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EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

Una historia del mundo desde 1945

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JEREMIAH P. OSTRIKER Y SIMON MITTON

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

Materia y energía oscuras:los misterios del universo invisible

Traducción castellana deFRANCESC PEDROSA

BARCELONA

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AGRADECIMIENTOS

La historia, aún en marcha, de la cosmología moderna tal como apareceen la prensa popular, no suele ir más allá de un simple desfile de héroescuyos logros se presentan como consecuencias inevitables: Copérnico, Ga-lileo, los Herschel, Einstein, Eddington, Hubble, Sandage y el Paradig-ma Moderno. En realidad, la historia es más retorcida, y esos líderes,aparte de sus grandes aportaciones, han cometido errores graves, mientrasque otros participantes han hecho aportaciones esenciales. Los dos auto-res, que han tomado parte en el desarrollo de esta iniciativa durante el úl-timo medio siglo más o menos, y que conocen con bastante profundidad auna gran parte del reparto, han querido destacar especialmente el papel dealgunos físicos y astrofísicos, cuyas contribuciones clave han pasado, confrecuencia, desapercibidas en la historia más convencional. Ejemplos deello son el abad Georges Lemaître, George Gamow, Fritz Zwicky y Bea-trice Tinsley. Se ha hecho mención de otros muchos científicos vivos, peroseguro que hemos sido injustos con las aportaciones de numerosos, y emi-nentes, científicos cuyo trabajo ni siquiera se ha mencionado, aunque sucontribución a la cosmología haya sido significativa, y a veces incluso crí-tica. Nuestra intención no ha sido escribir una historia académica y ex-haustiva de la cosmología moderna. Esta débil disculpa tiene que ver másbien con la necesidad de hacer una selección, dadas las limitaciones de es-pacio en un libro que solo intenta presentar los aspectos destacados de lahistoria, y algunos temas elegidos de entre un gran número de posibles hi-los argumentales, igualmente valiosos, a los que podríamos haber dadorelieve. De modo que vayan por delante nuestras disculpas a los muchoscolegas cuyas aportaciones han sido descuidadas u omitidas; las conoce-mos y las valoramos, pero hemos optado —de forma un tanto arbitraria—por elegir a un número reducido de compañeros exploradores que ya no es-tán entre nosotros cuya obra se ha pasado por alto con demasiada ligerezaen los relatos estándar.

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Ambos estamos en deuda, inmensa y esencial, con nuestros numerosos co-legas de Princeton, de Cambridge y de todo el mundo. La ciencia es una em-presa cooperativa y global y, de todas las ciencias modernas, puede que la as-trofísica sea la que posee las ramificaciones y conexiones internacionales másricas y densas. Así, cualquier listado de personas que nos han ayudado e infor-mado será siempre, por desgracia, incompleto. Sin embargo, por parciales einadecuados que puedan ser nuestros comentarios, ciertas personas han contri-buido a nuestro trabajo de una forma tan fundamental que deben ser reconoci-das individualmente. En Princeton, Paul Steinhardt, Jim Peebles y JimGunn nos han ayudado de un modo extraordinario, tanto desde el punto devista histórico como desde el científico. Ellos mismos han sido personajes claveen esta gran empresa, y tenemos una inmensa deuda de gratitud con ellos porsu asistencia para corregir errores, indicar lagunas y, en general, ofrecernos susabiduría. En Cambridge, Martin Rees y Donald Lynden-Bell han sido, a lolargo de nuestras carreras, fuentes constantes de inspiración y guía.

En la escritura de esta obra, Ostriker reconoce y agradece la asistenciaeditorial de su esposa, la poeta y ensayista Alicia Ostriker, y su viejo ami-go, el editor Robert Strassler, así como su editora de Princeton UniversityPress, Ingrid Gnerlich. Los tres leyeron un borrador tras otro del manuscri-to y ofrecieron innumerables sugerencias, tanto en lo referido a la organiza-ción como al acierto verbal. Tanto si el producto final ha resultado sólidocomo si no, su generosa y considerada ayuda ha sido esencial en la transfor-mación del escrito inicial, excesivamente técnico y literariamente incohe-rente, en su forma definitiva.

