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Sanín, Javier. Las fronteras: prueba de fuego para la ciudadanía. En publicación: Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la utopía. Hoyos Vásquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3. Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/08Sanin.pdf Red de Bibliotecas Virtuales de Ciencias Sociales de América Latina y el Caribe de la Red CLACSO http://www.clacso.org.ar/biblioteca [email protected]

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  • Sann, Javier. Las fronteras: prueba de fuego para la ciudadana. En publicacin: Filosofa y teoras polticas entre la crtica y la utopa. Hoyos Vsquez, Guillermo. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2007. ISBN: 978-987-1183-75-3.

    Disponible en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/hoyos/08Sanin.pdf

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    LA SITUACIN DE LAS FRONTERAS NACIONALES COLOMBIANASLas fronteras colombianas terrestres se extienden a lo largo de 6.342 km (Panam, Per, Venezuela, Ecuador y Brasil)1 sin contar las fronte-ras marinas, que suman 540.876 km2 en el Atlntico y 339.500 en el Pa-cfico (Panam, Costa Rica, Ecuador, Hait, Honduras, Jamaica, Nica-ragua, Repblica Dominicana, Venezuela e Islas Caimn). Para un pas inmerso en una guerra interna desde hace cuatro dcadas, el cuidado fsico de ellas constituye un enorme reto, especialmente por la tenden-cia en los ltimos aos a la extensin del conflicto hacia los pases ve-cinos. An ms complicado resulta lograr la presencia de las mltiples agencias estatales en los territorios fronterizos, de por s abandonados

    Javier Sann, SJ*

    Las fronteras: prueba de fuegopara la ciudadana

    * Licenciado en Filosofa y Teologa y Magster en Estudios Polticos por la Pontificia Universidad Javeriana. DEA en Estudios Polticos del Instituto de Estudios Polticos de Pars. Director de la Facultad de Ciencia Poltica y Relaciones Internacionales de la Uni-versidad Tecnolgica de Bolvar, Cartagena, Colombia.

    1 Segn : 2.219 km Venezuela, 1.645 Brasil, 1.626 Per, 586 Ecuador y 266 Panam. La costa del Caribe se extiende a lo largo de 1.600 km y la del Pacfico de 1.300.

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    ancestralmente y muchos de ellos situados en reas selvticas, de re-ciente colonizacin y sujetos a las medidas tomadas en las capitales de los pases implicados.

    Doce departamentos colombianos tienen parte en la demarca-cin fronteriza terrestre entre Colombia y sus vecinos, lo que constituye la tercera parte de la divisin territorial actual, cubriendo los departa-mentos de Guajira, Csar, norte de Santander, Arauca, Vichada, Guai-na, Vaups, Amazonas, Putumayo, Nario, Choc y Boyac. En el rea martima, los departamentos de San Andrs, Providencia y Santa Ca-talina se relacionan con mltiples fronteras. En estos departamentos, de 5,7 millones de habitantes, en promedio la mitad eran residentes permanentes en 67 municipios fronterizos y 11 corregimientos en el ao 2001 (Snchez Segura y Cancino Cadena, 2004: 92).

    Ni en la Constitucin, ni en los mltiples proyectos de ley sobre el territorio que se han presentado desde 1991 para implementarla, se procura favorecer las zonas de frontera de manera que se promueva un desarrollo comparable a cualquier otro departamento del pas.

    Los departamentos que comparten lneas fronterizas tienen un 23% menos de ingreso per cpita respecto al promedio nacional. En trminos del ndice de desarrollo humano, mientras el nacional es de 0,77, en las fronteras slo llega al 0,72. El ndice de pobreza humana, adems, corresponde al 14,74%, mientras el nacional es de 10,6 (Sn-chez Segura y Cancino Cadena, 2004)2.

    En estas regiones se concentran todos los escollos que han sido identificados en la agenda internacional: medio ambiente, guerra, dro-ga, gnero, demografa, etc. Ms an, por diferentes factores, como el subdesarrollo reinante en estas partes del territorio, las facilidades para introducir inductores y exportar los productos ilegales o las diferencias en el tratamiento del narcotrfico por los distintos estados, las zonas fronterizas se han convertido en los mayores sitios de concentracin de cultivos ilcitos y presencia de movimientos subversivos, paramilitares y delincuenciales ligados al narcotrfico.

