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La imagen del hombre en El malestar en la cultura de Sigmund Freud Sigmund Freud. http://guillermovilaseca.com.ar/tag/sigmund-freud/. Imagen consultada el 18 de abril de 2012

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La imagen del hombre en El malestar en la cultura

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Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre

INVESTIGAR EN PSICOANÁLISIS: UNA TRANSFORMACIÓN PSÍQUICA DE QUIEN ESCRIBE

Diego SampedroCoordinador Área de Lenguaje, Instituto Alberto Merani

Correspondencia para el autor: [email protected]

[Artículo presentando como síntesis de la investigación “La imagen del hombre en El malestar en la cultura de Sigmund Freud”

que le otorgó el título de Magister en filosofía al autor, quien además recibió la distinción Cum Laude por su trayectoria académica.]

Recibido: 16 de abril de 2012 Aceptado: 18 de mayo de 2012

RESUMEN

Harto de guerras, masacres y anuncios de autodestrucción de la especie, Sigmund Freud percibe la necesidad de desan-tropologizar al hombre. No es una tarea difícil de enunciar aunque sí de asimilar, al menos para el hombre mismo. Se trata de percibirse de nuevo como criatura, adquirir otra vez un carácter natural. El malestar en la cultura pone de manifies-to esta necesidad al describir la cultura como un proceso, en primera instancia interior, que se da en todos los seres hu-manos; sólo en un segundo momento es un proceso colectivo que no deja de ser correlativo a la transformación psíquica interna.

Palabras clave: Sigmund Freud, malestar, cultura, psique, imagen del hombre, restricción, desarrollo cultural, psicoanálisis.

SUMMARY

Tired of wars, massacres and announce-ments of self-destruction of the species, Sigmund Freud perceived the need to de-anthropologize man. It is not difficult to state this task but it is difficult to as-similate it, at least for man himself. It is about perceiving oneself as a creature, and acquiring a “natural” character again. Civilization and Its Discontents reveals this need by describing culture as a process, at first internal, which occurs in every human being. Only in a second stage it becomes a collective process that continues to be correlative to the inner psychic transformation.

Key words: Sigmund Freud, discontent, culture, psyche, image of man, restriction, cultural development, psychoanalysis.

ARTICULO DE REFLEXI N óo

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Los libros de la biblioteca no tienen letras,

cuando los abro surgen.

Jorge Luís Borges

EL NACIMIENTO DEL PROBLEMA: LA TRANSFORMACIÓN DEL INVESTIGADOR

De antemano resultaba extraño inscribir-se a un seminario de Sigmund Freud en una facultad de filosofía, quizá porque aún después de algunos años de lecturas y debates, quien escribe pretendía la existencia de algo que pudiera llamarse filosofía con unos límites claros y pre-viamente establecidos. La curiosidad se acrecentaba más, pues aunque actual-mente se sigue reconociendo la enorme influencia del pensamiento de Freud, se han perpetrado ataques contra el psicoa-nálisis, se ha declarado la caducidad de su pensamiento, o se ha afirmado que sus alumnos (Jacques Lacan, por ejemplo) lo superaron con creces.

No era un seminario sobre Freud en gene-ral, al menos no pretendía abarcar todos sus textos, mucho menos una reflexión sobre el psicoanálisis. Por el contrario se trataba de una lectura cuidadosa de El malestar en la cultura, atendiendo al particular tratamiento que allí se le da a los problemas planteados por el autor

En definitiva lo que ocurrió fue la cons-tatación de lo que alguna vez afirmó el escritor argentino Jorge Luís Borges, al señalar que nuestros prejuicios, las afirmaciones que damos por hecho y que hemos escuchado de especialistas, las generalizaciones y clasificaciones nos impiden a veces la lectura de los textos,

el enfrentamiento directo con lo que allí está escrito; la posibilidad de que más allá de las lecturas de otros y de los apresurados juicios que a veces damos por hecho, nos permitamos una interpre-tación propia del discurso, lo hagamos significativo para nosotros mismos.

