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Documentos Juan Pablo II Un Papa inolvidable 24 19-V-2005

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Juan Pablo IIUn Papa inolvidable

2419-V-2005

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Tras las intensas jornadas pasadas, losrecuerdos de los funerales de Juan Pa-blo II en la plaza de San Pedro han

ido calando en muchas conciencias. En aquelsobrio y simbólico féretro de madera de pi-no descansaba un hombre que ha hecho pre-sente a Dios por el mundo entero con su pa-labra, su cariño hacia todos y su vida de en-trega. Y ese día, los grandes de la tierra ymuchos millones de hombres y mujeres detodas las razas y creencias, reconocían –deun modo u otro– esa presencia, razón últimadel poderoso atractivo de este Papa santo.

Era significativo y esperanzador que lasintonía de afectos hacia el Papa difunto–que ahora se asomaba a la ventana del Pa-raíso para bendecirnos, como dijo en la Mi-sa de funeral el que, sin saberlo, estaba lla-mado a sucederle en la Sede de Pedro– lo-grara reunir, en una fraternidad universal, ahombres de todas las latitudes, dejando de la-do, siquiera por un momento, lo que pudie-ra separarles en la vida diaria. Al menos enesos momentos, lo que les unía era más im-portante que lo que les diferenciaba.

Juan Pablo II, que tanto trabajó por lapaz en el mundo, que tanto respeto mostrópor hombres de tan distintas creencias y cul-turas, ¡qué interés tendrá ahora en el cielo–así lo creemos muchos– de que la convi-vencia pacífica entre los hombres sea unarealidad cada vez más real, más extendida,más firme! El milagro que yo le pido al Pa-pa –entre tantos como es seguro que va ahacer– es que toque los corazones de los go-bernantes de este mundo, de los que tienenen sus manos especiales responsabilidadescívicas, y de todos los hombres en general,ya sensibilizados con el ejemplo de su viday de su muerte, y consiga que la gracia y lamisericordia de Dios nos hagan ser respe-tuosos con nuestros semejantes, con sus le-gítimas ideas y creencias, con sus derechos(entre otros, el derecho a la vida y a la li-bertad religiosa), y podamos encontrar siem-pre soluciones pacíficas a los diversos pro-blemas que surjan en la convivencia huma-na, en el ámbito nacional o internacional.Debe ser posible vivir unidos por los lazos deuna verdadera fraternidad, sin que sean unimpedimento insalvable las diferencias le-gítimas. Así, como recordaba el Papa en suúltimo libro, Memoria e identidad, no nosdejaremos vencer por el mal; y siempre quesea preciso venceremos el mal con el bien.

Juan Moya

✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 3

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

El milagro que yo pido a Juan Pablo II

Ayer habría cumplido 85 años. ¿Qué nos queda de él? Nos queda... todo. En este homenaje póstumo, Alfa y Omega recoge, en síntesis, el recuerdo de su querida persona, de su imagen y de su palabra

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Nadie duda en Colonia que, en agosto, el nuevo Papavendrá a la Jornada Mundial de la Juventud. El car-denal arzobispo de Colonia, Joachim Meisner, ha

escrito una Carta pastoral que se publicó el 4 de abril pasa-do con motivo de la marcha al cielo de Juan Pablo II, en laque dice: «Nuestro fallecido Santo Padre había inivitado ala juventud del mundo a celebrar la XX Jornada Mundial dela Juventud en nuestra archidiócesis. Él y nosotros nos ale-grábamos de su tercera visita aquí. Para el Papa no cabíaduda de que vendría a Colonia a pesar de su enfermedad. Enuna audiencia habíamos hablado ya incluso sobre los temasde sus homilías. En enero de este año, tuve una audiencia conél para informarle personalmente sobre la situación de lospreparativos. El Santo Padre tenía una gran visión para la Jor-nada Mundial de la Juventud en Colonia: una vez superadaslas catástrofes de las dos guerras mundiales, quería procla-mar en el nuevo milenio una nueva evangelización que par-tiese precisamente desde el suelo alemán. Incluso me hizoacudir a la clínica Gemelli hace un mes aproximadamente pa-ra asegurarme de nuevo lo mucho que apreciaba la JornadaMundial de la Juventud en Colonia».

Éste es un mensaje muy impactante, visto desde la pers-pectiva de la historia moderna de Alemania, de Europa y delmundo. Juan Pablo II no se cansaba de profundizar en lascuestiones fundamentales y precisas para entender el mis-terio del hombre, y así lo quería hacer de nuevo en Colo-nia. Para conseguir ser entendido se valía de lugares llenosde contenido histórico. Así lo hizo ya ante la puerta deBrandenburgo el 23 de junio de 1996 en Berlín, precisa-mente en el lugar que simboliza la encrucijada del nacio-nalsocialismo y del comunismo alemanes, y también lafrontera del este y del oeste. Fue allí donde dijo: «No exis-te la libertad sin la verdad. No existe la libertad sin la so-lidaridad. Nadie se puede dispensar de su responsabilidadpersonal a costa de la libertad. El hombre está llamado a lalibertad».

La juventud del nuevo Papa le acogerá, no cabe duda,con mucho afecto. Colonia se dispone a celebrar una Jor-nada Mundial de la Juventud hasta ahora nunca vista. Elnuevo Papa se encontrará el terreno bien dispuesto a reci-bir la semilla de su palabra, de su testimonio y de su servi-cio. La juventud del Papa acallará a los escépticos, a lospesimistas y a los que pretenden extingir los ideales de losjóvenes.

Juan Pablo II creía de verdad en los jóvenes. No se can-saba de repetir que la juventud es la esperanza de la Iglesiay de la sociedad. Por eso pienso que son precisamente losjóvenes los que tienen que acoger de una manera especial-mente afectuosa al nuevo Papa y darle la bienvenida. Estoyconvencido de que la entronización del nuevo Papa seránuevamente sorprendente. Los jóvenes nos hemos queda-do huérfanos y estamos necesitados de un nuevo Papa quenos guíe hacia el futuro.

Cuando Juan Pablo II fue nombrado sucesor de Pedro, yotenía 12 años. Desde entonces, he escuchado a Juan Pablo IIen más de veinte ocasiones distintas en España, Bélgica,Alemania y Roma. No hablé nunca con él, pero lo que nosha dicho y lo que nos ha dejado escrito es más que sufi-ciente para considerar al Papa como mi amigo y como mi pa-dre.

Los medios de comunicación de todo el mundo se pre-guntan por qué fascina tanto Juan Pablo II a la juventud. Larespuesta es fácil. Los jóvenes se sienten en lo más pro-fundo de su ser entendidos y queridos por Juan Pablo II: ensu conciencia. En su Carta a los jóvenes del 21 de marzode 1985, con motivo del Año Internacional de la Juven-tud, nos escribía: «Hoy los principios de la moral cristia-

na matrimonial son presentados de un modo desfigurado enmuchos ambientes. Se intenta imponer a ambientes y has-ta a sociedades enteras un modelo que se autoproclamaprogresista y moderno. No se advierte entonces que estemodelo de ser humano, y sobre todo quizá la mujer, estransformado de sujeto en objeto, y todo el gran contenidodel amor es reducido a mero placer, el cual, aunque toquea ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia. Fi-nalmente, el niño, que es fruto y encarnación nueva delamor de los dos, se convierte cada vez más en una añadi-dura fastidiosa. Si es necesario, sed decididos en ir contrala corriente de las opiniones que circulan y de los sloganspropagandísticos. No tengáis miedo del amor, que pre-senta exigencias precisas al hombre. Estas exigencias (talcomo las encontráis en la enseñanza constante de la Igle-sia) son capaces de convertir vuestro amor en un amorverdadero».

Pero, más que nada, la juventud valora los hechos. JuanPablo II no ha esperado a la juventud, ha salido a su en-cuentro en multitud de ocasiones. No sólo habla del perdón,sino que perdona desde el primer momento a su agresor.No sólo habla de la oración, sino que reza con los jóvenesdel mundo entero, en directo, a través de la televisión. Nosólo habla sobre el valor del sufrimiento, sino que muestrasus limitaciones físicas. No sólo habla del respeto a la na-turaleza, sino que, además, le vemos en la montaña. Y,mientras tanto, los mayores no tienen nada mejor que de-clarar que había llegado la hora de retirarse, o que era exa-gerada su exigencia moral. Los jóvenes nos hemos sentidomuy queridos por el Papa y se lo hemos dicho: «¡Ésta-es-la-juventud-del-Papa!», gritábamos en Cuatro Vientos. Esuna frase de doble sentido, pues también aclamábamos queel Papa es joven, joven de espíritu. A pesar de su edad, erauno de nosotros.

Juan Pablo II nos ha marcado el programa para la Igle-sia en el tercer milenio: la santidad. «Surgirán nuevos fru-tos de santidad, si la familia sabe permanecer unida comoauténtico santuario del amor y de la vida», nos decía el 4 demayo de 2003 en la Plaza de Colón. Él es el patrón de los jó-venes y de los ancianos al mismo tiempo. Es algo paradó-jico. ¡Cúantos enfermos, ancianos y jóvenes han encontra-do consuelo en su ejemplo estos días! ¡Qué experienciatan extraordinara seguir el Via Crucis el Viernes Santo yver cómo el Papa ve y escucha cómo los jóvenes rezan porél desde el Coliseo!

Son proféticas las palabras de su alocución del 29 demayo de 1994. Después de estar cuatro semanas convale-ciente en el hospital, dijo antes de rezar el Ángelus (era elaño en el que se celebraba la Conferencia Mundial de laONU sobre la Población en El Cairo, en la que se intentóproclamar el aborto como derecho del hombre): «Ya he en-tendido que debo introducir a la Iglesia de Cristo en el ter-cer milenio con la oración, con diversas iniciativas, peroveo que esto no basta: debía introducirla con el sufrimien-to. Y ¿por qué ahora?, ¿por qué en este Año de la Familia?Precisamente porque la familia está amenazada. La familiaestá agredida y, por esto, como hace 13 años, debe ser agre-dido el Papa, debe sufrir el Papa. Es un Evangelio supe-rior, es el Evangelio del sufrimiento con el que se debe pre-parar el futuro del tercer milenio, de la familia y de todas lasfamilias».

Los jóvenes que hoy lamentamos la muerte de quientanto hemos aprendido tenemos un futuro lleno de nuevasesperanzas con el nuevo Papa. Y allí estaremos todos, en Co-lonia, abriendo paso a una nueva evangelización.

José Félix Pons de Villanueva

✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 4

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

La última visión de Juan Pablo IIEl Papa iba a proclamar en Colonia una nueva reevangelización. Escribe un joven ingeniero mallorquín que reside

en Colonia (Alemania), donde tendrá lugar la Jornada Mundial de la Juventud 2005

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Era el 8 de enero de 1998: leyendo unlibro suyo en la que fue mi últimanoche de guardia en el hospital, las

palabras del Papa rebosantes de Espírituarrancaron mi vida de la tristeza, la deses-peranza. Él me gritó: «¡Jóvenes, jamás osarrepentiréis de entregarle la vida a Cristo!Si lo deseas, eres libre para entregarte a Él».El testimonio de su vida radiante me inva-dió con la certeza de que no había aventuramás apasionante que entregarse totalmentea Cristo y a su causa. Se desvaneció el mie-do paralizante y esa asfixiante indecisióncrónica ante la vocación consagrada. ¡Y melancé! Gracias, Padre: ¡tu hija Isabel es tanfeliz!

Isabel

Yo vi al Papa dos veces fuera, pero, pormi entorno, no le amaba. Aquí le he

empezado a descubrir y querer. Al princi-pio, envidiaba el amor que mis hermanas letenían y me dolía no poderlo compartir, has-ta que se me dio.

Para mí, dentro, en varios momentos, hasido crucial. Escribo uno.

«¡Levantaos, vamos!» Son palabras di-chas por Jesús a sus discípulos y que dantítulo al penúltimo libro de Juan Pablo II.¡Levántate, vamos!, gritó el Papa a mi co-razón. ¡Levanta la mirada! No te confor-mes con haber dado un sí a Cristo en laconsagración, ni con estar en la Iglesia, laTierra de los vivos. ¡Levanta el corazón!Vamos, camina hacia la promesa. Avanzadescansando en Cristo y con alma de niña.Dio un vuelco a mi corazón, sentí de miAmado: Por menos de esto no puedes vi-vir, la entrega de la vida hasta el extremo.Agarrada fuertemente a Cristo, vive en lavictoria del amor, y el Espíritu Santo lle-vará hasta el fin la obra de amor que hacomenzado en ti.

Gracias, Santo Padre, por haberte dejadoconfigurar con Jesucristo, y por orar por ca-da uno de nosotros, para que seamos pre-sencia radiante del Resucitado.

María de Sión

En agosto de 2000, aunque era mi mayorilusión, no pude ir al encuentro con el

Papa en Roma. Escuchaba su mensaje por laradio, copiaba sus palabras a toda veloci-dad y todo mi ser ardía al oír: «Jóvenes, es aJesús a quien buscáis cuando soñáis con lafelicidad, es Jesús quien suscita en vosotrosel deseo de hacer de vuestra vida algo gran-de». Pensé: ¡Me lo está diciendo a mí! Suautoridad me rendía, su veracidad me tras-pasaba y su esperanza me levantaba. ¿Quéhombre, por muchas cualidades humanas

que tenga, puede llenar de vida tu corazón?Él, nuestro Papa, puso nombre a lo que ocu-rrió en mi interior. Y dio respuestas verda-deras a mi vida. ¡Sólo Cristo, sólo Cristo!Gracias, Juan Pablo II, por tu amor hasta elextremo, por tu Sí. Mi vida sólo anhela sercomo la tuya, una respuesta al Sígueme deCristo.

Clara

Llegué a Roma peleándome con la voca-ción. Oí de Juan Pablo II: «Es a Jesús a

quien buscáis, es Él la belleza que os atrae,es Él quien os provoca con esa sed de radi-calidad..., que os arranca del espejismo deuna vida fácil, cómoda, hedonista». A losdiez o quince días de aquello vine a conocera las que hoy son mis hermanas. Gracias pormostrarnos la radicalidad de la verdad.

