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- Documento Oficial - Autor: Alexander Weiss – [email protected] 2005 - La Biblioteca de Cartago – http://www.bibliotecadecartago.com Página 1 LAS CRÓNICAS ASSAMITAS LAS PALABRAS DE ASSAM A SUS CHIQUILLOS ¡Vivo en el poder! ¡Uníos a mí! ¡Bebo del poder! ¡Uníos a mí! ¡Vivo con el poder! ¡Uníos a mí! Bebed la sangre del corazón de los indignos, Para que podáis uniros a mí en mi poder. Tomad la vida de los que no la merecen, Y bebed hasta el fondo la sangre del poder. Encontrad, hijos míos, cuando sólo un paso Os separé de mí. Encontrad a Ur-Shulgi, mostradle el poder De vuestra Sangre. Y él os llevará hasta el Uno. ¡Uníos a mí! Bebed hasta el fondo la sangre del corazón, como yo hice.

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LAS CRÓNICAS ASSAMITAS

LAS PALABRAS DE ASSAM A SUS CHIQUILLOS

¡Vivo en el poder! ¡Uníos a mí! ¡Bebo del poder! ¡Uníos a mí!

¡Vivo con el poder! ¡Uníos a mí! Bebed la sangre del corazón de los indignos,

Para que podáis uniros a mí en mi poder. Tomad la vida de los que no la merecen,

Y bebed hasta el fondo la sangre del poder. Encontrad, hijos míos, cuando sólo un paso

Os separé de mí. Encontrad a Ur-Shulgi, mostradle el poder

De vuestra Sangre. Y él os llevará hasta el Uno.

¡Uníos a mí! Bebed hasta el fondo la sangre del corazón,

como yo hice.

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EL ORIGEN DE HAQIM Aunque a lo largo de los siglos los Assamitas han fomentado una imagen de violencia y ferocidad, en las Noches Finales esta fachada se ha quebrado, y esta temida reputación ha dejado vislumbrar un legado muy distinto que se remonta a las Primeras Noches de los Cainitas. Para comprender los secretos del clan Assamita, es necesario comenzar por el propio nombre del linaje vampírico. Durante mucho tiempo los demás vampiros creyeron que “Assam” era el nombre de las tierras de origen de los Assamitas, pero posteriormente comprendieron que se trataba de la pronunciación alterada de la palabra “Haqim”, el nombre del fundador del clan y su maestro espiritual. Por supuesto no se trataba de su verdadero nombre, ya que conocía el poder inherente al mismo, pero fue el apodo que adoptó después de recibir la Sangre y es el nombre que han utilizado sus seguidores hasta las Últimas Noches. Las más antiguas leyendas describen a Haqim como un fiero guerrero y terror de los pueblos de Oriente Medio mucho antes del surgimiento de la historia escrita. Sus proezas en el campo de batalla y su fuerza de voluntad atrajeron la atención de uno de los chiquillos de Caín, que lo observó durante un tiempo antes de seducirlo y concederle el don del Abrazo. Los registros difieren en torno a la identidad del sire de Haqim, pero algunos documentos se refieren a la Antediluviana del clan Toreador como “hermana”, por lo que probablemente se tratase de Enosh, el Primogénito de Caín. Aunque Haqim nunca conoció las razones por las que recibió la inmortalidad, el cambio le otorgó una nueva perspectiva de las cosas más allá de la violencia de los campos de batalla. Durante mucho tiempo vagó en soledad buscando respuestas y aprendiendo, hasta que finalmente llegó a la Primera Ciudad de los Vástagos, donde se reunió con sus demás hermanos. Haqim se convirtió en uno de los principales defensores de la Primera Ciudad, que en varias ocasiones sufrió los ataques de los pueblos vecinos, que ambicionaban su riqueza, pero que también deseaban poner fin a las depredaciones de los vampiros. Otros relatos hablan de cacerías por parte de los descendientes de Caín para capturar esclavos con los que saciar el hambre de los Vástagos. Finalmente llegó el Diluvio, y Caín desapareció. Privados de la tutela de su líder sus descendientes comenzaron a pelear entre ellos y en un acto de rebeldía los vampiros de la Tercera Generación se rebelaron contra la Segunda. Según los relatos de los Assamitas por aquel entonces Haqim estaba cansado de la decadencia de sus hermanos y nunca reveló que conocía los planes para asesinar a sus sires, pero dejó claramente implícito que era consciente de ello y que no deseaba formar parte de sus maquinaciones. Decidió vagabundear de nuevo por el mundo, aislándose todo lo que pudo. LA MALDICIÓN No todos los relatos coinciden en esta visión pacífica de Haqim. Algunas antiguas leyendas conservadas por una importante parte del clan, hablan de una fuerte animadversión entre Haqim y Caín (Khayyin).

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Cuando Khayyin llegó a En´esh o Ubar, Haqim era el señor de los ejércitos de la Primera ciudad, un guerrero grande y noble amado por el rey y temido por el pueblo. Vio como Khayyin entró en la ciudad y doblegó al Rey y la Reina con mentiras y cómo fueron convertidos en vampiros, lo que le provocó una gran preocupación. Finalmente decidió actuar contra lo que consideraba una amenaza y reuniendo a un puñado de soldados fieles actuó durante el día atacando al Rey y la Reina. Haqim y sus seguidores les cortaron la cabeza y recogieron su sangre en un cáliz. Entonces con su propia espada Haqim se quitó la vida y a medida que las fuerzas le abandonaban ordenó que le dieran el cáliz y bebió. Los soldados temían al nuevo vampiro, y temían que se convirtiera en un monstruo como el Rey y la Reina, pero Haqim les tranquilizó diciendo: “No temáis, pues mi propósito es verdadero y he de usar la fuerza de la bestia contra sí misma.” Y los soldados se regocijaron y libremente le dieron su sangre para que Haqim pudiera vivir y ser fuerte. Aquella noche Khayyin se levantó de su escondrijo y descubrió lo que Haqim había hecho y montó en cólera, cayendo sobre él y sus seguidores como un demonio del desierto, matándolos y desgarrando sus cuerpos. Haqim también se alzó de su sueño diurno y luchó con él durante toda la noche, pero aún era joven en la Sangre y no era un rival para el Primer Vampiro y Khayyin lo venció. Bebió de Haqim y arrojó su cuerpo fuera de la Primera Ciudad, y mientras el sol asomaba huyó a su escondite. Cuando se fue, los soldados cubrieron a Haqim con una capa, lo metieron en un barril y lo llevaron fuera de la ciudad. Aún guardaban parte de la sangre de El Rey y la Reina y con ella Haqim fue curado. Por mucho tiempo vagaron y finalmente llegaron a las montañas, donde Haqim descansó y sanó sus heridas, y se hizo más fuerte. A algunos de sus soldados a los que encontró dignos les hizo también de la sangre y les pidió que hicieran la guerra contra Khayyin y sus descendientes, para que el mal no manchara la faz de la tierra. Porque Haqim sabía que Khayyin engendraría más hijos en la Primera Ciudad, y así lo hizo: aquéllos fueron los tres que fueron llamados la Segunda Generación. No conocieron al Rey ni a la Reina, pues Khayyin no quiso asustarles con su propia mortalidad y no supieron que Haqim aún vivía. En los relatos de otros clanes, principalmente los Toreador, existen vagas referencias a las figuras de El Rey y la Reina, que son conocidos como la Primera Generación, y cuyo destino se desconoce, aunque algunas leyendas dicen que se suicidaron al conocer que nunca podrían tener hijos. Parece ser que Caín ocultó deliberadamente su existencia e incluso prohibió que sus nombres fueran pronunciados, aunque finalmente el Antediluviano Nosferatu descubrió la verdad. A pesar de la inocencia reclamada por los Assamitas en la guerra entre Generaciones, Haqim no escapó al castigo de Caín por el asesinato de la Segunda Generación, y algunos relatos afirman que fue él quien instigó la rebelión de los Antediluvianos contra sus sires, aunque su papel en la guerra es desconocido. En uno de los fragmentos del Libro de Nod se afirma:

Observad a mi más mortal chiquillo

Quien amó matar sólo por matar

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Que sea adicto al asesinato Para que todos lo odien y detesten.

Algunos eruditos han visto en estos fragmentos una referencia a la adicción de los Assamitas por la sangre de otros vampiros, pero en verdad esta maldición no aparecería hasta milenios más tarde y sólo entre una parte del clan. Posiblemente existiera otro tipo de maldición anterior y que uno de los copistas del Libro de Nod decidió “actualizar” su versión. En otras versiones se dice que Caín marcó a Haqim como un criminal, oscureciendo su piel para que se volviera tan oscura como su corazón. Y en verdad éste es un rasgo que resulta común para todos los vampiros Assamitas, cuya piel se oscurece con el tiempo, al contrario de lo que sucede con otros vampiros. Por lo que respecta a los propios Assamitas consideran que el color oscuro de su piel les fue otorgado por su fundador para que su linaje fuera “reconocido” entre los demás Vástagos. Pero teniendo en cuenta que los demás clanes no juzgaron necesario que sus propios linajes fueran distinguibles y que en ocasiones han rechazado que sus debilidades compartidas fueran “maldiciones” es muy posible que en la tez oscura de los Assamitas se encuentre el origen del castigo del clan. Por añadidura, las diferentes castas Assamitas también poseen “marcas” espirituales, que los hacen fácilmente reconocibles. Los Visires a menudo se obsesionan con sus objetivos académicos o mundanos y sus auras parpadean y muestran extrañas espirales. Los Guerreros tienen su aura manchada de negro, los signos de la diablerie, sin necesidad de que hayan probado sangre de Vástago. Por lo que concierne a los Hechiceros, su aura siempre está marcada por las señales de la magia, independientemente de su conocimiento, y no existe forma de ocultarlas. Otras leyendas apócrifas dicen que Haqim se sentía injustamente tratado por Caín, al que culpó de la muerte de El Rey y la Reina, y que el Primer Vampiro lo castigó llenando su espíritu con la sed de justicia, que se convertiría en su obsesión. Finalmente hay quien asegura que fueron la ambición y el deseo de inmortalidad los motivos que llevaron a Haqim a asesinar al Rey y la Reina de Enoch. LA SEGUNDA CIUDAD

Después de la caída de la Primera Ciudad y de su castigo, Haqim vagó por el mundo, creando a su primer chiquillo. Su nombre se ha perdido a lo largo del tiempo pero se afirma que se trataba de un escriba y astrónomo a quien el Antediluviano salvó de ser lapidado por herejía. Esta primera camada marcó la tendencia de otros muchos Abrazos posteriores: innovadores e intelectuales que constituirían los fundamentos de la casta de los Visires.

Haqim llegó a la Segunda Ciudad un siglo después del comienzo de su construcción, observando detenidamente a sus hermanos antes de decidir unirse a ellos. Una noche se presentó ante las puertas acompañado por una docena de seguidores y solicitó que se le permitiera la entrada. El Antediluviano Malkav fue el primero de sus hermanos en darle la bienvenida, ofreciéndole cobijo en su refugio. No todos los demás vampiros de la Tercera Generación aceptaron la

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llegada de su “hermano”, pero ante semejante despliegue de hospitalidad decidieron aceptarle para salvar las apariencias.

Por aquella época las semillas de la Yihad ya estaban plantadas, debido a los odios y temores personales, pero aparentemente Haqim enseguida declaró su neutralidad, a pesar de la decepción de varios de sus hermanos, que esperaban convertirlo en su aliado, pero la falta de confianza entre los vampiros finalmente llevó a que inevitablemente Haqim se convirtiera en objeto de atención.

[…] El guerrero convertido en erudito vagó durante un tiempo bajo el velo

de la noche, tal vez durante un mes, tal vez durante siglos. En un momento dado anheló la compañía de la gente de su misma clase y se refugió en la Segunda Ciudad, aunque nunca acabó de asentarse del todo. A lo largo de los años, le ofreció la sangre a un puñado de artesanos y sabios cuyas habilidades y conocimientos admiraba, y su prole prosperó tranquilamente.

Cuando sus hermanos, su hermana y sus primos se peleaban, este Cainita siempre se declaraba neutral. Había contemplado el rostro de la guerra, y sabía que era una locura hacer correr la sangre en nombre del orgullo. No importaba quien le ofreciera la alianza, su respuesta era siempre la misma: “Esta noche no.”

Eso no quiere decir que el Cainita no tuviera confidentes entre sus contemporáneos. Educó a los artesanos de la Segunda Ciudad junto a su hermana, la que luego sería conocida como la madre del Clan de la Flor. Debatió la naturaleza de la vida y los misterios de la muerte con su primo, que llegaría a conocer las intimidades de la muerte de una forma mucho más profunda de lo que podían llegar a saber en aquellas noches. Habló de filosofía con sus hermanos, que luego serían conocidos como la Serpiente y el Sabio. Y algunas noches cuando el nómada cuyos hijos portarían el rostro de la Bestia se escapaba de las murallas de la Segunda Ciudad y se adentraban en los desiertos, el Cainita corrió a su lado. Fue este último primo el que le puso el nombre de Cazador a raíz de una broma privada, ya que de todas las presas que perseguían todos ellos, la de este chiquillo era la más elusiva: la Verdad.

Una noche los demás Antediluvianos llegaron a una especie de consenso y se

presentaron en el refugio de Haqim, pidiendo que se estableciera cierta autoridad en la Segunda Ciudad para evitar los excesos. Debido a la neutralidad de Haqim, él y su prole eran la mejor opción.

Una noche, los parientes del Cazador acudieron a su casa para implorarle

su ayuda. Esto provocó una gran inquietud en el corazón del Cazador, ya que nunca habían pedido ayuda todos a la vez, y sabía que de aquello no podía resultar nada bueno. Sin embargo, al ser sus hermanos y primos, los hizo entrar y les dio la bienvenida.

Con pocos preámbulos comenzaron su queja: “Hemos advertido”, dijo la Flor, “que algunos de nuestros hijos se han salido de sus límites. Se pasean en libertad entre los mortales. Hay locura en sus ojos, y dejan caos y miseria a su paso.”

El Cazador asintió tristemente. “Yo también lo he notado, y me apena que mis sobrinos y sobrinas actúen de esa forma, sembrando el terror entre los hijos de Seth y proclamándose como dioses. Pero ¿qué puedo hacer yo ante semejante salvajismo?”

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“Esta ciudad necesita una voz imparcial”, dijo el Vidente. “Te solicitamos que esa voz sea la tuya. Crea una segunda familia para que se conviertan en nuestros jueces, y encabézalos para poner orden entre todos nosotros.”

“¿Pero por qué me pedís una cosa así?”, respondió el Cazador. “Aunque es cierto que fui un guerrero durante mi juventud, he cambiado la lanza por el pergamino, y ya no deseo derramar más sangre de la necesaria para sobrevivir.”

“Te pedimos que aceptes esta responsabilidad”, respondió el Escultor de Almas, “precisamente porque no la deseas. Por tanto, no abusarás del poder que conlleva. No podemos confiar en ninguno de nosotros, ni en nuestros propios hijos. Pero tú siempre has sido el más distante de nosotros, sin favorecer a nadie por encima de otro, y creemos que seguirás haciéndolo. Y sabemos que lo harás, porque es necesario.”

Así que el Cazador (El Juez) aceptó. Se puso manos a la obra y reunió una segunda familia, una familia de jueces. Y a lo largo de los siglos, el peso de la responsabilidad se fue haciendo más y más grande.

Según la tradición Haqim desoyó las peticiones de sus hermanos pero al final fue Saulot quien proporcionó el argumento que terminaría por convencer a su primo, instándole a que ocupara el cargo de juez no por el bien de los Cainitas, sino por el de los mortales. Y Haqim cedió. A la noche siguiente abandonó la ciudad y no regresó durante un tiempo. Cuando volvió lo acompañaba una docena de nuevos seguidores, que se convirtieron en los primeros jueces de la Segunda Ciudad. Bajo su liderazgo se puso fin a los conflictos entre vampiros, al menos durante un tiempo, pero en última instancia la presencia de los jueces sólo sirvió para que los infractores ocultaran mejor sus crímenes.

En general las relaciones de Haqim con sus hermanos habían sido tensas, debido a su papel como Juez. Varios de sus escritos proporcionan elogios a los fundadores Brujah, Gangrel y Ravnos, y en una tablilla medio destruida expresa su pesar porque él y Saulot nunca llegaran a reparar su relación después de las Guerras Baali. Respetaba poco a los Antediluvianos Nosferatu y Toreador, y no se fiaba del progenitor Ventrue. LA PRIMERA GUERRA BAALI Tiempo después de que Haqim se convirtiera en Juez de la Segunda Ciudad apareció un culto de vampiros adoradores del diablo, que se enfrentaron al resto de los Cainitas, primero en una serie de escaramuzas e incidentes aislados, pero progresivamente dando paso a una auténtica guerra abierta entre los seguidores mortales de ambos bandos. Haqim percibió que algunas de las prácticas blasfemas de los infernalistas se estaban extendiendo a la Segunda Ciudad, y los jueces no eran capaces de hacer frente a sus hechicerías demoníacas. Aunque Saulot afirmaba que sus cazadores de demonios eran incapaces de neutralizar esa magia maligna, Haqim desconfiaba de las intenciones de su primo, quien le había obligado a aceptar su posición de juez. Nuevamente Haqim abandonó la Segunda Ciudad y regresó tiempo después, acompañado de tres chiquillos, que habían sido magos durante sus vidas mortales. Estos hechiceros fueron los primeros magos de la sangre públicamente reconocidos en la Segunda Ciudad, que ayudando a los jueces e investigando junto a los

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eruditos se situaron en una posición intermedia entre los hijos de Haqim. Debido a la presión de los infernalistas, los hechiceros expandieron sus filas y revelaron el alcance de la influencia demoníaca en la Segunda Ciudad y los infernalistas y sus aliados reaccionaron como lobos acorralados, destruyendo a varios jueces y hechiceros. Durante los años siguientes Haqim Abrazó a nuevos hechiceros mortales y comenzó una serie de proyectos personales para fortalecer a su clan. Los Hijos de Haqim y los guerreros Salubri expulsaron lentamente a las tribus demoníacas, conocidas colectivamente como los Baali, de la Segunda Ciudad hasta que se creyó que su presencia había sido completamente purgada, aplastando a los infernalistas y arrojando a su líder, la dulce voz del diablo, a las profundidades del mar. Los hechiceros relajaron sus actividades cazadoras y la mayoría se dedicó a la investigación de la magia de la sangre. LOS DESCENDIENTES DE HAQIM Tras el final de la Primera Guerra Baali las tres castas de los hijos de Haqim (Visires, Guerreros y Hechiceros) comenzaron a tomar forma. En principio había sido el propio Antediluviano el que había organizado a su progenie según sus tendencias y aptitudes, salvo los Hechiceros, que eran una prole separada. Las habilidades y dones de cada casta también se desarrollaron durante esta época, y se cree que fue Haqim quien instruyó a sus descendientes en las artes conocidas como Extinción, que fueron sufriendo progresivos cambios y mejoras con el paso del tiempo. Los dones de percepción sobrenatural estaban mucho más extendidos entre el clan durante aquel tiempo. Cada casta también adquirió una serie de rasgos distintivos, que tradicionalmente se derivan del propio Haqim. Las leyendas lo describen como un individuo de gran voluntad y determinación y fuertemente obsesionado, que a menudo se entregaba a una sola pasión excluyendo todo lo demás, un rasgo que se había transmitido a sus primeros chiquillos, los Visires. Con el tiempo la obsesión de estos chiquillos se convirtió en un imperativo fanático sobre sus tareas hasta tal extremo que se rumorea que algunos resultaron destruidos al verse incapacitados para desempeñar sus habilidades seleccionadas. Por su parte, los Jueces siempre se habían mostrado predispuestos hacia la violencia en mayor o menor grado, pues la justicia de la Segunda Ciudad era tajante y bíblica. La mutilación era un castigo habitual, así como las ejecuciones, generalmente mediante la luz del sol. No obstante había otros castigos simbólicos y rituales, que consistían en la extracción de sangre, que servían como advertencia a los infractores. Un fragmento escrito da indicios de que el primer acto de diablerie fue responsabilidad de un juez que perdió el control mientras bebía la sangre ritualmente de una vampira Toreador llamada Amarantha. Haqim habría castigado a toda la casta de los jueces manchando sus auras con los signos del diabolismo. Los Hechiceros se establecieron en un punto intermedio entre los Visires y los Jueces, siguiendo la senda del estudio y utilizando sus habilidades en los campos de batalla. Eran Abrazados separadamente, y adquirieron una identidad propia antes de que se consolidaran las diferencias entre las otras castas. Su magia se hizo tan evidente para quienes poseían conocimientos místicos o dones de

