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Herón Pérez Martínez

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EL H ABLAR LAPIDARIOENSAYO DE PAREMIOLOGÍA MEXICANA

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EL H ABLAR LAPIDARIO ENSAYO DE PAREMIOLOGÍA MEXICANA

Herón Pérez M artínez

El Colegio de M ichoacán

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398.961 Pérez Martínez, HerónPER-h El hablar lapidario: ensayo de paremiología mexicana/Herón

Pérez Martínez.-- Zamora, Mich. : El Colegio de Michoacán, 1995. 494 p.; 23 cm.ISBN 968-6959-36-X

1. Proverbios mexicanos2. Literatura folklórica mexicana3. Español - Español coloquial I.t.

Portada: Dibujo de Alberto Beltrán

O El Colegio de Michoacán, A.C. 1996 Martínez de Navarrete # 505 Esq. Av. del Árbol 59690 Zamora, Mich.

Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

ISBN 968-6959-36-X

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A Rebeca, mi esposa; a Gustavo Herón, Alejandro Iván y Myriam Rebeca, mis hijos: con mi muy especial gratitud.

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ÍNDICE

P r ó l o g o 15

PRIM ERA PARTE. ¿DE QUÉ SE TRATA?

I. DEL HABLAR AL DISCURSO 25El problem a 25El hablar 28Antecedentes saussureanos del vocablo “habla” 29El interés por el habla 32Hacia una epistemología del habla 36El concepto de “discurso” 42¿Es el refrán un “discurso”? 46

II. EL HABLAR LAPIDARIO 49El vocablo “ lapidario” 49Discurso epigráfico y estilo lapidario 51De las formas breves a la lapidariedad gnomemática 55El discurso gnomemático, un discurso entimemático 69

III. ¿QUÉ ES UN REFRÁN? 79El térm ino “refrán” 79La realidad textual del término “refrán” 81A los orígenes del refrán 87Paradigmas paremiológicos 93

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IV. LA TEXTUALIDAD DE LOS REFRANEROS 119Refranero mexicano 119Dos tipos de refraneros en la tradición hispánica 128Los refraneros literarios 134Refraneros en suelo americano 135Los refraneros-acervo de la paremiología mexicana 143Las colecciones de frases célebres 159Refraneros literarios en México 160Universal parem iológicoy refraneros históricos 169

SEGUNDA PARTE. EL ARTE DE CLASIFICAR REFRANES

V. TAXONOM ÍA PAREMIOLÓG1CA 177Las premisas y las tareas 177Los problemas de la nomenclatura vigente 183

VI. LAS ESTRUCTURAS DEL REFRANERO MEXICANO 197La clasificación estructural 197Los refranes “hay ...” 200Los refranes negativos 207Los refranes “N + sintagma adjetivo” 212Refranes “Nombre + adjetivo” 217Refranes “Nombre + que...” 217Refranes “N + m odificador nominal...” 218Refranes "artículo + N + que” 219Refranes “el que...” 219Refranes "la que...” , “ lo que...”, “quien” 220Refranes "al que...” 222Refranes "SN ” 222Refranes Art. + SN 222Refranes "N ...” 223Refranes de pronombre 224Refranes "adjetivo....” 225Refranes de verbo 226Refranes de estructura conativa 226Refranes de infinitivo 227Refranes de gerundio 229

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Refranes de indicativo 230Refranes de subjuntivo 231Refranes de adverbio 231Refranes “más vale... que” 231Refranes “vale más... que” 232Refranes “más + verbo... que” 233Refranes “ja la más + SN + que + SN” 234Refranes “más + adjetivo + que...” 234Otros refranes “más...” 234Expresiones “como...” 235Otros refranes de adverbio 236Refranes de protasis preposicional 238Refranes “a + SN...” 238Refranes “a + pronombre...” 240Refranes “a + verbo...” 240Refranes “a + adverbio...” 241Refranes “con + SN...” 241Refranes “de que...” 242Refranes “de + SN...” 243Refranes “desde...” 244Refranes “en + SN...” 245Refranes “entre + SN...” 246Refranes “hasta...” 247Refranes “para...” 248Refranes “por ...” 250Refranes “según...” 251Refranes “sin...” 251Refranes “sobre...” 252Refranes de conjunción 252Refranes “si...” 253Refranes “aunque...” 254Refranes “que...” 254Refranes “0 ...0” 255Refranes “y...” 256Refranes interjectivos 256Refranes interrogativos 258

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VII. LA FORMA DE LOS REFRANES 259La forma y lo formal en la investigación literaria 259Las formas de nuestro corpus 274Los refranes constatativos 274Los refranes normativos 282Refranes consejo 287Refranes veredicto 290Refranes tasación 292Refranes receta 295Los refranes exclamación 296Los refranes pregunta 302Refranes interlocución 303Tema y forma en el refranero mexicano 308La clasificación según las funciones discursivas 311Otras posibilidades 316

TERCERA PARTE. LAS DEUDAS Y LAS TEORÍAS

VIII. EL BAGAJE SUBYACENTE 319Enlace 319Arranque 321Disciplinas, teorías, métodos 332La hermenéutica 332La retórica 340La lógica 343La lingüística: morfosintaxis, lexicología y semántica 344La estilística 344La semiótica 345La literatura comparada 348Lasociocrítica 351La teoría del discurso 352La pragmática 354La teoría de la recepción 355

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CUARTA PARTE. LOS RECURSOS DEL HABLAR LAPIDARIO

IX. EL REFRÁN COMO MODELO DEL HABLAR LAPIDARIO 359Delim itación del corpus 359El lema, el refrán, la frase célebre 362Los modelos de la lapidariedad 368La expresión de lo lapidario 375Discurso argumentativo y diálogo 414Hacia una teoría de la lapidariedad 419

BIBLIOGRAFÍA 427ÍNDICE ANALÍTICO 465ÍNDICE ONOM ÁSTICO 485

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PRÓLOGO

Bajo el nombre de El hablar lapidario. Ensayo de paremiología mexicana nos proponemos realizar una incursión sobre una manera de hablar, el hablar parem iológico,1 que por las características que ostenta tanto formales como discursivas es paradigma de una manera de hablar más general a la que hemos denominado discurso lapidario. La manera de hablar que llamamos aquí discurso lapidario es, en resumidas cuentas, un hablar sentencioso, de pocas y medidas palabras, hablar tajante y zanjante, hablar producido por el entorno y que se vale de él para aumentar su capacidad de significación, hablar denso y elegante, hablar en cápsulas, hablar figurativo, un hablar, en suma, ya al estilo de los refranes o hablar paremiológico, ya sentencioso y sapiencial como el de las frases célebres o lacónico como el de los lemas y slogans. Textos como éstos realizan de distinta manera y en distintos grados el hablar lapidario. La máxima realización suya, sin embargo, corre a cargo de unos textos que, en concreto, son formalmente textos breves, concisos y sentenciosos y discursivamente textos parásitos susceptibles de desempeñar en el discurso mayor en que se insertan la función de un entimema. A esos textos los 1 lamamos gnomemas y los asumimos como una variedad de los textos gnómicos. 1

1. Usamos el término “paremiología” y su derivado “paremiológico” en su ya sentido usual: nos referimoscon el primero al estudio científico de los refranes y con el segundo a todo lo relacionado con él. El Diccionario de la lengua española, editado por la Real Academia Española, en su edición vigésima primera, (Madrid, 1992), hace derivar ambos vocablos del término “paremiólogo” que significa la “persona que profesa la paremiología o tiene en ella especiales conocimientos”. El Breve diccionario etimológico de la lengua española de Guido Gómez de Silva (México, El Colegio de M éxico / Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 519) dice:paremiología ‘estudio de los refranes o proverbios’:paremio- ‘refrán’, (del latín tardió Paroimía ‘refrán’, del griego paroimía ‘refrán’; ‘observación incidental’, de par-‘al lado’(de) [véanse para- per-] + oimos ‘senda, camino; camino de unacanción, melodía’, del indoeuropeo soi- ‘cantar, proclamar’ [de la misma familia:proemio]) + -logia ‘estudio’ (véanse -logia, leer).En todo caso, el mismo Diccionario de la RAE, por una parte, remonta el origen de toda esta familia a la palabra griega paroimía que significa “proverbio” y, por otra, recoge el término “paremia”, ya avecindado en el español actual, con la acepción de “refrán, proverbio, adagio, sentencia”.

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El hablar lapidario

Todos los textos gnómicos tienen como características distintivas del género la sentencialidad y la concisión. Al estilo de los textos gnómicos se le 1 lama también esti lo lapidario. Son varias las formas y funciones de los textos concisos, como son varios los grados de la sentencialidad: en ello estriban los distintos modos y grados de la lapidariedad verbal. En efecto, con la antigua retórica, asumimos como maneras de sentencialidad, tanto a la función entimemática de los textos, como a su función de ornato y de exemplum. M ientras las funciones discursivas de ornato y de exemplum llevadas a cabo por los textos gnómicos expanden el discurso, la entimemática, en cambio, lo contrae; además, con el mismo Aristóteles, asumimos que hay varias maneras de darse textualmente un entimema que, de un mínimo a un óptimo, va desde los para-entimemas hasta los entimemas propiamente dichos con el presu­puesto de que entre más perfecto sea el entimema resultante de la incrustación del texto gnómico en el discurso mayor, mayor perfección tendrá su lapidariedad. Entre las formas de incrustación para-entimem ática cabe seña­larlos mecanismos que emplean los refranes exclamativos o los slogans para adherirse a los discursos mayores y funcionar en ellos: en efecto, los refranes exclamativos emplean mecanismos de tipo acústico mientras que los slogans extreman la m etaforización de las circunstancias a las cuales se aplican asumiéndolas como figuras múltiples de un versátil emblema.

Por lo general, en estos casos el texto gnómico desem peña la función “menos lapidaria” del ornato que junto con la función de exemplum consti­tuye un tipo de lapidariedad inferior a la resultante del entim em apropiam ente dicho: la lapidariedad tipificada por los textos gnómicos desempeñando esas funciones discursivas es sólo una lapidariedad formal, no discursiva, cuya característica radica sólo en la brevedad y concisión. Hay, ciertamente, entre los diferentes tipos de discurso hoy en uso, muchos que se distinguen por su brevedad. Lo que aquí, empero, llamamos hablar lapidario es un hablar que, además de breve, es un hablar conciso, en el que las palabras tienen además tanto peso socioculturalmente que son capaces de zanjar una cuestión, como una sentencia dada por un tribunal, en la medida en que son aplicables ya propia, ya metafóricamente, a una gama de circunstancias concretas referibles discursivamente: amén de breve y conciso, el hablar lapidario es un hablar sentencioso que se coloca siempre por encima de la circunstancia particular para poder decidir sobre ella con una autoridad libre de sospechas y de discusiones. Por eso, aunque hay muchos otros tipos textuales breves, estrictam ente hablando, al que mejor convendría el calificativo de “ lapida­

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Prólogo

rio” sería al hablar paremiológico de tipo gnomemático: con ello queda claro que lo que aquí definimos como lapidariedad verbal no es principalmente asunto de hablar empleando pocas palabras.

El grado máximo de la lapidariedad verbal está dado, pues, por textos gnómicos que a la concisión añaden la sentencialidad o carácter entimemático. A la unidad de este discurso lapidario perfecto la llamamos gnomema. Un gnomema, por tanto, es un texto, un refrán por ejemplo, que teniendo la característica formal distintiva del hablar lapidario, la concisión, es suscepti­ble de desem peñar dentro del discurso mayor en el cual se enclava las funciones de un entimema. La índole gnomemática de los textos gnómicos es la m arca más importante de lapidariedad. En el presente libro nos ocupamos sólo de la lapidariedad gnomemática.

Empero, esta lapidariedad gnomemática no es sólo característica formal de los textos formalmente breves, concisos y sentenciosos. Como estos textos son discursivamente parásitos en la medida en que su sentencialidad sólo funciona discursivamente en discursos mayores, el hablar lapidario es más un hablar gnomemático que un hablar a base de frases breves, concisas y sentenciosas usadas en forma autónoma. A los gnomemas se los encuentra, principalmente, entre los refranes pero también pueden ser gnomemas textos como la “frase célebre”, la moraleja o el slogan. El gnomema, como se ve, tiene una serie de características tanto formales como discursivas que explicitadas nos indican las principales características del hablar lapidario.

Para estudiar el hablar lapidario, nos hemos valido, tomándolo como punto de observación, de un corpus de refranes mexicanos en el que consideramos estar representado un corpus mucho mayor y abierto que podríamos llamar refranero mexicano: los refraneros son acervos siempre abiertos del hablar lapidario en la medida en que sus textos son, por lo general, gnomemáticos. Por ello, el hablar paremiológico es el paradigma, sin más, del hablar lapidario en la medida en que realiza al máximo sus virtudes y potencialidades. Está claro que, aunque la lapidariedad verbal no es privativa de los refranes, son los refranes los que mejor la representan por la variedad y perfección de sus usos.

Hemos verificado, por lo demás, que la mayor parte de las estructuras y formas paremiológicas están tan extendidas en las principales culturas, tanto occidentales como del Antiguo Próximo Oriente, que las observaciones que aquí hacemos sobre un corpus de refranes mexicanos tienen un alcance transcultural si no es que estamos ante verdaderas estructuras universales del

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El hablar lapidario

lenguaje. Este hablar, en efecto, como lo mostramos en el interior de estas páginas, asume moldes más o menos estables de una cultura a otra y tiene en ellas un comportamiento sociocultural análogo. Estudiamos, pues, un corpus de refranes mexicanos para documentar una manera de hablar a la que llamamos hablar lapidario: la lógica de esta investigación, por tanto, consiste fundamentalmente en estudiar lo más completamente posible el hablar paremiológico para abonarlo a la cuenta del hablar lapidario.

Los textos paradigmáticos de este hablar lapidario, los refranes, están documentados en la historia cultural humana de todos los tiempos como una manera de hablar breve, condensada y decisiva que se refiere a las principales cosas a las que un grupo humano se atiene, que aprecia en su vivir cotidiano y que emplea como punto de referencia cultural permanente en su hablar diario. Esa expresión del hablar lapidario, los refranes, además de sus características formales y de las discursivas, ya señaladas, tiene, en efecto, una serie de propiedades semánticas entre las cuales sobresale la de ser expresión de los intereses vigentes en la vida cotidiana de un pueblo, de sus verdades medias.

Son tres las maneras principales como esos pequeños textos funcionan, subsisten y se transmiten: a veces como listas de verdades a las que un pueblo acude para beber la tradición; a veces se introduce en el patrimonio literario del pueblo en cuestión y sigue los mismos derroteros amplios y libres de lo literario; las más de las veces, sin embargo, esa manera de hablar penetra hasta las entrañas del habla cotidiana y en ella vive y muere, y con ella se transporta, como un acervo patrimonial que pasa de boca en boca, a lomos del lenguaje mismo, de una generación a otra; empero, la tradición del hablar lapidario de un grupo de hablantes, de la cual es prototipo su hablar paremiológico, no es ni sólo ni principalmente un fenómeno de oralidad. De hecho, los refranes en la actualidad sobreviven más en textualidades escritas que a lomos de la lengua hablada por un pueblo. Para decirlo de otra manera, en la actualidad, en las culturas dominantemente escritas, los refranes no se transmiten tanto de boca en boca cuanto de página a página, por ejemplo en las listas de refranes que hoy llamamos “ refraneros”, tipos textuales escritos cuya función sociocultural, a su vez, está principalmente dentro de la lengua escrita; o en las obras literarias que, como el Quijote, La Celestina, El Periquillo Sarniento, Arrieros o Las tierras flacas, constituyen lo que aquí hemos llamado los “refraneros literarios” .

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Prólogo

En efecto, aunque el hablar lapidario nació en el seno de la lengua hablada, casi desde sus orígenes penetró en la textualidad escrita. Unos, sin embargo, son los usos del hablar lapidario en la lengua habladay otros son los de la lengua escrita. Los tipos textuales que esta investigación ha considerado como paradigmas de “discursos m ayores” en los cuales se enclava el refrán como recurso de la lapidariedad son discursos orales. Esta investigación, por tanto, deja de lado las funciones discursivas y los mecanismos de inserción de los gnomemas en “discursos m ayores” de tipo escrito. En resumidas cuentas, el hablar lapidario, en su m odalidad paradigmática, nace como recurso de la oralidad, se transmite y sobrevive dentro de la textualidad escrita, y funciona discursivamente como recurso y marca de la lapidariedad tanto en la lengua hablada como en la escrita: esta investigación ha basado sus observaciones sobre cómo se inserta un gnomema en un “discurso mayor” en el diálogo y el discurso argumentativo.

La presente investigación se ubica en los terrenos, por fortuna aún poco transitados, de la tipología de los discursos modernos. De situarla en su ámbito se ocupa la prim era parte que hemos denominado “fronteras y térm inos” : las actuales ciencias del lenguaje han ido creando un vasto léxico que todavía carga consigo, pecado de juventud, muchos de los oficios que ha ido desempeñando. Investigaciones como ésta requieren, por ello, esbozar las líneas de las tradiciones a las que se adscriben y ubicarse con precisión en el general, rico, y a veces confuso concierto de voces. En la segunda parte, en cambio, nos aproximamos a nuestro corpus para, al clasificarlo, percibir los principales rasgos del hablar lapidario desde el punto de vista de sus estructuras y sus formas: ello nos pone en contacto, de inmediato, no sólo con los sustratos universales o, al menos culturalmente más amplios, del hablar lapidario sino con los principales ámbitos y usos sociales en los que este tipo de discurso nace.

La tercera parte adopta la forma de una lista de acreedores; tiene, en efecto, la función de enclavar la investigación en el amplio territorio de las ciencias del lenguaje, las humanidades de hoy. Se trata, en efecto, no sólo de un recuento de las teorías que se suscriben y de las deudas que se tienen contraídas, sino que tiene también la función de un modesto glosario de las categorías, conceptos, términos, obras y autores con los que se roza. Dadas las proporciones relativamente grandes del corpus, la cuarta parte se ocupa de reducirlo bajo dos criterios: en primer lugar, aquellos de los textos del corpus que en vez de condensar el discurso lo hacen estallar expandiéndolo no son

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El hablar lapidario

lapidarios y, por ende, deben ser eliminados; de esa manera quedan sólo dentro del paradigma de la lapidariedad los refranes que discursivamente tienden a condensar el discurso: en pocas palabras, los refranes susceptibles de desempeñar dentro del discurso la función de un entimema. Quedan, así, fuera del paradigma de la lapidariedad la mayor parte de los refranes exclamativos. En segundo lugar, se agrupan los refranes por tipos estructu­rales y se toman representantes de cada uno de ellos de m anera que sus características sean válidas para todo el conjunto. De esta selección resulta un corpus más manejable que, analizado, aporta una serie de características del hablar lapidario y, en general, de los mecanismos de la lapidariedad discursiva.

Si bien dotados de un rico bagaje de herramientas, en investigaciones como esta nos encontramos en campo abierto: nuestra aportación, por tanto, no es espectacular. Las tareas que para poder avanzar ha tenido que realizar van desde la humilde labor taxonómica hasta la creación de un cuerpo suficientemente coherente de conceptos. Los resultados, tomados en forma absoluta, parecen modestos: lo son. Empero, se trata de una investigación que abre ciertamente brecha a futuras investigaciones que ilustren de una manera más profunda y clara los mecanismos, características, funciones y alcances del hablar lapidario.

El hablar lapidario. Ensayo de paremiología mexicana es, pese a las apariencias, una formulación abreviada, aunque desde luego no lapidaria, de una disertación doctoral defendida en la Universidad de Bourgogne, Francia, el 16 de diciembre de 1995 ante un jurado reunido por mi directora de tesis, Dorita Nouhaud, y que integraron, además de ella, Christian Boix, Eliane Lavaud y M arié-Claire Zimmermann. En un proceso tan largo y, a veces tan arduo, como es natural, son muchas y de muy variada especie las deudas contraídas. Ante la imposibilidad de mencionar a todos los acreedores, este libro, hecho sobre la base de esos granitos de arena, quiere ser un explícito testim onio de gratitud cordial para todos ellos. Una especial m ención y un “ ¡ gracias!” muy sincero merece Dorita Nouhaud, mi directora de tesis, cuya contribución sobrepasó con mucho los cánones del deber oficial de una dirección de tesis: su altísima competenciay prestigio, amistad, preocupacio­nes, trám ites y gestiones, de la más diversa índole, hicieron muy grato no sólo todo el proceso sino mi estancia misma en la Universidad de Bourgogne, a cuyas autoridades agradezco desde estas páginas. Gracias, igualmente, a las autoridades del Colegio de Michoacán: especialmente a su presidenta, la

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Prólogo

doctora Brigitte Boehm de Lameiras, y a su secretario general, el maestro Heriberto M oreno García, por su infaltable y puntual apoyo.

Agradezco también a mis compañeros del Centro de Estudios de las Tradiciones en cuyas reuniones de los j ueves se discutieron los contenidos de este libro. Una mención especial de gratitud tanto a Clarisa Desouches, como a don Andrés, su padre, por todo. A Sergio Pérez Córtez, Philippe Caron, Agustín Jacinto, Andres Lira, Alfonso Valdivia, Aurora del Río y José Luis Ramírez un agradecimiento especial: cada uno, a su modo y desde su lugar, contribuyó a que este 1 ibro fuera realidad. Finalmente, quiero agradecer a mis compañeros del departamento de publicaciones del Colegio de M ichoacán, Valentín Juárez, Rosa María Manzo, Cristina Ramírez y, desde luego, a Jaime Dom ínguez Ávila: Jaime no sólo tomó bajo su diligente cuidado los deberes habituales de la revisión y maquillaje del libro sino que, más allá del deber, con competencia y ejemplar dedicación lo acompañó hasta la imprenta; suyos son los útiles índices con que el libro aparece.

Herón Pérez M artínez

Diciembre de 1995, Jacona, Michoacán, junto al Canal de la Esperanza.

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PRIMERA PARTE

¿DE QUÉ SE TRATA?

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DEL HABLAR AL DISCURSOI

E L PROBLEMA

La prim era palabra de un texto tiene la prerrogativa de presidirlo y, a ese sólo título, la prim acía de la significación. Por otro lado, en un proceso de comunicación, como lo es un texto, una de las primeras cosas que han de procurar los interlocutores es la de asegurarse que estén hablando de lo mismo. Si ese acto de metalenguaje es necesario en cada texto, más lo es cuando el texto en cuestión pertenece al ámbito de las ciencias del lenguaje dominio en donde los vocablos no tienen el tiempo de echar raíces y en donde son asediados por otros términos y aún por otras funciones. Bastaría con consultar un par de diccionarios provenientes de diferentes ámbitos culturales para percatarse del desconcierto léxico que reina en nuestro dominio epistem ológico: las palabras no parecen funcionar con la misma firmeza que en otros dominios más estables. Nuestra época y nuestra disciplina no sólo no han desarrollado un sistema de explicación term inológica como el de la escolástica m edieval,1 sino que la inestabilidad y rapidez con que se suceden las teorías, y lo efímero de muchas de ellas; la rapidez con que la investigación avanza en el campo de los lenguajes, amenaza con convertirlo, paradójica­mente, en una nueva Babel. Por ello ha de considerarse como sana, la costumbre de explicar los términos implicados en una investigación. 1

1. Es conocida, por ejemplo, la estructura de cada uno de los artículos en la Suma teológica de Tomás deAquino: la sección videtur quod non, o contratesis, la sección sed contra, o prótesis, el respondeo o defensa de latesis propiamente dicha, y, finalmente, la sección de respuestas, por orden, a cada una de las objeciones de la sección sed contra. Sin embargo, la sección videtur quod non soporta sobre sí, dentro de este discurso, la importante función metalingiiística a veces de explicar el sentido de la afirmación principal o tesis aveces, simplemente, de proponer los 1 imites absurdos del enunciado en cuestión. Pueden verse muchos ejemplos en Summa Theologica, 5 tomos, Madrid, BAC, 1951. También puede verse la importancia que esta labor metalingüística conserva aún, en este tipo de discurso, afínes del siglo XVI en las Disputationes metaphysicae de Francisco Suárez. Véase la edición de Gredos, Madrid, 1960.

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El hablar lapidario

Ello tiene una doble ventaja: la de indicar con precisión de qué se está hablando, por una parte, y la de trazar con cuidado, por consiguiente, los límites del problema. Está claro que la primera labor de un libro como éste es una labor de tipo metalingüístico: decir con claridad lo que se trae entre manos y, en concreto, en qué sentido se va a utilizar los principales vocablos y conceptos en que se basa la investigación y, sobre todo, formular el alcance exacto del postulado central que se ha obtenido de el la. Ahora bien, puesto que nos proponemos exponer las características del discurso lapidario a partir del refrán, que suponemos paradigmático de ese discurso lapidario, tal cual se le encuentra en el refranero mexicano, hemos de explicar, primero, qué vamos a entender por discurso y, en general, en qué sentido usaremos en lo sucesivo términos como “discurso”, “habla” , “discurso lapidario” , “ refrán”, “re­franero”, “refranero mexicano” , etc.

Por razones de preeminencia discursiva, el primer problema que se nos presenta es el empleo que se ha hecho de los términos “habla” y “discurso” en la historia de la teoría del discurso y que se encuentran en el corazón del asunto que aquí nos ocupa. Por principio de cuentas, el título que damos a nuestra investigación, “hablar lapidario”, remite al término saussureano parole; por lo demás, con frecuencia hablamos de “discurso lapidario” como si los términos “habla” y “discurso” significaran lo mismo. Y, en efecto, hemos de decir enseguida y sin rodeos que en esta investigación empleamos ambos términos como sinónimos. Sin embargo, con ello no hemos avanzado gran cosa porque, después de todo, no hemos aclarado qué vamos a entender por "hablar” y qué por “discurso” . Ni hemos explicado por qué y en qué condiciones un texto tan breve como un refrán puede ser llamado sea "habla” , sea “discurso” .

El uso de las palabras para un hablante nunca es totalmente arbitrario. En efecto, a decir de Roland Barthes, la lengua es un más acá que funciona como presupuesto del discurso; el otro presupuesto, el límite de enfrente, el más allá del discurso es el estilo. En medio, están todos losdiscursosy lenguajes nacidos de los diferentes grupos sociales, de sus intereses: la m ultiplicidad de estos discursos refleja, en efecto, la multiplicidad social, expresión de un tipo de al ¡enación social, como toda escritura, que funciona, de hecho, a la manera de un ritual.2 Sin ánimo de dar cuenta de las diferentes reflexiones que han tenido lugar en torno a vocablos como "discurso” y “habla” , sí es conveniente, en

2. Roland Barthes. El grado cero de la escritura, séptima edición. México. Siglo XXI. pp. 18 y 88.

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ambos casos, recoger a guisa de inventario las principales direcciones que ha tomado la reflexión en los últimos tiempos, dado que muchos de esos matices semánticos aún persisten y son aprovechables a la hora del análisis.

Ello significa, por una parte, que hemos de identificar las diferentes cargas ideológicas, los diferentes intereses y las diferentes perspectivas que se han ido asentando en vocablos como “habla” y “discurso”; significa, además, que no sólo hemos de explicitar aquí lo que estos vocablos han significado en su historia más reciente, sino discutir, principalmente, de qué manera estos conceptos convienen a un tipo textual como el que nos ocupa, el refrán; ¿en qué medida se le puede llamar al refrán “discurso lapidario”? Independientemente de que en el capítulo siguiente hayamos de discutir el sentido de esta expresión, lo haremos recargando el énfasis más en lo “ lapidario” que en su carácter de “discurso” . Y, efectivamente, nos interesa desde el principio dilucidar si a los pequeños textos, los refranes, que hemos escogido como punto de partida de nuestra investigación sobre el discurso lapidario les conviene el nombre de “discurso” y en qué sentido.

El orden de nuestra exposición empezará por una somera exploración de 1 pasado y presente del vocablo “habla” bajo el mencionado presupuesto de que las palabras cargan a cuestas con su propia historia. Nos interesa destacar los distintos matices y puntos de vista que fue asumiendo al calor de las diferentes reflexiones que tuvieron lugar, casi simultáneamente, para configu­rar lo que se podría llamar la lingüística del “habla” . Nos detendremos, de manera especial, en dos: la reflexión en torno a la traducción y el conjunto de reflexiones que, desde distintos puntos de vista y con distintos intereses, desembocaron en la semiótica discursiva.3 El segundo punto de nuestro viaje será explorar los diferentes usos que se han dado al vocablo “discurso” para fundamentar el empleo que aquí le daremos asumiéndolo, en principio, como una “secuencia coherente de enunciados” .4 La tercera tarea de este capítulo será la ya esbozada de discutir en qué medida se puede llamar “discurso” a los textos lapidarios como los refranes.

3. Normalmente la expresión “semiótica discursiva” se usa dentro de la terminología greimasiana para designar uno de los componentes del nivel superficial de los textos. Aquí lo empleamos en el sentido más general en lamedidaen que el análisis semiótico es un análisis del discurso.

4. Jean Caron, Las regulaciones del discurso. Psicolingüísticaypragmática del lenguaje, versión española de Chantal E. Ronchi y Manuel José Pérez, Madrid, Gredos, 1988, p. 119.

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E l h a b l a r

“Hablar” es no sólo un vocablo que designa todo acto de comunicación sino un vocablo que suele ser sinónimo del término “habla” con que se ha traducido al español el saussureano vocablo francés parole. Sobre este vocablo y el concepto de que es portador se podrían hacer tres historias: una larga y dos cortas. Uno podría, en efecto, tomar como punto de partida de la exploración sobre el uso o los usos que históricamente se ha dado al vocablo parole y a su traducción más frecuente en español: “habla” . Se tendría que tom ar como punto de partida obligado a Ferdinand de Saussure y su Coursde linguistique générale por la simple razón que fue él quien desencadenó su uso en las ciencias del lenguaje de principios del siglo XX. Se encontrará uno, por este camino, con el hecho de que el término “habla” se halla irremediable­mente “uncido”, como se sabe, a la palabra “ lengua” y que con ella se ha desplazado a todas partes.

En una especie de estudio léxico, para ver los nombres y los usos de este par de conceptos, se podría uno ir hacia atrás, como lo hace C oseriu;5 o hacia adelante, como lo hace Koerner,6entre otros, para ver las evoluciones que ha sufrido y cómo 1 legó a cruzarse con el vocablo “discurso”, y cuándo y por qué lo hizo. Por este camino, se 1 legaría a la conclusión de que los usos del vocablo “habla” siempre tendrán la sombra del correspondiente término “ lengua” y estarán interesados, de una u otra manera, en diferenciarse de él. Este es el camino largo: se dan en él aproximaciones al uso que hoy se le atribuye al término “hablar” en la teoría prevalente del discurso a que aquí recurrimos.

La historia corta, en cambio, se remonta hasta los albores de las ciencias del texto cuando la lingüística se decidió a explorar la vía abandonada por Ferdinand de Saussure, la de la lingüística de la parole. Otra historia aún más corta del uso del vocablo muy bien hubiera podido trazarse a partir de un representativo corpus de textos en que aparece el vocablo “habla” para explorar qué acepción se atribuye en ellos al vocablo.

En cualquiera de las vías cortas, uno podría llegar fácilm ente a la conclusión no sólo de que fueron las “ciencias del discurso” las que en la década de los sesenta7 rompieron finalmente con algunas ataduras saussu-

5. f ide infra.6. Vide infra.7. Labibliografíamás abundante empezó a aparecer a principios de ladécadade los setenta. Eugenio

C oseriuensu Textlinguislik(Tübingen.GunterNarrVerlag, 1981,pp. 1 yss.)daunapequeñapero

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reanas y le dieron al vocablo la acepción hoy dominante que aquí le atribuimos, sino que esa acepción dominante es relativamente tardía. Cuando, en efecto, se empieza a abandonar la lingüística de la lengua y se voltea hacia la lingüística del habla, es cuando tiene lugar el nacimiento del concepto que aquí nos interesa.

A n t e c e d e n t e s s a u s s u r e a n o s d e l v o c a b l o “ h a b l a ”

En el uso actual de la palabra “habla” están claros aún, como se ha dicho, sus antecedentes saussureanos. En efecto, la lingüística abreva durante los primeros sesenta años de este siglo en la distinción saussureana entre langue y parole. Ferdinand de Saussure expone sus ideas sobre el habla, en efecto, en varios lugares del Curso de lingüística general;* así, en los números 65 a 67, se formula la distinción entre lengua y habla; de los números 78 y 63, en cambio, se desprende que el habla es algo individual; que, en cambio, es el habla la que permite constituir un circuito de comunicación entre hablantes, se dice tanto en los números 76 a 81 como en el número 118; y, finalmente, en los números 57 y 75 a 81 se dice que es la lingüística del habla laque tiene que ocuparse del estudio del habla, pero que la lingüística, propiamente tal, es la lingüística de la lengua. En el número 68 muestra De Saussure cómo ya algunas lenguas europeas distinguen léxicamente entre lengua y habla.

Para dejar asentada la acepción que el Curso de lingüística general da al vocablo “habla”, nos interesa explícitamente el primer punto. A saber: la distinción entre lengua y habla en donde, de pasada, se establece el carácter individual del habla. Por un lado, el tema del habla es introducido en el número 63 cuando llama al habla “el lado ejecutivo” de la lengua; se refiere a su “ejecución” y dice de ella que es individual y que se contrapone a los elementos de la lengua que son establecidos por la masa: “nosotros lo llamaremos el habla (parole)'", concluye. En efecto, más adelante explica: “al separar la lengua del habla (langue etparole), se separa a la vez: 10 lo que es social de lo que es individual; 2o lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental” .9

precisa referencia bibliográfica de los principales textosy corrientes de lalingüísticadel texto, aprincipios de la década de los setenta.

8. Cito por la edición crítica preparada por Tul 1 io de Mauro y publicada en español por Alianza Universidad, Madrid, 1983.

9. Núm .65.

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La lengua, pues, es social; el habla, individual. La lengua es “esencial” ; el habla, accidental o accesoria. La lengua es la parte estable del lenguaje; el habla, la parte variable. Está claro que lo que Ferdinand de Saussure llama habla es, en efecto, la interpretación que hace el hablante de esa gran partitura que es la lengua. Cada lengua es, así, un sistema de convenciones de tipo virtual que cada acto de habla actualiza. O en palabras de Saussure:

la lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación, y la reflexión no interviene en ella más que para la actividad de clasificar, de que hablamos en las páginas 197 y ss.El habla es, por el contrario, un acto individual de voluntad e inteligencia, en el cual conviene distinguir: Io las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal; 2° el mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas com binaciones.10 11

La acepción que Ferdinand de Saussure da al término “habla” es la de realización de un saber hablar concreto; es decir, una lengua particular históricamente dada.11 Antes de Saussure, ya varias lenguas europeas hacen intuitivamente esta distinción, como él mismo lo señaló. Y no sólo eso: esta distinción estaba implícita en las viejas disciplinas brotadas en las texnai o artes como la gramática, dedicada al hablar correcto, y aún en ciertas m odalidades de la retórica cuando se empezó a interesar en el hablar bien.12 Además de explorar los antecedentes históricos de la distinción saussureana, Coseriu interesado en una teoría del hablar hace una rigurosa comparación entre estas dos categorías saussurenas y los correspondientes conceptos chomskianos de “competencia” y “actuación” y establece que la concep­ción saussureana, comparada con la de Chomsky, no sólo emplea una term inología distinta sino que el contenido mismo es distinto en ambas concepciones:

Para denominar los hechos sobre los que se basan son preferibles los términos de Chomsky, porque son menos equívocos y porque lo que se quiere décim o sólo lo

10. Núms. 66-67.11. Puede verse Eugenio Coseriu. Competencia lingüística. Elementos de la te oría del hablar, elaborado y

editado por Heinrich Weber, versión española de Francisco Meno Blanco, Madrid, Gredos, 1992, p. 13.12. Véase el recorrido explícito que realiza Coseriu en busca de “los antecedentes históricos de la

distinción” por las lenguas, las disciplinas lingüísticas y los autores, sobre todo alemanes, que precedieron a Saussure. Op. cií., pp. 15-35.

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nombran, sino que también lo caracterizan. La langue, en Chomsky, no sólo está dada como langue, sino ya como lo que es: un saber, una competencia. Asimismo, la parole no está dada como parole, como una forma determinada de la lengua, sino como ejecución, como realización de un saber en el hablar.13

Por distinto camino y con distintos intereses, E. F. Konrad K oerner14 explora este par de conceptos saussureanos tanto hacia atrás como hacia adelante de Saussure. Sus recorridos hacia atrás, empero, son muy breves y los impulsa una motivación de muy reducidos alcances: probar su tesis de la originalidad de Saussure.15 La amplitud de sus recorridos hacia adelante, en cambio, está expresada en el título mismo del apartado en que se ocupa del asunto: “el desarrollo post-saussureano de los conceptos langue, parole y langage” . De esta exploración nos parece especialmente pertinente, para nuestro asunto, su referencia a Erik Buyssens:

Erik Buyssens, por ejemplo, introdujo el concepto de discours que el definió como la partie fonctionelle de la parole y que deseó situar entre parole y langue que es le systéme qui régit la parole y que constituye una totalidad, más o menos coherente, de reglas seguidas por el hablante.16

Esta “parte funcional del habla”, es de índole abstracta. De hecho, la relación establecida por Buyssens entre langue, discours y parole va de una mayor a una menor abstracción: la parole es el elemento más concreto de los tres; más aún, es el único concreto, en la concepción de Buyssens:

13. Op. cit., p. 14. Para la discusión completa, véanse las pp. 13-71. La comparación entre los conceptos de habla y actuación es, por lo demás, muy frecuente. A guisa de ejemplo, cito Jean Dubois y otros, 'Diccionario de lingüística, Madrid, Alianza Universidad, Colección Alianza Diccionarios, 1979, pp. 327 y s.

14. Ferdinand de Saussure. Génesisy evolución de su pensamiento en el marco de la lingüística occidental, Madrid, Gredos, 1982, pp. 311 y ss.

15. Sobre una polémica entre Koemer y Coseriu en tomo alas influencias de George von der Gabelentz sobre Ferdinand de Saussure, negadas en general por Koerner, véase Eugenio Coseriu, “Georg von der Gabelentz y la lingüística sincrónica”, en Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje. Estudios de historia de la lingüística, Madrid, Gredos, 1977, pp. 200-250; especialmente las páginas 245 y ss. En Koemerse encuentra, sin embargo, un buen muestrario de las principales discusiones postsaussureanas en torno aestos dos términos y a los conceptos correspondientes. Esta obra tiene la ventaja de una nada desdeñable bibliografía actualizada hasta 1970. Como bien se sabe, por lo demás, el lingüista rumano Eugenio Coseriu, profesor en la Universidad de Tübingen, se ha distinguido, en el postsaussureanismo, como un crítico creativo de esta dicotomía saussureana entre lengua y habla; puede verse, sobre todo, su ensayo, publ icado por primera vez en 1952, “S istema, norma y habla” en Eugenio Coseriu, Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid, Gredos, 1973, pp. 11-113.

16. Op. cit., p. 341.

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Si por “habla” se entiende el flujo sonoro que sale de la boca del hablante, es evidente que se requiere de otro término para designar la sucesión tanto de los fonemas como de todos los otros elementos que aseguran la comunicación; nosotros la llamaremos “discurso”.17

De acuerdo con esto, el habla sería la parte acústica de la comunicación; el discurso, en cambio, la parte funcional; de la cadena de sonidos del habla, el discurso se interesa tanto en los sonidos y demás elementos significativos del habla como en su secuencia: la lengua es el sistema que hace posible la significación discursiva, según Buyssens. No es ésta, desde luego, la acepción del vocablo “habla” que aquí nos interesa. Ya el Diccionario de lingüística de G.R. Cardona llama al término “habla” “sinónimo, hoy en desuso al igual que el francés parler, de variedad lingüística local o individual” .18 La acepción que recoge Cardona, como se ve, apenas coincide con la idea saussureana de “habla” : se trata ya, en efecto, de una variedad de lengua, de una manera histórica de darse de la lengua análoga a la “norma” de Coseriu.19 Tornada estrictamente, podría decirse que la definición de Cardona se refiere a lo que la dialectología suele llamar dialecto. Como puede verse, el término “habla” ha ido deslizando su significación hasta convertirse en sinónimo de una variedad de lengua. Empero, contra lo sostenido por Cardona, no sólo se usa para designar una variedad diatópica de una lengua sino tam bién para las variedades diastráticas y aún para las variedades diacrónicas de una lengua.20 De aquí a significar un “tipo de discurso” no hay más que un paso.

E l. i n t e r é s p o r e l h a b l a

A toda acción corresponde una reacción, dice una de las leyes de la mecánica. Q uizás sea este p rinc ip io la m ás im portan te razón para que, ago tado

17. En E. F. Konrad Koerner. Op. cit., p. 341.18. Giorgio RaimondoCardona, Diccionariodelingüística. traducción deMa,TeresaCabello,Barcelona,

Ariel. 1991, ad loe.19. “Sistema, norma y hab la" op. cit.20. Este empleo de lapalabra “habla” es muy propio de lasociolingüísticadeladécada de los sesenta y, en

general, de los sociolingüistas. Empleo los adjetivos “diatópico” y “diastrático” enel mismo sentido que lo hace José Pedro Roña en su artículo “La concepción estructural de la sociolingüística”, en Paul L. Garvin / Yolanda Lastra de Suárez, Estudios de etnolingüísticay sociolingüística, México, LTNAM, Lecturas UniversitariasNúm. 20.1974. p. 205. En sociolingüística, en efecto, son frecuentes expresio­nes como “habla aniñada", “habla controlada" para referirse, en efecto, a una variedad lingüística. “Habla controlada" significa, en efecto, el “habla que ha sufrido una revisión inconsciente por parte del hablante antes de ser enunciada". Ibid., p. 478

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el m odelo estructuralistade la lingüística, labúsqueda se orientaraal ámbito de la parole abandonado por Saussure. Quizás haya sido el abandono en sí de la lingüística del habla y el cúmulo de intereses que de los diferentes territorios de las ciencias del lenguaje brotaron casi simultáneamente. Lo cierto es que a la lingüística de la lengua sucede un múltiple y variado interés por el habla. Siegfried J. Schmidt ha señalado ya muy bien, en su Teoría del texto. Problemas de una lingüística de la comunicación verbal,21 cómo a fines de la década de los cincuenta la lingüística evoluciona gracias al acicate que representan para ella tanto la teoría de la información como la teoría de la traducción interesada en la traducción automática; mientras que el interés de la lingüística en la década de los setenta habría sido estudiar el ser humano hablante, es decir, la teoría de la comunicación verbal desde el punto de vista sociológico. Esta diversidad de intereses concretos ciertamente contribuye, en el ámbito de la investigación lingüística, a que el interés por la lengua, en el sentido asumido por Ferdinand de Saussure, sea substituido paulatinamente por un creciente y diversificado interés por el habla.

Entre los factores de este interés está, ciertamente, como lo ha señalado Schmidt, la traducción. A raíz de la segunda guerra mundial, brota, en efecto, un creciente interés por la traducción; por lo demás, están las investigaciones que se desarrollan en la teoría de la comunicación en la que tienen no poco que ver las pretensiones de la hegemonía política de algunos de los países triunfadores de la segunda guerra m undial; hacia una lingüística del habla se orientan también las investigaciones que, herederas del formalismo ruso y del círculo lingüístico de Praga, dan pie a reflexiones que a la postre vendrían a constituir el elemento central de la estilística o a desembocar en la semiótica.21 22

Preocupaciones como estas vinieron a dar por resultado, en efecto, cambios de enfoque en la concepción del acto de habla.23 La lingüística del

21. Madrid, Cátedra, 1973, p. 19.22. Sobre este desarrollo de la semiótica, véase nuestro libro En pos del signo, Zamora, El Colegio de

Michoacán, 1995, pp. 117 y ss.23. Al emplear la expresión “acto de habla” no me estoy refiriendo explícitamente a la teoría de los speech

acts con que John Searle ha contribuido ala creación de la pragmática lingüística, según ha mostrado Brigitte Schlieben-Lange (Pragmática lingüística, Madrid, Gredos, 1987, pp. 49 y ss.) y, por tanto, ala lingüística del habla. Sin embargo, su obra Speech acts (Madrid, Cátedra, 1980) debe ser tenida como un buen ejemplo de unaconcepciónintermediaentreelhablasaussureanayelhablaentendidacomoun tipo discursivo. En efecto, para Searle un lenguaje es una conducta intencional gobernada por reglas; hablar un lenguaje, en cambio, es lo mismo que “realizar actos de habla, actos tales como hacer enunciados, dar órdenes, plantear preguntas, hacer promesas y así sucesivamente, y más abstractamente, actos tales como referir y predicar”. Toda comunicación lingüística incluye ese tipo de actos de habla que

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habla, una lingüística impropiamente dicha,24 vislumbrada aunque no traba­jada por Ferdinand de Saussure, empieza, por razones de necesidad, a ser formulada en dominios más heterogéneos: por una serie de tradiciones filosóficas de la más diversa inspiración que desembocan en el pragmatismo,25 por los creadores de la teoría de la comunicación y, en fin, por los herederos de las ideas formal istas literarias en torno al texto provenientes del Círculo de Praga y del formalismo ruso. En efecto y por principio de cuentas, una de las más fructíferas reflexiones que a ese respecto tiene lugar es la de los teóricos de la comunicación al analizar el habla como un proceso.26 Por otro lado, en dominios más cercanos a la lingüística, el esquem adelacom unicación textual ya había sido analizado desde una perspectiva distinta a la de Shanon y W eaver y había sufrido una serie de evoluciones desde Karl Bühler27 y Friedrich Kainz,28 hasta que Roman Jakobson29 amplía el modelo de com u­nicación propuesto por Bühler agregándole tres elementos provenientes de las ciencias de la comunicación.30 Con ello el foco de interés pasa del proceso al discurso mismo.

A este interés por el texto, el discurso en sí mismo y el acto de habla en cuanto proceso de comunicación contribuyeron, no poco, investigaciones que habiendo empezado en campos un tanto marginales, por diversas razones, habrían de pasar más tarde a primer plano. Estoy pensando, en concreto, en

son, por lo demás, la verdadera unidad de la comunicación lingüística, (pp. 25-26) De esta manera, el acto de habla viene siendo no sólo unidad de la comunicación lingüística sino un tipo discursivo fundamental. En ese sentido, el concepto de “acto de habla” en Searle se aproxima alo que aquí queremos entender por habla.

24. F. de Saussure, op. c/7.,Núm. 81.25. B. Schlieben-Lange, op. cit., p. 28 y ss.26. Véase, por ejemplo, el libro de David K. Berlo, El proceso de la comunicación. Introducción a la

teoría y a lapráctica, novena reimpresión, Buenos Aires, 1978, que se habría de convertir en clásico. Como bien se sabe, el origen de la fiebre por la comunicación surgió no en la comunicación humana sino en el muy específico y técnico ámbito de la comunicación electrónica cuando Claude Shanon y Warren Weaver publican en 1949 su libro The Matematical Theory of Communication, Chicago, University o f Illinois Press, 1949. Véase, como ejemplo, el tipo de discusiones y análisis que en la década de los sesenta y principios de los setenta tuvieron lugar a Albert Silverstein, Comunicación humana. Exploraciones teóricas, M éxico, Ed. Trillas, 1985. Los trabajos que allí aparecen fueron parte del Honors Colloquium de la Universidad de Rhode Island en el año lectivo 1971-1972.

27. Sprachtheoríe. DieDarstellungsfunctionderSprache, Frankfurt/Berlin/Wien, VerlagUllstein, 1978,p. 28.

28. Psychologie delSprache, en Eugenio Coseriu, Textlinguistik, op. cit., p. 66.29. “Lingüísticay poética”, en Ensayos de lingüística general, Barcelona, SeixBarral, 1975, pp. 347-395.

El original fue publ icado, en inglés, por primera vez en 1960. Actualmente circulan en español, y desde luego en otras lenguas, varias versiones de este importante artículo.

30. Eugenio Coseriu, Textlinguistik, op. cit., pp. 56 y ss.

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la teoría de la traducción que, partiendo de viejas y tradicionales reflexiones, term ina por centrarse en la estilística del texto entendida como un estudio de la expresión lingüística. Con ello, se contribuía no poco a dar un paso más en pos de la lingüística de la parole. En efecto, como ya lo ha señalado muy bien Pierre Guiraud,31 la segunda de las dos estilísticas que se podían distinguir a principios de siglo, la una impresionista y subjetiva remontable al siglo XVIII y la otra, una estilística de la expresión interesada tanto en la elocución como en estudiar “ las relaciones de la expresión con el individuo o la colectividad que la crea y uti 1 iza”,32 se centra en el habla de una manera en que queda claro que lo que interesa es el discurso.

Por lo que hace a la teoría de la traducción, cabe decir que en la década de los c incuenta nace formalmente la traducto logia científica sobre los sól idos cimientos de una larga tradición; una de las consecuencias inmediatas que ello trajo consigo tiene que ver con el problema que nos ocupa: en efecto, la traducción centrada desde un principio en el texto, trajo consigo una profunda reflexión, mediante metodologías comparatistas, sobre la naturaleza del texto que vino adesem bocar en un especial interés en disciplinas como la estilística. Todo esto contribuyó, sin duda, a que agotada la lingüística de la lengua, el interés se orientara, a vuelta de década, hacia el habla a estas alturas ya convertida, por simple metonimia, en sinónimo de discurso.

La traducción, en efecto, ese viejo quehacera veces vilipendiado, a veces exaltado, para principios de la década de los cincuenta ya contaba con una bien densa reflexión que había quedado anclada, sin embargo, en la tipología del discurso.33 Fue en la década de los cincuenta, en efecto, cuando comenzó a desatarse un creciente interés por la traducción debido, probablemente, a la importancia práctica cobrada por la traducción durante la segunda guerra mundial: a mediados de la década de los cincuenta empezaron a aparecer sobre todo en Francia, Rusia, Estados Unidos, Alemania e Inglaterra, los grandes protagonistas de la segunda guerra mundial, una serie de pequeños y alguno que otro grande estudio sobre el problema de la traducción.34 Ese

31. La estilística, cuarta edición, Buenos Aires, Ed. Nova, 1970, pp. 47 y ss.32. Pierre Guiraud, op. cit., p. 48.33. Páralos principales momentosy protagonistas de esta tradición, puede verse mi libro Lenguajey tradición

en México, Zamora, Ei Colegio de Michoacán, 1989, pp. 35-62. Coseriu en “Vives y el problema de la traducción”, op. cit., ha demostrado hasta dónde hay yaconciencia de una traductologíadiferencial cuya diversidad le proviene de unaexplícita tipología textual, como en el caso de Vives.

34. No es que antes de esta década no hubiera habido trabajos sobre la traducción dignos de ser continuadores de Schleiermacher; a guisa de ejemplo, menciono al alemán W. Franzel, quien había

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interés desarrolla no sólo una capacidad analítica sino una serie de categorías cuyo referente principal fue, por razones prácticas, siempre el texto, no la lengua. El interés por el texto que a raíz de esto nace, contribuirá a afinar el concepto de habla: el habla es una manera de hablar. Se le llamará hablas, en efecto, a los sistemas lingüísticos particulares o de alcance muy reducido; o bien a las formas sociales de una lengua. El concepto de habla, por tanto, se va acercando a una de las acepciones de discurso que nos interesan: un habla concebida como una manera de hablar, como el habla lapidaria.

H a c i a u n a e p i s t e m o l o g í a d e l h a b l a

Reseñando la década de los cincuenta en lo relativo a la traducción, Georges M ounin en Los problemas teóricos de la traducción35 coloca entre los creadores de la traductología al soviético Fedorov. En efecto, la segunda edición de la Enciclopedia Soviética publica el artículo Perevod con las teorías que Fedorov había difundido en su Introducción a la teoría de la traducción y que ya para 1958 ve aparecer su segunda edición.36 A decir del mismo Mounin, Fedorov

aislando la operación traductora con el fin de constituir un estudio científico y promover una ciencia de la traducción, establece en primer lugar que la traducción es una operación lingüística, un fenómeno lingüístico, y considera que toda teoría de la traducción debe ser incorporada al conjunto de las disciplinas lingüísticas.37

Los otros pioneros de la traductología científica del siglo XX son los franceses J. P. Vinay y J. Darbelnet con su Stylistique comparée dufranqais et de l 'anglais?9. En efecto, J. P. Vinay y J. Darbelnet introdujeron en el

publicado en Leipzig, en 1914, su Geschichte des Übersetzens in 18. Jahrhunderf,a F. R. Amos que publicó en Nueva York, seis años después, su Early Theories o f Translation. Hubo, desde luego, otros trabajos importantes sobre la traducción en la primera mitad del siglo XX. Cito, por ejemplo, el libro de J. P. Postgate, Translation and Translations, publicado en Londres en 1922 o el de E. S. Bates, Modern Translation, aparecido en Oxford en 1936. Pero, sobre todo, al verdadero patriarca de la moderna teoría de la traducción: Eugene a. Nida quien había publ icado en Nueva York, en 1947, apenas concluida la guerra, su libro Bible translating. An análisis o f Principles and Procedures with Special Reference to aboriginal languages.

35. J. Mounin, Lesproblemes théorique de la traduction, Paris, Gallimard, 1963. La traducción española se titula, Los problemas teóricos de la traducción, segunda edición, Madrid, Gredos, 1977.

36. G. Mounin, op. cit., p. 26.37. Op. cit., p. 28.38. Cuyaprimeraediciónhabíasidopublicadaen 1958.

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discurso científico francés de las ciencias del lenguaje el discurso sobre la traducción. Como dice M ounin “fueron los primeros que se propusieron escribir un compendio de traducción invocando un estatuto científico. Pero titulan todavía su obra: Stylistique comparée du franqais et de l ’anglais” . 39 En realidad, lo valioso de la intuición de los teóricos franceses de la traducción fue, a mi juicio, el haber puesto la teoría de la traducción como una rama de la estilística y, más en concreto, como un tópico de una aún inexistente estilísticaaplicada.

Esa naciente teoría de la traducción desemboca, sin más, en la investiga­ción sobre el texto.40 En la misma década, además de los ya mencionados franceses, cuyo libro influyó mucho en occidente, hay que mencionar a W. Schwartz quien, en 1955, publica en Cambridge su libro Principies and problems o f biblical translation mientras T. Savory publica en Londres, dos años más tarde, su libro The art o f translation. También en esa década Paul L. Garvin había trabajado en la traducción automática mientras varios investigadores se ocupaban de los problemas de la traducción que ofrecían pares de lenguas como el inglés-alemán41 o el francés-inglés.42 Igualmente en esa década, en 1955 en concreto, surgirán revistas que como Babel tendrán una gran importancia para los posteriores desarrollos de la teoría de la traducción. El interés que en la década de los cincuenta suscita la traducción es expresado también por la labor editorial de la UNESCO que en 1958 publica, en segunda edición, su Scientific and Technical Translatingpero que ya tenía rato ocupándose de traducción para mostrar, por si hiciera falta, que el interés

39. J. Mounin, Lesproblémes théorique de la traduction, Paris, Gallimard, 1963, p. 23 de la traducción española (Los problemas teóricos de la traducción, segunda edición, Madrid, Gredos, 1977).

40. Las obras que sobre traducción se escribían en la primera mitad del siglo, algunas de las cuales hemos citado más arriba, si bien mostraban que el eterno interés por la traducción seguía vigente, aún no pueden ser inscritas en el concierto de las ciencias del lenguaje que, por lo demás, se encontraban apenas en pañales por entonces: se puede decir, en frase de Vinay y Darbelnet, que no estaban aún escritas bajo un “estatuto científico” ni, desde luego, bajo un estatuto lingüístico. Incluso en la media docena de veces en que la expresión “teoría de la traducción” había aparecido en esas obras, apenas si se refería a un puñado de ideas más o menos tradicionales sobre el acto de traducir y las características que debíatener el texto resultado de é l. La lingüística, por lo demás, teníapor entonces otros problemas de qué ocuparse amén de que, si se exceptúa Vives quien culmina en 1532 su De ratione dicendi con un capítulo sobre latraducción, las consideraciones sobre el lenguaje tradicio­nalmente no se habían ocupado para nada de la traducción. Véase, a este respecto, el capítulo “lingüística y traducción”, en Valentín García Yebra, En torno a la traducción. Teoría, crítica, historia, Madrid, Gredos, 1983, pp. 25 y ss.

41. Así R. Haas o Straberger quien publica en 1956 los resultados de una discusión celebrada enViena sobre latraducción al alemán de las más conocidas obras de Grahan Green.

42. ComoW.Tancock.

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por la traducción fue uno de los bienes que vinieron como consecuencia del gran mal que fue la segunda guerra mundial.

En efecto, disuelta la Sociedad de las Naciones, la ONU continuó su labor a través de la UNESCO. Desde 1948 empezaron a aparecer a razón de un volumen por año el Index translationum traducido a las dos lenguas interna­cionales del momento: el francés Répertoire international des traductions y el inglés International bibliography o f translations. En 1949 apareció en París la recopilación correspondiente a 1948. El número de fichas de ese volumen era de 8570. La cantidad de fichas fue aumentando año con año. Así, por ejemplo, la recopilación correspondiente a 1961 aparecida en París en 1963 reunía un total 32 931 traducciones de 75 países. Las técnicas de traducir que se van creando se ocupan directamente de los textos más que de las lenguas: los conceptos de traductibilidad-intraductibilidad, por ejemplo, no se plantean tanto a nivel de lengua cuanto a nivel de texto bajo el presupuesto dominante de que todo lo que puede ser dicho en una lengua puede serlo también en otra, cualquiera que sea. Más adelante se descubrirá la intraductibilidad lingüística.

Tanto la siguiente década como la de los setenta, pueden ser considera­das prácticamente como las épocas de oro de la teoría de la traducción y coincidentemente, por la razón indicada, la época de las lingüísticas del habla. Fue una época empeñada, por ejemplo, en resolver el problem a de las máquinas de traducir; abundan enella los libros sobre teoría de latraducción: típico es el libro de J. C. Catford, A Linguistic Theory o f Translation. An Essay in Applied Linguistics', por lo general, la teoría de la traducción que surge en esta época está hecha desde las perspectivas comparatista, textual y estilística como lo muestran los trabajos de Mario W andruzka.43

M ientras M argot en su Traducir sin traicionar, sintetizaba las teorías de Nida; el traductor español, Valentín García Yebra, colaboraba en este cam inar tanto con sus numerosas traducciones como con sus tres volúmenes el de En torno la traducción. Teoría, crítica, historia y los dos de Teoría y práctica de la traducción, de corte comparatista. La teoría de la traducción se había desarrollado tanto que interesa a lingüistas como Roman Jakobson o Eugenio Coseriu. En efecto, de la teoría de la traducción heredada del

43. Ver los dos tomos de Nuestros idiomas: comparables e incomparables, Madrid, Gredos, 1976 (cuya edición original había aparecido en 1969): en concreto, se plantead problema de la intraductibilidad por razones lingüísticas.

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formalismo ruso, además de Fedorov y Cary, había dado cumplida cuenta a occidente Roman Jakobson en más de una ocasión como en su célebre ensayo On linguistic Aspects o f Translation. Coseriu, por su parte, explora la historia de la traductología con sus estudios a la teoría de la traducción en Luis Vives, San Jerónimo y Martín Lutero44 y hace un balance de las principales posturas teóricas en torno a la traducción.45 Por obvias razones de impertinencia, es imposible dar cuenta cabal de las aportaciones de cada uno de ellos a las lingüísticas del habla. La década de los setenta, de acuerdo con ésto, es década de cosecha; ve emerger, en efecto, una serie de propuestas de teorías de la traducción: se la puede considerar, sin lugar a dudas, como la década de madurez la teoría de la traducción. A guisa de ejemplo, menciono el gran desarrollo que la disciplina tuvo en Alemania en donde sobresalen los nombres de Katherine Reiss y Wolfram Wilss.46 No son, desde luego, los únicos pero son los más característicos teóricos de la traducción de la década de los setenta. Wolfram Wilss, por ejemplo, desde su puesto en el Instituto de intérpretes y traductores fundado a fines de 1974 en Saarbrücken, en la Universidad del Sarre (Saarland) dio carta de ciudadanía a la traducción, como lo había hecho ya Catford, como una rama de la lingüística aplicada en tiempos en que la lingüística aplicada en los países anglohablantes prefería ocuparse casi exclusivamente de la enseñanza de lenguas, como lo muestra la muy difundida Introducción a la lingüística aplicada de Pit Corder.

Un hecho que se desprende de lo anterior y que es importante consignar, así sea de pasada, es que la teoría de la traducción, por la naturaleza misma de su objeto de estudio, parece destinada a seguir siendo durante mucho tiempo de corte comparatista y centrada en la estilística. El comparatismo y la estilística, en efecto, le han dado hasta ahora sus mejores momentos y confirman uno de los postulados que se van abriendo paso penosamente. A s a b e r l a tra d u c tib ilid ad o in traductib ilidad son más tex tu a le s que lin g ü ís ticas . Una de las consecuencias más inmediatas del desarrollo de estos estudios es, en primer lugar, la consecuente evolución y di versificación

44. “Vives y el problema de la traducción”, en Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje. Estudios de historia de la lingüística, Madrid, Gredos, 1977, pp. 86-101.

45. “Lo erróneo y lo acertado en la teoría de latraducción”, en El hombre y su lenguaje. Estudios de teoría y metodología lingüística, Madrid, Gredos, 1977, pp. 214-239.

46. Cfr. Wolfram Wilss, Übersetzungswissenschaft. Probleme und Methoden, Stuttgart, Ernst Klelt, 1977; K. Reiss, Móglichkeiten und Gremen der Übersetsungskritik. Kategorien und Kriterien fiir eine sachgerechte Beurteilung von Übersetzungen, München, 1971.

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de las llamadas ciencias del lenguaje en pos del habla: tras cincuenta años de reinado de una lingüística de la lengua de tipo sincrónico y de filiación estructuralista, la reflexión lingüística se lanza tras el habla a lomos de disciplinas como la estilística, las lingüísticas del texto, la pragmática, la semiótica, la “nueva retórica” o la misma lexicología.

El otro brillante ejemplo de esta tendencia hacia la lingüística del habla es la semiótica.47 Se trata de reflexiones que empezaron en territorios muy diferentes y con intereses muy variados pero que terminaron por centrarse en el habla, en el sentido de tipo de discurso: una corriente, por ejemplo, empieza en torno a los relatos y termina por solidificar una vertiente de la semiótica, disciplina que aunque formulada inicialmente por Saussure con otras tareas, se fue fortaleciendo con reflexiones de varias partes. Una aportación impor­tante fueron las intuiciones de Charles Sandes Peirce, por ejemplo. Entre el cúmulo de proyectos de semiótica que se han ido proponiendo a lo largo del siglo XX, sobresalen en efecto tres que, de hecho, se han convertido, en la actualidad, en importantes corrientes de la semiótica: una semiótica norte­americana, una semiótica francesa heredera del proyecto saussureano y una semiótica rusa.

De los tres proyectos, los dos últimos se han convertido, de una u otra manera, en reflexiones profundas sobre el discurso. Así sucede, en efecto, con el proyecto de semiótica formulado por Ferdinand de Saussure, desarrollado sucesivamente por Erik Buyssens, Luis Hjelmslev, Roland Barthes, Algirdas Julien Greimas y Umberto Eco, sobre todo.48 Lo mismo pasa con la reflexión semiótica heredera del formalismo ruso y del Círculo lingüístico de Praga, que podríamos llamar rusa. Por lo demás, la semiótica rusa, como se sabe, tiene sus propios abrevaderos: se la hace nacer hace más de cien años en las investigaciones del gran filósofo ruso A. Potebnaj interesado en el aspecto sígnico del lenguaje. A partir de entonces, se ha ocupado, hasta principios de la década de los setenta, del vasto territorio de las tradiciones populares, la lingüística y la crítica literaria, a lomos del formalismo ruso, primero, y del Círculo de Praga, después. Como ejemplo de las leyes semióticas emanadas

47. Para una exposición más detallada de la reflexión de la semiótica que desemboca en el estudio del discurso, véase mi l ibro En pos del signo. Introducción a la semiótica, op. cit.

48. Para ver la lucidezy celeridad con que ésto tiene lugar, puede leerse Los límites de la interpretación de Umberto Eco, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, pp. 23 y s s ., en donde muestra cómo se fue abriendo paso la perspectivadel lector dando por resultado un radical cambio en el estudio del texto en la llamada teoría de la recepción, sobre laque volveremos más adelante.

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de las tesis del 29 podemos mencionar la que dice que cualquier sistema semiótico está sujeto a leyes semióticas generales cuyos códigos siempre están atados a comunidades históricas.

A partir de los sesenta, sin embargo, tuvo lugar un fuerte movimiento semiótico cuyos objetivos más importantes son los siguientes: convertir los antiguos principios del formalismo ruso en una auténtica ciencia literaria; alcanzar rigor científico con la inclusión de métodos de análisis más exactos como la teoría de la información; mantener una apertura interdisciplinaria en que, al coexistir las diferentes corrientes semióticas, se puede ver la cultura como una variedad de sistemas de signos; no sólo la literatura sino cualquiera de los sistemas semióticos de que se compone una cultura es un objeto semiótico: cualquier fenómeno cultural es susceptible de ser estudiado por la semiótica.49

A las mismas conclusiones nos conduce una mirada echada sobre la pragmática, disciplina a la que se suele encargar el estudio de las relaciones entre significantes y usuarios y, más específicamente, el estudio del empleo de signos por los seres humanos en sus diferentes maneras de relacionarse. Sin embargo, dentro de este ámbito, se pueden distinguir al menos tres direcciones en la actual pragmática. Se la puede entender y se la entiende, en efecto, tanto como una doctrina del empleo de los signos, que como una lingüística del diálogo y aún como una teoría del acto de habla.50

Lo dicho: la segunda mitad del siglo, por el contrario, está llena de propuestas de una lingüística del habla cuya necesidad51 es perceptible en

49. Véase nuestro libro En pos del signo, op. cit.50. Véase Brigitte Schlieben-Lange, Pragmática lingüística, versión española de Elena Bombín, Madrid,

Gredos, 1987, p. 12. Esta obra revisa la bibl iografía que sobre pragmática circulaba hasta 1975. Como tipo de una corriente de pragmática actualmente en boga, los Elementos de pragmática lingüística de Alain Berrendoner (Barcelona, gedisa, 1987) sostienen la firme convicción de que “no es posible representar en conceptos generales laenunciación de un enunciado, sin definirla como totalidad del hecho de la comunicación verbal, es decir, sin aceptar representar algunos de esos functivos hasta ahora considerados como no pertinentes: gestos y normas sociales, especialmente”, (p. 27) En las reflexiones pragmáticas, han tenido un lugar preponderante las reflexiones tanto de John L. Austin (Cómo hacer cosas con palabras, primera reimpresión, Barcelona, Ed. Paidós, 1988) como John Searle (Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1980). Sobre ellos regresaremos más adelante cuando nos ocupemos de clasificar nuestro corpus.

51. Eugenio Coseriu es, como he señalado, uno de los primeros en reflexionar sobre este temaen su estudio “Determinación y entorno dos problemas de una lingüística del hablar”, aparecido por primera vez en Romanistisches Jahrbuch (VII, 1955-56, pp. 29-54) y publicado luego en Teoría del lenguaje y lingüística general, op. cit., pp. 282-323. De hecho, la necesidad de una lingüística del habla había sido yatanto por discípulos de F. de Saussure, cual Charles Bally, como en los terrenos de la filosofía del lenguaje, en el empirismo lógico, donde se hablaba hacía ya largo tiempo de los speech acts de

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las diferentes disciplinas que han surgido o se han consolidado a partir de la década de los setenta como la sociocrítica, las semióticas, la pragm ática52 y, sobre todo, las lingüísticas del texto.

E l c o n c e p t o d e “ d i s c u r s o ”

En nuestra investigación empleamos el vocablo “hablar” en el sentido, ya mencionado, de “variedad de lengua” que, como decía, está tan cerca del vocablo “discurso” término que, para efectos prácticos, se le suele usar como sinónimo suyo pese a ser, como se sabe, uno de los más polisémicos de la lingüística contem poránea.53 Por lo general, una prim era acepción de “dis­curso” es la que asume el vocablo “en el sentido de lenguaje puesto en acción, realizado, efectuado, en el sentido de la actualización concreta de la lengua (sin.: habla)” .54 Según Dominique Maingueneau, ésta es la acepción más frecuente del vocablo en el seno de la lingüística estructural.55 Empero, cuando aquí hablamos de “discurso lapidario” damos al término “discurso” un m atiz distinto: no estamos interesados en el sujeto de la enunciación sino en las características textuales del enunciado tomado, de cualquier modo, desde una perspectiva transfrástica. El énfasis está puesto en el texto no en el hablante. En la terminología de John L. Austin,56 estamos interesados tanto en las dimensiones “ ilocucionaria” como “perlocucionaria” del acto lingüísti­co: no en la simple dimensión “ locucionaria” . Por ello, aunque fundam ental­mente sinónimos, empleamos el vocablo “discurso” para recalcar este matiz.

Esta sería una acepción muy general, sin embargo, y para llegara ella no hubiera sido necesario ningún recorrido histórico. Aunque, sin duda, si entendemos por “discurso” simplemente “el lenguaje puesto en acción, la

que trata, por ejemplo, el libro Actos de habla de John Searle (Madrid, Cátedra, 1980). Puede verse, igualmente, el libro de Brigitte Schlieben-Langue, Linguistische Pragmatik (Stuttgart, Verlag W. KohlhammerGmbH, 1975) cuya versión en español citamos en la bibliografía.

52. Cfr. Brigitte Schlieben-Lange, Linguistische Pragmatik, op. cit.53. Sobre esta cuestión puede verse la discusión y las observaciones hechas por Dominique Maingueneau

en Iniciation aux méthodes de / ’analyse du discours (Paris, Hachette, 1976). Maingueneau encuentra que el término “discours” tiene seis acepciones diferentes entre los lingüistas y teóricos contemporáneos de la literatura.

54. Jean Dubois y otros, Diccionario de lingüística, Madrid, Alianza Editorial, 1979, p. 200.5 5. Marc Angenot en su 1 ibro La parole pamphletaire. Contribution a la typologie des discours modernes

(Paris, Payot, 1982) emplea, por ejemplo, el término “parole” como sinónimo de “discours".56. Op. cit.

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lengua asumida por el sujeto que habla” ,57 ciertamente, son indudablemente “discurso” los refranes y, en general, esas minúsculas piezas que tantas virtudes tienen. Ya el diccionario de Dubois ha observado que es distinto el empleo de esta acepción entre los hablantes de lengua española que entre los de lengua francesa. Que en lengua francesa “se ha visto favorecido por la sustitución de la oposición saussureana, langue etparole (lengua y habla), incómoda por la polisemia de este último elemento, por la de langue et discours (lengua y discurso) realizada por G. Guillaume” .58

Sin embargo, no se pueden dejar de lado, así como así, las otras acepciones del término. Desde luego, nos interesa una segunda acepción, quizás más en boga que la anterior, según la cual discurso viene a ser sinónimo de “enunciado” cuando se lo define como “una unidad igual o superior a la oración; está formado por una sucesión de elementos, con un principio y un final, que constituyen un mensaje” .59En esta segunda acepción el énfasis no está puesto en el sujeto sino en el texto mismo considerándolo en forma aislada. Aunque M ainguenau mencione el hecho de que un enunciado puede ser “trasoracional” y, por tanto, en esta segunda acepción “discurso” significaría un texto de índole transoracional,60 de hecho su énfasis está puesto en su carácter de enunciado.

Primariamente, se suele llamar enunciado a cualquier sucesión finita de palabras emitida en forma oral en una lengua histórica cualquiera por uno o varios hablantes, antecedida y seguida por un periodo de silencio. Por tanto, un enunciado puede estar constituido por una o varias oraciones, puede ser gramatical o agramatical, significar algo o no. Hay enunciados literarios, polémicos, didácticos, hablados, escritos. Según el diccionario de Dubois,

En lingüística distribucional, el enunciado es un segmento de la cadena hablada de longitud indeterminada, pero claramente delimitado por marcas formales: inicio del habla de un locutor tras un silencio durable o tras el cese de la alocución de otro locutor, cese del habla seguida del comienzo de otro locutor o de un silencio durable[...] Pero un discurso de dos horas, ininterrumpido, también es un enunciado.61

57. Renato Prada Oropeza, El lenguaje narrativo. Prolegómenos para una semiótica narrativa, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 1991, p. 42.

58. Op. cit., p. 200.59. Jean Dubois y otros, op. cit.60. Op. cit., p. 15.61. Diccionario de lingüística, op. cit., pp. 227-228. Desde luego, este mismo diccionario nos recuerda

que existen otras tres acepciones en boga del término “enunciado”: sinónimo de “oración”,

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Hay, empero, una tercera acepción que quizás domina en el medio de las ciencias del lenguaje y de la cual, ciertamente, no se puede prescindir siempre que se hable de discurso no importa si se lo asume en el mismo sentido que habla. Me refiero a la idea de que un discurso es todo enunciado que consta de más de una oración. El vocablo “discurso”, entonces, designa un texto transoracional. Dubois describe esta tercera acepción del término en palabras que, estrictamente, la hacen equivaler a la segunda; en efecto, “discurso” es lo mismo que “enunciado” a condición que se entienda por enunciado un texto de más de una oración.62

Esta aparente ambigüedad y aún contradicción, sin embargo, tiene su explicación. Como en el caso del vocablo parole, también el término discours ha sufrido modificaciones y deslizamientos semánticos al ritmo de los nuevos intereses epistemológicos en el campo de las ciencias del lenguaje. En el caso del vocablo discours, el parteaguas es planteado por las corrientes interesa­das en el análisis del discurso. Como en el caso del vocablo parole, este cambio de paradigma tuvo lugar en la década de los cincuenta y forma parte del ya m encionado múltiple interés en una lingüística de la parole. Sólo que el vocablo “discurso” es asumido aquí en una acepción muy concreta; se trataba de ir más allá de la frase,63 de estudiar series de oraciones: se trataba, en suma, de una lingüística transfrástica en donde el término “discurso” significaba lo mismo que secuencia de oraciones. A este respecto, son significativos los trabajos de Zellig S. Harris, célebre después por haber dirigido la tesis a Noam Chomsky.

Jean Caron señala, sin embargo, tres características que debe satisfacer una secuencia de oraciones para poder ser denominada discurso. En primer lugar, la “puesta en relación” entre los enunciados del conjunto. Esta puesta en relación se refiere al hecho de que “un enunciado no está nunca aislado, remite a otros enunciados — reales o virtuales— que le dan su sentido o definen su función: presuposiciones, remisiones anafóricas, isotopías, etc.

significado de una serie de oraciones o de una oración, sinónimo de “discurso” en expresiones como “análisis del discurso”. Una simple comparación entre los esquemas léxicos, entre dos diccionarios o dos autores de dos tradiciones lingüísticas diferentes, relativos a términos como “enunciado”, “discurso”, “habla” y “texto" nos convencen enseguida de lo inestable del léxico en estos dominios y de la consiguiente necesidad de excursiones terminológicas como la que aquí hacemos.

62. Jean Dubois. Diccionario.... op. cit.. p. 201. Esta imprecisión terminológica muestra también, por si hiciera falta, la gran fragilidad de términos como los que aquí analizamos.

63. A ella se había dedicado la lingüística emparentada con Ferdinand de Saussure: en la primera mitad de este siglo se trataba de una lingüística frástica.

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señalan estas relaciones” .64 En segundo lugar, un discurso es un proceso. No sólo hay una relación entre los enunciados que conforman un discurso, sino que el discurso “se desarrolla en el tiempo, de forma orientada” y adopta el esquema de una sucesión de transformaciones consistentes en el paso de un estado a otro, y así sucesivamente.65

De hecho, en el seno de la semiótica literaria, se ha propuesto como estructura de todo texto una secuencia de estados y/o cambios que conforma una especie de narratividad, aunque de índole distinta a la narratividad de carácter cronológico. La semiótica greimasiana, por ejemplo, extiende la narratividad a estructuras en discursos no narrativos. Ello quiere decir que la narratividad, definible como la sucesión de estados y/o de cambios de estado, no es sólo prerrogativa de los textos organizados en torno al tiempo. Ello quiere decir, por otro lado, que también estructuras de tipo espacial pueden tener y de hecho tienen sus formas de narrati v idad. Se trata de una narratividad organizada por principios distintos a los de la concatenación cronológica. Se le suele llamar narratividad generalizada y considerarla como principio organizador de todo discurso. Se puede decir que son los estilos descriptivo y discursivo los que más adoptan esta narratividad generalizada.66

La tercera característica que deben tener las secuencias de enunciados para que sean discurso sería, según Caron, que tales enunciados estén ordenados entre sí de tal manera que haya una progresión entre ellos hacia un objetivo. La presencia de un objetivo manifiesto o no como cohesionador del discurso lo presenta como un sistema abierto que se va haciendo mientras fluye:

En efecto, el discurso es un acto, y como tal, corresponde a una “intención”: sin que sea preciso emitir hipótesis sobre el status psicológico de esta última, nos limitaremos a considerarla tal como se presenta en el discurso — como lo que funda, en último análisis, su unidad.67

Empero, si dejamos las cosas en el punto hasta el que hemos llegado, nos hemos creado un serio problema que urge discutir, al menos. Por un lado, hemos convenido en que usaremos indistintamente los términos parole y

64. Jean Caron, Las regulaciones del discurso. Psicolingüística y pragmática del lenguaje, versión española de Chantal E. Ronchi y Miguel José Pérez, Madrid, Gredos, 1989, pp. 119-120.

65. Jean Caron, op. cit., p. 120.66. Grupo de Entrevernes, Análisis semiótico de los textos. Madrid, Ed. Cristiandad.67. Jean Caron, op. cit., pp. 119-120.

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discours en el sentido, simplemente, de la acción de hablar o actualización concreta de una lengua histórica; por otro, hemos dicho que discurso nos dice más que habla en la medida en que lo que aquí nos importa resaltar no es el sujeto hablante sino las formas y demás características del discurso mismo. Se trata, pues, de una parole que es más bien un discours. Y puesto que de discurso hablamos, se trata de una manera concreta de hablar cuya naturaleza es más de tipo transoracional que oracional amén de suponer una estructura relacional en la que tiene lugar un proceso tal que su desarrollo supone la intención de “avanzar” hacia un objetivo. Pero si esto es así, ¿por qué llamar “discurso” a un texto que se caracteriza, precisamente, por su brevedad y que, por lo común, no es de índole transfrástica? ¿Cómo llamar a un texto así? ¿Qué queremos decir, entonces, cuando hablamos del discurso lapidario? En último término, lo que ahora nos interesa aclarar es la pregunta:

¿ES EL REFRÁN UN “ DISCURSO” ?

Si como dijimos arriba, nos proponemos exponer las características del discurso o hablar lapidario a partir del refrán, que suponemos paradigmático de dicho hablar, tal cual se le encuentra en el refranero mexicano, hemos de preguntarnos hasta dónde y en qué sentido podemos llamar “discurso” a estos pequeños textos que, por lo general, no pasan de una oración y no cumplen, por tanto, con los requisitos, arriba esbozados, que debe satisfacer un texto para que pueda dársele el nombre de discurso: transoracional, de estructura relacional, en la que tiene lugar un proceso, que suponga la intención de “avanzar” hacia un objetivo. Los textos, punto de partida para nuestra teoría del discurso lapidario, son ciertamente lapidarios pero no se les puede llamar “discurso” al menos en este último sentido.

Desde luego, se les puede llamar “discurso” en los dos primeros sentidos del vocablo arriba señalados. A saber: en el sentido de lenguaje en acción, como sinónimo de habla; y en el sentido de enunciado. En ambos sentidos, los refranes en sí mismos pueden ser llamados, con todo derecho, no sólo "discurso” sino “discurso lapidario” . Nuestra investigación, por tanto, realiza parte de sus análisis en pos de una teoría del discurso lapidario en los refranes considerados en sí mismos. Por ejemplo, estudiamos sus caracterís­ticas formales: rima, ritmo, aliteraciones, léxico, estructuras y cosas así. De este tipo de análisis deducimos las características de lo que podría ser llamado el estilo lapidario.

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Del hablar al discurso

Sin embargo, no es éste el único alcance que queremos dar a nuestra búsqueda. Bajo la expresión parole lapidaire queremos abarcar cualquier tipo de discurso, grande o pequeño, que presente las características formales y discursivas que derivaremos del refrán mexicano, asumido sólo como paradigma del discurso lapidario. En otras palabras, el discurso lapidario que nos interesa no se reduce a los refranes, aunque nuestra reflexión al respecto se base en ellos. La lapidariedad, en efecto, es una propiedad de varios tipos de discurso que se realiza en grado sumo y de forma paradigmática en los refranes.

¿En qué sentido, entonces, se puede hablar de discurso lapidario? Por principio de cuentas, en dos sentidos. En primer lugar, en la medida en que los refranes aportan la cuota de lapidariedad a los textos mayores en los cuales se insertan; en segundo, en la medida en que los refranes sólo funcionan en discursos más grandes: nunca funcionan solos. En ambos casos, el vocablo “discurso” es asumido en su sentido transfrástico. De acuerdo con el primero, hablamos de los discursos en cuyo interior funcionan refranes y los llamamos “discurso lapidario” en cuanto echan mano de la lapidariedad. Lo que nos interesa estudiar, en este caso, son los mecanismos de inserción que, como están las cosas, son, ni más ni menos, que los mecanismos de lapidariedad discursiva: esquema emblemático, inserción ya sea entimemática ya fonética, de los que hablaremos más adelante.

En el segundo caso, estamos frente a la característica discursiva más importante de los refranes: son textos parásitos. Su única manera de funcionar, discursivamente hablando, es insertándose en discursos mayores mediante alguno de los mecanismos que acabamos de mencionar. El funcionamiento textual del refrán sólo se da, en una hipotética gramática del discurso, en el seno de un discurso mayor. En otras palabras, el funcionamiento textual del refrán no es sino discursivo en el sentido transoracional del vocablo. Esa es, desde otro punto de vista, una de las características del discurso lapidario.

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EL HABLAR LAPIDARIOII

E l v o c a b l o “ l a p id a r io ”

A guisa de hipótesis, calificamos de “ lapidario” un tipo de discurso cuyas características nos hemos propuesto resaltar a partir de nuestro corpus de refranes mexicanos. Se trata, en este capítulo, de explicar lo que por “discurso lapidario” entendemos. Desde luego, pese a que no es raro oír hablar del “estilo lapidario”,1 en las tipologías de los discursos no se menciona para nada ningún “discurso lapidario” . El vocablo “ lapidario”, por lo general, tanto en el francés actual como en el español, se usa para otras cosas, como se verá más abajo. Ello, sin embargo, sólo significa que el discurso lapidario no ha sido estudiado, no que no exista. ¿Qué significa el adjetivo “ lapidario” aplicado a los ya conocidos vocablos “habla” o “discurso”? En suma, ¿qué significa nuestra expresión “hablar lapidario”?

La palabra “ lapidario”, en latín “lapidarius”, como todas las palabras que terminan en -arius, indica tanto el oficio, cuando se trata de personas, como la cualidad, cuando se trata de cosas. Lapidarius era llamado, pues, tanto el tallador de piedra como todo aquello que tenía algo que ver con piedras. El francés actual distingue el uso del vocablo como sustantivo de su uso como adjetivo: el sustantivo se refiere exclusivamente a cosas relaciona­das con las piedras que nada tienen que ver con el discurso. Designa, en efecto, tanto al tallador profesional de piedras preciosas y finas especializado sea en diamantes sea en otras gemas, como al que comercia con este tipo de

1. Por ejemplo, la vigésima primera edición del Diccionario de la lengua española, editado por Real Academia Español a, (Madrid, Espasa-Calpe, 1992, adloc.), habladel “estilo lapidario” aunque por ello entiendael estilo de las inscripciones en lápidas; presenta, sin embargo, como tercera acepción, el uso figurado del término de esta manera: “dícese del enunciado que, por su concisión y solemnidad, parece dignu de ser grabado en una lápida”. Y agrega: “úsase con frecuencia en sentido irónico”. Le petit Larousse grandformat (Paris, Larousse, 1993), por su parte, hablando de expresiones como formule lapidaire y refiriéndose, por tanto, al estilo dice: d ’une concision brutale.

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El hablar lapidario

productos o a la muela utilizada para pulir piedras. Ése erael nombre también que en la Edad Media se daba a un célebre tratado sobre las virtudes mágicas y medicinales de las piedras preciosas. Nada, por tanto, que tenga que ver con el discurso.2

Es el uso adjetivo del vocablo el que consagra, en el francés actual, sus dos acepciones a cuestiones que podrían considerarse como discursivas. En la primera de ellas, en efecto, designa como lapidarias a las expresiones “d ’une concision brutale”. En ese sentido, por ejemplo, se habla de una formule lapidaire. Sin embargo, el mencionado diccionario Larousse no da mayores explicaciones sobre las características textuales que deben tener estos textos: sólo menciona la concisión. El francés contemporáneo también emplea el adjetivo lapidaire, empero, para designar genéricamente todo lo relativo a piedras preciosas y, en general, a todo lo que se refiere a la piedra. De esta manera, la expresión inscription lapidaire no significa una inscrip­ción concisa sino, simplemente, una inscripción grabada en piedra.3

De los dos, lo que aquí nos interesa, desde luego, es el uso adjetivo de la palabra lapidaire. Sin embargo, de ese uso adjetivónos interesa sólo loque tiene que ver con el discurso. La relación del vocablo “ lapidario” con el discurso es muy antigua y tiene que ver, desde luego, con el arte latino de grabar inscripciones en piedras. Aunque sea sólo por el hecho de que tanto el vocablo español “ lapidario” como el francés lapidaire provienen, como se ha dicho, del vocablo latino lapidarius, nos interesa referirnos sólo a la historia latina del vocablo a sabiendas de que el arte de escribir en piedra sea mucho más antiguo y haya tenido origen en otras culturas.4

En efecto, una de las acepciones más tempranas de la palabra latina lapidarius es la que designaba lo escrito sobre una piedra como los epitafios: el Satyricon de Petronio habla de las lapidariae litterae para significar las letras impresas en piedra. Es fácil constatar que Lapidarius es una palabra muy frecuente en la obra de Petronio.5 Se puede decir que en este uso la palabra lapidarius es una palabra del latín vulgar.6

2. Cfr, Le petit Larousse grandformat, op. cit., ad loe.3. Ibid.4. Más adelante, en cambio, cuando hablemos del estilo lapidario mencionaremos otras vertientes de la

tradición lapidaria.5. Agustín Blánquez Fraile, Diccionario latino-español español-latino, Barcelona, Ed. Ramón Sopeña,

1988.6. Cfr. Veikko Vaanánen, Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos, 1971,pp. 142yss. En el caso

del español, la palabra “lapidario” se encuentra consignada ya en el Universal Vocabulario en latín y en romance publicado en Sevillaen 1490.

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El hablar lapidario

D i s c u r s o e p i g r á f i c o y e s t il o l a p i d a r i o

Según acabamos de ver, el estilo lapidario remitía primeramente a laescritura de las inscripciones latinas. En una primera acepción, por tanto, lo que se llamaba “estilo lapidario” era, ni más ni menos, que el estilo epigráfico.7 Aunque poco o nada tiene que ver con lo que ahora significa la expresión “ lapidario” y que aquí nos interesa, hemos de decir que el origen de algunas de las características textuales de lo lapidario provienen de esos viejos textos escritos en piedra. Ello equivale a decir que lo que aquí llamamos discurso lapidario tiene dos tipos de características, formales unas y discursivas otras, de las cuales algunas de las primeras se encuentran ya en el discurso epigráfico en tanto que las discursivas vienen de otra parte.

La tradición epigráfica es muy antigua, rica y variada. Entre los más antiguos y célebres textos grabados en piedra tenemos el Código de Hammurabi, el famoso sexto rey de la dinastía amorrea de Babilonia quien gobernó en el siglo XVIII antes de nuestra era. Como se sabe, Hammurabi difundió su famoso código mandándolo imprimir en estelas de piedra que repartió en las principales ciudades de su imperio. Afortunadamente, una de esas estelas, hecha de diorita negra, fue descubierta en Susa (Irán) en el invierno de 1902-1903 por una misión arqueológica francesa dirigida por J. de M organ.8 Hoy se encuentra, como se sabe, en el Museo del Louvre.

Empero, el origen del estilo lapidario no está sólo ligado al hechode haber tenido poco espacio por tratarse de textos escritos en piedra, sino también por el hecho de haber sido textos, como los legales, los que con alguna frecuencia se grabaron en piedra. Esta tradición pasó intacta a la iconografía occidental

7. Empleamos esta expresión para referimos al estilo que, con el tiempo, adoptaron los textos grabados en algún material duradero: piedra, madera o metal. Como bien se sabe, el adjetivo “epigráfico” es un vocablo derivado de “epígrafe” o epigraphe como llamaban los griegos alas inscripciones o títulos que se imprimían en los templos, arcos de triunfo, obeliscos, estatuas o lugares parecidos. Se trataba siempre de una escritura excepcional en la medida en que tenía, fundamentalmente, fines anamnésicos. De allí se derivó, por ejemplo, el término “epigrafía” para designar la disciplina que se ocupa de estudiar las inscripciones grabadas sobre materiales durables. Epigrafista, en cambio, se llama al especialista en epigrafía.

8. Cdt/zgo de//flwwwraó/, edición preparada por Federico Lara Peinado, Madrid, EditoraNacionafpp. 19 y ss. Hubo otros casos famosos tanto de inscripciones como de desciframientos. Cito sólo el también célebre caso de la piedra de Roseta como se conoce a la gran losa de basalto negro que, empotrada en el muro de un fuerte árabe de Roseta, fue hallada por un soldado francés del ejército de Napoleón que por ese 1799 andaba de campañaen Egipto: la piedra tenía grabada una inscripción incompleta que, como se sabe, tras haber fracasado el médico inglés Thomas Yung, fue descifrada por Jean-Frangois Champollion. Véase Emil Nack, Egipto y el Próximo Oriente en la Antigüedad, Barcelona, Labor, 1966, pp. 80 y ss. Nack cita otros ejemplos de inscripciones.

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bajo la figura de Moisés, el legislador hebreo, con las piedras de la ley en las manos. Como veremos más adelante, varias de las características de los textos legales aún funcionan en nuestros textos paradigma.9

En la epigrafía latina, la directamente relacionada con nuestro vocablo “ lapidario” , había cuatro tipos de inscripciones: las inscripciones sagradas que por lo general servían de complemento a monumentos religiosos y cumplían en ellos la función de dedicatoria. Un segundo tipo de inscripciones latinas eran las inscripciones de honor que, como su nombre lo indica, estaban destinadas a rendir homenaje a algún personaje. En tercer lugar vienen las inscripciones históricas que tenían la función de inmortalizar o conmem orar algún hecho notable. Finalmente, las inscripciones eventuales que recordaban fiestas solemnes, exequias famosas, reuniones de poetas.

El estilo epigráfico había adquirido entre los latinos con el tiempo una serie de características propias que son muy importantes para dilucidar el estilo lapidario. Unas de ellas se refieren al discurso en cuanto tal; otras, en cambio, se refieren a aspectos formales. En relación con lo primero, cabe señalar, desde un principio, que el esti lo epigráfico tenía como característica más importante la,c\añdadoperspicuitas\además, supuesta una tipología del discurso, el discurso epigráfico ocupaba un lugar intermedio entre el discurso oratorio y el poético: acepta audaces expresiones poéticas consistentes, principalmente, en figuras tanto de palabras aisladas como de grupos de palabras, como la prosopopeya, exclamación, apostrofe, el ruego.

Cabe señalar, con respecto a lo anterior, que pese a la aparente libertad que el uso de figuras retóricas podría hacer suponer, el discurso epigráfico estaba sumamente codificado: sólo se podía escoger figuras dentro de un reducido paradigma. Por lo demás, combinaba el uso de figuras poéticas con una parquedad austera y una gran mesura. El paradigma de figuras empleadas en el discurso epigráfico muestra una propensión hacia la dramaticidad; la austeridad discursiva, en cambio, muestra algunas de las afinidades entre el discurso epigráfico y el discurso lapidario, su sucesor. El léxico del discurso epigráfico solía estar tomado de los clásicos.

9. La arqueología nos puede proporcionar muchísimos ejemplos que nos permitirían reconstruir la tradición epigráfica. Sin embargo, para nuestra investigación bastará con señalar la gran antigüedad, variedad y riqueza de esta tradición epigráfica. No es oportuno cargar este texto con referencias bibliográficas del mundo de la arqueología. Las hay abundantes. Cito sólo, a guisa de ejemplo, de Raymond Bloch y Alain Hus, Les conquétes de l ’archéologie, Paris, Hachette, 1968.

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Había, además, una serie de características formales que debían cumplir las inscripciones latinas. En primer lugar, el discurso epigráfico era muy tradicional: le gustaba imitar los modelos más antiguos a no ser que su sabor arcaizante fuera muy marcado; además, tenía propensión a usar letras antiguas. En cuanto a la estructura del escrito, hacían sobresalir el nombre del destinatario de la inscripción; separaban con puntos cada palabra excepto los vocablos que se encontraban al final de cada verso; en la división de los versos había que preservar, sobre todo, la claridad del sentido. La magnitud de la inscripción debía corresponder a la magnitud y grandeza del monumento. En las inscripciones religiosas, primero se ponía la deidad o personaje a quien se dedicaba la inscripción; luego se indicaba el nombre de quien la dedicaba y la causa; finalmente, venía la fecha.

Entre las inscripciones de honor se distinguían dos clases: los epitafios y los elogios. En ambos casos, estaba muy codificada la estructura de la inscripción. En los epitafios, venía en primer lugar la consagración a la divinidad con una fórmula ya hecha; seguía luego la mención de la muerte o sepultura en un lenguaje más poético y elegante; a ello seguía el nombre del difunto con sus honores y cargos; no se sol ía contar su vida a no ser en forma muy breve; se ponía después el día de su muerte y su edad, con algún saludo: para todo esto se d ispon ía de un cerrado acervo de expresiones ya codificadas al respecto. Finalmente, se indicaban los autores del monumento, la fecha y alguna breve sentencia o algún poema como si hubieran sido pronunciados por el difunto. De la misma manera sucede ahora, entre nosotros, con las esque­las, las participaciones de bautismo, de primera comunión o de matrimonio.

Las inscripciones elogiosas o panegíricas, por su parte, solían tener la siguiente estructura: empezaban con el nombre de la persona a quien se dedicaban; seguía el nombre de batalla o apodo deducido de la mayor hazaña o, en su defecto, el nombre del cargo; en forma de aposición, venía luego una selecta mención de sus virtudes o hechos notables que se quieran inculcar a la posteridad. Finalmente, se indicaba el nombre de quien mandaba hacer el monumento.

Por inscripciones históricas se suelen entender aquellas inscripciones cuyo propósito es preservar para la posteridad alguna hazaña ya civil, ya profana; destacar la realización de alguna obra pública; o indicar los límites de algún territorio. Las reglas estructurales y discursivas por las que se solían regir son análogas a las de los tipos anteriores: nombre del héroe seguido de una mención de la hazaña en una fórmula lapidaria como el ablativo absoluto,

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mención de la obra motivo de la inscripción y, finalmente, indicación del mecenas. Las inscripciones para señalar los límites de tierras, obviamente, van al grano y tienen y carecen de los elementos que se señalan para las inscripciones conmemorativas. Lo mismo hay que decir de las inscripciones eventuales. Este tipo textual floreció mucho entre nosotros no sólo en monumentos sino en las portadas de las tesis: la Universidad de México produjo, durante el período novohispano, una gran cantidad de inscripciones que seguían estas mismas reglas.10

Que en la actualidad han cambiado las cosas, lo muestra el ya citado Petit Larousse quien coloca como primera acepción del término lapidaire la referencia al discurso: “de una concisión brutal” y pone como ejemplo la expresión “fórmula lapidaria” . Aquí, cuando hablamos de textos lapidarios queremos decirtextos “brutalmente concisos” . En efecto, el estilo lapidario de las inscripciones no corresponde, ciertamente, al estilo lapidario de los textos sentenciosos que nos ocupan. Sus funciones discursivas son, como se ha dicho, diferentes. Lo que hoy día se quiere designar con la expresión “discurso lapidario” es la lapidariedad sentenciosa no laantigua lapidariedad de tipo epigráfico. Por tanto, cuando aquí hablamos de discurso o habla lapidaria, nos referimos a la lapidariedad sentenciosa.

Sin embargo, como ya se ha señalado, el estilo epigráfico es una etapa anterior de este estilo lapidario que aquí nos interesa. Por un lado, en efecto, el estilo lapidario es en alguna medida continuador del estilo epigráfico; pero, por otro, el estilo lapidario fue alimentado también en otros terrenos y tiene a sus espaldas otras tradiciones: formas diferentes de literatura sapiencial, la misma literaturajurídicay aún una literatura que podríamos llamar didáctica. En pocas palabras, diríamos que el estilo epigráfico aunque es lapidario por estar esculpido en piedras, no es lapidario desde el punto de vista discursivo. Es decirque el estilo lapidario de las inscripciones ciertamente no corresponde al de los textos sentenciosos que nos ocupan. Más aún, el estilo de las inscripciones carece de la propiedad fundamental del estilo lapidario que consiste en decir más de lo que enuncia.

10. He recopilado una gran cantidad de estas inscripciones que muestran bien cómo el estilo epigráfico sobrevivió y aún sobrevive en ámbitos académicos, por ejemplo, en donde todavía se cultivad latín. Por razones de inoportunidad e impertinencia omito cualquier mención ulterior sobre las características textuales de estas inscripciones. Para ejemplos y una idea más precisa de este estilo epigráfico véase Blas Goñi y Emeterio Echeverría, “Apendix secunda. De inscriptionibus latinis seu de stylo lapidario”, en Blas Goñi y Emeterio Echeverría, Gramática latina. 15" edición, Pamplona, Ed. Aramburu, 1963, pp. 384 y ss . , en quien me he apoyado para las anteriores observaciones.

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El hablar lapidario

Hay, por otro lado, otras propiedades características de los textos lapidarios que ciertamente no se encuentran en la textualidad epigráfica: por ejemplo, discursivamente, una inscripción es un texto autónomo, está dotada de independencia textual; nuestros textos lapidarios no lo son, según hemos de ver más adelante. Por tanto, la lapidariedad epigráfica es independiente, mientras que la lapidariedad que aquí llamaremos sentenciosa o gnome­mática, por razones que luego se darán, es parásita. Las funciones que ambos tipos de discurso tienen son, por lo tanto, también diferentes. Cuando aquí hablamos de discurso o habla lapidarios nos referimos a una manera de hablar breve, concisa, pesada, preñada de sentido, tajante, capaz de zanjar por sí m ism acualquierdiscusión y, portanto, lacónica. En lo sucesivo, llamaremos gnomemática a esta lapidariedad, objeto del presente ensayo; a ella hacemos referencia ya desde el título con la expresión “hablar lapidario” .

De l a s f o r m a s b r e v e s a l a l a p i d a r i e d a d g n o m e m á t i c a

En efecto, del corpus de refranes, objeto de nuestro estudio y punto de observación para documentar la lapidariedad hemos escogido un grupo que pertenece, desde el punto de vista discursi vo, a un tipo textual que podríamos llamar gnomemático. Los textos gnomemáticos son un subtipo de los textos gnómicos o lapidarios que son, a su vez, una variedad de las llamadas “formas breves” .11 Ello quiere decir que, desde el punto de vista de nuestro presupuesto, es el refrán el tipo textual que mejor realiza las funciones discursivas de lo que aquí llamamos las formas gnómicas o lapidarias;12 significa, también, que este funcionamiento gnómico o lapidario no es privativo del refrán. Nos interesa, sin embargo, estudiar el refrán en cuanto expresión privilegiada y paradigmática del discurso lapidario.

Independientemente de que más adelante nos ocupemos de nuestro corpus desde el punto de vista formal, es conveniente enfatizar que la lapidariedad está íntimamente relacionadacon la brevedad: una característica central de la lapidariedad es la brevedad y, como hemos dicho, el discurso lapidario es un subtipo de las formas breves. Es conveniente, entonces, que

i 1. Sobre esta cuestión pueden verse trabajos como los de Alain A. Montadon sobre las formas breves: Les formes breves, Paris, Hachette, 1992; igualmente. J.Heisteinet A. Montandon(éd.), Formes littérarires breves. Editions de EUniversité, Paris, Nizet, 1991; o bien la revista Tigre, de Grenoble, dirigida por Michel Lafon.

12. Para unaexposición detallada de laetimologíay evolución del vocablo reirán, véase el capítulo siguiente.

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El hablar lapidario

para penetrar más en la naturaleza del discurso lapidario nos asomemos un poco a lo que hoy se llama las “formas breves” : explorar brevemente los conceptos tanto de “forma breve” como de “form a” a secas, nos permitirá ahondar en el concepto de lapidariedad que aquí nos ocupa.

Por lo que hace al concepto de “forma”, cabe señalar que desde la Metafísica de Aristóteles,13 ha pasado a formar parte del acervo cultural ordinario de la cultura occidental sobre todo desde que la escolástica medieval incorporó el hilemorfismo a su reflexión.14 En la actualidad, es un vocablo muy polisémico. Por lo común, se llama forma a la apariencia o aspecto exterior de una cosa. Como se sabe, en teoría del texto el hilemorfismo fue introducido por Luis Hjelm slev.15 En literatura, el término “form a” se refiere a varias cosas: en una concepción hi lemórfíca, se entiende que un texto consta de forma y contenido en donde “forma” significa la m anera de expresar el contenido. “Forma” , en este caso, significa tanto la apariencia del texto como su organización. Por otro lado, en literatura tam bién se suele entender la forma como una característica de la enunciación. De esta manera y, siguiendo la term inología de John L. Austin, la palabra “form a” puede significar ya la enunciación performativa, ya la enunciación constati va .16 Un enunciado, por ejemplo, puede adoptar la forma de un mandato, un consejo o una simple declaración constatativa.

Una acepción del vocablo “forma” muy semejante a esa ha sido muy útil a la Formgeschichteschule. Por lo general, se ha asumido allí como forma una estructura textual a la que corresponde una función social práctica de tal manera que es la función la que determ ina los 1 imites y naturaleza de la forma: si el texto es una carta debe tener cierta forma en donde el término “form a” significa no sólo que debe tener cierta “estructura” sino que debe usar ciertas

13. Cfr. Metafísica de Aristóteles, edición trilingüe por Valentín García Yebra, segunda reimpresión de la segunda edición, Madrid, Gredos, 1990,999b 1 6 ,15a5,17b25,etc.

14. En realidad, suele llamarse hilemorfismo en la actualidad a la doctrina propuesta por el filósofo árabe Avicebrón (1020-1069) en su 1 ibro Fons Vitae según 1 a cual todo está compuesto de materiay de forma. Que Tomás de Aquino asume el hilemorfismo, puede verse fácilmente tanto en su Summa Theologica como en su Summa contra gentes. Esta doctrina fue central en la reflexión escolástica como puede verse en las Disputationes metaphysicae de Francisco Suárez, publicadas en Salamanca en 1597, en la imprenta de los hermanos Juan y Andrés Renaut (véase la edición de Gredos, Madrid, 1960). La disputación XV, en efecto, está destinada a la causa formal que empieza con la pregunta an dentur in rebus materialibussubstantiatesformae. Op. cit., tomo II, p. 633.

15. Prolegómenos para una teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, 1971.16. John L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidos, 1988; véase también John Searle,

Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1980.

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El. HABLAR LAPIDARIO

fórmulas. Este concepto de “forma” ha jugado un papel muy importante en la investigación bíblica desde el siglo pasado.17

Las formas de que habla la Formgeschichteschule son pequeñas estructuras textuales endurecidas que correspondían a situaciones concretas: se trata allí de textos, en algunos casos casi fórmulas, destinados a decirse en determinadas situaciones. Un saludo, por ejemplo, sería una de esas formas; pero también lo sería una bendición, un cántico ritual, una arenga, una leyenda. ¿Lo es un refrán? Está claro que el concepto de refrán que aquí empleamos, como se verá más adelante, es genérico: indudablemente, que el refrán es una forma pero el problema estriba en que hay muchas formas de refranes y para poder manejar esa realidad textual quizás sea mejor asumir el refrán como un género literario que se realiza en formas diversas: consejos, mandatos, recetas, declaraciones sentenciosas, exclamaciones, etc. Más adelante, al intentar una clasificación formal de los textos de nuestro corpus, regresaremos sobre estos conceptos. Sería necesario, pues, retomar el con­cepto de género.

¿Qué relación hay entre una forma y un género? Hay, en la actualidad, varias maneras de entender esa relación. Por ejemplo, se puede argum entar tanto en el sentido de que el término “ forma” es más extenso que el término “género”, como en el sentido exactamente opuesto: hay géneros que pueden realizarse históricamente en varias formas y formas que pueden estar cons­tituidas por varios géneros. Ejemplo de lo primero podría ser nuestro tipo textual, el refrán; como ejemplo de lo segundo, en cambio, tendríamos una carta que, como bien se sabe, sería una forma textual en cuya constitución podrían concurrir textos pertenecientes a distintos géneros: podría, por ejemplo, contener refranes, enseñanzas, relatos, etc., sin embargo, son posibles aún otras reláciones que no vamos a agotar aquí. Por ejemplo: los géneros, formas y fórmulas literarias pertenecen al mismo tipo de estereo­tipos textuales. En efecto, como se ha visto, la teoría de las formas se basa en el hecho simple pero importante de que existen diferentes estereotipos tanto en los textos orales corno en los escritos: maneras idénticas de reaccionar

17. Para unaexposición de este método y de este concepto de forma, puede verse el libro, hoy un clásico, de Klaus Koch, JK3s/'s/Forwgesc/7/c/7te(Neukirchen-Vluyn.NeukirchenerVerIagdesErziehungsvereins, 1967); su abundante bibliografía actualizada hasta mediados de la décadade los sesenta puede servir de punto de partidametodológico: como se sabe, esta metodoiogíaha sido empleada posteriormente por la sociocrítica a otros tipos textuales.

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El hablar lapidario

verbalmente ante situaciones idénticas.18 Por tanto, también en tipos textuales tan presuntamente dotados de libertad y creatividad, como la literatura, existen y funcionan los estereotipos. Prácticamente cada uno de los llamados géneros literarios es, de hecho, una forma fija y estereotipada. A estas codificaciones textuales en unidades fijas y estereotipadas la crítica les ha dado el nombre de formas literarias. Son de tres tipos según su magnitud: géneros, formas y fórmulas.

Si no fuera porque el uso permite esa gran variedad de funciones y de términos, se podría pensar que los géneros, como corresponde al nombre que emplean, son tipos textuales mayores; las formas, serían estereotipos que estarían entre el género y la fórmula: ni tan libre como el género, ni tan dependiente de la función como la fórmula. Las fórmulas, de esa manera, serían expresiones de tipo ritual; los géneros, producto de la creatividad; las formas, en cambio, son hijas de la costumbre. Sin embargo, hay otras maneras de afrontar esta relación: lo que se suele llamar formas, estrictamente hablando, sólo se da en las literaturas de carácter tradicional. En las literaturas orales, en efecto, se dan una serie de estereotipos discursivos más estables y estructurados que en las literaturas escritas. Sólo a los estereotipos orales convendría el nombre de “formas” . Los géneros serían categorías de las literaturas escritas.

De acuerdo con esto, el concepto de forma es más apropiado en las literaturas llamadas tradicionales que en las literaturas propiamente tales. Todas las literaturas, entonces, empiezan siendo formas y de las formas nacen los géneros. Hacer historia de una forma es rastrear sus orígenes y determinar las evoluciones que ha tenido. De esa manera, todas las literaturas tienen una historia de sus formas. Más aún, toda historia de la 1 iteratura se podría reducir a determ inar la historia de sus formas en la medida en que las formas evolucionan en géneros. En efecto, como lo ha señalado Tzvetan Todorov, los géneros vienen de otros géneros. “ Un nuevo género es siempre la transfor­mación de uno o de más géneros antiguos: por inversión, por desplazamiento por com binación” .19 Por la misma razón, a su modo, también los géneros son

18. Para toda esta cuestión puede verse el importante libro, arriba mencionado, de Klaus Koch. Was ist Formgeschichte? Nene Wege der Bibelexegese. segunda edición, Neukirchener Verlag des Erziehungsvereins. Neukirche-Vluyn. 1967. Parael concepto de forma, deberá revisarse, además, toda la bibliografía que en el interior de las ciencias bíblicas ha producido desde el siglo pasado la Formgeschichteschule referida arriba: como muestra de ella, véase Claus Westermann, Grundformen prophetiseher Rede. München. Chr. Kaiser Verlag. 1968.

19. Tzvetan Todorov. Les genres du discours. Paris, du Senil. 1978. p. 47.

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El hablar lapidario

formas; sin embargo, como he dicho, el lugar propio de las formas es la literatura tradicional:

En tales tradiciones tiene mucha más importancia la forma, cuyo origen se sitúa en el impulso de las necesidades prácticas o que es transmitida por costumbre o tradición. En este estadio no existen aún maestros individuales capaces de romper con dicha forma; la evolución se realiza en consecuencia según un ritmo regular sujeto a determinadas leyes intrínsecas. No sin razón se ha llegado a hablar de una biología de la saga.20

Visto de otro modo: la lengua, en efecto, no es el único tipo de codificación que se da en la comunicación humana. Una lengua histórica, podríamos decir, es el nivel ínfimo de las muchas codificaciones que tienen lugar en un acto de habla. Inmediatamente “después de la lengua”, tienen lugar otros esquemas fundamentales: “describir” , por ejemplo, es agrupar las palabras de una determinada manera; el “narrar” , en cambio, las organiza de otra. Describir y narrar son configuraciones básicas, ya endurecidas, que pasan a formar parte de discursos mayores. Como ellas, desde luego, hay otros tipos de configuraciones básicas: preguntar, mandar, aconsejar, excla­mar. En términos de un historiador de las formas:

Un buen número de científicos no hacen distinción alguna entre forma y género. Otros llaman “formas” a unidades menores, reservando el nombre de “géneros” a las grandes formas, como la novela o el drama. Un tercer grupo de científicos llaman “forma” a la estructura de cada género particular, o individual; en cambio, llaman “género” a las formas típicas que aparecen con frecuencia.21

En este libro, distinguimos entre “ forma”, “estructura” y “género” . En primer lugar “género” : se habla de “géneros literarios” y se les suele identificar, simplemente, con “clases” de discursos en un alarde claramente tautológico, como diría Todorov.22 El “género” es entendido aquí como la relación de un texto con la tradición a la que se adscribe y, por ende, con sus diferentes codificaciones. Portanto, asumimos con el mismo T. Todorov que:

20. Martín Dibelius, La historia de las formas evangélicas, Valencia, EDICEP, 1984, p. 13. Fernando Lázaro Carreteren un artículo, sobre el que volveremos más adelante, titulado “Literaturay folklore: los refranes” {Estudiosde lingüística, 2a edición, Barcelona, Editorial Crítica, 1981, pp. 207-217) niegael estatuto de “literatura” a los refranes y a las demás formas textuales del folklore.

21. G. Lohfink, op. cit., p. 75.22. Op. cit., p. 47.

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Los géneros son, pues, unidades que pueden ser descritas desde dos puntos de vista diferentes: el de la observación empírica y el del análisis abstracto. En una sociedad, se institucionaliza la recurrencia de ciertas propiedades discursivas y los textos individualmente tomados son producidos y percibidos por relación a la norma que constituye esta codificación. Un género, literario o no, no consiste en otra cosa sino en esta codificación de propiedades discursivas.23

Lo que aquí llama Todorov "propiedades discursivas” son ubicables, a decir de él, a nivel ya sea semántico, ya sintáctico, ya pragmático, ya, en fin, verbal. Ahora bien: se podría decir, sin ánimo de ir más allá, que hay géneros simples y géneros compuestos en la medida en que algunas de las codificacio­nes de propiedades discursivas que se dan en su interior son, a su vez, géneros. En pocas palabras, géneros simples son los que no están compuestos a su vez de otros géneros, y géneros compuestos son los que sí lo están. El refrán, por ejemplo, es un género simple; la novela, un género compuesto. Históricamen­te los géneros han adoptado “formas” . Todorov habla, por ejemplo, de las “formas naturales” de la poesía y de sus “formas convencionales” : las primeras estarían constituidas por las tradicionales lírica, épica y dramática; las segundas, en cambio, configuraciones como el soneto, la redondilla, el madrigal.

En este libro, sin embargo, preferimos dar al vocablo “form a” una acepción más pragmática y, por tanto más general. Unaform aes simplemen­te un tipo de enunciación. Para entender lo que con ello queremos decir, hemos de recurrir a un ejemplo: son formas, en el sentido aquí adoptado, una exclamación, una orden, una explicación, una descripción, un consejo, un relato, una aseveración declarativa. Si nos atuviéramos al esquema tradicio­nal de todo acto de comunicación, diríamos que las formas de los textos se configuran según que los textos impl iquen uno o varios de los tres elementos fundamentales: emisor, receptor, referente.24 Un texto en forma descriptiva expresa los diferentes com ponentes del referente recom poniéndolos estáticam ente; un texto en forma narrativa, en cambio, los organiza dinámicamente; los textos en forma de consejo o mandato se configuran como interpelaciones del emisor al receptor, y así sucesivamente.

23. Op. cit.. p. 49. Latraducción es mía.24. No es preciso mencionar la extensa bibl iografía en donde se echa mano de este esquema. Me basta con

citar la Spractheorie. Die Sratelhmgsfunktion der Sprache de Karl Bühler, Stuttgart. Gustav Fischer. Verlags. 1965.

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Al contrario de estas formas simples, un texto con una determinada función social, como una carta, es catalogable, más bien, como un género y es, desde luego, un texto compuesto. En una carta, en efecto, se echa mano de diferentes formas y aún de otros géneros textuales. Por “estructuras”, en cambio, entenderemos aquí, simplemente las diferentes configuraciones en que se expresan las formas. En relación con nuestro problema, hemos de decir que el refrán es un género que, como veremos, se da históricamente en diferentes formas las cuales, a su vez, se expresan a través de estructuras diferentes. El refrán es, por otro lado, un género simple: es tan breve, en efecto, que apenas existe posibilidad de que entre en su composición algún otro género. El refrán pertenece, en efecto, a las llamadas “formas breves” .

Por lo que hace a estas “formas breves”, hemos de decir que con ello entramos a un campo de investigación de interés reciente. En las actuales ciencias de la literatura, en efecto, se suele llamar “forma breve” a ciertos géneros literarios, pseudo-géneros o formas particulares cuya característica exterior dominante radica, precisamente, en el hecho “exterior” de ser breves en el sentido de que ocupan poco espacio al escribirlas en relación con textos de características similares con una enunciación más larga. La expresión “forma breve” , por tanto, hace referencia, implícitamente, a “forma escri­ta” . Sin embargo, gracias a la referida brevedad y a la necesidad de expresar lo máximo en el mínimo espacio, estas formas asumen, en su comportamiento discursivo, la importante característica textual denominada concisión.25 Sin embargo, como quedará claro más adelante la brevedad discursiva tiene otras virtudes: estimula, por ejemplo, la creatividad hermenéutica del oyente o del lector.

Las formas breves tienen el mismo origen que el discurso lapidario: la escritura epigráfica de la cual hemos hablado. El arte necesario para hacer caber un texto en un espacio reducido dio como resultado el desarrollo de las características básicas textuales de la concisión y el laconismo combinadas con una máxima capacidad expresiva. Estas características permanecieron pese a haber cambiado con el tiempo y otras circunstancias las condiciones materiales de la escritura. Desde luego, este discurso lapidario no es el único origen de las formas breves: las necesidades mnemotécnicas en textos orales de la más variada índole fueron junto con las necesidades, ya estilísticas, ya

25. Dentro de la actual investigación sobre las formas, queremos explorar aquí la rama de la familiatextual que aquí llamamos las formas gnómicas.

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estéticas, ya psicológicas, ya prácticas, constituyeron otras tantas fuentes ilustres de las formas breves. De hecho, para el caso de los refranes que nos ocupa, hay que buscar su cuna más en este segundo ámbito.

Uno de los subtipos eminentes de las formas breves son las formas gnómicas o lapidarias, cuyo rasgo específico es, amén de su brevedad, concisión, laconismo y máxima expresividad, su carácter gnómico, sapiencial y didáctico. El carácter gnómico a que me he referido es una especie de eternidad y aire de atemporalidad que emanan de los textos gnómicos: son textos, en efecto, no circunscritos a una sola circunstancia. Se puede decir que los textos gnómicos son textos tipo para un tipo de circunstancias: son, por tanto, textos endurecidos. Estas formas gnómicas o lapidarias están constitui­das por tipos textuales como los lemas, epitafios, consignas o slogans, frases célebres y, desde luego, lo que aquí llamamos refranes: proverbios, m áxi­mas, adagios, aforismos, sentencias y dichos. Como ya lo mencionamos en Refrán viejo nunca miente j b todos estos casi 1 leros textuales indican, más que géneros literarios distintos, el origen de nuestros actuales refranes: su vida pasada. Ya se sabe, que un texto sólo forma parte del folclore cuando pasa a form ar parte del habla popular cotidiana.26 27

A la hora de deslindar el campo nocional de lo lapidario28 hay que trazar una serie de límites entre tipos discursivos que coinciden en una serie de propiedades centradas en la brevedad, pero que se diferencian en su forma y estructura en la medida en que se trata de textos que, además de ser morfoestructuralmente breves, concisos, decisivos y densos, discursivamente son también lapidarios en la medida en que abrevian el camino de la reflexión mediante el recurso del entimema. Quizás en este carácter entimemático, radique la mayor diferencia entre los diferentes tipos textuales breves en orden a la lapidariedad: es que, como veremos más adelante, una de las formas más importantes de la eficacia verbal es el entimema. El hecho importante de que una sentencia universal o asumible como tal abrevie el camino de la reflexión es el más importante acto de lapidariedad discursiva. Es, ni más ni menos, que el mismo m ecanismo del discurso indirecto o de la inducción argum entativa en donde un ejemplo dice más que mil palabras.

Por consiguiente, no todas las formas breves son lapidarias; lo son sólo las que siendo concisas son susceptibles de desem peñar discursivam ente de

26. Op. cit.27. Ibid.28. Tomamos este concepto de Marc Angenot. La parole pamphlétaire. op. cit.. p. 20 y ss.

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alguna manera la función de lo que la antigua retórica llama sentenlici o gnoma. Me refiero, como se explicará más adelante, a proposiciones univer­sales o unlversalizantes que, por tanto, son susceptibles de ser aplicadas a casos particulares. De entre las que aquí proponemos en esta estructura arbórea como formas gnómicas o lapidarias, el refrán es, de hecho, el que mejorcumple discursivamente con ese requisito. La brevedad textual no basta para la lapidariedad: un chiste o una adivinanza son textos breves pero no lapidarios. Por la misma razón, tampoco lo son ni las blasfemias, ni los epitafios. En cambio, las “frases célebres” son susceptibles de desempeñar una función discursiva de tipo lapidario en la medida en que pueden formar parte de un mecanismo entimemático; aunque su forma no siempre es lapidaria. Las consignas y los lemas necesitan por lo general una figura para significar, su discursividad es de una índole distinta: su mecanismo de significación, en efecto, es de tipo emblemático, como se establecerá más adelante hablando de los lemas.

Lina característica distintiva que se puede asignar empíricamente a las formas gnómicas es, ya lo dijimos, laconcisión. Muchos diccionarios definen la concisión textual no sólo por la brevedad, sino por la capacidad de expresar la mayor cantidad de cosas con la menor cantidad de palabras: un discurso conciso es un discurso breve y denso. Al discurso breve y denso se le llama, por lo demás, discurso lacónico. De hecho, en el ámbito discursivo, un discurso “breve” no es sinónimo de discurso “conciso” . En cambio, discurso “conciso” aunque es habitualmente sinónimo de discurso “ lacóni­co”, va más allá: el laconismo sólo alude al hecho de la parvedad verbal; la concisión, en cambio, agrega un elemento más: el decir más que lo que las palabras enuncian; o, si se quiere, el que las significaciones del texto globalmente tomado vayan más allá que las resultantes de los significados particulares de las palabras que lo componen. Le petit Larousse. Grand format, por ejemplo, define lapalabra concis en estos términos: “^w/ exprime beaucoupdechosesenpeudemots,\ 29 El estilo conciso es, portanto, un estilo denso en la medida en que es austero, que sólo emplea las palabras indispen­sables, sin modificadores innecesarios, y que por ese solo hecho resulta un estilo claro y preciso que dice, sin palabras de más, exactamente lo que quiere decir, como lo quiere decir. Un texto conciso es, por definición, un texto preciso y, consiguientemente, un texto denso y pesado en donde las palabras despliegan su plena capacidad expresiva.

29. Paris, Larousse, 1993.

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La concisión es, pues, la cualidad por la que los textos se condensan al máximo desde los puntos de vista tanto sintáctico como lexicológico a la par que se expanden al máximo desde los puntos de vista semántico y semiótico. El diccionario de la RAE30 define “concisión” como la: “brevedad en el modo de expresar los conceptos, o sea el efecto de expresarlos atinada y exactam en­te con las menos palabras posibles” . En un texto conciso, por consiguiente, las palabras se cargan al máximo de su capacidad. Sin embargo, en el caso de los textos lapidarios no sólo es importante su concisión y laconismo sino el hecho fundamental y aún sin nombre de expresar más de lo que enuncian. Un texto lapidario, en efecto, no sólo es un texto breve y conciso, en el sentido explicado, sino además un texto cuya expresividad supera los límites de sus significados referenciales ya mediante metaforizaciones y abstracciones que los proyectan a otros territorios, ya mediante funciones discursivas en cuya conform ación no entran sólo elementos verbales sino elementos extra­verbales.

Como dijimos arriba, de entre los textos de nuestro corpus, que catalo­gamos como gnómicos o lapidarios, nos interesa especialmente un subtipo que por sus características discursivas hemos denominado gnomemático. El vocablo “gnom em ático” que aquí acuñamos hace referencia a la cualidad más sobresaliente de este tipo textual desde el punto de vista discursivo: su carácter entimemático. Con ello resaltamos una de las funciones discursivas que atribuye Aristóteles a losgnomai en el discurso mayor en que se enclavan. Ya en el capítulo anterior discutimos en qué medida a una forma breve como ésta, de tipo generalmente m ononuclear por estar constituido por una sola sentencia conviene la categoría de discurso.

Llamaremos gnomema a la unidad de este tipo textual. Independiente­mente de lo que más adelante diremos sobre el gnomema, conviene advertir, por una parte, que se trata de una unidad de tipo discursivo y, por otra, que, como todo el género gnómico, se trata de un tipo de un discurso de carácter parásito en la m edida en que su función discursiva es siempre adjetiva y, por ende, está siempre supeditada a un discurso mayor cuya naturaleza no vamos aquí a estudiar: los textos gnómicos son, desde el punto de vista discursivo, textos parásitos. Si, para entendernos, volvemos los ojos a los refranes, veremos cómo nadie, en sus cabales, dice refranes “en seco” , el refrán es un 30

30. Real Academia Española.

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tipo textual altamente contextual: el refrán siempre es producido por el contexto y ese contexto es siempre de índole discursiva.31

En el presente ensayo, suponemos que entre las principales formas discursivas mayores en que funciona el refrán están tanto el diálogo, como el discurso argumentativo en general32 en que se desarrolla un determinado tema ante un público.33 La función discursiva que la retórica aristotélica les asignaba a los gnomai era, principalmente, la función argumentativa. Sin embargo, la antigua retórica les atribuía otras dos funciones igualmente importantes en la actualidad: los gnomai o máximas no sólo funcionaban como entimemas sino que, además, desempeñaban la función tanto de “ejemplos” que de “ornato” .34 En efecto, en la Retórica de Aristóteles, al si logismo, como forma de demostración, el estagirita agrega, para completar el esquema lógico de la retórica, la inducción que funciona discursivamente mediante el mecanismo del “ejemplo”.35 Un texto gnómico o lapidario es, por tanto, un texto breve, conciso, preciso, susceptible de desem peñar discursivamente las funciones de una sentencia, de un ejemplo o la de ornato. Como lo hemos reiterado, de todas las formas gnómicas o lapidarias sólo nos ocupamos del refrán bajo el presupuesto de que es una forma paradigmática de ellas, está más a la mano y es la más usada principalmente en el diálogo, forma privilegiadadel hablar cotidiano.36

31. Para más datos sobre el rango contextual del reirán puede verse nuestro ya citado Refrán viejo nunca miente. Para ver cómo en la actualidad se pueden catalogar los diferentes entornos y contextos puede verse Eugenio Coseriu, “Determinación y entorno” en. Teoría del lenguaje y lingüística general, Madrid, Gredos, 1978. Por lo demás, tanto la lingüística del texto como la pragmática, de las cuales no nos ocupamos ahora, trabajan con esta categoría.

32. El término “discurso” es usado aquí en su acepción ordinaria. Discurso argumentativo es, por tanto, un tipo textual como un sermón, una alocución política, una arenga: se trata, en efecto, principalmente de textos cuya finalidad es persuadir.

33. En lo sucesivo, usaremos la palabra “alocución” como sinónimo de “discurso” en esta acepción vulgar que al término se da cuando se dice que fulano pronunció un discurso.

34. Por las razones que expondremos más arriba, empleamos como sinónimos el término “sentencialidad” con el que nos referimos a lafunción gnómicao argumentativa de los refranes. Lo que los latinos llaman sententia, los griegos llaman gnoma. El término “argumentativo” con el que nos referimos también a esta función está tomado tanto de la Retórica de Aristóteles, como de los trabajos de Ch. Perelman sobre ella. Cfr., especialmente Ch. Perelmanny L.Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación. Lanueva retórica, Madrid, Gredos, 1989. Sobre la importancia de las investigaciones de Perelman véase Jean- Blaise Grize, De la logique á la argumentation, Genéve, Librairie Droz, 1982.

