01. Los Mitos en la Región Andina Perú

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F R A N K L I N PEASE

LOS M I T O S EN LA REGIN ANDINA

PER

INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES DEL CONVENIO "ANDRS BELLO" - SEDE CENTRAL ECUADOR

EDICIONES IADAP INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES DEL CONVENIO "ANDRS BELLO" Casilla 91-84 Quito - Ecuador 1.985

DIAGRAMACION Y EDICIN: Departamento de Promocin y Difusin del IADAP.

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PRESENTACINPara el Instituto Andino de Artes Populares del Convenio "Andrs Bello", constituye un acierto el poner en circulacin y al alcance del lector el segundo volumen de " L o s Mitos en la Regin A n d i n a " , correspondiente al Per. Divulgar a nivel popular los mitos andinos, es la forma de restituir el equilibrio -ahora tan alterado de nuestro proceso cultural mestizo, presentando el panorama de una geografa sagrada, en la que se hallan dispersos hechos representativos que ponen de manifiesto la explicacin andina a los fenmenos del origen del universo y su ordenamiento. La mitologa como ciencia est en desarrollo. En Amrica Latina, realmente podemos comenzar a hablar de ella de un tiempo atrs, gracias a la trascendencia actual de la Antropologa Cultural; si bien, sus fuentes estn sumidas en los escritos de los cronistas de la Conquista Espaola y de la Colonia utilizados para estructurar la Historia Pre-hispnica- han sido los literatos e investigadores los que lo han sistematizado. Los mitos andinos peruanos seleccionados por Franklin Pease, corresponden a las versiones de los cronistas, quienes han dado un tratamiento desde la dimensin cultural occidental; no obstante, inserta tambin, versiones contemporneas que aunque no informan el origen del hombre, justifican su presente.

Eugenio Cabrera Merchn

BREVE ANTOLOGA DE MITOS ANDINOS (PER)Franklin Pease G.Y. En los ltimos tiempos se ha incrementado el inters por los mitos andinos; prueba de ello son las recientes recopilaciones existentes, a ms de una creciente bibliografa que los analiza. El inters es variado; se busca a travs de los mitos una aproximacin a la manera de concebir el mundo de los hombres de los Andes, tambin se persigue informacin para la comprensin de su universo de relaciones prefiguradas o explicitadas en los mitos. Las crnicas clsicas de los siglos X V I y X V I I incluyen una abundante mitologa en sus pginas. Los espaoles de ese tiempo preguntaron por historias y recibieron explicaciones mticas; no es uniforme la calidad de las versiones, tampoco su localizacin territorial o tnica, menos an la universalidad andina que se les atribuy a veces, si bien las versiones mticas responden a un universo conceptual generalizado en los Andes. En realidad, los cronistas recogieron versiones orales en muchos lugares de los Andes, aunque no siempre anotaron su procedencia, y, en cambio, prim muchas veces - v o l u n t a r i a o involuntariament e - una identificacin con el Cuzco, el centro del poder incaico que los espaoles del siglo X V I bautizaron como un " i m p e r i o " comparable al romano que aoraban o al que Carlos Habsburgo ejerca desde Espaa. Historizados los mitos en las crnicas, se inaugur una historia de los incas, donde las gestas de los soberanos del Cuzco no envidiaban a las de los hroes de la mitologa mediterrnea o a las acciones gloriosas de los prncipes cristianos. Los dioses andinos fueron muchas veces rebautizados y clasificados como " d e m o n i o s " que inducan a la gente a vivir fuera de la ley natural. Continuando una tradicin renacentista, los mitos que se relacionaban con los orgenes del mundo y del hombre fueron transformados en alegoras, a la vez que sus informaciones sobre arquetipos o personajes ejemplares se convirtieron en datos biogrficos y muchas situaciones rituales fueron convertidas asimismo en acontecimientos. Sin embargo, esta transformacin no impidi que algunos mitos - l o s de origen sobre t o d o - fueran mantenidos bajo la categora de fbulas o leyendas.

8 Otros textos o recopilaciones, que no ingresaron a la clsica categora de las crnicas, reunieron versiones quizs ms correctas desde un punto de vista etnogrfico. Es el caso probablemente nico en los Andes de las versiones de Huarochir, que fueron narradas o recopiladas por un informante andino cuyo nombre no es seguro, y reunidas por escrito y en quechua por el clrigo Francisco de Avila, clebre extirpador de las " i d o l a t r a s " de la regin de Huarochir , vecina a Lima. Al mantenerse en su lengua originaria, las mismas se han conservado como el conjunto orgnico ms importante sobre la mitologa andina prehispnica. Otro tipo de fuentes coloniales donde los mitos figuran registrados son los expedientes de los procesos referentes a las mismas " i d o l a t r a s " , cuyo mayor nmero corresponde al mbito del Arzobispado de Lima. Fueron organizados especialmente en la primera mitad del siglo X V I I , aunque continuaron despus con menor intensidad, y recogieron abundantes testimonios sobre idolatras y hechiceras andinas. En las declaraciones de los testigos se aprecian versiones mticas, a veces fragmentarias, que slo en los tiempos recientes han sido materia de estudios iniciales, si bien el anlisis de los mitos no ha sido siempre la preocupacin de quienes los trabajaron. Ciertamente, la etnologa moderna ha recogido numerosas versiones que configuran un universo complejo, an poco estudiado y generalmente disperso, si bien diferentes antologas los han organizado desde diversas propuestas metodolgicas; pero estamos muy lejos de una sistematizacin deseable, sobre todo si se tiene en consideracin la multiplicidad de los criterios empleados. En las crnicas de los siglos X V I y X V I I se encuentran muchas versiones que hablan del origen del mundo. En ellas se presenta a las divinidades ordenando el mismo, y stas han sido generalmente catalogadas bajo la denominacin de dioses creadores. Hace muchos aos, diversos autores disearon distintas formas de "creacin" del mundo, por ejemplo, G. van der Leeuw (/19337 1964); la distincin ms importante para el caso andino es la que dicho autor precisa entre creacin ex-nihilo y creacin por ordenacin. En la primera, la divinidad pre-existe a lo creado, lo cual es f r u t o exclusivo de su actividad, el caso ms conocido y claro es el del primer libro del Gnesis bblico; en la segunda, los hombres y las cosas pre-existen a las divinidades las cuales realizan su "creacin" a partir de una realidad catica que puede suponer la destruccin previa del mundo y sus habitantes. Los dioses de este tipo son ordenadores del mundo en desorden, disean un orden, es decir, un sistema de relaciones que justifica la realidad social. De este l t i m o tipo son los dioses andinos. Es general llamar "dioses" a los seres que ordenan el mundo y presiden un conjunto de seres sagrados como ellos; al llamarlos "creadores" se hace clara referencia al origen del mundo y / o de las relaciones sociales a los que se refieren. No es pertinente confundir la nocin de dios creador nicamente con la del

9 dios bblico y sus especiales caractersticas, ni tampoco reducir en ltima instancia a las divinidades a la calidad de hroes, arquetipos o modelos ejemplares, aunque todo ello forma parte de sus caractersticas. Ciertamente, los cronistas del siglo X V I iniciaron la bsqueda de una explicacin de las divinidades andinas, y trataron de organizaras en un sistema compatible con la explicacin catlica del mundo sagrado; por ello relacionaron a los dioses andinos con el bblico, intentando demostrar la tesis monogenista del origen del mundo y del hombre, y explicando el origen de los pobladores americanos en el trnsito de No por el ocano despus del diluvio, o incluso recordando las tribus perdidas de Israel. Abundando en esta lnea, algunos cronistas propusieron que los hombres americanos, cuyo origen bblico estaba as diseado, haban sido evangelizados en los tiempos inmediatos a la vida de Cristo; colaboraron a esta versin tanto los cronistas espaoles como los andinos. Pero cuando las crnicas se escriban se planteaban un segundo interrogante: de un lado, algunas divinidades haban podido ser asimiladas al dios cristiano, o por lo menos con algunas caractersticas del mismo (as ocurri con Wiraqocha o Pachacama, trminos que sirvieron para la traduccin de " d i o s " ) , pero las dems quedaban casi siempre en la condicin de seres vinculados a los demonios definidos en el pensamiento cristiano; ste fue el caso de la mayora, e incluso el de ciertas manifestaciones (por ejemplo oraculares) de Wiraqocha o Pachacama. Aunque sea un tema que, por su complejidad y extensin, escapa a estas pginas, es conveniente indicar que, en trminos generales, los cronistas buscaron dar una imagen histrica y unitaria de los Andes; se desentendieron por ello o no alcanzaron a advertir de muchas particularidades de las distintas poblaciones andinas, ubicando su imagen general sobre el Tawantinsuyu o "imperio de los Incas", presentado como un estado centralista y unitario, eje de una " m o n a r q u a " como la que haba construido la reciente experiencia histrica espaola del siglo XV y del X V I inicial. Slo la mltiple actividad de la burocracia colonial, que organiz visitas locales, relaciones geogrficas, etc., y de la eclesistica que condujo la evangelizacin y las ya mencionadas extirpaciones de " i d o l a t r a s " , proporcion mejores ejemplos de la diversidad existente. Pero an teniendo en cuenta la ltima, confirmada por la experiencia etnogrfica contempornea, queda an mucho por recorrer en la bsqueda de las categoras que presidieron la organizacin del universo sagrado en los Andes, que no se agotan en las manifestaciones locales (o consideradas localmente) que apreciaron los cronistas. De la informacin directa de las crnicas se infiere que slo una divinidad adquiri caractersticas generales, y que aquella fue la solar cuzquea. Se identific as la difusin de un t i p o de divinidad con la expansin poltica del Cuzco. Posteriormente se comprob que a la par que el I n t i o el Puchao del Cuzco (diversas denominaciones del sol) funcionaron otros dioses solares en distin-

