2008 Balbi y Boivin La Perspectiva Etnográfica de Los Estudios Sobre Política

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Fernando Alberto Balbi, Mauricio BoivinLa perspectiva etnogrfica en los estudios sobre poltica, Estado y gobierno

    Cuadernos de Antropologa Social, nm. 27, 2008, pp. 7-17,Universidad de Buenos Aires

    Argentina

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    Cuadernos de Antropologa Social,ISSN (Versin impresa): [email protected] de Buenos AiresArgentina

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  • 7Cuadernos de Antropologa Social N 27, pp. 717, 2008 FFyL UBA ISSN: 0327-3776

    * Doctor en Antropologa por el Programa de Ps-Graduao em Antropologia Social, Museu Nacional,Universidade Federal do Rio de Janeiro. Investigador Asistente del CONICET. Profesor Adjuntointerino del Departamento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, Universidadde Buenos Aires. Direccin electrnica: [email protected]** Profesor Regular Titular, Departamento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Le-tras, Universidad de Buenos Aires. Direccin electrnica: [email protected]

    La perspectiva etnogrfica en los estudiossobre poltica, Estado y gobierno

    Fernando Alberto Balbi*

    Mauricio Boivin**

    Varias dcadas de revisionismo crtico post-colonial, feminista y post-estructuralista han dado lugar a que los antroplogos sociales y culturales tenga-mos una visin ms sutil de los presupuestos poltico-ideolgicos, epistemolgicosy metodolgicos de nuestra actividad (as como de la limitada utilidad de la dis-tincin entre unos y otros). Por otra parte y, quizs, de manera inevitable amedida que sus resultados se incorporaban al sentido comn de los antroplogosa travs de su reiteracin ritual en el marco de artculos y libros y de su simplifica-cin a fines pedaggicos en los centros de enseanza, esa labor crtica fue precipi-tando hasta tomar la forma de una visin caricaturesca del pasado de nuestradisciplina, una pintura meramente negativa hecha de trazos gruesos y bastos.

    En lo que se refiere particularmente a los estudios antropolgicos de lapoltica, este proceso redund en la conformacin de una imagen de la historiatemprana de la especialidad similar, en lo esencial, a la que corresponde a laantropologa social y cultural en general que se articula en torno de rasgos queparecen ser tan negativos que resulta difcil creer que la antropologa polticahaya podido siquiera sobrevivir a orgenes tan funestos. As, los estudiosantropolgicos de la poltica se habran desarrollado de manera relativamente tar-da debido a que los etngrafos daban la espalda a esa dimensin como parte de surechazo a hacerse cargo de que las poblaciones que estudiaban estaban sometidas

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    a la dominacin colonial europea (una especie de acto de no-reconocimiento, enel sentido que diera a esta expresin Pierre Bourdieu). Asimismo, la nacienteantropologa poltica se habra visto aplastada por el enorme peso de una serie depreconceptos etnocntricos respecto de su objeto, en la medida en que los etngrafosse mostraban incapaces de pensar la poltica primitiva ms que negativamente, estoes, como una imagen invertida de la organizacin estatal de sus pases de origen.

    Sin embargo, esa deprimente imagen es engaosa en lo que tiene de esque-mtica y de renuente a detenerse en un anlisis detallado de los procedimientosanalticos que efectivamente fueron empleados por los primeros antroplogosque se ocuparon sistemticamente de la dimensin poltica de la vida social. Enefecto, para empezar, la supuesta condicin tarda del desarrollo de la especiali-dad es relativa, visto que otras especialidades como, por ejemplo, la antropolo-ga econmica o la urbana se desarrollaron sistemticamente aun ms tardeque aqulla.1 Por otra parte y esto es lo que importa destacar aqu, ms queverse aplastada por preconceptos etnocntricos respecto de su objeto, la antro-pologa poltica fue construida, como toda la antropologa social, mediante unlaborioso esfuerzo dirigido a revisar y reformular esos preconceptos incluyendotanto los correspondientes al pensamiento terico o acadmico como aquellosprovenientes del sentido comn a la luz de su confrontacin con las categorascon que los miembros de las sociedades de que se ocupaban los etngrafos enten-dan sus propios mundos sociales. En este sentido, entonces, cabe advertir que esaaparente limitacin que supuestamente haba afectado de una manera tan gravosaa los primeros estudios antropolgicos de la poltica era, realmente, una caracte-rstica de la antropologa social en general y que, ms que representar una condi-cin negativa, constitua la fuente misma de su capacidad para hacer contribucio-nes significativas al anlisis de su objeto. Ocurre que, ante todo, la antropologapoltica se desarroll y sigue desarrollndose como etnografa.