    Resulta especialmente notoria la concentracin de las zonas de cultivos, procesamiento y exportacin en La Gabarra, Perij, Guajira, Llorente, Putumayo y Choc. En todas las zonas de frontera existe una enorme debilidad institucional, corrupcin rampante y autoridades de-pendientes de mltiples factores del conflicto interno.

    A nivel general del pas, se presenta una descoordinacin o des-fase entre la poltica de seguridad y la de desarrollo nacional, regional

    2 El citado artculo posee una excelente recopilacin de datos socioeconmicos y polticos de las zonas fronterizas colombianas.

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    y local, de tal manera que la poblacin percibe al Estado como un ele-mento militar pero no como factor de desarrollo y bienestar. Tanto en el nivel nacional como en las zonas fronterizas, resulta cada da ms visible el choque con las polticas de los vecinos y Estados Unidos res-pecto de cada pas y la Regin Andina, en temas como la lucha contra el narcotrfico, la fumigacin de cultivos de uso ilcito, la destruccin medioambiental, el contrabando de armas e inductores y la profusin de la delincuencia comn. Mientras tanto, la poltica europea ha venido decreciendo en conjunto en lo relacionado tanto con el pas como con la regin; y aunque permanece como el mayor inversionista y primer socio en cooperacin internacional, pocas de sus acciones en estos ru-bros alcanzan las profundidades de los territorios fronterizos3.

    Para complicar la situacin fronteriza, se suma el impacto de las polticas impuestas en las capitales nacionales sobre las fronteras y de las decisiones de gobernantes, empresarios y compaas nacionales o multi-nacionales en ambos lados de estas. No es un dato para descartar el hecho de que en las fronteras se encuentre parte importante de los pozos petro-leros; paralelos a las lneas fronterizas, corren los principales oleoductos para la exportacin del crudo. En el futuro, con los proyectos de integra-cin de infraestructura andina, el Plan Puebla-Panam y los desarrollos de la intercomunicacin fluvial y marina, las regiones fronterizas recibi-rn un impacto positivo o negativo, dependiendo del manejo de las inver-siones y decisiones de seguridad de las compaas y los gobernantes4.

    Las zonas de frontera se caracterizan por la debilidad de los fac-tores fundamentales de la democracia participativa y el Estado social de derecho. En ellas, tal vez con ms intensidad que en el resto del pas, no existe la hegemona de las armas, del tributo, de la justicia y la mo-neda que perfilan al Estado-nacin. Es palmaria la incapacidad de las autoridades nacionales y locales para imponer las polticas nacionales ante las de los vecinos. Adems, por avatares de la legislacin electoral, cuentan con una psima representacin: no resulta posible en trminos prcticos elegir siquiera un senador en los antiguos territorios naciona-les, y la bancada en la Cmara no slo depende de aleatorias condicio-nes polticas para su eleccin, sino que no alcanza a pesar lo suficiente como para favorecer legislativamente a sus regiones de origen.

    ltimamente, en las regiones fronterizas se presenta una concen-tracin de operaciones militares contra droga, narcotrfico, paramilita-

    3 Para todo lo relacionado con la poltica exterior de Colombia y la Unin Europea, resul-tan especialmente tiles los policy papers del proyecto FESCOL sobre insercin internacio-nal de Colombia, que pueden consultarse en .

    4 Para todo lo relacionado con la infraestructura andina en el proyecto IIRSA-CAF, ver . Para el Plan Puebla-Panam, .

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    rismo y subversin. La teora estratgica del yunque y el martillo, donde el ejrcito de Colombia hace de yunque, empujando a los alzados en armas hacia las fronteras para que sean recibidos por el martillo de los pases vecinos, no parece estar funcionando, pese al hermetismo de las operaciones del Plan Patriota.

    A nivel mundial, se percibe un choque entre construccin del Es-tado-nacin y construccin de la globalizacin. En estados que no al-canzaron a cristalizar el Estado nacional y permanecen en la primera modernidad, como los de la Regin Andina, se traslapan las corrientes de la globalizacin o segunda modernidad, en el lenguaje de Ulrich Beck o Zygmunt Bauman. El ensayo del gobierno de Uribe es de re-fundacin del Estado-nacin y no de insercin en la globalizacin; se mueve hacia la consecucin de los objetivos del Estado-nacin y choca con los de la globalizacin.

