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Lñ D ICTHDURFS

M igue l L u is Am unátegu i

IN DIV IDU O C OR R E S PON D I E N T E DE L A R EAL AC ADEM IA E S PANOL AI DE L A R EAL AC ADEM IA DE L A H I S T O R IA

Memori a presentada a l a Uni versi dad de Chi le en la. sesi ón solemne celebrada

el 11 de Di ci embre de 1853

S ANT IAGO D E C H IL E

I m p renta , L i to grafía Encu ad erna c i ó n Ba rce l o na

M ON EDA,E N T R E E S T ADO I S AN AN T ON IO

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ADVERT EN C IA

E l argumento principal de este l ibro es la historiade las tentativas que hizo sin fruto el capitán j enera ld o n Bernard o O *

H i ggins para establecer en Chile ladictadura . La conclusión que se deduce de los hechosreferidos en esta obra es la imposi bilidad de plantaren América de un modo durable esa forma de gobierno .

Para que mi narrac_1 0n sea clara , he principiado p o r

dar a conocer los antecedentes de l o s partidos i perso na j es pol í t icos que fi guran en el período históricocomprendido entre el 1 2 de febrero de 1 8 1 7 i el 28 deenero de 1 8 23 .

El resto de este trabaj o contiene d o s categorías de

sucesos qu e, aunque mezclados entre sí, son d i feren

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6 L A DICTAD URA DE O '

H 1GG I N S

tes i aún opuestos . La una abraza las hazañas, l o s

eminentes servicios de don Bernardo O ,

H i ggins, los

méritos que le valieron su gran p rest i j i o sobre loscontemporáneos

,i que le han hecho acreedor a la

grat i tud de la posteridad ; la otra ; las faltas que le hizo cometer su desmedida ambición de mando

,las

conspiraciones a l as cuales dió o r i j en su falsa polí t ica ,las venganzas que ensangren ta ro n su gobierno

,los

grandes abusos que j ustifi caron su caída .

He contado c o n mas detención l o s sucesos polí tic o s, qu e ¿

l o s sucesos mili tares ; porque así conviene alob j eto de mi trabaj o

,i

_

porque l o s segundos han sidoperfectamente narrados p o r don Salvador S anfu en tesen una memoria que lleva por tí tulo Chi l e desde l a ba

ta l l a de Cha ca bu co ha sta l a deM a i po ; por don An tonioGarcía Reyes en otra que se denomina L a Pr i mera

E scu adra N a ci ona l ; i p o r don D iego Barros Arana enuna tercera que t iene por nombre Vi cente B enav i desl as C ampañas del S u r .

Para l a redacción del mío,me he aprovechado de

los interesantes datos contenidos en esos tres escri tos .

He consultado además para la composición de este

l ibro todos l o s impresos de que he tenido noticia , t o

dos los documentos deposi tados en los archivos pú

b l i c o s o conservados por las famili as de l o s interesados

,i el test imonio de varios contemporáneos que in

terv i n i ero n en aquellos acontecimientos . He tomadode esas fuentes 10 que me ha parecido verdadero , i lo

he escri to si n o d i o si n tem o r .

Antes de concluir,tengo una deuda de grat i tud que

satisfacer . Para la redacción de este libro , he recibidoút iles consej os de mi ilustrado colega d o n FranciscoVargas F o ntec i l l a ,

i es para m i una satisfacción ma

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ADVERTENC IA 7

nífestar en este lugar el rec o no c im i en to'

c on que heescuchado las acertadas indicaciones de un j oven aquien respeto como hombre de ciencia

,a quien am o

como amigo .

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INT RODU CC IÓN

Impo si b i l i dad d e qu e l as m o na rqu ías se establezcan d e u n mo do dura bl een l o s n uev o s esta do s qu e se co nst i tuyan .

—Ca usa q u e imp i d i ó en Am é

ri ca l a funda ci ón d e m o na rqu ías hered i tar i a s o co l ect i va s .

—S i stema m o

nárq u i c o so sten i do p o r S a n Ma rt i n .

—Presi den ci a s v i ta l i ci as i m a j i nad a s

p o rBo l íva r .—Nega t iva d e W ash i ngto n pa ra ser pro cl amado rei c o nst i tu

c i o na l - Funesto s efect o s d e l o s go bi erno s de l a rga dura ci ón pa ra Amér i ca .

—Tem a d el present e l ibro .—Esfuerzo s impo tentes d e O '

H iggi ns

pa ra fundar en Chi le l a d i ctadura .

La república es el gobierno que mej or corresponde

al espíritu del siglo X I X .De ahí resulta que es el mas

sólido,el mas razonable

,el mas duradero , el único

posible en las nuevas naciones que se consti tuyan .

Todo nuevo estado que aparezca , todo pueblo que

se emancipe , ha de ser necesariamente republicano .

A las monarquías , se les ha pasado su t iempo .

Esa forma de gobierno está basada sobre un ab su r

do que repugna a la razón,que degrada a la dignidad

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10 L A DICTADURA DE o '

m c cm s

humana . Su princ ipio de existencia es un error conocido

,una preocupación insos tenible . Desde que no se

adm i t e el de recho divino de los reyes , las monarquíasestán m inadás en su s cimientos . Para ser acatadoscomo antes

,necesi tarían los monarcas que también

como antes el acei te sagrado se derramase sobre suscabezas .

En el día,la igualdad de los hombres es un dogma

igualmente respetado . Son pocos , mui pocos , l os quec reen aún que D ios ha dotado a ciertas familias c o n

el pr i v i l ej i o de rej i r a las naciones . Ese error garrafa]consti tuía todos l o s tí tulos de l o s reyes a l as so b era

nias de los pueblos; era ese el diploma apó'

cri fo c o n

que j ustificaban su dominación . La falsedad de seme

j antes despachos está demostrada ; e s evidente . ¿Quéfundamentos podrán en adelante alegar para sostener

su s pretensiones ? ¿POr qué motivo l o s d emás hombres

,su s iguales en todo , en naturaleza i en derechos ,

habrán de acatar su poder , hab rán de c onformarse con

ser su s súbditos?Solo la creencia en el derech o divino convierte eltrono en el pedestal de un ídolo ; sin eso

,no es mas

que un armazón de cuatro tablas cubiertas de terc iopelo color púrpura

,donde se s ienta un hom b re . E n

l o s pueblos que n o miran ya a su s reyes como a l o s

u nj i d o s del Señor, la monarquía puede subsist ir durante algunos años apoyada por el imperio del háb i to i

el egoísmo de los intereses existentes , haciendo c o n

cesiones,adoptando ciertas formas e instituciones re

pu b l i c anas; pero n o conservará sino una sombra de su

antigua autoridad,i su existencia no será larga .

A la creencia en la supremacía de ciertas razas , deciertas familias

,de ciertos individuos , ha sucedido la

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INT R OD U CC IÓN 1 1

creencia en la igualdad de todas las razas,de todas

las familias,de todos los individuos . Las ideas so n las

que determinan los hechos . Es indispensable , pues ,que a los gobiernos fundados en el pr i v i l ej i o ,

que corresp o ndían a la primera de esas creencias, se su st i tu

yan los gobiernos fundados en la i gualdad de dere

chos que corresponde a la segunda ; es i nev i tab l em en

te preciso que a las monarquías hereditarias o presi

denc i as vitalicias , sucedan las repúblicas basadas enla soberanía popular

,i en las cual es l o s cargos públi

c o s so n electivos i al ternativos

Todos l o s esfuerzos que se hagan para impedir eseresultado , serán impotentes ; todos ellos servirán solopara derramar sangre , para producir trastornos , para

causar la desgracia momentánea de l as naciones . Nohai hombre bastante sabio

,no ha i pueblo bastante

poderoso para contener el torrente de las ideas de unaépoca .

La revoluc i on de la independencia america na es

una prueba irrefutable de mis asertos . S i en el sigloX IX las monarquías hereditarias o elect ivas hubieran sido posibles

,esa revolución las habría en jendrad o .

N o había países peor preparados para la república ,que las colonias españolas . Por las venas de sus m o

rad o res, corría la sangre del pueblo mas monárquicode Europa

,de un pueblo que profesaba idolatría a

su s reyes , de un pueblo que tal v ez ha hecho mas sac r i fi c i o s para defender

"

el absolut ismo de su s so bera

nos , que otros para conquistar la libertad . La edu

cac i ó n del c o l o n i a j e había robustecido , en lugar decombatirlas

,esas tendencias de raza . El gobierno mas

despót ico i arbitrario había creado en el nuevo mundo costumbres e ideas favorables a la forma monar

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12 LA D ICTADURA DE O 'H IGGINS

quica . Así,l o s amer i canos p o r su o r i j en ,

por el atraso de su civilización , p o r su s hábitos

,parecían pre

destinados a darse un nuevo am o en el momento derenegar de España como de dura i desap i adada ma

d rastra .

S in embargo,la rev o l u c 1 0n de 1 8 1 0,

en vez de dos

o tres monarqu i as,como algunos l o aguardaban

,crea

en Améri ca diez u once repúblicas .

¿Po r qu é?

Durante aquella época memorable,no faltan los

amigos de esa forma de gobi erno . Ese sist ema cuentac on hombres de ciencia i con hombres de espada

,c o n

hombres qu e ponen a su servicio todo el p resti j i o delsaber

,todas las intrigas de la diplomacia

, c o n hom

bres que poseen la fuerza,que mandan ej ércitos . La

mayoría de l o s criollos está educada para la tiranía ,está habituada al servilismo . ¿Cómo entonces no

triunfa ese sistema ?La razón es mui sencilla .

Pues,por mas que l o s buscan

,n o encuentran en

ninguna parte ni monarca que sentar sobre el trono,

ni nobles que compongan su corte . Todos los americanos se consideran iguales entre si

,se consideran

iguales a los europeos,iguales a todos los hombres .

Nadie cree en las castas ; nadie admite la predestinac i ó n de ciertas familias i de cier t os individuos parael mando . Cuando en una sociedad hai tales c o nv i cciones

,n o puede colocarse a una sola persona en el

solio ; es preciso que todos l o s ciudadanos se c o b i j ena su sombra . El pueblo es el único soberano posible .Hé ahí el mot ivo que impidió

,que impedirá siem

pre eu América,el establecimiento de monarquías o

de insti tuciones que se le parezcan .

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INT R OD U CC IÓN 13

Estimándose todos iguales,hai muchos que se creen

c o n el derecho de aspirar al honor de rej i r su nación .

Co n semej ante convencimiento , la reyec ía i c u a lqu i e

ra otro gobierno vitalicio son una quimera,un ah

surdo .

Para que no quedara la menor duda sobre esta ver

dad,quiso D ios que

,desde el principio de nuestra

revolución,se intentara sin fruto i sin consecuencias

laudables el ensayo de las d o s combinaciones conocí

das de esa forma de gobierno,i que tuvieran por pa

d r i no s a los dos hombres mas grandes de la independencia

,a l o s dos héroes mas ilustres de la América

moderna .

Bolívar i San Mart in no eran republicanos . El primero trabaj ó por constituir en las colonias emanei

padas presidencias vitalicias,creadas en favor de l o s

j e fes militares que m as habían sobresalido en la gu erra contra la metrópoli

,es decir

,en provecho suyo .

El segundo deseó fundar monarqu ías c o nst i tu c i o nales con príncipes traídos de las dinastías europeas. El

u n o se l i so n j eó de improvisar reyes p o r la gracia dela victoria

,i buscó sus t ítulos en los grandes servi

cios prestados a la patria,el otro procuró continuar

en el nuevo mundo i en el siglo XIX los reyes,

por la

gracia de D ios,i buscó un apoyo a sus tronos en el

principio gas tado de la l ey'

ítim i da d . Los d o s quedaronburlados en sus planes

,i l os dos llevaron a la tum

ba,como j usto cast igo de su error

,el pesar de un

trist e desengaño .

El sistema de San Martín,menos ambicioso

,pero

mas quimérico que el de su émulo,n o fué sino el pen

samiento,el sueño de ciertos pol íticos

,que

,como su

cede a veces,por ser demasiado previsores

,demasía

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14 LA D ICTADURA DE o ºm c cms

do sabios, no Supieron apreciar convenientemente la

marcha de la revolución i el estado de las ideas . N o

taron las difi cultades que se ofrecían para que América fuera republic ana

,i n o vieron que las había ma

yores para que f uese monárquica . Ese falso j uicio los

pr ecipi tó en una crasa equivocación . La esperienciano t ardó en dar a sus ilusiones un completo desm en

t ido . As í que la historia de esos proyectos m o nárqu i

cos está r educida a unas cuantas negociaciones estériles . T odo el poder de l o s soberanos europeos quel o s fomentaban

,t odo el j en i o de Chateaubriand que

los p a tro c i n ab a ,n o alcanzaron a hacerlos triunfar .

El gobierno de Buenos A ires ofreció la corona primero al infante d o n Francisco de Paula , hij o de Carlos IV

,i en seguida a un príncipe de Luca . D espués

de varias notas cambiadas i de algunas estipulaci ones ,u n o i otro reh usaron el regalo .

Entre tantos vástagos de sangre rea l sm p a tr im o

nio, n o se presentó un o sol o que quisiera admit ir elobsequio de un reino !Es que la dºnación n o era gratui ta ; es que tenían

que conquistar ese reino a la cabeza de un ej érc i to ; e sque para empuñar el cetro que se les prometía

,nece

si tab an sostener una guerra larga , sangrie nta , de re

sultados mas que dudosos para el príncipe aventurero

que l o pret endiese .

¿De dónde sacaba ese e j erc i t o? ¿ de dónde desent erraba los mil l ones que había menester para la empresa ? dónde encontraba l o s hombres que habían deformar su cortej o?

Ese monarca que,a despecho de las cosas

,se trata

ba de improvisar,o era un Borbón

,o se esc o j ía entre

l as familias reales del vie j o mundo . En el primer caso,

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INTR ODU CC IÓN 1 5

¿cómo habían j amás los criollos de doblar la rodillaante uno de l o s miembros de esa dinast ía que detestaban contra la cual habían combat ido a costa detantos sacrificios, que habían vencido en l o s camposde batalla? En el segundo caso

, ¿cómo habían deobedecer a un príncipe estranj ero ,

cuyo idioma no

en tenderían , que profesaría tal Vez una rel i j i ón dist inta

, qu ex

no tendría c o n ellos ninguna de las rel ac i ones que ligan a los hombres?

Se atribuye a Bolívar una frase espiritual que envuelve la crít ica mas completa de semej ante sist ema

.

<<U n rei europeo en América , decía el fundador de C olombia

,será el rei de las ranas» . Efectivamente

, unmonarca como lo concebía San Martín

,no habría p o

dido gobernar, porque n o habría hallado súbditos

que le respetasen . La duración de su reinado se habria contado por meses

,i no por años .

Pero si este plan era irrealizable,el de Bolívar loera poco menos . ¿Quién ser ía el presidente vitalicio

entre tantos j efes de un mérito poco mas o m én o s

i gual , ambiciosos , animados de un noble orgullo p o rsus servicios , que no estaban dispuestos ni por piensoa reconocer superiores?

S i alguien lo hubiera merecido,habría sido Bol ívar

,

el primer guerrero americano , el l ibertador de cincorepúblicas . Bolívar lo intentó, pero su pronta caídasuminis tró una idea irrecusable de la vanidad de su s

proyectos . Ese grande hombre,cuyas sienes rodeaba

una tan brillante aureola de gloria,fué a mori r o scu

ra i m i serab l em en te en un dest ierro,olvidado de sus

antiguos compañeros de armas,maldecido quizá por

l o s pueblos mismos que había emancipado: ¡él que _

había soñ ado para si la dominación de t oda la Amé

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1 6 LA D ICTADURA DE O '

HI C G I N S

rica del S u r ! I t odavía en sus últ imos momentos ,pudo mui bien dar gracias al cielo de que no se hubiera cambiado en un cadalso el trono que había amb i c i o nad o .

¿ Quién conseguirá lo que Bolívar no consigu i ó ?Frescos están los ej emplos de las espantosas caídas

que han dado cuantos después han tenido la pretens ión de imitarle . La triste suerte que han corridotodos esos ambiciosos imprevisores i visionarios

,debe

ser un escarmiento para los que participen de sus

ideas . La desgracia que l o s ha seguido en sus em p resas como el remordimiento al cu lpable

,debe i nfu n

d i r l es el convencimiento de que en Amér i ca las dictaduras

,l as presidencias Vi talicias son imposibles

Los semidioses no son de este t iempo .

Desde que el mérito persona],i no la casualidad

del nacimiento,es el único t ítulo l ej ítim o para obte

ner los honores i las dignidades,hai muchos qu e se

creen con derecho de alcanzarlos,i esos no tolerarán

nunca: que otro,quienquiera que sea

,se los arreba

te para si empre .

En esta época,el m onopol io del poder n o puede ser

duradero . La creencia en la igualdad de todos loshombres trae consigo la participación de todos

,se

gún sus capac idades i virtudes,en el gobierno de las

sociedades . N i la monarquía hereditaria,ni la monar

quia elect iva o presidencia vi talicia,cumplen esa

c ondición . Esas dos formas de gobierno t ienen porbase el p r i v i l ej i o ,

la esc l u si ó n . Eso es lo que las condena

,l o que hace de ellas un anacronismo en el sigl o

XIX,lo que las convierte

,para América sobre todo

,

en algo impract icable .

He d icho mas arrib a que Bolívar había resumido

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INT ROD U CC IÓN 1 7

en una corta frase la crítica del s istema propuestopor San Mart ín . Este último le pagó la deuda , i le

censuró el suyo en otra frase mas pintoresca, i no menos profunda . <<No podremos nunca

,decía San Mar

t in hablando de las dic taduras soñadas p o r Bolívar ,obedecer como soberano a un individuo c o n quienhabemos fumado nuestro c i garro en el campamento» .

Este pensamiento,trivial en su esp resi ó n ,

c om p renswo

en su signifi cado,envuelve una verdad incontestable .

La esperiencia ha probado con hechos toda la exac t itud i t odo el alcance de esa sagaz observación .

Bolívar i San Martín, el uno c o n su proyecto depresidencias vitalicias

,el otro con su plan de monar

qu ías exót icas , se equivocaban grandemente . Am ér i

ca no podía,no puede ser sino republicana .

El gran Washington ,mas háb i l

,mas moral qu e

S a n Mart ín i Bolívar , lo comprend10 así , iluminado

por su admirable buen sentido,i guiado p o r l a au ste

ridad de su conciencia . Si algui en en un pueblo m o

derno hubiera contado con probabilidades de ser rei,

habría sido ese santo de la democrac i a,ese guerrer

'

o

esforzado,ese varón respetable que había conducido

sus compatr i otas a la gloria i a la libertad . Si alguienhubiera podido alegar tí tulos para mandar perpetua

mente,habría sido por cierto ese hombre sobre cuya

tumba se pronunciaron como oración fúnebre estas

palabras que seguramente merecía: <<H á sido el primero en l a guerra

,el primero en la paz

,el pri mero

en el amor de su s c o n c i u d ad an o s» . Sin embargo,Was

hingto n ,que disponía de tantos recursos para soste

n erse,recibió con horror

,i desechó c o n indignación

la propuesta que le hizo su ej ércit o de proclamarlerei . Habría mirado la admisión de ella , no solo comoAM U N ÁTEGU I .

—VOL . X I V .

—2

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1 8 LA DICTADU RA D E O '

H IGG IN S

un crimen de lesa -patria, sino tamb1en como una to r

peza pol ít ica . La verdad es que Washington mismon o se habría sostenido sobre un trono .

Para que se perciba en toda su grandeza el c o ntraste que forma la conducta del héroe del norte conla que han observado sobre el mismo part icular algunos j efes mili tares del sur

,conviene recordar las cir

c u nstan c i as favorables para su ambición en que aquél

se encontraba,i las nobles palabras c o n las cuales re

chazó como un grave insult o el ofrecimiento de una

corona .

Co rría el a ño de 1 78 2 . Washington se hallaba en el

apo jeo de su poder i de su populari dad . Estaba alfrente de un ej ército que le amaba con entusiasmo .

Todos,sin escep c i ón ,

reconocían la magnitud de susservicios i de su s

'

ta l en to s; nadie se atrevía a poner

en duda que era el hombre necesario de la revolución .

Una porción considerable del pueblo se hallabadisgustada c o n el Congreso i la forma republicana , a

la cual atribuía las l en t i tu des i embarazos de la gue

rra . Las tropas estaban mal pagadas,i murmuraban .

Esto fué causa de qu e comenzara a cundir entre l o sofi ciales

!

i soldados una opinión m onárquica mui

marcada .

Muchos de los primeros se reunieron en conciliá

bulos ; i después de haber creído descubrir en la or

gan i zac i ón del estado el o r i j en de todos los males ,convinieron en proponer a Washington que se dej ara

coronar . U n o de los coroneles mas respetables por suedad i su carácter

,fué designado para comunicar al

j enera l en j efe , l o s sent imientos del ej ército .

Como la severidad de aquel ilustre republicano eraconocida , el comisionado no tuvo osadía suficiente

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20 L A DI CTADUR A DE O'

H I GX

G I N S

me ha causado sensaciones tan penosas,como la no

t i c i a que me comunicáis de que existen en el ej ércitolas ideas que me decís

,i que yo debo mirar c o n ho

rro r i condenar c o n severidad . Po r ahora,esa comu

n i cac i ón quedará depositada en mi seno,a menos que

,

viendo a j i tarse de nuev o semej ante materia , encuentre necesario publicar lo que vos me habéis escrito .

