10. Hitchcock Alfred - Los Tres Investigadores y El Misterio de La Cueva de Los Lamentos

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  • Alfred Hitchcock

    Los Tres Investigadores en Misterio de la Cueva de los Lamentos Texto de Robert Arthur Ilustraciones de Harry Kane Ttulo original THE MYSTERY OF THE MOANING CAVE Copyring, 1968, by Random House, Inc.

    Traduccin de M. L. POL DE RAMREZ

    Cubierta de BADA CAMPS

    EDITORIAL MOLINO. 1972 Apartado de Correos 25 Calabria, 166 - Barcelona (15) Depsito Legal, B. 31.768-1969 Nmero de Registro, 2.317-69 Impreso en Espaa - Printed in Spain A. G. PONSA, Gonzalo Pons 23 Hospitalet (Barcelona) Un mensaje de Alfred Hitchcock

  • Me complace saludarte con motivo del postrer misterio resuelto por Los Tres Investigadores. Si no los conoces ya, te presentar a Jpiter Jones, Pete Crenshaw y Bob Andrews, vecinos de Rocky Beach, California, cerca del fabuloso Hollywood.

    Hace algn tiempo fundaron la empresa de detectives Los Tres Investigadores, para resolver los misterios que les salan al paso. El jefe, Jpiter Jones, se distingue por su lgica, serena decisin y resistencia a permitir que un acertijo le venza. El segundo investigador, Pete Crenshaw, extraordinario atleta, pone su destreza muscular al servicio de la empresa en los momentos de peligro. Y el tercero, el ms estudioso miembro del grupo, Bob Andrews, se cuida del registro de los casos y de buscar en los archivos. Tienen el Puesto de Mando en un remolque oculto entre chatarra, en el Patio Salvaje de los Jones, to de Jpiter.

    Investigamos todo es el lema de los muchachos. Esta vez se trasladan a un rancho en las montaas de California, para realizar investigaciones en la Cueva de los Lamentos, donde un bandido legendario se niega a permanecer muerto, y otros sucesos muy raros en un valle desierto. Sus descubrimientos te mantendrn en vilo y sentado al borde de la silla, si eres nervioso.

    Basta de presentaciones. El caso se halla a punto. Luces! Cmara! Accin!

  • CAPITULO 1

    Gime el valle

    Aaaaaaaaah! Aaaaaaaah! Aaaaaah! Un gemido fantasmal cruz el valle en penumbras. Ya estamos! susurr Pete. Ya vuelve a empezar! Pete Crenshaw, Jpiter y Bob Andrews estaban agachados en un elevado risco, mirando hacia abajo, en el

    lejano extremo del rancho Crooked-Y, situado a unos centenares de metros del ocano Pacfico. El lamento se repiti, largo, penetrante. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Unos escalofros recorrieron la espina dorsal de Pete. Comprendo que los obreros del rancho no quieran venir aqu dijo a sus compaeros. Quiz proceda del faro que vimos en el camino aventur Bob. O tal vez sea una deformacin del eco

    de la sirena que anuncia la niebla. Jpiter movi negativamente la cabeza. No, Bob; no lo creo. Eso en nada se parece al sonido de una sirena de seales. Adems, no hay niebla

    esta tarde. Entonces... Bob se call, pues Jpiter ya no estaba agachado a su lado. El corpulento primer investigador corra hacia la derecha, Pete y Bob se enderezaron de un salto y lo

    siguieron. El sol haba desaparecido casi por completo entre las montaas, y una claridad prpura inundaba el valle. Jpiter se detuvo a unos cincuenta metros. El lamento volvi a orse. Escuch atentamente ayudndose con

    la mano junto a la oreja. Pete lo mir, intrigado. Qu haces, Jupe? ste, sin responder, se gir y anduvo unos cien metros en direccin opuesta. Es que has decidido, simplemente, pasear arriba y abajo por este peligroso borde? pregunt Bob, tan

    sorprendido como Pete por la rara actuacin de Jupe. Antes de que el primer investigador contestara, otro fantasmal gemido flot en el valle. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Jpiter se volvi a ellos. No, Bob. Acabo de completar el experimento. Qu experimento? se interes Pete. Que yo sepa, hasta ahora slo hemos caminado. Y tambin escuchado el gemido desde tres sitios distintos explic Jpiter. Mentalmente, he trazado

    lneas imaginarias desde los puntos de escucha, para saber de dnde proceden. El lugar donde se cruzan las tres lneas, es el punto exacto.

    Bob comprendi la teora expuesta por su jefe y amigo. S, Pete. Eso se llama triangulacin, y lo emplean mucho los ingenieros. Exacto afirm Jupe. Claro que yo lo he realizado de un modo muy rudimentario, pero servir a nuestro

    propsito. Qu propsito, Jupe? solicit Pete. Bueno, me refiero a qu hemos averiguado. Hemos averiguado que la fuente exacta del sonido se halla en la Cueva del Diablo. Caracoles, Jupe! Eso ya lo sabamos. El seor y la seora Dalton nos lo dijeron. Jpiter sacudi la cabeza. Los buenos investigadores no dan por vlidos informes de otras personas, sin comprobarlos ellos mismos.

    Los testigos no son siempre de fiar, como nos ha dicho infinidad de veces el seor Hitchcock. Jpiter se refera al director de pelculas Alfred Hitchcock, buen amigo de los Tres Investigadores desde que

    trataron de localizar una casa encantada para una de sus pelculas. Tienes razn. El seor Hitchcock nos demostr cuan pocos testigos se enteran de lo que ven. U oyen aadi Jpiter. Sin duda, los gemidos vienen de la Cueva del Diablo. Ahora nos falta saber

    quin... El primer investigador no acab su frase, pues el lamento volvi a orse... fantasmal, escalofriante, en la

    profunda media luz del valle en sombras. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Incluso Jpiter se estremeci esta vez, quiz afectado por las largas sombras que avanzaban por el valle. Pete trag saliva.

  • Canastos, Jupe! El seor Dalton y el sheriff investigaron ya tres veces la cueva, y no encontraron nada. Quiz se trate de un animal intervino Bob. No se parece a ninguna que haya odo antes replic Jpiter. Adems, el sheriff y el seor Dalton

    hubieran descubierto sus huellas de ser un animal corriente. Son cazadores y experimentados rastreadores de huellas.

    Qu clase de animal, entonces? se intranquiliz Pete. Tal vez uno desconocido en esta regin opin Jpiter. O quiz... los ojos del primer investigador

    destellaron, el propio diablo! Oh, no, no! grit Pete. No creemos en fantasmas... o s? Jpiter se sonri. Quin habl de fantasmas? El diablo hace casi cien aos que muri objet Bob. Si no te refieres a un fantasma, Jupe, a quin

    entonces? Su amigo careci de tiempo para responder, pues en aquel momento el cielo, al otro lado del valle, se inund

    de brillantes resplandores rojos. Las pupilas de los muchachos se dilataron a medida que las explosiones sacudan todo el valle.

    Qu pasa, Jupe? pregunt Bob. ste deneg con la cabeza. Lo ignoro. Las explosiones cesaron y el resplandor se difumin poco a poco. Los tres chicos se miraron. Bob chasque

    los dedos. Ya lo s! Es la Marina! Recordis cuando venamos hacia aqu en el camin? Entonces vimos una

    escuadra en maniobras de prcticas. Apuesto que hacen salvas de puntera en las islas del canal. Pete se ri aliviado.

    Seguro. Hacen eso un par de veces al ao. Lo le en un peridico. Toman por blanco una isla deshabitada. Jpiter asinti.

    Ayer lo public la prensa. Prcticas nocturnas de tiro. Regresemos al rancho; quiero averiguar ms de este valle.

    Bob y Pete no necesitaron que insistiera, pues el valle estaba ya totalmente oscuro. Los tres caminaron hasta sus bicicletas, dejadas en la carretera.

    De repente, oyeron un inconfundible sonido semejante a un cuerpo que se arrastra por el suelo y despus un prolongado gemido.

  • CAPITULO 2

    El Viejo Maldito

    El gemido ces en el Valle de los Lamentos. se no procede de la cueva afirm Pete. No convino Jpiter. Se trata de un hombre. En apuros aadi Bob. Vamos, camaradas! El sonido proceda de la base de la Montaa del Diablo, as llamada por sus picos gemelos en forma de

    cuernos, situada entre el valle y el ocano Pacfico. Socorro! grit dbilmente un hombre. Pete fue el primero en llegar hasta el desconocido de pelo grisceo, tendido en el suelo con una pierna

    torcida y aprisionada por unas rocas. Su semblante exteriorizaba dolor. Qudese quieto. Lo sacaremos de aqu en seguida. Pete se incorpor y dijo a Jpiter: Me parece que tiene rota la pierna. Convendra pedir auxilio. El herido vesta ropas usadas propias de un trabajador de rancho. Entre rechinar de dientes, rog:

  • Id al rancho Crooked-Y. Trabajo all. Decidle al seor Dalton que mande algunos hombres. Los muchachos se miraron desalentados. Otro empleado del seor Dalton que sufra un accidente. Y nuevo

    problema en el Valle de los Lamentos.

    Pete pasaba unas cortas vacaciones de dos semanas en Crooked-Y, con el seor y la seora Dalton, nuevos propietarios del rancho. Jess Dalton, famoso caballista, haba trabajado con el seor Crenshaw en varias pelculas del oeste. Luego de abandonar sus actividades como actor, decidi invertir sus ahorros en la compra de un rancho. Empero, apenas iniciaba la reconstruccin y mejora de la finca, empezaron los problemas.

    El Valle de los Lamentos, cuyo extrao nombre tena su origen en antiguas leyendas indias y en ciertos hechos violentos acaecidos en la poca de los colonizadores espaoles, volva a gemir despus de cincuenta aos de silencio. Y si eso no era suficiente para asustar a los trabajadores, empezaron los accidentes.

    El primero ocurri a dos caballistas que galopaban por el Valle los Lamentos un anochecer. De repente, oyeron un extrao grito, y sus caballos se encabritaron. Uno de los jinetes se rompi el brazo, y ambos regresaron al rancho con la desagradable historia del nefasto suceso en el valle. Poco despus, a media noche, una manada de vacunos se disparaba en estampida sin aparente causa. Luego fue un pen, quien jur haber visto a un gigante surgir de la cueva en la Montaa del Diablo. A esto sigui el hecho de dos obreros desaparecidos sin explicacin alguna. El sheriff afirm haberlos visto en las cercanas de Santa Carla, pero muchos trabajadores rehusaron creerlo.

    Pete no tard en comprender que los Dalton se hallaban tremendamente preocupados. Las investigaciones en la cueva no haban revelado nada, y la autoridad del sheriff era nula ante los fantasmas o leyendas. Tanto l como el seor Dalton estaban seguros de que habra una sencilla explicacin, si bien no lograban desentraarla.

    El segundo investigador llam a sus camaradas explicndoles la posibilidad de un misterio a resolver. stos consiguieron permiso para ir al rancho, y los Dalton aceptaron gustosos.

    Crooked-Y se hallaba a slo diez kilmetros de la moderna ciudad de Santa Carla, y a unos cien al norte de Rocky Beach. La regin contena agrestes montaas, profundos valles y caones y cuevas a lo largo de las costas del Pacfico.

    Los padres de Bob y los tos de Jpiter haban considerado excelente idea que los muchachos aprovecharan la oportunidad de ir a un rancho autntico, donde podan practicar deportes tan sanos como la equitacin, la pesca y la natacin.

    Pero ellos sintironse atrados por el misterio del Valle de los Lamentos. Por eso descubrieron al hombre tendido en el suelo, con la pierna bajo un montn de rocas.

    Tena que sucederme en este condenado calle murmur el hombre. Nunca deb venir aqu. Sin duda los gemidos originaron el derrumbe.

    No lo creo afirm gravemente Jpiter. Para m la causa est en los disparos de la artillera naval, cuyas ondas expansivas afectaron la escasa firmeza del lecho de algunas piedras, y su desprendimiento provoc el aluvin. La montaa del Diablo es muy seca y pina.

