1. Política Comparada una visión general - Mair

download 1. Política Comparada una visión general - Mair

of 20

Transcript of 1. Política Comparada una visión general - Mair

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    1/20

    12. Poltica comparada: una visin generalPETER MAIR

    I. Introduccin: la disciplina de la poltica comparadaSiempre, desde que Aristteles dispuso el examinar lasdiferencias en las estructuras de los Estados y constituciones

    y busc desarrollar una clasificacin de tipos de regmenes,la idea de comparar sistemas polticos ha descansado en elncleo de la ciencia poltica', Al tiempo, sin embargo, aun-que perennemente interesada con temas clsicos tales comoel anlisis de los regmenes, el cambio de rgimen, y la demo-cracia y sus alternativas, la poltica comparada no es una dis-ciplina que pueda definirse estrictamente en trminos de unnico campo de estudio sustantivo. Ms bien es el nfasissobre la comparacin en s misma, y sobre cmo y por qulos fenmenos polticos pueden compararse, lo que delimitaun rea especfica en el seno de la ciencia poltica. En reali-dad, precisamente porque no existe un nico campo de estu-dio sustantivo en la poltica comparada, se ha cuestionado confrecuencia la relevancia y valor de tratarla como una subdis-

    I Vase libros Il.b y lVb de La Poltica de Aristteles.44 7

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    2/20

    ciplina separada (vase la discusin en Yerba, 1985; Dalton,1991; Keman, 1993a).La disciplina de la poltica comparada se presenta habi-tualmente constituida por tres elementos relacionados. El pri-mero, y ms simple elemento, es el estudio de pases extran-jeros, a menudo con independencia de cualquier otro. As sedefine usualmente a la poltica comparada a efectos pedag-gicos, especialmente en las culturas angloamericanas, don-de se ofrecen diferentes cursos sobre diferentes pases, y sepublican e incorporan a dichos cursos numerosos libros detexto sobre pases individuales. Por supuesto, en la prctica,por muy til que este enfoque resulte en trminos pedaggi-cos, con frecuencia implica escasa comparacin real, excep-to implcitamente. Cualquier investigacin que pueda incluir-se bajo este encabezamiento se dirige primordialmente a larecopilacin de informacin sobre el pas o pases indivi-duales afectados. En realidad, uno de los problemas asocia-dos con la distintividad o no de la poltica comparada comouna subdisciplina es que un acadmico norteamericano quetrabaja sobre, pongamos, la poltica italiana es catalogadohabitualmente por sus colegas nacionales como un compa-rativista, mientras que un acadmico italiano que trabajasobre la poltica italiana es catalogado por sus colegas nacio-nales como un no comparativista. Lo que, por supuesto,hace que la definicin no tenga sentido.El segundo elemento, ms relevante, es la comparacin sis-temtica entre pases, con la intencin de identificar, y even-tualmente explicar, las diferencias o similitudes entre ellos conrespecto al fenmeno particular que est siendo analizado. Msque situar el inters en lainformacin que pueda derivarse acer-ca de esos pases, aqu el nfasis reside a menudo en la-=:racin de teora y la comprobacin de teora, donde los paisesfuncionan como casos. Semejante enfoque constituye clara-mente un componente principal de la investigacin de la cien-cia poltica ms en general, y, ciertamente, ha sido la fuente dealguno de los textos de referencia en l a disciplina como un todo(por ejemplo Almond y Coleman, 1960;Almond y Yerba, 1965,Lipset y Rokkan, 1967; Lijphart, 1977).

    448

    El tercer elemento dentro de la poltica comparada se cen-tra en el mtodo de investigacin, y se interesa por las reglasde desarrollo y estndares sobre cmo debiera llevarse a cabola investigacin comparada, incluyendo los niveles de anlisisen los que opera el anlisis comparativo, y los lmites y posi-bilidades de la comparacin en s misma. Precisamente porqueel acto de la comparacin resulta en s mismo tan instintivotanto para los cientficos como para las culturas populares, estetercer elemento es asumido en ocasiones por los investigado-res como no problemtico y por ello se olvida. Y es este olvi-do, en cambio, lo que yace en la raz de alguno de los proble-mas ms severos en la acumulacin de investigacin, por unlado, y en la elaboracin y comprobacin de la teora, por otro.Inusualmente, la poltica comparada es una disciplina quese define tanto por su sustancia (el estudio de pases extran-jeros o de una pluralidad de pases) como por su mtodo (va-se Schmitter, 1993, p. 171).Al tiempo, por supuesto, esto soca-va inmediatamente su distintividad como campo de estudio.En trminos de su mtodo, por ejemplo, la poltica compara-da resulta difcilmente distintiva, en cuanto la variedad de enfo-ques desarrollados tambin son aplicables dentro de todas lasrestantes ciencias sociales. En realidad, algunos de los estu-dios ms importantes del mtodo comparativo (por ejemplo,Przeworski y Teune, 1970; Smelser, 1976; Ragin, 1987) estndirigidos a las ciencias sociales como un todo antes que a laciencia poltica per se. En trminos de sus preocupaciones sus-tantivas, por otro lado, los campos de la poltica comparadaparecen difcilmente separables de aquellos de la ciencia pol-tica tout court, en cuanto que cualquier foco de investigacinpuede afrontarse comparativamente (usando datos transnacio-nales) o no (usando datos procedentes de un solo pas). Resul-ta evidente, por ejemplo, que muchos de los campos de estu-dio cubiertos en los restantes captulos de este libro son sujetoregular para investigaciones comparativas y no comparati-vas-. Si la poltica comparada es distintiva, por lo tanto, lo es

    2 As. es interesante resear que cuando preparaba la segunda edicin de laobra The State ofthe Discipline (El Estado de la DisCI/!iI1({), publicada en 1993.449

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    3/20

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    4/20

    minantes de ciertas clases de comportamiento poltico y losrequisitos para ciertas clases de instituciones polticas. En estecaso el punto de referencia de Eckstein aluda a las primerasetapas de aquella que hoy frecuentemente se considera fue laEdad Dorada de la poltica comparada, cuando una serie deprogramas de investigacin mayores e innovadores fueron ini-ciados por Gabriel Almond y sus colegas desde el Comit delConsejo de Investigacin Americana en Ciencia Social sobrepoltica comparada (fundado en 1954). Y lo que resulta acasoms chocante en esta caracterizacin, y tambin quiz la carac-terstica distintiva ms importante en el nuevo enfoque desa-rrollado por el Comit, es precisamente la atencin que secomenzaba a prestar a las comparaciones a gran escala.Rechazando el entonces tradicional y casi exclusivo nfasis enel mundo desarrollado, y en la Europa occidental y los Esta-dos Unidos en particular, y rechazando tambin el uso de unlenguaje conceptual desarrollado con tales comparacioneslimitadas en mente, Almond y sus colegas buscaron desarro-llar una teora y una metodologa que pudieran, a un tiempo ysimultneamente, tanto aparejar como comparar sistemas pol-ticos de la clase que fuera, primitivos o avanzados, democrti-cos o no democrticos, occidentales o no. Como Almond(1970, p. 16) puso de relieve posteriormente en una revisinsubsiguiente del trabajo del Comit y del avance de la polti-ca comparada durante este perodo, su estrategia haba sidointentar acercar a los investigadores que trabajaban en pasesdiferentes a lo largo del planeta, y persuadirlos de que eranparte de una disciplina comn preocupada por los mismosproblemas tericos y tenan a su disposicin las mismas meto-dologas de investigacin.La ampliacin de las preocupaciones en un sentido geogr-fico o territorial fue acompaada, tambin necesariamente, deuna ampliacin del sentido de la poltica en s misma, y, en par-ticular, por un rechazo de lo que entonces se perciba como eltradicional y estrechamente definido nfasis sobre el estudio delas instituciones polticas formales. En realidad, leyendo el tra-bajo de los comparativistas principales de los cincuenta Y lossesenta, uno se ve sorprendido constantemente por una casi pal-

    452

    pable frustracin con la aproximacin al estudio de las institu-ciones polticas que haba prevalecido hasta entonces. Dos fac-tores resultaban especialmente relevantes en este caso. En pri-mer lugar, el nfasis tradicional sobre las instituciones erapercibido como favorecedor de los aspectos legales y formalesde la poltica a expensas de aquello que podra denominarse pol-tica en la prctica y favorecedor de la historia oficial aexpensas de lo que se crea cada vez ms era una historia alter-nativa y real. As realismo, ms que legalismo, iba a con-vertirse en la palabra clave para los nuevos comparativistas. Ensegundo lugar, se requera tambin una ampliacin del sentidode la poltica en orden a incorporar un reconocimiento de agen-cias menos estructuradas formalmente y procesos que extendanel mbito de lo poltico bastante ms all de las instituciones for-males de gobierno. Esta transformacin se desarroll junto a lasnuevas ambiciones globales de la disciplina, con el rechazo dellegalismo caminando mano con mano con el rechazo a centrar-se principalmente en la poltica occidental. Ms an, este nue-vo enfoque no slo permiti un anlisis ms matizado de losregmenes no pertenecientes a Occidente, sino que tambinanim a la nueva generacin de comparativistas a prestar aten-cin a aspectos menos formalizados de la poltica, incluso den-tro del estudio de los propios regmenes del oeste. As, los estu-diosos de la poltica en los pases del oeste de Europa se vieronanimados a abandonar sus desviaciones formales e institucio-nales y centrarse en su lugar sobre la infraestructura poltica,en particular sobre los partidos polticos, los grupos de intersy la opinin pblica (Almond, 1970, p. 14).Las ambiciones globales, y la necesidad de desarrollar unaconcepcin de la poltica y el sistema poltico definida de mane-ra ms amplia, tuvieron dos consecuencias importantes. La pri-mera fue el inicio de un programa de investigacin en polticacomparada extraordinariamente fructfero, cuya completa esca-la, coherencia y ambicin han permanecido desde entonces sinriva j-, y cuya recopilacin contina apreciada en una imagen

