1_Rouquie_1990

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Introducción ¿QUÉES AMÉRICA LATINA? Parece tal vez paradójico iniciar el estudio de una "región cultural" evo- cando la precariedad de su definición. Por singular que parezca, el concep- to mismo de América Latina es problemático. Por consiguiente, conviene tratar de precisado, recordar su historia e incluso criticar su empleo. Aun- que es de uso corriente en la mayoría de los países del mundo y en la no- menclatura internacional, no es un término riguroso. Al igual que el más reciente y muy ambiguo "Tercer Mundo", parece una fuente de confusión más que un instrumento de delimitación preciso. . ¿Qué significa América Latina desde el punto de vista geográfico? ¿Es el conjunto de los países de Sud y Centroamérica? Sin duda, pero según los geógrafos, México pertenece a la América del Norte. ¿Es más sencillo en- globar bajo esta denominación a todas las naciones al sur del río Bravo? Pero en ese caso habría que reconocer que Guyana y Belice, angloparlan- tes, así como Surinam, donde se habla el holandés, forman parte de la Amé- rica "Latina". A primera vista, se trata de un concepto cultural, lo que con- duce a la conclusión de que abarca a las naciones americanas de cultura latina. Ahora bien, Canadá, con Québec, es tan latino como Puerto Rico, Estado Libre Asociado de IosEstados Unidos, e infinitamente más que Be- lice; sin embargo, a nadie se le ha ocurrido incluirlo, o siquiera a su pro- vincia francófona, en el conjunto latinoamericano. Más allá de estas imprecisiones, se podría pensar en una fuerte identi- dad subcontinental, una trama de solidaridades diversas basada en una cul- tura común o en vínculos de otro tipo. Pero esta j ustificación carece de va- lor ante la diversidad misma de las naciones latinoamericanas. La escasa densidad de las relaciones económicas, e incluso culturales, entre nacio- nes que durante más de un siglo de vida independiente se han vuelto la espalda entre ellas para mirar a Europa o Norteamérica, las enormes dife- rencias entre países -en cuanto a su potencial económico y el papel que 15

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las tres mimesis

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Introducción

¿QUÉES AMÉRICALATINA?

Parece tal vez paradójico iniciar el estudio de una "región cultural" evo-cando la precariedad de su definición. Por singular que parezca, el concep-to mismo de América Latina es problemático. Por consiguiente, convienetratar de precisado, recordar su historia e incluso criticar su empleo. Aun-que es de uso corriente en la mayoría de los países del mundo y en la no-menclatura internacional, no es un término riguroso. Al igual que el másreciente y muy ambiguo "Tercer Mundo", parece una fuente de confusiónmás que un instrumento de delimitación preciso. .

¿Qué significa América Latina desde el punto de vista geográfico? ¿Esel conjunto de los países de Sud y Centroamérica? Sin duda, pero según losgeógrafos, México pertenece a la América del Norte. ¿Es más sencillo en-globar bajo esta denominación a todas las naciones al sur del río Bravo?Pero en ese caso habría que reconocer que Guyana y Belice, angloparlan-tes, así como Surinam, donde se habla el holandés, forman parte de la Amé-rica "Latina". A primera vista, se trata de un concepto cultural, lo que con-duce a la conclusión de que abarca a las naciones americanas de culturalatina. Ahora bien, Canadá, con Québec, es tan latino como Puerto Rico,Estado Libre Asociado de IosEstados Unidos, e infinitamente más que Be-lice; sin embargo, a nadie se le ha ocurrido incluirlo, o siquiera a su pro-vincia francófona, en el conjunto latinoamericano.

Más allá de estas imprecisiones, se podría pensar en una fuerte identi-dad subcontinental, una trama de solidaridades diversas basada en una cul-tura común o en vínculos de otro tipo. Pero esta j ustificación carece de va-lor ante la diversidad misma de las naciones latinoamericanas. La escasadensidad de las relaciones económicas, e incluso culturales, entre nacio-nes que durante más de un siglo de vida independiente se han vuelto laespalda entre ellas para mirar a Europa o Norteamérica, las enormes dife-rencias entre países -en cuanto a su potencial económico y el papel que

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desempei'len en la región- no coadyuvan a una verdadera conciencia uni-taria, a pesar de los ríos de tinta retórica que no dejan de correr sobre el te-ma.

Es por eso que muchos autores ponen en tela de juicio la existencia mis-ma de América Latina. Desde Luis Alberto Sánchez en el Perú hasta el me-xicano Leopoldo Zea, los intelectuales han abordado el problema sin ha-llar respuestas definitivas. No se trata solamente de la dimensión unitariade la denominación y de la identidad que ella expresa frente a la plurali-dad de las sociedades de la América llamada Latina. Porque si se quisie-ra destacar la diversidad y evitar cualquier tentación generalizadora, bas-taría invertir la cuestión y hablar de "las Américas latinas", como lo hanhecho varios autores.' Esta fórmula tiene la ventaja de que reconoce unade las dificultades, pero a costa de acentuar la dimensión cultural, aspec-to que también resulta problemático.

¿Por qué latina?

