2. Documentos y piezas justificativas paraservir ala ... · rencorosa España sigue sembrando la...

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2. Documentos y piezas justificativas para servir a la historia de la conspiración del 25 de septiembre del año de 1828. Reimpresión del volumen publicado en 1829 por Andrés Roderick, en Bogotá. Solo se encontró el tomo primero y todo parece indicar que nunca se publicó otro tomo, aunque no hay seguridad sobre este asunto. No se tiene noticia de alguna otra reimpresión. Se publica sin modificaciones del original (Nota del editor).

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2. Documentos y piezas justificativas para servira la historia de la conspiración del 25 de septiembredel año de 1828.

Reimpresión del volumen publicado en 1829 por Andrés Roderick, en Bogotá.Solo se encontró el tomo primero y todo parece indicar que nunca se publicó otro

tomo, aunque no hay seguridad sobre este asunto. No se tiene noticia de alguna otrareimpresión.

Se publica sin modificaciones del original (Nota del editor).

PROLOGO

El deseo de contribuir, por nuestra parte, a la historia que se escribede la conspiración que estalló en esta capital, la noche del 25 de sep-tiembre del presente año, nos obliga a presentar una serie de sucesos queafectan profundamente nuestra sensibilidad, y han colocado una negrapágina en los fastos gloriosos de la República.

Nuestros lectores verán con espanto, marcadas en calamidad tamaña,la ingratitud y la perfidia más horribles; verán el celo ardiente con que larencorosa España sigue sembrando la discordia en un país que, alemanciparse de su tiránica dominación, no ha hecho más que cumplircon el más sagrado de los deberes; verán los sórdidos manejos de esemismo Perú, que nos debe su existencia y que acaba de convertir, paracolmo de su oprobio, una misión de paz en preliminares de rebelión;verán los criminales excesos a que es capaz de arrastrar la imprevisión,emanada de una absoluta falta de experiencia y particularmente el apegomás tenaz a las teorías; verán ... ¡mas para qué cansarnos, cuando nopuede esperarse nunca otro resultado de los apoyos del despotismo -delos enemigos de la libertad de Sudamérica!

Pero es admirable el contraste que ofrecen tan abominables horrorescon la excesiva clemencia del gobierno. Si bien esta sabia lección descu-bre el espíritu de vértigo que preside todas las amenazas que se hacen a lalibertad de los pueblos, manifiesta igualmente cuáles sean los deseos queaniman a los magistrados de la nación, en favor de su prosperidad y de sudicha. "Toda tentativa contra el individuo que ha sido, y es el terror de

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la nación española, es un paso que se da hacia la servidumbre". -Véase,pues, qué divisa distingue a los que no han temido presentarse comoconspiradores. [Colombianos, dignos de tan ilustre dictado, conocedlos,y huid de sus funestas asechanzas! -¡Ojalá, que confundidos con lavergonzosa conducta, que prefieren esos desgraciados ilusos, abracen labuena causa! -¡Quiera el Dios que vela sobre nuestros destinos hacerloscapaces de sentimientos puros, de un acendrado patriotismo y de perte-necer a la especie de hombres!

El editor.

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GACETA DE COLOMBIA, NQ 374

Bogotá, 28 de septiembre de 1828.

La Providencia, que por medios tan extraños ha salvado diferentesveces la vida del Libertador de los inminentes peligros que la han amena-zado, en la gloriosa empresa que tomó a su cargo de libertar la mitad deeste continente, se la ha conservado en la noche del 25 del corriente, poruna especie de prodigio, librando al mismo tiempo a la República de losincalculables males a que nos habría expuesto su pérdida. Unos asesinospudieron seducir la brigada de artillería de esta capital y se dirigieroncon una parte de ella a la habitación de su excelencia, destinando la otra atomar el cuartel del batallón Vargas. Consiguieron entrar al palacio yhabrían sin duda asesinado al Libertador, si por una rara fortuna nohubiese su excelencia logrado escapar por una ventana. El batallónVargas, tan valiente como sometido al gobierno, acometió a los rebeldesy muy pronto los destruyó dejando la ciudad en tranquilidad. La Re-pública entera, y muy particularmente esta capital, deben una inmensasuma de gratitud a este ilustre cuerpo, que a riesgo de sus vidas y sinofender en nada a sus habitantes, ha logrado salvarla de su destrucción.Tenemos que lamentar la muerte de los valientes coroneles Fergusson yBolívar, que fueron asesinados del modo más bárbaro, solo porquecumplían sus deberes. En honor de esta ciudad y porque importa que nose forme un concepto equivocado de este suceso, estamos obligados aañadir, que sus vecinos permanecieron encerrados en sus casas sin tomar

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parte en él, y que en general han desaprobado el atentado, felicitándosepor el buen desenlace que ha tenido.

DECRETO DEL PODER EJECUTIVO

Simón Bolívar, Libertador presidente de la República, etc.

Considerando:l". Que la lenidad con que el gobierno ha querido caracterizar todas

sus medidas, ha alentado a los malvados a emprender nuevos y horriblesatentados.

2º. Que anoche mismo han sido atacadas a mano armada las tropas aquienes estaba confiada la custodia del orden y del gobierno: y el palaciode este convertido en teatro de matanza, y aun se amenazó con encarniza-miento la vida del jefe de la República.

3º. Que si no se detiene oportunamente al crimen, y se escarmienta alos perversos, en breve perfeccionarán la disolución y ruina del Estado.

4º. Que en semejante caso, sería culpable de esta catástrofe el gobier-no, por las restricciones, que por el decreto de 27 de agosto último, puseen beneficio de los pueblos a la autoridad de que ellos mismos voluntaria-mente me invistieron.

De acuerdo, y a propuesta del consejo de Estado,

Decreto:Artículo l''. De hoy en adelante pondré en práctica la autoridad que

por el voto nacional se me ha confiado con la extensión que las circuns-tancias hagan forzosa.

Artículo 2º. Las mismas circunstancias fijarán la duración de estaextensión de autoridad.

Artículo 3º. En su virtud el consejo de Estado me consultará lasmedidas que en su opinión exija el bien público, expresando su mayor omenor urgencia.

Artículo 4º. Cada ministro secretario de Estado en su respectivodespacho queda encargado de la ejecución de este decreto.

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Dado, firmado de mi mano, y refrendado por el ministro secretario deEstado en el departamento del interior. -En Bogotá, a 26 de septiembrede 1828 18Q

Simón Bolívar

El ministro secretario de Estado en el departamento del interior.

J. Manuel Restrepo

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CONSPIRACION CONTRA COLOMBIAY CONTRA EL LIBERTADOR

Nec priva tos facas, nec publicas leges, nec Iibertatis jura cara avere po test,quem discordia, quem civiles civium. quem bellum civile delictat, cumque ex numerohominum ejiciendam, ex finibas humanae naturae exterminandum palo.

Cicerón

Aquel a quien pueden complacer la discordia, la matanza de los ciudadanos,la guerra civil, en fin, es incapaz de amar ni el hogar privado, ni las leyespúblicas,ni los derechos de la libertad; y juzgo que debe proscribirse del número de loshombres, y exterminarlo hasta en los últimos confines de la naturalezahumana.

Cicerón

Los que de tantos modos habían ensayado antes medios, más omenos eficaces, para destruir a la República y a su custodio, tentaron elmás atroz en la noche del 25 del corriente. Compuesta la guarnición deesta ciudad del primer escuadrón de granaderos a caballo, batallónVargas y una brigada de artillería, consiguieron los conspiradores ganar-se esta brigada, y la hicieron base de sus operaciones. Según habíanconvenido en una junta que celebraron a las ocho de la misma noche,parte de la artillería debía atacar al palacio: otra al cuartel de Vargas, endonde había algunos presos; otra al de granaderos. Los destinados aatacar a Vargas debían subdividirse, y al mismo tiempo poner en libertadal general Padilla, para que se pusiese al frente de la empresa parricida.

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Por la distancia, y por su propia importancia, se prefirió empezar elataque por el asalto del palacio. Lo ejecutaron el comandante Carujo,Horment, Florentino González, capitán López y Wenceslao Zuláibar,que acaudillaban a los asesinos. Horment, por sí mismo, hirió de muerte atres centinelas, y segundo de los otros, entraron en los salones de arriba,donde, sin embargo de su tierna edad, se les opuso denodadamente elteniente Andrés Ibarra, oficial de órdenes del Libertador, hasta quehabiendo quedado fuera de combate por un sablazo recibido en la manoderecha, pudieron los otros penetrar hasta la alcoba de su excelencia.Salíales su excelencia al encuentro, mas estando solo contra todos losconspiradores, trató de hacerse frente en su propia alcoba, y como yafuese imposible resistir por más tiempo, voló a la calle por un balcón, ydando vuelta a parte de la ciudad, consiguió llegar al cuartel de Vargas.

El ataque sobre este cuartel había empezado luego que se tuvo noticiadel de palacio. Dirigió el comandante Silva, abocando un cañón a lapuerta; más la guardia de prevención sostuvo su puesto con firmeza, yauxiliada de los soldados del mismo batallón, que desde las ventanasaltas hicieron también fuego a los invasores, con parte de las pocasmuniciones que tenía, aquella rechazó a los conspiradores, les tomó elcañón y los persiguió en diversas direcciones.

Para entonces ya se habían introducido en la prisión del generalPadilla algunos de los artilleros a las órdenes de los capitanes EmigdioBriceño y Rafael Mendoza, saltando las paredes del patio: y habiendollegado hasta el cuarto de aquel general, sorprendieron al coronel Bolívaren su cama, y le dispararon una pistola en el pecho. El valiente coronelBolívar murió a manos de hombres que nunca han visto la cara delenemigo. Le atacaron inerme, que solo así habrían osado atacarle: murióaliado del general Padilla, y casi cubierto con el cuerpo de este, que por elcontrario, ¡daba campo a los asesinos!

Cuando salían del palacio los que lo invadieron, se encontró con ellosa la puerta el coronel Fergusson, edecán del Libertador. Al primer asomodel desorden, corrió desde su posada aquel digno militar, y al llegar ledisparó una pistola al pecho el comandante Carujo, en cuya recientepromoción acababa de tener notable parte. El coronel Fergusson habíaarrostrado la furia del enemigo en cien combates, pues nos acompañabaen la guerra desde 1818. La impavidez que lo protegía en el campo de

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batalla no pudo escaparlo de los tiros de un traidor. Su gallardía loprecipitó al puesto a donde lo llamaba su deber y su lealtad.

Una de las partidas de Vargas, que salieron persiguiendo a los arti-lleros que huían, marchaba al mando del teniente Torrealva, que, hallán-dose allí detenido, había auxiliado eficazmente al oficial de guardia asostener el puesto. El peligro en que se hallaba el palacio, movió aTorrealva a dirigirse con preferencia allí: y consumidas las pocas muni-ciones que llevaba, combatiendo a los conspiradores que lo ocupaban,tuvo que volver al cuartel a municionarse. Se les reunió entonces el señorgeneral Urdaneta, ministro de la guerra, y habiendo sabido del coman-dante Whittle todo lo suceso, hizo municionar el cuerpo, y poniéndose asu frente, marchó hacia palacio. Encontrándolo abandonado, se situó enla plaza mayor, y desde allí ordenó la defensa de la ciudad y persecuciónde los malvados. El general París, comandante general del departamento,acompañó al señor ministro de la guerra, desde que este encontró a lapartida de Vargas, yen la plaza se le incorporaron el intendente Hernán,que, habiendo ocurrido temprano al palacio, estuvo por algún tiempo enpoder de los traidores, y luego los generales Córdoba, Vélez y Ortega.

Cada uno de estos estuvo sucesivamente ocupado en diversas comi-siones. En una de ellas tuvo la fortuna el general Córdova de encontrarsecon Carujo, que tenía consigo 16 artilleros y no creyéndolo conspirador,se los pidió. Con ellos batió otra partida y persiguió a los fugitivos, amuchos de los cuales consiguió traer a la plaza. La persecución fuemucho más eficaz desde que se montaron los primeros 30 hombres quepartieron a las órdenes del comandante Crofton; y aún más desde quequedó montado todo el escuadrón de granaderos, pues, desde entonces,pudo extender a los alrededores de la ciudad, que ya estaba libre por losesfuerzos del Vargas y de los mismos granaderos dirigidos por los men-cionados jefes.

No hallando el Libertador al Vargas en su cuartel, cuando se dirigió aél, vino a la plaza, en donde fue recibido con indecible alborozo yenajenamiento: oficiales, clases, soldados, todos quisieron abrazar a suexcelencia, y su excelencia satisfizo los deseos de todos, en cuanto le fueposible: era un padre querido que volvió al seno de su familia. Su exce-lencia recorrió luego la ciudad en diversas direcciones; visitó los puestosy ya cerca del día, se retiró a su casa en medio de una población que sefelicitaba de verlo salvo.

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Mucho se había contado en la última junta que tuvieron los conspira-dores con el apoyo que se prometían de parte del pueblo. Para conseguir-lo, gritaban de continuo "Murió el tirano, Viva la constitución de Cúcu-ta, Viva el general Santander"; y tomaron por mote y por contraseña "lalibertad": mas el pueblo era incapaz de ser engañado por una horda depérfidos asesinos. Cuantos salieron de sus casas antes de amanecer, sedirigieron a la plaza. Los demás permanecieron encerrados hasta que conel día pudieron descubrir de lo que se trataba. Desde la medianoche, ypor disposición del general Córdova, había partido el señor MarianoParís a ordenar que viniesen algunas milicias del cantón, y para antes delas ocho de la mañana, ya estaba de vuelta con más de 1.000 paisanosarmados, que desde luego fueron distribuidos a buscar y a aprehender losprófugos. El palacio del Libertador está desde entonces lleno de los másrespetables vecinos. El mismo día 26, celebró el arzobispo misa pontificalen acción de gracias. Ayer han sido inhumados los cadáveres de loscoroneles Bolívar y Fergusson y rara vez se han visto funerales tanconcurridos. Tan general así es la convicción de que los conspiradores notenían otro objeto que la destrucción del Libertador y de que con suexcelencia terminaría la República. Tan presente conservan todos laconfesión que han hecho los artilleros de que se les concitó ofreciéndolesla licencia absoluta, con seis meses de paga, y además ¡el saqueo de laciudad!

A esfuerzos de los paisanos armados, que ya se han aumentado hastamás de 4.000 hom bres, se ha logrado aprehender a los artilleros que no lofueron en la misma noche del 25; ya casi todos los cómplices. Apenas sesabe que estén todavía por aprehender Luis Vargas Tejada, natural deTunja; Florentino González, natural del Socorro, y editor responsabledel Conductor; Pedro Carujo, oficial español, admitido al servicio; RafaelMendoza, de Bogotá, capitán retirado, habilitado de inválidos, condena-do por fallido; y Emigdio Briceño, natural de Trujillo.

Los presos hasta ahora, además de los artilleros, son los de la siguien-te lista. Expresamos el lugar de su nacimiento, para justificar la aserciónque en la proclama, que también copiamos a continuación, hace elintendente sobre la poca o ninguna parte que han tenido los bogotanos enesta infame conspiración. Mas, nos abstenemos al presente de añadir loque sabemos en cuanto a los cargos particulares y criminalidad de cadauno, porque preferimos esperar el fallo del tribunal competente. El jefe

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de estado mayor, general Córdova; el comandante general París y losgenerales Ortega y Vélez, acompañados del señor Francisco Pereira,ministro de la alta corte, del fiscal de la corte superior, Joaquín Pareja, yde los doctores Manuel Alvarez y José Joaquín Gori, trabajan con em-peño en la prosecución de los diferentes procesos, de los cuales muchosestán ya para concluirse.

DECRETO DEL PODER EJECUTIVO

Agustín Horment, francés, reputado espía español; Wenceslao Zulái-bar, tendero, natural de Antioquia y socio de Horment; capitán López deartillería, degradado por sentencia de la alta corte de justicia; coronelRamón Guerra, de Tunja, jefe de estado mayor departamental; coman-dante Silva, de la brigada de artillería, natural de Chiquinquirá; Cayeta-no Galindo, teniente de milicias, natural del Socorro; Ezequiel Rojas,natural de Miraflores, provincia de Tunja; general Padilla, natural deRiohacha, a quien se juzgaba por la conspiración de Cartagena; capitánHerrera, de Panamá; teniente Muñoz, español, y Ballesteros de Rioha-cha, comprendidos en la misma conspiración; general Francisco de PaulaSantander, de Cúcuta; teniente coronel Carlos Wilthew, indigno de seringlés, y el segundo comandante R. Márquez, del Tocuyo, edecanes dedicho general; Domingo Guzmán, ex comisario de guerra, natural de Pam-plona; Mariano Escovar [sic], del Cauca; Francisco Parada, sastre, natu-ral de Barquisimeto; Juan Francisco Arganil, portugués, reputado porespía español; Pedro Celestino Azuero, natural del Socorro; doctor JuanNepomuceno Azuero, natural del Socorro; Alejandro Gaitán, natural deBogotá; doctor Gómez Plata, natural de San Gil; María del Carmen Ro-dríguez de Gaitán, natural de Bogotá; general Antonio Obando, naturaldel Socorro; José Félix Merizalde, de Popayán, boticario y RomualdoLiévano, de Fusagasugá, procurador.

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PROCLAMA

Pedro Alcántara Herrán, intendente del departamento.

A los habitantes de Cundinamarca:

Anoche ha estado esta ciudad, y toda la República, al borde de suruma.

¡Cosa increíble! ¡Aquí mismo, en nuestro propio seno, ha habidomalvados que intentaron la muerte del Libertador!

Seducida por ellos la brigada de artillería que había en esta ciudad, ysostenidos con esta fuerza, se introdujeron e hicieron considerable ma-tanza aun en la casa de su excelencia. Mas quiso la Providencia que solopereciesen los coroneles Guillermo Fergusson y José Bolívar, con partede la guardia: el primero a la entrada de palacio, el segundo en casa delgeneral Padilla, en donde estaba de servicio. El teniente Ibarra quedóherido en los salones del mismo palacio: también lo fueron otros varios.El Libertador, hasta cuya alcoba penetraron los asesinos, se escapóprodigiosamente, y sin lesión alguna.

Han sido aprehendidos varios de los traidores, y se persigue a losprófugos: el crimen quedará a descubierto en toda su extensión.

El primer escuadrón de granaderos a caballo, yel batallón Vargas, sehan conducido en toda la noche con el celo y entusiasmo que tantas vecesha arrancado elogios al enemigo. Empezó la artillería su infame parrici-dio, abocando cañones, y disparándolos contra los cuarteles de aquelloscuerpos; mas el ataque enardeció a los valientes. Muy pronto pusieronellos en fuga a los traidores y recorriendo velozmente todas las calles,solos o acompañados de oficiales, se saludaban al encontrarse, felicitán-dose de que el Libertador estaba salvo.

Su excelencia recorrió también la ciudad, y visitó todos los puestos enel curso de la noche; y por donde quiera ha visto y recibido pruebas delhorror que a todos ha inspirado el meditado intento.

[Compatriotas! [Amigos! No creáis que sus autores sean bogotanos,No lo es Horment; no lo es Carujo; no lo son los que dirigían y capitanea-ban la banda de asesinos. Bogotá es fiel a sus votos, y agradecida alLibertador, al conservador de Colombia; Bogotá, sobre todo, es colom-biana.

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¡Qué sería de esta República si, triunfante el crimen, hubiésemosperdido nuestro sostén, nuestro más fuerte vínculo, nuestro ángel tutelar![Amigos! Vamos a dar gracias al Altísimo, que salvando al Libertador,nos ha salvado a todos.

Pedro A. HerránBogotá, 26 de septiembre de 1828.

[Hasta aquí es extracto del suplemento a la Gaceta de Colombia. Nº374].

BANDO

Pedro Alcántara Herrán, coronel de los ejércitos de la República, eintendente del departamento de Cundinamarca, etc.

Siendo de mi deber dictar todas las providencias convenientes, encircunstancias en que esta ciudad se ha visto anoche, atacada de hombresperversos, atentando contra la seguridad de la persona del Libertadorpresidente, y de algunos otros individuos que fueron víctimas de su furor;y considerando, que cada ciudadano debe cuidar de la conservación de suexistencia, precaviéndose de semejante pandilla, cooperando en cuantoestá de parte de cada uno el que se aprehendan los delincuentes para elpronto castigo de un crimen horrendo, que aflige a los habitantes deBogotá, cuyas consecuencias pueden ser aún más funestas, si en tiempono se pone remedio a fin de cortar en su origen una revolución queinundaría de males a toda la República; he venido en decretar, y decreto:

Artículo l", Todo individuo que supiere en dónde se hallan escondi-das algunas personas de la facción de anoche, y que no las denuncieinmediatamente a los jueces para su captura, incurrirá en la misma penaque ellos merecen, si resultan ser delincuentes.

Artículo 2º. Los alcaldes así municipales como parroquiales de laciudad y pueblos del cantón, harán sus investigaciones y rondas en losparajes y sitios en que crean puedan hallarse algunos refugiados. Dado enBogotá a 26 de septiembre de 1828.

Pedro A. Herrán.Pedro Herrera.

secretario interino.

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OTRO

Pedro Alcántara Herrán , intendente del departamento, etc.

Siendo un deber de las autoridades, encargadas de velar en la conser-vación del orden público, y seguridad de los ciudadanos, el evitar portodos los medios posibles el que estos sean alterados, y considerando:

l", Que el escandaloso suceso de la noche del 25 del que rige, ha dadolugar a temer nuevos atentados que, turbando el reposo público, traeríanmales incalculables a la sociedad;

2º. Que un hecho tan imprevisto y fuera del cálculo prudente de losencargados de la autoridad, exige imperiosamente que en lo sucesivovigilen estas, y tomen todas las precauciones necesarias para que losmalvados no intenten una segunda sorpresa, con el objeto de trastornarel gobierno, y precipitar a la República a su total ruina.

3º. Que en semejantes circunstancias sería una indolencia criminal elpermitir que los perturbadores del orden anden armados, amenazando laexistencia de la patria; y

4º. Que hallándose esta intendencia especialmente encargada de latranquilidad de los habitantes de este departamento, y de su reposo, a ellatoca dictar las providencias que sean capaces de prevenir cualquier malen lo sucesivo; he venido en decretar lo siguiente:

Artículo l", Las personas de ambos sexos que tuvieren en su podercualquier clase de armas de guerra, como sables, espadas, pistolas,carabinas, fusiles, tercerolas, trabucos, etc., las entregarán indispensable-mente sin inquirir su procedencia dentro del tercer día al señor coman-dante general, en el colegio de San Bartolomé.

Artículo 2º. Si pasados los tres días se hallare alguna arma, de lasreferidas en el artículo anterior, en poder de algún individuo, será inme-diatamente preso, y juzgado como conspirador.

Artículo 3º. Se prohíbe, bajo la misma pena, el uso de toda clase dearmas blancas o de fuego en las calles o en los caminos públicos.

Parágrafo único. Esta disposición no comprende a los militares, quepueden usarlas según su clase.

Artículo 4º. El jefe de policía, por sí y por medio de sus agentesinmediatos, cuidará de que se cumpla y ejecute puntualmente este dere-cho, haciendo aprehender a cuantas personas se encuentren armadas en

36313 Conjurados, t. 1

las calles, o en los caminos públicos, entregando las armas que se lestomen al señor comandante general.

y para que llegue a noticia de todos, y ninguno pueda alegar ignoran-cia, publíquese por bando, y fíjese en los lugares acostumbrados. Dadoen Bogotá a 30 de septiembre de 1828.

Pedro A. Herrán.Pedro Herrera,

secretario interino.

OTRO

Aclarando unas dudas sobre el bando anterior.Pedro A. Herrán, intendente, etc.

Habiéndose suscitado algunas dudas en orden a las disposiciones quecontiene mi decreto de ayer, sobre las armas que deben entregarse en lacomandancia general; ha tenido a bien hacer las siguientes aclaratorias:

Primera: Las armas, comprendidas en el expresado decreto, sontodas las de munición, quedando en consecuencia exceptuadas las esco-petas, cuchillos, puñales, machetes y otras que no son aplicables para eluso de la guerra; pero no podrán usarse en las calles, ni en los caminospúblicos.

Segunda: Sin embargo, las personas que tuvieren esta clase de armas,aunque no estén obligadas a entregarlas, darán parte al señor comandan-te general para que se tenga un conocimiento de ellas, quien les franquea-rá para su seguridad el correspondiente documento. Dado en Bogotá a 1ºde octubre de 1828 18º.

Pedro A. Herrán.Pedro Herrera,

secretario interino

DECRETOS DEL PODER EJECUTIVO

Simón Bolívar, presidente de la República, etc.

Considerando: Que la horrible conspiración que ha estallado en estacapital el 25 del corriente, hace forzoso que el comandante general del

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departamento, a quien la ley llama a fallar en juicios de esta especie, seaun jefe de distinguida experiencia: y

Que el haberse dado principio a la traición en la misma residencia delgobierno, y hallarse comprendidos en ella personas de categoría, exigeque el custodio inmediato del departamento sea al mismo tiempo un jefede alto rango; y

Concurriendo estas circunstancias en el general Rafael Urdaneta,actual ministro secretario de Estado en el despacho de la guerra, y enquien tiene además el gobierno entera confianza.

Decreto:Artículo l". El general en jefe Rafael Urdaneta queda desde hoy nom-

brado comandante general del departamento de Cundinamarca, conretención del ministerio de la guerra.

Artículo 2º. El ministro secretario de Estado, en el despacho delinterior, está encargado de comunicar este decreto a quienes correspon-da. Dado en Bogotá a 29 de septiembre de 1828.

Simón Bolívar

Por su excelencia el Libertador presidente, el secretario de Estado deldespacho del interior, José M. Restrepo.

Simón Bolívar, Libertador presidente, etc.

Considerando: Que encargada la comandancia general del departa-mento al ministro secretario de la guerra, general Rafael Urdaneta, losgraves negocios que al presente deben ocupar su atención le impedirándar cumplida evacuación a los de aquel despacho, teniendo que dedicarsea ambos; y

Que merece la confianza del gobierno el general de división, JoséMaría Córdova, actual subjefe del estado mayor general.

Decreto:Artículo l". El general de división, José María Córdova, queda interi-

namente encargado del ministerio de Estado en el despacho de la guerra.

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Artículo 2º. El ministro secretario de Estado en el despacho delinterior está encargado de comunicar este decreto a los que corresponda.Dado en Bogotá a 29 de septiembre de 1828.

Simón Bolívar.

Por su excelencia el Libertador presidente, el secretario de Estado enel despacho del interior,

José M. Restrepo.

BANDO DE LA INTENDENCIA

Pedro Alcántara Herrán, intendente del departamento, etc.

Hallándome facultado por el gobierno para disponer que se recojan ydepositen en la comandancia general todas las cantidades de pólvora quese hallen en poder de los particulares; y siendo esta una medida consi-guiente a mi decreto de esta fecha, prohibiendo el uso de armas, he venidoen decretar:

Artículo l'', Todas las personas que tuvieren pólvora en sus casas, oalmacenes, la entregarán, dentro del término de tres días, en la coman-dancia general, como en calidad de depósito, en donde se le dará a cadauno el correspondiente documento para que a su tiempo les seaentregada.

Artículo 2º. Los que, pasando dicho término, no lo hubiesen verifica-do perderán, además de la pólvora que se les encuentre, un tanto de suvalor que se les exigirá indispensablemente por el juez de policía, quienqueda encargado de velar en el cumplimiento de esta disposición.

Publíquese por bando, y fíjese en los lugares acostumbrados. Dado enBogotá, a 30 de septiembre de 1828.

Pedro A. HerránPedro Herrera,

secretario interino

CONGRA TULACIONES AL LIBERTADOR

Estas han sido tan numerosas como es de presumirse, tanto de partede los colombianos como de parte de los extranjeros. Se apresuraron muymucho a visitar a su excelencia el encargado del consulado general de

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Francia y su canciller, y el vicecónsul general de los Países Bajos. No sehallaba en la ciudad el señor coronel Campbell, encargado de negocios desu majestad británica. Pero nos es muy placentero publicar a continua-ción la carta que a la primera noticia del suceso escribió al honorableministro de Estado en e! despacho de relaciones exteriores:

"El infrascrito, encargado de negocios de su majestad británica, tieneel honor de esperar a que el honorable ministro de relaciones exteriores deColombia tenga la bondad de presentar a su excelencia el Libertadorpresidente en nombre de su gobierno las más sinceras congratulacionespor haberse librado de la conspiración del 25 del corriente, en que estuvoal suceder el asesinato del jefe del gobierno de Colombia; acontecimientoque habría inundado el país en sangre, y sumergídolo en todos loshorrores de la guerra civil y de la anarquía.

"Sin embargo de las instrucciones que el infrascrito tiene de sugobierno para no mezclarse en las disensiones civiles o intrigas del país endonde se halla acreditado, puede garantir al honorable ministro el horrorcon que mira su gobierno toda amenaza contra la vida del jefe de unpueblo amigo de la Gran Bretaña, y particularmente contra persona quecomo su excelencia e! Libertador ha demostrado siempre ser no soloamigo de su país, sino de la humanidad, y cuya pérdida habría sidosentida por todos los amantes de la libertad racional y del género huma-no.

"El infrascrito se aprovecha de esta oportunidad para ofrecer alhonorable ministro de relaciones exteriores de Colombia su más distin-guida consideración y respeto personal.

"Guaduas, 28 de septiembre de 1828.Patricio Campbell"

"Al honorable señor Estanislao Vergara".

Erratas. Gaceta de Colombia, No. 376.

Mencionando en particular los que de la lista diplomática extranjeraestuvieron a cumplimentar al Libertador, el 26 del próximo pasado,omitimos en nuestro número anterior incluir entre ellos al cónsulgeneral de su majestad británica y al señor Wail, oficial de la legaciónbritánica. Sabemos también que e! señor corone! Torrens, encargado de

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negocios de los Estados Unidos Mejicanos, estuvo a cumplimentar a suexcelencia el mismo día 26, y que no habiéndolo podido hallar, dejó sunombre.

CONSPIRACION DEL 25 DE SEPTIEMBRE

Los procesos contra los cómplices en la horrible conspiración del 25,se están siguiendo con actividad, y parte de ellos ha satisfecho con la vidalo que exigen en la vindicta pública y la seguridad de Colombia. El puebloha clamado a gritos por el castigo de los asesinos, y la justicia lo ha oídoempuñando la espada de la ley. En tan espantoso caso han debidodesecharse las súplicas de la aflicción, porque atender a ellas habría sidotraición hacia la sociedad. La misma clemencia no aconsejaba otra cosaque el pronto y severo castigo de asesinos, que a fuerza de armaspromovían el desorden y la ruina de la sociedad, como el más eficazmedio de satisfacer a su venganza, a su interés o a sus miras abominables.

Anteayer (30 de septiembre) sufrieron la pena capital Horment,Zuláibar, López, Silva y Galindo. Prefiriendo la muerte a los remordi-mientos inseparables de la memoria del crimen, vieron el patíbulo con laresignación que produce la convicción de que la vida para ellos sería elmayor tormento. Ocultarse a la vista de sus semejantes, aborrecer lo quela naturaleza nos enseña a amar, mirar a cada uno como a enemigo, y lasociedad entera empeñada en su persecución, tal es la triste suerte del queholla las más santas leyes divinas y humanas. ¿Quién en aquellas circuns-tancias no ha de sentirse abrumado del peso de la vida como de un bien deque se goza indignamente, de que no se ha hecho uso sino para la maldad,y cuya privación la reclama el género humano como necesaria a su propiaexistencia?

Nos ha arrancado estas observaciones el triste espectáculo que ofreceesta capital, consternada con las escenas de que es teatro, y los recuerdosque suministra incesantemente la menor reflexión sobre los peligros deque nos hemos escapado. Seguridad personal, intereses, religión, lacastidad, todo, todo, iba a ser hollado por quienes cifraron su desnatu-ral ambición en la disolución de la sociedad y la ruina de lo que loshombres tienen por más sagrado. Mas es ahora lugar oportuno paracorregir las inexactitudes en que hayamos ocurrido, y dar algunos deta-

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lles, que hemos recogido después, y que explican los fines que movieron aalgunas de los conspiradores. Deben ellos servir a la historia de Colom-bia para transmitir a tiempos más distantes noticia del mar de escollos enque se ha visto la República: suministrará la más laudable lección, ya queha estado a riesgo de ser la más trágica, de la desmesurada distancia quemedia en las mentirosas protestas y los verdaderos designios de lospretendidos liberales. Manifestarán, por fin, que la naturaleza humanadesgraciadamente es la misma en todas las épocas yen todas las edades; yque lo que dijo Cicerón de Catilina, y de los demás que se deleitaban en lasangre y la muerte de sus conciudadanos, es aún más cierto respecto deHorment, Zuláibar, etc.

La primera idea que ocurre a quien reflexione sobre el carácter de losmalvados, autores de esta conjuración, es de que todos eran más o menosdeudores de una inmensa suma de gratitud al Libertador. Son inapre-ciables los bienes de la libertad, que debían a los insignes esfuerzos delLibertador los que de aquellos eran desgraciadamente colombianos: yademás habían sido especialmente protegidos por su excelencia. Losextranjeros que, renunciando a las obligaciones que les impuso la hospi-talidad generosa con que se les brindó, entraron como cómplices oautores de la infernal empresa, todos recibieron de manos del Libertadorpremios, u olvido de crímenes anteriores. Aún está reciente la memoriadel perdón que la generosidad de su excelencia concedió a Horment porel atentado cometido contra el señor Mariano París. En cuanto a losnaturales del país, López, Guerra, Silva, Mendoza, Carujo, Vargas Teja-da, difícil sería hallar uno que no haya adelantado su fortuna a conse-cuencia de las vigilias y tareas del Libertador; y es notoria la distinguidaprotección que les dio en casos particulares, sin tener conocimientopersonal de ninguno. Aun a los coroneles Fergusson y Bolívar huboentre los conspiradores quien les debiese los medios de reparar su casiarruinada reputación, y adelantar su fortuna. A Mendoza, pocos díasantes, le había prestado 18 onzas el coronel Bolívar, compadecido de lamentirosa relación que le forjó, quien pocos días después había de tomarnotable parte en su muerte. Ya antes hemos referido que a Fergussondebió Carujo su promoción, y en lugar de gratitud, los únicos sentimien-tos que abrigó su alma perversa, fueron los que le impulsaron a atravesarel pecho de su bienhechor. Acababa el consejo de Estado de convenir conel Libertador en el nombramiento de Vargas Tejada como secretario de

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la legación que iba a enviar nuestro gobierno a los Estados Unidos: yLópez ... ; pero sería nunca acabar si hubiésemos de referir por menorhasta dónde se ha extendido en esta ocasión la ingratitud, y cuánto haintentado la más pérfida alevosía.

La imaginación se pierde al contemplar la suerte que esperaba a laRepública si, por nuestra desgracia, el atentado contra la vida del Liber-tador hubiese tenido el efecto que se proponían los asesinos. La ruina y ladesolación habría fijado su morada entre nosotros; y hasta nos habríasido negada la esperanza de ver terminada la guerra civil, en que con lospartidos habrían ardido las provincias, las ciudades, y aun las familias.Sería emponzoñar el espíritu de nuestros lectores detenernos en la consi-deración de un estado de cosas, cuya idea por sí sola hace estremecer; yasí solo la mencionamos para que reflexionado el conjunto de desgraciasque infaliblemente nos habría acarreado el horrendo crimen intentado,nos hagamos más capaces de estimar la inmensidad de los males de quenos hemos salvado.

Basta solo mencionar el suceso a que nos referimos, y la notoriedadde sus autores, para justificar plenamente al gobierno. No hay sociedaden que a tan alto crimen no esté destinada la más severa pena. Lanotoriedad que hay sobre los autores podría también exonerarnos dedetallar la pena que ha cabido a cada uno en la ejecución; pero elloimporta de algún modo a la historia de los grandes crímenes. Expondre-mos, pues, los cargos que ha habido contra cada uno de los ajusticiados:es decir lo que cada uno hizo.

Agustín Horment esperó en la plazuela de San Carlos con 12paisanosa la partida de artillería que trajo el comandante Carujo. Con toda ellaasaltó la casa del Libertador, y por sí mismo hirió de muerte a cuatrocentinelas. Estaba convicto, y él todo lo confesó.

Wenceslao Zuláibar fue inseparable de Horment en toda la empresa;hallándose en la sala particular, o recibo del Libertador, corrió a ser elprimero que llegara a su alcoba. Fue el que expresó más pesar al verseengañado en sus esperanzas parricidas, y conservó la mayor firmezahasta la muerte. Estaba convicto, y todo lo confesó.