    4 Vanse, por ejemplo. en adicin a una larga serie de importantes mono-grafas: Almond y Coleman. 1960: Binder el al .. 1971: Coleman, 1965: LaPa-453

    - - - - - - - - - - - - - - - - - - -. . . . . . . ;,,

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    5/20

    de este perodo como si fuera la Edad Dor~da de la disci-plina. La poltica comparada es (hoy1y ha sido desalen~a??-ra para algunos, anot Yerba (1985, p. 29) e~ una revIslO~pesimista, pero es desalentadora en eomparacion con las aspi-raciones y esperanzas del pasado: ~es?e aqu~lla Edad Dora-da, a menudo se percibe que la dIscIplina ha Ido en retirada,con los acadmicos quejndose, al menos en co~ve~s,acIOnescon Yerba, de divisin, fragmentacin Y atorruzaCIOn~n elrea (...1 (y la falta de] direccin clara, liderazgo, Y un c~nJuntode basamentos tericos consensuado y sostemdo comu~men-te (1985, p. 28)5.Segundo, consciente de que el desafo queafronta la poltica comparada [era] elaborar un aparat~ con-ceptual para contener la escala global vastamente extendida desus investigaciones empricas (Rustow, 11957, 1.963,p. 65~,emergi tambin una nueva aproximacin al estudio ~e la.p.ol-tica que fue encapsulada en el seno de las ahora ma~ cntica-das nociones del funcionalismo estructural. PrevIamente,como ya se ha puesto de relieve, la poltica compa:~da habasido dominada por el estudio de los sistemas demo~ra?cos esta-blecidos, claramente definidos Y avanzados econo~ca;nente,todos ellos ms o menos caracterizados por una dI~Is~onapa-rentemente ntida entre el Estado y la sociedad CIvIl:y ?oruna concepcin del Estado visto como compuesto de nsutu-ciones especficas (y comparables) :-~jecutivos, pa:lamentos,burocracias, judicaturas, fuerzas militares. y demas-,. dondecada una juega su propio papel especfico d~ntro de.lsistema.Las comparaciones globales, por el contr~r.IO,Im?hcaban .~oslo la inclusin de regmenes no democratlcos, SIllO~ambIende pases realmente subdesarrollados, dotados de aSI~lama-dos sistemas polticos primitivos, en los cuales ~o solo.e~adifcil establecer los lmites entre el Estado y la SOCIedadCI~,sino que era casi imposible algunas vec:s identifi~ar IllStltu-ciones polticas especficas con un propsito espeCIfico.

    . 1966' P 1962 YPye yVerba, 1965.lornbara, 1963; LaPalombara YWeiner, ,ye, ' . bl del5 Vase tambin la revisin de Daalder (1993. p. 20) qui en ha aregocijo asociado con el boom de progreso poltico en los sesenta.

    454

    Junto con la ambicin globalizadora, por lo tanto, vino elabandono del nfasis sobre las instituciones formales delgobierno, y, ciertamente, el abandono del nfasis sobre lanocin de Estado en s misma, que sera traducida a referen-cias ms abstractas al sistema poltico. Como puso de relie-ve Almond (1990, p. 192) posteriormente, esta nueva termi-nologa permiti a los investigadores tomar en consideracinlas instituciones extralegales, paralegales y socialesque eran tan cruciales para la comprensin de la poltica nooccidental, y, como sugiri Finer (1970), se requera en ordena acompasar sociedades preestatales/no estatales, as comopapeles y cargos que podran no ser percibidos como abierta-mente conectados con el Estado. Ms an, este nuevo len-guaje podra servir tambin a los intereses de aquellos estu-diosos que seguan preocupados con la poltica occidental,dado que incluso aqu una nueva ola acadmica haba comen-zado a [descubrir] las instituciones polticas en su prcticareal desviada de sus competencias formales, y haba empe-zado a [complementar] la aproximacin puramente legal conuna observacional o funcional. Ahora el problema no sloera qu poderes legales posean estas agencias, sino qu hacanrea~mente, cmo se relacionaban unas con otras y qu pape-lesJugaban en la factura y ejecucin de las polticas pblicas(Almond,Cole y Macridis, 11955,1963, p. 53). De ah el emer-ger del funcionalismo estructural, en el que ciertas funcionesdefinidas de modo bastante abstracto se conceptuaban comonece~a~iasen todas las sociedades, y en el que la ejecucin yrendimiento de tales funciones poda entonces compararse atravs de una variedad de estructuras formales e informalesdiferentes.Por supuesto, desde ese momento, este entonces nuevoy rompedor enfoque ha sido sujeto de extensa crtica y de con-trarreacciones, con una nueva ola acadmica surgida en losochenta que realzaba la necesidad de retornar al estudio delas instituciones y de restaurar la primaca de un anlisis delEstado. Si el enfoque de Almond y sus colegas puede carac-t~nza~secomo aquel que identificaba la materia sujeto de laCIenCIapoltica como un tipo de actividad, comportamiento,

    455

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    6/20

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    7/20

    ficidades del contexto se convertan en determinantes crucia-les (vase tambin ms adelante).No es por tanto un problema de mutaciones en los para-digmas, sino ms bien un problema de ~ariaciones en los nive-les de abstraccin, lo que, a su vez, VIene inducido por unamutacin en el mbito de la comparacin. En este sentido,como fue el caso con la revolucin funcionalista estructu-ral a finales de los cincuenta y los sesenta, el cambio no es tan-to un reflejo de progresos en la teora, sino ms bien en el mto-do. Una vez que las comparaciones se vuelven ms limitadasen su alcance, bien mediante la restriccin del objetivo a unaregin, o bien a un nmero reducido de casos, se hace posibleponer en juego un grado de especificidad conceptual e inten-sividad que simplemente es imposible en las comparacionesglobales que tratan de abarcado todo. En otras, palabras, lasinstituciones y el Estado vuelven a entrar no solo porque selas percibe como ms importantes per se, sino tambin porquelos menores niveles de abstraccin implicados se lo han per-mitido, y han creado el espacio para este tipo de anlisis pega-do al terreno. Al final, por lo tanto, lo que resulta sorprenden-te acerca de las categoras adoptadas por los funcionalistasestructurales no es el hecho de que estuvieran ms orientadoshacia el proceso, o ms centrados en la sociedad, o lo que sea,lo que resulta en cualquier caso muy debatible (Almond, 1990,pp. 189-218); ms bien, lo sorprend.ente acerca d~ estas cate-goras es el altsimo nivel de abstraccin que requenan en ordena permitir su desplazamiento de un mundo h~sta otro, y e~ elque la especificidad institucional era absorbida hacia ar~l,baen las nociones ms abstractas de papel, estructura y funcin.Si las instituciones y el Estado han vuelto a la preeminencia,por lo tanto, se debe al menos en parte a que el alcance de lacomparacin se ha vuelto ms restringido", y es acaso el pro-greso ms llamativo en el seno de la poltica comparada enlas dos ltimas dcadas.

    Este estrechamiento del alcance para la comparacin pue-de verse de maneras muy variadas. En primer lugar, y ms prc-ticamente, puede verse en la hoy virtual ausencia de anlisiscomparados con una ambicin global, o incluso transregional.Para asegurarse, varios libros de texto contemporneos sobrepoltica comparada (por ejemplo, Blondel, 1990; Hague et al.,1992), as como un buen nmero de cursos establecidos", tra-tan ciertamente de permanecer inclusivos, y apuntan a desa-rrollar un esquema de trabajo que pueda acomodar sistemas delprimero, segundo y tercer mundo. Sin embargo, con muy pocasexcepciones, la investigacin contempornea en poltica com-parada tiende a ser restringda por la regin, o incluso a un nme-ro ms reducido de casos", no obstante el hecho de que restanpocas, si alguna, terrae incognitae. Esta orientacin aparece enevidente contraste frente a las ambiciones expresadas origina-riamente por el Comit sobre poltica comparada en los cin-cuenta, y a los primeros trabajos que, incluso cuando se res-tringan a uno o pocos casos, persistan aplicando conceptosque se crean universalmente vlidos.Segundo, existe una tendencia creciente en la profesin engeneral a irse compartimentando en grupos ms o menos auto-suficientes de, por ejemplo, europestas, africanistas y latino a-mericanistas, producindose muy escasa comunicacin a travsde las fronteras de la especializacin regional. En parte, estoes simplemente una consecuencia de las presiones en favor deun incremento de la especializacin; en parte, sin embargo, estambin una consecuencia de la creciente profesionalizacin,al haber crecido lo suficiente la masa crtica de acadmicos enlos diferentes campos de especialidad, y las revistas asociadas,

    6 Aunque tambin puede argumentarse que se vieron afectados diferen-tes impulsos ideolgicos. Vanse, por ejemplo, Almond (1990. pp. 189-219),Mitchell (1991), y Chilcole (1994, pp. 121-76).

