13.-La Dimensión Moral de La Economía

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LA DIMENSIN MORAL DE LA ECONOMA

TEMA 13

LA DIMENSIN MORAL DE LA ECONOMARelaciones entre economa y tica: historia y vas de solucin

1.-Economa y tica

Etimolgicamente la palabra economa procede de la unin de dos palabras griegas: oikos (casa) y nomos (ley, disposicin). Segn esto, significara administracin, ordenacin o gobierno de la casa o las normas de conducta basilares para aquellos que habitan en la misma casa relativas a la produccin, distribucin y utilizacin de los bienes necesarios para satisfacer sus necesidades. Desde esta aproximacin, la economa no es meramente una cuestin tcnico-productiva, sino que es una actividad humana que hace referencia a la persona y a su autntico desarrollo, pues busca contribuir al incremento de la calidad de vida del hombre.

En efecto, el hombre tiene unas necesidades que debe satisfacer. Algunas de estas necesidades son primarias, es decir, brotan de la naturaleza del hombre y su satisfaccin es vital para su supervivencia; otras podramos decir que son secundarias, en el sentido de que brotan, no tanto de la necesidad, sino de la libertad (seran, pues, deseos). La economa se ocupara de la satisfaccin de todas estas necesidades-deseos, a travs de un conjunto complejo de actividades humanas dirigidas a la obtencin de bienes y servicios, mediante el intercambio y la produccin, en un contexto de escasez. El problema econmico en sus trminos esenciales se situara precisamente aqu: en la dialctica existente entre las necesidades (que son limitadas) y los deseos ilimitados de la persona (que debieran ser limitados) y los medios limitados sometidos a disponibilidad o no. Del cruce de ambas expectativas surge el valor econmico que se fija en el mercado, instrumento fundamental donde se encuentran la oferta y la demanda.

A lo largo de la historia se ha tratado de arrancar a la economa su condicin de ciencia humana para insistir en su carcter ms exacto o natural. Es sobre todo con la aparicin del capitalismo cuando se empez a sostener que la vida econmica no es tanto un producto de elecciones, sino un dato natural que est regido por leyes rgidas y absolutas, semejantes a las de los fenmenos fsicos, qumicos o biolgicos. La economa se encargara de conocer estas leyes que funcionan de manera automtica y de posibilitar que nada ni nadie las dirigiera en otro sentido. Se imponan, por tanto, la autonoma y la libertad tambin en el campo econmico: Laissez faire, laissez passer. El criterio fundamental para la eleccin de unos u otros medios era la eficacia o ineficacia y no tanto la bondad o la maldad para la persona y la sociedad. En esta nueva concepcin, la tica que hasta ese momento haba corrido pareja de la economa, se sentira como un elemento extrao al que habra que rechazar y arrinconar. Lo nico que poda hacer la tica era condicionar esas leyes rgidas del mercado y, por tanto, introducir desviaciones en la marcha econmica. De esta manera, la economa se separa de la tica, abriendo una nueva tradicin hoy fuertemente consolidada.

Sin embargo, la Iglesia siempre ha mantenido un discurso en el que economa y tica, respetando su legtima autonoma, mantienen fuertes lazos de unidad. La relacin entre moral y economa es necesaria e intrnseca: actividad econmica y comportamiento moral se compenetran ntimamente. La necesaria distincin entre moral y economa no comporta una separacin entre los dos mbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante (CDSI 331). Es ms, incluso afirma que la economa tiene necesidad de la tica para su correcto funcionamiento; no de una tica cualquiera, sino de una tica amiga de la persona (CV 45), porque el fin de la economa no es aumentar la riqueza, el crecimiento econmico (como actualmente se afirma) sino satisfacer las necesidades humanas. En definitiva, lo bueno y lo justo es tambin til. Sin embargo, no es fcil hoy admitir esta afirmacin: vivimos una economa fuertemente marcada por el absolutismo del beneficio, el rdito fcil y por visiones a muy corto plazo que hacen olvidar su ltima finalidad. Nuestra economa se ha convertido en una economa financiera de tipo especulativo, ms que productiva: en efecto, hoy se gana ms dinero en las finanzas que produciendo. La siguiente tabla nos puede ayudar a comprender la realidad:

Por eso, urge una nueva y ms profunda reflexin sobre el sentido de la economa y sus fines (CV 32). Colocar la economa en esta perspectiva de los fines y del servicio a la persona, nos obliga a echar mano de la tica. De ah que toda la economa y todas las finanzas, y no slo algunos de sus sectores, en cuanto instrumentos, deben ser utilizados de manera tica para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del hombre y de los pueblos (CV 65).