35. Retórica, 1,2.4; II, 20.1-4.36. En diferentes épocas de nuestra historia literaria han prevalecido diferentes formas gnómicas. Por

ejemplo, a fines del siglo XVII novohispano estuvo muy extendido entre nosotros el uso de lemas en los sermones. Un libro muy importante, en ese sentido, fue el Mondo simbólico de F. Picinelli. que en la traducción latina del fraile agustino Agustín Erath, Mundus symbolicus, se encontraba prácticamente en todas las bibliotecas novohispanas. De ello nos ocuparemos más adelante.

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En efecto, la forma más “natural” de funcionar del refrán es la de la interacción comunicactiva entre dos hablantes, el diálogo.37 Derivado del vocablo griego diálogos que significa simplemente “conversación”, el diálogo se opone al “monólogo” o soliloquio como se llama al “discurso de una persona sola”38 y encuentra en el diálogo dramático su manifestación literaria. Pese a la etimología de ambos vocablos, la oposición entre diálogo y monólogo deberá ser matizada: en el teatro, por ejemplo, el diálogo del drama clásico consiste en una secuencia de m onólogos.39 Tanto el diálogo literario como el diálogo en la vida real ofrecen distintas modalidades. La más importante característica de este tipo de comunicación radica “en el intercam­bio y en la reversibilidad de la comunicación.”40 El diálogo, por lo demás, es la forma de comunicación ordinaria y, podríamos decir, normal en las relaciones humanas. Desde luego, aún suponiendo que el diálogo es una conversación entre dos o más personas, hemos de señalar que existen d istintos tipos de diálogos. En el diálogo, los interlocutores comparten no sólo los referentes del discurso sino un conjunto de circunstancias extraverbales en que se da, amén de que poseen un conocimiento exacto sobre la identidad y condiciones de cada uno. Según se relacionen los contextos entre los diferen­tes interlocutores de un diálogo la interpretación semántica será distinta. El tem a y la situación de un diálogo determinan, por lo demás, su divergencia o coherencia. En el discurso dialógico se significa tanto por lo que se dice, como por los silencios y por lo que no se dice, por las interrupciones, la vehemencia de las réplicas y, desde luego, por el contenido de las palabras.41

El refrán capta el sentido global de una situación de diálogo, la resume o la reduce a su mínima expresión por medio de rápido proceso de abstracción, la simboliza y luego la compara con la situación ya encapsulada en el refrán. En este tercer nivel, por tanto, toda la interacción dialogal es resumida por la situación a la que hace referencia el refrán: este proceso

37. Cfr. María del Carmen Boves Naves, El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico y literario, Madrid, Gredos, 1992; véase, igualmente, Michael Holquist, The Dialogic Imagination by M. M. Bakhtin, traducido al inglés por Caryl Emerson y Michael Holquist, Austin, University o f Texas Press, 1987.

38. Guido Gómez de Silva, Breve diccionario etimológico de la lengua española, M éxico, El Colegio de M éxico / Fondo de Cultura Económica, 1988, ad loe.

39. Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona/ B. Aires/ México, Ediciones Paidós, \ 99Q,adloc.

40. Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, op. cit., ad loe.41. Pavel Patrice, Diccionario del teatro, op. cit., pp. 130 y ss.

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es, como se puede ver, un acto de lapidarismo verbal que como los otros recursos del discurso lapidario serán estudiados a lo largo de este ensayo.42

El seleccionar aquí las formas discursivas gnomemáticas de entre las formas gnómicas o lapidarias significa que nos ocupamos sólo de aquellos entre los refranes de nuestro corpus cuya función dentro de un discurso mayor es la función argumentativa o entimemática. En cambio, no significa que restrinjamos nuestro análisis a los refranes tipo de nuestro corpus a sus funciones dentro de un discurso mayor: para nuestro propósito son tan importantes en un refrán sus funciones discursivas de tipo gnomemático, como sus funciones discursivas en cuanto tipo textual autónomo que es y, de acuerdo con nuestra hipótesis, en cuanto modelo del hablar lapidario. Al primer tipo de función se le podría llamar función argumentativo-deductiva; al segundo, en cambio, función lapidaria, a secas. La referida función argum entativo-deductiva puede resumirse en el ya señalado hecho de que los refranes asumen en el discurso la misma función argumentativo-deductiva que la retórica asigna a las gnomai o sententiae,43 La función lapidaria del refrán consiste, simplemente, en emitir un mensaje en forma gnómica.

La palabra gnomema se deriva del verbo griego gignóskó, que significa fundamentalmente “conocer” . Su aoristo segundo de subjuntivo, gnó, ha dado como derivados tanto el término culto gnóma— el “conocimiento” , la “sabiduría”, el “pensam iento” — como el término muy popular gnómé que significa ya el “buen sentido”, ya la “sentencia”, ya la “máxima” .44 Su equivalente en el habla popular, Gnomé, aparece por primera vez en el siglo V a. de C. en autores como Píndaro, Herodoto y los presocráticos; evoluciona durante el periodo helenístico, como es fácil percibir en textos como los LXX, Filón, Josefo o el Nuevo Testamento. Es decir que ya para este periodo el término gnome deja de designar un tipo de realidad y pasa a designar un tipo de discurso. A ello se debe que muy pronto se abran paso tanto el adjetivo

42. Estáclaro que nuestro anál isis en pos del discurso lapidario está fundamentado en las perspectivas teóricas y metodológicas de la teoría del diálogo tal cual es expuesta, por ejemplo, en el ya citado 1 ibro de Carmen Bobes Naves, El diálogo. Estudio pragmático, lingüísticoy literario (Madrid, Gredos, 1992) con una muy importante bibliografía.

43. Cfr. Aristóteles, Retórica, 11,21.44. Quintiliano {Op. cit., 8, 5, 3) hace esta importante observación: sententiae vocantur, quas Graeci

gnómas appellant, utrunque autem nomen ex eo acceperunt, quo similes sunt consiliis et decretis. Hay aquí, una importante pista sobre los géneros del discurso gnomémico. Es decir: los consejos y los decretos. De hecho, los refranes, desde el punto de vista discursivo, tienen muchos puntos comunes con los consejos y las leyes. Como bien se sabe, la Retórica de Aristóteles (II, 21) consagra el capítulo 21 del libro II a los gnomai.

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gnómikós, “sentencioso” o “gnómico” en el sentido de “moralista” , como el adverbio gnómikós, “sentenciosamente” . De allí proviene, un poco más tarde, el sustantivo plural Gnómiká que designaba las “sentencias” alternan­do con gnómé. Más tarde, en el nivel discursivo y como palabra derivada de gnómé, hace su aparición el verbo gnomologeó con el significado, evidente­mente, de “hablaren sentencias”. Finalmente vienen una serie de derivados: gnómología para significar tanto “colección de sentencias” como el “arte de hablar sentenciosamente” ; gnómologikós, “sentencioso” ; gnómologikós, “ sentenciosam ente” .

El término “gnómico”, pues, en la expresión “formas gnóm icas” indica el género; el vocablo “gnomématico”, en cambio, indica la especie: aquellas entre las formas gnómicas susceptibles de desem peñaren el discurso una función entimemática. De hecho, en las principales lenguas occidentales de origen indoeuropeo ya desde hace tiempo se utiliza el término “gnóm ico” sobre todo en dos disciplinas: la gramática y la filosofía. En gramática, se emplea el vocablo “gnómico” para designar “el valor que adquieren los tiempos verbales en frases de validez intemporal o en frases sentenciosas, aforismos, refranes, etc .-.por aquí pasa el tranvía, no matarás, etc.” .45Como se ve, el uso del vocablo “gnómico” en gramática es derivado de la textualidad que aquí nos ocupa: llamar gnómicos a los miembros de esta familia textual es algo ya usual dentro de la term inología gramatical. Esto es confirmado por la gramática griega que llama aoristo gnómico al aoristo que utilizaba el griego clásico en los refranes y axiomas.46 “Gnóm ico” , pues, se refiere a todo lo que está relacionado con los refranes y familia textual de tipo sentencial. Así, el adjetivo “gnómico” sirve para calificar un tipo de estilo: el Diccionario de términos filológicos de Fernando Lázaro Carreter47 habla del “estilo gnóm ico” como sinónimo de “estilo sentencioso” .

Lo mismo sucede en la filosofía donde el vocablo “gnóm ico” designa un tipo de estilo textual. Según Nicola Abbagnano, por ejemplo, la palabra “gnóm ico” se emplea para designar un tipo de discurso: precisamente el hablar mediante sentencias morales breves como lo hacían los siete sabios a

45. Cfr. Femando Lázaro Carreter, Diccionario de términosfilológicos, tercera edición corregida, Madrid, Gredos, 1981, ad loe.

46. Así, por ejemplo, la Graecitas bíblica de Maximiliano Zerwick (cuarta edición, Roma, Pontificio Instituto Biblico, 1960, n. 256) dacomo ejemplos de aoristos gnómicos los comienzos de las parábolas, el hómoióthe, como hace el primer evangel io. Según Zerwik, el aoristo gnómico tuvo probablemente sus orígenes en relatos del pasado en los que se quería consignar lo permanente.

47. Op. cit.

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quienes se llamaba, por esa razón, los gnómicos.48 “Gnómico”, pues, es un término que designa desde hace tiempo, en las disciplinas que de alguna manera se ocupan del discurso, todo lo relativo al tipo textual del que aquí nos ocupamos.

E l d i s c u r s o g n o m e m á t i c o , u n d i s c u r s o e n t i m e m á t i c o

El discurso gnomemático, según hemos dicho, es el discurso gnómico en funciones discursivas entimemáticas. Desde luego, suponemos que el discur­so gnomemático es paradigma del discurso lapidario. Por tanto, nuestra investigación intenta mostrar, a partir del corpus textual del refranero m exi­cano ya referido y del que hablaremos más adelante, cómo está estructurado y cómo funciona el discurso gnomemático del que forman parte una buena parte de los refranes de nuestro corpus. Como ya sabemos, todo tipo textual es un conjunto semiótico constituido tanto por unidades funcionales como por reglas que indican la combinabilidad de esas unidades para producir todos y solamente los textos de ese conjunto. Si lo que aquí nos proponemos es elaborar una teoría del discurso lapidario bajo el presupuesto que el discurso gnomématico es paradigma suyo, lo que habría de hacerse, desde el punto de vista de la metodología, es explorar nuestro corpus para determinar cuáles son las características del gnomema y cuáles son las reglas “gramaticales” que los rigen. La más importante de las respuestas a las cuestiones anteriores consiste en afirmar que la primera gran característica discursiva de los textos gnomemáticos es su índole entimemática: esto, por lo demás, ya lo había señalado y tratado ampliamente Aristóteles en su Retórica, en II, 21, sobre­todo.

El carácter entimemático del gnomema hace de él un tipo textual muy peculiar. El gnomema es una unidad que no se une, por lo general, a otros gnomemas para constituir los textos gnomemáticos. Por lo general los textos gnomemáticos, en la medida en que son mononucleares y constan de una sola sentencia, son monognomémicos: constan de un solo gnomema. De esta manera, un gnomema viene coincidiendo, en la práctica, con un proverbio, una máxima, un dicho, etc . Aunque raros, hay, empero, en el refranero mexicano, refranes compuestos de dos o más gnomemas.49

48. Dizionario di Filosofía, Torino, Unione Tipografico-Editrice, 1961, ad loe.49. Véase nuestro Lenguaje y tradición en México, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1988, pp. 16yss.

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Por lo demás, es evidente que el gnomema tiene una serie de otras características tanto de tipo formal como de tipo discursivo que irán apare­ciendo a lo largo de estos capítulos. Las especificaciones aristotélicas de lo que es un gnomema y de la manera como se inserta en el discurso práctica­mente se reducen a eso; además, apenas hubo quien se ocupara, después de él, de hacer una caracterización del género y de sus funciones discursi vas, ni, mucho menos, quien se encargara de estudiar su gran variedad formal. Cuando se trata, en efecto, de encontrar denominadores comunes en la vasta familia textual gnomémica, “ invariants extrapolés d ’une masse de variables interdépendentes”,50 a partir de nuestro corpus de refranes mexicanos, puede uno percibir mejor su gran diversidad formal y la gran complejidad de sus estructuras y funciones.

De acuerdo con los sondeos practicados a nuestro corpus, y a reserva de elaborar más adelante su tipología de manera precisa y completa, los textos dominantes y que podríamos considerar como refranes-modelo son del tipo gnomemático, de acuerdo con la terminología aquí acuñada, o refranes- sententia de acuerdo con la terminología retórica.51 En la antigua retórica, una sententia, en efecto,

es un pensamiento “infinito” (esto es, no limitado a un caso particular), formulado en una oración, y que se utiliza en una quaestio finita como prueba o como ornatus. En cuanto prueba la sententia entraña una auctoritas y está próxima al iudicatum. En cuanto ornatus la sententia comunica al pensamiento finito principal una luz infinita y, por tanto, filosófica: Quint. 8, 5 ,2 consuetudo iam tenuit, ut ... lumina ... praecipueque in clausulis posita "sententias" vocaremus. El carácter infinito y la función probatoria de la sententia proceden de que ésta, en el medio social de su esfera de validez y aplicación, tiene el valor de una sabiduría semejante en autoridad a un fallo judicial o a un texto legal y es aplicable a muchos casos concretos (finitos).52

La sentencialidad del refrán, pues, ha de identificarse con su carácter entimem ático aquí señalado. Esta definición de sententia, por lo demás, me parece que resume bien la posición de la retórica antigua con respecto a nuestro tipo textual a partir de Aristóteles; retomada, puede servir de base

50. Voir, Marc Angenot, La parole Pamphlétaire. Contribution á la typologie des discours modernes, Payot, Paris, 1982, p. 30.

51. Para estas primeras observaciones, me baso en Heinrich Lausberg, Manual de retórica literaria. Fundamentos de una ciencia de la literatura, tres volúmenes, Madrid, Gredos, 1965-1975, nn. 872 y ss.

52. Lausberg, op. cit., n. 872.

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para nuevas e importantes vías de investigación: amén de trazar un pequeño cuadro de los subtipos textuales que conforman el discurso lapidario, no sólo da una idea muy exacta de cuáles son las funciones discursivas del refrán y cómo las realiza,sinoque hace unapropuesta sobre el posible ám bitoen que se origina el discurso gnómico.

A las funciones entimemática y de ornato propias del gnoma habría que añadir, con Aristóteles, el parádeigma. La antigua retórica diserta amplia­mente sobre el entimema y el parádeigma: más aún, Aristóteles dice clara­mente que “ la demostración retórica es el entimema”.53 La función del ornato, en cambio, no está desarrollada en su Retórica. La reflexión retórica posterior, sobre todo a través de Quintiliano, se extiende mucho sobre la función que el ornato desempeña en el discurso y sobre sus mecanismos. Enfatiza, por ejemplo, que el ornato es uno de los recursos de la argum enta­ción54 necesarios al discurso para que no carezca de arte, tenga variedad y no sea aburrido. Sin embargo, el ornato amplifica el discurso y, de por sí, va en sentido opuesto a la lapidariedad.55 La retórica sugiere, como recursos de ornato para el buen discurso argumentativo, tanto al parádeigma o exemplum, al que la Retórica de Aristóteles se refiere explícitamente en muy variadas ocasiones,56 como a gnoma o sententia. Mientras que el gnoma o sententia funciona dentro de un esquema argumentativo de tipo silogístico, el exemplum lo hace dentro de-un esquema argumentativo fundamentalmente inductivo: en todo caso, el mecanismo de inserción de ambos en el discurso argumentativo es la analogía que, por lo demás, también se emplea en los refranes que funcionan en el discurso mayor con la función de ornatus. Como dice muy bien Quintín Racionero, el traductor de la Retórica de Aristóteles al

53. Retórica, 55a.54. LaInstitutio oratoria de Quintiliano (4 ,14 ,33) recomienda un discreto ornato en la elocución. Ahora

bien, la mismaretóricaantiguamenciona varias formas de ornato una de las cuales es atribuida a los textos gnómicos como \&sententia y aún al exemplum.

55. Cfr. H. Lausberg, op. cit., núm. 61 ,3 , tomo I, p. 110.56. Del “ejemplo” la Retórica de Aristóteles habla en varias partes: en 56b, por ejemplo, dice que el

parádeigma es una inducción mientras que el entimema pertenece al silogismo o argumento deductivo. La fuerza argumentativa del ejemplo se basa, en efecto, en la relación de semejanza entre la situación referida por el discurso y la referida por el parádeigma. En nuestro corpus, como señalaremos más adelante, hay varios grupos de refranes que mediante el mecanismo de una figura funcionan en el discurso como un parádeigma: me refiero a los refranes “como”. Para una lista completa de los lugares en que Aristóteles habla del parádeigma véase Aristóteles, Retórica, Introducción, traducción y notas por Quintín Racionero, Madrid, Gredos, 1990, p. 611.

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español, “el ejemplo es el correlato inductivo del entimema en cuanto que propone generalizaciones probables, que, o bien son persuasivas por sí mismas, o bien lo son como premisas plausibles de un silogism o”.57

En efecto, la oferta de autoridad que un gnomema hace no le viene tanto de la evidencia como de la autoridad. Aristóteles y, en general, la antigua retórica se refieren más al segundo tipo que al primero. Quizás, si se habla de una manera muy general, se pueda afirmar que la evidencia engendra las formas populares de los textos gnómicos como los refranes o los dichos; mientras que la autoridad engendra las formas cultas como las sentencias, máximas, adagios y aforismos. En todo caso, ello muestra que la familia a la que pertenecen nuestros humildes refranes está muy emparentada, tanto desde el punto de vista formal como del discursivo, con las leyes, mandatos y consejos de que se alimenta la literatura sapiencial. Al respecto, dice Lausberg:

La sententia — como un texto legal— es también fuera del contexto del discurso un pensamiento formulado (con mayor o menor precisión) de la sabiduría popular: Quint. 8, 5, 3 haec vox universalis, quae etiam citra complexum causae possit esse laudabilis— Naturalmente (como pasa también con los textos de la ley) son posibles nuevas sentencias (Quint. 8, 5, 15 nova sententiatum genera), que surgen con la misma pretensión de universalidad.58

Por lo demás, tanto la sentencialidad del refrán como su función dentro del discurso han sido señaladas, en general, en todos los tratados antiguos de retórica. Aristóteles (Rhétorique, 11,21), nada menos, dice que un gnoma es una aseveración; pero no, ciertamente, de cosas particulares, como, por ejemplo, de qué naturaleza es Ifícrates, sino en sentido universal, y tampoco de todas las cosas, como, por ejemplo, que la recta es contraria a la curva, sino de aquellas precisamente que se refieren a acciones y son susceptibles de acción o rechazo en orden a la acción. De este modo, pues, como el entimema es un si logismo sobre este tipo de cosas, resulta entonces que las conclusiones y principios de los entimemas, si se prescinde del propio silogismo, son, sobre poco más o menos, gnomai.59

57. Aristóteles, Retórica, op. cit., p. 188, n. 63.58. Ibid.59. El subrayado es mío.

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El discurso gnomemático, por tanto, no sólo es de tipo entimemático sino que, por ello mismo, tiene una conexión también de tipo entimemático con el contexto textual: vale decir, con el discurso mayor en el cual funciona el gnomema. Por su parte, Isidoro de Sevilla60 dice: Sententia est dictum impersonate y distingue la sententia de la chria porque “sententia sine persona profertur” , sin embargo nada dice de sus funciones discursivas. Ernst Robert Curtius, en su ya clásica obra Europaische Literatim und lateinisches Mittelalter,b' hablando de los aforismos dice que: “Quintiliano los llamó sentencias (propiamente “juicios”), porque se asemejan a las resoluciones de las asambleas públicas (VIII, V, 3). Son versos hechos para retenerse; se aprenden de memoria, se coleccionan, se ordenan alfabéticamente para facilitar su consulta” . Los catálogos y esta función sapiencial de los refranes, mencionados por Curtius, muestran que ni las funciones discursivas, ni la índole de este tipo textual son de tipo obligatoria y exclusivamente oral.

De lo dicho por Curtius se desprende, además, que uno de los ámbitos propicios para el nacimiento del discurso lapidario puede haber sido el de la didáctica. Se puede deducir de ello, además, que los refranes tienen, como función discursiva propia, una función didáctica que bien se puede agregar a las ya referidas funciones argumentativas y de ornato, completándolas desde otro punto de vista. Esta función didáctica de los refranes está muy próxima, por lo demás, a la función discursiva que la retórica asigna al exemplum. El Epítome de la elocuencia española escrito en 1725 por Francisco Joseph Artiga62 coloca al refrán entre las “figuras de sentencias” y dice:

El refrán, ó la apariencia es una sentencia aguda que de usada, y muy antigua, por verdadera sejuzga.

Suele exornar la oración, y comunmente se usa, persuadiendo, ó disuadiendo con elegancia, é industria.63

60. Etymologiae, II, II.61. Bern, Francke AG Verlag, 1948. Cito por la traducción al español, Literatura europea y edad media

latina, 2 tomos, México, FCE, 1955, vol. I, p. 92.62. Madrid, Viudade Alphonso Vindél, s/f.63. Op. cit., p. 321.

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Según se puede ver, aunque la función discursiva del refrán esté, para esta época, casi reducida al simple ornato, aún se menciona la función argumentativa: “persuadiendo o disuadiendo” . Por otro lado, es interesante observar cómo Artiga atribuye el origen de la autoridad que tiene el refrán dentro del discurso a la antigüedad y al uso.

En cambio, entre las características lógico-semánticas de este tipo textual, que hay que preservar y resaltar a toda costa entre los rasgos distintivos del discurso lapidario o gnómico,64 está su ya mencionada “ infinitud” : un texto lapidario es un texto “ infinito” en el sentido de que su validez no está limitada a un caso particular.65 La term inología retórica di vide los asuntos o temas del discurso, según su grado de concreción, en dos grandes grupos: la thesis o quaestio infinita que es “abstracta, general y teórica”66 67 y la quaestio finita que es concreta, individual y práctica y que los griegos llamaban ypothesis. Un gnomema es una thesis. Las cuestiones infinitas son asunto de la filosofía; las finitas, en cambio, de los otros tipos de discurso y son llamadas causa por la term inología de la retórica muy ligada al discurso forense. De hecho, a decir de la retórica, la autoridad de la sententia le viene del hecho de funcionar como algo ya juzgado: iudicatum.61 Nuestro discurso gnomemático, pues, no es abstracto, general y teorizante, sino que está dotado de autoridad y funciona como una filosofía.

Otra característica fundamental del gnomema es su ya mencionado carácter “adiectivo” :68 es un tipo textual “parásito” que desde el punto de vista del discurso funciona siempre como pegado a un discurso principal. La sentencia nunca es el discurso principal: es más accidente que substancia, según la term inología aristotélica. Como decíamos arriba, se trata de una

64. Como bien se sabe, el concepto de “rasgo distintivo”, nacido en el seno de la fonología, (véanse los Gründzuge der Phonologie de N. S . Trubetzkoy, que cito en la traducción española publ ¡cada en 1973 por la Ed. Cincel de Madrid) ha inspirado numerosas investigaciones en el ámbito de la crítica literaria. Para unadiscusión sobre la cuestión de los rasgos distintivos puede verse aZarco Muljacic, Fonología general. Revisión critica de las nuevas corrientes fonológicas (Barcelona, Ed. Laia, 1974) con una amplia bibliografía.

65. Según la Institutio oratoria Quintiliani (3, 5, 5), infmitae sunt quae remotispersonis et temporibus et locis ceterisque similibus in utramque partem tractantur.... quaestionesphilosophó convenientes. (Citado por Lausberg, op. cit., núm. 69).

66. Lausberg, op. cit., núm. 69.67. La célebre Rethorica ad Herenium (2, 13, 19) dice que iudicatum est de quo sententia lata est aut

decretum interpositum. (Citado por Lausberg, op. cit., núm. 353)68. Acuñamos este vocablo derivado del verbo adjicio, “añado”, porque la palabra “adjetivo”, que es la

adecuada, funciona desde hace mucho como término técnico y tiene una connotación más gramatical que aquí no viene al caso.

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quaestio infinita que se aplica a una quaestio finita. Su lógica consiste en traer a cuento un principio de validez general para iluminar el caso particular que se discute. Como texto “adiectivo” que es, la sentencia tiene dos funciones con respecto al discurso principal, según la retórica: servir de prueba y servir de adorno.69 Tiene ya un carácter apodíctico,70 ya un carácter ornamental según sea tanto la función que desempeña en el discurso como el consecuente nexo que tenga con el discurso principal. En el caso de los refranes, aunque están documentadas en la retórica antigua estas dos funcio­nes, y de hecho los mecanismos de transm isión históricamente local izables se refieren a ambas, la estructura misma del refrán y su incrustación dentro del discurso privilegia la función apodíctica sobre la ornamental. Empero, nos encontraremos con que los refranes exclamativos prefieren, en general, otros mecanismos discursivos y una función preferentemente ornamental.

En efecto, si echamos una provisional ojeada, tanto a la estructura del refrán como a la lógica de su mecanismo de incrustación dentro del discurso quedará más de manifiesto que su función dominante es de tipo apodíctico y, por ende, su vinculación con el discurso jurídico. Si, a reserva de lo que diremos más adelante sobre las características formales y estructurales del refranero, agrupamos los textos de nuestro corpus en refranes que adoptan la forma de una exclamación o exclamativos, refranes que adoptan la forma de una interlocución o connativos, y refranes que adoptan la forma de una sentencia o declaración; diremos que, sin importar su forma, la relación del

69. La función argumentativa en los refranes, como ya se ha insinuado arriba y quedará claro más adelante, en el caso de los refranes de nuestro corpus se bifurcaen las modalidades inductivay deductiva. Y a hemos visto, además, cómo la función de ornato emplea como recursos tanto la sententia como el exemplum; además, ciertos textos de nuestro corpus catalogables primariamente desde el punto de vista discursivo como textos de ornato, son susceptibles de desempeñar dentro del discurso mayor una función paraentimemática. De este modo, se puede decir que los refranes de nuestro corpus se insertan en el discurso mayor al que se adhieren yaen la función de sententia, yaen la función de exemplum, ya, en fin, en la unción de ornatus. Estas funciones no son puras, en todo caso.

70. Usamos el término “apodíctico” en el mismo sentido en que se utilizaen la lógica cuando se habla de la “argumentación apodíctica” para denominar el tipo de argumentación que partiendo de premisas ciertas y necesarias llega a una conclusión cierta y necesaria. En sentido estricto, una proposición apodíctica es unaproposición irrefutable y, por tanto, absolutaen el sentido de que su validezno está condicionada. El vocablo apodeiktikos, como se sabe, deriva del vocablo griego apódeixis que significa “demostración”. “Apodíctico”, en primera instancia, significa lo mismo que “argumentativo”: la función apodíctica de los refranes, por tanto, es la de servir de prueba o argumento supremo en un proceso argumentativo. Por tanto, “apodíctico” vale aquí tanto como “absoluto” en el sentido de una ley cuya aplicación tiene una vigenciauniversal de validezen cualquier circunstancia. El carácterapodíctico del refrán desde el punto de vista discursivo alude, por tanto, a esa validez argumentativa absoluta y por encima de cualquier circunstancia.

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refrán tanto con su contexto textual como con su entorno situacional es como de una sentencia infinita con un texto finito: el discurso o entorno siempre viene siendo un caso particular de la ley o principio énnunciado por el refrán.

Haciendo un recuento de los rasgos distintivos del gnomema hasta ahora recabados, diríamos que se trata de un texto formalmente breve, conciso, preciso y denso; y discursivamente parásito y sentencioso en el sentido de entimemático. Desde luego, no son ésas las únicas cualidades ni formales, ni discursivas del gnomema. Para estudiar las funciones discursivas del refrán hay que intentar, como primera medida metodológica, una clasificación de nuestro corpus tomando como elemento discriminatorio, precisam ente, la función que cada refrán puede ser susceptible de desem peñar en el discurso actual. En este test de discursividad, hay que advertirlo, hay implícita una especie de “gram aticalidad” de índole parecida a la chomskyana, parte de los conocim ientos implícitos que un hablante nativo tiene, que nos permite saber a ciencia cierta cuándo el uso de un refrán es “gram atical” o no.

Sin embargo, como ya decíamos, el gnomema es la unidad del discurso gnomemático. La terminación -ema de este término indica, en efecto, que se trata de una unidad funcional de ese tipo discursivo y que está acuñada con los mismos principios con que en otros ámbitos de la teoría del discurso se han identificado como unidades de los respectivos discursos al narrema, como se llama en el análisis del relato a la unidad mínima de la acción narrada;71 y como se llaman en otros niveles del análisis a otras unidades funcionales como el estilema, morfema, fonema, lexema, etc.72 Si bien, como señala Marc Angenot, partimos de la suposición de que todo conjunto semiótico complejo está compuesto de un número finito tanto de unidades funcionales como de reglas de combinación que a su vez dan cuenta del conjunto al que pertenecen.73

71. Véase, por ejemplo, Giorgio Raimondo Cardona, Diccionario de lingüística, Barcelona, Ariel, 1991, p. 191.

72. Parael significadode estos términos usuales en lingüística puede verse los yacitados diccionarios de Jean Dubois o de Giorgio Raimondo Cardona y, en general, cualquier diccionario de lingüística. Para el término “fonema”, en concreto, pueden verse además los Principios de fonología de N . S . Trubetzkoy, Madrid, Cincel, 1973; para “lexema” véase G. Haensh / L. W olf / S. Ettinger / R. Wemer, La lexicografía. De la lingüística teórica a la lexicografía práctica, Madrid, Gredos, 1982, pp. 195 y ss.

73. Marc Angenot, La parole pamphlétaire, Paris, Payot, 1982, p. 31. Como bien se ve, este mecanismo generativo está tomado de lagramáticagenerativo-trasformacional. Más detalles pueden verse enNicolás Ruwet. Introducción a la gramática generativa, Madrid, Gredos, 1974,pp.60yss. Paraunaevaluación más reciente del modelo chosmkyano puede verse Rocío Caravedo, La competencia lingüística. Crítica de la génesis y del desarrollo de la teoría de Chomsky, Madrid, Gredos, 1990.

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Se trata, en efecto, de unidades de análisis en uno de los niveles del texto; en nuestro caso sería la unidad de los textos que aquí llamamos lapidarios. Este tipo de unidades universales de un género de discurso o, mejor dicho, de unidades categoriales de un tipo de análisis son susceptibles de ser combina­das y de funcionar como elementos “ léxicos”, según ciertas reglas, para dar cuenta (“generar” según la terminología chomskyana) de los textos de un determinado sistema textual, de una lengua determinada y, en casos como el que nos ocupa, de un tipo textual que, como bien se sabe, actualizan las lenguas de una manera especial. En concreto, este tipo de unidades tienen tanto una estructura como un comportamiento textual del que ya hablamos en el primer capítulo. Unidadesy reglas constituyen, bien se sabe, una gramática de tipo generativo concebida como un mecanismo finito capaz de “generar” un número infinito de textos de un género determinado. Como bien se sabe, este mecanismo ha sido discutido en los dominios de la gramática generativa ya mencionada.74

Ya hemos dicho, empero, que estas unidades discursivas, los gnomemas, no se unen a gnomemas sino que su peculiaridad es unirse a unidades discursivas mayores. Se trata, por tanto, de unidades discursivas peculiares en la medida en que el tipo discursivo es peculiar, como hemos señalado en el primer capítulo. Una propiedad adicional, en efecto, del discurso gnomemático es la de “colorear” el discurso mayor en que se enclava convirtiéndolo en lapidario. Discurso gnomemático, por tanto, es no sólo el gnomema, propia­mente dicho, sino también aquel discurso que acepta gnomemas. En el primer caso, el término “gnomemático” es usado en sentido estricto; el segundo, en cambio, en sentido lato. En nuestro caso, nos ocupamos de ambas situaciones.

De acuerdo con lo dicho, por tanto, el incrustar gnomemas en discursos mayores es una manera tipificada de hablar y de razonar. En efecto, como se

74. N oesel caso de darcuentadelaenormebibliografíaquelalingüísticagenerativahaproducido. Páralos conceptos aquí esbozados, nos hemos servido especial mente de la síntesis que ha hecho Nicolas Ruwet en su Introduction á la grammaire générative (Paris, Librairie Pión, 1967). Nos hemos servido de la traducción que de Iasegundaedición francesa ha publicado en 1974 la Editorial Gredos de Madrid bajo el título de Introducción a la gramática generativa (pp. 60 y ss.). Para una evolución posterior de la escuela generativista en el ámbito del análisis del discurso, puede tanto el trabajo de Nicolas Ruwet, Théorie syntaxiqueet syntaxe dufrancais (Paris, Ed. du Seuil, 1972) como el de Jean-Claude Milner, De la syntaxe á Vinterpretation. Quantités, insultes, exclamations (Paris, Ed. du Seuil, 1978), sobre todo aunque no exclusivamente, por sus análisis de las exclamaciones e insultos. Para una idea de las principales tendencias del generativismo en sus primeros 25 años, aún es útil el balance hecho por Frederick J. Newmeyer en El primer cuarto de siglo de la gramática generativo-transformatoria (1955-1980), Madrid, AlianzaUniversidad, 1982.

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desprende de lo dicho, la característica más importante del discurso gnomemático, desde el punto de vista discursivo, consiste en ser entimemático. El discurso gnomemático, por otro lado, es una manera de razonar y de hablar a partir de lugares comunes: una serie de lugares comunes asumidos por un grupo social que, como verdades dotadas de autoridad, son insertados en el discurso ordinario mediante el vivaz mecanismo de un entimema. En el libro primero de su Retórica, Aristóteles distingue fundamentalmente dos tipos de discurso demostrativo: los que se basan en ejemplos cuya demostración es de tipo inductivo y los que se basan en entimemas y que, por tanto, son discursos deductivos.75 La retórica se ocupa de los entimem as.76Es importante señalar que los refranes, de los que hablaremos más explícitamente en los capítulos que siguen, son esos lugares comunes. Ahora bien, los entimemas y, con ellos la retórica, se ocupan de asuntos de opinión, no de verdades científicas.

Por otro lado, las circunstancias de un refrán constituyen con el refrán mismo una especie de estructura emblemática en donde el refrán hace las veces de lema y las circunstancias, la de figura. Esta es otra característica del discurso gnomemático. Lo podríamos llamar su emblematismo. Como vere­mos, en él descansa una buena parte de su potencialidad para decir más de lo que enuncia. Es decir: en el emblematismo descansa buena parte de sus virtudes de lapidariedad.

Por lo anterior, debe quedar claro que el camino por el que exploramos las características textuales del discurso lapidario es un camino mixto: a la vez axiom ático que inductivo.77 En efecto, para construir una gram ática del discurso lapidario, así sea breve, postulamos que todo sistema semiótico está constituido por unidades funcionales y reglas que indican el empleo de esas unidades funcionales para conformar discursos que puedan ser llamados lapidarios: en esa medida, nuestro camino es axiomático. Pero tam bién es inductivo dado que los rasgos característicos del discurso lapidario son tomados del corpus a través de diferentes análisis tanto formales como discursivos y aún lógicos.

75. Retórica. 1.2.4.76. “Llamo entimema al silogismo retórico”, dice Aristóteles, op. cit., 1,2.4.77. Marc Angenot ha trabajado con una metodología parecida en La parole pamphletaire, op. cit. para

documentar este tipo de discurso.

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Ill¿QUÉ ES UN REFRÁN?

E l t é r m in o “ r e f r á n ”

Tanto los vocablos “refrán” y “refranero” como la expresión “refranero mexicano” forman parte del núcleo central de este libro. Es conveniente, por tanto, por razones no sólo de orden sino metalingüísticas, una palabra sobre ellos. Por lo que hace a la palabra “refrán” , reiteramos lo que ya hemos dicho con más amplitud en otra parte.1 A saber: que su etimología es oscura; que son dos las principales propuestas de explicación etimológica la más antigua de las cuales se remonta a don Sebastián de Cobarruvias1 2 para quien la palabra “refrán” proviene del verbo latino referre y, en concreto, “a referendo, porque se refiere de unos y otros. Y tanto es refrán que referirán, porque muchos, en diversos propósitos, refieren un mismo refrán que fue dicho a uno” . Cobarruvias, como se ve, piensa que el vocablo “refrán” alude al hecho de que se trata de textos que andan de boca en boca.

La segunda opinión, en cambio, muy difundida en la actualidad entre los etimólogos como Coraminas, hace derivar el término “refrán” del verbo latino frangere, que significa “romper” o “quebrar” . La derivación es explicada a través de refringere, un derivado de frangere, del que habría provenido el término refranh que en la antigua lengua de Oc significaba, “estribillo” , que en la misma lengua de Oc derivaba del verbo refránher el cual, a su vez, provenía de fránher, “romper” . Producto de estas derivacio­nes habrían sido tanto el término catalán refrany, proverbio, como el vocablo francés refrain, estribillo. De refrain nuestro vocablo “refrán” que origina­riamente significó “estribillo” cuya documentación más antigua en nuestra

1. Sobre el origen del vocablo “refrán”, puede verse lo dicho en nuestro libro Refrán viejo nunca miente, op. c/7.,pp. 42 y ss.

2. Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la lengua (1611), Madrid / México, Ediciones Turner, 1984.

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lengua es hecha remontar por Corominas hasta el léxico del siglo X III. Cabe señalar que el vocablo francés refrain aún conserva la primitiva acepción de “estribillo” con que nació.3 Se puede decir, por lo dicho, que el origen de nuestro término “refrán” sigue siendo oscuro.

A sabiendas de las dos tradiciones existentes en la historia literaria hispánica tanto del uso del término “refrán” como de su concepto, de que ya hemos hablado en Refrán viejo,4 se puede decir que en el uso actual del término continúan prevaleciendo las mismas dos actitudes: la de quienes distinguen entre “proverbio” y “ refrán” , por una parte, y la de quienes continúan diciendo que “refrán” es lo mismo que proverbio, sentencia, adagio, máxima y aforismo. Alain Rey, el prefacista del Dictionnaire de Proverbs et Dictons5 recoge, por ejemplo, las dos posiciones ya cuando, poniendo como ejemplo al célebre paremiólogo norteamericano Archer Taylor, profesor de la Universidad de California en Berkeley y autor del célebre libro The Proverb, dice por un lado que:

eminentes especialistas han sostenido que se trataba de nociones indefinibles debido a su complejidad. En efecto, una serie de palabras: proverbe, dicton, máxime, aphorisme, adage, sentence, locution, citation [...] son más o menos confundidas con frecuencia, por lo menos en algunos de sus empleos, en francés. Ello vale también para otras lenguas [,..]6

Mientras que a la página siguiente, abordando el importante problema de la tradición, a propósito de la transmisión de los refranes se muestra defensor de la postura contraria cuando dice que “el refrán se opone a la sentencia, el adagio, la máxima por el peso histórico y social de una transmisión anónima y colectiva, y más aún por las diferencias de contenido.”7 La tradición paremiológica española que empezó con la firme convicción de distinguir los proverbios de los refranes se fue, por tanto, extinguiendo al enseñorearse del campo léxico el término “refrán” en detrimento de las demás denom ina­ciones.

3. Por lo general. como decía, esta opin ión es sustentada tanto por J. Corominas en su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. 4 tomos. Madrid. Gredos. 1954, como por los principales críticos actuales.

4. Op. cit.. pp. 43 y ss.5. Dictionnaires le Robert. Les usuels du Robert, nov ena edición. París. 1989.6. Op. cit.. p. X. Latraducción es mía.7. Op. cit.. p. XI. Latraducción es mía.

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¿Q ué es un refrán?

Quedaaún pendiente lacuestión del nombre que ha de dársele al género: ante esta variedad tan grande de nombres como ha cargado y sigue cargando a cuestas nuestro tipo textual, conviene preguntarse ¿cuál es el nombre genérico con el que se ha de designar y por qué? Por todo lo que aquí hemos dicho está claro que nuestra respuesta es que el nombre de este prodigioso tipo textual debe ser el de “refrán”, ni más ni menos: “refrán”, no “proverbio” ni “dicho” que son los términos que más le disputan el nombre. Hubiera habido otras posibilidades: don Joaquín Calvo Sotelo, en su “prólogo a la segunda edición” del Refranero general ideológico español de Luis Martínez Kleiser8 propone, por ejemplo, denominar “dicho” al género próximo, “es el tronco, dice, que las abraza, la raíz fértilísima de donde les sube la savia unificadora” . Otra posibilidad hubiera sido llamarles paremias. Sin embargo, esta denominación carece de tradición amén de que estamos más acostumbra­dos a 1 lamarles refranes independientemente de si nacieron siendo aforismos, proverbios, dichos u otra cosa.9 A favor del término “refrán” como nombre del género está, desde luego, la manera histórica como se ha impuesto esa denominación frente a sus contrincantes y, desde luego, el vocablo “refrane­ro” que, como veremos, designa a los acervos de este tipo textual. Hacia allá apunta también la existencia, en la tradición hispánica, de los refranes sobre refranes, como se verá más adelante, en que el adjetivo “refranero” para designar al individuo muy dado a hablar en refranes prácticamente no tiene contrincantes a no ser el vocablo “dicharachero” .

La r e a l i d a d t e x t u a l d e l t é r m i n o “ r e f r á n ” 10

Tras haber esbozado el origen, evolución y uso del término refrán, es importante pasar de la palabra a la realidad textual y responder a la pregunta ¿qué son, de hecho, los refranes?; o, al menos para este ensayo, ¿qué vamos a entender aquí por refranes? Para responder a preguntas como las anteriores, es obvio que no funcionan las definiciones, pocas o muchas, que se puedan dar del refrán. Lo que importa, en efecto, en este nuevo recorrido es la realidad

8. Madrid, Hernando, 1986, pág. VI.9. Entre las tareas que aguardan a la paremiología, habrá que incluir, desde luego, lade un estudio completo

de las maneras como se introduce o citaun refrán en un acto de hablacualquierayaoral, yaescrito. Estas fórmulas introductorias, es indudable, darán información adicional sobre el peso y autoridad que se atribuye a los refranes y, desde luego, sobre su función y aún sobre su nombre.

10. Para todo esto puede verse la primera parte de nuestro libro Refrán viejo nunca miente, op. cit., pp. 29 a 175.

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El hablar lapidario

histérico-lingüística del género. Es necesario, por ello, abordar la realidad del refrán mediante una descripción de lo que, de hecho, han sido y son los refranes dentro de la textualidad hispánica. En la realidad, los refranes son expresiones sentenciosas, concisas, agudas, de varias formas, endurecidas por el uso, breves e incisivas por lo bien acuñadas, que encapsulan situaciones, andan de boca en boca, funcionan en el habla cotidiana como pequeñas dosis de saber adheridas a discursos mayores, son aprendidas juntam ente con la lengua y tienen la virtud de saltar espontáneamente en cuanto una de esas situaciones encapsuladas se presenta a veces sólo para animar el discurso y otras para zanjar una discusión sirviendo de argumento ya deductivo, ya inductivo.

, El refrán, en cuanto texto, puede ser abordado desde distintas disciplinas| y cada una de ellas pondrá de manifiesto alguna de sus características. Puesto que esta investigación tiene como propósito ilustrar la realidad textual del discurso lapidario valiéndose de un tipo textual al que asume como paradig­mático, es preciso esbozar aquí, como se analizará en detalle más adelante, que el refrán, tipo del hablar lapidario, si es visto por el lingüista y el teórico de la literatura, es definido por ellos como una frase estructurada por leyes tanto form ales11 como retóricas y dotada, por tanto, de cualidades como la lapidariedad, la al iteración, el ritmo o la rima; visto por el sem antistael refrán es un enunciado “ó armature symétrique”, para usar la expresión de George B. M ilner,11 12 construido sobre un sistema de oposiciones; visto por un historiador, un sociólogo o un folklorista, en cambio, el refrán sería asumido como la expresión de una sabiduría popular portadora de la sabiduría ancestral y dotada, por tanto, de autoridad.

Esta autoridad otorgada a los refranes los hace funcionar en las axiologías que alimentan el hablar cotidiano, como dice Luis Alonso Schokel13, cual “una oferta de sensatez” de los pueblos, especie de sabiduría creadora de tipo práctico que nace de una experiencia tan variada y rica como la vida misma y que se manifiesta a veces como lucidez para escudriñar, y a veces como

11. Dada la distinción que en esta disertación hacemos entre “forma” y “estructura” y ante la carencia de un término que exprese en general la acepción de “forma” como “conformación” o “manera de decir” y que abarque tanto la “estructura” como la “forma”, utilizamos aquí “formal” en el sentido de lo relativo a dicha “conformación” o “manera de decir”.

12. “De 1’armature des locutions proverbiales. Essai de taxonomie sémantique”, L ’Homme, 1969, t. 9, Núm. 3, pp. 49-70.

13. Luis Alonso Schókel/Eduardo Zurro, La traducción bíblica: lingüísticay estilística, Madrid, Cristian­dad, 1977, pp. 20 y ss.

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/.Qué es un refrán?

convicción profunda emanada del espíritu para aconsejar, adiestrar o contra­rrestar. Con esto, estamos no sólo enunciando algunas de las principales funciones de los refranes en la vida cotidiana, sino algunas de sus más tradicionales formas, en el sentido explicado en el capítulo anterior. Esta sensatez fundamental a la que remiten los refranes no es una sensatez individual: es, sí, la sensatez colectiva de la que se alimenta la moralidad popular.

Los refranes, independientemente de sus propiedades textuales, son maneras de hablar muy apreciadas por el pueblo en cuyo seno funcionan. Existe, en efecto, una conciencia clara, en el habla popular, del aprecio que la misma habla del pueblo tiene por los refranes: hay, por ejemplo, refranes que hablan de la gran importancia que se ha de otorgar a los refranes a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, un refrán español que aún se oye entre nosotros dice que “ los dichos de lqs viej itos, son evangelios chiquitos” .14 De esta convicción hay en el refranero español, manantial en el que abreva el refranero mexicano, diversos vestigios que muestran con claridad que los refranes tienen en la conciencia popular el rango de verdades puras que sirven para gobernarse en la vida y para gobernar a otros; que, en tanto que verdades, no engañan a nadie; que son los mandamientos a los que se puede atener, con confianza, el pueblo que los transmite de boca en boca como los remedios caseros; y que, en la medida en que constituyen la herencia de los ancestros, son buenos de manera que, aunque andan en boca del vulgo, no son vulgares sino que tienen un rango de nobleza que los hace dignos de estar escritos con letras de oro; son, en efecto, el prototipo de toda sabiduría, pues como dice un refrán “quien refranes no sabe, ¿qué es lo que sabe?” .

Esta idea no está arraigada sólo en los refraneros hispánicos15 16 sino que, como lo muestra bien el Dictionnaire de Proverbs et Dictons,'6 este aprecio por el refrán constituye una especie de patrimonio universal. Dicho dicciona­rio trae, en efecto, a guisa de epígrafes, una serie de refranes que expresan el aprecio que las diferentes culturas profesan al refrán: “lesproverbes son les lampes des mots’’ (refrán árabe); “sans angles, pas de maison; sans proverbes, pas de paroles” (refrán ruso).

14. En adelante, todas las caracterizaciones, ejemplos y observaciones que se hagan sobre el mundo de los dichos tendrán como referente el corpus paremiológico mexicano, a no ser que se diga otra cosa.

15. Cfr. Refrán viejo nunca miente, op. cit., pp. 29 y ss.16. Op.cit.

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Como se ve, la convicción paremiológica de que los refranes son textos cuya validez normativa es tenida en la conciencia popular como análoga a la de los evangelios no sólo es muy antigua sino que está muy extendida. En el mismo sentido, hay una amplia y bien representada tradición en la parem io­logía hispánica, fuente de la mexicana, según la cual el aprecio popular hacia los refranes, su gran validez, les proviene del hecho de que lo que enuncian es verdadero al grado de que los refranes pueden ser tenidos como verdades, de que constituyen un tipo de sabiduría de la misma validez que la sabiduría reconocida institucionalmente: “refrán de los abuelos es probado y verdade­ro” ; “tantos refranes, tantas verdades”; “refrán viejo, nunca m iente” ; “saber refranes, poco cuesta y mucho vale” ; “con un refrán puede gobernar­se una ciudad”; “si con refranes y no con leyes se gobernara, el mundo andaría mejor que anda” . Desde luego, esta convicción insertada en la m isma habla popular pone de manifiesto una propiedad de los refranes, sobre la que regresaremos más adelante, según la cual los refranes son verdades sociales que al mismo tiempo que tienen una validez discursiva por encim a de toda sospecha: constituyen el corazón de las tradiciones de un pueblo y el pueblo los suele guardaren su corazón como se guarda un legado ancestral. Gracias a este prestigio popular que los convierte en verdades medias, pueden los refranes desempeñar las funciones gnomemáticas que aquí nos interesan.

Alfonso Reyes, que removió todos los rincones de nuestra cultura con espíritu gambusino en busca de pepitas de oro, al hurgar, como solía hacer con todo, el mundo “de los proverbios y sentencias vulgares” 17 parece dejar de lado el valor gnómico de los refranes y, contra la más antigua y autorizada tradición, querer reducir los múltiples y variados usos, funciones, sentidos y contrasentidos de los refranes a la función discursiva del puro ornato. Dice, en efecto:

Quieren muchos decir que tienen los proverbios, los pequeños evangelios, grandísima utilidad práctica, y que sirven para orientar la conducta de la gente sin ley; pero yo mejor los entiendo como manifestaciones desinteresadas, independientes de móviles de acción, que nacen por una necesidad de reducir a fórmulas la experiencia (ciertamente), pero no para usar de ellos en los casos de la vida, sino para explicar y resumir situaciones ya acontecidas. Una necesidad puramente teórica de generalizar ha originado la mayoría de esas breves sentencias o consejos, y por eso casi todos son inmorales, o mejor amorales,

17. Obras Completas, tomo I, primera reimpresión, México, FCE, 1976, pp. 163 y ss.

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¿Q ué es un refrán?

aparte de que quieren más retratar el mundo como es, que no proponer otro como debiera ser. En tal concepto, son comparables con las máximas de La Rochefoucault y los moralistas de su género, que sirven para conocer mejor el alma de los hombres, pero no para orientar la acción inmediata.18

La postura de Alfonso Reyes es no sólo reduccionista sino, en general, falsa: es cierto que se trata de fórmulas que encapsulan la experiencia; es cierto también que la función del refrán no es principalmente de tipo normativo en la medida en que sirvan para orientar la conducta; sin embargo, como acabamos de ver, no se descarta en algún caso esa posibilidad. Por lo demás, Reyes no señala que la principal función de los refranes está a nivel discursivo y ello, de una manera o de otra, es una actividad discursiva. Eso sin mencionar el importante hecho de diferenciar entre los refranes, textos del folklore, y la literatura. De una manera o de otra, no se puede descartar, como lo hace Reyes, la utilidad práctica, digamos socio-discursiva, de los refranes. Más aún, es muy probable que las más antiguas formas de los refranes hayan sido sentencias del tipo performativo en la terminología de J. L. A ustin.19

Del valor que un pueblo atribuye a sus refranes depende, evidentemente, la capacidad entimemática que estos pequeños textos tienen en el discurso cotidiano, sobre todo. Si no tuvieran el prestigio de verdades medias los refranes no podrían, ciertamente, desempeñar ninguna función argumentativa: serían, en el mejor de los casos, ornato puro. Desde luego, de ese prestigio de los refranes depende también su valor como paradigmas del hablar lapidario: de lo contrario, no pasarían de frases afortunadas cuyo contenido apenas si rebasaría los límites de la significación referencial.

Por otro lado, cabe decir que el refrán es, por muchas razones, una forma de la literatura tradicional.20 El refrán es, textualmente, una forma del folklore y a ese sólo título es parte de lo que se llama literatura tradicional en la medida en que su medio más antiguo de subsistencia y su manera primera de transmitirse es lo que suele llamarse la tradición. Poco se ha discutido en la epistemología el concepto de tradición como instrumento de análisis. Sin

18. Op. cit., p. 167.19. Cómo hacer cosas con palabras, op. cit., p. 44.20. Fernando Lcázaro Carreter en “Literatura y folklore: los refranes” aparecido en sus Estudios de

lingüística (segunda edición, Barcelona, edición crítica, 1981, pp. 207 y ss.), niega el estatuto de “literatura” a textos que, como los refranes, son “creaciones folklóricas” que tienen con respecto a la literatura “diferencias de función”. Contra esta opinión, quisiéramos recordar que existen posturas que podríamos denominar funcional istas según las cuales es literatura lo que por literatura es tenido. Véase al respecto Tzvetan Todorov, Les genres du discour, Paris. Ed. du Seuil, 1978, pp. 13-26.

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embargo, en el caso del refrán como paradigma del habla lapidaria, que nos ocupa, la perspectiva de la tradición es muy importante no sólo para identificar con precisión los ámbitos en que este tipo textual nace sino las funciones textuales que ha desempeñado y, desde luego, establecer la naturaleza de las importantes relaciones entre forma y función, al centro de nuestra investiga­ción. Como en todos los casos de la literatura folklórica, el refrán puede ser asumido textualmente como el paradigma más puro de la tradición.21 Un refrán es una enseñanza encapsulada con arte, reducida al máximo y em pa­quetada en uno de los esquemas mnemotécnicos de la tradición oral con el fin de poder ser retenida más fácilmente en la memoria y poder ser transm itida confídelidad a lageneración siguiente: el refrán forma parte, en efecto, del tipo de expresiones que deben ser retenidas en la memoria como las fórmulas rituales, las del mundo de la enseñanza o las que vienen del ámbito de la conducta.

Aun en los casos en que el refrán parece ser sólo sonido estupendo, tan querido por el barroco tanto mexicano como hispánico, esas expresiones sonoras “ayunas de fondo doctrinal” , como diría M artínez K leiser,22 funcionan discursivamente de la misma manera que un “refrán tradicional” . Unas veces ornato puro, otras un adorno cuyas funciones semióticas dentro del discurso se atienen a otros códigos, se pegan como imágenes o, como se verá, por medio de recursos acústicos. Así nacen los refranes exclamativos tan frecuentes en ciertos refraneros como el mexicano.

Por lo anterior, se puede decir que el refrán es un hecho del folklore. En efecto, si el refrán es un tipo textual tradicional, nada raro, entonces, que una de las características más antiguas de los refranes sea su carácter oral.23 Los refranes son, con respecto al habla, elementos fijos que el hablante tiene que asumir tal cual se encuentran: forman parte de la lengua con respecto al habla popular. Sin embargo, las circunstancias cambian y lo que una vez fue el referente de un refrán desaparece; al refrán, en esas circunstancias, sólo le queda cambiar o desaparecer: adaptarse o morir. Son muchas las adaptacio­nes que un refrán puede sufrir: para que esas adaptaciones pasen de nuevo a

2 1. Sobre las relaciones entre refrán y tradición puede verse nuestro Refrán viejo..., op. cit., pp. 38-42.22. En su magno Refranero general ideológico español, edición facsímil, segunda reimpresión, Madrid,

Editorial Hernando, 1986, p. XX.23. Sobre laoralidad puede verse, sobre todo, Walter J. Ong, Oral idad y escritura, México, FCE, 1987;

véase, también, Paul Zumthor, Introducción a la poesía oral, Madrid, Altea/Alfaguara/Taurus, 1991; y, desde luego, Eugenia Revueltas y Herón Pérez (compiladores), Oralidad y escritura, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992.

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¿Q ué es un refrán?

ser hechos del folklore tienen que pasar por el crisol de la socialización. Cuando una modificación a uno de estos textos es asumida por la comunidad en el habla, entonces deja de ser una propuesta individual y se convierte en un hecho colectivo. Los hechos de folklore dejan poco margen a la maniobra individual.

A LOS ORÍGENES DEL REFRÁN

No es difícil mostrar que el refrán es uno de los tipos textuales actualmente vigentes de mayor antigüedad dentro de la cultura humana. Históricamente se encuentran vestigios del refrán aún en las literaturas más antiguas en formas y estructuras que pueden variar de una lengua a otra pero fundamentalmente con las mismas funciones. Samuel Noah Kramer, por ejemplo, al describir las tablillas deN ippur24 cuyo material es remontable, en algunos casos, al tercer milenio antes de Cristo, se encontró entre mitos, epopeyas, himnos, lamenta­ciones, fábulas, ensayos, diarios de escuela y, en general, entre un cúmulo de textos producidos por la vida cotidiana sumera, una buena cantidad de proverbios sumeros. En efecto, entre ese material deNippur, Edward Chiera, primero, y Samuel Noah Kramer, después, encuentran vestigios de un refranero sumero o, mejor dicho,

más de doce colecciones diferentes, de las cuales algunas contenían docenas y otras hasta centenares de proverbios. Una edición definitiva de dos de estas colecciones, publicada bajo su dirección (de Edmund Gordon), reunió casi trescientos proverbios completos, la mayoría desconocidos hasta entonces.2S

El material paremiológico parece datable en el siglo XVIII antes de Cristo pero, como muy bien observa Kramer, “muchos de ellos son, con toda seguridad, herencia de una tradición oral archisecular ya en la época en que fueron transcritos” .26Las formas y estructuras paremiológicas que aquí aparecen muestran bien a las claras, amén de la versatilidad del género, unas

24. Sitio arqueológico situado a unos doscientos kilómetros al sur del Bagdad moderno. Se trata de un antiguo centro religioso sumero de la llanura mesopotámica que data del III milenio. Entre 1889 y 1900 la Universidad de Pennsylvania realizó excavaciones en el lugar encontrando los vestigios de sendos templos a Enl il y a Inanna, ruinas de un pequeño palacio, varios sarcófagos tardíos de arcilla vidriaday, sobre todo, innumerables tablillas en escritura cuneiforme de las más diferentes épocas.

25. Samuel Noah Kramer, La historia empieza en Summer, Barcelona, Ediciones Orbis, 1985, p. 139.26. Kramer, op. cit., p. 140.

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estructuras que si bien conservan las huellas de la tradición oral que las remontó, tienen ya la complej idad de géneros 1 itéranos escritos muy evolucio­nados. Kramer se maravilla de que, pese a la antigüedad de los refranes sumeros, la diferencia de culturas, ambientes, creencias, costumbres, vida económica y social, reflejen una extraña hermandad y una mentalidad sobre las cosas fundamentales de la vida humana muy semejantes a los actuales. Kramer observa, con justicia, el carácter transcultural de este tipo textual: los refranes pasan intactos las épocas, las culturas y las naciones y se instalan en lo más humano de la conciencia y percepción de las cosas.

Como explicaremos más adelante, cuando hablemos de los refraneros, en un refranero, como este sumero, aparecen las quejas y lamentos por el sufrimiento humano, por la lucha fall ida contra el destino; aparecen, además, las inclinaciones más humanas, las incertidumbres, las ilusiones; y, desde luego, un refranero recoge las m i 1 y una relac iones, con sus respectivas marcas de identidad, que se dan en la vida cotidiana de una sociedad así sea muy simple.27

Prácticamente todas las culturas más antiguas han empezado sus litera­turas en torno a tipos textuales gnómicos que, andando el tiempo, darían origen a nuestros refranes. Es muy ilustrador, por ejemplo, que la literatura gnóm ica del antiguo Egipto haya adoptado la forma de “ instrucciones” o enseñanzas de un padre, normalmente un rey, a su hijo, el príncipe; o bien las de un maestro a su hijo, de un escriba a su sucesor.

Las literaturas hispánicas han conservado vestigios bastante claros de que uno de los antepasados del refrán fue el consejo, como también los hay de que otro universo generador de paremias fue el de la ley. Podría bastar, para probar lo anterior, el hecho de que los primeros refraneros españoles,28 como los ya citados Proverbios del Marqués de Santillana, aún conserven este marco que, por lo visto, remite a los orígenes mismos del refrán y a una de sus formas más antiguas. Esta función y esta forma parecen haber llegado a la textualidad occidental através del libro bíblico de los Proverbios emparentada directamente, por lo demás, con la literatura paremiológica egipcia y aun babilónica.

27. Kramer, op. cit., p. 141 yss.28. En realidad, como se sabe, la tradición paremiológica española no arranca de Santillana. Desde los

orígenes de lo que sería después lacultura española, mostró una vocación a lasabiduríaparemiológica reconocida por propios y extraños que no es el momento ni el 1 ugar de mostrar. Baste mencionar escritores como Lucio Anneo Séneca, Raimundo Luí io, don Alonso Tostado, don Sem Tob para percibirlo.

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Por lo que hace a los vínculos entre nuestro tipo textual y los textos jurídicos, ya hemos mencionado algunos de tipo discursivo y otros de tipo formal: un refrán no sólo asume discursivamente la función de una sentencia judicial, sino su forma, como se verá más adelante. Por lo demás, como ya se ha mencionado el hecho de que ambos tipos textuales comparten la lapidariedad.

El género paremiológico, pues, no sólo es uno de los más antiguos sino que está, podríamos decir, en el corazón mismo de la tradición y la tradición encuentra en él uno de sus más claros paradigmas, como hemos señalado. Se puede hasta decir que es un tipo textual que brotó con la primordial función de servir de vehículo de la tradición.29 Sin embargo, si el refrán muestra muchos vínculos con tipos textuales cuya función nucleares latransmisión de una herencia cultural, se puede decir que, desde sus orígenes y por naturaleza, el refrán fue de índole oral y sólo posteriormente y con funciones distintas a las paremiológicas se guardó en colecciones y textos escritos que aquí llamaremos refraneros.

Otro ámbito igualmente antiguo emparentado con el origen de los refranes es el de la ley. Ya la antigua retórica había relacionado el refrán con la ley desde el punto de vista de las funciones discursivas. Y a hemos señalado, en efecto, los estrechos vínculos que guarda el refrán con las leyes, mandatos, consejos y formas análogas de que se alimenta la literatura sapiencial. Por lo que hace a los textos legales, son muchos los parentescos del refrán con ellos: unos son de tipo discursivo, otros de formal y los hay también de tipo histórico en la m edida en que no son pocos los refranes que aún conservan huellas de su pasado jurídico.

Por lo que hace a los vínculos discursivos entre el refrán y la ley, hemos de retomar lo que ya hemos señalado en el capítulo anterior a propósito de la sententia o gnoma. Nuestros refranes, en efecto, tienen en el discurso la autoridad de una sentenciajudicial. A eso se refería la antigua retórica cuando hablaba del iudicatum. La Rhetorica ad Herennium de Cicerón lo definía como id de quo sententia lata est.30 Los refranes no sólo asumen la autoridad discursiva de los fallos judiciales sino su misma estructura lógica. En efecto, el raciocinio entimemático de que hablábamos en el capítulo anterior basados en la Retórica de Aristóteles es de idéntica índole al silogismo de determina­

29. Es tradicional la sabiduría china, por ejemplo, que ha llegado a nosotros no sólo del lejano oriente sino de lamás remota antigüedad. Son célebres, por ejemplo, las máximas de Confucio.

30. Rethorica ad Herennium 2, 13, 19 citada por H. Lausberg, op. cit., n. 353.

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El hablar lapidario

ción de la consecuencia jurídica. Tanto el entimema como el silogismo jurídico, en efecto, son de tipo casuístico:

Siempre que el supuesto de hecho S esté realizado en un hecho concreto H, vale para H la consecuencia jurídica C. El supuesto de hecho S, generalmente comprendido, está realizado en un hecho determinado, si H, visto lógicamente, es un “caso” de S. Para conocer qué consecuencia jurídica vale para un hecho — cuya procedencia me es siempre dada— tengo, por ello, que examinar si este hecho es subordinable como un “caso” a un determinado supuesto de hecho legal. Si esto ocurre, la consecuencia jurídica resulta de un silogism o que tiene la siguiente figura:

Si S está realizado en un hecho cualquiera, la consecuencia jurídica C vale para este hecho (premisa mayor).

Este hecho H determinado realiza S, es decir, es un caso de S (premisa menor).

Para H vale C (conclusión).31Tanto las leyes como los refranes y, en general, los textos gnómicos son

enunciados de tipo universal; en el caso de los refranes, lo hemos dicho, expresan pensamientos provenientes de la sabiduría popular que dan pie a nuevas sentencias que tienen la misma pretensión de universalidad. Por lo general, este tipo de textos no se refieren a verdades de tipo teórico sino de orden práctico según aquel célebre pasaje de Aristóteles relativo al gnoma citado en el capítulo anterior.32

Si desde el punto de vista discursivo hay una estrecha relación entre los refranes y los textos legales de manera tal que prácticamente comparten la armazón lógica; si, por tanto, la ley y el refrán en el discurso desempeñan la misma función, nada extraño que revistan formas análogas. En efecto, los estudiosos de las 1 iteraturas más antiguas han señalado, por ejemplo, que las dos formas más antiguas adoptadas por la ley han sido la casuística y la apodíctica dando pie, respectivamente, a las leyes casuísticas y a las leyes apodícticas.33 La característica más importante de las leyes formuladas en

31. Karl Larenz. Metodología de la ciencia del derecho, segunda edición. Barcelona/Caracas/México, Ariel. 1980. p. 265.

32. Retórica. \\. 2 \ .33. Sobre el adjetivo “apodíctico*'. véase lo ya señalado en el capítulo II. En la terminología usada por los

científicos de la Biblia, el vocablo “apodíctico". por ello, se usa para denotar proposiciones de validez “absoluta" en oposición, por ejemplo, a las de tipo “casuístico" cuya validez está condicionada a que se cumpla la premisa mayor. Así. por ejemplo. Albrecht Alt en su célebre obra Die Ursprünge des

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¿Q ué es un refrán?

forma casuística es su estructura binaria cuya primera parte enuncia la condición y la segunda lo condicionado. He aquí, a guisa de ejemplo, la secuencia de las leyes 209 a 214 del Código de Hammurabi:

209. - Si un señor ha golpeado a la hija de otro señor haciéndola abortar, pagarádiez sid os de plata.210. - Si esta mujer muere, su hija recibirá la muerte.211. - Si su golpe causa el malparto de la hija de un plebeyo, pagará cinco sid osde plata.212. - Si esta mujer muere, pagará media mina de plata.213. - Si golpeó a la esclava de un señor y motivó su aborto, pagará dos sid os deplata.214. - Si la esclava muere, pagará un tercio de mina de plata.34

La prim era parte de las leyes formuladas de forma casuística, como se ve, la protasis, es introducida aquí por la expresión condicional “si...” . Otras formulaciones casuísticas pueden ser introducidas por otro tipo de expresio­nes condicionales o dubitativas del tipo de: “ Si...”, “Cuando...”, “En el caso que...” , “Supuesto...” . Con frecuencia la primera parte de la ley adopta la forma de una tasación. Esta introducción condicional es seguida de una descripción del caso a que se refiere la ley. Las leyes formuladas en forma casuística pretenden cubrir todos los casos posibles: de allí el nombre de casuísticas que se les da. La segunda parte de la ley casuística, en cambio, presenta de manera absoluta y tajante lo condicionado: el contraste entre la formulación casuística de laprótasisy el estilo sentencioso de laapódosishace que esta última adopte los aires de un fallo judicial. Es posible encontrar abundantes ejemplos en la mayor parte de los corpus legales más antiguos del Antiguo Próximo Oriente: en ellos, no sólo es bastante frecuente este tipo de formulación sino que se podría decir que la casuística es la forma ordinaria de las leyes. Se podrían citar ejemplos tanto de los códigos legales de Urnammu (2112-2095 a. de C.), Lipit-Ishtar (1934-1924 a. de C.), Eshnunna (aprox.

Isrealitischen Rechts (Leipzig, 1934) hace la distinción formal entre las leyes formuladas en forma apodícticay leyes formuladas en forma casuística: las primeras son absolutas; las segundas, en cambio, están supeditadas al cumplimiento de lacircunstancia condicionante.

34. James B. Pritchard (compilador), la sabiduría del Antiguo Oriente, Barcelona, Ed. Garriga, 1966, pp.189 y ss.

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1840 y 1790 a. de C.) y Hammurabi (1792- 1750 a. de C.).35 En la Biblia hay ejemplos de leyes formuladas casuísticam ente.36

Las leyes formuladas en forma apodíctica, en cambio, son aquellas que contienen simplemente una orden o una prohibición: “no m atarás” , “honra a tu padre y a tu m adre” . A veces el mandato o la prohibición van acom pa­ñadas de la sanción a quien viole la ley. En todo caso, la prohibición o mandato son absolutos, sin atenuantes ni situaciones de excepción. En la Biblia, por ejemplo, los capítulos 17 a 26 del Levítico llamado por la crítica Códice de Santidad y atribuido al Códice Sacerdotal están conformados casi exclusiva­mente por leyes apodícticas.37

No es difícil mostrar que una buena parte de las formulaciones de los refranes actuales, como los incluidos en nuestro corpus, mantienen también estas dos formas. Más aún, investigaciones como las que lleva a cabo Andreas

35. Véase para esto James B. Pritchard (editor). Ancient Near Eastern Texts relating to the Old Testament, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1950, pp. 159-198. Sobre el Código de Hammurabi en especial puede consultarse la excelente edición de Federico Lara Peinado, Madrid, Editora Nacional, 1982. En las páginas 11 y ss ., contiene una excelente introducción al derecho antiguo en el Antiguo Próximo Oriente. Para la segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo puede consultarse Guillaume Cardascia, Les lois assyriennes, Paris, Les Éditions du Cerf, 1969.

36. J. Alberto Soggin. íntroduzione all ’Antico Testamento, tomo I, Brescia, Paideia, 1968, pp. 147 y ss.37. La crítica literaria, sobre todo del protestantismo alemán, fue poniendo de manifiesto la realidad

textual de la Biblia, hoy un resultado aceptado por todos los investigadores, que en la formación del Pentateuco actual y. en general, del Antiguo Testamento, intervinieron varias fuentes escritas cuyos vestigios son aún detectables. Aunque este atractivo campo de la investigación bíblica aún está siendo explorado; y aunque en los mil y un ámbitos a que se refieren estas investigaciones los científicos de la Biblia tienen muchas divergencias entre sí, se han llegado en por lo menos dos siglos de sabios humanistas a la conclusión de que existen varias fuentes escritas en la conformación del Pentateuco y, en general, de una buena parte de los libros del A. T. Que. por otra parte, esas fuentes escritas pueden reducirse a las cuatro siguientes que han sido utilizadas por el redactor final, muy tardío, de la Biblia tal cual hoy la conocemos: 1).- La fuente J o Yahvista: escrita alrededor del 950 a. C. en la época de Salomón, antes de ladivisión del reino en 926. a. C. 2).- La fuente E o Elohísta: escrita alrededor del año 800 a. C.. antes del profetismo escrito, especialmente de Oseas. 3).- La fuente D que coincide con la forma primitiva del libro del Deuteronomio: escrito alrededor del siglo VII, a com ienzos de la reforma de Josías (622 a. C.) y ampl iado posteriormente. 4).-Y, finalmente, la fuente P (letra inicial de la palabra Piesterkodex) conocida también como Escrito sacerdotal: compuesto hacia 550 a. C. durante el exilio en Babilonia y completado en el postexilio. Además de estas cuatro fuentes, los investigadores están de acuerdo, en general, en aceptar al menos en tres redacciones: a).- La redacción R,t:. Después de 722 a. C. (la caída del reino del norte) hubo una primera redacción que fundió en un solo escrito las fuentes J y E. con tal habilidad, que en algunos pasajes no es posible distinguirlas con seguridad. Al escrito resultante se le conoce en el medio de la crítica bíblica como la obra JE (yahvista- e!ohísta)ojeho\vista. b).-La redacción Rr. Es laredacción principal del Pentateuco: durante el exilio una escuela de escritores, probablemente sacerdotes, integró el documento JE en P. c ).-Laredacción R1'"". Esta redacción insertó textos, frases o fragmentos que usan el vocabulario, estilo y temática del Deuteronomio uniendo las fuentes escritas con el Dt o con la obra historiográfica deuteronomista (Dt- Re). Los críticos no están de acuerdo en si esta redacción fue antes o después de la confección de P.

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/.Qué es un refrán?

Wacke sobre las relaciones entre los refranes jurídicos y el derecho han mostrado en algún caso38 que primero se ha dado la regla convencional y de allí se ha pasado a la regla jurídica. Tampoco es difícil mostrar cuántos refranes han recorrido el camino inverso: de ser normas jurídicas se convir­tieron en refranes. José M. Mariluz Urquijo ha recogido en su Refranero rioplatense del siglo XVIII una buena cantidad de ejemplos.39 En todo caso, o bien las formulaciones más primitivas de las leyes adoptaron la forma y la función discursiva del refrán, o bien los refranes asumieron una vigencia tal que imitaron en funcionamiento y forma a la ley: bien pudieron los refranes empezar su función discursiva social como leyes populares paralelas a las leyes de las clases elevadas.

P a r a d i g m a s p a r e m i o l ó g i c o s

Todo lo anterior nos lleva a plantearnos, al menos, la cuestión de la existencia de universales paremiológicos y de la índole que adoptan, en caso de existir.40 No se trata de una cuestión bizantina: se trata, más bien, del importante problema de si las observaciones y resultados aquí obtenidos a partir de un corpus de refranes “mexicanos” tienen alguna validez en otros ámbitos culturales y cuál es esa val idez. En suma, si los datos que a partir del refranero mexicano obtengamos sobre el discurso lapidario sólo tienen el frágil sustento de un corpus muy particular. Como ya hemos señalado, en nuestra pretensión de estudiar el discurso lapidario analizamos el refranero mexicano con la idea de abonar al discurso lapidario lo que descubramos en este tipo textual asumido aquí como paradigma del hablar lapidario en general. Si los textos incluidos en el corpus de refranes mexicanos responden, desde el punto de vista de la tipología textual, a paradigmas muy peculiares del habla mexicana o, cuando mucho, del habla hispánica, entonces, está claro, la validez de las

38. “Quien llega primero, muele primero”: prior tempore, potior jure. El principio de prioridad en la Historia del derecho y en la dogmática jurídica, en Anuario de derecho civil, tomo XLV, fascículo I, enero-marzo de 1992, pp. 37-52.

39. Mendoza, Rep. Argentina, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, 1993.

40. No es nuestra intención plantear de nueva cuenta la problemática en torno alos universales del lenguaje. El mínimo de universalidad que nos interesa establecer y el enfoque teórico asumido es el propuesto por Eugenio Coseriu en su ensayo “Los universales del lenguaje (y los otros)”, en Eugenio Coseriu, Gramática, semántica, universales. Estudios de lingüística funcional, Madrid, Gredos, 1978, pp. 148- 205.

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conclusiones que aquí obtengamos sobre el discurso lapidario apenas sobre­pasará el ámbito casero. Si, en cambio, existen universales paremiológicos a los que se atiene nuestro refranero mexicano, estará claro que no tendrá tanta importancia en que una investigación de esta índole se base en este corpus o en este otro.

Lo anterior, por tanto, nos conduce a la cuestión de los rasgos distintivos del refrán: ¿qué requisitos debe cubrir un texto para ser considerado refrán? ¿Existen los paradigmas paremiológicos de índole unlversalizante? Las anteriores preguntas justifican una pequeña excursión para dejar sentada la validez de las conclusiones que sobre el discurso lapidario obtengamos a partir de un corpus tan delimitado como el que aquí nos ocupa. Esta excursión tendrá tres momentos: primero nos preguntaremos por la existencia de paradigmas paremiológicos de índole translingüística; en segundo lugar, nos dedicarem os a explorar la existencia, y en caso afirmativo el tipo de rasgos distintivos paremiológicos también de índole translingüística; y en un tercer m om ento señalarem os, contrastivam ente, algunos rasgos distintivos translingüísticos en dos vertientes, una formal y la otra discursiva.

Antes de indagar la existencia de paradigmas paremiológicos de índole translingüística, hemos de aclarar lo que entendemos por “paradigma parem iológico” . Con esta expresión denominamos las estructuras textuales propias de los refranes. En nuestras exploraciones anteriores, por ejemplo, hemos encontrado que los refranes tienen una serie de características form a­les, discursivas y sintácticas. Hemos visto, además, que existen una serie de coincidencias a nivel discursivo, de tipo muy general, entre los textos del refranero mexicano que conforman nuestro corpus y los gnomai de que habla Aristóteles en su Retórica; hemos visto que existen algunas características constantes entre los textos considerados gnómicos por diferentes culturas: por ejemplo, se trata de textos breves, concisos, lacónicos y, en general, lapida­rios; esos textos en diferentes culturas de las más estudiadas, por ejemplo indoeuropeas y semíticas, se dan en estructuras más o menos constantes. Es nuestro interés I levar a cabo una labor comparativa un poco más expl ícita; lo suficiente, solamente, como para dejar bien sentados tanto la validez como el alcance de nuestras reflexiones sobre el discurso lapidario.

Sobre los paradigmas parem iológicostransculturales, cabe notar desde un principio que no es difícil encontrar moldes paremiológicos al menos de índole transcultural cuyo grado de universalidad puede ser verificado por una investigación ad hoc. Nuestro corpus es susceptible de dividirse en refranes

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trad ¡dónales o transculturales y refranes que podríamos considerar típicos del refranero mexicano. A los primeros, por lo general, se los encuentra en los estratos más antiguos del refranero español y muchos de ellos provienen de otras culturas. Para mostrar que los moldes paremiológicos de nuestro corpus no son locales basta con entresacar algunos y mostrar su presencia en otras culturas. Podríamos proceder a ello por dos caminos: por un lado, mostrando que las principales estructuras paremiológicas de nuestro corpus son compar­tidas por otras culturas y, por otro, tomando un tipo textual paremiológico de índole paradigmática, por ejemplo, los refranes-sentencia y poner de mani­fiesto su existencia en otros sistemas textuales, independientemente de la forma que sus textos adopten.

Desde luego, el hecho de que una parte importante de nuestros refranes no sean caseros y hayan hecho largos recorridos interculturales antes de llegar hasta nosotros, podría bastar para mostrar que no nos hallamos ante un fenómeno particular. Por ejemplo, algunos de nuestros refranes provienen de las antiguas fábulas. Así, “están verdes, dijo la zorra” es una reminiscencia de la fábula de Esopo “ la zorra y las uvas” ; también reminiscencia de una fábula de Esopo es la expresión paremiológica “matar la gallina de los huevos de oro” ; “el parto de los montes” . “Saber es poder”, en cambio, se remonta a Bacon; “piedra que rueda no se enmojece” proviene de la cultura griega a través de Luciano de Samosata.

Otra vertiente de transcultural ¡dad le viene a nuestro acervo, por distintos caminos, de la Biblia, como hemos señalado más arriba. Ya Northrop Frye, en su libro El gran código,41 ha mostrado brillantemente cómo la Biblia es el gran código de la literatura occidental a partir del supuesto de que hay una serie de elementos de la Biblia — ’’las imágenes y la narrativa bíblicas”— que “forjaron una estructura imaginativa en la cual se desarrolló la literatura occidental hasta el siglo XVIII, y en gran medida hasta nuestros días” .42 Concluye, por tanto, que hay una “ influencia literaria recibida”43 de la Biblia por las literaturas occidentales, al grado, que:

un estudiante de literatura inglesa — dice— que no conoce la Biblia se queda sinentender gran parte de lo que lee; y hasta el más concienzudo de ellos interpretarámal las implicaciones, e incluso el significado.44

41. Editorial gedisa, Barcelona, 1988,281 páginas.42. Op. cit., p. 11.43. Ibid.44. Ibid.

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Uno de los presupuestos básicos de Frye es que la Biblia, pese a su conocida y evidente heterogeneidad “tradicionalmente, ha sido leída como una unidad, y [...] ha tenido influencia en la imaginación occidental como una unidad” :45 la Biblia desde el primer libro hasta el último narra el aspecto de la historia de la humanidad por el que se interesa — bajo los nombres simbólicos de Adán, Israel, la Iglesia— con una serie de imágenes concretas como montaña, río, ciudad, monte, jardín, árbol, aceite, vino, mieses, leche, oveja, pastor, novia, fuente y muchas otras que al repetirse constantem ente constituyen el principio unifícador de la Biblia y, por tanto, principio de forma.46 Este papel la Biblia lo ha desarrollado independientemente de la versiones vernáculas; lo importante es la forma tradicional como la Biblia fue fam iliar a los autores europeos a partir del siglo V : ese papel lo desempeñó, de hecho, la Vulgata41 en cualquiera de las muchas vernaculizaciones en que se usó en la vida cotidiana. A Frye le interesan, pues, más que “el verdadero significado” de tal o cual palabra difícil, “aquellos sustantivos tan concretos que es prácticamente imposible que un traductor se equivoque en traducir­los” .48

Frye ve la Biblia, empero, ciertamente como un libro literario; pero, dice, “ la Biblia es ‘algo m ás’ que una obra literaria” .49 Para el autor, la Biblia sin “ser” una obra literaria “ha tenido una continua y fecunda influencia sobre la literatura inglesa, desde los escritores anglosajones hasta los poetas de promociones más jóvenes que yo” .50 Frye está de acuerdo con Blake quien llegó a “ identificar la religión con la creatividad hum ana” y quien dijo: “El

45. Op. cit.. pp. 12-13.46. Claude Tresmontant en Ensayo sobre el pensamiento hebreo, Taurus, Madrid, 1962, menciona entre

lascategorías típicas del pensamiento hebreo lacreación, el tiempo, laetemidad y lo sensible, por ejemplo.47. A la traducción latina de la Biblia se le conoce, desde el Concilio de Trento, como Vulgata, o versión

“divulgada". El nombre le viene del hecho de que antiguamente circulaban varias traducciones latinas de\a Biblia. La más antigua de ellas circulaba, en el norte de Áfricay en el sur de las Galias, yaen el siglo II de nuestra era. A principios del siglo III. se tiene noticia de que en Roma había otra traducción latina de la Biblia. Todas estas versiones latinas de la Biblia desaparecieron, casi por completo, al aparecer la versión jeronimiana. o sea lo que hoy se 1 lama ¡ ulgata. En 1739-1749 P. Sabatier intentó, en tres grandes volúmenes, hacer una edición científica del material de las antiguas traduccioneslatinasdela¿?/¿//'tf.Su obra se tituló Bibliorum sacrorum latinae versiones antiquae seu vetus itálica. Para ello recogió los fragmentos que aparecen en los escritores eclesiásticos latinos. Desde entonces se ha recuperado mucho material de esas viejas versiones que se ha ido publicando por separado. La crítica actual llama Vetus latina al conjunto de esas versiones prevulgata. Jerónimo, por encargo (en 383) del papaDámaso I (366- 384). revisó las versiones antiguas, las unificó y tradujo lo que fue necesario: el resultado fue la Vulgata.

48. Op. cit., p. 14.49. Op. cit.. p. 16.50. Ibid.

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Antiguo y el Nuevo Testamento son el Gran Código del Arte” .51 De aquí toma el título de su libro.

Los juicios de valor en crítica literaria, dice Frye, son “una función menor y subordinada del proceso crítico” y pertenecen sólo al campo de las “hipótesis tentativas de trabajo, que pueden ser revisadas” . Los juicios de valor, por lo demás, no son ni el comienzo de la operación crítica ni su broche final. De allí que una evaluación que tenga por objeto la literariedad, automáticamente lafrena, laasfixia. El autorresolvió el problema encaminán­dose a un contexto verbal más amplio, fuera de la literatura, del que, sin embargo, la literatura formará parte: su mirador fue la Biblia.

Frye divide la crítica bíblica en dos grandes vertientes: la vertiente crítica y la vertiente tradicional. La primera es descalificada sin más por Frye y con ella toda la ciencia bíblica sobretodo desde Jul ius Wel lhausen, a fines del siglo pasado, hasta la fecha: “pues en ningún momento explica con claridad cómo o por qué un poeta leería la Biblia*’.52 Se trata, dice Frye, de “una crítica aún más baja, o subsuelo, donde la desintegración del texto se convirtió en un fin en sí m ismo”.53 Para el autor, la unidad es uno de los cánones estéticos convencionales: pese a su evidente multiplicidad y heterogeneidad, dice, la Biblia siempre ha sido tenida como una obra unitaria. Cualquier crítica, por tanto, que atente contra esta unidad es sospechosa pues “a pesar de su contenido misceláneo la Biblia no presenta la apariencia de haber nacido como resultado de diversos e improbables accidentes; el producto final, aunque es ciertamente el resultado de un largo y complejo proceso editorial, también necesita ser examinado por derecho propio” .54

La otra vertiente de la crítica bíblica, la tradicional, es más afín al autor pues acepta, dice, “ la unidad de la Biblia como postulado” y nos dice “de qué manera la Biblia puede ser comprensible para los poetas” .55

Por otro lado, la crítica 1 iteraría debe a la Biblia sus temas más genuinos que sólo podrán ser profundizados en la medida que se profundice más su relación con la Biblia.

51. Ibid.52. Op. cit., p. 17.53. Ibid.54. Ibid.55. Ibid.

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El hombre — dice Frye— existe, no directamente en la naturaleza, como los animales, sino en el contexto de un universo mitológico, un conjunto de tradiciones y creencias nacidas de sus vivencias [...] nuestra imaginación puede reconocer ciertos elementos de dicho universo cuando se presentan bajo la forma del arte o la literatura [...] La Biblia constituye claramente un elemento importante de nuestra tradición imaginativa, más allá de lo que aceptemos creer de ella [...]*

Según Frye, muchos puntos en la teoría crítica contem poránea se originaron en el estudio hermenéutico de la Biblia y muchos otros parecen yacer ocultos bajo los tabúes que la cultura contem poránea ha ido alimentando sobre ella. El autor piensa, en efecto, en una “tipología bíblica” aún poco estudiada por los críticos de la literatura pese a que “muchos críticos contemporáneos son conscientes de la importancia que la crítica bíblica tiene para la literatura secular” .56 57

Mito, metáfora, proverbio y tipología son categorías fundamentales para analizar hasta dónde lo religioso altera los procesos mentales ordinarios. Frye dedica a estas categorías la primera parte de su libro que, titulada “el orden de las palabras” , es introducida por un capítulo sobre la “retórica de la religión” o sea el lenguaje usado por la gente para hablar de la Biblia y de las cuestiones que tienen que ver con ella.

“La literatura, dice Frye, continúa en la sociedad la tradición de la invención de m itos”58 según un m ecanism o que podría llamarse de bricolage: recoge elementos de aquí y de allá. En resumidas cuentas, el libro que Frye propone es, a su modo, también un libro de bricolage que pretende ocuparse “del impacto causado por la Biblia en la imaginación creadora” .59 La segunda parte del libro, titulada “el orden de los tipos”, constituye, de hecho, el inventario de los principales tipos bíblicos que Frye encuentra con más asiduidad en el bricolage constituido por las literaturas occidentales. Frye encuentra que los terrenos en que se cultiva la poesía colindan con los terrenos de lo sagrado. Incluso su tesis del El Gran Código se sustenta precisamente en ese postulado. Todo libro sagrado, pues, va aparejado invariablemente a “cierto estracto de poesía” tanto como a la lengua en que está escrito. La tesis de Frye a este respecto coloca la Vulgata en el lugar de

56. Op. cit., p. 18.57. Op. cit., p. 20.58. Op. cit., p. 21.59. Ibid.

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honor de la influencia para la cultura de la Europa Occidental: “De hecho, dice, la Vulgata, en Europa Occidental, fue la Biblia durante mil años” .60 Nada raro, por tanto, que en nuestros esquemas paremiológicos no sólo del español sino de las lenguas europeas haya tantos refranes que provienen de la Biblia.6'

De esta misma fuente son una serie de coincidencias formales de los refranes más tradicionales de nuestro acervo con paradigmas paremiológicos bíblicos. Es importante señalar que es la investigación bíblica la que más ha explorado, a propósito del libro de los Proverbios, en la investigación sobre las formas de este tipo textual.62 Para el refranero español, permanente horizonte de nuestra investigación, el sabio traductor moderno de la Biblia a\ español, Luis Alonso Schókel,63 64 ha llevado a cabo un estudio comparativo entre las estructuras paremiológicas hebreas y las españolas. Los resultados por él obtenidos nos sirven de punto de partida para nuestra reflexión. Alonso encuentra paralelismos entre ambos sistemas culturales por lo que hace a las estructuras más fundamentales como, por ejemplo,yeshPayn (“hay...” / “no hay...”) y ‘ishPishah (“hombre...” / “mujer...”), muy frecuentes en el libro de los Proverbios, y estructuras equivalentes en el refranero castellano. En nuestro corpus textual, están bien representados refranes del tipo de: “hay”, “no hay”, “hombre + adjetivo” , “hombre + que”, “mujer + adjetivo”, “mujer + que” , que como hemos señalado en nuestro libro Por el refranero mexicano,M también están bien representadas en los refraneros hispánicos.

60. O p. c it., p. 27.61. Véase lo dicho en R efrán v ie jo .. ., op. c it., p. 66.62. Son importantes los trabajos de W. Baumgartner: “D ie lite ra risc h e n G a ttu n g en in d e r W eish e it d e s

J e sú sS ira c h ", Z e itsc h r iftfü rA ltte s ta m e n tlic h e r W issen sch a ft34 (1914), pp. 161 -198; “D ie israe litisch e W eish e its lite ra tu r" , T h eo lo g isch e R u n dsch au 5 (1933), pp.259-288; “ The W isdom L itera tu re" , en H. H. Rowley (editor), The O ld T estam en t a n d the M o d ern S tu d y , Oxford, 1951, pp. 210-237. Igualmente importante son los trabajos de J. Hempel, “D ie F orm en d e r S p ra ch e" , en D ie a lth eb rá isch e L ite ra tu r u n d ih r h e le n is tis ch -jü d isc h e sN a c h le b e n , Wildpark/Postdam, 1930, pp. 44-81; J. Schmidt, S tu d ien zu r S ti l is t ik d e r a l t te s ta m e n tl ic h e n S p r u c h lite r a tu r , Münster, 1936. Más recientemente: J. M. Thompson, The F orm a n d F u n c tio n o f P r o v e r b s in A n c ien t Israel, S tu d ia J u d a ic a , 1, París/La Haya, 1974; J. G. Williams, Th ose w h o p o n d e r P ro v erb s . A p h o r is tic T h inkin g a n d b ib lic a l L itera tu re , Sheffiel, 1981.

63. LuisAlonsoSchokel/J. Vilchez, P r o v e r b io s ,Madrid,Cristiandad, 1984,pp. 117yss.Enconcreto,para la labor de comparación entre el refranero hebreo de la B ib lia y el refranero español en orden a la traducción, véase Luis Alonso Schókel / Eduardo Zurro, L a tra d u cc ió n b íb lic a : lin g ü ís tica y e s ti lís tica , Madrid, Cristiandad, 1977, pp. 90-125. Sobre las relaciones entre la postura de Alonso y las más actuales teorías de latraducción relativas a los refranes, véase nuestro ensayo, “Alfonso Reyes y latraducción en M éxico”, en R ela c io n es . E s tu d io s d e H is to r ia y S o c ie d a d , Zamora, El Colegio de Michoacán, Vol. XIV, Núm. 56,1993, pp. 35 y ss. Véase, sobretodo, lanota35.

64. C fr. P o r e l r e fra n e ro m ex ica n o , Monterrey, Facultad de Filosofía y Letras UANL, 1988.

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El hablar lapidario

Son relativamente abundantes, en efecto, los refranes “hay...” en nuestro refranero.65 Por ejemplo: “hay muías que viajan solas porque el arriero es un burro” ; “hay muertos que no hacen ruido y es muy grande su penar” ; “hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia” ; “hay quien mucho cacarea y no ha puesto nunca un huevo” ; “hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer” . Conviene advertir que la estructura profunda parem io­lógica “hay...” se manifiesta en español a otras “estructuras superficiales” que, en la term inología de J. L. Austin,66 podríamos decir que son de tipo performativo como “hay que hacer lo que deja: lo que no deja dejarlo” .

Son, empero, más abundantes en él los refranes “no hay...” . De entre los numerosos textos de esa índole recogidos en nuestro corpus cito, a guisa de ejemplos, los siguientes: “no hay camino más seguro que el que acaban de robar” ; “no hay mal que por bien no venga”; “no hay manjar que no empalague ni vicio que no enfade” ; “no hay loco que coma lumbre por más perdido que esté” ; “no hay gavilán que ande gordo por más pollos que se com a”; “no hay dolor que llegue al alma que a los tres días no se quite” ; “no hay carnaval sin cuaresma”. Desde luego, también entre los refranes “no hay...” existen otras estructuras sintácticas; cito como ejemplo las de tipo performativo, “no hay que ponerse con Sansón a las patadas” . Tanto en este caso como en el arriba citado de los refranes “hay...” los enunciados performativos no corresponden, estrictamente hablando, a los refranes bíbli­cos yesh/’ayn mencionados por Alonso. No es difícil encontrar analogías estructurales en otras lenguas europeas sin que ello signifique la necesidad de llevar a cabo investigaciones exhaustivas de parem iología comparada. Nos basta un par de ejemplos tomados ya del latín, ya del francés, por obvias razones de pertinencia. Para la ocasión voy a citar un par de ejemplos tomados al azar del Dictionnaire des proverbes québéquois de Pierre Des Ruisseaux67 68 II y a plus d ’une faqon d ’étrangler un chat,b% II n ’y a pas de fumée san feu,69 l l n ’y a pas de rose sans épines. 70

65. Alonso escribía en L a tra d u c c ió n b íb lic a ... , op. c it., p. 99: 'no he encontrado refranes castellanos que comiencen con “hay”; creo que la correspondencia más próxima es el impersonal “uno”' . En cambio en P r o v e r b io s , op. c i t . , p. 118 encuentra algunos. En nuestro acervo están bien representados.

66. Véase, para esto, J. L. Austin, C ó m o h a c e r c o s a s co n p a la b r a s , Barcelona, 1988; Jean Caron, L a s r e g u la c io n e s d e l d iscu rso . P s ic o l in g ü ís t ic a y p r a g m á tic a d e l le n g u a je , versión española de Chantal E. Ronchi y Miguel José Pérez, Madrid, Gredos, 1989, pp. 73 y ss.; Alain Berrendonner, E le m en to s d e p r a g m á tic a l in g ü ís tic a , Buenos Aires, Editorial gedisa, 1987.

.67. Québec, L’exagone, 1991.68. O p. c it., p. 40.69. O p. c it., p. 80.70. O p. c it., p. 72.

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/.Qué es un refrán?

Lo mismo puede decirse de la estructura del refranero hebreo ‘ ishP ishah (“hombre...” / “mujer...”). Ya en “proverbios hebreos y refranero castella­no”71 Alonso encuentra una serie de correspondencias estructurales entre ambos sistemas paremiológicos. En nuestro acervo, además del universal “hombre prevenido vale por dos”, prácticamente son escasas las estructuras “hombre que...” y su equivalente estructural “hombre + adjetivo...” . En el viejo refranero español Alonso encuentra, como decía, no pocos casos del tipo de: “hombre adeudado, cada año apedreado”; “hombre sin abrigo, pájaro sin nido”. En nuestro acervo, la estructura “hombre que...”, ha sido completa­mente sustituida por otras equivalentes también de índole universal como “el hombre que...” , “el hombre + verbo...”, “el que...” sustituto indiscutible de la antigua estructura “quien...” más frecuente en el antiguo refranero español. Por tanto, en nuestro corpus esas parecen ser las estructuras más cercanas a la hebrea ‘ish...; de entre ellas la más frecuente es, sin duda, la estructura “el que...” que puede ser considerada, desde todos los aspectos, prototipo del refrán mexicano. Nuestro corpus contiene cerca de cuatrocien­tos refranes “el que...” del tipo de: “el que solo se ríe de sus maldades se acuerda” ; “el que se levanta tarde ni alcanza misa ni carne” ; “el que se baña en tina no salpica” ; “el que casa con viuda tiene que sufrir m uertazos”; “el que chico cría, grande espera” ; “el que siembra su maíz que se coma su pinole” ; “el que siembra y cría tanto gana de noche como de día” ; “el que siembra vientos cosecha tempestades”; “el que siembra en tierra ajena hasta la semilla pierde” ; “el que amenaza pierde ocasión” . Como se ve, la estructura “el que...” funciona, hecho, como una variante de “el hombre que...” también representada en nuestro corpus: “el hombre que es maricón, desde su cuna comienza” ; “el hombre que es jodido a cualquier mujer engaña”; “el hombre que es comelón desde lejos se conoce” .

Cosa parecida sucede con la estructura ‘ishah... Nuestro refranero contiene abundantísimos ejemplos de refranes “ la que...” ; menos, aunque bastantes aún, de refranes “ la mujer que...” y relativamente muchos casos de “mujer que...” y “mujer + adjetivo...” Como ejemplos de refranes “ la que...” cito los siguientes: “ la que en amores anduvo, cásese con quien los tuvo” ; “ la que casa con el ruin deseará pronto su fin” ; “ la que del baño viene bien sabe lo que quiere” ; “la que mucho hizo se muere y la que poco también” ; “ la que mucho visita las santas no tiene tela en las estacas” ; “ la

71. En ¿a tr a d u c c ió n b íb lic a , op. c it., p. 100.

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que en marzo veló tarde acordó”; “ la que mal marido tiene en el tocado se le parece” ; “ la que luce entre las ollas no luce entre las otras” ; “ la que mal casa nunca le falta qué diga” ; “ la que es buena casada a su marido agrada” . Como se ve, se trata de viejos refranes españoles que han persistido en acervos locales en lugares muy específicos de M éxico.72

Como bien se puede ver, este tipo de refranes conservan la idea que de la mujer se tiene en España a fines de la edad media difundida en el Renacimiento por obras como laInstitutio Foeminae Christianae, publicada por valenciano Juan Luis Vives en 1523 y, desde luego, La perfecta casada de Fray Luis de León, que, como ya lo señalamos en nuestro citado libro Por el refranero mexicano, reviven una concepción de la mujer que hiende, de hecho, sus raíces en la Biblia. El célebre capítulo 31 del libro de los Proverbios, 10-31 sobre la “mujer hacendosa” — la “mujer fuerte” de la Vulgata.

Entre denigrante y brillante, la idea que el cristianismo occidental cultiva de mujer se alza sobre los restos de la civilización griega. Aristóteles, por ejemplo, basaba la felicidad de la polis en la educación de las mujeres cuyos deberes son los de “amas de casa” . De aquí son remolcados por Vives junto con los preceptos tanto de Jenofonte como de Platón sobre el gobierno de la casa y de la República, hasta hacerlos pasar por lo que los padres de la Iglesia — Tertuliano, Cipriano, Jerónimo, Ambrosio, Agustín y Fulgencio— estable­cieron respecto a las vírgenes y viudas cristianas. Vives, en efecto, hace una larga lista de mujeres que fueron a la vez santas y doctas. Sin embargo, advierte:

El tiempo que ha de estudiar yo no lo determino ni en el varón ni en la hembra, con la salvedad de que es más razonable que el varón se pertreche con mayores y más variados conocimientos, que luego habrán de ser de harto provecho a sí y a la República.73

Así pues, el refranero español del siglo XVI refleja la tradición, arraigada en España, de cómo debe ser educada una mujer cristiana. Entre los elementos mencionados por Vives que parecen formar parte de una doctrina cristiana

72. Por ejemplo en un refranero de una familia de Guanajuato de ascendenciaespafíolaTeresa Betancourt encontró algunos de estos viejos refranes. Véase el capítulo siguiente.

73. Juan Luis Vives, Obras Completas, 2 volúmenes, Ed. Aguilar, Madrid, 1943. Traducción de Lorenzo Riber. Véase vol. I, págs. 999 y siguientes.

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¿Qué es un refrán?

sobre la educación de la mujer están: a la mujer le compete el gobierno de la casa, al varón el gobierno de la república; el saber no se contrapone con la santidad, al contrario. Vives decía: “aprenderá, pues, la muchacha, al mismo tiempo que las letras, a traer en sus manos la lana y el lino [...] Pero a mí no me agrada que la mujer ignore aquellas artes en que se ocupan las manos” .74 El aprender música en los conventos formaba parte del cultivo de las artes en que se ocupan las manos.

Que esta concepción llega a estas tierras americanas lo muestra muy bien el caso de la célebre poetisa mexicana del siglo XVII, Sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa, en el cúmulo de problemas que enfrenta con su director espiritual, el jesuíta zacatecano, Antonio Núñez de Miranda, perso­naje poderoso en casi el último cuarto de ese siglo.75 Núñez tenía una idea muy claradeloque una mujer cristianay monja debe y le basta saber para salvarse. Muy al estilo de Vives, convierte su deseo en ley:

Deseo mucho [...] que leáis ventajosamente el romance y el latín; que labréis y bordéis con todo aseo; que aprendáis perfectamente la música y, si el Señor os diere voz, cantéis y toquéis todos los géneros de instrumentos que pudiereis [...] y, finalmente, adquiráis todas las buenas obras y talentos que podáis.76

Sin embargo esta sabiduría monjil tenía, en la mente de Núñez de Miranda tantas restricciones como las había tenido la educación femenina propuesta por Vives. La idea que Núñez tenía de la literatura no era muy diferente a la del valenciano. Así puede amonestar a sus religiosas:

Ni por el pensamiento os pase leer comedias, que son la peste de la juventud y landre de la honestidad [...] No habéis de leer ni tener ni sufrir en vuestra celda libros profanos de comedias, novelas ni otro amatorio alguno, sino todos han de ser sagrados, compuestos y modestos [...] ¿Cómo pensará en la Pasión de Cristo, en la Pureza de su Madre, en la eternidad de la otra vida, una cabeza llena de locuras de Don Belianís [...], o las torpes ternuras de Angélica y Medoro [...], o las volantes delicias de las fábulas, Venus, Marte, etc.?77

74. O p. c it ., pág. 992 y sigs.75. Véase para esto, nuestro libro E stu d io s so rju a n ia n o s , Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, 1988.76. D is tr ib u c ió n d e la s o b r a s o r d in a r ia s y e x tra o r d in a r ia s d e l d ía p a r a h a ze r la s c o n fo rm es a l e s ta d o de

la s s e ñ o ra s r e l ig io s a s [...]. Se trata de uno de los muchos libros escritos por Núñez de Miranda. Fue publicado postumamente en 1712. Citado por A. Alatorre, “La Carta de Sor Juanaal padre Núñez”, en N u e v a R e v is ta d e F ilo lo g ía H isp á n ic a , México, El Colegio de México, tomo XXXV, Núm. 2, 1987, p. 613.

77. D is tr ib u c ió n d e la s o b r a s d e l d ía , en A. Alatorre, “La C a r ta de Sor Juana al padre Núñez”, en N u eva R e v is ta d e F ilo lo g ía H isp á n ic a , México, El Colegio de México, tomo XXXV, Núm. 2,1987. p, 6 15.

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El hablar lapidario

La mujer cristiana y, con más razón, la religiosa — según esta tradición esbozada por Vives y convertida en ley monj i 1 por Núñez— debe estud iar sólo las cosas que su condición de mujer le requieren: hábil de manos, la religiosa debe saber hilar y tejer, tocar instrumentos musicales y, en general, cualquier cosa de tipo manual y práctica. En cuanto a lecturas debe restringirse sólo a aquellas que le son útiles para el gobierno del hogar— en el caso de la mujer casada— o las lecturas de edificación espiritual para las monjas. Nada más. Como decía, el refranero conservó toda esta manera de pensaren los refranes “mujer que...” y luego en los refranes “ la que...” .

De las estructuras paremiológicas “mujer que...” y “ la mujer que...” es más antigua la primera. Su idea de m ujeres aún muy tradicional, al estilo de la mujer que tiene en mente Vives. He aquí algunos de los refranes “mujer que...” conservados por el refranero mexicano: “mujer que buen pedo suelta desenvuelta” ; “mujer que con curas trata poco amor y mucha reata” ; “mujer que con muchos casa a pocos agrada” ; “mujer que no empeña cargarla de leña” ; “mujer que puede su cuerpo vende”; “mujer que no huele a nada es la mejor perfum ada”; “mujer que no es laboriosa o puta o golosa” ; “mujer que a la ventaja se pone a cada rato venderse quiere barato” ; “mujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin” ; “mujer que viste de seda en su casa se queda” .

Por lo demás, en el refranero mexicano está bien representada la estructura “ la mujer que...” . He aquí algunos ejemplos: “ la mujer que fue tinaja se convierte en tapadera” ; “ la mujer que mucho hila poco mira” ; “ la mujer que te quiere no dirá lo que en ti viere” ; “ la mujer que es buena plata es que mucho suena” .

No es difícil mostrar cuán extendidos están en toda la tradición paremiológica indoeuropea los esquemas paremiológicos “el que...” y “ la que...” . Por principio de cuentas, los aforismos legales empezaban, en latín, precisam ente por los relativos qui... y quae... tanto femenino como, sobre todo, el plural neutro. Muchos de ellos, como se dirá más adelante, se convirtieron, andando el tiempo, en refranes que hoy forman parte de nuestro acervo: qui tacet, consentiré videtur, por ejemplo, se convirtió en nuestro refrán “el que cal la, otorga” . El lector podrá constatar la abundante presencia de estas formas con sólo consultar algún refranero latino.78 Prácticamente

78. Para el caso, cito el de Víctor José Herrero LLorente, D ic c io n a r io d e e x p re s io n e s y f r a s e s la tin a s ,Gredos, Madrid, 1985, pp. 307-329. Véase, además, los “proverbios y locuciones latinas” en elD ic c io n a r io d e a fo rism os, p r o v e r b io s y refran es , quinta edición, Barcelona, Sintes, 1982, pp. 691-894.

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¿Q ué e s un refrán?

todos los refraneros románicos conservan la estructura paremiológica “el que...” en sus diferentes formas. Por ejemplo, qui donne á l ’Eglise dome á Dieu; qui trop embrasse mal étreint; qui paie mes dettes s ’enrichit; qui aime bien chátie bien; qui veut lafin veut les moyens.19 En general, se puede decir que esta estructura con otras que empiezan por un modificador circunstancial forman parte de las estructuras casuísticas que, como se ha dicho, son compartidas por refranes y leyes.

La estructura paremiológica de “que” es, desde luego, una de las estructuras paremiológicas más comunes en todas las lenguas imdoeuropeas, al menos. Se trata, de hecho, de un grupo de estructuras paremiológicas consistentes en una expresión de relativo que funciona como introducción al refrán. Las estructuras en cuestión son: “art. + que”, “pre. + art. + que” , “art. + N + que” , “N + que”, “quien”, etc. Semánticamente este tipo de refranes expresan cierto grado de condicionalidad: como decía, son un caso particular de formulaciones paremiológicas casuísticas. La protasis en ellos funciona, de hecho, como una condición que, si se cumple, 1 leva aparejada una sentencia. Su estructura lógica es, entonces, la de un caso particular que remite a una ley universal. Están constituidos, como puede verse, por textos binarios en cuya primera parte del hemistiquio, la protasis, se indica la circunstancia; en la segunda, en cambio, la sanción: “el que es gallo (protasis) dondequiera canta” (apódosis).

Como decíamos, se trata de una extensa fami 1 ia paremiológica muy bien representada en nuestro acervo; tanto, que constituye, en muchos sentidos, una estructura paradigmática de la categoría refrán. En realidad, esta estruc­tura paremiológica se caracteriza sintácticamente por reflejar las sentencias y aforismos latinos que empezaban con qui, quae, quod en cualquiera de sus flexiones. El derecho, como señalamos, se alimentó de sentencias de esa índole: quod legislator voluit, dixit, quod noluit, tacuit (lo que el legislador quiso decir, lo dijo, lo que no, lo calló); qui iure suo utitur, nemini facit injuriam (el que está en su derecho no ofende a nadie).

A las estructuras “que”, arriba mencionadas, es posible agregar, de hecho, la estructura indirecta que, como las directas mencionadas, hacen las veces de introducción del refrán. Me refiero a la estructura “prep. + art. + que” que proviene de formas pronominales flexionadas como “al que...” , que viene del dativo latino cui..., “de lo que...”, que viene del latino cujus...,Q te.

7 9 . Cfr. P ierre d e s R u is s e a u x , Dictionnaire des proverbes québécois, op. c it.

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Como se ve, estrictam ente hablando, la estructura m orfológica “artículo + que” esconde, estructuras paremiológicas distintas. Por un lado, están las frases declarativas del tipo: “el que nunca pastor siempre borrego”, “el que padece de amor hasta con las piedras habla” , etc. Por otro, están los refranes que aunque tienen la estructura “artículo + que + subj.” tienen más bien un sentido didáctico y, a veces, parenético.

El que quiera ser buen charro, poco plato y menos jarro.El que tenga cola de zacate que no se arrime a la lumbre.El que no quiera empolvarse que no se meta en la era.El que tenga sus gallinas que las cuide del coyote.

A diferencia de los anteriores, de índole declarativa, esta categoría de refranes consta de verbos en subjuntivo tanto en protasis como en apódosis. El carácter conminativo de esta estructura aparece bien, por ejemplo, en la apódosis introducida por “que + subjuntivo” . La apódosis, “que las cui­de..” , no es una declaración constatativa sino una orden que, en el contexto, suena a amenaza. Y evidencia, además, una característica del refranero mexicano en relación al refranero español: los refranes de nuestro acervo parecen adoptar la estructura de los refranes españoles, una estructura reconocida como típicamente paremiológica, transformándola, sin embargo, por la incrustación de un modo mental que, en conjunto, le da el mencionado aire conminativo o, en el peor de los casos, parenético. No vamos a analizar aquí, desde luego, todos los paradigmas paremiológicos de nuestro acervo, pero hemos de decir al lector, por lo pronto, que esta estructura paremiológica es muy versátil y que adopta otras formas presentes en nuestro acervo. Cabe decir que en el refranero de Correas prevalecen las apódosis declarativas. Empero, si asumimos el refranero de Correas como paradigma de la parem io­logía peninsular, parece deducirse de él que la estructura paremiológica que nos ocupa proviene de los refranes introducidos por “quien” . La razón es evidente: en el habla popular “quien” equivale, simplemente, a “el que” derivados ambos, como se sabe, del pronombre latino quisP 80

80. En relación a la historia de “quien" don Vicente García de Diego en su Gramática histórica española (Gredos. 1970. pp. 102 y s.) dice: "Este procede del acusativo quem del interrogativo nominativo qui. Por su intensidad expresiva quem no perdió lam como las demás voces y dio fonéticamente quien en castellano y quen en gall, quem en port.."

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¿Q ué es un refrán?

Como se sabe, el artículo castellano proviene del exagerado uso, por el latín vulgar, de expresiones deicniti vas en torno a los pronombres demostra­tivos. El castellano, en efecto, asumió como artículo determinante el latino elle como sujeto e illu para los demás casos.81 De la combinación deicniti vo- relativa resultó la expresión pronominal compuesta “el que” . Por lo demás, como decía, el uso deicnitivo exagerado es una de las características del latín vulgar. En resumidas cuentas, pues, “quien” es más antiguo que el compues­to “el que” . Correas trae cerca de quinientos refranes introducidos por “quien” . De hecho “quien” sigue teniendo un sabor cultista mientras que parece más popular el uso de “el que” . En todo caso, la paremiología española prefiere descansar en “quien” en tanto que la mexicana prefiere “el que” . Así, m ientras que el refranero de Correas dice, por ejemplo” “quien madruga Dios le ayuda”, el refranero mexicano prefiere decir “al que madruga Dios le ayuda” . En general se puede señalar una tendencia en los hablantes hispanoamericanos a substituir “quien” por “que” .82

Rubio trae sólo 41 refranes con “quien” . En general, parece evidente que en el sentido paremiológico de los refranes “quien” se desliza un matiz universal izante. En los refranes “quien” , en efecto, parece estar más vigente la lapidariedad paremiológica de que aquí nos ocupamos. El simple empleo de “quien” en vez de “el que” hace que el refrán asuma una expresión más comprimida y, desde luego, más parecida a una ley universal absoluta y por encima de cualquier excepción: “quien bien ama nunca olvida” . Empero, en el refranero mexicano se encuentran varios casos en que el refrán se vale de las dos formas; para la praxis lingüística mexicana, como ya se dijo, “quien” equivale simplemente a “el que” y “ la que”, y viceversa. Como es evidente, la ventaja está a favor de “quien” por esta polivalencia formal.

Por tanto, nuestros refranes “el que...” con las variantes que acabamos de mencionar, están directamente relacionados no sólo con el paradigma paremiológico hebreo ‘ishl’ishah, mencionado por Alonso, sino con toda la tradición paremiológica jurídica de la que hemos hablado. Es fácil ver la intercambiabilidad entre la estructura “hombre + adjetivo” y “el que es + adjetivo” . Por otro lado, la misma forma paremiológica ‘ish/’ishah ha aportado directamente su caudal al refranero español y, a través de él, al

81. Cfr. García de Diego, op. cit., p. 211.82. Charles E., Kany en su Sintaxis hispanoamericana (Gredos, Madrid, 1976, p. 166 y s.) da varios

ejemplos de la substitución, en el habla latinoamericana, por “que” de algunas de las expresiones con “quien”: por ejemplo “a quien”.

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El hablar lapidario

mexicano. Para convencerse, bastaría con ver ya el vocabulario de Correas, ya el refranero de Rubio. Hay que notar que los refranes bíblicos de la estructura ‘ishPishah son pasados al latín por San Jerónimo mediante la estructura latina “v/r + adj.". Por ejemplo: vir iracundusprovocat rixas, vir impius fodit malum,83

Igualmente importante es la estructura paremiológica “más vale...” que, cuyo alcance como paradigma paremiológico es tan vasto o más que la anterior. Luis Alonso Schókel,84 llama a los refranes de este grupo, refranes de “valoración com parativa” e incluye los refranes “más vale...” en los otros tipos de comparación paremiológica de la Biblia. Ya se sabe que, al fin de cuentas, todo refrán implica, a su modo, una comparación. En efecto, como dice Alonso,

La valoración comparativa es uno de los temas favoritos de los refranes. El hebreo suele emplear la fórmula tob min, el castellano prefiere “más vale [...]” ... La comparación es muy frecuente en los refranes populares. Lo mismo que las laboriosas hormigas enseñan diligencia al perezoso, la comparación ofrece su lección para algún comportamiento en la vida. O bien valoramos un comporta­miento poniéndolo en paralelo con otro ejemplo.85

El refrán de nuestro corpus “más vale paso que dure y no trote que canse” , por ejemplo, es una de estas valoraciones comparativas como, en general, nuestros refranes “más vale” que, en efecto, establecen una explícita comparación entre dos axiologías de las cuales la inferior, de acuerdo con el refrán, es superior en apariencia. Los refranes “más vale” son, una forma de refrán consejo ya que discursivamente un refrán “más vale” es, a su modo, un consejo: se les podría 1 lamar consejos contrasti vos. Esta forma paremiológica, por tanto, se origina en los mismos medios que dan origen al consejo. Su ambiente vital es muy parecido al del refrán anterior.

La contrastación es principalmente una estructura, pero también puede ser considerada dentro de las formas paremiológicas universales. Desde luego, entre las estructuras paremiológicas antiguas e importantes, hay que m encionar, sin duda, la de los refranes que descansan lógica y formalmente

83. Estas estructuras han sido discutidas en nuestro libro Por el refranero mexicano, Monterrey, Fac. de Fil. y Letras de la UANL. 1988. pp. 31 y ss.

84. “Proverbios hebreos y refranero castellano”, en La traducción bíblica, op. cit., p. 104.85. Ibid. pp. 105 y s.

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/.QUÉ ES UN REFRÁN?

en una comparación explícita del tipo “es mejor A que B”, “más vale A que B”, “vale más A que B”, “A es mejor que B”, etc. La paremiología, además, debe determinar las equivalencias y diferencias entre las significaciones de cada una de esas fórmulas. Por ejemplo, el refranero mexicano pone de manifiesto que no se da el mismo tipo de significación en los refranes “más vale A que B” que en los refranes “vale más A que B” .86

En el primer caso se trata, simplemente, de los muy tradicionales refranes “más vale” . Se trata de una comparación explícita en donde se opta por la primera de dos axiologías perfectamente paralelas. Por lo que hace a la estructura “vale m ás”, cabe decir que el refranero mexicano desarrolla a partir de ella dos tipos muy distintos de refranes. En el primero y más frecuente “vale más A que B” es equivalente, sin más, a la estructura “más vale A que B”. Es decir, aquí el orden de los factores no altera el producto.

Pero en el refranero mexicano hay refranes en que sí lo hace. Por ejemplo: “vale más el collar que el perro” , “vale más el forro que la pelota” . La mordacidad que este tipo de expresiones paremiológicas encierran se pierde, simplemente, si en vez del “vale más” se pone “más vale” . La frase, de ser exclamativa y satírica, se convierte en una sentencia gnómica de tono serio y con un sentido totalm ente distinto.

Este tipo de refranes consta, por lo general, de tres elementos: la fórmula de comparación, expresada por la frase “más vale...”, “es mejor...”, etc.; y los dos términos de la comparación. La fórmula de comparación no siempre es dada por el verbo “valer” o sus equivalentes: a veces se constituye mediante el adverbio “más” modificando directamente al verbo. Así: “más manda...”, “más tiran...”, “más matan...” . Los términos de comparación, en cambio, suelen ser de dos tipos en el refranero mexicano según que se comparen objetos o acciones. En el primer caso, tenemos lo que podríamos denominar la comparación nominal; en el segundo, la verbal.

Los tipos de refranes comparativos presentes en el refranero mexicano son tres. Un primer grupo compara objetos o situaciones y abarcan dos estructuras: a) la prim era es la tradicional “más vale a que b” en donde a y b son sustantivos y denotan, por tanto, la comparación entre dos objetos o situaciones: “más vale maña que fuerza”, “más vale un mal arreglo que un buen pleito” ; “más vale salud que dinero” , b) La segunda estructura de estos

86. Eso aparecerá, más adelante de manera clara tanto en la clasificación estructural que haremos denuestro corpus, como en los posteriores análisis estilísticos de este tipo de refranes contrastivos.

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El hablar lapidario

refranes no empiezan por la fórmula “más vale...” sino que el verbo “valer” es substituido por otro verbo de manera que los refranes de este grupo adoptan la estructura “más + verbo...”, por ejemplo: “más tiran tetas que carretas”, “más manda el oro que el rey”, “más matan cenas que guerras” . Se trata de dos acciones de la misma índole llevadas a cabo por distintos actores, c) Hay un tercer grupo parecido al anterior sólo en el hecho de que los objetos que se comparan son acciones situacionales contrapuestas; se trata de refranes cuyo objeto de comparación son, por tanto, verbos: “más vale burro que arrear que no carga que cargar” , “más vale rodear que rodar” . En los refraneros españoles actuales aún tenemos refranes “más vale...” : “más vale mal acuerdo, que buen pleito” ; “más vale rico labrador, que marqués pobretón” ; “más dura una taza vieja que una nueva” .87 He aquí algunos de los refranes “más vale” del refranero mexicano presentes en nuestro corpus:

Más vale agua de cielo que todo el riego.Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas.Más vale bien comido que bien vestido.Más vale dar un grito a tiempo que cien después.Más vale llorarlas muertas y no en ajeno poder.Más vale malo por conocido que bueno por conocer.Más vale poco pecar que mucho confesar.Más vale quedar hoy con ganas, que estar enfermo mañana.Más vale muchos pocos que pocos muchos.Más vale un hecho que cien palabras.Más vale maña que fuerza.Más vale mearse de gusto que de susto.Más vale guajito tengo que acocote tendré.Más vale bien quedada que mal casada.Más vale burro que arrear que no carga que cargar.Más vale gotera que chorrera.88Más vale causar tem or que lástima.Más vale llegar horas antes que minutos después.Más vale el diablo por viejo que por diablo.Más vale estar mal sentado que mal parado.

87. Miguel Tirado Zarco, Refranes, Ciudad Real. Ferea Ediciones, 1987, p. 134.88. Una variante dice: “más vale tener gotera que tener chorrera”.

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/.Qué es un refrán?

Más vale ser arriero que borrico.Más vale una abeja que mil moscas.Más vale oler a untó que a difunto.Más vale pura tortilla, que hambre pura.Más vale paso que dure y no trote que canse.Más vale paso que dure y no que apresure.Más vale payo parado, que payo aplastado.Más vale petate honrado que colchón recriminado.Más vale poco y bueno que mucho y malo.Más vale ser un picaro bien vestido, que un hombre de bien harapiento. Más vale solo que mal acompañado.Más vale tarde que nunca.Más vale tierra en cuerpo que cuerpo en tierra.Más vale una colorada que cien descoloridas.Más vale una vez colorado que cien descolorido.Más vale una hora de tarde que un minuto de silencio.Más vale un carajo a tiempo que cien mentadas después.Más vale un mal arreglo que un buen pleito.Más vale ver la cara al juez y no al sepulturero.Más vale un toma que dos te daré.Más vale querer a un perro y no a una ingrata mujer.89 Más vale prevenir que lamentar.Más vale rato de sol que cuarterón de jabón.Más vale ser perro de rico que santo de pobre.Más vale perro vivo que león muerto.Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.Más vale Tianguistengo que tianguistuve.Más vale que digan “aquí corrió” , y no “aquí murió” .Más vale morir parado que vivir de rodillas.90 Más vale tratar con picaros que con pendejos.Más vale tuerta que ciega.Más vale rodear que rodar.Más vale llegar a tiempo que ser invitado.Más vale ser mujer pública que hombre público.

89. La versión española de este refrán "grega: “pues éste cuida la casa y ella la echa a perder”.90. Una variante dice: “más vale morir de pie que vivir de rodillas”.

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El hablar lapidario

Más vale pájaro en mano que un ciento volando.91 Más valía estar muerto aquí, que vivo en Tlacotalpan.

Esta estructura paremiológica también es transcultural si no es que nos hallamos ante uno de los universales paremiológicos. Corresponde, por ejem plo, al hebreo tob min..., como se dijo, al latín melius est o melior est, al francés vautmieux o il vaut mieux o al alemán besser.... Por ejemplo: melius est abundare quam deficire (más vale que sobre y no que falte), melior est vicinus iuxta, quamfraterprocul (más vale vecino cerca que hermano lejos), meliora sunt vulnera diligentis quam fraudulenta oscula odientis (más valen las heridas del amor que los besos del odio); vaut mieux avoir dixfilies que dix mille; il vaut mieux rire que pleurer; besser ein Spate in der Hand ais eine Taube au f dem Dach.

Si atendiéramos no a la estructura sino a la forma, nos encontraríamos con más profundos y universales paradigmas paremiológicos. Ya discutimos más arriba las distintas acepciones que la palabra “forma” tiene en las actuales ciencias dei lenguaje. Cuando aquí hablamos de “form a” nos referimos a la organización textual dependiente de la función: una “form a” se configura por el hecho funcional de que el texto en cuestión sea un consejo, una orden, una súplica, una exclamación, una sentencia, para no hablar más que de algunas de las formas más simples.92 Pues bien, una de las estructuras paremiológicas más extendidas culturalmente adoptan una forma que podría­mos llamar parenética y que incl uye tanto a los consejos, como a los mandatos o las prohibiciones. Son los enunciados que J. L. Austin llama, como hemos señalado, “performativos” . Luis Alonso Schókel los encuentra en la Biblia:

El refrán es como un consejo que a veces se viste de mandato; por esto le oímos manejar los imperativos del mandato y la prohibición. Cuando en la segunda mitad dice los resultados de su consejo, se puede leer casi como una condicional:

91. Un refrán alburesco veracruzano, que puede considerarse como una variante de este célebre refrán, dice: “Más vale pájaro en mano que un siento rico".

92. No vamos a retomar aquí la cuestión, ya mencionada, de cuántas y cuáles son las “formas simples”, al estilo de Jolles; asumimos por “forma simple" simplemente la que no incluye dentro de sí una “forma simple". Una carta, por ejemplo, es indudablemente una forma textual en la medida en que está configurada por una función. Sin embargo, en una carta puede haber consejos, exclamaciones, cuestionamientos. relatos, descripciones: una carta, pues, es una forma que puede ser simple o compuesta. A la “manera de decir" de un refrán la llamamos “conformación”. La “conformación” incluye, por tanto, tanto las “formas" como “estructuras” y demás “configuraciones” de que consta esa “manera de decir".

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/.Qué es un refrán?

Haz esto [...] y te sucederá aquello = Si haces esto [...] te sucederá aquello. Otras veces la segunda parte introduce una modalidad de la acción [...] Aún más frecuentes son las formas negativas, como previniendo con la propia experiencia al que aún no la tiene[...] El Eclesiástico (= Jesús Ben Sira) compone series enteras de prohibiciones, explicadas o motivadas, por ejemplo, capítulos 7 y 8; fuera de ellos, la forma “no hagas...” es una de sus favoritas. Hay una variante castellana que consiste en juntar dos prohibiciones para crear un efecto inespe­rado, como emparentando individuos de familias lejanas; en tales casos el refrán castellano prefiere la negación “ni[...j ni[...]”, que sujeta con más fuerza las dos piezas.93

Estos moldes paremiológicos bíblicos educaron, pues, las hablas euro­peas y sirvieron de huellas para que sobre ellas se calcaran las conformaciones sapienciales del vulgo. Cuando aquí hablamos de refrán mexicano, por tanto, con la intención de documentar el discurso lapidario hay que tener en cuenta que esas matrices paremiológicas son viejos moldes que hollaron muchos otros pies. Entre los refranes de nuestro corpus, he aquí algunos ejemplos de refranes parenéticos:

Agua que no has de beber, déjala correr.Agua que no has de beber, no la pongas a hervir.Al caballo palpado, nunca lo montes confiado.Al que tu casa sustenta dale siempre la contenta.Al que te quiere comer almuérzale tú primero.Nunca juzgues mal de un año mientras no pase diciembre.Nunca engordes puerco chico/porque se le va en crecer, /ni le hagas favor a un rico/que no lo ha de agradecer.Nunca dejes camino por vereda.Nunca preguntes lo que no te importa.Nunca cantes cuando pierdas, que ya llegará tu día.

A estos refranes performativos hay que asimilar una gran cantidad de refranes que, en un estilo altamente lapidario, formaron parte de las tradicio­nes paremiológicas hispánicas desde muy temprano. Adoptan la estructura de un recetario bajo el esquema mal-remedio del tipo “para esto... esto” o su gemela “a esto... esto” . He aquí un par de ejemplos de nuestro acervo:

93. L a tra d u c c ió n b íb l ic a , op. c it ., pp. 102 y ss.

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El hablar lapidario

A buena hambre, gordas duras.A buen tragón, buen taco.A cama corta, encoger las piernas.94A camino largo, paso corto.A cazador nuevo, perro viejo.A cena de vino, desayuno de agua.Para un buen burro, un indio; para un indio, un fraile.Para un gavilán liviano, un tuvisi madrugador.95Para uno que madruga, otro que no se acueste.Para una buena hambre, una buena tortilla.

