1a CARTAS AL CONDE DE MONTALEMBERT.pdf

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 http://www.nodulo.org/ec/2010/n105p14.htm 1ª CARTAS AL CONDE DE MONTALEMBERT Berlín, 26 de mayo de 1.849 Señor conde: Puesto que usted entiende el español, me tomo la libertad de contestar a su apreciabilísima carta del 7 en mi propia lengua, no siéndome posible expresar mis pensamientos con la claridad y con la soltura convenientes en una lengua extraña. Cuando usted tuvo la bondad de escribirme, iban a comenzar las elecciones; esta consideración y el deseo de no distraer su atención en aquellos momentos solemnes me retrajo de contestar a usted como lo hago ahora, aprovechando el intervalo que media entre las últimas operaciones electorales y las primeras discusiones de la Asamblea legislativa. Las simpatías de un hombre como usted son la más bella recompensa terrestre de mis honrados esfuerzos por levantar a su mayor altura el principio católico, conservador y vivicador de las sociedades humanas. Por lo demás, yo no corresponderí a dignamente a las simpatías benévolas de lo que soy objeto por parte de usted si no me presentara a sus ojos tal como soy, o como creo ser, con la verdad en la boca y con el corazón en la mano. Esto es tanto más necesario cuanto que no he tenido ocasión hasta ahora de decir todo lo que pienso acerca de los gravísimos problemas que ocupan hoy a los más eminentes ingenios. El destino de la humanidad es un misterio profundo, que ha recibido dos explicaciones contrarias: la del catolicismo y la de la losofía; el conjunto de cada una de esas explicaciones constituye una civilización completa; entre esas dos civilizaciones hay un abismo insondable, un antagonismo absoluto; las tentativas dirigidas a una transacción entre ellas han sido, son y serán perpetuamente vanas. La una es el error, la otra es la verdad; la una es el mal, la otra es el bien; entre ellas es necesario elegir con una suprema elección, y proclamar en todas sus partes la una, y condenar en todas sus partes la otra, después de haber elegido; los que uctúan entre ambas, los que de la una aceptan los principios y de la otra las consecuencias, los eclécticos, en n, están todos fuera de la categoría de las grandes inteligencias y están condenados irremisiblemente al absurdo. Y o creo que la civilización católi ca contiene el bien sin mezcla de mal y que la losofía contiene el mal sin mezcla de bien alguno.  La civilización católica enseña que la naturaleza del hombre está enferma y caída; caída y enferma de una manera radical en su esencia y en todos los elementos que la constituyen . Estando enfermo el entendimiento humano, no puede inventar la verdad n descubrirla, sino verla cuando se la ponen por delante; estando enferma la voluntad, no puede querer el bien ni obrarle sino ayudada, y no lo será sino estando sujeta y reprimida. Siendo esto así, es cosa clara que la libertad de discusión conduce necesariamente al error, como la libertad de acción conduce necesariamente al mal. La razón humana no puede ver la verdad si no se la muestra una autoridad infalible y enseñante; la voluntad humana no puede querer el bien ni obrarle si no está reprimida por el temor de Dios. Cuando la voluntad se emancipa de Dios y la razón de la Iglesia, el error y el mal reinan sin contrapeso en el mundo. La civilización losóca enseña que la naturaleza del hombre es una naturaleza entera y sana: sana y entera de una manera radical en su esencia y en los elementos que la constituyen. Estando sano el entendimiento del hombre, puede ver la verdad, descubrirla e inventarla; estando sana la voluntad, quiere el bien y obra el bien naturalmente. Esto supuesto , es cosa clara que la razón llegará a conocer la verdad, toda la verdad, abandonada a sí misma, y que la voluntad, abandon ada a sí propia, realizará forzosamente el bien absoluto. Siendo esto así, es cosa clara que la solución del gran problema social está en romper todas las ligaduras que comprimen y sujetan la razón humana y el libre albedrío del hombre; el mal no está en este libre albedrío ni en esa razón, sino en aquellas ligaduras. Si el mal consiste en tener ligaduras, y el bien en no tenerlas, la perfección consistirá en no tener ninguna de ninguna especie. Si esto es así, la humanidad será perfecta cuando niegue a Dios, que es su ligadura divina, y cuando niegue el Gobierno, que es su ligadura

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  • http://www.nodulo.org/ec/2010/n105p14.htm

    1 CARTAS AL CONDE DE MONTALEMBERTBerln, 26 de mayo de 1.849

    Seor conde: Puesto que usted entiende el espaol, me tomo la libertad de contestar a su apreciabilsima carta del 7 en mi propia lengua, no sindome posible expresar mis pensamientos con la claridad y con la soltura convenientes en una lengua extraa.Cuando usted tuvo la bondad de escribirme, iban a comenzar las elecciones; esta consideracin y el deseo de no distraer su atencin en aquellos momentos solemnes me retrajo de contestar a usted como lo hago ahora, aprovechando el intervalo que media entre las ltimas operaciones electorales y las primeras discusiones de la Asamblea legislativa.Las simpatas de un hombre como usted son la ms bella recompensa terrestre de mis honrados esfuerzos por levantar a su mayor altura el principio catlico, conservador y vivificador de las sociedades humanas. Por lo dems, yo no correspondera dignamente a las simpatas benvolas de lo que soy objeto por parte de usted si no me presentara a sus ojos tal como soy, o como creo ser, con la verdad en la boca y con el corazn en la mano. Esto es tanto ms necesario cuanto que no he tenido ocasin hasta ahora de decir todo lo que pienso acerca de los gravsimos problemas que ocupan hoy a los ms eminentes ingenios.El destino de la humanidad es un misterio profundo, que ha recibido dos explicaciones contrarias: la del catolicismo y la de la filosofa; el conjunto de cada una de esas explicaciones constituye una civilizacin completa; entre esas dos civilizaciones hay un abismo insondable, un antagonismo absoluto; las tentativas dirigidas a una transaccin entre ellas han sido, son y sern perpetuamente vanas. La una es el error, la otra es la verdad; la una es el mal, la otra es el bien; entre ellas es necesario elegir con una suprema eleccin, y proclamar en todas sus partes la una, y condenar en todas sus partes la otra, despus de haber elegido; los que fluctan entre ambas, los que de la una aceptan los principios y de la otra las consecuencias, los eclcticos, en fin, estn todos fuera de la categora de las grandes inteligencias y estn condenados irremisiblemente al absurdo. Yo creo que la civilizacin catlica contiene el bien sin mezcla de mal y que la filosofa contiene el mal sin mezcla de bien alguno. La civilizacin catlica ensea que la naturaleza del hombre est enferma y cada; cada y enferma de una manera radical en su esencia y en todos los elementos que la constituyen. Estando enfermo el entendimiento humano, no puede inventar la verdad n descubrirla, sino verla cuando se la ponen por delante; estando enferma la voluntad, no puede querer el bien ni obrarle sino ayudada, y no lo ser sino estando sujeta y reprimida. Siendo esto as, es cosa clara que la libertad de discusin conduce necesariamente al error, como la libertad de accin conduce necesariamente al mal. La razn humana no puede ver la verdad si no se la muestra una autoridad infalible y enseante; la voluntad humana no puede querer el bien ni obrarle si no est reprimida por el temor de Dios. Cuando la voluntad se emancipa de Dios y la razn de la Iglesia, el error y el mal reinan sin contrapeso en el mundo. La civilizacin filosfica ensea que la naturaleza del hombre es una naturaleza entera y sana: sana y entera de una manera radical en su esencia y en los elementos que la constituyen. Estando sano el entendimiento del hombre, puede ver la verdad, descubrirla e inventarla; estando sana la voluntad, quiere el bien y obra el bien naturalmente. Esto supuesto, es cosa clara que la razn llegar a conocer la verdad, toda la verdad, abandonada a s misma, y que la voluntad, abandonada a s propia, realizar forzosamente el bien absoluto. Siendo esto as, es cosa clara que la solucin del gran problema social est en romper todas las ligaduras que comprimen y sujetan la razn humana y el libre albedro del hombre; el mal no est en este libre albedro ni en esa razn, sino en aquellas ligaduras. Si el mal consiste en tener ligaduras, y el bien en no tenerlas, la perfeccin consistir en no tener ninguna de ninguna especie. Si esto es as, la humanidad ser perfecta cuando niegue a Dios, que es su ligadura divina, y cuando niegue el Gobierno, que es su ligadura

  • poltica, y cuando niegue la propiedad, que es su ligadura social, y cuando niegue la familia, que es su ligadura domstica. Todo el que no acepta todas y cada una de estas conclusiones se pone fuera de la civilizacin filosfica, y todo el que, ponindose fuera de esta civilizacin, no entre en el gremio catlico, anda por los desiertos del vaco. Del problema terico pasemos al prctico. A cul de estas dos civilizaciones est prometida en el tiempo la victoria? Yo respondo a esta pregunta, sin que mi pluma vacile, sin que se oprima mi corazn y sin que mi razn se turbe, que el triunfo en el tiempo ser irremisiblemente de la civilizacin filosfica. Ha querido el hombre ser libre? Lo ser. Aborrece las ligaduras? Todas caern a sus pies hechas pedazos. Un da hubo en que, para tomar el pulso a su libertad, quiso matar a su Dios. No lo hizo? No le puso en una cruz y entre dos ladrones? Bajaron, por ventura, los ngeles del cielo para defender al justo, que agonizaba en la tierra? Pues, por qu bajaran ahora, cuando no se trata de la crucifixin de Dios, sino de la crucifixin del hombre por el hombre? Por qu descenderan ahora, cuando nuestra conciencia nos est diciendo a voces que en esta gran tragedia ningunos merecen su intervencin, ni los que han de ser las vctimas ni los que han de ser los verdugos? Aqu se trata de una cuestin muy grave: se trata de averiguar nada menos cul es el verdadero espritu del catolicismo acerca de las vicisitudes de esa lucha gigantesca entre el mal y el bien, o, como san Agustn dira, entre la ciudad de Dios y la ciudad del mundo. Yo tengo para m por cosa probada y evidente que el mal acaba siempre por triunfar del bien ac abajo, y que el triunfo sobre el mal es una cosa reservada a Dios, si pudiera decirse as, personalmente. Por esta razn no hay perodo histrico que no vaya a parar a una gran catstrofe. El primer perodo histrico comienza en la creacin y va a parar al diluvio. Y qu significa el diluvio? El diluvio significa dos cosas: significa el triunfo natural del mal sobre el bien y el triunfo sobrenatural de Dios sobre el mal por medio de una accin directa, personal y soberana. Empapados todava los hombres en las aguas del diluvio, la misma lucha comienza otra vez: las tinieblas se van aglomerando en todos los horizontes; a la venida del Seor, todos estaban negros; las nieblas eran nieblas palpables; el Seor sube a la Cruz, y vuelve el da para el mundo. Qu significa esa gran catstrofe? Significa dos cosas: significa el triunfo natural del mal sobre el bien, y el triunfo sobrenatural de Dios sobre el mal, por medio de una accin directa, personal y soberana. Esta es para m la filosofa, toda la filosofa de la Historia. Vico estuvo a punto de ver la verdad, y si la hubiera visto, la hubiera expuesto mejor que yo; pero perdiendo muy pronto el surco luminoso, se vio rodeado de tinieblas; en la variedad infinita de los sucesos humanos crey descubrir siempre un cierto y restringido nmero de formas polticas y sociales; para demostrar su error basta acudir a los Estados Unidos, que no se ajustan a ninguna de esas formas; si hubiera entrado ms hondamente en los misterios catlicos, hubiera visto que la verdad est en esa misma proposicin vuelta al revs; la verdad est en la identidad substancial de los sucesos, velada y como escondida por la variedad infinita de las formas. Siendo sta mi creencia, dejo a la consideracin de usted adivinar mi opinin sobre el resultado de la lucha que hoy est trabada en el mundo. Y no se me diga que, si el vencimiento es seguro, la lucha es excusada; porque, en primer lugar, la lucha puede aplazar la catstrofe, y en segundo lugar, la lucha es un deber y no una especulacin para los que nos preciamos de catlicos. Demos gracias a Dios de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria. En cuanto a la manera de combatir, no encuentro ms que una que pueda dar hoy da provechosos resultados: el combate por medio de la imprenta peridica. Hoy da es menester que la verdad d en el tmpano del odo y que resuene en l montona y perpetuamente, si sus ecos han de llegar hasta recndito santuario en donde las almas yacen enervadas y dormidas. Los combates de tribuna sirven poco: los discursos, siendo frecuentes, no cautivan; siendo raros, no dejan huella en la memoria; los aplausos que arrancan no son triunfos, porque se dirigen al artista, no se dirigen al cristiano. Entre todos los peridicos que hoy ven la luz pblica en Francia, L'Univers es el que me parece que ha ejercido, sobre todo en estos ltimos tiempos, la influencia ms saludable y provechosa. En esta especie de confesin general que hago en presencia de usted debo declarar aqu ingenuamente que mis ideas polticas y religiosas de hoy no se parecen a mis ideas polticas y religiosas de otros tiempos. Mi conversin a los buenos principios se debe, en primer lugar, a la misericordia divina, y despus, al estudio profundo de las revoluciones. Las revoluciones son los fanales de la Providencia y de la Historia; los que han tenido la fortuna o la desgracia de vivir y morir en tiempos sosegados y apacibles, puede decirse que han atravesado la vida, y que han llegado a la muerte, sin salir de la infancia.. Slo los que, como nosotros, viven en medio de las tormentas, pueden vestirse la toga de la virilidad y decir de s propios que son hombres. Las revoluciones son, desde cierto aspecto y hasta cierto punto, buenas como las herejas, porque confirman en la fe y la esclarecen. Yo no haba comprendido nunca la rebelda gigantesca de Luzbel, hasta que he visto con mis propios ojos el orgullo insensato de Proudhon; la ceguera humana casi ha dejado de ser un misterio a vista de la ceguedad incurable y sobrenatural de las clases acomodadas. En cuanto al dogma de la perversin ingnita de la naturaleza humana y de su inclinacin hacia el mal, quin la pondr hoy en duda si pone los ojos en las falanges socialistas?Tiempo es ya de poner trmino a esta carta, que no exige contestacin, no siendo, como es, sino el desahogo de un hombre ocioso, dirigido a un hombre ocupado. Cuando tenga el gusto de ver a usted, nos ocuparemos ms detenidamente de estos grandes problemas; entonces tendr el placer de recoger de manos de usted la coleccin de sus elocuentsimos discursos, don precioso para quien, como yo, estima el noble carcter de usted y admira la elevacin de su esclarecido ingenio.Entre tanto, queda de usted su atento s.s., q. b. S. M.,EL MARQUS DE VALDEGAMAS

