151925333 El Misterio Del Hijo de Dios

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COHG. PARA LA DOCTRIHAI* LA FE EL MISTERIO DEL HIJO DE DIOS Declaración yComentarios Card. ]o$eph Ratzinger IGalot, II. Betti y Ch. Boger LA COHCIEHCIA QUE 1ESIÍS TENÍA DE SÍ MISMO  Y DE SUMISIÓM CRIST O PRESENTE EN LA IGLESIA 

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histroia y dewcripciones

Transcript of 151925333 El Misterio Del Hijo de Dios

  • COHG. PARA LA DOCTRIHAI* LA FE

    EL MISTERIO DEL

    HIJO DE DIOSDeclaracin y Comentarios Card. ]o$eph RatzingerIGalot, II. Betti y Ch. Boger

    LA COHCIEHCIA QUE 1ESIS TENA DE S MISMO

    Y DE SU MISIM

    CRISTO PRESENTE EN LA IGLESIA

    LIBROSPalabra

  • La versin original de este libro apareci con el ttulo:

    MYSTERIUM FILII DEI, en Librera Editrice Vaticana, Roma, 1989

    1992 by L ibrera Editrice Vaticana - Citt del Vaticano O 1992 de la presente edicin

    by Ediciones Palabra, S. A.P. de la Castellana, 210 - 28046 Madrid

    Traduccin:Juan Jos Espinosa

    Produccin: Francisco Fernndez Con licencia eclesistica

    Printed in Spain ISBN: 84-7118-871-6

    Depsito legal: M. 20.402-1993Pedidos a su librera editorial

    o a Ediciones Palabra, S. A.Anzos, S. L. - Fuenlabrada (Madrid)

  • Card. Joseph RatzingerJGalot, . Betti y Ch. BoyerCOHG. MRA LA DOCTRINA DE LA FE

    EL MISTERIO DEL

    HIJO DE caosDeclaracin g Comentarios

    LA CQNCIEHCIA QUE JESS TEHA DE S MISMOY DE Sil MIS1

    CRISTO PRESENTE EH LA IGLESIA

    PRLOGO:

    M ons. A n to n io Ca izares

    Segunda edicin

    LIBROSPalabra

  • NOTA A LA EDICIN ESPAOLA

    Una cuestin radical que se nos plantea hoy a los cristianos es responder a la pregunta: Por qu Jess es la verdad definitiva del hombre y de la historia? Esta cuestin, como dice el Cardenal Ratzinger, es decisiva.

    Para afirmar con la seguridad de Pedro que Jess es el Hijo de Dios (cfr Mt 16, 16), es necesaria, por encima de las opiniones de los hombres acerca de l, la ayuda de la gracia: as confesaremos, con la Iglesia, que Jesucristo, en su verdad ms ntima, es el Mesas, el Hijo de Dios vivo.

    El 21 de febrero de 1972, el Papa Pablo VI firmaba y mandaba publicar a la Congregacin para la Doctrina de la Fe, a cuyo frente estaba entonces el Cardenal Seper, la Declaracin sobre el misterio del Hijo de Dios, Mysterium Filii Dei, con la finalidad expresa de salvaguardar los misterios de la Encarnacin y la Santsima Trinidad. Se trata de una exposicin relativamente breve, en la que se precisan los trminos dentro de los cuales debe moverse el estudioso de cristologa que quiera mantenerse fiel a la fe de la Iglesia.

    Recientemente la Congregacin para la Doctrina de la Fe, bajo la direccin del Cardenal Joseph Ratzinger, ha decidido iniciar la publicacin de Instrucciones, Declaraciones y Cartas de mayor inters, emanadas de ese Dicas- terio acompaadas de comentarios teolgicos que contribuyan a resaltar el sentido de tales documentos. As ha

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  • NOTA A LA EDICIN ESPAOLAnacido la coleccin Documenti e Studi editada por la Librera Editrice Vaticana, y con la que Ediciones Palabra ha llegado a un acuerdo para editar en lengua castellana los ttulos que hasta ahora han aparecido. Por tanto, el lector encontrar en este volumen la Declaracin sobre el misterio del Hijo de Dios, la importante introduccin del Cardenal Ratzinger, y los comentarios de tres telogos, Ch. Boyer, U. Betti y J. Galot. Pero, adems, los editores hemos decidido introducir, con la autorizacin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe otros dos documentos sobre Jesucristo de gran inters.

    Uno de ellos es el texto de la Comisin Teolgica Internacional que se titula La conciencia que Jess tena de s mismo y de su misin, aprobado en 1985; trabajo preciso, riguroso y fundado en abundantes textos de la Sagrada Escritura, que recoge buena parte de las investigaciones del documento de la Pontificia Comisin Bblica del ao anterior, Biblia y Cristologa.

    El otro documento que publicamos es la nota que han redactado los Obispos espaoles de la Comisin para la Doctrina de la Fe, el 20 de febrero de 1992, que se titula Cristo presente en la Iglesia, sobre algunas cuestiones cris- tolgicas y sus implicaciones eclesiolgicas. Es un punto doctrinal de enormes consecuencias pastorales, y de una actualidad evidente.

    Est, pues, el lector ante un libro extraordinariamente til para profundizar en el conocimiento de la identidad de Jesucristo, en el que se han aunado esfuerzos de Pastores y de telogos. El mismo Jess, que nace en Beln de la Virgen Mara, es el que se autodefine en el Apocalipsis as: Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Seor Dios, aquel que es y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso (Apc 1, 8); es nuestro hermano pero es el Hijo de Dios.

    Slo reconociendo que Jess, verdadero hombre, es

  • NOTA A LA EDICIN ESPAOLAel Hijo de Dios, descubriremos plenamente el misterio del amor de Dios hacia nosotros, y nos sentiremos invitados a contemplar conmovidos y admirados hasta el ms pequeo gesto de ese Jess que naci, vivi, muri, resucit y ascendi a los cielos..., por nosotros y por nuestra salvacin.

    Juan Jos Espinosa

  • PRLOGO

    Anunciar a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo y Redentor de todos los hombres, y hacer posible el encuentro salvador con El, es el primer servicio de la Iglesia a los hombres de todos los tiempos. En esta hora en que somos llamados y urgidos a una nueva evangelizacin y ante la publicacin del Catecismo de la Iglesia Catlica, de Juan Pablo II, este anuncio del misterio ntegro de Jesucristo cobra una especial fuerza y actualidad.

    La publicacin en lengua espaola, en estos momentos, de la Declaracin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe Mysterium Filii Dei de 1972, constituye un gran servicio en orden precisamente a llevar a cabo la evangelizacin de nuestro mundo y emprender un camino largo y hondo de catequizacin de los fieles cristianos que es fortalezca y fundamente en la fe de la Iglesia y les haga capaces de proclamarla con obras y palabras.

    Esta Declaracin nos sita ante el ncleo de nuestra fe: la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, verdadero Dios y verdadero hombre, y sola persona en dos naturalezas; que subsiste desde la eternidad, en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espritu Santo. E inseparablemente, la fe en la Santsima Trinidad, en cuyo nombre hemos sido bautizados.

    No hay Iglesia sin la fe en estos santos misterios; no hay salvacin para el hombre sin la realidad de estos mis

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  • PRLOGOterios. Sin la profesin de fe en Jesucristo el Hijo de Dios venido en carne, y sin la confesin en el Padre, en el Hijo y en el Espritu Santo, el cristianismo se convierte en una religin ms, en una tica, en un conjunto de ideas e ideales, en un sistema de vida y de pensamiento. Pero dejara de ser acontecimiento de gracia y salvacin, presencia de la redencin de Dios en favor de todos los hombres.

    Como seala la Declaracin, la verdad intacta de estos misterios es de suma importancia para toda la Revelacin de Cristo, porque hasta tal punto forman parte de su ncleo, que, si se alteran, queda falsificado tambin el restante tesoro de la fe. La verdad de estos mismos misterios no es menos importante para la vida cristiana, bien porque nada manifiesta mejor la caridad de Dios, de la que la vida del cristiano debe ser una respuesta como la Encarnacin del Hijo de Dios Redentor nuestro, bien porque los hombres por medio de Cristo, Verbo hecho carne, han accedido al Padre en el Espritu Santo y se han hecho partcipes de su naturaleza divina (n. 6).

    No hay evangelizacin verdadera que conduzca a la conversin y a la participacin en la obra salvadora de Jesucristo, sin el anuncio ntegro del Evangelio que es Jesucristo, en la unidad de su Persona y de su misterio. Como nos recuerda el Papa Juan Pablo II, en Redempto- ris missio, es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separacin entre el Verbo y Jesucristo... La Iglesia conoce y confiesa a Jess como el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16, 16). Cristo no es sino Jess de Nazaret, y ste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvacin de todos... Si, pues es lcito y til considerar los diversos aspectos del misterio de Cristo, no se debe perder nunca de vista su unidad (RM, 6). Suprimir o desfigurar esta unidad nos conduce a la abstraccin sin incidencia en la historia de la fe cristiana, o nos precipita en el mito, en la ideologa, en cualquier forma de docetismo, o en las dis12

  • PRLOGOtintas y abundantes formas de gnosticismo de los tiempos modernos. Pero entonces, qu sentido tendra todo?

    Y Jesucristo nos lleva a Dios, su Padre, quien enviando a su Hijo Unignito ha salvado a los hombres por su encarnacin, muerte y resurreccin y nos ha hecho partcipes de su salvacin y revelacin por el Espritu Santo, Seor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo. Jesucristo y su salvacin, nica y universal, son inseparables del Padre y del Espritu Santo. sta es nuestra fe; sta es la fe de la Iglesia. Esta es la comunin en la fe de la Iglesia que nos salva.

    Mantener, hacer posible y exigir la unidad en la profesin de fe, conservar puro e ntegro el depsito de la fe en comunin con el sucesor de Pedro, anunciar ntegra y constantemente el Evangelio de Jesucristo es un deber de los pastores y un derecho de los fieles y de todo el pueblo de Dios, que ha de conservar, practicar y profesar la fe transmitida que hemos recibido de los Apstoles.

    Por todo ello, me congratulo de la publicacin de esta Declaracin particularmente actual, a pesar de sus veinte aos. Sin duda, esta publicacin ha de contribuir a clarificar y avivar la fe en Jesucristo, la fe en Dios Padre, Hijo, y Espritu Santo, la fe en la Iglesia de la Santsima Trinidad y la vida cristiana, que es una vida bautismal en el Padre, en el Hijo y en Espritu Santo. Unicamente en la certeza gozosa de esta fe podr fundamentarse la nueva evangelizacin y la obra de renovacin de nuestra humanidad que comporta el anuncio, en obras y palabras, del Evangelio de Jesucristo, Redentor de todo el hombre y de todos los hombres.

    4~l L' ,

    f A ntonio C aizares

    Obispo de Avila Navidad, 1992

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  • '

  • INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILII DEI

    El Documento promulgado por la Congregacin para la Doctrina de la Fe Declaracin para la salvaguardia de la fe en los misterios de la Encarnacin y de la Trinidad de algunos errores recientes (21 de febrero de 1972) merece ser todava hoy considerado con la mxima atencin, tanto por los contenidos doctrinales que quiere reafirmar, como por los enunciados que condena relacionados con algunos modos errneos de exponer las principales verdades de la fe.

