiesta en negativo el lugar del sujeto: en cierta medida, el sujeto es aquí efecto de la puesta en relación de los diferentes padres. Si este padre “no pega”, si este padre no es el padre, queda presentificado entonces el espacio del desfallecimiento del Otro, indicando un lugar vacío en el que va a amarrarse el deseo propio del sujeto. La novela familiar representa en cierto modo una versión novelesca del cogito cartesiano: “dudo, luego soy ... autor o novelista de mi historia, dudo, luego me separo”. El análisis etimológico del término “separación” descubre como lo recordaba Lacan, un interesante equívoco. En efecto del latín “separare” se compone con “ se parare”, es decir “se parer”, vestirse y protegerse, pero se asocia igualmente al latín “ se parere” es decir engendrarse, hacerse nacer, producirse. En este contexto se trata de engendrarse como sujeto gracias al encuentro de un desfallecimiento del Otro, que causa el despliegue de los interrogantes fundamentales: “Qué quiere el Otro? ¿Qué soy yo para el Otro?”. En el marco específico de la novela familiar, podría entenderse que el sujeto se engendra doblemente: surge como efecto de una duda o de un interrogante sobre el padre y en un mismo movimiento, vuelve a ponerse en el mundo, entra de nuevo en el mundo de una manera singular gracias a la novela que reescribe el origen. El sujeto pues, se separa, mientras se atavía simultáneamente con el paño fantasmático de la novela, cubriéndose con el adorno de la novela que recompone el origen. En efecto, este origen nunca es directamente accesible, mientras que su elaboración ulterior, en una dimensión mítica, demuestra ser constitutiva del lugar del sujeto en la historia. La apertura de la novela determina así una multiplicación de padres y una distancia por recorrer entre los tiempos que implican: lo real actual, lo posible ideal y el tras-tiempo mítico. Esto en el dicho de Andrés: “mi tatarabuelo fue el primer turco que llegó a Rosario”. Estas distancias que habrá que andar constantemente serán los lugares de navegación del sujeto. En los intervalos abiertos por estas distancias tendrán lugar las peripecias de su novela: síntomas, actos o creaciones que figuran episodios de su Odisea y que representan diferentes maneras de reinventar al padre. El novelista puede hacerse “poeta épico”: aquel que se separa de una “formación de masa”, en este caso la “masa familiar”, en el intento de fundar un mito o para instaurarse padre de su propio mito. “Me escapo todos los días y me sustraigo a mí mismo” decía Montaigne según Lacán. No debemos olvidar que el Superyo se sitúa, indudablemente en el plano simbólico de la palabra, pero en cuanto al imperativo, un enunciado discordante ignorado en la Ley, un enunciado situado al primer plano por un acontecimiento traumático, que reduce la Ley a una emergencia de carácter inadmisible, no integrable: he aquí la instancia ciega repetitiva que habitualmente definimos con el término Superyo. Si este acaba por identificarse con una figura feroz, es porque no cesa de ir al encuentro de la acuñaciones de origen. Encuentros traumáticos ulteriores podrán reforzar todavía, confirmándola, la ley de autodestrucción y la destrucción de la ley, donde la condena feroz coincide con el ideal absoluto por alcanzar. Encuentros

