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100 tails Akatamashi Von Alexander TOUSAN SHIMA GROUP VOL 1

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Primer tomo de la serie 100tails. Historias de un policía enfrentándose a un mundo sobrenatural.

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VOL 1

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INTRODUCCIÓN

100 tails es una recopilación y adaptación de las

historias de fantasmas que he escuchado a lo largo

de mi vida. Es un intento por recoger y crear un

registro del rico folclore mexicano. Todas las

historias forman parte de una serie y son

presentadas individualmente pero guardando una

relación entre ellas.

Espero que las disfruten.

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Les

agradezco a

todas las

personas que

me confiaron

sus historias.

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1. El cuarto

– ¿Puedes ayudarme?–

– ¿Quién eres?–

– ¡Ayúdame!

– ¿Cuál es tú nombre…?

– ¡Señor! ¡Su boleto señor!

– ¿…uh? ¿Fue un sueño?

– ¡Su boleto señor!

– ¡Ah sí! Un momento por favor. Aquí lo tengo.

–Muy bien señor. Muchas gracias. Pronto

llegaremos, por favor no olvide sus cosas.

–Sí, gracias.

Estaba cansado, sus ojos vidriosos por la falta de

sueño estaban enmarcados en el pálido tono

purpura de sus parpados, lo que le confería una

expresión de estar muerto en vida.

Su trabajo lo llevaba a recorrer el país, aunque en

realidad no le gustaba; no le quedaba de otra. Su

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padre había trabajado toda su vida para crear esa

compañía y ahora él estaba obligado a aprender

todo sobre las operaciones y funcionamiento para

poder hacerse cargo de ella en el futuro. Aunque el

habría dado cualquier cosa por seguir su sueño de

abrir una hostería con un restaurante bar cerca de

la playa, su falta de decisión lo volvía esclavo de los

deseos de su padre.

El día anterior había discutido fervientemente con

su padre por tener que ir a un pueblo en medio de

la nada a revisar la construcción de una nueva

planta de procesamiento.

Llevaba ya cerca de tres meses viajando y lo único

que quería era quedarse en casa a descansar.

Además, estaba en los últimos semestres de la su

carrera en la universidad y no había asistido ni un

solo día. Había llegado a un acuerdo con sus

profesores para solo tener que presentar los

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exámenes, lo que lo obligaba además de cumplir

con sus responsabilidades con el trabajo; tener que

estudiar por su cuenta en sus ratos libres.

Su vida se convirtió en un verdadero fastidio y ya no

veía la hora de tener un poco de tiempo para él y

pasarlo con sus amigos o una linda señorita, sin la

presión de tener que regresar al trabajo. Las curvas

suaves y delicadas de una mujer joven eran su

mayor debilidad, en todo pueblo que había visitado

tenia al menos un amor.

–Señor, ¿Me permite regalarle un volante? –

Una muchacha fuera de la terminal que estaba

repartiendo volantes publicitarios para una posada,

lo había sacado de sus sueños por un instante. Lo

reviso rápidamente en busca de algo con lo que

pudiera hacerle conversación pero cuando levanto

la vista ya no estaba por ningún lado.

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–¿Taxi, joven?–

Subió a ese viejo taxi de pintura raída y luego de

darle la dirección al pintoresco taxista, de espeso

bigote y vientre abultado; se quedó dormido.

Empezó a llover y las pesadas gotas de lluvia

golpeaban el parabrisas y capo, produciendo una

orquesta parecida a tambores africanos.

–Es raro que un hombre como usted venga por

aquí. Dígame ¿Qué lo trae a este lugar apartado del

mundo?

El conductor le inquirió con voz amena y sin darle

tiempo a contestar, comenzó a hablar de un

montón de cosas que le habían pasado en los

últimos días. No estaba de humor para andar

dándole explicaciones a un taxista pero la

conversación le pareció divertida y sin tener nada

más que hacer, al fin le respondió con voz cansada.