    2 CARTA AL CONDE DE MONTALEMBERTBerln, 4 de junio de 1.849 (6)

    Seor conde: Acabo de recibir hoy mismo la muy apreciable de usted del 1 de junio en contestacin a la que tuve la honra de escribir en 26 de mayo. La conformidad de nuestras ideas de las cosas que ms podan losonjearme, y que ms lisonjean. La amistad y la simpata de usted son cosas de inestimable valor, y yo s apreciarlas en todo lo que valen.Nuestra conformidad va ms all y es ms absoluta de lo que a usted le parece. La civilizacin catlica puede ser considerada de dos maneras diferentes: o en s mima, como un cierto conjunto de principios religiosos y sociales, o en su realidad histrica, en la cual esos principios se combinas con la libertad humana. Considerada desde el primer punto de vista, la civilizacin catlica es perfecta; considerada desde el segundo punto de vista, la civilizacin catlica, en su desarrollo en el, tiempo y su extensin en el espacio, se ha

  • sujetado a las imperfecciones y a las vicisitudes de todo lo que se extiende en el espacio y se prolonga en el tiempo. En mi carta no consider yo esa civilizacin sino desde el primer punto de vista. Considerndola ahora desde su punto de vista segundo, es decir, en su realidad histrica, dir, que habiendo nacido sus imperfecciones nicamente de su combinacin con la libertad humana, el verdadero progreso hubiera consistido en sujetar el elemento humano, que la corrompe, al divino, que la depura. La sociedad ha seguido un rumbo diferente: dando por fenecido el imperio de la fe y proclamando la independencia de la razn y de la voluntad del hombre, ha convertido el mal, que era relativo, excepcional y contingente, en absoluto, universal y necesario. Este perodo de rpido retroceso comenz en Europa con la restauracin del paganismo literario (7), la cual produjo, unas despus de otras, las restauraciones del paganismo filosfico, del paganismo religioso y del paganismo poltico. Hoy el mundo est en vsperas de la ltima de estas restauraciones: la restauracin del paganismo socialista (8).La Historia est ya en un estado de formular su juicio acerca de esas dos grandes civilizaciones, de las cuales la una consiste en conformar la razn y la voluntad del hombre al elemento divino, y la otra, en dejar a un lado el elemento divino y en proclamar la independencia y la soberana del elemento humano. El siglo de oro de la civilizacin catlica, es decir, el siglo en que la razn y la voluntad del hombre se conformaron en una conformidad menos imperfecta al elemento divino, o, lo que es lo mismo, al elemento catlico, fue, sin duda ninguna, el siglo XIV; as como el siglo de hierro de la civilizacin filosfica, es decir, el siglo en que la razn y la voluntad del hombre han llegado a su apogeo de la independencia y de su soberana es, sin duda, el siglo XIX (9).Por lo dems, ese gran retroceso estaba en la ley, sabia a un mismo tiempo y misteriosa, con que Dios dirige y gobierna el gnero humano. Si la civilizacin catlica hubiera seguido en un progreso continuo, a tierra hubiera llegado a ser el paraso del hombre, y Dios ha querido que la tierra sea un valle de lgrimas. Dios hubiera sido socialista, qu hubiera sido Proudhon? Cada uno est bien donde est: Dios en el cielo y Proudhon en la tierra; Proudhon buscando siempre, sin encontrarle jams, un paraso en un valle de lgrimas, y Dios poniendo ese gran valle entre dos grandes parasos, para que el hombre estuviera entre una gran esperanzay y un gran recuerdo.Viniendo ahora al deseo que usted me manifiesta, en nombre de los redactores de Lunivers, de que se publique mi carta, debo decir a usted que en otros tiempos hubiera tenido en ello un gran inconveniente, pero que hoy da no tengo inconveniente ninguno. (10). Yo he tenido el fanatismo literario, el fanatismo de la expresin, el fanatismo de la belleza en las formas, y las formas de una carta particular no son ni literarias ni bellas; pero ese fanatismo pas; hoy da ms bien desprecio que admiro ese talento, que es un enfermedad nerviosa ms bien que un talento del alma.Cuando tenga el gusto de ver a usted, hablaremos ms largamente de todos esos asuntos; para una carta bastan estas ligeras indicaciones.Entre tanto, queda de usted su atento seguro servidor, q.b.s.m.EL MARQUS DE VALDEGAMAS(6) A la carta anterior contest Montelembertcon otra le pona algn reparo sobre el concepto de civilizacin catlica y le interrogaba sobre la poca histrica en que esta civilizacin se haba desarrollado.(7) Se refiere al Renacimiento(8) Donoso supone que a partir del siglo XVI se produce una regresin en el proceso de la revolucin humana.(9) Donoso considera el siglo XIV como el siglo de oro de la civilizacin cristiana(10) Montalembert colaboraba entonces en L`Univers , peridico abanderado del catolicismo francs y dirigido por Luis Veuillot.

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    ITALIANOS Y ESPAOLES (1)El Faro se propone publicar algunos artculos sobre las gravsimas cuestiones que se agitan en Italia, y que hoy llaman poderosamente la atencin de todas las naciones; pero antes de entrar en materia ser bueno explicar el singular privilegio de que la Italia goza, juntamente con Espaa, de atraer hacia s las miradas del mundo privilegiado. Ese gran privilegio en nuestro sentir, no tiene exclusivamente su origen en la gravedad y trascendencia de las cuestiones que se agitan en los dos pueblos peninsulares, sino que nace tambin, y an principalmente de la grandeza de esos dos pueblos, que no consienten en los otros ni la indiferencia ni el olvido.Y no se extraen nuestros lectores que llamemos grande a la Italia y grande a la nacin espaola, como quiera que hay pueblos en quienes la servidumbre no puede borrar la majestad, y que, aun siendo esclavos, son reyes.Raras son en verdad estas razas poderossimas de hombres que en toda la prolongacin de los siglos, y as en los tiempos menguados como en los bonancibles, llevan impresas e indelebles las seales del imperio. Nosotros, sin embargo, sabemos de dos: la raza italiana y la raza espaola. De ellas, y de ellas solas, puede decirse con verdad, y sin temor de que vengan a desmentirlo los hechos, que su servidumbre ha sido siempre el castigo de sus discordias, y que, cuando no han estado divididas, han sido siempre razas reinantes.Vase si no la historia de Roma: si hay algo que explique la contradiccin que hay entre sus bajos principios y sus portentosos crecimientos, esa explicacin est en que lleg a ser cabeza y vnculo de la Italia. Cuando la Italia fue una, cuando fue una sola su voluntad y uno su patriciado, la Italia seora de si misma lo fue tambin de la tierra: ella sola fue el mundo de la civilizacin; sus aledaos eran, por un lado, el mar, y por otros, los desiertos; y ms all de esos desiertos y ms all de ese mar no haba sino otro mundo nebuloso, slo de Dios conocido: el mundo de la barbarie.Por lo que hace a nuestra Espaa, ningn resplandor iguala el resplandor de su historia. Una provincia bast para conquistar el Oriente: Catalua. Una para conquistar a Npoles: Aragn. Una para conquistar a Amrica; Castilla. Cuando esas varias provincias, en su dichosa conjuncin, y bajo el centro de los Reyes Catlicos, dieron a luz a Espaa, el mundo presenci un espectculo que an no haban presenciado las gentes: el espectculo de tres grandes epopeyas, llevadas por unos mismos hroes y a un mismo tiempo a felicsimo remate: la expulsin de los agarenos, la conquista de Amrica y la sujecin de la Italia. Entonces sucedi que el pueblo espaol, no cabiendo dentro de sus lmites naturales, se derram como conquistador por el mundo; como se haba derramado por el mundo, como conquistador, el pueblo romano. Todas