    El objeto de esta nota introductoria es, en primer lugar, situar la intervencin magisterial en el contexto del debate teolgico de aquel perodo, subrayar, a continuacin, los aspectos ms destacados del Documento, y, finalmente, mostrar su importancia y su actualidad doctrinal en las circunstancias de hoy, despus de los aos transcurridos desde su publicacin, y a la luz de la evolucin reciente de la reflexin cristolgica.

    1. El contexto de la DeclaracinLa figura y la obra de Jesucristo, y su relacin con el

    misterio de Dios, tienen una centralidad objetiva y fundamental, y poseen una riqueza inagotable para la fe cristiana y para la reflexin teolgica de cualquier poca.

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  • CARD. JOSEPH RATZINGEREn los aos siguientes al Concilio Vaticano II, la dis

    cusin sobre el planteamiento, las perspectivas y contenidos de la reflexin istolgica, alcanz un protagonismo y un desarrollo notable, hasta el punto de llegar a ser uno de los ms atractivos del debate y de la produccin teolgica.

    Las razones principales de este inters renovado por el estudio de la cristologia pueden resumirse fundamentalmente en las siguientes: por un lado, se quera superar el planteamiento de la cristologia de los manuales de texto, y, por otro, se pretenda exponer la doctrina de fe en el marco de las nuevas teoras hermenuticas sobre la reinterpretacin del dogma, y en el contexto del pensamiento moderno caracterizado por la impronta antropolgica y por su atencin a la historia.

    En relacin con el primer aspecto, el redescubrimiento de la centralidad de la dimensin histrico-salvfica de la Revelacin implicaba la adquisicin cada vez ms clara de que, en el discurso cristolgico, la prioridad corresponde a la salvacin lograda por Cristo en la totalidad de su actuacin histrica que culmina en la Pascua. Como consecuencia lgica, entraba en crisis la organizacin del tratado cristolgico de los manuales, que estaba articulado, ms all de las diferencias entre los autores, en dos partes expresamente distintas: la cristologia propiamente dicha, que estudiaba la constitucin ontolgica de la persona de Cristo, y la soteriologia que consideraba la accin redentora de Cristo y de su muerte salvifica.

    En general, la recuperacin y la afirmacin de la centralidad de la soteriologia se conjugaba con la atencin a la perspectiva bblica, considerada fundamental para la reflexin sobre el misterio de Cristo. En este contexto, el punto de partida y de referencia de la cristologia ya no era genricamente el misterio del hombre-Dios, ni su estructura ontolgicamente tendrica, sino la figura con16

  • creta de Jess de Nazaret, en la concrecin de su actuacin histrica y de su obra salvifica.

    Si sobre tal perspectiva se alcanzaba todava un consenso comn, no se puede decir lo mismo a propsito de la comprensin del ser profundo de Jess de Nazaret, de su origen y constitucin ontolgica. Algunas tendencias de la teologia apelaban al dato histrico-salvifico y a la concepcin soteriolgica de la figura y las acciones de Jess para negar o reducir la afirmacin dogmtica de la Iglesia establecida formalmente en los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381) sobre la preexistencia del Logos, consubstancial al Padre, y en el Concilio de Calcedonia (451) sobre la unicidad de la Persona divina de Cristo y la dualidad de naturalezas, humana y divina, unidas sin confusin y sin divisin.

    En otros trminos, el subrayar el aspecto histrico salvifico ha conducido al pensamiento de algunos telogos no a la integracin de la dimensin soteriolgica de Cristo con la ontologia, sino al extraamiento de estas dos dimensiones y, en casos lmite, a la prdida de relieve de la segunda respecto de la primera.

    Esta operacin teolgica se ha cumplido tambin en la perspectiva de la llamada reinterpretacin del dogma. Basndose en lo que sostiene la Gaudium et spes: Una cosa es el depsito, o las verdades de la fe, y otra es el modo de formularlas, conservando el mismo contenido (GS, n. 62), algunos han considerado que podan separar el contenido de una doctrina de fe y la envoltura conceptual o la formulacin nocional, concluyendo que la formulacin es siempre histrica, contingente y variable, mientras solamente el contenido debe considerarse permanente. En la misma lnea de pensamiento se ha introducido el principio de interpretar el contenido de la verdad no como un elemento doctrinal, intelectualmente cognoscible, sino como algo indefinible por la mente hu

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILII DEI

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  • mana, siempre ms all de cuanto la inteligencia creyente pueda alcanzar y comunicar de modo determinado, aun cuando con limitaciones.

    Al aplicar estos criterios epistemolgicos a la interpretacin de los dogmas, algunos han considerado que las nociones de persona, de naturaleza, de preexistencia, eran un esquema o modelo conceptual de la cultura helnica y de la metafsica clsica, y, en consecuencia, la teologa debera reformular y reinterpretar el dogma, en las categoras de la cultura moderna, marcada por la visin antropocntrica e histrica de la realidad.

    A esta exigencia de carcter metodolgico y herme- nutico, se aada la intencin precisa de recuperar en plenitud la humanidad de Cristo, al afirmar que Jess es una persona humana, y, sobre la base de la concepcin moderna de la persona, propia de la fenomenologa y la psicologa, reducir la personalidad divina de Cristo a la autoconciencia y autopresencia que Jess posea de la experiencia de Dios.

    As se problematizaba aquello que en el pensamiento cristiano tradicional constitua el punto de partida, es decir, la existencia del Verbo eterno, verdaderamente Dios como el Padre, que asume la naturaleza humana en la unin hiposttica. Vale la pena subrayar que en tales concepciones, se supone saber qu es el hombre y qu significa persona humana, antes todava de hablar de Cristo, y sobre este presupuesto antropolgico, se procede a la lectura del misterio de Cristo. Aparentemente, por tanto, se toma como punto de partida la consideracin bblica e histrica del Jess terreno; pero, en realidad, el principio que gua toda la reflexin es una previa y predeterminada autocomprensin del hombre, que se aplica a la humanidad de Jess, para concluir que no se podr decir nada sobre su divinidad que no sea comprensible en este horizonte de pensamiento.

    CARD. JOSEPH RATZINGER

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  • La intervencin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe se sita en este contexto problemtico, donde el intento de traducir el dato revelado en un lenguaje ms acorde con la mentalidad del hombre contemporneo y la exigencia de una mayor fidelidad a la perspectiva bblica, son concomitantes con la dificultad y el rechazo a emplear las nociones de persona divina o hipstasis, de naturaleza, de preexistencia eterna del Verbo, tam bin y sobre todo a causa de la influencia de varias escuelas filosficas que se inspiran en las corrientes de la fenomenologa, del existencialismo, de la hermenutica y del estructuralismo.

    La Declaracin no tiene la ambicin de resolver todos los problemas planteados por las nuevas opiniones teolgicas, pero pretende precisar y recordar los puntos irrevocables de la profesin de fe cristolgica de la Iglesia.

    2. Contenidos esenciales de la DeclaracinLa Declaracin, despus de una breve alusin a la fe

    comn de la Iglesia expresada en el Smbolo Constanti- nopolitano (DS, 150) y en el Concilio de Calcedonia (DS, 302), y reafirmada en el Lateranense IV (DS, 800), en relacin con el misterio del origen eterno del Hijo de Dios y de las dos naturalezas, humana y divina, unidas en la nica Persona del Verbo encarnado, procede puntualizando los errores que deben evitarse. Claramente se oponen a la fe cristiana las opiniones que sostienen las tesis siguientes:

    1. No sera revelado y conocido que el Hijo de Dios subsiste desde la eternidad en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espritu Santo (n. 3).

    2. Debera abandonarse la nocin de la nica

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  • CARD. JOSEPH RATZINGER

    persona de Jesucristo, nacida antes de todos los siglos del Padre, segn la naturaleza divina, y en el tiempo de Mara Virgen, segn la naturaleza humana (n. 3).

    3. La humanidad de Jesucristo existira, no como asumida en la persona eterna del Hijo de Dios, sino, ms bien, en s misma como persona humana y, en consecuencia, el misterio de Jesucristo consistira en el hecho de que Dios, al revelarse, estara de un modo sumo presente en la persona humana de Jess (n. 3).

    4. Los que piensan de semejantes modos sigue precisando el Documento permanecen alejados de la verdadera fe en Jesucristo, incluso cuando afirman que la presencia nica de Dios en Jesucristo hace que l sea la expresin suprema y definitiva de la Revelacin divina; y no recobran la verdadera fe en la unidad de Cristo, cuando afirman que Jess puede ser llamado Dios por el hecho de que, en la que dicen su persona humana, Dios est sumamente presente (n. 3).

    5. Adems de los enunciados errneos acerca de la Encarnacin, el pronunciamiento magisterial enfoca tambin los errores referentes a la Trinidad y en particular al Espritu Santo: el error consiste en el hecho que la Revelacin nos dejara inciertos sobre la eternidad de la Trinidad y, particularmente, sobre la eterna existencia del Espritu Santo como persona distinta de Dios, del Padre y del Hijo (n. 5).

    La Declaracin reconoce como indudablemente positiva la preocupacin de fondo que consiste en tener en cuenta los nuevos modos de pensar de los hombres (n. 6) y en el deseo de explicar de manera cada vez ms ade20

  • cuada los mencionados misterios. Pero el esfuerzo de profundizar en el dato revelado mediante la contemplacin de la fe y la investigacin teolgica no debe alterar la verdad de fe. Esta verdad, observa tambin el documento, debe permanecer incorrupta no slo porque la fe es inteligencia adecuada y obediente a la verdad de la Revelacin, y a su ncleo, constituido por la Encarnacin y por la Trinidad, sino tambin porque la doctrina de fe es esencial para la misma vida cristiana. En efecto afirma que nada manifiesta mejor la caridad de Dios, de la que toda la vida del cristiano debe ser una respuesta, que la Encarnacin del Hijo de Dios Redentor nuestro, y que los hombres por medio de Cristo, Verbo hecho carne, han accedido al Padre en el Espritu Santo y se han hecho partcipes de la naturaleza divina (n. 6).

    En la profesin de fe se nota una conexin intrnseca entre la exigencia de ortodoxia, que debe iluminar la vida de los creyentes, y la exigencia de la vida vivida de modo coherente con la verdad de Dios, que se revela para la Redencin del hombre.

    Est claro que la Declaracin es consciente de que las frmulas dogmticas de los Concilios no agotan la comprensin y presentacin del profundo misterio de Cristo. De ah la exhortacin a los telogos para profundizar e ilustrar tambin nuevos aspectos del dato revelado, que no han alcanzado plenamente una reflexin consciente y una elaboracin intelectual. Lo que se quiere reafirmar es que la enseanza cristolgica de la Iglesia, fijada especialmente en Nicea y Calcedonia, conserva un valor definitivo e irrenunciable.

    Por lo dems, es propio de la comprensin catlica del dogma pensar que los enunciados dogmticos no son obstculos para la investigacin teolgica, sino que, adems de tener la finalidad de garantizar el derecho de los fieles a conocer la verdad revelada, constituyen un estmulo y

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILIIDEI

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  • CARD. JOSEPH RATZINGER

    una apertura para la inteligencia teolgica que orienta la investigacin en la direccin de la Verdad, evitando la cada en la parcialidad del error y en la reduccin unilateral del misterio revelado.