Almudena Blanca

«Jóvenes, ¿a quién habéis venido a bus-car? La respuesta no puede ser más

que una: ¡habéis venido a buscar a Jesu-cristo!» Estas palabras que oí en la Plaza deSan Pedro en el año 2000 me desmontaron

por completo. Era Jesucristo y no el chicoque yo me empeñaba en aferrar el que podíasaciar esa sed que me movía a buscar. Y pu-de cortar al fin esa relación que me estabahaciendo daño, y volver a ponerme, aunquetímidamente, ante Dios, y preguntarle quéquería de mí.

Noemí

Colón, mayo de 2003: «No olvides tusraíces»... Nuestro amado Papa hablaba

a España, a nuestro país, pero aquellas pa-labras traspasaron mi corazón desorientadoy abatido. Había salido del monasterio trasunos años de vida religiosa y experimenta-ba como una pérdida de identidad: fuera dela llamada de Dios no podía reconocer mihistoria pasada, y caminaba sin un horizon-te de felicidad, incapaz de abrazar mi vida talcual era. No olvides tus raíces... Aferré aque-llas palabras llenas de luz y de verdad, mearrodillé y supliqué al Dios de la misericor-dia que, si existía un camino de vuelta, yoquería recorrerlo... Gracias, amado Papa,por haber puesto de nuevo mis pasos en elcamino de la Vida.

Rocío

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

En ti, el Buen Pastor nos salió al encuentro

Escriben jóvenes religiosas clarisas del monasterio de Lerma (Burgos)

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Aquel día yo estaba con tantísima genteen aquella calle esperando al Papa en

el papamóvil y, al pasar, miró hacia mi lado...Nunca podré olvidar esa mirada: experi-menté que él sabía que yo estaba allí, queme miraba a mí y que me conocía. En esamirada había amor hacia mí, libertad paramí, horizonte para mí..., para mí. Y desdeaquel momento quedó grabado en mi cora-zón dónde estaba la Verdad. Querido Padre,¿cómo pagaré al Señor tanto Bien? Te quie-re tu hija.

Edén

«La Verdad os hará libres». Ésta esla frase que continuamente tengo

en mi corazón desde que vi la Misa fu-

neral por el Papa Juan Pablo II el pasado8 de abril. Mi corazón ha entendido laprofundidad de las palabras pronuncia-das por el Maestro, al verlo hecho reali-dad en una persona. No es casualidad queesta misma experiencia me recordara laprimera vez que conocí a las que hoy sonmis hermanas. Al salir del locutorio se re-petían en mi interior dos palabras: verdady libertad

Yo necesitaba ver que es posible vivirde otra manera para creer que en mí po-día suceder lo mismo. Y esto es lo que meha ocurrido con el testimonio de Juan Pa-blo II. Hasta que no te encuentras con Je-sucristo, que es la verdad, encarnado ensus creyentes, no te das cuenta de la men-tira en la que vives. Hasta que no cono-ces a Jesucristo en hombres libres, no pue-

des reconocer la prisión en la que estásencerrada. Los creyentes apasionados yvivos como el Papa Juan Pablo II hanpuesto al descubierto toda la mediocridady la falta de libertad en la que vivía. Consu vida, el Papa me ha enseñado que sóloJesucristo es la Verdad que te conduce a laplena libertad y llena tu vida de inmensaalegría. Gracias, Juan Pablo II, por mostrara los jóvenes un testimonio radiante del hom-bre veraz y libre.

Ana María

«El drama de la cultura actual es lafalta de interioridad, la ausencia de

contemplación. Sin interioridad, la cultu-ra carece de entrañas, el hombre pone enpeligro su misma integridad». Estas pala-bras del Papa en Cuatro Vientos resonaronen mí con fuerza. Eran una llamada a mirarmi vida y a poner nombre al sentido únicode ella: Cristo. La vida entregada del Pa-pa y la de tantos cristianos me impulsaba alanzarme al designio de Dios para mí, por-que ahí encontraría mi felicidad. No podíaconformarme con ver vivir a otros, sinoque yo estaba llamada a la misma Vida, quees Cristo y su designio para cada uno. Hoy,a una con mis hermanas y toda la Iglesia,me uno al grito del Santo Padre: «Vale lapena dedicarse a la causa de Cristo, y poramor a Él, consagrarse al servicio del hom-bre».

Candela

Roma, 12 de abril de 1992, Domingo deRamos. Un grupo de la parroquia fui-

mos a Roma para participar en el encuentromundial de la juventud con el Papa. Añosdespués, supe que no les hacía ninguna gra-cia que fuera. Tenían miedo, porque yo eraun poco revolucionaria. No amaba la Igle-sia, incluso la criticaba... ¡No la conocía!;pero..., ¿cómo me lo iba a perder? Sin sabermuy bien de qué se trataba, me encontré su-bida al autocar. Era muy pronto, apenas ha-bía gente todavía en la Plaza de San Pedro;me parecía imposible que aquella inmensaplaza pudiera llenarse. Teníamos un sitioestupendo en el pasillo central por dondepasaría el Papa. Todo el mundo estaba muyemocionado; yo más bien fría e incrédula.Pero empezó a llegar gente, sobre todo jó-venes, y se creó una expectación increíble.Sin proponérmelo, me vi contagiada deaquella expectación y me encontré espe-rando al Papa con todo mi ser. Y, por fin, levi, y en su humanidad vi a Jesucristo. Sen-tí que me miraba, fue la mirada de Cristoen él, una mirada que transformó comple-tamente mi vida. Sentí que iba a rezar pormí. La crítica se transformó en amor al Pa-pa y a lo que él amaba: la Iglesia. Nació unasúplica: «Señor, hazme comprender»; y elcorazón comenzó a ensancharse poco a po-co. Providencialmente, el 12 de abril de1997, fui consagrada por Jesucristo en suIglesia por toda la Humanidad. Gracias, Pa-dre Santo.

Betania

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

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Tenía 16 años y estaba en el Vaticano. Mesentí como Zaqueo. Necesitaba verle

pasar. Me abrí paso entre la gente. Cuando levi me eché a temblar. Estaba viendo a Dioshabitando en una carne. Me dio la mano ysentí que yo era de Dios, y en mi corazónuna palabra: santo.

Ana A.

Querido Juan Pablo II: Quisiéramos bai-larte una canción. ¡Cuántas veces he-

mos soñado con cantarla y bailarla para ti!La llamamos la canción del Papa, porqueel estribillo recoge tus primeras palabras:«No tengáis miedo, abrid a Cristo el corazónde par en par». La hemos cantado muchasveces a nuestro corazón y al de tantos jóve-nes que se acercan a nuestro monasterio. Lacantamos cuando supimos que entrabas enagonía para estrecharte en nosotras. Cuandooigo a mis hermanas cantarla y veo alzarsesus brazos suplicantes, cuando veo sus ros-tros sufrientes, experimento que se extiendeen nosotras tu dolor por la Humanidad quelanguidece por la falta de Cristo. Te he sen-tido contemplativo en nosotras, colándotea través de tu oración en nuestros corazo-nes y en los de tantos jóvenes: No tengáismiedo. Nos hemos sentido misioneras en ti,recorriendo desde el monasterio el mundoentero, prolongando y extendiendo esa sedde redención que te impulsaba a ir a buscara cada hombre hasta el último rincón de latierra.

Te he sentido padre que respondías a misinquietudes: ¿se puede vivir toda una vidaconsagrada feliz, con la pasión, la ilusión yla entrega del amor primero? Tu vida ha si-do la mejor respuesta. Gracias.

Gracia

En la Jornada Mundial de la Juventud enToronto 2002, yo estaba en el dilema:

centrar mi vida en el éxito para contentar amis padres, o apostar por ser cristiana au-téntica. Cristo me respondió por boca delPapa: «No esperéis a tener más años paraaventuraros por la senda de la santidad. Co-municad a todos la belleza del encuentrocon Dios que da sentido a vuestra vida». És-ta era la verdad de mi corazón: Cristo mellamaba a ser suya, a entregarme por enteroa Él y a su causa. El encuentro me dio lafuerza para decir Sí a su voluntad, viniendoa conocer a mis hermanas. Gracias, Juan Pa-blo II. Gracias, Madre Iglesia. Gracias, miamado Jesucristo.

Jesús de Belén

¡No tengáis miedo, abrid el corazón aCristo! Era el grito que necesitaba

para lanzarme a la Vida. Cuántos gritos decariño hacia ti en los cinco encuentros a losque fui. Y es que vi el amor rebosando enuna vida tomada totalmente por Cristo, yeso lo reconoció mi corazón. Tus palabras, tumirada, me lanzaban a Cristo y abrían en lanoche el camino de la esperanza.

A menos de 20 días para entrar en ésta

mi casa fui a Lourdes para contártelo. ¡¿Có-mo conseguí estar sola de rodillas rezando unmisterio del Rosario ante ti, mi querido Pa-pa, delante incluso de todos los sacerdotes,o a los pies del altar con un cartel que de-cía: El 5 de septiembre entro en las clarisasde Lerma sin acreditación alguna?! Sólo túlo sabes. Desde entonces, sé que tú guardasy proteges mi vocación. Gracias.

Silvia

No fueron sólo palabras, ni aquella mul-titud de jóvenes latiendo desde lo pro-

fundo al unísono... Fue tu persona enteratraspasada por Cristo, amado Padre, la queen aquel verano de 1997 me devolvió la Vi-da. Tu existencia donada y feliz a Cristo y asu causa me hizo exclamar por dentro: ¡Eres

Tú, Jesucristo, a quien busco! Ya no másfuera de Ti ni de tu Iglesia. ¿Qué quieresde mí?... Y el regalo inesperado fue encon-trarme buscada y amada primero, llamada aseguir al Maestro por ti, un discípulo suyo:«Ven, y verás». Me puse en camino, fui y vi.Lo veo cada día más radiante de gozo enesta tierra que Él había preparado para mí.

Gracias, Santo Padre, por despertar enmí y en mis hermanas la fe y la vocación.No dejes de lanzarnos a la santidad, el úni-co fruto que permanece. Una hija tuya.

Celia María

He crecido mirándole a él. Desde niñasentía tal respeto y admiración por su

vida, porque era la presencia viva y real deJesucristo. Mi familia le seguía en sus visi-

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

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tas por España. Él despertaba lo mejor demí. Veía tal belleza en sus gestos, palabras,su mismo estar. Veía en él la plenitud queDios regala al hombre, y no quería vivir pormenos. En julio de 1993 nos colaron a 7 jó-venes en vaqueros en la Nunciatura. Pasóuno a uno. Me signó en la frente y me miró.Mirada que me penetró hasta el fondo, mi-rada que se eterniza. Mirada tierna que meconocía y no me juzgaba. Mirada limpia queasumía mi vida para levantarla. Mirada re-creadora que me liberaba. Mirada que meamó y me devolvió la alegría por vivir y porla consagración, por ser de Cristo, por la vo-cación consagrada. El Papa ha dado la vidapor mí y sólo puedo agradecérselo viviendofeliz. Somos su herencia.

Ruth

Cuando escuchaba al Papa Juan Pablo II,me emocionaba; sentía que nos quería

porque nos decía la verdad a los jóvenes:nos desenmascaraba el vacío que da el éxi-to humano, ponía nombre a las heridas denuestra generación y nos invitaba a acoger lagracia para ya no vivir así. Despertaba enmí los deseos más nobles de mi corazón co-

mo ser libre y disfrutar plenamente de la vi-da, y les daba una respuesta: Jesucristo.Viendo su vida, siempre más radiante porser de Cristo, suscitaba en mí el deseo deser también totalmente de Cristo. Su voz mehizo palpable el Ven, y sígueme de Cristo.

Camino

Mi querido Papa, ¿cómo agradecerte tan-to Bien? En el Jacobeo 1993 tus pa-

labras, por medio de uno de tus ministrosen la Misa del peregrino, quedaron graba-das a fuego en mi corazón: «A vosotros, jó-venes peregrinos, os digo: ¡no tengáis mie-do! ¡Sed valientes! Cristo os llama a hacerosfelices, y allí donde Él os llame os va a dar laplenitud, que sólo Jesucristo puede dar».

En ese momento rompí a llorar, las dudasy las incertidumbres de mi corazón desapa-recieron y, con una alegría inmensa, excla-mé: Mi peregrinación no ha terminado, co-mienza ahora. Palabras que unos años des-pués dijiste a los jóvenes en París en 1997.Después de 11 años en el monasterio, cadadía es un despertar ilusionado, porque Él es-tá ahí gritando en mi corazón: ¡Levántate, tuperegrinación comienza ahora!

Gracias, Juan Pablo II, por estar tan pre-sente en mi vida y en la de cada una de mishermanas. Gracias por la entrega de tu vi-da hasta el fin.

Blanca

El mismo día que cumplía 17 años, el 16de agosto de 1997, salíamos hacia París

para el encuentro de jóvenes con el Papa. Amis 17 años sentía mi juventud envejecida,pero... aquel día volví a nacer a la fe en el se-no de la Madre Iglesia. Vi en el Papa la fe, viun cristiano de fuego. Dios ya no era algoabstracto. Vi a Cristo en él.

El Papa siempre ha visto a los jóvenescomo la esperanza de la Iglesia, pero no seconformaba con eso: «Jóvenes, debéis sersantos». La santidad en la juventud. En esajuventud que creía marchita se me devol-vieron las ganas de vivir, la pasión por vivir.Sí, quiero entregar todas mis energías, todami juventud, a Aquel que me ha devuelto lavida: Jesucristo.

Entré en el monasterio con 19 años y aho-ra soy una joven consagrada de 24 años. Só-lo puedo decir que vale la pena entregarse ala única causa que hace feliz: Jesucristo ysu causa. Gracias.

María Goretti

Las palabras de Juan Pablo II en el aeró-dromo de Cuatro Vientos, donde nos di-

jo: «El drama de la cultura actual es la faltade interioridad, la ausencia de contempla-ción...», fueron definitivas para mi vida, pa-ra ver lo que Dios quería de mí. Y siguió di-ciendo: «Si sientes la llamada de Dios que tedice Sígueme, no la acalles». Y eso hice, poreso soy una postulante clarisa.

