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LA FORMACION DE LOS CANDIDATOS AL SACEEDOCIO EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Comentario crítico de un, documento romano Por Dnir¡prRro Vnr,nsco Desde que en 1970 la Congregación para la Educación Católica publicó la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, han sido numerosas las orien- taciones dadas con vistas a una adecuada formación de los candidatos al sacer- docio. Así, la frlosofia (1972), el celibato (1974), el derecho canónico (1975), la formación teológica (1976), la liturgia (1979), algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual (1986), han sido algunas de las cuestiones que han merecido la atención preferente de la Congregación, y que sería preciso anali- zar detenidamente para contextualizar el documento que hoy nos ocupa. Por frn, le ha llegado el turno a la doctrina social de la Iglesia. Estudio y Enseñ.anza d,e la Doctrina social de la lglesia en la formación de los sacerdotes, es el título del documento (1). La Congregación Católica, se afirma, "atenta a las exigencias surgidas de la renovación conciliar,... ahora considera oportuno dirigirse de nuevo a los Obispos, a los educadores de los Seminarios y a los profesores para proponer algunas (orientaciones) sobre el estudio y sobre la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia. Al tomar esta iniciativa, se tiene conciencia de responder a una verdadera necesidad, hoy sentida vivamente por todas partes, de hacer benefrciaria a la familia humana de las riquezas contenidas en la doctrina social de la Iglesia, mediante el ministerio de sacer- dotes bien formados y conscientes de los múltiples deberes que les esperan" (n.1). Satisface el ver que la "renovación conciliar" sigue dando sus frutos, y que algo tan importante como la "cuestión social" no sólo es objeto de encíclicas pa- pales, sino que, además, se intenta integrar de forma sigrrificativa en la forma- ción sacerdotal. Ojalá que este documento sirva, como en él se afirma, para (1) Ecclesia. Núrns. 2.434 y 2.435.29 de julio y 5 de agosto de 1989. DEMETRIOVELASCO 101 NOTAS

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comentario sobre la doctrina social de la iglesia

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  • LA FORMACION DE LOSCANDIDATOS AL SACEEDOCIOEN LA DOCTRINA SOCIALDE LA IGLESIAComentario crtico de un,documento romano Por DnirprRro Vnr,nsco

    Desde que en 1970 la Congregacin para la Educacin Catlica public laRatio fundamentalis institutionis sacerdotalis, han sido numerosas las orien-taciones dadas con vistas a una adecuada formacin de los candidatos al sacer-docio. As, la frlosofia (1972), el celibato (1974), el derecho cannico (1975), laformacin teolgica (1976), la liturgia (1979), algunos aspectos ms urgentesde la formacin espiritual (1986), han sido algunas de las cuestiones que hanmerecido la atencin preferente de la Congregacin, y que sera preciso anali-zar detenidamente para contextualizar el documento que hoy nos ocupa.

    Por frn, le ha llegado el turno a la doctrina social de la Iglesia. Estudio yEnse.anza d,e la Doctrina social de la lglesia en la formacin de los sacerdotes,es el ttulo del documento (1). La Congregacin Catlica, se afirma, "atenta alas exigencias surgidas de la renovacin conciliar,... ahora considera oportunodirigirse de nuevo a los Obispos, a los educadores de los Seminarios y a losprofesores para proponer algunas (orientaciones) sobre el estudio y sobre laenseanza de la doctrina social de la Iglesia. Al tomar esta iniciativa, se tieneconciencia de responder a una verdadera necesidad, hoy sentida vivamentepor todas partes, de hacer benefrciaria a la familia humana de las riquezascontenidas en la doctrina social de la Iglesia, mediante el ministerio de sacer-dotes bien formados y conscientes de los mltiples deberes que les esperan"(n.1).

