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CUADERNOS DE DEBA E T INTERNACIONAL

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Coordinacin: Joan Martnez Alier, Apartado Postal 82, UAB, Bellaterra, 08193 Barcelona [email protected] James OConnor, Capitalism, Nature, Socialism P.O. Box 8467, Santa Cruz, Calif. 95061 Administracin: Icaria editorial, C/. Ausis Marc, 16, 3., 2. - 08010 Barcelona Tels. 301 17 23 - 301 17 26 - Fax 317 82 42 [email protected] www.icariaeditorial.com Edita: Redaccin: Jordi Bigas, Luis Angel Fernndez Hermana, Nria Ferrer, Rafael Grasa, Luis Lemkow, Carme Miralles, Anna Monjo, Jaume Morrn, Flix Ovejero, Octavi Piulats, Josep Puig, Albert Recio, Carola Reintjes, Jordi Roca (Barcelona), Nicolau Barcel (Mallorca), Manuel Gonzlez de Molina (Granada), Marisa Mercado, FUHEM (Madrid). Consejo internacional: Federico Aguilera Klink (Tenerife), Elmar Altvater (Berln), Nelson lvarez (Montevideo), Manuel Baquedano (Santiago de Chile), Elizabeth Bravo y Esperanza Martnez (Quito), Jean Paul Delage (Pars), Arturo Escobar (Chapel Hill, N.C.), Jos Carlos Escudero (Buenos Aires), Mara Pilar Garca Guadilla (Caracas), Ramachandra Guha (Bangalore), Enrique Leff (Mxico, D.F.), Jos-Manuel Naredo (Madrid), Jos Augusto Pdua (Ro de Janeiro), Rubn Prieto (Montevideo), Silvia Ribeiro (Mxico), Giovanna Ricoveri (Roma), Vctor Manuel Toledo (Mxico D.F.), Juan Torres Guevara (Lima), Michael Watts (Berkeley, Calif). Diseo: Iris Comunicacin Fotografas de la cubierta: J. A. Gar Joan Martnez Alier, Vctor M. Toledo, Josep A. Gar, Martha Luz Machado-Caicedo, Rosa M. Rosales, Pedro Arrojo, Carlos Crespo Flores, Federico Velzquez de Castro, Maarten de Kadt, Jos Allende, Neus Mart, Vernica Vidal, John Dillon, Werner Raza. Icaria editorial Ausis Marc, 16, 3., 2. 08010 Barcelona Tels. 93/301 17 23 - 301 17 26 - Fax 93/317 82 42 FUHEM/CIP Duque de Sesto, 40 28009 Madrid Tel. 91/575 19 75 - Fax 91/577 95 50 Impreso en Barcelona, diciembre del 2000 Romany/Valls, s.a. - Verdaguer, 1 - Capellades (Barcelona) EDICIN IMPRESA EN PAPEL RECICLADO ISSN: 1138-6738 Dep. Legal: B. 41.382-1990 La direccin de la Revista se reserva el derecho de reproduccin

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5. INTRODUCCIN AL NMERO 20 Joan Martnez Alier 7. ENTREVISTA A JOS SANTAMARTA, EDITOR DE WORLDWATCH, ESPAA.

SUEOS VERDES

DE KIOTO A LA HAYA

13. RODOLFO MONTIEL Y EL ECOLOGISMO DE LOS POBRES Vctor M. Toledo 15. LA ECOLOGA POLTICA DE LA DIVERSIDAD Josep A. Gar 25. LAS FLORES DE LOS MANGLARES-TROCHAS DE VIDA, TROCHAS DE LIBERTAD (SEIS FRAGMENTOS) Martha Luz Machado-Caicedo 35. FEMINISMO Y MEDIO AMBIENTE. UNA RUPTURA CONCEPTUAL EN LA SALUD Rosa M. Rosales AGUA

DEBATES AMBIENTALES

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43. EL PLAN HIDROLGICO NACIONAL: UN DESENCUENTRO CON LA HISTORIA Pedro Arrojo 59. LA GUERRA DEL AGUA EN COCHABAMBA: MOVIMIENTOS SOCIALES Y CRISIS DE DISPOSITIVOS DE PODER Carlos Crespo Flores RESIDUOS

71. ECOLOGA Y ECONOMA: LOS CAMINOS CONVERGEN Federico Velzquez de Castro 75. LA GESTIN DE LOS RESIDUOS SLIDOS DE ESTADOS UNIDOS EN LA ENCRUCIJADA. EL RECICLAJE EN LA RUEDA DE LA PRODUCCIN Maarten de Kadt TERRITORIO

95. LA ENERGA ELICA Y SUS LIMITACIONES (EL CASO DE LA COMUNIDAD AUTNOMA VASCA) Jos Allende 103. BAQUEIRA NO? EL PROYECTO DIAFANIS DE EVALUACIN AMBIENTAL Neus Mar t, Vernica Vidal, David Mnuel y otros

QUIN DEBE A QUIN

131. DEUDA ECOLGICA. EL SUR DICE AL NORTE: ES HORA DE PAGAR John Dillon (Ecumenical Coalition for Economic Justice) 153. DESARROLLO CAPITALISTA, NEOLIBERALISMO Y AMBIENTE EN AMRICA LATINA. UNA BREVE SINOPSIS Werner Raza

167. NDICES DE LOS NMEROS 1-19 DE ECOLOGA POLTICA

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INTRODUCCIN AL NMERO 20

Introduccin al nmero 20Joan Martnez Alier

Este nmero de Ecologa Poltica (el nmero 20 que, en una revista semestral como la nuestra, supone diez aos de actividad), analiza diversos conflictos ecolgicos internacionales y locales que nacen del uso de recursos y materias primas, y de la ocupacin de sumideros para los residuos (como el dixido de carbono). Un tema comn es el de la valoracin del medio ambiente, oponiendo el pluralismo de valores al reduccionismo monetario. Hay injusticias ecolgicas que no tienen precio. Hay compensaciones econmicas de daos ambientales de difcil clculo. As, John Dillon (de la Ecumenical Coalition for Economic Justice del Canad) presenta valoraciones econmicas de la Deuda de Carbono que el Norte debe al Sur. Ese enfoque implica dejar de lado el Protocolo de Kioto. Pero cabe tambin argumentar que Kioto fue un buen comienzo, insuficiente sin duda, para la revolucin energtica que debe producirse en los prximos veinte o treinta aos. As razona Jos Santamarta en la entrevista que abre este nmero. Josep Antoni Gar explica el valor local de la biodiversidad en los Andes y en la Amazona, un valor cultural y para la

subsistencia humana que el mercado no recoge. Otros artculos ponen de manifiesto el valor de los manglares para las poblaciones locales hoy amenazadas por la exportacin de camarones. Werner Raza establece una tipologa histrica de las relaciones entre sociedad y naturaleza en Amrica Latina, contrastando la poca de la sustitucin de importaciones con la actual ola neoliberal exportadora. Carlos Crespo y Pedro Arrojo analizan conflictos sobre el uso y el valor de agua en Bolivia y en Espaa. Maarten de Kadt describe el considerable problema de las basuras de Estados Unidos mostrando el inters que tienen algunas empresas en aumentar su volumen. Neus Mart, David Mnuel y Vernica Vidal aplican la evaluacin multi-criterial a un conflicto sobre el uso del territorio en el Pirineo donde la empresa BaqueiraBeret S. A., pretende ampliar sus dominios esquiables. Publicamos tambin los ndices completos de los primeros diez aos de esta revista, animando a nuestros lectores (y en particular a las bibliotecas pblicas y universitarias) a completar ahora sus colecciones. Diciembre 2000

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Entrevista a Jos Santamarta*De Kioto a La HayaRecientemente asistimos a una nueva Cumbre de Cambio Climtico fallida, esta vez en La Haya. Como en aos anteriores, desde la firma del Protocolo de Kioto, permanecen inmviles diversas posturas por parte de los pases negociadores, en cuanto al alcance de la reduccin en las emisiones de gases de efecto invernadero y a la aplicacin de mecanismos para alcanzar los modestos objetivos pactados, que no ratificados por todos los negociadores, en diciembre de 1997. Concretamente, en Kioto se acord dar unos derechos de emisin de dixido de carbono a los pases ricos iguales a sus emisiones de 1990 menos una pequea reduccin de nicamente 5 por ciento. Es decir, se ha seguido una poltica de derechos adquiridos. A pesar de esta generosidad, Estados Unidos no quiere ratificar el Protocolo de Kioto. T eres favorable o contrario al Protocolo de Kioto? Santamarta: antamarta Jos Santamarta Ni favorable ni contrario. Personalmente estoy por la transicin hacia un sistema energtico descarbonizado, basado en la eficiencia, las energas renovables y la equidad social y Norte-Sur. El problema es cmo se avanza realmente en esa direccin, en las circunstancias actuales y en el mundo real en el que vivimos, con la correlacin de fuerzas actual. No se trata slo del objetivo final, sino de la estrategia y la tctica para alcanzarlo, del debate sobre el fin y los medios. Es por esto por lo que Greenpeace, Amigos de la Tierra (FOEI), CAN (la Red de Accin del Clima) y el WWF defienden la ratificacin del Protocolo de Kioto, porque es un primer paso, aunque sea totalmente insuficiente. Si llega a entrar en vigor, ser posible reformarlo, al igual que pas con el Protocolo de Montreal sobre las sustancias que destruyen la capa de ozono. De hecho el Protocolo de Kioto es totalmente insuficiente, pues slo contempla una reduccin del 5,2 por ciento de las emisiones de los pases industrializados para el perodo 20082012. Para frenar el cambio climtico habra que reducir las emisiones mundiales actuales en un 80 por ciento. Pero el camino se hace paso a paso, y tal reduccin no se lograr, en el mejor de los casos, antes de 40 o 50 aos, a medida que se mejore tecnolgicamente y se reduzca el precio de la energa solar fotovoltaica, la energa solar trmica, la elica, las pilas de combustible y el desarrollo de una economa energtica basada en las energas renovables y en el hidrgeno como vector energtico. Greenpeace, el Worldwatch Institute, Naciones Unidas y el Consejo Mundial de la Energa, y algunas multinacionales como Shell y BP (y yo mismo aqu en Espaa para Amigos de la Tierra), han elaborado planes y propuestas energticas sobre la transicin a un modelo energtico basado en las renovables y descarbonizado. Personalmente creo que el arranque y el inicio son lentos y duros, pero pronto se lograr una velocidad de crucero, y al igual que a finales del siglo XVIII y principios del S. XIX se produjo la transicin de la madera al carbn, y entre 1945 y 1960 la transicin al petrleo, en este siglo XXI veremos la transicin a las energas renovables, las pilas de combustible y el hidrgeno. Hacia el 2030 la transicin ya estar muy avanzada. Pero ahora con Bush de presidente Estados Unidos no va a ratificar el Protocolo de Kioto... Santamarta: antamarta Jos Santamarta La eleccin de George W. Bush en EE UU supondr un retroceso, como lo fue en el pasado la presidencia de Ronald Reagan (una de las primeras cosas que hizo fue retirar las clulas fotovoltaicas que haba puesto James Carter en la Casa Blanca), pero la transicin es inevitable e irreversible, y tarde o temprano el Protocolo de Kioto y otros convenios internacionales tendrn que plasmarlo. La adopcin de20 - 2000 7

