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Entrevista con de Jorge Lanata a Mabel Benegas, José Murri (RIP) y Eduardo Cattaneo en relación al aborto que se hizo en 2006 a la chica discapacitada llamada Claudio

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sociedad - 49Perfil - Domingo 27 de agosto de 2006

formas de colores.—Mío –dice Claudia señalándo-

me un dibujo–. Mío –dice, cada vez que doy vuelta una página.

Les cuento que mi hija menor cumplirá dos años, y todavía ha-ce rayones. Y que también le dice “mío” a cada cosa que se le cruza. Claudia dibuja circulitos, burbujas en medio de tormentas de colores.

Ayelén tiene doce años y es prima de Claudia. Está sentada a la mesa con el uniforme de un colegio reli-gioso, corbata azul y suéter escote en ve: el colegio de monjas Santa María Goretti.

—Esta mañana, en el colegio, nos reunieron en el patio y nos hicieron rezar contra el aborto.

Todos nos quedamos expectantes ante el relato.

—Y contales que pasó –le dice su mamá.

—Yo no recé –confiesa Ayelén.Claudia se incorpora con difi-

cultad y se levanta de la mesa. Ana Rosa la ayuda para llegar al cuarto. Claudia se ríe y hace un ademán en signo de despedida.

Esa chica, la de los ojos de gema verde y gris que ahora trata de cu-brir una de las distancias más lar-gas de la vida, fue violada hace dos meses y acaba de abortar hace dos días.

Los cristianos no deben entristecer a Dios. (San Pablo). —¿Profilácti-cos? –repite espantado José Benito Murri.

—Sí, forros, profilácticos –abun-

do yo.Los otros dos interlocutores,

Mabel Benegas (esposa de José) y Eduardo Cattáneo, siguen el diálogo con desconcierto: no esperaban una pregunta de ese tipo.

—Bueno, es obvio –dice Murri–. Estamos en contra del uso de pro-filácticos.

—¿Y cómo hacer con el sida?—No está probado que el sida

se evite con... preservativos. Y está el ejemplo de Uganda, donde sí se evitó la propagación manteniendo la abstinencia sexual.

En los siguientes diez minutos, los miembros de la ONG Vida Más Humana dieron pistas bien precisas de sus posturas ante la vida cotidia-na: están en contra de las relaciones extramatrimoniales, del divorcio, de la eduación sexual en los colegios y del uso de anticonceptivos. Sin em-bargo, al despedirse, me piden que no saque de contexto sus declara-ciones. En algún lugar sienten que el marketing también es necesario, y mostrarse como ultramontanos no favorece a nadie. Pero eso piensan, y no entiendo cómo podría sacarse de contexto.

—Yo hablé con la abuela –dice Mabel.

Recién le entiendo al rato: quien ella llama “la abuela” es Ana Rosa, la madre de Claudia y “abuela” del bebé.

Los tres hablan sin hesitar del “bebé asesinado” y la entrevista em-pieza a convertirse en un diálogo de sordomudos: para mí una semilla

la Polemica

no es un árbol, aunque esté (aristo-télicamente) en “potencia” de serlo, y para ellos la vida empieza en el mi-nuto cero del embarazo. Tanto ellos como los abogados de VITAM, la ONG que inició el amparo y demoró el aborto que finalmente autorizó la Corte Suprema provincial (Ignacio de Casas, miembro del Opus Dei, y Laura Giunta, integrante de FASTA, Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino), están preocu-pados por aclarar que nunca ame-nazaron a los médicos con ninguna denuncia penal, y mucho menos llamaron al Hospital Lagomaggiore para decir que allí había una bomba a punto de estallar. Las ONG dejan deslizarse una versión paranoica de la historia:

—Quizá los que llamaron fueron los mismos abortistas para perjudi-carnos a nosotros.

—¿Y de dónde sale la plata? ¿Vos no pensás que está el Gobierno de-trás? ¿Cómo viajó la Ana Rosa ésa a Buenos Aires, y donde paró? ¿Quién le pagó los gastos? –increpan.

Los grupos de choque católicos comparten la misma preocupación que el Episcopado: están convenci-dos de que los casos de Mendoza y La Plata son parte de un plan nacio-nal abortista. De nada sirve que les cuente que Ana Rosa viajó a Buenos Aires invitada por el programa de Santo Biasatti en TN y que, por lo que pudimos averiguar, ellos corrie-ron con los gastos.

—El Gobierno está en otras conspiraciones –les digo–. Pero no en ésta.

De hecho, Ginés González Gar-cía mantiene su posición liberal casi a solas en el gabinete, Cristina K es furiosamente antiabortista y el propio Gobierno bajó el proyecto de despenalizacióin del Congreso temiendo tener que pagar un alto

costo electoral.Bajo el título “Una cuestión de

vida o muerte”, la 144ª reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina presentó un comunicado el pasado miércoles 23: “Hace pocos días, una señora se presentó a un sacerdote con una hija discapacitada –dice la declaración– y con profunda alegría le dijo: ‘Gracias, padre, hace unos años usted me ayudó a ver claro. Yo estuve a punto de abortar ante la evidencia de malformaciones de mi hija cuando estaba en mi vientre. Usted me ayudó a no hacerlo. Hoy esta hija es la que le da sentido a mi vida. Aun con su discapacidad, es la alegría de nuestra familia”. Ejemplo conmovedor, efectivo pero menti-roso: lo que se discutía entonces en el caso de Claudia era el “colmo de los colmos” contemplado, incluso,

por un Código antiabortista como el argentino: el caso de una violación cometida contra una mujer “idiota o demente” (para citar la poco feliz ca-lificación del Código), de un feto que podía poner en peligro la vida de la madre. No se trataba, como propu-so el Episcopado, de un aborto euge-nésico. No era Ana Rosa queriendo abortar a Claudia, algo que nunca se le cruzó por la cabeza. Era Claudia, violada, queriendo abortar a las do-ce semanas de gestación.