    3. Actualidad de la DeclaracinSin la pretensin de repasar todo el camino de la dis

    cusin istolgica en los aos ms recientes, que ha visto, entre otras cosas, comprometidos en primera persona a todos los telogos ms significativos de nuestro tiempo, nos limitaremos a mostrar la incidencia doctrinal de la Declaracin y su valor para la vida y el pensamiento de los creyentes.

    Resultara superfluo sealar que la presentacin de los motivos de actualidad de la intervencin magisterial no significa sostener que el Documento cubre el arco completo de la problemtica cristolgica actual. A este propsito, es obligado sealar los trabajos de la Comisin Teolgica Internacional, que en los aos sucesivos a la promulgacin de la Declaracin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe ha elaborado tres documentos que, dentro del marco doctrinal trazado por el dogma, se caracterizan por la organicidad y la profundizacin de algunos aspectos y problemas particularmente importantes y actuales. Nos referimos a los estudios de la Comisin Teolgica Internacional sobre Algunas cuestiones referentes a la cristologia (1979); Teologa, cristologia, antropologa (1981); y La conciencia que Jess tena de s mismo y de su misin (1985). Estas contribuciones estn en la lnea de la explicitacin y de la penetracin cada vez mayor del misterio de Cristo y de Dios, y significan un progreso indudable en la inteligencia teolgica. Igualmente valioso es el documento de la Pontifica Comisin B22

  • blica, Biblia y cristologa, (Miln, 1987), en el que se recogen los resultados ms cualificados de la investigacin bblica sobre cuestiones actuales de la cristologa, y, desde el ngulo de la exgesis y la teologa bblica, se ofrece una ayuda valiosa para la reflexin teolgica sistemtica, para la predicacin y para la catequesis.El objeto de las consideraciones siguientes es, en cambio, el de definir algunas lneas tendenciales todava presentes, que, por su reduccin y unilateralidad, manifiestan objetivamente el carcter siempre actual de la enseanza y de las advertencias doctrinales de la Declaracin para la salvaguardia de la fe en los misterios de la Encarnacin y de la Trinidad.

    1. Los datos problemticos actualesle Una primera lnea tendencial de la reflexin teol

    gica se mueve en la direccin de reducir la teologa a cristologa.

    La investigacin contempornea, tomando como punto de partida la vida histrica del Jess terreno y considerndola desde el punto de vista del mtodo crtico, mantiene poder concluir que la idea de la preexistencia del Verbo de Dios desde la eternidad y la distincin de las tres personas divinas en una nica esencia o naturaleza perfecta, son el fruto de una reflexin especulativa o mtica. En estas teoras, el dogma de Nicea y del Smbolo Constantinopolitano se evapora, y la originalidad de Jesucristo se explica sobre todo en el sentido de que l conservara una trascendencia respecto al mundo y a la historia, gracias a una particularsima experiencia de la presencia de Dios en l.

    De manera que se asiste a una separacin entre el discurso cristolgico y el discurso trinitario, y el misterio de Jess no se encuentra injertado en la estructura real de

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FlU ID El

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  • CARD. JOSEPH RATZINGERla Trinidad. En consecuencia, se desmorona tambin la finalidad de la salvacin cristiana, que ya no es, en este horizonte de pensamiento, la participacin del hombre en la vida trinitaria y el conocimiento-comunin del Padre, del Hijo y del Espritu Santo.

    2e Una segunda lnea tendencial se mueve en la direccin de reducir la cristologa a antropologa.

    El presupuesto de esta posicin es la introduccin en la teologa de un nuevo principio de comprensin, el principio antropolgico. Aplicado a la interpretacin del misterio salvfico, este principio acta en el sentido de que se considera como fin preferente de la Redencin la plena humanizacin del hombre, y no su divinizacin, es decir su participacin por la gracia en la vida divina. En esta lnea evolutiva, la crisis de la visin metafsica de la realidad, ya actual en la filosofa, ha alcanzado tambin el centro de la teologa. En el momento en que se niega la posibilidad misma de la metafsica, entendida como saber cierto sobre el ser, o sea sobre las verdades ntimas y sobre el fundamento de la realidad, la actividad de la razn queda achatada al plano de los conocimientos particulares o parciales y al plano de una praxis absolutizada. Como consecuencia, las teologas que se apoyan en un pensamiento o en una cultura antimetafsica, frecuentemente se presentan como doctrinas para las cuales la verdad tiene el riesgo de ser, o de llegar a ser, slo una simple funcin del objetivo al que se mira o del fin al que se tiende.

    El problema crucial que de ello se deriva es el de la relacin entre la llamada cristologa ontolgica y la cristologa funcional. La primera sera el resultado de una traduccin contingente del mensaje cristiano a las categoras de la cultura metafsica helnica; la segunda, en cambio se interpretara como autnticamente bblica.24

  • 3e El tercer ncleo de problemas concierne a las dificultades de comprender el dogma de Calcedonia y, en particular, de acceder al sentido clsico de las nociones de naturaleza y persona. Estos trminos se utilizan todava en el lenguaje corriente, pero las realidades a las que se refieren son designadas con conceptos diferentes segn las diversas escuelas filosficas. Para muchos, naturaleza humana no indica una esencia inmutable y comn a todos los hombres, sino una complejidad de fenmenos reconducibles a un esquema general. La nocin de persona es definida ms en trminos psicolgicos o fenome- nolgicos, olvidando el aspecto propiamente ontolgico.

    Adems, la exigencia de afirmar la plena humanidad de Cristo conduce a reconocer en El una persona hum ana y a interpretar todos los dems enunciados del misterio del Verbo hecho hombre de tal modo que no comprometa el dato fundamental de la verdadera personalidad humana de Jess.

    El resultado al menos tendencial de esta reinterpretacin de la figura de Cristo es subrayar de tal manera la humanidad de Jess que se hace del Salvador solamente el hombre ms perfecto.

    As pues, la dificultad de orden doctrinal que surge de este planteamiento terico se puede expresar as: Si Jess no es Persona divina, cmo se podr precisar la identidad singular de Jesucristo respecto a la de cualquier hombre que no es Jess? cul es el proprium de Jesucristo respecto a la estructura de lo humano en general?

    Parece que se puede decir que los tres grupos de problemas indicados la tendencia reductiva del discurso teolgico a un discurso exclusivamente cristolgico, el deslizamiento de la cristologia a la antropologa, y la pro- blematizacin de la confesin de fe calcedoniense conducen y confluyen en plantear la cuestin radical, que no

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILII DEI

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  • CARD. JOSEPH RATZINGERse puede postergar ms: es decir, se trata de saber si Jesucristo es solamente el punto ideal del encuentro del hombre con Dios, o si, en cambio, Jesucristo es el determinante de la historia, en el sentido de que la historia y la experiencia humana est marcada, predeterminada, por Jesucristo. Y, adems, no se trata slo de reconocer el carcter absoluto y trascendental de Dios, ni de una estructura metafsica humano-divina, sino de ese existente concreto que es Jess de Nazaret. El carcter paradjico de la fe cristiana y de la confesin de fe cris- tolgica consiste propiamente en el reconocimiento de que la personalidad de Jess de Nazaret es absolutamente singular respecto a la de cualquier otro hombre, y que, al mismo tiempo, esta singularidad y unicidad irrepetible es propia de un ser histrico, contingente, particular. Aun sin excluir otros niveles de aproximacin a la comprensin del misterio de Cristo, parece evidente que los trminos fundamentales de la cuestin cristolgica radical son hoy los de salvaguardar, justificar, y razonar el carcter realmente histrico y particular del acontecimiento y de la persona de Jesucristo, y, al mismo tiempo, el carcter insuperable de la historia concreta de Jess de Nazaret respecto a la historia y a la experiencia de los hombres.

    2. Lneas directrices de la Declaracin en el contexto dela problemtica actualComo es sabido no es tarea del Magisterio al menos

    directamente proponer una sistematizacin orgnica de las verdades de la fe ni ilustrar de modo argumentado las razones de orden histrico y lgico para sostener y justificar crticamente las doctrinas de fe. Esto es tarea propiamente de la teologa. El Magisterio ejerce, en cambio, la funcin de salvaguardar la identidad propia de la26

  • fe cristiana. Dicho esto, es importante adems destacar que las lneas directrices y el discernimiento doctrinal reafirmado por la Declaracin magisterial, no solamente hace imposible volver a los modelos adopcionistas, mo- nofisistas, nestorianos y arranos, ya condenados en el pasado, sino que orientan a pensar rectamente acerca de la unidad singular de Jesucristo, que la fe cristiana debe confesar como la verdad definitiva de la historia, de acuerdo con la visin bblico-cristiana de Dios. El documento en este sentido ofrece una base y una referencia doctrinal muy estimulante para la reflexin teolgica actual, empeada en clarificar la situacin nica de la realidad de Jess en relacin con la historia.

    Reexaminemos ahora ordenadamente las tres tendencias antes expuestas, a la luz del pronunciamiento magisterial que estamos comentando.

    1. Frente a la tendencia a reducir la teologa a la cristologa, la Declaracin reafirma la doctrina de la preexistencia de Hijo eterno. De este modo se evita considerar a Jesucristo como la simple dilatacin mxima del espritu religioso humano, o bien como el mero smbolo de la tensin del hombre hacia el Absoluto. Profesar la consustancialidad y la preexistencia eterna del Verbo, equivale a reconocer a Jesucristo como aquel en el que se encuentra la sustancia, la esencia de Dios mismo. Esto lleva consigo que la realidad y la intimidad profunda de Dios, se revela precisamente en Jess, en cuanto l es el Hijo del Padre.

    El enunciado sobre la preexistencia del Verbo no es el resultado de un razonamiento especulativo o filosfico, sino la simple formulacin del misterio: Jess es verdaderamente el Hijo Unignito del Padre, amado desde siempre, y es la Palabra en la cual Dios mismo se auto- comunica a los hombres.

    Adems la afirmacin dogmtica del origen intempo

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILIIDEI

    27

  • CARD. JOSEPH RATZINGERral del Hijo de Dios tiene un valor intrinseco soteriolgi- co y espiritual. Efectivamente si Jesucristo no fuese l mismo eterno, no podra tampoco introducirnos en la vida eterna, es decir, en la comunin escatolgica con Dios. Lejos de ser un discurso puramente cerebral e intelectual, la doctrina de la preexistencia eterna de Jesucristo en cuanto Verbo de Dios, constituye el presupuesto indispensable para la verdad del anuncio escatolgico y del mensaje salvifico de Jess (cfr Comisin Teolgica Internacional, Teologa, Cristologia, Antropologa, II, A, 1).

    Es verdad que en el testimonio neotestamentario las afirmaciones sobre la preexistencia del Verbo eterno de Dios estn insertas en un contexto doxolgico y soteriol- gico. Pero eso no excluye, al contrario incluye necesariamente, el significado ontolgico. Ms bien la unidad entre el aspecto escatolgico-salvfico y el aspecto ontolgico de la realidad del Verbo de Dios encarnado, marca los lmites a esas especulaciones que no verifican las propiedades sal- vficas del acontecimiento de la Encarnacin. En conclusin, la idea de la preexistencia de Jesucristo es por excelencia el punto de conjuncin entre la cristologia y la teologa trinitaria (cfr Comisin Teolgica Internacional, Teologa, Cristologia, Antropologa, n, n. 5).