El carácter transcultural de nuestro acervo se muestra, también, en las muchas deudas que tiene contraídas, por obvias razones de ascendencia lingüística, con la cultura latina. Una simple mención a los refranes de nuestro acervo que son de origen latino nos persuadiría enseguida que, en efecto, el fenómeno que afrontamos tiene alcances más generales. De allí provienen, en efecto, refranes com o: “amor con amor se paga” (amor amore complectatur), “más vale que sobre y no que falte” (melius est abundare quam deficere), “quien bien te quiere te hará llorar” (qui bene amat bene castigat), “más vale tarde que nunca”, “nadie da lo que no tiene” , “el que escribe lee dos veces”, “del plato a la boca se cae la sopa” . A san Jerónimo se suele atribuir el origen de nuestro popular refrán “a caballo regalado no se le mira el diente” que en latín decía noli equi dentes inspicere donad o bien “el amor todo lo vence” . De hecho, san Jerónimo era muy aficionado a regar sus textos con sentencias, dichos y adagios de la más variada índole. Muestra de ello son sus Cartas.96 Algunos de sus dichos, como se ha visto, han pasado directamente a enriquecer nuestro acervo, otros han encontrado su expresión en los referentes de la cultura mexicana. Así, la célebre carta 57 a Pamaquio, verdadera teoría jeronim iana de la traducción, está salpicada, aquí y allá, de máximas, sentencias, adagios y refranes del tipo de: “sólo sé que no sé” (scio quod nescio), el socrático “conócete a ti mismo” es transformado por Jerónimo en te ipsum intellige, “mandar bueyes al gimnasio es perder aceite y dinero”

94. El refrán español que dio origen a este refrán dice: “a cama chica, échate en medio".95. Así lo registrad profesor Higinio Vázquez Santa Ana, Jiquilpan y sus prohombres, México, Botas,

1934,p. 171.96. Cartas de San Jerónimo, Introducción, versión y notas por Daniel Ruiz Bueno, dos tomos, Madrid,

BAC, 1962.

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¿Q ué es un refrán?

(ioleum perditet inpensas qui bouem mittit ad ceroma) que, mutatis mutandis, es ni más ni menos, nuestro “ lavar puercos con jabón es perder tiempo y jabón” .

Desde luego, es la cultura latina97. en su total idad, una de las fuentes más abundantes y variadas del acervo paremiológico mexicano. Sin la pretensión de ser exhaustivo, menciono, a guisa de ejemplo, algunos de los refranes que nos llegaron o de ámbitos latinos o en indumentaria latina. “La voz del pueblo es la voz de Dios” {voxpopuli vox Dei) proviene de una carta de Alcuino a Carlomagno; “di mentira y sacarás verdad” de Quinto Curcio. Sin embargo, también circuló un contrarrefrán que no llegó a nuestro refranero y que dice exactamente lo contrario: voxpopuli, voxdiaboli (“la vozdel puebloes la voz del diablo”). “El que persevera alcanza” (vincit qui patitur). “Tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata” {Utique suntfures etqui accipit et qui furatur)] “el trabajo lo vence todo” {labor omnia vincit); “ la paciencia todo lo alcanza” {patientia vincit omnia)] “el amor es ciego” {amor cae cus).

Hay otros universales paremiológicos o cuasi-universales de índole discursiva. Me refiero a una serie de rasgos paremiológicos que hemos ido estableciendo aquí y que forman parte del funcionamiento discursivo lapida­rio. Se trata también de paradigmas paremiológicos: los refranes de todas las culturas se comportan discursivamente siempre como textos gnómicos. Entre sus rasgos distintivos, menciono, a guisa de ejemplo, tanto la parasiticidad como la sentencialidad, de las que hemos hablado anteriormente. Esto plantea el problema que, desde luego, no discutiremos aquí, expresado en la pregunta ¿de qué consta un paradigma paremiológico? En lo que antecede hemos intentado mostrar cómo algunas estructuras y formas de refranes constituyen moldes tradicionales típicos del género que aún suelen revestir los refranes en los actuales sistemas paremiológicos, al menos los indoeuropeos y el hebreo bíblico que han servido de matriz, por distintas razones, a nuestro sistema textual. Ello bastaría para mostrar que al menos algunos de los rasgos del discurso lapidario obtenidos del análisis del corpus de refranes mexicanos, tienen un alcance transcultural y su vigencia abarca al menos los tipos lingüísticos indoeuropeos. Sin embargo, al encontrarnos con refranes que aún siéndolo no siguen los moldes tradicionales, anteriormente mencionados,

97. Para el acervo paremiológico que nos llegó a través del latín, puede verse la ya citada recolección deVíctor-José Herrero Llórente. D ic c io n a r io d e e x p re s io n e s y f r a s e s la tin a s . Madrid, Gredos, 1985.

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El hablar lapidario

llegamos a la conclusión de que es la función del refrán la propiamente portadora de los rasgos paremiológicos distintivos.

Ya hemos señalado, sin embargo, que el hábito no hace al monje y que, por tanto, no basta con que un texto tenga la conformación de un refrán para que lo sea. Debe desempeñar también, textualmente, la función de refrán que es, principalmente, de tipo discursivo. Nada raro, entonces, que, pese a que el refrán sea, como se ha dicho, un tipo textual tradicional, esté dotado de un alto grado de creatividad en cuanto a sus formas y estructuras: es susceptible, por ello, de buscar nuevas expresiones aunque las funciones sigan siendo las mismas. Parecería, en efecto, que las constantes paremiológicas, desde el punto de vista de los rasgos distintivos del refrán, no se identifican, necesaria­mente, sólo con las estructuras o formas que adopte. Señalarlas, sin embargo, contribuye a mostrar que los textos de nuestro corpus están cifrados en un estilo y en una indumentaria textual de índole cuasi-universal: laotra parte, la de las funciones discursivas del refrán mexicano, en parte ya señaladas, serán objeto de reflexiones ulteriores más detalladas. Los indicios aquí mostrados apuntan, por lo menos, hacia la existencia de una serie de características paremiológicas estructo-formales de tipo génerico que son compartidas por los textos de nuestro corpus.

Por lo demás, que no estamos ante conformaciones caseras nos lo muestra cualquier recopilación transcultural de refranes. M enciono, a guisa de ejemplos, los ya citados Dictionnaire de Proverbes et Dictonsy Diccio­nario de aforismos, proverbios y refranes. El primero vierte al francés, bajo el título de “Proverbes du monde” no sólo refranes de la familia indoeuropea sino de otras doce familias lingüísticas. El segundo, en cambio, recoge las versiones de alguno de los más tradicionales refranes hispánicos en lenguas como portugués, francés, italiano, inglés, alemán o latín cuya simple consulta muestra hasta donde hay patrones paremiológicos que al menos alcanzan a los sistemas textuales pertenecientes a un mismo tipo lingüístico. Por ejemplo, el refrán “caballo que vuela no quiere espuela”, presente en nuestro acervo, tiene sus equivalentes en las diferentes lenguas arriba mencionadas de la siguiente manera:

Portugués: Cavalo que voa nao quer espora Francés: Cheval bon et trottier, d ’éperon n ’a métier Italiano: Caval che corre, non ha bisogno di sprone Inglés: A willing horse must not be whipped

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¿Q ué es un refrán?

Alemán: Williges Pferdsolí man nicht spornenLatín: Strenuos equos non esse opere defatigandos.98

No sería difícil, a partir de corpus translingüísticos, esbozar caracterís­ticas generales del género paremiológico del tipo de las siguientes: las proposiciones de los refranes son o generales o generalizables, lo cual se indica en lenguas como el español o el francés por el empleo de artículos definidos: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda” ; Aínda que vistas a mona de seda, mona se queda (portugués); Le singe est toujours singe, et fút-il déguisé en prince (francés); La scimmia é sempre scimmia, ancovestitadiseta(ita\\ano);Anape ’san ape, avarlet 's, though they be ciad in silk or scarlet (inglés); Affen bleibet Ajfen, wenn man sie auch in Sammet Kleidet (alemán); Simia semper simia, etsi aurea gestet insignia (latín); en otros casos la ausencia de artículo o el uso de otros determinantes dan al refrán el alcance general mencionado. Por otro lado, los refranes se estructuran en torno a categorías lógicas simples como la implicación o la exclusión. El tiempo verbal preferido de los refranes es un presente “atemporal” en tercera persona, en los refranes constati vos, en segunda en los refranes performati vos.

Quizás, en buena lógica, hubiera parecido más necesario haber comen­zado por buscar los rasgos específicos de lo paremiológico y ver luego si se encontraban en los textos de nuestro corpus. Hemos, empero, seguido el camino más transitado en las actuales ciencias del lenguaje: siguiendo criterios meramente funcionales, hemos asumido como refrán todo texto que se comporte como refrán, independ ientemente de su estructura y de su forma. Tarea posterior es, entonces, constatar si esa estructura y esa forma responden a esquemas que otros sistemas lingüísticos consideran como típicamente paremiológicos.

Sin pretender abordarel asunto, el problema se trasladaría a indagar cuál es la función de un refrán para verificar, después, en qué medida los textos de nuestro corpus cumplen con esa función. En nuestro caso, sin embargo, esta cuestión de parem iología comparada es sólo tangencial. Nos basta, en efecto, con constatar de una manera general que los textos de nuestro acervo no se distinguen, en general, de los refranes de otros sistemas textuales así pertenez­can al mismo tipo lingüístico. No se requeriría, en efecto, mucha tinta para demostrar que las marcas paremiológicas de tipo estructo-formal que en

98. Diccionario de aforismos..., op. cit., p. 121.

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El hablar lapidario

nuestro corpus aparecen, son fundamentalmente las mismas que aparecen en las diferentes lenguas indoeuropeas.

Además, esta investigación se interesa m arcadamente en los aspectos discursivos de los refranes, puesto que nos ocupamos del discurso lapidario, hemos de insistir en los rasgos específicos de tipo discursivo del refrán. De allí la respuesta afirmativa a la pregunta ¿puede ser refrán un texto que no ha sido acuñado en ninguno de estos moldes ancestrales? Es el caso, por ejemplo, de nuestro refranes exclamativos, de los que hablaremos más adelante como discutiremos varias otras cosas de las aquí planteadas. Estos refranes son de tipo acústico y corresponden a la concepción del ' ‘sonido estupendo”, " m u y propia del espíritu barroco que impregna, por vocación, la cultura mexicana. Por tanto, estos refranes exclamativos presentan particularidades desde el punto de vista semántico: tienen como función discursiva principal el ornato y se conectan con el discurso mayor en que se enclavan, sea diálogo o discurso argumentativo, no mediante los tradicionales conectivos de tipo entimemático sino de tipo acústico. Desde luego, al analizarlos más adelante, hemos de enfatizar el carácter parásito de estos textos, sus mecanismos de relación con los discursos mayores, especialmente con el diálogo, pero también con otros tipos textuales como los discursos argumentativos o los textos cifrados en otras estructuras, como los narrativos. Por tanto, habría que concluir que, tam bién desde el punto de vista discursivo, los textos de nuestro corpus pertenecen sin duda al universal paradigma de los refranes.

En todo caso, está claro que aunque trabajam os sobre un corpus parem iológico que podríamos llamar “ local” , sus moldes, sus rasgos tanto estructurales y formales como, sobre todo, discursivos lo enclavan, por necesidad, en los universos mucho más extensos y, en algunos casos, casi universales del refrán: el refrán, en todas las culturas, se comporta como tal, independientemente de su forma y de las estructuras que adopte. Se da el caso, empero, según lo hemos visto, que dadas las formas, estructuras y funciones que caracterizan al refrán mexicano, los refranes de nuestro corpus forman parte, por razones de género y de cu Itura, de una mucho más ampl ia tradición textual que dotan a los textos de nuestro corpus del rango de cuasi-universa- lidad suficiente para que las conclusiones que aquí establecemos en base al refrán mexicano, tengan alcances también cuasi-universales.

99. Sobre laexpresión “sonido estupendo” como característica del estilo del barroco, puede verse nuestrolibro Estudios sorjuanianos, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, 1988, pp. 69 y ss.

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LA TEXTUALIDAD DE LOS REFRANEROSIV

R e f r a n e r o m e x i c a n o

Por principio de cuentas, hacemos nuestra la definición que da la última edic ión del Diccionario de la lengua española de la Real A cademia Españo­la:1 “colección de refranes” . Sin embargo, para este estudio, “refranero” es mucho más que una “colección de refranes” . Es, como veremos enseguida, un tipo textual muy usado desde el siglo XVI en las sociedades hispanohablan­tes tanto como un libro de consulta sobre estas frases breves y sentenciosas, llamadas refranes, y desde luego como un lugar de encuentro con la sabiduría ancestral sobre las más variadas situaciones que suelen presentarse en la vida cotidiana. Más aún. puesto que se llama refranero, fundamentalmente, a toda "colección de refranes", nos encontramos a lo largo de la historia de la textualidad hispánica unos acervos de refranes con pretensiones primarias de tipo I ¡terario: me refiero a obras como el El diálogo de la lengua. Quijote. La Celestina. El Periquillo Sarniento. Arrieros o Las tierras flacas que escritas primariamente con fines literarios albergan, de hecho, verdaderas "colecciones de refranes" constituyendo, por ende, verdaderos refraneros, aunque de distinta índole.

Al término "refranero", por tanto, damos dos acepciones a partir de ese significado fundamental: en una primera, designamos los refraneros-acervo que, como decía, conforman una larga y sólida tradición como tipo textual autónomo aunque acuñado ya bajo el paradigma de un diccionario, ya bajo el modelo del libro bíblico de los Proverbios como un libro de enseñanzas morales.2 Ese tipo textual, el “ refranero”, ha servido, a lo largo de al menos

E Madrid. 1992.2. Para documentar la función que la cultura hispánica atribuyó en su momento a los refraneros, bastaría

con consultar los títulos de ellos en un hipotético catálogo. A nosotros nos basta un catálogo real que aunque incompleto desde el punto de vista de la tradición paremiológica hispánica, muestra bien la

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quinientos años, no sólo para alimentar el habla popular y hacer sobrevi viren ella una serie de textos preciosos de la sabiduría ancestral, sino como una permanente fuente de consulta de una moralidad, una manera de hacer las cosas y una actitud ante las diferentes situaciones de la vida.

En cambio, llamamos aquí "refranero m exicano” al acervo de los refranes que, en el sentido genérico ya expl icado, han formado parte de alguna de las hablas mexicanas en alguna época de su historia. Los refraneros son tipos textuales que, por loque hace a la lengua española, fueron inaugurados, a la zaga del libro bíblico de los Proverbios, por obras tan prestigiadas como lo fueron en el ámbito culto los Proverbios ele gloriosa doirinu e fructuosa enseñanza de don Iñigo López de Mendoza (1398-1458), marqués de Santillana, o los ya muchas veces mencionados Refranes que clizen las viejas tras elfuego en el ámbito popular. Bien se sabe, sin embargo, que la tradición hispánica ha alimentado desde siempre una textual idad muy rica en coleccio­nes de dichos morales mucho más antiguos, como los de Séneca. Empero, ningunade estas viejas colecciones asumió la muy tardía etiqueta de "refranero".

Si bien la realidad textual de los refraneros es antigua, el vocablo “refranero” es, en efecto, tardío. Es producto apenas del siglo XIX y se usa primeramente para designar al hombre dicharachero del cual, por lo demás, se dice una veces que es de hablar certero, y otras que es un embustero. M uchos de los actuales vocablos que en el español actual terminan en -ero empezaron siendo adjetivos y luego asum ieron una función sustantiva conser­vando a veces la función anterior, a veces perdiéndola. Como adjetivos, los más de los vocablos en -ero indican una manera de ser; remiten, por tanto, a una costumbre. Así, el pendenciero, el justiciero, el ranchero. De allí se sustantivó y pasó a significar primero al objeto designado por el nombre sufijado y hasta después su función específica. Una gran cantidad de estos nombres en -ero denotan solamente la relación de un sujeto con el objeto referido por el nombre sufijado: un zapatero, con respecto a los zapatos o un cartero con respecto a las cartas. Con frecuencia, sin embargo, los nombres en -ero significan ya un espacio en el que se contiene, alm acena o conserva algo, ya el material de que está hecho algo. Así, un ropero es un mueble que

________________________________________E j. 11 A|i 1.AR I.API DARIO __ ______

fu n c ió n s o c ia l d e s e m p e ñ a d a p or lo s re fran eros. M e re fiero al e x tr a c to d e l c a tá lo g o g e n e r a l d e la B ib lio te c a

d e S a lv á , e s c r i to p o r D . P e d r o S a lv á y M a ile n , t itu la d o Colección de libros de la sección paremiológica. Obras que ex profeso o incidentalmeníe tratan de refranes, proverbios, adagios, sentencias, máximas, apotegmas, emblemas, consejos, aforismos, enigmas, conceptos, avisos, empresas, problemas, y dichos notables, sentenciosos, agudos y graciosos. V a le n c ia , Im p r e n ta d e F errer d e O r g a , 1 8 7 2 .

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La thxtuaeidad di-; ios refraneros

sirve para guardar ropa. Éste es, precisamente, el sentido prevalente en la palabra “refranero''.3 Denota, primariamente, su carácter de acervo de refranes. Ya hemos dicho en que sentido aplicamos el adjetivo “mexicano” al acervo de refranes al que remite nuestro corpus.

Un refranero como el mexicano es, por otro lado, como un magno fichero con muchos casilleros. O, si se quiere, es como una familia cuyos hijos son los tipos textuales que se cobijan bajo el apel 1 ¡do de “ refrán” . En efecto, la de los refranes es una gran familia de muchos miembros, aunque no todos hayan nacido en el seno familiar: algunos de los actuales refranes se han asilado en él cansados de sus largas correrías y responsabilidades. Los textos que actualmente forman parte de esa abstracción que es el refranero mexicano no sólo no tienen el mismo origen sino que ni siquiera tienen la misma forma. Para un estudio puramente paremiológico, un tipo de estudio importante del refranero mexicano sería, por consiguiente, llevar a cabo un inventario cuidadoso de formas y funciones en orden a establecer un también cuidadoso sistema denominacional. Aquí, como nuestro propósito es estudiar las carac­terísticas del discurso lapidario, sólo nos concentraremos y nos ocuparemos de los tipos paremiológicos más aptos para ello. Por razones que aparecerán a lo largo del libro, esos tipos paremiológicos son los que hemos llamado gnomemas o refranes-sentencia.

Esta incursión por la textualidad llamada “refranero” tiene la muy importante finalidad de resaltar una de sus características textuales más importantes. Me refiero a la verdad de Pero Grullo de que los refraneros no son sólo acervos, archivos o almacenes de refranes: los refraneros son también y principalmente un tipo textual con su estructura, su discurso y su función bien definidos. Los refraneros, en efecto, no funcionan solamente como testimonio patrimonial de un tipo textual oral sino que, de una u otra manera, pueden servir de medio de transmisión y aún de fuente de ese tipo textual. Es posible que un refranero tan importante como el de Darío Rubio haya servido de fuente para que una serie de refranes sigan vigentes en el habla mexicana.4

3. C fr. Ignacio Bosque / Manuel Pérez Fernández. D ic c io n a r io in v e rso d e la le n g u a e s p a ñ o la . Madrid, Gredos, 1987, pp. 518 y ss.

4. Es posible, por ejemplo, que algunos de los refranes incorporados por Agustín Yáñez en su novela ¿as t ie r ra s f l a c a s provengan del refranero de Rubio. Yáñez, por ejemplo, tiene sus fuentes propias, sin embargo, no faltan los casos en los que entre las diversas variantes disponibles del refrán, Yáñez escoge la variante de Rubio. Como ejemplos, escojo sólo dos: el refrán “a cada pájaro le gusta su nido", en el que coinciden Yáñez L as tie r r a s f la c a s . México. Joaquín Mortiz, p. 328) y Darío Rubio (R e fra n e s .

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El. 1IAH1.AR LAPIDARIO

Para este libro, por tanto, un "refranero" no es solamente un almacén de refranes sino una especie de supertexto 5 conformado como un mosaico de pequeños textos que aunque originalmente independientes entre sí y tener un funcionamiento sociocultural autónomo, al pertenecer al mismo estado de lengua o al estar en el mismo refranero, contraen entre sí una serie de relaciones: en efecto, la presencia de un refrán en un refranero es también una manera que tiene este texto de funcionar, de ser texto. Lo mismo se puede decir de la función que el refrán desempeña en los textos narrativos, didácticos u otros.

Sin el ánimo de ser exhaustivo, bastaría, para percibir la realidad textual del género literario llamado refranero, un simple catálogo bibliográfico como el que de la Biblioteca de Salvá compiló don Pedro Salvá y Mallen bajo el título de Colección de libros de la sección paremiológica. Obras que ex profeso o incidentalmente tratan de refranes, proverbios, adagios, sentencias, máximas, apotegmas, emblemas, consejos, aforismos, enigmas, conceptos, avisos, empresas, problemas y dichos notables, sentenciosos y graciosos6 Por principio de cuentas, bien podría este larguísimo título i lustrar el campo nocional del discurso gnómico de que nos ocuparemos más adelante. Por lo que'hace al asunto que aquí nos ocupa, un simple catálogo como éste nos indica con meridiana claridad que aunque el vocablo "refranero" sea tardío, su identidad como tipo textual se remonta, al menos, hasta el siglo XVI si no querem os reconocer la amplísima tradición paremiológica tan viva en tierra española desde los tiempos de Séneca.

proverbios)' cJichosy dicharachos mexicanos. Mexico A. P. Márquez, 1940. vol, I .ad loe.), tiene la variante que dice: “a cada pajarito le gusta su nidito”. recogida por José Pérez. Dichos dicharachos y refranes mexicanos. 5a edición. M éxico, Editores M exicanos Unidos. 1986. p. 14. Coinciden, igualmente, en el reirán “a las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos" (A. Yáñez. Las tierras flacas, p.7 1 y Darío Rubio Op cit.. p. 29) que. no obstante circula en otra variante que dice: “a las mujeres y a los charcos, hay que entrarles por en medio". listos ejemplos, desde luego, pueden multiplicarse. Cabe observar, no obstante, que de estas coincidencias no se sigue, necesariamente, una influencia directa de Rubio a Yáñez ya que admiten otras posibles explicaciones: por ejemplo, que tanto Rubio como Yáñez hayan recogido algunos de sus refranes en los mismos abrevaderos lingüísticos que bien pudieron ser el mismo occidente mexicano de donde eran oriundos ambos. Dado que no contamos con una dialectología paremiológica. sólo podemos conjeturar el papel que asignamos al refranero de Rubio en la literatura mexicana de ¡asegunda mitad del siglo XX. El refranero de Yáñez ha sido extraído por nosotros y publicado en nuestro libro Refrán viejo nunca miente (Zamora. El Colegio de Michoacán. 1994. pp. 142 y ss ).

5. El término hipertexto. lamentablemente, que convendría muy ala idea que aquí queremos dar. ya ha sido usado en otro sentido porGérard Genette en Palimpsestes. La littérature an seconddegré. Paris, Du Seuil. 1982.

6. Impreso en Valencia, en la Imprenta de Eerrer de Orga. a espaldas del teatro principal. 1872. impreso como separata del Catálogo General, pp. 195-248.

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La tlxtijai.idad di. los rllranlros

Por otro lado, un catálogo como éste sirve para trazar con más acuciosidad la línea de la tradición paremiológica española en siglos que, como el XVII, parecerían haber olvidado la vocación hispánica al discurso lapidario. Allí está Juan de Aranda con sus Lugares comunes de conceptos, dichos y sentencias de diversas materias?allí está también el célebre Benito Arias Montano con sus Aphorismos sacados de la historia de Puhlio Cornelia Tácito 7 8al lado de una serie de libros que como la Idea de un príncipe político christiano, representada en cien empresas, de Diego Saavedra Fajardo; o los Afectos divinos con emblemas sagradas, de Pedro de Salas; o el hecho de las sucesivas reediciones de obras como la Floresta española de apotegmas y sentencias sabia y graciosamente dichas, de algunos españoles, de Melchor de Santa Cruz de Dueñas, que publ ¡cada por vez primera en Bruselas en 1598, tuvo, entre otras reediciones, las de 1614, 1629 y 1702. Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que estuvo vigente a lo largo del siglo XVII. Este par de ejemplos mostraría, además que la paremiología del siglo XVII español cambia de lo popular a lo culto.

Otra cosa que muestra un catálogo como e 1 anteriormente citado de Salvá es la gran popularidad que este tipo de obras tenían y la función social que su discurso desempeñaba. Son obras, por lo general, moralizantes que desem­peñan funciones educativas y aun didácticas. Por ejemplo, entre la paremio­logía culta del siglo XVII se encuentran las obras de Ambrosio de Salazar: un libro de sentencias, con fines educativos, y dos obras sobre la gramática española. Pues bien, el primero de los libros. Las clavelinas de la recreación, indica en el título mismo que se trata de textos “muy agradables para todo género de personas'’.9 10 11 Pero así como en algún caso a estos repertorios de dichos se les asigna la fuñe ión de d i vertir, en otros se le asigna una función más seria. Por ejemplo, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, empezó a circular una obra titulada Sentencias10 en cuyo título se dice que se tratan de sentencias de di versos autores cuya recopi lación se hizo “para edificación de buenas costumbres” .11 Algunos viejos refraneros, incluso, llegaron a poner en el título esa función: así El sobremesa y alivio de caminantes de Juan

7. Publicado en Madrid por Juan de la Cuesta en 1613.8. PublicadoenBarceloñaporSebastiánMatebaten 1614.9. Salva, op. c i t ., p. 236.10. No se menciona el autor, sólo se dice que fue impresaen Coimbra por Juan Álvarez impresor del rey, que

se terminó de imprimir el 20 de marzo de 1555. Se conocen varias ediciones.11. Salvá, op. c it.. p. 240.

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EL HABLAR LAPIDARIO

Timoneda. Esto pone de manifiesto, pues, una muy vigorosa y versátil tradición de textos escritos, de muy diversa índole, que recogen refranes para que leídos, sirvan ya para el solaz de sus lectores, ya para su edificación. Hoy llamamos refraneros a esas obras, entonces, antes de que se inventara el nombre, se llamaron de muy diversas maneras, acercándolas a los tipos textuales entonces conocidos.

Ello nos lleva, pues, a verificar que es muy antigua la convicción de que, desde el punto de vista textual, el refrán no es, en el ambiente culturalmente mixto de la actualidad, ni sólo ni principalmente un texto que haya de ser considerado única y exclusivamente desde los cánones de la tradición oral: tiene otras funciones igualmente importantes, otras maneras de funcionar textualm ente y, desde luego, otras maneras de transmitirse. Más aún, el presente estudio quiere llamar la atención sobre las olvidadas funciones discursivas del refrán tan antiguas y tradicionales como las que le asignó la tradición oral. Estas funciones discursivas, puede decirse, parecen estar en proceso de ser recuperadas por el refrán no sólo en la medida en que tiende a ocupar un lugar en la literatura mexicana contem poránea sino en la medida en que tiende a penetrar en otros tipos discursivos. Me refiero no sólo a funciones como la de ornato y la argumentativa, sino a funciones como la didáctica y la jurídica. En todo caso, se puede afirmar que la presencia del refrán es muy abundante y variada en las recientes formas narrativas de la literatura m exicana actual. En suma, es posible asentar que las funciones que el refrán tiene actualm ente en las diferentes hablas m exicanas, son tan importantes y variadas las de la textualidad escrita como las de la oralidad.

Además, el uso de un refrán ya en un refranero, ya en un texto narrativo como una novela, ya en un periódico, un film, una carta o cualquier texto escrito no importa a qué género pertenezca, yaen una conversación ordinaria o en un discurso de tipo argum entativo escrito sobrepasa, ciertam ente, los límites de una oral idad en estado puro. Actualmente, en nuestra cultura, puede decirse que las funciones textuales del refrán tienden hacia una textualidad híbrida. Por tanto, en esta investigación sobre el discurso lapidario asumimos los refranes con este cúmulo de funciones textuales, mixtas y m últiples, que tienen en la actual textualidad mexicana. Nuestro corpus, por tanto, nuestra versión del “ refranero m exicano”, está compuesto tanto por refranes tom a­dos directam ente del habla popular mexicana, como por refranes que funcio­nan en textos escritos: la condición de pertenencia a este refranero que deben cum plir los textos que en él incluim oses.solam ente.su condición de refranes

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L a TRXTUAI.IDAD DI. I.OS RH1RANKROS

reconocida por sus usuarios dentro de alguna de las hablas mexicanas, no importa quienes sean estos usuarios.

Asumimos aquí, por tanto, que un refranero es un tipo textual con pleno derecho, tan válido como cualquier otro tipo textual. Un refranero, por consiguiente, aunque se trate de una mera recopilación o florilegio de refranes, tiene una función social como todos los tipos textuales. Un refranero es, en sí mismo, un texto que impl ícitamente documenta los refranes que contiene. La textualidad de un refrán es, por el hecho de formar parte de un refranero, tan válida como la textualidad de un refrán en una expresión de la lengua hablada por un grupo humano. Asumimos aquí, por consiguiente, que ni las caracte­rísticas formales de un refrán, ni sus principales funciones discursivas, ni sus rasgos de lapidariedad son afectados por esta multifuncionalidad a que nos acabamos de referir.

El anterior concepto de “refranero” aparece bien explícito en la tradi­ción paremiológica m exicana. A principios de este siglo, empezó a reapare­cer, en el conj unto de textos que conforman la textual idad mexicana, una muy fortalecida y renovada tradición paremiológica que venía, como veremos enseguida, de muy lejos: se reanuda el viejo arte de componer refraneros que, porotra parte, siempre había aparecido como importado o, en todo caso, como un arte colonizador. Los anteriores refraneros que habían formado parte de la textualidad mexicana no habían sido textos escritos acá. Estos refraneros mexicanos, en cambio, fueron textos nativos con frecuencia dotados de una pretensión nacionalista: textos con sus propios objetivos y, desde luego, sus lectores. Los refraneros m exicanos del siglo XX, por lo demás, expresan una especial propensión hacia un tipo textual que si bien nunca se había extinguido del habla había ido cambiando, sobre todo el siglo anterior, el prim er siglo después de la independencia, y al conmemorar los primeros cien años de vida independiente, parece surgir el deseo de hacer inventarios de los refranes hechos acá. Empero, nuestra manera de hablar, muy dada a las frases sentenciosas, lapidarias, pul idas, no había nacido de la noche a la mañana: este interés mexicano por el hablar lapidario tenía, a comienzos del siglo XX, un larguísimo camino recorrido del cual, desde luego, no nos vamos a ocupar aquí.

Cabe, empero señalar, que el interés mexicano por lo parem iológico tenía su origen en una crecida corriente alimentada por dos vertientes a cual más de exuberante: una indomexicana y otra hispano-europea. En efecto, el refranero m exicano semeja, a un magno árbol cuyas raíces hienden el fértil

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suelo del renacim iento europeo, se alimentan de las vetas parem iológicas m edievales y alcanzan los caudales que vienen de la patrística y de la Biblia. Ya Marcel Bataillon menciona hermosamente la propensión del alma hispana hacia la lapidariedad que emana de los refranes cuando en su ya clásico Erasmo y España dice:

España — dice— tierra clásica de la brevedad sentenciosa, del epigrama, del chiste, no tenía lecciones que recibir de la antigüedad en materia de apotegmas. Se habían recopilado ya las sentencias de Alfonso V de Aragón y las del primer Duque de Nájera. La tradición oral guardaba verdaderos tesoros de esas senten­cias.12

El mismo erudito achaca a la traducción al español de los Apotegmaía de Erasmo, a mediados del siglo X V I,13 el auge y, hasta se podría decir, la espe­cie de fiebre parem iológica que se desencadena en España. Los Apotegmas de Erasmo, dice Bataillon14

pudieron contribuir a hacer nacer en la segunda mitad del siglo las grandes recopilaciones españolas, como la Floresta española de apotegmas y sentencias del toledano Melchor de Santa Cruz (1574) y las Seyscientas apotegmas de Juan Rufo (1596).

Al escudriñar la España del siglo XVI en busca de las huellas de Erasmo, Bataillon descubre la afición española al hablar lapidario y se muestra im presionado por el arraigo que refranes, sentencias, dichos, adagios y apotegm as tienen en la textualidad española de índole tanto culta como popular. Es como si el hablante español se hubiera aficionado a hablar a base de joyas de alto kilataje:

Los españoles — dice— tenían un gusto vivísimo por estas condensaciones de la experiencia humana, memorables por su simetría, por sus antítesis o por su solo laconismo moneda corriente y pulida por un largo uso, pero cuyo relieve resiste maravillosamente al desgaste de los tiem pos.15

12. Marcel Bataillon. Erasmo y España. F.C.E.. México. 1950.13. Los Apotegmas de Erasmo fueron traducidos al español en 1549 por el bachiller Francisco Thámara y

el maestro Juan de Jarava.14. Op. cit. pág. 626.15. Marcel Bataillon. op. cit.. pág. 51.

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L a textualidad di-: i .os refraneros

El erasmismo habría significado, pues, según Bataillon, para latradición paremiológica española un importante y decisivo estímulo: impulsada por Erasmo, la España de la segunda mitad del siglo XVI se habría aficionado a este hablar lapidario, cuyos gérmenes llevaba en la estirpe, ya desempolvando sus viejos refranes, ya recogiendo en las apenas extinguidas hogueras de la tertulia nocturna los dichos sentenciosos de sus mayores, ya hurgando en la experiencia cotidiana para recoger esas condensaciones sabias que a fuerza de transmitirse de boca en boca habían perdido su árbol genealógico y recorrían las generaciones, m oldeadas durante siglos de uso popular, en el más riguroso anonimato. Quizás sea desproporcionada la parte que de tan magna empresa atribuye Bataillon a Erasmo; quizás no estaría de más hacer un nuevo balance y ver si con Erasmo confluyeron otras causas: si, por ejemplo, la moda parem iológica que Bataillon hace empezar con Erasmo no venía, en realidad, de más atrás y rebasa, de hecho, al propio Erasmo. Así lo hace José Antonio Maravall en sus Antiguos y modernos l6quien tras asentar con Américo Castro que “el refrán nos lleva al centro de la ideología renacentista” , ve en el interés del siglo XVI por el refrán una simple expresión del interés por lo humano:

Es lo cierto que de Erasmo deriva una gran influencia — dice— pero ni es bastante para explicar la tendencia que se observa en nuestros humanistas, ni estos mismos dejaron de darse cuenta de la importante diferencia que había entre los adagios que Erasmo recopiló y anotó y aquellos proverbios de que tantos escritores españoles se ocuparon [...] El gusto por los refranes se revela en los más rigurosos y entusiastas representantes de la espiritualidad renacentista, desde las primeras fases de este movimiento cultural en la península.17

Maravall insiste en que el interés español por los refranes es fruto del espíritu renacentista en su carácter de quintaesencia de lo humano y “expre­sión del fondo de verdad eterna y universal que la naturaleza buena puso en el hombre” .18 Sea lo que fuere de ello, este problem a queda, por lo pronto, fuera de nuestro interés inmediato.

16. Segunda edición, Madrid, Alianza Universidad núm. 458,1986, pp. 407-413.17. O p. c it., p. 408.18. Cita de E l p e n s a m ie n to d e C e r v a n te s de Américo Castro tomada de Maravall ,o p . c it ., p. 408. Véase lo

señalado en R efrá n v ie jo , op. c it., p. 73.

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El hablar lapidario

Dos TIPOS DE REFRANEROS EN LA TRADICIÓN HISPÁNICA

Para el caso que nos ocupa, es importante hacer notar, de entrada, que el interés español por los refranes fue expresado en dos tipos de textos a los que, aunque sea por analogía, se puede llamar “refraneros” . Por un lado, están los acervos de refranes: se trata de libros moralizantes que contienen, en forma sentenciosa, m áximas del habla cotidiana de las cuales se desprende una moraleja. Por la manera como organizan su contenido, los llamaremos “refraneros-acervo” . En este tipo de “refraneros” el marco discursivo en que se inserta el refrán adopta la forma de un consejo y es, en general, de tipo parenético. Su antepasado más ilustre es el libro bíblico de los Proverbios obra que, por lo demás, como ya hemos señalado, fue la que abrió histórica­mente los cauces para que este tipo de refraneros se impusiera.

Los refraneros españoles de los siglos XV, XVI y X V II19 conforman esta sólida corriente parem iológica en donde nace y se desarrolla el tipo textual “refranero” que, andando el tiempo, se irá abriendo paso hasta constituir el tipo textual sobre cuyos derechos llamamos aquí la atención. A guisa de ejem plos, m encionaremos un par de refraneros que circularon el siglo XVI español con el solo ánimo de aprender no sólo algunos rasgos de este tipo de textualidad, sino lo que el “refranero” aportó a la educación de España. Empezaremos, pues, recordando un refranero español con pie de imprenta de 1541,20 sin lugar, ni autor o recopilador: se titula Refranes glosados. En los quales qualquier que con diligencia los quisiera leer hallará proverbios: y maravillosas sentencias; y generalmente a lodos muy provechosos. ¡541. Como bien dice el título, se trata de refranes glosados. La glosa en cuestión es muy singular: los refranes, en primer lugar, están enclavados en el marco de una exhortación de un padre a su hijo. En efecto, el libro empieza con estas significativas palabras:

Un muy virtuoso hombre allegadose a la vejez considerando que los días de su bivir eran breves deseando que uhn sólo hijo que tenía fuesse sabiamente instruydo y consejado: para que discretamente biviese. De los presentes prover­bios y refranes le adoctrinó. Hijo mió dilectissimo: aprende escuchando la doctrina de mi tu padre...21

19. Véase una primera lista de ellos en Refrán viejo, op. cit.. pp. 45 y ss.20. En Juan B. Sánchez Pérez. Dos refraneros de 1541. Imprenta J. Cosano, Madrid, 1944, pp. 11-65.21. Op. cit.. p. 13.

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L a textualidad oh los refraneros

Esta magna exhortación de un padre a su hijo podría equipararse al exordio a un sermón parenético mientras que el refranero allí insertado mediante diferentes técnicas y con distintas funciones discursivas entre las que no faltan, por ejemplo, la función argumentativa de tipo entimemático, haría las veces del sermón. En este refranero, con frecuencia el refrán, en efecto, hace las veces de “cierre” a una pequeña exhortación o a un argumento. La obra, dividida en capítulos temáticos consta de doce. Por ejemplo el capítulo primero expresa su contenido con estas lacónicas pala­bras: “que no deves hablar mucho”; La “glosa”, en cambio, con que empieza el libro dice:

loan todos los discretos el poco hablar: pues es vezino de buen callar. Ca es cierto que el que calla no puede errar. E si para hablar piensa bien y delibera primero que hable: y el lugar y el tiempo: seruando buena orden: no será largo en su dezir: porque presto es dicho: lo que es bien dicho.

Con una técnica parecida hilvana una serie de refranes sobre el hablar prudente del tipo de:

Quien mucho habla: mucho yerra.Al buey por el cuerno: y al hombre por la palabra.En boca cerrada: no entra moxca.Palabras y plumas: el viento las lleva.A las palabras locas: orejas sordas.A la mala llaga: m alayerva.

De manera que estos primeros refraneros estaban ordenados tem ática­mente y se presentan como una “doctrina” , “ instrucción” o “consejo” . El “refranero”, pues, en cuanto tipo textual nace en España a imagen y semejanza del 1 ibro bíblico de los Proverbios. Con el tiempo fue perdiendo el marco parenético o didáctico y adoptó la forma de una 1 ista de refranes legible, sin embargo, y con una función sapiencial autónoma. M uchos de los refranes de este refranero de 1541, como se ve, aún siguen su recorrido de boca en boca en refraneros derivados, como el mexicano. La técnica de la “glosa” es, por tanto, múltiple y la investigación paremiológica tiene en estos refraneros un caudal inexplorado. De cualquier modo estos primeros refraneros ponen a circular un caudal de principios sacados de las reservas morales de la sociedad española frecuentemente formulados de manera paremiológica con senten­

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El hablar lapidario

cias breves. Una técnica de glosa, en este refranero es la concatenación de un refrán con otro mediante un mecanismo de asociación verbal, tem ática y aún acústica. Ejemplo de las técnicas de concatenación empleadas por el glosador es el capítulo sexto, que titula el anónimo paremiólogo “cómo te de ves guardar de contender ni pleytear: en especial con mayor que tu”, 22 y que empieza con el refrán “allá van leyes: do quieren reyes” . Este refrán es introducido por una pequeña exhortación que, por lo demás, domina todo el refranero:

N o te consejo hijo que con grandes señores o mayores que tu no presumas contender; ni pleytear: puesto que tengas buena justicia: porque con el mucho tener o amistades hacen lo que quiere: y al fin allá van leyes: do quieren reyes.

El refrán, pues, aparece en este tipo de paremiología como un pretexto en el contexto de un discurso moralizante que parece seguir su propio rumbo. Si bien insertados en el marco de un discurso, los refranes de este refranero, de cualquier manera, constituyen con él un tipo textual con derechos propios. El prim er refranero importante de esta serie es el ya varias veces menc ionado Proverbios de gloriosa dotrina efructuosa enseñanza de don Iñigo López de M endoza (1398-1458), marqués de Santillana.23

El otro refranero que emine por su fama y por ser realmente el primer refranero español, en el sentido que actualmente se da a esta expresión, es una reedición muy retocada del célebre Refranes que dizen las viejas tras el fuego: nos entrega un valioso testimonio de una de las muchas maneras de actuali­zarlo creadas por la embestida paremiológica del siglo X V I. Lleva como título Los refranes que recopiló Yñigo López de Mendoza por Mandado del rey Don Juan24 Aquí tam bién se trata también de refranes “glosados” presenta-

22. P. 35 y siguientes.23. ' Para las posibles fuentes de este refranero dentro de la tradición española puede verse a Rafael Lapesa,

“Los proverbios de Santillana contribución al estudio de sus fuentes” en Rafael Lapesa, D e la e d a d m e d ia a n u e s tr o s d ía s , segunda reimpresión de la primera edición, Madrid, Gredos, 1982, pp. 95 y ss.

24. Juan B. Sánchez Pérez, op. c it., pp. 67-143. El título de este refranero es larguísimo, como era costumbre en los libros del siglo XVI. Lo voy a reproducir aquí porque contiene unaserie de datos a los que me referiré más adelante: L o s r e fra n e s q u e r e c o p iló Y ñ igo L o p e z d e M e n d o za p o r m a n d a d o d e l R e y D o n Juan . A g o r a n u ev a m e n te g lo s a d o s . En e s te a ñ o d e m il e D .e XL. 1. Y ñ igo L ó p e z d e M en d o za : p o r m a n d a d o d e l r e y d o n Ju an : o r d e n o y c o p ilo lo s R e fra n es C a s te lla n o s : q u e se d ic e n co m u n m en te e n tr e to d o g é n e r o d e p e r s o n a s : lo s c u a le s c o m p re h e n d e n en s y s e n te n c ia s m u y p r o v e c h o s a s y a p a c ib le s : no e m p e r o la s m a n if ie s ta s : q u e p u e d e n fá c i lm e n te s e r e n te n d id a s d e to d o s : y p o r ta n to lo s g lo s o n u ev a m e n te u n a p e r s o n a d o c ta : a g lo r ia d e n u es tro se ñ o r y p r o v e c h o y c o n s o la c ió n d e lo s c r is tia n o s e sp e c ia lm e n te d e lo s d e n u e s tr a n a c ió n y la g lo s a e s b rev e : p o r q u ita r f a s t id io : y d a r c o n te n to a los le c to re s : y v a n p u e s to s lo s re fra n e s : p o r la o rd en d e l a b e c e : y ju n to a c a d a re frá n : su g lo s a : o s e n te n c ia : la c u a l s e h a h e c h o a g o r a n u eva m en te . V a lla d o lid , 1541 . F ra n c is c o H e rn á n d e z de C o r d o b a . E n 8 o. 4 0 h o ja s .

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La tfxtuai.idad di: i.os rffranhros

dos pororden alfabético. La glosa, empero, es casi tan breve como la sentencia glosada. De más está decir que en este viejo refranero hay ya muchos de los refranes de la tradición paremiológica hispánica que, por tanto, pasaron a engrosar del caudal de refraneros como el mexicano: el anónimo refranero registra ya, por ejemplo, el refrán “a otro perro con ese hueso” y lo glosa así: “ los sabios, no reciben engaño de los cautelosos” .25

De hecho, lo que aquí nos interesa resaltar es el tipo textual conformado por este príncipe de los refraneros que, por esa prerrogativa, sirvieron de modelo al primer tipo de refranero o refranero-acervo. Se trataba, en primer lugar de textos para ser leídos. Un estudio de recepción nos podría indicar quienes fueron los principales destinatarios de refraneros como éste. Que era un libro para ser leído lo indica la observación de que las glosas son breves “por quitar fastidio y dar contento a los lectores” . En la evolución de este primer modelo de refranero, cambió desde luego el destinatario: ya no es el lector piadoso que quiere imbuirse de una doctrina moral izante sino será, más bien, el hacedor de discursos: desde el fraile o clérigo con sus sermones hasta el cúmulo de escritores y, en general, el hombre culto de pelo medio que quiere hacerse con un caudal de sabiduría popular para usar cuando hable. El refranero, por tanto, se convierte en fuente de consulta para alim entar el habla.26 27

Que estos refraneros eran consultados lo prueba la gran cantidad de ediciones que de algunos de ellos se hacen, como ya lo señalamos, y la afluencia de ellos a las bibliotecas novohispanas entre los libros de primera necesidad. Este aprecio por los refranes muestra bien, por otra parte, que el placer por la frase bruñida, densa y lacónica era característico del habla hispana en ese siglo.

A la fiebre paremiológica del siglo XVI seguirá, aún en la península, un reconcentrado interés por coleccionar refranes. El siglo XVII es en efecto, con todo su desbordamiento barroco, un siglo de reflexión y de transformación en México, es el siglo en que empieza a brotar la identidad novohispana. En la península, por ejemplo, Pedro de Figueroa publica por entonces sus Avisos de Príncipes en aforismos políticos.11 Un cuarto de siglo después Jerónimo

25. Juan B. Sánchez Pérez, op. cit., p. 72.26. Sobre los antecedentes medievales de la paremiología hispánica del siglo XVI, véascel estudio de Rafael

Lapesa “Los proverbios de Santillana, contribución al estudio de sus fuentes”, en Rafael Lapesa. Déla edad media a nuestros días, Madrid, Gredos, 1982, pp. 95-11.

27. Salamanca, 1647.

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E l HABLAR LAPIDARIO

M artín Caro publicará A forismos, re franes y modos de hablar castellanos28 y Antonio Pérez regresará al refrán político con sus Aforismos políticos.29

Sin embargo, dentro de la gran tradición paremiológica de los refraneros- acervo, hubo una magna obra en la España del Siglo XVII que estaría destinada a madurar de una vez por todas la paremiología hispana. La de M éxico no sería la excepción. Es obra de madurez de la lengua como lo será unos años más tarde el Tesoro de la lengua castellana o española de don Sebastián de Cobarrubias. Me refiero, por supuesto, al ya citado Vocabulario de Refranes y frases proverbiales y otras fórmulas comunes de la lengua castellana en que van todos los impresos antes y otra gran copia obra del docto humanista, el maestro Gonzalo Correas, profesor de latín, griego y hebreo en la prestigiada Universidad de Salamanca en la que se distinguió además como catedrático de lengua castellana.30

Con ser un autor muy fecundo, la obra maestra de Correas es su Vocabulario de refranes y frases proverbiales. Ya hemos señalado en otra parte31 32 las peripecias por las que pasó esta obra antes de ser publ ¡cada en 1906 por la Real Academia Española. No sólo el concepto de “ refrán’' es ampliado con el de “ frases proverbiales” sino que la misma forma del tipo textual es enriquecida sustancialmente, amén de colocar el tipo textual “refranero” dentro de la tipología de los “vocabularios” o “diccionarios” robustecida porN ebrijaen 1492, hace más de medio milenio, al publicaren Salamanca su Vocabulario latino-español y, tres años más tarde, su Vocabulario español- latino?2 Para la cuestión que aquí nos ocupa, está claro, en efecto, que Correas m od ificad concepto de refranero que hasta entonces se había impuesto y que de alguna m anera tenía como modelo a Refranes que dizen las viejas tras el fuego. No sólo amplía el paradigma de las formas que se asumían como refranes sino que, como buen gram ático que es, intenta un sistema denom inacional del cam po textual más técnico: “ refranes” , “ frases

28. Madrid, 1671.29. Zaragoza, 1680.30. Entre sus notables publicaciones cabe mencionar su Arte grande de la lengua castellana (1626), el

Trilingüe de tres Artes de las lenguas castellana, latina y griega (1627) y el Tratado de Ortografía castellana (1630).

31. Véase Refrán viejo..., op. cit., p. 84.32. Véase laedición facsimilar que este último publicaen 1989 la Real Academia Española en Madrid.

Don Sebastián de Cobarruvias en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española (Madrid/M éxico, 1979, p. 1012) recoge en 1611 el uso durante el siglo XVI de las palabras “vocabulario” y “dicionario”; suelen usarse ordinariamente en forma indistinta como lo indica la explicación que pone a la palabra “vocabulario”: “lo mesmo que dicionario”.

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La tf.xtualidad de los reí-raneros

proverbiales” y “ fórmulas comunes” . Analizado con cuidado, se verá enseguida que el concepto de refrán cambia en Correas. También hay, por primera vez, un intento de abstracción: hasta ahora, los refraneros habían recibido su nombre de sus contenidos, como se ha visto. Correas, por primera vez, trata de darle nombre al tipo textual cuyo contenido son refranes: el modelo más a la mano es el de un “vocabulario” que en vez de palabras sueltas tenga refranes. Tanto Nebrijacom o Cobarruvias se habían ocupado de la palabra “vocabulario” . Cobarruvias, por ejemplo, dice que es “ lo mesmo que dicionario” y que proviene de voceA1 Para Correas, por tanto, un refranero es un “vocabulario de refranes” . De hecho, el Vocabulario de Correas es un verdadero muestrario de tipos paremiológicos con sus más de 25,000 refranes castellanos.

Emparentadas con los refranes, hay otro tipos de colecciones de textos breves como consecuencia del atractivo que el habla lapidaria siempre provoca. Aunque de los emblemas hemos de hablar más adelante, es preciso que digamos aquí que el barroco habría de producir sus propias colecciones y, hasta cierto punto, su propia paremiología: sólo mencionaré lo que aquí llamaré “paremiología emblem ática” que jugará un papel tan importante en el cultivo, entre nosotros, del gusto por el hablar lapidario; que como muestra eximia de esa parem iología emblemática he de mencionar, así sea de pasada, la obra del milanés Filippo Picinelli Mondo Simbólico impreso por primera vez en Milán en 1653. El Mondo Simbólica es una colección de emblemas cuyas figuras están sólo descritas verbalmente; por ello, el libro tiene más bien la apariencia de un acervo de lemas comentados en el que la figura o cuerpo del emblema está reducido al título que preside cada capítulo. Tiene, pues, la forma de un refranero. Por lo demás, el autor parece estar pensando en la predicación y en los predicadores, al escribir su libro.

Tras varias reimpresiones y ampliaciones en italiano, fue traducido al latín en Alemania por Agustín Erath, canónigo regular de la orden agustina. El texto traducido fue muy popular en la Nueva España: en cada biblioteca novohispana había, de ordinario, un ejem plar del Mundus Symbolicus. Aún ahora no son raras las copias amontonadas en los sótanos en donde suelen yacer las bibliotecas novohispanas; en el exconvento agustino de Acolman, por ejemplo, hay una decena de “picinellos” provenientes de diversas 33

33. Op.cit., p. 1012.

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E L HABLAR LAPIDARIO

bibliotecas conventuales. Entre los libros de los jesuítas el siglo XVI11 se menciona un Mondo Simbólico14

El Mundus Symbolicuses una enciclopedia del símbolo. En el universo barroco, tan dado a la simbolización, nació la simbolística como una ciencia del símbolo. Picinelli se siente parte de una tradición de emblematistas. Los emblemas, como se sabe, constan de dos partes: una composición visual, por un lado, y una sentencia breve alusiva, el lema, generalmente en latín. Picinelli substituye la parte visual con su explicación. De este modo el Mundus Symbolicus viene a ser una extensa colección de lemas de la más variada procedencia: la antigüedad clásica, la Biblia, la patrística, los escritores y teólogos medievales, etc. Sin embargo en la explicación del lema concurren voces muy diversas en forma sentenciosa y contundente. Este tipo de obras, frecuentes durante los siglos XVII y XVIII novohispanos, dan cuenta de la recolección de otra clase de sentencias por parte de los eruditos barrocos: los lemas. La capacidad enunciativa de los lemas les viene del hecho de formar un sistema semiótico con las figuras. Sentencias de esta índole, a su modo parem iológicas, habrían de salpicar la literatura de la época, amén de otras artes.

Los REFRANEROS LITERARIOS

Esto nos lleva de lleno a la otra importante tradición paremiológica o, si se quiere, a otro tipo de refranero que ya por entonces empieza a difundirse en España: se trata de refraneros literarios o, si se prefiere, refraneros-literatura cuyo paradigma pueden ser obras como el Quijote o la Celestina. A diferencia de los refraneros-acervo, los refraneros literarios no sólo recogen y ponen a circular refranes sino que los insertan en un discurso, por lo general literario, con sus correspondientes contextos situacionales y funciones discursivas. A falta de grabadoras que recogieran muestras de discursos con todo y ámbitos discursivos en que se usaban los refranes, este tipo de obras literarias sirven de excelente documento del habla popular con su peculiar manera de pensar. El diálogo de la lengua de Juan de Valdés, que a su modo puede ser tenido por un refranero literario, documenta el hablar del siglo XVI a partir de la teoría del uso que documenta, fundamentalmente, en un pequeño corpus de refranes. 34

34. AGN, Archivo Histórico de Hda. Temporalidades, legajo333 expediente 6.

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I.a n x niAi.iDAD di: i.os refranero s

Como bien se ve, a este tipo de acervos sólo conviene el nombre de refraneros de una manera analógica: su naturaleza textual sigue siendo primariamente literaria. Porlodem ás, históricamente nunca fueron llamados “refraneros” sino metafóricamente. Sin embargo, se trata de refraneros con derecho propio. Los refranes, en efecto, no sólo se han transmitido de boca en boca, ni sólo por medio de los refraneros-acervos sino que este tipo de acervos literarios han sido una manera muy eficaz no sólo de supervivencia de los refranes sino, desde luego, de transmisión. Sin embargo, el orden de las funciones que los refranes desempeñan en un discurso literario es distinto al de las funciones que desempeñan en los tipos de discurso orales en los que se enclavan: en los refraneros 1 iterarios parece prevalecer la función ornamental sobre la argumentativa. De lo dicho, por tanto, parece imponerse la verdad de Pero Grullo de que el “refranero” , no importa cuál sea su modalidad, es también un tipo textual con derechos propios.

R e f r a n e r o s e n s u e l o a m e r i c a n o

Ambas tradiciones llegan intactas a la Nueva España como es fácil de mostrar no sólo por los cargamentos de libros que están ampliamente documentados35 36 sino en la producción literaria novohispana de plumas tan prestigiadas como la de Juan Ruizde A larcóno Sor Juana Inés de la Cruz. Así, en el “pagaré de Alfonso Losa, mercader de libros” , fechado en México el 22 de diciembre de 1576, entre los libros que el Sr. Losa debe a Diego M exía“vezino de lacibdad de Sevilla” figuran doce ejemplares del Apotegmas de Erasmo que, a decir del documento, "contiene dichos graciosos", están impresos en octavo y tasados a ocho reales. La 1 ista incluye 247 obras más. Entre el las 15 “florestas españolas, en papelones a 5 reales” y “2 florestas españolas, en tablas a 5 reales”31’. Esta lista de libros, como se ve, está formulada en la jerga de los mercaderes de libros. La obra aludida con el nombre de “floresta española” es la de Toledano M elchor de Santa Cruz cuyo título completo es Floresta española de apotegmas y sentencias, ya mencionada. En un pagaré análogo unos meses an tes— fechadoel 21 de ju liode 1576— Pablo García recibe de Alfonso Losa, en la ciudad de México, un envío de libros entre los que se

35. Por ejemplo, en Irving A. Leonard, Los libros del conquistador, segunda edición, F.C.E., M éxico, 1979, p. 329.

36. Ibid. p. 330.

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E l . H A B L A R L A P I D A R I O

encuentran “dos proberbios del Marqués a medio peso'"37. Este tipo de obras aparecen prácticamente en todos los cargamentos de 1 ibros. Así en un pedido que hace el librero limeño Juan Jiménez del Río, techado el 22 de febrero de 1583, solicita “ 12 floresta española de todas suertes en tablas de papel y flores de oro”38. Y en la declaración que un tal Trebiña tuvo que hacer a la Inqui­sición de la ciudad de México el mismo año, entre los libros de su biblioteca particular— cincuenta y cinco en total— figura una “ Floresta española” . Lo que aún queda de las ricas bibliotecas novohispanas basta para mostrar la abundante presencia en la vida cultural mexicana de los refraneros españoles.

Por cuanto hace a los escritores novohispanos, no es difíci 1 comprobar y ya lo han señalado tanto los trabajos de Alfonso Reyes como los de Pedro Henríquez Ureña 39en el caso de Juan Ruiz de Alarcón, que en tiempos de la Nueva España hay una comunidad cultural entre la cultura y sociedad americanas con las peninsulares: Alarcón es un mexicano cuya vida intelec­tual se desarrolla en España en donde triunfa independientemente de su origen mexicano. En el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, también paradigmático, se trata de alguien que a pesar de permanecer pegada al terruño triunfa en España y en sus colonias: la poesía de la monja jerónim a, en efecto, se lee ávidamente en todo el orbe español y, desde luego, es discutida y publicada en España. Una buena parte de sus admiradores, como su biógrafo el jesuíta Diego Calleja, están allá.

Para el asunto que nos ocupa, esto quiere decir que en ese lapso los libros de uso para la cultura novohispana venían de España. La frágil infraestructura editorial que acá florece está ocupada en la satisfacción de las necesidades más urgentes que plantean tareas tan arduas como la evangelización, la catequesis y, desde luego, la educación en todas sus modalidades. Para tener una idea de qué obras se imprimieron en México durante el período colonial bien puede servir de referencia la gigantesca obra de don José Toribio Medina La imprenta en México 1539-1821.40 La Nueva España se alimentó, por lo que hace a los refraneros, de los editados en España: el habla aún pretendía

37. I. Leonard, op. cit. pp. 319-326, reproduce el documento completo.38. Ibid., documento III, págs. 338 y sigs.39. De P.H.U. basta citar su conferencia pronunciada el 6 de diciembre de 1913 “Don Juan Ruiz de

Alarcón” en Estudios Mexicanos, F.C.E./SEP, Lecturas Mexicanas N. 65 pp. 23-42. Véase allí mismo Juan Ruiz de Alarcón pp. 43-53. De Alfonso Reyes véase sobre todo Obras Completas, I. XII.

40. Edición facsimilar, México, UNAM, 1989.

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L a T E X T U A L I D A D D i- L O S R E F R A N E R O S

tener una cierta unificación que, sin embargo, muy pronto empezó a ser quebrantada con todos los brotes nacionalistas que empiezan a florecer ya el siglo XVII.41

Sin embargo, aunque muy escasos, no faltan del todo los refraneros hechos en suelo novohispano. Y los refraneros que acá se dan siguen, es natural, losm oldesde la paremiología española: hay refraneros-acervo y algo que muy de lejos se parece a los refraneros literarios. Entre losdelprim ertipo, si acaso hay que m encionar el pequeño refranero indígena de apenas 83 refranes elaborado por Fray Bernardino de Sahagún.42 43 Ya de esta primera recolección de dichos mexicanos se pueden sacar una serie de importantes conclusiones sobre la naturaleza del tipo textual "refranero” . Por un lado, hay varias diferencias formales entre los textos de este corpus y las habituales formas parem iológicas de los refraneros españoles del siglo X V I. Además, el corpus de refranes nahuas que Sahagún nos presenta consiste en refranes traducidos al español. No muestra Sahagún mucha acuciosidad para distin­guir refranesde lo que, en general, se podría llamar expresiones paremiológicas a las que, sin embargo, llama "este refrán".1’'

Son, en verdad, muchas las cosas que sobre este pequeño refranero mexicano habría que decir. Para el concepto de "refranero” que aquí nos interesa, sin embargo, basta con recordarlo aquí. La mayor parte de los problemas que este refranero ofrece al lector contemporáneo tienen que ver, sin embargo, con la traducción: se puede decir, en general, que Sahagún traduce los refranes nahuas empleando los moldes paremiológicos españoles entonces disponibles. Al respecto, la manera como afronta el problema de la traducción es muy moderna, se diría. Se atiene al principio de que los refranes no se traducen, se adaptan.44 Eso es, en efecto, lo que hace Sahagún aún a riesgo de achacar inapropiadamente a los nahuas expresiones de la cultura europea. Es muy significativo que en el ya mencionado refrán 80 Sahagún se vea obligado a decir: "esta proposición es de Platón y el diablo la enseñó acá” .

41. Para esto, puede verse nuestro ensayo “Nacionalismo: génesis, uso y abuso de un concepto” en Cecilia Noriega El ío (editora), El nacionalismo en México, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, pp. 27-81.

42. Véase, al respecto, lo dicho en Refrán viejo..., op. cit., pp. 77 y ss.43. Excepto el refrán número 66 cuyaexplicación empieza diciendo: “este adagio se dice del que cuenta cosas

loables que hahecho y muchas cosas notables que ha visto...” El refrán 80, en cambio, es llamado “esta proposición...”

44. Sobre la traducción de los refranes, puede verse mi artículo “Al fonso Reyes y la traducción en M éxico”, en Relaciones, vol. XIV, Núm. 56, Zamora, otoño de 1993, pp. 49 y ss.

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El. H A B L A R L A P I D A R I O

Por lo demás, ya se ha señalado45el recurso, por Sahagún, a clichés europeos al traducir al español su pequeño corpus de refranes nahuas.

Sahagún traduce los refranes nahuas al español de su tiempo con la misma conciencia y bajo los mismos principios teóricos que los demás traductores del siglo XVI al verter a los moldes hispanos una cultura nacida bajo otras estructuras y presupuestos. Cómo estos grandes pioneros tenían conciencia del bagage que cargaban sobre sus espaldas al traducir, lo muestra otro fraile traductor, el también franciscano fray Juan Bautista, quien a cabal lo entre los siglos XVI y XVII, traduce las Huehuetlahtolli o “pláticas que los padres y las madres hicieron a sus hijos y a sus hijas, y los señores a sus vasallos, todas llenas de moral y política", obra publicada en 1601. Eran textos en náhuatl de la misma índole que los recogidos por fray Jerónimo de Alcalá en lo que se conoció después como La relación de Michoacán46 o por Fray Bernardino de Sahagún en el I ibro Coloquios y doctrina cristiana.47 Don José Toribio M edina48 menciona una nota que se lee en la página 77 y que, entre otras cosas, dice que fray Bartolomé de las Casas recibió estas pláticas del franciscano Andrés de Olmos y expone sus ideas acerca de la traducción y de los problemas que enfrentaba en la traducción náhuatl-español:

las cuales romaneo de la lengua mexicana sin añadir ni quitar cosa que fuese de substancia: sacando sentido de sentido, y no palabra por palabra. Porque a veces una palabra mexicana requiere muchas de las nuestras. Y una nuestra comprehende muchas de las suyas. Y porque son mucho de notar, dice que las pone en su libro, para que se vea la gran doctrina moral y pu 1 icía en que estas gentes bárbaras criaban y doctrinaban sus hijos.49

45. Para todo este asunto puede verse el librito de Luis Rublúo. Sahagún y los refranes de los antiguos mexicanos. México. Muy útil para ver la técnica de traducir empleada por Sahagún. por ejemplo, sería comparar las formas con que traduce estos refranes nahuas con los refranes españoles en boga. Lo que hace Sahagún es mostrar que cada textual idad tiene sus expresiones, clichés y formas endurecidas, amén de sus estructuras sintagmáticas.

46. Véase la edición que presenta Francisco Miranda en la Colección Cien de M éxico, M éxico, SEP, 1988. Es opinión aceptada comúnmente entre los estudiosos de La relación de Michoacán que esta obra es. en buena parte, latraducción al español de informaciones en lengua purhé recabadas por el fraile quien dice de su labor: “esta escritura y relación presentan a Vuestra Señoría los viejos de esta Ciudad de Michoacán y yo también en su nombre, no como autor sino como intérprete de ellos ... yo sirvo de intérprete de estos viejos...'*, (p. 44)

47. Véase la edición preparada por Miguel León Portilla publicada por la Fundación de Investigaciones Sociales de laUNAM en 1986.

48. La imprenta en México (1 539-1 821). edición facsimilar. México. UNAM. 1989.49. J. Toribio Medina, op. cit.. tomo II. p. 5.

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La textualidad de los refraneros

Los problemas de traducción apenas mencionados en relación a este primer refranero mexicano nos proporcionan, además, un importante dato: existe, en el siglo XVI, una conciencia muy clara de un tipo de discurso que podríamos llamar paremiológico que se concreta en un estilo, un léxico, una sintaxis, una serie de expresiones endurecidas que son reconocidas por todos como pertenecientes al género paremiológico. Todo ello nos confirma no sólo el concepto que de este tipo textual tenía el hombre culto del siglo XVI, sino el indiscutible hecho de que en la real idad sociocultural de ese siglo hay entre las hablas del español un tipo textual llamado “refranero”, de tipo lapidario, bajo la forma de un discurso independiente.

Si se trata de ver la manera como refranes y refraneros están presentes en la lengua novohispana, puede servir la obra literaria de Sor Juana Inés de la Cruz.50 Se puede decir, a grandes rasgos, que la Décima Musa emplea, en su obra, de dos maneras los refranes populares: ya mediante la cita exacta del refrán, por una parte, ya mediante la alusión. En el primer caso, el refrán forma parte del discurso ya en función argumentativa ya en función ornamental. En el segundo caso, el refrán sólo es aludido ya mediante paráfrasis, ya mediante otra manera. Sin embargo, las funciones discursivas que desem peña siguen siendo fundamentalmente las mismas. Distinta, en cambio, es la manera como la poetisa emplea en su escritura las sentenc ias, adagios y proverbios de origen literario que, por lo general, llegaron a nuestra lengua bajo la indumentaria latina. Revisando la escritura del siglo XVII novohispano, por ejemplo, no es difícil constatar en la práctica un uso implícito que distingue los dichos de origen popular— los refranes— de los que provienen de una tradición escrita — los proverbios— según la distinción que recoge Casares y que ya había puesto de manifiesto el siglo anterior Juan de Valdés en su célebre y ya citado Diálogo de la lengua.5' Por lo demás, el prestigio que el erasmismo había dado desde el mismo siglo XVI a este tipo de nobles frases lapidarias, es atestiguado por los refraneros erasmianos que en ese mismo siglo vienen a engrosar las bibliotecas novohispanas.52 M uestra del respeto que estas vene-

50. Véase la pequeña exploración que de ella mostramos en Refrán viejo , op. c it., pp. 80 y ss.51. Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, Porrúa, México, 1966, p. 9. Véase también la importante edición

quepublicaCristinaBarbolanien Editorial Cátedra, Madrid, 1984.52. En la Biblioteca Nacional de México hay una edición del Adagiorum Erasmi Roterodami Chiliades

quatuorcumsesquicentuaria: magna cumdiligentia, maluroque indicioemendataeetexpurgatae. Paris, 1579. Aunque no sabemos con exactitud cuándo llegó aestas tierras, muestrabien el interés que la frase breve de corte sapiencial suscitó en la naciente cultura. Sor Juana, según puede ver en sus obras, lee y cita con soltura la Vulgata.

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El hablar lapidario

rabies frases provenientes de distintos rincones de la literatura suscitan en Sor Juana el hecho de la poetisa los suele reproducir intactos, como en el caso presente o como cuando en la misma composición reproduce el “nadie da lo que no tiene” que tanto circuló por la filosofía escolástica. En la época, circulaban en nuestro país al lado de las colecciones de adagios, como la de Erasm o53 los refranes populares. De hecho, lo que aquí se plantea no es la pugna entre dos tipos de refranes sino una especie de pugna entre los refranes y otros tipos textuales afines pertenecientes al mismo campo nocional: las frases célebres como se llama hoy a las frases sentenciosas tomadas de algún autor célebre usadas, por lo general, en forma entim em ática para apuntalar alguna opinión en disputa o algún razonamiento. Por lo demás, el concepto de “refranero” como tipo textual aparte ya para entonces está bien definido aunque aún se le conciba bajo paradigmas textuales prestados como el de “diccionario” o, en general, la novela. \

Con este alternarse de la paremiología culta y la popular en funciones discursivas predom inantemente entimem áticas transcurren el siglo XVIII novohispano cuyo interés por los refranes dejan aflorar una serie de panfletos a los que nos referirem os más adelante. El interés del siglo XIX por los refranes españoles se muestra en una serie de refraneros.54 Muestra del mismo interés es el ya citado catálogo de la biblioteca de Salvá en donde, además, aparece clara la línea de la tradición paremiológica hispánica. Sin embargo, esta veta parem iológica está ya muy lejos de los grandes refraneros del siglo XVI. El siglo XIX los refranes son recogidos más como una mirada nostálgica que como hechos de lengua. Empero, la genuinidad de ese interés del siglo XIX por los refranes puede percibirse en el hecho, ya mencionado, de que en él nace el vocablo “refranero” . La paremiología del siglo XIX sigue siendo taxonómica: recopilar refranes, como tarea nuclear, y un pequeño comentario explicativo al estilo de Correas. El siglo XIX, sin embargo, ve surgir una potente parem iología mexicana en pos de una tradición que, aunque noble, apenas había tenido desde el Quijote y La Celestina obras importantes. La tím ida tendencia paremiológica que aparece en obras literarias como la de Sor Juana, reaparecerá, en efecto, vigorosa, en una obra que bien puede servir de

53. Citado por Diccionarios Rioduero. Literatura I. versión y adaptación de José Sagredo, Madrid, 1977. p. 246.

54. Por ejemplo: José Coll y Vehi. Los refranes del Quijote. Barcelona, 1876; Fernán Nuñez, Refranes o proverbios. Madrid. 1804; J. Collins. Dictionary of Spanish Proverbs, Londres, 1827; P. J. Martin. Proverbes espagnols. Paris. 1859.

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L a T E X T U A E I D A I ) DI-: I O S R E F R A N E R O S

síntesis de lo que fueron los refranes en los siglos XVII y XVIII novohispanos. Me refiero a El periquillo sarniento de Fernández de Lizardi.55

Como habían hecho Miguel de Cervantes y Fernando de Rojas y como lo harían, más tarde, Gregorio López y Fuentes o Agustín Yañez, Fernández de Lizardi hace un significativo acopio, por igual, de refranes y otros tipos paremiológicos afines salpicando con el los su texto constituyendo no sólo un valioso y singular refranero mexicano sino un verdadero acervo de textos lapidarios cuyas formas y funciones discursi vas documenta con precisión. El Periquillo Sarniento espera un estudio acucioso tanto de las formas como de las funciones de estos textos gnómicos. En el acervo recogido por Fernández de Lizardi, predominan las sentencias y adagios cultos aunque eche mano de refranes populares tomándolos, al parecer, de los refraneros españoles. En todo caso, predomina en él la paremiología culta. Por lo demás, Fernández de Lizardi teje su texto en torno a estas sentencias de modo que realiza grandes glosas exegéticas, bien documentadas, teniendo al proverbio como punto de referencia permanente.

Fernández de Lizardi es la puerta de ingreso a una paremiología estrictamente mexicana. En el seno de un discurso satírico, despunta esta paremiología, como hemos dicho, en obras de la más variada índole que van desde las grandes novelas del siglo XIX hasta una serie de obras de folletería aún existentes en la célebre Colección Lafragua.56Se trata, por lo general, como hemos señalado, de folletosde índole panfletaria: publicaciones, a saber, de cuatro paginitas que de alguna manera continúan la gran tradición satírica novohispana, tan desarrollada el siglo anterior. Ejemplo de este tipo de testimonios son los siguientes textos:

1.- A.A.F.G., El que se quemare que sople. México, Imprenta Americana de D.José María Betancourt, 1821 .4 p. s. n. 19 cm.

55. Cito por José Joaquín Fernández de Lizardi, El Periquillo Sarniento, prólogo de Jefferson Rea Spell, México, Porrúa, “Sepan cuantos...” Núm. 1, 1984. Entre los estudios que sobre la paremiología de Lizardi se han hecho, puede verse a Manuel López y López, “Modismos y refranes del Periquillo Sarniento” en Revista de la Universidad de México, México, 1931. Sobre los antecedentes del picaro como tipo literario puede verse Alexander A. Parker, Los picaros en la literatura. La novela picaresca en España y Europa (1599-1753), versión española de Rodolfo Arévalo Mackry, segunda edición, Madrid,Gredos, 1975.

56. Véase Lucina Moreno Valle, Catálogo de la Colección Lqfragua 1821-1853, México, UN AM, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1975, pp. y ss.

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El hablar lapidario

Contra los que satirizan al gobierno porque no se acomoda a las diferentes opiniones y tendencias; recuerda la obligación de sostener y defender el Plan de Iguala y de todas y cada una de las garantías.

3 .-A perro viejo no hay tus tus. O sea diálogo entre un zapatero y su marchante. M éxico, Imprenta de D. Mariano Ontiveros, 1821. 4 p.s.n. 20 cm.

Defiende a la Junta Provisional Gubernativa por la demora de la convocatoria a cortes y habla de la importancia de elegir bien a los electores parroquiales.

En textos de esta misma índole, encontram os refranes como “en el monte está quien el monte quem a”,57 “quien no te conoce que te com pre” ,58 “más vale tarde que nunca”,59 “ la subida más alta, la caída es muy lastim osa” ,60 “cada cual piensa con su cabeza",61 “no hay plazo que no se cum pla ni deuda que no se pague” ,62 “el que pregunta no yerra”,63 para no citar más que los textos escritos en 1821. Simultáneamente aesa paremiología de folletín, no faltan en ese 1821 folletos claramente paremiológicos como las Máximas morales dedicadas al bello sexo, por un ciudadano militar que no son otra cosa que “consejos sobre el comportamiento de toda mujer honesta” .64

Por lo demás, si bien la novelística del siglo XIX mexicano, con Manuel Payno a la cabeza, quien riega de refranes, dichos y expresiones paremiológicas tanto El fistol del diablo como Los bandidos de Rio Frío, es testigo de que persiste en el habla popular m exicana el afán por el hablar lapidario, que de una m anera débil documentan las m encionadas novelas, cual leve imitación de lo que arriba llamamos refraneros literarios; sin embargo, a diferencia de lo que pasa en países como Francia, no se da en el siglo XIX mexicano la profusión de obras paremiológicas ni hay constancia de un especial interés por los refranes. Los mismos “textos costum bristas” de I. M. Altam irano no son, para la parem iología m exicana, lo fecundos que se pudiera esperar.65

57. Texto número 85. op. cit., p. 9.58. Texto número 162, op. cit., p. 17.59. Texto número 166, op. cit., p. 17.60. Texto número 197, op. cit., p. 21.61. Texto número 209, op. cit., p. 22.62. Texto número 242, op. cit., p. 25.63. Texto número 259. op. cit., p. 27.64. Texto número 219. op. cit.. p. 23.65. Cfr. Ignacio Manuel Altamirano. Obras Completas. SEP. México. 1986,vol.V .

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La textualidad de los refraneros

LOS REFRANEROS-ACERVO DE LA PAREMIOLOGÍA MEXICANA

En efecto, la parem iología mexicana, propiamente dicha, es obra del siglo XX:66 67 68 69 el refranero entra a la textualidad mexicana, como tipo textual por derecho propio, en este siglo. Los nombres de José Trinidad Laris con su Historia de modismos y refranes mexicanos67 y a Luis M. Rivera con su libro Origen y significación de algunas frases, locuciones, refranes, adagios y proverbios f Qnc&bez&n el desfile de paremiólogos mexicanos del siglo XX. Empero, cabe señalar desde ahora, no está siempre claro el interés parem io­lógico en los diferentes refraneros de que consta esta tradición: cuando mucho podrían m erecer este nombre los mencionados jaliscienses y, desde luego, el guanajuatense Darío Rubio. Estrictamente hablando, se puede decir que el interés parem iológico apenas es obra de los últimos diez años; lo demás parece reducirse a refraneros comerciales. Desde luego, ni el texto de Laris, ni el de Rivera, adopta el nombre de “refranero” . Son concebidos, más bien, como ensayos sobre el refrán mexicano, en general, o sobre un corpus de refranes, reputado como mexicano, más que como simple acervo del tipo textual. A su modo, sin embargo, éstos son los primeros refraneros mexicanos propiamente tales y con ellos da comienzo lo que aquí llamamos el “refranero m exicano” .

La Historia de modismos y refranes mexicanos69 es prácticamente el primer refranero mexicano. Sin embargo, está claro que no tiene pretensiones exclusivamente paremiológicas: por lo que puede desprenderse del título mismo, parece aún conservar intereses filológicos. En la obra, por una parte, son más los “m odism os” que los “proverbios y refranes” . Por otra, aunque el título indica que el autor se ocupará del “origen” y de la “filosofía” de los textos del corpus, en la estructura real de cada comentario sólo incluye explícitamente el “origen” del texto. La referida estructura, en efecto, consta de una frase del corpus catalogada, por tanto, como modismo o refrán, seguida de una indicación entre paréntesis sobre su uso: la parte del león de cada pequeño artículo está dedicada a escudriñar el origen de la frase en tumo. Con ello, este refranero adopta la forma de un anecdotario a propósito de modismos y expresiones parem iológicas en uso en el habla de M éxico. La

66. Para la historia de la paremiología mexicana remitimos al lector a Refrán viejo..., op. cit., pp. 87-114.67. Guadalajara, 1921.68. Guadalajara, Tip. Jaime, 1921,228 pp.69. Esta obra consta de 228 páginas y fue impresa por el editor Fortino Jaime, en Guadalajara, en 1921 .

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E l hablar lapidario

Historia de modismos y refranes mexicanos de Laris, cabe señalarlo, no se presenta como un “ refranero” categoría textual por entonces aún poco difundida.

De tendencia más paremiológica, en cambio, es el refranero de Rivera. Al contrario de Laris, Rivera dota a su colección de una pequeña aunque útil introducción en donde muestra sus aspiraciones de paremiólogo aunque su pretensión última sea muy parecida a la de Rivera: la del gramático. En efecto, si atendem os a la catalogación que el mismo autor hace de su obra, cabe decir que ciertam ente no es colocada por él entre los “refraneros” , tipo textual que aunque con amplia tradición dentro de la textualidad hispánica, como se ha dicho, aún no se les reconoce un status propio. Al distinguir y definir las palabras “ frase” , “ locución” , “adag io” , “refrán” y “proverb io” , en efecto, Rivera lo hace con el propósito de

distinguir el significado propio de cada una de ellas para usarlas convenientemen­te en el discurso, no dándoles una comprensión, extensión y connotación que no les corresponda, con perjuicio de la propiedad del lenguaje.70

De la inexactitud de sus explicaciones, puede servir de ejemplo el refrán LXI “dar coces contra el aguijón”71 dice que: “equivale al refrán mexicano el pleito del cántaro contra la p iedra'. Y tras la explicación de ambos remite su origen a una fábula de Samaniego — ”La serpiente y la lim a”— que term ina con esta estrofa:

Quien pretende sin razón al más fuerte derribar, no consigue sino dar coces contra el aguijón.

Sin embargo este refrán es de origen latino. En efecto en una serie de códices tardíos tanto de la Vulgata como de la Vetus Latina aparece una variante del texto de la conversión de Pablo al cristianism o {Act. 9 ,5 ) en que se añade al texto griego precisam ente un complemento del diálogo en que aparece el refrán contra stimulum calcitrare (durum est tibí) traducido en los viejos leccionarios como: “dar coces contra el aguijón” . La frase en cuestión

70. Op. cit.. p. IV.71. Op. cit., p. 113.

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aparece con frecuencia en textos españoles. Por ejemplo en la Vida de San Ignacio, escrito por Ribadeneyra en 1572, aparece en boca de Ignacio esta frase: “¿Cómo, y contra el aguijón tiráis coces? Pues yo os digo, don Asno, que esta vez habéis de salir letrado; yo os haré que sepáis bailar” .72

La segunda parte de la obra de Rivera es un refranero hecho y derecho al viejo estilo de los grandes refraneros del siglo XVI. Rivera la titula, significativamente, “Refranes, adagios, proverbios, locuciones y frases más usados en la república, con la significación de cada uno de ellos.”73 Los textos están ordenados alfabéticamente y son acompañados por una explicación, muy breve, ya sobre su significado ya sobre su uso. Como ejemplo de las explicaciones que en esta segunda parte acompañan a cada refrán, cito estos tres casos. La expresión “más fregado que la reata del pozo” es seguida de la siguiente explicación: “se dice de quien se halla en pésimas condiciones económicas, por haberse metido en honduras de que con dificultad podrá salir” .74 En cambio, del refrán “no se puede repicar y andar en la procesión” dice: “refrán que expresa la imposibilidad que hay para poder desem peñar dos cargos o comisiones que son incompatibles por razón del lugar en que deben desem peñarse” .75 Como el lector puede ver, no siempre las explicacio­nes son atinadas. En el primer caso de los aquí mencionados, por ejemplo, hay que decir que el uso de la expresión paremiológica se extiende a cualquiera de las maneras como alguien puede estar “fregado”, no sólo la económica. El sentido parem iológico del segundo, por su parte, no se restringe a la incompatibilidad local. De hecho, hay otro refrán mexicano con el mismo sentido parem iológico que se funda en una incompatibilidad que podríamos llamar funcional: “no se puede mamar y tragar zacate” .

Estas dos primeras colecciones de refranes mexicanos tienen el mérito de inaugurar el interés por los refranes en un mundo académico por muchas razones apenas en gestación. En todo caso, sirven de puerta de entrada al único paremiólogo mexicano propiamente dicho: el guanajuatense académico de la lengua don Darío Rubio. Ya hemos señalado en otra parte los méritos de Rubio dentro de la parem iología m exicana.76

72. Edición en Biblioteca de Autores Españoles, LX, 38b; Véase además Rafael Lapesa “Ribadeneyra: Vida de San Ignacio” en De la Edad Media a nuestros días, Gredos, Madrid, 1982, pp. 193-211.

73. Op. cit., p. 135.74. Op. cit., p. 220.75. Op. cit., p. 236.76. Cfr. Eugenia Revueltas / Herón Pérez, Oralidad y escritura, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992,

pp. 25-37; véase, igualmente, Refrán viejo..., op. cit., pp. 90 y ss.

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Rubio nació en el Mineral de La Luz.Gto.en 1878. Cursó la preparatoria en Guanajuato y allí se inició en el periodismo. Publicó, en efecto, un perió­dico destinado a los mineros y fundó, más tarde. El Correo de Guanajuato. Radicado en México, ocupó varios cargos públicos: desde regidor del Ayuntamiento hasta director de distintas sucursales del Nacional Monte de Piedad pasando porjefe del Departamento Administrativo. Al ingresar como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua dedica su discurso de ingreso a El lenguaje popular mexicano publicado en folleto en 1927. Se distinguió en esa institución en donde fue secretario a perpetuidad. Usó el seudónimo de Ricard j Castillo.77 Pero, sin duda, su obra más notable y por la que es evocado aquí es por sus Refranes. Proverbios y Dichos y Dicha­rachos Mexicanos aparecida en dos tomos por primera vez en 1937 aunque el prólogo data de 1932.78 79 Darío Rubio murió en la ciudad de México en 1952.

La segunda edición dista de la primera aproximadamente 400 refranes y una importante y hasta ahora única sección titulada "por los dominios del hampa” en donde recoge cerca de un centenar de refranes de "la gente de mal vivir en M éxico” ,7<; Esto confirma a Rubio como uno de los más importantes estudiosos del habla mexicana y pionero indiscutible en este tipo de tareas. Con Rubio, la paremiología mexicana supera la época vergonzante; ya no se trata de una tarea medio clandestina sino de un quehacer científico de descripción lingüística. En buena parte. Rubio pretende elaborar una paremiología contrastiva. La bibliografía que incluye se refiere exclusiva­mente a refraneros españoles. Además, a lo largo de la obra va deslindando cuidadosamente lo mexicano de lo español en el refranero mexicano.

El de Rubio, es el primer refranero, dentro de la parem iología mexicana, que tiene la conciencia y la pretensión de ser tal. Ya desde la primera nota,80 por lo demás, cuando habla de las "minuciosas revisiones hechas en los

77. Entre los escritos principales de Darío Rubio cabe mencionar Ligeras reflexiones acerca de nuestro teatro nacional (1912); Los llamados mex iconismos de Real Academia Española (1917); Nahuatlismos y barbarismos (1919); La anarquía del lenguaje en la América Española (1925) 2 vols.; El lenguaje popular mexicano (1927); El Nacional Monte de Piedad (1943).

78. La segunda edición “corregida y aumentada considerablemente” fue publicada por Editorial A.P. Márquez, México, 1940. Las referencias son a esta edición. Para los datos biográficos de Rubio puede consultarse José Rogelio Al varez(Director) Enciclopedia de México, México, 1977, Tomo IX, p. 200. Véase la referencia bibliográfica allí indicada. Sobre las aportaciones de Darío Rubio a la paremiología mexicana, véase nuestro estudio “La tradición paremiológica mexicana: Darío Rubio”, en Eugenia Revueltas y Herón Pérez (coordinadores), Zamora, El Colegio de M ichoacán, 1992, pp. 25-36.

79. Tomo 2, p. 239.80. Op. cit., p. XIV.

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refraneros” , emplea el vocablo “refraneros” para designar un tipo textual conocido y autónomo. El texto de Rubio dice:

Temo mucho que a pesar de las minuciosas revisiones hechas en los refraneros de que he dispuesto para mi trabajo, figuren en mis estudios algunos refranes españoles que yo anoto como mexicanos tan sólo por el hecho de no haber dado con ellos en tales refraneros; y más que por mi descuido, por no figurar estos refranes en ’os expresados refraneros.

Entre esos refraneros consultados por Rubio,81 doce en total, sólo tres llevan explícitamente el nombre de “ refranero” : el Refranero castellano de Julio Cejador y Frauca;82el Refranero clásico de Juan Suñé Benages83 84y el célebre refranero Refranes o proverbios en romance que nuevamente colligió yglossó su autor el Comendador Hernán Núñez, arriba mencionado, en una moderna reedición bajo el nombre de Refranero español.M Rubio, pues, se adscribe a esta tradición que conoce desde hace varios siglos la textualidad del “refranero” pero que sólo hace unos cuantos años ha dado con el nombre que, como he dicho. Rubio introduce en México denominando “refranero” a su colección. En efecto, en la “disculpa con apariencias de prólogo” ,85 Darío Rubio no sólo expone sus ideas sobre paremiología mexicana sino que termina llamando a su recopilación de dichos mexicanos “este mi pobre refranero m exicano” .86

En cuanto a su teoría paremiológica. Rubio sustenta sus tesis principales en esta “disculpa". Lo demás, lo va desgranando, refrán a refrán, a lo largo de toda la obra. Su “justificación” es: “¿Y qué mejor que sus refranes, sus dichos, para saber cómo vive y cómo piensa el pueblo m exicano?” .87 Para Rubio, en efecto, un refranero es un valioso receptáculo en el que, a través de los refranes, se vierten de una manera espontánea los sentimientos y pasiones de los pueblos a la parque la sabiduría ancestral. Un refranero, pues, no es sólo un diccionario de refranes a consultar cuando se trata de configurar una manera de hablar sino que es, por derecho propio, un tipo textual que conserva

81. Cfr. Op. cit.. p. XI.82. Madrid, 1928-1929.83. En su edición de Barcelona, 1930.84. Valencia, España, s/f.85. Op. cit.,pp. XV-XXV.86. Op. cit., p. XXV.87. Op. cit., pág. XVII

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en una estricta estratigrafía popular los sentimientos mexicanos. Por ejemplo, Rubio encuentra que estos sentimientos guardados en el refranero por él conform adotienden hacia la amargura, el pesimismo fatalista y desembocan en “una tristísima conformidad desde la cual quieren entrever algo menos cruel, menos amargo, en donde encontrar algún consuelo” .88

Desde luego, Rubio ve en su refranero mexicano una muestra del habla popular espontánea, natural y desenvuelta. “El día que este lenguaje dejara de ser atrevido — dice— , altivo, picaresco, perdería lo que le distingue de todos los de los demás pueblos de habla española” .89 La labor de Rubio en pro de la lingüística mexicana tiene un objetivo:

No sé — dice— qué fuerza tan desconocida para mí como para mí irresistible, me arrastra a estas andanzas de las cuales regreso con valores que, a juzgar por lo que puede juzgarse, hace tiempo que la indiferencia ha mandado retirar del mercado, pero que yo encuentro aceptables empeñándome en que se les cotice de alguna manera.90

Un refranero es también una muestra privilegiada de un habla privilegia­da. En su teoría del refrán mexicano, Rubio hace valiosas aunque, desde luego, muy generales observaciones por ejemplo sobre las características formales. En efecto, del aspecto formal de los refranes mexicanos Rubio dice que tienen

si no todas, cuando menos las principales características de los refranes españoles y de estos se distinguen en el uso frecuente de las voces de doble sentido que se emplean para ocultar algunas desnudeces que suelen dejar al descubierto los atrevimientos de su lenguaje.91

Pordesgracialacontrastaciónde Rubio no llega hasta especificar cuáles son esas “principales características” en que coinciden los refranes m exica­nos con los españoles. De haberlo hecho, hubiera sido pionero en la paremio-

88. Op. cit. p. XVIII.89. Ibid.90. Pp.XIX-XX.91. De francisco Rodríguez Marín cita y emplea sólo su obra Más de 21000 Refranes Castellanos (Madrid,

1922). Desconoce, por tanto 12600 refranes más... que apareció también en Madrid en 1930 y, desde luego, Todavía 10700 refranes más... (Madrid, 1941). De Sbarbi usa el Diccionario de Refranes adagios, proverbios, modismos, locuciones yfrases adverbiales, Madrid, 1929. De hecho, la paremio- logíahispánicamoderna fue enormemente influida por Sbarbi.

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La tlx tijai.idad dl los rllranlros

logia hispánica. No supo por otro lado, formular una teoría parem iológica a partir del respetable corpus áe, refranes mexicanos que logró reunir y a pesar de que en muchos casos llevó a cabo una incipiente contrastación con sus equivalentes españoles a partir, sobre todo, de los notables paremiólogos ibéricos don Francisco Rodríguez Marín y José María Sbarbi.92 93 Su idea de “refranero’" está estrechamente ligada a su idea de paremiología que es expuesta así: “este libro es el primero que se publica (cuando menos yo no conozco otro) sobre refranes mexicanos interpretados, definidos, explica­dos” .91

Según esto, un refranero mexicano es, para Rubio, un libro que recoge, interpreta, define y explica refranes mexicanos. Desde el punto de vista de la teoría paremiológica, interpretar, definir y explicar los refranes son tareas que rebasan, desde luego, la pura recolección y labor taxonómica. Sin embargo. Rubio no avanza más allá. No establece por ejemplo, la distinción entre “interpretar” y "explicar”, ni dice en que consistirá su labor de definición de refranes. Todo ello queda claro, sin embargo, a lo largo de su obra. Concluye su prólogo con una valiosa indicación: su propósito al escribir este libro es “fijar de manera precisa [...] los orígenes respectivos para poder evitar confusiones y distinguir lo nuestro de lo ajeno".94 Lo "ajeno” son los refranes españoles que circulan con la misma ley que los mexicanos. Su obra, pues, es de claro deslinde: cuáles son los refranes estrictamente mexicanos pues “somos los mexicanos muy aficionados a salpicar de refranes nuestras conversacio­nes” .95

Estos son los propósitos paremiológicos de Rubio y esta es su ¡dea de lo que debe ser ese tipo textual I lamado "refranero” . Con el los en mano, recoge, analiza y expone unos cinco mil refranes mexicanos, de distintas épocas y lugares. La "explicación” del refrán se reduce, con suma frecuencia, a aclarar el sentido literal del refrán— exponiendo los significados de los vocablos indígenas o las voces poco conocidas— para pasar de allí al sentido paremiológico. Rubio no pierde ocasión para insertar aquí y allí observaciones lingüísticas sobre el habla de los refranes: que aquí hay un mexicanismo, que esta palabra significa tal cosa, que los refraneros españoles traen el refrán de esta otra

92. l'ág.XX.93. Ibid.94. Pag. XXIV.95. Ibid. Cabría señalar aquí que otra fuente para la paremiología mexicana son los cancioneros. Pilo puede

verse, p.c . en el Cancionero Folklórico de México, hermosa recopilación de poesía cantada publicadapor El Colegio de México. Véase la nota siguiente.

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manera, que por acá perdió el ritmo, etc. Ni tampoco para extraer el espíritu nacional que manifiestan los refranes o abordar sobre la situación histórica que delatan.

Esto es, en resumen, lo que Rubio entiende por “ refranero” en el primer texto al que se le otorga explícitamente esa calidad textual dentro de la parem iología mexicana. Se puede discutir su teoría del refrán o no, se puede decirque su contrastación es muy superficial y I levar a cabo una contrastación más completa. Puede ser objetable, igualmente, la línea di visoria que pretende trazar entre refranes mexicanos y refranes españoles y hasta, si se quiere, el muy estrecho concepto de refrán en que se basa. Su obra, desde luego, es incompleta y habría que actualizarla. Sin embargo, Darío Rubio sigue siendo el mejor paremiólogo de México y su refranero un excelente ejemplo de lo que ese nombre significa en el concierto de los tipos textuales. Entre las tareas urgentes de la paremiología mexicana está, sin duda, la de continuar la obra de Rubio.

Dentro de la historia de la paremiología mexicana, el Refranero Mexi­cano de Miguel Velasco Valdés96 es el primero que se publica con el título explícito de “refranero” : apareció en junio de 1961 con un caudal de más de seiscientos refranes bajo la pretensión de contribuir a "la posible formulación de un florilegio genuino de México. Esfuerzo que va muy a la zaga, muchísimo, del antedicho de Darío Rubio” .97 Por la cita anterior, queda claro que para Velasco un refranero es un florilegio de refranes y que un refranero mexicano es, por su parte, un florilegio de refranes “genuinos” de México. Por lo demás, la labor de Velasco dentro de la paremiología mexicana rebasa claram ente los límites del diletantismo: clasifica los refranes según su estilo y ámbito cultural de uso, consigna variantes y, al contrario de Laris y Rivera, recoge las diferentes interpretaciones que circulan de cada refrán.

Velasco participa en varios aspectos de la concepción parem iológica de Rubio: el refrán es concebido como un producto cultural, la identificación de la principal tradición parem iológica a la que se adscribe el refrán mexicano, la naturaleza exegética de la interpretación que se adjunta a cada texto. En ambos casos, además, queda sin resolver la dualidad lengua-cultura. En efecto, la realidad es que el refrán es un tipo textual que participa, por ese hecho, de los vaivenes y destinos de la tradición lingüística a la que se adscribe.

96. Libromex, México, 1961.97. Op. cit., p. 13.

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La mayor parte de los refranes de que aquí nos ocupamos van y vienen, en efecto, bajo los mismos principios y al mismo ritmo de la textualidad hispana como sistema. No se puede adoptar una lengua sin adaptar sus estructuras textuales. Algunas formas paremiológicas podrán arraigaren suelo america­no, crecer y aun dar frutos propios; pero la mayor parte sigue con los mismos clichés y los mismos símbolos. El hecho de una cultura mexicana híbrida expresada en una lengua, por ello mismo híbrida, no invalida sino que, al contrario, revalida los derechos de lo hispano en lo mexicano: es que, como se sabe, las lenguas sólo existen en textos.

Velasco Valdés hace preceder su refranero de una especie de prólogo que titula "su majestad el refrán” en el que recoge a vuelo de pájaro las líneas principales de la paremiología española, diserta sobre el refrán hasta recoger­se en los refranes “genuinamente nuestros” . Velasco, que parece fluctuar entre el “hibridismo parem iológico”9í<al estilo de Sahagún y una parem iolo­gía mexicana al estilo de Darío Rubio opta, finalmente, al formular el objetivo de su refranero, por el mexicanismo paremiológico ya mencionado: “el presente volumen — dice— constituye un modesto esfuerzo para la posible formulación de un vasto florilegio paremiológico genuino de México”.98 99

El problema con este tipo de patriotismo paremiológico es que, como Laris, Rivera y Rubio, no parece tampoco él haber reflexionado lo suficiente en las implicaciones entre lengua y cultura. No ha reparado, por tanto, en el ya mencionado carácter textual de las lenguas ni en el hecho de que la lengua es la expresión más eminente de una cultura y que, por tanto, no se puede asumir una cultura sin asumir la lengua en que se expresa; ni adoptarse una lengua sin adoptar sus categorías, cosmovisiones y textualidad a la parque sus referencias a un universo cultural. El afán de un patriotismo paremiológico parece olvidar esta realidad.

Velasco ordena su refranero alfabéticamente. A cada expresión paremio­lógica sigue una pequeña explicación que pretende poner de manifiesto su sentido paremiológico: él la llama “ interpretación” y dice de ella que "es la más corriente y aceptada por los exégetas de la materia”.100 El material, empero, incorporado por Velasco hubiera hecho necesaria una discusión somera sobre lo que es un refrán. En efecto, entre el material paremiológico recogido por Velasco hay variostipos: sentencias con verboen forma personal como el refrán “al nopal

98. Op. cit., p. 12.99. Op. cit., p. 13.100. Op. cit., p. 13.

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lo van a ver sólo cuando tiene tunas”; expresiones paremiológicas con verboide como “buscarle ruido al chicharrón”, “llevárselo entre las espuelas”, “dado, rogado, puesto en la puerta y arrempujado”, “chivo brincado, chivo pagado”, “ llegando y haciendo lumbre”; expresiones ya de sintagma nominal, ya de modificador circunstancial o predicativo que, de hecho, constituyen lo que se llaman giros, modismos o frases hechas cuyo valor paremiológico es totalmente discutible.101 Por ejemplo: “llamarada de petate”; “la divina garza”; “jarabe de pico”; “hijo de gendarme”; “con las manos en la masa”; “malo como la came de puerco”; “como perro en barrio ajeno”; “a todo dar” ; “desde aguamiel hasta aguacola” .

Dado que la teoría paremiológica implícita en las definiciones en boga sólo acepta como refranes a las expresiones de los dos primeros tipos — con sus excepciones— hubiera sido conveniente que Velascojustificara la inclusión del tercer tipo de textos en un “refranero” . Rubio puede hacerlo por el amplio título con que ampara su cosecha. Ello, ciertamente, denota la urgencia de una teoría paremiológica que dé cuenta del carácterparemiológicode expresiones como las de tercer tipo, por ejemplo, como requisito de una recolección paremiológica completa. Por lo demás, las explicaciones de Velasco no siempre son acertadas. Como dijimos, se trata de “explicaciones” que intentan dar el sentido paremiológico del texto; sin embargo, mientras que a veces crea cadenas de refranes con el mismo sentido paremiológico -p o r ejemplo “un cohetero no huele a su compañero”- otras se dedica a dar explicaciones de cosas que todos saben, a no ser que se trate de un refranero para turi stas extranj eros, cosa que, por lo demás, no se especifica. Por ejemplo, la explicación que da de “jorongo” en el refrán “cualquier sarape es jorongo abriéndole boca m anga” .

101. Sobre los conceptos de “giros”, “modismos” y “frases hechas” puede verse con provecho Luis Alonso Schókel/Eduardo Zurro, Latraducción bíblica: lingüística y estilística, Madrid, Cristiandad, 1977, pp. 214 y ss. La Gramática española de Juan Alcina Franch y José Manuel Blecua (Barcelona, Ariel, 1975, p. 635) Ilamaaalgunas de estas expresiones susceptibles de desempeñar la función yade adjetivo, yade adverbio, “fórmulas fijas”. Véanse, además, las páginas 645,659,475ss y 683. Sobre los diferentes tipos de modismos más usuales en el español, véase Martín Alonso Gramática del español contempo­ráneo (Madrid, Guadarrama, 1968, pp. 43 ,65 ,91 ,1 0 5 ,1 6 0 ,1 8 8 ,2 1 1 ,2 2 9 ,2 5 1 ,3 2 9 ,3 9 8 y 446. Según el Diccionario de la lengua española de la RAE (vigésima primera edición, Madrid, Real Academia Española, 1992) un modismo es una “expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman” mientras que un giro es la “manera de estar ordenadas 1 as palabras para expresar un concepto”. Puede verse, igualmente, el Diccionario del uso del español de María Moliner. Este tipo de expresiones son el resultado, como ya se sabe, de procesos de lexical ización que tienen lugar dentro de una lengua sobre todo en el habla popular en que se cifran una buena parte de los refranes del refranero de Velasco Valdés.

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L a textualidad de los refraneros

De cualquier modo, son varias las contribuciones del refranero de Velasco a la parem iología mexicana: por primera vez aparece denominado “refranero m exicano” un tipo textual con antiquísimos antecedentes y nobles antepasados inmediatos; además está la seriedad de sus pretensiones paremiológicas y la no desdeñable recopilación de refranes que escaparon a la tarea de Rubio. De esta manera queda a salvo su esfuerzo para contribuir a “ la posible formulación de un vasto florilegio parem iológico genuino de M éxico” .

Dentro de los refraneros que conforman la historia parem iológica mexicana, merece un lugar especial el Vocabulario y refranero religioso de México'02 de don Joaquín Antonio Peñalosa que inaugura, de manera brillante, una subclase del refranero: el refranero especial izado o temático. El refranero temático sólo recoge los refranes que se refieren a un tem a determinado: lo religioso, los libros, el caballo, el perro, la comida, la charrería. El orden que guardan los textos es el alfabético. El refranero religioso de Peñalosa es también ejemplar en otro sentido: disemina aquí y allá valiosas reflexiones de tipo paremiológico. Desde luego, el refranero temático no es sólo una variedad de refranero sino la incursión a fondo en campos en los que el florecimiento de la frase lapidaria ha proliferado.102 103

Como se ve, el adjetivo “ religioso” que acompaña al vocablo “refrane­ro” en el título se asume, más bien, en sentido lato y significa todo lo que tiene que ver con las “cosas de iglesia” . Acervos como éste, tienen una importancia especial dado que muestran hasta dónde este universo de lo eclesiástico permea el refranero mexicano y, por ende, la vida cultural mexicana. El acervo de Peñalosa se alimenta tanto de la recopilación de Darío Rubio como del Diccionario de mexicanismos de Santam aría.104 105 El refranero de Peñalosa encontró seguidores entre los que cabe m encionar el 1 ibro de José E. Iturriaga, Lo religioso en el refranero mexicano'05 quien en forma de dos conferencias y un intermedio intercala refranes en racimo que forman una especie de texto didáctico-parenético. Es una nueva m odalidad de refranero.

La serie de refraneros temáticos ha sido continuada en colecciones como el Diccionario y refranero charro de Leovigildo Islas Escárcega/Rodolfo

102. Ed. Jus, México, 1965.103. Una versión del refranero de Peñalosa aparece en nuestro Refrán viejo..., op. cit., pp. 95-101.104. Santamaría, Francisco J., Diccionario de Mexicanismos, ed. Porrúa, M éxico, 1959.105. Editorial Eldía, México, 1984.

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García Bravo y O livera,106 La charrería mexicana del profesor Higinio Vázquez Santa A na,107 que incluye una pequeña colección de “refranes rancheros”,108 al final. En esta colección existen algunos refranes que no habían aparecido en colecciones anteriores. Cito estos ejemplos: “anda que te ribeteen que te estás deshilacliando”, “sin la reata el caporal es ordeñador sin pial” y “el buey más manso nos da la mejor patada” .

También refranero temático es tanto el Breviario del mole poblano,109 de Paco Ignacio Taibo I quien, al recoger la tradición del mole poblano, registra una pequeña colección de refranes relacionados con él; como lajoya bibliogáfica que Manuel Porrúa110 111 112 nos ofrece bajo el título de Bibliofiliay bibliofobia. No puedo cerrar esta breve referencia a los refraneros tem áticos sin m encionar siquiera las hermosas ediciones de la colección “ letra y color” que la SEP, en coedición con “Ediciones del Ermitaño”, de refraneros tem áticos para niños. Así, han aparecido Más vale paso que dure, “refranero de caballos” ; " 1 f e r ro que ladra, sobre perros;112 y Miau dijo el gato, sobre gatos; 113 Se trata de refraneros para iluminar. Pese a su objetivo didáctico tienen valor también como pequeñas colecciones de refranes. La importancia didáctica de los refranes y una de las funciones textuales más importantes que actualm ente suelen cumplir los refraneros es cabalmente enfatizada por los usos del refranero en la educación lingüística escolar. Estos refraneros escolares, temáticos o no, prosiguen de hecho una vigorosa tradición de la que dan cuenta, entre otros, los libros de Gramática española de Emilio M arín,114 que durante lustros educaron la niñez mexicana y cuyo “tercer libro” recoge al final un pequeño pero importante acervo de “ locuciones latinas” entre las que se encuentran algunos refranes.115 Más modernamente, esta tradición es continuada no sólo en los ya referidos libros de texto de educación primaria en México, sino en obras como la arriba citada Gramática del español contemporáneo de Martín Alonso.

106. México. 1969. Véase también Enciclopedia de México, México, 1987, tomo IV, p. 2029.107. México. 1950. Edición del autor.108. pp. 127-130.109. Paco Ignacio Taibo 1. Breviario del mole poblano. TerraNova, México, 1981.110. Manuel Porrúa. Bibliofiliay bibliofobia. M. Porrúa. México. 1978.111. México. 1985.112. México. 1984.113. México. 1984.114. Publicados bajo los prestigiados auspicios de Editorial Progreso. Cito, porejemplo, el tercerlibro,

México. 1969.115. Op. cit.. pp. 351-357.

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La textualidad de los reí-raneros

Por lo demás, los últimos tiempos han evidenciado una especie de nostalgia por el mundo de los refranes. Han aparecido una serie de trabajos sobre refranes, recolecciones, refraneros, algunos de ellos hechos con serie­dad. Quiero m encionar un par de tesis de licenciatura importantes porque indican el interés por la investigación paremiológica en algunos ámbitos universitarios mexicanos: en la Universidad de Guanajuato Ana M aría López López y Ma. Teresa Betancourt Maldonado presentaron en 1986, bajo la dirección de Eugenia Revueltas, su tesis de licenciatura bajo el título Estudio de una forma de la tradición oral. El refrán, su valor literario e ideológico en que se alberga un respetable corpus de refranes que recogidos en la ciudad de Guanajuato, ordena temáticamente y analizadesde el punto de vista formal. Por su parte, en el otoño de 1992, bajo la dirección de Alberto Espejo, Elena Torres Septién Ponce y Patricia Morales Carmona presentaron en la Univer­sidad Veracruzana su tesis, también de licenciatura, bajo el título dq Andando los tiempos... Hacia un refranero veracruzano. Logran recoger en ella y clasificar un muy respetable corpus de refranes usados en varios sitios del estado de Veracruz. Ambos acervos son ordenados temáticamente.

M uestra de esta actual nostalgia por la frase lapidaria, en Zacatecas Gustavo Guijarro Montes recolectó y publicó un simpático librito muy bien ¡lustrado cuyo título 700 refranes y dichos1 "’da idea exacta de sus alcances y pretensiones. Igualmente ilustrado, organizado temáticamente y con un muy respetable acervo de refranes mexicanos es el refranero de Adela Iglesias titulado Del dicho al hecho... Los más selectos refranes prácticos.117 Dentro de esta m ism a línea parem iológica habría que colocar los Dichos y refranes populares de Patricia de Anda H erm oso"8 que alberga más de once mil refranes de los cuales una buena parte proviene de refraneros españoles. El breve prólogo, único texto en donde hay espacio para alguna noticia sobre sus fuentes, nada dice sobre la procedencia del corpus. Desde luego, Rubio se encuentra muy mal y poco representado en el acervo de De Anda: notables ausencias sugieren que el guanajuatense no fue fuente importante para este 116 117 118

116. Edición del autor, sin fecha, ni lugar de edición. El “preámbulo” está fechado en Plateros, el 3 de mayo de 1983.

117. Citado en la bibliografía.118. Gómez Hnos,, Editores, México, s.f. Esta casa editora se ha interesado en la publicación de colecciones

de refranes de carácter popular, sin fecha de edición y sin referencia a fuentes como en el caso mismo de De Anda: Dichos y refranes no. J y Dichos y refranes n. 2.

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El. H A B L A R L A P I D A R I O

acervo. Más aún, la recolección llevada a cabo por De Anda aparece, con frecuencia, independiente de Rubio por lo que hace a los refranes mexicanos. Hay, en efecto, casos en los que De Anda ofrece una variante distinta de la de Rubio. Por ejemplo, mientras De Anda dice: “cuiden a sus gallinas, que mi gallo anda suelto” ; Rubio dice: "cuiden sus gallinas, que mi coyote anda suelto” . O bien, mientras De Anda dicef'hay tiempos que el pato nada y tiem pos en que ni agua bebe” ; Rubio dicef'hay veces que nada el pato, y hay otras que ni agua bebe” .

A simple vista, las variantes recogidas por Rubio parecen más antiguas, como en el caso del primer ejemplo, o recogen la versión más común, como en el segundo. Se puede decir, en general, que el refranero de De Anda tiene sus principales fuentes en los refraneros españoles. Empero, hay que observar que la m ayor parte de estos refranes españoles son poco usados o no lo son, de ninguna manera, en México. Este refranero, no obstante, es una fuente importante para la paremiología mexicana: alberga una notable cantidad de refranes m exicanos en el sentido que aquí damos a esta expresión. Empero, en orden alfabético estricto, carece de cualquier tipo de explicación o indicación paremiológica.

En todo caso, para las tareas futuras y urgentes de la paremiología m exicana es preciso consultar los Refranes y dichos populares de Patricia de Anda Hermoso, pese a sus notables deficiencias técnicas. Mejor estructurada, desde el punto de vista paremiológico, es la obra de José Pérez, Dichos, dicharachos y refranes mexicanos 119 Más formal que el refranero de De Anda y muy en la línea de Rubio, la colección de refranes propuesta por Pérez pretende explícitamente irtras los refranes mexicanos, como lo indican título y prólogo. Sin embargo es más consciente que otros parem iólogos mexicanos en cuanto a la cualificación de “mexicanos" a los textos parem iológicos:

No es fácil determinar — dice— el origen de cada refrán y no dudo que aquí hayan quedado muchos que son españoles, centroamericanos o sudamericanos, pues com o todos hablamos español creemos propio lo que es ajeno.120

La observación, a primera vista ingenua, de que los refranes transitan

119. Editores Mexicanos Unidos. México. 1986. quintaedición. Nopudeconsultarlasedicionesanteriores y desconozco sus fechas: en todo caso en el prólogo menciona a Rubio, Velasco. De anda y a Melchor García Moreno, de quien no tengo referencias, entre los paremiólogos mexicanos.

120. Op. cit.. pp. 8-9.

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libremente por dondequiera que se habla la lengua española es, sin embargo, una aplicación importante de principios lingüísticos: las lenguas se realizan históricamente en textos; cada tipo textual crea, dentro de la lengua, estruc­turas textuales fijas análogas a las palabras; estas marcas textuales se desplazan al mismo tiempo que las reglas gramaticales de cada lengua.En cuanto a su acervo paremiológico se puede decir que continúa la labor paremiológica de Rubio al que parece imitar no sólo en el título sino en las explicaciones que siguen a cada refrán. Empero, en honor al guanajuatense, cabe decirque José Pérez se queda en la pura explicación. Rara vez se pone a indagar el origen de algún refrán y cuando lo hace no tiene mucha suerte y cae en observaciones banales. Sin embargo sus refranes no siempre remiten a Rubio. Pérez coincide, en cambio, con algunas de las otras colecciones de refranes m exicanos aquí mencionadas. A su colección, sin embargo, perte­necen refranes muy mexicanos, muy en boga y que no aparecen en las magnas colecciones de Rubio y de Patricia de Anda Hermoso; por ejemplo:

Ahora es cuando, yerbabuena, le has de dar sabor al caldo.A la mejor cocinera se le queman los frijoles.A la mejor cocinera se le va un garbanzo entero.A las mujeres bonitas y a los buenos caballos, los echan a perder los pendejos.

Al cabo la muerte es flaca y no ha de poder conmigo.A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca.Aunque sean del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro.

Hay, además, muchas coincidencias significativas de Pérez con Rubio y de Rubio y de Pérez con De Anda. Es decir, el refranero de Pérez toma su caudal tanto de Rubio como de De Anda entresacando sobre todo de ella los refranes exclam ativos.121 Entre los últimos refraneros llegados a este desfile, hay que m encionar pequeños libros que parecen tener como propósito la incorporación de los refranes mexicanos más frecuentes. Norm alm ente se trata de pequeñas colecciones personales de refranes m exicanos “explica­dos” al estilo antiguo, es decir, esbozando algunos rasgos del sentido

121. Véase nuestro ensayo “Los refranes exclam ativos” en Deslinde n. 17, revista de la Facultad deFilosofía y Letras de la UANL, Monterrey, 1987. Véase también nuestro libro Por el refraneromexicano, Monterrey, UANL, 1988.

La tkxtuauoad di; io s ri:i rani:i<os_________________________________

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parem iológico. En realidad estos pequeños refraneros como el de Eduardo Césarm an o Andrea K eller122 hacen descansar su utilidad en el contexto de la parem iología mexicana, aún por construir, en algunos cuantos refranes populares que normalmente no han sido reportados en refraneros anteriores; suelen, en efecto, registrar refranes de cuño reciente. Sin embargo su asistem aticidad limita su empleo. Sus pretensiones, por lo demás, dentro de la parem iología m exicana, parecen reducirse a servir de solaz al núcleo de am igos y contertulios.

Eduardo Césarm an123 tras la primera edición de su Dicho en México, ha seguido recogiendo refranes de manera que la tercera edición124 dista de la prim era no sólo 115 páginas más sino más de 2000 refranes.125 De esta manera, como acervo de refranes usados en México, el refranero de Césarman es, en la actualidad, probablemente el más grande. Sin embargo, ni la segunda126 ni esta tercera edición han agregado a la primera otra cosa que no sean refranes. La relativa rapidez con que se han agotado las ediciones anteriores muestra no sólo que el refrán es un tipo textual vivo sino, sobre todo, que los “refraneros” , como tipos textuales, cumplen con una im portan­te función actualmente en plena vigencia dentro de la textualidad m exicana.127 128

Entre refraneros de última hora, quiero cerrar este desfile tipológico del género “refranero” con los Dichos y proverbios mexicanos recordados por Mercedes Mañero.128 Se trata de un “refranero” cuyos textos están ordena­dos alfabéticam ente mezclados, como suele ser costumbre según hemos visto en el género “refranero” , los refranes con simples modismos, giros y frases hechas. Por razones cuyo abordaje rebasa los propósitos de este libro, hemos

122. Andrea Keller, Frases célebres y dichas populares. Ed. Libra, México, 1981. Para el refranero de Césarman véase más adelante.

123. Eduardo Césarman, Dicho en México lo mejor del ingenio popular, Diana, México, 1986. Sobre este autor véase lo dicho en Refrán viejo, op. cit.. pp. 107 y ss.

124. M éxico, Diana, enero de 1991. Como dije arriba, la primera edición es de noviembre de 1986.125. Descrito porel propio autoren carta dirigida a mí el 1 defebrerode \995, Dicho en México es tansólo

un listado de dichos ordenados del modo más simple, el alfabético. Cada edición incluye una nueva cosecha. Pensé ordenarlo por temas, pero hubieran sido tantos temas como tiene la vida misma. Quizás alrededor de los defectos del ser humano como la envidia, la usura, la codicia, la pereza, la gula, la lujuria, etc. Utilicé el término “dichos" más que el de “refrán” por ser más genérico. Porello me permití incluir frases simples vernáculas como “hacerla cansada”. Frases que no tienen la construcción de un refrán en que unasentenciavaseguidade una advertenciao consecuencia.

126. Julio de 1988.127. Sobre la labor de Jorge Mej ía Prieto en la paremiología mexicana, véase lo dicho en Refrán viejo, op.

cit.. pp. 106 y s.128. México. Cuatro Editores. 1994.

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L a T L X T U A M D A D 1)1. L O S R L I R A N L R O S

de señalar el interés que a últimas fechas ha suscitado el refranero mexicano entre investigadores norteamericanos de los que como muestra recordábamos en Refrán viejo' -̂'Aos, Mexican Proverbs f'"áe G. Gómez D. Estavillo, y Flour From Another Sack™ de Mark Glazer.

Estas son las principales colecciones de refranes m exicanos con que cuenta, en la actualidad, la paremiología mexicana. Como se ve urge un inventario sistemático de todo el caudal paremiológico actualmente en uso en su territorio nacional en los distintos estratos culturales. Es importante, además recoger, cada refrán con todas sus coordenadas paremiológicas: contextos, varian tes, informantes, origen, significado paremiológico, e tc .129 130 131 132 133 134 135 136 La lengua viva es la mejor fuente de refranes. Sin embargo, este trabajo quiere poner de maní tiesto la tradición paremiológica mexicana en la que se arraigan y de la cual florece la realidad presente y desde la que se sigue alimentando esa sabiduría popular amasada en la experiencia de la vida. Después de todo, “ refrán viejo, nunca miente".

L a s c o l l c c i o n h s d l i r a s u s c i i h u r l s

Al lado de los refraneros cuya variedad de formas hemos someramente documentado, el discurso lapidario se alimentó, bien se sabe, de una serie de textos de origen culto cuyo espécimen renacentista más célebre son los I lamados apotegmas, que en el cone ierto de las formas gnómicas actuales han reaparecido con vigor bajo la popular forma de “ frases célebres” . Es un tipo de textualidad que se aproxim a a la antigua paremiología culta y que, desde luego, sólo servirá en nuestro estudio como punto de referencia. En Refrán viejo i33 hemos ya menc ionado las Frases célebres de hombres célebres,134 de Manuel Pumarega; las Frases célebres para toda ocasión,™ de Rafael Escandón y las Frases y anécdotas de hombres célebres136 de J.A. del

129. Op. cit., pp. 110 y ss.130. México, 1948.131. Editado por Mark Glazer, Pan American University, Edinburg, 1982.132. Cfr. , nuestras “notas para una paremiología mexicana” en el Primer Coloquio de Lingüística Mauricio

Swadesh.133. Op. cit., pp. 113 y s.134. Editado en 1944 por la CompañíaGeneral de Ediciones en México fue reeditado treinta y siete veces, la

última de las cuales se remonta a 1987.135. Rafael Escandón, Frases célebres para toda ocasión, Diana, México, 1982 reimpreso 10 veces hasta

1987.136. Cuartaedición, Editores Mexicanos Unidos. México 1987.

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Castillo. Este tipo de obras han llegado a constituir diccionarios que funcionan como prontuarios de frases hechas para toda ocasión bajo el respaldo de algún escritor célebre. Como el Diccionario de pensamientos máximas y sentencias'11 o el Diccionario de frases célebres.'™ Si nos acercamos al ámbito propiamente mexicano habría que citar, sin duda, a Jorge M ejía Prieto con sus Citas y frases célebres de mexicanos.'™ Como ya señalamos, no siempre se trata de frases célebres y con frecuencia las frases recogidas difícilmente pueden ser catalogadas entre las formas breves: su vinculación con el mundo de las formas gnómicas debería ser discutido a partir de una teoría aún por construir.

Quiero cerrar este apartado citando un libro reciente y, desde el punto de vista de la tipología textual, ecléctico. Me refiero a La frase inmortal de Efraín M endoza. 137 138 139 l40Las 728 páginas del libro están divididas en 12 capítulos, además de un pequeño prólogo y la bibliografía, también pequeña. Por lo general, cada capítulo contiene “pensamientos de hombres célebres” sobre el tema; “proverbios del m undo” , leyes, preceptos, dichos populares y term ina con la sección de “frases de hombres desconocidos” . Esta obra, por tanto, reúne las frases célebres con los refranes. Pese a los inconvenientes de este tipo de obras, destinadas por lo general al vulgo, no es nada desdeñable la labor del autor que, en conjunto logra armar con su acervo de formas gnóm icas breves un buen mosaico temático muy versátil.

R e f r a n e r o s l i t e r a r i o s e n M é x i c o

El escritor veracruzano Gregorio López y Fuentes es importante dentro de la parem iología mexicana por dos razones: primero porque en su novela Arrieros, aparecida en 1937, emplea abundantemente el término “refranero” en el sentido que había consagrado la misma tradición parem iológica hispá- n icay que fue arriba mencionado. A saber, “ refranero” como designación de una persona muy dada a decir refranes. “Refranero” , en efecto, es el apodo del destinatario d e /ím 'm w novela que adopta la forma de una carta del autor

137. Prólogo y recopilación de H.G.R.,terceraedición. México, editorial Olimpo, 1976. Laprimeraedición data de 1963.

138. Prólogo y recopilación de F.S.R.,segundaedición, México, editorial Olimpo, 1974. Laprimeraedición data de 1961.

139. Citasy frases célebres de mexicanos. Ed. Panorama, México. 1987.140. México. Ed. Diana. 1991.

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a este personaje a manera de marco ya que la abre y la cierra. La segunda razón de la importancia de Arrieros dentro de la historia del vocablo “refranero” en latextualidad mexicana proviene del hecho de que esta novela es continuadora de la noble tradición hispánica de refraneros que hemos llamado literarios: Arrieros, en efecto, prosigue brillantemente la tradición parem iológica del Quijote, La Celestina y, ya entre nosotros, El Periquillo Sarniento.

Veracruzano de nacimiento, Gregorio López y Fuentes nace el 17 de noviembre de 1897 y es mecido en una cuna que tiene como escenario la Huasteca Veracruzana en donde crece y se educa. Tenía 17 años cuando ocurre la traición de Huerta, a consecuencia de ella, López y Fuentes se hace constitucionalista, interrumpiendo sus estudios como normalista, al tiempo que publicaba su primer libro de poemas titulado La siringa de Cristal (1913). Había llegado a la capital mexicana, en efecto, en 1912 y se había inscrito en la Escuela Normal para Maestros. Como sucedió con tantos otros, se unió al grupo de la revista Nosotros. Luego del crimen de Huerta regresa a su natal Veracruz, combate contra los invasores norteamericanos que se habían apoderado del puerto de V eracruz.141 Tras la división de los constitucionalistas como consecuencia de la pugna entre Carranza y Villa, López y Fuentes regresa a México en 1916. Alternará por entonces sus estancias entre Veracruz y México. En 1922 aparece su segundo libro de poemas Claros de selva con que daría fin a su carrera de poeta para buscarse un sitio en la novelística mexicana. Es, en efecto, por su carácter de novelista, como se ha dicho, por el que López y Fuentes ocupa un lugar importante dentro de la paremiología mexicana: por una novela suya, en efecto, lo incluimos en esta galería de refraneros m exicanos.142

Cuando en 1937 publica Arrieros ya sus credenciales de novelista estaban a punto. En efecto, en 1935 Gregorio Lópezy Fuentes había obtenido, con su novela El Indio, el premio nacional de literaturay la difícil acreditación ante la crítica internacional. Con ocasión de ello, la sección Book Review del

141. Berta Ulloa, La revolución intervenida, el Colegio de México, México, 1976 da unaampliay detallada información de la invasión norteamericana.

142. Para una información más detallada sobre la vida y obra de Gregorio López y Fuentes, puede verse Antonio Castro Leal, La novela de la revolución mexicana, tomo II, México, Ed. Aguilar, pp. 175 y ss. Véase, igualmente, Antonio Magaña Esquivel, La novela de la revolución, Porrúa, 1974; Carlos González Peña, Historia de la literatura mexicana, Porrúa, México, 1984/15, “Sepan cuántos” N. 44; véase, por lo demás, Gregorio López y Fuentes, El indio, Porrúa, México, 1972, “Sepan cuántos” n. 218 y Arrieros, México, Botas, 1937.

_______________________ L a TEXTUAI.1DA1) DI-; I.OS REFRANEROS___________________________

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El hablar lapidario

New York Times publica una elogiosa reseña de Verna Carleton M illán.143 Sobre la índole de su escritura Antonio Castro Leal dice:

Su visión de la vida del campo; su familiaridad con los más variados tipos rurales, que conoció desde su infancia en la huasteca veracruzana; las preocupaciones sociales, que lo hicieron incorporarse a las fuerzas revolucionarias; sus experien­cias, su poder de observación y su capacidad de presentar en líneas sintéticas los sucesos de la vida real, lo llevaron naturalmente a interpretar, en nuestras miserias y luchas revolucionarias, los problemas más dramáticos que pesan sobre el pueblo m exicano.144 145

La obra por la que aquí lo m encionamos es, en efecto, su novela Arrieros'45 en que, a la manera del Quijote y la Celestina recoge un verdadero refranero con textos provenientes del mundo de la arriería por entonces en extinción. El arriero, en efecto, es uno de los tipos rurales de los que se ocupa Lópezy Fuentes intentando rescatar el rico acervo paremiológico que su habla albergaba. López y Fuentes no establece una estricta separación entre refranes m exicanos y refranes españoles; reporta los refranes tal cual se usan en el campo m exicano sin importar su origen. De hecho, no son pocos los refranes referidos por don Gregorio que se encuentran en refraneros españo­les. De esa forma “refrán m exicano” viene a ser sim plem ente el refrán docum entado en el habla mexicana no importa si es o no originario de otra parte.

Sin embargo, con una técnica que después volverá a em plear Yáñez en Tierras Flacas, Gregorio Lópezy Fuentes logra recrear un acervo importante de tradiciones y expresiones de la arriería que se encontraba, por entonces, en plena extinción a causa del surgimiento de carreteras y ferrocarri les, confor­m ando un respetable corpus de refranes rurales bajo la forma de lo que hemos llamado aquí “ refranero I iterado”, hoy clásico de la parem iología mexicana.