En definitiva, la economa se concibe como una ciencia de la conducta humana (eleccin de fines y de medios) que estudia las causas, consecuencias e implicaciones de las decisiones econmicas en los diferentes mbitos donde se desarrolla la persona. Es el hombre el que decide qu producir, cmo y para quin, eligiendo en base a unos valores, con el nico objeto de su pleno desarrollo en todas sus facetas.

Esta relacin adecuada entre tica y economa nos ayuda a no caer en dos peligros muy usuales: el determinismo econmico, que considera que las leyes econmicas son rgidas y que por s solas consiguen la armona social y el desarrollo integral y solidario, y el voluntarismo tico, que cree que todo es factible y olvida que la economa tambin tiene sus propias leyes que no se pueden violar.

Se percibe as que hay sitio para la tica y para la economa, cada una respetando a la otra en su propia autonoma y especificidad, como el propio Concilio record al consagrar la autonoma de las realidades terrenas, dentro de los lmites objetivos de la verdad de las propias cosas (GS 36). Cul es la tarea de cada una en el mbito de las decisiones econmicas? En primer lugar, hay que determinar los fines que debe seguir la actividad econmica: esta es competencia de los moralistas. En este campo los economistas deben guardar silencio. Una vez precisados cules son los fines, habr que ver qu medios son los ms eficaces para conseguirlos. En este caso, nos encontramos en el campo especfico de los economistas. Los moralistas, guardan silencio. Por ltimo, una vez precisados los medios, habr que ver si estos son legtimos para alcanzar esos fines, porque el fin, nunca justifica todos los medios. Volvemos a entrar en el campo especfico de los moralistas.

Esta subordinacin de la economa a la tica se realiza por mediacin de la poltica, como reivindica en numerosas ocasiones el pensamiento social. En efecto, la poltica es el instrumento concreto a travs del cual podemos trabajar por una sociedad ms justa y humana. Ella es el medio coercitivo que tenemos para orientar la economa en pro del autntico desarrollo. Se tratara, por tanto, de organizar el poder poltico para que, siendo fiel a su finalidad (la bsqueda de la justicia y del orden justo de una sociedad), regule socialmente la economa corrigiendo sus posibles desviaciones.

2.-Economa al servicio de la persona

Hoy se habla mucho de la necesidad de introducir parmetros ticos en la economa. Pero para que no se d un abuso del adjetivo tico aplicado a la vida econmica, habra que enraizarla en un fundamento slido que no puede ser otro sino la persona (CV 45). Una economa autnticamente humana sera aquella que sirve y respeta la dignidad de la persona. De ah brotan algunas consecuencias que nacen de su propia verdad: el respeto a su libertad, a su carcter social, a la multiplicidad de dimensiones

Desde este principio al que tiene que servir la economa, podemos responder a las tres preguntas que tradicionalmente se ha dicho la economa: qu producir, es decir, qu bienes se van a producir y en qu cantidades; cmo producir, es decir, por quin y con qu medios y tcnicas; para quin, es decir, quin va a disfrutar de los bienes obtenidos. De cmo se respondan a estas preguntas nos encontraremos en uno u otro sistema econmico: primitivo, si los soluciona la costumbre; colectivista, si los resuelve la autoridad central; capitalista, si los soluciona el libre mercado.

2.1.-Qu producir?

Podramos responder: habr que producir aquellos bienes que satisfagan autnticas necesidades humanas. Pero para conocerlas hay que contar con una visin antropolgica amplia e integral, como nos recuerda el Concilio, porque hoy es muy fcil confundir entre necesidades y deseos (habr que hacer que los deseos y las necesidades sean limitados): La finalidad fundamental de la produccin no es el mero incremento de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas (GS 64). El ser humano tiene un carcter multidimensional, aunque no todas las necesidades sean igual de importantes. En un mundo injusto y mal repartido como en el que vivimos, habr que descubrir que hay necesidades que no admiten dilacin en el tiempo, mientras que otras pueden esperar: las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores sobre el incremento de los beneficios; la defensa del ambiente, sobre la expansin industrial incontrolada; una produccin que responda a exigencias sociales sobre una produccin con objetivos militares (Juan Pablo II). Pero lo urgente no nos puede hacer olvidar lo importante.