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traumáticos ulteriores se presentarán como respuestas que realicen la condena y no como encuentros que abran la pregunta angustiante del deseo. No se tratará entonces de una apertura parcial del trauma por un encuentro traumático en el a posteriori, sino de un cierre, desde el momento en que encuentros ulteriores podrán precipitar al sujeto en el abismo abierto por un Tú debes (irte a la calle, es el mandato, ya que no tienes un lugar aquí). Aquí podemos ver el dominio del tú y del yo que es adquirido de inmediato por el niño, adquisición que se resume para el niño en poder decir “yo” cuando le dijeron “tu”, “tu vas ha hacer esto” y el debe decir en su registro “yo voy a hacer esto”, no puede analizarse a alguien que para el Otro no existe. Un sujeto de sexo masculino, su equilibrio moral y psíquico, exige la asunción de su propia función, hacerse reconocer como tal en su función viril y en su trabajo, asumir su fruto sin conflictos, sin tener el sentimiento de que es algún otro el que lo merece ó que él mismo no lo tiene, más que por casualidad, sin que se produzca esa división interior que hace del sujeto el testigo alienado de los actos de su propio yo (moi). La historia de Andrés teñida de rechazos, haciéndose cargo del pago de todo nos trae a colación la vigencia de la deuda paterna como la inscripción de la figura del padre (que no existe ya que el padre es “nada, nada”). Siendo que la orden es imposible de cumplir, como la deuda paterna es imposible de saldar y tan sólo puede ser transmitida como falta. Deudas y dudas son acerca de la paternidad y la deuda no reconocida del padre la que no hace ley sino puro mandato (Andrés no lleva el apellido del padre) Si consideramos desde Lacan que el complejo de Edipo consta de tres tiempos: 1- Complejo de la madre 2 – Complejo de Castración 3 – Complejo del padre propiamente dicho. Cuando se hace alusión al complejo del padre como un término: Ley, quien dice Ley está diciendo relación, regularidad, dentro del marco teórico del psicoanálisis esto nos permitirá hablar de una relación según la cual el sujeto podría trascender la experiencia sensible acuñada en la vinculación de la función de la madre, esto es, podría trascender lo acontecido. Es decir que la intervención de la Ley en el sujeto inconsciente es ni más ni menos que la relación primera del infans con la función materna, teniendo como saldo el narcisismo, lo que hace la posibilidad de que surjan otros destinos por parte del sujeto. Lacan afirma que la castración propicia al sujeto un destino al expulsarlo de la célula narcisista lo que permite construir un destino, entendiéndose éste los avatares de la identificación en función del régimen de catexia. Esta mediación que se esboza en la expulsión que ha de sufrir el infans del seno de la célula narcisista es ejecutada por el padre. La función de castración no es ejercida por la persona del padre sino que tiene que ver con el deseo de la madre, con esto queremos decir que la función de castración no es ejercida por la persona del padre sino por un lugar (prefigurado en el deseo materno) y que dicho lugar puede ser cubierto por todo aquel que sea capaz de convertirse en ideal de identificación del sujeto por estar investido por el deseo materno. "Estos restos que fundan al sujeto, operan como causa y con quienes se procura un encuentro siempre fallido. La Cosa codiciada, marca de origen que hace al pecado de origen (falto en lo real), el cuerpo incestuoso codiciado y peligroso de la madre,