    El ideal modernizador del Estado-nacin es la prelacin del libe-ralismo en economa, de la democracia en poltica y de la modernidad en la cultura; y para ello se necesita que el Estado tenga la hegemona de las armas, del tributo, de la justicia, de la laicidad y la cultura. En medio de este cruce de tendencias, los ciudadanos no saben si deben serlo de un solo pas construyndose como Estado-nacin, de un con-junto de estados transfronterizos en proceso de integracin o como parte de los flujos globalizadores.

    Las fronteras se han convertido en los nudos gordianos del con-trabando de armas: un kilo de pasta basta para la compra de un AK-47. Segn la Rand Corporation, por el Golfo de Venezuela se han identifica-do 21 rutas de contrabando de armas; por Ecuador, 26; por Panam, 37; y por Brasil, 14 ().

    El estatus de refugiado es muy difcil de obtener para las perso-nas que cruzan las fronteras. Se sabe que los migrantes son ms que los refugiados documentados, pero tampoco existen cifras precisas sobre ellos. Slo la enorme complicacin que representa la exigencia del pasado judicial para los colombianos que pretenden establecerse en Ecuador est bloqueando la legalizacin en ese pas, por la dificultad de obtenerlo en Colombia, y la visa para ingresar a Venezuela sigue siendo inalcanzable para la mayora de los emigrantes.

    El ataque depredador a las riquezas se concentra tambin en las fronteras, no slo por la catstrofe ecolgica producida por los cultivos de uso ilcitos, sino por los derrames de petrleo: desde 2000, ha habido 700 atentados dinamiteros a los oleoductos (183 de los cuales fueron contra el Transandino, entre 2003 y 2004).

    La subversin y la delincuencia tienen sentados sus reales en las zonas fronterizas. Arauca, por ejemplo, fue el departamento con ms altas tasas de homicidio, masacres y ataques terroristas en 2003, sin

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    contar con el robo descarado de los dineros percibidos por regalas, las comisiones fraudulentas y la corrupcin poltica rampante.

    EL CONTEXTO INTERNACIONALMientras el mundo avanza en la direccin de la globalizacin, Colom-bia navega en la incertidumbre. Por una parte, el proyecto guberna-mental se mueve en la concepcin del Estado-nacin y su fortaleci-miento y, por otra, pretende insertarse en la globalizacin con medidas macroeconmicas, el fomento de la competitividad y la negociacin en diferentes escenarios.

    En los pases desarrollados, el desmonte paulatino del Estado-na-cin ha ido acompaado de la multilateralidad e insercin en el merca-do global, a travs de pactos regionales que favorecieran una integracin escalonada ms amplia. Ha sido el camino de la Unin Europea (UE) y la ASEAN. La ruta norteamericana se ha inclinado por la construccin de un imperio, el unilateralismo, la doctrina de seguridad preventiva y los tratados bilaterales o de conjuntos de pases de libre comercio, ex-clusivamente. Colombia navega entre ambas aguas. Contina con la Co-munidad Andina de Naciones (CAN), pese a su debilitamiento actual; se inscribe en los pactos CAN-MERCOSUR; hace parte del naciente Grupo Sudamericano; est en la negociacin del rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA); y avanza en un tratado de libre comercio con EE.UU., acompaado de Ecuador y Per. Sin embargo, no realiza muchos es-fuerzos en la integracin andina, cuyo funcionamiento eficaz exige la UE para proponer un acuerdo de asociacin, por lo que la negociacin de este instrumento contina en vilo para la Regin Andina.

    Pareciera que en el futuro prximo, el pas continuar por la sen-da del alineamiento con EE.UU., tanto por la conveniencia de su seguri-dad nacional como por las posibilidades de aumentar su comercio con Norteamrica y constituirse en su aliado privilegiado en la regin. Ello no significara un desmonte del Estado-nacin sino su fortalecimiento, no el multilateralismo sino el unilateralismo, y no un nfasis en la glo-balizacin sino en el mercado regional y la entrada a EE.UU.

    El pragmatismo de la poltica exterior colombiana contrasta con la propuesta europea de Guadalajara, que se bas en un modelo de sociedad fundado en la equidad y la economa social de mercado y que pone unas condiciones polticas difciles para Colombia. En este sentido, la poltica europea es una poltica idealista; el realismo ofre-cido por EE.UU., en tanto, no implica cambios polticos fuertes, sino nicamente tratados comerciales mientras las polticas de seguridad y antidrogas continan por canales diferentes. Naturalmente, el realis-mo norteamericano exige un alineamiento a la economa neoliberal, tal como fue concebida en el Consenso de Washington, y un tratado de

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    libre comercio que incluya el ATPDEA y asegure otras adquisiciones a EE.UU. en propiedad intelectual, contratacin oficial, seguridad a las inversiones y biotecnologa.