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percepción que ni las más poderosas magias de camuflaje conseguían ocultarlas y todos podían ser identificados. Algunas leyendas consideran que fue el propio Haqim quien marcó a los Hechiceros, para atenuar la desconfianza de otros clanes hacia ellos de forma tan evidente que nadie podía dudar que lo eran. Otras teorías afirman que los propios experimentos de los Hechiceros les habrían proporcionado esa marca espiritual. LA SEGUNDA GUERRA BAALI Durante mucho tiempo la Segunda Ciudad regresó a la paz y la prosperidad y algunos vampiros se marcharon, estableciendo sus dominios por toda la región. Sin embargo, la mayoría de los Hijos de Haqim decidieron permanecer dentro de los confines de la Segunda Ciudad para cumplir con sus tareas y permanecer cerca de su mentor. Haqim continuó con sus viajes, a menudo desapareciendo durante años dedicándose a sus propios asuntos. En su ausencia el más antiguo de sus chiquillos presentes en la Segunda Ciudad solía asumir el liderazgo, un cargo y honor que finalmente recibió el título de El Más Antiguo. Haqim consintió la decisión sin pronunciarse en contra. Sin embargo, la guerra estalló de nuevo con la destrucción de la ciudad fronteriza de Charizel. Los supervivientes se refugiaron en la Segunda Ciudad con noticias sobre la destrucción de sus señores vampíricos. Contaron historias espeluznantes sobre ardientes columnas de fuego y rayos de sol que consumieron a los Cainitas mientras paseaban por las calles de la ciudad a medianoche, templos y edificios enteros fueron tragados por enormes abismos y fueron atacados por terribles seres demoníacos que se hacían llamar Baali. Los Antediluvianos reaccionaron con escepticismo y desconfianza pues hacía tiempo que la presencia de los Baali había desaparecido y algunos vampiros se acusaron de haber destruido la ciudad y utilizar el miedo al infernalismo para encubrir su crimen. Sin embargo, Haqim y Saulot, que habían sido los principales enemigos de los Baali, reunieron a los supervivientes de la masacre y escucharon su testimonio. Poco a poco se dieron cuenta de que la destrucción de Charizel había constituido un sacrificio, la pieza central de un ritual cuyos efectos desconocían. Haqim sugería aprender más sobre la magia del enemigo antes de actuar, mientras que Saulot exigía acción directa sin más demora. A los pocos días varios guerreros Salubri partieron con la misión de aplastar a los infernalistas sin piedad. Todos fueron destruidos o corrompidos y sólo uno regresó para confirmar la presencia de los Baali. Bajo la dirección de su mentor, los descendientes de Haqim se prepararon para la guerra, convocando a sus aliados entre Vástagos y ganado y se reunieron en una fortaleza próxima a la Segunda Ciudad, desde donde era más probable la aproximación de los Baali. Sin embargo la decisión fue desafortunada, ya que los infernalistas atacaron la Segunda Ciudad desde la dirección opuesta, utilizando alas de demonios para desplazarse. La Más Antigua, una juez llamada Mancheaka, guió a los Hijos, sus aliados y sus siervos, en un rápido repliegue de regreso a la Segunda Ciudad. Sin embargo, el grupo principal fue emboscado mediante una lluvia de lanzas y llamas.

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Mancheaka y su prole perecieron entreteniendo a sus atacantes para que los supervivientes pudieran refugiarse en unas cavernas cercanas. Los jueces supervivientes y sus seguidores se reagruparon en la oscuridad, afirmando haber visto entre los atacantes los rostros de varios descendientes de Saulot, Ventrue y Lasombra, que se suponía eran aliados fieles de los Hijos. Las fuerzas de Mancheaka habían sido engañadas con información falsa. El día y la noche siguiente casi constituyeron el final para los jueces y los hechiceros. Los Baali y sus demonios dieron caza a los Hijos de Haqim en las cavernas, a pesar de su tenaz resistencia, pero el peso de la superioridad numérica y de la fuerza se encontraba entre los infernalistas. Cerca del amanecer de la segunda noche los últimos Hechiceros se reagruparon para realizar una última defensa desesperada y mientras se preparaban para el asalto final, el suelo de piedra comenzó a temblar bajo sus pies. Se alzó un tremendo chillido y comenzó a correr la sangre por la caverna. Primero sólo un chorrito, después unas gotas que se filtraban por los túneles, pero gradualmente se convirtió en un río carmesí que cubrió a los Hijos supervivientes hasta los tobillos. Luego hubo unos pasos: suaves, casi inaudibles, lentos, como los de un niño que intentara descender por los empinados pasadizos. Entonces una figura menuda, ennegrecida y chamuscada, con los ojos quemados en sus cuencas, emergió junto a la débil luz de la única antorcha que un ghoul había logrado mantener encendida. “Haqim me envía”, susurró. “Soy Ur-Shulgi. Y soy de la Sangre.” Durante los siglos siguientes los Hijos de Haqim estuvieron al frente de las guerras contra los infernalistas. Los Baali nunca se recuperaron del todo de la masacre en las cavernas y no volvería a constituir una amenaza significativa durante milenios, mientras los Hijos recuperaban sus fuerzas lentamente. Sin embargo, los registros sobre las batallas contra los Baali parecen haber sido deliberadamente exagerados, describiendo conflictos épicos que la población mortal, mucho menos la Cainita, no habría podido sostener. El sacrificio de los Hijos de Haqim es constantemente enfatizado…y algunos eruditos sospechan que trata de encubrir que la traición a los Hijos procedía de sus propias filas… EL FIN DE LA SEGUNDA CIUDAD A pesar de su derrota, los Baali atacaron la Segunda Ciudad en dos ocasiones más antes del final de la guerra. Finalmente, para satisfacción de Haqim y Saulot, la amenaza fue controlada y contrarrestada, aunque las tierras alrededor de la Segunda Ciudad se convirtieron en un yermo baldío debido a las batallas mundanas y mágicas que habían agostado la tierra. La guerra también diezmó la población de la Segunda Ciudad y los vampiros comenzaron progresivamente a abandonarla, extendiéndose más allá de las fronteras y esparciendo la maldición del vampirismo por el mundo. Por lo que respecta a Haqim, su papel como Juez de la Segunda Ciudad salió reforzado del conflicto. Sin embargo, comenzó a dar muestras de hastío, pasando cada vez más tiempo entre los Visires y los Jueces. Los Hechiceros quedaron bajo el liderazgo del poderoso Ur-Shulgi y de un brujo experto en la magia de la muerte cuyo nombre se ha perdido en la memoria.

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Durante la guerra los Jueces habían relajado su vigilancia sobre los asuntos de la Segunda Ciudad, ignorando los descuidos en la alimentación, los sacrificios producto de la hechicería de sangre y la búsqueda de infernalistas ocultos entre los muros. Este efecto tuvo como resultado que progresivamente los Jueces se convirtieron en Guerreros de hecho, aunque no de nombre. A medida que los Cainitas abandonaban la Segunda Ciudad Haqim fue perdiendo interés por su cargo de administrar justicia, y de hecho pronto algunos de sus hermanos y sus proles comenzaron a ignorarle y otros incluso se le opusieron abiertamente. Sin embargo la mayoría estaba abandonando gradualmente la ciudad. EL EXILIO DE HAQIM Después de uno de sus viajes, Haqim reunió a sus Hijos y les habló. Sus palabras, aunque hayan sido modificadas por sucesivas traducciones, han sido recordadas hasta las Noches Finales. De la misma forma que los Hijos de la Noche reconocen la obligación de que un líder gobierne, también reconocen la obligación de sus seguidores de aceptar el liderazgo. Al igual que los Hijos de la bestia reconocen la necesidad de que un cazador cace, también aceptan la obligación de su presa de ser cazada. Pero nuestros primos rechazan la obligación de someterse a nuestra justicia, aunque fueron ellos mismos quienes nos imploraron que les impartiéramos justicia. Algunos de ellos han dicho que nuestro tiempo ya ha pasado, que ya no somos necesarios, que la ciudad está muerta y que todos haríamos bien en abandonarla antes de que termine de derrumbarse. Hay una semilla de verdad en esto: nos hemos centrado en las amenazas exteriores a costa de la vigilancia interna. Pero la culpa no es sólo nuestra, ya que también la tienen quienes participan en los juegos de cetros, espadas y azucenas con los mortales como herramientas. Seguimos necesitando los juicios simplemente porque los nuestros se han extendido más allá de una sola ciudad. Habrá otras ciudades. La crisis que nos ocupa esta noche es sobre la responsabilidad. Nosotros conocemos la nuestra; nuestros primos la dejaron bien clara durante unas noches que ahora resultan muy lejanas. Y aunque puede que ahora se burlen de nosotros, nuestro estatuto de justicia nunca ha sido revocado. Por lo tanto, debemos buscar nuevas formas para administrarla ya que los métodos que hemos empleado en el pasado ya no sirven para nuestro cometido. Nos dicen que la ciudad se está muriendo. Por tanto, debemos abandonarla para dejar que muera en paz. Nos adentraremos en las tierras asoladas por la guerra, los desiertos, las montañas, las llanuras, las tierras estériles que nadie más reclamaría como su territorio. Allá, preservaremos la memoria de estas noches de los envites del tiempo. Observaremos, estudiaremos y esperaremos. Y cuando la necesidad de justicia vuelva a ser tan grande que no podamos soportar impasibles observando los actos de nuestros primos, volveremos a la palestra, y la memoria será nuestra lanza.

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Los Assamitas afirman que su fundador desdeñaba las maquinaciones políticas de la Yihad de los demás clanes, comenzando una política de aislamiento, que a largo plazo provocaría el rechazo de los demás vampiros hacia los descendientes de Haqim. Sin embargo algunas versiones afirman que a medida que su papel como jueces era discutido algunos Assamitas provocaron conflictos entre los demás clanes para mantener su influencia. Estas versiones incluso parecen sugerir que Haqim no se exilió de la Segunda Ciudad voluntariamente, sino que fue expulsado por sus hermanos. Cuando abandonó la Segunda Ciudad Haqim estaba enfurecido y afirmó que”la ciudad ha caído ante los chacales” y parece que no se refería precisamente a los Baali. Poco después el Antediluviano y sus descendientes se esfumaron de la Segunda Ciudad para siempre, aunque unos pocos disidentes rechazaron su convocatoria permaneciendo en contacto con el resto de los Cainitas. Muchos de ellos eran eruditos y artesanos que no querían que su trabajo se resintiera con el aislamiento y fueron llamados “desposeídos” por sus hermanos leales. Haqim no hizo nada para detenerlos ni hacerles cambiar su postura. Todos los registros señalan que el éxodo de la Segunda Ciudad fue terrible, y muchos vampiros encontraron la Muerte Definitiva debido a varios accidentes naturales. Los siervos mortales también sufrieron durante el viaje debido a que se vieron obligados a atravesar tierras estériles y arrasadas durante la guerra contra los Baali. El agua y la comida escasearon y la sangre era prácticamente imposible de conseguir fuera de la caravana. Cuando finalmente llegaron a su destino, sólo quedaban unos cincuenta vampiros y tal vez unos ocho sirvientes mortales. El ascenso a las montañas fue igualmente peligroso, pues los mortales de la región nunca habían estado sometidos a la Segunda Ciudad y temían a los vampiros, y no estaban dispuestos a someterse a los Cainitas. ALAMUT: EL NIDO DEL ÁGUILA Varios son los relatos que se han contado sobre el viaje de Haqim y sus seguidores y la fundación de la fortaleza de Alamut, a menudo envueltos en las nieblas de la mitología y la leyenda. Sin embargo, a partir de numerosos indicios, los eruditos creen que Haqim no construyó Alamut, sino que lo descubrió. El origen de esta misteriosa fortaleza es desconocido, pero parece haber sido construida con anterioridad a la llegada de los vampiros. Mientras los seguidores mortales y Cainitas de Haqim se adentraban más y más en las montañas, la situación de sus provisiones se iba haciendo más y más desesperada. Haqim era consciente que los que permanecían a su lado eran leales hasta la muerte (o, en algunos casos, más allá de ella), pero la lealtad no sirve para calmar el hambre y dar cobijo. Los viajeros no tenían otra opción que seguir avanzando; el territorio que atravesaban era demasiado estéril como para abastecer ningún tipo de asentamiento. La noche del solsticio de invierno, Haqim dio el alto al éxodo poco antes de que saliera la luna. Pronunció una palabra: “Aquí”. Clavó su lanza en la piedra que había a sus pies. La montaña entera se estremeció, haciendo que todos salvo Haqim cayeran al suelo. Al levantarse, contemplaron un gran trono de piedra

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negra pulida, con el mango de la lanza de Haqim sobresaliendo donde se apoyaría la mano derecha del ocupante del trono. Haqim se puso de cara al trono con las manos extendidas, como si entrara en comunión con él o con la montaña de la que había brotado. Con un chillido, un águila de plumas negras cruzó el cielo, plegando sus alas para posarse en el brazo derecho del trono, mirando a Haqim con sus ojos brillantes. Entonces, como si hubieran llegado a algún tipo de acuerdo, voló hasta el hombro de Haqim. El Ancestro se dirigió a sus hijos y dijo: “Aquí. Nuestro hogar está aquí, desde esta noche hasta la Última. Este sitio es nuestro, ahora y para siempre, para reunirnos, para recordar y para juzgar. Este es el corazón atravesado por la lanza, el nido de las águilas, y será conocido como tal para siempre. Con un gesto, Haqim se hundió en el suelo junto al trono. Cuando sus seguidores avanzaron para ver lo que sucedía, encontraron la boca de una cueva, adentrándose en una rampa ancha y larga demasiado regular para ser natural. Al entrar en la cueva, descubrieron una vasta red de cavernas y pasadizos cuya distribución reproducía exactamente la del palacio de Haqim en la Segunda Ciudad. Los exploradores encontraron a Haqim en la caverna que se correspondía con el gran salón del palacio. Su expresión parecía entumecida y agotada, como si hubiera librado una colosal batalla. Sangraba por una docena de heridas abiertas. Mientras el chiquillo más antiguo de Haqim entraba en la caverna, el águila echó a volar desde el hombro de Haqim con un chillido. Todos los ojos se volvieron para seguirla con la mirada mientras remontaba el vuelo, hacia el cielo oscuro y abierto que de alguna forma se cernía sobre la sala, a pesar de encontrarse hundida centenares de metros en la piedra. Haqim suspiró y levantó la cabeza, y se quedó quieto, agarrándose a su lanza para apoyarse. “Aquí”, repitió y nadie pudo encontrar una razón o voluntad para negarse. Desde aquella noche Alamut, el Nido del Águila, ha sido el hogar físico y espiritual de los Hijos de Haqim. Existen mil historias sobre la montaña y las maravillas que contiene en su interior, una fracción de las cuales pueden ser ciertas. LAS LEYES DE HAQIM

Tras el éxodo de la Segunda Ciudad, Haqim comenzó a organizar a sus descendientes, cohexionándolos mediante un conjunto de enseñanzas filosóficas y morales y creando una estructura de gobierno. Una de sus primeras enseñanzas fue el rechazo por el resto de los Vástagos, seres perversos, decadentes y corruptos, que habían rechazado las leyes de Haqim. Sus seguidores debían abandonar las costumbres de los demás Cainitas, buscando purificarse y convertirse en “Uno”, una especie de trascendencia mística.

Las primeras leyes no tenían tanto que ver con la moralidad de los seguidores de Caín, sino con las normas de comportamiento que debían respetar. En cinco tablillas de arcilla el propio Haqim escribió en Enoquiano sus Leyes y sus descendientes las consideraron un código sagrado que se esforzaron por conservar y preservar a lo largo del tiempo.

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La Ley del Liderazgo. Honraréis al Más Antiguo de entre vosotros, ya que

él gobernaría mi Casa en mi ausencia. La Ley de Protección. Proteged a los mortales frente a los descendientes de

Caín y tratadlos con honor en todos los sentidos. La Ley de Destrucción. No matéis a los de la Sangre, ya que ese juicio está

reservado sólo al Más Antiguo. La Ley de la Palabra. No mintáis a los de la Sangre, ya que mi Casa se

edificó sobre la Verdad. La Ley de Juicio. Juzgad a los que poseen la sangre de Caín y castigadlos si

se lo merecen. LAS PARÁBOLAS DE LA SANGRE Ocurrió en la tierra de los Profetas que un gran y poderoso emir quiso la guerra con sus hermanos, pues codiciaba sus tierras, sus posesiones y los dones mágicos que les había dado su padre el Sultán. Así marchó a la guerra contra ellos, y ellos marcharon contra él, pero ninguno prevalecía pues sus fuerzas eran iguales. Un día llegó un campesino pidiendo audiencia con el emir. Vestía de arpillera y estaba cubierto por el polvo del camino, y el emir no hubiese abierto la puerta de no haberle dicho: “Llévame a tus consejos y concédeme tu favor, y yo mataré a tus hermanos y tuyos serán sus dones.” Así que el emir le hizo pasar y le preguntó: “¿Cómo destruirás a mis fieros hermanos, si todos mis ejércitos han fracasado?” El campesino repuso: “Hay estrechos pasos por los que cabe un hombre pero no un ejército. Me acercaré sigilosamente y los mataré.” “Si lo haces quedaré muy complacido y te tendré en gran estima”, dijo el emir.”¿Pero qué pedirás por tu hazaña?” “Cuando haya terminado mi labor y recogido todos los dones del Sultán para ti, escogeré uno para quedármelo.” “Es justo,”accedió el emir, pues planeaba matar al campesino en cuanto hubiese finalizado su tarea. Y así partió el campesino, y aproximándose con sigilo al primero de los hermanos del emir, acabó con su vida. Cuando volvió junto al emir con el Don de los Vientos, éste gritó de alegría por el triunfo y le colmó de riquezas y favores. A la noche siguiente, el campesino se marchó de nuevo para volver con el Don de los Océanos. Y de nuevo el emir le cubrió de riquezas y volvió para partir en busca del siguiente hermano. Y esto hizo hasta matar a todos los hermanos del emir y arrebatarles sus dones. Cuando el campesino regresó por undécima vez el emir celebró una gran fiesta. “Has cumplido tu palabra”, dijo. “Ahora puedes recibir tu recompensa.”