2.2.-Cmo producir?

No slo basta precisar la finalidad de la actividad econmica, sino tambin sealar las condiciones humanas en que debe realizarse. Es la pregunta que atae a la organizacin del proceso productivo. Un principio se impone: la dignidad de la persona humana, la primaca de la persona sobre los medios y tcnicas. Ya lo recordaba Juan XXIII: si el funcionamiento y las estructuras econmicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresin de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden econmico es injusto, aun en el caso de que, por hiptesis, la riqueza producida en l alcance un alto nivel y se distribuya segn criterios de justicia y equidad (MM 83). En definitiva, lo que est en juego es humanizar todo el proceso productivo para que favorezca la humanizacin de la persona. Eso se consigue, no solo a travs de mejoras salariales, condiciones laborales, extensin de los derechos, respeto al descanso, salud e higiene en el trabajo, extensin de subsidios Se trata de organizar todo el proceso productivo para que la primaca la ocupe la persona y no se convierta en un instrumento, para que se respete su trabajo y cumpla con su finalidad humanizadora. Desde aqu se desprenden algunas consecuencias concretas:

-la importancia de la participacin de los trabajadores en la empresa: en su gestin, en su propiedad, en sus beneficios...

-el derecho y el deber de participar todos los que viven en una sociedad en la produccin y generacin de riqueza: es el principio de subjetividad que da derecho a la iniciativa econmica y que entiende esta como un acto de servicio y de comunin con el resto de sus conciudadanos (CDSI 333). Junto a ello, se exige el pleno empleo, ya que una economa que mantenga desocupada una parte importante de la poblacin activa es injusta, aunque busque subsidios y recursos para satisfacer las necesidades vitales.

-la importancia de combinar y buscar el desarrollo sostenible: el desarrollo sostenible es el que propone nuevos modelos de produccin y de consumo que puedan ser viables para todos ahora y en el futuro.

-en definitiva, implica siempre la primaca del trabajo sobre el capital.

2.3.-Para quin producir?

Es el problema de la distribucin. Esta no puede quedar meramente a merced de los mecanismos del mercado. Los principios que han de regir la distribucin son el de la justicia y el del destino universal de los bienes. Segn esto, la distribucin nunca debiera de estar marcada por intereses de clase, sino que debiera atender a las necesidades de todos, y no slo de un grupo de privilegiados o de los que tienen acceso al mercado. Como recuerda Juan Pablo II los mecanismos de mercado ofrecen ventajas seguras; ayudan, entre otras cosas, a utilizar mejor los recursos; favorecen el intercambio de los productos y, sobre todo, dan la primaca a la voluntad y a las preferencias de la persona pero existen necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay exigencias humanas importantes que escapan a su lgica; hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar (CA 40). De ah que la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economa de mercado, no slo porque est dentro de un contexto social y poltico ms amplio, sino tambin por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige nicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesin social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza recproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia funcin econmica (CV 35).

Este tipo de distribucin que busque la cohesin social y no la dispersin, alimentada desde esos principios sealados, se basa en la igualdad fundamental de todos los seres humanos que, no obstante, es consciente de la diversidad. La igualdad que se busca, no es una igualdad aritmtica, cosa que sera imposible. No se trata de distribuir igual a todos, independientemente de su protagonismo en la generacin de riqueza, pues eso desincentivara la produccin. Los propios obispos norteamericanos dicen en su famosa carta Justicia econmica para todos: Una cierta desigualdad no slo es aceptable, sino que puede considerarse deseable por razones econmicas y sociales, para que las personas sean incentivadas y para que quienes se arriesgan sean mejor premiados. Pero eso no justifica el escndalo de la desigualdad de nuestro mundo que nos llama a la justicia y a la solidaridad.