143. En ella vierte una serie de opiniones sobre su calidad como novelista que cito aquí: Gregorio López y Fuentes tiene dos cualidades indispensables de un auténtico novelista; una cálidasimpatíaporel género humano, por el hombre como ser viviente y activo, a la que añade unahonestidad intelectual absoluta que no le permite corromper la sinceridad de su novela con notas o toques sensacional istas... Por esta razón El indio puede ser considerada, con Los de abajo de Azuela y El A güila y la Serpiente de Guzmán, muy digna de ser incluida en la muy corta nómina de libros que han ganado un sitio firme en la literatura mexicana. (En Magaña Esquivel, op. cit., 175-176).

144. Op. cit., p. 176.145. Sobre los mecanismos paremiológicos de Arrieros, véase Refrán viejo, op. c/7.,pp.91 y s.

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L a textualidad ni los refraneros

El otro refranero literario que aquí recordamos, Las tierras flacas de Agustín Yañez, es de principios de la década de los sesenta. En esta novela de Yáñez, los refranes constituyen casi una tercera parte del texto que, como veremos, construye en torno a ellos mediante la técnica del racimo en que varios refranes con el mismo sentido paremiológico comparte contexto porei simple mecanismo de la parataxis. Por lo demás, Las tierras flacas está escrita en lo que podríamos llamar la tradición oral izante del occidente mexicano, cuya fuente más abundante y variada es una de las más amplias tradiciones literarias del agro mexicano cifrada en un lenguaje plástico, de estilo ranchero, que gusta, como decía Lutero en la Sendbrief, “verle el hocico al pueblo” , recoger palabras llanas; que le da por llamar “al pan, pan, y al vino, vino” ; que se complace en estilizar expresiones rancheras, en recuperar ruidos ya dándoles el rango de palabras mediante originales onomatopeyas, ya ensayan­do combinaciones. Otras veces reproduce fragmentos del habla popular a base de sonoridades y, otras más, reproduce icásticamente la misma realidad. En general esta tradición literaria oralizante del occidente mexicano se complace en engalanar profusamente su discurso escrito con muchos de los encantos de la lengua hablada bajo el principio azoriniano de que “ las admiraciones de gente humilde valen tanto como las de las gentes aupadas”;146 párrafos llenos de sustantivos, casi sin adjetivos, en forma de listas de cosas con sus nombres caseros, interrumpidas, de vez en cuando, con comentarios o explicaciones: entre esas listas de cosas Yáñez intercala sus listas de refranes que deja caer en racimos para ahorrarse marcos.

De la existencia de un habla literaria en el occidente mexicano da testimonio una de sus obras-paradigma, Pueblo en vilo l47de Luis González, como lo hemos mostrado en “También Clío es una musa”,148 amén, desde luego, de otras obras ilustres como El llano en llamas y Pedro Páramo de Juan Rulfo, La feria de Juan José Arreola y, desde luego, Al filo del agua y Las tierras flacas de Agustín Yáñez. En efecto. Las tierras flacas es una novela construida sobre una especie de credo ranchero, redactado a base de refranes, que documenta, además, el funcionamiento discursivo del refrán en el habla ranchera. Independientemente de la anécdota, por una parte, esta novela de Yáñez reproduce el mundo ranchero con sus pormenores ideológi-

146. Citada por Luis González en Pi/e/j/oe/Jv/'/oJerceraedición, México, El Colegio de México, 1979,p. 15.147. Op. cit.148. Alvaro Oehoa Serrano (editor), Puebloen vilo, la fuerza de la costumbre. Homenaje a Luis González,

s/1, El Colegio de Jalisco / El Colegio de México / El Colegio de Michoacán, 1994, pp. 197-222.

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El hablar lapidario

eos, sobre todo. Y, por otra, a cada refrán, como sucede en la parem iología literaria, se le construye con cuidado su contexto situacional.

Pero esta novela de Yáñez documenta, sobre todo, una manera de razonar y una m anera de hablar. En efecto, con su notable acervo de más de quinientos refranes,149 150 Las tierras flacas queda como un testim onio de esa habla del occidente mexicano.En Las tierras fla c a s^ Yáñez salpica el texto literario con una abundancia de refranes tal que los refranes constituyen la forma argumentativa privilegiada por su discurso. Yáñez parece haber tenido al refranero de Darío Rubio como una de sus fuentes aunque, desde luego, tenga otras fuentes y, por supuesto, incorpore refranes de su propia cosecha. Una buena parte de esos refranes fueron acuñados el siglo pasado en lo que se ha dado en llamar la cultura ranchera: en buena parte, estos refranes representan, de una o de otra manera, un punto de vista y una cosmovisión vigentes en el mexicano del rancho.151

Lanzándose tras las huellas de la tradición, vieja y prestigiada, de los refraneros 1 iterarios, Y áñez hi lvana la estructura de 1 texto mediante pequeñas sinfonías de refranes que, como en equipo, van construyendo su propia trama y perm iten recabar paralelos a la hora de indagar el sentido parem iológico de alguno de ellos. Podría decirse, como ya lo hemos hecho, que los refranes en Las tierras flacas se dan por racimos de tal manera que los refranes de un mismo racimo comparten función discursi va, amén del marco contextual, y se relacionan entre sí, las más de las veces, por mera parataxis. Que este refranero es propuesto en Las tierrasflacas como la expresión de una manera

149. Puede verse este refranero de Y áñez en nuestro libro R efrá n v ie jo n u n c a m ie n te , Zamora, El Colegio de M ichoacán, 1994, pp. 142-157.

150. Las citas están tomadas de Agustín Yáñez, L a s t ie r r a s f la c a s , sexta edición, M éxico, Joaquín Mortiz, 1977.

151. En Esteban Barragán López, Odile Hoffmann, Thierry Linck, David Skerrit (coordinadores), R a n ch ero s y s o c ie d a d e s r a n c h e ra s (Zamora, CEM CA/ El Colegio de Michoacán / ORSTOM, 1994, pp. 33-55), nos hemos ocupado de la evolución del vocablo “rancho” en “El vocablo “rancho” y sus derivados: génesis, evolución y usos”. Utilizamos la palabra “ranchero” en su acepción cualitativa: los refranes que llamamos aquí “rancheros” son producto de nuestra cultura“ranchera”. El vocablo tiene, en efecto, dos usos dominantes: uno peyorativo y otro simplemente calificativo. El uso peyorativo del vocablo “ranchero” proviene de círculos urbanos que miran con desdén la cultura ranchera. E l D ic c io n a r io

fu n d a m e n ta l d e l e s p a ñ o l m e x ic a n o trae como tercera acepción del vocablo “ranchero” la siguiente: “Que es tímido o vergonzoso: un a m u ch a ch a m u y ra n c h e ra , ‘ ¡No seas ra n c h e ro , saluda a los demás’!”. Véase Luis Femando Lara (director), D ic c io n a r io fu n d a m e n ta l d e l e s p a ñ o l d e M é x ic o , México, Comisión Nacional para la Defensa del Idioma Español / El Colegio de M éxico / Fondo de Cultura Económica, 1982, a d loe . En el uso cual itati vo, en cambio, el vocablo denota simplemente la pertenencia a la cultura ranchera sin emitir ninguna opinión sobre ella. Hay muchísimos otros refranes del actual acervo paremiológico mexicano que, se puede decir, son de origen ranchero.

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L a i i :xtuauim d de los refraneros

de pensar, la manera de pensar del ranchero, no requiere mucha tinta para mostrarse. De hecho, como hemos dicho, documenta un tipo de discurso, una mentalidad y una realidad social aún vigorosa en el México de los sesenta pese a que ya la novela misma vislumbra una serie de peligros en la modernización simbolizada por una máquina de coser. En una célebre entre­vista que Emmanuel Carbal lo hace a Y áñez,152 el crítico pregunta al novel ista, a propósito de Las tierras flacas, “¿a qué causas se debe el uso constante de adagios populares?” . A lo que Yáñez contesta:

Por una parte responde a /a realidad descrita y, por otra, a la necesidad de conseguir ciertos efectos de expresión)1 aun de belleza literaria. El refrán refleja con claridad los estilos de las conciencias de los personajes: es como el dato que ofrece la estilística para conocer la estructura de la reflexión en imaginación de los personajes.153

Es necesario resaltar esos tres aspectos expresados en las tres expresio­nes subrayadas porque son las tres principales funciones discursivas que asumen los refranes en la novela de Yáñez: reflejan la realidad sociocultural ranchera del occidente de Jalisco, un estilo de conciencia y una manera de hablar lapidaria que tiene su propia belleza. La realidad ranchera, descrita en la novela, es vista por Yáñez así, con esta escala de valores, este discurso y esta conciencia.

En primer lugar, se trata de una manera de hablar y de un estilo de conciencia; se podría decir, por otro lado, que prevalece en los refranes de Y áñez una inserción en el hi lo narrativo del discurso que podríamos catalogar de meramente ornam ental: con mucha frecuencia, en efecto, los refranes están meramente yuxtapuestos a un serie de frases análogas del hilo narrativo. Más aún, Yáñez introduce el razonamiento inductivo en un ámbito dominado por el discurso deductivo. Los ‘'refranes como” son un buen ejemplo de ello:

Como el que pinta el gato y se asusta del garabato.154 Como los que hacen el muerto y luego se asustan del petate.155 Como quien oye llover y no se m oja.156

152. O p .c i t . , p.51.153. De esta entrevista circulan varias ediciones cito por Emmanuel Carballo, “Agustín Yáñez”, en Helmy

F. Giacoman, H o m e n a je a A g u s tín Y áñ ez , Madrid, Anaya / Las américas, 1973, pp. 13-62.154. O p .c i t . , p. 51.155. O p. c it., p. 52.156. O p. c it., pp. 51 y 245.

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E L HABLAR LAPIDARIO

Como la chía, que no era pero se hacía.157Como el que vomita y tapa por no oler lo que depuso.158Como burros con bozal o caballo que coge el freno.159Como la chiva de tía Cleta que se come los petates y se asusta con losaventadores.160Como el perro del herrero, que a los martil lazos ronca y a los masquidosdespierta.161Como m ilpa de costa, prontito.162

Hacia allá apunta, también, el ya señalado hecho de los refranes en racimo, característico de esta obra. Una buena parte de los refranes de este refranero de Yáñez están estructurados más por mecanismos acústicos que por los ya señalados mecanismos lógico-retóricos. Parece que, en efecto, la función más importante atribuida por la novela al corpus de refranes sea la ornam ental o como lo dijo el mismo Yáñez, en la entrevista m encionada, está impelido por “ la necesidad de conseguir ciertos efectos de expresión y aun de belleza literaria” que indudablemente tienen los refranes. El discurso lapida­rio, no importa cual sea su tipo, está dotado de la elegancia que da la sobriedad.

Como es fácil observar en cualquiera de los abundantes párrafos parem iológicos, con frecuencia el elemento estructurante es el sentido parem iológico compartido por el racimo de refranes pese a tener una forma diferente. Por lo demás, en Yáñez más que en Lópezy Fuentes, los refranes de sus racimos están encadenados, por otro lado, a veces por el sentido, a veces por simple yuxtaposición, otras veces a través de palabras o conceptos eslabón. Desde luego, denotan, sí, una manera de hablar bronca, machista, autoritaria, tajante por lo lapidaria, lacónica y breve, con palabras preñadas al máximo, pesadas, sin que falten ni sobren. Igualmente, como lo dijera el propio Yáñez en la misma cita, estos refranes en racimo denotan “con claridad los estilos de las conciencias de los personajes” .

Sonido estupendo, documentación de un habla y de un estilo, ornato puro, son tam bién, como se verá, los refranes exclam ativos, típicos del

157. Op.cit., p .314.158. Op. cit., p. 52.159. Op. cit., p. 51.160. Op. cit., p. 51.161. Op. cit., p. 256.162. Op. cit., p. 59.

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L a TLXTUA1.IDAD l)L I.OS RLLRANLROS

refranero mexicano, que abundan en el corpus de Yáñez y cuya función discursiva sobresaliente es la ornamental. Pongo como simples ejemplos los siguientes:

Con cuidado que aquí hay lumbre, no se vayan a quem ar.163Con qué chiflas, desmolao, si no tienes instrumento.164Con tiento, santos varones, que el Cristo está apolillado.165Dale vuelo al bandolón, aprovecha la tocada.166Ache, huarache, huache, / ay, víboras chirrioneras, / a que no me picanora / que traigo mis chaparreras...167Adelante con la cruz, que se lleva el diablo al m uerto.168Ah qué gente tiene mi amo, y más que le están llegando.169Ah qué rechinar de puertas, parece carpintería.170Ah, qué bonita trucha para tan cochino charco.171Ah qué mi Dios tan charro, que ni las espuelas se quita.172¡Ah qué moler de criaturas, parecen personas grandes!173Ahora sí violín de rancho, ya te agarró un profesor.174Animas que salga el sol pa‘ saber cómo am anece.175¡ Ay, madre, qué pan tan duro y yo que ni dientes tengo!176Atórale que es mangana porque se te va la yegua.177Bien haya lo bien nacido, que ni trabajo da criarlo.178

La segunda cosa de que dan cuenta los refranes insertados en el hilo narrativo de esta novela es una manera de razonar a base de lugares comunes,

163. Op. cit., p. 328.164. Op. cit., p. 256.165. Op. cit., p. 206.166. Op. cit., p. 314.167. Op. cit., p. 105.168. Op. cit., pp. 80 ,288 y 331169. Op. cit., p. 139.170. Op. cit., p. 52.171. Op. cit., p. 58.172. Op. cit., p. 104.173. Op. cit., p. 210.174. Op. cit., p. 61.175. Op. cit., p. 206.176. Op. cit., p. 230.177. Op. cit., p. 71.178. Op. cit., p. 58.

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El.MAHl.AR LAPIDARIO

la lógica ranchera con su lista de verdades de medio pelo en que estriba la persuasión, la máxima autoridad a la hora de zanjar discrepancias, un tipo de discurso. Por eso es importante el segundo mecanismo de inserción del refrán en el discurso, documentado por Yáñez, el entimemático.

En el discurso ranchero documentado por la novela de Yáñez, los entimem as son fáciles porque, después de todo, los discursos entimem áticos son siempre ágiles: el funcionamiento del entimema tiene que ser socialmente inmediato o, de otra manera pierde su efecto y no funciona. Por eso el uso de entim em as es frecuente en los tipos discursivos de y para el pueblo. Marc Angenot, por ejemplo, lo encuentra en el discurso pan fle tero .179

Por otra parte, la novela de Yáñez muestra bien una característica del discurso lapidario de que nos ocuparemos más adelante: el contexto, sea textual o extratextual, forma con el refrán una unidad semiótica de tipo emblemático que le permite, apoyado en ella, decir más de lo que enuncia. Por eso puede ser lapidario: es el recurso del discurso indirecto y su mecanismo. Cuando las palabras han dicho todo lo que tienen que decir, entonces la figura del lema implícito entra en acción, pero ya sin palabras, con su solo lenguaje silencioso.

Finalmente, el refranero de Yáñez expresa los ámbitos de interés por el agro del occidente mexicano de los sesenta: un refranero es una especie de lengua; como la lengua, también el refranero refleja los intereses de un pueblo; como sucede con una palabra, así un refrán nace, es asumido y subsiste en la m edida en que la realidad por él referida tenga interés para el grupo de hablantes. Por eso es posible decir, sin temor a equivocarse, que, según el discurso de Las tierrasflacas, el refranero allí incrustado revela el cúm ulode cosas por las que se interesa el campesino ranchero del occidente de México: su ideología, su escalade valores, sus ilusiones y sus miedos; sus rencores, sus fobias y tabúes. Puede ser tomado este refranero, en efecto, como una especie de credo ranchero que expresa las verdades de acción, las cosas que convencen y que hacen v iv irá esa gente. Por eso un refranero tal habla de las cosas del campo, de las siembras y las cosechas, del amor, de la vida y de la muerte, de los caballos, del destino, del tiempo, de la esperanza.

Como ya señalábamos, no son pocas las coincidencias de Yáñez con Rubio ya en refranes poco estructurados desde el punto de vista de la mnemotecnia, ya en refranes con variantes. Entre esas coincidencias mencio­

179. La parole pamphletaire, Paris, Payot, 1982.

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L a textualidad de los refraneros

no, a guisa de ejemplos, las siguientes: “baile y cochino, en la casa del vecino”; “nadie sabe para quien trabaja” ; “a nadie le falta Dios cargando su bastimento” ; “cuida tu casa y deja la ajena” ; “muy pocos amigos tiene el que no tiene que dar” ; “contigo la milpa es rancho y el atole cham purrao”; “el que fuere enamorado que no pierda la esperanza”; “tanto peca el que m ata la vaca como el que le tiene la pata” . Pero, como ya señalamos tam bién, Yañez tiene otras fuentes y, desde luego, su propia cosecha. De ello son muestra los siguientes refranes:

Con lo viejo y lo pobre aumenta lo delicado.Trato de fuereños esquilmo de rancheros.Al ojo del amo engorda el caballo.Al que m adruga dios lo ayuda.Trabajar con deudas es como acarrear agua en chiquihuites.Es la ley de Caifás: al fregado, fregarlo más.No hay crueldad como el olvido.

Quizás el refranero ranchero de Agustín Yáñez sea el paradigma, por lo que toca a la parem iología, de lo que en la actual textualidad m exicana es un refranero literario. Esta es, creo, la principal aportación de Yáñez en el concierto de los refraneros literarios del sistema textual hispánico: Agustín Yáñez acuña un refranero que se convierte en protagonista de un discurso.

Estos son los principales textos a partir de los cuales hemos docum en­tado el concepto de “refranero” como un tipo textual autónomo. A ellos se refieren, por otro lado, los textos que conforman nuestro corpus y que hemos llamado aquí “refranero m exicano” . Un refranero, como se ve, no es un corpus cerrado: está perm anentemente abierto en la medida en que los textos que lo conforman van y vienen. Un refranero, por lo demás, funciona como fuente del habla popular. De esta manera, un refrán puede reposaren el interior de un refranero y de al 1 í, por razones y mecan ismos que la parem iología debe explicar con m ayor precisión, saltar de nuevo al flujo del habla popular.

U n iv e r s a l p a r e m io l ó g ic o y r e f r a n e r o s h is t ó r ic o s

Y ahaquedado claro, por el capítulo anterior, que existe una estrecha relación entre lo que aquí llamamos “refranero m exicano” y lo que podríam os llamar “refranero” a secas: el refranero m exicano no es más que una interpretación

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El hablar lapidario

de un hasta ahora hipotético refranero universal. Es como una lengua histórica con respecto al universal atributo del lenguaje o, si se quiere, como una tradición particular en relación con la gran tradición paremiológica. Desde el supuesto de que existen estructuras, formas y aún temas universales que se expresan mediante la forma de refrán, se trata de marcar los rasgos más sobresalientes de este tipo tex tual; elaborar, en suma, una teoría transcultural del refrán en la cual se enclava la investigación sobre el refrán mexicano. Esta teoría debería contener, obviam ente, una teoría del funcionam iento paremiológico.

Como se ha señalado ya, y se verá de manera más explícita adelante, dentro de las particularidades que el refranero mexicano ofrece a esa hipoté­tica paremiología universal está lo que hemos llamado, en otra parte, 180 “refranes exclam ativos’' y que, desde el punto de vista discursivo funcionan de una manera diferente a los refranes sentencia. Hablar de refranes exclamativos es introducir una categoría de carácter formal distinta de las categorías sintagmáticas hasta ahora prevalentes en las definiciones de refrán, en boga. Los refranes que incluimos en esta categoría corresponden a distintas estructuras sintagmáticas. La necesidad de colocarlos en una misma categoría descansa en el hecho de que constituyen la clase más típica de “ refranes m exicanos” . Por refranes exclam ativos entendem os las expresiones paremiológicas que textualmente funcionan como exclamac iones. Para cum­plir con los rasgos distintivos de un refrán, no importa, en efecto, que un texto afirme o niegue, que pregunte o exclame, que constate o declare. Los refranes exclamativos son un tipo de textos paremiológicos que siguen la ancestral vocación de esta tierra a lo barroco: los refranes exclamativos parecen guiarse por el afán del puro sonido estupendo.

Los refranes exclamativos, como los interrogativos con los que compar­ten no pocas características, son refranes tonales: descansan, en buena medida, en una entonación ascendente o descendente pero normalmente alta. El ataque suele ser generalmente alto, la coda tiende a descender. Como en los siguientes ejemplos:

1. Dondequiera plancho y lavo y en cualquier mecate tiendo.2. Echale copal al santo aunque le jum iés las barbas.

180. Véase tanto nuestro libro Por el refranero mexicano (Monterrey, Fac. de Fil. y Letras de la UANL, 1988) como el ya citado Refrán viejo nunca miente, op. cit.

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L a textualidad de los refraneros

3. ¡Qué suerte tienen los que no se bañan!4. ¡Ahora sí, violín de rancho, ya te agarró un profesor!5. Con tiento, santos varones, que el cristo está apolillao.6. A gato satisfecho no le preocupa ratón.7. ¡Ah, qué rechinar de puertas, parece carpintería!8. Acabándose el dinero se termina la amistad.9. No todos los que chiflan son arrieros.10. Vámonos muriendo ahorita que están enterrando gratis.

Una vista, aún somera, a las diez expresiones paremiológicas anteriores nos permite, por un lado, constatar la gran diversidad morfológico-estructural de los refranes incluidos en esta categoríay, por otro, convencernos enseguida de que nos hallamos frente a un grupo paremiológico “heterodoxo”. Fron­terizo entre las expresiones paremiológicas y los refranes tradicionales este grupo presenta, empero, unas características propias bien definidas. Están constituidos tanto porexclamacionescomo por frases sentenciosas dotadas de un cierto rango de exclamatividad. En español, bien se sabe, no existen marcas sintácticas de la exclamatividad: los rasgos de la exclamatividad radican más bien en la enunciación y expresan, semánticamente, estados espirituales del hablante.181 Frases que, por tanto, desde otro punto de vista puedan ser tenidas como sentencias, pueden ser exclamativas desde el punto de vista pragmático en la medida en que al enunciarse son susceptibles de adoptar una línea melódica exclamativa ya sea ascendente, ya descendente, ya ondulada.182

Como ya se puede desprender de lo dicho hasta aquí, la exclamatividad como rasgo paremiológico tiene distintos grados: hay en nuestro corpus exclamaciones paremiológicas puras, por una parte; y, por otra, consta­taciones, declaraciones y, en general, gnomemas de índole exclamativa. Llamamos exclamaciones paremiológicas puras aquellas exclamaciones que no tienen más finalidad semántica que la de indicar un estado de ánimo. Este tipo de exclamaciones pueden estar montadas sobre una interjección, aunque con frecuencia ellas mismas puedan ser asumidas como una gran interjección. En efecto, como bien se sabe, cualquier frase puede convertirse en exclamativa según el tipo de entonación que se le dé. La única marca morfológica de la exclamación consiste en los pronombres exclamativos “qué”, “cómo” y

181. JuanAlcina Franch/JoséManuel Blecua, G ra m á tic a E s p a ñ o la ,Barcelona,Ariel, 1975,p .481 ysig.182. Ibid.

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El hablar lapidario

“cuán” o “cuánto” . 183 Las exclamaciones paremiológicas puras, en efecto, no son otra cosa que o la prolongación de una interjección o una magna in terjección.184 Del primer caso sirva de ejemplo: “ ¡ah!... ¡qué gente tiene mi amo y más que le está llegando!” . Del segundo, en cambio, “ ¡ahora que entierran de oquis, vámonos muriendo todos!” .

Se podría objetar que la exclamatividad es un rasgo que sólo pueden tener los textos orales, sin embargo, como bien se sabe, el discurso hablado tiene varios privilegios de primariedad sobre el discurso escrito; uno de ellos es, sin duda, el que los rasgos discursivos de los textos, como los rasgos gramaticales, son extraídos primariamente de los textos hablados: para saber si una expresiones exclamad va hay que practicarle un test de exclamatividad. Hay exclamaciones reflexivas, por ejemplo, en las que es más propia una enunciación reflexiva que una exclamativa: “hay tiempos de acometer y tiempos de retirar: tiempos de gastar un peso y otros de gastar un real ” . Forma parte de la competencia lingüística del hablante nativo este tipo de categorizaciones.

Las exclamaciones paremiológicas puras, por lo general, no sirven para argumentar, no se enclavan en el discurso, preferentemente dialógico, de manera entimemática: funcionan más bien como ornato; son sonido bien labrado. Por lo general, este tipo de textos tiene con su entorno discursivo un enlace de tipo exclusivamente acústico constituido, por lo general, por las primeras palabras del texto gnómico. En este caso, sirven de enlace con el discurso, respectivamente, las palabras: “ánim as” y “vámonos” . “Ani­m as” , en el discurso popular, remite a una expresión que indica deseo: “ ¡ánimas santas que... + deseo !” . Las palabras “ánim as” y “vámonos”, por tanto, sirven de eslabón entre el discurso y el texto gnómico: “ánimas que salga el sol pa’ saber como amanece”; “vámonos muriendo ahorita que están enterrando gratis” . El refranero mexicano abunda en refranes exclamativos que, como se puede ver, no sólo se insertan en el discurso m ayor mediante el ya mencionado nexo acústico sino de otras maneras como lo muestran refranes exclamativos como “allá en San Andrés, quien parece bruto, bruto es” o bien “a quien lo quiera celeste que le cueste” . En ambos casos, se trata de irrupciones exclamativas de tipo sentencial. Se insertan en el discurso mediante nexo acústico refranes exclamativos como:

183. AlcinaFranch/Blecua, op. c/7.,p. 596.184. Para el concepto de interjección en español contemporáneo vea AlcinaFranch/Blecua, op. cit., pp. 817

y ss.

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L a textualidad de los refraneros

A ver a una boda y a divertirse a un fandango.A mí no me cantan ranas; a cantar a la laguna.A mí no me digas tío, porque ni parientes somos.A mí no me tizna el cura ni en miércoles de ceniza.A darle que es mole de olla.A caballo andan los hombres y no en pinches burros ojetes.A Phora de freír frijoles manteca es lo que falta.¡Ah qué suerte tan chaparra, hasta cuando crecerá!¡Ah qué retebién con lápiz, hasta parece con tinta!¡Ah qué bonito bagre para tan cochino charco!¡Ah qué gente tiene mi amo, y más que le está llegando!¡Ah qué rechinar de puertas, parece carpintería!¡Ah qué mi Dios tan charro, ni las espuelas se quita!¡Ahí n o m á s , tu n a C a r d o n a , y a llegó tu c u i t la c o c h e !

¡Ahora tejones, porque no hay liebres!¡Ahora sí que las de abajo cagaron a las de arriba!¡Ahora es cuando chi le verde (yerbabuena) le has de dar sabor al caldo! ¡Ahora llueve en el palmar o nos lleva la tiznada!¡Ahora sí, violín de rancho, ya te agarró un profesor!¡Ahora lo verás, huarache, ya apareció tu correa!¡Ahora que entierran de oquis, vámonos muriendo todos!Al pasito, entre las piedras, porque el macho no está herrado.

Hemos dicho ya que prevalece, en este tipo de textos, la función discursiva pertenece a la esfera de lo que la retórica llamaba el ornatus. La relación que guarda este tipo de textos pertenecientes a refraneros históricos ciertamente paremiológicos, con un hipotético refranero, presuntamente universal, se basa, como ya hemos señalado, en criterios más de tipo funcional que otros.

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SEGUNDA PARTE

EL ARTE DE CLASIFICAR REFRANES

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TAXONOM ÍA PAREM IOLÓGICAV

L a s p r e m is a s y l a s t a r e a s

La clasificación de un corpus de refranes, como el nuestro, puede tener varios objetivos importantes. El primero y más urgente para esta reflexión, sin embargo, es el de poder seleccionar, entre los refranes que constituyen nuestro corpus, los tipos paremiológicos más representativos de entre ellos a fin de determinar las diferentes características de este tipo de discurso que asumi­mos como paradigma de la lapidariedad verbal. Adoptando la distinción ya establecida entre estructura y forma, una clasificación estructural nos ofrece, por ejemplo, el magno y variado espectro de las estructuras sintácticas de lo lapidario independientemente de sus funciones discursivas. Por otro lado, llevando a cabo una clasificación múltiple del refranero mexicano podremos, en rigor, m anejar un corpus tan vasto a partir de sus tipos mejor que a partir de sus textos individuales.

Por tanto, el objetivo de esta parte es desembocar, ni más ni menos, en las posibles maneras de clasificar nuestro corpus no sólo para detectar sus diferentes características sino en orden al análisis. Las razones, pues, son muchas: van desde el problema de escoger paradigmas para analizar con cierto rigor y cuidado un corpus demasiado grande, seleccionado, de entre los subtipos textuales que lo conforman, un subtipo de refranes mexicanos que ofrezca ventajas para documentar el discurso lapidario, hasta el de crear una teoría mínima del refrán que nos permita realizar deslindes, entre losdiferen- tes subtipos, con un poco de coherencia.

Desde luego, existen ya clasificaciones hechas a lo largo de la tradición paremiológica hispánica. Algunas de ellas, empero, apenas si interesan a nuestro objeto de estudio. Por ejemplo, una clasificación temática; a no ser que se pretenda ver si existe algún tipo de relación entre tema y forma paremiológica. No es nuestro propósito, desde luego, llevar a cabo un

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El hablar lapidario

inventario de clasificaciones posibles. Por principio de cuentas, nos interesan cuatro: una auscultación de la nomenclatura ya existente; una clasificación estructural, una clasificación formal y una clasificación según las funciones discursivas. Empecemos por la primera.

Las últimas dos décadas de investigación lingüística en torno al texto1 nos han ido convenciendo de que la textualidad es un fenómeno complejo, que se da por la confluencia de rasgos textuales entre los que deben figurar, sin duda, el rango de contextual idad, la prevalencia de estructuras semánticas en la organización textual, su nivel de codificabilidad en torno a las categorías lingüísticas, su nivel de sintagmaticidad, etc. Un texto es, entonces, un sistema de significación en el que, según su grado de complejidad, confluyen los distintos rasgos textuales. El refrán es un tipo textual que incorpora subtipos de la más variada índole: unos arraigados en el contexto, otros fincados en la abstracción de las categorías lingüísticas, etc. Hacer, por tanto, una clasifi­cación de él en base a un solo rasgo textual — las características formales, por ejemplo— equivale a dejar de lado aspectos importantes que determinan la configuración de subclases textuales.

De premisas como estas parte el investigador ruso G. L. Permiakov quien ha explorado las posibilidades de una teoría de la clasificación de refranes.1 2 Permiakov empieza por repasar las principales maneras como se ha intentado resolver el problema de la clasificación de refranes: en primer lugar, la clasificación alfabética en la que los refranes son clasificados por orden alfabético a partir de la primera palabra del refrán. En segundo lugar, la clasificación por medio de palabras claves. Una palabra clave es, en este caso, la primera palabra que sirve de referente en el texto del refrán. Por ejemplo, el refrán “el que no conoce a Dios dondequiera se anda hincando” puede ser catalogado tanto en torno a la palabra “Dios” como en torno a

1. Además de todo lo que se ha producido, expl (chámente, en torno a la teoría del texto, como por ejemplo Eugenio Coseriu, T e x tlin g ü is tik , G. Narr, Tübingen, 1980; o Teun A. Van Dijk en obras como E s tr u c tu r a s y fu n c io n e s d e l d is c u r s o (M éxico, Siglo XXI, 1980), L a c ie n c ia d e l te x to (Barcelona/ B. Aires, Paidós, 1983), P re ju d ic e in d isco u rse (Amsterdam/Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 1984), T ex to y c o n te x to (Madrid, Cátedra, 1980) o, en fin, D is c o u r s e a n d l i te r a tu r e (Amsterdam / Philadelphia, John Benjamins Publishing Company, 1984). Es posible consultar, además, en nuestra bibliografía, al final, los apartados relativos a semiótica, retórica, teoría del texto, 1 ingüística del texto, teoría del discurso, etc.

2. Los trabajos de Permiakov han sido presentados en su libro C h o ix d e p r o v e r b e s e t d ic to n s d e s p e u p l e s d ’O rien t, Moscú, 1968, citado en el D ic tio n n a ire d e P r o v e r b s e t D ic to n s , Paris, Dictionnaires le Robert, les usuels du Robert, 1989, pp, 698 y ss.

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“hincarse” . También en esta clasificación los refranes se organizan por orden alfabético pero de la primera palabra clave.3 La clasificación temática, finalmente, en la que los temas son ya distribuidos en capítulos, ya ordenados alfabéticamente. Según Permiakov, el problema de la clasificación de los refranes es la verdadera piedra de escándalo de la paremiología. De esta manera, propone en su libro una doble clasificación de los refranes. A saber: una clasificación estructural y una clasificación semántica.

Lo que Permiakov entiende por clasificación estructural, sin embargo, no es lo mismo que entendemos nosotros aquí. Las estructuras a las que el investigador ruso se refiere son cosas como: la formulación metafórica o directa de los refranes, la existencia o no de una oposición binaria, la índole gramatical de la palabra clave, el tipo de proposición que constituye el refrán (si es simple o compuesta, por ejemplo, y de qué clase), el sentido positivo, negativo o performativo del refrán. La clasificación semántica de los refranes intentada por Permiakov se basa, en cambio, en un principio adoptado por Vladimir Propp para el estudio de las funciones en los cuentos fantásticos y después adoptado por la semiótica greimasiana.4 Permiakov postula, en efecto, que los millones de refranes no son sino variantes de un centenar de situaciones que, a su vez, pueden ser clasificadas según cuatro invariantes lógico-semióticas de las cuales la primera es del tipo: si hay A, hay B; la segunda: si A tiene la cualidad*, hay la cualidad^; la tercera: si B depende de A y si A tiene la cualidad x, B tendrá la cualidad x; la cuarta, en fin, reza: si A tiene una cualidad positiva y si B no la tiene, A es mejor que B. La yuxtaposición de las dos estructuras indica, por ejemplo, que son muy pocos los refranes que tienen la misma estructura y semántica. Para diferenciarlos más habría que proceder, dice Permiakov, a un tercer tipo de clasificación: según el registro al que pertenece la imagen empleada por el refrán.5 Si, como dice el refrán, “según el sapo es la pedrada”, una clasificación como la que Permiakov propone apenas nos dará información sobre las más importantes características del discurso lapidario: por ejemplo, no nos informa nada sobre sus funciones discursivas y casi no nos dice nada de las estructuras

3. Véase lo que sobre este tipo de clasificación dice Francois Suzzoni en su presentación a laprimera parte del referido D ic tio n n a ire d e P r o v e r b e s e t D ic to n s relativa a los “p r o v e r b e s de la n g u e fr a n g a is e ” , op. c it., p. 5.

4. Véase, para ello, nuestro libro En p o s d e l s ig n o . In tro d u c c ió n a la s e m ió tic a , Zamora, El Colegio de Michoacán, 1995.

5. Véase la presentación que Florence Montreynaud hace de esta obra en la tercera parte del mencionado D ic tio n n a ire d e P r o v e r b e s e t D ic to n s relativa a los refranes del mundo, op. c it., pp. 698 y s.

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El h a bla r lapidario

paremiológicas universales, en el sentido que aquí darnos a la palabra estructura. Por lo demás, está claro que nuestro propósito primario no estriba en encontrar un buen método de clasificar refranes.

De hecho, se pueden adoptar muy diversos criterios para la taxonomía paremiológica. En esto, como en otras cosas, puede valer el ya mencionado principio de que “según el sapo es la pedrada” . En efecto, una clasificación no es más que una herramienta para agrupar un corpus, de ordinario grande, como es el de un refranero, para poder manejarlo con mayor comodidad y precisión. Ante el problema de la taxonomía es necesario, por tanto, pregun­tarse para qué: ¿para qué necesito clasificar los refranes de un corpus? Si es simplemente para tenerlos a la mano ordenadamente, puede bastar una clasificación por simple orden alfabético. Si, en cambio, se trata de poner juntos los que tienen la misma estructura, la misma forma, los que “hablan del mismo tem a” o los que desempeñan la misma función en el discurso, tendremos, obviamente, otras tantas maneras de clasificar refranes.

Se puede, en efecto, proponer una clasificación de los refranes mexica­nos asumiendo ciertas premisas: por ejemplo, a partir de los rasgos paremiológicos. Ello exige, no sólo conservar la variedad de formas que ese tipo textual tiene en el sistema textual mexicano, sino despojarse de los afanes normativistas. El normativismo en paremiología se suele dar, cuando se adopta un modelo de refrán, y se trata, a partir de él, de estudiar todo el género. Una primera ojeada al refranero mexicano nos persuade de la multivariedad y originalidad con que el tipo textual se da en el habla mexicana. De acuerdo con el paradigma tradicional paremiológico habría que eliminar, como lo pretende hacer Rubio, por ejemplo, tanto las expresiones de infinitivo como lo que aquí llamamos refranes exclamativos, ya varias veces mencionados.

A los primeros corresponden textos del tipo de: “échale mocos al atole”, “buscarle ruido al chicharrón”, “miar fuera de la olla” , “descansar haciendo adobes” , “buscar su cebollita para llorar”, “ llevárselo entre las espuelas”, “ liar el petate” , “ levantar muertos” , “quedarse para vestir santos” , “ levan­tar la canasta”, “poner en jabón”, etc. Estos textos, incluidos entre los refranes por muchos refraneros “m exicanos”, deberían ser anal izados cuida­dosamente desde el punto de vista de la función textual que desempeñan en textos más amplios para verificar si cumplen con alguna de las funciones de los textos llamados refranes.

Los refranes exclamativos, por su parte, deben ser estudiados desde el punto de vista de su paremiologicidad y determinar los rasgos paremiológicos

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Taxonomía paremiológica

que ostentan. Bajo esa premisa, por tanto, deben ser reconocidos formal­mente como refranes sin importar si su funcionamiento sea estructural, formal o discursivo es distinto de ciertos modelos de refrán, en boga en algunos sistemas textuales indoeuropeos. Ello implicaría, además, reconocerlos como un producto paremiológico original dentro del sistema textual mexicano. En efecto, textos de este tipo pueden considerarse en las fronteras de lo paremiológico cuyo punto culminante serían los refranes-sentencia de los tipos arriba mencionados: “hay ...”, “no hay...”, “hombre + adjetivo...”, “hombre + que...” , “mujer + adjetivo...” , “mujer + que...”, “el que...”, “ la que...” , “ lo que...” , “quien...” “nombre + que...”, “más vale...”, “es mejor...” , “verbo + más...”, etc.

De hecho, se puede trazar una especie de escala paremiológica que vaya de un mínimo a un óptimo. En el refranero mexicano, el mínimo paremiológico podrían ser, por ejemplo, las expresiones paremiológicas de tipo comparativo del tipo “com o...” . Por ejemplo: “como el acto de contrición, que ni peca ni da tentación” ; “como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed”; “como el gallo de tía Cleta, pelón, pero cantador” ; “como pulga esperando perro” ; “como pila de agua bendita, que todos le meten la mano”; “como el perro del herrero, que a los martillazos duerme y a los masquidos despierta” . La pragmática de este tipo de refranes es muy singular: con frecuencia sólo se introduce en el discurso mayor, la primera parte del texto dejando al oyente que complete la segunda parte.

Por lo demás, están también dotados de una versatilidad sintáctica. Con frecuencia se convierten en una variante de los refranes “estar como...” del tipo de: “estar como la tomatera, chillando pero vendiendo”. Este tipo de expresiones paremiológicas podrían colocarse en la parte inferior de la hipotética escala paremiológica al lado de algunos de los refranes excla­mativos. El problema de los primeros es su mecanismo de inserción en el discurso mayor debido a que no forman una “oración” en el sentido tradicional del término. No forman, pues, un juicio del tipo A = B. Uno de los rasgos parem iológicos más constantes, sin embargo, es el carácter contrastivo del texto reputado como paremiológico. En el caso de las expre­siones de infinito la contrastación se da a través de la transferencia de carácter metaforizante. En los refranes exclamativos, por su parte, hay siempre una contrastación implícita en la aplicación del dicho a la situación denotada por el texto. Además, las funciones discursivas de algunos refranes exclamativos son totalmente gnomemáticas.

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El hablar lapidario

Unasegundaprem isaquehadeanteponersealataxonomía paremiológica es que la pura clasificación estructural es insuficiente: con frecuencia, ya se sabe, a una estructura profunda pueden corresponder dentro de un sistema textual varias estructuras superficiales. Ello significa que una clasificación hecha a base de estructuras paremiológicas tendría que incorporar criterios semánticos para darle más estabilidad.

Tomemos por ejemplo los refranes comparativos. Como yadijimos, todo refrán implica una comparación. Hay sin embargo, unos refranes que descan­san explícitamente en una estructura contrastiva. En una clasificación que sólo atienda a la estructura pertenecerían a tipos distintos los refranes “más vale” y los “más + V + FN + que + FN” cuando, en realidad pertenecen a una categoría general que podríamos denominar, atendiendo a su significado, “refranes comparativos” entre los que incluiríamos estructuras paremiológicas como: “más vale... que” (“vale más... que”), “es mejor... que” , “más + verbo... que” , “verbo + más... que”, etc. Se les podría llamar a estos refranes “más vale...” simplemente refranes “más” para incluir las diferentes formas de comparación explícita que se dan en nuestro corpus.

Lo mismo se podría decir de los refranes negativos que pueden reducirse a las siguientes estructuras: 1) “no hay...”, 2) “no hay que...” , 3) “ni... ni...”, 4) “no + verbo...”, 5) “adverbio + verbo performativo...” , 6) “nadie/nada/ ningún...” . Mientras la segunda estructura es de tipo performativo, por ejemplo, la primera y la tercera son declaraciones sentenciosas y la cuarta puede ser tanto un enunciado performativo como una declaración senten­ciosa. Si nos atuviéramos a la sola estructura, indudablemente las dos primeras pertenecerían a la misma subclase. A este propósito, se puede hablar de una gran subclase de refranes negativos a pesar de que haya matices de índole tanto semántica como morfológica que separen los refranes “no hay” de los “no hay que”, “ni... ni” , “no + imperativo” , o de los que empiezan por “nadie”, “nada”, “ningún” , etc. No hay que buscar, por tanto, los tipos parem iológicos puros a partir de un único criterio de clasificación de los refranes. Se trata, en resumidas cuentas, de combinar parámetros que perm itan estudiar con más comodidad el tipo textual o, en todo caso, de tener en el horizonte los varios casi 1 leros en que es susceptible de ser catalogado un mismo refrán.

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TAXONOMÍA PAREMIOLÓGICA

L O S P R O B L E M A S D E L A N O M E N C L A T U R A V I G E N T E

Una tercera cosa que hay que tener en cuenta es que ya circula una extensa terminología en el seno de la extensa familia del refrán. Se reconoce y nombra entre ellos, sin precisión ni orden, los refranes, proverbios, dichos, adagios, dicharachos, aforismos, sentencias, apotegmas para no mencionar toda la amplia gama de tipos textuales pertenecientes al mismo campo nocional. Desde luego, la extensión de esta terminología revela, entre otras cosas, la percibida diferenciación en subtipos dentro del género “refrán” . Sin embar­go, no todos los “nombres” mencionados son igualmente significativos. Algunos de ellos, como ya se ha dicho, han funcionado como simples sinónimos. Sin embargo, la terminología mencionada que, ciertamente, se puede ampliar, revela al menos dos categorías paremiológicas: por un lado, las formas populares a las que aluden los vocablos dichos, dicharachos y refranes; por otro lado, las denominaciones cultas como proverbio, adagio, sentencia, máxima, aforismo, etc. que remiten a una forma sapiencial culta.

Para dar cuenta del caos reinante, bastaría con citar un par de los diccionarios en boga, en lengua española. En efecto, no son pocos los autores, aun actuales, que, en efecto, identifican proverbio con refrán y con adagio. Un autorizado ejemplo lo constituye el Diccionario de la lengua española11 que define “proverbio” con la simple equivalencia “sentencia, adagio o refrán” . De la misma manera, el Diccionario de retórica y poética de Helena Beristáin,6 7 define “refrán” como “aforismo” que identifica con “apoteg­ma”, “sentencia” , “ refrán”, “adagio”, “máxima” y “proverbio” y que define como

breve sentencia aleccionadora que se propone como una regla formulada con claridad, precisión y concisión. Resume ingeniosamente un saber que suele ser científico, sobre todo médico o jurídico, pero también abarca otros campos.

Beristáin distingue, sin embargo, dos tipos de aforismos. Unos que llama aforismos morales y que identifica con los apotegmas, adagios y máximas; y otro tipo de aforismos que “encierra una dosis de sabiduría popular” que

6. Real Academia Española, vigésimaprimeraedición, Madrid, 1992.Comoel lector puede ver, se trata de la última edición del prestigiado diccionario. En lo sucesivo mencionaré esta edición, simplemente, como el Diccionario de la RAE.

7. Terceraedición, México, Porrúa, 1992.

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identifica con el refrán, el adagio y el proverbio. Distingue, sin embargo, el aforismo de la greguería.

Hay, por otro lado, quienes aún reconociendo que existen diferencias entre aforismo, adagio, proverbio, refrán y apotegma, ignoran cuáles exacta­mente sean esas diferencias. Así piensan, por ejemplo, los editores del Diccionario de aforismos, proverbios y refranes de Editorial Sintes8 que al respecto dicen:

Es muy difícil deslindar cumplidamente la diferencia que existe entre aforismo y cada una de las voces: adagio, proverbio, refrán y apotegma, pues todas ellas incluyen el sentido de una proposición o frase breve, clara, evidente y de profunda y útil enseñanza. Ningún autor antiguo ni moderno ha logrado todavía exponer clara y terminantemente las diferencias entre unas y otras, y el mismo uso vulgar llano y corriente, según las épocas y los títulos que adoptaron sus autores o compiladores, ha llamado proverbio, adagio, refrán y aforismo, indistintamente, a una misma clase de expresiones de la sabiduría popular.

En otros casos, se indican diferencias entre algunos de el los aunque, a la postre, se termine por identificar, como en el caso anterior, todos los términos. Así el Diccionario de términos literarios escrito por María Victoria Ayuso de Vicente, Consuelo García Gallarín y Sagrario Solano Santos9 parecen distinguir entre refrán y proverbio en la primera de las dos definiciones que dan del “refrán” :

Figura de pensamiento lógica. Se diferencia del proverbio en que es más popular y de la frase proverbial en que ésta, al ser gramaticalmente incompleta, depende del contexto para alcanzar su pleno significado.

Esta primera definición tiene dos aspectos: el primero de ellos se refiere a la clara diferencia que se establece entre refrán y proverbio que, por lo demás, como ya hemos visto, es de índole tradicional; la diferencia entre refrán y proverbio estriba en la índole popular o culta de el los. El otro aspecto que cabe resaltaren ella, es que introduce la necesaria distinción entre el refrán y la “frase proverbial” . Este diccionario dice, además, que los refranes “se recopilan en refraneros” y que el primer refranero es: Refranes que dicen las viejas tras el fuego. Por otro lado señala que la presencia del refrán en la

8. Quinta edición, Barcelona, 1982.9. Madrid, ARAL, 1990.

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literatura sobre todo de Hita, Rojas, Arcipreste de Talavera y Cervantes, entre otros, “constituye una de las características más importantes de la literatura española” .10 11 Sin embargo, como en el caso anterior, las autoras terminan identificando “refranes, proverbios, frases proverbiales, máximas y epifonemas” que, dicen, “son sentencias que expresan, en pocas palabras, un pensamiento profundo”.

La segunda definición que del vocablo “refrán” trae el mencionado diccionario, tras identificar fundamentalmente el refrán con el proverbio, ubica la diferencia entre ellos, como en la definición anterior, en la índole popular del refrán versus la índole culta del proverbio. Esta segunda defini­ción es la E. S. O ’Kane en su libro Refranes yfrases proverbiales españoles de la Edad Median y dice que “refrán” es: “proverbio de origen descono­cido, generalm ente popular y frecuentem ente de forma pintoresca, estructuralmente completo en sí mismo e independiente de su contexto” .12 13 El mismo Diccionario de términos literarios trae definiciones separadas de “apotegma” que identifica con “sentencia”, de “aforismo” que identifica con “máxima”, de “adagio” y de “proverbio” .

Más explícito es el Herder Lexikon,'3 traducido y adaptado al español por José Sagredo, y editado por Diccionarios Rioduero,14 cuando distingue entre proverbio y refrán en términos parecidos al Diccionario de términos literarios. Por proverbio entiende una “sentencia breve y de intención moralizante” y agrega que el vocablo proverbio “sugiere, más bien, un origen culto” , En cambio, prosigue, “el refrán es eminentemente popular, entresa­cado de la filosofía cotidiana” . Justamente, el mismo diccionario define explícitamente el refrán como un “dicho agudo y sentencioso de uso común” . El origen sería, en resumidas cuentas, lo que podría diferenciar el “prover­bio” del “ refrán” aunque en la misma descripción de ambos subtipos se insinúe, vagamente a decir verdad, la forma. El proverbio tiene una “ inten­ción m oralizante” y consiste en una “sentencia breve” . Del refrán, en cambio, se dice que es “sentencioso” amén de describirlo como un “dicho agudo” que es “de uso común” . Es claro que las indicaciones que se dan ya para denotar el carácter popular o culto de uno u otro subtipo textual, ya para

10. Ibid.11. Madrid, Real Academia Española, 1959 citado por las autoras en su obra,12. Esta definición es muy discutible. Véase lo dicho en el capítulo III. En todo caso, lo que aquí nos interesa

es sólo la relación que establece entre refrán y proverbio.13. Udo Müller, Freiburg, Editorial Herder, 1973.14. Madrid, Ediciones Rioduero, 1977.

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alguna otra especificación formal, ciertamente no bastan. En el refranero m exicano muchos “proverbios” se hicieron “de uso com ún” y el carácter “sentencioso” conviene a todo el género. Por lo demás, como ya hemos mencionado, en el refranero mexicano hay refranes que no son “sentencias” en el sentido de la lógica y la retórica tradicionales aunque se les pueda llamar así según algunas de las actuales teorías del texto.

Tampoco se puede, por lo dicho anteriormente, hacer descansar la diferencia entre proverbio y refrán en el grado de metaforización como si ésta fuera característica de los refranes y el lenguaje “directo” lo fuera del proverbio. Por una parte, en todo refrán o proverbio hay una transferencia semántica que remite de una forma o de otra a la metáfora; por otra, con el andar del tiempo los proverbios se vuelven populares, como ha sucedido con una gran cantidad de ellos: se domestican y se convierten, pues, en refranes sea cual sea su grado de metaforización.

Quedaría, por lo tanto, la posibilidad de acudir a las estructuras y formas textuales más cercanas, como hemos dicho, a los universales paremiológicos y, desde luego, más fácilmente contrastables con otras estructuras y formas en los alrededores de los universales del lenguaje. Estas estructuras y formas remiten a la vieja lógica y sus esquemas son mucho más estables: una afirmación absoluta adopta estructuras apenas variables en el tránsito de una lengua a otra. Piénsese en las estructuras contrastivas, los refranes “m ás” ya mencionados, o las exclamativas, circunstanciales, condicionaleso negativas. Estas estructuras, como bien se ve, no se organizan de acuerdo con una textualidad puramente sintáctica sino que giran en torno a formas y, por tanto, se trata de estructuras sintáctico-semánticas. Como hemos dicho en el capítulo II, la relación entre lo que aquí llamamos estructura y forma, estriba en que las estructuras constituyen la organización sintáctico-semántica de las formas.

Independientemente de la manera como aquí afrontemos el problema de si la nomenclatura creada en torno al refrán debe ser entendida como una tipología paremiológica o no, hemos querido dejar una fugaz constancia aquí de la confusión reinante en el campo. No queremos dejar de señalar, por ejemplo, que además de las posturas, arriba mencionadas, tanto de quienes sostienen que la nomenclatura en torno a los refranes es sólo nomenclatura, como de los que sostienen lo contrario, hay quienes se refugian en una definición tan general que abarca no sólo el refrán sino a otros textos gnómicos. Sirva de ejemplo el Diccionario de retórica, críticay terminología

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Taxonomía paremiológica

literaria de Angelo Márchese traducido y adaptado al español por Joaquín Forradellasl5que dice del refrán:

Forma gnómica de expresión popular y anónima en su origen. Normalmente tiene una forma simétrica y rimada, más bien con carácter mnemotécnico que poético. Sus relaciones con las formas poéticas tradicionales no están demasiado claras.16

Al problema aludido de si la actual nomenclatura en torno al refrán corresponde o no a una tipología, hay que agregar, suponiendo que tales nombres indiquen alguna diferenciación, así sea mínima, entre los distintos “refranes” , el serio asunto del “género” y la “diferencia específica” , para usar la terminología de la filosofía aristotél ica. Es decir, cómo hemos de llamar al género y cómo a cada una de las “especies” que componen el género refrán que ya hemos discutido en el capítulo I I I .17 Al respecto, hemos de insistir en el hecho de que tales nombres no deben, estrictamente hablando, ser tomados como punto de partida para una tipología paremiológica. Constituyen, más bien, una especie de estratigrafía paremiológica en el sentido de que sólo indican su lugar de origen y quizás el sistema textual de donde cada uno de ellos nació y las fuñe iones que allí desempeñó. Los diferentes nombres de que actualmente se compone el cortejo de la nomenclatura paremiológica en español deben ser tenidos, pues, sólo como indicaciones históricas que denotan el origen o la función que estos textos tuvieron en otras culturas y en otros sistemas textuales: ahora todos son simplemente “refranes” .

Por razones de deficiencias de nomenclatura, el único nombre genérico de que disponemos con una trayectoria histórica lo suficientemente válida para sugerirlo sin cometer arbitrariedades es, como se ha dicho, el de “refrán” . Sin embargo, existe el problema de que “refrán” se llama ya a una de las especies: para colmo a la de más arraigo en la tradición. Como siempre sucede en estos casos, no faltan sugerencias de que se emplee un término genérico que no implique ninguna de las especies históricas: un nombre genérico, a saber, que como “paremia” o “dicho” sea lo suficientemente general que no se identifique con ninguna de sus variedades históricas. Pese

15. Tercera edición, Barcelona, Ariel, 1991.16. Op. cit., p. 344. Son evidentes los problemas que presenta una“definición” como ésta: por ejemplo,

parece indicar que entre los rasgos paremiológicos hay que incluir tanto el carácter simétrico como la rima; ello, por ejemplo, descartaría como refranes una buena cantidad de los refranes modernos que ya no tienen rima o descansan en estructuras no binarias.

17. Ya hemos expuesto allí las razones por las cuales el nombre de este género textual debe ser “refrán”.

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El hablar lapidario

a las indudables ventajas, empero, creemos que es mejor dejar las cosas como están habida cuenta, sobre todo, de que no creemos que la nomenclatura vigente encierre una verdadera tipología. Dejamos, pues, el nombre de “refrán” para designar al mismo tiempo el género de los refranes que el de una de sus especies. A saber: los dichos de índole popular. Así se ha dado en la historia de este tipo textual. Hay, pues, refrán género y refrán especie que, en cuanto tal, se distingue este último tanto de los “proverbios” como de las otras especies de refranes de origen culto. Esta distinción entre culto y popular apenas tiene sentido en nuestro corpus en la medida en que aún los textos de origen culto, los proverbios, por ejemplo, forman hoy parte del habla popular. Empero, hemos de decir que esta distinción entre culto y popular indica aquí, además que el uso o el origen del texto en cuestión, su referencia o no a cuestiones concretas de la vida cotidiana; hay refranes, por ejemplo, cuyo grado de abstracción indica un origen culto: “quien siembra vientos, cosecha tem pestades”, por ejemplo, es un refrán que no nació ciertamente en el fragor de una cotidianidad vulgar sino en el recinto reflexivo de un ámbito pedagó- gico-sapiencial aunque ahora, por las razones ya dadas, no puede sino considerarse un refrán de tipo popular.

Viniendo a nuestro corpus, hemos de decir, sin embargo, que de acuerdo con lo arriba explicado, la mayor parte de los refranes de que se compone el refranero mexicano pertenecen a la categoría de los refranes de índole popular. A los refranes que, a decir del primer refranero castellano, “dicen las viejas tras el fuego” y que suelen ser citados en la conversación ordinaria bajo la introducción de “como dice el dicho”. Estrictamente hablando, en este tipo de “ introducciones” el vocablo “dicho” se usa como sinónimo del tradicio­nal vocablo “refrán” . Así se dice también: “como dice un viejo refrán” o, simplemente, “como dice el refrán” . El dicho que es introducido con fórmulas como la anteriores, como el refrán, una frase corta de índole popular, incisiva, con frecuencia dotada de ritmo, rima y aún aliteración; que asumien­do sentenciosa, exhortativa, declarativa o exclamativamente una realidad determ inada se la propone implícitamente como interpretamen de la situación en que se produce el acto de habla.

Sin embargo, si empleáramos esta nomenclatura corriente con fines taxonómicos, habría que dejar el término “dicho” para designar las expresio­nes — muy frecuentes en nuestro acervo— que, sin ceñirse a los moldes ya estructurales ya formales del refrán tradicional, se enclavan en una textualidad con las mismas o análogas funciones que él. De acuerdo con esto,

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T AXONOMÍA PAREMIOLÓGICA

consideraríamos “dichos” textos como los siguientes: “ya llegó el tejamanil, ahora techan” ; “ya me amarán cuando quieran, al cabo ni me urge tanto”; “ya estará, dolor de estómago, ya te van a dar tu té” ; “ora mamas o te crías sanchito” ; “ya mero la besa el pobre, nomás la pared divide” . Hay, entre los dichos, varios tipos según las d iferen tes m aneras de agruparlos estructuralmente. Así, pues, si la nomenclatura vigente fuera síntoma de una taxonomía implícita, dentro del género “refranes” habría que admitir el subgénero “dichos” .18

En esa nomenclatura a que aquí nos referimos, la primera etiqueta que portaron los refranes fue, desde luego, la de proverbios. Más aún, el término “proverbio” es el más estable dentro de la referida terminología y el que, de alguna manera, ha servido de embajador para representar nuestro populares refranes en otras culturas. “Proverbio” es el ropaje culto de los refranes, si atendemos a las indicaciones de personajes como Juan de Valdés, arriba mencionadas.

Como ya se ha mencionado, uno de los factores que hizo que el término “proverbio” alternara con tanto vigor con otros de hechura más casera, es el libro bíblico de los Proverbios y la traducción que San Jerónimo hace de él. En efecto, el título que la Vulgata da al libro en cuestión es, como se sabe, Liberproverbiorum quem hebraei "misle ” appelant. Explícitamente, Jeró­nimo indica que está traduciendo con el vocablo latino '‘’proverb^m” la expresión hebrea íímashar\ Es ventajoso, para el estudio de proverbio, echar una mirada a lo que la investigación bíblica ha avanzado sobre ello. No cabe duda, en efecto, que uno de los sistemas textuales más estudiados es, sin duda el hebreo. Sus trabajos constituyen, con mucho, la avanzada en la investiga­ción científica del género que nos ocupa. Como muestra de ello, puede verse el repaso que hace V ilchezl9en su “Historia de la investigación sobre la literatura sapiencial” .

Por lo que hace a la popularización en la cultura occidental del vocablo “proverbium” hay que señalar que el vocabloproverbium es muy frecuente en Cicerón en el sentido que hoy damos al vocablo “proverbio” . San Jerónimo, pues, lo que hace es tomar del vocabulario latino en uso el término para traducir el hebreo mashal que ya los LXX habían traducido, unos setecientos años antes como paroimía. En efecto, el sistema textual hebreo

18. A no ser parahacer explícita la diferenciaentre género y especie, en lo sucesivo se seguirá empleandoel vocablo “refrán” para designar tanto el género como el subtipo.

19. En Luis Alonso Schókel/J. Vilchez, Proverbios, Ed. Cristiandad, Madrid, 1984, pp. 39-92.

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tiene un tipo al que denomina mashal. En los textos más antiguos, mashal significa lo mismo que “dicho popular” . En el primer libro de Sam uel,20por ejemplo, se denomina mashal al dicho popular: “hasta Saúl anda con los profetas” . Más tarde el mashal pasa a los ámbitos sapienciales. El libro de los “proverbios” m uestra varios sustratos de esa sabiduría popular aristocratizada. Unos, los más antiguos, se remontan a los círculos salo­mónicos. A ellos pertenecen las dos “colecciones salomónicas” del libro de los Proverbios: de 10, 1 a 22, 16 y del capítulo 25 al 29. Sin embargo, aún el los, probablemente se fueron formando poco a poco con proverbios venidos con los fugitivos de Samaria en el siglo VIH a de C. o, simplemente, con sentencias transmitidas oralmente.

Los primeros nueve capítulos y parte del último son los más recientes y parecen obras del redactor del libro en pleno helenismo. El mashal en este libro se convierte en una sentencia de corte didáctico o sapiencial, en lenguaje directo y con ribetes moralizantes: “de tal madre tal hija”, “un testigo falso respira m entiras”, “el saber es fácil para el inteligente” . Este tipo de sentencias concisas, breves o incisivas tienen como referente abstracciones de corte universalista sean de tipo didáctico -“no calumnies al siervo ante su am o”- sean de tipo casuístico y lapidario -“si cae tu enemigo, no te alegres”. Todos ellos son llamados, por igual, meshalim. También lo son las sentencias populares del tipo “más vale perro vivo que león m uerto” o bien “más vale cabeza de ratón que cola de león” . En estos últimos aparece un mecanismo sem iótico, típico de los ámbitos rurales, que podríam os denominar “m etaforización” , a condición de replantear totalmente la fenom enologíade la metáfora.21 No es temerario afirmar que la metaforización del refrán se debe a su transcontextualización. En primera instancia, la significación del refrán debió ser directa; mas al aplicarse el texto a nuevos contextos se metaforizó, por ese solo hecho. Hay, sin embargo, una distinción urgente al respecto.

Como ya hemos mostrado en otra parte,22 existen distintos grados de contextualización en los diferentes tipos textuales: que hay textos totalmente dependientes del contexto, que llamamos allí “contextúales”, y que los hay totalm ente independientes del contexto o “acontextuales” ; que entre esos

20. ISam. 19,24.21. Michel LeGuern, Lametáforay la metonimia, Madrid, Cátedra, 1980, propone estudiar, desde una

perspectivatextual, el fenómeno complejo de la metáfora sumando las ópticas semánticas y estilística.Cfr. además Paul Ricoeur, La metáfora viva, Madrid, Ediciones Europa, 1980.

22. Herón Pérez Martínez, “La intraductibilidad...”, en Deslinde , Núm. 8, Monterrey, 1984; p. 19 ss.

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Taxonomía paremiológica

dos extremos se da una amplia gama de tipos textuales según estén más o menos contextualizados. Pues bien, una de las más importantes muestras textuales de cómo ello tiene lugar, se puede ver precisamente en el proverbio que de haber empezado con referentes directos, al cambiar las circunstancias, se metaforiza para poder seguir significando. Por eso también el proverbio puede entrar impunemente a otras culturas.

Siguiendo esta tan antigua y noble tradición firmemente arraigada en la tradición paremiológica española, arriba bosquejada, llamaremos proverbio aquí al refrán de índole y origen cultos. Es uno de los miembros más aristocráticos de la familia paremiológica mexicana. Por ejemplo, “el que a hierro mata a hierro m uere”; “quien bien te quiere te hará llorar” ; “quien mal anda mal acaba”; “de la abundancia del corazón habla la boca” . Los proverbios son piezas textuales que se han solido mover más en ámbitos literarios: proceden de las viejas colecciones de la llamada literatura gnómica o sapiencial y son contados entre las más antiguas piezas poéticas en culturas como la sánscrita, la hebrea o la escandinava. Entraron en la alta cultura occidental europea, saltando de texto en texto, ya a lomos de la Biblia, ya en las venerables espaldas de los Padres de la Iglesia, ya en los ricos caudales de los clásicos como Aristófanes, Teofrasto, Luciano o Plauto.

Según la ya citada opinión de Marcel Bataillon, fue Erasmo, quien con sus Apotegmata habría desencadenado una especie de fiebre paremiológica no sólo en España, sino en general en las hablas vernáculas de occidente en el siglo X V I. Desde luego, Erasmo está a la base de muchos de los fenómenos culturales que se desencadenaron en la Europa de ese principio del siglo. Pero, como ya señalamos, es preciso volver a valorar el peso que Erasmo tuvo en ello para la paremiología española: parece, en efecto, que la recopilación erasmiana ya de proverbios cultos ya de los dichos de hombres sabios, apotegmas, encontró en España un terreno abonado desde siglos atrás. En todo caso, apotegmas, dichos, refranes, proverbios y el nombre recién acuñado de “máximas” no eran, por entonces, en realidad, sino diferentes nombres para un mismo tipo textual que hoy llamamos “refrán” .

Un término muy frecuente con que se designó a los refranes fue el de adagio. Hoy se llama “adagio” a la frase corta, de índole tradicional, que en estilo sentencioso y en forma de consejo, indica cómo hay que comportarse en la vida. Como se sabe, el vocablo castellano “adagio” del latín adagium, sinónimo de proverbium, entró al flujo del español durante el siglo XVI para designar, precisamente, lo mismo la sentencia que el proverbio. El Dicciona­

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rio de la RAE23 define, por ejemplo, el adagio como una “sentencia breve, comúnmente recibida y, la mayoría de las veces, moral” . Podrían ser considerados como refranes descendientes de adagios los siguientes: “haz el bien y no mires a quien” ; “a enemigo que huye puente de plata” ; “si quieres la paz, prepara la guerra” . Mas hoy día, como se ha visto, “adagio” no es más que un sinónimo más de refrán.

Fue también durante el gran siglo paremiológico español, el XVI, cuando entró al flujo de la lengua el vocablo “aforismo” para significar exactamente lo mismo: ya el adagio, ya la “sentencia breve que se da como regla”, sin m ás.24 Sin embargo, la historia que como textos han tejido los aforismos en el sistema español se ha orientado no a cualquier tipo de adagios y sentencias breves sino a los de índole doctrinal en el ámbito de la medicina. En la actualidad, sin embargo, el aforismo ha conservado su índole doctrinal pero ha ampliado su campo epistemológico: ya no se llama sólo aforismos a las sentencias doctrinales de tipo médico sino que, en general, se suele llamar aforismo a la frase sentenciosa de índole doctrinal que presenta capsularmente un principio doctrinal, una ley, una regla y, en general, una instrucción proveniente de alguna ciencia o disciplina.25 Hay, por tanto, entre otros, aforismos jurídicos, filosóficos, médicos y los aforismos pedagógicos. Por ejemplo, “el que calla otorga” ; “médico, cúrate a ti m ism o”; “el que pega, paga” ; “ la letra con sangre entra” ; “explicación no pedida, acusación m anifiesta” (Excusado nonpetita, accusatio manifesto), “todos los caminos llevan a Roma” . Un célebre aforismo latino es, por ejemplo, melior est conditio posidentis.

23. O p .c i t . .24. J. Corominas, D ic c io n a r io c r í t ic o e t im o ló g ic o d e la le n g u a c a s te l la n a , Madrid, Gredos, 1954, ad

loe. El término es una transcripción, como se sabe, del vocablo griego a p h o r is m ó s , derivado del verbo a p h o r iz e in que significa separar una cosa marcando sus límites. A p h o r is m ó s , por tanto, significa la acción de poner límites; de allí pasó asignificarel límite mismo, el deslinde, laelección o, mejor, la definición. El sustantivo, no es muy frecuente; el verbo sí y su uso parece remontarse al siglo III antes de nuestra era. Según Corominas, la primera documentación en español se remonta a 1590 como título de la obra de Hipócrates. Este uso médico del vocablo “aforismo” lo confirman tanto don Sebastián de Cobarruvias. al menos antes de 161 1. en su T e so ro d e la le n g u a c a s te l la n a o e s p a ñ o la (Madrid/ M éxico. Ediciones Turner, 1979. edición facsimilar. p. 46) como Lope de Vega hacia 1630 en su comedia E l A m o r e n a m o r a d o . Cobarruvias dice al respecto: “es nombre griego, pero usado en nuestra lengua castellana de los médicos. Galeno dize ser un cierto género de doctrina y método que, con breves y suscintas palabras, circunscrive y ciñe todas las propiedades de la co sa ... los aforismos de Ptolomeo; los aforismos de Hipócrates”.

25. El D ic c io n a r io de la RAE. op. c it.. define el aforismo como una “sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte”.

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Taxonomía paremiológica

Ejemplo del actual empleo del término “aforismo” es, por ejemplo, el libro de W erner Hoffmann, KqfkasAphorismen2b publicado en español por el Fondo de Cultura Económica26 27 bajo el título de Los aforismos de Kafka. Por este texto, se puede ver que, pese a las declaraciones de los teóricos del texto al respecto,28el tipo textual al que en la actualidad se llama aforismo no está aún muy definido: en el caso de la obra de Hoffmann los tales aforismos van desde textos, relativamente breves del tipo “en la lucha entre ti y el mundo ponte de parte del mundo”, hasta largos párrafos.

Se suele llamar apotegma a la frase breve sentenciosa formulada por algún personaje célebre. De hecho, como muy bien explica Elio Antonio de Nebrija en su Vocabulario español-latino,29 una de las acepciones de la palabra “dicho”, precisamente la que denota un tipo textual paremiológico, remite al vocablo griego apophthema a través del latín. Por su parte, el Diccionario de la RAE30 define el apotegma como un “dicho breve y sentencioso; dicho feliz. Llámase así generalmente al que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito algún hombre ilustre o por cualquierotro concepto. Los apotegmas, pues, vienen siendo las llamadas “frases célebres” de las cuales ya hemos hablado. Por ejemplo: “el hombre es sólo un dios en ruinas” (Emerson); “el mejor gobierno es el que se nota menos” (Alfred de Vigny); “sólo sé que no sé nada” (Sócrates); “el talento se nutre mejor en la soledad” (Goethe); “el amor se alimenta de ilusiones” (Pitágoras).

Más difícil de precisar es el origen de la máxima a la que se suele entender como una frase breve, obvia e incontestable, de índole moral. De acuerdo con las definiciones en boga que se suelen dar de la máxima coincide, en varios aspectos, no sólo con el aforismo, sino con los otros tipos paremiológicos. Del uso ambiguo del término “máxima”, puede servir de ejemploelcélebrelibrodeNicolás-SébastienRoch,conocidocomoChamfort, Pensées, máximes et anecdotes.3I Como ejemplo de máxima se suele citar “amor con amor se paga” . La opinión que sobre esto se recaba del Diccio­nario de la RAE muestra la ambigüedad del vocablo cuando da de él tres acepciones en lo relacionado con nuestra materia:

26. Bern, A. Francke Verlag, 1975.27. Primera reimpresión de la primera edición, México, 1985.28. Véase arriba el D ic c io n a r io d e r e tó r ic a y p o é t ic a de Helena Beristáin.29. C itoporlaediciónde 1495, edición Facsimilar de la Real Academia Española, Madrid, 1989.30. Op. cit.31. Yo sólo he conocido latraducción al español publicada por editorial Aguilar (Madrid, 1989) bajo el título

de M áxim as, p e n sa m ie n to s , c a ra c te re s y a n é c d o ta s , epilogado por Albert Camus.

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Regla, principio o proposición generalmente admitida por los que profesan una facultad o ciencia. 2. Sentencia, apotegma o doctrina buena para dirigir las acciones morales. 3. Idea, norma o designio a que se ajusta la manera de obrar.12

Otra de las maneras como se llama a los refranes es el nombre de sentencias que remite a la cultura latina de la misma manera que aforismo proviene de la cultura griega. Las sentencias son frases breves, obvias e incontestables de índole práctica como: “todo corazón tiene su propia pena” (sentencia francesa); “mano fría, corazón caliente” (sentencia alemana); “un rostro alegre indica un buen corazón” (sentencia inglesa). La segunda acepción que da el Diccionario de la RAE, del vocablo “sentencia”, es: “dicho grave y suscinto que encierra doctrina o moralidad” .32 33 34

La sentencia es un tipo textual con una trayectoria bien definida dentro de la textualidad latina. Para caracterizarla como tal, quizás baste recordar las Pauli Sententiae^ que, como se sabe, aplica el término sententiae no a máximas de cualquier índole sino a un género literario jurídico que habiendo florecido hacia el año 230 a. de C. alcanza su máximo florecimiento hacia mitad del siglo VI de nuestra era. El término latino sententia tiene, desde Cicerón, la acepción jurídica de dictamen, decreto, resolución, orden y, desde luego, sentencia judicial. La sententia, por tanto, pertenece por su estilo lapidario a la misma familia de las máximas; por su solidez, estabilidad y valor, en cambio, la sententia emerge de la ley: \&sententia c\\\z, como la ley, se acata sin objeción. La sententia acaba toda discusión. Cuando la cultura romana empieza a declinar, empiezan a aparecer colecciones de sentencias. Así, precisamente, surge el libro Pauli Sententiae en la época llamada postclásica que va, según las cronologías más frecuentes, del 230 a 530 de nuestra era. De ese ámbito provienen textos como “el que calla otorga”, hoy en nuestro acervo.

A partir de nuestro corpus, vemos la necesidad de fijar la designación del término decir que cuenta, por lo demás, con antecedentes dentro de la tradición paremiológica mexicana. Llamaremos así, en primer lugar, a las

32. Op. cit., ad loe.33. Como el lector ya se habrá dado cuenta, usamos el vocablo “sentencia” en dos acepciones principales:

en primer lugar, como tipo textual y. en segundo, como una función discursiva susceptible de ser desempeñada por textos como los de nuestro corpus. Ya hemos hablado, de manera abundante, de esta función discursivacuando hablábamos del gnomema.

34. Para esta obra, nos hemos basado en Julio Paulo, Sentencias a su hijo. Libro I. Interpretation Introducción, traducción y notas de Martha Patricia Irigoyen Troconis, México, UNAM, 1987.

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Taxonomía paremiológica

expresiones paremiológicas introducidas o terminadas por una fórmula del tipo de “como dijo N.” . Por ejemplo, “como dijo el padre Anselmo, en su ya famosa carta, la mujer que ha de ser de uno sólita viene y se ensarta” ; “ más seguro, más marrao, dijo el indio” ; “a la antigüita, como dijo la viejita” . Esta fórmula, hay que advertirlo, a veces se encuentra implícita.

En fin, 1 lamamos expresicm parem iológica a los refranes ya construidos en torno a un verbo en forma no personal, ya introducidos por expresiones del tipo de “estar como”, “ser como” o, simplemente, “como”, etc. Por ejemplo: “estar como platos de fonda: boca abajo y bien fregados” ; “estar como el pan de Acámbaro, con la ganancia por dentro”; “ser como el gallo del polvorín” ; “comprar potrillo en panza de yegua”; “buscar la sota y venir el as”; caer la rata en el costal de las aleznas” ; “correr de caballos y parar de burros” ; “dando y dando, pajarito volando” . Se trata, por tanto, de frases proverbiales que por ser gramaticalmente incompletas carecen de autonomía sintáctica y tienen necesidad de depender del contexto textual para que tengan un sentido pleno.

No son pocos los refraneros mexicanos que incluyen dentro de las subformas paremiológicas a los modismos, idiotismos y frases hechas que, sin embargo, deben, estrictamente hablando, excluirse de los acervos de refranes. Se suele entender por modismo, la locución muy gráfica, endurecida por el uso y normalmente de índole adverbial como: “sin ton ni son”, “a manos llenas” , “de armas tomar”, “de mírame y no me toques” . En cambio, como idiotism o suele entenderse ya una “construcción sintáctica propia de una lengua determinada y sin correspondencia exacta en otras”35 ya “una forma o giro propios de una lengua, pero anómalos dentro de su sistema gramatical” .36 37 Se trata, pues, no sólo de una expresión peculiar de una lengua, sino de una manera de hablar gramaticalmente incorrecta o como dice la Gramática de la R eal A cadem ia E spañola7*1 “donde aparecen rotas y menos preciadas las más obvias leyes de la concordancia y construcción y como desfigurado el concepto” y, por tanto, no tendrían, estrictamente hablando, sentido si nos atuviéramos a su forma. Por ejemplo: “no dar pie con bola”,

35. Enrique Fontanillo Merino (director), Diccionario de lingüística, México, Rei, 1991. Este dicciona­rio, como lo hacen otros de la tradición lexicográfica italiana, identifica idiotismo con idiomatismo de donde, en efecto, derivael término.

36. Fernando Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, quinta reimpresión de la tercera edición, Madrid, Gredos. 1981.

37. Citada por F. Lázaro Carreter, op. cit.. p. 229.

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El hablar lapidario

“a pie juntillas”, “a ojos vistas”, “a más ver”, etc. En cambio una frase hecha es una expresión prefabricada que se inserta en el texto de manera invariable, como: “estar con el agua al cuello” .38

Al contrario de lo que pasa en otros sistemas textuales como el francés,39 esta nomenclatura de la paremiología hispánica, como puede verse, apenas puede servir como punto de partida para una clasificación del actual corpus del refranero mexicano no sólo por lo vago de cada una de las descripciones que intentan identificar cada supuesto subtipo al grado de llegar fácilmente a la conclusión de que estamos ante distintos nombres de un mismo tipo textual, sino porque, como hemos señalado reiteradamente, todos ellos son asumidos como “refranes” tanto por el habla popular como por las fuentes escritas del refranero mexicano.

Lo dicho anteriormente vale para nuestro corpus en el que, como sucede en general en las paremiologías hispánicas, reina una indefinición tal que aún en los casos en los que se pretenda hacer alguna distinción de carácter tipológico apenas tiene alguna validez para los análisis que aquí nos propone­mos. Por lo demás, si los nombres remiten en todo caso a las fuentes que alimentaron nuestro acervo, no es posible saber, en cada texto individualmen­te tomado y para todos los casos, si en su origen fue una máxima, un aforismo o un apotegma. Por ejemplo, muchos de nuestros actuales refranes fueron en sus orígenes “frases célebres” o apotegmas; empero, las frases célebres incluidas en nuestro acervo no son ya apotegmas sino refranes. De nada, por tanto, serviría identificar los antecedentes textuales de cada uno de los textos que componen nuestro acervo. A más de ser imposible en algunos casos, no tendría ninguna importancia para la exploración que aquí hacemos en torno al discurso lapidario. Hemos de explorar, por tanto, otras posibilidades taxonómicas.

38. Véase Luis Alonso Schókel / Eduardo Zurro, op. c it., pp.214y ss.39. Para esto es útil consultar, por ejemplo, el D ic tio n n a ir e d e p r o v e r b e s e t d ic to n s , selección y

presentación de Florence Montreynaud, Agnés Pierron y Frangois Suzzoni, Paris, Dictionnaires Robert, Les usuels du Robert, 1989.

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LAS ESTRUCTURAS DEL REFRANERO MEXICANOVI

La c l a s if ic a c ió n e s t r u c t u r a l

Ya hemos visto en el capítulo anterior que no todos entienden lo mismo por la expresión “clasificación estructural” aplicada al refranero mexicano. Hemos visto, al menos dos tipos de clasificación de refranes que recorren el mundo con el marbete de “clasificación estructural” . A saber: la de Luis Alonso Schókel1 y la del investigador ruso G. L. Perm iakov.2 Hemos dicho también que, sin importar el nombre que se le dé, supuesto nuestro propósito de investigar lo más que se pueda sobre el discurso lapidario a partir de nuestro corpus de refranes, hemos de interesarnos en la taxonomía paremiológica sólo en la medida en que dé información sobre la naturaleza, configuración semiótica, retórica, estilística, semántica, sintáctica y lógica del tipo textual que aquí llamamos refrán. Sin embargo, cada uno de esos tópicos pueden constituirse en verdaderos puntos de partida de otras tantas posibles clasifi­caciones. La clasificación, dentro de esta investigación, como hemos dicho, tiene un doble objetivo: hacer manejable un corpus relativamente extenso, por una parte, y poner de manifiesto las propiedades del discurso lapidario. Para lo primero, basta una clasificación de tipo estructural como la que en este capítulo ensayamos, apuntalada por otras clasificaciones que directamente atañen a nuestro propósito como son la clasificación formal, la clasificación según las funciones discursivas de los refranes, principalmente. Para lo segundo, hemos creído más fructífero explorar nuestro corpus con metodo­logías y perspectivas como las configuraciones semiótica, retórica, estilística, semántica y lógica del refrán que llevaremos a cabo más adelante.

1- “Proverbios hebreos y refranero castellano”, en Luis Alonso Schókel/EduardoZurro, La traducción bíblica: lingüística y estilística, Madrid, Ed. Cristiandad, 1977, pp. 90-125; igualmente, “Forma de los proverbios. Estudio comparativo”, en L. Alonso Schókel / J. Vilchez, Proverbios, Madrid, Ed. Cristiandad, 1984, pp. 117-150.

2. Véase su ya citada introducción a Choix de proverbes et dictons despeuples d ’Orient, op. cit.

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El hablar lapidario

Una estructura, en el caso de un refrán, sería la manera como están dispuestos sintácticamente los elementos que lo componen. Sin embargo, como ya se ha dicho, no se toma aquí el concepto de estructura como sinónimo de forma: por tanto, cuando hablamos de la estructura de un refrán nos referimos sólo a la manera como en ese refrán está organizada la primera parte o protasis del refrán. Si es una estructura de pronombre relativo, si es una estructura comparativa, si es una estructura afirmativa o si es negativa, si consiste en la indicación de alguna circunstancia o alguna condición. Habla­mos, por tanto, sólo de la estructura sintáctica que conforma a la primera parte del refrán que, generalmente, o es una protasis o hace sus veces, dado que, por lo general, el refrán constatativo consiste en un sistema dístico cuya segunda parte es una declaración absoluta.

Vistas las señaladas dificultades que ofrece la actual nomenclatura de los refranes para ser empleada con fines taxonómicos, a fin de explorar las cualidades textuales del discurso lapidario, ensayamos esta clasificación que podríamos llamar “material” de nuestro corpus de refranes que, como hemos dicho, representan la forma lapidaria por excelencia: se trata de una clasificación basada en las estructuras sintácticas superficiales de los refranes del corpus, en sentido dicho.3 De todas las posibles clasificaciones del refranero mexicano en orden a detectar características textuales para docu­m entar el discurso lapidario, ésta es, sin duda, una de las más inmediatas. El análisis de estructuras superficiales, en efecto, nos puede mostrar tanto las más estables y cercanas a moldes translingüísticos, como las más inestables y locales. Ya hemos mencionado algunas de esas estructuras, entre las más sobresalientes del refranero mexicano. No repetiremos, por tanto, lo ya dicho.

Sin embargo, es bueno que señalemos que las etiquetas que aquí emplearemos, sólo se refieren a alguna característica, normalmente de índole gramatical, relativa, las más de las veces, al primer miembro del refrán: en pocas palabras, estrictamente hablando, no llevaremos a cabo un análisis completo de las estructuras superficiales de todos los textos del corpus. Hacerlo nos llevaría muy lejos de nuestro propósito de dar con las caracterís­ticas textuales del discurso lapidario. El camino por el que optamos es intermedio. Consiste en dar, en primer lugar, con una serie de rasgos estructurales elementales que nos perm itan hacer una primera agrupación de

3. Sobre este tipo de clasificación véase tanto nuestro libro Por el refranero mexicano, op. cit., como losdos importantes ensayos de Luis Alonso Schókel, ya citados.

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los textos del corpus. Esta primera caracterización no es, en sentido estricto, una clasificación por estructuras sino unaclasificación a partir sólo de algunos rasgos estructurales. Como se verá más adelante, sin embargo, esta somera agrupación de los refranes del corpus nos permitirá ver algunas de las propiedades tanto formales como discursivas de algunas estructuras. Por ejemplo, será fácil ver, a partir de esta elemental agrupación, que hay estructuras en que abundan más los refranes de tipo gnomemático que los de tipo, por ejemplo, ornamental; que los de tipo gnomemático coinciden, por lo general, con los moldes paremiológicos más tradicionales mientras que hay una serie de esquemas que carecen de rasgos lapidarios y que, de hecho, hacen que el discurso estalle: al lado de los primeros, son como textos en “prosa” .

Esta primera aproximación taxonómica, aunque hecha sólo a manera de exploración, nos da motivos de orden textual para ir seleccionando, de entre los textos de nuestro corpus, sólo los textos gnomemáticos. La manera como exploramos el carácter gnomemático de un refrán es por vía de la substitución: consiste en trasladarlo a un contexto discursivo más amplio, sea diálogo o discurso oratorio, y ver su comportamiento discursivo; por ejemplo, haciendo uso ya de nuestra competencia de hablante nativo, ya del rango situacional del refrán desprendido tanto de los refraneros tradicionales como de las obras de paremiología literaria a que hemos hecho referencia arriba, ver si el refrán en cuestión es capaz de desempeñar allí el papel de gnomema a que nos hemos referido más arriba. Mediante ese simple mecanismo, no es difícil darse cuenta de que el refrán “hay veces que un ocotito provoca una quemazón” es susceptible de funciones gnomemáticas, al contrario de lo que pasa con el refrán exclamativo “ ¡ay, Chihuahua, cuánto apache, cuánto indio sin huarache!” : las funciones que ambos refranes desempeñan dentro del discur­so son totalmente diferentes.

Combinando los resultados de esta somera agrupación con los de la clasificación formal, de que nos ocuparemos en el capítulo siguiente, podre­mos sacar de nuestro acervo un selecto corpus de textos que nos permitan hacer análisis más cuidadosos, completos y variados. En este corpus, en efecto, los diferentes análisis serán realizados con más detalle, desde los elementos que componen las diferentes estructuras y las variantes que ofrecen, a fin de dar con esquemas estructurales análogos provenientes de estructuras profundas diferentes, hasta anál isis desde perspectivas esti Esticas, retóricas, lógicas, semánticas o semióticas.

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Con esas limitaciones y objetivos, nos proponemos, por tanto, en este capítulo, llevar a cabo una clasificación de todos los textos que componen nuestro corpus. Queremos hacer la aclaración, desde ahora, que el corpus que aquí presentamos es susceptible de ser ampliado. Disponemos, en efecto, de una buena cantidad de otros documentos y fuentes a partir de los cuales es posible aumentar considerablemente el número de los textos del acervo; sin embargo, dado que la lógica de la investigación que aquí realizamos depende de la tipología de los textos mucho más que de su cantidad, creemos que el refranero mexicano está muy bien representado, desde este punto de vista, en el corpus que aquí ofrecemos. Por lo demás, como veremos más adelante, sólo estudiaremos las estructuras más estables determinadas tanto en este capítulo como en el siguiente: refranes de estructura tradicional que desem­peñan en el discurso una función gnomemática.

LOS REFRANES “ HAY ...”

Pertenecen a este grupo refranes que empiezan directamente con el imperso­nal “hay”. De estos refranes “hay” se dan en nuestro acervo al menos seis modelos distintos reducibles a la estructura “hay + N ” entre los que incluimos el grupo conformado por los refranes “hay + quien” . 4 Un séptimo modelo de refranes “hay” es el de los refranes performativos “hay + que”, muy raros y poco representados tanto en nuestro corpus como en los refraneros hispánicos a no ser en la forma negativa “no hay que” . Todos estos refranes pueden ser considerados como variantes de la estructura “hay + SN...” y se diferencian entre sí por las modalidades de adjetivación que califican al nombre del núcleo: modificador preposicional (“con fortuna”, “en la costa”), oración de relativo (“que ni jum ean”), modificador descrip­tivo con “de + infinitivo” (“de acometer”, “de gastar un peso”, “de gastar un real” , “juntar varitas”), modificación con “que” en función circunstan­cial 5 (“veces que”), un adjetivo o modificador directo “muchos” y, final­mente, sin modificación como el caso de los refranes “hay quien” o “hay

4. Como muy bien señala Emilio Alarcos Llorach en su Gramática de la lengua española (Madrid, Real Academia EspañolaColección Nebrijay Bello, Edit. Espasa-Calpe, 1994, p. 99), “quien funcionasólo como sustantivo tenga o no tenga antecedente”.

5. Emilio Alarcos Llorach (Op. cit., pp. 105 y s.), al hablar de las funciones del relativo “que” dice que “cuando el antecedente hace una referencia al tiempo (o más raramente al modo), el que en función circunstancial vaprecedido de la oportuna preposición” que, sin embargo, “con frecuenciase omite”.

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L as es tructuras del refranero mexicano

quienes” . Como ejemplos de los refranes pertenecientes a esta estructura cito lossiguientes:6

Hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia.Hay casas que ni jum ean y por dentro están que arden.Hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua tom a7.Hay moros en la costa y gatos en la azotea.Hay tiempos de acometer y tiempos de retirar: tiempos de gastar un peso y otros de gastar un real.Hay tiempos de dar limosna y tiempos de pedir socorro.Hay tiempos de tronar cuetes y otros de juntar varitas.Hay muertos que no hacen ruido y son mayores sus penas.Hay muías que viajan solas porque el arriero es un burro.Hay veces que un ocotito provoca una quemazón.Hay veces que un ocotito culpa es de que no haya lumbre.Hay muchos quebrados que valen más que un entero.Hay unos que están por poco, y otros que por poco están.Hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer.Hay quien dé, pero no quien niegue.Hay quien mucho cacarea y no ha puesto nunca un huevo.Hay quienes nacen con estrella y hay quienes nacen estrellados.Hay quienes entran a la escuela, pero la escuela no entra en ellos.

Todas estas variedades de refranes “hay...”, por lo demás, son de índole gnomemática desde el punto de vista discursivo, y constatativa, desde el punto de vista de la forma. Una importante característica de este grupo de refranes radica en el hecho de que su estructura lógica está constituida por dísticos en relación paralelística. Se trata, pues, de textos construidos sobre algún tipo de paralelismo entre el primero y segundo miembros.8 De hecho, en los refranes del corpus pertenecientes a este grupo los dos miembros de que consta cada uno de sus textos presentan diferentes esquemas de relación entre sí. Predo­

6. Para un muestrario más extenso véase el anexo, al final de esta disertación.7. Variante: “bebe”.8. Según la poética semiótica de Greimas, el paralelismo es un tipo de isomorfismo. Véase, sobre esto,

el Diccionario de retórica, critica y terminología literaria de Angelo Márchese y Joaquín Forradellas (tercera edición, Barcelona, Ariel. 1991). Fernando Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos {Op. cit.) define el paralelismo como “una disposición del discurso de tal modo que se repitan en dos o más versos (o miembros) sucesivos, o en dos estrofas seguidas, un mismo pensamiento o dos pensamientos antitéticos”. El paralelismo es una especie de suspensión del flujo

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minan los nexos conjuntivos que, como se ve, son, a su vez, de tres tipos: los de tipo copulativo (“hay tiempos de tronar cuetes y otros de juntar varitas”), los de tipo adversativo (“hay casas que ni jum ean y por dentro están que arden”)9y los de tipo causal como por ejemplo en el refrán “hay ínulas que viajan solas porque el arriero es un burro” cuyo nexo está constituido por una conjunción causal.

Son copulativos refranes como los siguientes: “hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia”, “hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua tom a”, “hay moros en la costa y gatos en la azotea” ,10 “hay tiempos de acometer y tiempos de retirar: tiempos de gastar un peso y otros de gastar un real” , “hay tiempos de dar limosna y tiempos de pedir socorro”, “hay tiempos de tronar cuetes y otros de juntar varitas”, “hay quienes nacen con estrella y hay quienes nacen estrellados”, “hay unos que están por poco, y otros que por poco están” . En ellos, la relación entre el primero y segundo miembro es aditiva. Son, en cambio, de estructura adversativa refranes como “hay muertos que no hacen ruido y son mayores sus penas”, “hay casas que ni jum ean y por dentro están que arden” , “hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer” , “hay quien mucho cacarea y no ha puesto nunca un huevo”, “hay quien dé, pero no quien ruegue” . En el refrán “hay quienes entran a la escuela, pero la escuela no entra en ellos” ," como puede verse, el nexo entre ambos miembros es dado a través de la conjunción adversativa

sintáctico. Se da principalmente en los textos de carácter estíquico, como el refrán. Hay varias maneras de clasificar el paralelismo: por ejemplo, por el número de miembros que implica (así, será binario, temario, cuaternario); o por la relación de los contenidos (tenemos, así, el paralelismo sinonímico; el paralelismo antinómico o antitético; el paralelismo complementario; el paralelismo correlativo; el paralelismo polar o merismo; el paralelismo imagen-explicación, enunciado-explicación, acción-conse­cuencia, mandato-motivación.

9. Emilio Alarcos Llorach. op. cit.. p. 321. niega el carácter adversativo de esta estructura:el grupo oracional adversativo unifica, mediante una de las conjunciones correspondientes {pero, más. etc.. & 295). dos oraciones, que quedan así contrapuestas explícitamente, porque los contenidos de dos oraciones pueden de por sí ser opuestos sin necesidad de que lo indique un conector adversativo. Por ejemplo, en el grupo copulativo Estudiaba y no aprobaba, hay sin duda oposición entre las dos oraciones que lo integran, pero de ningún modo puede denominarse grupo adversativo; lo sería Estudiaba pero no aprobaba, donde aparece la marca explícitapero.

10. Cabe notar que los sintagmas modificadores “en la costa”, “en la azotea” por ser concretos, gracias a sendos artículos determinados “la”, quitan al texto el halo universal izante que se desprende de un modificador también preposicional pero indefinido del tipo “con fortuna”, “con desgracia”. De esta manera, laexpresión pierde su carácter paremiológico en lamedidaen que carece de sentencialidad pese a estar estructurada de manera análoga a otros textos que sí son refranes como “hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia”.

11. Sólo ofreceremos algunos pocos ejemplos de entre los más representativos; para un muestrario más extenso del corpus véase el anexo, al final de la disertación.

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“pero” que establece una relación de oposición entre el primer miembro y el segundo: en este caso hay un paralelismo quiástico hermosamente construi­do.12 M ediante el simple mecanismo de la conjunción, todos estos refranes desarrollan un binarismo paralelístico: antitético, en los refranes de nexo adversativo; de repetición, en los refranes copulativos; consecutivo en los de nexo causal.

Los tipos de paralel ismo que este grupo de refranes exhibe son, de hecho, diversos. Abundan los paralelismos antinómicos y las formas de merismo. Hay, además, paralelismos de tipo imagen-explicación, efecto-causa, corre­lativos y aún quiásticos. En efecto, el refrán “hay quienes entran a la escuela, pero la escuela no entra en el los” consta de un j uego de palabras estructurado quiásticamente. Desde luego, no es el propósito nuestro ocuparnos aquí en detal les de las diferentes estructuras existentes en los refranes sino clasificarlo sólo a partir de sus estructuras sintácticas. Evidentemente, como puede verse en el pequeño corpus de refranes “hay” arriba propuesto, es posible encontrar otro tipo de estructuras paralelísticas además de las que emplean conj unciones como conectivos.

Desde el mero punto de vista estructural, dos son las agrupaciones fundamentales o subtipos de los refranes “hay...” . En primer lugar, están los

12. Un quiasmo es, de hecho, un tipo de paralelismo al que, en concreto, se le dael nombre de paralelismossimétricos o quiásticos. El nombre de quiasmo remite a la letra X del alfabeto griego y da la idea de cruzamiento de palabras. Consiste, en efecto, como bien se sabe, en la disposición cruzada de palabras o grupos de palabras, con lo que queda se establece un nuevo tipo de simetría paralelística. No hay un acuerdo absoluto entre los críticos sobre la estructura a la que deba darse el nombre de quiasmo. El Dictionary of World Literature (editado por T. J. Shipley, y citado por Luis Alonso Sckókel en sus Estudios de poética hebrea, Juan Flors, Barcelona, 1963, pp. 311-312.) entiende por quiasmo: "A balanced passage whereof the second part reverses the order of the first; esp. an instance in which forms of the same word are used".Un quiasmo, por tanto, se suele representar así: a-b-c-c'-b'-a'. Puede darse en caso que el elemento central no sea doble como en el esquema anterior, sino simple: a-b-c-d-c’-b’-a'. En donde, por tanto, no hay cruzamiento entre todos los elementos y, en consecuencia, no hay quiasmo. Unaestructuraasí, tendría un elemento central y unaserie de elementos distribuidos en forma simétrica alejándose de él. La simetría concéntrica o estructura concéntrica (a-b-c-d-c’-b’-a’), sin embargo, es un tipo de paralelismo y se encuentra ampliamente documentada en la literatura bíblica. También lo están, tanto la “simetría paralela” (A-B-A’-B ’) como otra forma de la simetría concéntrica (A-A’-B ’-B) y, ciertamente, una simetríacruzada(A-B’-A ,-B) que, sin embargo, no todos aceptan como quiasmo: concéntricadesde un punto de vista y paralela desde otro. Este último caso es, como se ve, un refinamiento literario.A veces, toda la estructura de un pasaje y hasta de una composición suele observar este tipo de disposición. Entonces estamos frente a una “disposición quiástica” y no propiamente frente a un “quiasmo” dado que la terminología corriente reserva esta palabra para frases o expresiones pequeñas y de pocos elementos. Sin entrar, pues, adetallar cadauna de las posiciones existentes hasta la fecha, diremos que en este tipo de recursos reposa la poesía y, en general, la literatura de tipo tradicional como lagnómicay,entre las insignes, labíblica. N oestam pocoel lugar de documentarlo. Pondremos, en su momento, un par de ejemplos.

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refranes “hay + N + MI + y (hay) + N + MI” a que se atienen fundam ental­mente textos como: “hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia” , “hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua tom a” . Como se ve, están com puestos, sintácticam ente, por dos oraciones unidas paratácticamente mediante la conjunción “y” que comparten, al menos implícitamente, el verbo “hay” : “hay... y hay” . En el primero de ellos, ambas oraciones descansan sobre la única forma verbal “hay” implícita en el segundo miembro; por lo demás, existe una especie de paralelismo antitético entre ambas oraciones: “picaros con fortuna”, en efecto, se contrapone a “hombres de bien con desgracia” . Esa contraposición, como se ve, es doble: “picaros” se contrapone a “hombres de bien” y “con fortuna” se contrapo­ne a “con desgracia” ; la estructura de ambos modificadores preposicionales es análoga y claramente paralelística que se atiene a la estructura “NN + con + N ” : “picaros con fortuna” y “hombres de bien con desgracia” . Claro que en el segundo caso el núcleo nominal lleva a su vez un m odificador primario de tipo indirecto: “de bien” . En cambio, en el segundo de los textos, “hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua tom a”, es el verbo “hay” el que se repite y la contraposición se da tanto entre “hay veces” y “hay otras”,

Los elementos de un texto en relación quiástica pueden ser de índole tanto sintáctica como semántica: el quiasmo suele ser de tipo especular (las dos estructuras se relacionan entre sí como un objeto con su imagen en un espejo). Puede estar constituido en base a la secuencia sujeto-predicado (S-P-P-S), o sustantivo-adjetivo (S-A-A-S), etc. En Goethe, por ejemplo, leemos: "Die Kunst ist lang, undkurzist unser Leben ” {Fausto,588s).El quiasmo puede servir para explicar una expresión o bien para cerrar una secuencia de paralelismos. Dicha estructura, empero, recibe otras denominaciones: ''introvertedparallelism ” (John Jebb Bengel) o " symmetrical structure ” (J. Forbes) (citados por Luis Alonso Schókel, op. cit., p. 312.). Empero, hay que notar que la estructura de la que hablamos está constituida por una forma de paralel ismo.Porotra parte, tanto el paralel ismo en sí como la simetría paralelística, están ampliamente documentados, además de la Biblia, en las literaturas más antiguas entre las que cabe citar las literaturas tanto del antiguo Egipto como las de los hititas en latradición literaria del Antiguo Próximo Oriente. Albert Vanhoye, en su ejemplar estudio La structure littéraire de l 'épitre auxhébreux (Paris/Bruges, Desclée de Brouwer, 1963) recurre con frecuencia al análisis de estructuras que, por lo demás, constituyen una característica de ese texto. Nos ha sido especialmente útil su “Note sur les structures symétriques" que aparece en las páginas 60-63 de esaobra). En contexto de las 1 iteraturas griega y latina, una buena cantidad de estudios ponen en evidencia la presencia de la simetría paralelística en Homero, Hesíodo, Heródoto, Platón, Virgilio y Catulo, porejemplo. En la Teogonia. es posible encontrar estructuras del tipo A-B-C-B-A”. El quiasmo es un recurso típico de Tito Livio, quien gusta de construcciones como "patrem habemus, ignoramus matrem " en donde los vocablos patrem y matrem se corresponden al igual que habemus e ignoramus. Se da, portanto, un cruzamiento: los términos extremos se corresponden entre sí como hay correspondencia entre los dos elementos centrales. Sin embargo, existe unaamplia variedad de denomi­naciones y no hay un acuerdo generalizado en torno a este tipo de estructuras literarias. En la literatura española, por ejemplo, este recurso está documentado en la obra de Fray Luis de Granada.

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como entre las expresiones “nada el pato” y “agua tom a” en que se sobreentiende el mismo sujeto, “el pato” . La estructura paralelística tiene una serie de matices estilísticos que hacen elegante el texto y que contribuyen a su lapidariedad. Sendas construcciones, en efecto, “nada el pato” y “agua toma” no sólo descansan en la contraposición que se da entre la afirmatividad de la primera y la negatividad de la segunda, sino en sus estructuras sintácticas mismas: “V + N ” , en la primera, “N + V”, en la segunda, en un claro esquemaquiástico. Desde el punto de vista lógico, el valor proposicional de estos refranes es de una particular afirmativa del tipo “algunos...” . La sentencialidad le viene a la frase por el nivel de abstracción; con ella viene la lapidariedad. La estructura, en efecto, “hay + N ” es una estructura lapidaria tanto por su índole unlversalizante como por su carácter gnomemático: se trata, en efecto, de sentencias cuyo alcance unlversalizante les viene dado por la ausencia de artículo “hay picaros...” . Como ya se sabe, el artículo determinado “delimita la denotación efectuada por el sustantivo”;13 en cambio, el llamado artículo indefinido es, de hecho, un “cuantificador impreciso” .14 De esta manera, tanto la ausencia de artículo determinado como la presencia del cuantificador “un”, “una” dejan la frase con la apertura suficiente para su funcionamiento sentencioso. Por esa razón, como ya hemos señalado, tiene escaso valor paremiológico la expresión “hay moros en la costa y gatos en la azotea” aunque se atenga, por lo demás, a una estructura análoga.

En segundo lugar, está la también lapidaria y unlversalizante, por la misma razón, estructura “hay + N + que... + apódosis” . De hecho, es una estructura equivalente a la anterior: la oración subordinada de relativo hace las mismas funciones adjetivas que el modificador indirecto en los casos anterio­res. Por otro lado, en los refranes sustentados en esta estructura, encontramos la frecuente situación que se da en el refranero con textos de una misma estructura superficial sustentados, sin embargo, en estructuras profundas diferentes. Por ejemplo, los refranes “hay muertos que no hacen ruido y son mayores sus penas” y “hay veces que un ocotito provoca una quemazón” . En el primero de ellos el “que” es la marca de una oración adjetiva; en el segundo, en cambio, es un indicador circunstancial de tiempo. Por otro lado, como en los casos anteriores, la estructura binaria de estos refranes pone a funcionar, generalmente, una especie de contraposición entre la primera y la

13. E. Alarcos Llorach, op. cit., p. 66.14. Ibid.

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segunda parte del refrán: hay una contraposición entre “ocotito” y “quema­zón”, como la hay entre “no hacen ruido” y “mayores penas” . Es decir: se da entre los dos miembros del refrán un paralel ¡sino antitético. Por lo demás, tanto en los refranes de “que” adjetivo como en los de “que” circunstancial hay muestras en las que el segundo miembro se une al primero mediante un “y” que indica contraposición. En el caso del refrán “hay veces que un ocotito provoca una quemazón”, en cambio, se trata de una afirmación sentenciosa simple. En cuanto al valor proposicional de estos refranes desde el punto de vista de la lógica, hemos de decir que se trata de proposiciones particulares afirmativas de tipo “algunos...” . La frase es sentenciosa y lapidaria. Ejemplos:

Hay muertos que no hacen ruido y son mayores sus penas.Hay muías que viajan solas porque el arriero es un burro.Hay veces que un ocotito provoca una quemazón.Hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua toma (bebe).Hay casas que ni jumean y por dentro están que arden.

También hay un claro paralel ismo antitético en los dos miembros de los refranes “hay tiempos + de + verbo... y tiempos + de + verbo ...”, como es fácil ver en la misma organización sintáctica del texto.15 El mecanismo de lapidariedad es el mismo que en los casos anteriores y se trata, como en ellos, de textos gnomemáticos cuyo sentido universal izante gira en torno al imper­sonal “hay” , una de las maneras que las lenguas romances tienen de practicar el ahorro sintáctico. Ejemplos:

Hay tiempos de acometer y tiempos de retirar; tiempos de gastar unpeso y otros de gastar un real.Hay tiempos de dar limosna y tiempos de pedir socorro.Hay tiempos de tronar cuetes y otros de juntar varitas.

Por su parte, los refranes “hay + quien (quienes) + sintagma verbal + apódosis adversativa” son, como todos los anteriores, refranes dotados de un binarismo dístico cuya apódosis. que se encuentra en el segundo miembro, muestra algún tipo de adversatividad. Los nexos, por tanto, entre ambos hemistiquios del refrán, así sea la conjunción copulativa “y” o la adversativa

15. En el primero de los ejemplos la frase consta de cuatro miembros: "hay tiempos de acometer y tiemposde retirar; tiempos de gastar un peso y otros de gastar un real". Se trata de un paralelismo de tipocuaternario.

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“pero” son de cualquier modo adversativos. La estructura “hay quien” equivale, desde el punto de vista de la lógica, a una proposición de tipo "algunos” . Estos refranes adoptan, como los anteriores, la forma de una sentencia y se distinguen por su lenguaje metafórico. Ejemplos:

Hay quien mucho cacarea y no ha puesto nunca un huevo.Hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer.Hay quien dé, pero no quien ruegue.Hay quienes nacen con estrella y hay quienes nacen estrellados.Hay quienes entran a la escuela, pero la escuela no entra en ellos.

Finalmente, tenemos los refranes “hay que + verbo ...” . Los refranes pertenecientes a este grupo son de tipo performativo. El “hay que” equivale, de hecho, a un imperativo: “aprender a perder antes de saber jugar” . El empleo, sin embargo, de la forma impersonal “hay que” le da al refrán el valor de una sentencia y domina en toda la frase. Los tres textos que de esta clase hay en nuestro acervo, responden a otras tantas estructuras diferentes. En el primero de los textos, hay una implícita contraposición paralelística entre “aprender a perder” y “aprender a jugar”, forma de la que se originó “saber jugar” que, de cualquier modo, implica un aprendizaje. En el segundo de los refranes, en cambio, el paralelismo es diferente. El texto, en efecto, fincado en una simple subordinación modal, ofrece dos imágenes complementarias “bailar” y “tocar” unidas por una tercera imagen: la imagen del “son” ; “bailar al son” es una imagen que se complementa con la de “tocar al son” . Finalmente, el tercer refrán tiene una hermosa estructura quiástica en donde los extremos “hay que hacer... dejarlo” se corresponden de manera que el refrán en cuestión equivale a: “haz lo que deja: lo que no deja, déjalo” . Se trata, como se ve, de un tipo de paralelismo de tipo sinonímico cuyo segundo miembro no sólo repite el primero sino que lo completa: desde luego, hay una contraposición entre “ lo que deja” y “ lo que no deja” . Ejemplos:

Hay que aprender a perder antes de saber jugar.Hay que bailar al son que se toca.Hay que hacer lo que deja: lo que no deja dejarlo.

Los REFRANES NEGATIVOS

La de “refranes negativos” es una etiqueta demasiado amplia que en la medida en que dice mucho, no dice nada: quod nimisprobat, nihilprobat.

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Requiere, por tanto, de ulteriores precisiones. En efecto, bajo este título incluimos todos los refranes cuya estructura tiene algún tipo de marca negativa que afecte ya al sujeto ya al verbo. Afectan negativamente al sujeto las marcas “nada”, “nadie” , “ninguno”; afectan, en cambio, al verbo, las marcas: no, nunca. La marca “ni”, en cambio, es ambivalente. Por lo demás, desde el punto de vista de la lapidariedad, las marcas negativas de sujeto dan al refrán un alcance universal; lo mismo sucede con “nunca” y la estructura “ni... ni” . En cambio, la estructura paremiológica “no + verbo” requiere de otros indicadores de apoyo a la lapidariedad como el impersonal “hay” o la estructura performativa “hay que”, de alcance universal. Visto el corpus, hay una gran variedad de estructuras en los refranes negativos. Podemos distin­guir las siguientes cuatro variedades. Un primer grupo está constituido por los refranes que empiezan por los adverbios “nada” , “nunca” , “ni” ; un segundo grupo comienza por los pronombres indefinidos negativos “nadie” y “ninguno”; un tercer grupo está constituido por los refranes “ni... ni” ; un cuarto grupo está constituido por la variada estructura “no + verbo de la que forman parte tanto la muy paremiológica “no hay + N ” como, desde luego, la performativa “no hay que” . Como el lector puede ver, abundan dentro de estas estructuras los refranes exclamativos y escasean, en cambio, los refranes gnomemáticos. De esta clasificación, sin embargo, nos ocuparemos en el capítulo siguiente.

Sin embargo, es importante dejar sentado desde aquí que el concepto de lapidariedad lleva asociada una especie de definitividad: una frase lapidaria no es una simple exclamación sino es algo que se deja asentado de una vez para siempre. Por tanto, de los refranes de este grupo sólo los refranes gnomemáticos serán considerados como paradigma de lapidariedad. Por ejemplo comparan­do los textos “nada logras con llorar delante del bien perdido” ; “nadie escarmienta en cabeza ajena” ; “nunca dejes camino por vereda” ; “ni yendo a bailar a Chalma, que son los santos de cuero”; es fácil observar que mientras los tres primeros son expresiones autónomas, lapidarias, en la medida en que asientan un principio o un consejo de manera absoluta, la primera y tercera de una manera performativa y la segunda en forma de constatación, la última es una expresión sintácticamente incompleta y dependiente en estilo exclamativo. En este ensayo sólo nos ocuparemos de las del primer tipo y de este capítulo nos interesa enfatizar las estructuras que las sustentan. De esta manera, hemos de decir que los refranes que empiezan por palabras absolutas como “nada”, "nadie” o “nunca” son susceptibles de desempeñar una función gnomemática

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dentro del discurso. Es decir, forman parte de las estructuras lapidarias. No así algunas de las expresiones paremiológicas de índole exclamativa como “ni yendo a bailar a Chalma, que son los santos de cuero” . Ejemplos:

Nada logras con llorar delante del bien perdido.Nada más les dicen mi alma y ya quieren casa aparte.Ni la pólvora arde en manos de los pendejos.Ni yo que soy la portera me estoy tanto en el zaguán.Ni yendo a bailar a Chalma, que son los santos de cuero.No por mucho madrugar amanece más temprano.No porque me vean huaraches piensen que soy huacalero.No todo lo que brilla es oro.No todos los que chiflan son arrieros.No todo el que monta a caballo es caballero.Nunca digas “de esa agua no beberé” .Nunca he sido mala reata, lo que tengo es mal torcida.Nunca falta un roto para un descosido, ni una media sucia para piepodrido.Nunca engordes puerco chico / porque se le va en crecer, / ni le hagasfavor a un rico / que no lo ha de agradecer.Nunca dejes camino por vereda.Nunca es tarde para amar.Nadie escarmienta en cabeza ajena.Nadie lleva un profeta en ancas.Nadie sabe para quien trabaja.Ninguno diga quien es que sus obras lo dirán.Ninguno diga soy padre si no lo afirma la madre.

De entre los refranes negativos, una de las estructuras paremiológicas más tradicionales y, por ende, con más rasgos de gnomematicidad, son los refranes “ni... ni...” . Esta estructura, por ejemplo, cobija refranes-sentencia o gnomemáticos no importa si la mayor parte de ellos son catalogables, por su funcionamiento pragmático, entre los refranes exclamativos. Ello nos lleva a la conclusión de que la exclamatividad es un rasgo pragmático de los refranes que no afecta su función discursiva central que es la gnomematicidad. Ejemplos:

Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.Ni pago porque me quieran, ni ruego con mi amistad.

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Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestadoNi tanto alumbrar al santo ni tanto dejarlo a oscuras.Ni prestes lo que sirve ni admitas lo que te estorbe.Ni verlas cuando jilotes, ni esperar cuando mazorcas.

Lo anterior vale también para los refranes "no + verbo...". Esta estructura es muy inestable y. desde luego, no es típicamente paremiológica. Abundan aquí los refranes exclamativos y son muy pocos los refranes tradicionales que la revisten. Por lo general, se trata de textos connativos, según la nomenclatura jakobsoniana. Desde luego, dentro de esta estructura se incluyen algunas estructuras muy paremiológicas y tradicionales dentro de la tradición hispánica. Me refiero a estructuras como: "no es...", "no se puede..." y. desde luego, la ya mencionada de los refranes "no hay..." y "no hay que...". Ejemplos:

No firmes carta que no leas, ni bebas agua que no veas.No porque traiga huaraches pienses que soy huacalero.No me han visto bien peinado y con mis otros trapitos.No pueden con los ciriales y han de poder con la cruz.No quiero que Dios me dé. sino que me ponga onde haya.16No me veas muy desde arriba, que estamos a igual altura.No me fijo en las echadas, sino en las que están poniendo.No me echen ungüento, que voy de alivio.No es el peor marido el ladrón, sino el cuentachiles.No es indio el que no se venga.No compro cebollas por no cargar rabos.No confundas las enchiladas con loschilaquiles.

Como los refranes "hay . . también los refranes “no h a y ..." se dividen en dos grandes grupos ambos de tipo gnomemático. A saber: los refranes "no hay + SN...” de tipo eonstatativo, y los refranes "no hay que..." de tipo performativo. Los del primer tipo, bajo la estructura general “no hay + SN ...”, tienen, por lo general, la forma de una sentencia y constituyen una de las estructuras paremiológicas, y por tanto lapidarías, más características. Se trata, en efecto, de alguno de los diferentes tipos de afirmación universal bajo 1

1] %).. Hay dos variantes im>aidas ambas en Veracim: "No le pidas a Diios «pe de dé, rime*q¡we le pcwnaaondehaya"": "minea pidas que te den, mejor que te ponsam donde aganresT,

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la forma de una negación. Es posible, empero, distinguir más de una estructura. En algunos casos, el refrán equivale a una proposición universal afirmativa de tipo “todos...”, “todo (a)..., etc.17 Por ejemplo: “no hay carta de pendejo sin posdata” equivale a “todas las cartas de pendejo tienen posdata” . Las estructuras “no hay... ni” equivalen, en cambio, a universales negativas. Por ejemplo, “no hay amor como el primero, ni luna como en enero” equivale a un refrán “ningún...” . En otros casos, la segunda parte del refrán funciona como una condición. He aquí las diferentes variedades en que se presenta esta estructura en el refranero mexicano: “ho hay” (absolutos); “no hay... ni” ; “no hay ... + sin” (condicional); “no hay... que” (de identidad); “no hay más... que..” ; “no hay... donde”; “no hay... + gerundio”; “no hay que...” (performativo); “no hay ... como” . Ejemplos:

No hay alquilón que no rompa el coche.No hay buena medicina sin buena cocina.No hay enemigo pequeño.N o hay burro calvo, ni calabaza con pelo.No hay amor como el primero, ni luna como en enero.No hay más cera que la que arde.No hay más amigo que Dios, ni más pariente que un peso.No hay árbol viejo que no tenga el corazón hueco.No hay camino más seguro que el que acaban de robar.No hay amor donde no hay voluntad.No hay burro flojo yendo para la manada.No hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja.No hay que fiar en tiempo de aguas.No hay azul que resista un azul.No hay guatemalteco fiel ni tabasqueño discreto, no hay dulce como la miel, ni puerco como el coleto.No hay jardines como los que hacen los pobres.

Como los refranes “hay que...” los refranes “no hay que...” son de tipo performativo. El “no hay que” equivale a una prohibición o a un consejo de negativo. Así, “no hay que comer lo que no se digiere” equivale, simplemen­

17. Se podría retomar la costumbre de la lógica formal de simbolizar las proposiciones mediante letras mayúsculas de manera que una proposición universal afirmativa del tipo “todo hombre es racional pueda ser simbolizada por la letra A, una proposición universal negativa lo sea por la letra E, una particular afirmativa por I y una particular negativa por O.

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te, “no comas lo que no digieras” ; “no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja”, “no te metas en la danza si no tienes sonaja” . El empleo, sin embargo, de la forma impersonal “no hay que” , que domina toda la frase, le da al refrán el valor y extensión de una sentencia: el texto adquiere por ella, en efecto, la generalidad de un gnomema. Esta estructura, sin duda, constituye uno de los recursos de la lapidariedad verbal. En todos los ejemplos que enseguida mencionamos, la estructura que nos ocupa tiene, de hecho, la forma “no hay que + verbo en infinitivo...” En efecto, es este verbo en infinitivo el que determina las variedades que adopta la segunda parte de esta estructura que puede tratarse ya de modificador circunstancial de modo, ya de un modificador objeto directo, ya, en fin, de modificador circunstancial de lugar. Ejemplos:

No hay que conejear sin perros.No hay que buscarle tres pies al gato.18No hay que buscarle mangas al chaleco.No hay que buscarle (hacerle) ruido al chicharrón.No hay que comer lo que no se digiere.No hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja.No hay que enseñarle el camino a quien ya lo tiene andado.No hay que prender fuego junto a la paja.

Igualmente sentenciosa y, por tanto, gnomemática es la estructura paremiológica “no hay quien...” , muy rara en el actual acervo de refranes mexicanos. El alcance generalizante del impersonal “no hay” es reforzado por el pronombre relativo “quien” que por el hecho mismo de no tener explícito el antecedente y por no aceptar artículo es apto para las expresiones sentenciosas y lapidarias. De hecho, la estructura “no hay quien” equivale a “nadie” y, por tanto, la proposición resultante es una proposición universal negativa: “nadie se muere por otro” . El único texto de esta índole en nuestro acervo es “no hay quien por otro se muera” .

LOS REFRANES “N + SINTAGMA ADJETIVO”

Es una de las estructuras más tradicionales en la paremiología hispánica. Heredera de las construcciones latinas de ablativo absoluto del tipo de Roma

18. Una variante agrega: “sabiendo que tiene cuatro”.

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locuta, causa finita es uno de los recursos más elegantes de la lapidariedad en la medida en que condensa al máximo la frase al mismo tiempo que le da un alcance universal por la ausencia de artículo que se extiende a los dos miembros del dístico en una hermosa construcción paralelística. Por lo demás, el hecho de que el verbo no esté en forma personal da a la expresión un rango de atemporalidad: la lapidariedad verbal, en efecto, nace siempre lejos de la circunstancia concreta y del hecho aislado. En español, la estructura senten­ciosa latina de ablativo absoluto presenta una serie de variantes, como puede verse en el cuerpo de textos contenidos en nuestro acervo. En concreto, el alcance del refrán descansa sobre el nombre inicial (N): en nuestro ejemplo latino, Roma. El adjetivo (ADJ) que lo acompaña (locuta), con frecuencia permanece intacto aunque es posible que la adjetivación se dé mediante otros recursos como: oración adjetiva de “que” relativo (“mujer que puede su cuerpo vende”); modificador indirecto de tipo preposicional mediante las preposiciones “de” o “con” (“mujer con bozo, beso sabroso” ; “aprendiz de todo y oficial de nada”). Pero más frecuente, dentro de las variantes que de esta estructura presenta nuestro acervo, es que el segundo miembro se descomponga. Sus variantes más frecuentes son: una estructura completa de predicado con verbo + modificador verbal (“hombre prevenido vale por dos”); un adjetivo ya solo, ya modificado (“mujer hombruna, ninguna”; “mujeres juntas, sólo difuntas”). La estructura completa de predicativo es poco lapidaria: prefiere el simple modificador predicativo. Como es obvio, a esta estructura se reduce el gran caudal de refranes “que” y su variante “quien”, la estructura paremiológica por excelencia.

Una de las formas paremiológicas más comunes en todas las lenguas la constituye, ciertamente, los refranes que suelen ser introducidos por una expresión de relativo: art. + que, pre. + art. + que, art. + N + que, N + que, quien, etc. Semánticamente este tipo de refranes expresan cierto grado de condicionalidad. En efecto, el primer miembro de los refranes de relativo expresa, a su modo, la circunstancia de aplicación del refrán: su caso particular. Este primer miembro hace, pues, las veces de protasis: es, como se ve, un mecanismo semiótico de tipo automático: si la condición de la protasis se cumple, la apódosis lleva aparejada una sentencia.

Es como si todos estos refranes constituyeran un sistema de marcas sociales, un sistema de señales que orientan el comportamiento social en las relaciones de unos con otros. Dejamos en grupo aparte tipos especiales de identidad social señalados por el refranero, como la identidad étnica, las ideologías que circulan sobre la mujer, sobre algunos oficios, sobre la

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amistad, el matrimonio, el amor y aún algunos tipos de discriminación más frecuentes. Por lo general, se trata de conglomerados sociales con una fragilísima cohesión grupal y una muy discutible especie de solidaridad en donde los miembros apenas reconocen su pertenencia al grupo y, desde luego, no tienen conciencia colectiva de una experiencia común. El lo, sin embargo, poco importa para nuestro objetivo: ese conjunto de señales que propone el refranero mexicano constituyen un verdadero sistema semiótico que tiene como función principal la identidad social.

Hay suficientes marcas para identificar al auténticamente hombre, al ladrón, al charro, al borracho, al enemigo, al mal rico, al tragón, al avaro, al interesado, al mal orador, al mal músico, a la mala partera y, desde luego, entre muchas otras especies de individuos que constituyen una muy variada sociedad, al pendejo: hay en este grupo de refranes una verdadera semiótica de la pendejez. Un par de grupos sociales que siempre funcionan en este acervo son los pobres y los ricos: el refranero es más de los primeros que de los segundos; quizás por ello se percibe en él un profundo encono de los pobres hacia los ricos; el noble orgullo de ser pobre le hace ridiculizar y censurar a los pobres que se disfrazan de ricos.

Los abundantes refranes que abarca esta estructura reflejan un dinámico sistema semiótico que pone de manifiesto las aspiraciones, los defectos, las cualidades, la índole social, la educación, la escala de valores, las fobias y, desde luego, las filias de los miembros de una sociedad que como la mexicana es variada en cuanto a todo ello. Se trata de un sistema semiótico de tipo no verbal, muy simple, y conformado con elementos extraídos de la conducta social. Su sintaxis es también elemental del tipo de “si alguien se viste así, come tal cosa o hace esto, significa que es tal cosa” . La sintaxis de ese pequeño mecanismo es de tipo binario: consta de una protasis que contiene el significante y una apódosis portadora del significado. La relación entre significante y significado, el signo propiamente dicho, está constituido por el refrán. Protasis y apódosis, por lo demás, tienen una estructura lógica implícita en la que la protasis muestra rasgos de prem isa mayor y la apódosis de conclusión. Desde luego, este rudimentario sistema semiótico que funcio­na en el refranero mexicano muestra un vivo interés por la identidad social.

Esta estructura semiótica es, entonces, la de un signo que se enclava dentro de un sistema de sentencias absolutas, implacables: una especie de ley universal que encuentra en la protasis la circunstancia de su inexorable cumplimiento. Cada protasis viene siendo, como diría Hjelmslev en sus

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Prolegómenos para una teoría del lenguaje, un “proceso” que tiene como aval un “sistema” subyacente al que remite directamente la apódosis. El carácter binario de este tipo de refranes es más evidente que en otras estructuras. Sin embargo, bien visto, esta estructuraes, de hecho, cuaternaria ya señalada, por George B. Milner en su ya conocido texto “De l ’armature des locutions proverbiales. Essai de taxonomic sémantique” .19 En efecto, la primera parte del hemistiquio, la protasis que, como se ha dicho, indica la circunstancia de api icación, es el resultado de la conjunción de dos elementos como lo es la segunda parte, la protasis portadora de la sentencia o sanción como puede verse en este refrán paradigmático:

árbol (1) que crece torcido (2)/jamás (3) su tronco endereza (4).

Como hemos señalado, la estructura paremiológica de “que” se carac­teriza sintácticamente porque refleja las viejas sentencias latinas con qui, quae, quod, en cualquiera de sus flexiones: qui nescit lacere nescit loqui; qui nimisprobat, nihilprobaV, quiquerit, invenif, quiscribit bis legit. El derecho, por ejemplo, se alimentó de sentencias de esa índole: quod legislator voluit, dixit, quodnoluit, tacuil; qui hire suo utitur, nemini facit injuriam.Estrictamente hablando, empero, la estructura morfológica “artículo + que” esconde, estructuras paremiológicas distintas. Por un lado, están las frases absolutas de tipo declarativo o, si se quiere, constatativo; el verbo va, por tanto, en indicativo: “el que nunca pastor siempre borrego”, “el que padece de amor hasta con las piedras habla”, etc. Por otro, están los refranes que bajo la mis­ma estructura expresan más bien un sentido didáctico y, a veces, parenético. Ejemplos:

El que quiera ser buen charro, poco plato y menos jarro.El que tenga cola de zacate que no se arrime a la lumbre.El que no quiera empolvarse que no se meta en la era.El que tenga sus gallinas que las cuide del coyote.

La estructura del primer miembro está constituida, normalmente, por la frase pronominal “el que” seguida de subjuntivo en la protasis y de una apódosis conminativa introducida por “que + subjuntivo” . Esto evidencia la insuficiencia de una clasificación meramente estructural como la que aquí

19. En L ’homme, t. 9, 1969, pp. 49-70.

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ensayamos. Es que, como muy bien lo ha demostrado la gramática generativo- transformacional chomskiana, con frecuencia estructuras superficiales análo­gas o incluso idénticas pueden provenir de estructuras profundas diferentes. Y evidencia, además, una característica de todo refranero: la manera como el refranero actualiza la lengua y la tiene vigente, es mediante la adopción de la estructura aparente, los moldes paremiológicos tradicionales dentro de un sistema textual dado, y la transforma dándole la forma ya de una conm inación, ya de una parénesis, ya de una exclamación. En el refranero de Correas prevalecen las apódosis declarativas.

