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 Revista de Historia Contemporánea 2009 (4) Retaguardia y cultura de guerra, 1936-1939 76    M    a    d    r    i    d  ,    2    0    0    9  .    I    S    S    N    :    1    1    3    4      2    2    7    7    C    o    e    d    i    t    a    d    o    p    o    r    :    A    s    o    c    i    a    c    i     ó    n    d    e    H    i    s    t    o    r    i    a    C    o    n    t    e    m    p    o    r     á    n    e    a    y    M    a    r    c    i    a    l    P    o    n    s    H    i    s    t    o    r    i    a Las culturas de guerra se nutren fundamentalmente de la diabolización del enemigo, la construcción retórica de un relato autojustificativo en el pasado remoto y cercano, el culto a los caídos y la exaltación de la figura del líder carismático: nutridas, por tanto , de relatos de violencia. Generan elementos de identificación que servirán para construir lealtades e ideales colectivos que pueden acarrear para la población una intensa experiencia de modernidad, de nacionalización. Suponen, pues, utopías concretas, unificadoras e igualitarias, pero indisolublemente relacionadas con el contexto bélico y constituidas en relación con la utilización y justificación de los mecanismos de violencia política. La Guerra Civil, pues, como auténtico laboratorio histórico privilegiado de violencia, de movilización y construcción identitaria, de cultura de guerra.

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Revista de Historia Contemporánea2009 (4)

Retaguardia y cultura

de guerra, 1936-1939

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   M   a   d   r   i   d ,

   2   0   0   9 .

   I   S   S   N   :   1   1   3   4  -   2   2   7   7

   C   o   e   d   i   t   a

   d   o   p   o   r   :   A   s   o   c   i   a   c   i    ó   n   d   e   H   i   s   t   o   r   i   a   C   o   n   t   e   m   p   o   r    á   n   e   a   y   M   a   r   c   i   a   l   P   o   n   s   H   i   s   t   o   r   i   a

Las culturas de guerra se nutren fundamentalmente de la diabolizacióndel enemigo, la construcción retórica de un relato autojustificativoen el pasado remoto y cercano, el culto a los caídos y la exaltaciónde la figura del líder carismático: nutridas, por tanto, de relatos deviolencia. Generan elementos de identificación que servirán paraconstruir lealtades e ideales colectivos que pueden acarrear para lapoblación una intensa experiencia de modernidad, de nacionalización.Suponen, pues, utopías concretas, unificadoras e igualitarias, peroindisolublemente relacionadas con el contexto bélico y constituidasen relación con la utilización y justificación de los mecanismos deviolencia política. La Guerra Civil, pues, como auténtico laboratoriohistórico privilegiado de violencia, de movilización y construcciónidentitaria, de cultura de guerra.

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RETAGUARDY CULTURA DE GU1936-1939

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 Ayer 76/2009 (4)

SUMARIO

DOSSIER

RETAGUARDIA Y CULTURA DE GU1936-1939 Javier Rodrigo, ed.

Presentación. Retaguardia: un espacio de transf

 Javier Rodrigo................................................Experiencia en combate. Continuidad y cambios encia represiva (1931-1939), Eduardo Gonzále

 Las campañas rebeldes de aniquilación del enemiCruz .............................................................

Qué violencia para qué retaguardia o la República

de 1936, José Luis Ledesma......................... La zona gris de la España azul. La violencia de lo

dos en la Guerra Civil, Carlos Gil Andrés ... Relatos para una guerra. Terror, testimonio y lit

l E ñ i l H G í 

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 Sumario

El acelerón sindicalista y sus contradicciones interna y realidad en la propaganda de la OSE, 1957-1Amaya Quer .....................................................

ENSAYOS BIBLIOGRÁFICOS

Historia y presente en Israel y Palestina. Separacición y entrecruzamiento de dos historias paralvos y viejos enfoques, Carmen López Alonso

 

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DOSSIER 

 

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 Ayer 76/2009 (4): 13-36

Presentación. Run espacio de tran

«Eso era lo que no conseguía yabsoluta falta de adecuación entres posible matar y la tremenda haber en morir. Para nosotros, ertrabajo; para ellos, el fin de todobenévolas, p. 90).

Lo mismo que las manijas del reloj exteriornes de Bolonia, paradas para siempre en la hor(la del atentado del 2 de agosto de 1980, en el sonas), el reloj de la historia de España parece

 

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detenido en 1936. Resulta casi indudable que, a Civil sigue siendo la latitud del pasado más sensociedad española y, por tanto, que continúa sieferencial e infinito de identidades y disputas idMás que abierta, parece una puerta que no acabse, ni en la profesión histórica ni en su utilizaciónda de relatos sobre ese pasado trasciende larumbrales de la historiografía profesional y depara convertirse en materia de construcción para el presente.

Eso obliga, por fuerza, a más de una reflexi

rememoración, y hasta de judicialización del pasrelatos y los debates que traen aparejados estuviconstante vitrinización, determinada por las inagsolamente de conocimiento, sino, sobre todo, dparte de determinados sectores de la sociedad. Dque se han ampliado los horizontes temáticos y s

grafía sobre el conflicto de 1936 y se han multimente los usuarios (públicos y privados) de sobservamos cómo ese pasado se ha convertido, públicos, en un campo abonado de estereotipos vos. En un país desconocido, extraño, poblado dsus posturas más cómodas para el presente. Y en nitiva, que desde luego no visitan solamente los hen no pocos casos haya sido una determinada litha hecho de la simplificación categórica y epistemdio, el olvido...— su seña de identidad, la que hayl d h d l b

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Contra homogeneizaciones y estandarizacionenecesidad de explorar los diferentes debates hisGuerra Civil y las categorías históricas con las este dossier tiene como objetivo profundizar enespacio, físico y simbólico, donde echan sus raíse construyen) los relatos predominantes sobrretaguardia. En consonancia con los avances que interpretativa sobre el periodo de entreguerraen Europa —y frente a los cuales no podemos pbles—, el análisis de la Guerra Civil española seen torno a las dinámicas culturales, sociales y p

nan, limitan o acompañan a los acontecimientosY de esas dinámicas, tres sobresalen cuantitativla violencia, la movilización y la cultura (de guedas, de manera directa o lateral, desde las necesel cada vez más fecundo terreno del estudio de tivas y de sus mecanismos sociales de articulació

tencia. Uno de los grandes retos de la historiogCivil española está, por tanto, en ahondar en el to del proceso de construcción de las culturas yles que, encaminados hacia la justificación decohesión, identificación social de y con los bande identificación, pues, propia y, a su vez, del otrotamiento de la empatía y la aceptación de la cotineidad de la muerte del enemigo. Y eso, referidoes otra cosa que estudiar y explorar el proceso dcambiante espacio físico y simbólico, la retagua

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eso es así para cualquier proceso bélico, lo es aúcivil como la española de 1936-1939, por cuantolas violencias cruzadas, la concepción del civil coy prioritario y la expulsión del enemigo (real, pimaginado) de la misma civitas trajeron aparejadsociedades antagónicas tras las trincheras y los freconflicto armado a gran escala y de larga duracióparables en su momento, respecto a otras guerratan sólo al conflicto ruso de 1918-1922—. Un covesado y determinado, en sus formas y en su fonmaciones implícitas a la guerra total emanadas d

mera Guerra Mundial2

.Una definición compleja del espacio de laadentrarse en terrenos abstractos y resbaladizono haya sido siempre así. La acepción más utilimino retaguardia no se encuentra en el Diccionamia Española de la Lengua hasta 1970, y en su

entonces, y desde 1737, la única acepción registguardia como «postrer cuerpo de tropa, que movimientos de un Ejército», y su utilización secon la expresión «picar la retaguardia», es decique se retira». Desde 1970, el Diccionario recoalteraciones dos acepciones más ajustadas al u

actual del término: la tercera, «En tiempo de gupada por los ejércitos» y, sobre todo, la segundazona ocupada por una fuerza militar, la parte

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2 S br rr nfli t r n l m rt m 

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migo» 3. Es decir, la retaguardia, en primer lubien, casi exclusivamente, geográfico) y no somilitar de un ejército; en segundo lugar, como inen estas definiciones, pero presente sin duda, e(ocupante) y la población (ocupada); y en terctante, como lugar alejado del enemigo, pero defrespecto al mismo.

La Guerra Civil y sus retaguardias, tal y caquí, no serían sino unos escenarios y espaciotransformación, de disolución de categorías y frpor encima de todo, de transformación humana

tos relativos al conflicto del 36 que ratificaríantraerse a colación a lo largo de este dossier. Perodespunta el de las violencias y, más en particucontra los civiles. Un tema palmario y paradigtanto historiográfico como interpretativo: palmaso a falta de reflexiones teóricas de mayor calad

suelen encontrarse, ha sido el motor que ha tiratoriografía sobre el conflicto en aras de una reinmo en clave de guerra de exterminio. Y paradigsu exploración han surgido elementos interpretno podríamos comprender la Guerra Civil, sus vos, sus culturas políticas o, en el territorio de ltasa de sangre con la que se saldó.

Los civiles (o incluso lo civil) fueron objeto prra en 1936. Y eso, por fuerza, nos debe llevar anificado mismo del propio proceso bélico. Si enll l l l

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sobre todo civiles, no combatientes, los que sopsobre pueblos y ciudades, fue su sangre la que cementerios y las cunetas de los caminos, y fueropor lo general llenaron las fosas comunes de TerBarcelona o Madrid 5. En virtud de la radical disotra parte, de la guerra total— de las clásicas difetar y lo civil, entre el combatiente y el no combatdel golpe de Estado de julio de 1936 y en virtudlización total para la guerra y de la lógica del exteamparada bajo las políticas de eliminación y limdia, lo civil se transformó en combatiente y, e

objetivo bélico de primerísimo orden. En una reca como real, pues la mayoría de testigos y víctide retaguardia así lo señalan, el conflicto armado36 supuso, para miles de personas, no más que te, la desaparición de uno o varios familiares.

La violencia política (o como se ha denomina

represión, término que ha de ponerse, cuanto mno fue, pues, un incidente, un añadido a la guerye la materia de su naturaleza misma 6. De hechomer año de contienda, en el que se llevaron a cmatanzas en las retaguardias, fuese mayor el núm

tales por ese motivo que en los frentes de gueinducir, al menos, a pensar tres cosas. En prime—y más concretamente, el golpe de Estado— sorganizado y puesto en marcha, entre otros moti

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marco de oportunidad y contexto necesario ocondición propiciatoria para ese otro (aunque cdadero) proyecto, el de la limpieza política de segundo lugar, que la paralización mediante el mo privilegiado de poder en el verano sangrienaturaleza relacional, comunicativa, nueva y pbién, y sobre todo, por su carácter masivo y clugar, que el asesinato y la eliminación necesitarprevia (y también paralela) de unas culturas polídefinición y exclusión del otro, del enemigo, a violencia. Sin esos tres elementos no puede com

dad con que la muerte se apoderó de las plazas  julio, ni la naturaleza de esas violencias. Y es que  juzgaba solamente por motivos individuales, lconcreta del finado, del ajusticiado. Se acababpor razones supraindividuales: por pertenecer alsentar los caracteres más o menos estereotipadotivo era limpiar, corregir, proteger, sanar a la vnacional, como proyecto constructivo de destrucia, por tanto, entendida como medio necesariouna sociedad mejor a través del derrumbe, el incla transformación de la sociedad, del espacio y d

Fue, pues, al menos en sus primeros y decguerra contra el civil ejecutada mediante mecforma social del miedo individual, para Hannaespañola formaría de esa manera (o cabría departe de un proceso en el que la historiografía

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rentes guerras civiles —o procesos de confroneuropeas de los años veinte, treinta y cuarenta 9

rra Mundial, la proporción de muertes de no comlas de combatientes se sitúa entre una sexta y uproporción durante la Segunda Guerra Mundicontra la población civil por naturaleza, se sitúalas muertes atribuibles a la guerra, siempre sigmer 10. Durante la Guerra Civil española, la propmortales no combatientes y combatientes se poalgo más de la mitad. Eso, con todas las cautelasminológicas, a falta de un desglose concienzudo

sionadas por los bombardeos sobre pueblos y cilo cierto tanto las investigaciones sobre registrosbate que situarían esa cifra en torno a 167.000, recientes y contrastadas sobre víctimas de la ambas retaguardias, que la colocan alrededor den la retaguardia republicana y, probablemente

franquista, sumando los datos fiables ya recogidpara provincias importantísimas como Ávila, Zaderando, además, buena parte de las muertes eny Madrid, ocupadas al final de la guerra, como víde posguerra, al ser asesinadas durante o inmeda resultas) de la ocupación militar 11.

En una escala global, por tanto, la guerra espvante, ni desde un punto de vista tecnológico ni humanas, como otros conflictos bélicos del corno le resta, sin embargo, importancia interna en

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vos y cualitativos, ni su espacio, de enorme relevhistoria contemporánea —y en particular de larras— del terror. El elemento característico dmás llamativa y radicalmente la sitúa entre la ptotales y las guerras de exterminio contemporánte, en la centralidad de la violencia en el intesociales de las retaguardias, y como vehículo dambas retaguardias (o estados, como se prefiertrata de homogeneizar tanto el pasado sobre el gre como para que no se dejen percibir otros mtrata, sin embargo, de que la guerra comenzó co

y paralela fase de golpe de Estado y revolución posterior estuvo determinada por el mismo. LaCivil está marcada por la de una violencia en loguardias de tipo acumulativo. Y entre julio diciembre de 1936, se superaron varios puntoshistoria española del terror contemporáneo.

Eso necesita de una explicación de carácter de constatar las cifras totales de la violencia y odades y discontinuidades, sus porcentajes y asimser un punto de llegada, sino más bien de partidasión cronológica, pues no se comprenden sin elción con el resto de fenómenos característicos ddia que, a la postre, han erigido la guerra españcontemporaneidad violenta hispana, en alimentticas rememorativas y de construcciones identit Jan T. Gross, detrás de cada asesinato hay decisi

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mente las cadenas de contención de la violencia,ya bastante dañadas por los mecanismos de idengo y de lucha política de los meses anteriores a llevar a conclusiones ahistóricas motivadas por nlectuales. Que «el alzamiento se estaba viendo irrefrenable fenómeno meteorológico ante la «inde una República que «no conseguía traer paz y oha afirmado, resulta una conclusión, además deble 13. Pero una vez rotas esas cadenas de conteinvadiendo el espacio público, bajo el estruenentre el olor de la pólvora, las cosas serían bastan

El golpe abrió un marco de posibilidades radel cual los actores políticos y sociales actuaron pertorios de movilización ya conocidos y experimsituaría en la pista de analizar las continuidadguerra, pero llevándolos a los extremos a los quva situación. Fueron el golpe militar y sus cons

los que destrozaron la legalidad vigente y la ucoercitivas. Fueron, así, las armas, las que verdaen las primeras semanas después del 17-19 de jutiva, la violencia la que terminó de definir al eSuperados los tabúes sobre su empleo, paulatinembotada una empatía sacrificada en el altar dlevantamiento, y convertido con el fragor bélicoco en enemigo delimitado (y, al poco, deshumandebía, proceder a su eliminación masiva, a su extA la violencia contra el enemigo de clase o con

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vísimo margen de tiempo se impusieron en las las retóricas y los discursos de alienación del enzación de la sociedad y, con ella, las responsParece claro, pues, que la construcción y éxito del fascista y el de la anti-España), que no fueronlización del enemigo y de su discriminación de cla civitas, no tendrían sentido sin unos elementPero tampoco habrían tenido concreción prácticcendencia histórica que cabe atribuirles desdeinvasión de violencia que desbordó los espaciola primera en desencadenarse. Y, en cualquier

enemigos e implicarse en esas violencias acabacondición sine qua non para pertenecer al nosonamente al extremo la sentencia de A. J. Kamindictadura (o, en este caso, proyectos de dictapirámide de dictadores 15.

Como en la mítica caja, detrás de la violenci

resto de males, para explicarla, justificarla y legción de unos discursos excluyentes y unívocos qzando en identidades colectivas estandarizadas fue, sin embargo y a juzgar por los análisis de Ssencilla 16. En unos primeros compases del confralidad de voces que definían lo propio y lo a

(pero sobre todo, en función) al ellos— 17 se a

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civil», en FRÍAS, C., y R UIZ CARNICER , M. A. (coords.): Nu ficas e historia local en España, Huesca, Instituto de Estupp 261 271 Sobre las imágenes del enemigo y sus em 

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espacio de poder, la polisemia solamente era surecurso a los estándares menos definidos y de cmenos precisos: a nociones de culturas políticas finición interna y, por tanto, mucho de definiciócontraste, de lo situado fuera de ellos. Podría identificaciones se definieron por contraste, en nese marco y ese tiempo esencialmente nuevos,enemigo encarnado bajo las formas ideales del sublevados, y del fascismo entre los revolucionara, se situaron los estándares para la identificacgeneral para desarrollar en él culturas de guer

equiparación entre el ideal identitario y la práctiEn la retaguardia republicana, la imagen esteredio forma al antifascismo pero, también, fue un dirección contraria: también el antifascismo dio ginaria al fascismo, legando así unos modelos indos que aún hoy acompañan al análisis general

Tras la otra trinchera, el estereotipo de los coméxito, evocador de los miedos que despertaba lomó  fantasma de 1917. Al poco tiempo llegaríagran idea-fuerza, el mito (o, según como se interpnegativo de la anti-España, ofrecido en bandejadora de discurso y definición ante la imposibilid

amalgamas de consenso. Aunque, para entonretorno hubiese sido ya largamente atravesado.

El desarrollo de unas culturas propias y especinventoras (o re-inventoras) de legitimidad, co

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mentos precedentes pero redimensionadas por ca que supusieron, primero, el golpe de Estado ytura de la espita revolucionaria y, luego, la Gueno parece haber sido hasta la actualidad un temdo demasiado interés en la bibliografía sobre que el debate en torno a la existencia, o no, de rra haya tenido un calado mínimo en lo referidointerpretada muchas veces desde el paradigmunicidad y la inoperatividad (implícita, pues rata) de los modelos y categorías interpretativas por explorar esas culturas, que estarían tejidas

nales preñados de sacralidad, reconocibles en atambién, en las de otras guerras nacionales e iabarcarían la demonización del enemigo —alespacio preferencial, por cuanto no solamente evecino, cercano—, la construcción de un relatozador coherente e inteligible o, por fin y en co

esto último, la gestión de la perduración del memoria del conflicto y de la violencia.A fin de cuentas, de existir las culturas de gu

se va a hablar largamente en este dossier, estaríay fundamentalmente de diabolización del enretórica de un relato autojustificativo en el pasa

culto a los caídos y exaltación de la figura del líddas, por tanto, de relatos de violencia. Pero noguerra, además de una vehiculación, digamos, propaganda y de movilización de recursos,

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menos al inicio, eufórica experiencia de modernción. Supusieron, pues, utopías concretas, unificpero indisolublemente relacionadas con el contecadas por el mismo) y constituidas en relación cotificación de los mecanismos de violencia políticrra la que dotó de contenido al fascismo y al anty no al revés. Y a partir de esa premisa es como, ahoy hablar de un proceso de sacralización de la

En cualquier caso, y de cara a explorar lanociones generales sobre las que se basan los debcen en este dossier, es necesario considerar qu

cultura de guerra en España como categoría englobar no solamente las prácticas de identificaenemigo en tiempo de guerra, sino también cua

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20 La idea del diktat proviene de LEDESMA, J. L.: «El lado: uso político, memoria e historiografía de la represión DELL, C., et al. (eds.): Usos de la historia y políticas de la meUniversitarias de Zaragoza, 2004, pp. 33-53. Sobre el fascfavores mutuos» y la violencia como amalgama de identificvéase ALY, G.: La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los ale2006, cuyo subtítulo en castellano dice exactamente lo conexplicar el autor, y de donde proviene la idea de la utopía cobién en esa línea, GALLEGO, F.:  De Múnich a Auschwitz. 1919-1945, Barcelona, Plaza & Janés, 2001, y, más lateralmNo sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el con2002. Para el planteamiento de la cultura de guerra como rria la obra completa y original, que pierde bastante en laGentile, y en particular GENTILE, E: Le religioni della polititarismi Roma-Bari Laterza 2001 También es necesario d 

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ca cultural que, en tiempo de guerra o de paz, iddefinitiva, construya la imagen personal y grupaEl concepto debe su significación, relevancsemántico a su aplicabilidad para tiempos de ptiempo de guerra —como preparación o comoenclavada en marcos no bélicos. También sonpor tanto, las prácticas encaminadas hacia la pede la identidad como de combate permanente fnosotros en función al cual definirse, estereotipaLo cual une bajo la misma categoría los tiemporra, y revela que la cultura de guerra exitosa fuela franquista. Lo que se perseguía, en todo caso,todo orden del saqueo, la rapiña de los vencidodicho: derivada de la misma—, de la construccinacional fuerte, la de la Victoria, amalgamadademonización, exclusión, aprovechamiento y del enemigo al que se le reservaba un lugar de

intelectual —no deja de sorprender la perversva—, pero preferencial en el espacio social y dedefinía desde y en función al ellos y a la distancunos y otros. Ellos, pues, tenían reservado un ecomo nosotros.

Destaca así, a la hora de entender la capacida

retaguardias, la dimensión que los símbolos, lascas identitarias tuvieron a lo largo de la contientuir la pertenencia a la comunidad. Y en particy lo laico (aunque predominando lo primero), l

l í b l lí i d l d í

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retaguardia, y cuya aceptación formaría parte syectos de sociedad antagónicos que se enfrenta36-39. En una retaguardia llena de símbolos y ctranvías y las paredes de carteles multicolores o gy de frases conminativas en agresivas mayúsculasunos no menos impactantes signos de exclamacalles por pañuelos, correajes, uniformes, armasescuelas por ejercicios de autoafirmación, las igpor milicias (en ambas retaguardias se ocuparocon la connivencia de sus titulares y en la otra tiempo ocupado por la movilización, por los

exaltación de los nuestros o por la invasión, genelenta e inesperada, del espacio público por la predel enemigo (el enemigo al que se combate y frenmos; el enemigo que nos bombardea; el enemigoque entra por la calle mayor): en esos espacios bólico tuvo una importancia inusitada, vital, en

pleto de la palabra. Levantar el puño con fuerzsaludo fascista con energía (en definitiva: con violímites de las relaciones interpersonales, del Pody viceversa. Al igual que en la Rusia de 1917 y la arco que ocupaban los brazos al levantarse medsiones de poder sobre el espacio público 23.

Y en eso, en la ocupación de la calle, en el deapropiación total de la muerte y de la vida tras lala guerra española supuso un jalón de las dinásupuesto con sus propias características. Españ

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exclusivamente de su propia experiencia en lafricanas de principios de siglo, pues a ésa haybién, como espacio y posibilidades de aprendizsus vecinos y la de las herencias de la Primera más que no participase directamente en la mismcismo, movilización para la guerra total, cultuguerra de exterminio, campo de concentración cas que también debemos utilizar y con las qinterpretar la Guerra Civil española, y que promisma fueron radicalmente redimensionadas) europea de la guerra, la violencia, el internami

del enemigo que, pongamos, de la experienciaÁfrica 24. La importación de categorías a la Penexperiencias de los oficiales o en los macutos deduda determinante para la brutalización de las fcas: no son, de hecho, análisis incompatibles, pvas deben ser incorporadas en igual medida a la

en cuanto diferentes constructoras de unas práles y culturales atravesadas de aceptación de la vtía» hacia el enemigo. Y tal vez éste sea uno detantes para la historiografía presente y futura poliédrica guerra del 36: mostrar su total y bhacerlo no desde estándares narrativos y exp

sino desde la cercanía y el conocimiento de uno

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24 GONZÁLEZ CALLEJA, E.: «La cultura de guerra...», osobre todo a los trabajos que más han defendido la idea de l b t li ió béli BALFOUR S Ab t l D l 

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epistémicos sobre la guerra y las violencias cofrente a los cuales no puede seguir mostrándose sentido, también la retaguardia podrá ser el espmación: la de la historiografía sobre la Guerra C

La transformación más exitosa, deseada y radte del enemigo. Pero hubo más, inherentes a es

supuso la retaguardia. La de los prisioneros de gpolíticos a través de las políticas de clasificadepuración y trabajos forzosos realizadas en las clos campos de concentración y los sistemas de truna de las que a más personas afectó durante el pbélico, cuando la retaguardia era todo el territormenos importante, y también llevada a cabo cocanal preferente, fue la efectuada dentro de la repermeable, mutable e inestable, y radicalmente tro, por sus propios habitantes y gestores, que la mente en el granero y la banca del frente, sino

propio y definido, una línea de frente o un espmismo. Y después, en el caso de la retaguardiapocos territorios conquistados a la España franqpantes. En una guerra de invasión territorial, cola Primera Guerra Mundial y como fue la españoretaguardia se convierte rápidamente en territor

mo, en otra retaguardia radicalmente diferenteopuestos son los poderes que se enfrentan en laaportan sustento, combatientes o víveres. El eespañol y de sus campos de concentración es, en

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mático, pues sumó al internamiento de prisicomo cantera para el trabajo forzoso que, en Esmo de ocupación territorial que unió directamede fuego con la sociedad tras las trincheras. Fdirecto de un proceso de guerra civil, pero noproyecto de sociedad. Y, tanto por su naturaleciviles y a prisioneros de guerra) como por su imlas necesidades bélicas, fue un vehículo de uniódes universos característicos de cualquier guerrlas guerras totales de la Europa del siglo XX.

El territorio recién conquistado fue, como

totales, inmediatamente convertido en tierra detantes y sus recursos económicos, destinados éconquistadores aun a costa del hambre y la caredepurados política, social e ideológicamente poco contribuyó el que la guerra fuese relativamatañe a la guerra irregular, de guerrillas moviénd

acciones de sabotaje y control territorial —lo cuno existiesen ni que no preocupasen a las autoriuna relevancia solamente parcial en momentos retaguardia, la franquista 27. La del 36 fue una retaguardias complejas social y políticamente —blicana, atravesada de conflictos armados intedisoluciones de las colectividades, la lucha interBarcelona o el golpe de Casado, pero tambiénfranquista, donde destaca como espacio de conf37— pero en las que debemos también consid

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culturas de la violencia. Y una guerra, por fin, tode la óptica de lo que se puede identificar comoexterminadoras, comprobaremos cómo esas lóde la muerte y de la limpieza política abarcaríany no combatientes, a las ciudades, las casas, las totalizando el conflicto, pues a conflictos totales

violencias 28. Una guerra total en movilización explotación de los recursos humanos y económitados, de cara a la victoria bélica, y total sobre todnunciabilidad de los objetivos de los estados en que la Guerra Civil alcanzase «a todos los lugavidas de todas las personas», más allá de su dimallá de hallarse o no entre las así denominadas neos, la conflagración española fue total, puescombatientes así lo fueron 29. La capitulación inderación del civil como objetivo preferencial, mcoerción totales, la disolución de las fronteras en

nociones de público y privado y, sobre todo, la utotales de guerra a despecho de los más elementles (asesinato de civiles, internamiento preventsoldados, depuraciones violentas de la poblacióde una guerra total en los frentes y en las retagidentificación propia y del enemigo se hizo tam

mentos totales: todo o nada, el bien contra el maEn conclusión: la interacción entre violenciatura de guerra —entendida ésta como las práctictificación grupal frente al enemigo (un ellos esió i bl d l l i

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España todos los umbrales de aceptación cotirotas sus ataduras con el golpe de Estado del transformación de las categorías políticas, sociapalmaria durante una guerra total como la civilguardias se convirtieron en auténticos labormovilización e identificación. La construcción

dades excluyentes coadyuvaría a explicar los promasas encaminados a depurar, a limpiar, a derreeducar, a recristianizar, a reconducir. Identiduna guerra total: España contra el invasor, EEspaña, su negación misma.

Una de ellas acabaría transformando radicaotra con la victoria bélica y con la venganza polte paliativos. Si, en tiempo de guerra, España seme laboratorio de pruebas de la violencia contformación humana y del territorio, en tiempo dpor los monopolios de la violencia o por la apro

sos, sometidos los vencidos al yugo de la verdaguidos por sus flechas), el territorio ocupado fde transformación. Por eso, en buena medida, tla guerra con el fin de los combates, en abril de 1tinuaron, las condenas políticas se mantuvieronde guerra hasta 1948: porque tras el paso de lo

ña se convirtió, más que en una cárcel, en una

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S b l d

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inherentes a la guerra (y a la vida, y a la muerte)mentos que afectaron —y hasta transmutaron—personas, a veces más incluso que la propia violetiva, aunque se trate de explorar un territorio dela violencia lo es todo (aunque fuese de violenciamero que se alimentaron las retóricas autojustific

a legitimar la eliminación del contrario), ni se trcir dinámicas y percepciones memorísticas segúmejor, en sus víctimas, se condensa toda la guerr

A través, por tanto, de un análisis complejo renuncie a impurezas interpretativas, es como situ

de los actuales relatos históricos sobre la guerra,cia desencadenada contra la población civil, en y epistemológico. Para ello, los autores de estedebate poliédrico sobre movilización, cultura e ima situado sobre las complejas interrelaciones dmenos que dan sentido y naturaleza histórica a

cheras durante la Guerra Civil. Y eso, en buena algunos casos lateralmente y en otros directamenpara otros conflictos y procesos bélicos que conel entramado histórico, interpretativo e historioenclava este dossier. Eduardo González Callejadades y discontinuidades en los repertorios dmeses del Frente Popular y los primeros del couna triple perspectiva: las continuidades culturguerra, la actuación de escuadras paramilitares, público. Después, Rafael Cruz y José Luis Ledes

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guardia revolucionaria bajo el calor de los fuegointerpretación de los mecanismos políticos enmenos exclusiva de a la que estamos acostumbrgrafía que, generalmente de modo formalista, Estado el control, entendido como limitador, d

Por su parte, y abundando en esta perspec

situada a mitad de camino entre lo político, lo culos Gil plantea un estudio sobre las dimensionsignificaba vivir en retaguardia, un espacio de construyendo con ello un espacio interpretativoy sus protagonistas, y adelantando la validez dede otros procesos de violencia colectiva como la Segunda Guerra Mundial para el análisis de lplantea, fundamentalmente, la noción de zona gmo Levi en I sommersi e i salvati para cuestionacos al uso y para escudriñar las relaciones socidesde las violencias se construyeron en el tiemp

sión. Algo en lo que profundiza Hugo García, alas formas literarias y la utilización de las narraticaso que él analiza, la del terror rojo) desde la pllenaron de contenido, de identidad, esas zonassobre las que se proyectaban de manera radicaenemigo. De hecho, este artículo supone una in

nismos de identificación y movilización del fascterritorios de construcción de una determinadaque sigue viva y vigente en la actualidad. Está psis sobre los testigos, las memorias, las narracf l

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lencia y sus categorías de análisis y compararlosespañola nos acercará al entendimiento de un cun testimonio de la talla de Vasili Grossman o dy altura de Primo Levi, pero sobre el que refcomo Georges Orwell y Max Aub, entonces, o Mqueremos comprender la hora más sangrient

habremos de comprender también las leccionehumana que se extraen de la Guerra de España.tras se termina esta introducción, se cumple el sario de su final. O mejor, del que Juan José Cfinal retórico.

Zaragoza, 1 de junio de 2009. 70 aniversarioburgo de la Legión Cóndor que, según se leía esdia, había combatido en España a las «heces pati

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ISBN: 978-84-92820-09-2

76

9 788492 820092