    458

    7 Vase, por ejemplo, la discusin en Teaching Comparative Politics for theTwenty-Frrst Century, en PS : Poli tic al S ci en ce a nd Politics 28 (1995), pp. 78-89.8 Una excepcin relativamente reciente es el estudio de los ministros delgobierno por Blondel (1985), el cual, bastante apropiadamente, es descritoen la edicin de bolsillo como constructor de un esquema de trabajo que estlibre de referencia nacional. Un posible contrapeso frente a la tendencia delimitar el nmero y alcance de los casos puede ser proporcionada por el cre-ciente inters por los procesos de democratizacin. los cuales poseen clara-mente una relevancia transregional (vase tambin ms adelante).

    459

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    8/20

    para permitir la autosuficiencia. En un contexto en cierto mododiferente, tambin Almond (1990, pp. 13-31) se ha referidonotoriamente' al avance de las mesas separadas en la cienciapoltica, por las cuales grupos de investigadores estn divididossobre la base tanto de la ideologa (derecha versus izquierda)como del mtodo (suave versus duro). Sin embargo, acaso Conms realismo, podemos tambin concebir esas mesas separa-das en funcin de los especialistas regionales, con sus separa-das cocinas europea, asitica, latinoamericana y africana,e, incluso dentro de esos parmetros, siendo progresivamentesubdivididas por las especialidades acadmicas, con los de lospartidos comiendo aparte de los de las polticas pblicas, ycon los expertos en gobierno local comiendo aparte de aquellosimplicados en la investigacin electoral. Pero el crecimiento dela disciplina no slo ha actuado sobre el corte entre los espe-cialistas regionales, sino que, incluso en el seno de las diferen-tes regiones, ha tendido tambin a alimentar la autosuficienciade las reas de los especialistas, cada una con su propiay pequea red y su propio conjunto de revistas (o, por continuarla analoga, con su propio men), acentuando la tendenciahacia la fragmentacin que ya fue lamentada por Yerba en 1985(vase supra, y tambin Keman, 1993a; para una visin mssangunea del proceso, vanse Macridis y Brown, 1986, y Dal-ton, 1991).Tercero, y acaso ms importante, el debate metodolgicoen el seno de la poltica comparada, y acaso en el seno de lasciencias sociales comparadas en general, ha tendido de mane-ra creciente a recalcar las ventajas de las comparaciones conN pequea; as, por ejemplo, resulta bastante instructivocomparar la revisin del mtodo comparativo de Lijphart de1971, que dedicaba considerable atencin a los modos en quelos investigadores pudieran compensar, o superar, el proble-ma de tener que tratar con apenas un reducido nmero de casos,con una revisin similar ms reciente de Collier (1991), quededicaba mucha atencin a las claras ventajas de las compa-raciones de N pequea.Desde una perspectiva, esta nueva actitud puede verse acor-de con muchos de los sentimientos expresados por buena par-

    46 0

    te de otros escritos recientes sobre el mtodo comparativo,sea dentro de la ciencia poltica, la sociologa o la historia, oincluso, dentro de los intentos de sntesis multidisciplinaria(por ejemplo, Ragin, 1987, 1991), y que ponen considerablenfasis sobre el anlisis holstico y sobre la necesidad de unacomprensin ms en profundidad de los casos particulares. Des-de otra perspectiva, no obstante el deseo compartido de alejar-se de las comparaciones globales y las categoras universales,mucho de este trabajo contemporneo sobre poltica comparadapuede verse mejor como consistente en dos escuelas o apro-ximaciones distintas (vase tambin Collier, 1991, pp. 24-26).Por un lado, estn aquellos investigadores que insisten en inten-tar derivar conclusiones generalizables o en intentar aplicarmodelos generalizables, a travs de una variedad de pases que,en contraste con las ambiciones globales de la primera genera-cin de comparativistas de posguerra, viene usualmente limi-tada en trminos de regin o status. Por otro lado, estn aque-llos investigadores que parecen cada vez ms cautelosos ante lacomparacin de mltiples casos, incluso cuando est limitada auna N relativamente pequea, y que recalcan las ventajas de losanlisis en profundidad y en detalle de lo que es corno muchoun puado reducido de pases, donde las ventajas ofrecidas porcontemplar el cuadro completo parecen pesar ms que las des-ventajas sufridas por causa de su aplicabilidad limitada". Sinembargo, a pesar de los contrastes, existe un sentido en el cualcada aproximacin puede reclamar ofertar la mejor opcin parael futuro. Como anota Collier (1991), por ejemplo, los recien-tes avances en tcnicas cuantitativas parecen dar ahora una opor-tunidad mucho mayor para el anlisis estadstico entre un nme-ro relativamente reducido de casos, y pueden dotar a lasconclusiones derivadas de tales anlisis de mayores autoridad yrobustez 10. Anlisis cualitativos de caso en profundidad, por otro

    9 Vase, por ejemplo, la discusin de Rhodes (1994) sobre la construc-cin del Estado en el Reino Unido, que incluye una vigorosa defensa de lacapacidad del estudio de caso para producir conclusiones generalizables.10 Como, por ejemplo, es el caso con el anlisis estrechamente argu-mentado por Scharpf (1988) respecto a la capacidad de los gobiernos paraImplementar polticas pblicas.

    46 1

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    9/20

    lado, pese a sus limitaciones obvias, tienen la ventaja de estarmucho ms pegados al terreno, y, al menos a primera vista, pue-den tambin probarse ms sensibles a las aportaciones propor-cionadas hoy en da tanto por el nuevo institucionalismo comopor el paradigma de la eleccin racional". En realidad, el reno-vado inters por los estudios de caso en aos recientes, y el nfa-sis asociado sobre la comprensin de contexto completo en elcual se toman las decisiones polticas, ha sido ciertamente esti-mulado por e l potencial ofrecido por estas nuevas aportaciones(vase tambin seccin V,ms adelante).III. Preguntas

    En muchos aspectos, la amplia direccin de las preguntasafrontadas por la investigacin poltica comparada ha perma-necido largamente inmutable a travs de generaciones, y aca-so incluso a travs de siglos. Cmo se puede distinguir a unosregmenes de otros? Qu cuenta para la estabilidad de un rgi-men, y qu cuenta para el cambio? Cul es la mejor formade gobierno? La atencin dedicada a estas grandes cuestio-nes ha tendido, desde luego, a fluir y refluir con diferentesgeneraciones de acadmicos, con un inters recin redesper-tado en las consecuencias de la nueva ola de democratizacin(vase, por ejemplo, Diamond y Plattner, 1993), y reflejadoms obviamente en el extraordinario volumen de nueva litera-tura sobre transiciones a la democracia y sobre ingeniera cons-titucional y diseo institucional". En realidad, es precisamen-11 Vase, por ejemplo, la aplicacin de Tsebelis (1989, pp. 119-234) desu enfoque de juegos de engranaje en un anlisis en detalle de los activistasdel Partido Laborista Britnico, los consociacionalistas belgas, y las coali-ciones electorales francesas.12 Para un buen ejemplo reciente, vase el estimulante y muy pensadodebate sobre los mritos respectivos de los sistemas presidenciales y parla-mentarios entre Linz, Lijphart, Sartori, y Stepan y Skach en Linz y Valen-zuela (1994, pp. 3-136). En realidad, puede incluso decirse que es aqu don-de vemos la mejor prctica de la poltica comparada, y tambin, por ser undebate reciente, el contraargumento ideal contra la idea de que, de una u otramanera, la disciplina ha empezado ahora a pasar su fecha de caducidad.