Tres aspectos fueron fundamentales para que se gestara un problema. En primer lugar, la particularidad del texto, su apa-rentemente “fácil acceso”. Lejos estaba de ser un libro médico que desarrollara complejas ideas sobre el tratamiento de la neurosis, que pretendiera, como otros textos del autor, una ciencia de la psique. En segundo lugar, la posibilidad

DASUNBEHAGENINDERKULTUR(1930)El malestar en la cultura(1930)http://colblog.blog.lemonde.fr/category/seminaires/seminai-re-20102011/.Imagenconsultadael18deabrilde2012.

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de partir del sentimiento común usando términos como: “como cotidianamente lo sentimos”, “como suele decirse”, “lo que se concibe comúnmente”; por ello los sentimientos son la materia prima de la investigación, el punto de partida fundamental. En tercer lugar, la unidad del conocimiento, que se evidencia en la manera como se tratan los problemas. Como si la división que pretendemos en el conocimiento fuera nuestro mayor impedimento. A medida que lo necesita, el autor usa algunos de los conceptos que ha formulado en otros textos, hace comparaciones con la sociología, la an-tropología, incluye citas de escritores, fragmentos de poemas, alude a testi-monios.

Dadas estas condiciones, mi sensación al terminar el seminario fue de gran estupor. Los sentimientos que allí se habían tratado, que terminaban estable-ciendo una compleja relación de tensión y complementariedad entre psique y cultura, significaban un análisis de mí mismo. ¿Qué se había puesto en juego, en cuestionamiento? La imagen de hom-bre con la que había crecido, los idea-les de la cultura con los que yo mismo fui formado. Si bien la lectura de otros autores y textos ya había significado un cuestionamiento, nunca de manera tan natural y partiendo de sensaciones que yo mismo había compartido alguna vez, se habían removido las creencias con las que solemos convivir, a veces de manera inconsciente.

Así, desde el inicio de esta investiga-ción lo que se puso en análisis fueron las representaciones mentales de quien investigaba, la imagen de hombre con la que había crecido, la suya propia.

EL PROBLEMA DE LAS IMÁGENES

Uno de los conceptos centrales en Freud es la imagen, entendida como representación anímica y mental. Dado el carácter atávico de la psique, ac-tuamos condicionados por nuestras propias representaciones. La imagen no es solamente un contenido mental con carácter meramente cognitivo; se trata también de una predisposición anímica que moviliza nuestra psique de tal modo que nos conduce a actuar de cierta ma-nera. En varios textos (especialmente en la introducción a las Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis), mencio-na cómo el concepto mismo de psique encarna la imposibilidad de la división mente – cuerpo: cada sensación tiene un componente cognitivo, cada idea contiene un elemento anímico.

Así pues, las imágenes condicionan nues-tra propia existencia. Nuestro accionar está mediado por las representaciones que hemos forjado desde nuestra niñez. Quizá una que tiene un alto peso es la de hombre, el ideal de ser humano que se va gestando en la psique y nos basta con observar cuidadosamente la realidad para darnos cuenta de su fragilidad.

La bondad, la compasión, la posibilidad de la felicidad perpetua, la placidez de la vida misma son algunos de los pre-juicios con los que cargamos desde la niñez y configuran una de las imágenes mentales más comunes ¿Qué si la bondad y la compasión no son características con las que el hombre nace sino q ue le atribuimos? ¿Qué si el ideal de felicidad es una imposibilidad? ¿Qué si la sensa-ción ante nuestra propia técnica para sobrevivir (la cultura) no es de placer

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sino de malestar? ¿Y si encontramos que, contrario a una bondad absoluta, persiste en nosotros un sentimiento de agresión que debe ser domeñado todo el tiempo? La lectura cuidadosa de El malestar en la cultura, lejos de construir un sistema para producir una nueva imagen de hom-bre, cuestiona la más tradicional, la más común y corriente de todas. A partir de allí, elabora algunos trazos para tratar de pensar el hombre de otro modo, no tiene una pretensión de verdad, al contrario nos plantea algunas sospechas.

EL MALESTAR EN LA CULTURA

El malestar en la cultura es un texto particular en la obra de Freud, no se necesita mayor contextualización para seguir el curso de la investigación, está desprovisto de la densidad del voca-bulario médico y de la idea inicial de lograr una ciencia de la psique. Alterna reflexiones sobre el desarrollo cultural, la psique humana y la compleja relación entre ambas. Quizá lo que más llama la atención del texto y desconcierta a algu-nos especialistas es el sincretismo entre reflexiones de diversa índole, el paso de la impugnación del ideal de felicidad a las razones por las que existe una pulsión de autodestrucción inherente al hombre y correlativa a Eros.