Simon Mitton desea expresar su profundo aprecio por su colega de Cam-bridge Michael Hoskin, distinguido historiador de la astronomía y biógrafode la familia Herschel, con quien ha disfrutado de una estrecha amistad du-rante cuarenta y cinco años. Día tras día, Michael ofrece a Simon consejosamistosos sobre cómo ser un profesor convincente y sugestivo. Simon agrade-ce también a Owen Gingerich, historiador de la astronomía en el otro Cam-bridge, por su aliento y orientación desinteresados que le ha ofrecido durantedécadas. La esposa de Simon, Jacqueline Mitton, también autora de Prince-ton, ha aportado numerosas y valiosas sugerencias al desarrollo del manus-crito. Simon agradece de todo corazón el acceso a las instalaciones de investi-gación que le han proporcionado el decano y los Fellows de St. Edmund’sCollege, Cambridge, donde ha podido disfrutar del competente asesora-miento de Michael Robson, Lee Macdonald, Bruce Elsmore y Rodney Hol-der. Supone también para él un gran placer y un privilegio dar las gracias asu agente Sara Menguc y sus compañeros por el apoyo y la ayuda recibidos.

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PREFACIO

La cosmología se convierteen una ciencia guiada por los datos

La cosmología, el estudio de la naturaleza, formación y evolución deluniverso, ha sufrido una extraordinaria transformación desde que losautores de este libro eran estudiantes, en la década de 1960. Cuandoéramos alumnos de doctorado en Chicago (JPO) y Cambridge (SM)había en el aire dos modelos del universo potentes, pero contrapues-tos: el del big bang y el del estado estacionario. Cada uno de ellos teníaapasionados defensores, y el punto de vista de un científico sobre elasunto se consideraba una cuestión de creencias personales. Práctica-mente a diario recibíamos apasionadas opiniones y argumentos de lasgrandes mentes que luchaban por la comprensión del universo. Encualquier encuentro de astrónomos profesionales podía surgir la pre-gunta «¿Tú crees en la teoría del estado estacionario?» o «¿Qué opinasde ese universo del big bang?». Entonces e incluso ahora, las obras dedivulgación sobre cosmología reflejan esa temprana atmósfera intelec-tual, prácticamente teológica. La cosmología descansaba de una formaprecaria sobre una serie de creencias, porque los datos y los hechoseran realmente escasos.

En el último medio siglo, la cosmología ha cambiado por completo:ahora es una ciencia precisa, basada en datos, gracias al avance especta-cular de la tecnología de la instrumentación y de la información. Desdeluego, sigue habiendo grandes ideas, pero la forma y las restricciones deestas ideas dependen del aluvión de datos recibidos de telescopios, tan-to los que están sobre la Tierra como los que se hallan en órbita. Lasobservaciones han confirmado de un modo amplio y riguroso que elmodelo del big bang es esencialmente correcto. El Telescopio EspacialHubble y otros muchos instrumentos nos han proporcionado un inven-

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tario y un mapa geográfico detallado de nuestro rincón local de uni-verso y nos han ofrecido espectaculares observaciones directas cadavez más lejanas en el espacio y en el tiempo, tanto así que podemosconsiderar los telescopios con los que observamos el cosmos comoverdaderas máquinas del tiempo. Cuando, mediante el Telescopio Es-pacial Hubble, podemos estudiar un fragmento del cielo a siete mil mi-llones de años luz de distancia, estamos viendo cómo era el mundohace siete mil millones de años, la mitad de la edad actual del universo.De esta forma podemos ver y medir directamente las diferencias entreaquel tiempo y el presente, y así trazar la evolución del cosmos, sinnecesidad de especular. O más bien, para ser precisos, las especulacio-nes sobre la evolución cósmica pueden comprobarse mediante obser-vaciones directas. A pesar de que no podemos retroceder hasta el pro-pio big bang, hace 13.700 millones de años, sí podemos seguir laevolución de las galaxias más normales prácticamente hasta el momen-to de los dolores del parto. Es más, los radiotelescopios en órbita nospermiten retroceder hasta el momento en el que los fotones emergie-ron finalmente de la sopa primigenia que los tuvo atrapados durantelos primeros 300.000 años después del big bang, lo que nos da una vi-sión de la radiación residual de aquel período. Así, podemos ver y me-dir directamente las minúsculas fluctuaciones primordiales, que se in-crementaron por acción de la gravedad para convertirse en la riquezade galaxias, estrellas y planetas que conocemos.