María Luisa

El Santo Padre volvió a despertar en míla fe en Jesucristo con estas palabras

pronunciadas en Colón: «Con la fuerzadel amor y la esperanza cristiana que nosllena de gozo os dirijo esta llamada: re-nueva en ti la gracia del Bautismo, ábretede nuevo a la luz. Es la hora de Dios, no ladejes pasar. Abrid vuestras vidas a la luzde Jesucristo, buscadle donde Él está vivo:en la fe y en la vida de la Iglesia, en elrostro de los santos. Que Él sea vuestrotesoro más querido, y si os llamara a unaintimidad mayor, no cerréis vuestro cora-zón. La docilidad a su llamada no mer-mará en nada la plenitud de vuestras vi-das: al contrario, la multiplicará, la en-sanchará hasta abrazar con vuestro amorlos confines del mundo. Dejaos amar ysalvar por Cristo, dejaos iluminar por supoderosa luz. Así seréis luz de vida y deesperanza en medio de esta sociedad. ¡Notengáis miedo a ser santos!» Estas pala-bras supusieron para mí la certeza de sersuya y reconocer que era un don inmenso te-ner vocación consagrada. Despertabas lahora de Dios para mí.

Mercedes

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Difícil lo tenía el Papa cuando, aquel22 de octubre de 1978, día de lainauguración de su pontificado, dijo

a los jóvenes congregados en la Plaza deSan Pedro: «Vosotros sois la esperanza dela Iglesia y del Mundo. Vosotros sois mi es-peranza». Y digo que difícil lo tenía porqueesas palabras las pronunciaba un hombremuy distante de los jóvenes, no ya por suedad, sino también por unas ideas que, noraras veces, chocaban con lo que se respi-raba en el ambiente: su defensa de la casti-dad, de la indisolubilidad del matrimonio,de la vida desde el momento de la concep-ción hasta su extinción natural…

Difícil lo tenía, insisto. Pero el milagro sehizo. Siendo prueba de ello que, veintiséisaños después, en ese acontecimiento, posi-blemente sin precedentes, que ha sacudido almundo con la muerte de Juan Pablo II –hom-bres y mujeres de todos los países, de todaslas razas y religiones, de todas las edades yculturas, conmovidos por lo que ocurría enel Vaticano–, entre los colectivos especial-mente afectados estaban los jóvenes, con-firmándose así la excelente sintonía que lle-gó a darse entre ellos y el Papa.

El Papa de los jóvenes

¿Y dónde se hallará la razón de esa sin-tonía? No es difícil descubrirlo: aunque es-tuviera lejos de ellos por los años y, no pocasveces, como antes decía, por las ideas, los jó-venes valoraban extraordinariamente a Ka-rol Wojtyla porque sabían que era conse-cuente con sus creencias y las defendía, convalentía y sin desánimo, en cualquier partedel mundo en que se hallase.

Por otra parte, era un hombre con unaapasionante personalidad: obrero de la em-presa Solvay, actor de teatro, deportista, ami-go de la naturaleza, con una presencia físicavaronil, atrayente, y un modo de ser abiertoque ganaba el corazón de cuantos le trata-ban, encarnaba, ya desde antes de ser sa-cerdote, una serie de valores que entusias-man a los jóvenes.

Ahí está la razón de su popularidad entreellos, popularidad que se acrecentó, ya comoPapa, al ver su amor a todos los hombres,su predilección por los jóvenes, su ternuracon los niños, la firmeza de su fe en mediode un mundo sin convicciones, su defensa in-cansable de la cultura de la vida –recordemosla encíclica Evangelium vitae– frente a lacultura de la muerte, de la justicia social –re-cordemos sus encíclicas Laborem exercensy Sollicitudo rei socialis–, su lucha por lapaz, su extraordinaria capacidad de sacrifi-cio y el dominio de su propia naturaleza he-rida, sobre todo en los últimos años, por eldolor y el sufrimiento…

Sí: es ahí, en todos esos valores, donde sehalla la explicación de la sintonía de los jó-venes con Juan Pablo II, su cariño y admi-ración por él, y el hecho de que, en cual-quier parte del mundo a la que él fuera, bus-case a los jóvenes y, en todas partes, fuerabuscado por ellos. Claro que, si bien lo mi-

ramos, no era a él a quien buscaban. A quienbuscaban, en ocasiones sin ser plenamenteconscientes de ello, era a Cristo, que sabelo que hay en cada hombre y que sabe dar lasverdaderas respuestas a sus preguntas. «Ysi son respuestas exigentes –puntualiza elmismo Papa en Cruzando el umbral de laesperanza–, los jóvenes no las rehuyen en

absoluto; se diría más bien que las esperan».Sí: los jóvenes buscaban –y encontraron–

a un hombre, a todo un hombre. O, para sermás exactos, encontraron a un hombre deDios.

Luis Riesgo MénguezPsicólogo

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Todo un hombre

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Carlo Azeglio Ciampi,Presidente de la RepúblicaItaliana

Nos ha transmitido a todos nosotros es-peranza y confianza. Ha esculpido las

conciencias con los valores que dan senti-do y dignidad a las vidas de las personas y dela sociedad humana. Juan Pablo II ha creídoen la fuerza del espíritu y ha dado testimonio,con su indómito coraje y su serenidad en elsufrimiento, de la fortaleza que permiteafrontar cualquier obstáculo, trabajar parael bien en cualquier circunstancia. Conti-nuará viviendo en nuestros corazones, ennuestro reconocimiento por su testimonio,por su ejemplo. Ha sido un verdadero após-

tol de paz en el mundo entero. Italia, Roma–su diócesis que se está congregando en laPlaza de San Pedro– lloran la pérdida de unpadre, de una persona amada.

Juan Carlos I, Rey de España

Rendimos homenaje a la memoria delSantísimo Padre el Papa Juan Pablo II

por su abnegado servicio a la cristiandad. Ysu infatigable labor a favor de la paz, la jus-ticia y la dignidad humana. En estos mo-mentos de gran tristeza, tampoco podemosolvidar su especial afecto y dedicación haciaEspaña, con el recuerdo imborrable de suscinco visitas pastorales, así como las reite-

radas muestras de consuelo y aliento quesiempre tuvo con nuestro país en los mo-mentos más duros y también en los más fe-lices.

Ricardo Lagos, Presidente de la República de Chile

Su largo pontificado, rico en sabiduría yenseñanzas, es apreciado y valorado por

todos los chilenos. Particular gratitud tene-mos por su oportuna y sabia mediación en eldiferendo que tuvimos con el hermano pue-blo argentino, resuelto con su paciencia einteligencia en el Tratado firmado en 1984.Nuestra memoria recuerda también, con es-pecial agradecimiento, su visita pastoralefectuada en abril de 1987, que tanto bienhizo a nuestra patria.

George W. Bush, Presidente de los Estados Unidos

El Papa Juan Pablo II ha sido una inspi-ración para millones de americanos, y

para muchos más en todo el mundo. Siemprerecordaremos al sacerdote humilde, sabio yaudaz que se convirtió en uno de los grandeslíderes morales de la Historia. Agradecemosa Dios que nos enviara a tal hombre, un hi-jo de Polonia, que se convirtió en Obispode Roma, y un héroe para todos las épocas.

Gerhard Schröder, Canciller de Alemania

El Papa Juan Pablo II ha influido en laintegración pacífica de Europa de mu-

chas formas. Por sus esfuerzos y por su im-presionante personalidad, ha cambiado nues-tro mundo.

Lech Walesa, ex Presidente dePolonia y líder de Solidaridad

Creo que tardaremos en descubrir cuántoha trabajado y ha luchado el Santo Padre

por nosotros. Nos ha hablado a través de suenfermedad y de su sufrimiento puesto alservicio del verdadero fin. Sin él no se habríaterminado el comunismo o, al menos –si hu-biera ocurrido–, habría sido más tarde y sufin habría sido sangriento.

Shimon Peres, Vice Premier de Israel

El Papa Juan Pablo II encarnó lo mejorque está dentro de toda la Humanidad,

así como lo que es más común a ella... Susacciones y declaraciones transformaron lasrelaciones entre la fe católica y la fe judía, ytuvieron un impacto fundamental en la luchacontra el antisemitismo.

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Así lo vivieron y así lo recuerdan

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Mahmoud Abbas, líder palestino

Lo echaremos de menos como una dis-tinguida personalidad religiosa, que de-

dicó su vida a defender los valores de la paz,la libertad y la igualdad.

Fidel Castro, Presidente de Cuba

La Humanidad guardará un emotivo re-cuerdo de la incansable labor de Su San-

tidad Juan Pablo II a favor de la paz, la jus-ticia y la solidaridad entre los pueblos.

Kofi Annan, Secretario Generalde Naciones Unidas

Aparte de su papel como guía espiritualde más de 1.000 millones de hombres,

mujeres y niños, ha sido un incansable de-fensor de la paz, un verdadero pionero deldiálogo interreligioso y una sólida fuerza deauto evaluación crítica de la Iglesia misma.

Gloria Arroyo, Presidenta de Filipinas

Ha sido un santo campeón de la familiafilipina y de los valores cristianos pro-

fundos, que hacen que cada uno de nosotroscontemplemos... lo que es justo, moral y sa-grado en la vida.

Jacques Chirac, Presidente de Francia

La Historia conservará la impronta y lamemoria de este Soberano Pontífice ex-

cepcional, cuyo carisma, convicción y com-pasión llevaron el mensaje evangélico conuna resonancia sin precedentes a la escenainternacional.

Levy Mwanawasa, Presidente de Zambia

Al Santo Padre que parte, le digo que cre-emos que no es tu deseo que te llore-

mos en nuestra pena, sino que celebremoslos logros que humildemente hiciste paraponerlos por obra y emular tu vida. Pero sives lágrimas cayendo de nuestros ojos, esporque no podemos soportar la despedidadel padre querido.

Avul Pakir Jainulabdeen AbdulKalam, Presidente de la India

El fallecimiento de Su Santidad, el PapaJuan Pablo II, ha sido recibido con pro-

funda conmoción y dolor por el pueblo de la In-dia que le consideraba un campeón de la paz yarmonía mundiales. La suya era una voz en-trañable de la razón contra todas las formasde intolerancia, inhumanidad e injusticia. Susincesantes esfuerzos para defender la causa delos valores humanos serán siempre recorda-dos como una faro de esperanza contra los de-safíos desalentadores del mundo de hoy.

Tony Blair, Primer Ministro del Reino Unido

El mundo ha perdido a un líder religiosoque fue venerado por las personas de

todos los credos y de ninguno. Ha sido unainspiración, un hombre de extraordinaria fe,dignidad y coraje.

Mijaíl Gorbachov, ex Presidente soviético

Lloro su pérdida. Sabíamos que ocurriríaesto. ¡Qué podemos decir! Debe haber

sido la voluntad de Dios. Actuaba realmen-te con valor. Su dedicación a sus seguido-res es un ejemplo memorable para todos no-sotros.

Vaclav Klaus, Presidente de la República Checa

Considero que Juan Pablo II es una de lasfiguras más excepcionales de todo el si-

glo XX. Ha sido un hombre sabio y sensible,que dedicó su vida entera a los ideales deamor al hombres, a los ideales de la bondadhumana, de la humildad, de la ayuda a losdébiles, de la paz, de la libertad humana, de

la dignidad y de la responsabilidad. Ha in-fluido de manera fundamental en la luchapor la democracia en los países del bloquecomunista y ha sido también mérito suyo elque estos países vivan otra vez en libertad.

José Manuel Durao Barroso,Presidente de la ComisiónEuropea

Los europeos nunca olvidarán su luchapor la paz y la dignidad humana».

General Musharraf, Presidente de Pakistán

El Papa ha rendido increíbles servicios ala paz, ha unido más a personas que per-

tenecían a diferentes credos.

Giulio Andreotti, Senador vitalicio en Italia

La atención al diálogo interreligioso hasido profunda, y ésta es, seguramente,

una de las llaves para comprender la popu-laridad de este Papa en el mundo.

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

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Cardenal Justin Rigali, arzobispo de Filadelfia

Recibí con profunda tristeza la noticiadel fallecimiento de Juan Pablo II. Tam-

bién con gratitud a Dios por el don del San-to Padre. Seguramente que será recordadocomo el mayor líder espiritual de nuestrotiempo. Su vida entera ha sido un ejemplo decómo vivir nuestra fe, de cómo dar testimo-nio del amor de Nuestro Señor Jesucristo.El Santo Padre se dio completamente al ser-vicio de Jesús y de la Iglesia universal. Ensus últimos años, sufrió de muchas dolen-cias físicas, pero nunca permitió que estos

dolores y problemas pesaran sobre su espí-ritu; su sufrimiento fue su regalo final. Fueun ejemplo para todos nosotros del valor dela vida humana en cualquier etapa de su exis-tencia.

Cardenal Cormac Murphy-O’Connor, arzobispo de Westminster

Hemos perdido a un gran líder de nues-tro mundo moderno. Juan Pablo II ha

sido un hombre extraordinario, uno de losmás grandes Papas de los 2.000 años de

historia de la Iglesia. Le recordaremos porsu incansable testimonio de la esperanza,de la libertad y de la dignidad de la vidahumana. Le recordaremos por su coraje encruzar las fronteras de la raza, la religión yla ideología; le recordaremos por sus ener-gía, así como por su resistencia valerosaal sufrimiento físico hasta el fin. (...) JuanPablo II ha sido siempre consciente del dra-ma de la salvación humana; nos recordó,incansable, nuestro destino eterno. Demos-tró, en su propia vida, cómo los seres hu-manos llegan a alcanzar su máxima gran-deza y libertad cuando son más obedientesa la voluntad de Dios. Ha sido una luz quese quemaba más cuanto más profunda era laoscuridad. La Iglesia notará su pérdida. Elmundo notará su pérdida. Yo notaré su pér-dida.