  • las naciones civilizadas nos rindieron vasallaje: la Italia fue vencida; la Francia humillada; la Alemania cay bajo nuestro imperio; la Inglaterra, protegida por las tempestades, si no sujeta, qued a lo menos turbada y temerosa. Los espaoles pusieron sus fronteras en donde a civilizacin haba levantado sus columnas. Esto en los tiempos antiguos; por lo que hace a los modernos, vivos estn todava los hroes de aquella gloriosa lucha que sostuvimos con la Francia, cuando a la voz de la independencia hicimos cejar al hombre portentoso que, legislador y guerrero, haba rodeado su frente, a un tiempo mismo, de todos los laureles militares y de todas las palmas civiles; que era Soln por la sabidura, Mitrdates por los arranques violentos y por los grandes propsitos, Anbal por las concepciones atrevidas y por los mpetus sublimes; por la majestad Augusto y por la grandeza Csar.Nuestro nombre entonces fue glorioso entre las gentes y temido de las naciones. Consisti esto en que el sentimiento de la independencia haba dado unidad a la raza espaola y en que esta esforzadsima raza no puede mirar a todos sus hijos en un mimo campo juntos sin hacer su tributaria a la gloria; si se me permite un smil, diramos que la gloria de es tan familiar a los espaoles unidos como la luz a la pupila del ojo.Si ponemos los ojos en la Italia moderna, en la Italia pontifical, observaremos el mismo fenmeno que en la Italia cesrea. El mundo no aparta los ojos de los Csares sino para ponerlos en los Pontfices romanos. Ellos son el escudo de la Italia contra los brbaros del Norte. La ctedra de San Pedro comienza a hablar cuando el Capitolio est mudo. De Roma brotan los orculos evanglicos cuando enmudecen los orculos sibilinos. Roma no deja de ser legisladora del mundo sino para ser maestra de las gentes. Todos los pueblos brbaros, unos despus de otros, desfilan por la Italia, como si no hubiera en el mundo otra dispensadora de la gloria sino aquella tierra gloriosa. Los vencedores rinden homenaje a los vencidos; sus reyes vistan las vestiduras consulares. El torrente de la invasin vuelve a entrar en su cauce; sus aguas impetuosas comienzan a correr tranquilas y serenas. La Italia es la primera que alza la frente baada con las aguas de aquel fecundsimo diluvio. All esta Venecia, reinad el Adritico, famossima en el arte de la gobernacin y depositaria de las tradiciones del patriciado de Roma; all se alza Florencia, depositaria de las tradiciones tribunicias, ejemplar de democracias, palacio de las artes; all est Gnova, emporio del comercio opulentsima entre todas las naciones. Cuando todo es nebuloso en Europa todava, todo es ya esplndido en Italia; all florecen consumados polticos, grandes poetas, profundos historiadores; mientras que la Europa brbara y la feudal desconocen de todo punto los altos arcanos de la poltica, los misterios sublimes de la poesa, la belleza ideal de las artes, las magnificencias de la historia, Constantinopla cae al mpetu de los turcos, y Roma recibe en su seno la civilizacin del Oriente: Roma da la seal de la universal transformacin, y todo se transforma, y todo se renueva en el mundo. Tales son la raza nobilsima de los italianos y la potentsima de los espaoles. Las naciones pueden oprimirlas, pero no pueden olvidarlas. Y vase por qu las naciones tienen siempre puestos ojos instintivamente en la raza italiana y en la raza espaola. Una y otra son grandes por sus infortunios, como han sido grandes por sus glorias. Dad unidad a la Italia, y la Italia volver a ser lo que fuera ya, la primera de las naciones. Dad unidad a Espaa, extinguid las discordias que enloquecen a sus hijos, y Espaa volver a ser lo que fue en la guerra de la independencia, lo que fue en tiempo de los Reyes Catlicos, lo que fue en tiempos de Carlos I, lo que fue en tiempos de Felipe II. Dad unidad a Espaa y tremolarn en Lisboa los pendones de Castilla, y de derramarn por el mar de ella conocido las naves castellanas, y ceiremos con nuestros brazos al frica, esa hija acariciada del sol que es esclava del francs y que debiera ser nuestra esposa.

    (1)En la tarde del 16 de junio de 1.846 haba sido elegido Papa el cardenal Juan Mara Mastai-Ferratti, que tom el nombre de Po IX. Su predecesor, Gregorio XVI, haba sido intransigente con las tendencias liberales, que tambin por Italia se haban derramado, y se haba opuesto enrgicamente a los conatos de independencia y unificacin de la nacin italiana. El nuevo Papa hizo concesiones que fueron muy mal vistas por algunos. Donoso Corts sali en defensa del nuevo Papa y publica un artculo en septiembre de 1.847 en El Faro, el primer escrito pblico despus de su conversin, en el que defiende las reformas del nuevo Papa. Aunque ms adelante mostrar ciertas reservas a las medidas a las reformas liberales dAe la Iglesia.

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    LOS SUCESOS DE ROMA (1)La demagogia, que va caminando por la Europa, como las furias antiguas coronada de serpientes; que va dejando en todas partes en pos de s manchas rojizas y sangrientas; que ha hollado en Pars todos los tesoros de la civilizacin, en Viena toda la majestad del Imperio, en Berln la cumbre de la filosofa, vindole estrecho a su ambicin tan portentoso teatro, ha levantado su trono y ha asentado su yugo en Roma la santa, la imperial, la pontificia, la eterna.All donde el Vicario de Cristo bendice al mundo y a la ciudad, se levanta arrogante, impa rencorosa, frentica y como poseda de un vrtigo, y como tomada del vino, esa democracia insensata y feroz, sin Dios y sin ley, que oprime a la ciudad y que conturba al mundo.Las colinas de roma han presenciado el tumultuoso desfile de todos aquellos pueblos brbaros que, ministros de la ira de Dios, antes de sujetar a la tierra, vinieron a saludar respetuosos y sumisos a la reina de las gentes. Atila el brbaro, el implacable; Alarico el potentsimo, el soberbio, sintieron desfallecer sus bros, templarse su arrogancia, amansarse su ferocidad, dispararse su clera y humillarse su soberbia en presencia de la ciudad inmortal y de sus Pontfices santos. Corred del Oriente al Occidente, del Septentrin al Medioda; abarcad con la memoria todos los tiempos y con los ojos todos los espacios, y en toda la prolongacin de los primeros y en toda la inmensidad de los segundos no hallaris un solo individuo de la especie humana que no reverencie la virtud y que no respete la gloria. Slo la demagogia ni respeta la virtud, esa gloria del cielo, ni la gloria, esa virtud de las naciones; la demagogia, que, atacando todos los dogmas religiosos, se ha puesto fuera de toda religin; que, atacando todas las leyes humanas y divinas, se ha puesto fuera de toda ley; que atacando simultneamente a todas las naciones , no tiene patria; que, atacando todos los instintos morales de los hombres, se ha puesto fuera del gnero humano. La demagogia es una negacin absoluta: la negacin del gobierno en el orden en el orden poltico, la negacin de la familia en el orden domstico, la negacin de la propiedad en el orden econmico, la negacin de Dios en el orden religioso, la negacin del bien en el orden moral. La demagogia no es un mal, es el mal por excelencia; no es un error, es el error absoluto, no es un crimen cualquiera, es la acepcin ms terrfica y ms lata. Enemiga irreconciliable del gnero humano, y habiendo venido a las manos con l en la ms grande batalla que han visto los hombres y que han presenciado los siglos, el

  • fin de su lucha gigantesca ser su propio fin o el fin de los tiempos. (2)Todas las cosas humanas caminan hoy a su final desenlace con una rapidez milagrosa. El mundo vuela; Dios ha querido darle alas en su vejez, como dio en su vejez hijos a la mujer de la Escritura. Dios le ha puesto las alas con que vuela, y l no sabe a donde va. Adnde iba el pueblo cuando levant en Pars sus barricadas de febrero? Iba a la reforma y se encontr en la repblica. Adnde iba cuando levant sus barricadas en junio? Iba al socialismo, y se encontr en la dictadura (3). Adnde iba Carlos Alberto cuando descendi con ejrcito potente a las llanuras lombardas? Iba a Miln y se encontr en Turn. Adnde iba el ejrcito austraco cuando sali vencido de Miln? Iba a encumbrar los Alpes y se encontr en Miln. Adnde iban esos pueblos italianos, levantados de su asiento como si obedecieran a una voz imperiosa bajada de las alturas? Iban a vencer a un Imperio vivo y fueron vencidos por l, como los moros por el Cid despus de muerto.(4) Adnde van esos esclavos croatas? Van a Viena a defender la democracia esclavona, y se vuelven despus de haber levantado al Csar sobre sus escudos como los antiguos francos(5).Adnde van los magiares, esa raza nobilsima de nobles caballeros? Van a sostener la aristocracia feudal en las aguas del Danubio, y tienden las manos a la demagogia alemana. Adnde van los asesinos de Rossi? Van al Quirinal a robar a un rey una corona, y, sin saberlo, ponen en su sagrada frente una corona ms: la corona del martirio.El mrtir santo es hoy ms grande, es hoy ms fuerte a los ojos atnitos de la Europa que el rey augusto. La demagogia no reinar en el mundo sino en calidad de esclava de Dios y como instrumento de sus designios. Qu importa que ella vaya al Capitolio? Quin es en estos tiempos que llega donde va? Quin es aquel a quien el claro da no se le hace oscura la noche, que le extrava en su camino? Si la Francia fue a la repblica pensando ir a la reforma; si despus fue a la dictadura pensando ir al falansterio; si Carlos Alberto fue a Turn pensando ir a Miln; si Rodetzhy (6) fue a Miln pensando ir a los Alpes, qu mucho que la demagogia romana, pensando ir al Capitolio vaya a la roca Tarpeya?Los demagogos de nuestros das, habiendo llegado ya al paroxismo de su obediencia, han renovado la guerra de los titanes y pugnan por escalar el Quirinal poniendo cadver sobre cadver, como los titanes pugnaron por escalar el cielo poniendo monte sobre monte, Pelin sobre Osa. Vanos intentos! Soberbia vana! Locura insigne! En este duelo del demagogo contra Dios, quin habr que tema por Dios...si no es acaso demagogo?Pueblos, escuchad; extraviadas muchedumbres, poned un odo atento y guardaos, porque, al paso que van los crmenes la hora de la expiacin est cerca. Ni el mundo en su paciencia, ni Dios en su misericordia pueden sufrir por ms tiempo tan horrendas bacanales. Dios no ha puesto a su Vicario en un trono para que caiga en manos de aleves asesinos. El mundo catlico no puede consentir que el guardador del dogma, el promulgador de la fe, el Pontfice santo, augusto e infalible, sea el prisionero de las turbas romanas. El da que consintiera el mundo catlico tamao desafuero, el catolicismo habra desaparecido del mundo, y el catolicismo no puede pasar, antes pasarn con estrpito y en tumulto los cielos y la tierra, los astros y los hombres. Dios ha prometido el puerto a la barca del Pescador; i Dios ni el mundo pueden consentir que la demagogia encumbre su seguro y altsimo promontorio. Sin la Iglesia nada es posible sino el caos; sin el Pontfice no hay Iglesia, sin independencia no hay Pontfice. La cuestin, tal como viene planteada por los demagogos de Roma, no es una cuestin poltica, es una cuestin religiosa; no es una cuestin local, es una cuestin europea; no es una cuestin europea, es una cuestin humana. El mundo no puede consentir, y no consentir, que la voz del Dios vivo sea el eco de una docena de demagogos del Tber; que sus sentencias las sentencias de asambleas tumultuosas, independientes y soberanas; que la demagogia romana confisque en su provecho la infalibilidad prometida del Obispo de Roma; que los orculos demaggicos reemplacen a los orculos pontificios. No; eso no puede ser, y eso no ser, si no es que hemos llegado a aquellos pavorosos das apocalpticos en que un gran imperio anticristiano se extender desde el centro hasta los polos de la tierra, en que la Iglesia de Jesucristo sufrir espantosos desmayos, en que se suspender por nica vez el sacrificio tremendo, y en que, despus de inauditas catstrofes, ser necesaria la intervencin directa de Dios para poner a salvo su Iglesia, para derrocar al soberbio y para despear al impo.Al punto que han llegado las cosas, una solucin radical es urgentsima. Las sociedades no pueden ms, y es menester que la demagogia acabe o que la demagogia acabe con las sociedades humanas: o una reaccin o la muerte. Dios nos dar en su justicia la primera, para librarnos en su misericordia de la segunda. (7)(1) En los aos que van desde 1.840 en adelante , todos los observadores europeos presentan que se acercaba una terrible tormenta. Ya en 1.831 Vctor Hugo escriba que oa el ronco son de la revolucin, todava lejano, en el fondo de la tierra, extendiendo bajo cada reino de Europa, sus galeras subterrneas desde el tnel central de la mina que es Pars. En 1.848 estalla la revolucin de febrero en Pars. Cae Luis Felipe e implantacin de la segunda Repblica. La revolucin se extiende a varias naciones de Europa. Estas conmociones impresionaron profundamente a Donoso que escribi este artculo, que se public el da 30 de noviembre en El Heraldo.(2) Donoso vio que el liberalismo se converta en demagogia y esto le llev a reflexionar sobre la esencia del liberalismo.(3) En junio hubo una nueva revolucin, sta de tipo socialista.(4) Carlos Alberto consigui la anexin de Miln al Piamonte y los austracos fueron derrotados, pero ms tarde volvieron sobre Miln, la conquistaron y los italianos tuvieron que replegarse(5) Los pueblos eslavos se alzaron contra la dominacin austro-hngara; pero, tras luchas y pactos, el emperador, que haba tenido que huir de Viena, volvi a ella y retir las concesiones hechas.(6) Radetzky era el general austraco gobernador de Miln que despus de ser derrotado conquist Venecia y Lombarda.(7) El estilo de Donoso, grandilocuente, se ve arrastrado por el mpetu del sentimiento antirrevolucionario y por la impresin del horror ante la catstrofe.

