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DE RIZ: LA POLITICA EN SUSPENSO 1966/1976 III: Retorno y derrumbe. Instalado el gobierno de Campora, el clima inquietante de la campaña electoral no habría de cesar. En el conglomerado peronista, los conflictos tenían como protagonista a la derecha y la izquierda, a los “leales” y los “traidores”, a los “infiltrados” y a la “burocracia sindical” dentro del conglomerado peronista. El movimiento peronista no era un partido. Organizado sobre la base del principio de la verticalidad había logrado sobrevivir a todas las tentativas de hacerlo desaparecer de la escena política gracias a la habilidad con que Perón manejó su concepción militar de la política. El destierro de Perón y su negativa a institucionalizar la fuerza política de la que era creador, fueron factores decisivos en el éxito de la operación política que lo devolvió al gobierno. Gracias a su habilidad, el viejo caudillo había logrado convertirse en la encarnación de la “patria socialista” y “patria peronista” términos que designaban la transferencia del poder político a quienes se reclamaban sus herederos. De este modo, lo que estuvo en juego en las luchas que atravesaron al peronismo desde su regreso al gobierno fue el control del movimiento y del gobierno mismo, en nombre del “verdadero” peronismo. Los jefes sindicales no recibieron con entusiasmo al nuevo presidente. Habían sido postergados por Perón, el líder prefirió apoyarse en sus viejos cuadros políticos y en la generación de jóvenes combativos. Esta juventud se sentía la protagonista decisiva de la victoria. La centralidad que adquirió la violencia eclipsó la operación política que tuvo como protagonistas valse a Perón y Lanusse. La tolerancia de la sociedad hacia la violencia que acompaño la breve gestión de Cámpora fue el resultado de la idea predominante entonces de que se trataba de una reacción pasajera. Cámpora era un presidente por delegación, no tenía la autoridad necesaria para hacer frente a la tarea encomendada por Perón y pronto se hizo visible que tampoco las habilidades que la envergadura de esa empresa requería. La Juventud Peronista con una orientación crecientemente montonera, había sido la protagonista indiscutible de la campaña electoral. El gabinete que acompañó a Cámpora era un buen reflejo del intento de lograr un equilibrio entre las distintas corrientes internas del peronismo. Esta distribución del poder no alcanzó para neutralizar los conflictos surgidos de los contradictorios intereses que reunía la coalición peronista, por el contrario, contribuyó a que esos conflictos penetraran en el gobierno. Los Montoneros habían concedido una tregua tras la asunción del nuevo presidente, pero la movilización de la juventud, su poder de convocatoria y el recurso a la acción directa crearon un clima de crisis de autoridad. José Gelbard congruente con su creencia de que la política económica debe basarse en las iniciativas de los capitales nacionales privados, Perón, le confió la conducción de la económica. El programa de la CGE, dado a conocer antes de las elecciones de marzo de 1973 denominado “Sugerencias del empresariado nacional para un programa de gobierno” tenía un moderado tono reformista, nacionalista y distribucionista. A comienzos de junio, el gobierno anunció la firma del “compromiso para la reconstrucción nacional, la liberación nacional y la justicia social” conocido como el “Pacto Social” y basado en el compromiso previamente asumido por la CGE, CGT Y el Ministro de Economía. La nueva política otorgó un aumento del 20 %, suspendió las negociaciones colectivas por dos años y congeló los precios de todos los bienes por un período similar. La firma del pacto Social no encontró demasiada resistencia en el empresariado. A cambio del congelamiento de los precios recibían el compromiso de limitación salarial. Además confiaron en que el gobierno doblegara la inflación. Obtenerle apoyo de los sindicatos, fue una tarea más difícil. Perón necesitó de la colaboración del secretario general de la CGT, Rucci, para imponer su autoridad. Los sindicalistas debieron aceptar una política que los privaba de la libertad de negociación. Pero. Mientras los sindicalistas perdieron su poder de influir sobre los salarios, los empresarios conservaron el control sobre una serie de variables económicas cruciales para el plan económico. Pedían decidir si invertir o no, aumentar o disminuir la producción, por lo que su margen de maniobra era mucho mayor al que tenían los sindicatos. La concentración de la política de ingresos era un componente clave de un programa de reformas entre cuyas medidas figuraban la nacionalización de los depósitos bancarios, la nueva ley de inversiones extranjeras, el control del comercio exterior, una reforma impositiva y una ley agraria. Sin embargo, las medidas reformistas fueron eclipsadas por la política de precios y salarios. La alta tasa de inflación y los efectos de la crisis económica internacional de 1973-74 contribuyeron a colocar a la política de corto plazo en el centro del debate público. El boom de los precios de exportación de 1973 sin embargo, habría de dar un amplio margen de maniobra al gobierno para prolongar el crecimiento de la década anterior. Los sectores revolucionarios del peronismo enfatizaron el carácter nacionalista de las reformas. El ERP que no había aceptado la tregua y continuaba las acciones 1