¿Qué abarca este rótulo, de uso tan difundido hoy? ¿De dónde viene?Las respuestas dictadas por el sentido común se desvanecen rápidamentea la vista de los hechos sociales y culturales. ¿Son latinas las Américas ne-gras descritas por Roger Bastide? ¿Son latinas la sociedad guatemalteca,donde el cincuenta por ciento de la población desciende de los mayas y ha-bla las lenguas indígenas, y la de las sierras ecuatorianas, donde predomi-na el quechua? ¿Son latinos el Paraguay guaraní, los agricultores galesesde la Patagonia, el estado brasilei'lo de Santa Catarina y el Sur chileno, am-bos poblados por alemanes? En realidad, esto significa utilizar la cultura" /de los conquistadores y colonizadores espai'loles y portugueses para desig-

. nar formaciones sociales de componentes múltiples. Es comprensible quelos autores españoles y de otros países prefieran el término Hispanoaméri-ca o incluso Iberoamérica para incluir el componente lusófono que predo-mina en el inmenso Brasil. Porque el epíteto latino tiene su historia, aunqueHaití, cuya elite es francófona, le sirve de pretexto: apareció en Francia ba-

I Desde el famoso número de Annales de 1949 (4) subtitulado "A travers les Amériques la-tines" [A través de las Américas latinas], esta fórmula ha sido utilizada por los autores quehan hecho hincapié en las particularidades nacionales y descartado las generalidades hue-cas. Es el caso de Cahiers des Amériques latines, publicado por el Institut des Hauts Étatsde ~'Amérique latine de París y el clásico libro de Marcel Niedergang. Les Ving/ Amériquesla/mes (París, Seuil, 1962). e

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jo Napoleón III, como parte del gran plan de "ayudar" a las naciones "la-tinas" de América a contener la expansión de los Estados Unidos. Esta ideagrandiosa se materializó en la malhadada expedición a México. Pasandopor alto los vínculos particulares de España con una parte del Nuevo Mun-do, la "latinidad" tenía la ventaja de imponerle a Francia legítimos debe-res para con sus "hermanas" americanas católicas romanas. Esta latinidadfue rechazada en nombre de la hispanidad y los derechos de la madre pa-tria por Madrid, donde aún hoy el término América Latina está mal visto.Por su parte los Estados Unidos opuso a la máquina de guerra europea elconcepto vertical de panamericanismo, pero luego adoptó estadenominación vertical conforme a sus intereses y ayudó a difundirla.

Esta América conquistada por espadoles y portugueses es muy latinapor la formación de sus elites, entre las cuales predomina la cultura fran-cesa por lo menos hasta 1930. ¿Significa que esta América es latina en suscapas dominantes y otigárquicas, y que solamente los aborígenes y "los deabajo", que apenas recogen migajas de latinidad y rechazan la cultura delconquistador, representan la autenticidad del subcontinente? Así lo creye-ron los intelectuales de la década de 1930, sobre todo los de los países an-dinos, que descubrieron al indígena olvidado, desconocido. Haya de laTorre, político peruano de vigorosa personalidad, acuñó una novedosa de-nominación regional: "Indoamérica". Esa designación tuvo menos éxitoque el indigenismo literario que la inspiró o el partido político de vocacióncontinental creado por Haya. El indio no goza de gran aceptación entre lasclases dirigentes americanas. Marginado y excluido de la sociedad, ha que-dado relegado cuIturalmente en todos los grandes estados, incluso en los,de antiguas civilizaciones precolombinas con fuerte presencia aborigen.Así, según el censo de 1980, sólo dos de los sesenta y seis millones de me-xicanos no eran hispanoparlantes, y apenas siete millones conocían una omás lenguas indígenas. Se puede imaginar, con Jacques Soustelle, un Mé-xico que, "semejante al Japón moderno, hubiera conservado lo esencial desu personalidad aut6ctona al insertarse en el mundo contemporáneo", pe-roeso no sucedió. El continente ha seguido el camino del mestizaje y la sín-tesis cultural.

Sin embargo, la trama indígena no está del todo ausente, ni siquiera enlos países más "blancos", y participa claramente de la conformación de lafisonomía nacional. Esta América es, según la expresión de Sandino, cla-ramente "indolatina".

Por consiguiente, aunque la definición de latina no abarca integral niadecuadamente las realidades multiformes y en evolución del subconti-nente, tampoco se puede descartar un rótulo descriptivo utilizado hoy portodos, en especial por los interesados ("nosotros los latinos"). Estas obser-

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vaciones sólo tienen el fin de subrayar que el concepto de América Lati-na no es plenamente cultural ni tan sólo geográfico. Utilizaremos el térmi-no por comodidad, pero con conocimiento de causa, es decir, sin desconocersus límites y ambigüedades. La América Latina existe, pero solamente poroposición y desde afuera. Lo cual significa que la categoría de "latinoame-ricano" no representa ninguna realidad tangible, más allá de extrapolacio-nes vagas y generalizaciones carentes de rigor. Y significa también que eltérmino posee una dimensión oculta que completa su acepción.

Una América periférica ...

A primera vista, el estudioso se encuentra frente a una América marca-da por las colonizaciones espai'lola y portuguesa (francesa en el caso deHaití) que se define por contraste con la América anglosajona. Por consi-guiente, predominan las lenguas espai'lola y portuguesa, a pesar de las flo-recientes culturas precolombinas y de las recientes oleadas inmigratorias,más o menos asimiladas. Pero la exclusión de Canadá (a pesar de Québec)de ese conjunto y el hecho de que los organismos internacionales como elSELA y el BID incluyan entre los Estados latinoamericanos a Trinidad-Tobago, las Bahamas y Guyana 2 otorgan al perfil de la "otra América" unainnegable coloración socioeconómica e incluso geopolítica.