Dado el carácter sui generis del texto, el proceso de interpretación consistió, en primer lugar, en internarse en la com-prensión de cada uno de los capítulos, tener sumo cuidado con el seguimiento de los giros, el uso del lenguaje, el paso de un problema a otro o de un capítulo al siguiente. A partir de allí se hicieron agrupaciones, se establecieron núcleos de significado.

En cada sección pueden vislumbrarse algunas ideas que contribuyen con el cuestionamiento de la imagen tradicional de hombre, así como trazan la posibilidad de elaborar no una representación con pretensiones de verdad pero sí los rasgos de un hombre más cercano a nuestro pro-pio principio de realidad, más próximo a la sensación de incomodidad que nos invade cotidianamente, más sembrado en la contradicción y la tensión interior. Por momentos, la imagen de hombre aquí trazada nos sume en el más pro-fundo estupor, nos presenta nociones que resistimos admitir, contra las que tenemos fuertes mecanismos de defensa; tal vez al reconocerla nos decepcionamos menos, abandonamos, al menos por un momento, nuestra tendencia a identifi-car verdad y deseo.

El GritodeEdvardMunch(1893)El cuadro podría ser leído como la desantropologización del hombre. http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/munch/. Ima-gen consultada el 18 de abril de 2012.

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En este momento del desarrollo de su pensamiento lejos estaba Freud de la pretensión de verdad científica que se evidenciaba en los primeros textos; no estamos ante una demostración de la posibilidad de elaborar una “ciencia del inconsciente o de la psique”, ya la cate-goría ciencia había sido cuestionada por su tendencia al dogmatismo en el artículo Sobre una cosmovisión (Weltanschaung). Los cuestionamientos aquí hechos y las “conclusiones” que se permite formular tienen conciencia de su provisionalidad, de ser también juegos del lenguaje, formas de explicación de la inextricable psique humana. “El superyó es una cate-goría psíquica inferida” afirma el propio autor. Es por eso que la sospecha sobre su propio pensamiento lo lleva a confiar más en los versos de los poetas, a con-fesar que muchos de los rodeos teóricos dados por él bien podrían condensarse en un verso de Goethe o de Schiller.

Los problemas tratados en El malestar en la cultura provienen siempre de los sentimientos comunes, de las sensacio-nes que compartimos cotidianamente. A la manera del psicoanálisis, se toma el sentimiento como un síntoma y se interna a profundidad en sus causas, sus motivos, su lugar de origen, su relación con el aparato anímico. Es así como se construye el curso de la investigación, tratando de descubrir la estructura que subyace en muchos estados de ánimo o principios generales de comportamiento. Podríamos afirmar que los problemas son tratados, en el sentido psicoanalítico del término, partiendo de afirmaciones como si fueran verdaderas para luego indagar por sus fuentes y contradicciones. Asisti-mos quizá a un breve psicoanálisis de la cultura, de la imagen que concebimos de hombre, en últimas de nosotros mismos.

Mientras que los animales van directa-mente a su fin, él se pierde en rodeos; el animal indirecto por excelencia. Sus reflejos improbables – de cuyo relaja-miento resulta la conciencia– le trans-forman en un convaleciente que aspira

a la enfermedad. Nada en él es sano, salvo el hecho de haberlo sido. Sea

ángel que perdió sus alas o mono que extravió su pelo, no ha podido emerger del anonimato de las criaturas más que

gracias a los eclipses de su salud.