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DE RIZ: LA POLITICA EN SUSPENSO 1966/1976

III: Retorno y derrumbe.

Instalado el gobierno de Campora, el clima inquietante de la campaña electoral no habría de cesar. En el conglomerado peronista, los conflictos tenían como protagonista a la derecha y la izquierda, a los “leales” y los “traidores”, a los “infiltrados” y a la “burocracia sindical” dentro del conglomerado peronista.

El movimiento peronista no era un partido. Organizado sobre la base del principio de la verticalidad había logrado sobrevivir a todas las tentativas de hacerlo desaparecer de la escena política gracias a la habilidad con que Perón manejó su concepción militar de la política. El destierro de Perón y su negativa a institucionalizar la fuerza política de la que era creador, fueron factores decisivos en el éxito de la operación política que lo devolvió al gobierno. Gracias a su habilidad, el viejo caudillo había logrado convertirse en la encarnación de la “patria socialista” y “patria peronista” términos que designaban la transferencia del poder político a quienes se reclamaban sus herederos. De este modo, lo que estuvo en juego en las luchas que atravesaron al peronismo desde su regreso al gobierno fue el control del movimiento y del gobierno mismo, en nombre del “verdadero” peronismo.

Los jefes sindicales no recibieron con entusiasmo al nuevo presidente. Habían sido postergados por Perón, el líder prefirió apoyarse en sus viejos cuadros políticos y en la generación de jóvenes combativos. Esta juventud se sentía la protagonista decisiva de la victoria.

La centralidad que adquirió la violencia eclipsó la operación política que tuvo como protagonistas valse a Perón y Lanusse. La tolerancia de la sociedad hacia la violencia que acompaño la breve gestión de Cámpora fue el resultado de la idea predominante entonces de que se trataba de una reacción pasajera. Cámpora era un presidente por delegación, no tenía la autoridad necesaria para hacer frente a la tarea encomendada por Perón y pronto se hizo visible que tampoco las habilidades que la envergadura de esa empresa requería. La Juventud Peronista con una orientación crecientemente montonera, había sido la protagonista indiscutible de la campaña electoral.

El gabinete que acompañó a Cámpora era un buen reflejo del intento de lograr un equilibrio entre las distintas corrientes internas del peronismo. Esta distribución del poder no alcanzó para neutralizar los conflictos surgidos de los contradictorios intereses que reunía la coalición peronista, por el contrario, contribuyó a que esos conflictos penetraran en el gobierno.

Los Montoneros habían concedido una tregua tras la asunción del nuevo presidente, pero la movilización de la juventud, su poder de convocatoria y el recurso a la acción directa crearon un clima de crisis de autoridad.