Monseñor Charles Chaput,arzobispo de Denver

El Papa Juan Pablo II encarnó las ma-yores cualidades del Concilio Vatica-

no II: una profunda fidelidad a Jesucristo ysu Evangelio; una profunda confianza yalegría en la fe católica; una apertura albien del mundo; amor fraternal a los de-más cristianos y al pueblo judío; y respetopor todas las personas de buena voluntad.Conoció el sufrimiento personal a lo largode su vida. Experimentó de primera manoel coste de la guerra, del genocidio y de laopresión política. Estas cosas nunca daña-ron su fe. Hicieron lo contrario. Le condu-jeron más profundamente al corazón deDios.

Cardenal George Pell, arzobispo de Sydney

Ha sido un genuino hombre de espíritu,un verdadero sacerdote. Su ejemplo y

enseñanza ha animado a los católicos de to-das partes a perseverar. Puedo atestiguarlopersonalmente. Ha inspirado a miles, quizáa decenas de miles, al sacerdocio y a la vidareligiosa. (...) Ha estabilizado la nave in-cluso en Occidente. Si muchos todavía es-taban resueltos a ser indecisos, decididossólo a dejarse a la deriva, no ha habido dudaalguna de quién estaba al mando. Nunca lefaltó coraje, y el coraje es contagioso. LaHistoria lo conocerá como Juan Pablo elGrande. Se ha ganado esa distinción.

Monseñor Sean Brady,arzobispo de Armagh y Primadode Irlanda

Ha sido un hombre de nuestro tiempo,pero sin temor a desafiar la cultura y

los valores de nuestra época. Él le dio razo-nes para vivir y razones para la esperanza.Estaba adelantado a nuestro tiempo en sumensaje de solidaridad global, su visión deuna civilización del amor entre todas las per-sonas y naciones del mundo, en su respetopor la persona humana y, hasta el mismomomento de su muerte, en su poderoso tes-timonio del Evangelio de la vida. Fue en to-

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

dos los sentidos un testigo de esperanza yun campeón de la vida. (...) El profundo sen-tido de paz y serenidad, que le acompañóhasta la muerte, estaba con razón enraiza-do en su vida de oración y contemplaciónfrecuentes, especialmente en su oración an-te el Santísimo Sacramento. Su profunda eíntima relación con Cristo fue la fuente de sugran calma y coraje ante los mayores desa-fíos, y no menos ante los desafíos físicos desus últimos años. Solía repetir las palabras deJesús: «No tengáis miedo».

Monseñor Brendan O’Brien,Presidente de la ConferenciaEpiscopal Canadiense

Tanto con su palabra como con su ejem-plo enseñó la fuerza de la fe, el poder

de la oración, la necesidad de perdonar, y elimperativo de servir a los pobres y oprimidosdel mundo. Sus enseñanzas seguirán guian-do a la Iglesia en los años venideros en sumisión de proclamar el reino de Dios.

Cardenal Jaime Ortega,arzobispo de La Habana

Éste es el hombre que ha cargado con elpeso moral del mundo durante 26 año...,

convirtiéndose en la única referencia moralde la Humanidad en los últimos años de gue-rras y dificultades.

Consejo de ConferenciasEpiscopales de Europa

Como el Siervo de los siervos de Dios,el Papa Juan Pablo II ha sido un Papa

de visión universal en sus escritos y en supastoral. Ha sido un Papa para el mundoglobalizado; ha proclamado el mensaje uni-versal de Cristo como fuente de verdaderaesperanza para la Humanidad. Su visión dela dignidad humana –enraizada en la perso-na de Jesucristo, en quien Dios vivió, su-frió, murió y resucitó de la muerte– estáinextricablemente unida al bien común detoda la Humanidad. A través de su visiónbuscó construir puentes entre las personasde todas partes. Se esmeró especialmenteen profundizar la comprensión ecuménicaentre las confesiones cristianas, así como enpromover y consolidar las relaciones inter-confesionales.

Conferencia Episcopal Española

Todos le debemos honda gratitud por suentrega fiel y sin reservas a la causa del

Evangelio y a la misión recibida del Señor deconfirmar en la fe a sus hermanos. La ab-negación de su servicio apostólico ha que-dado aún más patente, si cabe, en su sufri-miento y su enfermedad. Hoy los católicosde todo el mundo, gracias a su ministerio,nos sentimos más firmes en la fe en Jesu-cristo, más animados por la esperanza de laGloria y más resueltos a la caridad que noshace hijos de Dios y hermanos de todos loshombres.

Bartolomé I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla

El Papa Juan Pablo II previó la restauración de launidad de los cristianos y trabajó por su realización.

Kirill , Metropolitano ortodoxo de Smolensko y Kaliningrado

Los últimos días de Juan Pablo II estuvieron mar-cados por las cualidades que le han ganado el res-

peto de todo el mundo. Aguantó sus sufrimientos confe firme, haciendo que millones de personas admira-ran su coraje. Espero sinceramente que su memoria sir-va a la causa de la construcción de unas buenas rela-

ciones entre nuestras Iglesias y sea un compromisopara superar las actuales dificultades. Ruego al Se-ñor Jesucristo por el descanso del alma de Su Santidadel Papa Juan Pablo II.

Comité de Rabinos de Nueva York

Recordaremos cariñosamente sus históricas visi-tas a la Gran Sinagoga de Roma, al campo de

concentración de Auschwitz (Polonia) y al Muro Oc-cidental de Jerusalén, así como el que estuviera con no-sotros en solidaridad espiritual. Al declarar el antise-mitismo un pecado contra Dios y la Humanidad, elPapa recordó, en repetidas ocasiones, al mundo que nopodemos volver nunca a permanecer en silencio mien-tras perecen personas por su raza o religión.

Declaraciones de líderes de otros credos

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Fotos para la HistoriaR

ecogemos en estas páginas centrales una secuencia cronológica de fo-tos para la Historia. Bajo estas líneas: la pizarra en la que el Papa JuanPablo II daba las gracias en el Gemelli; debajo, unos reclusos en uncárcel de Polonia siguen por televisión las noticias sobre la muerte delPapa; junto a estas líneas, a la derecha: la silla vacía del Santo Padre; de-

bajo, en el centro, el ataúd con sus restos mortales en la Plaza de San Pedro, y elviento que pasa las hojas del Evangelio colocado encima del féretro; en la otra página,arriba, monseñor Marini, tras haber pronunciado la frase Extra omnes (Todos fuera),cierra las puertas de la Capilla Sixtina para que comience el Cónclave; abajo, los car-denales entrando en la Sixtina

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

La magnitud de lo sucedido estos días, tras la muerte de JuanPablo II, ha caído como un mazazo entre los convencidosde que la fuerza del Evangelio se estaba agotando. «¿Qué

es lo que ha pasado?», se preguntan. No pueden negar este uná-nime plebiscito, el más extenso e intenso que jamás la Humani-dad ha dado a nadie. Pero tienen que buscar otras causas. Entre lasque más repiten está la de su capacidad escénica: su experien-cia de actor, sus condiciones de hombre mediático. El País lollama El Papa estrella: la gran novedad de Juan Pablo II es queasumió las reglas de la sociedad del espectáculo con la naturali-dad de un gran actor. Siempre recordaré sus pasos sobre el esce-nario del campo del Barcelona en su primer viaje a España. NiMarlon Branco en el Julio César. Asentada esta teatralidad deJuan Pablo II, se explica todo lo sucedido: el abrumador des-pliegue de estos días ha sido en este sentido un homenaje de losmedios a uno de los suyos.

Y se repite insistentemente: el Papa actor, el Papa mediático, elhombre de teatro..., como si toda su vida hubiera sido ésa. KarolWojtyla perteneció en su juventud a un grupo estudiantil de teatro.Como infinidad de jóvenes. Punto. En aquel paso efímero por los es-cenarios, ¿se puede justificar la aclamación universal de ahora?

El actor representa un personaje ficticio. Su arte consiste en esaficción, en esa mentira, de vivir, de decir, de sentir, accidentalmen-te, lo que ni es, ni dice, ni siente en su ser real. Cuanto mejor repre-sente esa ficción, mejor actor será. En el extremo opuesto está eltestigo, el hombre testimonial, que es lo contrario: su ser y su apa-riencia coinciden; muestra exactamente lo que es. Realiza su vida se-gún un convencimiento profundo. Y se muestra tal cual. No sube aotro escenario. Su casa, su oficina, su calle, el avión en que viaja, sumesa cuando come, o su tribuna si habla no son otro escenario queel que le ha tocado vivir. Pero allí aparece, como es, hombre de unapieza, coherente consigo mismo. Y ese hombre convence, admira,arrastra. Eso es un líder auténtico.

Abundan tan poco, que, cuando aparece uno de verdad, sucede loque ha sucedido. No hay que acudir al teatro para explicarlo.

Conviene recordar un momento del mismo Evangelio. Jesús hamuerto tras un horrible calvario que ha machacado su imagen. Des-pués de una vida donde muchos creían también que hacía teatro:«Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Pero hay alguien que valo-ra lo que es la coherencia total, la dignidad total, aun en las sombrasdel hundimiento. Y confiesa: «Verdaderamente, éste era el hijo deDios». Para unos, teatro; para otros, coherencia hasta el heroismo,prueba de un misterio superior. Las dos posturas de hoy. ¿Cuestatanto admitir que lo que arrastra es la verdad de lo que se es, y se tes-tifica con la vida y con la muerte?

Todo ello se produce, además, cuando llevaba años representan-do, sobre ese hipotético escenario, un papel tan poco grato a los me-dios como la ancianidad, la enfermedad, la torpeza en el hablar, enel mirar, en el moverse... Hasta hemos visto, conmovedoramente, có-mo se le caía la baba y él mismo, torpemente, se la limpiaba, mien-tras nos predicaba. Los mismos que hoy quieren justificar lo queestá sucediendo, por el espectáculo, a lo Marlon Brando, que ofre-cía elevando los brazos y caminando en un campo de fútbol, se ve-nían escandalizando porque siguiese en activo, y se mostrase pú-blicamente una decrepitud, unas enfermedades y una agonía, quetanto repugnan a los mass media.

El gran mensaje de lo sucedido estos días no es otro sino el de lapermanente fuerza del Evangelio. Cristo no exigió a los suyos agran-dar las estadísticas, ni imponer a nadie la inscripción en sus filas. Loque les mandó fue dar testimonio de su mensaje para que, libre-mente, el que quiera le siga. Francisco Javier fue un gigante quellevó ese testimonio, dando enteramente su vida, a unos pocos lugaresextremos. Ahora, en sólo unos días, todos los rincones del orbe se hanempapado de él. ¿Ha habido en la Historia un momento tan esplen-doroso? ¿Está la Iglesia en crisis?

Venancio-Luis Agudo

Una difícil búsquedade explicaciones

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

diante ni profesor, desempeña el importantecargo de zapatero remendón al que recurrenlos estudiantes, quizá tras un partido de fút-bol, para pedir sandalias nuevas o para re-mendar las viejas.

Fray Wenceslao tiene su oficina de zapa-tería en un rincón simbólico: exactamenteen los bajos del Aula Magna de la Facultaddel Teresianum, en el amplio hueco irregularque se forma bajo el plano inclinado de lasillería del aula. Todos los estudiantes co-nocen y frecuentan ese rincón; ahí van a con-versar con su dueño.

También lo conoce el ahora arzobispoKarol Wojtyla. Y cuando las sesiones delConcilio conceden a los Padres conciliaresuna tarde de asueto, Wojtyla sube por el Gia-nícolo, pasa ante la estatua de Garibaldi, cru-za la portería del Teresianum y, escalera aba-jo, llega hasta el rincón de la zapatería, que,por cierto, no abunda en elegancia ni en za-lamerías de limpieza. Se recoge los capisa-yos, se sienta en una banqueta de madera,única disponible, y ahí conversa despacio-samente con Fra Wences, que sigue ulti-mando la tarea de su incumbencia.

En la conversación, al zapatero fray Wen-ceslao le interesa todo: desde lo que pasa enPolonia hasta las cosas de América o de Áfri-

ca, desde los debates conciliares hasta la his-toria de Napoleón, que «poverettto –diceél–, è morto a Santa Elena, poveretto!»

Su Excelencia el Padre conciliar Wojtyla,si le es posible, vuelve a estar con fray Wen-ces la semana que viene, y la siguiente, y denuevo. Generalmente, no habla con los pro-fesores, ni va a visitar la espléndida biblio-teca del Teresianum. Él va invariablementeal rincón de trabajo de su antiguo amigo,ahora casi viejo: Wenceslao Wozniak habíanacido en Tomice (Polonia) el 20 de di-ciembre de 1903, y ahora son los años1960…

Cuando en 1978 el cardenal Wojtyla, ele-gido Papa, reside definitivamente en Ro-ma, fray Wenceslao ya no tiene la posibili-dad de devolverle la visita. Está enfermo.La diabetes ha iniciado el proceso de gan-grena en su pie derecho. Los especialistasdel hospital Salvador Mundi están a puntode amputárselo. No lo hacen. Pero sigue unlargo proceso de cura. Tres veces al día vie-ne a curarlo una enfermera, misionera car-melita, catalana –por nombre: Josefa Falla-da–, que lo cura con toda asiduidad, converdadero mimo. De suerte que el procesode gangrena no avanza. Pero fray Wencesya no sale de la enfermería. Ni siquieracuando el Papa Juan Pablo II visita el Te-resianum.

De haber estado sano, ¡con cuánto afec-to lo habría recibido, bendecido, y quizásabrazado su antiguo amigo de Wadowice!

Tomás Álvarez

En Wadowice, donde nació, KarolWojtyla visitaba frecuentemente elsantuario en que yacen los restos mor-

tales del gran héroe polaco Rafael Kali-nowski, ex-capitán del ejército ruso, al quecanonizará cuando sea Papa. Ahí, en Wado-wice, siendo todavía joven de 14 a 18 años,Karol entabla amistad con el portero del san-tuario, el carmelita fray Wenceslao, una quin-cena de años mayor que él.

Fray Wenceslao es un humilde fraile lego,de elemental cultura básica, pero buen con-versador y filósofo en ciernes, es decir, fi-lósofo al natural, casi un diamante en bruto.Karol Wojtyla no sólo se hace amigo de él,sino que llega a tener asomos de vocacióncarmelita, como los religiosos del santuariodonde había trabajado y se había santificadoRafael Kalinowski a su regreso de la depor-tación en la extrema Siberia, no lejos del la-go Bajkal.