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–Estoy atrapado aquí porque mi padre es dueño de

mi vida y el hecho es que ser su esclavo no me

molesta suficiente como para comprarme una vida

propia. – El taxista lo miro a través del espejo

retrovisor con una expresión de incertidumbre.

–Si. Entiendo a lo que se refiere. Mi amada María es

un ángel de dios pero cuando estoy en casa siempre

me está buscando nuevas cosas que hacer:

¡Abraham! Arregla la puerta, ¡Abraham! Consigue

un empleo de verdad, ¡Abraham! Hazle el amor a la

vecina. Bueno, la verdad es que eso último lo

invente yo pero lo importante es que sé que mi

esposa me ama y su forma de demostrarme su

amor es mandarme a hacer cosas. Por esa razón,

creo que su padre lo ama y que el solo quiere lo

mejor para usted.–

Fueron las muecas y ademanes, junto con el

gracioso acento y forma despreocupada de hablar,

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más que el contenido de su discurso lo que lo hizo

reírse y aceptar que tenía razón.

Después de viajar durante horas por caminos sin

pavimentación que no aparecen en los mapas,

finalmente llego a una pequeña posada junto a un

lago.

–Aquí es joven. ¿Seguro que no quiere que lo lleve a

otro lugar?

–No, así estoy bien. Gracias por traerme. Mi gente

vendrá a buscarme si lo necesito.

–Como quiera. Solo tenga cuidado, dicen que cosas

extrañas suceden aquí.

El taxi se alejó a toda velocidad por el camino de

tierra y lo siguió con la vista hasta que las luces

rojas de las calaveras se perdieron entre los árboles.

La lluvia había cesado pero se sentía la humedad en

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el aire y una espesa neblina comenzó a cubrirlo

todo. Frente a la puerta principal un letrero de neón

anunciaba con brillantes letras rojas “Posada

Familiar El Lago”. Un olor a sal y a madera podrida

lo hizo dudar. Saco el volante que le había dado la

joven para comprobar que estaba en el lugar

correcto.

Entro en la recepción y le dio la bienvenida una

muchacha. Comparada con otras mujeres que había

conocido era más bien de aspecto normal pero su

sonrisa era sin lugar a dudas la más hermosa que

jamás hubiera visto. Su cuerpo era delgado y

pequeño pero aun así podía verse que estaba bien

formado y curtido por una vida de trabajo. Su

cabello castaño rubio enmarcaba una cara de rasgos

indígenas y su piel morena brillaba como si

estuviera pulida, aunque la razón pudiera ser que

hacía un calor infernal y estaba completamente

bañada en sudor, seguía siendo una vista muy

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provocadora. Estaba descalza y lo único que le

cubría escasamente el cuerpo era un vestido de

manta blanco con adornos de deshilado que le

dejaba descubiertos los hombros y los muslos.

Sintió su miembro crecer y ponerse duro dentro de

sus pantalones. Jamás le había sucedido pero su voz

empezó a temblar y su corazón a latir a toda

marcha.

–Te…tengo.. un vo..volante..– Le extendió el volante

y ella lo tomo arrancándoselo de los dedos.

–¿Quiere la promoción especial?– Su voz era aguda

pero encantadora y concordaba perfectamente con

la jovialidad y sexualidad que se le escapaba por

cada poro de su piel pero una mueca de desaire

apareció en su rostro mientras veía el volante.– No

sé si lo leyó pero para aplicarle la promoción se

tiene que quedar toda la semana y pagar por

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adelantado. Además, si intenta irse antes no habrá

ningún reembolso.

–Quiero la … sencilla…– No pudo decir más. Un

nudo se le formo en la garganta y se limitó a subir y

bajar la cabeza de arriba abajo.

La sonrisa de la muchacha volvió a su rostro y él

quedo prendido enseguida. No podía dejar de

mirarla a los ojos y poco a poco su confianza

regreso, entonces le hizo una broma para hacerla

reír. Ella le siguió el juego y se rio tapando su boca

con su mano, aunque seguramente solo sería la

cortesía de un vendedor cerrando un trato.