    Satisface el ver que la "renovacin conciliar" sigue dando sus frutos, y quealgo tan importante como la "cuestin social" no slo es objeto de encclicas pa-pales, sino que, adems, se intenta integrar de forma sigrrificativa en la forma-cin sacerdotal. Ojal que este documento sirva, como en l se afirma, para(1) Ecclesia. Nrns. 2.434 y 2.435.29 de julio y 5 de agosto de 1989.

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    NOTAS

  • que el "rico patrimonio" de la "doctrina o enseanza social de la Iglesia" seponga al seryicio de la evangelizaci del mundo y de la misma Iglesia.

    La verdad es que, tras una detenida lectura del mismo, me queda la im-presin, que intentar razonar a lo largo de estas pginas, de que el uso de 1oque aqu se llama "rico patrimonio" est condicionado por una actitud excesi-vamente preocupada por la ortodoxia de la "doctrina" y por el estatuto eclesialdel privilegiado destinatario de la misma: el candidato al sacerdocio. En miopinin, un innecesario tono apologtico en la presentacin de lo que la doctri-na social de la Iglesia ha sido y puede ser, y una desmedida pretensin episte-molgica en el objetivo del propio documento, no facilitan la tarea de levantarla hipoteca terica y prctica que sobre dicho "rico patrimonio" pesa dentro yfuera de la Iglesia. No podemos olvidar que la llamada doctrina social de laIglesia no ha gozado de gran aprecio ni en la prctica en la Iglesia, y todo ello,a pesar de la insistencia del ltimo magisterio pontifrcio.

    A pesar de todo, no quisiera dar una sensacin de rechazo a un documentoque, por su amplitud y contenido, ofrece numerosas aportaciones de gran inte-rs, y que merece ser estudiado detenidamente y ser asumido en todo aquelloque posibilite la Misin de la Iglesia en nuestro mundo.

    Escribo estas pginas desde la preocupacin por la suerte de la DSI, quepara m coincide, en alguna medida, con la suerte de la misma Iglesia. Y lasescribo, consciente de que son fruto de una lectura necesitada de ulteriores y,seguramente, profundas matizaciones. Su carcter crtico no quiere devaluarel alcance y significado del documento, sino disponer a una lectura atenta delmismo.

    El Documento consta de una Introduccin y de seis captulos. Los cincoprimeros se refieren a la naturaleza de la doctrina social de la Iglesia: su di-mensin histrica, terica y prctica en los tres elementos que la componen, asaber, los principios permanentes, los criterios dejuicio y las directrices de ac-cin. Y el sexto ofrece algunas indicaciones para garantizar a los candidatos alsacerdocio una adecuada formacin en materia de doctrina social. Es un docu-mento estudiado en colaboracin con la Comisin Pontifrcia "Justicia y Paz" yaprobado por la Asamblea Plenaria de la Congregacin para la Educacin Ca-tIica. Est datado el 30 de diciembre de 1988 en el Palacio de la Congrega-cin, en Roma.

    Si bien, como aparece en su distribucin por captulos, el tema de la natu-raleza de la DSI es e1 ms importante, la frnalidad explcita del documento, laformacin sacerdotal, est pesando de forma decisiva en todo 1. En mi opi-nin, el objetivo ltimo de "garantizar la coherencia, la unidad y la solidez dela enseanza, a fin de permitir a los alumnos tener una visin sinttica de lateologa y de la pastoral" (n.67), va a condicionar el talante magisterial y, comoya he apuntado, "doctrinal" de la misma naturaleza de Ia DSI. "Claridad deideas", "rectitud de principios", "integridad de contenidos", "seguridad deorientaciones", y todo ello legitimado en ltima instancia desde "el argumento

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  • de autoridad", son expresiones que reflejan el tono del documento y que pare-cen querer aportar algo ms que unas "orientaciones".