    A mediano plazo, el enfoque de la seguridad seguir primando en las relaciones internacionales de Colombia tanto con EE.UU. como con sus vecinos. El principal obstculo reside en la incapacidad colombiana de pactar asuntos de seguridad colectiva regional independientemente de EE.UU. que actan al respecto dentro del marco de la Iniciativa An-dina, lo que impide una fluida relacin con Venezuela, Ecuador y Per, pero la favorece con Panam y la hace dependiente del podero y la concepcin militar brasilea en la Amazona. Tambin en la seguridad, como en el comercio y la integracin, Colombia se mueve en diversos crculos que no alcanzan a coincidir ni a definir una poltica slida y coherente de posicionamiento en el mundo.

    La centralidad de la seguridad en la poltica exterior colombiana siembra la desconfianza en los pases vecinos, que no apoyan clara-mente la poltica de seguridad democrtica del presidente Uribe por miedo a la reaccin de la subversin y el narcotrfico, la dependencia de EE.UU., los conflictos fronterizos o la defensa de otras concepciones de la seguridad. La CAN se encuentra en crisis debido al esquema de sustitucin de importaciones y globalizacin, y la seguridad est ero-sionando las relaciones con los vecinos por el cambio del concepto en el pas del Norte y la resistencia regional a inscribirse en la percepcin estadounidense del terrorismo y la guerra preventiva seguida a pie jun-tillas por el gobierno colombiano.

    Las caractersticas de la poltica exterior determinan las acciones en las fronteras. Si lo que prima es una concepcin integracionista al estilo europeo, la multilateralidad y la insercin en el mercado global, las fronteras sern flexibles, porosas y dispuestas para el libre merca-do y la libre circulacin. Pero si el nfasis se pone en tratados de libre comercio bilaterales, se debilita la integracin, rige el unilateralismo y la seguridad es la preocupacin fundamental, las fronteras tendern a ser muros de contencin, elementos de construccin del Estado-na-cin, campos de batalla, concentraciones de pobreza y migracin ilegal, lneas de divisin de polticas excluyentes entre s segn los dictados de las capitales, sitios de contrabando.

    LAS EVOLUCIONES FRONTERIZASEn los ltimos aos, las fronteras de las Amricas han evolucionado dra-mticamente. En Amrica del Norte, a partir del NAFTA, se han flexibili-zado slo con el propsito de obtener el libre comercio, pues hasta ahora no se pretende que el modelo se aproxime al de la UE con acuerdos polticos de libre circulacin de personas, instituciones, parlamentos,

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    tribunales, equilibrio de regiones, etc. Centroamrica, con el tratado de libre comercio con EE.UU., sigue el mismo esquema, pero acompaado de un proceso de integracin regional que tambin flexibiliza sus fronte-ras internas, teniendo como horizonte el ALCA y el plan de desarrollo de infraestructura Puebla-Panam. En las dos regiones, las fronteras han recibido una descompresin, se han dinamizado, se han reducido las tensiones y se avanza hacia fronteras vivas e integradas.

    En el MERCOSUR tambin se ha presentado una mejora nota-ble, gracias a la reduccin de los antagonismos ancestrales, la integra-cin comercial y la voluntad poltica invertida en el proyecto. Pero an subsisten problemas perifricos como la Triple Frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina por la concentracin de contrabando, delincuencia y disparidades de legislaciones, y el diferendo irresoluto entre Chile y Bolivia por la aspiracin de salida al mar de Bolivia, que cabalga entre la CAN y el MERCOSUR.

    Con el impulso al Grupo Sudamericano y su pretensin de cubrir todo el subcontinente como contrapeso al mercado del Norte y Centro-amrica, uniendo a la CAN y al MERCOSUR y acercndolos a Europa, se han escenificado las diferencias que an subsisten y se profundizan entre los pases de la Regin Andina. En esta, cada pas aparece con un proyecto nacional propio, una poltica externa diferente y unas ne-cesidades internas polticas y econmicas especficas. Todos los pases muestran dificultades para ingresar a la globalizacin, inestabilidad po-ltica, crecimiento de la pobreza y desigualdad, movimientos sociales contestatarios y complejas relaciones con EE.UU., que tambin intenta tener un papel protagnico en la regin. Por ello, sus fronteras parecen todava caracterizadas por la construccin del Estado-nacin mucho ms que por la insercin en la globalizacin. An subsisten diferen-dos interestatales entre Colombia y Venezuela, Colombia y Nicaragua, y Venezuela y Guayana.