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Pero el campesino alzó la mano y contestó: “Es bien sabido que el Sultán tenía trece hijos y sólo he matado a once. Aún no he terminado mi tarea.” “Así es”, repuso el emir. “Pero ese otro hermano no tiene dones, y tampoco interés para mí.” “¿Y a qué se debe?” Y esto contestó el emir mientras preparaba una daga a su espalda, donde no podía verla el campesino. “El Sultán deseaba que todos sus hijos tuvieran dones. Pero éramos codiciosos y sentíamos celos de su amor por su hijo mayor Haqim. Así que mientras paseaban por el jardín nos levantamos y robamos los dones, huyendo a los cuatro confines del mundo. A nuestro hermano Haqim no le quedó nada, salvo la oscuridad de la que nacimos, y le llevamos a morir a las frías montañas.” Entonces el emir se lanzó con su cuchillo, pero mientras lo hacía se apagaron las velas, y una oscuridad abismal llenó la sala. El emir estaba asustado, y la voz del campesino parecía rodearle. Pero era distinta: antes humilde, sonaba ahora llena de ira y triunfo. El emir la reconoció y cayó de rodillas, temblando. “¡Haqim, hermano mío!”, gritó. Haqim respondió con una voz tan fría como la piedra: “¿Ves lo que he hecho con la oscuridad en la que me dejasteis? Soy yo, vuestro hermano, a quien traicionasteis en el jardín. Os he perseguido por todo el mundo, sin riquezas ni poder. Ahora me cobraré la deuda.” Y Haqim, que había sido abandonado a la oscuridad y las crueles montañas, eligió el don de la vida del emir, matándole y recuperando todos los dones de la sangre. Haqim comenzó a instruir a sus chiquillos para que atacasen a los vampiros corruptos y tratar de convencer a los justos de que no cayesen en costumbres corruptas. Sólo los que siguieran el código de Haqim podrían redimirse y el resto serían muertos y diabolizados por sus seguidores. Sin embargo era necesaria una doctrina que fortaleciese las mentes de los seguidores de Haqim y los protegiese de la corrupción. El código de Haqim o Senda de la Sangre fue recogido en una serie de parábolas y proverbios que sufrirían sucesivas correcciones e interpretaciones a lo largo de los siglos. 26. Porque seréis como leones entre los lobos, oh hijos míos. Recorreréis el camino hacia la Eternidad evitando a aquéllos que sólo miran por sí mismos, como el hombre que muriendo de hambre piensa únicamente en la manzana y no en el huerto. 27. Igual que el alimento sólo debe ser tomado de los sanos, la fuerza sólo ha de ser tomada de los fuertes: ¿Acaso no es verdad que los débiles no tienen fuerza que pueda serles arrebatada? Que sean pues los más fuertes vuestra comida y bebida, y no os desalentéis ante su poder, pues convertiréis su fuerza en la vuestra por vuestra virtud. 28. Que la virtud os guíe siempre, pues la fuerza es como el vino y en ella no se puede confiar. Sois leopardos que caminan entre los chacales; malditos sean siempre los que comen carroña; no confiéis en su camino, no sea que también

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vosotros caigáis en la tentación. Descastado sea y despreciado por mis verdaderos hijos y cazado como a una presa; pues me traiciona a mí y a todos mis hijos, y no entrará en la eternidad. No todos los descendientes de Haqim iniciaron su camino en la Senda de la Sangre, especialmente los más jóvenes, para mantener las enseñanzas del Ancestro en secreto respecto a los demás clanes y sólo los más capaces y consumados se aferraron a sus principios. EL CORAZÓN DE SANGRE En las profundidades de la fortaleza de Alamut existe una habitación conocida como el Corazón de Sangre, aunque como la fortaleza, no está claro si fue creada por Haqim y los Assamitas o ya existía cuando los vampiros reclamaron el lugar. El Corazón de Sangre consiste en un colosal pozo burbujeante y constantemente lleno de sangre de Cainitas. Esta sangre sostiene a los Assamitas residentes en Alamut y es utilizada por los Hechiceros en sus rituales. Según la tradición, la magia de Haqim está presente en el pozo y es capaz de duplicar la sangre de todos los Assamitas vivos que derraman su sangre en él, un componente vital de la magia que utilizan los Hechiceros para mantener a todo el clan en contacto, aunque se encuentren lejos de la fortaleza de la montaña. Cualquiera que derrame su sangre en el pozo y beba de él descubre que la sangre es un duplicado de la suya, evitando que los Assamitas se Vinculen voluntaria o involuntariamente por Sangre. Además, si un Assamita se concentra durante varios minutos puede invocar la sangre de un compañero de su clan, aunque el Corazón de Sangre no puede producir la sangre de ningún vampiro que haya sufrido la Muerte Final. EL MUNDO ANTIGUO Los Assamitas permanecieron aislados durante siglos, construyendo su refugio en las montañas y participando poco en la política de otros clanes. Las tres castas reconstruyeron su fuerza ofreciendo la sangre a los mortales dignos de Asia y el Norte de África, y esa gente seca se convirtió en el rebaño y en los defensores del clan. Finalmente las castas asentaron definitivamente su papel. Sin embargo, a pesar de las intenciones de Haqim, sus esfuerzos no eran más nobles ni altruistas que los de cualquier otro clan. Con el tiempo los Hijos de Haqim se extendieron desde Alamut y volvieron a las tierras en las que antaño se había alzado la Segunda Ciudad. Tomaron a varias poblaciones mortales como su rebaño y se reencontraron con vampiros de otros clanes. Algunos Assamitas habían rechazado la llamada de Haqim, esparciéndose por el mundo y dedicándose a sus propios asuntos. Muchos de estos “Desposeídos” convivieron con otros Vástagos y comenzaron a crear sus propios cultos de personalidad, haciéndose pasar por dioses y demonios. Algunos antiguos Assamitas prosperaron entre los cultos de Dagón y Baal, pero sin duda el más poderoso de

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ellos fue el antiguo Matusalén conocido como Marduk, que asumió el nombre de un dios y que convirtió la antigua Babilonia en su dominio MESOPOTAMIA Los Assamitas que se extendieron por Mesopotamia entraron en conflicto con el clan de los Seguidores de Set, que a menudo tenían puntos de vista diametralmente opuestos en multitud de ámbitos. El conflicto se hizo inevitable, con los Setitas utilizando sus peones contra los Hijos de Haqim, y estos últimos aguardando pacientemente entre las sombras el momento adecuado para golpear a los manipuladores vampíricos. El conflicto permitió que los Guerreros perfeccionaran sus tácticas, evitando las carnicerías de mortales y atacando mediante emboscadas cuidadosamente planeadas. Lentamente los Guerreros se convirtieron en Cazadores, miles de años antes de que se acuñase la palabra “Asesino”. Los Seguidores de Set eran los Cainitas más frecuentes en la región, pero de ningún modo los únicos y los Hijos de Haqim los sometieron a juicio tal y como su Ancestro les había ordenado, aunque algunos antiguos consideraban que debían condenarlos directamente por haber abandonado o traicionado a Haqim. Muchos murieron o huyeron hacia Occidente, contando terribles historias sobre “los demonios de piel negra del este”, comenzando un legado de terror que se extendería durante los siglos siguientes. Debido a la gran concentración de Vástagos en Mesopotamia, muchos vampiros comenzaron a emigrar hacia la costa oriental y meridional del Mediterráneo, extendiéndose hacia el interior. Otros clanes y seres sobrenaturales detuvieron la tardía expansión de los Hijos de Haqim, frustrando los deseos de ciertas facciones del clan que deseaban crear un imperio. No obstante, Marduk y sus seguidores, principalmente clérigos a su servicio, sostuvieron cierta influencia sobre los sucesivos Imperios Mesopotámicos. Los Assamitas siguieron con gran atención la formación del Imperio Persa a finales del siglo VIII a.C., que creció a expensas del reino vecino de Elam, muy debilitado debido a sus guerras con el Imperio Asirio. Los persas eran vasallos de los medos, pero finalmente los conflictos internos entre ambos pueblos fueron atenuados mediante el matrimonio dinástico que llevó al poder a Ciro el Grande en el año 560 a.C. como monarca de Media y Persia. Marduk y los Assamitas se aliaron y lucharon con otros clanes, en especial los Ventrue, y a menudo se vieron obligados a alcanzar acuerdos y compartir su poder. Ciro consiguió unificar a las tribus persas y medas y conquistó otros reinos, creando un extenso Imperio desde el río Halys hasta el corazón del actual Irán. Los reinos vecinos de Lidia, Babilonia y Egipto formaron una alianza con los griegos para detener la expansión de los persas, pero Ciro consiguió derrotar a la coalición, venciendo al rey Creso de Lidia en el año 547 a.C. y sometiendo a las ciudades griegas de Asia Menor. En el año 539 a.C. los sacerdotes de Marduk, viendo el poder de los persas, entregaron la ciudad de Babilonia a Ciro sin oponer resistencia, rechazando la soberanía del rey Nabónido de Babilonia. Ciro completó la conquista de Mesopotamia antes de morir en el año 530 a.C. y su hijo Cambises continuaría su labor conquistadora anexionando Egipto en el año 525 a.C.

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Se rumorea que el rey Nabónido de Babilonia decidió abandonar la lucha contra las persas a instancias del Matusalén Marduk, recibiendo a cambio la inmortalidad de la sangre del antiguo Cainita. En un territorio tan vasto resultó inevitable que chocasen los intereses de distintos clanes, descendientes de las sucesivas civilizaciones mesopotámicas. Marduk y sus descendientes poseían gran influencia dentro del reino babilónico, pero a menudo entraron en conflicto con otros vampiros que habían adoptado el papel de dioses y establecido sus propios cultos: Inanna y los Malkavian; Mithras y los Ventrue. Sin embargo, los Vástagos temían al dios del fuego Baal y los vampiros infernales que lo servían. Aunque el sacrificio humano era una práctica tolerada los relatos sobre las atrocidades cometidas por los Baali y los ritos demoníacos que realizaban contaban con el rechazo de la Estirpe. A menudo los conflictos entre Vástagos provocaban insurrecciones en el mundo mortal, que eran brutalmente sofocadas. Los templos eran saqueados y destruidos, pues a menudo constituían refugios para los vampiros. A la muerte de Cambises en el año 522 a.C. el usurpador Gaumata se hizo con el poder. Era un mago y sacerdote del dios Ahura Mazda y sus reformas implantaron el mazdeísmo y destruyeron numerosos templos. Una alianza de Vástagos, en la que Marduk participó, derrocó al usurpador y sofocó las revueltas de sus partidarios, instalando finalmente al rey Darío en el trono en el año 520 a.C. GRECIA Según las leyendas los primeros Assamitas que llegaron a Grecia pertenecían a la casta de los Visires, y de hecho un insensato miembro del clan le dio su sangre a un trío de hermanas que se rumoreaba tenían poderes proféticos. Las hermanas resultaron ser sacerdotisas del dios Dionisos y realizaban profecías sobre las entrañas de los sacrificios. Las tres chiquillas se volvieron contra su sire y utilizaron sus vísceras para comprender mejor su condición y predecir su propio futuro. Posteriormente continuarían con sus actividades proféticas hasta que dos siglos más tarde un viajero de la casta de los Hechiceros las encontró y les proporcionó una información más precisa sobre la historia de Haqim. Las tres hermanas decidieron acompañar al Hechicero de regreso a Alamut para aprender las costumbres de su linaje, comprendiendo su legado y herencia, y enfrentándose al dilema de si seguir las tradiciones de la casta de los Visires o de los Jueces. La hermana mayor prefería el estudio, mientras que la más joven prefería perseguir a los culpables. La mediana sugirió que resolvieran la cuestión mediante sus poderes proféticos. Para no terminar como el sire de las tres hermanas el Hechicero sugirió que él podía realizar la predicción con neutralidad y las tres hermanas aceptaron. La predicción del Hechicero sugirió que las hermanas estaban mejor predispuestas para el juicio que para el estudio. Cuando las hermanas llegaron finalmente a Alamut buscaron la compañía y el apoyo de otras Hijas de Haqim, aceptando estoicamente el rechazo de sus compañeros por su origen “bastardo”. Finalmente varias mujeres Assamitas, tomando a las Erinias, las diosas griegas de la venganza, como su modelo, crearon una Hermandad exclusivamente femenina decidida a cumplir los ideales de justicia de Haqim.

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Durante el siglo VII a.C. una cábala de Visires Assamitas se instaló en Atenas, fascinados por los centros de adoración y aprendizaje de la ciudad. Aproximadamente por la misma época, un grupo similar de Guerreros Assamitas también se había instalado en la ciudad de Esparta, donde Artemisa, la Príncipe Ventrue de Esparta, los recibió con incomodidad ante su presencia. Cuando Corinto convenció a los espartanos para que declararan la guerra a Atenas, ambos grupos de Assamitas se introdujeron en el conflicto, tratando de que sus ciudades resultaran victoriosas. En el año 413 a.C. los espartanos destruyeron la flota ateniense, y los Assamitas de Atenas enviaron emisarios a la fortaleza de Alamut para recabar apoyos y recibir la ayuda de Haqim. Sin embargo, los Assamitas de Esparta descubrieron las intenciones de sus adversarios y también enviaron a sus propios emisarios para defender su causa. Las dos delegaciones llegaron a Alamut en la misma noche y se desató una pelea entre ambas. Cuando los antiguos consiguieron restablecer el orden habían muerto cinco vampiros. Haqim se enfureció de tal manera que estuvo a punto de destruir el Gran Salón de Alamut y cuando recuperó la calma reunió a los supervivientes ante él, reprochando a ambos grupos que se hubieran dejado enzarzar en los conflictos de otros clanes. “Os di una oportunidad de elevaros por encima de las patéticas artimañas con las que juegan los chiquillos menores de Caín”, afirmó encolerizado, “y no os habéis mostrado merecedores de ella. Soy un padre tan responsable con sus propios Hijos como lo que podría esperar cualquier niño mortal de su progenitor, y vosotros me lo pagáis peleándoos entre vosotros como lobos hambrientos, y luego correteando hasta mí para pedirme ayuda cuando la balanza se vuelve en vuestra contra. ¡Chacales todos! Pretendíais mi favor, pero sólo os habéis ganado mi desprecio. No os salvaré de vosotros mismos. Hasta que vuelva para empuñar mi lanza clavada en el Trono Negro, no tenéis Padre, y yo no tengo Hijos. Alamut ya no es mi hogar, ya que no me habéis permitido que exista aquí en paz”. Y tras estas palabras salió de la fortaleza, abatiendo al único chiquillo que se atrevió a implorar su perdón. Enseguida comenzaron discusiones entre las tres castas por la herencia del clan, afirmando que el rechazo de Haqim no se refería a ellos. Los Guerreros afirmaban que los Visires atenienses habían sido los responsables de encolerizar a Haqim, al ser los primeros en pedir su ayuda, mientras que los Visires afirmaban que los Guerreros habían sido los primeros en atacarles. Los Hechiceros mantenían que ellos no habían estado implicados en el conflicto y no tenían nada que ver con la ira de Haqim. Al final los Guerreros resultaron triunfantes, empleando la intimidación y por su disposición a hacer correr la sangre nuevamente. Los Hechiceros decidieron mantenerse neutrales, pero a cambio obtuvieron varias concesiones, entre ellas que la casta de los Visires pudiera sobrevivir. La lucha entre ambas facciones dejó a los eruditos malheridos y mermados, pero los Hechiceros obligaron a los Guerreros a respetar a los supervivientes. Después de aquel incidente Haqim continuó sus vagabundeos por el mundo, aunque regresaba ocasionalmente de cuando en cuando, actuando como guardián y consejero, pero nunca gobernando. Visitó Alamut por última vez en el año 68 a.C.,

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permaneciendo en la Gran Biblioteca de la fortaleza durante meses antes de partir, mostrando gran preocupación y revisando los primeros registros del clan. La caída del Imperio Persa ante los ejércitos macedonios de Alejandro Magno alteraron el equilibrio de poderes, pero muy pronto el conquistador dio muestras de que deseaba conciliar las tradiciones y costumbres de Oriente y Occidente. Tras el asesinato del rey Darío III a manos de uno de sus vasallos, muchos Assamitas decidieron traspasar su fidelidad a Alejandro, y un poderoso Matusalén de la casta de los Visires incluso viajó entre su séquito durante su expedición hacia la India. En el transcurso del viaje Abrazó a Tegyrius, un oficial macedonio. Sin embargo, los Assamitas no serían los únicos vampiros que seguirían la estela de Alejandro. CARTAGO Aunque el esplendor de la ciudad de Cartago es comúnmente asociado con el clan Brujah, numerosos Assamitas se instalaron allí, constituyendo el segundo clan más influyente y numeroso. Los primeros Assamitas que llegaron a Cartago eran Visires con intereses comerciales, que colaboraron y compitieron con Brujah con intereses similares. Sin embargo, a medida que la ciudad crecía y prosperaba, atrayendo la atención de otros vampiros, Assamitas de las castas de Guerreros y Hechiceros también confluyeron hacia Cartago, intrigados por los rumores que afirmaban que la ciudad era un paraíso donde los vampiros vivían abiertamente y en armonía con los mortales. Motivados por las Leyes de Haqim acudieron a Cartago dispuestos a juzgar a los vampiros que habitaban allí. Cuando llegaron los primeros Guerreros los Brujah los recibieron con los brazos abiertos y los animaron a permanecer durante todo el tiempo que desearan. En principio la realidad era tal y como contaban los rumores que habían llegado hasta Alamut, pues en Cartago verdaderamente mortales y Cainitas convivían en paz. Los Hijos de Haqim desconfiaron pero paulatinamente llegaron a compartir los ideales de los Brujah y olvidaron las sospechas que los habían llevado a la ciudad. Sin embargo la prosperidad de Cartago exigía un siniestro precio, en forma de sacrificios humanos a los cultos del dios Baal, cuyo sacerdocio era desempeñado por los infernalistas Baali. En algún período los Hijos de Haqim fueron seducidos por los demonios y se unieron a los decadentes ritos celebrados por los vampiros cartagineses. Sin embargo, su caída no pasó desapercibida, y en un momento indeterminado entre la Primera y la Segunda Guerra Púnica un Guerrero Assamita que visitaba Cartago descubrió la corrupción de sus hermanos y de la ciudad. Huyó perseguido por los traidores y sus aliados y llevó la verdad hasta Alamut. Los Hijos de Haqim aguardaron pacientemente su momento y tras el final de la Segunda Guerra Púnica, Guerreros y Hechiceros Assamitas se infiltraron en Cartago, guiados por los Visires que conocían la ciudad. Cuando Roma lanzó el golpe definitivo contra su rival en el 146 a.C. los Assamitas leales atacaron a sus hermanos decadentes y corruptos, privando a los Brujah y Baali de sus principales aliados.