<<Busco vanamente en mi conducta l o que ha podidoalentar una proposición que me parece contener lasmayores desgracias que puedan caer sobre mi país . Si

n o me engaño en el c o n o c 1m 1en to que tengo de m imismo

,n o habríais podido encontrar ningún otro a

quien vuestros proyectos fu esen mas desagradables,

que a m i . Debo agregar al mismo tiempo , para ser

j usto con mis propios sentimientos,que nadie desea

mas sinceramente que yo , hacer al ej ército una amplia

j usticia; i s i fuere preciso , emplearé con el mayor celocuanto poder e i nñu en c i a tenga

,conformándome a la

constitución,para alcanzar ese obj eto . Perm i t i dm e

,

pues,c o n ju raro s, si tenéis algún amor a vuestro país ,

alguna consideración a vos mismo o a la posteridad,

o algún respeto a mí,que desechéis de vuestro espi

ritu esos pensamientos, i qu e n o comuniquéis nuncacomo nacidos de vos o de alguna otra persona

,senti

mientos de tal naturaleza .

—S o i,señor

,etc .

—Firmad o . o rj e Washi ngton .»

Esta carta tan sencilla,i ta n llena de nobles ideas

,

revela al hombre honrado , i descubre la sinceridad delindividuo

,que no pretende tomar una apostura para

la historia,sino que habla con su conciencia . Pero ese

documento tan sin pretensiones,de estilo tan modes

to,consigna la grande idea que ha proporcionado a

Estados Unidos una prosperidad fabulosa,proclama

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I NTRODUCC IÓN 21

las ventaj as de la o rgan i za c 10n democrática sobre todas las otras

,i esp resa el temor de las grandes desgra

c i as que se contienen en una const itución m o nár

quica .

Esas palabras escritas en o caswn tan solemne, i conuna persuasión tan rel i j i o sa , p o r el fundador de la re

pública más grande de los tiempos modernos,de la

república que trata de potencia a potencia c o n los

imperios del viej o mundo,merecen ser meditadas mui

maduramente . C o n ellas , Washington ha dado a losque pueden encontrarse en su caso

,un ej emplo de m o

ra l i d ad i una lección de sabia polí tica .

En efecto , los que han promovido el estab l ec im i ento en América de la monarquía hereditaria o el ec ti

va,no han ob rado únicamente p o r motivos egoís tas .Me complazco en hacer esa j usticia a los que la

merezcan ; qui ero suponer un est ímulo j enero so auna los que n o l o han tenido .

Los individuos a que m e refi ero han querid o alcanzar con su sistema una de las condiciones indispensables de todo estado bien organizado

,la conso

l i d ac i ó n del o rden . j uzgaban las colonias españolasdemasiado atrasadas i creían que en ellas la repúb l ica sería solo una anarquía .

Poco conocido el fi n que se proponían,falta saber

si eran conducentes l o s medios que habían im a j inad opara obtenerlo . Esta es la cuestión

,pues el o rden lo

quieren todos l o s hombres honrados,cualesquiera que

sean sus convicciones polít icas .

A mi j uicio,la forma monárquica en América

, l ej osde afi anzar la tranquilidad

,trae consigo el desorden

mas completo,la anarquía mas espantosa .

Lo que avanzo no es una paradoj a,es un hecho .

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22 LA DICTADURA DE O'

H IGG I N S

Donde quiera que se ha ensayado una de esas presiden c i as vitalicias o una de esas dictaduras de largaduración

,se ha ido a parar a una revolución san

gr i en ta i desastrosa , que ha en j endrad o una serie casiinterminable de calamidades públicas i privadas .

Eso no puede ser de otro modo .

N o hai ningún indiv iduo entre nosotros, p o r gran

de que le supongamos,que no tenga su s émulos en

mérito i en servicios . ¿Cómo puede entonces esperar

se que éstos se conformen nunca con ser cuando maslos opacos satéli tes de uno de sus pares ? Eso seríadesconocer absol utamente el corazón humano . ¿Porqué motivo respetarían por toda la duración de una

vida,o por un período mui largo

,la dominación de

uno de sus semej antes ? No diviso ciertamente quépodría contenerlos . N o Veo cómo m uchos de ellos

,

sintiéndose con capacidad para gobernar,sufrir ían

pacientes su eterna subordinación i aún su completasegregaci ón de los negocios . Establecido el gobierno

de la m anera que censuro,t odo el que cayera en des

gracia del j efe su p rem o,

'

qu ed aría a un lado parasiempre

,no levantarí a nunca la cabeza

,por grandes

que fueran sus talentos,por esclarecidas que fueran

sus virtudes . ¿Puede creerse que hab ríam u cho s quese resignasen a ser i lotas polí ticos en su patria?

Sobre el horizonte de los gobiernos de esa especie .

se divisan siempre nubes b o rrasc o sas, i esas nubesson de pólvora . Con esas organizaciones

,el trastorno

,

la guerra civil,pueden aplazarse mas o menos

,pero

i ndefec t ib l em en te vienen tarde o temprano . Las dic

tadu ras n o son el afianzamiento de la tranquilidad,

de la paz,del orden : so n la const itución del complot ,

del motín,de la conspiración . Cuando se cierran las

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I NT R OD U CC IÓN 23

vías l ej ít im as a las aspiraciones humanas , es indudable que éstas recurrirán a las maquinaciones su b

terránea s.

Las disensiones intestinas que producen esas presi

denc i as con pretensiones de vitalicias , son m as terribles que las que nacen baj o los gobiernos dem o crát i

cos . En aquéllas,la lucha es sobre personas ; en éstos

es sobre ideas . Podem os reprobar las convicciones di

feren tes de las nuestras , i resp etar a l o s individuosque l as profesan ; pero cuando la cuestión se hace

personal,los odios so n a muerte,entonces se persigue

al amigo i al pariente del contrario,sin otra razón

que el ser su amigo i su pariente ; entonces n o se perdona ni a las muj eres ni a los niños .

La monarquía i la dictadura han sido,i serán siem

pre en América , la conj uración ,la persecución impla

cable,la insurrección , la proscripción ,

la guerra civil,

la guerra si n cuartel . Siempre, en lugar de conso l idar

el orden,l o alteran : en vez de traer la paz

,produci

rán la anarquía .

No so n ellas el antídoto contra l o s trastornos . Paraevitar las revoluciones

,es preciso hacerlas imposibles

,

i para hacerlas imposibles,es

"

preciso hacer que noaprovechen a ninguna persona honrada .

N o cerréis la puerta a ninguna asp i ra c 10n l e11t im a ;

dej ad esp ed i tas las vías de alcanzar el poder a todoel que haya obteni do la confi anza del mayor número ;haced p o r es te medio innecesarias las revueltas, i lasrevueltas no vendrán .

La república es la única forma de gobierno quepuede llenar esas condiciones ; e s la única qu e no sum erj e en la desesperación a los vencidos en las lu chaspolít icas . S iendo los gobernantes alternativos i peri ó

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24 LA D ICTADURA DE U' H IGGI N S

dicos,todos l o s ciudadanos , aún los que han sufrido

una repulsa,pueden abrigar una espectativa funda

da de triunfar en otra ocasión, solo necesitan paraeso una const itución que asegure

las garantías i l o sderechos de todos .Hé ahí por qué la república bien organizada es el

orden,es la paz

,es el único gobi erno que corresponde

perfectamente a ese sent imiento de igualdad q u e se

ha desarrollado en los pueblos modernos .

N o puede decirse ot ro tanto ni de la monarquía , ni

de la dictadura,las cuales entregan el mando a un

círculo determinado de individuos,i condenan a to

d o s los demás a la nul idad . Defecto orgánico es el j ermen de ruina que llevan en si mismas tales formas degobierno .

Para subsist ir sin c o n trad i c c 10n i s in derram am i en

t o de sangre,necesitan p o r guardianes una p reo c u

pación rel i j i o sa i una ignorancia supina . En los paí

ses como Rusia i Paraguai,esdonde fi o recen c o n todo

su esplendor . En las naciones adelantadas,donde la

fuerza de ciertos intereses exis tentes i con raíces pro

fundas en una sociedad viej a,ha hecho necesaria su

conservación,se han vist o

,sin embargo

,obligadas

,

para no caer,a adoptar ciertas instituciones republ i

canas que modifican notablemente su principio cons

t i tu t i v o . En l o s pueblos modernos , en los pueblos si npasado

,en los pueblos americanos

,en una palabra

,

ni aun con esas c o n cesi o n es,

'

serían posibles las mo

n arqu ías. Su establecimiento sería efímero,i ocasio

n aría desastres sin cuento .

Fuera de la república,n o hai sa l v ac 10n para Amé

rica .»

No se obj eten contra este aserto las convulsiones que

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I N'

I R OD U C C I ÓN 25

desde su emancipación han a j i tad o a l as antiguas c olonias españolas

,i que han traído nues tro descrédi to

a l o s oj os del mundo . Esas convulsiones n o provienendel sis tema democrático

,sino que al contrario se han

o r i j inad o de esa funesta pretensión de fundar dictaduras

,por fas o por nefas . Lej os de ser una acusación

contra la república,so n un argumento poderoso con

tra esas presidencias indefinidas,creadas po r la gra

cia del sable . Recorred nuestra his toria c o n tem p o rá

nea,i veréis que casi todos esos desórdenes han sido

o r i j inado s p o r la ambición de los caudillos , por su srivalidades entre sí

,por el empeño de l o s unos en

conservar el poder como si fuera su patrimonio, p o r

la impacienc ia de los otros por atraparlo, como si fri era una propiedad que se les hubiera arrebatado ,

Ha habi do anarquía, porque hemos tenido miedo a

las insti tuciones r epublicanas,i las hemos establecido

a medias . Hai hombres de bien que,para consolidar

el orden,esa condición de toda sociabilidad

,han que

rido los gobiernos de larga duración, si n reparar que

precisamente eso era el deso rden , porque n o dej aban

a l o s pretendientes desairados o derribados otra espe !

ranza de medrar que la conspiración,i porque ningu

no de los favorecidos p o día tener t ítulos sufi cientesi aceptados por la gran mayoría para dist inción tanexorbitante .

Los gobiernos no pueden t ener otro fundamento

sólido que las creencias de cada época . Es preciso

organizarlos en conformidad c o n ellas . Cuando se creíaen la l ej i ti m i dad ,

en razas pr i v i l ej i adas, la monarquia era admisible ; pero en l o s t iempos i países d o nde ese rancio principio ha sido reemplazado p o r el

dogma de la igualdad de todos los miembros del j éne

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26 LA DICTADUR A DE O '

H IGG IN S

ro humano,n o hai otro gob i erno estable , no hai otro

gobierno posible,que la república cuyos m a j i strad o s

son electivos i alternat ivos .Deseoso de corroborar c o n la esperiencia de nuestra

propia nación l o que acabo de decir,he escoj ido para

tema de este libro la historia de la única época en lacual se ha intentado en tre nosotros la fundación de

una dictadura . Espero que si hai quien tenga la p á

ciencia de leer este trabaj o,la simple narración de

l o s hechos le hará palpables la imposibilidad de quela dictadura se establezca j amás

,i la mult itud de

males que arrastra consigo el mero conato de esa quimera .

Ese período comprende desde la batalla de Chacabuco ( 1 2 de febrero de 18 1 7 ) hasta la caída del capitán j enera l don Bernardo O

'

H iggi ns (2 8 de enero de

S i hubiera habido un hombre capaz de plantear l adictadura de un modo algo duradero

,ese hombre ha

br1a S l d0 seguramente O '

H i ggi ns . Era la primera re

pu tac i ón militar de su t iempo: su valor era prover

bial, sus hazañas formaban la conversación del solda

do en los cuarteles ; su arroj o había asustado en masde una ocasión al mismo San Martín

,que continua

mente se veía forzado a calmar la im petu o si dad de su

amigo en la pelea . L o s militares le admiraban ,porque

nunca se había contentado con ordenar una c arga,

sino que siempre había dado el e j emplo marchando a

la cabeza . Había combatido en cinco campañas p o r

la libertad de la patria,i había tenido la gloria de

fi rmar la proclamación de la independencia .

Con un erario exhausto,había levantado e j e rcitos ,

i creado una marina . Baj o su gobierno, la bandera de

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D ICTADURA DE O ' H IGGI N S

t enerla en alta v o z . Ha habido conatos'

,pensamiento

secreto de llevarla al cabo; pero se ha tenido pudor , omiedo de revelar el proyecto c o n franqu eza i si n disfra z .

S i eso ha sucedido en las épocas anteriores,

c o n

mayor razón sucede en la presente. Estamos divididos

sobre la organización que conviene dar a la repúb l ica , pero todos somos republicanos .

Esta falta de preocupaciones polí ticas es un bien

inmenso , cuyos saludables efectos esper im en tarem o s

alguna vez .

Europa no s aventaj a incomparablemente en ciencia

,em industria

,en riqueza

,pero en cambio nosotros

la superamos con usura en el reconocimiento p o r todos de una gran verdad que ella no ha logrado pro

pagar entre su s hi j os tanto como es debido,la creen

cia en la i gu a l da d de to do s l o s hom bres.

D ebemos gracias a D ios,de que nuestro espíritu se

halle libre de esas superstic iones polí ticas , i de qu e

esté tan v i rj en como el suelo feraz de América .

Santiago,diciembre 1 1 de 1 8 53 .

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CAPÍTULO PR I MERO

Impo rt anc i a h i stór i ca d e d onBerna rd o O'

H iggi ns.

—S u padre el marquésd e Va l lenar .—Na c im i en to i educac i ón d e d o n Berna rdo O

'

H iggi ns,—S u

jénero d e v i da a n tes d e l a revo l uc ión .—S u ca rácter .

El período h istó rico c u ya na rra c 1 o n voi a em p render, t iene um protagonista que lo domina todo entero con sus hechos desde el principio hasta el fin

.Hai

u n hombre que llena toda esa época con su s proezas,

c o n sus faltas, c o n sus odios , con sus afecciones , con

su pol ít ica , c o n sus triunfos,c o n sus reveses

.Todos

los sucesos que entonces se verifi can en Chile,t ienen

relación con ese hombre . N ada sucede ni de buenoni de malo en la vida públi ca

,donde dej e de hacer

se sentir su presencia . Todo lo que se emprende omaquina es en su provecho o en su contra

.Es el

centro de todos los acontecimientos,el obj eto de las

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30 L A D ICTADURA DE O 'H IGGI NS

simpatías de una mitad de su s conciudadanos,el blan

c o de los resentimientos de la otra mitad .

Héroe para l o s unos,t irano para los otros

,l as mi

radas de todo un pueblo están fi j as sobre su persona .

Estos le ensalzan,aquellos le denigran,pero su nom

bre ti ene el raro p r i v i l ej i o de que todos l o p ro nu ncien

,l o s grandes i los pequeños

,l o s magnates de la

alta aristocracia i los individuos de la humilde plebe . Es la esperanza para un gran número de personas

,la desgraci a para otro no menor .

Durante seis años,ocupa la cima del poder

,i pro

p o rc i o na con sus actos materia para l o s debates de

toda una nación . América observa su conducta c o ninterés ; Europa misma presta a sus procedimientos

alguna atención .

Ese personaj e se llama d o n Bernardo O '

H iggi ns .

Su nombre se encuentra en todos los grandes suce

sos de la revolución chilena . Está inscri to en las actas del primer congreso

,en las providencias de los

primeros gobernantes,en l o s boletines de seis ejercí

t os de la independencia . E se j efe ha combatido contra las tropas de Parej a

,después contra las de Ga in

za,en seguida contra las de Osso r i o

,mas tarde con

tra las de Marcó,posteriormente contra las de Or

d óñez i de Osso r i o .

Ha creado una marina para destrozar a los realist as

en el mar,como l o s había derrotado en tierra , i ha

c o n tr i b u i d o de todas suertes a que San Martín orga

n i zase la esp ed i c i ó n que conduj o en aus i lio de los pa

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CAP ÍTULO I 3 1

tr i o tas peruanos . La dec l ara c 10n de la independenc i ade Chile está autor i zada con su fi rma

,i ha sido pro

m u l gad a por su orden .

Co n es tos t í tulos,hai de sobra para comprender su

fama i su infi u en c i a . Después de leer semej ante hoj ade servic ios

,se concibe cómo a los trece años de os

tra c i sm o,i cuando centenares de leguas le separaban

de su patria,el nombre de ese j enera l servía t oda

vía en 1 8 3 0 de pendón a los part idos .

Un personaj e como ese merece ser estudiado deten i dam ente.

N o todo el que quiere remueve tantas pasionescomo O '

H i ggi ns . Los hombres vulgares n o consiguenhacerse amar con fana tismo

,ni aborrecer a muerte .

L o s que eso logran deben es tar dotados de grandescualidades para el bien o para el mal .La apreciación del comportamiento público del je

neral O '

H iggi ns ha dividido las opiniones , no solo

de sus contemporán eos , sino también de la posteridad misma . L o s individuos de … . las j enera c i o nes quesucedieron a su época

,aquellos que han comenzado

a pensar cuando hacía largo t iempo que estaba asilad o en un país estran j er o ,

i confi nado en su hogardoméstico

,están tan discordes en l o s j uicios sobre

sus acciones,como l o s que le au si l i a ro n o resist ieron

en esas luchas,viej as ya para nosotros

,i que no tie

nen ninguna conexión c o n las d i v er j en c i as del presente . L o s problemas de su vida despiertan casi t antaexaltación en los hom bres de ahora que no le han

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32 LA DICTADURA DE O ' H I GGINS

conocido,como despertaban en aquellos a quienes

había fav orecido o agraviado personalmente .

Para comprender a fondo un personaj e históricode esa altura

,que ha removido tan encontrados afec

t o s en el corazón de sus contemporáneos,i que aj ita

de una manera tan apasionada a l o s que no sabensu s hechos sino p o r tradición ,

es preciso enterarsec o n paciencia de todos l o s pormenores de su existencia

,examinar su educación

,estud i ar su c arác ter , i

descubrir,s i es posible

,el secreto de su alma . De

otra manera nos esp o nem o s a n o darnos una cuenta

mui exacta de su personalidad,i a equivocarmos sobre

los verdadero s motivos de su elevación,de su presti

j i o i de su caída .

Esta c o nsi dera c 10n me o b l iga'

a relatar los an tec e

dentes de don Bernardo O '

H iggins,'

antes de ponerme a refer i r los sucesos que forman el tema de estelibro . La historia de la época no quedará clara

,si no

se pr incipia p o r trazar la biografía del protagonista .

Don Bernardo O '

H iggins n o fué uno de esos favori tos de la fortuna que se elevan de la nada

,i que l o

deben todo a su s acciones. Al entrar en la vida,se

encontró c o n una posición formada . Habría merecidoserios reproches

,si n o hubiera sabido aprovecharla .

Estaba llamado p o r la sola casualidad de su naci

miento a ocupar un alto puesto en su país, c u a l esqu i e

ra que hubieran sido los sucesos .Con l a revolución o si n ella

,O

'

H i ggi ns habría representado un papel en Chile . Unicamente

,si no hu

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CAP ÍT ULO I 3 3

biera estallado la i nsu rrec c 10n de la independencia ,ese papel habría sido mas modesto ; en vez de adqu i

rir una reputación americana,n o habría conseguido

mas que una fama casera . Pero habría sido necesari osuponer cualidades mui menguadas en el individuoque hubiera quedado nulo i desairado con l o s medios

de engrand ecimiento que él tenia . O'

H iggi ns debiómucho a su propio méri to ; pero también debió muchoal p rest i j i o que hab ía dej ado su padre .

Fué éste u n o de los presidentes mas dist inguidosque gobernaron este reino

,i uno de los hombres mas

estra o rd inar i o s que aparecieron en los últimos tiemposde la dominación española . Se llamaba don AmbrosioO

'

H i ggi ns, i era natural de Irlanda . En 1 767 ,arribó

a Chile pobre i sin protectores . Había pasado de España a Lima

,habili tado p o r algunos comerciantes de

Cádiz para establecer una lonj a en aquella ciudad .

Pero la suerte n o le fué propicia,sus cálculos resulta

ron errados,su negociación frustrada . Había quebra

do en una gruesa cantidad ; i para huir de su s molestos acreedores

,se vió obligado a pedir un asilo a este

suelo hospi talario .

Treinta i tres años mas tarde,todo había cambia

do en la condición de ese hombre .

En 1 796 ,ese deudor fallido llegaba a ser teniente

j enera l de los reales ej ércitos , barón de Vallenar, marques de Osorno

,presidente de Chile

,v i rrei del Perú .

Pudo trepar a esa altura grada p o r grada , i a despecho de obstáculos de toda especie . Había principiado por ser sobrestante en la obra de las c asu chasque Guill i Gonzaga hizo construir en la cordillera

'

para abrigo de l o s correos,i habí a terminado por ser

la S egunda persona del monarca en América .

AM U NÁT EGU I .

—VOL . X I V .

—3

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3 4 LA DICTAD URA D E O'

H IGGIN S

Para alcanzar e se elevado puesto,se V I O forzado a

superar toda clase de difi cultades . S iendo estranjero ,

hab ía tenido que hacerlo olvidar en una tierra dondela calidad de tal era un signo de reprobación

,un m o

t ivo de desconfi anza . S iendo pobre,había tenido que

proporcionarse dinero para ganarse l o s favores de una

corte venal . No llevando un nombre ilustre,había

impuesto a las familias aristocráticas cuya esc ru pu

l o si dad en punto a nobleza ya se sabe cuan exa j eradaera .

Ese hombre de fortuna venció t odos los estorbos,

t odo l o consiguió,i se conquistó una supremacía que

muchos ti tulados de Cast illa podían envidiarle . Con

hechos,demostró que era digno de los empleos que

sucesivamente fué obteniendo , En ellos , desplegó laact ividad i l o s talentos de un grande administrador .Durante su gobierno , ej ecutó obras que conserva

rán p o r largos años su recuerdo entre nosotros . Visi tóel país de una estrem i d ad hasta la otra ; reparó las

fortifi caciones de las plazas de guerra; mej oró el camino que atraviesa las cordilleras para dar pasaj e alas comarcas trasand inas, i abrió otro hasta el puertode Valparaíso por entre cerros i desñl adero s a despe

cho de la naturaleza ; pacificó la siempre indómitaAraucanía, fundó cinco ciudades , i entre ellas la deOsorno

,que había sido arruinada por los indios .

