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II. PARA ESCRIBIR LA lHSTORIA DE LAS ETNIAS DE AMERICA Introduccion Cuando se aborda el tema de la, etniasjen America Latina, las Uneas de analisis se desvian, en mayor 0 menor grado, hacia el campo de la olitica, dejando un espacio demasiado estrecho a ;. los emas puntos de enfoque, tales como los que corresponden II 10 econ6mico, a 10 social, a 10 sicologico y, en particular , a 10 ' relacionaao con ese vasto y complejo entretejido de ideas, acciones emociones que conh uran la conciencia colectiva y la I entldad histonca cu a fuerza se lasma en una vana a 8ama e manifestaciones expresivas concretas, entre las que 'destaca con nitidez la lengua, - Esa dlsparidad en el tratamiento del tema suele tener como telon de fondo una circunstancia nistorica que, precisamente, esta constituida por la falta de analisis historico 0, ma s bien, por intentos de comprension y de explicacion historicas que se apoyan exclusivamente en la memoria sectaria que, de sus acciones y de sus heroes, han dejado los conquistadores ibe- ricos del siglo XVI, los cronistas de la epoca colonial y sus epigonos de la Hamada epoca independiente hasta nues: tros dias, En otras palabras, el planteamiento y el desarrollo del tema de las etnias en America Latina no han merecido hasta ahora un estudio detenido, profundo y so bre todo totalizante , es decir, que auna y conjugue, en una perspectiva pluridisciplina- ria, las caracteristicas y la especificidad de los elementos ba s i- cos a partir de los cuales habran de construirse los conceptos fundamentales. La supuesta transitoriedad de las etnias - La percepci6n y ahistorica de las etnias se debe ep gran medida a que en eI pensamiento oficiallatinoamericano 37

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II. PARA ESCRIBIR LA lHSTORIA DE LAS ETNIAS DE AMERICA

Introduccion

Cuando se aborda el tema de la, etniasjen America Latina, las Uneas de analisis se desvian , en mayor 0 menor grado, hacia el campo de la olitica, dejando un espacio demasiado estrecho a ;. los emas puntos de enfoque, tales como los que corresponden II 10 econ6mico, a 10 social , a 10 sicologico y, en particular, a 10 'relacionaao con ese vasto y complejo entretejido de ideas , ~ acciones emociones que conh uran la conciencia colectiva y la I entldad histonca cu a fuerza se lasma en una vana a 8ama e manifestaciones expresivas concretas, entre las que 'destaca con nitidez la lengua,

- Esa dlsparidad en el tratamiento del tema suele tener como telon de fondo una circunstancia nistorica que, precisamente, esta constituida por la falta de analisis historico 0, mas bien , por intentos de comprension y de explicacion historicas que se apoyan exclusivamente en la memoria sectaria que, de sus acciones y de sus heroes, han dejado los conquistadores ibe­ricos del siglo XVI, los cronistas de la epoca colonial y sus epigonos de la Hamada epoca independiente hasta nues: tros dias,

En otras palabras, el planteamiento y el desarrollo del tema de las etnias en America Latina no han merecido hasta ahora un estudio detenido, profundo y sobre todo totalizante , es decir, que auna y conjugue, en una perspectiva pluridisciplina­ria, las caracteristicas y la especificidad de los elementos basi­cos a partir de los cuales habran de construirse los conceptos fundamentales.

La supuesta transitoriedad de las etnias -La percepci6n ~istematica y ahistorica de las etnias se debe ep gran medida a que en eI pensamiento oficiallatinoamericano

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t!a prevalecido, en primera y en ult1ma instancias, 1a concepcion Golonialista occident;li que pretende ver a todos los pueblos some tid os a su influencia como entes culturales de segunda categoria, inca paces de sobreponerse al impac/o de la moderni­zacion y, por consiguiente, en franco proceso de desagrega­cion, cuya agonia no es mas que un estado transitorio que mas temprano que tarde habra de terminar. Dicha concepcion, tan marcadamente ideologica como acientifica, ha contado con que el tiempo transcurre en su favor. Y los hechos, no solo en , America Latina sino en Asia y en Africa, han demostrado justa mente 10 contrario.

A este respecto, es interesante acotar que las primeras fisu­ras en la idea de la transitoriedad de las etnias de America Latina las abrieron las etnias mismas, especialmente durante las ultimas dos decadas. Los caminos que arrancan de los altiplanos andinos, las selvas y las grandes cuencas hidro­graficas de Sudamerica, las sierras escarpadas y las llanura.s calcinadas de Mesoamerica , y las zonas deserticas allende las fronteras del norte, se han encontrado y han conducido ya-y por dos veces- hasta Barbados a los delegados de dichas etnias, no solo para recordar a America y al mundo la existen­cia de estas, sino para expresar sus anhelos y plantear sus reivindicaciones. 1

Puesto que no solo en la mente sino en ellenguaje coloniza­dor estas manifestaciones lucian impracticables, las reacciones del mundo academico latinoa. mericano han ido desde la conspi­racion del silencio hasta el desprecio sarcastico , pasando por la delacion, la indiferencia 0 la burla. A los planteamientos poli­ticos regionales y globales que, como microetnias y a la vez como macroetnia, como naciones y tam bien como civiliza­cion, han formulado los pueblos indios de America no se ha respondido 0, cuando se ha hecho, se han usa do como puntos de partida de plataformas estereotipadas de las facciones poli­ticas que, tanto desde la derecha como de la izquierda, prefie­ren aceptar como validas y fuera de toda discusion las ya mencionadas teorias de la superioridad de la civilizacion occi· dental, del colonialismo occidental y de las ciencias sociales

I Grupo de Barbados. lndianidad y descolonizaci6n en America LAtina.

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occidentales, a pesar de las limitaciones y de los fracasos que, hoy mas que nunca, han experimentado como proyecto de vida Y como pretendido modelo para los restantes pueblos del mundo.

Ha resultado l!1as facil acusar a las etnias y, en particular a sus representantes, de realizar maniobras sea en contra de las anldades naclOnales, sea en contra de la unidad de las c1ases d"esposeldas; y se ha pretendldo confundir, tanto en eI terreno politico como en el social, a habitantes de un pais con miem­bros de una sola nacionalidad y a integrantes deuna etnia con elementos de una sola c1ase social. Estas son, desde luego, las versiones contemporaneas de las tesis esgrimidas por los euro­peos, desde el siglo XVI, cuando se lanzaron por primera vez a la conquista del mundo.

Los ecos de la polemica sostenida entre Juan Gines de Sepulveda y Bartolome de las Casas resonaron durante tres siglos y constituyeron para Espana los dos asideros ideologi­cos que justificaron y convirtieron en realidad la aventura colonial iberica.

Las·opciones de la colonizaci6n frente a las etnias

Las alternativas de la colonizacion fueron borrar a las etnias de la faz del continente, 0 bien, reducir a sus miembros a la total servidumbre mediante su aniquilacion economica y su desper­sonalizacion espiritual y cultural.

La alternativa de la aniquilacion de. la etnia fue usada parcialmente, tanto en el espacio como en eI tiempo. Y con breves intervalos se ha utilizado hasta la fecha por los diferen­tes gobiernos republicanos. La otra alternativa, la de la explo­tacion economica, ha sido preferentemente puesta en practica en aquellas regiones de America en las que hubo, antes de la presencia europea, fuertes grupos de poblacion, organizados social, politica, economica y tecnologicamente , poseedores de una cosmovision solida y sutil capaz de aunar 10 circunstancial y cotidiano con 10 milenario e intemporal.