    El potencial del anlisis etnogrfico para el estudio antropolgico de lapoltica, el Estado y el gobierno radica, entonces ms all de su innegable pro-ductividad para analizar con extremo detalle entramados complejos de relacionespersonales, en la forma en que centra su mirada en las perspectivas de los acto-res entendidas como parte de los hechos a examinar. Pero, qu significa, exacta-mente, centrar la mirada en las perspectivas de los actores? Tradicionalmente, laetnografa ha sido representada por los antroplogos sociales y culturales comouna concepcin y prctica de conocimiento que busca comprender los fenme-nos sociales desde la perspectiva de sus miembros (Guber, 2001:12-13), los ac-tores, nativos o agentes. En la prctica, sin embargo, parece ms adecuado

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    afirmar que lo que generalmente han hecho los etngrafos ha sido producir undilogo en el sentido de una interlocucin o confrontacin entre las pers-pectivas de los actores y la propia, orientado a sacar partido del hecho de que lasprimeras son, necesariamente, una parte del mundo social a examinar.2 Los su-puestos bsicos de este enfoque son dos: primero, como seala Guber (1991:73),la etnografa asume la existencia de diversidad o variabilidad en tanto abanicode diferencias empricas entre los grupos humanos y hace de la misma una cons-truccin terica, dando a esas diferencias empricas el status de objeto y medioprivilegiado del trabajo etnogrfico; y, segundo, se asume que las perspectivas delos actores constituyen un camino privilegiado para acceder al conocimiento de losocial no slo porque ellas son parte de lo social sino, particularmente, porque losactores deben necesariamente tener algn tipo de visin de su propio mundosocial tal que les permita operar en l (Balbi, 2007:419-420). As, ms que comoun intento que cabra juzgar vano de dar cuenta de los fenmenos socialesdesde la perspectiva de los actores, la perspectiva etnogrfica podra ser defini-da como una mirada analtica que da por supuesta la diversidad de lo real ytrata de aprehenderla a travs de un anlisis centrado estratgicamente en lasperspectivas de los actores (Balbi, 2007:37).

    Este tipo de estrategia de investigacin ha sido la que, de maneras ms omenos explcitas y auto-reflexivas, ha predominado en los estudios antropolgicosde la poltica desde los albores de la especialidad, cuando los etngrafos estructu-ral-funcionalistas desarrollaron en frica los primeros anlisis de sistemas polti-cos. Por ejemplo, ya en Los nuer (Evans-Pritchard, 1977 [1940]), una de lasetnografas fundacionales de la antropologa poltica, las concepciones de EdwardEvan Evans-Pritchard respecto del parentesco, la poltica y el Estado son colo-cadas en tensin con las perspectivas nativas esto es, sus categoras, las relacio-nes entre las mismas y las formas en que los actores las usaban, con el resultadode que aquellas son reformuladas en un sentido que permite al autor discernir o,mejor dicho, construir analticamente, un sistema poltico que sera propio deese pueblo niltico. No hay aqu una presentacin del mundo social nuer desde laperspectiva de sus miembros (la poltica sigue siendo pensada, a la manera predo-minante en el pensamiento poltico occidental, como un orden que se extiendepor cierto territorio y que es estable; esa estabilidad es pensada a partir de laimaginacin de un sucedneo del Estado; etc.), sino una cierta integracin de lascategoras y concepciones nativas en un marco analtico donde las concepcionesdel etngrafo han sido reelaboradas al ser confrontadas con ellas (el sistema pol-tico nuer funciona y se articula a travs del lenguaje proporcionado por las rela-

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    ciones entre linajes; el uso de la fuerza no se encuentra concentrado sino, por elcontrario, disperso de una manera equilibrada; etc.).