* Director de la edicin en castellano de la revista WorldWatch, e-mail: [email protected]

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Entrevista a Jos Santamarta. De Kioto a La Haya

una postura purista respecto al Protocolo de Kioto puede ser muy esttica, pero es de poca utilidad y sera automarginarse de lo que se negocia en el mundo real, que no es el ideal. Reducir las emisiones de gases de invernadero, con las tecnologas actuales, plantea serias dificultades polticas y sociales para la clase poltica de los pases desarrollados, que no quieren adoptar medidas poco populares, que reduzcan el consumo de combustibles y el uso del automvil, por poner un ejemplo. La reduccin de las emisiones en gran parte entra en contradiccin con el desarrollo econmico actual y de muchas y poderosas multinacionales. A nadie se le escapa la dificultad poltica. Vase las protestas recientes contra el aumento del precio del gasleo y la gasolina. Nunca el movimiento ecologista ha movilizado a tanta gente como esas masas de camioneros, taxistas y pescadores indignados por el aumento del precio del gasleo, y cuya reivindicacin principal es la reduccin de la fiscalidad sobre los combustibles fsiles, precisamente lo contrario de lo que hay que hacer para frenar el aumento de las emisiones. No nos engaemos: esto no es un camino de rosas, ni lo ser. El Protocolo de Kioto es el fruto de una dura negociacin, que se remonta como mnimo a 1988, y sobre todo de la presin del gobierno de EE UU. Una vez aprobado, aunque no ratificado, se ha convertido en el nico instrumento para reducir las emisiones. Las ONG desarrollaron a lo largo de todos estos aos una intensa labor de lobby, enfrentada a la enorme presin de las grandes multinacionales de los combustibles fsiles y los automviles. El resultado de Kioto fue el esperado, ni mejor ni peor, para todos aquellos que seguamos las negociaciones. Varios meses antes asist a una reunin preparatoria, y en el seno de la Red de Accin del Clima (CAN) sabamos que ese 5 por ciento iba a ser el resultado final, ni ms ni menos. Los ONG defendan una reduccin del 20 por ciento para el ao 2005 en los pases industrializados (los del Anexo I), y que tal reduccin se realizase sin trucos y agujeros. El resultado fue otro, por supuesto, pero las ONG siguen en la lucha, y ahora la trinchera es la negociacin sobre los sumideros y los llamados mecanismos de flexibilidad, as como la ratificacin. Posteriormente habr que luchar para reformar una y otra vez el Protocolo de Kioto, al igual que pas con el Protocolo de Montreal.8 20 - 2000

El Protocolo de Kioto de diciembre de 1997 concluy con la adopcin de un protocolo de reduccin de emisiones de gases de invernadero por los 39 pases industrializados, incluidos los de la antigua URSS. El compromiso, que se encuentra en un difcil perodo de ratificacin, obliga a limitar las emisiones conjuntas de seis gases (CO2, CH4, N2O, compuestos perfluorocarbonados (PFC), compuestos hidrofluorocarbonados (HFC) y hexafluoruro de azufre) respecto al ao base de 1990 para los tres primeros gases y 1995 para los otros tres, durante el perodo 2008-2012, en proporciones diferentes segn el pas: reduccin de un 8 por ciento para el conjunto de la Unin Europea, un 7 por ciento para EE UU y un 6 por ciento para Japn. Ucrania, la Federacin Rusa y Nueva Zelanda se comprometen a mantener sus emisiones de 1990. En conjunto la reduccin global acordada es de un 5,2 por ciento para los pases industrializados. El Protocolo no obliga en una primera fase a los pases en desarrollo, dadas sus reducidas emisiones por habitante. Los pases industrializados, con el 20 por ciento de la poblacin mundial, son responsables de ms del 60 por ciento de las emisiones actuales, y de la prctica totalidad de las emisiones histricas, y a pesar de estos hechos incuestionables, EE UU, Australia y Japn condicionan la ratificacin del Protocolo a la asuncin de compromisos por parte de China (el segundo emisor mundial) y otros pases en desarrollo, contradiciendo el llamado Mandato de Berln, alcanzado en la COP1 en 1995. En este punto resulta de inters plantearse si el implementar lo acordado en Kioto, sera suficiente para frenar el proceso de cambio climtico. La respuesta proveniente de los expertos del Panel Internacional sobre el Cambio Climtico es desalentadora, no te parece? Santamarta: antamarta Jos Santamarta El Protocolo de Kioto, segn la mayora de los cientficos del IPCC, incluido Bert Bolin, es un paso totalmente insuficiente para evitar el cambio climtico aun en el caso de aplicarse de forma estricta, pero incluso este mnimo compromiso se ve amenazado por los detalles de la aplicacin y el desarrollo de algunos instrumentos del protocolo, como el mecanismo de desarrollo limpio (CDM) de cooperacin de los pases industrializados con los pases en desarrollo (artculo 12 del Protocolo), los sumideros (art. 3.3, 3.4 y 3.7), el intercambio de emisiones y las iniciativas de aplicacin conjunta (Joint Implementation, JI y AIJ) entre pases industrializados (art. 17).

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El ao base se compone de las emisiones de 1990 de CO2, CH4 y N2O, y las emisiones de 1995 de los compuestos perfluorocarbonados (PFC), compuestos hidrofluorocarbonados (HFC) y hexafluoruro de azufre. Al considerar como ao base 1995 para los gases PFC, HFC y SF6, en vez de 1990, segn el artculo 3.8 del Protocolo de Kioto, las emisiones del ao base de los pases del Anexo I aumentan en un 1 por ciento, que es uno ms de los varios agujeros pensados para aminorar el esfuerzo domstico. Los agujeros igualan o superan a las reducciones requeridas en el marco del protocolo, y podran permitir a los pases industrializados cumplir sus compromisos sin apenas acciones en sus propios pases. En La Haya, la palabra sumideros se us solamente para la absorcin de carbono en rboles. Pero los principales sumideros de carbono son globales (atmsfera y ocanos). Nosotros pensamos, como Anil Agarwal y Sunita Narain propusieron en 1991, que deben ser de todos los humanos por igual. En cambio, son de acceso libre, del primero que los ocupa con sus emisiones de gases de efecto invernadero. La media mundial de emisiones de carbono per capita se sita en 1,4 toneladas anuales, con una gran asimetra en la distribucin: mientras que un ciudadano medio estadounidense genera cerca de 6 toneladas/ao de carbono o un europeo occidental medio cerca de 3 toneladas/ ao, un habitante de la India no alcanza las 0,5 toneladas. Es decir, el 25% de la poblacin mundial, residentes en los pases desarrollados, se han apropiado y continan apropindose unilateralmente de un servicio de la naturaleza al cual todos los seres humanos tienen igual derecho. Pero, adems, a consecuencia del crecimiento econmico intensivo en carbono experimentado por los pases del Norte, los pases del Sur sufrirn catstrofes que condicionan seriamente su capacidad de desarrollo, y sobre las que no tienen ninguna capacidad de control. Santamarta: antamarta Jos Santamarta El Protocolo de Kioto es insuficiente, y debe ser reformado lo antes posible. Estoy de acuerdo con el diagnstico que describes, pero el problema es la tctica. Yo por supuesto no estoy seguro de nada, ni de que aquellas posturas que comparto sean las mejores. El mundo actual es injusto en todos los sentidos, pero no por describirlo cambia la realidad. El problema es de tctica. Yo comparto una, pero es probable que otros piensen que no

es la acertada. El tiempo dir, pero yo no me bajo del burro y defiendo que la presin se haga sobre el Protocolo de Kioto, y vaya a encaminada a mejorar los acuerdos internacionales. Vamos a insistir ms. Desde diversos crculos se esta proponiendo otra politica contra el cambio climatico, que se llama Contraccin, Convergencia y Compensacin. Salgamos pues de la discusion intil del protocolo de Kioto. ayudemos a los pueblos del Sur a reclamar la Deuda Ecologica. En efecto, una distinta poltica contra el cambio climtico estara basada en la contraccin de emisiones de aquellos pases que, per cpita, estn por encima del promedio, yendo hacia una convergencia de emisiones per cpita hasta el nivel que puedan ser absorbidas por los ocanos, la nueva vegetacin y los suelos, impidiendo el incremento de la concentracin de gases de efecto invernadero en la atmsfera y haciendo retroceder esta concentracin. Desde el Sur se preguntan cunto deben de pagar los pases desarrollados por la utilizacin que han hecho y continan haciendo, totalmente gratis, de sumideros de carbono tales como los ocanos y la atmsfera? A cunto asciende esta deuda ecolgica de cada europeo o norteamericano que nace? Si la reduccin necesaria anual estimada ronda los 3000 millones de toneladas de carbono (para no continuar incrementando el nivel de carbono en la atmsfera), y si el coste medio estimado de la reduccin de esa enorme reduccin fuera solamente de 20$USA por tonelada de carbono, ello redundara en un flujo anual desde los pases contaminadores hacia los pases empobrecidos de 60.000 millones de dlares USA. Esa compensacin debera ir a proyectos sociales y ambientales que beneficiaran a la poblacin y que promovieran energas renovables. No se trata de comprar derechos de emisin sino de pagar una especie de multa por nuestro uso excesivo de espacio ambiental ajeno. Si la multa es sustancial, eso incitara a la reduccin de las emisiones. La campaa internacional por el reconocimiento y el pago de la Deuda Ecolgica (www.cosmovisiones.com) contrapone la Deuda Ecolgica a la Deuda Externa, y se pregunta Quin debe a quin?. Pensamos que grupos como Ecologistas en Accion en Espaa, o Worldwatch deberian olvidarse de Kioto y sumarse a este campaa. Qu piensas t? Santamarta: antamarta Jos Santamarta Me remito a las respuestas anteriores. El diagnstico es acertado, as como las metas. Pero cmo se20 - 2000 9