Empero, si asumimos el refranero de Correas como paradigma de la parem iología peninsular, parece deducirse de él que la estructura paremio­lógica que nos ocupa proviene de los refranes introducidos por “quien” . La razón es evidente. En el habla popular “quien” equivale, simplemente, a “el que”, “ la que” . Ambas formulaciones, por lo demás, derivan — como veíamos arriba— del pronombre latino quis o qui. En relación a la historia de “quien” don Vicente García de Diego en su Gramática histórica española20 dice: “Este procede del acusativo quem del interrogativo nomina­tivo qui. Por su intensidad expresiva quem no perdió la m como las demás voces y dio fonéticamente “quien” en castellano y quen en gall, quem en port”.

Como se sabe, el artículo castellano proviene del uso exagerado de pronombres demostrativos. El castellano, en efecto, asumió como artículo determinante el latín elle como sujeto e illu para los demás casos.21 De la combinación deicnitivo-relativa resultó la expresión pronominal compuesta el que. Por lo demás, como se sabe, el uso deicnitivo exagerado es caracte­rístico del latín vulgar.22 En resumidas cuentas, pues, “quien” es más antiguo que la expresión “el que” . Correas trae cerca de quinientos refranes introdu­cidos por “quien” . De hecho, “quien” sigue teniendo un sabor cultista mientras que parece más popular el uso de “el que” . En todo caso, la parem iología española aún parece preferir la forma pronominal “quien” en tanto que la mexicana prefiere “el que” . El refranero español dice: “quien madruga Dios le ayuda”23; “quien mucho abarca poco aprieta” .24 El refra­nero mexicano prefiere “el que” : “al que madruga Dios le ayuda”; “el que mucho abarca poco aprieta” . 25

20. Madrid, Gredos, 1970, pp. 102 y ss.21. García de Diego, op. c it., p. 211.22. C fr. Veikko Vaánanen, In tro d u c c ió n a l la tín v u lg a r , Gredos, Madrid, 1971.23. Correas, op. c it.24. Miguel Tirado Zarco, R efra n es , Pedro Muñoz/Ciudad Real, 1987, p. 161.25. Para la lista de los refranes “que” del c o rp u s véase el anexo al final.

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L as estructuras del refranero mexicano

Nombre + adjetivo

Se podría considerar a esta estructura como la configuración tradicional del refrán en castellano. Es la lapidariedad en su máxima expresión: la protasis está constituida simplemente por la estructura “N + adj.” sin ningún otro determinante: “hombre prevenido” , “mujer hombruna” . La ausencia de artículo da al refrán un alcance universal: “todo hombre prevenido” o “cualquier hombre prevenido” . La apódosis es también un monumento a la lapidariedad. Las principales variantes que ofrece, en efecto, pueden ser: “V + P” , “N + adj.” , “adjetivo solo”, “adverbio + adjetivo” . Cada una de estas protasis no sólo es, como decíamos, un poema de lapidariedad sino que tiene tras de sí una larga tradición. En los análisis a que someteremos más adelante un corpus de refranes tipo, aparecerán estas propiedades. Ejemplos:

Hombre prevenido vale por dos.Hombre dormido, culo perdido.M ujer hombruna, ninguna.M ujeres juntas, sólo difuntas.Agua pasada no mueve molino.

Nombre + que

Es, de hecho, una variante de la anterior estructura: el adjetivo que modifica al nombre en la protasis, es substituido por una oración adjetiva de relativo de naturaleza descriptiva: “que de noche se pasea”, “que sabe latín”, “que corre”. Por lo general, la apódosis está constituida por un predicado tradicio­nal con verbo y modificadores verbales. En algún caso, hay un paralelismo ya sintético, ya antitético, entre ambos miembros del refrán. Por ejemplo: “abejas que tienen miel tienen aguijón” . No es raro encontrar apódosis en estos refranes sin verbo explícito: “ ladrón seguro”, “al hoyo” . Se trata de mecanismos de lapidariedad. Ejemplos:

M ujer que de noche se pasea es muy puta vieja o fea.M ujer que quiera a uno solo/y banqueta para dos/no se hallan en Guanajuato/ni por el amor de Dios.M ujer que con curas trata poco amor y mucha reata.M ujer que no huele a nada es la mejor perfumada.M ujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin.

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EL HABLAR LAPIDARIO

Abejas que tienen miel tienen aguijón.Agua que corre nunca mal coge.Agua que no has de beber, déjala correr.Agua que no has de beber, no la pongas a hervir.Amigo que no prestay cuchillo que no cortaque se pierda poco importa. Apero que se guarda se lo come la polilla.Araña que por su hilo hacia ti cae bienes te trae.Arroz que no se menea, se quema.Buey que no está en el mercado no es vendido ni comprado.Caballo que alcanza gana.Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.Español que deja a España y que a México se viene cuenta le tiene. Indio que suspira no llega bien a su tierra.Indio que va a la ciudad vuelve criolla su heredad.Indio que quiere ser criollo al hoyo.Indio que mucho te ofrece indio que nada merece.Indio que fuma puro ladrón seguro.Pájaro que no vuela agarre ventaja.Perro que mucho ladra no muerde pero guarda.Piedra que rueda no se enmojece.Zapato que yo me quito no me lo vuelvo a poner.Zapatos que no hacen ruido de pendejo bruja o bandido.Zorra que duerme no caza.

N + modificador nominal

En vez de un adjetivo o una oración adjetiva, en este grupo de refranes hace las veces de ello una estructura de núcleo nominal generalmente de índole preposicional: “sin regla”, “de lejos” , “de mucha crin” , “con muchos amigos” . La apódosis presenta cuatro principales variedades empezando por la estructura “ V + P” del tipo de “ sale quem ada”, “es fábrica de encuerados” .26 Cabe decir que esta estructura no es muy frecuente. Al lado de ella, abunda otra, más lapidaria y. por lo mismo, más solemne y senten­ciosa. que consiste en una repetición de tipo paralelístico en la apódosis,

26. Vcasc una versión más amplia del corpus en el anexo.

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L as estructuras del refranero mexicano

“albañil de mierda”, de la estructura de la protasis, “albañil sin regla” . Otras veces, el texto se comprime y en vez de una estructura adjetiva viene un adjetivo: “beso sabroso” , “rico caballo” . Una tercera posibilidad, es la de una apódosis sentenciosa en una sola palabra: “matalote”, “pintito” . Y, finalmente, vienen las apódosis de tipo exclamativo: “ni regalado” , “Dios nos guarde” . Ejemplos:

Albañil sin regla, albañil de mierda.Amor de lejos, es de pendejos.Amor de arriero, si te vi no me acuerdo.Caballo de mucha crin y hombre de poco bigote, matalote.Contestación sin pregunta, señal de culpa.Indio con puro, ateo seguro.Mal de muchos, consuelo de pendejos.27

Artículo + N + que

Es una estructura poco frecuente en el refranero mexicano. Las exigencias del hablar lapidario prefieren omitir el artículo, según hemos visto. Se trata, en todo caso, de la misma estructura de protasis nominal en “que” relativo. La apódosis es de un solo tipo: “V + P” . Ejemplos:

La vida que guarda Dios no hay dolencia que la quite.La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar.La mujer que fue tinaja se convierte en tapadera.La mujer que mucho hila poco mira.

Refranes “el que..."

Ya hablamos de esta estructura más arriba. A su modo, es una estructura de sustantivo; es la más paremiológica de las estructuras de nuestro acervo. La apódosis presenta dos principales variedades: verbo en indicativo, presente o futuro, y verbo en imperativo. Ejemplos:

El que ama el peligro en él perece.El que ley establece guardarla debe.

27. Para otros ejemplos véaseel anexo, al final.

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E l hablar lapidario

El que lo compra y lo paga bien sabrá la tasa.El que mal anda mal halla.El que labra críe y el que guarda no fíe.El que se quemó con leche hasta al jocoque le sopla. El que a hierro mata a hierro muere.El que se ha de condenar es por demás que le recen. El que p a ’miar tiene prisa acaba por miar la camisa. El que poco pide nada merece.El que compra y miente en su bolsa lo siente.El que de veras es hombre no le busca pico al jarro. El que dice la verdad no peca pero incomoda.El que de santo resbala hasta demonio no para.El que es bonito jarrito es bonito tepalcatito.El que de chico es guaje hasta acocote no para.El que es ocote, hasta en el agua se raja.

Refranes "la que...”, “loque ...”, "quien”

Para los refranes “ la que...” , “ lo que...” y “quien...”, vale lo dicho sobre los refranes “el que...” . En los refranes “ la que...” , por ejemplo, la protasis es el resultado de la elisión del término “m ujer” entre “ la” y “que” . Por tanto, al igual que en los refranes “el que...” , también en los refranes “ la que...”, “ lo que...” y “quien...”, la estructura gramatical es reducib le a la estructura “N + sintagma adjetivo” . Por lo demás su sintaxis no tiene mayores complicaciones: el verbo tanto de la protasis como de la apódosis suele estar en presente de indicativo, aunque, desde luego, no faltan las excepciones: “ la que en amores anduvo, cásese con quien los tuvo” ; “ la que casa con el ruin deseará pronto su fin” . En los casos de los refranes “ lo que...” y “quien...” los términos elididos y que sirven de antecedente a la estructura, aunque son más complejos, no por ello hacen perder a la estructura oracional de la protasis su carácter fundamental de adjetivo. Por otro lado, este grupo de refranes no ofrece mayores variantes: se atiene, por lo general, a la estructura “ la que + P 1 + (MV 1) + P2 + (MV2) en la que P 1 es el predicado de la oración adjetiva y P2 el de la oración principal. La única variante importante que ofrece esta estructura es que el m odificador verbal (MV2) del verbo principal puede ir antes o después de él y puede ser ya de tipo preposicional ya adverbial.

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L as estructuras del refranero mexicano

Ejemplos de refranes “ la que...” :La que tiene deseos de ver tiene deseos de ser vista.La que tiene el marido bueno no tiene seguro el cielo.La que no baila que se salga de la boda.La que no enseña no vende y la que enseña se mosquea. La que queda hereda.La que no se agacha por un alfiler no es mujer.La que pronto empieza pronto acaba.La que en amores anduvo, cásese con quien los tuvo.La que mal casa nunca le falta qué diga.La que es buena casada a su marido agrada.

Ejemplos de refranes “ lo que...” :Lo que sin tiempo madura poco dura.Lo que sin esfuerzo se gana nada se vuelve.Lo que te dijeren al oído no lo digas a tu marido.Lo que no se ve no se juzga.Lo que tiene la olla saca la cuchara.Lo que te dice el espejo no te lo dice el concepto.Lo que se usa no se excusa.Lo que mucho vale mucho cuesta.Lo que sobra estorba.Lo que no se ve no se vende.Lo que vale cuesta.Lo que alimento es para unos, para otros es veneno.

Ejemplos de refranes “quien...” :Quien boca tiene, a Roma va.Quien hizo el fardo que lo cargue.Quien hizo lo de Caín podrá hacer lo de David.Quien hoy vive como quiere mañana vive como puede. Quien hambre tiene en tortillas piensa.Quien mal quiere mal espere.Quien lee y no entiende el tiempo pierde.Quien ha las hechas ha las sospechas.Quien huye del trabajo huye del descanso.Quien juega con fuego se quema los dedos.

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E l hablar lapidario

Quien mal anda mal acaba. Quien nada debe nada teme. Quien ama nunca olvida. Quien regatea quiere comprar.

Refranes “al que... ”

Aunque en la fonética popular hay una cercanía entre los refranes “al que...” y los refranes “el que...” al grado que a algún célebre refrán se le encuentre en ambas listas,28 estrictamente hablando los refranes “al que...” habría que ubicarlos entre los refranes preposicionales al lado de los refranes “a+ SN ...” como: “a batalla de amor, campo de plumas”, “a buen entendedor, pocas palabras” . Ejemplos:

Al que mucho tiene mucho más le viene.Al que es negro de nación, no lo blanquea ni el jabón.Al que madruga, Dios le ayuda.Al que mal vive el miedo le sigue.Al que es mal músico, hasta las uñas le estorban.Al que le venga el saco, ¡que se lo ponga!Al que no quiera avena, la taza llena.

R e f r a n e s “SN ”

Refranes Art. + SN

Desde luego, la marca más importante de lapidariedad de esta estructura estriba tanto en la presencia del artículo como en algunos de los predicados del tipo de “al ojo se han de tener” , “al más perdido le carga” , “casa quiere”. Pero salvo los casos de hipérbaton, no hay, en realidad, otro indicador de lapidariedad que no seael consistente en usar sólo las palabras necesarias. Por lo demás, cabe observar que la estructura propiamente dicha es del tipo A=B en donde A es, de hecho, un sintagma nominal. Por tanto, la estructura de este

28. Entre los varios casos cito el del refrán “el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija” cuya versión “correcta" desde el punto de vista gramatical es. desde luego. ktal que a buen árbol...”

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Las estructuras del refranero mexicano

grupo de refranes bien puede indicarse sólo como “refranes SN” en los que el primer elemento del SN es siempre un artículo. Ejemplos:

El tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran.El trabajo no es entrar sino encontrar la salida.El río se desborda y mata; el arroyo riega y canta.El amor es como el frío, al más perdido le carga.El albur del matrimonio sólo los tontos lo juegan.El árbol más altanero, débil tallo fue primero.El buen juez por su casa empieza.El arriero, en donde conoce la ínula, ahí la quita.El buey más manso nos da la mejor patada.El caballo y la mujer, de pecho y de anca se han de escoger.El caballo y la mujer a nadie se han de prestar.Una cosa es la amistad y el dinero es otra cosa.Una vez puestos en el macho, pocos son los doscientos.Una beldad pobre, es una pobre beldad.Una cosa es el amor y el negocio es otra cosa.Una cosa es Pedro Reza y otra cosa es reza, Pedro.Un clavo saca a otro clavo.

Refranes "N... ”

Empiezan los refranes de esta estructura por un nombre que no va precedido de artículo y que no va seguido de modificador adjetivo ni directo ni indirecto. En algún caso, ese solitario nombre va ligado, mediante un nexo conjuntivo, a otro nombre este sí adjetivado. La marca de lapidariedad más importante de los refranes del grupo radica en la ausencia de artículo. Desde luego, este grupo ostenta la marca de lapidariedad característica de todo el tipo textual consistente en las palabras medidas y pesadas, ni más ni menos, cuyo exponente máximo sería el refrán “comezón, sanazón”. Las variedades de esta estructura pueden apreciarse ya en estos pocos ejemplos: estructuras simples, estructuras binarias dotadas de un cierto paralelismo, estructuras con el verbo elidido, etc. Por lo general, se trata de una estructura que gira en torno a un solo verbo; no faltan, desde luego las excepciones tanto por exceso como por defecto. Ejemplos:

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El hablar lapidario

Abundancia crea vagancia.Acciones son amores, no besos ni apachurrones.Aguacates y muchachas maduran a puro apretón.Caballo, gallo y mujer, por su raza has de escoger.Casa, labor y potro, que lo haga otro.Comezón, sanazón.Dios habla por el que calla.Genio y figura, hasta la sepultura.Indio, pájaro y conejo, en tu casa, ni aun de viejo.Indios y burros, todos son unos.M aderas hay para santos y otras para hacer carbón.Moro, ni de oro.Naipe, tabaco, vino y mujer, echan al hombre a perder.Obras son amores, no buenas razones.Palabra y piedra suelta no tienen vuelta.Perro, ladrón y fraile, no cierran la puerta que abren.Perro no come perro.

R e f r a n e s d e p r o n o m b r e

Incluye este grupo textos predominantemente exclamativos, dichos y aún expresiones paremiológicas. Algunos de el los son refranes consagrados como los refranes-colmo de las series “me extraña” o su equivalente “me admi­ra” . En todo caso, si en nuestra búsqueda de la lapidariedad hemos de proceder por paradigmas, éste no es uno de ellos aunque, desde luego, no falten aquí hermosos ejemplos de textos gnomemáticos. Ejemplos:

Eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva.Le gusta mamar y comer zacate.Les gusta el trote del macho y el ruido del carretón.Me extraña que siendo araña te caigas de la pared.Me admira que siendo fraile no sepas el padrenuestro.Me admira que siendo galgo no sepas coger las liebres.Me admira que siendo sastre no sepas poner botones.Me admira que siendo arpero no sepas la chirimía.Me extraña que siendo gato no sepas coger ratones.Me extraña que siendo redondo, eches pajosos cuadrados.Me extraña que siendo liebre no sepas correr en llano.

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L as estructuras del refranero mexicano

Me extraña que siendo sastre no sepas poner botones.Me extraña que siendo pato no sepas nadar en lago.Me parece bueno el zureo para echarle la semilla.Te espantas de las vacas y te abrazas de los toros.Uno es cantar en el campo, y otro, templar la vigüela.Unos nacen para santos y otros para ser carbón.Unos corren tras la liebre, y otros sin correr la alcanzan.

R e f r a n e s “ a d j e t i v o . . . ”

La protasis de estos refranes tiene reminiscencias de los refranes derivados del ya mencionado ablativo absoluto latino. Por lo demás, entre los refranes de esta estructura abundan los exclamativos. La lapidariedad es dada, más bien, por la economía del lenguaje. Al contrario de lo que sucede con los refranes “N ...” en los que la lapidariedad parecía reposar en la apódosis, en este grupo los ahorros de palabras están al principio. Ejemplos:

Abierto el cajón, hasta el más honrado es ladrón.Buena es la libertad, pero no el libertinaje.Buena mano, de rocín hace caballo.Cada cabeza es un mundo.Cada día que amanece, la suma de tontos crece.Cada chango a su mecate, y a columpiarse cabrones. C ualquierhilachaesjorongo abriéndole bocamanga.Dos cueteros no se huelen.Dos aleznas no se pican.Encarrerado el ratón, que chingue su madre el gato.Mi molino ya no muele, ve a moler a tu metate.Mucha dieta y poca bragueta si quieres salud completa.Muerta Jacinta, se acabaron los dolientes.Muerto el ahijado, se acabó el compadrazgo.Muerto el perico, para qué quiero la jaula Muerto el perro, se acabó la rabia.

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El hablar lapidario

R e f r a n e s d e v e r b o

Una buena parte de los refranes de nuestro corpus empiezan por un verbo ya en forma personal, ya verboides. La mayor parte de los refranes de este grupo, cuando se trata de verbos en forma personal, quieren al verbo en tercera persona: con ello enfatizan lo que Karl Bühler dio en llamar la “función referencial”29del texto; en este caso el refrán, establece una distancia entre él y sus usuarios y adquiere el halo sentencioso típico del hablar lapidario. En realidad lo anterior vale sólo de los refranes cuyo verbo inicial está en indicativo, si exceptuamos los refranes que aquí llamamos de estructura “conativa” para utilizar la terminología implantada por Jakobson desde su célebre artículo “Lingüística y poética” .30 Los refranes de estructura conativa son, como se ve, exclamativos. Los textos de infinitivo sólo se aproximan al refrán como “expresiones paremiológicas” cuyo mecanismo de inserción al discurso es siempre, por necesidad, de tipo sintáctico. Gnomemáticos, en cambio, son los refranes de gerundio. Para documentar la lapidariedad, por tanto, son más aptos tanto los refranes de infinitivo como los de gerundio.

Refranes de estructura conativa

Este primer grupo se caracteriza por estar estructurados en torno a una interlocución. Para decirlo en términos de Jakobson, sobresale en estos refranes la función conativa:

La orientación hacia el destinatario, la función conativa, halla su más pura expresión gramatical en el vocativo y en el imperativo, que tanto sintácticamente como morfológicamente, y a menudo incluso fonémicamente, se apartan de las demás categorías nominales y verbales.31

Estrictamente hablando, no todos los refranes incluidos en esta estructu­ra están fincados “en el vocativo y en el imperativo” . Piénsese, por ejemplo, en refranes prosódicamente exclamativos en los que, pese a que el verbo está en indicativo y no hay vocativo a la vista, no cabe duda de que en la

29. Karl Bühler, Sprachtheorie. Die Darstellungsfunktion der Sprache, Frankfurt/Berlin/Wien, Verlag UlsteinGmnH, 1978.

30. Circulan muchas ediciones de este artículo a guisa de ejemplo cito Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general, México, Origen/Planeta, 1986, p. 355.

31. Roman Jakobson, op. cit., p. 355.

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enunciación de refranes como “apenas les dicen mi alma, y ya quieren casa aparte”, “apenas oyen tronar y ya quieren calabacitas” o “apenas ven el caballo y se les ofrece viaje” sobresale la función conativa. Ejemplos:

Alábate burro que nadie te alabará.Almuerza bien, come más, cena poco y vivirás.Apenas les dicen mi alma, y ya quieren casa aparte.Apenas oyen tronar ya quieren calabacitas.Apenas ven el caballo y se les ofrece viaje.Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido yo.Cuídate de los buenos, que los malos ya están señalados.Deja que pasen los patos que ya llegará la nuestra.Déjalas que batan Tagua que ansina Than de beber.Dime con quién andas y te diré quién eres.Dime cuánto tienes y te diré cuánto vales.Dime de qué presumes y te diré de qué padeces.Dime qué comes y te diré quién eres.Dime qué sueñas y te diré quién eres.Echale copal al santo, aunque le jumees las barbas.Echale leña a la lumbre, que me costó mi dinero.Echate ese trompo a la uña mientras yo te bailo el otro.Echenle jocoque al cura que también sabe almorzar.Sóplale a la lumbre, hermano, ya verás qué cenicero.Vámonos muriendo ahorita que están enterrando gratis.Vaya una vez boca arriba por las muchas boca abajo.

Refranes de infinitivo

Estos refranes, a excepción de algunos del tipo “acertar errando, sucede de vez en cuando” en que el infinitivo hace las veces de un nombre, no gozan de independencia sintáctica. Estrictamente hablando deberían ser tenidos por expresiones paremiológicas o simples valencias de refrán. Por lo general, o son pie de refranes exclamativos o prevalece en ellos la función conativa: casi siempre consisten ya en una interpelación ya en una exclamación que, por lo general, tiene la forma textual de un comentario que o rompe con el discurso o lo comienza pero que, con frecuencia, va en sentido opuesto al hablar lapidario. Estrictamente hablando, estas expresiones no son de naturaleza

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argumentativa aunque, con frecuencia, desempeñan en el discurso la función de un exemplum: no funcionan, pues, para la deducción sino para la inducción argumentativa; en este último caso, entran dentro de nuestro paradigma de lapidariedad. Se pueden dividir en, al menos, dos grupos: expresiones comparativas y expresiones figurativas. Las primeras pueden constar de una o de dos partes. En el primer caso, consisten en una comparación del tipo: “verbo (infinitivo)+com o + término de la comparación” . El primer elemento de la comparación puede ser o bien el interlocutor, que es el caso más frecuente, o bien una tercera persona de la cual se habla. El segundo modelo se ajusta al esquema “verbo (infinitivo) + como + término de la comparación + elemento de comparación” . El elemento de comparación puede ser intro­ducido ya mediante un gerundio, ya mediante un participio ya, en fin, mediante alguna expresión descriptiva sin verbo: la más frecuente es de tipo preposicional, aunque puede ser también adverbial u otra. Ello puede verse en los siguientes casos: “estar como la tomatera, chillando pero vendiendo”, “quedarse como novia de rancho: vestida y alborotada” , “morir como los marranos: a gusto de todos” o bien “ llegar como el auxilio de Cosamaloapan: cuando todo ha pasado”. Las expresiones figurativas, en cambio, están conformadas por expresiones descriptivas que de un solo trazo convierten el primer miembro del texto o el texto entero en una especie de figura que funciona de manera análoga a como lo hacen las figuras que conforman los emblemas: “andar con la cola entre las patas”, “andar con medias tazas” , “andar de Martha la piadosa” . Ejemplos:

Acabar como el trisagio, con toda igualdad.Acabar como el rosario de Amozoc.Acertar errando, sucede de vez en cuando.Andar como gallina en corral ajeno.Andar o irse con la cola entre las patas.Andar como perros y gatos.Andar con medias tazas.Andar de Martha la piadosa.Andar en caballos de la hacienda.Cagar y comer, despacio ha de ser.Calentar para que otro coma.Comenzar en achichincle y acabar en ahuizote.Comer hasta reventar, beber hasta emborracharse, que lo demás es vicio.Comerle a alguien el mandado.

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Comer y roncar, el trabajo es empezar.Correr el riesgo para sólo conseguir el tlaco para la manteca. Cortarlo para rico y deshilacliarse.Creer que todo el monte es orégano.Creer traer al rey por las orejas.Dar atole con el dedo.Dar atrás para que anden p ’adelante.Dar el alón por comerse la pechuga.Descansar haciendo adobes.Echarle mocos al atole.Edificar sobre arena no es labor buena.Esperar el bien de Dios envuelto en una tortilla.Estrenar es bonito aunque sea huaraches.Fregar con jabón es bueno pero no con estropajo.Estar como la tomatera, chillando pero vendiendo.Hablar de la mar y en ella no entrar.Hacerle caso a pendejos es engrandecerlos.Hacerle bien al ingrato es lo mismo que ofenderlo.Hacerse jaula para que le metan el pájaro.Hacerse de delito es de pendejos.Matar dos pájaros de un tiro.Morir como los marranos: a gusto de todos.Navegar con bandera de pendejo.Pedirle peras al olmo.Quedarse como novia de rancho: vestida y alborotada.

Refranes de gerundio

Esta estructura, en la mayor parte de los textos de que consta nuestro acervo, es de tipo binario: la primera parte de ellas, la de gerundio, hace las veces de una protasis y el segundo miembro, la de apódosis. Por lo general, alberga dos esquemas estructurales: en el primero y más frecuente el gerundio es seguido de un nombre o de un sintagma nominal. En este primer esquema hay dos tipos de modificadores del gerundio en el primer miembro del refrán: en unos consiste, simplemente, en un modificador nominal; y en otros se trata de un modificador preposicional. En el segundo esquema, en cambio, el gerundio,

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El hablar lapidario

sin modificación ninguna, se une con el segundo miembro mediante un nexo ya causal ya copulativo: “andando, que el sol se mete” . A veces, el primer miembro tiene una estructura doble como “peleando y charreando en muía muy pronto se capitula” . Esta estructura alberga refranes tanto gnomemáticos, como exclamativos. Ejemplos:

Acabándose el dinero se termina la amistad.Acostándome con luz aunque me apaguen la vela.Besando una boca se olvida la otra.Cayendo el muerto y soltando el llanto.Estando el guardián contento aunque los legos respinguen.Estando bien con mi Dios, los santos salen sobrando.Llegando y haciendo lumbre.Peleando y charreando en muía muy pronto se capitula.Tratándose de puercos, todo es dinero, tratándose de dinero, todos sonpuercos.

Refranes de indicativo

Para rem ediar lo impreciso de la categoría en que han sido ubicados los refranes pertenecientes a esta estructura, hemos de decir que se trata de refranes que empiezan por un verbo en presente de indicativo. Desde luego, en esta categoría se encuentran algunos de los grupos ya estudiados como los refranes “hay...” y los “hay que...” . Hay varios sub-esquemas albergados en esta estructura: “V + SN...”, “V + OD ...”, “V + modificador adverbial + SN ...”, “V + modificador preposicional...” , “es bueno + infinitivo...” . La parte complementaria de esta última estructura está basada en una adversación incoada por la expresión “pero no” que culmina por un exceso con respecto a lo indicado en la primera parte: “es bueno ser algo feo, pero no tan cacarizo” . Desde luego, como puede verse por estos pocos ejemplos que siguen, se trata de una estructura cuyos textos generados son de tipo gnomemático. Ejemplos:

Buscan trabajo rogando a Dios no hallar.Cae más pronto un hablador que un cojo.Comen como puercos y miran como perros.Cuesta más el caldo que las albóndigas.Es más fácil pedir perdón que pedir permiso.

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L as estructuras del refranero mexicano

Es burro que no rebuzna, porque olvidó la tonada.Es bueno raspar, pero no arrancar magueyes.Es bonito rasguñar pero es feo clavar las uñas.Es bueno rasguñar pero no clavar las uñas.Es bueno hacerse tupé pero no pelarse tanto.Es bueno entrar al potrero, pero no arrancar el pasto.Es bueno el encaje pero no tan ancho.Es bueno cortarse el pelo, pero no raparse tanto.Es bueno comer pero no patear el pesebre.Es buena la libertad, pero no cagar el gorro.Es bueno acostarse en la zalea, pero no arrancar la lana. Es bueno quitar la caspa pero no arrancar los pelos. Están como platos de fonda: boca abajo y bien fregados. Vanse los amores y quedan los dolores.

Refranes de subjuntivo

En nuestro acervo sólo los dos textos que siguen pertencen a esta estructura. Se trata, como se ve, de textos exclamativos. Ejemplos:

Quisiera amanecer pobre para ver lo que se siente.Sea por Dios, nopal, no diste tunas.

R e f r a n e s d e a d v e r b i o

Estructura típicamente paremiológica y, por ende, lapidaria. Se trata de típicas estructuras prótasis-apódosis. Los textos resultantes son gnomemáticos. En nuestro acervo incluimos dos tipos de refranes de adverbio: los refranes que de alguna manera descansan en una comparación entre los que sobresalen los refranes “más” y los muy tradicionales refranes “más vale” , por una parte, y los refranes cuya protasis está estructurada en torno a algún adverbio.

Refranes "más vale... que”

Estructura paremiológica entre las más tradicionales y universales. La estructura, como ya se ha mencionado arriba, es muy estable pero acepta

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El hablar lapidario

variantes como “más vale + N + mod. preposicional + que...” , “más vale + SN + que ...”, “más vale + adv. + participio + que...” , “más vale + verbo en inf. + OD + que...”, “más vale + adverbio + SV + que ...” , “más vale + oración + que...” De hecho, todas estas estructuras no son sino un desarrollo ulterior y explícito de una estructura comparativa básica del tipo: “más vale A que B” en donde A y B son dos realidades espirituales, dos situaciones tipo o, simplemente, dos objetos de la realidad extralingüística asumidos metafó­ricamente. La relación de contraposición que hay entre ambos miembros del refrán, que suele ser gnomemático, es expresada mediante distintos tipos de paralelismo con frecuencia muy sofisticados como el paralelismo quiástico. Esta estructura es, además, típica del hablar lapidario. Ejemplos:

Más vale agua de cielo que todo el riego.Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas.Más vale bien comido que bien vestido.Más vale malo conocido que bueno por conocer.Más vale poco pecar que mucho confesar.Más vale quedar hoy con ganas, que estar enfermo mañana.Más vale muchos pocos que pocos muchos.Más vale un hecho que cien palabras.Más vale m aña que fuerza.Más vale guajito tengo que acocote tendré.Más vale bien quedada que mal casada.Más vale burro que arrear que no carga que cargar.

Refranes “vale más... que”

Es, desde luego, una variante sintáctica de la estructura anterior. Lo que se ha dicho de ella, pues, vale también para ésta. Con respecto a la anterior, “más vale...”, la presente estructura, “vale m ás...”, presenta, sin embargo, algunas otras diferencias. Por principio de cuentas, hay dos esquemas de refranes en esta estructura. El primero con la estructura “ SN + vale más + que ...” ; la estructura del segundo, en cambio, tiene varios esquemas: “vale más + infinitivo + MV + que...”, “vale más + SN + que...”, “vale más + inf. + OD + que...” Desde luego, las características formales y discursivas en esta estructura coinciden totalmente con las de la estructura anterior.

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L as estructuras del refranero mexicano

Ejemplos:Un gramo de previsión vale más que una tonelada de curación. Un peso vale más que cien consejos.Una onza de alegría vale más que una onza de oro.Vale más morir aprendiendo que vivir ignorando.Vale más llorarse sola que no en ajeno poder.Vale más una mancha en la honra que en el traje.Vale más amansar que quitar mañas.Vale más ojo de herrero que compás de carpintero.Vale más resbalar con los pies que con la lengua.Vale más un grito a tiempo que hablar a cada momento.Vale más llorarlas muertas que no en ajeno poder.Vale más un buen arcial que fuerza de oficial.Vale más un grito a tiempo que un sermón mal deletreado. Vale más la atención que el dinero.Vale más el forro que la pelota.Vale más arrear el burro y no llevar la carga.Vale más el collar que el perro.Vale más salvar a un crudo que redimir a un cautivo.

Refranes “más + verbo... que”

Esta estructura no es sino una modalidad de las dos anteriores o, si se quiere, al revés: esta estructura plantea el esquema sintáctico al que se atienen todas las formas de comparación explícita entre dos tipos de realidades diferentes. Sus variedades, tipos, formas y funciones discursivas son, por tanto, las ya mencionadas. Ejemplos:

Más calienta pierna de varón que diez kilos de carbón.Más sabe el diablo por viejo que por diablo.Más se perdió en el diluvio.Más cuesta obrar mal que obrar bien.Más ven cuatro ojos que dos.Más hace una hormiga andando que un buey echado.Más se siente lo que se cría que lo que se pare.Más ablanda el dinero, que palabras de caballero.Más abrigan buenas copas que buenas ropas.

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E l hablar lapidario

Refranes “jala más + SN + que + SN ”

Se atienen, de hecho, a la estructura general “verbo + más + SN + que + SN”. Es un caso particular de los anteriores y está dedicado exclusivamente al tema de la atracción femenina. Estos refranes participan de las mismas caracterís­ticas formales y discursivas de los grupos anteriores. Ejemplos:

Jala más un par de tetas que dos carretas.Jalan más un par de tetas que cien carretas.Jala más un par de chiches que una yunta de bueyes.Jala más un pelo de mujer que una yunta de bueyes.

Refranes “más + adjetivo + que... ”

Pertenecen a la categoría de las expresiones paradigmáticas en la medida en que, sintácticamente, el sujeto de la expresión forma parte del discurso mayor. En cierta manera, pues, no está explícito en la expresión parem iológica que se reduce, entonces, a una expresión sintácticamente incompleta: falta el prim er elemento de la comparación. Se trata de fórmulas axiológicas, sin embargo, en las que la lista del lado derecho está elaborada por una serie de objetos asumidos como “muy malos” . El refrán en cuestión resulta entonces un colmo. La estructura es simple: “más malo que” es una fórmula simple­mente seguida por un sintagma nominal. Ejemplos:

Más malo que la carne de pescuezo.Más malo que la carne de puerco.Más malo que un susto en ayunas.Más falso que un peso de cobre.Más falso que un beso de judas.Más pelado que un cacahuate.

Otros refranes “más... ”

Estructura especialmente gnomemática que abarca varios esquemas inclu­yendo uno de conjunción concesiva, “más que me tape el portillo me he de meter al corral”, y una especie de meta-refrán en que el refrán sirve de marco a otro refrán y habla de él: “más seguro, más marrao, dijo el indio” . En la

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construcción “más...” el vocablo modificado por “más” puede ser un sustantivo, adjetivo, un verbo o un adverbio. A veces, como en “más mejor es mala pizca que buena cosecha en pie” , la expresión se convierte en primera parte de una comparación con “que” . La construcción “más...” va seguida del verbo ya con su sujeto, ya en forma impersonal con “se”, ya en forma personal. En el caso de una expresión impersonal, sin embargo, el término de la comparación puede ser un sintagma preposicional. Ejemplos:

Más claro no canta un gallo.Más se perdió en la guerra.Más cornadas da el hambre.

Expresiones “como... ”

Ya explicamos tanto la estructura de estas expresiones como su función discursiva al hablar de los refranes de infinitivo en donde nos encontramos con estructuras análogas: estrictamente hablando se trata de una variante suya. En este caso, empero, la estructura de la expresión es una especie de combinación de los dos modelos allí mencionados: “ como + término de la comparación + elemento de comparación” . Como en los refranes de infinitivo, también aquí el elemento de comparación puede ser introducido ya mediante un gerundio, ya mediante un participio ya, en fin, mediante alguna expresión descriptiva sin verbo: la más frecuente es de tipo preposicional, aunque puede ser también adverbial, adjetiva u otra, por ejemplo insertándolo directamente en la comparación: “como pulga esperando perro” . Ejemplos:

Como pulga esperando perro.Como burro de aguador, cargado de agua y muerto de sed.Como cuchillo de San Bartolo, puntiagudo y sin filo.Como jarrito de Tlaquepaque: feo y delicado.Como cochino recién comprado, desconociendo el mecate.Como dueño de mi atole lo menearé con un palo.Como los gallos de Puebla, grandotes y correlones.Como ni amor le tengo, ni cuidado le pongo.Como nido de tejones nomás los uñazos se oyen.Como pila de agua bendita, que todos le meten la mano.Como quien besa a una mujer dormida.Como quien ve (oye) llover y no se moja.Como quien le quita un pelo a un buey.

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El hablar lapidario

Como el acto de contrición, que ni peca ni da tentación.Como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed.Como el gallo de tía Cleta, pelón, pero cantador.Como el perro del herrero, que a los martillazos duerme y a los mas- quidos despierta.Como el violín de Contla: templado a todas horas Como la Salve Regina: llena de fatalidades.Como la Salve Regina, siempre gimiendo y llorando.Como la vida es corta, hay que vivirla.Como la chaqueta de don Justo: arreglada y sin botones.Como la espada de Santa Catarina: relumbra pero no corta.Como perro de hortelano: ni come, ni deja comer.Como perro en barrio ajeno.Como perro mojado: curtido y avergonzado.Feliz como perro después de boda de rancho.Feliz como perro en poste nuevo.

Otros refranes de adverbio

De hecho, la estructura oracional inaugurada por un adverbio es muy frecuente en el habla cotidiana. En realidad, es una forma de hipérbaton en el que el orden “ S + V + P” es cambiado. Esta estructura alberga algunos refranes exclamativos como: “adelante con la cruz, que el diablo se lleva al m uerto” , “adentro, ratones, que todo lo blanco es harina” y su variante “adentro, ratones que todo lo blanco es queso”, “ya porque se muere un burro es año de mortandad”, “ya viste relampaguear, ora te faltan los truenos” , “ya estarás, linterna sorda, deja prender mi velita” . El adverbio inicial puede m odificar a un verbo, a una oración, a un sintagma nominal, a un adjetivo, a un pronombre, a otro adverbio. Por lo general, se trata de expresiones gnomemáticas en forma de sentencias. Por lo demás, los refranes de este grupo son bimembres. El miembro adverbial, o primer miembro, puede hacer las veces ya de protasis, ya de simple circunstancia, ya de sujeto. El segundo miembro del refrán puede ser conativo. Ejemplos:

Adonde va el violín va la bolsa.Antes de que te ensillen, ensilla tú.Bajo de la barba cana, vive la mujer honrada.

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L as estructuras del refranero mexicano

Bien juega el que no juega.Bien sabe el diablo a quién se le aparece.Cuando barato el diablo vende, él bien se entiende.Cuando el temporal es bueno hasta los vaqueros paren.Cuando hay truenos va a llover.Cuando el mal es de diarrea, no valen guayabas verdes.Cuando el tiempo ayuda, hasta los troncos secos retoñan.Cuando está abierto el cajón, el más honrado es ladrón.Cuando el indio encanece, el español no aparece.Cuando el arriero es malo le echa la culpa al burro.Cuando el amor es parejo están de más los elotes.Cuando el gato no está en casa, los ratones se pasean.Cuando más oscuro está ya va a amanecer.Cuando la muía es rejega, aunque la carguen de santos.Cuando yo tenía dinero me 1 lamaba don Tomás, ahora que no tengo nada me llamo Tomás nomás.Cuando hace aire hasta la basura sube.Después de la tempestad viene la calma.Donde hay amor hay dolor.Nomás cuando relampaguea se acuerdan de Santa Bárbara.Nomás al partir el pan se conoce al que es hambriento.Nunca dejes camino por vereda.Solamente las gallinas se acuestan a la oración.Sólo la cuchara sabe lo que tiene adentro la olla.Sólo el que no monta no cae.Sólo le queda lo que a los barriles viejos: los aros y el olor.Sólo el que carga el costal sabe lo que lleva adentro.Sólo las ollas saben los hervores de su caldo.También en San Juan hace aire y uno que otro ventarrón.Tanto peca el que mata la vaca como el que le tiene la pata.Tanto quiere el diablo a su hijo hasta que le saca un ojo.Tanto dura un indio en un pueblo, hasta que lo hacen alcalde.Tanto le pican al buey y hasta que embiste.Tanto peca el que raspa el maguey, como el que saca el agua miel. Tanto va el cántaro al agua hasta que se quiebra.

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E l hablar lapidario

R e f r a n e s d e p r o t a s i s p r e p o s i c i o n a l

Con los refranes “al que”, de hecho, estamos ante un grupo numeroso de refranes, bien representados en el refranero mexicano, cuya estructura inicial está constituida por una preposición o, mejor dicho, por un sintagma preposicional. Son estos: los refranes “a + art. + SN...”, “a + SN...” , “a + pronombre...” , “a + verbo...” , “con + SN...”, “de que...”, “de + SN...”, “desde + SN...”, “en + SN...”, “entre...”, “hasta...”, “para...” , “por...”, “según...”, “sin...”, “sobre...” . Se trata, pese a la variedad de subclases que alberga, de una estructura muy paremiológica y, por ende, muy apta para la frase lapidaria. Entre sus subclases, hay algunas formulaciones muy tradicio­nales como la que hemos llamado “refranes receta” que, como su nombre lo indica, adopta el esquema del mal-remedio: “para esto, esto” . Los refranes receta emplean tanto la preposición "a” como la preposición “para” .32 Otra estructura tradicional dentro de la paremiología mexicana es la estructura “de que” . La estructura receta, por lo demás, subyace, en cierta medida, en otras configuraciones sobre todo las que empiezan por “a” . Esta estructura, sin embargo, hace descansar en buena medida la lapidariedad en el hipérbaton que, de por sí, implica la estructura. Sin embargo, hay que advertir, en primer lugar, que no todas las estructuras de protasis preposicional son igualmente lapidarias; y, en segundo, que la lapidariedad parece descansar más en el segundo que en el primer miembro del dístico. En efecto, el recurso más frecuente en los refranes receta es el de un segundo miembro consistente en un sintagma adjetival + nombre o viceversa: “pocas palabras”, “gordas duras” , “campo de plumas”, “oídos de cantinero” . Hay, empero, apódosis sin ninguna marca de lapidariedad. Por ejemplo: “ le faltó la pólvora” es un predicado vulgar.

Refranes "a + SN... ”

La mayor parte de los refranes que empiezan por la preposición “a” se atienen a la estructura “a + SN...” que es una estructura de las más tradicionalmente paremiológicas y que agrupa varios esquemas célebres uno de los cuales es una variante de los refranes receta, a que nos hemos referido

32. Este tipo de estructura no es. desde luego, morfosintáctico sino más bien formal. Sobre ella regresaremos más adelante.

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y sobre los que volveremos más adelante: esta vez se atienen a la fórmula “a esto, esto”; de paradigma podría servir el refrán “a cazador nuevo, perro viejo” con una configuración estructural muy estable del tipo “a + N + adjetivo, N + adjetivo” en la que, sin embargo, el orden del adjetivo y el nombre puede intercambiarse ya según el endurecimiento de las respectivas fórmulas, ya según el énfasis, ya, en fin, según el uso de la lengua: “gordas duras” , “buen taco” , “pan duro” , “ paso corto” , “grandes espuelas” , “espuelas propias” , “oídos sordos” . Por lo general, la secuencia “N + adj.” aparece en el mismo orden en el primero que en el segundo miembro del refrán; sin embargo, hay a veces configuraciones quiásticas del tipo “adj. + N + N + adj.” como en el refrán “a buena hambre, gordas duras” . De cualquier manera, hay corespondencia, por oposición entre el primero y segundo miembro del refrán. Cabe notar que la adjetivación en este tipo de refranes no siempre es directa: con frecuencia se da a través de un modificador indirecto como en el refrán “a comida de olido, pago de sonido” . Una variante importante de este tipo de refranes es la estructura de objeto indirecto del tipo “a cada santo se le llega su función” . Ejemplos:

A buena hambre, gordas duras.A buen tragón, buen taco.A buena hambre, no hay pan duro.A camino largo, paso corto.A cena de vino, desayuno de agua.A gran caballo, grandes espuelas.A caballo ajeno, espuelas propias.A palabras necias, oídos sordos.A enemigo que huye, puente de plata.A falta de pan, buenas son semitas.A falta de pan, migajas.A acocote nuevo, tlachiquero viejo.A libro malo, encuadernación buena.A santo chico, velitas.A gato viejo, ratón tierno.A chillidos de puerco, oídos de matancero.A boca de borracho, oídos de cantinero.A barbas de indio, navaja de criollo.A burro viejo, aparejo nuevo.A río revuelto, ganancia de pescadores.

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El hablar lapidario

A la muía vieja, cabezadas nuevas.A Dios rogando y con el mazo dando.A la fea, el caudal la hermosea.A quien se come las vigas se le atoran los popotes.A quien Dios no le dio hijos el diablo le dio sobrinos.

Refranes “a + pronombre... ”

Se trata, en gran medida, de una estructura de refranes conativos la mayor parte de los cuales son exclamativos aunque no falten los refranes consejo. Junto a estructuras tradicionalmente paremiológicas y gnomemáticas, como “a quien” y, desde el estricto punto de vista gramatical, los viejos y numerosos refranes “al que”, esta estructura alberga además secuencias como “a lo que”, “a todo” , “a nadie” . Si tomamos como modelo el refrán consejo “al que de ti se fía no le hagas picardía”, diríamos que estas secuencias de objeto indirecto son continuadas por la oración principal que puede ser de tipo parenético, conminativo, declarativo, descriptivo o exclamativo. Ejemplos:

A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca.A quien se fía de ti, no lo engañes.A quien tiene buenos dineros, le huelen bien hasta lo pedos.A quien nace afortunado, le ponen huevos los gallos; y a quien nace p ’a la ruina, ni las gallinas.

A mí, mis timbres.A mí no me espanta el muerto ni aunque salga a media noche.A mí no me cantan ranas; a cantar a la laguna.Al que pide le has de dar pues tiene necesidad.Al que se ha de condenar es por demás que le recen.Al que se le necesita nada se le niega.Al que se muere en un barco lo reclama ya el charco.Al que tiene caballo, le dan caballo.

Refranes "a + verbo... ”

Casi siempre se trata de secuencias “a + infinitivo” . Esta secuencia, sin embargo, hace una función u otra según sea la naturaleza del infinitivo: el

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infinitivo, en efecto, puede hacer las veces, principalmente, de un sustantivo o de un imperativo. De esta manera los refranes pueden ser conativos o declarativos. En el primer caso, se trata casi siempre de refranes exclamativos; en el segundo, en cambio, son refranes gnomemáticos que entran, por tanto, dentro de nuestro modelo de lapidariedad verbal. Ejemplos:

A comer y a misa rezada, a la primera llamada.A darle que es mole de olla.A muele y muele ni metate queda.A ver de cual cuero salen más correas.A ver si de tarugada pasa y se ensarta.A ver si lavando tupe o se acaba de arralar.A ver a una boda y a divertirse a un fandango.

Refranes “a + adverbio... ”

Es una estructura muy escasa y discutiblemente paremiológica. La secuencia “a + adverbio” alberga en nuestro acervo sólo tres textos de los cuales el primero y el tercero son exclamativos y el segundo interrogativo. De hecho, no es esta, ciertamente, una estructura lapidaria. Ejemplos:

A donde no se meten, se asoman.A dónde irá el buey que no are.A poco las arañas mean.

Refranes “con + SN... ”

Es una estructura generalmente declarativo-sentenciosa que permite, sin embargo, enunciados tanto expresivos, como conativos y, desde luego, referenciales. Se trata, por tanto, de una estructura versátil. Como todas las secuencias de hipérbaton, esta es una estructura muy lapidaria: las secuencias preposicionales, en efecto, permiten el “ahorro” de palabras. Ello es posible en las secuencias en que aparece la preposición “con” porque el resultado de “con + SN” suele ser, por lo general, una figura al estilo de las referidas figuras de los emblemas: “con afán”, “con esa carne” , “con tiento”, “con pendejos” , “con altiveces”, son secuencias dotadas de un alto poder descrip­tivo. Ejemplos:

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El hablar lapidario

Con afán se gana el pan.Con amor y aguardiente, nada se siente.Con pendejos ni a misa porque se hincan en gargajos.Con pequeña brasa se suele quemar la casa.Con los curas y los gatos, pocos tratos.Con mayordomo español, trabajo de sol a sol.Con muchas gotas de cera se forma un cirio pascual.Con sólo coger el arco se conoce el que es buen meco.Con esos culeros no voy a la guerra.Con el dinero en la mano no se olvidan los encargos.Con amor y aguardiente, nada se siente.Con buena yunta y arado, no importa la tierra dura.Con mancos, cojos y tuertos, los panteones sean cubiertos.Con criollo civilizado, anda siempre con cuidado.Con toro jugado, mucho cuidado.Con toro que ya han toreado, vete con mucho cuidado.Con una piedra se matan muchos pájaros.Contigo la milpa es rancho y el atole champurrao.Contra las muchas penas, las copas 1 lenas; contra las penas pocas, llenas las copas.

Refranes “de que...”

Equivalen a los refranes cuya protasis empieza por el adverbio “cuando” . La secuencia “de que”, en efecto, equivale en estos contextos a “cuando”. Se trata, por tanto de una estructura bimembre: de protasis y apódosis. Por lo general, hay una especie de contraposición entre el primero y el segundo miembros del refrán: el segundo expresa una especie de colmo o situación extrema de lo cual puede servir como ejemplo el refrán “de que la perra es brava hasta a los de casa muerde” . La secuencia “de que” , por lo demás, parece peculiar del habla mexicana.33 A la expresión “de que” sigue una oración del tipo “ S + V + P” . De la relación entre protasis y apódosis, dos son las situaciones más frecuentes: protasis y apódosis comparten sujeto como en

33. No se encuentra documentada, por ejemplo, en las secuencias de que da cuenta la última versión del Diccionario de la RAE, op. cit.

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el refrán “de que el gallo se sacude en medio del árbol canta” ; la segunda posibilidad es que protasis y apódosis tengan cada una un sujeto diferente: “de que el año viene bueno, hasta los troncos secos retoñan” . Ejemplos:

De que el gallo se sacude en medio del árbol canta.De que el músico es malo, le echa la culpa al instrumento.De que el año viene bueno, hasta los troncos secos retoñan.De que la desgracia llega, se trae a sus cuatitas.De que la perra es brava hasta a los de casa muerde.De que Dios dice “a fregar”, del cielo caen escobetas.De que la muía es juilona, aunque la dejen maneada.De que el año viene bueno, como quiera que esté el surco.De que el escribiente es malo, le echa la culpa a la pluma.De que dan en que el perro tiene rabia, hasta que lo matan a palos.De que el arriero es malo le echa la culpa al burro.De que los hay, los hay, el trabajo es dar con ellos.De que la partera es mala, le echa la culpa al culo.De que tocan a llover no hay más que abrir el paraguas.De que la desgracia llega, se trae a sus cuátitas.De que la madre es de paso, la hija hasta el cincho azota.De que la muía dice : no paso, y la mujer: me caso; la muía no pasa y la mujer se casa.De que se muera mi padre, a que me muera yo, que se muera mi padre que es más viejo que yo.

Refranes “de + SN... ”

Sucede lo mismo que con los refranes “con...” : se trata de una estructura muy tradicional dentro de la textualidad paremiológica hispánica. Los textos de esta secuencia son predominantemente gnomemáticos y se caracterizan por un altísimo rango de lapidariedad que les da el carácter descriptivo-fígurativo de las secuencias “de + SN...” . El “de” de esta estructura es muy versátil: puede indicar el lugar, la materia, la naturaleza, la parte de un todo o la manera. La apódosis es, por lo general, una oración cuyo verbo suele estar, aunque no siempre lo está, en tercera persona del presente de indicativo. De esta ley se exceptúan refranes como “de puerta abierta, perro gusgo y mujer descuidada,

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líbrenos Dios” , “de esta me saque Dios, que en otra yo no me m eto”, “de la moda, lo que te acomoda”, “de Guanajuato, ni el polvo” y “de tal palo, tal astilla”, en que la apódosis adopta formas ya impetrativas, ya conativas, o está constituida, como la protasis, por expresiones gobernadas por un verbo tácito: “de Guanajuato, (no tomes o no quiero) ni el polvo”, “de tal palo, (sale) tal astilla” . Esta elisión del verbo da al refrán un muy alto halo de sentencialidad y, porende, de lapidariedad: las palabras, en efecto, se reducen al mínimo y el sentido se alarga al máximo. Ejemplos:

De arriero a arriero, el dinero nunca pesa.De lo perdido, lo que aparezca.De la subida más alta lastiman más las caídas.De limpios y tragones están llenos los panteones.De lo que veas cree muy poco; de lo que te cuenten, nada.De los caballos, el que puntee; y de los puercos, el que colee.De la norteña y la tapatía, la primera tuya, la segunda mía.De tal padre, tal hijo.Del árbol caído, todos hacen leña.Del plato a la boca se cae la sopa.De Guanajuato, ni el polvo.De golosos y tragones están llenos los panteones.De la moda, lo que te acomoda.De puerta abierta, perro gusgo y mujer descuidada, líbrenos Dios.De la gallina más vieja resulta el caldo mejor.De bajada hasta las piedras ruedan.De español a gachupín hay un abismo sin fin.De los curas y el sol entre más lejos mejor.De los parientes y el sol entre más lejos mejor.De Cristo a Cristo el más apolillado se raja.De esos hombres no se dan en todos los surcos.De noche todos los gatos son pardos.De tal palo, tal astilla.

Refranes ‘‘desde... ”

Estructura, como todas las preposicionales, muy plástica y, por ende, muy apta para el hablar lapidario. Generalmente “desde” va seguido de una

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expresión de lugaraunque también es posible un indicador de tiempo: “desde cuando...” . La secuencia, por tanto, es “desde + indicador de lugar o tiempo + oración + apódosis” . La apódosis consiste, por lo general, en una declara­ción sentenciosa cuyo verbo va, generalmente, en tercera persona del presente de indicativo. A veces, la apódosis hace alardes de lapidariedad: suprime el verbo y con otra expresión gráfica construye una sentencia como “desde lejos, lo parecen; de cerca, ni duda cabe” . No es una estructura, sin embargo, muy frecuente en el refranero mexicano. Ejemplos:

Desde a leguas se conoce la vaca que ha de dar leche.Desde lejos se conoce el pájaro que es calandria.Desde que dejé de dar, he conseguido.Desde lejos, lo parecen; de cerca, ni duda cabe.Desde lejos se miran los toros.Desde cuándo los patos le tiran a las escopetas.

Refranes “en + SN... ”

Es un caso típico de estructura invertida que antepone, portanto, la indicación del lugar como una marca fija e importante: “en arca abierta”, “en buen día”, “en casa del jabonero”, “en casa de mujer rica” . Es al mismo tiempo el lugar de los hechos y la circunstancia que determina todo lo que viene después: lo que viene después es, simplemente, una apódosis frecuentemente colmo. La apódosis, por tanto, suele ser una oración del tipo de “el justo peca”, “hay una verdad” o “ella manda y ella grita” ; aunque no falten apódosis lapidarias como “azadón de palo”, “buenas obras”, “ni charla, ni risa” . Una expre­sión muy frecuente en el primer miembro es la estructura “en el modo de” que requiere como entrada, en el segundo, “se conoce” : se trata, ni más ni menos, de una seña de identidad en el magno sistema semiótico conformado por la sociedad. La formulación es, en todo caso, lapidaria: la figura esbozada en el primer m iembro es completada por la sanción enunciada por el segundo. Los refranes de este grupo son de tipo gnomemático, por lo general. Ejemplos:

En arca abierta, el justo peca.En buen día, buenas obras.En cada refrán hay una verdad.En casa de mujer rica, ella manda y ella grita.En casa del herrero, azadón de palo.

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El hablar lapidario

En casa del jabonero, el que no cae resbala.En cojera de perro y en lágrimas de mujer no hay que creer. En donde las dan las toman.En el amor y en la guerra todo se vale.En habiendo prisa, primero almorzar y después a misa.En martes, ni te cases ni te embarques.En misa, ni charla, ni risa.En tiempo de remolino, se levanta la basura.En tiempo de tempestad, cualquier agujero es puerto.En tiempo de remolino, hasta la basura sube.En plato que yo comí, aunque lo lamban los perros.En manos de los pendejos, la pólvora está mojada.En habiendo venga nos hágase tu voluntad.En haciéndose el milagro, no importa que lo haga el diablo. En la cárcel y en la cama se conocen los amigos.En gusto se rompen géneros y en petates buenos culos.En el modo de volar se conoce la que es grulla.En el modo de soplar se encuentra el modo de enfriar.En el modo de volar se conoce el que es palomo.En el modo de partir el pan se conoce el que es tragón.En el modo de partir el pan, se conoce el que es hambriento. En el modo de montar se conoce el que es jinete.En las cocinas, entre más gallinas, más huevos.En mejores panteones me han dado las doce.En el modo de rezar se conoce el que es mendigo.En el modo de cortar el queso, se conoce al que es tendero. En el modo de escupir se conoce el que es baboso.

Refranes “entre + SN... ”

Refranes predominantemente gnomemáticos y de tipo bimembre. El primer miembro está constituido por el sintagma preposicional presidido por “en­tre” : es un primer miembro breve. Su relación con el segundo miembro suele ser de dos tipos: o bien, simplemente, completa la oración, “no nos pisamos las m angueras” o “no se cobran los remiendos” , incoada por la frase preposicional, “entre bomberos” o “entre sastres”, o bien se trata de una

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relación paralelística de tipo comparativo a que se presta la preposición “entre” : “entre menos... más”, “entre más... más”, “entre... V + me­nos...” . Ejemplos:

Entre bomberos no nos pisamos las mangueras.Entre la mujer y el gato, ni a cual ir de más ingrato.Entre menos burros, más olotes.Entre más viejo más pendejo.Entre dos no pesa un tercio.Entre casados y hermanos, ninguno meta las manos.Entre dos cocineras sale aguado el mole.Entre todos lo mataron y el solito se murió.Entre sastres no se cobran los remiendos.Entre muía y muía, nomás las patadas se oyen.Entre muchos meneadores se quema la miel.Entre santa y santo pared de cal y canto.Entre varios, pesa menos el muerto.Entre el diablo y la suegra, el diablo que venga.

Refranes “hasta... ”

Se trata de una estructura de refranes predominantemente exclamativos. Aunque también los hay de tipo gnomemático: “hasta el mejor escribano echa un borrón”, “hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande”, “hasta pa’pedir limosna hace falta capital” . La estructura más frecuente es: “hasta + S + P” . Tanto el sujeto como el predicado suelen constar de más de un vocablo: es decir, son de tipo sintagmático. De esta estructura se distinguen los refranes “hasta que” , a veces de índole exclamativa, “hasta que se le hizo al salado”, a veces gnomemáticos, “hasta que no muere el arriero no se sabe de quien es la recua” . Ejemplos:

Hasta no verte, Jesús mío.Hasta el chimuelo masca tuercas.Hasta lo que no se come le hace daño.Hasta las campanas tiemblan cuando dan.Hasta el más tullido es alambrista.Hasta el mejor escribano echa un borrón.Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande.

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El hablar lapidario

Hasta que se le hizo al salado.Hasta como olán con picos y hasta como Tan pasado.Hasta los gatos quieren zapatos y los ratones calzones.Hasta los huaraches taconean.Hasta que no muere el arriero no se sabe de quien es la recua. Hasta que San Jerónimo toque la trompeta.Hasta p a ’ pedir limosna se necesita un morral.Hasta que hubo un huarache viejo que me viniera a taconear. Hasta pa’ pedir limosna hace falta principal.Hasta la risa te pago, contimás unos eructos.Hasta que llovió en Sayula.Hasta que se le hizo al caldo.Hasta pa’pedir limosna hace falta capital.Hasta una piedra sirve para darse un hocicazo.Hasta que se le hizo al agua.

Refranes “para... ”

Este esquema alberga al menos tres estructuras parem iológicas tradicionales: en primer lugar, los ya mencionados refranes receta que se atienen a la estructura mal-remedio análoga a la de los refranes “a esto, esto otro” ; en segundo, refranes ya de complemento indirecto, ya de finalidad, ya circunstanciales; y, finalmente, los refranes interrogativo-exclamativos. En el prim er caso, se trata de una serie muy importante de refranes, generalmente gnomemáticos, que se atienen al esquema “para esto + sentencia” . Esta sentencia puede consistir en una oración de tipo S + V + P como “para el mal de amores no hay doctores” , “para agarrar borrachera, bueno es el vino cualquiera”, “para confianza y secretos, no hay sujetos” ; o bien una expresión sentenciosa generalmente preposicional como “para dejar de llover, por San M iguel” . Una tercera posibilidad estructural de este esquema es la que hace consistir el refrán en una expresión exclamativa del tipo “p’al medio día que me falta como quiera lo completo”. Finalmente, esta estructura alberga algunos refranes interrogativos presididos por la expresión “¿para qué...?” . Ejemplos:

Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo.Para amores que se alejen busca amores que se acerquen.

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L as estructuras del refranero mexicano

Para caballo duro, bozal de seda.Para el caballero, caballo; para el mulato, muía, y para el indio, burro. Para el catarro, el jarro; y si no se quita, la botellita.Para el desprecio el olvido.Para la yerba, la contrayerba.Para las muchas leyes, muchas muelles.Para un buen burro, un indio; para un indio, un fraile.Para un gavilán liviano un tuvisi madrugador.Para uno que madruga, otro que no se acueste.Para una buena hambre, una buena tortilla.Para todo mal, mezcal, y para todo bien, también.Para tus cóleras, mis flemas.Para un bien servido, un mal pagado.Para un buen pedidor, un buen ofrecedor.Para un corazón contrito un cristo crucificado.Para uno que corre, otro que vuele.Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo.Pa’l olor de la comida el sonido del dinero.Para bailar el jarabe, quien lo sabe.Para cada perro hay su tramojo.Pa’ qué quero más agruras; con mis acedías tengo.Pa’ casa no hay burro flojo.Para amar a Dios no hay que dar gritos.Para dejar el pellejo, lo mismo es hoy que mañana.Para colear, arción corta: para el pueblo, arción mediana, y para el camino, larga.Para confianza y secretos, no hay sujetos.Para dejar de llover, por San Miguel.Para el amor verdadero no existen dificultades.Para el mal de amores no hay doctores.Para el vino y las mujeres, trabajamos los choferes.Para las criadas del cura no hay infierno.Para lazar y no menear, ni una ni más de dos has de amarrar.Para lo que hay que ver, con un ojo basta.Para mí la pulpa es pecho y el espinazo, cadera.Para negociar, de tres cosas escapar; fraile, mujer y militar.Para que descanse tu cabalgadura búllele la silla y jálale la cola.

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E l hablar lapidario

Para pendejo no se estudia.Para que acaben las chinches hay que quemar el petate.Para qué las cortas verdes si maduras caen sólitas.Para qué quiero jacal si aquí tengo mi jorongo.Para qué son las campanas si se asustan del repique.Para que la cuña apriete, ha de ser del mismo palo.Para no ser infeliz evita cualquier desliz.Para tom ar pulque puro, beberlo en el tinacal.Para saber como se hace un libro, primero hay que saber hacerlo. Para todo alcanza el tiempo sabiéndolo aprovechar.Para todos sale el sol aunque amanezca temprano.Para una desgracia no se necesita nada.Para qué son tantos brincos estando el suelo tan parejo.

Refranes "por . . . ”

Por lo general, se trata de refranes sintácticamente compuestos de oración subordinada con valor causal del tipo de "por las hojas se conoce el tamal que es de m anteca”/ '4 Dos son las modalidades formales de este tipo de refranes: unos son gnomemático-exclamativos. como en el caso anterior, y otros son simples exclamaciones como: "por Dios que la tierra tiembla de lo pesado que estoy” . Mas no todos tienen la estructura de una oración compuesta: “por mucho que haga la vara no podrá llegar a metro” , "por la vereda se saca al rancho”, son oraciones sintácticamente simples.

En realidad, la primera parte de estos refranes, presidida por la preposi­ción “por" goza de la misma versatilidad sintáctica de que goza la misma preposición que. según el Diccionario de la RAE tiene hasta 24 acepciones sin contar la de las locuciones conjuntivas causales "por qué" y "porque" como en "¿por qué con tamal me pagas, teniendo biscochería?” o bien "porque son m uchos los diablos y poca el agua bendita” . Ejemplos:

Por algo Dios no dio alas a los alacranes.Por apretado que sea. no hay culo que no se pea.Por favor te abrazan y quieres que te aprieten.Por ver arder la casa del vecino le prenden fuego a la propia.

34. Juan Allana French $ J. M. BBecua. &p.. o i... p.. 9%,35. 2 redición. Madrid. Real Academia Española. 1 <$92..

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L as estructuras del refranero mexicano

Por mucho que haga la vara no podrá llegar a metro.Por eso los hacen pandos porque los montan tiernitos.Por eso las mujeres no dicen misa.Por cada cien matrimonios ciento dos arrepentidos.Por Dios que la tierra tiembla de lo pesado que estoy.Por eso tiene su cuera y otra que le están bordando.Por más agua que caiga de la alta peña, no ha de ser blanca la que es morena.Por la vereda se saca al rancho.Por las vísperas se sacan los días.Por un borrego no se juzga la manada.Por mi lado no hay portillo, toda la cerca está caída.Por un centavo no se completa un peso.Por uno que salga chueco no todos están torcidos.Por las hojas se conoce el tamal que es de manteca.Por qué con tamal me pagas, teniendo biscochería.Porque son muchos los diablos y poca el agua bendita.

Refranes “según... ”

Se trata de una estructura relativamente escasa en el refranero mexicano. En nuestro corpus sólo dos refranes se atienen a el la; los refranes que alberga son de índole gnomemática y prácticamente se reducen a un solo esquema: “según + SN + es + SN”. Se trata de condensaciones de fórmulas muy simétricas del tipo: “según (sea) SN, es SN” donde aparece, por lo demás, la relación lógico-semántica entre ambos miembros. Ejemplos:

Según el sapo es la pedrada.Según el perro es el garrotazo.

Refranes “sin..."

Los dos textos que nuestro acervo incluye de esta estructura son muy diferentes entre sí: el primero es una cuarteta que circula sobre los zamoranos y que, por haber entrado a formar parte del habla popular adquiere, a veces, algunas funciones paremiológicas. Estrictamente hablando, empero, no es

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El hablar lapidario

refrán. Queda, pues, sólo un refrán dentro de esta categoría y, como puede verse, se trata de un refrán gnomemático. Ejemplos:

Sin dinero, ricos; /sin nobleza, godos; /entre sí parientes,/y enemigos todos. Sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino.

Refranes “sobre... ”

Como en el caso anterior, son escasos los textos que en el refranero mexicano se atienen a esta estructura: propiamente hablando, en nuestro acervo sólo hay uno y es, sin duda, gnomemático. Ejemplo: “sobre advertencia no hay engaño” .

R e f r a n e s d e c o n j u n c ió n

El grupo más importante de los refranes que empiezan por una estructura conjuntiva es, sin duda, el de los refranes “si...”, no tanto por su cantidad sino por su papel paradigmático, en cuanto estructura, para toda la paremiología hispánica. Los refranes “si...” , en efecto, son los refranes condicionales por excelencia y paradigma, por lo ya dicho anteriormente, del hablar gnome­mático. Se trata, como se sabe, de pares oracionales en que una de las dos oraciones del pequeño conj unto hace las veces de modificador condicionante de la otra que, sintácticamente, hace el papel de oración principal.36 Práctica­mente sólo los muy tradicionales refranes “si...” , de índole obviamente gnomemática, y un buen grupo de refranes exclamativos de estructura conj une ional, son los únicos textos que podríamos ubicaren este grupo. Como ya se ha dicho, la estructura de prótasis-apódosis es una de las más antiguas dentro del tipo textual del refrán y la que mejor muestra el parentesco del refrán con la ley. Sin embargo, la protasis paremiológica prefiere otras estructuras. En su mayor parte, los textos aquí incluidos son de tipo conativo y no siempre representan los textos más típicamente lapidarios; prefieren la protasis con indicativo, aunque no falten refranes con protasis en subjuntivo.

36. Cfr. Emilio Alarcos Llorach. op. cit.. pp. 376 y ss. Alarcos expone el concepto tradicional de protasis y apódosis y los posibles modos verbales empleados por la protasis.

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L as estructuras del refranero mexicano

Refranes “si...”

La estructura de estos refranes, como se ha dicho, consta de protasis y apódosis: en la protasis se indica la condición, la apódosis indica lo condicio­nado. La estructura de la apódosis muestra una gran variedad de formas que, como se verá más adelante, son las que determinan la naturaleza formal del refrán: puede ser de tipo sentencioso (“obtendrás un puerco”), de tipo declarativo (“ la culpa es del repacejo”), de tipo parenético (“masca el freno”) o de tipo exclamativo (“pobres de las feas”). La protasis acepta varias posibilidades según el tiempo y persona verbales: “s i+ 2 a persona sing, pres. ind. ” , “si + 3a pers. sing. pres, ind.”, “si + 3a pers. sing, pretérito indefinido”, “si + 3a pers. plural + pres. ind.” y, finalmente, “si + Ia pers. sing. pres. ind.” . De cualquier manera, domina en estos refranes la función conativa que se apoya a veces en la protasis, a veces en la apódosis. Ejemplos:

Si alimentas un lechón obtendrás un puerco.Si se te cierra una puerta, otra hallarás abierta.Si tú eres el mismo diablo, yo seré tu San Miguel.Si quieres servir de veras da el consejo y el tostón.Si se alivió, fue la virgen, si se murió, fue el doctor.Si se atora en mi rebozo la culpa es del repacejo.Si te ensillan, masca el freno.Si quieres cuidar tu raza, a la india con indio casa, no te parezca mejorcasarla con español.Si no te presto la yegua, mucho menos la potranca.Si quieres saber quién es, vive con él un mes.Si quieres fortuna y fama, que no te halle el sol en la cama.Si no hubiera malos gustos, pobres de las feas.Si no puedes morder, no enseñes los dientes.Si quieres saber el valor de un peso, pídelo prestado.Si una vela se te apaga, que otra te quede encendida.Si me muero, le perdono; si me alivio, ya veremos.Si le aprieta al buey el yugo, aflójale las correas.Si el trabajo no cansara, no habría putas en las esquinas.Si lo que te honra no exhibes, lo que te deshonra oculta.Si es indio, ya se murió; si es español ya corrió.Si como lo menea lo bate, que sabroso chocolate.Si con atolito el enfermo va sanando, atolito vámosle dando.

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El hablar lapidario

Si es de chaqueta, que pase, y si es de blusa, que espere.Si Dios hiciera de pulque el mar, me volvería pato pa’ nadar. Si ves las estrellas brillar, sal marinero a la mar.

Refranes “aunque... ”

Es una estructura típicamente conativa. Los refranes aquí agrupados se atienen a una construcción típicamente concesiva que denota, por tanto, una oposición general entre lo indicado por la protasis, cuyo énfasis es reforzado por el subjuntivo, y lo asentado en la apódosis. Está por demás decirque tienen una estructura binaria de la misma índole que los condicionales. A decir de Juan Alcina Franch y José Manuel Blecua,

La agrupación aunque se produce al frente de una proposición periférica quepuede tomar dos valores: concesivo, siempre que haya una relación de causa aefecto entre la proposición marcada por aunque y la oración del verbo dominante...”

Aunque esta estructura podría tener también un valor adversativo, en los refranes del corpus siempre hay una relación lógica entre la protasis y la apódosis. Ejemplos:

Aunque te digan que sí, espérate a que lo veas.Aunque la jau la sea de oro, no deja de ser prisión.Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.Aunque te chille el cochino, no le sueltes el mecate.Aunque le falte el resuello no te asustes porque es chata.Aunque lo que dicen no es, conque lo aseguren basta.Aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro.Aunque veas pleito ganado, vete con cuidado.

Refranes "que... ”

Excepto expresiones claramente exclamativas o interrogativas como “qué tal estará el infierno que hasta los diablos se salen” o “qué te andas valiendo de ángeles habiendo tan lindo Dios” , los refranes que se incluyen en esta

37. O p. c it . . p. 1000.

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L as estructuras del refranero mexicano

estructura constan, por lo general, de dos partes la primera concesivo- exclamativa y la segunda ya causal, ya concesiva, ya condicional, ya declarativa. El sintagma “que + subj.” , es no sólo típicamente exclamativo sino que lleva implícito un sentido concesivo poco estudiado. La primera parte consta, en efecto, de “que anunciativo + SV con verbo en subjuntivo + sujeto...” ,38que supone, lógicay sintácticamente, una oración principal regida por un verbo de mente como desear, querer, conceder, aceptar, etc., que, desde luego, está elidido. En el habla cotidiana a que se atiene el refranero este tipo de frases abundan en forma autónoma. Ejemplos:

Que ayunen los santos que no tienen tripas.Que vaya la cura en regla y aunque se muera el enfermo.Que beban agua los bueyes, que tienen el cuero duro.Que corran a la pilmama, que el niño ya se divierte.Que dé leche la vaca y aunque patee.Que coman, pero que no se amontonen.Que me aguante la muía y aunque respingue.Que digan misa si hay quien se las oiga.Que trabajen los casados que tienen obligación.Que les cuadre o no les cuadre prestar libros ni a tu padre.Que vayan por lo que queda los que gustan de las sobras.Que no te den gato por liebre.Que estudie el que no sepa.Qué le cuidan a la caña si ya se perdió el elote.

Refranes “o... o ”

La estructura “o... o” presenta, relativamente, pocas variedades dentro de nuestro acervo; la primera modalidad se atiene a la siguiente estructura: “o + SV en segunda pers., indic. + o + SV en segunda pers., indic.” ; la segunda, en cambio, consiste en expresiones paralelas sin verbo del tipo de “o todos parejos o todos chipotudos”, “o todos hijos o todos entenados” . De hecho, según se desprende de la naturaleza misma de la estructura, se trata de una construcción fundamentalmente paralelística. Ejemplos:

O te purificas luego, o ves para qué naciste.

38. Juan AlcinaFranch/José Manuel Blecua, cp. c/7.,p.982.

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El hablar lapidario

O bailas o te suspendo la tonada.O bien callado o bien vengado.O bien callada o bien vengada O cabrestean o se ahorcan.O la fruta bien vendida o podrida en el huacal. O la bebes o la derramas.O todos de blanco o todos de negro.O todos vestidos o todos desnudos.O todos coludos o todos rabones.O jalan parejo, o no hay testamento

Refranes “y... ”

Como muchas de las estructuras que sustentan los refranes, la presente es derivada de un uso enfático de la conjunción “y” . Según el Diccionario de la RAE: 39“empléase a principio de período o cláusula sin enlace con vocablo o frase anterior, para dar énfasis o fuerza de expresión a lo que se dice..”. Ejemplos:

Y qué ha de dar San Sebastián si ni a calzones llega.Y por esa muía lloras, ni yo que perdí el hatajo.Y cómo de noche no, habiendo tan linda luna.Y qué le espulgan al juil si tiene el cuero tan liso.Y dale que ha de parir mirando la noche que hace.Y qué culpa tiene dios que sus hijos sean malcriados.Y mientras me condeno, qué como y qué ceno.Y a don Quele, qué le importa (qué le duele).

R e f r a n e s i n t e r j e c t i v o s

Las expresiones paremiológicas aquí agrupadas forman parte de los refranes exclamativos de los que ya hemos hablado en reiteradas ocasiones y sobre los que volveremos más adelante. Estrictamente hablando, no pueden ser consi­derados como modelo de lapidariedad. Se trata de textos presididos y estructurados por expresiones interjectivas que, como dicen, Juan Alcina

39. Op. cit.. p. 2113.

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L as estructuras del refranero mexicano

Franch y José Manuel Blecua,40son “agrupaciones fonemáticas inhabituales en la lengua, onomatopeyas o palabras de di versas clases significativas por sí mismasque mediante la entonación se fijan y habilitan como interjecciones.” Como todos los textos que discursivamente desempeñan la función de ornato, estos textos paremiológicos expanden la frase en vez de comprimirla: ello equivale a decir que van en sentido diametralmente opuesto al de la lapida­riedad. Ejemplos:

¡Ah qué suerte tan chaparra hasta cuando crecerá!¡Ah qué retebién con lápiz, hasta parece con tinta!¡Ah qué los de Jalpa, con razón se ahogaron!¡Ah qué bonito bagre pa’ tan cochino charco!¡Ah qué moler de criatura, parece persona grande!¡Ah qué gente tiene mi amo, y más que le está llegando!¡Ah qué rechinar de puertas, parece carpintería!¡Ah qué mi Dios tan charro, ni las espuelas se quita!¡Ah qué chinchero Pachita, sácate el petate al sol!¡Ahí nomás tuna Cardona, ya llegó tucuitlacoche!¡ Ahi verás si mueres de hambre o comes lo que te dan!¡Ahora sí que las de abajo cagaron a las de arriba!¡Ahora es cuando chile verde (yerbabuena) le has de dar sabor al caldo! ¡Ahora sí, violín de rancho, ya te agarró un profesor!¡Ahora lo verás, huarache, ya apareció tu correa!¡Ahora que entierran de oquis, vámonos muriendo todos!¡Ahorita son los repiques.y después son las llamadas!¡Animas que nazca el niño pa’ que me diga papá!¡Animas que salga el sol pa’ saber cómo amanece!¡Ay, palomas, qué alto vuelan, pero con maicito bajan!¡Ay, cocol ya no te acuerdas de cuando eras chimisclán!¡Ay chingado, como dijo el educado!¡Ay, farito, ni que fueras lukistray!¡Ay, mamá, qué pan tan duro, y yo que ni dientes tengo!¡Ay, chirrión qué tren tan largo, nomás el cabús le veo!¡Ay, Chihuahua, cuánto apache, cuánto indio sin huarache!¡Ay amor cómo me has ponido, seco, flaco y descolorido!¡Ay, chaparros cómo abundan, parece que los escupen!

40. Op. c it., p. 494.

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El H A B L A R L A P I D A R I O

¡Ay qué suerte tan chaparra! ¿Hasta cuando crecerá?¡Ay qué buena está mi ahijada, pa' qué la habré bautizado!¡Ay, qué rebonita piedra para darme un tropezón!¡Ay, quien fuera sol, chatita, nomás pa’ponerla prieta!¡Ay, muerte, no te me acerques que estoy temblando de miedo!¡Ay, mamá, los toros, unos pintos y otros moros!¡Ay, poderoso jorongo, cómo me rozan tus lanas!¡Ay reata no te revientes que es el último jalón!¡Oh, Dios, quítame lo viejo, que me estoy enflaqueciendo!¡Upa y upa, dicen los de Cuernavaca, que el animal que es del agua nomás la pechuga saca!

R e f r a n e s i n t e r r o g a t i v o s

Están estructurados en torno a una pregunta. El “qué” de estas expresiones aunque por lo general es un pronombre interrogativo, a veces se le antepone o aún substituye por un pronombre exclamativo. Ejemplos:

¿A quién le dan pan que llore?Qué dicen calandrias cantan o les apachurro el nido.Qué ha de dar la encina, sino bellotas.Qué de veras, Miramón Como te lo digo, Concha.Qué sabe el burro de freno ni el caballo de aparejo.Qué mis enchiladas no tienen queso.Qué, porque le canta un pobre no le gusta la tonada.Qué dice Dios de su vida lo mismo que de bajada.Qué haremos en este cazo sin cuchara y sin cedazo.Qué más quisiera el gato que lamer el plato.Qué mis pesos no tienen águila.Qué me duras, calentura, ya llegó tu mejoral.Qué entendéis por los infiernos: suegros, cufiados y yernos.

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LA FORMA DE LOS REFRANESV II

L a f o r m a y l o f o r m a l e n l a in v e s t ig a c ió n l it e r a r ia

Ya hemos discutido el concepto de “forma” que aquí asumimos y sus diferencias tanto con el concepto de “estructura” como con el de “fórmula”; en esta disertación, para decirlo descriptivamente, nos basamos en el hecho fundamental de que un refrán, al que concebimos como un “género” textual, tan presto puede adoptar la “forma” de un consejo, como la de un veredicto de tipo jurídico, una norma o regla, una receta, una simple declaración constatativa, una tasación, una exclamación, una pregunta o, en fin, un mandato y aun una exhortación y, por tanto, estar dotado de las estructuras correspondientes.

Como mencionamos arriba, nuestro principal punto de inspiración para este concepto de “ forma” proviene de la escuela llamada, dentro de la investigación bíblica, la Formgeschichteschule. El concepto de forma ema­nado de esta escuela parte del supuesto de que cada una de la situaciones que conforman la vida cotidiana de un pueblo va agrupando en torno a sí un tipo de textualidad que, según cada caso, sirve de codificación de las principales actitudes que la comunidad en cuestión adopta. Así como hay unas circuns­tancias específicas en las cuales, y solamente en las cuales, se puede decir con propiedad “ ¡buenos días!” o “ ¡buenas noches!” así las hay también para dar lugar a otras formas. Sucede loque conel léxico: las palabras son codificacio­nes colectivas de la experiencia que sirven para traducir las experiencias particulares y poder hablar de ellas. Palabras, fórmulas, formas y otras configuraciones textuales mayores son productos del mismo fenómeno que sirven de mediación en la comunicación de un pueblo en la medida que a través de ellas se puede traducir la propia experiencia: se trata, obviamente, de automatizaciones. El hablar, eri efecto, siempre procede por automatizaciones de esta índole que, según su configuración, son más o menos complejas. En automatizaciones de esa índole consisten, en parte, las tradiciones textuales.

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E l hablar lapidario

En las formas textuales, por tanto, como en los demás tipos de configuraciones similares, hay un natural vínculo entre forma y función, entre la forma textual y la función que desempeña socialmente. Cuando las circunstancias se hacen complejas, las formas también se hacen complejas.

El interés por las formas en la literatura ya se había manifestado en Alemania desde el siglo pasado aunque en un sentido diferente al que aquí nos interesa.1 Sin embargo, para decirlo llanamente, el término ‘"forma” entró a la investigación literaria referido exclusivamente a las formas orales. La investigación que sobre las formas bíblicas se hizo de fines del siglo pasado a la primera mitad del presente fue expuesta, por ejemplo, en la célebre Introducción al Antiguo Testamento deO tto E issfeldt1 2quiendistingueen la fase preliteraria del Antiguo Testamento las siguientes formas: formas en prosa, dichos y cantos, cada una de las cuales con una abundante variedad de subgéneros. Sin embargo, se puede decir que el interés por las formas en terrenos de la investigación literaria es una intuición que cunde entre las dos guerras. Tres son los frentes que, al menos nominalmente, podrían disputarse la paternidad: la mencionada Formgeschichteschule, la propuesta de André Jolles y los trabajos de Vladimir Propp sobre morfología del cuento.

La Formgeschichteschule es, como decía, una corriente metodológica dentro de la investigación bíblica en el seno, sobre todo, del protestantismo alemán. Se trata de un tipo de investigación que, independientemente de sus antecedentes en la investigación veterotestamentaria del siglo pasado, sobre todo con Hermann Gunkel,3tiene un origen datable en 1908 cuando J. Weiss publica su obra Die Aufgaben der neutestamentlichen in der Gegenwart4en que planteaba así los problemas de la ciencia neotestamentaria:

no sólo la forma literaria de los evangelios es en su conjunto hasta ahora unproblema no resuelto; queda por resolver principalmente y sobre todo cada una

1. Los antecedentes de la historia de las formas en la literatura como verdadera historia de la literatura, puede verse en la multicitada obra de Klaus Koch, W as is t F o r m g e s c h ic h te ? N en e W ege d e r B ib e le x e g e s e , segunda edición, Neuckirchen/Vluyn, 1967, p. 3 nota 1.

2. Cito por la traducción inglesa realizada por Peter R. Ackrod y publicada en Oxford por Basil Blackwell en 1966 bajo el título de The O ld T es ta m en t. A n I n tr o d u c tio n in c lu d in g th e A p o c r ip h a a n d P s e u d o e p ig r a p h a , a n d a ls o th e w o rk s o f s im ila r ty p e fro m Q u m ra m . The H is to r y o f the F o rm a tio n o f th e O ld T es ta m en t.

3. Gunkel se había ocupado de las formas al estudiar los problemas fundamentales subyacentes a la historia de la literatura israel ita. Una obra ejemplar, en ese sentido, es su E in le itu n g in d ie P sa lm en (segunda edición, Gótingen, Vandcnhoeck und Ruprecht, 1966) de la que existe una excelente traducción al español por Juan Miguel Díaz Rodelas (Valencia, Institución San Jerónimo, 1983).

4. Gótingen, 1908.

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La forma de los refranes

de las narraciones en particular y los grupos concretos de materiales. Se está pidiendo con urgencia la comparación de esos materiales, clasificándolos por tema y estructura formal, no sólo acudiendo a modelos anteriores del Antiguo Testamento, sino a todo aquello que esté al alcance y pueda presentar formas parecidas[...] En una palabra, hay que abordar aquí una crítica de estilo, que naturalmente tiene que ir de la mano con la crítica y la labor comparativa de la historia de las religiones.5

Como se ve, se trataba entoncesde investigaren los estadios preliterarios de la Biblia la condición textual del material: se trataba, en concreto, de dar con las formas estereotipadas que de la vida cotidiana hubieran pasado a la literatura, de describirlas, de especificar tanto su intención literaria como su ambiente vital (Sitz im Leben); es decir, el contexto situacional y circunstan­cias de la vida real que le dieron origen a la forma y en los cuales desempeñaba su función. Cuando la Formgeschichteschule habla de formas estereotipadas se refiere a manifestaciones textuales tanto orales como escritas que se han convertido en formas fijas: como “buenos días”, “buenas noches”, “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”, etc. A este tipo de formas fijas las llama “formas estereotipadas” y parte del supuesto de que el habla cotidiana está llena de ellas: que para hablar, no son las palabras las únicas configuraciones endurecidas y fijas sino que hay una serie de expresiones que están ligadas a determinados contextos que hacen que el hablante ante esos contextos no sólo disponga de un acervo de palabras sino de un acervo de formas estereotipadas. Cuando la Formgeschichteschule habla de “formas” se refiere, en concreto, a cosas como un saludo, una receta culinaria, una carta, una esquela funeraria, un epitafio, una canción, una adivinanza o un refrán; y tiene la convicción de que una forma de habla depende de la situación de manera que las situaciones nuevas dan lugar a formas nuevas.

Interesada como estaba la Formgeschichteschule en los estados preliterarios de la Biblia, aunque a veces da la impresión de identificar esas formas estereotipadas con lo que se ha solido 1 lamar los géneros literarios,6 sin

5. J. Weiss, op. c it., p. 35, citado en Heinrich Zimmermann, N eu testa m en tlich en M eth o d en leh ere . D a rs te llu n g d e r h is to r isc h -k r it isc e n M eth o d e , segunda edición, Verlag Katholisches Bibelvverk Stuttgart, 1968, p. 130. Citamos por latraducción al español hechaporGumersindo Bravo L os m é to d o s h is tó r ic o -c r í t ic o s en e l N u evo T es ta m en to , Madrid, BAC, 1969, p. 133.

6. Por ejemplo, para el D ic c io n a r io te rm in o ló g ic o de la c ie n c ia b íb lic a de G. Flor Serrano y Luis Alonso Schókel (Madrid, Ediciones Cristiandad, 1979, p. 43) es lo mismo la F o rm g e sch ic h te que el análisis histórico de géneros. También lo hace Gerhard Lohfink en su 1 \bxo J e tz v ers teh e ic h d ie B ib e l(Stuttgart, Verlag Katholisches Bibelvverk, 1973).

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E l hablar lapidario

embargo cuando la Formgeschichteschule se ocupa de la “ intención literaria” de la forma describe dicha intención literaria en términos de “ in form ar” , “ narrar” , “ instru ir” , “ p red icar” , “acusar” , “exhortar” , “m andar” o “confesar” . Para esta disertación basamos, de hecho, nuestro concepto de “forma” en lo que aquí se describe como la intención literaria del género refrán. Por tanto, como se verá, nuestra propuesta de clasificación formal de los refranes puede decirse que apenas “se inspira” en la Formgeschichteschule.

La investigación tradicional de la Formgeschichteschule encuentra como “formas” de los evangelios dos tradiciones. En una tradición que llama “doctrinal” encuentra, en efecto, dichos proféticos, dichos sapienciales, dichos legislativos, meshalim, los dichos “yo” y los dichos vocacionales.7 También hay formas evangélicas que se adscriben a otra tradición que llama “histórica” .8 La Formgeschichte de las epístolas neotestamentarias, en cambio, encuentra formas como los himnos, confesiones de fe, textos eucarísticos, catálogos de virtudes y de vicios, catálogos de deberes, etc. En la Formgeschichteschule, como ya dijimos más arriba, distingue muy bien entre “forma” y “fórmula” : las fórmulas son más breves, concisas y mejor terminadas que las formas. Encuentra en la literatura neotestamentaria tres tipos de fórmulas: las homologías, las fórmulas de fe y las doxologías.9 10 11

En 1930, en un ámbito más general, André Jolles publica su célebre e importante obra Einfache Formen10 en que se ocupa, como se sabe, de distintas formas de lenguaje como la leyenda, la saga, el mito, el enigma, el refrán, el cuento, el memorial y el chiste. Se trataba, como en el caso de Weiss, de estudiar las características de cada una de estas formas. Según Renato Prada Oropeza,"

7. C fr. H. Zimmermann, op. c i t ., pp. 144 y ss.8. H. Zimmemann, op. c it., pp. 152 y ss.9. Heinrich Zimmermann, op. c it., pp. 169 y ss.10. Tübingen, 1930. Lasegundaediciónde 1956 aparece bajo este título desglosado: E in fa ch e Form en.

L e g e n d e , S a g e , M ith e , R á tse l, S p ru ch , K a su s, M e m o r a b ile , M a rc h e n , W itz. De esta obra, Ed. du Seuil publicó unatraducción al francés bajo el título de F o rm e s s im p le s (Paris, 1972). André Jolles, un hol andés natural izado alemán, había empezado a trabajar en I as formas en 1923, un par de años después deque Karl Ludwig Schmidt publicara su decisiva obra sobre la investigación de las formas D e r R a h m e n d e r G e s c h ic h te J e su (Berlín, 1919) y de que Martín Dibelius publicara su influyente libro D ie F o r m g e s c h ic h te d e s E v a n g e liu m s (Tübingen, 1919).

11. El lenguaje narrativo. P r o le g ó m e n o s p a r a u n a s e m ió tic a n a r r a t iv a , Zacatecas, Departamento Editorial de la Universidad Autónoma de Zacatecas, 1991, pp. 149 y s.

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a este método Jolles opone una investigación morfológica, inspirado también, como en el caso de Propp, en algunas intuiciones de Goethe; dicha investigación tendrá como objeto propio la forma {Gestalt). Se llegaría a ella eliminando todo lo que sea condicionado por el tiempo y pertenezca a la movilidad individual; de este modo se podría descubrir una forma homogénea que se encontraría actuali­zada en diversas manifestaciones poéticas. Esta forma comportaría un principio de articulación y orden internos, es decir, un sistema. Por ello, el método nuevo deberá fijar bien su objeto que no es otro que el de la determinación y la interpretación de las formas.

Una intuición de Jolles utilizable en nuestro concepto de “forma” es la idea de que una forma textual responde a una disposición mental que, por lo demás, es la que organiza o configura los elementos de la forma. En palabras de Jolles:

los elementos que manifiestan una disposición mental determinada y la forma que les corresponde no tienen validez sino al interior de esta forma. El universo de una forma simple no es válido y coherente sino al interior del mismo. En cuanto se retira un elemento para trasportarlo a otro universo, este elemento cesa de pertenecer a su esfera de origen y pierde su validez.12

Sin embargo, se puede decir que el interés por las formas textuales fue una intuición que se generalizó a principios del siglo XX en diferentes frentes quizás por reacción a los métodos de análisis literario que habían estado en vigencia el siglo anterior y que lo único que habían hecho había sido circundar la obra literaria sin lograr acercarse realmente a ella. Muy significativo resulta, entonces, el movimiento que con el nombre de “formalismo ruso” nace y crece el primer cuarto de siglo y se desarrolla a través de su polémica con el marxismo. Ya el nombre de “formalismo” con que se conoce al movimiento es significativo para el asunto que nos ocupa. Como bien se sabe, se suele entender por formalismo ruso a una rica tradición de estudios elaborados sobre textos, especialmente los literarios; el formalismo floreció en Rusia a principios de siglo en torno tanto al llamado Círculo Lingüístico de Moscú como al grupo de Leningrado. El primero contaba entre sus miembros más importantes a Roman Jakobson, a P. Bogatirev y a G. O. Vinocur; el segundo que se conoció desde 1916 con el nombre Opojaz: siglas de Obscestvo izucenijapoeticeskogo jasyka que significa “Sociedad para el estudio de la

12. Jolles, Formes simples, op. cit., p. 55 citado por Renato PradaOropeza, op. cit., p. 151.

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lengua poética”, tenía entre sus filas a personajes de la crítica literaria de la talla de Viktor Shklovskij y Boris Eikhenbaum, amén de jóvenes lingüistas profesionales.

Poco importan, en realidad, las discusiones de si tal o cual trabajo se encuentra o no a los orígenes del movimiento. Un recuento de las peripecias se puede encontrar en el ya clásico libro de Víctor Erlich que describe así los orígenes del formalismo:

Los comienzos del formalismo ruso lo fueron todo menos espectaculares. Los dos centros del movimiento — el Opojaz peterburgués y el Círculo Lingüístico de Moscú— al principio no eran más que pequeños grupos de discusión, en los que losjóvenes filólogos intercambiaban sus ideas acerca de los problemas fundamen­tales de la teoría literaria en una atmósfera libre de restricciones impuestas por los cursos académicos oficiales.13

Las publicaciones de algunos de sus miembros y la veintena de artículos leídos entre 1918 y 1919 muestran bien los diversos intereses por los que transitan los cultivadores del método formal: "Los epítetos poéticos” y “El ritmo del verso de Osip Brik” de Osip Brik; “El pentámetro yámbico de Pushkin” presentado por Tomashevskij; “El problema de los préstamos e influencias literarias” de S. Bobrov; “La lengua poética de Xlenikov” de Roman Jakobson. Por estos pocos títulos se puede apreciar ya lo que estos investigadores entendían tanto por el sustantivo “forma” como, sobre todo, por el adjetivo “formal” .

El grupo de San Petersburgo, en cambio, estaba interesado directamente en resolver los problemas de la literatura con la ayuda de la lingüística moderna. Erlich llama al período que va de 1916a 1920 “ los años de enfrentamiento y polémica” . Es, sin embargo, el período de formulación de los postulados formalistas. Luego vendrá el enfrentamiento del formalismo con el marxismo y las crisis formalistas que ello provocó: 1921-1925; en este lapso, sin embargo, las teorías formal istas sufrirían una criba obligada por los planteamientos marxistas. El resultado es positivo para el formalismo: madu­ra. Entre 1926 y 1930, sin embargo, tiene lugar lo que Erlich llama “crisis y desbandada” .

13. El formalismo ruso, Barcelona, Scix Barral, 1974, p. 89. Véase, además, nuestro libro En pos delsigno, Zamora, 1:1 Colegio de Michoacán, 1995, pp. I 5 1 y ss.

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Pero fue B. M. Eikhenbaum (1886-1959) quien, en 1926, en su célebre artículo “La teoría del ‘método form ar’,14 15 se pronunció más claramente por un método científico de investigación literaria asumiendo un método hipoté- tico-deductivo muy cercano al de Karl Popper en La lógica de la investiga­ción científica. Para Eikhenbaum, en efecto,

la teoría es solamente una hipótesis de trabajo en nuestras investigaciones. Con su ayuda tratamos de señalar y comprender los hechos y descubrir su carácter sistemático, gracias al cual llegan a convertirse en materia de estudio [...] Preferimos establecer principios concretos y atenernos a ellos en la medida en que puedan ser aplicados a una materia determinada. Pero si esa materia exige una complejización o una modificación de nuestros principios, no dudamos en efectuarlas. En este sentido somos suficientemente libres frente a nuestras teorías, y, en nuestra opinión, toda ciencia debería serlo, en la medida en que existe una diferencia entre teoría y convicción. La ciencia no es algo definitiva­mente construido: su existencia se basa en la superación de los errores, no en el establecimiento de verdades. '•

“Formal” significó, en concreto, para los formalistas una cosa muy distinta que lo que significó tanto para la Formgeschichteschule como para Jolles. Es significativo para el concepto de forma y de lo formal tanto de ellos como del Círculo Lingüístico de Praga, su sucesor, el que en efecto de allí, andando el tiempo, haya nacido la fonología. Pero quizás, para el asunto que nos ocupa, ilustren mejor los conceptos de "forma” y de lo “formal” los trabajos de Vladimir Propp quien no sólo con Las raíces históricas del cuento sino, sobre todo, con su importantísima investigación sobre Morfolo­gía del Cuento inspiró buena parte de los análisis de Lévi-Strauss sobre el mito y dio pie a una serie de investigaciones y conceptos actualmente en boga en las ciencias del lenguaje. En Raíces históricas Propp pone de manifiesto que los cuentos populares rusos y soviéticos reflejan vestigios localizables históricamente de viejas concepciones mitológicas anteriores a el los.16 Refle­jan, en efecto, tomas de posición ante ideologías, cosmovisiones, ritos, costumbres de tiempos muy antiguos. Muestra Propp cómo al reducir a

14. Formalismo y vanguardia, op. cit., p á g s . 2 9 y s ig s .

15. Op. cit.. p .3 0 .16. M á s ta r d e , G e o r g e D u m é z i l e x p l o r a r á b r i l l a n t e m e n t e e s t a p i s ta . V é a s e , s o b r e t o d o . Del mito a la

novela, M é x i c o , F C E , 1 9 7 3 ; Escitas y ocetas. Mitología y sociedad. M é x i c o . F C E . 1 9 8 9 ; La cortesana y los señores de colores. Esbozos de mitología, M é x i c o . F C E , 1 9 8 9 .

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El h a bla r lapid ario

cuentos las viejas m itologías tiene lugar un auténtico proceso de desmitologización o, lo que es lo mismo, de racionalización del mito.

Vladimir Propp, nacido en Rusia en 1895, fue profesor de etnología en la Universidad de Leningrado. La primera edición de Morfología del Cuento apareció en 1928. “M orfología, dice, significa el estudio de las form as” . Con ello, Propp quiere decir el estudio de las partes constitutivas, el estudio de la relación de unas con otras y con el conjunto, el estudio — en resumidas cuentas— de la estructura. La forma como él lo expresa es la siguiente: M orfología del cuento es “el estudio de las formas y el establecimiento de las leyes que rigen la estructura” . Como dice Erlich:

Su método fue el del ‘análisis m orfológico’, es decir, el de analizar la estructura del cuento de hadas en sus partes constitutivas. El objetivo confesado del erudito era “reducir la aparente multiplicidad de los argumentos de los cuentos de hadas a un número limitado de tipos básicos”.¿Cuál fue la base de esta tipología? Esta autoridad formalista en folklore era escéptico acerca de las numerosas tentativas de clasificación basadas en la naturaleza del medio descrito, o las características del protagonista. Estos criterios, sostenía, son inoperantes, ya que introducen un número virtualmente ilimitado de variables.17

La solución que Propp vio al problema de los análisis estructurales, fue la de poner como unidad básica de ellos no el personaje sino su función, el papel que desempeña en el argumento. Propp establece la distinción — en un cuento— entre dos niveles: lo que cambia y lo que no cambia. De acuerdo con lo anterior, parece desprenderse que es de la función de donde deriva la forma. Para mostrar su propósito, cita una serie de casos: 1) El rey da un águila a un valiente. El águila se lleva a éste a otro reino. 2) Su abuelo da un caballo a Sutchenco. El caballo se lleva a Sutchenco a otro reino. 3) Un mago da una barca a Iván. La barca se lleva a Iván a otro reino. 4) La reina da un anillo a Iván. Dos fuertes mozos surgidos del anillo llevan a Iván a otro reino, etc.

En los casos citados — dice Propp— , encontramos valores constantes y valores variables. Lo que cambia, son los nombres (y al mismo tiempo los atributos) de los personajes; lo que no cambia son sus acciones, o sus funciones. Se puede sacar la conclusión de que el cuento atribuye a menudo las m ismas acciones a personajes diferentes. Esto es lo que nos permite estudiar los cuentos a partir de las funciones de los personajes.18

17. Op. cit.. pp. 357 y s.18. Vladimir Propp. Morfología del cuento, tercera edición. Madrid. Editorial Fundamentos, 1977. pp 21-

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cuentos las viejas m itologías tiene lugar un auténtico proceso de desmitologización o, lo que es lo mismo, de racionalización del mito.

Vladimir Propp, nacido en Rusia en 1895, fue profesor de etnología en la Universidad de Leningrado. La primera edición de Morfología del Cuento apareció en 1928. “M orfología, dice, significa el estudio de las form as” . Con ello, Propp quiere decir el estudio de las partes constitutivas, el estudio de la relación de unas con otras y con el conjunto, el estudio — en resumidas cuentas— de la estructura. La forma como él lo expresa es la siguiente: M orfología del cuento es “el estudio de las formas y el establecimiento de las leyes que rigen la estructura” . Como dice Erlich:

Su método fue el del ‘análisis m orfológico’, es decir, el de analizar la estructura del cuento de hadas en sus partes constitutivas. El objetivo confesado del erudito era “reducir la aparente multiplicidad de los argumentos de los cuentos de hadas a un número limitado de tipos básicos”.¿Cuál fue la base de esta tipología? Esta autoridad formalista en folklore era escéptico acerca de las numerosas tentativas de clasificación basadas en la naturaleza del medio descrito, o las características del protagonista. Estos criterios, sostenía, son inoperantes, ya que introducen un número virtualmente ilimitado de variables.17

La solución que Propp vio al problema de los análisis estructurales, fue la de poner como unidad básica de ellos no el personaje sino su función, el papel que desempeña en el argumento. Propp establece la distinción — en un cuento— entre dos niveles: lo que cambia y lo que no cambia. De acuerdo con lo anterior, parece desprenderse que es de la función de donde deriva la forma. Para mostrar su propósito, cita una serie de casos: 1) El rey da un águila a un valiente. El águila se lleva a éste a otro reino. 2) Su abuelo da un caballo a Sutchenco. El caballo se lleva a Sutchenco a otro reino. 3) Un mago da una barca a Iván. La barca se lleva a Iván a otro reino. 4) La reina da un anillo a Iván. Dos fuertes mozos surgidos del anillo llevan a Iván a otro reino, etc.

En los casos citados — dice Propp— , encontramos valores constantes y valores variables. Lo que cambia, son los nombres (y al mismo tiempo los atributos) de los personajes; lo que no cambia son sus acciones, o sus funciones. Se puede sacar la conclusión de que el cuento atribuye a menudo las mismas acciones a personajes diferentes. Esto es lo que nos permite estudiar los cuentos a partir de las funciones de los personajes.18

17. Op. cit.. pp. 357 y s.18. Vladimir Propp. Morfología del c//eA7/o.terceraedición. Madrid. Editorial Fundamentos, 1977, pp21-

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Esta distinción de Propp tendrá una importancia capital no sólo para los análisis de Lévi-Strauss y, para la semiótica greimasiana, sino que permite establecer el principio de que en un texto es la función la que determina la forma, tan importante para el concepto de forma que aquí manejamos: lo constante es lo funcional, podríamos decir. Por lo demás, de esta concepción propeana proviene no sólo su distinción entre un nivel superficial y un nivel profundo, l9sino su distinción entre actante, y personaje o actor. El problema fundamental que se plantea en su Morfología del cuento es investigar en qué medida las funciones representan realmente “valores constantes, repetidos, del cuento” . Y, por tanto, ver cuántas funciones puede incluir un cuento. La investigación de Propp da respuesta a ambas preguntas. Por un lado, “ los personajes de los cuentos, por diferentes que sean, realizan a menudo las mismas acciones” . Se trata, en efecto de constantes.

Anotemos — dice Propp— que la repetición de funciones por ejecutantes diferentes ha sido observada hace ya tiempo por los historiadores de las religiones en los mitos y creencias, pero que no lo ha sido por los historiadores del cuento. Así como los caracteres y las funciones de los dioses se desplazan de unos a otros y pasan incluso, finalmente, a los santos cristianos, las funciones de ciertos personajes de los cuentos pasan a otros personajes.

En efecto, para Propp, como su nombre lo indica, el nivel superficial, llamado también nivel de manifestación o de los personajes, está constituido por lo que cambia en el texto. Y “ lo que cambia — dice Propp— son los nombres (y al mismo tiempo los atributos) de los personajes” . En cambio, el nivel profundo está constituido por las funciones, la constante del texto. “Lo que no cambia — dice— son sus acciones, o sus funciones” . Cada función, en efecto, puede ser desempeñada por varios personajes.20

En cuanto al número de funciones que Propp encuentra en los cuentos maravillosos, cabe decir que son treinta y una. La manera como determina las funciones es mediante la pregunta “qué hacen los personajes” . Otras

19. Como puso de manifiesto ya Noam Chomsky en su L in g ü ís tic a c a r te s ia n a . Un c a p itu lo d e la h is to r ia d e l p e n s a m ie n to r a c io n a lis ta (segunda reimpresión de la primera edición, Madrid, Gredos, 1978) los antecedentes de esta distinción son mucho más antiguos y se adscriben a la muy francesa tradición que, remontable a los m o d is ta e medievales y a la muy antigua vertiente de los filósofos gramáticos, germina en torno a Port-Royal.

20. Como ya lo ha señalado Noam Chomsky en su L ingüística c a rte s ia n a , op. c it., este concepto de estructura profunda y estructurasuperficial como planos estructurantes de un texto yahabían sido contemplados por los sabios de Port-Royal.

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E L H A B L A R L A P I D A R I O

preguntas como “quien hace algo y cómo lo hace son preguntas que sólo se plantean accesoriam ente'’. La conclusión a la que llega es formulada por él en estos términos:

Los cuentos maravillosos poseen treinta y una funciones. No todos los cuentos maravillosos presentan las mismas funciones, pero la ausencia de algunas de ellas no influyen en el orden de sucesión de las demás. Su conjunto constituye un sistema, una composición. Sistema que se encuentra muy extendido y que es sumamente estable [...] El sistema no se limita a treinta y una funciones. Un motivo, por ejemplo el de “Baba Yaga da un caballo a Iván”, comprende cuatro elementos, uno de los cuales representa una función, mientras que los otros tres tienen un carácter estático. El número total de elementos, de partes constitutivas del cuento, es alrededor de ciento cincuenta. Se puede dar un nombre a cada uno de estos elementos, de acuerdo con su papel en el desarrollo de la acción [...] Si se dieran nombres a los ciento cincuenta elementos del cuento maravilloso en el orden exigido por el mismo cuento, se podrían inscribir en ese cuadro todos los cuentos maravillosos; y por el contrario, cualquier cuento que se pudiera inscribir en esa tabla sería un cuento maravilloso mientras que aquellos que no pudieran inscribirse en ella serían otra clase de cuentos.21

Para ver qué y cómo entiende él por estas funciones veamos algunos ejemplos. La primera de esas funciones es formulada así por Propp: “uno de los miembros de la familia se aleja de la casa". La definición de esta primera función es: “alejam iento” . “El alejamiento, dice Propp, puede ser el de una persona de la generación adulta” : puede ser, por ejemplo, los padres que se van a trabajar; el príncipe que tiene que partir para un largo viaje y dejar a su mujer entre extraños; etc. Se equipara al alejamiento la muerte de un personaje, los padres, por ejemplo. La segunda función que Propp encuentra en los cuentos, la formula, en cambio, así: “ recae sobre el protagonista una prohibición” . La segunda función es definida, pues, como “prohibición”: “no debes mirar lo que hay en esta habitación", “no te apartes del camino”, “no le abras a nadie”, etc. La última de las funciones, en cambio, es: “el héroe se casa y asciende al trono” . Se define, por tanto, como “m atrim onio” . En cada una de estas funciones hay variantes que no viene el caso mencionar en este bosquejo. Las conclusiones que saca, al respecto, son las siguientes: los elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que

21. V. Propp. Morfología.... op. cit.. pp. 155 y s.

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cumplen esas funciones. En segundo lugar, las funciones son las partes constitutivas fundamentales del cuento. En tercer lugar, el número de funcio­nes que incluye el cuento maravilloso es limitado. Cuarto: la sucesión de las funciones es siempre idéntica. Finalmente: todos los cuentos maravillosos pertenecen al mismo tipo en lo que concierne a su estructura.22 En palabras de Erlich, nuevamente,

Mientras las dramatis personae a menudo cambian de una versión del mismo cuento a otra, las ‘funciones’ son las mismas. En otras palabras, el ‘predicado’ del cuento de hadas, lo que el protagonista ‘hace’, es el elemento constante; su sujeto — el nombre y los atributos del personaje— el variable. “El cuento de hadas — escribía Propp— a veces atribuye la misma acción a varias personas”. Según el período o medio ambiente étnico, el papel del torvo enemigo puede ser ejecutado por un monstruo, una serpiente, un gigante malvado o un jefe tártaro; la función del obstáculo colocado en el camino del héroe puede realizarlo una bruja, un malvado hechicero, una tempestad o un animal de presa.23

Con esta herramienta, Propp se dedica a estudiar el folklore internacio­nal. Encuentra, al respecto, que la narración se constituye por un número limitado de elementos fijos, las funciones, que constituyen una especie de morfología de la narración a un nivel más profundo que el solo nivel sintáctico. Observa, en efecto, que el número de funciones que se dan en cuentos de viaje era muy reducido — Propp encuentra y describe, como se ha dicho, treinta y un funciones— mientras que el número de personajes era muy amplio; la secuencia de estas funciones, sin embargo, era siempre la misma. La conclu­sión de Propp era que las sorprendentes semejanzas entre los cuentos de hadas de varios países y épocas radican no sólo en los motivos individuales sino en la manera como organizan esos motivos — es decir en los argumentos.24 Propp, en efecto, sacaba la conclusión de que todos los cuentos de hadas son estructuralmente monotípicos. Penetrar a las entrañas del funcionamiento narratológico del cuento es abonar a la cuenta de su “forma”.

Si Morfología del cuento es importante para el avance de la semiótica, no menos importante lo fue otro ensayo de Propp — menos famoso, cierta­mente. Me refiero a “Las transformaciones de los cuentos maravillosos” . Partiendo de la misma distinción entre constantes y variables en los cuentos,

22. Morfología, op. cit., pp. 33-35.23. El formalismo ruso, op. cit., p. 358.24. V. Erlich, op. cit., p. 358, & 3.

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E l h a bla r lapid ario

estudia precisamente el fenómeno de la transformación que sufren las funciones al pasar de un cuento a otro, de una cultura a otra. A saber, si la estructura de un cuento ruso es equivalente a la estructura de un cuento egipcio en donde los personajes y sus atributos son distintos. A eso llama Propp “m orfo log ía” .

De acuerdo con lo hasta ahora dicho, entendemos por “forma” una configuración textual fundamental determinada por la función. Como lo señalamos arriba, las “formas” son maneras de ser concretas de las configu­raciones textuales mayores denominadas “géneros” . Los géneros, pues, son configuraciones mayores que o están compuestos de formas, o se realizan históricamente en formas: el de los refranes es un tipo textual que se realiza históricamente en formas. Una novela, a su vez, es un género textual en cuya composición entran diferentes formas. Al sustrato conformante tanto de las formas como de los géneros se le llama, en fin, estructura. Tanto las formas como los géneros textuales pueden estar simultáneamente conformados por diversas estructuras. Api icado al refrán, diríamos que es un género textual que se da históricamente en varias formas (constataciones, consejos, veredictos, normas, recetas, tasaciones, exclamaciones, preguntas, interpelaciones), cada una de las cuales puede ser analizada, por ejemplo, desde el punto de vista de las diferentes estructuraciones que su sistema semiótico implica: una estruc­tura sintáctica, una estructura semántica, una estructura lógica, etc.25

Ya hemos visto en nuestro capítulo segundo cómo en algunos ámbitos los términos estructura, forma y género, con frecuencia funcionan como sinónimos. En una disertación como ésta no creemos necesario intentar crear un nuevo sistema terminológico: estamos convencidos de que lo único que lograríamos con ello sería aumentar la cantidad de términos flotantes. Por lo demás, sobre las diferencias que entre algunos ámbitos de investigación circulan sobre estos términos, puede verse el ya citado libro de Klaus Koch, Was ist Formgeschichte?26 27 28 En cambio, sobre un concepto más elaborado de estructura literaria, puede consultarse tanto la excelente tesis de Albert Vanhoye, La structure littéraire de 1 'épitre aux hébreux,21 como la también tesis de Ugo Vanni, La struttura letteraria dell’Apocalisse.n Para esta

25. Aunque tenemos en cuenta en ensayo de Tzvetan Todorov. "L'origine des genres" (en L e s genresdu discours. Paris. Ed. du Seuil. 1978. pp. 44 y ss.) no lo seguimos en su totalidad.

26. Op. cit.27. Paris/Bruges. Desclée de Brouwer. 1963.28. Roma. Herder. 1971.

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L a forma de los refranes

disertación, como hemos dicho, asumimos, en concreto, que el “refrán” es un tipo textual o género literario;29que de los refranes hay algunas formas fundamentales según el tipo de enunciación que se da en cada refrán; que un mismo refrán puede tener, desde el punto de vista de la pragmática, más de un tipo de enunciación — por ejemplo, un refrán puede ser constatativo y al mismo tiempo exclamativo— y, finalmente, que para cada uno de estos textos existen varias estructuras que relacionadas entre sí organizan los distintos niveles del texto.

Son marcas indicadoras de la forma, por consiguiente, para el caso que nos ocupa, principalmente el empleo del tiempo, modo y persona verbales, al igual que el empleo de un determinado tonema ya de cadencia, ya de anticadencia.30 De hecho, el empleo simultáneo de categorías morfo-sintácticas, por un lado, y prosódicas, por otro, conduce al ya mencionado resultado de que un mismo texto pueda ser clasificado en dos casilleros diferentes. Por lo demás, asumimos con plena conciencia la observación que ya alguna vez Dámaso Alonso hiciera sobre la complejidad de los componentes del signo lingüístico.31 Sin embargo, hay que tener en cuenta, además, que algunas estructuras m orfosintácticas están íntimamente ligadas a tonemas de anticadencia dando como resultado los textos exclamativos. Desde luego, no es nuestro propósito replantear la terminología en boga sobre el asunto. Nos interesa dejar en claro, sí, que las estructuras son el mecanismo sustentador de las formas y que en el capítulo anterior sólo nos hemos ocupado de algunas

29. Fernando Lázaro Carreter no estaría de acuerdo con esto según se desprende de su ensayo “literatura y folklore: los refranes”, en Fernando Lázaro Carreter, E stu d io s d e lin g ü ís tic a , segunda edición, Barce­lona, Editorial Crítica, 1981, pp. 207-217.

30. Femando Lázaro Carreter, D ic c io n a r io d e térm in os f i lo ló g ic o s , quinta reimpresión de la tercera edición, Madrid, Gredos, 1981, p. 393. Tomás Navarro Tomás (TNT) tanto en su M a n u a l d e e n to n a c ió n e s p a ñ o la (cuarta edición, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1974) como en su Manual de pronuncia­ción española (décimo quinta edición, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1970) se ocupó explícitamente de estas cuestiones. Al hablar, en efecto de los distintos tipos de entonación (enunciativa, interrogativa, volitivay emocional) da pie para introducircriterios tonales en la clasificación formal de los refranes que aquí nos interesa. TNT, por ejemplo, en su M a n u a l d e e n to n a c ió n e s p a ñ o la , al ocuparse de la entonación volitiva, anal iza varios tipos de entonaciones entre las que se encuentra la “entonación de proverbio” como llama TNT a “la entonación enunciativa” que “presenta una entonación característica de los refranes y proverbios, cuando estas frases, comúnmente reconocidas, se dicen con especial propósito de advertencia y recomendación”. {O p. c i t . , p. 20). La citada G r a m á tic a d e la le n g u a e s p a ñ o la de Emilio Alarcos Lorach propone también varios “esquemas de entonación” entre los que se encuentran el interrogativo, el asertivo, el enumerativo y el emotivo. O p. c i t . , p p . 52-56.

31. Dámaso Alonso, P o e s ía e sp a ñ o la . E n s a y o d e m é to d o s y l ím ite s e s t i l ís t i c o s . G a r c i la s o , F r a y L u is d e L eón , S a n J u a n d e la C ru z, G ó n g o ra , L o p e d e V ega, Q u e v c d o , quinta edición, Madrid, Gredos, 1993, pp. 19 y ss.

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E l h a bla r lapid ario

estructuras de tipo gramatical corno distintivas de grupos de refranes. En el presente capítulo, en cambio, asumiendo que los textos del corpus pertenecen al género textual del “refrán” , queremos mostrar que, sin embargo, desde el punto de vista textual, como hemos visto que sucedía desde el punto de vista estructural, estos refranes son agrupables de acuerdo con la forma textual que adoptan.

Somos conscientes de que en un texto tan breve como un refrán funcionan otros tipos de estructuras; sin embargo, para el fin de nuestra investigación no consideramos necesaria la clasificación del corpus según todas las estructuras que lo sustentan. Para nuestros fines, por tanto, nos es suficiente asumir la estructura textual como una red de relaciones, del tipo que sean, que contraen entre sí todos los elementos de una obra literaria y que hacen de ella una obra unitaria. Las diferentes formas textuales son al mismo tiempo unidades textuales por las diferentes estructuras que las sustentan. Una carta, por ejemplo, es una unidad literaria. Es unidad, en primer lugar, porque el conjunto constituye externamente lo que se llama “carta” . Tiene, pues, al menos, una unidad externa. Pero normalmente una “carta” tiene una unidad interna que le proviene de la estructura: consta de datos del remitente, datosdel destinatario, indicación de lugary fecha, encabezado, introducción, asunto, conclusión, despedida y firma. Todos esos elementos están tan relacionados entre sí que forman una unidad 1 lamada “carta” . Se puede decir que todo texto debe tener una estructura o armazón que dé coherencia y unidad al conjunto de sus partes.

Toda estructuración de un texto es producto de la creación personal.Toda forma literaria tiene una estructura. La novela, por ejemplo, tiene una estructura. Consiste esa estructura en la "manera en que aparecen organiza­dos los elementos que integran una novela” .12 Hay un libro de Mariano Baquero Goyanes que se llama Estructuras de la novela actual™ en que repasa la novelística contemporánea desde el punto de vista de sus estructu­ras. Así, hay novelas que tienen una estructura episódica— por ejemplo en las novelas de búsqueda— , otras tienen una estructura dialogada, otras una estructura musical, etc.

Hay estructuras visibles, externas, y estructuras internas. Las estrofas de que se compone un soneto, por ejemplo, es una estructura externa. Hay otras 32 33

32. R. S. Crane citada por Baquero Goyanes. vide infra, p. 18.33. Tercera edición. Barcelona. Planeta. 1975.

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L a forma de los refranes

estructuras externas: la rima, por ejemplo, se percibe fácilmente; como el ritmo poético. Las estructuras métricas, en efecto, son fácilmente percepti­bles. La estructura en capítulos de una novela, es también fácilmente percep­tible. Las marcas estructurales de una obra sirven para percibir la unidad y, en resumidas cuentas, la intención del autor. De allí que para la crítica literaria sea muy importante poder investigar cuál es la estructura de una obra. Otras veces la estructura no es perceptible a simple vista, es interna, y se requiere de una observación más cuidadosa para distinguir las marcas estructurales que tiene la obra.

Por ejemplo, llama la atención, aunque sea en una lectura superficial, la fuerte estructuración de Pedro Páramo. Las marcas estructurales que delatan esa fuerte estructuración son inclusiones, vocablos de enlace, paralelismos y quiasmos. Una forma literaria o textual implica, no importa qué tan simple sea, el funcionamiento simultáneo de varias estructuraciones.

Los refranes de nuestro corpus, pues, aunque adscritos al tipo textual “refrán” son agrupables en diversas formas que, a su vez, son sustentadas por estructuras diferentes. Sentencia, máxima, aforismo y declaración constatativa son formas, en efecto, de índole referencial; mientras que consejo, mandato, exhortación son textos conativos o, en la ya mencionada terminología de J. L. Austin,34 “performativos” . Si el propósito de nuestra investigación es llegar a profundizar en los mecanismos y funciones del hablar lapidario, una clasificación de nuestro corpus desde el punto de vista de la forma es no sólo conveniente sino necesaria: nos pone en contacto, desde luego, con otros tipos textuales afines al nuestro, desde el punto de vista formal; además, nos introduce en algunas de las primarias funciones discursivas del hablar lapidario, independientemente de las que tiene como parte de un discurso mayor. En efecto, al margen de lo que ya hemos dicho sobre las funciones gnomemáticas del refrán, sobre las que regresaremos más adelante, los refranes tienen, en sí mismos, una forma y son susceptibles de funcionar de manera autónoma a partir de esa forma: son hablar lapidario.

Más aún, su carácter de paradigma del hablar lapidario es desempeñado más como textos independientes que en su calidad ya mencionada de textos parásitos: en ese sentido, un refranero es la documentación de una manera de hablar breve, a imágenes, a densos golpes de palabra. De cualquier manera,

34. J. L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras, segunda reimpresión, Barcelona, Ediciones PaidósIbérica, 1988.

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toda clasificación enseña algo que no aparece a simple vista. Creemos, por tanto, que dividir los refranes de nuestro acervo según sus formas nos dará una idea más precisa de cuáles son las formas preferidas de los refranes, a qué funciones remiten y cuáles son los ámbitos preferidos del hablar lapidario: con ello habremos avanzado no poco en nuestro aprendizaje sobre el hablar lapidario desde nuestro mirador.

L a s f o r m a s d e n u e s t r o c o r p u s

Los refranes constatativos

Según su forma, por tanto, los refranes de nuestro corpus serían susceptibles de dividirse en los dos grandes grupos de Austin: refranes constatativos y refranes performativos. Sin embargo, no tomaremos como punto de partida esta clasificación que, como se sabe, tuvo en sus orígenes otros propósitos. Una buena parte de nuestros refranes más tradicionales de nuestro corpus son del tipo constatativo como “ollita que hierve mucho o se quema o se derram a”; “perro que ladra no muerde” . Como se ve, se trata de una simple declaración constatativa sobre un hecho de la realidad extralingüística sin pronunciarse sobre ella. Los llamamos, por tanto, “ refranes constatación” por el hecho ya mencionado de adoptar la forma de una simple declaración sobre un objeto o acontecimiento de la realidad extralingüística. Como podrá verse en la lista paradigmática que de el los hacemos, los refranes constatación adoptan varias de las estructuras enumeradas en el capítulo anterior. Se podría decir, en efecto, que salvo algunas estructuras exclusivamente performativas, exclamativas o interrogativas como “hay que...”, “no hay que...” , “ ¡ay...”, “ahora sí...” y “qué...”, entre otras, prácticamente todas las estructuras paremiológicas en que se ha agrupado el corpus son susceptibles de albergar refranes constatativos. Sin embargo, como diremos enseguida, hay unas estructuras más aptas que otras para ello. Lo anterior podría indicar, entre otras cosas, que las marcas morfosintácticas de los refranes constatativos son muy comunes. El nombre que le damos a este primer grupo de refranes, sin embargo, aunque, desde luego, pueda asociarse a la clasificación, ya mencio­nada, de J. L. Austin, el lector no debe identificarlo con ella.

De acuerdo con la clasificación propuesta en el capítulo anterior, son predominantemente constatativos los refranes “hay...” con excepción, ob­viamente, de los refranes “hay que...” ; los refranes “no hay...” ; los refranes

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“nombre + sintagma adjetivo” : entre los que hay mencionar los refranes “nombre + que...” ;35 los refranes “art. + que...” ; los refranes “quien...” ; los refranes “al que...” ; refranes “art. + SN...; refranes “N...” Los refranes de verbo en indicativo; los refranes “más vale...”; los refranes “más + verbo... que”; los refranes “más...” ; los refranes “de que...” ; los refranes “en + SN...” ; los refranes “entre...” y, finalmente, los refranes “hasta...” . Sin embargo, como ya explicamos, ni están todos los que son ni son todos los que están. Hablamos sólo de estructuras en las que predominan los refranes constatación; omitimos, en cambio, estructuras en las que predominan otras formas en las que, sin embargo, es posible encontrar, desde luego, algún refrán constatativo.36

Desde el punto de vista de las funciones del discurso, en los refranes constatativos ocupa el primer lugar lo que Karl Bühler llamó la función representativa del lenguaje.37 Los enunciados que constituyen este primer grupo de refranes son enunciados absolutos. El verbo suele estar en tercera persona del singular del presente de indicativo. Adoptan marcas de universa­lización como el uso de artículo ya determinado ya indeterminado, el empleo del impersonal “hay” , o el uso de las expresiones de relativo “el que”, “ la que”, “ lo que”, “quien” utilizadas en el discurso lapidario jurídico para sus enunciados universalizantes. Por lo general, se puede decir que las marcas de universalización se encuentran en la protasis del refrán. Nada raro, entonces, que sea la protasis el lugar de convergencia entre los distintos tipos de refranes gnomemáticos. No sólo la retórica antigua sino, en general, en los diferentes ámbitos se suele reconocer esta forma unlversalizante de los refranes. Por ejemplo, el célebre padre del conductismo norteamericano, B. F. Skinner, lo menciona en estos términos:

35. Cuando aquí encierro los refranes de una determinada estructura dentro de una determinada forma, me refiero a lageneralidad de los textos: no, desde luego, a su totalidad. Por ejemplo, entre los refranes- declaración de estructura “nombre + que...” hay algunos, ciertamente, que son refranes-consejo, por ejemplo, como: “agua que no has de beber, déjala correr”; “agua que no has de beber, no la pongas a hervir”.