    Esta conjuncin intrnseca es el presupuesto para que la entrega de Jesucristo por nosotros y por todos los hombres hasta la muerte en la cruz tenga efectivamente valor definitivo. Slo si la entrega incondicionada de Cristo por la humanidad tiene sus orgenes en Dios, es decir, en el Hijo coeterno del Padre, adquiere realmente carcter soteriolgico absoluto. De ello se sigue que la dimensin econmica o histrico-salvfica de la vida y de la accin de Cristo implica necesariamente la dimensin ontolgica y metafsica.

    Contra toda pretendida separacin entre cristologia y doctrina trinitaria, la enseanza de la Iglesia profesa que28

  • la verdadera cristologia es necesariamente trinitaria, y que la doctrina trinitaria de Dios debe ser entendida en relacin intrnseca con la cristologia, porque no hay conocimiento de la Trinidad de Dios si no es en el conocimiento mismo de Jesucristo.

    2. En cuanto a la separacin entre cristologia ontolgica y cristologia funcional, y la consiguiente reduccin de la cristologia a antropologa, la intervencin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe resulta todava hoy muy pertinente.

    Como observacin preliminar, es oportuno resaltar el equvoco que est en la base de la contraposicin entre una cristologia ontolgica y una cristologia funcional.

    El malentendido consiste en el hecho de identificar la dimensin econmica de la salvacin, de la que habla el pensamiento bblico y patristico, con la dimensin funcional que se reduce simplemente a la componente histrica de la realidad. Sucede as que algunas interpretaciones crticas ms recientes plantean la tesis de que la Biblia es extraa u opuesta a la metafsica y a la ontologia. En realidad, si es cierto que el testimonio bblico no ofrece una reflexin teolgica independiente de la historia, no se deriva de ello que el contenido de la fe y de la salvacin sea reconducible puramente a la perspectiva de la historia y de la praxis. Esta consideracin general encuentra su verificacin puntual en la comprensin del misterio de Cristo.

    El anuncio cristiano tiene por objeto a Jesucristo, Hijo de Dios, que se revela bajo el signo caracterstico bblico de pro-nobis. En este sentido, la cristologia debe ser tratada en el horizonte soteriolgico. Pero, al mismo tiempo, el existir para los otros de Jesucristo, que se querra interpretar como el principio antropolgico, no puede separarse de su relacin con el Padre, ni de su comunin

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FIL11 DEI

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  • CARD. JOSEPH RATZINGERntima con el Padre, y, en consecuencia, debe fundarse en la filiacin eterna de Cristo.

    En otras palabras: la pro-existencia de Jess presupone esencialmente su pre-existencia ontolgica. De otra manera el anuncio cristiano se convertira en una ilusin o caera inevitablemente en una ideologa.

    Una vez ms resulta evidente que la Declaracin magisterial tiene la funcin de tutelar la integridad del dato revelado, y de impedir su volatilizacin o la transformacin del mensaje salvfico cristiano en proyecto social e ideolgico, o bien en una simple autotrascendencia humana hacia el Absoluto. Adems se pueden intuir fcilmente las consecuencias que se derivan de la reduccin de la cristologa a antropologa, en relacin en la comprensin de la doctrina sacramentara y, en particular, de la Eucarista.

    Si se niega que Cristo sea Persona divina, se introduce una grave reserva acerca de la eficacia de los sacramentos. En efecto, si es verdad que los sacramentos reciben su eficacia de la humanidad de Cristo crucificado, es igualmente verdadero que su eficacia, despus de la muerte de Jess, es tal solamente si es el resultado de una accin eficiente perenne por parte de Aquel que, habiendo sido en el tiempo, ahora es el Seor del tiempo y del cosmos. Por tanto, la reduccin de la cristologa a antropologa corre el riesgo de convertir los sacramentos en meros sacramentales; y en el caso de la Eucarista, hace caer la doctrina de fe de la transustanciacin, y la misma Santa Misa podra ser presidida por un ministro no ordenado, en cuanto no tendra sentido hablar ya del actuar del sacerdote in persona Christi.

    La negacin de la divinidad de Cristo implica la transformacin radical de la doctrina de los sacramentos, de la eclesiologa y del sacerdocio ministerial. Los sacramentos se reduciran a meros signos externos y humanos; la30

  • Iglesia quedara reducida a una institucin esencialmente social e histrica, con una simple referencia a lo que es trascendente; y el carcter de las rdenes sagradas quedara negado.

    3. Queda por considerar la crtica al dogma calcedo- niense de la nica persona divina de Cristo, y de la dualidad de naturalezas, humana y divina.

    A primera vista, podra parecer que la reivindicacin de una autntica persona humana de Jess respondera a la exigencia actual de atribuir una plena humanidad a Cristo. Adems el alejamiento de la confesin calcedo- niense obedecera al deseo de adaptarse a las categoras y modos de pensar de la cultura actual, caracterizada por una aproximacin a la realidad, determinada por las ciencias humanas y naturales.

    A este propsito se puede observar que la exigencia de hacer comprensible el lenguaje de la fe no implica obligatoriamente la modificacin y el cambio de esa terminologa. En concreto, es bueno subrayar que el significado original de algunas palabras-clave, como persona, naturaleza, etc. puede ensearse hoy y transmitirse con una explicacin e ilustracin adecuada y adaptada, para conservar as tambin en la teologa, como por lo dems sucede tambin en las dems ciencias, un patrimonio terminolgico propio.

    Como mrito del contenido doctrinal del dogma cal- cedoniense, se pueden sealar al menos dos puntos de esencial importancia:

    La tesis de la ausencia de una persona humana en Jess no debe inducir a ninguna equivocacin. La unin hiposttica, afirmada por el dogma y confirmada por la Declaracin, no significa de ninguna manera desmentir o sustraer la humanidad de Jesucristo; al contrario, abre la perspectiva hacia la verdadera exaltacin y hacia la au

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILIIDE1

    31

    L

  • CARD. JOSEPH RATZINGER

    tntica plenitud de la existencia humana. En efecto, la humanidad de Jess no subsiste en un sujeto personal humano, no porque est privada de algo, o sea una realidad defectuosa, sino que ella simplemente se encuentra realizada en una situacin de excedencia, en el sentido de que est personalizada por el mismo Verbo de Dios. La persona del Hijo no humilla la libertad humana de Jess, sino que hace posible que el acontecer humano de Jess de Nazaret, Hijo Unignito del Padre, sea el acontecer propio de Dios, y, precisamente por este motivo, se nos garantiza su carcter definitivo y de salvacin absolutamente nica.

    Es verdad que en el pensamiento cristolgico de la Tradicin el discurso sobre la persona se ha mantenido sustancialmente fuera de la evolucin que el trmino efectivamente ha tenido en la reflexin fenomenolgica y psicolgica. En este contexto, el ms reciente documento de la Comisin Teolgica Internacional sobre La conciencia que Jess tena de s mismo y de su misin (1985), recoge las adquisiciones ms valiosas de la investigacin teolgica contempornea, en dilogo tambin con los resultados de las ciencias humanas.

    Admitido esto, se puede llegar a una ulterior y decisiva consideracin. La enseanza contenida en la Declaracin doctrinal adquiere hoy resonancias nuevas, que deben explicitarse.

    Confesar que este hombre es el Hijo de Dios significa reconocer que este acontecer histrico y particular, el de Jess de Nazaret, es manifiestamente definitivo e insuperable en su misma historicidad; precisamente porque es la plena y escatolgica revelacin de Dios. En un cierto sentido se debe reconocer que la doctrina de las dos naturalezas y de la nica persona o hipstasis divina, no constituye el punto de partida y la perspectiva desde den32

  • rtro de la cual desarrollar toda la reflexin cristolgica. La doctrina de la unin hiposttica, ciertamente aclara las implicaciones de afirmar que Jess es el Hijo de Dios. El nudo central del tratado cristolgico reside en la afirmacin de que Jess es el Cristo, que el Jess terreno es el Cristo glorioso y resucitado. Pero la doctrina dogmtica, que la Declaracin nos recuerda que es irrevocable, tiene el valor de defender la confesin de fe frente a interpretaciones reductivas o parciales que, con la intencin de garantizar la plena humanidad e historicidad de Jess, negando la ontologia singular de Cristo, no son capaces de justificar la irrepetibilidad y la unicidad de la realidad y la existencia de Jess de Nazaret.

    La Declaracin, por consiguiente, adquiere dos mritos.

    El primero es el de reconocer la insuperable verdad de la frmula dogmtica calcedoniense, que describe los trminos de la unin real y definitiva del acontecer concreto de Jess de Nazaret con la plenitud de la realidad de Dios en el nico sujeto ontolgico, que es la Persona divina del Verbo encarnado. As implcita pero realmente, se invita a pensar que el hombre se realiza verdaderamente a s mismo y su personalidad, no en la apertura indefinida e indeterminada al horizonte de la historia, sino propiamente en la apertura y en la relacin con Dios, porque el hombre ha sido creado para este fin. Afirmar la unicidad de la Persona divina de Cristo significa reconocer que tal proyecto ha acaecido de manera suprema, aunque gratuita y no deducible en la vida de Jess de Nazaret.

    La plenitud y la consistencia de la humanidad de Jess no estn, por tanto, en ser la mxima autoexpresin de lo humano, sino al contrario, estn en ser expresin de la Persona del Verbo de Dios.

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FILII DEI

    33

  • CARD. JOSEPH RATZINGEREl segundo mrito de la Declaracin consiste en que

    replantea la necesidad y la urgencia de salvaguardar la singularidad del acontecimiento Cristo, que es tal slo en cuanto su ontologia es singular y nica respecto a la de todos los otros acontecimientos y casos de la historia.

    A ninguno se le escapa que la cuestin radical del cristianismo en nuestro contexto histrico es responder a este interrogante: Quin es Jesucristo para los hombres, y en qu condiciones puede considerarse a Jesucristo la verdad definitiva del hombre y de la historia?

    Renovar la profesin de fe del Concilio de Calcedonia no significa agotar ciertamente el problema de lo que se puede pensar sobre el dato cristolgico, ni mucho menos cerrar el esfuerzo por lograr una sntesis teolgica cada vez ms profunda; pero supone suministrar algunos criterios de discernimiento doctrinal, como el de conservar la situacin ontolgica nica de la realidad de Jess, irreducible a un caso particular, aunque sea llevado a la condicin antropolgica-lmite, de la relacin de un puro hombre y el Dios trascendente.

    Cuando el Documento ensea que la comunin de Jess con Dios, que funda y resuelve la singularidad de su ontologia, es la de un hombre que es el Hijo nico de Dios, no cumple solamente un acto de clarificacin doctrinal sino que propone un principio de interpretacin global de la realidad, cargado de implicaciones y consecuencias tambin en el plano espiritual y en el obrar histrico. Efectivamente, afirmar que Cristo, es el Verbo de Dios encarnado en un singular y real acontecimiento humano e histrico, significa que l es la Verdad absoluta de la historia. Revela que es Dios, que es la Verdad ltima, ms all de la cual no se puede ir; y, consecuentemente, revela quin es el hombre, precisamente en cuanto nos hace evidente la relacin necesaria con Dios, no por el camino de la investigacin psicolgica, sino por aquel ms pro34

  • fundo de la ontologa, y, despus, rechazando todas las definiciones superficiales que querran reducir al hombre a las funciones que desempea en la historia, perdiendo de vista el sentido global de su destino.