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sólo interdicto por la ley paterna se inscribe, en su bipolaridad, un fuera de la Cosa, como a la vez, una codicia por la Cosa." El trauma (intrusión del Otro primordial permitida por el desvalimiento y cuyo origen es siempre sexual) obra como un “cuerpo extraño” que, tiempo después de su intrusión, tiene eficacia presente. No se tramita ni por abreacción ni por trabajo asociativo, es la marca viva del goce del Otro inolvidable, y produce siempre repugnancia y dolor moral al yo. No todo es posible de apalabrar y tramitar por los hilos lógicos, y ahí donde éstos no alcanzan por sustitución, estalla lo traumático de modo tal que, deshaciendo la trama asociativa, comanda una repetición compulsiva y muda. Tomando en cuenta el mito freudiano, el personaje todo poderoso de la horda primitiva que ejercía su poder reservándose la exclusividad de las hembras y expulsando o matando a los machos es, en tanto padre primordial violento y celoso es, una figura mítica imprecisa: un expiado por el sacrificio de otra vida: el auto-sacrificio remite a una culpa de sangre. Ese sacrificio por la propia vida produce la reconciliación con Dios Padre, el crimen así expiado no puede haber sido otro que el parricidio (...”se los comieron lo tiburones”). Enlace de sacrificio remite a una culpa de sangre. Enlace de sacrificio y culpa. Demanda amorosa (de reconciliación) al padre, y también ofrenda de aniquilación porque la culpa de sangre no puede ser expiada sino con la autodestrucción. Destinos posibles del sacrificio, o dentro del sistema como don y deuda simbólica o por los bordes mismos del sistema como deuda de sangre que sólo puede saldarse con la vida. Aunque el asesinato provoca la euforia del poderío y perfección inigualables (modelo ideal). ¿Por qué la hostilidad dirigida al padre retorna contra el propio sujeto? ¿Por qué el reproche vuelve contra sí mismo? ¿Qué instancia da cuenta de semejante operación que no parece surgir del narcisista yo? En exámenes de fragmentos clínicos de neurosis obsesiva muestra en la compulsión de éstos de degradar superlativamente la imagen del padre en sus fantasías, (...”papá, nada- nada) juegan la procura de castigo, la cual gira masoquísticamente, alrededor de las fantasías de paliza. Primer intento freudiano de vincular Superyo con las fantasías masoquistas; y es justamente la gramática de ese fantasma donde captamos el puente entre las pulsiones y el Edipo, fantasía de paliza que no es sino consecuencia de la cicatriz del padre, (no fue pegado por el padre=no reconocido=no amado, se va para no pegar=se va para no seguir amando=se va para repetir?. “Mi padre me pega – me ama y de eso gozo”. Sugestiva transición que construida en las fantasías, comprende Edipo y pulsión para pagar, desde el deseo y goce, dos posiciones que involucran los crímenes del incesto y parricidio. ¡Goza de tu destino!. Dentro del Yo se genera una necesidad de castigo, que en parte está pronta como tal a acoger al destino, y en parte halla satisfacción en el maltrato por el Superyo (conciencia de culpa). En efecto, cada castigo es en el fondo la castración y como tal, el cumplimiento de la vieja actitud pasiva hacia el padre. Y el destino mismo no es en definitiva sino una tardía proyección del padre. Aludimos antes al Destino como nombre del Superyo, versión hacia lo demoníaco del Padre, doble eco del castigo de castración: goza del destino ... del padre.

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“Hay personas que durante su vida parecen perseguidas por el destino implacable, cuando son ellas mismas quienes sin saberlo se deparan ese destino.” En tales casos adscribimos a la compulsión de repetición el carácter de lo demoníaco. Compulsión del destino, declinación hacia el padre, variante de la hipoteca del parricidio: el castigo (cara mortífera del goce del padre) es exhortación a quedar a merced de él. Sondear lo insoportable de la desgracia no es difícil, si lo es hallar las claves de la intolerancia a la felicidad y al éxito no fácilmente explicable a menos que se recur ra al incidencia de los dardos masoquistas. En efecto ningún sujeto se atreve a esperar tales favores del destino, para lograrlo algo debe desbaratarse en la subjetividad y en el campo del fantasma porque dicho éxito significa no cesión del deseo, ruptura del sometimiento al padre real que, en las ataduras de la culpa pagamos su piadoso amparo. No hay que olvidar que someterse al padre es también el mejor recurso del sujeto para cederle toda responsabilidad por sus actos, ir más del padre implica pues, en el éxito, desamparo, desculpabilización, instauración de un acto responsable y duelo. Extraña re- ligio al padre comunión sacrificial en la que el hijo fracasa por no ir más allá del padre y mantiene en ese precio una horrorosa, cobarde y ficticia protección. Pero la degradación paterna supone hacerse co-responsable del pecado de la falta paterna, abandonar la postura de permanente reproche y odio por las fallas del padre como en el que como hijo ha sido arrojado. Debemos reconocer que la porfía de la intromisión Superyoica en la neurosis exhibe, a veces, un goce mortífero al que el neurótico se apega sin que ello implique, en modo alguno una manifestación de psicosis. El imperativo superyoico traspasa el fantasma en neurosis, resquebraja su enmarcamiento, atrapa el sujeto, y eclipsa la subjetividad con el riesgo de cierto pasaje al acto, y la desubjetivización del psicótico por el contrario, cuyo fantasma carece de enmarcamiento queda absolutamente suspendido y dividido por el zumbido del discurso o "zafarrancho de enunciado." Los conceptos freudianos de “añoranza del padre” y “agresión vengativa” posibilita la construcción lacaniana de tres dimensiones: se añora al padre: a) sosteniendo su Ley, b) siendo como él (matriz identificatoria) c) sometiéndose a su crueldad. Tres respuestas que en Síntoma y Fantasma se anudan al masoquismo. Jamás ha habido un padre que simbolice y encarne al padre, le damos el “nombre del Padre” al lugar. Al comienzo había una relación de amor con el padre. La búsqueda del padre simbólico entraña el temor de la castración (reformatorio = hogar), y eso hace que rechace al padre imaginario. Así se establece un círculo vicioso. El padre no sólo sería el Nombre del Padre sino realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta función simbólica, encarnada y cristalizada en la función. Pero resulta claro que ese recubrimiento de lo simbólico y lo real es completamente inasible, y al menos en una estructura social similar a la nuestra, el padre siempre en algún aspecto es un padre discordante en relación con su función, un padre carente, una discordancia extremadamente neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica. En la desviación reside ese algo que hace que el complejo de Edipo tenga su valor de ningún modo normativizante, sino generalmente patológico.