36. El lector puede acudir al corpus tal cual aparece en el anexo y verificaren qué medidaes inoperante desde el punto de vista de la forma una clasificación que atienda sólo a laestructura gramatical de las primeras palabras del texto. Una clasificación estructural que procediera por estructuras completas de tipo morfosintáctico, además de magnificar excesivamente este texto, resultaría inútil en la medida en que, como se ha dicho, nuestra disertación no tiene pretensiones ni principal ni exclusivamente taxonómicas. Más adelante se hará un análisis más completo de los refranes que, por razones, más de forma que de algún esquema estructural, sean más representativos del hablar lapidario.

37. Kar Bühler, Sprachtheorie. Die Darstellungsfunktion der Sprache, Frankfurt/M - Berlin - Wien, Ullstein Buch, 1978 & 2,2-3.

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El hablar lapidario

ciertas formas de instrucción se pueden transmitir de generación en generación porque las contingencias que describen son duraderas. Una máxima tal como “si quieres perder un amigo, préstale dinero” describe un comportamiento (prestar dinero) y una consecuencia (perder un amigo).18

Según Skinner, por tanto, el carácter unlversalizante de los refranes les viene, en general, del hecho de que las conductas impl ¡cadas lo son: no son ni de éstani de esta otra época. Son de siempre. No se refieren a cosas singulares. Al contrario de lo que sucede con las marcas de universalización que, como se ha dicho, suelen radicaren la protasis, las marcas que indican el carácter formal del enunciado suelen estar, más bien, en la apódosis teniendo en cuenta el hecho, por lo demás ya mencionado, de que en los refranes mexicanos más tradicionales prevalece el esquema circunstancia-sanción que, de una u otra manera, equivale al esquem ade un enunciado condicional o casuístico. Pues bien, teniendo en cuenta este esquema, habría que decir que los refranes constatativos carecen de sanción, propiamente tal. O mejor dicho, en los refranes constatativos la sanción es también una constatación: el refrán “yerba mala nunca muere” , por ejemplo, es de principio a fin una constata­ción aunque, como es evidente, se puedan distinguir en él las dos partes, binarias cada una, de que se compone, por lo general, todo refrán m exicano.38 39 Esto equivale a decir que, en la práctica, en el refrán constatativo no hay sanción: hay sólo constatación.

Empero, si bien se puede decir que los refranes constatativos carecen de sanción, los demás refranes de esquema cuaternario dedican por lo general su segundo miembro a establecer una especie de sanción que puede adoptar la forma ya de un veredicto, ya de una norma, ya de un consejo, ya de una exclamación o de una interrogación ironizante. Se puede decir, por tanto, que hay muchas otras formas de refranes que sí tienen sanción que, según sea la forma que adopte, colora todo el refrán dando lugar a refranes norma, refranes consejo, veredicto, refranes exclamativos, o refranes interrogativos, entre otros. Desde luego, como se verá, dentro de nuestro corpus existen otros esquemas paremiológicos distintos del ya mencionado esquema circunstan­cia-sanción.

38. B. F. Skinner, S o b r e e lc o n d u c tis m o , Barcelona, Planeta/Agostini, 1994, p. 115.39. Es el enunciado cuatripartito de George B. Milner en su ensayo“Z)e / ’a r m a tu r e d e s lo c u tio n s

p r o v e r b ia le s . E ss a i d e ta x o n o m ie s é m a n tiq u e ”, L ’h o m m e , op . c it.

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Por lo demás, se podría decir que los refranes incluidos en este primer grupo representan el paradigma más tradicional de los textos que en lengua castellana han funcionado como refranes en la más tradicional función de gnomemas. El lo significaría que los textos constatativos constituyen no sólo el paradigma del hablar lapidario sino que, desde el punto de vista discursivo, aquí se encuentran los textos más significativamente gnomemáticos. Por tanto, para nuestro análisis de la lapidariedad textual hemos de basarnos en análisis más completos de estos textos, principalmente. Como ya hemos señalado, más arriba, el recurso entimemático es quizás el recurso más importante de la lapidariedad discursiva al lado, desde luego, de lo que aquí llamaremos la semiótica emblemática.

Como se ha mencionado ya, dos son los niveles de lapidariedad en que funcionan los refranes desde el punto de vista del hablar: por un lado, tomados aisladamente, cada refrán es modelo en sí mismo del hablar lapidario. Por tanto, el análisis morfo-estructural nos dará una serie de informaciones sobre la textualidad lapidaria. Por otro lado, está la inserción y funcionamiento del refrán en el discurso trátese de diálogo o de discurso oratorio en donde, desde luego, hay otro tipo de funcionamiento lapidario del refrán. En efecto, el refrán insertado en el discurso mayor funciona coloreando ese discurso con su lapidariedad mediante los dos recursos de lapidariedad ya mencionados. A saber: el carácter a la vez gnomemático que emblemático de estos textos. Los refranes constatativos de nuestro acervo están fundamentalmente representa­dos, en sus diferentes variedades estructurales, por el siguiente pequeño corpus:40

Hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia.Hay tiempos de acometer y tiempos de retirar: tiempos de gastar unpeso y otros de gastar un real.Hay veces que un ocotito provoca una quemazón.Hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer.Hay quienes nacen con estrella y hay quienes nacen estrellados.No está el palo para hacer cucharas, ni el cucharero para hacerlas.No hay mal que dure cien años, ni enfermo que los aguante.No hay más cera que la que arde.

40. En las siguientes tipologías paremiológicas sólo escogeré los refranes necesarios para dar cuenta de las diferentes variedades estructurales latentes en una misma forma.

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El hablar lapidario

No hay indio que haga tres tareas seguidas.No hay jardines como los que hacen los pobres.No hay pinacate que suba media pared.No hay pobre de malas intenciones.No hay peor lucha que la que no se hace.No por mucho madrugar amanece más temprano.Hombre prevenido, vale por dos.M ujer que quiera a uno solo y banqueta para dos, no se hallan en Guanajuato ni por el amor de Dios.M ujer que con muchos casa a pocos agrada.M ujer que puede su cuerpo vende.M ujer que no huele a nada es la mejor perfumada.Ojos que no ven corazón que no siente.Agua pasada no mueve molino.Aguacero a las tres, buena tarde es.Conyugales desazones, se arreglan en los colchones.El que mal anda mal halla.El que se quemó con leche hasta al jocoque le sopla.El que a hierro mata a hierro muere.El que da y quita con el diablo se desquita y en la puerta de su casa le saleunajorobita.El que no puede siempre quiere.El que no se avienta no cruza el río.El que mucho mal padece con poco bien se consuela.El que guarda halla.El que hace un cesto hace ciento.El que se casa, por todo pasa.El que sabe sabe.El que no transa no avanza.El que no tiene vergüenza dondequiera almuerza.El que obedece no se equivoca.El que nunca va a tu casa en la suya no te quiere.La fortuna que vino despacio no se va de prisa.La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar.La mujer que fue tinaja se convierte en tapadera.La mujer que mucho hila poco mira.La que tiene deseos de ver tiene deseos de ser vista.

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La que tiene el marido bueno no tiene seguro el cielo.La que no es casamentera no goza la fiesta entera.La que queda hereda.Lo que sin tiempo madura poco dura.Lo que sin esfuerzo se gana nada se vuelve.Lo que no se ve no se juzga.Lo que tiene la olla saca la cuchara.Quien mal casa siempre llora.Quien mal cae mal yace.Quien mal anda mal acaba.Quien nada debe nada teme.Quien mal canta bien le suena.Al que le asusta su nombre le preocupa su persona.Al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangre. Al que se aleja lo olvidan y al que se muere lo entierran.El tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran. El trabajo no es entrar sino encontrar la salida.El valiente de palabra es muy ligero de pies.El valiente vive hasta que el cobarde quiere.El hábito no hace al monje, pero lo viste.El árbol más altanero, débil tallo fue primero.El buen juez por su casa empieza.El buey más manso nos da la mejor patada.El buey para arar nació y el ave para volar.El miedo no anda en burro.El pan ajeno hace al hijo bueno.Las costumbres se hacen leyes.Las noticias malas, tienen alas, las buenas, andan apenas. Las pistolas las carga el diablo y las disparan los tarugos. Las manos que trabajan no son manos sino alhajas.Lo poco asusta y lo mucho amansa.Un alimento novedoso estimula el apetito.Un buen apetito es promesa de larga vida.Un diablo bien vestido, por ángel es tenido.Una vez muerta Jacinta, los dolientes se amolaron.Un pendejo callado es oro molido.Abundancia crea vagancia.

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Aguacates y muchachas maduran a puro apretón.Aguadores y lecheros, del agua hacen sus dineros.Campanas, lenguas y limas, Silao las tiene muy finas.Canas y dientes, son accidentes.Cada garañón relincha por su potrero.Cada mortal lleva su cruz a cuestas.Cada muchacho trae su torta.Cada oveja con su pareja.Cada perro tiene su hueso aunque se levante tarde.Acabándose el dinero se termina la amistad.Peleando y charreando en muía muy pronto se capitula.Buscan trabajo rogando a Dios no hallar.Cae más pronto un hablador que un cojo.Comen como puercos y miran como perros.Comen frijoles y repiten pollo.Cuando uno está de desgracia hasta los perros lo mean.Cuando habla la gente grande no mete el hocico el puerco.Cuando hay caballo ensillado, a todos se les ofrece viaje.Cuando hace aire hasta la basura sube.Después de la tempestad viene la calma.Donde manda el caporal, no gobiernan los vaqueros.Donde no hay voluntad no hay fuerza.Harto ayuda el que no estorba.Harto ayuna quien mal come.M ucho sufre quien bien ama.Tam bién de dolor se canta cuando llorar no se puede.Sólo los guajolotes mueren la víspera.También en San Juan hace aire, con todo y que está en el llano.A cada santo se le llega su función.A cada capillita le llega su fiestecita.A cada puerco le llega su San Martín.A las mujeres bonitas y a los buenos caballos los echan a perder los pendejos.

A la madera se le busca el hilo, a los pendejos el lado.A la hora de freír frijoles manteca es lo que hace falta.A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca.Con amor y aguardiente, nada se siente.

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Con la cruz sobre el bostezo me voy santiguando el hambre. De que el gallo se sacude en medio del árbol canta.De la subida más alta lastiman más las caídas.De limpios y tragones están llenos los panteones.Desde a leguas se conoce la vaca que ha de dar leche.Desde lejos se conoce el pájaro que es calandria.En arca abierta, el justo peca.En cada refrán hay una verdad.En casa de mujer rica, ella manda y ella grita.En casa del jabonero, el que no cae resbala.En el amor y en la guerra todo se vale.En tiempo de tempestad, cualquier agujero es puerto.En tiempo de remolino, hasta la basura sube.En manos de los pendejos, ni la pólvora arde.En la tierra de los calvos, los pelones son trenzados.En tu pueblo, por tu nombre, en la ciudad, por tu ropa.Entre dos no pesa un tercio.Entre sastres no se cobran los remiendos.Entre muía y muía, nomás las patadas se oyen.Entre muchos meneadores se quema la miel.Entre varios, pesa menos el muerto.Hasta el mejor escribano echa un borrón.Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande.Hasta pa’pedir limosna hace falta capital.Hasta una piedra sirve para darse un hocicazo.Para cada cáscara hay puerco.Para todos sale el sol aunque amanezca temprano.Para una desgracia no se necesita nada.Por las hojas se conoce el tamal que es de manteca.Según el sapo es la pedrada.Según el perro es el garrotazo.Aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

La declaración constatativa es una forma textual primaria muy frecuente en el habla cotidiana. Una primera aproximación a ella desde el punto de vista de lo que la Formgeschichte llama el Sitz im Leben, parece indicarnos que las

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situaciones a que está ligada esta forma son tantas que se podría dudar si realmente estamos ante una codificación. Vista, sin embargo, más de cerca, nos percatamos enseguida de que no se trata de una constatación ordinaria: si bien el referente es generalmente un hecho banal, la marcas de universaliza­ción del texto lo sacan del ámbito de lo concreto. Se trata, por tanto, de constataciones de tipo sapiencial o doctrinal. En esos ámbitos hay que buscar el ambiente vital de estos refranes.

Los refranes normativos

En las clasificaciones abundan, por lo general, los tipos mixtos. Hay refranes como “ratero que se vuelve ojo de hormiga que Dios lo bendiga” y “sacristán que vende cera y no tiene cerería, ¿de dónde la sacaría?” , entre otros, que, por ejemplo, adoptan una protasis descriptiva a la manera de la de los refranes constatativos y una apódosis exclamativa, interrogativa y aún conativa, como en los refranes anteriores, que corresponden, según veremos, a formas paremiológicas distintas. Por esa razón, una clasificación meramente formal, estrictamente hablando, debería analizar todas las posibilidades de combina­ción posibles incorporando al concepto de forma todos los elementos que de hecho entran en el sistema semiótico que cada refrán es.

En efecto, como hemos dicho, dentro de nuestro acervo, hay refranes cuya protasis constatativa es culminada por una apódosis ya tipo veredicto, ya normativa, ya interrogativa, ya exclamativa, ya conminativa, ya de otro tipo. Si el propósito de esta disertación fuera llegar a una taxonomía de los refranes, sin duda sería aconsejable hacer una clasificación de los refranes según las posibles combinaciones de las formas del primero con el segundo miembro del refrán. Empero, como nuestro interés taxonómico es relativo, vamos a tom ar del prim er miembro del refrán, generalmente una protasis, los rasgos universalizantes, y de su segundo miembro, en cambio, que generalmente hace las veces de apódosis, los rasgos de la forma a que se ha de adscribir el refrán por entero: de hecho, desde el punto de vista textual, es la apódosis la que domina formalmente a todo el texto; expresiones como “al que le venga el saco, que se lo ponga” , “el que quiera ser buen charro, poco plato y menos jarro” , “el que nació para ahorcado no morirá de ahogado” o “el que comió la carne roya los huesos” son enunciados conativos independientemente de las características textuales de la protasis.

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L a forma de los refranes

Para ejemplificar lo anterior, podríamos servirnos de los que podríamos denominar refranes norma: se trata de textos en los que predomina un estilo normativo. La norma remite, generalmente, a cualquiera de las formas de la institucionalización. El estilo normativo está enunciado como un principio que tiene una validez absoluta en las circunstancias que se indican: en tales circunstancias, llueva o truene, compórtate de esta manera. No siempre es fácil distinguir a partir de puras consideraciones formales, por ejemplo, los refranes norma de los refranes consejo. Ambos son de tipo performativo. Por tanto, en la siguiente clasificación nos atendremos al siguiente criterio: cuando se indican las circunstancias de la conminación, los catalogaremos como refranes norma; cuando la indicación sea absoluta, los tomaremos como refranes consejo: “nunca dejes camino por vereda”, “nunca engordes puerco chico porque se le va en crecer, ni le hagas favor a un rico que no lo ha de agradecer” . Desde luego, para determinar la forma de un refrán, estrictamen­te hablando, habría que tomar en cuenta todas sus cualidades pragmáticas. Hay, en efecto, refranes que teniendo la forma de una constatación son, de hecho, un consejo. Por ejemplo: “nunca es tarde para amar” ; o bien: “nunca es tarde para aprender” . Para esta clasificación, por tanto, sólo nos atenemos a la forma del enunciado, no a su uso.

En los refranes del esquema prótasis-apódosis, la protasis de los refranes norma, por lo general, es muy parecida en forma a una simple declaración constatativa; su apódosis, empero, y con ella su significado global, es de tipo performativo: dicha apódosis, en efecto, está constituida por textos que o bien adoptan el estilo y la forma de una nonna de conducta o de un precepto j urídico parecido a la sentencia emitida por un juez en donde se zanja una situación y que lleva aparejada una prescripción sobre una conducta o actividad. Huelga decir que hay refranes norma que no se atienen al esquema prótasis-apódosis. Tal es el caso de una buena parte de los refranes “ni...ni...” .

Como ejemplos de los refranes norma pertenecientes al esquema prótasis-apódosis pueden servir los siguientes refranes: “a las diez en tu cama estés, si puedes antes mejor que después” ; “ la que no baila, que se salga de la boda” ; y, finalmente, “ la que se casa en su casa la soltera en dondequiera” . Hay un paso estilístico y semántico del primero al tercero de estos refranes: en el primero, la especificación circunstancial “a las diez” hace las veces de protasis. De hecho, es una protasis lacónica en la que se omite, por razones de rima, la especificación “de la noche” que, por lo demás, se sobreentiende. Este tipo de protasis circunstancial se puede decir que es la mínima expresión

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de las protasis paremiológicas: una gran mayoría de ellas se reduce, aunque en estilos diferentes, a especificar la circunstancia de realización de lo enunciado por la apódosis: “el que se quemó con leche”, “si quieres saber el valor de un peso” , “de que la perra es brava” , por ejemplo, son protasis que aunque con distinta estructura y estilo se reducen a indicar una circuns­tancia; es la apódosis la que verdaderamente nos dice, en los refranes del esquem a prótasis-apódosis o equivalentes, si se trata de una simple constata­ción, de un consejo, de una norma o de un veredicto; para el caso de los refranes norma que nos ocupa, por tanto, sólo la apódosis adopta la forma de una orden.

El segundo refrán, “ la que no baila, que se salga de la boda”, es un refrán que podríamos haber clasificado como descriptivo-normativo. Estrictamente hablando debería pertenecer a un grupo de refranes mixtos: los refranes constatación-norma. Lo catalogaremos, sin embargo, sólo como un refrán norma. De otra manera, tendríamos que hacertantas subdivisiones en nuestra clasificación que a lapostre se haría inservible. Ya hemos dicho, además, que no es objetivo de esta disertación proponer una nueva manera de clasificar refranes o hacer una clasificación completa y exahustiva de nuestro corpus. La finalidad de esbozar algunas taxonomías mínimas de nuestro corpus es, como se ha dicho, explorar someramente sus diferentes cual idades textuales con el fin de seleccionar, dentro de él, un corpus de refranes tipo que nos permita, a su vez, dar con las características fundamentales del discurso lapidario.

El tercero de los refranes, en fin, “ la que se casa en su casa la soltera en dondequiera”, es un refrán doble en la medida en que cada uno de sus componentes es un refrán compuesto, a su vez, de protasis y apódosis. Se trata de dos circunstancias contrapuestas: la de la mujer casada y la de la mujer soltera. La norma dice que la primera debe estar “en su casa” , m ientras que la segunda puede andar “dondequiera” . Como se puede ver, cada uno de los refranes en toda su estructura es ya una norma que debe ser cumplida irremisiblemente. El carácter lapidario, de nueva cuenta, a la parque la rima, hacen que las respectivas normas sean: “a su casa”, que suena como una orden; y “dondequiera” que, a su vez, suena a permiso. Estrictamente hablando, por tanto, habría que haber elaborado un casil lero especial dentro de nuestra clasificación de formas donde clasificar un refrán tan complejo como éste. Por la razón antes dicha, lo catalogamos, simplemente, entre los refranes norma. En otros casos el sentido normativo es dado a través de otras estructuras. Los llamamos, simplemente, refranes norma porque es su aspec-

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to normativo el que sobresale. Desde luego, desde el punto de vista discursivo, este tipo de refranes son gnomemáticos. Por lo tanto, para los fines de esta disertación, cabe insistir tanto en que no es preciso agotar todas estas posibilidades de la clasificación formal, como en que, en los refranes del esquema prótasis-apódosis, por lo general es la apódosis de un refrán la que determina la forma de un refrán. De cualquier manera hay que atender siempre a la relación que guardan entre sí las dos partes del refrán: la necesidad de esto puede verse en los que hemos denominado refranes receta del tipo “para uno que madruga, otro que no se acuesta” . La presencia de esta estructura en los refraneros americanos es también escasa: el refranero tradicional de Cuba41, por ejemplo, recoge el siguiente refrán: “para un gustazo, un trancazo” ; y el Refranero colombiano de Luis Alberto Acuña42 asienta: “para cada tiesto, hay su arepa” ; también aquí, hay evidentes diferencias formales con nuestra estructura paremiológica. Su sentido paremiológico, en cambio, es muy antiguo: “mal con mal se amata, y fuego con estopa” decía ya en 1549 el Libro de refranes de Pedro Vallés43y el Teatro Universal de Proverbios de don Sebastián de Horozco, publicado en 1599, recoge el refrán: “un contrario con su contrario se quita” . Se trata, por tanto, de una estructura paremiológica acuñada en estas tierras y que, en su forma actual, es datable en el siglo XVIII novohispano.

En los refranes que no se atienen a este esquema los mecanismos de identificación formal son otros como veremos en su momento. Hay, portanto, refranes formalmente clasificabas como consejos, exclamaciones e interro­gaciones en estructuras binarias cuya primera parte tiene, sin embargo, una forma constatativa. Este tipo de refranes serán clasificables, por tanto, entre los refranes-consejo, los refranes-pregunta o los refranes-exclamación, según el caso, más que como subtipos de los refranes constatación.

Estrictamente hablando, hemos de reconocer que nos encontramos aquí ante la categoría formal más general y más fácilmente iden tifiab le que podríamos denominar, empleando la mencionada terminología de J. L. Austin, refranes performativos. En esta categoría estarían incluidos tanto los refranes norma, de que aquí hablamos, como los refranes consejo y aún los refranes veredicto de que hablaremos luego. Al fin de cuentas, las formas de una norma, un consejo y un veredicto se aproximan “externamente” entre sí

41. Citado arriba.42. Bogotá, Ediciones Espiral Colombia, 1951.43. Zaragoza, 1549.

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en la medida en que la función y final idad más importante de las tres es inducir, basándose en razones distintas, un determinado comportamiento en alguien. Obviamente los orígenes y ambiente vital de estas formas son totalmente distintos en cada caso: el contexto de la norma parece ser la más general y más reciente situación de un orden establecido al que el conminado está obligado a obedecer; el del consejo, en cambio, al hablante y al oyente los liga un vínculo de igualdad y de afecto; el veredicto, por su parte, es el muy preciso ámbito de la ley y del mandatojudicial. Las diferencias textuales entre lastres formas, sin embargo, prácticamente se desvanecen en un refranero como el nuestro: todos funcionan como textos performativos en la medida en que emplean recursos lingüísticos de tipo más o menos conminativo y, en todo caso, conativo. Si bien el origen de nuestro término ‘'perform ativo” es J. L. Austin, como se ha dicho, al emplearlo aquí sólo queremos designar con él una serie de textos presentes en nuestro corpus que aconsejan, conminan, prohíben, ordenan o piden: es decir que tratan de que el interlocutor haga o deje de hacer algo. Los refranes de esta categoría, por tanto, se oponen a los que simplemen­te constatan una situación de la realidad extralingüística. Además de la norma, el consejo o el veredicto, entrarían dentro de esta categoría formas como la orden y la prohibición que tendrían marcas gramaticales muy semejantes. De hecho, los linderos que aquí establecemos entre refranes norma, consejo y veredicto son tan discutibles y frágiles que alguna vez estuvimos tentados a dejarlos en la vieja y única categoría de los refranes consejo. Sin embargo, al hurgar en nuestro corpus desde el punto de vista de las formas no dejamos de percibir que, al menos desde una futura pragmática del refrán mexicano, existen matices funcionales, si bien no estructurales ni gramaticales, que nos sugieren la clasificación que aquí proponemos: será obvio, por tanto, que algunos refranes norma podrán sonar a alguien más como consejos o como veredictos y viceversa. De cualquier manera esta atrevida propuesta de c lasificación nos enseña mucho sobre la naturaleza discursi va, los orígenes y lapidariedad de nuestro tipo textual.

Como ejemplo de refranes norma que no adoptan el esquema prótasis- apódosis pueden tomarse, por lo general, los refranes de la estructura "ni...ni...": "ni sirvas a quien sirvió, ni mandes a quien m andó”; “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alum bre” . He aquí los principales casos tipo:

Mujer que con curas trata, poco amor y mucha reata.Mujer hombruna, ninguna.

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Monja para hablar y cura para negociar.A lo dado no se le busca lado.No hay que fiar en tiempo de aguas.No hay que dejar el sarape en casa, aunque esté el sol como brasa. Ni muía alazana, ni mujer poblana.Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado.Ni amigo reconciliado, ni pastel recalentado.Ni siente agravio ni agradece beneficio.Ni sirvas a quien sirvió, ni mandes a quien mandó.Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.Ni prestes lo que sirve, ni admitas lo que te estorbe.Ni verlas cuando jilotes, ni esperar cuando mazorcas.Ni pérdida ni ganancia: vendo como me vendieron.Carta que se niega y mujer que se va no hay que buscarlas. Chiqueos que pide Cupido, sólo con el marido.Pájaro que no vuela agarre ventaja.Caballo alazán y gente de Zacatlán, ni dados, si te los dan.Caballo bañado, a la sombra o ensillado.Caballo mal arrendado, ni regalado.El que no quiera empolvarse que no se meta en la era.El que tacha la yegua ese la merca.Al que le venga el saco, ¡que se lo ponga!Al que no quiera caldo dos tazas.Al que no quiera avena, la taza llena.La cobija y la mujer, suavecitas han de ser.La ley de Caifás: al fregao, fregarlo más.Alazán, si te lo dan; tostado, ni dado.Antes de entrar en espinas ponte el huarache.Antes de que te cases, mira lo que haces.Antes de que te ensillen, ensilla tú.Cuando veas el iris en el poniente, suelta la yunta y vente.Cuando veas arañas en el suelo, habrá nubes en el cielo.

Refranes consejo

Son de tipo performativo como los refranes norma y los refranes veredicto. Un consejo es el parecer que se emite, o más bien, es sugerencia o indicación

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que se hace al interlocutor para que realice o deje de realizar aquello a lo que se refiere el consejo. Normalmente, el consejo requiere del imperativo y, en ese sentido, no se distingue m orfo-sintácticamente de una orden y aún de una ley. Se trata, en todos los casos, de textos performativos del tipo “haz-no hagas” . De hecho, abundan más entre los refranes de nuestro corpus los refranes negativos. Los refranes consejo adoptan la forma, entonces, de una orden absoluta y sin atenuantes marcada ya a través de adverbios absolutos como “nunca” o “no” : “nunca preguntes lo que no te importa” ; ya mediante otro tipo de marcas de universalización como la ausencia de artículo en el sustantivo de referencia: “agua que no has de beber, no la pongas a hervir”. Por lo demás, este tipo de refranes se encuentran entre los más tradicionalmen­te gnomemáticos. Como ya dij irnos arriba, esta forma fue una de las primeras formas paremiológicas. El ambiente vital del consejo es, desde luego, el de las relaciones intergeneracionales en cualquiera de sus modalidades. He aquí, entre los textos de nuestro corpus, los principales representantes de los refranes consejo:

Agua que no has de beber, déjala correr.La que en amores anduvo, cásese con quien los tuvo.Lo que no has de comer déjalo cocer.N unca juzgues mal de un año mientras no pase diciembre.N unca engordes puerco chico porque se le va en crecer, ni le hagasfavor a un rico que no lo ha de agradecer.N unca dejes camino por vereda.N unca te hagas para atrás; sea lo que sea, tú el primero.N unca cantes cuando pierdas, que ya llegará tu día.Ni prestes lo que sirve ni admitas lo que te estorbe.Ni sirvas a quien sirvió, ni mandes a quien mandó.Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió.Ni tanto ni tan seguido, como mi marido.No andes pisando más alto que el suelo.No firmes carta que no leas, ni bebas agua que no veas.No metas intrusos en tu casa porque te sacan de ella.No te comprometas a lo que no puedes.No quieras tomarme el pelo, sabiendo que yo soy calvo.No me veas muy desde arriba, que estamos a igual altura.

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No mueva tanto la cuna, porque me despierta al niño.No compres caballos de muchos fierros ni cases con muchacha de muchos novios.No compres caballo manco creyendo que sanará.No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.No allanes nunca morada, ni te metas en laberinto, ni enamores mujer casada, ni montes caballo pinto.No te fies de indio barbón, ni de gachupín lampiño, de mujer que hable como hombre, ni hombre que hable como niño.No le busques tres pies al gato, sabiendo que tiene cuatro.No pienses irte con otro, que puede salirte un grano.No te fijes en las cluecas, fíjate en las ponedoras.No te lo tragues de un sorbo ni lo marques de un bocado.No hagas servicio que no te nombren ni guardia que no te toque.No hay que conejear sin perros.No hay que buscarle tres pies al gato.No hay que buscarle mangas al chaleco.No hay que buscarle ruido al chicharrón.No hay que comer lo que no se digiere.No hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja.No hay que enseñarle el camino a quien ya lo tiene andado.No hay que prender fuego junto a la paja.No hay que darle vueltas al malacate porque se enredan las pitas.No hay que poner todos los huevos en una canasta.No hay que predicar vigilia y comer carne.No hay que meterse en Honduras ni yendo por Guatemala.No hay que fijarse en lo ancho de la puntada, sino en lo fuerte de la costura.Lo que no das no quites.Lo que te dijeren al oído no lo digas a tu marido.Lo que has de dar al ratón dalo al gato y sacarte ha de cuidados.Lo que en tu vida no hicieres, de tus herederos no lo esperes.Lo que se ha de pelar que se vaya remojando.Lo que a ti no te aprovecha y otro lo ha de menester, no lo debes retener. Lo que ha de hacer el tiempo hágalo el seso.Abre para todos tu boca, pero para pocos tu bolsa.

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Acuéstate a las seis, levántate a las seis, y vivirás diez veces diez. Alaba lo grande y monta lo chico.Almuerza mucho, come más, cena poco y vivirás.Cuida de la recaída que es peor que la enfermedad.Cuídate de los buenos, que los malos ya están señalados.Cuídate del nuevo amigo y del viejo enemigo.Que no te den gato por liebre.Entre casados y hermanos, ninguno meta las manos.Si quieres servir de veras da el consejo y el tostón.Si te ensillan, masca el freno.Si te hacen tu carbonato, hazles su chocolatito.Si quieres cuidar tu raza, a la india con indio casa, no te parezca mejor casarla con español.Si quieres saber quién es, vive con él un mes.Si quieres fortuna y fama, que no te halle el sol en la cama.Si no quieres pasar penas, no te comprometas a lo que no puedes.Si no le ibas echar pial, pa’ que andarla alebrestando.Si no puedes morder, no enseñes los dientes.Si quieres que sepa tu enemigo, platícale a tu amigo.Aunque te digan que sí, espérate a que lo veas.Haz el bien y no mires a quien.Aunque veas pleito ganado, vete con cuidado.Si ves las estrellas brillar, sal marinero a la mar.

Refranes veredicto

La otra forma paremiológica performativa de las m encionadas es la muy importante de los refranes veredicto. Tienen, desde luego, algunos rasgos comunes con los refranes constatativos. Como hemos dicho arriba, la mayor parte de los refranes declarati vo-constatati vos consisten en una simple decla­ración de un hecho de la realidad extralingüística, su pura constatación sin opinar nada de él; hay, sin embargo, entre ellos, refranes que, como los refranes veredicto, tienen con frecuencia una primera parte constatativa y una segunda parte de tipo sentencioso: “amor de lejos, es de pendejos” ; “amor con celos, causa desvelos” . Es un veredicto o sentenciajudicial en toda forma; el verbo va en tercera persona del singular del presente de ind ¡cativo como en

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L a forma de los refranes

las sentencias: “es amor de pendejos”, “causa desvelos” . Por lo general, los refranes que tienen esta forma pertenecen al esquema prótasis-apódosis. Se asemejan en todo a las antiguas leyes por ejemplo del Código de Hammurabi o de los más antiguos códigos legales arriba mencionados: se les podría llamar, por esa razón, refranes ley. Huelga decirque los refranes veredicto son discursivamente gnomemáticos. Bien se ve, a partir de esto, cuán grande es la variedad formal del discurso lapidario representado por los refranes y cuánto hay que desconfiar de los tipos textuales en estado puro. He aquí sus principales modelos:

El que no tiene dinero que sirva de candelero.Hombre dormido, culo perdido.Mujeres juntas, sólo difuntas.La vida que guarda Dios no hay dolencia que la quite.Tanto vale el conjunto cuanto valen sus componentes.Tanto peca el que mata la vaca como el que le tiene la pata.Mujer que buen pedo suelta desenvuelta.No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre.M ujer que no es laboriosa o puta o golosa.M ujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin.Mujer con bozo, beso sabroso.M ujer con muchos amigos, cuenta de dineros y abrigos.Abejas que tienen miel tienen aguijón.Agua que corre nunca mal coge.Amigo que no presta y cuch i 1 lo que no corta que se pierda poco importa.Acciones son amores, no besos ni apachurrones.Muchacho que no es travieso y viejo que no es regañón no cumplen suobligación.Caballo que alcanza gana.Perro que ladra en barbecho ladra sin provecho.Albañil sin regla, albañil de mierda.Amigo en la adversidad, amigo de realidad.Amigo en la adversidad, es amigo de verdad.Amor con celos, causa desvelos.Amor de gatos, en los tejados.Amor de lejos, amor de pendejos.Amor de lejos, es de pendejos.

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El hablar lapidario

Año de pares, año de males.Año de nones, año de dones.Caballo mal arrendado, ni regalado.Contestación sin pregunta, señal de culpa.Cosa mala nunca muere, y si muere ni falta hace.Lo mismo es chile que aguja, todo pica.Cuando el arriero es malo le echa la culpa al burro.Sólo la cuchara sabe lo que tiene adentro la olla.Sólo el que no monta no cae.Sólo el que se ha muerto sabe lo que son responsos.Sólo cuando hay remolino se levanta la basura.Sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el muerto.De que el músico es malo, le echa la culpa al instrumento. De que el año viene bueno, hasta los troncos secos retoñan. De que la perra es brava hasta a los de casa muerde.De que la muía es juilona, aunque la dejen maneada.De lo perdido, lo que aparezca.De lo perdido, lo que caiga es bueno.Si la calabaza encanece, el corazón no envejece.

Refranes tasación

Adoptan la forma de una comparación tasativa ya sea entre dos objetos ya entre dos situaciones de las cuales la primera es declarada mejor que la segunda. El Sitz im LebenMd& la forma parece ser el de la vendimia. En la historia de la romancización hispánica, el documento conocido como el Appendix Probfs tiene una forma análoga: consiste, como se sabe, en dos listas de palabras latinas de acuerdo con la estructura “esto...no esto” : de acuerdo con el autor, Probo, la lista “correcta” es la conform ada por las palabras que van detrás del primer “esto” ; en cambio, para la historia del latín vulgar la lista valiosa es la “ incorrecta” , la segunda, que muestra el tipo de evolución fonética que está teniendo lugar en el seno del latín vulgar y que daría origen a los diferentes tipos de yo. En el caso presente se trata de la 44 45

44. Para esto véase la multicitada Formgeschichteschule especialmente la obra de Klaus Koch, Was ist Formgeschichte?, op. cit.

45. Véase VGikkoVú&n&nen, Introducción al latín vulgar, Madrid, Gredos, 1971, pp. 301 yss.

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La forma de los refranes

confrontación de dos escalas de valores, la aparente contra la real. Como las apariencias engañan, el dictamen siempre le es contrario. Se trata de tasacio­nes absolutas y, por ende, gnomemáticas. Está por demás decir que pertene­cen a esta forma los refranes “más vale” y familia. He aquí sus tipos más representativos:

Más vale agua de cielo que todo el riego.Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas.Más vale bien comido que bien vestido.Más vale dar un grito a tiempo que cien después.Más vale llorarlas muertas y no en ajeno poder.Más vale malo conocido que bueno por conocer.Más vale poco pecar que mucho confesar.Más vale quedar hoy con ganas, que estar enfermo mañana.Más vale muchos pocos que pocos muchos.Más vale un hecho que cien palabras.Más vale maña que fuerza.Más vale mearse de gusto que de susto.Más vale guajito tengo que acocote tendré.Más vale bien quedada que mal casada.Más vale burro que arrear que no carga que cargar.Más te vale causar temor que lástima.Más vale prevenir que remediar.Más vale llegar horas antes que minutos después.Más vale estar mal sentado que mal parado.Más vale ser arriero que borrico.Más vale una abeja que mil moscas.Más vale oler a unto y no a difunto.Más vale pura tortilla, que hambre pura.Más vale paso que dure y no trote que canse.Más vale paso que dure y no que apresure.Más vale payo parado, que payo aplastado.Más vale petate honrado que colchón recriminado.Más vale poco y bueno que mucho y malo.Más vale ser un picaro bien vestido, que un hombre de bien harapiento. Más vale solo que mal acompañado.Más vale tarde que nunca.

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E l hablar lapidario

Más vale tierra en cuerpo que cuerpo en tierra.Más vale una vez colorado que cien descolorido.Más vale una hora de tarde que un minuto de silencio.Más vale un carajo a tiempo que cien mentadas después.Más vale un mal arreglo que un buen pleito.Más vale un toma que dos te daré.Más vale querer a un perro y no a una ingrata mujer.46 Más vale rato de sol que cuarterón de jabón.Más vale ser perro de rico que santo de pobre.Más vale perro vivo que león muerto.Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.Más vale que digan “aquí corrió”, y no “aquí m urió” .Más vale morir parado que vivir de rodillas.Más vale tratar con picaros que con pendejos.Más vale tuerta que ciega.Más vale rodear que rodar.Más vale llegar a tiempo que ser invitado.Más vale ser mujer pública que hombre público.Más vale pájaro en mano que un ciento volando.Más vale vestir santos que desvestir borrachos.Más vale Tianguistengo que tianguistuve.Cuesta más cara una gorra que un sombrero galoneado.Cuesta más el caldo que las albóndigas.Un gramo de previsión vale más que una tonelada de curación. Un peso vale más que cien consejos.Una onza de alegría vale más que una onza de oro.Vale más una mancha en la honra que en el traje.Vale más amansar que quitar mañas.Vale más ojo de herrero que compás de carpintero.Vale más resbalar con los pies que con la lengua.Vale más un grito a tiempo que un sermón mal deletreado. Vale más la atención que el dinero.Vale más el collar que el perro.Más calienta pierna de varón que diez kilos de carbón.Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

46. La versión española de este refrán agrega: “pues este cuida la casa y ella la echa a perder”.

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La forma de los refranes

Más hace una hormiga andando que un buey echado. Más se siente lo que se cría que lo que se pare.Más ablanda el dinero, que palabras de caballero. Más abrigan buenas copas que buenas ropas.Jalan más un par de tetas que cien carretas.Jala más un pelo de mujer que una yunta de bueyes. Mientras más se vive, más se ve.Mientras más botones, más ojales.

Refranes receta

Adoptan, como su nombre lo indica, la forma de una receta según el esquema mal-remedio o, si se prefiere, veneno-antídoto. El mal va indicado ya por la preposición a o para seguida de la estructura N + adj; el remedio, en cambio, tiene por lo general las siguientes estructuras: adj.+N ,N + sintagma adjetivo, SV. En el caso de la protasis con la preposición “para uno”, es frecuente que la apódosis empiece por el pronombre “otro” . Se trata, discursivamente, de textos gnomemáticos y, desde luego, de una hechura tan condensada que sobresalen entre los modelos del hablar lapidario. Los refranes-receta no son muy numerosos. Para un muestrario suficientemente completo de su variedad morfosintácticatomo los siguientes:

A batalla de amor, campo de plumas. A buen entendedor, pocas palabras.A buen sueño no hay mala cama.A buena hambre, gordas duras.A buena hambre, no hay pan duro.A camino largo, paso corto.A cazador nuevo, perro viejo.A gato viejo, ratón tierno.A cena de vino, desayuno de agua.A gran caballo, grandes espuelas.A caballo ajeno, espuelas propias.A lo hecho,pecho.A palabras necias, oídos sordos.A enemigo que huye, puente de plata.

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E l hablar lapidario

A falta de pan, migajas.A libro malo, encuadernación buena.A santo chico, velitas.A chillidos de puerco, oídos de matancero.A comida de olido, pago de sonido.A boca de borracho, oídos de cantinero.A barbas de indio, navaja de criollo.A burro viejo, aparejo nuevo.A caballo duro, bozal de seda.A caballo nuevo, caballero viejo.A pan de quince días, hambre de tres semanas.A río revuelto, ganancia de pescadores.A la muía vieja, cabezadas nuevas.Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo.Para caballo duro, bozal de seda.Para el caballero, caballo; para el mulato, muía, y para el indio, burro. Para el catarro, el jarro; y si no se quita, la botellita.Para amores que se alejen busca amores que se acerquen.Para el desprecio el olvido.Para la yerba, la contrayerba.Para las muchas leyes, muchas muelles.Para un buen burro, un indio; para un indio, un fraile.Para uno que madruga, otro que no se acueste.Para una buena hambre, una buena tortilla.Para todo mal, mezcal, y para todo bien, también.Para tus cóleras, mis flemas.Para un bien servido, un mal pagado.Para un buen pedidor, un buen ofrecedor.Para un corazón contrito un cristo crucificado.Para uno que corre, otro que vuele.

Los refranes exclamación

Ya hemos hablado ampliamente de esta forma paremiológica tan frecuente en el refranero mexicano y en nuestro corpus. Hay varios subtipos de refranes exclamativos: unos que sólo son exclamativos por la enunciación y otros

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L a forma de los refranes

cuyos rasgos de exclamatividad son de índole morfosintáctica. Tomás N ava­rro Tomás, en su Manual de entonación española*1 menciona tres tipos de enunciaciones exclamativas distintas. Para decirlo pronto, los refranes exclamativos no serán considerados entre los paradigmas de lapidariedad que analizaremos en los capítulos que siguen: la razón principal es que su comportamiento discursivo no es principalmente entimemático. En otras palabras, la mayor parte de los refranes exclamativos de que consta nuestro acervo desempeñan prevalentemente, en el discurso, lafunción de ornato: no son, portanto, mecanismo de lapidariedad sino más bien de expansión verbal. Es cierto, como ya señalé más arriba, que hay entre los refranes de nuestro corpus que por razones de enunciación pueden ser catalogados como exclamativos, algunos de tipo gnomemático por la forma. Aquí sólo incluimos los refranes formalmente exclamativos. Como ya se ha señalado, los nexos de este tipo de refranes con el contexto son, en muchos casos, de tipo acústico: ello hace que la mayor parte de los refranes exclamativos empiecen por algún tipo de palabra enfática sea interjección, sea conjunción o adverbio, princi­palmente. La mayor parte de ellos tienen la forma de una constatación: por tanto, serán considerados tipológicamente en su lugar correspondiente. He aquí un pequeño corpus representativo de esta forma paremiológica, por lo demás, muy mexicana:

Aunque la jau la sea de oro, no deja de ser prisión.Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.Aunque lo que dicen no es, conque lo aseguren basta.Aunque todos somos del mismo barro, no es lo mismo bacín que jarro.Que ayunen los santos que no tienen tripas.Que vaya la cura en regla y aunque se muera el enfermo.Qué tal estará el infierno que hasta los diablos se salen.Que beban agua los bueyes, que tienen el cuero duro.Que corran a la pilmama, que el niño ya se divierte.Que dé leche la vaca y aunque patee.Que coman, pero que no se amontonen.Que me aguante la muía y aunque respingue.Que digan misa si hay quien se las oiga.Que digan misa si pueden. 47

47. Op. cit., p. 173 y ss.

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E l hablar lapidario

Que trabajen los casados que tienen obligación.Que les cuadre o no les cuadre prestar libros ni a tu padre. Que vayan por lo que queda los que gustan de las sobras.Que trabajen los bueyes que tienen el cuero duro.Que digan misa si acaso saben latín.Que estudie el que no sepa.Qué le cuidan a la caña si ya se perdió el elote.Que la boca se te haga chicharrón.Que nazca el niño y la madre nos dirá quien es el padre.O todos parejos o todos chipotudos.O todos hijos o todos entenados.O bien callado o bien vengado.O bien callada o bien vengada.O cabrestean o se ahorcan.O la fruta bien vendida o podrida en el huacal.O todos de blanco o todos de negro.O todos vestidos o todos desnudos.O todos coludos o todos rabones.O jalan parejo, o no hay testamentoSi se alivió, fue la virgen, si se murió, fue el doctor.Si se atora en mi rebozo la culpa es del repacejo.Si quiere la gloria verme, que venga la gloria acá.Si pago en el otro mundo, aunque me aumenten la cuenta.Si me han de matar mañana que me maten de una vez.Si no hubiera malos gustos, no se vendería lo amarillo.Si me ha de llevar el diablo que me lleve un buen caballo.Si no hubiera malos gustos, pobres de las feas.Si malo es San Juan de Dios, peor es Jesús Nazareno.Si me pegan porque me peo, que me peguen porque me cago. Si me muero, le perdono; si me alivio, ya veremos.Si no te gusta la danza te voy a tocar un vals.Si no te alcanza, no repartas.Si no te las dan es porque no se las pides.Si lloras porque se fueron ya llorarás cuando vuelvan.Si le aprieta al buey el yugo, aflójale las correas.Si las penas con pan son menos, con dinero no son penas.Si la tenemos, nos choca, si se nos va, la extrañamos.

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La forma de los refranes

Si los años hicieran sabios, no habría viejos tontos.Si eso dice mamón blando, qué dirá bizcocho duro.48 Si la calabaza encanece, el corazón no envejece.Si la envidia fuera tiña, qué de tiñosos habría.Si eso hace de pretendiente, qué no hará de arrepentido.Si lo que enseña es la muestra ya no destape el huacal.Si esa es la muestra, ya no me destape el tercio.Si el trabajo no cansara, no habría putas en las esquinas.Si esa araña me picara, San Jorge sería pendejo.Si eso dice pan de huevo qué dirá semita de agua.Si es indio, ya se murió; si es español ya corrió.Si como lo menea lo bate, que sabroso chocolate.Si con atolito el enfermo va sanando, atolito vámosle dando. Si así fuera el diablo aunque me llevara.Si de que los hay, los hay; el trabajo es dar con ellos.Si es de chaqueta, que pase, y si es de blusa, que espere.Si Dios hiciera de pulque el mar, me volvería pato pa’ nadar. Hasta el chimuelo masca tuercas.Hasta lo que no se come le hace daño.Hasta las campanas tiemblan cuando dan.Hasta el más tullido es alambrista.Hasta el mejor escribano echa un borrón.Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande.Hasta que se le hizo al salado.Hasta como olán con picos y hasta como l’an pasado.Hasta los gatos quieren zapatos y los ratones calzones.Hasta los huaraches taconean.Hasta que no muere el arriero no se sabe de quien es la recua. Hasta que San Jerónimo toque la trompeta.Hasta que hubo un huarache viejo que me viniera a taconear. Hasta la risa te pago, contimás unos eructos.Hasta que llovió en Sayula.Hasta que se le hizo al caldo.Hasta que se le hizo al agua.Ya porque se muere un burro es año de mortandad.

48. Variante: “si eso dice mamón ¿qué dirá bizcocho duro?"

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El hablar lapidario

Ya veremos, dijo un ciego, pero nunca pudo ver.Ya voy que me están peinando.Ya se secó el arbolito donde dormía el pavo real.Ya estará, linterna sorda, deja prender mi velita.Ya le están poniendo mucha crema a sus tacos.Ya hasta los de a pie me salen.Ya no la quieras con trenzas, quiérela aunque esté pelona.Ya no la quiero con chongo (trenzas), qué le hace que esté pelona. Ya no se siente lo duro sino lo tupido.Ya no quiero la harina sino los costales.Ya Chole vendió su rancho.Ya encarrerado el ratón que chingue su madre el gato.Ya está dicho y es pa’ pulque, y el que sobre, lo tiramos.Ya es tarde pero hace luna.Ya estará chirrión del diablo, pajuela del artticristo.Ya apareció el peine.Ya está bueno, pesos duros, dejenme gastar mi medio.Ya porque parió la perra, deme un perrito.Ya porque nació en pesebre presume de niño Dios.Ya se hizo de muías Pedro, ya tenemos en qué andar.Ya se acabaron los indios que tiraban con tamales.Ya ese indio perdió el chimal.Ya ese buey se fue a la milpa.Ya estarás, jabón de olor, ni que perfumaras tanto.Ya estará, jardín de flores, ya no me eches tanto olor.Ya llegó el tejamanil, ahora techan.Ya me amarán cuando quieran, al cabo ni me urge tanto.Ya estará, dolor de estómago, ya te van a dar tu té.Ya mero la besa el pobre, nomás la pared divide.Ya ni pa’ dormir se encueran.Ya lo dijo San Andrés: el que tiene cara de pendejo, lo es.Ya lo parimos, ahora hay que criarlo.Ya mero la besa el pobre, no más la pader estorba.Ya van tres que yo te escribo y tú que ni carta m ’echas.Ya te conozco, campana, no te vuelvo a repicar.Ya te conozco, mosco.Ya te conozco, pepita, desde antes de ser melón.

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L a forma de los refranes

Ya hasta lo que no se comen les hace daño.Nom ás no me pise que yo también soy gallo.Nomás ven burro y se les ofrece viaje.Nomás que levante el tiempo le damos vuelo a la hilacha.Nomás no muevan la hornilla que se vuela la ceniza.Nomás de monos se peen, no porque estén aventados.Nom ás mis chicharrones truenan.Nom ás cuando relampaguea se acuerdan de Santa Bárbara.Nomás al partir el pan se conoce al que es hambriento.Nomás eso me faltaba para ir a gozar de Dios.Nomás con que me arríe, aunque me desunza tarde.Nomás eso me faltaba: que una de huaraches me viniera a taconear. Así es la vida, unas veces de bajada y otras de subida.Así me gusta la orina, dijo el facultativo.Así me decía Ruperta, y al cabo me la pagó.Así pasa cuando sucede.Así somos los que hacemos la historia.Así, sí baila m ’hija con el siñor.Así, mi galgo las pesca.Así me la recetó el doctor.Así se las gasta el hojalatero.Atrás de la raya que estoy trabajando.Aquí la verga es verga, y el culo un agujero.Aquí se rompió una taza y cada quien se fue a su casa.Aquí fue donde la puerca torció el rabo.Aquí es donde, como dijo la recién casada.Aquí no rifa ni caballo bueno, ni muchacha bonita.Aquí ni palos, porque se rinde el brazo.Chingue a su madre la muerte mientras la vida nos dure.Qué tren tan largo nomás el cabús le veo.Qué cuaco tan persona, lástima que la bestia no lo ayude.Qué taco, parece almuerzo.Qué suerte tienen los que no se bañan.Qué miedo que mete un cojo tumbándole l’otra pata.Qué bonito es lo bonito, lástima que sea pecado.Qué buenos pechos pa’acabarme de criar.Qué suerte tienen los que no se confiesan.

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El hablar lapidario

Qué suerte tienen los que no oyen misa.Qué molito que bien pica.Qué pelón salió el albur.Qué favor le debo al sol con que me haya calentao.Sólitas bajan al agua sin que nadie las arree.Tal para cual, cada botón a su ojal.Tanto pedo pa’cagar aguao.Tanto tiempo de atolera y sin saberlo menear.Tanto año de verdulera y no saber blasfemar.Tantos años de puta y no saberse mover.Tantos años de marquesa y no saber m over el abanico.Silencio, pollos pelones ya les van a echar su máiz.Silencio, ranas chillonas, que hay culebras en el charco.Silencio, ranas, que va predicar el sapo.No quiero, no quiero, échenmelo en el sombrero.No me han visto bien peinado y con mis otros trapitos.No pueden con los ciriales y han de poder con la cruz.No quiero que Dios me dé, sino que me ponga onde haya.No me fijo en las echadas, sino en las que están poniendo.No me echen ungüento, que voy de alivio.No es culpa del gallo, sino del amarrador.No es culpa de mi gallo, la tiene el amarrador.¡Con qué ojos divina tuerta!

Los refranes pregunta

Se trata de refranes constituidos por una pregunta. Por lo general, participan de las mismas características discursivas de los refranes exclamación. Por tanto, no serán incluidos en nuestro corpus paradigmático de la lapidariedad. Los mecanismos de inserción dentro del discurso mayor son, en general, de tipo acústico, como en algunos refranes exclamativos. Lo que sigue, es un m uestrario con los principales tipos de refranes pregunta de nuestro acervo:

¿De dónde le viene a Bartolo el me, si su padre no era borrego?¿Con qué la tapas si llueve?Con qué chiflas, desmolado, si no tienes herramienta.

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Cuando todos albañiles ¿quién da mezcla?¿Cómo he de adorarlo Cristo, si yo lo conocí guayabo?¿De qué mueren los quemados?... De ardores Por qué con tamal me pagas, teniendo biscochería.Sacristán que vende cera y no tiene cerería, ¿de dónde la sacaría?Y qué ha de dar San Sebastián si ni a calzones llega.Y por esa muía lloras, ni yo que perdí el hatajo.Y cómo de noche no, habiendo tan linda luna.Y qué le espulgan al juil si tiene el cuero tan liso.Y qué culpa tiene Dios que sus hijos sean malcriados.Y mientras me condeno, qué como y qué ceno.Y a don Quele, qué le importa (qué le duele).¿A quién le dan pan que llore?Qué dicen calandrias cantan o les apachurro el nido.Qué ha de dar la encina, sino bellotas.¿Qué de veras, M iramón? Como te lo digo, Concha.Qué sabe el burro de freno ni el caballo de aparejo.Qué mis enchiladas no tienen queso.Qué, porque le canta un pobre no le gusta la tonada.Qué dice Dios de su vida lo mismo que de bajada.Qué haremos en este cazo sin cuchara y sin cedazo.Qué más quisiera el gato que lamer el plato.Qué mis pesos no tienen águila.Qué me duras, calentura, ya llegó tu mejoral.Qué entendéis por los infiernos suegros, cuñados y yernos.

Refranes interlocución

Se trata de refranes que están estructurados, por lo general, en segunda persona y constituyen, por tanto, un acto de interlocución. Algunos de ellos participan de las características ya sea de los refranes exclamativos ya de los interrogativos o, en algunos casos, de las características formales de algunos de los refranes performativos: son, por tanto, catalogables allí. Hay, sin embargo, algunos refranes en que prevalece la forma de una interlocución, son conativos, y no son clasificables en otros grupos. Como tienen la forma de una simple interlocución, los he llamado así: en la clasificación estructural a falta

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de m ejor nombre los he llamado conativos. Algunos de ellos son de carácter gnomemático, la mayor parte no. He aquí algunos ejemplos:

Atente al santo y no le reces.Atente al bayo que es buen caballo.Cásate, Juan, que las piedras se te volverán de pan.Cógelas al vuelo, mátalas callando.Compóngame ese huichol pa’ que parezca sombrero.Come camote y no te dé pena, cuida tu casa y deja la ajena.Comiste la tuna, arrojarás la pepa.Consíguemela de alcalde y te la doy de gendarme.Cría fam a y échate a dormir.Cría cuervos y te sacarán los ojos.Cuéntale tus penas a quien te las pueda remediar.Cuida de la recaída que es peor que la enfermedad.Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido yo.Cuiden sus gallinas, que mi coyote anda suelto.Deja que pasen los patos que ya llegará la nuestra.Déjalas que batan Tagua que ansina Than de beber.Déjalas que corcoveen, que ya agarrarán su paso.Deje usted que el niño nazca y él dirá quién es su padre.Déjele el diente al ratón pa’ que se lo vuelva de oro.Dime con quién andas y te diré quién eres.Dime cuánto tienes y te diré cuánto vales.Dime de qué presumes y te diré de qué padeces.Dime qué comes y te diré quién eres.Dime qué sueñas y te diré quién eres.Echale copal al santo, aunque le jum ees las barbas.Échale leña a la lumbre, que me costó mi dinero.Échate ese trompo a la uña mientras yo te bailo el otro.Échenle jocoque al cura que también sabe almorzar.Éntrale Matías, que de esto no hay todos los días.Éntrale a las empanadas, ora que es día de vigilia.Estás viendo la tempestad y no te hincas.No me traigas tus naguales, que se achagüistlan las milpas.No mueva tanto la cuna, porque me despierta al niño.No mueva tanto la cuna que va a despertarme al niño.

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L a forma de los refranes

No quieras tomarme el pelo, sabiendo que yo soy calvo.No muevas todas las teclas por si te falta algún son.No me veas muy desde arriba, que estamos a igual altura.No me jalen del tazcal, porque riegan las tortillas.No me rajen tanta leña, que ya no tengo fogón.No me defiendas compadre.No me hables de cosas agrias, que se destiemplan los dientes.No niegas la cruz de tu parroquia.No se fije en las echadas, sino en las que están poniendo. Hinqúense que están alzando.Huyes de la mortaja y te abrazas del difunto.Huyes del señor de los trabajos y te encuentras con el señor de las necesidades.Llórate pobre, y no te llores solo.Llórate pobre, no sola.Mándalo y hazlo, serás bien servido.M ándame más dinero que estoy ganando.Mientes con todos los dientes.Míreme madrina, onde ando.Pareces tambora de pueblo, hasta los nacos te tocan.Pareces principio y sopa y eres puro caldo de olla.Pareces burro de indios, que hasta los tamales te cargan.Perdone el retobo y el arrempujón.Presumes de pavo real y no llegas ni a zopilote.Pusiste tu barbería en la calle de los lampiños.Riñe cuando debas, no cuando bebas.Sácale cañas al tercio aunque se afloje la carga.Sácale la vuelta a un cojo y ponle la cruz a un calvo.Serás muy lentejas si te dejas.Sea por Dios, que venga más y en qué echarlo.Sea por Dios, nopal, no diste tunas.Síguele echando frutitas a la piñata.Sóplale a la lumbre, hermano, ya verás qué cenicero.Suspiras cerca de mí, es señal que no es por mí.Ten lo tuyo, y tenlo tú y no pienses en lo ajeno.Ten presente lo que te hacen y piensa en lo que has de hacer.Te das golpes de pecho nomás cuando te atragantas.

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El hablar lapidario

Te caíste del mecate.Te asustas de la mortaja y te abrazas del difunto.49 Te espantas de las vacas y te abrazas de los toros.Te gusta el pedo y el olor a mierda.Te espero en el baratillo sarape de Saltillo.Te casaste, te fregaste.Te gusta el trote del macho, aunque te zangolotee.Te fue como al catrín del baile, de la tiznada.Te haces que la virgen te habla cuando ni te parpadea.Te haces de la boca chiquita sabiendo que la tienes grande.Te la doy de sacristán, si me la consigues de cura.Te perdono el mal que me haces por lo mucho que me gustas.Te lo dije valedor: cuando uno no tiene cuerdas no se mete cargador. Te juzgué melón y me resultaste calabaza.Te haces muchas ilusiones, verás cuántos desengaños.Tú cantarás muy bonito (alegre) pero a mí no me diviertes.Tú dirás si te echas otras o si ya con esa tienes.Tú sí la ves reparando y le avientas el sombrero.Tú lo dirás de chía, pero es de horchata.Tú me lo dirás por Petra, pero la coqueta es Pancha.Tú eres pez que no da hueva.Tú escupirás muy aguado, pero a mí no me salpicas.Tú dirás si aguantas más o si ya te sientes dado.Usted no será la harina, pero me huele a bizcocho.Me extraña que siendo araña te caigas de la pared.Me admira que siendo fraile no sepas el padrenuestro.M e admira que siendo gato no sepas coger ratones.Me admira que siendo galgo no sepas coger las liebres.Me admira que siendo sastre no sepas poner botones.Me admira que siendo arpero no sepas la chirimía.M e extraña que siendo redondo, eches pajosos cuadrados.M e extraña que siendo liebre no sepas correr en llano.M e haces como a las valijas viejas: ya ni carta me echas.Me extraña que siendo sastre no sepas poner botones.Me extraña que siendo pato no sepas nadar en lago.

49. Variante: “se asustan de la mortaja y se abrazan del difunto”.

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L a forma de los refranes

Mono, perico y poblano, no lo toques con la mano; tócalo con un palito, que es un animal maldito.Alazán, si te lo dan; tostado, ni dado.Amigas hasta morir, pero de prestarte, nada.Ya viste relampaguear, ora te faltan los truenos.Si he sabido que te pees, no te aprieto el aparejo.Si de frío te estás muriendo di que sientes caliente.Si he sabido que te zurras, ni los calzones te pongo.Si quieres que sepa tu enemigo, platícale a tu amigo.Si quieres saber el valor de un peso, pídelo prestado.Si una vela se te apaga, que otra te quede encendida.Si no compran no malluguen, retírense del huacal.Si no entiendes ni El Bendito cómo hablas de los misterios.Si pides y no te dan, cuando menos te agradecen.Si quieres saber quién es, vive con él un mes.Si quieres fortuna y fama, que no te halle el sol en la cama.Si te aguantas un tornillo, te saco una cacariza.Si no te presto la yegua, mucho menos la potranca.Si te ensillan, masca el freno.Si te hacen tu carbonato, hazles su chocolatito.Si tu mal tiene cura, qué te apura y si no tiene cura, qué te apura.Si quieres cuidar tu raza, a la india con indio casa, no te parezca mejor casarla con español.Y dale que ha de parir mirando la noche que hace.Si alimentas un lechón obtendrás un puerco.Aunque te chille el cochino, no le sueltes el mecate.Si lo que te honra no exhibes, lo que te deshonra oculta.Si quieres que otro se ría, cuenta tus penas, María.Si tienes hijo varón, no llames a otro ladrón.Si en la vida te maltratan, entre más te chingan más te encanta. Aunque le falte el resuello no te asustes porque es chata.O bailas o te suspendo la tonada.Si no quieres pasar penas, no te comprometas a lo que no puedes.Si no le ibas echar pial, pa’ que andarla alebrestando (para qué la alebrestaste).

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El hablar lapidario

Si no puedes morder, no enseñes los dientes.Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada.Si se te cierra una puerta, otra hallarás abierta.Si tú eres el mismo diablo, yo seré tu San Miguel.Si te huelen el miedo estás perdido.Si quieres servir de veras da el consejo y el tostón.Que te andas valiendo de ángeles habiendo tan lindo Dios.

T e m a y f o r m a e n e l r e f r a n e r o m e x i c a n o

No me ocuparé de los “temas” de los refranes o del llamado análisis temático sino desde una perspectiva negativa encerrada en la pregunta ¿de qué cosas no se ocupan los refranes? En una primera instancia, dado que los refranes se ocupan de todas las cosas concretas que afectan a la vida cotidiana, se podría decir, positivamente, que no hay ninguna de ellas que esté a salvo del interés paremiológico. Para convencerse, bastaría con ver algún refranero elaborado desde la perspectiva temática: por ejemplo el ya citado Dictionnaire de Proverbes et Dictons o, para la lengua española, el también muchas veces aquí citado Refranero general ideológico español, compilado por Luis M artínez Kleiser. Desde esa perspectiva, la pregunta ¿de qué cosas no se ocupan los refranes? apenas si podría inspirar alguna investigación útil. A ella se podría responder que los refranes no se ocupan de los temas que no están al alcance de la vida cotidiana de un pueblo, que no la afectan de manera inmediata y no han sido codificados por ella. Las cuestiones abstractas, por ejemplo, ya de la ciencia ya de la religión o de algún otro dominio que de manera indirecta afecta al vivir cotidiano, sólo penetran al refranero cuando han sido asimiladas y de la manera como lo han sido: para la religión es buena m uestrael ya citado Vocabulario y refranero religioso de México compilado por Joaquín Antonio Peñalosa; en cambio, que la filosofía, y en general la ciencia, no ha penetrado en los niveles popu lares donde nacen los refranes, lo muestra bien la existencia y proliferación de ese otro género hermano del refrán, la “frase célebre”, de que ya nos hemos ocupado y sobre la que volveremos.50

50. Ejemplos abundantes de ambos tipos textuales pueden verse en Efraín Mendoza, La frase inmortal, México, Diana, 1991.

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La forma de los refranes

Por lo demás, el análisis temático en paremiología es peligroso y artificial: se corre el riesgo de parlotear de todo dado que los temas de un refranero son tantos como los aspectos que abarca la vida misma. Además, ¿cómo se define el tema de que habla un refrán? Hay quienes han intentado una clasificación temática a partir del “concepto” central del primer miembro del refrán, consistente en una protasis en una buena parte de los refranes de que consta nuestro repertorio. Ello desde luego es arbitrario, por muchas razones. Sólo citaré un par de ellas: en primer lugar, recordaremos aquí que un refrán, como se ha dicho, es un texto altamente situacional y constitutivamente emblemático que forma con el contexto situacional un sistema semiótico del cual se recaba la significación del conj unto. Por esa razón, el funcionamiento textual de un refrán depende de las circunstancias en que se usa. De esa manera, habría que determinar el rango situacional de cada refrán antes de hacer un inventario y clasificación de las significaciones resultantes.

De acuerdo con esto, habría significaciones primarias o inmediatas del refrán y significaciones que se podrían considerar mediatas o latentes. Al proponer una clasificación temática de un corpus de refranes, habría que hacerlo tanto con las significaciones inmediatas como con las latentes: al fin de cuentas, en el uso concreto de un refrán tan importantes son una que las otras. Pero, ¿a dónde nos conduciría una clasificación así? Probablemente a ninguna parte: posiblemente a una especie de diccionario de refranes listo para usarse en alguna de las mil situaciones precodificadas. Por lo que hace, empero, a lo que aquí nos interesa, a saber, cuáles son los temas de que es susceptible de ocuparse el discyrso lapidario, no habríamos avanzado prác­ticamente nada.

La segunda razón por la cual una clasificación temática no nos ofrece nada, además de su curiosidad, es el hecho de que en un refrán una cosa es la significación referencial, la significación que emana de los vocablos conteni­dos en su texto, y otra, muy distinta, es la significación fundamental del refrán que más arriba hemos denominado sentido paremiológico. Si la temática referencial es explosiva, la temática emanada de los sentidos paremiológicos, al ser producto de una abstracción interpretativa es altamente arbitraria.51

51. Sobre algunos de los temas recurrentes en el refranero mexicano volveremos en el capítulo siguientecuando hablemos de la pertinencia de lasemióticaparael análisis paremiológico.

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E l hablar lapidario

Si lo que nos interesa averiguar en esta investigación sobre el discurso lapidario es si existe alguna relación entre las formas y estructuras paremiológicas, que hemos esbozado, con algún tipo de tem ática especial o si cualquiera de las formas y estructuras de los refranes se han ocupado de hecho de cualquier tipo de tema. La pregunta no es ociosa. Tomás Navarro Tomás, en su Métrica españolaba mostrado cómo en la historia del metro español ciertos temas han estado ligados a ciertos metros: por ejemplo, los versos de cabo roto eran aptos para temas humorísticos, mientras que las diferentes configuraciones acentuales del endecasílabo fueron expresión de diferentes sentimientos; “el verso sáfico de la poesía clásica se empleó durante la edad media especialmente en composiciones detipo religioso. Otro verso de medida semejante, el senario yámbico alternaba con el sáfico en la misma clase de asuntos” .52 53 Mientras que el madrigal “requería como condi­ciones principales la brevedad, la combinación armoniosa de los versos y la sencillez y delicadeza de los pensamientos” ,54 “ las letras de baile daban empleo preferente a los nuevos dactilicos”55 y así sucesivamente.56 Una cuestión interesante, en relación con los refranes, es si es posible encontrar, tam bién aquí, alguna relación histórica entre tema y forma o, en todo caso, entre tem a y estructura. En otras palabras, la cuestión que podríajustificar un estudio de la tem ática paremiológica sería para analizar en qué medida tiene una relación con esquemas morfoestructurales.

Como puede verse, por las clasificiones tanto estructurales como forma­les que hemos bosquejado a partir de nuestro corpus, apenas si puede hablarse de algún tipo de preferencia de alguna forma o de alguna estructura por algún tipo de tema. Si se consultan los diferentes grupos según sus formas y estructuras veremos fácilmente cómo los sujetos de un refrán son por lo general objetos y personas de la vida cotidiana sin mayor preferencia. Si acaso refranes como “hay muchos quebrados que valen más que un entero” , “no veas la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio” o “nadie es profeta en su tierra” muestran hasta dónde algún aspecto ya de la ciencia ya de la Biblia se popularizó. Por lo demás, prácticamente en cada grupo ya formal ya

52. Tomás Navarro Tomás, Métrica española. Reseña histórica y descriptiva, Nueva York, LasAmericas Publishing Company, 1966.

53. T.N.T., op. cit., p. 175.54. T.N.T., op. cit., p. 190.55. T.N.T., op. cit., p. 223.56. Sobre este mismo tema el mismo Tomás N avarro T omás regresa en su 1 ibro Los poetas en sus versos.

Desde Jorge Manrique a García Lorca, Barcelona, Ariel, 1982.

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L a forma de los refranes

estructural se encuentran los mismos temas y los mismos sujetos: las abejas, el agua, la amistad, los amigos, el amor, el apero, la araña, el árbol, el arco, el arriero, el arroz, el buey, la burra, el caballo, la caja de alcanfor, el camarón, la carrera de un caballo, la carta, el matrimonio, los chiqueos de los casados,etc. El lector puede ver los sujetos de los refranes, por ejemplo, en el grupo conformado por los refranes “N + sintagma adjetivo” de nuestro capítulo anterior. Y baste de clasificaciones temáticas.57

La c l a s i f i c a c i ó n s e g ú n l a s f u n c i o n e s d i s c u r s i v a s

Quizás más importante, para el asunto que nos ocupa, sea decir una palabra sobre el empleo de criterios discursivos para una clasificación del refranero mexicano. Y a hemos dicho que, por principio de cuentas, existen dos grandes grupos de refranes dentro de nuestro acervo: los que pueden desem peñaren el discurso mayor en el cual se insertan las funciones de una máxima (gnoma o sententia), y los que no. Dentro de los primeros, además, los que pueden desempeñar las funciones de un entimema, los que desempeñan las funciones de ornato y los que, en fin, son susceptibles de desempeñar las funciones de exemplum. Como ya lo ha puesto de manifiesto Aristóteles en su Retórica y tras él la retórica antigua, el “ejemplo” como recurso lógico-discursivo pertenece a la inducción; el entimema y el ornato, en cambio, pertenecen a la argumentación: el primero como mecanismo del raciocinio en cuanto forma imperfecta del silogismo; el segundo, en cambio, como parte del arte de la enunciación del discurso.

Los refranes de nuestro acervo pueden dividirse, desde este punto de vista, en tres grupos: una buena parte de ellos, como ya se ha señalado por lo demás, son susceptibles de desempeñar dentro del discurso mayor, ya sea diálogo, ya discurso del tipo oratorio, ya otro, la función de un silogismo imperfecto o entimema. Hay otros, en cambio, que dentro de la práctica discursiva mexicana actual sólo desempeñan la función de ornato y otros, enfin, que son susceptibles de desempeñar la función de ejemplo.

El ejemplo, en efecto, es definido por la retórica como una hazaña que sirve para provocar la persuasión. Desde luego, la antigua retórica reconoce varios tipos de ejemplos y varias formas de evocarlos discursivamente. Entre

57. En nuestro libro Refrán viejo nunca miente (Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994) exploramos unpar de temas muy bien representados en nuestro acervo.

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El hablar lapidario

estas últimas se encuentra la alusión breve.58 En nuestro acervo hay una serie de refranes que en el discurso son susceptibles de desempeñar esta función: se trata, desde luego, de alusiones breves a una historia contada de tipo popular que es evocada ya mediante una inserción sintáctica, ya mediante una especie de cita:

Andar como gallina en corral ajeno.Andar como el diablo en el panteón.Andar como trompo chillador.Andar como burro sin mecate.Feliz como perro después de boda de rancho.Feliz como perro en poste nuevo.Como pulga esperando perro.Como burro de aguador, cargado de agua y muerto de sed.Como cuchillo de San Bartolo, puntiagudo y sin filo.Como jarrito de Tlaquepaque: feo y delicado.Como cochino recién comprado, desconociendo el mecate.Como los gallos de Puebla, grandotes y correlones.Como nido de tejones nomás los uñazos se oyen.Como pila de agua bendita, que todos le meten la mano.Como quien besa a una mujer dormida.Como quien ve (oye) llover y no se moja.Como quien le quita un pelo a un buey.Como el acto de contrición, que ni peca ni da tentación.Como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed.Como el gallo de tía Cleta, pelón, pero cantador.Como los perros del tío Mele, cuando les dice cúgelos, alzan la pata y se ponen a miar.Como el perro del herrero, que a los martillazos duerme y a los mas- quidos despierta.Como el violín de Contla: templado a todas horas Como la pinten la brinco, y al son que me toquen bailo.59 Como la Salve Regina: llena de fatalidades.

58. Cfr. H. Lausberg, Manual de retórica literaria, op. cit., tomo I, núm. 416.59. Este refrán exclamativo también circula de otras maneras. Por ejemplo: “como quieran puedo y al son

que me toquen bailo”. O bien, simplemente, “al son que me toquen bailo”.

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L a forma de los refranes

Como la Salve Regina, siempre gimiendo y llorando.Como ver volar un buey con una carreta encima.Como Juan panadero y el toro: golpe a golpe.Como la chaqueta de don Justo: arreglada y sin botones.Como la espada de Santa Catarina: relumbra pero no corta.Como perro de hortelano: ni come, ni deja comer.Como perro en barrio ajeno.Como perro mojado: curtido y avergonzado.

Como ya hemos señalado re iteradamente, la función de ornato dentro del discurso es desempeñada por los refranes exclamativos de nuestro acervo. Una buena parte de ellos, en efecto, están constituidos por puro “sonido estupendo” como decía Juan de Jáuregui en su Discurso poético que en 1623 publica sobre la obra de don Luis de Góngora acusándolo de suplir los “altos conceptos” y las “agudezas y sentencias maravillosas” del texto “con el sólo rumor de las palabras” .60 Este tipo de textos se insertan, por lo general, al discurso mayor mediante dos mecanismos: el primero y más frecuente consiste en un nexo de tipo acústico y el segundo en la simple irrupción. Emplean el primer mecanismo textos como “échenle jocoque al cura que también sabe alm orzar” ; “ahora sí, violín de rancho ya te agarró un profesor” ; “ahora es cuando, chile verde, le has de dar sabor al caldo” ; “ojalá sea cola y pegue” . Por lo general, la gran mayoría de los refranes exclamativos, con excepción de unos cuantos, emplean este primertipo de nexo. En cambio, refranes como “tanto tiempo de atolera y sin saberlo menear” ; “tanto año de verdulera y no saber blasfemar”; “tantos años de marquesa y no saber mover el abanico” ; “chingue a su madre la muerte mientras la vida nos dure” emplean, en cambio, el segundo tipo de nexo.

Sin embargo, como ya hemos señalado tanto en el capítulo anterior como a lo largo de este capítulo, una gran mayoría de los refranes de que consta nuestro acervo son de índole gnomemática y desempeñan, por tanto, dentro del discurso mayor en el cual se enclavan la función de un silogismo imperfecto o entimema de la manera que hemos descrito al principio de esta disertación. Los análisis que haremos más adelante se refieren a paradigmas de esta tercera clase de refranes. Como representantes de las diferentes formas

60. En Herón Pérez Martínez, Estudiossorjuanianos, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, 1988,pp. 69 y s.

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El hablar lapidario

de lapidariedad que se dan en el refranero mexicano he aquí un conjunto de modelos de las principales variedades estructurales a partir de las cuales, mediante análisis, podremos, más adelante, explorar los hilos de la lapida­riedad:

Hay veces que un ocotito provoca una quemazón.Ni los dedos de la mano son iguales.No por mucho madrugar amanece más temprano.No todos los que chiflan son arrieros.N unca dejes camino por vereda.Nadie escarmienta en cabeza ajena.Ninguno diga quién es que sus obras lo dirán.Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado.No hay indio que haga tres tareas seguidas.No hay jardines como los que hacen los pobres.No hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja. Hombre prevenido vale por dos.Abejas que tienen miel tienen aguijón.Agua que no has de beber, déjala correr.Agua pasada no mueve molino.Albañil sin regla, albañil de mierda.El que ama el peligro en él perece.La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar.La que no enseña no vende y la que enseña se mosquea.Lo que tiene la olla saca la cuchara.Lo que me han de dar de fierros, mejor dénmelo de tortillas. Quien hambre tiene en tortillas piensa.Al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangre.El tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.Una cosa es la amistad y otra cosa es Juan Domínguez. Unos nacen para santos y otros para ser carbón.Aguacates y muchachas maduran a puro apretón.Arrieros somos y en el camino andamos.Dios aprieta, pero no ahoga.Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar.Eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva.

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La forma de los refranes

Les gusta el trote del macho y el ruido del carretón.Me extraña que siendo araña te caigas de la pared.Se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan.Abierto el cajón, hasta el más honrado es ladrón.Cada caporal, donde mejor le parece, pone la puerta de su corral. Muerto el perro se acabó la rabia.Pídele a Dios y a los santos y echa estiércol a tus campos. Acabándose el dinero se termina la amistad.Cuesta más el caldo que las albóndigas.Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas.Un peso vale más que cien consejos.Vale más amansar que quitar mañas.Más calienta pierna de varón que diez kilos de carbón.Jala más un par de tetas que cien carretas.Bien juega el que no juega.Cuando Dios dice a fregar, del cielo caen las escobetas.Donde manda el caporal, no gobiernan los vaqueros.Sólo el que se ha muerto sabe lo que son responsos.A gato viejo, ratón tierno.Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo.A cada puerco le llega su San Martín.A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos.Al jacal viejo no le faltan goteras.A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca.A comer y a misa rezada, a la primera llamada.Con amor y aguardiente, nada se siente.Con pendejos ni a bañarse porque hasta el jabón se pierde.De que la perra es brava hasta a los de casa muerde.De arriero a arriero, el dinero nunca pesa.En cojera de perro y en lágrimas de mujer no hay que creer. Entre sastres no se cobran los remiendos.Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande.Para amores que se alejen busca amores que se acerquen.Por la vereda se saca al rancho.Por las hojas se conoce el tamal que es de manteca.Según el sapo es la pedrada.Sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino.

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El HABLAR LAPIDARIO

Si te ensillan, masca el freno.Aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.Que ayunen los santos que no tienen tripas.O todos parejos o todos chipotudos.

Por lo demás, esta tercera posibilidad taxonómica, la de las funciones discursivas del refrán, como se han discutido ya ampliamente los criterios con que se hará, no parece necesario ni reiterarlos, ni ahondarlos. Entre las dificultades metodológicas con que se topa, en efecto, es que en cierta medida requiere una revisión completa tanto de los diferentes contextos situacionales como, sobre todo, un muestrario completo de contextos textuales. Aunque señalo desde aquí la importancia y aún la urgencia de 1 levar a cabo ese trabajo, está fuera de la perspectiva de esta investigación.

O t r a s p o s i b i l i d a d e s

M uchas otras son, en efecto, las maneras de agrupar los refranes de un corpus como el que nos ocupa. No vamos, desde luego, a desarrollarlas aquí. Y a Ray B. Browne en su importante artículo “El saber de m uchos” : proverbios y expresiones proverbiales,61 menciona como división posible de los refranes las categorías de “refranes literarios” y “refranes no literarios o tradiciona­les” y entre cada una de estas categorías otras subdivisiones. Nosotros mismos, en nuestro libro Refrán viejo nunca miente,62 mencionamos la importante división entre refranes rurales y refranes urbanos. Se podría decir, prácticamente, que según el interés con que se acerque el investigador a un corpus de refranes, así serán las posibil idades de proponer nuevas maneras de clasificar refranes.

61. En TristamP. Coffin (compilador), El retomo de los juglares, México, Editores Asociados, 1972, pp. 297 y ss.

62. Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994.

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TERCERA PARTE

LAS DEUDAS Y LAS TEORÍAS

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VIIIEL BAGAJE SUBYACENTE

E n l a c e

Tras una prim era parte dedicada a lo que los escolásticos llamaban la “explicación de térm inos” , de los términos sobre los que descansa la investigación, y una segunda ocupada en desbrozar el corpus con recursos tomados de la taxonomía, llevamos a cabo, en esta tercera parte, un inventario de las teorías, intuiciones y metodologías aquí implicadas. Desde luego, a lo largo de esta reflexión han ido apareciendo nombres, teorías, escuelas, metodologías, conceptos, términos tomados de aquí y de allá; y, desde luego, a lo largo de estas páginas se ha ido tej iendo una relativamente espesa red de relaciones que ponen de manifiesto que, en este campo al menos, el saber y la reflexión son producto del espíritu del tiempo más que resultado de alguna inspiración individual y en donde por tanto, el magno edificio de las ciencias de la literatura parece estar edificado con puros granitos de arena.

Este capítulo, por tanto, adopta la forma ya de un rápido recorrido por puntos y estaciones que fueron de reflexiones importantes, ya de una simple lista de acreedores. Finalmente, la relación que todo este universo guarda con la presente investigación más se parece a una atmósfera que se respira que a una tarea escolar en donde el aprendiz hace la tarea siguiendo las instrucciones al pie de la letra: estamos convencidos de que, en una investigación como la nuestra, las teorías y las metodologías deben ser sólo fuentes de inspiración; de que cada objeto de estudio tiene sus propios caminos por los que se puede llegar a él; y de que cada investigador tiene su propia percepción de las cosas que le obliga a hacer sus propios y muy singulares recorridos: bien dice ya uno de los refranes de nuestro acervo, aplicable a las metodologías, que “según el sapo es la pedrada” .

Reflexiones puntuales, citas expl ícitas, pago puntual de deudas, como se ha dicho, ya lo hemos venido haciendo a lo largo de esta reflexión. No se trata

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El hablar lapidario

de repetir lo ya dicho. Hablar a estas alturas de teorías y metodologías, significa, por tanto, a veces, sólo hacer explícitas algunas de esas deudas; a veces es sólo el afán de ver en su conjunto el edificio de las ciencias del lenguaje y apreciar el lugar exacto en donde creemos que debe ubicarse nuestra reflexión. Y ya que de intuiciones se trata, debe quedar claro, desde ahora, que, desde el punto de vista del bagage teórico, no nos interesa, en primera instancia, descubrir ni el Mediterráneo, ni el agua tibiao el hilo negro; que si bien esperamos modestamente contribuir con ella al conocimiento del discurso lapidario, en particular, y del discurso a secas, en general, no pretendemos una revolución científica. Ubicamos, por tanto, nuestra re­flexión, dentro de los cauces de la actual tradición epistemológica humanística. Desenterrar conceptos y métodos, reacomodarlos trayéndolos de lugares incomunicados, inventariar procesos, rastrear tradiciones, etiquetar territo­rios poco hollados y, en general, presentar bajo una nueva luz y en un nuevo orden la forma y función de uno de los tipos textuales más viejos de la cultura humana: he aquí nuestro M editerráneo. En efecto, esta investigación, para decirlo brevemente, echa mano de una serie de conceptos, reflexiones, intuiciones y herramientas en uso dentro del magno campo de las llamadas ciencias del lenguaje. Lo que en este capítulo haremos, sin embargo, no será un ajuste de cuentas con pulso de contador, sino un recuento con el ánimo de un humanista que se siente deudor y que repasa las tradiciones de su reflexión.

Por tanto, no espere encontrar aquí el lector ni un resumen de los avances y trayectoria en cada una de las disciplinas implicadas, ni un estado de cosas hasta el día de hoy: en efecto, no me propongo hacer aquí ningún repaso explícito de los diferentes estados de la cuestión de las disciplinas donantes aunque, desde luego, esos estados de la cuestión aparecerán siempre en el horizonte. Este capítulo, en cambio, es concebido, como una serie de citas y rem iniscencias de conceptos que aquí manejamos, de disciplinas que evoca­mos, de intuiciones de que aquí nos servimos: este capítulo es, en pocas palabras, un trazar la red de relaciones que unen esta investigación con las diferentes tradiciones epistemológicas vigentes en nuestra investigación. Jorge Luis Borges escribió alguna vez: “el hecho es que cada escritor crea a sus precursores” .1 Este capítulo es un acto de creación de los precursores de esta investigación. Desde luego, este inventario de acreedores resultará

1. Citado por Anthony Stanton, “La invención de la tradición: tres antologías decisivas en la poesía mexicana moderna", en Herón Pérez Martínez (editor). Lenguaje y tradición en México, Zamora, El Colegio de Michoacán. 1989. pp. 183 y ss.

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El bagaje subyacente

obviamente incompleto en la medida en que sólo pretende tender puentes, trazar veredas y hacer recuentos de las deudas más apremiantes: por tanto, sólo se expondrán los conceptos que dentro de las teorías contemporáneas en las áreas implicadas sean asumidos como tales; al fin de cuentas, en la cultura, todo, incluidos el hablar y el pensar, todo está inmerso en los cauces siempre a punto de la tradición.

A r r a n q u e

Ya se sabe y ya lo hemos dicho, un refrán puede ser analizado desde dos distintos puntos de vista, principalmente: por una parte, en forma estática, como texto en sí mismo; por otra, en forma dinámica, como un texto parásito que se inserta en otro texto mayor y funciona en él. En concreto, un refrán, en cuanto texto endurecido que es, funciona de la misma manera que cualquier elemento léxico: tiene, por tanto, un nivel paradigmático o virtual y un nivel sintagmático o actual. Como se sabe, el primero de los dos corresponde al nivel de diccionario y el segundo, en cambio, al nivel de texto.

En el nivel virtual, la significación de un refrán difiere totalmente de su significación a nivel actual: en el primer caso no habla de una situación concreta sino de una clase de situaciones; en el segundo, se inserta en el discurso para aclarar una situación concreta con sus significados concretos: como se sabe, cuando el refrán se inserta en un texto concreto, su significación deja de ser virtual; es entonces, por lo demás, cuando desarrolla todas sus virtual idades discursivas entre las que sobresalen, por nuestro interés especí­fico en la lapidariedad, las virtualidades tanto lógicas como retóricas del refrán. Por tanto, cuando un refrán como “árbol que crece torcido jam ás su tronco endereza” se inserta ya en el curso de un diálogo, ya en el seno de un discurso argumentativo, deja el plano paradigmático y desciende al plano sintagmático: estas categorías de la lingüística son importantes, entre otras cosas, para denominar los dos más importantes niveles de análisis ya referidos.

A nivel paradigmático, el texto del refrán es analizable, como si se tratara de un texto estático, desde los puntos de vista sintáctico, semántico, formal, estilístico, retórico, lógico, semántico o crítico literario, por ejemplo. A este nivel, en efecto, es fácil percibir los recursos de lapidariedad que adopta, su ritmo, su aliteración, los mecanismos de abstracción, su grado de metaforización, la simetría de sus significaciones, las marcas de ausencia del tiempo histórico, entre otras cosas que cada refrán en cuanto texto va

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E l hablar lapidario

señalando. A nivel sintagm ático, en cam bio, servirán los recursos metodológicos y las intuiciones de disciplinas como la retórica, la lógica, la morfosintaxis, la semiótica, la teoría de la recepción, la pragmática, la literatura comparada, lasociocrítica, laestilística, la crítica literaria, lateoría del discurso y, en concreto, la teoría del diálogo.

Para un inventario de las diferentes aportaciones epistemológicas que subyacen a nuestra investigación, para integrar esa lista de acreedores de la que hablábamos, se podría tomar, como punto de partida de este capítulo, un refrán típico de los de nuestro acervo y acercarnos a él desde diferentes perspectivas de análisis para ver cómo se da y funciona en él lo lapidario. Quedaría claro, ciertamente, que entre el cúmulo de teorías, escuelas y disciplinas actuales que giran en torno al texto, sobre todo literario, hay algunas que han logrado desem bocaren metodologías concretas y hay otras que, en cambio, si bien implican cambios en las metodologías más bien se postulan como horizontes de reflexión. En este repaso, no nos interesa señalar los puntos concretos, relativos al método, en que nos hemos apoyado. No sólo se han señalado en cada caso concreto, sino que el lector mismo los puede ver por sí mismo. Nos interesa, sí, señalar esos horizontes como nos interesa suscribirnos, dentro de las muchas bifurcaciones que se dan en nuestro campo, el sendero por el que optamos. Como decíamos, es cuestión de deudas, de inspiraciones, de adscripciones y, en fin, de hacer un somero inventario de nuestro bagaje teórico en su conjunto. Si, como decíamos, tomamos el análisis de un refrán típico como primer inventario epistemológico, habría que advertir que ello sólo nos conducirá a algunas prácticas metodológicas y que seguramente poco nos dirá de las implicaciones teóricas de otras reflexiones, sin embargo de alguna manera presentes. Los horizontes, porque siempre están a la vista, con frecuencia pasan a segundo plano. Con esa salvedad, empecemos.

Sea ese refrán “el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija”; veamos, de manera paradigmática y rápida, algunos de los principales análisis tipo a que puede ser sometido. En primer lugar, en un plano puramente paradigmático, hay que decir, que estamos ante una estructura y ante una forma típicamente paremiológicas dentro del sistema textual hispánico: se trata de un refrán perteneciente a las estructuras “el que” cuya forma es la de una constatación. Se podría decir, además, que, desde el punto de vista de la estructura, este refrán representa al grupo más amplio de refranes cuya protasis está constituida por un sintagma nominal. Por lo demás, desde el

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El bagaje subyacente

punto de vista de las funciones discursivas que es capaz de desempeñar, nuestro refrán puede ser catalogado entre los refranes gnomemáticos: de acuerdo con la terminología de la retórica, en efecto, puede desempeñar las funciones de un entimema, ya arriba señaladas.

Se le puede analizar, en primera instancia, desde el punto de vista de la índole lógica del texto: nuestro refrán es una proposición universal afirmativa, de tipo constatativo, estructurada por la unión de dos pares de conceptos “buen árbol” y “arrim a”, por una parte, y de la pareja “buena sombra” y “cobija”, por otra, que remiten, en buena lógica, a dos pares de proposicio­nes. Esa unión, sin embargo, tiene otras particularidades: por un lado, ambas oraciones están unidas por el falso sujeto “el que” que, de hecho, es una deformación producida por el habla popular de la forma gramatical y lógicamente correcta: “al que” . Por tanto, en cuanto proposición, nuestro refrán debería empezar por una frase de objeto directo de hecho regida por el verbo más lejano; una versión de una de las estructuras intermedias del refrán diría: “buena sombra cobija al que se arrima a buen árbol” . Aún es posible encontrar, como variante de este refrán, su forma gramaticalmente correcta: “al que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija” . Desde el punto de vista sintáctico, entonces, el refrán está constituido por unaoración compuesta en la que “buena sombra cobija” es la oración principal y “al que a buen árbol se arrima” es la oración subordinada que hace layveces de objeto directo del verbo “cobijar” . Para no excluir ninguna de las palabras del refrán, hemos de decir que el pronombre “ le” en la posición en que se encuentra en el refrán es una muestra del “ leísmo”.2

Por otra parte, las expresiones “buen árbol se arrima” y “buena sombra le cobija” carecen tanto de artículos como de deicnitivos y demás elementos determinativos: se trata, por tanto, de expresiones abstractas que no denotan

2. Juan A lda Franch / José Manuel Blecua, Gramática española (Barcelona, Ariel, 1975, p. 606) dice que“actualmente parecen quedar libres” de este fenómeno adscrito por ellos al fenómeno más general que denominan “asimilación de funciones”, entre otros lugares hispanohablantes, “Canarias y América, salvo Ecuador”. Con esta apreciación coincide Martín Alonso en su Gramática del español contempo­ráneo (Madrid, Guadarrama, 1968) Sin embargo, Charles E. Kany en su Sintaxis hispanoamericana (Madrid, Gredos, 1976, pp. 133 y s.) dice: “en el español de América frecuentemente alternad lo con el le como complemento directo en el lenguaje escrito y ocasionalmente en el habla culta [...] Mas en el habla popular de Hispanoamérica, lareglageneral es el lo...” De lamismaopinión son tanto Rafael Lapesaen su Historia de la lengua española (novena edición, Madrid, Gredos, 1981, p. 586 y ss.) como Samuel Gili Gaya en su Curso superior de sintaxis española (novena edición, Barcelona, Bibliograf, n. 175, 1970). Véase, igualmente, la Gramática de la lengua española de Emilio Alarcos Llorach, op. cit., pp. 102 y ss., para quien el leísmo “consiste en el empleo de le, y con menor frecuencia de su plural les, como referentes de la función de objeto directo”.

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El hablar lapidario

casos concretos sino situaciones tipo. Hay, en efecto, en esa proposición lógica una clara situación de abstracción. Además, en la forma en que el oído popular lo ha dejado, el refrán es una asimilación a una serie de expresiones del esquema prótasis-apódosis, herederas, como ya se ha señalado, de las viejas fórmulas latinas acuñadas por el derecho romano del tipo qui tacet consentiré videtur, universales afirmativas, que servían de premisa mayor en cualquier silogismo en BARBARA.

En el refrán funcionan, por lo demás, una serie de contraposiciones y comparaciones entre pares de conceptos. La primera contraposición, la más evidente, es la del “buen árbol” y la “buena sombra” con árboles y sombras no “buenos”, entre los que, desde luego, se vislumbran los “malos” árboles y las “malas” sombras. Además, desde el punto de vista textual, “buen árbol” es comparado en la estructura semántica del refrán con “buena sombra” mediante una relación implícita de causa a efecto. Igualmente, el verbo “arrimarse” es comparado con “cobijar” . De esta manera, el refrán hace la siguiente identificación: arrimarse a un buen árbol es lo mismo que cobijarse con una buena sombra. El árbol, pues, se convierte en una cobija para protegerse de la intemperie. El movimiento denotado por el refrán, en efecto, es, desde el punto de vista semántico, doble pero jerarquizado; el sujeto del refrán tiene primero que “arrimarse” al “buen árbol” y sólo en un segundo momento la “buena sombra” lo cobijará: primero, pues, es arrimar­se; después viene la cobija. El orden sintáctico, como se ha dicho, tiene una prioridad inversa: buena sombra cobija al que a buen árbol se arrima. Tenemos, por tanto, una estructura semántica que forma con la estructura sintáctica un significativo quiasmo: A (árbol) B (cobija), en el nivel semán­tico, B ’ (cobija) A' (árbol), en e1 nivel sintáctico.

En el mismo orden de cosas, hay en nuestro refrán un par de imágenes presentes por implicación de los vocablos “sombra” y “cobija” . “Som­bra”, en efecto, remite y se opone a “sol” : la “sombra” es producida por el sol, por una parte, y estar en la sombra se contrapone a estar en el sol, asolearse. Este par de imágenes sol/sombra, por otro lado, remiten, por asociación, a imágenes de otra índole como desierto/oasis o calor/frescura. En cuanto a la imagen de la “cobija” , cabe decir que trae aparejadas una serie de otras evocaciones, no sólo en la medida en que, como hemos dicho, se opone a intemperie, sino por su relación semántica con “hogar” , “cama”, “ frío ” ,etc.

El significado del refrán, por lo demás, enfatizado por una serie de marcas, no sólo relaciona “árbol” con “sombra” en una especie de paralelis­

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mo sintético o complementario, sino que el énfasis del texto está puesto en el adjetivo “bueno”; lo significativo, pues, no es sólo el árbol y su sombra sino que se trate de un “buen árbol” y de una “buena sombra” . Hay, por tanto, implícita la circunstancia banal y ordinaria, desprovista de significación para el refrán, de que cualquiera se puede arrimar a un árbol cualquiera y ser cobijado por una sombra cualquiera: eso no tiene importancia para el refrán. La vulgaridad, pues, se basa en la relación árbol-sombra, sin adjetivos. El caso ideal, en cambio, descansa en la relación “buen árbol”-“buena som­bra” . Decir, por ejemplo, “el que a un árbol se arrima, una sombra le cobija” no es sino un hecho de la realidad extralingüística que no tiene nada de especial. El refrán adquiere, entonces, el matiz de un consejo que indica que hay que arrimarse no a cualquier árbol sino a un “buen árbol” a fin de no estar protegido por cualquier sombra sino por una “buena sombra”. Hacia allá apunta también el sentido paremiológico del refrán, del que hablaremos más adelante.

Adem ás, en nuestro refrán, el “buen árbol” funciona no sólo sintácticamente como punto de enlace entre sus dos hemistiquios, sino que el hipotético individuo, “el que se arrima”, es el mismo que es “cobijado” por una “buena sombra” . La manera como está estructurado, en efecto, el refrán es muy singular: el “buen árbol” aparece como el elemento central de una estructura sintáctica en la que el árbol hace las veces de mot-crochet. La expresión “buen árbol”, en efecto, sirve a la par de complemento circunstan­cial del verbo “arrimarse” que de agentivo del verbo “cobijar” : el “buen árbol” está no sólo en medio de la estructura sintáctica del refrán sino en medio del refrán mismo como su protagonista. Pero con ello ya estamos en los umbrales de la estilística una de las disciplinas que más tiene que decir cuando se trata de determinar la hechura de un tipo de discurso.

En efecto, el refrán “el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija” es un dechado de recursos estilísticos. Lo que más sobresale a primera vista es el paralelismo múltiple existente entre ambos miembros del refrán. Se trata de un tipo de isomorfismo basado en la relación de dos estructuras dependientes entre sí: oración subordinada con respecto a oración principal.3

3. Con respecto a la estilística del paralelismo pueden verse los siguientes trabajos de Luis Alonso Schókel: Estudios de poética hebrea, Barcelona. Juan Flors, 1963; Interpretación literaria de textos bíblicos', Madrid, Cristiandad, 1987; Estética y estilística del ritmo poético, Barcelona, Juan Flors, 1959; La formación del estilo: libro del profesor, quinta edición corregida, Santander, Editorial Sal Terrae, 1968; La formación del estilo: libro del alumno, sexta edición, Santander, Editorial Sal Terrae, 1966. Con respecto al concepto de isomorfismo puede verse A. Greimas / J. Courtés, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, 1982.

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El paralelismo, por lo demás, es quizás el recurso estilístico más frecuente en los refranes hispánicos y, por ende, en los de nuestro corpus', es, al mismo tiempo y por la misma razón, uno de los recursos más brillantes y efectivos del discurso lapidario. Consiste en la

disposición del discurso de tal modo que se repitan en dos o más versos (o miembros) sucesivos, o en dos estrofas seguidas, un mismo pensamiento o dos pensamientos antitéticos. La forma más elemental es aquella en que se reprodu­cen las mismas palabras con una leve variación [...]. O bien, mantenimiento de una misma estructura en dos o más frases seguidas.4

Pues bien, en los refranes y, en general, en el habla lapidaria es más frecuente el primer tipo de paralelismo, como en el caso presente, en donde “buena sombra” aparece como una resonancia de “buen árbol” . Por lo demás, las expresiones “buen árbol se arrima” secuencia estructurada por “buen + N + pronombre + verbo” (buen árbol se arrima) es seguida de una estructura idéntica con valor semántico, sin embargo, complementario: “buena + N + pronombre + verbo” (buena sombra le cobija). Como se sabe, el paralelismo es uno de los recursos más apreciados por las literaturas de tipo oral y, por ende, uno de los recursos más antiguos.

Un tipo especial de paralelismo, analizado también por la estilística, es el paralelismo del material sonoro: aliteración, ritmo y rima, en este caso. En nuestro refrán, se trata de una frase a dos hemistiquios cada uno de los cuales están constituidos por versos octosílabos con rima asonante entre “arrim a” y “cobzja” y una insistente estructura e-a-r, de base asonántica en e-a, que atraviesa todo el refrán y le sirve de mecanismo de unidad. Con ello, los esquemas acústicos de ambos m iembros del refrán se suceden de esta manera dando lugar a un sofisticado paralelismo fonético: “el que a” “buen árbol”, “se a rrim a” , “buena sombra le cobzja. La tonalidad, por lo demás, es del tipo que Tomás Navarro Tomás llama de subordinación5 dotada, por tanto, de la secuencia de una anticadencia seguida de una cadencia.

Otra de las cosas que llaman la atención en el refrán de que nos ocupamos es el grado de metaforización. Hay en los refranes, en efecto, un variable grado de metaforización según que el refrán se refiera a la realidad extralingüística,

4. Fernando Lázaro carreter, Diccionario de términos filológicos, quinta reimpresión de la tercera edición corregida, Madrid, Gredos, 1981, adloc.

5. Manual de entonación española, op. cit., p. 209.

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el ambiente vital en el que funciona el refrán, de una manera directa o metafórica. Esto depende en gran medida de que la realidad referida por el refrán haya permanecido o no sin cambio. Hay refranes, por tanto, que se refieren a la realidad extralingüística en sentido directo o literal. Entre las constataciones, las normas, las recetas o los consejos, por ejemplo, no faltan refranes cuya relación con el referente sea inmediata y se encuentre casi a flor de texto: “nunca engordes puerco chico porque se le va en crecer, ni le hagas favor a un rico que no lo ha de agradecer” ; “nadie escarmienta en cabeza ajena”; “nunca preguntes lo que no te importa” . Hay otros refranes, en cambio, que se refieren a la situación denotada sólo de una manera metafórica o figurada. Cuando cambian las circunstancias que dieron origen al nacimien­to de un refrán, éste o desaparece y se convierte en símbolo de situaciones tipo mediante un mecanismo de metaforización: “más vale atole con risas que chocolate con lágrimas”; “es bueno cortarse el pelo, pero no raparse tanto”; “me extraña que siendo araña te caigas de la pared”; “quien con aguardiente cena con agua se desayuna” ; “ lo que la leche da no lo quita la ciudad”; “el que con lobos anda, a aullar se enseña” .

Por lo general, la gran mayoría de los refranes que componen nuestro corpus se encuentra en un avanzado proceso de metaforización. Hay algunos, sin embargo, entre los que hemos llamado refranes constatativos cuyo referente, si bien una abstracción, se puede decir que es un hecho de la realidad extralingüística que no ha cambiado. Otra cosa muy distinta es la pragmática del refrán ya que, por lo general, la situación concreta a la que es referido el refrán en un acto de habla cualquiera sólo tiene una relación metafórica con el hecho por él enunciado. “Al maguey que no da pulque no hay que llevar acocote”, por ejemplo, es una especie de norma vigente entre magueyeros. Su significado textual es obvio. En efecto, ¿para qué llevar un recipiente a un maguey que no produce pulque? El refrán tiene, pues, un sentido directo independientemente de lo que en la práctica se pueda entender, metafóricamente hablando, por un “maguey que no da pulque” . Pero también es obvio, que a partir de una serie de semas comunes con una multitud de situaciones, se puede llamar metafóricamente “maguey que no dapulque” o otros objetos con lo que el rango situacional del refrán se amplía.

La m etaforización es, en efecto, uno de los recursos de la lapidariedad discursiva que prefiere significar más a base de situaciones tipo que a base de casos singulares: en este sentido las investigaciones de Propp, arriba mencio­nadas, son importantes a la hora de explorar los mecanismos del hablar

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lapidario. En el refrán “el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija” tenemos una situación parecida: hay un sentido directo y un sentido metafó­rico de los cuales sólo el segundo es paremiológico. Este punto de la reflexión está inspirado en conceptos provenientes de la hermenéutica, una entre las disciplinas del texto recientemente “ resucitadas”, definida, en general, como una metodología de la comprensión del sentido o, como querían los antiguos, la ciencia de la interpretación.6

Que esto tiene especial importancia para el análisis de los refranes, lo muestra el hecho de que precisamente lo que los antiguos llamaban sentido metafórico o figurado de un texto, en el refrán es lo que más arriba hemos llamado sentido paremiológico.7 Si el sentido literal de un texto, como su nombre lo indica, es el que se desprende inmediatamente de él a partir de los significados primarios de sus componentes, el sentido literal de nuestro refrán sólo señala el hecho banal de que quien se instala bajo un buen árbol está protegido por una buena sombra. Si, en cambio, el sentido metafórico de un texto es el resultado de asignar valores metafóricos a sus componentes semánticos; entonces en nuestro refrán el “buen árbol” puede convertirse ya en una institución, ya en un personaje poderoso, ya en cualquier cosa cuya característica central sea la seguridad, en cualquier sentido que sea; y, por consiguiente, la “buena sombra” del refrán es, simplemente, un refugio seguro, el sentido metafórico del refrán equivale a una sentencia de tipo general como “el que escoge un buen protector tiene un refugio seguro” . Ese sentido lo podríamos llamar sentido paremiológico cuando el texto de que se trata es un refrán: el sentido paremiológico no depende del significado referencial sino del valor paremiológico que se asigne al refrán. Normal­mente, como hemos señalado, el sentido paremiológico de un refrán depende de su capacidad de metaforización de la que depende, además, su rango contextual.

Todo esto nos pone en los solares de la semiótica con la que, desde luego, esta investigación tiene también contraídas importantes deudas. “El que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija” como todo refrán y, en

6. En Entre herméneutique et sémiotique (en colaboración con Jacques Fontanile y Claude Zilberberg, Limoges, PULIM, 1990), ensayo homenaje a Greimas, tras su muerte, Paul Ricoeur, que tanto y tan bien ha trabajado en los terrenos de la hermenéutica, propone que esta disciplina se convierta en una superciencia, una meta-hermenéutica, dentro del proceso expl icar-comprender. La semiótica formaría parte de ella.

7. Para una idea de lo que para la hermenéutica bíbl ica eran los sentidos del texto, puede verse Manuel de T uya/José Salguero, Introducción a la Biblia, tomo II, Madrid, BAC, 1967, p. 3 y ss.

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general, como todo texto, es un sistema semiótico en el sentido de un mecanismo capaz de producir una serie de significaciones. Pero un refrán es un sistema semiótico más complejo que un texto ordinario. Como ya se ha señalado, el refrán tiene, además de su funcionamiento textual de tipo lingüístico ordinario, un funcionamiento textual más complejo en la medida en que para su funcionamiento se combina con una serie de imágenes tomadas de la vida real que le sirven de fondo figurativo. Como ya observamos arriba, el funcionamiento del refrán es muy parecido al de un emblema. Por tanto, el funcionamiento de un refrán no sólo constituye un sistema semiótico en la medida en que todo texto lo constituye: se trata de un sistema semiótico de naturaleza más compleja.

La semiótica es asumida, en general, como una disciplina que se ocupa de “ la naturaleza esencial de las variedades fundamentales de toda posible semiosis” , como diría Charles Sanders Peirce en sus Collected Papers o, si se quiere como “una técnica de investigación que explica de manera bastante exacta cómo funcionan la comunicación y la significación” , a decir de Umberto Eco.8 Nosotros la asumimos, aquí, como una teoría y una metodología muy avanzadas que nos permiten desmontar semiosis y analizar su mecanismo de funcionamiento.

Sin embargo, hemos de decir que nuestro recurso a la semiótica no tiene como final idad estudiar cómo funcionan la comunicación y la significación en un refrán, sino el importante papel de metaciencia que esta disciplina ha ido asumiendo dentro de la epistemología humanística contemporánea. Desde la perspectiva semiótica, nuestro refrán, en efecto, propone un movimiento que va de la intemperie a la sombra, objeto hacia el cual es proyectado el sujeto del refrán. “Arrim arse”, entonces, no es sólo “acercarse” sino “ponerse bajo la protección” y el “buen árbol” no es sólo eso sino que se convierte en un abrigo. Nos interesa, por tanto, señalar que el discurso del refrán se convierte en una figura que actúa como tal más allá de las puras palabras. Y este conjunto figurativo del refrán consta de los siguientes elementos: “arri­marse”, “buen árbol”, “buena sombra”, “cobija” . El sujeto emprende un movimiento hacia (“se arrima”) el buen árbol que forma una unidad semiótica con la buena sombra que proyecta en la que de simple árbol se convierte en refugio capaz de cobijar.

8. U .E co, El signo, p. 17. Véase la lista de definiciones que recoge F.Casetti en su Introducción a la semiótica, Barcelona, Ed. Fontanella, 1980, pp. 21 y ss. Para una exposición más explícita de lo que por semiótica entendemos y de lo que esta disciplina puede aportar a nuestra investigación, además de lo que diremos más adelante, puede verse nuestro libro En pos del signo. Introducción a la semiótica, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1995.

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El m ecanismo semiótico del refrán tiene la siguiente estructura: sujeto — árbol (objeto intermedio) — sombra (objeto final). Si el refrán traza un m ovimiento del sujeto hasta el estar “cobijado” por la sombra del árbol, el árbol se convierte en la figura central del refrán. Desde el punto de vista de la semiótica greimasiana, habría cuatro figuras que califican a los dos actantes, sujeto y objeto, que conforman el refrán: “arrimarse” , “buen árbol” , “buena som bra” , “cobijar” . Hay una especie de linearidad que va del arrimarse, figura calificadora del sujeto, al cobijar, figura que califica al objeto: el objeto adopta la figura de una cobija. “Buen árbol”, en cambio, es la figura bajo la cual se presenta el objeto intermedio que hay que alcanzar para que el sujeto se pueda reunir con el objeto final, la “buena sombra” . La condición, entonces, se convierte en una especie de aduana: acercarse a un “buen árbol” es la condición para obtener su protección, que aparece bajo la figura de una “buena som bra” ; de esa manera, el árbol, la condición, no hace el papel actancial de oponente sino, como hemos dicho, el de un objeto intermedio. El único obstáculo que este sistema semiótico tiene es la distancia sugerida por el verbo “arrimarse” cuyo contrario implicado es “alejarse” : “arrimarse” supone, en efecto, un “estar lejos” . Cerca-lejos, cobija-intemperie, es el juego de oposiciones que constituyen lo que podríamos considerar el cuadrado semiótico del cual emana la significación del refrán. En efecto, la lógica subyacente al refrán asume la sombra como un bien a alcanzar y la no-som bra como el mal del cual hay que huir; y el estar-junto o estar-lejos, respectivamente, como las categorías que dentro de la estructura semiótica del refrán les corresponden. El objeto, entonces, a que aspira el sujeto del refrán es, finalmente, la protección. El movimiento indicado por el texto va de una situación de lejanía entre el sujeto y el árbol-objeto, que en el montaje del refrán es lo mismo que la lejanía entre el sujeto el objeto final, hasta la situación en la que el árbol-objeto produce la situación en la que el sujeto ha alcanzado, finalmente, su objeto. Descodificaciones como estas son impor­tantes para penetrar en el interior de un poderoso mecanismo de significación, de tipo emblemático, que permite a las palabras del refrán decir más de lo que enuncian. Esto parece apuntar hacia el hecho de que la lapidariedad verbal no es sólo de índole lingüística sino que es el resultado de la integración de una serie de figuras sobre una armazón verbal.

Esta es, en efecto, la otra perspectiva de análisis del refrán desde la semiótica. Todo refrán, como se ha dicho, no sólo funciona aisladamente como una forma de discurso lapidario sino que, principalmente, lo hace en

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forma parásita o adjetiva: el refrán insertado en un discurso mayor en el que, por lo general, desempeña la función de un entimema. En esa situación, el refrán se ensambla no sólo al texto mayor sino a un contexto o entorno situacional ya referido por el texto, ya presupuesto en una situación de diálogo. Se trata, en todo caso, de una situación que o es figurativa o es asimilable a una figura; el refrán, entonces, hace las veces de un lema en un conjunto emblemático cuya figura es, precisamente, la referida por el entorno. Refrán y entorno constituyen, entonces, un conjunto semiótico de índole emblemática. En este acto de figuración descansa, como decíamos, no sólo el carácter paremiológico del texto, sino el mecanismo semiótico de su funcio­namiento discursivo y, sobre todo, su capacidad de decir más de lo que enuncia: su carácter lapidario. El lenguaje figurativo al actuar de manera conjunta con el lenguaje verbal permite no sólo ahorrar palabras, sino que reducir al mínimo los mismos mecanismos de cohesión sintáctica como sucede en un lema cuya significación verbal siempre es apuntalada por la figura. Más adelante regresaremos sobre esta teoría emblemática.

Por esta fugaz muestra es posible ver el cúmulo de disciplinas implicadas en la identificación de los importantes rasgos evidenciados por los análisis practicables al tipo textual paradigmático del hablar lapidario: el refrán. Desde luego, como hemos señalado, al lado de posibles análisis y metodologías explícitas de acercamiento a un refrán en orden a mostrar las características de la lapidariedad, hay un buen bagaje de conceptos y perspec­tivas que afectan a disciplinas y perspetivas teóricas que como la literatura comparada, la sociocrítica, la teoría del discurso, la pragmática, la teoría de la recepción y la teoría del diálogo, constituyen, prácticamente, el horizonte permanente de este estudio. En otros casos, ya señalados en su respectivo lugar, se trata de intuiciones, términos, conceptos arrancados de alguna de las diferentes disciplinas que conforman las actuales ciencias del lenguaje. Veamos ahora, en forma separada y en resumen, las deudas más importantes que esta investigación tiene contraídas con algunas de estas disciplinas y su contribución a esta búsqueda en pos de una teoría de la lapidariedad.

Un señalamiento final, si entre las diferentes ciencias que ha ido acuñando el espíritu humano existe un sustrato común que puede ser referido al nivel de madurez y desarrollo de las herramientas de comprensión con que poco a poco se ha hecho, ello sucede con más razón en el campo de las humanidades. Los límites, funciones, metodologías y etiquetas que se han asignado a cada una de ellas son muy frágiles y no tienen en cuenta el efecto

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de vasos comunicantes que funciona sobre todo en este tipo de disciplinas: lo que pudo haber brotado como una intuición en una de ellas, es muy posible que florezca en otra de manera muy diferente. Cuando empleamos, por tanto, las etiquetas que actualmente se dan a ciertas disciplinas, teorías y metodo­logías vigentes en las ciencias del lenguaje no ignoramos que todo el avance epistemológico en este ámbito es producto, por lo general, de una misma reflexión y de la misma madurez del espíritu humano. Por ejemplo, los avances teóricos que ha tenido la hermenéutica en el presente siglo ha hecho avanzar, entre otras cosas, a disciplinas como la sociología de la literatura o la pragmática, y ha permitido movimientos y reflexiones como el estruc- turalismo de Praga o la fenomenología.9 En general, se puede decir que entre las disciplinas a que nos referiremos enseguida hay algunas como la lógica, la hermenéutica, la semiótica y aún la retórica que, si repasamos histórica­mente la reflexión que en estos últimos años ha tenido lugar en las ciencias del lenguaje, han de ser asumidas como metadisciplinas. La breve reseña que enseguida hacemos de nuestros vínculos con este acervo de saber, no debe olvidar que todas estas disciplinas son sólo expresiones de una misma magna reflexión, de una m ism ay única herencia y, en fin, de un mismo y gran bagaje.

D i s c i p l i n a s , t e o r í a s , m é t o d o s

La hermenéutica

Una de las disciplinas que conforman el bagage teórico-metodológico de este libro es la hermenéutica; y hemos de señalar desde un principio que la manera de esta influencia es la de una atmósfera más que la de una serie de conceptos o técnicas metodológicas aislados. El resurgimiento de la hermenéutica, como se ha dicho, ha sido el catalizador de otras reflexiones que ha venido a germ inar en disciplinas y corrientes tan aparentemente distantes como la llamada teoría de la recepción, la sociocrítica o la pragmática. Para esta investi­gación, por decirlo brevemente, la hermenéutica ha servido de horizonte.

N acida en el seno de la cultura griega como opuesta ya a la mántica ya al arte adivinatorio, la hermenéutica recibió originalmente el encargo de

9. Cfr. Luis A. Acosta Gómez. El lector y su obra. Teoría de la recepción literaria, Madrid. Gredos, 1989. pp. 9 y s.

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interpretar la tradición religiosa. Llevando en el nom bre10 11 sus vínculos de origen con los mensajes de los dioses, P latón111 lama a los poetas “ intérpretes de los dioses” . De allí que los rapsodas sean, simplemente, los “ intérpretes del intérprete”, que sería H om ero .12 Filón de Alejandría, al comentar aquel pasaje del Éxodo (4, 13-16) en que Aarón es nombrado “boca” de Moisés, lo traduce a la terminología platónica diciendo que Aarón es el hermeneuta de M oisés.13 Esta vinculación de origen con el mundo religioso, la hizo entrar, viajar y permanecer en la cultura occidental, como se sabe, a lomos de la Biblia. En efecto, si bien se entendió siempre por hermenéutica “ la disciplina que enseña las reglas para interpretar bien un libro”,14 durante mucho tiempo y aún en nuestro días, se entendió que ese libro era, sin más, la Biblia.

La historia moderna de la hermenéutica, sin embargo, se remonta a la figura de Schleierm acher.15 Él hizo una serie de planteamientos sobre la comprensión en el proceso de comunicación humana que, sin embargo, no llegó a desarrollar: la comprensión en la comunicación humana, diría, proviene del hecho fundamental de compartir la condición humana. No diferencia, sin embargo, la comunicación oral de la escrita; ni profundiza en aspectos como la relación entre la situación de comprensión y la situación de expresión. Para Schleiermacher, por ejemplo, conocer los contextos históri­cos no es un componente de la comprensión sino presupuesto suyo. Distingue entre la interpretación meramente gramatical y la interpretación técnica o

10. El verbo hermenéuein, de donde deriva el vocablo, que sign ifica “expresar el pensamiento por medio de la palabra” y de allí interpretar, explicar, traducir y, finalmente, el simple comunicar; remite, según una muy difundida y poco explicada etimología, a Hermes o Mercurio, el mensajero de los dioses. Sobre esto puede verse Antonio Ruiz de Elvira. MitologíaClásica, Madrid, Gredos, 1975,pp. 15,17, 4 0 ,57 ,65 ,71 ,89 -93 ,98 , etc. La lengua griega, tan interesadaen el conjunto de fenómenos implicados en el acto de interpretar, creó una extensa variedad de vocablos, de cuya antigüedad no vamos a ocuparnos: hermenéia o herméneuma con el significado tanto de interpretacón como de traducción o, simplemente, locución; hermenéus, el intérprete, el que explica, el traductor. Véase, para esto Florencio I. Sebastián Yarza, Diccionario griego-español, Barcelona, Sopeña, 1964, ad loe.

11. Ion, 534e.12. Ibid., 534a.13. En Wolfhart Pannenberg, Teoría de la ciencia y la teología, Madrid, Europa, 1981, p. 165, nota 2.14. Manuel deT uya/José Salguero. Introducción a la Biblia, tomo II, Madrid, BAC, 1967, p. 3. Puede

consultarse esta obra para darse una idea de lo que la hermenéutica bíblica era.15. Sobre la figura de Schleiermacher como padre de la hermenéutica moderna puede consultarse la

biografía que bajo el título de “Schleiermacher” escribe Wilhelm Dilthey, en Obras de Wilhelm Dilthey V. Hegel y el idealismo, segunda reimpresión de la primera edición en español, M éxico, Fondo de Cultura Económica, 1978, pp. 305-370. Sobre la hermenéutica, el mismo Dilthey un ensayo que tituló “Hermenéutica”. Se lo puede ver en Obras de Wilhelm Dilthey VII. El mundo histórico, primera reimpresión de la primera edición al español, México, FCE, 1978, pp. 321 -342.

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psicológica que consistía, fundamentalmente, en reconstruir el origen del texto desde su creación por el autor: el intérprete debe integrarse a ese proceso.

Susucesor Wilhelm Dilthey desarrollará esta intuición de Schleiermacher: la comprensión se finca en una reproducción psicológica por el intérprete del proceso creativo del texto. l6Dentro de esta línea de búsqueda del horizonte de la hermenéutica hay que señalar, como sucesor de Dilthey, a Martín Heidegger con su Sein undZeit quien utiliza el término “herm enéutica” en un contexto más fudamental que el de las Geisteswissenschaften: el ontológico.17

Las ideas, empero, que más influyeron en esta investigación provienen de los más recientes desarrollos de la disciplina no sólo en los terrenos de las ciencias bíblicas,l8sino los que han corrido a cargo, sobre todo, de Emilio Betti con su Teoría generóle della interpretazione, l9Hans-Georg Gadam ercon su Wahrheit undMethode,20S. F. Bernardo Lonergan con su luminoso Insight: A Study o f Human Understanding, 21 Paul Ricoeur en obras como Finitudeet culpabilité 22 De l ’interpretation: essai sur Freud123 o Le conflit des

16. Véase WolfhartPannenberg, op. cit.,p. 166yss.17. Véase Martín Heidegger, El ser y el tiempo, traducción de José Gaos, cuarta edición revisada,

M éxico, FCE, 1971. Sobre las contrbuciones de Heidegger a la hermenéutica véase Richard E. Palmer, Hermeneutics, Evanston, Northwestern University Press, 1969, pp. 124-161. En las páginas 254-260 se pueden encontrar una serie de referencias bibliográficas sobre las principales contribucio­nes al renacimiento de la hermenéutica.

18. Para un informe de estas aportaciones puede verse James M. Robinson / Ernst Fuchs, La nuova ermeneutica, Brescia, Paideia Editrice, 1967; René Marlé, Le probléme théologique de l'hermenéutique, Paris, Editions de forante, 1968; Günter Stachel, Die neue Hermeneutik. Ein Überblick, München, Küsel-Verlag, 1968. Para una visión de la actual ubicación epistemológica de hermenéutica dentro de la filosofía y de sus postulados más generales puede verse Emerich Coreth, Cuestiones fundamentales de hermenéutica, Barcelona, Herder, 1972.

19. 2 volúmenes, Milano, A. GiuffreEditore, 1955,982 pp.20. Cito por la traducción al español que de la cuarta edición hicieron Ana Agud Aparicio y Rafael de

Agapito, publicada bajo el título de Verdad y método e n Salamanca por Ediciones Sígueme en 1977. Me he servido, además, de Philosophical Hermeneutics (traducción y edición de David E. Linge, Berkeley / Los Ángeles / London, 1977) y de Hegel s dialectic. Five hermeneutic studies (traducción e introducción de P. Christopher Smith, New Haven and London, Yale University Press, 1976) del mismo Hans-Georg Gadamer.

21. L ondon. Longm ans, 1964. Para este estud io nos hem os servido de la v isión que de su reflexión herm enéutica ofrece Lonergan en Method in Theology (London, Darton, Longman and Todd, 1973) por contener una perspectiva más am plia y madura. N os servim os de la traducción que al español h izo X avier C acho aparecida bajo el títu lo Lecturas historiográficas (M éxico . U niversidad Iberoamericana, 1985).

22. Paris. Ed. Montaigne. 1960.23. Paris, Editions du Seuil. 1965. También puede consultarse, dentro de la línea de contribuciones de

Paul Ricoeur a lahermenéutica su artículo “Existence et herméneutique” aparecido en Dialogue, IV, (1965-1966). pp. 1-25.

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El bagaje subyacente

interprétations24 y, en fin, el Umberto Eco de Opera aperta25 e I limiti dell ’interpretazione26

De esta lista de refundadores de la hermenéutica es Hans-George Gadamer quien quizás más ha contribuido a nuestra reflexión. El concepto, por él acuñado, de la “fusión de horizontes” le permite delinear el importante papel que en el proceso interpretativo atribuye a la tradición. En efecto, para Gadamer, la comprensión es histórica. Para asentar esta historicidad de la comprensión como principio hermenéutico, asume el principio heideggeriano de la preestructura de la comprensión: el prejuicio es el punto de referencia primario de la comprensión histórica, es su condición. Con el prejuicio, Gadamer rehabilita la tradición:

nos encontramos siempre en tradiciones, y éste nuestro estar dentro de ellas no es un comportamiento objetivador que pensara como extraño o ajeno lo que dice la tradición; ésta es siempre más bien algo propio, ejemplar o aborrecible, es un reconocerse en el que para nuestro juicio histórico posterior no se aprecia apenas conocimiento sino un imperceptible ir transformándose al paso de la misma tradición [...]. En cualquier caso la comprensión en las ciencias de espíritu comparte con la pervivencia de las tradiciones un presupuesto fundamental, el de sentirse interpelado por la tradición misma.27

Lonergan, por su parte, distingue entre hermenéutica y exégesis. Para e 1 jesuíta canadiense, el término “hermenéutica” designa “ los principios de interpretación” y “exégesis” la aplicación de los principios de interpretación a una tarea dada. Por tanto la tarea hermenéutica en Lonergan no se reduce a la interpretación de un texto y viceversa: no toda tarea requiere exégesis. La necesidad de exégesis es inversamente proporcional a la sistematización de un texto dado: un texto altamente monosémico y, por tanto, altamente sistemático como los Elementos de Euclides, es de fácil interpretación. Lonergan plantea, por tanto, una serie de “operaciones exegéticas funda­mentales” que reduce a tres: comprender el texto, juzgar qué tan correcta es la propia comprensión del texto y expresar lo que se extrajo como compren­

24. Paris, Ed. de Seuil, 1969.25. Segundaedición,CasaEditrice Valentino Bompiani, 1967.26. Milán, Gruppo Editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, Etas, S. p. A., 1990. Cito por la traducción al

español efectuada por Helena Lozano bajo el título Los límites de la interpretación, México, Editorial Lumen, 1992.

27. Verdad y método, op. cit., p. 350.

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sión correcta del texto.28 Esta metodología lonerganiana subyace en buena parte de los análisis que sobre los refranes se plantean aquí.

El horizonte de Paul Ricoeur, en cambio, es el de una hermenéutica de la cultura. En El conflicto de las interpretaciones29 no sólo presenta al sicoanálisis como una hermenéutica freudiana de la cultura sino que aborda el estructuralismo; para terminar, desde la misma perspectiva de la herme­néutica, intenta en su estudio La symbolique du Mal “una extirpación del recubrim iento pseudo-lógico del mito, para su recuperación como mito puro” .30 Como ya señalamos más arriba, la hermenéutica de Ricoeur comparte con la semiótica el objeto, la cultura, aunque difieran en las prioridades metodológicas. Desde su postura de una metahermenéutica entiende la hermenéutica como una de las puestas en práctica de la relación entre explicary com prenderen laque el comprender tiene primacía sobre el explicar, y la semiótica como otra puesta en práctica de la misma relación sólo que con el orden de prioridad invertido. Ambas, hermenéutica y semió­tica, compartirían objeto.

C ’est á ce schéma épisíemologique que je voudrais opposer celui d ’une herméneutique générale, définie par la dialectique interne entre expliquer et comprendre. Je deflnirai alors la sémiotique de Greimas comme une varinte de cette herméneutique, opposée á celle de Gadamer et de moi-méme. Selon cette seconde variante, l 'explication est tenue pour une médiation obligée de la comprensión, selón la máxime: expliquer plus pour comprendre mieux; selon la premiere, que je vois magistralement illustrée par Greimas, la comprensión est tenue pour un effet de surface de l 'explication, sans que toutefois la comprensión des figurations de surface per de son role heuristique ... Un renversement méthodologique sépare certes les deux herméneutiques; mais je vois ce renversement opéré á / 'interieur d'une herméneutique générale, pour laquelle la différence entre expliquer et comprendre reste indépassableJ'

Com prender para explicar o explicar para comprender, son dos m etodologías que fundamentan en buena parte la dialéctica metodológica de esta investigación para la que el alto rango de contextual idad no sólo textual sino cultural del refrán es uno de sus presupuestos básicos.

