100 años de la publicación de "La metamorfosis"

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100 años de la publicación de “La metamorfosis”

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Franz Kafka y La metamorfosis

“Cuando un mañana Gregor Samsa despertó tras un sueño agitado, se encontró en su

cama convertido en un bicho enorme”. Así da comienzo la singular historia que Kafka

redactó entre el 17 de noviembre y el 7 de diciembre de 1912, y que se inicia cuando el

viajante de comercio Gregor Samsa descubre al despertar que se ha convertido en un

monstruoso bicho, sorprendiendo la naturalidad con la que Samsa se toma su

transformación. La metamorfosis es, sin duda, una de las grandes novelas del s. XX, la

historia de alguien que se transforma en insecto contada por alguien llamado Franz

Kafka, de cuyo apellido procederá desde entonces el adjetivo kafkiano que utilizamos

como sinónimo de lo absurdo, de lo ilógico y disparatado.

Según Juan José Millás: “tras cerrar el libro…, uno ha sido Gregorio Samsa y se ha

despertado un día convertido en un monstruoso insecto. Uno recuerda la puerta de

madera a través de la que intentaba comunicarse con su familia y no ha podido olvidar

la mutación de su voz cuando intentaba tranquilizar a su madre, que le llamaba desde

el otro lado… Reconocer que lo que le sucede a Gregorio Samsa es bastante normal,

aunque no seamos capaces de explicarlo.” “Quizá en las horas muertas de esa oficina

[Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino De Bohemia de Praga] anidó

en la cabeza de Kafka la larva de Gregorio Samsa, que con el tiempo se transformaría

en el libro que ahora conocemos. Lo extraordinario es que cada vez que esa novela se

lee, el insecto que la protagoniza anida en la cabeza del lector de tal modo que ya no

deja de crecer dentro de nosotros. Se pueden olvidar otros libros, incluso otros libros

que no tendríamos inconveniente en reconocer como más importantes, pero nadie que

haya tenido en sus manos La metamorfosis puede olvidarla, pues es uno de esos

curiosos relatos por los que el lector es leído (o devorado) al tiempo que lo devora (o

que lo lee).”

Con el constante sentimiento de culpabilidad que siempre tuvo para con su familia y

que plasmó de manera extraordinaria en La metamorfosis, Kafka escogió la literatura

como medio a través del cual dar rienda suelta a su voz interior. Como recuerda Citati,

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através de ese juego de culpa se desarrolla toda la obra de Kafka. Sus protagonistas

humanos y animales y quienes como Gregor Samsa pasan de la condición de uno a la

del otro son culpables sin serlo por la sola razón de existir. Es conocida la respuesta

que al parecer Kafka dio a su amigo Max Brod cuando harto de tanta pesadumbre le

dijo ¡Pero si cuando dices eso, entonces no hay esperanza! A lo que Kafka le respondió

“Esperanza hay, pero no para nosotros”

Publicada originalmente en octubre de 1915 en la revista Die Weissen Blätter (Las

hojas blancas) editada por René Schickele, sabemos que había comenzado a redactarla

en noviembre de 1912. En carta del 17 de noviembre a Felice Bauer, a quien había

conocido en casa de su amigo Max Brod, le dice: “tengo que escribir un cuento que me

ha venido a la mente en la cama en plena aflicción, y que me asedia desde lo más

hondeo de mí mismo”.

Es conocida la anécdota de la noche en la que Kafka, temblando de emoción, llegó a

casa con la intención de obsequiar a su padre el primer libro recién publicado. Éste no

se digno ni a mirar la cubierta y siguió jugando a los naipes con su esposa, mientras

Kafka se retiraba a su habitación con la cabeza hundida entre los hombros.

Tal vez el logro mayor de un escritor sea el de crear personajes con rasgos

inconfundibles que quedan incorporados a nuestra memoria colectiva.