    Se comienza el captulo de la Naturaleza dela DSI saliendo al paso de "lasdudas difundidas todava en varias partes acerca del uso del trmino "doctrinasocial" e incluso acerca de su naturaleza misma, que exigen una aclaracin delproblema epistemolgico que est erala raz de tales equvocos" (n.3). Acto se-guido', esta exigencia se concreta en "esperar que una reflexin profunda sobrelos elementos que expresan su naturaleza, ayude a comprender mejor los tr-minos en que se plantea el problema" (ibd.). Finalmente, se nos dice que: "loque aqu se pretende es precisar dichos elementos constitutivos tal como se de-ducen directamente de los pronunciamientos del Magisterio, y no como se en-cuentran formulados por algunos estudiosos. En efecto, es necesario distinguirsiempre la doctrina social ofrcial de la Iglesia y las diversas posiciones de lasescuelas que la han explicado, desarrollado y ordenado sistemticamente elpensamiento social contenido en los documentos pontificios" (ibd.).

    La necesidad dejustifrcar la naturaleza de la doctrina social de la Iglesia yde especificar su sentido, me parecen obvias, ya que no faltan quienes nieganla legitimidad de su existencia (caso de algunos sectores del neoliberalismo oc-cidental), o quienes la manipulan y la adulteran en funcin de intereses ajenosa la misma (neoconfesionalismos). Pero sorprende ver que se supone que hayuna lectura "cannica", que se adecua perfectamente a la lgica inmanente dela doctrina del Magisterio, y que, as, discrimina a las que no son cannicas. Sias fuera, estaa resuelto el problema epistemolgico, 1o que sorprende, cuan-do unas lneas antes se ha dicho que "en este documento no se puede tratar er-profeso ni resolver sin ms las cuestiones epistemolgicas relativas a la doctri-na social". Y la sorpresa se torna en preocupacin cuando entre los elementosesenciales que constituyen la naturaleza dela DSI se cita a las ciencias huma-nas y sociales como complemento necesario de la teologa y de la frlosofa. Lapreocupacin estara en constatar que junto a la doctrina del Magisterio sepretende colocar una teologa y una filosofa pretendidamente cristianas, operfectamente adecuadas al evangelio. El pluralismo frlosfrco y teolgico nocreo que puedan ser cuestionados a estas alturas.

    La DSI como disciplina teolgica autnoma

    La afrrmacin de que la DSI "posee una identidad propia, con un perfil te-olgico bien defrnido", y de que sus fuentes (la Sagrada Escritura y la ense-anza de los Padres y de los grandes telogos de la Iglesia y del mismo Magis-terio), su fundamento y objeto (la dignidad de la persona humana), su sujeto(toda la comunidad cristiana, "tambin los laicos"), el contenido (el hombresocial integral), la confrguran como "una disciplina particular y autnoma,terica y prctica a un tiempo, en el campo amplio y complejo de la ciencia dela teologa moral, en relacin estrecha con la moral social" (n.4), es uno de losmensajes centrales del documento.

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  • A pesar de que se argumenta sobre la naturaleza teolgica de la DSI (n.5),sobre su triple dimensin: terica (doctrina del Magisterio), histrica y prcti-ca (n.6), sobre su metodologa: proceso dinmico inductivo-deductivo del ver,jrzgar y actuar (n.7), sobre su mtodo de discernimiento (n.8), con la ayuda dela teologa, la frlosofa (n.9) y las ciencias positivas (n.10), los argumentos adu-cidos no parecen clarifrcar sufrcientemente la verdadera especifrcidad de laDSI como disciplina teolgica particular y autnoma respecto a la Moal sociale incluso respecto a la teologa moral.

