13.08.24 diari de terrassa

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02 dt comerç SÁBADO, 24 DE AGOSTO DE 2013 Pasado A pesar de que Ruzanna, Olena, Ivan y Ionela están muy a gusto en Terrassa, todos sienten a veces nostalgia de un pasado que hoy les empieza a quedar ya le- jano. Es el de los colores, ritmos y sabores de las tierras del este de donde proceden. Al echar la vista atrás, Olena, por ejemplo, piensa en los paisajes de Ucra- nia, un país que –dice– tiene mucho por ver. La dependien- ta también indica que el cerdo es allí un ingrediente básico en la cocina. Ionela, desde la Perruqueria Hairmonia, recuerda la gastro- nomía rumana que, según ella, incluye ingredientes naturales que suelen tener más sabor que los que encontramos en Catalunya. La esteticista tam- bién confiesa que cuando ha regresado a su país ha visto unos paisajes más verdes y bo- nitos de los que recordaba. Desde la distancia y en un re- ceso del intenso trabajo que tiene a la hora de servir los de- sayunos en Can Petit, a Ivan también le vienen a la memo- ria aspectos que dibujan la for- ma de ser de los moldavos. En- tre la nosaltalgia y el desalien- to, el camarero dice que mu- chos de sus compatriotas aún viven con el apego a la idea de la Unión Soviética. Él ya ha en- tendido que su mundo es otro. DE PAÍSES DEL ESTE A TERRASSA Llegados de Europa oriental Salieron de Ucrania, Rumanía, Moldavia y Rusia, e hicieron de Terrassa su pequeño nuevo mundo. Hoy trabajan en comercios de la ciudad. Text: Emili González Fotos: Alberto Tallón ejaron a una parte de su familia, de los amigos de toda la vida y abandona- ron el paisaje que les vio crecer. Todos ellos tienen en común que proceden del este de Europa, de una zona del Viejo Conti- nente que ha vivido importantes cam- bios en las últimas décadas. Son Ivan, Ionela, Ruzanna y Olena. Partieron de Moldavia, Rumania, Rusia y Ucrania. Terrassa es hoy su hogar, mientras que estar de cara al público se ha conver- tido en su profesión. “Llegué sin saber español, pero des- de el primer momento la gente fue muy amable conmigo”, recuerda Ru- zanna Arustamyan, propietaria del bar K Bon Gust, situado en la calle del Col·legi, número 5. Ruzanna “aterrizó” en Terrassa con sus dos hijos (que hoy tienen 13 y 15 años) después de que de su marido viniera a buscarse la vida con un amigo a Lloret de Mar. Como Olena e Iván, Ruzanna ha pa- sado por la universidad. Ella nació en Pjatigorsk, un municipio del Cáucaso ruso próximo al mar Negro y a la re- gión de Chechenia. Estudió lingüísti- ca y, cuando estaba en su país, traba- jaba como profesora de inglés y alemán. Al asentarse en Catalunya, esta pequeña empresaria tuvo que adaptarse a unas nuevas circunstan- cias vitales e inició un proyecto labo- ral que poca relación guardaba con el que había tenido antes. “Con mi hermana, Zanna, decidimos abrir un bar que era algo especial, ya que en el local empezamos a vender productos rusos de importación. Con el tiempo, ella regresó a nuestro país y yo me he quedado al frente del ne- gocio, donde sirvo cervezas en gran- des latas, que son típicas de Rusia, y a menudo preparo algunos postres tra- dicionales de allí”, explica Ruzanna, mientras celebra que cumple 37 pri- maveras en compañía de algunos cli- entes convertidos ya en amigos. HISTORIAS LEJANAS Olena Kostik, de 34 años, también ha encontrado una nueva vida profesio- nal en Terrassa. Ingenieria naval de formación, esta ucraniana atiende de- trás del mostrador de la pastelería y bombonería Vibria, situada en la ca- lle Roger de Llúria, número 88. La gran mayoría de los compradores que en- tran al establecimiento para alquirir las especialidades, dulces o saladas, de la casa no saben que detrás de la persona con la que hablan, aguarda