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    CARTA A BLANCE-RAFFIN (19)Berln, julio 21 de 1.849

    Muy seor mo y amigo: He recibido con indecible placer la carta que ha tenido usted la bondad de escribirme el 15 del corriente. Mi placer ha sido tanto mayor cuanto usted tiene una parte que ignora en la conversacin que Dios ha obrado por m por su gracia. Tan ignorados son los misterios de sus caminos!Yo siempre fui creyente en lo ntimo de mi alma; pero mi fe era estril, porque ni gobernaba mis pensamientos, ni

  • inspiraba mis discursos, ni guiaba mis acciones. Creo, sin embargo, que si en el tiempo de mi mayor olvido de Dios me hubieran dicho: Vas a hacer abjuracin del cristianismo o a padecer grandes tormentos, me hubiera resignado a los tormentos, por no hacer abjuracin del catolicismo. Entre esta disposicin de nimo y mi conducta haba, sin duda ninguna una contradiccin monstruosa.Pero qu otra cosa somos casi siempre sino un monstruoso conjunto de monstruosas contradicciones?Dos cosas me han salvado: el sentimiento exquisito que siempre tuve de la belleza moral y una ternura de corazn que llega a ser una flaqueza; el primero deba hacerme admirar el catolicismo, y la segunda me deba hacer amarle con el tiempo. Cuando estuve e n Pars trat ntimamente a Masarnu, y aquel nombre me sojuzg con slo el espectculo de su vida, que tena a todas horas delante de mis ojos. Yo haba conocido hombres honrados y buenos ,o, por mejor decir, yo no haba conocido sino hombres buenos y honrados; y, sin embargo, entre la honradez y la bondad de los unos y la honradez y la bondad del otro, yo hallaba una distancia inconmensurable; y la diferencia no estaba en los diferentes grados de la honradez: estaba en que eran dos clases de honradez de todo punto diferentes. Pensando en este negocio, vine a averiguar que la diferencia consista en que la una era natural, y la otra, sobrenatural o cristiana. Marsanu me hizo conocer a usted a a algunas otras personas unidas por los vnculos de las mismas creencias; mi conviccin ech entonces races tan hondas en mi alma y lleg a ser invencible por lo profunda.Dios me tena preparado para despus otro instrumento de conversin ms eficaz y poderoso. Tuve un hermano a quien vi vivir y morir, y que vivi una vida de ngel y muri como los ngeles moriran, si murieran. Desde entonces jur amar y adorar, y amo y adoro... iba a decir lo que no puedo decir , iba a decir con una ternura infinita al Dios de mi hermano. Dos aos van corridos ya desde aquella tremenda desgracia. Yo s, como los hombres pueden saber, que est en el cielo, que goza de Dios y que pide por el hermano desventurado que dej en la tierra. Y, sin embargo, mis lgrimas no tienen fin ni le tendrn si Dios no viene en mi ayuda. S que no es lcito querer tanto a una criatura; s que los cristianos no deben llorar a los que acaban cristianamente, porque los que acaban cristianamente se transfiguran y no mueren; todo esto s; y s, por ltimo, que San Agustn tuvo escrpulos por haber llorado a su madre, y , sin embargo, lloro y llorar todos los das, si Dos no me da fortaleza en su infinita misericordia.Veda usted aqu, amigo mo, la historia ntima y secreta de mi conversin; he querido contrsela a usted por desahogarme y porque en ella, sin saberlo, tuvo usted parte. Como usted ve, aqu no han tenido influencia ninguna ni el talento ni la razn; con mi talento flaco y con mi razn enferma, antes que le verdadera fe me hubiera llegado la muerte. El misterio de mi conversin(porque toda conversin es un misterio) es un misterio de ternura. No le amaba, y Dios ha querido que le ame, y le amo; y porque le amo, estoy convertido.Pasemos a otra cosa. El servicio que usted ha hecho a la causa catlica haciendo conocer a Balmes, es muy grande; yo se lo agradezco a usted como catlico y, a dems, como espaol. Balmes honra a su patria: hombre de ingenio claro, agudo, slido, firme en la fe, gil en la lucha, controversista y doctor a un mismo tiempo, pocos han merecido como l en este siglo dejar por herencia a las gentes una buena memoria. Ni le conoc ni me conoci; pero le estim y s que me estimaba, slo he visto su retrato, y an eso despus de muerto. La Providencia nos haba puesto en partidos polticos contrarios, aunque, poco tiempo antes de su muerte, la religin nos inspiraba iguales cosas. Yo no s si usted sabe que cosa de un me antes de publicar Balmes su escrito sobre Po IX haba yo escrito sobre el mismo tema y sobre el mismo asunto. Balmes y yo dijimos las mismas cosas, articulamos el mismo juicio, formulamos las mismas opiniones. Pero lo singular del caso, y lo que enaltece sobremanera el talento de Balmes, es que, viniendo a decir despus que yo lo mismo que yo , lo dijo de una manera tan propia suya que ni por casualidad se encuentra en su escrito ni una sola de las ideas secundarias que yo haba explanado en el que publiqu poco antes. Prueba insigne de la riqueza de su arsenal y de la abundancia de sus amas!Este ltimo escenario suyo es notable bajo otro punto de vista. Balmes que fue siempre un gran pensador, no haba sido nunca un gran artista; sus estudios literarios no corran parejas con sus estudios filosficos. Ocupado exclusivamente de la idea, haba descuidado su expresin, y la experiencia era por lo general en l floja, aunque sus ideas eran grandes. Su estilo era laxo, difuso; y los hbitos de la polmica, esa matadora de estilos, le haba hecho verboso. Pues bien, en su escrito sobre Po IX, Balmes levanta de sbito la expresin a la altura de la idea, y la idea grande brilla por primera vez en l vestida de una expresin magnfica y grandilocuente. Cuando Balmes muri, el escritor era digno del filsofo; medidos por la medida de la crtica, eran iguales.Vuelvo, pues, a dar a usted gracias por el celo y el talento con que hace popular en Francia a un hombre tan eminente.Recuerdo los dos retratos de que usted me habla; los escrib estando en Pars, y en la poca, si no me engao, en que nos conocimos (20) . no tienen ms mrito que la sagacidad con que creo penetr el carcter moral y espiritual de esos dos hombres.No dudo que llegar un da, que usted ve venir, en el cual el campo ser de los hombres de buena voluntad y de creencias puras; pero no dude usted que ese da ser pasajero; la sociedad, en definitiva, est herida de muerte; y morir porque no es catlica, y slo el catolicismo es vida.Yo pienso volver pronto a Espaa y retirarme por algn tiempo de los negocios pblicos para meditar y escribir. El torbellino poltico en que me he visto envuelto mal de mi grado no me ha dejado hasta ahora ni un da de paz ni un momento de reposo; justo es que antes de morir me retire algunos aos a hablar a solas con Dios y con mi conciencia. Para m, el ideal de la vida es la vida monstica. Creo que hacen ms por el mundo los que oran que los que pelean; y qu, si el mundo va de mal en peor, consiste esto en que son ms las batallas que las oraciones. Si pudiramos penetrar en los secretos de Dios y de la Historia, tengo para m que nos habamos de asombrar al ver los prodigiosos efectos de la oracin, aun en las cosas humanas. Para que la sociedad est en reposo, es necesario cierto equilibrio, que slo Dios conoce, entre las oraciones y las acciones, entre la vida contemplativa y la activa. La clave de los grandes trastornos que padecemos est quiz en el rompimiento de este equilibrio. Mi conviccin en este punto es tan firme que creo que, si hubiera una sola hora de un solo da en que la tierra no enviara al cielo oracin ninguna, ese da y esa hora seran el ltimo da y la ltima hora del universo.Si a mi paso por Pars est usted all, y si estando yo en Espaa va usted a Espaa, tendr el ms vivo placer de asegurar a usted personalmente que no hay amistad que me sea ms lisonjera que la suya.En tanto, queda de usted afectsimo s. s. q. b. m.JUAN DONOSO VORTS(19) Un publicista francs entusiasta de noble y cristiana tradicin de Espaa y que haba traducido el discurso de la dictadura de Donoso y con este motivo hubo un intercambio de cartas entre los dos(20) Raffin recordaba a Donoso el inters que haba suscitado en l las semblanzas que haba hecho de Guizot y de Lamartine en sus Cartas de Pars.

  • (20) Donoso debi conocer a Raffn en 1.847.

    CARTA A MONSEOR GAUME (1)Berln, 24 de agosto de 1.849

    Seor: Las palabras espaolas que subrayis en la inestimable carta que acabo de recibir me inducen a escribiros en mi propio idioma, ya que se me hace sumamente difcil expresarme con alguna correccin en lenguas extranjeras.Ante todo, un milln de gracias por la bondad que habis tenido de enviarme un ejemplar de la obra en que tan denodada y profundamente habis sondeado los abismos de esta sociedad moribunda. Con su lectura he sentido gran tristeza y mucho gozo a la vez: suma tristeza, a vista de las grandes y formidables catstrofes que en ella revelis, y sumo gozo, ante la manifestacin sincera de toda la verdad. La verdad, an cuando es triste, es siempre deliciosa.Mis opiniones y las vuestras son casi idnticas. Ni vos ni yo tenemos esperanza. Dios ha hecho la carne para que se corrompa, y el cuchillo para cortar la carne corrompida. Estamos tocando con nuestras propias manos la mayor catstrofe de la Historia. En el momento actual, lo que veo ya con claridad es la barbarie de Europa y de su despoblacin dentro de poco tiempo. La tierra por donde ha pasado la civilizacin filosfica ser maldecida: ser la tierra de la corrupcin y de la sangre. Despus vendr...lo que habr de venir (2).Nunca tuve fe en la accin poltica de los buenos catlicos. Todos sus esfuerzos encaminados a reformar la sociedad por medio de asambleas y de Gobiernos sern perpetuamente intiles. Las sociedades no son los que son porque hayan sido constituidas en el ser y estado que tienen por Gobiernos y asambleas, sino, al contrario, las asambleas y los Gobiernos son lo que son porque la sociedad que rigen es lo que es. Sera, pues, necesario invertir el procedimiento, empezando por reformar la sociedad y despus, valindose de la sociedad ya reformada, reformar sus instituciones.Pero ya es tarde. Lo nico que hay que hacer de ahora en adelante es salvar almas sustentndolas, para cuando llegue el da de tribulacin, con el Pan de los Fuertes.Mientras tanto, nada ms grato personalmente para m ni que ms me honre que lograr la aprobacin de un sujeto tan eminente como vos y ponerme en relaciones con vos mismo con ocasin de los cataclismos europeos.Suplcoos encarecidamente que aceptis la expresin de mi reconocimiento, etc. Valdegamas

    (1) Monseor Jean Joseph Gaume era vicario general de la dicesis de Montauban. Escritor brillante , haba enviado a Donoso una suya a Donoso. Esta era la carta de contestacin. (2) El tono apocalptico y proftico en los escritos fue frecuente en la poca romntica. Aunque en Donoso no era pura forma literaria, sino verdadera conviccin.

