(268) voto no pulso griego

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EL ‘NO’ GRIEGO: ¿UN SUICIDIO INDOLORO? Manfred Nolte Grecia ha hablado: ‘No’ a la Troika. Ya no hay vuelta de hoja. Dos preguntas surgen enseguida de forma espontánea. La primera es ¿qué pasará ahora? Y la otra: ¿De verdad puede cambiar Grecia? A esta segunda se refiere las líneas que siguen. Conviene recordar aquí que Grecia lleva más de una década sustentando una economía inviable desde antes, incluso, de su fraudulento ingreso en el Eurogrupo, para sostener, en consecuencia, que no hemos asistido en el primer semestre de 2015 a ningún hecho atípico o inexplicable dentro de la trayectoria del país mediterráneo. La debacle griega no es producto de la Gran Recesión ni de sus medidas correctoras, como se pregona, sino que hunde sus raíces en tres rasgos esenciales de su economía. Primero, la convivencia en un sistema productivo clientelista, ausente de competitividad, repleto de ineficiencias estructurales y con tibia o nula voluntad de reformarlas. Segundo, la adopción de un modelo de crecimiento basado en el déficit presupuestario, con una estructura hipertrofiada y paternalista del sector público. Y, tercero, consecuencia de lo anterior, un crecimiento desmesurado del stock de su deuda pública financiada hasta los aledaños de la crisis a tipos irrisorios. Con la brutal caída de la demanda, del empleo y de los ingresos fiscales

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EL ‘NO’ GRIEGO: ¿UN SUICIDIO INDOLORO?Manfred Nolte

Grecia ha hablado: ‘No’ a la Troika. Ya no hay vuelta de hoja. Dos preguntas surgen enseguida de forma espontánea. La primera es ¿qué pasará ahora? Y la otra: ¿De verdad puede cambiar Grecia? A esta segunda se refiere las líneas que siguen.

Conviene recordar aquí que Grecia lleva más de una década sustentando una economía inviable desde antes, incluso, de su fraudulento ingreso en el Eurogrupo, para sostener, en consecuencia, que no hemos asistido en el primer semestre de 2015 a ningún hecho atípico o inexplicable dentro de la trayectoria del país mediterráneo. La debacle griega no es producto de la Gran Recesión ni de sus medidas correctoras, como se pregona, sino que hunde sus raíces en tres rasgos esenciales de su economía. Primero, la convivencia en un sistema productivo clientelista, ausente de competitividad, repleto de ineficiencias estructurales y con tibia o nula voluntad de reformarlas. Segundo, la adopción de un modelo de crecimiento basado en el déficit presupuestario, con una estructura hipertrofiada y paternalista del sector público. Y, tercero, consecuencia de lo anterior, un crecimiento desmesurado del stock de su deuda pública financiada hasta los aledaños de la crisis a tipos irrisorios. Con la brutal caída de la demanda, del empleo y de los ingresos fiscales en 2009, los inversores institucionales cuestionan la capacidad del tesoro griego para el repago de su deuda. Esta crisis de confianza produce una elevación drástica de los tipos de refinanciación de la deuda griega y en última instancia se produce la fuga del inversor exterior.

Repitámoslo: a finales de 2009 no existía en los mercados internacionales ni un solo inversor institucional que desease comprar

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deuda griega. A ningún precio. Grecia, como riesgo-país, estaba vetada. En consecuencia, su Tesoro se enfrentaba a la quiebra exterior. Esta es la verdad cristalina. Nada de pérfidas especulaciones perpetradas por el gran capital internacional. Ni desalmadas políticas de austeridad que aun no habían sido ni siquiera acuñadas en la jerga económica. Tampoco extorsiones implacables por parte de la inmisericorde Troika que todavía no había debutado en sus rescates .

Es entonces cuando se activan los mecanismos de ayuda y rescate europeos cuya sucesión de acontecimientos es más conocida. Un primer préstamo en mayo de 2010 por valor de 110.000 millones de euros, sometido a condicionalidad bajo el principio merkeliano de ‘solidaridad con responsabilidad’. Un segundo rescate, un año después, de 130.000 millones de euros, junto a una quita privada de 100.000 millones de euros. Luego, el continuo deterioro producido por la recesión y el retraso griego en la aplicación de las condiciones del rescate, mueven a la Troika en diciembre de 2012 a suavizar las condiciones aplicadas, mientras el FMI amplía su línea con un préstamo adicional por 8.200 millones .

A pesar de lo cual Grecia continúa siendo una economía estructuralmente inviable. Con este panorama, el nuevo gobierno de izquierda radical surgido de la elecciones de Enero de 2015, solicita inmediatamente una ayuda financiera supletoria a la Troika. Pero esta vez las condiciones –quita incluida- las fijan Alexis Tsipras y el inefable Yanis Varoufakis. Además, tras cuatro meses de mareo cinegético, el deudor impaga al FMI, abandona la mesa de negociaciones, insulta a los acreedores y convoca una consulta de dudosa constitucionalidad en la que se somete a votación una presunta oferta de los prestamistas que ni siquiera se encuentra en vigor. Recomienda el Gobierno votar en contra, ya que una expresión mayoritaria de rebeldía democrática obligará moralmente a las Instituciones a aceptar las mejores condiciones que el deudor tenga a bien presentarles. La cuarta revisión del rescate reveló una leve mejoría en la economía griega. Tal y como describe el FMI en su ‘Análisis de sostenibilidad de Grecia’ del 26 de junio pasado, las cosas comenzaban a ir bastante bien, pero la irrupción de Alexis Tsipras y las incertidumbres surgidas en torno al respeto de pasados compromisos han provocado un retroceso notable en aquella incipiente recuperación. Es lo que tiene jugar con fuego. De ahí que el FMI alerte, con la imparcialidad del contable, que el deterioro actual –con o sin el Gobierno de Syriza- requerirá, para reconducir al país a la senda de viabilidad, una nuevo ajuste en el monto de su deuda soberana. Eso no era un secreto para nadie. También recuerda –lamentablemente- que no se otorgará ni un solo euro nuevo sin la puesta al día en los impagos crediticios.

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Tsipras y su neocasta registrarán a estas alturas emociones encontradas. De una parte un sentimiento de orgullo y felicidad por el resultado del referéndum y por haber logrado en semanas aquello a lo que cualquier buen marxista aspira: demoler el sistema bancario privado capitalista y oligárquico. No está mal. Por otra parte una sensación natural de rabia e impotencia al comprobar que todo lo demás, impagos, controles de capital, quitas bancarias y un sucedáneo de moneda (patacones) llega solo, hasta que la economía se desangre en las durísimas semanas que se avecinan. Varoufakis se ha ahorrado la amputación de un brazo pero el panorama de reapertura de las negociaciones se presenta más sombrío que nunca.