Todas estas naciones, cualesquiera que fueren sus riquezas y su pros-peridad, ocupan el mismo lugar en la división Norte-Sur. Son países envías de desarrollo o de industrialización, ninguno forma parte del "centro"desarrollado. Dicho de otra manera, se cuentan entre los Estados de la "pe-riferia" del mundo industrializado. Pero esa no es su única característicacomún. .

Históricamente, dependen del mercado mundial como productores dematerias primas y bienes alimenticios (en ese sentido, el estai'lode Boliviaes igual a la nuez moscadade Grenada), pero también del "centro", que de-termina la fluctuación de los precios, les proporciona tecnología civil y mi-litar, así como capitales y modelos culturales. Una particularidad notabley un factor innegable de unidad de esos países del "hemisferio occidental"es que todos se encuentran, en distintos grados, dentro de la esfera de in-

2 Véase por ejemplo: Banco Interamericano de Desarrollo, Progreso económico y social enAmérica Latina, Washington (informe anual).

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fluencia inmediata de la primera potencia industrial del mundo, que a lavez es la primera nación capitalista. Es un privilegio peligroso ~ue no com-parten con ninguna otra región del Tercer Mundo. En este senu~o,la fron-tera común de tres mil kilómetros entre México y los Estados Unidos cons-tituye un fenómeno único. La célebre "cortina de tort~las" que fascina,amillones de mexicanos, aspirantes a penetrar clandestInamente en el paismás rico del planeta, es una línea de división cultural ya la vez socioeco-nómica, cargada de un fuerte valor simbólico.

Tal vez se podría clasificar entre las naciones latinoamericanas a todoslos países del continente en vías de desarrollo, independientemente d~ sulengua y su cultura, puesto que a nadie se le ocurriría alinear a las A~ullasangloparlantes o a Guyana con la opulenta América.anglosajona. Es IgU~-mente cierto que en esta región la política predomina sobre la geograña:así, el presidente Reagan incluyó entre los eventuales beneficiarios de su"Iniciativa de la cuenca del Caribe" (Caribbean Basin 1nitiative) a El Sal-vador, a pesar de que sólo tiene costa sobre el Océano Pacífico. En úl~mainstancia, tal vez se podría adoptar el criterio de aquellos que, desprecian-do la geografía, proponen llamar "Sudamérica" a la parte "pobre", no de-sarrollada del continente.

...que pertenece culturalmente a Occidente

El subcontinente "latino" también posee particularidades notables den-tro del mundo en vías de desarrollo. Forma parte, según la expresión de Va-léry, de un mundo "deducido": una "~nvención" d~ ~';IT0p'a,llevada por laconquista a la esfera de la cultura OCCIdental.Las ~I.vIllZacIOnesp~ecolom-binas, que según algunos autores ya estaban e~ cnsIs. antes del ~Ibo de losespai'loles, no resistieron a los invasores, que ImpusIeT?n sus idiomas, susvalores y su religión. Tanto los indígenas como lo~ afncan~s llev~dos co-mo esclavos al "Nuevo Mundo" adoptaron con diversos smcreusmos lareligión cristiana. Brasil es hoy la primera nación católica del mundo. Portodo esto, la región ocupa un lugar propio en el mundo subde~ollado.América Latina sería en este sentido el Tercer Mundo de OCCIdenteo elOccidente del Tercer Mundo. Lugar ambiguo si los hay, donde el coloni-zado se identifica con el colonizador.

Así, no es para asombrarse que en 1982 el conjunto de los países lati-noamericanos haya propuesto, contra los sentimientos. de:os paises at:ro-asiáticos recientemente descolonizados, que la ONU rindiera homenaje a

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Cristóbal Colón y el "descubrimiento" de América. Este continente, a di-ferencia de Africa y Asia. sigue siendo una provincia, un poco alejada. pe-ro siempre reconocible, de nuestra civilización, que ha ahogado, tapado,absorbido los elementos culturales y étnicos preexistentes.

Este carácter "europeo" de las sociedades latinoamericanas tiene con-secuencias evidentes para el desarrollo socioeconómico de los países. Lacontinuidad con Occidente facilita los intercambios culturales y técnicos,no estorbados por ningún obstáculo lingüístico o ideológico. La fluidez delas corrientes migratorias del Viejo Mundo al Nuevo multiplicó la trans-ferencia de conocimientos y capitales. De manera que las naciones latino-americanas aparecen en la estratificación internacional como una suerte de"clase media", es decir, en una situación intermedia. Sólo una de esas na-ciones en transición, Haití, pertenece al grupo de Países Menos Adelanta-dos (PMA), en compañía de numerosos compañeros de infortunio asiáti-cos y africanos (pero con un ingreso per cápita que duplica el de Chad oEtiopía). Las economías de la mayoría de los grandes países de AméricaLatina son semi industriales (la industria contribuye en un veinte a treintapor ciento a la composición del PBI) y los tres grandes, el Brasil, Méxicoy la Argentina, se encuentran entre los Nuevos Países Industrializados (losNIC, según la nomenclatura de la ONU). Los indicadores de moderniza-ción sitúan al Brasil, México, Chile, Colombia, Cuba y Venezuela porencima de los países africanos y la mayoría de los asiáticos (sa\.vo las ciu-dades estados). La Argentina y el Uruguay se encuentran enzste sentidoentre los países adelantados.

Al buscar factores de homogeneidad, más allá de estos grandes rasgos,de un conjunto que no es Occidente ni el Tercer Mundo sino que aparececon frecuencia como una síntesis o yuxtaposición de los dos, se advierteque casi todos provienen del exterior del subcontinente, sobre todo si se caeen una acepción restrictiva -es decir, esencialmente cultural y c1ásica-del término América Latina: las ex colonias portuguesas y españolas delNuevo Mundo.