Pero s i don Ambrosio O '

H i ggins hubiera contadosolo con su méri to personal , con sus disposiciones

para el mando , se habría quedado de sobrestante t oda la vida . N ecesi táb anse en aquellos tiempos otrosapoyos para medrar .

O'

H iggins, que conocía la época i la t ierra , no loignoraba , i po r eso se encumbró c o n tanta rapid ez .

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3 6 LA DICTADU RA DE O 'H IGGIN S

rac ión su persona , su nombre , i cuanto le pertenecía .

Esa idolatría se aumentó con el t iempo i la distan

cia . L o s que le habían acatado de presidente de Chile ,le acataron mas to dav i a a lo lej os de v i rrei del Perú .

D o n Bernardo debía recoj er un día como herenciaese respeto ligado al recuerdo de su padre

,esa vene

ración que muchos de sus compatriotas profesaban alapellido de su familia . El reconocimiento de aquellosa quienes el marqués había dado una posición

,la ad

hesi ó n que siempre se concede al gobernante que sabeserlo

,debían allanar a l hi j o el mavor número de las

dificultades que se atraviesan en el camino de la vida .

El legado forzoso de esa clientela importaba al j ovenmas que un cuant ioso caudal para sat is facer las aspi

raci ones de la ambición .

A estas ventaj as,consecuencia de la si tu a c 10n que

había ocupado su p ro jen i to r , se agregaban todavíaotras . Para darlas a conocer

,voi a hablar del o r i j en

del j oven O '

H iggins, i de la conducta que con él ob

serv ó el v i rrei .

Don Ambrosio era en ese entonces solo intendentede Concepción . Aunque llenasen casi toda su existencia los cuidados de su empleo

,l o s cálculos del corte

sano,las zozobras de la intriga

,los deseos de mando

i de distinciones,sin embargo

,le quedaban tiempo i

lugar para sentimientos mas t iernos ,"

para ocupaciones

mas dulces .

Vivía a la sazón en aquella provincia una niña llamada doña Isabel R iquelme

,cuya belleza era sobre

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CAP ÍTULO I 3 7

saliente en esas comarcas del sur,que la hermosura

de sus muj eres ha hecho famosas . El adusto i grave

intendente conoció a esa niña, l a amó , i se h izo amar

de ella . D o n Bernardo fué el fruto de esa unión clan

destina .

Una preo cu p a c 10n inj usta i bárbara castiga en l o shij os de esos enlaces i l ej ít im o s la culpa de l o s padres .

Mas en las ideas aristocrát icas de la época , los bastardos de los grandes no eran l o s bastardos de la j en

te vulgar . L o que para los segundos era una mancha ,era un lustre para l o s primeros . S er bastardo de un

v i rrei equival ía a una ej ecutoria en debida forma

Así , la debilidad de su madre no iba a ser para el niño

O'

H iggins un estorbo en su carrera .

Po r su parte,don Ambrosio se portó con él como

hombre honrado,i como padre sol íci to . Proveyó c o n

largueza a su s necesidades,le hizo criar con cuidado ;

i c u and o tuvo la edad correspondiente,le envió a

educarse en Inglaterra .

N o volvió de all á has ta la muerte de su padre , queacabó sus días de v i rrei en el Perú .

Creyó éste hacer lo sufi ciente p o r el hl ] 0 de su antigua querida con asegurarle el p orvenir, i pensó que deese modo cancelaba todas su s cuentas c o n el j oven . Le

había costeado una educac ión europ ea . Para c om

p l etar su obra , le legó en su tes tamento la valiosa há

c i enda de las Canteras , situada en el sur de Chile , i

l o s numerosos ganados que la poblaban . Con esto,su

conciencia quedó tranquila . ¿Qué mas podía darle?

Le había hecho rico e ins truido . Le dej aba caudal , il o s medios de adquirir consideración . Le daba cuantoera necesari o para que se hiciese feliz . No le encon

traba derecho para exi j i r nada mas .

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38 LA DICTADU R A D E O 'H IGGIN S

Es cierto don Ambrosio daba a su hij o ciencia ibienes; pero quedaba todavía una cosa que le rehusaba con orgullo , i que el j oven podía reclama r c o n

j usticia . Era ese noble apel lido de O '

H i ggins, que elilustre marqués negaba tenazmente al hi j o de su

amor . En la misma cláusula del tes tamento en que lelegaba una hacienda

,le signifi caba con toda claridad

que le prohibía llevar ese apellido , llamándole B er

na rdo R i qu elm e.

Sin duda el m erc achi fi e ennoblecido , el barón defresca data

,el t itulado de Cast illa por el oro … i por la

intriga,no creía a su bastardo digno de heredar un

nombre tan decorado como el suy o ; i en eso p o r cier

to se equivocaba grandemente el v i rrei,que echando

en olvido la humildad de sus principios,to m ab a ínfu

las de rancio arist ócrata . Ese j oven iba a hacer p o r lailustración de su apellido mucho mas que l o que hábía hecho su al tanero padre . Es mas glorioso combatir contra los opresores de la patria

,que contra l o s

bárbaros de la Araucanía,i es mas difíci l vencer un

ej ército disciplinado,que una horda de salvaj es . Vale

mas atravesar l o s Andes para traer la libertad i laindependencia a un pueblo

,que abrir un camino en

benefi cio del comercio por entre su s rocas i su s nieves .

Es mayor empresa improvisar una escuadra 1 enseñorea rse del Pací fi co

,que defender su s cost as contra

miserables piratas . Im porta mas fundar la repúblicade Ch ile

,que fundar la ciudad de Osorno .

D o n Bernardo no se conformó con el agravio que

el v i rrei le infería en su testamento . Estaba precisamente en España

,de vuelt a ya de Inglaterra para su

patria,cuando supo la muerte del ilustre i alt ivo

marqués , i sin tardanza entabló reclamación ante la

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CAP ÍTU LO I 39

corte p o r el apellido i los t i tulos de su padre . Se le

concedió que se llamara O '

H i ggi ns i no R i qu elme, perono se le permitió que fuera barón ni marqués .

Sin desanimarse por una primera negativa,d o n Ber

nardo persistió en su pretensión . Estaba porfi ando

en el empeño , cuando un ataque de fi ebre amarilla lepuso a la muerte . Se salvó casi milagrosamente

,pero

quedó mui quebrantado . La debilidad de su salud ila disminución de sus recursos pecuniarios le obligaron

a desistir de sus reclamaciones,i le h icieron regresar a

Chile en el año de 1 8 02 .

De vuelta a su patria,se estab l ec 1 0 en la hacienda

de las Canteras,i se dedicó a l o s trabaj os agrícol as .

Viv ió allí c o n su madre i con su s hermanos ; se portó

c o n su familia como un hij o amante i respetuoso .

Trabó desde luego relaciones c o n los ofi ciales queguarnecían la frontera

,muchos de ellos compañeros

de armas de d o n Ambrosio,que pagaron en afecto al

j oven lo que debían al pad re,i con los cuales se entre

tenía en conversar acerca de las incidencias de su scampañas en la Araucanía . Esas discusiones familia

res fueron la escuela en que aprendió los rudimentos

de la guerra el futuro j enera l de los independientes .

Po r i nfi u j o de esos veteranos, fué nombrado tenienteco ronel de las milicias de la Laj a .

De cuando en cuando,hacía viaj es a la ciudad de

Chillán,o a la ciudad de Concepción , donde permane

cía largas temporadas . En una i otra , era perfecta

mente recibido . Su caudal , su educación europea, su

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40 LA DICTADURA ' DE O '

H IGG IN S

ilustre apellido,fi j aban sobre su persona las miradas

de la j ent e visible . S u comportamiento confi rmaba labuena Opinión que le granj eaban esas circunstanciasaccidentales .

Era modesto,franco

,desinteresado

,amigo de ser

vir . Manifestaba amor a su patria,i un grande en tu

si asm o p o r su prosperidad .

En el seno de la confi anza,i con la mayor reserva

,

hablaba de ciertas ideas de independencia para América que circulaban en Europa

,i de ciertas c o nferen

cias sobre el particular que había tenido con el j ene

ral Francisco Miranda,que era u no de l o s que medi

taban esos proyec tos .

Todo esto le han a popular en l as poblaciones aus

tra les del país . Se respetaba en él al rico propietarioque d i sponía de un gran número de inquilinos o vasallos

,i se apreciaba al hombre bien educado , descen

diente de un v i rrei,que no contrariaba los intereses

de nadie .Entre l o s protectores que po r estos motivos se ad

qu i r i ó ,había sobre t odo u n o que le sirvió mucho para

afianzar su crédito . Era el doctor d o n_

Juan Martínezde Rozas

,abogado habil i de conocimientos mui ade

lán tad o s pafa ¿"

ú época , que p o r su s riquezas,su cien

ma 1 sus relaciones de familia,dominaba en la provin

c i a'

d e Concepción . Este t omó cariño a d o n Bernardo,

i le pro tej i ó con su influencia . Cuando O '

H i ggins iba

a la ciudad de Concepción , concurría todas l as nochesa su tertu lia , i escuchaba silencioso i c o n devoción

las palabras del m aestro,como llamaban a Rozas su s

parciales .

D ist inguido p o r el dueño de la casa, l o s demás asistentes, qúe eran las primeras no t ab i l i dades de la pro

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CAP ÍTULO 1 4 1

vincia,le trataban c on afecto

,i se acostumbraban a

est im ar l e . Pocos habri a n sospechado , s in embargo, en

to n c es que ese j oven re tirado i taci t urno sería u no

de l o s próceres de la repúbl ica, i el caudillo de unnumeroso bando . Co n tod o

,en esas reuniones , fué

donde principió a relac ionars e c o n muchos de los in

d i v i'

du o s que debían m as tarde. ayudarle a apoyar la

revolución,i a escalar el poder .

Su educac i on de niño i el j enero de vida que adoptóen su j uventud robustecieron el c arácter que l o s i nst intos naturales habían dado a don Bernardo

,i de

terminaron su personalidad .

Su mansión en Inglaterra le am o l dó a muchas delas costumbres de ese pueblo

,tan o r i j i n a l en su j en i o

i en sus maneras . Tomó a l o s ingleses su gravedad,

su espíritu aristocrá t ico,su puri tanismo aparente de

costumbres,su sometimiento a las exi j enc i as sociales

su moralid ad den tro del hogar doméstico,su serie

dad em el modo de pensar,pero no les imitó en su respeto a la lei , su amor a las garantías del ciudadano

su v enera c i o n a todas las fórmulas protectoras de lalibertad i segur idad de los individuos .

. S u condició n de rico propietario habitante de la

frontera,considerado por sus superiores

,reverencia

d o p o r sus subalternos, le infundió desde tempranotendencias despó ticas

,el hábito de ser obedecido sin

réplica i tardanza,inclinaciones imperiosas . Estas p ro

pensiones debían cobrar todavía mayor fuerza en los

campamentos , donde cada j esto del j efe es una lei que

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42 LA D ICTADURA DE O '

H IGG IN S

t odos se apresuran"

a cumplir . Había tela en este vástago de un v i rrei

,para ser un dictador .

Ese j oven circunspecto,bravo

,amante de su suelo

natal, lleno de modestia i de entusiasm o , t en ía mu

chas cualidades para granj earse las simpatías de un

pueblo como el chileno,i llegar a ser uno de sus hé

roes . Su índole era m u i propia para hacerse popularen su nación

,por poco que trabaj ara en ello . Resumía

en si un gran número de las dotes"

que caracterizana l o s pobladores de esta tierra .

El chileno es austero de costumbres ; exi je que seguarden cuando menos las apariencias

,i que se res

pete siempre el decoro, no perdona nunca el descaro

o el cinismo ni en las Opiniones ni en l o s actos . C o nserva su compostura en todas las circunstancias de

la vida . Jamás es bulliciosa la esp re5 10n de su alegríao de su dolor . Tiene el pudor de su s sent imientos . Esraro que pierda en alguna ocasión su gravedad impasib1e . Su ester i o r es frío, i aunque capaz de entu si as

m o s ardientes,pocas veces los manifies ta por movi

mientos vivos o gri tos descompasados . Se asemej a a

esas montañas que,en nuestro hori zonte

,se levantan

hasta el cielo,donde la nieve cubre el fuego de los

volcanes .

Ensalza a los individuos que considera dignos , i

rinde parias al talento i al valor, pero n o tolera que

sean l o s interesados mismos l o s que impudentementesoliciten el aura popular . N o gusta nunca de darseen espectáculo

,ni tampoco de que los demás se p o n

gan en escena . Toda ostentación le es antipática;toda pretensión de v anagl o r i a l e incomoda . Concede

c o n largueza sus favores a quienes l o s merecen , pero

le repugna que se l o sfp i dan con vanidad.

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CAPÍTU L O S EGU N DO

Or i j en a ri sto crát i co d e l a revo l uci ón chi l ena .—Organ i za ci ón e i nfl uenc i a d e

l a s gr an des fam i l i as d el rei n o .

—Est abl ecim i en to s d e l a pr imera j un taguberna ti va el 1 8 de set i embre d e I 8 I O .

—Ma rcha mo dera da i l ega l queado pt a l a revo l uc i ón en su pri nci pi o .

—D i v i si ón d e l o s revo l uci o na r i o s en

d o s bando s, l o s mo derado s i l o s exa l tado s—D o n J o sé Mi guel In fante .

D o n J ua n Ma rt ín ez d e R o zas.

—Ri va l i dades d e l as gra ndes fam i l i a s.

M o t ín d e F i guero a el d e a bri l d e 1 8 I I .—C o ngreso d e 1 8 1 I .

—Tri un fo sde l o s exa l tado s i po l ít i ca enér j i c a a d º p t ad a p o r el l o s .

La revoluc i on de Chile fué al principio la obra deunos cuantos ciudadanos

,i tuvo en su o r i j en una

tendencia puramente aristocrát ica . Sus promotores,

S u s principales caudillos , fueron los cabezas de las

grandes familias del país,los L arra ínes, l o s Errazu

riz,los E i zagu i rres. Por ellos , comenzó la a j i tac i ó n ;

i de ellos descend i ó a la mayoría de la población ,que les estaba ligada por los vínculos S e la sangre o

del interés .

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46 LA DICTADU RA DE O 'H IGG INS

Es éste un fenómeno curioso,que debe examinarse

c o n alguna detención .

Jenera lm ente son los pueblos , i n o los individuos ,l o s que hacen las revoluciones. Las ideas nuevassolo se convierten en hechos cuando est án admitidaspor una porción considerable de hombres . Antes deese momento

,se van propagando lenta i gradu a l

mente por t odas las clases sociales,i no producen

ningún resultado importante hasta que se han ense

ñ0read o de un gran numero de i ntel i j enc i as. Sol oentonces aparecen los que han de realizarlas , i esos

so n,no l o s ini ciadores de sus compatri otas , sino sus

personeros,l os órganos de una opinión esparcida

,la

esp resi ón de un pensamiento , que est á en el alma demuchos .

En Chile,su c ed 10 enteramente l o contrario . El m o

v im i ent o principió en un centenar de personas , mien

tras que l o s demás habitan tes estaban tranquilos,

indolentes i m u i aj enos de tales novedades . Unoscuantos aristócrat as dieron la señal de la insurrección

,

cuando la idea de s emej ante empresa no se había

ocurrido al pueblo,ni siquiera como una ilusi ón de la

fantasía .

A pesar de eso arrastraron consigo a la j ente acaudalada

,a l o s comerc iantes de las ciudades

,a l o s

labradores de los cam pos,a casi t odos l o s pobladores

de este suelo . Su grit o de guerra n o quedó sin ec o , isu llamamiento a las armas fué obedecido .

Qu ien haya considerado la sociabilidad chilena en

1 8 1 0 ,se esp l i c ará si n mucho trabaj o esta marcha de

la revolución .

Dominaban en el reino un cierto número de fam ili as

,respetadas por el recuerdo de su s antepasados,

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CAP ÍTULO I I 47

poderosas por sus riquezas,por su s relaciones

,por la

multitud de sus dependientes,estrechamente l igadas

entre si,i c o n una organización patriarcal .

Unica poseedora de la t ierra,del capital i de todos

los instrumentos de la industria , esta nobleza 1ndíj enadisponía del país .Los vecinos de las ciudades le estaban sometidos

por razón de la protección que les dispensaba,i sin la

cual n o podían subsistir . Ella era la que los habilita

b a,i la que les consumía sus productos. El interés le

aseguraba c o n lazos difíciles de romper la fidelidad de

esos subordinados por la fuerza de su posición . Elenoj o de algunos de esos magnates importaba para loscomerciantes

,para l o s artesanos

,un atraso conside

rable en su caudal,tal vez una causa de ruina . Los

industriales n o ten ían , como ahora , los mil recursos

que les proporcionan la actividad del comercio,la

mult iplic idad de los capi tales , los progresos de la p oblación i del b i enesta r ,

'

qu e traen consigo el aumentodel consumo i la facilidad de l as transacciones . Ese

círculo reducido de familias pudientes era su mayorsostén

,su principal esperanza. Se concibe

,pues

,que

p o r l o común n o tuvieran otra opinión ni otra v o l u ntad

, quela de esos patronos , de los cuales aguardabanel mej oramiento de su suerte

,i la subsistencia de sus

hij os .La dependencia de los campesinos era todavia mas

estrecha . No les estaban solamente subordinados,si

n o que eran sus siervos . Descendientes de los indios,

dueños primitivos de estas comarcas,habían hereda

d o la triste condición que la conquista impuso a sus

padres . Tributaban a los propietarios,que l o s poseían

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48“

LA D ICTADURA DE 0'

H I C G I N S

j untamente c o n sus fundos , una obediencia pasiva ,casi el respeto del esclavo a su amo .

L o s hacendados, p o r su parte , los trataban como

sus mayores habían tratado a l o s indios de las en c om i endas. N o diré que ej ercían sobre ellos derecho devida i de muerte

,porque eso sería exa j erad o ; pero c o n

esa escep c i ón ,todo l o demás se lo creían permitido

contra los infelices i nqu i l i nos .

Esto se practicaba sin violencia,sin escándalo

,sin

resist encia . Los pacien tes no murmuraban,los opre

sores,caballeros quizá bondadosos i de alma compa

siva,no esper im en tab an repugnancia ni rem o rd im i en

t o al dar un tra to como aquél a semej antes suyos . Esadegradación de seres hu fnan o s parecía cosa natural .La costumbre la había sancionado

,la había despoj a

do de su horror .

Los hacendados chilenos eran una especie de señores feudales , menos el espíritu m arc i a l i l o s hábitosguerreros . En sus t ierras

,su capricho era la lei

,i n o

se respetaban otras órdenes,que las suyas . Casi pue

de decirse que la autoridad del presidente gobernadorn o pasaba la raya de sus propiedades , En ellas , hacían j usticia a su s i nqu i l i n os i les exi j ían servicios c o r

p o ra l es como verdaderos soberanos .

Dentro de sus haciendas,eran amos en toda la es

tensión de la palabra . Cada u n o de ellos habría podido hacer levantarse a su v o z un escuadrón de lealesservidores

,que habría i d o sin preguntar el motivo

adonde su señor se lo hubiera mandado,i habría aco

metido del propio modo a quien él mismo le hubieraindicado .

Basta lo espu esto para concebir cuál era, al c omenzar el siglo

,el poder de las grandes familias del reino .

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Sépase ahora que esa inmensa influencia no estabarepartida entre varios individuos , sino concentradaen unos pocos

,i se comprenderá la anomalía en la

marcha de la revolución chilena que mas arriba he

señalado .

Las familias de que hablo eran mui numerosas ; hu

b o una entre ellas,la de l o s L arra ínes, que contaba

mas de quinientos miembros, pero todas tenían unaorganización patriarcal

,i reconoc ían un j efe

,un pa

dre común que las gobernaba , i sin cuya anuencia na

da se emprendía .

La persona a quien la respetabilidad de sus años,la

riqueza 0 una prudencia consumada hab ían granj ea

d o ese acatamiento de sus parientes,disponía de fuer

zas incalculables,i v a l ía por muchos hombres . Podía

obrar a su an toj o c o n el caudal , c o n la c l ientela ,con

la consideración,con el p rest i j i o de toda la familia .

Suponed que una docena de esos altos potentadosa c o j i ese una idea cualquiera , la de la independencia ,por ej emplo

,i determinase real izarla . Está claro que

en su posición n o necesitaban preparar la Opinión,ni

detenerse en esas pequeñas escaramuzas que los i nn o v ad o res ej ecutan antes de las grandes revoluciones

para tantear su s recursos . La mayoría de la nacióneran aquellos pocos magnates . Co n que ellos se resolviesen , estaba hecho casi t odo , sus parientes, sus hab i l i tad o s

,sus siervos 0 vasallos habían nec esa r i am en

t e de apoyarlos .

Pero lo que salvaba a España de este riesgo inmi

nente , era que ellos mismos no se tenían formada unaAM U NATEC U I .

—VOL . XIV .

—4

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50 LA D ICTADURA D E O 'H I GG IN S

noción bién clara de su poder i mucho menos de susderechos . Ignoraban que su voz podía conmover aaquel pueblo aletargado

,i el mayor número no con

cebia siquiera las inj usticias i si nrazo ñes de la metró p o l i a su respecto . Una i n tel i j enc i a sin cultivo queadmitía como puntos de fe l o s errores mas crasos ,una educación mal d i r i j i da que los había imbuído depreocupaciones groseras , habían apocado su ánimo ,i embrutecido su alma . Así fué que mu chos de ellos

no abrazaron nunca la causa de la i ndependenc i a i

sostuvieron con su bolsil lo,i aun con su persona

,l a

dominación de l o s españoles .