Pasan los años y llega la década del Con-cilio. Karol Wojtyla viene a Roma para asis-tir al Vaticano II. También fray Wenceslao havenido a Roma, pero nada de Concilio. Élsigue de laico carmelita. Reside en el Tere-sianum, donde hay un centenar de estudian-tes que se preparan al sacerdocio y más deuna docena de profesores. Pero él, ni estu-

Amistad y fidelidad de un Papa

Las siguientes líneas relatan un episodio tan mínimo que no tendría cabida en las páginas de una biografía del Papa, por ejemplo en la preciosa de G. Weigel. Pero sí cabría en un sencillo y sabroso anecdotario. Es un episodio en tres tiempos.Pone de relieve la fidelidad del joven Karol Wojtyla en la amistad, pese a la erosión de los años y al desfase de las escalas sociales o eclesiales

Juan Pablo II, junto con sus compañeros de colegio, en agosto de 2002

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Decir a estas alturas que Juan PabloII ha sido un hombre de cultura, pa-rece una banalidad. El siglo XX ha

sido pródigo en Papas de gran estatura mo-ral e intelectual. Na-die discutirá que PíoXI, Pío XII y, másaún, Pablo VI, hayansido hombres de grancultura. Sin embargo,a diferencia de éstos,Karol Wojtyla, filóso-fo, teólogo, poeta, ac-tor, encarna en su per-sona la voluntad desuperar el hiato entrela Iglesia y la culturamoderna. El padreWojtyla, ya desde sustiempos de capellánuniversitario, y mástarde como arzobispode Cracovia, se sentíaa sus anchas en los

ambientes académicos, artísticos o científi-cos, y era capaz de dialogar sin complejoscon profesores, intelectuales y representan-tes de la cultura moderna. No era un erudi-to ni un polígrafo, sino un pensador atento alhombre en todas sus dimensiones. Éste esprecisamente el mensaje central de la Cons-

titución del Concilio Vaticano II Gaudium etspes, en cuya redacción tuvo un papel des-tacado el joven arzobispo de Cracovia, mo-señor Wojtyla. Gaudium et spes constituyeuna reflexión acerca de las relaciones entrela Iglesia y el mundo moderno, es decir, lacultura moderna, en un intento de sanar laruptura que se había producido con la mo-dernidad.

La cultura y el obrar del hombre

Si hubiera que identificar un centro, unaclave de lectura de la visión de Juan Pablo IIsobre la cultura, es la persona humana que serevela y se despliega en sus actos, en la pra-xis. Por eso puede decir, ya en su primeraencíclica, que «el hombre es el camino dela Iglesia». La cultura es producto del obrardel hombre, y, al mismo tiempo, hace alhombre ser lo que es. La cultura se entiendenecesariamente en referencia al hombre, noa las circunstancias económicas, sociales opolíticas. Así lo expresó en su discurso antela UNESCO, el 2 de junio de 1980, un dis-curso denso, escrito de su puño y letra, queconstituye la referencia obligada para quienquiera conocer su pensamiento sobre la cul-tura. Ante aquella asamblea, Juan Pablo II re-cordó una verdad fundamental: «Sí, el fu-turo del hombre depende de la cultura», igual

que el futuro del planeta depende de la con-servación de su medio ambiente. Para JuanPablo II, «el hombre es el hecho primordialy fundamental de la cultura». Gracias a lacultura, «el hombre, en cuanto hombre, sehace más hombre, es más, accede más alser». Esta afirmación es también el criterionormativo para el discernimiento cultural:sólo merece verdaderamente el nombre decultura aquello que realmente ayuda a lapersona a alcanzar su plena humanidad.Ciertas realizaciones presuntamente cultu-rales son, en realidad, anti-cultura. El diá-logo entre la fe y la cultura tiene en el hom-bre también su fundamento, pues «el con-junto de las afirmaciones relativas al hombrepertenece a la sustancia misma del mensajede Cristo y de la misión de la Iglesia», razónpor la cual el vínculo entre el Evangelio y elhombre es creador de cultura en su funda-mento mismo.

Esta preocupación llevó a Juan Pablo II acrear en la Santa Sede un organismo con lamisión de fomentar la atención pastoral a lacultura en todas sus dimensiones, y al mis-mo tiempo constituir un puente de diálogocon las culturas en la Sede de Pedro. El 20 demayo de 1982 Juan Pablo II instituyó el Con-sejo Pontificio de la Cultura, presidido des-de su fundación por el cardenal Paul Pou-pard. Los más de veinte años de vida de es-te Consejo demuestran sobradamente laacertada intuición del Papa: que la culturaes un terreno de encuentro entre hombresde diversas creencias, e incluso con quie-nes se declaran no creyentes.

No se puede olvidar tampoco la aporta-ción de Juan Pablo II al diálogo entre la Igle-sia y la ciencia. La Historia lo recordará co-mo el Pontífice que tuvo el valor de afrontarel Caso Galileo –o mejor, el mito Galileo–,y sacar de la Historia lecciones para el pre-sente. A él debemos el documento más com-pleto y más claro sobre las relaciones entrela ciencia y la religión y, ya en la última eta-pa de su pontificado, la puesta en marchadel Proyecto STOQ, un programa de estudioe investigación sobre ciencia, filosofía y te-ología, con base en las universidades roma-nas.

Si hubiera que sintetizar en una frase elmagisterio de Juan Pablo II sobre la cultu-ra, escogería las palabras que pronunció enEspaña durante su primer viaje apostólico,ante los intelectuales y universitarios espa-ñoles: «Una fe que no se hace cultura esuna fe no plenamente acogida, no fielmen-te vivida, no enteramente pensada». Cuan-do escuché de viva voz aquellas palabras,que guiaron mi actividad durante mis estu-dios en la universidad, no podía sospecharque procedían de la Carta de fundación delConsejo Pontificio de la Cultura, al cual,quince años más tarde y siendo ya sacerdo-te, me tenía destinado la Divina Providencia,como colaborador de Juan Pablo II en laCuria Romana.

Melchor Sánchez de Toca AlamedaSubsecretario del Consejo Pontificio

de la Cultura

Juan Pablo II y la cultura

El centro, la clave de lectura de la visión de Juan Pablo II sobre la cultura, es la persona humana que se revela y se despliegaen sus actos. Sólo mereceverdaderamente el nombrede cultura aquello que realmente ayuda a la persona a alcanzar su plena humanidad

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✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 19

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

taba Ratzinger, hoy Benedicto XVI, haceaños– que el cristianismo no tomara comointerlocutor a las religiones de su tiempo,sino a la filosofía: pues esa pretensión deverdad que porta el cristianismo transciendelas realizaciones religiosas particulares yapunta a la universalidad de la razón delhombre. Desde que el joven san Justino que-dara cautivado por la sabiduría de Trifón, elcristianismo ha reivindicado para sí la ca-pacidad de confrontarse con la razón y res-ponder de modo exhaustivo al ansia de ver-dad que encierra todo hombre. Precisamen-te por todo eso –decía Juan Pablo II–, la uni-versidad nace del corazón de la Iglesia,directamente ex corde Ecclessiae, porque laIglesia «tiene la íntima convicción de quela verdad es su aliada».

No es por casualidad que el mismo año enque los bárbaros, nuevos señores del Impe-rio, decretan por mano de Justiniano el cie-rre de la Academia platónica, san Benitofunde el monasterio de Montecasino, y quedurante siglos los claustros se conviertan enel refugio de la sabiduría antigua: «Verteral latín toda obra de Aristóteles y todo diá-logo de Platón que caiga en mis manos»,declara expresamente Boecio. Romano en-tre germanos y católico entre arrianos, sutarea de salvación inaugura un tiempo de si-lencio en el que maduraría todo el patrimo-nio cultural griego y patrístico del que sealimentará toda la cultura occidental. Esacallada y humilde tarea de copia y traduc-ción, esa ingente tarea escolástica, que du-raría casi ocho siglos y que culminaría en

los frutos espléndidos del siglo XIII, tieneun consciente esfuerzo de sentido en el con-sejo que el mismo Boecio le da al Papa JuanI: «Conjuga, cuanto puedas, la fe y la ra-zón».

Precisamente fue el abandono de esta po-sición, la separación y pretendida autono-mía de estas dos fuentes de acceso a la ver-dad, su exasperación y sus consecuenciasen la Historia, hasta llegar a la contraposiciónexplícita, la que ha traído la situación deperplejidad en la que se halla el hombre mo-derno: privado de horizontes de sentido ycapaz de un inmenso poder que no sabe có-mo se ordena: «en esto parece consistir elcapítulo principal del drama de la existenciahumana contemporánea en su dimensiónmás amplia y universal», dice el Papa en suencíclica Fides et ratio. «El hombre vivecada vez más en el miedo».

Frente a la terrible angustia del hombreante su propia soledad, el grito con el queJuan Pablo II inauguró su pontificado fueuna llamada al mundo a liberarse del miedoabriendo las puertas a Cristo: «El misteriodel hombre sólo se esclarece en el misteriodel Verbo encarnado». Esta certeza, que mar-ca el pontificado de Juan Pablo II y consti-tuye parte de su mejor legado, señala la sen-da que están llamados a recorrer en su es-tudio todos los hombres, y, muy singular-mente, las universidades que nacen delcorazón de la experiencia cristiana. La le-gítima autonomía de la razón, en su finalidady metodología, no deben extraviar al hombreque busca la verdad. Como muy bien re-cuerda el filósofo francés E. Gilson, «la na-turaleza olvida constantemente que debe alopus recreationis de la Gracia el privilegiode reconquistar su naturalidad». Sencilla-mente, no hay una perfección natural al mar-gen de la Gracia; lo primero que la Graciahace es permitir, precisamente, la perfec-ción natural. Por eso, afirma Juan Pablo IIque «la venida de Cristo ha sido el aconte-cimiento de salvación que ha redimido a larazón de su debilidad, librándola de los ce-pos en los que ella misma se había encade-nado».

Ya todo el mundo está de acuerdo en queMcIntyre tiene razón cuando afirma, en elpárrafo más famoso de la más famosa de susobras, que los nuevos bárbaros no están enlas fronteras del Imperio esperando paraasaltarlo, sino que hace tiempo que ocupansus más altos puestos. Y si él esperaba, ycon razón, a un nuevo san Benito, nosotrospodemos decir que hemos encontrado anuestro Boecio. O mejor, que se nos ha re-galado a quien aunaba en sí la genial intui-ción de ambos.

Con nuestra oración por su persona vanuestra gratitud por su obra intelectual, elhorizonte de la tarea que nos ha marcado esapasionante: «Éste es el camino a seguir: espreciso no perder la pasión por la verdad úl-tima y el anhelo de su búsqueda».

Alfonso Bullón de MendozaRector de la Universidad Cardenal

Herrera-CEU

En una de sus deliciosas novelas sobreel padre Brown, Chesterton enfrenta asu rechoncho curita de Eses con el

más hábil ladrón de Europa, el famoso Flam-beau. El diálogo final entre el ladrón y el sa-cerdote es muy revelador:

«¿No se le ha ocurrido a usted pensar queun hombre que casi no hace nada más queoír los pecados de los demás no puede menosde ser un poco entendido en la materia? Ade-más, debo confesarle a usted que otra con-dición de mi oficio me convenció de que us-ted no era un sacerdote».

«¿Y qué fue ello?», preguntó el ladrón,alelado.

«Que usted atacó la razón, y eso es demala teología».

Experiencia de humanidad y afecto a larazón. Probablemente, nada resuma mejorel legado intelectual de Juan Pablo II que es-te conocimiento del hombre que surge delafecto a Cristo y este aprecio infinito a la ra-zón sobre la que se sostiene la fe. Y nada esmás consolador para quienes consagramosnuestra vida y dedicación a la tarea univer-sitaria, pues éste, más que cualquier otro, esel camino de la Universidad: el afecto alhombre y a las exigencias de la razón.

Aprecio por la razón

Ese aprecio a la razón no es nada nuevoen el cristianismo desde que hizo su apariciónentre las comunidades más helenizadas delpueblo judío; raza de filósofos, decían deellos los griegos. Significativo fue –comen-

La senda de la certeza

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✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 20

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Juan Pablo II ha sido Testigo de esperanza para el mundo, y es-pecialmente para los católicos. Los complejos problemas denuestra sociedad tienen solución desde la antropología cristiana,

que está en el centro de la enseñanza del Papa sobre Jesucristo y elhombre. Y las dificultades para llevar a cabo la nueva evangelizaciónen un mundo secularizado, incluso laicista, las superan los testigosfieles de Jesucristo como Juan Pablo II.

El Papa ha llegado a todos los rincones del mundo, ha tocado el co-razón de millones de almas, ha abierto las puertas del tercer mileniocon la mirada puesta en Cristo, y en los últimos tiempos ha llevado acuestas la cruz del Salvador del mundo. La primera encíclica de JuanPablo II fue sobre Jesucristo, el Redentor del hombre; y en la últimaCarta, también sobre Jesucristo-Eucaristía: Quédate con nosotros,Señor, le ha dicho con los discípulos de Emaús. Y Jesús se queda.

Juan Pablo II ha gastado su vida en llevar a los creyentes a Cris-to, y precisamente por eso ha mostrado que no puede haber en-cuentro con Jesús sin la Iglesia. Éste es el gran problema de la me-diación que muchos hombres de hoy no acaban de entender ni de ad-mitir. Ahora, sin este Papa, sentimos aún más que la Iglesia está ennuestras manos. Pero, ¿qué Iglesia ha visto Juan Pablo II, cómo sepuede conciliar la fe y la modernidad, qué perspectivas vemos aho-ra para la renovación de la vida cristiana?