    Fueron los gemidos! insisti el herido. Ahora interesa ms conseguir ayuda, amigos intervino Pete. Nosotros nunca lograremos quitar ese

    montn de piedras. El relincho de un caballo atrajo la atencin de todos, que se giraron para ver a tres hombres cabalgando por

    encima del valle en direccin a ellos. Uno llevaba en reata un caballo sin jinete. Al frente de la partida vena el seor Dalton.

    Qu hacis aqu, muchachos? inquiri al tiempo que desmontaba. El seor Dalton era alto y nervudo; vesta camisa color rojo brillante, pantalones descoloridos y botas del

    oeste. Su rostro curtido se vea surcado por arrugas de preocupacin. Le explicaron cuanto saban. Cmo se encuentra, Cardigo? pregunt el ranchero, arrodillado junto a su empleado. Tengo rota una pierna manifest el hombre. Y la culpa es de este condenado valle. Dme por

    despedido! Los disparos aflojaron algunas rocas y se produjo un desprendimiento explic Jpiter. Sin duda fue eso admiti el seor Dalton. Qudese quieto, Cardigo, y lo libraremos en un santiamn. Momentos despus haban retirado todas las rocas. Dos vaqueros galoparon en busca de un camin, que

    ms tarde llev al herido a un hospital de Santa Carla. Los tres chicos regresaron en sus bicicletas. Era totalmente anochecido cuando llegaron al rancho, compuesto de cinco edificios: dependencias para el

    personal, un gran pajar, otro cobertizo pequeo, cocina y casa principal. Esta ltima era una vieja construccin de dos plantas, con vigas de madera y paredes de adobe rodeada de un porche amplio y fresco. El edificio se hallaba cubierto de campanillas rojas.

    Los corrales rodeaban el grupo de edificios. Los hombres esperaban reunidos en pequeos grupos junto al edificio destinado a cocina. Evidentemente, hablaban del suceso. Lo hacan en voz baja, y sus semblantes mostraban temor y enojo. Los chicos se disponan a entrar en la casa cuando una voz profunda, desagradable, brot de la noche: Dnde habis estado? Algo se mova en el porche, y ellos identificaron la pequea forma nervuda y baja, de rostro curtido, que era

  • Luke Hardin, el capataz del rancho. Es demasiado grande este rancho dijo Hardin, y resulta fcil perderse. Estamos acostumbrados a los espacios abiertos y montaas, seor Hardin contest Jpiter. No se

    preocupe por nosotros. El capataz avanz un paso. Ya s que estuvisteis en el Valle de los Lamentos. Ese lugar no es adecuado para jovenzuelos,

    entendis? Manteneos alejados de all! Antes de que los chicos pudieran protestar, se abri la puerta y apareci una mujer baja, de pelo gris y rostro

    muy moreno. Bobadas, Luke! Los muchachos no son nios. Sin duda tienen mucho ms sentido comn que usted. El Valle de los Lamentos no es recomendable insisti terco Hardin. Me sorprende que un hombre como usted, tenga miedo a una cueva. No la temo, como tampoco temo enfrentarme a los hechos. Nac y he vivido siempre en esta tierra. De

    chico o hablar del Valle de los Lamentos, y nunca di crdito a esas historias. No obstante, empiezo a no estar muy seguro.

    Tonteras! Usted sabe que se trata de una simple supersticin refut la seora Dalton. Pese a su firmeza, la seora Dalton apenas consegua disimular su preocupacin. Para usted, seor Hardin, cul es la causa de los gemidos? pregunt Jpiter. El capataz lo mir de soslayo. No s chico. Nadie lo sabe. Hemos recorrido todos sus rincones sin encontrar nada. Al menos, nada que

    pudiera verse. Sus ojos se iluminaron con repentino destello en la oscuridad, y aadi: Los indios afirmaron siempre que nadie vera al Viejo maldito.

  • CAPITULO 3

    El Diablo huye

    Luke! amonest la seora Dalton. El capataz no cedi. Sigo sin creer en las historias, pero un hombre debe admitir la realidad. La cueva ha vuelto a gemir sin que

    ninguno explique la causa. Si no es el Viejo Maldito, quin es? Luke Hardin se alej del porche camino de las dependencias. La seora Dalton lo mir preocupada. Temo que el suceso afecte a todos coment. Luke es valeroso. Nunca le o expresarse en esos

    trminos. Me gustara saber por qu nos habl el Viejo Maldito repuso Jpiter. La seora Dalton se sonri. Supongo que Luke est cansado. Todos estamos cansados y algo preocupados. Bien, muchachos, qu

    os parece un vaso de leche y unas galletas? Fantstico, seora! contest Pete. No tardaron en comer galletas sentados en el cmodo saln del viejo rancho. Vistosas alfombras indias

    cubran el piso, bajo rsticos muebles. La gran chimenea de piedra llenaba casi totalmente un lado. Cabezas de venados, osos y pumas, colgaban de las paredes.

    Qu es el Viejo Maldito, seora Dalton? pregunt Jpiter. Slo una antigua leyenda india. Cuando los espaoles llegaron hace mucho tiempo, los indios les hablaron

    de un monstruo negro y resplandeciente, el Viejo Maldito, que viva en un profundo estanque en el interior de la Montaa del Diablo.

    Pete parpade. Si nadie puede ver al Viejo Maldito, cmo saban que era negro y resplandeciente? La seora Dalton se

    ri. Ah est el busilis. Por supuesto que no tiene sentido. Pero ellos daban por cierto que alguien lo haba

    visto, contndolo luego, y as naci la historia, que pas de una a otra generacin. Qu pensaban dos espaoles? quiso saber Bob. Bueno... de eso hace muchos aos, y tambin eran supersticiosos. Aunque no lo creyeron, nunca se

    acercaban al valle, si podan evitarlo. Slo uno tan valiente como el propio Diablo, entr en la cueva. Hblenos del Diablo. En aquel momento apareci el seor Dalton, acompaado de un hombre bajo y delgado, provisto de gruesas

    gafas. Los chicos ya lo conocan. Se trataba del husped de los Dalton, el profesor Walsh. Hola, muchachos! Ya me enter de vuestra estancia en el misterioso Valle de los Lamentos. Tonteras! exclam el seor Dalton. Nada sucede all, como tampoco en el rancho. Son meros

    accidentes, y nada ms. Lo admito, amigo Dalton explic el profesor. Sin embargo, sus hombres no opinan igual. Los

    ignorantes se inclinan a creer en fuerzas sobrenaturales ms que en su propio descuido. Ojal pudiramos averiguar la causa y demostrarla! continu el seor Dalton. Despus del accidente

    de hoy, perder ms hombres. Incluso Jpiter comprendi que el corrimiento se debi a la artillera naval frente a la costa.

    Disclpeme, seor habl Jpiter. Nos gustara ayudarlo si nos deja. Tenemos cierta experiencia, de la cual ya les habr informado el seor Crenshaw.

    Que tenis experiencia? repiti el seor Dalton, mirando fijamente a los chicos. Jpiter se sac dos tarjetas de un bolsillo y las entreg al seor Dalton. El ranchero las estudi. La primera,

    grande, de negocios, deca:

    LOS TRES INVESTIGADORES Investigamos todo

    ? ? ?

    Primer Investigador Jpiter Jones Segundo Investigador Pete Crenshaw Tercer Investigador Bob Andrews

  • El seor Dalton frunci el ceo. Investigadores, eh? Bueno, no s... quiz no guste al sheriff que se inmiscuyan unos chicos. El profesor

    Walsh mir la tarjeta. Qu significan los interrogantes, chicos? Dudis de vuestra habilidad como detectives? El profesor se sonri ante su propio chiste. Bob y Pete slo mostraron los dientes y esperaron a que Jupe lo

    explicara. Los adultos siempre preguntaban por los interrogantes, exacto lo que Jpiter esperaba. No, seor respondi el primer investigador. Los interrogantes son nuestro smbolo. Significan

    preguntas no contestadas, misterios no resueltos, enigmas de toda ndole que intentamos esclarecer. Hasta ahora nunca hemos fallado en resolver cualquier acertijo.

    El seor Dalton consult la segunda tarjeta, pequea, de color verde. Cada uno de los chicos posea una, y todas decan lo mismo:

    El portador de la presente es un auxiliar voluntario de la polica de Rocky Beach. Cualquier ayuda que se le preste, ser agradecida.

    Firmado, SAMUEL REYNOLDS Jefe de la Polica

    El profesor Walsh escrut la tarjeta a travs de sus gruesas gafas. Bien, bien. Impresionante, muchachos! Incluso poseis credenciales. Amigos mos, demostris ms sentido comn que todos los trabajadores del rancho reconoci el seor

    Dalton. Quiz tres muchachos con ideas frescas sea lo que necesitamos para resolver esa tontera. Estoy seguro de que hay una explicacin muy simple, y si me prometis ser precavidos, pondr luz verde a vuestras investigaciones.

    Seremos precavidos! prometieron los chicos. La seora Dalton se sonri. Sin duda hay una explicacin muy sencilla, que a todos nos ha pasado por alto. El seor Dalton aadi: Quiz sea el viento a travs de viejos tneles, y nada ms. Jpiter cogi la ltima galleta. Usted y el sheriff han registrado la cueva, seor. De uno a otro extremo. Muchos de los pasadizos estn bloqueados por desprendimientos causados por

    terremotos, pero llegamos hasta donde nos fue posible. Observaron ustedes algo que hiciera pensar en un cambio reciente? pregunt Jpiter. Algo cambiado? el seor Dalton frunci el ceo. Nada que recuerde ahora. A dnde quieres llegar,

    hijo? Bien, seor. Sabemos que los gemidos empezaron hace un mes, luego de un silencio que ha durado

    cincuenta aos. Si el viento provocase el sonido, entonces sera lgico suponer que algo ha cambiado en el interior de la cueva, si despus de tantos aos vuelve a orse. Ms claro: dudo que el viento haya cambiado.

    Ah! exclam el profesor Walsh. El chico ha razonado con evidente lgica, Dalton. Empiezo a creerlos capaces de solucionar el misterio.

    Jpiter prosigui: Tambin sabemos que los gemidos slo se producen durante la noche, cosa imposible, si la causa fuera el

    viento. Ha observado usted si sucede en noches de vendaval? No, no lo creo, Jpiter dijo Dalton, que empezaba a mostrarse realmente interesado. Entiendo lo que

    quieres decir. Si fuera el viento, entonces oiramos gemidos todas las noches ventosas. Naturalmente, podra ser el viento y cierta combinacin atmosfrica especial.

    El profesor Walsh se sonri. O tal vez el Diablo, que ha vuelto a cabalgar. Pete se atragant. No diga eso, profesor! Jupe ya nos regal la misma idea. El seor Walsh mir a Jpiter. Lo dijiste convencido? No me vengas ahora con creencias de fantasmas, jovencito! Nadie afirma nada sobre los fantasmas, seor intervino Bob. No obstante, jams vimos un fantasma. Comprendo respondi el profesor. Los espaoles aseguraban que el Diablo regresara cuando menos

    se le esperase. Y despus de exhaustiva investigacin, no me atrevo a contradecirlos. Ha investigado el caso? pregunt Bob. El seor Walsh es profesor de historia explic la seora Dalton. Se encuentra aqu, en Santa Carla,

    para realizar estudios durante un ao sobre la historia de California. El seor Dalton crey que tal vez podra ayudarnos a explicar a nuestro personal la razn de los gemidos del

    valle. No tuve suerte hasta ahora admiti el profesor. Sin embargo, muchachos, quiz os interese conocer la

    historia del Diablo. Me seduce la idea de escribir un libro de su pintoresca vida. Sera fantstico exclam Bob. S, me gustara saber ms de l convino Jpiter. El profesor Walsh se recost en su silln, y comenz la historia del Diablo y su famosa y ltima aventura.