En la segunda alternativa estuvo siempre implicita la des-

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personalizacion colectiva e individual, asi como la decultura­cion. La accion misionera de la colonizacion ha tendido siempre a quebrar las conciencias individuales y a desgarrar la concien­cia colectiva, tratando de arrebatarle sus creencias y de arran­carle sus medios expresivos, tanto esteticos como verbales. Las luchas contra las artes y, sobre todo, contra la lengua, han formado parte de propositos y programas gubernamentales y eclesiasticos desde los albores mismos de la irrupcion europea.

En principio, esos planes lucian plausibles. Los colonizado­res partian de la base de que el despojo de las riquezas, en especial de las mineras y agricolas y, en general, de la tierra -vale decir, del territorio- desarticulaba totalmente a las naciones preexistentes. Igualmente, consideraron que el hecho de someter a la poblacion conquistada a todas las formas de aherrojamiento de la personalidad y de la libertad, tales como la esclavitud, la encomienda, el repartimiento, los servicios personales, la mita, el tributo, etc., descalabraria definitiva­me'nte la dignidad del colonizado.

Y si a este bagazo de pueblo y a estos residuos de hombres, que eran el resultado de tales acciones, se les ensefiaban los evangelios cristianos y se les obligaba a hablar la lengua del colonizador, su transito a la verdadera religion y a la unica civilizacion estaba, a la larga, asegurado. Dicha tarea lucia mas facil y mas segura con aquellos hombres y mujeres que el final de la conquista y el inicio de la colonizacion pusieron, de una manera mas brutal y mas dramatica, en esa tierra de nadie etica, social y cultural que fue el mestizaje de los primeros momentos y que, con variantes de tiempo y lugar, sigue siendo el mestizaje actual. .

Ahi estan las bases de las dos principales formas de asimila­cion de los vencidos que, cuatro siglos mas tarde y con muchos trabajos, la antropologia aplicada britanica y norteamericana lIamaria pomposamente aculturacion 0 transculturacion: con­ceptos que han fascinado los propositos del neocolonialismo, que han inspirado mas de un programa gubernamental y que, por su raigambre ideologica y no cientifica, no han soportado la prueba del tiempo, deshojandose juntamente con las plata­formas politicas imperiales que en un momenta les dieron vida.

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La interrelacion dominador-dominado

Ahora bien, si la colonizacion iberica a 10 largo de tres siglos despojo a las etnias de America de todas sus riquezas materia­les, si a sus miembros los convirtio en mana de obra mas iva y barata al servicio de un mercado cada vez mas internacional y mas capitalista y, ademas, les obligo a hablar la lengua del vencedor y a rendir adoracion a l Dios cristiano, a su Iglesia ya sus santos, i.por que al cabo de .su dominio en este continente no Ie go a las nuevas e independientes reptiblicas una poblacion homogenea, occidental y cristiana? Probable mente, porque -tal como 10 han hecho sus herederos mas tarde- no com­prendio que toda relacion entre pueblos diferentes, por des­iguales que sean los terminos en que se de, es en verdad una interrelacion.

Con esto se quiere decir que el hecho de una dominacion pura y simple, en la que el dominador 10 decide todo y el dominado 10 acepta todo, es inexistente. Si asi fuera, se trataria ' exact:!mente de 10 contra rio, a saber: de una coincidencia plena que borraria a las partes y constituiria un todo social; situacion que, naturalmente, en los hechos, tampoco se da. La interrelacion de dominacion conlleva la resistencia permanen­te del dominado, expresada con diferentes intensidades y mati­ces, y tendiente a disputar al dominador tanto los espacios fisicos y social como la direccion de la temporalidad historica, es decir, la que permite a un pueblo darse a si mismo un proyecto colectivo, una voluntad de perpetuacion que es capaz de leer su futuro en el pasado y que, por ello, Ie confiere una dimension historica, historiable.

La dominacion iberica en el continente se rigio por las estrategias economica, social, politica y misionera. En conse­cuencia, las manipulaciones sociales tendientes a hacer reali­dad aquellas estrategias fueron para operar simultaneamente, pero en el terreno de la praetica su funcionamiento fue des­igual. Las acciones militar, economica y administrativa rindieron los frutos suficientes para hacer de lei colonizacion una empre­sa lucrativa que, con altibajos, rindio beneficios a la corona durante un periodo de poco mas de doscientos ailos.

Sin embargo, la situacion particular de la metropoli y las

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luchas que est a sostuvo contra las naciones europeas que Ie disputaron el predominio del mundo occidental, minaron su poderio, y esa merma se tradujo, en las tierras americanas, en un respir~ para las etnias colonizadas, las cuales supieron sacar provecho de la situacion, dando principio a una lent a -al inicio, casi imperceptible- recuperacion de algunos espa­cios clave. La crisis de la encomienda y del repartimiento, asi como la distension de las cadenas que apresaban a los pueblos de indios, permitiendoles la vuelta al habitat disperso, con la consiguiente recuperacion de algunas tierras, constituyeron un primer paso en el, desde entonces, largo proceso de rescate del terri torio.

Las rebeliones indias

A esas circunstancias de indole externa deben aparearse aque­lias de caracter interno. AI despojo de la tierra y de la libertad, las etnias de este continente respondieron con acciones di~er­sas que culmmaro uchas veces en revueltas locales 0 en re ehones abiertas que, si bien fueron so oca as a corto 0 a I'argo plaza, cumplieron con la necesidad de mantener vivo el espiritu de resistencia y clara la conctencia de Iucha. La htsto­ritt oj'tctal se cutd6 de minimizar tales acciones, restandoles importancia y concediendoles escasas \ineas en los densos volumenes de sus prolijas y fatigosas cronicas.

Este hecho es importante puesto que muestra clara mente la ambivalencia de los grupos coloniales dirigentes: por una par­te, tratan de presentar las rebeliones como luchas aisladas, emprendidas por desesperados que, por falta de conocimien­tos y deficiente capacidad guerrera, las ten ian perdidas de antemano; razon por la cual nunca lIegaron a inquietar a las autoridades ni a poner en peligro el orden de cosas establecido. Por otro lado, la aparente seguridad en 5i misma que, con tales argumentos, pretendia tener la colonizacion, se traiciona al negarse a buscar las causas profundas de las rebeliones, asi como al no establecer nexos entre las mismas, ni mucho menos su frecuencia, su estructuraci6n material y su continuidad ideol6gica. Error nacido de la subestimaci6n del que conside­raron vencido y sobrevaloracion propia al estimarse vencedora.

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Conviene traer a cuenta que, en la actualidad, cuando se hacen enjuiciamientos historicos de esas rebeliones indigenas, se tiende a repetir, en esencia, los mismos argumentos que los cronistas coloniales desperdigaron a 10 largo de todos sus escritos. Prevalece aun la idea de que esos hechos no fueron mas que el epilogo de desesperaciones ciegas y sin posible trascendencia. Ni por un momento se piensa en su hilvanacion dentro de un proceso largo que apunta siempre allogro de un mismo fin, tanto mediato como inmediato, a saber: la recupe­racion de todo 10 perdido y la estructuracion y el mantenimien­to de una conciencia de lucha, la cual descansa siempre en la preexistencia y la conservacion de una conciencia etnica.

Vn ejemplo de comparacion historica

Empero, quienes sostienen la futilidad de las rebeliones indige­nas no ponen en duda, ni por un momento, hechos de la historia occidental com parables con el que nos ocupa. A guisa de ejemplo citaremos el largo proceso que se conoce como la reconquista en la historia espanola. Como bien se sabe, se trata de varias luchas, espaciadas en el territorio iberico en una temporalidad que alcanza los ochocientos anos, desde que Pelayo se alza en las montanas asturianas, en los albores de la Alta Edad Media, hasta la toma de Granada por los reyes ca tolicos el 2 de enero de 1492.

