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Universidad de Valparaíso 06 de Noviembre, 2015. Taller de Memoria: Sesión 1 “Emergencia del concepto de memoria”. 1.- Objetivo. Situar el auge contemporáneo sobre la noción de memoria a través de un recorrido teórico e histórico que posibilite entender la «emergencia de la memoria colectiva» en las sociedades occidentales de nuestro tiempo 2.- “Emergencia de la memoria”. Desde los fines de los años ’70 y principios de los ’80 en las sociedades capitalistas occidentales se experimentan en los diferentes discursos públicos emanados desde los aparatos institucionales, así como desde los medios de comunicación de masas y desde diferentes círculos académicos, el auge a la referencia, utilización y apelación a la memoria, posicionando lo que se identifican como sus procesos y sus alcances sociales como una de las principales preocupaciones culturales y políticas en dichas sociedades, desplazando la clásica consideración que hasta los año ’60 era predominante: la de privilegiar o apelar al futuro desde el presente más que al pasado desde el presente. Andreas Huyssen (2001) identifica que dicho fenómeno ha gestado un contraste entre lo que él denomina como “futuros presentes” con “pretéritos presentes”. El primer término apela a que las sociedades occidentales –y también las sociedades nacientes de los socialismos reales- tendieron a privilegiar las consideraciones respecto a un proyecto desarrollista determinado que tendía a situar los fines en el futuro a partir de su gestación en el presente. Así lo revelan las diferentes

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Taller de Memoria: Sesión 1 “Emergencia del concepto de memoria”.

1.- Objetivo.

Situar el auge contemporáneo sobre la noción de memoria a través de un recorrido

teórico e histórico que posibilite entender la «emergencia de la memoria colectiva» en las

sociedades occidentales de nuestro tiempo

2.- “Emergencia de la memoria”.

Desde los fines de los años ’70 y principios de los ’80 en las sociedades capitalistas

occidentales se experimentan en los diferentes discursos públicos emanados desde los aparatos

institucionales, así como desde los medios de comunicación de masas y desde diferentes

círculos académicos, el auge a la referencia, utilización y apelación a la memoria,

posicionando lo que se identifican como sus procesos y sus alcances sociales como una de las

principales preocupaciones culturales y políticas en dichas sociedades, desplazando la clásica

consideración que hasta los año ’60 era predominante: la de privilegiar o apelar al futuro desde

el presente más que al pasado desde el presente.

Andreas Huyssen (2001) identifica que dicho fenómeno ha gestado un contraste entre

lo que él denomina como “futuros presentes” con “pretéritos presentes”. El primer término

apela a que las sociedades occidentales –y también las sociedades nacientes de los socialismos

reales- tendieron a privilegiar las consideraciones respecto a un proyecto desarrollista

determinado que tendía a situar los fines en el futuro a partir de su gestación en el presente.

Así lo revelan las diferentes ideologías que con mayor fuerza han irrumpido desde el fin de la

“Gran Guerra”, con el surgimiento y avance del fascismo y nazismo en los año ’20 y ’30, con

el estalinismo y la consolidación de todo un hemisferio en que se practicó el socialismo

soviético de postguerra, y con el proyecto desarrollista capitalista-funcionalista

estadounidense; ideologías que compartieron todas el privilegiar el futuro.

Pero frente a esas sociedades legitimadoras de los “futuros presentes” se comienza

paulatinamente y con mayor fuerza en las últimas décadas de siglo XX a posicionar el pasado

como centro de atención. Esto se debe a factores tales como: a) la sensación de que los

distintos proyecto desarrollista y revolucionarios en definitiva no conducían a las sociedades

hacia ninguna lado más que al enfrentamiento armado e ideológico más allá del contexto de

Guerra Fría, es decir, que los proyectos de civilización de la modernidad no habían conducido

a mayores mejoras desarrollistas a los diferentes pueblo del orbe sino que al contrario,

sembrando el desencanto frente al futuro; b) en las sociedades occidentales se empieza hablar

del fin de la “década de oro del capitalismo-liberal” (Hobsbawn, 1998) que junto a la irrupción