    Slo porque Jesucristo no es un hombre como los dems, en cuanto su humanidad est impersonalizada en el Verbo de Dios, a pesar de que El condivida con todos los hombres la misma condicin humana, el hombre puede reconocerse verdaderamente a s mismo en el encuentro y en la comunin con Cristo, ms all del conocimiento de s que le puedan proporcionar la filosofa y las ciencias humanas y experimentales.

    La revelacin cristiana ensea, en efecto, que slo Jesucristo es la verdadera y completa medida del hombre.

    Joseph Card. R a tz in g e r

    INTRODUCCIN A LA DECLARACIN MYSTERIUM FIL11DEI

    Prefecto de la Congregacin para la Doctrina de la Fe

  • C o n g r e g a c i n p a r a l a D o c t r in a d e l a F e

    EL MISTERIO DEL HIJO DE DIOSd ecla raci n para sa lv a g u a rd ia d e la f e e n t o r n oA ALGUNOS ERRORES RECIENTES SOBRE LOS MISTERIOS

    DE LA ENCARNACIN Y DE LA SANTSIMA TRINIDAD21-11-1972

    (A. A. S. 64 [1972] 237-241)

  • 1. Es necesario que el misterio del Hijo de Dios hecho hombre y el misterio de la Santsima Trinidad, que forman parte de las verdades principales de la Revelacin, iluminen con la pureza de la verdad la vida de los cristianos. Dado que recientes errores perturban estos misterios, la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe ha decidido recordar y salvaguardar la fe transmitida en ellos.

    2. La fe catlica en el Hijo de Dios hecho hombre. Jesucristo, durante su vida terrena, en diversas formas, con las palabras y con las obras, manifest el adorable misterio de su persona. Tras hacerse obediente hasta la m uerte 1 fue exaltado por el poder de Dios en la gloriosa Resurreccin, tal como convena al Hijo mediante el cual todo2 ha sido creado por el Padre. De El afirm solemnemente San Juan: En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios... y el Verbo se hizo carne3.

    La Iglesia ha conservado siempre santamente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, y lo ha propuesto como creencia a lo largo de los aos y de los siglos4, con un lenguaje cada vez ms difano. En el Smbolo Cons- tantinopolitano, en efecto, que hasta hoy se recita durante la celebracin eucarstica, profesa la fe en Jesucristo,

    ' Cfr Phil 2, 6-8.2 1 Cor 8, 6.3 Ioh 1, 1-14 (cfr 1, 18).4 Cfr Concilio Vaticano I: Const. dogm. Dei Filius, c. 4, Dz.-Sch., 3.020.

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  • CONG. PARA LA DOCTRINA DE LA FEUnignito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos... Dios verdadero del Dios verdadero... de la misma naturaleza del Padre... que por nosotros los hombres y por nuestra salvacin... se hizo hombre5. El Concilio de Calcedonia ha ordenado profesar que el Hijo de Dios ha sido engendrado por el Padre segn su divinidad antes de todos los siglos, y ha nacido en el tiempo de Mara Virgen segn su hum anidad6. Adems, este mismo Concilio llam al nico y mismo Cristo, Hijo de Dios, persona o hi- pstasis, y emple, en cambio, el trmino naturaleza para designar su divinidad y su humanidad; con estos nombres ha enseado que en la nica persona de nuestro Redentor se unen las dos naturalezas, divina y humana, sin confusin, sin cambio, sin divisin y sin separacin7. Del mismo modo, el Concilio Lateranense IV ha enseado a creer y a profesar que el Unignito Hijo de Dios, coeterno con el Padre, se hizo verdadero hombre y es una sola persona en dos naturalezas8. sta es la fe catlica que recientemente el Concilio Vaticano II, siguiendo la constante tradicin de toda la Iglesia, ha expresado claramente en muchos lugares9.

    3. Recientes errores sobre la fe en el Hijo de Dios, hecho hombre. Son claramente opuestas a esta fe las opiniones segn las cuales no sera revelado y conocido que el Hijo de Dios, subsiste desde la eternidad, en el misterio de Dios, distinto del Padre y del Espritu Santo; e igualmente, las opiniones segn las cuales debera abandonar

    5 Missale Romanum, Typis Polyglotis Vaticanus, 1970, p. 389, Dz.-Sch., 150. Cfr tambin Cone. Nicea I: Expositio Fidei, Dz.-Sch., 125 s.

    6 Cfr Conc. Calcedonia: Definicin, Dz.-Sch., 301.7 Cfr ibid., Dz.-Sch., 302.8 Cfr Conc. de Letrn IV: Firmiter credimus, Dz.-Sch., 800 s.9 Cfr Conc. Vat. II: Const, dogm. Lum en gentium, nn. 3, 7, 52, 53;

    Const, dogm. Dei Verbum, nn. 2, 3; Const, past. Gaudium et spes, n. 22; Decr. Unitatis redintegratio, n. 12; Decr. Christus Dominus, n. 1; Decr. Ad gentes, n. 3. Ver tambin Pablo VI, Solemne profesin de fe, n. 11: A. A. S. (1968), 437.

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  • EL MISTERIO DEL HIJO DE DIOS

    se la nocin de la nica persona de Jesucristo, nacida antes de todos los siglos del Padre, segn la naturaleza divina, y en el tiempo de Mara Virgen, segn la naturaleza humana; y finalmente, la afirmacin segn la cual la humanidad de Jesucristo existira, no como asumida en la persona eterna del Hijo de Dios, sino, ms bien, en s misma como persona humana y, en consecuencia, el misterio de Jesucristo consistira en el hecho de que Dios al revelarse, estara de un modo sumo presente en la persona humana de Jess.

    Los que piensan de semejantes modos permanecen alejados de la verdadera fe de Jesucristo, incluso cuando afirman que la presencia nica de Dios en Jess hace que l sea la expresin suprema y definitiva de la Revelacin divina; y no recobran la verdadera fe en la unidad de Cristo, cuando afirman que Jess puede ser llamado Dios por el hecho de que, en la que dicen su persona humana, Dios est sumamente presente.

    4. La fe catlica en la Santsima Trinidad y especialmente en el Espritu Santo. Cuando se abandona el misterio de la persona divina y eterna de Cristo, Hijo de Dios, se destruye tambin la verdad de la Santsima Trinidad, y con ella, la verdad del Espritu Santo, que, desde la eternidad procede del Padre y del Hijo, o dicho con otras palabras, del Padre por medio del Hijo10. Por esto, teniendo en cuanta recientes errores, hay que recordar algunas verdades de fe en la Santsima Trinidad y particularmente en el Espritu Santo.

    La segunda Carta a los Corintios termina con esta maravillosa frmula: La gracia de Nuestro Seor Jesucristo, la caridad de Dios y la comunin del Espritu Santo est con todos vosotros11. En el mandato de bautizar, se

    10 Cfr Conc. Florentino: Bula Leatentur caeli, Dz.-Sch., 1.300 s.11 2 Cor 13, 13.

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  • CONG. PARA LA DOCTRINA DE LA FEgn el Evangelio de San Mateo, se nombran el Padre, el Hijo y el Espritu Santo como los tres que pertenecen al misterio de Dios y en cuyo nombre deben ser regenerados los nuevos fieles12. Finalmente, en el Evangelio de San Juan, Jess habla de la venida del Espritu Santo: Cuando despus venga el Parclito, que os enviar del Padre, el Espritu de verdad, que procede del Padre, El dar testimonio de M13.

    Basndose en datos de la Divina Revelacin, el Magisterio de la Iglesia, al cual solamente est confiado el oficio de interpretar autnticamente la palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradicin14, en el smbolo cons- tantinopolitano ha profesado su fe en el Espritu Santo, que es Seor y da la vida..., y con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado15.

    Igualmente, el Concilio Lateranense IV ha enseado a creer y a profesar que uno slo es el verdadero Dios..., Padre e Hijo y Espritu Santo: tres personas, pero una sola esencia...: el Padre que no procede de ninguno, el Hijo que procede solamente del Padre y el Espritu Santo, que procede de los dos juntos, siempre sin principio y finl6.

    5. Recientes errores sobe la Santsima Trinidad, y particularmente sobre el Espritu Santo. Se aparta de la fe la opinin segn la cual la Revelacin nos dejara inciertos sobre la eternidad de la Trinidad, y particularmente sobre la eterna existencia del Espritu Santo como persona distinta en Dios, del Padre y del Hijo. Es verdad que el misterio de la Santsima Trinidad nos ha sido revelado en la economa de la salvacin, principalmente en Cristo, que ha sido enviado al mundo por el Padre y que, juntam en

    12 Cfr Mt 28, 19.13 Ioh 15, 26.14 Cone. Vat. II: Const, dogm. Dei Verbum, n. 10.15 Missale Romanum, lugar citado, Dz.-Sch., 150.16 Cfr Conc. de Letrn IV: Const. Firmiter credimus, Dz.-Sch., 800.

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  • EL MISTERIO DEL HUO DE DIOSte con el Padre, enva al pueblo de Dios, el Espritu vivificador. Pero con esta revelacin ha sido dado a los oyentes tambin un cierto conocimiento de la vida ntima de Dios, en la cual el Padre que engendra, el Hijo que es engendrado y el Espritu Santo que procede, son de la misma naturaleza, iguales, omnipotentes y eternosl7.

    6. Los misterios de la Encarnacin y de la Trinidad deben ser fielmente conservados y expuestos. Lo que se ha expresado en los documentos conciliares arriba mencionados sobre el nico y mismo Cristo Hijo de Dios, engendrado antes de todos los siglos, segn la naturaleza divina, y en el tiempo segn la naturaleza humana, as como sobre las personas eternas de la Santsima Trinidad, pertenece a las inmutables verdades de la fe catlica.

    Esto, ciertamente no quita el que la Iglesia considere su deber, teniendo tambin en cuenta los nuevos modos de pensar de los hombres, no omitir esfuerzos, para que los misterios arriba citados se estudien ms profundamente mediante la contemplacin de la fe y el estudio de los telogos y que sean ms explicados y de forma apropiada. Pero mientras se cumple el necesario deber de investigar, es necesario estar atentos para que aquellos arcanos misterios jams sean tomados en un sentido diverso de como la Iglesia los ha entendido y entiende18.

    La verdad intacta de estos misterios es de suma importancia para toda la Revelacin de Cristo, porque hasta tal punto forman parte de su ncleo, que, si se alteran, queda falsificado tambin el restante tesoro de la fe. La verdad de estos mismos misterios no es menos importante para la vida cristiana, bien porque nada manifiesta me

    17 Cfr Ibid.18 Cone. Vat. I: Const, dogm. Dei Filius, c. 4, can. 3, Dz.-Sch., 3.043. Cfr

    Juan XXIII, Alocucin en la inauguracin de Cone. Vat. II, A. A. S. 54 (1962), P- 792; Cone. Vat. II: Const, past. Gaudium et spes, n. 62. Ver tambin Pablo VI, Solemne profesin de fe, n. 4, A. A. S. 60 (1968), 434.

    43

  • CONG. PARA LA DOCTRINA DE LA FE

    jor la caridad de Dios, de la que toda la vida del cristiano debe ser una respuesta como la Encarnacin del Hijo de Dios Redentor nuestro19, bien porque los hombres por medio de Cristo, Verbo hecho carne han accedido al Padre en el Espritu Santo y se han hecho partcipes de la naturaleza divina20.