S in embargo,no todos eran de esa casta . Había

algunos mas i n tel i j entes , m as animosos,mas capaces

de ambición,mas enterados de los adelantamientos

que las ciencias polí ticas habían hecho en el viej o

mundo,Estos por sus viaj es a Europa

,por sus lec

turas 0 sus conversaciones , habían adquirido a lgu

nos conocimientos . El c o n ta j i o bienhechor del sigloXV I I I había penetrado en sus espíritus.Como era natural

,esos no podían conformarse con

la nulidad a que en su propia patria los tenía conde

nados la suspicacia recelosa de la corte de Madrid .

Por l o mismo que su bienestar material es taba ase

gu rad o , p o r lo mismo qu e gozaban de caudal , por l o

mismo que se veían rodeados de consideraciones,de

seab an con ansia lanzarse a la vida pública , i satisfacer esa necesidad de lucha i movimiento que todo

hombre esperimenta .

Esa segregación absoluta del gobierno en que se

pretendía mantenerlos, les era intolerable ,Esa limi

tación a los asuntos dom ésticos que se les imponía,

era u na cosa que hería su amor propio . Soportaban

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52 LA D ICTADU R A DE 0'

H I C C I N S

el mando en la primera época de la revoluc i on . Es

tas competencia s de l o que,a falta de otro nombre

mej or,llamaré nuestra nobleza

,espl i c an muchas de

l a s evoluciones pol íticas de aquel período .

Pero sea de esto l o que se quiera,el cambio radi

cal operado en la constitución de la colonia el 1 8 desetiembre de 1 8 1 0

,se ej ecutó moderada i pacífi ca

mente . N o hubo ni derramamiento de sangre,ni des

t i erro s,ni prisiones . Algunas carreras de caballo

,la

guarnición sobre l as armas,patrullas que recorrían

las calles,la ap ta c i ón consiguiente del vecindario ,

pero sin actitud hostil ni amenazante ; i eso i nada

mas fué todo el trastorno qu e ocasionó un aconteci

miento que iba a ser el principio de tantas mudanzas

,de tantas peripecias

,de tantas catástrofes .

Esta ausencia absoluta de viol encias caracteriza

a l o s próceres que d i r i j i ero n el movimiento , i manifiesta cuál era su naturaleza i sus tendencias .

La sociedad chilena estaba sometida entonces a una

especie de réj im en domést ico . Los m a j i strad o s de lacolonia no empleaban casi nunca rigor o medios estre

m o s,porque n o tenían necesidad de hacerlo

,Sus súb

ditos recibían c o n respeto las leyes del monarca,i era

mui raro que murmurasen en voz alta . L asmedidas

severas eran cosa inusitada en la t ierra , i por consiguiente repugnaban a la j enera l i dad ,

Todos los individuos de la clase acomodada teníanrelaciones de parentesco

,o eran amigos

,0 tal vez com

pañero s de negocios , que se trataban con franqu eza i

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CAP ÍTU LO I I 3

cordialidad . Los temas mismos de sus conversacioneshabituales versaban sobre asuntos caseros . El ru idode las luchas i contiendas de la viej a i alborotada Europa venían a turbarlos mui de tarde en tarde

,i l o s

colonos recibían la noticia de esos sucesos con todaindiferencia

,como si n o les atañesen 0 importasen .

Los acontecimientos del año diez al teraron estatranquilidad monástica

,e introduj eron la desu n i ón

entre los ciudadanos ; pero estas d i v erj en c i as n o p o

dían desde luego i repentinamente cortar todas las re

laciones i enc arn i zar odios que apenas comenzaban .

Hubo opiniones encontradas bandos opuestos i princ i p i o s de enemistades que algun día debían ser a muerte mas no hubo ni sangre

,ni persecuciones

,ni esceso s

de ningún j énero . D i scu t i ó se la cuestión c o n grande

acaloramiento,si se quiere

,pero con todas esas c o nsi

dera c i o nes que se guardan en sus disputas los miembros de una misma familia

Fué aquello un l i ti j i o ,mas bien que una insu rrec

ción ; una discusión de l ej i stas, mas bien que una asonada de tribunos

,

Los grandes propietari os que sostenían la mudan

za se habían asociado,para llevar al cabo su proyec

to, c o n los abogados mas sobresalientes del reino , querepresentaban toda la ciencia del país

,reducida en

tonces a l derecho civil i al derecho canónico . L o s pri

meros eran la fuerza,el poder de la revolución,l o s

segundos su pensamiento,su palabra .

Esos letrados,Marín

,Infante

,Argomedo

,Pérez ,

formulaban l as pretensiones de los nobles colonos ilas apoyaban con raciocínios basados en el código .

Los defensores del antigu o ré j im en ,los o i d o res de

la audiencia i su s secuaces , que eran también aboga

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5 4 L A D ICTADURA DE O ' H IGGI N S

dos,trataban el asunto como tales

,repli

_

cando a los

contrarios c o n citas de leyes i reales cédulas .

Este método para dilucidar la contienda era posible entre ellos

,porque estaban acordes en un princi

pio que les servía de punto de part ida . Unos i otrosreconocían la soberanía de Fernando V I I ; unos i

otros daban por motivo de su conducta el amor al rei ,i el deseo de c o nserv a r l e es tos dominios .

Para evitar equivocaciones,debo a dvertir que esta

ostentación de fidel idad era sincera en la mayor ía delos innovadores 0 j u nti sl a s, como se les llamaba . C om

batían por el establecimiento de un gobierno nacio

nal,pero habrían retrocedido espantados s i se les hubiera propuesto separarse de la metrópoli .

Basta estudiar superficialmente los hechos de esa

época para percibir cuánta razón tengo al asentar quela cuestión ventilada en 1 8 1 0 no fué mas que un plei

to entre España i una de su s colonias , en el cual patro c i nab a a la primera la real audiencia , Argos v i j il ante de l o s intereses coloniales, i a la segunda el ca

hildo de Santiago,órgano de las nuevas ideas . Fué

aquél un gran proceso que despertó mas pasiones,i

met ió mas bulla que los procesos comunes que se r éso l v ían dia riamente en los tribunales , porque los lit igan tes eran dos pueblos, 1 no d o s individuos ; peroque

,salvo la magnitud de la disputa

,se les asemej a

b a en todo l o demás,habiéndose tramitado i decidido

poco mas 0 menos como ellos .

La lei i la fuerza es taban de parte de los patri otas,

i asi,como era de esperarse

,ganaron su causa

,logran

d o que una j unta reemplazase en el gobierno al pre

sidente gobernador .

Esta es la primera faz de la revoluc i on chilena .

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CAP Í TULO I I 5 5

Una cierta p o rc 1 0n de los grandes propietarios es

la que promueve el cambio i la que opera . La turba ,la multitud n o interviene en él para nada

,i no l o

comprende todavía .

Los abogados d i r i j en el movimiento ; i habituadosa l o s procedimientosdel foro , tratan una cuest ión dealta pol ít ica

,como si fuera un plei to sobre intereses

pri vados .La conducta de l o s innovadores es moderada

,t imi

da,conciliadora hasta cierto punt o

,respetuosa para

la metrópoli . Todo 10 que hacen es tá autorizado p o rórdenes terminantes de l o s go bernantes españ oles

,

que efecti vamente mas tarde aprueban su comportamiento .

Si la audiencia se opone a la ejecu c 10n de esas ó rdenes

,es porque

,palpando las cosas de cerca i te

m i end o por el porvenir, calcula , en su prudencia,que

la mas l i j era alteración en el sistema colon ial va aproducir u n serie de variaciones mas radicales

,i a

en j endrar , p o r último resultado , la completa ruina dela dominación española en América .

L o s hechos n o tardaron en realizar el present i

miento de l o s o i d o res .

La pendiente de las revoluciones es resbaladiza .

Cuando l o s puebl os se han comprometido una vez enella

,es difícil que se detengan .

Apenas los patriotas han conseguido la organización de una j unta

,cuando a l gunos de ellos quieren

que se vaya mas lej os todavía , i se empeñan en que

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5 6 LA D ICTADURA DE O ' H IGGINS

se despliegue mayor enerj l a en contra de l o s am i go s i

sostenedores de lametrópo l i . Antes,todas sus aspira

ciones se reducían a colocar el gobierno en manos de

l o s naturales del país ; pero ya eso les parece poca c osa

,i no les basta .

Entonces l o s revolucionarios se dividen en d o sgrandes fracciones .

La una,mas moderada

,mas prudente

,se esfuerza

porque continúe ese sis tema solapado de transacción,

que no se decide claramente , ni corta del todo con el

pasado .

La otra,mas impaciente , mas atrevida , clama por

resoluciones vigorosas i por una reforma pronta de

los abusos .Esos dos bandos enemigos tenían p o r centro las dos

principales C i udades del reino,por sostenes l as dos

corporaciones mas infl u yentes,i p o r caudillos a los

d o s hombres mas notables de la época . Los m o derado s,

los nombraré así,aunque en ese t iempo ni ellos ni su s

adversarios ten ían una denominación especial, p rev a

l ec ían en Santiago ; los exa l tado s, en Concepción . L o s

primeros contaban con la inmensa mayoría de la po

blación, pero l o s segundos tenían en su favor el arro

j o i el ardor de los part idos reformistas . El cabildo dela capi tal

,donde imperaba don José Miguel Infante

,

presidía a los moderados ; i la j unta gubernativa , cuya alma era don Juan Mart ínez de Rozas

,capitanea

há a los exaltados .

Los caracteres de esos dos j efes ofrecían ciertospuntos de semej anza

,pero l o s motivos que d i r i j ían

su conducta eran sumamente diferentes .

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CAP Í TU LO I I 5 7

Infante era una alm a varonil,recta i llena de ente

reza,cuya i n tel i j en c i a estaba dotada de fuerza , pero

no de fl exibil idad . Cuando concebía una idea , era di

fíc i l que la abandonase . Cuando admit ía un principio ,deducía de él c o n todo rigor sus consecuencias .

Era incontrastable com o u n axioma,i t enaz como

un dialéctico . No renegaba nunca i por nada de loque estimaba la verdad . Hablaba como pensaba , i

obraba como hablaba .

Le faltaban esa persp i 0ac i a i esa facultad de largavista que constituyen el méri t o de algunos hombresde estado . Le adornaban la recti tud i la moralidad

polít icas,que tanto realzan a los ciudadanos de las

repúblicas antiguas . Podía equivocarse ; pero n o eracapaz de desoír la voz de su conciencia

,ni de guar

dar silencio por . motivos egoís tas .

En . esta época,Infant e no era ni fervoroso federa

lista,ni disc ípulo de la Enc i c l oped i a ,

como posteriormente se mostró . Era u n revolucionario que quería

marchar c o n t oda prudencia,que part icipaba tal vez

de muchas de las preocupaciones i ndíj en as, i que ¡cosaestraña ! sostenía la preponderancia de la capital sobre las provincias .

Don Juan Mart ínez de Rozas desplegaba en su condueta tanta enerj ía tanta pers istencia

,como su

rival ; pero su tenacidad le venía de la pasión, i n o de

la cabeza , como al otro . Era de la casta de esos indiv i d u o s fogosos e impresionables que corren riesgo deser déspotas al servicio de los gobiernos

,i demagogos

cuando se colocan al lado del pueblo .

D e raz ón despej ada,de j u icio fi rme

,de conocimien

tos variados i modernos,de mucha lectura

,aventa

j aba inmensamente a sus contemporáneos en el saber

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58 LA DICTADURA DE O ' H IGGIN S

i en la profundidad del pensamiento . Era un publicista de nota

,que se habría lucido en los t iempos ac

tu a les, mientras que cuantos le rodeaban n o pasaban

de meros abogados . Elocuente en su s palabras , elegante en sus escrit os

,añadía a su s otros medios de

influ encia el p rest i j i o del literato.

Estaba,en cambio

,mui lej os de ser tan puro i tan

intachable como Infante .

D o n Juan Martínez de Rozas,cuya clientela se en

c o n trab a particularmente e n Concepción , defendíapor conveniencia los intereses provinciales en c ontra

de la centralización que pretendía establecer el cabil

d o de Santiago .

Fuera de la diferencia en las miras políticas que he

s eñalado, contribuía a fomentar la desu n i ó n ,la riva

l idad de las grandes familias que se disputaban el

mando .

Había,por cierto

,o p o si c 10n de ideas en la diver

j enc i a de l o s patriotas : pero había también lucha dei ntereses .

La emula010n de ciertos magnates entraba mucho

entre las causas de la discordancia . La aristocraciainquieta i ambiciosa que había encabezado la rev o l uc ión

,debía producir necesariamente todas esas que

r ellas,t odas esas incómodas competencias . Para

comprender el movimiento de l o s partidos , es preciso

t omar en cuenta ese choque de pretensiones al mismot iempo que la disconformidad de las opiniones .

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60 LA DICTADURA DE 0'

I I I CG I N S

embargo , baj o el imperio del t error que había producido el motín de Figueroa

,n o se atrevieron a comba

t i r l o s,i gu ardaron silencio . La enemis tad de las dos

facciones se acaloró cada vez mas i mas .

Estaba próximo a reunirse un congreso j enera l delos diputados de todo el reino,i en esta asamblea, se

prometían una i otra de dichas facciones hacer p rev al ec er su s principios .

Esta especie de c o nv en c 10n se instaló efec t i v am en

t e el 4 de j ulio de 1 8 1 1 . Pero las elecciones habíandado a los mod erados una inmensa mayoría, los exa]t ados solo contaban con trece votos . Todos l o s esfu erzo s de estos últimos para triunfar en las del i bera c i o

nes del cuerpo soberano,fueron inútiles . Todas su s

cábalas quedaron burladas . El poder se l es escapó de

entre las manos,i sus contrarios se les so b repu si ero n

c ompletamente . El congreso nombró una junta guber

t iva para la cual ninguno de sus amigos fué el ej i d o .

El temple de Rozas i su s parciales no era para soportar tal desaire con resignación . Aquellos polí t icosimpetuosos no podían conformarse con que todas su sesperanzas se desvaneciesen en un momento . Protes

taron,pues

,contra todo l o obrado por el congreso , i

se pusieron a conspirar . Consiguieron entonces por la

fuerza i la audacia l o que n o—habían logrado p o r lostrámites legales .El 4 de seti embre de 1 8 1 1

,estalló en la capital un

movimiento revolucionario,apoyado por las tro pas i

una porción del pueblo,que cambió la situación de

los negocios .

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CAP ÍTULO I I 6 1

El 5 del mismo mes , se verifi caba , en combinación

con el anterior , otro igual en la ciudad de Concepción .

El congreso fué violado,espu l sad o ocho de sus

miembros,entre l o s cuales se comprendía Infante

,

introducidos en su seno d o s nuevos diputados a desi gnación de los insurrectos

,alterada la organización de

la j unta gubernativa,i variado su personal ; es decir

l o s exaltados se enseño rea ro n del mando , i abat ierona l o s de la facción opuest a .

Su administrac i on se mostró vigorosa,i la polít ica

que adoptaron * fué franca i progresista .

Resueltos a continuar la revolución que había c o

m enzad o el 1 8 de setiembre buscaron cómo p ro curarse alianzas en el ester i o r i cómo atemorizar o hacer espa tr i a rse a l o s enemigos del interior , Con esta

intención , estrecharon su s relaciones con l o s rev o l u

c i o nar i o s arj en t i no s, acreditaron un a j en te ante elgobierno de Buenos Aires

,remitieron a este gobierno

pertrechos de guerra,i . le prometieron cuantos ausi

l ios pudiesen . Con el mismo obj eto,promulgaron un

decreto por el cual ponían a l o s realistas en la alternativa: 0 de salir fuera del país o decidirse por la causa nacional .Entre otras reformas que plantaron

,dignas de elo

j io i dest inadas a mej orar la condición del pueblo i afavorecer la agricul tura 0 el comerci o

, se encuentrala mui signifi cativa del establecimiento de un tribunal supremo de jus ticia . Ante él debían ventilarse iresolverse l o s recursos estra o rd ina r i o s que

,según las

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62 LA DICTADUR A“ DE O

'

H IGGI N S

l eyes españolas,n o po dían entablarse sino en l o s t r i

bunales de la Península . Este era un paso mas dadohacia la proclamación de la independencia

,i t odos

lo entendieron de ese modo,

Como se ve , desde la creac i on de la j unta gubernativa que se instaló el 1 8 de setiembre

,la marcha

de la revolución cambia visiblemente . Durante suprimera faz

,esto es

,desde las primeras turbulencias

a que dió marj en la administración del presidenteCarrasco hasta la época indicada

,es solo un negocio

de abogados,u n pleito entre la audiencia i el cabildo

de Santiago,Pero desde entonces la revolución se

hace mas parlamentaria,discute en nombre de l o s

p r1n c 1p i o s de la razón i de la ciencia , en vez de pro

curarse apoyo en el texto de l a s leyes . Sus tendencias son menos encubiertas ; su conducta es menos hi

p ó c r i ta ; sus propósitos so n mas confesados . Todavíapermanece circunscrita a las altas clases sociales ; pero una parte de la aristocracia se ha fanatizado po rella

,i se s iente dispuesta a hacerla triunfar a toda

co sta . Entre Chile i España , hai sangre derramada .

La lucha está compr ometida .

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CAPÍTULO TERCERO

D º n J o sé M i guel Carrera .—S u fam i l i a . S u i n tro d u cc 10n en l º s nego c i o

públ i co s . S u s desavenenci as c º n l º s exa l ta do s—S u po pu l a ri dad .

Mo v im i en to d el 1 5 d e n o vi embre d e 1 8 1 1 i n i c i a dº p o r él .—D i so '

u c i ó n d el

co ngreso .—Lucha de Ro zas i Ca rrera .

—Pº l ít ic a parc i a l segu i da p o r d º nJ o sé M i gu el Ca rrera , e impu l so v i go ro so qu e impr ime a l a revo l uc i ón .

Resi sten c i as q u e se l e ºpo nen i a p º yo s q u e l e so st ienen —Campaña d e1 8 1 3 .

—D est i tuc i ón d e Ca rrera i ca usas q u e l a pr o ducen .

La dominaci ón de Rºzas i su partidº duró poco .

Necesidades nuevas de la revolución llamaron hombres nuevos al poder . Iba a llegar el t iempo en quela cuest ión debía controver t irse

,no en l º s congresos

a fuerza de argumentos,sino a bal azos en lºs campos

de batalla . Era u rj en tí5 1m o que el pueblo la c o m

prendiese,i se acalorase por ella

,pºrque pronto iban

a necesitarse soldados,que solo de la turba pod ían

salir .

Rozas i sus amigos comprendían comº teóricºs la

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64 LA D ICTADURA DE O'

H I C C I N S

revoluc i on, pero en su calidad de togados i de homb r es de gabinete

,eran poco aptos para entusiasmar

al pueblo,para levantar ej érc i to s

,para defender el

país de l a invasión que desde el Perú amenazaba al º s i nsu rj en tes chilenos . D eb i an ceder el puest o a

ot ros que por su prºfesión i por su j en i o fuesen m as

capaces de llevar al cabo todas esas cosas .

Por el impulso de l o s acºntecimientos , al período

parlamentar i o,había de suceder el períºdo mil itar ;

l o s ofi ciales hab ían de reemplazar a l º s pºlí ticºs ; d o n

José Miguel Carrera a d o n Juan Mart ínez de Rºzas .

Los exaltadºs nº habían descuidadº enteramente ladefensa del reinº, habían principiado a acºpiar armas ; habían organizado algunºs batallºnes,perº nada

de eso habían hechº con la act ividad i la dedicaciónque las circunstancias hacían indispensables . Su glo

ria era haber contribuído a hacer prosperar la revo

lución en el interior de Chile ; mas , como digo , noeran aparentes para p ro tej erl a contra los ataques es

ter i º res .

Apar tadºs l o s obstáculos que aquí mismo,dentrº

de la t ierra,le opºnían las preocupaciones

,el espi

ri tu ran c i o i l º s intereses existentes que ella iba a

perj udicar,quedaban tºdavía por desbaratar l o s es

fu erzo s que para sofocar l a había de intent ar el v i rreide Lima

,Abascal

,o cualquiera otro que estuviese

en su lugar . Esa ºbra difícil exi j ía ,n o un litera

t o como Rºzas,que solo cono cía la guerra p o r lºs

l ibros,sino un militar de audacia i de i n tel i j en c i a ,

qu e supiera continuar el sist ema de tan hábi l esta

dista,i conducir las tropas al combate

Afortunadamente ese hombre no fal to .

L l am áb ase José Miguel Carrera .

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CAP ÍTU LO I I I 65

Sus talentos,su carácter

,su edu c ac 10n , sus ante

cedentes,la posición de su padre i de sus hermanos

,

todo,calidades personales i relaciones sºciales

,le

dest i nab an a ocupar un altº puestº entre su s c º nc i u

d adano s. Una grande ambición de fama i de poder leestimulaba a la acción

,i le impedía desperdiciar en

la i nd o l enc i a esas ventaj as c º n que le había favorecidola fºrtuna . Naturalmente altanero , i exi j i end o de l o sdemás una entera deferencia p º r la mucha estimación que de sí mismo ten ía , era al pr º p i o ti empº insi

nu ante,afectuºso i cordial . Acariciaba c o n su s pala

bras,i se ganaba las voluntades c o n su c º rtesan ía .

Se hacía perdºnar su ºrgullº a fuerza de amabilidad .

Esa mezcla graciosa de impºrtancia i de franqueza legranj eaba el cariño de lºs que se le acercaban .

Su inj enio era pronto i agudo . Su instrucción había sido poco esmerada ; i

_

sin embargº,su D i a r i o

,es

c r i t º en medio de l º s azares de la campaña,i de las

intrigas de la polít ica , dej a apreciar cuanta era larapidez i l a. facilidad de sus cºncepciones .

Inclinado a la ostentación i al fausto,luj oso en sus

vest idos,de bella presencia

,de maneras elegantes

,

de una conversación chis tosa i llena de donaire,reu

nía a l º s atract ivos del alma l º s atractiv os del cuerpo .

