¿Hasta qué punto es posible hablar de religión en Roma?

Desde los primeros romanos, el concepto de religión se caracterizó como un aspecto utilitario, sus primitivas poblaciones buscaban obtener por medio de sus ritos, el beneficio de las fuerzas naturales y de los dioses que tenían. Al comienzo, las fuerzas de la naturaleza eran divinizadas, y el temor a esas fuerzas era su manera de venerarlas. Esta especie de culto se fue fragmentando en un rito privado en el que pertenecía a la familia y un culto público el cual se rendía al imperio. Al tiempo en que aparece Grecia y se convierte en un protectorado romano, los dioses no presentaban ningún tipo de figuras antropomórficas, ni se les veneraba en templos. Tampoco se consideraba un asunto de religiosidad de tipo personal, era más bien un tipo de convenio estipulado entre los romanos y los dioses, se les honraba a cambio de su amparo y protección. Al comienzo, los primeros romanos no poseían ningún tipo de estructuras semejantes a templos, tampoco íconos e imágenes. Sí tenían una serie de ritos, los cuales utilizaban para llamar la atención de los dioses. Luego con la aparición de Grecia se vislumbró la influencia con la creación del panteón romano, influencia tanto griega como etrusca. Las deidades las adaptaron de los griegos, de hecho son las mismas, pero con diferentes nombres. El culto que se les empezó a rendir a los muertos fue el que comenzó a convertir a reyes y luego a emperadores en verdaderas deidades.

Para entender la religión en Roma debemos partir de la idea de que el concepto de religión no contiene el entendimiento de la filosofía de unos preceptos morales y formas de vida, como sí lo pueden tener religiones como el Islam y el cristianismo. Los rituales eran el centro de la práctica, no la creencia, lo importante era la participación de todos, lo cual ayudaba a fortalecer el carácter comunitario y cohesivo de la religión en la sociedad. Era una acción de ritos por parte de un ser religioso, más no así de un creyente. Esto explica por qué en Roma se llegaron a situar todo tipo de religiones en el imperio. No se modificaban las creencias individuales, al contrario, existía la posibilidad de participar constantemente en sus celebraciones. De esta manera

podemos ver como luego los emperadores imponían ritos en su honor, y así lograrse convertir en dioses. También se manifiesta el fenómeno de “importar” todas esas costumbres de rituales como hoy en día suele suceder (Halloween, Navidad, Año Nuevo Chino) actualmente en nuestra cultura.

Los romanos eran politeístas, siendo los dioses más reverenciados, Júpiter, Minerva y Juno los cuales se adoraban con sacrificios de animales y con la edificación de monumentales templos. En todo el territorio romano se decretaba el culto imperial. La adoración al emperador era impuesta, pero también veneraban a los dioses que protegían el hogar y la familia. En todas las casas había un altar donde se les rendía culto. A los romanos se les considera notablemente supersticiosos, y antes de tomar decisiones o ejecutar alguna acción, consultaban el oráculo y decidían a la voluntad de los dioses. El sistema religioso del Estado lo componían los llamados magistrados religiosos: Un pontífice máximo, los flamines, pontífices y vestales (sacerdotisas) conformaban dicha estructura religiosa. La constante presencia de lo divino en el acontecer público romano era bastante notable, y se manifestaba en los altares, templos, sacerdotes y sacrificios animales, los cuales constataban el encuentro entre el poder imperial romano y lo divino. Toda proeza, toda conquista y victoria venía precedida por la fortuna que les auguraban los dioses.

En el libro V de Tito Livio, se anuncia en varias ocasiones, todas las manifestaciones divinas que anunciaban la victoria romana sobre los etruscos, a partir de la crecida del lago Albano.

“…El lago Albano se elevó a una altura inusual, sin lluvia u otra causa que impidiese creer que el fenómeno no tenía un origen sobrenatural. Se enviaron orantes al oráculo de Delfos para averiguar por qué enviaban los dioses el portento. Sin embargo, apareció una explicación más a mano. Un anciano veyentino fue impulsado por el destino a anunciar, en trance profético y en medio de las burlas de los soldados romanos y etruscos de los puestos avanzados, que los romanos nunca se apoderarían de Veyes hasta que el agua hubiese sido drenada del lago Albano. Esto se consideró al principio como algo propio de salvajes, pero luego se empezó a hablar de ello. Debido a la duración de la guerra había frecuentes conversaciones entre las tropas de ambas partes, y un romano de un puesto de guardia preguntó a un ciudadano que estaba próximo a él quién era el hombre que lanzaba

aquellas insinuaciones sobre el lago Albano. Cuando se enteró de que era un arúspice, siendo él mismo un hombre no exento de temores religiosos, invitó al profeta a una entrevista con el pretexto de querer consultarle, si tenía tiempo, sobre un portento que exigía su expiación personal. Cuando los dos se habían apartado a cierta distancia de sus respectivas líneas, desarmados y sin temor, el romano, un hombre joven de inmensa fuerza, se apoderó del hombre anciano y débil a la vista de todos y, a pesar de las protestas de los etruscos, se lo llevó a sus líneas. Fue llevado ante el comandante en jefe y luego enviado al Senado en Roma. En respuesta a la pregunta sobre qué quería que la gente entendiese con su comentario sobre el lago Albano, dijo que los dioses sin duda debían estar enojados con el pueblo de Veyes el día en que le inspiraron la decisión de divulgar la ruina que los Hados habían preparado para su ciudad natal…”1

Era tan ligado el vínculo entre Roma y sus dioses, que se usó como la máxima muestra de la intervención divina, y la grandeza que los amparaba a favor de los cristianos, quienes siempre se rehusaron a venerar sus dioses tradicionales.