La Iglesia del Papa es la Iglesia de Jesucristo, tan viva hoy comohace veinte siglos, pues está animada por el Espíritu de vida. Las en-señanzas de Juan Pablo II durante estos años proporcionan una pa-

norámica de la Iglesia en sus aspectos fundamentales. Por ejemplo,la comunión jerárquica de los pastores entre sí y con el Papa; la vo-cación a la santidad para todos los fieles, así como la misión de loslaicos en la Iglesia; el impulso ecuménico, a pesar de tantos obstá-culos, en torno a un solo Señor y una misma fe; finalmente, la riquezaespiritual de los sacramentos como huellas de Cristo que encaminana la santidad, como hemos visto en los cinco santos canonizados ensu último viaje a España, y después en la Madre Teresa de Calcutaque, por diversos caminos, han contribuido a transformar la sociedadapoyados en la fuerza de la oración. Pero Juan Pablo II siempre hadeseado canonizar a más hombres y mujeres que se han santificadoen el matrimonio, en el trabajo, en la política y en el arte.

Ser modernos y fieles a Jesucristo

La Iglesia camina con el tiempo, y lo santifica desde la perspectivade la eternidad, evitando así la tiranía del presente. No es verdad quela Iglesia esté desfasada, como dicen algunos, porque miran sólo al-gunas formas externas y no llegan a percibir la secularidad de la in-mensa mayoría de laicos inmersos en las tareas humanas, codo con co-do con los demás hombres, creyentes o no creyentes. Las enseñanzasde Juan Pablo II sobre la Iglesia muestran la lógica tensión entre la tra-dición e innovación que es señal de vida. No en vano ha dicho a losjóvenes españoles, con buen humor: «Soy un joven de 83 años».

Además, todos somos testigos de que Juan Pablo II ha sido elprimer líder mundial que ha dado a conocer un programa de acciónpara el tercer milenio, ya en los años ochenta. Verdaderamente en No-vo millennio ineunte está el programa de la Iglesia para este milenio,y no puede ser otro que Jesucristo presentado de modo vivo y actual.Por eso los jóvenes de todo el mundo conectan con el Papa, cuandoles recuerda que «Cristo es la respuesta verdadera a todas las pre-guntas sobre el hombre y su destino», propuesto en un clima de diá-logo y comprensión con los no creyentes, porque «las ideas no se im-ponen, sino que se proponen», como les ha dicho en Madrid.

Muchos estamos de acuerdo en que una clave del pontificado deJuan Pablo II consiste en desarrollar el ConcilioVaticano II y espe-cialmente la vocación a la santidad y la unidad de los cristianos,pues todavía queda mucho por hacer. Además, el Papa habla siem-pre el lenguaje de la esperanza porque cree en Jesús. En tiempos decrisis los hombres quedan sin asideros y se tambalean; por ello, laIglesia ofrece con sus enseñanzas asideros firmes a los que agarrar-se para no ser engullidos en el agujero negro del relativismo religiosoy moral. Y lo hace porque cree firmemente en los hombres comoimagen de Dios.

Hoy podemos encontrar a muchos cristianos que son buenos pro-fesionales, que han cobrado nuevos bríos desde el último viaje del Pa-pa y se han comprometido, a diversos niveles, para recristianizar lasociedad. Se han llenado de esperanza. El Papa ha dado testimonioante los jóvenes de su vocación al sacerdocio cuando se dirigió acada uno en Cuatro Vientos para decirles: «Sé generoso, respondecomo María ofreciendo a Dios el Sí gozoso de tu persona y de tuvida». Aunque no sean cifras inmediatas, estos viajes del Santo Pa-dre dejan una estela de vocaciones en cada país. Y también en sus Ca-tequesis sobre la Iglesia proclama abiertamente la vocación a la san-tidad para los jóvenes, para las mujeres y para las familias.

En las enseñanzas de Juan Pablo II sobre la Iglesia, vemos que noha surgido por intereses humanos sino por expresa voluntad de Dios,que la ha prefigurado desde los orígenes, la ha preparado por mediodel pueblo judío, y la ha fundado Jesucristo como misterio de co-munión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí por la ca-ridad. Espejo de la Trinidad entre los hombres, que ha recibido losmedios de santificación por los que el Espíritu Santo renueva decontinuo los corazones y la faz de la tierra. Serán testigos creíbles delEvangelio los cristianos que vivan en Dios y para Dios, que eso sonlos santos.

Sabemos que Juan Pablo II ha dedicado varias horas del día a laoración, se preparó y vivió la Eucaristía con mucha interioridad sinacostumbramiento. Muere poco después de concelebrar la SantaMisa, de seguir el Vía Crucis y de escuchar la Sagrada Escritura.Ésta ha sido siempre la clave de los santos y el secreto de la Iglesia.Pero hay que esforzarse por entenderlo con una mirada más pro-funda, porque, si no hay interioridad, es imposible entender ese mis-terio de la Iglesia.

Jesús Ortiz López

Juan Pablo II cumplió su misión

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✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 21

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Un hombre poseído por la verdad, vertebrado por la verdad: es-to es para mí Juan Pablo II. La verdad buscada sinceramen-te, como plataforma interior básica. La necesidad congéni-

ta de la inteligencia humana es la búsqueda de la verdad. El en-cuentro con la verdad es el sosiego de la mente, es su luz gozosa.«Quien busca la verdad se encuentra con Dios, porque Dios es laverdad» (Edith Stein). Y quien, desde la sinceridad humilde de lamente, busca la verdad, se encuentra con Cristo, porque «todo elque es de la verdad, escucha mi voz». dice Jesucristo en el evange-lio. Un alma sedienta de verdad: eso es el alma de Juan Pablo II. Élpodía afirmar con toda razón: «La verdad es mi país». Desde la ex-periencia viva de su quehacer intelectual, él habló de la verdad conuna profundidad y una belleza pocas veces superada en el pensa-miento filosófico y teológico de la Historia. Porque buscó la ver-dad, cayó en los brazos del abismo glorioso del Dios vivo. Enamo-rado de la verdad, Juan Pablo II quedó atrapado por Cristo.

Juan Pablo II –porque la verdad era la razón de su búsqueda in-telectual y vital– practicó la sinceridad en el diálogo, en la conexiónverbal con todos los seres humanos. La sinceridad implica y exigeser fieles a la verdad. Quien es de la verdad, vive en sinceridad. Lasinceridad es un aspecto irrenunciable de la verdad. Nunca es líci-to engañar. Y engaña quien piensa una cosa y dice otra, quien ocul-ta con sus palabras la verdad de su alma. Engaña quien niega laverdad, y «negar la verdad es un adulterio del corazón» (san Agus-tín). La sinceridad de Juan Pablo II resplandece en cada una de laspalabras de sus extensas y ricas comunicaciones a los miembrosde la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. Ningunacircunstancia, ninguna ambición, ningún temor condicionó o de-bilitó sus palabras. La sinceridad es valentía, es riesgo, es pruden-cia. La sinceridad sólo se puede practicar y vivir desde la humildad.La humildad que filtra muy bien las palabras, que las administrapara no decir nada que pueda marginar o destruir otras virtudes.La sinceridad siempre va acompañada de respeto y amor. La sin-ceridad de Juan Pablo II es pura fidelidad a Cristo y a la dignidad delhombre en Cristo.

La coherencia, la autenticidad, ser consecuente con lo que sepiensa y se dice, la honradez exige buscar la verdad, decir la verdady vivir la verdad. Quien dice una cosa y piensa otra es un mentiroso,pero quien dice una cosa y hace otra es un hipócrita. La honradez in-telectual exige buscar como quehacer primero la verdad, la honradezconvivencial exige decir la verdad, engaña quien no la dice, peroquien no la vive se traiciona y traiciona. El hipócrita es ciudadano dela indignidad. Es un estafador. No se puede pedir, ciertamente, quesólo hable de perfección quien la haya conseguido, pero sí se puedey se debe pedir que hable de perfección quien quiera vivirla. De ungran sacerdote se ha escrito que hablaba convirtiéndose, es decir, po-niendo en su palabra toda la hondura de su compromiso personal. Esoes ser coherente. ¿Quién puede negar la coherencia total del pensa-miento, de la palabra y de la vida de Juan Pablo II? Su pensamien-to era su palabra, y su palabra eran sus hechos. Obras, palabras ypensamiento en la misma línea. Transparencia pura de la verdad,transparencia de Cristo mismo. Si ha dicho que sólo puede ser unapóstol de Cristo quien asume la cruz de Cristo, quien acepta a Cris-to con todas las consecuencias, ¿puede ser apóstol de Cristo quien noasume el riesgo de la persecución y el martirio? Nunca se puede ol-vidar lo que Juan Pablo II ha tenido siempre muy claro: la fideli-dad a Cristo no se cobra en este mundo, se paga. Aquel seguidoroficial de Cristo que no sufre persecución, o es porque nunca dijo laverdad de Cristo, o nunca practicó su justicia.

La intencionalidad limpia, los limpios motivos del decir y delhacer: éste es el cuarto elemento esencial de la honradez integral.Quien, diciendo verdades y haciendo bondades, busca algo para símismo en el secreto de sus intenciones, no es digno de Cristo. Quiencultiva su ego, envolviéndolo en las nobles apariencias de verda-des y bondades, es un ser moralmente despreciable. Ha entrado en elterreno del egoísmo más corrosivo. Hacer el bien sin esperar nada,sin querer nada, sin querer otra cosa, como premio, que subir a la cruzcon Cristo, eso es pureza de intención. El gran premio de los segui-dores de Cristo es morir en la cruz con Cristo. Quien no aspira yanhela, como el mejor premio de su vida gastada por los demás, lle-gar a participar en la persecución a Cristo, no ha entendido a Cristo.¿Ha entendido a Cristo Juan Pablo II? ¿Qué ha buscado y qué havivido, y por qué ha padecido? Sólo Cristo, sólo el conocimiento, elseguimiento, y la glorificación de Cristo. Sólo Él es el Camino, la Ver-dad y la Vida. Razón última de la vida de los santos: vivir en la cruzpara que todos vean a Cristo.

Juan Pablo II, un hombre atrapado por la Verdad, por Cristo, porel Dios que se nos ha manifestado en Cristo. Por eso, Juan Pablo IIes uno de los hombres más íntegramente honrados de la historia dela Humanidad. Ni se engañó, ni nos engañó. Y la verdad le hizo li-bre, es decir: santo, creíble.

Francisco López Hernández

Un hombre atrapado por la Verdad

Juan Pablo II,xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

«Quédate con nosotros, porqueatardece y el día va de caída»:estas palabras, pronunciadas

por los discípulos de Emaús y dirigidas alque se había hecho compañero de caminocon ellos aquella tarde de desesperanza, lo-graron que el caminante, hasta entonces sinnombre, fuese a recogerse con ellos aque-lla noche en su casa. Estos días se las he-mos dirigido también a Juan Pablo II.

Quédate con nosotros, porque las tinie-blas del mal y del error nos acechan y tú hassido reflejo vivo, durante tus días terrenos, dela luz, de la verdad y de la fuerza de Diosentre nosotros. No las podía escuchar porqueDios lo estaba llamando a su seno para dar-le el premio merecido. Seguro que, si de élhubiese dependido, habría aceptado nues-tra invitación para continuar ayudándonoscon su palabra y testimonio, como lo hizodurante los prolongados años de su pontifi-cado al frente de la Iglesia.

Poco antes, Jesús se ha dirigido a los deEmaús ayudándoles a entender las Escritu-ras y los últimos acontecimientos vividospor ellos en Jerusalén. Parecen palabras du-ras: «¡Qué necios y torpes sois para creer loque anunciaron los profetas! ¿No era nece-sario que el Mesías padeciera esto para en-trar en la gloria?» También el Papa, si he-mos compartido el camino con él, nos ha

hablado con palabras semejantes. Somostorpes para recibir cuando se nos anuncia ytransmite la salvación de Dios que nos vie-ne de la vida en Cristo. Nos lo ha recordadoreiteradamente Juan Pablo II: «Vale la pe-na vivir y dar la vida por Cristo».

Juan Pablo II se ha hecho compañeronuestro en el camino, compartiendo su granamor a Dios con nosotros. Caminante hastallegar a los mas recónditos lugares del or-be, ha sido el testigo por antonomasia deCristo resucitado, y nos ha mostrado quehasta llegar ahí había que pasar por el su-frimiento, por la prueba del dolor y la en-fermedad, por el calvario, por la entrega to-tal, por la muerte.

¿No ardía nuestro corazón?

Al final lo hemos querido retener con no-sotros, como los de Emaús a Jesús aquellanoche. No obstante, Cristo se les escapó.Había cumplido su misión. Les había abier-to los ojos, despertado su conciencia, de-vuelto la esperanza, apartado el miedo, detal manera que pudieron desandar el caminoque nunca debieron haber emprendido, eldel alejamiento del Cenáculo, la confianzaen el Maestro, la presencia de la Iglesia, elcalor de la comunidad de los discípulos enJerusalén.

A Juan Pablo II lo hemos querido retenercon la fuerza de la oración y la plegaria, contonalidades de canción popular: «Algo semuere en el alma cuando un amigo se va,algo se muere en el alma que no se puedeolvidar; no te vayas todavía, no te vayas,por favor». Estábamos convencidos de que lonecesitábamos, como los de Emaús a Jesús.Encontramos demasiadas sombras en nues-tro camino. Nuestras mentes están embotadascon el tener, el poseer, con lo material, con locontingente y caduco. Nos falta capacidadpara comprender las cosas de Dios. Nues-tros corazones se encuentran apagados porfalta de amor. Por eso, hemos precisado supresencia, su palabra y su testimonio, parapoder sentir como los de Emaús cuando co-mentan: «¿No ardía nuestro corazón mientrasnos hablaba por el camino y nos explicaba lasEscrituras?» Juan Pablo II ha calentado nues-tros corazones, sembrando en ellos semillasde amor y esperanza, alentándolos a no tenermiedo, a ser mensajeros de Cristo resucitadoy a dar razón de nuestra esperanza.

Los discípulos de Emaús no esperaronal día siguiente para regresar a Jerusalén ydar testimonio de lo vivido y experimentado.Esa misma noche, inmediatamente, olvi-dándose de la recomendación hecha por ellosmismos anteriormente al caminante, se po-nen en marcha para comunicar su descubri-miento, la gran noticia a sus hermanos: «Noshemos encontrado con Él; le hemos reco-nocido al partir el pan».