Si se consideran separadamente cad a una de las acciones que la compusieron y si, sobre todo, se analizan las multiples derrotas militares sufridas por las huestes cristianas a manos de los musulmanes, se puede concluir -tan facil como erronea­mente- que cada uno de esos episodios no eran para los cris­tianos mas que golpes.lanzados al viento 0 escupidas arrojadas al cielo.

"Como -cabria preguntarse- podrian tener futuro unas luchas emprendidas por bandas heterogeneas e ignaras contra califatos bien organizados, cultos y f1orecientes, como el de Cordoba? Y si, ademas, se tiene en ·cuenta que, en mUltiples ocasiones, principes cristianos (incluso EI Cid) se aliaron con los musulmanes y combatieron contra los cristianos, no cabe hablar -tal como suele hacerse de los caciques instrumentali-

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zados por la colonizacion en America- no solo de traicion, sino de entrega y de asimilacion al ocupante y vencedor? 0 bien, i,como puede juzgarse el aprendizaje por parte de la poblacion cristiana de las tecnicas de agrimensura, del repuja­do del cuero, del temple del acero 0 de las innovaciones arqui­tectonicas ensefiadas por los musulmanes?

Si se aplicaran las reglas con las que se pretende juzgar a los indigenas de America, solo cabria una conclusion: durante el apogeo de la dominacion musulmana de la peninsula iberica, los cristianos dejaron de ser tales; se islamizaron. Pero no murieron, sino que al cabo de los siglos vencieron y demostra­ron que habian aprendido de sus dominadores una leccion: si estos conquistaron para islamizar, aquellos conquistarian para cristianizar.

Los hechos , por su parte, se encargaron de demostrar que ni los pueblos ibericos fueron islamizados en la forma pretendida por los musulmanes, ni los pueblos americanos fueron cristia­nizados a la manera que se propusieron los hispano-Iusitanos.

EI ejemplo que hemos tornado nos puede dar ensefianzas aun mas utiles. Americo Castr02 se ha encargado de demostrar la forma en que pequefios pueblos, diferentes en cuanto a origen etnico y lingiiistico, atrincherados en los contrafuertes de los montes cantabricos, emprendieron esa reconquista, sin mas denominador comun que el de profesar la fe cristiana, ala cual , como replica al Islam agresor, dieron una definicion politico-ideologica con valores unificantes y estructurantes.

EI mismo autor ha puesto de manifiesto como la lengua castellana que, en un principio, era hablada por uno solo de esos pueblos, con el correr de las guerras se vuelve una lingua franca de entendimiento en el campo de batalla y, mas tarde el lenguaje predominante en las tierras reconquistadas. Por ella pasa a ser la mas extendida. Sin embargo, no alcanza nunca a suplantar a las otras, habladas por los variados grupos etnicos, vigentes hoy en dia. EI euscaro, el catalan, el galaico-portugues y el valenciano son algunos ejemplos.

2 Las multiples referencias a esta tematica ticnen su o rigcn en tres de las o bras de Americo Castro. a saber: De 10 edad conj/ictiva. Los espanoles. como lIegaron a serlo y Ln realidad his/oriea (Ie Espana. Nosotros hacemos una labor de resumen de las prin­cipales tesis del autor .

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En ese proceso de resistencia y de lucha, altern ado con etapas de doblegamiento y colaboracion con el enemigo , el pais que hoy se llama Espana y la lengua espanola toman car­ta de naturaleza, alia por el siglo XIII , como resultado del tren­zado de las castas cristianas, musulrnana y judia en una convivencia armoniosa que se rompe en las postrimerias del siglo x v para dar paso al predominio de la primera que, para afianzarse, vence militarmente ala segunda y expulsa del territorio penin­sular a la tercera.

La intransigencia religiosa se magnifica en el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisicion y la dimension imperial es alcanzada con la conqui sta y la ocupacion de America. Ocho siglos despues de ha ber sido vic timas de la guerra santa islcimi­ca, los pueblos ibericos estan aptos para iniciar la guerra santa cristiana. A la lu z del analisis historico, na die se preocupa po r poner en duda eI hecho de que esos guerreros sa ntificados, que sembra ro n la muerte y la destruccio n en America, sea n los herederos direc tos de aquellos mo ntafieses ca ntabricos que ocho ce nturias a tra s inicia ro n una aventura que pa recia-vis­ta en la perspectiva estrecha del mo mento- descabellada y des­tin ada a l fracaso .

Pero , por el contra rio, sob ran las voces que po nen en te la de juicio no s61 0 la capacidad de resistencia s ino incl uso la continuidad histo rica de los pueb los indigenas de America que , con intervalos e intermitencias, se do blega ro n y espera­ron , cola bo ra ron y se rebela ro n; y que hoy, pese a todas las agresiones, existen y exigen que se les devuelva elluga r que se les ha a rrebata do.

AI pisar el umbra l del tema de la colonizacion de America, se abre la discusio n sobre si los pueblos que ha bita ba n el cont i­nente a la lIegada de los europeos deja ron de existir como tales una vez q ue fuero n conq uistad os . EI solo enunciado d e la pregunta advierte sobre la carga ideo logica que la sub tiende a la vez q ue prefi gura la respuesta . La contestacion buscada es: si , dejaron de ser 10 que pudieron haber sido pa ra pasar a form ar pa rte de una categoria distinta m oideada to ta l mente por el co lonizador y adem as bautizada po r el mis mo co n el apelativo de indio.

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Tanto Frantz Fanon J como Albert Memmi4 (para citar a los mas caracterizados) han demostrado en que forma todas las colonizaciones europeas -desde el siglo XVI hasta nuestros dias- han afirmado en sus intent os de racionalizacion y de justificacion, la reduccion de los colonizados a una sola cate­goria en la que no hay diferencias cualitativas grupales 0

individuales, categoria que no tiene amarras con el pasado y cuyo futuro esta total mente en manos del colonizador. En otras palabras, es su obra. Pero una obra que , por partir de cero, da muchos trabajos a su forjador, el cual como un nuevo mesias debe resca tarla de su natural inc1inacion al mal y conducirla por el sendero del bien, cuyos accesos estan (mica y exc1usivamente en sus manos.

Por ella es que las historias ojiciales se empeiian en asegurar que a la llegada de los europeos, los pueblos de America se encontraban en decadencia y, como consecuencia de ello, en proceso de desagregacion socia l y politica. No faltan las citas relativas ala rivalidad entre Huascar y Atahualpa, la debilidad de Moctezuma 0 los sacrificios humanos de los aztecas, asi como a la supuesta noche de setecientos aiios que vivian los mayas desde que sus astronomos deja ron de erigir estelas con computos temporales. Todo ello hace mas facilla explicacion de que el conquistador europeo cumple el papel de reunifica­dor de los hombres y de reactivador de la cultura.

Si bien es cierto que la colonizacion redujo, por si y ante si, a la poblacion americana al com un apelativo de indio, no 10 es menos que esta ultimajamas perdiola certidumbre de pertene­cer a colectividades dotadas de caracteristicas propias y muy acusadas, tales como ellenguaje, el territorio y algunos rasgos distintivos mas. Igualmente, nunca dejo de considerar a los otros grupos aborigenes como coparticipes de un conjunto estructurado y milenario de ideas, conceptos, actitudes, tecni­cas, comportamientos, sensibilidades y creencias.