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llega a ellas? Caern las murallas de Jeric con slo tocar las trompetas? Cmo convences (o impones) a George W. Bush y al senado de EE UU, que ni siquiera quieren firmar el Protocolo? Cmo se logra que paguen la deuda ecolgica? Piensa en los medios, en la tctica, y no te dejes llevar slo por la limpieza y el rigor del razonamiento intelectual. La vida real es ms complicada. Las propuestas de Contraccin, Convergencia y Compensacin, si realmente se llevan a cabo, hay que plasmarlas en Convenios y Protocolos internacionales, porque lo dems es un brindis al sol y una campaa ms. El Protocolo de Kioto de una forma muy tmida e insuficiente prev la contraccin (el objetivo de reduccin slo afecta a los pases del Anexo I), la convergencia (puesto que a los pases en desarrollo se les permite aumentar las emisiones, mientras que los del Anexo I deben reducirlas en un 5,2 por ciento, contrariamente a la opinin de EE UU) y la compensacin se debera hacer con fondos nuevos y adicionales para mejorar el transporte pblico, la eficiencia energtica y el desarrollo de las energas renovables, en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio (artculo 12 del Protocolo). Yo personalmente prefiero pequeos avances reales, que grandes campaas muy radicales que al final se desinflan sin haber cambiado nada. El Protocolo de Montreal realmente sirvi para que la destruccin de la capa de ozono no llegue a lmites intolerables. El Protocolo de Kioto debe ser un primer paso para comenzar a reducir las emisiones de gases de invernadero, e impedir que el cambio climtico adquiera proporciones catastrficas. Pero la presin hay que aplicarla para que al final se plasme en compromisos concretos, verificables y sancionables en caso de incumplimiento. Bush, las multinacionales y el Congreso y el Senado de EE UU quieren olvidarse de Kioto. En temas que afectan a los recursos comunes como la atmsfera, al final las actuaciones y los plazos deben materializarse en acuerdos internacionales, porque olvidar Kioto, desde mi punto de vista, al final lleva a no hacer nada y seguir como ahora. El Mandato de Berln de la COP1, y el propio protocolo de Kioto reconocen en alguna medida la contraccin y la convergencia, y por eso en el perodo que va de aqu al ao 2012 no obliga a los pases en desarrollo a reducir sus emisiones.10 20 - 2000

Para que el Protocolo de Kioto entre en vigor debe ser ratificado por un nmero suficiente de pases, que en conjunto sean responsables del 55 por ciento de las emisiones de los pases del Anexo I. Dada la mayora republicana en el Congreso y en el Senado de EE UU, y su oposicin a la ratificacin, sta no est ni mucho menos asegurada. Estados Unidos, con el 36,1 por ciento de las emisiones en 1990 de los pases del Anexo I, en la prctica tiene poder de veto, ms cuando cuenta con la complicidad de otros pases, como Japn y Australia, e incluso Rusia (17,4 por ciento de la emisiones en 1990). El CAN, que agrupa a las ms importantes organizaciones ecologistas internacionales (284 ONG con ms de 10 millones de socios en todos los continentes, entre ellas el WWF, FOEI y Greenpeace), ha solicitado que a ms tardar el Protocolo de Kioto entre en vigor en el ao 2002, coincidiendo con la Cumbre Ro+10 en Johannesburgo (Surfrica). La COP6, en noviembre de 2000 en La Haya, debera haber aprobado las reglas de aplicacin del Protocolo de Kioto. La COP6 volver reunirse en el ao 2001, pero hoy no se puede ser optimista sobre los resultados. Lo deseable sera que los objetivos del compromiso cuantificado de limitacin o reduccin de las emisiones de los gases de invernadero de los pases del Anexo B del Protocolo se alcanzasen, sobre todo, merced a polticas domsticas. Varios pases, y en especial EE UU, hacen hincapi en las llamadas medidas o mecanismos de flexibilidad, e incluso plantean la posibilidad de tomar prestadas emisiones futuras, todo antes de plantearse seriamente programas domsticos de reduccin de emisiones, lo que muy probablemente supondra, entre otras polticas, una nueva fiscalidad ecolgica. Los procesos futuros de revisin del Protocolo deben basarse en el trabajo cientfico del IPCC, y no en los intereses particulares de unas pocas grandes multinacionales. La COP7 debera realizar la Tercera Revisin de la Idoneidad de los Compromisos, basndose en el Tercer Informe del IPCC, y en el artculo 4.2 d del Convenio Marco de Cambio Climtico. La Segunda Revisin de la Idoneidad de los Compromisos debe mostrar que los objetivos de las Partes del Anexo I son completamente insuficientes. El fin del Convenio y el Protocolo es evitar un cambio climtico de proporciones desastrosas, y a tal fin debern revisarse los ms que modestos objetivos alcanzados en Kioto. Porque aun cumpliendo los objetivos del Proto-

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colo sin valerse de los agujeros, stos son totalmente insuficientes. Segn el CAN, para evitar que el cambio climtico alcance lmites peligrosos, hacen falta dos condiciones: A. Un presupuesto del carbono con bases cientficas. Cunto ms CO2 se puede emitir? B. Un sistema de distribucin que reparta equitativamente las emisiones de CO2 entre todos los pases. Ambas condiciones requieren tanto una slida base cientfica como un consenso poltico. La COP6 de La Haya fue una oportunidad perdida. El comercio de emisiones carece de toda equidad, al permitir emitir ms gases de invernadero a los pases ms ricos y autnticos responsables de la situacin actual. Los mecanismos de flexibilidad slo sern una opcin vlida si benefician al medio ambiente, se basan en estudios rigurosos, promueven la eficiencia energtica y las energas renovables, no van contra la equidad y si son transparentes y verificables por entidades independientes, y no meros agujeros para que los mayores emisores por habitante contaminen an ms. Mirando al futuro despus del fracaso de La Haya, cmo lograr un cambio en los sistemas de producir energa? Santamarta: antamarta Jos Santamarta De forma inmediata, es necesario promover las polticas encaminadas a reducir las emisiones de gases de invernadero, aumentando la eficiencia energtica, desarrollando las energas renovables, mejorando el transporte pblico y el ferrocarril, reciclando los residuos orgnicos (compost) y reduciendo la deforestacin. Los pases industrializados deben establecer planes claros para reducir las emisiones, incluyendo instrumentos fiscales (impuestos sobre las energas no renovables, incentivos a las renovables y a la eficiencia), supresin de las subvenciones a los combustibles fsiles y los presupuestos para llevarlos a cabo. Entre otras medidas se deben reducir los incendios forestales y la emisin de gases de invernadero, como el metano y el xido nitroso, as como la produccin y consumo de cemento, una de las principales fuentes de emisin de CO2, agravada por la construccin de autovas, carreteras y otras infraestructuras. Cada tonelada de cemento consumida causa la emisin de 498

kilogramos de CO2. Una poltica de repoblaciones forestales con especies autctonas, en las zonas adecuadas, retirara de la atmsfera grandes cantidades de CO2, frenara la erosin, las inundaciones y las sequas, dado el efecto esponja de los bosques. Pero los bosques y los mares, aun actuando como sumideros, son incapaces de retirar la cantidad actual de CO2 emitida anualmente. La reduccin del consumo de carne, del empleo de fertilizantes, de las fugas de metano en la minera de carbn y en la red de gasoductos, y de la cantidad de residuos, y una poltica forestal que reduzca la superficie afectada por incendios forestales, permitir cumplir los objetivos de reduccin de CH4 y N2O. La fabricacin de nailon y la de cido ntrico son responsables de gran parte de las emisiones antropognicas de xido nitroso. La eliminacin de los HFC no plantea ningn problema, pues hay alternativas viables. La reduccin de la generacin de residuos, el reciclaje de la materia orgnica (compost), la prohibicin de la incineracin y el aprovechamiento del metano de los vertederos, son algunas de las medidas de una poltica de residuos adaptada al cambio climtico. En 1999 el consumo mundial de energa lleg a 10.000 millones de toneladas equivalentes de petrleo (Mtep): 2146 Mtep de carbn, 3200 Mtep de petrleo, 2301 Mtep de gas natural (20,1 por ciento), 607 Mtep de nuclear, 220 Mtep de hidroelctrica y cerca de 1500 Mtep de biomasa (14 por ciento), fundamentalmente lea, y pequeas cantidades de geotermia, solar y elica (menos del 2 por ciento). La produccin, transformacin y consumo final de tal cantidad de energa es la causa principal de la degradacin ambiental. El consumo est muy desigualmente repartido, pues los pases del Norte, con el 25 por ciento de la poblacin mundial, consumen el 66 por ciento de la energa, factor este ltimo a tener en cuenta a la hora de repartir responsabilidades de la crisis ambiental causada por la energa. La grave crisis ambiental, el agotamiento de los recursos y los desequilibrios entre el Norte y el Sur, son factores que obligan a acometer una nueva poltica energtica. A corto plazo la prioridad es incrementar la eficiencia energtica, pero sta tiene unos lmites econmicos y termodinmicos, por lo que a ms largo plazo slo el desarrollo de las energas renovables permitir resolver los grandes retos del futuro, como son el efecto invernadero, los residuos nucleares y las desigualda20 - 2000 11

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Entrevista a Jos Santamarta. De Kioto a La Haya

des Norte-Sur. La energa nuclear de fisin es cara, peligrosa, contaminante, contribuye a la proliferacin nuclear, no es una alternativa real al cambio climtico y crea uno de los mayores problemas ambientales: los residuos radiactivos. La energa nuclear es desde todos los puntos de vista la peor de las fuentes de energa. La fusin nuclear ni es alternativa, ni limpia, al producir tritio as como otros productos radiactivos, y puede contribuir a la carrera de armamentos. Los vastos recursos y medios hoy destinados a la investigacin de la fusin y de la fisin, deberan emplearse en energas renovables y en eficiencia. Los grandes embalses hidroelctricos tampoco son la solucin, pues producen grandes cantidades de metano, aparte de otros muchos impactos sociales (desplazamiento de la poblacin) y ambientales. Con voluntad poltica y recursos perfectamente viables se pueden reducir las emisiones de gases de invernadero, desarrollando un nuevo sistema energtico descarbonizado, basado en la eficiencia y en las energas renovables, y muy especialmente en la solar y en la elica, en el hidrgeno y en la electricidad como vectores energticos, y en

las pilas de combustible como uno de los principales sistemas de transformacin. Frenar el cambio climtico, con nuevas polticas energticas, de transporte, de residuos y forestal, es no slo posible sino necesario. El fracaso de la Cumbre de La Haya debera servir de catalizador para empezar a trabajar en serio en las polticas que realmente reducen las emisiones y mitigan los efectos ms desastrosos del cambio climtico. La sociedad civil, los medios de comunicacin, los partidos polticos, los sindicatos y los movimientos sociales necesitan abrir un debate sobre el cambio climtico y la crisis ambiental, para alcanzar un futuro sin nucleares, con reduccin de las emisiones de gases de invernadero, conservando la biodiversidad y asegurando unas condiciones de vida dignas para todos los habitantes, lo que significa frenar el despilfarro de los ricos y mejorar las condiciones de vida de los pobres. El futuro de algo tan vital como el clima depende de todos, y no slo de una clase poltica irresponsable que slo mira por los intereses a corto plazo.