  • En los primitivos das de California, la tierra que ahora constitua el rancho Crooked-Y, haba sido parte del rancho Delgado. Las posesiones de la familia Delgado, fueron de las mayores concesiones de tierras otorgadas a colonos espaoles por el rey de Espaa. Los espaoles no acudieron a California en gran nmero como los ingleses a la parte este de Amrica. El rancho Delgado fue un vasto dominio privado durante muchas generaciones.

    Luego empezaron a llegar otros colonizadores a California, y la tierra de los Delgado fue diezmada mediante progresivas usurpaciones. Despus de la guerra mejicana, California pas a integrarse en los Estados Unidos, y numerosos norteamericanos fijaron su residencia en el pas, sobre todo, a raz de la gran fiebre del oro en 1849. Hacia 1880 casi todo el gran dominio de los Delgado haba desaparecido, excepto una reducida zona, no mayor que el Crooked-Y, con el Valle de los Lamentos.

    El ltimo de los Delgado, Gaspar Ortega Jess de Delgado y Cabrilla, fue un joven audaz y fiero, que odi a los norteamericanos. Los consideraba ladrones que se haban apropiado de! suelo familiar. El joven Gaspar tena escaso dinero y ningn poder, pero ansiaba vengar a su familia y recuperar sus tierras. Eso le indujo a transformarse en el campen de todas las antiguas familias hispanomejicanas, asentadas desde antao en California. Ocultndose en los montes, se convirti en un fuera de la ley. Pero los espaoles lo consideraban un nuevo Robin Hood. Para los norteamericanos no era ms que un bandido.

    stos llamaron a Gaspar Delgado, el Diablo, inspirndose en la montaa de este nombre, donde tena su refugio. Tardaron dos aos en cazarlo. Durante ese tiempo, rob el dinero a los recaudadores de impuestos, asalt las oficinas gubernamentales llevndose los fondos, y ayud a los californianos de habla espaola, mientras que aterrorizaba a los de habla inglesa.

    En 1888, el Diablo fue capturado por el sheriff del condado de Santa Carla. En un famoso juicio, que los california-nos de origen espaol calificaron de falso, lo sentenciaron a la horca. Dos das antes de ser ejecutado, unos amigos le ayudaron en una atrevida evasin diurna. El Diablo escal el tejado del penal, corri por encima de otros, y, finalmente, salt a lomos de su caballo negro que lo aguardaba.

    Herido en su huida, y tenazmente perseguido por el sheriff y su patrulla, el Diablo cabalg hasta su escondite en la cueva del Valle de los Lamentos. El sheriff y sus hombres bloquearon todas las salidas conocidas, pero no entraron. Creyeron que el Diablo saldra solo, obligado por el hambre o cuando su herida se enconara.

    Mantuvieron la guardia durante varios das, pero no hubo seales de el Diablo. Durante el tiempo que esperaron, oyeron extraos gemidos procedentes de algn lugar del interior de la cueva. Naturalmente, supusieron que era el espaol quien gema, debido a sus heridas. Finalmente, el sheriff orden que sus hombres entrasen. Buscaron por todos los pasadizos y cavernas durante cuatro das sin hallar nada. Registraron todo el pas, con el mismo xito. Jams descubrieron huellas de el Diablo: su cuerpo, ropas, pistola, caballo, dinero. Nada.

    El Diablo nunca ms volvi a verse. Alguien dijo que su novia, Dolores del Castillo, se haba introducido en la cueva por una entrada secreta, ayudndolo a huir, para comenzar una nueva vida en Sudamrica. Segn otros, los amigos lograron sacarlo y lo ocultaron en los ranchos durante muchos aos.

    Empero la creencia general era que jams abandon la cueva, y que permaneca oculto donde los norteamericanos nunca lo encontraran y que segua all.

    Durante muchos aos, los robos y actos de violencia cuyos autores se desconocan, se achacaron a el Diablo, que an cabalgaba a travs de la noche en su gran caballo negro. Los gemidos continuaban en algn lugar de la cueva, desde entonces llamada del Diablo.

    Pero acab el profesor Walsh, los gemidos se interrumpieron de repente, y los espaoles creyeron que el Diablo haba renunciado a sus incursiones, si bien segua en la cueva a la espera del momento en que lo necesitaran de verdad.

    Cscaras! exclam Pete. Supone eso que algunas personas an lo creen en la cueva? Eso no es posible! intervino Bob. De acuerdo, muchacho convino el profesor.He realizado extensos estudios sobre el Diablo, y

    comprobado como aparece en todos los cuadros suyos con la pistola en la cadera derecha. Sin embargo, estoy seguro de que es zurdo.

    Jpiter asinti pensativo. Las historias acerca de figuras legendarias a menudo son falsas Exacto corrobor el profesor. La versin oficial es que muri de su herida aquella noche en la cueva.

    Pero mis estudios revelan que su herida no fue mortal de necesidad. Y si en 1888 tena dieciocho aos, es muy probable que an viva.

  • CAPTULO 4

    Comienza la investigacin

    No sea ridculo, Walsh refut el seor Dalton. En tal caso rondara ahora los cien aos. Y un hombre a esa edad no recorrera los montes.

    Usted se sorprendera si viera lo giles que son algunos hombres a los cien aos respondi el profesor. Hay noticias fidedignas de hombres de las montaas del Cucaso en la Rusia septentrional, que montan a caballo y luchan a los cien aos, e, incluso, ms. De todos modos, nuestro fantasma se limita a gemir en la cueva.

    Eso es cierto, seor afirm Jpiter. Por otra parte sigui el profesor, es enteramente posible que el Diablo tuviera descendientes. Quiz un

    hijo o un nieto suyo trat de personificarlo. Dalton pareci menos escptico. Eso ya suena ms probable. Los anteriores propietarios del rancho nunca usaron el Valle de los Lamentos.

    Nosotros planeamos construir un corral de seleccin all. Quiz algn descendiente trata de evitar sea destruida la leyenda.

    Jess, sa podra ser la respuesta intervino la seora Dalton. Te acuerdas? Uno de nuestros obreros mejicanos puso reparos al proyecto de usar el Valle de los Lamentos, antes de que empezaran a orse los gemidos.

    S. Fue uno de los primeros que nos abandon exclam Dalton. Maana preguntar al sheriff si hay descendientes de el Diablo.

    Quiz os guste ver una foto de nuestro hombre propuso el profesor Walsh. Se sac de un bolsillo una pequea fotografa que mostraba a un joven delgado de ojos negros y ardientes, y

    rostro altanero. Evidentemente, el retrato mostraba a un adolescente, ataviado con sombrero de alas anchas y alta copa, chaqueta corta, camisa de cuello alto, pantalones ajustados y relucientes botas puntiagudas, todo ello de color negro.

    Vesta siempre de negro? pregunt Bob. Siempre replic Walsh. Deca llevar luto por la gente de su raza. En resumidas cuentas afirm el seor Dalton, slo fue un bandido. Maana hablar con el sheriff, por

    si algn bobo intenta revivir la leyenda el ranchero se sonri. Admito que resulta interesante la personalidad de el Diablo, empero un rancho no se gobierna solo. An me queda mucho trabajo por hacer esta noche, y vosotros estaris cansados del viaje. Maana ser otro da. Segn el padre de Pete, queris aprender cmo es un rancho, y para saberlo hay que participar en sus labores.

    Puedo asegurarle que nos hallamos frescos afirm Jpiter. No es as, amigos? Desde luego corrobor Bob. No estoy cansado convino Pete. Es temprano y hace una noche clara continu Jupe. Nos gustara explorar el rancho. La playa siempre

    resulta interesante de noche, sobre todo por su flora y fauna. Los Dalton se mostraron impresinanos, ante la elocuencia y seriedad de Jpiter, que haca suponerlo mayor

    de lo que en realidad era. Empero Bob y Pete saban que en su mente haba algo ms que un simple paseo por la playa. As decidieron mantener muy abiertos los ojos para demostrar su falta de sueo y cansancio.

    Bueno... empez la seora Dalton. Por qu no? decidi el seor Dalton. En realidad, es temprano, y la primera noche en un rancho

    resulta demasiado excitante para malgastar el tiempo en sueo se gir a su esposa. Autorzalos, Martha. Deja que visiten la playa esta noche, pues maana los tendr ocupados.

    Accedo se sonri la seora Dalton. Podis iros, pero no regresis ms tarde de las diez. Aqu siempre madrugamos.

    Los tres amigos no perdieron ms tiempo. Llevaron sus platos y vasos vacos a la cocina y se fueron por la puerta posterior. Tan pronto salieron de la casa. Jpiter empez a dar instrucciones.

    Pete, ve al pajar y coge un rollo de cuerda que vi colgado all. Bob, t acrcate a nuestra habitacin, y trete los yesos y linternas. Yo sacar las bicicletas.

    Iremos a la cueva, Jupe? quiso saber Bob. Exacto. Slo all podemos solucionar el misterio del Valle de los Lamentos.

  • Que vamos a la cueva? se atragant Pete. A esta hora? Por qu no de da? Los gemidos se oyen de noche dijo Jpiter. Adems, una vez dentro de una cueva, aunque sea de da,

    se ve lo mismo. Pero, tranquilzate, la cueva no gime todas las noches. Claro que lo hizo hoy, y si no aprovechamos la oportunidad, quiz tengamos que esperar demasiados das.

    Cada uno se apresur a cumplir su parte y poco despus se reunan a la puerta del rancho. Pete at el largo rollo de cuerda en su portaequipajes, y pedalearon por la estrecha carretera. La noche era clida y la luna en lo alto se reflejaba en el reluciente asfalto.

    El rancho Crooked-Y se extenda varios kilmetros junto a la costa del ocano Pacfico. Pero ste quedaba oculto por las montaas, altas y silenciosas a la luz de la luna. Los verdes robles parecan fantasmas blancos. Mientras pedaleaban podan or los rebaos que se movan inquietos en los campos, y relinchos de caballos junto a la carretera.

    De repente, sin previo aviso, el fantasmal lamento flot en el valle. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Pese a no constituir ya una novedad, Pete y Bob saltaron nerviosos. Estupendo susurr Jpiter. Los gemidos prosiguen. Descendieron de sus mquinas, y desde la altura en que se hallaban observaron el valle a la luz de la luna, y

    la oscura boca de la Cueva del Diablo. Repmpanos, Jupe! exclam Bob. Me parece ver cosas que se mueven. Y yo oigo ruidos! aadi Pete. S afirm Jpiter. Son cosas de vuestras imaginaciones. En sitios tenebrosos como ste, el sonido ms

    simple resulta espantoso. Estamos a punto? Bob, comprueba las linternas. Bob cumpli la orden, Pete se ech al hombro el rollo de cuerda, y los tres cogieron sus respectivos trozos de

    tiza. Una cueva puede ser peligrosa si no se adoptan precauciones explic Jpiter. Los principales riesgos

    son las profundas grietas y la posibilidad de extraviarse. Disponemos de cuerda por si alguno se cae, y marcando el camino con yeso, nunca nos perderemos. De todos modos, permaneceremos juntos.

    Marcaremos el camino con yeso? Por supuesto. Y tambin trazaremos flechas para saber la direccin seguida. Los interrogantes dibujados con yeso fue uno de los ms inspirados aciertos. Los empleaban para sealar el

    paso de cualquiera de ellos, denunciando as que uno de los investigadores haba estado en el lugar. El color del yeso, blanco el de Jpiter, azul el de Pete, y verde el de Bob, permita saber exactamente quin haba hecho las marcas.

    Bien dijo Pete. Estamos a punto? Creo que s confirm Jpiter satisfecho. Los muchachos respiraron hondo y empezaron a descender la ladera hacia el valle. Una vez ms, el gemido quejumbroso rompi el silencio de la noche. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Una corriente de aire fro se hizo ms intensa a medida que se acercaban a la oscura boca de la cueva.