De ah que la enseanza social siempre haya reivindicado tres aspectos donde se debe de verificar esa distribucin: el acceso a los bienes, al acceso a la renta/riqueza nacional y el acceso a la propiedad. Precisamente ese es el parmetro (la calidad, no la cantidad) que indica la justicia de un sistema productivo y la prosperidad econmica de un pueblo (MM 74). Cabe aqu un protagonismo especial del Estado en esas tareas de redistribucin y de acceso en aras del bien comn, que es su objetivo. Para ello dispone de algunos instrumentos fundamentales: la poltica fiscal, que ha de ser eficaz desde una justa progresividad, y los sistemas de seguridad social que han de cubrir las necesidades bsicas de los ciudadanos en casos especiales (enfermedad, invalidez, ancianidad, desempleo...). tica fiscal

La poltica fiscal es uno de los aspectos ms importantes de la poltica econmica: quizs uno de los pocos elementos que hoy estn bajo el control de los Estados (aunque est el debate de los parasos fiscales, impuestos por transacciones, tasa Tobin, que es imposible sin una autoridad mundial). El sistema fiscal ha cambiado de filosofa en los ltimos tiempos. En la antigedad, los tributos eran recaudaciones para el pago de servicios indispensables en una sociedad (ejrcito, obras pblicas, tribunales...). Sin embargo, en la actualidad la finalidad de los impuestos es triple: por una parte, financiar los gastos pblicos; por otra, redistribuir la renta social (finalidad social: podramos decir que una solidaridad institucionalizada) y por ltimo, equilibrar las actividades econmicas de los diferentes sectores (finalidad econmica). Por eso, el debate sobre la fiscalidad es el debate sobre el concepto de equidad y sobre el modelo de sociedad que como ciudadana queremos configurar: hay que buscar una fiscalidad ms solidaria y progresiva. Los fundamentos sobre los que se sustenta esta urgencia son el principio del bien comn y el del destino universal de los bienes.De este modelo de sociedad, en gran parte deriva que la presin fiscal haya subido considerablemente. Sin embargo, habra que recordar las palabras de Po XII: el impuesto no puede jams convertirse para los poderes pblicos en cmodo medio de enjugar el dficit provocado por una administracin imprudente, de favorecer una industria o una rama del comercio a expensas de otra igualmente til. Al Estado se le prohbe todo despilfarro de los dineros pblicos; est obligado a prevenir los abusos y las injusticias de parte de sus funcionarios, as como la evasin de aquellos que son legtimamente gravados. A. Smith ridiculizaba la excesiva interferencia fiscal de los Estados diciendo: entre las artes de gobierno ninguna se aprende tan presto como la de sacar el dinero del bolsillo de los contribuyentes. No podemos olvidar que hay otros modos de conseguir recursos para el mantenimiento de los servicios a la poblacin.

Junto a esta presin fiscal, paralelamente se ha desarrollado el fraude fiscal que ira contra la solidaridad. Muchos se llegan a preguntar si las obligaciones fiscales obligan ticamente. Las razones que argumentan seran los abusos que muchas veces cometen estos impuestos y el mal uso que de ellos se realiza. Para estos, siguiendo una tradicin que nunca cuaj en la Iglesia, las obligaciones fiscales seran meramente penales, es decir, que no obligaran en conciencia. Sin embargo, hoy es opinin general que no existen leyes meramente penales. Las leyes tributarias, cuando son justas, obligan en conciencia. As lo recoge el Catecismo: Son tambin moralmente ilcitos la especulacin mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la valoracin de los bienes con el fin de obtener un beneficio en detrimento ajeno; la corrupcin mediante la cual se vicia el juicio de los que deben tomar decisiones conforme a derecho; la apropiacin y el uso privados de los bienes sociales de una empresa; los trabajos mal hechos, el fraude fiscal, la falsificacin de cheques y facturas, los gastos excesivos, el despilfarro (2409).

El lmite que se pone es el de la justicia de una ley. Generalmente son cuatro las condiciones que se ponen para hablar de justicia:

1.-Que el tributo sea establecido por quien tiene autoridad legtima para hacerlo (no el impuesto revolucionario)

2.-Que tenga como fin obtener los recursos necesarios para atender las exigencias del bien comn. Y esto, evitando: estrangular la economa con demasiados impuestos y respetando el principio de subsidiaridad que evite la omnipresencia del Estado.

3.-Que el gasto pblico sea gestionado con eficacia y honradez.

4.-Que los tributos sean adecuados a las posibilidades del contribuyente. As lo deca Juan XXIII: La exigencia fundamental de todo sistema tributario justo y equitativo es que las cargas se adapten a la capacidad econmica de los ciudadanos (MM 132). Entrara en este concepto de capacidad no slo la renta, sino tambin las obligaciones que cada uno tiene (familiares, circunstancias personales...). Desde este criterio se puede hablar de una mayor moralidad de los impuestos directos que los indirectos. Y se exige unas leyes fiscales progresivas: es decir, que recauden ms sobre los que ms tienen, no sobre los que menos, para que se posibilite una redistribucin. Fijarse en que no se habla solo de proporcionalidad: el que ms recibe, ms paga; sino progresividad.