Sus defectos estaban cºmpensados p o r grandescualidades .

Tenía muchas de l as dotes que se exi j en en un jefe de part idº . Era pródigo de su dinero

,arroj ado

hast a la temeridad,incontras table en lºs reves es

,

j enero so c o n los vencidos .

En cambio,su índºle impetuosa le quitaba en oca

siones toda prudencia i le hacía confiar demasiado enla bondad de su estrella .

AM U N ÁT EGU I .

—VOL . X IV .

—5

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64 LA D ICTADURA DE ó '

H I C-C I N S

revoluc i on, perº en su calidad de togados i de hom

b r es de gabinete,eran pocº aptºs para entusiasmar

al pueblo,para levantar ej érc i to s

,para defender el

país de la invasión que desde el Perú amenazaba alo s i nsu rj en tes chilenos . D eb i an ceder el puestº aot ros que por su profesión i por su jen i o fuesen mascapaces de llevar al cabo todas esas cosas .

Por el impulso de l o s acontecimientºs , al períºdo

parlamentario,había de suceder el período militar,

lºs oficiales hab ían de reemplazar a l º s polí ticºs ; d o n

Jºsé Miguel Carrera a d o n Juan Mart ínez de Rozas .

Los exal tados nº habían descuidado enteramente ladefensa del reino ; habían principiado a acopiar ar

mas ; habían ºrganizado algunos batallºnes ; pero nadade esº habían hecho con l a act ividad i la ded i c a c 10n

que las circunstancias hacían indispensables . Su gl o

ria era haber c o n tr i bu i do a hacer prosperar la revo

lución en el interior de Chile ; m as,como digo

,n º

eran aparentes para p ro tej erl a contra lºs ataques é s

ter i o res .

Apartados l o s ºbstáculos que aquí mismº,dentro

de la t ierra,le opºnían las preºcupaciºnes

,el espi

ri tu ran c i o i l o s intereses existentes qu e ella iba aperj udicar

,quedaban todavía por desbaratar los es

fu erzo s que para sofocar l a había de intent ar"

el v i rreide Lima

,Abascal

,0 cualquiera otro que estuviese

en su lugar . Esa obra difícil exi j ía ,no u n litera

t o comº Rozas , que solo cono cía la guerra p o r l º sl ibros

,sino un militar de audacia i de i n tel i j en c i a ,

qu e supie ra cºn tinuar el sist ema de tan háb i l esta

dista,i conducir las tropas al combate .

Afortunadamente ese hombre no fa l tó f

L l am áb ase j osé Miguel Carrera .

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66 LA D ICTADU RA DE O ' H I GGIN S

Carrera había pasado en España los primerºs años

de su j uventud,batallando contra l o s franceses .

Había asist ido a ºcho funciºnes n otables de esa guerra encarnizada . Había recibido una herida ; i se había retirad o c o n el grado de sa r jen to may ºr en los húsares de Galicia .

Nº había llegado a Chile de vuelta de su s campañas europeas

,si nº el 25 de j ulio de 1 8 1 1 ,

cuando la

revolución estaba ya mui avanzada .

Su familia era una de las m as relacionadas,i una

de las que gozaban en el reino de mayor consideración . En el momento de su arribo sobre todo , ocupaba una posición brillante .

Su padre,don Ignacio de la Carrera

,era un buen

caballero,de ideas pºcº atrevidas

,de ánimo poco

arrebatado,a quien la suavidad de l º s modales hacía

est imar j enera lm en te. Había sido vocal de la primera

j unta gubernativa,i candidato del cabildº de Santia

en opºs i ción a dºn Juan Mart ínez de Rozas casº que ,cºmº se había dicho

,éste hubiera pretend 1d º resta

blecer la presidencia en su provechº . A pesar de lasuperioridad incontestable de Rozas

,don Ignacio de

la Carrera,mas popular

,mas apegadº a las opinio

nes dominantes,habría triunfado

,si la lucha se hu

biera comprometido,i si se hubiera resueltº en el te

rren o de la lei . Estº da la medida de su crédito .

Tenía una hij a,doña Javiera

,señora de salón

,que

daba el tºnº en la sºciedad de Santiago . Hermanade don José Miguel

,no

'

solo por la sangre,sino tam

bién por el jen i º ,annaba a las gracias de la muj er

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CAP ÍTULO I I I 67

una arr º ganc i a i una decisión verdaderamente varoniles . Ya desde entonces p rel u d i ab a la infl uencia que

la elevación de sus parientes debía adquirirle poco

después .

La familia se componía además de otrºs d o s miem

bros,don Juan Jºsé i don Luis .

Don Juan Jºsé era el p r im o j én i t º po r la edad ; per o estaba mui distante de ser el primero de sus hermanos por las dotes del espíritu . Parecía que lº que faltaba al desenvolvimiento de su in tel i j enc i a se habíacºmpensadº por el estraordinario desarrollº de susfuerzas corporales

,Ten ía la c o n testu ra i el vigºr de un

atleta,i ha c ía pruebas que lºs hércules le habrían

admiradº . Suj etaba un carruaj e tirado po r una r º

busta - mula,t omándolo de la trasera cºn la manº

,i

levant aba en el aire c º n l o s dedos una media docenade fusiles

,agarrándolos p o r las p untas de las b ayo ne

tas . Pero sus fuerzas i su valor eran las únicas calidades que pºdían est imarse en él . Era pretensioso sin

talento,puntilloso hasta el estremo ; t enía vanidad

i t enía envidia. Cualquier hºmbre algo diestro,pi

c ánd º l e sus malas pasiones , pºdía c º nv ert i r l e en ins

trum en to ,i hac erl e ºbra r contra su propia conve

n i en c i a .

En la época a que me refi erº,era sar jento mayor

del batallón de granaderos,residente en Santiago

,i

e j erc ía muchº p rest i j i o sobre aqúel l a … tro p a ,que dis

c i p l i nab a en persona , i a la cual impºnía respeto suarrogante apostura .

Dºn Luis,el menor de todos

,comenzaba apenas a

v_

i v i r,puede decirse . Era

,sin embargo

,c ap i tán en l a

compañía de artillería,i se manifestaba ya tal cual

había de ser durante todº el c u rso de su cºrta exi s

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68 LA D ICTADUR A D E O 'H I GGIN S

tencia,mozº alegre

,bravo militar

,camarada leal .

Una p a ren tel a ,c om o la que acabº de describir

,

ºfrecía a un j oven vivo i audaz muchos de los elementos precisos para sat isfacer las aspiraciºnes de una

noble ambición .

Don José Miguel desembarcó en Chile c º m p l eta

mente ignorante de la situación de la pºlí tica,i sin

ningún prºyectº fij º .

La nºche de su llegada a Santia gº,después de ha

ber recibido la bienvenida de su familia,i de haber

correspondido a su car iñºs,se ret iró con don Juan

José a descansar en la misma pieza .

Los do s hermanos no durmieron .

D o n Juan José se puso a enterar á dºn José Miguel

del estadº de las cosas públicas , i le confi ó que los

parc iales de Rozas le habían apalabrado a él i a donLuis para intentar un golpe de mano contra el congreso

,i qu e se habían comprometido a ej ecu ta r l o .

Don José Miguel , por la narración truncada de suhermano

,alcanzó a adivinar algo de l º que había en

efecto ; conoció que un gran partidº tomaba a l º s Ca

rreras por instrumentos para la realización de un a cto

p eligroso ; i c omprendió que las circunstancias , apro

v echad as cºmo cºnvenía , podían darle en l º s asuntºs

de su pat ria esa posición que venía c º n án imos deconquistarse . Tenía que regresar en el término de tresdías a Valparaíso , i n o podía , por consiguiente, recoj er los datºs que necesitaba para arreglar su c º ndu cta ; pero rºgó a don Juan José que difi riese el cumpli

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CAP ÍTU LO I I I 69

miento del prºyecto , i le arrancó la promesa de quehasta su vuelta nada haría .

El 1 0 0 1 2 de agosto , regresó a Santiagº,i el 4 desetiembre capitaneaba la asonada que entregaba el re in º al imperio de los exaltados .Plan i ej ecución

,t odo hab ía sidº suyº . H ab ían l e

bastadº veinte días para ponerse al cabo de la poli

t ica,para ganarse la cºnfi anza de l º s j efes de º p º si

ción,para hac érsel es necesario , para acaudillar c º n

éxito cºmpleto un movimiento revoluciºnario . En ese

corto espaciº,que quizá a otros apenas les hab ría

sido sufi ciente para repºnerse de las fatigas de una

larga peregrinación,había calado las intenciones de

los m as encumbrados próceres del país,i penetrado

la situación de las cºsas ; había calculado todas lasventaj as que ten ía sºbre ellºs , había puestº en j uego

l º s medios de influencia que le ºfrecían sus calidadespersonales i el au je de su familia , i l º s resultados habian j ustifi cado todas sus previsi ºnes

,

Esa viveza de concepción , esa enera de voluntad,

deberían haber alarmado a l o s hombres de estado que1e habían dadº inj erencia en la pºlí tica militante , tom ánd o l e por un j ºven osadº, pero incapaz de hacerles

sºmbra .

Nada de esº su ced 10 .

R ep art i é ro nse l º s em p l eo s i l º s cargºs de gobiernº .

Unos fueron miembros del ej ecutivo,otrºs diputados

al congreso , éstos vocal es del tribunal supremº dej usticia, aquellos recibieron grados i mandos en elej ército que cºmenzaron a levantar . Mientras tan t º ,

no se acordaron para nada de dºn José Miguel Carrera , que , el 4 de set iembre , había sidº el brazo derechode el lºs .

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70 LA DICTADUR A D E O'

H I C G I R S

En vez de ofrecerle alguna c º l o c a c 1o n en rec om

pensa de sus serviciºs , hicierºn cºmº ostentación desu indiferencia para c o n él. D ieron ofi cialmente las

gracias a t odºs l º s j efes milit ares que habian intervenido en el movimiento,se las dierºn aun a los j efes

de la guarnición que lº habían apoyado con su pres

c i ndenc i a ; i no hicieron otrº t antº c º n Carrera , quehabía sido el principal caudillo

,sino en últ imo lugar

i después de variºs días,cuando el agravi º había sido

bien sent ido . Quis ieron tra ta r l e como a un aj ente se

c u nda r i o,que hubieran tenido a su sueldº

,i t o d av i a

mas,como a un subalternº cuyas pretensiºnes exaj e

radas e inj ustifi cables convenía rebaj ar . Como el j oven mavor de húsares n º había ocultadº su disgustoal ver que se le hacía a un ladº cºmo instrument o

inservible después de acertado el golpe,l o s que se

cre ían sus patronºs hab ían ten idº mui a mal esa sob erb i a que reputaban desmedida , i completamente

inj ustifi cada .

Esta aprecia010n equivocada de la importancia deCarrera fué una falta mui grave en l º s exaltadºs ; unatorpeza de qu e bien pronto tuvieron que arrepentirse .

El triunfº decisivo alcanzado sºbre antiguos rivale s,

a quienes apreciaban tanto m á s,cuanto habían espe

r im en tad º durante algunos meses lo que valían,lºs

enorgulleció demasiado,i l o s sum erj i ó en una seguri

dad imprudente acerca de la estabilidad de su buena

fºrtuna .

Habían derr º c ad o al venerable Ovalle , al ríj i do Infante

,al cabildº de Santiagº , a la mayoría del c º n

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CAP ÍTULO I I I 71

greso,se habían enseño reado de tºdos l º s altºs puestos del gºbierno ; Rºzas su caudillo , había i nsu rrecc i o n ad º en su favor la C i udad de Cºncepción i las tropas—de la frontera, ¿cómº habían de temer a un rec i én l legado

,casi imberbe

,tºdavía sin relaciones per

sº n a l es, que n º tenía mas títulos que su audacia i una

buena hºj a de servicio s en la guerra de España?

El humo del inciensº que siempre rºdea a l º s vic

tº r i o so s les º fu sc ab a la vi sta,i no les permitía v er

claro .

El p rest i j i º de Carrera se aumentaba, sin embargo ,por horas . Su arroj o desplegado el 4 de set i em b re, la

col ocación en primera l ínea que había tomado entrel o s actºres de esa j ornada

,la felicidad que había C º

ronad º su intentona , le habían granj eado en un día la

reputación i el aura.

pºpular que otros se conquistan

en años .

Su numerosa parentela le acariciaba cºmo al orgu

l l º de su nºmbre .

La plebe admiraba en él al ofi cial de aire marcial,

de mirada atrevida,de gallarda apostura

,que el día

del movimiento hab ía recorridº l as calles al galºpe

de su caballo,d i r i j i énd o l o todo , sin atolondrarse pºr

nada .

La tropa,donde su s hermanos dºminaban

,de an

temano,le acataba cºmº a un valiente que había c o m

batido en las guerras europeas . El, p º r su parte, no

se descuidaba en atraerse a lºs soldados , cuyos cuar

teles visitaba c º n frecuencia .

L o s j óvenes le tºmaban por modelo .

L o s realistas abatidos se lo fi guraban en medio de

su s afl icciones tal vez como un salvadºr . ¿Pºr qué

ese mayor de l o s húsares de Galicia, que había es

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72 LA DICTADURA DE O 'H IGGINS

gr im i d o en la Península su sable contra l º s enemigosde Fernando

,n o se había de hacer una gloria de c o n

serv a r a ese mºnarca desgraciado este reino de Chi

le,que d ísc o l o s mal intenciºnadºs pretendían arre

b a ta r l e ?

Ese militar a la moda había llegado a ser la espe

ranza de lºs bandos mas opues tºs,la nºvedad del

momentº,el ºbj etº de tºdas las miradas

,el tema de

t odºs”

l º s discursºs .

Don Jºsé Miguel no desp erd i c 10 la coyuntura de

j and º pasar c o n la indecisión el t iempo , i ese au j eque

,si no le alimentaba Co n nuevºs hechºs

,podía

ser tan rápido en nacer , como en apagarse . Se apro

v echó de la situación c º n talento,i lleno de c º nfi an

za en sí mismo , º b r ó c º n esa temeridad que debiallevarle a la cumbre del pºder

,i mas t arde al p a tíb u

lo . Supo fºmentar cºntra l º s exaltados el desc o n tento que siempre acompaña a la elevación improvisad a

de un partido,sºbre todº en las épocas revoluciona

rias ; logró que todas las facciones decaídas se lison

j easen con que el triunfo de aquel j oven recién venid o sería suyo

,i consiguió que todas ellas lº pidiesen

al cielo ; se hizo el ídolº de los sºldadºs , i sin tenerl o s despachos

,llegó a ser el j enera l en j efe de la guar

n i c i ó n de S antiago ,

Cuando se cºlºcó en esa posición , de la noche a lamañan a

,el 1 5 de noviembre de 1 8 1 1 ,

insu rrec c i o nó

l as trºpas ; baj º el amparo de su s cañones i de sus fus iles

,reunió una poblada de tºdos l º s colores pol it i

c º s,patriºtas i realistas

,i pºr su medio comunicó e

impuso a l º s gobernantes sus condici ones . El j ovenrecién venidº se encumbró sºbre los viej os pºlí ticosdel país .

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74 LA DICTADURA DE O '

H i c c m s

Perº todos sus conatos de rec º n c i l i a c 10n fuerºninútiles ; tºdos sus actos de franqueza i de c o m p ro m i

so en favor de la revolución fueron desatendidos .Lºs exaltadºs nº pºdían perdonarle su derrot a . Así

desecharon c º n terquedad tºdas las prºpuestas queles hizo . N inguna combinación en que tuviese parteel que lºs había derribadº

,l es parecía admisible . Es

taban arruinados,i t odavía nº creían en su venci

miento . ¿Cómº había de superarlos un j oven ,que pa

ra ellos era solo un aventurero ? Su el ev a c 10n n o p o

día ser sino una de esas peripecias pºlít icas que asustan p o r su repentina e inesperada aparición

,i que se

c º n c l uyen en un momentº , tal vez sin dej ar recuerdo ,

Rozas estaba en el sur ; Rozas disponía de un ej érc i to

i de la provincia de Concepción ; él vendría a poner l as

cosas en orden,i a castigar al insol ente que las había

desarreglado .

Carrera , pºr su parte , no era hombre que aguantase negat ivas

,ni rogase p o r largo tiempo . Convencido

de que tºda transacción era imposible,resolvió tra

tar l o s cºmo enemigos,ya que n o querían ser tratados

como amigos .

El 2 de diciembre de 1 8 1 1,a la v o z de l o s Carreras,

las t ropas salieron de sus cuarteles,i fueron a acam

parse en la plaza principal . En seguida d º n José Miguel nºtifi có al cºngreso qu e lo había disueltº . N º pod ía gobernar c º n un cuerpo que era el centro de l a

opºsición a su persona . L º s diputadºs principiaronpor prºtestar con sus palabras ; pero cºncluyeron p o r

obedecer .

A lºs pocos días,la j unta ej ecutiva fué m º d i fi ca

da . Com púsº se,cºmº antes

,de tres individuos ; pero

esta vez don José Miguel cuidó de no asºciarse c º l e

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CAP Í TU LO II I

gas que tuvieran un pensamiento pro p i o i una v º l u n

t ad firme cºmº Rozas i Marín . Aunque en la fºrmafuese un triunvirato

,puede decirse que el gºbierno

era él solº . S in embargº , en esa épºca solº contabaveinte i seis años .

La mitad del reinº se somet 10 al imperio de Carre

ra sin resistencia,pero el sur , baj o la influencia de

Rºzas,tºmó l as armas

,i se declaró vengador de ese

cºngreso que la guarnición de la capital había di

suelt o .

Cºmenzó entonces una lucha cuyo resultadº era di

fíc i l de prever . El caudillo de Santiago i el caudillºde Cºncepción eran dignºs compet idºres . Ambos erancategorías de primer orden

,i ambos dispºnían de

fuerzas que pºco mas 0 menºs se equilibraban .

Don Jºsé Miguel empleó contra su rival la diplomacia i 1a guerra . Envió a Concepción a j en tes que

pr º c u ra ran arreglar sus diferencias c º n Rozas,i tro

pas que a ta j asen sus progresºs . Todo aquellº fué unamezcla de negociaciºnes i de maniobras mili tares .

Hubo mas intrigas,que batallas ; mas cál culos de ga

b inete,que combates cuerpo a cuerpo .

En esta contienda de astucias,Carrera

,ese j ºven

húsar de que l º s exaltados no habían querido hacer

mas que un mero capitán de motines,venció comple

tamente a l doct º r don j uan Mart ínez de Rozas, elconsumadº estadista

,el hábil pol í tico

,que había cn

c anec i d o en la dirección de l º s negºcios de la colonia .

… Después de muchas alternat ivas,de prºpuestas

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76 LA DICTADURA DE O 'H IGGINS

deshechadas, de réplicas i de contestaciºnes , ºbtuvodel j efe de los sublevados del sur que consintiera enuna especie de tregua ; las hostilidades debian su spen

derse ; el uno debía retirar sus trºpas a Santiago , elotro a Cºncepción ; mas tarde dec idirían su contienda ;en aquel momentº era de temer que l º s realistas se

les so b repu si esen aprºvechándºse de sus d i si denc i a s.

Este conveniº fué la pérdida de Rºzas . Carrera n º

rem i tió a Concepción las cant idades que se enviabande la capital para el aj uste de la guarnición de la fron

tera . Rozas no tuvº como pagarla . La tropa se d i sgu stó con estº

,i prestó oídos a las insinuaciºnes de don

José Miguel . Comº era natural,el descºntentº se con

v i r ti ó en una insurrección abierta i declarada . Rozasi sus mas adictos partidari ºs fueron aprehendidºs

,i

despachados a Santiago baj o custodiaTodo el reino

,desde las m árj en es del Bío -Bío has

ta el desierto de Atacama,reconoció la autºridad del

audaz i feliz Carrera

El vencedºr apreciaba demasiadº l o s talent o s i lainfl uencia de su respetable adversario para que esti

mara prudente su permanencia en el pais , aun cuando estuviera aprisionado . Al cabo de algún ti empo ,Rozas

,recibió ºrden de pasar a Mendoza . Se creía ne

cesario para la tranquilidad del estado que las c º rd i

Heras estuviesen entre él i Chile .

Cuandº se encaminaba al destierrº,el ilustre pros

c r i t º se detuvº para descansar en la villa de los Andes . V ivía en aquella población un hombre qu e, cºmo

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CAP ÍTULO I I I 77

él,había estadº empleado en la adm in i stra c 10n del

presidente Carrasco , i cuyo destinº era figurar todavía mucho mas en la historia de su patria . Don JuanFrancisco Meneses ( era ese su nºmbre ) fué a saludara Rozas

,de quien era amigo . L o s dºs se pusieron a

hablar sobre la marcha de la revºlución,sobre l º s

h ombres i las cosas del tiempo . Rozas,cºmº se conci

b e,estaba despechado . Había servido la causa de la

nación ; había trabaj ado por ella como el mej or ; ten ía ambición

,i se sent ía c º n fuerzas para trabaj ar

t ºdavia mas, sin embargo , era suplantado i rec i b íapºr premio el dest ierro . En tales circunstancias

,su

afecto al rival que le había derribado no debía sermui entrañable . A pesar de eso

,j u zgand o la si tuación

c º n la frialdad del hombre de estadº , dij º a su ami

gº que todas las esperanzas de la revolución se cifraban en los Carreras

,sºbre todo en don Jºsé Miguel .

,

Esas palabras del profundo i perspicaz Rºzas espresaban l a verdad: don José Miguel Carrera representa

ha la esperanza del sistema , cºmo entonces se decía .

Ese j oven mil it ar persº n i fi c ab a al ej érc i t º traía p o rprincip al obj eto de su pºlít ica la guerra, tenía p o rmisión armar la revºlución .

Era esa la necesidad que él antes que l º s ºtrºs há

n i a sabido est imar en todo su valor .