Paralelismo de las evoluciones históricas

Si la existencia de una América Latina es problemática, si se impone ladiversidad de sociedades y economías, si el aislamiento de las distintas na-ciones es un hecho fundamental que hace a su manera de funcionar, no esmenos cierto que una relativa unidad de sus destinos, más sufrida que de-

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seada, acerca a las "repúblicas hermanas" entre sí. El fenómeno se advier-te en las grandes etapas de su historia, en la identidad de los problemas yde las situaciones que enfrentan hoy esas naciones. Las ex colonias de Es-paña y Portugal, políticamente independientes desde el primer cuarto delsiglo XIX (salvo Cuba, que logró su emancipación en 1898), en ese senti-do se parecen más a los Estados Unidos que a los países recientemente des-colonizados de África o Asia. Pero un siglo y medio de vida independien-te no basta para sacudirse la influencia profunda de tres siglos de domina-ción (de 1530 a 1820 aproximadamente) que marcaron irreversiblementesus configuraciones sociales y moldearon el destino singular de las futu-ras naciones.

A partir de la independencia, los estados del subcontinente recorrengrosso modo -con desvíos y retrasos en algunos países- trayectorias pa-ralelas en las que se advierten claramente los sucesivos períodos.

En primer término se abre para los estados recientemente emancipadoslo que el historiador Tulio Halperín Donghi llamó la "larga espera", duran-te la cual la destrucción del estado colonial no permite todavía instaurar unnuevo orden. Mientras las flamantes naciones se esfuerzan por hallar unafunción a su medida, las repúblicas hispánicas atraviesan largos períodosde perturbaciones anárquicas en los que campea el desorden depredador delos señores de la guerra (los caudillos), y el Brasil independiente prolon-ga aparentemente sin sobresaltos el statu quo colonial, bajo la égida de lamonarquía unitaria de los Braganza y el emperador Pedro 1.

Entre 1850 y 1880, con unas pocas excepciones entre las pequeñasrepúblicas de CentroaÍnérica y el Caribe, las naciones del subcontinenteentran en • "era económica" que algunos autores llaman "orden neocolo-nial": las economías latinoamericanas y por ende las sociedades se inte-gran al mercado internacional. Producen y exportan materias primas eimportan bienes manufacturados. En este engranaje esencial de la nuevadivisión internacional del trabajo que se realiza bajo la égida británica,cada país se especializa en unos pocos productos, algunos en uno solo.

Este nuevo orden alcanza su apogeo en el período comprendido entre1880 y 1930. Los países del subcontinente conocen un crecimiento extra-vertido que trae consigo la ilusión de un progreso ilimitado en el marco deuna dependencia consentida por sus beneficiarios locales y racionalizadaen nombre de la teoría de las ventajas comparativas. La crisis de 1929 de-sorganizará los circuitos comerciales y pondrá fin a la euforia embriaga-dora de esta belle époque, de cuyos beneficios estaban excluidas, desdeluego, las capas trabajadoras en su mayoría. El fin del mundo liberal lo estambién el de ia hegemonía británica Los Estados Unidos, que ya domi-nan su patio trasero caribeño, sustituirán la preponderancia del Reino Uni-

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do desarrollado o subdesarrollado. Aquí sólo mencionaremos tres:do por la suya y se convertirán en la metrópoli exclusiva del conjunto re-gional. Comienza entonces el período caracterizado por las relaciones en-tre Norteamérica y los países de la región o, más precisamente, marcadopor las sucesivas políticas latinoamericanas ejecutadas por Washington.Pero paralelamente con esta periodización internacional, se suceden eta-pas económicas claramente diferenciadas, sin que se advierta un clarovínculo causal.

Esta periodización posee un valor puramente referencial y sirve paradestacar que, más allá de las particularidades nacionales, ciertos fenóme-nos comunes trascienden las fronteras. Las similitudes no son solamentehistóricas, sino que se advierten estructuras análogas y problemas idénti-cos.

Relaciones conlos Estados Unidos

Modelode desarrollo

1. La concentración de la propiedad de la tierra. La distribución desi-gual de la propiedad agraria es una característica común a los países de laregión. Es independiente de la conciencia que los actores puedan tener deella y no siempre da origen a tensiones sociales o al disenso político. Contodo, el predominio de la gran propiedad agraria tiene consecuencias ne-gativas para la modernización de la agricultura e incluso para la creaciónde un sector industrial eficiente. Afecta de manera directa la influencia so-cial y, por consiguiente, el sistema político. El fenómeno de la gran pro-piedad va de la mano con la proliferación de minifundios exiguos y antie-conómicos. Esta tendencia, que se remonta a la época colonial, prosigueaún hoy: la continuidad de la herencia de la tierra aparece como un hechopermanente a escala continental, salvo en los lugares donde se produjeronreformas agrarias profundas (Cuba). Algunos indicadores numéricos per-mitirán comprender mejor estas ideas, a pesar de las limitaciones propiasde las estadísticas que abarcan el subcontinente como una totalidad indi-ferenciada: hacia 1960, el!,4 por ciento de las propiedades de más de milhectáreas concentraban el65 por ciento de la superficie total, mientras queel 72,6 por ciento de las unidades más pequeñas -menos de veinte hec-táreas- abarcaban apenas e13,7 por ciento de la superficie. 3 Desde la pu-blicación de estos datos, se han producido muy pocos cambios como pa-ra modificar su significación global.