El comandante Silva, que accidentalmente lo era de la media brigadade artillería de esta capital, preparó su cuerpo, dio órdenes a las diversaspartidas, y se puso al frente de la que atacó al cuartel de Vargas; todo se leprobó, y él lo confesó todo. El además había concurrido con Horment y

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los otros a las juntas preparatorias, que se celebraron en la casa de LuisVargas Tejada.

El teniente Cayetano Galindo estaba también convicto, y confeso dehaber concurrido a las mismas juntas, y tomado parte activa en laconspiración: ya sirviendo como ayudante de Silva, ya en otras cosas.

El teniente José Ignacio López fue de los que, a las órdenes deHorrnent , asaltaron al palacio; él fue el que dio el sablazo al tenienteAndrés Ibarra, que hizo frente a los conjurados en una de las antesalas.Preguntado qué objeto tenía la revolución, respondió: "robar y matar".

Por los progresos que han seguido haciéndose en la investigación deeste atentado infernal, se ha hecho ya notorio que la primera intención delos traidores fue llevarlo a efecto en la noche del 10 de agosto, durante elbaile de máscaras con que la municipalidad de esta ciudad celebró elaniversario de la entrada del Libertador en ella después de la victoria deBoyacá. No les había parecido bastante feo, bastante horrible el conatopor sí solo: querían los malvados probar de un modo más irrefragable suodio a esta ciudad, sacrificando en semejante día al mismo que la rescató:y para dejar más de manifiesto su encono contra Colombia, se habíanpropuesto, que el aniversario de una de las batallas que ha sido más fatalal español fuese en adelante el de nuestra horfandad y desolación.Fallado como habían nuestro exterminio se complacían en todo cuantoreagravase la pública calamidad. Los detenía entonces el no estar todavíabastante sazonado el plan: no contaban aún con los artilleros; no estabanreunidos todos los conjurados. Concurrieron sin embargo al baile encuadrilla y con las mismas divisas. Debía tentarlos la ocasión: pues elLibertador recorrió solo los diversos salones y anduvo entre las másca-ras: los tentó en efecto; mas la feliz estrella de Colombia salvó a suexcelencia, que se retiró a palacio antes del tiempo en que los conspirado-res creyeron que lo haría. ¿Qué habría sido de la reunión, qué de la ciudady de toda la República, si a la inmensa trascendencia del crimen hubiesehabido que añadir tan graves circunstancias?

Pasada aquella noche intentaron aprovecharse del paseo que el Liber-tador hizo a Soacha, el 21 del próximo pasado. Pernoctó allí su excelenciapor dos noches. y solo estaba acompañado del señor general Urdaneta,los señores José y Ramón París, y algunos criados. Carujo tenazmenteinsistía en que era forzoso aprovechar aquella oportunidad: podríahacerse todo sin estar fuera de la ciudad más de tres horas: él creía que

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eligiendo la noche, podían quedar a cubierto para siempre sus autores, ynunca habría habido necesidad de matar a más que las ocho personas quehabía en la casa. Presentábase la ocasión al asesino tan fácil, tan halagüeña,que según confesó el ex coronel Guerra, costó sumo trabajo el retardar laejecución. Se decidieron por fin a diferirla, porque habría sido imposibleocultar para siempre los autores, y nunca serían estimados por otra cosaque por atroces asesinos; y era más difícil entonces sacar de su prisión algeneral Padilla, que había de tomar el mando de las tropas. Quedabaademás mucho que hacer: existía el consejo de ministros y el de Estado;que seguirían la marcha a que el Libertador había dado ya principio-existía el ejército que los apoyaría- y sobre todo el pueblo se confirmaríade este modo en la justicia y en la conveniencia de su resolución, conrespecto a la nueva forma de gobierno que se ha dado, porque explicaríael atentado como continuación de los esfuerzos hechos en Ocaña pordestruir su obra, sancionar la disolución y la ruina de la República. Habíade morir el Libertador, pero de modo que su muerte fuese útil a susautores. Los que de ellos concitaban a ejecutarla como espías del enemi-go, preferían que ella diese origen a la división y a la guerra -preferíanque con ella se consumiesen nuestras fuerzas para satisfacer la saña y laimpotencia española. Así es que ya se había previsto, según dijo Hor-ment, que "tendrían que habérselas luego" con los generales Páez yFlores. Pero contaban con que los españoles diesen cuenta del primero ylos peruanos del segundo; y confiaban también en que Padilla recobraríaa Cartagena- o en que por lo menos aniquilarían al departamento.

Resolvieron, pues, esperar y fortalecerse. Continuaron repartiendodinero, y ganando prosélitos. Renovábanse con mayor frecuencia lasjuntas en casa de Horment o en la de Luis Vargas Tejada. Esmerábanseen estas juntas en exaltar la imaginación de los demás jóvenes en familia-rizarlos con las ideas de muerte y de carnicería; y aun hubo quien en unade ellas hiciese un largo y acalorado elogio de las atrocidades de Robes-pierre, que representaban como sacrificio necesario, porque pretendíanlos malvados que el árbol de la libertad ha de regarse con sangre.

Hallábase en este estado la conjuración, cuando el 25 por la tarde fuedescubierta al gobierno por el subteniente Francisco Salazar, del bata-llón Junín, y a quien estando aquí de paso trató de seducir el capitánTriana. Descubierta, se ordenó inmediatamente la prisión del último; ycomo fue comunicada la orden al ex coronel Ramón Guerra, que estaba

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de jefe de estado mayor departamental, al momento lo supieron losconjurados, y alarmados todos celebraron a las ocho de la misma noche,en la casa de Luis Vargas Tejada, la junta de que hablamos en nuestrosuplemento del 28 de septiembre último. Unánimes entonces sobre quedescubierta la conspiración habían de creerse todos al día siguiente en elestado en que ya estaba Triana, fallaron que al punto debía llevarse aefecto. Formaron, pues, su plan de operaciones, y entendido y aprobadode todos, partieron a cumplir cada uno con la parte que le estabadesignada. No estaban todavía ganadas todas las clases y tropas deartillería; pero les ocurrió armarla toda, alegando, como luego lo hicie-ron, necesidad de ir a contener la guardia del Libertador que supon-drían amotinada, y aun anunciándoles desde el principio que su excelen-cia mismo se pondría al frente de la artillería. Ignoraban la eficacia quehubiesen tenido las tentativas practicadas por desacreditar a los coman-dantes y principales oficiales del Vargas y granaderos para con susrespectivos cuerpos; mas creyeron suficiente el remedio de destacarpersonas que especialmente los buscasen para asesinarlos. En cuanto a laguardia de Padilla, que era de granaderos, confiaron en que el tenienteGutiérrez, antes del batallón Paya, y que recientemente había sido agre-gado a aquel cuerpo y mandaba dicha guardia, la desarmaría quitandolos pedernales y baquetas a las carabinas.

De este modo se prepararon a la empresa los conspiradores. Lo queluego hicieron constar del dicho suplemento y de la Gaceta número 375.Faltan en todas estas relaciones muchos pormenores de bastante impor-tancia: pero no nos es permitido publicar nada de lo que se halle másíntimamente conexo con los juicios pendientes. Procederemos, pues, adar noticia, según prometimos en nuestro anterior número, de los cargoshechos a los que han sido ajusticiados desde entonces, y concluiremos porhoy esta molesta relación, corrigiendo algunos errores en que por lascircunstancias caímos en el citado suplemento.

El 2 del corriente (octubre) fueron pasados por las armas, y luegoahorcados el ex coronel Ramón Guerra y el ex general José Padilla.

A Ramón Guerra se le probó que había tenido una parte activa en lasjuntas preparatorias celebradas en las casas de Horment y de Luis VargasTejada: que fue él que sedujo al comandante de artillería Silva y el que lointrodujo en las juntas que se celebraban en casa de Horment paraorganizar el plan: que hizo municionar la artillería, ordenó que estuviese

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pronta y además estuvo él mismo presidiendo a todos estos preparativosen el mismo cuartel. Guerra era colombiano, coronel en los ejércitos de laRepública, y jefe de estado mayor departamental. Probáronse los cargoscon el testimonio unánime del mismo comandante de artillería, delteniente Galindo y de dos sargentos, con las órdenes originales que dio ycon la falsedad de todas las causas que adujo para justificarse; pero él semantuvo en la negativa. Por fin lo confesó todo en la capilla. Comotraidor fue condenado a muerte; que conforme al artículo 26, tratadooctavo, título décimo de la ordenanza del ejército debía ser la horcaprevia degradación.

Al ex general José Padilla se le probó con las declaraciones del mismocomandante de artillería, del teniente Ignacio López y del cabo BautistaMoreno, que estaba comprendido entre los conjurados, y destinado porellos a ponerse al frente de la tropa que conspiraba; que con este objetofue que antes que todo se cuidó de ponerlo en libertad; que habiéndolaobtenido con la muerte del coronel Bolívar y dispersión de la guardia, envez de unirse a los que combatían a los traidores, se trasladó por sobreuna pared, con el auxilio de una escalera y de los artilleros, de la casa endonde guardaba su arresto al cuartel de estos, y se incorporó y permane-ció con ellos hasta que con los que habían quedado en el cuartel fuetrasladado preso al de Vargas; que de acuerdo con todo esto, y durantetoda la refriega había sido constantemente aclamado desde el principio, ylos conspiradores se preguntaban unos a otros, si ya el general Padillaestaba a la cabeza. Obró igualmente en el juicio la parte que dicho Padillatuvo en la revolución de Cartagena, de que por declaración de sietetestigos contestes y por la notoriedad se le probó que era autor; el haberdepuesto entonces a las autoridades superiores constituidas por el gobier-no, constituido las que quiso; y en efecto ejercido la suprema autoridad.Padilla se obstinó al principio en negar todos los crímenes de que se leacusaba; pero no pudo resistir a las pruebas ni careo que se le hizo con suscómplices. Probada, pues, la traición sobradamente, fue condenado a serdegradado y sufrir la pena de horca, conforme al artículo 26, tratadooctavo, título décimo de la ordenanza.

¿Añadiremos a estos cargos el entusiasmo con que pasado todo elpeligro se ofreció Padilla a salir a la defensa del Libertador, y la aparentetranquilidad con que visitó Guerra a su excelencia al amanecer? Pero no

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escribimos la historia de la doblez y de la perversidad de que sea capaz e!hombre.

PASTORAL DEL MUY REVERENDO ARZOBISPO DE BOGOT A

A los venerables curas y demás sacerdotes de uno y otro clerode nuestro arzobispado

Aunque en todos tiempos son obligados los sacerdotes a enseñar yrecordar en su caso a los fieles las máximas del Evangelio, y muy particu-larmente las que conducen a mantener e! orden y tranquilidad pública,hoy que para reparar los males que pueden haber producido la guerra dela independencia y las agitaciones, ocurridas en los dos años últimos, esmás extraña aquella obligación de los ministros del santuario, me veoprecisado a mandar bajo precepto formal de obediencia a todos losvenerables curas y demás sacerdotes del arzobispado, que en el púlpito,confesionario y en cualquiera otra reunión inculquen, sin perder ocasión,cuanto les sea posible, aquellas verdades tan cristianas como útiles a losciudadanos, que les obligan ciertamente en conciencia, cuales son la devivir unidos entre sí y al gobierno que les protege, sostiene y defiende,para que de este modo se restablezca la paz y la tranquilidad pública,haciendo también entender a sus feligreses, y oyentes en público y priva-damente, los males gravísimos que produce el espíritu de división opartido, y mucho más el enorme crimen de sedición, con que mancharíansus almas; al mismo tiempo que e! brazo fuerte del gobierno descargaríasobre ellos, como se ha visto, todo el peso de la justicia.

Estas prevenciones que se circularán por mano de los vicarios yprelados respectivos, espero tendrán el más puntual cumplimiento porparte de todos los ministros del altar, así seculares como regulares, aquienes encargo estrechamente la conciencia por cualquiera omisión, opor los males que de ella puedan sobrevenir a mis diocesanos; pues, asícomo hemos lamentado la tragedia de la noche del 25 del corriente, y loshorrores en que nos habría sumergido, si la Divina Providencia no noshubiese librado visiblemente, quedándonos aún muchas lágrimas quederramar al ver la desolación e inquietud de tantas familias, así tambiéndeseo de todo corazón alejarlas de! cúmulo de males en que se verán

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envueltas si desatienden u olvidan las máximas saludables que de nuevorecomiendo, como igualmente el que dirijan incesantes oraciones alSeñor por la preciosa vida y conservación de nuestro Libertador presi-dente que tanto protege a la religión, a la iglesia y a sus ministros.

Dada en nuestro palacio arzobispal de Bogotá, a 30 de septiembre de1828.

Fernando,Arzobispo de Santafé de Bogotá

CONGRA TULACION AL LIBERTADOR

Excelentísimo señor:La priora y comunidad de Ineses, contristadas por el funesto acaeci-

miento que ha tenido vuestra excelencia la noche del 25 de septiembre,dirigen sus humildes oraciones al cielo, en acción de gracias por haberpreservado la apreciable vida de vuestra excelencia, mirando en esto lafelicidad general de todo el pueblo; continúan de la misma suerte, pidien-do a la Divina Majestad se digne conservarle en tranquilidad y salud pormuchos años.

Excelentísimo señor, de vuestra excelencia su menor sierva,

Ana María de San José, priora

GRATITUD PUBLICA

Después del horrible cuadro de crímenes que en cumplimiento denuestro deber nos ha sido forzoso trazar en nuestras páginas, es unconsuelo para nosotros dar noticia de los actos de generosidad con quealgunos han querido probar su gratitud a los que en la noche del 25 deseptiembre, libertaron esta ciudad del saqueo, y a Colombia de su ruinatotal. No mencionaremos al Libertador, que esa misma noche ofreció a latropa $30.000, de los cuales ya se ha repartido casi la mitad; se ha movidosiempre el Libertador en una órbita que le es peculiar. Pero sí debemosañadir que el 26 muy de mañana, consignó en cajas con el mismo fin elseñor Ricardo Illingworth la suma de $1.000 en oro: que varios ciudada-nos repartieron indistintamente a la tropa, más o menos dinero; y que en

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los siguientes días han entregado también en tesorería para aquel fin losseñores Duncan, Bunch y Leidersdoft $600; los señores Zeroa y Daveraut62, y varios empleados 287. Pidiéronse prestados al señor José MaríaLozano $5.000 para completar lo que se había ofrecido a la tropa, y él nosolo ordenó la entrega inmediatamente, sino que puso a disposición delgobierno el resto del dinero de que pudiera disponer, y hasta su vajilla sise necesitase.

ACLARACION DE UNA EQUIVOCACIONBogotá, 1º de octubre de 1828

Al señor corone!, comandante del batallón Vargas

En contestación al oficio de vuestra señoría fecha de ayer, referente auna exposición que salió en el suplemento de la Gaceta de Colombia deldía 26 del próximo pasado, debo decir: 1º. que no salí en la noche del 25,mandando una partida del cuerpo de su cargo, según se expresa en dichosuplemento, sino a órdenes de vuestra señoría estando todo el batallónreunido: 2º. que fui al palacio con el batallón a las inmediatas órdenes devuestra señoría: 3º. que la disposición de municionar e! cuerpo no eramía, sino de vuestra señoría por quien se verificó, dejando una escoltafuerte a cargo del capitán Pereira. Es cuanto debo decir en obsequio de laverdad, y en contestación a su citado oficio.

Dios guarde a vuestra señoría.Santiago Torrealva

HOMENAJE AL CORONEL FERGUSSON(Fragmento de carta)

No puedo agradecer a vuestra señoría lo bastante su amistosa, y a laverdad interesante carta. La estimo tanto más amistosa, cuanto que lacreoescrita en medio del bullicio y de la confusión. ¡Oh Fergusson, aunquedesventurado, noble y gallardo! Pero murió como inglés, en la causa delhonor, y cumpiiendo con su deber, la memoria de sus muchas virtudes seconservará como un bálsamo en e! corazón de todos sus amigos.

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REPRESENT ACION DE LOS HABITANTES DE LA CAPITALAL LIBERTADOR

Los hijos y vecinos de esta ciudad, que suscribimos esta representa-ción, en medio de amargura que inunda nuestro corazón, y sumergidos enel más profundo pesar, temblamos solo al recordar la infausta noche del25 del presente septiembre, en la que puñales parricidas intentaron cortarla vida al que se la ha dado a la patria, y quitar a Colombia el vínculo deunión que la sostiene. Ingratos y rebeldes, atentando contra la existenciade vuestra excelencia, destruían con este nefasto hecho la Repúblicaentera, arrancaban de raíz, la moral, y nos quitaban de un solo golpe eldefensor de la nación, el protector de la religión, el restaurador de lasbuenas costumbres, al sostén de nuestros derechos y seguridad, el Padrede la Patria, Simón Bolívar, cuyo nom bre solo encierra en sí más de lo quese puede decir.

Nosotros detestamos este hecho, y quisiéramos sepultarlo en el eternoolvido; y aunque vuestra excelencia está cierto, que ni el pueblo, ni loshombres buenos de esta desgraciada ciudad, han tenido parte en estehorrible crimen, queremos hacerlo notorio a la nación americana y almundo entero, para que no caíga sobre nosotros la infamia y la negranota de ingratitud.

Nosotros, excelentísimo señor, confirmamos nuestros votos para quevuestra excelencia nos mande con la plenitud del poder que le tenemosconferido; pues, en esto no hacemos otra cosa que afianzar nuestra fe-licidad y demostrar nuestra gratitud. Obre vuestra excelencia comoconvenga a la felicidad nacional, y pedimos al Gobernador Universal,Dios Omnipotente conserve la vida de vuestra excelencia para el biengeneral de toda la América.

Excelentísimo señor:

Felipe Gregario Alvarez del PinoMariano ParísFecundo FernándezManuel BustamantePedro CubidesJosé María García del CastilloAgustín de Francisco

Gerónimo MendozaMartín GuerraAndrés López DuroMarcos LeguisamoUrbano PradillaAntonio IbañesTelésforo Rendón

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Manuel de FranciscoJosé María RojasManuel Moyano, capellánIgnacio G. OlanoJosé María TejadaJosé María de la SierraSantiago VargasDoctor Joaquín MoyaPedro Felipe SilvaHipólito QuijanoFrancisco UricocheaLicenciado J. María García de TovarLibrado SantamaríaFrancisco ParraRafael CaroJuan Nepomuceno GonzálezGregorio TriviaGabriel SánchezGabriel GómezDionisio GonzálezManuel del CorralRamón del CastroManuel HuertasEstevan Quintero AltuvePedro F. López LisperguerJosé ForeroFrancisco PardoJosé Ignacio de SanmiguelDionisio Antonio de la TorreFelipe FernándezAlejo GallejasFernando GonzálezAlejandro CallejasLaureano VargasManuel José OteroManuel de GuzmánAnastasio Gambapresbítero Gregorio Vásquez PoseGregorio MuñozRamón SánchezFernando UgarteJosé de la Cruz LoboJuan N. Vargas

José Domingo BonellCamilo OrdóñezAntonio BernalMiguel IbañesJosé Antonio LamiquizJuan Víctor SanmiguelJuan José HernándezSecundino LeónJoaquín AcevedoBenito LeónJosé María OrtisTimoteo GaleanoJosé Antonio JiménezEstevan VargasJorge NiñoManuel PérezJ. G. VogelLeandro NeiraPedro RodríguezFrancisco JeampierreSalvador GarcíaClemente MaderoCasimiro PortasFrancisco M. ValenzuelaCarlos DelgadoJosé Rafael DelgadoFrancisco MartínezRamón ArjonaManuel Meléndez de ArjonaFlorentino GarcíaAntonio José VélezVicente CarrizosaPedro HerediaManuel Higinio CamachoMartín VargasRudecindo TovarPedro Sánchez TovarJuan de Dios CervantesJosé Antonio Díaz,Fulgencio BlancoFrancisco UrisaBernardo PinedaJosé M. Ríos

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Doctor José de Torres y EstanzJosé Joaquín OrtisFray Anselmo de San José, provincial

de agustinos descalzosFray Manuel de San José, prior deagustinosEugenio TorresRoque PonceVicente Rivera, presbíteroSilverio MunévarAntonio GómezFélix OlarteJuan de la Cruz VegaTomás LunaJuan de Dios CervantesAndrés Aguilar y CastelaPedro VillalobosJoaquín Lozano y MoyaRafael RicaurteMatías J. SuárezTomás QuevedoJuan M. Sordo y ManjonB. de Alcázar .Leandro EjeaManuel RestrepoJosé María InciarteAlejandro de Francisco InciarteFelipe PreanoFrancisco LemusBautista BerneraWenceslao UribeAndrés RomeroJuan José GutiérrezJosé María PérezAntonio VianaEustaquio BlancoLino AyalaJosé Cesario de OleaPedro RuizJosé Joaquín CasanovaJosé María AranzasugoitiaCésar Flavio RosilloMariano Olano

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Juan Bautista de Lora y EspinolaGaspar IberoJosé A. GutiérrezIgnacio BerbeoJosé María JunquitoFrancisco MaldonadoRafael BernalWenceslao MendozaNarciso SánchezBaldomero CastroDomingo FernándezVicente CastroJosé Gregorio GonzálezManuel MendozaAntonio José de CaciendozaPedro F. CaravajalAntonio de Castillo, presbíteroPantaleón RubioToribio Rubio y su familiaEstevan QuinteroRaimundo RubioPrudencio RubioJuan José Felipe FemándezFrancisco Javier GómezJoaquín ParejaF. RamírezFrancisco TorrenteJuan de Dios CervantesRufo ArmeroJuan Nepomuceno ColovonJorge María Garzón Zabalaex coronel Tomás JacksonManuel OrtegaJosé María MartínezPedro GarcíaAntonio GonzálezJuan José GalindoJosé Vásquez PoreAndrés Coreino RojasCarlos Caballi, capitán graduadoJosé SaberonJenaro RojasJuan Bautata

Fray Simón CandiaJosé Ignacio GalarzaJosé María GutiérrezMariano Quintanadoctor Domingo Valbuena, cura de

NemocónA. TorresVicente NariñoManuel RivasSebastián RamírezJosé ArjonaDomingo Antonio DuránMariano IberoJosé María ForeroG. GohustaJosé María PérezIsidoro CarrizosaGonzalo CarrizosaJosé Antonio ArdilaJosé María PonceRufino TorresJosé María JunquitoAntonio José ZamoraJacobo CaballeroFrancisco MogollónAntonio RochaMiguel RochaMariano OrtegaAntonio LombanaJuan José MariñoJosé Sanz de SantamaríaFrancisco GarcíaJosé M. BenitoBias Isidro GonzálezNarciso CabreraPedro de FranciscoPedro HerreraBruno EspinosaTeodoro Agüero y RojoMarcos SalgarLuciano RoaDiego UzcáteguiJuan J. Barreiro

José González EstevesJuan de OrtegaPablo Plata, rector de la universidadJavier GuerraEncarnación LlanosFrancisco SuárezJosé María SandovalJuan Agustín de la RochaJerónimo TorresJ. Camilo ManriqueJosé Miguel PeyIsidro María VergaraAnselmo García CastilloJuan de Dios SalgadoJosé A. PadillaFrancisco RodríguezJosé María ChavesFrancisco Torrente CamachoZoilo SalazarAgustín InestrosaJosé VargasPose Antonio RojasM. GutiérrezEugenio ManzanaresEduardo CastroIgnacio RicaurteJavier PrietoIsidro EspinosaPedro VillarragaRafael GarcíaAngel M. ChavesAnselmo ChavesJosé Manuel QuijanoJ osé María PulidoFrancisco José HoyosJosé María PrietoAntonio José SornosaFrancisco de SotomayorFelipe SandinoAndrés RoderickIgnacio SandinoJuan José RoviraAndrés Sandino

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José Sixto RamírezJusto SandinoJosé María SarmientoJosé Antonio CortésJ. M. DomínguezIldefonso MofaleaJosé M. HoyosEusebio ForeroCeledonio SánchezSerapio PedrazaGregorio SarmientoLiberato SarmientoGermán CortésAntonio SánchezFernando SánchezCeledonio SánchezTadeo GarcíaJosé Matías PérezJuan Francisco de SotomayorJosé Luis CarbonellNepomuceno EscovarJosé Ramón EstevesFernando CaicedoEustaquio SaraviaFrancisco ParmesanoFrancisco Félix SerranoAquilino QuijanoEl guardián y comunidad de San

DiegoSantiago CowieRoberto ScottFray Rafael Calvo OjedaJosé María RubioAlejo CallejasJoaquín José BerríoDiego Sánchez RedondoJorge CampuzanoManuel GonzálezAnastasio HerreraIgnacio HerreraPedro OliveraJosé P. BarragánJ. M. Portocarrero

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Valentín DiagoDiego RivasGil JiménezManuel PeñaRafael DávilaGregorio LagoJosé SúñigaRamón ManriqueVíctor FuenmayorJuan Esar LeyRamón EspinaManuel A. OraivaBenito PuyoraJosé MartínezJosé M. CifuentesJosé FernándezManuel MejíaBernardo de FranciscoTomás Gómez de CosFrancisco NatesIsidoro CórdobaManuel CórdovaManuel BuenoBernavé TorresLuis RubioLeando SalgadoMariano GrilloEustaquio GrilloJosé SantamaríaJosé María EspinosaJ osé Domingo SernaJosé Crisóstomo ZapataFelipe NeiraVíctor Sala zarFrancisco MontaniAntonio HerreraJuan N. ContrerasJosé A. MejíaSalvador RisoJuan B. E!bersJuan Manuel ArrublaJosé DomínguezFrancisco de Paula Posada

Miguel Pradilla Eustaquio ArzeSantiago Auza Manuel PedrerosSantos Salas Fermín GuzmánJoaquín Borda José M. CárdenasManuel Laberde Luis M. AzuolaJosé A. Vélez Domingo A. MaldonadoJosé Mosquera Vicente HurtadoManuel Trigos Rafael BerinaJoaquín de Orrantia José Nicolás QuevedoSantos de Herrera Genaro SantamaríaP. D. Granados Antonio M. MarroquínJosé D. de la Bastida Lorenzo ArellanoNicolás P. Prieto Pedro SuárezFelipe Ferro Tomás CandiaJosé N. Ferro Benedicto DomínguezJosé Ignacio Pumeda José María SanAntonio Sornosa José Pío DomínguezJosé Ayarza Manuel A. VelascoJosé María Melendes Francisco J. GuzmánLuis Rodríguez Salvador Balanzó BujetJulián Rodríguez Salvador del CampoAndrés Lago Luis VegaFermín Castro Saturnino CifuentesGabriel Romero Ignacio QuijanoNicolás León Agustín ReinaSilvestre García Francisco CaicedoBartolomé Lisaraso Miguel GaitánIgnacio García José María SernaAntonio de la Torre Julián CansinoJuan Bautista Monroy Francisco Javier GarcíaCustodio Lisaraso Mariano AngelJosé Paredes Matías Abondano.José Pío Trujillo A. AraosCándido López Manuel MeloJuan José Pinilla Francisco J. UgarteVíctor Rojas doctor Félix RestrepoIsidro Silva Francisco PereiraJosé Toribio Díaz Ambrocio PonceJuan García Rafael Urduña y Gaitán.Juan de Dios Tavera Rafael PaulManuel Granados José M. MarroquínSalvador Garnica Mariano LagoFrancisco Lastra Juan Roaderos

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Jam SamuelckPedro SilvestreManuel DoloresCayetano GómezJosé ZabalaManuel 1. TorrentesJosé Antonio RuelPedro PereiraVicente VegaPedro CallejasFrancisco MoralesMarcelo TenorioPedro Lazo de la VegaPresbítero Domingo ForeroJosé María LeañoLucas RuelJoaquín Zapata y PorrasCasimiro Zapata y PorrasPresbítero José Emeterio PedrosaFélix Antonio ChinchillaJosé Antonio SuárezVicente SuárezJuan SuárezJoaquín de Castro e hijosPresbítero Dionisio GarcíaEl rector de San Bartolomé, José

Ramón AmayaPresbítero Fernando LópezFrancisco VegaBartolomé LiendoJosé María MontúfarPedro MedinaJuan Estevan VargasPresbítero José Agustín de la RotaJulián CarrilloJulián CastañedaManuel ForeroManuel María MoraNicolás RoncancioJuan de Dios CervantesJosé DiagoPedro DiagoFrancisco Romero

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Antonio ToricesEladio UrrisarriJosé Joaquín GoriSebastián EsguerraManuel EsguerraDomingo EsguerraRamón EsguerraFrancisco MárquezJulián MorenoFélix CifuentesAgustín GaitánPedro SaizGregorio LozadaJosé María Rendónfray José Antonio MolanoIsidoro María GarcíaPedro RodríguezJuan PérezIsidoro JaimeEl cura, rector de esta catedral

doctor José Joaquín CordozoDomingo GuerreroAndrés TovarFrancisco Javier de la HortuaRaimundo GrilloJosé María SantosJuan de Dios CifuentesSerapio PedrazaJosé María MartínezManuel LagoSiriaco LeónDionisio RoaLuis HernándezFélix María GarcíaJosé A. LópezEugenio de ElorgaVicente Díaz OspinaAntonio GuíoJuan Evagelista PatiñoJosé M. Graupor su padre y familia, Pantaleón

LópezRafael de Porras

Joaquín HerediaLuis AguilarJosé María ForeroEvangelista GarzónFrancisco José LizarramaAntonio SuñerJuan de Dios OlanoJosé María RedondoDomingo SalazarJosé de VargasManuel BarbosaJacinto FloresJosé María UricocheaJuan GarcíaAndrés CucoheckHéwio DesisantJuan J osé VargasJosé Antonio RamírezSebastián RamírezFelipe BarriosJosé María CortázarGuardián y comunidad de San Fran-

cisco, Pedro A. de PortocarreroFray Miguel López, guardiánPrior y comunidad de predicadores

fray Mateo DíazJosé María MalinaFranc~co SánchezClemente PadillaMiguel RodríguezFrancisco CortésLuciano RodríguezDoctor Cayetano Antonio AriasFélix LampreaIgnacio RojasPedro PinzónNicolás DíazAlejo M. de ArjonaAgustín GarayHipólito BovadillaManuel TorresNicolás SolisAnselmo Pinilla

José de LeónSimón SuárezRamón SánchezJosé María BustamanteF. GonzálezTimoteo GrilloLuis TorresJosé María LisJosé G. LeivaAntonio LeivaPío GarcíaValentín MartínezJosé Antonio AmayaFrancisco VinagreJosé María PeñaSantiago AlvarezJulián BeltránJosé Joaquín AlvarezBernardino AlvarezVicente BarreroVicente NúñezJosé Antonio BordaJoaquín CasasVicente JiménezFrancisco UrquinaonaLucas MaderoFrancisco SantamaríaRafael AlvarezJosé J. de ToscanoMiguel CamposAntonio RochaPedro VeñozManuel DuqueRafael AlvarezJ. C. PeñarredondaJuan Antonio ErcasRudecindo CarvajalJosé OramasJoaquín EscovarJuan N. SuescúnJosé Manuel RicaurtePablo CrespoV. Máximo Ricaurte

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Juan Bautista PalacinosHipólito QuijanoCustodio GuevaraFrancisco VicencioRamón GuevaraLorenzo CifuentesVicente BernalAntonio BalcázarLázaro CayuelaIgnacio CaravajalAndrés HerediaFray Lorenzo AmayaEl prior de San Juan de Dios, fray

Lorenzo CallejasCasimiro CalvoJosé M. VillamarínJosé Antonio BordaNicolás EscovarRamón de VargasManuel UrquinaonaJosé CousinFrancisco BresticusMariano de la HortuaRamón SalcedoPresbítero, Juan Francisco PrietoDoctor Pedro A. Rueda, cura de

GuapolaPresbítero Manuel UribeGabriel J. PorrasPío RenjifoJuan GómezMiguel S. UribeEleuterio RojasJosé PinedaJuan Bautista ManjarrezClaudia FernándezValentín FroezJosé Patricio PedreroJosé María AlvarezVicente DíazPedro AlvaradoJuan José ParraManuel Peña

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José PlazaJoaquín SáezFélix CastroJosé Manuel MontoyaPedro Domínguez de HoyosAlejandro CarrasquillaDomingo SáezJoaquín DíazLino J. AceroIsidro GómezRamón BenavidezJuan José UzcáteguiJoaquín PereiraFrancisco PereiraSegundo GuzmánSebastián BarrigaJ osé María BarrigaValerio J. BarrigaJuan José AngulaJuan GranadosJosé CamargoJosé DíazFrancisco BordaMiguel Gerónino RivasJosé A. LastraTadeo RiojaJosé María TrianaJosé María ClavijaLeonardo PedreroRafael Alvarez GutiérrezFernando Rodríguez CorreaFrancisco Javier Rodríguez CorreaManuel DuqueJosé Mariano AceroJosé M. Osariopresbítero, Ignacio ClavijaNarciso GarcíaJosé María BuitragoAntonio GonzálezJosé María SuescúnTomás EscallónBruno Martínez ZaldúaAgustín Reyes

Rafael TovarDiego M. PeraltaDomingo ClavijoAntonio MonasalvaMelitón GrajalesVicente MolanoJulián A. TorresPedro José FigueroaPedro CubillosGavino SanmiguelBernardino RojasPresbítero, José María SantanderTomás DíazCristóbal OrtisMariano CalvoFrancisco SánchezFernando FrancoAgustín RobayoJoaquín Emilio GómezFrancisco TejadaPedro SanmiguelNicolás VenegasDomingo CamachoBacilio VenegasManuel CamachoPedro José AngelJuan ArzeAlejandro OsorioVicente CerdaBautista QuirogaMiguel DelgadoJosé A. RodríguezJosé M. PortuguézJosé EnijesPedro GrilloEstevan MaderoFrancisco CopeteGabino UrrutiaMartín M. GarcíaSalvador EscovarRamón MarcenasS. M. BriceñoArchibald Johnson

Pedro UrizarGregorio de Jesús FonsecaJosé M. CanteraJuan F. MinuthPedro ZúñigaSalustiano LoteroS. BriceñoVicente FernándezRamón ParísT. SilvaAquilino AlvarezAnselmo EspinosaFrancisco PárragaManuel SantamaríaFray Felipe Bernal, prior de agusti-

nos calzadosManuel PabaFrancisco Olano y BastidaManuel GambaManuel BuitragoEusebio PonceLuciano SerranoJosé Antonio de LichtJosé M. SantamaríaLuis Andrés BaraltIsidro de ArroyoJosé OrtegaCarlos OrtegaJuan NeiraManuel M. QuijanoJoaquín M. MontelPlácido MoralesJosé Rafael DiagoPedro Sánchez TobarAntonio DíazFulgencio BlancoBernardo PinedaJosé María RíosFrancisco UrizaManuel RestrepoIgnacio Ricaurte y LozanoEnrique UmañaFélix Lizaraso

doctor José Gabriel SilvaJuan Estevan PontónAgustín EscobarFrancisco FerroBernardo PardoJoaquín SuárezJuan MorenoLeandro Miranda y hermanosJosé María GarnicaA. HerreraJosé I. ParísValentín MolanoTiburcio PieschacónPresbítero, José Antonio SamudioManuel Jesús ObertoWenceslao CampuzanoSalvador GarcíaClemente MaderoCasimiro PorrasCarlos DelgadoJosé Rafael DelgadoFrancisco MartínezManuel Meléndez de ArjonaFlorentino GarcíaRamón ArjonaAntonio J. VélezVicente CarrizosaPedro HerediaManuel Higinio CamachoMartín Vega

Juan del Cristo VillegasGabriel SánchezVicente HernándezPedro de EsparzaFrancisco MaloFrancisco VargasJosé María OsunaFelipe FrenchA. VargasPedro RenaresIgnacio RomeroPío SánchezManuel VillarragaAndrés DíazJosé DabíGuillermo FrenchTomás FrenchLázaro LevyJosé María HinestrosaJuan García CampuzanoCasimiro JorgeAntonio TenaAntonio RodríguezPedro MoyanoDionisio PulidoJoaquín AlvaradoJavier FigueredoJosé M. Vera

(Sigue multitud de firmas)

CONGRATULACIONES AL LIBERTADOR PRESIDENTE

República de Colombia, intendencia del departamento de Boyacá,No. 253. Tunja, 29 de septiembre de 1828, 18º, señor ministro de Estadoen el departamento del interior.