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Sin embargo, cuando las fuerzas romanas saquearon la ciudad, los vampiros que invadieron Cartago, principalmente de los clanes Ventrue, Malkavian y Lasombra, no hicieron diferencias entre sus enemigos y entre sus aliados involuntarios, aniquilando a todos los vampiros que encontraron dentro de los muros de la ciudad. EL IMPERIO ROMANO Debido a la lejanía de sus dominios tradicionales y a los sucesos de las Guerras Púnicas, los Assamitas nunca tuvieron excesiva influencia dentro del Imperio Romano, salvo en puntos aislados de los territorios orientales. Los miembros del clan que habitaban dentro de los límites del Imperio Romano a menudo vivían aislados y muchos Guerreros fueron contratados como mercenarios y guardaespaldas por otros vampiros. Tras la caída de Cartago en la Tercera Guerra Púnica y la destrucción de numerosos Assamitas, los antiguos de Alamut prestaron más atención a Roma. Por su parte los vampiros romanos vieron con recelo a los Assamitas y desconfiaron de sus intenciones, suponiéndolos aliados de los Brujah y los Baali. Poco a poco Roma volvió su atención hacia Oriente. A mediados del siglo II a.C. Macedonia y Tracia cayeron bajo el dominio romano y un siglo después les siguieron Bitinia y Siria. Los vampiros romanos acompañaron a varias de las expediciones a Oriente, asediando y destruyendo varias fortalezas Assamitas, y expulsando a los Hijos de Haqim siempre que podían encontrarlos. En la fallida expedición del general Craso iban varios antiguos Ventrue que deseaban encontrar el paradero de la oculta fortaleza de Alamut. En respuesta a la expansión romana en Oriente los Hijos de Haqim respondieron provocando varias revueltas dentro de las fronteras del Imperio Romano. Las sucesivas revueltas de macabeos, sicarios y celotes en Judea obligaron a los romanos a desviar su atención de los territorios Assamitas, al menos durante un tiempo. Otra facción entre los Hijos de Haqim fomentó el ascenso del Imperio Parto sobre la resquebrajada dinastía seleúcida, heredera de Seleuco, uno de los generales de Alejandro. El Imperio Parto se convirtió en un foco esencial para detener el avance de los romanos. Sin embargo a mediados del siglo II Roma se había instalado con fuerza en varios territorios orientales, forzando a los Assamitas a convivir con otros clanes o perecer, y en las cortes de los Cainitas las castas Assamitas intercambiaron favores y secretos a cambio de equilibrio y poder con otros Vástagos. LA DESAPARICIÓN DE HAQIM Después del 68 a.C. y la invasión romana de Siria y Palestina Haqim no regresó a Alamut, aunque aparecería nuevamente ante sus Hijos en dos ocasiones más. Un siglo más tarde fue visto en la ciudad de Antioquía consultando a los Hechiceros que habitaban allí. La segunda vez fue durante los años 117 y 120 en los que realizó una serie de paradas en un viaje a Palestina. Finalmente, a principios del año 121, un grupo de mercenarios guerreros se encontró con Haqim en las Islas

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Británicas, aparentemente mientras participaba en una extensa discusión filosófica con el Matusalén Ventrue conocido como Mithras. Poco después el Ancestro se esfumó y no volvió a ser visto, a pesar de todos los intentos para localizarlo. EL MUNDO MEDIEVAL BIZANCIO El Imperio Romano de Occidente se derrumbó en el año 476, devorado por las luchas intestinas y las invasiones bárbaras. Sin embargo, hacia el Este el Imperio sobrevivió en torno a la ciudad de Bizancio, que se convirtió en el nuevo núcleo e expansión del Imperio. Entre los Hijos de Haqim se abrió una profunda división entre la forma de tratar con el nuevo poder en alza. Algunos Hijos de Haqim deseaban poner fin al aislamiento con el resto de los clanes, coexistiendo con ellos y adaptándose a la estructura del nuevo Imperio Bizantino. Otros deseaban controlar la expansión bizantina apoyando a otros poderes como Persia y Arabia, aislándose del resto de los clanes y deteniendo su expansión hacia Oriente. Sin embargo, la división nunca llegó a convertirse en un baño de sangre, aunque se sembraron las semillas de la desconfianza. Varios Hijos de Haqim se asentaron en las ciudades bizantinas, pero su presencia no fue aceptada en Constantinopla, mientras que otros viajaron a los reinos de Oriente. Con el tiempo los Assamitas bizantinos se ganaron la confianza de algunos Vástagos occidentales, adaptándose a los entresijos de la cultura y la política del Imperio. Los Visires bizantinos se vieron forzados por las circunstancias a competir en las intrigas cortesanas, y sus palabras se volvieron en ocasiones tan mortíferas como las espadas de los Guerreros. Gracias a sus maquinaciones los cruzados occidentales se vieron desprovistos de aliados entre los bizantinos en más de una ocasión. Los Guerreros se ocultaron entre las sombras de Bizancio, golpeando como Asesinos y atacando a varios de los poderes locales responsables de apoyar a los cruzados. El emperador bizantino Juan Comneno fue asesinado por la asesina Assamita Shabah como advertencia a los Cainitas de Constantinopla. Los Hechiceros Assamitas a menudo visitaron Bizancio en sus viajes, aunque generalmente haciéndose pasar por hechiceros mortales o vampiros de otros clanes. Con el tiempo su principal preocupación pasó a ser la vigilancia de los Tremere, tratando de descubrir sus secretos, aunque con escasos resultados. Las luchas entre ambos clanes serían especialmente mortíferas. La Cuarta Cruzada de 1204 supuso un duro golpe para la presencia de los Assamitas en el Imperio Bizantino. Acusados de colaborar con el Islam, muchos de los vampiros que acompañaban a los cruzados los persiguieron, obligándoles a refugiarse en tierras musulmanas. Una cábala de Guerreros, perteneciente a una facción conocida como la Telaraña de los Cuchillos, que se había instalado en las cercanías de Constantinopla hacia 1102, fue destruida por un grupo de cruzados dirigidos por el antiguo Hugo de Clairvaux, del clan Ventrue. En represalia los Assamitas atacaron a los cruzados y el propio Hugo de Clairvaux fue asesinado poco después. Los supervivientes de la Telaraña de los Cuchillos se refugiaron en territorio islámico y prosiguieron su guerra contra los demás clanes con

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renovado fervor, condenando a todos los vampiros infieles o munafiqun y pidiendo que el clan declarase una guerra total contra ellos. ARABIA Y EL ISLAM A finales del siglo VI nació en Arabia un profeta que cambiaría para siempre el destino de Oriente Medio. Se trababa de Mahoma. En el año 609 el arcángel Gabriel le transmitió el mensaje de Alá y cuando murió el 8 de Junio del 632 había conquistado su propia tierra sagrada y alcanzó el poder militar, político y religioso en vida. Y lo más importante es que también conquistó las almas de numerosos Hijos de Haqim, que en el Oriente islámico recibieron el nombre de Banu Haqim. Anteriormente los Hijos de Haqim habían observado la expansión de los cristianos con bastante desinterés, aunque algunos se convirtieron a su religión. También existían algunos Assamitas judíos, sobre todo entre los que habían participado en las rebeliones de macabeos, sicarios y celotes. Asimismo, la religión zoroastriana y el culto de Mitra también estaban extendidos entre los Hijos de Haqim, pero ningún culto en especial parecía especialmente difundido dentro del clan. En la incipiente doctrina y justicia islámica, los Guerreros (y en menor medida los Hechiceros) Assamitas veían la influencia de las Leyes de Haqim. Un rumor extendido dentro del clan afirmaba que el Islam era obra de Haqim y que el mensaje del Profeta Mahoma era la oportunidad del clan de redimirse ante su Ancestro. De este modo muchos Hijos decidieron apoyar a los herederos de Mahoma y adoptar su fe como propia. Pronto la casta de los Guerreros comenzó a Abrazar musulmanes, principalmente hombres, comenzando un inevitable conflicto con las demás religiones presentes en las filas del clan, y en más de un caso algunos Assamitas musulmanes rompieron las Leyes de la Sangre para cumplir un precepto del Islam. Además, muchos Assamitas se unieron a la secta de los Ashirra, formada por los vampiros que habían aceptado la fe del Islam, y que había sido fundada por el mullah Suleimán ibn-Adbullah, del clan Lasombra. Algunos de los Assamitas más devotos se encomendaron la agotadora tarea de proteger las ciudades santas de La Meca y Medina de la presencia de los Cainitas infieles. Se trataba de una ardua misión, ya que ambas ciudades irradiaban una fe tan fuerte que ningún vampiro podía habitar en ellas, salvo la devota secta de Nosferatu conocidos como Hajj. No todos los Assamitas aceptaron la nueva fe, ni fueron el primero de los clanes en unirse al Islam. Algunos antiguos consideraron a la religión islámica “un nuevo cristianismo”, viendo ambas religiones como meros cultos personales con un amplio éxito entre los mortales y afirmando que un vampiro no podía servir al mismo tiempo a Haqim y Alá. Sin embargo, en el año 636, finalmente las distintas facciones del clan se unieron para combatir a las fuerzas infernales que habían aparecido en Arabia, bajo el gobierno de una dinastía de brujos conocidos como los Reyes Diablos. Apoyándolos se encontraban numerosos infernalistas y vampiros Baali. Los Assamitas que apoyaban el auge del Islam atacaron a las tribus impías, para evitar que los adoradores demoníacos corrompieran la nueva fe.

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Las primeras batallas resultaron victoriosas, destrozando a los peones mortales de los Baali y obligando a sus amos vampíricos a retirarse a la fortaleza infernal de Chorazin. Durante la retirada de los Baali la tragedia asoló a la casta de los Guerreros Assamitas. Uno de los más grandes, el antiguo Izhim abd´Azrael, y varios de sus compañeros cayeron en manos de los infernalistas y se los llevaron a Chorazin. El resto de los Guerreros organizaron un intento de rescate pero la fortaleza resistió sus ataques, por lo que enviaron emisarios a Alamut para solicitar la ayuda de los Hechiceros. El antiguo Al-Ashrad, el líder de la casta de los magos, ordenó que se trasladaran a Chorazin en cuanto fuera posible. Cuando los Hechiceros se encontraban a menos de una noche de camino, los Guerreros consiguieron finalmente derruir las murallas de Chorazin y atravesar sus muros. Con el ejército mortal a sus espaldas se apresuraron hacia el templo donde estaban reunidos los brujos Baali. Sin embargo, cuando el primer Guerrero atravesó el umbral maldito, un fuego negro corrió por sus venas y cayó agonizante al suelo. Sus compañeros se vieron afectados del mismo modo y sufrieron pérdidas desoladoras hasta que los Hechiceros, liderados por Al-Ashrad, llegaron para ayudarles. Las fuerzas Assamitas que invadieron el templo encontraron a Izhim abd´Azrael, el único prisionero superviviente, atado aprisionado en un altar impío, al parecer sirviendo como parte de un horrendo ritual. Hasta que Izhim no se recuperó lo suficiente para hablar los Assamitas no descubrieron lo que había ocurrido. Los prisioneros habían sido sacrificados y utilizados para completar un ritual que afectó a los Guerreros Assamitas. El sumo sacerdote Baali pronunció una terrible maldición “De la misma forma que ansiáis nuestra sangre, codiciaréis toda la sangre para siempre.”. Izhim fue la primera víctima y casi dejó seco al Guerrero que le ofreció su sangre para curarse, adquiriendo un ansia enloquecida por la sangre de los Cainitas. Izhim era chiquillo de uno de uno de los chiquillos del Ancestro, sirviendo como líder de la casta de los Guerreros durante un tiempo antes de abandonar el cargo para vagar por los desiertos. Su sangre antigua y el poder de los pozos infernales sirvieron como foco para una maldición que se extendió como una plaga entre los Guerreros Assamitas, aunque unos pocos Hechiceros y Visires también sufrieron sus efectos. A finales del siglo XIV toda la casta guerrera había sido infectada, y ni siquiera la influencia combinada de Visires y Hechiceros bastaba para controlarlos. AL-ÁNDALUS La península ibérica se convirtió en uno de los frentes de conflicto entre los Assamitas y los demás Vástagos durante la Edad Media. Una importante facción entre los Assamitas, liderados por el antiguo Guerrero Hilel al-Masaari, uno de los primeros conversos Assamitas al Islam, siguieron la expansión de los musulmanes en Al-Ándalus, utilizando la oleada invasora para desplazar o dominar los intereses de otros clanes en la zona. Hilel al-Masaari pronto se involucró en la política local, apoyando el ascenso de Abderramán I y de los emires Omeyas al poder en Córdoba. El antiguo Assamita esperaba crear un estado fuerte desde el que dirigir la expansión musulmana en Europa. Muchos Assamitas,

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especialmente entre los Visires, encontraron aliados entre los Toreador y Lasombra musulmanes que compartían sus aspiraciones. La invasión provocó el flujo de numerosos europeos, principalmente hispanos y francos dentro del clan durante los primeros años de la conquista.

Sin embargo, el avance de los musulmanes fue detenido en Francia, en la batalla de Poitiers (732) y Hilel tuvo que conformarse con el dominio de la ciudad de Córdoba, la capital del emirato de Al-Ándalus. Los Assamitas se convirtieron en uno de los clanes dominantes de Al-Ándalus, junto con los Lasombra, aunque su influencia fue severamente afectada a partir del siglo IX por las sucesivas rebeliones de los muladíes, la población hispana conversa, que deseaba tener los mismos privilegios y derechos que la aristocracia árabe gobernante. Los gobernantes mortales relajaron sus leyes, permitiendo que los muladíes y bereberes obtuvieran posiciones de poder en el gobierno. Hacia el año 930 la situación se había estabilizado, pero los Assamitas habían perdido gran parte de su influencia, que les fue arrebatada por los Lasombra. Las divisiones dentro del Islam y las luchas contra los fatimíes y otros reinos del Norte de África debilitaron a los vampiros de Al-Ándalus, que comenzaron a combatir entre ellos a pesar de los esfuerzos del Sultán Hilel al-Masaari para mantener la paz. El ascenso y esplendor del Califato de Córdoba fue de escasa duración, y apenas un siglo después, el califato cayó debido a las luchas sucesorias y se dividió en multitud de pequeños reinos, las taifas. El Sultán Hilel al-Masaari perdió casi toda su autoridad fuera de Córdoba y pocos Vástagos colaboraron en sus esfuerzos para mantener la unidad de los musulmanes frente a la presión de los cristianos en el norte. Sin embargo, esta situación se adaptaba a los intereses de los Lasombra. Hilel al-Masaari trató de reclutar nuevos aliados, y hacia el año 1005 guió la conversión al Islam del antiguo Shabaqo el Nubio, del clan Gangrel, y de sus seguidores. Sin embargo, ni siquiera su ayuda fue suficiente para detener la Reconquista de los cristianos. Tras la caída de Toledo ante el rey cristiano de Castilla en el año 1085 los gobernantes musulmanes de Al-Ándalus decidieron pedir ayuda a los bereberes del Norte de África para restaurar la hegemonía del Islam en la península. Los Almorávides contuvieron el avance de los cristianos y reunificaron por la fuerza los fragmentados reinos Taifas durante un tiempo. Con los Almorávides llegó Umar al-Rashid, un prominente Assamita de la casta de los Visires, ayudando a los invasores del norte de África. Umar se asentó en la ciudad de Sevilla, y rápidamente puso fin a la inestabilidad, apoyando el ascenso de un nuevo sultán. Sin embargo, su deseo de unificar a los musulmanes de Al-Ándalus se vieron entorpecidos por las maquinaciones de los Lasombra, que provocaron el debilitamiento del poder de los Almorávides. Pero Umar no se dio por vencido y aguardó su momento, utilizando a sus peones para traer a la península una nueva oleada de invasores africanos, los Almohades. Umar apoyó los esfuerzos de los Almohades para imponer su dominio en Al-Ándalus, debilitando a las Taifas reticentes a someterse y tratando de fomentar el enfrentamiento entre los Lasombra cristianos y musulmanes. El dominio Almohade fue reforzado en el ámbito vampírico mediante una oleada de Guerreros Assamitas, que desplazaron a los Sultanes reticentes a enfrentarse a los cristianos.

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Sin embargo, a pesar de sus victorias, los Almohades no consiguieron capitalizar su poder, dando tiempo a los cristianos para reagruparse y vencer a los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). La batalla supuso un golpe devastador para el poder de los Almohades, que nunca se recuperaron, y los reinos de Taifas se fragmentaron de nuevo. Hilel al-Masaari aguardó pacientemente el final en Córdoba, y cuando los cristianos conquistaron la ciudad en 1234, pereció enfrentándose a los invasores. Los demás Assamitas, lamentando la pérdida de su líder, comenzaron un lento éxodo de Al-Ándalus, abandonando la península ibérica con el avance de los conquistadores cristianos. NORTE DE ÁFRICA Los Assamitas también prosperaron entre los reinos y pueblos del Norte de África, especialmente durante el auge del Imperio Almohade. Los Assamitas norteafricanos eran un grupo extraño, en su mayoría Abrazados entre los musulmanes, pero con una significativa minoría de italianos y griegos. Los Guerreros acompañaron a los bereberes y otros pueblos nómadas, viajando por los confines del desierto con bandas de seguidores mortales, imitando sus costumbres nómadas. Por lo que respecta a los Visires y Hechiceros Norteafricanos eran especialmente conservadores, más interesados en refinar su trabajo y proteger su secreto que en el intercambio cultural. Esta naturaleza insular de los Visires provocó una pérdida gradual de control de los Assamitas sobre los gobernantes Almohades, lo que permitió que otros clanes, y especialmente los Seguidores de Set, se instalaran en la región, tomando el control de los gobernantes mortales hasta dejar a los Hijos de Haqim casi indefensos. Los Hechiceros Assamitas contaban con una importante fortaleza en la ciudad de Al-Qairuán, en Túnez, donde practicaban su propia versión del misticismo sufí y de la magia de la sangre. Algunos de estos Hechiceros habían sido expulsados de Alamut, pues sus prácticas eran consideradas blasfemas. Al este de Túnez también se alzaba la fortaleza costera de Cossura, desde donde partían barcos piratas con velas negras que asolaban las costas del Mediterráneo Occidental. Aunque la mayoría de sus asaltos eran debidos a la codicia de los mortales, entre ellos también se encontraba la mano de los Cainitas, un puñado de aventureros Lasombra y Hechiceros Assamitas. Esta alianza funcionó especialmente bien, con los primeros contribuyendo con sus barcos y tripulaciones y los segundos con sus poderes mágicos ofensivos y dominio sobre los vientos y nubes. SIRIA, PALESTINA Y LAS CRUZADAS Tierra Santa se convirtió en el principal campo de batalla entre los Assamitas y los demás clanes, con un fervor religioso poco habitual entre los Cainitas. Aunque las Cruzadas tuvieran unas causas eminentemente mortales, producto de la presión demográfica y de los intereses económicos, que la Iglesia supo asimilar hacia el objetivo de la conquista de Jerusalén. Con la excusa de que los lugares sagrados del cristianismo estaban en manos de los infieles la Iglesia promovió una serie de expediciones militares hacia Oriente.Los Cainitas no

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tardaron en involucrarse en las Cruzadas, y los antiguos europeos pronto centraron su atención en Palestina. Sin embargo, los Hijos de Haqim vieron en las Cruzadas una agresión fruto de las manipulaciones de los vampiros europeos. La minoría cristiana del clan intentó negociar pero sus palabras se perdieron en el fragor de la batalla. Muchos escaparon a Al-Ándalus, donde quedaron atrapados en medio de la Reconquista. Los protegidos y rebaños mortales de los Assamitas se enfrentaron a los cruzados europeos en los campos de batalla durante el día y los Hijos de Haqim combatieron a los vampiros europeos durante la noche. Dos siglos y medio de guerra limaron las diferencias entre las distintas facciones, aunque los Assamitas musulmanes adquirieron el predominio dentro del clan durante este período, reclamando el derecho a liderar la resistencia contra los cruzados. Realmente esta unidad sólo se manifestó en los momentos más desesperados, como la caída de Jerusalén. Muchos Guerreros renunciaron al enfrentamiento directo a favor del sigilo, la astucia y el cuchillo en la oscuridad. Aunque algunas voces se alzaron defendiendo unas tradiciones más honorables de lucha, la nueva prole de Guerreros aseguraba que su honor estaba al servicio de Haqim y que los infieles no lo merecían. Los Assamitas de Siria y Palestina no eran más numerosos que sus contrapartidas de otros lugares, pero su presencia era mucho más habitual y visible. La casta guerrera dominaba la política del clan en la zona. Casi todos eran musulmanes, salvo varios antiguos Abrazados en las noches anteriores al Islam. La influencia de los Guerreros sobre el ámbito mortal era bastante inestable. Pocos Visires sobrevivieron a las continuas batallas y los que lo consiguieron, eran tan belicosos como los Guerreros. En Damasco los Assamitas instalaron una de sus fortalezas, pero hacia mediados del siglo XII todos habían sido corrompidos por los Baali que acechaban bajo las catacumbas de la ciudad y controlaban en secreto a los decadentes gobernantes Toreador. Los Guerreros de Alamut fueron advertidos y acudieron a Damasco, destruyendo a sus camaradas corruptos, aunque no pudieron desterrar la presencia de los Baali. Algunos Guerreros no creyeron que la amenaza hubiera sido eliminada y aguardaron pacientemente el momento de volver a atacar. En 1260 los mongoles conquistaron la ciudad y los Assamitas aprovecharon la ocasión para destruir a numerosos Baali y destruir uno de sus impíos altares.

En su guerra contra los invasores europeos, los Assamitas contaron con la ayuda de los Ashirra, los vampiros musulmanes, especialmente de varios grupos de fanáticos Malkavian que afirmaban defender el lugar de descanso de su Ancestro bajo la ciudad de Jerusalén. Los Nosferatu y Toreador musulmanes también apoyaron a los Hijos de Haqim.

Sin embargo, los aliados más inesperados de los Assamitas en la guerra contra los cruzados occidentales fueron los Seguidores de Set. Los Setitas ofrecieron su colaboración a los Hijos de Haqim para luchar contra los europeos a cambio de su ayuda para destruir a los Baali, sugiriendo que la destrucción de los infernalistas podría terminar con la maldición que afectaba a los Guerreros. Esta sugerencia sólo era un rumor, pues los Seguidores de Set deseaban la destrucción de los Baali únicamente para beneficiar sus intereses y eliminar una

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indeseada competencia. El Visir Mahmoud al-Asran de Damasco fue el principal artífice de la alianza entre los Hijos de Haqim y los Seguidores de Set.