En los debates cosmológicos de hoy en día, cada teoría debe serconsistente con el despliegue de información en las frecuencias de rayosX, ultravioleta, óptica, infrarrojo y ondas de radio que se acumula ennuestras bases de datos, las observaciones que nos muestran concreta-mente cómo es el universo en nuestra época, cómo llegó a su estado ac-tual y cómo se inició. Las investigaciones cosmológicas aún no son tanestables y verificables como las de otras disciplinas, como la ingeniería,pero han perdido en gran medida ese tufillo embriagador de la teologíanatural. Del mismo modo que los actuales conocimientos sobre los he-chos biológicos y geológicos de nuestra madre Tierra han desterrado aldominio de la ciencia-ficción las especulaciones sobre «monstruos delas profundidades», también nuestras anteriormente ilimitadas fantasíascósmicas deben ceñirse ahora a las limitaciones de las colosales, y cadavez mayores, bibliotecas de información cosmológica.

Como complemento a esta acomodación a los hechos, hemos desa-rrollado teorías cuantitativas y comprobables basadas en las leyes co-

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nocidas de la química, la física y la matemática, que nos proporcionanel marco de referencia en el que acomodar estas nuevas observaciones.En principio, la determinación del crecimiento de las fluctuaciones acausa de la gravedad en la materia primordial —a partir de las cualesse desarrollaron las estrellas y las galaxias— partiendo de las suficien-temente probadas leyes de Newton es tan sencillo como calcular la tra-yectoria de una pelota de béisbol golpeada hacia la tribuna o el movi-miento de un barco en el agua. Puede que los cálculos sean máscomplejos, pero no exigen el uso de matemática o de ciencia sobre laque tengamos incertidumbre alguna. En un desarrollo paralelo, ennuestros días disponemos de los equipos necesarios para dar solución aestas ecuaciones.

Los ordenadores, que siguen la famosa ley de Gordon Moore rela-tiva al incremento de la velocidad de los circuitos electrónicos, han au-mentado en un factor de más de un millón su potencia para efectuarcálculos aritméticos desde la década de 1960. Actualmente podemoscodificar una teoría cualquiera en simulaciones por ordenador a granescala, empezar con el estado inicial observado por los radiotelesco-pios, poner en marcha las máquinas y, a partir de la física de IsaacNewton, Albert Einstein y Niels Bohr, ver si llegamos realmente a re-producir, en el ordenador y en las visualizaciones creadas a partir desus resultados, las imágenes del universo que observamos localmente,con todo lujo de detalles. Este proceso puede funcionar correctamenteo puede fallar, pero lo que no es posible es falsearlo. A medida que lasobservaciones y los cálculos se hacen cada vez más precisos, va que-dando también menos espacio para los argumentos cuasimágicos so-bre cómo «deberían salir» las cosas a fin de mantener las apariencias.

Hemos descubierto que podemos seguir este proceso, tanto desdeel punto de vista de la observación (utilizando los telescopios comomáquinas del tiempo) como de la computación, y trazar así la evolu-ción del universo con una cierta precisión. Las animaciones obtenidasa partir de simulaciones por ordenador son muy similares al desarrollodel universo observado mediante las máquinas de tiempo cósmicas.Sin embargo, estos éxitos son dependientes. Nuestro modelo de cómocreció el universo hasta lo que podemos ver hoy solo funciona si recu-rrimos a la existencia de dos componentes fantásticos a los que llama-mos, a falta de nombres mejores, materia oscura y energía oscura. Losdescubrimientos de estas dos entidades fueron por sorpresa y, al prin-cipio, muchos científicos se resistían a su introducción (y es compren-

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sible). Sostenían que estábamos añadiendo engranajes adicionales a unmecanismo complejo e inherentemente precario para que las cosasfuncionasen. Y lo que es peor: las propuestas iniciales parecían infrin-gir el método científico moderno, porque no había pruebas indepen-dientes de la presencia de materia oscura y energía oscura. En nuestroslaboratorios terrestres aún no hemos hallado pruebas directas de lapresencia de estas sustancias; son demasiado sutiles como para detec-tarlas fácilmente en la Tierra (a pesar de que se está trabajando en di-versos frentes en este sentido) y su presencia solo supone una diferen-cia observacional real en inmensos volúmenes de espacio.