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    DISCURSO SOBRE LA SITUACIN GENRAL DE EUROPA (1)Seores: Retirado de la escena poltica( ..... )Pues bien, seores: cules son las tres afirmaciones de esta civilizacin, que yo llamo afirmativas, de progreso y catlicas? las tres afirmaciones son las siguientes: en el orden religioso se afirma que existe un Dios personal. (Rumores y risas en la tribuna y en la izquierda. La mayora, indignada, reclama el orden) EL SEOR PRESIDENTE: Orden, seores!EL SEOR MARQUS DE VALDEGAMAS: Hay tres afirmaciones entre otras. Primera afirmacin: existe un Dios, y ese Dios est en todas partes. Segunda afirmacin: ese Dios personal, que est en todas partes, reina en el cielo y la tierra. Tercera afirmacin: este Dios, que reina en el cielo y en la tierra, gobierna absolutamente las cosas divinas y humanas.Pues bien, seores: en donde esas tres afirmaciones en el orden religioso, hay tambin estas otras tres afirmaciones en el orden poltico: hay un rey que est en todas partes por medio de sus agentes; ese rey que est en todas partes reina sobre sus sbditos, y ese rey que reina sobre sus sbditos gobierna a sus sbditos. De modo que la afirmacin poltica no es ms que la consecuencia de la afirmacin religiosa. Las instituciones polticas en que se simbolizan estas tres afirmaciones son dos: las monarquas absolutas las monarquas constitucionales, como las entienden los moderados de todos los pases, porque ningn partido moderado ha negado nunca al rey, ni la existencia, ni el reinado, ni la gobernacin. Por consiguiente, la monarqua constitucional entra con los mismos ttulos que la monarqua absoluta a simbolizar esas tres afirmaciones polticas, que son el eco, digmoslo as, de las tres afirmaciones religiosas.Seores, en esas tres afirmaciones concluye el perodo de la civilizacin que yo he llamado afirmativo, que yo he llamado de progreso, que yo he llamado catlico. Ahora entramos, seores, en el segundo perodo, que yo he llamado negativo, que yo he llamado revolucionario. En ese segundo perodo hay tres neneraciones, correspondientes a las tres afirmaciones primeras. Primera negacin, o como yo lo llamar, negacin de primer grado en el orden religioso: Dios existe, Dio reina; pero Dios est tan alto, que no puede gobernar las cosas humanas. Esta es la primera negacin, la negacin de primer grado, en este periodo negativo de la civilizacin; y a esta negacin de la providencia de Dios, qu corresponde en el orden poltico? En el orden poltico sale el partido progresista respondiendo al desta, que niega la Providencia, y dice: " El rey existe, el rey reina; pero no gobierna" As, seores, no monarqua constitucional progresiva pertenece a la civilizacin negativa en primer grado. Segunda negacin: el desta niega la Providencia; los partidarios de la monarqua constitucional, segn los progresistas la entienden, niega la gobernacin; pues ahora viene en el orden religioso el pantesta y dice: " Dios existe, pero Dios no tiene existencia personal; Dios no es persona, y como no es persona, ni gobierna ny reina; dios es todo lo que vemos; ni es todo lo que vive, es todo lo que se mueve; Dios es la humanidad." Esto dice el panteta; de manera que el pantesta niega la existencia personal, aunque no la existencia absoluta; niega el reinado y la Providencia.

  • En seguida, seores, bien el republicano y dice: " El poder existe; pero el poder no es persona, ni reina ni gobierna; el poder es todo lo que vive, todo lo que existe, todo lo que se mueve; luego en la muchedumbre, luego no hay ms medio de gobierno que el sufragio universal, ni ms gobierno de la Repblica. " As, seores el pantesmo en el orden religioso corresponde al repblicanismo en el orden poltico. Despus viene otra negacin, que en la ltima; en punto a negaciones no hay ms all. Detrs del desta, detrs del pantesta viene el ateo y dice: " Dios ni reina, ni gobierna, ni es persona, ni es muchedumbre; no existe." Y sale Proudhon, seores, y dice: " No hay gobierno." (Risas y aplausos) As, seores, una negacin llama a otra negacin, como un abismo llama otro abismo. Ms all de esa negacin, que es el abismo no hay nada, no hay nada sino tinieblas, y tinieblas palpables.Ahora bien, seores: sabis cul es el estado de Europa? Toda Europa va entrando en la segunda negacin, y camina hacia la tercera, que en la ltima; no lo olvidis. Si se quiere que concrete era algo ms esta cuestin de los peligros que corren las sociedades, a concretar, aunque con cierta prudencia. Todos saben cul es mi posicin oficial; yo no puedo hablar de la Europa sin hablar de la Alemania; no puedo hablar de la Alemania sin hablar de la Prusia, que la representa; no puedo hablar de la Prusia sin hablar de su rey, a quien, seores, sea dicho de paso, puede llamarse, por sus cualidades eminentes, el augusto germnico. El Congreso me perdonar que al entrar en esta cuestin, por lo que toca a Europa, guarde cierta reserva, y por lo que toca a Prusia guarde una reserva casi absoluta; pero dir, sin embargo, lo bastante para manifestar cules son mis ideas concretas sobre los peligros concretos tambin que amenazan a la Europa. Seores, aqu se ha hablado del pedido de corre la Europa por parte de la Rusia, y yo creo que por ahora y por mucho tiempo puedo tranquilizar al Congreso, asegurndoles que por parte de la Rusia no puede tener el menor peligro. Seores, la influencia que la Rusia ejerca en Europa la ejerca por medio de la Confederacin germnica. La Confederacin alemana se hizo en contra de Pars, que era la ciudad revolucionaria, la ciudad maldita, y en favor de Petersburgo, que era entonces la ciudad santa, la ciudad del gobierno, nacida de las tradiciones restauradoras. Qu result de aqu? Que la Confederacin no fue el imperio como pudo serlo entonces; y no fue un imperio, porque a la Rusia no le poda acomodar nunca a tener enfrente de s un imperio alemn y tener reunidas a todas las razas alemanas; as es que la Confederacin se compuso del principados microscpicos y de dos grandes monarquas. Qu era lo que convena en el caso de una guerra con la Francia? Lo que le convena a la Rusia era que estas monarquas fuesen absolutas; y estas dos monarquas fueron absolutas. Y vase, seores, cmo sucedi que la influencia de la Rusia, desde la Confederacin alemana hasta la revolucin de febrero, se ha extendido desde Petersburgo hasta Pars. Pero, seores, desde la revolucin de febrero todas las cosas han mudado de semblante; el huracn revolucionaria ha echado abajo los tonos, ha empolvado los coronas, ha humillado a los reyes; la Confederacin germnica no existe; la Alemania hoy da no es ms que un caos. Es decir, seores, que a la influencia de la Rusia, que se extenda, como dije, desde Petersburgo a Pars, ha sucedido ahora la influencia demaggica de Pars, que extiende hasta la Polonia.Pues ved aqu la diferencia: la Rusia contaba con dos aliados poderosos: la Austria y la Prusia; hoy es sabido que no pueden contar ms que con la Austria; pero la Austria tiene que luchar y reluchar todos los das contra el espritu demaggico, que existe all como en todas partes; contra el espritu de raza, que existe all ms que en parte alguna; y, finalmente, tiene que reservar toda su fuerzas para una lucha posible con la Prusia. Resulta, pues, seores, que neutralizada la Austria, no contando la Rusia con la Confederacin germnica, no puede contar en el da ms que con sus propias fuerzas. Y sabe el congreso cuntas son las fuerzas de que ha dispuesto la Rusia para las guerras ofensivas? Nunca ha llegado a 300.000 hombres. Y sabe el Congreso con quines tienen que luchar esos 300.000 hombres? Tienen que luchar con todas las razas alemanas, representadas por la Prusia; tienen que luchar con todas las razas latinas, representadas por la Francia; tienen que luchar con la nobilsima y poderossma raza anglosajona, representada por la Inglaterra. Esa lucha, seores, sera insensata, sera absurda por parte de la Rusia; en el caso de en la guerra general, el resultado cierto, infalible, sera que la Rusia dejase de ser una potencia europea, para no ser ms que una potencia asitica. Y vase aqu por qu la Rusia rehuye la guerra, y vase aqu por qu la Inglaterra quiere la guerra; y la guerra, seores, hubiera estallado si no hubiera sido por la debilidad crnica de la Francia, que no quiso seguir en esto a la Inglaterra; si no hubiese sido por la prudencia austriaca y si no hubiese sido por la sagacsima prudencia de la diplomacia rusa. Por esto, seores, porque la Rusia no ha querido, porque no ha podido querer la guerra, es por lo que la guerra no ha estallado con motivo de la cuestin de los refugiados en Turqua . No se crea por esto, sin embargo, que yo soy de la opinin que nada tiene que temer la Europa de la Rusia; creo que todo lo contrario; pero creo que para que la Rusia acepte una guerra general, que para que la Rusia se apodere de la Europa, son necesarios antes estos tres acontecimientos que voy a decir, todos los cuales, avirtase esto, seores, son no slo posibles, sino tambin probables . Se necesita: primero, que la revolucin, despus de haber disuelto la sociedad, disuelva los ejrcitos permanentes; segundo, que el socialismo, despojando a los propietarios, extingua al patriotismo; porque un propietario despojado no es patriota, no puede serlo; cuando la cuestin viene planteada de esa manera suprema y congojosa, no hay patriotismo en el hombre; tercero, el acatamiento de la empresa de la confederacin poderosa de todos los pueblos esclavones bajo la influencia y el protectorado de la Rusia. las naciones esclavonas cuentan, seores, 80 millones de habitantes. Ahora bien: cuando en la Europa no haya ejrcitos permanentes, habiendo sido disueltos por la revolucin; cuando en Europa no haya patriotismo, hacindose extinguido por las revoluciones socialistas; cuando en el oriente de Europa se haya verificado la gran confederacin de los pueblos esclavones; cuando en el Occidente no haya ms que dos grandes ejrcitos, el ejrcito de los despojados y el ejrcito de los despojadores, entonces, seores, sonar en el reloj de los tiempos la hora de Rusia; entonces la Rusia podr pasearse tranquila, arma en brazo, por nuestra Patria; entonces, seores, presenciar el mundo el ms grande castigo de que haya memoria en la Historia; ese castigo tremendo ser, seores, el castigo de la Inglaterra. De nada le servirn sus naves contra el Imperio colosal que con un brazo conger la Europa y con el otro coger la India; de nada le servirn sus naves: ese Imperio colosal caer postrado, hecho pedazos, y su lgubre estertor y su penetrante quejido resonar en los polos. No creis, seores, no creis que las catstrofes acaban ah; las razas esclavonas no son a los pueblos de Occidente lo que eran las razas alemanas al pueblo romano; no, las razas esclavonas estn hace mucho tiempo en contacto con la civilizacin, son razas semicivilizadas; la administracin rusa es tan corrompidoa como la administracin ms civilizada de Europa, y la aristocracia rusa, tan civilizada como la aristocracia ms corrompida de todas. Ahora bien, seores: puesta la Rusia en medio de la Europa conquistada y prostergada a sus pies, ella misma absorber por todas sus venas la civilizacin que ha bebido y que la mata. La Rusia no tardar en caer en putrefaccin; entonces, seores, no s yo cul ser el cauterio universal que tenga Dios preparado para aquella universal podredumbre. Contra esto, seores, no hay ms que un remedio, no hay ms que uno: el nudo del porvenir est en Inglaterra; en primer lugar, seores, la raza anglosajona la ms generosa, la ms noble y la ms esforzado del mundo; en segundo lugar, la raza anglosajona es la que menos expuesta est al mpetu de las revoluciones; yo creo ms fcil una revolucin en San Petersburgo que en Londres. Qu le falta a la Inglaterra para impedir la conquista inevitable de toda la Europa por la Rusia ? Qu le falta?Lo que le falta es evitar lo que la perdera: la disolucin de los ejrcitos permanentes por medio de la revolucin; es evitar en Europa