10 tos lugares andinos. Esto se puede explicar paralelamente al hecho de que el cul to solar cuzqueo era claramente elitista, condicin que no niega necesariamente la posibilidad de que se tratara nicamente de una diferenciacin ritual y que, en ltimo caso, pudiera haber similitud y coherencia en la categorizacin solar de las deidades en distintos lugares de los Andes. Lo que interesa, al estado actual de la investigacin es averiguar hasta dnde los cultos solares registrados fuera del Cuzco (especialmente a travs de las informaciones de los procesos de extirpacin de las "idolatras") responden claramente o no a un universo ritual estrictamente local y, a la vez, a una conceptualizacin similar a la del sol cuaqueo, o diferente de ella. Los espaoles entendieron a las divinidades andinas como "idoltricas" consecuencia evidente de la actividad del " d e m o n i o " y, en consecuencia, las redujeron drsticamente a sus manifestaciones locales, eliminando a p r i o r i la posibilidad de que existieran categoras divinas y dioses que tuvieran una ms amplia vigencia, excepcin hecha, claro est, del sol del Cuzco, y que respondiera entonces a una estructura ms amplia, multitnica, o quizs panandina. De otro lado, se conocen categoras andinas generalizadas, el dualismo por ejemplo, y no debera haber objecin para suponer que las categoras divinas eran tambin generalizadas en la regin. Debe considerarse, por ejemplo, la aceptacin de la imagen del Inka, y la difusin colonial de las formas andinas de un esquema mesinico, conservada en la actual generalizacin de los mitos de Inkarr; situaciones stas que no pueden ser identificadas nicamente con la influencia hispnica y que, en cambio, presentan un importante y variado conjunto de caractersticas comunes a diversas regiones de los Andes. Ello lleva a pensar en que no puede negarse a priori la vigencia general andina de las categoras religiosas, en la misma forma que aparece negada en la argumentacin iconoclasta de los cronistas del siglo X V I y de inicios del X V I I . Interesa aqu precisar la forma como los mitos recogidos antiguamente por los cronistas, y modernamente por los etnlogos, colaboran a una mejor comprensin del mundo andino. En primer lugar, es conveniente indicar que todo mito se inserta en un ciclo mayor donde concurren diversas versiones orales Tambin en los Andes, las versiones recogidas en la colonia quedaron estabilizadas al ser escritas, pero ello no debe hacer olvidar que las versiones mismas continuaron circulando entre la gente, al margen de su recoleccin. No se conoce an el mbito de difusin posterior de las mismas (y el anterior slo se presume por la afirmacin de las mismas crnicas), pero algunos relatos recogidos contemporneamente, como es el caso de los mitos de Inkarr, mantienen elementos que los cronistas registraron en el siglo X V I , provenientes de algunos de los mitos de los Ayar, e incluso de la versin de Manco Cpac y Mama Ocllo que popularizara el Inca Garcilaso de la Vega. No se ha delimitado claramente los diversos ciclos mticos andinos, aunque

11 nay intentos recientes donde a las discusiones metodolgicas pueden aadirse los problemas provenientes de las versiones mismas, ya que las ediciones de las crnicas dejan todava muchas dudas acerca de la exactitud de las transcripciones. Un segundo punto que es importante precisar es que las versiones mticas de que disponemos estn profundamente alteradas por la propia mecnica de recoleccin; aunque ste es un problema un versal mente conocido, debe recordarse que la misma fue perturbada inicialmente por una traduccin deficiente, y despus porque los cronistas usaron los mitos para escribir historias a la manera europea del siglo X V I . De esta f o r m a , los mitos fueron tambin convertidos en alegoras, en historias falsas, entendidas nicamente como leyendas que no se referan a una historia cierta. Entraron en conflicto de esta manera dos diversas concepciones del pasado; los europeos introdujeron su propia imagen del mismo, ordenado histricamente, lo cual supone una determinada concepcin del tiempo y del lugar que los hechos humanos ocupan en l. No fue posible para los cronistas, por el contrario, interrogar claramente sobre la concepcin del tiempo en los Andes, y asumieron a priori que el tiempo y la historia eran entendidos de igual modo por los hombres andinos que por los europeos del tiempo del contacto. En tercer lugar, las versiones de los mitos recogidas por las crnicas responden a una lgica que se intenta descifrar, asumiendo de hecho que los cronistas la reemplazaron con su propia lgica histrica; pero, a pesar de esto, los mismos cronistas no llegaron a transformar totalmente la informacin, que muchas veces escapaba a su comprensin. Es visible que hay una continuidad desde el momento en que las versiones fueron recogidas y el presente, pero la investigacin etnogrfica est indudablemente entorpecida por la introduccin, histricamente comprobable, de un universo categorial cristiano. El caso de Huarochir, ya indicado, es un importantsimo punto de partida, pues Alejandro Ortiz recogi modernamente un conjunto de versiones que cubren un mbito similar al de los textos reunidos por Francisco de Avila (1980). Planteados estos problemas y dificultades, que slo son algunas de las que rodean al tema, es conveniente indicar la finalidad de esta recopilacin. Se quiere mostrar, independientemente de cualquier t t u l o , una seleccin de textos recogidos desde el siglo X V I en los Andes; la razn primordial de su ordenamiento se refiere tanto a la existencia de diversos ciclos mticos, como a una presentacin cronolgica que depende del momento de la obtencin de la informacin; esto es importante, porque los cronistas no recogieron siempre versiones independientes, sino normalmente reelaboraron otras anteriores, no siempre editadas. Un caso importante es, sin duda, el de Wiraqocha, que los cronistas relacionaron principalmente con la sierra sur andina, y cuyo centro ms importante, aunque tardo, es sin duda el mismo Cuzco. Identificada con otras divini-

12 dades de regiones diferentes, por ejemplo Cuniraya Wiraqocha en Huarochir, tambin se la ubic en distintos lugares del sur andino: Urcos, Cacha o Raqch, la regin del lago Titicaca. Textos posteriores la mencionan en la regin de Hunuco, entonces perteneciente a\ igual que Huarochir al Arzobispado de Lima. No es claro an cuando las identificaciones son nicamente nominales y del cronista, o cundo se trata de la extensin de un ciclo m t i c o en regiones diferentes; tambin es posible que se confunda, adicionalmente, atributos de las divinidades con una determinada denominacin. Se aade, ciertamente, a ms de los mitos de origen, las versiones sobre la aparicin de los Incas del Cuzco, vinculados en una explicacin mtica divinidades del rea, como Wiraqocha, an solarizadas. Es importante considerar los mitos del origen de los Incas, aun a sabiendas que los cronistas los transformaron en leyendas con sabor histrico para explicar coherentemente a sus lectores las versiones andinas sobre la forma como haba aparecido y se haba desarrollado el " i m p e r i o " que encontraron Pizarra y sus compaeros en el siglo X V I . Destinados originariamente a justificar el poder incaico con un indiscutible origen sagrado, aparecen desfigurados por la historizacin y por la necesidad de convertir a los Incas del Cuzco en tiranos y usurpadores para poder as transformar la invasin espaola en una guerra justa, de acuerdo a los criterios morales de la poca. De otro lado, la antologa incorpora textos que se refieren a otras divinidades andinas, A m a r u , por ejemplo, que en las crnicas estn muchas veces definidas como monstruos, como es comn en los autores de la poca. Es sabido que la imagen literaria del mundo desconocido estaba entonces poblada de seres calificados como monstruosos, interpretndose alegricamente los textos de la antigedad clsica mediterrnea por ejemplo. Mucho debi influir en esta conceptualizacin la dificultad que tuvieron los autores medievales y renacentistas en interpretar las caractersticas malignas o terribles de los seres sobrenaturales (preternaturales), oponindolas a los caracteres que tipificaban al dios cristiano; sindoles d i f c i l entenderlos y aceptarlos como seres sagrados, los asimilaron a las terribles manifestaciones del demonio cristiano, incorporando en el caso del Amaru las caractersticas de los dragones que poblaban la mitologa europea. Como muestra de la mltiple identificacin local de las divinidades andinas, se incluye en esta antologa algunos textos provenientes de los procesos de extirpacin de las " i d o l a t r a s " anteriormente mencionados. Asimismo se incorpora versiones modernamente recogidas en el trabajo etnolgico. No cabe duda de que los textos incluidos son nicamente muestras aisladas de una realidad mucho ms nutrida. El mundo de lo sagrado en una sociedad como la andina no se agota ciertamente con la presentacin de las divinidades y su actividad. Dicho mundo no es comprensible sin una conceptualizacin del espacio y del tiempo, y un

13 entendimiento de lo que son los lugares sagrados mismos. No se discutir la existencia de una geografa sagrada, sobre todo si se tiene en consideracin que lo sagrado proporciona a las sociedades arcaicas la conceptual izacin que justifica el mundo real, a la vez que introduce los patrones que rigen las relaciones humanas. Los mitos transmiten dichas informaciones. Los mitos relatan una historia, aunque la misma no sea equivalente a la que hoy conocemos bajo las categoras que rigen la nocin occidental y moderna de la misma. Se trata de una racionalizacin, como toda explicacin de la experiencia cotidiana, transmisible en torno al ritual, aunque no dependa nicamente del mismo. Incluyen los mitos una diacrona interna, aunque no necesariamente estn articulados en una concepcin diacrnica del universo y de la historia. Sus personajes, dioses o hroes, se registran como tales en las pocas de los orgenes, ya que los mitos se refieren a tiempos primordiales que se encuentran fuera del tiempo normal o profano. Al confirmar y justificar la realidad, los derechos y las instituciones, van ms all del hecho de ser portadores de una historia narrada.

WIRAQOCHA Es una divinidad andina identificada especialmente con el sur de la regin, y precisada especialmente en los mitos de origen cuzqueos, donde se relaciona con el origen del mundo, si bien se remonta su procedencia no slo a tiempos anteriores al Tawantinsuyu, sino a las zonas vecinas al lago Titicaca. Se le atribuye el ordenamiento del mundo y tambin la fundacin del mismo Cuzco, aunque esta ltima ha sido opacada frecuentemente por la versin que habla de Manco Cpac y Mama Ocllo, referida a la creacin solar de la pareja primordial cuzquea, popularizada a travs de los Comentarios reales de los Incas del Inca Garcilaso de la Vega. Puede surgir un problema en torno a la denominacin de la divinidad, puesto que Wiraqocha es un trmino popularizado por los cronistas, pero coincidente con otros dioses que aparecen ubicados en distintos lugares andinos; tambin Wiraqocha puede ser considerado como un atributo o caracterstica especfica de una nocin de divinidad. De hecho, la tradicin historiogrfica iniciada con los propios cronistas del siglo X V I ha privilegiado este nombre, aunque la confusin se expande desde el momento en que los mismos espaoles insistieron en que los hombres andinos los llamaban de la misma manera. No es fcil explicar por qu los andinos designaron a los espaoles con el nombre de la divinidad que aparece como la ms antigua y prestigiosa del Cuzco en los mitos de origen del rea. Asimismo, desde los primeros cronistas, se distinguieron numerosas denominaciones, en las cuales Wiraqocha aparece como un "nombre estndar", cuya filiacin en las diferentes crnicas es conveniente.