Sin embargo, las evidencias de que la materia oscura y la energíaoscura dominan el universo se fueron acumulando. Al cabo de no mu-cho tiempo se habían desarrollado diversas líneas argumentales queforzaron a los astrónomos a tomárselas seriamente. Para acabar dezanjar la cuestión, estos diversos métodos independientes convergie-ron en esencialmente los mismos valores sobre la cantidad de materiaoscura y de energía oscura. En ciencia, en general, si la solución de unmisterio exige la existencia de una nueva sustancia con propiedadesespeciales, esto justifica un profundo escepticismo. Pero la evidenciaha avanzado en el sentido contrario; cada observación de un nuevo fe-nómeno ha confirmado las estimaciones anteriores acerca de las canti-dades de materia y energía oscuras.

Baste un ejemplo para confirmarlo. Como veremos en el capítulo 6,la materia oscura se halló por primera vez durante la década de 1930,en cúmulos gigantes de galaxias, las mayores entidades autogravitan-tes del universo. Se creía que esta materia residía en el espacio entre lasgalaxias. Luego, en la década de 1970, se halló acechando en las cerca-nías de galaxias normales cercanas, rodeándolas como oscuros halos.Tras efectuar cálculos detallados, la misma abundancia de materia os-cura en el cosmos podía explicar ambos fenómenos observados, y algomás fundamental, la formación y evolución de galaxias y cúmulos. Enlos capítulos 5 y 8 examinaremos cómo toda la estructura cósmica sur-gió de minúsculas fluctuaciones iniciales bajo la influencia de la gra-vedad, hasta llegar a lo que ahora hallamos en el universo local. Lagravedad, como demostró Newton en el siglo xvii, se origina en las con-centraciones de materia. En la década de 1990 descubrimos que la can-tidad de materia, y la gravedad provocada por esta, necesaria para cau-sar el crecimiento de la estructura cósmica era, de nuevo, «la justa». Serequiere la misma cantidad de materia para explicar el origen de la es-

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tructura que para los otros dos fenómenos, las propiedades de cúmulosy galaxias y los halos oscuros. Finalmente, en el capítulo 8 descubrire-mos cómo nuestros gigantescos telescopios ópticos han hallado re-cientemente imágenes brillantes y distorsionadas de objetos extrema-damente lejanos, imágenes que solo se han podido comprender si seasume que las han causado masas de materia interpuestas que han ac-tuado como lentes gravitatorias, amplificando la imagen de los obje-tos; un efecto que predijo Einstein. De nuevo, la cantidad de materiaintermedia necesaria para producir las imágenes era justo la cantidadnecesaria para causar los otros fenómenos mencionados. Visto, visto,visto.

Nuestro moderno edificio cosmológico parece haberse construidode una forma bastante sólida; pero, desde luego, será el tiempo el quelo dirá. Pensamos que tenemos una imagen esencialmente correcta,pero sería una ingenuidad (y una imprudencia) que un científico afir-mase que nos aproximamos al fin del descubrimiento y que, por fin,«ahora sí que lo tenemos». Actualmente carecemos de claves consis-tentes acerca de la naturaleza física, tanto de la materia oscura como dela energía oscura, así que, obviamente, aún nos queda mucho poraprender. Sn embargo, ¿debemos esperar a que haya descubrimientosrevolucionarios que contradigan lo que hasta ahora parece ser unguión coherente? La historia de la ciencia ¿avanza a saltos, con cam-bios de paradigma en los que todo lo que sabemos se vuelve del revés?Hay una escuela de pensamiento que cuestiona la validez del métodocientífico normal y el concepto de progreso científico. A sus defenso-res les atrae la idea de describir los cambios de punto de vista acerca delmundo como contingentes, y basados más en la interacción social en-tre los investigadores que en una verdadera comprensión de la natura-leza.

Pensamos que una lectura cuidadosa de la historia demuestra queesta actitud es incorrecta. A lo largo de la extensa historia de la cosmo-logía, los principales pensadores han creído que su modelo era el co-rrecto, incluso mientras dicho modelo cambiaba. El hecho es que, des-de la aparición de la ciencia moderna durante el Renacimiento, solíantener razón; pero sus visiones eran incompletas. Sus observaciones yteorías se basaban en el mundo «local» del que disponían, y solo unaampliación de los horizontes permitía alcanzar una visión más global.El viaje que vamos a emprender es una jornada de crecimiento conti-nuo de nuestros horizontes, tanto mental como observacional, partien-

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do de nuestro planeta, siguiendo por el sistema solar y la galaxia, hastael universo en expansión. Y nuestro horizonte temporal ha crecido alritmo correspondiente, desde el tiempo de la historia humana, unosmiles de años, a la historia de la Tierra, varios miles de millones deaños, hasta las escalas temporales cósmicas, quizá ilimitadas. Lo quehemos descubierto una y otra vez es que nuestra imagen del universolocal, aunque esencialmente correcta, estaba incluida en un cosmosmucho mayor, y que, en este nuevo mundo que emergía, los compo-nentes dominantes eran fuerzas nuevas y extrañas, y que los constitu-yentes con los que estábamos familiarizados en el modelo anterior seconsideraban ahora partes locales relativamente menores.