Cada conglomerado ha guardado siempre el apelativo que

1 Los argumentos de Fanon cstan tanto cn Los condenados de /0 tierra como en EI ana V de 10 revo/udan argl'lina. traducido al espana l con el nombre de Socia/ogio de una revo/udan .

4 Los estudios de Mt'mm i a cstc rcspccto cstan en Chomme domine y cn el R<" rolo til'! colonizado. Sin embargo . cn tada su obra toea difercntes aspectos del problema .

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se da a 51 mismo y el que da a los que Ie rodean 0 Ie frecuentan y, por otra parte, sabe que, ante el colonizador, se llama indio; y sabe tambien que dicho termino es peyorativo y discrimina­dor. En la actualidad, est a conciente tambien del poder reivin­dicatorio que el termino encierra si se invierte su significado.

La dialt!ctica dominador-dominado: las acciones colonizadoras

No puede abordarse el tema de la colonizacion de America sin estudiar sus propias contradicciones, las cuales se plantean en el interior de cada una de las acciones colonizadoras (militar, economica, administrativa y misionera) y de todas estas entre si.

La accion mililar

La accion militar pretendia, por definicion, aniquilar al enemi­go. Pero la debilidad numerica de las huestes invasoras obliga­ba no solo a buscar aliados entre los enemigos potenciales, sino a servirse de las milicias de est os en las guerras contra 105

demas. EI papel de Tlaxcala en este contexto es muy ilustrati­YO. Por otra parte, la aniquilacion lisa y lIana del enemigo significaba la perdida de contingentes humanos vital mente importantes para echar a andar la accion economica.

La mana de obra , en much os casos alta mente calificada, era requerida tanto para la construccion como para la agricultura . Para la mineria, dadas las tecnicas de la epoca, se hacian indispensables grandes masas de trabajadores que debian ser constantemente renovadas a causa del debilitamiento y la muerte rapida que sufrian como consecuencia de las pesimas condiciones de trabajo. Paralelamente a elias, se hacia necesa­ria otra masa humana que debia trabajar en el cultivo y en el trans porte de los alimentos destinados a las ciudades, los pueblos y los centros mineros, sin perjuicio de los contingentes empleados en los servicios personales.

Desde el punto de vista militar, todos estos segmentos de la poblacion colonizada nunca fueron confiables y su incorpora-

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cion a los cuerpos castrenses rue magra y esponidica, amen de que los alistados jamas obtuvieron el rango de oficia les. Todas estas circunstancias exigian el mantenimiento de tropas de ocupacion, integradas por peninsulares y mestizos que, una vez pasada la etapa de la conquista propiamente dicha , no podian -en contra de las mas elementales razo nes militares­aniquilar de una vez por todas al enemigo. Su {mica oportuni­dad de combatir abiertamente se daba cuando estallaban las rebeliones 0, en las regiones costeras provistas de riquezas, cuando se producian ataques piratas.

EI papel represivo que, como tropas de ocupacio n, dese m­peiiaron permanentemente, constituye el antecedente his tori­co y el modele a seguir por los ejercitos de las ac tua les repu­blicas la tin oa merica nas; y las co ntradicciones de estes ultim os, con las va riant es de epoca y lugar, siguen siendo las mismas.

La accion economica

La acci6n econ6mica -evidentemente la mas importante de todas- rue tam bien la mas controve rtida. Si bien su finalidad es tan simple como clara : extraer todas las riquezas posibles del suelo , del subsuel o y de los hombres al menor costa posible y con los mayores margenes de ganancia, los intereses contra­puestos de todos los ac to res sociales que en ella pa rticiparon, entorpecieron y embrollaron la consecuci6n de tales fines. La corona, representada por el Consejo de I ndias y, hasia cierto punto, por la Casa de Contrataci6n de Sevilla, dict6 disposi­cio nes que entra ron en conflicto con las de las autoridades colo nia les y, en mucho mayor grado, con los intereses de las 6rdenes religiosas, las autoridades eclesiasticas, los enco men­deros, los hacendados, los mineros, los tra nspo rtistas, los artesa nos , los proveedores de servicios, los comerciantes y, natural ment e, los indios.

Baste traer a cuenta a este respecto, al conjunto de disposi­ciones que asignaron a cada colonia los productos y las canti­dades de los mismos que debian poner en el mercado, la prohibici6n del comercio intercolonial y la cons iguiente cen­tralizaci6n de dichas act ividades en la metr6poli. Otro tanto

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ocurrio con los productos que esta enviaba hacia las Indias. Es claro que los habitantes afectados en primer plano fueron los 'peninsulares, los criollos y los mestizos, y asi se ha presentado el caso en las historias oflciales. Pero la base humana sobre la que opera ron las grandes extracciones de riquezas se encontra­ba en los virreinatos yen las capitanias generales que contaban con la poblacion indigena mas numerosa, al extrema de preva­lecer cuantitativamente en la mayoria de las provincias.

Al abordar 10 relacionado con la acci6n militar hemos explicado la necesidad que de una mana de obra abundante tenia el regimen colonial. asi como el destino que ala misma se dio dentro de el. Pero dicha rna no de obra no fue docil ni colaboradora. Por ello, desde el principio, se trato de sustituir­la por otra mas desarraigada: la del esclavo negro que, durante toda la epoca colonial, fue brutalmente sustraido del continen­te africano y trasplantado a America en las peores condiciones de desorganizaci6n personal y social.

A pesar de que, en terminos cuantitativos, dicha mana de obra fue considerable y, tanto en las Antillas como en las regiones costeras continentales del Caribe, del Golfo de Mexi­co, del Pacifico y del Rio de la Plata llego a constituir, con la excepcion del extrema sur de America, la base de la poblacion de entonces y de ahora, en las vastas regiones interiores y elevadas del continente, la mana de obra india continuo pro­duciendo.

La idea de sustituirla por otra, proveniente de Europa, y hacer de las colonias espafiolas un simil de las que los britani­cos construyeron en America del Norte a partir del siglo XVII,

tampoco opero. Este modele de ocupacion de las zonas coste­ras y de penetracion hacia el interior mediante la aniquilaci6n o la compulsion al repliegue definitivo de la poblacion abori­gen, rue factible a causa de la debilidad numerica de est a ultima y por su forma poco sedentaria de vida, asi como por su escaso equipamiento tecnico. Ya hemos sefialado en lineas anteriores que 10 contrario ocurria en las zonas de America que habian albergado, por mas de un milenio, formas com ple­jas de vida economica, social, politica y religiosa, y que habian puesto a punto tecnicas desconocidas por los europeos y total­mente adaptadas a la ecologia de cada region.

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La indocilidad y la desobediencia del trabajador indigena ha merecido una especial consideracion en todos los textos de los cronistas e historiadores, no solo de la epoca colonial sino del periodo lIamado independiente. En much os casos, a mas de exagerarse, se complementa con los conocidos denuestos de , haragan, incapaz, estupido y malagradecido. Esta ha sido una de las bases para afirmar la inferioridad del indigena frente al hombre de raza blanca, de cultura occidental y de religion cristiana. Este racismo abierto ha servido tam bien de punto de partida a las legislaciones que consideran al indio como un menor de edad mental y, consiguientemente, 10 sujetan a la tutela gubernamental. Todas estas apreciaciones son las que han contribuido a que, tanto en el lenguaje legal como en el academico, se hable del problema indfgena.

Albert Memmi, en sus diferentes obras sobre eI hombre dominado y colonizado,5 ha sido quizas quien con mas rigor ha abordado este tema y ha puesto bien a las c1aras como todas las colonizaciones europeas han recurrido invariablemente al mismo genero de calificativos y de discriminaciones. Frantz Fanon, por su parte, en sus varias e importantes obras6 ha explicado abundantemente cuales son los mecanismos sicoso­ciales que el colonizado emplea para reducir su capacidad de eficiencia cuando se trata de realizar tareas al servicio exclusi­vo del colonizador.