–Tome estos folletos, son de las actividades

recreativas que puede realizar en el lago. Y con esta

pulsera puede entrar al bar y al restaurante del

hotel. En el folleto vienen los horarios y lo que está

incluido en su paquete. Si desea cualquier otra cosa

hágamelo saber y le haré un pequeño descuento.

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–Suena divertido pero no creo que tenga tiempo. La

verdad es que estoy aquí por trabajo y solo vendré

por las noches a dormir y saldré muy temprano en

la mañana.

–Ya veo. De cualquier manera gracias por

hospedarse con nosotros y le recuerdo que puede

pedirme cualquier cosa que necesite. Su cuarto es

el 103, subiendo las escaleras, el tercero a mano

izquierda.

Le dio la llave de la habitación y él subió por las

escaleras para acomodarse. Era un cuarto normal

con vista al lago, de aspecto rustico y con adornos

playeros. Arrojo los volantes sobre la mesa que

estaba en la esquina y su pequeña maleta dentro

del closet. Siempre viajaba con esa maletita en la

que solo cabe un cambio de ropa, no entendía a

esas personas que necesitan meter su casa en una

maleta tan solo para ir al parque.

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Aunque la verdad era que los hoteles se habían

convertido en su hogar y siempre que llegaba a uno,

hacia él mismo ritual que realiza cualquier persona

que acaba de mudarse a su nueva casa. Una sonrisa

se le escapo después de dejarse caer de espaldas

sobre la cama y mirar la lámpara de abalorios de

vidrio que colaba del techo.–Aquí hace tanto calor

que hasta las lámparas se derriten– Se quedó

profundamente dormido.

– ¡Ayúdame!– El sonido agudo y nítido de la voz de

una mujer pidiendo auxilio rezumbando en su

cabeza le sacudió cada hueso de su cuerpo y le

paralizo el corazón por un momento.

Se dio una ducha con agua fría y salió desnudo

frotándose el cabello con una toalla que luego dejo

sobre sus hombros. Miro los folletos de información

y después de vestirse de nuevo con la misma ropa

con la que llegó, bajo al lobby para “pedir

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información”. Había caído en un embrujo de amor y

sólo quería verla. Llegó a la recepción pero el

pequeño mostrador estaba vacío y se tomó su

tiempo para revisar el lugar.

Es lo que primero que hacia al llegar a cualquier

lugar pero esta vez su atención había sido usurpada

por un ángel. Era un recibidor bastante sencillo pero

acogedor, todo estaba construido con madera

tallada y cubierto con alfombras y cortinas rojas.

Una pequeña lámpara con una pantalla verde de

plástico, un timbre de mostrador, un banco de

madera extremadamente alto y no había más.

– ¿Necesita algo?– Detrás de él estaba de pie

cargando una canasta llena con ropa y la misma

sonrisa que le devolvería la vida a un muerto.

–Sólo quería pasar la noche con usted ¡Digo! Me

gustaría ayudart… –Un beso suave y húmedo le

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sello los labios sin permitirle seguir hablando y lo

dejo petrificado.

–Ahora vuelvo. Por cierto, Me llamo María.

Platicaron durante horas como si se conocieran

desde siempre, entonces él le pregunto si quería

dar un paseo con el alrededor del lago y ella dijo

que sí. La noche era terriblemente obscura a pesar

de que había luna llena pero no hacia frio ni viento.

El camino que corría desde la parte trasera de la

posada hasta el lago, estaba iluminado por el brillo

naranja de antorchas y flanqueado a ambos lados

por camastros blancos de madera. La muchacha

tomo una antorcha y corrió en el lago hasta que el

agua le cubrió la mitad de los muslos – ¡Ven!– Le

hizo señas con la mano que tenía libre y el la siguió.