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Rodolfo Montiel y el ecologismo de los pobresVctor M. Toledo*

El 22 de octubre de 1992, La Jornada public una pequea nota que pas como agua de ro: Esta madrugada fue asesinado Julin Vergara, lder campesino y presidente del comisariado ejidal de El Tianguis, por un desconocido que le dispar en el pecho con una escopeta. El hoy occiso era un ecologista que se opona a la tala inmoderada de los bosques en el municipio de Acapulco. Hasta donde se sabe nadie dio seguimiento legal o periodstico a esta infamia y, como suele suceder en el pas del desamparo y la injusticia, el recuerdo del sacrificio de Julin Vergara qued sepultado bajo las pesadas losas del tiempo, de un tiempo desmemoriado y cruel. Cantos Julianes Vergara habrn sucumbido en su heroica defensa de los bosques, los manantiales, las lagunas y los ros de Mxico? Yo sueo con el da en que podamos reconstruir esas historias de ignominia y logremos rescatar del glido silencio a los cientos, quizs miles, de hroes campesinos, tan annimos como silvestres, que han arriesgado su vida (como lo hace una hormiga dentro de su colonia) para preservar el habitat y los recursos naturales de la nacin y del mundo, es decir, de todos los seres humanos. Con ello advertiramos que esa conciencia de solidaridad con la naturaleza, con el prjimo y con las generaciones del futuro, que con tanto afn buscan hoy en da los ecologistas de todo el mundo, se encuentra presente en el inconsciente colectivo y en las culturas de innume-

* Investigador del Instituto de Ecologa de la UNAM y premio al Mrito Ecolgico 1999, [email protected], 26 mayo 2000.

rables pueblos rurales, sos que han sabido mantenerse a salvo de la contaminacin ms peligrosa: la de un mundo empeado en privilegiar los valores del individualismo y de la competencia. Con ello descubriramos tambin que entre los antiguos mrtires campesinos de las luchas agrarias y los nuevos defensores rurales de la naturaleza no hay ms diferencia que la que nos dan nuestros aparatos conceptuales de moda. Los zapatas de hace un siglo hoy son, para utilizar el trmino cada vez ms difundido, los nuevos ecologistas de los pobres. Seguramente el mismo impulso que llev a Julin Vergara a defender los bosques de su ejido fue el que prendi la llama que hizo encender en Rodolfo Montiel la idea de crear la Organizacin de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatln, a travs de la cual lograron detener, siete aos despus, la destruccin de los bosques de Guerrero y provocar la salida de la empresa forestal trasnacional Bois Cascade. Y sin embargo, Rodolfo Montiel ya no es Julin Vergara, por ms que este ltimo se haya infiltrado como un fantasma en el espritu del primero. El mundo cambia y con la globalizacin de las mercancas han tenido que internacionalizarse productos culturales, informaciones subversivas, nuevas normas y valores y, por supuesto, derechos humanos que deberan ser universales. Al recibir el premio Nobel del Ecologismo Internacional (Goldman Prize), ser ledo por los millones de lectores de la revista Time, recibir la solidaridad de Hillary Clinton y de varias organizaciones conservacionistas, y ser entrevistado por Elena Poniatowska o Blanche Petrich, el luchador rural Rodolfo Montiel dej de ser un Julin Vergara ms para volverse, como Chico Mendes, en Brasil, un nuevo smbolo del ecologismo de los pobres. A pesar de que fue brutalmente torturado por el elementos del ejrcito mexicano y termin en la crcel de Iguala sin justificacin suficiente, Montiel, al estar vivo, rememora y20 - 2000 13

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Rodolfo Montiel y el ecologismo de los pobres

reivindica a todos aquellos ambientalistas annimos de cuyos nombres ya no logramos acordarnos. El mundo cambia y al transformarse tambin nos compromete: lograr la Semarnap acudir en su defensa, a sabiendas de que con ello hace una poltica ambiental de altura? Podr el ejrcito reconocer pblicamente esa incongruencia entre sembrar miles de rboles y torturar a un inocente que luchaba por ellos? Querrn ahora los acadmicos de la ecologa mexicana arriesgar sus cubculos inmaculados? Crear Man una can-

cin en su honor? Se atrevern a invitar a Montiel a El Colegio de Mxico? Podremos los mexicanos lograr su libertad? Y en fin, tendr la nacin la gallarda de reconocer en los campesinos ecologistas de Guerrero, ciudadanos dignos de ser emulados? Las respuestas permitirn corroborar si Mxico es ya un pas de justicia e igualdad o si, por el contrario, no es ms que un escaparete del mercantilismo globalizado. Mientras tanto defendamos a Rodolfo Montiel y al ecologismo de los pobres.

EDUARD MASJUAN

LA ECOLOGA HUMANA EN EL ANARQUISMO IBRICOURBANISMO ORGNICO O ECOLGICO, NEOMALTHUSIANISMO Y NATURISMO SOCIAL- ECOLOGAISBN 84-7426-464-2 504 pp PVP 3.100

La preocupacin de los anarquistas ibricos por el balance entre la poblacin y los recursos naturales nos muestra, desde una perspectiva histrica, cmo las clases populares son capaces, autnomamente, de adoptar sus propias estrategias frente al proceso de expansin y las proclamas pronatalistas institucionales, sin la tutela de los poderes econmicos y de los gobiernos. El autor, doctor en Historia por la Universidad Autnoma de Barcelona, ofrece una explicacin causal, desde 1860 hasta 1937, del movimiento por la consecucin de la Ciudad Jardn, de la procreacin obrera limitada y de la aparicin de una nueva escala de valores humanos a partir de una nueva existencia humana basada en el naturismo. Para ello analiza el contexto poltico, religioso y demogrfico de la Espaa de este perodo, as como de las actividades de esos movimientos impulsados por los anarquistas y algn personaje de excepcin como Cebri de Montoliu. Este libro nos revela la existencia de las races histricas del ecologismo popular, el alto grado de percepcin y lucha ecolgica del movimiento obrero anarquista frente a los desequilibrios ecolgicos e injusticias sociales originados por el liberalismo econmico.

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La ecologa poltica de la biodiversidadJosep A. Gar*

Mujeres y nios indgenas en Amazona (J.A. Gar, 1999)

NOTA PRELIMINAR El presente artculo es la versin en castellano del captulo 10 (Conclusiones) de la Tesis Doctoral del autor: The Political Ecology of Biodiversity: Biodiversity conservation and rural development at the indigenous and peasant grassroots. D.Phil. Thesis, University of Oxford, 2000. Esta obra, basada en investigaciones sobre la biodiversidad en diversas comunidades indgenas y rurales de Amrica Latina (1998-1999), aborda tres casos especficos en contextos completamente diferentes: 1. El pueblo afroecuatoriano ante la conservacin de biodiversidad y la resistencia a la acuicultura industrial en los manglares de la costa de Esmeraldas (Ecuador). 2. Conservacin y uso de la diversidad gentica del cultivo nativo de la quina (Chenopodium quinoa) entre comunidades campesinas quechua y aymara de los Andes altos (PerBolivia).

3. Dinmicas de biodiversidad y movimientos ecolgico-polticos entre los pueblos indgenas de Pastaza en la Amazona (Ecuador). La investigacin de campo revela, desde la ecologa humana y la etnoecologa, la singular articulacin entre biodiversidad, conocimiento local, sistemas agroecolgicos indgenas, seguridad alimentaria e identidad en muchas sociedades rurales nativas del Sur poltico y geogrfico. Desde el anlisis de ecologa poltica, estos casos muestran la importancia crtica de la biodiversidad en el desarrollo rural y en la promocin de la justicia social, tanto local como globalmente. El texto que se presenta a continuacin comprende las conclusiones de este estudio. Se trata de las reflexiones finales derivadas de una investigacin de campo interdisciplinar que llev al autor, equipado con cuadernos de campo y una cmara fotogrfica, a adentrarse en los bosques indgenas de Amazona, en los agroecosistemas del Altiplano andino y en los manglares de la regin de Esmeraldas, que es donde precisamente la biodiversidad existe y libra una batalla crucial por su supervivencia.

* Investigador Asociado, University of Oxford, Profesor Asociado, Universitat Autnoma de Barcelona, e-mail: [email protected]

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RESUMEN La conservacin de biodiversidad y el desarrollo rural estn ntimamente entrelazados. Investigacin de campo en la costa del Pacfico, los Andes altos y Amazona muestra una amplia y sustancial evidencia sobre la importancia de los regmenes locales de biodiversidad en el sustento, la seguridad alimentaria y la identidad cultural de muchos pueblos indgenas y rurales en los pases en vas de desarrollo. Sin embargo, los dogmas de la modernidad, el desarrollo capitalista dominante, los discursos de la globalizacin y la privatizacin de los recursos genticos desmantelan estos regmenes locales de biodiversidad. Ello acelera la prdida de biodiversidad y disloca los modos de vida y los sistemas culturales de muchas comunidades rurales. En esta encrucijada, algunas movilizaciones de base emergen para reivindicar la contextualizacin del desarrollo en el mbito ecolgico, social y cultural de las comunidades indgenas, campesinas y rurales. En conclusin, la biodiversidad se est erigiendo en un nuevo frente de la lucha por la justicia social, inspirando ecologas liberadoras.

Mujer campesina e hijo en los Andes de Per (J.A. Gar, 1999)

LA ECOLOGA POLTICA DE LA BIODIVERSIDAD La biodiversidad comprende la riqueza de vida sobre la Tierra, incluyendo ecosistemas, especies y la base gentica. Desde fines del siglo XX, la grave prdida de biodiversidad es una preocupacin creciente a nivel mundial, cada vez ms ligada a conflictos polticos por sus connotaciones ecolgicas, sociales y culturales. Sobre la base de una investigacin de campo en la costa del Pacfico, los Andes altos y Amazona, he explorado la cuestin de la biodiversidad considerando tanto la ecologa humana como la ecologa poltica en las que se fundamenta. La aproximacin de ecologa humana revela los procesos subyacentes en la conservacin y uso de biodiversidad a nivel local, resaltando el valor crtico, aunque subestimado, de los regmenes locales de biodiversidad en la vida e identidad cultural de pueblos indgenas pobres y marginados. El anlisis de ecologa poltica explora las conexiones entre los regmenes de biodiversidad y las luchas por la justicia social. Esta investigacin ha desvelado16 20 - 2000

elementos constituyentes del desarrollo rural que estn notablemente despreciados, aunque fuertemente relacionados con la biodiversidad; en especial, las cuestiones de seguridad alimentaria, los sistemas indgenas de conocimiento ecolgico y el valor de las dinmicas culturales nativas. En la crisis global de la biodiversidad, esta investigacin revela la enorme coincidencia entre biodiversidad y modos de vida indgena. Importantes centros de megabiodiversidad como la Amazona y muchos ecosistemas de manglar se encuentran en las tierras y territorios de pueblos nativos. Agricultores indgenas y tradicionales conservan y cultivan la mayor parte de la agrobiodiversidad del mundo, incluyendo una gran cantidad de agrobiodiversidad ignorada pero valiosa, tal y como se muestra en los casos de la diversidad gentica de quina y yuca en los Andes y la Amazona, respectivamente. Pueblos indgenas y comunidades campesinas conservan y utilizan la biodiversidad como un componente fundamental de sus estilos de vida. A pesar de su pobreza y marginacin, son los conservadores privilegiados de recursos nicos de biodiversidad que, a nivel local, aportan numerosos valores ecolgicos, nutricionales, medicinales y culturales. Sin embargo, estos guardianes tradicionales de la biodiversidad sufren pobreza, vulnerabilidad social y exclusin cultural, lo cual exige aproximaciones innovadoras a la conservacin de biodiversidad y el desarrollo rural. Los ecosistemas de manglar constituyen la morada, la fuente econmica y el espacio de identidad cultural de muchas so-