Junto a estos criterios tradicionales, el principio de la prioridad de la persona sobre el capital, nos hace pensar que los impuestos ms lcitos seran aquellos que pesan sobre el capital (rendimientos de productos financieros, plusvalas por ventas de acciones o viviendas, seguros de vida), ms que sobre el trabajo. Tenemos as una serie de criterios que nos ayudan a hacer un juicio justo sobre la moralidad de los diferentes impuestos y actuar en consecuencia.

En este mbito Benedicto XVI en su encclica Caritas in Veritate anima a aplicar el principio de subsidiaridad en el pago de los impuestos. Segn este principio se permitira a los ciudadanosdecidir sobre el destino de los porcentajes de los impuestos que pagan al Estado. Esto puede ayudar, evitando degeneraciones particularistas, a fomentar formas de solidaridad social desde la base, con obvios beneficios tambin desde el punto de vista de la solidaridad para el desarrollo (CV 60). Aqu tambin cabra hablar de la objecin fiscal: no pagar la parte proporcional de los impuestos que considero financia aspectos que van contra mi moralidad (abortos, armas...). Entramos en el mbito de la objecin de conciencia que obliga siempre ante colaboraciones directas con el mal, pero que ha de ser rectamente discernida. En el fondo se plantea un conflicto de conciencia: la justicia del pago de impuestos y la necesidad de contribuir a la justicia y la paz con la distribucin de lo recaudado. Se hace aqu presente la epiqueya de la ley, teniendo en cuenta que la contribucin fiscal de cada individuo se hace al balance pblico del Estado como un todo, y no como una parte del total. Para tener unos criterios ticos interesantes habra que precisar:

+la objecin fiscal es una accin como respuesta de colaboracin: no se trata del simple rechazo a un pago, sino que se inspira en la colaboracin activa en la construccin de un mundo ms solidario y mejor.

+ha de ser la respuesta desde el conflicto a la creacin de una nueva mentalidad: se trata de hacer germinar algo nuevo, de cuestionarnos los hbitos cotidianos. Se trata de crear una nueva mentalidad apoyada en otros valores diferentes. Y eso supone esfuerzo y conflicto.

+ha de ser una respuesta libre: no impuesta desde fuera. Es una decisin de conciencia. El objetor fiscal previamente ha hecho una opcin de vida por la paz y por el autntico desarrollo que se manifiesta tambin en el pago de los impuestos. Es decir, hay una congruencia con su vida. Su objetivo es dejar de financiar gastos militares con el objeto de promocionar la paz y el desarrollo.

Hacia una tica del consumo

Los componentes de la economa estn formados por la produccin, el intercambio y la distribucin y el consumo. Por eso, es un elemento fundamental. Adems se establecen nexos muy fuertes entre produccin y consumo: se produce para consumir y el consumo es fuente de produccin. Podramos decir que el consumo es el nico fin y objeto de la produccin.

Qu es el consumo? El uso de los bienes, mercancas y servicios para la satisfaccin de las necesidades y deseos. En principio, siempre se ha consumido, pues siempre ha habido necesidad de satisfacer esas necesidades y deseos. El problema se ha planteado cuando, a partir del s.XX, se generaliza la sociedad del consumo. En qu consiste? En confundir necesidades con deseos o caprichos, en considerar las necesidades como ilimitadas, en alimentar una insaciabilidad de las necesidades que ha desbordado el afn de tener y consumir. Se ha pasado del consumo al consumismo. Como define Juan Pablo II: hace a los hombres esclavos de la posesin y del goce inmediato sin otro horizonte que la multiplicacin o continua sustitucin de los objetos que se poseen (SRS 28). En el fondo se ha cambiado la secuencia que hasta ahora era tradicional: necesidaddemanda econmicaproduccinconsumo por otra que sera: produccincreacin de la necesidad y de la demanda econmicaconsumo, que se sostiene en la publicidad y propaganda.Ante el fenmeno del consumo tenemos que saber situarnos adecuadamente como personas. Dadas sus implicaciones antropolgicas y sociales, como hemos visto, tenemos que adoptar una postura. En primer lugar, hemos de ser capaces de descubrir las implicaciones morales de estos actos: no son actos meramente tcnicos, o puramente econmicos, ni tampoco amorales o indiferentes. Toda decisin econmica, como la obtencin de recursos, la financiacin, la produccin, el consumo y todas las fases del proceso econmico tienen ineludiblemente implicaciones morales (CV 37), tienen consecuencias de carcter moral. Partiendo de esta base, hay que trabajar para adquirir esa conciencia en comportamientos tan sencillos como el del consumo: es bueno que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto moral y no slo econmico. El consumidor tiene una responsabilidad social especfica (CV 66).