El agua estaba tan fría que sintió que la sangre en

las venas se le congelaba y un horrible dolor lo

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paralizo de pies a cabeza– ¿Cómo puede estar ahí

dentro como si nada?– Finalmente su ego de

hombre lo obligo a seguirla. Ella iluminaba el agua y

en el fondo del lago, nadando entre la arena y sus

piernas; las escamas multicolores de un abundante

cortejo de peces danzaban alegremente.

En ese lugar muchos vivían de la pesca y otros

tantos a atender a los despistados turistas que

ocasionalmente terminaban varados en aquel

pequeño lugar. Un muelle de viejos maderos y vigas

ennegrecidas se abría paso sobre el agua del lago,

que en aquella obscuridad parecía estar compuesta

por sombras.

A ambos lados del muelle y por la costa se enfilaba

una línea danzante de botes blancos de madera con

gruesas líneas multicolores que parecían aplaudir y

gruñir con sarcasmo al chocar unas con otras, en un

incesante canto monótono y repetitivo. El olor a

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pescado podrido penetraba en la nariz y el aire

estaba enrarecido.

Ella nado hasta el final del muelle y después de

amarrar la antorcha subió por las cuerdas que

colgaban. Le hizo señas para que hiciera lo mismo

pero prefirió regresar a la orilla y hacer el camino a

pie, se sentó junto a ella en la orilla y la abrazo por

encima de los hombros pero la sintió como una

estatua.

– ¿Estas enojada?– Permaneció un momento rígida

como una estatua de mármol y después hablo con

voz seca sin moverse un milímetro.

–No vas a quedarte.

–Claro que sí, no me puedo ir aunque quisiera. – Al

escucharlo decir aquellas palabras su cuerpo se

relajó y su sonrisa regreso más grande que antes.

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La luna se reflejaba en la superficie del agua,

partiéndose en mosaicos plateados que se

desdibujaban con las pequeñas olas que crispaban

la superficie del agua. Él comenzó a besarle los

hombros y ella le ofreció su cuello apoyando su

cabeza en su hombro. La temperatura de los

cuerpos comenzó a elevarse con el creciente deseo.

Entonces él la tomo de su barbilla y giro su cabeza

para besarla.

Sus labios cosquilleaban en sus bocas con cada

beso, entregándole extrañas y placenteras

sensaciones jamás sentidas. Sus manos comenzaron

a recorrerle el cuerpo bajo la ropa, deleitándose las

manos acariciándole los senos y los muslos. Su piel

reacciono al placer poniéndose chinita mientras se

acercaba lentamente para acariciarle su sexo. –

¡No! Aquí no. – Ella le sujeto las manos con las

suyas y le dio un par de palmaditas en los nudillos

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para indicarle que la soltara. Se puso de pie para

llevarlo de vuelta a la posada guiándolo de su mano.

De pronto él se detuvo y tiro de ella con fuerza para

acercarla a su cuerpo, en ese momento le dio un

par de nalgadas – ¡No hagas eso!– volteo a mirarlo

a los ojos con una mirada de rabia – ¿Qué no haga

que cosa?– y la volvió a nalguear dos veces. La

muchacha salto sobre él para devorarlo a besos y

sus cuerpos cayeron juntos sobre las duras tablas.

En un momento un sexo se perdía en el otro en un

vaivén de cuerpos obstinados en encontrarse sus

diferencias, no podía distinguirse donde terminaba

la mujer y comenzaba el hombre. Finalmente una

explosión de esperma termino con la batalla y un

todo quedo guardado en un par de sonrisas de

complicidad.

Entraron en la posada y en la recepción le dijo que

habían movido sus cosas a otra habitación porque

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era un huésped especial y querían darle el mejor

trato posible. Lo tomo de la mano y lo llevo hasta el

tercer piso.

Era el cuarto 301 y era una suite elegante,

seguramente él mejor cuarto de la posada. Tenía

una decoración bastante modernista y sobria que

no encajaba para nada con el resto del hotel.

Efectivamente, sus cosas estaban en el armario y

habían dejado en la mesa un par de pescados

asados, fruta y una botella de vino.