Esta intendencia ha mirado con horror el suceso del25 del corriente,que no supo antes de recibir la comunicación de vuestra señoría de fecha26 del mismo, al considerar los inmensos males a que hubieran condu-cido a la República los facciosos, y al destruir el objeto del amor y de la

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confianza de los pueblos en la persona de su excelencia el Libertadorpresidente. Por su parte de esta intendencia se preparan a manifestar a suexcelencia la fidelidad y firmeza de este departamento hacia el gobierno,y que no minarían en él las sugestiones de los perversos, cuando se hanadelantado la ilustre municipalidad de esta capital y los vecinos notablesde ella a hacer la manifestación y protesta que tengo el honor de acompa-ñar a vuestra señoría para que se sirva elevarla al conocimiento de suexcelencia el Libertador presidente para su satisfacción, así como el quepor parte de esta intendencia se han tomado todas las medidas deseguridad para evitar cualquier intento de los criminales, de que estoyseguro que no los hay en este departamento.

Dios guarde a vuestra señoría.C. de Vergara.

Excelentísimo señor Libertador presidenteCon asombro y consternación ha sabido la municipalidad de Tunja la

escandalosa asonada que han perpetrado contra el gobierno supremo lanoche del 25 del corriente, algunos hombres revoltosos y perjuros.Sensible esta corporación a las calamidades y desastres que amenazan alas naciones por este crimen atroz; y consecuente y fiel al juramentosagrado que ha prestado de sostener y defender el régimen de gobiernoque vuestra excelencia ha establecido con la aquiescencia de la granmayoría del pueblo colombiano, protesta solemnemente ante vuestraexcelencia que en las críticas circunstancias en que se halla el gobiernopor estos funestos acontecimientos, está pronta a sacrificar sus haberes ysus vidas, si fuere necesario, para asegurar la preciosa vida de vuestraexcelencia y la inviolabilidad del gobierno. Bajo este supuesto, vuestraexcelencia puede estar seguro, de que ni esta corporación, ni el cantónque representa, mancillarán su patriotismo y lealtad, y que sostendránpor cuantos arbitrios estén en su esfera el orden y la tranquilidad pública.

Igualmente el pueblo de Tunja ofrece por el órgano de esta corpora-ción, que si el gobierno cree conveniente trasladarse a esta ciudad por elestado de alarma en que se halla la capital, sus vecinos no perdonaránsacrificio alguno para garantir su seguridad.

Estos son, señor excelentísimo, los sentimientos sinceros de estacorporación, en esta época, en que algunos genios ingratos y desnaturali-zados, intentan sumergir a la nación en la inmoralización y en la anar-

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quía, atentando contra el padre de la patria, de cuyas eminentes virtudeslos pueblos esperan su bienestar, y su dicha. Dígnese vuestra excelenciarecibirlos como un homenaje inequívoco de la gratitud más pura y de lamás ferviente adhesión hacia la persona de vuestra excelencia.

Tunja, 28 de septiembre de 1828.Excelentísimo señor, el jefe político y su P. J. M. Buitrago, J. M.

Vásquez, alcalde principal primero; Joaquín Vargas, alcalde municipalsegundo; C. Calderón, regidor primero; R. Baraya, E. M. Larota, regidorcuarto; Ignacio Andrade, regidor; Camilo Rivadeneira, procurador; Luisde Mendoza, regidor; José D. Acevedo, secretario.

Señor intendenteLos vecinos de Tunja que suscribimos hacemos presente a vuestra

excelencia que en la noche del día de ayer hemos oído con horror elescandaloso movimiento de algunos malcontentos en la capital de laRepública, en que intentaron sacrificar al primer magistrado de Colom-bia, al padre de la patria, al Libertador presidente por quien tenemosvida, libertad y gozamos de todos los bienes. En momentos tan funestosel silencio es un crimen, y el deber nos obliga a manifestar el dolor ydesagrado que nos ha causado tan infausta noticia, protestando estarsiempre al lado del gobierno, y ofrecer que si lo tiene a bien, mientrascalma el alboroto, trasladarse a Tunja, los tunjanos dejaremos nuestrascasas por que las habiten las autoridades y seremos guardianes y centine-las de la persona del Libertador; y nuestros pechos antemural de suseguridad; aunque estamos satisfechos de que el pueblo de Bogotá esvirtuoso, que ama a su Libertador, que respeta su autoridad y que nocede en sentimientos a los tunjanos; estos sentimientos que imprimen lagratitud, el honor y el verdadero amor a la patria, los que esperamos quevuestra señoría eleve al supremo gobierno, asegurándolo de nuestraobediencia y ofreciéndole lo que somos, y cuanto valemos.

Tunja, 29 de septiembre de 1828, 18º.Antonio Mota, José María Jiménez, J. Isidoro Azula, F. Vélez,

Ramón Torres, Mariano Rota, C. Calderón, E. Miguel Larota, T. Esta-nislao Larota, José María Vásquez, Diego Gómez, Saturnino Portoca-rrero, José Agustín Díaz, R. Rodríguez, J. P. Gavilán, J. M. Cordero, J.Francisco Umaña, el jefe político, J. M. Buitrago, B. Ortega, M. Espindi,J. N. Acevedo, B. Quijano, J. M. Burbano, R. Baraya, el contador de

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correos, Anselmo Lora, Fernando de Campos, Santiago Izquierdo, JoséM. Acero, Domingo A. Mariño, Manuel José Rarnirez, Manuel de laMota, administrador de tabacos.

Excelentísimo señor:El pueblo fiel de La Mesa, y en su nombre los vecinos notables que

suscriben, se apresuran a manifestar a vuestra excelencia los sentimientosde horror y espanto que les ha causado la noticia del escandalosoatentado contra la persona y vida de vuestra excelencia en la memorablenoche del 25 de este mes. La historia, ni los siglos pasados, no presentanun hecho tan grande de maldad como el que pretendieron ejecutar esastraidoras manos contra el padre de la patria. Llenos están los anales deltiempo, de pérfidas acciones y crímenes inauditos, pero la fatalidad, o elgenio del mal, había reservado a Colombia consignar en sus páginas undelito todavía más atroz de cuantos se han escrito hasta ahora, para quela relación de su libertad quedase manchada con este borrón. Es propiode los ingratos aborrecer a su bienhechor; pero, que los hijos conspirencontra su padre, es la más cruel ingratitud. ¡Insensatos! pensaron en sudelirio que el Dios de los colombianos había abandonado a vuestraexcelencia después de haberlo libertado de tantas otras'ocasiones, Así esque nosotros prosternados inmediatamente al pie de los altares, hemosrendido humildes gracias al Todopoderoso por haber inspirado a vuestraexcelencia la magnánima resolución de conservarse para momentos másafortunados, dejando en confusión y rabia a los traidores que ingrata-mente quisieron anticipar los oráculos del destino.

Nuestras vidas, señor, nuestras personas, y las fortunas que poseemos,si de alguna manera pudieren servir de apoyo para la seguridad y conser-vación de vuestra excelencia, desde ahora lo renunciamos todo, y loofrecemos en testimonio de la sinceridad y verdadera adhesión a vuestraexcelencia de cuya vida depende la existencia de la República.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.La Mesa.

Septiembre 23 de 1828, 18º.

Excelentísimo señor, Víctor D. Zamora, alcalde primero y juez depolicía; Francisco Laverde; alcalde segundo municipal, José ToribioGarcía; cura y vicario, Roque Millán; el administrador de tabacos, José

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María Arenas; el administrador de correos, Mariano Alvarez; el capitánJosé María Fernández; Estevan Estrada; teniente Nepomuceno Berrío;José Germán; Narciso de Acero; José María Martínez; Juan de DiosLondoño; J. María Plata, escribano; José Simón Moya; J. M. Urrea;Pastor Céspedes; el coronel J. M. Rodríguez; Vicente Conmera; J. Ma-nuel Rodríguez; José M. Zabala; J. María Fetecua.

Excelentísimo señor Libertador presidente y padre de la patria

Señor:En este momento que son las cinco de la tarde, habiendo pasado un

posta por esta villa, dejándonos en la mayor confusión con la noticia queha divulgado de haber sido atacada la persona de vuestra excelencia en sumismo palacio, por una reunión de bandidos que trataron de asesinarlo:los individuos de esta municipalidad y demás vecinos notables de estavilla que suscribimos, sin poder contener los movimientos interiores queagitan nuestros corazones angustiados con tales acontecimientos inespe-rados; por un movimiento extraordinario nos hemos reunido en estaplaza, y nuevamente pronunciado en favor del orden de nuestra seguri-dad y de las instituciones; y persona de vuestra excelencia para que delmodo que guste, con tal objeto, disponga de nuestras vidas y propiedadesen las actuales críticas circunstancias, yen todo tiempo que nos considerenecesanos.

Suatá, octubre 1º de 1828.

Excelentísimo señor, a los pies de vuestra excelencia con la mayorconsideración y respeto.

El jefe político municipal, Pedro Eslava; Francisco Herrera, alcaldemunicipal segundo; Francisco Javier Barbosa, municipal primero; Juande Lamota Ramírez; el procurador municipal por sí y a nombre del restodel vecindario, Juan de Dios Villarreal, Pedro Villarreal, M. S. Guerrero,Juan N. Reyes, José Tadeo García, Carlos Fernández, J. FranciscoMaucera, Salvador Fernández, Pastor Torres, José Antonio Bias, JuanPineda, José María Angarita, José Narciso Angarita, Juan José Reyes,José Tadeo Gómez, Raimundo Santos, Jacobo Lisaratia, José Mino,Anacleto Ramírez, Estevan Cualdrón, Juan de Dios Delgado, Alejandri-no Reyes, J. Márquez, José M. de Córdoba, José Aniceto Celis, Nepomu-

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ceno Reyes, Manuel Diaz, Juan de Dios Gómez, J. Higinio Corden, JoséCipriano de Arenas, Matías Vargas, Manuel Rincón, Antonio M. Fle-chas, José María Romero, J. Jesús Urrea.

Sogamoso, 1º de octubre de 1828.

Al señor ministro de Estado del departamento del interior.

El cura y vecinos de esta villa al recibir en esta misma fecha lacomunicación que vuestra excelencia le hace al señor intendente deldepartamento, del atentado que en la noche del 25 del pasado septiem-bre, se atrevieron a ejecutar algunas almas bajas y demasiado criminales,contra la persona del excelentísimo señor Libertador presidente, no hanpodido menos que conmoverse y llenarse de suma indignación, represen-tándose el cuadro más horroroso y lamentable de infelicidad que iba aresultar a toda la República, si hubieran llegado a conseguir su deprava-do intento; pero, al mismo tiempo, rebosa su corazón de placer, cuandoadvierten que la Providencia Divina, velando sobre la causa de la justicia,ha disipado la horrible tempestad de males que sobre nosotros veníanimpidiendo el triunfo de sus depravados designios.

Sírvase, pues, vuestra señoría de hacer presente al excelentísimoseñor Libertador estos sentimientos que animan a este vecindario y quedebe estar persuadido de su fidelidad y amor al gobierno, contando entodo con nuestras fuerzas, haberes y facultades.

Dios guarde a vuestra señoría, José María Vásquez, Ignacio Mala-viz, Joaquín Díaz Camacho, Salvador Rocha, Juan Agustín Aguilar,José T. Chaparro, Manuel Murillo Carnacho, José Díaz, Tomás Jimé-nez, Vicente Moreno, José Manuel Dasa, Francisco Rodríguez, ManuelTorres, Isidro Pinzón, José Antonio Toscano, Emigdio Torres; Juan L.Pérez, Juan N. Guevara, José A. Cárdenas, Vicente Pinzón, ManuelGarcía, José Antonio Montaña, José Guevara, José María Rincón,Patricio Sambrano, José Joaquín Barrera, José M. Chaparro, José ReyesChaparro, Félix Pedrosa, Pascual Plaza, Ramón Molano, Joaquín Plaza,Vicente Iguera, Luis Castillo, Manuel Lasprilla, Ramón Pinzón, LorenzoAcevedo, Juan Sáenz, José Vicente Díaz Camacho, Juan FranciscoLasprilla.

En la villa de Sogamoso en 3 de octubre de 1828. Reunida la munici-palidad de este cantón, esta comenzó su sesión por leer el decreto de su

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excelencia el Libertador del 26 de septiembre último y la comunicacióndel señor secretario de Estado, sobre lo acaecido en la capital de laRepública el 25 de septiembre del mismo; la municipal, de acuerdo contodo su vecindario, resolvió que se dirija a su excelencia el Libertador,por medio de un diputado, el siguiente párrafo para felicitarle:

"Excelentísimo señor: la municipalidad y vecinos de Sogamoso nohan podido menos que estremecerse al oír y considerar el horroroso ydegradante crimen que algunos facciosos han cometido, atacando direc-tamente al gobierno, y tratando de consumar el más espantoso parricidioen la persona del jefe de la República y padre de la patria. Los corazonesde todos estos habitantes han quedado yertos y exánimes, y no hubieranrespirado con la menor vitalidad, si al mismo tiempo de saber la fatalnoticia, no hubiesen recibido la favorable de que su excelencia había sidosalvo sin la menor lesión. Cual otro espíritu vivifican te , los ánimos sealentaron, viendo alejarse los males que amenazaban con este atentado atoda la República y al mismo tiempo por todas partes se oyeron resonarlos ecos de 'viva su excelencia el Libertador presidente, a quien muy deveras reiteramos nuestros antepasados votos'.

"Estos son los sentimientos de esta municipalidad y su vecindario, quelos ponemos en conocimiento de su excelencia para su satisfacción. Con loque se concluyó esta acta que firman los señores por ante mí el secretarioque doy fe. Mariano de la Cerda, jefe político; Roque Jacinto Correa,alcalde primero municipal; Francisco Tamayo, alcalde segundo munici-pal; Francisco Lasprilla, municipal primero; Miguel Burgos, municipalsegundo; Francisco Otálora, procurador municipal; el coronel graduadoJoaquín Barrera; Francisco Niño; Manuel García, subteniente licencia-do; Juan Francisco Lasprilla; José Vicente Díaz Ca macho; SalvadorOrduz; Juan Fernández; Francisco León de Márquez; José M. Lasprilla;Luis Castillo; Urbano Guevara; Vicente Moreno; Benedicto Mantilla;Juan Sáenz; Lorenzo Acevedo; Juan Miguel Rico; Crisóstomo Salazar;José Antonio M. Toscano; Domingo Larrarte; Tomás Jiménez; JoséManuel Daza; Joaquín Larrarte; José Patricio de Guevara; José AntonioMontaña; Tomás Brito, secretario municipal".

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República de Colombia, sala municipal.

Zipaquirá, 6 de octubre de 1828.

Al señor intendente del departamento de Cundinamarca.

Después del primer transporte de espanto y de dolor que sintió estamunicipalidad y su vecindario, con la noticia de la tragedia ejecutada enesa ciudad la noche del 25 de septiembre próximo pasado, fue su primermovimiento ocurrir al templo a dar gracias al Altísimo por la especialprovidencia con que salvó la persona de su excelencia el libertadorpresidente del Estado. Se celebró una misa solemne con su DivinaMajestad patente, y después del Evangelio se pronunció, por el reverendopadre fray Juan Nepomuceno Jiménez una enérgica oración en quemanifestó el horrendo crimen que se había intentado, las malas conse-cuencias que habría producido y mayores que pudieran originarse; y elportento que obró la Divina Providencia, salvando al padre de la patria.El señor jefe político municipal de este cantón ofició al señor intendentecon la primera noticia extrajudicial que tuvo del suceso, asegurando latranquilidad de su cantón, y ofreciendo los servicios del vecindario que sele presentó con este objeto, y tomó las demás medidas de precaución queel caso dictaba. La municipalidad y el público han entrado después enprofunda meditación de los males que se hubieran seguido del logro delcrimen perpetrado, y en el más grande sentimiento por la muerte de losbeneméritos coroneles José Bolívar y Guillermo Fergusson; y por resul-tado de ellas ha acordado protestar de nuevo; y del modo más solemne suadhesión a la persona del Libertador, su respeto y sumisión a las leyes, ysu cooperación a la consolidación del gobierno. Estos son los sentimien-tos que animan a los pueblos que componen el cantón de Zipaquirá, y a lacorporación que los preside, y que desea que vuestra señoría los transmi-ta a su excelencia el Libertador presidente con la más viva expresión deamor, gratitud y respeto.

Dios guarde a vuestra señoría.

Miguel Santamaría, Salvador Torres, León González, Vicente Orte-ga, José Miguel Ruiz, Francisco Vargas, Rafael Peña, secretario.

39514 Conjurados, t. I

12 de octubre de 1828.

Continúan los procesos, y continúan apresándose algunos de losprófugos. Los progresos que se han ido haciendo en la investigación de ladiabólica empresa, han ido poniendo más de manifiesto la parte que hacabido a cada uno de los que la cometieron; y atento siempre el gobierno ala paz, y bienestar de las familias, se ha apresurado a calmar la inquietudde las de aquellos que aparecen menos culpados. Ex.isten varias pruebasde los errores a que podía dar ocasión esta práctica, empleada quizá conexcesiva anticipación, existen. Pero un gobierno que se aprecia de pater-nal, no ha de aumen tar las lágrimas del inocente, cuando por el contrariose duele de encontrar a al-guno criminal. Bástele conocer los malvadosautores de la conjuración y sus principales agentes; bástele haber descu-bierto las ramificaciones que se le procuró dar en diversas provincias;bástele poseer ya los medios de impedir el incremento del mal, paradecidirse sin tardanza a poner por obra los más eficaces para conservarcuantos individuos fuese posible de la sociedad a que pertenecemos ymejorar su índole, inspirando a todos inclinaciones virtuosas.

Dando oído, pues, solamente a la voz de la clemencia, y al deseo deconservar a individuos en quienes se espera que tenga un saludable influjoel buen ejemplo y la meditación, ha mandado el gobierno suspender losprocesos de algunos contra quienes no aparecían cargos muy graves, oque por distintas razones se creían menos contaminados. Con respecto aestos se ha estimado bastante el remedio de confinarlos a diversas provin-cias, y aun a algunos de ellos se les ha retenido en el servicio público, paraproporcionarles medios de existencia. Se ha expedido del país al señorCarlos Wilthere que era extranjero y remitido a Cartagena al doctor JuanNepomuceno Azuero.y al señor Patricio Parada y se ha confinado aMariquita al señor José Vallarino, a Antioquia al señor Francisco Ca-rrasquilla, a Popayán al señor Alejandro Gaitán, a Tunja al señor JoséFélix Merizalde , a Mérida al señor Romualdo Liévano, a Barquisimeto,al señor R. Márquez y se ha mandado servir la asesoría de Barinas allicenciado Francisco López Aldana y destinado a Guayana al generalAntonio Obando y al doctor Juan Gómez Plata y a Cumaná al señorDomingo Guzmán.

Al dar cuenta a nuestros lectores de la confinación de estos individuosnos acomodamos gustosos al sistema que el gobierno ha creído prefe-

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rible, dejando en silencio los cargos especiales que haya contra cada uno.Confesamos desde luego que no nos es permitido publicarlos, y ello,además, haría ilusorias las esperanzas libradas en esta leve pena. Biensabemos que se nos ha tachado en otras ocasiones el haber calladoalgunas circunstancias agravantes. Por ejemplo, se ha creído que conrespecto al ex coronel Ramón Guerra, que debimos hacer mérito, entreotras cosas, de la activa parte que tomó en que el ex general Padilla fuesetrasladado a guardar prisión en la casa contigua al cuartel de artillería,para probar con esto desde cuando se trabajaba en la ejecución de lasmiras proditorias; y con respecto a Padilla se ha echado de menos que,entre otras cosas, no hayamos mencionado el haberse él apoderadodesde temprano de la espada del coronel Bolívar, y el llevarla ceñidacuandopasaba al cuartel de artillería. Podíamos, sin duda, haberlo dicho,y añadir otras mil cosas, tanto con respecto a ellos, como con respecto alos demás que han sido ajusticiados. Pero lo que dijimos dejaba sobrada-mente satisfecho los fines de la justicia en la publicación, y no era nuestrointento martirizar a sus familias, ni a los que habían sido sus allegados.¿Parecen todavía pocas las lágrimas que debe hacer correr este funestoacontecimiento? ¿Se quiere que nos valgamos de la pluma de Salustiopara pintar a los compañeros de Catilina?

Mejor nos estará a todos averiguar las causas que condujeron alhorrible atentado, examinar los medios que se emplearon, y en cuanto sehalle a nuestro alcance, preservar para en adelante a nuestra sociedad decrímenes que hasta ahora se creían imposibles entre nosotros. Ya dijimosen el suplemento a la Gaceta número 374, cuáles hubiesen sido losmóviles de la conspiración, y todo lo que hemos sabido después nos haconfirmado en aquel juicio. Desde 1821 promulgó uno de los ministrosdel rey de España que ya se habían tomado medidas para desquiciar losnuevos gobiernos de la América, a introducir la división y la anarquíaentre los habitantes. Estos esfuerzos han debido multiplicarse a medidaque hemos ido sojuzgando las armas españolas. A todos ha sido fácilseñalar con el dedo a los espías, principales ministros de aquella iniqui-dad. Se les conocía; pero confiados en la unanimidad y espíritu públicode los colombianos, pensábamos que se reducirían a dar testimonio de laexistencia de tan impenetrable escudo. La envidia, el despecho y elegoísmo, les proporcionaron ocasiones de hacer más. Aparecieron entrenosotros algunos frenéticos, que habiéndose hecho lugar con la presteza

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de un hongo, se supusieron también capaces de regir los destinos de laRepública; y capaces o no, se esforzaron de todos modos a convertirla enpropio patrimonio. Habría sido mengua, que propendiendo unos y otrosal mismo fin, no hubiesen cuidado los primeros de aliarse a los segundos:unos y otros eran igualmente enemigos de nuestra dicha; era estéril elencono de los primeros, reducidos a sus propias fuerzas; pero nadaarruinaría tan pronto a la República como el furor de los segundos. Laocasión además convidaba a los perversos. Colombia se había entregadoya a la dirección del que la libertó, y que desde el mismo campo de batallaplantaba las semillas del común bienestar: no habría ya más discordia,hallándose al frente del gobierno el vínculo de los colombianos: nohabría partidos, cuando el jefe de la administración se esmeraba tanto enatraer y ganar para bien de Colombia aun a los que más se habíanencarnizado contra él: iban a perfeccionarse nuestra organización ytodas nuestras instituciones, hallándose de consejeros del gobierno lospatriotas más expertos y devotos del bien público, los que más parte hantenido en el triunfo de nuestra causa, los magnates del pueblo, escogidospor quien más los conoce. Colombia no podía menos ahora que marcharhacia la dicha con un paso firme, mesurado y ejemplar. Va, pues, aterminar toda sombra de esperanza para nosotros, decían los agentesespañoles: van a hacerse comparaciones, decían los facciosos colombia-nos; van a hacerse comparaciones que nos atraerían mayor desprecio y elenojo del pueblo. Desquiciemos el magnífico edificio que para vergüenzanuestra se está levantando. ¿Se nos citará en adelante como ejemplos deperfidía y de inaudita ingratitud? No importa: triunfamos. Pero no seconseguirá sino con la ruina de la República. ¿Cómo ha de detenernosahora la pública calamidad cuando años ha que nuestras pasiones seafanan por labrarla? Consultemos lo que dicta el amor propio: y confun-dámoslo con el amor de la patria. Todo ha de cederle, y el tiempo urge.

Así discurrían los traidores. Los medios de que se sirvieron son losacostumbrados en toda conspiración. El dolo para con los unos, y lasorpresa para con los otros: el dolo y la sorpresa, auxiliados de laresolución de algunos hombres conocidos por su perversidad, y de lainprevisión y acaloramiento de algunos jóvenes, a quienes era fácilfascinar. El empleo de aquellos hombres era indispensable, por muchoque dijesen en contrario el hábito, y los gritos de la conciencia que seprocuraba ahogar. Horment preso, se avergonzaba de haber tenido por

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compañeros a López, Mendoza, etc.; pero no había tenido reparo enconcurrir con ellos a las juntas preparatorias, ni en llevar a López a sulado en la noche del 25, y subir con él las escaleras de palacio. A todos losigualaba entonces el depravado intento, porque la traición no tienegrados, y supone la exclusión de toda virtud.

Al mencionar la propia degradación por donde a sabiendas, o sinapercibirse, empieza su carrera todo traidor, e indicar la parte que hantenido algunos jóvenes en la horrible conspiración del 25, el respeto quedebemos a la generación que se prepara a ocupar nuestro teatro políticonos mueve a añadir algunas observaciones. Por decontado que no inten-tamos hablar de la facilidad con que se conseguiría seducir: a algunos,porque es bien sabido lo pronta que está siempre para obrar la incautajuventud, desde que se llega a alucinarla, o que se consigue interesar suspasiones. Mas queremos llamar la atención de todos al notable descuidode algunos padres de familia en reprimir las malas inclinaciones de sushijos, en la edad en que estas son muy imperiosas; a la indiferencia conque algunos los ven entregados a lecturas perniciosas y a compañías aunmás tachables; y sobre todo, a la parte con que inadvertidamente hanconcurrido a la empresa parricida los directores inmediatos de la educa-ción pública, y aun las mismas leyes. Atribuimos a estas una notableparte, porque al facilitar, cuando lo han hecho, el establecimiento ymultiplicación de colegios, no prescribieron las materias que hubiesen deenseñarse en ellos, según lo exigían su naturaleza y el atrasado estado denuestra sociedad, ni determinaron el orden y gradación que debieseseguirse en la enseñanza de cada uno. Se prestó mayor atención a cienciasabstractas, sublimes, y cuyo aprendizaje requiere gran suma de conoci-mientos, a la preparación que es indispensable para el estudio de estasciencias. Se prefirieron generalizar estudios de mero ornato, o que reque-rían profunda meditación y distinguida cordura, antes que enseñar lomás necesario y lo más útil. Así es que por donde quiera nos encontramoscon cátedras de legislación y de los derechos del hombre, y no tenemosninguna de los deberes sociales, ni de moral práctica. Somos un puebloesencialmente agricultor, y en ninguna parte se estudia la profesión a quenos destinó la naturaleza, y tal vez ignoramos si aproveche semejanteestudio, si sea útil la veterinaria. ¿Qué efecto podría tener el haberdescuidado tanto la educación primaria, esparcido entre niños el opio y el

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arsénico, y aun excitádolos a tomarlo, acercando a ellos como premiouna mentirosa aureola?

Si en esto han tenido mucha parte las leyes, ha sido mayor la que hacabido a los directores inmediatos de la educación; porque estaba confia-do a su prudencia examinar no la capacidad aparente, sino la verdaderaidoneidad de los destinados a formar la moral, el alma de los niños y aperfeccionar la educación doméstica. En esta parte se ha preferido dejar-se deslumbrar por adelantamientos precoces, se ha preferido parecerhechizados con lo que no se esperaba, más bien que investigar lo que era.De otro modo ¿cómo habría podido encontrarse Floren tino González decatedrático de legislación en esta capital, en el colegio de San Bartolomé?[Florentino González catedrático de legislación! La sangre se nos hiela alrecordar que este era él que daba a nuestros niños lecciones de lo justo yde lo injusto. González, que con otros catedráticos de su edad, concurrie-ron con pistola en el bolsillo al baile dado al Libertador por algunosnegociantes en julio último, eran los que entre nosotros habían sidollamados a instilar en los niños preceptos de virtud y de civismo, y del artede gobernar a los hombres.

El resultado de todo esto era natural y podemos añadir necesario. Sehan encontrado una porción de jóvenes comprendidos en esta horrendatraición y algunos de ellos fueron de los que con pistola y puñal asalta-ron el palacio. Se habían estado preparando en las reuniones en que sehabían preconizado a los que, como Ravaillac, se atrevió a asesinar alpacificador de Francia: o que, como Robespierre, sostenía que había dematarse a la mitad de los franceses para que la otra mitad fuese republica-na. Fue de este modo que pudo prescindirse de lo que Colombia y cadauno de los colombianos debe al Libertador: fue así que pudo olvidarsecuánto le costó en 1819 resucitar el gobierno representativo; y más luego,llevar en triunfo nuestro iris hasta más allá del Potosí. Solo así pudieronolvidar los fragmentos en que estaba dividida Colombia al volver suexcelencia del Perú en 1826, y el asombroso efecto que tuvo su presenciaen unir a todos y restablecer el orden legal sin que a nadie costase una solalágrima. Solo con la perversión de todo sano principio, solo estandoidentificado con la misma maldad, podría ninguno haber olvidado ya,que abandonado nuestro pueblo a la orfandad por la convención convo-cada para salvarlo, todos fijaron la vista en el Libertador, como en suúnica esperanza, todos permanecieron tranquilos en la confianza de que

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su excelencia cuidaría de su propia obra, todos le cometieron su suertecomo a padre común; y que bajo este aspecto el Libertador no era másque mandatario, custodio y último recurso del pueblo. Era necesariotodo esto, y olvidar también que habiendo recibido su excelencia el podersin restricción alguna, él mismo se ha puesto muchas, para nunca sercausa de un mal ejemplo: que anhelando siempre hacer a sus conciudada-nos la mayor suma de bien posible, se ha rodeado de las personas que encada departamento han merecido mayor confianza y mayor estimación;que depositario de todo el poder del pueblo, ejerce ahora en efecto menosfacultades que las que daba al ejecutivo la anterior constitución en casosextraordinarios; y que no solo ha limitado la extensión de su autoridad,sino que desde ahora fijó voluntariamente la mayor duración que ledaría. Pero siendo, como era manifiesto, que los malvados habíanprevisto y se preparaban a ver la República disuelta y anegada en sangre,cuando esto era el espectáculo con que se entretenían, y a que directa-mente aspiraban, ¿qué podía importarles lo que se debiese a un hombre,ni la desobediencia a la voluntad del pueblo? Perezca la República, diríanellos, y sean sus escombros lo que nos plazca.

Nos hemos dejado llevar por nuestros sentimientos al moralizar sobreel infame atentado: y el amor de la patria que nos ha traído hasta aquí,nos mueve a añadir una palabra a los padres de familia, a los maestros y alos inmediatos directores de la juventud. Nuestro más cruel enemigonunca habría creído posible en Colombia tamaña atrocidad: ni la historianos la presenta igual. Dista infinitamente de la índole y hábitos quecaracterizan a nuestro pueblo; y es indudable la parte que ha tenido enella una educación descuidada o viciosa. ¡Ay de Colombia si no sereforma la juventud, si no se les enseña mejor doctrina!

El sargento segundo de granaderos, Estanislao Rojas, que se hallabade guardia en palacio la noche del25 de septiembre último, ha muerto el 9de octubre, de resultas de la grave herida que recibió por sostener supuesto. Con su muerte ha dejado un ejemplo de virtud a sus compañerosde armas y un motivo más para execrar a los conspiradores que loasesinaron.

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AVISO

Se ha puesto en libertad a Francisco Parada, de quien dijimos en elsuplemento al número 371, que se hallaba preso por la conspiración, porhaber sido ejecutada su prisión equivocadamente.

BANDO DE LA INTENDENCIA

Pedro Alcántara Herrán, intendente, etc.

Habiéndose publicado, con fecha 26 del pasado, el decreto de estaintendencia por el cual, después de manifestar los poderosos fundamen-tos en que apoyó el gobierno la persecución de criminales insignes, comolos que conspiraron en la asonada del 25 en la noche, hacía responsables alos que los ocultasen o diesen cualquier género de acogida, con las penasa que se hacen aquellos acreedores; y habiendo transcurrido algunos díassin haberse recibido denuncios de algunos de los conspiradores, quienespor indicios probables que se tienen, deben hallarse abrigados, contra laexpresa prohibición del gobierno, fundada en las mismas garantías que lasociedad impone, de cuyas transgresiones resultan gravísimos males alcomún de los ciudadanos; he venido en decretar y decreto:

Artículo 1º. Toda persona, así de esta ciudad como de los pueblos deldepartamento, queda nuevamente invitada a nombre del supremo go-bierno a declarar los individuos que estuvieren ocultos, en su casa ohacienda, cualquiera que sea el motivo de su ocultación.

Artículo 2º. Esta declaración la hará seis horas después de la publica-ción de este bando, poniendo la persona oculta a disposición del alcaldeparroquial respectivo, en cualquiera de los puntos en que la haga.

Parágrafo único. Los individuos que, por la autoridad competente,han sido declarados conspiradores, y aún no han sido aprehendidos, sonel primer comandante Pedro Carujo, los capitanes Emigdio Briceño yRafael Mendoza, tenientes Luciano Rojas, Teodoro Galindo, AntonioTobar y Pedro Gutiérrez, el subteniente Casimiro Alquisiras y los paisa-nos Luis Vargas Tejada, Nasario Florentino González, José Elorga,Francisco Torres, Lorenzo Ortega, Francisco Parada y Mariano Esco-

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bar. Y para que llegue a noticia de todos, publíquese por bando, y fíjeseen los lugares acostumbrados.

Dado en Bogotá, a 11 de octubre de 1828 18º.Pedro A. Herrán N.

Pedro Herrera,secretario interino

OTROPedro A. Herrán, intendente, etc.

Habiéndose tenido noticia de que algunas personas conservan en supoder escopetas de viento, sin duda porque los bandos publicados en 30de septiembre último, y 1º. del corriente no las designan expresamente, apesar de hallarse este género de armas comprendido en la prohibiciónque aquellas disposiciones encierran; y siendo indispensable que estasarmas queden sujetas igualmente al registro mandado por el gobierno; hevenido en decretar y decreto lo que sigue:

Artículo 1º. Toda persona que tenga en su poder escopetas de vientolas entregará, dentro de 24 horas, a la comandancia general.

Artículo 2º. A juicio del señor comandante general se dará a estasarmas el destino que se crea conveniente, o las dejará en poder de susdueños, con el correspondiente documento.

Artículo 3º. El que no cumpliere con esta disposición, quedará sujetoa la pérdida de la escopeta y $ 25 de multa, por cada una de ellas.

y para que llegue a noticia de todos, publíquese y fíjese en los lugaresacostumbrados.

Dado en Bogotá, a 17 de octubre de 1828.Pedro A. Herrán

Pedro Herrerasecretario interino

OTRO

Pedro A. Herrán, intendente, etc.

Siendo necesario, en orden a lo que se ha prevenido con fecha 30 deseptiembre último, la entrega de la pólvora, hacer las aclaraciones que el

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caso pide, a fin de que no se alegue ignorancia, y debiendo fijar las reglasconvenientes para que cada uno se sujete a ellas en la parte que le toca; hevenido en decretar y decreto:

Artículo l". Ninguna persona que no se halle autorizada por elgobierno no podrá tener una cantidad de pólvora que exceda de tres libras,siendo de aquellas que tienen el permiso de retener sus escopetas, u otraarma de fuego.

Parágrafo único. Las que necesiten de una cantidad que no pase de treslibras, estarán obligadas a sacar el permiso correspondiente de la coman-dancia general para poderla trabajar o emplear. Y para que llegue a noticiade todos, publíquese y fíjese en los lugares acostumbrados.

Dado en Bogotá, a 17 de octubre de 1823.Pedro A. HerránPedro Herrera,

secretario interino.

CONTINUAN LAS CONGRATULACIONES AL LIBERTADOR.

En la sala municipal de la ciudad de Tocaima, a 29 de septiembrede 1828. Reunidos en sesión ordinaria los señores de que se compone lailustre municipalidad, asociados de los señores curas y vecinos notables,bajo la presidencia del señor alcalde primero municipal, encargado de lajefatura política municipal, Francisco Castro, a saber: el señor alcaldesegundo municipal Salvador Cortez, los señores municipales Luis Paca-tes y Valerio Gómez, con asistencia del señor procurador municipal,Ramón Afanador, el señor doctor Joaquín Olarte , cura propio, y suecónomo el muy reverendo padre fray Francisco Balderrutén, los señoresAntonio Soledo, Venancio Afanador, José Ignacio Olarte , Pablo Afana-dor, Miguel Lozano y Peinado y demás que suscriben; a efecto de conferirsobre los asuntos que indica la proclama del señor intendente del departa-mento, fechada en Bogotá a 26 de septiembre último, acerca de laparricida traición que pusieron por obra algunos malvados residentes en lacapital. Unánimemente se deliberó, que se asegurase a su excelencia elLibertador presidente la fidelidad y respeto hacia su excelencia de estacorporación y de todos los vecinos del cantón; que se le haga presente queestamos prontos a ejecutar cualesquier sacrificios por salvar su impor-tante vida, puesto que conocemos perfectamente que con ella es salvada

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la nación y los pueblos son felices; que todos los de esta ciudad al recibir laplacentera noticia de que fue frustrado el horrible atentado, y que la altaprovidencia favoreció la digna persona de su excelencia; en el momentotransportados en dulce delirio nos reunimos en el templo a tributar alAltísimo las más encarecidas gracias por el incalculado beneficio queacabamos de recibir; para cuyo efecto se celebró misa solemme condiáconos; y el señor doctor Ramón Eguiguren pronunció una sabia yelocuente oración, con la cual penetró nuestros corazones, manifestandocon expresivo estilo el bien grande que nos había prodigado el hacedor deluniverso, salvando con su brazo fuerte, a su excelencia el Libertador, yconél a la República; que no se crea que es falso el expresado júbilo, ni obra delas circunstancias, porque esta ciudad podría desenvolver pruebas nadaequívocas de la adhesión a su excelencia, de la obediencia al gobierno y deque los vecinos son pacíficos y honrados, y para asegurar estas aserciones,que se recorran los archivos y libros, y se verá que jamás han claudicado yque siempre hemos sido fieles; y así es, que no se notará en los tribunalessuperiores que ningún vecino haya faltado a sus deberes para con elgobierno; que nadie con verdad podrá levantar la voz y justificar la másleve falta de ningún individuo de estos vecindarios; y por el contrario, sípodemos jactarnos de nuestra honradez y repetidas demostraciones pú-blicas, en obsequio de su excelencia el Libertador, de quien tenemos elhonor de haber sido y ser defensores; y finalmente, que nos congratula-mos con toda Colombia al tener aun todavía en nuestro seno al regenera-dor de ella, y a nuestro Libertador, con quien tenemos la fortuna defelicitarnos y consagrarnos a sus servicios, reiterando una y mil veces queen sus manos entregamos nuestros destinos, como lo aseguramos en elacuerdo celebrado en 18 de junio último. Que se saque copia de lapresente, y con oficio de estilo se dirija al señor intendente del departa-mento para que por su conducto sea elevada a su excelencia. Con lo que seconcluyó esta acta que firmamos por nos, y ante nos, por ausencia delsecretario.