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ciedades rurales, como el pueblo afroecuatoriano que habita los manglares de Esmeraldas en el Pacfico norte de Ecuador. Su biodiversidad asegura la nutricin en las comunidades rurales, proporcionando tambin plantas medicinales, lea, aceites y muchos otros recursos. Los bosques de manglar, adems, conservan las reas costeras y protegen a los habitantes locales de riesgos ambientales. Los manglares tambin atesoran el mundo cosmolgico de sus habitantes nativos. Por todo ello, los manglares son espacios nicos de biodiversidad que sustentan la vida de sus comunidades rurales en sentido material, cultural y espiritual. Esta dimensin humana de la biodiversidad es imprescindible en el diseo de alternativas de desarrollo, a la vez que constituye un valioso cimiento para los intereses conservacionistas. En los Andes altos, la investigacin de campo ha ilustrado la importancia fundamental de la agrobiodiversidad en la seguridad alimentaria de campesinos aymara y quechua pobres. El cultivo nativo de la quina (Chenopodium quinoa), que es parte de la agrobiodiversidad andina, se caracteriza por su gran adaptacin agroecolgica y su valor nutricional. La diversidad gentica de la quina constituye una fuente importante de energa y protenas en familias campesinas muy pobres que habitan tierras desfavorables para la agricultura en los Andes altos. En esencia, los recursos genticos de la quina permiten la tarea agrcola y la produccin de alimentos en diversas condiciones agroecolgicas de los Andes altos, incluyendo tierras en torno a los 4000 m de altura alrededor del Lago Titicaca y regiones ridas salinas en el Altiplano sur. Recientemente la quina va ganando ciertos espacios comerciales, aunque solamente para un estrecho margen de su gran diversidad gentica. Estrategias adecuadas podran mejorar el bienestar campesino conectando la agrobiodiversidad con el mercado. En definitiva, la agrobiodiversidad es una parte constitutiva del modo de vida rural y del patrimonio ecolgico de los pueblos Quechua y Aymara de los Andes,Recogiendo conchas en los manglares de Esmeraldas, Ecuador (J.A. Gar, 1998)

de modo que la conservacin y uso de la diversidad de quina a nivel local fundamenta el bienestar material y cultural de comunidades campesinas marginadas. En los bosques de Amazona, los sistemas ecolgicos indgenas configuran diversos espacios de biodiversidad, incluyendo reas de conservacin, reservas de vida silvestre y bosques agrcolas. Las familias indgenas cultivan ms de 50 plantas y muchas variedades vegetales en los bosques gracias a un slido sistema agroecolgico que asegura la robustez ecosistmica. La agrobiodiversidad comprende plantas alimentarias y medicinales, entre otras, que conforman la seguridad alimentaria y un sistema bsico de salud a nivel de la comunidad. A travs de un complejo proceso agroecolgico, los indgenas generan bosques sobre parcelas agrcolas abandonadas, cuidando la robustez ecolgica y manteniendo la estructura forestal. En los bosques indgenas de Amazona, la conservacin, el cultivo y el uso de biodiversidad estn profundamente articulados entre s. En base a investigacin etnoecolgica en los Andes altos y Amazona he introducido el concepto de agroecologa indgena. Las agroecologas indgenas comprenden los sistemas de conocimiento indgena, las prcticas agroecolgicas y las dinmicas socioculturales que sostienen procesos agrcolas en un contexto de biodiversidad. La agroecologa indgena proporciona una amplia gama de beneficios sociales y ecolgicos, incluyendo la seguridad alimentaria local, el mantenimiento de

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la estabilidad ecosistmica, el control de riesgos agroecolgicos y la conservacin de la base de biodiversidad. La agroecologa indgena construye los agroecosistemas como simultneamente espacios de produccin alimentaria y bancos de germoplasma, donde las comunidades conservan, manejan y usan sus recursos genticos vegetales. La agroecologa indgena promueve flujos de biodiversidad que aseguran la produccin alimentaria y el manejo de los recursos naturales, toda vez que integran abundantes significados culturales y cosmolgicos. Por todo ello, las agroecologas indgenas constituyen una plataforma privilegiada para la coevolucin entre los sistemas naturales y sociales, propiciando alternativas etnoecolgicas de desarrollo que pueden progresar a travs del dilogo con la ciencia agrcola occidental y a travs de diversas alianzas transculturales. La investigacin ha mostrado que la agroecologa indgena no es un sistema cerrado o congelado del pasado, sino que contiene dinmicas activas de biodiversidad, donde los recursos biolgicos son intercambiados, compartidos e incorporados. La agroecologa indgena permite aproximaciones coevolutivas al manejo ecolgico y a las formas de vida rural, a la vez que permanece notablemente abierta a alianzas transculturales y a cambios estratgicos. De hecho, las comunidades indgenas no slo conservan y utilizan la biodiversidad, sino que tambin la intercambian y manipulan. En los Andes altos, instituciones agroecosistmicas autctonas, como las aynoqas, mantienen un rgimen colectivo de biodiversidad, mientras que algunos campesinos innovadores aceleran los flujos genticos en los cultivos. Ferias campesinas y mercados locales facilitan el intercambio de recursos genticos agrcolas a nivel de las comunidades. En la Amazona, el intercambio gentico de yuca es una prctica comn y muy extendida que proporciona beneficios agroecolgicos y sociales, ya que enriquece la base de biodiversidad y afianza la cohesin social. Las prcticas ecolgicas tradicionales aceleran los flujos genticos y mantienen una frontera porosa entre lo silvestre y lo cultivado, fortaleciendo la coevolucin de la biodiversidad a nivel lo18 20 - 2000

cal. Este carcter dinmico de la agrobiodiversidad est profundamente insertado en los sistemas de conocimiento y culturales de los agricultores indgenas y tradicionales, cuyo marco epistmico y cosmolgico conserva y usa la biodiversidad tanto in situ como in coevolution. En resumen, la agroecologa indgena descubre la dimensin de ecologa humana de la biodiversidad, especialmente entre pueblos indgenas y campesinos. Adems, configura un sistema agrcola multivalente que tiene en cuenta diversos criteriosLos manglares de Esmeraldas, Ecuador (J.A. Gar, 1998)

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sociales y ecolgicos, tales como: (a) la produccin de alimentos, medicinas y otros recursos valiosos; (b) la conservacin in situ de biodiversidad y agrobiodiversidad; (c) el mantenimiento de la estabilidad ecosistmica y los ciclos ecolgicos; (d) el manejo colectivo de biodiversidad; y (e) el mantenimiento de flujos genticos coevolutivos, incluyendo tanto el intercambio como la produccin de biodiversidad. En general, los regmenes indgenas de biodiversidad juegan un papel fundamental en la seguridad alimentaria, en la economa local y en la robustez ecosistmica de reas rurales pobres. Estos regmenes estn entrelazados con los sistemas de conocimiento, las dinmicas culturales y los modos de vida de pueblos indgenas y nativos. La conservacin y uso de biodiversidad a nivel local proporciona muchos beneficios y opciones estratgicas frente a los riesgos ecolgicos, la vulnerabilidad social y la exclusin cultural a que estn sometidas incontables comunidades indgenas y rurales en el mundo en desarrollo. Por todo ello, en las bases indgenas y campesinas, la biodiversidad es silvestre y cultivada, sagrada y manipulada, conservada y compartida, fuente de nutricin y patrimonio cultural. Estos regmenes locales contextualizan los flujos de biodiversidad en el mbito ecolgico, social y cultural de muchas sociedades rurales. En conclusin, algunas lecciones prcticas que esta investigacin brinda son las siguientes: 1. Una gran cantidad de biodiversidad constituye el patrimonio ecolgico de pueblos indgenas y nativos, integrada en sus sistemas de conocimiento, sus modos de subsistencia y sus cosmologas. Esta condicin de ecologa humana de la biodiversidad es imprescindible para acometer con xito esfuerzos conservacionistas. 2. La biodiversidad juega un papel fundamental en la vida y el bienestar de muchas comunidades indgenas y locales, ya que atiende su seguridad alimentaria, su sistema bsico de salud y su robustez ecolgica. 3. Los sistemas de conocimiento y cultura indgenas son instituciones importantes para la conservacin in-situ de biodiversidad. 4. En conjunto, la biodiversidad y, en particular, la agrobiodiversidad constituyen una fuerza excepcional para abrir l-

neas de desarrollo etnoecolgico entre comunidades indgenas y rurales que padecen vulnerabilidad social y exclusin cultural. Sin embargo, los regmenes locales de biodiversidad no concuerdan con los discursos dominantes de desarrollo y ambientalismo. El capitalismo global, los mecanismos convencionales de conservacin de biodiversidad y el marco de derechos de propiedad biotecnolgica excluyen las visiones locales de biodiversidad, erosionando el bienestar ecolgico, social y cultural de muchas comunidades rurales. El desarrollo convencional, que se basa en el paradigma de la modernidad, extingue la biodiversidad al apostar tanto por un crecimiento econmico ilimitado y monocultural como por la conformidad sociocultural con la modernidad. El capitalismo global disloca los sistemas locales de biodiversidad al imponer modelos epistemolgicos, culturales y productivos forneos que quiebran la coevolucin entre los sistemas ecolgicos y sociales. Los sistemas ecolgicos padecen transformaciones a un ritmo inusitado, lo que conlleva la prdida de biodiversidad y perturba los modos de vida de muchas comunidades rurales. A lo largo de la investigacin de campo, he examinado los casos particulares de la produccin de camarn en ecosistemas de manglar (Esmeraldas), las presiones de la modernizacin agrcola en campesinos y agricultores pobres (Amazona y Andes) y la explotacin petrolfera (Amazona). En los ecosistemas de manglar, la expansin de la industria del camarn genera acumulacin de capital en detrimento de la rica biodiversidad. Esta prdida de biodiversidad deteriora la seguridad alimentaria, la base laboral y la cohesin social de las comunidades locales, ilustrando la estrecha vinculacin que existe entre la biodiversidad y el sustento de comunidades rurales pobres. En los Andes altos, los agentes gubernamentales, los expertos cientficos y los procesos de mercado desprecian el contexto agroecolgico y cultural de la biodiversidad, marginando la rica diversidad gentica de la quina pese a constituir un recurso extraordinario que poseen campesinos pobres. Las aproximaciones comerciales convencionales al desarrollo agrcola subestiman el valor y el potencial de la agrobiodiversidad en el desarrollo rural, ya que la diversidad gentica de la quina20 - 2000 19