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El deseo del hombre está dado por el deseo del Otro, una madre deseante,. Si por un accidente no está allí, es sin embargo ella, su deseo, lo que señala a su hijo en ese proyecto que se expresa por “el nombrar”. Ser nombrado, he aquí lo que para nosotros en el punto de la historia que no hallamos. CONCLUSIÓN: Podemos concluir que Andrés no tuvo ni tiene un lugar donde alojarse, comprobado ante las sucesivas intenciones por nuestra parte de hacerlo. Solamente va a ser posible si él mismo se puede cuestionar o preguntar el motivo de por qué está en la calle, no es solamente la bruja y sus hermanos, está en él, en su deseo y sólo a través de un trabajo de elaboración frente a un interlocutor válido, que le permita una modificación de su posición subjetiva, salir de un lugar de resto y ocupar un lugar de sujeto. Este es un obstáculo en el marco de nuestro programa. Ofrecemos alojamiento y en este caso alojar-se implica una oferta que en algún punto insiste sobre el trauma "poniendo el dedo en la llaga". Andrés rechaza para no ser rechazado, nuevamente excluido. Creemos que la fundamentaciòn teórica en que podemos basarnos para encontrar el sentido de la vida de Andrés ha sido detallada, quizás nos quede pensar en los avatares de la vida misma, que más allá de la voluntad de cada uno, nos lleva por caminos que nunca imaginamos transitar, digitando los hilos del destino y dejándonos como la ola, que queriendo alejarse de la costa, queda expuesta a la fuerza del viento que la golpea una y otra vez, sobre la misma piedra.

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A P E N D I C E

CUARTO CONTEO DE POBLACION SIN TECHO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Secretaría de Desarrollo Social

Programa Buenos Aires Presente

Introducción Se presentan aquí los resultados del IV Conteo de Población Sin Techo de la Ciudad de Buenos Aires, diseñado e implementado por Programa Buenos Aires Presente. Tuvo el propósito de actualizar el diagnóstico de la situación de la población que pernocta en las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Constituye el cuarto de sucesivos conteos1, realizados por la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad, por lo tanto amplía y complementa la información obtenida anteriormente. Se llevó a cabo la noche del 18 de noviembre de 2002, desde las 22:00 hasta las 4:00 de la madrugada del día 19.