Francisco Castro, Salvador Cortez, Luis Puentes, Valerio Gómez,Ramón Afanador, Joaquín Olarte, fray Francisco Balderrutén, AntonioToldedo, Venancio Afanador, José Ignacio Olarte, Pablo Afanador,Vicente Salazar, Miguel Lozano y Peinado, Vicente Zarrate, Juan deDios Beiras, Gregorio López, Esteban Cuervo.

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Excelentísimo señor Libertador presidente de la naciónSeñor:El pueblo de Honda, apenas salido del espanto que le ha causado

el peligro que ha corrido la República en la vida de vuestra excelencia, hapensado en manifestarle no solo el horror que tiene a semejante atentadopor malvados indignos de haberse llamado colombianos, sino también elsincero deseo de que revestido vuestra excelencia de las facultades que lehan delegado los pueblos, asegure nuestra tranquilidad, conservando supreciosa vida, y castigando ejemplarmente a ingratos, que, olvidados de losbeneficios que han recibido de vuestra excelencia, olvidados de lo quedeben al salvador y creador de Colombia, y olvidados de sí mismos, se hanatrevido a abrigar el pensamiento de hacer desaparecer al único apoyo deColombia, el ágil tutelar de esta libertad que nos ha costado tanta sangre, yque íbamos a perder en el mismo instante en que ellos hubieran consumadosu crimen. Que desaparezcan junto con la memoria de sus maldades y desus nombres, a fin de que no quede ni la ida que ha habido colombianosbastante pérfidos para intentar un hecho que al paso que habrían arrastra-do a los inocentes al abismo de la nada, conservarásu memoria para horrordel género humano. ¿Qué sería de esta patria si los criminales hubieranconseguido su intento? [horrorosa imagen! Excelentísimo señor: el pueblode Honda, y el que hoy tiene el honor de estar al frente de él, se atreve arenovar los votos que emitieron libremente el17 de junio del presente año,asegurando a vuestra excelencia que los mismos son los sentimientos de laprovincia, para que, revestido de toda la plenitud de poderes que ella leconfiere, asegure, la tranquilidad, la felicidad y la paz a esta hija querida, aesta patria que le ha costado tantos desvelos. En tanto, señor, nosotrospostrados ante el Ser Supremo pediremos siga dispensando su proteccióndivina al que es la fuente del mayor de nuestros bienes, la libertad.

Honda, 1º de octubre de 1828. El gobernador, comandante de armasJosé María Barrionuevo, Bartolomé Guerra, oficial primero de la secreta-ría de este gobierno, Pantaleón Murillo, escribiente de gobierno, el tesorode hacienda nacional, José Ignacio Lucena, el interventor de tesorería,Ignacio Esteban Parra, Juan Carrillo, contador general de tabacos, JoséMaría de la Rocha, administrador general de tabacos, José Trinidad delRío, interventor de tabacos de Ambalema, Juan Eloy Saldúa, administra-dor particular de tabacos, José Joaquín de Racines, oficial primero de laadministración general de tabacos, José Seballos oficial tercero de la

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misma, Joaquín J. Armero, oficial primero, José María de Contravarría,interventor de correos, el guarda mayor, Gabriel Díaz, el teniente guardamayor, Antonio M. José Vélez, Braulio Murillo, oficial de pluma de laadministración de correos, alcalde primero municipal. Pablo Castellanos,alcalde segundo muncipal, Luis F. de Almarzan, Francisco Frade, segun-do municipal, Juan de Dios Munun, el procurador general, Gabriel Zuleta,José Toribio Murillo, el secretario municipal, Vicente de la Guardia,Salvador Bermúdez, Francisco Villalobo, José Joaquín Burgueño, Cris-pín Zapata, Juan B. Reina, Santos Agudelo, Antonio M. Monroy,MartínAbendaño, José M. de la Guardia, Juan Rodríguez, Felipe Saldua, ManuelGonzález, Ramón Ortega, José Agustín Rodríguez, Manuel Rivadeneira,Raimundo Blanco, Pedro López, J. E. Garzón, Antonio G. Garzón, JoséM. Samper, teniente de artillería, Lorenzo Resco, Anselmo Vidales,Joaquín Morales, Manuel Benavides, Luis Antonio de la Barrera, RamónMalina, José María Guevara, Casimiro Barrera, Francisco García, Gui-llermo Garzón, Ramón Machado.

Excelentísimo señor:El jefe político y los pueblos del cantón de Vélez, no han podido menos

que mirar con el mayor horror el atentado que por nuestros enemigos tra tóde ejecutar el 25 de septiembre por la noche. Es evidente, que hemosperdido algunos oficiales sacrificados por los malvados; pero hemosganado descubriendo a nuestros devoradores, a nuestros malhechores.Estos no intentaron otra cosa que destruir nuestra existencia política,seguridad y paz interior, de que hacía algunos días habíamos ya comenza-do a gozar. Perturbadores del orden, conspiradores contra Colombia,minando y despedazando sus pueblos, tan solamente, guiados por elespíritu de partido. !Qué osadía! ¡qué parricidio! Cosa increíble en hom-bres sensatos y de mediana razón, y solo posible en los hijos del capricho yde la ambición. ¿Cuál sería la suerte de esta República, si hubiésemosperdido a nuestro Libertador? Una anarquía espantosa, una guerra inter-minable resonaría por todas partes. Padres perdidos, infantes huérfanos,madres cubiertas de luto, habría sido el éxito de ese suceso: pero elOmnipotente que todo lo prevé, quiso evitar tan graves males. Nosotros,pues, reunimos nuevamente nuestros votos, protestando sostener a nues-tro bienhechor, seguro su excelencia que nuestra opinión es la de Colom-bia, nuestro partido el de Bolívar.

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Dígnese, pues, vuestra excelencia recibir estas pequeñas demostracio-nes de respeto, amor y gratitud con que tenemos el honor de manifestarnuestros sentimientos, y recibirlas como dictadas de nuestros corazones.Satisfecho eminentísimo señor que los firmados en esta somos listos, nopor vuestra victoria, sino por la adhesión candorosa que brilla en nuestrasalmas hacia nuestro padre, de quien depende nuestra felicidad, nuestraexistencia y nuestro honor; pero qué honor. ¡Ha! Por Bolívar y con Bolívar.

Dios guarde a su excelencia muchos años.Vélez, 8 de octubre de 1828.Roque Calderón, jefe político, fray Benedicto Bonilla, cura excusa-

dor, José Simón Vargas, cura vicario, José Miguel Camacho, MatíasDurán, presbítero, fray Cirilo Busto, presidente guardián, Juan Nepo-muceno Vanegas, Carlos Almánzar, José M. Borja.

Excelentísimo señor Libertador, jefe supremo de la nación

Señor, Bartolomé Guerra, oficial primero, escribiente encargado delarchivo de la secretaría de este gobierno, no puede contener en sucorazón, el exceso de su gozo al ver que la Providencia tantas veces hafavorecido a vuestra excelencia de los insultos de ingratos enemigos.Estos sentimientos de mi natural gratitud hacia el salvador de Colombia,me obligan a tributar con el mayor respeto a vuestra excelencia la mássencilla enhorabuena al verle presidir con dignidad. [Quiera el cielo quelos hijos de Colombia encanezcan tributando siempre las más justasalabanzas y el amor más fiel, el más digno del padre de la patria, delhombre dado para gobernar!

Con el mayor rendimiento de respeto, soy de vuestra excelencia sumás humilde y obediente súbdito.

Dios guarde la vida de vuestra excelencia.Honda, 20 de septiembre de 1828.Excelentísimo señor.

Bartolomé Guerra.

El 14del corriente han sido pasados por las armas Pedro CelestinoAzuero, el ex teniente de la brigada de artillería de esta capital, JuanHinestrosa, el sargento de la misma brigada, Francisco Flores, y lossoldados de ella, Calasancio Ramos, Fernando Díaz, Isidoro Vargas yMiguel Lucuesta, por la complicidad que tuvieron en esta infame conspira-

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ción. En cumplimiento de nuestra promesa añadiremos noticia de loscargos que ha habido contra cada uno.

Fue aprehendido Pedro Celestino Azuero, el 27 de septiembre por lamañana, disfrazado, y resultó contra él en el proceso haber sido el órganode que se sirvió Horment para distribuir dinero entre los oficiales queestaban presos en el cuartel de Vargas y a quienes estaba confiado elencargo de echarse sobre la guardia de prevención; el haber concurrido ala casa de Luis Vargas Tejada a la reunión preparatoria para dar el golpe,según lo declararon el capitán Rudecindo Silva y el teniente Ignacio López;el haber pertenecido al piquete con que Carujo invadió el palacio, y el haberentrado hasta la alcoba del Libertador, en compañía de los demás asesinos,según lo afirman las declaraciones contestes de tres criados de su excelen-cia. Azuero, como todos los conspiradores, ha estado al principio muyrenuente en convenir en los cargos; pero él como todos ellos, ha tenidoluego que ceder a las pruebas. Era este desenfrenado joven catedrático defilosofia en el colegio de San Bartolomé; y tenemos que añadir que murióimpenitente. Los argumentos ni súplicas de los sacerdotes que la disponíana presentarse a dar cuenta al Supremo Hacedor, no pudieron al parecerconvencerle de que el asesinato fuese un mal contra la sociedad y contrarioa la voluntad Divina. ¿Qué filosofia podría enseñar semejante maestro?

El ex teniente de artillería, Juan Hinestrosa, concurrió también a dichajunta preparatoria; luego a armar y municionar al cuerpo, y enseguida sepuso al frente de la partida que se le destinó a mandar y con la cualconcurrió a atacar al cuartel de Vargas. Hinestrosa confesó haber concu-rrido también a la formación del plan parricida y haberlo aprobado. Laordenanza lo condena ba a ser ahorcado: mas solo fue pasado por las armasprevia degradación.

El sargento Francisco Flores y los artilleros Calasuncio Ramos,Fernando Díaz, Isidoro Vargas y Miguel Lacuesta fueron de los que, a lasórdenes de Carujo, atacaron la guardia del Libertador, presenciaron yconcurrieron a la muerte del coronel Fergusson, y los últimos que conCarujo se retiraron de palacio. Los desórdenes cometidos en él, y lasexclamaciones: [murió el tirano!, habían desengañado a otros de los de lamisma partida e induciéndolos a retirarse; mas aquellos continuaronfirmes en la empresa, de destruir al gobierno, y cuando ya no pudieronconservar el puesto, siguieron sosteniendo al asesino del coronel Fergus-

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son y defendiéndolo a vivo fuego de las partidas que lo atacaron por lascalles.

10 de octubre de 1828

Deseando conciliar el gobierno lo que se debe a la vindicta pública conlo que aconseja la clemencia, ha resuelto destinar a otros cuerpos losartilleros contra quienes no resultaba otro cargo que el de haber cooperadoen la conspiración, seducidos por las falsas sugestiones de sus oficiales.Estos les persuadieron que estaba en peligro la vida del Libertador conmotivo de haberse sublevado la guardia del palacio, el batallón Vargas yelescuadrón de granaderos.

Satisfecho el único objeto que se propone un gobierno, siempre atento ala mejora de los pueblos, cual es el escarmiento de los criminales y elfomento de la virtud, se ha contentado con dejar que las leyes obren contodo su rigor en los conspiradores que parecen haber entrado con plenoconocimiento del fin que se proponían; escudando a aquellos que han sidopresa del engaño y de la perversidad. En medio de tan deplorable conflicto,a las autoridades no les queda otro arbitrio que el de disminuir el número delas víctimas, ya que la inexorable justicia clama porque caiga el hacha sobrealgunos de los que más cerraron sus oídos a los gritos de la patria y que-rían bañar sus manos en la sangre de los que habían sido sus bienhechores.

A otros se les ha desterrado, fundándose en las razones ya expresadas; yporque su criminalidad no era tal que hiciese necesaria la imposición demayores penas.

Han participado también de ellas algunos extranjeros, que olvidaronsu condición de tales y lo que debían al país en donde se hallaban. Todoextranjero al entrar en un país extraño contrae la obligación de obedecer alas leyes que los naturales quieran voluntariamente imponerse. Abrogarse,pues, el derecho de intervenir en su reforma, inculcando medios para ello,no solo contrarios a las leyes, sino opuestos a la misma naturaleza, nopuede traer en pos de sí menor castigo que el de la expulsión del país quequiere hacer objeto de las teorías, o más bien la escena de las tragedias, quenecesariamente serán efecto de las doctrinas subversivas que enseña. Talha sido simplemente el motivo que ha causado la orden dada a Arganil paraque salga del territorio de la República.

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Igualmente han sido expulsados Benito Santamaría y Eleuterio Rojas.El capitán Benedicto Triana ha sido condenado a ocho años de presidio

en Cartagena.Lista de los artilleros que fueron destinados al departamento del

Magdalena.Sargentos Angel Hernández, Mercedes Vergara, Elías Romero. Ca-

bos Miguel Noguera, Bautista Moreno, N. Villapol. Soldados EmigdioRondón, José María Trujillo, Pastor Ormaza, Antonio Rojas, FructuosoManrique, Raimundo Inocencia, Hemenegildo Rodiro, Domingo Rueda,Francisco Calderón, Antonio Espinosa, Felipe Mejía, Salvador Martínez,Selerino Rincón, Julián Mendoza, Juan Montealegre, Justo Pastor, Bue-naventura Sánchez, José M. Hurtado, José María Piedrahíta, AntonioRodríguez, Marcelo Hernández, Marcos Liévano, Neverto Buendía, Ju-lián García, Antonio Rojas, Manuel Mela, Santos Fabrega, Manuel Soto,Pedro Rojas, Antonio Espinosa, Martín Torres, Pastor Sánchez, EstebanHernández, Anastacio Mogolla, Basilio Díaz, Antonio Ramírez, ToribioColorado, Gregario Hernández, Fermín Moreno, Diego Santos.

Representación de Florentino González a su excelencia el Libertador.

Excelentísimo señor Libertador presidente:

En los precisos momentos en que estallaba la revolución del 25 delpasado, partí de Bogotá, con el objeto de esperar fuera de la capital losresultados de un hecho de que tuve noticia por las repetidas descargas defusil y cañón que se oían a las 11 de la noche de aquel día. Por desgracia, miausencia, se ha interpretado.siniestramente, y aun se me ha puesto en elnúmero de los que asaltaron el palacio con el objeto de quitar la vida avuestra excelencia. Desde el instante en que una noticia tal llegó a mis oídostraté de alejarme de un punto en que podía peligrar mi existencia, enmomentos en que las pasiones se hallaban en toda su efervescencia. Vine,pues, a buscar un asilo entre mis parientes, y lejos de hallarlo se me haprendido ignominiosamente y sepul tado en un calabozo como a un infame,criminal. Nada tendría de particular este suceso, si hubiese tenido lugar conun enemigo de la libertad, con un hombre adicto a nuestros antiguosopresores. Pero cuando es un patriota de 18 años, que desde que cumpliólos siete de su edad tuvo que salir fugitivo y andar huyendo de la

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persecución española por montes y desiertos: que perdió su padre, suabuelo y una larga serie de parientes, víctimas de los peninsulares; quedesde el momento en que pudo servir a su patria, lo hizo en varios empleoshonoríficos, ya en las secretarías de Estado,ya en el crédito público, yaen launiversidad de Bogotá, enseñando los principios de legislación civil ypenal; cuando es un hombre de esta clase, digo, el objeto de una persecu-ción semejante, permítame vuestra excelencia que le manifieste mi extrañe-za y que reclame contra un proceder como el que se ha tenido conmigo.

No me he mezclado yo, señor excelentísimo, en los atentados cometi-dos contra vuestra excelencia. ¿Y aun cuando así hubiese sucedido, seríavuestra excelencia menos generoso que Augusto con Cina? ¡Ah! no: yo nolo creo. Su corazón era menos susceptible de generosidad, porque él era eltirano de Roma y vuestra excelencia es el Libertador de Colombia; y estobasta para que tuviéramos derecho a esperar un tratamiento mas benigno.

Espero, pues, que vuestra excelencia compadecido de las desgracias deun infeliz patriota, se sirva mandar se me libre de la prisión en que me hallo.Pero como por un concurso de circunstancias inauditas, mi permanenciaen Colombia es casi imposible, porque estaría expuesto a verme frecuente-mente insultado por individuos a quienes han ofendido mis opinionespolíticas, el mejor partido para la tranquilidad de ellos y para la mía, esausentarme de mi patria y buscar asilo en un país extranjero.

Sírvase, pues, concederme mi pasaporte para los Estados Unidos delNorte de América. Gracia que espero de la bondad de vuestra excelencia enla cárcel de Charalá, a 7 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor,N.F. González

CONTINUA N LAS CONGRATULACIONES AL LIBERTADOR

En la villa de Santa Rosa, en 7 de octubre de 1828. Reunida lamunicipalidad, vicario superintendente, venerables párrocos y demásvecinos notables del cantón, en virtud de los sucesos ocurridos en la capi talde la República, en la noche del 25 del pasado; en que por los medios másatroces, se intentó la muerte de su excelencia el Libertador presidente; y porconsiguiente la ruina de toda la República; acordaron unánimemente, queaunque este cantón repetidas veces ha manifestado a su excelencia la

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confianza sin límites que en su persona tiene, como que se hadepositado susuerte entera en sus manos en toda la extensión de facultades, se repitannuevamente al padre de la patria, estos mismos sentimientos y el horror queha causado el meditado intento, y el sumo regocijo que rebosa en estoshabitantes, al ver que la Divina Providencia ha salvado de tan inminenteriesgo al conservador de Colombia, por lo que se ha dado gracias alTodopoderoso, celebrándose una misa solemne el día de ayer, y última-mente manifestar a su excelencia la adhesión que estos pueblos le profesan,ofreciéndole la seguridad de su interesante persona en este cantón, sioportunamente tiene la felicidad de que su excelencia admita la oferta quecon la mayor sinceridad y profundo respeto lo hacen estos habitantes, paralo cual igualmente acordaron que por conducto del señor José GabrielSolano, diputado al efecto le dirija a su excelencia copia de esta acta. La quese concluyó firmando los concurrentes. Pedro Ignacio Piñeros.jefe políti-co. José Antonio Sandoval, alcalde primero municipal, Bartolomé deLora, alcalde segundo municipal, José Eloy Rodríguez, regidor, JoséIgnacio Olguín, vicario superintendente, doctor José Manuel Meléndez,cura de Paipa, doctor Cayetano García, cura de Duitama, FelicianoMariño, cura de Belén, fray Francisco Lora, cura excusador de Floresta,fray F. Leal, excusador de Serinsa, Manuel Ignacio Reyes, Manuel Anto-nio Reyes, Manuel Salvador Solano, Salvador Castro, Rafael Prieto,Mariano Hernández, Ramón Barrera, José Basilio Solano, Pedro JoséInfante, Isidoro Río, Luis Solano, Fernando Rico, Rafael Peña, VicenteRico, José Gabriel Solano, Manuel 1. Leiva, José Saturnino Castro,Manuel Monroy, Antonio Reyes, secretario.

República de Colombia. Sala municipal.

Barichara, 8 de octubre de 1828

Al señor secretario de Estado del departamento del interior.

Señor: La lectura de la proclama que se acaba de recibir expedida por elseñor intendente de la capital, con fecha 26 del próximo pasado, por la quese comunica el horrible acontecimiento de la noche anterior, nos hasorprendido demasiado. Es inexplicable el terror pánico que se ha apode-rado de nuestros corazones al contemplar que su excelencia el Libertador

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presidente ha podido ser víctima de ungrupode asesinos, y por consiguien-te destruida la República. Esta es la más triste consideración de quepodríamos ocuparnos, y si no fuera por problemas distraeríamos de ellapara siempre; suponiéndola una fábula, que es lo que a primera vistaparece. Porque ¿quién podría ni ligeramente imaginar, que existieran aúncolombianos tan bajos y desconocidos que fueran capaces, de atentarcontra la vida de su excelencia? ¡Contra esa vida que no ha sido para elLibertador, sino para esta y otras repúblicas! Suceso tan extraordinario nopodía estar al alcance de la previsión humana, y por esto ha sido inevitable;pues la multitud de ciudadanos fieles nos habríamos sacrificado gustosos aeste fin; mas no por la Providencia, pues como esta cuida de nuestrafelicidad, salvó a su excelencia como que es en quien consiste; y pues que tanpalpablemente nos ha protegido en esta vez, prodigándonos el mayorbien con dilatar la vida del Libertador. Este pueblo ha creído que su primerdeber era reunirse hoy en el templo, como ha hecho, a dar gracias al SerSupremo por tan singular favor; y pedirle que así como quiso que su ex-lencia renaciera la noche del 25 de septiembre, haga que igualmenterenazcan virtudes en los colombianos, para que podamos ser el modelodel reconocimiento.

Sírvase vuestra señoría manifestar a su excelencia el horror que causóen este pueblo la noticia del asesinato emprendido contra su persona, porese motín de alevosos, que serán la execración de la posteridad. El granplacer que se notó generalmente al saber que su excelencia había escapadoprodigiosamente y sin lesión alguna; y la buena disposición que tenemosasí los individuos de esta corporación como todos los habitantes delcantón, nos ofrecemos para reunirnos y marchar en su auxilio siempre quesea necesano.

Dios guarde a vuestra señoría.

Francisco Padilla, Manuel Reyes, Ramón Vargas, Esteban Cadena,Bernardo Gómez, Vidal Górnez,

Señor excelentísimoCuando esta municipalidad descansaba tranquila, después de ver en las

manos de vuestra excelencia la República que pocos momentos antes yaparecía despedazada por la divergencia de opiniones; y cuando finalmenteacabábamos de juzgar finalizada la obra de nuestros deseos, apoyada en el

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decreto orgánico del 27 de agosto que juramos con el mayor júbilo, hemossido sorprendidos con la noticia fatal de la conspiración emprendidacontra la persona de vuestra excelencia por los enemigos del orden en lanoche del 25 del pasado. Gracias al Omnipotente, que sin embargo de lasangre derramada lastimosamente de algunos fieles al gobierno, mirócompasivo la suerte de toda una nación, reservándonos el apoyo único denuestra felicidad y el sostén de nuestros derechos. Alarmada, pues, estamunicipalidad a la cabeza del pueblo sangileño, siempre pronto a defenderla justa causa y la persona de vuestra excelencia tiene el honor de hacerlopresente a vuestra excelencia, asegurando con la ingenuidad que siempre lecaracteriza, que tendrá la mayor gloria en acabar sus últimos alientos endefensa de su excelencia y de los derechos que nos protege.

Excelentísimo señor.Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.Villa de San Gil 6 de octubre de 1828.Francisco Rueda, J. de la C. Otero, Francisco Ribero, Pedro Gómez

Plata, J. Manuel Gómez, Valentín González, José María Rueda.

Excelentísimo señor Libertador presidente:

Las funestas noticias del 25 de la noche, en la capital de la Repúblicacontra la vida de vuestra excelencia han afligido con extremo a los jueces yvecindario del Cocuy, que siempre ha sido fino, fiel, amante y quizá el másagradecido a su Libertador y presidente; y por .esta gratitud y finezasamorosas ha sufrido y está sufriendo gravísimos males con la extinción deeste cantón; pero siempre firme con los muros inexpugnables de su gratitudentrará a toda costa con vengar, si es necesario, los agravios contra vuestraexcelencia y a vindicar esos negros crímenes de los ingratos; y así vuestraexcelencia disponga a toda su satisfacción de nuestras personas y faculta-des, y aunque todo es poco, pero nuestro amor y gratitud a nuestroLibertador es grande.

Dios guarde la importante vida de vuestra excelencia por muchos años.Parroquia del Cocuy, octubre 8 de 1828, Juan Ignacio Gutiérrez, alcaldeprimero parroquial, Simón Torres, alcalde segundo parroquial, JoséRamón Martínez, José Mateo Bernal, Pastor Santos, Mariano Ibáñez,Lázaro Olaya, José Nicolás Morales, José Andrés Gutiérrez, DomingoIbáñez, Laurencio Barón, Mariano Velandia, José María Carreño, José de

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los Angeles Velandia, Francisco Ortega, Miguel Martí nez, José RaimundoPeña, Miguel Ibáñez, José Segundo Granados, Dámaso Antonio Espino-sa, Manuel Parra, José Gregario Martínez, Agustín Salgar.

Excelentísimo señor:Este cuerpo municipal del cantón de Chiquinquirá, sus hijos y vecinos

que suscriben, siempre firmes en sus promesas, siempre religiosos en susjuramentos y siempre agradecidos a su Libertador, no han creído quedebían obrar otra cosa, sino llenar estos deberes sagrados, con que porrepetidos y solemnes actos se han ligado; y al mismo tiempo ver, confundi-dos a los asesinos de la noche del 25 del pasado septiembre, cuyas manossacrílegas quisieron ejecutar el más horroroso parricidio en la virtuosapersona de vuestra excelencia.

Penetrados de estos vivos sentimientos, nada parecía que teníamos queofrecer nuevamente al sosteminiento de nuestro Libertador, sino queconsecuentes a sus votos, solo debíamos aguardar las órdenes que contri-buyesen a cooperar en la vindicación del crimen de la fatal conspiraciónque iba a sumir la suerte de Colombia en un caos de males incalculables,que desaparecieron, frustrada aquella desnaturalizada e ingrata empresa,cuya suerte feliz ha colmado de gloria y placer a los habitantes de estecantón, que advierte su seguridad y la todos los pueblos de la nación,soso tenida por la Providencia: por ello tributamos a vuestra excelencia,esta misma gloria, ratificando nuestros votos de felicidad y obediencia,hasta remarcarlos con nuestra misma sangre, que es un deber ofrecerla enlas aras de la patria, y de su libertador.

Chiquinquirá, 1º de octubre de 1828.Excelentísimo señor Narciso Casasnovas, jefe político, José V. Losa-

da, alcalde primero municipal, Juan N. Salazar, alcalde segundo munici-pal, Luis Londoño, regidor primero, José Vicente Gualdrón, regidorsegundo, Joaquín Márquez Delgado, padre general de menores, Domin-go Forero, procurador municipal, Juan Andrés Bermúdez, vicario delcantón, fray José Buitrago, cura excusador, fray Tiburcio Rojas, subdi-rector de la casa de estudios, Francisco C. Fajardo, catedrático, AntonioBautista, alcalde primero parroquial, Enrique Varela, alcalde segundoparroquial, Miguel Bemúdez, juez partidor de diezmos, Francisco Var-gas, Juan N. Quiñones, Juan de Dios Bautista, José María Salazar,Mariano Marroquín Delgado, Antonio Fajardo, Domingo García, Anto-

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nio García, José M. Villamil, Rafael Casas, Joaquín Quiñones, José MaríaPáez, José María Silva, asentista de alcabala, Miguel Franco, JuanAntonio Páez, Gregario Torres, Agustín Molano, Hipólito Quiñones,Fermín Castañeda, Gavina Fajardo, Joaquín Soler, Joaquín Silva, An-drés Aguiar, Ramón Fajardo, Pedro Lemas, Manuel Murillo, AndrésPáez, Rafael García, E. Quiñones, Narciso García, Ignacio Marela,Vicente Rojas, Pantaleón Niño, Vicente Forero, Joaquín Guzmán, Este-ban Leiton, Reyes Lugo, Miguel Quiñones, Francisco Ferro, ManuelJiménez, Narciso Nieto, Pedro Fajardo, Vicente Rafael García, IsidroRuiz, Ramón García, Narciso Vargas, Joaquín Mariano Díaz, JoséMaríaBermúdez, Ignacio Castillo, Juan Nepomuceno A. Caballero, secretario.

Gobierno y comandancia militar de la provincia. Mompós, a 5 de octubrede 1828. Su excelencia el ministro secretario de Estado del despacho de laguerra.

Excelentísimo señor:La nota de vuestra señoría de 26 del próximo pasado, recibida aquí el

día de ayer, me ha impuesto del horrendo atentado, intentado contra lapersona del Libertador y por consecuencia forzosa contra la existencia deColombia.

Sería difícil pintar a vuestra excelencia la indignación que ha producidoen el ánimo de todos los buenos, tan repetidos como inauditos crímenes yelclamor general que se eleva para que llegue por fin el día de la vindictapública.

Los cuerpos que guarnecen esta provincia repiten sus votos de fidelidadal gobierno y al Libertador, y al transmitirlo por el órgano de vuestraexcelencia ruego a vuestra excelencia se sirva elevarla.

Dios guarde a vuestra excelencia.Excelentísimo señor.

J. Aldercreutz.

Al excelentísimo señor Simón Bolívar, Libertador presidente.

Excelentísimo señor:Los jefes, oficiales y tropa del ba tallón ligero de Carabobo, tenemos el

honor, con motivo del suceso del 25 de septiembre último en esa capital,

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de manifestar a vuestra excelencia que a un mismo tiempo nos hallamossobrecogidos de dos sentimientos enteramente opuestos; el horror que nosha causado el atroz atentado contra la vida de vuestra excelencia y el vivoregocijo de ver frustrados, en el mismo instante, los malignos y siniestrosprogresos de los malvados que lo intentaron. Es visible la mano de la Divi-na Providencia, que ha velado siempre sobre la vida de vuestra excelenciay la felicidad de Colombia, pues esta ha escapado del borde de su ruina, yde verse otra vez sumergido en un caos político, del cual en vano hubiéra-mos clamado por algún redentor que nos arrancase de su profundo abis-mo. En vano serían nuestros gritos, porque Colombia posee solo unBolívar.

Nos apresuramos, pues, a felicitar a vuestra excelencia y a tributar lasmás expresivas gracias a aquel Ser Supremo que ha salvado su preciosaexistencia y con ella la dicha y el honor de la patria; y suplicamos a vuestraexcelencia nos permita manifestar, en esta ocasión, la satisfacción que nosha causado la bizarra comportación de nuestros dignos y bravos compañe-ros de armas, Vargas y granaderos montados, cuya suerte gloriosa yhonorable destino de velar inmediatamente sobre la seguridad de vuestraexcelencia nos llena, si, no de envidia, a lo menos de la noble ambición deimitarlos.

Nos valemos de esta oportunidad para volver a asegurar a vuestraexcelencia de nuestra inviolable constancia en sostener las leyes y avuestra excelencia en quien ha depositado Colombia su libertad e integri-dad ya quien tiene confiada su dignidad y su gloria. 5 de octubre de 1828.Excelentísimo señor, el primer comandante Juan Ferrer, el segundocomandante, Miller Hallowe J.R. Hubble, capitán, Samuel Collins, capi-tán, Otto Tritton, capitán, los capitanes de granaderos, Samuel Balt, yJorge Talbot, José Jervis, teniente Francisco de Miranda, Felipe Plaza,teniente, H. Rivera, teniente, Joaquín Salbatierra, Tomás Calanche,primer subteniente, Santiago García, Juan Durán, José María Mora,subteniente segundo.

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República de Colombia, Gobierno de Casanare,Nunchía,4deoctubrede 1828.

Al señor intendente del departamento de Cundinamarca.

En este momento, que son las nueve de la mañana, he recibido elimpreso de vuestra señoría en que da noticia del horroroso atentado quese trató de cometer el 25 del próximo pasado en la noche, contra suexcelencia el Libertador presidente. Este hecho da a conocer bien lanecesidad que hay entre nosotros de precavernos y asegurarnos de tantosenemigos ocultos, que trabajan y maquinan nuestra destrucción. ¿Cuálsería hoy nuestra suerte? Gracias al Omnipotente que vela sobre laconservación del presidente, y nuestra felicidad.

Esta provincia, que tengo el honor de mandar, y de que dentro decuatro días he de dejar el mando, no podrá menos que mirar con horroreste hecho, y se alarmará en defensa de su Libertador. Yo, aunqueabrumado por mis males, verteré mi sangre en su defensa; y si fuerenecesario exhalaré el último aliento por el padre de la patria. Dígnesevuestra señoría ponerla en conocimiento de su excelencia para lo quepueda convenir. Dios guarde a vuestra señoría.

1.1. Patria

EL CANTON DE UBATE

A su excelencia el Libertador

Señor:La horrible conspiración perpetrada contra la persona de

vuestra excelencia en la noche del 25 de septiembre último, llevó aColombia al borde de su destrucción.

Los habitantes de este cantón tributamos las más rendidas gracias alDios de las Misericordias, porque libró a vuestra excelencia de los asesi-nos y a nosotros de una ruina inevitable.

[Compatriotas! Congratulémonos, porque se ha salvado el digno jefeen que depositamos, con la suprema autoridad de la nación, nuestraspersonas, nuestras vidas y nuestras propiedades: aspiremos todos a soste-nerlo, como que es el más firme apoyo de nuestra existencia política; y

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penetrados de los verdaderos sentimientos que inspiran en las almasnobles la gratitud y el reconocimiento, exclamamos: ¡Viva el gran Bolí-var, Libertador de Colombia, padre de la patria, fundador de la Repúbli-ca, restaurador del orden, y el todo de nuestra libertad! Excelentísimoseñor, el jefe político, Cayetano Barrera, el alcalde municipal segundo,Pacífico Cuevas, Luis Pajarito, municipal primero, Bartolomé Ricaurte,municipal segundo, Laureano Martínez, municipal tercero, Pedro JoséBarrera, procurador municipal, José María Vargas, secretario, fray JoséM. Torres, el cura de Cucunubá, a su nombre y por todos sus vecinos,doctor Francisco Javier Novoa, Juan de Dios Contreras, Telmo Manri-que, Eusebio Suescún, el cura de Suta, Pedro Nieto, Juan José NeiraNarciso Gómez, el cura de Lenguazaque, doctor José María Osorio,Antonio Escallón, José Ignacio Guerra, José Antonio Nieto, alcalde deSimijaca, José María Vargas, síndico, alcalde de Simijaca, Miguel Cáce-res, Juan Pablo Nieto, Cayetano Angel, síndico, Raimundo Varela,Gerónimo Rosillo, Roque Angel, Francisco Tapia, Cayetano Angel,Waldo Corredor, José Ignacio Moreno, Diego Rodríguez, José AntonioSánchez, Ignacio Sierra, Antonio Murcia, José Manuel Salgado, ManuelA. Rodríguez, Eusebio Cuervo, Silvestre Vanegas, Miguel Penagos, JoséMaría Rivas, Juan J. Cordero, Joaquín Carrasco, Gregorio Eraso, JuanJosé Cordero, José Bautista Varela, José Félix Tello, Miguel Forero,Francisco Contreras, Florentino Contreras, José Manuel Salgado, Mi-guel Calderón, F. Amaya, José M. Ramírez, Francisco A. Cuervo, Igna-cio Forero, Manuel González, Miguel Barrera, Joaquín Sarmiento, Ma-teo Domínguez. Por los gobernadores y demás indígenas de Simijaca,Julián Vargas, Cayetano Angel, Francisco Pinilla, Diego Rodríguez,Joaquín Silva, Vicente Calvo, Francisco García, Fernando Molano,Pedro Páez, José María Rocha, Eduardo Flores, Leopoldo Flores, PedroCalvo, Gaspar Gómez, Francisco Vanegas, Juan A. Calvo, MarcosVarela, José Gregorio Ramírez.