José Gelbard congruente con su creencia de que la política económica debe basarse en las iniciativas de los capitales nacionales privados, Perón, le confió la conducción de la económica. El programa de la CGE, dado a conocer antes de las elecciones de marzo de 1973 denominado “Sugerencias del empresariado nacional para un programa de gobierno” tenía un moderado tono reformista, nacionalista y distribucionista. A comienzos de junio, el gobierno anunció la firma del “compromiso para la reconstrucción nacional, la liberación nacional y la justicia social” conocido como el “Pacto Social” y basado en el compromiso previamente asumido por la CGE, CGT Y el Ministro de Economía. La nueva política otorgó un aumento del 20 %, suspendió las negociaciones colectivas por dos años y congeló los precios de todos los bienes por un período similar.

La firma del pacto Social no encontró demasiada resistencia en el empresariado. A cambio del congelamiento de los precios recibían el compromiso de limitación salarial. Además confiaron en que el gobierno doblegara la inflación.

Obtenerle apoyo de los sindicatos, fue una tarea más difícil. Perón necesitó de la colaboración del secretario general de la CGT, Rucci, para imponer su autoridad. Los sindicalistas debieron aceptar una política que los privaba de la libertad de negociación. Pero. Mientras los sindicalistas perdieron su poder de influir sobre los salarios, los empresarios conservaron el control sobre una serie de variables económicas cruciales para el plan económico. Pedían decidir si invertir o no, aumentar o disminuir la producción, por lo que su margen de maniobra era mucho mayor al que tenían los sindicatos.

La concentración de la política de ingresos era un componente clave de un programa de reformas entre cuyas medidas figuraban la nacionalización de los depósitos bancarios, la nueva ley de inversiones extranjeras, el control del comercio exterior, una reforma impositiva y una ley agraria. Sin embargo, las medidas reformistas fueron eclipsadas por la política de precios y salarios. La alta tasa de inflación y los efectos de la crisis económica internacional de 1973-74 contribuyeron a colocar a la política de corto plazo en el centro del debate público. El boom de los precios de exportación de 1973 sin embargo, habría de dar un amplio margen de maniobra al gobierno para prolongar el crecimiento de la década anterior.

Los sectores revolucionarios del peronismo enfatizaron el carácter nacionalista de las reformas. El ERP que no había aceptado la tregua y continuaba las acciones

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armadas, afirmó que el gobierno no podrá dar ningún paso efectivo hacia la liberación nacional y social.

La cuenta regresiva que habría de terminar en la renuncia de Cámpora había comenzado. El retorno de Perón, casi 2.000.000 de personas esperaron al general en el aeropuerto, pronto se desato un tumulto, sonaron disparos, el desconcierto era generalizado. Nadie, a excepción de los testigos, podía saber que había sido el combate con el que se inauguraba la fractura sangrienta del peronismo.

En el discurso que pornncio Perón al día siguiente de la masacre de Ezeiza, el caudillo dijo a los argentinos: “somos justicialistas. Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconstruido, se equivocan”. Con Perón en el país, toda oposición a sus directivas ya no podría invocar su nombre.

La unión Cívica Radical celebró las palabras del general. El líder de los peronistas proponía volver al orden legal y constitucional y propiciaba un amplio acuerdo entre los partidos políticos, ahora reivindicados en lo que habría de denominarse una “democracia integrada”.

El “experimento Cámpora” había llegado a su fin. Perón decidió reemplazarlo y comenzó a moverse en varias direcciones. Su acercamiento a las FFAA dejó en claro que Perón volvía con ánimos de conciliación.

La reivindicación histórica de los sindicalistas fue la otra tarea emprendida por Perón. La firma del pacto Social había devuelto a los jefes sindicales a la ortodoxia peronista. El discurso pronunciado por Perón en el local de la CGT dejó en claro que la hora de su reivindicación había llegado. Por primera vez, perón se pronuncio sobre los acontecimientos de Ezeiza: “lo que ocurrió en Ezeiza es como para cuestionar ya a la juventud que actuó en ese momento. Esa juventud está cuestionada. A partir de entonces, los jefes sindicales encabezaron la ofensiva contra la juventud combativa y pronunciaron con éxito la sanción de una nueva Ley de Asociación profesionales que fortalecía sus posiciones. La ley que extendía los mandatos de dos a cuatro años, otorgaba a la CGT poderes de intervención a sus seccionales regionales, a las federaciones y a los sindicatos miembros. Sancionada en el mes de noviembre, la ley permitía neutralizar las rebeliones antiburocraticas que desde el Cordobazo venían desafiando la autoridad de la dirigencia sindical.