Su religión como lo mencionaba, se basaba en las plegarias y en las prácticas de sacrificio, el calendario religioso romano reflejaba la acogida ante las divinidades y los cultos de los lugares conquistados. Al comienzo, fueron muy pocas las celebraciones religiosas netamente romanas. Algunos ritos lograron subsistir hasta los últimos tiempos del imperio pagano. El culto a la fertilidad se conservó por una gran parte del pueblo primitivo agrícola. Luego se fueron introduciendo nuevas festividades, las cuales venían acompañadas de nuevos dioses. Llegó hasta el punto que hubo un tiempo donde existían más días festivos que laborales.

Las festividades más importantes eran las Lupercales, las Saturnales, los juegos Seculares y las Equiria. En cada una de estas ceremonias y festividades se interrumpían todas las labores y las actividades económicas

Las lupercales eran unas fiestas que se celebraban en la Antigua Roma el día 15 de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro). Fueron instituidas por Evandro el arcadio en honor de Pan Liceo (también llamado Fauno Luperco, dios de los rebaños y de los pastores, amigo del lobo,

1 Discursos sobre la primera década de Tito Livio de Nicolás Maquiavelo. Introducción y notas de Ana Martínez. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

al que protegía contra Februa, dios de la muerte, que ha dado nombre al mes de febrero).

Un grupo especial de sacerdotes, los Lupercos o Luperci (Sodales Luperci o amigos del lobo) eran elegidos anualmente entre los ciudadanos más ilustres de la ciudad. Eran adolescentes que debían sobrevivir durante cierto tiempo de la caza y merodeando en el bosque hasta su iniciación en la edad adulta. Por aquel entonces, este periodo de tiempo era sagrado y transitorio, y debían comportarse como verdaderos lobos humanos. El 15 de febrero, doce Lupercos se reunían en la gruta del Lupercal (más tarde llamada Ruminal en honor a Rómulo y Remo) en el monte Palatino, en Roma. Según la tradición fue en este lugar donde el Fauno Luperco, tomando la forma de una loba, había amamantado a los mellizos Rómulo y Remo, fundadores de Roma, y en cuyo honor se hacía la fiesta. La tradición cuenta que allí había una higuera cuyas raíces sostenían la cesta en cuyo interior se encontraban los gemelos Rómulo y Remo. Posteriormente los católicos celebrarían el día de San Valentín en contra de esta festividad pagana.2

Las Saturnales Entre los días 17 y 23 del mes de diciembre se festejaban las Saturnales. Las celebraciones se iniciaban con un sacrificio en honor al dios en el templo de Saturno, al pie de la colina del Capitolio, y proseguían con un banquete público que daba paso a la más absoluta permisividad y libertinaje.

La leyenda supone que Saturno asimilado al Cronos griego, había sido expulsado del cielo por Júpiter, desde donde llegó a Italia; durante el reinado de esta divinidad de la agricultura, los itálicos habrían vivido una edad de oro, sin guerras ni malas cosechas, donde no se conocía la propiedad privada ni tampoco la esclavitud. Con esta celebración, también se homenajeaba a los generales romanos que habían triunfado en exitosas campañas militares.

Como hizo Julio César tras sus victorias sobre las Galias, Egipto, el Ponto y África. El general romano prolongó la festividad hasta el día 19. Su sucesor en el poder, Octavio Augusto, primer emperador der Roma, añadió un día más. Hizo lo propio Calígula unos años después.

2 Los romanos. Su vida y costumbres, E. Ghul & W. Koner. Biblioteca Historia, 2002.

Domiciano cerró la ampliación del asueto festivo hasta el 23 de diciembre. A finales del siglo I de nuestra era las Saturnales duraban una semana completa.3

Este tipo de monoteísmo devocional, cuyo culto había sido precedido por las fiestas en honor de Saturno, facilitó el camino al desarrollo del Cristianismo no sólo para establecer la fecha de nacimiento de Jesucristo, sino también para celebrar unas fiestas prolongadas en las que, como los romanos de antaño, los cristianos actuales se desviven en compartir la alegría, aumentar su patrimonio y cumplir con los regalos al mismo tiempo que se entregan sin recato alguno a fastuosas mesas. El derroche de felicidad y permisividad característico de las Saturnales, que se acompañaban de numerosos banquetes y entrega de regalos es, quizás, el origen de las actuales celebraciones de fin de año.