28. Lecturas historiográficas, op. cit.. pp. 75-99.29. Op. cit.30. José Luis Aranguren, “prólogo a laedición española", en Paul Ricoeur, Finitudy culpabilidad, Madrid,

Taurus. 1969. p. 10.31. Entre herméneutique et sémiotique. en colaboración con Jacques Fontanile y Claude Zilberberg,

Limoges, PULIM. 1990. p. 7.

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El bagaje subyacente

Aunque siempre ha sido etiquetado como semiotista, quiero citar entre los acreedores que por cuenta de la hermenéutica tiene esta investigación, a Um berto Eco con sus libros ya citados Opera aperta e I limiti della ’interpretazione. Como lo señala el mismo Eco, entre su Opera aperta e Ilimiti, hay de por medio treinta años en que las tendencias hermeneutistas estiraron mucho hacia el carácter “abierto” de la interpretación. En concreto, el punto de vista de Opera aperta era “definir una especie de oscilación, o de inestable equilibrio, entre iniciativa del intérprete y fidelidad a laobra” . 32En I limiti Eco no pretende cerrar la apertura hermenéutica señalada en Opera aperta sino dejar en claro que “el texto interpretado impone restricciones a sus intérpretes. Los límites de la interpretación coinciden con los derechos del texto” .33

Y en los límites de la interpretación, para mostrar las líneas y el colorido de este horizonte, citamos a Emilio Betti a quien dejamos para el final no sólo con el fin de dar un ejemplo de lo que la reflexión hermenéutica ha sido en el siglo XX, enclavada como está en el seno de la filosofía como la lógica, la nueva retórica y algunas otras de las disciplinas que han contribuido a las teorías contemporáneas del texto; sino para no dar la impresión de que la herméutica se reduce a pura teoría y de que se diluye en ella. La obra de Emilio Betti abarca tres partes fundamentales: una reflexión sobre el problema epistemológico del entender, exposición de lo que es el proceso interpretativo en general a la que llama gnoseología hermenéutica y, finalmente, una tercera parte dedicada a la metodología hermenéutica. Con respecto a lo primero, Betti entiende el acto de interpretación como un proceso en el que están implicados tres elementos: el sujeto intérprete, receptor del mensaje; el objeto o forma representativa de la que proviene el mensaje; y el emisor del mensaje a través de la forma representativa, sujeto actual o virtualmente presente en el proceso. Distingue, por tanto, el simple conocer, en que sólo intervienen el sujeto y el objeto, del entender que, como se puede ver, equivale, simplemente a un proceso de comunicación y, por ende, de estructura triádica. La diferencia, por tanto, entre el conocer y el entender descansa en la presencia de la “forma representativa” {Sinhaltige Form).

Betti entiende la “forma” en un sentido muy amplio. Para él la forma es la relación unitaria de elementos sensibles apta para conservar la huella de

32. Op. cit., p. 19.33. Op. cit. , p. 19.

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quien la ha forjado. La llama representativa en el sentido de que a través de esta forma debe hacérsenos reconocible el emisor. En la forma representativa hay que distinguir, dice Betti, tres niveles: el nivel físico consistente en el sustento material de la forma; el nivel psíquico que es la huella personal dejada por el autor en ella, su estilo; y el nivel espiritual que consiste en el contenido de pensamiento por ella sustentado. Es decir, para Emilio Betti, en todo proceso hermenéutico, además de los dos elementos del signo lingüístico requeridos por la lingüística sausureana, significante y significado, hay que considerar la huella personal que en el texto deja el emisor. Sin embargo, sólo hay interpretación a través de formas representativas: lo que se interpreta no es el sujeto sino una forma representativa suya. Empero, hay que tener en cuenta dos cosas: que el autor es más que cualquier forma representativa suya; y que una obra es algo que trasciende al autor.

La gnoseología hermenéutica de Betti parte de la consideración de que en el proceso interpretativo el camino hermenéutico del intérprete va en sentido exactamente contrario al camino genético del texto por parte del autor. Ello significa una transposición de la subjetividad del autor en la subjetividad del intérprete. De aquí nacen dos exigencias de fidelidad del intérprete: fidelidad a la objetividad de la forma representativa y fidelidad a la subjetividad del intérprete. En palabras de Betti:

L ’interprete é chiamato a riconstruire e riprodurre l ’altrui pensiero dal di dentro, come cualcosa che diventa propio; ma, sebbene divenuto proprio, deve in pari tempo porselo di contro siccome un che di oggetivo e di altro. Sono fra loro in antinomia, dall 'un lato, la soggetivitá inseparabile dalla spontaneitá del intendere, dall 'altro, l 'oggetivitá, per cosí dire l 'alteritá, del senso che si tratta di ricavare.34

La tercera parte está dedicada, como se ha dicho, a la metodología hermenéutica. Partiendo del dato ya recabado de que el proceso interpretativo brota de la antinomia entre la subjetividad del entender y la objetividad de la form a representativa, Betti propone una serie de guías o criterios de la interpretación que denomina cánones: dos relativos al objeto de la interpreta­ción y dos al sujeto. El prim er canon relativo al objeto es el canon de la autonomía hermenéutica o canon de la inmanencia del criterio hermenéutico:

34. Op. cit., p. 262.

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la primera orientación de la interpretación proviene de la forma representativa de allí el principio sensus non est inferendus, sedefferendus: el segundo, en cambio, es el canon de la totalidad y coherencia de la percepción hermenéu­tica: el todo se entiende por medio de cada una de sus partes y las partes se entienden en función del todo. En el proceso hermenéutico, por tanto, se da una iluminación recíproca entre el todo y sus partes en diversos niveles: en el nivel del texto se da una iluminación recíproca entre texto y contexto; en el nivel del autor, entre la obra y personalidad del autor; en el nivel del lenguaje, entre la obra y la lengua; en el nivel de la historia, entre la obra y la esfera de espiritualidad a que pertenecen autor y obra o bien entre la obra y las circunstancias históricas. El primer canon relativo al sujeto es, en cambio, el canon de la actualidad o historicidad del entender. El segundo canon relativo al sujeto es el de la adecuación del entender: el intérprete no debe imponerse desde fuera al objeto de la interpretación.

La presencia de Betti en nuestra reflexión se focaliza no sólo en varios aspectos de la interpretación de nuestros textos sino en importante contribu­ción a conformar el horizonte que, de manera permanente, le ha servido de guía. El saber, en terrenos como éstos, es una adquisición lenta a veces de conceptos, a veces de herramientas, a veces del simple soporte que da el saberse acompañado. Dentro de lo que podríamos considerar las aportacio­nes de Betti a esta investigación, hay intuiciones relacionadas con el carácter triádico del proceso hermenéutico, con la relación dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo, con el muy importante postulado hermenéutico de que el todo recibe su sentido de sus partes y viceversa, o con el principio de que la lengua es un referente obligado para todo texto. Ya, en concreto, para la reconstruc­ción del proceso de comunicación que se da en cada refrán, los postulados de Betti iluminan especialmente el problema de la autoría en una producción textual colectiva como es el refrán. Así, es posible ver que cuando el autor se diluye en una autoría colectiva la subjetividad individual adopta modalidades trashumantes en la medida en que es substituida por mecanismos de subjeti­vidad colectiva integrada por colectividades de usuarios: ello tiene importan­cia, por ejemplo, a la hora de estudiar el mecanismo de significación de un refrán.

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La retórica

La retórica35 es quizás la disciplina que más ha aportado a la estructura fundamental de esta investigación. Desde la lectura del monumental Manual de retórica literaria de Heinrich Lausberg36 nos había sido evidente la existencia de una veta poco explorada en la investigación paremiológica. A saber: los papeles que el refrán, heredero de las gnomai aristotélicas, desem­peña en el discurso mayor en que se enclava. Estudiar el funcionamiento discursivo del refrán a partir de la teoría del entimema, nos mete de lleno en uno de los mecanismos de la lapidariedad discursiva más importantes y, a pesar de ello, poco estudiados; además, fue este rincón de la retórica el que nos llamó la atención sobre el importante hecho de que la argumentación entimem ática se fundaba no en relaciones necesarias generadoras de las deducciones perfectas sino en el amplio territorio de lo probable. La retórica

35. La retórica ha aportado aesta investigación pincipalmente através de las siguientes obras: Heinrich Lausberg, Manual de retórica literaria. Fundamentos de una ciencia de la literatura, tres tomos, Madrid, Gredos, 1975-1980.; Márchese, Angelo / Joaquín Forradellas, Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, tercera edición, Barcelona, Ariel, 1991; Helena Beristáin, Diccio­nario de retóricay poética, terceraedición, México, Porrúa, 1992; María Victoria Ayuso de Vicente / Consuelo García Gallarín / Sagrario Solano Santos, Diccionario de términos literarios, Madrid, Akal, 1990; Block de Behar, Una retórica del silencio. Funciones del lector y los procedimientos de la lectura literaria, M éxico, Siglo XXI, 1984; Platón, Hipias Mayor. Fedro, versión directa, introducciones y notas de Juan David García Bacca, M éxico, UNAM, 1966; Platón, Gorgias, Introducción, versión y notas de Ute Schmidt Osmanczik, M éxico, UNAM, 1980; Aristóteles, Retórica, Madrid, Ed. Aguilar, 1980; Aristóteles, Retórica, Introducción, traducción y notas por Martín Racionero, Madrid, Gredos, 1990; M. T. Cicerón, Bruto, Introducción, versión y notas de Juan Antonio Ayala, M éxico, UNAM, 1966; Teón / Hermógenes / Aftonio, Ejercicios de retórica, Introducción, traducción y notas de Ma. Dolores Reche Martínez, Madrid, Gredos, 1991; Francisco Joseph Artiga, Epítome de la elocuencia española, M éxico, edición facsimilar, Frente de afirmación hispanista, 1992; Barthes, Roland et al ii, Recherches Rhétoriques, Communications 16, Paris, Ed. du Seuil, 1970 [además de otras ediciones, en español apareció en latraducción de la compilación francesa/, 'Aventure Sémiologique (1963-1974) (Paris, Éditions du Seuil) bajo el título La aventura semiológica, M éxico, Planeta-Agostini, 1994, pp. 85-160]; Jean Cohen, Tzvetan Todorov, et alii, Investigaciones retóricas II, Buenos Aires, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1974; Ernst Robert Curtius, Literatura europea y edad media latina, traducción de Margit Frenk Alatorre y Antonio Alatorre, primera reimpresión de la primera edición, 2 tomos, M éxico, FCE, 1975; Campillo Correa, Narciso, Retóricay poética, México, Ed. Botas, 1969; Johannesen, Richard L. (editor), Contemporary theories o f rhetoric: selected readings, New York, Harper and Row Publishers, 1971; Le Guern, M ichel, Sémantique de la métaphore et de la métonymie, Librairie Larousse, 1973; Murphy, James J., La retórica en la edad media. Historia de la teoría de la retórica desde San Agustín hasta el Renacimiento, M éxico, FCE, 1986; Paul Ricoeur, Lametafore vive, Paris, Éditions du Seuil, 1975; R. H. Roberts y J. M. M. Good, The Recovery o f Rhetoric. Persuasive Discourse and D isciplinary in the Human Sciences, London, Bristol Classical Press, 1993; Chaim Perelman y L. Olbrechts- Tyteca, Tratado de la argumentación. La nueva retórica, traducción de Julia Sevilla Muñoz, Madrid, Gredos, 1989; Jean-BlaizeGrize, De la logiqueáVargumentation,Q&xbvz, Librairie Droz, 1982.

36. Op. cit.

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se mueve en el más frágil ámbito de lo probable o, como diría Aristóteles,37 de las “opiniones generalmente aceptadas” . Si bien la retórica se encontraba en los mismos niveles de la lógica, su fin no era, por tanto, demostrar sino convencer a partir de “proposiciones verosímiles, probables, opinables, frente a la analítica que se ocupaba de proposiciones necesarias”,38 lograr la adhesión del auditorio en el resbaladizo territorio de la opinión. Ello significó para esta investigación, al fin de cuentas, el establecer la calidad de las verdades que están detrás de un refranero: pese a la apariencia de verdades absolutas que adoptan los refranes se mueven en un tipo de “verdad” que sólo representa el punto medio de la creencia de una sociedad; pero que, a pesar de ello, es suficiente para el discurso popular. Por otro lado, de la retórica venían los análisis de fenómenos que, como la metáfora, estaban en el corazón de la lapidariedad paremiológica.

Pese a que las investigaciones de la llamada “nueva retórica”39 dejan muy en claro que se ha vuelto a colocar a la disciplina en el ámbito y con las funciones que desempeñó en su época de oro; y pese a la abrumadora bibliografía sobre retórica que apunta hacia un vigoroso resurgimiento de esa disciplina, aún se oyen las voces, en ciertos medios académicos, de quienes parecen vivir de la novedad pura, que censuran el recurso a la retórica para una investigación que se precie de contemporánea. No nos preocupa: menos tratándose de una disciplina tan poderosa como la retórica. No vamos a ocupamos aquí de ello, ni de repasar la ingente bibliografía que recientemente ha inundado el campo. Sí vamos a dejar en claro, sin embargo, que nuestro trabajo, como ya se ha consignado en el lugar correspondiente, debe muchas intuiciones y se ha inspirado grandemente no sólo en la “nueva retórica” sino en la “vieja retórica”, muchas veces vilipendiada por aseveraciones generalizadoras y acríticas.

Como aportación importante de la “nueva retórica” a nuestra reflexión hay que señalar, sin duda, no sólo la reubicación de la retórica como teoría de la argumentación, sino la revalorización del discurso persuasivo y la consi­guiente ruptura con la concepción cartesiana sobre el razonamiento basada

37. Tópicos, libro 1, cap. 1 ,100a.38. Jesús González Bedoya, “prólogo a la edición española”, en Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca,

Tratado de la argumentación. La nueva retórica, traducción españolade Julia Sevilla Muñoz, Madrid, Gredos, 1989, p. 24.

39. Sobre la historia de esta resurrección puede verse el ya citado “prólogo a la edición española” del Tratado de la argumentación de Perelman en que Jesús González Bedoya no sólo reseña los orígenes y causas de este hecho, sino que, además, analiza con lucidez su significación.

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sólo en las ideas claras y distintas. La “nueva retórica” , pues, postula el sano retorno de las cosas rescatables de la antigua retórica, proponiéndose como objeto “el estudio de las pruebas dialécticas que Aristóteles presenta en Tópicos (examen) y en su Retórica (funcionamiento)” .40 41

En este abandono del cartesianismo, rehabilitación del discurso persua­sivo y ubicación de la retórica en los terrenos de la argumentación al lado de la lógica radica, en resumidas cuentas, la aportación fundamental de la retórica en su retomo. También, aunque en menor medida, se ha acudido en esta investigación a otros aspectos de la vieja retórica sobre todo en lo rela­tivo a lo que podríamos llamar la técnica de la elocución. Ello, en efecto, constituye un bagage importante al servicio del analista del texto independien­temente de su actitud hacia la degeneración de la retórica en siglos pasados.

Como lo ha señalado muy bien el mismo Perelman, el resurgimiento de la retórica y su importancia para nosotros no sólo se deben al hecho de haber­se agotado el modelo cartesiano de lenguaje, sino al incontrovertible hecho de que el siglo XX, por muchos motivos, puede ser llamado el siglo de la opinión:

Si durante estos tres últimos siglos han aparecido obras de eclesiásticos que se preocupaban por los problemas planteados por la fe y la predicación, si el siglo XX ha recibido, incluso, la calificación de siglo de la publicidad y de la propaganda y si se han dedicado numerosos trabajos a este tema, los lógicos y los filósofos modernos se han desinteresado totalmente de nuestro asunto. Por esta razón, nuestro tratado se acerca principalmente a las preocupaciones del Rena­cimiento y, por consiguiente, a las de los autores griegos y latinos, quienes estudiaron el arte de persuadir y de convencer, la técnica de la deliberación y de la discusión. Por este motivo también, lo presentamos como una nueva retórica.*'

Además de lo señalado, esta investigación se ha beneficiado de la nueva retórica perelmaniana en campos muy concretos como el fundamento de la argumentación a partir del “caso particular”, el razonamiento por analogía tan propio de los refranes que, como ya se ha señalado, es un tipo textual que fundamenta la lapidariedad en la metáfora. Pero, como ya mencionamos, las deudas de esta investigación no se reducen, desde luego a la nueva retórica sino que se extienden a la retórica a secas. No sólo las respectivas teorías del entimema, del exemplum y el ornato provienen de allí sino que del mundo de la vieja retórica salieron muchos otros términos y conceptos que como

40. Jesús González Bedoya, op. cit., p. 25.41. Ch. Perelman y L01brechys-Tyteca,op. c/7.,p.35.

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El bagaje subyacente

género, sinonimia, alegoría, parábola, aliteración, paragramatismo, figura, homonimia o laconismo han contribuido de manera importante a esta re­flexión. Pero sobre todo, es a la retórica a la que corresponde el estudio de los dos principales tipos de discursos en que se enclava el refrán: el diálogo y el discurso oratorio independientemente de la clase que sea. A este último, en efecto, está dedicada prácticamente la ya citada obra de Perelman Tratado de la argumentación. Del diálogo se ocupa no sólo la retórica sino la pragm á­tica, la lingüística y las ciencias de lo literario relativas al relato, al texto dramático y a la poesía lírica.42

La lógica43

La lógica está a la base de cualquier análisis textual. De hecho, su vinculación con la retórica, con la semántica y aún con disciplinas tan aparentemente lejanas como la lingüística o la semiótica es evidente. Para la lingüística, basta consultar cualquier historia de la disciplina; para la semiótica, puede verse nuestro libro En pos del signo.44 Desde luego, hay consideraciones dentro de esta investigación que pertenecen a la lógica: ya hemos señalado la herman­

42. Sobre teoría del diálogo puede verse la excelente obra de María del Carmen Bobes Naves, El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico, Madrid, Gredos, 1992; véase, igualmente, M. M. Bakhtin, The Dialogic Imagination, Austin, University ofTexas Press, 1987.

43. Aquí nos hemos servido, sobretodo, de Arnauld, Antoine / Pierre N icole, La logique o u l’artde penser contenant, outre les regies communes, plusieurs observations nouvelles, propres á former le jugement, Paris, Flammarion, 1970; Bochenski, I. M., Historia general de la lógica formal, tercera reimpresión, Madrid Gredos, 1985; Sacristán, Manuel, Introducción a la lógicayalanálisis formal, Barcelona, Ariel, 1973; Suárez, Francisco, Disputaciones metafísicas, Madrid, Gredos, 6 vois., 1960-64 (aunque obviamente no es unaobra de “lógica” muchos de los conceptos empleados por Suárez sí lo son); Irving M. Copi, Introducción a la lógica, sexta edición, Buenos Aires, 1968; Benedetto Croce, Lógica como ciencia del concepto puro, México, Ediciones Contraste, 1980; Giovanni di Napoli, Manuale Philosophiae adusum seminariorum, tomo I, s/1, Ed. Marietti, 1955; Alfredo Deaño, Introducción a la lógica formal, Madrid, Alianza Editorial, 1978; Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza Editorial, 1973; A. J. Ayer, El positivismo lógico, primera reimpresión de la primera edición, M éxico / Madrid / Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1978; A. J. Ayer, Lenguaje, verdad y lógica, Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1976;Evandro Agazzi,Z,¿z lógica simbólica, Barcelona, Herder, 1967; Ambrose- Lazerowitz, Fundamentos de lógica simbólica, M éxico, UNAM, 1968; Manuel Garrido, Lógica simbólica, segunda reimpresión revisada, Madrid, Editorial Tecnos, 1977; Gregorio Fingermann, Lógica y teoría del conocimiento, 31a edición, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1981; José Ferrater Mora/Hugues Leblanc, Lógica matemática, sexta reimpresión, México, FCE, 1980; W. Van Orman Quine, Lógica elemental, México / Barcelona / Buenos Aires, Ed. Grijalbo, 1983; José Ma. de Alejandro, Gnoseología, Madrid, BAC, 1974; José Ma. de Alejandro, La lógica y el hombre, Madrid, BAC, 1970.

44. Op. cit.

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dad entre retórica y lógica no sólo en Aristóteles sino en Perelman. Nuestra reflexión sobre el entimema supone el silogismo. Conceptos como inducción, deducción, analítico, sintético, universal, abstracción, juicio, proposición, contrario, contradictorio, raciocinio, argumentación, implicación, exclusión, figura y otros más provienen de allí.

La lingüística: morfosintaxis, lexicología y sem ántica

Es obvia la deuda que una investigación como ésta tiene contraída con disciplinas tan fundamentales como la lingüística cuyos análisis de tipo morfosintáctico, lexicológico o semántico son evidentes. Por otro lado, concepciones teóricas como la llamada “ lingüística del texto” que están a la base de la pragmática lingüística han sido plenamente asumidas por esta investigación, como lo han sido categorías, métodos, conceptos, discusiones. Por ejemplo, nuestros análisis del corpus, desde el punto de vista de la estructura. Es inútil hacer una lista así sea provisional de ellos: se encuentran en toda nuestra obra. Escuelas como la sausureana, el Círculo Lingüístico de Praga, las ideas de Hejelmslev sobre la relación entre proceso y sistema, los análisis de Bloomfield, la relación entre lengua y cultura propugnada por Sapir, el concepto de Tagmema de Pike, las categorías chomskianas de lengua, generatividad, gramática, gramatical idad, estructura profunda, es­tructura superficial, y muchas otras de esa índole, constituyen el sustrato de nuestra investigación, el aire que respira y que la hace posible.

La estilística45 46

Para nuestro análisis estilístico, por exigencias de nuestro corpus, nos hemos atenido a la concepción española puesta en obra sobre todo por el Dámaso

45. Veáse la bibliografía al final del libro.46. Hemos usado para la presente investigación las siguientes obras: Alonso Schókel, Luis / Eduardo

Zurro, La traducción bíblica: lingüísticay estilística, Madrid, Cristiandad, 1977; Alonso, Amado, Materiayforma en poesía, tercera reimpresión de la tercera edición, Madrid, Gredos, 1986; Alonso, Dámaso, Poesía española; Ensayo de métodos y límites estilísticos, quinta edición, Madrid, Gredos, 1966; A lonso Schókel, Luis, Interpretación literaria de textos bíblicos, Madrid, Ed; Cristiandad, 1987; Alonso Schókel, Luis, Estudios de poética hebrea, Barcelona, Ed; Juan Flors, 1964; Gray, Bennison, El estilo, el problema y su solución, Madrid, Ed; Castalia, 1974; Guiraud, Pierre, La estilística, Buenos Aires, Editorial Nova, 1970; Hatzfeld, Helmut, Estudios de estilística, Barcelo

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El bagaje subyacente

Alonso de Poesía española?1 por el Luis Alonso Schókel tanto de Estudios de poética hebrea 48como de “Poética hebrea. Historia y procedimientos” .49 De esta escuela provienen, por ejemplo, el estudio de las simetrías: hablamos, así, tanto de forma externa y forma interna, como del quiasmo; nos interesa la esti 1 ística del material sonoro y, por tanto, las estructuras acentuales, ritmo y rima; nos interesa la estilística del paralelismo, de la sinonimia, de la repetición, del merismo, de la expresión polar y de la antítesis; excursio- namos, aunque fugazmente, en la estilística de las imágenes, de las estructu­ras literarias y hasta de los valores estilísticos de los elementos morfosintácticos; nos interesamos en figuras como la ironía, el sarcasmo y el humor. Aunque, desde luego, también hayamos echado mano de la estilística francesa en la medida de lo necesario. La estilística es uno de los horizontes siempre a la vista de esta investigación precisamente porque la lapidariedad textual es, después de todo, una categoría emplazable por derechos propios en terrenos de la estilística.

La semiótica 50

La semiótica, empero, ha contribuido a esta investigación tanto como disci­plina con una evolucionada metodología propia o, si se quiere, un acervo de metodologías, como en su calidad de horizonte epistemológico que ha servido de catalizador a una reflexión general humanística en campos como la hermenéutica o la semiótica de la recepción. Para nuestra investigación, en efecto, la semiótica no sólo ha contribuido en especie con conceptos y metodologías provenientes sobre todo de la semiótica greimasiana y de la semiótica rusa. En nuestro libro En pos del signo51 hemos trazado la extensa

na, Ed; Planeta, 1975; Murry, J. Middleton, El estilo literario, quinta reimpresión de la primera edición, M éxico, FCE, 1976; Martín, José Luis, Crítica estilística, Madrid, Gredos, 1980; Molinié, Georges, Elémentsde stylistiquefrangaise, Paris,Presses Universitairesde France, 1986; Sebeok, Thomas A;, Estilo del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1974; Riffaterre, Michael, Ensayos de estilística estructural, Barcelona, Seix Barral, 1976; Spitzer, Leo, Estilo y estructura en la literatura española, Barcelona, Editorial Crítica, 1980; Vinay, J; P; et J; Darbelnet, Stylistique comparée du franqais et de Vanglais, Paris, Didier, 1977.

47. Op. cit.48. Op. cit.49. En Interpelación literaria de textos bíblicos, op. cit., pp. 17-229.50. Por lo extenso de la bibl iografía que sobre semiótica hemos empleado, remitimos al lector a nuestro 1 ibro

En pos del signo, op. cit.51. Zamora, El Colegio de Michoacán, 1995.

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y muy prestigiada tradición semiótica que en la cultura occidental se desarro­lló, como tantas otras de las tradiciones humanísticas, al abrigo de la filosofía.

El actual término “semiótica” remite, en efecto, a una muy larga y fatigosa historia de búsquedas y exploraciones en torno al complejo fenómeno de la significación o, si se quiere, de las situaciones significantes, que ha desembocado en las actuales prácticas de desmontaje, de la más diversa índole, aplicadas a distintas configuraciones culturales, interesadas en los sistemas y mecanismos de la significación del tipo que sean. Sin embargo, la historia de la cultura ha mostrado cuánto el saber es patrimonial y cuánto las reflexiones contemporáneas sobre lo que sea deben a las exploraciones a veces balbucientes del pasado. La semiótica, como lo mostramos en En pos del signo, es un excelente ejemplo de ello. Se puede decir que la cultura se ha desarrollado a la sombra de un permanente interés semiótico que ha excursionado en los más variados territorios y con las más variadas metodologías. En efecto, hoy en día circulan varias definiciones de semiótica que, de hecho, corresponden a otros tantos proyectos, diversos entre sí.

Si para el Peirce de Collected Papers semiótica es “ la doctrina de la naturaleza esencial de las variedades fundam entales de toda posible semiosis” ; para el De Saussure del Course, se trata de una “ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social” a la que propone que se dé el nombre de “semiología” ; para el Erik Buyssens de La communication e tl 'articulation linguistique lo que él llama semiología trata del “estudio de los procesos de comunicación, es decir, de los medios utilizados para influir a los otros y reconocidos como tales por aquel a quien se quiere influir” ; para el Charles M orris de Signos, lenguaje y conducta52 es una “doctrina comprehensiva de los signos” ; para el A. J. Greimas del diccionario de Semiótica52 53es una “teoría del lenguaje y sus aplicaciones a los diferentes conjuntos significantes” ; y, en fin, para Umberto Eco “es una técnica de investigación que explica de manera bastante exacta cómo funcionan la comunicación y la significación” .54 Esta diversidad de proyectos, sin embar­go, parecen estar de acuerdo en que el análisis semiótico no es un acto de

52. Se trata de Signs, Language and Behavior, New York, Prentice-Hall, 1946 del que circula la traducción que al español hace J. Rovira Armengol titulada, precisamente, Signos, lenguaje y conducía, B. Aires, Ed. Losada, 1962.

53. A. J. Greimas / J. Courtés, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, Madrid, Gredos, 1982.

54. U. Eco, El signo, p. 17. Véase la lista de definiciones que recoge F. Casetti en su Introducción a la semiótica, Barcelona, Ed. Fontanella, 1980, pp. 21 y s.

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lectura sino, más bien, un acto de exploración de las raíces, condiciones y mecanismos de la significación. Cómo está hecho el texto para que pueda decir lo que dice.

Desde luego, al explorar el mecanismo de un texto será posible percibir el tipo de significaciones de que ese texto es capaz y, al contrario, las significaciones que no puede producir. Por tanto, no nos interesa qué es lo que el texto que analizamos dice ni quien es el sujeto que dice lo que el texto dice. No nos interesamos en “sacar” a los textos que analizaremos sus sentidos “ocultos” al lector común y sólo perceptibles por los “expertos” . Nos interesa el cómo del texto: cómo este texto dice lo que dice: nos interesa explorar cómo está hecho el mecanismo del texto en cuestión. En el análisis semiótico que aquí practicaremos lo que importa, pues, es la forma del contenido, cómo el texto dice lo que dice, no la substancia del contenido, el qué del texto.55

Pues bien, la metodología semiótica tiene cabida no sólo desde el postulado de que cada refrán, tomado tanto formal como discursivamente, es un sistema semiótico y que la perspectiva semiótica de la estructura emble­mática del refrán es la que mejor ilustra la manera de funcionar del discurso lapidario, sino desde el postulado de que un refranero es un macrotexto hecho de citas que funcionan como isotopías polivalentes agrupables, por tanto, en deconstrucciones de la más variada índole. Abundan, por ejemplo, en el refranero mexicano, varios tipos de referencias a la identidad de los cuales el más frecuente es el de los refranes que ofrecen explícitamente una serie de marcas o semas que permiten identificar al hablante de un refrán dado ya como miembro de un grupo social, ya como aspirante a un estado social. Por lo demás, en los comportamientos sociales del refranero mexicano son susceptibles de ser anal izados distinguiendo en ellos losgestos— especie del género de los kinemas— y los accesorios, conjunto de objetos que entran en el comportamiento social como la indumentaria, la comida, las flores, el ornato, las insignias, los cosméticos, los menus, etc. Basta un breve repaso al refranero mexicano para ver cuánto puede contribuir la semiótica al análisis de un corpus textual tan singular como el que aquí manejamos y en qué medida el escudriñar con sus metodologías y herramienta conceptual el cómo de los sistemas semióticos que funcionan en y por los refranes puede contribuir y contribuye, de hecho, al conocimiento del hablar lapidario.

55. Para los presupuestos teóricos del análisis semiótico puede verse, Grupo de Entrevernes, Análisissemiótico de los textos, Madrid, Cristiandad, 1982.

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La literatura comparada56

Las ciencias de lo literario atraviesan por un período en que la mayor parte de ellas buscan ampliar sus horizontes, explorar las líneas de demarcación con otras disciplinas, rebasar las fronteras de lo casero y abrirse paso hacia nuevos paradigmas en busca de teorías interdisciplinarias e interliterarias más acor­des con el carácter abierto de la literatura. Esos son, ni más ni menos, los horizontes de la literatura comparada. María Rosa Lida decía en 1966, en sus Estudios de literatura española y comparada:57

Nada más oportuno en estos tiempos de especialización y nacionalismo que los estudios comparativos, pues, superando las fronteras que parcelan artificialmente la literatura, aspiran a abarcarla en su verdadera extensión y complejidad, para llegar así a una visión integral de los hechos.

Por lo dicho anteriormente, estará claro a estas alturas que nuestro estudio del discurso lapidario no puede tener otro signo que el de la literatura comparada no sólo por la universalidad del refrán, sino por la universalidad de los parámetros desde los cuales se le observa. En efecto, la literatura comparada es una ventana abierta al espectáculo de la literatura universal que se interesa no sólo en estudiar las obras de las diversas literaturas en sus relaciones de unas con otras, sino las de las literaturas m odernas con las literaturas antiguas, las de las literaturas modernas entre sí, las de las literaturas con el mito, las de las literaturas con el folclore y, como en nuestro caso, de este en relación con aquellas.

La literatura comparada es una disciplina joven58que si bien sabe quien es aún escucha sugerencias; ha ido, por tanto, afinando poco a poco sus principios y métodos. Como diría Pichois-Rousseau:

56. En nuestra investigación nos hemos servido de las siguientes obras: Aziza, Cl./Cl.Olivieri/R. Sctrick, Dictionnaire des typeset caracteres littéraires, Éditions Fernand Nathan, 1978; Aziza, Cl. /Cl. Olivieri / R. Sctrick, Dictionnaire des symboles et des themes littéraires, Éditions Fernand Nathan, 1978; Brunell, Pierre/Yves Chevrel (direct.), Précisde Litterature comparée, Paris, Presses Universitaires de France, 1989;Fügen, H .N., Vergleichende Liter atur-wissenschaft, Düsseldorf. Wien, 1973;Guyard, Marius Francois, La literatura comparada, Barcelona, Vergara Editorial, 1957; Schmeling, Manfred, Teoría y praxis de la literatura comparada, Barcelona, Editorial Alfa, 1981; Weisstein, Ulrich, Introducción a la literatura comparada, Barcelona, Planeta, 1975.

57. Buenos Aires, 1966, p. 173.58. Se pueden distinguir cinco épocas en la historia de la investigación comparatista: la de los ancestros,

la de los padres fundadores, la de los padrinos, la de la posguerra y la actual. La primera de ellas se remonta alas últimas dos décadas de la primera mitad del siglo XIX en el contexto de un movimiento francés interesado en las “literaturas extranjeras” con nombres como Claude Fauriel para quien la

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La literatura comparada es el arte metódico, para la investigación de vínculos de analogía, de parentesco y de influencia, de los acercamientos entre la literatura y los otros dominios de la expresión o del conocimiento; o bien para acercar los hechos y los textos literarios entre sí, distantes o no entre sí en el espacio y en el tiempo, a condición de que, aunque pertenezcan a muchas lenguas o a muchas culturas, formen parte de una misma tradición; todo ello con el fin de describirlos mejor, comprenderlos y gustarlos.59

Promover el acercamiento entre lo literario y otros dominios de la expresión como el refrán, que ostenta el más antiguo ropaje literario con todas sus galas a pesar de las distancias puestas con razón por estudiosos de la literatura como Fernando Lázaro Carreter cuando afirma:

Lo que queremos afirmar sólo es la existencia de diferencias entre Literatura y Folklore oral, que son principal, aunque no exclusivamente, diferencias de función; y que, por supuesto, el Refranero, en contra del sentir generalizado a que hemos aludido, no puede incluirse bajo rúbricas tales como “Literatura” o como

Sorbonaen 1830 creauna cátedra llamada De littérature é frangere,y a d erudito en lenguas y viajero incansable Jean Jacques Ampére quien en 1832 impartió en la Sorbona, en substitución de Villemain, un curso sobre la“historiacomparativade las literaturas”, ya Abel Francois Villemain quien en 1829 impartió en la misma Sorbona un curso cuyo tema era “el estudio de la influencia ejercida por los escritores franceses del siglo XVIII sobre las literaturas del siglo XVIII y el espíritu europeo”, ya otros más tarde y en otra parte, como Joseph Texte, autor de la célebre monografía titulada Jean Jacques Rousseau et les origines du cosmopolitisme littéraire y para quien la Universidad de Lyon crea en 1897 unacátedra: Joseph Texte expone en un par de artículos sus teorías sobre lanuevadisciplina: “Les études de littérature comparée a l ’étranger et en France ” y “L 'Histoire comparée des littératures". En 1910 la Sorbona creará su propia cátedra de historia comparada de la literatura y la Universidad de Estrasburgo lo hará en 1918. La época de los padrinos es inaugurada por el alsaciano Femand Baldensperger quien publica una nueva edición aumentada d eXaBibliographie de la Littérature Comparée que había publicado en 1900 Louis Paul Betz. Cuando en 1910 la Sorbona crea la cátedra de historia comparada de la 1 iteratura, a que nos hemos referido arriba, Baldensperger pasa a ocuparla. D esded ía , crea el Instituí des littértures modernes et comparées al que después se sumarían dos fundadores más: Paul Hazard y Paul Van Tieghem. Las teorías de Baldensperger sobre literatura comparada fueron expuestas en la introducción al primer número de la Revue de littérature comparée. El otro padrino de la literatura comparada es Van Tieghem quien expone su idea de la nueva disciplina en su libro La literatura comparada. A la revista y al instituto, se suman por esta época dos entidades bibliográficas: XaBibliothéque de littérature comparée y Etudes de littérature étrangére et comparée.El comparatismo francés de la posguerra es representado dignamente por M. F. Guyard cuyo libro La literatura comparadaWzgó asercom oel embajador de lanuevadisciplina. A partir de 1950 empezó un nuevo impulso la literatura comparada: se crean nuevas cátedras (Mainz, Saabrílcken), se liberalizan las teorías en general, se expande por el mundo y surgen nuevas escuelas que se oponen a la en general conservadora escuela de París que habían estacionado la literatura comparada en el estudio de temas y motivos. Con la apertura y las nuevas tendencias llegamos a la época actual de la literatura comparada, una literatura comparada, así se la había augurado Guyard, como disciplina autónoma y organizada.

59. En Ulrich 'Weisste'm, Introducción a la literatura comparada, Barcelona, Editorial Planeta, 1975, p. 13.

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la acuñada por el folklorista americano W. R. Bascom, de “Arte verbal”, porque esta tiende a recubrirse con la anterior. Yo me mantendría en la más aséptica y probablemente más certera denominación de “Folklore oral” para ese tipo de acuñaciones lingüísticas colectivas anónimas, destinadas con frecuencia al canto e integradas en la cultura de una colectividad como patrimonio común. Que el paso del Folklore oral a la literatura sea a veces sumamente fácil, es algo que hemos ya afirmado al comienzo; el hecho se manifiesta con múltiples ejemplos detectables en la Literatura española. El más visible de todos tal vez sea el tránsito del romancero viejo al nuevo; o la incorporación del primero a la comedia. Fenómenos así se han producido y se producen en el seno de todas las culturas literarias. Pero esa mutación o esa incorporación sólo son posibles si ha habido un cambio radical de funciones.60

Como suele suceder en un contexto de apertura de un universo como el literario, son muchos los intereses, tareas y métodos que actualmente tiene la literatura comparada. Para esta investigación, la literatura comparada ha sido, como es obvio, un presupuesto teórico-metodológico permanente. De los cinco tipos de comparación que señala Manfred Schmeling61 esta investiga­ción reconoce deudas en al menos dos de ellos: el cuarto y el quinto. El cuarto tipo de comparación es, según Schmeling, de tipo ahistórico en la medida en que está dominado por un interés estructuralista. Al respecto dice:

La comparatística se pone aquí al servicio de una metodología fenomenológica general. Aquí se encuentran, entre otros, m étodos estético-form ales, estructuralistas, lingüísticos, semióticos y sicológicos. Parece irrefutable el que también estos procedimientos poseen su valor para la ciencia comparada de la literatura (que no es exclusivamente historia comparada de la literatura).62

El quinto tipo, en cambio, de la crítica literaria comparada, que, más que textos literarios en sí mismos, compara actitudes críticas y métodos, ha inspirado algunas tareas de esta investigación y le ha servido de horizonte.

60. “Literatura y Folklore", en Estudios de Lingüística. segunda edición, Barcelona, Editorial Crítica, 1981, p. 210.

61. “Introducción: literatura comparada, aspectos de una metodología comparatista" en Manfred Schmeling. Teoriaypráxisde la literatura comparada. Barcelona/Caracas, Editorial Alfa, 1984, pp. 5 y s s .

62. M. Schmeling, op. cit..p. 26.

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La sociocrítica63

La sociocrítica va ligada a los nombres tanto de Edmond Cross como de la Universidad Paul Valery de M ontpellier y se trata de una teoría y una metodología relativas al análisis textual cuyo desarrollo es cosa de los últimos veinte años. Como se sabe, la sociocrítica es el resultado de una fusión: las perspectivas, a saber, sociológica y la crítica de corte formalista. Frente a ciertos sociologismos adscritos al marxismo que concebían al texto como un reflejo directo, la sociocrítica acepta que el texto, todo texto, hace referencia mediatizada a la sociedad que lo produce. La forma de esta mediatización es concebida, además, como un sistema complejo de mediaciones. De hecho, uno de los elementos más importantes de su metodología consiste en examinar y definir las diferentes mediaciones que se presentan entre un determinado texto y la realidad social que lo produce y en la cual encuentra sus referentes. En ese sentido, uno de los intereses mayormente evidenciados por los analistas adscritos a la sociocrítica es establecer las posibles relaciones entre las estructuras de un texto dado, estructuras por ende de tipo discursivo, y las estructuras ideológicas que alimentan la sociedad que lo produce. En efecto, la sociocrítica postula una estrecha relación entre la infraestructura socioeconómica y la superestructura ideológica a la que pertenece la producción cultural.64 Sin embargo, como se ha dicho, no es concebida como una relación ni directa, ni sistemática, ni, como quería Lucien Goldman, homologa.65

Entre las metodologías de la sociocrítica que han contribuido a esta investigación, menciono el goldmaniano concepto de “sujeto transindividual”, tan útil a la horade analizar refranes. Como dice Arnulfo Velasco, estudioso mexicano de la sociocrítica:

En la memoria colectiva persisten enseñanzas, modelos, recuerdos de realidades concretas, de prácticas sociales específicas que dejan huella en el discurso de los

63. Para nuestra investigación nos han sido de especial ayuda: Cros, Edmond, De L engendrement des formes, Etudes sociocritiques, Montpellier/Paris, C.E.R.S./Editions Sociales, 1985; Cros, Edmond, Literatura, ideología y sociedad, Madrid, Gredos, 1980; Cros, Edmond, Theorie el pratique sociocritiques, Etudes sociocritiques, Montpellier/Paris, C.E.R.S./Editions Sociales, 1983. El mismo Centre D ’Études et Recherches Sociocritiques de la Universidad Paul Valery de Montpellier publica dos revistas Imprevue y Co-textes de las cuales nos hemos servido. Imprevue se ha significado como el espacio de discusión de las teorías sociocríticas; Co-textes, en cambio, haservido para ensayarlas.

64. Cfr. Arnulfo Velasco, “La sociocrítica de Edmond Cross. Algunas consideraciones sobre esta teoría”; En Blanca Cárdenas Fernández (coordinadora), La metodología en la enseñanza de la literatura, Morelia, Universidad Michoacanade San Nicolás de Hidalgo, 1994, pp. 32-45.

65. Cfr. Frangois Gaillard, “Imaginaire du social ou social de Tmaginaire”, en Imprevue, 1984-2, pp. 7-26.

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sujetos. Así, una frase hecha (o sintagma fijó) puede servir para describimos un marco geográfico o histórico sin que quien la use se percate de ello. Sería el caso — para dar ejemplos concretos, pero no exhaustivos— de los proverbios, refra­nes, adagios, dichos o paremias, que a menudo nos informan, con bastante pre­cisión, de las circunstancias socio-culturales propias del grupo que los emplea.66

La sociocrítica se ha preocupado especialm ente por explicar el nacim iento de las formas a partir de su relación con prácticas sociales; así en su libro De V engendrement des form es67 Edmond Cross dice:

L ’hypothése de travail dont je suis parti, et qui m 'a été elle méme proposée par des analyses de texte préalables, est que la chaine de répresentations, ou plutót leur emboitement, qui se dom e á voir dans un texte, prend son origine dans une ou dans des représentations qui sont á l 'exterieur du texte et qui peuvent ne pas étre de nature discursive.

Como son muchos los vínculos de la sociocrítica con otras teorías y con otras metodologías, son muchos también los puntos de contacto de una u otra índole que nuestra investigación tiene con ella. La semiótica, la semántica, la historia de las formas, la estilística, entre otras, han servido de lugares de encuentro de esta investigación con la sociocrítica.

La teoría del discurso

Uno de los ámbitos más asediados por la investigación en las actuales ciencias del lenguaje es lo que puede llamarse la teoría del d iscurso .68Desde el estructuralism o y, en especial, desde los formalismos tanto francés como ruso y a partir de las semióticas ha tenido lugar un interés especial sobre las tipologías textuales y sobre la manera como cada tipo textual está confor­mado. En general, se puede llamar teoría del discurso a este campo de inves­tigación no sólo en el sentido general de una teoría del texto, sino en el sentido particular de una teoría que alcance a los diferentes tipos textuales o discursos.69

66. Op. cit.. p. 36.67. Op. cit., p. 468. Asumimos aquí, como yase haexpl icado con anterioridad, el término discurso en su acepción de un acto

de hablaen unas circunstancias concretas; es decir, como sinónimo de texto.69. Como ejemplo de trabajos recientes en este dominio podría servir el ya mencionado libro de Marc

Angenot. La parole pamphlétaire. Contribution a la tipologie des discours modernes (Payot, Paris, 1982.430 pp.) que ha inspirado algunas de las reflexiones de esta investigación.

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A partir de la investigación lingüística orientada a la comunicación, en la que la teoría de la información condujo a la teoría del lenguaje para máquinas de traducir y ésta, a su vez, a la teoría de la comunicación socio-verbal se ha hecho cada vez más evidente la necesidad de una pragmática. Por tanto, se ha pasado de la lingüística del sistema a una teoría del texto como teoría de la comunicación verbal. Como ya señalamos al comienzo del libro, el concepto de “texto” al igual que el de “discurso” y otros conceptos afines es muy ambiguo. Por consiguiente, como es natural, la teoría del texto ha adoptado una u otra dirección según sea lo que se entienda por “texto” . Mientras en la primera m itad de siglo prevalec ía la gramática de la frase, a partir de la década de los sesenta no sólo la dirección cambia hacia las gramáticas del texto sino que empieza a prevalecer una orientación pragmática de la teoría del texto: en efecto, si la lingüística postsaussureana se ha ocupado del sistema verbal, la lingüística pragmática, su sucesora, en cuanto teoría del texto tendría como objeto el conjunto de actos de habla o, si se quiere, los actos del proceso pensar-hablar.

Sin embargo, puesto que por una parte, verdad de Pero Grullo, el lenguaje, no existe jam ás como fenómeno independiente, sino siempre y únicamente al lado de otros factores en el campo de una actividad comunicativa compleja; ni el lenguaje existe como fenómeno en elementos aislados como sonidos, palabras o cosas así, sino en complejos integrados y plurales, que cumplen una función comunicativa, se suele llamar “texto” a procesos comunicativos como éstos.70 Por tanto, el objeto de investigación de una teoría del texto sería, entonces, examinar más de cerca con qué medios y según qué reglas se producen y reciben textos-en-función; tal teoría del texto tiene que bosquejar un modelo de comunicación verbal que se presente como un sistema ordenado de hipótesis sobre la “actividad comunicativa” y su posibilidad de estructuración, hipótesis que se han de comprobar empírica­mente y, conforme a eso, han de modificarse.71 Toda teoría del texto, por lo demás, suele tener dos niveles. En primer lugar una especie de heurística del texto que haga explícitos los factores de la actividad comunicativa y sus re lac i ones. En segundo 1 ugar, una teoría exp 1 íc ita de 1 texto que complemente este modelo con teorías y modelos lingüísticos ya disponibles, o nuevos, que todavía han de desarrollarse.

70. Cfr. Siegfried Schmidt, Teoría del texto, op. cit., p. 25.71. S. Schmidt, op. cit., p. 25.

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El h a bla r lapid ario

A grandes rasgos, esta sería la forma que debería adoptar la teoría del discurso lapidario fincada en el refrán mexicano objeto de esta investigación. En efecto, la importancia de la teoría del texto o discurso para una investiga­ción como ésta radica en dos cosas, sobre todo: la primera de ellas es el hecho, a estas alturas evidente, de que ésta investigación se ha postulado como una teoría del discurso lapidario. Pertenece, por tanto, a la teoría del discurso a secas. La segunda, en cambio, como se ha señalado hasta la saciedad, un refrán siempre forma parte de un complejo integrado y plural con función comunicativa. La teoría del texto aporta, entonces, el sustrato que nos permite averiguar cuáles son los diferentes tipos de conjuntos en los que funciona el refrán, y cuáles son diferentes funciones que en ellos puede asumir.

La pragmática

Con esto, nos encontramos desde hace rato en terrenos de la pragmática72 cuyas relaciones con esta investigación han ido quedando asentadas a lo largo de estas páginas. En territorios multifronterizos como éste, ya sabemos en qué medida es más importante la perspectiva teórica que sus consecuencias metodológicas; en efecto, como señala muy bien Brigitte Schlieben-Lange,73 existe “confusión sobre la esfera del objeto de la pragmática lingüística, en especial sobre su delimitación frente a la lingüística del texto y la teoría de la comunicación” . Como se sabe, existen al menos tres acepciones diferentes del término “pragmática” : el vocablo es asumido, respectivamente, con las acepciones de teoría de los signos, lingüística del habla y teoría del acto de hablar.74 En esta investigación, asumimos el término “pragm ática” en la tercera acepción: como la teoría del acto de habla; asumimos, por tanto, con la acepción dominante del concepto, que la perspectiva pragmática del lenguaje se refiere a las características de su uso. En concreto, empleamos el vocablo “pragm ática” en el sentido de W. Dressier como “ la relación de un

72. Para esta investigación nos hemos basado en: Caron, Jean, L a s r e g u la c io n e s d e l d iscu rso . P s ic o l in g ü ís t i c a y p r a g m á t ic a d e l d i s c u r s o , Madrid, Gredos, 1989; Schlieben-Lange, Brigitte, P r a g m á tic a l in g ü ís t ic a , Madrid, Gredos, 1987; Alain Berrendoner, E le m e n to s d e p r a g m á tic a l in g ü is t ic a , Buenos Aires, Gedisa, 1987; John Searle, A c to s de h a b la , Madrid, Cátedra, 1980; J. L. Austin, C ó m o h a c e r c o s a s c o n p a la b r a s . P a la b r a s y a c c io n e s , segunda reimpresión, Barcelona/ Buenos A ires/M éxico, Editorial Paidós. 1988.

73. P r a g m á tic a l in g ü is tic a , op. c i t . , p. 8.74. C fr. B. Schlieben-Lange, op. c it., p. 12.

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El bagaje su bya c en te

elemento lingüístico con sus generadores, usuarios y receptores en la situa­ción comunicativa”75 76: como las motivaciones que impulsan a los hablantes, ya sean emisores, usuarios o receptores del signo lingüístico; y, por ende, la manera como los interlocutores reaccionan ante un asunto u otro, los tipos de discurso vigentes en una sociedad, la función del discurso y cosas así. De aquí están tomados, por tanto, conceptos como constatativo, performativo, lo relativo tanto a la interrogación, como a la exclamación y la ironía. Y a esto se refieren categorías como rango contextual y, desde luego, el ensamble entre texto y contexto en la pragmática del refrán.

La teoría de la recepción

Finalmente, una palabra sobre nuestras deudas con la varias veces menciona­da teoría de la recepción.16 Lugar de encuentro interdisciplinario entre la sociología de la literatura, la hermenéutica, la teoría de la comunicación, la fenomenología, el estructural ismo literario, la pragmática del discurso litera­rio y disciplinas como ellas, la teoría de la recepción enmarca al lector y al receptor de un texto dentro de un proceso de actuación dialéctica. Ello implica un cambio en la ciencia de la literatura ya que:

Si el texto, como tal texto aislado del lector, no va más allá de ser un potencial de sentido y únicamente se convierte en literario dentro del proceso de recepción, la razón y objetivo último de la crítica literaria no puede ser otra que, expresado de una manera general y amplia, la descripción y análisis de ese proceso que tiene lugar entre los elementos que lo constituyen. Ahora bien, como en su desarrollo se produce una relación de la que surge una forma específica de comunicación,

75. W. Dressier, E in fü h ru n g in d ie T e x tlin g u is tik .p . 92, citado por Theodor Lewandowski,D ic c io n a r io d e l in g ü ís t ic a , Madrid, Cátedra, 1982, a d lo e .

76. Hemos tenido especialmente en cuenta las siguientes obras: Acosta Gómez, Luis A., E l le c to r y la obra . T eo r ía d e la re c e p c ió n l i te r a r ia , Madrid, Gredos, 1989; Block de Behar, U na r e tó r ic a d e l silen c io . F u n c io n e s d e l le c to r y lo s p r o c e d im ie n to s d e la le c tu ra l i te r a r ia , México, Siglo XXI, 1984; Bobes Naves, María del Carmen, E l D iá lo g o . E stu d io p ra g m á tic o , lin g ü ís tico y l ite ra r io , Madrid, Gredos, 1992; Eco, Umberto, L e c to r in fa b u la , Barcelona, Ed. Lumen, 1981; Umberto Eco, L o s lím ite s d e la in te r p re ta c ió n , México, Lumen, 1992; Umberto Eco, O b ra a b ie r ta , Barcelona, Ariel, 1979; Iser,

• Wplfgang, L 'a c te d e lec tu re , Bruxelles, Mardaga, 1985; Dietrich Rail (compilador), En bu sca d e l texto. T eo r ía d e la re c e p c ió n li te r a r ia , primera reimpresión, México, UNAM, 1993. Esta obra es una excelente antología que contiene los principales textos de Jauss, Imgarden, Barck e Iser sobre teoría de larecepción.

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E l hablar lapidario

se trata de penetrar en el acto comunicativo que se da entre el lector y el texto y descifrarlo; de entender el sentido que proporciona el lector a partir de la oferta textual; en último término, de describir la realidad de la comunicación literaria.77

Este presupuesto subyace a muchos de los análisis aquí propuestos, como aparece claro a estas alturas. Desde la manera como hemos intentado reconstruir el proceso de comunicación en un tipo textual en donde el autor se diluye en una colectividad y en donde, además, no sólo cambia ese sujeto transindividual sino que los mismos referentes del texto se modifican; hasta el hecho fundamental en la hermenéutica paremiológica de que es, justamen­te, el lector o receptor de este género textual quien juega un papel fundamental en él, no sólo en la medida en que el receptor es quien debe interpretarlo refiriéndolo a los contextos y entornos en los cuales se realiza el acto de habla, sino en la medida en que la eficacia entimemática del refrán depende totalm ente de la recepción dado que es el receptor quien da el sentido parem iológico al texto. Los postulados de la teoría de la recepción son, por tanto, vitales para una investigación como la que aquí presentamos.

Uno de los puntos de confluencia entre la lingüística del texto y la pragm ática con la teoría de la recepción que más tiene que ver con la investigación paremiológica, radica, justam ente, en el funcionamiento del refrán que, como hemos señalado, está dotado de un altísimo rango contextual; es el contexto quien suscita el refrán y es de la confluencia del refrán con ese contexto de donde emana no sólo el funcionamiento semiótico del refrán sino su funcionamiento discursivo.

77. María del Carmen Bobes Naves, op. cit., p. 205.

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CUARTAPARTE

LOS RECURSOS DEL HABLAR LAPIDARIO

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EL REFRÁN COMO MODELO DEL HABLAR LAPIDARIOIX

D e l im it a c ió n d e l c o r p u s

“Divide y vencerás”, dice un refrán. Las incursiones de los anteriores capítulos a la taxonom ía paremiológica cumplía ese objetivo. El objetivo de este es llegar a deducir las principales características del hablar lapidario partiendo de textos especialmente representativos suyos de entre los que conforman nuestro acervo. Es decir para poder analizar sólo los tipos paremiológicos más paradigmáticamente lapidarios de entre los que confor­man nuestro acervo tenemos que hacer una delimitación de nuestro corpus dado que el objetivo de esta investigación no es hacer un análisis de todos y cada uno de los textos del acervo, sino a partir de los más representativos entre ellos, delinear las principales características del habla lapidaria. Para ello, como es obvio, ni es necesario un corpus mayor, ni se requiere el análisis de todos sus textos: basta con un análisis de una muestra representativa de él para ver cuáles son las características tanto estructo-formales como discursivas del género; es decir, del refrán sólo analizado desde los diferentes puntos de vista a que fue sometido en el ejemplo del capítulo anterior, y del refrán en el discurso, anal izado desde la perspectiva de la nueva retórica. En este capítulo nos proponemos, pues, tomar un grupo representativo de refranes, la quintaesencia del refranero mexicano, y someterlo a una serie de análisis sobre su funcionamiento discursivo para conformar, a partir de él, una teoría del hablar lapidario.

Hasta aquí, hemos ido allanando el camino. A partir de aquí, nos interesa en primera instancia centrarnos, paradigmáticamente, tanto en la naturaleza textual como en el funcionamiento discursivo de un tipo textual asumido como modelo del hablar lapidario: el refrán, tal cual se encuentra en un muestrario tomado del refranero mexicano. En nuestro transitar hacia acá, partiendo del supuesto, en efecto, de que el refrán es un tipo textual que puede servir de

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modelo a lo que aquí llamamos el hablar lapidario, lo hemos venido compro­bando tanto en sus características estructo-formales, como en su índole léxica, estilística, retórica y semiótica; y, desde luego, en su funcionamiento ya en cuanto discurso, ya dentro del discurso.

Como ya ha sido señalado, el primero de los criterios de selección de los refranes de ese grupo representativo, es que se trate de textos gnomemáticos; es decir, textos gnómicos que dotados de todas las características estructo- formales de la lapidariedad, ya señaladas, sean capaces de desempeñar en el discurso mayor en que se enclavan, sea diálogo o discurso argumentativo, la función argumentativa de un entimema, ya discutida por la antigua retórica. Por tanto, quedan excluidos de este concurso los refranes de nuestro refranero que desempeñen una función discursiva distinta. No incluiremos, por tanto, ni los refranes que sólo desempeñan la función de ornato, ni los que su función dominante es la de exemplum. Del primer tipo son refranes que se encuentran entre los refranes exclamativos, interrogativos y, en general, conativos entre los que sobresalen los refranes interlocución; del segundo, como se ha señalado antes, son refranes del tipo “andar o estar como...”, “ feliz como...” o simplemente “como...” . La razón es simple: los refranes gnomemáticos cumplen al máximo todas las características de los textos lapidarios, tanto las estructo-formales como las discursivas y, entre éstas, tanto como textos independientes que como textos parásitos. Es decir, a la par que breves, concisos y emblematizantes, en la medida en que dicen más de lo que enuncian, despliegan al máximo la más representativa función discursiva de un gnoma: la función entimemática.

Tres serán los momentos de esos análisis: la representatividad del refrán desde el punto de vista estructo-formal, sus características textuales y su funcionamiento discursivo como texto autónomo y, finalmente, su funciona­miento discursivo como texto parásito enclavado ya en un diálogo, ya en un discurso argumentativo mayor. Establecer la representatividad estructo- formal de un refrán, tiene como finalidad el que las conclusiones que de su análisis se obtengan, alcancen también a todos los refranes representados. Para hacer esto, atenderemos más a la estructura que a la forma: las características estructurales son más fáci les de controlar y además son las que más afectan a la lapidariedad.

La lapidariedad propiamente dicha se manifiesta en rasgos tanto estruc­turales como formales puesto que tanto la forma como la estructura de un texto lapidario deben ser lapidarias. Para la agrupación de los refranes por tipos representativos, empero, que aquí nos interesa, hemos de atribuir cierta

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preeminencia a la estructura sobre la forma. En efecto, si bien es la forma la que determ ina el tipo de estructura de un texto en la medida en que cada forma tiene tradicionalm ente un conjunto de estructuras en qué sustentarse; por la misma razón, es la estructura, sin embargo, el fundamento básico de una forma. Por lo demás, es la estructura de un refrán el punto de asiento de sus mecanismos de brevedad, concisión y preñez. Ello significa, para efectos de esta investigación, lo arriba anunciado: en la selección de nuestro corpus modelo de la lapidariedad partiremos de las estructuras.

Porque, digámoslo de una vez, la lapidariedad es ante todo una caracte­rística estructo-formal de los textos en virtud de la cual las palabras de un texto breve se vuelven pesadas como piedras, golpean con la contundencia de una piedra sin dejar espacio para las ambigüedades. El primer rasgo distintivo de un texto lapidario es, lo hemos dicho, la brevedad: un texto extenso no puede ser lapidario. La imagen dominante de lo lapidario es la pesadez a la par que la pequeñez: lapidariedad remite más a pesadez, dureza, compactibilidad y solidez que a fortaleza. Todos estos rasgos suponen una desproporción entre el poco volumen y la mucha masa. A eso se le suele llamar, en el lenguaje de la física y la mineralogía, de donde están tomados conceptos como el de densidad.1 Considerado en sí mismo, un texto lapidario es un texto denso: un texto, por tanto, construido sobre una estructura pequeña. Por ello mismo, un texto lapidario es un texto contundente en todas las acepciones del término: pesado, cortante, pequeño, decisivo. En ese sentido, los textos lapidarios son textos fincados primariamente en una significación denotativa cuyo referente, sin embargo, se convierte en situación tipo, textos cortantes por sí mismos como “agua pasada no mueve molino”, “es bueno raspar, pero no arrancar magueyes” ; “más vale atole con risas que chocolate con lágrimas” ; “para uno que madruga, otro que no se acueste” . Son textos pesados, cortantes y, en cuanto densos, pequeños y decisivos.

Sin embargo, un texto lapidario es tal no sólo asumido en sí mismo en forma independiente del contexto que le rodea sino cuando se enclava en un contexto textual determinado. Un texto lapidario, por tanto, colorea de lapidariedad el contexto textual en el cual se enclava. La manera como lo hace,

1. Véase Orestes Cendrero, Geología, décima edición, Caracas/ M éxico/B. Aires, Librería Porrúa, 1965. En mineralogía, en efecto, está clara la dependencia de la forma con respecto a la estructura molecular de los cuerpos; de aquí provienen, además, conceptos como dureza, tenacidad y densidad que tanta aplicación tienen en una teoría de la lapidariedad. Por lo demás, si el vocablo “lapidariedad” remite, como se ha explicado arriba, al mundo de las piedras, es natural que los conceptos que lo describen prolonguen la metáfora.

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El h a bla r la pid ario

sin embargo, es diferente de la lapidariedad del texto independiente: la manera más importante de la lapidariedad discursiva es el entimema. Sin embargo, la lapidariedad entimem ática se funda y supone la lapidariedad del texto en sí mismo. Si un texto no fuera denso y contundente en sí mismo no lo sería tampoco cuando se le enclava en un discurso mayor. Ello quiere decir que la lapidariedad discursiva se funda en la lapidariedad textual genérica no sólo en su forma y estructura sino en sus mecanismos semánticos: la significación denotativa de un refrán es la que da pie, por mecanismos como los de la metáfora o la universalización proposicional de la lógica formal, a otras significaciones. Y a hicimos un primer tipo de deslinde cuando arriba, entre las formas gnómicas, principalmente entre el lema, el refrán y la frase célebre establecíamos al refrán como paradigma de la lapidariedad.

E l l e m a , e l r e f r á n , l a f r a s e c é l e b r e

Antes de enfrascarnos en una serie de análisis de un corpus de refranes representativos del hablar lapidario hemos de establecer, definitivamente, esta primacía del refrán. El hacerlo aquí, después de haberlo supuesto a lo largo de tantas páginas y reflexiones, se debe al hecho simple de que es sólo ahora, tras los diferentes deslindes hasta aquí hechos, cuando nos encontra­mos ante la quintaesencia del hablar lapidario. Ello, además, tiene la doble ventaja de que, por una parte, es apenas ahora cuando nos acercamos en concreto al discurso lapidario del que también el lema es un ejem plar insigne y del que trata este capítulo; y de que, por otra, hasta ahora aparece clara tanto la variedad estructural y formal del refrán, como su versátil idad y autonomía. Hay, en efecto, una serie de rasgos y datos recogidos sobre el refrán que nos permiten deslindarlo más eficazmente del lema y la frase célebre.

Ya hemos señalado que muchas de las que alguna vez fueron frases célebres son hoy refranes por derecho propio: “haz el bien y no mires a quien”, “el hombre propone y Dios dispone”, “caras vemos, corazones no sabem os” .2 Así de cercano es este género con respecto al refrán. Como ya se

2. El ya mencionado libro de Efraín Mendoza. La frase inmortal {México, Ed. Diana, 1991) es buenejemplo de la cercanía entre “frase célebre” y refrán al recoger como frases célebres una serie de textos que ya desde hace mucho tiempo forman parte del habla popular y por ende, de acuerdo con la teoríajakobsoniana del folklore, forman parte del mundo de los refranes. Los anteriores se encuentran en la página 220 como “frases de hombres desconocidos” yo los cito, en cambio, como los conoce el refranero mexicano. En todo caso, nos servimos de esta obra para las observaciones que aquí hacemos sobre las diferencias entre refrán y frase célebre.

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ha dicho, la frase célebre puede ser breve aunque no siempre lo sea. En otras palabras, la brevedad no es uno de sus rasgos distintivos. Hay frases célebres muy largas. Por otro lado, el valor de la frase célebre descansa más en el ingenio conceptual que en el arte verbal. Las frases célebres carecen de rima, ritmo y aliteración, por ejemplo. Están estructuradas, en cambio, por lo general, en base a oposiciones conceptuales. Sin embargo, algunas de las auténticas frases célebres han desempeñado dentro del discurso, desde la más remota antigüedad, tanto funciones gnomemáticas, como de ornato. Hemos mencionado arriba la opinión de Erasmo al respecto. Pero como no todas las frases célebres son realmente célebres carecen de la autoridad necesaria para desempeñar la función de un gnomema. Por otro lado, por cuestiones tanto de forma como de estructura, la mayor parte de las llamadas frases célebres no pueden ser tomadas como paradigma del hablar lapidario.3 Al fin de cuentas, ¿qué es lo que determina que la frase de algún filósofo o escritor célebre sea tenida como una frase célebre? Con frecuencia sólo adquieren esa “catego­ría” por el arbitrio de algún coleccionista de frases, nada más. En resumen, el carácter de lapidario que se podría asignar a las frases célebres es muy frágil y discutible.

Por tanto, más que de la frase célebre cuyo defecto está, para el caso que nos ocupa, en su deficiente lapidariedad, el deslinde más importante del refrán con respecto a tipos textuales afines en orden a la lapidariedad, ha de hacerse con el lema al que ya nos hemos referido con anterioridad por diversos motivos. El empleo del lema en la retórica novohispana nos indica claramente que tenía principalmente funciones de ornato y de ejemplo, desde el punto de vista discursivo; empero, en términos de lapidariedad estructural, el lema estaba, como veremos, al menos a la par del refrán: el lema no sólo era breve, conciso y denso sino que tenía como exigencia condicionante la brevedad.

Según la ya mencionada vigésima primera edición del Diccionario de la RAE, la palabra “ lema” tiene seis acepciones en el español contemporáneo. De ellas, nos interesan las dos primeras y la cuarta. En su primera acepción, se llama lema al “argumento o título que precede a ciertas composiciones literarias para indicar en breves términos el asunto o pensamiento de laobra” . La segunda acepción, en cambio, del vocablo “ lema” es, según el mismo Diccionario, la “ letra o mote que se pone en los emblemas y empresas para

3. No es necesario hacer más grande este texto con ejemplos que abundan en la bibliografía que sobrelas frases célebres hemos dado más arriba.

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hacerlos más comprensibles” . Finalmente, según la cuarta acepción recogida en esa obra el vocablo “ lema” designa, simplemente, el “tema de un discurso” . De estas tres acepciones, asumimos como primaria la segunda de ellas y, como funcionales, la primera y la cuarta. Tanto la primera, como la tercera acepción aluden a una función discursiva del lema que podríamos llamar epigráfica y que difiere de las funciones habituales del refrán cuya función retórica en el discurso equiparamos al gnoma aristotélico del que luego hablaremos. Si acaso, como quedará claro en lo que sigue, hay que aclarar que el lema no sólo “hace más comprensibles los emblemas” sino que simplemente los “hace” en la medida en que sin lema no hay emblema.

Cuando aquí hablamos de lema, en efecto, nos referimos a los textos breves que unidos a una figura constituyen un emblema. Para nuestro propósito de deslindar lema y refrán, tomamos como corpus de reflexión los lemas recogidos por Filippo Picinelli en su ya mencionado Mondo Simbólico. Como ya hemos señalado, esta obra consiste en una colección de emblemas en los que las figuras sólo son descritas verbalmente: el libro casi no presenta figuras; por ello, tiene más bien la apariencia de un acervo de lemas comentados. La figura, llamada también cuerpo del emblema, aparece en la sola mención que de ella se hace en el título que preside cada capítulo. Por lo demás, de entre los diferentes tipos de emblemas Filippo Picinelli sólo se ocupa del emblema heroico al que define como “una composición que consta de una figura y un lema, que además de tener un significado literal, está destinada a representar alegóricamente un concepto nuestro particular.” La estructura emblemática es de tal índole que lema y figura son inseparables. En palabras de Picinelli:

Se dice por tanto que el emblema heroico es un compuesto en el cual el cuerpo o figura es la materia y el lema es la forma, de modo que una y otra como partes contribuyen a integrarlos. De esto se deduce que es errónea la opinión de aquéllos que piensan que la figura o el lema solos constituyen la naturaleza de un verdadero y real emblema.4

Más que los propósitos de Picinelli al escribir Mondo Simbólico que describe como “ayudar al razonamiento”, “alimentar el entendim iento” y

4. Para esta investigación me he servido, en una primera instancia, de las traducciones, algunas de ellasactualmente en prensa, que del MundusSymbolicus han hecho, en El Colegio de Michoacán, tanto Eloy Gómez Bravo como Rosa Lucas González.

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“recrear y alimentar los ojos de los ingenios”, hay que destacar su teoría del lema que se podría reducir a tres aspectos: las relaciones entre el lema y el emblema, la técnica del lema y, finalmente, algo que podría llamarse la estilística del lema.

Al echar una ojeada al conjunto de lemas que recorren la obra de Picinelli, nos percatamos de que, desde el punto de vista formal, los lemas suelen ser sintagmas cuya estructura misma los presenta, por lo general, como partes de un todo, dependiendo totalmente, para su significación, de la figura. No se trata, por tanto, de sentencias universales y sintácticamente autónomas. Ello los dota de un sentido de particularidad: la particularidad que les viene de estar siempre uncidos a una figura. Sin embargo, este carácter particularizante no significa que, desde el punto de vista discursivo, el lema no pueda desempeñar eventualmente en el discurso la función de un gnoma. Con frecuencia, los lemas son expresiones sintagmáticas que carecen de verbo. Otras veces, son verbos cuyo sujeto gramaticalmente implícito es la figura del emblema que, por tanto, no es nominada, por razones de principio. Aunque a veces son meros sintagmas funcionales, los lemas son a menudo, como los refranes, frases sentenciosas, declaraciones, constataciones, consejos, exclamaciones, expresiones de la propia interioridad del hablante; a veces, empero, son simples partes de un sintagma oracional del tipo A=B. Con frecuencia, por lo demás, el lema es una protasis, algunas veces es una apódosis y, en ocasiones, es un compuesto de protasis y apódosis. En fin que las estructuras sintácticas del lema son de lo más variado, como sus formas. Empero, el hecho de que el lema sea sólo una parte de un texto, le impide ser paradigma del hablar lapidario: un lema, propiamente, es sólo parte de un hablar. Sin embargo, del lema aprendemos una serie de características de la lapidariedad y el ya mencionado principio que vale para el refrán de que la capacidad expresiva del lema le viene de su relación con la figura. Esa es la estructura emblemática del refrán, varias veces mencionada, que le permite decir más de lo que expresa: una de las características del hablar lapidario.

En la teoría del emblema propuesta por Picinelli, no pueden ser lemas ni los refranes ni las máximas “que por sí mismos se bastan para tener un sentido completo y no necesitan de la unión de un cuerpo”. Es, desde luego, muy discutible la teoría paremiológica que parece desprenderse de Picinelli. Ciertamente, es muy antigua la definición según la cual un refrán es una frase sintácticamente completa: apóphasis, la llama Aristóteles, en el sentido de una afirmación general. Picinelli, sin embargo, se refiere al hecho de que un

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refrán, al contrario de un lema, no necesita de una figura para significar sino que significa por sí mismo. Por esa misma razón, la función discursiva del lema es diferente a la del refrán: es predominantemente epigráfica más que entimemática. El lema necesita siempre ya sea un referente, ya una explicación.

En cambio un refrán, aunque desde el punto de vista dicursivo desem­peñe una función parásita, en la medida en que siempre va adherida a un discurso mayor, su manera de adherirse es o bien entimemática o bien ornamental con un mecanismo de adhesión variable; e incluso lo hace mediante la función de exemplum. En el discurso que sustenta al refranero mexicano, por ejemplo, los refranes que desempeñan fundamentalmente la función del ornatus suelen ser los exclamativos y emplean para adherirse al discurso principal, por lo general, un mecanismo de tipo acústico: como ya se ha visto, es la primera o las dos primeras palabras, generalmente, las que enlazan el refrán exclamativo al discurso principal.

En ese sentido, no se puede decir que el refrán se baste a sí mismo para tener un sentido completo. Tampoco se puede decir si se tiene en cuenta el rango contextual del refrán y la manera como en este tipo de textos actúa la inteacción texto-contexto. En efecto, hoy se sabe, que este tipo de textos están dotados de un muy alto rango de contextualidad de manera que el refrán no significa solo. El refrán siempre requiere de un determinado entorno o contexto para significar: es de la confluencia entre texto y contexto de la que propiam ente se extrae el sentido de un refrán, mucho más que en otros textos. De acuerdo con esto, la relación texto-contexto en el refrán es análoga a la relación lema-emblema. En el refrán, el contexto viene, en efecto, desempe­ñando la función que en el emblema desarrol la la figura con respecto al lema.

La oferta de autoridad que un gnomema hace no le viene tanto de la evidencia cuanto de la autoridad y prestigio que la comunidad de hablantes le atribuye. Quizás, si se habla de una manera muy general, se pueda afirmarque la evidencia engendra las formas populares de los textos gnómicos como los refranes o los dichos; mientras que la autoridad engendra las formas cultas como las sentencias, máximas, adagios y aforismos. El discurso gnómico, por tanto, no sólo es de tipo entimemático sino que, por ello mismo, tiene una conexión también de tipo entimemático con el contexto textual: vale decir, con el discurso mayor en el cual funciona el gnomema.

Aunque dos son los tipos de discurso a los que el gnomema se adhiere, el discurso argumentativo y el diálogo, sin embargo, no lo hace de la misma manera. En ambos casos la conexión del gnomema con el discurso es de tipo

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entimemático. Hay, no obstante, una gran diferencia entre ellos. Mientras el gnomema adherido al discurso alocuti vo funciona como un lema cuya figura es de tipo discursivo, la figura del gnomema enclavado en un diálogo está constituida tanto por las circunstancias que lo hacen brotar como por el referente del texto.

En cuanto a los lemas, es el mismo Picinelli quien equipara sus funciones discursivas a las de nuestro gnomema no sólo cuando dice, echando mano de una cita de san Clemente de Alejandría, que el lema como todo el lenguaje simbólico “ayuda a la teología exacta, a la piedad, a los discursos del género demostrativo y finalmente al ejercicio de la brevedad y a la manifestación de la sabiduría” ; sino cuando al definir los propósitos de su obra dice que los emblemas pueden “ayudar al razonamiento”, “alimentar el entendimiento” y “recrear y alimentar los ojos de los ingenios” . Es decir: entimema, ejemplo y ornato. Ello significa que las funciones discursivas que Picinelli atribuye al lema son las mismas que las que la retórica de Aristóteles atribuye al gnoma y al exemplum: funciones argumentativas y funciones de ornato. Picinelli, por tanto, equipara discursivamente al lema con el gnomema. Ello no obsta, sin embargo, para que el lema tenga una función discursiva que le es propia: la función que hemos llamado epigráfica y que consiste en que el lema, con frecuencia, preside el discurso alocutivo como una fuente de la cual fluye. Hay, además, muchas razones para equiparar el lema con el refrán desde el punto de vista formal y lógico-semántico. Entre ambos tipos textuales hay una serie de coincidencias tanto formales como discursivas; independientemente de sus diferencias. Como elementos pertenecientes a un mismo campo nocional, se puede decir que estudiar cuidadosamemnte los lemas nos puede dar mucha y valiosa información sobre la índole textual de los refranes.

Vemos, por tanto, que ni la frase célebre ni el lema pueden servir de paradigma formal y discursivamente a la lapidariedad textual: la frase célebre no sólo por su falta de rasgos de lapidariedad sino por no cumplir la función discursiva más importante de un texto lapidario que es la de abreviar el raciocinio. En la medida en que la frase célebre no forma parte de laconciencia lingüística de una comunidad no funciona entimemáticamente en su hablar. El entimema, en efecto, no sólo es un tipo de silogismo sino, sobre todo, una manera de hablar. En la medida en que la frase célebre no forma parte de ese hablar, no puede ser paradigma del discurso lapidario. La situación del lema, en cambio, es opuesta: estructural y formalmente es lapidario, discursivamente no. Asumido como lo que es, parte de un emblema, entonces la función

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discursiva que suele desempeñar es la de ornato. Sólo excepcionalmente el lema es capaz de desempeñar en el discurso una función gnomemática.

Hemos de convenir, por tanto, no sólo en que el refrán es el tipo textual que m ejor cumple, estructural, formal y discursivamente, con los atributos de la lapidariedad sino que entre sus subtipos son los refranes gnomemáticos los más representativos del hablar lapidario desde el punto de vista discursivo. En efecto, si tomamos las dos funciones discursivas que asigna a los refranes la retórica aristotélica, a saber la función de ornato y la función argumentativa, sólo la función argumentativa es de tipo lapidario: abrevia el discurso, lo preña al máximo y desencadena los mecanismos del discurso indirecto. La función ornamental es exuberante, barroca. Y, por lo general, los casos de exemplum cuando más son casos particulares de entimemas.

Los MODELOS DE LA LAPIDARIEDAD

Hasta ahora, hemos convenido en dos cosas con respecto a la delimitación de nuestro corpus. En primer lugar que son los refranes gnomemáticos los que m ejor representan a los textos lapidarios por ser los únicos que son suscepti­bles de desem peñaren el discurso la función de entimema, forma privilegiada de la lapidariedad discursiva; en segundo lugar, que los refranes tipo deben ser escogidos según su estructura. Es decir, se trata de escoger el represen­tante más completo de cada estructura de manera que los análisis de lapidariedad aplicados a un refrán tengan validez para todos los refranes del mismo grupo. Se da el caso que los refranes gnomemáticos son los que mejor satisfacen las características tanto estructo-formales como discursivas de la lapidariedad: de ellos, mediante el análisis, se podrán obtener los rasgos comunes de lapidariedad. Agrupaciones de tipo semántico, por ejemplo de los refranes que tengan el mismo sentido paremiológico, sirven poco, en efecto, para llevar a cabo observaciones sobre los rasgos propiamente lapidarios de los textos. De acuerdo con lo anterior, he aquí, por tanto, el corpus de refranes que nos proponem os analizar desde el punto de vista de la lapidariedad y que, a nuestro juicio, representan a todos los refranes gnom em áticos de nuestro corpus: 1

1. Hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer.2. Hay veces que un ocotito provoca una quemazón.3. Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

4. Ni los dedos de la mano son iguales.5. No por mucho madrugar amanece más temprano.6. No todos los que chiflan son arrieros.7. Nunca dejes camino por vereda.8. Nadie alabe lo que no sabe.9. Ninguno diga quien es que sus obras lo dirán.10. No se puede chiflar y comer pinole.11. No importa al buen corredor dar el lado de la vara.12. No hay indio que haga tres tareas seguidas.13. No hay jardines como los que hacen los pobres.14. No hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja.15. Hombre prevenido vale por dos.16. Hombre dormido, culo perdido.17. Abejas que tienen miel tienen aguijón.18. Agua que no has de beber, déjala correr.19. Albañil sin regla, albañil de mierda.20. Arrieros somos y en el camino andamos.21. Dios aprieta, pero no ahoga.22. El que ama el peligro en él perece.23. La que no enseña no vende y la que enseña se mosquea.24. Lo que tiene la olla saca la cuchara.25. Quien hambre tiene en tortillas piensa.26. La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar.27. El tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran.28. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.29. Una cosa es la amistad y otra cosa es Juan Domínguez.30. Unos nacen para santos y otros para ser carbón.31. Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar.32. Eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva.33. Muerto el perro se acabó la rabia.34. Cada caporal, donde mejor le parece, pone la puerta de su corral.35. Buena es la libertad, pero no el libertinaje.36. Pídele a Dios y a los santos y echa estiércol a tus campos.37. Acabándose el dinero se termina la amistad.38. Jala más un par de tetas que cien carretas.39. Se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan.40. Más vale atole con risas que chocolate con lágrimas.

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41. Más calienta pierna de varón que diez kilos de carbón.42. Bien juega el que no juega.43. Cuando Dios dice a fregar, del cielo caen escobetas.44. Donde manda el caporal, no gobiernan los vaqueros.45. Sólo el que se ha muerto sabe de responsos.46. A gato viejo, ratón tierno.47. Pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo.48. A cada puerco le llega su San Martín.49. A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos.50. Al jacal viejo no le faltan goteras.51. Al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangre.52. Me extraña que siendo araña te caigas de la pared.53. A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca.54. A comer y a misa rezada, a la primera llamada.55. Con amor y aguardiente, nada se siente.56. Con pendejos ni a bañarse porque hasta el jabón se pierde.57. De que la perra es brava hasta a los de casa muerde.58. De arriero a arriero, el dinero nunca pesa.59. En cojera de perro y en lágrimas de mujer no hay que creer.60. Entre sastres no se cobran los remiendos.61. Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande.62. Para amores que se alejen busca amores que se acerquen.63. Por la vereda se saca al rancho.64. Según el sapo es la pedrada.65. Sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino.66. Si te ensillan, masca el freno.67. Aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión.

Esta es, por tanto, la quintaesencia del hablar lapidario y paradigma, desde esa perspectiva, de la totalidad del refranero mexicano. Una primera cosa que hay que establecer con respecto a este pequeño corpus, por tanto, es su representatividad. Empecemos, pues, por el principio, los dos refranes “hay...” : “hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer” y “hay veces que un ocotito provoca una quemazón”; en ellos están representadas, de hecho, las más importantes estructuras paremiológicas del subtipo “hay...”. El primero, de ellos, es una estructura binaria de coordinación copulativa falsa equivalente, de hecho, a una coordinación adversativa: “hay quien cree que

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ha m adrugado,pero sale al anochecer” . De hecho, este refrán representa a los refranes “hay...” en construcción coordinativa que en nuestro acervo se reducen a tres: los de coordinación copulativa (“hay picaros con fortuna y hombres de bien con desgracia”), los de coordinación distributiva (“hay tiempos de acometer y tiempos de retirar: tiempos de gastar un peso y otros de gastar un real”) y, éste, en coordinación adversativa a cuyo tipo pertenece también el refrán “hay casas que ni jumean y por dentro están que arden” . Desde el punto de vista de la estructura es asimilable a ellos el refrán “hay muías que viajan solas porque el arriero es un burro” cuyo nexo entre el primero y segundo miembros es causal.5 La otra estructura presente en los refranes “hay...” es una oración simple. A estas dos estructuras se reducen los refranes “hay...” de nuestro acervo.

Vienen luego los refranes negativos. Las estructuras paremiológicas presentes son: “ni... ni”,6 “ni + oración simple”, “no + circunstancial...”, “no + SN...”, “no + pronombre + verbo...”, “no + verbo...”, “nunca + verbo...” ,7 “nada + verbo...”, “nadie + verbo..”, “ninguno...” , “no hay + N ...” y “no hay que...” : “ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado”; “ni los dedos de la mano son iguales”; “no por mucho madrugar amanece más tem prano” ; “no todos los que chiflan son arrieros” ; “nunca dejes camino por vereda”; “nada logras con llorar delante del bien perdido”; “nadie alabe lo que no sabe” ; “ninguno diga quien es que sus obras lo dirán”;“no importa al buen corredor dar el lado de la vara” ; “no se puede chiflar y com er pinole” ; “no hay indio que haga tres tareas seguidas”; “no hay jardines como los que hacen los pobres” ; “no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja” . Como se ve, hay dos modalidades de refranes “no hay + N ...” ; en la primera de ellas el segundo miembro del refrán está en subordinación adjetiva con respecto al primero: el nombre del sujeto es modificado por una oración subordinada de relativo. Por lo demás, en los ejemplos seleccionados sobresale la estructura “no + verbo...” de la que, como ya hemos señalado anteriormente, se dan los esquemas fijos “no hay” y “no hay que”, muy paremiológicos. La estructura “no + verbo...”, como

5. Para todo esto, véase Samuel Gilí Gaya, C u rso su p e r io r d e s in ta x is e sp a ñ o la , Barcelona, Bibliograf, 1970, nn. 205 y ss.

6. La conjunción “ni” es la contraposición de la conjunción copulativa “y”: ambas expresan relación de suma. C fr . Samuel Gil i Gaya, op. c i t . f n. 208.

7. “Nunca” constituye la negación del adverbio “siempre”. C fr. Juan Alcina Franch / José Manuel Blecua, G r a m á tic a e s p a ñ o la , Barcelona, Ariel, 1975, p. 721. En lo sucesivo, esta obra será referida simplemente como Franch/Blecua.

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se sabe, es Iamanera ordinaria como se da la negación en español: se introduce el morfema “no” antes del “núcleo del verbo ordenador de la oración” .8 En cambio el refrán “no hay jardines como los que hacen los pobres” es una estructura compuesta de subordinación adverbial. En estos refranes, por tanto, están representados todos los refranes de nuestro acervo que contienen una negación en la protasis.9

Viene, en tercer lugar, el magno grupo formado por los refranes cuya protasis empieza por un nombre, por un pronombre, por sintagma nominal. En general, se podría resumir esta estructura diciendo que se trata de refranes cuya protasis es de naturaleza nominal. Los paradigmas son: “N + adjeti­vo...” como “hombre prevenido vale por dos” o bien “hombre dorm ido, culo perdido” . Aunque la protasis de estos dos refranes es idéntica, la apódosis es diferente: el segundo adopta la forma de una ecuación derivada de las estructuras latinas de ablativo absoluto del tipo de Roma locuta, causafinita. De hecho, esta es la abreviación máxima de esta estructura y a ella se hubieran podido reducir todas las demás. A ella, desde luego, se reducen las estructuras “N + que...” : “abejas que tienen miel tienen aguijón” ; “agua que no has de beber, déjala correr” . También se encuentran incluidos en esa estructura otras formas de adjetivación como, por ejemplo, la adjetivación preposicional del tipo: “albañil sin regla, albañil de mierda” . Un caso especial lo constituyen estructuras descriptivas que desempeñan sintácticamente la función de un nombre. En términos del positivismo lógico, en efecto, estructuras textuales como “eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva” pueden equivaler, en algunos casos, incluso a un nombre propio. A esta estructura se asimilan los m oldes tanto del refrán “arrieros somos y en el camino andamos” como del que dice “Dios aprieta, pero no ahoga” en los que la ausencia de artículo determinado se debe, sintácticamente, a otras razones. Las estructuras de este grupo de refranes se distinguen, en efecto, por el hecho, muy gnomemático, de suprim ir antes del nombre ya el artículo ya cualquier otra indicación determinativa; ello es marca de la universalización: “hombre que...”, “mujer que...” , “albañil tal...” suenan a leyes inexorables. Esta estructura es de las más frecuentes en el refranero mexicano.

Otra de las maneras de universalización empleada por las estructuras parem iológicas consiste, exactamente, en la actitud opuesta: anteponer el

8. Juan Alsina Franch / José Manuel Blecua, op. c it., p. 924.9. Sobre los esquemas de lanegación en español véase Franch/Blecua, op. c it., pp. 923 y s.

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E l refrá n como modelo d e l h a bla r lapidario

artículo determinado al nombre. Este esquema del “art. + N...” se bifurca en el refranero en dos modalidades: la primera consiste en no hacer seguir el nombre de ninguna estructura adjetiva como se ve en los refranes “el tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran”; “ los borrachos y los niños siempre dicen la verdad”; “una cosa es la amistad y otra cosa es Juan Domínguez”; en la segunda, en cambio, el sintagma nominal es seguido de una estructura adjetiva de las cuales la más frecuente es la de estructura de relativo del tipo de “ la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar” .

Con esto, entramos a la estructura más frecuente del refranero mexicano: “art. + que...” a la cual se asimila la estructura “quien...”, según hemos señalado más arriba.10 11 Como es obvio esta estructura es el resultado, por síncopa, de “el hombre que...”, “ la mujer que...”, “al hombre que” : “el que ama el peligro en él perece” ; “ la que no enseña no vende y la que enseña se m osquea”; “ lo que tiene la olla saca la cuchara”; “ lo que me han de dar de fierros, mejor dénmelo de tortillas” ; “quien hambre tiene en tortillas piensa” .

Vienen, finalmente, dentro de la categoría de los refranes de protasis nominal, están los refranes pronominales “Unos...”, “todo...”, “eso...”, “yo, nos...” pues, como se sabe, una de las funciones que los pronombres desempeñan en la frase es la de sustitutos de sustantivos," como en los casos siguientes: “unos nacen para santos y otros para ser carbón”, “todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar”, “eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva” .12

Los refranes “adjetivo...” se presentan en nuestro acervo de dos formas: “adjetivo + SN...” y “adjetivo + verbo...” . Estrictamente hablando, a ellos se equiparan los refranes de participio. Modelo de ellos son los siguientes refranes: “cada caporal, donde mejor le parece, pone la puerta de su corral”, “muerto el perro se acabó la rabia”, “buena es la libertad, pero no el libertinaje” . Esta estructura ha generado una buena cantidad de refranes exclamativos.

Una estructura muy paremiológica, tradicional y gnomemática es, sin duda, la de los refranes cuyo primer miembro empieza por un adverbio. Entre ellos se encuentra la estructura “más vale...” . Este tipo de estructura se presta para las frases sentenciosas y el peso de sus expresiones la hace una estruc­

10. Sobre lanaturaleza del “lo” neutro puede verse Juan Alcina Franch / José Manuel Blecua, op. c it., p. 568.11. Juan Alcina Franch / José Manuel Blecua, op. c it., p. 493. Véase, sin embargo, lo que al respecto dice

Emilio Alarcos Llorach, op. c/7.,núm. 86.12. Véase, sobre el valor de “eso”, a Franch/Blecua, op. c it., p. 623.

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El hablar lapidario

tura lapidaria entre las estructuras lapidarias, como se verá más adelante. Ello no obsta, como se puede ver en el anexo, para que abrigue también una buena cantidad de refranes exclamativos. Hablando sólo de los textos gnomemáticos de esta estructura, se puede decir que tiene las siguientes variedades que pueden reducirse a una general estructura de catalogable como la secuencia de un sintagma adverbial y un sintagma verbal: “adverbio + SV + SN...”, “adverbio + SV...”, “adverbio + SN + verbo...” , “adverbio + sintagma preposicional...” , “adverbio + adverbio ...”, “adverbio + sujeto + verbo...”, “adverbio + el que + verbo...” . He aquí un pequeño corpus representativo de estas variedades: “más vale atole con risas que chocolate con lágrimas”, “bien juega el que no juega” , “cuando el río suena, agua lleva”, “después de la tempestad viene la calma”, “donde no hay trompadas no hay cariño”, “mientras más botones, más ojales” , “cuando Dios dice a fregar, del cielo caen escobetas” , “sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el m uerto”. Tanto en este caso como en el siguiente que incluye los refranes cuyo primer miembro empieza por un sintagma preposicional, se puede decir que el hablar lapidario detesta la monotonía: le gustan las expresiones que llevan cierto hipérbaton implícito que rompan con la tradicional estructura S + V + P.

La estructura paremiológica de protasis preposicional es igualmente muy apta para las expresiones gnomemáticas. Prácticamente cada una de las preposiciones entra en la configuración de una estructura paremiológica como se puede ver en nuestro anexo. l3La gran cantidad de refranes que abarca esta estructura se pueden reducir a dos grupos: los refranes “preposición + SN...”, muy frecuentes, y los refranes “preposición más verbo...”, general­mente raros. He aquí los refranes tipo que proponemos: “a gato viejo, ratón tierno”, “pa’ los toros del Jaral, los caballos de allí m esm o”, “a cada puerco le llega su San M artín” , “a las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos”, “al jacal viejo no le faltan goteras”, “al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangre”, “a nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca”, “a comer y a misa rezada, a la prim era llamada” , “con amor y aguardiente, nada se siente” , “con pendejos ni a bañarse porque hasta el jabón se pierde” , “de que la perra es brava hasta a los de casa m uerde”, “de arriero a arriero, el dinero nunca pesa”, “en cojera de perro y en lágrimas de mujer no hay que creer”, “entre sastres no se cobran los remiendos”,

13. Cfr. Emilio Marín, Gramática española. Tercer libro, 18a edición, M éxico, Editorial Progreso,1969, pp. 152 y ss. Cfr. también Juan Alcina Franch / J. M. Blecua, op. cit., p. 601.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

“hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande” , “para amores que se alejen busca amores que se acerquen”, “por la vereda se saca al rancho”, “por las hojas se conoce el tamal que es de manteca”, “según el sapo es la pedrada”, “sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino” .Una palabra aparte sobre el refrán “me extraña que siendo araña te caigas de la pared” . Es obvio que este refrán empieza por un pronombre y no por una prepo­sición. Lo hemos puesto aquí porque es una variante de expresiones que sí son preposicionales: “a mí me extraña...” .

Finalmente vienen los refranes cuyo primer miembro es una estructura de conjunción. Como ya se ha mencionado, aquí se encuentra una de las más antiguas estructuras paremiológicas: la de protasis condicional. La estructura cobija, sin embargo, también otras estructuras igualmente lapidarias y muy tradicionales. Por ejemplo, la del refrán “o todos parejos o todos chipotudos” . Las estructuras de esta índole se reducen a dos: “sintagma conjuncional + SN ...” y “sintagma conjuncional + SV...” representados por estos refranes: “si te ensillan, masca el freno” y “aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión” . Excluimos, por las razones indicadas, todos los refranes exclama­tivos e interrogativos.

La e x p r e s i ó n d e l o l a p i d a r i o

Refrán por refrán, nos vamos a acercar ahora a cada uno de los 67 refranes de que se conforma nuestro acervo-paradigma desde diferentes ópticas: morfo- sintáctica, léxica, de forma, semántica, lógica, estilística, semiótica, retórica. Se trata de explorar cuidadosamente, por tipos, las diferentes estructuras en que se sustentan las formas paremiológicas o viceversa para mostrar, en resumidas cuentas, el montaje o sistema semiótico que funciona en cada refrán y que lo hace decir más de lo que enuncia. Nos ocuparemos, por tanto, de mostrar la estructura emblemática como mecanismo semiótico recurrien­do a la reconstrucción del rango contextual de cada refrán. Algunos de estos análisis, huelga decir, nos presentan al refrán como tipo textual en sí mismo; otros de ellos lo estudian como tipo textual parásito: es decir, como parte de un discurso mayor. Para estudiar la lapidariedad de este género, sin embargo, parece bastar el primer tipo de acercamiento: el refrán en sí es un tipo discursivo lapidario independientemente de su funcionamiento prag­mático. Es hipótesis, sin embargo, de esta investigación el postulado de que la lapidariedad del refrán es tal que la “contagia” al discurso mayor donde se enclava.

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El h a bla r lapid ario

Por lo demás, como ya indicamos, este capítulo se propone ir detrás de las diferentes estructuras que constituyen el sistema semiótico de un refrán, considerado en sí mismo. En efecto, si se analizan más de cerca los gnomemas o refranes-sentencia será fácil percatarse que están dotados de una estructura binaria en la que tienen lugar no sólo distintos tipos de paralelismo entre la segunda y la primera partes, sino distintos tipos de relaciones lógicas: generalmente el segundo miembro completa al primero de una manera o de otra. Prevalece, entonces, el paralelismo sintético o form al.14 Por lo demás, la relación del primer miembro con el segundo, desde el punto de vista sintáctico, es del tipo prótasis-apodosis.15 Este tipo de características del discurso lapidario serán puestas de manifiesto más adelante; sin embargo, constituyen marcas de la lapidariedad gnomemática que hay que señalar aquí.

Por lo que hace a la lógica formal, al contrario, cada uno de los dos miembros de los textos lapidarios que conforman nuestro corpus abreviado adopta laforma de una proposición tam biénde tipo binario: la protasis parece estar ligada a la premisa mayor de un silogismo; la apódosis, en cambio, a la conclusión.

1. Hay quien cree que ha madrugado y sale al oscurecer

Este refrán tiene una estructura sintáctica claramente bimembre cuyos miem­bros están separados por la conjunción “y” que tiene un valor adversativo. Este valor adversativo lo adquiere por la elisión del grupo conjuntivo “sin embargo” después de “y” ; el refrán, en efecto, se entiende como si dijera:

14. Hay en nuestro c o rp u s otras formas de binarismo que serán señaladas más adelante. C fr. Luis Alonso Schókel, E stu d io s d e p o é t ic a h e b rea , op. c i t . , pp. 210 y ss.

15. Véase mi libro P o r e l r e f ra n e r o m e x ic a n o {O p. c it ., pp. 31 y ss.). Hay refranes como “amor con amor se paga”, que tienen una estructura superficial más desarrollada. En su forma actual, apenas si es perceptible en él larelación prótasis-apódosis. En todo caso, es aún perceptible una estructura binaria cuyo primer miembro es “amor” en tanto que el segundo es “con amor se paga”. Dado que nos ocupamos aquí de la lapidariedad, tenemos en este refrán un buen ejemplo de ella: nuestro refrán es conmutable por una expresión semejante tanto semánticamente como desde el punto de vista de la lógica del tipo de: “a quien paga con amor, con amor se le paga”. Las estructuras prótasis-apódosis tienen la forma lógicade un razonamiento deductivo, perfecto, hipotético, condicional. Por lo que hasta ahora hemos dicho y por lo que arroja el anál isis de este nuestro c o rp u s paradigmático, se puede ver cuán extendido está este esquema lógico en los refranes de nuestro co rp u s . A ese propósito, puede consultarse cualquier tratado de lógica. Para esta investigación nos hemos servido, especialmente, de las siguientes obras: José Ma. de Alejandro, La ló g ic a y e l h o m b r e , Madrid, BAC, 1970; Giovanni di Napoli, M a n u a le p h ilo s o p h ia e ,E á .M m c íi \ , Torino, 1959; Francisco Romero/Eugenio Pucciarelli, L ó g ic a , 16 edición, México, EspasaCalpe Mexicana, 1958.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

“hay quien cree que ha madrugado y sin embargo sale al oscurecer” . El primer miembro del refrán, “hay quien cree que ha madrugado” está construido sobre el verbo “cree” cuyo sujeto, sin embargo, “hay quien”, es a su vez una oración impersonal que tiene como sujeto el pronombre relativo “quien” cuyo antecedente, como se sabe, está implícito. En este caso, “hay quien” equivale a “alguien” .16

Como se sabe, la secuencia “hay quien” en donde gramaticalmente el antecedente está implícito “hay una evidente abstracción que indetermina la persona aludida” .17 18 Como se sabe, la combinación del pronombre “quien” con el impersonal “hay” no sólo es un mecanismo de abstractivo sino generalizador o, si se quiere, despersonalizador:

con verbos existenciales donde se usa casi exclusivamente. Así con haber que muestra en su uso impersonal marcada preferencia por un CD indeterminado, sobre todo en su forma negativa; con verbos como buscar, encontrar, hallar, tener, etc. (No hay quien lo sepa).n

Esta secuencia generalizadora y abstractiva que, como decíamos, equi­vale gramaticalmente a “alguien”, está constituida por un mecanismo que sirve para enfatizar ese carácter abstracto y generalizador del refrán: “hay quien cree...”, en efecto, es desde ese punto de vista una expresión más fuerte que un simple “alguien cree...” . Todo esto está completamente dentro de las características atribuidas por la antigua retórica al gnoma: una sentencia unlversalizante que puede ser aplicada a casos particulares. Por lo demás, tenemos un refrán cuyo sujeto (S) es una oración (O), “hay quien” , y cuyo predicado (P) consta de un núcleo verbal modificado por otra oración (O): “que ha madrugado” . La estructura del primer miembro del refrán, entonces, es un dechado de simetría: O (S) + NV + O (OD). Estrictamente hablando, además, este refrán forma parte de la magna familia paremiológica de los refranes “que” , estructura implicada, como se ha visto, en el pronombre “ q u ie n ” .

El refrán descansa en una contraposición entre la creencia, o si se quiere la doxa, y la realidad: “cree que ha madrugado” y “sale al oscurecer”,

16. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, op. cit., p. 1708. Véase, además, Rafael Angel de la Peña, Gramática teórica y práctica de la lengua castellana, México, UNAM, 1985, p. 133.

17. Franch/Blecua, op. cit., p. 1085.18. Franch/Blecua, op. cit., p. 1085.

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El hablar lapidario

conectadas entre sí por la conjunción “y”, generalmente copulativa, l9que, sin embargo, desempeña aquí funciones adversativas: “y sale al oscurecer”, en efecto, equivale básicamente a “pero sale al oscurecer” . La expresión em pleada por el refrán tiene, sin embargo, un matiz enfático 20que no tiene la forma con “pero” .Las imágenes, por lo demás, evocadas son las del cam­pesino “sale” de madrugada al campo a sus labores y regresa al oscurecer. El refrán juega con el término “oscurecer” que sirve de punto de enlace entre la m añanay la noche: tanto para salir como para entrar en la tiniebla nocturna hay que pasar por la etapa intermedia de la “oscuridad” , especie de puerta definida como la “falta de luz y claridad para percibir las cosas” .21

Entrar, salir, mañana, tarde, luz antes de la salida del sol, luz despúes de la salida del sol, creencia, realidad, son otras tantas contraposiciones que conforman la figura que acompaña al texto que le sirve de lema: “hay quien cree que ha madrugado y sale al anochecer”, entonces, es un colmo que, en cuanto tal, enmarca un comportamiento totalmente equivocado en el que se finca el sentido paremiológico del refrán que según Darío Rubio22 se usa “para censurar la conducta de los ingenuos, de los tontos, de los que creen que han hecho cuanto debían hacer y se encuentran con que no han hecho nada”. El sentido del refrán, sin embargo, tiene un alcance mucho más vasto que, en general, contrasta la creencia con la realidad y en último término se atiene a la dialéctica del “parto de los montes” de Esopo:23 la creencia no sigue el mismo camino de la realidad. Entre la “oscuridad” de la madrugada y la “oscuridad” del anochecer hay una serie de coincidencias susceptibles de engañar no sólo a los ingenuos y tontos sino, de hecho, a cualquiera.

Una de las más importantes lecciones que los refranes nos dan sobre el hablar lapidario nos dice que el hablar lapidario y el sistema métrico-estrófico tienen las mismas fuentes, recursos y pretensiones. Dicho en pocas palabras: al hablar lapidario le gusta sonar bien, como un verso. Tanto este refrán como muchos otros de nuestro pequeño corpus paradigmático tienen, pues, la

19. C fr. La ya mencionada edición 2 lü del D ic c io n a r io de la RAE, a d lo c .20. Franch / Blecua, op. c it., p. 1169.21. D ic c io n a r io de la RAE. op. c it.. p. 1491.22. R efran es , p r o v e r b io s y d ic h o s y d ic h a r a c h o s m ex ica n o s . México, Editorial A. P. Márquez, 1940, p.

255.23. L a s fá b u la s d e E so p o . traducidas directamente del griego y de las versiones latinas de Fédro, Aviano,

Aulo Gelio. etc., precedidas de un ensayo histórico-crítico sobre la fábula, y de noticias biográficas de los autores citados por Eduardo de Mier. Editorial Época, s/1 .1971. p. 44.

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estructura de un dístico. Por lo que hace al refrán que nos ocupa, está constituido por un dístico cuyos hemistiquios son octosílabos Ó O Ó O O O O O / O O O O O O O O que, como ya se sabe, constituyen la base de la frase española. En efecto, según Tomás Navarro Tomás,

el octosílabo es sin duda el verso más antiguo de la poesía española. Aparece en algunas de las jarchyas mozárabes de los siglos XI y XII. Figura en gran proporción en los hemistiquios del verso amétrico de los cantares de gesta. Constituye asimismo el principal factor en la versificación fluctuante de los primeros poemas líricos. Tiene sus raíces en la medida básica de los grupos fónicos de la lengua. Interviene como elemento predominante en los moldes más comunes de proverbios y refranes. Adquirió reforzada personalidad con la emancipación de los hemistiquios del pie de romance. Se extendió y refinó mediante su compenetración con el octosílabo trovadoresco.24

Este esquema rítmico, por lo demás, mezcla la intensidad exclamativa del prim er hemistiquio, significada por la frecuencia de acentos, con la cadencia típica del gnomema hispánico de acentuación grave y ritmo trocaico. Como ya lo ha señalado el mismo Tomás Navarro, el único acento necesario en el octosílabo español es el de la séptima sílaba: “el tipo trocaico es el que presenta forma más simétrica y período con menor número de sílabas; su ritmo es lento, equilibrado y suave.”25

En la actual práctica discursiva mexicana, el empleo dominante de este refrán es de tipo exclamativo. Es susceptible, sin embargo, de un empleo gnomemático basado sobre todo en sus esquemas de generalización ya referidos. Sin embargo, más que sancionar declara citando un simple hecho de larealidad extralingüística: es,portanto, undecircontra la creencia. En esta simple contrastación entre creencia y realidad enunciada de una manera declarativa radica gran parte de la capacidad expresiva del refrán y, por ende, de su lapidariedad: el recurso al esquema octosílabo, los mecanismos de generalización, la enunciación declarativo-exclamativa y, sobre todo, el alcance semántico por encima del hecho enunciado lo hacen un elegante paradigma del hablar lapidario. La forma es la de una declaración constatativa.

24. Tomás Navarro, Métrica Española. Reseña histórica y descriptiva, New York, La Americas Publishing Company, 1966, p. 45.

25. Tomás Navarro, op. cit., p. 47.

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2. Hay veces que un ocotito provoca una quemazóno ó o ó o o ó o o ó ó o o o ó o

Desde luego, el esquema métrico de este refrán consiste también en dos hemistiquios octosílabos en que se contraponen “ocotito” y “quemazón”: diminutivo el primero, aumentativo el segundo. El texto señala, en efecto, la desproporción del efecto con respecto a la causa. Desde el punto de vista sintáctico, esta contraposición está presidida por la expresión “hay veces que” la cual, como ya señalamos arriba, es una simplificación, por tanto acto de lapidariedad, de “hay veces en que” la cual, a su vez, tiene una ligera connotación temporal. Por tanto, la oración “hay veces que” hace la función de oración principal, “un ocotito provoca una quemazón” , en cambio, la hace de oración subordinada. El mecanismo de universalización está dado por el uso de los respectivos artículos indeterminados “un” y “una” .

La función semántica de ambas oraciones es, empero, muy diferente. La expresión “hay veces que” es un mecanismo de abstracción equivalente, en lógica, a un “alguien” , “algún”, lo cual hace que, desde el punto de vista de la lógica formal, nuestro enunciado se convierta en una proposición particular afirm ativa del tipo de “algún ocotito provoca una quemazón” . Sin embargo, no es totalm ente reducible a ella: le falta el rasgo de la sentencialidad que sí tiene “hay veces que” y que sólo podría obtenerse de una manera equivalente añadiendo el adverbio de igualdad “tam bién” : “también algún ocotito provoca una quemazón” . Con ello, el texto alcanza el rango de generalización indispensable para su empleo gnomemático. Por consiguiente, la oración principal “hay veces que” tiene tres funciones: una sintáctica, una lógica y una relativa a la lapidariedad. Esta última se refiere tanto a la sentencialidad como a la generalización en un orden en que la generalización le da al refrán un alcance sentencioso y, con ello, lo hace refrán.

Decíam os que hay una evidente contraposición sem ántica entre “ocotito” y “quem azón” dada no sólo por la confrontación de un diminutivo “ocotito” frente a una forma de connotación aumentativa “quem azón”, sino por los semas que compartidos entre ambos vocablos remiten al fuego. Según el Diccionario de mexicanismos de Francisco J. Santamaría26 el ocote es un tipo de m adera “combustible, muy usado, haciéndola rajas, y sirve como tea para el alumbrado, entre la gente pobre y campesina” . Cabe notar, por otro

26. México, Porrúa, 1983, p. 768.

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lado, que el mismo diccionario señala que “ocotito” significa “en sentido figurado”, a la “persona maldiciente que enciende o atiza la discordia entre los demás” .27 A simple vista, el refrán tiene, portanto, dos acepciones: en una primera, los vocablos “ocotito” y “quemazón” asumen su sentido primario y es el conjunto el que, mediante un proceso de metaforización, se aplica a situaciones a las que puede catalogarse de “quemazón”, en todo caso, sustentada en la desproporción con su causa: causa pequeña-efecto grande. En este primer caso, entonces, la metaforización se da con respecto a todo el proceso quedando sus elementos fundamentalmente intactos: un ocotito sigue siendo un ocotito, y una quemazón sigue siendo una quemazón. En una segunda acepción, en cambio, la metaforización tiene lugar en los componentes antes que en el conjunto, de acuerdo con la antes citada acepción de “ocotito” , recogida por Santamaría, el término “ocotito” se referiría a la persona que con su lengua viperina y tendenciosa “enciende o atiza la discordia entre los demás” que, en este caso, vendría siendo la “quemazón” del refrán.

La imaginería de un ocotito provocando una quemazón, por lo demás, remite al ambiente del bosque mexicano que, año con año, padece grandes quemazones a veces intencionadas, a veces accidentales, como una manera de desbrozar. El refrán se referiría a la quema accidental y desproporcionada. Este ámbito, de hecho, viene a hacer las veces de figura de un emblema cuyo lema es: “hay veces que un ocotito provoca una quemazón”. Desde luego, el refrán tiene un empleo discursivo gnomemático fincado en el hecho de que el sentido paremiológico del texto insiste en que para un gran desastre no se requiere una gran causa. Enfatiza, por tanto, el gran valor que tienen las cosas pequeñas. Cualquier cosa, por pequeña que sea, es susceptible de hacer estragos si no se le presta la debida atención. Este refrán, como bien puede verse, adopta la forma de una declaración constatativa.

Sólo quiero señalar, para finalizar, que la contraposición en que se finca este refrán se construye, otras veces, de una manera distinta. Por ejemplo, otro refrán de la serie “hay veces que” expresa dicha contraposición mediante un esquema de antinomia paralel ística, ya señalado por lo demás, en el que las dos situaciones del esquema binario se oponen de todo a todo: “hay veces que nada el pato y hay otras que ni agua toma”. Como se puede ver, el paralelismo antonómico en que se finca este refrán tiene algunos rasgos de quiasmo en que “el pato” hace las veces de mot-crochet: “nada el pato ...

27. Op. cit., ibid.

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ni agua tom a” . Por otro lado, cabe señalar de nueva cuenta que en la textualidad sentenciosa y lapidaria el hipérbaton es un recurso frecuente e importante: no es lo mismo, en efecto, decir “hay veces que ni agua toma” a decir “hay veces que ni toma agua” . La expresión “agua tom a”, en efecto, rescata y enfatiza uno de los semas comunes entre sendas expresiones “nada el pato” y “ni agua tom a” : el agua. La expresión vulgar “toma agua” pone el énfasis en el “tom ar” , no en el agua: el refrán, en cambio, habla de abundancia y escasez de agua.

3. Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado O O Ó Ó O O Ó O O O Ó O O O Ó O

A partir de este texto hasta el número catorce de este m ini-corpi/sparadigmá- tico, vienen doce refranes negativos que documentan, sin embargo, distintas maneras de negar: se trata en todos los casos de negaciones tajantes que constituyen otras tantas formas de la expresión lapidaria. La negación tajante, por el hecho de serlo, se convierte, de una manera o de otra, en proposición universal y, por tanto, gnomemática. En nuestra excursión en pos del recurso lapidario, analizaremos por separado los cinco primeros; los seis últimos, en cambio, constituyen un pequeño bloque que sugiere un análisis contrastivo.

Al normal esquema métrico de dos hemistiquios octosílabos este refrán agrega ahora la rima: a-o. El ritmo acentual es grave de corte sentencioso indicado por la cadencia del tono marcada por el acento en la penúltima sílaba del hemistiquio. La estructura, por otro lado, es paralelísticacon las siguientes correspondencias: mujer-caballo, dejada-emballestado. Una m ujer que otro ha dejado es, pues, equiparable a un caballo emballestado: el refrán aconseja alejarse de la una y del otro. Se trata, en efecto, de un refrán-consejo cuya peculiaridad sintáctica estriba en el hecho evidente de no tener verbo en forma personal. El refrán equivale, en efecto a “[ni te cases con] mujer que otro ha dejado, ni [montes] caballo em ballestado” : los requisitos de la lapidariedad exigen, en efecto, la supresión de las formas verbales y reducen el texto a una simple fórmula del tipo “ni esto, ni esto” . En realidad, es la primera parte del refrán la que soporta el principal peso semántico: la segunda parte, por tanto, sirve sólo de exemplum o figura para apoyar, por inducción, el consejo de la primera parte: “ni te cases con mujer que otro ha dejado”. "Em ballestado”, en la terminología de la medicina veterinaria se dice del

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animal “que tiene encorbados los nudillos de las manos: un caballo emballestado",28 Es, por tanto, un caballo “defectuoso” . La figura del caballo emballestado permite completar, a su vez, la figura de la “mujer que otro ha dejado” : ambas han de evitarse.

El extremo de la lapidariedad, de concisión pesada de las palabras recae sobre una estructura simétrica construida sobre un “ni” repetido y repetible a placer, como estructura abierta. Por lo demás, el mecanismo de generaliza­ción empleado está dado ahora por la ausencia de artículo. En efecto, las expresiones “mujer que otro ha dejado” y “caballo emballestado” no tienen ningún límite más que el que pone al sustantivo la respectiva marca adjetiva: se trata, por tanto, de todos los miembros de una categoría. “Ni” , como se sabe, es la formulación negativa de la conjunción copulativa “y” . Como dice el Diccionario de la RAE, “ni” es una “conjunción copulativa que enlaza vocablos o frases que denotan negación, precedida o seguida de otra u otras igualmente negativas” .29

El esquema social al que remite la “mujer que otro ha dejado” es un esquema machista que no parece conocer la infraestructura del divorcio, sólo la vieja estructura del repudio: la mujer es un objeto propiedad de alguien susceptible de ser “dejada” en el momento que el dueño lo decida según aquello del refrán “ la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar” .

4. Ni los dedos de la mano son iguales

Es otro tipo de sentencia en “ni” y, desde luego, otro tipo de funcionamiento estructural del “ni” . Es, en efecto, el caso señalado por el Diccionario de la RAE como tercera acepción o uso de “ni” :

cuando ni encabeza una oración sin relacionarla con otra, o cuando expresa una relación distinta que la copulativa negativa “y no”, equivale a ni siquiera y forma frases que expresan el extremo a que puede llegarse en algo.

Por lo general, se trata de expresiones con un alto rango de exclamatividad. A este “ni”, por tanto, se le podría denominar “ni” exclamativo y, como

28. Cfr. Pequeño Larousse ilustrado 1986, México, Ediciones Larousse, 1985, ad loe. Para el Diccionario de la RAE el término “dícese de la caballería que tiene encorvado hacia adelante el menudillo de las manos”. Op. cit., p. 800.

29. Op. cit., pp. 1438 y s.

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hemos visto, funciona con el sentido de un colmo. La estructura de este refrán presidido por “ni” es, por lo demás, sencilla: se trata de una oración según el típico esquema SVP. Por tanto, todo el mecanismo de la lapidariedad descansa sólo en “ni” . Aquí no es identificable, por lo demás, ninguna de las estructuras métricas del castellano. Sin embargo, en su conjunto el refrán tiene un sentido gnomemático basado en la lógica del colmo que lo sustenta.La lógica del colmo funciona por casos extremos, por caricaturas: se coloca como figura una situación tal que no haya ninguna otra alternativa. El refrán, como se ve, defiende la desigualdad recurriendo a la evidente desigualdad de los dedos de la mano. Ya se ve, que usado entimemáticamente en el discurso, fundamenta una argumentación falaz. En efecto, ¿por qué tendrían que ser iguales los dedos de la mano? Pero eso no importa a la lógica del refrán que en el caso de los colmos prefiere una lógica inductiva: el refrán, en efecto, funciona discursivamente como un exemplum.

5. No por mucho madrugar amanece más tempranoó o ó o o o ó o o o ó o ó o ó o

Dotado de una estructura bimembre, este refrán regresa al esquema métrico- estrófico octosilábico de ritmo trocaico; aquí, empero, no hay rima. La frase, sentenciosa y, por tanto, universal, equivale a una proposición universal negativa del tipo “ninguna madrugada adelanta el amanecer” . El alcance universal del refrán es dado por la negación absoluta “no” : NO + condición causal + afirmación indefinida. Aunque “no por” podría equivaler a una conjunción adversativa de tipo “aunque” — “no amanece más temprano, aunque madrugues mucho”— , prevalece el matiz causal inducido por la preposición “por” : “el mucho madrugar no hace amanecer más tem prano”. En nuestro refrán la estructura “NO + afirmación indefinida” es una negación absoluta, “no amanece más tem prano”, que domina sobre la cláusula causal que adquiere, entonces, un matiz adversativo: “aunque m adrugues” . El carácter, empero, universal y absoluto le proviene al refrán del adverbio “no” .

El refrán, por lo demás, está estructurado por el NO y una estructura en forma concéntrica cuyo centro está ocupado por el verbo “amanece” negado en forma absoluta y tajante por “no” : Ato por mucho madrugar amanece más temprano. El carácter lapidario que emana del “no” rotundo que lo domina,

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es reforzado por otro de los mecanismos de la lapidariedad como es el uso del hipérbaton “mucho madrugar” en vez del habitual “madrugar mucho” . El principio en que se sustenta el refrán y que constituye la base de su sentido paremiológico es el viejo lema del Qohelet:30“cada cosa tiene su tiempo” . Este es, de hecho, el principio que permite que se desencadene el funciona­miento entimemático dentro en el accionar discursivo del texto.

6. No todos los que chiflan son arrierosÓ Ó O O O Ó O Ó O Ó O 7 + 4

Sin ceñirse a ninguna de las estructuras estróficas usadas en el sistema textual español, este refrán está constituido por una sentencia bajo la forma de un endecasílabo que, desde el punto de vista de la lógica, equivale a una proposición particular negativa del tipo “algunos de los que chiflan no son arrieros” . Está por demás decir que se trata, sin embargo, de una estructura bimembre en otro sentido: consta de protasis y de apódosis. Bien mirado, además, la estructura del refrán es una variante del extensísimo grupo de los refranes “que” . Pese a su alcance particular, desde el punto de vista lógico, el texto logra dar la impresión de una generalización suficiente como para garantizar su funcionamiento entimemático a partir de la expresión “no todos” cuyo grado de ambigüedad producido tanto por el cuantitativo indefinido plural masculino “todos” como por el adverbio de negación “no”.

Se da en este refrán un importante mecanismo de neutralización entre “no todos” , por una parte, y “ los que chiflan”, por otra: el valor de proposición universal afirmativa que esta última expresión tiene es contra­rrestado, en efecto, por el “no todos” . El alcance del sujeto, pues, viene quedando reducido a “algunos de los que chiflan” que, como señalábamos arriba, es propio de una proposición particular afirmativa que, en sentido estricto, no sería apta para el funcionamiento del entimema. Sin embargo, cabe advertir que, por una parte, como ya hemos señalado, en el discurso ordinario las marcas de ambigüedad suelen ser confundidas con las marcas de universalidad; por otra, lo que desde el punto de vista lógico afirma el refrán cae, precisamente, dentro del territorio de lo restringido y, por tanto, la afirmación tiene una validez universal suficiente para el funcionamiento del

30. Cap. 3, vv. 1-8.

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entimema; la situación referida por el refrán cae por equiparación metafórica, dentro del rango de “no todos los que chiflan” : por tanto, la apódosis, conform ada por la declaración sentenciosa “son arrieros”, tiene validez. Es decir que, para efectos de funcionamiento del entimema, es suficiente la generalización que se desprende de la protasis.

Desde el punto de vista sintáctico, “no todos los que chiflan” es el sujeto de la oración principal cuyo predicado es el sintagma “son arrieros” . Empero, este sujeto tiene como núcleo el pronombre “todos” o, si se quiere, la secuencia “no todos” que es cualificada por la oración adjetiva “ los que chiflan” . Tenemos, así, un sujeto que no está conformado por una palabra de base lexemática sino por un sintagma de tipo descriptivo a la manera de los “nombres propios” del positivismo lógico.31 El Diccionario de mejiconismos de Francisco J. Santamaría dice de nuestro refrán:

Sentenciosa expresión mejicana con que se da a entender que no bastan las apariencias para juzgar de una persona; o, lo que es lo mismo, que no por la primera impresión se ha de tomar un juicio definitivo de un ser o de una cosa.31 32

Desde el punto de vista semántico, empero, el refrán está construido sobre dos conceptos, “chiflar” y “arriero”, interrelacionados entre sí, de tal manera, que se supone que el “chiflar” es rasgo distintivo del “arriero”. Derivado del latín sifilare, “chiflar” es un vocablo multifuncional muy frecuente en el habla vulgar mexicana: su acepción fundamental remite a una m anera de silbar propia de quienes, en el campo, se ocupan de arrear animales. En efecto, según el Diccionario de la RAE, “arrear” es “estimular a las bestias para que echen a andar, o para que sigan caminando, o para que aviven el paso” .33 Esta acepción del vocablo viene, según señala el mismo Diccionario, “de arre” que es una “voz que se emplea para estimular a las bestias” .34

Uno de los medios más usados por el arriero, como se llama, según el m encionado Diccionario de la RAE,35 al “que trajina con bestias de carga”

31. Sobre el positivismo lógico y sus concepciones, véase la síntesis que A. J. Ayer hace de él en su libro E l p o s i t iv is m o ló g ic o ,( primerarempresión,México/Madrid, 1978, pp. 1 lóyss.), donde expone el criterio empiristadel significado. Sobre el concepto de nombre propio en Frege, puede verse a Mauricio Beuchot, E le m e n to s d e s e m ió tic a , México, UNAM, 1979, pp. 24 y ss.

32. México, Porrúa, cuarta edición, 1983, p. 381.33. O p. c it.'34. Ib id .35. O p. c it.

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es, precisamente, el “ch iflar’. Desde este punto de vista, en efecto, puede decirse que “chiflar” es una actividad propia del arriero. Dentro de la cultura ranchera mexicana, la figura del arriero está indisolublemente ligada a la arriería, como se llamó no sólo al “oficio o ejercicio de arriero”,36sino, de hecho, a un completo y bien organizado sistema de transporte de mercancías muy usado en México antes del desarrollo del ferrocarril, del automóvil y de la red de carreteras. Como ya se dijo arriba al hablar de Arrieros, la novela paremiológica de Gregorio López y Fuentes, se creó en torno a la arriería mexicana no sólo un discurso sino una imaginería de tipo popular que presenta al arriero como un nómada mal hablado que compra y vende productos, trae y lleva noticias, y que maneja a su recua a base de chiflidos. El refrán se refiere, precisamente, a ello asentando que “no todos los que chiflan son arrieros” y refiriéndose no sólo al hecho de que el chiflar es rasgo del arriero, aunque no exclusivo: hay otros que chiflan y, sin embargo, no son arrieros. Por lo demás, no sólo se habla en el refrán del chiflido como un rasgo distintivo del arriero sino que lo hace desde la perspectiva del mismo arriero, el orgullo de ser arriero: no basta chiflar para ser arriero.

7. Nunca dejes camino por vereda

Refrán-consejo cuyos mecanismos de universalización están dados tanto por el vocablo “nunca” como por la ausencia de artículo en los sustantivos “camino” y “vereda” : las marcas de lapidariedad apuran al máximo la forma del refrán reduciéndolo a una fórmula en la que tiene lugar el canje entre “cam ino” y “vereda” que, aunque negado por el refrán, supone, sin embargo, la equivalencia entre ambos: camino = vereda. Este apurar de las formas en dirección a las fórmulas es, en efecto, uno de los recursos de la lapidariedad más frecuentes. Por lo demás, como ya hemos dicho, este refrán es paradigmático de los refranes performativos, para usar la mencionada term inología de Austin. El hablante se convierte en consejero y el oyente en destinatario del consejo; es el tú de la primera parte del refrán: “nunca dejes” . Este destinatario, por lo demás, es asumido como un caminante: el refrán es un consejo para caminantes.

36. D ic c io n a r io de la RAE, op. c it., p. 199.

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Aunque este refrán no está estructurado, estrictamente hablando, en forma de verso, sin embargo, nos encontramos ante un típico verso endecasílabo cuya estructura rítmica es:Ó O Ó O O Ó O O O Ó O

Se trata de lo que Tomás Navarro 1 lama el “endecasílabo enfático” cuyo esquema rítmico básico contiene “acentos en primera, sexta y décima; componente menor del endecasílabo polirrítmico; se halla en pasajes unifor­m es” .37 Por lo demás, entre cesura y fin de verso hay una especie de rima al mezzo en E-E, dejes-vereda, que funciona, al menos, como una aliteración.

El peso del refrán descansa en una contraposición entre “cam ino” y “vereda” tal que supone que el camino es mejor que la vereda. Las veredas son los senderos privados de la querencia. De la familia de las sendas, los senderos, caminos, calles, calzadas, carreteras, autopistas y demás vías, las veredas están hechas de pisadas que siempre saben volver a casa: huellas que van y vienen entre dos puntos, pasos que se alejan para luego acercarse. “Vereda” es una palabra con historia. En el bajo latín, vereda es un vocablo con que se designa el camino viejo y angosto. Su origen se remonta al viejo caballo de posta, que en el latín tardío se llamaba veredus. Veredus es una palabra compuesta del verbo veho. "arrastrar”, y del substantivo, rheda, de origen celta, usado por César y Quintiliano para llamar al "coche de cuatro ruedas” y por Cicerón y Horacio para designa al "carruaje de viaje” . Varrón, por ejemplo, llama rheda al carro de Medea. Veredus era. así. el nombre que se daba al caballo de tiro que se sabía el camino de tanto andarlo, arrastrando coches de cuatro ruedas. Y veredarius se llamaba tanto al correo, a secas, como al mensajero del Estado. Nada extraño, pues, que en el español del siglo XVI se llamara “veredarios” tanto a las postas como a los "cavalios trotones y los que caminan de portante”, según señala Cobarruvias.