    462

    te este inters redespertado en la democratizacin, y la bs-queda de pautas generales y predicciones, lo que puede resta-blecer un sentido de ambicin global a la poltica comparada,puesto que es realmente slo en este contexto donde los estu-diosos de los pases en vas de desarrollo estn comenzando areabrir lneas de comunicacin con aquellos cuyo campo haestado largamente restringido al Occidente desarrollado; lapericia de los estudiosos del antiguo Segundo Mundo se per-cibe finalmente como relevante para el cauce principal de lapoltica comparada.Aunque claramente son stos los temas clsicos, peren-nes en la poltica comparada, una vez nos movemos ms allde ellos se hace posible apreciar mutaciones bastante impor-tantes en los tipos de preguntas que tienden a afrontarse. Enuna revisin reciente del estado de la poltica comparada,Rogowski (1993, p. 431), por ejemplo, anot cinco tenden-cias desde los ochenta que ciertamente parecan sugerir unanueva agenda de investigacin, y que incluan una muchomayor atencin a los aspectos econmicos de la poltica [...]Inters aumentado en el contexto internacional de la polticay las instituciones domsticas [...] Una atencin alterada y afi-lada sobre los grupos de inters [...] Un resurgimiento delinters en las estructuras del Estado y su rendimiento [...] [y]trabajo adicional sobre nacionalismo y fracturas tnicas; des-de luego, sta constituye slo una lista entre las muchas posi-bles, e incluso, tras el lapso de apenas un par de aos, uno pue-de inclinarse a relegar la preocupacin una vez manifiesta por,pongamos, los grupos de inters, y en su lugar otorgar priori-dad, pongamos, al floreciente inters por las transiciones a lademocracia y el funcionamiento de la democracia en s mis-mo. No obstante todas las calificaciones semejantes, lo queresulta particularmente llamativo acerca de esta lista, y seraseguramente tambin comn a casi cualquier otra lista quepueda elaborarse actualmente, es la atencin dedicada a losproductos, o incluso simplemente a los resultados, de los pro-cesos polticos y las instituciones polticas, y, por tanto, laatencin a la poltica como una variable independiente msque dependiente. En otras palabras, lo que sorprende en este

    463

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    10/20

    caso es toda la extensin de la preocupacin por el impactode la poltica ms que por los determinantes de la poltica (va-se, por ejemplo, Weaver y Rockman, 1993). Es aqu dondeentra en accin, por ejemplo, el creciente inters por la eco-noma poltica, as como por las estructuras del Estado y lasinstituciones, sea este ltimo encuadrado en el seno del dis-curso ms tradicional (por ejemplo, Lijphart, 1994a) o den-tro de los trminos de referencia del nuevo institucionalismo(por ejemplo, Hall, 1986; Evans et al., 1985).Aqu tambin, por tanto, resulta posible discernir una dife-rencia entre la nueva generacin de comparativistas y aquellaque floreci a finales de los cincuenta y en los sesenta. No essimple coincidencia; al menos en parte, es el abandono de laambicin de la comparacin global y el universalismo lo que pa-rece haber proporcionado el espacio en el cual estas nuevaspreguntas pueden convertirse en relevantes. Hay dos pasos impli-cados en este caso. En primer lugar, como se apunt anterior-mente, una restriccin del alcance de la comparacin hapermitido que se dedicara ms atencin a las especificidades ins-titucionales, y ello por s mismo ha contribuido a hacer posiblepreguntarse si la poltica importa. En segundo lugar, restringirel alcance de la comparacin implica tambin el que ahora ten-ga mucho ms sentido preguntarse si la poltica importa, que lotendra en comparaciones que intentaban abarcar tres mundosdiferentes, puesto que, en este ltimo caso y de manera inevita-ble, diferencias en los niveles de desarrollo econmico, o inclu-so en la cultura poltica, probablemente habran parecido muchoms relevantes (por ejemplo, Castles, 1982). En realidad, unavez que se restringen las comparaciones a casos relativamentesimilares, como lo son, por ejemplo, las democracias industria-les avanzadas, en las que los niveles de desarrollo econmico,o las pautas de la cultura poltica, o las estructuras de la socie-dad resultan relativamente invariables, entonces los investiga-dores se ven casi forzados por necesidad a retroceder sobre lasinevitablemente variantes estructuras y procesos polticos':'.

    13 As como. cada vez ms, sobre la variacin de las tradiciones histri-cas, donde una versin ms matizada de la cultura poltica y las tradiciones464

    yprecisamente porque los posibles determinantes de la pol-tica -en economa, cultura (contempornea) o sociedad- real-mente difieren poco en estos casos similares, tales estructuraspolticas y procesos variantes asumen entonces de modo cre-ciente el status de una explicacin ms que de algo explicado,y ello contribuye a dirigir la atencin a indagaciones sobre resul-tados y productos. Sin embargo, por las razones que sean, en lasinvestigaciones de poltica comparada se pregunta con ms pro-babilidad que antes sobre las diferencias que produce la polti-ca, en lugar de preguntar qu hace diferente a la poltica. En otraspalabras, enfrentados a variaciones en las estructuras institu-cionales y los procesos polticos, es ms probable que los acad-micos contemporneos quieran evaluar el impacto de esta varia-cin en vez de como antes -ms notablemente a finales de loscincuenta y los sesenta-, preguntarse en primer lugar por quhan surgido esas diferencias; y esto indica claramente una muta-cin mayor en la direccin de la investigacin comparativa.Puede verse parcialmente la evidencia de esta mutacin enla variedad de nuevas tendencias anotada por Rogowski (1993,vase tambin supra), as como, en realidad, en casi toda revi-sin de la literatura contempornea (vase, por ejemplo,Keman, 1993b). Tambin puede apreciarse, quiz de manerams interesante, en la trayectoria de investigadores aisladosy escuelas de investigacin. Entre los acadmicos aislados,por ejemplo, cabe citar el caso de Arend Lijphart, quien hasido durante largo tiempo una de las autoridades ms sobre-salientes en la disciplina, y cuyo trabajo ha progresado en eltiempo, desde una investigacin sobre las condiciones quedaban lugar al auge de ciertos tipos de democracia, hacia otrasobre las consecuencias de ciertos tipos de democracia. El tra-bajo principal de Lijphart en el campo de la poltica compa-rada se refera a la elaboracin de una tipologa de regmenespolticas entra entonces en accin (vanse, por ejemplo, Castles, 1989, 1993;Katzenstein, 1984, pp. 136-190; Putnam, 1993). En este caso el peligro, sinembargo, reside en que un nfasis en el papel crucial jugado por las tradi-ciones histricas puede conducir algunas veces a explicaciones esencialmentead hoc, si no a un cierto grado de fatalismo.

    465

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    11/20

    democrticos en la que los diversos tipos identificados, y msnotablemente la democracia consociacional, se definan sobrela base de dos variables determinantes cruciales: el grado deconflicto o cooperacin entre las elites, por una parte, y el gra-do de fragmentacin u homogeneidad en cuanto a la culturapoltica, por otra, estando este ltimo f!r:nemente l~calIzadoen el seno de una concepcin de las divisiones SOCIales y elpluralismo social (Lijphart, 1968). ~o que resulta ms inter~-sante en este contexto particular, sin embargo, es que segunel trabajo de Lijphart se desarrollab~,.y segn intentaba mO?i-ficar y construir sobre estas ideas iniciales, el lado especfi-camente social de la ecuacin se volvi cada vez menos Impor-tante, tanto que en su tan influyente descripcin d.e,los dosmodelos ms generalizados de democracia. la cuestin de losdeterminantes sociales de las estructuras polticas fue esen-cialmente relegada a los mrgenes (Lijphart, 1984; va~e tan;-bin Bogaards, 1994). Diez ao~ despu~, en ~u traba~o m~sreciente en este campo, el cambio en el nfasis era aun masevidente, con la investigacin habiendo deriva~o ahora haciala cuestin del rendimiento de los diferentes tipos de demo-cracia, y con la cuestin de los determinantes ignorada casipor completo (Lijphart, 1994a). ., .Semejantes mutaciones pueden tambin apreciarse entrelas diferentes escuelas de investigacin, con la literatura sobredemocratizacin ofreciendo quizs el ejemplo ms obvio delmodo en que las explicaciones se han movido desde un nfa-sis en las condiciones sociales y econmicas objetivas nece-sarias para la democracia (por ejemplo, Lipset: 1959) haciaun nfasis en la importancia de la toma de decisiones en laselite s en el voluntarismo y en los tipos de instituciones Yestru~turas polticas implicadas. Si la democracia puede emer-ger, por lo tanto, y si puede sostenerse, se percibe ahora muchomenos dependiente que antes de los niveles de desarrollo sOCl~1y econmico y mucho ms dependiente de las opcIOne,s pol-ticas (Rustow, 1970), de la habilidad (DI Palm~), aSI co~ode los resultados de las acciones racionales y la mformaclOn(por ejemplo, Przeworski, 1991). Tal y como lo expres ~arl(1991, p. 163), la manera en que los tericos de la pohtlca

    466

    comparada han buscado comprender la democracia en los pa-ses en vas de desarrollo ha cambiado segn la una vez domi-nante bsqueda de prerrequisitos para la democracia ha dejadopaso a un nfasis en las elecciones contingentes ms orienta-do hacia el proceso (vase tambin Karl, 1991, ms gene-ralmente; as como Whitehead, cap. 14, infrai. De manerasimilar, la cuestin de la consolidacin y la sostenibilidadde nuevas democracias se ve ahora ms estrechamente aso-ciada con las especificidades reales de las instituciones impli-cadas (por ejemplo, Linz y Valenzuela, 1994). En este caso,por tanto, como es tambin ms en general el caso en unavariedad de campos diferentes de investigacin en polticac-omparada, las preguntas giran ahora con mayor claridad entorno a qu hace la poltica, antes que en torno a lo que hacea la poltica como es; con el resultado de que, ms de dosdcadas despus de un temprano pero muy poderoso llama-miento en favor precisamente de tal giro (Sartori, 1969), resul-ta ahora ms probable que las investigaciones comparadasenfaticen una sociologa poltica antes que simplemente unasociologa de la poltica.