En realidad es un sabotaje, lento y disfrazado, al cumplir con una obligacion indeseable, asi como una contribucion a la merma de los beneficios de aquel a quien se considera como advenedizo,usurpador y lad ron de 10 que al colonizado perte­nece. En terminos mas resumidos, es un mecanismo de resis­tencia, obviamente enlazado a una voluntad y a una conciencia que, ademas de ser de explotado, es etnica. Esto ultimo, no unicamente porque el denigrarsele se Ie eche en cara, como un estigma, su condicion -por ejemplo, de indio-, sino, y mas fundamentalmente, porque si se considera miembro de un pueblo que , no obstante vivir agredido, tiene su propia identi­dad. En otras palabras , no es la discriminacion , sino la con­ciencia de tal hecho 10 que Ie da la identidad.

' 0 . p. ell. 6 0 . p. CII .

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Para la problematica que nos ocupa, el hecho relevante 10 constituye la necesidad que del indeseable tuvo la colonizaci6n de America cuando se trat6 de la actividad productiva. Recu­rri6 a quien no queria y ademas despreciaba. Siempre quiso sustituirlo y nunca encontr6 al sustituto, ya que el esclavo ne­gro, en su propio contexto, tambien resisti6 y supo unirse y defenderse. A la pretendida afirmaci6n de la ignorancia del in­dio se contrapone, por otra parte, el hecho de que sus conoci­mientos quedaron incorporados a las tecnicas agricolas del colonizador, y su sensibi lidad qued6 plasmada en la fabrica y en los p6rticos, asi como en las fuentes y en los retablos que exornan los monumentos coloniales.

La accion administratilla

La acci6n administrativa que en principio apuntaba al control total de las tierras y de los pueblos dominados, tuvo que ir cediendo, conforme el transcurso del tiempo, no s610 para dejar el paso libre a las otras acciones, sino para intentar conservar un poder efectivo en ciertas areas con el consiguiente desentendimiento de otras, en las que la soberania de la corona fue unicamente nominal. Su finalidad basica fue controlar el -espacio fisico y el espacio social.

EI despojo inicial de las tierras hubo de ser Iimitado cuando se sintieron las presiones que sobre los centros de agresi6n colonial (ciudades, pueblos, villas, haciendas, minas y planta­.ciones) ejercia la poblaci6n anteriormente encomendada 0

'T$partida que, al estar extremadamente Iimitada en sus des pla­.zamientos, imponia al colonizador la obligaci6n de procurarle la satisfacci6n de ciertas necesidades vitales, como alimentos, techo y vestido.

1, Entre los remedios escogidos estuvo el de los traslados .masivos de poblaci6n hacia lugares a veces distantes de su asentamiento original, con el fin de desarraigarla y reducir con ·ello su combatividad. En otros casos, la soluci6n se busc6 a . traves del otorgamiento de mercedes por parte de la corona, .Con el establecimiento de tierras comunales, con la creaci6n de lias lIamadas republicas de indios 0 de los denominados pueblos

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de indios. La idea subyacente a todas estas modalidades fue la de limitar el territorio del colonizado en las areas rurales y en los pequeiios poblados, y crear reservas de tierras susceptibles de despojo posterior cuando el creci miento de las haciendas y de las fincas del colonizador asi 10 exigiera.

En la hoy lIamada America Latina, la administracion del espacio fisico tendio a separar con nitidez los centros urbanos de las areas rurales. Los primeros fueron edificados con fines tanto militares como civiles y en ellos se ubico a las autoridades civiles, militares y eclesiasticas, asi como a quienes poseian el maximo de la riqueza agropecuaria , minera y comercial. En tanto que centro de control de determinadas regiones, estaban enlazados con las ciudades capitales y con los puertos, ya que a traves de ambos se mantenia la comunicacion con la metropoli.

De ahi que la (mica poblacion indigena permitida para habitar permanentemente era la que habia sido destinada a los servicios personales 0 a la construccion, los oficios, las artes y la confeccion de artesanias. Su ubicacion se hizo siempre en barrios segregados sometidos a una vigilancia facil y, a la vez, estrecha, ejercida por la poblacion misma y por sus alguaciles. Sin embargo, el centro urbano de vida economica mas impor­tante, el mercado, paso desde antaiio a ser manejado por los pequeiios productores y los pequeiios comerciantes indios, quienes desde entonces concurren a el durante los dias de plaza.

La norma dominante en 10 que ataiie a la distribucion del espacio territorial , fue condenar al colonizado a la vida rural y guardar los centros urbanos para los poderes coloniales. Se habla de condena porque, por una parte, la riqueza producida en los campos era inexorablemente transferida a las ciudades, dejando a aquellos empobrecidos al nivel de la sobrevivencia y, por la otra, porque las Iimitaciones impuestas sobre los despla­zamientos de la poblacion rural y las prohibiciones de habita! en los centros urbanos de categoria eran, a mas de vejacion, sancion social.

Las ciudades, los cascos de las haciendas y de las plantacio­nes, asi como de la explotacion minera fueron, desde el princi­pio, los centros de agresion colonial. No solo constituyeron el eje de la explotacion economica, sino tambien los puntos de

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partida de un mestizaje basado en la prepotencia del coloniza­dor. Siendo la mayoria de los casos el producto de la humilla­cion y el triunfo de la brutalidad, sus frutos iniciales merecieron la repulsa 0 el menosprecio de ambos progenitores. Sin embar­go, por haber sido dados a luz en los mencionados centros de agresion, alIi permanecieron. Can el tiempo lIegaron a ser mayoritarios y, de hecho, los dueiios de dichos centros. Su multiplicacion se realizo por entrecruzamientos entre mesti­zos y, de casta (como se les denominaba y enmarcaba en las categorias sociales creadas por la propia poblacion colonial) pasaron a ser grupo social considerable con grandes diferen­cias de fortuna entre sus miembros. Fueron una de las simien­tes de las cIases urbanas contemponineas, asi como de las clases rurales en aquellas regiones en las que las explotaciones agropecuarias y mineras fueron de vasto aIcance y de conside­rable duracion.

Aunque encuadradas.y Iimitadas por prohibiciones de des­plazamiento, las poblaciones aborigenes supieron sacar prove­cho de su permanencia en el campo. La conciencia de que tanto las tierras comunales como las usurpadas eran y vol venin a ser de su patrimonio,jamas cedio en 10 mas minimo. La tierra, las aguas y los productos de las mismas han sido y siguen siendo las fronteras mas asperas entre el colonizador de ayer y sus herederos de hoy, por un lado, y los colonizados de ambas epocas, por el otro. , En la lucha por la tierra es donde se amalgaman todas las

creencias y todos los resentimientos para, ijnalmente, estallar en las rebeliones. Las matanzas de indios tienen que ver siem­pre directa 0 indirectamente con los problemas de la tierra. Pe­W no se trata unicamente del aprovechamiento de la tierra. T.odas las poblaciones indias tienen en comun considerarla un territorio propio, usurpado y oeupado, al cual no han renun­ciado y al eual no van a renuneiar. Les corresponde por apropiacion milenaria hecha por sus etnias tam bien milenarias.