Excelentísimo señor Libertador presidenteNo hay duda que el Todopoderoso vela sobre la vida de vuestra

excelencia. Un grupo de asesinos traidores a la República, e instados a losbeneficios de vuestra excelencia osaron el 25 de septiembre pasado en lanoche, despedazar a Colombia despedazando el corazón de vuestraexcelencia, pero vuestra excelencia por un prodigio inaudito, se salvó del

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puñal parricida, y la patria viendo indentificada su existencia con la devuestra excelencia recibió en aquella noche un nuevo ser.

El comandante general del Magdalena, por sí, y a nombre de loscuerpos que lo guarnecen, felicita a vuestra excelencia y se felicitan a símismos por un acontecimiento tan raro. Ellos respetan en vuestraexcelencia al primer magistrado de la República, al fundador de su patria,al héroe que tantas veces los ha conducido a la victoria; y si por unafatalidad, hubiera perecido vuestra excelencia a manos de los traidores,su lealtad, su amor a la patria y su gratitud a vuestra excelencia les habríahecho correr con pasos agigantados a vengar a Colombia, vengando avuestra excelencia. Sí, escelentísimo señor, tales son sus sentimientos, yellos les animan a protestar de nuevo a vuestra excelencia que no siendoinstrumentos de ningún pérfido, sino custodios de la libertad, yentusias-tas por la persona de vuestra excelencia, estarán prontos en todas circuns-tancias a vengar cualquier ultraje que pretenda irrogarse a la Repúblicaya su primer magistrado, y a marchar con frente serena a donde los llameel honor nacional, la vindicta pública, y su deber.

El comandante general del Magdalena tiene la mayor satisfacción enpresentar a vuestra excelencia estos sentimientos, y de renovar a vuestraexcelencia los de consideración y respeto con que se suscribe.

Excelentísimo señor.De vuestra excelencia muy atento obediente servidor.Cartagena, 9 de octubre de 1828.

M. Montilla

República de Colombia. Presidencia de la corte superior de justicia deldepartamento del Cauca.

Popayán, 13 de octubre de 1828.

Al señor ministro de Estado en el despacho del interior.

Esta corte de apelaciones ha recibido la noticia de lo ocurrido enBogotá, el 25 de septiembre con todo el horror que inspira el proyecto delos pocos que han pretendido preferir la disolución y la anarquía de laRepública a la satisfacción de deshacerse de la persona de su excelencia el

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Libertador presidente. Pero la providencia, que cuida tanto del bien delos pueblos, les ha salvado de tamaño infortunio, salvando la vida del Li-bertador. La corte, después de dar las más rendidas gracias al SupremoArbitro de nuestra existencia, por el beneficio que se ha servido dispensara la República entera, se complace en renovar el juramento que haprestado de sostener la autoridad del mismo Libertador presidente, comoel solo punto de unión y contacto, que evitando la anarquía y la guerracivil entre pueblos hermanos, los reúna en paz y concordia perpetua.Estos son los sentimientos sinceros de esta corte, que tengo el honor detransmitir a vuestra señoría para que sirviéndose vuestra señoría ponerlosen conocimiento de su excelencia tenga el del amor y respeto que profesa asu persona y a su autoridad la corte del Cauca que presido.

Dios guarde a vuestra señoría.Santiago Arroyo

Excelentísimo señor:La municipalidad y vecinos que suscriben del cantón del Espinal se

dirigen a vuestra excelencia felicitándole por haber salvado la vida que losfacciosos, enemigos del ángel tutelar de Colombia, intentaron sacrificaren la noche del 25 del pasado. La providencia quiso patentizar a losmalvados que el héroe inmortal, Simón Bolívar, lo tiene reservado solopara que derrame sobre los ciudadanos su beneficencia y la felicidad; yque cualquiera tentativa contra su persona es inútil; y antes si le sirve parallenarlos más de gloria. Nosotros ofrecemos a vuestra excelencia las vidase intereses que estamos prontos a sacrificarlo todo en defensa y sostén delgobierno supremo.

Dígnese vuestra excelencia admitir estos sentimientos de gratitud yreconocimiento. Dios guarde a vuestra excelencia. Guama 6 de octubrede 1828, excelentísimo señor. Miguel 1. Toro, Marcos Arciniegas, Indale-cio Bonilla, Juan de la Cruz Rocha, Manuel Monsalve, Antonio L.Moros, Licenciado fray Nicolás Guarín, cura excusador del Espinal, elcura excusador, presbítero Viviano M. Salavarrieta, Angel M. Guzmán,José M. Camacho, José M. Villate, Juan Francisco Reyes, FranciscoTorres, Vicente Echandía, Manuel Durán, Gabriel José Pulecio, TomásPulecio, Antonio María Camacho, Juan F. Bonilla, Dionisia Méndez,Vicente Valencia, Paulina Reyes, José María Tovar, Antonio M. Zarrate,

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Florencia Vera, Pablo José Aldana, José Martínez, Hermenegildo Ramí-rez, A.M. Pulecio.

República de Colombia. Corte superior de justicia de los departamentosde Magdalena e Instmo. Presidencia,

Cartagena, a 9 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor:Los ministros de la corte superior de justicia del Magdalena e Istmo,

instruidos por los papeles públicos de esa capital, y por la comunicaciónque acaban de recibir del señor intendente de este departamento, de lahorrorosa conspiración que algunos perversos habían tramado contra elorden establecido y la respetable persona de vuestra excelencia, no hanpodido dejar de conmoverme a la sola idea de tan horrenda iniquidad y dereconocer la mano de la Providencia, que, salvando la preciosa vida devuestra excelencia, ha salvado también a la República y dado a conocerque vela sobre su conservación y la del jefe ilustre, que por el voto de lospueblos, preside a sus destinos. Los expresados ministros me han encar-gado con encarecimiento, que, sin pérdida de momento, manifieste avuestra excelencia estos sentimientos de su respeto, amor y gratitud; y yoen su nombre y en el mío, tengo la honra de ofrecerlos a vuestra excelenciaprotestándole al mismo tiempo los de mi más distinguida consideración.Dios guarde a vuestra excelencia. Excelentísimo señor.

Eusebio María Canabal

República de Colombia. Municipalidad de la capital del departamentodel Magdalena.

Cartagena, a 9 de octubre de 1828.

Al excelentísimo señor Libertador presidente de la República.

Excelentísimo señor:La municipalidad de la capital del Magdalena tiene el honor de

acercarse a vuestra excelencia penetrada del más acerbo dolor por el

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terrible crimen que intentaron los malvados, el 25 del pasado, en laimportante y preciosa vida de vuestra excelencia. Tan atroz intentocontra los días del benefactor y padre de la patria, es una negra manchaen los anales de un pueblo civilizado, solo capaz de hombres envilecidospor horrendos crímenes y devorados de la más desesperada ambición.Estos traidores no pertenecen a Colombia; ni han podido pertenecer alpueblo heróico y magnánimo que ha recibido de la mano de vuestraexcelencia la independencia y la libertad; y a quien vuestra excelencia hasalvado muchas veces, y salva hoy de la disolución y de la anarquía. Esosprotervos, atacando la persona de vuestra excelencia, sagrada por lavoluntad del pueblo, han atacado la soberanía nacional que el votounánime de la nación ha depositado en vuestra excelencia; han destroza-do todas las leyes divinas y humanas; y han roto los lazos que los unían ala sociedad; y un suplicio afrentoso es apenas bastante para expiar esteespantoso delito; y la posteridad maldecirá con horror los nombres de taninsignes malvados.

Pero vuestra excelencia vive y la Providencia que vela por la dicha dela patria ha conservado sus preciosos días contra el puñal de los traidores.Colombia, pues es dichosa: ella se ve libre de las calamidades consiguien-tes a la orfandad en que quedaría sin vuestra excelencia, ya la guerra demuerte y exterminio que todos los pueblos sostendrían encarnizados paravengar tan horrendo delito en sus bárbaros e inhumanos perpetradores.

La municipalidad, reconociendo la mano protectora del Altísimo, lerendirá mañana sus fervientes gracias por el bien inmenso que ha recibidoeste pueblo y toda la República, salvando la preciosa vida de vuestraexcelencia para su gloria y prosperidad.

Reciba vuestra excelencia los sinceros votos de nuestro corazón indi-vidualmente, ya nombre de los vecinos del cantón de Cartagena que nosacompañan en este humilde testimonio de nuestro amor y veneración a laaugusta persona de vuestra excelencia. Excelentísimo señor. Francisco dePorras, Pedro Medrana, José Castillo, Juan Cohen, Luis de Porras,Francisco Zubiría, Daniel Amell, J. M. Escudero.

Excelentísimo señor:El infausto y horrendo acontecimiento que tuvo lugar en la capital de

la República el 25 del próximo pasado, y de que si hay ejemplos en lahistoria de las naciones, han cubierto siempre de ignominia a sus autores,

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y de vergüenza a sus descendientes, ha excitado la más justa indignaciónde los verdaderos amantes del orden y de la libertad, que aguardaban conimpaciencia ver realizadas sus esperanzas y fenecidos los males que hanagoviado la República. Pero si es indecible el escándalo y la sorpresa queha causado en nosotros una acción tan detestable, nada puede comparar-se al placer que al mismo tiempo sentimos e inunda hoy nuestros espírituspor haberse salvado la República en persona de vuestra excelencia. Elcielo que os encargó la honrosa misión de libertar nuestra patria, frus-trando ahora la empresa desesperada de los conspiradores, ha dado laprueba más ostensible de que vuestra excelencia es el escogido para velaren su guardia y dirigir sus destinos. Sin duda, señor, que la DivinaProvidencia tiene reservada la gloria de completar la grande obra denuestra regeneración social.

Deseche, pues, vuestra excelencia el justo resentimiento que ha debidocausarle un atentado tan atrevido como horroroso y la más negraingratitud. Un puñado de hombres descontentos, que aspiran a sacarpartido del desorden y de las desavenencias domésticas, no ejercen unainfluencia sensible en los sucesos políticos de una nación heroica, justa yagradecida. Ella ha presentado a vuestra excelencia los testimonios másindubitables de su amor e ilimitada confianza; y nunca 10 ha hecho contanta solemnidad, ni con más energía que cuando, en medio de lospeligros que la amenazaban, depositó su soberanía en las manos devuestra excelencia, eligiéndolo por árbitro de su suerte futura, bienpersuadida de que vuestra excelencia no tiene otra pasión dominante quela gloria, y esta gloria se cifra solamente en hacer el bien y la dicha de susconciudadanos.

Pero, ¿qué habría sido de la hija de vuestros esfuerzos, si la cuchillaalevosa hubiera cortado el hilo precioso de vuestra vida? Huérfana,pobre, destituida de recursos, casi a perder su crédito, no muy bienextinguido el odio y el deseo de venganza entre la misma familia y sin unapersona que conserve el prestigio de vuestra excelencia, ella se habríadejado seducir fácilmente del monstruo de la división; y la anarquíahubiera despedazado sus entrañas. ¡Ah! que la sola idea de los males enque iba a sumirse la República nos hace estremecer y conocer cada vezmás la importancia de vuestra persona, a 10 menos mientras que losprogresos de la razón y la filosofía mejoren las costumbres y la educacióndel pueblo colombiano.

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Por tanto, seale permitido a la municipalidad de Mompós felicitarse así misma y congratularse con vuestra excelencia y con la nación entera,por tan venturoso suceso, que parece anunciar la eterna dicha y prosperi-dad de la República; manifestando a la vez que estos propios sentimientosaniman a todos los habitantes de este país, que han amado siempre, amany respetan a vuestra excelencia sin más interés que obedecer a los impul-sos de su gratitud; y que jamás han conocido otro partido que el de larazón, el de la justicia y el de la libertad racional.

Dígnese, pues, vuestra excelencia, aceptar este pequeño tributo denuestro afecto con los testimonios más sinceros de nuestra profundaveneración y respeto.

Mompós, 9 de octubre de 1828 18º.

Excelentísimo señor.El jefe político, Vicente Vargas, el alcalde primero municipal, Maree-

lino M. Pinillos, el alcalde segundo municipal, Juan Martínez Guerra,Mariano Amay y Pedroza, Ignacio Rivera, Francisco A. Duque, JoséPolicarpo del Castillo, José de Nájera, Manuel Ignacio Martínez, elprocurador municipal, Pablo Vilar, Juan de Dios Mulet, secretario.

El 14 del corriente (octubre), se tuvo noticia del subterráneo en dondeestaban ocultos los capitanes Emigdio Briceño y Rafael Mendoza, seprocedió a aprehenderlos, y lo fueron ambos; pero habiendo entradoMendoza en una alcoba a tomar su sombrero, se desapareció. Al díasiguiente fue encontrado en la misma casa, oculto en un nicho muypequeño, que estaba al lado de una cama, cubierto con un cuadro.

El 22 del mismo mes se presentó al señor intendente el comandantePedro Carujo: fue conducido inmediatamente a presencia del señor co-mandante general. Pendiente como se halla su proceso, no nos toca porahora decir más.

El 14 citado fueron juzgados, por la parte que habían tenido en laconspiración de Cartagena, y luego en la del 25 de septiembre, el excomandante Mariano Gómez, los ex capitanes Ramón Acevedo, MarceloBuitrago, Tomás Herrera, Francisco de Paula Espina, ·los ex tenientesAndrés Escarra y Francisco Buitrago, los capitanes Santiago Torrealva yRamón Martínez, el teniente Muñoz, y el alférez de fragata FranciscoBallesteros. El consejo de guerra, compuesto de los generales RafaelUrdaneta, presidente; Miguel Figueredo, Francisco Vélez, Joaquín París;

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de los coroneles Diego Whittle, Ricardo Crotton y del primer comandan-te José Arjona, falló, conforme a ordenanza, sentencia de muerte previadegradación contra los siete primeros; condenó a suspensión de empleopor seis meses al capitán Torrealva y a ser despedidos del servicio a lostres últimos.

Presentada al Libertador la sentencia del consejo de guerra, se sirviósu excelencia indultar a todos de la pena de muerte, conmutándola en seisaños de presidio, con respecto a Tomás Herrera, que, en la noche del25 deseptiembre, rompió una de las ventanas del cuartel, en donde estabapreso, para unirse a los conspiradores; y confinando al lugar de sunacimiento o vecindad a Gómez, Acevedo, los dos Buitragos, Espina yEscarra, y confinando igualmente al lugar de su nacimiento o vecindad aMartínez, Muñoz y Ballesteros. Su excelencia se sirvió absolver entera-mente al capitán Torrealva, en consideración a su distinguido comporta-miento en la noche del 25 de septiembre.

EDUCACION PUBLICA

Circular

República de Colombia. Ministerio de Estado en el departamento delinterior. Sección segunda.

Bogotá, a 20 de octubre de 1828.

Los escandalosos sucesos ocurridos en esta capital, a consecuencia dela conspiración que estalló el 25 de septiembre último; la parte quetuvieron desgraciadamente en ellos algunos jóvenes estudiantes de launiversidad y el clamor de muchos honrados padres de familia, quedeploran la corrupción ya demasiado notable de los jóvenes, han persua-dido al Libertador presidente, que sin duda el plan general de estudiostiene defectos esenciales, que exigen pronto remedio para curar de raíz losmales que presagian a la patria los vicios e inmoralidad de los jóvenes.

Su excelencia, meditando filosóficamente el plan de estudios, hacreído hallar el origen del mal en las ciencias políticas que se han enseña-do a los estudiantes, al principiar su carrera de facultad mayor, cuando

42715 Conjurados, t. 1

todavía no tienen el juicio bastante para hacer a los principios las modifi-caciones que exigen las circunstancias peculiares a cada nación. El maltambién ha crecido sobremanera por los autores que se escogían para elestudio de los principios de legislación, como Bentham y otros, que, allado de máximas luminosas, contienen muchas opuestas a la religión, a lamoral y a la tranquilidad de los pueblos, de lo que ya hemos recibidoprimicias dolorosas.

Añádese a esto, que cuando incautamente, se daba a los jóvenes untósigo mortal en aquellos autores, el que destruía su religión y su moral,de ningún modo se les enseñaba los verdaderos principios de la una y de laotra, para que pudiesen resistir a los ataques de las máximas impías eirreligiosas que leían a cada paso.

Para evitar estos y otros escollos, el Libertador presidente, con dicta-men de su consejo de ministros y visto el informe de la universidad centralde Bogotá, ha resuelto hacer las siguientes variaciones en el plan deestudios, las que se pondrán inmediatamente en práctica con calidad deprovisorias y mientras que el consejo de Estado propone al gobierno lasreformas permanentes que deban hacerse.

la. Que se ponga el mayor cuidado en el estudio y restablecimiento dellatín, que es tan necesario para el conocimiento de la religión y para labella literatura, a cuyo efecto cada año de los cursos de filosofía seenseñará algún ramo en latín, y en los colegios y universidades se tendránactos literarios en este idioma. Además, no se admitirá a ninguno aestudiar facultad mayor, si no hace constar al rector de la respectivauniversidad que sabe latín, y en caso de cualquiera duda se exigirá examenal estudiante aunque antes haya cursado filosofía.

2a. Que se cuide que los estudiantes de filosofía llenen la mayor partedel segundo año con el estudio de la moral y derecho natural, a fin de quese radiquen en principios más esenciales de la moral, que tanto aprovechaal hombre en sociedad.

3a. Que queden suspensas y sin ejercicio alguno, por ahora, lascátedras de principios de legislación universal, de derecho público políti-co, constitución y ciencia administrativa, y por consiguiente que ningu-nos sueldos se paguen a sus catedráticos.

4a. Que cuatro años se empleen en el estudio del derecho civil deromanos, del patrio, y de la jurisprudencia canónica, autorizándose a lasrespectivas subdirecciones de las ciudades en donde haya universidad

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para que hagan la distribución provisional de los cursos, la que aprobaráel intendente del departamento.

5a. Que desde este primer año se obligue a los jóvenes a asistir a unacátedra de fundamentos y apología de la religión católica romana, de suhistoria y de la eclesiástica, lo que formará parte esencial de sus cursos enfacultad mayor, y durará esta enseñanza uno o dos años según parezca ala subdirección respectiva; procurando que sea el tiempo bastante paraque los cursantes se radiquen en los principios de nuestra santa religión, ypuedan así rebatir, por una parte, los sofismas de los impíos y por otraresistir a los estímulos de sus pasiones. Esta cátedra se pagará con lo quese diera al catedrático de principios de legislación, y se cuidará mucho enescoger la persona más apta para regentarla, así por sus luces como por supiedad.

6a. Que en el quinto y sexto año de estudio de jurisprudencia seenseñen a los estudiantes principios de economía política y de derechointernacional, mezclándolos con los cursos de jurisprudencia civil ycanónica, si fuere necesario, para completar los cuatro años de estudio deesta facultad.

Estas variaciones se harán desde el presente o inmediato año escolar, ylas cátedras suprimidas lo quedarán en el acto. Vuestra señoría meacompañará la distribución de los cursos que proponga la subdirección yapruebe vuestra señoría. Igualmente pedirá su informe a la misma subdi-rección sobre las reformas permanentes que en su concepto deban hacerseen el plan general de estudios para mejorarlo y simplificarlo.

Por separado propondrá los medios que pudieran emplearse paraconservar puras la moral y las costumbres de la juventud, y para preser-varla del veneno mortal de los libros impíos, irreligiosos y obcenos, quehace tantos estragos en su moralidad y conducta.

Dios guarde a vuestra señoría.José M. Restrepo.

ARTICULO COMUNICADO

(Sacado del periódico El Regenerador. 12.)

Señor editor: Leyendo el 377 de la Gaceta de Colom bia, ha llamadotoda mi atención el artículo "conspiración del 25 de septiembre", en

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donde dice: que "si las leyes han tenido parte en este horrendo crimen,mayor ha sido la que han tenido los inmediatos directores de la educaciónpública".

Confieso que lo leí con espanto, por ver en una expresión tan general,comprendidos a todos los que por este estilo pertenecen al cuerpo litera-rio. Señor, yo soy uno de ellos, como rector del colegio de San Bartolomé,y como tal, responsable de la conducta de los colegiales: esto es, de los queviviendo de la casa, están inmediatamente sujetos a las órdenes de susjefes; no de los que vulgarmente se llaman colegiales, solo por habervestido la beca, y luego habitan en sus casas. Esto me obliga a tomar lapluma para exponer hechos los más sencillos y verídicos, que haránrectificar el concepto que puede haberse formado, y de este modo satisfa-cer al gobierno y al público.

La universidad central de esta ciudad se instaló en 25 de diciembre de1826. Desde entonces los rectores de los colegios quedaron separados dela regencia de los estudios: no tienen intervención en las funciones litera-rias, los catedráticos y cursantes son independientes de los colegios; elcuerpo universitario obra conforme al plan que el gobierno le dio, seña-lando las materias, que deben enseñarse, y los autores a que debensujetarse los catedráticos, que el mismo nombró, y nadie ha podidosepararse de este régimen sin expresa determinación del mismo gobierno.

Dispuestas las cosas de este modo, no están sujetos a los rectores sinolos colegiales efectivos y los gramáticos. Sus atribuciones quedaron re-ducidas a cuidar del edificio, darles el alimento, hacerlos estudiar, asistira sus respectivas clases y hacerlos cumplir con otros oficios que solo per-tenecen a lo económico de la casa. Hasta esa pequeña autoridad que en lointerior ejercían sobre los estudiantes de la calle se les quitó, porque elplan los sujetó inmediatamente a los jefes de la universidad.

Así es que los rectores, no pudiéndose mezclar en los negocios de estecuerpo, ninguna responsabilidad tienen de la conducta de sus miembros,que no les están sujetos por la ley. Luego solo son responsables de loscolegiales, y yo me permitiré preguntar, ¿alguno de estos se halló con losconspiradores en la noche del 25 de septiembre? Si no se ha hallado,ninguna responsabilidad le resulta al rector de San Bartolomé, y por lomismo puede reclamar con justicia el que no se le comprenda en elnúmero de directores culpados; y por lo antes dicho, que no se llamen

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González y Azuero catedráticos de San Bartolomé, porque de este colegiosolo lo son los dos de gramática latina.

Señor editor, estos son los hechos constantes y apoyados en buenosdocumentos. Espero, por tanto, que vuesía tenga la bondad de darle a miexposición un lugar en sus páginas, si lo tuviere por conveniente, para losfines que dejo indicados.

Soy de vuesía con la más atenta consideración, su muy obedienteservidor,

José R. Amaya

DISCURSO EDITORIAL

(Del Regenerador de 26 de octubre).

Libres los pueblos de Colombia del ominoso yugo de sus antiguosamos, su posición política, no menos que sus necesidades propias, exigíanuna reforma absoluta en sus costumbres. Pensóse, y con razón, que ladifusión de las luces podría realizar esta revolución importante, que demíseros colonos nos tornase en miembros de una nación poderosa.Estableciéronse, pues, colegios, en varias provincias, creáronse universi-dades en muchos departamentos y se expidió un decreto sobre la educa-ción literaria de la juventud; mas, por una fatalidad para siempre deplora-ble, se olvidó o perdió de vista el punto que debía llamar la atención delgobierno. La educación moral, objeto sagrado de todos los legisladores,ha sido descuidada entre nosotros, porque se ha preferido el cultivo delentendimiento a la formación del corazón. La juventud así, sin frenoalguno que la contuviera en los borrascosos ímpetus de la edad, falta demadurez, y de juicio para apartar las malezas que se encuentran en millibros perniciosos que circulan, y con la perspectiva halagüeña de loshonores y puestos a que todos son llamados en los gobiernos popularesrepresentativos, ha debido precipitarse en la carrera del delito, y anularlas esperanzas de los que han dado vida a esta patria. ¿Quién no se penetrade dolor al mirar algunos de nuestros jóvenes decidiendo magistralmentede los grandes intereses nacionales, negando o revocando a duda lasverdades sacrosantas de la religión y la moral, y aspirando, en fin, a lo quesolo puede aspirar el mérito y la virtud? Objeto de moda y aun de lujo seha vuelto negarlo todo, nada respetar, y hacer alarde de un temple deespíritu que no reconoce sujeción. Nada hay que no sometan a su investi-

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gación y juicio esos políticos de encrucijada, que se presentan en las callescon toda la presunción de la ignorancia, y toda la desfachatez de laaudacia. El padre de familia se queja de los irrespetos de su hijo, elmagistrado de su insubordinación, y todos los ciudadanos, en fin, echanmenos, con pesar, esa atención y cortesanía de modales que siempre hadistinguido a los pueblos civilizados.

Mas, ¿para qué entrar en pormenores minuciosos, estando fresca aúnla idea de lo sucedido en 25 de septiembre último? Quisiéramos de buenagana no tocar, ni por incidente, esta materia que llena de sombras lahistoria de nuestras glorias, y que mortifica la sensibilidad de los colom-bianos; pero estando de por medio el interés público, debemos sacrificar aél nuestras más dulces afecciones. Supóngase por un momento que losjóvenes conspiradores hubiesen realizado su criminal intento. ¿Qué po-dría esperarse de su conducta posterior, habiendo principiado una revo-lución con el asesinato y la matanza? Aun cuando no fuera el padre de lalibertad quien preside los destinos de la patria; aun cuando en lugar de élexistiera un genio vulgar que aspirase a ser el César de los colombianos,habría sucedido lo que entre los romanos, que murió el tirano, y lesobrevivió la tiranía. Hombres, que como el impetuoso Desmoulins, y elcapuchino Chabot; opinan que deben exterminarse las tres cuartas partesde la nación, para que la otra sea libre y feliz, nada habrían perdonadopor llevar adelante sus desajuiciados proyectos. Presentes a su imagina-ción recalentada las sangrientas escenas de la revolución francesa, ha-brían convertido este delicioso país en un dilatado cementerio. Perocontengamos aquí nuestra pluma, y volvamos a nuestro objeto.

Por una desgracia del linaje humano, el abuso está casi siempre cercadel uso de las cosas. Los jóvenes han recibido de sus padres aquellos librosen que solo debieron aprender los principios sanos del derecho, y abusan-do de ellos, se ha depravado su corazón y refinado su malicia. Menesterserá, pues, volverlos al buen camino, inculcándoles a menudo sus deberesy ensanchando la autoridad de sus padres y superiores. Cuando Rómuloestableció el ilimitado poder de los padres sobre los hijos, él puso, dice unescritor, la piedra fundamental de la grandeza de Roma, porque acostum-braba a los ciudadanos, desde su infancia, al respeto y subordinación a losmagistrados. Por un contraste singular se observa que los hijos de fami-lias eran siervos en los días felices en que los romanos eran libres, y eltiempo en que se aligera esta servidumbre es la época de donde data la

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pérdida de su libertad. Pues esta vendría a ser, a no dudarlo, la suerte deColombia, si en tiempo oportuno no se reforma la educación de nuestrajuventud. Cualquiera de estos jóvenes, que se crea con más genio o másaudacia, puede, en medio de una guerra civil, erigirse en tirano y destruirlas libertades de su patria. ¿Quién hubiera juzgado, en los días de mayorcalamidad para la Francia, que un estudiante de matemáticas habría dematar la revolución, dar la ley a su patria, sojuzgar a la Europa, y burlarasí los conatos de los que aspiraban a una rigorosa democracia?

Nosotros creemos, pues, que las miradas del gobierno deben dirigirsede preferencia a la juventud colombiana: pensamos que en su situaciónactual demanda estatutos y reglamentos muy severos; y como nuestrosdeseos tienen por objeto el bien general, nos atrevemos a presentar lassiguientes indicaciones, para que las tome en consideración el Libertadorpresidente de la República.

l", Declarar en toda su fuerza y vigor las leyes que establece la menoredad hasta los 20 y 25 años.

2º. Facultar a los padres para castigar a sus hijos menores, particular-mente por insubordinación e irrespeto, con encierro en las casas, y en lascárceles, o del modo que su prudencia lo estime más conveniente; siempreque no se ataque su existencia, y sin perjuicio de las facultades que lasleyes conceden, en sus casos, a los tribunales y juzgados.

3º. Establecer la responsabilidad subsidiaria de los padres, en loscasos en que los hijos cometan alguna falta o delito, por omisión onegligencia de aquellos.

4º. Imponer a los jueces de primera instancia la obligación de nom-brar curadores a los huérfanos menores, para que ejerciendo en ellos laautoridad debida, tengan la misma responsabilidad de los padres. Perocuando dichos huérfanos tuvieren madre, a ella corresponde proponer aljuzgado el individuo que para el efecto mereciere su confianza. Undecreto podrá fijar: 1º la edad en que los hijos deban salir de la autoridadde la madre para entrar bajo la vigilancia del curador: 2º la naturaleza delas facultades que corresponden a este: 3º los casos en que puede excusar-se del encargo: 4º la cuota que se le asigne de las rentas del menor; y 5ºtodo lo concerniente a la crianza y educación de los huérfanos pobres.

5º. Prevenir a los alcaldes parroquiales, que bajo una multa de $ 50hasta $ 200, den aviso a los jueces municipales de los huérfanos existentesen sus respectivas parroquias.

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6º. Prohibir bajo las penas más severas, que en las casas de juego,fondas, cafés, corrillos y otras escuelas de vicios, sean admitidos losmenores, y que estos salgan por la noche de sus casas sin una boleta de suspadres o curadores.

7º. Ordenar que los jóvenes forasteros no sean admitidos en lasuniversidades o colegios, sin presentar una certificación del juez, queacredite que algún vecino honrado del lugar se ha constituido reponsablede la conducta del pretendiente, del mismo modo que el padre o curador.

8º. Mandar, por punto general, que en los colegios y universidades, elconocimiento y práctica de los deberes sociales preceda siempre al estudiode los derechos del hombre.

9º. Expedir el reglamento sobre la educación fisica y moral de lajuventud, indicando el plan general de instrucción pública.

Se convida

A los amantes de Colombia, de su estabilidad y honor; a los amantesde la moral, de la justicia y de la religión, a formar una suscripción paragrabar medallas que perpetúen el feliz desenlace de la horrenda conspira-ción de la noche del 25 de septiembre; y como por una providenciaextraordinaria quedó salvo y triunfante su excelencia el Libertadorpresidente.

A cuyo efecto se remitirán por valija $ 100 en doblones al señorministro del interior, luego que se publiquen los primeros apuntes.

Bucaramanga, 18 de octubre de 1828. Eloy Valenzuela.Los que quieran suscribirse ocurran a la secretaría del interior.

DECRETO DEL PODER EJECUTIVO

Simón Bolívar, Libertador presidente de la República

Habiendo acreditado la experiencia, tanto en Colombia como enotras naciones, que las sociedades secretas sirven especialmente parapreparar los trastornos políticos, turbando la tranquilidad pública y elorden establecido; que ocultando ellas todas sus operaciones con el velodel misterio, hacen presumir fundadamente que no son buenas, ni útiles a

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la sociedad, y por lo mismo excitan sospechas y alarman a todos aquellosque ignoran los objetos de que se ocupan; oído el dictamen del consejo deministros.

Decreto:Artículo l", Se prohíbe en Colombia todas las sociedades, o confrater-

nidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada uno.Artículo 2º. Los gobernadores de las provincias, por sí y por medio de

los jefes de policía de los cantones, disolverán e impedirán las reunionesde las sociedades secretas, averiguando cuidadosamente si existen algu-nas en sus respectivas provincias.

Artículo 3º. Cualquiera que diere, o arrendare su casa o local para unasociedad secreta, incurrirá en la multa de $ 200, Y cada uno de los queconcurran, en la de $ 100 por la primera y segunda vez; por la tercera, ydemás, será doble la multa; los que no pudieren satisfacer la multasufrirán por la primera y segunda vez dos meses de prisión, por la tercera,y demás, será doble la pena.

lº. Los gobernadores y jefes de policía aplicarán la pena a los contra-ventores, haciéndolo breve y sumariamente sin que ninguno pueda alegarfuero en contrario.

2º. Las multas se destinan para gastos de policía, bajo la dirección delos gobernadores de las provincias.

El ministro secretario de Estado del despacho del interior quedaencargado de la ejecución de este decreto. Dado en Bogotá, a 8 denoviembre de 1828. Simón Bolívar. El ministro secretario de Estado deldespacho del interior. José Manuel Restrepo.

CONSPIRACION DEL 25 DE SEPTIEMBREINDULTO

Simón Bolívar, Libertador presidente

Deseando terminar con prontitud el proceso seguido contra los cons-piradores del 25 de septiembre último, y tratar a los que se hallanprófugos, con toda la benignidad compatible con la seguridad pública,

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usando de las facultades del poder supremo que ejerzo, y conformándo-me con el dictamen del consejo de ministros, emitido en 10 del corriente,

Decreto:Artículo l". Cualesquier reos que se hallen prófugos por estar com-

prendidos en la conspiración del 25 de septiembre último, gozarán unindulto de su vida, aun cuando merezcan la pena capital; pero quedaránsujetos a las providencias que el gobierno estime convenientes para laseguridad pública.

Artículo 2º. Para gozar de este indulto deberán presentarse a lasautoridades locales, dentro de 15 días perentorios, después que se hayapublicado debidamente.

El ministro secretario de Estado en el despacho del interior quedaencargado de la ejecución de este decreto. Dado en Bogotá, a 12 denoviembre de 1828. Simón Bolívar. Por su excelencia el Libertadorpresidente. El secretario de Estado en el despacho del interior, José M.Restrepo.

Se ha dado fin a los procesos que se seguían a los conspiradores que,de los aprehendidos, permanecían todavía en juicio; y la clemencia delgobierno nos autoriza a congratularnos con nuestros conciudadanos deque no costará ya más vidas el atentado que contra la paz y la dicha deColombia, y contra la existencia del gobierno que libremente se ha dadola nación, se perpetró el 25 de septiembre. Setenciado cada uno de losreos, que se hallaban presentes, a la pena a que lo sujeta la ley, por la parteque había tenido en el nefando crimen, detuvo al Libertador la necesidadde economizar la vida de nuestros semejantes, desde que se hubiesesatisfecho a lo que exigían la vindicta pública, el escarmiento de otrosperversos y la tranquilidad nacional. Consultó, pues, a su consejo deministros, y reunidos estos, y después de bien meditada tan importantemateria, no solo fueron de opinión que ganaría ya más la sociedad,expeliendo de nuestro territorio a algunos de los más criminales y dandotiempo a otros para comparar sus malignos conatos con la generosidaddel gobierno, sino que creyeron llegada la oportunidad de extender elindulto aun a los que todavía andan prófugos, con tal que se presentendentro de determinado tiempo. Es innecesario añadir que el corazón delLibertador se congratularía entonces de poder manifestarse cual es.

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En la narración que aquel deplorable suceso nos ha hecho obliga toria,hemos creído conformarnos al deseo de nuestros conciudadanos, aho-rrándoles la pena de leer detalles más extensos que los que hemos dado.Esta persuasión nos ha retraído de publicar en toda su extensión el fallodel tribunal contra cada uno de los reos. Confiábamos igualmente enton-ces, en que preparándose, como se está preparando, una historia de laconspiración, quedaría satisfecha la curiosidad de los más exigentes. Aello podemos añadir ahora noticia de que se intenta dar a la prensa, sinpérdida de tiempo, el proceso que se ha seguido, contra los conjurados.Pero se trata hoy, entre otros, de uno que sí pudo extraviarse hastaolvidarse a sí mismo, a la patria y al mundo entero, no hemos de olvidarnosotros que él gobernó la República por muchos años. Basta esta solaconsideración para explicar la excepción que hacemos con respecto aFrancisco de Paula Santander.

Sentencia

Bogotá, 7 de noviembre de 1828

Visto el proceso criminal formado contra el general Francisco dePaula Santander, por la conspiración del 25 último y resultando:

l". Que dicho general, tanto en su declaración indagatoria, como ensu confesión, ha negado haber tenido noticia de que se tramaba aquellaconspiración, ni ninguna otra, en contra del actual régimen político, y lapersona de su excelencia el Libertador presidente.

2º. Que de las declaraciones del comandante Rudecindo Silva, tenien-te Ignacio López, capitanes Emigdio Briceño y Rafael Mendoza, constaque perteneciendo estos individuos a diversas secciones, en las que esta-ban distribuidos los conspiradores para trabajar en el plan y hacerprosélitos cada uno de ellos, tenía un conocimiento íntimo de que elgeneral Santander era el primer agente que obraba en la gran sección, ydirigía el plan, y que estaba reservado para dirigir los negocios, siempreque la revolución tuviese buen suceso, pues así se lo habían asegurado aellos. Florentino González, el comandante Pedro Carujo y Ramón Gue-rra, jefes de las secciones parciales.

3º. Que Guerra en su última exposición afirma que el general Santan-der le habló sobre la conspiración, y que dicho general se opuso a ella.