    El objetivo concreto, explicitado al final del documento, de que se garanti-ce el conocimiento de las Encclicas sociales, convertidas en materia obligato-ria de cursos especiales, estara configurando la especificidad de la disciplinams que los argumentos aducidos a favor de su originalidad y autonoma teol-gico-moral. Pero, si as fuera, la referencia a las fuentes dejara silenciados alos "grandes telogos", a no ser que por tales se entienda slo a los maestros deIa "frlosoffa y teologa perennes", que se suponen estn presentes en todas ycada una de las Encclicas, como su "slido encuadramiento" (n.9); el sujeto,que, recordemos, era el pueblo de Dios, quedara hipostasiado y monopolizadopor el Magisterio; el contenido quedaa reducido y abstrado de su humus in-tegral; y algo, de lo que no se habla explcitamente, el lugar teolgico, quecomo sabemos, condiciona decisivamente al contenido, al sujeto y a la mismainterpretacin de las fuentes, quedara "rejudaizado" por un talante excesiva-mente "etnocentrista".

    Al final del primer captulo, tras afirmar que la DSI debe actualizarse sinromper la continuidad (nn.11 y 12), afrrma lo siguiente: "Ms all del mbitode sus fieles, la Iglesia ofrece su doctrina social a todos los hombres de buenavoluntad, afirmando que sus principios fundamentales son exigid,os por la rec-ta razn iluminada y perfeccionada por el Evangelio" (n.13). El relieve de estaafirmacin reforzara, si cabe, la exigencia de una DSI que lograra convencer alos hombres de la "recta razn de sus principios" por la razonabilidad, plausi-bilidad y veracidad de los mismos, ms que por su apelacin a argumentos au-toritativos dificilmente universalizables. l.os siguientes captulos buscan razo-nar la afirmacin arriba sealada.

    La dimensin histrica de la DSI

    Con este ttulo se introduce el captulo segundo, que busca conseguir undoble objetivo: En primer lugar, el mostrar la urgencia, pertinencia y efrcaciade la DSI para solucionar los problemas sociales contemporneos, "tal como loha recordado el reciente Magisterio eclesial", saliendo as, de nuevo, al paso"frente al intento de algunos de sembrar dudas y d,esconfianzas sobre la efrca-cia de la doctrina social, porque es considerada abstracta, deductiva, esttica ysin fuerza crtica" (n.14).

    En segundo lugar, el de poner de relieve la dimensin social del mensaje

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  • cristiano primitivo, y de la misin de la Iglesia a lo largo de la historia. Paraesto, se analizan los documentos ms relevantes del Magisterio social que, des-de Len XIII hasta nuestros das, ha elaborado una verdadera y propia doctri-na social (nn.18-29).

    Un sucinto anlisis del contexto, de las condiciones econmicas, sociales,polticas y culturales en que se gestionaron y dieron a luz los documentos, ha-cen de este captulo un resmen til para tener una visin panormica de laDSI.

    Aunque, tras la lectura del mismo, queda la impresin de que es una vi-sin retrospectiva excesivamente autocomplaciente. Se echa de menos una m-nima mirada autocrtica sobre este "signifrcado de la presencia histrica de laIglesia en el mundo". A estas alturas, cuando la sociologa y la historia de lasIdeas nos han enseado a descubrir la gnesis y funcionalidad de las mismas,sorprende leer afirmaciones como sta: "En toda poca la doctrina social, consus principios de reflexin, sus criterios dejuicio y sus normas de accin no hatenido, ni hubiera podido tener, otra flrnalidad que la de iluminar especialmen-te, partiendo de la fe y de la tradicin de la Iglesia, la situacin real de la so-ciedad, sobre todo cuando en ella se ofende a la dignidad humana" (n.18).

    Cuando en el n.19 se dice que, tras Ia situacin creada por Ia Revolucinindustrial, del liberalismo, del capitalismo y del socialismo, "no pocos catlicosde diversos pases europeos, de acuerdo con las exigencias ticas y sociales dela palabra de Dios... promoeron el despertar de la conciencia cristiana antelas grandes injusticias surgidas en aquella poca", ni siquiera se menciona laresistencia, y hasta la persecucin, por parte de la misma Iglesia de muchos delos catlicos progresistas que pedan una Iglesia ms encarnada y evanglica.Ni se dice que esta actitud de rechazo ha estado motivada no pocas veces poruna interpretacin "oficial" de la misma DSI.