Se hace necesaria desarrollar una tica del consumo en el contexto de las exigencias morales de la justicia y de la solidaridad, y de responsabilidades sociales precisas (CDSI 359). A. Cortina la ha diseado desde cuatro categoras: el consumo, para ser humano, tiene que ser autnomo/liberador, justo, prudente/responsable y felicitante. En primer lugar, el consumo tiene que ser autnomo/liberador, es decir, se trata de introducir la libertad en los comportamientos consumistas como caracterstica esencialmente humana. El consumidor tiene que ser capaz de controlar su consumo, ser el dueo de su comportamiento y tomar conciencia de las causas por las que lo realiza. En segundo lugar, el consumo implica siempre justicia, es decir, tiene que fomentar estilos de vida sostenibles para hoy y para el futuro, creando estilos de vida universalizables, teniendo en cuenta las consecuencias del consumo en los diferentes mbitos (ecologa, pobreza...). En tercer lugar, la prudencia y la responsabilidad. Es la virtud que nos ayuda a vivir en su justo medio entre el exceso y el defecto, entre el desprecio de los bienes y el apego a los mismos. Por ltimo, el consumo ha de ser felicitante, es decir, tiene que contribuir a encontrar la autntica felicidad. Ahora bien, esta se fijar dependiendo de las diferentes creencias acerca de los factores que la facilitan. Por eso, nos tenemos que preguntar si las sociedades consumistas son ms felices y si estos hbitos consiguen dar a la persona aquello que necesita. Como la experiencia nos dice que las actividades autnticamente felicitantes no son precisamente aquellas que tienen que ver con el consumo sino con la relacin, tenemos que desactivar todos los mecanismos dominantes que entienden, por el contrario, que la felicidad consiste en el uso y posesin de los bienes de consumo.

En definitiva: frente a la sociedad del consumo, la tica cristiana invita a vivir una tica de la austeridad (aqu se situara la propuesta del decrecimiento). Dicha tica promover un consumo autnticamente responsable, apoyando iniciativas de comercio justo, pero sobre todo, promoviendo un cambio cultural y econmico que posibiliten el autntico desarrollo humano.El uso del dinero

En relacin estrecha con el anterior captulo est el tema concreto del dinero. Este ha cobrado una importancia fundamental en nuestra poca. Desde un punto de vista tico, el dinero es un valor neutro cuya valoracin est en referencia siempre con el valor de la justicia. El dinero ser bueno si es justo, es decir, si tiene un justificado ttulo de adquisicin o si la finalidad y en su uso se es moralmente bueno. Desde estos criterios, el discurso moral se ha extendido en esas cuestiones, profundizando en la perspectiva de que todos los comportamientos econmicos deben regirse desde criterios ticos (CV 65). De esta manera, la tica nos introduce cuestiones en torno a todos los usos que podemos dar al dinero: ganarlo (cunto quiero ganar, de dnde procede?); gastarlo (cunto, dnde, para qu?); ahorrarlo (quin se aprovecha?); donarlo (cunto, por qu, a quin?). Nos detenemos en dos cuestiones: la banca y el ahorro.