    Sobre las fronteras de Colombia, puede efectuarse el siguiente esquema.

    COLOMBIA-VENEZUELASe encuentran en confrontacin ascendente. La situacin de la exten-sa frontera colombo-venezolana sufre un escalonamiento del conflicto tradicional que se centraba en el Golfo de Coquivacoa, pero que ahora cubre toda la lnea fronteriza debido a la irrupcin de nuevos factores. Existe una amplia disparidad poltica entre los regmenes que suscita sospechas y resquemores tanto en el manejo de lo interno como de lo binacional, lo internacional en general y las relaciones con EE.UU. El choque se evidencia en las restricciones al comercio, el tratamiento al narcotrfico, las posiciones respecto de la subversin, el derramamien-

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    to del conflicto colombiano, la migracin, el armamento oficial, las in-cursiones de grupos colombianos armados, la introduccin de instruc-tores y armas, el precio de la gasolina y la cantidad de incidentes diarios a lo largo de la frontera.

    COLOMBIA-ECUADOR: EL REACOMODODurante dcadas, esta frontera tuvo un desarrollo sin altisonancias, natural y fluido, slo suspendido por las pugnas entre transportistas y pequeos incidentes. Pero el crecimiento de los cultivos de coca y la concentracin de grupos armados colombianos en la frontera, las explotaciones petroleras paralelas a la frontera, la migracin colom-biana hacia Ecuador, la introduccin de la criminalidad, el crecimiento del comercio de inductores y armas y la dolarizacin han calentado la frontera. Existe un acomodo notable por lo alto, a nivel de gobiernos en Bogot y Quito, pero subsisten mltiples problemas por lo bajo. Hay una fuerte movilizacin empresarial, comercial y poltica de colombia-nos hacia Ecuador, que ha incrementado la presencia colombiana pero no se ha visto compensada por la llegada de ecuatorianos a Colombia. Las exportaciones colombianas han aumentado considerablemente. No obstante, para muchos ecuatorianos, la imagen de los colombianos no es la mejor, entre otros aspectos, por la arremetida de la delincuencia por parte de colombianos en el vecino pas. La debilidad poltica del go-bierno ecuatoriano, la presencia estadounidense en la Base de Manta, el litigio por proteger a Ecuador de las fumigaciones de cultivos de coca y el comercio de inductores y armas han sido motivo de permanentes y fuentes querellas. En trminos generales, el reacomodo de las relacio-nes ha sido exitoso y no se debilitaron.

    COLOMBIA-PER: LA FRONTERA CONGELADA Siendo una frontera bastante inasequible, no parece tener hoy mayo-res problemas. Despus de los escndalos de venta de armas de Vla-dimiro Montesinos a las FARC, no se detectan motivos de diferencia en esta zona.

    COLOMBIA-BRASIL: HACIA LA COOPERACINEl inters de Brasil en la Amazona y la construccin del Grupo Sudame-ricano han lanzado la red poltica sobre esta frontera, al igual que la mi-litar y policial, por el aumento del paso de droga hacia los mercados bra-sileos. Tras aos de queja colombiana por la inactividad de Brasil en la frontera, se ha pasado a una accin preactiva de ambos pases, que busca implementar un fuerte control de la zona. La poca poblacin, el comercio rudimentario y las dificultades fsicas de la frontera cooperan para man-tenerla fuera de la expansin del conflicto colombiano. Pese al impulso

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    que busca Brasil en los intercambios comerciales, polticos y culturales, todava es mucho lo que falta de acercamiento por el lado colombiano, de confianza entre empresarios e inversionistas y de limar diferencias en la poltica exterior colombiana, demasiado cercana a EE.UU.

    COLOMBIA-PANAM: ALTA TENSINLas especiales condiciones de esta frontera hacen de ella el ms intenso desafo fronterizo: la situacin de enfrentamiento armado en el Choc y el Urab antioqueo; la salida de drogas ilcitas al mar Caribe y el Pac-fico; la introduccin de armas de Centroamrica y el mercado mundial; el desplazamiento de colombianos hacia Panam; la debilidad militar de este ltimo y el inters de EE.UU; la seguridad de la zona circun-dante al Canal; la destruccin ecolgica; el paso hacia Centroamrica y los mercados del Norte; y los planes de construccin de carreteras en el Tapn del Darin.

