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CRÓNICAS #1

La leyenda de los Toa

C.A. Hapka

®

Colección: Bionicle®

www.nowtilus.comwww.librosbionicle.com

Título: La leyenda de los ToaTítulo original: Tale of the ToaAutor: © C.A. HapkaTraducción: Diana Villanueva Romero para Grupo ROSCopyright de la presente edición © 2006 Ediciones Nowtilus, S.L.Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 MadridCopyright © 2006 by The LEGO Group. All rights reserved. Publishedby arrangement with Scholastic Inc., 557 Broadway, New York, NY 10012,USA. LEGO, the LEGO logo, BIONICLE®, (La leyenda de los Toa,Crónicas Bionicle) and the BIONICLE® logo are registered trademarksof The LEGO Group.

Editor: Santos RodríguezResponsable editorial: Teresa Escarpenter

Coordinación editorial: Alejandra Suárez Sánchez de LeónRealización de cubiertas: Jorge Morgado para Grupo ROSDiseño de interiores y maquetación: Grupo ROSProducción: Grupo ROS (www.rosmultimedia.com)

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra estáprotegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas,además de las correspondientes indemnizaciones por daños yperjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren ocomunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria,artística o científica, o su transformación, interpretación oejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicadaa través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

ISBN: 84-9763-258-3EAN: 97884-9763-258-4Depósito legal: M. -2006Fecha de edición: Febrero 2006

Printed in SpainImprime: Fareso S.A.

La leyenda de Mata Nui

En un tiempo anterior al tiempo, el GranEspíritu descendió del cielo, trayéndonos conél, a nosotros, los Matoran, hasta este paraíso.Nos encontrábamos desunidos y sin designio,así que el Gran Espíritu nos iluminó con lastres virtudes: Unidad, Deber y Destino. Noso-tros abrazamos estos dones y agradecidos di-mos a nuestra isla el nombre de Mata Nuipues así se llama el Gran Espíritu. Pero nues-tra felicidad no duraría pues el hermano deMata Nui, Makuta, sintió envidia de esos ho-nores y lo traicionó lanzando un conjuro so-bre Mata Nui que quedó sumido en un pro-fundo sueño. El poder de Makuta se adueñóde la tierra, los campos se hicieron yermos, laluz del sol se apagó y los antiguos valores fue-ron olvidados.

Sin embargo, atisbábamos un hilo de espe-ranza. Según las leyendas, seis héroes pode-rosos, los Toa, llegarían para liberar a Mata Nui.El tiempo revelaría que no se trataba de sim-ples mitos, ya que los Toa aparecerían en lasorillas de la isla. Llegaron faltos de recuerdos,

sin conocerse entre ellos, pero prometierondefender a Mata Nui y a su gente contra lassombras. Tahu, Toa del Fuego. Onua, Toa de laTierra. Gali, Toa del Agua. Lewa, Toa del Aire.Pohatu, Toa de la Piedra. Y Kopaka, Toa del Hie-lo. Grandes guerreros con un inmenso poderque emanaba de los elementos. Seis héroescon un único destino: derrotar a Makuta y sal-var a Mata Nui.

Esta es su historia.

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TAHU, TOA DE FUEGO

Una playa. Permanecía de pie sobre una amplia len-gua de arena que descendía suavemente hasta con-fundirse con el mar.

Al contemplar el océano, veía como las olasrompían sobre un arrecife de coral. Más allá no sedescubría más que agua extendiéndose infinita has-ta el horizonte.

¿Dónde estoy?, pensó; su mente era una marañade sueños y recuerdos. ¿QUIÉN soy?

…Tahu...La palabra —¿un nombre?— se dibujaba en su

mente. Parecía coincidir, tener sentido de algunaforma, pero poco más lo tenía.

Tahu sacudió la cabeza desesperado. ¿Por quéno podía acordarse de más cosas? ¿Cómo habíallegado a ese lugar y por qué?

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BIONICLE® CRÓNICAS

Dirigió la mirada hacia el reluciente bote que lehabía traído. Cerca de él, esparcidas sobre la arena,vio varias piezas de color rojo. Entre ellas había doshojas afiladas que semejaban llamas crepitantes.Ambas encajaban a la perfección en una espadacuya empuñadura se ajustaba con la mayor natura-lidad a la forma de su mano. Pero al blandirla leresultó incómoda y pesada.