    Con el paso de las dcadas, el empleo de este tipo de procedimiento en losestudios antropolgicos de la poltica se ha hecho ms auto-consciente y mscrtico, especialmente en la medida en que los etngrafos se han visto cara a caracon los problemas que supone trabajar en sociedades donde trminos como pol-tica, Estado, gobierno o fuerza designan categoras nativas (un problema queaqueja a la antropologa social en general pues se extiende a gran parte de nuestrovocabulario ms aejo: sociedad, cultura, economa, parentesco, persona,individuo, etc.). De all, por ejemplo, la propuesta, formulada en el Brasil y queha ejercido una influencia decisiva sobre el reciente desarrollo de los estudios de lapoltica en la antropologa argentina,3 de desarrollar una antropologa de la pol-tica, entendida como una alternativa a la antropologa poltica. La antropologade la poltica se centra en el anlisis de las mltiples maneras en que las problem-ticas categoras que habitualmente asociamos al universo de la poltica, as comootras que comnmente se les asocian (nacin, poltico, pblico, etc.) o se lesoponen (privado, familia, economa, religin, etc.), son conceptualizadas poractores socialmente situados: O foco da anlise est centrado nas intersecesentre o que, do ponto de vista nativo, conceptualizado como poltica, e o que tido como da ordem de outros domnios da vida social e cultural (NuAP, 1998:7).

    Cul sera, entonces, el valor de la perspectiva etnogrfica para el anlisisde la poltica en la actualidad? Ante todo, la etnografa permite dotar de conteni-do a esas abstracciones imprecisas, polismicas y ambiguas, que son los conceptosde poltica, Estado (o estado, segn la perspectiva adoptada por cadainvestigador, habitualmente denotada por la opcin en favor o en contra del usode la E mayscula), gobierno, etc., sin por ello congelarlas tornndolas en nocio-nes estticas carentes de otra virtud que la de transmutar procesos sociales com-plejos en (supuestas) entidades reificadas. En efecto, en lugar de intentar vanamenteatribuir a cada uno de esos trminos un sentido preciso, unvoco e inequvoco, elanlisis etnogrfico permite dotarlos de mltiples sentidos que, adems, no resultande la especulacin terico-normativa de quien escribe sino del examen detallado desus usos por parte de actores socialmente situados. De esta suerte, al hacer de lasperspectivas nativas el centro de la indagacin respecto del mundo social del cualforman parte, la etnografa contribuye de una manera decisiva a incrementar nuestracapacidad para entender el lugar que cabe en el curso mismo de la vida social a con-ceptos tales como los de poltica, Estado y gobierno, as como a las instituciones,las formas de accin social y los tipos de relaciones sociales a que hacen referencia.

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    En segundo trmino, y como consecuencia de lo anterior, la perspectivaetnogrfica se presenta como un recurso privilegiado para desnaturalizar concep-tos que, como los que venimos examinando en estas pginas, se caracterizan porser, al mismo tiempo, categoras nativas de nuestras propias sociedades y herra-mientas tericas de nuestro trabajo: esto es, permite desnudar el carcter contin-gente en tanto social e histrico de los sentidos que suelen asocirseles. Eneste sentido, por ejemplo, la etnografa representa una herramienta fundamentalpara contrarrestar nuestra natural tendencia a tratar la poltica como un campo,una esfera o un dominio especializado y claramente delimitado, la cual pareceser inherente a las diversas disciplinas o especialidades dedicadas a su estudio quecomo la antropologa poltica son oriundas de sociedades donde, precisa-mente, la poltica se presenta como inextricablemente asociada a un entramado deinstituciones especializadas que casi parecen encarnarla materialmente, ser la pol-tica misma (Balbi y Rosato, 2003:14).4 Esta misma capacidad del procedimientoetnogrfico para desnaturalizar conceptos se extiende a los de Estado y gobier-no, as como a los restantes trminos que se les asocian y/o, segn el caso, se lesoponen en nuestro sentido comn acadmico.

    Los trabajos incluidos en este nmero 27 de Cuadernos de AntropologaSocial ilustran de diversas maneras estas contribuciones de la perspectivaetnogrfica al estudio de la poltica, el Estado y el gobierno.