una sorprendente historia familiar. “Los nazis capturaron a mi abuelo, que estuvo unos años en campos de concentración”, recuerda Olena. Pero es que si la dependienta se re- monta más en el tiempo puede expli- car el sonado romance que tuvieron dos de sus antepasados, la “sirvienta” y el “guardián”. Trabajaban en la casa de los Romanov, la dinastía de la que surgieron los zares de Rusia desde el siglo XVII y hasta la revolución bolche- vique de inicios del XX. “A ella, la edu- caron desde pequeña para atender a la monarca, y él era miembro de la guardia de la casa real. Se enamora- ron y se casaron. Todavía conservo al- guna foto de ambos”, comenta. PROGRESAR, EL OBJETIVO Olena, que habla cinco idiomas (ucra- niano, ruso, inglés, además de catalán y castellano), decidió venir a España porque aquí vivían unos primos suyos. “Yo nací en Nikolayev, un mu- nicipio de casi 500.000 habitantes del sur de Ucrania, cercano al mar Negro”, dice. Olena también aclara que en esta localidad ya trabajaba en el sector del comercio. “Tenía una tienda de ropa interior”, indica. La dependienta llegó a Barcelona con el fin de progresar en su vida e im- pulsada por un cúmulo de circunstan- cias. Algunas eran personales. Otras, tenían que ver con el propio contexto histórico de su país. Ucrania, una de las republicas socialistas que forma- ban parte de la Unión Soviética, se convirtió en un estado soberano en el año 1991. “Al lograr la independencia, tuvimos que empezar de cero. Y para los comerciantes de Nikolayev resul- tó muy difícil. Mi propia madre me aconsejó que partiera a buscarme la vida a otra parte. Primero, llegué a Barcelona, donde trabajé en el bar de mis primos. Después conocí a un chi- co y acabé en Terrassa”, declara. La motivación de encontrar un futu- ro con mejores horizontes también movió a Ivan, que hoy es un emplea- do más del restaurante Can Petit, si- tuado en la calle Font i Sagué, núme- SUEÑOS CUMPLIDOS Aunque para Ivan éste iba a ser un viaje corto, el camarero del restaurante Can Petit ve ya Terrassa como el lugar donde pasará, cuando menos, los próximos años de su vida. Ivan cuenta que todo le ha ido bien en Catalunya, que ha cumplido el sueño de comprar una vivienda y que ahora puede pensar en irse de vacaciones. Es una ilusión que en su país le hubiera resultado inimaginable. Asimismo, este empleado del sector de la hostelería indica que utiliza mucho el programa Skype de videollamadas por internet para estar en contacto con lo seres queridos. Y es que él no es el único miembro de su familia que ha emigrado de Moldavia. Ivan tiene dos hermanos que están repartidos por el mundo. Viven en Moscú y San Petersburgo. CUESTIÓN DE PALABRAS Ruzanna cuenta que una de las barreras con que se encontró al llegar a España fue el idioma, pero que sus estudios de lingüística y el contacto diario con los clientes del bar K Bon Gust, la ayudaron mucho a superar esta dificultad. “Incluso me apunté durante un año a catalán, que es un idioma que suelo utilizar con mis hijos”, dice la pequeña empresaria. “Entre ellos, por ejemplo, sólo hablan en esta lengua, aunque también quiero que sepan ruso. Por esta razón, los chicos viajan cada año a mi país”, comenta. El hecho de que no conociera a nadie al llegar a Terrassa también fue una de las grandes dificultades añadidas que la comerciante tuvo que superar. Hoy, Ruzanna se siente integrada al cien por cien en una ciudad que ya considera suya. Tanto Ivan, como Ionela, Ruzanna y Olena vienen de países que han cambiado mucho en las últimas décadas. Para algunos de estos empleados, la desintegración de la Unión Soviética marcó un punto y aparte en sus vidas Todos ellos están de cara al público y tienen en común que cuentan con un alto nivel formativo D