Entre los cruzados occidentales los enemigos más fuertes eran los Templarios, que influidos por los Ventrue, buscaron la ubicación de la fortaleza de Alamut en las montañas de Oriente Medio. Y ya en el siglo XIII, las armas de los Templarios fueron acompañadas por la astucia y brujería de los Tremere. El Consejero Abetorius dirigió la expansión del clan de los Usurpadores en Oriente Medio, y grandes fueron sus batallas contra los Assamitas, pero con el fin de las Cruzadas los occidentales se vieron obligados a retirarse de Oriente Medio. EGIPTO Hacia el año 525 a.C. el rey persa Cambises invadió Egipto, destruyendo la ciudad de Heliópolis. Entre los invasores se encontraba Nabónido, el último rey de Babilonia, que había sido Abrazado por el Matusalén Marduk, de la casta de los guerreros. Nabónido y sus compañeros de clan tenían su atención puesta en las fortalezas de los Seguidores de Set al sur. Después de varios años de guerra con los Setitas, Nabónido decidió instalarse en la ciudad de Babilonia de Egipto, construida por Cambises con la intención de alojar a los obreros que estaban construyendo un canal en el Mar Rojo y controlar el acceso al Alto Nilo. En la Babilonia de Egipto Nabónido se encontró con el antiguo Agonistas, un erudito del extraño linaje de los Verdaderos Brujah. Agonistas guardaba cierto odio hacia los invasores persas por la destrucción de su refugio en Heliópolis, pero Nabónido aplacó sus sentimientos de venganza, afirmando que le había buscado para estudiar a su lado, no para luchar por su dominio ni para participar en las disputas territoriales entre vampiros. Según la leyenda ambos crearon un lazo de amistad que se prolongaría durante siglos.

A pesar de que la tierra de Egipto era la principal zona de influencia de los Seguidores de Set, se convirtió en un lugar de interés para muchos Assamitas después de la conquista árabe del año 639. Los Hechiceros y Visires encontraron un especial interés en las escuelas y centros de erudición. En Alejandría los Visires Assamitas crearon un centro de historiadores dedicados a la reconstrucción de la Biblioteca de la ciudad, que había sido incendiada por los invasores árabes en el año 642. Mediante una investigación metódica y cuidadosa estos Visires desenterraron parcialmente fragmentos de volúmenes quemados por el fuego y reconstruyeron parte de la sabiduría perdida con sus propias contribuciones. En este proyecto contaron con el apoyo de Marcellus, el gobernante Toreador de la ciudad. Nabónido creó progenie en la Babilonia de Egipto, que posteriormente sería conocida como El Cairo, y abandonó la ciudad para regresar a su tierra natal en Mesopotamia. Su sucesor, un beduino llamado Antara, el Pastor de Lobos, creó una considerable red de contactos entre los Cainitas de Oriente Próximo y luchó contra los Seguidores de Set. La invasión árabe del siglo VII trajo consigo una nueva oleada de Assamitas a Egipto, y después de la caída de la dinastía Omeya y el ascenso de los Abbasidas a mediados del siglo VIII al poder establecieron una mayor influencia del clan en Egipto. Una vez que los Abbasidas consolidaron su control enviaron un gobernador para construir una nueva capital, la ciudad de Al-Askar. Antara

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utilizó la construcción de Al-Askar para reforzar la presencia de los Assamitas en la ciudad y su propia autoridad, eliminando a los miembros de su clan que podían constituir una amenaza a la convivencia pacífica con los demás Cainitas de la ciudad, con los que realizó varios pactos. Desgraciadamente, a pesar de las buenas intenciones de Antara, los gobernantes egipcios recurrieron a periódicas masacres para mantener el orden en Egipto, y la corrupción y el caos provocaron la desintegración de la administración egipcia. Los gobernantes incluso llegaron a proclamar la independencia de Egipto hacia el año 870, bajo el gobierno de Ahmed ibn Tulun. La respuesta de los califas Abbasidas de Bagdad llegó en el 905, con la invasión de Egipto, y trasladaron la capital de la administración egipcia de Al-Askar a Al-Fustat, un dominio de los Seguidores de Set. Como resultado Antara, el líder de los Assamitas de Egipto, perdió gran parte de su influencia, y además su aislacionismo había molestado a los antiguos de Alamut. Sin embargo, Antara no se dio por vencido, instigando al resto de los Cainitas contra los Seguidores de Set, lo que dio lugar a cerca de treinta años de anarquía. En el año 969 Egipto fue conquistado por los fatimíes, una secta de la facción chiíta del Islam. Los fatimíes crearon un Califato independiente de Bagdad y se hicieron con el control del territorio en pocos meses. Entre los invasores se encontraba un poderoso antiguo del clan Lasombra y sus seguidores. El general fatimita ordenó la construcción de una nueva capital, que fue terminada en el año 973 y que fue bautizada como El Cairo (Al-Qahira: “La Triunfante”). Los Lasombra fortalecieron la presencia de vampiros musulmanes en la ciudad y realizaron varios pactos con Antara y los Assamitas. Hacia el año 1164 Salah Al-Din (conocido como Saladino en Occidente) ayudó al Califa fatimí a repeler la invasión de los cruzados occidentales. Durante la guerra, la fortaleza de Al-Fustat, el dominio de los Seguidores de Set, fue incendiada y destruida, como resultado de la alianza entre los Lasombra y los Assamitas de El Cairo. Sin embargo, la ascensión de Saladino al poder en 1171, tras la muerte del último califa fatimí, los sorprendió por completo. El gobierno de Saladino provocó numerosos cambios por todo Egipto, reemplazando la burocracia fatimí por un sistema feudal y restaurando la religión sunnita del Islam. Los Ayyubíes, descendientes de Saladino, gobernarían sólo durante tres generaciones antes de ser desplazados por los mercenarios mamelucos en el año 1258. Comenzó una época próspera para los Cainitas de El Cairo. MESOPOTAMIA Y PERSIA Mesopotamia y las llanuras de Persia eran las tierras natales de muchos antiguos Assamitas, y aunque algunos eruditos sitúan la localización de la fortaleza de Alamut en las montañas de Asia Menor, otros la ubican en las montañas del norte de Persia, e incluso más allá, en Afganistán. Muchos creen que la Primera y la Segunda Ciudad se encontraban también en estas tierras. Entre la diversidad de picos escarpados y valles oscuros habitaban miles de comunidades diminutas, y muchas de ellas recibieron la visita de los Hijos de

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Haqim, en busca de sangre, servidores y reclutas, que protegieron sus territorios ferozmente. Bagdad era la sede del Califa Abbasida, el líder político del Islam, aunque con el paso del tiempo su papel fue usurpado por el poder político de visires y sultanes y pronto su figura pasó a tener sólo una influencia representativa. Sin embargo, la ciudad era un centro artístico, cultural, religioso y comercial. Los Assamitas eran habituales en Bagdad y las ciudades adyacentes y las tres castas utilizaron la región como centro de estudio y base logística para las expediciones hacia el este. Los Assamitas recorrieron con frecuencia las rutas comerciales que atravesaban Persia desde Bagdad y Damasco, y la ciudad de Samarcanda se convirtió en un próspero centro de intercambios bajo el control de los Visires del clan, aunque los Hechiceros del clan no solían recibir un cálido recibimiento, debido al recelo del Sultán Assamita de Samarcanda hacia la magia. EL LEJANO ORIENTE Debido a la fuerte presencia de otros clanes en Occidente, los Assamitas extendieron su influencia hacia Oriente en una época muy temprana, y pronto entraron en contacto con los extraños vampiros de la India. Un antiguo Matusalén de la casta de los Visires llegó hasta el Indo acompañando a los ejércitos de Alejandro Magno y en los siglos sucesivos también llegaron a la región mercaderes Visires e investigadores Hechiceros, acompañando a las caravanas de comerciantes. Y algunos Assamitas también acompañaron a los musulmanes que trataban de extender su fe. En algunas ocasiones los vampiros indios parecían linajes desviados de los clanes tradicionales, pero en otras eran por completo diferentes, afirmando no saber nada sobre Caín y sus descendientes y llenos de odio hacia los “mentirosos y ladrones de Occidente.” Las luchas contra los vampiros indios fueron frecuentes, ya que no estaban dispuestos a recibir a los extranjeros y recelaban de la expansión del Islam. LOS ASESINOS Y EL FALSO HAQIM En Occidente tradicionalmente se ha asociado a los Assamitas con la secta islámica de los Asesinos, o ismaelitas nizaríes. La mayoría de los eruditos asocian la creación del grupo a un místico y carismático líder religioso conocido como Hassan-i-Sabbah. Este erudito había viajado extensamente por el mundo islámico y a finales del siglo XI él y sus seguidores ismaelitas capturaron un castillo en las montañas de Elburz, en Persia, conocida en todos los documentos como Aluh Amut, el Nido del Águila. Los turcos silyuquíes, que durante aquella época eran el principal poder en el Califato de Bagdad y practicaban el Islam sunnita, consideraban a los ismaelitas como herejes y una amenaza potencial, por lo que comenzaron a atacarles. El 16 de Octubre de 1092 un seguidor de Hassan-i-Sabba llamado Abu Tahir Arrani asesinó a Nizam al-Muk, el visir del sultan silyuquí, dando comienzo al asesinato como práctica habitual de los miembros de la secta. Durante el siglo siguiente los ismaelitas nizaríes continuarían con la política de asesinatos con el fin de terminar con el poder de los turcos silyuquíes.

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Hassan-i-Sabbah murió en el año 1124, pero su doctrina de fanática lealtad y obediencia le sobrevivió, y a lo largo de las décadas siguientes sus seguidores convirtieron Aluh Amut en un terreno de adiestramiento y en el cuartel general de una organización de asesinos que se extendió principalmente por Siria y Persia y que no se preocupaban de lo que les sucediese una vez muerto su objetivo. Las similitudes con los Assamitas son demasiado evidentes como para negarlas, aunque la creación de la secta de los Asesinos no fue producto de un plan consciente por parte de los Hijos de Haqim. Entre los siglos V y VII sirvió a la casta de los Guerreros Assamitas un asistente y protegido que fue convertido en ghoul por sus leales servicios. Sin embargo, durante la guerra contra los Baali a principios del siglo VII, su amo fue destruido y la ruptura de su Juramento de Sangre lo enloqueció. Huyó en pleno día, llevándose consigo las pertenencias y enseñanzas de su amo. El resto de los Guerreros asumió que había muerto en el desierto. El amo del ghoul lo había elegido y entrenado debido a que poseía el don de la visión verdadera, pudiendo ver más allá de las ilusiones y poderes de ocultación y encontrando la verdad oculta tras ellos. Se había convertido en el perro de caza de su amo y aprendió de él muchas habilidades, entre ellas cómo reconocer a los Cainitas y atacarles por sorpresa. Las víctimas que se cobró en sus años de libertad fueron incontables, y por lo menos fueron doce los Hijos de Haqim a los que destruyó en su deseo irracional de sangre para prolongar su vida antinatural. En algún momento de los siglos siguientes consiguió poder y comenzó a recuperar su cordura, recordando lo suficiente sobre las historias que había escuchado de labios de su amo como para crear una historia y una leyenda para atribuirse el nombre de Haqim y su divinidad. Más tarde, al oír hablar de un lugar llamado Aluh Amut, el falso Haqim acudió allí para exigir su manto de líder. Sin embargo, la influencia del falso Haqim sobre Aluh Amut y sus habitantes era limitada. Se vio obligado a gobernar en la sombra, no abiertamente, y pocos Asesinos le eran conscientemente leales. Sin embargo, a lo largo del siglo XII reclutó a otros hombres que como él poseían el don de la visión verdadera, que llegaron a conformar el núcleo de los Asesinos y compartiendo su inmortalidad, cazando vampiros y llevándolos a Aluh Amut para obtener el agua de la vida eterna. Cuando los Assamitas descubrieron la existencia de Aluh Amut no tardaron en conocer la presencia del falso Haqim, por lo que realizaron varios intentos de asaltar la fortaleza y acabar con la sacrílega figura que había usurpado el nombre del Ancestro. Sin embargo todas las tentativas fueron infructuosas y los Assamitas fueron incapaces de planear un asalto lo suficientemente poderoso ya que, irónicamente, el falso Haqim adquirió admiradores dentro del clan. De hecho, las acciones del ghoul comenzaron a influenciar lentamente a sus antiguos amos. Los Assamitas percibieron la efectividad de las tácticas de terror y de los engaños Asesinos para acabar con sus oponentes musulmanes y las adaptaron para organizar sus asaltos sobre Europa. Cuando los Asesinos comenzaron a atacar a los cruzados occidentales crearon un legado de terror entre los europeos. Aunque el falso Haqim y sus seguidores más próximos retuvieron el control de Aluh Amut, los Assamitas se aproximaron a otras fortalezas ismaelitas en Siria

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y Persia y convirtieron a los Asesinos en sus protegidos. Unos pocos llegaron a beber la sangre de Haqim pero la mayoría eran simples mortales, bien entrenados y devotos a su causa. Con el tiempo los ismaelitas nizaríes se convirtieron en hijos adoptivos para los Assamitas y los más grandes entre ellos fueron elegidos para recorrer la Senda de la Sangre. Entre los Asesinos que fueron Abrazados por los Hijos de Haqim destaca la figura de Tariq el Silencioso, que acabó con la vida del Gran Maestre de los Caballeros Templarios durante la cruzada de Luis IX de Francia en Egipto (1248-1250). Tariq fue capturado por los cruzados, que le cortaron la lengua y lo condenaron a muerte, pero fue rescatado por uno de los Hijos de Haqim de la casta de los Guerreros. Al asesinar al líder de los Templarios Tariq también había terminado con uno de los principales servidores de los vampiros del clan Tremere, por lo que fue recompensado con el Abrazo por su valentía. Mientras tanto, la secta de los Asesinos entró en un lento declive, motivado por la presión de sus adversarios políticos y por las propias excentricidades y vicios de los líderes espirituales de la secta de Aluh Amut, influenciados por el falso Haqim. Aluh Amut cayó ante el avance de los invasores mongoles en 1256 y el último líder fue asesinado por sus guardias. Las fortalezas sirias de los Asesinos resistirían durante un tiempo pero finalmente serían conquistadas por el Sultan Baybars de Egipto entre 1271 y 1273. Sin embargo, la secta de los ismaelitas sobreviviría y se rumorea que varios de los más destacados líderes de Aluh Amut se refugiaron en la India. LOS DESPOSEÍDOS Y LOS CULTOS SECRETOS A pesar de que los Assamitas presentaban un frente unificado frente a los demás clanes siempre estuvieron lejos de ser una organización monolítica. El grupo más importante estaba constituido por distintas facciones más o menos unificadas por su fidelidad a las órdenes del Más Antiguo de Alamut, donde todos los Hijos de Haqim que se proclamaban leales al clan realizaban un peregrinaje durante los primeros siete años de su existencia vampírica. Allí, en un ritual iniciático añadían su sangre al Corazón de Sangre, conectándose espiritualmente con el resto de sus hermanos. Sin embargo, con bastante frecuencia, más de uno de los iniciados del clan rechazaba formar parte de los Hijos de Haqim, pasando a formar parte de los Desposeídos, que constituían casi una cuarta parte del linaje. La mayoría pertenecían a la casta de los Guerreros y ofrecían sus servicios a otros Vástagos. Se cuenta que en cierta ocasión un grupo de mercenarios pidió a su sire permiso para ponerse al servicio de un vampiro de otro clan. El antiguo aceptó con reticencia, afirmando que habían caído tan bajo que lo menos que podían hacer era entregarle una parte del pago como tributo. De este modo se inició una tradición de “diezmo de sangre” más o menos extendida entre el clan y no siempre presente en todas las épocas, por la que los jóvenes Assamitas pagaban a sus antiguos un tributo de sangre. Los Desposeídos crearon varios cultos de personalidad, dedicados a antiguos dioses y demonios como Dagon y Baal, pero estos “descarriados” a menudo eran destruidos por sus compañeros de clan.

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Nabónido de Babilonia, que había sido Abrazado en la casta de los Guerreros, y que se separó de su clan poco después de su Abrazo, pasó a formar parte de la Tal´Mahe´Ra, un antiquísimo culto de la muerte originado en Oriente Medio a partir de una alianza de vampiros y magos. A medida que se unían más vampiros la secta fue adquiriendo un mayor énfasis en el estudio de Caín y los Antediluvianos, y el mantenimiento de las tradiciones de los Fundadores de los Clanes hasta su regreso. Hacia el año 500 a.C., poco después de que Nabónido pasara a formar parte de la secta, los vampiros pasaron a controlarla por completo, se desconoce si fue mediante la fuerza o una cesión voluntaria de los magos. Los vampiros utilizaron el culto para asegurar su poder en el mundo mortal. Tiempo después encontraron una ciudad fantasmal en el Inframundo y creyeron que se trataba del reflejo espiritual de Enoch, la ciudad que Caín construyó. Dentro de la ciudad se encontraban las tumbas de cuatro seres de increíble poder, que los Cainitas de la secta llamaron Aralu y que se consideraron que se trataba de los cuerpos durmientes de cuatro Antediluvianos. En el año 438 estalló una guerra entre la Tal´Mahe´Ra y los Assamitas. Los Desposeídos que formaban parte de la secta antepusieron sus lazos con el culto a la fidelidad de clan. Los Assamitas sufrieron grandes pérdidas y hubieran perdido la guerra de no ser por la inesperada ayuda de los Seguidores de Set, que planeaban destruir el clan después de la derrota de la Tal´Mahe´Ra. La ayuda de los Seguidores de Set consistió en la contribución de numerosos guerreros y reclutas. En principio la Tal´Mahe´Ra adquirió ventaja en la guerra pero las divisiones filosóficas entre el énfasis en el estudio de la muerte y las tradiciones vampíricas provocaron un cisma y una guerra civil hacia el año 450, la Guerra de los Traidores (que supuestamente fue instigada por los Seguidores de Set), y que dividió a la secta en dos cultos en Occidente (Manus Nigrum) y Oriente (la Tal´Mahe´Ra). Ambos cultos mantuvieron una orientación mística, pero la Manus Nigrum se involucró más profundamente en el ámbito mortal. Sin embargo, en el año 516 un espía Assamita descubrió que los Seguidores de Set habían provocado la guerra, esperando controlar Oriente Medio después de que sus dos enemigos se hubieran destruido mutuamente. A pesar de las atrocidades cometidas por uno y otro bando los Assamitas y la Tal´Mahe´Ra formaron una alianza y expulsaron de sus tierras a los Seguidores de Set. Los Setitas afirmaron que eran inocentes y se vengarían. Desde entonces la alianza entre los Assamitas y la Tal´Mahe´Ra se mantuvo, permitiéndose mutuamente el paso franco a través de sus territorios. Los sucesivos conflictos en Oriente Medio deterioraron las relaciones en algunos momentos, pero ningún bando llegó a reanudar abiertamente las hostilidades. Entre los siglos V y VIII surgió en Oriente Medio el culto de la Tribu Perdida y sus creencias establecían que los Antediluvianos habían traicionado a Caín, asesinando a la Segunda Generación. Los Cainitas debían rechazar a los Antediluvianos y guardar obediencia al Primer Vampiro.

La Tribu Perdida encontró y se consagró a la protección de la Piedra del Llanto, en Mesopotamia. Esta Piedra formaba parte de las leyendas de la secta, considerando que cuando los Antediluvianos se alzaron para asesinar a sus sires, Zillah la hermosa había llorado y pedido la ayuda de Caín. El Primer Vampiro escuchó sus plegarias y se apiadó de ella, convirtiéndola en una piedra,

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prometiéndole que caminaría de nuevo en la noche cuando el mundo fuera juzgado. Sin embargo, ella continuó su llanto y sus lágrimas de sangre continuaron brotando de la piedra. Otras versiones de la leyenda afirman que la piedra era la que había utilizado Caín para matar a su hermano Abel, y Dios hizo que la sangre manara ininterrumpidamente para recordar el crimen de Caín, y la piedra aumentó de tamaño a medida que más y más sangre inocente era derramada a lo largo del tiempo. La piedra tiene un tamaño regular, pero gran parte de la misma se encuentra enterrada bajo tierra, sin que nadie haya podido moverla.