    Jpiter caminaba delante con la linterna encendida. Les sobresalt un sonido sospechoso. Qu es esto? pregunt Bob. El sonido gan en intensidad. La forma de tazn que tena el valle haca creer que el ruido vena de todas

    partes. All arriba! grit Pete, sealando. Una roca gigante caa dando tumbos por la enhiesta ladera de la Montaa del Diablo, arrastrando una

    cascada de piedras pequeas. Saltad! grit Pete. Bob se resguard fuera del alcance de la roca en descenso. Empero, Jpiter se qued helado, mirando la

    enorme piedra que vena en lnea recta hacia l.

  • CAPTULO 5

    La Cueva del Diablo

    Pete se lanz contra Jpiter, derribndolo al ser desplazado de sitio. La roca peg con fuerza donde Jpiter haba estado de pie.

    Bob se alz. Ests bien? pregunt ansioso. Jpiter se levant sin prisas y se sacudi la ropa. Sus ojos mostraban aquella mirada abstrada que lo

    caracterizaba cuando pensaba. Fui incapaz de moverme. Es interesante esa clase de reaccin mental musit. Recuerda un animalillo

    paralizado cuando una serpiente lo mira. El animal no se mueve, y es fcil presa cuando hubiera podido escapar. Bob y Pete miraron a su amigo, que framente analizaba el haberse escapado por un pelo de ser aplastado.

    Jpiter alz la cabeza para observar la ladera a la luz de la luna. Se ven muchas rocas sueltas all arriba dijo, y la montaa est muy seca. Quiz sean frecuentes aqu

    los desprendimientos de rocas. La artillera naval debi removerlas en muchos lugares. Los tres se acercaron a la gran piedra, medio enterrada a escasos metros de la entrada a la Cueva del

    Diablo. Mirad! Tiene marcas! Bob sealaba el pedrusco. Atiza, Jupe! No ser que alguien la empuj

    adrede? Muestra algunas marcas respondi Jpiter, luego de examinar atentamente la roca. Claro que eso no

    puede sorprendernos. Dio contra muchas rocas en su descenso reconoci Pete. Y no vimos a nadie all arriba dijo Bob. Jpiter asinti. Pero puede haber alguien a quien no interese que lo vean. Sopla! Quiz sea mejor que regresemos propuso Pete. No, si bien seremos ms cuidadosos se opuso Jpiter. Al menos las rocas no caern sobre nosotros si

    estamos en el interior de una cueva. Jpiter entr seguido de sus ayudantes. Encendieron las linternas y Bob marc el primer signo y una flecha

    en la entrada. Las linternas no descubrieron nada en el largo y oscuro pasadizo que se adentraba en la Montaa del Diablo.

    Las paredes eran lisas, y la altura del techo permita a Pete, el de ms elevada estatura, permanecer en pie. El primer tramo del pasadizo, de unos doce metros, era completamente recto, y desembocaba en una gran cmara.

    Los chicos pasearon por sus paredes los haces de luz. El techo era altsimo. El extremo ms alejado de la cueva no era visible. Es tan grande como la estacin de ferrocarril de una ciudad exclam Bob. Jams vi una cueva tan

    inmensa. El eco repiti sus palabras. Hola! grit Pete. Hola... hola... holaaaaaa reson. Los chicos se rieron. El eco pareca brotar de toda la cueva. Hola! Hola! grit Bob. Jpiter inspeccion la enorme caverna. Mirad! invit a los otros. A su izquierda, un pequeo boquete negro pareci conducir al exterior. Los muchachos enfocaron sus

    linternas a las paredes de ambos lados, y descubrieron unas diez galeras que se adentraban en las profundas entraas de la tierra.

    Zambomba! exclam Pete. Qu ruta seguiremos? Todas las galeras eran idnticas, suficientemente altas para que Pete caminase erguido y de algo ms de un

    metro de ancho. Jpiter frunci el ceo. La Cueva del Diablo est compuesta por un enorme complejo de pasillos y cmaras. Eso debi impedir a la patrulla localizar el Diablo opin Bob. Esta red de pasadizos facilit su

    ocultacin. Jpiter movi la cabeza. Parece una explicacin plausible. Y cmo se inicia la formacin de una cueva as? le pregunt Pete, mirando a su alrededor.

  • El origen est en las erosiones que produce el agua explic Bob. Lo le en la biblioteca. Una montaa est compuesta de diferentes rocas, unas ms blandas que otras. El agua horada y destruye las ms blandas. Y esta zona estuvo sumergida hace mucho tiempo.

    Bob tiene razn asinti Jpiter. Pero no estoy muy seguro de que estos pasillos sean todos naturales. Algunos parecen hechos por el hombre. Quiz por los hombres de el Diablo.

    O por mineros rebati Bob. Segn le, solan buscar oro en este rea. Pete se entretena en alumbrar con su linterna la entrada de las distintas galeras. Dnde empezamos a investigar? pregunt. Necesitaramos meses para registrar todos estos corredores aventur Bob. Apuesto que cada uno

    posee ramificaciones. Probablemente convino Jpiter. Sin embargo, disponemos de un medio sencillo para eliminar algunos.

    Localicemos los gemidos. Para ello ser suficiente aguardar en la entrada hasta que sepamos por cul salen los ruidos.

    Estupenda dea aplaudi Pete. Nos sobra con seguir la direccin de los lamentos. Bien, Jupe record Bob. Te olvidas de algo importante. Desde que estamos aqu, no hemos vuelto a

    orlos. Los tres permanecieron inmviles, a la escucha. Bob tena razn: la cueva se hallaba tan silenciosa como una

    tumba. Jupe! pregunt Pete, inquieto. Qu significa eso? Jpiter se encogi de hombros, intrigado. No lo s. Pudiera tratarse de una coincidencia. Intuyo que no aguardaremos demasiado. Sin embargo, transcurrieron diez minutos sin que fuera alterada la tranquilidad en la cueva. La ltima vez que lo omos fue antes de la cada de la roca, Jupe record Bob. Claro que despus de

    eso apenas prest atencin. S, Bob. Nos sentimos demasiado nerviosos y dejamos de pensar en ello. Desde luego, resulta imposible

    decir cundo lo omos por ltima vez. Cspita! salt Pete. Qu hacemos? Paciencia, amigos recomend Jpiter. Si mal no recuerdo, el seor Dalton inform de irregularidad en

    cuanto a los momentos en que se captan los gemidos. Mientras esperamos, propongo que empecemos a indagar en los pasillos laterales.

    Sus camaradas aceptaron. Cualquier cosa resultaba preferible a permanecer quietos en la deprimente oscuridad. Bob se encarg de trazar las marcas, y entraron en el primer tnel.

    Avanzaron lentamente, ayudados de sus linternas. A unos diez metros de la entrada, hallaron interrumpido el camino, debido a un desprendimiento de rocas.

    Ya nos advirti el seor Dalton que muchos tneles estaban bloqueados por la accin de los terremotos record Bob.

    Pete inquiri preocupado. No ser peligroso estar aqu? No tranquiliz Jpiter. Los techos son muy slidos. Slo una gran sacudida ssmica lograra

    desmoronar estas rocas. Si observis detenidamente, veris que las partes afectadas son las ms dbiles. Esta cueva es muy segura.

    Volvieron sobre sus pasos y recorrieron los siguientes cuatro tneles sin dejar de marcar las entradas. Pero estos pasadizos acababan en el montn de rocas hundidas.

    Perdemos demasiado tiempo se quej Jpiter. Nos separaremos y cada uno recorrer un pasillo. No se advierte peligro.

    Bien, cada uno se introducir en el tnel, hasta que llegue al final convino Bob; a menos que lo encuentre bloqueado.

    Exacto acept Jpiter. Si uno de nosotros recorre un pasadizo sin obstculos, regresar aqu y esperar a los otros.

    Y as lo hicieron. Los chicos penetraron optimistas en tneles distintos, precedidos de los focos de luz proyectados por sus respectivas linternas.

    Jpiter avanz un amplio trecho sin hallar impedimentos. De repente vio que el tnel natural era continuado por otro, con vigas en el techo y paredes, idntico al sistema usado en las minas. Acentu su precaucin y recorri unos cuantos metros estudiando el suelo y paredes.

    No tard en tropezar con un montn de escombros que bloqueaban el corredor. Se arrodill para inspeccionar la barricada, y descubri una pequea piedra negra y dura, que, se guard en un bolsillo para examinarla despus.

    Un grito reson en el pasadizo. Jupe! Bob! De prisa!

    Bob se hallaba en otra caverna grande similar a la primera. El tnel que exploraba lo llev en lnea recta a ella.

    Se detuvo all, desanimado, pues vea demasiados tneles pequeos a los lados. Se decidi a regresar a la primera caverna y aguardar a los otros, cuando oy el grito de Pete. Raudo, se precipit a la entrada de su tnel.

  • Jpiter corri tambin al encuentro de Pete. De improviso, algo lo derrib en la oscuridad. Su primer conocimiento del hecho, fue encontrarse espatarrado en el piso de piedra, con un ser salvaje clavndole sus zarpas.

    Socorro! grit una voz asustada. El grito reson en los odos de Jpiter. Era Bob. Soy yo! grit Jpiter. Las manos que atenazaban a Jpiter se relajaron, y los dos amigos encendieron sus respectivas linternas. Repmpanos! Cre que alguien me agarraba exclam Bob. Eso mismo pens yo contest Jpiter. Nos domin el pnico provocado por la llamada de Pete...

    Pete! grit Bob. Vamos! orden Jupe. Corrieron hasta el pasillo elegido por el Segundo Investigador. El tnel pareca ms largo que los otros.

    Aminoraron su velocidad cuando vieron un haz de luz, sin duda de la linterna de Pete. Estoy aqu! Bob y Jpiter irrumpieron en la caverna, incluso mayor que la primera. Pete se hallaba en el centro,

    enfocando la pared de la izquierda. Intensa palidez cubra su rostro. Haba... haba algo aqu! tartamude. Lo vi. Era negro y reluciente. Bob y Jpiter enfocaron sus linternas a la pared. No vieron absolutamente nada. Os digo que vi algo insisti Pete. Cuando sal del tnel o un ruido, mov la luz y vi esa... esa cosa, all,

    cerca de la pared. Era enorme. Me sobresalt y la linterna se me cay al suelo. Cuando la recog, la cosa haba desaparecido.

    Bob se mostr escptico. No estars nervioso, Pete? Tal vez nunca debimos separarnos. Jpiter camin hasta la pared y se arrodill. No fueron nervios, Bob explic. Aqu hay... Pete y Bob

    corrieron y se arrodillaron a su lado. Vieron dos marcas grandes y oscuras en el suelo de piedra. Tenan forma de huevo. Bob pregunt alarmado. Qu es esto, Jupe?

    Algo hmedo explic el Primer Investigador. Probablemente agua, si bien puede ser otra cosa. Uf! exclam Pete.

    Jpiter pase su foco por el piso. No vieron ms seales. El techo estaba completamente seco. No hay nada que justifique estas marcas hmedas. Pete est en lo cierto. Algo estuvo en pie aqu. Algo

    que dej huellas hmedas. Estas huellas miden unos sesenta centmetros de largo calcul Bob. Poco ms o menos confirm Jpiter. Son enormes. Quiz de... Un monstruo! acab el Segundo Investigador. Del Viejo Maldito! dijo Bob. Los tres se miraron inquietos. No crean en monstruos desconocidos, pero, qu pudo hacer semejantes

    huellas? Un poderoso resplandor de luz peg a los tres amigos como polillas a la pared. Una voz ronca grit desde el

    otro lado de la cegante luz. Qu pasa aqu? Una figura se acerc lentamente a ellos, inclinada, retorcida con enmaraada barba blanca, y un rifle enorme

    en las manos.