    En cualquier caso, si la DSI ha tenido, y todava tiene, detractores, o por lomenos bastantes intrpretes cticos, no parece honesto achacarlo slo a la fal-ta de buena voluntad o a las "razones torcidas" de stos, sino, en una buenamedida, al comportamiento de la Iglesia que no ha sabido estar a la altura delas circunstancias, y yo dira que, sobre todo, a una oferta poco significativa yplausible de su DSI.

    Salir al paso de los que "siembran iludas" sobre la efrcacia de la DSI, por-que es considerada "abstracta, deductiva, esttica y sin fuerza ctica", exigeargrrmentos ms convincentes de los aducidos en este documento. Mientrastanto, algunos comentaristas y manuales crticos, aqu denunciados, siguenobligados a ser fieles al mtodo crtico y seguirn gozando de la credibilidadque se merecen, sobre todo porque han permitido y permiten una praxis cris-tiana ms coherente con el evangelio e histricamente menos insufrciente quela DSI.

    Seguramente que, como se dice en el n.23 al comentar las encclicas deJuan )O(III, "no se puede hablar de cambio epistemolgico", respecto a la tradi-

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  • cin anterior. Pero se debera subrayar ms el carcter innovador y hasta revo-lucionario del Vaticano II, al plantearse la Constitucin de la Iglesia y su for-ma de presencia en el mundo. No es precipitado el afirmar que el juicio de loscomentaristas y manuales arriba desautorizados ha sido, en numerosos casos,fruto de su coherencia con el "giro fundamental en el proceso evolutivo de ladoctrina social" que el concilio supuso.

    Es verdad que al frnalizar el captulo se reconoce que "este breve panora-ma histrico de la doctrina social de la Iglesia ayuda a comprender su comple-jidad, su riqweza, su dinamismo, as como sus lmites" (n.27). Pero, como semuestra ms adelante, estos lmites seran el fruto imponderable de un proce-so dinmico y abierto, y no el fruto de una presencia histricamente insuficien-te y de la que hay que arrepentirse.

    Principios y valores permanentes

    El tercer captulo se refiere a los principios permanentes y a los valoresfundamentales que no deben faltar nunca en la enseanza de la DSI (n.29).

    Entre los principios, "se consideran fundamentales los tocantes a la digni-dad de la persona humana, al bien comn, a la solidaridad y a la participacin(n.30). "De la dignidad de la persona humana, de sus derechos y de su sociabi-lidad derivan los dems principios permanentes de reflexin que orientan y re-gulan la vida social. Entre ellos, profundizados por la reflexin del Magisterio,se pueden sealar los que se refieren al bien comn, a la solidaridad, a la sub-sidiaridad, a la participacin, a la concepcin orgnica de la vida social y aldestino universal de los bienes" (n.36).

    Entre los valores fundamentales se citan aquellos que son inherentes a ladignidad de la persona humana. "Estos valores son principalmente: la verdad,la libertad, la justicia, la solidaridad, la paz y la caridad o amor cristiano"(n.43).

    El captulo glosa brevemente cada uno de dichos principios y valores, in-tentando mostrar que slo en un Dios, que ha creado al hombre a su imagen ysemejanza y lo ha elevado a un fin sobrenatural, encuentran su verdadero fun-damento, y en el Evangelio, la nueva sabidura teolgica y moral para saberafrontar los problemas del mundo contemporneo.

    De nuevo, hay que hacer aqu una observacin crtica respecto a unalectura excesivamente autocomplaciente de la posicin de la Iglesia respecto adichos principios. As, por ejemplo, refirindose a los derechos humanos, seafirma: "Reflexionando sobre ellos la Iglesia ha reconocido siempre sus funda-mentos frlosficos y teolgicos, y las implicaciones jurdicas, sociales, polticasy ticas como aparece en los documentos de su enseanza social. Lo ha hechono en el contexto de una oposicin revolucionaria a los derechos de la persona

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  • humana contra las autoridades tradicionales, sino en la perspectiva del Dere-cho escrito por el Creador en la naturaleza humana" (n.32).