La gran cuest ión de la épºca era la independencia,

c ondición de todos l º s p r º greso s futurºs . Tºdos l º santecesores de Carrera la habían considerado comºj urisconsultos

,como pºl ít icos

,comº diplºmáticos . To

dos ellºs habían pensado cómo escudar sus proyectos

con las leyes españolas , como organizar j unta gubernativas

,como elej ir congresos , cómo promover cier

tas reformas polít ic as i sociales . El armamento del

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78 LA D I CTAD U R A'

D E 0' H IGGIN S

pueblo , l º s preparativºs de guerra cºntra l º s defensores de la E spaña , habían sido para ellos cºsas sec u ndar i as .

La idea de un ataque ester i º r o de una insu rrección

'

interior eran riesgos que l es habían parecido remotos .

Apenas si la int entºna de Figuerºa había po r unmomento desp ertado sus temºres sobre este puntº .

Carrera,a diferencia de ellºs

,trató de d i r i j i r la re

v o l u c i ó n como militar . Vi ó donde estaba el peligro,

i bu scó lºs medios de evi tarlo . La invasión del reinopor las trºpas realistas del Perú fué su mayºr zozºbra

,

el obj et º de tºdas su s previsiones .

Esta actitud marcial le hizº dar un empuj e mas

vigºroso a la-marcha de la polí tica . Mient ras todo sehabía reducido a l i t i j i o s i discusiones , la cºnducta del o s revolucionarios había sido para la mayor parteambigua, pºco decisiva , casi enteramente legal . Si

l º s delegados del monarca l o s hubieran j uzgado p º rla significación esterna de sus actos

,i no p o r sus in

tenciones,todos habrían sidº absuel tos .

Pero cuando Carrera principió a armar a la na

ción i a prepararla para el combate,las reservas

,las

transacciºnes , l º s su b terfu j i º s fueron imposibles . Unaresistencia a manº armada contra l º s a j en tes de lacorte era ya

,

un compromisº serio,que dej aba poco

lugar a las disculpas .

Ese es el méri to de don José Miguel: haber c om

prometido la revolución,haberle quitado mucho de la

hipºcresía c o n que comenzó , haberla armado , comº

yº decía arriba . Baj o su gobierno , la decisión reem

p l azó a la prudencia .

Por su mandato,se reclutaron soldadºs

,se fº rm a

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CAP Í TULO I I I 79

ro n batallones,se act ivó la disciplina de lºs que ya

estaban organizados,se fabricarºn armas , se apron

taron pertrechos i municiones . Con grande esc ánda

lo de la j ente devota, se convirt ierºn en cua rteles

dºs conventos,el de la Recºleta Dºminica i el de

San D i egº ; i c º n mucho horror de lºs real ist as i delas persºnas timoratas

,se cambiaron los cºlºres de

la cucarda española por ºtros que se adºptaron cºmonacionales

,10 que casi equival ía a la proclamación

formal de la independencia . F u ndó se una imprenta ,i estab l ec i ó se p o r primera vez en Chile un periódico .

F om en tó se de todos mºdºs en las masas el en tu si as

mo p º r la Pa tr i a ,i el odiº contra la metrópoli .

El sistema de Carrera encontraba,sin embargº ,

grandes resistencias,i el j oven gobernante necesita

ba para sostenerse de toda su habilidad .

Su ener j ía exasp eraha a l º s realis tas, i asustaba alnumeroso bandº de l º s t ímidos i pacatos .

Su triunfo impºrtaba la supremacía de la j ente deguerra

,i el predominio de la familia de los Carreras

sºbre las o tras grandes familias del reinº . Esºs erand o s crímenes enormes

,que no le perdonaban ni - los

togados,ni l º s aris tócratas . Para reconquistar su

imperio perdido,unos i ot ros fragu ab an c o n tenaci

dad la caída del caudillo militar que l º s había suplantadº .

El clero , aun la parte que había abrazadº las nuevas ideas

,le era hostil . N o pºdía t º l erar l e la conver

sión de l o s cºnventos en cuarteles,i su estrecha

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80 LA D ICTADURA DE O' H IGGINS

amistad c o n el cónsul de los Estados Unidos Mr .

Joel Robert Poinset t,que nº se manifestaba mui c á

tó l i c o . D ºn Jºsé Miguel había promulgadº una const i tu c i ó n provisional ; i en el artículº relativº a larel i j i ón del estado , se la llamaba solo ca tól i ca i apostól i ca

, suprimiéndose el epíte to de rom an a . Esta supresión

,atribuída al cónsul

,había despertado contra

el gºbierno tº dºs l º s escrúpulos rel i j i º sº s del paísPara remate,Carrera hallaba obstáculos en su p ro

pia familia . Su padre era un anciano débil,a quien

espantaba la polí t ica impetuosa i demasiadº ré voluc i o na r i a de su hij º . Su hermano d º n Juan Jºsé letenía envidia . N o so b rel lev ab a c o n paciencia una su

p er i o r i d ad tan abrumadºra . En mas de una ºcasión

fué j uguete de l º s enemigos de su familia,i apoyº

las intrigas que se tramaban contra d o n José Miguel .A pesar de tantas contrariedades

,éste se sostuvo

en el mandº . Fué tan hábil para cºnservar el pºder,

como audaz había sido para esc a l a r l º . Sofocó cuatroº seis conspiraciones

,i supo conj urar todos l º s peli

gros .

Ten ía contra el clero i contra l º s aristócratas,c on

tra l º s realis tas i contra lºs prudentes , desde luegosu arroj o i su j en i o ,

i en seguida dos au si l i ares mui

poderºso s , el ej érc i to i el pueblo , comprendiendo eneste últ imo nombre la j uventud i la plebe .

Los sºldados le i d o l a trab an ; él atendía a sus nece

si d ades i les daba importancia . Visi taba l º s cuarteles ; velaba por el bienestar de los subalternos ; trata

ba a l o s oficiales con benevolencia i cordialidad . Enaquel momento

,nº había ninguna fama militar que

alcanzara a hacerle sombra,ni a contrabalancear su

p rest i j i o . La tropa era decididamente suya .

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82 LA D ICTADURA DE O ' H IGGIN S

S i he logradº hacerme comprender se habrá perc i b i d o sin trabaj o el aspectº que tomo la revoluciónbaj o la infl uencia de Carrera .

Como l o he dicho,su primera faz fué un pleito tra

m i tad º por abogadºs ; la segunda, una discusión pol it ica i parlamentaria ; l a t ercera, la preparación parauna guerra inminente

,que muchºs pºn ían en dud a

,

pero que la vis ta pene trante de d º n Jºsé Miguel c ºl um b rab a en el pºrvenir .

Durante l º s do s primeros períodos,la aristocraci a

sola interviene en el movimiento ; durante el tercero ,l a a j i tac i ó n se jenera l i za ,

i la turba se a c a l º ra a suvez p º r la causa de la patri a .

Baj o el mando de Carrera,la marcha de los gober

nantes es mas fi rme i menos solapada; es él quien

decreta el cambiº de la escarapela españ ola .

Tal era el estado de las cosas,cuandº el 3 1 de mar

zo de 1 8 1 3 ,a las seis de la t arde

,llegó apresurada

mente de Concepción a Santiago un correo con la no

t i c i a de que en la tarde del día 26 había anclado enel puerto de San Vicente una esp ed i c i ón realista , ca

p i tanead a p º r el brigadier dºn Antºniº Parej a .

La . alarma de los habitantes de la capital fué grande ; mayor todavía su entusiasmº . Todos l o s patriotas olvidaron sus resentimientºs pol íticºs para entregarse solo a su ºdio contra l a metrópol i . Todos en

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CAP Í TULO I I I 8 3

aquel momento hicieron j ust icia a Carrera,c o nfesan

d º que sus aprestºs mili tares n º hab ían tenido ún i

cam ente por obj e to apoyar su ambición . D º n JºséMiguel fué nºmbradº por unanimidad j enera l en j efe .

Aquella misma noche hizo éste declarar la guerraal son de la retreta

,amenazar cºn la muerte a l o s

que trat asen de estorbarla,plant ar en la plaza una

horca,cºmo señal de que la amenaza no

'

ser ía vana ,convocar a todas las milicias del país

,i formar list a

de los realist as mas pronunciados para decretar suesp a tr i a c i ó n .

A las seis de la ta rde del siguiente día,part i ó para

el sur con el cónsul de l º s Estadºs Unidºs,el capitán

dºn D i ego _ ] º sé Benavente i una escºlta de catºrcehúsares .

A las 9 de la mañana del 2 de abril , supo en el camino qu e Parej a había desembarcado , i se había ap o

d erad º de Cºncepción . Carrera cont inuó su marcha .

Por donde quiera que pasaba,organizaba trº p as,

buscaba pertrechos i víveres ; i por medio de confi naciones

,limp iaba la tierra de sar ra ceno s, cºm o en t º n

ces se denominaba a l º s partidarios de España .

A las 8 de la noche del 5 estaba en Talca , i estab léc ía all í su cuartel j enera l .El 24, el ej ércit º enemigo avanzó hasta Linares .

El 29 ,estaba acampado en Yerbas Buenas

,a siete

leguas del río Maule,pero al amanecer del mismo día ,fu é sorprendido en ese sit io por una cºrta divisiónpatriºta

,i habría sido cºmpletamente destrozado

,si

la luz del alba no hubiera venido en su ausil io . Lacampaña se iniciaba con una victºria ; era un buen

agi i er o ,

N o obstante este descalabrº,Parej a el 3 0 de abril ,

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84 LA D ICTADURA DE 0'

I I I GG I N S

estaba a las orillas del Maule,e intentaba atravesar

l o ; pero su tropa desalentada rehusó seguirle .

El 1 0 de mayº , tuvº que emprender la retirada .

El 1 5 ,Carrera alcanzó su retaguardia en la villa de

San Carlºs,i se bat ió c o n el l a .

Los realistas cºntinuaron con trabaj º la retirada,i

fuerºn a encerrarse en Chillán,baj o el mandº de d o n

Juan Franc iscº Sánchez,que l o s capitaneaba en

reemplazo de Parej a,a quien l a fi ebre i el pesar tenían

moribundo .

El 25 ,l º s i nsu r j en tes recobraron a Cºncepción ,

i el

29 ,a Talcahuano .

Lºs realistas que pºr un instante se habían pose

si o nad o de la mitad del reino , quedaban reducidos alestrecho recinto de una ciudad . Carrera

,primero por

su p rev i si ó n i luego por su actividad ,hab ía sa l vadº

la si tuación . Si él nº l o hubiera estorbado c º n susacertadas prºvidencias

,l º s españºles podían haber

llegado sin disparar un t i r ó”

hasta la plaza de San

t iago .

Impaciente p º r esterm inar las reliquias del ej érc i toreal

,antes que le enviasen socorros del Perú si t i ó e ]

8 de j uliº a Chillán,último asilo de ellas

,1 un i cº pun

to de la provincia de Concepción dºnde tremolaba labandera de Castilla . Pero todo su empeño i todo su

coraj e se estrellaron en vanº contra aquellas murallas .

Sus soldadºs sabían combatir contra hombres,mas n º

contra los elementos .

Los realistas se defendierºn heroicamente ; eran chil enos ; pero tarde o t emprano habrían sucumbido , sino hubiera venidº en su ayuda ese terr i ble invierno

de 1 8 1 3 ,que sepultó en las estepas de la Rusia el ma

yº r ej ército de Napoleón el grande . Mien tras ellos

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CA P Í TULO I I I 8 5

peleaban sºbre un suelo enj uto,mientras tenían te

chos donde guarecerse,abrigºs contra el vientº

,am

paro contra la lluvia, l º s patriºtas marchaban con e l

barro hasta las rodillas,el huracán arrebataba sus

tiendas , la tempestad l º s hostigaba sin tregua ni descanso . La putrefacción de l o s cadáveres de amigºs ienemigos , enterrados p o r rimeros en su campo , i n fest aba el aire

,i env enen ab a sus pulmones . La falta de

forraj e i el rigor del tiempo habían aniquilado hastatal estremo las cabalgaduras

,que era mas cómodo

—c á

minar a pie antes que sobre aquellas best ias estenuadas .

Para colmº de desgracia,una bala lanzada por las

baterías de Chillán cayó sobre el principal depósitode municiones

,las incendió todas i causó entre los

soldados de la patria estragos espantosos .

Sin víveres para alimentarse,sin cartuchºs para

combatir,sin mediºs de movilidad

,la cont inuación

del si t io era humanamente imposible . El 7 de agostº ,dºn José Migu el Carrera dió la señal de la partida a

l º s restos gloriosºs de su brillante ej ército que lamuerte i la deserción habían dej adº a su lado .

L º s realistas se mºvieron para perseguirlos , e intimaron la rendición a esa tropa en retirada , que apenas llevaba t i r º s en las cartucheras . La contestación

de Carrera fué una bravata dictada por la desesperación

,i una salva de 2 1 cañonazos c º n que saludó a la

bandera de Chile en to rn o d e la cual se agrupaban su s

compañerºs resueltos a vender caras las vidas , aunque fuese resist iendo cuerpo a cuerpo

,ya que las ba

las les faltaban .

Los españºles l º s dej arºn partir ,

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8 6 LA DICTADURA DE O ' H I GG IN S

Este descalabrº impºrtaba la ruina del j enera l Cárrera . Durante su ausencia

,sus adversari os políticos

se habían rehecho en la capi tal , i' ej ercían grande in

fl uencia en el gºbierno . Si algo difería la caída de donJosé Miguel

,era el p rest i j i o de la vic tºri a . Un revés

como aquel iba a precipitarla,i a suministrar a sus

émulos la coyuntura que at isbaban .

La gran pºpularidad de Carrera se había m º m en tá

n eam ente m en º sc ab ad o . En Chile,puede decirse

,n o

se cºnºc ía la guerra sino de oídas . Por primera vez ,esper im entab an

"

sus hab itantes l º s males que Ocasiona . Las familias tenían muchas desgracias que llorar .Habían ocurrido enemistades

,dest ierros

,muertes .

Las propiedades habían sido taladas por uno i otro

ej ércitº . Se habían cobrado contribuciones fo rzº saspara subvenir a l o s gastºs ordinariºs del tesoro . Tºdoestº se miraba , no como una cºnsecuencia precisa dela guerra

,sinº comº una culpa del j enera l que la ha

bía declarado i que la d i r i j ía .

Lºs hºmbres pacatos de la épºca se asustaban dela magnitud de lºs desem bolsos que ella º r i j i nab a ,

ponían el gritº en l o s cielos pºr el des trozo de sushaciendas

,se horrorizaban por el número de vidas

que costaba la lucha . Para muchos, _

d o n José M iguelera el responsable de todºs es tos desastres .

Parece que aquellos i nespert o s vecinos se figuraban que las montoneras

,las marchas i c o n tram a r

chas,las batallas nº sºn mas que simples paseos i

correrías que no dej an rastrºs . Pretendían que laguerra se hiciera sin persecuciºnes

,sin gastºs

,sin

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CAP ÍTU LO I I I 8 7

muertes . Querían que se pelease sin que nadie derramase lágrimas ; que las mieses crecieran baj º laspatas de l º s caballos . Como esa bella i lusión de niños

era irrealizable,Carrera cargaba con la º di o si dad de

tºdºs aquellos que la veían desvanecida .

Baj º el predominio de este sentimiento,se ren º v a

ban tºdas las viej as acusac i ones que se_

hab ían levantado contra él . Se gritaba contra su ambición

,cºntra

su encumbramiento debido a las bayonetas,contra

su fanatismo revºlucionario que comprometía las c osas demasiadº , contra la preponderancia de su familia sobre tºdas las demás

,contra su indu l jeñc i a in

teresada para c º n l o s sºldados , de quienes, segun sevociferaba, l o sufría t ºdo a fi n de que le sostuvieran .

Estos murmullºs impresionaron hasta a l o s miem

bros de la j unta que gobernaba el país . El reemplazode Carrera habría sido el cumplimiento de su votomas querido,pero les parec ía demasiado arriesgadº el

intento de arrebatar u n j enera l victoriºsº a un ejerci

to que había fºrmado,i que le adºraba .

El mal éxito del sit io de Chillán fué l o que env al en to n ó a t ºdºs l o s adversar ios de d o n Jºsé Miguel .L º s exaltadºs , que nunca le habían perdºnado su

derrota, se aprºvecharºn de esta circunstancia para

acabar de perder l o ,i para infundir a la j unta guber

nativa alientºs en cºntra de él . En virtud de sus cá

balas,la dest itución de Carrera fué convenida i defi

n i t i v ani ente acordada . Pero,pºr quién reem p l azar l e?

S i resist ía, ¿ cómo fº rza rl e a obedecer , cuando él se

encontraba al frente de tr º pas adictas , i ellºs no las

tenían?

Resolvieron debili tar disimuladamente el e j ercitode Carrera

,i comenzar a organizar º trº dist intº en

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8 8 LA D ICTADURA DE O ' H IGGIN S

Sant iago . Cºn este obj etº , fºmentaron p o r l o baj o ladeserción , suspendierºn la remisión de recursos a lastropas del sur , i se pusier on a reclutar j ente sº pretesto de formar una nueva división .

En vano , d o n José Miguel les pid i º una i otra vez

lºs socorros que necesitaba ; l e entretuvieron c o n di

laciones i abandºnaron las reliquias del si tiº de Chi

l lán a la providencia de D ios i a l º s desvelos de su

j enera l .

Hacia este t iempº,vino a Santiagº

,de allende la

cordillera,un cuerpo de cientº cincuenta cordobeses

enviadºs en nuestro ausil io pºr el gºbierno de Bue

no s A ires . C o n este refuerzo , lºs exaltadºs cobrarºn

t o d av i a mas ánimºs p ara derribar a su enemigo .

Creyeron aún haber encºntrado un sucesor idóneºpara d º n José Miguel en el coronel don Marcos Balcarce

,j efe de l o s au si l i ares, i no ºcultaron que era su

candidato para aquel destino.

Considerándolo todo preparado para dar el golpe,

la j unta gubernativa se trasladó a Talca c º n el motivo aparente de act ivar las ºperaciones de la campaña; perº en realidad para prºceder desde mas cerca alcambio dej enera l .Carrera tuvo cºnocimiento de tºdºs estos manej ºs .

S i hubiera querido resistir,l º habría pºdido . Estaba

segurº de sus so l dados ; sabía que le sostendrían hasta

l º último ; pero repugnó a su patriotismo hacer de sunombre en tan crí tico momentº un grit o de guerra

civil .Po r otra parte el cansancio se hab ía apºderado

de su ánimo . Las i ntrigas i el enc arn i zam i en to de susrivales le tenían fastidiado . No se sent ía dispuesto a

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CAPÍTULO CUARTO

A ct i tud d e d o n Berna rdo O'

H i ggi ns en l a revo l uci ón .—S u gran reput aci ón

m i l i ta r .—E s nombradº su cesº r d e Carrera .—Campaña de 1 8 14 .

—Co nvemci ón d e L i rca i .—Desco n tent o jenera l qu e este co nven i º prºduce en el

puebl o .—Ent revi sta de O '

H iggi ns i Ca rrera en Ta l ca .—Pro scri pc i ón d e

d º n J ºsé M i guel Ca rrera .—Mo vim i en to d e 23 d e j u l i o d e 1 8 I 4 capi ta

mead º p o r éste.—L ucha de O

'

H i ggins de Ca rrera .—Nueva i nvasi ón d e

O sso ri o .- R ec º nc i l i ac i ó n d e O

'

H i ggi ns i de Ca rrera .—Ba ta l l a d e Ran ca

gu a .—Emi gra ci ón a Mendo za

D o n Bernardº O '

H iggins, el sucesºr que se iba adar a Carrera

,gozaba en aquel momento de una gran

reputación militar . Su arroj o i su im petu º si dad en elcºmbate le habían hecho conocido en todo el país . Sele hacían muchos el o j i º s; nº se le d i r i j ía ningunacensura . Había llegadº a ese períºdo

,que n o se repi

t e nunca en la vida de l o s hombres públicos,en que

son bastante grandes para tener ap l au d i d o res, i n o lº

sº n demasiadº para tener enemigºs .Don Bernardo había abrazadº con calºr la ré volu

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92 LA D ICTAD U RA DE O 'H IGG I N S

c 10n desde el principio . Había seguido a Rozas comºfi el discípulo

,i ap º yad o tºdas sus ideas . Había rep re

sentado al partidº de la Laj a en el congreso de 1 8 1 1 ,

i había pertenecido a la minoría de los trece diputad o s exaltadºs .

Después del movimiento ºperadº por Carrera el 1 5de noviembre

,se er i j i ó ,

cºmº lº he dicho en otraparte

,una j unta cºmpuest a del mismº d º n j osé Mi

guel,del doctor Marín i del doctor Rozas . Cºmo este

últ imº se hallase ausente en Cºncepción,Carrera lla

mó a O '

H i ggins para que integrase la j unta en calidad de suplente .

Don Bernardo se resist ió,i costó trabaj o que admi

tiera ; pero al fin consint ió . Sin embargº , permanecióen el mando c º n disgusto . Su maestro R o zas i susantiguos amigos hacian oposición

,i él n o podía estar

cºntento al lado del hombre qu e les había arrebatadº

el pºder . Tomó p o r pretes to una enfermedad i elevó

s -1 renuncia . Se le concedió,en vez de l º que solici t a

ba,una licencia de t res meses .

D áb ase entonces en Santiago por mui próxima la

insurrección de la prºvincia de Concepción ,i nsu rrec

ción a t i zad a p o r d o n Juan Martínez de Rºzas , quereprobaba la marcha del gobiernº central . Con la es

peranza de evi tarla , Carrera , aprºvechándose de laseparación de O

'

H iggi ns, le nombró su aj en t e al lado

de Rºzas,a fin de que se esp l i c a ra i arreglara c º n él .