En cuanto terminaron de comer la levanto de las

piernas para arrojarla sobre la enorme cama que

estaba vestida con un cubre cama de satín color

negro y sabanas de seda color gris perlado. Se quitó

la ropa de pie junto a la cama mientras ella lo

miraba con las piernas recogidas en el aire, un dedo

entre sus dientes y una mirada picara en sus ojos.

La sujeto de los tobillos y la arrastro por la cama

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para sentarla en la orilla. Ella levanto los brazos y la

despojó del vestido de manta. Se quedó así un

momento, mirándola sin decir nada y ella se cubrió

la cara con las manos –No me mires– Se abrazaron

largamente y el beso su cuello, sus hombros, sus

labios, sus pechos, sus piernas, su espalda y cada

milímetro de su ser.

Sus cuerpos querían convertirse en uno sólo,

mientras él le acariciaba los senos y ella le

acariciaba la espalda, salvajes como animales;

dieron libremente salida a sus instintos más básicos.

La levanto con sus brazos para ponerla contra la

pared y ella lo abrazo con sus piernas. Luego la

recostó suavemente en la cama y doblo sus piernas

para dejarlo llegar a lo más profundo de su ser.

Mientras se acercaban al clímax, ella le arañaba la

espalda y gritaba con fuerza.

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Se quedaron dormidos, abrazados y completamente

agotados.

Cuando despertó, ella estaba sentada junto a la

mesa, mordiendo una fresa. El desayuno estaba

servido y ella lo esperaba con su hermosa sonrisa. –

¿Dormiste bien?– Él asintió con la cabeza y se

levantó para ir al baño, tomo una ducha y se vistió

con una camisa blanca y un pantalón de vestir

negro que guardaba en su maleta. Le dio un beso en

la frente y le dijo que tenía que ir a trabajar pero

volvería en la noche.

– ¡No te vayas! Prometiste que te quedarías. – Lo

agarro del cinturón para pegar su cara a su

entrepierna.

–No me iré, solamente voy a trabajar y regreso.

– ¡No! ¡Quédate! ¿Cuánto te pagan? Te pagare el

doble pero no te vayas.

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La aparto suavemente, le dio un beso en la frente y

tiernamente le limpio las lágrimas de sus ojos con

sus manos. –Tengo que ir. Regreso en la noche.

Ella enloqueció, le dijo que lo amaba, que nunca

más tendría que trabajar, que ella le daría todo lo

que quisiera y le suplico de mil maneras que no se

marchara. Pero él no la escucho, tenía que trabajar

y de cualquier manera regresaría en la noche,

pensó. Cerró la puerta del cuarto tras él y sintió

como le arrojaba cosas a la puerta tras él.

Salió a al camino y le pidió a un hombre que paso

que lo llevara al otro pueblo.

Llego a la planta procesadora para hacer la revisión

y se quedó todo el día trabajando. Al salir, sus

compañeros le dijeron que los acompañara a la

posada pero él les dijo que se había quedado en la

posada del lago. Todo el mundo lo miro extrañado

pero lo dejaron ir.

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Al llegar al lago, no encontró la posada por ninguna

parte. Le dio una vuelta completa al lago pero no

había nada. Al llegar al muelle encontró decenas de

lanchas volcadas sobre la orilla que parecía hace

muchos años estaban abandonadas, la madera del

muelle estaba completamente podrida y había

colapsado en varios segmentos. Era ya imposible

caminar sobre él, cayo de rodillas sobre la arena y

se puso a llorar.

En algún lugar, Salvador; el comandante del policía

se dedica a planear lo que hará una vez que se

retire. Muchas cosas que siempre ha querido hacer

pero que nunca ha tenido tiempo para realizarlas se

agolpan en su cabeza, como los reos de una prisión

que repentinamente han quedado libres.

–Supongo que aún no estoy listo para jubilarme–

Habla en voz alta para sí mismo, con una voz que no

llega a ninguna parte.

