09 nuestra mision

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NUESTR A MISIÓN Lección 9

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NUESTRA

MISIÓNLección 9

“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio

a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”

Mateo 24:14

INTRODUCCION

I. Saber: Reconoce la Gran Comisión

II. Sentir: Acepta ser la luz del mundo

III. Hacer: Resuelve continuar la misión de Cristo

Al principio de su ministerio, JESÚS llamó a Pedro y a Andrés para que

fueran sus discípulos, lo cual significaba que debían traer a otras

personas a Jesús.

“Venid en pos de mí, y os haré

pescadores de hombres”, les dijo (Mateo 4:19). Más

tarde, eligió a doce discípulos “para que estuviesen con él, y

para enviarlos a predicar” (Marcos

3:14).

Cristo envió a los doce apóstoles y, más tarde, a setenta discípulos para evangelizar (Mateo 10:5-15, Lucas 10:1-12). Después de su resurrec-ción, Cristo apareció varias veces a sus discípulos (1 Corintios 15:3-8) y colocó en sus manos la responsabilidad de predicar el evangelio (Hechos 1:2, 3).

Vez tras vez les confió la comisión evangélica. Ninguno de los escritores de los evangelios registró todas las palabras que dijo Jesús. Más bien, cada uno anotó algunas frases de las instrucciones del Señor. Cada uno enfatizó un aspecto diferente de la Comisión Evangélica y, de ese modo, nos proveyeron información valiosa en cuanto a su propósito, su metodología y su alcance. Esta semana analizaremos la Comisión Evangélica tal como la presentó Jesús y la transmitieron los autores de los evangelios.

La misión de la iglesia en general, y de cada miembro en particular, es cumplir los cometidos para los cuales Jesús nos envió:

Ser la luz del mundo.

Ser testigos de Jesús.

Hacer discípulos.

Predicar el evangelio.

ENVIADOS POR JESÚS“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:21-22)Como Jesús fue enviado por el Padre para salvar

al mundo, Jesús envía a la iglesia al mundo para anunciar el mensaje de Salvación.Así, la misión de la iglesia se basa en la autoridad de Jesús.Para capacitar a los discípulos, Jesús “sopló” el Espíritu Santo sobre ellos.

Por la autoridad de Jesús, cada creyente es enviado para anunciar el Evangelio, y recibe el soplo del Espíritu Santo, que lo capacita para realizar la misión.

SER LA LUZ DEL MUNDO“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16)

¿Qué significa ser “luz del mundo”?

Jesús es la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre” (Juan 1:9)Nosotros reflejamos la luz recibida de Jesús. Este reflejo es visible a los hombres por nuestras “buenas obras”, que son el resultado de un carácter amoldado al carácter divino (Efesios 2:10).Cuando Jesús brilla a través de nosotros, esas obras llevarán a las personas a glorificar a Dios.

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre

ti” (Isaías 60:1)

Dada la estrecha conexión que hay entre la luz y Dios, la Escritura con frecuencia utiliza la luz para simbolizar la verdad, el conoci-miento y la piedad. Caminar en la luz significa tener un carácter como el de Dios (Efesios 5:8; 1 Juan 1:7). La luz re-presenta a Dios; la oscuridad, a Sata-nás. Esa es la razón por la cual es un grave pecado hacer “de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz” (Isaías 5:20).

Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, es “la luz de los hombres [...] aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre” (Juan 1:4, 9). Solamente él es la luz

que puede iluminar la oscuridad de un mundo envuelto en pecado. A través de él, podemos recibir

la “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios” (2 Cor. 4:6); es decir, su carácter.

Cuando aceptamos a Cristo como nuestro

Salvador, nos convertimos en “hijos

de la luz” (Juan 12:36;

1 Tesalonicenses 5:5)Pero, no tenemos luz en nosotros mismos. Al igual que la luna,

lo único que podemos hacer es reflejar la luz que

brilla sobre nosotros. Cuando permitimos que Jesús brille a

través de nosotros, no haremos buenas

obras para demostrar nuestra propia virtud, sino para llevar a las personas a glorificar

a Dios.

“Si Cristo mora en el corazón, es imposible ocultar la luz de su presencia. Si los que profesan ser seguido-

res de Cristo [...] no tienen luz para difundir, es prueba de que no tienen relación con la Fuente de

luz”

La luz en sí misma es, en realidad, invisible. Debe reflejarse sobre un objeto; de otra manera no la podemos ver. ¿Qué lección espiritual podemos extraer de esto sobre el modo en que nuestra luz, como creyentes, debe mostrarse?

¿No sería absurdo encender una lámpara solo para ponerla “debajo del almud, o debajo de la cama” (Marcos 4:21)? Entonces, ¿por qué a veces hacemos eso con la luz de Cristo? Un discípulo escondido no es más útil que una lámpara bajo una vasija en una noche oscura. Por lo tanto, “levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Isaías 60:1).