    Descontextualizar la fundamentacin histrica de los derechos humanos,desconociendo que histricamente fueron expresin de la lucha contra el abso-lutismo de los poderes, y situarse en el universo deljusnaturalismo es conde-narse a una consideracin racionalista y ajena a la traduccin concreta de losderechos. Los derechos humanos no son fruto de una reflexin abstracta, sinouna respuesta a situaciones concretas en las que el individuo y su dignidadestaban amenazados o menoscabados por poderes que se hacan legitimardesde las autoridades llamadas tradi'cionales. La Igleiia no slo no ha iecono-cido siempre las implicaciones jurdicas, sociales, polticas y ticas, sino que, amenudo, se ha situado en contra de quienes intentaban llevarlas a la prctica.La intolerancia religiosa, la concentracin del poder legitimado por derechodivino, la indefensin penal y procesal de los disidentes, no han sido slo pa-tente del Estado Moderno como estado absoluto. Tambin la Iglesia ha tenidoalgo que ver en todo ello. Reconocerlo, no obliga a comulgar con todas las am-bigedades de la Revolucin y del mundo moderno. Pero desconocerlo, impidehacer significativa y plausible la DSI en uno de los campos ms sensibles denuestros das, como es el de los derechos humanos. Aunque, hoy, tambin sele exige a la Iglesia que, adems de tener un discurso terica e histricamentebien fundamentado, debe ponerlo en prctica en el interior de s misma. Yste es, como sabemos, otra de las asignaturas pendientes al respecto.

    Criterios de juicio para el discernimiento cristianoEl cuarto captulo nos introduce en un nivel del juzgar, en el que no basta

    con apelar a los principios y valores fundamentales hasta ahora sealados,sino que hay que ver cmo dichos valores se aplican a las situaciones, Ias es-tructuras y las instituciones que rigen la vida econmica, social, poltica, cultu-ral, tecnolgica, y a los mismos sistemas sociales e ideologas.

    Para esta tarea son requeridos los laicos. "Pero el paso de lo doctrinal a loprctico supone elementos de tipo cultural, social, econmico y poltico para loscuales son particularmente competentes, aunque no exclusivamente, los laicos,a los que incumbe desarrollar las actividades temporales por iniciativa propiay bajo su personal responsabilidad" (n.48).

    Una vez delimitada la divisin del trabajo, que aparecer ms explicitadaen el siguiente captulo (nn.58 y 59), y tras poner algunos ejemplos de juicios so-bre situaciones concretas, estructuras, sistemas sociales e ideologas que apare-cen en las Encclicas sociales (n.49), se advierte del peligro de las ideologas(n.50). No es la primera vez que se alerta ante el uso de las ciencias sociales,porque suelen estar mediatizadas por siones ideolgicas o estrategias polti-cas, como oculre con el anlisis marxista y la ideologa liberal que inspira el sis-tema capitalista. Sorprende que solamente se contemple este peligro en este mo-

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  • mento y cuando entran en escena los laicos. Como si el supuesto peligro de lasideologas no estuera acechando tambin en los dems momentos del juzgar ya los dems sujetos al mismo, aunque alguno de ellos se llame Magisterio oficial.

    Se dice que "la Iglesia no pretende alentar un sistema socioeconmico ypoltico alternativo" y que "los creyentes deben optar siempre por un modelohumanizador de las relaciones socioeconmicas que sea conforme con la escalade valores mencionada ms arriba" (n.51). No es una ayuda muy concreta, so-bre todo, cuando se reconoce que "es edente que un juicio maduro sobre lasnuevas situaciones, sobre los nuevos modelos de sociedad y sobre los nuevosprogramas, no depende slo de la doctrina social, sino tambin de la formacinfilosfico-teolgica, del sentido poltico y del discernimiento de los cambios delmundo. Tbdo ello exige preparacin remota y prxima, estudio y reflexin, se-grln recomiendan estas Orientaciones" (n.53). Es patente que los laicos no lotienen fcil. Pero no es menos evidente que mientras la DSI se entienda comouna doctrina formulada desde el Magisterio y no como el fruto de una prcticasocial eclesial que se piensa y se tematiza conjuntamente por las diferentesinstancias del pueblo de Dios, debidamente coordinadas, la conexin entre losprincipios y valores fundamentales y su aplicacin prctica seguir siendomuy dificil.