D o n Bernardº aceptó el encargo , llegó aun a celebrar

una especie de convenio c º n los ºposit ores de C o nc epción ; mas incidencias que no es del caso referir aquí ,anularon las negºciaciones

,e hicieron estallar el al

zam i en t º del sur , que ºcasiºnó por resultado fi nal el

destierrº de Rozas que lº había prºmovido.

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CAP ÍTULO I V 93

La i n terv enc 10n de O '

H iggins en tºdºs estos sucesosfué mºdesta

,su papel secundario

,su acti tud p o r l o

j enera l n o mui decidid a . N º t uvo iniciativa en nada

ni d i r i j i ó cosa alguna . Adicto de cºrazón a Rozas ,fué colega de Carrera en la j unta

,i su p l en i p o tenc i a

rio en Concepción . En tºda esa épºca ocupó una posición de segunda línea . Tenía un nombre demasiadºilustre i una hacienda demasiado cuantiosa para perm anecer i gnoradº ; pero sea cual fuere la causa, du

rante esa temporada sºlo sirvió de satélite a ºtros astros mas brillantes .Fué la guerra la que le d i º fama e impºrtancia .

Abrió la campaña de 1 8 1 3 c º n una guerrilla . Conella

,sal ió el p rimerº al encuentro de l º s realist as

,i

les sorprendió en Linares una avanzada,que hizº

prisiºnera sin que se le escapase un sºlo hombre . D u

rante toda esa campaña , siguió c o m p o r tánd o se comobravo i se conquistó la reputación de intrépido ºficial .Cuandº hubo dado sus pruebas

,nadie pusº en duda

su coraj e,lo que es raro en un campamento

,dºnde

frecuentemente l a emulación trata de cºbarde al va

l i en te . Siempre se le había visto arremeter c o n a rroj oal enemigo,siempre l o s suy os le habían visto por de

lante i a su frente .

En l o s vivaques , l o s soldados trababan c º nv ersa

ción acerca de las prºezas del coronel O '

H iggins .

Con nueve veteranos,diez i nueve milicianos

,seis

ofi ciales,un pito i un tambor

,se había precipitado en

la plaza de l o s Anj eles,había penetrado en el fuerte

sable en mano,i aprisionado en medio del espanto

causado pºr su repentina aparición al comandante,

una cºmpañ ía de artillería , cuarenta dragones 1 unbatallón de mil icias ,

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94 L A D ICTADURA DE 0 'H IGGIN S

El 1 7 de octubre de 1 8 1 3 ,había combatido como

un hérºe en la sorpresa del Rºble . Al amanecer de esedía ,

una división realista había caído derepente sobre

el campamento de los patriºtas,que no aguardaban

el ataque . La cºnfusión hab ía sidº espantosa,la tro

pa no atinaba a defenderse . O'

H i ggins había conservado una tranquilidad admirable ; había desplegadoun denu ed º estraordinario, i había lºgrado que suscºmpañeros volviesen en s í hasta rechazar i escar

mentar a sus acometedores .

Carrera,en el parte de esta función de armas

, eu

tu si asm ad º con el valiente comp ºrtamiento de d o nBernardo

,n º había podido m én o s de llamarle el d ig

no,el i ntrépi do ,

el benerne'

r i to,el i nv i cto

,O

'

H iggins,el

¡br i rner so l dado de Chi l e, capaz de resum i r en si so l o el

m ér i to de toda s l as gl o r i as i tr i unfo s del estado .

Tal era el j efe qu e se daba por sucesor a don JoséMiguel . Solo era conocidº , puede decirse , por su s há

zañas guerreras . Nº era obj etº de ningún odiº enc a r

n i zad o ,i era de suponer que él tampoco l o abrigase

contra nadie . Su elevación n o inspiraba ni sobresal

to s ni temores . Así, l º s adversariºs de Carrera'

se dieron prisa para poner a O '

H i ggins al frente del ej ército .

El 27 de noviembre de 1 8 1 3 ,se firmó en Talca la

separación de don j osé Miguel Carrera i las de sus

hermanºs d º n Luis i do n Juan j osé .

El de febrero de 1 8 1 4 ,Carrera

,según las órdenes

de la j unta,dió a recºnocer pºr j enera l en j efe a don

Bernardº O '

H iggi ns, 1 a lºs d º s días , le entregó el

mando del ej érci tº .

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CAP I T ULO I v 95

Desde entonces,data la enemistad de esos dos

grandes hºmbres . Carrera estaba resent idº p º r el pa

gº que rec ib ían su s serviciºs . Naturalmente se hallaba dispuesto a mirar cºmo un insultº personal tºdaslas prºvidencias que tomase su sucesor para variarel réj im en establecidº . El caído n º aplaude nunca enel primer momento al que se le ha sobrepuesto . El

hºmbre público en desgracia l o ve tºdo de color sombrío

,i se siente agraviadº pºr pequeñeces

, p o r actos

ta l vez inocentes,a lºs cuales atribuye

"

una significa

ción hostil que no tienen .

O'

H iggi ns, cuya alma era seca i p ºco espansiva , nºcomprendió la si tuación de ánimo en que debía en

c o n tra rse su antiguo jenera l , i nº supo guardarle lasconsideraciones del icadas que las circunstancias re

clamaban . En vez de tra ta r l e afectuosamente , comºa camarada

,se mostró fríº

,tercº quizá . Fué hasta

manifestarle desconfianza,impaciencia por que se

ale j ara del campamentº,como si t emiera que amoti

nase la tr º pa . Parecía que miraba c º n emulación i recelo el que los soldadºs se despidiesen llorando de suprimer jenera l . Dej ó que l o s enemigos de Carrera ostentasen su odiº a la luz del sol

,i n o puso obstáculo

a sus manifestac iones ofensivas . Al contrario,se rodeó

de ellos . Eso era natural , l ó j i c º . El subalternº que

de repente se veía encumbrado sobre su j enera l , debíasentirse incl inadº a tomar por amigos a lºs enemigos

del ºtro , i a hacer precisamente lo ºpuesto de lo quesu antecesor había practicadº .

Carrera i O '

H iggi ns cºmenzaron a odiarse,Su enemistad trascendió al ej érc itº . Los ofi ciales

,

según sus simpat ías,se decidieron por don Bernardo

0 p o r don José Miguel ; i desde entonces , desgraciada

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96 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N S

mente,las fuerzas patriotas se dividieron en d o s han

dºs rivales,o ri jen en el pºrvenir de las mas fatales

consecuencias .

El 4 de marzo de 1 8 1 4 , una guerrilla realista aprisi º n ó en Pencº Viej º a d o n José Miguel i don LuisCarrera

,que iban de caminº para la capital . Esºs d º s

guerreros de la independencia fueron a sufrir el c as

t igo de su patriot ismo en l o s calabozos de Chillán ,donde se les mandó formar causa comº traidºres a l

rei .

El 7 del mismo m es,una pºblada desti tuyó en la

capital a la j unta cºmpuesta de Infante,Eyzaguirre

i Cienfuegos,que había decretado la separación de los

Carreras,i concentró el mando en un solo individuo

cºn el tí tulº de direct or supremo . Para este cargo,

fué nºmbradº el coronel dºn Francisco de la Lastra .

Entretanto,el aspecto de la guerra era poco lison

j ero para l º s i nsu r j en tes .

A fines de enerº,había desembarcado en la costa

de Arauco el brigadier español don Gabino Gainza ,

que,c o n refuerzos de trºpa i de dinero

,venía de Li

ma a reemplazar a don Juan Francisco Sánchez,i a

d i r i j i r las operaciones de la campaña .

El nuevo j enera l t ºmó la ofensiva cºn actividad iempeño ; i aunque el 20 de marzo fué rechazado en elMembrillar

,donde se hallaba a tr i ncherad o con una

división el cºronel d º n Juan Mac ! enna,si n embargo

,

este descalabro estaba su perab u ndan tem en te c om pen

sadº c º n la toma de Talca,que había ver i ficado el 5

del mismo mes el realist a El o rreaga ,

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98 LA D ICTADURA D E 0'H IGGI N S

siempre inmediatos ; i de cuando en cuando , se saludaban disparándose con su s cañones balas i metralla .

Unº i otro continuaron empeñándose pºr ganarse ladelan tera . Veían demasiadº bien que de eso dependía

_

el triunfo .

Ga inza lºgró que una divi5 1 0n suva se adelantase

al ej ércit º patriota , i le cerrase el paso ; pero un ca

ño n eo bien d i r i j i d o por dºn José Manuel B o rgo ño , iuna valiente carga de caballerí a mandada p o r d º n

José María Benavente despej aron el camino i lo lim

p i aron de rea l istas . Cºn esto ,

'

0'

H i ggi ns consiguió 10

que quería i dej ó atrás al enemigo . Santiagº , i porconsiguiente , Chile , estaban salvados pºr entonces . Pa

ra apoderarse de la capital , como l o había deseado , el

jenera l españºl tenía que atravesar por sobre el ej ér

ci tº naciºna l ; l º que ciertamente le habría s1d o mascostosº que atravesar el Maule .

Fu ri º sº por el malogro de su .pl an ,intentó

,sin em

bargo,obtener pºr la violencia lo que no había podi

do alcanzar por el apresuramiento delas marchas . Seprecipi tó comº un desesperado sºbre los acantona

m i en to s de l º s patriotas en la hacienda de Qu echereguas . Durante d o s días

,renovó el ataque i volvió a

la carga ; perº tºdas sus maniobras fueron desbarata

das,todºs sus ímpetus impotentes . L º s i nsu rj en tes

permanecieron fi rmes,i nº cej aron por un solo ins

t ante .

El 1 0 de abril,desist 10 ,

en fi n,i se retiró a Talca .

Su ej érci to estaba aniquilado,i era materialmente

imposible que cºntinuara la campaña . La marcha que

había emprendido desde Chillán l o había destruídomas que una derrºta . A prºporción que se había idoalej ando de las provincias del

'

sur,una deserción in

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CAP ÍTULO I v 99

c o n ten i b l e i num ero sísim a hab ía enrarec i d o sus fi las ,Después del pasaj e del Maule

,sºbre tºdo

,sus bata

llones estaban en esqueleto . Los campesinos chilenºs

de que se componían sus tropas,como l º s de tºdo el

mundº,aman su s hºgares

,i no es cºsa fácil retener

l o s lej ºs de la t ierra natal .El largo viaj e por aquellos ásperos c am i n o s

,i el

pasaj e de l º s ríos que los cortan,habí an destruídº su

caballería i las bestias de carga . El ej ércitº realistaestaba verdaderamente a pié . Gainza habría deseadoreplegarse a Chillán para reorganizar su j ente,perouna falta absoluta de mediºs de movilidad le enca

den ab a al suelº de Talca .

La condición de las tropas de O '

H i ggi ns era enteramente distinta . Su proximidad a Santiago, centrode todos los recursºs

,i su establecimiento en las p r º

v in c i as que menos habían sufridº por la guerra , les

habían permit idº completar sus cuadros i procurarsecuanto necesitaban . Bastáb a l es moverse para termi

nar 3a ruina de Gainza .

Tod os aguardaban la destru c c 10n Completa de lasfuerzas españolas . L o s sucesos n o correspondieron aesas espectat ivas . L o que se v er i fi c ó fué

,no la derro

t a de Ga ínza,

'

si n º un convenio que el 3 de mayo fi rmaron l º s b el i j eran tes a las m ár j enes del Lircai baj ola" mediación del c om º d o r o inglés Mr . James H i l lya r .

Los principales art ículºs de este aj uste compren

d ían el reconocimiento de Fernando VI I i del consej ode rej en c i a durante el cautiveriº de aquél, la conser

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100 LA DICTADU RA D E O 'H I GG IN S

v a c 1 0n de las autºridades nacionales a la sazón existentes hasta que las cºrtes españolas decidiesen l o

que debía hacerse,i la evacuación del terri torio chi

leno p º r e l ej érci tº de Lima en el plazo de treintadías contados desde la ratifi cación del tratado por elgobierno patrio .

N i el j en era l Ga ínza ,ni l o s mandatariºs chilenos

habían estipulado estas condiciones de buena fe . N iu na ni otra de las partes contratantes estaban dispuestas a darles cumplimiento .

Para Gainza aquel convenio era solº un pretesto

mentiroso,un ardid fraguado pa ra re tirar con des

canso las aniquiladas reliquias de su ej érci to a Chi

l lán ,dºnde pensaba rehacerse para rec om enza r la

campaña .. S in este embuste

,no pºdía da r un paso

,i

era esterm inad o dentro de la ciudad de Talca .

Para l o s caudill os insu rj en tes,era una hipocres ía

,

una simple suspensión de armas con el obj eto de

º rientarse de la s ituación de la metrópoli , i t omarconsej º .

Les habían venido malas,mui malas notici as del

ester i o r .

La alianza de Inglaterra con España estaba só l i

damente afi anzada . No había ya esperanza de qu eesa gran potencia favoreciese la insurrección de l a scolonias

,como lº había aguardado de su egoísmº co

m erc i a l . Por lo contrario , qui zá iba a prestar ayuda

para que fuesen sometidas . L º s defensores de Fernando

,unidos c º n l º s ingleses , habían alcanzadº en

Vi toria i l º s Pirineºs d o s triunfos importantes . Tºdop resa j i ab a que lºs franceses serían espu l sad o s de laPenínsula . ¡Cuántos ej érci tºs lanzaría España contraAmérica el día que se viese libre de su guerra interior !

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102 LA D ICTA D URA DE 0 ' H I GG IN S

escapar ; de que se había tratado c º n l º s go do s, i deque se había reconocido por soberano a Fernandº .

E so no podían tolerarlo ni el ej érc i t º,ni l a j uventud ,

ni el pueblo . La sangre derramada en l o s combates

había enardecido l º s ánimos,i no aguantaban tran

sa c c i o nes de ningún j énero cºn la metrópºli , esa mad rastra desnaturalizada , que , por tantºs añºs , se há

bía estado a l imentandº si n compasión con el sudºr ila sustancia de sus colonias .

La indignación pública se manifestó sin embozo . Elconveniº fué reprobado c º n franqueza i exaltación .

El gobierno,que lº había autorizado

,recibió t oda es

pecie de censuras i aún de escarnios.

En mediº de la a j i tac i ón causada p o r este a c º n tecimiento

,com enzó a prºnunciarse c o n entusiasmo el

nºmbre de don Jºsé Miguel Carrera . S i él hubiera es

t ado en el mandº,no se habría cometido aquella in

famia . S i n o se encontrara padeciendo en un calabozoya estaría castigada i reparada .

E se nombre solº repet idº de boca en boca,como

una v o z de reunión p ara l º s prºtestantes del tratado ,l lenó de zozobras i de cuidados a l º s gºbernantes

,i

a los ému los de don Jºsé Miguel que formaban su

círculo . Ya se les figuraba que se l es aparec ía de re

pente,i que c º n solº presentarse

,les arrebataba el

mandº . Habían como olvidadº que él i su herm anº

Luis se hallaban prisioneros de los españoles i bienguardad os en la ciudad de Chillán

Nada cºntribuye mas a elevar a ciertos hºm bresque el temor de sus enemigºs . A fuerza de llevarse at oda hºra manifestandº sób resa l t º p o r lo que puedenintentar

,ll egan a c i rc u nda r l o s de ciertº p rest i j i o mis

ter i o so ,que allana delante de ellos todºs l o s º b stác u

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CAP ÍTULO IV 103

l º s . El miedo que l es muestran l es presta un poderinmenso que de otro modo nº tendrían .

Nadie negará p o r cierto que Carrera pºseía un in

j en i º vivº , una voluntad varon il , una pronti tu d

admirable de cºncepción i de ej ecución,que le ha

cían triunfar a menudo en sus empresas ; pero nadie

negará tampoco que le ayudaba mucho para ello esa

fama de revºluciºnario irresistible c º n que le habíanfavorecidº .

El desasºsiegº muchas veces inj ust ifi cable que ins

p i rab a a su s contrari os su sombra, su recuerdº

,su

solº nombre,era causa de que toda maquinación

tramada por él, se estimara , apenas se anunciaba ;como si ' ya estuviera felizmen te terminada . Nº seneces i ta esp l i c a r 10 que para un hºmbre públ ico vale

tal cºncepto en una épºca revoluciºnaria .

La multitud,despues de haberse lim itado en un

principio a invocar el nombre de d º n José Miguel i adesear su presenci a

,se puso a repetir c º n toda segu

ridad,como si l o supiera mui de cierto

,que no tarda

ría en venirse a Santiago para arroj ar del gobierno a

l o s autºres de las capitulaciºnes de Lircai.Estaba tan cºnvencida de que este rumor vago tenía un fundamento razonable i seri o

,que aguardaba

de día en día su llegada .

Pºr una rara casualidad,l o s hechºs confi rmaron es

tas locas hablillas del vu lgo .

Un artículº del convenio estipulaba la libertad det ºdos l o s prisionerºs, mas una c láu su l á

'

sec reta esta

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104 L A D ICTADURA DE 0 '

I I I C C I N S

b l ec ía una escepc i ó n en contra de d o n Luis i de d º nJosé Mi g uel . Según toda prºbabilidad

,el gobierno se

prºponía alej arlos del país,enviándolos al Janeiro 0 a

l º s Estados Unidos . Mas Carrera i su hermano burlaron este plan , i se escaparon de Chillán a favor delbulli ciº de un baile .

La noche era ºscura i lluviosa . El guía que habíantomadº tuvo miedo

,i l º s dej ó abandonadºs en mediº

del campº i de las t inieblas .

N o sab ían absolutamente qu é rumbo habían de seguir para continuar su ruta i evitar la persecución .

Una viej a l º s sacó de su perplej idad,i l es ayudó a

orientarse . Un salteador de caminos,mediante una

buena recompensa,l o s cºnduj º en seguida hasta Tal

ca por bºsques i sendas estrav i adas .

El 1 4 de mayº , después del t oque de oraciºnes , sepr esentaron a O '

H iggi ns, que estaba acampado c o n

su ej érci tº en esta ciudad . Dºn Bernardo estendi ó susbrazos a d o n José Miguel

,i le estrechó fuertemente

contra su pecho c o n un cariñº de hermano . Pero unacosa eran las apariencias

,i otra l o que sent ía en el fo n

d o del alma .

A aquella hora,estaba ya informado , por mensaj e

que le había enviado Gain za,de la fuga de l º s dos Ca

rreras,i este suceso le tenía sum erj i d o en la mayor

ansiedad . Nadie mej ºr que él conocía la infl uencia dedon José Miguel sobre la tropa . Estaba persuadido deque aquel j oven am b i c i º so i emprendedor nº se avendria nunca a vivi r como simple particular ; que j amáspreferi ría voluntar i amente las dulzuras de la vida pri

vada a l º s azares de la vida pública,ni una condi

ción humild e i retirada al primer puestº del estado

de qu e había descendidº . N º tenía ningún dato sºbre

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106 LA DICTADUR A DE O 'H IGGIN S

L º s dos hermanºs fueron entonces a hacer visitasa l a s personas que conºc ían en la ciudad .

A p o co andar , ºbservaron que ºcurría algo de es

t ra o rd ina r i º . La población estaba alarmada . N ingúnsoldadº

,ningún ofi cial andaba por las calles . Toda la

guarni ción estaba a c u ar tel ad a i sobre las armas,cºmo

si se acercaran l º s realistas .

Los motivºs de este red o b l e de prudencia nº se

ºcultaron a l º s Carreras . Su sola presencia se c o nsi

d erab a como un amago a l a tranquilidad pública .

Don Luis,cuyo j en i o era pronto i travieso , cºrn o ,

luegº que se c erc i º ró del temor ridículo que se les man i festab a

,a preguntar al j enera l si pºr ventura te

mía algún asaltº traiciºnero de Ga inza , i a ºfrecerle

su s serviciºs,caso que el apara to mili tar del campa

mento n o le hubiera engañado, O

'

H i ggi ns, viendo des

cubiertas sus intenciones,se turbó tºdº

,no encontró

que respºnder a la burla del j oven,i devoró su rabia .

Al día siguiente p o r la tarde , l º s Carreras c º n t inu a

r o n su viaj e para Santiago .

En Concepción,dºn j ºsé Miguel i O

'

H iggi ns se ha

b ían separadº resent idos ; en Talca , se despidierºn

con el ºdio en el corazón .

VI I

El jenera l cºmunicó al directºr Lastra p o r un c o

rreo estraordinario , i antes de que part iesen , la liber

tad de l º s Carreras i su marcha para la capital .

El gºbierno se sobresaltó casi tantº cºmo si se leavisara que un ej érci to invasºr estaba a las puertas

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CAP ÍTU L O IV

de la ciudad . Aquellºs mºzos revoltosos n º podíanvenir sino a tramar conspiraciones

,i a aprºvecharse

del descontento prºducido p º r las capitulaciones deLircai . Había que desbaratar sus designios luego , al

punto , pues demasiadas pruebas tenían dadas de queapenas proyectaban algo

,cuandº sin demora l o ej ecu

taban . Tardarse en perseguirlos era dej arse vencer .

Entretantº, l º s dos terribles cºnspiradores se dete

nian pacífi camente en la hacienda de San Miguel , distante doce leguas de Santiagº

,para abrazar a su an

ciano padre,i sa lu dar a su familia .

Desde all í,d º n José Miguel escribió al directºr

pºniéndºse a sus órdenes,i d i sc u lpándo se de n o ir en

persºna por falta de rºpa . El j en era l Gainza habíamandadº ven der en almoneda sus equipaj es durante

su prisión .

En pºs de la c o n testa c 10n a su carta , vinº un pi

quete de soldados a prenderle a él i a su hermano .

Ambºs“

alcanzarºn a ºcultarse en un bosquecillo . L º s

a j en tes del gobiernº gastar on cuatrº días en buscarl º s por ranchºs i quebradas . Después de inútiles pesquisas

,aparentaron que se iban

,i volvierºn de repente

para sorprenderlos . Nada ! t rabaj º perdido ! lºs Carreras nº pudierºn ser habidºs .