  • el despoj por medio del socialismo; es decir, seores, lo que la falta es tener una poltica exterior, monrquica y conservadora; pero aun esto no sera ms que un paliativo: Inglaterra, siendo monrquica, siendo conservadora, puede impedir la disolucin de la sociedad europea hasta cierto punto y por cierto tiempo; porque la Inglaterra no es bastante poderosa, no es bastante fuerte para anular, y era necesario anular, la fuerza disolvente de las doctrinas propagadas por el mundo; para que al paliativo se aadiera el remedio, era necesario, seores, que la Inglaterra, adems de conservadora y monrquica, fuera catlica; y lo digo, seores, porque el remedio radical contra la revolucin y el socialismo no es ms que el catolicismo, porque el catolicismo es la nica doctrina que su contradiccin absoluta. Qu es, seores, el catolicismo? Es sabidura y humildad.Qu es el socialismo, seores? Es orgullo y barbarie; el socialismo, seores, como el rey babilnico, es rey bestia al mismo tiempo.(Risas y grandes aplausos.)Seores, el Congreso habr extraado que, al hablar yo de los peligros que amenazan a la sociedad y al mundo, no haya hablado de la nacin francesa. Seores, hay una causa para esto; la Francia era hace poco una gran nacin; hoy da, seores, no es ni una nacin siquiera: es el club central de la Europa. (Bien,bien!) As, seores, queda demostrarlo: primero, que las cuestiones econmicas no son, ni debe ser, ni pueden ser las ms importantes de todas; segundo, que no ha llegado aquel estado de tranquilidad y de seguridad en que podamos dedicarnos a ellas exclusivamente. Voy, seores, ahora a convatir el tercero y ltimo error, que consiste en afirmar que las economas son no solamente posibles, sino fciles. Seores, el Congreso me permitir que ahora, como antes, diga la verdad, nada ms que la verdad; pero toda la verdad con la franqueza y la buena fe que me caracteriza. No habr ningn seor diputado que ponga en duda este axioma: que los gobiernos, an aquellos que mayores ventajas ofrecen, ofrecen a vuelta de esa ventajas algunos inconvenientes; y al revs, que aun los gobiernos que presentan mayores inconvenientes, a vuelta de esos mismos inconvenientes, ofrecen tambin algunas ventajas; y, por ltimo, y no hay gobiernos inmortales. En este sitio yo puedo hablar con toda libertad de las ventajas y de los inconvenientes y hasta de la muerte de los gobiernos, porque todos tienen sus inconvenientes, sus ventajas, y todos mueren. Pues bien, seores: yo digo que a vuelta de los gravsimos inconvenientes que tienen los gobiernos absolutos, tienen una gran ventaja, y es que son gobiernos rpidamente baratos; y yo digo que, a vuelta de las grandes ventajas que tienen los gobiernos constitucionales, tienen un gravsimo inconveniente, y es que son carsimos. No conozco ninguno ms caro sino republicano. Y arguyendo por analoga, es fcil prever la suerte de cada uno de estos gobiernos. Yo digo, seores, que lo ms probable es que todos los gobiernos absolutos, en donde existan, perecern por la discusin; que todos los gobiernos y constitucionales, en donde existan, perecern por la bancarrota. Esta es mi conviccin ntima, seores; yo hago a los seores diputados depositarios de mis convicciones. Hay un solo medio, seores, de hacer reformas y grandess reformas econmicas: ese slo es el licenciamiento o el casi licenciamiento de los ejrcitos permanentes. Esto, seores, podra librar a los gobiernos por algn tiempo de la bancarrota; pero ese licenciamiento sera la bancarrota de la sociedad entera; porque, seores, y aqu llamo vuestra atencin, los ejrcitos permanentes son hoy los nicos que impiden que la civilizacin vaya perderse en la barbarie; hoy da,seores, presenciamos un espectculo nevo en la Historia, nuevo en el mundo: cundo, seores, cuando ha visto el mundo, sino hoy, que se vaya a la civilizacin por las armas y a la barbarie por las ideas? Pues esto es lo que est viendo el mundo en la hora en que estoy hablando. (Aplausos)Este fenmeno, seores, es tan grave, es tan peregrino, que exige alguna explicacin por parte. Toda civilizacin verdadera viene del cristianismo. Esto tan cierto, que la civilizacin toda se ha reconcentrado en la zona cristiana; fuera de esa zona no hay civilizacin, todo es barbarie; y es esto tan cierto, que antes del cristianismo no ha habido pueblos civilizados en el mundo, ni uno siquiera. Ninguno, seores; digo que no ha habido pueblos civilizados, porque el pueblo romano y el pueblo griego no fueron pueblos civilizados; fueron pueblos cultos, que es cosa muy diferente(11). La cultura es el barniz, y nada ms que el barniz, de las civilizaciones. El cristianismo civilizada el mundo haciendo estas tres cosas: Ha civilizado al mundo haciendo de la autoridad una cosa inviolable, haciendo de la obediencia una cosa santa, haciendo de la abnegacin y del sacrificio, o, por mejor decir, de la caridad, una cosa divina. De esa manera el cristianismo ha civilizado a las naciones. Ahora bien (y aqu est la solucin de ese gran problema), ahora bien: las ideas de la inviolabilidad de la autoridad, de la santidad de obediencia y de la divinidad del sacrificio, esas ideas no estn hoy en la sociedad civil: estn en los templos donde se adora al Dios justiciero y misericordioso, y en los campamentos donde se adora al Dios fuerte, al Dios de las batallas, bajo los smbolos de la gloria. Por eso, porque la Iglesia y la milicia son las nicas que conservan ntegras las nociones de la inviolabilidad de la autoridad, de la santidad de la obediencia y de la divinidad de la caridad; por eso son los dos representantes de la civilizacin europea. No s, seores, si habr llamado vuestra atencin, como ha llamado la ma, la semejanza, cuasi la identidad entre las personas que parecen ms distintas y ms contrarias: la semejanza entre el sacerdote y el soldado; ni el uno ni el otro viven para s, ni uno ni lo otro viven para su familia; para el uno y para el otro, en el sacrificio, en la adnegacin est la gloria. El encargo del soldado es velar por la independencia de la sociedad civil. El encargo del sacerdote es verdad que independencia de la sociedad religiosa. El deber sacerdote es morir, dar la vida, como el buen pastor, por su ovejas. El deber del soldado, como un hermano, es dar la vida por sus hermanos. Si consideris la aspereza de la vida sacerdotal, el sacerdote os parecer, y lo es en efecto, una verdadera milicia. Si consideris la santidad del ministerio sacerdotal, la milicia os parecer cuasi un verdadero sacerdocio. Qu sera del mundo, que sera de la civilizacin, qu sera de la Europa si no hubiera sacerdotes ni soldados? (Aplauos prolongados.) Y en vista de eso, seores, si hay alguno que, despus de expuesto lo que acabo de esponer, crea que los ejrcitos deben licenciarse, que se levanten y lo diga. Si no hay ninguno, seores, yo me ro de todas vuestras economas, porque todas vuestras economas son utopas. Sabis lo que su pretendse is hacer cuando queris salvar la sociedad con nuestras economas sin licenciar el ejrcito? Pues lo que pretendis hacer es apagar el incendio de la nacin con un vaso de agua. Esto es lo que pretendis. Queda, pues, demostrado, como me propuse demostrar, que las cuestiones econmicas no son las ms importantes; que no ha llegado la ocasin de tratarlas aqu exclusivamente, y que las reforma econmicas economicas no son fciles, y, hasta cierto punto, no son posibles.Y ahora, seores, habiendo algunos oradores dicho al Congreso que votando por esa autorizacin se vota contra el Gobierno representativo, yo me dirigir a esos seores diputados y les dir: queris votar por el Gobierno representativo? Pues votad por la autorizacin que se os pide por el Gobierno; votadla, porque si los gobiernos representativos viven de discusiones sabias, mueren pon discusiones interminables. Un gran ejemplo os ofrece, seores, la Alemania, si es que la experiencia, si es que los ejemplos han de servir de algo. Tres asambleas constituyentes ha tenido la Alemania a un tiempo mismo: una en Viena, otra en Berln, otra en Franfort. La primera muri por un decreto imperial; un decreto real mat a la segunda, y en cuanto a la asamblea de Franfort, esta Asamblea, compuesta de los sabios ms eminentes, de los ms grandes patricios, de los filsofos ms profundos, qu se hizo de ella? Qu fue de aquella Asamblea? Jams el mundo vivi un senado tan augusto y un fin ms lamentable: una aclamacin universal le dio vida; un silbido universal le dio muerte.

  • La Alemania, seores, la aloj como una divinidad en un templo, y esa misma Alemania la dej morir como una prostituta en una taberna (Muy bien.) Esa, seores, es la historia de las asambleas alemanas. Y sabis por qu murieron as? Yo os lo dir. Murieron as porque ni dejaron gobernar ni gobernaron; murieron as porque despus de ms de un ao de discusin nada sali, o sali humo slo, de sus interminables discusiones. Seores, de ellas aspiraron a la dignidad de reinas; Dios las hizo estriles, y las quit hasta la dignidad de madres. Diputados de la nacin, mirad por la vida de las asambleas espaolas! Y vosotros, seores de la oposicin conservadora, yo os lo pido, mirad tambin por vuestro porvenir; mirar, seores, por el porvenir de vuestro partido. Juntos hemos combatido siempre; combatamos juntos todava. Vuestro divorcio es sacrlego; la Patria os pedir cuenta de l en el da de sus grandes infortunios. Ese da quiz no est lejos; el que no lo veo posible, padece una ceguedad incurable. Si sois belicosos, si queris combatir aqu, guardad para ese da vuestras armas. No precipitis, no precipitis los conflictos. Seores, no le basta a cada hora su pena, a cada da su congoja y cada mes su trabajo? Cuando llegue ese da de la tribulacin, la congoja ser tanta, que llamaremos hermanos an a aquellos que son nuestros adversarios polticos; entonces os arrepentiris, aunque tarde tal vez, de haber llamado enemigos a los que son vuestros hermanos . (El orador se sienta en medio de prolongados y repetidos aplausos y de numerosas felicitaciones).