    IV. ProblemasA cierto nivel, trabajar en poltica comparada resultaa menudo frustrante. El acadmico dedica mucho tiempo yesfuerzo para recopilar datos transnacionales comparables, paraasegurar que ningn factor relevante ha sido excluido del an-lisis, y construyendo un modelo general y preferiblemente par-simonioso que pueda explicar el fenmeno en cuestin siem-pre que ocurra o deje de ocurrir, para despus confrontarse enalguna conferencia o semejante con algn experto nacional quese queja de que las cosas no son realmente de esa manera porall, y que a continuacin ofrece una contraexplicacin muchoms matizada pero esencialmente idiogrfica (lo que HansDaalder refiere como la tctica Zanzbar ). A otro nivel, des-de luego, trabajar en poltica comparada permite ser alegre-mente irresponsables, en cuanto siempre cabe la posibilidad de

    467

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    12/20

    prevaciar la tctica Zanzbar presentando la teora genrica pro-pia con el aviso de que, aunque las conclusiones no son nece-sariamente ciertas para cualquier pas en particular, lo son noobstante de manera ms general. En ambos casos, sin embar-go, la dificultad real reside esencialmente en lo mismo: aun-que el pas tiende a conformar la unidad de anlisis y obser-vacin, el acadmico debe no obstante trabajar en una alejadadel pas, e, independientemente de si el nmero de casos eslimitado o extenso, debe traducir una experiencia nacional auna categora operativa. Y sin querer entrar en una discusinsobre los pros y los contras de los diferentes mtodos compa-rativos, esto enfrenta de modo inmediato a aquellos implica-dos en la poltica comparada con dos problemas concretos.El primero de estos problemas ya fue aludido por Rogowski(1993), y ha sido subrayado frecuentemente en la discusin con-tempornea de la disciplina, y afecta a la medida en que el passigue proporcionando una unidad significativa de anlisis. Unaspecto de este problema es la dificultad de identificar qu esespecfico de la poltica nacional en un entorno crecientementeinternacionalizado. A medida que la poltica comparada se cen-tra cada vez ms en resultados y productos, por ejemplo, resultatambin cada vez ms probable recurrir a explicaciones y deter-minantes situados al margen del control de cualquier Estado nacio-nal. Para asegurarse, cabe construir una estrategia de investiga-cin de casos similares en la que el mismo entorno internacionalsea comn para todos los casos relevantes, y pueda tomarse comoalgo dado que no explicar ninguna variacin transnacional sub-siguiente que pueda hallarse (vase, por ejemplo, Scharpf, 1988),pero las oportunidades para esta estrategia resultan necesaria-mente limitadas y limitadoras (Mair, 1995). En cualquier caso,en la medida en que las instituciones nacionales y los gobier-nos nacionales pierden su capacidad para modelar sus propiosentornos nacionales, en esa misma medida los estudios de pol-tica comparada afrontan problemas potencialmente severos".

    14 Y no nicamente la poltica comparada: destacar la provocativa suge-rencia de Susan Strange (1995, p. 55) de que con el debilitamiento del Est~-do como la unidad de anlisis ms importante buena parte de la ciencia poli-tica occidental est obsoleta, cuando no ya completamente caducada.46 8

    Un segundo aspecto de este problema afecta a la misma validezdel pas como unidad de anlisis, incluso independientementede todo contexto internacional relevante; en este caso la dificul-tad reside en el simple hecho de que los pases en s mismos cam-bian en el tiempo, y por tanto eso se suma al puzzle de las varia-ciones transnacionales. Los investigadores necesitan tambin serconscientes de la variacin en el tiempo, en la que el pas A enun momento X puede diferir tan acusadamente del pas A en eln:omento y como lo hace del pas B en el momento X (Bartoli-ID, 1993). En realidad, esta dificultad se vuelve particularmenteaguda cuando su investigacin se centra sobre las estrUcturasinstitucionales, puesto que es habitualmente en este nivel don-de pueden ocurrir y ocurren los cambios significativos. En otraspala?ras, si las instituciones realmente importan, cmo puedenanalizarse aquellos pases en los que estas instituciones cam-bian? Una posible solucin para este problema, que aparece cadavez con mayor frecuencia, consiste simplemente en la disolu-ci~ del pas en subconjuntos concretos de variables, con elreciente ~~tudio de Bartolini y Mair (1990) y ms especialmen-t~ el de Lijphart (1994b), ofreciendo tiles ejemplos de las ganan-eras que pueden obtenerse abandonando la nocin de pasescomo casos nicos e indivisibles y la adopcin de observacio-nes mltiples desde cada pas. El objeto del reciente estudio de~ijphart son .los sistemas electorales y sus consecuencias pol-

    tlC~S, y precisamente esos sistemas electorales, antes que lospaises como tales, constituyen los casos relevantes en la inves-tigacin. As, por ejemplo, aunque Francia es una de las 27d~mocracias incluidas por Lijphart en su investigacin, Fran-cia como tal no constituye una de las unidades de anlisis rele-vante~, ms bien, las seis frmulas electorales diferentes queFrancia ha adoptado desde 1945 constituyen seis de entre eltotal de los setenta casos que se analizan en el estudio (Lijphart,1944?). Esto est lejos de ser una estrategia nueva, y un enfo-q~,e similar se ha adoptado desde hace tiempo en la investiga-CIOnde coaliciones comparada, por ejemplo. No obstante cadav ' .,.'~~ mas resulta una estrategia comun, y sugiere una disposi-cion mucho mayor para experimentar con unidades alternati-46 9

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    13/20

    vas de anlisis y con ello estar preparados para las variacionestransnacionales (Bartolini, 1993).El segundo problema implicado en este caso quiz sea msagudo, y afecta a la fiabilidad de varias medidas e indicado-res que se usan en orden a traducir las experiencias naciona-les en categoras operativas comparables, un problema que seha vuelto ms acusado segn los acadmicos han tratado deconstruir en sus anlisis medidas de variacin en cuanto a ins-tituciones polticas y estructuras polticas. Las explicacionessociales y econmicas siempre han demostrado resultar rela-tivamente fciles de operacionalizar, y en este sentido el atrac-tivo de la objetividad en la sociologa de la poltica (Sar-tori, 1969) siempre ha resultado fcil de apreciar, y no menosa causa de la aparente fiabilidad de fuentes de datos como elBanco Mundial, la OCDE, la Unin Europea e incluso lainvestigacin de encuestas. Una vez que las institucionescomenzaron a ser medidas y comparadas, sin embargo, la fia-bilidad parece flaquear, mientras que a la vez los datosduros -en el sentido de datos que significan los mismo encada contexto- demostraban no estar disponibles a menudo.El resultado es una bsqueda sin fin de indicadores apro-piados, e incluso en el lmite, la aparente fetichizacin de talesindicadores. Un til ejemplo de semejante enfoque fue eldebate Lange-Garret-Jackman-Hicks-Paterson que tuvo lugaren las pginas del Journal o f Politics a finales de los ochen-ta respecto de la relacin entre la fortaleza de la izquierda,medida por variables de partido, y organizativas (por ejem-plo, sindicatos), y el crecimiento econmico, y que fue cita-do subsecuentemente, en una revisin d e los progresos recien-tes en el mtodo comparativo (Collier, 1991, p. 22), como unejemplar esfuerzo metodolgicamente sofisticado de diversosacadmicos para solventar un problema importante dentro delesquema de trabajo del anlisis cuantitativo de N reducidas.Ciertamente, el debate represent una contribucin impor-tante y muy valiosa a la investigacin en poltica comparada,y tambin estaba efectivamente marcado por una acusa~asofisticacin estadstica y metodolgica, con mucho del trajnentre los autores girando precisamente en torno a las dife-

    470

    rentes aproximaciones metodolgicas. Sin embargo, era tam-bin llamativo apreciar cmo la cuestin inicial sobre si elcrecimiento econmico puede estar asociado con la fortalezade la izquierda, se transformaba realmente en un problema detcnica estadstica y seleccin de caso, y cmo el problemams fundamental de cmo medir y operacionalizar la forta-le~ade l a i zquierda se ignoraba en esencia. En otras palabras,mientras se debata sobre la metodologa, se daban porsupuestos los indicadores en s mismos. Y cuando se vuelvehasta aquel debate, y se busca precisamente cmo se deriva-ron esos indicadores cruciales, se le remite a un artculo deprincipios de los ochenta en el que la izquierda es defi-nida de una manera amplia para incluir comunistas, socia-listas, socialdemcratas y partidos laboristas, as como diver-sos partidos pequeos que estn a la izquierda del centro enel continuum ideolgico downsoniano, y la fortaleza de laizquierda en el gobierno viene indicada por la medida en queesos partidos controlan el gobierno, en cuanto lo indica sucontrol de las carteras del gabinete, as como la fuerza delos gobiernos de partidos de izquierda en el parlamento(Cameron, 1984, p. 159), mientras que los niveles de afilia-cin a los sindicatos y la unidad organizativa de los obrerosse basan en datos recogidos en el Europa Yearbook (Carne-ron, 1984, p. 165).Ahora, mi argumento no es que estos indicadores sean in-tiles; nada ms lejos -pueden resultar bastante slidos, y cier-tamente puede que haya sido lo mejor que poda encontrar-se en el momento del original estudio de Carneron-. Lo quedebe recalcarse, sin embargo, es que simplemente son indi-~adores, no son, ni puede esperarse que lo sean nunca, la rea-lidad. Y, por tanto, si ha de plantearse un largo debate en unarevista reputada al respecto de la muy importante cuestinsustantiva de si la fortaleza de la izquierda puede asociarsecon el crecimiento econmico, seguramente una de las pri-meras cuestiones que viene a la mente no debera versar sobret~cnicas estadsticas, sino ms bien sobre la precisin y fa-bilIdad de los indicadores en s mismos. Pues si los indica-dores no ofrecen la mejor indicacin de lo que se supone es