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Es su último año y sólo piensa en el pasado. No es

que haya tenido mucho trabajo, es un pueblo

pequeño y nada ocurría realmente pero él es un

gran policía y tiene muchísimos recuerdos.

Su teléfono suena y se tarda un par de timbrazos en

contestar –Buenas noches, está hablando con la

policía ¿Tiene algún problema?– No hay respuesta

del otro lado de la línea, tiene la sensación de que

hay alguien ahí y vuelve a insistir con más fuerza

– ¡Bueno!– Por fin suena una voz temblorosa y

cansada –Por favor, dígale a mi padre que no me

queme tengo mucho calor.

No hubo más respuesta y Salvador colgó con un

poco de ira la bocina del teléfono pensando que era

la broma de un niño. En seguida, su asistente entro

con la cara pálida y abriendo las hojas de la puerta

de par en par, con ambos brazos como si quisiera

apartar el mundo a un lado.

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Llegaron al lago en la patrulla, dejando que las

luces rojas y azules partieran las sombras de la

noche pero sin que la sirena emitiera su grito

ensordecedor.

Una imagen terrible tomo forma enseguida frente a

los incrédulos ojos de Salvador.

– ¿Un ahogado? Hacía mucho tiempo que no había

uno ¿Qué clase de inconsciente se mete a nadar en

un lago lleno de ácido?

–Al parecer venia de fuera.

Salvador se arrodillo junto al cuerpo para tratar de

encontrar algo que le dijera que había pasado. Su

carne casi se desprendía de los huesos, daba la

sensación de que alguien lo hubiera hervido por

mucho tiempo.

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– ¡Comandante Salvador! ya está aquí la ambulancia

y el perito. –

–Déjenlos pasar. Que cosa tan horrible. Pobre

hombre ¿Quién lo encontró?

–Un taxista, dice que recogió a la víctima en la

terminal y la trajo aquí anoche pero se quedó muy

preocupado, tanto que tuvo que volver hoy y así lo

encontró.

– ¿Ya lo identificaron?

–Revisamos los restos del antiguo hotel y

encontramos sus pertenencias en el antiguo cuarto

de la dueña. Esa también fue una gran desgracia. Le

prendió fuego a su hotel con ella dentro después

de que la nueva refinería tirara toda su porquería.

Todo un desperdicio, estaba tan bonita.

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–Deje de perder el tiempo y dígame quien es el

occiso.

–Se llamaba León Parachute. El hijo del dueño de la

nueva refinería, al parecer venía a supervisar la

ampliación de una nueva planta procesadora.

– ¡Ah que caray!

El sonido de un flash atrajo su atención. - ¿Un

fotógrafo? – Camino lentamente hasta tenerlo al

alcance y le arranco la cámara de las manos.

-¿No te había dicho que no quería verte de nuevo?

Márchate o me obligaras a arrestarte.

-Vamos jefe, ¡No sea así! ¿Dónde está la libertad de

expresión?

-¿Libertad de expresión? Yo no sé nada de eso. Sólo

sé que eres un cretino lucrando con la pena de la

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gente y no te lo voy a permitir. ¡Lárgate de una

buena vez!, antes de que te de una paliza mocoso.

Los ojos del joven fotógrafo se abrieron como

platos de porcelana mientras señalaba al lago con

su temblorosa mano.

-¡ES MARÍA!

-No digas tonterías muchacho ¿Cómo crees que voy

a creer… eso...?

No pudo concluir la frase y tuvo que llevarse sus

manos a su boca porque sentía que el alma se le

saldría en cualquier momento. Efectivamente, si sus

ojos no lo engañaban era María la que caminaba

sobre la superficie del agua, arrastrando de un

brazo el cuerpo sin vida del joven.

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Al llegar a cierta distancia dejo que el cuerpo se

hundiera y luego ella desapareció en el agua tras él,

no sin antes dedicarle una sonrisa a Salvador.

Hasta la próxima…

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Miércoles, 15 de abril de 2015.

México, Distrito Federal.

Primera edición.

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Gracias.