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02 dt comerç SÁBADO, 24 DE AGOSTO DE 2013

Pasado

Apesar de que Ruzanna,Olena, Ivan y Ionelaestán muy a gusto en

Terrassa, todos sienten a vecesnostalgia de un pasado quehoy les empieza a quedar ya le-jano. Es el de los colores, ritmosy sabores de las tierras del estede donde proceden. Al echar lavista atrás, Olena, por ejemplo,piensa en los paisajes de Ucra-nia, un país que –dice– tienemucho por ver. La dependien-ta también indica que el cerdoes allí un ingrediente básico enla cocina.

Ionela, desde la PerruqueriaHairmonia, recuerda la gastro-nomía rumana que, según ella,incluye ingredientes naturalesque suelen tener más saborque los que encontramos enCatalunya. La esteticista tam-bién confiesa que cuando haregresado a su país ha vistounos paisajes más verdes y bo-nitos de los que recordaba.

Desde la distancia y en un re-ceso del intenso trabajo quetiene a la hora de servir los de-sayunos en Can Petit, a Ivantambién le vienen a la memo-ria aspectos que dibujan la for-ma de ser de los moldavos. En-tre la nosaltalgia y el desalien-to, el camarero dice que mu-chos de sus compatriotas aúnviven con el apego a la idea dela Unión Soviética. Él ya ha en-tendido que su mundo es otro.

DE PAÍSES DEL ESTE A TERRASSA

Llegadosde EuropaorientalSalieron de Ucrania,Rumanía, Moldavia yRusia, e hicieron deTerrassa su pequeñonuevo mundo. Hoytrabajan en comerciosde la ciudad.Text: Emili GonzálezFotos: Alberto Tallón

ejaron a una parte de sufamilia, de los amigos detoda la vida y abandona-ron el paisaje que les viocrecer. Todos ellos tienen

en común que proceden del este deEuropa, de una zona del Viejo Conti-nente que ha vivido importantes cam-bios en las últimas décadas. Son Ivan,Ionela, Ruzanna y Olena. Partieron deMoldavia, Rumania, Rusia y Ucrania.Terrassa es hoy su hogar, mientras queestar de cara al público se ha conver-tido en su profesión.

“Llegué sin saber español, pero des-de el primer momento la gente fuemuy amable conmigo”, recuerda Ru-zanna Arustamyan, propietaria del barK Bon Gust, situado en la calle delCol·legi, número 5. Ruzanna “aterrizó”en Terrassa con sus dos hijos (que hoytienen 13 y 15 años) después de quede su marido viniera a buscarse la vidacon un amigo a Lloret de Mar.

Como Olena e Iván, Ruzanna ha pa-sado por la universidad. Ella nació enPjatigorsk, un municipio del Cáucasoruso próximo al mar Negro y a la re-gión de Chechenia. Estudió lingüísti-ca y, cuando estaba en su país, traba-jaba como profesora de inglés yalemán. Al asentarse en Catalunya,esta pequeña empresaria tuvo queadaptarse a unas nuevas circunstan-cias vitales e inició un proyecto labo-ral que poca relación guardaba con elque había tenido antes.

“Con mi hermana, Zanna, decidimosabrir un bar que era algo especial, yaque en el local empezamos a venderproductos rusos de importación. Conel tiempo, ella regresó a nuestro paísy yo me he quedado al frente del ne-gocio, donde sirvo cervezas en gran-des latas, que son típicas de Rusia, y amenudo preparo algunos postres tra-dicionales de allí”, explica Ruzanna,mientras celebra que cumple 37 pri-maveras en compañía de algunos cli-entes convertidos ya en amigos.

HISTORIAS LEJANASOlena Kostik, de 34 años, también haencontrado una nueva vida profesio-nal en Terrassa. Ingenieria naval de

formación, esta ucraniana atiende de-trás del mostrador de la pastelería ybombonería Vibria, situada en la ca-lle Roger de Llúria, número 88. La granmayoría de los compradores que en-tran al establecimiento para alquirirlas especialidades, dulces o saladas,de la casa no saben que detrás de lapersona con la que hablan, aguardauna sorprendente historia familiar.“Los nazis capturaron a mi abuelo,que estuvo unos años en campos deconcentración”, recuerda Olena.