    Los artculos escritos respectivamente por Veena Das y Deborah Poole ypor Talal Asad, representan conjuntamente pues son producto de un dilogoque, segn resulta evidente en sus pginas, es constitutivo de las argumentacionesde ambos lo que probablemente sea la reflexin terica sobre el Estado mssignificativa que haya sido producida en las ltimas dcadas sobre la base de ma-teriales etnogrficos. En efecto, la propuesta de centrar la atencin en los mrge-nes del Estado, es decir, en aquellos espacios territoriales, sociales e, incluso,conceptuales donde ste re-funda constantemente sus modalidades de controly donde sus prcticas son colonizadas por otras formas de regulacin que emanande las poblaciones locales, dirige inevitablemente la atencin hacia las formas enque tales modalidades y prcticas son experimentadas, concebidas e imaginadaspor diferentes sujetos: as, conduce a la produccin de anlisis de cuestiones talescomo las del Estado, la ley y su aplicacin, las biopolticas o la ciudadana entrminos que implican una mirada ms dinmica, compleja y penetrante que aquellaque resulta de enfoques que optan por predefinir sus objetos monolticamentedesde puntos de vista terico-normativos.5

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    El trabajo de Sian Lazar ilustra una de las muchas facetas de la labilidad delos lmites del Estado: el hecho de que instituciones que tericamente no le perte-necen pueden llegar a asumir parte de sus funciones. El artculo gira en torno dela interdependencia instaurada entre el Estado boliviano y los sindicatos localescomo resultado de la transferencia a stos de parte de las tareas de control de laeconoma informal en el marco de las reformas neoliberales de la dcada de 1990.A travs del anlisis etnogrfico de un caso centrado en la ciudad de El Alto, Lazarmuestra que si bien esa interdependencia favorece a los sindicatos en tanto lostransforma en socios del Estado, tambin los embarca en una competencia perpe-tua entre asociaciones que aspiran a ocupar esa posicin, lo cual conduce a que sevean enfrentados al tipo de riesgo que caracteriza a la situacin de los partidospolticos: el de ser abandonados por sus afiliados si stos perciben que su organi-zacin se encuentra en una posicin desfavorable.

    Por su parte, Mara Lagos hace un aporte significativo al anlisis de lasrelaciones entre la dimensin de gnero, la poltica y el Estado. La autora advier-te que la reproduccin de las unidades domsticas campesinas en Cochabamba(Bolivia) involucra luchas de carcter poltico donde participan tanto las mujerescomo los hombres, aunque lo hacen de manera diferencial y la participacin delas mujeres es desvalorizada al ser considerada como meramente complementariarespecto de la de los varones. La autora da cuenta de estas diferencias, examinan-do las maneras en que las perspectivas y prcticas polticas de hombres y mujereshan sido influidas por las afirmaciones del Estado esto es, las definicionesprescriptivas a travs de las cuales ste establece formas e imgenes aceptables deactividad social y de identidad individual y colectiva para mostrar que las defi-niciones estatales de la ciudadana y la nacin poltica refuerzan las desigualda-des locales de gnero y las nociones estereotipadas de masculinidad y feminidad.Una vez ms, la etnografa da testimonio de la medida en que el Estado se haceparte de una vida social que supuestamente existe en su exterior.

    Uno de los lugares comunes respecto de la poltica que se encuentran msextendidos y naturalizados en el pensamiento social es su caracterizacin comouna actividad fundamentalmente instrumental, utilitaria. Los artculos de JulietaQuirs y de Julieta Gaztaaga ofrecen materiales etnogrficos y reflexiones teri-cas que constituyen aportes substanciales para la superacin de este tipo dereduccionismo.

    Julieta Quirs presenta un anlisis etnogrfico y comparativo de algunasdimensiones de las relaciones que establecen punteros peronistas y dirigentespiqueteros con el Estado y con la poblacin en la localidad de Florencio Varela, en