1933-1960 Política del buen vecino, escasa-mente intervencionista.

1960 Crisis de las relaciones intera-mericanas en respuesta al desa-fío castrista; política de conten-ción del comunismo; la tácticade Estados Unidos adquiere dis-tintas formas, desde la ayuda eco-nómica hasta la intervención mi-litar directa o indirecta.

Coacciones y estructuras similares

Industrialización autónoma,sustitutiva de importaciones.Producción industrial para elmercado interno, empleandosobre todo capitales naciona-les.

Crisis de la sustitÜción de im-portaciones. Encuentra sus lí-mites en la capacidad tecnoló-gica y financiera de los paísesde la región para producir bie-nes duraderos o maquinarias.Se produce la "internacionali-zación de los mercados nacio-nales" mediante la instalaciónde sucursales de las grandesempresas multinacionales in-dustriales.

2. Lo temprano de la independencia como de los modelos de desarro-llo determinaron la singularidad de los procesos de modernización. Dichoen pocas palabras, a una industrialización tardía y de escasa autonomía co-rrespondió una urbanización fuerte, anterior al nacimiento de la industria.La "terciarización" excesiva de las economías es la consecuencia más evi-den te de una urbanización precaria, vinculada a su vez con la emigraciónde las poblaciones rurales provocada por la concentración de la propiedadterrateniente.

No es casual que, si persiste esta evolución, México y San Pablo seránen el año 2000 las dos ciudades más grandes del mundo, con 31 y 26 mi-llones de habitantes, respectivamente.

3. La magnitud de los contrastes regionales es también resultado de laurbanización concentrada, de las particularidades de las estructuras agra-

No se debe sobrestimar las similitudes. No obstante, las historias para-lelas han dado lugar a realidades que, sin ser similares, poseen muchos ras-gos comunes que las distinguen, por otra parte, de otras regiones del mun-

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J Según ChonchoI, J.: "Land Tenure and DeveIopment in Latin American, en Veliz, C. ycols.: Obstacles lo Change in Latin America. Londres, Oxford University Press, 1965.

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rias y de la industrialización. Así se reproduce en el interior de cada país;el esquema planetario que opone un centro opulento a las periferias mise-rables. Los contrastes internos son más flagrantes aquí que en la mayoríade los países en vías de desarrollo. A tal punto que, después de haber des-crito fríamente las disparidades con el rótulo de "dualismo social", algu-nos autores hablan de "colonialismo interno". Los sociólogos, por su par-te, evocan la "simultaneidad de lo no contemporáneo", que no se limita alhecho pintoresco de que indígenas de la edad de piedra vivan a un tirode arco de laboratorios científicos ultramodernos. En el Brasil, el estadode Ceará ocupa el tercer lugar del mundo, después de dos PMA, entre losde mayor mortalidad infantil, mientras que San Pablo es el líder continen-tal en industria farmacéutica y posee algunos de los hospitales más moder-nos del mundo, iYRío goza de prestigio internacional por sus clínicas decirugía plástica! Un economista ha dicho con razón que el Brasil, "tierrade contrastes" si las hay, sería parecido al imperio británico en la época dela reina Victoria si se juntaran África, la India y Gran Bretaña en un mis-mo territorio.

Se podría tratar de multiplicar las similitudes y concomitancias. Losrasgos comunes abundan y no se limitan, como se verá en los capítulossiguientes, a estas características estructurales. Si se le da un amplio con-tenido extracultural, el término América Latina designa una realidad dife-renciada y específica. Pero esta especificidad clara, innegable, supera lascontingencias socioeconómicas. Se inscribe en el espacio y el tiempo re-gionales. Antes de formar parte del Tercer Mundo, esta América es el Nue-vo Mundo, "descubierto" en el siglo xv y conquistado en el XVI. SegúnPierre Chaunu, posee su tiempo propio, un "tiempo americano (...) másdenso, más cargado de modificaciones y por consiguiente más veloz queel nuestro", producto de una "historia acelerada" provocada por un colmarla brecha que se abre con la prehistoria del continente, poblado tardíamen-te a través de migraciones. Tal vez se podría pensar también en la plura-lidad, en la variedad de este "tiempo americano" y su prolongación, es de-cir, en sus virtudes conservadoras. Es verdad que los indios neolíticos secodean aquí y allá con tecnologías de punta del último cuarto del siglo xx,pero no es menos cierto que las sociedades latinoamericanas conservanformas sociales superadas en el resto del mundo occidental; son verdade-ros "museos políticos" donde la sustitución de clases dominantes se efec-túa por yuxtaposición antes que por eliminación. Porque, como decía Al-fred Métraux, "especies de animales hoy extinguidas sobrevivieron enAmérica hasta una fecha mucho más reciente que en el Viejo Mundo".

Se ha hablado también de una "naturaleza americana", no sólo para des-

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tacar la magnitud desmesurada de los elementos y el gigantismo del espa-cio, que nada le deben al hombre, sino para indicar ~ impronta de éste ~-bre el paisaje. La naturaleza ha sido violada, agredida por la depredacióny el derroche de una "agricultura minera" (René Dumont) que la llevó ~ unestado "no salvaje, sino degradado" (ClaudeLévi-Strauss), deshumaniza-do a imagen de un continente conquistado. Lo cual demuestra lo erróneoqu~ sería desconocer los fenómenos transnacionales en el estudio de esteconjunto regional.