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    DISCURSO SOBRE LA SITUACIN EN ESPAA (1)Seores:Los diputados que recuerden los varios discursos que he tenido la honra de pronunciar en los Congresos anteriores, saben muy bien que, a pesar de que mis doctrinas han sido en algunos puntos contrarias, en muchos ms, diferentes de las que sostienen los seores ministros, he votado una constancia sin ejemplo con el Ministerio. Esta conducta ma, seores, ha estado fundada en solidsimas razones. En primer lugar, mis doctrinas no se han puesto nunca a votacin; y no votndose mis doctrinas, he tenido que votar las del Ministerio, menos distantes an de las mas que las de las oposiciones. En segundo lugar, yo soy un hombre de gobierno ante todo y sobre todo; y hombre de gobierno, voto siempre con el Gobierno en caso de duda. En tercero y ltimo lugar, yo crea que podra hacer ms en provecho y beneficio de mis propias doctrinas siendo amigo del Ministerio que siendo adversario.Hoy las cosas han cambiado enteramente de faz. El Ministerio ha exagerado hasta tal punto su sistema, que en esu exageracin creo funesto, que estoy en la situacin de elegir entre mi conciencia y mi amistad, entre mis propias doctrinas y el Ministerio. El trance, seores, en muy duro; pero la eleccin no puede ser dudosa; yo har callar a mi amistad, para or slo a mi conciencia; yo me alejar un tanto del Ministerio, para quedarme con mis doctrinas.Yo me propongo, seores, delinaer a grandes rasgos el tristsimo cuadro que ofrece la nacin bajo los siguientes aspectos: el moral, el poltico, el rentstico y el econmico; y para que todos lo sepan sin necesidad de tenerlo yo que repetir en cada paso, voy a anunciar desde ahora hasta qu punto creo que el Ministerio es responsable de esta triste y dolorossa situacin en la que nos vemos. A ella hemos venido por carias causas. La situacin actual, por otra parte, es un efecto de los pasados trastornos; por otra la situacin es efecto y resultado del sistema errado de los anteriores minsiterios; por otra parte, en fin, la situacin actual es el resultado del errado y funesto sistema del Minsiterio que hoy preside los destinos de la nacin espaola.Yo no puedo acusar a los trastornos, porque la revolucin me responder: "Trastornando hago mi oficio". Yo no puedo acusar de esta situacin a los ministerios pasados, porque podran responderme: "Nosotros hemos estado bajo la presin revolucionaria". Pero puedo acusar y acuso al Ministerio presente, porque l solo es, entre todos los que han existido desde 1.834 ac, el dueo absoluto y soberanos de sus propias acciones.

    Yo no puedo acusar , yo no acuso al Ministerio de haber creado la situacin actual. Cmo poda acusarle de eso? Ella exista antes de que l existiese; pero le acuso porque la conserva; pero le acuso tambin porque la empeora.Para exponer estas cosas, puedo brevemente por lo avanzado de la hora, he pedido la palabra. La he pedido tambin con otro objeto; yo debo hacer aqu mi profesin de fe poltica, aunque es conocida de todos, en materia de autorizaciones. Yo creo, seores, que el Ministerio puede perder el derecho de vivir; pero no creo que pierda nunca el derecho y el deber, que son un deber y un derecho imprescriptibles, de cobrar las contribuciones.Yo creo que el Congreso de los seores diputados tiene el derecho de matar o contribuir a que muera un Ministerio por un voto de censura; pero no tiene el derecho de negarle las contribuciones, por la razn de que no tiene el derecho de matar al Estado.Esto supuesto, seores, claro est que mi voto contra la autorizacin no significa que el Ministerio no cobre los impuestos, que el Ministerio no recaude ni distribuya las contribuciones.Pero sucede a menudo que los votos del Parlamento necesitan un comentario: aqu rara vez sucede que un seor diputado vote lo que quiere, y es ms raro todava que quiera lo que vota. Por qu? Porque los votos son complejos, porque los votos significan cosas muy diferentes y a veces de todo punto contrarias. Esta autorizacin es algo ms de lo que suena, es mucho ms de lo que suena; participa de la naturaleza propia de todas las autorizaciones; es un voto de confianza; lo sera de todos modos, lo ha sido aqu y en otros pases, sin necesidad de que lo declare el Ministerio; pero hoy da lo es mucho ms, y lo saben los seores diputados, despus que as lo ha declarado el Ministerio. Pues bien:al dar yo voto negativo a esta autorizacin, no m opongo a que el Gobierno cobre los impuestos; digo slo que le Ministerio(no el Ministerio que compone de amigos mos), el sistema del Ministerio no tiene mi confianza.Seores, En dnde est la disidencia capital(porque yo no puedo hablar sino de disidencias capitales), la disidencia capital entre el sistema del Ministerio y mis doctrinas? Voy a decirlo: Consiste cabalmente en aquello en que el Ministerio funda su ttulo de gloria. Consiste en que es un Ministerio que se proclama y que es Ministerio de orden material, Ministerio de intereses materiales.Y cuenta, seores, no me opongo a los intereses materiales ni al orden material: el orden material es una parte constitutiva, aunque la menor, del orden vardadero; el orden vardadero est en la unin de las inteligencias en lo que es verdad, en la unin de las voluntades

  • en lo que es honesto, en la unin de los espritus en lo que es justo. El orden verdadero consiste en que se proclamen, se sustenten y se defiendan los verdaderos principios polticos, los verdaderos principios religiosos, los verdaderos principios sociales.Loa intrereses materiales, seores, sern, sin duda, y lo son, una cosa buena, excelente; pero no por eso los intereses materiales son los intereses supremos de la sociedad humana; el inters supremo de la sociedad humana consiste en que prevalezcan en ella esos mismos principios religosos, polticos y sociales. Seores, la salud no consiste slo en la salud del cuerpo; consiste tambin en la salud del alma: mens sana in corpore sano. Ese equilibrio entre el orden material y el orden moral, ese equilibrio entre los intereses morales y los materiales, ese equilibrio entre la salud y el alma y del cuerpo es lo que constituye la plenitud de la salud en la sociedad como en el hombre. A ese equilibrio se debi, seores, que el siglo de Luis XIV fuese llamado gran siglo , y que Luis XIV fuese llamado el Grande; y grande era en verdad el prncipe dichoso que reinaba sobre Bossuet, aquel rey de las inteligencias, y sobre olbert, rey de la industria.Cuando este equilibrio se rompe, los imperios comienzan a declinar hasta que desaparecen del todo. Yo quisiera, seores, fijar en vuestros corazones, en vuestra memoria, estos principios, porque interesan demasiado a vuestra Patria.Dos grandes dinastas hay en Europa: la dinasta borbnica y la dinasta austraca. La dinasta austraca conserv vivos entre nosotros los verdaderos principios polticos, religiosos y sociales; y al mismo tiempo que hizo esto, tuvo la desgracia de dejar en olvido y abandono los principios econmicos, los principios adminsitrativos, los intereses materiales. Pues bien, seores: esto nos explica su vida y su muerte. Pocos ejemplos nos ofrece la Historia de una vida ms gloriosa y de una muerte ms miserable. Queris saber hasta dnde pueden llegar los imperios cuando prevalecen en ellos los verdaderos principios sociales, polticos y religiosos? Poned los ojos en Carlos V, el gran emperador, en aquella guila imperial, de quien ha dicho el ms grande de nuestros poetas queen su vuelo sin segundo,debajo de sus alas tuvo al mundo.

    Queris saber cmo concluyen las razas y las dinastas cuando ponen en olvido los intereses materiales? Poned la vista en el ltimo vstago de es dinasta generosa; poned la vista en Carlos II, el rey mendio, el Augstulo de su raza.Volved ahora la vista a la raza borbnica. Enrique IV comienza por ser protestante y halagar a los catlicos, y acaba por ser catlico y halagar a los protestantes. Es decir, seores, que la religin era para l un instrumento de dominacin, instrumentum regni; ved ah el modelo de un rey espritu fuerte. Seguidle despus en su vida y en su historia, y le veris siempre entregado a la idea exclusiva de hacer prosperar materialmente a la Francia, de establecer una sabia administracin, de acallar las diferencias de los partidos por medio de transacciones; ocuparse, en una palabra, solamente de la organizacin administrativa y de los intereses materiales. Pues bien, serores: Erique IV no es un hombre solo: es la personificacin de toda su raza, es la raza borbnica; raza que ha venido al mundo para dos cosas: para hacer a los pueblos industriosos y ricos y para morir a manos de las revoluciones.

    Quin no admira, seores, estas grandes, esas magnficas consonacias de la Historia? ved ah dos razas ms enemigas todava en el campo de las ideas que en los campos de batalla:la raza austraca pone en olvido los interes materiales, y muere de hambre; la raza borbnica, los ms de sus prncipes por lo menos, aflojan en la conservacin intacta y pura de los principios religiosos, sociales y polticos, para convertirse en reformistas e industriales, y tropiezan con el espectro de la revolucin, que los aguarda para devorarlos unos despus de otros, puesto en el lmite de sus industrias y de sus reformas.Pues bien, ministros de Isabel II: yo vengo a pediros que apartis de vuestra reina y de mi reina la especie de maldicin que pesa sobre su raza.El tiempo urge, seores, el tiempo urge, porque tiempos ms calamitosos de los que pesis se acercan. Por de pronto ahora mismo, si es verdad que el rbol se conoce por su fruto, por el fruto habis de conocer el rbol que habis plantado: su fruto es fruto de muerte. La poltida de los intereses materiales ha llegado aqu a la ltima y ms tremenda de todas las evoluciones: a aquella evolcuin en virtud de la cual todos dejan de hablar de intereses para hablar del supremo inters de los pueblos decadentes, del inters que se cifra en los gocen materiales. Esto explica las ambiciones de que se ha hablado aqu con sobrada razn.Nadie est bien donde est; todos aspiran a subir, y a subir, no para subir, sino para gozar. No hay espaol ninguno que no crea or aquella voz fatdica que oa Mcbeth y le deca: "Mcbeth, Mcbeth, sers rey". El que es elector oye una voz que le dice: "Elector, sers diputado." El diputado oye una voz que le dice:" Diputado, sers ministro." El ministro oye una voz que le dice: "Sers...", yo no s qu, seores.Arroyo, en qu has de parartanto anhelar y subir,t por ser Guadalquivir,Guadalquivir por ser mas?Yo s, seores, adnde va esto a parar, o pr mejor decir, adnde ha ido a parar; ha ido a parar a la corrupcin espantosa que todos presenciamos, que vemos todos; porque el hecho hoy dominante en la sociedad espaola es esa corrupcin que est en la mdula de nuestros huesos; la corrupcin est en todas partes; nos entra por todos los poros; est en la atmsfera que nos envuelve; est en el aire que respiramos. Los agentes ms poderosos de la corrupcin han sido siempre los agentes primeros del Gobierno; en las provincias, stos han sido los agentes ms activos de la corrupcin, loc compradores y vendedores de conciencias. Quin no ha visto lo que ha pasado en Espaa desde que estall la revolucin hasta hoy? Cuando los Gobiernos han sido dbiles, sus principales agentes se han pasado en tropel hasta los reales de la insurreccin victoriosa; cuando los Gobiernos son fuertes, o cuando se cree que los son, entonces para sacar airoso al Gobierno atropellan todo cuanto se les pone por delante.

    Recordad, si no, seores, los pasados pronunciamientos. Todava me figuro ver pasar por delante de mis ojos aquella procesin de generales y jefes polticos con las manos llenas de incienso para quemarlo en los altares de las juntas revolucionarias. Pues volved los

  • ojos a lo que pasa ahora. Pensad en alguno de los escndalos, que son pblicos y notorios, ocurridos en las ltimas elecciones. No los creis ni a unos ni a otros cuando se llamas enemigos; no son enemigos: son hermanos de las elecciones y de los pronunciamientos. Dios ha puesto en todos las mismas inclinaciones y hasta la misma fisonoma; todos han hecho el juramento heroicon de sacrificarse por el vencedor; todos han hecho pacto con la fortuna; todos son amigos de la victoria; todos son adoradores del sol; todos miran al Oriente.