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    el Conurbano bonaerense. Centrndose en las perspectivas de los propios actoresrespecto de esas relaciones, la autora explora los sentidos de las categoras nativasque las describen y que denotan las acciones y actitudes consideradas como nece-sarias para su desarrollo y mantenimiento, algunas de las cuales difieren entreambas situaciones (lucha, reivindicacin y negociacin son categoras constitutivasde las relaciones protagonizadas por los piqueteros, mientras que pedir, favor, agra-decimiento y acompaar lo son de las que involucran a los punteros), mientras queotras les son comunes sin que ello signifique, sin embargo, que revisten el mismosentido (tal el caso, por ejemplo, del trmino necesidad, que reviste un carctergenrico en su uso por los piqueteros y que, en cambio, se torna particularizadoentre los punteros). Siguiendo este curso, Quirs apunta a recuperar las formas enque dichas relaciones son vividas por sus protagonistas, opcin que la conduce aimpugnar las miradas utilitaristas de la poltica, denunciando el olvido sociol-gico de los motivos de la accin social que Max Weber calificara comoirracionales y proponiendo sociologizar el placer generado en y por elpropio hacer cotidiano en poltica.

    Por su parte, Julieta Gaztaaga desarrolla un anlisis etnogrfico de la no-cin de trabajo poltico en tanto categora nativa de actores vinculados al PartidoJusticialista en la ciudad de Victoria (Entre Ros). La autora muestra que dichacategora presenta dos acepciones interrelacionadas que lo asocian, respectiva-mente, al trabajo proselitista la militancia y al ejercicio profesional de lapoltica. Si en el primer sentido trabajar supone el desarrollo de actividades diri-gidas a conseguir votos, en el segundo remite a la produccin de obras materialese inmateriales (la construccin de obras de infraestructura, la produccin delegislacin, la administracin cotidiana de los asuntos pblicos, etc.) mediante laarticulacin del mundo de las relaciones personales con el tejido institucional. Laautora apunta que esta segunda dimensin del trabajo poltico tiende a serobscurecida en los estudios acadmicos al quedar habitualmente subsumida porla que remite al proselitismo, operacin que supone ignorar las afirmaciones de lospropios actores y que, de tal suerte, nos priva de herramientas para comprender eldetalle de los procesos polticos al reducir la poltica a una actividad instrumental.

    Gobierno es uno ms de los muchos trminos que designan indistinta-mente a uno de nuestros conceptos tericos centrales y a una de nuestras catego-ras nativas. Siguiendo la sugerencia de Michel Foucault en el sentido de quegobernar supone estructurar el campo de acciones eventuales de sujetos libres,Julieta Grinberg aporta una mirada etnogrfica respecto de lo que ello significaen la prctica, analizando las transformaciones recientes del tratamiento guber-

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    namental del problema de la infancia en riesgo en la Ciudad de Buenos Aires. Laautora se centra en el trabajo desarrollado por las Defensoras encargadas de prote-ger a los nios en riesgo, y muestra que en la medida en que se basa en una seriede representaciones respecto del nio como objeto de proteccin, la familia comomedio natural de su crecimiento y los conflictos familiares como factor de riesgo acontrolar dicho trabajo constituye una parte del proceso de construccin esta-tal de la familia y de la elaboracin de una cierta moral familiar. Asimismo,Grinberg muestra que las nuevas normativas han redundado en un incremento dela demanda de la intervencin de las Defensoras, las cuales reaccionaron admi-nistrndola mediante mecanismos informales que suponen desalentar las consul-tas espontneas de la poblacin, cerrar algunos casos y olvidar otros.

    Las representaciones compartidas por funcionarios pblicos y dirigentesde la sociedad civil tambin pueden ser entendidas como factores que hacen a laforma borrosa en que la distincin entre sta y el Estado se presenta en la vida real.As surge del artculo de Brenda Canelo, dedicado al anlisis etnogrfico de lasvinculaciones existentes entre las formas en que el Estado es concebido por losdirigentes de migrantes del rea andina central que habitan en la Ciudad de Bue-nos Aires y por aquellos empleados y funcionarios pblicos con que ellos tratan,as como entre tales representaciones y las prcticas desarrolladas por ambos con-juntos de actores. Canelo muestra que dirigentes, funcionarios y empleados con-ciben al Estado como una entidad que posee existencia y voluntad propias, sediferencia claramente de la sociedad o comunidad, y ejerce sobre sta un poderordenador y regulador fundado en el consenso. La autora devela las mltiplesformas en que esas representaciones informan las prcticas de unos y otros actoresquienes, por ejemplo, nunca recurren a entidades no estatales para resolver losproblemas que los involucran. Asimismo, muestra que algunas representacionesacerca de cmo opera el Estado no son totalmente coherentes con su concepcincomo una entidad independiente de los individuos que lo conforman tal es elcaso de la importancia atribuida a las relaciones personales para alcanzar el xitoen las gestiones realizadas ante el Estado y analiza las relaciones de estasinconsistencias con las prcticas de los actores y sus implicancias en lo tocante a laimbricacin entre la sociedad civil y el Estado.

