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¡Atrapados por los piratas!

Mary Pope Osborne

Ilustraciones de Bartolomé Seguí Traducción de Macarena Salas


Primera edición: marzo 2002Novena edición: septiembre 2011

Dirección editorial: Elsa AguiarCoordinación editorial: Paloma Muiña Traducción del inglés: Macarena Salas

Título original: Pirates Past Noon

© del texto: Mary Pope Osborne, 1994© de las ilustraciones: Bartolomé Seguí, 2011

Publicado por acuerdo con Random House Children’s Books, una división de Random House, Inc. New York, USA.Todos los derechos reservados.

© Ediciones SM, 2011Impresores, 2Urbanización Prado del Espino28660 Boadilla del Monte (Madrid)www.grupo-sm.com

ATENCIÓN AL CLIENTETel.: 902 121 323Fax: 902 241 222e-mail: [email protected]

ISBN: 978-84-675-4363-6Depósito legal: M-12656-2011Impreso en la UE / Printed in EU

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.


Para Andrew Kim Boyce


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1 ¡Demasiado tarde!

Jack miraba desde la ventana de su cuartocómo llovía sin parar.

–En la televisión han dicho que dejaría dellover al mediodía –dijo Annie, su hermanade siete años.

–¡Pues ya ha pasado el mediodía!–Tenemos que ir a la casa del árbol –comentó

la niña–. Estoy segura de que hoy va a estar ahíel tal M.

Jack se colocó las gafas y respiró profunda-mente. No estaba seguro de querer conocer tanpronto a M, la misteriosa persona que habíapuesto todos aquellos libros en la casa mágicadel árbol.

–Vamos –insistió Annie.Él suspiró.–Está bien –dijo–. Tú prepara los impermea -

bles y las botas, que yo voy a ir a por el meda-llón y el separador.


Annie salió corriendo a recoger lo que nece-sitaban.

Mientras, Jack abrió el cajón y sacó el separa-dor de piel azul que tenía una M grabada. Luegocogió el medallón de oro con la misma M.

Las dos letras eran idénticas a la M que ha-bía marcada en el suelo de la casa del árbol.

El chico metió el medallón y el separador enla mochila, junto con un cuaderno y un lápiz.Le gustaba anotar las cosas importantes.

–¡Ya tengo la ropa de lluvia! –gritó Annie.


Jack agarró su mochila y se fue escalerasabajo para reunirse con su hermana, que ya leesperaba en la puerta de atrás y se estaba po-niendo las botas.

–¡Te espero fuera! –exclamó ella con entu-siasmo.

El chico se puso el impermeable y las botas,se colgó la mochila a la espalda y salió a su en-cuentro.

El viento soplaba con fuerza.–¡Preparados, listos, ya! –gritó Annie.Agacharon la cabeza y echaron a correr bajo

la lluvia y el viento.


Muy pronto llegaron al bosque de FrogCreek. Las ramas de los árboles se movían de unlado a otro, salpicando agua.

–¡Me estoy empapando! –exclamó Annie.Después de meterse en varios charcos, llega-

ron al roble más grande que había en el bosque.Miraron hacia arriba.Allí, suspendida entre dos ramas, se levantaba

la casa del árbol. El cielo tormentoso le daba unaspecto muy oscuro y solitario.

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De la casa colgaba una escalera de cuerdaque se movía con el viento.

Jack se acordó de todos los libros que habíaallí arriba y confió en que no se estuvieran mo-jando.

–M ha estado aquí –susurró Annie de pronto.Jack contuvo la respiración.–¿Cómo lo sabes? –preguntó.–Lo noto.La niña se agarró a la escalera de cuerda y em -

pezó a subir. Jack la siguió.

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La casa estaba húmeda y fría, pero los librosno se habían mojado. Estaban todos apilados deforma ordenada y pegados a la pared, tal y comolos habían dejado el día anterior.

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Annie tomó el libro que se encontraba arribadel todo. Gracias a él, habían viajado a la épocade los castillos.

–¿Te acuerdas del caballero? –preguntó.Jack asintió. Nunca se podría olvidar de él,

y de cómo los había ayudado.Annie dejó el volumen de los castillos y co-

gió otro del montón: el que los había llevadohasta la época de los dinosaurios.

–Y de este, ¿te acuerdas?Jack asintió. Claro. ¿Cómo se iba a olvidar

del pteranodonte que los había salvado del tira-nosaurio?