E. M. Ciorán

LA IMAGEN DEL HOMBRE: EL ANIMAL INDIRECTO

Es por momentos desconcertante ver cómo el tratamiento de ciertos senti-mientos comunes a muchos hombres puede llevarnos a la negación del sen-

EdvardMunch(1863-1944).http://www.artepinturaygenios.com/2012/04/edvard-munch-melancolia-gritos-y.html.Ima-gen consultada el 30 de marzo de 2012

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timiento mismo, al menos al cuestiona-miento de ideas que dábamos por ciertas y que tal vez no eran más que prejuicios infundados en nosotros. El tratamiento de un sentimiento oceánico, sensación de infinitud, de comunión con el todo, por ejemplo, lleva a la afirmación del carácter difuso, ilimitado y desconocido del sentimiento yoico, a la posibilidad de una composición intrincada de la psique, en la que la conciencia es apenas un esta-do transitorio y buena parte de nuestros actos están condicionados por fuerzas psíquicas que habitan en nosotros pero desconocemos completamente. Contra-ría esta percepción la estabilidad del yo, los conceptos absolutos y comunes

de personalidad e identidad. Más cerca-no a la expresión de ciertos escritores, para seguir el rumbo que traza el propio Freud, “yo contengo multitudes”, como afirmaba el poeta Walt Whitman; “yo soy otro”, como decía Arthur Rimbaud.

Por otro lado, la pregunta por la felicidad humana, que embarga cotidianamente a algunos hombres, le lleva a la impug-nación del ideal mismo de felicidad, al reconocimiento de un principio de reali-dad que se impone sobre el principio de placer, a la afirmación de que solo goza-mos el contraste y por ende lo que en-tendemos por felicidad tiene un carácter episódico. La aspiración máxima consiste en tratar de mantener la estabilidad psí-quica, así, lo que denominamos felicidad podría no ser más que un problema de economía libidinal. El ideal mismo de la felicidad parece ser impugnado y la palabra adquiere una nueva posibilidad de significado.

La impugnación del ideal de felicidad es también el cuestionamiento de la pre-gunta por el sentido de la vida humana. Solo la religión puede responder esta pregunta ya que es una cosmovisión que atiende, de manera absoluta, todas las preguntas posibles a través de un siste-ma con un fundamento metafísico. La pregunta misma es absurda, proviene de la vanidad antropocéntrica. ¿Acaso nos preguntamos por el sentido de la vida de los animales? Es precisamente porque no hay sentido previo que la vida vale la pena de ser vivida. No es una afirmación pesimista, sino una constatación; de he-cho cuando calificamos un pensamiento de pesimista lo hacemos en comparación con un ideal optimista que en este caso ya ha sido impugnado.

Sigmund Freudhttp://articulacion.wordpress.com/category/sigmund-freud/.Imagen consultada el 18 de abril de 2012.

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Tal como lo evidencian nuestras actua-ciones cotidianas, son múltiples, vario-pintas, casi individuales, las formas que encontramos para tratar de evadir el displacer, de lograr el resquicio de feli-cidad que nos es posible. Sin embargo, dado que el contraste con el displacer es condición para reconocer el gozo, el dolor hace parte de la sensación de felicidad, el dolor camina delante de nosotros. Evadir el displacer no es huir despavoridamente de la sensación de dolor, es, más bien, admitir su ubicuidad y resguardarse temporalmente en los resquicios de gozo que nos son posibles.Surge entonces una nueva sensación, uno de los núcleos de la reflexión: ¿por qué nos sentimos en hostilidad con nuestra propia cultura? ¿Por qué las instituciones sociales que hemos creado para nuestro beneficio nos proveen más insatisfac-ción que bienestar? En contra de lo que pueda pensarse, nuestra propia técnica para sobrevivir (cultura) nos causa una fuerte sensación de malestar porque el ideal que se incuba en ella implica la frustración de nuestros propios instintos

y deseos individuales. Renunciar a la realización del deseo parece la premisa del desarrollo cultural, abandonar la posibilidad de la libre consumación de nuestros instintos es una condición que debemos asumir para tratar de conservar la especie.

Si aceptamos esta condición, nos quita-mos el velo del desarrollo cultural visto como un camino hacia la perfección y lo consideraremos ahora como las modifica-ciones que deben hacerse en las condi-ciones psíquicas del hombre, para tratar de garantizar la vida en comunidad, garantía que tampoco puede lograrse, pues ¿cómo convivir con esa sensación de hostilidad?