DIVERSIDAD DE LAS SOCIEDADES, SINGULARIDAD DE LAS NACIONES

Un destino colectivo forjado por evoluciones paralelas, una misma per-tenencia cultural a Occidente y una dependencia multiforme en relacióncon un centro único situado en el mismo continente: los factores de unidadsuperan y a la vez confirman la perturbadora continuidad lingüística de laAmérica portuguesa y, afortiori, de la América española; el q~e llega des-de la Europa exigua y fraccionada se sorprende. al hallar la misma lenguay, en ocasiones, la misma atmósfera en dos capitales, separadas por ochomil kilómetros de distancia y nueve horas de vuelo. Pero frente a esta ho-mogeneidad se alza una no menos gran heterogene~dad de naciones co~-tiguas. Las diferencias entre los países saltan a la Vista. Ante t~o, ~s di-mensiones. El Brasil, quinto estado del mundo por su su~rfic~e, gigantede ocho millones y medio de kilómetros cuadrados, es decir, q~IDce v~esmás grande que Francia y 97 más que Portugal, su madre patna, no tI~necomparación con El Salvador, ese "pulgarcito" del istmo centroamenca-no, más pequeño que Bélgica con sus 21.000 kilómetros. cuadrados.Dejando de lado la variable lingüística que diferencia al Br~Il de su~ ve-cinos, se pueden aplicar algunos criterios sencillos para .explIcar la d~~er-sidad de estados y sociedades. Para los primeros predomina la geopolítica,sobre todo su situación en relación con el centro hegemónico norteameri-cano; para las segundas conviene tener en cuen~ los c,o!Dponentes etno-culturales de la población y los niveles de evolución social a fin de ponerun poco de orden en el mosaico continental.

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.•."Tan cerca de los Estados Unidos":potencias emergentes y "repúblicas bananeras"

Es conocida la cínica reflexión del presidente Porfirio Díaz (1876-1911) sobre México:' " ...tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Uni-dos". Sin duda, hablaba con conocimiento de causa, ya que en 1848, des-pués de la guerra en la cual los Estados Unidos se anexaron Texas, larepública imperial despojó a México de la mitad de su territorio. Los ac-tuales estados de California, Arizona, Nuevo México y, aparte de Texas,partes de Utah, Colorado, Oklahoma y Kansas (casi 2,2 millones de kiló-metros cuadrados) pertenecían a México antes del tratado de GuadalupeHidalgo.

La dominación norteamericana es particularmente evidente en este"Mediterráneo americano" formado por el istmo centroamericano, el ar-chipiélago de las Antillas, el golfo de México y el mar Caribe. Washing-ton considera a ese mare nostrum la frontera estratégica austral de losEstados Unidos: todo lo que sucede en la zona afecta directamente la se-guridad de la nación "líder del mundo libre". El control de los estrechos 4

y del canal interoceánico, así como el trazado de nuevos pasos del Atlán-tico al Pacífico es de importancia vital para los Estados Unidos: la comu-nicación marítima entre las costas del este y el oeste hacen del canal de Pa-namá una arteria navegable interior, mientras que una presencia hostil enlas Antillas Mayores pondría en peligro las líneas de comunicación con losaliados europeos. Sea como fuere, los estados costeños, sean insulares ocontinentales, están sometidos a libertad vigilada. La soberanía de las na-ciones bañadas por el "lago americano" se ve limitada por los intereses na-cionales de la metrópoli septentrional. A partir de Theodore Roosevelt,quien no se limitó a "tomar Panamá", donde los Estados Unidos impusieronen 1903 un enclave colonial en la zona del canal, éstos se arrogaron el po-der de policía internacional en toda la región, sea para controlar directa-mente las finanzas de los estados en quiebra, sea para enviar los marinesa poner fin al "relajamiento general de los lazos de la sociedad civilizada"entre sus vecinos meridionales. Así, ocuparon militarmente Nicaragua de1912 a 1925 y de 1926 a 1933, Haití de 1915 a 1934, la República Domi-nicana de 1916 a 1924. Cuba sacudió el yugo español en 1898 sólo paraconvertirse en un semiprotectorado: la enmienda Platt, impuesta en 1901por los vencedores de la guerra entre España y los Estados Unidos, otor-

• Los estrechos que separan a Cuba de México, Haití de Cuba y República Dominicana dePuerto Rico son, de oeste a este, el canal de Yucatán, el Paso de los Vientos, y el canal del~ Mona. Esta preocupación sería el motivo de que Puerto Rico sea una posesión norteame-ncana y que Estados Unidos siga ocupando la base de Guantánamo en Cuba.

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~1,

gaba a éstos el derecho de intervenir en la isla cada vez que el gobierno semostrase incapaz de "asegurar el respeto por la vida, los bienes y la liber-tad". Esta cláusula, incorporada a la constitución cubana, rigió las relacio-nes entre los dos países hasta 1959.

Esta hegemonía puntillosa no modificó sus métodos ni sus objetivos enla era de los misiles intercontinentales. Las tropas norteamericanas inva-dieron la República Dominicana en 1965 para evitar una "nueva Cuba" yel islote de Grenada en octubre de 1983 para derrocar un gobierno de tipocastrista. La ayuda escasamente discreta de Washington a la guerrilla con-trarrevolucionaria nicaragüense, hostil al poder sandinista, obedece a lasmismas preocupaciones, si no a los' mismos reflejos. En general, losreflejos neocoloniales llevan a los Estados Unidos a apoyar cualquier ré-gimen de la zona, siempre que sea claramente pronorteamericano, y aderrocar o al menos desestabilizar al gobierno que intente librarse de la tu-tela del hermano mayor, afecte sus intereses privados y, en general, el mo-do de producción capitalista.

