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El precipicio fiscal español. La economía española discurre por un escarpado desfiladero a cuyos lados se abren dos barrancos igualmente comprometidos. Aunque cupiera alguna evaluación acerca de la profundidad de uno en relación al otro, se trataría, en la travesía obligatoria, de un análisis banal. No cabe protegerse solamente de uno de los bordes ya que el opuesto reviste el mismo peligro extremo. Despeñarse desde una altura de 500 metros provoca el mismo efecto fatal que hacerlo desde la mitad de altura. Los dos barrancos aludidos se refieren respectivamente a los ámbitos financiero y real de nuestra economía. Ambos han presentado vulnerabilidades esenciales desde el despunte de la recesión y en ambos casos la solución dista un largo trecho de ser alcanzada. No obstante la fotografía puntual del momento arroja distinta luz y diverso diagnóstico sobre cada uno de los referidos flancos. El primero conjuga una serie de aspectos financieros como la evolución del déficit presupuestario y la progresión de la deuda soberana, interrelaci0nados con alguno estructural, en particular el referido al rescate y reflotamiento del sector bancario. Ambos contenían un mensaje común frente a terceros ya que los inversores institucionales achacaban en gran medida la posibilidad de impago exterior por parte del Reino de España a la fragilidad manifiesta de una buena parte del sistema financiero resumido a lo que se denominó el ‘bucle infernal’. El tesoro necesitaba fondos ingentes para proceder a la recapitalización de la banca, pero las sucesivas emisiones de deuda que aquel producía eran adquiridos casi en exclusiva por un sistema financiero, destinatario, a su vez, de los fondos levantados en el mercado. Como era predecible una incongruencia de estas características conducía inevitablemente al fracaso del modelo, y así fue como a mediados del año 2012 el acceso a los mercados por parte de la deuda soberana española sufrió un colapso situando al país al borde del impago, esto es, de la quiebra. La concesión por el ‘Mecanismo de estabilidad europeo’ de una línea de crédito de 100.000

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El precipicio fiscal español.

La economía española discurre por un escarpado desfiladero a cuyos lados se abren dos barrancos igualmente comprometidos. Aunque cupiera alguna evaluación acerca de la profundidad de uno en relación al otro, se trataría, en la travesía obligatoria, de un análisis banal. No cabe protegerse solamente de uno de los bordes ya que el opuesto reviste el mismo peligro extremo. Despeñarse desde una altura de 500 metros provoca el mismo efecto fatal que hacerlo desde la mitad de altura.

Los dos barrancos aludidos se refieren respectivamente a los ámbitos financiero y real de nuestra economía. Ambos han presentado vulnerabilidades esenciales desde el despunte de la recesión y en ambos casos la solución dista un largo trecho de ser alcanzada. No obstante la fotografía puntual del momento arroja distinta luz y diverso diagnóstico sobre cada uno de los referidos flancos.

El primero conjuga una serie de aspectos financieros como la evolución del déficit presupuestario y la progresión de la deuda soberana, interrelaci0nados con alguno estructural, en particular el referido al rescate y reflotamiento del sector bancario. Ambos contenían un mensaje común frente a terceros ya que los inversores institucionales achacaban en gran medida la posibilidad de impago exterior por parte del Reino de España a la fragilidad manifiesta de una buena parte del sistema financiero resumido a lo que se denominó el ‘bucle infernal’. El tesoro necesitaba fondos ingentes para proceder a la recapitalización de la banca, pero las sucesivas emisiones de deuda que aquel producía eran adquiridos casi en exclusiva por un sistema financiero, destinatario, a su vez, de los fondos levantados en el mercado. Como era predecible una incongruencia de estas características conducía inevitablemente al fracaso del modelo, y así fue como a mediados del año 2012 el acceso a los mercados por parte de la deuda soberana española sufrió un colapso situando al país al borde del impago, esto es, de la quiebra. La concesión por el ‘Mecanismo de estabilidad europeo’ de una línea de crédito de 100.000 millones de euros actuó de torniquete para frenar la sangría del enfermo. Las declaraciones de Draghi en doble instancia, asegurando liquidez a los mercados de bonos con la promesa de actuar ‘hasta donde fuese necesario’ para preservar el euro hicieron todo lo demás. Aun cuando las actuales recomendaciones del Banco de España en relación a dotaciones adicionales del sistema bancario, -Linde 1- afectarán duramente a las cuentas de resultados del sector en 2013, podemos pensar que el sistema está razonablemente estabilizado. La oleada de liquidez conjunta provista por el BCE, el Banco central de Japón y la FED norteamericana han supuesto un espaldarazo adicional para las primas de riesgo periféricas, incluida la española. Ante rentabilidades globales cercanas a cero, los inversores arriesgan en