La muerte ha sido vencida

Muchos han ido a ver al Papa estos díasa Roma. Sobre todo, a orar por él. A ser tes-tigos de su despedida y darle el ultimo adiós,a agradecerle todo lo que ha hecho por laIglesia. Se han encontrado, no con un Papamuerto, sino con Cristo resucitado.

En estos momentos, todos tenemos quedesandar el camino, como los de Emaús, ydar testimonio de lo que hemos visto y vi-vido estos días: dejar que Juan Pablo II seasigno de resurrección en nuestras vidas, por-que su espíritu vive entre nosotros. Él, surecuerdo e imagen grabados en nuestros co-razones, nos transmite esperanza, transformanuestro horizonte, nos muestra el caminopara alcanzar la resurrección.

Dios Padre no nos ha podido dejar me-jor regalo en esta Pascua de 2005. Esta-mos celebrando la resurrección de Cristo;de esa resurrección ha participado ya JuanPablo II, y en ellas, la de Cristo y la delPapa, nos hemos sentido resucitados cadauno de nosotros. No hace falta nada másque ver la alegría, el gozo, la paz, la espe-ranza que vive la Iglesia y sus miembrosestos días. La muerte ha sido vencida.¡¡¡Aleluya!!! Cristo ha resucitado. La Igle-sia ha resucitado. Juan Pablo II se ha anti-cipado a la resurrección del final de lostiempos. Y en ellos y con ellos nosotroshemos resucitado.

Alejandro Hernández Martínezcapellán castrense

Quédate con nosotros

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✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 23

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

villa en 1993 y en la clausura del CongresoEucarístico Internacional, y en el más cer-cano y emotivo encuentro producido cuan-do tuve la dicha, junto a mi esposa, de reci-bir su bendición como nuevos esposos en laAudiencia General del 30 de junio del pa-sado 2004. Dios, que se vale de personascon nombres y apellidos concretos, graciasa todos, quiso regalarnos en nuestra luna demiel celebrar la festividad de San Pedro ySan Pablo, la última de Juan Pablo II, a unospocos metros del altar erigido en la Plazade San Pedro y ser bendecidos en la Au-diencia General celebrada al día siguiente.La enfermedad no podía ocultarse, el sufri-miento traslucía en su fuerza, sí, en sus ges-tos, en sus palabras, a veces ininteligibles,pero ahí estaba toda su grandeza, su ejemplo,su sacrificio y su ministerio celebrando ypresidiendo una solemne misa durante doshoras y bendiciendo, bajo el infernal calorromano de una mañana soleada de junio, amiles de fieles en una de las audiencias delos miércoles…

Han sido días en los que los medios decomunicación han dedicado horas y horasde retransmisiones desde el Vaticano, hanvertido ríos de tinta hablando sobre este Pa-pa que inauguró el tercer milenio, en un des-pliegue desconocido hasta el momento quete obligaba a seguir frenéticamente todocuanto se decía y se mostraba. Pero de todolo que le he leído, y ha sido mucho por de-formación profesional, me quedo con esashistorias no siempre conocidas que ofrecenla versión más humana de un Papa al quepronto veremos (así lo deseamos), si Diosquiere, en los altares por la santidad de susobras y de su ministerio.

Leo en el domingo siguiente a su muerte,en un cuadernillo central dedicado a JuanPablo II (dentro del reportaje El rostro hu-mano de un Pontífice), que en una visita a laleprosería de la Misión de San Gabriel, en elZaire, Juan Pablo II, cuando todos le espe-raban para salir, se fue para uno de los mu-chachos, allí acogidos, en pie sobre unasmuletas de madera, que acababa de entrar,disculpándose ante los demás diciendo:«Perdonen, debo ir allí, un momento», y esque, como se afirmaba en esas líneas, «erasuperior a él. Cuando veía a los niños o alos enfermos era incapaz de controlarse yno acudir inmediatamente a ofrecerles suamor».

Sacerdote siempre

En ese mismo suplemento, se cuenta có-mo un sacerdote de la diócesis de NuevaYork encontró a un mendigo a las puertas deuna iglesia de Roma que resultó ser compa-ñero de éste en el Seminario y al que la vidale había hecho perder la fe y la vocación. Elsacerdote contó la historia al Papa pidiéndo-le que rezara por el compañero perdido, y alos pocos días recibió una invitación del San-to Padre para cenar acompañado del mendi-go. Después de la cena, Juan Pablo II pidióquedarse a solas con éste, conminándole aescuchar su confesión, contestándole el in-vitado que ya no era sacerdote. El Papa re-plicó: «Una vez sacerdote, sacerdote siem-pre». El otro le contestó que estaba incapa-citado, y Wojtyla le aseguró que puesto queera obispo de Roma él se podía encargar deeso. Se confesaron mutuamente, y el SantoPadre le asignó ser asistente del párroco di-rector de aquella iglesia en la que pedía yencargado de atender a los mendigos.

Más conmovedora, si cabe, resulta estaotra historia bajo el título Los amigos judíosdel Papa. Edith, de 74 años, conoció a Ka-rol Wojtyla apenas unos días después de serliberada por el Ejército Rojo del campo deconcentración de Czestochowa: «Era enerode 1945. Yo tenía 13 años. Nevaba y hacíamucho frío. Anduve sin rumbo hasta llegara la aldea de Yanjeow, cerca de Cracovia, yallí estuve dos días sin comer ni beber másque la nieve del suelo. Entonces llegó él,vestido con su sotana, como un ángel caídodel cielo. Me llevó a hombros durante cua-tro kilómetros hasta una estación de tren, a lavez que me daba pan, queso y té caliente».Cincuenta y cinco años después, en 2000,en el Museo del Holocausto, Juan Pablo IIposó su mano sobre el hombro de Edith ylloraron juntos.

Toda una vida empleada en servir a losdemás, en derramar misericordia, compa-sión y humanidad por quien fue golpeadoduramente por la vida, perdiendo en su in-fancia y juventud a su madre, hermanos ypadre, y gastándose hasta el final en su ser-vicio. Con su amor, su sonrisa y su ternurailimitados logró ser un Papa querido y hoyrecordado con profunda gratitud y cariño.Sirvan, pues, estas torpes palabras como ho-menaje y agradecimiento, pobre pero sen-tido, a Juan Pablo II, el Grande, santo ya alos ojos, aún emocionados, del pueblo.

Álvaro Pineda Lucena

Cuando escribo estas líneas, Juan PabloII el Grande yace ya en las grutas va-ticanas, muy cerca del primer Papa,

Pedro, a quien hasta tres veces preguntó elMaestro: «¿Me amas más que éstos?» Estaspalabras, repetidas hoy en sus exequias, re-suenan todavía en nuestros corazones, a lapar que afligidos y tristes, esperanzados alsaber que nuestro Papa, Juan Pablo II, gozaya del descanso eterno y del abrazo soñadodel Padre; habrá sido conducido de la manode María, nuestra Madre, a quien el Papapolaco se consagró desde su juventud, con-fiándose plenamente a Ella en su fructíferopontificado.

Han sido días de tristeza, llanto sereno,lágrimas sentidas y palabras emocionadasde millones de hombres y mujeres de buenavoluntad, repartidos por todo el orbe, antela muerte para el mundo, no para Dios, deun titán que ha removido conciencias, ha realizado miles de kilómetros y ha servido aCristo y a su Iglesia con un ejemplo insupe-rable llevado hasta el final de sus días en suparticular pasión repleta de abnegación y ge-nerosidad extremas.

No puedo negar que, como cristiano y ca-tólico, su muerte me ha entristecido profun-damente: ha sido durante mi, aún joven, exis-tencia el referente principal como católico,puesto que su proclamación como SumoPontífice se produjo siendo yo un niño desiete años, y su muerte llega cuando el hori-zonte de mi vida se va ya dibujando con tra-zos definidos.

Recuerdos entrañables de encuentros coneste coloso, al que algunos han llamado, ybien, el atleta de Dios, en Santiago de Com-postela y el Monte del Gozo en 1989, en Se-

Juan Pablo II el Grande:

Santidad y humanidad

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✦DOCUMENTOS ALFA Y OMEGA✦ 24

Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Lo hemos visto. Millones de personashan peregrinado a Roma para despe-dirse de Juan Pablo II. Para la mayo-

ría ha supuesto un gran esfuerzo físico y, enmuchos casos, un sacrificio económico. ¿Quémueve a estas personas a soportar el frío dela noche, el sol que quema la piel durante eldía, el cansancio, la ausencia de sueño, qui-zá el hambre, quizá la sed, el estar horas yhoras de pie sin poder apenas moverse y sinsaber cuánto falta para el final? ¿Qué motivaa estas personas, que soportan con alegríaestas penurias, que no causan ni un solo in-cidente, que peregrinan en un ambiente depaz? Yo estuve allí el miércoles 6 de abril.Desde las 9:20 de la mañana hasta las 12 enpunto de la noche en que llegué a los piesdel Papa, compartí con toda esa gente 14 ho-ras y media de confiada espera que, al con-trario de lo que pueda parecer, no se hicieronlargas, pues la voluntad estaba decidida y elánimo claro. El esfuerzo físico de la pere-grinación mueve al espíritu: por eso, las sen-saciones e, incluso, las intenciones no sonlas mismas o no tan intensas al principio co-mo al final. Ves el sol salir, llegar a lo más al-to que le permite el cercano equinoccio deprimavera, descender por detrás de la cúpu-la de San Pedro al atardecer, ves el crepúsculocon un azul cobalto que resalta tras la fa-chada iluminada de la basílica, creando unaimagen preciosa; ves llegar la noche y te dascuenta de que, al contrario de lo que puedaparecer, soportas bien el cansancio.

Tras doce horas, ya estás en la Plaza, y lamúsica de los altavoces, música de espe-ranza, te llena de emoción. Los grandes fo-cos hacen traspasar su luz a través del aguade las fuentes como si llegara de lo más al-to. Observas cómo la gente reza el Rosarioa solas, en silencio, o en grupo. Contemplassus rostros que transmiten –por encima del

cansancio– recogimiento, emoción, alegríapor estar cerca de la meta. Es gente joven ygente mayor, hombres, mujeres y niños tam-bién. Son religiosos y seglares, monjas, sa-cerdotes, grupos de estudiantes, amigos, pa-rejas, familias, matrimonios con niños pe-queños que duermen en sus sillitas. Son per-sonas que hablan diferentes lenguas peroviven un mismo espíritu. Entre todas ellas,me llama la atención una señora mayor, conrostro de mujer de campo curtido por el sol,de dulce expresión, que responde con unaentrañable sonrisa y con un Sí, grazzie, cuan-do le preguntas si todo va bien. Humildísi-mamente vestida, con pañuelo a la cabeza,lleva su escaso equipaje en una bolsa deplástico porque quizá una mochila sea unlujo para ella.

Más cerca del Papa

Nos acercamos a la basílica. Estamos tanapretujados que casi no podemos mover losbrazos. Por ello, avanzamos como un todo,quizá reflejando la unidad que representa-mos al tener un objetivo común. La emo-ción personal alcanza su máximo al llegaral umbral de la basílica. Sobre tu cabeza, elbalcón donde hace casi 26 años y medio oí-mos el Habemus Papam y vimos a Juan Pa-blo II por primera vez. Miras atrás, y ves lainmensidad de la Plaza de San Pedro y lamasa de gente que se pierde a lo largo de laVía della Conciliazione. Sientes que hasvencido, que has superado un reto, que hassido capaz. Cuando miras el reloj, te pre-guntas cómo ha sido posible. A pesar de lashoras transcurridas, no tienes prisa. No sabesque tardarás aún una hora en recorrer el in-terior de la basílica. Un padre despierta a suhijo de dos años para que viva el momento.

Finalmente, a la medianoche exacta, ya

no hay nada ni nadie que te separe del Papa.Solos él y tú. Solos entre la multitud. La ru-deza del policía vaticano, que te empuja sincontemplaciones y que contrasta con la ex-quisita paciencia de los funcionarios, sóloconsigue que te concentres más en el mo-mento. Al contemplar al Papa allí, inmóvil ensu catafalco, es cuando realmente te dascuenta de que ya no volverás a verle en es-te mundo, y es cuando percibes, con una in-tensidad mayor, el cariño y la admiraciónque sientes por él. Te das cuenta de lo muchoque ha hecho, de su sacrificio, de su esfuer-zo. Ha conseguido que sientas un sano or-gullo de ser católico, que no te avergüencesde tu fe, que no tengas miedo a manifestar-la. Sientes la tristeza de la separación. Quie-res acompañarle en esos momentos y rezar-le, darle las gracias y pedirle. No quieresmarcharte. Le miras, le absorbes con la mi-rada, como deseando grabar ese momentopara siempre en tu retina. Te apartas a una es-quina desde donde puedes verle y rezarlesin molestar a nadie.

Consigo permanecer en el interior de labasílica más de hora y media. Me consideroun afortunado. Tras la definitiva despedida,que no quieres que llegue, recorro las naveslaterales de la basílica hacia la salida. Losperegrinos están por doquier. Unos, rezandode rodillas, como un grupo de jóvenes sa-cerdotes o como un chico joven con pen-diente en la oreja que comenzó la cola a milado. Una monja mayor, sentada a los pies deun confesionario, comparte ese lugar conotras personas, que rezan emocionadas, co-mo muchas más, algunas de ellas con lágri-mas en los ojos. También hay gente que,vencida por el cansancio, se ha quedadodormida en los escalones de las diferentescapillas laterales o a los pies de los monu-mentos mortuorios de otros Papas que, sinduda, los acogen con cariño paternal.