    7. Sobre las verdades, pues, que la presente Declaracin defiende, es deber de los pastores de la Iglesia exigir la unidad en la profesin de fe de su pueblo y, sobre todo, de aquellos que, en virtud del mandato recibido del Magisterio, ensean las ciencias sagradas o predican la palabra de Dios.

    Este deber de los Obispos forma parte del oficio a ellos confiado por Dios de conservar puro e ntegro el depsito de la fe en comunin con el sucesor de Pedro y de anunciar incesantemente el Evangelio21; por este mismo oficio estn obligados a no permitir en modo alguno que los ministros de la palabra de Dios se aparten de la sana doctrina y la transmitan corrompida o incompleta22; el pueblo, en efecto, que est confiado a los cuidados de los Obispos y del cual ellos son responsables ante Dios23, goza del derecho imprescriptible y sagrado de recibir la palabra de Dios, toda la palabra de Dios, de la que la Iglesia jams ha cesado de adquirir un conocimiento cada vez ms profundo24.

    Los cristianos despus y sobre todo los telogos, a19 Cfr 1 Ioh 4, 95.20 Cfr Conc. Vat. II: Const. dogm. De i Verbum, n. 2; cfr Eph 2, 18; 2 Pet

    I, 4.21 Cfr Pablo VI, Ex. Ap. Quinqu iam anni en A.S.S. 63 (1971), 99.22 Cfr 2 Tim 4, 1-5. Ver tambin Pablo VI, ibid, p. 103. Cfr tambin

    Synodus Episcopomum (1967); Relatio Commissionis Synodalis constitutae ad examen ulterius peragendum circa opiniones periculosas et atheismun,II, 3; De pastorali ratione agendi in exercitio Magisterii, Typis Polyglottis Va- ticanus, 1967 p. 10 s. (L'Osservatore Romano 30-31 octubre 1067, p. 3).

    23 Cfr Pablo VI, ibid, p. 103.24 Cfr Pablo VI, ibid., p. 100.

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  • EL MISTERIO DEL HIJO DE DIOS

    causa de su importante oficio y de su servicio necesario en la Iglesia deben profesar fielmente los misterios que quedan recordados en esta Declaracin. Adems, mediante la accin y la iluminacin del Espritu Santo, los hijos de la Iglesia deben prestar su adhesin a toda la doctrina de la Iglesia, bajo la gua de sus Pastores y del Pastor de la Iglesia universal25, de suerte que al conservar, practicar y profesar la fe transmitida, estn de acuerdo los Obispos y los fieles26.

    El Sumo Pontfice, por Divina Providencia, Papa Pablo VI, en audiencia concedida al infrascrito Prefecto de la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1972, ratific, confirm y orden que se promulgase esta Declaracin para salvaguardar de algunos errores recientes la fe en los misterios de la Encarnacin y de la Santsima Trinidad.

    Dado en Roma, en la sede de la Sagrada Congregacin para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1972, en la fiesta de San Pedro Damin.

    Franc isco Card. SeperPrefecto

    P ablo P hilippe

    Arz. tit. de Heraclea, Secretario.

    3 Cfr Cone. Vat. II: Const, dogm. Lum en gentium, nn. 12, 25; Synodus tpiscoporum (1967): Relatio Conmissionis Synodalys..., II, 4; De theologo- rum opera et responsabilitate..., p. 11 (L Osservatore Romano, lugar citado). Cone. Vat. II: Const, dogm. Dei Verbum, n. 10.

    45

  • '

  • COMENTARIOSA LA DECLARACIN MYSTERIUM FILII DEI

  • SALVAGUARDIA DE LA FE*por Charles Boyer S. J.

    El Documento publicado por la Congregacin para la Doctrina de la Fe bajo el ttulo de Declaraciones para la salvaguardia de la fe en los misterios de la Encarnacin y de la Santsima Trinidad de algunos errores recientes, debe ser considerado de grandsima importancia, tanto por su naturaleza como por las actuales circunstancias. Ya se ha hablado de ello en estas columnas, pero conviene seguir reflexionando. El Documento no slo ha sido aprobado y confirmado por el Papa Pablo VI, sino, adems, el Santo Padre ha ordenado su publicacin y ha pedido, en uno de sus discursos, que los fieles lo consideren con la mxima atencin (L'Osservatore Romano del 12 de marzo 1972).

    Los peridicos catlicos cumplen su deber informando fielmente a sus lectores ante todo de las fuentes textuales. Las pginas de informacin se comportan segn sus diversas tendencias y preferencias habituales. No ha faltado quien se ha credo en el deber de acudir en ayuda de aquellas que se llaman las escuelas teolgicas ms avanzadas. Cmo se ha visto ese recordar que hace el Decreto de la Congregacin, tan discreto, razonado y

    Comentario publicado en L Osservatore Romano, 22 de marzo de1972.

  • COMENTARIOSnecesario lo que es ms esencial en la fe cristiana? Parece increble, pero a alguno le ha parecido que se reabra el espectro de Syllabus y de la Inquisicin.

    Debera, pues, la Santa Iglesia dejarse destruir ella misma, sin mover un dedo, por los mismos hombres encargados por ella de ser sus predicadores, sus telogos, sus catequistas? Porque de esto es de lo que se trata.

    Est claro que, si en el Documento no se condenan personas, se condenan ciertos modos de exponer la doctrina. Es necesario mantener que el Verbo, Hijo de Dios, se ha hecho hombre, que, en consecuencia, Cristo es Dios, que tiene dos naturalezas, la divina eternamente recibida por el Padre y la humana formada en el seno de la Virgen Mara, convertida as en Madre de Dios. Estas proposiciones estn claras, para los modernos y para sus antecesores. Se las niega si Cristo es considerado solamente como un hombre, que no es el Verbo, que no es Dios, pero en el que Dios est presente, y presente del modo como una persona est presente en otra persona. Y se sigue inmediatamente que, si Cristo, que dijo de s mismo que era el Hijo de Dios, es solamente un hombre, no existe ya el Hijo de Dios, no hay en Dios una segunda Persona, y ciertamente tampoco una tercera. La Santsima Trinidad, en cuya defensa la Iglesia primitiva aparece ella misma divina, incessu apparuit dea, como dijo Newman, se desvanece y no podemos hacer ms la seal de la cruz.

    Los que han dado ocasin a la Declaracin, con la gracia de Dios, rectificarn. Esta es nuestra esperanza y por ellos rezamos. Y sern confirmados en la fe los fieles, los estudiosos, que quiz la fama de algn telogo haya inducido a poner en duda la verdad de los grandes concilios de Nicea, de Constantinopla, de feso, de Calcedonia y de los Smbolos de la fe.

    El Prior de Taiz manifestaba recientemente sus deseos de que el ministerio del Papa sirviese para mantener50

  • SALVAGUARDIA DE LA FE

    a los cristianos de confesiones no catlicas en las creencias que tienen en comn con la Iglesia Catlica, y que son el fundamento del ecumenismo. Los ortodoxos, preservados gracias a su liturgia iluminada por los misterios de la Encarnacin y de la Santsima Trinidad, se alegrarn de la firmeza catlica. Los herederos de la Reforma, en los que aparece aqu y all en estas materias alguna cesin, se sentirn invitados a adherirse slidamente a la fe que Lutero y Calvino haban conservado en los misterios fundamentales del cristianismo, la Santsima Trinidad y la Encarnacin.

    Cuando se acercan las celebraciones pascuales, la actual Declaracin, al despertar la atencin hacia el designio misericordioso de las tres Personas divinas, y hacia la humanidad y la divinidad de Jesucristo crucificado, nos traslada a las fuentes de la contemplacin y de la alegra cristiana. Qu valen las grandezas del hombre en sus ms altos xitos y en sus ms geniales conquistas, ante la sublimidad de la adopcin divina que lo convierte en hermano de Cristo, templo del Espritu Santo y heredero de una felicidad sin fin? Para gozar, tambin aqu abajo se nos ha dado la fe, la cual se asemeja a la discreta claridad que, de noche, desciende de las estrellas, y nos prepara para el sol que no se pondr jams que nos ha sido prometido. Para el hombre no hay ningn tesoro que valga lo que vale la fe, y no hay pobreza ms grande que ser privado de ella. La Iglesia no nos presta servicio ms grande que el de trasmitrnosla y conservrnosla.

    Es verdad que si se entendiese bajo el nombre de hombre moderno un ser totalmente absorbido por la vida sensible, o distrado por el continuo discurrir de los acontecimientos, o, incluso, ocupado en la indagacin intelectual sin elevarse nunca a las ltimas causas, se debera afirmar que un hombre as no percibe la verdad sobre Dios, el Verbo, el alma, la vida futura, y cuanto se refiera

    51

  • a estas realidades supremas. Pero con qu derecho se llamara a un hombre as moderno? Llmesele hombre incrdulo, un ciego al que ninguna palabra dar la vista, sino es la palabra de Aquel que es la luz del mundo.

    La Declaracin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe, al llegarnos despus del ltimo y alentador Snodo, da testimonio de que el sucesor de Pedro confirma a sus hermanos, y que Cristo permanece presente en su Iglesia hasta la consumacin de los siglos.

    COMENTARIOS

    52

  • INMUTABLE PROFESIN DE FE*por Umberto Betti O. F. M.

    En la audiencia general del pasado 19 de enero el Papa dijo que para la Iglesia, custodio e intrprete del depsito revelado, la ortodoxia es su primera preocupacin; la consigna de San Pablo: depositum custodi (1 Tim 6, 20; 2 Tim1, 14) constituye para ella un compromiso tal que violarlo sera una traicin (cfr L Osservatore Romano, 20 de marzo de 1972, p. 1.).

    Estas palabras no enunciaban slo un principio doctrinal. Todo parece indicar que aludan tambin a una situacin concreta. Opiniones disgregadoras de la fe no faltan aqu y all. Y si el Magisterio no las denunciase como lo que son, sera infiel a su misin primera al servicio de la palabra de Dios.

    A este proceso corrosivo tan preocupante estn tambin expuestos los misterios fundamentales del cristianismo, como son los misterios de la Encarnacin del Hijo de Dios y de la Santsima Trinidad. Y con los efectos que conocemos; sucede que muchos fieles estn turbados en su fe por un cmulo de ambigedades, de incertidum- bres, de dudas, que afectan a la fe en lo que ella tiene de esencial. Se trata de los dogmas trinitario y cristolgico...

    Comentario publicado en L Osservatore Romano, 19 de marzo de1972.

  • COMENTARIOS(Pablo VI, Exhortacin Apostlica Quinqu iam anni, en Insegnamenti di Paolo VI, VII, 1970, p. 1.420).

    Para elaborar un discurso ms ajustado a las circunstancias de este caso, no estarn fuera de lugar unas pocas reflexiones, por elementales que sean. Si no para otra cosa, servirn para sealar mejor algn error emergente y circulante sobre esos dos misterios.

    1. Ciertos errores sobre el misterio cristolgico, y sobre el trinitario hieren de muerte la fe cristiana, separndonos de su fuente que es la Revelacin divina. sta no nos dira nada de la vida ntima de Dios, que es vida trinitaria en cuanto el Padre engendra el Hijo, el Hijo nace del Padre, el Espritu Santo procede de los dos, sin principio y sin fin. Dios se revelara, por tanto, slo en la economa de la salvacin y en funcin de la misma: en cuanto acta, no en cuanto es. Ms all e independientemente de su accin salvfica, no se saba nada de l.