A la palabra “vereda"' le sucedió, pues, lo que a los viejos y nobles caminos que al principio designaba: los caminos anchos por donde pasaban los coches de cuatro ruedas se fueron quedando atrás de tal manera que pronto se convirtieron en caminos viejos y angostos ante las más modernas vías. Las veredas son caminos venidos a menos. Nada extraño, por tanto, que en el bajo latín la palabra vereda significara, sin más, el camino por donde van los caballos de tiro. En los pocos textos que se conservaron del latín vulgar español está muy documentado nuestro vocablo vereda. El texto más antiguo

37.. Op... cit.., p. 503. Véase lo que enseguida dice del endecasílabo melódico..

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data de 757 y dice:postea vaditadilla vereda, quae venitde Rovera. El texto se entiende sin necesidad de traducción. Ya para el siglo XIII castellano, una vereda es sólo un “camino muy angosto”. A fuerza de quedarse atrás, las veredas se fueron con virtiendo en sendas familiares, casi íntimas: lugares del andar a pie.

La palabra “vereda” no tuvo necesidad de ser importada al castellano: no es extraña, se fue aclimatando poco a poco conforme los caminos se iban haciendo mayores. “Vereda” como nombre de un tipo de camino, pues, es una palabra castellana tanto como portuguesa. Sin embargo, este carácter íntimo que connota el vocablo vereda ha hecho que muchos etimólogos la quieran hacer venir de virectum, el prado verde y lleno de césped, porque las veredas están circundadas de hierba y de verde. Sin embargo, el vocablo vereda parece más bien evocar lo contrario: la tierra marcada a fuerza de ser hollada por pies que van y vienen.

Como decía, hay en el español toda una familia léxica del viaje: senderuelo, senda, sendero, vereda, atajo, trocha, camino, vía, calle, calzada, carrera, carretera, supercarretera, autopista. Entre todos ellos, es posible ver que hay caminos privados y los hay públicos. Las veredas son caminos privados en el sentido de que tienen dueño; poreso, cuando no son las propias, las veredas son caminos peligrosos. A eso se refiere nuestro refrán: “nunca dejes camino por vereda” . Pues “quien deja camino por vereda piensa que ataja y rueda” , dice otro refrán. Dentro de la semiótica del refranero mexicano, una vereda es signo de inseguridad y de improvisación, es el camino no institucionalizado.Erente a sus colegas de oficio, la vereda tiene los aires del “viejo camino tradicional, como los que conducen a los puertos de la sierra o los que se emplean para fijar los límites de los términos y propiedades”, dice Corominas.38 Por eso dice otro refrán que “por la vereda se saca al rancho” .

Cuando los caminos se modernizaron, se transformaron en carreteras y autopistas, en lugares del ir y venir, del tráfico masivo, del lugar del anonimato, del estar fuera; se convirtieron poco a poco en signos de huida, vías de escape, lugares reservados a la fuga, máquinas para el alejamiento y la enjenación. Entonces la nostalgia se acordó de las viejas veredas, de las humildes sendas y senderos: los caminos que siempre llevan a casa, que curan de la enajenación. Se acordó de los atajos: la familia de los caminos se

38. D ic c io n a r io c r í t ic o e t im o ló g ic o , Madrid, Gredos, 1954, a d loe .

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El hablar lapidario

mueve siempre entre dos puntos; uno familiar y otro extraño, uno cerca y el otro lejos. La vereda es siempre un camino familiar.

El vocablo “vereda” ha tomado bajo su responsabi 1 idad muchos oficios. Algún tiempo se llamó “vereda” el aviso que se enviaba a quienes vivían a la vera de un camino. Este matiz lo recoge Cobarruvias en su Tesoro de la lengua castellana o española39 cuando dice que vereda es

el repartimiento que hacen los que van a algunas cobranzas generales de alguna tierra, dividiendo entre sí los lugares; este mismo término tienen los que van a predicar las bulas de cruzada.

De allí nació el veredero que, según el Diccionario de autoridades es “el que va enviado con despachos para notificarlos o publicarlos en varios lugares” . Verederos, pues, se llama a los mensajeros cuya misión, por consiguiente, era llamada “vereda” . Los verederos son parientes no muy lejanos del vereador portugués que tiene a su cargo el cuidado de las calles. El vocablo “camino”, proveniente del céltico camminos a través del latín camminus, significaba, fundamentalmente, la “vía o senda para vehículos, personas o anim ales” . 40 De allí derivaron tanto “caminar”, como sinónimo de “andar”, y “caminante” el individuo que viaja a pie. Nuestro refrán supone, como decía, que es más seguro el “camino” que la “vereda” . En todo caso, la figura remite a un caminante a pie y, por tanto, a un sistema en donde viajar a pie parece lo ordinario.

8. Nadie alabe lo que no sabeÓ O Ó O O O Ó Ó O 4 + 5

9. Ninguno diga quien es que sus obras lo diránO Ó O Ó O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

10. No se puede chiflar y comer pinoleÓ O Ó O O Ó O O O Ó O Ó O 7 + 6 11

11. No importa al buen corredor dar el lado de la varaÓ Ó O Ó O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

39. O p. cit.40. Guido Gómez de Silva, B reve D ic c io n a r io e t im o ló g ic o d e la le n g u a e sp a ñ o la , México, El Colegio de

México / Fondo de Cultura Económica, 1988, a d locu m .

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E l refrán como modelo del hablar lapidario

12. No hay indio que haga tres tareas seguidasÓ Ó O Ó O Ó O Ó O O Ó O 5 + 7

13. No hay jardines como los que hacen los pobresÓ O Ó O O O O Ó O O Ó O 4 + 8

14. No hay que meterse en la danza si no se tiene sonajaÓ Ó O Ó O O Ó O O Ó O Ó O O Ó O 8 + 8

Después de haber analizado en forma individual los refranes 3-7 de este paradigma, un análisiscontrastivo, como decíamos, presenta algunas ventajas a fin de poner de manifiesto algunas de las características del hablar lapidario evidenciadas en los refranes. Por un lado, comparten una serie de caracterís­ticas: se trata de refranes declarativos o, si se quiere, constatativos, según la referida term inología de Austin; en todos los casos los refranes están consti­tuidos por enunciados impersonales; todos ellos, además, comienzan por el esquema “negación simple (nadie, ninguno, no) + verbo” ; los siete refranes, finalmente, están constituidos por oraciones compuestas. Por lo demás, están bien representados en este pequeño grupo tanto los refranes de estructura estrófica (8, 9, 11 y 14) como los refranes en prosa (10, 12 y 13).

Por lo que hace al esquema negativo, ya se sabe que en castellano “ la negación se consigue de una manera primaria sin variación del esquema entonacional y sintagmático por la introducción del morfema no delante del verbo núcleo ordenador de la oración” .41 Como se puede ver, este es el mecanismo de negación empleado en los cinco últimos refranes de este grupo; por ejemplo: “no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja” . Sin embargo, es preciso señalar que el adverbio “no”, cuando el núcleo verbal al que niega está en tercera persona del singular del presente e indicativo — “no se puede” , “no importa”, “no hay”— produce en la frase una negación absoluta aunada a otras marcas de que nos ocuparemos enseguida. La prim era marca de lapidariedad resulta de la combinación del esquema negativo con el esquema impersonal, caracterizado, sobre todo, por el ya referido empleo de verbos en forma impersonal y, por ende, sin sujeto.42 A esto hay que agregar que estos esquemas están construidos con infinitivos que hacen las veces de objeto directo (“no se puede chiflar y comer pinole”,

41, Franch / Blecua, op. c it., p. 923 y s.42. Franch / Blecua, op. c it., p. 853. Lo que estos autores llaman “esquema impersonal” es la secuencia 0

+ V que, por tanto, carece de sujeto. Ib id . p. 887

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“no importa al buen corredor dar el lado de la vara”): ello da a la expresión un estilo sentencioso; en otros casos es la ausencia de artículo en el objeto directo la que, al lado del carácter impersonal del verbo, da un alcance universal a la proposición: “no hay indio que haga tres tareas seguidas” ; “no hay jardines como los que hacen los pobres” .

Por lo general, ya hemos dicho reiteradas veces que el hablar lapidario está emparentado con las formas textuales de índole tradicional y, en concreto, con sus técnicas: el hablar lapidario, de hecho, tiene mucho de hablar tradicional. Se trata de un hablar condensado en el que están presentes una buena parte de las mnemotecnias o recursos de retensión del hablar tradicio­nal: fórmulas lo más breves y al mismo tiempo dotadas del mayor alcance posible. Uno de esos recursos compartidos por el hablar lapidario y el hablar tradicionales, según lo hemos visto, el relativo a las características estróficas del texto lapidario. Como hemos ya señalado, los refranes “nadie alabe lo que no sabe”, “ninguno diga quien es que sus obras lo dirán”, “no importa al buen corredor dar el lado de la vara” y “no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja” tienen una estructura estrófica. El primero y el último, además, están dotados de rima: el primero consonántica (“nadie alabe lo que no sabe”) y el último asonante (“no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja”). En el primero de estos refranes, la estructura métrica es de 5 + 5 puesto que por el carácter enfático de “nadie” se neutraliza la sinalefa; en el segundo, en cambio, tenemos la tradicional estructura paremiológica 8 + 8.

En los cuatro casos, la división de los refranes en hemistiquios se hace mediante la cesura o pausa interna simétrica.43 Se llama así, en métrica románica, a la “pausa que se introduce en muchos versos de arte mayor, los cuales quedan divididos en dos partes, iguales o no, denom inadas hemistiquios” .44 En nuestros cuatro casos los hemistiquios resultantes de la cesura son iguales.45 En todos los casos, los refranes adoptan discursiva­mente el valor de principios absolutos.

43. Rafael de Balbín, Sistema de rítmica castellana, segunda edición aumentada, Madrid, Gredos, 1968, p. 176. Por lo demás, los principios de versificación a que nos atenemos están tomados tanto de esta obra como de Rudolf Baehr, Manual de versificación española, Madrid, Gredos, 1973. Nos ha sido útil consultar, además, a M. Lenchantin de Gubernatis, Manual de prosodia y métrica griega, México, UNAM, 1982; y a Lorenzo Rocci, Traitato di prosodia. Nozioni di métrica latina, Torino, Milano, Padova, Firenze, Roma, Napoli, Palermo. Ed.G. B. Paravia.s/f.

44. Fernando Lázaro Carreter, Diccionario de térm in os filológicos, quinta reimpresión de la tercera edición corregida, Madrid, Gredos, 1981. p. 90.

45. Sobre una somera teoría de la cesura en la rítmica castellana, puede verse Rudolf Baehr, Manual de versificación española, traducción y adaptación de K. Wagner y F. López Estrada, Madrid, Gredos, 1973, pp. 32 y ss. Véase también Tomás Navarro, op. cit., p. 14.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

15. Hombre prevenido vale por dosó o o o ó o ó o o ó o 6 + 5

16. Hombre dormido, culo perdidoÓOOÓO ó o o ó o 5 + 5

17. Muerto el perro se acabó la rabiaó o ó o o o ó o ó o 4 + 6

18. Abejas que tienen miel tienen aguijónO Ó O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 6

19. Agua que no has de beber, déjala correrÓ O O Ó O O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 6

20. Albañil sin regla, albañil de mierdaO O Ó O Ó O O O Ó O Ó O 6 + 6

21. La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantarO Ó O O Ó Ó O Ó O Ó O O O Ó O 7 + 8

Viene a continuación un grupo de siete refranes que se ajustan a la estructura “N + Adj.”, en donde la frase adjetiva puede adoptar distintas estructuras. Por razones prácticas, sin embargo, los dividimos en dos grupos: el primero de ellos en que resuena, de alguna manera, la estructura de ablativo absoluto latino está constituido por los refranes “hombre prevenido vale por dos”, “hombre dormido, culo perdido” y “muerto el perro se acabó la rabia” . En los tres casos, se trata de estructuras estróficas binarias: cada refrán, en efecto, está constituido por dos versos en el que, pese a tratarse en su mayor parte de versos de arte menor, excepto si acaso el último de los textos, la estructura estrófica es determinada por un tipo de cesura marcada por el ablativo absoluto.

El ablativo absoluto, como se sabe, “está constituido, en latín, por un participio y un nombre, por dos sustantivos en aposición o por un sustantivo y un adjetivo concertados entre sí, formando una cláusula absoluta” .46 Esta cláusula absoluta, hay que decirlo desde ahora, es una de las estructuras más

46. Fernando Lázaro Carreter, op. c it., p. 17.

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El hablar lapidario

“no importa al buen corredor dar el lado de la vara”): ello da a la expresión un estilo sentencioso; en otros casos es la ausencia de artículo en el objeto directo la que, al lado del carácter impersonal del verbo, da un alcance universal a la proposición: “no hay indio que haga tres tareas seguidas” ; “no hay jardines como los que hacen los pobres” .

Por lo general, ya hemos dicho reiteradas veces que el hablar lapidario está emparentado con las formas textuales de índole tradicional y, en concreto, con sus técnicas: el hablar lapidario, de hecho, tiene mucho de hablar tradicional. Se trata de un hablar condensado en el que están presentes una buena parte de las m nemotecnias o recursos de retensión del hablar tradicio­nal: fórmulas lo más breves y al mismo tiempo dotadas del mayor alcance posible. Uno de esos recursos compartidos por el hablar lapidario y el hablar tradicional es, según lo hemos visto, el relativo a las características estróficas del texto lapidario. Como hemos ya señalado, los refranes “nadie alabe lo que no sabe”, “ninguno diga quien es que sus obras lo dirán”, “no importa al buen corredor dar el lado de la vara” y “no hay que m eterse en la danza si no se tiene sonaja” tienen una estructura estrófica. El primero y el último, además, están dotados de rima: el primero consonántica (“nadie alabe lo que no sabe”) y el último asonante (“no hay que meterse en la danza si no se tiene sonaja”). En el primero de estos refranes, la estructura métrica es de 5 + 5 puesto que por el carácter enfático de “nadie” se neutraliza la sinalefa; en el segundo, en cambio, tenemos la tradicional estructura parem iológica 8 + 8.

En los cuatro casos, la división de los refranes en hemistiquios se hace mediante la cesura o pausa interna simétrica.43 Se llama así, en métrica románica, a la “pausa que se introduce en m uchos versos de arte m ayor, los cuales quedan divididos en dos partes, iguales o no, denom inadas hemistiquios” .44 En nuestros cuatro casos los hemistiquios resultantes de la cesura son iguales.45 En todos los casos, los refranes adoptan discursiva­mente el valor de principios absolutos.

43. Rafael de Balbín, Sistema d e r í tm ic a castellana. segunda edicion aumentada, Madrid, Gredos, 1968, p. 176. Por lo demás, los principios de versi fícación a que nos atenemos están tomados tanto de esta obra como de Rudolf Baehr, Manual d e v e r s if ic a c ió n española, Madrid, Gredos, 1973. Nos ha sido útil consultar, además, a M. Lenchantin de Gubematis. Manual de prosodia y métrica griega, México, UNAM, 1982; y a Lorenzo Roed, Trattato di p r o s o d ia Xoziom d i métrica la tin a , Torino, Milano, Padova,Firenze, Roma,Napoli, Palermo, Ed.. G B. Paravia,s f

44. Fernando Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, quinta reimpresión de la tercera edición corregida, Madrid, Gredos, 198 L p. 90.

45. Sobre una somera teoría de la cesura en la rítmica castellana, puede verse Rudolf Baehr, Manual d e versificación española* traducción y adaptación de K. Wagner y F López Estrada, Madrid, Gredos, 1973, pp. 32 y ss.. Véase también Tomás Navarro, op. cit.„ p. 14.

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E l refrán como modelo del hablar lapidario

15. Hombre prevenido vale por dosÓ O O O Ó O ó o o ó o 6 + 5

16. Hombre dormido, culo perdidoÓ O O Ó O ó o o ó o 5 + 5

17. Muerto el perro se acabó la rabiaó o ó o o o ó o ó o 4 + 6

18. Abejas que tienen miel tienen aguijóno ó o o ó o ó o ó o o o ó o 8 + 6

19. Agua que no has de beber, déjala correr Ó O O Ó O O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 6

20. Albañil sin regla, albañil de mierdaO O Ó O Ó O o o ó o ó o 6 + 6

21. La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar O Ó O O Ó Ó O Ó O Ó O O O Ó O 7 + 8

Viene a continuación un grupo de siete refranes que se ajustan a la estructura “N + A dj.” , en donde la frase adjetiva puede adoptar distintas estructuras. Por razones prácticas, sin embargo, los dividimos en dos grupos: el primero de ellos en que resuena, de alguna manera, la estructura de ablativo absoluto latino está constituido por los refranes “hombre prevenido vale por dos”, “hombre dormido, culo perdido” y “muerto el perro se acabó la rabia” . En los tres casos, se trata de estructuras estróficas binarías: cada refrán, en efecto, está constituido por dos versos en el que, pese a tratarse en su mayor parte de versos de arte menor, excepto si acaso el último de los textos, la estructura estrófica es determinada por un tipo de cesura marcada por el ablativo absoluto.

El ablativo absoluto, como se sabe, “está constituido, en latín, por un participio y un nombre, por dos sustantivos en aposición o por un sustantivo y un adjetivo concertados entre sí, formando una cláusula absoluta” .4* Esta cláusula absoluta, hay que decirlo desde ahora, es una de las estructuras más 46

46, Femando Lázaro Carreter, o p , c í L . p A l ,

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El hablar lapidario

representativas del hablar lapidario en donde el texto se condensa al máximo. Durante los siglos XVI y XVII, tiene lugar en España un proceso de latinización que acaba siendo, a fines del proceso, una de las características del barroco. Alfonso M éndez Planearte, el sabio editor de las Obras Comple­tas de Sor Juana Inés de la Cruz da en la “Introducción” al prim er tomo una serie de ejem plos de él extraídos de la obra poética de don Luis de Góngora.47

En los tres refranes que componen el paradigma de una protasis de ablativo absoluto, en efecto, “hombre prevenido”, “hombre dorm ido” y “muerto el perro”, constituyen, en la sintaxis del refrán una verdadera cláusula absoluta. Quizás el ejemplo máximo de contracción sintáctica a base de ablativos absolutos y, por tanto, el mejor ejemplo de lapidariedad verbal sea el refrán “hombre dormido, culo perdido” . No obstante su significado poco edificante, el refrán, en efecto, está constituido por la simple secuencia de dos ablativos absolutos relacionados entre sí por simple yuxtaposición: larelación lógica entre am bos indica, sin em bargo, que hay una relación de causa a efecto entre el primero y el segundo de ellos. Desde luego, se da un estricto paralelismo entre los dos ablativos absolutos que constituyen el refrán que llega hasta la estructura rítmica y, desde luego, hasta la rima: Ó O O Ó O (/-o) Ó O O Ó O (i-o).

Los refranes “hombre prevenido vale por dos” y “muerto el perro se acabó la rabia” , en cambio, muestran dos variedades de protasis de ablativo absoluto: la prim era de ellas es idéntica a los ablativos absolutos del refrán anterior y se atiene, por tanto, a la estructura “N + participio” ; la segunda, en cambio, invierte el orden y hace anteceder un artículo determinado al nombre: “participio+ SN” . En el primero de los dos refranes, la protasis hace las veces de sujeto: en ese sentido, sería impropio hablar de ablativo absoluto; sin embargo, el nexo lógico entre protasis y apódosis es tal que la secuencia “hombre prevenido” sigue teniendo un valor absoluto. Distinto, desde el punto de vista sintáctico, es el caso de “muerto el perro se acabó la rabia” : la protasis es una condición sintácticamente absoluta con respecto a la apódosis. Desde el punto de vista del discurso, estos tres refranes funcionan como sentencias absolutas. El sentido paremiológico de las dos primeras se atiene al principio “es preciso vigilar siem pre”; el del último refrán, en

47. Véase “Introducción”, en Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz, tomo I, primerareimpresión, México, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. XV. Véase, igualmente, AlessandraLuisel 1 i, El sueño manierista de Sor Juana Inés de la Cruz, México, Gobierno del Estado de México/Universidad Autónoma del Estado de México, 1993,pp. 61 y ss.

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cambio, tiene que ver con relaciones sociales no fincadas en los vínculos de sangre: por muy estables que parezcan son de tal índole que, una vez disueltas, acaban con la relación.

El segundo grupo, en cambio, tienen una protasis cuya estructura es: “N (SN) + sintagma adjetivo” . Se los podría agrupar en dos conjuntos: el primero estaría conformado por los refranes de “que” : “abejas que tienen miel tienen aguijón” , “agua que no has de beber, déjala correr”, “ la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar” . Se trata de tres imágenes totalmente diferentes: la primera y la segunda provienen del campo, la tercera es urbana. La prim era es una figura didáctica para inculcar el principio de que “no hay placer sin dolor” como no hay rosa sin espinas; la segunda figura, en cambio, la forman un arroyo y un sediento con el lema “agua que no has de beber, déjala correr” . La tercera, en fin, es la de un zapato viejo, una “chancla” que, según el Diccionario de la RAE, es un “zapato viejo cuyo talón está ya caído y aplastado por el mucho uso” .48 El sentido paremiológico del refrán se atiene al principio: “lo desechado es desecho”. Por demás está decir que estos refranes tienen un uso discursivo de tipo gnomemático. De hecho, la única razón para haber incluido tres refranes de protasis idéntica en este selecto corpus de la lapidariedad es la apódosis de tipo diferente en que los tres se resuelven: apódosis de tipo referencial (“tienen aguijón”); apódosis conativa (“déjala correr”) y, en fin, apódosis “expresiva” (“no la vuelvo a levantar”).

Por lo demás, aunque de tipo binario, estos refranes no se atienen a estructuras métrico-estróficas: sin embargo están dotados de un ritmo sentencioso proveniente tanto de la misma estructura sintáctica como de varias estructuras acústicas de tipo paralelístico: hay, desde luego aliteraciones en “ la chanclo que yo tiro no la vuelvo a levantar” y un esquema rítmico de tres acentos en dos secuencias de siete y ocho sílabas respectivamente:

o ó o o ó ó o ó o ó o o o ó oComo se puede ver, hay un explícito paralelismo quiástico entre los dos

hemistiquios marcado por la distribución de las respectivas aliteraciones: a o o a que hace corresponder “chancla” con “ levantar” y que entroniza enmedio las palabras en “yo” poco frecuentes dentro del hablar lapidario. En “agua que no has de beber, déjala correr” ( Ó O O Ó O O Ó O Ó O O O Ó O), en cambio, la secuencia silábica es de 8 + 6 en donde, sin embargo, los infinitivos al final de cada uno de los dos hemistiquios se corresponden:

48. O p. c it., p. 636.

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El hablar lapidario

“beber” y “correr” son, por lo demás, dos términos que por ser agudos hacen recaer sobre sí la atención del texto. Finalmente, el refrán “abejas que tienen miel tienen aguijón” hace descansar el nexo entre protasis y apódosis en la repetición del verbo “tienen”.

El último refrán de este grupo es muy instructivo en lo que a los mecanismos de la lapidariedad se refiere. En efecto, “albañil sin regla, albañil de m ierda”, no es sino una variante de las estructuras de ablativo absoluto a que nos hemos referido más arriba. Tanto la protasis como la apódosis del refrán está constituida, como se ve, por una secuencia estructural que podríamos definir como “N + sintagma adjetivo (SA)” empleadas en forma absoluta. Esta, como hemos visto arriba, es una de las configuraciones de ablativo absoluto ya que está constituida, precisamente, por la secuencia de “un sustantivo y un adjetivo concertados entre sí” . Como está claro, el refrán está formulado como una ecuación en donde el primer miembro es identifica­do con el segundo: hay, por tanto, un explícito paralelismo entre ambos.

22. El que ama el peligro en él pereceo ó o o ó o o ó o ó o 6 + 5

23. La que no enseña no vende y la que enseña se mosquea O O Ó Ó O Ó Ó O O O O Ó O O O Ó O 8 + 9

24. Lo que tiene la olla saca la cucharaO O Ó O Ó O ó o o o ó o 6 + 6

25. Quien hambre tiene en tortillas piensaO Ó O Ó O o ó o ó o 5 + 5

Ya hemos hablado mucho de este tipo de refranes, los más frecuentes en el refranero mexicano, en que la secuencia pronominal “el que”, “ la que” , “ lo que” y el pronombre “quien” , en sí mismos marcas de universalidad, hacen sintácticamente las veces de sustantivo y desempeñan la función de sujeto. Se trata, por tanto, de sentencias a dos hemistiquios: el primero de ellos, el de relativo, hace las veces de protasis e indica la circunstancia; el segundo contiene la sanción universal e implacable, si se cumple la circunstancia.

Se pueden notar aquí algunas otras de las marcas de lapidariedad ya señaladas. Por ejemplo, el refrán 22 prefiere decir “en él perece” a decir, sin

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hipérbaton, “perece en él” ; como el refrán 25 dice, también con hipérbaton, “hambre tiene” y “en tortillas piensa” . Este tipo de esquemas prótasis- apódosis, por lo demás, están dotados de diferentes tipos de paralelismos entre la protasis y la apódosis: hay, por tanto, distintos tipos de corresponden­cia entre el primero y segundo miembros. Hay, por ejemplo, una correspon­dencia paralelística de tipo quiástico en el refrán 25: ama el peligro en él perece. Están claros, por lo demás, los diferentes paralelismos en los otros tres refranes, sobre todo en el refrán 23. El refrán 22 tiene el estilo de un principio, el 24 y 25 el de una constatación. En cambio, el refrán 23 neutraliza su capacidad argumentativa al negar en la segunda parte lo que parece deduc irse de la primera: es, en efecto, un refrán jocoso construido sobre un viejo refrán que decía, simplemente, “ la que no enseña no vende” . Con frecuencia, el refranero mexicano recompone refranes con fines burlescos o jocosos. Propiam ente hablando, tal cual aparece formulado, por tanto, no es refrán. Las figuras de un temerario, una tendera, una olla con su cuchara y de un hambriento pensando en tortillas tienen una procedencia distinta: la figura del tem erario es literaria, las otras vienen de la vida cotidiana. Los recursos de lapidariedad más visibles en estos refranes son la universalización mediante una secuencia pronominal o el pronombre “quien” , y el uso del hipérbaton para convertir en sentenciosa una frase vulgar.

26. Arrieros somos y en el camino andamos O Ó O Ó O O O O Ó O Ó O 5 + 7

Son poco frecuentes los refranes en primera persona sea del singular, sea del plural: el hablar lapidario prefiere un referente distante. El texto está estruc­turado en forma binaria: cada frase constituye un hemistiquio; la cesura, por tanto, marca un esquema 5 + 7. En cada hemistiquio el orden de la frase prefiere la secuencia “ SN + V” en vez de la que es normal en ambos casos: “V + SN”. Confirma, por tanto, que el hipérbaton es uno de los recursos preferidos del hablar lapidario. En este caso, la inversión del orden da al elegante estilo del verso una secuencia que, de otra manera, sería vulgar. Lo dicho: los recursos del hablar lapidario coinciden con frecuencia con los del hablar tradicional. Hay un paralelismo entre las estructuras de ambos hem istiquios que crea las correspondencias “arrieros”-“cam íno”, “so- m os”-“andam os” . El peso de la contraposición no sólo descansa en la

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El hablar lapidario

oposición entre la estabilidad que emana del “somos” y la inestabilidad que se desprende de la secuencia “en el camino andamos”, sino en el hecho de que esta últim a expresión es una clara indicación de peligro: andar en el camino es andar a la intemperie, sin protección. Desde el punto de vista del enunciado el refrán está constituido por una exclamación de tipo constatativo.

Si bien se trata de una expresión exclamativa en prim era persona en la que, a decir de Jakobson, sobresale la función expresiva, discursivamente funciona como un gnomema; tiene, por tanto, la validez de un principio universal: es una exclamación de venganza. De hecho, algunas variantes completan al refrán con la frase: “y a cada rato nos encontram os” . De alguna manera, pues, el sentido paremiológico del refrán está sustentado en la exclamación “ya llegará mi oportunidad” . Desde luego, la función lógica que dentro del discurso desem peña este refrán, aunque de estructura entime­mática, no es de tipo argumentativo: hay, pues, estructuras entimemáticas cuyo mecanismo consiste en la simple metaforización de las circunstancias. De cualquier m anera es un recurso del hablar lapidario. Como lo es también, según ya lo sabemos, la estructura de hipérbaton: “arrieros somos” y “en el camino andamos” . El orden invertido además de enfatizar comprime la frase.

27. Dios aprieta, pero no ahogaÓ O Ó O O O Ó Ó O 4 + 5

Estructurada con una secuencia idéntica a la del refrán anterior en el primero de los dos miembros que conforman el refrán, “N + V”, no hay aquí, empero, hipérbaton: es la natural secuencia “ S + V”, “Dios aprieta” , que de tan simple se convierte en lapidaria. Como se ve, el refrán está constituido por la secuencia en coordinación adversativa de dos oraciones en la que, por tanto, la segunda se contrapone a la primera: ambas comparten el sujeto. Como dice G iliGaya:

Si dos oraciones expresan juicios de calidad lógica diferente, uno afirmativo y otro negativo (o viceversa), la expresión copulativa se convierte a menudo en adversativa. Esta coordinación tiene, sin embargo, conjunciones propias en las cuales aparece más clara la contrariedad de los juicios[...]49

49. Samuel Gilí Gaya, C u rso s u p e r io r d e s in ta x is e sp a ñ o la , Barcelona, Bibliograf, 1970, p. 281.

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La estructura que de ello se obtiene es totalmente paralela: dos oraciones contrapuestas unidas por la conjunción “pero” . Por tanto, el refrán descansa en la oposición entre “aprieta” y “ahoga” . La adversación, de hecho, es una m anera de convertir una frase ordinaria en una sentencia universal: la adversación indica la excepción. Es, por tanto, un mecanismo de lapida­riedad. El refrán, está por demás decirlo, es de índole gnomemática.

28. El tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarranO Ó O Ó O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

29. Los borrachos y los niños siempre dicen la verdadO O Ó O O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

30. Una cosa es la amistad y otra cosa es Juan DomínguezÓ O Ó O O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

Los tres anteriores refranes tienen una estructura m étrico-estrófica binaria, 8 + 8, con cesura; su primer miembro empieza por un sintagma nominal; carecen de rima pero están dotados de ritmo enfático en el segundo m iembro, m ientras que su primer miembro es el llamado octosílabo polirrít- mico. La estructura sintáctica, en cambio, es diversa en cada refrán. M ientras que el refrán “el tiempo cura al enfermo, no el ungüento que le embarran” está constituido por la yuxtaposición de dos oraciones relacionadas entre sí por paralelism o antinómico en el que el segundo miembro niega en forma absoluta al primero mediante el adverbio “no” ; el refrán “una cosa es la amistad y otra cosa es Juan Domínguez”, basa el paralelismo antinómico de sus miembros en la simple contraposición “una cosa”-“otra cosa” . En cambio, en el refrán “ los borrachos y los niños siempre dicen la verdad” sólo hay contrastación entre los niños y los borrachos en orden a la verdad.

Los tres refranes son de tipo gnomemático. Sin embargo, mientras que discursivam ente los dos primeros son susceptibles de desempeñar una función argumentativa, el tercero, “una cosa...” zanja de manera absoluta por vía inductiva: en efecto, su inserción en el discurso mayor es más la de un exemplum que la de una sentencia. Los rasgos de lapidariedad son distintos en cada refrán: en el refrán 28 el primer miembro es una sentencia absoluta de una estructura muy simple y tradicional SVP reducida, sin embargo, a su m ínim a expresión. El alcance universal de la proposición viene dado por la

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presencia del artículo determinado: “el tiempo cura al enferm o”. De hecho el segundo m iembro es sólo uno de los tantos remedios negados por el primer miembro: desde el punto de vista lógico, sólo sirve para enfatizar el alcance universal de lo dicho en el prim er miembro.

Los mismos recursos emplea el refrán “ los borrachos y los niños siempre dicen la verdad”. La única diferencia estriba en el sujeto compuesto: “ los borrachos y los niños” . Por lo demás, está dotado de la misma sentencialidad y emplea los mismos recursos. Si acaso, hay que señalar que el alcance absoluto del refrán es reforzado por el empleo del adverbio “siem pre” . Todos los vocablos absolutos son lapidarios: “siem pre” , como “nunca” , “nadie” o “ninguno”, lo es. Los demás rasgos del estilo lapidario están presentes: verbo en tercera persona del singular del presente de indicativo y uso del artículo determinado. La lógica, en cambio, del tercer refrán “una cosa es la amistad y otra cosa es Juan Dom ínguez” es la de una verdad de Pero Grullo. Como tal no puede ser sino cierto de m anera absoluta: se trata de una simple constatación. La aplicación, como en todos los casos a que se refiere este paradigma, tiene lugar mediante un proceso simple de m etaforización en el que la situación configurada, ya por el discurso ya por las circunstancias que los rodean, es asumida como si fuera la situación enunciada por el refrán.

31. Unos nacen para santos y otros para ser carbónÓ O Ó O O O Ó O Ó O O O Ó O Ó O 8 + 8

32. Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodarÓ O Ó O O O Ó O O Ó O O O O Ó O 8 + 8

33. Eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parvaÓ O O O Ó O Ó O Ó Ó O O Ó O Ó O 8 + 8

34. Buena es la libertad, pero no el libertinajeÓ O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

35. Cada caporal, donde mejor le parece, pone la puerta de su corral

Poco habría que agregar a lo ya dicho, con respecto a los rasgos del hablar lapidario. Los cuatro primeros de este grupo de refranes tienen una estructura

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métrico estrófica binaria de 8 + 8, sin rima. El ritmo, como en todos los textos medidos, lo da más la igualdad en el número de sílabas que la ditribución de los acentos. El refrán 3 5, en cambio, sin rima ni ritmo, está estructurado en tres partes de las cuales la primera y la tercera está unidas mediante una secuencia vocálica o-a: “caporal”, “corral” . De hecho, salvo esa reminiscencia de otra estructura más antigua y lapidaria, este refrán no puede ser tenido como ejemplo de lapidariedad a no ser por el uso del pronombre adjetivo “cada” que da a la frase un alcance universal por su matiz distributivo.50En el refrán 31, aparece de nuevo la contraposición “unos”-“otros” en donde “unos” funciona como marca de universalidad y, por ende, de lapidariedad. La universalidad, en cambio, es dada en el refrán 32 por el cuantitativo indefinido “ to d o ” .

Caso aparte es el refrán 33 “eso de trillar con burros es sólo ensuciar la parva” . Por una parte, tiene un sujeto complejo: la expresión “trillar con burros” asume un alcance universal mediante la locución determinativa “eso de” . El refrán es susceptible de funcionar discursivamente como un gnomema. La figura en torno a la cual gira el texto es la de una “mies tendida en la era para trillarla”51 y un burro. En realidad, para el refranero mexicano el burro es el símbolo de la estupidez: la aplicabilidad del refrán, por tanto, se finca, por lo general, en ese simbolismo. Además del recurso al descriptivo “eso de” y del empleo de estructuras rítmicas, ya señalados, la marca de lapidariedad más sobresaliente es la expresión generalizante “trillar con burros”, sin artículo.

36. Pídele a Dios y a los santos y echa estiércol a tus camposÓ O O Ó O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

37. Acabándose el dinero se termina la amistadO O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

38. Se hace pesado el muerto cuando siente que lo carganO Ó O Ó O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

39. Jala más un par de tetas que cien carretasÓ O Ó O O O Ó O O Ó O Ó O 8 + 5

50. C fr. D ic c io n a r io de la RAE, op. c it., p. 352.51. D ic c io n a r io de la RAE, op. c i t., p. 1538.

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Hasta dónde el hablar lapidario es un hablar simple en la m edida en que sus recursos no son muy numerosos ni muy variados, aparece en este grupo de cuatro refranes cuya característica común consiste en que empiezan todos por un sintagma verbal: “pídele”, “acabándose”, “se hace”, “ja la ” . Se trata, como se ve, de esquemas verbales diferentes: un imperativo, un gerundio, un verbo reflexivo en tercera persona del singular del presente de indicativo, y un verbo ordinario en el mismo tiempo, modo y persona. El efecto, sin embargo, es muy parecido: un consejo, una sentencia declarativa, y un par de constataciones susceptibles de asumir en el discurso una función gnomemática.

Los consejos, de por sí, son absolutos. El refrán 36 se atiene al viejo axiom a del “a Dios rogando con el mazo dando” o del monacal “o ra et la b o r a remite, por tanto, a una situación binaria que combate la convicción de que el orar es asumióle como pretexto para no trabajar. El refrán emplea, por otro lado, uno de los recursos más característicos del hablar lapidario ya mencionado: el del uso de estructuras métrico estróficas.

En cambio el refrán 37 “acabándose el dinero se term ina la amistad” además de los recursos emanados de la estructura métrico-estrófíca, ya señalada, se condensa en tom o al gerundio inicial. Tenemos muchos casos en el refranero mexicano que nos permiten constatar el empleo del gerundio como un buen recurso del hablar lapidario: el refrán “acabándose el dinero se term ina la am istad” es un buen ejemplo de ello. El gerundio, en efecto, da al texto un alcance universal tanto por la atemporalidad propia de ese modo verbal como por su carácter figurativo: el gerundio habla por figuras.

Muy distinta es la textualidad del refrán 38: “se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan” . Por un lado es una especie de sinsentido: un muerto ni “se hace pesado” ni “siente” nada. Por eso, aunque lo cataloga­mos formalmente de “constatación”, en sentido estricto no lo es. Su realidad semántica es la de un simple decir cuya significación está en lo que literalmen­te el refrán dice independientemente de la conformación que tenga con la realidad. Por lo demás, este refrán es susceptible de asumir funciones gnom em áticas dentro del discurso. Al ubicar el valor semántico del refrán en su valor literal desligándolo, en consecuencia, de la realidad extralingüística adquiere una autonomía que le da, por tanto, una validez universal; este es, en efecto, uno de los recursos de la lapidariedad verbal más frecuentes en el refranero mexicano: la que le proviene de la autonomía del texto.

Finalmente el refrán 39: “jala más un par de tetas que cien carretas” . Pese a que, como vimos, hay una desigualdad de metro entre la prim era y la

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segunda parte, están ellas íntimamente ligadas tanto por la rima (“tetas”- “carretas”) como por la desproporción: “jala más un par” “que cien” . Con este refrán se introduce una estructura muy paremiológica y muy universal: la estructura comparativa en la que sobresalen los refranes “más vale” . El refrán, por otro lado, es capaz de un uso gnomemático y, por su naturaleza figurativa, es susceptible de funcionar discursivamente tam bién como exemplum.

40. Más vale atole con risas que chocolate con lágrimasÓ Ó O Ó O O Ó O O O O Ó O O Ó O O 8 + 9

41. Más calienta pierna de varón que diez kilos de carbónÓ O Ó O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 10 + 8

Son de la misma naturaleza paremiológica que “jala más un par de tetas que cien carretas” . Se trata, en los tres casos de refranes fincados en una estructura com parativa de que ya hemos hablado bastante arriba. Empero, puesto que este paradigm a del hablar lapidario, sobre todo en la modalidad “más vale”, es no sólo importante sino uno de los posibles universales paremiológicos, hemos de agregar una palabra más a lo ya dicho. En los dos refranes de que aquí nos ocupamos, la estructura métrica es irregular, como bien puede verse. Pese a ello, ambos están dotados de rima asonante. La ausencia de artículo en ambos refranes da a los textos un alcance universal.

Es de notar, además, el tipo de adjetivación que en ambos refranes se emplea. Definida gramaticalmente, esta adjetivación está constituida por un sintagma unimembre exocéntrico, conformado por un enlace preposicional, y un término, que es, por lo general, un nombre. Con esta adjetivación nos habíamos ya topado en el refrán 20: “albañil sin regla, albañil de mierda” . Se la podría llamar adjetivación preposicional. Este tipo de adjetivación es otro de los recursos del hablar lapidario; es una adjetivación figurativa en la m edida en que en vez de definir con un adjetivo la cualidad que le interesa la describe mediante una figura: “sin regla” , “de mierda” , “con risas” , “con lágrimas” , “de varón” .

Es obvio que en los refranes fincados explícitamente en una estructura comparativa, como es el caso que nos ocupa, el esquema del texto consista en un paralelism o antitético. Por tanto, en estos refranes se dan esquemas

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paralelísticos que es preciso resaltar: “atole con risas” se contrapone a “chocolate con lágrimas” en un esquema que supone al chocolate, en sí mismo, m ejor bebida que el atole. La adjetivación figurativa, sin embargo, contrapone no las dos bebidas aisladas sino dos situaciones: beber atole en medio de la felicidad, por una parte, y beber chocolate en medio de la tristeza y sufrimiento. Es, finalmente, la contraposición entre ser un pobre feliz y ser un rico desdichado.

En el refrán 41 no se habla de dos tipos de bebida sino de dos tipos de calor: el calor humano y el calor artificial. El refrán dice que es preferible el primero. Para enfatizarlo, lo hace también figurativamente: el hablar lapidario es, en efecto, un hablar que prefiere las imágenes a los conceptos. En este caso, como en el del refrán 39 “jala más un par de tetas que cien carretas” en donde la proporción era de 2 a 100, la proporción o, si se quiere, la desproporción es de 1 a 10: “más calienta pierna de varón que diez kilos de carbón” . Desde luego, dentro de la simbología num érica de la cultura occidental 10 y 100 indican lo máximo: dentro del sistema escolar mexicano, por ejemplo, sacar una calificación de 10 o de 100 es sacar la máxima calificación. Ello equivale tanto como decir que la fuerza del amor es la más grande o que el calor marital es el mejor.

Las figuras en que se fincan estos refranes, como se puede ver, son rurales y denotan bien el Sitz im Leben en el que brotan: se trata de un mundo en el que las carretas son empleadas como medio de tracción y en el que el m ejor medio de calefacción es el carbón. Nada, pues, de tractores ni de otros sistemas de calefacción.

42. Bien juega el que no juega.

43. Cuando Dios dice a fregar, del cielo caen escobetasO O Ó O O O Ó O O Ó O Ó O O Ó O 8 + 8

44. Donde manda el caporal, no gobiernan los vaquerosO O Ó O O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

45. Sólo el que se ha muerto sabe de responsosÓ O O O Ó O Ó O O O Ó O 6 + 6

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De los cuatro refranes que componen este grupo, el 42 carece del ritmo del verso; sin embargo, por estar estructurado como juego de palabras y por constar de una clara estructura bimembre, ambos miembros terminan con la palabra “juega” que, dadas las circunstancias podría ser asumida como una forma de rima. Sin embargo, es claro que el arte del refrán descansa no en sus pretensiones de verso sino en ese juego de palabras: se trata, en efecto, de un refrán en prosa. El texto contrapone, a secas, jugar bien y no jugar y concluye que el mejor jugador es el que no juega: se trata, obviamente, del juego de cartas. El refrán refleja una repulsa popular hacia el juego de azar. Ese es, por tanto, su Sitz im Leben. La lección con respecto al hablar lapidario es: el arte de la lapidariedad, que es arte verbal, se complace en los juegos de palabras. Obviamente, desde el punto de vista discursivo el refrán es una sentencia que pese a estar formulada en forma absoluta requiere de un preciso contexto, textual o no, para funcionar. Desde luego, ese contexto es el del juego de cartas y, en general, el de los juegos de azar.

Los otros tres refranes, por el contrario, están estructurados en forma de dísticos: los dos primeros con hemistiquios octosílabos, el tercero con hemistiquios hexasílabos. El primero de ellos, el 43 “cuando Dios dice a fregar, del cielo caen escobetas”, tiene una clara estructura paralelística en donde los vocablos “Dios” “dice” “fregar” se corresponden estrictamente con “cielo”, “caen” y “escobetas” . La figura que sustenta al refrán es la una orden del cielo a fregar el gran piso de la tierra acompañada de una magna lluvia de escobetas. Este refrán forma parte de la serie de refranes que sostienen una ideología determinista: el refranero mexicano abunda, en efecto, en refranes de tinte determinista fatalista. Es obvio, por lo demás, que el tipo de paralelismo de que está dotada la mayor parte de los refranes o es antitético o es, como en este caso, de complementariedad: el segundo estico complementa lo enunciado en el primero.52

Se trata, además, de un refrán discursivamente gnomemático. Su marca de universalidad está dada por el adverbio “cuando” : el refrán tiene validez para todo lo que cae dentro del rango de ese “cuando”. Es, desde luego, un “cuando” que tiene un valor condicional; por tanto, el estico con “cuando” hace las veces de protasis, el segundo estico, en cambio, hace las de apódosis. El refrán como todos los textos del hablar lapidario, rehuye las marcas de singularidad: por eso prefiere decir “caen escobetas” a decir “caen las

52. Véase Luis Alonso Schókel, Interpretación literariade textos bíblicos, Madrid, Cristiandad, 1987,pp. 69 y ss.

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escobetas” . Se trata de un refrán abierto. El carácter gráfico del refrán, en donde la figuración es uno de los recursos más importantes, prefiere describir una acción a enunciar un concepto: así, describe a Dios diciendo “ ¡ a fregar! ”. Ello confirma la ya señalada característica del hablar lapidario como un hablar figurativo: un importante recurso del hablar lapidario es el hablar mediante figuras construidas con el menor número posible de palabras.

El refrán 44, también un dístico en versos de ocho sílabas, “donde manda el caporal, no gobiernan los vaqueros” recoge su figura más bien del mundo rural de las haciendas: supone una hacienda con su caporal y un grupo de vaqueros “gobernados” por él. El refrán es el resultado de la adaptación al medio rural de un refrán más antiguo que hablaba del capitán y sus marineros: “donde manda el capitán, no gobiernan m arineros” . El alcance universal y marca de condicionalidad están dados por el adverbio “donde” . Ello nos conduciría a concluir que otro de los indicios del hablar lapidario está dado por el empleo del adverbio como marca de generalización: el hablar lapidario, ya se sabe, es generalizante, nunca es concreto.

Finalmente, el refrán 45 “sólo el que se ha muerto sabe de responsos”, es un dístico compuesto por dos hexasílabos que funciona figurativamente puesto que un “muerto” no sólo no “sabe de responsos” sino que no “sabe” de nada. El refrán, sin embargo, con base a esa figura construye un refrán de los que sostienen el principio de que “sólo quien tiene la experiencia tiene el saber” : ese es, en efecto, el sentido paremiológico del refrán. Otros refranes de parecido sentido paremiológico, aunque construidos sobre distinta figura, serían: “sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el m uerto” y “sólo el que carga el costal sabe lo que lleva adentro” . El alcance universal y al mismo tiempo especie de condicionante está dado por el adverbio “sólo” . La figuratividad del refrán está expresada, en cambio, por la expresión “sabe de responsos” . Ambos recursos, lo hemos visto, son propios del hablar lapidario.

46. A gato viejo, ratón tiernoO Ó O Ó O O Ó Ó O 5 + 4

47. Pa los toros del Jaral, los caballos de allí mesmoO O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8 48

48. A cada puerco le llega su San Martín. 5 + 8O Ó O Ó O o ó o o o o ó o

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49. A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeosO O O Ó O O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 9 + 8

50. A nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la bocaO Ó O O Ó O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

51. A comer y a misa rezada, a la primera llamadaO O Ó O Ó O O Ó O O O O Ó O O Ó O 9 + 8

52. Al jacal viejo no le faltan goterasO O Ó Ó O Ó O Ó O O Ó O 5 + 7

53. Al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangreO O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

54. Con amor y aguardiente, nada se sienteO O Ó O O O Ó O Ó O O Ó O 8 + 5

55. Con pendejos ni a bañarse porque hasta el jabón se pierdeO O Ó O O O Ó O O O O O Ó O Ó O 8 + 8

56. De que la perra es brava hasta a los de casa muerdeO O O Ó O Ó Ó O O O O O Ó O Ó O 8 + 8

5 7. De arriero a arriero, el dinero nunca pesaO O Ó O O O Ó O O O Ó O O O Ó O 8 + 8

58. En cojera de perro y en lágrimas de mujer no hay que creerO O Ó O O Ó O O Ó O O O O Ó O O O Ó O Ó O 7 + 8 + 6

59. Entre sastres no se cobran los remiendosO O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 4 + 8

60. Hasta el santo desconfía cuando la limosna es grandeO O Ó O O O Ó O O O O O Ó O Ó O 8 + 8

61. Para amores que se alejen busca amores que se acerquenO O Ó O O O Ó O Ó O Ó O O O Ó O 8 + 8

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E l hablar lapidario

62. Por la vereda se saca al ranchoo o o ó o o ó o ó o 5 + 5

63. Según el sapo es la pedrada O Ó O Ó O Ó O O Ó O 5 + 5

64. Sin contar a la mujer, lo más traidor es el vinoO O Ó O O O Ó O o ó o ó ó o ó o 8 + 8

Una palabra sobre los recursos de lapidariedad mostrados por este grupo de 19 refranes cuyo principal vínculo estriba en que su primer estico empieza por una preposición. Los mecanismos de lapidariedad, amén de su tendencia a la belleza del verso, son fundamentalmente los mismos que han aparecido en refranes anteriores. A saber: la ausencia de artículo en los sintagmas nomina­les y el uso, en otros casos, del artículo determinado; y la tendencia a la creación de figuras ya sea mediante construcciones preposicionales ya con expresiones descriptivas del tipo “ le llega su San M artín” . Por lo que hace a su estructura estrófica digamos que, aunque con irregularidades, el hablar lapidario representado en el refrán tiende al verso, si es octosílabo mejor, como base de su estructura.

En el refrán 46, “a gato viejo, ratón tierno”, el ritmo descansa en la contraposición explícita entre “gato viejo” y “ratón tierno” que alcanza a cada uno de los componentes de cada sintagma: “gato” se opone a “ratón” y “viejo” se opone a “tierno” . La ausencia de artículo da al refrán el valor de un gnomema con alcance, por tanto, universal: suena como una máxima. La lapidariedad, bien se ve, radica en buena medida en este carácter multifuncional de los textos que les viene de su alcance universal. Los textos particulares sirven para una sola ocasión, los textos universales en función entimem ática como los refranes sirven para todos los casos que caen bajo la ley universal que enuncian. Adoptan, por eso, la forma de una sentencia: por encima de la banalidad cotidiana. En ese sentido, el carácter sentencioso de un texto coincide con su lapidariedad y las marcas de sentencialidad son, en resumidas cuentas, marcas de lapidariedad: no sólo el texto se condensa al máximo, sino que tiene lugar la máxima economía del lenguaje y, por ende, las palabras se hacen pesadas, lapidarias.

La figura está, obviamente, tomada de un universo de gatos y ratones: el refrán compensa, por lo demás, la debilidad de lo viejo con la suavidad de lo

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nuevo. La irregular estructura métrica del dístico es neutralizada por el estricto paralelismo entre los dos sintagmas ya mencionados. En tanto que con el refrán 47, “p ’a los toros del Jaral, los caballos de allí mesmo”, estamos ante un dístico regular, 8 + 8, y una explícita contraposición entre toros y caballos. La figura descriptiva “de allí m esm o” es un rasgo de lapidariedad.

Ya se ha señalado el m atiz generalizante emanado del distributivo cada. El refrán 48 “a cada puerco le llega su San M artín”53 que tiene el mismo sentido parem iológico que el refrán “a cada capillita le llega su fíestecita”54 es, de esta manera, un refrán gnomemático pese a los indudables rasgos de exclamatividad que contiene. El único rasgo de lapidariedad atendible es la ya señalada figuratividad emanada de la expresión “su San M artín” . Carece de rima y su ritmo es desigual aunque, sin duda, sus hemistiquios están dentro del rango de los versos concisos en torno a las cinco sílabas. Los refranes 50 (“a nadie le amarga un dulce aunque tenga otro en la boca”), 53 (“al que no ha usado guaraches las correas le sacan sangre”), 55 (“con pendejos ni a bañarse porque hasta el jabón se pierde”), 56 (“de que la perra es brava hasta a los de casa m uerde”), 57 (“de arriero a arriero, el dinero nunca pesa”), 60 (“hasta el santo desconfía cuando la limosna es grande”), 61 (“para amores que se alejen busca amores que se acerquen”) y 64 (“sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino”) tienen, todos ellos, una estructura estrófica de dísticos de 8 + 8. Las figuras en que se apoya la lapidariedad de estos refranes están tomadas de los más variados ámbitos. Todos ellos, por lo demás, se fincan en la sentencialidad lapidaria emanada del carácter preposicional del prim er hemistiquio que, como ya hemos señalado, adopta por lo general un m atiz figurativo. Excepto el refrán 61, ninguno de los refranes de este grupo tiene rima.

Los refranes 62 (“por la vereda se saca al rancho”) y 63 (“según el sapo es la pedrada”), constituidos por dísticos de 5 + 5, tienen ya en su condensa­ción un rasgo de lapidariedad. Los demás refranes del grupo tienen una estructura estrófica irregular aunque no falten refranes, como el 51 ( “a comer y a m isa rezada, a la prim era llamada”), el 54 (“con amor y aguardiente, nada se siente”) y el 58 (“en cojera de perro y en lágrimas de m ujer no hay que creer”) que pese a ello están dotados de rima. Sólo tres de ellos, pese a su indudable estructura rítmica se atienen a esquemas estróficos irregulares: el

53. Que recoge José Pérez en sus Dichos dicharachos y refranes mexicanos, op. cit., p. 14.54. Recogido por Miguel Velasco Valdés en su Refranero mexicano, op. cit.,p. 17.

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49 (“a las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos”) que, como hemos señalado, tiene una estructura estrófica de 9 + 8; el 52 (“al jacal viejo no le faltan goteras”) cuya estructura estrófica es de 5 + 7; y el 59 (“entre sastres no se cobran los remiendos”) cor una estructura estrófica de 4 + 8.Huelga decir que todos ellos son susceptibles de asumir dentro del discurso una función gnomemática. El alcance universal de los textos viene dado a veces figurativamente por construcciones preposicionales del tipo “con amor y aguardiente” , “con pendejos”, “entre sastres”, “según el sapo” . Cabe observar que estas construcciones preposicionales de tipo figurativo se suelen construir sin artículo: a ellos se equipara el empleo del infinitivo como en “a comer y misa rezada” . En otros casos, se emplea el más común recurso del artículo determinado al lado de la preposición: “ a las mujeres y a los charcos”, “al jacal viejo” .

65. Me extraña que siendo araña te caigas de la paredO O O O Ó O Ó O O Ó O O O O Ó O 8 + 8

Forma parte de una serie de refranes que podríamos denominar “me extraña” . Se trata, por tanto, de una estructura paradigmática reconocida. Como se ve, su estructura estrófica es la de un dístico constituido por dos octosílabos con la particularidad de que el primero de ellos, dotado de una cesura tras “extraña”, tiene rima al mezzo, “extraña” y “araña” , con lo que el juego verbal se hace más vistoso. Como se ha visto, son raros los refranes en primera persona; de hecho,la mayor parte de ellos son de tipo exclamativo y, como se ha dicho, no son gnomemáticos: su función en el discurso suele ser de adorno. En la ejecución de este no están ausentes los rasgos de exclamatividad. Sin embargo, en el actual uso mexicano de la lengua, se suele usaren funciones gnomemáticas. Por lo general, el rango situacional del refrán se circunscribe a las circunstancias de habilidad como la serie de refranes “a la mejor cocinera se le va una papa entera” . En este caso, la contraposición entre la habilidad presumida y la realidad es dada por la secuencia expresiva “me extraña” : la función argumentativa es desempeñada por el refrán, estrictamente hablando, más como exemplum que mediante un mecanismo entimemático. Sin embargo, en la práctica eso carece de importancia.

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66. Si te ensillan, masca el frenoO O Ó O Ó O Ó O 4 + 4

Es un refrán consejo cuyo funcionamiento discursivo es dado a través de una figura: un caballo ensillado que en el refrán equivale a un caballo dominado. El consejo dice: si te dominan, aguántate. El alcance universal está dado, como en la mayoría de los refranes consejo, mediante la figura que conforma: la figura se convierte en símbolo de una gran cantidad de situaciones a las que es asim ilada y a las que, discursivamente, se aplica. Por tanto, hay en el refranero dos tipos de recursos de lapidariedad que hacen que la expresión paremiológica tenga un alcance universal: unos que son de tipo verbal y otros que son de tipo emblemático. Los del prim er caso son los más frecuentes: como carencia o empleo de artículo, según los casos, o el uso de vocablos absolutos del tipo de los cuantificadores “todos”, “nadie”, “ninguno” o de los adverbios “nunca” , “no” . Los del segundo, lo hemos visto, consiste en la construcción de una figura con la menor cantidad de vocablos: “hombre dormido” , “con lágrimas” , “de que la perra es brava” . A veces, como en el caso presente, todo el refrán es una figura. Cabe recordar que, por lo demás, ambos recursos están siempre presentes en el mecanismo lapidario del refrán: sólo que a veces prevalece uno sobre el otro.

67. Aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisiónO O O Ó O Ó Ó O Ó O O O Ó O Ó O 8 + 8

Este es un excelente ejemplo del funcionamiento figurativo de los refranes. Sin una m arca definida de universalidad, este refrán, exclamativo por lo demás, tiene un alcance unlversalizante que le proviene de la figura de lajaula de oro que construye: hay, en efecto, una gran cantidad de situaciones asim ilables a una jau la de oro y a las que, por tanto, se puede llamar m etafóricam ente “jaula de oro” . El refrán sentencia que, pese a ser de oro, son una prisión. Se trata, por tanto, de una explícita contrastación entre lo que culturalmente significa el oro y lo que, de hecho, es unajaula. La función que la figura les atribuye, empero, es diferente: lajaula es un sustantivo, el oro hace sólo la función de un adjetivo. La jaula sigue siendo jau la no importa las cualidades que tenga: sigue siendo una “prisión” . El hecho de que sean muchas las situaciones que puedan ser catalogadas como “jaula de oro” hace

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que la sentencia sea aplicable a todas ellas: “no deja de ser prisión” . Por lo demás, el refrán tiene otros recursos de la lapidariedad como la estructura estrófica. El empleo del subjuntivo en la protasis es raro y da al refrán un estilo casuístico que refuerza, en todo caso, la validez universal de lo que asienta.

Una palabra sobre algunas constantes que aparecen en nuestro corpus: después del somero recorrido realizado en nuestro corpus paradigmático, se puede decir que predominan en él no sólo los “términos de polaridad negativa” sino los “entornos negativos” .55 Por un lado, los cuantificadores “nada”, “nadie”, “ninguno”, “más que” , “hasta”, “nunca” que suelen funcionar dentro de la frase como términos de polaridad negativa:

en gramática generativa se denomina términos de polaridad negativa a aquellas construcciones cuyo funcionamiento está condicionado a que en la oración aparezca una negación; sin ella la secuencia resulta a todas luces agramatical.56

Por otro lado, los llamados en gramática transformacional “activadores negativos” ; es decir:

todas aquellas unidades gramaticales que pueden producir los efectos sintácticos del adverbio negativo No posibilitando la aparición de un término de polaridad negativa. Estos elementos impulsan o inducen los mismos mecanismos sintácticos que la negación explícita sin que ello lleve consigo necesariamente la adquisición de sus propiedades sintácticas.57

Tales activadores negativos presentes en el corpus son elem entos como las preposiciones y conjunciones “antes de” (“antes encontrarás burro con cuernos que amiga perfecta”), “en vez de” (“quien compra paraguas cuando llueve en vez de seis paga nueve”); “sin” (“sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino”); “si” y en general las estructuras condicionales (“si se te cierra una puerta, otra hallarás abierta”, “hombre prevenido, vale por dos”, “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”); las construcciones comparativas (“más vale”, “verbo + m ás”, “es m ejor”); algunos ordinales como “prim ero” , “último”; los cuantificadores indefini­

55. Tomamos esta terminología de laexcelente investigación de Ignacio Bosque, Sobre la negación, Madrid, Cátedra, 1980.

56. Ignacio Bosque, op. cit., p. 20.57. Ibid.

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dos y adverbios (“poco”, “sólo” , “apenas” : “poco veneno no m ata” , “sólo cuando hay remolino se levanta la basura” , “apenas les dicen mi alma y ya quieren casa aparte”); las interrogaciones (“¿para qué son tántos brincos estando el suelo tan parejo?”). Según los resultados obtenidos por Ignacio Bosque en su investigación sobre la negación en español, “el análisis de las estructuras negativas en castellano apoya la propuesta semántico- generativista de que la configuración de la estructura de base debe responder al esquema VSO” .58 Ello significa, por una parte, que “el orden de los constituyentes en la estructura profunda” es “no lineal”59y, por ende, más manejable y apto para la lapidariedad; pero, por otra, que se debe buscar en el contexto cultural y motivos de índole pragmática las raíces de esa lapidariedad.

Finalmente, nos resta recordar que, discursivamente, el refrán es parásito y puede ser entimemático, servir de exemplum o de simple ornato. Que en el primer caso el razonamiento que desencadena es de tipo deductivo. En el segundo es de tipo inductivo y en el último hace estallar el texto en sentido diametralmente opuesto a la lapidariedad. Los dos tipos de discurso mayor donde el refrán se desempeña son el diálogo y el discurso argumentativo en los que puede desem peñar ya una función epigráfica o exegética en la que el discurso m ayor se convierte en glosa del refrán, ya una función entimemática a la que se equipara, en la práctica, el uso figurativo de los refranes a que nos hemos referido. Está claro, por lo demás, que la posibilidad del refrán de decir más de lo que enuncia se debe a su alcance unlversalizante que le proviene, como hemos visto, ya de una serie de recursos verbales, ya del funcionamien­to, mediante construcciones plásticas también verbales, de figuras que hacen las veces de universalizadores y que permiten que el texto sea aplicable a un universo de situaciones análogas. Los refranes “como” pueden servir de buen ejemplo de esto. Por lo demás, el uso de figuras verbales como recursos de universalización del refrán ponen de manifiesto no sólo el papel que juega la m etaforización en el funcionamiento entimemático del refrán sino que documentan bien el funcionamiento de lo que se ha dado en llamar el “estilo indirecto” . Finalmente, todo radica en lo que podríamos llamar la estructura em blemática de la lapidariedad.

58. Op. cit., p. 161.59. Op. cit., p. 30.

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EL HABLAR LAPIDARIO

D i s c u r s o a r g u m e n t a t i v o y d i á l o g o

Como se ha dicho hasta la saciedad, son dos los tipos de discurso o puntos de referencia en que se apoya nuestra reflexión sobre la discursividad del refrán y, en general, del hablar lapidario son el discurso argumentativo y el diálogo. Es conveniente, pues, una breve palabra sobre ambos tipos textuales. Cuando aquí hablamos de “discurso argum entativo”, obviamente empleamos la palabra “discurso” en su acepción común en el sentido de una pieza oratoria, leída o pronunciada en público, en que se expone un tem a con la intención ya de enseñar, ya persuadir a los oyentes.60Por supuesto, cuando decimos que la finalidad de los discursos puede ser enseñar o persuadir, hablamos ya de dos tipos textuales funcional y formalmente diferentes: los didácticos, por una parte, y los argumentativos, por otra. Nuestro punto de referencia en este ensayo para ilustrar las funciones discursivas del gnomema es, por obvias razones, sólo el discurso argumentativo: aquella exposición de un tema que tiene como finalidad la persuasión.

Cuando aquí hablamos de “argum entación”, por tanto, lo hacemos en el sentido de la retórica. Es decir, bajo el presupuesto perelmaniano de que “toda argum entación pretende la adhesión de los individuos y, por tanto, supone la existencia de un contacto individual” .61 Discurso argumentativo, por tanto, son las piezas oratorias producidas tanto por el político en el desem peño de funciones como por el predicador en el de las suyas, por ejemplo. Oponemos la demostración a la argumentación y, por ende, a los tipos de discurso en ellas cimentados. No nos interesan los discursos demos­trativos, como lo son los discursos científicos, sino sólo los discursos argumentativos. Con Perelman,62 establecemos una distinción entre persuadir y convencer: lo primero tiene como objetivo una conducta, lo segundo es un acto más intelectual; sobre la preem inencia de un concepto sobre otro y, en general, sobre las relaciones y diferencias entre ellos, he aquí lo que dice Perelman:

para aquel que se preocupa por el resultado, persuadir es más que convencer, alser la convicción sólo la primera fase que induce a la acción. Para Rousseau, de

60. Véase, al respecto, las doce acepciones que el Diccionario de la RAE (Op. cit., ad loe.) recoge sobre el vocablo “discurso” .

61. Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, op. cit., p. 49.62. Op. cit., p. 65 y ss.

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nada sirve convencer a un niño “si l ’on ne sait le persuader1'. En cambio, para aquel que está preocupado por el carácter racional de la adhesión, convencer es más que persuadir [...]. Nosotros nos proponemos llamar persuasiva a la argumentación que sólo pretende servir para un auditorio particular, y nominar convincente a la que se supone que obtiene la adhesión de todo ente de razón.63

Está por demás decir que como ejemplo de arenga política hemos tenido como punto de referencia el discurso político mexicano.64 Se puede decir que entre los rasgos más sobresalientes del discurso político mexicano cabría señalar sus pretensiones proselitistas, su fundamentación en verdades que considera como absolutas, sus pretensiones institucionalistas y su índole axiológica: en la medida en que tiene como objetivo el ganar adeptos, emplea slogans que hace funcionar como verdades absolutas, usa como argumento definitivo la institucionalidad de sus propuestas y se basa en una escala de valores hecha a modo para las pretensiones del gobernante en tumo. De hecho, hay que señalar que este tipo de características son, mutatis mutandis, propias de cualquier discurso político.

A este mismo ámbito, pues, pertenece el discurso argumentativo. Para la presente investigación hemos tomado como paradigmas del discurso argumentativo tanto la arenga política65 como la predicación.66 67 Partimos del presupuesto, por una parte, de que la arenga política es parte esencial del discurso político y, por otra, de que todo discurso político se presenta como esencialmente polém ico en la medida en que se da como una explícita confrontación con otros discursos políticos. Como ya lo ha señalado Marc Angenot en su ejemplar investigación La parole pamphlétaire,61 la polém ica es uno de los géneros afines al discurso panfletario que tiene, por lo demás, muchos puntos en común con lo que aquí llamamos el “discurso político” .

63. Ibid.64. Para un corpus de discursos políticos, véase Ernesto de la Torre Villar (compilador), La conciencia

nacional y su formación. Discursos cívicos septembrinos (1825-1871), México, UNAM, 1988. En nuestro ya mencionado ensayo sobre el nacionalismo hacemos referencia al corpus documental de los informes presidenciales. Véase en especial, lasección titulada“el nacionalismo en el discurso político mexicano”, Op. cit., pp. 46 y ss.

65. Sobre el discurso político mexicano véase Andrew Roth Senef y José Lameiras (editores), El verbo oficial, Zamora, El Colegio de Michoacán / ITESO, 1994; véase también nuestro ensayo “Nacionalismo: génesis, uso y abuso de un concepto”, en Cecilia Noriega Elío (editora), El nacionalismo en México, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, pp. 27-81.

66. En nuestro ya citado ensayo sobre el nacionalismo, hemos puesto de relieve la muchas veces señalada cercaníaentre sendos discursos político y religioso.

67. Op. cit.

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E l hablar lapidario

M ás aún, no sólo una buena parte de la tem ática del corpus analizado por A ngenot ronda de alguna manera los territorios de lo político, sino que el género panfletario comparte recursos con el discurso político. Se trata, en efecto, de discursos entimemáticos a los que gusta, sin embargo, apoyarse en ejemplos, y cuya estructura es la de un discurso retórico. No es difícil encontrar otros paralelismos entre ambos tipos textuales: para lo que aquí nos proponemos, bástenos con lo dicho.68

Con respecto al género literario de la predicación, hemos de señalar que incluimos en él a los subgéneros de la hom ilía y el sermón al paso que excluimos la catcquesis.69 Se entiende por homilía la predicación dominical consistente “en la explicación de un texto bíblico y su aplicación a la vida de la comunidad de los fíeles.”70 Sermón, en cambio, “es un discurso en torno a un determinado argumento o tem a de la vida cristana, elaborado según los preceptos de la retórica” .71 Tanto del sermón como de la hom ilía es posible distinguir varias clases. De los dos, es el sermón, quizás, el género textual que mejor podría documentar el discurso argumentativo que aquí nos interesa. La hom ilía que, como se sabe, en la term inología actual72 sigue llamándose “serm ón”, puede tener una finalidad didáctica. En efecto, de entre los cinco tipos de hom ilía en que se suelen clasificar las homilías a saber, doctrinal, teológica, moral, apologética y polémica, los dos prim eros son de tipo didáctico.73

El otro tipo textual que sirve de discurso m ayor al refrán es, según decíamos, el diálogo como se suele llamar a la “conversación entre dos o más personajes” .74 El diálogo no es sólo la manera más habitual de comunicación

68. Véase especialmente La parole pamphlétaire, Op. cit., pp. 145-233.69. Para esto puede verse Domenico Grasso, L ’annuncio della salvezza, Nápoles, M. D 1 Auria Editores

Pontificio, 1966, pp. 341 yss.70. Domenico Grasso, La predicación a la comunidad cristiana, Estella (Navarra), Ed. Verbo Divino,

1971,pp. 15-16.71. Ibid.72. La constitución sobre liturgia del Concilio Vaticano II, Sacrosantum Concilium (véase Concilio

Vaticano II. Constituciones. Decretos. Declaraciones, Madrid, BAC, 1965, pp. 148 yss.), por ejemplo, emplea indiferentemente los términos “sermón” y “homilía”: en los números 24 y 52 de la mencionada constitución (así como en el número 24 de la constitución Dei verbum) la llama “homilía”; en cambio en el número 35 la llama “sermón”.

73. Para una teoría del sermón puede verse Francisco Joseph Artiga, Epítome de la eloquencia española, edición facsimilar, México, Frente de Afirmación Hispanista, 1992; véase, igualmente, Fray Diego de Valadés, Retórica Cristiana, México, UN AM/FCE/Quinto Centenario, 1989.

74. Patrice Pavis, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología, Barcelona / B. Aires / México, Paidós Comunicación, 1990, p. 127. María del Carmen Bobes Naves en El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico y literario (Madrid, Gredos, 1992, pp. 104 y ss.) establece una serie de diferencias entre “diálogo” y “conversación”. Nosotros nos atenemos a ellas.

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entre los seres humanos, sino que en la historia de la cultura occidental ha funcionado como estructura fundamental de una serie de géneros literarios importantes como el dramático, la poesía lírica, el relato y, desde luego, el diálogo, ese género cultivado por figuras como Platón, Cicerón, Luciano de Samosata, Petrarca, M aquiavelo, Erasmo y, en nuestra lengua, Juan de Valdés. En el los se trata de un recurso de escritura. Como dice Juan de Valdés en la dedicatoria a su Diálogo de Doctrina Christiana, dice:

porque fuera cosa prolixa y enojosa repetir muchas veces “dixo el Anjobispo” y “dixo el cura” y “dixe yo” determiné de ponerlo de manera que cada uno hable por sí, de suerte que sea diálogo más que tratado.75

A decir de M aría del Carmen Bobes Naves, “el diálogo es un discurso directo en el que intervienen cara a cara varios sujetos, con intercambio de turnos, que tratan un tem a único para todos” .76 Como se ve, el rasgo esencial para que una comunicación sea tenida como diálogo es la reversibilidad de la comunicación provocada por el hecho de que en el diálogo los personajes hablan directamente sin necesidad de narrador.77 Al respecto, dice Bobes Naves:

en el diálogo directo, cada uno de los hablantes debe interpretar, si quiere intervenir adecuadamente, lo que los otros han dicho y además todos los signos simultáneos que están en el contexto social y de situación en que se desarrolla el diálogo.78

El diálogo, por tanto, funciona mediante un intercambio de signos verbales y no verbales que concurren en la comunicación. Por eso es tan propicio como espacio de recepción del refrán que, como hemos señalado, no sólo expresa una verdad media dentro de la convicción de una comunidad de

75. Edición de Domingo Ricart, México, UNAM, 1964, p. 18. Por lo demás, el término “diálogo” ha asumido en los últimos tiempos, a raíz de la encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI otro sentido. A la encíclicaen cuestión, en efecto, se ladenominó la“encíclica del diálogo” porel papel tan preponderante que el diálogo desempeña en ella entendido como un mecanismo de interlocución por la que dos partes distanciadas pueden exponer sus puntos de vistay buscar un acercamiento.

76. Op. cit., p. 33.77. Cfr. Helena Beristáin, op. c/7.,p. 144.78. Op. c/7.,p. 27. Este afán porel discurso directo propiciado porel diálogo es enfatizado tanto por Cicerón,

como por Maquiavelo, entre otros. Véase, aeste respecto, la introducción de Cristina Barbolani a Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, segunda edición, Madrid, Cátedra, 1984, pp. 53 y ss.

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hablantes sino que funciona, como el diálogo mismo, por la confluencia de signos verbales y no verbales. De hecho, “el diálogo significa tanto por los silencios, el no-dicho y las interrupciones de las réplicas, como por el contenido de las palabras.”79 Desde ese punto de vista, el diálogo puede tam bién ser asumido como una actividad semiótica.

Las características distintivas del diálogo se basan, por consiguiente, tanto en el hecho de que los interlocutores tienen dentro de él una función específica que hace que el diálogo vaya avanzando de una manera efectiva; como en la ya m encionada circunstancia de que en el diálogo concurren una serie de acciones y circunstancias no verbales que, de cualquier manera, lo condicionan y contribuyen a su significación de una m anera decisiva. El diálogo, como cualquier acto de habla, se guía por una serie de normas implícitas entre las que hay que mencionar, como decisiva, la completa “ libertad de intervención y las mismas posibilidades de uso por turnos, independientemente de que su situación social fuera del diálogo sea de desigualdad.”80 Por tanto, ello implica, por una parte, no sólo la igualdad de los interlocutores desde el punto de vista lingüístico, sino su participación activa. Implica asimismo, por otra parte, que

el sujeto en sus tumos de oyente ha de mostrar mediante signos kinésicos y proxémicos que está escuchando y demostrar en sus tumos de hablante que ha oído y entendido las intervenciones de los demás, pues rompe las normas regulativas del diálogo el intervenir fuera de contexto, ya que supondría impedir el avance hacia la unidad de fin.81

En suma, por distintas razones, como se desprende de lo dicho, el discurso argumentativo y el diálogo tienen una serie de afinidades con el gnomema que los hacen no sólo terreno abonado para el funcionamiento discursivo del hablar lapidario sino, en consecuencia, laboratorio adecuado para aprender cómo se comportan nuestros pequeños textos cuando se insertan en discursos mayores.

79.80. 81.

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Patrice Pavis, op. cit., p. 131.M. del C. Bobes Naves, op. cit., p. 49. Bobes Naves, op. cit., p. 54.

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E l refrán como modelo del hablar lapidario

H a c i a u n a t e o r í a d e l a l a p i d a r i e d a d

En suma, girando en torno a este corpus de refranes mexicanos en busca de las características textuales del hablar lapidario nos hemos encontrado que, en efecto, el discurso lapidario es por naturaleza breve y que, como hemos señalado arriba, se trata de un discurso monognomemático. Ya en el hablar cotidiano, ya en las diferentes modalidades del discurso argumentativo en el que se enclava la unidad de este discurso, el gnomema, lo hace con dos principales funciones de tipo argumentativo: una deductiva, mediante el recurso entimemático; otra inductiva haciendo la función de exemplum. Habíamos dicho al principio que todo compuesto semiótico, y un lenguaje lo es, consta de unidades funcionales y de reglas que indican la manera como se combinan entre sí esas unidades para constituirlo. Hemos encontrado, en este ya largo recorrido, que los gnomemas, unidades del discurso lapidario, tienen una serie de características estilístico-formales orientadas a desempeñar sobre todo la función de un entimema dentro del discurso mayor en que se enclavan. Estas técnicas, como acabamos de ver, consisten por lo general en emplear una serie de recursos de abstracción a fin de que el enunciado adquiera un rango universal. Como hemos visto, este rango universal a veces es desempeñado entre los miembros de una sola especie: para la función entimem ática del refrán eso basta.

La combinabilidad de un gnomema, en cuanto unidad del discurso lapidario, puede ser estudiada ya desde la relación de un gnomema con otro gnomema, ya desde la relación de un gnomema con otros tipos de discurso no gnomemático. En general, como ya señalamos, el gnomema tiene la doble cualidad de ser una unidad textual pequeña y, por otra, no suele entrar en combinación con otra unidad de la misma índole. Es decir: una de las reglas de combinación del discurso gnomemático es que su unidad, el gnomema, no es combinable con otro gnomema a no ser en estructuras “en racimo” protegidas por el marco de un discurso mayor. La regla de esta singular sintaxis dice, pues, que, por lo general, un gnomema no se une a otro gnomema a no ser que ambos compartan el entorno dentro de uno de los discursos mayores en que, como hemos dicho, funciona el gnomema: piénsese en la novela de Agustín Yáñez Las Tierras flacas*2 en donde los refranes aparecen por racimos y comparten contexto textual y se refuerzan entre sí en 82

82. Op. cit. Véase labibliografía.

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su función entimemática. Digamos que a los refranes que pertenecen al mismo racimo se les atribuye el mismo sentido paremiológico. En estos casos, la relación entre gnomema y gnomema es de tipo paratáctico.

Por tanto, el gnomema o funciona sólo como unidad discursiva o funciona dentro de un discurso mayor. Los tipos de discurso mayor más frecuentes en que funciona el gnomema son, según lo hemos dicho, el diálogo y el discurso argumentativo. Ahora bien, dos son las maneras más importantes que tiene un gnomema de insertarse en el discurso mayor: el entimema y la figura. El gnomema se inserta de manera entimemática en un discurso mayor cuando desempeña dentro de él una función argumentativo-deductiva; en cambio, una inserción predominantemente figurativa tiene lugar cuando la función que desempeña el refrán en el texto mayor es argumentativo- inductiva. Como quedará claro por lo que diremos enseguida, en efecto, independientemente de la manera como el gnomema se enclava en el discurso mayor y de la función que en él desempeña, es característica esencial del hablar lapidario, tal cual se manifiesta en los refranes, su carácter figurativo: gracias a ese carácter figurativo no sólo es evocado sino, sobre todo, puede decir más de lo que enuncia. La figuratividad del refrán es tanto de índole cultural como de carácter textual; la figuratividad textual, por lo demás, puede ser ya descriptivo-plástica, ya acústica, ya cultural-tipológica. En todo caso, la figuratividad textual supone a la figuratividad cultural que es la que verdaderamente hace funcionar a la primera.

El concepto de figura a que aquí nos referimos está tomado de la emblematística de la que ya hemos hablado arriba de él. En concreto, hablamos de una estructura figurativa cuando el texto describe ya plástica­mente, ya acústicamente, ya tipológicamente, una realidad: en nuestro corpus se dan los tres tipos de figuratividad. Sin embargo, la más importante para nuestro fin es la figuratividad descriptiva. Como bien se sabe, la adjetivación es el recurso típico de la descripción y, según hemos visto, las protasis de nuestros refranes por lo general tienen una estructura adjetival. Baste recordar que el grupo de refranes más numeroso de nuestro corpus son, indudablemen­te, los refranes “que”, un tipo de refranes de estructura adjetiva. Nos hemos encontrado, en el hablar lapidario representado por los refranes, varias maneras de abreviar la descripción de una figura: por ejemplo, ya mediante una estructura preposicional, ya mediante una estructura adverbial o, en general, mediante cuantificadores. En estos casos, el cuadro es pintado de un solo rasgo “albañil sin regla” ; y la sentencia también: “albañil de mierda”.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

Hemos señalado reiteradas veces la estructura emblemática del sistema semiótico conformado por un refrán y su entorno ya sea textual ya real. Por lo general, ese entorno suele constituir, evocar o invocar, en el peor de los casos, una figura que, por lo demás, ya existe y funciona culturalmente. Sin esa figura no hay lapidariedad: el discurso se vuelve oscuro. El texto lapidario viene funcionando, pues, como un lema dentro de un emblema.

La categoría de “figura” relacionada con la textualidad es muy común en las ciencias del lenguaje. En efecto, el concepto de “figura” ha sido analizado en la moderna teoría del discurso de muy diversas maneras y con una herramienta muy variable: entre otras, se ocupa de ella la glosemática de Luis Hjelmslev, la retórica, la semántica narrativa y la semiótica, de corte greimasiano estas dos últimas. Por lo pronto, son muy conocidas las “figuras retóricas” . La antigua retórica, en efecto, en lo relativo a la dispositio, llamó “figuras” a las maneras de hablar que o bien para hacer el texto más agradable y persuasivo,83 o bien para lograr algún efecto estilístico específicamente buscado,84 85 86 se salen del uso gramatical vigente o se distancian de otras figuras o discursos. Como bien se sabe y lo ha señalado Roland Barthes en La antigua retórica?5 en su época decadente la retórica quedó reducida a una lista de figuras o artificios del hablar.

También existe el concepto de “figura sémica” que, procedente de la semántica discursiva, llegó, como decíamos, a la semiótica greimasiana cuyo concepto de “figura” tiene algunos rasgos que no están muy lejos del sentido que aquí le damos, aunque en otros aspectos esté muy alejada de él que, como decía, tiene más vínculos con la emblemática. A. J. Greimas, en efecto, en su Semántica estructural. Investigación metodológica86 elabora el concepto de “figura nuclear” y habla de “figuras simples y compuestas” según que el núcleo sémico esté constituido por una estructura elemental o por “una combinación de semas que van de las diferentes manifestaciones posibles de la estructura elemental a los agrupamientos estructurales más complejos, vinculando entre sí los semas pertenecientes a sistemas relativamente inde­pendientes.”87

83. Mayáns, citado por F. Lázaro Carreter, Diccionario de términos filológicos, op. cit., ad loe.84. Helena Beristáin, Diccionario de retóricay poética, op. cit., pp. 211 y ss.85. Op. cit.86. Segunda reimpresión, Madrid, Gredos, 1976,pp. 68 y ss.87. A. J. Greimas, op. cit., p. 74.

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E l hablar lapidario

De la misma manera, en el análisis semiótico de corte greimasiano,88 las estructuras del nivel descriptivo89 del texto están organizadas en torno, principalmente, a las figuras. Se llama aquí “figuras a las unidades de contenido que sirven para calificar, para de alguna manera dar cuerpo a los papeles actanciales y a las funciones que éstos cumplen” .90 El análisis de figuras en un texto consiste fundamentalmente, por tanto, en determinar el valor que tienen las figuras que aparecen en el texto estableciendo el rol actancial que desempeñan: qué figuras hacen la función dq sujeto, qué figuras hacen la función de objeto; cuáles de destinador o de destinatario y cuáles, en fin, de ayudante o de oponente. La semiótica greimasiana clasifica, como bien se sabe, a los protagonistas de los textos según seis funciones constantes que llama actantes. Como muy bien señala Helena Beristáin, se llama aquí “figura” a la “unidad de contenido que al calificar los papeles actanciales cumplidos por los personajes, les procura un revestimiento semántico, los caracteriza” .91

De acuerdo con la concepción greimasiana, pasa con las figuras lo que con los lexemas, como pueden llamarse a las palabras cuales las trae un diccionario. Todo lexema se compone de semas o unidades mínimas de significación. En cada lexema, cada acepción de diccionario constituye un semema o itinerario semémico. Las figuras funcionan de m anera parecida a un lexema. De hecho, a una figura en abstracto se le puede llamar figura lexemática. Sin embargo, los itinerarioslexemáticos que se desgajan de cada figura son referidos siempre a un núcleo estable; una figura lexemática, por tanto, es una organización virtual de sentido como un lexema en abstracto lo es: una figura es virtualmente, por tanto, un repertorio; sin embargo, una figura funcionando en un texto, un refrán por ejemplo, es una figura realizada, actualizada. La virtualidad de las figuras es asunto de la lengua, su realización, en cambio, remite a una situación en el discurso. En los relatos propiamente

88. Parauna ideade las principales vertientes actualmente en boga dentro de lasemiótica, véase nuestro libro En pos del signo. Introducción a la semiótica, op. cit.

89. Como muy bien lo explica Juan Mateos en la edición española de Grupo de Entrevernes, Análisis semiótico de los textos. Introducción. Teoría. Práctica (Madrid, Ed. Cristiandad, 1982,p. 18, en nota), utilizamos el término “descriptivo” en lugar de “discursivo” (francés composant discours ive)', en primer lugar porque este último, que deriva de “discurso”, puede abarcar también el componente narrativo. En segundo lugar, porque, desde el punto de vista del texto, el componente narrativo no describe, sino que estructura; es el segundo componente, que ofrece los contenidos de las figuras, el que hace la “descripción”.

90. Grupo de Entrevernes, op. cit., p. 111.91. Op. cit., p. 211.

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El refrán como modelo del hablar lapidario

dichos tenemos no un solo enunciado sino secuencias de enunciados: un texto está constituido por una o varias series de frases. En el discurso lapidario, monognomemático como es, no se dan secuencias de enunciados sino enunciados solos. En un relato, por tanto, pueden darse cadenas o redes de figuras; en un texto lapidario las figuras aparecen generalmente en secuencias binarias en las que la segunda califica a la primera: “albañil sin regla, albañil de mierda” ; “perro que ladra, no m uerde” .

En la propuesta de análisis textual de corte greimasiano, sucede en las figuras, por tanto, lo que con los lexemas: un tema descriptivo consta de un núcleo estable que sirve de enlace a varios conjuntos figurativos. Cada conjunto figurativo es un papel temático. Un conjunto figurativo se descom­pone, a su vez, en semas. Los semas de un texto se encuentran en mutua relación. Estas relaciones pueden ser de: contrariedad, contradicción o presuposición. Como es obvio, el esquema actancial de Greimas no tiene espacio para funcionar en un texto tan breve como es un refrán: en todo caso, se puede decir, cuando más, que el esquema actancial funciona en un texto breve por naturaleza como es el refrán de una manera siempre tan incompleta que no parece tener sentido su aplicación como mecanismo de análisis. Quizás en algún caso de inserción de un texto gnomemático en un discurso mayor sea posible encontrar itinerarios figurativos; ello, en todo caso, ha sido poco explorado amén de que poco importaría, de cualquier modo, para nuestra teoría de la lapidariedad verbal según la cual el ahorro de palabras es propiciado, con frecuencia por la naturaleza figurativa del hablar lapidario. El concepto de figura que nos interesa rescatar aquí, por tanto, aunque puede servirse de algunas de sus intuiciones, no coincide, con el concepto de “figura” acuñado por el análisis greimasiano. Estaría, quizás, más cerca del concepto de “figura” tal cual lo concibe y formula Luis Hjelmslev en sus Prolegómenos para una teoría del lenguaje. El lingüista danés llama aquí “figuras” a las partes del signo que en sí mismas no son signo,92 los “no- signos” que contribuyen a la formación de los signos: una lengua, dice Hjelmslev,

se ordena de tal modo que con la ayuda de un puñado de figuras y cambiando elorden constantemente pueda construirse una legión de signos. Si una lengua noestuviese así ordenada sería así una herramienta imposible de utilizar para su fin.Por tanto, nos sobran razones para suponer que en esta característica — la

92. Cfr. Helena Beristáin, op. cit., p. 211.

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E l hablar lapidario

construcción del signo a partir de un número limitado de figuras— hemos encontrado una característica básica esencial de la estructura de cualquier lengua.93

En el segundo tomo de su Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje94 A.. J. Greimas / J. Courtés parecen afinar su original concepción de “figura” acercándola, de algún modo, a la concepción glosemática. Ya se sabe, por lo demás, que en teoría del discurso se suelen clasificar los discursos en figurativos y no figurativos o abstractos.95 Pues bien, a reserva de llegar a la formulación de una definición de figura más manejable y más general, el discurso lapidario sería un discurso figurativo en la medida en que sus significaciones son dadas y funcionan a través de figuras concretas más que a través de conceptos abstractos: de hecho, la metaforización, mecanismo empleado por el hablar lapidario para extender su rango de aplicación a situaciones análogas, se lleva a cabo mediante figuras; la figura del refrán sirve de referente hermenéutico para interpretar la situación a la cual se aplica. Empero, el carácter figurativo del discurso lapidario es por naturaleza muy primitivo no sólo en la medida en que se trata, como es obvio, de un discurso muy breve y no hay espacio, como se ha señalado, para itinerarios, secuencias o conjuntos; sino en la medida en que su funcionamiento es de índole cultural y, por tanto, de naturaleza híbrida: sus leyes de codificación no coinciden exactamente con las de los textos exclusivamente verbales. Ello no obstante, en un texto breve como el gnomema es posible distinguir figuras lexemáticas y, con cierta frecuencia, mínimas secuencias figurativas que aparecen, por lo general, como las dos caras de una misma realidad y que, por tanto, más se contraponen que se continúan. Para el concepto de figura que aquí emplea­mos, nos sirve bien la idea de que

la figura es una forma imprecisa que significa más por su posición estructural que por su naturaleza interna [...]. La figura, como el rol o el tipo, reúne un conjunto de rasgos distintivos bastante generales. Se presenta como una silueta, una masa todavía imprecisa y que vale sobre todo por su lugar en el conjunto de los protagonistas.96

93. Versión española de José Luis Díaz de Liaño, Madrid, Gredos, 1971, p. 71 y s.94. Versión española de Enrique Bailón Aguirre, Madrid, Gredos, 1991, ad loe.95. A. J. Greimas / J. Courtés, Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje, tomo I,

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E l refrán como modelo del hablar lapidario

En efecto, el funcionamiento discursivo de los textos gnomemáticos parece descansar en el hecho de que esos textos suponen una figura cultural, una “ silue ta” , im precisa para que sea polivalente y tenga ribetes unlversalizantes, con la que confluyen paratácticamente, a través de lo que podríamos llamar su rango contextual, para crear una especie de sistema semiótico de tipo emblemático a través del cual producen una significación más allá de los límites de la propia enunciación.

En los gnomemas, en efecto, las figuras parecen funcionar como en los textos cifrados en categorías topológicas en donde la relación entre los enunciados figurativos es, cuando mucho, de tipo paratáctico. Las reglas de combinación que el gnomema ha desarrollado a lo largo de la historia de la textualidad occidental se refieren a dos aspectos: a la lógica de la inserción y a la naturaleza lapidaria del mismo gnomema. Ya hemos m encionado las funciones tanto deductiva como inductiva que, según sea su índole, puede desem peñar el gnomema en el discurso mayor. Esas funciones, sin embargo, sólo puede desempeñarlas el gnomema a raíz de su naturaleza lapidaria que se puede definir como sentencialidad y concisión definidas por una serie de mecanismos como los que han aparecido en nuestro análisis.

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1. Esta lista bibliográfica es un reconocimiento explícito del cúmulo de deudas contraídas tanto explícitascomo, sobre todo, implícitas, en el curso de esta investigación. La técnica del hablar lapidario, sus funciones, recursos y características textuales han sido percibidas, apreciadas y aprendidas en diferentes dimensiones de la literatura tradicional y de la literatura a secas, independientemente del deber que esta investigación me impone: hay rasgos de lapidariedad, por ejemplo, tanto en las jarchas, como en el romancero, en la poesía de Machado, en la narrativa de Juan Rulfo, o en la prosa austera del Popol Vuh o el Chilam Balam de Chumayel. Es obvio que en una investigación como ésta el cúmulo de referencias pertinentes son mucho más abundantes que las aquí mencionadas, como se puede verificar mediante la simple consulta por Internet a los principales bancos de datos y bibliotecas. Las referencias que aquí incluyo son, sin embargo, sólo las de los libros que efectivamente, de una manera o de otra, han influido en la investigación.

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ÍNDICE ANALÍTICO

Acto de habla, pp. 33 ,34 actuación, p. 30 acústica, p. 32adagio, pp. 6 2 ,1 2 6 ,1 4 4 ,1 8 3 ,1 8 4 ,1 8 5 ,1 9 1 ,1 9 2aforismo, pp. 192,194aforismos, pp. 6 2 ,1 3 2 ,1 8 3 ,1 8 4 ,1 8 5alcance transcultural, p. 17alegoría, p. 343Alemania, p. 35alienación social, p. 26aliteración, p. 343anafóricas, p. 44análisis temático, p. 309analogía, p. 71antecedentes saussureanos, p. 29 Antiguo Próximo Orienté, pp. 17,91 Antiguo Testamento, p. 260 antinomia paralelística, p. 381apódosis, pp. 206 ,220 ,225 ,245 ,253 ,282,296,365,376,385,386,395apotegmas, pp. 126, 135, 159, 183, 184, 185, 191, 193arenga, p. 57argumentación, p. 414arranque, p. 321arrieros, pp. 1 8 ,1 1 9 ,1 6 0 ,1 6 1 ,1 6 2 , 387

Bagaje subyacente, p. 319 Berkeley, p. 80

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E l hablar lapidario

bibliofilia,p. 154 bibliofobia, p. 154

Cántico ritual, p. 57 capacidad analítica, p. 35 cargas ideológicas, p. 27 cartesianismo, p. 342 categorías lógicas, p. 117 ciencia literaria, p. 41 ciencias de la comunicación, p. 34 ciencias del discurso, p. 28ciencias del lenguaje, pp. 1 9 ,2 5 ,2 8 ,4 0 ,4 4 ,1 0 9 ,1 1 7 ,3 2 5Círculo lingüístico de Moscú, p. 263Circulo lingüístico de Praga, pp. 3 3 ,3 4 ,4 0 ,2 6 3 ,3 4 4clasificación estructural, pp. 177 ,178 ,179 ,182 ,304clasificación semántica, pp. 179,197clasificación temática, pp. 177,179,309Clavelinas de la recreación, las, p. 123clichés, p. 138códice del arte, gran, p. 95código de Hammurabi, pp. 51,291código sacerdotal, p. 92colección la fragua, p. 141colecciones de frases, p. 159comparatista, p. 39compendio de traducción, p. 37competencia, p. 30comportamiento sociocultural, p. 18comunicación humana, p. 59comunidades históricas, p. 41concatenación, p. 130concepción hilemórfica, p. 56conceptos, p. 19conciencia popular, p. 84concisión, p. 61configuraciones básicas, p. 59

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Índice analítico

contrarefrán, p. 115corriente paremiológica, p. 128corrientes semióticas, p. 41cotidianidad vulgar, p. 188Cours de linguistique générale, pp. 28 ,29creatividad hermenéutica, p. 61cristianismo occidental, p. 102crítica bíblica, p. 97crítica literaria, pp. 4 0 ,97 ,322cultura escandinava, p. 191cultura griega, p. 194cultura hebrea, p. 191cultura humana, p. 87cultura mexicana, p. 114cultura sánscrita, p. 191culturas dominantes, p. 18

Declaración constatativa, p. 281 deicnitivo ,p .216 descriptivo, p. 45destinatario de la inscripción, p. 53destinatario, p. 387dialéctica metodológica, p. 336dialecto, p. 32dialectología, p. 32diálogo de la lengua, el, pp. 119,134.diálogo de la lengua, p. 139diálogo literario, p. 66Diccionario de lingüística, p. 32diccionario de mejicanismos, pp. 153,386Diccionario de términos filológicos, p. 68dicharachos, pp. 183,184,185dicho, pp. 187,188dicho en M éxico, p. 158dichos, pp. 62 ,126, 183,184,185dichos mexicanos, p. 137

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E l hablar lapidario

disciplinas, p. 332 discursivas, p. 51 discursivo, p. 45discurso argumentativo, pp. 414,418 discurso dialógico, p. 66 discurso entimemático, p. 69 discurso epigráfico, pp. 50, 51, 52,53 discurso gnomemático, p. 69 discurso gnomemático, pp. 7 2 ,7 6 ,7 7 ,7 8 discurso lacónico, p. 63dicurso lapidario, pp. 15,26, 27 ,46 , 47 ,49 , 50, 52, 54, 55, 56, 61,71,73, 77, 93, 159, 168, 177, 284, 419, 424discurso literario, p. 135discurso político, p. 416discurso popular, p. 341discurso retórico, p. 416discurso satírico, p. 141discurso, el, p. 32discurso, p. 26dominio epistemológico, p. 25 dramática, p. 60

El fistol del diablo, p. 142 El gran código, p. 95El Periquillo Sarniento, pp. 18 ,119 ,140 ,141 ,161El Quijote, pp. 1 8 ,1 1 9 ,1 3 4 ,1 4 0 ,1 6 1 ,1 6 2elocución, p. 342emblema, p. 365emblematismo, p. 77Enciclopedia Soviética, p. 36enlace, p. 319ensayo, pp. 15, 57,65, 87entimema, pp. 16,20, 6 2 ,7 2 ,7 7 ,9 0 ,1 6 8 ,3 4 0 , 360, 362, 367 ,386 entimemático, pp. 140,356,168 enunciado, p. 43 épica, p. 60

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Índice analítico

epifonemas, p. 185 epígrafes, p. 83 epigrafía latina, p. 51 epistemología del habla, p. 30 epitafios, p. 53 epopeyas, p. 87escolástica medieval, pp. 25 ,56 escolásticos, p. 319 escritura epigráfica, p. 61 España, pp. 102, 134,136,191 especies históricas, p. 187 esquema actancial, p. 423 Estados Unidos, p. 35 estereotipos, pp. 57, 58 estilema, p. 76estilística, pp. 33, 35, 325,344, 345, 360, 365,374, 375estilística, la, pp. 39 ,40estilo epigráfico, pp. 52, 54estilo lapidario, pp. 16,49, 50, 51, 52, 54estilo sentencioso, p. 68estructura binaria, p. 91estructura conativa, p. 226estructura emblemática, p. 421estructura lapidaria, pp. 205,209estructura morfológica, p. 106estructura paremiológica, pp. 215,283estructura profunda, p. 182estructura rítmica, p. 394estructura tríadica, p. 337estructuralismo literario, p. 355estructuras, pp. 61, 197estructuras casuísticas, p. 105estructuras paremiológicas, pp. 87, 95, 104 ,105 ,106 ,112 estructuras sintácticas, p. 100 estructuras sintagmáticas, p. 170 \etimología, pp. 66 ,79

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E l hablar lapidario

Fenómeno de oralidad, p. 18 figuras retóricas, p. 52 filiación estructuralista, p. 40 filosofía aristotélica, p. 187 filosofía escolástica, p. 140 fonema, p. 76 forma, p. 308 forma, la, p. 259 forma breve, p. 61 forma escrita, p. 61 form a paremiológica, p. 108 formal, lo, p. 259formalismo ruso, pp. 3 3 ,3 4 ,3 9 ,4 0 ,4 1 ,2 6 3formas breves, p. 55formas breves, pp. 55, 56formas evangélicas, p. 262formas gnómemicas, p. 67formas gnómicas, pp. 63 ,159 ,160formas naturales, p. 60formas paremiológicas, p. 17fórmula lapidaria, pp. 53 ,54fórmulas literarias, p. 57Francia, pp. 20, 35 ,142frase, p. 144frase célebre, p. 363frases célebres, pp. 15, 63 ,159frases lapidarias, p. 139frases proverbiales, pp. 132,195función discursiva, pp. 63 ,173 ,311función lapidaria, p. 67funcional, p. 32funciones paremiológicas, p. 251

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Género paremiológico, p. 89 géneros compuestos, p. 60 géneros literarios, pp. 59,61

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Índice analítico

géneros simples, p. 60 glosa, p. 131glosario de las categorías, p. 19 glosemática, p. 421 gnoma, pp. 90, 365gnomema, pp. 64, 67, 69, 70, 72, 74, 75, 366, 367 ,418 ,4 1 9 ,4 2 0 ,4 2 5gnomemas, pp. 15 ,17 ,19 , 77gnomemáticas, p. 181gnomemático, pp. 17, 55,64gnomemáticos, p. 3 80gnómicas, p. 62gnómico, pp. 68 ,69 , 84gnómicos, pp. 55 ,94gnoseología, p. 337gram ática generativa, p. 77gram ática transformacional, p. 412Guanajuato, p. 146

Habla cotidiana, p. 128 habla, el, pp. 28, 32, 36 ,40 habla, en pos del, pp. 40 ,346 habla hispánica, p. 93 habla lapidaria, pp. 326,359 habla literaria, p. 163habla popular, pp. 62, 8 4 ,1 2 4 ,1 3 4 ,1 4 2 ,1 6 3 hablar en cápsulas, p. 15 hablar figurativo, p. 15hablar lapidario, pp. 15 ,55 ,67 ,125 ,236 ,274 ,347 ,359 ,370 , 392,397,398, 4 0 5 ,4 0 6 ,4 1 4 ,4 1 8 , 420hablar paremiológico, el, pp. 15 ,17 ,18hegemonía política, p. 33hemistiquio, p. 105hermenéutica, pp. 332,335, 336,337, 339,355 heurística, p. 353 himnos, p. 87 hipérbaton, pp. 236,398

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E l hablar lapidario

historia cultural humana, p. 18 historia de la literatura, p. 58 historia de la teoría, p. 26 historia literaria, p. 80 homilía, p. 416humanidades de hoy, las, p. 19

Ideas formalistas literarias, p. 34 ideología renacentista, p. 127 idiotismo, p. 195 Ignacio, san, vida de, p. 145 ilocucionaria, p. 42 imprenta en México, p. 136 Inglaterra, p. 35inscripciones conmemorativas, p. 54 inscripciones de honor, p. 53 inscripciones de piedras, p. 50 inscripciones eventuales, pp. 52,54 inscripciones latinas, pp. 50 ,52 ,53 inscripciones religiosas, pp. 53 inscripciones sagradas, pp. 51 ,5 2 ,5 3 intraductibilidad lingüística, p. 38 investigación bíblica, p. 57 investigación lingüística, pp. 33,178 investigación paremiológica, p. 155 isomorfismo, p. 325 isotopías, p. 44

Jalisco, p. 165

Kafka, aforismos, p. 193 kinemas, p. 347

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Índice analítico

La Celestina, pp. 18,119, 134 ,140 ,161 ,162labor taxonómica, p. 19lacónicas, p. 129lacónico, pp. 15, 55lacónicos, p. 94laconismo, p. 343lam entaciones, p. 87lapidarias, p. 62lapidariedad epigráfica, p. 53lapidariedad formal, p. 16lapidariedad gnomemática, pp. 17,55lapidariedad paremiológica, pp. 107,341lapidariedad textual, p. 277lapidariedad verbal, pp. 16 ,17 ,177lapidariedad, pp .321 ,340 ,360 ,361 ,368 ,375 ,379 ,383 ,391 ,401 ,402 , 408lapidario, pp. 17 ,49 ,94Las tierras flacas, pp. 18 ,119 ,164 ,419latín vulgar, p. 50lema, pp. 363, 364, 367, 395lengua, la, pp. 30 ,32lengua escrita, pp. 18,19lengua hablada, pp. 18,19lengua histórica, pp. 46, 59lengua-cultura, p. 150lenguaje, p. 18lenguas, p. 15lexema, p. 76léxico, p. 77lexicología, pp. 40 ,344lexicológica, p. 64ley casuística, p. 91leyenda, p. 57leyes semióticas, p. 41lingüística estructural, p. 42lingüística mexicana, p. 148lingüística, pp. 28 ,29

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E l hablar lapidario

lírica, p. 60literatura comparada, p. 348 literatura mexicana, p. 124 literatura occidental, p. 95 literatura paremiológica, p. 88 literaturas escritas, p. 58 literaturas hispánicas, p. 88 literaturas orales, p. 58 locución, p. 144 locucionaria, p. 42 lógica, pp. 322, 375 Londres, p. 37Los bandidos de Río Frío, p. 142 los orígenes, p. 87

M atices semánticos, p. 27 máximas, p. 62 m etafísica, p. 56 m etáfora, p. 98 metaforización, p. 16 metalenguaje, p. 25 metalingüística, p. 79 método de análisis, p. 41 m etodologías comparatistas, p. 35 métodos, p. 332 metonim ia, p. 35México, pp. 102, 136, 143, 146, 150, 154,160, 165, 387mito, p. 98mitos, p. 87m nemotécnicas, p. 61modelo estructuralista, p. 32modismo, p. 195M ondo Simbólico, pp. 133, 134, 364 morfema, p. 76 m orfología del evento, p. 267 morfosintáxis, pp. 322, 344

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Índice analítico

multiplicidad social, p. 26 M useo de Louvre, p. 51

Narrativa, p. 95 narratividad, p. 45 narrema, p. 76 nivel paradigmático, p. 321 nom enclatura jakobsoniana, p. 210 nom enclatura paremiológica, p. 187 nom enclatura vigente, pp. 183,189 novel sintagmático, p. 322 novelística, p. 142 nueva Babel, p. 25 N ueva España, pp. 135,136 nueva retórica, p. 40

Octasílabos, p. 380

Para-entimemas, p. 16 parábola, p. 343paradigma, pp. 15 ,19 ,20 , 52, 93, 370 paradigmas paremiológicos, pp. 9 3 ,9 4 ,9 9 paradigmática, p. 55 paradigmático, p. 46 paraentim em ática,p. 16 paragratism o, p. 343 parem iológicos, p. 121 parem ia, p. 187 parem ias, p. 81parem iología, p. 84 ,109 ,1 2 3 ,1 3 0 parem iología comparada, p. 100 parem iología culta, p. 141 parem iología española, p. 137 parem iología hispánica, pp. 84,243

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EL HABLAR LAPIDARIO

parem iología mexicana, pp. 1 5 ,137 ,142 ,143 ,145 ,146 ,158 ,159 ,160 162,238parem iologías hispánicas, p. 196parem iológicas, p. 89parem iológicos, p. 99parole, pp. 26, 28, 31, 35, 44, 45, 46periodo novohispano, p. 54perlocucionaria, p. 42perspectivas estilíticas, p. 199perspectivas lógicas, p. 199perspectivas retóricas, p. 199perspectivas semánticas, p. 199perspectivas semióticas, p. 199Petit Larousse, p. 54poesía lírica, p. 343poética hebrea, p. 345polisemia, p. 43polisémicos, p. 42positivismo lógico, pp. 372,386pragmática, pp. 40, 41 ,42 , 60, 354, 355pragmatismo, p. 34praxis, p. 107principales culturas, p. 17proceso de comunicación, p. 25protasis lacónica, p. 283protasis paremiológica, p. 284protasis preposicional, p. 238protasis, pp. 9 1 ,1 0 5 ,1 0 6 ,1 9 8 ,2 1 3 ,2 1 4 ,2 1 7 ,2 2 0 ,2 5 3 ,2 5 4 ,2 8 2 ,2 8 3 , 309, 365, 386, 395 proverbio, pp. 98, 99, 191proverbios, pp. 62 ,87 ,119 ,120 ,128 ,129 ,143 ,144 ,183 ,184 ,185 ,189 , 190Pueblo en vilo, p. 163

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Índice analítico

Rasgos paremiológicos, p. 116 realidad sociocultural, p. 163 realidad textual, p. 81 redondilla, p. 60refrán, pp. 46 ,47 , 57, 60, 61, 70, 71,72, 73, 74, 77, 79, 80, 81, 82, 83,85, 86, 88, 89, 93, 105, 116, 144, 359, 375refrán género, p. 188refrán paradigmático, p. 215Refrán viejo nunca miente, pp. 89,159refranero castellano, pp. 99 ,101 ,147refranero clásico, p. 147refranero de Correas, p. 107refranero español, pp. 95 ,102 ,107 ,refranero hebreo, p. 101refranero indígena, p. 137refranero literario, pp. 134,162refranero mexicano, pp. 1 7 ,2 6 ,46 ,69 ,79 ,93 ,94 ,95 ,99 ,102 ,104 ,107 ,109, 119, 120, 124, 137,138, 143,146, 148,150, 153,169, 170,172,180, 186, 197, 198, 200, 214, 219, 308, 347, 370, 373, 397, 405refranero rioplatense del siglo XVIII, p. 93refranero temático, pp. 153,154refranero universal, p. 170refraneros históricos, pp. 169,173refraneros literarios, pp. 134,137,160refranes “al que”, p. 222refranes “aunque”, p. 254refranes “hasta”, p. 247refranes “hay” , pp, 200, 201, 210, 211refranes “N ”, p. 212refranes “N ”, p. 223refranes “para” , p. 248,refranes “por”, p. 250refranes “según”, p. 251refranes “si”, p. 253refranes “sin”, p. 251refranes “SN”, p. 223refranes “sobre” , p. 252

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E l hablar lapidario

refranes adjetivo, p. 225refranes consejo, pp. 283,287refranes constatativos, pp. 274,277refranes de adverbio, p. 231refranes de conjunción, p. 252refranes de gerundio, p. 229refranes de indicativo, p. 230refranes de infinitivo, p. 227refranes de pronombre, p. 224refranes de subjuntivo, p. 231refranes de verbo, p. 226refranes españoles, p. 149refranes exclamación, p. 296refranes exclamativos, pp. 16 ,180 ,210 ,360refranes gnomemáticos, pp. 368,374refranes hispánicos, p. 326refranes interjectivos, p. 256refranes interlocución, p. 303refranes interrogativos, p. 258refranes literarios, p. 142refranes literarios, p. 18refranes mexicanos, pp. 17 ,18 ,156refranes nahuas, pp. 137,138refranes negativos, pp. 182 ,207 ,209refranes norma, pp. 283 ,287refranes normativos, p. 282refranes performativos, p. 274refranes performativos, p. 303refranes populares, p. 141refranes pregunta, p. 302refranes receta, p. 295refranes tasación, p. 292refranes veredicto, p. 290refranes, pp. 15, 55, 64, 65, 66, 126, 183reglas estructurales, p. 53Relación de M ichoacán, p. 138relación paralelística, p. 201

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Índice analítico

retórica antigua, p. 70 retórica aristotélica, p. 65retórica, pp. 65 ,69 ,71 ,74 ,89 ,94 ,98 ,311 ,322 ,323 ,340 ,341 ,342 ,343 ,360, 376 ,416 ,421ritmo acentual, p. 282Roma, p. 192Rusia, p. 35

Samaria, p. 190 Satyricon, p. 50 semántica, pp. 344,421 semas, p. 423 semiótica discursiva, p. 27 semiótica emblemática, p. 277 semiótica greimasiana, p. 179 semiótica, p. 40semiótica, pp. 33, 322,329, 337, 343, 345,346, 3 6 0 ,375 ,389sentencia, pp. 126 ,194 ,207sentencias, pp. 6 2 ,1 8 3 ,1 8 4 ,1 8 5sermón, p. 416sermón parenético, p. 129siglo parem iológico español, p. 192signo lingüístico, p. 355silogismo, pp. 7 2 ,9 0 ,3 4 4sinonimia, p. 345sinónimo de discurso, p. 35sinónimos, p. 26sintáctico, p. 64sintagma adjetivo, p. 212sintético, p. 344sistema de explicación terminológica, p. 25 sistema semiótico, pp. 41 ,282 ,309 ,421 sistemas culturales, p. 99 sistemas lingüísticos particulares, p. 36 sistemas lingüísticos, p. 117 sistemas paremiológicos, p. 115

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E l hablar lapidario

sociocrítica, la, p. 42 sociocrítica, pp. 322,351,352 soneto, p. 60 Susa, Irán, p. 51 sustratos universales, p. 19

Tagmema, p. 344 tallador de piedras, p. 49 tareas, las, p. 177taxonomía paremiológica, pp. 177,180,182,197 tema, p. 308teoría de la clasificación, p. 178teoría de la comunicación, pp. 33,34,355teoría de la información, pp. 33,41teoría de la recepción, pp. 355, 356teoría de la traducción, pp. 33, 35, 37, 38, 39teoría de los signos, p. 354teoría del acto de hablar, p. 354teoría del diálogo, p. 327teoría del discurso, pp. 46, 322, 352, 354teoría del lema, p. 364teoría del lenguaje, p. 353teoría del texto, pp. 352, 353, 354teoría paremiológica, pp. 147, 148, 149,152teorías contemporáneas, p. 321teorías, p. 332teoría del texto, p. 33término saussureano, p. 26terminología aristotélica, p. 74terminología retórica, p. 70términos, pp. 19, 26tesis del 29 p. 41texto autónomo, p. 55texto finito, p. 76texto gnomemático, pp. 423,425texto lapidario, pp. 54, 55, 74, 361,363, 376

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Índice analítico

textos breves, p. 15textos escritos, p. 124textos gnomemáticos, pp. 69,224,296textos gnómicos, pp. 15, 16, 17, 64, 72, 115, 141, 186, 360textos hablados, p. 172textos jurídicos, p. 89textos lapidarios, pp. 27,64textos orales, pp. 57,172textos paradigmáticos, p. 18textos parásitos, p. 15textos paremiológicos, p. 170textualidad española, p. 126textualidad mexicana, p. 143textualidad, la, p. 119textualidades escritas, p. 18tipo apodíctico, p. 75tipo bimembre, p. 246tipo de discurso, p. 49tipo gnomemático, p. 199tipo histórico, p. 89tipo lingüístico, p. 117tipo metalingüístico, p. 26tipo paremiológico, p. 153tipo parenético, p. 240tipo performativo, pp. 207,283tipo ritual, p. 58tipo sincrónico, p. 40tipo textual, pp. 55, 57, 64, 67, 89, 93,170,180,193tipología de los discursos modernos, p. 19tipología del discurso, pp. 35, 52tipología paremiológica, p. 187tipología textual, pp. 93,160tipología, pp. 70,98tipologías de los discursos, p. 49tipos de paralelismo, p. 203tipos mixtos, p. 282tipos paremiológicos, p. 177

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E l hablar lapidario

tipos textuales, pp. 125,190,191 tradición epigráfica, p. 51 tradición hispánica, pp. 81,128,210 tradición lingüística, p. 150 tradición literaria, p. 163 tradición oral, pp. 87. 88,124tradición paremiológica, pp. 122, 123,125, 127,131,132,134,140,150, 159, 161, 170, 177tradición religiosa, p. 333tradición, la, p. 89tradiciones epistemológicas, p. 320tradiciones filosóficas, p. 34tradiciones populares, p. 40tradiciones textuales, p. 259tradiciones, pp. 19,84traducción, pp. 34, 36, 37, 38,39,114traducción, en tomo a la, p. 38traducción, problemas teóricos, p. 36traductología científica, pp. 35,36translingüísticos, p. 117transoracional, pp. 43,46

Una corriente, p. 40 UNESCO, pp. 37, 38 unidades de análisis, p. 77 universal paremiológico, p. 169 Universidad de Bourgogne, p. 20 Universidad de California, p. 80 Universidad de Guanajuato, p. 155 Universidad de México, p. 54 Universidad de Salamanca, p. 132 Universidad Veracruzana, p. 155

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Índice analítico

Variedad diatópica, p. 32 variedades diacrónicas, p. 32 variedades diástricas, p. 32 verdades medias, p. 18 versatilidad sintáctica, p. 181 vida cotidiana, p. 18 vocabulario de refranes, p. 132 Vulgata, pp. 96, 98, 99,102, 144,189

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Abbagnano, Nicola, p. 68 Alcalá, Fray Jerónimo de, p. 13 8 Alcina Franch, Juan, pp. 254,257 Alcuinop. 115Alonso Schókel, Luis, pp. 82,99,112,163,197,345Alonso, Dámaso, p. 271,344Alonso, Martín, p. 154Altamirano, I.M, p. 142Anda Hermoso, Patricia de, pp. 155,156,157Angenot, Marc, pp. 76,415Aranda, Juan de, p. 123Arias Montano, Benito, p. 123Aristófanes, p. 191Aristóteles, pp. 16,56,64,65,69,70,71,72,89,90,94,102,311,340, 344,365,367Arreola, Juan José, p. 163Artiga Francisco Joseph, pp. 73, 74Austin, J.L, pp. 85, 100, 109, 273, 274, 285, 286Austin, John L., p. 56Ayuso de Vicente, María Victoria, p. 184

Baquero Goyanes, Mariano, p. 272Barthes, Roland, pp. 26,40Bataillon, Marcel, pp. 126,127,191Bautista, Fray Juan, p. 138Beristáin, Helena, p. 183Betancourt Maldonado, Ma. Teresa, p. 155Betti, Emilio, pp. 334, 337, 338, 339

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E l hablar lapidario

Blake, p. 96Blecua, José Manuel, pp. 254,257Bloomfield, p. 344Bobrov, S., p. 264Bogatirer, P., p. 263Borges, Jorge Luis, p. 320Bosque, Ignacio, p. 413Brik, Osip, p. 264Browne, B., p. 316Bühler, Karl, pp. 226,275Büler, Karl, p. 34Buyssens, Erik, pp. 31, 32,40,346

Calleja, Diego, p. 136 Calvo Sotelo, Joaquín, p. 80 Carballo, Emmanuel, p. 165 Cardona, G.R., p. 32 Carleton Millán, Vema, p. 162 Carlomagno, p. 115 Cásares, p. 139Casas, Fray Bartolomé de las, p. 138 Castillo, J.A. del, p. 159 Castillo, Ricardo, p. 146 Castro Leal, Antonio, p. 162 Castro, Américo, p. 127 Catford, J.C., pp. 38, 39 Cejador y Frauca, Julio, p. 147 Cervantes, Miguel de, p. 140 Cervantes, p. 185 Césarman, Eduardo, p. 157 Chiera, Edward, p. 87 Chomsky, Noam, pp. 30,44 Cicerón, pp. 89, 189, 417 Cipriano, p. 102 Correas, Gonzálo, pp. 132,133 Correas, pp. 108, 140, 216

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Índice onomástico

Coseriu, Eugenio, pp. 28, 30,32, 38, 39,Covarrubias, Sebastián de, pp. 79,132 Covarrubias, pp. 389,390 Cross, Edmond, pp. 351, 352Cruz, Sor Juana Inés de la, pp. 103,135,136,139,140,394 Curtius, p. 73

Darbelnet, J., p. 36 Dilthey, Wilhelm, p. 334 Dressier, W., p. 354 Dueñas., p. 123

Eco, Umberto, pp. 329, 335,337, 346Eikhenbaum, Boris, pp. 264,265Eissfeldt, Otto, p. 260Erasmo, pp. 126,127,135,140,191,363Erath, Agustín, p. 133Erlich, Víctor, p. 264Escandón, Rafael, p. 159Esopo, pp. 95, 378Espejo, Alberto, p. 155Euclides, p. 335

Fedorov, pp. 36,39 Figueroa, Pedro de, p. 131 Forradellas, Joaquín, p. 186 Frye, Northrop, pp. 95,96,97,98 Fulgencio, p. 102

Gadamer, Hans-George, pp. 334,335 García Bravo y Olvera Rodolfo, p. 154 García de Diego, Vicente, p. 216 García Gallarín, Consuelo, p. 184

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E L HABLAR LAPIDARIO

García, Pablo, p. 135Garvin, Paul L., p. 37Gaya, Gili, p. 398Glazer, Mark, p. 159Goethe, p. 193Goldman, Lucien, p. 351Gómez D., Estavillo G, p. 159Góngora, Luis de, pp. 313, 394González, Luis, p. 103Greimas, A.J., pp. 346, 421, 423, 424Guijarro Montes, Gustavo, pp. 155,156Guiraud, Pierre, p. 35Gunkel, Hermann, p. 260

Heidegger, Martín, p. 334 Henríquez Ureña, Pedro, p. 136 Herodoto, p. 67 Hita, p. 185 Hjelmslev, Luis, p. 56 Hjelmslev, pp. 344,421,423 Hoffmann, Wenwe, p. 193 Homero, p. 333

Iglesias, Adela, pp. 155,156 Islas Escárcega, Leovigildo, p. 153 Iturriaga, José E., p. 153

Jakobson, Roman, pp. 34,38, 39,226,263,264,398Jáuregui, Juan de, p. 313Jenofonte, p. 102Jerónimo, San, pp. 108,114,189Jiménez del Río, Juan, p. 136Jolles André, pp. 260,263

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Índice onomástico

Kainz, Friedrich, p. 34 Keller, Andrea, p. 157 Koch, Klaus, p. 270 Koerner, E.F., pp. 28, 31 Kramer, Samuel Noah, pp. 87, 88

Laris, pp. 143, 144 Lausberg, p. 72Lázaro Carreter, Femando, pp. 68,349León, Fray Luis de, p. 102Lida, María Rosa, p. 348Lizardi, Fernández de, p. 140Lonergan Bernardo J.F., p. 140López de Mendoza, Yñigo, p. 130López López, Ana María, p. 155López y Fuentes, Gregorio, pp. 140,160,161,387Losa, Alfonso, p. 135Luciano, p. 191

Maquiavelo p. 417 Maravall, José Antonio, p. 127 Margot, p. 38 Marín, Emilio, p. 154 Martín Caro, Jerónimo, pp. 102,132 Martínez Kleiser, Luis, pp. 81, 86, 308 Martínez Urquijo, José M., p. 93 Medina, José Toribio, pp. 136,138 Mejía Prieto, Jorge, p. 159 Mendoza, Efraín, p. 160 Mexía, Diego, p. 135 Milner, George B, pp. 82,215 Morales Carmona, Patricia, p. 155 Morchese, Angelo, p. 186 Morgan, J. de, p. 51

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E l hablar lapidario

Morris, Charles, p. 346 Mounin, Georges, pp. 36, 37

Navarro Tomás, Tomás, pp. 297, 310, 326, 379,388Nebrija, Elio Antonio de, p. 193Nippur, p. 87Nouhand, Dorita, p. 20Núñez de Miranda, Antonio, pp. 103,104Núñez, Hernán, p. 147

O’Kane, E.S.,p. 185 Olmos, Andrés de, p. 138

Parada Oropeza, Renato, p. 262Payno, Manuel, p. 142Peñalosa, Joaquín Antonio, pp. 153,308Pérez, Antonio, p. 132Permiakov, G.L., pp. 178,179,197Petrarca, p. 417Petronio, p. 50Pichois-Rousseau, p. 348Picinelli, Filippo, pp. 133,364,365,367Pike, p. 344Píndaro, p. 67Pitágoras, p. 193Platón, pp. 102, 333, 417Plauto, p. 191Popper, Karl, p. 265Porrúa, Manuel, p. 154Propp, Vladimir, pp. 179, 260,265, 266,267,268,269,270 Pumarega, Manuel, p. 159

Quintiliano, pp. 71, 72

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Índice onomástico

Racionero, Quintín, p. 71 Revueltas, Eugenia, p. 155 Rey, Alain, p. 80 Reyes, Alfonso, pp. 84, 85,136 Ricoeur, Paul, pp. 334, 336 Rivera, Luis M., pp. 143,144,145,146 Roch, Nicolás Sebastián, p. 193 Rodríguez Marín, Francisco, p. 149 Rojas, Femando de, p. 140,141Rubio, Darío, pp, 108,121,142,145,146,147,148,149,150,153,164, 378Ruisseaux, Pierre Des, p. 100 Ruiz de Alarcón, Juan, pp. 135,136 Rulfo, Juan, p. 163

Saavedra Fajardo, Diego, p. 123 Sagredo, José, p. 185Sahagún, Fray Bernardino de, pp. 137,138Salas, Pedro de, p. 123Salazar, Ambrosio de, pp. 102,123Salvá y Mallen, Pedro, pp. 122,123Samosota, Luciano de, p. 417Sanders Peirce, Charles, p. 329Santa Cruz, Melchor de, p. 123Santa Cruz, Toledano Melchor de, p. 135Santamaría, Francisco J., pp. 380,381, 386Santillana, Marqués de, p. 88Saussure, Ferdinand de, pp. 28, 29, 30, 33, 34,40,3 46Savory, T., p. 37Sbarbi, José María, p. 149Schlieben-Lanage, Brigitte, p. 354Schmidt, Siegfried J., p. 33Schueling, Manfred, p. 350Schwartz, W., p. 37Shanon., p. 34Shklovskij, Víktor, p. 264

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E l hablar lapidario

Skinner, B.F., pp. 275, 276 Sócrates, p. 193 Solano Santos, Sagrario, p. 184 Suné Beneges, Juan, p. 147

Taibo I, Paco Ignacio, p. 154 Talavera, Arcipreste de, p. 185 Teofrásto, p. 191 Tertuliano, p. 102 Todorov, Tzvetan, pp. 58, 59, 60 Torres Septién Ponce, Elena, p. 155

Valdés, Juan de, pp. 134, 139Valery de Montpellier, Paul, p. 351Vanhoye, Albert, p. 270Vanni, Ugo, p. 270Vázquez Santa Ana, Higinio, p. 154Velasco Valdés, Miguel, pp. 150, 151Velasco, Arnulfo, p. 351Vigny, Alfred de, p. 193Vilchez, p. 189Vinay, J.P., p. 36Vinocur, G.O., p. 263Vives, Juan Luis, pp. 102,103,104

Wacke, Andreas, p. 92 Wandruzka, Mario, p. 38 Weaver, p. 34 Weiss, J., p. 260

Yáñez, Agustín, pp. 102, 140, 163, 164, 166, 167,168, 169

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Se terminó de imprimir el mes de febrero de 1996, en los talleres de Impresión y Diseño

La edición consta de 1,000 ejemplares, y estuvo a cargo del Departamento de Publicaciones

deEl Colegio de Michoacán

Cuidado de la edición:Jaime Domínguez Ávila

Auxiliar de edición:Luis Verduzco Chávez

Composición tipográfica:Cristina Ramírez Ochoa.

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El hablar lapidario. Ensayo de paremiología mexicana es un sugerente estudio sobre qué es, qué estructuras tiene, qué formas adopta y cómo funciona discursivamente el refrán. Dicho en pocas palabras, este vasto libro ofrece al lector una seria, actual y bien documentada investigación sobre el refranero mexicano. En efecto, a partir de un corpus de refranes representativo del refra­nero mexicano, se estudia aquí el hablar paremiológico asumido como paradigma de una manera de hablar más general, el hablar lapidario, que, desde el punto de vista formal, es un hablar de pocas y medidas palabras, y que, desde el punto de vista argumentativo, es un hablar decisivo, tajante y zanjante gracias a que, debido al alto prestigio social de los refranes, a su funciona­miento figurativo, y a su índole altamente contextual y parásita, se insertan en el discurso bajo la forma de un raciocinio imperfecto.

Por otro lado, este libro es, como su nombre lo indica, un hasta ahora único ensayo de paremiología mexicana que, además, echa mano no sólo de los filones más representativos de las tradiciones que conforman la cultura occidental, sino de las más actuales teorías del discurso como la nueva retórica, la lógica, la lingüística, la semiótica, la teoría de la recepción, la pragmática, la literatura comparada, la sociocrítica, la estilística, la crítica literaria y la teoría del diálogo. Uno de los méritos más sobresa­lientes de este libro es el-de abrir brecha a futuras investigaciones sobre esta manera de hablar tan importante, el hablar lapidario.