Frunció el ceño.—Inútil pedazo de metal —masculló mientras

hundía la hoja en la arena.Entonces descubrió la máscara. Sus cuencas hue-

cas le miraban al tiempo que la luz del sol parecíaconcederle vida entre sus manos. Respirando pro-fundamente, Tahu se llevó la máscara a la cara.

Una descarga de un poder inmenso le recorrióel cuerpo. ¡Sí! ¡Esto estaba mejor!

Tahu agarró la espada de llamas y la levantó. Estavez, para su sorpresa, la hoja brillaba con un fuegoabrasador. Al blandirla se oyó un sonido sibilanteque dejó una estela de chispas que quedaron flo-tando en el aire.

—¡Sí! —profirió Tahu con cierta satisfacción—.Ya tenemos algo.

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La leyenda de los Toa

Pero, ¿era realmente cierto? Dejó caer la espadaa un lado, angustiado por la desesperación. ¿Porqué estaba allí? ¿Qué se esperaba de él?

—¿Por qué NO PUEDO RECORDAR? —bra-mó haciendo girar la espada sobre su cabeza.

Un haz de encendida energía salió despedidoatravesando el cielo como salido de las entrañas deun volcán. Una lluvia de brasas ardientes caía sobrela playa, pero Tahu no sentía su calor.

Poder…tengo este poder, se repitió admirado. Elpoder del fuego. Del calor y de las llamas. Pero, ¿dedónde procede? ¿Para qué sirve?

Más interrogantes y aún ni una sola respuesta.No saber qué ocurría le llenaba de frustración yde rabia. Le empujaba a plantarle cara con su espa-da a la tierra, al cielo, a la playa…, al mundo entero.Era tentador, muy tentador. Dejarse perder en elcaos, arremeter contra todo sin pensar en el pasa-do, el futuro, en nada en absoluto.

Tahu volvió a respirar hondo. No. No podía per-mitírselo. De alguna forma sabía que debía ser así,tal y como sabía su nombre.

Vale, está bien, se dijo. Las dudas desaparecerán. Almenos…eso espero.

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—Esta rama aguantará, espero —murmuró parasí la figura verde brillante, estirándose para alcan-zar una gruesa liana que colgaba delante de él. Echóun vistazo al cañón que se adivinaba bajo sus pies,sacudió la cabeza al tiempo que una mueca de es-panto se dibujaba en sus labios—. No lo piensesmás, simplemente ¡hazlo!

Tras lo cual saltó de la rama suspendida sobre elcañón. Se balanceó hasta la mitad y después se dejóllevar. El impulso le guió y saltó sobre el desfiladerodescribiendo un hermoso arco.

No dejaba de reír encantado mientras aterriza-ba limpiamente en un árbol cercano.

—Ha sido divertido —exclamó.Había dudado de poder dar semejante salto.

Pero ahora al menos sabía una cosa: ¡el aire erasu amigo!

LEWA, TOA DEL AIRE

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No es que supiera mucho más. Sabía que su nom-bre era Lewa o al menos eso creía. Le gustaba elnombre, sonaba fuerte y misterioso.

Lewa, rey del misterio y sabelonada, divagó son-riente. ¡Ese soy yo!

Se miró, miró sus fuertes miembros del colorde la selva. En una mano llevaba una hoja parecidaa un hacha, ideal para abrirse paso entre la tupidamaleza o el enmarañado follaje. Aunque no lo po-día ver, sabía que su máscara verde brillante adqui-ría una forma aerodinámica muy adecuada para irpor el aire.

Su sonrisa se desvaneció a medida que su men-te regresó a los sueños. ¿Eran simplemente eso?¿Sueños? Eso esperaba, porque habían sido tan os-curos y caóticos que daban miedo.

—No importa —dijo entre dientes—. Se acabópensar en negro. Toca encontrar respuestas.

Lewa había sentido el poder de atracción queejercía la exótica y perfumada selva sobre él. Aho-ra que estaba aquí se sentía como en casa.

Tras sobrepasar un gran grupo de árboles Volo,Lewa se posó de un salto sobre una fina rama. Elmovimiento hizo caer algo de un nido lleno de plumasy diminutos palitos que estaba situado algo más allá.

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La leyenda de los Toa

Emitió un alarido de desolación al darse cuentade que acababa de lanzar fuera de su nido a unacría de Taku. Sin pensárselo, estiró un brazo haciaarriba en la dirección del pollito que caía.