    Con esta premisa, algunas consecuencias se dan ya por descontadas. Abandonado el misterio del Hijo de Dios, eternamente igual al Padre aunque encarnado por nosotros en el tiempo, no queda otro Hijo de Dios que la as llamada persona humana de Jess tal como ha aparecido sobre la tierra; el cual, como cualquier ser hum ano, tiene como connotacin inmediata la temporalidad de su existencia. Abandonado, despus, el misterio del Espritu Santo, entendido como persona de la Trinidad eterna, no queda por reconocer otro Espritu fuera de la fuerza mediante la cual Jess glorificado constituye la comunidad de creyentes y santifica la Iglesia. Y, finalmente, si el Padre no es Aquel que genera el Hijo, eternamente Dios con El y con el Espritu Santo, su paternidad se reduce slo al hecho de que es padre de los hombres, y, de un modo totalmente especial, del hombre Jess, en el cual, ms que en ningn otro, actualiza su presencia.

    Pero este concepto tan reductor de la Revelacin no54

  • agota ciertamente la extensin y la fuerza de la Revelacin misma.

    Es verdad que Dios se ha revelado a travs de los acontecimientos salvficos, mediante los profetas, y, sobre todo, mediante Jesucristo. Pero es igualmente verdadero que tales intervenciones divinas, obras, personas y palabras, dan testimonio de un origen que sobrepasa todo dato meramente emprico, y nos llevan a contemplar el misterio de Dios como principio de toda la economa de la salvacin. Este misterio revelado a nuestra fe va ms all de la capacidad intelectual humana. Pero lo que Dios nos hace ver ya desde ahora de manera confusa (cfr 1 Cor 13, 12) es suficiente para inspirarnos confianza tam bin con su silencio, mientras esperamos que la plena claridad que le envuelve se nos desvele en la visin reservada a la otra vida (cfr Concilio Vaticano II, Constitucin dogmtica Dei Verbum, n. 7).

    El conjunto de misterios escondidos en Dios, que se nos propone creer (cfr Concilio Vaticano I, Constitucin dogmtica Dei Filius, captulo IV, Dz.-Sch., 3.015), se refieren ante todo al mismo ser de Dios nuestra salvacin. Anulados stos, pierden sentido todos los dems.

    No habra ms lugar para la fe; la cual es, por naturaleza, seguridad de lo que se espera y prueba de realidades que no se ven (cfr Heb 11, 1). Y es meritoria en la medida en que siendo, precisamente por esto, humanamente difcil prestarla (cfr S. Gregorio Magno, Homil in Evang26, 1; PL 76, 1.197), se resuelve en un acto de amor como respuesta a la secreta atraccin del Padre hacia su Hijo unignito (cfr Ioh 6, 44; Concilio Vaticano II, Constitucin dogmtica Dei Verbum, n. 5).

    Consideraciones ulteriores sobre las ruinosas consecuencias de los errores apenas recordados confirmarn cuanto ahora se ha sealado.

    2. El esfuerzo por dar al misterio de la Encarnacin

    INMUTABLE PROFESIN DE FE

  • COMENTARIOSexpresiones conceptuales diferentes a las que la Iglesia ha utilizado para expresar su fe, lleva en realidad, aunque sin intencin de adulterar su sentido original, a modificar el mismo contenido de la fe. Si, conforme a tal fe, Jess no es considerado ya una Persona divina que ha asumido una naturaleza humana, y, en cambio se le considera como una persona humana dotada de toda la perfeccin ontolgica de una subsistencia propia, se da la vuelta completa al misterio cristolgico.

    Cristo queda reducido a un sujeto creado que, aun elevado hasta una cierta identificacin de Dios con l, es destituido de la unicidad inherente a su eterna generacin del Padre. Si se puede hablar de preexistencia, se entiende slo como independiente del tiempo porque es querida por Dios, desde la eternidad, pero no al margen del tiempo en el que nicamente se ha llevado a efecto. Una preexistencia, por tanto, no diversa de la de cada uno de nosotros y de la de toda la creacin.

    La relacin, pues, de Cristo con el Padre, por nica que sea la intensidad personal que la distingue, sigue siendo una relacin que ha tenido comienzo con la existencia de Jess. Por eso, lo que la actividad de Cristo comporta de divino no debe atribuirse a que es Dios, a causa de la persona eterna del Verbo, en la cual su humanidad existe; sino que deriva del ser y del obrar de Dios en l y por medio de l. Y, por tanto, no se puede decir que las acciones santas de Jess y su Pasin libremente aceptada sean propias de Dios; porque son tales solamente si son acciones y pasiones del Hijo eternamente engendrado por el Padre, y, por este motivo, tienen ante l un valor salvifico infinito.

    Dar la vuelta as al misterio cristolgico significa irremediablemente destruirlo. Todo intento de reconstruirlo se resuelve, en el fondo, en una nueva desnaturalizacin.

    ste es el caso de la afirmacin segn la cual, por la56

  • INMUTABLE PROFESIN DE FEsingular presencia de Dios en l, Jess es el clmen supremo y definitivo de la Revelacin. A pesar de que se trata, ciertamente, de una calificacin que pone a Cristo por encima de cualquier ser creado, todava esta superioridad no se reconoce como inherente a Cristo por el hecho de que su humanidad existe asumida por la persona divina, y, por tanto, existe como hombre precisamente porque existe como Dios. Esa superioridad le vendra, por el contrario, de la accin dominadora de Dios en su supuesta persona humana. Afirmar, por tanto, que Cristo es el revelador pero sin ser el Unignito que, hacindose hombre, permanece en el seno del Padre, es afirmar que l es solamente el supremo mediador entre Dios y nosotros en el orden de la revelacin; y no la plenitud de la revelacin misma (cfr Concilio Vaticano II, Const. Dei Verbum, nn. 2 y 4), en cuanto es el Verbo eterno de Dios que se ha hecho hombre y habit entre nosotros (cfr Ioh 1, 1-18). Por eso, en relacin a la Revelacin, Cristo suscitara, ciertamente, una adhesin; pero no podra mandarnos que la aceptsemos en su nombre, como fidei clementissimus imperator (San Agustn, Epst. 118, v. 32: CSEL 34, 696), aunque dejando a todos completa libertad, incluida tambin la de los desertores (cfr Ioh 6, 67).

    La afirmacin segn la cual Cristo puede decirse Dios, por la singular presencia de Dios en la as llamada persona humana de Jess, conduce igualmente a la prdida de la autntica fe en la divinidad de Cristo. A menos que no se quiera inducir a crecientes contradicciones, esta presencia no basta por s sola para lograr que su infinitud se identifique con una persona finita; y tampoco vale hacer de Dios el sujeto ltimo de la humanidad de Jess, porque eso supondra su cese como persona humana. Diciendo, por tanto, que Jess es una persona humana y que, a pesar de ello, puede ser confesado como Dios, se incurre en un contrasentido insanable. En efecto, no se puede hacer de Dios un ttulo decorativo. Uno lo es o no lo es.

  • COMENTARIOSCristo, por tanto, puede y debe decirse Dios solamen

    te si se le considera como verdadero Hijo de Dios, con todo el peso dogmtico que el Nuevo Testamento habitualmente atribuye a esta expresin, y que la fe de la Iglesia, con temblor y con seguridad, propone en estos trminos: la existencia de la humanidad de Jess no procede de una correspondiente persona humana que no tiene, sino existe solamente y en cuanto est asumida por la persona divina del eterno Hijo de Dios.

    Si as no fuese, no tendra fundamento el culto de adoracin a Cristo tambin en su humanidad, culto que se le debe precisamente porque es la humanidad del Dios verdadero engendrado por el Dios verdadero. Ni se podra, en sentido propio, adorar el Santsimo Sacramento de la Eucarista con la adoracin que se le debe precisamente porque, bajo las apariencias del pan y del vino, nosotros encontramos con toda certeza al Hijo eterno de Dios en su divinidad no menos que en su humanidad; de otro modo la alegra de la Iglesia debera ahora dejar el puesto al llanto de la Magdalena junto al sepulcro vaco: se han llevado a mi Seor, y no s dnde lo han puesto (Ioh 20, 13).

    Y lo mismo se puede decir de todas aquellas verdades y expresiones de la fe que tienen a Cristo como objeto directo y principio constitutivo.

    3. Puesta en duda, y, en cualquier caso, no considerada concretamente, la preexistencia eterna del Verbo hecho hombre, se destruye totalmente el misterio trinitario, entendido como Trinidad inmanente e inmutable.

    Se procura entonces, con la intencin de salvar de alguna manera el dogma, reconocer una trinidad entendida en el sentido de que Dios ha llegado a ser trinitario en la economa de la salvacin. Pero unas pocas consideraciones que repiten en parte lo que se ha dicho antes, bastarn para indicar cules son las consecuencias. La ac58

  • cin salvadora de Dios mediante el Hijo se realizara con la elevacin del hombre Jess, que se convierte en Hijo de Dios a partir del momento mismo de tal elevacin, comenzada en el tiempo como es temporal desde su nacimiento la existencia de Cristo.

    La accin salvadora de Dios mediante el Espritu Santo se identificara con el poder santificador comunicado a la Iglesia por Cristo glorioso. Si, pues, el Espritu Santo no subsiste en el misterio mismo de Dios, no se ve cmo l pueda ser llamado Dios, e, incluso, cmo pueda ser considerado una persona.

    Quedara la persona del Padre. Pero esta paternidad no es caracterizante, ni desde siempre, dentro de la vida divina. Ms bien indica que Dios se comporta como un padre con los hombres; los cuales son llamados a llegar a ser sus hijos, a travs de Jess, el Hijo por excelencia, y a travs del Espritu Santo, don del Padre y del Hijo a la comunidad creyente.

    Qu decir de una especulacin de este gnero sobre el misterio trinitario? Bastar una referencia a un pasado no tan remoto, y una simple valoracin al respecto. Es de suponer que no fueran lenguas viperinas las de aquellos buenos luteranos que, ante la clebre obra La esencia del cristianismo de A. Harnack que se haba aferrado a posiciones anlogas a las recordadas, y que ni siquiera por su padre era considerado ya un telogo cristiano, reclamaban que el ttulo se cambiase por La esencia del judaismo (cfr J. de Ghellinck, Patristique et moyen-ge, III, Gembloux 1948, pp. 90 y 97, n. 3). Cuando la frontera cristiana es reducida tan regresivamente, hay que tomar nota.

    Pero los miembros del Pueblo de Dios saben que han sido engendrados a una nueva vida, en la Nueva Alianza, mediante el bautismo en el nombre de las tres Personas eternas de un solo Dios: el Padre, el Hijo y el Espritu San

    INMUTABLE PROFESIN DE FE

  • COMENTARIOSto (cfr Mt 28, 19). Los fieles saben que, hacindose la seal de la Cruz, proclaman su consagracin a la adorable Trinidad divina, en donde tiene su origen la Iglesia como pueblo reunido en la unicidad del Padre, del Hijo y del Espritu Santo (cfr Concilio Vaticano II, Constitucin dogmtica Lumen gentium, n. 4).