14 Adicionalmente, algunos cronistas (Sarmiento de Gamboa, Garcilaso de la Vega), llevados por su celo evangelizador a demostrar que los seres racionales podan arribar independientemente a una nocin de dios similar a la cristiana, llegaron a afirmar que algn Inka del Cuzco (Wiraqocha o Pachacuti, segn el caso) logr identificar en el dios Wiraqocha a un ser supremo unvoco y personal que rega el mundo, de la misma manera que el dios cristiano. Dicho ser era, entonces, un principio-nico, dios de veras, a juicio del cronista, no sindolo otros dioses andinos, especficamente I n t i . Pero ste es un razonamiento claramente europeo y cristiano, asociable con el desarrollo de la nocin de dios en Europa a partir de una creacin ex-nihilo, totalmente distinta a la vinculable a una creacin por ordenacin existente en los Andes, y evidenciada en los mitos del mismo Wiraqocha, por ejemplo, registrados por los cronistas. Los mismos cronistas cuzqueos permiten una discusin actual sobre el nmero de personajes sagrados que se llaman Wiraqocha. Sin embargo, es un hecho que las divinidades pueden adoptar nombres diversos o compuestos, cuando cambian de ubicacin o cuando son identificados con distintos adoratorios; un caso muy conocido es el del sol, comnmente conocido en los Andes como I n t i o Punchao, dependiendo el nombre de su ubicacin en el firmamento. Ocurre cosa similar cuando el nombre se relaciona con determinados atributos de la divinidad. Asimismo, es sabido que grupos humanos distintos, aun relativamente vecinos, denominan de manera diferente a dioses que pueden ser similares, o an ms, el mismo. En documentos o textos relativamente tempranos (Cristbal de Molina Z15757, por ejemplo), se precisa que el "Hacedor", nombre que Molina da a Wiraqocha, Pachayachachi o Ticsi Wiraqocha, tuvo dos hijos, Imaymana Wiraqocha y Tocapu Wiraqocha, informacin que fue reproducida por autores ms tardos; se ofrece as una genealoga precaria de las divinidades. Aunque algo se ha avanzado en la investigacin sobre este tema, queda mucho por hacer dada la fundada desconfianza en la correccin de la transcripcin de la mayora de las crnicas impresas, y porque se requiere, adems, de un ms adecuado anlisis filolgico y lingstico de las mismas. Uno de los problemas principales con este tipo de fuentes sigue siendo el hecho que, por un lado, usaron informacin de diversos orgenes y lugares, no siempre especificados; por o t r o , emplearon visiblemente datos y denominaciones tomadas de cronistas iniciales q de los primeros testigos espaoles y, aunque no es visible siempre la fuente original, puede tenerse sospechas fundadas acerca de la poca fiabilidad de los testimonios iniciales, especialmente por la poca informacin que se tena entonces de las lenguas andinas. Todo lo anterior es visible en el caso de Wiraqocha, especficamente en los cronistas que pueden ser considerados receptores de las primeras informaciones sistemticas que llegaron a ser escritas, referentes al rea del Cuzco: Pedro Cieza de Len (1550), Juan de Betanzos (1551), Pedro Sarmiento de Gamboa

15 (1572) y Cristbal de Molina llamado "el cuzqueo" (1575, aunque su obra se refiere a escritos anteriores, perdidos). En ellos puede hallarse no slo un corpus informativo probablemente c o m n , sino frecuentes intercambios de datos alternados con interpretaciones y juicios reflejados en la redaccin, que pertenecen al mbito personal; si bien todos reclaman la " h i s t o r i c i d a d " de la "creac i n " que realizan los dioses andinos. La explicacin de este hecho, originada en la visin cristiana de estos autores, puede derivar por cauces eruditos (Sarmiento de Gamboa) o por razones histrico-bblcas-teolgicas ms explcitas (Molina). La divinidad Wiraqocha estableci un ordenamiento del mundo, no slo vinculado con el sealamiento de los mbitos macroespaciales, sino tambin con la precisin del origen sagrado del Cuzco y el delineamiento, tambin arquetpico, de ciertas actitudes. Los textos de los cronistas, y no slo,los anteriormente mencionados, sino tambin autores posteriores como Guarnan Poma de A y a la (ca. 1615) o Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua (ca. 1613), sealan los hechos atribuidos a la divinidad, asumiendo muchas veces caractersticas cristianas, pero permiten mejores precisiones cuando hablan de la configuracin del espacio en cuatro suyu (Tawantinsuyu las cuatro partes del mund o - todo el mundo, en identificacin de Diego Gonzlez Holgun), o del origen del Cuzco primero y de los Incas despus; en cambio, cuando precisan la descendencia de Wiraqocha no son tan claros, en cuanto no mencionan una genealoga detallada (como lo hacen algunos extirpadores de la " i d o l a t r a " de tiempos posteriores, vgr. Hernndez Prncipe), y a veces confunden " h i j o s " con "ayudantes", o tambin localizaciones distintas de una misma divinidad. La genealoga forma parte de la informacin que recibieron, si ella fue empleada como un soporte para hacer visibles y justificables las relaciones que aparecen reguladas por el parentesco. No es posible basarse libremente en las conjeturas de los cronistas, ni tampoco olvidar que en l caso de los mitos andinos se trata de la construccin de textos por la generalidad de los autores de entonces, antes que de una traduccin, ms o menos directa, de lo contado por los informantes andinos; ello es vlido para las mencionadas genealogas, que tambin pueden ser producto de las relaciones establecidas por los informantes, en trminos de continuidad, no necesariamente de filiacin. Todo esto relieva la excepcionalidad de los textos de Huarochlr recogidos por Francisco de Avila. Distinta y mucho ms compleja es la situacin de aquellos cronistas nacidos en los Andes, pues se hallaban claramente inmersos no slo en una situacin colonial, sino en un activo proceso de aculturacin donde la evangelizad o n jugaba un papel preponderante. Las versiones acerca de Wiraqocha que se incluyen en esta antologa pertenecen al grupo de los cronistas cuzqueos referidos, aadidos otros autores como Avila, Guarnan Poma y Santa Cruz Pachacuti. Entre ellos, Betanzos y Molina ejemplifican dos tipos distintos de elaboracin de la informacin

16 oral que obtuvieron. Las "oraciones" del mismo Molina y de Guarnan Poma ofrecen, de o t r o lado, una imagen de las actividades y atributos de la divinidad. Juan de Betanzos fue, al decir de Porras, un "soldado i n d i t o " de la conquista del Per. Destaca, en realidad, al avecindarse en el Cuzco y casarse con una hija del Inka Huayna Cpac (Doa Angelina), quien fuera previamente mujer de Francisco Pizarro. Recibi una encomienda en Xaquixaguana. Hacia 1549 ejerca como traductor eficaz del quechua, y resida en el Cuzco. Trabaj en la elaboracin de una Doctrina Cristiana, y unos vocabularios destinados a la evangelizaron. El virrey A n t o n i o de Mendoza le encarg escribir sobre los Incas; en 1551 termin la Suma y narracin de los Incas, de la cual slo se conocen los 18 primeros captulos, habiendo tenido a lo menos 24. A fines del siglo X V I exista una versin completa de su obra, consultada por el dominico fray Gregorio Garca. El retato de Betanzos es, aparentemente, una versin "ms cercana" a la oral que recogi, si bien no hay duda de su historizacin; l mismo se present como traductor y recopilador de fuentes orales provenientes de la lite incaica, antes que como "historiador", y su misma cercana familiar a la antigua dirigencia le permiti recibir una versin quizs ms confiable desde el punto de vista de la lite. La mayor parte de su t e x t o conocido est dedicado a la saga de Pachacutl, si bien consigna las versiones del origen del mundo (Wiraqocha) y de los Incas (los "hermanos" Ayar) dentro de un cierto esquema comn con el de o t r o autor contemporneo suyo: Pedro de Cieza de Len. Poco se sabe de sus fuentes, al margen de sus propias afirmaciones, pero visiblemente se elabor en sus tiempos una "versin estndar", apreciable en comparacin con autores como Cieza de Len o Cristbal de Molina. En realidad, las crnicas o informes escritos antes de ellas, salvo quizs las " i n formaciones" atribuidas a Vaca de Castro (Cf. Wedin), no dispusieron de mucha informacin sobre el pasado andino, pues dedicaron sus mayores esfuerzos a relatar la gesta de la conquista espaola. Cristbal de Molina fu prroco en el Cuzco y escribi una historia de los incas, que se ha perdido; destacado predicador en quechua, asisti como asesor de su obispo al Concilio de Lima de 1583, donde colabor en la preparacin de la primera Doctrina Cristiana traducida al quechua y al aymara. Durante la poca del virrey Francisco de Toledo (1569-1581), Molina estaba en el Cuzco, juntamente con Betanzos y Pedro Sarmiento de Gamboa; slo faltaba Cieza de Len, ya fallecido en Espaa, para completar el equipo nuclear de la versin oral cuzquea. La Relacin de las fbulas y ritos de los Incas, fue escrita por Molina a pedido de su obispo, posiblemente hacia 1575; para hacerla - c u e n t a el mismo a u t o r - reuni ancianos andinos, quienes le Informaron sobre la vida ritual y le relataron mitos, que l incluy en su Relacin. No se conserva el original de sta, sino una copia, presuntamente hecha para Francisco de Avila, el extirpador de las " i d o l a t r a s " de Huarochir, entre cuyos pa-

17 peles se encuentra . El t e x t o de Molina que aqu se reproduce es importante, dada la calidad de su informacin, aunque tambin lo son las "oraciones" que recogi, y que precisan algunos de los atributos de Wiraqocha. El t e x t o de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, incluido en esta antologa, se refiere a Tunupa, o Tonapa. Dicho autor, de procedencia colla y habla aymara, debi escribir hacia 1613; el t t u l o de su relacin (conocida como "Relacin de antigedades deste reino del Pir") no le pertenece, pues fue incorporado por mano ajena y en hoja aparte en el nico manuscrito conocido, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid en el mismo volumen que el anteriormente mencionado de Molina. Santa Cruz Pachacuti presenta uno de los ms Interesantes testimonios, tanto por su informacin andina, como por el esfuerzo que realiz para presentarlo como una versin aceptable a sus posibles lectores, as en trminos de acutturacin poltica como religiosa. Su versin sobre el origen del mundo tiene indudable influencia del esquema bblico y tambih, por cierto, de la imagen que presentaba un apstol cristiano en Amrica, el cual es identificado con Tunupa, divinidad asimismo emparentada con Wiraqocha o confundida con ste. El autor seala que Tunupa era llamado ' T o n a p a Tarapaca Viracochan pachayachachi cac h a n " , denominacin que incluye no slo uno de los nombres de los "ayudantes" del Wiraqocha cuzqueflo mencionados en otras versiones aqu incluidas, sino otros conocidos atributos o nombres del mismo Wiraqocha. Se lo relaciona con Apotampo, nombre de un curaca o de un sitio, que una anotacin marginal del manuscrito registra.' "Este A p o t a m p o es Paccarectampu", el lugar donde aparecieron los A y a r , en las versiones Clsicas. De este curaca descendi Manco Cpac, el primer Inka cuzqueo, claramente incluido en el ciclo de los Ayar por Santa Cruz Pachacuti. Los incas, aqu, aparecen entonces relacionados con Wiraqocha. La versin de Diego de Molina es, sin duda, tarda. Sus Sermones de la Quaretma en la lengua Quechua fueron terminados en 1649 y posiblemente nunca impresos en sus tiempos. Era fraile franciscano y ejerca como cura en Hunuco. Prcticamente no se conoce nada acerca de l , fuera de los datos que consign en su manuscrito; sin embargo, debi leer el escrito de Molina o, mejor, recibir alguna tradicin oral similar. El "hacedor" es aqu Cmae, quien tuvo dos hijos: Imaymana Viracocha y Tocapu Viracocha, informacin similar a la bailable en Cristbal de Molina. Cmac ha sido entendido como "principio generad o r " , atribucin comparable a las de las divinidades andinas que se conoce, aunque Wiraqocha disponga de la misma en alguna de las "oraciones de Guarnan Poma". Cmac parece ser un principio similar a Inka o Enqa. en quechua o aymara. Para completar una visin de Wiraqocha inclumos en esta antologa algunas de las "oraciones" que encierran estos atributos, las que han sido estudiadas por diversos especialistas. Considero asimismo de inters incluir la versin recogida por Francisco de