La primera traducción al castellano es un misterio. Se dice que en 1938 apareció una

versión de Jorge Luis Borges que se creía la primera, aunque no fue así, ya que en los

números 24 y 25 (Junio y Julio 1925) de la Revista de Occidente apareció una versión,

probablemente, a cargo de Margarita Nelken.

El 3 de julio de 1983 en el diario El País se publicaba la transcripción de una

conversación con Borges sobre Kafka bajo el título de Un sueño eterno:

“Mi primer recuerdo de Kafka es del año 1916, cuando decidí aprender el idioma alemán. Antes

lo había intentado con el ruso, pero fracasé. El alemán me resultó mucho más sencillo y la

tarea fue grata. Tenía un diccionario alemán-inglés y al cabo de unos meses no sé si lograba

entender lo que leía, pero si podía gozar de la poesía de algunos autores. Fue entonces cuando

leí el primer libro de Kafka que, aunque no lo recuerdo ahora exactamente, creo que se llamaba

Once cuentos.

Me llamó la atención que Kafka escribiera tan sencillo, que yo mismo pudiera entenderlo, a

pesar de que el movimiento impresionista, que era tan importante en esa época, fue en general

un movimiento barroco que jugaba con las infinitas posibilidades del idioma alemán. Después,

tuve la oportunidad de leer El Proceso y a partir de ese momento lo he leído continuamente. La

diferencia esencial con sus contemporáneos y hasta con los grandes escritores de otras épocas,

Bernard Shaw o Chesterton, por ejemplo, es que con ellos uno no está obligado a tomar la

referencia ambiental, la connotación con el tiempo y el lugar. Es también el caso de Ibsen o de

Dickens.

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Kafka, en cambio, tiene textos, sobre todo en los cuentos, donde se establece algo eterno. A

Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos

sueños fueron soñados por hombre de otras épocas sin necesidad de vincularlos a Alemania o

a Arabia. El hecho de haber escrito un texto que trasciende el momento en que se escribió, es

notable. Se puede pensar que se redactó en Persia o en China y ahí está su valor. Y cuando

Kafka hace referencias es profético. El hombre que está aprisionado por un orden, el hombre

contra el Estado, ese fue uno de sus temas preferidos.

Yo traduje el libro de cuentos cuyo primer título es La trasformación y nunca supe por qué a

todos les dio por ponerle La metamorfosis. Es un disparate, yo no sé a quién se le ocurrió

traducir así esa palabra del más sencillo alemán. Cuando trabajé con la obra el editor insistió

en dejarla así porque ya se había hecho famosa y se la vinculaba a Kafka. Creo que los cuentos

son superiores a sus novelas. Las novelas, por otra parte, nunca concluyen. Tienen un número

infinito de capítulos, porque su tema es de un número infinito de postulaciones.

A mí me gustan más sus relatos breves y aunque no hay ahora ninguna razón para que elija a

uno sobre otro, tomaría aquel cuento sobre la construcción de la muralla. Yo he escrito

también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka. Hay uno,

titulado La biblioteca de Babel y algún otro, que fueron ejercicios en donde traté de ser Kafka.

Esos cuentos interesaron pero yo me di cuenta que no había cumplido mi propósito y que debía

buscar otro camino. Kafka fue tranquilo y hasta un poco secreto y yo elegí ser escandaloso.

Empecé siendo barroco, como todos los jóvenes escritores ahora trato de no serlo. Intenté

también ser anónimo, pero cualquier cosa que escriba se conoce inmediatamente. Kafka no

quiso publicar mucho en vida y encargó que destruyeran su obra. Esto me recuerda el caso de

Virgilo que también le encargó a sus amigos que destruyeran la inconclusa Eneida. La

desobediencia de estos hizo que, felizmente para nosotros, la obra se conservara. Yo creo que

ni Virgilio ni Kafka querían en realidad que su obra se destruyera. De otro modo habrían hecho

ellos mismos el trabajo. Si yo le encargo la tarea a un amigo, es un modo de decir que no me

hago responsable. Mi padre escribió muchísimo y quemó todo antes de morir.

Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura. Para mí es el primero de este

siglo. Yo estuve en los actos del centenario de Joyce y cuando alguien lo comparó con Kafka dije

que eso era una blasfemia. Es que Joyce es importante dentro de la lengua inglesa y de sus

infinitas posibilidades, pero es intraducible. En cambio Kafka escribía en un alemán muy

sencillo y delicado. A él le importaba la obra no la fama, eso es indudable. De todos modos,

Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño

universal que es la memoria. Nosotros sabemos cuáles son sus fechas, cuál es su vida, que es de

origen judío y demás, todo eso va a ser olvidado, pero sus cuentos seguirán contándose.”

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1 La metamorfosi. Brosquil : Libros del Zorro Rojo, 2008 Sig. N KAF met

6 La metamorfosis. Audio Libro CD, 2006 Sig. 6 KAF

2 La metamorfosis. Losada, 1967 Sig. M 1449

7 La metamorfosis. Alianza, 2010 Sig. N KAF met (2 ejemplares)

3 La metamorfosis. Alianza, 1987 Sig. M 11330

8 La metamorfosis. Castalia, 2011 Sig. N KAF met

4 La metamorfosis. Brosquil: Libros del Zorro Rojo, 2004 Sig. J-N KAF met

9 La metamorfosis. Germanía, 2013 Sig. N KAF met

5 La metamorfosis. Alianza, 2006 Sig. N KAF met

10 La metamorfosis. Nórdica Libros, 2015 Sig. N KAF met

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11 La metamorfosis; La condena; Carta al padre. Juventud, 2006 Sig. N KAF met

14 La transformación. Navona, 2015 Sig. N KAF tra

12 La metamorfosis y otros relatos. El País, 2002 Sig. N KAF met

15 La transformación y otros relatos. Cátedra, 2011 Sig. N KAF tra

13 La transformación. Cátedra, 2013 Sig. N KAF tra

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OTROS DOCUMENTOS

(*) Los documentos con signatura JAEZ no tienen política de préstamo pero pueden ser

consultados previa petición de los mismos en la Sala de Lectura.

Para más información sobre la vida y obra de Franz Kafka se recomienda visitar la siguiente

dirección web: www.franzkafka.es

1 CALASSO, Roberto K. Anagrama, 2005 Sig. 860 CAL k

5 MARCHAMALO, Jesús Kafka con sombrero. Nórdica Libros, 2015 Sig. N MAR kaf

2 CITATI, Pietro Kafka. El Acantilado, 2012 Sig. B KAF cit

6 RUNFOLA, Patricia Praga en tiempos de Kafka. Bruguera, 2006 Sig. N RUN pra

3 IZQUIERDO, Luis Conocer Kafka y su obra. Dopesa, 1977 Sig. JAEZ 1982(*)

7 Kafka: la verdad oculta. Sig. DVD DM KAF

4 KAFKA, Franz Dibujos. Sexto Piso, 2011 Sig. N KAF dib

8 La metamorfosis. Castellano, publicado el 01/01/2010

Modalidades de descarga disponibles:

Audiolibro

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(Il. Damián Flores Llanos)

Kafka, el oficisnista / Jesús Marchamalo

Una vez, asomado a la ventana de la casa de sus padres, fue señalando los lugares de

la ciudad que, a modo de puntos cardinales -norte, sur, este y oeste-, delimitaban su

mundo, minúsculo y pequeño como el de los relojes. La casa en la que había nacido;

detrás, el instituto; un poco más allá, la universidad en la que se licenció en Derecho, y

al lado de la plaza, la oficina. Un edificio de aspecto vagamente austrohúngaro que era

la sede del Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo, donde empezó como

pasante y donde, con los años, fue ascendiendo hasta ser vicesecretario y secretario.