Algunas consideraciones metodológicas La particularidad de la población sin techo requiere tener en cuenta las dificultades en la demarcación del universo, ya que se trata de personas en situación de transitoriedad geográfica y temporal. Por lo tanto: “Se entenderá por sin techo a toda persona que se halle pernoctando en lugares públicos o privados, sin contar con infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda aunque la misma sea precaria” Vivienda precaria supone, al menos, paredes y techo que otorguen cierta privacidad, permitan albergar pertenencias y generen una situación relativamente estable: quien la posea no es sin techo. En tal sentido no es sin techo quien habita una villa de emergencia u ocupa una casa tomada. Tampoco quien construye una habitación precaria (aislada) en un baldío. Sí lo sería quien se resguarda con maderas o cartones bajo un puente o autopista. Esta definición conlleva un cierto (inevitable) grado de subjetividad, ya que las situaciones que se presentan pueden ser ambiguas y difíciles de clasificar. El relevamiento, contempló la posibilidad de dudas acerca de si se trata o no de una persona sin techo, de manera que estos casos siempre se registraron, consignando la

1 El 1er conteo se realizó en mayo de 1997. El 2do. en junio de 1998. El tercero en noviembre de 2003.

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observación correspondiente. Esto permitió diferenciar las problemáticas de calle (cartoneros, limosneros, chicos de la calle) a los efectos de enfocar el diagnóstico lo más ajustadamente posible a la población sin techo. Se contaba con un mapa donde se había georeferenciado la población encontrada, tanto en los conteos anteriores y como en los periódicos relevamientos de calle realizados por el BAP durante el año 2002. De esta manera pudieron tenerse en cuenta los distintos circuitos de mayor frecuencia y lugares de “refugio” de las persona sin techo. Las distintas plazas, avenidas, calles laterales, paseos comerciales, hospitales, bocas de subte, parques de la ciudad, iglesias y parroquias con comedores, como así también los ámbitos céntricos, donde espontáneamente se reúnen las personas sin techo, debito a la disponibilidad de recursos de subsistencia que brindan los numerosos negocios e instituciones que allí funcionan (dádivas, alimentos, changas, el cuidado de vehículos y procesamiento de residuos). Con toda la información disponible se diagramaron los 20 circuitos, que abarcaban todo el ámbito geográfico de la ciudad de Buenos Aires. Los circuitos establecidos fueron recorridos por equipos integrados por trabajadores sociales, psicólogos, psicólogos sociales y operadores de calle, el 18 de noviembre de 2002, desde las 22.30 hasta las 4.00 de la madrugada del día siguiente. Se consultó y se utilizaron las mismas variables de estudio que en los conteos anteriores.

Modalidad de recolección de datos: La recolección de la información se realizó en forma visual en la modalidad de conteo, sin establecer contacto con la población. Se utilizó una planilla que recababa los siguientes datos:

- Lugar de detección - Sexo - Grupo etáreo aproximado - Forma de agrupamiento (personas solas o presuntamente integradas en

familias) - Tipo y cantidad de pertenencias - Estado de la indumentaria y del aseo personal

Asimismo se contó con planillas que permitían registrar observaciones que se consideraran relevantes en relación a cada uno de las personas observadas o al contexto en el cual se hallaban.

Los resultados obtenidos

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La cantidad total de personas contadas fue de 1124. Los recorridos por barrio