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de las política neoliberales primero en Reino Unido, Chile y Estados Unidos, para luego

hegemonizar las políticas públicas mundiales, propician el surgimiento de un nuevo tipo de

cultura más acelerada, fluctuante y deslocalizada, que tendió a destruir los tradicionales

mecanismos de asociatividad basados en aspectos ritualizados, volcando la preocupación de

las sociedades en rescatar un pasado que se ha ido perdiendo y suprimiendo ante el avance del

neoliberalismo globalizado; c) como dice Reinhart Koselleck (1993), esto ha sucedido debido

a la existencia de un distanciamiento entre un “espacio de experiencia” con un “horizonte de

espera” en la medida en que nada o casi nada de lo que se suponía que debía acontecer según

los proyectos civilizatorios ha acontecido, y nada o casi nada de lo que ha sucedido se había

previsto, es decir, no existe una congruencia entre las experiencias de las colectividades y de

los sujetos con las expectativas de los cursos que han de tomar las sociedades, y d) auge de los

pretéritos presentes, debido a discursos públicos que apelan a las deudas que las sociedades

han de tener con el pasado frente a lo que podríamos situar junto a Benjamin (1940) en su

célebre IX tesis sobre el concepto de historia respecto al espanto con que el “Ángel de la

Historia” observa las ruinas del pasado mientras continúa su tranco acelerado hacia el futuro.

Ultimo factor acrecentado por el cumplimiento de cuadragésimos y quincuagésimos

aniversarios de destacadas fechas emblemáticas Europeas, pero por sobre todo “fechas

alemanas”, que volvieron a situar las atrocidades del pasado y la llama “barbarie civilizatoria”

en primera fila de los discursos políticos y públicos, teniendo como por efecto, entre muchos

otros, la inscripción definitiva del Holocausto como tropos universal del trauma histórico con

el cual medir otras situaciones aparentemente semejantes o no, activando, descontextualizando

o desactivando hechos específicos de trauma histórico social y sus posibles significaciones.

3.- “Cultura de la memoria”.

La llamada “emergencia de la memoria” en las sociedades occidentales primero y

mundiales después, se ha expresado en diferentes aspectos como la constante musealización y

patrimonialización incluso de ciudades o áreas geográficas naturales enteras, en un marcado

boom mercantilizador del pasado como lo referente a las modas retro, al avances tecnológico

que ha permitido que cada individuo potencialmente pueda ser guardián de su propia memoria

mediante la utilización de distintos dispositivos, etc. Todo aquello para Huyssen (2001) ha

concluido en constituir un nuevo tipo de cultura marcadamente asociada a la memoria.

El concepto de “cultura de la memoria” está pensado como una noción que atañe a un

conjunto de procesos de rememoración y evocación que destacan por establecer nuevas forma

de asociatividad con los espacios temporales respecto al pasado que pueden estar vinculados

desde la comercialización de tipos definidos de un mercado de memoria, por efecto de las

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industrias culturales y los signos preferentes que transmiten, hasta fenómenos expresamente de

carácter político en la conservación o supresión de los recuerdos frente a los dispositivos de

historia.

Es el campo político el que más interés nos ha de generar para la realización del taller,

y se refiere primordialmente a los variados usos con que la política utiliza la memoria “[…]

que abarcan desde la movilización de pasados míticos para dar un agresivo sustento a las

políticas chauvinistas o fundamentalistas (por ejemplo, la Serbia poscomunistas, el populismo

hindú en la India), hasta los intentos recientes en la Argentina y en Chile de crear esferas

públicas para la memoria «real», que contrarresten la política de los regímenes

postdictatoriales que persiguen el olvido tanto a través de la “reconciliación” y de las

amnistías oficiales como del silenciamiento represivo” (Huyssen, 2001, p. 20). Pero que

también se relacionan estrechamente “[…] en muchos lugares del mundo, con procesos

democratizadores y con luchas por los derechos humanos que buscan fortalecer y expandir las

esferas públicas de la sociedad civil. Reducir la velocidad en lugar de acelerar, expandir la

naturaleza del debate público, tratar de curar las heridas infringidas por el pasado, nutrir y

expandir el espacio habitable en lugar de destruirlo en aras de alguna promesa futura,

asegurar el tiempo de calidad […]” (Huyssen, 2001, p. 36-37).

A pesar de que pareciera que la irrupción de la cultura de la memoria se situara como

un fenómeno de orden globalizador, es decir, que los procesos en los cuales se concibe la

memoria respondieran a los mismos factores y necesidades, es necesario señalar que en cada

contexto local de carácter nacional, estatal e incluso a nivel macro y micro social la

“emergencia de la memoria” y la consiguiente “cultura de memoria” se dan de forma

particular y que atañen a la realidad socio-cultural del lugar en donde se presentan. Frente

aquello, pareciera ser que la dimensión política de la “cultura de la memoria” concebida en

tanto discursos público y Política de Memoria son implementadas por nuevos sistemas

institucionales postraumáticas que buscan asegurar de alguna forma “[…] la legitimidad y

futuro de su organización política por medio de diferente métodos que permitan conmemorar

y adjudicar errores del pasado” (Huyssen, 2001, p. 21).