—¡Ahí va! —gritó.Por un momento pensó que la cría de pájaro

volaba. Pero la verdad era otra.No, no volaba, el viento se había hecho con él y

lo mantenía a flote.Después de saltar a una rama que estaba próxi-

ma, Lewa se estiró y tomó suavemente al pollitoentre sus manos. Lo colocó cuidadosamente devuelta en su nido.

—Vaya, ¿qué extraña suerte fue ésta? —murmu-ró—. O, o… ¿acaso no lo fue?

Llevado por un impulso repentino, extendió elbrazo hacia arriba. Una vez más, una rápida ráfagade viento ascendió empujando un remolino dehojas.

—¡Fui yo! —Lewa respiró admirado—. Lo hiceyo. ¡El viento me responde!

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ONUA, TOA DE LA TIERRA

Excavar, extraer, arañar, empujar. Excavar, extraer,arañar, empujar.

Aquel confortable ritmo hacía las delicias deOnua mientras abría un nuevo túnel. Se sentía felizde poder estar bajo tierra.

Pero a pesar de todo, todavía había algo que leturbaba. Excepto su nombre, no sabía quién era nidónde estaba. Y no podía evitar tener la sensaciónde que le faltaba algo, un trozo de sí mismo.

Aún así intentó dejar a un lado esta preocupa-ción. No tenía sentido gastar energías inquietándo-se por algo que escapaba a su control. Todo lo quepodía hacer era centrarse en lo que dependía deél, su excavación sin ir más lejos.

Onua hundió su enorme mano a través de unasección rocosa de la pared del túnel. Topó con aireen lugar de con tierra y roca. Interesante.

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Después de empujar un montón de piedras yarcilla, Onua se encontró en una gran caverna. Enel centro había una torre de roca acabada en unaplataforma consistente en una piedra lisa. Sobreella, resplandecía una piedra luminosa.

De manera que hay otros bajo tierra, caviló Onua.Quizá ellos puedan ofrecerme alguna respuesta.

Avistó un túnel en la pared del fondo de la ca-verna y lo siguió.

Tras doblar una esquina no pudo más que que-darse asombrado al ver una figura que le era fami-liar en el centro de un gran mural.

—¿Ese soy…yo? —susurró, acercándose paratocar la imagen. Retrataba un personaje de as-pecto poderoso con una máscara en forma decuña y unas grandes manos provistas de garras.La figura estaba de pie en medio de otras cincofiguras similares.

Cuando Onua tocó las líneas del relieve, sintióque el muro le devolvía una extraña vibración. Dan-do un paso adelante, apoyó su cabeza sobre él parapoder escuchar atentamente.

Zunka zunka zunka zunka zunka...Era un ritmo constante. Onua no tenía ni idea

de lo que significaba, pero decidió averiguarlo.

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La leyenda de los Toa

Después de mirar por última vez su retrato, sevolvió y continuó avanzando por el túnel sin qui-tar una mano de la pared para poder seguir lasvibraciones.

El son se hizo cada vez más fuerte y al doblar lasiguiente esquina del túnel, Onua encontró lo queestaba buscando. Otra caverna enorme iluminadapor más plataformas de piedras luminosas se abríadelante de él. Docenas de columnas de piedra seprolongaban hasta llegar al techo. Entre estas co-lumnas había sendas construidas a base de adoqui-nes colocados sobre el suelo de tierra. Bancos depiedra se repartían a ambos lados de los caminos yun arroyuelo de agua clara discurría atravesandola caverna.

Debe tratarse de una especie de parque, pensóOnua. Pero... ¿aquí abajo? ¿Por qué…y cómo?

Al adelantarse vio que el arroyito desembocabaen un estanque redondo y de aguas tranquilas di-bujado su contorno por algunos guijarros. En elcentro, unas piedras semipreciosas de un colormarrón rojizo repetían una palabra.

ONU-KOROOnu-Koro, ¿qué significaba? ¿Qué clase de co-

nexión tenía con su nombre?

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Antes de que tuviera tiempo de pensarlo, Onuadescubrió una figura diminuta que atravesaba pre-surosa el parque.

Onua dio un salto hacia delante.—¡Eh tú, él de ahí! —gritó—. ¡Hola!La figura se volvió a mirarle deteniéndose súbi-

tamente.—Oh, oh.Onua arrugó el ceño. Quizá este ser no hablaba

su misma lengua. Se aclaró la garganta.—Ho-la —dijo tan despacio y tan claro como

pudo—. Yo, Onua—. Puso una mano sobre su pe-cho y después apuntó hacia el otro—. ¿Quién-eres?¿Me-entiendes?