    471

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    14/20

    la realidad subyacente, entonces ninguna cantidad de inge-niera estadstica tendr como resultado la acumulacin deconocimiento. Resulta alguna nocin de la izquierda delcentro dowsoniana la lnea divisoria ms apropiada para defi-nir izquierda y derecha, o debiera probarse alguna otra medi-da? El control sobre las carteras es, per se, el mejor indica-dor de la influencia gubernamental, o no debieran tenerse encuenta precisamente qu carteras se ven implicadas? Puedeel nivel de afiliacin en los sindicatos izquierdistas ofreceruna medida ms apropiada de la fortaleza de la izquierda quela afiliacin a los sindicatos per se, y contina siendo el Euro-pa Yearbook la mejor fuente de datos potentes, fiables y trans-nacionales para esta variable crucial? Al final, desde luego,estos indicadores pueden demostrar haber sido entonces losmejores a disposicin de los contribuyentes para este com-plejo debate; lo que resulta simplemente sorprendente es quenadie pensase en comprobarlo.Existen, desde luego, otros numerosos ejemplos que podrancitarse, en los que indicadores potencialmente falibles o arbi-trarios han obtenido un status casi bblico. Los datos de Cas-tles y Mair (1984) sobre el emplazamiento izquierda-derechade los partidos en un buen nmero de democracias occiden-tales, por ejemplo, son vistos de manera general como bas-tante autorizados, y continan siendo empleados frecuente-mente en estudios que sigan lneas similares al trabajo citadoanteriormente. Son datos probablemente autorizados, perotambin es posible que no, y el cuadro que trazan, basadosobre un nmero relativamente reducido de opiniones exper-tas en una muestra relmpago, acaso no debera obtener lasignificacin y peso que normalmente recibe, y ciertamenteno debiera asumirse automticamente que posean una validezque se extienda mucho antes, y mucho despus, de su apli-cacin real. Lo mismo podra decirse tambin de los diver-sos indicadores inicialmente desarrollados por Arend Lijphart(1984) como medios para elaborar su influyente distincinentre democracias mayoritarias y de consenso, y que han sid.oincorporados subsiguientemente en una variedad de anlisIsdiferentes; aunque estos indicadores en concreto bien pueden

    472

    ofrec~r uno de los mejores medios para poder distinguir estosdos tIpOS de democracia, no son necesariamente la nicaopci~, y. toda aplicacin de los indicadores de Lijphartdebena CIertamente tener en cuenta el perodo de tiempoespecfico (1945-1980) al cual se aplican, en cuanto que unintervalo de tiempo diferente puede conducir a una muy dife-rente categorizacin de los casos (vase, por ejemplo, Mair,1994). El clsico moderno de Robert Putnam (1993) sobrela democracia italiana ha llegado ciertamente muy lejos tan-to en sus argumentos como en sus implicaciones, y ha sidograndemente alabado por su capacidad para ligar pautas enla cultura poltica contempornea a sus fundamentos moder-nos ~niciales; pero incluso en este caso, a pesar de la ampli-tud intelectua] del estudio, la medida clave del rendimientoinstitucio.nal de la que depende el anlisis se basa en apenasun reducido nmero de indicadores, algunos de los cualesderivan de observaciones que se tomaron en el curso de unsolo ao de calendario (Morlino, 1995).El problema real aqu, por lo tanto, como lo es a menudoel caso en la investigacin poltica comparada ms en gene-ral, es asumir que el anlisis de la relacin entre las variablesresulta ms importante que la calidad y la fiabilidad de lasvariables en s mismas, un problema que se ha vuelto msagudo segn se ha ido otorgando mayor prioridad a variosfa~tores institucionales y polticos, y a sus indicadores ope-rativos. Supone tambin un problema severo que, pese a lamejora ~vidente en la sofisticacin estadstica y metodolgi-ca de la investigacin poltica comparada en los ltimos aos,y pese a su evidente ambicin intelectual, los datos reales quese emplean continan bastante crudos (vase tambin Sch-midt, 1995). Y puesto que es precisamente esta ausencia dedatos comparables slidos lo que est promoviendo la feti-~hizacin virtual de cualesquiera indicadores disponibles,ll1dependientemente de su fiabilidad potencial, debe perma-necer como prioridad para la investigacin poltica compa-rada seguir el consejo dejado por Stein Rokkan en ocasionesdiferentes: continuar estimulando el acopio de datos sis-temticamente comparables que puedan realmente precisar473

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    15/20

    los nmeros (citado por Flora, 1986, pp. v-vi) sobre varia-ciones transnacionales.

    v. Conclusin: tendencias actuales YfuturasTodos los estudios en poltica comparada comparten almenos un atributo: una preocupacin con los pases, o unida-des macrosociales, como unidades de anlisis o, al menos,como unidades de observacin (Ragin, 1987; Kernan, 1993a).

    Al tiempo, los anlisis comparativos buscarn tambin con fre-cuencia llegar a proposiciones generalizables, las cuales, en suforma ms extrema, buscaran explicar los fenmenos cuandoocurran y cuando no. El resultado inevitable es la tensin entreun nfasis en los factores especficos de cada pas, por una par-te, y las relaciones universales, por la otra. Pero mientras laentonces nueva poltica comparada de los cincuenta Y los sesen-ta tenda a situar el nfasis en las relaciones universales, Y portanto las comparaciones globales, la tendencia en el seno dela investigacin comparada a lo largo de la dcada de los ochen-ta ha sido alejarse de la teora general, resaltando la relevan-cia del contexto.En parte, esta tendencia refleja la renovada influenc.ia de lainvestigacin histrica en las ciencias sociales, y espeClalmen-te el emerger de una sociologa histrica (Skocpol y Somers,1980; Abrams, 1982) que trata de comprender los fenmenosen el contexto ms amplio u holstico dentro del cual acon-tecen (vase tambin Thelen y Steinmo, 1992; Y la seccin T Isupra). Por otra parte, se contemplan teoras ms gene~ales parainvolucrar la des agregacin artificial de casos en cO~Juntos departes que puedan entonces ser comparadas transnaclOnalmen-te, y en las cuales se olvida la configuracin original del todoagregado (vase Ragin, 1987, pp. ix-x). Comprender el cuadroal completo como un todo y en profundidad se contempla porl . , 'generallo tanto como preferible, frente a una exp rcacion masde fragmentos de ese cuadro. En parte, sin embargo, esta vuel-. , la frus-ta al contexto es tambin el resultado de la extenuaclOn Ytracin. Cuando el universo de la poltica comparada se expan-

    474

    di ~ finales de los cincuenta y en los sesenta, y cuando msy.~as datos sobre m~ ~ ms pases llegaron a estar a disposi-cion .de los comparatrvistas, se desarroll una inevitable ten-~encI.a, a com~~rar t~~t~s casos como fuera posible, y la inves-tlgaclO.n tendi a dirigirse hacia la elaboracin de modelosdeductlv~s que pudieran testarse con una N tan grande como~era posible. Las explicaciones se desarrollaron as por mediobIen. de una expan~in de las series de datos, bien pormed~o de un re~na~ento de las variables explicatorias, bien atraves de es~ecIficaCl?neS ms claras de aquello que precisa-mente necesitaba explicarse. Buena parte del avance de la teorade coaliciones entre los sesenta y los ochenta, por ejemplo, pue-de contemplarse de esta manera, con un mbito siempre msextenso de pases que se incluyen como casos, con ms varia-ble~ que se inc?rp~ran a los modelos, como las polticas, la ideo-10gla~l~ expen~ncIa g.ubernamental, y as sucesivamente; y condefiniciones mas precisas de lo que en realidad conformaba unaco.alicin ganadora (vanse las revisiones en Browne y Fran-klin, 1986; Bu~ge y Laver, 1992). En una vena semejante,~ucho del trabajo que buscaba evaluar el impacto de la pol-tica sobre los resultados de las polticas pblicas (por ejem-plo, Castles, 1982) se desarroll por la va de tomar tantos casoscom? fuera posib~e y ensanchar as la capacidad explicativa atraves del ~~fin~ento constante de las medidas y definicionesde la poht~ca (incluyendo la ideologa de partido, las polti-cas de partido, las estructuras institucionales, las estructurasde representaci.n de inter~s~s, y as sucesivamente), por unlado, y la~ medidas y definiciones de resultados (niveles dega~to, es~llo de las polticas, sectores diferentes de polticas, yaSI sucesIv~e~te), por otro. En ambos campos de estudio, porlo tanto, el objetivo continuaba siendo explicar el fenmeno rele-vante de la ma~era ms general en que fuera posible, mientrasse b~scab~ ,meJorar la capacidad de explicar por medio de unamodificacin constante de los instrumentos de medicin.e Si~ embargo, ms recie~temente, esta estrategia parece habera~bIado, pues la capacidad para aumentar la cantidad deva~lanza explicada se ha, m~s o menos, agotado en s misma, yparece que mayores refinanuentos de los diversos modelos poco475