Mito o realidad, o una alteración deliberada de una historia más antigua, la Piedra del Llanto se convirtió en el punto focal y el lugar de peregrinaje para la Tribu Perdida, que en ocasiones también se hacían llamar las Lágrimas de Zillah y que acudían a la Piedra para beber la sangre.

Al compartir un territorio común, la Tal´Mahe´Ra pronto descubrió la existencia de la Tribu Perdida y del culto que la precedió. Mientras la primera secta defendía la adoración y obediencia a los Antediluvianos, la segunda deseaba la destrucción de los mismos. Sin embargo, los vampiros de la Tal´Mahe´Ra decidieron infiltrarse y descubrir más sobre la Piedra del Llanto, buscando controlar su poder. Con el tiempo la Tribu Perdida se convirtió en el instrumento perfecto de la Tal´Mahe´Ra para sus planes a largo plazo, fomentando el conflicto entre los Cainitas de Europa y tratando de romper su influencia sobre la sociedad mortal. LA REVUELTA ANARQUISTA Los cruzados fueron expulsados de Tierra Santa en 1291. La Inquisición, el principal temor de los vampiros europeos, nunca llegó a Oriente Medio ni a territorio musulmán. Mientras los Assamitas se recuperaban de las pérdidas de las cruzadas, los Cainitas occidentales luchaban entre ellos y sacrificaban a sus chiquillos para protegerse de los inquisidores. Durante el siglo XIV algunos jóvenes Vástagos consiguieron huir de sus sires y se refugiaron en Oriente Medio, prefiriendo afrontar la ira de los sarracenos que las traiciones de sus señores y las llamas de la Inquisición. Los Seguidores de Set accedieron acoger a los refugiados por un precio, pero los Assamitas de Alamut escucharon los relatos de los refugiados y vieron la oportunidad de devolver los golpes de las cruzadas en el corazón de Europa. Los Guerreros Assamitas partieron hacia Occidente, sedientos de sangre por su maldición, acompañando a los primeros anarquistas con una marea de acero, colmillos y rabia, sembrando un terror desproporcionado en los corazones de los antiguos. Su mayor contribución a la Revuelta Anarquista no fueron las espadas, sino las ideas, actuando como estrategas y consejeros militares. Los cazadores de la Telaraña de los Cuchillos y los más firmes guerreros de Alamut enseñaron a los anarquistas a matar vampiros, deleitándose en el terror que les precedía como las primeras gotas de una tormenta. Los Guerreros Assamitas recibieron noticia de los relatos y leyendas creadas por los aterrorizados vampiros de Europa sobre los Hijos de Haqim. Su orgullo se hinchó, y su fuerza y sus logros habían sido tan exagerados que la existencia de las castas de los Visires y Hechiceros sólo era conocida por unos pocos. Decididos a utilizar esta reputación de terror, la fomentaron resaltando

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sus hazañas y silenciando a los miembros más elocuentes de otras castas, aconsejándoles que se mantuvieran en las sombras y les dejaran actuar a ellos. Así comenzó la Gran Mentira. No sólo los Assamitas de Alamut se unieron a los anarquistas. Los vampiros de la Manus Nigrum (la facción occidental de la antigua Tal´Mahe´Ra) provocaron problemas internos dentro de los clanes Brujah, Tzimisce y Lasombra, destruyendo su influencia sobre la sociedad mortal y fomentando el poder de la Iglesia, esperando debilitar a los Cainitas para facilitar el regreso de los Antediluvianos. Pero muy pronto el plan se descontroló por completo. En lugar de perder sus asideros en la sociedad mortal, los antiguos vampiros aumentaron su presión. La mayoría de las víctimas de la guerra que estalló fueron vampiros jóvenes y débiles, poco significativos para la Manus Nigrum. Cuando los jóvenes lanzaron su Revuelta Anarquista, la Manus Nigrum se unió a ellos como la Manus Nigrum, ayudando a destruir a sus antiguos. La alianza entre los Assamitas y los anarquistas fue formalizada hacia 1400. En los Balcanes y Oriente varios prominentes Hijos de Haqim recibieron ofertas de alianza por parte del antiguo Graciano, chiquillo del Antediluviano Lasombra, quien reclutó su ayuda para apoyar a los anarquistas españoles y para ayudarle en sus propios planes de diabolizar al fundador de su clan. Los vampiros de la Tribu Perdida, dirigidos por el sumo sacerdote Dastur Anosh, un antiguo Assamita de origen persa, cuyo sire y predecesor había muerto luchando contra los Seguidores de Set, tuvieron noticia de los planes de Graciano de manos de un compañero de clan que había sido abordado por el antiguo y decidieron ayudarle en su empeño, que coincidía con sus objetivos de destruir a los Antediluvianos. Tras un breve debate decidieron actuar. La Manus Nigrum, que aguardaba el regreso de los Antediluvianos y afirmaba servir a sus objetivos, se había infiltrado en la Tribu Perdida tiempo atrás y al conocer sus planes trataron de entorpecer sus objetivos. Ambas sectas se ocultaron entre los anarquistas de Graciano, un contingente de anarquistas Brujah, Lasombra y Assamitas, así como vampiros de otros clanes. Fueron vampiros de la Manus Nigrum quienes sugirieron a la Tribu Perdida de que debían utilizar otro nombre para las ocasiones en que tuvieran que revelar su existencia entre los ajenos a la secta. El nombre sugerido fue la Mano Negra, sembrando de este modo la confusión entre los adversarios de la Manus Nigrum, y ocultando a sus verdaderos agentes, que se diferenciaban aludiendo a la Verdadera Mano (la Manus Nigrum) y la Falsa Mano (La Tribu Perdida). Sin embargo, mientras la Manus Nigrum trataba de alejar a la Tribu Perdida del Antediluviano Lasombra, Graciano decidió actuar y ningún miembro de los dos cultos formaba parte de los vampiros que asaltaron el refugio del Antediluviano. La batalla fue feroz y muchos vampiros fueron destruidos, pero finalmente los cinco anarquistas supervivientes, entre los que se encontraba Graciano, cayeron sobre el cuerpo aletargado de Lasombra y lo diabolizaron (aunque existen varias dudas sobre si Graciano reclamó o no su alma).

La Tribu Perdida fue de gran ayuda para los rebeldes anarquistas, y Dastur Anosh se convirtió en un ferviente predicador de la rebelión y en una figura de respeto. Cuando Graciano fue abordado por varios anarquistas Tzimisce que también deseaban destruir a su Antediluviano Graciano ofreció el consejo de sus aliados, entre los que se encontraban miembros de la Mano Negra. A pesar de los

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esfuerzos de la secta, los anarquistas Tzimisce también consiguieron destruir al Fundador de su clan, y los vampiros de la Mano Negra comenzaron a preguntarse si otra facción más estaba manipulando los acontecimientos detrás de la escena.

En un momento dado, los vampiros de la Verdadera Mano Negra estuvieron a punto de ser expuestos, cuando Graciano interrogó a uno de sus miembros. Sin embargo, el antiguo Lasombra sólo pudo figurarse que existía una especie de culto a Caín dentro de la Mano Negra…y lo dejó pasar.

Mientras tanto los Assamitas continuaban luchando contra los anarquistas, sembrando el terror entre los antiguos europeos, que a pesar de los ataques, comenzaban a mostrar señales de organización. Los Hijos de Haqim recibieron una oferta de paz por parte del antiguo Ventrue Hardestadt, que les invitó a unirse a la sociedad de vampiros conocida como la Camarilla, pero esta invitación simbólica nunca llegó a Alamut. El emisario fue deliberadamente traicionado por Hardestadt, y asesinado por los asesinos de la Telaraña de los Cuchillos. Los Ventrue preferían aplastar la amenaza Assamita antes de que pasara a formar parte de sus filas.

En Europa Oriental los Assamitas recibieron otra oferta de alianza por parte de los antiguos Tzimisce: si los Assamitas cazaban únicamente a los anarquistas y los dejaban en paz, les ayudarían a localizar a los vampiros Ventrue y Tremere para saciar su sed.

Los Asesinos aceptaron el trato de los voivodas, creyendo que habían alcanzado un acuerdo ventajoso, teniendo carta blanca para cazar a todos los vampiros de la región…y siempre podrían volverse contra los antiguos Tzimisce más tarde. La sangre de los Ventrue y Tremere no hacía más que endulzar el trato. Los anarquistas se sintieron traicionados por los Asesinos y temían que les robaran la sangre de sus enemigos. Finalmente ambas facciones terminaron por enfrentarse entre sí. Para complicar las cosas, los Ventrue y los Tremere aprovecharon la división de sus enemigos para actuar de forma expeditiva y contener la amenaza. De esta forma los antiguos Tzimisce contuvieron la amenaza de los anarquistas. Sin embargo, a pesar de haber favorecido la derrota de los jóvenes, la mayoría optó por no participar en los acuerdos que dieron lugar a la naciente Camarilla. En 1486 la Camarilla convocó la primera y última Caza de Sangre contra un clan entero: los Assamitas. Enfrentados a sus antiguos aliados y sitiados por todas partes llegó uno de los momentos más oscuros en la historia de los Hijos de Haquim. EL TRATADO DE TIRO Y LA MALDICIÓN TREMERE Considerando que nosotros, los antiguos y Vástagos de los clanes Ventrue, Tremere, Toreador, Nosferatu, Gangrel, Brujah y Malkavian reunidos en Hermandad y Fe Mutua y a partir de ahora conocidos como la Camarilla, siendo los Verdaderos y únicos Herederos Legítimos del Estado de Caín, deseamos un final a las ilegales y diabolistas Prácticas de los Rebeldes a partir de ahora conocidos como el clan Assamita; Y considerando que el citado clan Assamita desea que la Camarilla retire su Mano de la Completa y definitiva Extinción del clan Assamita:

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Así sea acordado entre todas las Partes, firmado y atestiguado que a partir de ahora los siguientes Artículos permanecerán como atadura entre todas las Partes y su Progenie y sus Servidores, desde esta fecha a perpetuidad. Desde 1486, año en que fue convocada una Caza de Sangre contra los Assamitas, todos los clanes de la Camarilla trataron de destruir a los Asesinos y poner fin a sus prácticas de diablerie y su alianza con los anarquistas. Sin embargo, la verdadera razón residía en el temor extendido hacia el clan y en la incapacidad de la Camarilla para controlar a las distintas facciones que habían llevado a la contratación de asesinos Assamitas sin considerar el poder que estaba recibiendo este enemigo potencial. El Movimiento Anarquista fue derrotado en 1493, y en octubre de ese mismo año se celebró en la aldea de Thorns, en Inglaterra, una reunión que oficialmente puso fin a las Guerras Assamitas y controló la amenaza Assamita. En 1493 en Thorns se encontraban los antiguos Hussein, Karif al-Numair e Izhim abd-Azrael. La Camarilla recuerda este momento como la subyugación de los Assamitas. Cinco guerreros habían sido traicionados y capturados por los Brujah de Barcelona. A causa de su poder, la Camarilla creyó que se trataba de antiguos muy bien situados, pero sólo eran los miembros de una célula Assamita que había estado presente en España durante dos siglos. Sin embargo, los Assamitas sitúan el final de la guerra y el comienzo del período conocido como Héjira en 1496, con la firma del Tratado de Tiro. Para ellos los acuerdos de la Convención de Thorns no eran vinculantes. Habían sufrido varias derrotas, un ejército mortal dirigido por el general Selim, uno de los peones de la Camarilla, casi descubrió el paradero de Alamut, la propia fortaleza había sufrido varios ataques mágicos y finalmente, en 1495 un explorador Nosferatu fue capturado en el mismo corazón de Alamut. Si uno de los Cainitas de la Camarilla había podido encontrar la fortaleza otros también podrían. El Más Antiguo se dio cuenta de que ya no podía ganar más tiempo y ordenó a los emisarios que negociaban con la Camarilla en aquellos momentos que aceptaran la rendición completa. Por lo que al clan concierne, tampoco hubo tratado hasta que el documento fue firmado en 1496 en la ciudad de Tiro por el Más Antiguo de Alamut y una representación de los Hijos de Haqim, cuyo portavoz era Antara de Egipto. El antiguo Guerrero Izhim abd´Azrael discutió con Hardestadt el representante Ventrue de la Camarilla y finalmente incitado por sus provocaciones le respondió: “Llegará un tiempo, Ventrue, en el que el juego manejará a sus jugadores.” Aunque la Camarilla considera que se trató de una confirmación de la Convención de Thorns, para los Assamitas el único acuerdo que debían respetar fue el Tratado de Tiro. Hay una copia del mismo en Alamut, en la biblioteca del Más Antiguo, y cada clan de la Camarilla también recibió una copia. Desde su firma prácticamente todas las cláusulas fueron violadas en un momento u otro. Las cláusulas principales del Tratado de Tiro son las siguientes: El clan Assamita se abstendrá de tomar la Sangre de otros Vástagos, y como garantía de esta claúsula se someterá a un ritual administrado por los antiguos del clan Tremere, a través del cual la sangre de la Estirpe será venenosa para ellos.

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Los Tremere lanzaron una maldición sobre el clan Assamita. En apenas una semana todos los Hijos de Haqim fueron azotados por una agonía entumecedora y al despertarse eran incapaces de consumir la sangre de los demás clanes (o incluso de los vampiros sin linaje) sin correr el riesgo del letargo o de la Muerte Definitiva. Esta maldición causó gran sorpresa y terror. Nadie sabía como los Tremere habían conseguido ejecutar un hechizo de poder semejante. Los Hijos exigieron una explicación al Más Antiguo y el consejo de los antiguos del clan lo señaló como el culpable de la humillación sufrida. En una solemne ceremonia bajo el techo envuelto en nubes del Gran Salón el Más Antiguo renunció al Trono Negro. Durante el último acto el Más Antiguo encargó a su sucesor, Jamal, el Califa de los Guerreros, que redimiera a los Hijos de Haqim de su fracaso. Entonces Jamal le arrebató la sangre al Más Antiguo y subió al Trono Negro. Había comenzado la Héjira del clan. La Camarilla se sintió satisfecha con los efectos de este hechizo, pero con el tiempo se daría cuenta de que no todos los Assamitas habían sido afectados, pues una importante minoría de Guerreros renegados del clan se había unido al Sabbat y mantenía su sed de sangre. En teoría el primer artículo del Tratado de Tiro también pondría en entredicho el pago en sangre a los Assamitas, pero la Camarilla descuidó su aplicación desconociendo los beneficios que los Assamitas podían obtener de la sangre de otros vampiros en sus rituales alquímicos y mágicos. El clan Assamita permanecerá pacíficamente en el territorio cedido para ellos por la Camarilla, y que han reclamado históricamente como propio. No buscarán expansión fuera de su territorio, ni permitirán cualquier inquietud de sus mortales al expandirse a otras áreas. No viajarán individualmente ni en grupos fuera de sus territorios, ni tendrán criados ni servidores de ningún tipo que viajen al exterior en su nombre. Los Príncipes de la Camarilla tienen el derecho perpetuo a convocar Caza de Sangre contra cualquier Assamita o Assamitas dentro de sus feudos, y no necesitan dar más razón para tal Caza de Sangre que la pertenencia a la línea de sangre Assamita. Este artículo fue desobedecido más que cualquier otro; cada bando acusó al contrario de haberlo violado primero y terminó por convertirse en papel mojado. La Camarilla continuó enviando expediciones a Oriente Medio en busca de la fortaleza de Alamut. Por el lado contrario, los Assamitas continuaron fomentando la expansión de los turcos otomanos en Europa, que sólo se detuvo ante las puertas de Viena, en 1529, sembrando el terror en los corazones de los Tremere. Además, los vampiros de la Camarilla y del Sabbat continuaron contratando los servicios de los asesinos Assamitas para deshacerse de sus adversarios, lo que los llevó fuera de su territorio. A pesar de su derecho para convocar Cazas de Sangre contra los Assamitas los príncipes de la Camarilla casi nunca recurrían al mismo, debido a la utilidad de los Asesinos y sobre todo por el temor a enfrentarse en solitario a las represalias de Alamut.

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Las defensas de la fortaleza de Alamut serán desmanteladas hasta el punto de que la fortaleza no pueda soportar un asedio o cualquier otro ataque de las fuerzas de la Camarilla. El clan Assamita permitirá que observadores de la Camarilla verifiquen el cumplimiento de esta claúsula. Además, cualquier refortificación de Alamut o cualquier intento por establecer una nueva fortificación en otro lugar, estará en conflicto con este Tratado, pudiendo ser declarada una Caza de Sangre a escala mundial contra aquellos que lo incumplieren. La fortaleza de Alamut fue ciertamente desmantelada en concordancia con el Tratado…en el plano mortal, y el castillo que antaño había pertenecido al Falso Haqim quedó en ruinas. Los Assamitas mantuvieron oculta la ubicación de su verdadera fortaleza y sus defensas. Los clanes de la Camarilla no dijeron nada, y nadie esperaba seriamente que los Assamitas no intentaran establecer una base en otro lugar. Las amenazas de una Caza de Sangre a nivel mundial se convirtieron en palabras vacías, pues los Vástagos de la Camarilla no querían soportar la larga y costosa guerra que hubiera sido necesaria para destruir el clan…salvo en la más extrema necesidad. No obstante, en distintas ocasiones trataron de encontrar el paradero de Alamut como salvaguarda frente a la amenaza latente de los Asesinos. La Camarilla se compromete a cesar toda acción contra el clan Assamita y a no violar las fronteras del territorio acordado sin la sanción de un Cónclave en pleno de la Camarilla. Los Clanes de la Camarilla acuerdan que no pretenderán por más tiempo emplear a miembros del clan Assamita como asesinos a sueldo, y aquéllos que violen esta cláusula perderán la protección de sus Clanes y podrán ser objeto de una Caza de Sangre. El clan Assamita se compromete a cesar cualquier actividad de sus miembros como asesinos a sueldo. En la política vampírica sucede lo mismo que en la mortal. Esta cláusula del Tratado de Tiro sería incumplida con tanta frecuencia que terminaría por adquirir un significado contrario. La Camarilla no dudó en utilizar a asesinos Assamitas contra sus enemigos, constituyendo una herramienta demasiado útil como para ser ignorada. Asimismo, la Camarilla no tuvo escrúpulos en invadir el territorio de los Assamitas ni en destruir sus fortalezas cuando lo estimó necesario, sobre todo durante el siglo XIX y durante el auge de la colonización en África y Asia. LA HÉJIRA De este modo los Assamitas entraron en el período conocido como Héjira, en el que vagarían durante varios siglos. El clan se había salvado de la destrucción, aunque a un elevado coste. Sin embargo, su debilidad terminó por convertirse en una ventaja, ya que muchos vampiros consideraron que los Hijos de Haqim habían sido derrotados para siempre y dejaron de prestarles atención. EL IMPERIO OTOMANO

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Los comienzos del poderío otomano fueron muy modestos y proceden, como en el caso de otros principados turcos, de la descomposición del sultanato silyuqí de Qonya. Posteriormente, los iljanes habían ejercido primero un protectorado en Asia Menor, a través del gobernador Pervapnneh, y luego el gobierno directo. Cuando éste desapareció, aparecieron una multitud de estados fragmentados, extendidos por las llanuras y montañas de Anatolia.

A finales del siglo XIII, los principados turcos más poderosos eran el de Qaramán, en el este y sureste de Anatolia; el de Germiyán, en el centro-sur, y el de Aydin, en la costa suroccidental, dueño de una potente flota, pero la vanguardia del Islam frente a Bizancio, con todos los riesgos y ventajas que proporcionaba la frontera, eran los principados de Karesi, en torno al mar de Mármara, y el otomano fundado por Osmán (1281-1324): aquel principado o beylik era muy pequeño y, en principio, no parecía especialmente peligroso ni para el de Karesi ni para Constantinopla.