—¡Oh, sí! —respondió el pequeño personaje,doblándose hacia delante en una especie de reve-rencia acelerada—. ¡Oh, Toa Onua, os hemos espe-rado durante tanto tiempo! Venga, por favor. TuragaWhenua deseará verle cuanto antes.

Confuso, Onua le siguió.—Conoces mi nombre —dijo—. Pero yo no sé

el tuyo.—¡Oh! Disculpe mi falta de educación, Toa. Mi

nombre es Onepu. Soy un Matoran de la aldea deOnu-Koro.

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La leyenda de los Toa

Onepu le guió a través de una serie de túneles ycavernas. Pronto penetraron en otra gran cueva. Alo largo de cada muro se extendía una serie de habi-táculos excavados que llegaban casi hasta el techo.

—Toa por favor, espera aquí —dijo Onepu,señalando con un gesto un enorme banco de pie-dra situado cerca de una fuente—. Iré a buscar alos Turaga.

Onua asintió y el Matoran partió presto. Onuaaprovechó la oportunidad para mirar a su alre-dedor. En el centro de la cueva había una fuentellena de agua cristalina. Una escultura se erigíaen medio del estanque expulsando agua porvarios surtidores.

Onua pestañeó. ¿Se estaba volviendo loco o esaescultura se parecía extraordinariamente a él?

Todavía estaba observando la fuente cuando oyóalgo detrás de él. Al darse la vuelta vio una figuramuy parecida a Onepu, pero un poco más alta ycon una máscara diferente. Los ojos que se adivi-naban detrás de aquella máscara revelaban pacien-cia, prudencia y una gran sabiduría.

—Soy Whenua, Turaga de esta aldea —dijo eldesconocido, efectuando al tiempo una reveren-cia—. Bienvenido seas, Toa Onua. Te esperábamos.

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—Sí, eso he oído —respondió Onua—. Y yo heestado esperando tener alguna noticia sobre quiénsoy y qué estoy haciendo aquí.

—Las leyendas cuentan que ocurriría de estamanera —aseguró Whenua—. Se dice que seríamuy poco lo que los Toa recordarían al llegar.

—Has dicho «los Toa» —exclamó Onua—. ¿Esque…hay otros como yo?

Whenua asintió.—Hay otros cinco —respondió—. Cada uno de

vosotros toma su poder de un elemento diferente,el tuyo es la tierra. Tu deber es usar ese poder paraenfrentarte y luchar contra un poderoso mal, Makuta.

Aunque Onua no estaba muy seguro del por-qué, el nombre le produjo un escalofrío que le re-corrió todo el cuerpo. Una imagen circulaba en sumente: unos ojos oscuros y carentes de toda ex-presión en un rostro aún más oscuro si cabe en-vuelto en un humo gris.

—¿Makuta? —repitió Onua mientras la imagense desvanecía—. ¿Quién es o qué es Makuta?

—Es la oscuridad, la esencia del caos, de la naday del terror, el espíritu de la destrucción—respon-dió Whenua con voz temblorosa—. Se dice quesólo los Toa tienen el poder de enfrentarse a él.

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La leyenda de los Toa

—¿Se dice? —preguntó Onua—. No pareces muyseguro de nuestro triunfo.

Whenua negó con la cabeza tristemente.—No vale de nada mentir, ya que la tierra no

tolera la falsedad —aseveró—. Nada se sabe a cien-cia cierta de vuestra empresa, salvo que a vosotrosos corresponde intentarlo. Que es todo lo que cual-quiera de nosotros puede hacer en esta vida.

—Haré cuanto esté en mi mano —prometió so-lemnemente—. Pero primero, debes contarmetodo lo que sepas de esos poderes que dices quetengo.

—No podía ser menos, Toa. Ese es mi deber. Pri-meramente has de saber que el poder procede detu interior, pero que se focaliza a través de tu más-cara, la Pakari, la Gran Máscara de la Fuerza.

—¿Mi…mi máscara? —Onua se llevó una manoa la cara y recordó el estallido de fuerza y de po-der que sintió al ponérsela por primera vez.

Whenua asintió apesadumbrado.—La Pakari te otorga poder, un poder inmenso

—confesó—. Pero una sola máscara no será sufi-ciente…