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    16/20

    pueden ofrecer en trminos de beneficios explicativos. Los te-ricos de coaliciones, por ejemplo, tienden ahora a poner muchoms nfasis sobre los modelos inductivos (por ejemplo, Pridham,1986), y estn mucho ms preocupados con la comprensin delcontexto nacional ms amplio dentro del cual se juega cada jue-go de coalicin, mientras que aquellos que estn tratando de expli-car los resultados de las polticas pblicas ahora tienden a recu-rrir mucho ms a los estudios holsticos, en detalle, y sensiblesal caso. Francis Castles, por ejemplo, que ha sido pionero de bue-na parte del mejor trabajo comparativo referido a esta ltima rea,ha ido recientemente de desarrollar amplios modelos deductivos,donde el contexto jugaba escaso o ningn papel (Castles, 1982),a estudios especficos ms culturales (Castles y Merrill, 1989;Castles, 1993), en los que se otorga un importante papel a tra-diciones distintas, pero largamente incuantificables (las nacio-nes de habla inglesa o las naciones escandinavas), as como aestudios ms especficos de cada pas, en los que el contextonacional parece clave (Castles, 1989). El resultado ha sido ale-jarse rpidamente de los modelos ms generalizados, y un nfa-sis renovado sobre la comprensin ms en detalle de los casosparticulares o los pases, donde, a menudo inductivamente, datosms cualitativos y contextualizados pueden ser evaluados, y don-de pueden tenerse en cuenta las circunstancias institucionalesespecficas o las culturas polticas particulares. Asistimos a unnuevo nfasis sobre estudios especficos ms culturales (por ejem-plo, las naciones de habla inglesa), y estudios especficos nacio-nales (por ejemplo, el Reino Unido en solitario), e incluso estu-dios especficos institucionales (por ejemplo, el Reino Unido bajoel gobierno Thatcher). De ah tambin el reciente y cada vez msextendido atractivo de las aproximaciones muy desagregadas quesurgen dentro del nuevo institucionalismo (por ejemplo, Tse-belis, 1990; Ostrom, 1991).Al mismo tiempo, sin embargo, resultara un gran errorleer estas recientes transformaciones como una simple vuel-ta al viejo nfasis en el estudio de pases individuales, queprecedi los esfuerzos del Comit de 1954 sobre poltica com-parada, en cuanto ah permanece uno de los mayores con-trastes entre el primer enfoque de pas en solitario y el pre-

    476

    sente redescubrimiento del contexto, un contraste que ahoraha comenzado a jugar un papel crucial en el desarrollo de laciencia poltica comparada como un todo. Mientras que el pri-mer foco sobre los estudios de pas en solitario se desarrollen un momento en que la propia ciencia poltica se hallaba enun estadio muy temprano de desarrollo, y en un momentoen que los centros de excelencia disciplinaria se concentra-ban en apenas un puado de departamentos en un reducidonmero de pases, el inters actual por el contexto ha erner-gido tras una expansin masiva de la disciplina en trminostanto de internacionalizacin como de profesionalizacin(Daalder, 1993). Anteriormente, por ejemplo, compilacionesde estudios nacionales, como aquellos representados por elvolumen pionero de oposiciones de Dahl (1966), eran bas-tante excepcionales, en cuanto slo raramente los acadmi-cos con conocimiento experto sobre pases o casos podanencontrarse y juntarse para discutir la aplicacin de hipte-sis similares a sus pases o casos. Hoy en da, sin embargo,esta clase de combinacin de recursos se ha convertido enun lugar bastante comn, y constituye la estrategia nucleardentro de muchos proyectos de investigacin transnacional(aunque usualmente regionalmente especfica) en una varie-dad de disciplinas diferentes. ste es particularmente el casoen el seno de la poltica comparada, donde el desarrollo demtodos de adiestramiento y paradigmas comunes, junto conla expansin de redes internacionales de acadmicos forma-lizadas (como el Consorcio Europeo para la InvestigacinPoltica, ECPR) han asegurado que los acadmicos de la cien-cia poltica, al menos en las diferentes regiones, hayan comen-zado ahora a hablar lo que es esencialmente el mismo len-guaje disciplinario. Como resultado, ahora es relativamentefcil, si el dinero lo permite, reunir a expertos nacionales yas acumular su conocimiento dentro de una comprensincomparativa amplia que al mismo tiempo es sensible a losmatices de los diferentes contextos (vase, por ejemplo, Prid-ham, 1986; Budge et al., 1987; Castles, 1989; Katz y Mair,1994; Laver y Shepsle, 1994). Y precisamente a causa deque esos expertos locales fueran puestos en contacto, y des-

    477

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    17/20

    pus agregados, como fue el caso, se est probando posible,por medio de la combinacin de aproximaciones en detalle yms generalizadas, construir anlisis comparativos plausibles,convincentes y aun suficientemente matizados. En otras pala-bras, como resultado de las redes internacionales y la cola-boracin transnacional que ha facilitado la profesionalizacinde la ciencia poltica como un todo, el anlisis de estudio decaso est siendo adaptado ahora a teoras y modelos genera-lizables, ofreciendo as un slido potencial para el vnculoentre estas dos aproximaciones tradicionalmente diferencia-das. sta es, pues, la etapa actual en que se halla la investi-gacin poltica comparada: la aproximacin de grupos de estu-dios ms sensibles al contexto y al caso que, a travs delesfuerzo en equipo, puedan avanzar genuinamente la com-prensin comparada y puedan contribuir genuinamente alavance de la poltica comparada". Una forma de comparacinque resulta mucho ms limitada en cuanto a su alcance queaquella contemplada por el Comit: aunque, quiz paradji-camente y por retornar a Eckstein (1963, p. 22), supone tam-

    15 Aunque, a la vez, esta estrategia tambin acarrea sus peligros. Msespecficamente, el efecto combinado de la intemacionalizacin y la profe-sionalizacin amenaza ahora con crear una profesin a dos bandas, en la queexistan los comparativistas genuinos por un lado, 'esto es, aquellos que ini-cian y disean tales proyectos transnacionales, y son los responsables de lainterpretacin acumulativa; y los expertos del pas, por otro, esto es, aque-llos que, una y otra vez, como participantes en estos proyectos, interpretana su propio pas o caso a la luz de los esquemas de trabajo establecidos porlos iniciadores del proyecto. Esta distincin no precisa ser dura o rpida, yaquellos cuyo trabajo consista en interpretar al pas X para el proyecto A pue-den desarrollar ms tarde sus propios proyectos y reclutar sus propios equi-pos de expertos. Aunque en la prctica mucho depende de la investigaciny las infraestructuras de adiestramiento dentro de los diferentes pases, aque-llos en cuyas profesiones de ciencia poltica nacional se d un gran nfasissobre la necesidad de investigacin transnacional, y aquellos que dispon-gan de fondos para esa investigacin, tendern a producir iniciadores de pro-yectos; mientras que aquellos en que el foco est ms orientado hacia lonacional tendern a producir expertos en el pas. 'o es por tanto accidentalque la poltica comparada, e incluso la poltica comparada europea, est aho-ra dominada de manera des proporcionada por los acadmicos norteameri-canos, beneficiarios principales de la orientacin transnacional de la Ame-rican National Science Foundation.

    478

    bin u n modo de comparacin que parece ajustarse mejor pararesolver problemas tericos de medio rango, incluso pesea que, como s e sugiri anteriormente, tales problemas se refie-ren ms probablemente a las consecuencias de la poltica antesque, como dijo Eckstein, a sus determinantes.BibliografaABRAMS, P, Historical Sociology, Ithaca, Cornell University Press,

    1982.ALMOND,G. A., Political Development, Boston, Little, Brown, 1970.- A Discipline Divided, Londres, Sage, 1990.- COLE, T. y MACRIDIS,R. c., A suggested research strategy inWestern European politics and government, American Political

    Science Review 49 (1955), pp. 1042-1049 (reed. en Eckstein yApter, 1963, pp. 52-57).Y COLEMAN,l. S. (eds.), The Politics of Developing Areas Prin-ceton, Princeton (N. L), University Press, 1960.

    - Y POWELL,G . B., Comparative Politics:A DevelopmentalApproach,Boston, Little, Brown, 1966.- Y VERBA, S., The Civic Culture, Boston, Little, Brown, 1965('1963).ARISTTELES,The Politics (trad. E. Barker), Oxford, Clarendon Press,

    1946, pp. 131-167.BARTOLINI,S., On time and comparative research, Journal of The-oretical Politics 5 (1993), pp. 131-167.

    - Y MAIR, P , ldentity Competition and Electoral Availability: TheStabitisation of European Electorates, 1885-1985, Cambridge,Cambridge University Press, 1990.BINDER,L., COLEMAN, r., LAPALOMBARA,J ., PYE, L., VERBA, S. yWElNER,M., Crises and Sequences in Political Development, Prin-ceton, Princeton University Press, 1971.