  • CAPTULO 6

    Un pasaje peligroso

    El viejo seal los oscuros tneles. Esos pasadizos penetran muy adentro. Jovenzuelos, es fcil perderse ah. Los ojos del anciano, ribeteados de rojo, brillaban. Hay que ser muy cuidadosos aqu. Conozco el pas, s seor. Setenta aos hace que vivo aqu, y jams

    perd mi cabellera, no seor. Hay que pensar en el futuro, s seor. As se hace la historia. Conozco el pas y combato al enemigo, s seor.

    Su cabellera? murmur Pete. Ha luchado contra los indios, aqu? El viejo agit su rifle. Te hablar de los indios. He vivido siempre con los indios. Es gente agradable, pero enemigos duros, s

    seor. En dos ocasiones estuve a punto de perder mi cabellera, s seor. Esto fue en el pas de los utes y en el de los apaches. Son serpientes esos apaches. Pero me escap, s seor.

    Ya no hay indios, seor dijo Jpiter, corts. Y no perderemos nuestro cuero cabelludo. Los ojos del viejo se clavaron en los muchachos. Pareci que los vea por vez primera. CIaro que no hay indios ahora! Estis locos, chicos? Tenis que estarlo, para entrar en esta cueva. Sois

    forasteros, verdad? Su voz se hizo ms suave, pero tambin ms firme. De sus pupilas desapareci el destello salvaje que las

    animaba. Bob respondi: S, seor; somos de Rocky Beach. Estamos en Crooked-Y, con el seor y la seora Dalton explic Jpiter. Y usted? Ben Jackson. Podis llamarme Ben. Con los Dalton? Buena gente, s seor. Pasaba por delante de la

    cueva y me pareci or gritos. Fue uno de vosotros, eh? As fue confirm Jpiter, pero no nos perdimos. Ver, marcamos el camino para saber siempre cmo

    regresar. Marcis vuestro camino, eh? Eso demuestra que sois listos. Sin duda habrais sido muy buenos en el gran

    pas, durante los viejos tiempos, s seor. Qu hacis aqu? Queremos averiguar el origen de los lamentos explic Bob. Pero dejaron de orse cuando entramos aadi Pete. El viejo pareci encogerse. Sus ojos reflejaron preocupacin. El cambio fue tan ostensible, que los

    muchachos lo advirtieron de inmediato. Gemidos, eh? su voz volvi a ser ruda. La gente cree que ha regresado el Diablo. Pero no es verdad,

    no seor. Es el Viejo Maldito; eso creo yo. El Viejo Maldito vivi en esta cueva mucho antes de que viniesen los blancos sigui. El tiempo nada

    significa para el Viejo Maldito. Salid de aqu, chicos, o el Viejo Maldito os coger! Que Jess Dalton se mantenga alejado! Y el sheriff, igualmente. Todos! De otro modo, el Viejo Maldito los coger.

    La voz del viejo resonaba entre las sombras de la caverna. Bob y Pete miraban nerviosos a Jpiter, que observaba intensamente al anciano.

    Lo ha visto usted alguna vez, seor Jackson? pregunt Jpiter. Me refiero al Viejo Maldito. Lo ha visto usted aqu, en la cueva?

    Que si lo he visto? Algo he visto, s seor. Ms de una vez lo he visto. El anciano mir a su alrededor, preocupado. Luego irgui el cuerpo, se aclararon sus ojos, y su voz retorn a

    la normalidad. Muchachos, ser mejor que ahora salgis conmigo. No podis seguir chillando aqu dentro, no os parece?

    Jpiter acept. De momento, ya hemos visto suficiente. Usted tiene razn; es fcil perderse en este laberinto. El viejo encendi la linterna, y el fuerte resplandor disip la sensacin de amenaza que gritaban las sombras. Minutos despus se hallaban en la salida al tranquilo valle. El viejo los acompa hasta sus bicicletas. Jpiter

    se detuvo un momento a escuchar. Ningn sonido sala de la cueva. Dieron las gracias a Ben Jackson y se despidieron.

    Sois inteligentes, s seor dijo el anciano pero el Viejo Maldito es ms inteligente que nadie. Tened cuidado. Decid a Jess Dalton que el Viejo Maldito vigila, s seor.

    La risa cascada del anciano sigui a los muchachos mientras pedaleaban por el camino a la luz de la luna. Luego de una curva, Jpiter fren en seco.

    Cuidado! exclam Pete, al evitar la colisin. Bob apret el freno. Qu hay, Jupe? pregunt.

  • Los Tres Investigadores no renuncian hasta completar su tarea puso la bicicleta de cara al camino. Entiendo que es hora de regresar al rancho consider Bob. Yo tambin se apresur a decir Pete. Dos a uno, Jupe seal Bob. Jupe ya haba iniciado el regreso. Bob y Pete lo contemplaron un momento, y, luego, pedalearon tras l.

    Ambos saban que no haba modo de parar a Jpiter cuando tena una idea en la cabeza. Alcanzaron al primer investigador en el preciso momento en que asomaba cautelosamente la cabeza en el otro extremo de la curva.

    Camino despejado anunci. Vamos. Qu haremos, Jupe? pregunt Bob, al ver que su jefe se apeaba de la bicicleta. Dejarlas aqu y caminar. Intentaremos pasar inadvertidos. Caminar, adonde? quiso saber Pete. Observ que esta carretera rodea la Montaa del Diablo, hacia el mar. Quiero ver si hay alguna entrada por

    el otro lado. Bob y Pete lo siguieron entre las sombras del valle. Hay tres acertijos que reclaman nuestra atencin

    coment Jpiter. Primero, por qu cesaron los gemidos cuando estuvimos en el interior de la cueva? El viento an soplaba despus de salir de ella.

    Sospechas que algo... hizo cesar los gemidos? pregunt Bob. Estoy seguro afirm Jupe. Qu cosa? se interes Pete. Quiz algo o alguien que nos vio replic Jpiter. Segundo: Ben Jackson pareca realmente interesado

    en que saliramos de la cueva. Por qu? Sus cambios me hicieron temblar confes Pete, estremecindose. S musit Jpiter, es un viejo muy raro. Da la sensacin de poseer dos personalidades diferentes, que

    viven en pocas distintas. No s por qu llegu a imaginrmelo representando una farsa. Tal vez no furamos nosotros la causa de su preocupacin, Jpiter dijo el segundo investigador. Y si

    realmente ha visto a... el Viejo Maldito? Quiz convino Jpiter. Y, tercer problema, la cosa negra y reluciente que dej las marcas en el suelo

    de la cueva. Sin duda eran de agua. Tal vez haya un estanque en la cueva, pero tambin es posible que localicemos otra entrada por el lado del ocano. Y eso es lo que vamos a averiguar ahora.

    La carretera se acab bruscamente en una verja de hierro. Detrs de ella, dos senderos estrechos, uno a la derecha y otro a la izquierda, conducan hacia la rocosa escollera. Lejos, abajo, la blanca lnea rompiente brillaba a la luz de la luna. Los muchachos escalaron la valla y observaron el escarpado risco.

    Iremos hacia la derecha, que es por donde se halla la cueva indic Jpiter. Ser mejor que gue Pete. Yo cerrar fila. Nos ataremos con cuerdas por la cintura, como hacen los montaeros.

    Se ataron por las cinturas, y Pete condujo de bajada por el estrecho camino. El mar rompa sus olas entre gigantes rocas negras, que brillaban por el astro lunar. En los puntos bajos del sendero, el agua pulverizada moj a los chicos. Tres veces tuvieron que girarse de cara a la escollera, para atravesar estrechas pestaas.

    El camino descendi bruscamente, y los muchachos se encontraron en una pequea playa de arena blanca. La playa estaba desierta, si bien era evidente que la gente frecuentaba aquel rincn.

    Vieron latas de cerveza vacas, botellas de refrescos y restos de meriendas. Revisaremos la escollera por si descubrimos alguna abertura decidi Jpiter. En aquella parte abundaban los arbustos y rboles achaparrados, ocultos entre enormes peas. Con sus

    linternas encendidas, los muchachos buscaron por todas partes. El esfuerzo result baldo. Creo que erramos el clculo, Jupe advirti Pete. Qu sitio sugieres, entonces? pregunt Bob. Te lo dir. Ninguno. Nadie nos habl de otra entrada, y si hay una, ser difcil dar con ella. Dudas de que est aqu, en la playa? pregunt Bob. Pero ha de estar en las inmediaciones. El

    sendero baja hasta aqu. Ahora sabremos quin tiene razn dijo Jpiter. Bob sgueme. Buscaremos por el lado derecho. Pete, t

    hazlo por el izquierdo. Las rocas eran resbaladizas debido al agua. Jpiter y Bob tuvieron que avanzar con cautela. El primero

    enfocaba su linterna a la pared rocosa en busca de una entrada. Finalmente alcanzaron un punto donde se haca imposible avanzar ms, a no ser a travs del agua.

    Desanimados, se volvieron. Pete grit: Lo encontr! Bob y Jpiter treparon por las hmedas rocas y corrieron hacia la playa. En el extremo opuesto, hallaron a

    Pete sobre una enorme roca plana. Entre dos peas gigantescas vieron una abertura pequea, casi a nivel del mar.

    Oigo el gemido anunci Pete. Escuchad! Resultaba inconfundible. Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Era un lejano y desmayado gemido, como si procediera del centro de la tierra. Pete enfoc la negra entrada, mojada y muy estrecha.

  • CAPITULO 7

    Sonidos en la noche

    Es demasiado estrecho y oscuro, Jupe dijo inquieto Pete. Quiz no vaya a ninguna parte especul Bob. Jpiter no estuvo de acuerdo. Tiene que penetrar en la cueva, o no oiramos el gemido. Es muy angosta insisti Pete. Jpiter se sacudi y se asom. Podemos entrar sin dificultad si tenemos cuidado. Bob, t eres el ms pequeo: te ataremos la cuerda y

    entrars el primero. Yo solo? Cre que entraramos juntos. Sera una equivocacin, Bob. Cuando se explora una cueva desconocida, lo correcto es que entre una

    persona sola mientras los otros permanecen fuera a punto de tirar de la cuerda, si surge algn peligro. Por supuesto que s aadi Pete. En las pelculas de campos de prisioneros que vimos, cuando los

    soldados cavaban tneles para huir, siempre ataban una cuerda al hombre que se hallaba en el interior. Y si ste tiraba una vez de la cuerda, lo sacaban.

    Exactamente! dijo enojado Jpiter, incapaz de soportar que alguien pusiera en duda la originalidad de sus deas. Recurdalo, Bob, tira fuerte de la cuerda si te hallas en peligro.

    No muy convencido, Bob se at la cuerda alrededor de la cintura. Cautelosamente, se arrastr por el estrecho tnel.

    Dentro reinaba la oscuridad y haca fro. El techo era demasiado bajo para mantenerse en pie, y las paredes, hmedas y resbaladizas, estaban recubiertas de musgo de mar. Mientras avanzaba lentamente, los cangrejos huan presurosos por la hmeda roca como si temieran la luz de su linterna.

    Despus de unos diez metros, el techo se elev de repente. Bob se puso en pie. Jupe! Pete! Podis venir! grit. Sus amigos llegaron segundos despus. Aqu est seco observ

    Pete. Esta parte debe hallarse encima del nivel de las mareas altas coment Jpiter. Yo me cuidar de hacer

    las marcas, y vosotros escuchad por si os los gemidos. Jpiter trazaba un interrogante a cada diez metros que avanzaban. Pronto alcanzaron una inmensa cavidad

    de la cual partan numerosas galeras como si la Montaa del Diablo estuviese horadada en toda su extensin. Los muchachos se miraron desalentados. Bien, estamos como antes dijo Pete. Esta montaa parece llena de tneles coment Bob. Quin es capaz de localizar el gemido aqu? Jpiter no miraba ni la caverna ni sus salidas. Escuchaba. Alguno de vosotros ha odo el gemido desde que entramos? pregunt. Bob y Pete se miraron. i Repmpanos, no! asegur Bob. No, desde que entramos convino Pete. Ningn gemido mientras me arrastr aadi Bob. Jpiter movi la cabeza, pensativo. En cuanto entramos, los gemidos callan. Una circunstancia sospechossima. La primera vez, pudo ser una

    coincidencia. Pero la segunda... no. Pete, intrigado, pregunt: Temes que hacemos algo cuando entramos? Quiero decir, si cambiamos algo sin saberlo. Es una posibilidad reconoci Jpiter. Otra explicacin sera que alguien nos estuviese viendo sugiri Bob. Sin embargo, quin pudo vernos

    en la playa, de noche? Jpiter movi la cabeza. Admito que no s explicrmelo. Quiz... De repente oyeron un sonido nuevo. Era un distante campanilleo, y el clip-clop, clop-clop de un caballo. Un caballo! grit Bob. Jpiter gir la cabeza, escuchando intensamente. El sonido pareca venir de la pared. Es den... dentro de la montaa! Bob protest. Imposible, Jupe! Tiene que venir de fuera de la cueva. Jupe deneg con la cabeza. Si mi sentido de orientacin es correcto, la otra entrada se halla a nuestra izquierda. Nosotros miramos

    hacia el centro de la montaa... y no hay tneles en esa direccin.