El 13 de julio Cámpora y Lima presentaron sus renuncias al Congreso. Lastiri fue nombrado presidente provisional.

La juventud Peronista Revolucionaria lanzó la candidatura de Cámpora a la vicepresidencia en un vano intento por conservar un espacio en el diseño de poder del líder. La nominación por Perón de su tercera esposa, Maria Estela Martínez como

candidata a la vicepresidencia, sorprendió a muchos. El 4 de julio, la fórmula Perón-Perón fue proclamada por el Congreso Nacional del justicialismo.

La tercera presidencia de Perón.

El 12/10/73 Perón asumió su 3º presidencia decidido a poner freno a la radicalización política del Peronismo, el asesinato de Rucci demostraba que el camino a la reconciliación no iba a ser fácil. El Pacto Social establecido por Perón vino a reconstituir un sistema político en el que los partidos y las organizaciones de interés tendrían cabida en la medida de que estas se colocaran dentro de la ley sin importar su ideología. Esa era la ideología de la democracia integrada que trajo Perón a su gobierno. Sostenía que la guerrilla no puede ser combatida con la guerrilla y que era preciso vencerla políticamente. No se equivocaba sólo que no logró persuadir a sus seguidores del camino pacífico por él elegido.

El antiguo lema para un Peronista no hay nada mejor que otro Peronista, fue reformulado por el de para un argentino no hay nada mejor que otro argentino lo que demuestra que la tarea esencial era la de recrear el orden, del cual Perón era el conductor, negando a las masas la posibilidad de conducirse a sí mismas. Esa ideología requería de un puente entre las masas y Perón, el mismo era el pueblo entendido como masa encuadrada en grandes organizaciones en la que participaban cuadros intermedios. Pero ensanchada esta visión del pueblo por la inclusión de los Partidos Políticos (PP), la suerte de la democracia integrada seguía atada a la suerte del líder, a la vez que éste no alcanzó a medir la radical intransigencia y el rechazo de toda conciliación que albergaban las formaciones especiales que el mismo contribuyó a crear.

Del gabinete que había acompañado a Cámpora quedaron los ortodoxos, se renovaron las autoridades de las Universidades y se purgó el Consejo Superior del Movimiento de sus elementos izquierdistas y la calle dejó de ser el ámbito natural de las manifestaciones de la juventud, sólo podían reunirse en locales cerrados.

El ataque del ERP al cuartel de Azul fue un desafío al gobierno, se planteo la necesidad de aniquilar cuanto antes a este terrorismo criminal, una tarea que compete a todos los que anhelan una patria justa, libre y soberana, reformándose el Código penal que introdujeron penas severas para las actividades guerrilleras y reprimiendo las huelgas consideradas ilegales. Sin embargo Montoneros no fue proscripto.

Perón exhortó a la juventud a reconsiderar la capacidad de sus dirigentes y a reconocer que las luchas han terminado en sus formas más cruentas. “Han elegido un gobierno y espero que haya sido para obedecerlo y cumplir sus designios doctrinarios e

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ideológicos”. “Para los que puedan pensar que su lealtad a la república puede ser aleatoria, bajo mi responsabilidad puedo afirmarles lo contrario, las FFAA son y serán un puntal de la institucionalización nacional”. Sus palabras finales fueron una invitación a abandonar el justicialismo a todos aquellos que no estuvieron dispuestos a obedecer al gobierno y se colocaran fuera de la ley. Perón dedico sus últimas fuerzas al adoctrinamiento de la juventud