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comprende amplios beneficios agroecolgicos, nutricionales, comerciales y culturales. Algunas variedades de quinoa, como Blanca de Juli en el lago Titicaca y algunas variedades del tipo Salares en el Altiplano sur, estn llegando hasta los mercados locales e internacionales, mejorando as la economa campesina. Otras variedades, como Kankolla y Kkoito en el lago Titicaca, presentan una enorme adaptacin agroecolgica a las tierras agrcolas ms adversas, de modo que contribuyen significativamente a la seguridad alimentaria de familias campesinas marginales, adems de constituir recursos muy valiosos para la innovacin agrcola. Sin embargo, su escaso valor de mercado conduce a su marginacin en las iniciativas conservacionistas y de desarrollo. En consecuencia, la estrecha mirada de los mercados, la ciencia y la agroindustria desperdicia oportunidades excepcionales de usar la biodiversidad para fortalecer la economa campesina y promover el desarrollo rural. Por ello, se nos ofrece el reto de explorar estrategias de biodiversidad y desarrollo etnoecolgico que atiendan no slo el potencial de mercado sino tambin las necesidades rurales de seguridad alimentaria. En la Amazona, como muestra la investigacin en la Provincia de Pastaza, la explotacin petrolfera y la modernizacin agrcola son los discursos hegemnicos de desarrollo que el Estado y diversas fuerzas corporativas imponen. Sin embargo, estos agentes coartan claramente el autntico proceso de desarrollo de las comunidades indgenas, cuyas dinmicas ecolgicas, econmicas y culturales sufren profundas alteraciones. La construccin capitalista de la naturaleza aliena la base epistmica indgena y provoca la exclusin ecolgica, social y cultural de las comunidades locales en el proceso de desarrollo. Ms all de la acumulacin de capital, la cuestin de la conservacin y el uso de biodiversidad es fundamental entre comunidades indgenas que estn cada vez ms intensamente forzadas a cambios inslitos que desmantelan su cultura ecolgica, social y simblica. Por otra parte, los esfuerzos globales por la conservacin de biodiversidad imponen sistemas de conservacin segregados o ex situ, tales como reservas naturales y bancos de germoplasma, respectivamente. Se trata de mecanismos que, aun siendo frecuentemente tiles, generan asimetras en el proceso de conservacin de biodiversidad, tales como:20 20 - 2000

(a) Ignorar la dimensin humana de la biodiversidad que nos revelan los procesos de conservacin y uso de biodiversidad entre pueblos indgenas. (b) Conservar biodiversidad sin atender su importancia en los sistemas de vida y subsistencia rurales. (c) Facilitar el suministro de recursos genticos a elites cientficas globales, excluyendo a las bases rurales en la gestin de los recursos de biodiversidad. (d) Descontextualizar la biodiversidad, tanto ecolgica como culturalmente. (e) Sugerir implcitamente que a pueblos indgenas y comunidades tradicionales no se les puede confiar la conservacin de biodiversidad, a pesar de una flagrante contraevidencia histrica. En conjunto, las dinmicas epistmicas y culturales de los pueblos indgenas constituyen una fuerza excepcional para la conservacin in situ de biodiversidad. Al ignorarlas se introduce un nuevo modo de exclusin y opresin sociocultural. Finalmente, la industria biotecnolgica en actual expansin produce an mayores asimetras en la conservacin, uso y control de recursos genticos. Este sector argumenta que genera valor aadido y crecimiento econmico al incorporar la biodiversidad en la ciencia global, los derechos de propiedad intelectual y los mercados internacionales. Esta globalizacin de los recursos genticos promete avances mdicos, innovaciones agrcolas revolucionarias y produccin de capital, principalmente para el mundo desarrollado. Sin embargo, impone un rgimen global bio-tecno-capitalista de la naturaleza que excluye regmenes orgnicos de biodiversidad a nivel local. La biodiversidad indgena se descontextualiza en laboratorios transnacionales, mientras que la privatizacin de recursos genticos disloca los regmenes colectivos de biodiversidad a nivel local. La biodiversidad en la arena global sirve a intereses econmicos ligados a la biotecnologa, pero no atiende las preocupaciones sociales y ecolgicas de comunidades rurales pobres. En definitiva, estas formas bio-tecno-capitalistas de la naturaleza producen muchas asimetras en torno a la biodiversidad y los recursos biolgicos, tales como:

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1. Reforzar lites cientficas y econmicas, mientras que los regmenes locales de biodiversidad de comunidades rurales pobres no reciben apoyo. 2. Mejorar los sistemas de conocimiento occidentales, desplazando y devaluando la base de conocimiento indgena. 3. Producir y liberar formas de vida transgnica, mientras la biodiversidad nativa contina en creciente erosin. 4. Privatizar recursos genticos, desarticulando sistemas colectivos indgenas de uso e intercambio de biodiversidad. 5. Obstinarse en la acumulacin de capital a partir de la biodiversidad, mientras que la seguridad alimentaria, las condiciones de subsistencia y la vulnerabilidad social de las comunidades rurales pobres, que conservan la biodiversidad continan desatendidas. Este rgimen biotecnolgico reconstruye los recursos biolgicos dentro de un marco fundamentalmente capitalista para el beneficio directo de elites cientficas y econmicas. Mientras tanto, los flujos colectivos de biodiversidad que sostienen la vida de pueblos indgenas y comunidades rurales que son pobres y marginados continan en riesgo de supervivencia. Los modelos de desarrollo sostenible proponen reconciliar las cuestiones ecolgicas con las necesidades de desarrollo, pero en realidad reproducen el paradigma de la modernidad, en el que elites cientficas, mercados globales y un dualismo naturaleza-sociedad subyugan las problemticas indgenas. La escuela del desarrollo sostenible ha puesto la biodiversidad en la agenda, pero ha adoptado un estilo tcnico que ignora la interseccin entre la conservacin de la biodiversidad y la promocin de la justicia social. En general, el movimiento de desarrollo sostenible construye la biodiversidad como un recurso global a encajar en parques naturales, en mercados globales, en iniciativas biotecnolgicas y en sistemas de propiedad intelectual. Los valores de la biodiversidad que estn ms all del mercado son simplemente ignorados. El papel de la biodiversidad en la seguridad alimentaria y la subsistencia de comunidades rurales pobres est marginado y, por consiguiente, contina deteriorndose. La ciencia occidental ignora el conocimiento ecolgico indgena; la biotecnologa moderna se considera superior a las prcticas ecolgicas tradicionales; protocolos de investigacin global alcanzan prioridad pese a los contextos

Familia campesina con sus variedades nativas de quina (J.A. Gar, 1999)

socioecolgicos locales; y la imposicin de derechos de propiedad intelectual disloca los regmenes colectivos indgenas de biodiversidad. Los discursos globales de desarrollo desarticulan la biodiversidad y la base de conocimiento de comunidades pobres, forzando su dependencia en sistemas extraos y en actores remotos y poderosos. La dinmica de la biodiversidad es progresivamente ms hbrida. Campesinos e indgenas se involucran en iniciativas transculturales tanto para dialogar con los agentes de la globalizacin como para fortalecer sus propios modos de vida. Las corporaciones transnacionales investigan el conocimiento indgena y la biodiversidad local para generar recursos biolgicos promisorios. Sin embargo, los discursos de la globalizacin fomentan que el control general de la biodiversidad y la biotecnologa pase a manos de una elite global. Los recursos genticos vegetales son reelaborados, privatizados y comercializados por empresas multinacionales. Semillas transgnicas se imponen sobre las variedades vegetales nativas porque pueden ser controladas por corporaciones poderosas, as como por elites cientficas y gubernamentales, mientras que la biodiversidad local es considerada simplemente como un recurso de gente pobre. La fiebre transgnica trata de generar nuevas formas de vida y elaborar ambiciosos recursos genticos, a pesar de la enorme y escasamente conocida biodiversidad del planeta. Actores hegemnicos emplean su poder para excluir a pueblos indgenas de la toma de decisiones polticas. Los regmenes indgenas20 - 2000 21

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de conservacin de biodiversidad son reemplazados por redes globales de investigacin y comercio. La biodiversidad local se descontextualiza en laboratorios internacionales y en mercados globales. En conjunto, la base de conocimiento y las dinmicas biosociales de los pueblos indgenas estn cada vez ms coaccionadas, a pesar de su importancia en la conservacin de la biodiversidad, en la estabilidad ecosistmica y en la supervivencia rural. En consecuencia, el desarrollo de pueblos pobres y con escaso poder poltico que habitan espacios de riqueza en biodiversidad es cada vez ms dependiente de elites ajenas, de formas de conocimiento exgenas y de mercados forneos. En este sentido, los pueblos indgenas podran acabar solicitando recursos biolgicos para su supervivencia. Estas crecientes asimetras en torno a la biodiversidad exigen un cambio de paradigma que atienda la interseccin entre la conservacin de biodiversidad y el desarrollo rural. Comunidades rurales pobres, pese a ser globalmente desprestigiadas como subdesarrolladas e intiles, conservan un excepcional patrimonio de biodiversidad y atesoran sistemas de conocimiento nicos. La tan ignorada agrobiodiversidad encierra importantes

valores agroecolgicos y nutricionales que son decisivos para atender la alarmante inseguridad alimentaria mundial. La base epistmica, los regmenes de biodiversidad y los sistemas colectivos de los pueblos indgenas son fuerzas extraordinarias para fortalecer la coevolucin entre los sistemas ecolgicos y sociales, asegurando la conservacin de biodiversidad y contextualizando el desarrollo en las bases sociales y rurales. Se trata de importantes factores para el bienestar de comunidades pobres, especialmente ante las asimetras y los riesgos que conlleva la actual moda globalizadora. Ante esta crisis de la biodiversidad, las sociedades indgenas y rurales impulsan movilizaciones de base por el territorio, la ecologa y la cultura, tal y como se evidencia en el pueblo afro-ecuatoriano de Esmeraldas (manglares del Pacfico) y en los pueblos indgenas de Pastaza (Amazona). Estas movilizaciones de base tratan de fortalecer los regmenes locales de biodiversidad a travs de resistencias locales y alianzas transculturales, de modo que visualizan alternativas de desarrollo. Estos ecologismos indgenas contemplan la biodiversidad como fuente de sustento e identidad, como nutricin biolgica y es-

Diversidad gentica de aj en una chacra de Amazona (J.A. Gar, 1999)

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piritual, y como fundamento de una lucha liberadora. Movilizaciones de base por la biodiversidad son movilizaciones por la justicia social, por una construccin de la naturaleza que atienda directamente las problemticas crticas de comunidades rurales pobres y marginadas. En los manglares de Esmeraldas, la lucha del pueblo afroecuatoriano por la conservacin de biodiversidad desvela una resistencia contra la inseguridad alimentaria y la exclusin cultural que determinados proyectos capitalistas globales le imponen. En los Andes altos, la agrobiodiversidad es un recurso fundamental de los pueblos Quechua y Aymara para retener su autonoma agroecolgica y su integridad cultural. La agrobiodiversidad alimenta sus modos de vida, perpetuando su histrica y silenciosa resistencia a los sistemas productivos modernos, ya que stos slo aumentan la pobreza, conducen a mayor desintegracin y crean dependencia. En la Amazona, la Organizacin de los Pueblos Indgenas de Pastaza (OPIP) lidera una resistencia contra modelos de desarrollo hegemnicos que slo se interesan en la explotacin de petrleo, de la tierra y de la biodiversidad. Desde 1990, la OPIP impulsa una movilizacin innovadora por el desarrollo local en base al conocimiento ecolgico indgena y la biodiversidad nativa, creando una constelacin de instituciones y proyectos que ligan la conservacin de biodiversidad y el modo de vida indgena. La OPIP promueve la concienciacin en las bases y establece alianzas transculturales para generar alternativas de desarrollo basadas en la biodiversidad, el conocimiento y el modo de vida indgenas. La OPIP recientemente declar el territorio indgena como patrimonio cultural y de biodiversidad, una lcida estrategia que reivindica las preocupaciones ecolgicas, sociales y culturales de las comunidades indgenas frente a la amenaza creciente que se cierne sobre sus ecosistemas y modos de vida. En esencia, la cuestin de la biodiversidad se est incorporando a movimientos de base por la justicia social y la supervivencia cultural. Emerge una ecologa liberadora que revela alternativas de desarrollo y promueve un marco ms plural para la articulacin de la naturaleza, la cultura y el desarrollo. Al inicio del tercer milenio, movilizaciones indgenas de base por la biodiversidad constituyen un nuevo frente en la larga lucha por la justicia social.