-La banca ha cobrado una excepcional importancia en la economa actual. Sus ganancias se sitan entre los rditos que pagan a los inversores y los intereses que cobran a los prestatarios. Por ello, tradicionalmente la cuestin de la moralidad de la banca se situ en la cuestin de la usura. En una economa fundamentalmente esttica, esta estaba prohibida. El tema se fue profundizando al hilo de una mejor comprensin de la economa, llegando a distinguir entre inters, como forma de retribucin justa por el dinero prestado, y usura, que sera la exigencia de un inters abusivo. Sin embargo, en la actualidad el sector financiero adquiere nuevos derroteros. Los mercados burstiles, muy ligados no al sector productivo del que surgieron, sino a elementos especulativos, provocan nuevos desafos morales. Hoy los capitales se mueven globalmente y de manera virtual. Se ha de recordar el principio que debe regir el sector financiero que no es otro que el del servicio a un mejor y ms pleno desarrollo de la humanidad. Por ello, se han de evitar decisiones que se consideraran injustas as como se han de promover regulaciones de los mercados y actitudes que tienen que ver con la solidaridad, la prudencia, la honestidad, la veracidad Los agentes financieros han de redescubrir el fundamento tico de su actividad para no abusar de aquellos instrumentos sofisticados con los que se podra traicionar a los ahorradores. Recta intencin, transparencia y bsqueda de los buenos resultados son compatibles y nunca se deben separar (CV 65).

-El ahorro y la inversin no escapan tampoco a la responsabilidad moral del cristiano, y estn condicionadas por el uso de la propiedad y el destino universal de los bienes. El ahorro es ciertamente una virtud con fundamento en el carcter previsor de la persona y en su condicin social. Tradicionalmente los motivos del ahorro eran prevenir gastos venideros; prevenir gastos extraordinarios; poder invertir en un negocio para incrementar el bienestar. Sin embargo, hoy el ahorro se entiende como una fuente adicional de ingresos lo que hace pervertir los motivos fundamentales. Precisamente por eso, el cristiano se ha de plantear un uso tico del mismo que contribuya a la construccin de un mundo ms justo: las bancas ticas, los microcrditos o iniciativas parejas pueden dar respuestas a estos planteamientos. Igualmente, invertir tiene tambin consecuencias morales. Me refiero al hecho de que tambin la opcin de invertir en un lugar y no en otro, en un sector productivo en vez de en otro, es siempre una opcin moral y cultural (CA 36). En todas estas cuestiones sigue rigiendo el principio segn el cual lo superfluo pertenece a los pobres. En el uso del dinero se podra afirmar que el cristiano debe aspirar a todos los bienes necesarios para la vida y algunos de los bienes necesarios para la condicin, pero no todos. Sin embargo, ante los bienes superfluos, su actitud ha de ser la de la renuncia.

Aunando estas dos dimensiones del dinero ha comenzado en los ltimos aos un movimiento muy fuerte en torno a las llamadas bancas ticas. Dichas bancas pretenden dos finalidades: la rentabilidad econmica y la rentabilidad social. Su objetivo fundamental es el de establecer principios de justicia en los intercambios financieros que luchen por la efectiva igualdad de todas las personas. Se rechaza por tanto el mero lucro como motor de la actividad. Como todos los bancos se dirigen fundamentalmente a dos tipos de clientes: los ahorradores, a los que se les ofrece rentabilidad pero siempre con garanta tica y social de sus inversiones y con informacin abierta de todas sus inversiones; los prestamistas, es decir, aquellas personas que solicitan crditos a la banca. En este sentido, la banca tica busca que sean tambin inversiones sociales, es decir, que se priman aquellas inversiones que contribuyen a la mejora real de la sociedad, colaborando con las entidades sociales que favorecen la mejora de esa realidad y estableciendo con dichos clientes una relacin estrecha que se fundamenta en vnculos de solidaridad y que garantiza la devolucin de los prstamos.Para profundizar:+J. Conill-Sancho, Valores ticos que priman en la economa actual, en Moralia 33 (2010) 111-126.

+J.Bulln Hernndez, Testigos en el mundo. Fundamentos de Moral Social, S. Dmaso, Madrid 2007, 303-315 (la economa, su naturaleza y su finalidad).

+E. Colom, Elegidos en Cristo para ser santos. IV Moral Social (La vida econmica 205-222). Es muy interesante conocer la Pirmide de Maslow que clasifica las diferentes necesidades humanasen funcin de su primaca. Segn l, en la medida en que se van cubriendo unas funciones se trata de paliar las inmediatas. En este cuadro de ve la clasificacin:

INCLUDEPICTURE "http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/7/76/Pir%C3%A1mide_de_Maslow.svg/2000px-Pir%C3%A1mide_de_Maslow.svg.png" \* MERGEFORMATINET

Todo el tema de la economa financiera actual est desarrollado en E. Lluch Frechina, Ms all del decrecimiento, PPC, Madrid 2011, 147-175.

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