18 Avila, que no es por cierto la nica en los relatos por l obtenidos en Huarochir. Cuniraya Wiraqocha es, en este autor, una divinidad vinculada simultneamente con el sur andino (a travs de la identificacin entre Cuniraya y Wiraqocha) y con la costa central del Per, pues siendo originaria de la sierra central, se relaciona con Pachacama y otras divinidades costeas. Realiza un viaje desde la sierra al mar, donde va precisando, entre otras cosas, las caractersticas de los animales; a lo largo de los textos de Avila, la misma divinidad relaciona las tierras altas con la costa del Per central. PACHACAMA Es indudablemente importante, y se le suele identificar con el santuario existente en L u r n , al sur de Lima. Aparentemente su nombre local pudo ser Irma o Ichma, siendo Pachacama una denominacin tarda y quechua, convertida por los espaoles del siglo X V I en una forma de traducir el trmino " d i o s " , de forma similar a como ocurri con Wiraqocha. Posiblemente se deba a ello una cierta identificacin entre Wiraqocha y Pachacama, aunque, en mbitos distintos (sierra sur y costa central peruanas, respectivamente) parecen cumplir actividades similares, diferenciadas por condiciones especficas: por ejemplo, Pachacama es claramente identificado como "seor de los terremotos" y tiene asociaciones marinas y subterrneas. Las versiones acerca de Pachacama tienen, sin embargo, otro tipo de problemas. Las ms iniciales lo incluyen con otras divinidades de la regin, ello ocurre en la temprana relacin del licenciado Pedro de la Gasea, Presidente de la Audiencia de Lima, escrita hacia 1553, donde se resume una versin que se incluye en la presente antologa, y que parece tener puntos de contacto con la contempornea de Francisco Lpez de Gomara (1552), sin duda leda por Agustn de Zarate (1555), uno de los ms divulgados cronistas de la poca. Mucho ms amplia es la tarda versin del clebre agustino A n t o n i o de la Calancha (1638), que se encontrar a continuacin. Gomara y Zarate mencionaron otra divinidad costea, Con, hijo del sol y de la luna y destruido por Pachacama. Calancha no lo incluy en su t e x t o , que compendia otros informantes, quizs entre aquellos primeros extirpadores de la " i d o l a t r a " colonial andina, los cuales realizaron sus campaas desde inicios del siglo X V I I . Calancha fue un erudito, lo atestigua su Cornica moralizada del Orden de Nuestro Padre San A u g u s t n , y, en la propia versin que aqu se publica, puede apreciarse cmo el cronista considera diferentes temticas. Destaca la presencia de diversos momentos en el proceso de la creacin del hombre y de las plantas; llega a sugerir una genealoga sagrada donde el Sol ("amado creador de todas las cosas") es confundido en el t e x t o con uno de sus hijos, Pachacama, quien crea una pareja de la cual sobrevive una mujer. Pachacama tuvo otro hermano, asimismo hijo del sol; ste era Vichama, cuya madre fue la sobreviviente de la pa-

19 reja primordial creada por Pachacama. Calancha no slo fue un autor tardo que reuna versiones en forma quizs antojadiza, sino tambin era culto lector de autores clsicos del mundo grecolatino: Silio Itlico, Lucano, Ovidio (introductor para Calancha de la temtica de Medea despedazando a su hermano Gialco, "sembrando sus huesos por los campos"), figuran as en la versin del cronista agustino. Podra asociarse, adems, una reminiscencia temtica del mito de Osiris, donde Set descuartiza su cuerpo e Isis entierra sus restos, si bien este tipo de asociaciones debe confirmarse con un ms cuidadoso anlisis de las lecturas de Calancha y de sus informes directos e indirectos. De hecho, la temtica del descuartizamiento divino, que Calancha presenta, y la consiguiente reconstitucin de un cuerpo sagrado, aparece en mitologas actuales en los Andes ( I n k a r r ) , aunque ya no vinculada al origen de los alimentos. No sera descabellado relacionarla asimismo con las esculturas l t i cas de Cerro Sechn, que presenta personajes desmembrados, pues la presencia de esta temtica en la informacin andina a la decapitacin de Catequil, mencionada por los religiosos agustinos que escribieron sobre Huamachuco a mediados del siglo X V I . La presencia de esta temtica pudo llevar bien a Calancha a establecer la relacin con los relatos de autores clsicos mediter rneos. Pachacama aparece registrado desde pocas tempranas en los testimonios de los primeros cronistas; la relacin del licenciado Hernando de Santilln (escrita en 1533) indica una versin, por l recogida aparentemente en la zona donde se encuentra su conocido templo, al sur de Lima, donde se menciona las relaciones entre Pachacama y el Inka, individualizado ste en Tupa Inka Yupanqui, a quien las crnicas sindican como el sucesor de Pachacuti: ". . .y all /en lo alto del santuario de Pachacama, edificado segn indica Santilln por el propio Tupa Inka YupanquiJ le dijo la guaca al inga que su nombre era Pachahc Camahc, que quiere decir el que da ser a la tierra; y as se mud el nombre del dicho valle de Irma y le qued Pachacama. Djole tambin la guaca que tena cuatro hijos, y que al uno le hiciese casa en el valle de Mala, ques ocho leguas de Pachacama, y al otro en Chincha, ques viente y cinco, y al otro en Adaguaylas, j u n t o al Cuzco, y que al otro cuarto hijo le quera dar al dicho Topa Inga para que le guardase y le diese respuesta de lo que le preguntase. Y as hizo /el I n k a / las dichas casas; y de aquellas guacas fueron multiplicando muchas ms, porque el demonio, que por ellas les hablaba, les haca creer que procedan de las dichas guacas, y a todos tenan por sus dioses. A unos adoraban como a hombres y a otros como a mujeres, y aplicaban sus devociones cada uno para un gnero de necesidad: a unas iban para que hiciesen

20 llover, otras para que las sementeras que (c) crezcan y granen, otras para que las mujeres se empreen; y as para las dems cosas. Lo cual fue en tanta multiplicacin, que ya casi para cada cosa tiene su guaca, y por ellas los tiene el demonio tan embaucados, ques la mayor dificultad que hay en aquella tierra para imprimir en los naturales nuestra santa fe. . ." (Santilln /"15537 1 9 5 0 : 5 9 ) . Es visible en la informacin de Hernando de Santilln la existencia de varias localizaciones - r e s i d e n c i a s - de Pachacama, asimiladas, claro est, con una genealoga que de l desciende. Es sabido que en el universo m t i c o , la genealoga cumple un papel especfico e importante, dado que es uno de los nicos canales que permiten explicar el paso del tiempo, y aproximar tambin el tiempor originario de los dioses al cotidiano de los hombres. Pero tambin debe destacarse que la genealoga sirve para la expresin de las vinculaciones - e n este caso de los dioses- dentro de las pautas de un sistema de parentesco, empleado ste no solamente como marco de referencia, sino tambin como justificador de las relaciones existentes entre los dioses; estos son parejas, hermanos, etc., de modo constante en la informacin menos historizada. Naturalmente, los diversos "asientos" de las divinidades pueden ser identificados tambin como residencias de dioses emparentados entre s. Es comprensible que para el espaol autor de la crnica citada, la informacin acerca de Pachacama slo p o d a corresponder a una influencia del demonio cristiano. A ello se debe tambin que el cronista especifique la localizacin de la divinidad andina, reducida ya a un papel oracular o, tambin, a funciones especficas y a las que el europeo atribuye cualidades para hacer llover, la fertilidad de las plantas y de las mujeres, etc. Es visible que las condiciones que el europeo admite que constituyen su versin de la divinidad (la cristiana en su caso) no son aceptables a sus ojos para las divinidades de los pueblos que conquista, las que son limitadas al papel de " d o l o s " . Por ello es fcil emplear los testimonios de las crnicas y los documentos coloniales. Por ejemplo, para demostrar que los hombres andinos no tenan la nocin "abstracta" del dios cristiano, la cual, ciertamente, era la de los telogos (progresivamente), pero no la del comn de las gentes, incluidos los cronistas en el siglo X V I .

LOS MITOS DE ORIGEN DE LOS INCASLos primeros cronistas cuzqueos (Cieza, Betanzos, Sarmiento de Gamboa y Molina) aceptaron la presencia del I n t i y Punchao, nombres del sol. El nombre I n t i , fue ms generalizado posteriormente, posiblemente a raz de la difusin que obtuvieron los Comentarios Reales de los Incas. Ciertamente, en los cronistas cuzqueos es ms clara la versin que habla de cua-

21 tro parejas de hermanos, los Ayar, quienes salieron ron un itinerario nutrido de situaciones arquetpicas, en mitos posteriores, recogidos etnogrficamente en las mismas crnicas aparecen relacionados, por ejemplo, cin de la lite. de Tamputoco y siguielas que luego figuraran nuestros das, y que en con los rituales de inicia-

La ltima de las cuatro parejas: Ayar Manco-Mama Ocllo, qued como la fundadora del Tawantinsuyu, al establecerse en el Cuzco. Naturalmente, los cronistas buscaron una genealoga de reyes y ste ha sido uno de los asuntos ms discutidos en la historiografa sobre los incas. La dividieron en dos dinastas sucesivas, entretejiendo la informacin oral con categoras histricas europeas; Urin Cuzco y Hanan Cuzco se conviertieron as en dos pocas del gobierno del Cuzco. Sin embargo, las crnicas introdujeron elementos suficientes para entender una autoridad dual mente constituida, y la documentacin burocrtica - l a s visitas administrativas por ejemplo dej el testimonio de que los curacas o seores tnicos funcionaban por parejas, uno de Hanan y otro de Urin (Hanan^ alto, derecha masculino etc.; U r i n = bajo, izquierda, femenino etc.); hay posiblemente una jerarqua, pero ms que ella una complementaredad entre ambos; por ello es vlida la pregunta de si hubo un Inka de Hanan Cuzco y otro de Urin Cuzco. Aunque ello sea posible, y aun probable, la informacin directa de las crnicas habla de una genealoga monrquica (con una autoridad, entonces) a la europea; ello fue parte, en todo caso, de la historizacin de la informacin andina llevada a cabo en la poca. Las informaciones orales fueron ordenadas hacia esta explicacin. En el conjunto de las divinidades andinas, Inti e Inka forman parte indudable del universo sagrado; los espaoles del X V I secularizaron al segundo, entendindolo como un gobernante, si bien dejaron constancia de que era considerado hijo del sol; a explicar ms claramente esta imagen tiende la versin de Garcilaso de la Vega, donde el historiador cuzqueo hizo ms precisa la relacin al reelaborar el mito de origen cuzqueo; sin embargo el mismo Garcilaso no dej de mencionar la tradicional versin de los Ayar. Inclumos en esta antologa las pginas de Cieza de Len sobre los Ayar; aqul afirma que recogi su informacin de Cayu Tupa, descendiente de la panaqa del Inka Huayna Cpac, vivo en sus tiempos, y anot simultneamente que emple su testimonio en vista de que Sairi Tpac, hijo de Manco Inca, estaba en Viticos. Eran los aos de los "incas de Vilcabamba", alzados contra los espaoles, y ya en los tiempos de Cieza se hallaba all Sairi Tpac. Al elaborar su t e x t o , Cieza de Len se contradice sobre el nmero de las parejas de los Ayar, si bien inicialmente seal cuatro, despus las redujo a tres, aadiendo: "Algunos indios cuentan estos nombres de otra manera y en ms nmero, mas yo a lo que cuentan los orejones /miembros de la lite cuzqueaj y ellos tienen por tan cierto me allegara (slc), porque lo saben mejor que otros ningunos" (Cieza de Len /155Q7 1 9 6 7 : 8 4 ) . En su narracin, describe Cieza lo que des-