Desde luego, no sería real exagerar esta evolución como un pro-greso constante. En la antigüedad y en el período medieval, los queintentaban comprender el mecanismo de los cielos recurrían con fre-cuencia a correcciones ad hoc de sus modelos. La tendencia a encontrarun remiendo a cualquier agujero de una teoría forma parte de noso-tros. Incluso Einstein lo hizo al introducir una constante arbitraria ensus ecuaciones que hiciese posible un universo estático, en armoníacon sus ideas preconcebidas. Actualmente, no obstante, el aluviónde datos procedentes de nuestros cada vez más numerosos observato-rios, que examinan el cosmos desde más allá de la atmósfera de la Tie-rra, que oculta información, con un detalle cada vez mayor, en unagama cada vez más amplia de longitudes de onda, no deja mucho lugara error. Los científicos de la actualidad, ayudados por los datos quevan averiguando, están bastante seguros de que han llegado a una vi-sión consensuada verosímil del origen, la historia y el estado actual deluniverso, y que el paradigma moderno, apoyado por abundantes, ydispares, líneas de indicios, parece ser realmente sólido. Pero, por su-puesto, aún nos esperan nuevos descubrimientos y nuevas sorpresas.

Esquema del viaje que vamos a emprender

Este libro muestra cómo ha alcanzado la humanidad el estado actualde comprensión del universo en el que vive. Aunque ya no es intelec-tualmente moderno ver el avance de nuestra comprensión como partede un progreso inevitable, generalmente no se ha demostrado que lasantiguas visiones del mundo fuesen erróneas, sino más bien, como he-

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mos señalado antes, se ha visto que eran incompletas, y se han incor-porado en esquemas más amplios y precisos. En el prólogo resumire-mos los conocimientos acumulados desde la antigüedad hasta elRenacimiento y el período inicial de la ciencia cuantitativa y observa-cional. Hace dos mil años, los griegos tenían un modelo geométricobastante exacto del sistema Tierra-Luna-Sol, habían descubierto laprecesión de los equinoccios y habían recopilado los primeros catálo-gos de estrellas. La revolución copernicana, mejorada y enriquecidapor la física matemática de Johannes Kepler, por los telescopios deGalileo y por la ley de la gravitación universal de Newton, incorporóesa imagen en un modelo preciso del sistema solar. Durante los si-glos xviii y xix se supo que nuestro sistema solar formaba parte de undisco de estrellas mucho mayor, visible en el firmamento nocturno,llamado Vía Láctea. Alrededor de esta galaxia se hallaban las enigmá-ticas nebulosas, y se especulaba si se trataba de fenómenos gaseososen la parte exterior de nuestra propia galaxia o de otros universos-isla.

El capítulo 1, «El kit de herramientas de Einstein: manual de uso»,empieza por las revoluciones de la relatividad y la mecánica cuánticaen el siglo xx, de las que son producto las leyes físicas que se utilizanpara comprender el mundo que nos rodea. En el capítulo 2, «El reinode las nebulosas», se inicia nuestra exploración cósmica, cuando lostelescopios en los cielos oscuros del nuevo mundo se hicieron lo bas-tante potentes para mostrar a Vesto Slipher, Edwin Hubble y otros quelas misteriosas nebulosas espirales formaban parte de un sistema de ga-laxias en expansión, muchas de ellas similares a nuestra propia VíaLáctea. El capítulo 3, «¡Vamos a hacer cosmología!», y su apéndicematemático (apéndice 1), muestra cómo podemos entender algunasideas centrales de la cosmología, los misterios de un universo en ex-pansión, sin necesidad de más matemáticas y física que los que se pue-den obtener en una buena educación de nivel de secundaria. En el capí-tulo 4, «Descubrir el big bang», ponemos este mundo en el contexto delas ecuaciones de Einstein y exponemos a grandes rasgos la síntesismoderna, a la que llamamos big bang, de un universo que se expande,evoluciona y que empezó estando muy caliente. Los descubrimientos,efectuados durante la segunda mitad del siglo xx, de que el cielo estáinvadido por una radiación de fondo de microondas (ondas de radio) yque los elementos químicos más ligeros se habían originado en un hor-no cosmológico confirmaron esta imagen, y lo que se ha convertido enel modelo estándar en cosmología de un big bang caliente fue aceptado

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como un hecho verificado por cualquiera que se tomase la molestia deestudiar el asunto.