Aparte de su situación geoestratégica, los estados del glacis norteame-ricano son, con excepción de México, pequeños y escasamente poblados(la peligrosa Nicaragua tiene tres millones de habitantes, ialgo menos quela población hispana de Los Angeles!) o directamente minúsculos, comolas motas de polvo de las Antillas Menores: iqué resistencia militar podíanoponer los 120.000 habitantes de Grenada "la roja" al cuerpo expedicio-nario de la primera potencia mundial! El potencial económico de esos esta-

- dos, entre los que se cuentan los más pobres y atrasados del subcontinente,no compensa su exigüidad ni su desgracia geopolítica. El peso histórico dela monoexportación les ha granjeado a estas repúblicas tropicales el mo-te despectivo y cada vez menos exacto de Banana Republics: las grandesempresas fruteras norteamericanas como la United Fruit, sus sucursales ysus competidoras ejercieron allí un poder casi absoluto durante muchotiempo. No sucede lo mismo con los estados más lejanos de América delSur.

Los estados de la América meridional--con excepción de los que tie-nen costa sobre el Caribe y, siendo producto de la descolonización reciente(Guyana, Surinam), se asemejan a la') naciones del "Mediterráneo ameri-cano"- se encuentran más lejos de los Estados Unidos y son más grandesy más ricos que los caribeños. Los dos gigantes regionales, la Argentina yel Brasil, son también los más industrializados del subcontinente. Su vozes escuchada y su autonomía política es de larga data. Por otra parte, las na-ciones sudamericanas no conocen la intervención militar directa de los Es-tados Unidos, que prefiere utilizar estrategias más sutiles o siquiera más in-directas. Además, la fascinación del American Way 01Lile encuentra me-

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nos partidarios allí donde las vigorosas culturas nacionales y el peso deEuropa se oponen a una "coca-colonización" que impera en casi todos lospaíses septentrionales de esa América intermedia donde Washington dictasu ley.

En esa "clase media" a la que también pertenece México -que a pe-sar de Porfirio Díaz y la fatalidad geográfica aún cuenta con sus dos mi-llones de kilómetros cuadrados, sus ochenta millones de habitantes y supersonalidad cultural y política- se encuentran estados capaces de distin-guirse en la escena internacional y cuyo perfil se destaca claramente con-tra el trasfondo de un conjunto latinoamericano condenado hasta hace muypoco a la imitación y aun hoy en gran medida al anonimato bajo una tute-ia paternal y condescendiente. Así se advierte el surgimiento de potenciasmedianas que aspiran a un papel regional e incluso extracontinental. Pe-ro este fortalecimiento no obedece de manera directa a detenninismo al-guno. La existencia de un recurso valorizado en el mercado mundial o unacoyuntura favorable pueden elevar un país modesto a la categoría de los"grandes" del subcontinente: así sucedió con Venezuela gracias al boompetrolero. La ruptura con la metrópoli, la revocación de una alianza o deuna relación de sumisión pueden colocar a un país pequeño en una situa-ción sin relación con su peso específico: tal fue el caso de Cuba a partir de1.960, y la ~icara~a sandinista, en un plano menor, parece seguir el pe-ligroso cammo abierto por su hermana mayor.

Si la clasificación de los estados está sujeta a los vaivenes de la histo-ría, la de las sociedades es más estable y quizá más adecuada a los propó-SItoSde esta obra.

Clima, población y sociedades

~ historia ~uele pasar por alto la geo~afía: así, no es fácil separar sub-C?nJuntos ~glonales con alguna coherencia dentro del continente. Porejemplo, DIPan~á, antes una provincia colombiana, ni México pertene-ce~ a Centroaménca, formada por los cinco estados federados que antes delalDdepende~ciaconstituían la Capitanía General de Guatemala. No es porello menos cierto que entre la América del Sur y los Estados Unidos existeuna "América media", zona de transición, de antiguas poblaciones huma-nas, sede de extraordinarias civilizaciones precolombinas asentada sobreberras donde los vo~canes dis.tan de estar extinguidos y que en todo sentidoposee una personahdad propia, En Sudamérica se distingue habitualmen-

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te una América templada que ocupa el "cono sur" del continente y com-prende a la Argentina, Chile y el Uruguay y por su clima, culturas y pobla-ción es la más cercana al Viejo Mundo, de una América tropical que abar-ca los países andinos, el Paraguay y el Brasil. Este último es difícil de cla-sificar. País-continente que linda con todas las naciones sudamericanassalvo Ecuador y Chile, el Brasil comprende un sur templado, poblado poreuropeos que trajeron consigo sus culturas mediterráneas. Chile, país an-díno por excelencia, es más templado que tropical; Bolivia, indudablementeandina, comprende una parte tropical, pero la historia la ha vinculado a laAmérica templada, mientras que Colombia y Venezuela son andinas y ea-ribeñas a la vez. Se comprende así la insuficiencia de tales clasificaciones.