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Sosteniéndose Guerra en su exposición en el careo practicado con elgeneral Santander.

4º. Que el comandante Pedro Carujo expone lo mismo, y aun haberlecomunicado el proyecto de asesinar al Libertador en el pueblo de Soacha,el domingo 21 de septiembre y que el general Santander se opuso a que seperpetrase aquel designio; con cuya deposición, ha convenido el generalSantander, en el acto del careo con el referido Carujo.

5º. Que Florentino González también asegura haber hablado con elexpresado general sobre la conspiración y que en contestación le dijo queno era tiempo oportuno, indicándole el sistema de formar en variosdepartamentos juntas, con el nombre de republicanas, dependientes de lacentral, que debía establecerse en esta capital, para dirigir las operacionesde aquellas que, tendrían el fin de ganar prosélitos y el influjo de algunosgenerales adictos al actual régimen y a la persona de su excelencia elLibertador presidente, para que de ese modo el movimiento fuese generaly simultáneo.

6º. Que todos los conjurados que han sido descubiertos y juzgados,convienen en sus respectivas declaraciones, que el plan abortó en la nochedel 25, pero que no tenían día prefijado para dar el golpe, circunstanciaque justifica lo que Florentino González y el comandante Pedro Carujodicen, con respecto al general Santander, de que se oponía a aquel sucesoporque todavía no era tiempo; y porque no quería que se ejecutasemientras estuviese él en Colombia; y considerando:

1º. Que aunque el general Santander, al principio de su causa, hanegado haber sabido que se tratase de alguna conspiración contra elpresente régimen y la persona de su excelencia el Libertador presidente,después ha confesado, en fuerza de las declaraciones de Ramón Guerra,del comandante Pedro Carujo, y Florentino González haberla sabido;pero que se opuso a que se llevase a efecto, y mucho más a que se asesinasela persona de su excelencia el Libertador, mientras estuviese él en Colom-bia, pero que convino en que se practicara la conspiración cuando sehallase fuera de la República, y que entonces estaría pronto a prestar susserVICIOS.

2º. Que como ciudadano de Colombia, y mucho más como general dela República, no solo ha cumplido con sus primeros deberes de haberimpedido la conspiración y asesinato premeditado contra eljefe supremode la nación, sino que ha cometido un crimen de alta traición por no haber

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denunciado la revolución que se tramaba y horrendo designio de asesi-nar en Soacha al Libertador.

3º. Que el expresado general no solo se manifiesta sabedor de unarevolución, sino también de carácter de aconsejador y auxiliar de ella, sinque pueda valerle de ningún modo el que no haya estado en su ánimo laconspiración del 25; pues él mismo confiesa haber aprobado una revolu-ción, y aun haber aconsejado los medios de realizarla, por el estableci-miento de la sociedad, republicana, circunstancia que lo califica decómplice en la conspiración del 25; pues poco importa para su defensaque haya estallado en aquel día, o en cualquiera otro, la revolución queaconsejaba y caracterizaba de justa, porque lo que se deduce es queabortó su plan por la prisión del capitán Benedicto Triana, cuyo aconteci-miento no dio lugar a que se efectuase cuando el general Santander sepusiese en marcha para los Estados Unidos del Norte, según él lo deseaba.Por estos fundamentos, y los más que resulta de autos se concluye, que elgeneral de división Francisco de Paula Santander ha infringido el artículo26 del tratado octavo, título décimo de las ordenanzas del ejército, queimpone pena de horca a los que intentaren una revolución y a los quesabiéndola no la denunciaren; ha infringido el artículo 4º del decreto de24 de noviembre del año de 26, por el que se prohíben las reunionesclandestinas, y con más eficacia el decreto de 20 de febrero del presenteaño contra los conspiradores. En esta virtud se declara que el generalSantander se halla incurso en la clasificación que comprende el segundoinciso del artículo 4º, de este último decreto, y se le condena a nombre dela República y por autoridad de dicho decreto, a la pena de muerte yconfiscación de bienes en favor del Estado, previa degradación de suempleo, conforme a ordenanza; consultándose esta sentencia para suaprobación y reforma con su excelencia el Libertador presidente.

Rafael Urdaneta.Tomás Barriga y Brito.

Al leer cargos tan graves y tan bien probados, contra uno que se decíael amante de las leyes, el amigo del pueblo, el apóstol de la libertad,muchos se sentirán inclinados a hacer comparaciones y algunos nodejarán de notar que la profanase invocándola aun para conciliar mani-fiestamente a la ruina común. Pero no aumentemos la aflicción, ni la

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vergüenza del desgraciado. Mencionemos de preferencia la ejemplarfirmeza con que el señor comandante general del departamento ha falla-do en estos juicios, sin dejarse nunca torcer, ni distraer por relaciones yrecuerdos de antigua amistad, algunos desde la más tierna edad. Reco-mendemos de preferencia, a la estimación de todas las distinguidaspruebas de humanidad en que se ha esmerado, en cuanto se lo permitía laley, y el delicado encargo que tenía sobre sí: así como también el infaliblecelo con que él y sus asesores y colaboradores, se ha esforzado a darpronto término a negocio tan arduo, y que tan suspensa y agitada tenía atoda la comunidad. En justicia hacia esta, instruyamos a toda la Repúbli-ca de que no se han desmentido, ni por un momento, los sentimientos quemanifestaron los bogotanos al amanecer del 26 de septiembre y que aellos se debe en gran parte la aprensión de muchos de los criminales, y elorden y tranquilidad de que ha disfrutado el vecindario. Mas no pudiendodetenernos a recomendar cual es debido la conducta de cada uno, conti-nuamos nuestra relación.

OPINION DEL CONSEJO DE MINISTROS

Bogotá, 10 de noviembre de 1828, 18º.

Al señor ministro secretario de Estado en el despacho de la guerra.

Señor ministro: el día 7, luego que recibí la comunicación de vuestraseñoría de aquella fecha, reuní al consejo de ministros para ver y examinarlas causas que vuestra señoría me acompañó de orden del Libertadorpresidente, y después de haber leído todos los procesos, y conferenciadoescrupulosamente, en diferentes reuniones, sobre cada uno en particular,y sobre el conjunto de todos en general, el consejo procede a manifestar suopinión en cada una de las causas que se le han pasado al efecto.

El primer comandante Pedro Carujo, uno de los principales reos de laconspiración, abortada la noche del 25 de septiembre último, estandooculto ofreció imponer al gobierno por un término abstracto y generalsobre la parte motiva o consideraciones que han producido esta conspira-ción, sus elementos con la extensión de ellos y sus efectuaciones. ElLibertador, deseoso de economizar la sangre colombiana, ofreció a Caru-jo perdonarle la vida, y concederle pasaporte para salir del territorio de la

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República, si descubría los proyectos de los conjurados, como lo ofrecía,con la esperanza de frustrar sus miras y asegurar la tranquilidad pública,sin necesidad tal vez de castigar de muerte; y Carujo, con esta garantía, sepresentó. Hizo su primera declaración en 23 de octubre y fue examinadoen los días siguientes. El 27 se pasó al consejo de ministros, para queexpusiese su concepto sobre si Carujo hubiese cumplido con lo queofreció, y si el gobierno estaba en el caso de concederle el pasaporte parasalir de Colombia. El consejo dio su parecer en 27 del mismo, fueadoptado por el Libertador, e impuesto Carujo en él, hizo su posteriordeclaración del 31 de aquel mes, y fue careado y confrontado con otrosreos.

En estos actos ha sido Carujo menos reservado, declarando, lo queocultaba al principio, y piensa el consejo que habría declarado aún más sise le hubieran hecho otras preguntas.

El había ofrecido descubrir espontáneamente la verdad de todo, y sinembargo ha sido necesario mostrarle que no cumplía su ofrecimiento yque se le trataría como a cualquier otro reo para arrancarle las revelacio-nes que ha hecho.

Por lo mismo, en el rigor de la justicia, podría el gobierno tratarle conmenos consideración; pero como ha cumplido en parte lo que ofreció yelgobierno no debe dar el menor pretexto a los descontentos para que creany digan que ha faltado a lo prometido, opina el consejo que su excelenciadebe otorgar a Carujo la gracia de la vida y el pasaporte para salir delpaís, destituyéndole de su empleo, con prohibiciones de que vuelva a él sinlicencia expresa, y con calidad de que sea juzgado como conjurado yasesino si quebrantare esta prohibición.

Están absueltos, por el juzgado de la comandancia general, el capitánTomás Gómez, Francisco Torres, José María Duque y Manuel AntonioArrubla, y las sentencias dictadas en los respectivos procesos son sin dudajustas. Mas el consejo cree de su deber indicar que, en su concepto, elcapitán Tomás Gómez se ha hecho sospechoso, y que sería bien separarledel estado mayor, y destinarle a servir en uno de los cuerpos del ejército,en el departamento de Maturin, sin admitirle excusa alguna; y que JoséMaría Duque sea encargado especialmente al cuidado de su padre, concargo a este de responsabilidad, y prohibiéndole que pueda en diez añosocuparse en la enseñanza y educación de los jóvenes, ni en establecimien-tos públicos ni privados.

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Arrubla y Torres deben quedar en plena libertad, sin que obste alprimero su prisión y seguimiento de causa, pues está absuelto del cargoque se les hizo cuando el segundo lo es solamente de la instancia.

Sobre el doctor Ezequiel Rojas, el comandante general remite elnegocio al juicio del gobierno, y el consejo que se ha instruido en losprocesos, que ha oído el concepto que siempre se ha tenido de este joven,que está impuesto de sus principios y conexiones, juzga que debe serdesterrado de Colombia con prohibición de que vuelva al país sin llama-miento o licencia de la suprema autoridad.

El general Francisco de Paula Santander ha sido condenado a la penade muerte y confiscación de bienes, previa degradación de su empleo. Lasentencia que lo condena es justa y está arreglada al decreto de 20 defebrero de este año, por cuanto resulta bien probado, que ha tenidoconocimiento de una conspiración muy meditada, que la aprobaba, queha dado sus consejos y opiniones sobre ella y que siempre quiso tuviese suefecto después de su salida del territorio de la República; pero como noestá bien probado que tuviese igual parte en el suceso específico del 25 deseptiembre, en cuya noche abortó la conjuración, en que por muchotiempo aparece que se ocuparon los facciosos, o porque no tuvo noticiade él, o porque no quiso prestarse a apoyarlo o aprobarlo, el consejoopina que pudiéndose justificar por esta circunstancia el indulto de lapena ordinaria, o la conmutación de ella, conviene tener en consideraciónel tiempo que ha pasado desde el25 de septiembre, suficiente para que sehaya convertido en sentimientos de compasión el horror que produjo elcrimen que se trató de cometer aquella noche y las circunstancias que hanprecedido a las personales del mismo reo. Este ha gobernado la Repúblicapor algunos años, y después de algún tiempo, se ha ostentado en ella eldefensor de la libertad, y se ha reputado el rival del Libertador; aunque lacausa, los antecedentes y la sentencia misma podrían justificar, a los ojosde los imparciales, la pena a que esta le condena, los descontentos, lospoco advertidos, los malignos y los que en tales casos juzgan siemprecontra el gobierno, mirarían la ejecución como injusta, como excesiva-mente severa y tal vez, como parcial y vengativa.

Después que la enormidad misma del crimen debe haber desengañadoa muchos ilusos, cuando por fortuna se han podido asegurar los principa-les agentes y tomar las precauciones necesarias, y habiendo ya expiado suculpa en el patíbulo algunos de los más feroces autores o ejecutores del

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crimen, el interés del gobierno es poner a los demás en la incapacidad derepetirlo, y en la situación de que su suerte sirva de escarmiento a otros.

El crimen meditado y comenzado a ejecutar ha sido de una gravedadimponderable, pero no habiéndose consumado, ni tenido las funestasconsecuencias que hubiera producido, el derramamiento de más sangreno produciría ya ningún efecto saludable, sino que antes bien ocasiona-ría tal vez más horror a la pena que al mismo crimen. En tal caso, lajustamoderación del gobierno, la clemencia, el vivo deseo de restablecer la pazy la confianza, y tantas otras consideraciones que no se ocultan alLibertador, deben templar la severidad de la justicia, y presentar almundo el contraste de la clemencia de un gobierno, altamente ofendido,con la enormidad del crimen de sus ofensores. Si contra el generalSantander existieran las pruebas de su cooperación en la noche del 25,como existen contra el difunto ex general Padilla, el consejo no titubearíaen aconsejar al Libertador presidente que mandase ejecutar la sentencia,pronunciada en 7 de este mes por el juzgado de la comandancia general;pero no existiendo estas pruebas, teniendo lugar las consideracionesindicadas, y no perdiendo de vista que el general Santander ha manifesta-do que impidió el asesinato del Libertador, que se intentó cometer en elpueblo de Soacha el día 21 de septiembre, asesinato que consta haberseproyectado y que en realidad no se cometió aquel día, es de opinión queel gobierno obraría mejor conmutando la pena de muerte en la dedestitución del empleo de general y extrañamiento de la República, conprohibición de volver, a pisar su territorio sin que se lo permita una graciaespecial del supremo gobierno; con calidad de que si contraviniese encualquier tiempo a esta prohibición, será ejecutada la sentencia de muertepor cualquier juez o jefe militar del lugar en que sea aprehendido; y que susbienes raíces se conserven, como en depósito, sin poder ser enajenados,gravados ni hipotecados para que sean una prenda de seguridad de que nose quebrantará la prohibición, y un objeto en que pueda ejecutarse laconfiscación en el caso contrario, para que entretanto pueda el reo vivircon los productos de dichos bienes. De este modo opina el consejo que sesatisface a la venganza de justicia y que se concilia el gobierno el amor, laadmiración y el respeto de los gobernados, y, por consecuencia necesaria,se logra la paz y la confianza de los ciudadanos.

También están condenados a la pena de muerte Florentino González,los capitanes Emigdio Briceño, Rafael Mendoza y Joaquín Acevedo, el

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subteniente Teodoro Galindo y Juan Miguel Acevedo. La sentenciapronunciada contra González es justa en todas sus partes. González fueuno de los que trabajaron más para llevar a efecto la conspiración, y de losmás ardientes conjurados en la noche del 25 de septiembre. Cuanto se haactuado en todos los procesos le convencen plenamente, y la ejecución desu sentencia no podría ser censurada por ninguno que ame la justicia;pero si se ha de poner un término al derramamiento de sangre; y si tanurgentes motivos reclaman la conmutación de la del general Santander, laequidad demanda que sea también conmutada la que impone a Florenti-no González la sentencia de 30 de octubre último; y el consejo es dedictamen que la conmutación sea en encierro solitario, en una de lasbóvedas del castillo de San José de Cartagena, por el término de diezaños y prohibición de que se relaje el encierro, aun vencido el términoseñalado sin orden expresa del gobierno.

La sentencia pronunciada contra el capitán retirado Joaquín Aceve-do, ha parecido al consejo excesivamente dura, comparada con el méritodel proceso, por lo que, y por las consideraciones anteriores, es de dicta-men que se conmute en la de seis años de presidio rígido en cualquiera delos de la República.

El mismo juicio hace el consejo de la del subteniente Teodoro Galin-do, a quien cree que puede conmutarse en otros seis años de presidio, enlos mismos términos que al anterior.

No están en el mismo caso las pronunciadas contra los capitanesBriceño y Mendoza: ambas son justas y deberían ejecutarse, si no setratara de economizar la sangre y si no se les hubiese ofrecido usar deindulgencia con ellos en el caso de que declarasen la verdad. La handeclarado, en efecto, y cuanto han dicho muestra bien su sinceridad,como el que se opusieron constantemente a que se derramase la sangre delLibertador. Por lo tanto piensa el consejo que también deben participarde la conmutación de la pena, destinándoseles a seis años de presidio, conseparación y a ser privados de sus empleos, lo mismo que Acevedo yGalindo.

Por último, aunque el consejo reconoce que la sentencia de muertedecretada contra Juan Miguel Acevedo es justa y arreglada al mérito delproceso, en el que se halla este convicto y confesó de haber concurrido a lajunta preparatoria de aquella misma noche en la casa de Luis VargasTejada y al palacio de gobierno entre los asesinos, descubre que este

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joven, distraído de la sociedad y dedicado a los trabajos materiales delcampo, sin conocimientos, y careciendo de una regular educación, fueseducido momentáneamente por personas allegadas, y alucinado conesperanzas que manifiestan su poca capacidad y ninguna deliberaciónpara tomar parte en aquel crimen; y así es de dictamen que por esta razón,y por las que en general ha desenvuelto arriba, le sea conmutada la penaen la del servicio militar, por ocho años, en la clase de soldado raso sinopción a ascenso ninguno.

Después que el consejo ha expuesto su dictamen, contraído al procesode cada uno de los reos, espera que no llevará a mal el Libertador que seextienda a la causa de conspiración en general. El consejo conoce elcorazón de su excelencia y sabe cuáles son sus ardientes deseos de verterminada una causa que le ha ocasionado más aflicción, por la calidad ynúmero de los reos, que por los riesgos que corrió y de que le ha salvado laProvidencia. Guiado, pues, de estos conocimientos, se atreve a proponeral gobierno la conveniencia de publicar un indulto de la vida, en favor delos reos prófugos, cuyos crímenes ya comprobados los hacen dignos de lapena de muerte, con tal de que se presenten en el perentorio término quese tenga a bien señalar, a fin de que pueda disponerse de sus personas yconcluirse enteramente un negocio, que, mientras esté pendiente, tienepor necesidad distraída la atención pública, ocupado el gobierno y sobre-saltados a los ciudadanos. Los reos se presentarán probablemente en eltérmino señalado, viendo asegurada su vida y mejorada su condiciónpenosa: desde luego sentirán el dulce placer del reconocimiento, en vez delas penas insoportables del sobresalto y de la incertidumbre, y se recono-cerán mejorados y arrepentidos por solo el efecto de una clemencia quedesconocieron y no debiera esperar. El público tendrá una prueba más dela iniquidad con que se atentó contra el gobierno y de la negra ingratitudcon que se intentó asesinar al Libertador; y su excelencia gozará del placerinefable de haber forzado a todos al amor, al respeto, a la obediencia y a laadmiración de sus virtudes por un medio tan digno de su nombre y de suseminentes cualidades.

Sírvase vuestra señoría presentar al Libertador presidente este dicta-men del consejo de ministros, para que su excelencia en su vista resuelvacomo tenga a bien: manifestándole que el consejo no ha sido guiado porotros sentimientos que los que expresa, ni ha tenido otro objeto, al

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expresarlos, que asegurar el crédito del gobierno, la estabilidad de este, yel amor de todos los colombianos al mismo.

Dios guarde a vuestra señoría.

José M del Castillo, Estanislao Vergara,Nicolás M. Tanco, José María Córdova

RESOLUCION DEL GOBIERNO

Ministerio de Estado en el departamento de la guerra.

Bogotá, 10 de octubre de 1828.

El gobierno se conforma enteramente con el dictamen del consejo deministros, se conmutan las sentencias de muerte en destierros y presidios,según se ha opinado para cada uno en particular. El ministro de la guerralas hará cumplir en el término de tres días. Que se publique el indulto de lavida en favor de los reos prófugos, con la condición de que se presenten ala autoridad del territorio en que se encuentren dentro del término de 15días, contados desde el de la publicación del indulto.

Por su excelencia el Libertador presidente. El ministro secretario de laguerra,

José María Córdova.

A virtud de esta resolución del gobierno, partieron el14 de noviembrecon dirección a Cartagena y escoltados por una partida de milicianos, losprimeros comandantes Bonifacio Rodríguez, Pablo Durán y Pedro Caru-jo; Emigdio Briceño, Rafael Mendoza, Joaquín Acevedo, Teodoro Ga-lindo, Florentino González, Ezequiel Rojas, José Miguel Acevedo yTomás Herrera.

El 15 de noviembre partió Francisco de Paula Santander, a quien elLibertador concedió mayor demora en esta ciudad para que arreglase suspapeles y demás pertenencias.

No hemos de terminar esta relación sin rogar a nuestros conciudada-nos que atentos al bien común, eviten toda idea exagerada. Podríamostambién llamar la atención de nuestros tribunales y juzgados al ejemploque ha dado el señor general Urdaneta; pero bastante se recomienda por

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sí mismo este ejemplo. Sí: diremos todos: "aprended bien la moderacióndel gobierno".

República de Colombia. Ministerio de Estado en el departamento de laguerra. Sección central.

Bogotá, a 18 de noviembre de 1828.

Al excelentísimo señor general en jefe Rafael Urdaneta.

Bien satisfecho su excelencia el Libertador presidente de la República,del infatigable celo, constante actividad y ejemplar rectitud con quevuestra excelencia se ha esmerado en el seguimiento de la causa sobre laconjuración abortada la noche del 25 de septiembre último, me mandadar a vuestra excelencia las más expresivas gracias a nombre del gobierno,manifestándole que la muy recomendable conducta de vuestra excelenciaen este negocio, es un nuevo mérito que añade vuestra excelencia a losrelevantes que ha adquirido por sus distinguidos y continuados serviciosen el largo período de nuestra transformación política.

Tengo el honor de ser el órgano para transmitir a vuestra excelencia lasincera expresión de su excelencia el Libertador presidente.

Dios guarde a vuestra excelencia.José María Córdova

AVISO OFICIAL

En la Gaceta de Colombia número 385, se publicó el dictamen delconsejo de ministros, sobre las causas de conspiración. El señor ministrodel interior, José Manuel Restrepo, en los días 7 y 8 del corriente concu-rrió y convino en todo con la opinión de los demás señores ministros,cuyas firmas aparecen en dicho dictamen, mas hallándose en el campo ellOen que se pasó al gobierno, no puso su firma aquel día y aunque lo hizodespués, ya se había sacado la copia que sirvió para la impresión en dichagaceta, omitiendo el copista su firma.

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DESPEDIDA DEL EX COMANDANTE PEDRO CARUJO

A los hijos y habitantes de Bogotá.

Amados conciudadanos míos: Como uno de los principales cómplicesde la conspiración, que estalló en esta capital, el 25 de septiembre último,contra el actual gobierno, parto a sufrir la expatriación en que se me haconmutado la pena de muerte que debía aplicárserne, y que han padecidootros individuos de igual y menor complicidad que yo.

Al contemplarme vivo, cuando aquellos individuos han desaparecidopara siempre, en conformidad de las leyes existentes, mi confusión nosabe si asigne la causa de este fenómeno en un libro eterno, que contengael destino infalible y desconocido de los mortales, o bien en la arbitrariacontingencia de los acaecimientos humanos. ¡Oh mundo incomprensible!Todo parece que conspira a confundirme.

Es necesario deciros aquí, en obsequio de la imparcialidad del gobier-no, que yo he sido indultado de la pena capital en virtud de una garantíaque al intento se expidió, con la condición de que me presentara ydescubriese, según ofrecí, el plan y elementos de la conspiración.

Bogotanos: Es con el corazón dilacerado, suma pena en el alma y elllanto en los ojos que me separo de vosotros; nada más puedo deciros. Lamagnanimidad y clemencia del Libertador han confundido tanto miespíritu y mis ideas y tales son las presentes circunstancias, que ya no mees posible expresarme cual lo haría en época muy diferente.

Bien sé que varias personas y familiares me son deudoras de algunaslágrimas y males; mas yo espero que ellas me harán justicia. Un compro-metimiento, sí, un comprometimiento sagrado, a que no podía faltar porningún título, es responsable, de mi justificación en esta parte.

Bogotanos: Si algún aprecio merezco entre vosotros, permitidme osruegue que elevéis vuestras preces al Todopoderoso, para que no muytarde ponga término a mis desgracias, o por lo menos, para que alimentemi resignación en soportarlas.

Adiós, os dice vuestro cordial y afectuoso tanto como desventuradocompatriota. Bogotá, 13 de noviembre de 1828.

Pedro Carujo

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ADVERTENCIA

En el artículo "Conspiración del 25 de septiembre" que se publicó enla Gaceta de Colombia número 378 y que se halla en la página [sic] de estelibro dice que Pedro Celestino Azuero, ejecutado como reo de estaconspiración, había muerto impenitente. Personas respetables han des-mentido esta aserción, que entonces hicimos, apoyados en la generalidadcon que se propaló en esta ciudad y lo ponemos en conocimiento delpúblico en cumplimiento de nuestro deber.

PASTORAL DEL MUY REVERENDO OBISPO DE MERIDA.

Rafael, por la gracia de Dios y de la santa sede apostólica, obispo deMérida de Maracaibo, etc.

A nuestro venerable clero y fieles:

Desde que (hoy se cuentan ocho días) tuvimos las primeras noticias delo acontecido en la capital de la República el 25 del pasado, atribuladonuestro corazón, nada nos detuvo para comenzar pública rogativa, que anombre del gloriosísimo patriarca señor San José, por siete días hemoshecho en este monasterio de Santa Clara, con su comunidad y algunasalmas devotas que a el concurren; y cada catedral también nos haayudado con iguales preces nuestro muy venerable cabildo eclesiásticocon quien hoy en acción de gracias por la preservación de la vida de suexcelencia el Libertador presidente, celebramos el religioso acto de ento-nar el Te Deum, a que nos ha invitado el señor gobernador de la provincia. Cuál fue aquel acontecimiento, aunque está dicho en breves palabras,esto es una conjuración a mano armada, no podrá bastantemente com-prenderse sin traer a consideración, o más de la culpa en la extensión de sugravedad, las fatales e incalculables consecuencias en que nos hallaríamosya envueltos, si se hubiese verificado el intento. A la caridad se oponedicha culpa; ¿pero cómo? Rompiendo el vínculo de la sociedad, no el quese escribe en la carta de sus constituciones, o sistemas de gobierno, sino elvínculo, gente, ejecutor vivo, que sostiene esas mismas constituciones osistemas, tanto que no se exceden los teólogos en afirmar, es el últimogrado a que puede llegar el rompimiento de la sociedad civil, y sobre que

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no en vano nos instruyó Jesucristo, nuestro redentor, fuésemos prudentescomo la serpiente, que si expone todo el cuerpo, conserva la cabeza. Si,por cierto, horroroso crimen es la conjuración que detestamos, cumplien-do con el deber de perseverar cada uno y todos en junta unidos a lacabeza; porque por sus consecuencias, nada diré que vosotros mismos nohayais palpado en los frecuentes sucesos de invasiones o conmociones,que más o menos hasta ahora no olvidáis, y os sacan todavía lágrimas porsus males, que por no verlos repetidos quisiérais aún habitar con las fierasen los bosques. ¿Quién no padece? ¿A cuántos se calumnian? y el destierroo expatriación se abraza como misericordia. Dad, pues, pruebas de sudetestación con la obediencia. A ellos os persuadimos; a ellos encarecida-mente se dirigen estas letras; a ellos han tenido por objeto aquellas nues-tras preces, que por una vez mandamos hagáis todos los venerables curasen vuestras parroquiales en-el primer día festivo de concurso del pueblo, asaber: rezando las letanías de los santos, con las oraciones y pro quacum-que tribulacione concluyéndolas con los siete Padrenuestros y Avemaríasde los Dolores, y gozos del santísimo patriarca señor San José. Exhórtesecon repetición, instrúyase con celo, encamínense por vosotros los venera-bles curas a las almas que se nos están encomendados, con el buenejemplo.

Dada en la ciudad de Mérida de Maracaibo, a 19 de octubre de 1828.

RafaelObispo de Mérida de Maracaibo.

Por mandato de su señoría ilustrísima José María Barroeta, prosecretario.

CONTINUAN LAS CONGRATULACIONES AL LIBERTADOR.

República de Colombia.

Popayán, 13 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor Libertador presidente.

Excelentísimo señor:"Convencido, este cuerpo de la importancia de la conservación de

vuestra excelencia como el padre de la patria y como el único que puede

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sostenerla en las actuales circunstancias, le ha sido muy sensible quehombres ingratos hayan intentado perpetrar el horrendo crimen de asesi-nar a vuestra excelencia, consumando de este modo la ruina de la Repú-blica; pero al mismo tiempo ha sido muy satisfactorio que la Providenciavelando por la conservación de vuestra excelencia, le haya salvado en estavez del modo más prodigioso. Esta municipalidad se congratula con elpueblo que preside por tan feliz acontecimiento, y tiene el honor demanifestarlo a vuestra excelencia, con la efusión de gratitud que lo anima.Dios guarde a vuestra excelencia excelentísimo señor. Manuel V. Fajar-do, Mariano Rodríguez, Manuel Ramos, Manuel Ventura del Basto, JoséMaría Lemas Langacha, Manuel Cipriano Varela, Mariano AlvarezRamírez, José María Velasco, secretario.

República de Colombia. Cabildo eclesiástico de Popayán. Sala capitulara 18 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor presidente libertador, Simón Bolívar.

Señor. El cabildo eclesiástico de este obispado vio con sorpresa, ylleno del más profundo dolor, el crimen que se ha tratado de cometer en lapreciosa existencia de vuestra excelencia; y al saber, que se disipó laborrasca que amenazaba la interesante vida de vuestra excelencia, con lasmás dulces emociones de respeto y gratitud ha tributado gracias al cielo, yse complace de manifestarlo a vuestra excelencia con todos los sentimien-tos de su más acendrado amor hacia la persona de vuestra excelencia.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.Excelentísimo señor: Salvador, obispo de Popayán, Joaquín Fernán-

dez de Soto, Manuel Mariano Urrutia, Francisco José del Castillo, Fran-cisco Holguín, Domingo Belisario Górnez,

Excelentísimo señor Libertador presidente de Colombia.

Señor:La municipalidad y pueblo de Leiva, informados del terrible atenta-

do que se trató de ejecutar en la persona de su excelencia el 25 del pasadoseptiembre por la noche, ha mirado este crimen como el más horrendo y

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vergonzoso para Colombia, como el sello de la infancia y como unaatroz injuria hecha a los colombianos, a las naciones admiradoras de lasvirtudes y heroísmo de vuestra excelencia y en consecuencia se ha resueltopor la misma municipalidad y pueblo ofrecer nuevamente a vuestra exce-lencia su sumisión y respetos, como el digno magistrado de Colombia;demostrándole con la sinceridad debida, lo sensible e injurioso, que paraeste cantón ha sido este crimen, y el placer que siente de ver libre a vuestraexcelencia de tan feroces furias, por lo que se dispuso, y celebró una misacon acción de gracias con la majestad, patente a la que concurrió todo estepueblo a tributarlas al Eterno, y pedirle por la importante vida y éxitofeliz de vuestra excelencia.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.Leiva, 11 de octubre de 1828, 18º.Excelentísimo señor. José María Neira, Jacobo Pinzón, Manuel

María Barzas, Bautista Neira, Joaquín Neira, Isidro Castro, AgustínSuárez. Por el cantón de esta villa como procurador, Miguel CayetanoRojas.

Hasta el día 12 del que rige, por la tarde, no se recibió en esta la noticiadel señor ministro secretario de guerra, en que participa la horrorosaconjuración de los malvados en la noche del 25 del pasado septiembre yla preciosa conservación de la vida de vuestra excelencia. Este vecindariomanifestó el mayor regocijo y entusiasmo en sus vivas y aclamaciones,porque salvada la importante vida de vuestra excelencia con ella se hasalvado toda la República. El día de hoy se ha tributado la acción degracias al Todopoderoso por tan grandes beneficios, publicándose almismo tiempo el decreto orgánico que ha de regir como ley constitucionaldel Estado, y celebrando el día feliz en que vuestra excelencia ha aceptadoel mando supremo de la nación, porque estamos persuadidos que con laacertada dirección de vuestra excelencia todo revivirá y seremos felices.Nosotros así lo sentimos, y elevamos a vuestra excelencia esta manifesta-ción de nuestros corazones, pidiendo al Altísimo guarde y prospere lavida de vuestra excelencia muchos años. Floridablanca 19 de octubre de1828, l8º. Excelentísimo señor Domingo Gómez, J. Elías Puyana, JoséMaría Ordóñez, José Antonio González del Busto, Marcos Arenas,Bartolomé Quijano, Plácido Arenas, Noverto Consuegra, Luis González,Pablo Diques, Alberto Arenas, Vicente Arenas.

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República de Colombia. Comandancia de armas de la provincia.

Mérida, 17 de octubre de 1828, 18º.

Señor secretario de Estado del despacho de la guerra.

Luego que recibí el oficio de vuestra excelencia de 26 de septiembreúltimo, en que se sirve comunicarme el atentado horrendo de algunosdesnaturalizados colombianos, que seducidos con la esperanza halagüe-ña de elevarse sobre las ruinas de la pa tria y para libertarse del condignocastigo de sus crímenes, no deliberando, ni deteniéndose en la adopciónde cualesquier medios, por inicuos que fuesen, con tal que condujesen asus perversas miras, trataron de asesinar al Libertador presidente como elúnico hombre que, reuniendo alrededor de sí las aclamaciones del puebloy los votos de toda la nación, posee la autoridad y el poder suficiente parareprimir la malignidad desenfrenada de los traidores, me apresuré ahacerlo trascedental en esta provincia para que sus habitantes estuviesenprevenidos contra las falsas o exageradas noticias que pudieran difundir-se, con el objeto de turbar la tranquilidad pública u otros perversos fines,y a la vez encareciéndoles por mi parte, la necesidad en que estábamosahora, más que nunca, de ponernos bajo la protección del padre de lapatria, al ver la enormidad del delito cometido por tan viles asesinos, elejemplar castigo que tenían merecido y los motivos de gratitud queteníamos para con el Ser Supremo, por haber conservado en esta ocasiónla vida del Libertador. Tal acontecimiento ha llenado de consternación aestos pueblos, y sus viles autores se miran con execración; y por lascantes taciones que he recibido se manifiesta la adhesión de esta provinciaa su excelencia el Libertador, en cuyas manos han depositado toda laautoridad que pueda ser necesaria para salvar la patria y darnos unaorganización capaz de prevenir en el sucesivo iguales males. Lo participoa vuestra excelencia en contestación.

Dios guarde a vuestra excelencia.D. J. Jugo.

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República de Colombia. Departamento de Cundinamarca, Comandan-cia de armas de Antioquia. Cuartel principal.

Medellín, a 8 de octubre de 1828.

Al excelentísimo señor secretario de Estado en el despacho de la guerra.

Por la nota de su excelencia fecha 26 del mes que terminó, quedoimpuesto del aleve y espantoso designio de asesinar a su excelencia elLibertador presidente maquinado por algunos traidores y perjuros; peroque afortundamente burlados en su intención, y ahora tristes y víctimasde la jus ticia vengadora serán el blanco de las imprecaciones de todo buencolombiano: yo acompañaré gustoso a los que lloran los coroneles sacrifi-cados en esta funesta noche, Fergusson y Bolívar, sin desentenderme delinfortunio del teniente Andrés Ibarra: ellos son mis compañeros dearmas, y este tributo de sentimiento me lo inspiran el deber y la gratitud,pero será preciso, señor el restituirme para congratularme con su excelen-cia por la feliz supervivencia de su excelencia el Libertador presidente, através de los peligros de que fue presa en aquellas horas desgraciadas.Verdaderamente, señor, este pueblo estaba alarmado con una noticia tanhorrenda y esperaba el correo con impaciencia; pero ahora tengo elhonor de asegurarle a su excelencia que queda tranquilo y si sienteextremamente sucesos tan tristes, parece que al reflexionar que su exce-lencia el Libertador se haya salvado de una muerte que probablementepresagiaría los funerales de la República, calma algún tanto sus pesares.

Quedo de su excelencia con la más alta consideración, su más atento yobediente servidor. Dios guardea su excelencia. El coronel y comandantede armas.

Salvador Córdova.

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República de Colombia. José Antonio Páez,jefe superior civil y militar deVenezuela.

Cuartel general en Valencia, a 24 de octubre de 1828.

Al señor secretario de Estado en el despacho del interior.

No es posible pintar a vuestra señoría las sensaciones de dolor queexperimenté al leer las primeras líneas de su oficio fecha 26 del mespróximo pasado, número 88, que contiene un suceso verdaderamentelamentable y funesto. La resolución y descaro de los facciosos me repre-sentan muy al vivo el peligro inminente en que se vio la vida de suexcelencia el Libertador, y del que solo la Providencia que vela sobre ella,y sobre los destinos de Colombia, pudo salvarla en aquel momento. Micorazón se ha afectado demasiado al considerar el cúmulo de males a quenos hubiera reducido el horroroso atentado de esos perversos. Este y lamuerte dolorosa de los señores coroneles Fergusson y Bolívar, y lasmortales heridas del subteniente Ibarra, nos enseña bastante, cuandodebemos estar precavidos contra los actos de perfidia y desesperación aque puede inducir a ese partido criminal, la certeza del castigo que esperaa sus cómplices, no menos que las medidas fuertes y enérgicas a que se veobligado el gobierno para presentar a los pueblos un escarmientoejemplar.