Por todo ello, podemos afirmar que la conservacin de biodiversidad es una cuestin crtica de ecologa poltica. La obsesin por la acumulacin de capital erosiona la biodiversidad, menoscabando la seguridad alimentaria y el bienestar de comunidades rurales pobres. Los discursos de la globalizacin refuerzan elites cientficas y econmicas en el control de los recursos genticos, mientras marginan a los conservacionistas tradicionales de biodiversidad. Los sistemas de conocimiento indgena, que mantienen biodiversidad y afianzan la subsistencia de comunidades rurales pobres, son despreciados epistemolgica y polticamente. Esta erosin de la diversidad cultural obstruye an ms la conservacin de la diversidad biolgica. La cuestin de la biodiversidad est plenamente insertada en diversas construcciones materiales y simblicas acerca de la naturaleza que divergen y, con frecuencia, se oponen. Regmenes tecnocapitalistas de biodiversidad ambicionan la acumulacin de capital y la innovacin biolgica, pero dislocan regmenes indgenas de biodiversidad que son fundamentales para la vida y la supervivencia cultural de comunidades rurales pobres. La expansin de formas de vida transgnica contrasta con la erosin de la biodiversidad, ilustrando una construccin de la naturaleza subyacente que beneficia a los ms poderosos econmica y polticamente, mientras incrementa la vulnerabilidad de los ms pobres. En la crisis de la biodiversidad, pueblos indgenas y rurales impulsan ecologismos locales y alianzas transculturales para contextualizar el desarrollo en su mbito ecolgico, social y cultural. Articulaciones alternativas de naturaleza, cultura y poder son imprescindibles para fortalecer tanto la conservacin de la biodiversidad como el bienestar integral de las sociedades rurales en el mundo en vas de desarrollo. El desafo venidero exige fortalecer los sistemas de conocimiento, cultura y biodiversidad de sociedades rurales pobres y marginadas, de modo que la conservacin de la biodiversidad y la justicia social avancen conjuntamente.

EPLOGO Durante los viajes de investigacin por comunidades rurales en Amazona, los Andes y la costa del Pacfico, tuve la oportuni20 - 2000 23

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La ecologa poltica de la diversidad

Nios aymara con sus variedades locales de quina (J.A. Gar, 1999)

dad de compartir momentos excelentes con los nios autctonos. Dado mi inters en sus chacras y bosques, estos nios disfrutaron mucho dicindome los nombres de plantas nativas, indicndome dnde encontrar una variedad determinada y ofrecindome frutos que nunca antes haba probado. La biodiversidad era excusa de un agradable entretenimiento porque es parte de su cosmos. Su infancia representa un continuo aprendizaje sobre los paisajes, cultivos, variedades de plantas y fauna que existen a su alrededor. Aunque ignorados en las saturadas agendas de los expertos ambientales internacionales, estos nios crecen convertindose en intelectuales de la biodiversidad local. Su serena confianza en lo que conocen se enfrenta ante un dilema que permanece sin resolucin. Continuar su conocimiento alimentando dignamente sus modos de vida, o acabar desvanecindose en la amarga memoria de ancianos irrelevantes?

Agradecimientos Esta investigacin doctoral est dedicada a los pueblos indgenas de Pastaza en la Amazona, a las comunidades campesinas quechuas y aymaras del Altiplano andino y al pueblo afroecuatoriano de los manglares de Esmeraldas, quienes compartieron sus bosques, sus chacras, su conocimiento, su comida y sus bailes, revelndome otras maneras de pensar, vivir y actuar. Agradezco la generosidad de muchas comunidades indgenas, campesinas y rurales de Amrica Latina, as como el apoyo de la Organizacin de los Pueblos Indgenas de Pastaza (OPIP) y la Fundacin de Defensa Ecolgica (FUNDECOL). Finalmente, deseo agradecer la contribucin de diversos especialistas locales durante la investigacin en Ecuador, Per y Bolivia, especialmente Xavier Alb, Genaro Aroni, Elisabeth Bravo, Alipio Canahua, Csar Cerda, Zacaras Cutipa, Gino Garr, Flavio Lpez, Lder Gngora, Doris Ortiz, Mario Tapia, Marianeli Torres y Leonardo Viteri, entre otros.

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LAS FLORES DE LOS MANGLARES TROCHAS DE VIDA, TROCHAS DE LIBERTAD(SEIS FRAGMENTOS)Martha Luz Machado - Caicedo

Estas crnicas de las historias de vida, el caso especfico de los hombres y mujeres del los manglares del sur occidente de Colombia testimonia la persistencia y la creatividad para salirle adelante a la vida en un entorno hostil y agreste.A Tomasa Preciado la conoc en 1993, en ese entonces era una mujer fuerte y valiente que a punta de escarbar las entraas de la tierra haba levantado cinco hijos, sepultado tres cros y segua sosteniendo a sus descendientes. Pequea, al lado de su abuela sembr el arroz y unas ganas enormes de saber del mundo. De all vena, de los parajes de cielos repentinamente cargados de truenos y nubarrones, pueblo de mineros atareados con bateas y almocafres, herramientas de madera y calabazo que dejndose zarandear por el ritmo de la lluvia iban a playar el oro al ro por la calle solitaria, angosta y fangosa. Casero de balcones bordados desde donde se vea pasar a las mujeres regresar cansadas despus de trabajar horas y horas hasta que el fondo de la bandeja de madera dejaba al descubierto unos minsculos granos de oro. De all lleg, de Isp, un pequeo casero a la orilla del ro que unos aos despus se desvanecera entre las palendradas de las retroescavadoras. De all parti, pensando que volvera cuando los ros del oro hubieran vuelto a su cauce, pues como un veneno haba visto avanzar las grandes mquinas sobre las llanuras y la esperanza. Ese febrero de adolescencia y ciclones, de calores intolerables en las maanas y sbitas borrascas de medio da se le present su primer marido en medio del espeso bochorno, de evaporaciones olientes a barro, de espesores de selva en tierra firme y entre las violentas lluvias nocturnas se enfrent por primera vez al amor. Con ganas de seguirle adelante al destino sali detrs de ese hombre por la tarde. Se fue en su primer embarazo con el lenguaje de la cocina y de los partos, de la geologa de la mina y de los tiempos de cosecha; emigr, no volvi. Entonces otro arte se sum a su sabidura: dibujar sus cartas de

Mujer conchera en los bosques de Manglar. Tumaco-Manglar Medio, Colombia, 1991 (M.L. Machado-Caicedo)

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Rebuscando el bienestar emanado de la tierra. Manglares de la costa pacfica colombiana, 1996 (M.L. Machado-Caicedo)

viaje. Tan vasta iba a ser la empresa que deba empezar desde muy joven y por la ribera derecha, bajar el ro y salir selva adentro, seguir por los caos para llegar a Tumaco. Con los planos que su abuela le haba dado en una cartografa oral con la ms exacta reproduccin de la topografa dibuj un largo camino. Entre el recuerdo estaban todos los pueblos y los recodos donde se encontraban sus parientes, ah tambin juntaba los perpetuos proyectos intangibles y de imaginarias riquezas que se deslean de pronto en sombras fuertes avanzando sobre las tierras de buen augurio. Como el tiempo no contaba sino la idea fija de llegar, pensaba que ese paso ayudara a que sus hijos, nietos y tataranietos tuvieran un mejor destino. Y como si todo esto fuera poco se inspir en los recorridos de sus ancestros: el primero de ellos haba salido de las minas del Mira en el siglo XVIII, tuvo como continuador a sus hijos que formaron mapas mentales cada vez ms amplios y ms cercanos al mar. Los descendientes de los mireos marcaron sus huellas en pantanos y las tierras vrgenes. Entonces un mapamundi de particular importancia fue el que a mediados de los aos sesenta haba armado Tomasa; al cabo de largos meses de viaje sin ningn clculo errneo traz con los datos reunidos de su trayecto su atlas de mares, ros, colinas y selvas e incluy esteros y los caseros con sus manglares. Atrs qued la adolescencia cuyos paisajes familiares, al cabo de dos aos, ya eran remotos y en medio de la algaraba lleg a los extramuros de Tumaco a un barrio a la orilla de la ensenada, un tugurio excluido del resto del mundo, un pueblo de campesinos, mineros, de concheras, leateros que se iba mar adentro. Agarr su destino en ese paraje movedizo y evanescente, unas veces en el esplendor de la naturaleza y constantemente en la adversidad, otras en medio de la solidaridad de sus parientes y siempre con su ingenio pudo mantenerse a flote. Ah encontr, entre los manglares, en aquellos bosques que sus primas y tas haban esculcado perpetuamente, la vida en este mundo hasta que una dcada despus hallara en la penumbra verde del bosque de manglar, arbitrariamente, instalados los colonos blancos, intrusos en sus tierras, cuya propiedad eventual proclamaban para s mismos. Menos conchas y veinte aos ms de faenas diarias hasta que se le rompi la espalda, la carne y qued exhausta. Treinta aos de su vida hundindose en el lodo le ensearon lo difcil que era salir un paso adelante. Cada vez ms impaciente no volvi a levantar la cabeza sino para secarse el sudor que escurra en hilos por su nuca. Pero ah