Annie encontró entonces el libro del antiguoEgipto.

–¡Miau! –murmuró traviesa.Jack sonrió. Aquel libro los había llevado a la

época de las pirámides, y un gato negro los ha-bía ayudado a salir de allí.

–Y aquí está el libro de nuestra casa –añadióla niña sujetando un volumen en el que apare-cía una fotografía de su ciudad: Frog Creek,Pensilvania.

Su hermano volvió a sonreír. El libro de Pen-silvania los había traído de vuelta a casa al finalde todas las aventuras.


Jack suspiró. Habían vivido unas aventurasfantásticas, pero todavía quedaban algunas cues-tiones muy importantes sin resolver: ¿Quiénera M, la persona que había puesto todos esoslibros ahí? ¿De dónde habían salido el caballero,el pteranodonte y el gato? ¿Tendrían algo quever con M?

El chico abrió su mochila, sacó el medallónde oro y el separador de piel, y los puso en elsuelo de madera, justo en el lugar donde habíauna M grabada que brillaba débilmente.

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La lluvia se metió en la casa del árbol.–¡Brrr! –se quejó Annie–. La verdad es que

hoy no se está muy bien aquí.A Jack también le parecía que hacía dema-

siado frío y había mucha humedad.–¡Mira! –la niña señaló de pronto un libro

abierto que había en una esquina–. No me suenahaberlo visto antes...

–A mí tampoco.

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Annie levantó el libro y se quedó mirando lailustración que había en la página abierta.

–¡Este sitio tiene una pinta increíble!La niña le mostró el dibujo a su hermano.

Se trataba de una playa soleada, con un loro ver-de muy grande posado sobre una palmera y unbarco navegando al fondo, por el mar azul.

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Otra ráfaga de lluvia se metió en la casa delárbol.

Annie señaló el dibujo y dijo:–Ojalá estuviéramos ahí, y no aquí.–Sí –dijo Jack–, pero ¿qué sitio es ese?–¡Demasiado tarde! –sonó una voz a su es-

palda.

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Jack y Annie se dieron la vuelta rápida-mente y vieron que fuera había un loro verdeposado sobre una rama. Era exactamenteigual que el que salía en el dibujo.

–¡Demasiado tarde! –volvió a gritar elloro.

–¡Un loro que habla! –exclamó Annie–.¿Te llamas Polly? ¿Te puedo llamar Polly?

De pronto, el viento comenzó a soplarcon fuerza.


–¡Ay, madre! ¡En menudo lío nos hemosmetido! –dijo el niño.

El viento sopló más fuerte y las hojas empe-zaron a temblar.

Luego, la casa del árbol se puso a girar, y a gi-rar, y a girar... ¡cada vez más rápido!

Jack cerró los ojos con fuerza.Al poco tiempo, todo estaba en calma.Una calma absoluta.El chico abrió los ojos.–¡Demasiado tarde! –gritó Polly.


2 El brillante mar azul

Jack notó cómo entraba la cálida luz del solpor la ventana.

El aire olía a agua salada y se podía oír el so-nido de las olas.

Annie y él se asomaron por la ventana.La casa del árbol estaba encima de una pal-

mera y, a lo lejos, se veía el brillante mar azul.En el horizonte navegaba un barco de vela. Todoera exactamente igual que en el dibujo del libro.

–¡Demasiado tarde! –repitió Polly.–¡Mira! –exclamó la niña.Polly había empezado a volar en círculos

sobre la casa del árbol, y luego se había lanzadohacia el mar.


–¡Venga, vamos a seguirlo! ¡Al agua! –ex-clamó Annie. Se quitó el impermeable y lo tiróal suelo.

–¡Espera! Primero tenemos que leer el libro–contestó Jack, pero justo cuando iba a cogerlo,su hermana se le adelantó.

–Ya lo leerás en la playa –dijo, y lo metió enla mochila de Jack sin mirar ni siquiera la tapa.

Jack suspiró. La verdad es que el agua resul-taba de lo más tentadora.

–Está bien –contestó, y también se quitó elimpermeable.

–¡Vamos! –Annie le pasó la mochila y em-pezó a bajar las escaleras a toda prisa.

Jack dobló el impermeable y lo puso cerca delmontón de libros. Luego, se colgó la mochila alhombro y siguió a su hermana escaleras abajo.

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