Quienes lIevaron a cabo la accion administrativa eoineidie­,JDn con aquellos que dirigieron la accion militar y, en muehos casos, ambos papeles se fundieron en las mismas personas. Por clio, en 10 referente al control del espacio territorial predomi­OMon los puntos de vista de la segunda. Conforme a estos, las

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fuerzas deben estar concentradas en determinados centros para poder desplazarse unidas hacia los puntos criticos, 0 bien" para resistir con posibilidades de victoria en caso de asedio. Consecuentemente, si se dispersan se exponen a la derrota. Sin embargo, un ejercito de ocupacion debe estar en todas partes, ya que no es solo combatiente, sino represor, y sus miembros, a mas de soldados, son policias. Las fuerzas coloniales se vieron atrapadas en esta contradiccion y prefirieron acuartelarse, dejando a una desigual formacion de alguaciles las tareas policiacas. Por tal razon no pudieron controlar eficazmente los territorios que, ademas, siempre les resultaron demasiado ex­tensos, escarpados y de dificil acceso. Durante las campafias de las guerras de independencia este aserto quedo plenamente comprobado.

No cabe duda de que una parte importante de la accion administrativa colonial era desarticular a las etnias americanas mediante la destruccion de sus asentamientos iniciales en el espacio territorial, para asi facilitar la usurpacion de sus tierras y la consiguiente entrega de estas a los encomenderos, hacell­dados, plantadores y mineros. Los encuadramientos y los desplazamientos de poblacion no fueron sino formas de ahe­rrojarlas e inte.ntos de desquiciar su com union con la tierra de sus antepasados.

Si tomamos en cuenta que tales politicas han perdurado durante toda la vida independiente, con las adecuaciones de epoca y lugar, estamos en capacidad de comprobar que no dieron los resultados apetecidos. Las estrategias de defensa de la tierra y las manipulaciones tendientes a soslayar el aherroja­miento, por parte de las etnias americanas, les han permitido mantener con reciedumbre los principios reivindicatorios y, elT much os casos y por diversos caminos, recuperar parte de esas tierras. Esta afirmacion se ha visto comprobada en los ultimos tiempos en varios paises latinoamericanos.

La accion misionera

La accion misionera es posiblemente la mas sugestiva e inquie­tante. Sugestiva, porque nos aboca direclamente al lema de las

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ideologias Y de su significado historico, considerado en una temporalidad de casi cinco siglos en los que dos concepciones civilizatorias han confrontado las bases mismas de su pensar. Inquietante, porque constituye un desafio para cualquier lati­noamericano intentar evadirse de los moldes y de los tabus mentales que esa accion misionera clavo hasta 10 mas hondo de aquellas conciencias que, por los avatares historicos, hereda­ron de los grupos dominantes de la Colonia tanto su posicion como su si tuacion social.

Los antecedentes de la accion misionera hay que buscarlos en la Espana de los reyes catolicos, en la ultima parte del siglo xv y en los albores del siglo XVI. Precisamente es en la ruptura del equilibrio de las tres castas de creyentes (cristiana, musul­mana y judia), a la que aludiamos lineas atras, donde se siembran las bases de la intransigencia del Estado espanol, el eual se hace realidad por esos mismos aiios al unificarse los rei­nos de Castilla y Aragon. La casta cristiana impone a los miem­bros de las otras dos, que no abandonaron el territorio ibtrico, la conversion obligada al cristianismo, dando pie ados clases de cristianos: viejos y nuevos.

A los nuevos se les nego el acceso a las dignidades y a los cargos de direccion, a pesar de ser los depositarios de los co­nocimientos tecnicos y cientificos de la epoca. EI hecho mismo de ser instruido paso a ser motivo de sospecha a los ojos de la Inquisicion y los juicios de pureza de sangre, al igual que los de herejia, menudearon ante dicho tribunal. La historia misma de Espana -al decir de Americo Castro-1 fue tambien sometida a un esfafufo de Iimpieza de sangre. Se reescribio para que constituyera una memoria triunfante de la casta de los cristianos viejos, en total desmedro de los hechos y de las contribuciones que a la formacion de Espana, de los espanoles y ide la lengua espanola habian realiz~do las otras . . La fusion de la Iglesia catolica con el Estado espanol fue CQmpleta, y el ideal misionero encarnado en una guerra santa -en una cruzada-, contra los infieles, paso a ser una meta pc!)litica. EI hecho de creer suplanto a la facultad de pensar y, e.omo consecuencia, vino la desgana cultural y el desprecio por

, ~ 10 edad conjlicliva. p. Ill.

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los conocimientos cientificos. El triunfo militar fue considera­do como el camino mas idoneo para a1canzar la gloria terrenal y la salvacion en el mas alld, por encima de la practica de las virtudes cristianas, tal como estas eran concebidas en el resto de los paises europeos.

Cuando las armas espanolas arremeten contra las poblacio­nes americanas, la codicia del botin corre pareja con el afan misionero. El galeon y el arcabuz tienen el mismo valor que el evangelio y la cruz. El adelantado es tan importante como el prior. La cristianizacion es concebida como una empresa reli­giosa, pero a la vez como la obra de un Estado fundido inextricablemente con la Iglesia, por 10 que sus fines son tambien politicos y, por ende, la verdad evangelica toma los contornos de una plataforma politica. Por ella es que cuando hablamos de la accion misionera en tanto que campana de difusion ideologica, estamos aludiendo al cristianismo -y a todo 10 que el entrana en la vida economica, social y politica del Occidente europeo- como una visi6n del mundo y de la vida, y al catolicismo espanol como una manifestacion concre~ ta de la busqueda de la hegemonia no solo en el mundo: cristiano, sino en el de los infieles, sean estos de los continentes ya conocidos 0 del que se esta descubriendo para los europeos.

El hecho de que la accion ec1esiastica haya sido siempre una; politica se ha probado abundantemente y, al respecto, qui. zas quien resume mejor los argumentos sea el filosofEl Henri Lerebvre~ cuando afirma que, en la concepcion cristiana del mundo, no existe un encadenamiento logico entre la Fuente de todos los conocimientos (Dios), situada en el mas alld, y los postulados doctrinarios elaborados e interpretados en funci6n de las cambiantes circunstancias terrenales.

Consiguientemente, la amplitud de maniobra es muy gran­de y, por dictados de la voluntad divina, se pueden presentar como validos cualesquiera postulados de orden moral 0 politi­co, que emanen de la exegesis practicada por la Iglesia y sus ministros, en tanto que representantes de Dios.

En ese mismo orden de ideas puede comprenderse por que la accion misionera constituia la espina dorsal del conjunto de

x J:."/ marxi.'il1lo. pp. 14 Y 15.

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explicaciones y de justificaciones de la aventura colonial, y a la vez, la guia de la pnictica de la misma. Pero, como toda obra humana, estaba atrapada en una red de contradicciones que, tanto desde su interior como del resultado de la interaccion con la poblacion agredida, terminaron por desarticularla y final mente por hacerla nugatoria.

En primer lugar, en el terreno de los hechos, tanto la accion militar como la accion economica Ie sacaron una clara ventaja inicial. La brutalidad de la primera y la codicia de la segunda colocaron a la poblacion sometida en un pie de total desigual­dad. La muerte y el despojo constituyeron los prodromos de la era colonial. Y ninguna invocacion evangeIica podia traerse en su apoyo. La accion administrativa, el encuadrar a la pobla­cion mediante la esclavitud, la encomienda, el repartimiento, etc., hizo a un lado la circunstancia de que tal poblacion ha­bia sido ya bautizada y, consiguientemente, de enemiga habia pasado a ser hermana, conforme a la razon teologica.l.Como podrian -entonces- los ministros de la fe explicar a los nue­vos hermanos la igualdad espiritual dentro de la tajante des­igualdad que marcaban las cadenas?