Todo accesible, cercano, próximo. Tanto que a veces tenía la impresión de no haberse

movido nunca.

Porque de aquellas callejas empedradas de su odiada Praga, imperial, imposible, que

recorría a diario -tiqui, tiqui- con paso apresurado y unos zapatos negros, sólo salió un

par de veces, tres como mucho: alguna excursión, algún viaje corto, además de sus

escapadas en tranvía. Solía cogerlo hasta la última parada, donde terminaba la ciudad,

vestido siempre de negro -como un enterrador-, camisa blanca y lazo o pajarita, y un

extraño, simpático bombín en la cabeza. Alto como un pararrayos.

Allí se lo cruzaba, a menudo, Vera Nabokov. Y de él recordó toda la vida su palidez

extrema, la tirantez de su piel en la cara, y los ojos brillantes, azules y brumosos,

afilados como los de un hipnotizador, un mago.

Trabajó durante años, de ocho a dos, en un despacho al que se llegaba por un pasillo

umbrío lleno de archivadores, donde olía a tabaco rancio, y a goma de pegar.

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Un opresivo universo de bandejas de baquelita, plumas fuente, sellos de caucho,

informes –a veces un plato de peras-, y un reloj que marcaba la frontera entre el

mundo real, por las mañanas, y la literatura, por la noche, en su casa, con luz artificial.

Folios y folios que destruía a menudo, o que escondía en el piano.

Tuvo dos o tres novias a las que mandaba cartas, con las que se prometía y nunca se

casaba, y un padre omnipresente y burocrático. Un hombre de aspecto decimonónico,

con bigote, esclavina y anillo, con pinta de intendente o potentado, al que una vez

llevó uno de sus libros, recién salido de la imprenta. “Déjalo ahí, en la mesa”, le dijo

con desgana –la mano regordeta, indolente y exangüe-, incómodo porque le había

interrumpido.

Antes de morir dejó dicho que destruyeran todo cuanto había escrito. Que hicieran un

montón de cuartillas y folios, y hojas sueltas de notas, y lo prendieran fuego. O eso

entendió Max Brod, su amigo, que no le hizo ni caso. Así podemos leerlo ahora; lo

desasosegante, lo indecible, esa obsesión tan suya, tan… kafkiana.

Un día escupió sangre. Tiempo después murió. Y fue su última novia, Dora Diamant,

una actriz, quien, teatral como correspondía, se acercó hasta la cabecera de la cama, y

le cerró los ojos.

(Del libro “44 escritores de la literatura universal” (Siruela), de Jesús Marchamalo, con

ilustraciones de Damián Flores Llanos)

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Algunos datos sobre las diferentes ediciones de La metamorfosis recogidas en esta guía:

1.- Il.lustracions, Luis Scafati. Traducción Joan Fontcuberta 2.- Traducción y prólogo de Jorge Luis Borges

3.- Contiene además los relatos: “Un artista del hambre” y “Un artista del trapecio” 4.- Ilustraciones, Luis Scafati. Traducción, César Aira

5.- Contiene además los relatos: “Un artista del hambre” y “Un artista del trapecio” 6.- Narrado por Ramón V. Pascual. Música Ricardo Llopis. Duración: 2 h. y 22 min.

(En formato MP3) 7.- Contiene además los relatos: “Un artista del hambre” y “Un artista del trapecio”

8.- Traducción de Esperanza San León 9.- Presentación y guía didáctica de Manuel García Pérez

10.- Prólogo de Juan José MIllás. Traducción y epílogo de Isabel Hernández. Ilustraciones de Antonio Santos

11.- Traducción de José Fernández Z. 12.- Traducción Ángeles Camargo

13.- Edición de Gabriel Mas Mateu. Traducción de Ángeles Camargo y Brend Kretzschmar

14.- Traducción y prólogo de Xandru Fernández 15.- Edición y traducción de Ángeles Camargo y Brend Kretzschmar