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activos de mayor riesgo y rendimiento, lo que lleva a la caída de los tipos de interés de la deuda. Podemos concluir, siempre con la necesaria cautela, que uno de los flancos del desfiladero ha quedado protegido del abismo representado por el potencial cierre de España a la financiación exterior. Los conductos internacionales están despejados y tanto el sector público como el sector privado vuelven a financiarse a tipos de 2010.

Lamentablemente, y esta es la segunda cara del barranco, el sector real de la economía española vive una situación calamitosa sin síntomas verosímiles de reactivación. La EPA cifra en un 27% el número de desempleados, el PIB no acaba de alcanzar guarismos positivos y a pesar del terreno ganado en materia de competitividad, costes laborales unitarios, balanza por cuenta corriente e incluso balanza comercial, la sombra del pesimismo sigue envolviendo a la economía española.

Así las cosas, la moratoria alcanzada con Bruselas para ralentizar el ritmo de ajuste del déficit estructural –un 6,3 para 2013-, si bien no puede esconder las raíces últimas de la insostenibilidad de nuestro gasto público, ya que simplemente difiere nuestra falta de competitividad endógena con mayor volumen de deuda, nos confronta nuevamente a la eficacia de la políticas que siguen Madrid y Autonomías.

Si el mercado es cosa de oferentes y demandantes, la esperanza para nuestra maltrecha economía en cuanto al segundo componente solo descansa en el tirón de las exportaciones que no está en nuestra mano. Denuncia Rajoy y denuncia con acierto, que los países centrales de Europa sin problemas de déficit fiscal muestran su rostro más insolidario al no estimular internamente su demanda para apoyar con ello a sus socios periféricos. Fuera de este capítulo no hay opción con la demanda interna, si la cota del 6,3 de déficit se acepta como infranqueable. Cabría activar programas de gasto de un determinado importe financiados por una cifra equivalente de impuestos. Aunque la medida estimularía el crecimiento y el empleo, no es seguro, a los niveles actuales, que incrementos de tipos impositivos se traduzcan en aumentos de recaudación, según establece la llamada ‘curva de Laffer’ y además las administraciones competentes se guardarán de acometer una acción de estas características dada la crispación existente entre la clase asalariada sobre la que recae invariablemente el peso de los nuevos sacrificios fiscales. Rebajar en la hora actual los impuestos como propugnan determinados sectores de opinión, implicaría reducir el gasto público en cuantía equivalente, lo que acarrea, a pesar de preservar el nivel del déficit presupuestario un recorte adicional del PIB y más paro. En la actual coyuntura el presunto estímulo del consumo derivado de la rebaja de impuestos sería muy escaso y se desviaría hacia el ahorro en previsión de un futuro incierto y problemático.

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Repasado el flanco de la demanda no nos queda sino volver a incidir en las ineludibles acciones sobre la oferta, las llamadas reformas estructurales. El ajuste de la oferta de hoy es el lanzamiento de la producción del mañana. No hay lugar para una cita detallada de las incompletas reformas en curso y de las muchas pendientes. Las primeras se incluyen en el ‘Programa nacional de reformas’ del ejecutivo central actualizado el 26 de abril pasado. Un documento recomendable con 25 ambiciosas propuestas fue presentado no hace mucho por Fedea (http://reformasestructurales.es ). Pero el común denominador de todas ellas es el ajuste de la flexibilidad y competitividad española a los estándares de nuestros competidores europeos y globales. A partir de ese filtro procede observar absolutamente todo: el marco laboral, el mercado del alquiler, los sistemas de pensiones, la estructura de la administración, la educación, la sanidad y la unidad de mercado, la energía, las regulaciones profesionales, los mercados de bienes y un largo etcétera adicional.

Y sacar conclusiones para la acción.