Tras la expulsión de los cruzados occidentales de Oriente Medio, los Assamitas volvieron su atención hacia los estados turcos, pensando en utilizarlos como arma para atacar Europa. Sin embargo, durante el siglo XIV y XV su utilidad fue muy limitada, ya que su expansión requería varias generaciones y los Vástagos europeos también conocían como utilizar la política mortal para atacar a sus enemigos. De hecho, en algunas ocasiones, otros Cainitas supieron sacar ventaja del Imperio Otomano para utilizarlo contra los Assamitas. No obstante, en el momento de la derrota de los Assamitas en 1496, el Imperio Otomano había alcanzado una gran extensión, abarcando grandes zonas de Europa Oriental y Oriente Medio.

Con el ascenso de Jamal a la posición de Más Antiguo de Alamut, comenzó un proceso de reorganización del clan, debido en gran parte a las pérdidas producidas durante las Guerras Anarquistas. La facción musulmana del clan, ya predominante entre los Assamitas, se fortaleció y asumió los puestos de mayor responsabilidad, instaurando medidas restrictivas para el reclutamiento de nuevos chiquillos. La decisión de Abrazar a un mortal pasó a ser asumida por un consejo de los antiguos de Alamut, lo que llevó a un aumento de reclutas musulmanes, y durante cerca de tres siglos, únicamente varones. El rechazo a la Camarilla y Occidente también supuso el rechazo hacia determinados pueblos y etnias. Las mujeres no volverían a ser Abrazadas oficialmente hasta el año 1746 y los europeos hasta 1896.

Bajo el liderazgo de Jamal, los Assamitas retomaron su proyecto expansivo en Europa, utilizando a los turcos otomanos para aumentar sus dominios. Como otros clanes también poseían gran influencia en el Imperio Otomano los Hijos de Haqim no dudaron en acompañar a los turcos en su expansión, a pesar de las limitaciones impuestas por el Tratado de Tiro y las protestas de varios antiguos de la Camarilla.

Tanto Murad II como Mohamed II fueron hábiles políticos dotados de gran decisión y firmeza en sus planteamientos ofensivos, que no estaban reñidas con una relativa actitud tolerante hacia los vencidos, que incluía el respeto a las ideas religiosas distintas, lo que supuso un elemento práctico a la hora de la aceptación de su autoridad y al mantenimiento de sus conquistas, sin olvidar a este respecto la clara supremacía militar que las garantizaba. Mientras el Estado otomano se mantuvo fuerte, compacto y bien administrado, contando además con figuras

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destacadas que ocuparon el sultanato durante buena parte de los siglos XV y XVI, los elementos desestabilizadores pudieron ser contrarrestados con eficacia, pero éstos se dejarían sentir con una mayor incidencia sobre la cúspide del poder soberano una vez iniciada la inflexión hacia el estancamiento y el agotamiento expansivo, factores éstos que no se darían hasta finales del siglo XVI, y aun así de forma relativa..

Como sultán, Bayaceto II (1481-1512) fue bien distinto a su padre Mohammed II. Poco dado a las empresas de conquista, mantuvo una política menos activa hacia el exterior, a pesar de lo cual bajo la presión de los dirigentes jenízaros tuvo que iniciar algunas tentativas para obtener nuevos dominios, de las que resultaría la toma del principado de Moldavia en 1504. Más relevante fue su política financiera y de acumulación de riquezas, que serviría para dotar al aparato del Estado de mayores recursos, pronto utilizados por su sucesor para relanzar el avance otomano. De todas formas, la extensión del Imperio turco era ya muy considerable antes de producirse los renovados afanes expansionistas del siglo XVI. Partiendo de los límites iniciales que tenía a comienzos del siglo XV, fundamentalmente de la zona turco-europea y de la parte sur de los Balcanes, a lo largo de esta centuria su ampliación fue notable, terminando por abarcar toda la península balcánica, incluidas Serbia, Bosnia y Albania, muchas islas del Egeo, Crimea, el sur de Rusia, Asia Menor, el Mediterráneo oriental y el mar Negro.

En esta primera fase de expansión otomana los Assamitas apenas intervinieron, ya que se encontraban muy atareados tratando de desviar la atención de la Camarilla de Alamut y se enfrentaban a varias derrotas. Sin embargo, algunos consiguieron mantener sus bases en Europa.

A este vasto espacio Selim I (1512-1520) añadió con sus conquistas de Siria en 1516 y Egipto en 1517 nuevos territorios de alto valor estratégico, pero también de enorme significación económica (participación en el tráfico del oro y de esclavos africanos, acercamiento a la ruta de las especias, aprovechamiento del trigo y del arroz de la zona para abastecer al centro del Imperio) y religiosa al ser reconocido el sultán como califa, recibiendo por lo demás las llaves de la Kaaba. Si la toma de Constantinopla por Mohamed II supuso acabar con el último reducto cristiano más representativo de Oriente y le permitió ostentar el título de emperador, ahora, con el sometimiento de los mamelucos de Egipto, la obtención de la categoría de califa le supuso a Selim I la dignidad de supremo jefe de todos los creyentes musulmanes, lo que le otorgaba una impresionante autoridad. Sultán, emperador y califa, o lo que era lo mismo, el caudillaje militar, señorial y religioso se unían en una sola persona, dotándola de excepcionales poderes. A la altura de 1517 Selim I era tal vez el hombre más sobresaliente del mundo conocido por los, europeos.

La expansión de los Hijos de Haqim se inició por Oriente Próximo, aunque en esta zona tuvieron pocos problemas con los demás clanes. Los Ashirra, una secta de vampiros musulmanes, habían convivido con los Assamitas durante varios siglos, y aunque recientemente habían pasado a formar parte de la Camarilla, continuaron manteniendo las antiguas alianzas y respetando los territorios de los Hijos de Haqim. De hecho, fue gracias a los Assamitas que varios antiguos del clan Lasombra salvaron sus vidas cuando el Movimiento Anarquistas se extendió al Norte de África. Estos Lasombra también serían protegidos durante los siglos siguientes de las depredaciones del Sabbat.

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Pero todavía quedaba por llegar el gran momento de madurez del Imperio otomano, que correspondería al largo reinado de Solimán II el Magnífico (1520-1566). Con él la potencia imperial otomana lograría su apogeo y el máximo de su poderío. En los primeros años de su mandato ya demostró la fuerza de su empuje, orientando su política hacia una mayor penetración en el Continente europeo hasta llegar a las puertas de Viena, con todo lo que ello suponía de temor para el Occidente cristiano. Una serie de hitos importantes jalonaron su marcha victoriosa en dirección al corazón de Europa: conquista de Belgrado en 1521; rendición de los Caballeros Hospitalarios de San Juan y toma de Rodas en 1522; desaparición del Reino de Hungría como entidad independiente tras la batalla de Mohacs en 1526, donde encontraría la muerte su rey Luis II, pasando la mayor parte del territorio húngaro a estar bajo la soberanía del poder turco, que también tuteló al trono magiar recién ocupado por el que había sido el candidato de los otomanos, Juan Zapolya, una vez aceptado por éste el vasallaje a Solimán. En 1529 se produjo un primer asedio a Viena, repetido años después, en 1532, con un intento de invasión turca de las tierras austriacas, pero el desastre para los Habsburgo no llegaría a producirse, resistiendo la capital la ofensiva turca.

El asedio de Viena de 1529 supuso una oportunidad perdida para vengarse del clan Tremere. El propio Califa, el líder de la casta de los Guerreros, participó en el asedio. Sin embargo, los Tremere, liderados por el antiguo Etrius, resistieron el asalto antes de que los ejércitos turcos se vieran obligados a retirarse. Hubo grandes pérdidas entre ambos bandos y entre los Assamitas fueron destruidos casi treinta Guerreros y una docena de Hechiceros. El Califa regresó humillado a Alamut, donde fue desafiado por Thetmes, el líder de los asesinos de la Telaraña de los Cuchillos, que asumió su cargo. En su nueva posición Thetmes mantuvo varios conflictos con Jamal, el Más Antiguo, pues el líder de la casta de los Guerreros nunca se convirtió al Islam y consideraba la práctica de la fe musulmana como una ofensa a la gloria de Haqim.

Sin poder superar esta barrera centroeuropea, el ejército del gran sultán se volcó en la dirección opuesta, conquistando Bagdad y Mesopotamia en 1536, continuando dos años después su avance hacia la India. La década de los cuarenta ofreció asimismo destacados acontecimientos para el Imperio, como fueron la anexión del sometido Reino húngaro a la muerte, en 1541, del rey vasallo Zapolya; el mayor dominio alcanzado sobre los siempre odiados rivales persas al producirse, en 1543, la renuncia del último rey abasí, o la aceptación de una especie de vasallaje por parte de Fernando de Austria consistente en el pago de un tributo anual que la Monarquía de los Habsburgo debía satisfacer al califa otomano. Precisamente la negativa a efectuar esta imposición por parte de Maximiliano II de Austria, ocasionaría indirectamente la muerte de Solimán, ya que éste moriría al lanzar un asalto contra Sigetz como respuesta a dicha actitud, la cual se modificaría de nuevo, ya bajo el gobierno de Selim II (1566-1574), al firmarse la paz de Adrianópolis (1568) y volver los Habsburgo a satisfacer la imposición anual al Imperio turco.

El mandato de Selim II fue corto pero lleno de trascendencia, pues a mitad de su reinado, tras arrebatar Chipre a los venecianos en 1570, tuvo lugar la famosa batalla de Lepanto (1571), que frenaría las incursiones marítimas de la flota turca hacia el Mediterráneo occidental, pero que no supuso ni mucho menos la quiebra del poder otomano. Éste, por contra, siguió pujante en el transcurso de los

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siguientes reinados de Amurates III (1574-1595), Mohamed III (1595-1603) y Ahmed I (1603-1617), durante los cuales el imperio otomano conservó y consolidó aún más si cabe sus fronteras en Europa, Asia y África. La decadencia del poder turco tardaría todavía algún tiempo en llegar, a pesar de que los problemas internos estaban siendo cada vez más frecuentes e intensos, sucediéndose las intrigas en el serrallo y faltando figuras de la talla de Mohamed II o Solimán al frente del sultanato.

La minoría de Mohamed IV se prestó a la continuación del desgobierno con levantamientos de jenízaros, artesanos y provincias. Pero en 1657 Mohamed Köprülü inició una dinastía de grandes visires, que hasta 170 establecieron una política reformista que mejoro la situación en la segunda mitad del siglo. El denominador común de las reformas de Mohamed era la reinstauración de un poder eficaz, civil y militar, para lo que no le tembló la mano. La corrupción en la Administración fue castigada con la muerte, se sometió con la misma dureza a los campesinos, a los que se obligó a volver a la tierra, y se reprimieron los levantamientos provinciales con ayuda de un ejército depurado, y debidamente recompensado. Las victimas de las reformas se contaron por decenas de miles, pero la situación quedó restablecida momentáneamente.

En Europa, los Assamitas trataron de consolidar sus conquistas, y unos pocos se convirtieron en príncipes en Europa Oriental, aislados entre los demás clanes. No obstante, y debido a las advertencias y negociaciones de la Camarilla, la mayoría de los Assamitas que se asentaron en el territorio conquistado adoptaron el papel de embajadores, consejeros, supervisores o guardaespaldas. Muchas de estas posiciones eran simples eufemismos para justificar la presencia de los Hijos de Haqim y vigilar los intereses del clan.

El sultán Ahmed Köprülü (1661-1676), consideró su posición lo suficientemente fuerte como para marchar en 1681 hacia territorio Habsburgo, llegando en 1683 una vez más a Viena. El emperador Leopoldo sólo pudo salvar la situación con la ayuda del rey polaco, Jan Sobiesky, que consideraba que Polonia ya había cedido excesivos territorios a la Sublime Puerta y no estaba dispuesto a dejarla avanzar más: su victoria en Kahlenberg supuso no sólo la retirada del ejercito turco, sino la señal para un considerable retroceso territorial del Imperio Otomano. En 1683 los Assamitas intentaron nuevamente la conquista de Viena. Los Tremere estaban desesperados y el Consejero Etrius buscó ayuda y comenzó a hacer planes para evacuar la ciudad. Afortunadamente para los Tremere el asedio finalizó gracias a la intervención de los mortales. El Papa de Roma, viendo en el avance otomano un peligro para los cristianos, formó una santa alianza para acudir en ayuda de Viena. Los Tremere aprovecharon la ventaja de su salvación azuzando a los ejércitos cristianos para que persiguieran al ejército otomano en retirada y reconquistando grandes extensiones de territorio. En 1687 los Tremere habían recuperado gran parte de su influencia en Europa Oriental. Muchos Assamitas de Europa Oriental, entre ellos su portavoz Hussein, decidieron regresar a Oriente Medio, decepcionados por su fracaso de que una civilización musulmana consiguiera echar raíces en Europa.

El siguiente Köprülü, Mustafá Zadé, consiguió una recuperación temporal en el sur de los Balcanes de 1689 a 1691, muriendo en el campo de batalla. Desde entonces, la claudicación fue inevitable. En 1699, el tratado de Karlowitz obligó a

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Mustafá II (1695-1703) a ceder los territorios que ya les habían ocupado Austria (Hungria), Polonia (Podolia) y Venecia (Dalmacia, Atenas, el Peloponeso), más Azov, que en 1696 conquistó Pedro I el Grande de Rusia. Desde entonces, el Imperio otomano dejaría de ser un peligro en la Europa sudoriental, aunque los conflictos, ya menores, con las potencias limítrofes serían permanentes.

Las reformas que los Köprülü habían llevado a efecto en la segunda mitad del siglo XVII pudieron momentáneamente frenar un deterioro que llevaba una velocidad bastante acelerada, e incluso consiguieron ciertos éxitos en materia económica y de política militar, pero no atacaron la raíz de los problemas. Para mantener un Imperio tan amplio y tan diverso, sólo basado en la dominación de una casta guerrera, hubiera sido necesario que ésta conservara las máximas virtudes militares posibles. Pero en vez de ello, a la austeridad siguió la vida acomodada y el lujo, y la lealtad y el arrojo, el interés por el enriquecimiento.

Otra posibilidad hubieses sido intentar la asimilación de las poblaciones conquistadas en lugar de mantenerlas marginadas. Pero la separación absoluta entre musulmanes y súbditos cristianos y judíos, más la simple superposición de la Administración otomana sobre los territorios ocupados, sin ningún intento de integración, mantuvieron a las poblaciones conquistadas ajenas y sintiéndose extranjeras, y por tanto proclives a seguir un camino independentista en cuanto los vientos favorables alentaran el rescoldo o en cualquier caso a no oponer resistencia ante otra potencia conquistadora. La descentralización creciente, sobre todo al ser causada por la debilidad e ineficiencia del poder central, también hacía muy vulnerable a un Imperio arcaico que debía enfrentarse a unos Estados europeos cada vez más fuertes. LOS INDÓMITOS Y LA MANO NEGRA Después de la maldición Tremere los Assamitas no se resignaron, buscando una forma de romper el hechizo que les impedía beber la sangre de los Cainitas de otros clanes, comenzando una lenta investigación. Una importante facción del clan tomó una decisión más drástica y directa. Quince días después del ascenso de Jamal a la posición de Más Antiguo varios antiguos, sobre todo de la casta de los Guerreros, decidieron que someterse a la maldición Tremere era una cobardía. Finalmente, un grupo de Hechiceros Assamitas creyó haber encontrado una solución para terminar con la maldición Tremere. Esta facción, que sería conocida como los Indómitos, partieron de Alamut actuando sin la autorización del Más Antiguo en busca de la ciudad donde los Baali habían maldecido a su linaje con el ansia de la sangre. Aunque por aquel entonces los infernalistas Baali eran poco más que un recuerdo y muchos los consideraban destruidos, los Hechiceros creyeron que en el lugar donde se había originado la primera maldición encontrarían el poder para romper la segunda. Sólo rumores y leyendas han trascendido sobre lo ocurrido en la arruinada ciudad de Chorazin. Aunque los Hechiceros consiguieron activar los altares malditos y extirpar la maldición Tremere de la sangre de los Indómitos, también despertaron a algo que había permanecido dormido bajo Chorazin durante siglos. Hubo muy pocos supervivientes y muchos relatos contradictorios, pero al final todos los Visires y Hechiceros que acompañaron a los Indómitos fueron destruidos

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y el secreto de su éxito se perdió con ellos. El Guerrero superviviente más antiguo, Izhim abd´Azrael, con quien también se había iniciado la maldición Baali, guió a sus seguidores fuera de las ruinas de Chorazin en busca de un nuevo hogar. Izhim abd´Azrael había decidido acompañar a los Indómitos porque su edad era tan vasta que sólo la sangre de otros vampiros podía saciar su sed, y someterse a la maldición Tremere hubiera significado caer en el letargo. Los Indómitos habían rechazado Alamut por su sometimiento a la Camarilla y sus antiguos compañeros de clan desconfiaban de la forma en que habían roto la maldición, y de hecho comenzaron a perseguirlos, por lo que no podían regresar a Alamut. Tras una serie de discusiones y cuidadosas negociaciones Izhim abd´Azrael y su estudiante Djuhah encontraron refugio para sus seguidores entre las filas del Sabbat a principios del siglo XVI. La perspectiva de contar con tan terribles guerreros y el poder de antiguos como Izhim abd´Azrael constituyeron una gran tentación para los líderes del Sabbat, que aceptaron la acogida de los Indómitos o Antitribu Assamitas. Aparte de su destreza en el asesinato y los campos de batalla, los Guerreros Assamitas proporcionaron al Sabbat numerosos conocimientos antiguos y filosóficos, contribuyendo a la formación de Sendas de Iluminación como la Senda de Caín, que mantenía grandes semejanzas con las enseñanzas de Haqim, la Senda de la Sangre. Estas semejanzas doctrinales permitieron que varios Guerreros mantuvieran en secreto su fe en las enseñanzas de Haqim, y con el tiempo consiguieran reconciliarse con el resto de los Assamitas. Sin embargo, no fue con los líderes del Sabbat con quien Izhim abd´Azrael (conocido a partir de entonces como Izhim ur-Baal) pactó la acogida de los Indómitos. Entre los vampiros de la Verdadera Mano Negra se encontraban numerosos antiguos Assamitas (de la facción de los Desposeídos), que también habían participado en la terrible expedición a Alamut y que disponían de importantes contactos en la secta. Los Cainitas de la Mano Negra aceptaron a los Indómitos en sus filas y los protegieron de la persecución de sus antiguos hermanos de clan. A pesar de constituir una minoría dentro del Sabbat, los Indómitos tuvieron una desproporcionada influencia sobre la percepción de la Camarilla (del mismo modo que los Guerreros Assamitas habían urdido la Gran Mentira que ocultó a las castas de Visires y Hechiceros del conocimiento de otros Vástagos), proporcionando la imagen de un culto de elitistas guerreros y asesinos. De hecho, muchos miembros de la Camarilla no encontraban ninguna diferencia entre la Mano Negra y el Sabbat. Tanto la Verdadera Mano (la Manus Nigrum) como la Falsa (la Tribu Perdida) acogieron a un importante contingente de Indómitos, que se volvieron muy influyentes dentro del Sabbat, y la cultura Assamita tuvo gran influencia en el desarrollo de la estructura de la secta, convirtiéndose en la espina dorsal de la Mano Negra. Los Indómitos se organizaron con un consejo de shakari (semejantes a los silsila o antiguos de Alamut), y bajo el liderazgo del Hulul, que ocupó Karif al-Numair, uno de los supuestos supervivientes del asalto al refugio del Antediluviano Lasombra y que había bebido parte de su sangre. Karif gobernó durante un siglo hasta que abandonó voluntariamente el cargo e hizo que su sucesor lo diabolizara, iniciando una tradición que se repetiría cada siglo. Los

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principales grupos de Indómitos se asentarían en el Nuevo Mundo y Europa Oriental, donde en ocasiones lucharían contra sus hermanos de Alamut. Como precio de su supervivencia los Indómitos también renunciaron a muchas de las tradiciones Assamitas y a sus raíces, debido a la exigencia del Sabbat en poner la lealtad a la secta por encima de la lealtad al clan, pero el principal responsable fue el deseo colectivo de los antiguos de la facción de distanciar a sus proles del “deshonrado” bloque principal de los Assamitas. Aunque continuaron entrenando a los futuros aspirantes al Abrazo, también rechazaron las restricciones religiosas étnicas y religiosas de Alamut, seleccionando a los escogidos por sus habilidades, voluntad y astucia. En el siglo XVII la facción oriental de la Tal´Mahe´Ra, que se había separado de sus hermanos occidentales en el año 450, y que controlaba la ciudad fantasmal de Enoch en las Tierras de las Sombras se encontraba en una situación problemática, debido a sus constantes batallas con los Assamitas y los Seguidores de Set. Enoch cayó ante un ejército de espectros que conquistó la ciudad. Las relaciones entre las facciones oriental y occidental de la Tal´Mahe´Ra no habían sido muy buenas tras la separación, debido al aislamiento de la facción oriental, que habían prohibido el acceso a sus antiguos camaradas poco después de las Guerras Anarquistas. La caída de Enoch cambió la situación y la Tal´Mahe´Ra contactó con la Verdadera Mano Negra para que se reincorporaran a la secta y les ayudasen a reconquistar Enoch. La facción occidental aceptó, a cambio de que se les reconociera como copropietarios y líderes en la ciudad. Recuperar Enoch costó algo más de tres años, pero la Tal´Mahe´Ra volvió a unificarse y las relaciones entre ambas facciones prosperaron, intercambiando dominios y secretos. Desde la recuperación y reconstrucción de Enoch la secta pasó a ser conocido únicamente como la Mano Negra, o Tal´Mahe´Ra entre los más antiguos. Con el tiempo la secta situó miembros tanto en el Sabbat como la Camarilla, enfrentando a ambas sectas para que permanecieran débiles en el momento del regreso de la Camarilla. La Verdadera Mano Negra fue adquiriendo cada vez mayor importancia y asumiendo el control de la Tribu Perdida. Izhim ur-Baal asumió la posición de Dastur Enosh, el antiguo líder de la Tribu, cuando este último fue destruido durante los tumultos de la Primera Guerra Civil del Sabbat. No obstante, el liderazgo de la Mano Negra se dividió en un consejo de cuatro Serafines. A finales del siglo XX sólo uno de los Serafines permanecía fiel a las enseñanzas de la Tribu Perdida o Falsa Mano Negra, buscando la destrucción de los Antediluvianos. EL NUEVO MUNDO Los Antitribu Assamitas siguieron al Sabbat en la conquista y colonización de América. No necesitaron de mucho esfuerzo para ser persuadidos, ya que las nuevas tierras constituían un refugio excelente para alejarse de las persecuciones de la Camarilla y de Alamut. Algunos miembros de la Falsa Mano Negra (La Tribu Perdida) se mostraron reticentes, ya que viajar al Nuevo Mundo los alejaba de los Antediluvianos a los que pretendía destruir. Muchos de ellos murieron, y sus posiciones fueron tomadas por miembros de la Verdadera Mano Negra. El propio Dastur Anosh anunció su disconformidad, afirmando a que la seguridad de América convertiría al Sabbat en una secta acomodada e indolente.