No fue la única mentira que so-brevoló el caso durante los tensos momentos de demora judicial: aunque ahora parece que nadie lo dijo, los grupos de choque católicos sostenían que Claudia ya había pa-sado las veinte semanas de embara-zo. Ese fue el argumento que le cayó como un golpe bajo al gobernador Julio Cobos. De pronto, amaneció con un grupo de decenas de mili-tantes católicos en su casa, acom-pañados de un escribano.

—El bebé tiene veinte semanas –le dijeron sin dudar.

Un dato de su historia personal se le vino encima: su esposa, Cristina, madre ahora de tres chicos, perdió un primer embarazo de una nena.

Cobos entonces habló desde el corazón: “Estoy en contra del abor-to”, declaró.

Después de consultar con su ministro de Salud, salió a aclarar su posición y brindó los hospitales públicos para que se realizara. Aho-ra advierte (ver recuadro) que sus visitantes “actuaron de mala fe”. A esa altura, ya se conocía el fallo del juez de primera instancia, Germán Ferrer, de formación católica, antia-bortista, que sin embargo –aunque suene a obviedad– estaba de acuer-do con aplicar la ley en este caso, en el que hizo un pronunciamiento expositivo: dijo que la ley era la ley,

y debía aplicarse. Ferrer, sin embar-go, trató de garantizar el derecho de defensa de las ONG que proponían un amparo. “Por eso habilité todos los días y las horas inhábiles –le dijo Ferrer a PERFIL– y trabajé el sábado a la mañana para resolver el amparo, y el mismo sábado a las seis de la tarde le pasé la resolución a la Cámara. Como la Cámara esta-ba habilitada, se abocó a resolverlo. Ahí toda la Justicia de Mendoza trabajó todo el fin de semana para garantizarles a los amparistas el derecho a ser oídos.” La Cámara, sin embargo, se apresuró a emitir un fallo contradictorio con el de Ferrer el domingo a medianoche, con lo que el proceso se dilataba, corrién-dose el riesgo de que se repitiera la historia de La Plata, en la que el feto ya había crecido mucho. La Cámara está formada por Horacio Gianella, Teresa Beatriz Varela (quien tiene un hijo sacerdote) y Gladys Marsala (que fue tercera al concursar por el cargo, pero fue nombrada por de-cisión de Cobos, quien hizo pesar su conflicto con los otros dos jueces a partir de un enfrentamiento por la indexación de los salarios judi-ciales). Y el conflicto no terminaba ahí: la pareja de Gladys Marsala, un abogado del foro mendocino, tuvo varios enfrentamientos con el juez Ferrer, en cuyo juzgado de familia tramitaba una causa por un hijo extramatrimonial del abogado, que en varias oportunidades intentó destituir al juez. Finalmente, el fallo de la Sala 1 de la Corte provincial,

firmado por Aída Kemelmajer de Carlucci y Alejandro Pérez Hualde, llegó rápido y oportuno. Kemelma-jer es una respetada civilista y es-pecialista en derecho de familia, y ratificó la autorización para abortar de acuerdo con el artículo 86.

Prolongación Sarmiento. Mendoza –Argentina, después de todo– vive también sus contradicciones: la provincia, que sus habitantes de-finen como “conservadora”, tiene un gobernador de la concertación, Julio Cobos, uno de los radi-K con mayor futuro en la política nacio-nal. A la vez, esta provincia no se ha privado de mandar a Buenos Aires varias joyitas locales: Bauzá, Dro-mi, Manzano, Genoud, Flamarique, y siguen las firmas, son oriundos de Mendoza, un lugar donde algunos enfrentamientos se mantienen por generaciones: ésta es la ciudad don-de se imprime el prestigioso diario Los Andes, que durante décadas evitó escribir el nombre de Emilio Civit. Civit fue ministro de Obras Públicas de Roca entre 1898 y 1904 y gobernador de la provincia entre 1907 y 1910.Caudillo conservador y autoritario, Civit no sólo manejó la política provincial sino que tam-bién fue dueño, al mismo tiempo, de la única empresa de tranvías a ca-ballo y del mercado central. Como señalan Roig, Lacoste y Satlari en su Mendoza a través de la historia, el gobierno de Civit persiguió a los opositores y dedicaba el 50% del presupuesto provincial a la Policía,

juez. Germán Ferrer, católico y antiabortista, aplicó la ley.

disputa y polemica. Arriba, integrantes de la ONG Vida Más Humana, contrarios al uso de profilácticos y de la educación sexual en los colegios. Abajo: las pintadas cubren la ciudad.

El padre de Claudia, suboficial del Ejército, nunca entendió lo que le pasaba a su nena

Los grupos de choque católicos creen que existe una conspiración

pro abortista