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Estamos ya en la 6ª y última Semana de Resurrección y la Liturgia nos invita a descubrir la presencia viva de Jesús a través de su Espíritu, que se manifiesta en la radicalidad del amor.

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La ausencia de Jesús fue para los discípulos la gran oportunidad para madurar en su Fe y para experimentar que no eran islas sino Comunidad. Así también sucede con nosotros, porque muchas veces nos aferramos a las cosas y a la gente. Puede que ante la separación de las personas amadas quedemos descolocados, con vacíos o sin rumbo, pero en realidad estas separaciones son una gran ocasión para crecer. Nos ayudan a sentir la compañía de otro modo. Nos ayudan a ser nosotros mismos y a caminar con propio pie.

Jesús ha prometido su Espíritu para que contemos con su compañía. El Espíritu de la Verdad será nuestra defensa. Nunca estaremos desamparados. Contamos desde ya con una consistencia interna que nos hace alcanzar mayores niveles de libertad. Y esta fuerza espiritual nos ayuda a ser y a actuar como Jesús.

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Jesús sigue vivo en nuestra existencia, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en la sociedad, en la política, en la cultura, por medio de su Espíritu. Y captamos su presencia cuando nos sumergimos en el aquí y ahora de las circunstancias concretas de cada día. Más aún, se hace presente, cuando experimentamos que somos comunidad de fe que se atreve a juntar de modo inseparable amor y servicio.

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Esta unión inseparable entre amor y servicio es lo que delata si nuestra vida se sustenta en la mentira o la verdad, el amor o la maldad, la bondad o la perversidad. Por ello plantea Jesús que el mundo no puede recibir el Espíritu. Porque amor-servicio no es un asunto de cosmovisiones, o ideologizaciones, sino que es la actitud básica y existencial de personas que se empeñan en hacer realidad la comunión, pero jamás, de personas abocadas al poder, al prestigio y a la rapacidad.

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Cuando Jesús dice: el que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama; al que me ama a mí, lo amará mi Padre; y yo también lo amaré y me manifestaré en él”, nos está planteando que descubrimos la presencia de Dios en nuestra vida por medio de la realización del mandato del amor, que se concreta en el servicio y en la generosidad.

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En este amor, que nace de la vitalidad del Espíritu Santo que llevamos dentro, no caben aquellos pobres o endebles gestos de caridad, servicio y solidaridad. La medida del amor no la determinamos nosotros sino el tamaño del amor de Dios. En otras palabras: La auténtica altura humana de todo hombre y de toda mujer se mide por la altura de un amor y de un servicio como los de Dios.

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La presencia viva de Jesús, que sólo es posible gracias a su Espíritu, no es para sentirnos arropados o protegidos por Dios, como si Él fuera un amuleto, sino para que nuestra vida personal y social quede expuesta a la novedad del amor y la solidaridad. Y esto lo cambia todo, al convertirnos en otro Jesús, por la audacia del servicio radical a la vida y a las personas.

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EVANGELIO DE JUAN (14, 15-21)En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos:

Si me aman, cumplirán mis mandamientos; Yo le pediré al Padre y Él les enviará otro Defensor que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen porque habita entre ustedes y estará en ustedes.

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No les dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque Yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. Aquel día entenderán que Yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y Yo en ustedes.

El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre, Yo también lo amaré y me manifestaré en él. Palabra del Señor.

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Al final, rezo el Padrenuestro,

saboreando cada palabra.

Vengo

a descubrir

el Espíritu de la Verdad

en mi vida.

Me sereno para esta cita con Dios.Me acomodo con una postura que implique todo mi ser. Al ritmo de la respiración doy lugar al silencio.( Una y otra vez repito este ejercicio ) [ ]

NOTA: La oración preparatoria me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mí.

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NOTA: Conviene hacer este momento con esmero. Le dedico 10 minutos.

Señor,

que reciba la fuerza de tu Espíritu

para que en todo pueda Amar y Servir

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La ausencia de Jesús fue para los discípulos la gran oportunidad para madurar en su Fe y para experimentar que no eran islas sino Comunidad. Ante la separación de las personas amadas quedamos descolocados, sin rumbo, pero en realidad es una gran ocasión para crecer. Jesús ha prometido la compañía del Espíritu de la Verdad, para que contemos con su compañía y defensa. Esta compañía nos hace alcanzar mayores niveles de libertad.

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Jesús sigue vivo en mi vida por medio de la presencia activa de su Espíritu. Capto su presencia cuando me sumerjo en el aquí y ahora de las circunstancias concretas de cada día y cuando me atrevo a juntar de modo inseparable amor y servicio. Este amor-servicio delata si en mi vida hay mentira o verdad, amor o maldad, bondad o perversidad. Amor-servicio es la actitud básica y existencial de quien se empeña en crear comunión.

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En un amor que nace de la vitalidad del Espíritu de la Verdad, no caben endebles gestos de caridad, servicio y solidaridad. La auténtica altura humana de todo hombre y de toda mujer se mide por la altura de un amor y de un servicio como los de Dios. La presencia viva de Jesús en nuestro camino nos expone a la novedad del amor y la solidaridad. Y esto lo cambia todo. Nos convierte a la audacia del servicio radical a la vida y a las personas.

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EL AMOR

Después de vivir un siglo es como descifrar signos. Sin ser sabio competente volver a ser de repente. Tan frágil como un segundo volver a sentir profundo como un niño frente a Dios. Eso es lo que siento yo en este instante fecundo.

Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber. Ni el más claro proceder, ni el más ancho pensamiento. Todo lo cambia el momento cual mago condescendiente; nos aleja dulcemente de rencores y violencias. Sólo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes.

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El amor es torbellino de pureza original. Hasta el feroz animal susurra su dulce trino, detiene a los peregrinos, libera a los prisioneros. El amor con sus esmeros al viejo lo vuelve niño y al malo sólo el cariño lo vuelve puro y sincero.

(Violeta de la Parra)[ ]

Para centrar la experiencia vivida en la Oración, respondo en forma sencilla las siguientes interrogantes:

[ Termino con la oración siguiente ]