4.- Expresiones de la “cultura de la memoria”.

Frente al surgimiento de esta nueva cultura avocada a los “pretéritos presentes” se

pueden identificar principalmente los siguientes fenómenos característicos:

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a) “Memoria Mediática”:

Los procesos de memoria cada vez más se ven posibilitados y condicionados por el

accionar de distintos dispositivos tecnológicos de memoria, que sirven como fuentes de

almacenamiento para “NO olvidar” o para potencialmente recordarlo todos.

Además cada vez más los hechos del pasado, sobre todo aquellos hitos fundacionales y

aquellos conflictivos o polémicos, que aun reviste disputas de significación, se ven

constantemente mercantilizados y espectacularizados en imágenes mediatizadas de carácter

audiovisual, que por lo general revisten de otros significados preferente a los acontecimiento

que se han querido conservar, entregando a las audiencias, espectadores o públicos nuevas

representaciones de cómo ha de ser evocado el pasado que se alejan de sentidos críticos,

heterogéneos o de los debates en los que están insertos.

Se realiza un trabajo de reconstrucción mediatizado del pasado, lo cual junto a

Baudrillard (1978), podemos señalar que la “memoria mediatizada” se confiere en un intento –

logrado- de modelación simulada de los pasados y sus legados en tanto prácticas sociales,

porque se difuminan una serie de signos con sentidos preferentes respecto a la memoria que

entregan un número muy limitado y cuidadosamente seleccionados de posibilidades que

conducen a los procesos de evocación, exacerbando la distancia entre la “memoria viva” y la

memoria en tanto “cultura de memoria” prefabricada.

Por último, se reconoce como resultante de todo lo anterior el surgimiento de una

“Industria de la memoria” que desde la cual se propician cambios en las estructuras de

sentidos, de percepción, de legación y de significación del pasado en su actuación sobre el

presente, que configura la experiencia que hacemos del mundo contemporáneo.

b) “Sensibilidad museística o museológica”.

Frente a la constante desritualización de las sociedades capitalistas avanzadas por

efecto de la técnica y de la secularización es que la vuelta al pasado en tanto auge de la

“cultura de la memoria” se inscribe en la necesidad de establecer vínculos sociales que

pensados en tiempo pretérito puedan ser más perdurables a los característicos de la

globalización. En ese sentido parece ser que el Museo se ha transformado en un paradigma de

la conservación para la memoria de tradiciones que están en proceso de desaparecer no tanto

por un efecto “natural”. Pero también podemos notar como en nuestras sociedades ese primer

impulso de conservación ha degenerado en un casi incontrolable deseo de transformar todo en

Museo, tratando de salvar todo lo referente a nuestras sociedades del presente frente a los

estragos del paso de tiempo y principalmente por la creciente necesidad de constituir

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contrapesos para el acelerado cambio socio-cultural, para con ello asegurar alguna forma de

continuidad del pasado en el presente de carácter imaginada o material, promoviendo formas

de espacio vivido dentro de la cual los sujetos se sientan parte.

Musealización se refiere al trabajo de memoria en que se tiende a museificar el pasado,

en forma de exposiciones de artefactos de antaño pero también a la transformación de

ciudades enteras en nuevos Museos de memoria. En ese sentido parece prudente relacionar el

concepto de “sensibilidad museística” de Huyssen con la noción de “patrimonialización” de

Jacques Revel (2005), entendido como la manera de una suerte de propiedad colectiva sobre e

junto de huellas del pasado que urgen conservar y proteger más por la “emergencia de la

memoria” que por los signos a los que representan. Es por ejemplo la conservación de

edificios o estructuras arquitectónicas como patrimonios de la humanidad aludiendo sólo a lo

exótico de su construcción más que al significado de posibles memorias a las que apelan.

c) “Memoria Archivista y privada”.