    4. Frente a los misterios cristolgico y trinitario, como, por lo dems, frente a los dems misterios, la Iglesia no puede, ciertamente, atrincherarse con obstinacin, como si todo estuviese ya dicho. Tiene el deber de transmitir la fe en su plenitud y de manera adecuada a los hombres y a los tiempos, esforzndose por usar un lenguaje fcilmente accesible para llegar a descubrir, a travs de la insuficiencia de las palabras humanas, todo el mensaje de la salvacin (cfr Pablo VI, Exhortacin Apostlica Quinqu iam anni; en Insegnamenti di Paolo VI, VIII, 1970, p. 1.419).

    Sin embargo, la Iglesia jams podr traspasar ese amplio margen de lo que no es demostrable racionalmente que la fe comporta. El creer seguir siempre siendo la condicin congnita de su saber.

    Sus enunciados dogmticos, aunque abiertos a explicaciones ulteriores, expresan verdades inmutables que la preceden y trascienden. Esto quiere decir que permanece inmutable la fe en las personas eternas de la Trinidad y en el nico mismo Cristo Hijo de Dios, eternamente engendrado por el Padre segn la naturaleza divina, y engendrado en el tiempo por la Virgen Mara segn la naturaleza humana.

    La Iglesia dijo una vez ms el Papa en el discurso con el que hemos comenzado por lo que se refiere a las verdades propias del mensaje cristiano, puede llamarse conservadora, intransigente; y a quien la invita a hacer ms fcil la fe, ms acorde con los gustos de la mentalidad cambiante de estos tiempos, le responde con los60

  • rapstoles: Non possumus, no podemos (Act 4, 20) (cfr l Osservatore Romano, 20 de enero de 1972, p. 1). Si as no fuese, ella se hara indigna de atencin en relacin con lo que se ha credo y enseado hasta aqu. Y perdera toda credibilidad para el porvenir.

    Precisamente para reafirmar la fidelidad de siempre y para siempre de la Iglesia, Pablo VI ha propuesto de nuevo la profesin de fe en los misterios de la Encamacin y de la Trinidad: la misma en la plaza de San Pedro en Roma, el 30 de junio de 1968, y en la cripta de la catedral de Sydney, el 1 de diciembre de 1970 (cfr Insegnamenti di Paolo VI, 1968, pp. 292-299; Xm, 1970, pp. 1.309 ss).

    INMUTABLE PROFESIN DE FE

    En la situacin concreta someramente descrita, debe enmarcarse la Declaracin Mysterium Filii Dei de la Congregacin para la Doctrina de la Fe del 21 de febrero de 1972, ratificada por el Sumo Pontfice y promulgada por mandato suyo (cfr L Osservatore Romano, 10 de marzo de 1972, p. 1). Con este acto relevante del Magisterio eclesistico como ha dicho el Santo Padre dirigindose a los fieles el domingo 12 de marzo la Iglesia ha elevado su voz para defender dos verdades fundamentales de nuestra fe: la Unidad y la Trinidad de Dios, y la divinidad de Jesucristo (cfr L Osservatore Romano, 13-14 de m arzo de 1972, p. 1).

    En una primera lectura de la Declaracin destaca enseguida que el lenguaje utilizado, como corresponde a un documento de este gnero, est tcnicamente medido en cada expresin y en todos los matices. Corresponde por tanto a personas tcnicamente calificadas hacerlo objeto de atenta consideracin y de una explicacin y divulgacin apropiada.

    Pero desde ahora es lcito anticipar el efecto serenan-61

  • te que cabe esperar: que todos, aunque, si fuese necesario, tras una momentnea tristeza, encuentren plenamente el gozo y la paz en su acto de fe (cfr 2 Cor 7, 8-10; Rom 15, 13).

    COMENTARIOS

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  • EL DERECHO DEL PUEBLO CRISTIANO A RECIBIR LA PALABRA DE DIOS*

    por Jean Galot S. J.

    La Declaracin de la Congregacin para la Doctrina de la Fe seala un nuevo estilo de intervencin de la autoridad frente a los errores doctrinales. Se trata de errores muy graves concernientes a los puntos fundamentales de la fe cristiana: la Encarnacin y la Trinidad. Sin embargo, el documento no lanza ningn anatema: recuerda la doctrina y sus fundamentos, describe brevemente las opiniones errneas sin dar nombres, llama a la responsabilidad de los que tienen la misin de garantizar la fe en su integridad.

    Esta llamada a la responsabilidad nos parece particularmente digna de atencin: ms que pronunciar condenas, se estimula la toma de conciencia de una situacin que hay que enderezar. En vez de tomar todas las medidas en Roma, se invita a los responsables de las Iglesias locales a cumplir con su deber: as, dice la Declaracin, corresponde a los pastores la tarea de exigir la unidad en la profesin de fe de su pueblo, y, sobre todo, de aquellos que, a causa del mandato recibido por el Magisterio, ensean las ciencias sagradas o predican la palabra de

    Comentario publicado en La Civilt Cattolica, II [1972], 41-46.

    63

  • COMENTARIOSDios (n. 7). Los Obispos no pueden permanecer indiferentes ante una alteracin de la doctrina revelada que provenga de los telogos encargados de ensear en nombre de la Iglesia, o de otros ministros de la palabra de Dios.

    Destacamos el motivo que se da a esta tarea de vigilancia: si hay un deber de los Obispos, es porque el pueblo cristiano tiene el derecho de ser instruido en la autntica fe. El pueblo, que est confiado a los cuidados de los Obispos y del cual ellos son responsables ante Dios, goza del derecho imprescriptible y sagrado de recibir la palabra de Dios, de la que la Iglesia jams ha cesado de adquirir un conocimiento cada vez ms profundo (n. 7).

    No se puede negar que ltimamente este derecho se ha ignorado a veces: quin no ha odo hablar de casos en los que telogos y predicadores, alejndose de los puntos esenciales de la fe, presentaban una doctrina que trastornaba las convicciones de sus oyentes? No nos referimos a los casos en los que el ministro de la Palabra ilustra el mensaje cristiano conservado su sustancia pero expresndose en trminos que tienen en cuenta los progresos de las ciencias bblicas y teolgicas; en estos casos, si el auditorio se desconcierta es porque en el pasado ha recibido el mensaje en un lenguaje menos actualizado: la predicacin es una ocasin para abrirse a un lenguaje ms adaptado a la mentalidad contempornea y para aprovechar las recientes adquisiciones en el estudio de la Revelacin. Aqu hablamos de predicadores que manifiestamente se alejan de la sustancia de la fe y siembran la duda. As, por ejemplo, un predicador, comentando el Evangelio, presenta a Cristo como el hombre que ha respondido perfectamente al amor de Dios, simple hombre como nosotros, pero elegido especialmente por Dios a causa de su respuesta, hombre por medio del cual Dios perdona las culpas y salva a la humanidad; la Encarnacin, ha aadido,64

  • EL DERECHO A RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

    es una alegora porque todos somos hijos nicos de Dios. El que escuchaba, en vez de recibir nueva luz, se ha quedado confundido.

    El Documento de la Congregacin no slo llama a la responsabilidad de los pastores, sino a la de todos los cristianos y particularmente a la de los telogos a causa de su importante oficio y de su necesario servicio en la Iglesia, porque todos deben prestar su adhesin a toda la doctrina de la Iglesia bajo la gua de sus Pastores, y del Pastor de la Iglesia universal.

    Si hay predicadores que difunden doctrinas contrarias a la fe, frecuentemente es porque han recibido la enseanza de telogos discutibles o han ledo sus publicaciones. Se valora, por tanto, mejor el modo con el que la Congregacin ha reaccionado: no ha querido proceder a controles restrictivos ni a condenas, pero ha deseado despertar la conciencia de los telogos y de todos los cristianos.

    1. Los errores sobre Cristo y la TrinidadEn el campo de la cristologa se mencionan tres erro

    res. El primero no admitir como verdad revelada la eternidad de la persona del Hijo de Dios, distinta del Padre y del Espritu Santo. Es necesario relacionar con l las dudas concernientes a la preexistencia de la persona de Cristo, as con la opinin segn la cual la Trinidad habra podido comenzar a existir con la vida humana de Cristo.

    El segundo consiste en abandonar la nocin de la nica persona de Jesucristo, nacida antes de todos los siglos del Padre, segn la naturaleza divina, y en el tiempo de Mara Virgen, segn la naturaleza humana (n. 3). Para comprender este abandono, es necesario recordar que algunos telogos consideran imposible la presencia de dos

    65

  • COMENTARIOSnaturalezas en una persona: una dualidad de naturaleza les parece incompatibles con la unidad que se debe afirm ar de Cristo. Niegan que la naturaleza divina pueda pertenecer a Jess.

    El tercer error rechaza la idea de una naturaleza humana asumida en la persona eterna del Hijo de Dios, para afirmar una persona humana en la que Dios se revela. Hay aqu una nueva presentacin de la Encarnacin: revelacin de Dios en una persona humana ms bien que asuncin de una naturaleza humana por una persona divina. El error no consiste en decir que en el hombre Jess hay una revelacin de Dios, sino en pretender que esta revelacin se efecte en una persona humana.

    Este error explica la Declaracin no se compensa con la afirmacin de que en Jess hay una presencia nica de Dios, de modo que se encuentre en l la expresin suprema y definitiva de la Revelacin divina, ni con la afirmacin todava ms fuerte de que Jess puede ser llamado Dios por el hecho de que en su persona humana Dios est plenamente presente. Tales afirmaciones no son suficientes para alcanzar la fe en la divinidad de Cristo.

    A estos errores cristolgicos est estrechamente ligado el error trinitario, puesto que la negacin de la persona divina de Cristo lleva consigo la negacin del misterio de la Trinidad. La eternidad de la Trinidad no puede subsistir sin la eternidad de la persona del Hijo, y es normal que en tal caso la eternidad de la persona del Espritu Santo sea igualmente cuestionada.

    Frente a estos errores, el Documento de la Congregacin recuerda el fundamento de la doctrina de la Encarnacin y de la Trinidad en la Escritura, y, despus, su expresin en las definiciones conciliares. Evidentemente no puede ofrecer un cuadro completo de las indicaciones es- critursticas y del desarrollo de la Tradicin, que, por lo dems, no intenta hacerlo. En el mbito de la cristologa cita66

  • EL DERECHO A RECIBIR LA PALABRA DE DIOSespecialmente el Concilio de Calcedonia que afirma que el Hijo de Dios ha sido engendrado por el Padre antes de todos los siglos segn la divinidad, y nacido de la Virgen Mara en el tiempo segn la humanidad, y que declara las dos naturalezas en una sola persona. Habra podido citar tambin el Concilio de Nicea, que declara a Jesucristo Hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, consustancial al Padre; es precisamente esta persona divina, poseedora de la naturaleza divina, la que es desconocida por los mencionados errores.

    Respecto al Concilio IV de Letrn, citado al tratar de cristologa y de la Trinidad, es interesante destacar cmo el testimonio de la Iglesia latina coincide con el de la Iglesia griega. Adems la preocupacin de contar con la contribucin de las dos Iglesias se manifiesta en lo que se dice del Espritu Santo: que procede desde la eternidad del Padre y del Hijo, o en otras palabras del Padre por el Hijo (n. 4).

    Observamos que algunos telogo