Hubo problemas de mucho mas fondo que por entonces lucian irresolubles y que ahora se pueden considerar en defini­tiva como irresolutos, a saber: el diferente grado de abstrac­cion y de generalizacion en que descansa la cosmovision antropocentrica cristiana y la vision del mundo y de la vida que enmarca a la religion cosmogonica americana.

Las hazanas de un pequeno pueblo escogido por un dios voluntarioso y vengativo, 0 los avatares de la vida terrenal de un dios hecho hombre, escarnecido y martirizado, muerto y resucitado, con una mision inacabada, dentro de una tempora­lidad extremadamente corta, no pueden compararse con una vision en la que los hombres, al nacer, quedan definitivamente absorbidos por eI Cosmos, del cualla tierra y su naturaleza no son mas que una parte armonica, enlazada y, ala vez, separada de aquel por una temporalidad de larguisimo aIcance cuyo computo, tanto hacia atras como hacia adelante, es susceptible de caIcularse en periodos ciclicos que concluyen y recomienzan eras, comunes a los astros y a los hombres.

Se trata de una concepcion religiosa en la que los dioses

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estan siempre supeditados a una fuerza que es tambien una dimension: el tiempo. Cuando en el Pop Wuj (no Popol Vuh, como se decia antes) asistimos a la creacion, EI Arquitecto, EI Formador, EI Infinito, EI Oculta Serpiente, EI Creado, EI Varon Creado -deidad primigenia- al proporcionar los pri­meros haJitos de vida a la naturaleza y a la humanidad terres­tres, actua ya dentro de la dimension tiempo a la que apenas se incorporaba la dimension espacio: ... nada habia de eso que es cosa, todo era absorcion, nada se movia; recien acabdbase de hacer e/ cie/o,· tampoco habia algo levantado.9

Tal como puede apreciarse, los puntos de partida de ambas concepciones apuntan en direccioncs sumamente dis pares. Para calificar esa disparidad, incIuso el termino contrapuestas parece insuficiente. Pero el hecho real es que en tanto que cQsmovisiones subtienden ados formas distintas de razonar y, por ende, diferentes en sus manifestaciones expresivas. Las lenguas, las directrices esteticas y las simbologias no pueden

. armOnIzarse.

Todo este parangon 10 hemos hecho para poner de manifies­to los escollos insalvables que, en el orden teologico, tuvieron que afrontar los misioneros cristianos, los cuales, de todas maneras, echaron a andar su mision, pero absteniendose de tocar los puntos basicos doctrinarios. En su lugar, aplicaron los dictados puramente politicos de la empresa colonial y para el ambito religioso dejaron todas las manifestaciones externas del culto, es decir, el oropel y el boato con el que se rodeo siempre a las ceremonias esotericas. De ahi que las procesio­nes, envueltas en el colorido de las vestiduras, el taiiido de las campanas y el aroma del incienso, cautivaran los sentidos de quienes las observaban, maxi me si el telon de fondo era dado por la suntuosidad de los templos, de los conventos y de los santuarios de peregrinacion.

Si en algun terreno las estrategias de sobrevivencia de las etnias de America se encaminaron, a traves de manipulaciones sociales atinadas, a la consecucion de sus fines, fue en el de las practicas religiosas. AI utilizar como emplazamiento de las

• EI subrayado es del aulo r. , An6nimo, Pop Wuj. Iraducci6n de Adrian Ines Chavez, p. 2a .

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iglesias catolicas los antiguos lugares sagrados de la religion cosmogonica, los frailes pretendieron demostrar el triunfo de la nueva religion y el aplastamiento de la antigua. Sin embar­go, desde el punto de vista de la poblacion dominada, esta fue una razon para seguir acudiendo a los sitios que, a su juicio, eran el receptaculo ideal de las plegarias dirigidas a sus de ida­des ancestrales. Luego, la homologacion aparente de estas con los mUltiples santos de la Iglesia, Ie permitio mantener la comunicacion expedita con aquellas.

En las danzas -Que en verdad son recursos nemotecni­cosyara el-;;prendizaje de ciertos hechos c1ave- asi como-en los tejidos 0 en la ceralJ1ica, s~ han conservado muchos de los elementos fundamentales de la simbolo ia sagrada sin que el co oOlza or sea ca az e eerlos . Tal como J. flC. omp­

o pone e mam lesto en 10 que atafie a la vida en las tierras bajas mayas, con la eliminacion fulminante de los sacer­dotes, el ueblo perdio el contacto con las mas refinadas abstncciones, ta es como a re resentada or lrsamnaj. pero conservo la Ii azon ue dura hasta la fecha con os 0 u ares

a s. dioses e la lIuYIa, a quienes se invoca y agra ece normalmente en las temporadas de la siembra y de la cosecha del maiz.

Las muchas paginas empleadas por la antropologia anglo­sajona para referirse al sincretismo religioso se han estancado en una vista superficial y, por consiguiente, erronea de los fenomenos propios del culto y, desde que se escribieron, solo han servido para tranquilizar a sus epigonos latinoamericanos que, en cada generacion, creen haber encontrado la certidum­bre del fin inminente y definitivo de dichas creencias y de las etnias que las profesan.

En suma, a casi cinco siglos del inicio de la agresion colo­nial, el cristianismo, tanto cn su version catolica como en la protestante (cuyos nexos con el capitalismo imperialista son innegables) se ha desacralizado y perdido gran parte de su vitalidad. Hoy dia, el uso que de el pueden hacer sus adeptos conduce hacia un conservadllrismo esterilizante 0 -y esto es digno de tomarse en cuenta- a una identificacion con las

10 J . Eric S. Thompson, His/oria y religion de los mayas. pp. 306-319.

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luchas libertarias de America Latina. En este terreno y a traves de la religiosidad popular todavia tiene futuro, pero como doctrina oficial de las elites burguesas ha muerto y son elias las que 10 estan sepultando. Pero como intento de aniquilar la conciencia colectiva y la identidad historica de las etnias, fracaso.

Ausencia en fa hisforia, presencia en fa vida

Al hacer el balance de la inter re lacion de las acciones coloniza­doras, nos encontramos con el hecho obvio de que todas elias estuvieron dirigidas hacia las etnias y fueron influidas, desvia­das y -en algunos casos- anuladas por estas. Cualquier historiador que aplique verdaderamente la logica dialectica no pondra en duda, ni por un momento, que el camino correcto para aprehender la totalidad del juego de los actores sociales en la historia latinoamericana solo puede lograrse tomando en cuenta a dichos actores. Este aserto -que resalta por su obviedad- es, sin embargo, necesario tenerlo presente en America Latina, donde la historia oficiaf todavia repite las viejas cronicas coloniales y, 10 que es peor, todavia se orienta por sus principios. Si algo es evidente en las citadas cronicas es el afan de narrar los hechos desde una sola perspectiva. Las eras, las epocas, las revoluciones, las reformas, las guerras, las efemerides. etc., estan referidas unicamente a las po blacio­nes blanca y mestiza, y orientadas por el calendario europeo y occidental. Los heroes de Europa, al igual que los sabios y los artistas de dicho continente y del norte del nuestro, se conside­ran propios y, a la vez, inspiradores de los heroes, de los sabios y de los artistas de nuestras sociedades colonizadas.