Alude a que la memoria lejos de ser vivida en las prácticas cotidianas de los sujetos

insertos en las dinámicas de las sociedades contemporáneas, “descansa enteramente en los

más preciso de la traza, lo más material del vestigio, lo más concreto de la grabación, los más

visibles de la imagen” (Nora, 2009, p. 26). La lógica es que una memoria que se vive en lo

externo al individuo necesita menos soportes para su conservación porque se encuentran

situadas en el conjunto social o a lo menos practicadas en el presente por un colectivo

humano. Mientras que la memoria contemporánea se ha desplazado de lo vivo a la

conservación del pasado que ya no existe –por ejemplo prácticas sociales inutilizadas-, a su

carácter individual de carácter privado por lo que se hace extensiva la necesidad de más

soportes externos para su recuerdo. Es por ello que nace la memoria archivística en tanto

memoria que se encuentra situada en grandes bancos de datas cibernéticos, en bibliotecas de

carácter nacional, e archivos de toda índole que se conservan porque de alguna memoria

pueden ser indicadores sin saber a cien y a cierta de cual. Se busca mediante el archivo la

conservación íntegra del presente y pasado.

Como dice Nora: “Lo que llamamos memoria es en realidad la construcción

gigantesca y vertiginosa del almacenamiento material de aquello de lo que nos resulta

imposible acordarnos, repertorio insondable de aquello que podríamos recordar. La

“memoria de papel” de la que habla Leibniz se ha convertido en una institución autónoma de

museos, bibliotecas, depósitos, centros de documentación, bancos de datas” (2009, p. 26).

Y esa necesidad de memoria archivada se hace cada vez mayor en su acumulación en

la medida en que cada vez más desaparecen las tradiciones, como si de un deber supersticioso

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o sacramental se tratara. La problemática es en qué medida toda esta memoria archivada y

evocada de manera privada-individual ha de ser realmente memoria, entendiendo por memoria

un fenómeno de carácter social que implica la acción en el presente del pasado. Al parecer

ninguna.

d) “Lieux de mémoire” o lugares de memoria.

Pierre Nora piensa la memoria en tanto “lieux de mémoire” o lugares de memoria,

noción que parte de la idea de que la memoria en nuestras sociedades contemporáneas han

“[…] dejando de ser vivida en lo cotidiano para sólo localizarse en la historia y en los

lugares de la memoria” (Allier, 2008, p. 174), de índole topográficos –como monumentos-,

simbólicos –como discursos, fechas de conmemoraciones-, y funcionales –la forma práctica

que asumen como rituales públicos o privados. De modo que los lieux de mémoire son una

noción que busca “[…] desentrañar la dimensión rememoradora de los objetos, que pueden

ser materiales, pero sobre todo inmateriales, como fórmulas, divisas, palabras claves […]”

(Nora, 1998, p. 32). El lieux de mémoire ha sido concebido para “[…] la exploración de un

sistema simbólico y de la construcción de un modelo de representaciones” (Nora, 1998, p. 32),

que por las condiciones modernas en torno a la elaboración cultural, se organiza de manera

externa a los individuos y colectivos humanos.

e) “Era del testigo”

Por último, la memoria colectiva estaría revestida en lo que Annete Wieviorka ha

denominado como la “era del testigo”, referido a la inédita disposición de las sociedad a

rememorar que “[…] abrió paso a la fenomenal explosión testimonial que caracteriza a esta

etapa, manifiesta en la proliferación de un amplio abanico de producciones culturales […]”

(Cerio, 2011, p. 2). El termino testigo puede tener dos sentidos, a nosotros nos interesa aquel

que hace referencia a individuos que han vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el

final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él

(Agamben, 2000, p. 9), contribuyendo a realizar representaciones de un pasado conflictivo

mediante su testimonio, que en contextos traumáticos se nos presenta como “el estatuto de la

palabra después del horror” (Cerio, 2011).

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5.- Bibliografía.

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Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/589/58922941007.pdf

Agamben, Giorgo. (2000). “Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testimonio. Homo

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Benjamin, Walter. (1940). “Tesis de filosofía de la historia”. Disponible en:

http://guindo.pntic.mec.es/ssag0007/hemerotecal_archivos/n2digital-feb2011-pdf/

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Baudrillard, Jean. (1978). “Cultura y simulacro”. Madrid: Kairós.

Huyseen, Andreas. (2001). “En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de

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Hobsbawn, Eric. (1994). “Historia del siglo XX”. Buenos Aires: Paidós.

Koselleck, Reinhart. (1993). “Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos”.

Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.

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“Memoria e historia”. Madrid: Marcial Pons.

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En Jacques Revel, “Un momento historiográfico. Trece ensayos de historia social”.

Buenos Aires: Manantial.