  • Por qu no nos vamos de aqu? suspir Pete. Tienes razn, segundo. Vmonos! Tan precipitadamente lo hicieron, que chocaron uno con otro en la estrecha salida. Pete lleg primero al tnel

    y empez a arrastrarse. Jpiter y Bob siguieron pegados a l. Se encontraron con agua hasta las rodillas. Chapotearon por las rocas hasta alcanzar la blanca arena de la

    playa. All se detuvieron jadeantes. De dnde proceda el ruido? pregunt Bob. Lo ignoro admiti Jpiter de mala gana. Pete entiendo que hemos hecho suficiente exploracin por

    esta noche. Regresemos. Bob y Pete lo siguieron entusiasmados. Casi haban alcanzado la verja de hierro en lo alto de la escollera

    cuando Jpiter, repentinamente, se detuvo. En la oscuridad, Pete choc con l. Qu haces, Jupe? ste no contest. Miraba los dos picos gemelos de la Montaa del Diablo. Qu pasa? pregunt Bob. Acaba de ocurrrseme una idea contest Jpiter. Tambin he credo ver algo que se mova all arriba. La noche les trajo el sonido de campanillas y el clip-clop, clip-clop de un caballo. Oh, no! gimi Bob. Es lo mismo que omos en el interior de la cuevasusurr Pete. Eso creo afirm Jpiter. El sonido debe haberse filtrado por alguna grieta de la montaa. Desde aqu

    es inconfundible su procedencia, si bien dentro de la cueva daba la sensacin de producirse en las mismas entraas del monte.

    Los muchachos se agacharon entre los arbustos prximos a la verja, mientras el batir de cascos se haca cada vez ms audible. Al fin apareci un caballo negro de gran alzada en la enhiesta ladera de la Montaa del Diablo. Bajaba al trote y pas a escasos metros del lugar donde los chicos permanecan agazapados entre los arbustos.

    No lleva jinete! susurr Bob. Cojmoslo! propuso Pete. De ningn modo prohibi Jpiter. Esperemos. Siguiendo ocultos tras la espesura. De pronto, Pete se enderez y seal hacia la ladera. Un hombre bajaba

    a paso rpido. Al pasar junto a ellos lo vieron ntidamente a la luz del astro nocturno. Era alto, moreno, de larga nariz, con una cicatriz en la mejilla derecha y un parche negro sobre su ojo derecho.

    Viste el parche en su ojo? susurr Pete. Y la cicatriz? aadi Bob. Me interes ms su traje respondi Jpiter. Y a menos que est equivocado, llevaba una pistola debajo

    de la americana. Nos vamos ya, Jupe? pregunt nervioso Pete. S, ser lo ms acertado. La noche ha resultado

    interesantsima. Pete y Bob no necesitaron de ruegos. Mientras corran por la carretera hacia donde haban dejado sus

    bicicletas, miraban detrs de ellos angustiados, sin que vieran nada ms. Cuando ya pedaleaban con energa, un largo lamento reson en la noche.

    Aaaaaaaaah! Aaaaaaaaah! Aaaaah! Tampoco necesitaron exigir un mayor esfuerzo a sus piernas, que solas aumentaron el frentico ritmo de las

    pedaladas.

  • CAPITULO 8

    El Diablo!

    A Pete lo despert el brillante sol. Extraado, mir a su alrededor, y hall que la habitacin no le era familiar. Dnde estaba? Un caballo relinch en alguna parte, y el mugido de una vaca le hizo coro. Entonces record que se haba acostado en uno de los dormitorios en el piso superior del rancho Crooked-Y. Se inclin sobre el borde de su litera para ver qu haca Jpiter. Pero el jefe no estaba all.

    Al incorporarse de prisa, se golpe la cabeza con el techo. Uy! se quej. Chist! murmur Bob desde su litera al otro lado de la habitacin, sealando hacia la ventana. All, Jpiter, sentado sobre sus piernas cruzadas, pareca un pequeo Buda en traje de bao. Una gran hoja

    de papel se hallaba extendida sobre el piso, y en su centro cuatro libros amontonados. Jpiter haba trazado multitud de lneas a lpiz.

    Pete comprendi que su jefe haba dibujado un rudimentario croquis del Valle de los Lamentos, sealando las entradas a la cueva. Bob le explic que llevaba una hora sentado all.

    Sopla! exclam Pete. Yo no aguantara ni diez minutos. La intensa capacidad de concentracin del primer investigador siempre sorprenda a sus amigos. Jpiter

    habl: Trato de fijar la exacta disposicin topogrfica del Valle de los Lamentos, Pete. La llave de nuestro acertijo

    est en su orografa. Qu? inquiri Pete. Jupe se refiere a que el misterio puede solucionarse estudiando la distribucin del terreno explic Bob.

    Ah! exclam Pete. Por qu no dijo eso? Sin hacerle caso, Jpiter continu: El verdadero misterio radica en la razn por la cual paran los gemidos cuando entramos en la cueva. Nos

    sucedi dos veces anoche, y, no obstante, volvieron a orse al marcharnos de all. Jpiter cogi un peridico, y luego prosigui: Aqu hay un artculo sobre la repentina vuelta de los gemidos.

    El sheriff afirma que nadie ha logrado identificar esos gemidos. Ellos tambin dejaron de orlos una vez dentro de la cueva.

    Dej el peridico sobre el suelo. Ahora s que el gemido no enmudece por mero accidente. Seguro que ests en lo cierto dijo Bob. Que se repitiera cuando nos bamos, hace sospechar que

    alguien nos vigilaba. Y, cmo esperas solucionar el problema con la ayuda de ese plano, Jupe? pregunt Pete. Jpiter observ el rudimentario mapa. He marcado todos los lugares en que estuvimos anoche. Ahora sabemos que una vez dentro de la cueva,

    los lamentos cesan de inmediato. Pero quien sea, no puede vernos si est en el interior. Bob movi la cabeza. Lo entiendo. Nos vigilaban y ramos vistos antes de entrar. Exacto. Y segn se desprende del croquis, slo hay un sitio desde el cual podan localizarnos, cualquiera

    que fuese el lugar donde nos hallsemos: la cima de la Montaa del Diablo. En tal caso, debemos decir al seor Dalton que detenga a la persona apostada en la Montaa del Diablo

    propuso Pete. Jpiter movi negativamente la cabeza. No, Pete. Nadie nos creera a menos que detuviesen al hombre, cosa imposible si no se llega a la cima sin

    ser visto. El viga puede huir, tan pronto se percate del riesgo. Entonces... empez Bob. Cmo... intervino Pete. Tendremos que observar lo que realmente sucede en la cueva cort solemne Jpiter, si queremos

    explicar a la gente la historia completa. Creemos saber lo que sucede en el interior de la cueva objet Pete. O acaso no es as? En absoluto. Sin embargo, tengo un plan revel Jpiter. Y tambin una pista.

    Ah, s? brome Pete. Anoche encontr esto en uno de los pasadizos Jpiter mostr una piedra negruzca. Aquel pasadizo no

    es otra cosa que el viejo tnel de una mina. Hall la piedra donde queda bloqueado. Bob cogi la piedra y la observ con expresin intrigada. Luego se la dio a Pete. Y, qu es esto, Jupe? Me refiero a esta piedra resbaladiza y dura.

  • Rasca el cristal de la ventana invit Jpiter. Ests loco? Hazlo, Pete apremi Jpiter con expresin divertida en su redonda faz. Pete se acerc a la ventana y rasc el cristal, hallando que la piedra penetraba en l con la misma facilidad

    que un cuchillo en la mantequilla. El muchacho emiti un silbido. Jupe! exclam Bob. Quieres decir que se trata de un...? Diamante acab el jefe. S, lo es. Se trata de un diamante en bruto. Y, por aadidura, grande. Quiz

    sea de mala calidad, y slo apto para uso industrial. Pero es diamante. Sospechas que la Cueva del Diablo es una mina de diamantes? pregunt Bob, escptico. Hace algn tiempo que se rumorea... Un vigoroso golpe en la puerta lo interrumpi. La seora Dalton grit: Apresuraos, muchachos. El desayuno est sobre la mesa. La mgica invitacin hizo que se olvidasen de todo, al descubrirles cuan hambrientos se hallaban. Cinco

    minutos despus estaban en la cocina del rancho. El seor Dalton y el profesor Walsh les sonrieron. Bien, compruebo que el Valle de los Lamentos y su misterio no ha afectado vuestro apetito, muchachos

    coment el profesor. La seora Dalton atendi a los tres amigos, que no tardaron en saborear suculentos panecillos de trigo negro

    y jamn, acompaados de leche fresca. Estis dispuestos a trabajar hoy? pregunt el seor Dalton. Claro que s contest su esposa. Por qu no los llevas al prado norte a recoger heno? Buena idea convino el ranchero: Despus podrn ayudar en el rodeo de los animales. Los Tres Investigadores conocan a travs de la lectura lo que era un rancho, y comprendieron que el seor

    Dalton se refera a buscar ganado perdido en lugares remotos. Os gust el paseo de anoche por la playa, muchachos? pregunt Walsh. Qu hallasteis? Realizamos una interesante expedicin contest Jpiter. Por cierto que hablamos con un hombre muy

    extrao. Se llama Ben Jackson. Lo conoce usted, seor Dalton? El viejo Ben y su socio Waldo Turner se dedican a buscar minas. Sin duda en sus aos jvenes recorrieron

    todo el Oeste. Segn los chismes locales intervino la seora Dalton acudieron a esta regin atrados por las noticias

    del hallazgo de oro. Todo fue un bulo, pero el viejo Ben y Waldo no renunciaron. Tienen su choza en nuestro suelo y se consideran exploradores. No les gustan las visitas, si bien no rechazan la ayuda de los rancheros, que ellos denominan provisiones recibidas a cambio de futuros beneficios. No les gusta ser objeto de caridad.

    Son famosos en esta regin intervino el profesor. Y saben fantsticas historias se sonri el seor Dalton. Desde luego, resultan algo excntricos. Sus

    relatos son meras fantasas. Suelen hablar de sus luchas contra los indios, que dudo sean ciertas. Recspita! Nos minti al hablarnos de eso, entonces? exclam Pete. Antes de obtener respuesta, se abri la puerta posterior de la cocina. El capataz, Luke Hardin, entr

    precipitadamente. Acaban de encontrar al joven Castro en el Valle de los Lamentos anunci. A Castro? pregunt Dalton, preocupado. Anoche se cay de su caballo, mientras cabalgaba en busca de ganado extraviado. Estuvo tendido all toda

    la noche. Est bien? 'pregunt la seora Dalton. El mdico dice que s, aunque se lo llevaron al hospital de Santa Carla. Ir a verlo ahora mismo Dalton se puso en pie. Los hombres parecen hallarse algo nerviosos aadi Hardin, sombro el rostro. Dos de ellos acaban de

    anunciarme que se despiden. Castro asegur que vio moverse algo en el Valle de los Lamentos. Cuando trat de averiguar lo que era, se espant su caballo, que lo derrib. Sufre magulladuras y dislocacin de un tobillo.