Al hacer a vuestra señoría esta manifestación, añado mis sincerascongratulaciones por la decidida protección que el Todopoderoso dis-pensó al padre de la patria, salvando de un modo prodigioso del casiinevitable peligro en que se vio; y en prueba de reconocimiento a estebeneficio, se harán acciones de gracias en todos los cantones que estánbajo mi autoridad superior.

Lo digo a vuestra señoría en contestación a la nota citada. Diosguarde a vuestra señoría.

José Antonio Páez.

Excelentísimo señor Libertador presidenteLos magistrados, empleados y vecinos de la ciudad de Ibagué, provin-

cia de Mariquita, en el departamento de Cundinamarca, tienen la honrade dirigirse a vuestra excelencia y expresarle a la vez los sentimientos de

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sus corazones. Cuando este pueblo se dirige al Libertador de Colombia,al padre de la patria, no dada ni por un momento, sea acogida conbenignidad por ese gran corazón, esta pública y espontánea manifesta-ción, pues ella es pura y sincera.

Cuando las pasiones exaltadas por un puñado de facciosos queríanderrocar el sólido edificio que vuestra excelencia había construido des-pués de inmensas fatigas y sacrificios; cuando entronizada la maldad enausencia de vuestra excelencia nos presenta un horroroso espectáculo queamenazaba anegarnos en un diluvio de males; cuando, en fin, iba a serdespedazada la República de Colombia por la guerra civil; entoncesvuestra excelencia de más allá del Ecuador, en donde se ocupaba enlibertar otras regiones esclavizadas, y en donde arrebataba el despotismoespañol dos naciones poderosas y opulentas; oyó los lamentos de su hijapredilecta, voló a su socorro, y topándola casi exánime le dio nuevo ser ynueva vida. Desde el momento en que Colombia tuvo en su seno a suLibertador, ella volvió a contar con su libertad, y la guerra civil desapare-ció con su presencia. Desde entonces nos lisonjeábamos con un porvenirdichoso y placentero; pero el genio del mal obraba silenciosamente, y elespíritu de ingratitud e iniquidad aún permanecía oculto. El espantoso yextraordinario suceso del 25 de septiembre último, por la noche, nos hadado a conocer que existían malvados entre nosotros. Estos atentaroncontra la preciosa vida de vuestra excelencia; pero la Providencia que velasobre ella, no les permitió que consiguiesen sus pérfidos intentos. Elpueblo de Ibagué, lleno de júbilo, y cuando acaba de dar gracias alOmnipotente por la conservación de la vida de vuestra excelencia seapresura a congratularle, y a protestarle, que él, consecuente a sus princi-pios, ofrece sacrificarse en masa por la vida de vuestra excelencia. Estosson, excelentísimo señor los sentimientos que abrigan los corazonesibaguereños; y he aquí, señor, el motivo justo con que elevamos a losoídos de vuestra excelencia esta manifestación.

Ibagué, 10 de octubre de 1828.Excelentísimo señor. Apolinar García, Vicente Rengifo, Félix Arias,

Gregorio Clavijo, Fernando Bonilla, Pedro Salamanca, Miguel Zetina,Domingo Bolaños, secretario, jueces parroquiales, Joaquín Méndez,Nicolás Carvajal, cura vicario, José Silvestre Vega, Antonio Blanco,Manuel M. Blanco, Agustín Quintero, Esteban M. Quintana, FermínBarón, doctor Manuel A. Camacho.

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(Hay 48 firmas de particulares, sin contar con los que firmaron aruego.)

Excelentísimo señor:Habrían pasado ya muchos días que los infrascritos hubieran llenado

el grato deber que les impone su adhesión y entusiasmo hacia la personade vuestra excelencia, y al propio tiempo los más caros intereses de lapatria, pero el modo con que se dirigieron a vuestra excelencia el jefemunicipal de este cantón, y una pequeña fracción de sus vecinos, habíasatisfecho nuestro vehemente deseo, creyendo que aquella exposiciónhabía sido elevada a vuestra excelencia por solo el jefe municipal, y anombre de este cantón, según lo afirmó él en la carta que original nostomamos el permiso de elevar a vuestra excelencia con dos documentosmás, que comprueban la realidad de los hechos.

Al presente, excelentísimo señor, queremos manifestar a vuestra exce-lencia el horror con que hemos sabido los trágicos y escandalosos sucesosque tuvieron lugar en esa capital, la noche aciaga del 25 del últimoseptiembre. Con la vida preciosa de vuestra excelencia la República se havisto en el borde de su ruina: mas el Todopoderoso, siempre guardían dela existencia del ilustre Libertador de Colombia, desvió los golpes de losrevoltosos, para arrancar a esta de entre los brazos sanguinarios de laanarquía. La conservación de vuestra excelencia nos es tan querida comola de esta patria, fruto de tantos sacrificios. Reiteramos nuestros votos deconfianza y de consagración al ciudadano predilecto; que ha prodigadobrillantes muestras de desinterés y de sublime patriotismo; estamosdispuestos a emplear nuestros esfuerzos y nuestro pequeño valor para elsostenimiento del gobierno y custodia de la persona, que tan admirable-mente ha conducido al pueblo colombiano.

Rogamos a vuestra excelencia encarecidamente se digne aceptar estoscordiales y afectuosos sentimientos de los que se honran de ser, de vuestraexcelencia, obedientes y humildes apasionados.

Dios guarde a vuestra excelencia.Vélez, 21 de octubre de 1828.Excelentísimo señor. Joaquín Vanegas, alcalde segundo municipal.

José Antonio Camacho, municipal segundo. Pedro Angula, municipaltercero. Juan B. Pinzón, municipal cuarto. Miguel Alvarez, municipalquinto. José Manuel Rosillo, secretario municipal, fray Rafael Maldona-

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do, prior del hospital, José María Correa, cura de Chipatá, José CasimiroSánchez, cura de Guabatá, José Angulo, admistrador de correos, PedroOlarte, administrador de tabacos, José Antonio Pinzón y Currea, juez dediezmos, Miguel Galeano, alcalde de Chipatá, Tadeo Franco, RamónFranco, Carlos Ulloa, Ignacio Olarte, Vicente Vanegas, Ramón Cama-cho, alcalde de Ture, Francisco Morales, Miguel Antonio Triana, JoséMaría Ulloa, José Simón Pinzón, José .Julián Camacho, José ManuelLuenga, Gregorio Galindo, Buenaventura Llanos, alcalde comisario,José M. Ordóñez, alcalde de La Paz, José Vicente Bustamante, FranciscoOlarte, José Joaquín Ortiz, José M. Olarte, alcalde comisario, JoséIgnacio Quintero, escribano público, Francisco Javier Pardo, GabrielAlvarez, Andrés Vicaria, Nicolás Pinzón, Manuel Venegas, José M.Pinzón, Fernando Vanegas, José Ignacio Fernández Nepomuceno Ar-güello, Gregorio Murillo, Juan Pinzón, Ramón Vanegas, Benito Vane-gas, Manuel Gerónimo Castañeda, José Vanegas, Camilo Vanegas, Euse-bio J. Amaya, cura del Puente Nacional, Felipe Pinzón, José A. Pinzón,T.e. Pinzón, Ambrosio Pinzón, Vicente Acevedo, síndico de PuenteNacional, Francisco Antia, Bernando Reaño, alcalde de Puente Nacio-nal, Mariano Pinzón, José A. Espinosa, Carlos Beltrán, Bernardo Olarte,presbítero, Nicolás Pinzón, Saturnino Montero, Ignacio Beltrán, Rude-cindo Gaitán, Ignacio Salas, Matías Moyano, Domingo A. Telles, Ra-món Bonilla, Juan N. Telles, Andrés Tejero, Leonardo Pinzón, AntonioJ. Pinzón. J. Miguel Camacho, J. M. Vargas, Cosme Olarte, José VíctorVargas, Juan A. Olarte, Tobías Pinzón, Salvador M. Pinzón, IgnacioPinzón, Juan Andrés Pinzón, Mariano Camacho, José Nicolás Calderón,José Agustín Camacho, Carlos Ulloa, Justo Antonio Acevedo, EugenioPinzón.

Excelentísimo señor:La municipalidad de Santa Marta, que hace mucho tiempo cifra en

vuestra excelencia sus esperanzas como conservador del bien, y el mentorde un mundo, ha visto con asombro que traidoras manos intentaron lanoche del 25 próximo pasado contra la vida de vuestra excelencia, proyec-tando sumergirnos en una época de anarquía cuyas consecuencias noaparejan sino la orfandad, la disolución y el llanto; pero la DivinaProvidencia que conserva a vuestra excelencia para Colombia, ha burla-do tan criminal empresa, dejando en confusión y espanto a los traidores.

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Por tan feliz resultado el pueblo de Santa Marta tributó inmediatamenteal Ser Supremo las debidas gracias y se felicitó a sí mismo con la sincerarenovación de la protesta que de buena fe consiguió en el acta, celebradael 27 de junio de este año, de sacrificar gustosamente por la necesaria yfavorecida existencia de su Libertador sus personas e intereses. Diosguarde a vuestra excelencia. Sala de la municipalidad de Santa Marta, 18de octubre de 1828. Excelentísimo señor, Joaquín de Mier, Juan E.Guerra, Francisco Capella, Juan García, J. Sebastián Martínez, BIasUjueta, J. M. del Castillo, José Catalina Noguera, secretario.

Excelentísimo señor Libertador presidente.

Excelentísimo señor:La municipalidad del cantón de Rionegro, después de haber ofrecido

sus votos religiosos, a los pies de los altares, por el prodigioso desenlacede los sucesos del 25 de septiembre último, ha creído su deber manifes-tar a vuestra excelencia los más cordiales afectos de sus habitantes.

La impresión general que causó en nuestros corazones la primeranoticia de aquel horrible atentado, no puede compararse, sino con la deaquellos desgraciados náufragos que llegan al puerto de su salvación;pero sin poder olvidar los peligros de la tormenta. Una mezcla de sensa-ciones de complacencia y de espanto, de horror y de consuelo se veíageneralmente en todos los semblantes. La ruina de la República entera ysu milagrosa restauración; la orfandad en los colombianos y el dulceplacer de no haber perdido a su padre común, sino por una triste ymomentánea ilusión; los puñales parricidas amenazando la existencia dequien la ha dado a tres Repúblicas opulentas y la mano de Dios repelién-dolos con denuedo, he aquí, excelentísimo señor la lucha de nuestrasansiedades y de nuestro regocijo.

No ofreceremos señor, el asilo pacífico de este cantón para la segu-ridad de vuestra excelencia porque estamos ciertos de que vuestra exce-lencia lo tiene en los corazones de todos los colombianos, y mucho más enla diestra del Todopoderoso que siempre le ha protegido con particularesesmeros; pero vuestra excelencia que es el árbitro de nuestros destinos,debe contar con nuestros desvelos, con nuestras fortunas y con nuestrapropia vida. Vuestra excelencia no ignora que en todos los ángulos de laRepública resuena su nombre con admiración y entusiasmo; y que a

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excepción de un corto número de desnaturalizados, a quienes la mismatierra sostenía ya con aversión, los pueblos enteros son idólatras devuestra excelencia.

Dígnese vuestra excelencia aceptar nuestras más sinceras congratula-ciones y nuestros más profundos sentimientos de amor, de fidelidad y derespeto.

Dios guarde a vuestra excelencia.Rionegro, 20 de octubre de 1828.Excelentísimo señor. Félix J. de Isaza, Luis Salazar, Juan N. Echave-

rri , Juan de Dios Vallejo, Pedro Saravia , José María Londoño, EmigdioEcheverri, Juan G. Alvarez.

Excelentísimo señor:El 8 del presente fue el día de la mayor consternación y angustia para

los vecinos de Piedecuesta que suscribimos. Supimos por un pasajero queuna ingratitud mostruosa se había armado de puñales, y que con ellos sehabía abierto campo para asesinar. .. ¡Nos estremecemos, señor, al recor-darlo! [para asesinar al padre de la patria, y a quien tantas veces ha sido suredentor! Entendimos que la sublevación principió la noche del 25 deseptiembre; pero que se Ignoraba el término de ella, y la suerte de vuestraexcelencia. Nos ahogamos, señor, entre la vehemencia de nuestros deseos,los tormentos de la incertidumbre y la amargura de nuestras reflexiones.Dudábamos de la existencia del Libertador y en ninguna parte encontrá-bamos a la República. Pero de repente, pareció que vuestra excelenciaestaba en medio de nosotros, o que el nombre de vuestra excelenciasiempre inmortal nos animaba; y un deseo uniforme, anticipando el díaseñalado para tal acto, reunió a todos los empleados, y delante de Dios ydel pueblo juramos obedecer solamente las órdenes de vuestra excelencia.Al tercer día se nos dio noticia segura de haberse salvado la patria, pues sesalvó vuestra excelencia; y entonces la confusión se trocó en gozo yalegría. Colmándonos todos de recíprocas felicitaciones y de abrazos,fuimos al templo para bendecir a la Providencia bienhechora que habíadado nuevos días de vida a vuestra excelencia, a Colombia y a nosotros.Inmediatamente es que dirigimos a vuestra excelencia esta letra de con-gratulación. Aunque ninguna pluma sea capaz de expresar nuestrosafectos, no podemos, sin embargo, resistir al amor filial que nos imprimeel movimiento. Queremos aumentar a vuestra excelencia la satisfacción a

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que es acreedor el jefe a quien rodea la voluntad nacional y gozarnosotros mismos la que nos dejan la rectitud y la firmeza de nuestraconducta.

Picdecuesta, 11 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor. El jefe de policía Francisco de Paula Orbegoso,el jefe municipal, Miguel Mantilla, el alcalde primero municipal, RamónArenas, el alcalde segundo municipal, Carlos Luna, Lorenzo Serrano,municipal primero, Justo García, municipal segundo, Cruz Figuero,municipal tercero, Carlos N. del Castillo, secretario municipal. El procu-rador municipal, Francisco Ramírez, el factor de tabacos, Pedro Canal, eladministrador de tabacos, Felipe Salión, el administrador de correos,Antonio Canal, José María Mantilla, Pedro Gómez, Ramón Serrano, elpárroco Nepomuceno Guevara, Juan A. Carúa, Miguel Verenguer, Juande Dios Ordóñez, José Esteves, Máximo Mantilla, J. Manuel Padilla,Clemente Domínguez, Miguel Wenceslao Mantilla, Germán Calderón,Lorenzo Céspedes, Luis Amaya, Pedro Landines, Clemente Calderón,Juan José Borda, Pedro Ignacio Luna, José Calderón, Vicente RamosJulián Ruiz, Fernando Rey, Ignacio José Mantilla, José Antonio Manti-lla, Carmelo Ramos, Francisco Joaquín Mantilla, José Ignacio Mantilla,Valentín Mantilla, Manuel Ortiz, Felipe Rodríguez, Nepomuceno Manti-lla, Carlos Mantilla, Pedro J. Mantilla, Francisco Nava, Gerónimo Man-tilla, Santiago A. Mantilla, José María Luna, Fernando Mantilla, Agustín,Mantilla, Pedro Alcantar, Andrés Mantilla, Bautista Martínez, JoséIgnacio Mantilla, Lucas Gómez, Antonio Mantilla, Francisco B. Serra-no, Juan G. Mantilla, Juan Eugenio Rey, Vicente Matilla, José DoroteoGarcía, Cayetano Mantilla, Pablo Rey, Bautista Uribe, Luis Terán,Celestino Mutis, Apolinar Mantilla, Juan Eugenio Pérez, Rafael Manti-lla, J. Nepomuceno Rey, Agustín Aranda, Carlos Mantilla, Rafael Dul-cey, Pantaleón Canal, Francisco Borja, Juan Francisco Gómez, JuanAntonio Rodríguez, Fernando Rey, Baltazar Rojas, José Buitrago, Cris-tóbal Mantilla, José Mutis, León Mantilla, Fernando Moreno, SilvestreArenas, Luis Gómez, Bartolomé Araque, Justo Moreno, Toribio Flores,Pedro Flores, Bernardo Moreno, Manuel Rodríguez, Salvador Serrano,José Joaquín Mantilla, José Antonio Navas, Fernando Ramos, Francis-co de Paula Arenas, José Orbegoso, Juan Porras, Gavina Moreno,Celedonio Mantilla, Alcántara Arenas, Juan Céspedes, Félix Ríos, Agus-

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tin García, Crisóstomo Ordóñez, Esteban Navarro, José Melo, FranciscoRueda, José María Nava, Remigio García, Cruz Rico, Francisco de PaulaMantilla, Ramón Hijuelos, Germán Valenzuela, Calixto Mantilla.

BANDO DE LA INTENDENCIA.

Pedro Alcántara Herrán, intendente, etc.Por cuanto la maledicencia ha sido el arma que se ha empleado

siempre para ofender el crédito del gobierno, perturbar el orden público,y dividir a los ciudadanos, que son los únicos apoyos con que deben con-tar las Repúblicas para asegurar su tranquilidad y su dicha; no pudiendotolerarse que en circunstancias en que más se necesita propender a unaperfecta concordia, a la vista del estrago que causan las pasiones, ycontribuir con nuestros reunidos esfuerzos a salvar el buen nombre denuestra querida patria, se intente frustrar las sabias disposiciones, conte-nidas en los decretos de vuestra excelencia el Libertador presidente, del 21de noviembre de 1826, y de14 de noviembre último. Por tanto, autorizadocompetentemente, y como responsable de la seguridad del departamento;ha venido en decretar y decreto:

Artículo l'', Las personas que se reunieren en sociedades secretas, lasque hubieren proporcionado el local, y las que fueren sabedoras delhecho y no dieren parte a esta intendencia, serán juzgadas comoconspiradores.

Artículo 2º. El individuo que descubra al gobierno cualquiera de estasjuntas clandestinas, además de una generosa recompensa, obtendrá entestimonio público que acreditará su acendrado patriotismo.

Artículo 3º. Toda persona que se encontrare por las calles con armas,no estando autorizada por su profesión, o por expreso permiso de laautoridad para llevarlas, será tenida por sospechosa, y como tal castigada.

Artículo 4º. Son perturbadores del orden público, y serán juzgados,con todo el rigor de las leyes, los que, bajo cualquier aspecto, divulguenespecies y rumores alarmantes.

Artículo 5º. La intendencia cuenta con el auxilio de la fuerza armada,y con la cooperación de la comandancia general contra todo tumulto queintente turbar la paz de los ciudadanos.

Artículo 6º. Los señores jefes de policía, jefe político municipal, losalcaldes y demás empleados y agentes de la policía velarán en el cumpli-

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miento de este decreto, siendo responsables de la más ligera omisión aque dieron origen por su parte.

Dado en Bogotá, a 5 de diciembre de 1828.

Pedro A. HerránPedro Herrera. secretario.

Bogotá, 4 de diciembre de 1828.

El Libertador ha salido de esta capital el 30 del próximo pasadonoviembre para la provincia de Neiva, con el fin de atender más de cerca ala destrucción de los facciosos de Patía; con este motivo ha dado elintendente de este departamento la siguiente proclama:

Pedro Alcántara Herrán, intendente.

A los habitantes de Cundinamarca.

Cundinamarqueses: los miserables facciosos que han profanado elsuelo de la ilustre Popayán, no merecen la atención del primer soldado dela América; pero él jamás puede olvidarse que es el padre de Colombia,él solo economiza un ejército, y su presencia los destruirá para siempre.

Conciudadanos: Yo os recuerdo, a nombre de la patria, que parasostener al héroe que nos ha dado libertad; al que mantiene la existenciade Colombia; al hombre necesario en la República, estamos obligados acuantos sacrificios pidan las circunstancias, no es él quien los demanda,sino la patria misma, para la conservación de vuestros derechos. Yo oshablo, amigos míos, con decisión, seguro de que haréis vuestro deber,siempre que se ofrezca, porque Cundinamarca no desconoce sus verdade-ros intereses.

Bogotanos, naturales y vecinos: ¿Os podría yo responder de vuestraseguridad, si no contase con vuestros propios esfuerzos? Jamás he tenidotal osadía. Os presento sí, con firmeza, el estandarte de nuestra felicidad;religión, patria, Bolívar para que los defendais, ¿y unidos a él qué temere-mos? Por mi parte os lo juro, y sea Colombia testigo, que mi sangre será la

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primera que se derrame, si la de alguno es conveniente, en obsequio devuestra tranquilidad.

Bogotanos: alerta contra los pérfidos que a vuestra costa intentenalguna vez saciar su ambición. Un ejemplo bien reciente os dice lo quepuede esperarse de ellos. ¡Monstruos abominables, que despreciaron conanticipada insolencia las lágrimas y la sangre de sus hermanos! Perdonad-me que os haya afligido, de paso, con el cuadro más horroroso que hatrazado la maldad; pero es la experiencia quien os clama con energía, quehagáis uso de él para vuestro bien. ¡Tiemblen, pues, los enemigos delorden, porque Bogotá será inexorable!

Pedro A. Herrán.Bogotá, 30 de noviembre de 1828 18º.

CONSPIRACION DEL 25 DE SEPTIEMBRE.Popayán, 1828 18º.

Es una ramificación de ella la sublevación de los coroneles Obando yLópez, en Popayán. Comprometidos con la facción patricida se pusieronde antemano en estado de auxiliar su atroz empresa, y luego que supieronel resultado que tuvo, habiéndose descubierto, como en efecto lo han sidopor las declaraciones de los conjurados, temiendo el castigo que lesamenazaba, ejecutaron sin esperanza ya, la que debían haber verificado,si el éxito hubiera correspondido a los planes que tenían.

Habiendo quedado Obando encargado de la comandancia de armasde Popayán por unos días, mientras el intendente comandante general deldepartamento anduvo por el valle del Cauca, se aprovechó de la ocasiónpara sacar las armas y municiones que quiso del parque de aquellaciudad, para llevarlas a su hacienda, que está en el territorio del Patía, adonde las tenía preparadas para cuando llegase el caso. Poco despuésvolvió el intendente a Popayán y le pidió licencia Obando, y la obtuvopara ir a su hacienda, sin otro objetivo, sin duda, que el de pasar acomprometer a los antiguos guerrilleros del Patía, cómplices de losexcesos y de las maldades del mismo Obando en aquel territorio, durantela guerra de la independencia, para que le ayudasen en su criminaldesignio. El éxito manifiesta que consiguió comprometerlos: no era difícilinducir a la maldad a hombres habituados al pillaje, a los asesinatos y atoda suerte de crímenes.

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Entretanto el coronel López permaneció en Popayán, esperando elmomento en que debía obrar según los planes formados, y a que él mismohabía concurrido en Ocaña. Llega la noticia de lo acaecido aquí en lanoche del 25 de septiembre y que el Libertador se había salvado, y nopudiendo ya hacer nada en Popayán, marcha al Patía, se reúne a Obando yarmando a los malvados que habían comprometido, vuelven sobre Popa-yán, que intentan tomar por asedio, y no habiéndolo conseguido, sepreparan a tomar la ciudad por la fuerza. En efecto, hubo combate el 12de noviembre último, cuyos detalles aparecen en el parte del intendentecomandante del Cauca, que insertamos a continuación ya virtud del cualhan podido ocupar a Popayán. La victoria se declaró por la maldad, perosu duración será muy corta, y pronto serán castigadas la osadía e iniqui-dad. Están ya en marcha fuerzas considerables; los pueblos del valle delCauca permanecían tranquilos y sumisos a la autoridad suprema; y elgobierno cuenta con su lealtad y con las fuerzas física y moral de toda laRepública para restablecer el orden alterado momentáneamente en aque-lla parte.

Es indudable que el plan de estas insurrecciones ha sido concebido yformado en Ocaña por los que allí, y muy de antemano, intentaron laguerra civil entre los colombianos, destruir la República y aniquilar a lospueblos solo por saciar sus pasiones, y sobreponerse al Libertador, contraquien han asestado sus tiros criminales. La declaración del doctor Igna-cio Muñoz, compañero del ex general Padilla en la conmoción de Carta-gena en marzo último, yen su viaje a Ocaña, dada en la causa que se siguióal mismo Padilla, manifiesta el proyecto de que hablamos, y la insertamosa continuación para conocimiento del público.

Se contó desde entonces con la cooperación del coronel Hilaría Lópezpara levantar una guerrilla en el Cauca. El se hallaba en Ocaña comodiputado en la convención, y ha sido tal el respeto del Libertador a la ley,que a pesar de tener estas noticias, y solo porque López era inviolablehasta su vuelta a Popayán, se abstuvo de proceder contra él, y le permitióseguir a donde se sabía que podía ser perjudicial. Es preciso se avergüen-cen los que se han atrevido a llamarle tirano; tirano un hombre que así seconduce, y que aún sabiendo los planes urdidos por la maldad, no seatreve a desbaratar\os, porque una ley concedía la inviolabilidad; [aun-que no para trastornar el orden público a los diputados de la convención!Solo los asesinos de la noche del 25 de septiembre, solo los autores y

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promovedores de ese horrendo atentado; solo los malos y los que bajo elropaje augusto de la libertad han querido introducir la licencia, la inmo-ralidad y el más desenfrenado libertinaje para dominar por estos medios,han podido apellidarle tal.

López es bien conocido por su insubordinación, por su petulancia ypor su atrevimiento. Sin la lenidad de nuestros tribunales hace tiempo queél estuviera degradado y en presidio por lo menos. Tales penas merecíapor el cúmulo de excesos que en un solo acto cometió contra el generalOrtega, comandante general del Cauca; pero se le mira con compasión, yél ha podido ir a Ocaña de diputado, concurrir a la formación de planesparricidas y volver a ejecutarlos.

No es menos conocido el coronel Obando. Enemigo constante de laindependencia de su país, cometió atroces maldades, acaudillando a lospatianos; fue cómplice de los robos y asesinatos que perpetraron enton-ces, y hubiera continuado en ellos si el Libertador no sigue al sur el año de1822. Entró entonces su excelencia en comunicaciones con él, le llamó, lehizo conocer sus errores y sus delitos; y no solo le perdonó los que habíacometido, sino que le admitió al ejército de la República con el mismogrado que tenía en el español, y aun le prodigó auxilios que le salvaron lavida en circunstancias de que el ejército, y el mismo Libertador, losnecesitaban para no perecer. El ha servido desde entonces en diversosdestinos, en su carrera ha sido ascendido; pero su genio no le podíapermitir la quietud. Acostumbrado al desorden y al crimen, debía prestarsu apoyo a toda empresa desorganizadora. El ex coronel Guerra habíaestado en comunicación con él sobre este particular hacía mucho tiempo,según lo ha declarado el ex comandante Carujo.

Estos dos oficiales y su guerrilla, colocados entre Popayán y el Patía,han cometido los más grandes excesos. Los correos del sur han sidodetenidos por ellos, y se han robado los intereses que conducían. Hanviolado la correspondencia pública y privada, saqueado las haciendas ydispuesto a su arbitrio de las propiedades. Tales son los hombres que sedicen defensores de la libertad y de la ley, y sostenedores de los derechosde sus conciudadanos; y tales son los instrumentos de que se ha valido unafacción criminal, enemiga del orden público, de la moral y de su patria aquien ha querido destruir.

Obando, en una de sus proclamas, habla de la protección que espera-ba y le había ofrecido el gobierno del Perú. La facción a quien sirve y de

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quien ha sido el agente ha contado con ese apoyo; y ha llamado a ungobierno extraño que tiene aspiraciones al territorio de la República; yque la debe una suma considerable, que no quiere satisfacerla, para queintervenga en los negocios del país. Ella se ha valido de agentes españoles,como Horment y Arganil, para que la ayuden en sus inicuas empresas; yella hubiera sido capaz de sacrificar la independencia, la libertad, sugloria y el honor de Colombia y de entregarla a extranjeros y a enemigospara contentar sus abominables pasiones. Felizmente la Providencia halibertado a la República de estos asesinos y frustrado todos sus planesparricidas: ya ellos no tendrán el placer de ver reducida a servidumbre auna nación a quien la Divinidad protege tanto; y la guerrilla que haocupado a Popayán será muy pronto exterminada y destruidos parasiempre los malvados que la componen.

Sabemos de positivo que los pueblos, a excepción de muy pocos delvalle del Patía, no han tomado parte en esta sublevación. Las provinciasde Pasto, Buenaventura, Chocó y el valle del Cauca estaban en quietud ytranquilidad, y de la primera marchaban fuerzas contra Obando; será portanto muy efímero el triunfo que ha conseguido y sus resultados nopasarán de Popayán.

Hemos tenido que detenernos en este artículo por dar una idea delorigen, progresos y carácter de la sublevación de que hemos tratado, yconcluimos repitiendo con Cicerón: "Aquel a quien puedan complacer ladiscordia, la matanza de los ciudadanos, y la guerra civil, en fin es incapazde amar ni el hogar privado, ni las leyes públicas, ni los derechos de lalibertad, y juzgo que debe proscribírsele del número de los hombres, yexterminarlo hasta los últimos confines de la naturaleza humana".

PARTE DEL INTENDENTE, COMANDANTE GENERAL DEL CAUCA

Intendencia y comandancia general del Cauca.

Pedregal, 19 de noviembre de 1828.

Al señor general ministro secretario de la guerra.

A la fecha estará vuestra señoría impuesto de las desgracias ocurridasen el departamento del Cauca; pero como varias de mis comunicaciones

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han caído en poder de los enemigos, haré una recapitulación de lossucesos acaecidos, desde el l º del corriente mes, hasta la fecha, para quese sirva vuestra señoría elevarla al conocimiento de su excelencia elLibertador presidente y que recaiga la urgente resolución que es ne-cesana.

En el citado día l º contaba la comandancia general del Cauca con 666hombres disponibles, siendo 290 milicianos de la capital, 40 del escua-drón voluntario de Bolívar, 205 de húsares, 20 artillería, y 181 de lancerosde Cabal, consistiendo la baja de la fuerza respecto de los cuatro díasanteriores en la deserción de 27 hombres y enfermos pasados al hospital;por cuyos accidentes y la ninguna noticia que se tenía de la capital de laRepública, ni aun del recibo de los partes dados al supremo gobierno, almismo tiempo que se presentaba el enemigo y recorría los arrabalesaudazmente, empezaron a sentirse los síntomas de la desmoralización yseducción más activa, que con sus relaciones tenía establecida aquel en laciudad.

En estas circunstancias nada omití que condujese a impedir un rompi-miento; ofrecí a los cabecillas completa garantía a nombre del gobiernocon tal que disolvieran la facción, restituyendo el buen orden, y losintereses de los correos del sur que habían sorprendido. Para decidirloscomisioné cerca de ellos al jefe del estado mayor, comandante Lino dePombo instruido de cuantas razones y argumentos podían asegurar sutriunfo. Antes proveí y publiqué el decreto, que en copia dirigí oportuna-mente a vuestra señoría, contraído a reprimir la audacia de los revoltosos,sin cerrarles las puertas de la reconciliación. El resultado de todo tue queme contestasen conjurándome a que me pusiese a la cabeza de la revolu-ción, ofreciéndome que se me reconocería intendente constitucional,tomando la comandancia el general Obando, con mil otras proposicionesde garantía a mi familia, que no acompaño por haber dejado guardadosestos documentos. Semejantes invitaciones hicieron aquellos anarquistasal señor coronel Murgueítio en pliego separado, que consignó ese jefe a lacomandancia general. Yo contesté que ni mi fortuna, ni mi familia, ni miexistencia misma, me harían separar una línea de la senda de mi deber y demi honor.

Este cuadro ominoso me convenció de la rapidez con que inevitable-mente a su ruina la seguridad pública y de la necesidad de buscar elremedio en un combate, que hacía probablemente feliz la decisión yvalor

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de la oficialidad. Me confirmó en esta resolución la orden del gobiernosupremo, sobre que se destruyese la facción del Patía, que recibí el día 11por la tarde, por medio del correo ordinario, para cuya protección yentrada a la ciudad, fue preciso que saliese a Rioblanco el señor coronelMurgueítio con 50 caballos, a resistir las tentativas que el enemigo hizopara sorprenderlo; habiendo dirigido de antemano un ayudante mío aque lo desviase desde Guanacas, y con cuya precaución se impidió quecayese en las diversas celadas que obstruían los caminos públicos.

El 11 el jefe de día salió a reconocer al enemigo que ocupaba el ejido, ytrabando una escaramuza con cuatro hombres que llevaba, fue cargado,por 30 que le mataron uno, quedando aquel en sus posiciones. En la tardedel mismo día salí con nuestra fuerza, reunido ya el señor coronelMurgueítio, y presenté la batalla, que el enemigo no aceptó, replegándoseal sitio de la Ladera. La noche me hizo volver a los cuarteles, en donde nosocupamos todos en encender el espíritu de la tropa, reanimando su moralcon las noticias lisonjeras, que habíamos recibido aquel día por el norte, yfalsificando las que el enemigo había difundido contra el verdaderoestado de los intereses de Colombia por el sur.

El 12, a las cinco de la mañama, salimos con la tropa más disciplinada,compuesta de 50 caballos, 40 dragones de Bolívar desmontados, 100milicianos auxiliares y 100 infantes de los lanceros de Cabal, que hacíanservicio de esta arma en que habían recibido sus primeras lecciones. Losreclutas de húsares y resto de Cabal hacían la guarnición del cuartelgeneral, en que quedó el parque, y 161 milicianos cívicos custodiaban lacasa de moneda. Al ocupar nuestras tropas el ejido, comenzaron lasavanzadas a batirse, y formé en el momento tres columnas de ataque paraquitarles sus posiciones. La de vanguardia se compuso de los 100 infantesde Cabal y 25 caballos a órdenes del comandante Fernando Sirakoski ydel comandante Francisco Luque. La del centro de los 100 milicianosauxiliares, a órdenes de su comandante, Vicente Arboleda; y la de reta-guardia compuesta de 20 caballos, y los 49 dragones de Bolívar a lasórdenes del señor coronel Murgueítio. El comandante Francisco Sedeño,con cinco caballos, cargó las avanzadas del enemigo en una guerrilladesde el principio. La vanguardia despejó toda la llanura y empeñó laacción con la fuerza general del enemigo; y flanqueado a su derecha por elcomandante Arboleda con la columna del centro, se le redujo a una casade teja sobre una colina. El señor coronel Murgueítio batió la columna de

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reserva del enemigo y la puso en completa derrota. Yo observaba elcombate y separé los 25 caballos de vanguardia para que hiciesen lareserva; y en razón de que el choque debía ser todo de infantería sobre lacolina de la Ladera. La tropa se condujo muy bien y desalojó al enemigode la casa, tomando sus posiciones y haciendo huir a su infantería entodas direcciones. En estos momentos me avancé con la reserva hasta unapuerta donde se entra a la casa, y mandé tocar alto y reunión para ocuparlos cuarteles del enemigo, y continuar el ataque luego que lo hubieseflanqueado el señor coronel Murgueitio; sosteniéndose, entretanto, laacción por los milicianos que hacían un fuego vivísimo de cazadoresdesde el bosque en que se habían apoyado a medio tiro de fusil sobre lacolumna enemiga.

El comandante Sedeño, con su guerrilla de caballería, obraba conbuen suceso, cuando en tales momentos mandó Sirakoski a la vanguardiacargar a la bayoneta y trayéndome el estandarte de los facciosos me dioparte que el enemigo huía en dispersión; y que le diese la caballería paraperseguirlo. A tal informe, y estando yo en situación de no ver lo quepasaba tras de la colina, se lo permití, y me dirigí a la milicia a darle ordende cargar igualmente; y a observar los movimientos del señor Murgueitiosobre la retaguardia del enemigo. Subiendo la altura llamada de Calican-to, me ha sorprendido ver ya envuelta nuestra infantería y cargada lacaballería, a consecuencia, según he sabido luego, de la intrepidez delcomandante Sirakoski, y por cobardía de dos capitanes, que volvieroncara indecentemente; sobre cuyo hecho, luego que se compruebe, daré elaviso respectivo al gobierno. En tal conflicto volé al cuartel a tomardisposiciones para rehacer el combate con la tropa que me quedaba; perocomo vuestra señoría conoce, es muy difícil, si no imposible, un movi-miento de esta clase con reclutas sin disciplina. La milicia fue envuelta yprisionera, y la columna del señor Murgueítio la única que quedó enactitud de obrar, el enemigo la cortó inmediatamente; pero este jefe seabrió paso por en medio de ellos desde Antomoreno, perdiendo en eseacto un oficial muerto y diez hombres hasta llegar a la ciudad, de dondesalí yo en persona a proteger su entrada, mandando diez caballos de losque se habían salvado de la vanguardia.