Es por ello que se incubaría en todos un cierto grado de neurosis y de nuevo, contrario a la percepción común, la dife-rencia entre el que llamamos neurótico o “loco” y el que denominamos “normal” es de grado y no de esencia. Bajo esta óptica, todos batallaríamos cotidiana-mente en nuestro interior para soportar la frustración que nos impone el desa-rrollo cultural a través de la restricción instintual; el no caer en la neurosis es una batalla cotidiana, sin librarla cae-ríamos fácilmente en el frenesí de un erotismo sin control o en la aniquilación de los otros antes de que amenacen con destruirnos a nosotros mismos.

Sin embargo, quizá el más fuerte cues-tionamiento está en la posibilidad de encontrar un instinto de autodestrucción en el hombre, pulsión que se proyecta hacia los otros en forma de agresión. Si aceptamos esta condición, damos otro fuerte golpe al narcicismo y la vanidad

El malestar en la cultura (versiónenespañol).http://www.todocoleccion.net/el-malestar-cultura-sigmund-freud-alianza-editorial-1970~x24941289. Imagen consultada el 18 de abril de 2012.

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antropocéntrica, a la imagen común y co-rriente de hombre. Además, el desarrollo cultural ha detenido esta tendencia a la agresión devolviéndosela al hombre en forma de vigilante interno, de mecanis-mo de autoagresión (superyó), expresado en el sentimiento de culpa, un vigilante implacable al que no puede ocultársele ninguna de nuestras acciones. Bajo esta lógica, la culpa y la restricción instintual serían la base del desarrollo cultural, de nuevo en contradicción con una visión en la que la técnica de supervivencia del hombre (cultura) le garantizaría bienestar aun imponiéndose sobre la naturaleza.

Bajo esta perspectiva el hombre no es una criatura superior con el control de sus impulsos y de la naturaleza. De hecho su realidad lo mostraría como Un-heimlich, desarraigado, en tensión con su propia técnica para sobrevivir (cultu-ra). Tensión entre dos proto-instintos, un instinto de autodestrucción que lo impulsa hacia su propia aniquilación y un instinto de conservación (Eros) que le impulsa a perpetuarse. Tal lucha se produce tanto interior como exterior-mente, en la especie y en el desarrollo psíquico individual, porque son procesos correlativos, toda vez que la psique está hecha de cultura y la cultura está hecha de psique, rompiendo una falsa dicoto-mía en la que tendemos a verlas como entidades separadas. Al romper esta falsa división, ni victimiza al hombre, ni culpa a la cultura, pues la lucha dinámica de los proto–instintos se produce tanto en los individuos como en la especie. Por eso la plegaria del autor porque en la batalla termine por tener más ímpetu Eros y se sobreponga al instinto que nos señala nuestra propia aniquilación, la de

nosotros mismos y la de la especie. Bien lo expresó el maestro Rainer María Rilke en el final de su octava elegía de Duíno:

¿Quién nos ha volteado así, que hagamos lo que hagamos,mantenemos la actitud del que se despide? Como quien,desde la última colina, que le muestra una vez más todosu valle, voltea, se detiene, permanece un momento,así vivimos nosotros, siempre en despedi-da. (Rilke, 2010, p. 82)

Dado que tendemos a identificar la ver-dad con lo que deseamos, es totalmen-te equivocado adoptar una postura de oposición, de fervor o de inexorabilidad, hacia la imagen del hombre y de cultura aquí creadas. Lo que se ha tratado de hacer, siguiendo la experiencia inves-tigativa, es impugnar nuestros ideales absolutos de felicidad, aceptar nuestra condición insignificante en el universo, nuestra imperfección arrogante. Asumir que “es el horror de ser nosotros mismos lo que nos lleva delante del espejo”, como decía el poeta argentino Antonio Porchia, y esperar que, en la lucha entre las potencias celestes, el Eros se imponga por un buen tiempo al acechante impulso que nos señala de manera inexpugnable nuestra propia aniquilación. De este modo, y exponiendo su propia experien-cia “teórica”, Freud ha hecho un psicoa-nálisis del malestar en la cultura, quizás también de nosotros mismos.