    Los Dalton se miraron inquietos. Jpiter dijo: Se trata de un caballo grande y negro, seor Hardin? S, Big Ebony es un buen caballo. Regres al corral esta maana, y por eso salimos en busca de Castro

    respondi el capataz. El seor Dalton pregunt a su vez: Visteis a Big Ebony anoche, muchachos? S, seor aclar Jpiter. Vimos un caballo negro de gran alzada sin jinete. Cuando se descubre un caballo sin jinete, debe comunicarse en el rancho habl severo el seor Dalton

    . En este caso, nos hubiera permitido encontrar mucho antes a Castro. Lo hubiramos hecho, seor, de no haber visto tambin a un hombre que lo segua. Supusimos que se

    trataba de su dueo. Era un hombre alto, con una cicatriz en la mejilla derecha y un ojo tapado. El seor Dalton sacudi la cabeza. Jams o una descripcin igual. Alto y con un ojo tapado? inquiri el profesor Walsh. Suena amenazador, pero no es el Diablo.

    Tambin era alto, pero no llevaba tapado un ojo. El seor Dalton se encamin a la puerta. Luke, tranquilice a los hombres, si puede. Me unir a usted en el prado norte despus de visitar a Castro.

  • Hablar al sheriff del hombre que los chicos vieron. Jpiter pregunt: Si va usted a la ciudad, seor, le importara llevarme? Quiero regresar a Rocky Beach. Vaya Jpiter! Nos dejas ya? pregunt la seora Dalton. Oh, no! Es que necesitamos nuestro equipo de inmersin. Localizamos un lugar excelente donde recoger

    muestras que nos interesan muchsimo para nuestros estudios de biologa marina. Bob y Pete miraron a Jupe. No recordaban haber visto nada que les interesara para realizar semejantes

    estudios. Empero se callaron. De nada habra servido preguntar a Jupe sobre su proyecto. No puedo llevarte hoy respondi el seor Dalton, y menos prescindir de un hombre y el camin. Te

    aconsejo que esperes unos das. Gracias, pero si me deja en la ciudad, viajar en el autobs. Ya encontrar quien me traiga de regreso. Entonces, apresrate el seor Dalton se dirigi a la puerta. La esposa mir a Bob y Pete. Chicos, ser mejor que busquis un entretenimiento. Despus de lo ocurrido, el seor Dalton no tendr

    tiempo de trabajar con vosotros. Nos arreglaremos solos contest Bob. Los muchachos subieron a su dormitorio. Jpiter recogi lo necesario para su regreso a Rocky Beach.

    Mientras lo haca cont su propsito a sus dos camaradas. Necesito que vayis a Santa Carla, donde compraris una docena de velas grandes y tres sombreros

    mejicanos. En las fiestas de Santa Carla se venden muchos sombreros. Decid a los Dalton que iris a ver la cabalgata de la fiesta.

    Tres sombreros? inquiri Pete. Exacto. Despus de eso, Bob se llegar a la biblioteca para leer la historia de la Montaa del Diablo y el

    Valle de los Lamentos. Quiero todos los detalles. Averiguar lo que pueda asegur Bob. Qu pretendes con tu regreso a Rocky Beach? Traer los equipos de inmersin, como dije. Tambin me propongo llevar el diamante a Los ngeles, y que

    lo examine un experto. El seor Dalton llam desde abajo: Jpiter! Preparado? Los chicos se apresuraron escaleras abajo, y Jpiter subi a la cabina del camin. Bob y Pete contemplaron

    cmo se alejaba, ignorantes de lo que Jupe planeaba hacer con el equipo. Ayudaron a la seora Dalton en la cocina durante una hora. Bob le pidi luego la tarjeta de socio de la

    biblioteca, y se fueron en bicicleta a Santa Carla. Disfrutad de la fiesta, muchachos les grit la seora Dalton. En realidad, Bob y Pete apenas se hallaban interesados en ver la famosa fiesta de Santa Carla. La carretera

    del rancho serpenteaba a travs del inmenso valle interior, rodeado por las pardas montaas de la California del Sur. El sol calentaba de firme, y no haba agua en los pequeos riachuelos. Tambin hallaron el amplio lecho del ro de Santa Carla completamente seco. Sin embargo, las plantas crecan en la superficie, tostada por el sol.

    La carretera suba hacia el paso de San Mateo. Bob y Pete se apearon de sus mquinas y caminaron por curvas peligrosas. El monte pareca dormido a la derecha, vigilado por la escollera a la izquierda. Los chicos avanzaban lentamente bajo los rayos del sol. Despus de un largo y caluroso pedaleo llegaron a la parte alta del paso.

    Truenos! Mira aquello! grit Pete. Repmpanos! exclam Bob, casi al mismo tiempo. Ante sus ojos se extenda un panorama fantstico. Las montaas disminuan hasta convertirse en una amplia

    faja llana extendida hasta el agua azul del ocano Pacfico. La ciudad de Santa Carla brillaba al sol. Sus casas parecan diminutas cajas en la gran extensin verde. Las barcas se balanceaban en la azul superficie lquida, donde las montaosas islas del canal parecan flotar.

    Los muchachos se hallaban extasiados en la contemplacin de la bella panormica. De repente, sonaron atronadores golpes de herradura. Ambos se giraron con presteza y vieron a un jinete que galopaba hacia ellos. Montaba un gran caballo negro con una brida guarnecida de plata y silla de charro con incrustaciones del mismo metal. Su gran pomo reluca.

    Los muchachos se quedaron pasmados al ver que el caballo se diriga en lnea recta hacia el lugar que ocupaban. El jinete era bajo y delgado, con ojos oscuros y negro sombrero, una chaquetilla negra corta, y un negro pauelo que le cubra la mitad inferior del rostro. Llevaba una pistola en la mano con la cual los apuntaba.

    El Diablo!

  • CAPITULO 9

    Ataque repentino

    El caballo negro se encabrit junto a los paralizados muchachos, moviendo sus cascos salvajemente en el aire. El jinete agit su pistola, y grit: Viva la fiesta!

    Luego se quit el pauelo negro y mostr un rostro infantil lleno de picarda. Venid a la fiesta! grit de nuevo, y se alej al galope hacia Santa Carla. Pete y Bob se quedaron con la boca abierta. Es un traje de fiesta! gimi Pete. Se miraron, y se rieron aliviados. Los haba asustado un chico disfrazado. Apuesto que hay diez diablos en la fiesta dijo Bob. Prefiero no tropezarme con ninguno de ellos en callejones oscuros coment Pete. Volvieron a montar en sus bicicletas, y atacaron el largo descenso por la serpenteante carretera. Al fin

    llegaron a Santa Carla. Poco despus estacionaban sus mquinas frente a la biblioteca pblica, adentrndose a pie por la calle Unin, principal va de Santa Carla, bloqueada entonces en espera del gran desfile. La gente aguardaba ya detrs de las barreras. Muchos vestan los coloridos trajes de la poca espaola.

    Bob y Pete se apresuraron a realizar sus compras en una tiendecilla que venda recuerdos. Adquirieron una docena de velas blancas y tres sombreros de paja. Luego se precipitaron a la acera con el tiempo justo de presenciar la llegada de la primera banda, que desfilaba al comps de sus trompetas y redobles de tambor.

    Detrs de la banda siguieron las carrozas repletas de ornamentos florales y jvenes de ambos sexos, destacando la belleza de ellas. Las carrozas alegorizaban momentos importantes de la historia californiana.

    Una estaba dedicada al padre Junpero Serra, misionero franciscano fundador de la mayora de misiones que se extendan a lo largo de la costa de California. Otra representaba a John C. Fremont, en el momento de izar la bandera sobre Santa Carla, despus de ser arrebatada a Mjico. Una tercera mostraba a el Diablo en su espectacular fuga. Haba cinco diablos en la carroza. Uno de ellos, el mismo sonriente joven caballista que los haba sobresaltado poco antes.

    Mira los caballos! exclam Bob. Me gustara cabalgar as Pete contemplaba admirado a los caballistas. Ambos muchachos eran buenos jinetes, si bien les faltaba mucho para ser perfectos. Los rancheros vestan

    trajes espaoles, junto a la polica montada. Algunos caballos ejecutaban difciles pasos de danza. Tambin desfilaban carromatos cubiertos y antiguas diligencias. Una carroza se refera a los das de la fiebre

    del oro. Bob apret un brazo de Pete. Mira! susurr, sealando hacia dos hombres que caminaban junto a las carrozas. stos eran seguidos de un burro cargado con provisiones, palas y picos. A uno le reconocieron como el

    anciano barbudo de la cueva: Ben Jackson. El otro debe ser Waldo Turner opin Bob. Los dos buscadores parecan complacer a la multitud. Iban ataviados como verdaderos exploradores, sin

    prescindir del polvo y suciedad. Ben era el jefe. Destacaba su barba blanca, y cojeaba orgullosamente al tirar del burro. Waldo Turner, ms alto y delgado, luca bigote lacio.

    Las carrozas seguan a las bulliciosas bandas de msica, y los chicos se hubieran olvidado por completo de su misin, de no ser porque Pete descubri algo inesperado.

    Bob! susurr premioso. Su compaero alz la cabeza y all, a escasos metros, vio a un hombre alto con una cicatriz y un ojo cubierto.

    Pareca no interesarle en absoluto el desfile. De repente, se puso en marcha, y, presuroso, desapareci por la calle Unin.

    Vamos sugiri Pete. Desde la esquina lo vieron a unos diez metros delante de ellos. Caminaba de prisa, si bien de cuando en

    cuando se detena, como si estuviera pendiente de algo que lo precediera. Sospecho que sigue a alguien observ Bob. Puedes ver a quin? No. Intntalo t, que eres ms alto. Pete se alz de puntillas, sin conseguir ver a quien el otro pareca seguir. Se dispone a entrar en un edificio inform Pete. Es la biblioteca exclam Bob. El hombre desapareci por las altas puertas dobles, y los chicos se precipitaron tras l. La biblioteca estaba

    casi desierta debido a la festividad del da. No obstante, el hombre alto con el ojo tapado, haba desaparecido.

  • La sala principal era grande, con muchas estanteras y comunicaciones a otras dependencias. Rpidamente miraron por los pasillos. Despus se dedicaron a localizar las salidas. Entonces averiguaron que la biblioteca tena dos puertas, y que una conduca a una calle de segundo orden. El hombre alto se haba marchado.

    No est dijo Pete. Debimos separarnos y rodear el edificio. Jpiter hubiera recordado que la mayora de bibliotecas tienen

    ms de una entrada afirm Bob, dolido del fracaso. Ya no hay remedio se lament Pete. En todo caso realizaremos las averiguaciones que desea Jpiter. Preguntaron dnde podan encontrar libros que hablasen de la localidad. El bibliotecario, hombre simptico,

    los acompa a la sala donde haba una coleccin especial de la historia de California. De repente, una pesada mano cay sobre el hombro de Pete.