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estaba ella escudriando con los ojos y con el tacto, rebuscando el bienestar emanado de la tierra, escarbando desde la madrugada, saliendo con la vaciante y regresando con la marea alta con su canasto lleno de conchas pequeos moluscos habitantes del lodo en el manglar. Aos y aos, todos los das de su vida haciendo el mismo oficio. Sintiendo en el alma cmo a sus manglares les arrancaban de raz, experimentando en carne propia cmo rompan los hilos gruesos de las redes de subsistencia, mirando cmo lentamente se desvaneca el porvenir que haba anudado en una frgil lnea de equilibrio entre ros, montes, playas, mares y manglares hasta que lleg el hambre, la penuria que queda despus de una cruzada de exterminio de las redes de los barcos camaroneros, la escasez que trajo la piscina de camarn y la desolacin del paisaje monocromtico de las industrias de palma, el hambre que deja una lata de atn repartida entre la familia extensa. Tomasa haba adelgazado, sus msculos demasiado tensos se movan ahora a ras de los huesos y su semblante estaba lleno de terror, terror a la proximidad de la muerte, terror que enflaquece los rostros. Un hueco en el estmago y la desnutricin le qued del gusto diario de una gaseosa, un pan y pedazo de caa y del humo de la cajetilla de pielroja con el cual espantaba por ensima vez las preocupaciones y por tercera vez el paludismo. Entonces regres con lo inalcanzado y con la languidez del cansancio. Se fue antes de tiempo, tom el camino de regreso al cosmos, se fue con el ltimo aliento y con un alabado que cantaba ... Lo que en el mundo dej en el otro lo encontr cancin que deca que la vida estaba en otro lado. He tomado como ejemplo la vida de Tomasa Preciado porque bien puede ser la biografa de Marlene, Odilia, Carmen Julia, la de Cinesio o Jos Joaqun, mujeres y hombres de los manglares. Tambin porque es factible ser la historia de la gente que trabaja en la minera o del campesino agricultor del Pacfico colombiano. * * * La lengua de akn, la lengua bant, la lengua kwa, la lengua ewe, aqu en este mundo distante, las voces se llegaron vacas. Entonces, aqu tuvieron que inventar y en medio de la prisa se detuvieron para aprender como en una aventura continua. Empezaron al tiempo con las artes de la mar, ensayaron y ensayaron, se equivocaron, se hundieron hasta que hicieron flotar las canoas como lo haban hecho sus ancestros fantis en la costa de Guinea (Kipre 1985, p. 349). Aprendieron a cruzar estrechos, a recorrer los grandes brazos de los esteros, a cortar camino por medio del manglar para no aventurase al mar abierto. Afrontaron las corrientes y domaron las olas hasta que se volvieron ms expertos y ms audaces navegantes. Hicieron remos cortos para las hembras y grandes embarcaciones slo privilegio para los expertos navegantes (Friedermann Arocha 1986, pp. 332-346; Machado 1991 documental; Machado 1996:61). Tejieron grandes redes para atrapar los peses y urdieron fuertes lazos de parentesco; as nietos y bisnietos, primos segundos y terceros, abuelas, hijas y tataranietas formaron con hilos invisibles los eslabones gruesos que los llevara al lado de un caldero caliente y asegurara todas las noches una litera de paja (Friedermann 1993, p. 102). De los rastros de los yorubas pueblo al sureste de Nigeria y los mandingas procedente de Senegambia construiran las bateas, cununos, guasas, bombos, marimbas los cuales sonaran por encima de la inquisicin, del ltigo y el yugo (West 1957, pp. 185-187); entonces ni los arcabuces, ni hierros candentes, ni la Santa Inquisicin pudieron opacar el sonido de los tambores.20 - 2000 27

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Sembraron y fueron entonces campesinos, aprendieron de las estaciones de lluvia y cada tres meses veran acercarse la estacin del tiempo seco; ah en medio de la selva, en los colinos, en las fincas, y en los firmes1 al fondo de los manglares sembraran coco, pltano, limones y pias (Von Prahl, Contreras y Cantera 1990, p. 144). Mientras tanto los hombres buscaran los troncos fuertes que sostendran sus casas; y los muchachos en la selva bajo las hojas de una arrastradera silvestre, haran aparecer el claro para cultivar la huerta. Entre las races de los manglares las mujeres encontraran las conchas; finalmente en esa misma lnea tenue entre la tierra y el ocano y en medio de una cortina de rboles, hallaran los cimarrones el amparo en un rastro que muere al pie de un rbol2 (Machado 1996). As los afrodescendientes en una frgil lnea de equilibrio entre ros, montes, playas y manglares anudaron con una pluralidad de oficios y quehaceres el trayecto de sus vidas (Arocha, 1999). Hoy en el Pacfico vemos las mujeres buscadoras de oro mazamorreando con sus bateas, largas horas paradas entre el agua doblados sus torsos con las piernas y rodillas rectas, que podran compararse con algunas de las de las descripciones en las crnicas que quedaron registradas en inventarios de esclavos de las minas (Friedermann 1989b, p. 57; 1993, pp. 81-83). Y es sorprendente darse cuenta de que tal como en la Colonia, hombres y mujeres trabajan de la misma manera sobre los ecosistemas; muy poco han variado las condiciones y formas de laborar en el litoral pacfico, ellos son campesinos, pescadores, buscadores oro y han completado su dieta por siglos con la caza, la agricultura y la recoleccin de moluscos (Machado 1991; 1996; Arocha 1999, pp. 54, 58). * * * All el paisaje tambin cambia con la luna, ella determina el cambio de mareas. Entonces un ao con sus lunas llenas y lunas nuevas traer veinticuatro pocas de puja y el nivel del pleamar ser cada da mayor; es como si durante la semana deEntonces tejieron redes largas y fuertes lazos de parentesco, Tumaco, 1996 (M.L. Machado-Caicedo)1

Firme es una playa consolidada detrs del manglar con vegetacin terrestre (Von Prhal, Contrreras, Cantera West afirma que los manglares fueron el refugio de muchos de los hombres y mujeres que hicieron la rebelin y la

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quema de las minas del Saija en 1821 (West 1957: 103).

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puja entrara ms agua de la que sale. Y de la misma manera en cuartos de menguante y en cuartos de creciente sucedern las veinticuatro quiebras y el mar bajar ms de la cuenta. Entonces los pescadores con sus potros pequeos saben que con el mar en puja no se puede salir a mar abierto y las recolectoras de concha en las pocas de luna llena cuando la marea sube con fuerza y revuelve el barro de los manglares estarn seguras de que su cosecha ser generosa. Las mareas cambian dos veces al da: las aguas suben en un promedio de cuatro metros en perodos de seis horas y media y gastan el mismo tiempo para vaciar.3 La marea comienza a subir una hora despus de que la luna ha pasado sobre la regin y como la salida de la luna se atrasa una hora todos los das, el ritmo del agua se une a la continua metamorfosis (Cantera 1993: 20. Arocha 1986: 3. Whitten 1992: 19-20). La marea baja divide el espacio entre tierra y agua. Tambin con las aguas vaciantes emergen los bajos y las barreras que son reas de poca profundidad cercanas a la costa. Los manglares tambin cambian por un paisaje que congrega en su superficie de lodo races, cangrejos, caracoles y conchas. Si coincide la marea alta y la poca de puja, el paraje se oculta tras las aguas y las olas llegan a la playa con su naturaleza indmita, como una avalancha se lanzan sin dejar en claro donde estn los bajos. As el ocano importuna a la tierra, remonta por la desembocadura de los ros llevando sus vestigios hasta puertos ribereos y en una lucha indmita comulgan las aguas saladas y las aguas dulces. Mientras tanto la infinidad de riachuelos y quebradas4 se desbordan mordisqueando las riberas del continente y de la costa entonces la tierra emprende su xodo. Los ros en sus caudales traen los sedimentos que formarn un cordn de bajos de barro y aguas pardas. El movimiento y la creciente fuerza de las olas taladra las playas anchas y continuas de arena gris; esculpe la orilla del mar con canales y con esteros. De esta forma los ros, canales, esteros y el mar traen en su trayecto a los habitantes del bosque: lodo y arena, cortezas, ramas, races y las flores en fin, la vida vegetal con sus acompaantes para formar un herbario profundo y confuso. Ah la vida se deposita y tres universos: aire, tierra y agua se unen para inventar uno de los ecosistemas ms ricos del planeta: el manglar. Entonces la lnea entre la tierra y el ocano se vuelve tenue y los alrededores de Tumaco se adornan con un laberinto de islas y de llanuras cubiertas de manglares; en donde nada se detiene, ni se agota; es el sitio de renovacin de especies, encuentro de vida de millones de cuerpos, la imagen siempre cambiante del porvenir (Von Prahl, Cantera, Contreras 1990: 15-29; Machado 1995). * * * Don Benancio levant su cuerpo, se senta sin fuerzas para caminar, qued erguido como cuando se quitaba el peso de la espalda; era un hombre alto, recio con manos pies muy fuertes, rostro burdo, ojos pequeos y oscuros. Muy despacio, dio suavemente un paso, luego otro y se acerc a la ventana va a llover, esta tarde va a llover dijo, sin dirigirse a nadie. No hablaba con nosotros; hablaba con sus

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Est vaciando, dice la gente del litoral cuando el mar despus de haber subido hasta su rango mximo, empieza Como consecuencia de las precipitaciones hay gran cantidad de ros los cuales llevan en su corriente sedimentos

a bajar.4

que se depositan frente a las costas (Contrera y Cantera 1993:66).

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Abuelas, hijas y tataranietas formaron con hilos invisibles los eslabones gruesos que las llevara al lado de un caldero caliente y asegurara todas las noches una litera de paja, 1996 (M.L. Machado-Caicedo)

sueos, con olvidos, hablaba con algunos recuerdos. Por aqu, por estas mquinas haban los manglares y eran as, grandsimos. Ave Mara Santsima! nosotros no podamos con ellos, tenamos que serrucharlos. Dijo sealando con sus brazos. Observ como una retroexcavadora a cincuenta pasos de su casa, se robaba el manglar para convertirlo en una camaronera. Desde haca muchos aos se haban acabado los manglares en el barrio Viento Libre. Por eso se ha retirado la lea tan lejos exclam otra vez el viejo, no ve que est todo rozado?... Est todo destruido; no ve que han estado destruyendo el manglar? Hay varios de este aserrio de aqu. Los manglares se los han cargado para sembrar camarones. Pausadamente acostumbrado a recorrer los tres metros entre la ventana y la silla se sent en su mecedora. La luz invadida por la lluvia que se avecindaba entr por la ventana, formando parte de los muebles y de las caras, Don Benancio permaneca en la sombra de su rincn, no obstante poda ver fracciones de su cuerpo; la camisa azul cielo dejaba al descubierto recuerdos de msculos envueltos por la piel colgante de sus brazos sealados por cicatrices; un cuerpo que susurraba la pericia y el dominio del trabajo de su vida. El hilo de luz descubri al hombre que conoca el ciclo de las mareas y del corte del mangle; al viejo que predeca los movimientos de las olas y adivinaba cuando iba a llegar el vendaval. Don Benancio saba que con el mar en puja no deba salir ms all de la ensenada, tena que vivir en un sitio que tuviera salida al mar. En aquel momento envolvindose en la compasin de un suspiro exclam mientras me mostraba su mano Vea, ve ...me moch. Me priv con la baja y volv con la llena. Por primera vez se dirigi a m, la rayita que se dibuj entre sus cejas no era expresin de enfado; estaba recordando. Revivan en l las emociones, se le vino a la cabeza las seis horas que lo dieron por perdido: En ese entonces cogi el hacha y el canalete; como siempre sali de su casa al amanecer, rem y se intern en los manglares para conseguir troncos gruesos que aguantaran el fuego sin consumirse; los arrastr casi en la oscuridad hasta el claro, en el estero donde haba dejado la embarcacin, luego, sosteniendo con una mano tom cada uno de ellos, se puso a la tarea de despojarlos de las ramas con el machete, sin darse cuenta, en un cerrar y abrir de ojos, de un slo tajo se baj dos dedos de la mano izquierda. Donde el agua se baja, do