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    CARTA AL DIRECTOR DEL HERALDOPars, 15 de abril de 1.852 (1)

    Muy seor mo: En el nmero del peridico que usted dirige correspondiente al 8 del mes actual he ledo un artculo consagrado a la defensa del racionalismo, del liberalismo y del parlamentarismo, al elogio de la discusin y al recuento de todas sus excelencias. En este artculo cita usted, en apoyo de sus doctrinas, ciertas palabras que yo pronunci en 1.836 en el Ateneo de Madrid contra el derecho divino de los reyes; palabras que usted califica de elocuentes y que son, cuando ms, sonoras.Yo creo de mi deber escribir a usted estos cortos renglones para recordarle que hace mucho tiempo que no soy merecedor de esos elogios y que ninguna otra cosa puedo reclamar de usted sino el olvido y la censura. En efecto; entre las doctrina que usted y que profesaba yo cuando tena pocos aos, y las que profeso ahora, hay una contradiccin radical y una repugnancia invencible. Usted cree que el racionalismo es el medio de llegar a lo razonable; que el liberalismo en la terica es el medio para llegar a la libertad en la prctica; que el parlamentarismo es el medio de construir un buen Gobierno; que la discusin es a la verdad lo que el medio es al fin, y por ltimo que los reyes no son otra cosa sino la encarnacin del derecho humano Yo creo al revs lo que hace al derecho: que el derecho humano no existe, y que no hay ms derecho que el divino. En Dios est el derecho y la concentracin de todos los derechos; en el hombre est el deber y la concentracin de todos los deberes; el hombre llama derecho suyo a la ventaja que le resulta del cumplimiento del deber ajeno, que le es favorable, no siendo la palabra derecho en sus labios sino una locucin viciosa. Cuando pasando ms adelante se transforma su viciosa locucin en una teora, esa teora desencadena las tempestades por el mundo. Por lo que hace a la discusin creo que, como usted la entiende, es la fuente de todos los errores posibles y el origen de todas las extravagancias imaginables.Por lo que hace al parlamentarismo, al liberalismo y al racionalismo, creo del primero, que es la negacin del Gobierno; del segundo, que es la negacin de la libertad; y del tercero, que es la afirmacin de la locura.Qu eres, pues, se me dir, si no ests por la discusin, de manera que es entendida en las sociedades modernas, y si no eres ni liberal, ni racionalista, ni parlamentario? Eres absolutista, por ventura?Yo sera absolutista si el absolutismo fuese la contradiccin radical de todas esas cosas; pero la Historia me ensea que hay absolutismos racionalistas, y aun hasta cierto punto liberales y discutidores, y que hay parlamentos absolutos . El absolutismo es, pues, cuando ms, contradictorio en la forma; no es, empero, contradictorio en la esencia de las doctrinas que han llegado a ser famosas por la grandeza de sus estragos. El absolutismo no las contradice, porque no cabe contradiccin entre cosas de diferente naturaleza; l es una forma, y nada ms que una forma.Dnde hay absoluto mayor que buscar en una forma la contradiccin radical de una doctrina, o en una doctrina la contradiccin radical de una forma?El catolicismo slo es la doctrina contradictoria de la doctrina que combato. Dad la forma que queris a la doctrina catlica, y a pesar de la forma que le deis, todo ser cambiado en un punto y veris renovada la faz de la tierra.Con el catolicismo no hay fenmeno que no entre en el orden jerrquico de los fenmenos ni cosa que no entre en el orden jerrquico de las cosas. La razn deja de ser el racionalismo (es decir, una fanal que no siendo increado alumbra sin ser encendido por nadie) para ser la razn, es decir, un maravilloso luminar que concentra en s y dilata fuera de s la luz esplndida del dogma, pursimo reflejo de Dios, que es luz eterna e increada.Por lo que hace a la libertad, la catlica no es un derecho en su esencia ni una transaccin en la forma; no se conserva por la guerra, no nace de un contrato, no se adquiere por la conquista. No es una vacante tomada del vino, como la libertad dogmtica, ni anda por las naciones con el estruendo de una reina, como la libertad parlamentaria. No tiene una servidumbre compuesta de tribunos, que son sus cortesanos; no se adormece al arrullo de las muchedumbres; no tiene ejrcitos permanentes, compuestos de guardias nacionales; ni le agrada reclinarse muellemente en el carro triunfal de las revoluciones.Bajo el imperio del catolicismo, Dios distribuye sus mandamientos, que son el pan de la vida, a gobernados y gobernantes, reservndose el inenajenable derecho a hacerse obedecer, as por los unos como por los otros, as por los gobernantes como por los gobernados. Por este matrimonio poltico, que en presencia y bajo los auspicios de Dios celebran entre s el soberano y el sbdito, y el cual, no siendo si un sacramento ni un contrato, atendida su santidad, participa menos de la naturaleza del contrato que de la naturaleza del sacramento, las dos partes quedan implcitamente ligadas por los mandamientos divinos. En virtud de estos mandamientos, el sbdito contrae el deber de obedecer al soberano que Dios instituye, con amorosa obediencia; y el soberano instituido, el de gobernar a los sbditos que Dios pone en sus manos con amorosa mansedumbre. Cuando los sbditos faltan a esa obediencia, Dios permite las tiranas; cuando el soberano falta a esa amorosa mansedumbre, Dios permite las revoluciones. Con las primeras tornan los sbditos a ser obedientes; con las segundas vuelven los prncipes a ser mansos. De esta manera, as como el hombre saca el mal del bien establecido por Dios, Dios saca el el bien del mal creado por el hombre. La Historia, si bien se mira, no es otra cosa sino la relacin de los varios sucesos de esta lucha gigantesca entre el bien y el mal, entre la voluntad divina y la voluntad humana, entre el Dios clementsimo y el hombre rebelde.Cuando los mandamientos de Dios son exactamente observados, es decir, cuando los prncipes son mansos y los pueblos obedientes, con una mansedumbre y con una obediencia amorosas, de esta sumisin simultnea a todos los mandamientos divinos resulta un cierto orden social, una cierta manera de ser, un cierto bienestar, a un tiempo mismo individual y comn, a que yo llamo estado de libertad, y que lo es verdaderamente, porque en l reina la justicia; y la justicia nos hace libres. En esto consiste la libertad de los hijos de Dios; en eso consiste la libertad catlica. Esa libertad no es una cosa definida, particular y concreta; no es un rgano en el organismo poltico

  • ni una de las varias instituciones sociales. No es eso y es ms que eso: es el resultado general de la buena disposicin de todos los rganos; el resultado general de la armona y del concierto de todas las instituciones. Es lo que la salud del organismo en general, que vale ms que un rgano sano; es lo que la vida en general del cuerpo social y poltico, que es de ms precio que la vida de una institucin floreciente. La libertad es lo que son esas dos cosas, entre las excelentes, excelentsimas; las cuales, estando en todas partes, y cabalmente porque lo estn, no estn localizadas en ninguna. Esa libertad es tan santa, que toda injusticia la ofende; tan fuerte y tan frgil a un mismo tiempo que todo lo anima y que el ms leve movimiento desordenado la quiebra; tan amorosa, que a todos convida con el amor; tan mansa, que a todos brinda con la paz; tan recatada y modesta, que, venida del cielo para hacer la dicha de muchos, es conocida de pocos y no es aplaudida por nadie; ella misma no sabe cmo se llama, o, si lo sabe, no lo dice; y el mundo ignora su nombre.Por lo que hace a la discusin, no hay mayor semejanza entre la catlica y la filosfica que la que se observa entre la libertad catlica y lo que se llama la libertad poltica.El catolicismo procede de esta manera. Toma un rayo de luz que le viene de lo alto, se lo da al hombre para que lo fecunde con la razn, y el dbil rayo de luz es convertido, por medio de la fecundacin, en luminoso torrente que baa los horizontes. El filosofismo, al revs, comienza por velar artsticamente y con un velo tupido la verdad y la luz, que nos han venido del cielo; y propone a la razn un problema insoluble, cuyos trminos son los siguientes: sacar, por medio de la fecundacin, la verdad y la luz de la duda y la oscuridad, que son las cosas expuestas a la fecundacin de la razn humana. De esta manera, el filosofismo pide al hombre una solucin que el hombre no puede dar sin un trastorno anterior de las leyes eternas e inmutables. Segn una de esas leyes, la fecundacin no es poderosa sino para desenvolver el germen fecundado, conforme a las condiciones de su propia naturaleza y en su propio sentido. As, lo oscuro procede de lo oscuro, lo luminoso de lo luminoso, lo semejante de lo semejante: Deum de Deo, lumen de lumine. Obedeciendo a esa ley, la razn humana, en su fecundacin de la duda, ha llegado a la negacin; y en su fecundacin de la oscuridad, alas tinieblas palpables; y esto por medio de la transformaciones lgicas y progresivas, fundadas en la naturaleza misma de las cosas.Caminando por tan contrarias vas, no es cosas que debe causar extraeza si el catolicismo y el filosofismo han corrido tan varia fortuna. . Dieciocho siglos ha que el catolicismo viene discutiendo a su manera, y a su manera de discutir le ha dado en cada discusin una victoria. Todo va pasando delante de l: las cosas que estn en el tiempo y el tiempo mismo; l slo no pasa; en donde Dios le puso, all se est; inmvil en medio del torbellino que levanta el universal movimiento; l slo vive con una vida propia en un mundo de vidas prestadas. La muerte no ha recibido el permiso de acercarse a l, ni aun en esas bajas y oscuras regiones, sujetas a su imperio. Para hacer alarde de sus fuerzas, un da dejo de s: "Yo elegir un siglo brbaro y le llenar de mis maravillas", y eligi el siglo XIII y le adorn con los cuatro monumentos ms soberbios del ingenio humano: la Summa teolgica, de Santo Toms; el Cdigo de las Partidas, de Alfonso el Sabio; la Divina Comedia de Dante , y la catedral de Colonia. Cuatro mil aos ha que el racionalismo viene discutiendo a su manera, y tambin ha dejado, para inmortalizar su memoria, dos monumentos inmortales: el panten donde yacen todas las filosofas y el panten donde yacen todas las constituciones.Por lo que hace al parlamentarismo, no hay que hablar de l. Qu vendra a ser el parlamentarismo en un pueblo verdaderamente catlico, es decir, en donde el hombre sabe, desde que cace, que tiene que dar cuenta a Dios hasta de las palabras ociosas?Queda de usted su atento y seguro servidor, q. b. s. m., JUAN DONOSO CORTS

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    CARTA AL CARDENAL FORNARIEminentsimo seor:Antes de someter a la alta penetracin de vuestra eminentsima las breves indicaciones que se sirvi pedirme por su carta de mayo ltimo, me parece conveniente sealar aqu los lmites que yo mismo me he impuesto en la redaccin de estas indicaciones.(...)En la verdad no est sino el que se abraza con ella.(....)Lo estupendo y monstruoso de todos estos errores sociales proviene de los estupendo de los errores religiosos en que tienen su explicacin y su origen. Los socialistas no se contentan con relegar a Dios en el cielo, sino que, pasando ms all, hacen profesin pblica de atesmo y le niegan en todas partes. Supuesta la negacin de Dios, fuente y origen de toda autoridad, la lgica exige la negacin de la autoridad misma con una negacin absoluta; la negacin de la paternidad universal lleva consigo la negacin de la paternidad domstica; la negacin de la autoridad religiosa lleva consigo la negacin de la autoridad poltica. Cuando el hombre se queda sin Dios, luego al punto el sbdito se queda sin rey y el hijo se queda sin padre. (....)Cuando se consideran atentamente esas abominables doctrinas, es imposible no echar de ve en ellas el signo misterioso, pero visible, que los errores han de llevar en los tiempos apocalpticos. Si un pavor religioso no me impidiera poner los ojos en esos tiempos formidables, no me sera difcil apoyar en poderosas razones de analoga la opinin de que el gran imperio anticristiano ser un colosal imperio demaggico, recogido por un plebeyo de satnica grandeza, que ser el hombre del pecado.EL MARQUS DE VALDEGAMAS.

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    CARTA AL DIRECTOR DE LA REVUE DES DEUX MONDES"Contad una por una, si podis, las bancarrotas y las catstrofes de nuestros das, y observaris, llenos de asombro, que siempre es el orgullo el castigado por la catstrofe y que el orgullo es el que hace siempre bancarrota. Dios suscita los tiranos contra los pueblos rebeldes, y los pueblos rebeldes contra los tiranos; l es el que castiga el orgullo contra otro orgullo; hasta que slo quede en pie el ms grande, cuya humillacin se ha reservado para