Muchas cartas, objeciones públicas y oposiciones de sus colegas recibió Freud por plantear una tendencia agresiva en el hombre, síntoma de una pulsión de autodestrucción inversa y correlativa a

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Eros. Quizá su más sincera y contundente respuesta a las inquisidoras preguntas que recibía es que él mismo se resistía a aceptar la existencia de una tenden-cia a la agresión, pero la ubicuidad de las acciones de destrucción le hicieron sucumbir a la inminencia del plantea-miento. ¿Cómo explicar las guerras? ¿Cómo explicar los asesinatos en serie? ¿Las extrañas y paradójicas relaciones de amor en una pareja, combinadas con agresiones físicas, fuertes sufrimientos y, al mismo tiempo, una extrema de-pendencia?

El tratamiento del sentimiento de males-tar en la cultura que embarga a muchos hombres, conduce a eliminar cualquier resquicio de vanidad antropocéntrica. El sentimiento yoico es una endeble y frágil sensación de límite con el mundo exte-rior, la técnica de supervivencia propia de los seres humanos les produce más frustración que bienestar, el desarrollo cultural no sigue una línea progresiva hacia la satisfacción colectiva, y a la vez, parece frustrar cada vez más los deseos individuales. Pensar en la actualidad del pensamiento de Freud es tratar de constatar qué tan confortables nos sen-

timos con nuestra propia técnica para sobrevivir hoy en día, qué tan profunda es la herida causada por nuestra propia cultura.

Por ello, la primera impresión que tene-mos en el ensayo es una frágil sensación de mismidad que se gesta en el hombre. Comúnmente hacemos énfasis en la búsqueda de identidad, en la supuesta unidad y coherencia del yo. En realidad, la personalidad no tiene un centro fijo y el sentimiento yoico es muy débil

Al describir la vida humana como una lucha dinámica por la supervivencia, Freud ha restituido el carácter natural del hombre, lo ha puesto como un ser vivo cualquiera con una técnica vital con-flictiva que implica su propia frustración. Cuestionar y trazar una imagen distinta del hombre, debería afectar también nuestras propias acciones, reivindicando así el carácter teórico – práctico de la investigación psicoanalítica.

Las categorías aquí descritas y el ca-mino hasta aquí recorrido son también un juego del lenguaje, una manera de nombrar fenómenos quizá inefables. No obstante tiene lugar y actualidad la imagen de hombre aquí trazada, o me-jor, la imagen de hombre cuestionada, pues se origina en las sensaciones que tenemos cotidianamente. Trata de abs-tenerse en identificar verdad y deseo (el propio Freud expresaba su sensación de incomodidad ante la aceptación de un impulso de autodestrucción correlativo al de conservación), parte de nuestra con-dición contradictoria, de nuestro estado de seres en tensión, pero sobre todo, nos incita a preguntarnos por la imagen de hombre que condiciona nuestras propias

Sigmund Freudhttp://lectoresdeheidegger.files.wordpress.com/2012/05/freudddddddddddddddddddd.jpgImagen consultada el 18 de abril de 2012

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acciones, quizá para que nos pregunte-mos qué tan legítima es la pretensión de parecernos y juzgarnos de acuerdo con lo que quisiéramos ser.

Nuevos contextos se suceden, nuevos fenómenos han surgido; los mundos vir-tuales, por ejemplo, han roto la barrera entre lo privado y lo público, han gene-rado mundos de seducción sin vinculación alguna en los que no solamente soy otro, sino que puedo ser muchos y diversos, un Eros electrónico ha surgido, como diría el semiólogo español Roman Gubern. Ante estas nuevas situaciones deberíamos pensar si la imagen de hombre trazada por Freud mantiene aún vigencia, o qué nuevas representaciones mentales deben ser analizadas e impugnadas. El método de observación que se resiste a identificar verdad y deseo, que trata de partir de los sentimientos comunes, que nos insta a tratar de ver aquello que nos resistimos a observar, nos ha tratado de mostrar un camino desde hace más de un siglo.

Agradecimientos:

A Franco Alirio Vergara - tutor de lecturas y director del trabajo de gradoA Gerardo Andrade Medina - Coordinador de publicaciones Instituto Alberto MeraniA Vanessa Vargas Duarte - Coordinadora académica Instituto Alberto MeraniA Amparo Pulido, por la interlocución y la transformación

LISTA DE REFERENCIAS

Obras de Freud consultadas:

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