22 pues sera empleado como arquetipo del ritual de iniciacin de la lite incaica, donde dos de los Ayar asisten al regreso del tercero (Ayar Cachi), quien haba sido encerrado en una cueva por los dos primeros; Ayar Cachi vino " p o r el ayre con alas grandes de plumas pintadas" y les habl: " N o temis ni os acongojis, que yo no vengo sino porque comience a ser conocido el imperio de los Incas; por tanto, dejad esa poblacin que hecho habis y andad ms abajo hasta que veis un valle, adonde luego fundad el Cuzco, ques lo que ha de v a l e r . . . (1967: 87). Ayar Cachi se presenta como un mensajero divino, solar, seala su presencia continua en Guanacaure (conocido lugar sagrado del Cuzco) e indica que los incas deban horadarse las orejas y usar orejeras de oro como peculiar distintivo. Sera excesivo hacer a q u una comparacin textual entre lo que Cieza escribi y lo que registr Juan de Betanzos, su estricto contemporneo en el Cuzco; sin embargo, all hay importantes aspectos que dilucidar. Baste sealar que el personaje de Guanacaure es distinto en ambos cronistas, y que la versin de Betanzos no ofrece dudas sobre las cuatro parejas de los Ayar. Ciertamente, Cieza no olvida registrar: " R e d o m e he de lo que tengo escripto destos indios: yo cuento en mi escriptura lo que ellos a m contaron por la suya y antes quito muchas cosas que aado una tan s o l a . . . " (1967: 93). El Inca Garcilaso de la Vega imprimi la primera parte de sus Comentarios Reales de los Incas en Lisboa 1609). Visiblemente, Garcilaso escribi una historia para los lectores de su tiempo; si bien esto es general en los cronistas, en Garcilaso adquiere ribetes particulares, puesto que ya en ese tiempo haba abandonado una carrera literaria empezada con la traduccin de los Dilogos de A m o r de Len Hebreo y continuada con La Florida del Inca, para dedicarse durante aos a la elaboracin de una historia general del Per, en la cual hara evidente no slo una revaluacin de su pasado personal y familiar, sino tambin una justificacin, renacentista en suma, de una sociedad de utopa; f i j su idealizacin en el pasado, convirtindola en retrospectiva. Garcilaso precis as claramente una genealoga de los incas del Cuzco, por ello quizs la versin de los Ayar fue transformada -en realidad complementada- por la de Manco Cpac y Mama O d i o , ahora claramente producto de una generacin solar, acorde con la idea de que los incas eran considerados hijos del Sol. De esta forma Garcilaso estableca una genealoga monrquica antigua y c o n t i n u a , que contradeca otras opiniones de sus tiempos (Sarmiento de Gamboa, las informaciones de Toledo), que presentaban a los gobernantes cuzqueos como tiranos y, en consecuencia, ilegtimos, de acuerdo con una tradicin moralista claramente identifcable desde Santo Toms de A q u i n o . Se incluye aqu la versin de Garcilaso como un ejemplo de esta elaboracin, aunque se puede discutir si su punto de vista final pertenece realmente a la informacin andina y cuzquea. Su racionalidad histrica es la que hace surgir, precisamente, esta duda, si bien puede argirse que no es imposible que respondiera a un tipo de explicacin ms ligada a la forma como la lite cuzquea justific en tiempos-

23 hispnicos la legalidad de su rgimen de gobierno anterior. A continuacin del t e x t o del Inca Garcilaso, se incluye aqu la versin sobre el origen de los incas proporcionada por Felipe Guarnan Poma de Ayala en su Nueva Cornica y Buen Gobierno, terminada de escribir hacia 1615. Su manuscrito fue desconocido hasta comienzos de este siglo, publicndose facsimilarmente slo en 1936. Se encuentra en la Biblioteca Real de Copenhague. La Nueva Cornica es, sin duda alguna uno de los textos andinos ms importantes, al margen del grado de aculturacin de su autor. En la argumentacin de Guarnan Poma, los incas* son ilegtimos e idlatras; a pesar de ello, el autor se declara descendiente de Tpac Inca Yupanqui. La ilegitimidad aludida proviene de Mama O d i o , la cual cambi su nombre por el de Mama Huaco despus que cas con su h i j o : a la bastarda se u n a el incesto; cierto es que estos calificativos se originan en la aculturacin y el declarado catolicismo de Guarnan Poma. El alegato de Guarnan Poma se inserta en una lnea en la cual ofrece una serie de edades del m u n d o , donde combina elementos europeos y andinos; como afirmaba que los hombres andinos provenan de No, sealaba tambin que haban tenido conocimiento del dios bblico en las primeras edades de su vida en los Andes, cosa que se fue perdiendo hasta llegar a la idolatra con los incas del Cuzco. Frente a estos, Guarnan Poma contrasta la legitimidad indudable y antigua de los curacas, entre los cuales se inclua a s mismo. La discusin posible acerca de la Nueva cornica es amplsima, dadas las mltiples facetas de una obra que quiere ser una suma de la informacin andina y, al mismo tiempo, una propuesta al rey de Espaa, a quien est dirigida, para mejor gobernar los Andes. Finalmente, en esta serie de versiones sobre el origen de los incas, se coloca aqu la de un cronista tambin t a r d o , el jesuta italiano Giovanni Anello Oliva, quien escribiera hacia 1 6 3 1 , una larga obra que reuna una primera parte sobre el mundo andino prehispnioo, con otras dedicadas a biografiar jesutas ilustres. Slo en 1895 se public 1a parte correspondiente a los Incas, aunque se lleg a imprimir parte de la siguiente. Oliva afirm que tuvo acceso a informacin escrita anterior proporcionada por el racionero de Charcas D. Bartolom Cervantes, y que a ello sum la relacin de un quipucamayoc llamado Catari, "coronista que fue de los Incas y lo fueron sus padres y todos los tuvieron del primero coronista imientor de kx quipus que dixe arries llamado Illa. . .". Precisa tambin que conoci un Vocabulario escrito por Blas Valera, tambin jesuta, y reconocida autoridad en cosas andinas, citado abundantemente por el Inca Garcilaso y presunto autor de un importante t e x t o sobre los incas. Justificado as a sus ojos el origen y la calidad de su informacin, Oliva relat la versin de una migracin marina, que lleg a la zona andina central proveniente de la ecuatorial. De all descendieron finalmente los incas del

24 Cuzo, luego de vicisitudes y migraciones donde los personajes de su relacin pasaron de la isla de la Puna a Quito y de all al Sur, fundaron el santuario de Pachacama en L u r n ; all justamente se podra establecer ciertas relaciones entre la versin de Oliva y la anteriormente mencionada de Calancha, an considerando significativas variantes. Los descendientes de estos primeros hombres venidos del norte habran fundado el Cuzco e inaugurado la dinasta incaica. Al hablar de Manco Cpac, Oliva detall muchas informaciones, procedentes a veces de los autores previos, entre ellos Garcilaso y Herrera; como se sabe, el ltimo copi a muchos autores de los que escribieron primero. Despus de la invasin espaola slo puede rastrearse la tradicin oral por medios an ms indirectos que las crnicas, excepcin hecha de la actual recoleccin de textos orales. La documentacin de los extirpadores de la " i d o l a t r a " , tan conocida para el siglo X V I I , dej una abundante informacin que, si bien ha sido estudiada, no lo ha sido desde el punto de vista de registrar la influencia de la evangelizacin en la modificacin de las tradiciones orales. En cambio, la aparicin y el desarrollo de la antropologa desde la dcada de 1.950 ha hecho posible el descubrimiento de una rica mitologa contempornea, a partir de la cual se han desarrollado muchas investigaciones que han llamado la atencin sobre informaciones fragmentarias de las mismas crnicas (como la de Cristbal de Molina) que mencionaban la existencia de movimientos religiosos de libertad y salvacin existentes en la primera centuria colonial en los Andes. Identificado este movimiento bajo el nombre de Taqui Onqoy (aunque no fue el unco ni sta su sola denominacin), se precisa su aparicin hacia 1565; fue vinculado ya en sus tiempos con la actividad resistente de la lite incaica en Vilcabamba, lugar donde se haba refugiado parte de la misma despus de la sublevacin de Manco Inca contra los espaoles (1536). En los estudios modernos se discuti si el Taqui Onqoy tena caracteres milenaristas o mesinicos, aunque no siempre se tuvo en cuenta que ambas condiciones podan ser viables y confluyentes, derivada la primera del carcter cclico de la cosmovisin andina, e influida la segunda por la evangelizacin que predicaba el segundo advenimiento de Jesucristo, con el corolario inevitable del f i n de los tiempos y el establecimiento definitivo del reino de Dios. Este, que en la escatologa cristiana quedaba ubicado "fuera de este m u n d o " , se convirti en los Andes en un "reino de este m u n d o " que reemplazaba al paraso primordial en trminos cristianos, pero que tambin recobraba el pasado arcdico del " t i e m p o del y n g a " , idelaizado en las mismas crnicas (Garcilaso) como un mundo idlico donde no haba lugar para la miseria ni el hambre. Indudablemente pes en este proceso la evangelizacin cristiana, y en especial la propuesta de Joaqun de Fiore, quien haba hablado de un reino del Padre, de otro del Hijo, y del f u t g r o perfectodel reino del Espirito Santo. De manera similar a lo que haba sucedido en Mxico, los franciscanos parecen haber sido los difusores principales o ms exitosos de esta tesis, que en los Andes

25 vena a coincidir con esquemas cclicos y que culmin con la paulatina identificacin del Inka como un hroe mesinico, cuyo retorno habra de devolver a los Andes el orden csmico r o t o por la invasin espaola. Esta configuraba el inicio de un perodo catico donde las calamidades y las crisis en la poblacin eran la prueba de la ruptura del orden de las cosas. Por ello en el Taqui Onqoy y en otros movimientos similares del siglo X V I se hablaba de que las huacas /ios diosesj andinas venceran (o haban vencido) al dios cristiano y, a consecuencia de ello, los hombre andinos estaban en condiciones de expulsar a los espaoles.' Numerosas son las versiones y variantes del m i t o de las tres edades y su misin incluye, cuando menos, la antigua regin del Caar (Ecuador). Se incluye en esta antologa la dada a conocer por Fernando Fuenzalida, recogida en Moya (Huancavelica); este autor considera que se trata "de un m i t o panandino de origen colonial y no estamos/ ante una creacin tarda y puramente local de los comuneros del distrito de Moya, o ante una sincretizacin, tambin local, que haya que atribuir nicamente a los efectos de la presin ideolgica ejercida por una particular congregacin misionera en el Mantaro. Con ello, a mi entender, la cuestin de la procedencia europea del esquema base pasa a un segundo plano. Ms importante, resulta la de averiguar la medida en que este esquema europeo y los motivos cristianos integrados en el m i t o se encuentren estructural mente vinculados a representaciones prehipnicas o constituyan sustitutos funcionales de motivos propiamente andinos" (Fuenzalida 1977:60). La sugerencia es interesante. Propone, en suma, una visin cclica acomodada, ciertamente, a la escatologa cristiana, en la cual el juicio final presente, por cierto, en m u l t i t u d de versiones orales andinas actuales reemplaza la edad de la perfeccin primigenia. Adems, llama la atencin fuertemente sobre el hecho de que la inevitable influencia del universo tradicional occidental, incluso temas y motivos expresos, en la mitologa andina, no invalida en ningn modo la condicin andina de esta mitologa, y exige, en cambio, esfuerzos ms sutiles de interpretacin. Si se entiende que prcticamente todos los testimonios sobre la religin andina transmitidos por los cronistas estn viciados de occidentalizacin, o comprendidos por los mismos autores de las crnicas con las categoras que presidan el conocimiento e imagen cristiana del mundo de sus tiempos, el anlisis de la mencionada informacin debe asumir esta realidad, y no simplemente dejarla de lado, o suponer que no exista una coherencia andina expresada en una cosmovisin orgnica y que, en consecuencia, debemos contentarnos con datos aislados. Esto es vlido para ampliar la discusin acerca de los mitos de origen, de las divinidades creadoras, etc. La versin ms conocida de la mitologa andina actual es, sin duda, la de Inkarr, que conoce a su vez muchas variantes en relatos recogidos en muy diversos lugares de los Andes. Se hizo pblica entre 1956 y 1958 en el mundo acadmico, gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Jos Mara Arguedas,

26 Efran Morte Best y Josafat Roel Pineda. Las versiones hablan del Inka como una divinidad que participa en el ordenamiento del mundo, como in dios ordenador, que sufre la invasin espaola, aunque la supera escatolgicamente. El " t i e m p o del y n g a " se convirti durante la colonia en un tiempo de perfeccin pretrita al que haba que retornar; ciertamente, el pasado idealizado no se circunscriba al perodo histrico de los incas del Cuzco, ya que ste ha sido bien precisado arqueolgicamente como un lapso no mayor de un siglo, englobaba, en cambio, a todo el tiempo anterior a la invasin espaola, momento ste en el cual se haba realizado una inversin del mundo que converta al presente en un caos inaugurado con la muerte de Atahualpa en Cajamarca. Por ello las versiones orales contemporneas colocan el caos sobre la superficie de la tierra, mientras el cosmos ( mundo ordenado) susbiste en el mundo de abajo, donde se encuentra Inkarr reconstruyendo su cuerpo. En la mitologa posterior a la invasin espaola, Atahualpa no ha muerto a causa de la estrangulacin por el garrote (hecho histrico) sino ha sido decapitado; la decapitacin del Inka aparece registrada tambin en la iconografa andina colonial. La decapitacin y el desmembramiento de los dioses es un elemento difundido en los Andes. Lo he mencionado anteriormente al comentar los textos del agustino Calancha por ejemplo, y se encuentra tambin registrado en textos coloniales iniciales, como es el caso de la relacin escrita por los religiosos agustinos de Huamachuco hacia 1 5 6 1 . Es interesante anotar, de paso, que su vigencia no es slo andina; se hallan motivos similares en otras regiones de Amrica. " E n 1897 el viajero alemn Teober Maler, que recorra estas soledades por cuenta del Peabody Museum, hizo notar que una de las estatuas de Yaxchiln haba sido decapitada, sin duda por algn leador, en busca de caoba. Pues bien, los lacandones del Noroeste tienen por seguro que la estatua decapitada es la del dios Atch-Bilam y que el da en que se le vuelva a colocar la cabeza sobre sus hombros ser el fin del mundo. Entonces aparecern jaguares y devorarn a los hombres, como los monstruos Tzltzimim que, segn la cosmologa azteca, surgirn el l t i m o da cuando un ltimo temblor de tierra haya hecho desmoronarse el universo. Observemos de pasada que surge a menudo el tema del f i n del mundo entre los lacandones, en lo que no se distinguen de los dems indios de Mxico, comprendidos los que han levantado las ms brillantes civilizaciones; por todas partes, desde la antigedad (e incluso entre los indios del Sur de los actuales Estados Unidos), se encuentra esta idea de que nuestro mundo ha sido precedido por otros varios (los Cuatro Soles), que cada una de estas eras csmicas acab en cataclismos y que la nuestra tendr f i n no menos trgicamente" (Soustelle /967/ 1969:47-48).

27 Tambin en diversos textos recogidos contemporneamente en los Andes se menciona que el f i n del mundo ser indicado por la presencia simultnea de varios soles en el cielo. Pero el m i t o de Inkarr recoge elementos que provienen del ciclo de Wiraqocha, ms especficamente de los Ayar, aunque tambin est presente algn tema divulgado en la versin de Garcilaso de la Vega sobre el origen de los incas del Cuzco: la barreta de oro que seal la voluntad de la divinidad para la ubicacin de la ciudad sagrada de los Incas. La misma versin que aqu se reproduce (aquella publicada por Jos Mara Arguedas y reimpresa en Ortiz 1973) precisa el traumatismo de la conquista: " E l Inka de los espaoles apres a Inkarr, su igual". Pero la cabeza de Inkarr sobrevive: "Dicen que slo la cabeza de Inkarr existe. Desde la cabeza est creciendo hacia adentro; dicen que est creciendo hacia los pies. /Entonces volver Inkarr, cuando est completo su cuerpo". Otra versin, asimismo publicada por Arguedas, precisa este mismo punto: "Dicen que ahora est en el CUZCQ7. Ignoramos quien lo habra llevado al Cuzco. Dicen que llevaron su cabeza, slo su cabeza. Y as, dicen, que su cabellera est creciendo; su cuerpecito est creciendo hacia abajo. Cuando se haya reconstituido, habr de realizarse, quiz, el j u i c i o " . Una distinta versin del mito de Inkarr, tambin procedente de Huamanga como la de Arguedas, seala que el sol tuvo dos hijos, uno era Inkarr, el o t r o Espaarr. Este saba leer, el primero haca quipus; ambos se malentendieron entonces. El inevitable conflicto figura el caos: "Pero la Luna y el Sol se juntaron, el toro y el Amaru. El mundo avanz. La tierra tembl y la cabeza de Inkarr la escondi su hermano. Desde entonces surgieron los degolladores. / L a sangre de Inkarr est viva en el f i n de nuestra Madre Tierra. Se afirma que llegar el da en que su cabeza, su cuerpo habrn de juntarse. Ese da amanecer en el anochecer, los reptiles volarn se secar la laguna de Parinacohas, entonces el hermoso y gran pueblo de nuestro Inkarr no pudo concluir ser de nuevo visibles". La extensin del mbito de difusin de las versiones coloniales y modernas sobre la representacin ritual de la muerte del Inka, generalmente relacionadas con Atahualpa y su ejecucin en Cajamarca, as como la de los mitos de las tres edades y el mito de Inkarr, ofrecen un inquietante problema, pues no se trata nicamente de versiones que provengan de la influencia europea, sino que, de acuerdo a diversas opiniones, se puede comprobar que los elementos andinos y los occidentales se combinan en ellos en un fenmeno sincrtico ms o menos generalizado. A ello se aade la presencia generalizada de la Pachamama (la tierra), cuyo culto es reconocidamente universal en los Andes. Es visible que Pachamama es una divinidad que, acogiendo hoy al Inka en su seno, se opone y complementa actualmente al dios cristiano (celeste). La evangelizacin pudo reemplazar a las diversas manifestaciones de una divinidad celeste andina, que los cronistas identificaron en forma excesivamente individualizada con el

28 sol de los incas, pero no pudo desplazar a la Pachamama, puesto que el infierno cristiano no tiene ninguna posible relacin con la misma. La Pachamama f o r m parte de una estructura, seguramente dual, con su contraparte celeste, que podra ser identificada con las deidades del tipo de Wiraqocha en los Andes del Sur, y relacionada con Cmac en tanto la condicin de ste como principio generador. Inkarr, vivo actualmente dentro de Pachamama, espera su tiempo para regresar, podra identificarse siempre su retorno con la "tercera e d a d " del m i t o de las tres edades? Debe aadirse que el Inka es tambin una manifestacin del principio generador representado en los dioses celestes. La esperanza de su resurreccin es tambin la de la recomposicin de una estructura dual del cielo y la tierra, donde el mundo encontrar su equilibrio. Como se aprecia en los mitos de Inkarr, hoy, la evangelizacin estableci tambin una condicin: Inkarr retornar "si Dios da su asentimiento". Pocos elementos son claros sobre las primeras manifestaciones del rnesianismo del Inka de (Inkarr). En los movimientos de tipo dei Taqui Onqoy no es visible la imagen de un Inka convertido en hroe mesinico suyo regreso regenerar el mundo. En movimientos andinos posteriores (166 - 67) s lo es. En este ltimo ao abort una sublevacin organizada por curacas de distintas regiones andinas en la ciudad de Lima. El principal dirigente escap; se llamaba Gabriel Manco Cpac. Hubo ecos de la revuelta en la sierra central, entre el valle del Mantaro y la ciudad minera de Huancavelica; all la autoridad colonial persigui a quienes haban fabricado insignias " c o m o las que usaba el y n g a " , y se menciona en las pesquisas realizadas el inters de los espaoles en hallar smbolos incaicos como prueba de la subversin. Es indiscutible que en esta sublevacin participaron curacas de diversos lugares de los Andes; tambin es visible que dichos seores tnicos comandaron ta revuelta a la vez que hacan evidente su intencin de aculturarse y adoptar los patrones de la sociedad colonial: hablar espaol y saber leer y escribir eran cosas importantes. Los siguientes cien aos, y an ms, estn nutridos de rebeliones andinas. En los conocidos casos de Juan Santos Atahualpa (1752) y Thupa Amaro (1780) es visible asimismo la importancia que tena la imagen del Inka para la movilizacin de la poblacin. El Inka fue en el X V I I I un hroe mesinico, cuyo regreso garantizaba el retorno de este mundo a su condicin primigenia y perfecta. Una de las noticias que corra en los tiempos del alzamiento de Juan Santos Atahualpa requiere inters: en sus Noticias cronolgicas de la gran ciudad del Cuzco, precisa Diego de Esquivel y Navia que en agosto de 1742 lleg a la novedad a la ciudad; una primera afirmacin de su t e x t o indica: "la noticia de haberse proclamado por capitn o rgulo en los Andes de Xauxa y provincias interiores de Ocopa, un hombre de los naturales de esta tierra, que llaman indios, cuyo nombre no saben y vulgarmente le dan el de Atagualpa"; ms adelante seala: "Y que un primo hermano suyo estaba reinando en el gran Paititi, tambin escriben que este don Ventura se coron a los cinco das

29 despus de haberse dicho con los dichos religiosos /franciscanos/. . . Tambin escriben de Lima que ste se apellida Huscar" . La dualidad del Inka y la presencia del Paititi - l a tierra sin mal - son visiblemente importantes. La imagen mesinica del Inka se extendi no slo en los Andes, sino tambin en el A l t o Per; un interrogatorio incluido en un expediente judicial de Larecaja - 1 7 7 9 - denotaba el prestigio reconocido a los descendientes de los incas: "si saven o an oydo decir que don Juan de Miranda por suponerse dezendiente del Rey Ynga del Per y por tal gozar de muchos privilegios es un hombre altivo sin ley ni razn " (Archivo Nacional de Bolivia, Tierras e Indios, No. 57). La conocida rebelin de los Catari en Bolivia anuncia el mismo tema, al igual que la de los Thupa Amaro en el Per: el Inka haba renacido y haba que seguirlo porque el mundo regresaba a su orden natural. Este es el contexto donde cuadran los mitos de Inkarr contemporneos. Los informantes de diversas regiones identifican tambin a Inkarr con Tupa Amaro; no es nicamente una lgica histrica la que preside esta identificacin. Tampoco es nicamente Thupa Amaro el personaje histrico de la rebelin que acaudill; fue la actualizacin mesinica del Inka. Su muerte no es su muerte, tampoco lo es la de Juan Santos Atahualpa. Hoy es posible recoger una numerosa y amplia mitologa en los Andes. Se han hecho numerosos esfuezos en este sentido, aunque la tradicin oral va, por cierto, mucho ms lejos que su recopilacin y sistematizacin. Ella nos informa de una visin del mundo y de la actividad de los hombres en l. Por ello se incluye en la parte final de esta antologa algunos textos contemporneos, que no forman parte de la visin andina del origen del mundo, pero s de la explicacin justificacin- del presente.

WIRAQOCHA Versin de Juan de Betanzos* En los tiempos antiguos, dicen ser la tierra e provincia del Per escura, y que en ella no haba lumbre ni da. Que haba en este tiempo cierta gente en ella, la cual gente tena cierto Seor que la mandaba y a quien ella era subjeta. Del nombre desta gente y del Seor que la mandaba no se acuerdan. Y en estos tiempos que esta tierra era toda noche, dicen que sali de una laguna que es en esta tierra del Per en la provincia que dicen de Collasuyo, un Seor que llamaron Con Tici Viracocha, el cual dicen haber sacado consigo cierto nme-

* Betanzos (l.551) 1924:82-89. En este texto y en los siguientes se han suprimido las anotaciones y comentarios de los editores originales.

30 ro de gentes, del cual nmero no se acuerdan. Y como esta hubiese salido desta laguna, fuese de all a un sitio ques j u n t o a esta laguna, quest donde hoy da es un pueblo que llaman Tiaguanaco, en esta provincia ya dicha del Collao; y como all fuese l y los suyos, luego all en improviso dicen que hizo el sol y el d a , y que al sol mand que anduviese por el curso que anda, y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual Con Tici Viracocha, dicen haber salido otra vez antes de aquella y que en esta vez primera que sali, hizo el cielo y la tierra, y que todo lo dej oscuro; y que entonces hizo aquella gente que haba en el tiempo de la oscuridad ya dicha; y que esta gente le hizo cierto de servicio a este Viracocha, y como della estuviese enojado, torn esta vez postrera y sali como antes haba hecho, y a aquella gente primera y a su Seor, en castigo del enojo que le hicieron, hizlos que se tornasen piedra luego. As como sali y en aquella misma hora, como ya hemos dicho dicen que hizo el sol y d a , y luna y estrellas; y que esto hecho, que en aquel asiento de Tiaguanago hizo de piedra cierta gente y manera de dechado de la gente que despus haba de producir, hacindole en esta manera: Que hizo de piedra cierto nmero de gente y un principal que la gobernaba y seoreaba y muchas mujeres preadas y otras paridas y que los nios tenan en cunas, segn su uso; todo lo cual ansi hecho de piedra, que lo apartaba a cierta parte; y que l luego hizo otra provincia all en Tiaguanaco, formndolos de piedra en la manera ya dicha y como los hobiese acabado de hacer, mand a toda su gente que se partiesen todos los que l all consigo tena, dejando solo dos en su compaa, a los cuales dijo que mirasen aquellos bultos y los nombres que les haba dado a cada gnero de aquello, sealndoles y dicindoles: "estos se llamarn los tales y saldrn de tal fuente en tal provincia, y poblarn en ella, y all sern aumentados; y estos saldrn de tal cueva, y se nombrarn los fulanos, y poblarn en tal parte; y ans como yo aqu los tengo pintados y hechos de piedras, ans han de salir de las fuentes y ros, y cuevas y cerros, en las provincias que ans os he dicho y nombrado; iris luego todos vosotros por esta parte (sealndoles hacia donde el sol sale), divindoles a cada uno por s y sealndoles el derecho que deba de llevar". E ans se partieron estos viracochas que habis o d o , los cuales iban por las provincias que les haba dicho Viracocha, llamando en cada provincia, as como llegaban, cada uno de los, por la parte que iban a la tal provincia, los que el Viracocha en Tiaguanaco les seal de piedra que en la tal provincia haban de salir, ponindose cada uno destos viracochas all junto al sitio do les era dicho que la tal gente de all haba de salir; y siendo ans, all este Viracocha deca en alta voz: "Fulano, salid e poblad esta tierra q u e ' est desierta, porque ans lo mand el Con Tici Viracocha, que hizo el m u n d o " . Y como estos ans los lia-

31 masen, luego salan las tales gentes de aquellas partes y lugares que ans les era dicho por el Viracocha. Y ans dicen que iban estos llamando y sacando las gentes de las cuevas, ros y fuentes, e altas sierras, como ya en el captulo antes dste habis o d o , y poblando la tierra hacia la parte do el sol sale. E como el Con Tici Viracocha hobiese ya despachado esto, y ido en la manera ya dicha, dicen que los dos que all quedaron con l en el pueblo de Tiaguanaco, que los envi as mismo a que llamasen y sacasen las gentes en la manera que ya habis o d o , devidiendo estos dos en esta manera: Que envi el uno por la parte y provincia de Condesuyo, que es, estando en este Tiaguanaco las espaldas do el sol sale, a la mano izquierda, para que ansmismo fuesen (a) hacer lo que haban ido los primeros, y que ans mismo llamasen los indios y naturales de la provincia de Condesuyo; y que lo mismo envi el otro por la parte y provincia de Andesuyo, que es a la otra manderecha, puesto en la manera dicha, las espaldas hacia do el sol sale. Y estos dos ans despachados, dicen que el ansmismo se parti por el derecho hacia el Cuzco, que es por el medio destas dos provincias, viniendo por el camino real que va por la sierra hacia Caxamalca; por el cual camino iba l ansmismo llamando y sacando las gentes en la maneya que ya habis o d o . Y como llegase a una provincia que dicen Cacha, que es de indios Canas, la cual est diez y ocho leguas de la ciudad del Cuzco, este Viracocha, como hobiese all llamado estos indios Canas, que luego como salieron, que salieron armados, y como viesen al Viracocha, no lo conociendo, dicen que se venan a l con sus armas todos juntos a matarle, y que l, como los viese venir ans, entendiendo a lo que venan, luego improviso hizo que cayese fuego del cielo y que viniese quemando una cordillera de un cerro hacia do los indios estaban. Y como los indios viesen el fuego, que tuvieron temor de ser quemados y arrojaron las armas en tierra, y se fueron derechos al Viracocha, y como llegasen a l, se echaron por tierra todos; el cual, como ans lo viese, t o m una vara en las manos y se fue do el fuego estaba, y dio en l dos o tres varazos y luego fue muerto. Y todo esto hecho, dijo a los indios, cmo l era su hacedor; y luego los indios Canas hicieron en el lugar do l se puso, para que! fuego cayese del cielo y de all parti a matalles, una suntuosa guaca, que quiere decir guaca adoratorio o dolo, en la cual guaca ofrecieron mucha cantidad de oro y plata stos y sus descendientes, en la cual guaca pusieron un bulto de piedra esculpido en una piedra grande de casi cinco varas en largo y de ancho una vara o poco menos, en memoria de este Viracocha y de aquello all subcedido; io cual dicen estar hecha esta guaca desde su antigedad hasta hoy. Y yo he visto el cerro quemado y las piedras del, y la quemadura es de ms de un cuarto de legua, y viendo esta admiracin, llam en este pueblo de Chaca (a) ios indios e principales ms ancianos, e preguntelles qu hobiese sido aquello de aquel cerro quemado, y ellos me dijeron esto que habis o d o . Y la guaca de este Viracocha est en

32 derecho desta quemadura un tiro de piedra della, en un llano y de la otra parte de un arroyo que est entre esta quemadura y la guaca. Muchas personas han pasado este arroyo y han visto esta guaca, porque han o d o lo ya dicho a los indios, y han visto esta piedra: que preguntando a los indios que qu figura tena este Viracocha cuando ans le vieron los antiguos, segn que dello tenan noticia, y dironme que era un hombre alto de cuerpo y que tena una vestidura blanca que le daba hasta los pies, y questa vestidura traa ceida; e que traa el cabello corto y una corona hecha en la cabeza a manera de sacerdote; y que andaba destocado, y que traa en las manos cierta cosa que ellos les parece el da de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traan en las manos. Y esta es la razn que yo desto tuve, segn que los indios me dijeron. Y pregnteles cmo se llama aquella persona en cuyo lugar aquella piedra era puesta y dijronme que se llama Con Tici Viracocha Pachayachachic, que quiere decir en su lengua, Dios hacerdor del mundo. Y volviendo a nuestra historia, dicen que despus de haber hecho en esta provincia de Cacha este milagro, que pas adelante, siempre entendiendo en su obra, como ya habis o d o , y como llegase a un sitio que agora dicen el Tambo de Urcos, que es seis leguas de la ciudad del Cuzco, subise a un cerro alto y sentse en lo ms alto del, de donde dicen que mand que produciesen y saliesen de aquella altura los indios naturales que all residen el da de hoy. Y porque este Viracocha all se hubiese sentado, le hicieron en aquel lugar una muy rica y suntuosa guaca, en la cual guaca, porque se sent en aquel lugar este Viracocha, pusieron los que la edificaron un escao de oro f i n o , y el bulto que en el este escao; el cual bulto de oro f i n o , en la parte del Cuzco que los chripstianos hicieron cuando le ganaron, (vali o pes) diez y seis o diez y ocho mili pesos. Y de all el Viracocha se parti y vino haciendo sus gentes, como ya habis o d o , hasta que lleg al Cuzco; donde llegado que fue, dicen que hizo un Seor, al cual puso por nombre Alcaviza, y puso nombre ansmesmo a este sitio, do este Seor hizo, Cuzco; y dejando orden cmo despus qul pasase produciese los orejones, se parti adelante haciendo su obra. Y como llegase a la provincia de Puerto Viejo, se junt all con los suyos que ante l inviaba en la manera ya dicha, donde como all se juntasen, se meti por la mar juntamente con ellos, por do dicen que andaba l y los suyos por el agua ans como si anduvieran por tierra. Otras muchas cosas hobiera aqu ms escripto deste Viracocha, segn que estos indios me han informado del, sino, por evitar prolijidad y grandes idolatras y bestialidad, no las puse; donde le dejaremos y hablaremos del producimiento de los orejones de la ciudad del Cuzco, que ansmesmo llevan (usan) y siguen la bestialidad e idolatra gentlica y brbara que ya habis o d o .

33 WIRAQOCHA Versin de Cristbal de M o l i n a * En la vida de Manco Cpac que fue el primer Inca, de donde empezaron a jactarse y llamarse Hijos del Sol, y a tener principio la idolatra y adoracin del Sol, y tuvieron gran noticia del Diluvio, y dicen que en l perecieron todas las gentes y todas las cosas creadas, de tal manera que las aguas subieron sobre los ms altos cerros que en el mundo haban; de suerte que no qued cosa viva, excepto un hombre y una mujer, que quedaron en una caja de un alambor; y que al tiempo que se recogieron las aguas, el viento ech a stos en Tiahuanaco, que ser del Cuzco ms de setenta leguas, poco ms o menos; y que el Hacedor de todas las cosas les mand que all quedasen por mitimas; y que all, en Tiahuanaco, el Hacedor empez a hacer las gentes y naciones que en esta tierra hay, y haciendo de barro cada nacin, pintndoles los trajes y vestidos que cada uno haba de traer y tener; y los que haban de traer cabellos, con cabellos; y los que cortado, cortado el cabello; y que concluido, a cada nacin do la lengua que haban de hablar, y los cantos que haban de cantar, y las simientes y comidas que haban de sembrar. Y acabado de pintar y hacer las dichas naciones y bultos de barro, dio ser y nima a cada uno por s, as a los hombres como a las mujeres; y les mand se sumiesen debajo de tierra cada nacin por s; y que de all cada nacin fuese a salir a las partes y lugares que l les mandase; y as dicen que los unos salieron de cuevas, los otros de cerros, y otros de fuentes, y otros de lagunas, y otros de pies de rboles, y otros desatinos de esta manera; y que por haber salido y empezado a multiplicar de estos lugares, haber sido de all el principio de su linaje, hicieron huacas y adoratorios estos lugares, en memoria del primero de su linaje que de all procedi, y as cada nacin se viste y trae el traje con que a su huaca vestan. Y dicen que el primero que de aquel lugar naci, all se volva a convertir en piedras; otros en halcones y cndores, y otros animales y aves; y as son de diferentes figuras las huacas que adoran y que usan. Otras naciones hay que dicen que cuando el diluvio se acab, por las aguas, la gente, excepto aquellos que en algunos cerros, cuevas y rboles se pudieron escapar, y que stos fueron muy poquitos, y que de all empezaron a multiplicar; y que por haber escapdose y procedido de aquellos lugares, en memoria del primero que de all sali, ponan dolos de piedra, dndoles el nombre a cada huaca que ellos entendan haba tenido aquel de quien de jactaba proceder; y as los adoraban y ofrecan sus sacrificios de aquellas cosas que cada nacin usaba;

* Molina /1575/ 1943: 7-14

34 no obstante que hubo algunas naciones que tuvieron noticia, antes que el Inca los sujetase, que haba un Hacedor de todas las cosas; al cual, aunque le hacan algunos sacrificios, no eran en tanta cantidad ni con tanta veneracin como a sus huacas. Y prosiguiendo la dicha fbula dicen que al tiempo que el Hacedor estaba en Tiahuanaco, porque dicen que aquel era su principal asiento; y as, all, hay unos edificios soberbios de grande admiracin, en los cuales estaban pintados muchos trajes de estos indios, y muchos bultos de piedra de hombres y mujeres; que por no obedecer el mandato del Hacedor, dicen que los convirti en piedras; y dicen que era de noche y que all hizo el Sol, la Luna y las estrellas; y que mand al Sol, la Luna y las estrellas fuesen a la isla de Titicaca que est all cerca; y que desde all subiesen al cielo. Y que al tiempo que se quera subir el Sol, en firgura de un hombre muy resplandeciente, llam a los Incas y a Manco Cpac, como a mayor de ellos y le dijo: " T y tus descendientes habis de ser seores, y habis de sujetar muchas naciones; tenedme por padre, y por tales hijos mos os jactad, y as me reverenciaris como a padre". Y que acabado de decir esto a Manco Cpac le dio por insignias y armas el suntur paucar y el champ y otras insignias de que ellos usaban, que es a manera de cetro, y que todos ellos, por insignias y armas tuvieron. Y que en aquel punto mand al Sol, la Luna y las estrellas su subiesen al Cielo, a ponerse cada uno en sus lugares; y as subieron y se pusieron; y que luego en aquel instante Manco Cpac y sus hermanos y hermanas, por mandato del Hacedor, se sumieron debajo de tierra, y vinieron a salir a la cueva de Pacari tambo, de donde se jactaban proceder, aunque de la dicha cueva dicen que salieron otras naciones; y que salieron al punto que el Sol, el primer da despus de haber dividido la noche del da el Hacedor; y as de a q u les qued el apellido de llamarse Hijos del Sol, y como a padre adorarle y reverenciarle. Tienen tambin otra fbula en que dicen que el Hacedor tuvo dos hijos, que al uno llamaron Imaymana Viracocha y al o t r o Tocapo Viracocha; y que concluido el Hacedor las gentes y naciones, y dar trazas y lenguas, y haber enviado al cielo el Sol, la Luna y las estrellas, cada uno a su lugar desde Tiahuanaco, como est dicho, el Hacedor, a quien en lengua de estos indios le llaman Pachayachachic, y por o t r o nombre Tecsi Viracocha, que quiere decir Incomprensible Dios, que vino por el camino de la sierra visitando y viendo a todas las naciones, como haba comenzado a multiplicar y cumplir lo que se les haba mandado; y que algunas naciones que hall rebeldes y que no haban cumplido su mandato, gran parte de ellos convirti en piedras, en figuras de hombres y mujeres con el mismo traje que traan. Fue la conversin en piedras en los lugares siguientes; en Tiahuanaco, en Pucar y Jauja, donde dicen convirti la huaca Huarivilca en piedra, y en Pachacamac, en Cajamarca y en otras partes. Y hoy en da estn en los dichos lugares unos bultos de piedras grandes, y en algunas partes casi de vultos de gigantes, que antiqusimamente debieron ser hechos por manos de hombres; y por falta de

35 memoria y escritura tomaron esta fbula de decir que por mandado del Hacedor, por no haber cumplido sus mandamientos, se tornaron en piedras. Y que en Pucar, que es cuarenta leguas de la ciudad del Cuzco, por el camino del Collao, dicen que baj fuego del cielo y quem gran parte de ellos, y que los que iban huyendo, se convirtieron en piedras; y que el Hacedor, de quien ellos decan que era el padre de Imaymana Viracocha y de Tocapo Viracocha, mand que desde all se partiese el mayor de sus hijos, llamado Imaymana Viracocha, en cuyo poder y mano estn todas las cosas, y que fuese por el camino de los Andes y montaas de toda la tierra; y que fuese dando y poniendo nombres a todos los rboles grandes y pequeos, y a las flores y frutas que haban de tener mostrando a las gentes las que eran para comer y las que no, y las que eran buenas para medicinas; y as mismo puso nombre a todas las yerbas y, el tiempo en que haban de producir sus frutos y flores, y que ste mostr a las gentes las yerbas que tenan virtud para curar y las que podan matar. Y al otro hijo llamado Tocapo Viracocha que quiere decir en su lengua Hacedor, en quien se incluyen todas las cosas, le mand fuese por el camino de los llanos, visitando las gentes y poniendo nombres a los ros y rboles que en ellos hubiese, y dndoles sus frutos y flores por la orden dicha; y que as bajaron a la mar por lo ms bajo de esta tierra y de all se subieran al cielo, despus de haber acabado de hacer lo que haba en la tierra. Dicen tambin en esta misma fbula que en Tiahuanaco, donde dicen hizo todas las gentes, hizo todas las diferencias de aves, macho y hembra cada uno, y dndoles cantos, que haban de cantar cada una; y a las que haban de residir en las montaas que se fuesen a ellas; y a las que en la sierra, cada una a las partes y lugares que haban de residir. Y que as mismo hizo todas las diferencias de animales de cada uno, macho y hembras, y todas las dems diferencias de culebras y dems sabandijas que en la tierra hay, mandando a cada una que las que haban de ir a las montaas, fuesen a ellas y, los dems fuesen por la tierra; y que all manifest a las gentes los nombres y propiedades que las aves y animales y dems sabandijas t e n a n . . ." . C U N I R A Y A WIRAQOCHA: VERSIN DE HUAROCHIR Versin de Francisco de A v i l a * Desde este punto y de cuanto hablamos en los dos captulos anteriores, de cmo Cuniraya fue muy antiguo o posterior, seguiremos escribiendo. Dicen que Cuniraya Huiracocha fue muy antiguo. Antes que l existie-

* Avila (1598) 1966: 95

36 ra no haba nada en este mundo, dicen. Y fue l, creen, quien hizo las montaas, los rboles, los ros, los animales de todas las clases y las chacras para que el hombre pudiera vivir. Por esta razn dicen de Cuniraya: " F u e el padre de Pariacaca". "Si no hubiera sido hijo de l , lo habra tratado como a un p e r r o " , afirman todos. A los otros pueblos, haciendo una u otra cosa, los subyug. De estos sucesos hablaremos ms adelante.

CUNIRAYA WIRAQOCHA Y CAUILLACA Versin de Francisco de A v i l a * "Como sucedi Cuniraya Viracocha en su tiempo y cmo Cahuillaca a su hijo y lo que pas". Vida de Cuniraya Viracocha Este Cuniraya Viracocha, en los tiempos ms antiguos, anduvo, vag, tomando la apariencia de un hombre muy pobre, su yacolla (manto) y su cusma (tnica) hechas jirones. Algunos, que no lo conocan, murmuraban al verlo: "miserable piojoso", decan. Este hombre tena poder sobre todos los pueblos. Con slo hablar consegua hacer concluir andenes bien acabados y sostenidos por muros. Y tambin ense a hacer los canales de riego arrojando /en el barro/ la flor de una caa llamada pupuna; ense que los hicieran desde su salida /comienzo/. Y de ese modo, haciendo unas y otras cosas, anduvo, emperrando /humillando/ a los huacas de algunos pueblos con su sabidura. Y as, en ese tiempo, haba una huaca llamada Cavillaca. Era doncella, desde siempre. Y como era hermosa, las huacas, ya uno, ya o t r o , todos ellos: "voy a dormir con e l l a " , diciendo, la requeran, la deseaban. Pero ninguno consigui lo que pretenda. Despus, sin haber permitido que ningn hombre cruzara las piernas con las de ella, cierto da se puso a tejer al pie de un rbol de lcuma. En ese momento Cuniraya, como era sabio, se convirti en pjaro y subi al rbol. Ya en la rama t o m un f r u t o , le echo su germen masculino e hizo caer el f r u t o delante de la mujer. Ella muy contenta, trag el germen. Y de ese modo qued preada, sin haber tenido contacto con ningn hombre. A los nueve meses, como cualquier mujer, ella pari as doncella. Durante un ao cri dndole sus pechos a la nia. " H i j a de quin ser?", se preguntaba. Y cuando la hija cumpli el ao justo y ya gateaba de cuatro pies, la madre hizo llamar a las

* Avila (1598) 1966: 23-29.

37 huacas de todas partes. Quera que reconocieran a su hija. Las huacas, al o r la noticia, se vistieron con sus mejores trajes. "A m ha de quererme, a m ha de quererme", diciendo, acudieron al llamado de Cavillaca. La reunin se hizo en Anchicocha donde la mujer viva. Y all, cuando ya los huacas sagrados de todas partes estaban sentados, all la mujer les dijo: " V e