Pero es que si la dependienta se re-monta más en el tiempo puede expli-car el sonado romance que tuvierondos de sus antepasados, la “sirvienta”y el “guardián”. Trabajaban en la casade los Romanov, la dinastía de la quesurgieron los zares de Rusia desde elsiglo XVII y hasta la revolución bolche-

vique de inicios del XX. “A ella, la edu-caron desde pequeña para atender ala monarca, y él era miembro de laguardia de la casa real. Se enamora-ron y se casaron. Todavía conservo al-guna foto de ambos”, comenta.

PROGRESAR, EL OBJETIVOOlena, que habla cinco idiomas (ucra-niano, ruso, inglés, además de catalány castellano), decidió venir a Españaporque aquí vivían unos primossuyos. “Yo nací en Nikolayev, un mu-nicipio de casi 500.000 habitantes delsur de Ucrania, cercano al mar Negro”,dice. Olena también aclara que en estalocalidad ya trabajaba en el sector delcomercio. “Tenía una tienda de ropainterior”, indica.

La dependienta llegó a Barcelonacon el fin de progresar en su vida e im-

pulsada por un cúmulo de circunstan-cias. Algunas eran personales. Otras,tenían que ver con el propio contextohistórico de su país. Ucrania, una delas republicas socialistas que forma-ban parte de la Unión Soviética, seconvirtió en un estado soberano en elaño 1991. “Al lograr la independencia,tuvimos que empezar de cero. Y paralos comerciantes de Nikolayev resul-tó muy difícil. Mi propia madre meaconsejó que partiera a buscarme lavida a otra parte. Primero, llegué aBarcelona, donde trabajé en el bar demis primos. Después conocí a un chi-co y acabé en Terrassa”, declara.

La motivación de encontrar un futu-ro con mejores horizontes tambiénmovió a Ivan, que hoy es un emplea-do más del restaurante Can Petit, si-tuado en la calle Font i Sagué, núme-

SUEÑOS CUMPLIDOSAunque para Ivan éste iba

a ser un viaje corto, elcamarero del restaurante

Can Petit ve ya Terrassacomo el lugar donde

pasará, cuando menos,los próximos años de su

vida. Ivan cuenta que todole ha ido bien en

Catalunya, que hacumplido el sueño de

comprar una vivienda yque ahora puede pensaren irse de vacaciones. Es

una ilusión que en su paísle hubiera resultado

inimaginable. Asimismo,este empleado del sector

de la hostelería indica queutiliza mucho el

programa Skype devideollamadas por

internet para estar encontacto con lo seres

queridos. Y es que él no esel único miembro de su

familia que ha emigradode Moldavia. Ivan tiene

dos hermanos que estánrepartidos por el mundo.

Viven en Moscú y SanPetersburgo.

CUESTIÓN DE PALABRASRuzanna cuenta que unade las barreras con que se

encontró al llegar aEspaña fue el idioma, pero

que sus estudios delingüística y el contacto

diario con los clientes delbar K Bon Gust, la

ayudaron mucho asuperar esta dificultad.

“Incluso me apuntédurante un año a catalán,

que es un idioma quesuelo utilizar con mis

hijos”, dice la pequeñaempresaria. “Entre ellos,por ejemplo, sólo hablan

en esta lengua, aunquetambién quiero que sepan

ruso. Por esta razón, loschicos viajan cada año a

mi país”, comenta. Elhecho de que no

conociera a nadie al llegara Terrassa también fue

una de las grandesdificultades añadidas que

la comerciante tuvo quesuperar. Hoy, Ruzanna se

siente integrada al cienpor cien en una ciudadque ya considera suya.

Tanto Ivan, como Ionela,Ruzanna y Olena vienen depaíses que han cambiadomucho en las últimasdécadas. Para algunos deestos empleados,la desintegración dela Unión Soviética marcó unpunto y aparte en sus vidas

Todos ellos están de caraal público y tienen encomún que cuentan conun alto nivel formativo

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