En el momento dispuse que se reuniese al cuartel la milicia cívica, peroya se había dispersado y pasado en la mayor parte al enemigo. Recogí los

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fusiles y municiones que habían dejado y me reduje al cuartel de SantoDomingo para prolongar la defensa.

La pérdida de este día consistió en dos jefes muertos, los comandantesSedeño y Sirakoski, ocho oficiales y 17 de tropa. Dos jefes y cincooficiales con 180 de tropa prisioneros con sus respectivas armas. La delenemigo ha sido mayor en muertos y heridos y dos prisioneros. Con taninfausto suceso, el enemigo dobló sus filas, pues él apenas tenía 400hombres de todas las armas.

Reuní a los jefes, que habían quedado, para saber sus opiniones sobre elmodo de hacer la defensa del cuartel, y examinados los comandantes decompañías resultó que teníamos únicamente 24 soldados veteranos y 80dragones de Bolívar. Resolvimos, pues, sostenernos hasta que llegase lacompañía de Vargas que estaba en marcha; pero la noche del 18 supe, pormedio de los espías que tenía, que el enemigo se preparaba para quitarmeel agua del cuartel y darme un asalto general, que no podían resistir losreclutas. Los dragones voluntarios de Bolívar estaban seducidos paradesertar, y la columna, de los soldados de Vargas habría sido sorprendidapor el enemigo, a su salida de la cordillera, y perdida igualmente estafuerza; y luego la del comandante de Antioquia que venía por el Cauca.

Agotados ya los medios de subsistir, incomunicado hasta con losarrabales de la ciudad, habiéndose pasado al enemigo la guardia de lacárcel, el destacamento del Cauca y una guerrilla de 30 hombres quehabía armado sobre Piendamó; y conociendo inevitable la pérdida de laciudad, creí de mi deber salvar las columnas de Antioquia y Vargassaliendo de la plaza con los 80 dragones de Bolívar y 25 húsares, dejandoautorizado al jefe de estado mayor para que hiciese una transacción conlos facciosos y salvase a todas las personas adictas al gobierno, usandodel influjo que tiene con los cabecillas Obando y López por amistadesanteriores y parentesco con el último. Así lo practiqué, y la noche delmencionado día 18, mientras Pornbo tenía una conferencia con los enemi-gos, salí de la ciudad con los 55 hombres de que hablo. El capitán Durántomó el camino del Cauca con los dragones y llevó instrucciones paraobrar de acuerdo con el señor gobernador de Antioquia: y el señorcoronel Murgueitio, con el comandante José Hernández y yo, nos dirigi-mos para este punto con los húsares.

El coronel Obando, luego que supo nuestra salida, nos persiguió con60 caballos y 25 infantes, habiendo venido en persona hasta subir a las

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llanuras altas de la cordillera, de donde regresó, mandando al comandan-te Córdova para que nos alcanzase. Nuestras malas caballerías, quehabían pasado cinco días sin pastar, y mantenidas a grano únicamente,sin estar acoturnbradas, se hallaban en mal estado, y así fue que e115, en lamadrugada, nos atacamos en el sitio de Gabriel López, sin que nuestrossoldados hubiesen hecho casi resistencia. Yo a la cabeza del piquete fui aobservar al enemigo al comenzar el choque y siendo herido en el pechopor un tiro de pistola de uno de los oficiales contrarios, y mi caballomuerto, quedé en impotencia de marchar con fuego en retirada paratomar la cordillera; de modo que no pude volverme a ver con el señorcoronel Murgueitio que estaba a retaguardia hasta este punto. De los 25hombres, seis oficiales y tres jefes nos retiramos, hemos perdido un jefetres oficiales y diez de tropa, teniendo noticia que siete soldados y dosoficiales van prisioneros.

El señor coronel Murgueitio, que perdió su caballo por el fuegoenemigo, encontró en la montaña una hora después del ataque a 20 infan-tes y seis caballos que iban con los capitanes Torrealva, Quintero y Fulmi-na ya y los hizo devolver. Aquí nos hemos reunido todos con el segundocomandante Galindo y resto de Vargas que llegó a este punto el 16 por latarde para esperar las órdenes del gobierno que vuestra señoría se servirácomunicarme. Dios guarde a vuestra excelencia.

T. Cipriano Mosquera

DECLARACION DEL DOCTOR MUÑOZ

En la ciudad de Cartagena, 7 de junio de 1828. Compareció ante elseñor comandante general del departamento, benemérito general Maria-no Montilla; ya la presencia de mí el secretario de la misma comandanciageneral, el señor doctor Ignacio Muñoz y expuso: Que desde su regreso aesta dicha ciudad de la de Ocaña, en unión del benemérito señor generalJosé Padilla, luego que pudo lograr su separación, no tuvo otro objeto,como consta al mismo señor comandante general, que trasladarse aJamaica para poder denunciar con toda libertad los planes y medidas quesupo el expresado general Padilla, debían ponerse en obra para resistir lasmiras que suponen en el Libertador presidente, de plantear la constitu-ción boliviana u otra que no fuese federal en lo posible, a efecto de separar

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los departamentos de la Nueva Granada de su unión con Venezuela; peroque frustrada su intención, estando por otra parte procesado por losmovimientos del 5 de marzo último en adelante, no ha tenido hasta ahoramedio de hacerse oír por el actual señor comandante general; quelogrados felizmente estos por la interposición de los señores Juan B.Calaño, y jefe de estado mayor Pedro Rodríguez, manifiesta: que elbenemérito señor general Francisco de Paula Santander, según se loaseguró el citado general Padilla a su vuelta de Ocaña, presidía un grancomplot, compuesto en la mayor parte de varios diputados de la conven-ción, con el fin de hacer la guerra en alguno de los expresados casos; quepara esto había preparadas en Venezuela dos guerrillas, una que entrete-nía con su jefe, el señor Martín Tobar y la otra entre dos o tresdiputados de Caracas, cuyos nombres no puede recordar; que otra guerri-lla debía dejar organizada en Pamplona el teniente coronel Juan N.Toscano, de acuerdo con el benemérito señor comandante general PedroFortoul' y varios parientes y amigos de ambos; que la fuerza residente enla provincia de Antioquia debía continuarse, ganando con dinero, queproporcionarían tres individuos, que otro tanto debía hacerse con lafuerza del Cauca por varios conductos, a cuya cabeza de comunicaciónestaba el teniente coronel López, esto sin perjuicio de levantar en ambasprovincias Antioquia y Popayán otras guerrillas; que contaban con que en

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Bogotá pelearían hasta las mujeres, yen todos los pueblos de sus cerca-nías, en lo cual trabajaban varios; y entre ellos el presbítero doctor JuanNepomuceno Azuero; que contando igualmente con que en Mompós sesostendría contra el actual señor comandante general, rechazando susfacultades extraordinarias, fue que volvió el expresado general Padilla aeste punto; que el motivo de su seguridad lo establecían no solo en laopinión del pueblo de Mornpós. sino en las comunicaciones, lisonjeras delgobernador Troncoso; que con estos antecedentes, que el exponenteignoraba, el mismo general Santander, el doctor Francisco Soto, eldoctor Vicente Azuero y los demás del mismo complot, se interesaron enque el que habla acompañase a dicho general Padilla hasta la ciudad deMompós, en circunstancias de que el exponente deseaba quedarse enOcaña; que la evidencia del hecho de la vuelta del general Padilla aMompós comprueba su relato; que también supo por boca del mismogeneral que la compañía de la oposición tenía aprestados en cajas$200.000 para sostener sus enunciados planes; que la alarma de la con-

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vención debía manifestarse por la retirada de los diputados a sus provin-cias a obrar en las guerrillas; que también vio en poder del doctorFrancisco Soto, escrito de su puño y letra, un decreto de cuatro artículos,en que se declaraba fuera de la ley al presidente Libertador y a todos loscomandantes generales y jefes que no sostuviesen los principios liberales,que ellos tenían por fe política nacional; que el mismo señor Soto debíaser el que propusiese el decreto, apoyándolo los demás hasta conseguir susanción; que con todas estas seguridades fue que el enunciado señorgeneral Padilla volvió hasta Mompós; que habiendo faltado a esta combi-nación por haberse acercado a esta ciudad las tropas del mando del señorcoronel Federico Aldercreus, resolvió Padilla venirse a esta, sin permitirse quedase el denunciante en parte alguna, contando todavía encontrarapoyo en la parroquia de Jimani, y la Maestranza de marina paracontrarrestar las fuerzas del mando del actual señor comandante general,cuyo proyecto también le salió tan mal como el anterior, causa porque elexponente, desde que le hicieron subir la muralla, procuró ponerse asalvo; que cuanto acaba de exponer es en obsequio de la patria, es laverdad desnuda de todo interés ni alguna otra pasión, lo mismo queratificará con juramento en caso necesario, procurando esclarecer parti-cularmente los hechos que, en el cúmulo de las ideas, ha expresado engrande. Con lo cual se concluyó esta diligencia que firma con su señoría elcomandante general por ante mí de que doy fe.

Mariano MontillaIgnacio Muñoz,

J. A. Cepeda.secretario.

NOTA

1. El gobierno está muy satisfecho de la buena conducta del general Fortoul.

CARTA DEL PRESBITERO AZUERO A ARGANIL

Para prueba de nuestras aserciones y corroboración de lo que hemosdicho sobre las intenciones que la facción de asesinos y parricidas mante-nía con el gobierno del Perú, insertamos la siguiente carta hallada entrelos papeles que se ocuparon al extranjero doctor Arganil:

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"Respetado y querido amigo mío:"He dirigido a la señora Nicolasa la carta que insinué a vuesia, ayer.

Ella debe pasar cuanto antes los $ 800 en oro a mano de mi señora Juana.Le ofrezco a la primera que vuesia , le hará una visita, pero sin descubrirleel objeto.

"Van esos ejemplares. 100 de ellos tengo remitidos al general Padilla,200 dejo a otros sujetos para que los reparta a su tiempo y el resto hagirado a diversas partes de la República.

"Mi retiro por ahora es a la hacienda denominada Cacique, cerca delpueblo de Funza e inmediata al camino que conduce de esta ciudad aHonda. Si se realiza su viaje, yo tendría mucho placer en que vuesía fuesea hacer la primera noche allí.

"Es importante dar aviso al señor Villa de todas las ridículas farsas delos absolutistas; mas para verificarlo me es preciso saber el nombre, bajoel cual deba escribírsele a Trujillo o a Lima. Sírvase vuesia, por lo tanto,decírmelo, pues yo lo ignoro y él me remitió a vuesía. Puede insinuármelocon el dador de esta carta en un pedacito de papel cerrado.

"A Dios, mi buen señor, el cielo lo conserve a vuesía para alivio de lahumanidad, y consuelo de este su respetuoso estimador, amigo y obedien-te servidor, Q.B.S.M.

".Juan N. Azuero."17 de junio".

RAMIFICACION DE LA CONSPIRACION DEL 25DE SEPTIEMBRE. FACCIOSOS EN POPA YAN.

Extracto de una carta del valle del Cauca, fecha 27 de noviembre.

"Abro esta carta después de cerrada para comunicar a vuesía que sesabe positivamente vienen comisionados de Popayán a tratar con lasmunicipalidades del valle. Estos son los señores doctor Gamba, fiscal;doctor José Camelia Valencia, Fernando Racines y coronel HilarioLópez. Mañana estarán fijamente en Palmira y al día siguiente en Buga.Se me asegura, con fundamento, que Cali se ha pronunciado por laconstitución y que el coronel Eusebio Barrero está al frente, nombradode comandante, según me han dicho por Obando '. He visto un pliego deeste ultimo, dirigido al comandante Angel María Vare la nombrándolo de

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comandante de Buga. Palacios se halla de comandante de Palmira, cuyapoblación se dice esta muy entusiasmada por la constitución. El coronelObando salió de Popayán el día 23 con 500 hombres a batir al generalFlores, que dicen viene de retirada con 900 hombres, único resto de laformidable derrota, que dicen sufrió del general Lamar peruano, nosaben en dónde, ni cómo. También dicen que Lamar está en Quito, queNeiva está revolucionada y que a su frente está el coronel García, y eloficial Florentino Dorronsoro que venía con el auxilio a Popayán, y se hapasado. Ultimamente se asegura, que Bogotá está batido por 2.000hombres, que mandados por los generales Fortoul y Mantilla atacan alLibertador; que Ocaña, Honda y Mompós han sido revolucionados porelcoronel Concha; que el general Santander ha sido sentenciado a muerte yel pueblo de Bogotá en masa ha pedido su libertad. En fin, no alcanzo aretener y mucho menos a comprender el torrente de chispas que nosinunda y que probablemente fascinará a algunos".

Tales son las patrañas, los enredos y falsedades con que los facciosostratan de seducir a los pueblos. Una pésima causa no se puede sostenersino por tan inicuos medios.

OTRA CARTA

Publicamos el siguiente fragmento de carta dirigida a Agustín Hormentpor su madre, en comprobación de lo que antes hemos dicho, de que estehorrible atentado es debido en gran parte a los espías españoles, para quelos incautos se recelen de los lazos que puedan tenderles:

"Nous avons recu, mon cherfils, ta lettre du 9 septembre, quatre moisapres sa date, et malgré son retard elle nous fit le plus vif plaisir: Pespoirqu'a ton départ pour Bogotá tu nous donnais de pouvoir correspondre,tous les trois mois, ne s'est pas réalisé;je serais heurcuse sije pouvais avoirde tes nouvelles régulirément tous les six mois; mais cufin, il faut sesoumettre asa destinée, etje t'engages a prendre ton parti avec courage dequ'elle maniere que les affaires se tourment dans ton entreprise, carlorsque, comme toi, on est sur de trouver une place tranquille, et assezavantageuse, tout espoir n' pas perdu ...

"Jeanneton Horment."

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NOTA

1. Por el correo que llegó a esta capital, el 16 del corriente (diciembre), se han recibidocartas de Cali fechas 26 de noviembre, que desmienten completamente las aserciones quecon respecto a aquella ciudad se hacen en esta carta. Reinaba allí una absoluta tranquili-dad, y el orden se conservaba admirablemente. Las autoridades locales empleaban todasu vigilancia en mantener la obediencia al gobierno supremo, que no se había interrum-pido.

TRADUCCION

Navarrens, 4 de marzo de 1827

Mi querido hijo: Hemos recibido tu carta del 9 de septiembre, los cua-tro meses de su fecha; y aunque tan atrasada, nos ha causado el más vivoplacer: la esperanza, que a tu partida para Bogotá nos diste de podercorrespondernos cada tres meses, no se ha realizado, y yo sería feliz sipudiera tener fijamente noticias tuyas cada seis meses. Pero, en fin, esmenester someterse a su destino, y yo te empeño a tomar tu partido convalor, cualquiera que sea el aspecto que tomen los asuntos en tu empresa;porque cuando se está seguro, como tú, de alcanzar un acomodo tranqui-lo, y bastante ventajoso, no se ha perdido toda esperanza ...

Jeanneton Horment.

CONTINUA N LAS CONGRATULACIONES AL LIBERTADOR.

Sala capitular eclesiástica de Antioquia.

21 de octubre de 1828.

Al señor secretario de Estado en el despacho del interior.

El cabildo eclesiástico de la santa iglesia catedral de Antioquia,después de haber dado las gracias debidas al Todopoderoso por habersalvado la preciosa vida de su excelencia el Libertador presidente, delespantoso atentado cometido contra ella, en la noche del25 de septiembreúltimo, ha creído también de su deber hacer presente a su excelencia, pormedio de vuestra señoría, el horror con que ha visto un atentado queabrazaba la detrucción de la religión santa de Jesucristo, la de la Repúbli-ca de Colombia, y del padre y Libertador de ella. Este cuerpo desea que

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vuestra excelencia haga presente a su excelencia el Libertador presidentelas felicitaciones más sinceras, y los sentimientos más puros del placerque ha sentido al saber, que, salvándose su preciosa vida, se han salvado ala vez la religión y la República. Ofrézcale, pues vuestra señoría no sololos sentimientos de este cuerpo, sino también sus facultades, y que podrácontar en cualquier evento con ellas y con él.

Lo digo a vuestra señoría, en nombre del cuerpo, para que se dignehacerlo presente a su excelencia. Dios guarde a vuestra señoría .

.J. Félix Mejia.

Excelentísimo señor Libertador presidente de Colombia.

Señor:La corporación municipal de Antioquia, después de haber asistido al

templo a dar gracias al Altísimo por haberse dignado su divina misericor-dia, salvar prodigiosamente la preciosa vida de vuestra excelencia en laconspiración sangrienta del 25 del último septiembre; pasa a congratulara vuestra excelencia por el fausto suceso de su liberación. La municipali-dad aparta sus ojos de la tenebrosa conspiración, y quiere en este momen-to olvidarla, para significar a vuestra excelencia la dulce satisfacción deque se siente animada al ver a vuestra excelencia salir ileso de ella.

Dígnese vuestra excelencia, en medio del dolor que han debido causaral filantrópico corazón de vuestra excelencia los sucesos sangrientos de laingratitud, aceptar las expresiones de adhesión, amor y respeto de estacorporación.

Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Sala municipal deAntioquia 12 de octubre de 1828. Excelentísimo señor. Cayetano BueltasLorenzana, Simón Górnez, Antonio Mery, Sacramento Hoyos, JoséMaría Salazar, Manuel Sarrazola.

Caracas, 28 de octubre de 1828.

Excelentísimo señor:Debo felicitar más bien a Colombia que a vuestra excelencia por

haberse libertado de los inicuos conatos que se manifestaron el 25 deseptiembre. El caos que a la consumación de ellos hubiera sucedido, no es

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imaginable; y no debiendo los gobiernos la existencia al acaso, sino a laProvidencia, me sustraigo de la consideración del precipicio evadido, yconsagro el tiempo y afectos a darle gracias por la incolumidad y aciertode vuestra excelencia para hacer felices a los pueblos. Dios guarde avuestra excelencia. Excelentísimo señor,

Ramónarzobispo de Caracas.

Caracas, 1º de noviembre de 1828.

Al excelentísimo señor Libertador presidente.

Excelentísimo señor:El pueblo de Caracas tiene el honor de manifestar a vuestra excelencia

muy respetuosamente, que ha sabido con asombro los horribles atenta-dos cometidos en esa capital el 25 del mes anterior por una facciónliberticida; y que se congratula con todos los amigos de la patria de queno se hubiese perpetrado el mayor de los crímenes, el asesinato de vuestraexcelencia. La Providencia que vela en la conservación de los días devuestra excelencia ha querido libertarle por la séptima vez del alevosointento de sus, enemigos, y salvar la República de Colombia, obra devuestra excelencia, y cuyo gobierno le está confiado. Esta Repúblicareclama de vuestra excelencia el condigno castigo de los malvados quehan atentado contra su existencia, atentando contra la vida de su Liberta-dor. Caracas toma la iniciativa en esta demanda, y protesta a vuestraexcelencia que solo está animada de los mismos sentimientos de gratitud yde justicia que ha manifestado en esta ocasión el virtuoso pueblo deBogotá. Dios guarde a vuestra excelencia. Excelentísimo señor. BriceñoMéndez, F. Palacios, L. de Clemente, J. de Escalón, J. Bermúdez Luson,F. E. Avendaño, J. M. Pelgron, F. Garate, J. Boguier, Miguel Arismendi,R. Picaso, capitán Francisco Abreu, J. Antonio Rocha, Miguel Ramírez,A. Caballero, Martín Franco, Carlos M. de Ortega, José 1. González,Manuel Blanco, Francisco J. Oramas, Manuel Tamayo, teniente ManuelCarrasabal, Nicanor Meseroa, Jorge Blanco, José Antonio Hernández, J.M. Burez, José Betancourt Oramos, Manuel González Clavo, José C.Quintero, Antonio Díaz, F. M. Fernández, J. Antonio Boes, Juan D.Larrain, Juan Pérez, Domingo Machado, José Soublette, Estanislao

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Blasco, el primer comandante, J.M. Delgado, capitán Miguel AntonioBlanco, primer comandante, Juan José Conde, José Berberán, subtenien-te José Escalona, José M. Nieves, Saturnino Menus Bejarano, capitán P.Peña, capitán José M. Lugo, teniente Juan Carrasquero, Domingo Na-vas Spinola, F. Montesdeoca, J. de D. Mendibelsúa, Miguel Cegarra,primer comandante Cosme Campuzano, Santos Michelena, capitán JoséInés Blanco, C. Soublette, Tomás de Franco, F. de Barrutia, GabrielCamacho, D. B. YBriceño, G. White, Francisco Carmona, Miguel Arias,Eugenio Rojas, J. N. Blasco, José A. Troncoso, A. Jurado, V. Ibarra, G.Smith, Juan José Jiménez, José F. Requena, Mauricio Blanco, JoséCiriaco de Iriarte, Ramón Ufano, Licenciado Claudia Viana, Pedro Osio,Peregrino Malcampo, Juan Manso, José Antonio Olivares, el capitán F.Arroyo, capitán Santos Marquina, sargento primero, aspirante CruzRodríguez, el subteniente León Lucena, José M. Gámez, M. F. Tirado,José Guevara, Rodulfo J. Vasallo, Narciso Ramírez, Pedro Tomás Siro,Cristóbal Acosta, Juan F. Rocha, Brígido Bermúdez, el contador deintervención de la administración general de tabacos, Patricio Honrabar,D. Muñoz, Manuel A. Carreña, José M. Lovera, Pablo de Echezuría,subteniente Dionisia Liras, teniente José Lorente, José R. de Martín,capitán Pedro N. Picón, Juan Francisco del Castillo, el subteniente M.Mutis, José M. Medina, Víctor Muñoz, Juan Tomás de Zaldarriaga, S. D.Tamith, J. A. Cala, Feliciano Palacio, Pedro González, subtenienteVicente Chacón, Nicolás García, José Francisco Irazaval, Ignacio Ra-mos, Aquilino Gómez, José M. Alvertis, primer teniente J. AntonioVallejo, J. Antonio Rodríguez, Martín Castro, por la banda de música delcuerpo cívico, el músico mayor J. M. Isaza, Antonio Rodríguez, MarianoRuiz, José 1. Gaya, Fermín Romero, Tomás Antera, el subtenienteManuel Piedraita, José M. Mota, Juan J. Tejera de la Mota, el subtenien-te primero, Tomás Caravajal, J. Luis Ramos, P.P. Díaz, Manuel Ames-toy, José Celedonio Ruiz, Francisco Salias, Juan José Rodríguez, Vicentede Sarria, Juan Eusebio Piña, Nicolás Cava, Manuel Echandía, EnodioBlanco.

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República de Colombia.

La Guaira, 5 de noviembre de 1828.

Excelentísimo señor Libertador presidente.

Excelentísimo señor:La municipalidad, en sesión extraordinaria de ayer, ha tenido en

consideración las comunicaciones de la intendencia departamental a estajefatura política, y de ella a la misma municipalidad, todas relativas alhorrendo atentado que tuvo lugar en la capital de la República, la nochedel 25 de septiembre último, y que amenazó la vida de vuestra excelencia.

La municipalidad, en consecuencia, acordó elevar a vuestra excelen-cia sus sentimientos, manifestándole la complacencia de que se hallaposeída y todo este vecindario, por la salvación de la vida de vuestraexcelencia en tan inminente riesgo; y por haberse libertado la patria de losdesastres en que indudablemente habría sido envuelta si el crimen sehubiera perpetrado, sobre cuyos beneficios no ha podido menos estecuerpo y vecindarios que tributar sus alabanzas al Ser Supremo, enfunción pública del 2 del corriente.

Dígnese vuestra excelencia admitir estas pruebas de amor, sinceridady consideración, que, por el conducto de su municipalidad, presenta lavilla de la Guaira y su cantón. Dios guarde a vuestra excelencia. Excelen-tísimo señor. Ramón Ayala, Manuel Huizi, Antonio García, J. RafaelMayora, José Rafael Gonell, Juan Francisco Montes, Marcelino Ortega,J. Vicente Cardozo, secretario municipal interino.

Señor general intendente:Los que abajo firmamos, hacemos presente a vuestra señoría que

habiendo llegado a nuestra noticia la conspiración que estalló en Bogotácontra el gobierno supremo de la República, nos hemos llenado de horroral contemplar los males que preparaban a Colombia los revoltosos, si laProvidencia, como en otras muchas ocasiones, no hubiera frustrado susdesignios, conservando prodigiosamente la vida del Libertador presiden-te, del padre de la patria, en quien los pueblos han librado sus destinos.Las oscilaciones políticas, la guerra civil, la disociación universal de la

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República, habría sido el resultado infalible de aquel acontecimiento:nuestras propiedades, nuestras garantías individuales y aun nuestramisma vida, habrían quedado a merced de partidos encarnizados. En fin,apartemos nuestra vista de este cuadro horroroso, para congratularnospor la vida de su excelencia el Libertador presidente, renovando nuestrosvotos de adhesión, gratitud y confianza en el padre de la patria, yprotestando que cooperaremos y sostendremos, por nuestra parte, laautoridad de su excelencia para que complete la grande obra de laorganización final de la República. Estos son los votos que esta provinciahace, por el órgano de sus primeros magistrados; dígnese vuestra señoríaelevarlos a su excelencia el Libertador presidente, para su conocimiento.Mérida, 25 de octubre de 1828. Judas Tadeo Piñango. D. José Jugo, JoséMaría Vásquez, J. José Maldonado, Antonio Monsalve, Rafael Alvara-do, Víctor de Salas, Lucio Troconis, Juan de Dios Picón, Gabriel Valera,J. Ramón Almarza.

Primera comandancia del batallón primero de Antioquia.

Caracas, 5 de noviembre de 1828.

Excelentísimo señor Libertador presidente.

Días de luto, de llanto y desolación inevitablemente habrían seguído-se a la muerte tramada contra vuestra excelencia por una facción, que contan inocuo designio hubiera envuelto la República en sangre y extermi-nio. ¿Qué fuera de Colombia si su Libertador y conservador, convertidoen presa de la saña furiosa, hubiera acabado los días que consuelan a lapatria en sus desgracias? ¡Me estremezco, señor, al contemplarlo! y miimaginación horrorizada por el trágico suceso que debía efectuarse en lanoche del aciago día 25 de septiembre, contempló este hecho feroz en eléxtasis en que queda un alma sobrecogida después de un pavoroso sueño.Sin embargo, recobró su tranquilidad al saber que Bolívar, libre de lospuñales asesinos, era el objeto de los virtuosos y de los sensatos; y en fin,que sigue presidiendo los destinos de la nación, que el pueblo soberano haentregado a sus diestras manos.

Congratúlome, señor, a mi nombre, y del cuerpo a quien presido, porla singular y prodigiosa protección con que el cielo quiso conservaros,

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para conservar la obra de tus hazañas. (A Colombia). Un corazón since-ro, ansioso por la felicidad y reposo de sus compatriotas, emite a tupresencia estos votos de regocijo, unidos con los de todos sus súbditos;ofreciendo al gobierno que representas en todo tiempo la esencial obe-diencia de la fuerza armada, y en casos, como el acontecido, ser imitado-res fieles de la noble y leal conducta con que se manejó el ilustre batallónVargas, a quien la República debe hoy no encontrarse en una conflagra-ción general.

Dios guarde la importante vida de vuestra excelencia muchos años.Excelentísimo señor.

1. Antonio Gámez.

GACETA EXTRAORDINARIA.

Bogotá, martes 13 enero de 1829.

El Libertador

El día 5 se hallaba su excelencia en Neiva. El6 seguía para Popayán adonde debía estar el 13 ó 14 del corriente.

DIVISION DE OPERACIONES CONTRA LOS FACCIOSOSDE POPAYAN

República de Colombia. Comandancia en jefe de la división de operacio-nes sobre Popayán.

Popayán, 27 de diciembre de 1828.

A su excelencia el ministro secretario de la guerra.

Excelentísimo señor:Esta mañana he entrado a esta ciudad con dos compañías del batallón

Vargas y el batallón Carabobo; 80 granaderos a caballo, que traía a lavanguardia, quedaron en el puerto del Cauca. El batallón Vargas y elresto de granaderos, llegarán mañana con el parque y provisiones.

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Efectivamente, los facciosos tenían en Calibío cerca de 400 hombres,pero el día antes de mi llegada a este punto se retiraron y solo dejaron enPalacé como 20 hombres de caballería. Cuando llegué al alto de estenombre y los vi del otro lado del río, mandé un piquete de 25 hombres areconocer si tenían tropas emboscadas en los bosques que hay allí y sihabían quitado el puente; no lograron esto, porque no tuvieron tiempo;pasó el piquete, y detrás la columna de Vargas y granaderos que yo traía ala vanguardia y los 20 enemigos se retiraban siempre de mi vista. Yoesperaba que el señor coronel Mosquera les cortase la retirada; pero llovíatanto que fue imposible llegar a tiempo.

Yo tenía intención de entrar anoche mismo a esta ciudad, pero lalluvia continuaba con exceso, me fue imposible, y me quedé en el puentedel Cauca hasta esta mañana. A mi entrada se me presentaron inmediata-mente el ilustrísimo señor obispo y casi todas las personas decentes de laciudad, como también los oficiales, que los facciosos habían tomadoprisioneros al señor coronel Mosquera y que se ocultaron cuando aque-llos se retiraban. Se me ha informado, con seguridad, que López se retirósolo con 331 hombres, con los que debe estar en Timbío, será batido odispersado de aquel punto al amanecer del 29. Aquí corren noticias queObando ha sido derrotado en los Pastos por el señor general Heres, no sedice qué fuerzas tenían el uno ni el otro; pero yo me inclino a creer quetales cosas son ciertas, en virtud del silencio de las operaciones deObando.

Por fin todo marchaba bien como yo me lo esperaba. Dios guarde avuestra excelencia.

José María Córdova.

República de Colombia. Comandancia en jefe de la división de operacio-nes sobre Popayán.

Popayán, 30 de diciembre de 1828.

A su excelencia el ministro secretario de la guerra.

Excelentísimo señor:Tengo la satisfacción de comunicar a vuestra excelencia que los

pueblos del valle del Cauca se han resistido enteramente a la sedición y

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amenazas de la facción que se apoderó de esta ciudad y valle del Patía, estoha probado muy bien: que el gobierno tiene opinión en aquellos pueblos,que sin fuerzas algunas, ni esperanzas de tenerlas en el momento preciso,han tenido carácter y firmeza para sostenerla. Por consiguiente tengo miretaguardia franca y espero que muy pronto se me reunirá el señorcoronel Salvador Córdova con las fuerzas que trae de Antioquia, comotambién el teniente coronel de caballería, José Hernández, que, según mehan informado, viéndose prisionero, ha engañado a los facciosos, hacién-doles creer que iba a levantar tropas en el valle para sostener su rebelión;pero que luego que pudo contar con algunas en Palmira, declaró susverdaderas intenciones de sostener al gobierno. El 20, pasado mañana,marchará para aquel valle el señor coronel Pedro Murgueitio, comocomandante general, que lo es de allí, nombrado por el gobierno, para losefectos que convengan. Dios guarde a vuestra excelencia .

.losé María Córdova.

República de Colombia. Comandancia en jefe de la división de operacio-nes sobre Popayán.

Popayán, 27 de diciembre de 1828.

A su excelencia el ministro secretario de la guerra.

Excelentísimo señor:Ayer 29, a las ocho de la mañana, me puse en marcha con la división

de mi mando en busca de los facciosos, que no sabía en dónde estaban; alllegar a Timbío vi un cuerpo como de 50 caballos, que se retiraba; enaquel pueblo supe que haría dos horas había salido de allí la infantería,que toda se dirigía para la Orqueta, con la intención de hacer frente enaquel punto. Marché a su retaguardia; una compañía de cazadores deVargas la picó en las Piedras, y la dispersé de tal modo, que tuvo una parteque tomar otra dirección que la que llevaba su centro para escaparse talvez de ser prisionera. En la subida a Orqueta, la misma compañía decazadores alcanzó, no sé si a todos los facciosos, pero ello es que hubo untiroteo regular, y que en la bajada del otro lado a más allá de la Orqueta,me dijo el capitán de la dicha compañía, los había dispersado de modo

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que los infantes en desorden tomaron un camino, y los hombres a caballotomaron otros; que un ganado que llevaban, por consiguiente, se dispersótambién. La marcha de ayer, en persecución de esos bandidos, ha sido demás de ocho leguas, por toda la división siempre unida, y sin recibirninguna ración, ni tampoco anoche; de modo que la tropa ha pasado dosdías sin comer; pero jamás he visto soldados más dispuestos: tenían tantodeseo como yo, de que los facciosos se parasen para aniquilarlos. Hoy heregresado con la división a esta ciudad; voy a tomar las providencias másactivas para ponerla en estado de continuar el movimiento lo más prontoposible: mientras, publicaré un indulto, según las órdenes que vuestraexcelencia me ha comunicado y tocaré cuantos resortes crea convenien-tes para disolver esta facción por la razón, dejando el uso de las armaspara el último caso. Dios guarde a vuestra excelencia.

José María Córdova.

Por carta de persona respetable de Popayán, se sabe "que los faccio-sos extrajeron de la casa de moneda, en diversas partidas, $ 26.000 y más;y que al mismo tiempo de su marcha cargaron con 150 marcos de oropertenecientes al fondo. No se incluyen las 50 libras de oro en polvo ypastas, que habían tomado del correo de la costa.

"A los dos o tres días de haber entrado Obando en Popayán, exigió$ 50.000 para fondo de la división constitucional: todos debían salir de lascasas de Mosquera, Arboleda, Hurtado y Arroyo; pero no pudieroncobrarse más de $3.000 en plata y de $7 a 8.000 en ganado, caballería yotros auxilios".

Tal es la índole de los facciosos que han ocupado a Popayán por algúntiempo. Ellos han invertido el sentido de las palabras. En su lenguaje sellama liberales a los ladrones. Desengañémonos: los pueblos maldeciránpor siempre al que atente contra sus propiedades y sus personas, aunquesea bajo los pretextos más sagrados.

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EL PUÑAL PARRICIDA.

(Sacado del periódico, publicado en Valencia, titulado El Desengaño).

Ha regresado de su comisión a Bogotá el señor Antonio Carmona,primer oficial de la secretaría de su excelencia el jefe superior, y ha sidoportador del puñal con que Horment asesinó las tres centinelas delpalacio de gobierno, la noche del 25 de septiembre y se franqueó el pasohasta la estancia del Libertador. Su excelencia el general Urdaneta, queconoce en la causa de estos conspiradores, remite al jefe superior este fa talinstrumento para que vea y contemple, lleno de horror, el funesto acerocon que los malvados intentaron atravesar el corazón de Colombia.

Su excelencia el general Páez inmediatamente convocó a sus amigos, yautorizó para ir a su casa a los vecinos que quisieran ver el cuerpo deldelito de Horment. Al mirarlo teñido de sangre, todavía provocaba a lavenganza y no hubo uno que no execrase la memoria del autor de tanhorrenda catástrofe, concluyendo todos su imprecación con odio eternoal primer papel de esta tragedia: ya lo conocemos. No es Horment ni losdemás cómplices, que ya purgaron su crimen ... El motor vive ... ¡Quédolor! Este ha sido el lenguaje de cuantos presenciamos el espectáculo. Sihubiésemos podido retener en la memoria los vehementes discursos quese pronunciaron, disertaríamos aquí retazos elocuentes y observacionesmuy juiciosas que se hicieron en aquella reunión, mas ya que no podemosestampar las expresiones de fuego que a cada cual dictó la presencia delalevoso puñal, expondremos al menos el juicio general en que todosconvirueron.

¿Creen los facciosos liberticidas que asesinando al Libertador hubie-ran conseguido entronizar a su corifeo? [Miserables! La sangre del padrede los colombianos sería la señal de rebato en todos los confines de laRepública. Volaríamos al punto en donde se perpetrase este infandocrimen y la destrucción de Troya sería un débil simulacro comparadocon el horrible cuadro que presentaría tanta desolación y tanto estrago.

¿Creer los malvados que Venezuela, la cuna de su hijo predilecto, alsaber su muerte preternatural estaría abyecta en la inacción? [Cobardes!Venezuela en masa levantada formaría una caravana para ir a vengarla, ymarchando a la cabeza de ella su ilustre caudillo, el ínclito Páez, con la

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misma espada redentora que Bolívar puso en sus manos, reduciría acenizas cuanto creyese haber influido en tan espantoso crimen.

¡Facciosos! No os olvidéis que esta espada está en manos del ilustreamigo del Libertador; no os olvidéis que al recibir este inestimablepresente juró sobre su puño vibrarla y esgrimirla contra los enemigos dela patria, y de su jefe. No os aliente el incomprensible caso que permiterespirar todavía al fautor y a algunos cómplices; la misma mano omnipo-tente, que preservó la vida de Colombia, sabrá exterminar al último de losparricidas.

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