    Orientaciones para la accin social

    En este captulo V, que es en mi opinin el ms interesante del documento,se dan algunos criterios de accin, inspirados en todo lo dicho anteriormente,se hacen algunas reflexiones sobre la relacin entre la DSI y la praxis cristia-na, y sobre la dimensin poltica de la fe y sus expresiones, como signos de lapresencia del reino, y se concluye con una "constatacin-desideratum" sobre elsignifrcado de la DSI.

    Los criterios de accin mencionados, que servirn para evaluar las decisio-nes, proyectos y programas adoptados por los diversos agentes sociales, son lossiguientes:

    1.- "La dignidad de la persona humana, que lleva consigo el res-peto y la promocin de todos los derechos personales y sociales inhe-rentes a su naturaleza" (n.55).

    2.- "El ejercicio del dilogo respetuoso, como mtodo idneo paraencontrar una solucin a los problemas mediante acuerdos progra-mticos y operativos" (n.56).

    3.- "La lucha noble y razonada en favor de lajusticia y de la soli-daridad sociales" (n.57).

    4.- La formacin de laicos y Pastores en aquellos campos en losque es necesario ser competentes para realizar una accin eficaz se-gn criterios morales rectos (n.58).

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  • 5.- "El uso (por el laico) de la doble experiencia: la de las realida-des temporales y Ia de la fe cristiana" (n.59).

    6.- "La apertura a los carismas y a los dones del Espritu Santo enel compromiso y en las opciones cristianas en la da social" (n.60).

    7.- "La prctica del manCamiento del amor y de la misericordiaen todo aquello que, segn el espritu del Evangelio, concede priori-dad a los pobres" (n.61).

    Estos criterios de accin, brevemente justifrcados desde el punto de vistadoctrinal y desde las exigencias del nuevo contexto mundial, dan paso a rnasrefledones, en las que, tras afirmar que: "la pastoral presupone Ia doctrina so-cial y sta conduce a la accin pastoral como parte prilegiada de la praxiscristiana" (n.62), se aborda el tema de la poltica.

    El hecho de que la Iglesia no tenga una alternativa a los sistemas vigen-tes, ni asuma ninguno de stos como propio, no quiere decir que sea indiferen-te ante lo poltico. "La presencia de la Iglesia en eI campo poltico es una exi-gencia de la fe misma, a la luz de la realeza de Cristo, que lleva a excluir laseparacin entre la fe y la vida diaria, uno de los errores ms graves de nues-tra poca" (n.63). Para comprender esta presencia se distingue entre poltica,"entendida en su ms alto valor sapiencial, que es deber de toda la Iglesia", re-firindose a la valoracin de la dimensin tica de la poltica, y compromiso po-ltico, como toma de decisiones concretas, que "es un deber que compete a loslaicos" y del que se abstendrn los pastores, "a no ser que, en circunstanciasconcretas,lo exija el bien de la comunidad" (ibd.).