RECORRIDOS CANTIDAD %

1 Zona Centro / Microcentro 140 12.4 2 Zona Congreso / Monserrat / San Telmo 73 6.5 3 Zona Retiro 77 6.85 3 Bis Zona Recoleta / Retiro / Estaciones de Trenes 77 6.85 4 Zona Barrio Norte / Recoleta 53 4.7 4 Bis. Zona Barrio Norte / Palermo 64 5.7 5 Zona San Cristóbal / Balvanera 174 15.5 6 Zona Palermo / Belgrano 45 4 7 Zona Belgrano 25 2.2 8 Zona Villa Urquiza / Belgrano 24 2.13 9 Zona Agronomía / Parternal 2 0.17 10 Zona Chacarita / Colegiales 15 1.3 11 Zona Parque Patricios / Constitución / Barracas 12 1.06 12 Zona La Boca / Constitución / San Telmo 37 3.3 13 Zona Flores / Caballito / Parque Chacabuco 35 3.1 14 Zona Caballito / Flores 61 5.4 15 Zona Villa Soldati / Costanera Norte / Belgrano 12 1.06 16 Zona Almagro / Parque Centenario 95 8.5 17 Zona Constitución 83 7.4 18 Mataderos 20 1.7 TOTAL 1124 100%

Zonas de mayor densidad: - San Cristóbal- Balvanera: 174 personas. - Centro : 140 personas. - Almagro Parque Centenario: 95 personas. - Constitución: 83 personas. - Recoleta/Retiro/Estaciones de trenes: 77 personas. - Retiro: 77 personas.

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Cantidad de personas sin techo según recorridos- Noviembre de 2002

140

73 77 77

53

64

174

45

25 24

2

15 12

37 35

61

12

95

83

20

0

20

40

60

80

100

120

140

160

180

200

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o 1

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o 16

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o 17

Rec

orrid

o 18

Can

tidad

Sexo

SEXO CANTIDAD % Masculino 888 79%Femenino 164 15%Sin Datos 72 6%Total 1124 100%

Personas sin techo según sexoNoviembre de 2002

79%

15%6%

MasculinoFemeninoNs/Nr

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La mayor cantidad de hombres es un dato esperable dadas las características tradicionales de la población sin techo. Sin embargo se puede destacar que el promedio del 15% de mujeres es mayor en los recorridos: que comprenden la zona de Barrio Norte, Recoleta, Palermo, Belgrano y Chacarita (3bis, 4, 4 bis , 5, 8, 10 , 14). Por otra parte en los recorridos correspondientes a la zona sur de la ciudad (aunque en este caso es alta la no identificación) tales como el 2, 3, 12 Y 15 que representan a la zona de Congreso, Constitución, La Boca, es menor al 10%. Asimismo, es inexistente el registro de mujeres sin techo en los Recorridos 9 y 11 en la zona de Villa Pueyrredón, Devoto y Barracas, en los extremos de la ciudad. Edad En relación la identificación de la edad hay que recordar que se realizó por observación, sin entrevistar a la persona. Debido a que este conteo no incluía la problemática de chicos de la calle solo se registró a los niños menores de 18 años si se los observaba integrando grupos de mayores. La estimación corresponde a joven: 18 a 30 años, adulto: 31 a 55 años y mayor: 56 y más. Grupo de Edad Cantidad %

Mayor 223 20%Adulto 599 53%Joven 204 18%Niños 11 1%Sin Datos 87 8%TOTAL 1124 100% La población sin techo es fundamentalmente adulta, el 53% se visualiza con esta característica. Los recorridos 1, 5 y 15 (Centro- San Cristóbal - Once) los porcentajes de la población adulta son menores al promedio general, aunque sigue siendo la mayoritaria. Los mayores predominan sobre los adultos en la zona 6 y 18. (Palermo – Belgrano- Mataderos) Los jóvenes son mayoría en el Recorrido 13 (Flores- Caballito- Pque Chacabuco) (aunque aquí hay que considerar el alto porcentaje de no identificación)

Algunos indicadores fenomenológicos:

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Personas sin techo · 73

- La mayor concentración de población sin techo en la ciudad se da entre las avenidas Pueyrredón-Jujuy, Amancio Alcorta-Brandsen. En este circuito imaginario que incluye los barrios de Balvanera, Constitución, Congreso, Barrio Norte, Recoleta, Retiro habitan 486 "homeless". Dicha concentración coincide con la fuerte red asistencial y comercial afincada en la zona que permite el armado de los circuitos de supervivencia de esta población. Asimismo, es coincidente con las zonas de mayor tránsito peatonal y de acceso a mejores dádivas y reciclado de residuos. - La menor concentración de personas sin techo se da en los barrios de Agronomía, Colegiales, Parque Patricios, Villa Soldati y Mataderos. Estos barrios son zonas de casas bajas con menor circuito comercial y asistencial. - De lo observacional se desprende un mayor nivel de cronicidad, con altos niveles de compromiso y deterioro psicofísico. - Recrudecimiento de la modalidad del asentamiento. Gente agrupada en torno a gran cantidad de objetos tales como colchones, changos, cajas y cartones que aumentan la visibilidad de la problemática. - A partir de la mejor iluminación y los cercos en las plazas, acaecidas en los últimos años se detecta un corrimiento a nuevos espacios como garajes, estacionamientos, galerías, bajo autopistas o complejos comerciales cerrados.

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DOCUMENTOS PUBLICADOS

1. Kliksberg, Bernardo. Repensando el rol del Estado para el Desarrollo

Social

2. Tonucci, Francesco. La ciudad de los niños

3. Rotelli, Franco. Empresas sociales en Italia

4. Ramos, Cleide. La televisión en el s.XXI y los jóvenes

5. Di Marco, Graciela; Carranza, Hugo; Grillo,Oscar; Primavera, Heloisa. Descentralización y Políticas Sociales

6. Pszemiarower, Santiago; Pochtar, Nora; Finkelstein, Susana. Los adultos mayores y sus derechos

7. Murtagh, R.; Mitzubuti, S. ; Daza, Rubén; y otros. Cooperación intermunicipal en el marco de la integración regional

8. Riverón y otros. Discriminación contra los extranjeros

9. Aguiar, E.; Lapaccó, C.; Dizenfeld, R.; Brenner,Viviana. Los derechos humanos en la Argentina de hoy I

10. Viaggio,J; Recalde, H; Zamorano,C.. Los derechos humanos en la Argentina de hoy II

11. Redín, M.E.; Bravo, Ema; Suárez, María y otros. Redes sociales y redes institucionales

12. Chitarroni, Horacio. Estudios sobre la estructura social de la ciudad

13. Castells, Manuel. Productividad, competitividad en la sociedad de la información

14. Pochtar, Nora; Pszemiarower, Santiago. La tan temida ancianidad

15. Fleury, Sonia. Política social, exclusión y equidad en América Latina en los años noventa

16. Palomino, Héctor; Moro, Javier; Mercado, Pampa. Políticas Sociales y Derechos Humanos

17. Kliksberg, Bernardo. Desigualdad y desarrollo en América Latina; el debate porstergado

18. Kliksberg, Bernardo. Seis tesis no convencionales sobre participación

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19. Calcagno, Luis. Los que duermen en la calle : Un abordaje de la indigencia extrema en la Ciudad de Buenos Aires

20. Merklen, Denis. La cuestión social en el sur desde la perspectiva de la integración: políticas sociales y acción colectiva en los barrios marginales del Río de la Plata

21. Di Marco, Graciela ; Colombo, Graciela. Las mujeres en un enfoque alternativo de prevención

22. Lo público y lo privado. Compartiendo estrategias para la construcción de la paridad en las relaciones de género

23. Palomino, Héctor. La crisis del mercado de trabajo y los distintos enfoques sobre la solución del desempleo

24. Kliksberg, Bernardo. La situación social de América Latina y sus impactos sobre la familia y la educación

25. Vacatello, Liliana. Una aproximación diagnóstica de la problemática habitacional de los hoteles y pensiones ubicados en los barrios de Balvanera y Recoleta

26. Groba, Gabriela; Fustinoni Alberto. Población vulnerable en la Ciudad de Buenos Aires. Hogares de Día para la Tercera Edad. Un estudio de caso

27. Kliksberg, Bernardo. Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina