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Capítulo 1: "Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha" La narración comienza con esas famosas palabras: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor". Presenta a un hidalgo de unos 50 años, soltero y sin hijos, quien se llama Alonso Quijada o Quesada o Quejana. El narrador atribuye esta ambigüedad a otros autores: "que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana", pero Cervantes aún no entra en detalle para explicar quiénes son estos otros autores. El narrador nos cuenta que el hidalgo se obsesionó con los libros de caballerías de tal manera que hasta vendió algunas de sus tierras para comprar aún más libros de este género. Cervantes aprovecha esta parte de la historia para parodiar el lenguaje de los libros de caballería: ". . . ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: . . .los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza". Además de Feliciano de Silva, se mencionan otros libros de caballerías y sus protagonista s, como Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra . Pero por leer tantos libros de caballerías, el hidalgo pierde el juicio y decide hacerse caballero andante "para el aumento de su honra y para el servicio de su república". Por ende, busca y limpia las armas que eran de su bisabuelo, pero no tiene celada de encaje (pieza de armadura para proteger la cabeza y el rostro), sólo un casco, así que decide agregarle cartón. Cuando prueba su celada mal hecha con la espada, para ver qué tan resistente es, la hace pedazos. Vuelve a agregar el cartón a la celada, pero esta vez le pone unas barras de hierro y no la vuelve a probar. (De lo contrario, no sólo destruiría en toda probabilidad la celada, sino también la ilusión). A su caballo esquelético le pone un nuevo nombre, Rocinante, y decide llamar a sí mismo, tras ocho días de contemplación, don Quijote. Luego recuerda que

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Capítulo 1:"Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha"

La narración comienza con esas famosas palabras: "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor".

Presenta a un hidalgo de unos 50 años, soltero y sin hijos, quien se llama Alonso Quijada o Quesada o Quejana. El narrador atribuye esta ambigüedad a otros autores: "que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana", pero Cervantes aún no entra en detalle para explicar quiénes son estos otros autores.

El narrador nos cuenta que el hidalgo se obsesionó con los libros de caballerías de tal manera que hasta vendió algunas de sus tierras para comprar aún más libros de este género. Cervantes aprovecha esta parte de la historia para parodiar el lenguaje de los libros de caballería:

". . . ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: . . .los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza".Además de Feliciano de Silva, se mencionan otros libros de caballerías y sus protagonistas, como Amadís de Gaula y Palmerín de Inglaterra. Pero por leer tantos libros de caballerías, el hidalgo pierde el juicio y decide hacerse caballero andante "para el aumento de su honra y para el servicio de su república".

Por ende, busca y limpia las armas que eran de su bisabuelo, pero no tiene celada de encaje (pieza de armadura para proteger la cabeza y el rostro), sólo un casco, así que decide agregarle cartón. Cuando prueba su celada mal hecha con la espada, para ver qué tan resistente es, la hace pedazos.

Vuelve a agregar el cartón a la celada, pero esta vez le pone unas barras de hierro y no la vuelve a probar. (De lo contrario, no sólo destruiría en toda probabilidad la celada, sino también la ilusión). A su caballo esquelético le pone un nuevo nombre, Rocinante, y decide llamar a sí mismo, tras ocho días de contemplación, don Quijote. Luego recuerda que Amadís de Gaula no se contentó con llamarse Amadís a secas, por lo que agrega "de la Mancha".

Sólo le falta una dama de quien enamorarse. Elige a Aldonza Lorenzo, una labradora quien vivía cerca, y decide llamarla Dulcinea del Toboso, pero no se entera que ya es la dama de don Quijote ni que tiene otro nombre.Capítulo 2:"Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso Don Quijote"

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Con todas sus armas, don Quijote se monta en Rocinante y con su lanza y sale al campo sin avisarle a nadie. De repente recuerda que los caballeros noveles deben llevar escudos blancos hasta realizar alguna proeza notable. Decide limpiar sus armas hasta que queden blancas y planea hacerse armar de caballero en la primera oportunidad que se le presente.

Entonces comienza a imaginar lo que escribirán de él y sus famosos hechos en el mismo lenguaje que el de los libros de caballerías: "Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro".

Pasa todo el día caminando sin acontecerle nada, cuando por fin llega a una venta, que para este "caballero andante" es un castillo. En la puerta están dos mujeres jóvenes. Al verlo vestido así, se asustan y comienzan a entrar a la venta, pero don Quijote les dice que no huyan y se presenta a ellas como caballero. Las mujeres comienzan a reírse de su forma de hablar. El ventero tampoco sabe qué pensar de él.

Don Quijote se quita el peto y el espaldar, pero no puede quitarse la celada ya que ésta se sostiene con unos cordones verdes, así que pasa toda la noche con la misma puesta, lo cual lo hace ver aún más extraño. Se siente a comer, pero tiene muchas dificultades por no poder quitar la celada y las señoras de la venta lo tienen que ayudar.

Capítulo 3:"Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero"Después de la cena, don Quijote va a la caballeriza y se pone de rodillas ante el ventero y le pide que le dé la orden de caballería y permiso para velar sus armas en la capilla. Con la sospecha de que don Quijote ha perdido el juicio, el ventero le sigue el juego y le dice que también tuvo sus propias aventuras de caballero cuando era más joven y que puede velar sus armas en el patio del "castillo", ya que la capilla está en obras.El ventero le pregunta si trae dinero y don Quijote le responde que no porque nunca leyó en los libros de caballerías que traían dinero. El ventero le explica que era un detalle menor que los autores no mencionaron y le recomienda que además de dinero lleve encima camisas, ungüento para curar heridas y otros víveres necesarios.

Don Quijote pone sus armas sobre la pila en el patio para velarlas durante la noche, pero llega un arriero quien quiere darles agua a sus mulas. Tiene que mover las armas para acceder a la pila, pero a don Quijote le parece una falta de respeto que las toque y afronta al arriero. Éste no le hace caso y como resultado don Quijote le da un golpe en la cabeza con su lanza. Viene otro arriero a la pila por el mismo motivo y don Quijote arremete contra él también. Los compañeros de los arrieros comienzan a tirarle piedras a don Quijote por lo que se enfada aún más.

Para poner fin al conflicto, el ventero le dice a don Quijote que no es necesario velar las armas durante toda la noche y que ya hecho más que suficiente. Luego le hace una pequeña ceremonia para darle la orden de caballería. Don Quijote sale de la venta y el ventero no le cobra el alojamiento.

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Capítulo 4:"De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta"

Feliz por haber recibido la orden de caballería, don Quijote se dirige a su aldea para recoger los víveres que le recomendó el ventero y para reclutar a un labrador vecino para ser su escudero. En el camino, don Quijote escucha voces que vienen del bosque y se imagina que son de personas que necesitan su ayuda. En el bosque halla a un labrador dándole azotes a un joven de unos 15 años que se llama Andrés.

Don Quijote le dice al labrador que es un cobarde por reñir a quien no puede defenderse y el labrador le explica que le está castigando por no cuidar bien a su manada de ovejas y porque el joven dice que le debe dinero. Don Quijote le exige al labrador que le pague a su criado la deuda. El labrador le responde que Andrés tendrá que ir con él a su casa porque no trae el dinero que le debe. Sin embargo, Andrés no quiere ir con su amo porque dice que no es un caballero y que una vez que don Quijote se vaya, volverá a maltratarlo.

Don Quijote le responde a Andrés que igual puede ser un caballero dado que cada uno es hijo de sus obras. Confía en que el labrador le pagará, amenaza con volver si no cumple su promesa y sigue su camino. Tras su partida, el labrador vuelve a atar a Andrés al árbol y le da tantos azotes que casi lo deja por muerto.

Finalmente lo deja ir y le dice: "Llamad, señor Andrés, ahora--decía el labrador--al desfacedor de agravios; veréis como no desface aquéste".

Sin saber cómo terminó la historia de Andrés, don Quijote sigue su camino muy satisfecho y hablando a sí mismo alude a la idea de que alguien está escribiendo sobre él: "...tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibió la orden de caballería, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio ...".En su camino se encuentra con un grupo de mercaderes toledanos. Don Quijote les exige que declaren que no hay doncella más hermosa en el mundo que Dulcinea del Toboso. Los mercaderes le dicen que no conocen a Dulcinea, pero le piden que se la muestren para comprobarlo. Don Quijote les responde: "La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender".

Sin embargo, los mercaderes se niegan a hacer semejante declaración sin poder verla e insisten en que les muestre un retrato de ella y que aun si es tuerta de un ojo, por complacerlo dirán lo que él quiera. Por haber sugerido que Dulcinea podría ser tuerta don Quijote se ofende y arremete contra el mercader quien lo dijo, pero Rocinante se tropieza y los dos se caen. A don Quijote se le hace difícil levantarse por el peso de sus armas y los mercaderes huyen. Un mozo quien había observado todo el incidente rompe la lanza de don Quijote y usa un pedazo para darle palos. Pese a lo sucedido, don Quijote sigue feliz porque le parece una desgracia propia de los caballeros.

Capítulo 5:"Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero"

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Tras haber sido apaleado por el mozo, don Quijote no sabe qué hacer, pero entonces se acuerda de un episodio parecido en una novela de caballerías y comienza a revolcarse en la tierra y recitar los mismos versos que dice el protagonista de dicha escena.

Mientras tanto, pasa un labrador que es un vecino suyo, pero don Quijote lo confunde con un personaje de un libro de caballerías, y sigue con su romance. Su vecino lo reconoce como el señor Quijana y le quita la armadura para ver si está herido. Lo levanta y lo lleva al pueblo. Por todos los disparates que don Quijote sigue diciendo, comienza a sospechar que ha perdido el juicio y trata de corregirle cuando le dice que no es ninguno de los personajes que cita y que él no es un caballero andante sino el señor Quijana.

A esto le responde don Quijote: "Yo sé quién soy [...] y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías".

Cuando el vecino lo trae a su casa, allí encuentra al barbero, al cura, al ama y a la sobrina, quienes creen que don Quijote se ha vuelto loco por leer tantos libros de caballerías y que deben quemar sus libros. Don Quijote les dice que viene mal herido (pero no le encuentran heridas), por lo que lo llevan a su cama. El vecino les cuenta el estado en que lo encontró y los disparates que decía.Capítulo 6:"Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo".En este capítulo prevalece la metaficción, puesto que el barbero y el cura comienzan a revisar y comentar la librería de don Quijote para ver cuáles libros deben quemarse. Encuentran Los cuatro de Amadís de Gaula y deciden no quemarlo por ser el mejor de todos los libros de ese género. También encuentran Las Sergas de Esplandián, Don Olivante de Laura y Amadís de Gaula, entre otros. Deciden quemar la mayoría de los libros "por disparatado[s] y arrogante[s]". Otro que deciden salvar de las llamas es Palmerín de Inglaterra por ser una historia "muy buena" y porque su autor fue un "discreto rey de Portugal".El barbero quiere salvar los libros de poesía porque cree que no le harán daño ni perjudicarán la moral, pero la sobrina le dice que sin los libros de caballerías, don Quijote podría leer estos de poesía y luego querer dedicarse a ser pastor o, lo que consideran peor, poeta "que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza", agrega la sobrina. Deciden no quemar uno que otro libro que consideran de buen gusto, y salvan también El Cancionero porque el autor es amigo del cura.Otro hallazgo es nada más y nada menos que La Galatea, de Miguel de Cervantes. Sobre este autor, el cura dice: "Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega".Capítulo 7:"De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha"Gritos que vienen de la habitación de don Quijote interrumpen el escrutinio de la biblioteca. Cuando el cura llega a su cuarto, don Quijote está despierto, diciendo disparates y dando cuchilladas a enemigos invisibles. Le dice al cura que fue don Ronaldo (un personaje de unl ibro de caballerías ) quien le dio palos, tras lo que le dan de comer y se duerme de nuevo. Ya todos están convencidos de que don Quijote ha perdido el juicio por lo que deciden seguirle el juego con la esperanza de traerle a razón si le hablan en términos que él entiende.

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Después de dos días en la cama, don Quijote se levanta y lo primero que hace es dirigirse a donde estaban sus libros, pero no los halla. Le pregunta al alma por sus libros, y ella le responde que los llevó el mismo diablo, pero entonces su sobrina le corrige y le dice que los llevó un encantador. Don Quijote cree la historia y sospecha que fue el encantador Frestón (otro personaje de ficción).

Por dos semanas, don Quijote se queda tranquilo en su casa y no muestra mucho interés en salir de nuevo hasta que un día le pide a su vecino, Sancho Panza, un labrador simple, que sea su escudero. Para persuadirlo, don Quijote le dice, entre otras cosas, que existe la posibilidad de que en algún futuro tenga su propia isla ("ínsula") para gobernar. Sancho Panza acepta su propuesta y deja atrás a su mujer e hijos para servirle como escudero.Preparándose para la segunda salida, don Quijote vende sus pertenencias para tener dinero suficiente y le pide a un amigo que le preste unarodela (escudo pequeño, propio de un infante o gente de pie, dándole a su armadura un aspecto aún más ridículo). Sancho Panza decide traer su asno, ya que no le gusta caminar mucho.

Una noche, sin despedirse nadie y sin que nadie los vea, salen de sus casas y emprenden la aventura. En el camino hablan de la posibilidad de que Sancho Panza tenga su propia isla o reino y le dice a don Quijote que su esposa no sirve para reina y que le convendría más ser condesa. A esto don Quijote le responde que no debe tener expectativas bajas.

Capítulo 8:"Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación"

En su camino encuentran a treinta o cuarenta molinos de viento y don Quijote le dice a Sancho que son gigantes y que van a entrar en batalla con ellos. Sancho le corrige y le dice que no son gigantes sino molinos de viento, pero don Quijote insiste en su fantasía y arremete contra ellos. Le da una lanzada en el aspa, pero cuando un fuerte viento mueve al aspa, rompe su lanza en pedazos y los lleva por delante a don Quijote y Rocinante. Sancho acude a ayudarlos y le dice a don Quijote que bien le había dicho que no eran gigantes. Don Quijote cree que fue el encantador Frestón quien convirtió a los gigantes en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.

Pasan esa noche afuera descansando entre unos árboles y don Quijote desgaja un ramo de uno de ellos para reemplazar a su lanza, ya que había leído que otro caballero hizo lo mismo cuando se quedó sin espada. El día siguiente, don Quijote le dice a Sancho que sólo puede ayudarlo en batalla si es contra gente baja y canallas, pero que no debe interferir si es un altercado entre caballeros hasta que reciba la orden de caballería.

En el camino ven que se acercan dos frailes y detrás de ellos un coche en el que viene una señora vizcaína que va a Sevilla. Don Quijote, sin embargo, cree que son encantadores que llevan en el coche a alguna princesa secuestrada. De nuevo, Sancho trata de hacerlo entender que son frailes y gente pasajera en el coche, pero don Quijote le responde que no sabe mucho de aventuras.

Don Quijote se les acerca a los frailes, les llama "gente endiablada y descomunal", y les exige que dejen libres a las princesas que han secuestrado. Los frailes se quedan muy asombrados ante

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tales acusaciones e insisten en que no son endiablados ni llevan a nadie secuestrado, pero no llegan a convencer a don Quijote, quien arremete contra el primer fraile, dejándolo tirado al suelo mientras que el otro huye.

Sancho comienza a quitarle los hábitos al fraile porque cree que le corresponden como despojos de batalla. Llegan dos mozos de los frailes y lo atacan a Sancho. Mientras tanto, don Quijote está hablando con la señora que viene en el coche. Le dice que el único agradecimiento que quiere de ella por haberle salvado es que regrese a Toboso y que le cuente todo lo sucedido a su señora Dulcinea. Un escudero vizcaíno que acompaña a la señora escucha esto, amenaza a don Quijote y los dos comienzan una pelea de espadas.

Aquí la historia queda en suspenso, ya que Cervantes interrumpe el argumento para decir que el autor dejó la historia en este punto y que no ha hallado más escrito sobre esta batalla. Aquí también menciona a un segundo autor y dice que éste no pudo creer que no existieran en los archivos documentos sobre el famoso caballero.

Capítulo 9:"Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron"*Este capítulo es el primero de la segunda parte del primer libro. De nuevo, Cervantes se dirige directamente al lector y le dice que le causó mucha pena no hallar el final de la batalla entre don Quijote y el escudero vizcaíno, y que le pareció increíble que el caballero no tuviera a algún sabio para documentar cada una de sus hazañas. Por ende, nos dice que se puso a buscar la segunda parte de esta historia.Cervantes cuenta que un día, estando en Toledo, se encontró con un muchacho que estaba vendiendo unos viejos papeles con texto en árabe. Llevó los papeles a un "moriscoaljamiado" (que lee árabe y castellano) para que los tradujera. Cuando le leyó a Cervantes una nota en el margen sobre Dulcinea de Toboso, el autor se dio cuenta de que ésta era la historia que buscaba. El título del texto en árabe decía: "Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo". Se emocionó tanto Cervantes por este hallazgo que le compró el texto al muchacho y le pidió al morisco que lo tradujera en su totalidad.

Cervantes agrega que cree que la historia es verdadera y que el único motivo que tendría por no creerlo sería porque su autor es moro: "Si a ésta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado".

Entonces Cervantes vuelve a la historia de la batalla entre don Quijote y el vizcaíno. Don Quijote gana esta batalla, pero con una lesión en la oreja y la celada rota. Al final de dicha batalla, pone la punta de su espada entre los ojos de su rival y le exige que se rinda. En eso, las señoras del coche le piden a don Quijote que le tenga merced. Don Quijote les responde que le perdonará la vida al escudero vizcaíno si promete irse a Toboso, presentarse anteDulcinea y hacer todo lo que ella le mande. Sin saber quién es Dulcinea, las señoras le prometen que el escudero cumplirá su petición.Capítulo 10:

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"De lo que más le avino a don Quijote con el vizcaíno y del peligro en que se vio con una turba de yangüeses"*.

Tras ganar la batalla, Sancho le pide a don Quijote una isla para gobernar, pero don Quijote le responde que ésa no era batalla de islas sino de encrucijadas en las que no se gana más que lesiones, pero que en el fututo vendrán otras batallas que le ofrecerán la oportunidad de gobernar una isla.

Luego Sancho le sugiere a don Quijote que busquen asilo en una iglesia, ya que el vizcaíno podría denunciarlos a la Santa Hermandad (institución armada y tribunal), pero don Quijote le hace esta pregunta retórica: "Y, ¿dónde has visto tú, o leído jamás, que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?". También le pregunta: "Pero dime por tu vida: ¿has visto más valeroso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar?".

A esto, Sancho le responde que no, ya que no sabe leer ni escribir, y le ofrece un ungüento para su oreja herida. Entonces don Quijote le cuenta del bálsamo de Fierabrás, un ungüento con propiedades milagrosas que aparece en el cantar de gesta francés medieval Fierabrás. Mientras Sancho le cura la herida, don Quijote promete vengarse del vizcaíno: "Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y a los Santos cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos, de hacer la vida que hizo el grande marqués de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Valdovinos, que fue de no comer pan a manteles, ni con su mujer folgar, y otras cosas que, aunque dellas no me acuerdo [...]".

Pero Sancho le recuerda que si el vizcaíno cumple lo prometido y se presenta ante Dulcinea, no merece otro castigo. Don Quijote reconoce que Sancho tiene razón y anula su juramento de venganza, pero dice que quiere quitarle la celada a otro caballero y menciona el yelmo de Mambrino, un tópico de los poemas épico-burlescos italianos.

Don Quijote le pregunta a Sancho si trae algo de comida, y le responde que sólo pan, queso y cebolla, pero que no son comidas propias de un caballero. Don Quijote le contesta que está equivocado y que los caballeros están acostumbrados a no comer por un mes o sólo comer lo que encuentren por allí. Comparten la comida que Sancho traía y luego se dirigen a un pueblo en busca de una venta (o "castillo") para alojarse, pero no llegan antes del anochecer y don Quijote decide que dormirán bajo el cielo, cerca de las chozas de unos cabreros.

*A diferencia de lo que sugiere el epígrafe, este capítulo no incluye ninguna historia sobre yangüeses. No aparece hasta el capítulo 15. Se cree que es un descuido de Cervantes y sugiere la posibilidad de una primera redacción diferente, que incluyera el relato de los yangüeses, a la que se publicó 1605.

Capítulo 11:"De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros"

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Los cabreros tienden unas pieles de oveja por el suelo e invitan a Sancho y a don Quijote a comer con ellos. Don Quijote está sentado y Sancho está de pie, por lo que don Quijote le dice a Sancho: "...quiero que aquí a mi lado y en mi compañía desta buena gente te sientes, y que seas una mesma cosa conmigo, que soy tu amo y natural señor; que comas en mi plato y bebas por donde yo bebiere; porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala".

Sancho le agradece la invitación a sentarse, pero dice que se siente más cómodo comiendo solo en un rincón porque si se uniese a los otros comensales, tendría que masticar despacio, beber poco, limpiarse a menudo y no estornudar ni toser. Aun así, don Quijote insiste en que se sienta.

Después de comer, don Quijote comienza a hablar de la edad de oro (la primera de cinco edades que delineó Hesíodo) en la que "ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío" y todo se compartía. Fue una época de paz y amistad. Pero en estos siglos actuales, dice don Quijote, hay tanta malicia que fue necesario crear la orden de los caballeros andantes para socorrer a las doncellas, viudas, huérfanos y menesterosos. Entonces les dice a los cabreros que él es un caballero andante de esa orden y que agradece su hospitalidad. Los cabreros se quedan maravillados y sin saber qué decir.Entonces llega un músico llamado Antonio y los cabreros le piden que cante para sus invitados especiales. Antonio les canta un romance rústico. Don Quijote le pide que cante otra canción, pero Sancho tiene sueño y dice que seguramente los cabreros también. Antes de irse a dormir, los cabreros ven la herida que tiene don Quijote en la oreja y le ponen un remedio de romero para que se cure.Capítulo 12:"De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote"

Mientras le curan la herida a don Quijote, llega otro mozo y les trae la noticia de que un famoso estudiante llamado Grisóstomo ha muerto de amores por culpa de una moza llamada Marcela. Dejó en su testamento que desea ser enterrado en un lugar en el campo donde vio por primera vez a Marcela. Pedro, uno de los cabreros, comienza a contarle la historia de Grisóstomo a don Quijote (mientras que don Quijote le corrige sus errores de habla).

Grisóstomo era un hidalgo rico que había estudiado en Salamanca y sabía mucho de laastrología. Un día comenzó a vestirse de pastor y nadie en el pueblo entendió el motivo. Resulta que estaba enamorado de una pastora llamada Marcela. A Marcela se le habían muerto los padres, por lo que la crió su tío sacerdote. Era tan hermosa que todos los hombres el el pueblo querían casarse con ella. Su tío le proponía los que consideraba buenos candidatos, pero ella no se sentía lista para casarse con ninguno. Un día, Marcela decidió vestirse de pastora e irse al campo con las otras zagalas. Por ende, todos los hombres que querían enamorarla también se vistieron de pastores para ir al campo e intentar cortejarla. Ella les trataba amablemente, pero cuando descubría sus intenciones, aunque fueran matrimonio, ella los rechazaba. Por tantos rechazos, los hombres comenzaron a llamarla cruel e ingrata.

Tras contarle esta historia a don Quijote, todos deciden por fin irse a dormir.

Capítulo 13:"Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos"

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La mañana siguiente don Quijote, Sancho y los cabreros emprenden camino hacia el entierro de Grisóstomo. Se encuentran con un grupo de pastores, dos hombres elegantes a caballo y tres mozos que también van al entierro, por lo que deciden acompañarse en el viaje.

Uno de los hombres a caballo que se llama Vivaldo le pregunta a don Quijote por qué anda tan armado en esas tierras tan pacíficas, a lo que nuestro protagonista le contesta que es caballero andante. Vivaldo comienza a sospechar que ha perdido el juicio e indaga un poco más, preguntándole qué es un caballero andante.

En respuesta, don Quijote le cuenta del rey Arturo de Inglaterra y de la Mesa Redonda, así como de Amadís de Gaula y de otros caballeros legendarios. En lo que podría interpretarse como anticlericalismo, don Quijote compara los soldados y caballeros andantes con los sacerdotes:"Quiero decir, que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto [...] Así, que somos ministros de Dios en la tierra [...] síguese que aquellos que la profesan tienen, sin duda, mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están rogando a Dios favorezca a los que poco pueden. No quiero yo decir, ni me pasa por el pensamiento, que es tan buen estado el de caballero andante como el del encerrado religioso; sólo quiero inferir, por lo que yo padezco, que, sin duda, es más trabajoso y más aporreado, y más hambriento y sendiento [...]."

Vivaldo le dice que le parece mal que los caballeros andantes se encomienden a una dama antes de entrar en combate en vez de a Dios. Es la costumbre, le responde don Quijote, pero que hay tiempo para encomendarse a Dios también. Vivaldo insiste en que es preferible encomendarse a Dios como buen cristiano, y que además no todos los caballeros tienen una dama. Don Quijote no está de acuerdo y dice que un caballero sin dama es como un cielo sin estrellas. Entonces Vivaldo le pregunta quién es su dama y cuál es su linaje. Don Quijote le responde que es de los Toboso de la Mancha, un linaje moderno. A Vivaldo, quién es de los Cachopines de Laredo, no le suena este apellido.

Escuchar esta conversación les convence a todos en el grupo de que don Quijote ha perdido el juicio, salvo Sancho. Él sí cree que don Quijote es caballero andante pero duda un poco de la existencia de Dulcinea ya que el nombre no le suena y él vivía muy cerca de Toboso.

Llegan al pie de la montaña y allí están otros pastores con el cuerpo de Grisóstomo. Su amigo Ambrosio comienza a elogiar al difunto y menciona unos escritos en los que Grisóstomo habló de su amor por Marcela. El enamorado quiso que se quemaran, pero Vivaldo quiere rescatarlos como prueba de la crueldad y desdén de Marcela, y para que sirvan de ejemplo a los demás. Ambrosio asiente y le entrega algunos de estos papeles. Entre ellos está "Canción desperada", lo último que escribió Grisóstomo antes de morir, y Vivaldo decide leerlo en voz alta.

Capítulo 14:"Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos"Este capítulo comienza con un extenso poema que escribió Grisóstomo antes de su muerte. Describe su angustia y culpa a Marcela por haberle provocado celos. Mientras que en la prosa no está claro si Grisóstomo se suicidó, sólo dice que "ha muerto de amores", en estos versos se hace

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evidente que se quitó la vida. Ambrosio les explica a todos que Marcela no es tan deshonesta como la retrata Grisóstomo. Había escrito estos versos en un estado tan desesperado por no poder estar con ella que comenzó a imaginar infidelidades.

En ese momento aparece la misma Marcela, y Ambrosio le regaña y cuestiona sus motivos por venir al entierro. La pastora le contesta que no tiene malas intenciones y que quiere saber por qué la culpan por la muerte de Grisóstomo, dado que ella nunca le dio esperanzas y que prefiere la vida solitaria del campo. Agrega es que una mujer libre, que no tiene la obligación de corresponder al amor de ningún pretendiente y que, de hecho, hacerlo sería un acto deshonesto. A Grisóstomo le mató su propia porfía e impaciencia y no la crueldad de Marcela, afirma la pastora. Entonces les avisa a todos los pastores presentes que prefiere estar sola entre los árboles, las zagalas de la aldea y sus cabras, y que no ha prometido nada a ningún hombre. Tras esta declaración, Marcela se da la vuelta para retornar al monte.

Algunos de los pastores intentan ir tras ella, pero don Quijote pone la mano en el puño de su espada y les prohíbe seguirla: "Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía. Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes [...]".

Entierran a Grisóstomo y todos se despiden. Entretanto don Quijote ya está pensando en ir a buscar a la pastora Marcela para ofrecerle su protección.

Capítulo 15:"Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses"Este capítulo da inicio a la tercera parte del primer libro. Aquí de nuevo Cervantes cita al historiador arábigo, atribuyéndole la autoría de la obra: "Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que, así como don Quijote se despidió [...]".

Tras despedirse de todos en el entierro, don Quijote y Sancho entran al bosque en busca de Marcela. Llegan a un prado y deciden apearse, comer y descansar un rato al lado de un arroyo. No muy lejos están más de 20 arrieros gallegos con su manada de yeguas. Rocinante se exita y corre hacia ellas, pero las yeguas no tienen ningún interés en un amorío con Rocinante y lo rechazan de la manera más violenta. Para el colmo, también le dan una paliza los arrieros.

Después de ver cómo le trataron a su caballo, don Quijote y Sancho arremeten contra los arrieros, pero son tantos que el par pierde la batalla. Los arrieros los dejan tirados y heridos en el suelo y se marchan.

Don Quijote admite que la culpa fue suya: "[...] que no había de poner mano a la espada contra hombres que no fuesen armados caballeros como yo". Entonces le dice a Sancho que la próxima vez que alguien los ofenda, que él no debe esperar a que don Quijote responda, sino que él mismo debe levantar su espada y castigar al malhechor. En el caso de que acudan otros caballeros para ayudar al malhechor, entonces don Quijote se unirá a la batalla para defender a Sancho.

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A Sancho no le gusta nada esta propuesta y le responde que es un hombre pacífico con esposa e hijos y que no va a levantar la espada contra nadie. Para convencerlo de que está equivocado don Quijote le dice que cuando tenga su isla para gobernar será necesario levantar espada para defenderla. Siguen conversando y don Quijote le explica que estos episodios son muy comunes en la vida de un caballero andante y le asegura que: "[...]no hay memoria a quien el tiempo no acabe, ni dolor que muerte no le consuma".

Deciden buscar una venta (o "castillo", según nuestro protagonista) donde pasar la noche. Como Rocinante está herido, don Quijote se sube en el asno de Sancho.

Capítulo 16:"De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo"Cuando llegan a la venta, la mujer del ventero, su hija y una joven asturiana poco agraciada "del un ojo tuerta y del otro no muy sana" que se llama Maritornes le curan las heridas a don Quijote en una cama bastante incómoda y chapucera.

En vez de admitir que las heridas son el resultado de los golpes que les dieron los arrieros, Sancho dice que su amo se cayó de una peña y que él está dolorido por el sobresalto que sintió al verlo lesionarse de esa manera. Entonces, Sancho le explica a Maritornes que don Quijote es un caballero aventurero quien "hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero".

Al caer la noche, toda la venta está en silencio, pero el arriero que comparte la habitación con don Quijote y Sancho está en su cama despierto esperando a Maritornes, ya que la asturiana había acordado visitarlo para "satisfacerle el gusto en cuanto le mandase" después de que se durmieran los otros huéspedes. Aquí Cervantes menciona que el autor de esta historia, Cide Hamete Benengeli, conocía a este arriero muy bien y que era pariente suyo.

Don Quijote y Sancho también están en sus camas despiertos ya que no pueden conciliar el sueño por estar tan doloridos. En esto, don Quijote comienza a imaginar que la hija del señor del castillo (el ventero) se enamora de él y viene a visitarlo de noche, pero se promete no serle infiel a Dulcinea. Mientras que don Quijote fantasea, entra Maritornes en camisa, descalza y andando de puntillas en busca del arriero. Don Quiote, le escucha entrar a Maritornes y se sienta en la cama con los brazos extendidos para recibir a la "doncella". En la oscuridad, Maritornes se topa con don Quijote y él le agarra la muñeca y hace que se siente a su lado. Imagina que su camisa es de una tela fina, que las cuentas de vidrio de su pulsera son perlas orientales y que su aliento, que "olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático". No obstante, don Quijote le explica a Maritornes que no puede satisfacer sus deseos por estar tan dolorido y por su compromiso con Dulcinea.

El arriero, quien había escuchado toda esta conversación sin entenderla muy bien, se pone muy celoso y se levanta de la cama. Cuando se acerca al lecho de don Quijote, ve que éste está tratando de retener a la fuerza a la muy angustiada Maritornes, por lo que comienza a atacarlo. La cama poco sólida y de muy mala calidad no puede soportar el peso de los tres y cae al suelo con un fuerte ruido que despierta al ventero.

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Maritornes trata de esconderse en la cama de Sancho y lo asusta tanto que el escudero comienza a dar puñadas en todas direcciones y ella naturalmente se defiende. El arriero se suma a la riña con la intención de defender a Maritornes mientras que el ventero se tira encima para castigar a la joven asturiana. Se apaga la lámpara del ventero y todos comienzan a dar puñetazos por doquier en la oscuridad.

Uno de los huéspedes de la venta es un cuadrillero de la Santa Hermandad, quien se despierta por el alboroto y entra a la habitación. Cree que don Quijote está muerto y separa la pelea, pero entonces se le apaga el candil por lo que sale de la habitación para ir a encenderla.

Capítulo 17:"Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo"

Después de la riña en la venta, don Quijote le dice a Sancho que cree que el "castillo" está embrujado porque mientras conversaba con la hija del señor del castillo, le atacó un gigante. Por eso cree que "el tesoro de la fermosura desta doncella le debe de guardar algún encantado moro, y no debe de ser para mí". Sancho le responde que tampoco debe de ser para él porque más de 400 moros lo atacaron a él.

En ese momento, vuelve el cuadrillero con su candil y ve que don Quijote no está muerto. Le pregunta cómo está, pero don Quijote le responde que no le está hablando con el respeto que merece un caballero andante. El cuadrillero se ofende y le pega a don Quijote en la cabeza con el candil. Llegan a creer que el cuadrillero es un moro hechizado, y don Quijote le dice a Sancho que no hay que darle mucha importancia a los encantamientos y fantasmas.

Sancho le pide al ventero aceite, vino, sal y romero para que don Quijote haga el bálsamo de Fierabrás para curar las heridas. Mezcla todos los ingredientes y allí en frente de todos, bendice la mezcla. Don Quijote bebe un poco del bálsamo e inmediatamente comienza a vomitar, pero tras una larga siesta se despierta sintiéndose mucho mejor y por esa razón cree que el bálsamo fue muy efectivo. Sancho también prueba un poco del bálsamo, pero se pone enfermo y maldice el brebaje. Su amo le dice que no toleró bien el bálsamo porque no es caballero andante como él.

Aunque Sancho está enfermo, don Quijote se siente mucho mejor y quiere irse ya de la venta, así que ensilla a los animales, y le ayuda a Sancho a vestirse y montarse en su asno. Al despedirse, el ventero le pide a don Quijote que pague por la noche que pasó en su venta así como la paja y cebada de los animales. Don Quijote se queda asombrando al enterarse de que en realidad no es castillo sino venta y le dice al ventero que no tiene la obligación de pagarle nada ya que es caballero andante y tiene derecho a alojamiento. Sale de la venta y el ventero trata de cobrarle a Sancho, quien se había quedado atrás, pero el escudero también rehusa pagarle.

También en la venta está un grupo de hombres alegres y juguetones, y se les ocurre mantear a Sancho. Don Quijote oye los gritos de Sancho mientras lo tiran al aire y vuelve a la venta para acudir en su ayuda. Cuando llega no puede apearse de Roncinante por lo dolorido que está y lo siguen manteandoa Sancho hasta por fin cansarse.

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Capítulo 18:"Donde se cuenta las razones que pasó Sancho Panza con su señor don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas"

Al salir juntos de la venta, don Quijote le dice a Sancho que está convencido de que aquel castillo está embrujado y que los que lo mantearon son fantasmas. Además agrega que no se pudo apear de Rocinante para ayudarlo porque estaba encantado. Sancho no está de acuerdo y cree que son hombres de carne y hueso. Un poco desanimado por lo acontecido, le dice a don Quijote:

"Y lo que yo saco en limpio de todo esto es que estas aventuras que andamos buscando, al cabo al cabo nos han de traer tantas desventuras, que no sepamos cuál es nuestro pie derecho. Y lo que sería mejor y más acertado, según mi poco entendimiento, fuera el volvernos a nuestro lugar, ahora que es tiempo de la siega y de entender en la hacienda, dejándonos de andar de Ceca en Meca y de zoca en colondra, como dicen".Don Quijote le responde que no sabe mucho de caballería y que no hay mayor placer en el mundo que ganar una batalla. Sancho le responde que no han ganado ninguna batalla y que todo ha sido "palos y más palos, puñadas y más puñadas". Siguen conversando hasta que don Quijote ve una polvareda en el camino y cree que es de dos ejércitos, pero en realidad son dos manadas de ovejas y carneros. Sancho, sin embargo, le cree a don Quijote cuando le dice que son los ejércitos del emperador Alifanfarón, señor de la isla Trapobana y de su enemigo Pentapolín del Arremangado Brazo, el rey de los garamantas.Antes de entrar en batalla con las manadas, don Quijote le explica a Sancho en muchísimo detalle quienes son los caballeros principales de los ejércitos. El ejército pagano consiste en personas asiáticas y africanas y el cristiano se compone de caballeros de la península ibérica. Tras esta larga explicación, entra la voz de Cervantes para expresar su opinión sobre loslibros de caballerías: "¡Válame Dios, y cuántas provincias dijo, cuántas naciones nombró, dándole a cada una, con maravillosa presteza, los atributos que le pertenecían, todo absorto y empapado en lo que había leído en sus libros mentirosos!".

Sancho le escucha a don Quijote, pero le confiesa que no ve a ningún caballero ni gigante, a lo que don Quijote responde que es porque el miedo le ha turbado los sentidos. Su amo no pierde más tiempo y con la lanza puesta en el ristre, avanza hacia las manadas. En eso Sancho trata de hacerle entrar en razón gritándole:

"¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas las que va a embestir! ¡Vuélvase, desdichado del padre que me engendró! ¿Qué locura es ésta? Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni enteros, ni veros azules ni endiablados".

Don Quijote no le hace caso y arremete contra las ovejas. Los pastores le gritan y le tiran piedras. Tras recibir el primer golpe de piedra, don Quijote trata de curarse y bebe su bálsamo pero con el segundo fuerte golpe se cae de Rocinante. Los pastores creen que está muerto, así que rápidamente recogen a los animales muertos y se van. Don Quijote insiste en que fueron ejércitos y que un sabio enemigo los convirtió en manadas de ovejas.

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Tras la batalla, Sancho le mira la boca a su amo para ver cuántos dientes le faltan y ve un líquido rojo que no es sangre sino el bálsamo, pero le da tanto asco que vomita encima de don Quijote y jura a sí mismo dejar las aventuras y volver a su casa.

Poco después, don Quijote ve que Sancho está triste y trata de consolarlo. Por si fuera poco, Sancho dejó las alforjas en la venta, así que no tienen nada para comer. Mientras conversan, Sancho le dice que es mejor predicador que caballero andante, y don Quijote le recuerda que en pasados siglos era importante que los caballeros pudieran dar pláticas como si fueran graduados de la Universidad de París "de donde se infiere que nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza", refiriéndose al caballero ideal que es tan experto en letras como en armas.

Se está haciendo tarde y don Quijote le dice a Sancho que elija la venta donde han de pasar la noche.

Capítulo 19

"De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo y de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos".Sancho le dice a don Quijote que sospecha que su mala suerte se debe a no haber cumplido un juramento que hizo previamente de "no comer pan a manteles, ni con su mujer folgar". Don Quijote está de acuerdo.Cae la noche y siguen por el camino en busca de una venta. De repente ven a la distancia una multitud de luces que se mueven. Cuando se acercan, don Quijote y Sancho ven que son unos veinte "encamisados" montados en mulas y con hachas encendidas. ("Encamisados" son militares con camisas puestas encima del traje para diferenciarse de sus enemigos en un asalto de sorpresa, usualmente de noche.) Traen una litera cubierta de luto. Murmuran entre sí con una voz baja y compasiva. Don Quijote se imagina que llevan a un caballero muerto o herido y que su venganza le corresponde, por lo que les exige que se detengan y que le expliquen quiénes son, de dónde vienen, adónde van y a quién llevan. Los hombres le responden que no pueden darle tanta información porque tienen prisa. Don Quijote se ofende y, mientras detiene por el freno la mula de uno de los encamisados, les dice que si no le contestan, que tendrán que entrar en batalla con él. La mula se asusta y el encamisado montado en ella cae al suelo. Otro encamisado le insulta a don Quijote, por lo que arremete contra él y los demás de su grupo.

Pero estos "encamisados" en realidad no son militares ni caballeros, sino sacerdotes y por lo tanto no vienen armados y salen corriendo. Y así como don Quijote confundió la identidad de estos hombres, los sacerdotes creen que él es un diablo que quiere quitarles el cuerpo del muerto. Sancho afirma su creencia en la ilusión del mundo quijotesco cuando dice: "Sin duda este mi amo es tan valiente y esforzado como él dice".

Uno del grupo de sacerdotes no pudo huir por una pierna rota y don Quijote le vuelve a hacer las mismas preguntas. El herido le responde que se llama Alonso López, es un bachiller y que se dirigía a la ciudad de Segovia con los otros sacerdotes para enterrar al cuerpo de un caballero que murió de una peste. Entonces don Quijote se presenta a Alonso y le dice que es un caballero y que es su deber "andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios".

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A esto Alonso le responde: "No sé como pueda ser eso de enderezar tuertos [...], pues a mí de derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en todos los días de su vida; el agravio que en mí habéis deshecho ha sido dejarme agraviado de manera que me quedaré agraviado para siempre; y harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras".

Don Quijote insiste en que en los sacerdotes tenían la culpa por venir de noche con hachas y esa apariencia de "cosa mala y del otro mundo". Mientras don Quijote conversa con Alonso, Sancho está buscando comida entre las pertenencias que dejaron atrás los sacerdotes. Los dos le ayudan al bachiller a montar la mula y Sancho le dice que si los sacerdotes le preguntan quién ha sido el "valeroso" que les responda que fue "don Quijote de la Mancha, que por otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura".

Tras irse el bachiller, don Quijote le pregunta a Sancho por qué le llamó así. Sancho le explica que tiene muy mal aspecto, debido seguramente al cansancio o a la falta de dientes. Aquí entra la metaficción, cuando don Quijote le responde que cree "el sabio", quien está escribiendo la historia de sus hazañas, ha querido darle un nombre apelativo, como otros caballeros y que este sabio puso ese nuevo nombre en el pensamiento y la lengua de Sancho. Don Quijote agrega que desde ahora en adelante quiere usar ese nuevo nombre.Entonces, el bachiller le dice a don Quijote que queda descomulgado por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada. (Las notas al pie de la página explican que, por un error o descuido en esta edición, el texto no dice que el bachiller volvió antes de decir esto a don Quijote.) Don Quijote se defiende y dice que creía que eran fantasmas y no sacerdotes, y le recuerda un episodio legendario en el que el Cid Rodrigo de Vivar fue descomulgado. Al final del capítulo, Sancho y don Quijote encuentran un valle para descansar y comer todo que lo que dejaron atrás los sacerdotes.

Capítulo 20

"De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha".Tras comer, don Quijote y Sancho van en busca de un arroyo para satisfacer su sed. Escuchan el ruido de agua en la distancia, pero también golpes, y por ser de noche, no pueden ver bien, creando una atmósfera escalofriante. En esto don Quijote le dice a Sancho que nació para los peligros y grandes hazañas, y le pide que lo espere allí por tres días mientras que él sigue adelante, y que si no vuelve que vaya a decirle a Dulcinea que su cautivo caballero murió.Sancho comienza a llorar y le dice que deben esperar juntos y que no está bien tentar a Dios entrando en peligro. Agrega que él dejó atrás a su familia en esperanzas de tener su propia isla y que ahora don Quijote le paga con abandonarlo en un lugar tan remoto. Cuando don Quijote insiste en irse, Sancho, sin ser visto, ata los pies a Rocinante y por ende el caballo no puede moverse. Don Quijote acepta esperar hasta el alba para seguir. Como Sancho aún tiene miedo, don Quijote le sugiere que le cuente una historia para distraerse.

El cuento se trata de Lope Ruiz, un pastor de Extremadura, quien se enamora de una pastora llamada Torralba que "tiraba algo a hombruna porque tenía unos pocos de bigotes". Pero cuando Torralba le provoca celos, el amor que el pastor le tenía se convierte en aborrecimiento. Ese

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rechazo hace que Torralba lo quiera aún más. El pastor quiere alejarse de ella y guía sus 300 cabras hacia Portugal, pero Torralba decide seguirlo. Cuando el pastor llega al río Guadiana, le pide a un pescador que le ayude cruzar, pero en su pequeño bote sólo caben una persona y una cabra. El pescador ofrece ayudarlo, pasando una cabra a la vez. "Con todo esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra . . .", cuenta Sancho.

Don Quijote le dice que haga la cuenta que las pasó todas y que siga con la historia, pero Sancho le responde que no puede porque allí acaba el cuento. Don Quijote no puede creer que así termina la historia y le da un elogio irónico: "que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo".

De repente a Sancho le da ganas de ir al baño, pero no quiere apartarse de su amo por el miedo que tiene. Por lo tanto, baja los pantalones y comienza a defecar allí mismo en la oscuridad, tratando de no hacer ruido para que don Quijote no se dé cuenta. Pese a sus esfuerzos, don Quijote escucha algo y le pregunta a Sancho qué fue. "No sé, señor", responde Sancho. "Alguna cosa nueva debe de ser; que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco". Pero Sancho está tan cerca de don Quijote que los olores le llegan a la nariz. Don Quijote la aprieta con los dedos inmediatamente y le dice a Sancho: "Ten más cuenta con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio".

Al amanecer, Sancho desata los pies de Rocinante para que pueda moverse, y don Quijote interpreta el movimiento de su caballo como señal de que deben continuar e investigar el origen de los golpes que no cesan. De nuevo, don Quijote le pide a Sancho que le espere, pero Sancho comienza a llora y decide seguir a su amo. Finalmente encuentran el origen de esos sonidos que tanto miedo les dieron: una máquina rústica de mazos de madera que mueve una rueda con el agua. Sancho empieza a reírse y burlarse de don Quijote, pero su amo no tolera este trato y se enfada con él. Entonces, comienzan a hablar sobre su relación y don Quijote le dice que conversan mucho más que otros caballeros y escuderos, según loslibros de caballería ,  que ha leído. Por lo tanto, le dice a Sancho: "De todo lo que he dicho, has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero. Así que, desde hoy en adelante, nos hemos de tratar con más respeto [...]". Sancho está de acuerdo, pero le pregunta a su amo cuánto gana un escudero. A esto don Quijote le contesta que según él ha leído, que "jamás los tales escuderos estuvieron a salario, sino a merced".

Capítulo 21:"Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero"Comienza a llover mientras siguen por el camino. A la distancia don Quijote ve a un hombre a caballo con una cosa en la cabeza que brilla como si fuera de oro y le dice a Sancho que es elyelmo de Mambrino sobre el que hizo el juramento. Sancho tiene sus dudas: "Lo que veo y columbro [...] no es sino un hombre sobre un asno, pardo como el mío, que trae sobre su cabeza una cosa que relumbra".En realidad es un barbero que ha puesto su bacía de lata encima de su cabeza para protegerse de la lluvia. Don Quijote arremete contra el barbero y le exige que le entregue el "yelmo". Para evitar el golpe de la lanza, el barbero se cae del asno y Sancho recoge la bacía del suelo. Don Quijote se prueba el "yelmo", pero como le queda grande y le falta la celada dice: "Sin duda que el pagano a

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cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima la cabeza; y lo peor dello es que le falta la mitad".

Sancho se ríe porque sabe que es una bacía simple, pero a don Quijote no le hace ninguna gracia y dice que a lo mejor el yelmo cayó en manos de alguien quien fundió la mitad para aprovecharse del oro y convirtió la otra mitad en algo que se parece a una bacía de barbero. El barbero sale corriendo, y Sancho le pregunta a su amo qué deben hacer con su asno, pero don Quijote le responde que no se acostumbra a despojar a los que vence. Almuerzan y siguen por el camino sin rumbo fijo.

Sancho le dice a don Quijote que le preocupa que en esos lugares remotos no benefician de sus aventuras porque no hay quien las vea para escribir sobre ellas y sugiere que se pongan al servicio de un emperador o príncipe grande ya que recibirían remuneración y no faltaría quien escriba sobre sus hazañas. No le parece mala idea a don Quijote, pero dice que primero deben buscar sus propias aventuras y cobrar fama para que sean elogiados cuando entren por las puertas de la ciudad, para que el rey lo reciba con besos y para que la infanta se enamore de él y se casen. Don Quijote describe esta fantasía con lujo de detalle y agrega que Sancho también recibirá su merecido y se casará con una de las doncellas de la infanta. Sólo le preocupa su linaje, dado que si no desciende de la realeza, pues por más famoso que sea, el rey no querrá dejar que se case con su hija.

Le explica a Sancho que hay dos tipos de linajes: "unos que traen y deriban su descendencia de príncipes y monarcas, a quien poco a poco el tiempo ha deshecho, y han acabado en punta, como pirámide puesta al revés; otros tuvieron principio de gente baja, y van subiendo de grado en grado hasta llegar a ser grandes señores". Don Quijote es del segundo tipo de linaje, le explica a Sancho, pero aunque sea hijo de azacán, la infanta lo aceptará por señor y esposo. Y si no, la robará.

Eventualmente llegará a ser rey, dice, y Sancho conde, pero le advierte a su escudero que tendrá que afeitarse con más frecuencia, por lo que Sancho decide que tendrá su propio barbero que lo seguirá a todas partes.

Capítulo 22:"De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir"

Al comienzo del capítulo, Cervantes atribuye la autoría de nuevo al cronista ficticio: "Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia, que [...]". La historia que sigue comienza cuando don Quijote ve que por el camino vienen 12 hombres esposados y encadenados, dos hombres a caballo con escopetas y dos a pie con dardos y espadas. Sancho le explica a don Quijote que son galeotes, hombres que por sus delitos han sido condenados a servir al rey en las galeras.

Don Quijote cree que es su deber ayudarlos y le pregunta a uno de los guardas qué delitos han cometido para merecer semejante castigo. El guarda le sugiere que dirija su pregunta a los mismos galeotes. Don Quijote comienza a hacerles esta pregunta a los galeotes y se entera de que

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muchos habían sido torturados antes de confesar sus crímenes y que otros habían sido detenidos por delitos menores. Uno ha sido acusado de ser alcahuete, y sobre este tema don Quijote dice: "Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce".

Uno de los galeotes está más encadenado que los demás con una cadena al pie y dos argollas al cuello asidas a cadenas. El guarda le explica a don Qujiote que ha cometido más delitos y que es más atrevido que los demás. Es el famoso Ginés de Pasamonte, al que también se le conoce como Ginesillo de Parapilla. Le dice a don Quijote que ha escrito su historia en un libro que se llama La vida de Ginés de Pasamonte: "Es tan bueno--respondió Ginés--, que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren".

En esto, el comisario alza la vara para golpear a Ginés, pero don Quijote lo defiende y dice que es castigo suficiente estar encadenado así, y luego les pide a los señores guardianes y al comisario que dejen libres a estos hombres: "[...] porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas --añadió don Quijote--, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo, ni de premiar al bueno [...]".

Asombrado, el comisario le dice que de ninguna manera puede dejarlos libres y agrega: "Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato". En respuesta, don Quijote arremete contra él y el comisario no tiene tiempo de defenderse por lo que cae al suelo herido por la lanza. Los otros guardas arremeten contra don Quijote, pero mientras tanto los galeotes logran desencadenarse. Ginés le quita la espada y la escopeta al comisario y los guardas huyen.

Luego, don Quijote les pide a los galeotes que, como signo de gratitud, vayan a la ciudad del Toboso para presentarse ante Dulcinea de parte de su caballero y que le cuenten cada detalle de lo sucedido. Ginés le responde que no pueden porque tienen que dividirse para no ser encontrados por la Santa Hermandad. Don Quijote se enfada y los galeotes comienzan a tirarles piedras a él y a Sancho. Don Quijote se cae de Rocinante, y uno de los galeotes le quita la bacía de la cabeza y la usa para golpearlo hasta que ésta se rompe. Los galeotes le quitan además varios artículos de ropa, dejando a Sancho casi desnudo y se escapan con los despojos de la batalla.

Capítulo 23:"De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan"Después del episodio con los galeotes, don Quijote le dice a Sancho: "Siempre, Sancho, le he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar". Entonces Sancho le dice que por tener la Santa Hermandad, la caballería no es necesaria. Su amo le responde que es un cobarde, pero que esta vez le hará caso y no irá detrás de estos criminales con tal de que Sancho nunca le diga a nadie que lo hizo por otra razón que no fuera la de complacer a sus ruegos. Tras esta conversación entran a la Sierra Morena con la esperanza de esconderse de la Santa Hermandad si los buscase por haber liberado a los galeotes.En su camino encuentran una vieja maleta que contiene camisas y otros artículos de lienzo, unas monedas de oro y un cuaderno. Don Quijote toma el cuaderno y deja que Sancho se quede con las

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monedas y la ropa. Abre el cuaderno para averiguar de quién es la maleta y halla un soneto que trata de amores y penas. Don Quijote le dice a Sancho que sabe más depoesía de lo que él se imagina, ya que todos los grandes caballeros han sido trovadores o músicos. También hallan en el cuaderno una carta y otros escritos que revelan que el autor es un amante desdeñado.

Siguen por el camino y de repente ven a un hombre casi desnudo con una barba espesa saltando por los riscos. Don Quijote quiere ir detrás de él para ver si es dueño de la maleta. Sancho se opone porque no quiere devolver las monedas, pero su amo le dice que tienen la obligación de buscarlo. Al lado de un arroyo encuentran una mula muerta. Luego ven a un pastor anciano con su rebaño de cabras y don Quijote le pregunta si sabe de quién es la maleta que hallaron.

El pastor les cuenta que hace seis meses que llegó un mancebo gentil montado en esa misma mula y con la maleta que hallaron. El mancebo le preguntó cuál área de la Sierra era la más áspera y se dirigió hacia donde le señalaron. No lo volvieron a ver hasta unos días después cuando atacó a uno de los pastores para quitarle su pan y queso.

Cuando encontraron al mancebo, metido en el hueco de un árbol con la ropa rota y la cara desfigurada, les saludó dócil y cortésmente. Les explicó que estaba cumpliendo una penitencia por sus pecados pero no les quiso decir quién era. Pidió perdón por los asaltos y los pastores ofrecieron darle comida para que no tuviera que robarla. Por su forma de hablar, los pastores se dieron cuenta de que era un hombre bien nacido y cortesano, pero que se había vuelto loco porque de repente, cambió de carácter y con mucha furia atacó a uno de los pastores y dijo: "¡Ah, fementido Fernando! ¡Aquí, aquí me pagarás la sinrazón que me heciste [...]". Los otros pastores ayudaron a su amigo antes de que el mancebo lo matara y después éste salió corriendo.

Desde ese entonces lo han visto cuando sale a buscar comida. A veces se la pide a los pastores muy cortésmente y otras veces, cuando está loco, se la arrebata. Por ende, los pastores habían decidido buscarlo, detenerlo y llevarlo al pueblo más cercano, Almodóvar, para que le curen de la locura y para que les avisen a sus familiares de su desgracia.

Tras oír esta historia don Quijote se propone buscar al loco, pero antes de poder emprender esa nueva aventura, aparece el mancebo y los saluda con mucha cortesía. Don Quijote se apea de Rocinante y, cual si lo conociera, le da un fuerte abrazo al joven, a quién el narrador llama el "Roto de la mala Figura".

Capítulo 24:"Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena"

Si bien el mancebo no conoce a don Quijote, le agradece sus muestras y cortesía, y don Quijote le dice que quisiera ayudarlo. El mancebo, a quien ahora el narrador llama el "Caballero del Bosque", le pide que primero le den algo de comer. Después de comer el mancebo los dirige a un pequeño prado, todos se sientan en la yerba, y el joven comienza a contarles su historia, pero les advierte primero que no deben interrumpirlo con preguntas.

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Les cuenta que su nombre es Cardenio y que es de una familia rica y noble de Andalucía, pero el dinero no pudo remediar sus problemas. A muy tierna edad, se había enamorado de una doncella llamada Luscinda, también de familia rica, y ella correspondió a su amor. Estaban tan enamorados que, a pesar de sus intenciones de casarse, el padre de ella no quería que se vieran antes. Entonces Cardenio fue a pedir la mano de Luscinda en matrimonio, pero el padre de la doncella le dijo que le tocaba al padre de Cardenio hacer la petición. Cuando Cardenio llegó a hablar con su padre, se enteró de que el duque Ricardo le había enviado una carta para pedir que Cardenio fuese el compañero de su hijo mayor y que en dos días tenía que partirse a hacer la voluntad del duque. Les contó a Luscinda y a su padre lo que estaba pasando y ellos prometieron esperarlo hasta que averiguara exactamente qué era lo que el duque quería.

Cuando Cardenio llegó a la casa del duque, el hijo mayor y el segundo hijo, llamado Fernando, lo trataron muy bien, sobretodo este último. Fernando le contó que estaba enamorado de una labradora, vasalla de su padre y que planeaba prometerle matrimonio para poder conquistarla. Cardenio trató de disuadirlo, pero no pudo, por lo que se lo dijo a su padre, el duque Ricardo.

Fernando comenzó a desconfiar de Cardenio y decidió engañarlo. Le dijo que no sabía mejor remedio para sus desamores que la ausencia y sugirió que ambos fueran a pasar un tiempo en la casa del padre de Cardenio. Cardenio estaba feliz porque iba a poder ver de nuevo a Luscinda, sin embargo Fernando ya había tenido relaciones con la labradora y, tras conquistarla, perdió interés en ella. Tanto le habló Cardenio de Luscinda, que Fernando también quería conocerla, y una noche Fernando la vio por la ventana y se enamoró de ella.

Cardenio les cuenta que Luscinda le pidió un libro de caballerías, Amadís de Gaula, y cuando don Quijote escucha esto, interrumpe a Cardenio para decirle que con sólo saber que le gusta ese libro, entiende la magnitud de su hermosura. Cardenio comienza a hablar de un personaje de Amadís de Gaula, pero don Quijote no está de acuerdo con su comentario y discuten. De repente, Cardenio pierde la cordura y golpea a don Quijote con una piedra. Sancho y el pastor se meten en la pelea y una vez que estén todos molidos en el suelo, Cardenio los deja y vuelve a emboscarse en la montaña. Sancho le culpa al pastor por no haberles advertido que el mancebo podía volverse loco en cualquier momento, pero el pastor se defiende. Don Quijote tiene muchas ganas de saber el resto de la historia de Cardenio y le pregunta al pastor cómo encontrarlo.

Capítulo 25:"Que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenbros"

Tras despedirse del cabrero, don Quijote y Sancho entran al área más áspera de la montaña. Sancho le dice que quiere volver a su familia porque no le gusta ir a lugares tan remotos ni lo de no poder hablar a su amo cuando le apetezca. Don Quijote decide permitirle hablar cuando quiera, pero sólo mientras que estén por esas tierras.

Entonces Sancho le pregunta por qué tanto le importaba lo que decía el loco de Cardenio de la reina Madásima, personaje de Amadís de Gaula. Si don Quijote no le hubiese dicho nada, se hubiese ahorrado el golpe, agrega Sancho. A esto su amo le contesta: "Contra cuerdos y contra

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locos, está obligado cualquier caballero andante a volver por la honra de las mujeres, cualesquiera que sean, cuanto más por las reinas de tan alta guisa y pro como fue la reina Madásima [...]".

Sancho le responde con un hilo de refranes y pregunta: "¿Es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino, buscando a un loco, el cual, después de hallado, quizá le vendrá en voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y de mis costillas, acabándolas de romper de todo punto".

Don Quijote le pide que se calle y le cuenta que además de hallar al loco, también le trae a esas partes el deseo de hacer una hazaña que le hará famoso. Le explica a Sancho que piensa imitar a caballeros como Amadís o Roldán, al hacer una penitencia retirándose a la soledad de ese lugar remoto. Sancho le dice que esos caballeros tuvieron razones por volverse locos y hacer una penitencia y le pregunta a su amo cuál es su motivo ya que Dulcinea no le ha desdeñado. Don Quijote le repsonde: "El toque está desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que, si seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado? [...] Así que, Sancho amigo, no gastes tiempo en aconsejarme que deje tan rara, tan felice y tan no vista imitación. Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea [...]".Aquí, Sancho comienza a expresar sus dudas y todo lo que su amo le dice de caballería le parece "cosa de viento y mentira". Don Quijote le explica que andan entre ellos encantadores que cambian la apariencia de todo y "así, eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa".

Llegan al pie de una alta montaña, lugar que don Quijote elige para hacer su penitencia. Le pide a Sancho que se quede tres días antes de partir para verlo rasgar sus vestiduras, esparcir sus armas y darse calabazadas en peñas para poder contarlo después. Sancho le sugiere que se dé calabazadas en el agua o una superficie más blanda, ya que está fingiendo, pero su amo le asegura que no es ninguna burla y que toma esta penitencia muy en serio. Aquí se menciona por primera vez que le han robado el asno.

Don Quijote comienza a hablar de Dulcinea y dice que aunque la ha querido por 12 años, sus amores han sido siempre platónicos y que sólo la ha visto cuatro veces por lo mucho que la protegen sus padres, Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales. Con estos detalles, Sancho se sorprende al darse cuenta de que Dulcinea del Toboso es en realidad Aldonza Lorenzo, una labradora que él conoce y no una princesa de verdad. A esto don Quijote responde: "¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar subjeto a sus versos, y porque lo tengan por enamorados y por hombres que tiene valor para serlo".

Entonces don Quijote le escribe la carta a Dulcinea, pero antes de que Sancho se la lleve, le dice que espere para verlo hacer unas cuantas locuras en cueros. A esto, el escudero le contesta: "Por amor de Dios, señor mío, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dará mucha lástima [...]". Sancho monta Rocinante y se despide de Don Quijote, pero no avanza ni cien pasos antes de volver y decidir que sí, en efecto, debe quedarse un rato más para ver a su amo hacer una que otra locura antes de por fin partir.

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Capítulo 26:"Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra Morena"

Al quedarse solo, don Quijote se sube en una alta peña y piensa en si debe imitar a Roldán o a Amadís; decide por este último. Una de las cosas que hizo Amadís fue rezar, entonces don Quijote rasga una tira de su camisa y ata once nudos para que le sirva de rosario. También escribe versos en las cortezas de los árboles en alabanza a Dulcinea.

Sancho, en su camino a ver a Dulcinea, llega a la venta donde lo mantearon y duda en entrar. En ese momento salen de la venta el cura y el barbero, lo reconocen a Sancho y le preguntan por don Quijote. El escudero les da una respuesta muy ambigua, por lo que el barbero le contesta que si no les dice dónde está y qué está haciendo, pensarán que lo ha matado y que le ha robado su caballo. Por ende, Sancho les da la información que piden y los dos quedan asombrados. Le piden a Sancho el libro de memoria donde don Quijote escribió la carta a Dulcinea, pero no lo puede encontrar y se da cuenta de que su amo se quedó con él.

Sancho sabe la carta de memoria, por lo que la recita para el cura y el barbero. La repite dos veces para que los señores la trasladen a papel pero por no recordarla perfectamente incluye unos que otros disparates. También les cuenta los planes de don Quijote de ser emperador o monarca, y el cura y el barbero se percatan de que se le ha contagiado a Sancho la locura de su amo. Deciden que tienen que ayudar a don Quijote y planean disfrazarse de doncella afligida y escudero, y pedir su ayuda para sacarlo de la montaña y tratar de curarlo de esta locura.

Capítulo 27:"De cómo salieron con su intención el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia"

El cura se disfraza de doncella y el barbero de escudero para ir en busca de don Quijote, sin embargo, tras salirse de la venta, el cura determina que es indecente ir vestido así por su vocación religiosa y decide intercambiar disfraces con el barbero. El grupo se dirige a la sierra y en el camino Sancho les cuenta de Cardenio.

Cuando llegan a la sierra, el cura y el barbero lo mandan a que siga el resto del camino solo para decirle a don Quijote que ya le entregó la carta a Dulcinea y que ella pidió verlo. Sancho entra a la sierra y los deja esperando a la sombra de un árbol al lado de un arroyo. Mientras esperan, escuchan a alguien cantando versos cortesanos en la distancia, por lo que se quedan muy impresionados, pero las canciones terminan en suspiros y sollozos. Caminan un poco y encuentran al hombre quien estaba cantando y, por la descripción que les dio Sancho, se dan cuenta de que es Cardenio, quien decide contarles su historia para que entiendan porque está allí, viviendo de esa manera.Después de la primera parte que ya le contó a don Quijote, el relato sigue así: Cardenio recibió una carta de Luscinda en la que ella le animó a que intentara de nuevo a pedir su mano. Cardenio sabía que el padre de Luscinda quería que su padre fuera quien le pidiera la mano, pero aún no estaba listo para hacerlo. Primero quería saber las intenciones del duque con su hijo. Tras contarle todo esto a don Fernando, el hijo del duque le dijo a Cardenio que él mismo hablaría con su padre para convencerlo a que hablase con el padre de Luscinda.

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No obstante, ese mismo día don Fernando lo mandó a Cardenio a que fuera a ver a su hermano, pero en realidad lo que quería era que se ausentara para su propio provecho. Cardenio y su prometida se despidieron con mucha emoción y afecto, pero durante su ausencia, Luscinda le envió una carta a Cardenio en la que le contó que en vez de hacerle el favor que le había prometido, don Fernando la pidió por esposa y el padre de Luscinda accedió. El matrimonio se iba a llevar a cabo en secreto en pocos días.

Cardenio partió inmediatamente a la ciudad de Luscinda. Cuando llegó, ella estaba esperando en la reja de su casa y le dijo: "Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio [...] una daga llevo escondida que podrá estorbar más determinadas fuerzas, dando fin a mi vida y principio a que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo".

Cardenio le respondió que lleva espada para protegerla y matarse si no lograsen prevenir la boda. Después de que Luscinda entró a la casa, don Fernando entró sin ser visto y se escondió detrás de unos tapices. Observó toda la ceremonia pero en vez de protestar o sacar la daga, Luscinda dio el sí y justo después cayó desmayada. Cuando su madre le desabrochó el vestido para que se le diera aire, encontró una nota. Tras leer la nota, don Fernando se quedó pensativo. En medio de todo el alboroto, Cardenio salió de la casa desesperado, se montó en su mula y se dirigió a la sierra. Su mula murió y desde ese entonces ha estado viviendo en el hueco de un árbol y comiendo lo que le dejan los pastores. Al final del capítulo,Cervantes vuelve a atribuir la historia a Cide Hamete Benengeli.Capítulo 28:"Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la mesma sierra"Este capítulo da inicio a la cuarta parte del primer libro y comienza con un aparte en el que el narrador dice que es gracias al hecho de que don Quijote ha resucitado la casi muerta orden de caballería que tenemos estas entretenidas historias.

Después de este breve aparte, el narrador vuelve a la historia de la sierra. El cura está a punto de consolar a Cardenio, cuando de repente todos oyen las tristes quejas de un mozo vestido de labrador sentado al pie de un árbol, lavándose los pies en el arroyo. Se acercan al mozo y se dan cuenta de que es una mujer hermosa.

Cuando la mujer los ve, se asusta y trata de huir sin ponerse los zapatos por lo que se cae al suelo. El cura le da la mano para ayudarla y le asegura que no tiene porqué temerlos ya que sólo la quieren ayudar. Ella comienza a contarles su vida, narrando una historia muy familiar de un duque de Andalucía con dos hijos. Les dice que sus padres, quienes son muy ricos pero humildes en linaje, son vasallos de este duque y atribuye su propia desgracia a esa falta de nobleza. Cuenta que el hijo menor del duque, don Fernando, comenzó a mostrar interés en ella.

Al escuchar este nombre, Cardenio se pone pálido, pero la labradora no repara en su reacción y sigue con la historia. Fernando trató de conquistarla, pero ella desconfiaba de sus motivos: "Decíanme mis padres que en sola mi virtud y bondad dejaban y depositaban su honra y fama, y que considerase la desigualdad que había entre mí y don Fernando, y que por aquí echaría de ver que sus pensamientos, aunque él dijese otra cosa, más se encaminaban a su gusto que a mi provecho", cuenta la labradora.

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Por lo tanto ella se aseguró de no darle esperanzas, pero ese recato sólo lo hizo insistir más. Una noche don Fernando se metió en su habitación, la tomó en brazos y comenzó seducirla con lágrimas y suspiros. Ella, quien era muy ingenua en estas cosas, estaba a punto de dejarse convencer cuando recapacitó y le dijo: "Conmigo no han de ser de ningún efecto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerme".

Mientras relata su historia, la labradora dice que se llama Dorotea, y Cardenio confirma sus sospechas. Dorotea cuenta que cuando don Fernando prometió matrimonio, ella finalmente se dejó convencer y llamó a su criada para que fuera testigo de sus juramentos. Luego su criada salió de la habitación y Dorotea se entregó al hijo del duque. A la mañana siguiente, don Fernando salió con prisa pero no sin antes reafirmar sus promesas. Aun así, Dorotea no volvió a saber de él, hasta que escuchó que se había casado con una doncella que se llamaba Luscinda.

Fue entonces cuando decidió vestirse con esa ropa que le dio un zagal y éste ofreció acompañarla hasta la ciudad donde estaba don Fernando. Llegaron a la ciudad y cuando preguntó por la casa de los padres de Luscinda se enteró de que el día del matrimonio, la novia se desmayó y encontraron en su vestido una nota que decía que no podía ser esposa de don Fernando porque ya lo era de Cardenio y que sólo había dado el sí para no desobedecer a sus padres. La nota daba a entender que planeaba quitarse la vida tras casarse. Don Fernando se sintió burlado por lo que intentó apuñalar a Luscinda con la daga, pero sus padres lo impidieron. Don Fernando se fue y cuando Luscinda se despertó el día siguiente también se fue de la casa y no la han podido hallar. Poco después se enteró Dorotea de que la buscaban, por lo que ella y su criado se escondieron en la sierra. Su criado quiso aprovecharse de la situación y trató de forzarla a tener relaciones, pero ella logró defenderse y el criado se cayó de un precipicio. Comenzó a trabajar con un ganadero, pero cuando éste se dio cuenta de que no era hombre sino mujer, también trató de aprovecharse de ella, así que tuvo que huir.

Capítulo 29

"Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo"Cuando Dorotea termina de contar su historia, Cardenio le pregunta: "En fin, señora, ¿qué tú eres la hermosa Dorotea, la hija única del rico Clenardo?". Dorotea se sorpende al escuchar a Cardenio mencionar a su padre y entonces el joven le revela que es el hombre con quien se iba a casar Luscinda. Le cuenta su historia y concluye: "Porque, presupuesto que Luscinda no puede casarse con don Fernando, por ser mía, ni don Fernando con ella, por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro...".

Llega Sancho y les dice que encontró a don Quijote casi desnudo, flaco, amarillo y muerto de hambre, y que le dijo que no quería ver a Dulcinea hasta haber realizado grandes hazañas que le harían digno de su gracia. El cura les cuenta a Dorotea y a Cardenio lo que habían planeado para sacar a don Quijote de la montaña y Dorotea se ofrece para hacer el papel de la doncella menesterosa, ya que lo haría mejor que el barbero. Dorotea se pone un vestido de tela fina y joyas que llevaba consigo, y todos admiran su belleza al verla vestida de gran señora, sobretodo Sancho. Cuando el escudero la ve, le pregunta al cura quién es y le responde que es la princesa Micomicona, quien busca a don Quijote para que le ayude a vengarse de un gigante. Sancho le pide al cura que le convenza a don Quijote a casarse con la princesa Micomicona para que no le

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den ganas de ser arzobispo "porque yo soy inútil para la Iglesia", dice. El cura le responde que hará lo que pueda y se da cuenta de que Sancho también cree en toda esta fantasía.

Dorotea, montada en la mula del cura, y el barbero, disfrazado con una barba positiza hecha de la cola del buey, le piden a Sancho que los lleve a don Quijote, mientras que el cura y Cardenio se quedan atrás. Al llegar, Dorotea se apea de la mula, se pone de rodillas delante de don Quijote y le dice: "De aquí no me levantaré, ¡oh valeroso y esforazado caballero, fasta que la vuestra bondad y cortesía me ortogue un don. . .". Le pide que le ayude a vengarse de un traidor que le usurpó el reino, y don Quijote promete defenderla, tras lo que se pone las armas, se sube en Rocinante y se alista para salir de la sierra.

Sancho está feliz porque cree que ahora su amo se casará con la princesa y llegará a ser el rey de Micomicón, como mínimo. Pero el escudero piensa que es una tierra africana por lo que comienza a preguntarse si todos sus vasallos serán negros y se le ocurre que podría traerlos a España y venderlos por tanto dinero que podría pasar el resto de su vida descansando.

Mientras tanto, el cura le corta la barba a Cardenio y le da algunas de sus prendas de ropa para que don Quijote no lo reconozca. Cuando el cura y Cardenio se encuentran con don Quijote, el cura le saluda con los brazos abiertos y lo llama "don Quijote de la Mancha", en vez de Alonso Quijano, su nombre verdadero. Mientras debaten si el cura debe ir a pie o no, el barbero se caye de la mula y como consecuencia se le cae la barba postiza y tiene que taparse la cara con las manos para no ser reconocido. El cura acude en su ayuda y le vuelve a poner la barba rápidamente, murmurando unas palabras que dice que son una suerte deensalmo. Don Quijote queda muy impresionado y piensa que es un milagro, por lo que le pide al cura que le enseñe ese ensalmo, ya que debe de tener más aplicaciones que la de pegar barbas. El cura promete enseñárselo.

Tras este espisodio, don Quijote le pregunta al cura qué motivo le ha traído a esas partes sin criados y con tan pocas cosas. El cura le explica que él y el barbero, el maese Nicolás, se dirigían a Sevilla cuando les robaron en el camino, quitándoles todo, hasta las barbas, y por eso el barbero tuvo que ponerse una falsa. Además, agrega que los ladrones fueron nada más y nada menos que unos galeotes que alguien había liberado: "Y es lo bueno que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son de unos galeotes que dicen que libertó, casi en este mesmo sitio, un hombre tan valiente que, a pesar del comisario y de las guardas, los soltó a todos; y, sin duda alguna, él debía de estar fuera de juicio, o debe de ser tan grande bellaco como ellos, o algún hombre sin alma y sin conciencia . . .".

Previamente, Sancho le había contado la historia de los galeotes al cura y ahora el cura la menciona para ver cómo reacciona don Quijote. El caballero se pone pálido y no admite que fue él quien los puso en libertad.

Capítulo 30

"Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto"

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Si bien don Quijote no quiere admitir que él tuvo algo que ver con los galeotes, que supuestamente les robaron al cura y al barbero, Sancho no vacila en soltar la lengua y les dice que efectivamente fue su amo quien los puso en libertad y que él le había advertido que era una mala idea. Don Quijote le responde: "Majadero [...] a los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas, o por sus gracias; sólo le[s] toca ayudarles como menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías".

Viendo a don Quijote tan enfadado, Dorotea trata de calmarlo y le recuerda que tiene otra aventura pendiente. El caballero le pide más detalles de su desgracia, y Dorotea comienza a relatar su historia. Cardenio y el barbero se acercan para oir qué inventará. Al principio se le olvida su nombre ficticio, pero el cura le ayuda a recordar ese importante detalle.

Dorotea le cuenta que es la princesa Micomicona, hija del rey Tinacrio el Sabidor (un encantador que aparece en varios libros de caballerías). Por saber algo de las artes mágicas, su padre sabía que él y su madre se morirían, ella se quedaría huérfana y un gigante de una isla cercana le quitaría su reino, salvo que la princesa aceptara casarse con él. Su padre le dijo que la podría ayudar un caballero andante del nombre don Azote o don Gigote. Sancho la interrumple para decir que seguramente se refiere a don Quijote. Dorotea agrega que escuchó muchas historias de él tan pronto desembarcó en Osuna, a lo que don Quijote le pregunta cómo desembarcó allí si no es puerto ni tiene costa. El cura le corrige y afirma que quiso decir Málaga, no Osuna. Dorotea agrega que según la profecía, una vez que don Quijote degolle al gigante, que si él quiere casarse con ella, que ella estaría dispuesta y tomaría posesión de su reino.Sancho se emociona, toma las riendas de la mula de Dorotea para detenerla y se pone de rodillas delante de ella para besarle las manos. Don Quijote le promete a Dorotea que la seguirá hasta el fin del mundo para cumplir su promesa de vengarse del gigante, pero que no puede casarse con ella. Sancho protesta y le dice que está fuera de juicio y que Dulcinea ni le llega al zapato de la princesa Micomicona.

Cuando don Quijote oye estas blasfemias contra Dulcinea, le riñe, saca su lanzón y le da dos palos a Sancho y el escudero se cae al suelo. Sancho le contesta que si no se casa con la princesa, ¿qué mercedes puede darle? Y por error, agrega que no sabe qué tan hermosa es Dulcinea porque nunca la ha visto por lo que don Quijote se enfada aún más, y le pregunta cómo es posible si viene de darle un recado. Sancho le contesta que no la vio muy bien y su amo lo perdona. Dorotea le aconseja a Sancho a besarle las manos don Quijote, pedirle perdón y no volver a hablar mal de Dulcinea. Mientras tanto, el cura y Cardenio hablan de lo extraño que es ver con qué facilidad el hidalgo cree todas estas historias.

Volviendo a la conversación entre el caballero y su escudero, don Quijote le pide a Sancho más detalles de su visita a Dulcinea. Sancho le cuenta que no le pudo entregar la carta porque accidentalmente la dejó atrás en el libro, pero que sabía la carta de memoria. Don Quijote le pregunta si aún se acuerda de la carta y Sancho le responde: "si algo se me acuerda, es aquello del sobajada, digo, del soberana señora, y lo último: Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura. Y en medio de estas dos cosas le puse más de trecientas almas, y vidas y ojos míos".

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Capítulo 31:"De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza su escudero, con otros sucesos"Al comienzo del capítulo, don Quijote le pide a Sancho que le cuente más detalles de su visita con Dulcinea. El caballero supone que Sancho la encontró ensartando perlas o bordando con oro hilado, pero su escudero le dice que sólo estaba ahechando trigo. Y cuando le pregunta si hizo algo especial con la carta cuando se la entregó, como besarla, Sancho le responde que simplemente le dijo que la dejase encima de un costal hasta que terminase su trabajo. Aun así, las respuestas de Sancho no le cambian la imagen que tiene don Quijote de Dulcinea y el caballero le responde: "¡Discreta señora! [...] Eso debió de ser por leerla despacio y recrearse con ella".

Luego don Quijote le pregunta si olía a fragancias aromáticas, a lo que Sancho le responde que sintió un "olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa". Don Quijote no le cree y le dice que a lo mejor estaba oliendo a sí mismo. Después, cuando don Quijote quiere saber qué hizo al leer la carta, Sancho le dice que no la leyó porque no sabe leer ni escribir, pero que se contentó con lo que Sancho le contó del contenido y que tiene muchas ganas de ver a su caballero.

Don Quijote también le pregunta si le dio alguna joya al despedirse, ya que es una costumbre muy antigua en el mundo de la caballería, pero sólo le dio pan y queso. Don Quijote supone que ocurrió así porque no tenía ninguna joya a mano. Lo único que le parece extraño al caballero es que Sancho tardó poco más de tres días en ir y venir, y Toboso queda muy lejos. No obstante, una vez más don Quijote ajusta la historia para que no haya ninguna discordancia entre su fantasía y la realidad, y sugiere que un mago le ayudó a caminar más rápido.

La conversación gira a la princesa Micomicona y don Quijote le cuenta a Sancho que piensacumplir su palabra y cortarle la cabeza al gigante para que ella pueda recuperar su reino, pero que justo después irá a ver a Dulcinea. Su escudero piensa que debe estar mal de la cabeza porque quiere dejar pasar la oportunidad de casarse con la princesa y heredar su reino, pero don Quijote le asegura que aún sin casarse con la princesa le darán parte del reino y podrá darle una porción de sus riquezas a Sancho.Aquí el narrador nos dice que Sancho se cansó de mentir tanto ya que sabía que Dulcinea era una labradora, pero jamás la había visto. Este detalle no concuerda con capítulos anteriores en los que dice que Sancho en efecto conocía a Dulcinea.Se detienen todos a beber en una fuente cuando pasa por el camino un muchacho quien resulta ser Andrés, el mozo que encontraron atado a un árbol. Don Quijote aprovecha esta oportunidad para enfatizar lo importantes que son los caballeros andantes para el mundo y para alardear de cómo lo rescató a Andrés de los azotes de su amo y de cómo lo hizo prometer que le pagaría a Andrés su salario debido. Andrés corrobora esta historia, pero dice que tras la partida de don Quijote el episodio no acabó bien: su amo no cumplió su promesa y además lo volvió a atar al árbol para darle más azotes y quedó muy mal herido.

Por eso, en vez de agradecerle a don Quijote, Andrés le echa la culpa: "De todo lo cual tiene vuestra merced la culpa; porque si se fuera su camino adelante y no viniera donde no le llamaban, ni se entremetiera en negocios ajenos, mi amo se contentara con darme una o dos docenas de azotes, y luego me soltara y pagara cuanto me debía".

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Don Quijote dice que su error fue en irse antes de que su amo le pagase y le dice a Dorotea que deben ir a buscar a ese villano, castigarlo y hacerlo pagar a Andrés, pero ella insiste en que primero tiene que cumplir la promesa que le hizo. Don Quijote le asegura a Andrés que le ayudará después, y le pide que tenga paciencia. A esto Andrés le contesta que sólo quiere algo de comer, y antes de irse le dice a don Quijote: "Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo".

Capítulo 32:"Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote"Llegan a la venta de la familia de Maritornes y son bien recibidos. Tras acostarse, la ventera le exige al barbero que le devuelva la cola que estaba usando como barba y el barbero accede.Don Quijote duerme mientras que los demás cenan y hablan de la locura de don Quijote y de los libros de caballerías. El ventero saca algunos libros de caballerías que tiene allí en la venta para mostrárselos a sus invitados. El cura le dice que quiere quemar los dos libros que más le gustan al ventero por ser mentirosos pero cuando el ventero le dice que preferiría que quemara otro, el cura le explica que no porque ese libro es una historia verdadera. Comienzan a comparar los hechos de los personajes de estos libros, y Dorotea y Cardenio se dan cuenta de que el ventero, al igual que don Quijote, cree que los sucesos fantasiosos de estos libros realmente sucedieron. El cura trata de convencer al ventero de que esos personajes jamás existieron, que nunca acontecieron tales disparates y que estas historias se escribieron sólo para entretener al lector.

Cuando el cura le advierte al ventero que tenga mucho cuidado para que no termine como don Quijote, el ventero le dice: "que no seré yo tan loco que me haga caballero andante; que bien veo que ahora no se usa lo que se usaba en aquel tiempo, cuando se dice que andaban por el mundo estos famosos caballeros".

Llega Sancho a mitad de esta conversación y se queda pensativo tras escuchar que ya no se usan caballeros andantes y que los libros de caballerías están llenos de mentiras, así que resuelve regresar a su casa con su mujer e hijos si no encuentra la felicidad que busca como escudero de don Quijote.

Además de los libros que lleva el ventero dentro de una maleta, también hay papeles y el cura le pide verlos. Encuentra ocho hojas de una obra escrita a mano con el título Novela del Curioso impertinente y el cura le dice que parece ser una buena novela. El ventero le cuenta que la maleta en la que halló los libros y papeles la había dejado otro huésped y que quiere devolvérsela, pero todos tienen interés en leer el manuscrito y el cura accede a leérselo.

Capítulo 33

"Donde se cuenta la novela del Curioso impertinente"El cura comienza a leer el manuscrito que el ventero encontró dentro de una maleta:

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En Florencia viven Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y solteros, que son tan amigos que todos les dicen "los dos amigos". Anselmo contrae matrimonio con Camila, una doncella de buena familia, pero después de la boda, a Lotario no le parece apropiado visitar a su amigo recién casado con la misma frecuencia. Este distanciamiento no le gusta a Anselmo, por lo que le dice a Lotario que si hubiese sabido que su unión con Camila le costaría su amistad con Lotario, no se hubiese casado, y además le pide que vuelva a visitarlo como lo hacía antes. Lotario accede pero limita sus visitas a dos días por semana y días festivos para proteger la honra de su amigo y la de su esposa, ya que no se vería muy bien que un caballero soltero entrara y saliera continuamente de la casa de una mujer casada.

Durante una de estas visitas, Anselmo le confiesa a Lotario que, si bien ha recibido muchas bendiciones en su vida, no está feliz porque no puede creer que su esposa es tan honesta sin primero ponerla a prueba: "Ansí que la que es buena por temor, o por falta de lugar, yo no la quiero tener en aquella estima en que tendré a la solicitada y perseguida, que salió con la corona del vencimiento", le dice Anselmo. "De modo que por estas razones, y por otras muchas que te pudiera decir para acreditar y fortalecer mi opinión que tengo, deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades, y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada [...]".

Tras estas razones, Anselmo le pide a su amigo que trate de seducirla. Lotario le responde que su deseo es completamente descaminado e irracional, que las relaciones no se deben probar con "cosas que fuesen contra Dios" y si él ya sabe que su mujer es honesta, ¿qué más busca? Cita el poema religioso "Le lacrime di San Pietro," de Luis Tansilo, y tres redondillas que aluden a la fábula de Júpiter transformado en lluvia de oro para penetrar el encierro de Dánea.

Luego agrega: "Mira, amigo, que la mujer es animal imperfecto, y que no se le han de poner embarazos donde tropiece y caiga, sino quistárselos y despejarle el camino de cualquier inconveniente, para que sin pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfección que le falta, que consiste en ser virtuosa". También le dice que esa prueba les quitaría la honra a los dos: "como la carne de la esposa sea una mesma con la de esposo, las manchas que en ella caen, o los defectos que se procura, redundan en la carne del marido".

Al principio, Anselmo se queda pensativo. Reconoce que su propuesta no es virtuosa, pero dice que su incertidumbre es como una enfermedad que sólo se puede curar con el plan que propone. Añade que Lotario tiene la obligación de ayudarlo, porque de lo contrario tendría que pedírselo a otra persona, lo cual supondría aún más riesgo para su honor. Finalmente, para evitar mayor mal, Lotario acepta hacer lo que Lotario le pide, pero también piensa en la manera de engañarlo sin ofender a Camila. La primera vez que Anselmo deja a su esposa y a su amigo a solas, Lotario le dice a Camila que necesita descansar y se queda dormido hasta que su amigo regresa. Cuando Anselmo le pregunta qué pasó, Lotario le miente que estuvo alabándola.

Cada vez que Anselmo los deja solos, Lotario busca la manera de evitar a Camila, pero le dice a su esposo que por más que le habla y elogia, Camila no le da señales de esperanza. Para la próxima visita, Anselmo le presta a su amigo dinero y joyas para que se los dé a Camila y esta vez, en vez de ausentarse, se esconde en una habitación para observar todo por el agujero de la cerradura. Tras espiarlos por media hora y ver que no se dirigen la palabra, Anselmo sale de la habitación y lo

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acusa a Lotario de haberle mentido, por lo que su amigo le promete cumplir con su palabra y no engañarlo más.

Anselmo decide visitar a un amigo en una aldea cercana y ausentarse de su casa para darle más tiempo y espacio a Lotario para seducir a Camila. Su amigo protesta y le dice: "Mira que el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue[...]". Los primeros días que Lotario va a la casa de Camila para comer con ella, no le dice nada. Sin embargo, de tanto mirarla y no hablarle, tiene más tiempo para apreciar su hermosura y bondad, y hasta "consideraba cuán digna era de ser amada; y esta consideración comenzó poco a poco a dar asaltos a los respectos que a Anselmo tenía, y mil veces quiso ausentarse de la ciudad e irse donde jamás Anselmo le viese a él, ni a Camila".

Tras tres días, no la puede resistir más y comienza a lisonjearla, pero Camila no le responde palabra alguna y se encierra en su habitación. La situación le incomoda tanto que decide escribirle una carta a su marido.

Capítulo 34

"Donde se prosigue la novela del Curioso impertinente"En la carta a su marido, Camila le escribe: "Yo me hallo tan mal sin vos, y tan imposibilitada de no poder sufrir esta ausencia, que si presto no venís, me habré de ir a entretener en casa de mis padres, aunque deje sin guarda la vuestra; porque la que me dejastes, si es que quedó con tal título, creo que mira más por su gusto que por lo que a vos os toca; y pues sois discreto, no tengo más que deciros, ni aun es bien que más os diga".

Anselmo entiende que Lotario ya ha comenzado a tratar de conquistar a Camila y le responde que no se vaya de la casa, ya que volverá pronto. Lotario sigue con sus insinuaciones hasta que finalmente Camila se rinde, pero sólo lo sabe su criada Leonela. Cuando Anselmo regresa a casa, Lotario le miente que tiene una mujer digna y honesta. Aun así, Anselmo le pide que no deje de tratar de seducirla, aunque sea sólo por curiosidad o entretenimiento, y que escriba unos versos a una dama imaginaria llamada Clori.

Camila le cuenta a su esposo que le escribió esa carta porque le parecía que Lotario la miraba con más desenvoltura de lo habitual, pero que luego concluyó que era sólo su imaginación. Anselmo le dice que sí, lo más probable es que se lo había imaginado, porque Lotario está enamorado de Clori, una dama principal de la ciudad. Al enterarse de esto, a Camila le entran los celos.

Un día, cuando están comiendo los tres juntos, Anselmo le pide a Lotario que le recite un par depoemas que le escribió a Clori, en el que se queja de un amor no correspondido. Tras la comida, Camila le dice en privado a Leonela que teme que Lotario no la estime tanto por su flaqueza. En esta conversación, Leonela le confiesa que tiene amores con un mancebo de buena familia en la ciudad, por lo que Camila comienza preocuparse y le pide a su criada que no le cuente nada a su amante de su relación con Lotario. La muy atrevida Leonela se aprovecha de este secreto tan valioso que guarda para traer a su amante a la casa. Camila se ve forzada no sólo a dejar que Leonela haga lo que le plazca, sino también a ayudarla, facilitando y encubriendo sus encuentros

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clandestinos para que Anselmo no se dé cuenta. Pese a sus esfuerzos, Lotario ve al amante de Leonela salir de la casa y asume que es un nuevo amante de Camila.

Cegado por los celos, Lotario decide vengarse de Camila y le cuenta a su esposo que se rindió, pero sólo en pensamiento, y le sugiere fingir ausentarse de nuevo pero esconderse tras unos tapices en su habitación para observar con sus propios ojos el desliz de Camila. Desilusionado, Anselmo acepta la propuesta de su amigo, pero tras esta conversación, Lotario comienza a arrepentirse de lo que le dijo a Anselmo y de querer vengarse de su amante de una manera tan cruel.

Lotario decide confesar todo a Camila. Pero primero, Camila le cuenta del amante de Leonela: " [...] ha llegado la desvergüenza de Leonela a tanto, que cada noche encierra a un galán en esta casa, y ese está con él hasta el día [...] Y lo que me fatiga es que no la puedo castigar ni reñir: que el ser ella secretario de nuestros tratos me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algún mal suceso".

Al enterarse que el mancebo que vio era amante de Leonela, y no de Camila, Lotario se arrepiente aún más de todo lo que le dijo a su esposo y le confiesa todo a Camila, incluso los planes de Anselmo de esconderse y espiarles. Camila se enfada, pero en seguida elabora un plan para remediar la situación sin compartir los detalles con Lotario.

Anselmo finge ausentarse y se esconde. Una vez que Camila y Leonela están seguras de que esté detrás de los tapices, entran a la habitación y Camila le pide una daga a su criada antes de que llegue Lotario y le dice que planea matarlo por haber arriesgado su honra y la de esposo. Leonela sale a buscar a Lotario y mientras tanto Camila se dice a sí misma en voz alta para que Anselmo escuche: "Pague el traidor con la vida lo que intentó con tan lascivo deseo: sepa el mundo, si acaso llegare a saberlo, de que Camila no sólo guardó la lealtad a su esposo, sino que le dio venganza del que se atrevió a ofendelle".

Entra Lotario y Camila le pide que le diga qué opinión tiene de ella y de su esposo. Lotario le responde que ha sido amigo de Anselmo desde la infancia y con respecto a ella: "A ti te conozco y tengo en la misma posesión que él te tiene; que, a no ser así, por menos prendas que las tuyas no había yo de ir contra lo que debo a ser quien soy y contra las santas leyes de la verdad amistad, ahora por tan poderoso amigo como el amor por mí rompidas y violadas".

Camila le pregunta retóricamente: ¿cuándo respondió a sus ruegos? Admite que quizá, inadvertidamente, le dio señales de esperanza por algún descuido, y por lo tanto, quiere atribuirse la culpa y castigarse, pero también quiere vengarse matando a Lotario. Tras pronunciar sus intenciones, Camila arremete contra Lotario con la daga, pero su amante se protege del ataque. En seguida Camila torna la daga hacia sí misma y se la clava junto al hombro. Lotario acude en su ayuda y ve sólo una pequeña herida, pero finge que está muy grave y comienza a hacer una triste lamentación. Después sale de la habitación, como si fuese a buscarle ayuda. Mientras tanto Leonela trata la herida de su ama, y le aconseja que no le diga nada a su esposo para que no se vea forzado a vengarse de Lotario.

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Cuando cae la noche, Anselmo sale de su escondite y busca a Lotario para celebrar la honestidad de su mujer. No obstante, Lotario no comparte su alegría ya que se arrepiente de haberlo engañado. Este engaño dura algunos días hasta que por fin todo sale a la luz, según se anuncia al final capítulo sin revelar mayores detalles.

Capítulo 35:"Donde se da fin a la novela del Curioso impertinente"

Al comienzo del capítulo, Sancho sale todo alborotado del desván donde descansaba don Quijote e interrumpe la lectura de la novela para anunciar que su amo ha acuchillado y decapitado al gigante, enemigo de la princesa Micomicona.

Todos entran a la habitación y encuentran a don Quijote vestido con apenas una camisa y un gorro de dormir, y peleado sonámbulo, pero no con un gigante, sino con cueros de vino. El contenido de los mismos se había derramado por todo el aposento, y como resultado, el ventero se enfada y le golpea a don Quijote, quien no se despierta hasta que el barbero le echa un caldero de agua fría.

Sancho no encuentra la cabeza del gigante ni ve la sangre que estaba en el piso, y llega a la conclusión de que la venta está encantada. El ventero trata de explicarle que no era sangre, sino el vino derramado de los cueros, pero Sancho no entra en razón y sólo puede pensar en el condado que no va a heredar si no halla la cabeza del gigante.

Don Quijote piensa que ha cumplido su promesa, se pone de rodillas ante la princesa Micomicona (Dorotea) y le dice que el gigante ya no le podrá hacer más daño. Todos se ríen menos el ventero y su mujer, quienes están enojados por todo lo que les ha costado la estadía de don Quijote y Sancho, entre los cueros de vino y la primera visita cuando rehusaron pagar el hospedaje.Después de este episodio, el cura vuelve a la lectura de la novela del   Curioso impertinente . Después de que Camila fingiese tratar de suicidarse, Anselmo cree que tiene una esposa honesta y Lotario deja de visitar a la pareja. Una noche, Anselmo oye ruidos de la habitación de Leonela, y cuando entra para ver qué pasa, el amante de la criada se escapa por la ventana. Anselmo le amenaza a Leonela con una daga y, para salvarse de su ira, Leonela promete contarle cosas la mañana siguiente que le pueden interesar mucho. Sin imaginar que esta información podría incumbir a Camila, Anselmo le cuenta a su esposa lo acontecido, y Camila comienza a temer que Leonela le contará de su infidelidad. Tanto miedo tiene que cuando su marido se queda dormido, se escapa de la casa y va a la de Lotario para pedirle que la esconda. Lotario la deja en un monasterio y sale de la ciudad.

La mañana siguiente Anselmo se despierta y no encuentra ni a Leonela, quien se escapó por la ventana, ni a su esposa. Cuando descubre que Camila llevó sus joyas, comienza a percatarse de que Camila no es tan honesta y va en busca de Lotario para contarle lo sucedido pero tampoco está, y sus criados le dicen que salió de noche llevando todo su dinero. Al volver a su casa y descubrir que todos sus criados se han ido, cae en la cuenta de que ha perdido todo, y comienza a perder el juicio.

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Anselmo se dirige al pueblo de su amigo y en el camino se encentra con un señor que le cuenta el chisme de la ciudad: que Lotario se escapó con Camila. Cansado y enfermo, cuando llega a la casa del pueblo se dirige a la habitación y se acuesta. Unas horas después, el señor de la casa entra y encuentra a Anselmo muerto con la pluma en la mano y una hoja en la que había escrito: "Un necio e impertinente deseo me quitó la vida. Si las nuevas de mi muerte llegaren a los oídos de Camila, sepa que yo la perdono, porque no estaba ella obligada a hacer milagros, ni yo tenía necesidad de querer que ella los hiciese; y pues yo fui el fabricador de mi deshonra, no hay para que...".

Poco después, Lotario fallece en un campo de batalla, y Camila se muere en el convento. Al terminar la novela, el cura dice que le parece bien, pero poco verosímil la historia: "[...] no me puedo persuadir que esto sea verdad; si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio, que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo".

Capítulo 36:"Que trata de la brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto, con otros raros sucesos que en la venta le sucedieron"Llegan a la venta cuatro hombres y una señora, que parecen ser de clase alta pero llevan los rostros cubiertos. La señora no hace otra cosa que suspirar y sollozar. Cuando Dorotea, quien también se cubrió la cara para no ser reconocida, ofrece su ayuda a la señora, el caballero que la acompaña sugiere que no pierda su tiempo porque no agradece nada y sólo dice mentiras. Tras oír esto, la señora finalmente habla para defenderse. Desde la habitación,Cardenio escucha su voz y se pregunta en alto: "¡Válgame Dios! ¿Qué es esto que oigo? ¿Qué voz es esta que ha llegado a mis oídos?".

Al escuchar la voz de Cardenio, la señora se pone de pie para entrar a la habitación, pero el caballero la detiene, tras lo que se le cae la tela que cubría su rostro. Cuando al caballero también le cae el antifaz, Dorotea descubre que es su esposo don Fernando y se desmaya. El cura le quita el embozo para echarle agua a la cara, y don Fernando la reconoce a Dorotea. Justo después, Cardenio sale de la habitación y se halla ante Luscinda y don Fernando.

Todos se quedan mirándose en silencio, y entonces Luscinda le exige a don Fernando que la suelte: "Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respeto no lo hagáis, dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas ni vuestras dádivas. Notad cómo el cielo, por desusados y a nosotros encubiertos caminos me ha puesto a mi verdadero esposo delante [...]".

Tras escuchar esto, Dorotea se arrodilla ante don Fernando para recordarle su promesa y decirle con mucho sentimiento y lágrimas: "Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio; y más fácil te será, si en ello miras, reducir tu voluntad a querer a quien te adora, que no encaminar la que te aborrece a que bien te quiera".

Don Fernando le responde: "Venciste, hermosa Dorotea, venciste; porque no es posible tener ánimo para negar tantas verdades juntas".

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En esto Luscinda se desmaya y Cardenio la coge en sus brazos. Don Fernando está a punto de vengarse de Cardenio y pone la mano en la espada cuando Dorotea le ruega que deje que Luscinda y Cardenio estén juntos. Luego, los amigos de don Fernando, el cura, el barbero y todos los que están allí le suplican a don Fernando que le haga caso a Dorotea. Por fin, don Fernando le dice: "Levantaos, señora mía; que no es justo que esté arrodillada a mis pies la que yo tengo en mi alma; y si hasta aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por orden del cielo, para que viendo yo en vos la fe con que me amáis, os sepa estimar en lo que merecéis".

Con los dos pares de amantes reunidos y felices, todos comienzan a llorar, hasta Sancho Panza, aunque admite que en realidad llora porque se enteró de que Dorotea no es la princesa Micomicona.

Capítulo 37

"Que trata donde se prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras"Si bien las dos parejas están felices por haberse encontrado, Sancho no puede contener su tristeza tras descubrir que Dorotea no es la princesa Micomicona, lo cual significa que no va a recibir esa recompensa tan soñada.Sancho le informa a don Quijote que no mató a un gigante como él sigue creyendo, sino que acuchilló un cuero de vino tinto, y que la princesa no es más que una dama común, pero no logra convencer a su amo, quien le responde: "No me maravillará de nada deso [...] porque si bien te acuerdas, la otra vez que aquí estuvimos te dije yo que todo cuanto aquí sucedía eran cosas de encantamento, y no sería mucho que ahora fuese lo mesmo". Sancho le contesta que no cree que la venta está encantada y que sólo hay "mucho molimiento y mucha mala ventura".

Don Quijote sale de su habitación vestido con todas sus armas y le dice a Dorotea que cree que su padre le ha transformado en una doncella común para protegerla porque aparentemente no confiaba en la capacidad de don Quijote de matar al gigante. En vez de insistir en la historia verdadera, Dorotea le sigue el cuento y le asegura que aún es la princesa Micomicona para engañarlo y así ayudar al cura a llevarlo a casa. Tras escuchar esto, don Quijote lo regaña a Sancho y le llama un "bellacuelo" y "ladrón vagamundo".

La conversación se detiene cuando entran a la venta un hombre con vestimenta morisca azul, el color de cautiverio, y una mujer mora que no habla castellano. Como no hay habitaciones disponibles en la venta, Luscinda y Dorotea ofrecen compartir la suya con ella. Cuando Dorotea le pregunta al cautivo cristiano que le acompaña si es mora o cristiana, el señor le responde: "Mora es en el traje y en el cuerpo; pero en el alma es muy grande cristiana, porque tiene grandísimos deseos de serlo".Al quitar el embozo, descubren que es mujer muy hermosa y el cautivo les dice que es deArgel y que se llama Zoraida, pero la mora, al escucharlo pronunciar su nombre, le corrige en seguida y les dice que su nombre es María.Todos se sientan a cenar y don Quijote comienza a darles un discurso sobre las letras y las armas, y sostiene que las armas, como las letras, requieren espíritu, pero que aquellas son superiores a estas últimas: "[...] hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes se guarden.

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Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza; pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida".

 

Capítulo 38"Que trata del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras"

Tras establecer que las armas tienen un fin más noble que las letras, don Quijote compara el trabajo del estudiante con el del guerrero: "[...] así que aunque es mayor el trabajo del soldado, es mucho menor el premio. Pero a esto se puede responder que es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil soldados, porque a aquéllos se premian con darles oficios que por fuerza se han de dar a los de su profesión, y a éstos no se pueden premiar sino con la mesma hacienda del señor a quien sirven; y esta imposibilidad fortifica más la razón que tengo".

Entonces don Quijote agrega que como las armas necesitan las letras para sus leyes, las letras necesitas las armas para defenderlas, y aunque las letras requieren ciertos sacrificios, no se comparan con arriesgarse la vida todos los días. Al concluir, dice: "En el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo el descubierto de la tierra".

Después de escucharlo atentamente, los comensales sienten lástima de nuevo por don Quijote al ver que este hombre tan inteligente y bien hablado ha perdido el juicio. Al terminar la cena, don Fernando le pide al cautivo que cuente su historia y este accede.

Capítulo 39"Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos"

El cautivo les cuenta que es natural de un pueblo de las montañas de León. Era uno de tres hermanos. Un día su padre reunió a sus tres hijos para repartirles sus partes debidas de la hacienda y para pedirle a cada uno que siguiera un camino diferente: las letras, la mercancía o el servicio al rey. Al cautivo, siendo el hijo mayor, le tocó esta última opción. Además, sólo aceptó una parte de la herencia que le correspondía para no dejar a su padre con tan poco dinero. Sus hermanos siguieron su ejemplo.

El hijo mayor salió de la casa de su padre con rumbo a Alicante donde había una nave ginovesa. Eso fue hace 22 años y desde ese entonces no había recibido noticias de su padre ni de sus tres hermanos.

Tras embarcarse en Alicante y viajar por varias ciudades, comenzó a servir al duque de Alba y llegó a ser alférez de Diego de Urbina, un famoso capitán de Guadalajara. Eventualmente lo ascendieron a capitán y combatió en la batalla naval de Lepanto, en la que la Liga Santavenció a

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los turcos.* Pese a la victoria de los cristianos, cayó prisionero y por un par de años estuvo al remo de galeras enemigas sin esperanza de libertad.El cautivo también les cuenta de la batalla en la que España perdió La Goleta, puerto de la ciudad de Túnez, conquistada por Carlos I de España (V de Alemanía) en 1535 y critica el despilfarro de dinero en la conquista de tierras ajenas: "Pero a muchos les pareció , y así me pareció a mí, que fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invictísimo Carlos Quinto [...]".

Fueron muchos los soldados españoles que se perdieron en esta batalla; algunos se murieron y otros quedaron cautivos. Entre los presos, figuró don Pedro de Alguilar, quien además de haber sido alférez en el fuerte, era también un poeta y escribió dos sonetos a manera de epitafios a la Goleta y al fuerte.

Al nombrar a don Pedro, don Fernando sonríe y le dice al cautivo que ese don Pedro es su hermano. El cautivo le cuenta que don Pedro logró escaparse, pero que no ha tenido más noticias de él, y don Fernando le cuenta que ahora su hermano es un hombre rico, casado y padre de tres hijos. Agrega que sabe de memoria los sonetos de su hermano y los puede recitar.

*Cervantes también luchó bajo las órdenes del capitán Diego de Urbina y como soldado raso en Lepanto, batalla en la que perdió la movilidad de su mano izquierda.

 

Capítulo 40"Donde se prosigue la historia del cautivo"Don Fernando recita los dos sonetos que escribió su hermano don Pedro en la Jornada de Túnez, tras lo que el cautivo sigue con su historia.Volvió con la armada enemiga a Constantinopla y poco después murió su amo Uchalí (Uluj Alí), el rey de Argel, quien trataba a sus cautivos con mucha humanidad. Su nuevo amo, un renegado cruel llamado Azán Agá, lo llevó a Argel, donde pasaba los días encadenado y encerrado en una prisión donde torturaban a los cristianos. Aquí, en la historia del cautivo, aparece la metaficción cuando Cervantes incorpora sus propias experiencias vividas en las cárceles de Argel: "Sólo libro bien con él [Azán Agá] un soldado español llamado tal de Saavedra".

El cautivo cuenta que las ventanas de la casa de un moro rico daban al patio de la cárcel y un día en que estaba en el patio vio que por la celosía de la ventana había una caña con un lienzo atado al final. Alguien detrás de la ventana estaba moviendo la caña casi como si estuviera haciendo señas para que alguien cogiera el lienzo. El cautivo lo cogió y adentro encontró unas monedas de oro. Otro día, por la misma ventana apareció una pequeña cruz hecha de cañas, por lo que entendieron que una cristiana debía de estar cautiva dentro de esa casa.

Algunos días después, apareció la caña de nuevo y la mano que la sostenía detrás de la celosía sólo la soltó para el cautivo protagonista de esta historia y no para sus compañeros que también

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intentaron cogerla, como las veces pasadas. Esta vez halló escudos de oro españoles y un papel con un mensaje escrito en árabe con una cruz grande al final. El cautivo le pidió a un amigo de Murcia quien entendía el árabe a que lo tradujera.

El mensaje era de una mujer mora que decía que cuando era niña, su padre tenía a una esclava cristiana que le enseñó a rezar. Desde que se murió la esclava, ha visto su aparición dos veces y la esclava le ha dicho que vaya a tierras cristianas a ver a la Virgen María. Además decía el mensaje: "No sé yo como vaya: muchos cristianos he visto por esta ventana, y ninguno me ha parecido caballero sino tú. Yo soy muy hermosa y muchacha, y tengo muchos dineros que llevar conmigo: mira tú si puedes hacer cómo nos vamos y serás allá mi marido [...]".

El cautivo le respondió que estaría dispuesto a hacer por ella lo que fuera, hasta morir. Poco después el cautivo se enteró de que la doncella que le mandaba las notas y el dinero era Zoraida, mujer considerada la más hermosa de la Berbería y la hija única de Agi Morato, un hombre muy rico.

Zoraida le respondió que le daría dinero suficiente para que él y sus amigos comprasen su libertad y una barca para escaparse a tierras cristianas. El cautivo pagó su rescate y la de sus amigos, y le dio el dinero al renegado para comprar la barca.

Capítulo 41"Donde todavía prosigue el cautivo su suceso"El renegado compró la barca, y el cautivo ya rescatado, buscó a otros cristianos libres para acompañarlo en el viaje, y a Zoraida para avisarle que planeaban salir el viernes. En el jardín de Zoraida, el cautivo se encontró primero con el padre de la joven, Agi Morato, y le dijo que buscaba hierbas para una ensalada y que era esclavo de Arnaute Mami. (Éste es el nombre del renegado albanés quien llevó a Cervantes y a su hermano cautivos a Argel   en 1575.)

Mientras conversaban, salió Zoraida y le causó una gran impresión al cautivo por su belleza y las joyas preciosas que llevaba. Ante la presencia de su padre, el cautivo le contó a Zoraida que era cristiano rescatado y que el día siguiente planeaba regresar a España en uno de los barcos de Francia. Cuando la mora le preguntó si era un hombre casado, le contó que estaba comprometido con una mujer muy hermosa que se parecía a ella.

Interrumpió la conversación otro moro para avisarles que cuatro turcos habían saltado las paredes del jardín y que estaban cogiendo frutas. El padre se despidió rápidamente del cristiano para lidiar con este asunto, y le ordenó a Zoraida a que se encerrase en la casa, pero antes de obedecerlo, la pareja tuvo un momento a solas. Zoraida echó un brazo al cuello del cristiano, pero su padre volvió pronto y los vio en esa postura, de ahí que Zoraida fingió que se desmayaba para disimular el gesto. Agi se imaginó que era por el susto que le dieron los turcos y le dijo al cautivo que podía volver a su jardín por más hierbas cuando quisiera.

El viernes al anochecer, el cautivo, el renegado y otros cristianos de su grupo buscaron a Zoraida mientras que su padre dormía. La joven salió adornada con todas sus joyas y con un cofre de monedas de oro, pero su padre se despertó y comenzó a gritar "ladrones" a los cristianos. Algunos

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hombres del grupo lo detuvieron, ataron sus manos y le pusieron un paño en la boca para que no pudiera hablar. Luego lo llevaron con ellos a embarcarse y le quitaron el paño de la boca, pero lo amenazaron con quitarle la vida si hablase.

El renegado les dijo a los moros en la barca y a Agi Morato que planeaba dejarlos sueltos una vez que llegaran a tierras cristianas. El padre de Zoraida, aún creyendo que su hija no tuvo nada que ver en el asunto, dijo: "[...] desde aquí os ofrezco todo aquello que quisiéredes por mí y por esa desdichada hija mía, o si no, por ella sola, que es la mayor y la mejor parte de mi alma".

Tras decir esto, comenzó a sollozar, y Zoraida se apartó del lado del cristiano para consolar a su padre, quien de repente se dio cuenta de cómo estaba vestida y le dijo: "¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer, antes que nos sucediese esta terrible desgracia en que nos vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y ahora, sin que hayas tenido tiempo de vestirte, y sin haberte dado alguna nueva alegre de solenizalle con adornarte y pulirte, te veo compuesta con los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura más favorable?".

Zoraida no supo responderle palabra por lo que el renegado le dijo: "No te canses, señor, en preguntar a Zoraida, tu hija, tantas cosas, porque con una que yo te responda te satisfaré a todas; y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio; ella va aquí de su voluntad [...]". Agi le preguntó a su hija si era verdad lo que dijo el renegado y le contestó que sí, pero que jamás quiso hacerle daño. Después de escuchar esto, Agi Morato se arrojó al mar y Zoraida comenzó a gritar, pero alcanzaron rescatarlo.

Llegaron a una cala llamada Cava Rumía, que en castellano significa "la mala mujer cristiana", y dejaron libres al padre de Zoraida y a los otros moros. Cuando lo soltaron, Agi dijo a su hija: "¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado!". Pero cuando la barca comenzó a alejarse de la tierra, Agi le gritó a su hija que le perdonaría todo, mientras que Zoraida lloraba y le pedía a la Virgen María que le diera consuelo.

Esa noche, en medio del mar, se cruzaron con un barco de cosarios franceses, quienes les preguntaron quiénes eran, de dónde venían y adónde iba. Cuando los españoles no les contestaron, dispararon a su barca y ésta comenzó a hundirse, de manera que tuvieron que abordar el barco de los franceses, quienes les robaron todas sus pertenencias, hasta las joyas que llevaba Zoraida. Finalmente los franceses decidieron dejarles el esquife de su barco y algunos escudos para el viaje para que pudieran llegar a tierras españolas.Cuando desembarcaron se encontraron con un pastor quien creía que eran moros por su indumentaria y comenzó a pegar gritos. Dentro de poco llegaron unos cincuenta caballeros y se dieron cuenta de que en realidad eran cristianos. De hecho, uno de los jinetes resultó ser Pedro de Bustamante, tío de uno de los cautivos. Los jinetes los llevaron a la ciudad de Vélez Málaga y la pareja se quedó con una familia de uno de los cristianos del grupo por seis días antes de salir juntos en busca del padre y de los hermanos del cautivo.Capítulo 42"Que trata de lo que más sucedió en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse"

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Tras escuchar la historia del cautivo, todos le ofrecen su ayuda, pero el cautivo no acepta ninguna de sus ofertas. Esa noche llega a la venta un oidor (juez) en compañía de su hija y algunos hombres a caballo. Como no había habitación disponible, el ventero y su esposa desalojan la suya para que el oidor tenga donde pasar la noche.Al entrar a la venta, don Quijote le da la bienvenida al castillo al oidor, quien queda suspenso y no sabe cómo responderle. El cautivo se entera de que el oidor es su hermano, Juan Pérez de Viedma, a quien no había visto por muchos años, pero no sabe cómo presentarse a él ya que no quiere que lo vea pobre, así que el cura se ofrece para ayudarlo.Todos se sientan a la mesa, salvo el cautivo y las doncellas, quienes cenan en sus habitaciones. El cura comienza a contarle al oidor que estuvo encarcelado en Constantinopla y allí conoció a otro cautivo del mismo apellido, Ruy Pérez de Viedma, quien era de un lugar en las montañas de León y además soldado valiente que llegó a ser capitán de infantería, pero tuvo la mala suerte de perder su libertad en la batalla de Lepanto. Le da un breve resumen del resto de la historia del cautivo y de Zoraida, hasta la parte en la que los corsarios franceses los capturan.

Tras contarle esta historia, los ojos del oidor se llenan de lágrimas y dice que Ruy es su hermano mayor y le cuenta que el otro hermano está el Perú y que su padre se está muriendo con ganas de saber de su hijo mayor. Además, expresa la gran pena que siente al saber lo mucho que ha sufrido su hermano y se pregunta si se habrá salvado de los franceses.

El cura no quiere dejarlo con la duda, así que busca a Ruy y a Zoraida y les presenta al oidor. Los hermanos se abrazan estrechamente y lloran de la felicidad. El capitán (desde ahora en adelante Cervantes llama a Ruy "el capitán" en lugar de "el cautivo") y Zoraida planean viajar a Sevilla para ver a su padre antes de que se muera, casarse y bautizar a Zoraida.Todos se dirigen a sus habitaciones para dormir y don Quijote se ofrece para hacer guardia del castillo para proteger a todas las doncellas hermosas de gigantes y otros villanos. Poco antes del amanecer, Dorotea escucha la voz de un mozo cantando.Capítulo 43"Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas con otros estraños acaecimientos en la venta sucedidos"El capítulo comienza con la canción del mozo que comienza con el verso: "marinero soy de amor".

Dorotea le despierta a Clara, la hija del oidor , para que ella también la escuche, pero ella le responde: "¡Ay señora de mi alma y de mi vida! ¿Para qué me despertastes? Que el mayor bien que la fortuna me podía hacer por ahora era tenerme cerrados los ojos y los oídos para no ver ni oír a ese desdichado músico [...] No es sino señor de lugares [...] y el que le tiene en mi alma con tanta seguridad, que si él no quiere dejalle, no le será quitado eternamente".

Clara tapa los oídos con las manos para no escuchar el canto más y comienza a sollozar. Entonces le cuenta a Dorotea que el que canta es hijo de un caballero que vivía cerca de su casa, quien veía a Clara por la ventana y se enamoró de ella. Hasta le hizo señas con las manos para comunicarle que quería casarse con ella, pero Clara, de tan sólo 16 años, tuvo que irse con su padre, quien se dirigía a Sevilla para embarcarse para la Nueva España. En el viaje se ha dado cuenta de que el joven, ya vestido de mozo de mulas, la sigue de posada en posada. "No sé con qué intención viene, ni cómo ha podido escaparse de su padre [...] Y hay más: que cada vez que le veo o le oigo

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cantar, tiemblo toda y me sobresalto, temerosa de que mi padre le conozca y venga en conocimiento de nuestros deseos", ha dicho Clara.

También le cuenta que no tiene esperanzas de casarse con él, ya que el padre del joven es un señor muy rico e importante, y asume que no aceptaría que se casara su hijo con ella, por lo que sólo quiere que la deje en paz.

Clara y Dorotea vuelven a dormirse como todos los demás en la venta, salvo la hija de la ventera y Maritornes, quienes planean hacerle una broma a don Quijote, quien también está despierto, armado y haciendo guardia afuera. Las dos mujeres lo vigilan por un agujero y ven que suspira tristemente por Dulcinea. La hija de la ventera lo llama, y don Quijote se voltea y se imagina que la doncella está enamorada de él, y le dice: "Lástima os tengo, fermosa señora, de que hayades puesto vuestras amorosas mientes en parte donde no es posible corresponderlos conforme merece vuestro gran valor y gentileza [...]".

Maritornes le responde que su señora no desea su amor, sino que le dé su mano, así que don Quijote se pone de pie encima de Roncinante para alcanzar al agujero y mete la mano. Maritornes ata su muñeca con el cabestro del jumento de Sancho Panza al cerrojo de la puerta, y las dos doncellas salen corriendo dejándolo así, con miedo de que Rocinante se mueva y se quede colgado del agujero. Sin embargo, don Quijote no ve la maldad de la burla, sino que se imagina que el   castillo   está encantado, como la vez pasada que se hospedó allí .Por la madrugada llegan a la venta cuatro hombres a caballo. Don Quijote, en vez de pedirles ayuda, les dice que no deben llamar a la puerta del castillo tan temprano, ya que no tienen por costumbre abrir las fortalezas a esas horas.

Uno de los hombres le contesta: "¿Qué diablos de fortaleza o castillo es éste?" y le dice que sólo quieren darles cebada a sus animales. Don Quijote les informa que adentro están personas dignas de coronas en la cabeza. Los señores se cansan de sus disparates y llaman a la puerta de nuevo, esta vez despertando al ventero. En este mismo momento, uno de los caballos de los hombres se acerca a Rocinante y el caballo de don Quijote se mueve para olerlo, por lo que don Quijote ya no puede soportar los pies en la silla, y se cae y se queda colgado con las puntas de los pies tocando la tierra, pero sin poder estar de pie completamente. 

Capítulo 44

"Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta"Don Quijote grita tanto que el ventero sale para ver qué pasa. El alboroto también despierta a Maritornes, quien en seguida va a desatarlo sin que nadie la vea. Cuando el ventero y los caminantes se le acercan, don Quijote se levanta del suelo, se monta en Rocinante y les dice: "Cualquiera que dijere que yo he sido con justo título encantado, como mi señora la princesa Micomicona me dé licencia para ello, yo le desmiento, le rieto y desafío a singular batalla".El ventero les explica a los caminantes que don Quijote ha perdido el juicio, y entonces ellos le dicen que buscan a un joven de 15 años de edad vestido como mozo de mulas, que le sigue a doña Clara. Comienzan a buscar al joven, y don Quijote se irrita porque los caminantes no le hacen caso. Le encuentran al joven, que se llama don Luis, disfrazado de mozo y durmiendo al lado de un mozo de mulas. El caminante, que es criado del padre de don Luis, le dice que debe volver a su

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casa. Mientras hablan, el otro mozo va a contarles a los demás que el caminante le llamaba de "don" a ese muchacho, y Dorotea le cuenta a Cardeniola historia de doña Clara y don Luis. Cuando doña Clara escucha que uno de los criados le encontró, queda tan trastornada. Los criados tratan de convencer a don Luis a que regrese a la casa de su padre, pero él les dice que hasta "dar fin a un negocio en que le iba la vida, la honra y el alma" no podrán llevarlo con vida.El oidor les pregunta qué pasa y de repente reconoce a don Luis, le abraza y le pregunta por qué vino y vestido de esa manera. En medio de toda esta conmoción, dos huéspedes que no eran parte del grupo, tratan de salir de la venta sin pagar y cuando el ventero les pide lo que deben, le golpean. La hija de la ventera le pide a don Quijote (porque los demás están ocupados) a que le ayude a su padre, sin embargo, don Quijote le responde: "Fermosa doncella, no ha lugar por ahora vuestra petición, porque estoy impedido de entremeterme en otra aventura en tanto que no diere cima a una en que mi palabra me ha puesto. Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo ...".

Entonces don Quijote se pone de rodillas ante Dorotea y le pide permiso para socorrerle al ventero, y cuando ella accede, don Quijote se dirige a la puerta para ayudarle, pero se detiene y dice que no puede "poner mano a la espada contra gente escuderil" y pide que llamen a Sancho. La ventera, su hija y Maritornes se desesperan al ver la cobardía de don Quijote y lo mal que lo está pasando el ventero en la pelea.

En este momento, la voz de narrador interrumpe la acción y dice: "Pero dejémosle aquí, que no faltará quien le socorra, o si no, sufra y calle el que se atreve a más de a lo que sus fuerzas le prometen, y volvámonos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al oidor, que le dejamos aparte, preguntándole la causa de su venida a pie y de tan vil traje vestido".

Don Luis le dice al oidor que, si él lo permite, quiere que doña Clara sea su esposa y por ella dejó la casa de su padre. A principio el oidor se sorprende y no responde nada, pero sabe que el matrimonio le vendría bien a su hija ya que don Luis es heredero único de su padre, quien quiere darle un título nobilario.

Cuando finalmente don Quijote convence a los huéspedes a que paguen lo debido al ventero, entra a la venta el barbero, de quien don Quijote robó el yelmo de Mambrino y Sancho, los aparejos del asno. El barbero ve a Sancho en la caballeriza, arremete contra él y le reclama el robo. Sancho le da una bofetada al barbero, quien entonces grita para que todos los demás le escuchen: "¡Aquí del rey y de la justicia; que sobre cobrar mi hacienda me quiere matar este ladrón, salteador de caminos!".Don Quijote se queda impresionado al ver lo bien que se defiende Sancho, y se propone armarle de caballero en la primera oportunidad que tenga. Don Quijote entonces dice que no es una bacía, sino el yelmo de Mambrino, que ganó en batalla, y que él le permitió a Sancho llevar los jaeces del caballo porque le vencieron. Sancho tiene sus dudas y comienza a llamar a la bacía/yelmo un "baciyelmo".

Capítulo 45

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"Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarada y otras aventuras sucedidas, con toda verdad"

El barbero les pregunta a los otros señores qué opinan de la bacía que don Quijote llama yelmo. El otro barbero, amigo de don Quijote, decide hacer una burla y le dice al barbero que conoce los instrumentos de la barbería, pero también fue soldado y sabe lo que es un yelmo, una celada, etc., y él cree que el artículo en cuestión no es una bacía, pero tampoco es un yelmo entero porque le falta la mitad. Los demás le siguen el juego y le dicen que están de acuerdo. El barbero burlado les contesta: "¡Válame Dios! [...]¿Que es posible que tanta gente honrada diga que ésta no es bacía, sino yelmo? [...]  si es que esta bacía es yelmo, también debe de ser esta albarda jaez de caballo, como este señor ha dicho".Don Quijote no está muy seguro si es albarda o jaez, pero afirma que pasan cosas muy extrañas ese "castillo", y les cuenta que anoche estuvo colgado de un brazo sin saber cómo. Entonces, para continuar la burla, deciden votar para decidir si es albarda o jaez. Mientras tanto, entra uno de los cuadrilleros y dice: "Tan albarda es como mi padre; y el que otra cosa ha dicho o dijere debe de estar hecho uva [borracho]".Don Quijote se ofende, saca su lanzón y arremete contra el cuadrillero, quien esquiva el golpe y el lanzón se hace pedazos en el suelo. Los cuadrilleros gritan y piden socorro a la Santa Hermandad. Entonces todos en la venta comienzan a pelear y gritar. En medio de tantos golpes, gritos, sangre y llanto, don Quijote les dice a todos en voz alta: "¿No os dije, señores, que este castillo era encantado, y que alguna región de demonios debe de habitar en él? [...]  quiero que veáis por vuestros ojos cómo se ha pasado aquí y trasladado entre nosotros la discordia del campo de Agramante". (La "discordia del campo de Agramante" es una referencia a Orlando furioso, un poema épico caballeresco, de Ludovico Ariosto.)

Entonces, don Quijote les pide a todos que dejen de pelear porque "Dios Todopoderoso que es gran bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas tan livianas".

Tras la pelea, los criados tratan de convencer a don Luis a volver con ellos, pero finalmente deciden dejarlo ir a Andalucía don Fernando y uno de sus criados, mientras que los otros tres regresan para contarle lo sucedido a su padre.

Después, uno de los cuadrilleros recuerda que trae un orden de aprehensión contra don Quijote por haber liberado a los galeotes y esto da lugar a otra pelea entre don Quijote y el cuadrillero. Don Fernando los separa y luego dice don Quijote: "Venid acá, gente soez y malnacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra a la caballería andante [..]".

Capítulo 46"De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don Quijote"A pesar del orden de aprehensión contra don Quijote por haber liberado a los galeotes, el cura convence a los cuadrilleros a que no lo lleven detenido, y para resolver el conflicto sobre el "yelmo de Mambrino", el cura le da ocho reales al barbero por la bacía, sin que don Quijote se dé cuenta.Mientras tanto, uno de los criados decide acompañar a don Luis en su viaje con don Fernando, y los otros planean regresar a la casa de su padre. La situación con el ventero, quien reclamaba los

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daños que causó don Quijote a sus cueros y el vino derramado, también se resuelve cuando don Fernando le paga lo debido.

Al darse cuenta de que su libertad ya no corre peligro, don Quijote le sugiere a la princesa Micomicona (Dorotea) que dejen la venta (el castillo) para evitar que espías le avisen al gigante que planea destruirlo, y Dorotea accede.

Tras escuchar esto, Sancho, quien vio a Dorotea besarse con don Fernando, le dice: "Yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Miconmicón no lo es más que mi madre; porque a ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta".

Estas palabras de Sancho destapan la ira de don Quijote, quien no le cree nada y lo insulta: "¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades....".

Sancho se encoge y no sabe qué hacer, pero Dorotea apacigua la situación cuando le dice a don Quijote que, como el castillo está encantado, es posible que Sancho tuvo una alucinación. Esta explicación le satisface a don Quijote, de ahí que lo perdona a Sancho.  

Para llevar a don Quijote a su aldea y "procurar la cura de su locura", el barbero y el cura cambian de plan, y deciden disfrazarse de fantasmas del castillo encantado para secuestrarlo. Mientras don Quijote duerme, le atan los pies y las manos, y le encierran en una jaula. Luego el barbero pronuncia una profecía fantasiosa con referencias mitológicas, que según la interpreta don Quijote, significa que se casará con Dulcinea y que tendrán hijos, por lo que le responde: "Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado! Ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplir tan alegres e incomparables promesas...". También le pide que, si no puede darle a Sancho la ínsula que le prometió, que al menos no pierda su salario, por lo que Sancho le besa las manos en agradecimiento.

Capítulo 47"Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos"Don Quijote se encuentra enjaulado encima de un carro de bueyes, por lo que se siente indignado y dice que nunca ha leído, ni visto, ni oído que a los caballeros andantes los lleven de esa manera.

Antes de partir, la ventera, su hija y Maritornes salen para despedirse, fingiendo llorar. Para consolarlas, don Quijote les explica que estas calamidades no le ocurrirían si no fuera un caballero andante famoso, "porque a los caballeros de poco nombre y fama nunca les suceden semejantes casos".

Mientras tanto, el cura y el barbero se despiden de don Fernando, el capitán y su hermano, Dorotea, Luscinda, y todos los demás, y el ventero le da al cura unos escritos que encontró en el forro de la misma maleta donde hallaron la Novela del curioso impertinente. Estos llevan el

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título Novela de Rinconete y Cortadillo. (Éste es un buen ejemplo de metaficción, ya que es el título de una de las narraciones de las Novelas Ejemplares de Cervantes).

Salen juntos de la venta los cuadrilleros, Sancho Panza en su asno, llevando de rienda a Rocinante, don Quijote enjaulado, y el cura y el barbero con sus antifaces. En el camino se encuentran con seis o siete hombres a caballo y uno de ellos, que es canónigo de Toledo, les pregunta por el detenido. Cuando don Quijote oye esto, le pregunta al canónigo si sabe algo de la caballería andante, porque si no, prefiere no perder su tiempo contándole sus desgracias.

El canónigo le responde que sabe mucho de los libros de caballería, así que don Quijote le dice: "Yo voy encantado en esta jaula, por envidia y fraude de malos encantadores [...] Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria...".

Entonces el cura le cuenta que es el Caballero de la Triste Figura y que es verdad que va encantado y no por sus propias culpas. El canónigo y sus acompañantes quedan admirados, pero entonces Sancho comienza a dudar del encantamiento y dice: "Él tiene su entero juicio, él come y bebe y hace sus necesidades como los demás hombres, y como las hacía ayer, antes que le enjaulasen. Siendo esto ansí, ¿cómo quieren hacerme a mí entender que va encantado?". Y entonces se vuelve a mirar al cura y lo descubre: "¡Ah señor cura, señor cura! ¿Pensaba vuestra merced que no le conozco? [...] Pues sepa que le conozco, por más que se encubra el rostro, y sepa que le entiendo, por más que disimule sus embustes".

Sancho agrega que si no fuera por el cura, don Quijote ya estaría casado con la infanta Micomicona y él tendría su ínsula. El barbero le acusa de decir disparates y de estar tan loco como su amo. Entonces el cura le pide al canónigo que caminen juntos un poco adelante y le cuenta sobre la locura de don Quijote.

Después de explicarle la situación, comienzan a hablar de los libros de caballerías (otro ejemplo de metaficción) y el canónigo se explaya en sus críticas del género. Dice, entre otras cosas, que cree que son perjudiciales y que él nunca ha podido leer uno de comienzo al final porque todos son iguales. Y añade: "este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar; al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas".

El cura le cuenta que quemó casi todos los libros de don Quijote y considera que lo único bueno de los libros de caballería es que le dan al escritor libertad creativa casi ilimitada. 

Capítulo 48"Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio"

En la conversación sobre los libros de caballerías, el canónigo le confiesa al cura que ya comenzó a escribir una, pero la dejó porque era una actividad ajena a su profesión y porque "es mejor ser

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loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros".

La metaficción prosigue cuando el canónigo comienza a criticar las comedias de su época y dice que son "disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza". Hace una referencia al dramaturgo Lope de Vega cuando dice: El poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide. Y que esto sea verdad véase por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio destos reinos, con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama; y, por querer acomodarse al gusto de los representantes, no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren.No obstante, no es culpa del vulgo, ya que tuvieron mucho éxito tres tragedias de Lupercio Leonardo de Argensola y algunas obras de Cervantes y Lope de Vega que el canónigo considera mejores, y eso indica que el público puede apreciar obras de calidad. En cambio, es culpa de las compañías de teatro porque no saben representar otra cosa. El cura está de acuerdo y dice que detesta las comedias contemporáneas tanto como los libros de caballerías porque en lugar de reflejar la realidad, carecen de versosimilitud y son "espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia". Como consecuencia, los extranjeros creerán que los españoles son "bárbaros e ignorantes". Pero el cura no culpa a los autores de estas comedias ya que muchos saben que no son buenas, pero tienen que satisfacer las compañías; de lo contrario, no venderían sus obras. También hace una referencia a la Inquisición: "Y todos estos inconvinientes cesarían, y aun otros muchos más que no digo, con que hubiese en la Corte una persona inteligente y discreta que examinase todas las comedias antes que se representasen".

Todos deciden parar en un valle para sestear y el canónigo les manda a sus criados a ir a la venta donde estaba don Quijote para traer comida y averiguar más sobre las hazañas del supuesto caballero andante. Mientras tanto, Sancho se le acerca a don Quijote, que está en la jaula, y le dice que los que lo llevan, con los rostros cubiertos, son el cura y el barbero, pero don Quijote no le cree y mantiene que los encantadores han tomado la forma del barbero y del cura para confundirlos.  

A Sancho le saca de quicio la terquedad de su amo y le responde: "Y ¿es posible que sea vuestra merced tan duro de cerebro y tan falta de meollo, que no eche de ver que es pura verdad la que le digo, y que en esta su prisión y desgracia tiene más parte la malicia que el encanto?".

Sancho no llega a convencer a don Quijote, de ahí que le pregunta si ha tenido ganas de "hacer aguas menores o mayores" en la jaula, y don Quijote le responde que sí.

Capítulo 49"Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor don Quijote"

Cuando don Quijote le contesta que sí ha tenido ganas de "hacer aguas", Sancho concluye que eso significa que no está encantado. Aun así, don Quijote no le quiere creer ya que "hay muchas maneras de encantamentos", y afirma: "Yo sé y tengo para mí que voy encantado".

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Tras llegar a un lugar verde y fresco para sestear, Sancho le pide al cura permiso para que don Quijote salga de la jaula para aliviarse. Don Quijote promete que no se fugará, y le asegura que aun si quisiera, no podría porque está encantado. Después de aliviarse, el canónigo le pregunta: "¿Es posible, señor hidalgo, que haya podido tanto con vuestra merced la amarga y ociosa letura de los libros de caballerías, que le hayan  vuelto el juicio de modo que venga a creer que va encantado, con otras cosas deste jaez, tan lejos de ser verdaderas como lo está la mesma mentira de la verdad?".

Además le cuenta que él también ha disfrutado de los libros de caballerías pero cuando se da cuenta de que son "falsos y embusteros", los tira o los quema, y por eso le aconseja a don Quijote que lea otras cosas porque los libros de caballerías le han hecho mucho daño.

A esto, don Quijote le responde que quien va encantado es el canónigo porque dice blasfemias al negar la existencia de los caballeros andantes: "Porque querer dar a entender a nadie que Amadís no fue en el mundo, ni todos los otros caballeros aventureros de que están colmadas las historias, será querer persuadir que el sol no alumbra, ni el yelo enfría, ni la tierra sustenta". Y entonces comienza a nombrar casos legendarios, algunos históricos y otros ficticios, como los doce Pares de Francia, el tiempo de Carlomagno, Fierabrás, la guerra de Troya, el Santo Grial, etc.

El canónigo se queda asombrado al escuchar como don Quijote mezcla verdades con mentiras y concede que hay algo de verdad en lo que dice, pero solo por eso no va a creer en todas las historias disparatadas que cuentan los libros de caballerías.

Capítulo 50"De las discretas altercaciones que don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos"Don Quijote le dice al canónigo que no puede creer que los libros de caballerías, que son impresos con licencia de los reyes, leídos y disfrutados por muchas personas, y que cuentan todo en tanto detalle, contengan mentiras. Entonces comienza a relatar historias fantasiosas de la aventura del Caballero de Lago para dar un ejemplo de cómo estas lecturas entretienen. Don Quijote añade que este género también puede ayudarte a ser mejor persona: "Y vuestra merced créame, y como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala. De mí sé decir que después que soy caballero andante soy valiente, comedido, liberal, biencriado, generoso, cortés ...".La conversación gira al tema del condado que don Quijote le ha prometido a Sancho, y el escudero dice que cuando se cansa de gobernar, va a dejarlo en manos de otra persona para gozar de la renta. Tras escuchar tantos disparates, el canónigo se queda asombrado.

Al llegar los criados del canónigo, todos se sientan en una alfombra en el pasto para comer. De repente aparece una cabra y un cabrero que va detrás de ella diciéndole: "¡Ah cerrera, cerrera, Manchada, Manchada, y cómo andáis vos estos días de pie cojo! ¿Qué lobos os espantan, hija? ¿No me diréis qué es esto, hermosa? Mas ¡qué puede ser sino que sois hembra, y no podéis estar sosegada; que mal haya vuestra condición, y la de todas aquellas a quien imitáis!".

El canónigo invita al joven a sentarse, descansar un rato y comer con ellos. El cabrero les dice que es rústico, pero no tanto que no sabe "cómo se ha de tratar con los hombes y con las bestias", a lo

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que el canónigo le responde: "ya yo sé de esperiencia que los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos".

El cabrero comienza a contarles su historia, mientras que Sancho decide ir a comer su empanada al lado del arroyo.

Capítulo 51"Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote"El cabrero, que se llama Eugenio, empieza a contar su historia. Dice que en un pueblo cercano había un labrador honrado y rico que tenía una hija muy hermosa. De sus numerosos pretendientes, el padre eligió a Eugenio y a otro joven llamado Anselmo, y dejó que su hija Leandra decidiera cuál de los dos sería el mejor esposo.Pero antes de poder elegir entre los dos jóvenes, volvió al pueblo el hijo de un pobre labrador, Vicente de la Rosa, tras ser soldado en el exterior. Vicente impresionó a todo el pueblo con sus vistosos uniformes militares e historias de viajes a tierras lejanas y batallas victoriosas. Era tan petulante que llamaba de vos   a sus iguales (en esta época vos se reservaba para personas inferiores o iguales con quienes se tenía mucha familiaridad o intimidad), y además se creía músico y poeta. Leandra, que lo veía por una ventana que tenía vista a la plaza, se enamoró de él y antes de que su padre y sus pretendientes pudieran darse cuenta de sus deseos, se fugó con el soldado.Después de tres días detrás de su pista, los cuadrilleros finalmente la encontraron semidesnuda en una cueva de un monte, sin el dinero y las joyas preciosas que había llevado de su casa. Confesó que Vicente prometió casarse con ella y llevarla a Nápoles, pero en cambio la engañó, la robó y la abandonó en esa cueva. Lo único que no le quitó fue su honra. Tras esta desgracia, el padre la encerró en un monasterio cercano, y Eugenio y Anselmo se deprimieron tanto que decidieron dejar su pueblo y dedicarse a ser pastores de cabras y ovejas. Muchos otros pretendientes de Leandra también se unieron a ellos, y el valle se llenó de pastores que sufrían por ella. Algunos la maldecían, otros la perdonaban, "en fin, todos la deshonran, y todos la adoran", cuenta Eugenio. "Yo sigo otro camino más fácil, y a mi parecer el más acertado, que es decir mal de la ligereza de las mujeres, de su inconstancia, de su doble trato, de sus promesas muertas [...] Y ésta fue la ocasión señores, de las palabras y razones que dije a esta cabra cuando aquí llegué; que por hembra la tengo en poco, aunque es la mejor de todo mi apero".Capítulo 52

"De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor"

Cuando el cabrero termina de contar su historia, don Quijote comienza a hablar de la posibilidad de ayudarlo a sacar a Leandra del monasterio, así como de su profesión de caballero andante y de encantadores. Al escucharlo hablar de esta manera, el cabrero se asombra y le pregunta al barbero quién es ese hombre. El barbero le dice que es el famoso don Quijote de la Mancha, a lo que el cabrero le responde: "o que vuestra merced se burla, o que este gentilhombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza".

Tras oír esto, don Quijote se enfada, lo insulta y le tira un pedazo de pan en la cara. El cabrero lo coge por el cuello y casi lo estrangula hasta que Sancho llega a defenderlo y estalla una pelea, dejando los platos en la mesa rotos y las caras ensangrentadas. Mientras tanto, se ríen los demás.

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En medio de la riña, se oye el son de una trompeta y don Quijote le pide al cabrero que se hagan las paces porque la trompeta lo llama a una nueva aventura. En la distancia ve a hombres vestidos de blanco, que hacen una procesión para que llueva, pero se imagina que son unos malvados que traen a una señora principal contra su voluntad, por lo que se sube en Rocinante con su adarga y anuncia: "Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que profesen la orden de la andante caballería; agora, digo que veredes, en la libertad de aquella buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes".

Todos tratan de detenerlo, y Sancho le advierte que es una procesión religiosa y que la señora que llevan es la Virgen María, pero don Quijote no le hace caso. Cuando llega a la procesión y les exige que dejen libre a la señora "cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguido le habedes fecho".

Al escuchar estas acusaciones absurdas, los de la procesión creen que don Quijote debe ser algún hombre loco y comienzan a reírse, pero esto sólo lo irrita aún más. Don Quijote arremete contra las andas y uno de los disciplinantes responde con un golpe en el hombro con un bastón. Don Quijote cae al suelo mal herido y enseguida llega Sancho y le pide al disciplinante que no le dé más palos porque es un "pobre caballero encantado". El disciplinante decide huir, no por las súplicas de su escudero, sino porque cree que lo ha matado. Sancho también cree que está muerto y se arroja sobre su cuerpo llorando. Cuando llegan los de la compañía de don Quijote, el cura reconoce a otro cura de la procesión y le explica quién es don Quijote, de modo que los disciplinantes se tranquilizan y se acercan al cuerpo del caballero para ver si está muerto.

Los gemidos de Sancho reviven a don Quijote, quien le pide a Sancho que le ponga sobre el "carro encantado" porque ya no tiene fuerzas para montarse en Rocinante. Deciden volver a su aldea hasta que se presente otra gran aventura que les sea "de más provecho y fama". Todos se despiden y el cura, el barbero y Sancho Panza, lo llevan a don Quijote en el carro.

Tras seis días de viaje, llegan al pueblo un domingo al mediodía y todas las personas en la plaza se sorprenden cuando se acercan al carro y ven a su vecino más flaco, amarillo y acostado sobre un montón de heno. Llega a la plaza la mujer de Sancho para preguntarle qué le ha traído, y Sancho le contesta que no le trae ropa para ella ni zapatos para los niños, pero "cosas de más momento y consideración" y que pronto será gobernador de una ínsula. Su mujer no entiende de qué habla y Sancho le dice: "No te acucies, Juana por saber todo esto tan apriesa; basta que te digo verdad y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras".Cuando don Quijote llega a su casa, el ama y la sobrina le preparan su lecho. El cura le cuenta a la sobrina todo lo sucedido y maldicen una vez más los libros de caballerías.Aquí entra la voz del narrador y dice que el autor no ha podido hallar información sobre su tercera salida pero que ha escuchado que fue a Zaragoza y ha encontrado dentro de una caja de plomo de un antiguo médico varios pergaminos con epitafios y elogios sobre las hazañas de don Quijote, la belleza de Dulcinea, la fidelidad de Sancho y hasta la sepultura del caballero. El primer libro termina con estos poemas que encontró su autor, pero antes le pide a los lectores: "que le den el mesmo crédito que suelen dar los discretos a los libros caballerías, que tan validos andan en el mundo; que con esto se tendrá por bien pagado y satisfecho, y se animará a sacara y buscar otras, si no tan verdaderas, a lo menos de tanta invención y pasatiempo".