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A pesar de estos temores, la colonización vampírica de América no constituyó una empresa fácil. Los primeros vampiros que llegaron a América se encontraron con la resistencia de los hombres lobo que habitaban entre los pueblos indígenas, y que se resentían de la presencia de los Cainitas.

Los Indómitos se introdujeron en las colonias, instalando su influencia sobre todo entre los pueblos nativos y en las ciudades de la jungla, descubriendo ritos salvajes y sangrientos y descubriendo extraños secretos. Muchos de estos pioneros y sus descendientes se extenderían y permanecerían durante siglos entre los indígenas de México y Brasil, y en las nobles ruinas de Perú y Chile.

Y entre los colonos del Nuevo Mundo llegaron también algunos Guerreros de Alamut, que partieron a las costas extranjeras en busca de una cura para la maldición Tremere o una oportunidad de dejar atrás sus ofensas. Cuando se encontraban con los Indómitos solía haber derramamiento de sangre, pero no siempre, ya que algunos de los Antitribu Assamitas conservaban la esperanza de regresar a Alamut una vez que la maldición de los Tremere hubiera sido quebrantada. ÁFRICA: LOS SHANGO Entre los diferentes linajes que componen el conjunto de los vampiros africanos o Laibon, se encuentra un legado compuesto de temidos guerreros y hechiceros, devotos de Shango, uno de los dioses del pueblo Yoruba, patrón de las tormentas, la magia y la guerra. Estos vampiros o Shango han constituido una parte muy importante de las cortes vampíricas de África, como jueces, consejeros y guardianes y a través de su devoción a Shango han cultivado habilidades guerreras y mágicas. Debido a la fidelidad a su dios, los Shango prosperaron entre la cultura de los Yoruba, aunque en ocasiones Abrazaron a los practicantes de religiones cercanas, como los devotos de la Santería y el Vudú. El momento en que los Shango se separaron de los Assamitas no está claro, aunque se cree que ocurrió hace milenios, acompañando a otros clanes hacia las profundidades de África. Desconocen los dones de Extinción que Haqim enseñó a sus chiquillos, pero practican una forma de magia con muchas similitudes a la de los Hechiceros Assamitas, aunque con numerosas influencias y adaptaciones de las culturas africanas. Sin embargo, los Shango mantienen el ansia de sangre con la que los Baali maldijeron a la casta de los Guerreros. Si originalmente ya disponían de esta debilidad o si fue adquirida posteriormente se desconoce, lo que arroja mayor confusión sobre la maldición arrojada por los Baali. Los Shango consideran que su dios es un bebedor y mujeriego y que sus devotos han heredado su gusto por la bebida, sólo que ellos ansían la sangre en lugar del alcohol. INDIA La tradición ismaelita dice que poco antes de la caída de Alamut en 1256, Khwursha, el último Gran Maestre de los Asesinos mortales, envió a un lugar oculto a su hijo de siete años Shams al-Din Mohamed, acompañado de su tío. Al igual que sus predecesores clandestinos, Shams aprendió una profesión para

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conseguir una identidad encubierta. Sería conocido como Mohamed Zardoz (el Sastre) en Azerbaiján, donde decidió vivir. Poco a poco, él y sus descendientes se irían desplazando hacia el este, donde se estaban reuniendo algunos de sus seguidores. Azerbaijan sólo fue el primer paso en un viaje que llevaría a la secta y a sus líderes por la mayor parte de Persia y los países vecinos durante los siglos siguientes. Los ismaelitas habían enviado misioneros al noroeste de la India ya desde el siglo XI, donde fundaron las sectas de Bohras y Khojas, que se convirtieran en herederas del legado de los Asesinos ismaelitas, y adaptaron numerosos elementos hindúes en su religión, constituyendo una extraña amalgama. Los vampiros hindúes no aceptaron la presencia de los Assamitas durante mucho tiempo, y a medida que el clan se extendía con los conquistadores musulmanes las rencillas no tardaron en estallar. Irónicamente, sería la colonización británica del siglo XIX y la Camarilla quienes permitieran el acceso libre de los Assamitas a la India, al desaparecer los obstáculos que les impedían avanzar. Los Indómitos de la Mano Negra también acudieron a la India y trataron de establecer un segundo Alamut en la Frontera Nordeste del subcontinente. Desgraciadamente su presencia no pasó desapercibida para los Ventrue y la Camarilla, que enviaron a las tropas británicas a “pacificar” la región. Al final este proyecto fue abandonado hacia 1830, aunque no tardaron en extenderse terribles historias sobre el culto de los Thugee o Estranguladores que habitaban en aquel lugar. En su resistencia a la Camarilla los Assamitas (tanto de Alamut como los Indómitos) encontraron aliados entre algunos vampiros hindúes, especialmente entre los Ravnos y los devotos del culto de Kali, del que los Hijos de Haqim tomaron muchas enseñanzas. Algunos antiguos Ravnos cedieron territorios a los Asesinos a cambio de la ayuda de sus cuchillos contra los europeos y con el tiempo las ciudades indias se convirtieron en un nuevo hogar para el clan. Muchos Assamitas encontraron la paz en las enseñanzas de Buda y en los misteriosos secretos de los miles de dioses hindúes. Durante esta época los Assamitas entablaron relación con la familia de aparecidos y ghouls Marijava, que formaban parte de los Thuggee, que también servían desde tiempo anterior a los Indómitos de la Mano Negra, y que disponía de bases y refugios en Kabul y Bombay. EL SIGLO DE LA SANGRE Debido a la maldición Tremere durante mucho tiempo los Assamitas fueron espectadores de la historia Cainita. Con el comienzo del siglo XX y en apenas una generación mortal el mundo entró en guerra y se desangró dos veces, afectando a los territorios Assamitas, aunque en menor medida que en Europa. Durante la Primera Guerra Mundial los Guerreros se lamentaron por la muerte del honor en los campos de trincheras. Mermados de esperanzas, algunos Assamitas vieron en el Tercer Reich el tipo de renovación y organización que debían lograr en el clan. Entre mentiras, manipulaciones y propaganda, observaron y no prestaron atención a la podredumbre de la maquinaria nazi hasta que fue demasiado tarde. En la Segunda Guerra Mundial los Assamitas se unieron

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a la tormenta de metal que arrasó el Norte de África y lucharon en ambos bandos. De los refugiados hambrientos y de los campos de concentración el clan aprendió la fuerza surgida de la desesperación. Y cuando la guerra terminó con una bola de fuego que encendió el cielo en el Pacífico, los Visires y Hechiceros se lamentaron. Los mortales habían aprendido a domar el rayo y ningún vampiro podía hacer frente a semejante poder. Después de que los fuegos se extinguieran y que los muertos fueran enterrados, los mortales redibujaron las fronteras en los mapas, fraccionando las tierras ancestrales de los Assamitas basándose en sus intereses egoístas y en su propia locura. Los Leopardos de Sión, los Assamitas judíos, reaparecieron para defender Israel de los Cainitas y lucharon contra sus hermanos musulmanes. Cazaron a vampiros y mortales que habían apoyado directa o indirectamente el ascenso de los nazis, y durante la Guerra de los Seis Días de 1967 lideraron una carnicería que destruyó a muchos de los Cainitas extranjeros de Israel. La mayoría de los Leopardos se convirtieron en Desposeídos, pero unos pocos regresaron orgullosamente a Alamut. En 1979 los ejércitos soviéticos invadieron Afganistán, y con ellos llegaron numerosos vampiros Brujah que trataban de encontrar Alamut. No lo encontraron a pesar de las fotografías aéreas y sus satélites. Los Assamitas se unieron para proteger su fortaleza ancestral con sus corazones y extendieron sus manos para llevar la perdición a sus enemigos. En los años siguientes los Hijos de Haqim mataron a los antiguos de Tashkent, Kiev, Rostov y otras ciudades rusas. Los que sobrevivieron descubrieron que sus rebaños se habían alzado en una revolución popular y debieron buscar su propia seguridad antes de atacar nuevamente Alamut. Al mismo tiempo la antigua Matusalén Baba Yaga se alzó de su letargo y destruyó a varios antiguos Brujah de Moscú y San Petersburgo. Y el siglo continuó con la terrible leyenda de los Guerreros Assamitas que resistían y aguardaban con anhelo el día en que la fuerza del clan fuera reconstruida. LAS NOCHES FINALES LA CAÍDA DE LA MANO NEGRA De forma súbita, a finales del siglo XX, la Mano Negra perdió la ciudad fantasmal de Enoch, su símbolo y fortaleza. A lo largo de los siglos se habían enfrentado ocasionalmente a los fantasmas que conseguían encontrado el paradero de la ciudad, pero finalmente un antiguo espíritu conocido como Anubis delató la existencia de Enoch a los fantasmas del Imperio Estigio, que gobernaba el mundo de los muertos. En poco tiempo los fantasmas organizaron un ejército que asaltó la ciudad de los vampiros y finalmente prevaleció su superioridad numérica y la familiaridad con el entorno. Un artefacto espectral consumió Enoch y a sus habitantes, disolviéndolos en la nada. Y los cuatro Aralu que dormía bajo la ciudad, que la secta consideraba como Antediluvianos, no advirtieron a sus seguidores del inminente ataque. El Imperio Estigio capturó a tres ghouls que sobrevivieron a la hecatombe y les ordenó que advirtieran a los vampiros que no

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volviesen a hoyar la Tierra de los Muertos o “Sólo encontrarán la justicia de la que escaparon entre los mortales.” La Caída de Enoch supuso la pérdida del centro espiritual de la Mano Negra y de importantes miembros. El culto comenzó a dividirse. Clanes y líneas de sangre unos contra otros, vampiros y no vampiros, fanáticos contra seguidores más tibios, vampiros orientados hacia los mortales contra vampiros orientados hacia el control del resto de los Vástagos. Comenzaron a producirse estallidos de violencia. Aún en su debilitada condición la Mano Negra hubiera podido sobrevivir, pero entonces en 1999 comenzó la Gehenna y los miembros del culto descubrieron que sus esperanzas habían sido en vano. En julio el Antediluviano Ravnos despertó y luchó durante una semana contra numerosos oponentes antes de ser destruido. Los vampiros de la Mano Negra trataron de contactar con el Antediluviano, para ofrecerle su lealtad y obedecer sus órdenes, pero éste los ignoró por completo ni pudo pronunciar nada coherente. Sencillamente el culto carecía de importancia para él. Y llegó la desesperación. Acusaciones de locura, engaño y cosas peores comenzaron a pronunciarse y la Mano Negra se dividió en diversas facciones. Algunos miembros buscaron nuevas fuentes de esperanza, mientras otros decidieron aguardar el final inminente. De todas las facciones que sobrevivieron, la más fortalecida fue la Tribu Perdida, que se liberó del control de la Tal´Mahe´Ra. Los Serafines leales a la Verdadera Mano desaparecieron junto con numerosos Antitribu Assamitas, dejando al antiguo Jalan-Aajav, un antitribu Gangrel como el principal poder dentro de la secta. Jalan Aajav descubrió mucha información sobre el Tal´Mahe´Ra y lo ocurrido gracias a un desertor que acudió a él pidiendo protección. Sin embargo, al mismo tiempo un nuevo poder se alzó en Oriente Medio, impidiendo el acceso de la Tribu Perdida a la Piedra del Llanto, su santuario de peregrinaje. EL REGRESO DE UR-SHULGI Una noche, los Assamitas de todo el mundo se despertaron encontrando que la maldición impuesta por los Tremere había sido destruida como un cristal que se rompe contra el suelo; la sangre corría de nuevo pura abrasando sus venas. Ur-Shulgi, uno de los chiquillos de Haqim había regresado del letargo bajo los montes Zagros, en la frontera entre Iraq e Irán. Poco después se trasladó a la antigua ciudad de Petra, en Jordania, y con una sola semana de preparación y una noche de acción, consiguió lo que cientos de Hechiceros menores apenas habían conseguido analizar durante quinientos años. Las repercusiones de su hazaña, tanto mágicas como sociales, se extendieron por la casta de los Hechiceros. Casi la totalidad de los magos Assamitas sintió cómo la energía fluctuaba por sus venas cuando el Matusalén invocó la sangre de sus descendientes para destruir la maldición. Mientras las historias proliferaban entre las filas de los Assamitas, los más antiguos sintieron una llamada que provenía de Petra. Jamal, el Más Antiguo y Señor de Alamut, fue el primero en acudir.

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Al mismo tiempo los Indómitos del Sabbat y la Mano Negra se encontraban inmersos en una campaña de conquista en la Costa Este de los Estados Unidos, atacando los dominios de la Camarilla. Cuando la Ruptura de la maldición fue completada, todos los Indómitos lo percibieron. Los neonatos, que habían abandonado hacía mucho tiempo las tradiciones de su clan, lo interpretaron como una señal del regreso de los Antediluvianos, pero para los antiguos era una invitación para regresar a Alamut. A pesar de lo que pensara el Sabbat la alianza de los Indómitos con la secta era una mera conveniencia para protegerse de sus enemigos. En cuestión de dos semanas los antiguos Indómitos del Sabbat y la Mano Negra simplemente se esfumaron, entre ellos el Serafín Izhim ur Baal. Como resultado, la campaña conquistadora del Sabbat sufrió un duro revés al perder gran parte de sus guías y consejeros estratégicos y tácticos, aunque algunos neonatos Indómitos trataron de cubrir las vacantes, con resultados variables. A principios de 1999 la mayoría de los Antitribu Assamitas habían dejado de ser el principal componente de la Mano Negra y las posiciones más altas del culto fueron ocupadas por ambiciosos agitadores militaristas del Sabbat deseosos de demostrar su valía. Sin embargo, en menos de un año, las filas de los antitribu Assamitas se habían recuperado, y no precisamente a través de Abrazos, sino por la afluencia de nuevos refugiados del clan. Por primera vez en varios siglos numerosos Assamitas renegaban en masa de Alamut, huyendo de “la atrocidad andante que se sienta en el Trono Negro y asegura hablar en nombre de Haqim.” EL GRAN CISMA El regreso de Ur-Shulgi produjo una nueva división dentro del clan. Muchos Assamitas aceptaban la diablerie y la guerra contra el resto de los vampiros como su credo. Sin embargo, Ur-Shulgi no estaba conforme, considerando que las creencias mortales de lo Hijos eran incompatibles con los códigos de Haqim.

Cuando Jamal, el Más Antiguo, se presentó el primero ante Ur-Shulgi para enfrentarse a su juicio, se negó a renunciar a su fe en el Islam a favor de una devoción total hacia Haqim. Ur-Shulgi lo estacó, colocando su cuerpo empalado en lo alto del Trono Negro durante un mes, antes de vaciar su sangre en una vasija de arcilla y esparcir sus cenizas en las arenas de Petra. Muchos Assamitas musulmanes consideraron a Jamal un mártir. No sería el último. Y en las noches siguientes otros antiguos se enfrentaron a destinos similares bajo el juicio de Ur-Shulgi. Sin embargo, a otros se les permitió partir, entre ellos a los líderes de las castas de Visires y Hechiceros: Tegyrius y Al-Ashrad.

Los Cismáticos, entre los que se encontraba un contingente de las tres castas, eran fieles creyentes en el Islam u otras religiones. Otros eran moderados en la aplicación de las Leyes de Haqim que consideraban un genocidio la destrucción generalizada del resto de los clanes que era apoyada por Ur-Shulgi. Otros, principalmente jóvenes, que habían vivido bajo la maldición Tremere, estaban asustados ante la terrible sed de sangre de vampiro que amenazaba con apoderarse de ellos.

Uno de los primeros decretos de Ur-Shulgi cuando ascendió al Trono Negro fue el cese inmediato de toda adoración ajena a Haqim y la destrucción de varios

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antiguos que se negaron a renunciar a Alá. Los Leopardos de Sión retaron al Matusalén en su defensa de la fe judía y se convirtieron en Cismáticos. Practicantes de todas las religiones mayoritarias y minoritarias del mundo acompañaron al antiguo Al-Ashrad al exilio, volviéndole la espalda al clan antes que a sus dioses.

Tegyrius y Al-Ashrad decidieron negociar con los representantes de la Camarilla en busca de refugio, aunque una considerable parte de los Cismáticos, que había luchado contra la secta, decidieron unirse al Sabbat. Ambos antiguos decidieron revelar a sus seguidores y a los demás clanes su herencia oculta como jueces y defensores de los mortales. Al-Ashrad pidió hospitalidad y obtuvo numerosas concesiones y refugio para sus seguidores. Esta buena voluntad de la Camarilla se debió en gran parte al reciente abandono del clan Gangrel, que había cortado sus lazos con la secta.

Y actualmente las conversaciones con la Camarilla continúan, surgiendo abundantes rumores. Se dice que pronto los Assamitas Cismáticos ocuparán el lugar del clan Gangrel dentro de la secta, con Al-Ashrad en el Círculo Interno de la Camarilla y Tegyrius como Justicar del clan. Algunos miembros de las tres castas han comenzado a adquirir posiciones de importancia en ciudades como Phoenix, París y Atenas. También se rumorea que en un futuro próximo los Cismáticos planean convertir la ciudad de Estambul en la base del clan.

El regreso de Ur-Shulgi ha provocado un abismo creciente que amenaza con convertirse en una guerra civil dentro del clan Assamita. El Gran Cisma se cobrará un peaje similar a las guerras de las naciones en las Noches Finales.