    Como conclusin de todo lo dicho hasta ahora, se afrrma que la DSI "toda-va tiene ante s muchas etapas que recorrer, segn el dinamismo del desarro-llo de la sociedad humana en la historia", y "se perfila, al menos en sus lneasesenciales, con suficiente claridad, presentndose como parte integrante delconcepto cristano de la uida" (n.65). Las lneas que cierran este captulo pre-sentan una DSI que, en mi opinin, est lejos de reflejar lo que hasta ahora hasido, sobre todo, "en el seno de la comunidad cristiana". Ojal sea ste su per-frl en el futuro! "En rtud de estos supuestos, eI Magisterio de la Iglesia -pa-pal, conciliar, episcopal- con la aportacin del estudio y de 1a experiencia detoda la comunidad cristiana, elabora, articula y expone esta doctrina como unconjunto de enseanzas ofrecidas no slo a los creyentes, sino ambin a todoslos hombres de buena voluntad, para iluminar con el Evangelio el camino co-mn hacia eI desarrollo y Ia liberacin integral del hombre" (n.65).

    La formacin

    Con un subttulo, titulado Finalidad del documento, se abre este ltimocaptulo que es, como ya decamos al comienzo, el que marca el tono de la refle-xin hecha hasta ahora. "Las orientaciones dadas en la exposicin precedente

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  • estn destinadas a los que tienen el deber y la responsabilidad de la formacinde los candidatos al sacerdocio y de los estudiantes de los diversos institutosteolgicos. Estn preparadas con el frn de facilitar y estimular la labor forma-tiva en el campo de la doctrina social" (n.66).

    Este captulo, que ofrece "indicaciones concretas", dibuja el perfil del pro-fesor, que debe tener una amplia y profunda formacin teolgica, cientfica,pastoral, pedaggica, espiritual; debe ser un estrecho colaborador con los pro-fesores de moral, de dogmtica y de pastoral; debe estar interesado y preocu-pado por la preparacin y maduracin de los alumnos, inicindolos en el uso delas ciencias humanas, segn las nonnas de Ia Iglesia, evitando caer en lastrampas de las ideologas, empeado en un proceso de formacin permanentey, como es obvio, con una experiencia pastoral directa que le ser utilsima(nn.66-70). Sin tener especiales reparos que hacer a tal personaje, me recuerdala historia, que supongo ser cierta, de aquella comunidad que al pedir un cl-rigo, le eiga que tuera: la fiterza del guila, la vigilancia del bho, la suavi-dad del cisne, la sencillez de la paloma, la cordialidad del gorrin, y, luego, lepeda que se alimentara como un canario.

    La formacin de los alumnos debe ser integral. Y la formacin en la DSIha de tener en el curriculum el carcter de disciplina con cursos obligatorios,que garanticen el imprescindible conocimiento de las grandes encclicas socia-les. "Su estudio deber tener en cuenta el contexto cultural en que fueron es-critas, los principios teolgicos y filosfrcos en que se basan, su relacin con lasciencias sociales y su sentido en las circunstancias actuales. Adems, en cone-xin con los documentos de la Iglesia LJniversal, se debern estudiar tambinlos problemas sociales de las iglesias particulares y locales" (n.73). El estudiodeber ir acompaado de "experiencias de carcter pastoral y social que lespongan en contacto directo con los problemas estudiados... Son muy aconseja-bles las visitas y el dilogo de los estudiantes, acompaados de sus profesores,con el mundo del trabajo -empresarios, obreros, sindicatos-, con las organiza-ciones sociales y con los sectores marginados" (n.76).

    IJna vez ms se recalca el deber del sacerdote respecto a los laicos, ayu-dndoles a "ser conscientes de su deber, formarles tanto espiritual como doctri-nalmente, acmpaarles..." (n.77). En mi opinin, se sigue manteniendo unadivisin del trabajo que responde a una concepcin clerical y elitista del minis-terio sacerdotal, y que supone un dispendio de este rico patrimonio del laicado,que puede y debe ser, por derecho propio, no slo un sujeto experto y compe-tente en DSI sino en todas las dems ramas del saber teolgico.

    Si, como se deca al comienzo, seguimos "atentos a las exigencias surgidasde la renovacin conciliar", no deberemos olvidar que una de las primeras exi-gencias era la de construirjuntos una Iglesia ms corresponsable e igualitaria.

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