REFLEXIÓN

“Nuestra luz debe brillar en medio de las tinieblas morales. Muchos de los que están hoy en las tinieblas verán que hay una esperanza de salvación para ellos, cuando perciban un destello de la Luz del mundo. Tal vez vuestra luz sea pequeña; pero recordad que es Dios quien os la ha dado, y que él os tiene por responsables de hacerla brillar. Es posible que alguien encienda su antorcha en la vuestra, y que su luz sea el medio de sacar a otras personas de las tinieblas”

Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, tomo 9, p. 137

SER TESTIGOS DE JESÚS“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)

Según Lucas 24:46-48, ¿de qué somos testigos, y ante quién?

1. Somos testigos de la muerte y la resurrección de Jesús.

2. Damos testimonio del arrepentimiento y el perdón de los pecados.

3. Testificamos ante todas las naciones.

Nuestro testimonio se basa en nuestra propia experiencia con Jesús. Pero esto no tendría fuerza alguna sin el poder del Espíritu Santo.Él nos capacita para dar testimonio y transforma a aquellos que lo aceptan.

Entonces, Cristo comenzó a explicarles la misión que

les encomendaba, ayudándolos a captar

gradualmente la importancia de la

responsabilidad de ellos como testigos de la muer-

te, la resurrección y el poder de él para perdonar

pecados y transformar vidas (Lucas 24:46-48).

Los discípulos, con toda certeza, lo habían visto morir; pero, también, lo habían visto con vida

nuevamente. Por lo tanto, podían testificar de él, y

que él era el Salvador del mundo.

Un testigo es alguien que vio u oyó un incidente o

acontecimiento. Cualquier persona puede ser un testigo, siempre y cuando haya visto u oído

personalmente lo que ocurrió.

No existe tal cosa como un testigo de segunda mano.

Podemos testificar basados únicamente en nuestra

propia experiencia, no en la de otros.

Como pecadores rescatados, tenemos el

privilegio de contar a otros lo que Jesús ha hecho por

nosotros.

¿Cuál es la relación entre recibir al Espíritu Santo y testificar por Cristo? Luc. 24:48, 49; Hech. 1:8 (ver también Isa. 43:10, 12; 44:8).

El libro de Hechos muestra que el testimonio de los creyentes pudo tener poder de convencimiento solamente por la presencia del Espíritu Santo en sus corazones.

Después de recibir al Espíritu, “con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrec-ción del Señor Jesús” (Hech. 4:33).

Es decir, pudieron hablar, abierta-mente y con gran poder, sobre lo que ellos mismos habían visto y experimentado. En un sentido muy real, nuestro testimonio acerca de Cristo siempre debe incluir nuestra propia experiencia con él.

H A C E R D I S C Í P U L O S“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19-20)¿Qué tres

acciones están involucradas en la orden de Jesús de hacer discípulos?

Ir a diferentes lugares hasta

alcanzar a todo el mundo.

Enseñar todo lo que Jesús enseñó.

Bautizar a aquellos que

acepten a Jesús como su Salvador

y estén dispuestos a

observar todas las cosas que Él

mandó.

Para cumplir estos objetivos, Jesús pone a nuestra disposición todo su poder, y nos asegura su compañía permanente.

¿Cuál es el papel de ir, bautizar y enseñar, en relación con el cum-plimiento del mandato de hacer discípulos? Mateo 28:19, 20.

El mandato de Jesús indica tres actividades involucradas en hacer discípulos. No es necesario que las tres actividades se

den en un orden secuencial particular; más bien, se complementan entre sí.

Al ir a diferentes lugares hasta alcanzar a todo el mundo, deberíamos enseñar todo lo que Jesús enseñó, y bautizar a

aquellos que lo acepten como su Salvador y están dispuestos a observar todas las cosas que Jesús mandó.

La palabra todo caracteriza este texto. Dado que Jesús tiene “toda potestad”, debemos ir a “todas las naciones” y enseñarles a guardar “todas las cosas” relacionadas con el Evangelio, con la seguridad de que Cristo estará con nosotros “todos los días”, hasta el fin del mundo.

PREDICAR EL EVANGELIO“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15-16)

La labor primordial y la razón de ser de la iglesia es la predicación del Evangelio a todo el mundo.Cuando esta labor se concluya, vendrá el fin (Mateo 24:14)De este trabajo depende la salvación de las personas. Pero eso no significa que todo el que nos escuche sea salvo.Solo que el acepte a Jesús como su Salvador será salvo. Pero… ¿cómo le aceptará si nadie le presenta a Jesús?

“Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano” (Ezequiel 3:18)

“En el día final, cuando desaparezcan las riquezas del mundo, el que haya guardado tesoros en el cielo verá lo que su vida ganó. Si hemos prestado atención a las palabras de Cristo, al congregarnos alrededor del gran trono blanco veremos almas que se habrán salvado como consecuencia de nuestro ministerio; sabremos que uno salvó a otros, y éstos, a otros aún. Esta muchedumbre, traída al puerto de descanso como fruto de nuestros esfuerzos, depositará sus coronas a los pies de Jesús y lo alabará por los siglos interminables de la eternidad. ¡Con qué alegría verá el obrero de Cristo aquellos redimidos, participantes de la gloria del Redentor! ¡Cuán precioso será el cielo para quienes hayan trabajado fielmente por la salvación de las almas!” Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 78

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