    BLO DEL,l., Government Ministers inthe Contemporary World,Lon-dres, Sage, 1985.- Comparative Government, Hemel Hempstead, Philip Allan, 1990.BOGAARDS,M., 25 Jaar Pacificatiedemokratie: een Evaluatie, tesisdoctoral, Department of Political Science, Leiden University, 1994.

    479

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    18/20

    BROWNE,E. C. y FRANKLIN,M. N., Editors' introduction: new direc-tions in coalition research, Legislative Studies Quarterly 11(1986), pp. 469-483. .BUDGE,1. y LAVER,M. J ., Coalition theory, govemment policy andparty policy, en Michael J . Laver e Ian Budge (eds.), PartyPoliey and Govemment Coalitions, Basingstoke, Macmillan,1992, pp. 1-14.ROBERTSON,D. y HEARL, D. (eds.), Ldeology, Strategy, and PartyChange, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.CAMERON,D. R., Social democracy, corporatism, labour quiescen-ce, and the representation of economic interests in advanced capi-talist society, en J. H. Goldthorpe (ed.), Order and Conflict inContemporary Capitalism, Oxford, Oxford University Press,1984, pp. 143-178.CASTLES, F. G. (ed.), The Impaet of Parties, Londres, Sage, 1982._ (ed.), The Comparative History of Public Policy, Oxford, PolityPress, 1989.On religion and public policy: does Catholicism make a diffe-rence?, European Iournal of Politieal Research 25 (1993),pp. 19-40.Y MAIR, P., Left-right political scales: some "expert" judgment s,European Journal of Political Researeh 12 (1984), pp. 73-88.Y MERRILL,v., Towards a general model of public policy out-comes, Journal of Theoretical Politics 1 (1989), pp. 177-212.CHILCOTE,R. H., Theories ofComparative Politics, Boulder (Colo.),Westview, 21994.COLEMAN,J . (ed.), Education and Political Developtnent. Princeton(N. J.), Princeton University Press, 1965.COLLIER,D., New pcrspectives on the comparative method, en Rus-tow y Ericksen, 1991, pp. 7-31. . .DAALDER,H., The development of the study of cornparative poli-tics, en Keman, 1993b, pp. 11-30.DAHL,R. A. (ed.), Politica/ Oppositions in Western Detnocracies, NewHaven (Conn.), Yale University Press, 1966. .DALTO" R. L, Comparative politics of the industrial democraCles:from the golden age to island hopping, en William J. Crotty (ed.),Politica/ Science, vol.ll, Evanston, Northwestem University Press.1991, pp. 15-43.DIAlV10D,L. Y PLATTNER,M. F. (eds.), The C?/oba/Resurgence ofD~~~~cracv Baltimore (Md.), Johns Hopkins University Press, 1 .. , .' . f csu-DI PALMA.G., To Craft Detnocracies, Berkeley, UJ1lVersIty ofornia Press, 1990.

    480

    EASTON, D., Political science, en D. L. Sills (ed.), InternationalEncyclopedia of the Social Sciences, vol. XII, Londres, Macmi-llan, 1968, pp. 282-298.ECKSTEI " H., A perspective on comparative politics, past and pre-sent, en Eckstein y Apter 1963, pp. 3-32.

    - Y APTER, D. E. (eds.), Comparative Politics: A Reader; NuevaYork, Free Press, 1963.EVANS, P. B. RUESCHEMEYER,D. y SKOCPOL,T (eds.), Bringing theState Back In, Nueva York, Cambridge University Press, 1985.FABBRINI, S., Return to the state: critiques, American PoliticalScience Review 82 (1988), pp. 891-899.FINER, S. E., Alrnond's concept of the political systern, Govern-ment and Opposition 5 (1970), pp. 3-21.FINIFrER, A. W. (ed.), Preface, Political Science: The State of theDiscipline 1/, Washington DC, American Poli tic al Science Asso-ciation, 1993, pp. vii-x.FLORA,P. (ed.), Preface, en Growtli to Limits: The Western Euro-pean Welfare States Since Wor/d War 1/, vol. 1, Berln, de Gruy-ter, 1986, pp. v-vii.HAGUE,R., HARROP,M. y BRESLIN,S., Comparative Government andPolitics, Basingstoke, Macmillan, 31992.HALL, P ., Governing the Economy: The Politics of State Interventionin Britain and France, Nueva York, Oxford University Press, 1986.KARL, T L., Dilemmas of democratization in Latin America enRustow y Ericksen, 1991, pp. 163-191. 'KATZ,R. S. y MAIR, P. (eds.), How Parties Organize, Londres, Sage,1994. '"

    KATZENSTEIN,P.,Small States in Wor/d Markets, lthaca (N. Y), Cor-nell University Press, 1984.KEMAN,H., Cornparative politics: a distinctive approach to politi-cal science?, en Keman, 1993b, pp. 31-57.- (ed.), Comparative Politics, Amsterdam, Free University Press, 1993b.LAPALOMBARA,J. (ed.), Bureaucracies and Politica/ Developtnent,Princeton (N. J.), Princeton University Press, 1963.- Y WEINER,M. (eds.), Po/itiea/ Parties and Politica/ Development,Princeton (N. 1.), Princeton University Press, 1966.LAVER,M. y SHEPSLE,K. A. (eds.), Cabinet Ministers and Parliamen-

    ta ry Government, Cambridge, Cambridge University Press, 1994.LUPHART,A., Typologies of democratic systems, Coinparative Poli-tical Studies 1 (1968), pp. 3-44 .- Cornparative politics and the comparative rnethod, AmericanPolitica/ Science Review 65 (1971), pp. 682-693.

    481

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    19/20

    _ Democracy in Plural Societies, New Haven (Conn.), Yale Uni-versity Press, 1977. . .Democracies New Haven (Conn.), Yale University Press, 1984._ Democraci:s: forms, performance, and constitutional enginee-rinz. European Ioumal of Political Researcn 25 (1994a), pp. 1-18.EI:c;oral Systems and Party Systems, Oxford, Oxford University Press, 1994b. . .LINZ, J. J. Y VALENZUELA,A. (eds.), The Failure of Presidenttal Demo-cracy, vol. 1 , Comparative Perspectives, Baltirnore (Md.), JohnsHopkins University Press, 1994. .LIPSET,S. M., Some social requisites of democracy: econorruc deve-lopment and politicallegitimacy, American Political ScienceReview 53 (1959), pp. 69-105._ Y ROKKAN, S. (eds.), Cleavage structures, party systems, andvoter alignments: an introduction, Party Systems and Voter Align-ments Nueva York, Free Press, 1967, pp 1-64.MACRIDlS',R. C. y BROWN,B. E. (eds.), Cornparative analysis: met-hod and concepts, en Comparative Politics, Chicago, DorseyPress, 61986, pp. 1-22.MAIR, P., The correlates of consensus democracy and the puzzle ofDutch politics, West European Politics 17 (1994), pp. 97.-123.Landenvergelijkend Onderzoek, en W. Hout y H. Pellikaan(eds.), Leren van Onderzoek: Het Onderzoeksproces en Metho-dologische Problemen. in de Sociale Wetenschappen, Amsterdam,Boom, 1995, pp. 213-238. .' .MARCH, J. G . Y OLSEN, J. P., The new institutionallsm: orgaruzatio-nal factors in politicallife, American Political Science Review 78(1984), pp. 734-749. .MITCHELL,T., :

  • 7/21/2019 1. Poltica Comparada una visin general - Mair

    20/20

    SCHMIITER,P. c., Comparative politics, en J. Krieger, The OxfordCompanion to Politics of the World, Nueva York, Oxford Uni-versity press, 1993, pp. 171-177.SHEPSLE,K. A. Y WEINGAST,B. R., The institutional foundations ofcornmittee power, American Political Science Review 81 (1987),pp. 85-104.SKOCPOL,T., States and Social Revolutions, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1979.Bringing the state back in: strategies of analysis in current re-search, en Evans et al., 1985, pp. 1-45.Y SOMERS,M., The use of comparative history in macro-socialinquiry, Comparative Studies in Society and History 22 (1980),pp. 174-197.SMELSER,N., Comparative Methods in the Social Sciences, Engle-wood Cliffs (N. 1.), Prentice-Hall, 1976.STRANGE,S., The defective state, Daedalus 124 (2) (1995), pp. 55-74.THELEN,K. Y STEINMO,S., Historical institutionalism in comparati-ve politics, en S. Steinmo, K. Thelen y F. Longstreth (eds.), Struc-turing Politics: Historical Institutionalism in Comparative Pers-pective, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 1-32.

    TSEBELLS, G., Nested Games, Berkeley, University of CaliforniaPress, 1990.VERBA,S., Comparative politics: where have we been, where are wegoing?, en H. J. Wiarda (ed.), New Directions in ComparativePolitics, Boulder (Colo.), Westview Press, 1985, pp. 26-38.WEAVER,R. K. Y ROCKMAN,B. A., Assessing the effects of institu-tions, en R. K. Weaver y B. A. Rockman (eds.), Do lnstitutionsMatter?, Washington DC, Brookings Institution, 1993, pp. 1-41.