Por otra parte varios gobernadores habían prestado su apoyo a la izquierda peronista, los mismos fueron depuestos de sus cargos (B As, Cba, Mza, salta, etc.). El 1º de Mayo fue el escenario de enfrentamiento entre Perón y Montoneros, los cuales silbaron a Isabel y cuando Perón se acerco al micrófono lo increparon con la pregunta ¿Qué pasa qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular? Perón perdió su calma y trocó el discurso de unidad nacional por una declaración de guerra. Los acuso de imberbes e idiotas útiles al servicio de los extranjeros, Montoneros se retiró de la plaza. El 24 de mayo, la rama juvenil del Movimiento Peronista fue excluida del Consejo Superior del Justicialismo. El genral Anata haciendose eco del discurso de Perón, declaró que las FFAA, subordinadas al poder político estaban dispuestas a librar la batalla contra la subversión

Mientras Perón intentaba recrear el orden perdido, los hilos comenzaban a escapar de sus manos. Ya en marzo del 74 el deterioro del Pacto Social era evidente. La unanimidad de los argentinos que perón declaraba no podía ocultar el hecho de que ésta no existía.

Fue en el sector externo donde surgieron los signos negativos como consecuencia del aumento del petróleo que derivó en aumento de costos e insumos importados por las empresas, quienes reclamaron libertad para trasladar esos incrementos a los precios. La negativa de los sindicalistas a convalidar un aumento de precios sin un simultáneo aumento salarial, llevó a Perón a la importación a precios subsidiados por el Estado de los insumos críticos. Por otra parte la Comunidad Económica Europea cerró el comercio de carnes con Argentina.

El descontento sindicalista se agravó alimentado por el estado de movilización de los trabajadores, aumentaron los conflictos y el recurso a la acción directa reflejaba un verdadero estado de rebelión de las bases obreras, en un contexto decaída del salario real, desabastecimiento de ciertos productos, creciente mercado negro, etc. Ante lo cual el gobierno convocó a una Gran Paritaria, como no se pudo llegar a un acuerdo entre las partes, Perón fue el mediador. Se estableció un aumento salarial y se autorizó el aumento de precios controlados por el Ministerio de Economía, sin embargo los empresarios continuaron aumentando los precios, lo que agudizó la inflación.

Perón murió el 1º/7/74, sin él la lucha entre las 2 vertientes ocuparía el centro de la escena. Con la desaparición del líder, surgieron dudas de que sus sucesores lograran llevar a cabo los objetivos de reconciliación política y cooperación social que defendía Perón. A la par que la creciente militarización de Montoneros y la instrumentalización política a la violencia abría una enorme brecha entre éstos y las luchas de los obreros industriales.

Tiempos de violencia.

Isabelita asumió la presidencia y se acentuó la violencia de derecha e izquierda para imponer el rumbo de un proceso que marchaba a la deriva. La CGT trató de renegociar su cuota de poder dentro del gobierno. En lo inmediato, la estrategia de los jefes sindicales convergió con los afanes de Isabel y sus asesores por peronizar al gabinete. El ministro Gelbard se vio obligado a renunciar ante el retiro del aval de la CGT a la ley agraria que pretendía alentar el desarrollo de formas de explotación intensivas. Con el alejamiento de Gelbard los vínculos del gobierno con la CGE se debilitaron. La decisión de Isabel de armar un gabinete con los miembros del círculo de hombres que la rodeaba, clausuró toda esperanza de retomar a los acuerdos partidarios que Perón había propiciado en su modelo de la democracia integrada.

Los jefes sindicales fueron los principales aliados del gobierno en la destitución de los gobernadores infiltrados mediante la intervención federal, mientras que la AAA hacía lo suyo asesinando a algunos como Atilio López. Por otro lado se intervinieron los sindicatos en manos de la izquierda, se sancionó la ley de Seguridad Nacional para combatir a la guerrilla que sirvió a la vez para debilitar la protesta obrera por los alcances de la misma. López Rega se convirtió en la cara visible del poder.