La poblacion aborigen y sus etnias, asi como sus medios expresivos, merecen breves y entrecortadas referencias; sus hombres importantes son simplemente ignorados; sus expre­siones artisticas, largamente despreciadas, cobraron de pronto algun valor cuando la industria turistica las convirtio en mer­candas; y la idea, reiterada hasta el cansancio, de su muerte inminente, precedida por una agonia contemporanea, figura de

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manera invariable desde los textos de Gomara" y Diaz del Castillo,12 hasta la fecha. Cad a generacion de cronistas 0 de historiadores la ve languidecer a sus pies. Cada gobierno, conservador 0 liberal, hizo todo 10 posible por destruirla. Quienes los han sucedido intentan 10 mismo a traves del indi­genismo, del desarrollo de la comunidad, de la castellanizacion, de la educacion para marginados, etcetera.

No faltan los que yen en el capitalismo imperialista al demiurgo que, antes de ser vencido definitivamente por el socialismo, habra de acabar con las etnias, mediante una supuesta proletarizacion que dificilmente las puede empobre­cer mas, pero que, por alguna misteriosa razon, Iiquidara su conciencia etnica. Si a estos mismos autores se les dijera que cuando el capitalismo emergente proletarizo a los campesinos britanicos, estos dejaron de ser ingleses, galeses, escoceses e irlandeses; 0 cuando los imperialismos zarista y prusiano, no solo proletarizaron a buen numero de campesinos polacos, sino que borraron del mapa a Polonia como pais, la nacion polaca como tal desaparecio de la faz de la tierra, acusarian indudablemente de debil mental a quien sostuviera semejantes desatinos.

Sin embargo, los ejemplos puestos corresponden a situacio­nes que se han dado en el seno de una sola civilizacion, la occidental. l.Que puede decirse entonces de las etnias de Ame­rica?, l.que por no ser occidentales tienen que morir? La verdad es que, en el fondo. yace una ideologia espurea pero actuante que fue originada por la conjuncion de las cuatro acciones colonizadoras y que no es mas que el racismo, el cual fue perfeccionado por la segunda ola de colonizacion europea desarrollada a partir del siglo XVIII y encaminada a sojuzgar a los pueblos de Asia, Africa y Oceania.

En las historias oJicia/es de todas las colonizaciones, desde el siglo XVI hasta la fecha, la imagen que el colonizador hace de si mismo es unidimensional y, por 10 mismo, ensoberbecida, arrogante, unificadora y totalizante. Por el contra rio, el colo-

" Francisco L6pez de Gomara, His/oria general de las Indios y conquis/a de Mhico. Salamanca . 1568.

12 Bernal Diaz del Castillo. Verdaderll y notable relacion del ·descubrimiento y conquisla de 10 Nueva Espana y Guatemala.

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nizado es presentado con escasos rasgos, en su mayoria negati­vos, 0 con un rostro desdibujado a consecuencia de la impotencia, la incapacidad y la imbecilidad. Como puede verse, unidimensional tambien.

Cuando a fines del siglo XIX y durante la primera parte del siglo xx tales historias ofieiales empezaron a ser sometidas a la critica, el poder imperial europeo estaba en su apogeo y, por tal razon, las ciencias sociales de la epoca, partiendo de la base de que el poderio britanico y frances -para citar a los mas significativos- dura ria much os aiios mas, no solo principia­ron a revisar sus conceptualizaciones iniciales, sino a descubrir virtudes -sobre todo adaptativas- en el colonizado. Fue asi como se rechazaron, por anticientificas, las denominaciones de pueblos salvajes y primitivos, del mismo modo que, por racista, la de pueblos eoloreados (eoulored peoples). En su lugar se ideo la categoria de pueblos agrafos 0 la de soeiedades de eeonomia preeapitalista. Y, pensando en su captacion por el sistema economico capitalista imperial, se hablo tambien de su integraci6n social, a traves de su aeulturaci6n 0 de su transcultu-. , raelOn.

La segunda Guerra Mundial fue, sin embargo, el cataliza­dor que habria de poner en movimiento todos los poderes y las fuerzas de lo~ pueblos colonizados de Africa y Asia. Con elementos sacados de las culturas milenarias, asi como con los extraidos de las tradiciones orales, tomando del Occidente 10 que este pudo aportar al saber universal, reinterpretando y elaborando diversas slntesis, estos pueblos -antaiio percibidos como definitivamente vencidos- a traves de la negociacion 0

por la fuerza de las armas han tornado su lugar en el mundo. Las fuerzas aglutinadoras han descansado, directa 0 indirec­tamente, en las viejas creencias: el Islam ha jugado un papel decisivo en el renacimiento arabe y musulman; la guerra de liberacion de Argelia y el desafiante resurgimiento de Iran constituyen , al respecto, pruebas incontrovertibles. Todos es­tos movimientos echaron por tierra las teorias sociales laborio­samente trabajadas por los cientificos de la materia en el mundo occidental y servilmente repetidas en Latinoamerica. Sin embargo, en esta, al menos en el mundo autoconceptuado como academico, siguen vigentes. En las politicas guberna-

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mentales siguen inspirando programas y en los foros universi­tarios urbanos, burgueses y mestizos se sigue lucubrando y discutiendo con base en elIas, sea abiertamente, sea envolvien­dolas en un lenguaje seudocientifico e izquierdizante. Ahi, lejos de las etnias y de la experiencia vital de las mismas, se sigue vaticinando su muerte inminente.

Hasta hace pocos arios, la discusion se realizaba solo entre los analistas, supuestamente conocedores del problema a tra­ves de informantes, allegados en cortas visitas a los centros urbanos encJavados en las regiones indigenas, con quienes se habian realizado cortos paseos entre las chozas y los maizales. El caso se complico cuando aparecieron voces provenientes directamente de las etnias, que no estan dispuestas a informar como comen, duermen, cocinan 0 se emborrachan sus pue­blos, sino que vienen a exigir respeto a su dignidad y a plantear reivindicaciones.

A estos atrevidos se les exige que presenten un depurado programa que contenga refinados y sistematicos razonamien­tos filosofico-politicos y un plan de accion que supere a todas las concepciones socialistas existentes; se les increpa de perte­necer a pequerias burguesias, ya que de no ser asi -se dice­estarian en el surco, al lado de los verdaderos productores; se les acusa de corruptos por tener nexos con mas de algun personaje del tinglado politico y, ademas, de divisionistas por intentar romper la unidad de la cJase proletaria. Si se detiene un momenta la mirada en tales denuestos, se puede pensar facilmente que las acusaciones son el autorretrato de quien las formula; que, en verdad, se trata de una proyeccion -en el sentido sicologico del termino- delimitada por creencias y valores de cJase. La vieja intransigencia de la accion misionera todavia resuena en las aulas de aquellas universidades que, en buena medida, fueron su creacion.

Hacia una historia de las etnias

AI reconocer en los pueblos de America su calidad de actores sociales y de sujetos historicos; al aceptar que sus raices se afianzan en una concepcion del mundo y de la vida con perfiles

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propios, acusados y singularizados; al aceptar que las lenguas de cada etnia no deben expresarse unicamente en forma verbal, sino que tienen derecho a ser escritas para asi nor mar en mejor forma la comunicaci6n entre sus hablantes y para ser el vehiculo normal de la enseiianza formal; al respetar sus manifesfaciones esteticas y simb6licas; al entender que sus reivindicaciones son propias de naciones con conciencia colectiva e identidad hist6rica, ocupadas pero no derrotadas, y respetables por su dignidad, estaremos en posibilidad de colaborar con los miem­bros de las respectivas etnias para redactar juntamente con ellos la historia de las mismas.

Si aceptamos los planteamientos anteriores, estaremos en capacidad de pa rticipar en la elaboraci6n de una historia en la que los actores sociales tengan ellugar que efectivamente han ocupado y, consiguientemente, sabremos interpretar sus ac­ciones mediante el estudio de su interrelaci6n dialectica, real, profunda y cambiante.

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