Los Juegos Seculares (Ludi Saeculares latino, al principio Ludi Terentini) eran una celebración religiosa, implicando sacrificios y representaciones teatrales, sostenidas en Roma antigua durante tres días y noches para marcar el final de un saeculum y el principio del siguiente. Un saeculum, supuestamente la duración más larga posible de la vida humana, se consideró como 100 o como 110 años de la longitud.

Según la mitología romana, los Juegos Seculares comenzaron cuando un hombre de Sabine llamado Valesius rezó por una cura para su enfermedad de niños y sobrenaturalmente se instruyó de sacrificar en el Campus Martius a Dis Pater y Proserpina, las deidades del hampa. Algunos autores antiguos remontaron celebraciones oficiales de los Juegos hasta donde 509 A.C., pero las celebraciones únicas claramente atestiguadas bajo la república romana ocurrieron en 249 y en el 140s A.C. Implicaron sacrificios a dioses de la hampa más de tres noches consecutivas.

Los Juegos fueron reanimados en 17 A.C. por el primer emperador Augusto de Roma, con los sacrificios nocturnos en el Campus Martius ahora transferido a Moerae (destinos), Ilythiae (diosas del parto), y Madre Terra (la "Madre de la tierra"). Los Juegos de 17 A.C. también introdujeron sacrificios

3 Los romanos. Su vida y costumbres, E. Ghul & W. Koner. Biblioteca Historia, 2002.

de día a deidades romanas en las colinas de Palatine y Capitoline. Cada sacrificio fue seguido de representaciones teatrales. Los emperadores posteriores sostuvieron celebraciones en d. C. 88 y 204, después de intervalos de aproximadamente 110 años. Sin embargo, también fueron sostenidos por Claudius en d. C. 47 para celebrar el 800mo aniversario de la fundación de Roma, que llevó a un segundo ciclo de Juegos en 148 y 248. Los Juegos se abandonaron bajo emperadores cristianos posteriores.4

Las Equirria, Equiria o Ecurria (del latín equicurria, "carreras de caballo") eran unas fiestas de la Antigua Roma celebradas en honor de Marte, dios de la guerra, el 27 de febrero, día de la primera Equirria y el 14 de marzo, día de la segunda Equirria. Esta época del año era, tradicionalmente, cuando se preparaban nuevas campañas militares, por lo que las fiestas tenían un doble significado, militar y religioso, y estaban destinadas a apoyar al ejército y a elevar la moral pública. Se celebraban carreras de carros, aunque probablemente comenzarían siendo carreras de caballos o mulos para pasar, posteriormente a utilizar bigas. Los sacerdotes celebraban en ellas los rituales de purificación del ejército. La segunda fiesta Equirria, en fechas posteriores, sería sustituida por la Mamuralia, donde se ofrecía un sacrificio a Mamurius Veturius, el viejo Marte, que representaba la regeneración del año viejo que muere y el nacimiento del nuevo Marte.5

La religión se basaba en una tradición ancestral, difundida de padres a hijos, y era celosamente custodiada, además, era fundamental para la identidad sociela y la unidad de su entorno. Era su principal legado y su anhelo era mantener siempre una buena relación con los dioses. La práctica efectiva de sus ceremonias y la conservación de todas sus actividades religiosas eran determinantes para un buen destino de Roma.

Con la llegada del cristianismo, los romanos al comienzo pensaban que solamente se trataba de una secta judía más, pero poco a poco este movimiento fue ganando adeptos y se fue consolidando como una nueva religión. En el siglo IV, cuando fue legalizada por Constantino I, ofreció protección para los cristianos. Posteriormente en el año 380, el emperador

4 Los romanos. Su vida y costumbres, E. Ghul & W. Koner. Biblioteca Historia, 2002.5 Ibídem.,

romano Teodosio, declara al cristianismo católico como la religión oficial del imperio, y prohibió todas las otras prácticas religiosas.

Aunque las parroquias de la Europa Occidental terminaran aceptando la autoridad del Papa, las iglesias orientales no lo hicieron así. En consecuencia germinaron dos grandes iglesias cristianas que subsisten hasta el día de hoy. La iglesia Católica Romana, y la Iglesia Católica Ortodoxa.

Luperca amamantando a los gemelos Rómulo y Remo, según la leyenda más difundida acerca de la fundación de Roma. Fuente: pelopos.blogspot.com/2013/11/mitologia-romana.html

BIBLIOGRAFÍA

_ Europa Romana, Edward Bispham. Ed. Crítica Barcelona, 2009.

_ La Religión Romana, Jean Bayet. Ediciones Cristiandad, 1984.

_ Religion in the Roman Empire, James Rives. Wiley, 2006.

_ Los romanos. Su vida y costumbres, E. Ghul & W. Koner. Biblioteca Historia, 2002.

_ Discursos sobre la primera década de Tito Livio de Nicolás Maquiavelo. Introducción y notas de Ana Martínez. Madrid: Alianza Editorial, 2000.