Tras la salida de Gelbard, Montoneros decidió reanudar la guerrilla contra un gobierno que “no era popular ni peronista” ingresando a la clandestinidad por la ofensiva de la AAA y de la policía, a partir de allí los asesinatos se hicieron corrientes contra los traidores Peronistas. El Gobierno decretó el estado de sitio y las acciones guerrilleras se multiplicaron. En este contexto comenzó el enfrentamiento entre los jefes sindicales con el gobierno por posiciones de poder y por cuestiones económicas como la flexibilización a las inversiones extranjeras en el marco de una creciente balanza de pagos negativa. El gobierno por su parte buscó apoyo en las FFAA otorgándole el papel de aniquilador de las acciones subversivas. Y en lo económico se decidió por la apertura económica, la reducción salarial y desplazamiento de la CGT de la estructura del poder.

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Cuando se aproximaba la fecha para declarar finalizadas las negociaciones de las comisiones paritarias, se llegó a un acuerdo. Se otorgo un aumento salarial del 38 % pero antes de que empresarios y sindicatos llegaran a firmar los acuerdos, Gómez Morales, Ministro de Economía, renunció y fue reemplazado por Celestino Rodrigo, quien anunció un aumento superior al 100 % en el precio de los servicios públicos y combustibles y de la devaluación del peso en un 100 %,. La magnitud del reajuste, conocido como rodrigado y el momento elegido no dejaban dudas de que la presidente buscaba recortar el poder de los jefes sindicales. Estos se encontraban luchando no sólo por un aumento salarial sino por su propia sobrevivencia política. La reacción al reajuste fue una movilización masiva, todo el país se paralizo la CGT convoco a un paro general de 48 horas, lo que provoco las renuncias de Rodrigo y López Rega

La descomposición.

Isabel se quedó sola y las presiones para que dimitiera crecieron y la perspectiva de un golpe militar amplificaba los efectos de la crisis política. La designación de un coronel en el ministerio del Interior desató la interna en el ejército en cuanto a la participación o no de los asuntos políticos, Videla defensor de la participación en el poder político, se convirtió en Comandante en Jefe del ejercito, a la par que los distintos sectores del movimiento se abocaron a la lucha para ocupar el cargo del Senado en la línea sucesora. Italo Luder fue designado como presidente del Senado con buenas relaciones con los Partidos de la oposición, sindicalistas y FFAA.

Para mediados del 75 la economía estaba en recesión, se incrementó la desocupación y Cafiero asumió en Economía, junto a él en la cartera de Trabajo se encontraba Ruckauf. Isabel tomó licencia y delegó el mando en Luder, mientras se incrementaban las huelgas obreras, la especulación financiera, el desabastecimiento de productos y caída de la producción industrial. Ante el accionar de la guerrilla el gobierno conformó el Consejo de Defensa y el de Seguridad Nacional que depositaba en manos de las FFAA la lucha contra la subversión. El retorno de Isabel al gobierno incrementó su desprestigio y se vio forzada a adelantar las elecciones para el 17/10/76, sin embargo se sucedió un motín de las Fuerzas Aérea que a pesar de ser sofocado redobló los rumores del golpe, a la par que la represión a la guerrilla convertía a los militares en guardianes de un orden que los civiles no podían garantizar. La UCR trató en vano de recobrar el centro de la escena, a lo largo del gobierno el Partido había hecho el papel de oficialista y oposición relegando a la UCR a un papel de espectador de la puja interna y su convocatoria de armar un gobierno de coalición para desplazar a Isabel no tuvo eco. El golpe de Estado no sorprendió a nadie, la mayoría de los argentinos lo imaginaban

como una solución. Los militares habían esperado que se profundizara la crisis para legitimar su intervención, considerándose como los más capacitadas para hacerse cargo de un sociedad enferma y para imponer la disciplina por medio del terror.

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