    No slo el Estado y sus acciones son representados de diversas formas poraquellos actores que, al menos en teora, se encuentran ubicados fuera de su entra-mado institucional: tambin lo son los recursos que el Estado brinda a distintossectores de la poblacin a travs de sus programas, los cuales son apropiados desdecondiciones socialmente situadas y combinados con otros recursos provenientes

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    de distintas fuentes, en el marco de una amplia diversidad de estrategias. As losugiere el anlisis desarrollado por Alicia Gutirrez, quien escribe desde la pers-pectiva metodolgica de la sociologa de Pierre Bourdieu, la cual se diferencialigeramente de la que hemos esbozado en tanto y en cuanto fue construida poroposicin al estructuralismo de Claude Lvi-Strauss pero, a la vez, se vio profun-damente influenciada por ste y por la antropologa social en general. La autoraexamina las formas en que un programa habitacional cobra especificidad en elmarco de dos modalidades diferentes de gestin del hbitat popular en la locali-dad cordobesa de Malvinas Argentinas. Apelando a los conceptos bourdianos decapital social, capital simblico y estrategias de reproduccin social, Gutirrezexamina dos casos en que los recursos aportados por el programa son ponderadosy gestionados de maneras diferentes que califica respectivamente comogerencial-empresarial y militante al ser colocados en manos de dos organiza-ciones con distintas trayectorias, experiencias, institucionalidades, reconocimien-tos y contactos a nivel local, y modalidades de operacin.

    Viene al caso, para cerrar estas pginas, recordar la observacin de CliffordGeertz en el sentido de que el material etnogrfico resulta relevante para la teorasocial puesto que es lo que puede dar a los megaconceptos con los que se debatenlas ciencias sociales contemporneas legitimidad, modernizacin, integracin,conflicto, carisma, estructura, significacin esa clase de actualidad sensata quehace posible concebirlos no slo de manera realista y concreta sino, lo que es msimportante, pensar creativa e imaginativamente con ellos (Geertz, 1987 [1973]:34).Los artculos que siguen constituyen claras muestras de que la etnografa es, por lomenos, igualmente productiva cuando se trata de pensar en y con los conceptosde poltica, Estado y gobierno.

    NOTAS

    1 Cabra observar, por lo dems, que calificar como tardo el desarrollo de una uotra especialidad constituye un mero ejercicio de historia whig por qu, a finde cuentas, haban de llegar a existir la antropologa poltica, la de la educacin,etc.? y que, adems, las ventajas relativas de la divisin de la antropologa socialen los compartimentos estancos que son sus diversas subdisciplinas o especialidadesson, cuanto menos, bastante discutibles.2 Vase, a este respecto: Peirano (1995).

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    3 Respecto del desarrollo de los estudios antropolgicos de la poltica en nuestropas, vase: Frederic y Soprano (en prensa).4 Como ilustracin para este aserto cabe mencionar a algunos de los trabajos mso menos directamente inspirados por la antropologa de la poltica: Palmeira yGoldman (1996); Heredia, Texeira y Barreira (2002); Rosato y Balbi (2003);Pantalen (2004); Quirs (2006); Balbi (2007); Gaztaaga (2007 y 2008).5 Es cierto, sin embargo, que la nocin de margen del Estado exhibe cierta fragilidadpues, al estar definida de una manera que permite que cualquier dimensin de lavida social sea tratada como tal, resulta excesivamente indeterminada y se tornademasiado ubicua como para ser plenamente frtil en trminos analticos. En estesentido, dicha nocin no es sino un recurso retrico que agrupa diversos temas aun nivel argumental antes que conceptual, seguramente como consecuencia deque su origen fue un seminario donde confluyeron investigadores que,admitidamente, no tenan una concepcin comn de lo que deba ser entendidocomo un margen del Estado.

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