    Vaya, vaya! Si son nuestros jvenes investigadores. El profesor Walsh, en pie tras ellos, parpade a travs de los gruesos cristales de sus gafas. Buscis informacin, muchachos? S, seor explic Pete. Queremos documentarnos sobre todo lo relativo al Valle de los Lamentos. Estupendo, pareja. Eso es precisamente lo que yo estoy haciendo. Sin embargo, no he tenido mucha

    suerte. Slo encuentro leyendas increbles. Habis presenciado el desfile de carrozas? S, seor afirm Pete, entusiasmado. Los caballos que lucen son magnficos. Es una fiesta agradable convino el profesor. Me llegar a verlos ya que la suerte no me acompaa

    aqu. Cmo pensis regresar al rancho, muchachos? Trajimos nuestras bicicletas, seor repuso Bob. Entonces, ya nos veremos ms tarde. Cuando el profesor se marchaba, Bob pregunt: Por casualidad no vio a un hombre alto con un ojo cubierto mientras estuvo aqu en la biblioteca? El otro se volvi y deneg con la cabeza. No, muchachos. No lo vi. Os refers al mismo hombre que visteis anoche? S, seor afirm Pete. Aqu, en la ciudad? el profesor Walsh se qued pensativo. No, no lo he visto dijo, y se fue. Bob y Pete se pusieron a trabajar. Tres o cuatro libros mencionaban el Valle de los Lamentos, pero ninguno

    les revel nada que ignorasen. Bob descubri un librito, con pginas amarillentas y arrugadas, con la historia completa del Valle de los Lamentos, hasta el ao 1941. Haba sido puesto por equivocacin en otra estantera, y quiz por eso no fue advertido por el profesor Walsh. Lo registraron en la tarjeta de la seora Dalton y se lo llevaron.

    Fuera, haca calor y la cabalgata llegaba a su fin. La gente empezaba a diseminarse por el centro de la ciudad. Los dos investigadores ataron sus compras en los portaequipajes de sus bicicletas e iniciaron el camino de regreso. No tardaron en enfilar la interminable subida del paso de San Mateo. Pedalearon de firme un buen trecho y luego continuaron a pie.

    Se detuvieron a descansar, y desde su atalaya contemplaron las islas del canal, nebulosas debido a la distancia.

    Me gustara ir a aquellas islas dijo Pete. Suelen llevar ganado a algunas de ellas explic Bob. Cerca de las islas divisaron los barcos de guerra. Un automvil se acercaba a ellos por la carretera procedente de Santa Carla. Los muchachos, ensimismados

    en la contemplacin del ocano, no prestaron atencin al vehculo hasta que, repentinamente, y debido al raspeo del motor advirtieron que viajaba a toda velocidad.

    Se giraron raudos y descubrieron que el turismo, casi fuera de la carretera, vena en lnea recta hacia ellos. Salta, Bob! grit Pete. Esquivaron a tiempo al lanzado vehculo, que pas vertiginoso junto a ellos, para entrar de nuevo en la

    carretera y alejarse veloz. El impulso incontrolado al saltar, los llev a la pendiente del profundo barranco sobre cuyo borde se hallaban,

    y al no poderse sujetar en nada, rodaron hacia abajo.

  • CAPTULO 10

    Jpiter expone su plan

    Pete rod por la enhiesta ladera entre rocas y maleza que desgarraron su ropa. Intent asirse a los arbustos, desesperado y temeroso de caer por un corte vertical de la pendiente. Por desgracia, la vegetacin apenas tena consistencia y no aguantaba su peso impulsado. Se hallaba slo a un metro del precipicio cuando su cuerpo qued frenado en el tronco de un rbol retorcido.

    Uf! gru, cerrando instintivamente sus dedos alrededor del grueso tronco. Durante un momento se qued quieto. Poda escuchar su agitada respiracin. De repente, advirti que estaba

    solo. Bob! grit. No obtuvo respuesta. Debajo de l se abra un abismo. Bob! llam enloquecido. Entonces oy un movimiento a su izquierda. El rostro del tercer investigador asom por entre la espesa

    vegetacin. Estoy bien... supongo. Me hallo en una especie de margen. Pero... no puedo mover la pierna. Intenta moverla poco a poco. Pete aguard tenso, pendiente del amortiguado movimiento entre la maleza donde se hallaba su amigo. Al fin

    Bob exclam ms fuerte: Quiz no tenga importancia. Puedo moverla. Ca sobre ella. Me duele, aunque no mucho. Puedes arrastrarte hacia arriba? No s, Pete. Es muy empinado. Y si resbalamos... Pete no termin de expresar su temor. Ser mejor que pidamos auxilio. Y a pleno pulmn aadi Pete. Abri la boca para gritar, pero slo emiti un leve susurro. En aquel preciso momento descubri un rostro

    asomado al borde de la carretera. Aquel rostro tena una desagradable cicatriz y un ojo tapado. Los chicos y el hombre se miraron fijamente por espacio de diez segundos. Repentinamente, el desconocido

    desapareci. Lo oyeron correr, luego un motor que se pona en marcha y el chirrido de neumticos al salir disparado el coche.

    Apenas extinguido el ruido del motor, les lleg el de otros vehculos que se aproximaban. Chilla, Bob! Ambos se esforzaron en ser odos. Sus gritos fueron ampliados por el eco, y unos frenos lanzaron su queja

    metlica sobre la crujiente grava de la carretera. La faz amable de dos hombres apareci sobre el borde del precipicio.

    Una gruesa cuerda vol hacia Pete, que se at por la cintura, y acto seguido fue izado hasta la carretera. La cuerda vol de nuevo, y un rato despus Bob estaba junto a Pete.

    El tercer investigador se examin la pierna, y comprob que slo haba sufrido un esguince. El vehculo que se haba detenido era un camin. El chfer se ofreci a llevarlos hasta el rancho Crooked-Y. Quince minutos despus se apeaban con sus bicicletas delante de la verja del rancho. Dijeron adis al conductor, y caminaron hasta el porche de la casa.

    La seora Dalton que los vio, grit: Cielos! Qu ha sucedido? Pete empez a narrar lo sucedido, pero un puntapi de Bob lo hizo enmudecer. Descendamos a mucha velocidad, y nos camos, seora explic Bob. Parece que me he lastimado la

    pierna, y un buen hombre nos trajo en su camin. Qu le pasa a tu pierna? pregunt la seora Dalton. Djame verla. Como la mayora de las mujeres que viven en el campo, la seora Dalton era una excelente enfermera.

    Luego de reconocer la pierna de Bob, asegur que slo se trataba de una ligera torcedura. Si bien no era preciso la intervencin de un mdico, Bob tendra que hacer reposo. La buena mujer lo instal en el porche en un cmodo silln, y le trajo una limonada.

    T s puedes trabajar, Pete dijo ella. El seor Dalton no ha regresado, y convendra echar heno a los caballos.

    S, seora accedi presuroso Pete. Bob, sentado a la sombra con una pierna sobre una silla sonri a su amigo, que, bajo el ardiente sol,

    trabajaba sin descanso. ste le mir ceudo, si bien termin por considerar que no le importaba. En realidad, sentase a gusto ejercitando sus msculos al calor del sol.

    Antes de la cena, el camin pequeo de Patio Salvaje, conducido por el rubio Konrad, trajo a Jpiter. Pete lo

  • ayud a descargar el equipo de inmersin, que guardaron en el pajar, junto con otro paquete misterioso. Konrad se qued a cenar y el seor Dalton admir la estatura y msculos del ayudante bvaro de to Titus. Le gustara vivir en el rancho, Konrad? pregunt el seor Dalton. Si estuviera conmigo, no me

    importara perder cinco trabajadores. Si se encuentra en apuros, posiblemente el seor Titus no se oponga a que vengamos a ayudarle Hans y

    yo, unas semanas. El seor Dalton se lo agradeci. Espero no llegar a ese extremo. En realidad, confo en que pronto se solucionarn mis problemas. Castro

    se ha recuperado mucho, y me ha prometido hablar a los hombres cuando lo den de alta en el hospital. Agradable noticia, Jess contest la esposa. Pero el ranchero manifest su pesimismo. Dudo que lo haga a tiempo. Los hombres se irn si se repiten los accidentes. El sheriff no logra avances

    positivos, segn me explic el Diablo no tena hijos, y tampoco ha identificado al hombre que vieron los chicos. Confo en una pronta explicacin terci el profesor Walsh. La razn prevalecer sobre la supersticin,

    en cuanto los hombres se paren a pensar. El tiempo es el mejor calmante. Me gustara confiar en eso dese el ranchero. Los hombres hablaron de otros problemas. Luego de la

    cena, Konrad regres a Rocky Beach y el profesor Walsh se retir a preparar una conferencia para ia universidad; los Dalton se enfrascaron en resolver las cuentas del

    rancho, y los Tres Investigadores se retiraron a su cuarto. Tan pronto cerraron la puerta, Bob y Pete rodearon a Jpiter. Cul es tu plan? inquiri Bob. Era un diamante? pregunt Pete. Jpiter se sonri. Es un diamante, tal como supuse. Un gran diamante til para uso industrial, sin mucho valor crematstico.

    El joyero de Los ngeles se sorprendi cuando le dije dnde lo haba descubierto. Le resultaba difcil creerlo. Segn su opinin, la piedra es de procedencia africana. Se qued con ella, para hacer varias pruebas. Me llamar tan pronto complete su estudio.

    Estupendo! exclam Pete. Conseguisteis las velas y los sombreros? Por supuesto que s afirm Pete. Y un libro del Valle de los Lamentos aadi Bob. Los dos ayudantes explicaron al jefe las incidencias del viaje a Santa Carla, y lo ocurrido al regreso. Apuntasteis el nmero de matrcula del coche? quiso saber Jpiter. Nos fue imposible aclar Pete. Pero observ que la placa no era corriente, sino azul y blanca. Hum musit Jpiter, probablemente una placa de Nevada. Y dices que el hombre de la cicatriz se

    asom a observaros? Probablemente regres con la sana intencin de rematar su tarea. Por fortuna para nosotros, la llegada de

    otros vehculos le oblig a marcharse habl en tono enojado Pete. Puede que s admiti Jpiter. Y tambin visteis al profesor en la ciudad? Y al viejo Ben y a su ayudante Waldo aadi Bob. Ese lugar no se halla muy lejos del rancho musit Jpiter. Cualquiera pudo trasladarse all en pocos

    minutos y regresar sin que advirtieran su ausencia. Estoy de acuerdo convino Bob. Aun as continu pensativo Jpiter, una matrcula de Nevada resulta interesantsima. Segn sabemos,

    los que viven cerca de este rancho tienen vehculos con matrculas de California. Y no habr alguien a quien no conozcamos? pregunt Pete. Por supuesto que s admiti Bob. El hombre del ojo tapado. Al menos, eso parece corrobor Jpiter. Ahora debemos ponernos a trabajar. Antes quiero leer ese

    libro del Valle de los Lamentos. Mientras, vosotros revisaris el equipo de inmersin. Envolved los tanques en algo que los disimule, y colocadlos en los portaequipajes de las bicicletas, junto con las velas, los sombreros y el paquete que traje.

    Dinos tu plan! exigieron sus ayudantes. Os lo dir por el camino prometi Jpiter, consultando su cronmetro. Tenemos que darnos prisa si

    queremos llegar al Valle de los Lamentos antes de la puesta del sol. Esta noche pretendo resolver el misterio del dichoso valle.

    Media hora despus, el primer investigador bajaba al pajar con el libro, que mostr a Bob y Pete. Creo que he averiguado parte de la respuesta anunci. Segn leo aqu, hace unos cincuenta aos

    cerraron muchos tneles de la vieja mina de la Montaa del Diablo. Nunca hallaron oro, plata ni metal alguno. Esa fue la razn de que cegaran los tneles. Y hace cincuenta aos que dejaron de orse los lamentos.

    Sospechas que hayan abierto algunos de ellos, y que el aire al pasar origina el gemido? pregunt Bob. Eso creo afirm Jpiter. La cuestin es cmo y por qu. Estis a punto? A la orden, jefe respondi Pete. Bien, salid del pajar con los sombreros puestos. Los muchachos se tocaron con los sombreros de paja de ancha ala, equilibraron los pesados tanques

    disimulados con sacos y montaron sus bicicletas. stas resultaron difciles de manejar debido al peso. Oooh! grit Bob, dolorido. Te duele el tobillo, Bob? pregunt solcito, Pete.

  • Es el peso dijo Jpiter. Bob asinti. No podr llevarlo, Jpiter. Habr de quedarme. Jpiter pens un instante. No, no te quedars, Bob. Quiz este contratiempo se transforme en una ventaja. Al menos nuestra

    decepcin parecer convincente. Qu decepcin? quiso saber Pete. Utilizaremos la