Se podría pensar que la población es un indicador más exacto y flexi-ble a los fines de una tipología rigurosa. Es verdad que existe cierta corres-pondencia entre los climas y las poblaciones, vinculada sobre todo con lasculturas históricamente privilegiadas. La distribución regional de los trescomponentes de la población americana -el substrato amerindio, los des-cendientes de la mano de obra esclava africana y la inmigración europeadel siglo XIX- permite identificar las zonas según el sector dominante. De-cimos bien sector dominante, porque las naciones mestizas son las más nu-merosas, y con frecuencia, en sociedades de población mixta, se yuxtapo-nen espacios étnicamente homogéneos. Así, en Colombia los resguardosindígenas de "tierra fría" o alta suelen mantener contacto con los valles"negros" de "tierra caliente". Con todo, se puede hacer una distinción gro-sera: una zona de población indígena densa que abarca la América mediay el noroeste de Sudamérica, donde florecieron las grandes civilizaciones;las Américas negras del nordeste en el contorno caribeño, las Antillas yelBrasil, vinculadas principalmente a la especulación azucarera de la épocacolonial; finalmente, un Sur, pero sobre todo un sudeste "blanco", tierratemplada que acogió la mano de obra libre europea a partir del últimocuar-to del siglo XIX.

A partir de las mismas variables, el antropólogo brasileño Darcy.Ríbeiro propuso una tipología que no carece de atractivos, aunque se pue-de reconocer en ella cierta inclinación ideológica: los pueblos testigos,transplantados y nuevos. Los pueblos testigos en sus variedades mesoarne-ricanas y andinas son descendientes de las grandes civilizaciones azteca,maya e inca. Habitan países donde la proporción de indígenas es relativa-mente elevada, lo que significa entre otras cosas que un sector significa-tivo de la población habla una lengua vemácula y que las comunidadesautóctonas fueron escasamente asimiladas por la civilización europea. Asísucede en la América media, donde Guatemala tiene casi un cincuenta porciento de indígenas, Nicaragua y El Salvador tienen apenas un veinte por

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ciento muy aculturados y Honduras menos del diez por ciento (cifras quese deben manejar con toda la reserva que merece la definición de indíge-na en este continente). México tiene apenas un quince por ciento de habi-tantes que hablen una lengua indígena, pero están muy concentrados en losEstados del Sur (Oaxaca, Chiapas, Yucatán). Además, su ideología nacio-nal reivindica a los "vencidos" del pasado. En la zona incaica, los indíge-nas de lenguas quechua y aimará constituyen hasta el cincuenta por cien-to de la población en el Perú, Ecuador y Bolivia, con fuertes concentracio-nes en las zonas serranas rurales.

Los pueblos transplantados conforman la América blanca: son los rio-platenses de la Argentina y el Uruguay, contraparte de los angloamerica-nos del Norte. En esas tierras recientemente pobladas, donde los indios nó-mades, de bajo nivel cultural, fueron eliminados implacablemente ante lamarea inmigratoria, nació una suerte de Europa austral. Pero estos espa-cios aparentemente abiertos, como los de Nueva Zelanda, Australia o losEstados Unidos, presentaban características sociales diferentes, lo que ex-plica su evolución posterior. Su singularidad es evidente. A principios desiglo, los argentinos se enorgullecían de ser el "único país blanco al sur deCanadá". Y estos transplantados del Viejo Mundo que durante muchotiempo dieron la espalda a su continente, no se sintieron "sudamericanos"hasta fechas muy recientes.

Por último, los pueblos nuevos, entre los cuales Darcy Ribeiro sitúa alBrasil, Colombia y Venezuela, así como a Chile y las Antillas, son produc-to del mestizaje biológico y cultural. Esta es, según él, la verdadera Amé-rica, en cuyo crisol de razas de dimensión planetaria se forja la "razacósmica" del futuro que cantó José Vasconcelos. Esta clasificación, asíje-rarquizada, posee cierta lógica y permite comprender más claramente larosa de los vientos latinoamericana.

Aunque no conviene multiplicar las clasificaciones, tampoco está demás agregar una basada en la homogeneidad cultural y la importancia delsector tradicional de la sociedad. Estas tipologías son tan arbitrarias comolos medios empleados para elaborarlas, pero sin duda son indispensablespara introducir los matices necesarios en un estudio transversal de los fe-nómenos sociales continentales.

Si se toma como indicador la mayor o menor homogeneidad cultural,calculada en función del grado de integración social y de la existencia deuna o varias culturas en el seno de la sociedad nacional, se distinguen tres-grupos: 5

'Según Gerrnani, G.: "América Latina y el Tercer Mundo" Aportes (parís) nro 10 octu-bre 1968. ,. . ,

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-Homogéneos: la Argentina, Chile, el Uruguay; en menor grado, Hai-tí, El Salvador y Venezuela.

-Heterogéneos: Guatemala, el Ecuador, Bolivia, el Perú.-En vías de homogeneizacián: el Brasil, México, Colombia.Se puede decir que los criterios de esta clasificación son eminentemen-

te subjetivos. El grado de tradicionalismo se mide con mayor facilidad porcuanto coincide, en general, con la magnitud del sector agrario y el anal-fabetismo. Según esta perspectiva, serían tradicionales los países comoHaití, Honduras, el Paraguay, El Salvador, Guatemala y Bolivia; moder-nas son las sociedades argentina, chilena, uruguaya, colombiana y vene-zolana, aparte de la cubana.

La multiplicación de las tipologías permite rodear algunos países conlos dos extremos de la cadena; da una idea aproximada, grosera pero útil,de las diferencias y la gama de realidades sociales dispares que se ocultanbajo el rótulo global de América Latina, sin ceder a los espejismos de laparticularidad nacional y la singularidad histórica. Estas dos dimensionesfundamentales, que de todas maneras no permiten descubrir las claves bus-cadas, sólo pueden provenir de un vaivén incesante entre los múltiples ni-veles de una aprehensión global de las similitudes y las diferencias, de locontinental a lo local, pasando por lo nacional y regional.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

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PRIMERA PARTE

Características generales de losEstados latinoamericanos

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