    Las implicaciones geoestratgicas, econmicas, polticas y hu-manas de la relacin con Panam no han sido suficientemente sopesa-das, ni tampoco fueron reducidos los conflictos en la zona, de modo que podran exacerbarse y afectar an ms a la poblacin residente en ella.

    Y LA CIUDADANASi en alguna parte hoy resulta difcil construir ciudadana, es en las regiones limtrofes. Ni siquiera se percibe claramente si es posible cons-truirla dentro de un Estado, entre dos estados, en integracin o en la globalizacin. En el primer caso, sera en el intento de refundacin del Estado-nacin del gobierno de Uribe; en el segundo, en un esquema como el que antecedi a la Comunidad Andina; en el tercero, en una Comunidad Andina actuante y eficaz; y en el cuarto, en el modelo de globalizacin. Pero todos estos planos se encuentran entremezclados, pugnando entre s como carros chocones en su pista, debilitando ms que levantando una ciudadana.

    La construccin de ciudadana requiere de la garanta de los de-rechos humanos y ciudadanos por parte del Estado democrtico. An tenemos muchas falencias en cuanto a la implantacin de la democra-cia real no slo de mecanismos formales, econmica y participativa, pese a las declaraciones y formulaciones constitucionales. La ausen-cia del Estado de Derecho en las fronteras resulta ms notoria que en el interior del pas. La presencia internacional en las fronteras es un factor clave que debe ser conducido por el Estado para conseguir equilibrio, desarrollo y bienestar, tanto en las relaciones binacionales como en las inversiones multinacionales y la resolucin de los conflic-tos de la agenda internacional. En estas zonas, es necesario fomentar una ciudadana que no slo contribuya al dominio del territorio sino a

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    su integracin al resto del pas, a su conservacin ecolgica y sosteni-bilidad. Es urgente promover una recuperacin civil del territorio, de tal manera que sea el Estado el que tenga la hegemona de las armas, del tributo, de la justicia y la cultura.

    Es perentorio apagar la caldera del diablo para no acabar de de-sintegrar la nacin y redimirla del desplazamiento, la transnacionaliza-cin salvaje, la catstrofe medioambiental, el narcotrfico, las armas, la prdida de las culturas ancestrales, la pobreza y la inequidad. Lograrlo sera construir la ciudadana.

    CONCLUSINDentro de la difcil situacin de Colombia nico pas que mantiene un conflicto armado en el hemisferio occidental, entremezclado con el poco envidiable rcord de ser el primer productor mundial de cocana, las zonas fronterizas llevan la peor parte. Se han convertido tanto en las regiones de mayor produccin del alcaloide como en las de mayor accin por parte de los grupos subversivos y paramilitares. La presencia estatal, entonces, adquiere primordialmente un carcter militar y de lucha contra el narcotrfico que degrada sus indicadores socioeconmi-cos, sociales y polticos. Simultneamente, en los pases vecinos se han implantado regmenes que no comparten varios aspectos de la poltica exterior colombiana y temen, por ende, el traspaso de los conflictos ar-mados internos colombianos o bien sufren las consecuencias; estas se deben, entre cuestiones otras, a la ampliacin del narcotrfico, los en-cuentros armados en las fronteras, la migracin obligada o voluntaria de colombianos, las disparidades monetarias y los mismos compromi-sos colombianos con la poltica estadounidense.

    La globalizacin sorprendi a los pases andinos sin concluir la etapa de construccin del Estado-nacin y, por tanto, son pases extre-madamente dbiles para iniciar su deconstruccin. El paso de un modelo de desarrollo de crecimiento hacia el interior a uno de libre competencia debilit el esquema de integracin de la CAN, que no sirvi como punta de lanza para buscar la insercin del grupo en la globalizacin, y oblig a los pases a buscar otros caminos y otras polticas exteriores. De nuevo, la internacionalizacin no ayud en el rescate de las zonas fronterizas, sino que exacerb los conflictos tradicionales y aadi los propios de la agenda internacional, la globalizacin y los cambios de alianzas.

    Este traumtico proceso redunda no slo en una escalada del conflicto militar, sino en una prdida de capital social y la imposibili-dad de proveer hacia un fortalecimiento de la ciudadana, base de un Estado democrtico.

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    BIBLIOGRAFA

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