Hasta ese momento, las investigaciones teóricas se habían centra-do en la evolución del universo en su conjunto y en la cuestión de si seiba a expandir eternamente o si acabaría por detenerse y colapsar. Lospropios objetos componentes del universo, como las galaxias y los cú-mulos en los que estas se disponían, se daban, en cierto modo, por des-contados. En cosmología, los trataban como si simplemente estuviesen«ahí», y su origen no se especificaba. Nadie preguntaba cuándo y cómoesos elementos, los componentes básicos observables del universo, sehabían formado. Pero entonces, como mostramos en el capítulo 5, «Elorigen de la estructura del universo», por fin, en el último cuarto delsiglo xx, se desarrolló la síntesis moderna del origen de la estructuracósmica y, con ella, ideas acerca de la formación de las galaxias y deotras estructuras cosmológicas a gran escala. Fue un proceso paralelo ala comprensión de que existían dos componentes fundamentales adi-cionales y bastante extraños —la materia oscura y la energía oscura—,cuya naturaleza era desconocida pero cuya presencia era esencial parael funcionamiento de toda la maquinaria.

Los emocionantes descubrimientos de estos dos componentes vi-tales que se hallan en el corazón del universo, se llevaron a cabo en lasúltimas décadas del siglo xx, y los tratamos en detalle en el capítulo 6,«Materia oscura, o el invento más notable de Fritz Zwicky», y en elcapítulo 7, «Energía oscura, o la mayor metedura de pata de Einstein».Las fuerzas gravitatorias que surgen de la materia oscura impulsan laconcentración de la materia ordinaria para formar galaxias. Sin embar-go, los elementos químicos ordinarios que constituyen los planetas ylas estrellas, el material que emite y absorbe luz, es solo, según sabe-mos ahora, alrededor del 4 por ciento del total; la guinda del pastel. Elpastel en sí está hecho de materia oscura, energía oscura y radiaciónelectromagnética. Al parecer, la energía oscura es como la levaduraque, de forma misteriosa, hincha el pastel.

Este es el itinerario del viaje cósmico hacia el que llevaremosal lector durante los próximos capítulos. Resumimos el viaje, su con-clusión y las cuestiones que siguen abiertas en los capítulos 8, «El pa-radigma moderno y los límites de nuestro conocimiento», y 9, «Lafrontera: grandes misterios aún no resueltos». Es emocionante, es nue-vo y, nos atreveríamos a decir, lo más probable es que sea esencial-mente correcto. Pero no está en absoluto completo, ya que, como se ha

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dicho, seguimos sin tener idea de qué constituye la materia oscura y laenergía oscura. Emprendemos nuestro viaje en el período de la histo-ria occidental denominado antigüedad clásica, pero llegamos en segui-da al Renacimiento, cuando los conocimientos de los antiguos, conser-vados, refinados y transmitidos por sabios islámicos, empezaron afiltrarse en una Europa occidental intelectualmente atrasada, pero enproceso de resurgimiento. Una confianza cada vez mayor en tres as-pectos del pensamiento racional iban a transformar, no solo la astrono-mía, sino también la investigación de la naturaleza por parte del serhumano. Estos tres conceptos clave eran: la aplicación de la medicióny la observación directas, la introducción de los modelos matemáticosy la exigencia de que las hipótesis fuesen comprobables y verificables.

Así, el método científico, como lo llamamos ahora, nació duranteestos ataques renacentistas al modelo de la filosofía escolástica. Estenuevo método científico, cuyo banco de pruebas fue el mundo astro-nómico circundante, se convirtió en los cimientos sobre los que se iba abasar todo el progreso tecnológico futuro, desde la electrónica a lasrevoluciones en biología. Nos ha llevado a nuestra visión actual deluniverso, según se detalla en los últimos capítulos, y sin duda nos lle-vará aún más allá en el futuro.

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