Salgo a la Plaza. Son ya casi las dos de lamadrugada. Una noche fresca, pero despe-jada y tranquila. Sopla una suave brisa. Co-mo un bocadillo sentado en una silla queinesperadamente encuentro, mientras con-templo la majestuosa fachada de San Pedro.Después, recorro en sentido contrario la Víadella Conciliazione. Han cerrado las puertasde la basílica hasta las 5 de la mañana. Mu-chos peregrinos aprovechan para dormir esastres horas en sacos o cubiertos con mantas,unos al lado de otros, en los soportales o ba-jo el estrellado cielo. Otros sobrellevan laespera sentados sobre el pavimento. Unoscomen, otros dormitan, unos rezan, otroshablan, muchos meditan. Me siento con lamisión cumplida. Me siento afortunado. Si-go andando al hotel. En la Vía Vittorio Ema-nuele me cruzo, a las tres de la mañana, conun grupo de jóvenes peregrinos que cami-nan a buen ritmo tras una bandera, cantandoalegremente siguiendo los acordes de unaguitarra. No saben que hace cinco horas su-puestamente se han cerrado los accesos a lacola. Pero algo dentro de mí me dice que lesdejarán pasar.

Joaquín del Pino Calvo-Sotelo

El motivo

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Son indiscutibles la originalidad y lasaportaciones a la filosofía de Juan Pa-blo II, antes y después de ser Papa. Qui-

siera hacer notar en este escrito, y como tes-timonio de mi gratitud, al Sumo Pontíficedifunto, dos de ellas importantísimas. Se en-cuentran en su encíclica Fides et ratio y sonindependientes de toda hermenéutica de supensamiento. A pesar de ello, no han sidotodavía advertidas en la literatura filosófica.

En esta encíclica, Juan Pablo II defien-de el valor de la filosofía. Parte, para ello, dela situación de la filosofía en la vida huma-na. Filosofar sería una actividad natural delhombre. Juan Pablo II cita la afirmación deAristóteles: «Todos los hombres desean pornaturaleza saber», y define incluso al hom-bre como «aquel que busca la verdad».

Podría decirse que todo hombre, en cier-to sentido, es filósofo. Posee una concep-ción propia de la realidad, que de algún mo-do da respuesta a los grandes interrogantesde la existencia, y desde esta interpretaciónorienta su vida personal.

La filosofía, como saber científico, sim-plemente continúa estos conocimientos na-turales filosóficos del hombre corriente, lle-vándolos a una mayor perfección termino-lógica, conceptual y sistemática. La razón

del hombre, que pertenece a su naturaleza, leempuja al saber filosófico. El carácter na-tural de la filosofía explica el hecho, seña-lado igualmente en la encíclica, de que todopensar filosófico tenga un mismo punto departida extrínseco. «Es posible reconocer, apesar del cambio de los tiempos y de losprogresos del saber, un núcleo de conoci-mientos filosóficos cuya presencia es cons-tante en la historia del pensamiento».

Puede concluirse, finalmente, que «es-tos y otros temas indican que, prescindiendode las corrientes de pensamiento, existe unconjunto de conocimientos en los cuales esposible reconocer una especie de patrimonioespiritual de la Humanidad».

Debe reconocerse que, en nuestra épo-ca, algunos de estos contenidos nuclearesestán desfigurados o rehusados. De maneraque, en «este período de rápidos y comple-jos cambios, expone especialmente a lasnuevas generaciones, a las cuales pertenecey de las cuales depende el futuro, a la sen-sación de que se ven privadas de auténticospuntos de referencia. La exigencia de unabase sobre la cual construir la existencia per-sonal y social se siente de modo notable, so-bre todo, cuando se está obligado a consta-tar el carácter parcial de propuestas que ele-

van lo efímero al rango de valor, creandoilusiones sobre la posibilidad de alcanzar elverdadero sentido de la existencia. Sucede deese modo que muchos llevan una vida casihasta el límite de la ruina, sin saber bien loque les espera».

Confiesa Juan Pablo II que, precisamen-te «por eso, he sentido no sólo la exigencia,sino incluso el deber de intervenir en estetema, para que la Humanidad, en el umbraldel tercer milenio de la era cristiana, tomeconciencia cada vez más clara de los grandesrecursos que le han sido dados y se com-prometa con renovado ardor en llevar a ca-bo el plan de salvación en el cual está in-mersa su historia».

La Iglesia hace de buen samaritano, comoen otros ámbitos, con la filosofía. Deseaba elPapa, con esta encíclica, «devolver al hom-bre contemporáneo la auténtica confianzaen sus capacidades cognoscitivas, y ofrecera la filosofía un estímulo para que pueda re-cuperar y desarrollar su plena dignidad».

En esta encíclica, se defiende la metafí-sica. La razón, y más concretamente la fi-losofía, no deben renunciar a la metafísica.Existe una realidad metafísica, que está másallá, y es alcanzable de algún modo por elconocimiento humano. «Dondequiera queel hombre descubra una referencia a lo ab-soluto y a lo trascendente, se le abre un res-quicio de la dimensión metafísica de la rea-lidad: en la verdad, en la belleza, en los va-lores morales, en las demás personas, en elser mismo y en Dios».

La necesidad de que la filosofía se apoyeen la metafísica se advierte, por una parte,desde la teología: «Un pensamiento filosó-fico que rechazase cualquier apertura me-tafísica sería radicalmente inadecuado paradesempeñar un papel de mediación en lacomprensión de la Revelación. La palabra deDios se refiere continuamente a lo que su-pera la experiencia e incluso el pensamien-to del hombre; pero este misterio no podríaser revelado, ni la teología podría hacerlointeligible de modo alguno, si el conoci-miento humano estuviera rigurosamente li-mitado al mundo de la experiencia sensible.Por lo cual, la metafísica es una mediaciónprivilegiada en la búsqueda teológica». Porconsiguiente, «una teología sin un horizon-te metafísico no conseguiría ir más allá delanálisis de la experiencia religiosa, y no per-mitiría al intellectus fidei expresar con co-herencia el valor universal y trascendentede la verdad revelada».

Eudaldo Forment

Las aportaciones de Juan Pablo II a la Filosofía

No es extraño que se haya denominado a Juan Pablo II, sobre todo después de su muerte, el Grande. Se le puede aplicareste adjetivo no sólo por su increíble actividad, sino también por su pensamiento. En 1994, la revista Time, de Nueva York,

le eligió como hombre del año. Lo justificaba explicando, entre otras cosas, que «sus ideas son completamente diversas de las de la mayor parte de los mortales. Son más grandes». Entre estas ideas deben ser incluidas, sin duda, las filosóficas.

Ofrecemos a continuación un fragmento del texto que aparece publicado en el último número de la revista Arbil

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Czestochowa, martes, 3 de mayo de2005. Este martes, día de la fiesta dela Virgen Reina de Polonia, se leyó

en el santuario de Jasna Gora, en Czesto-chowa, la última carta escrita por Juan PabloII, el día antes de morir, según ha informadoRadio Vaticano.

La misiva del 1 de abril está dirigida alPrior General de los monjes de San PabloErmitaño, Izydor Matuszewski, del monas-terio de Jasna Gora, y llegó acompañada pordos coronas, regalo del Papa al icono de laVirgen Negra.

«Encomiendo nuestra Patria, toda la Igle-sia y a mí mismo a su protección maternal»,afirmaba el Papa en su misiva.

Y, al final, añadía: «Totus tuus!» (¡todo tu-yo!), el lema en latín con el que puso su pon-tificado en manos de María.

En la carta, el Papa Juan Pablo II recor-daba todo lo que Dios ha hecho en su granmisericordia por Polonia a través de la Vir-gen en los últimos 350 años, tras la victoriaen defensa del monasterio y de Polonia de lainvasión sueca.

«Que estos acontecimientos providen-ciales sean una llamada a la unidad en laconstrucción del bien común para el futurode Polonia y de todos los polacos», deseba elSanto Padre.

«Que sean un llamamiento a cuidar el te-soro de los valores eternos, de manera que elejercicio de la libertad lleve a la edificación,y no al derrumbe», añadía.

«Encomiendo a su maternal protecciónla Iglesia en tierra polaca, para que, a travésdel testimonio de santidad y de humildad,refuerce siempre la esperanza en un mundomejor, en los corazones de todos los cre-yentes», afirmaba.

Zenit

La última carta de Juan Pablo II, dirigida al santuario de Czestochowa

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Juan Pablo II✦Un Papa inolvidable✦

Hay un ángel de la guarda que habitaentre los palacios pontificios y quesuele esperarme, cuando llego al Va-

ticano, en el Portone di Bronzo. No diré có-mo es el ángel, por si acaso algún lector loreconociera y le interpelara con alguna cer-tera indicación. Sólo apunto que se las sabetodas, que ha vivido durante más de cin-cuenta Cónclaves y que gusta del humanis-mo renacentista y de las lenguas clásicas.El pasado domingo, enfadado porque hacíaya tiempo que no visitaba Roma, me quisoentretener, nada más saludarnos, recordán-dome lo que a san Ignacio de Loyola le pa-só cuando eligieron Papa a Pablo IV. Meinvitó, incluso, a que leyera a Nadal, y queno me olvidara de Polanco, el biógrafo delsanto de Loyola –no otro, por supuesto–, yque aprovechara para releer la autobiografíadel fundador de la Compañía de Jesús. «Pueshete aquí –me dijo– que, cuando san Ignaciose enteró de a quién habían elegido Papa losbuenos de los cardenales, comenzáronle atemblar los huesos. Y no le quedó más re-medio que irse a la capilla y pasar varias ho-ras en oración profunda, de la que salió conharta paz de espíritu y confianza en los de-signios de la divina Providencia». Éste esmi ángel, a quien yo creía conocer.

Sin embargo, mi ángel, bueno, nuestro án-gel, nada más llegar, me dio un susto, diría, demuerte. Estaba yo empeñado en ir directo avisitar a un amigo. AJuan Pablo II, que habíasido el párroco universal de mi corazón y miúnico Papa. Me advertía mi ángel, bueno,nuestro ángel, que las colas eran largas y quese acercaba la hora del cierre de las grutas va-ticanas. Por un oído me entraban sus reco-mendaciones y por otro me salían. Lo prime-ro es lo primero, y yo, con Juan Pablo II. Co-mo suele ocurrir cuando me pongo cabezón,no le cupo otro remedio que acompañarmehasta el pasillo que conduce a la tumba de losPapas. Era, sin duda, mi pequeño homenaje desincero agradecimiento. Cuando nos acercá-bamos a la primera estancia de enterramientos,se nos acercó, casi empujando, un señor nimuy joven, ni muy viejo, maduro, fuerte, conla tez curtida por el sol y la lluvia, un obrero.El pelo canoso y las ropas más corrientes queotra cosa nos hicieron sospechar que se tra-taba de un turista de entre unos cuantos demiles. Amedida que pasaban los minutos, miángel de la guarda se ponía más nervioso ca-da vez que el señor, que nos quería adelantar,se paraba para mirar detenidamente cada unade la tumbas de los sucesores de Pedro. Quémisterio, pensé.

En una de las clásicas avalanchas, unaseñora se tropezó con otra y estuvo a puntode caerse. Sólo cuando el señor que nosacompañaba agarró a la señora, me fijé ensus manos. Esas manos, esa fuerza con laque había agarrado a la señora, aunque pa-recía que le estuviera acariciando... Esasmanos… Daba la impresión de que estabanacostumbradas a retener al hombre para queno se precipite hacia el abismo de lo infe-rior, de la nada, para que no dilapide su másprecioso tesoro, su dignidad. Unos metrosmás adelante, pensé en fijarme en él con

más detalle, y, si cabe, con más disimulo.Me sorprendía que cuando pasábamos pordelante de la tumba de un Papa, a nuestroamigo le naciera un rictus de complicidad,una mueca de confianza, como si estuvieravisitando a su grupo de amigos, a los com-pañeros con quienes había pasado los me-jores y los perores momentos. Pero esas ma-nos, sus manos…, me recordaban, algo merecordaban, a alguien me recordaban. Nosé por qué se me venía a la mente lo que,hacía no mucho, había leído a Urs von Balt-hasar sobre una Iglesia que existe en la car-ne: «Ni la Iglesia en general, ni su direcciónson puro espíritu. El angelismo no ha lugaren la estructura de una Iglesia de la Encar-nación. Los miembros chocan violentamenteentre sí, su movilidad fatiga, y el hombre estan sensible al gusto de funcionar como alhastío y a la flojera provocados por las li-mitaciones de sus posibilidades y por el des-gaste del mecanismo».

Aquellas manos, esas manos... Había es-tado espiando sus gestos, siempre nobles,siempre aristocráticos, siempre circunscritosal límite de su discreción. Me faltaba su pa-labra. En lo que llevábamos de recorrido,no le había oído pronunciar una sola palabra.Su presencia parecía llenar los silencios, de-rrochaba una autoridad, un saber, que eradifícil de describir. Mientras, mi amigo elángel me susurró que tuviera cuidado porqueúltimamente están diciendo cosas muy rarasen el Vaticano. Dicen que si hay un hombreque aparece y desaparece, y que suele fre-cuentar las grutas de San Pedro. Y, además,que ese señor esconde más de lo que nuestra.

Seguimos caminando. Cuando pasamos porla tumba de Pablo VI, oí a nuestro hombresusurrar: «Amigo mío, amigo mío». Ya teníasus palabras, unas palabrasde Jesucristo. ¿Es posibleconocer la verdad de Jesússin la permanencia de suspalabras?

Llegamos a la tumba deJuan Pablo II cuando vique nuestro hombre, aquelen quien el ángel de laguarda del Vaticano noconfiaba, se quedaba quie-to, como espiando a loshombres agradecer a JuanPablo II su testimonio dela verdad del Evangelio.Cuando llevábamos un ra-to en oración, un escalo-frío me recorrió todo elcuerpo cuando me imagi-naba repitiendo las pala-bras de Cristo a san Pedro:«Tú eres Pedro». Enton-ces, miré a mi alrededor yya no estaba. Nos habíaacompañado a lo largo de la Historia, porcada uno de los Papas hasta llegar a JuanPablo II. Nos había dejado su palabra. Esen la Iglesia en donde Pedro dice y a Pedrose le escucha decir aquello de «Tú eres elCristo, el Hijo del Dios vivo». Allí, entrenosotros, había estado Pedro, el pescadorde Galilea…

José Francisco Serrano

Aquellas manos de pescador

Benedicto XVI reza ante la tumba

de Juan Pablo II

Miré a mi alrededory ya no estaba.Nos había dejado su palabra. Es en la Iglesia en donde Pedro dicey a Pedro se le escucha deciraquello de : «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

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