Co n su desaparición,las zozobras de l º s go b ernan

t es subieron de puntº . Sin duda estaban tramando

algún cºmplºt infernal . Cada día que amanec ía , es

p erab an que estallase el movimiento . L º s declararontraidºres a la patria, ofrecierºn por bando grandespremios al que l º s entregase o descubriera su parader o ; esparcieron que el prºyecto qu e estaban fragu and oera tan diabólico que era su padre mismº quien horro r i zad º lºs hab l a delatado .

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108 LA DICTAD U RA DE O ' H IGGINS

Sin embargo , tºdo aquello era puro susto . Hasta

esa fecha l o s Carreras n o habían proyectado cºsa a l

guna cºntra las autoridades existentes .Apenas se habían libertado de l º s españoles

,sus

c º rrel i j i º na r i o s se habían puestº a perseguirlos . Noles habían dej ado siquiera tiempo para respirar . En

el mºmentº mismo en que tantºs horrores se p r º p al aban cont ra ellos

,en que se les daba caza comº a

bestias feroces,acompañados solº por unos cuantos

sirvientes fi eles,i em p ap ad o s p o r la lluv i a de un des

hecho tempºral , iban camino de Mendoza para bus

car un amparo al otro lado de la cordillera contra la

saña de su s implacables enemigºs . Mientras se les su

ponía conspirandº,marchaban para una tierra estran

j era,casi desnudºs

,sin provisi ones

,sin equ 1p a1es .

Estaban resueltos a asegurarse la tranquilidad cºnun des tierro vºluntario .

La naturaleza,n o ob s t ante

,fué m á s poderosa que

su vºluntad . Una gran nevada cubrió l º s senderos de

l º s Andes , i l º s pusº i n transi tab l c s para muchºs me

ses . L º s fu j i t i v o s tuvierºn que renunci ar a su pensa

miento de huída .

Se vºlvieron a la hacienda de San Miguel tºdavíasin ideas mui fi j as sobre qué cºnducta adoptarían .

En este escondite,l º s visitaron varios de sus ami

gos,que inci taron a dºn Jºsé Miguel a trabaj ar en

una revolución . E l director est aba desp rest i j i ad o . Lºmismº sucedía c º n sus allegadºs . Poniendo sus fi r

mas al pié del convenio de Lircai,habían fi rmado to

d o s ellos su propia desti tución . El pueblo murmuraba ;el e j ército estaba furiºsº . N i el uno ni el otrº podíancontemplar

,sin que la sangre les ardiese en l as venas ,

que la bandera españºla hubiese vuel tº a ser enarb o

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1 10 LA D ICTADUR A DE 0 'H IGGI NS

El t riunfo alcanzado pºr Carrera en la capital no

bastaba para term i nar la cuestión en su favor . Que

daba todavía por saber cuál ser ía la acti tud que to

maría el ej érci to de Talca . Había en él numerosospartidarios de Carrera ; perº estaba baj o las órdenesde O '

H i ggins, i era hasta cierto punto arrastrado p º rel influj º que un j enera l ej erce necesariamente sºbre

su trºpa .

Carrera intentó negociar con su rival,i env 10 c º n

este obj et o cerca de él varios cºmisionados ; pero don

Bernardo desechó tºdas las propuestas c o n terquedad

,i declaró que marchaba sobre Santiago para res

ta b l ecer el direc toriº que había sido derribadoA este anuncio la j unta se dispuso a defenderse .

Carrera se supero a si mismo en actividad . En p0

c º s días,formó

,organizó i medio disciplinó un ejer

cito .

El 26 de agostº de 1 8 1 4 ,las dos divisiones se ba

t ian en lº llanos de Maipº,i lºs reclutas de don Jºsé

Miguel rechazaban a l º s veteranos de su adv ersariº .

O'

H i ggi ns, sin embargo , n o salió del tºdo deshe

cho . Estaba preparándose para tentar de nuevo lafºrtuna

,i las t rºpas de Carrera

,que habían quedado

dueñas del campo,sepu l tab an l o s muertos i rec o j ían

l o s heridos,cuando el sºnido de una cºrneta , i nstru

mento que no se usaba entre nosotros,an unc 10 la lle

gada de un pa rlamentario españºl .Era éste el ofi cia l dºn Antoniº Pasquel

,que había

venidº a alguna distancia de la división de Talca,cal

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CAP Í TU LO I V 1 1 1

c u l and º su marcha para no presentarse sinº cuandolos patriotas se hubieran destrºzado entre si .

El v i rrei Abascal había desap rº bad º el conveniode Lircai

,i había ordenado que la guerra continuara .

Haré aquí de paso una ºbservación que exi j e laimparcialidad de la historia . Ese potentado ha sidoc a l um n i ad º por . su proceder en esta ocasión . Se le haa tr i b u i d o inj ustamente una dºblez mas que púnica ,por n o haber ratificadº las capi tulaciones . Abascalestaba

,sin embargº

,en su derechº . Sus a j en tes nº

solo habían ºbradº sin la autorizac ión competente,

sino contra las instrucciones espresas que les habíadadº .

Toda la culpa fué de lºs goberna ntes chilenºs . Elauditºr d o n José Antonio Rodríguez

,que asist ía c º n

sus cºnsej ºs a Gainza en la negociación,advirtió a l

dºctºr d o n Jaime Zu dáñez,quien desempeñaba igual

ºfi cio c º n l o s rev º l u c i º nar i o s,que el j enera l español

nº estaba autorizado para tratar c º n aquellas condi

ciones . Los patriºtas se desentendieron de la observación

,porque no queriendo aj ustar una paz defi nit i

va , sino ganar tiempo , pºco les importaba el alcancede los pºderes de GainzaEl v i rrei obraba

,pues

,en buena lei d esapro b and o

el c onveniº .

El jenera l Gainza había s idº reemplazadº pºr donMarianº Osso r i º , que , el 1 3 de agºst o de 1 8 1 4 ,

acababa de desembarcar en Talcahuano con un cuadrº deoficiales , quinientos cincuenta hombres del rej im i en t oespañol de Talavera

,cincuenta artillerºs i una buena

provisión de munic iones,efectos i dinero .

Pasquel traía pliegºs del últimº,en l º s cuales int ima

ba a l o s qu e m anda ba n en Chi l e (era el sobre del ofi cio )

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1 12 LA D ICTAD URA DE O '

H I C C I N S

que nº les quedaba otro medio de salvarse que rend i rse a discreción

,porque si no <<venían c º n la espada

i el fuegº,a n o dej ar piedra sobre piedra en lºs pue

blos que,sºrdos a su voz

,rehu sasen sºmeterse» . Este

insolente mensaj e hizo enm u decer t odas las facciones ;acalló todo s l º s resentimientos personales ; todºs 01v i da ro n sus inj urias para pensar únicamente en l a de

fensa de la patria amenazada .

Delante del peligro común,Carrera

,aunque vence

dor,prºpuso un avenimiento a O '

H iggins . D o n Berna rd º aceptó la reconciliación .

Las dos divisiones que acababan de medir sus fuer

zas en lºs llanºs de Maipo,se unieron para rechazar

la invasión de l º s realis tas .

O'

H i ggi ns i Carrera , para dar ej emplo de concordia

a sus subalternos,se pasearon j untos del brazº por la

ciudad,vivieron comº hermanos en una misma casa

,

i d i r i j i er o n a sus tropas proclamas fi rmadas por unoi otro .

Pero tal armonía era mas de aparato,que real . Al

siguiente día de una batalla,es difícil que estrechen

cºrdialmente la mano sºldados que acaban de combatir entre s i . Aunque en la superfi cie apareciese locontrario

,las heridas del amor propio no se habían

cicatrizado en todos ; baj o la máscara de la cortesía ,el rencor se esc o nd ía en mas de un corazón . La desmoralización de la discordia tenía vencidºs a … los p a

tr i o tas antes de la derrota del 2 de octubre .

Entretanto,el ej érci to del re i distaba solo s esenta

leguas de la cap i tal . Ascendía a cinco mil veteranos

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1 14 LA D ICTADU R A DE O 'H I GG I N S

patriºtas habían enarbolado banderas negras,i no se

daban cuartel .A l º s i nsu rj entes , les acosaban ,

no solo lºs hombresi l as balas

,sino también el fuego i la sed

,Los espa

ño l es habían incendiado l o s edifi cios detrás de l º s cuales se habían guarecido sus contrarios

,i habían cor

tado las acequias que proveían de agua a la población . Los batal lºnes de Ossº r i o avanzaban por el camino que les iban abriendo las llamas . El incendioab ogaba a l º s si tiados . Se veían obligados a moj arsus cañones c º n º r i nes

,porque hasta para esº les

faltaba el agua .

N o obstante,se defendían como leones . El quem o

ría caía en su puestº . Pºr un momento aún hici erondesesperar a l º s realistas de vencer a valientes comoaquellºs

,i el j enera l españºl estuvo tentado a desis

t ir del empeño . Pero al fin triunfaron la superioridad

en las arma s i pertrechºs , el número , la disciplina .

L º s patriºtas dispararon hasta sus últ imos cartuchos . Al terminar la batalla , a falta de balas , cargaron c º n pesºs fuertes l º s cañones . Hicieron para sost enerse cuantº p º día exi j i rse a hombres .

Entonces don Bernardº O '

H iggins, j enera l de lavanguardia

,i dºn Juan José Carrera , j enera l del cen

tro,que habían capitaneadº a estºs bravºs

,viéndolo

tºdo perdido,a punta de lanza i a sablazos

,se a b r i e

ron pasº con algunºs de los suyºs por entre las fi las

de l º s vencedºres , i fueron a j untarse c º n la retagu a rdia que

,al mando del j enera l en j efe , había quedadº

fuera i a alguna dis tancia de la plaza .

Don José Miguel venía el de octubre de Santiago c º n la tercera división .

El estampido del cañón era el primer anuncio que

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CAP Í TU LO I V 1 1 5

había recibidº de que las otras d º s divisiones habíantrabadº la pelea .

Habia volado entonces en su ayuda ; había llegadohast a la línea que los sitiadores habían formado entºrno de Rancagua ; l º s había acometido c º n su j ente ; pero no hab ía conseguido desbaratar sus fi las .

Volvía precisamente a la carga,cuandº la presencia

de l º s fu j i ti v º s i la noticia del desastre introduj eronel pavºr en la tropa que mandaba . Co n estº

,se con

c l uyó la subordinación ,se apºderó de lºs sºldados un

desaliento c o n ta j i o sº ,i la mayor parte solo pensaron

en salvarse .

La victºria de los realistas era completa,i Chi l e

estaba perdido .

Todos l º s militares,todos los que tenían compro

misos serios i presentimientº de las venganzas que

iban a ej e rcer l º s a j en tes de la metrópºli , buscaroncºm o in terponer entre ellºs i sus perseguidºres la harrera de lºs Andes . Mas de d º s mil personas co rrieron a Mendoza p o r entre las b reñas de la cºrdillera ,como D ios les ayudó

,i sin saber qué suerte les esta

ba deparada al término del viaj e .

Carrera p r º tej i ó la retirada de l o s fu j i t i v o s c º n l a s

reliquias de su ej é rcitº ; el 1 1 de ºctubre se batió tºdavia con l o s realistas en la ladera de l º s Papeles ; ial siguiente d i a

,pasó el últ imo de tºdos la cumbre de

l º s Andes,de dºnde arroj ó también la últimamirada

sº bre l o s hermosos campos de su patria , que nuncahabía de volver a ver .

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1 1 8 LA D ICTADURA D E O ' H IGGI NS

consolarse , aquellºs a quienes une la fraternidad deldolor . Parece que hallaran un lenitivo cºntra su afl i cc ión en hacerse cargos unºs a ºtros .

L º s glºriºsºs derrºtadºs de Rancagua n º se exim i ero n de ésta que llamaré la inj usticia de la desgracia . Necesitaban un pretendidº culpable

,cºlocado

a su s alcances sobre quien descargar l º s gºlpes desu pesar . La V i c tim a que esc º j i er º n fué don Jºsé Miguel Carrera . Atr i b uyó se la derrºta del 2 de ºc tubre ,la pérdida de Chile

,a una traición del j enera l en j efe .

El n o haber éste socorrido a los sit iados de Rancagua había sido

,nº p º r impºtencia , sinº p º r el execra

ble deseº de que quedaran sepultadºs baj o l º s esc ombros de la pl aza O '

H iggi ns i l o s principales partida

r i º s de ese rival ºdiadº .

La acusación no pºdía ser m as absurda i desnudade fundamento

, ¿Era tan implacable el ºdio de dºnJºsé Miguel cºntra O '

H i ggins, que , por hacerle perecer

,fuera hasta a sacrificar a su prºpio hermanº que

combatía al ladº de éste dentrº de la villa? ¿Tantole cegaba la pasión

,que se º cu l ta ra a su perspicaz in

tel i jen c i a que la destrucción de aquella trºpa era laruina de todo el reino? ¿I m p o rtáb a l e tantº la vida deese émulo

,que

, p º r a rreb a társel a , con sintiera en perder su ej ércit º , su patria, las espectativas de su am

b i c i ó n ? Si est aba dispuesto a asesinar, ¿le fal taría

acaso ºcasión mas prºpicia i oportuna?

Pero el espíritu de partido nada refl exiona , i a c º j ec º n favºr todº l o que ensalza a sus hérºes, º abate a

su s contrarios .

Esa calumnia infundada,arro j ada p º r l º s º

'

hi ggi

nistas al rºstro de l º s c a rrer ino s,acabó de exasperar

su s resentimientºs . Estºs últimos vºlvieron a su s ad

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CAP ÍTU LO v 1 9

v ersa r i o s inj uria p º r inj uria , i les replicaron c º n lascapitulaciones de Lircai

,que califi caban de i gnom i

niosas , i desde las cuales hacían datar la pérdida delpaís . Tºdo fué acusaciºnes i cargos ; tºdo fué reprochesi denu esto s .

L o s emigradºs arribarºn a Mendoza divididºs en d o s

bandºs,que se aborrec ían de muerte

,i entre l o s cua

l es tºdo avenimiento era impºsible .

En aquellas circunstancias,gobernaba la prºvincia

de Cuyo d º n J osé de San Martín .

La figura de este guerrero famºsº es una de l a s mas

prominentes de la revolución americana . Grande porel j en i º ,

grande p º r los resultadºs que obtuvo , ºcupa

el segundº lugar en la numerosa fa l an j e de ilustrescapitanes que se i nm o rta l i za r º n en la guerra de la in

dependencia . Sºlo se encuen tra inferiºr delante deBºlívar .

Había militado con brillº en las trºpas españºlas,

i su nombre es citadº con el o j i º en el parte de la batalla de Bailén .

En Europa,había aprendido no sºlº la táctica de

los ej érc i t º s,sinº también la de l a s sociedades secre

tas . Había sido soldadº,i miembrº de l º j i as m asó n i

c as . En esas d º s escuelas diferentes , había estudiadºlas dos ciencias que habían de asignarle entre suscºntempºráneos un puesto tan elevado

,la ciencia de

lºs cºmbates i la ciencia de l o s manej ºs encubiertºs,

l a que enseña a vencer por el cañón ,i la que enseña

a triunfar p º r la intriga .

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120 LA D ICTA D URA D E O ' H IGGIN S

Las armas i la astucia mas refi nadas fuerºn siempre l as d o s pal ancas que San Mart ín empleó para reali zar su s prºpósitºs . Como el j enera l de Maquiavelotenia algº del león i algº del zorrº . Va l i en t º e instru ido como militar

,era aun mas hábil comº diplomát ico .

Por temible que fuera en un campº de batalla,l o era

tºdavía mucho mas dentrº de su gabinete fragu and º

tramoyas,arm ando celadas

,maquinando ardides para

envºlver a sus enemigos .

C º n c ced º r profundº del cºrazón humano,ten ía el

arte de escoj er sus a j en tes, i de hacer'

que l º s hombres cooperasen a sus designiºs

,tal vez sin que ellos

mismºs l o comprendiesen .

En la pºl ítica,nº ten ía ni c o n c 1enc 1a n 1 moralidad .

Todº lº creía permitidº . Para él,t º d º s l º s mediºs

,sin

esc ep c i ón ,eran l íc i tos . N o retroced ía ni delante de

l a perfidia,ni delante del asesinat º

,

Seguía en est º sin vacilar el sistema de los principes i talianos de l o s siglºs XV i X VI .

Poesía una in tel i j enc i a fuerte para concebir l º s planes mas vastos i complicados

,una im a j i na c i ó n fec u n

da en recursos,una voluntad persi stente para ej ecu

t a r l o s . Hºmbre de cálculo mas bien que de inspiración

,todo lº hacía pensadº . Procuraba dej ar l º menos

que fuera pºs i ble a la casualid ad . Cuando emprendíala menor cºsa

,se esforzaba p o r prever todas l as 1nc i

d en c i as prºbables,tºdos l º s resultadºs posibles ,

C º n

cedía a la razón humana un poder inmenso,i no era

fatal ista n i en las creencias,ni en las acciones . Así ,

sº n admirables la fe i cºnstancia con que llevaba a

ej ecu ción su s prºyectºs .

Puede decirse que tºda la vida pública del jenera l

San Mart ín nº es m as que l a realización de u na sºla

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1 22 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N 5

n i zó i disciplinó la europea. A principios de 1 8 1 3 ,

con solº ciento cincuenta de estos j inetes,había des

trozado en San Lorenzo'

a trescientos españoles . Conesta hazaña

,su fama militar hab ía acabadº de c o n

solidarse .

En 1 8 1 4 , había sido puesto baj o sus órdenes el e j erci tº del Altº Perú . San Mart ín sºlº permaneció algun o s meses en este puestº

,que tantºs le habían env i

d i ad º . El n o divisaba p º r aquel ladº una victºria duradera i defi nitiva . Desde la prºvincia de Tucumán ,

dºnde acampaban las tropas,su pensamiento se lan

zaba a l º s Andes,a Chile

,al Pacífi co

,a Lima .

Para abandºnar el mandº,aparentó que estaba

enfermº . F i nj i ó que escupía sangre , i pidió su retiroso pretesto de curarse . El gºbierno accedió a sus de

seo s .

Al pºco tiempº,solicitó la gºbernación de Mendo

za . Este pedidº se le ºtºrgó con menºs trabaj º queel otro

,Era aquell a una provincia pºbre i retirada

,

cuya administración ningún j efe de categoría habría

cºdiciado . Mas su situación al pié de la cordillera lahacía para San Mart ín de una impºrtancia inmensa .

Era en ella donde debía preparar la ej ecución de sugran proyectº .

En el mes de octubre de 1 8 1 4 ,estaba en ese desti

n º,cuandº la emigración chilena llegó en busca de

hospitalidad i prºtección .

San Mart ín no p º d ía cºntentar a un m i sm o t i em p o

a l º s d º s bandºs rivales en que iba dividida . N º l º

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C APíT U I .O v 123

pensó tampºcº . Desde el primer momentº , se decid i º

p o r O'

H iggins i l º s suyºs .

Los confi nados que Carrera le había remit idº des

pués del mºvimientº de j ulio,entre l º s c uá l es se en

c º n trab an hºmbres de mucha labia , le ten ían ya

prevenido en su contra .

Los j efes a rj en t i no s que iban con la em igra c 10n

confirmaron las acusaciºnes de l º s confi nadºs chilen º s i les dierºn la autºridad de sus testimoniºs . D º n

Jºse Miguel se hab ía malquistado en Chile c o n todos

ellºs . La decisión que l o s au si l i ares cºrdobeses háb ían demostradº p o r sus adversarios , la ºposición

que él mismo había hechº al nºmbramientº de Bal

carce para jenera l en j efe, l os habían recíprºcamenteenemistado .

Estos d o s mot ivos habrían bastadº para que elgºbernadºr de Cuyº hubiera escoj ido c º n marcadapreferencia a O '

H iggins; pero a ellºs se agregarontºdavía ºtros mas poderºsos . D o n Jºsé Miguel era

al tanero en su s negºciºs privados,i mas altanero aun

en aquellos qUe ventilaba como representante de

Chile . La desgracia sºbre todo le pº nía mas i nfl exible que una barra de hierro . En la prosperidad , era

capaz de ceder ; en el infºrtunio , nunca .

A nºmbre de la alianza que ligaba a l º s d º s países,

solici taba el apoyo de l º s a rj en t ino s para restaurarla patria ; pero j amás habría tolerado que la espedi

ción libertadora nº se efectuara baj o su mando , nic º n otra bandera

,que la de Chile . Como miembro

de la j unta ej ecutiva,pedía que se le prestasen soco

rro s, nº que se le alistase cºmo subalterno .

San Mart ín,que también era ºrgullºso

,i que cºmo

Carrera hab i a nacido para el mando,nº sobrelleva

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121 LA D ICTADURA D E O ' H IGG I N S

ba con mansedumbre semej ante arrogancia . La aguantaba tan to menos

,cuantº columbraba en don Jºsé

Miguel un estºrbo para su s planes, u ri cºmpetidorqu e le disputaría c o n tenacidad la dirección de unaempresa de que hab ía hecho el sueño dºrado de suvida .

Esos d º s hombres nº estaban hechºs para entenderse . N i el u no ni el ºtrº recºnºcían superiores .

O'

H iggi ns era mas dócil , mas fl exible , mas manej able . Se doblegaba muchº mej ºr que su émulo baj ºel imperio de las circunstancias . En vez de aspirar aser jenera l en j efe, se avenía a ser simple jenera l deuna división .

San Martín le caló de una mirada . Comprendió alinstante que se confºrmaría c o n ser su segundº , que le

ayudaría cºn su prest i j i º i con su brazº,i que nun

ca pensaría siquiera en hacerle sombra . Era ese elhombre que necesi taba

,el hombre que le convenía .

Desde entonces,fué su amigo declarado

,i el enem i

go implacable de Carrera , que le º fend ía c o n su or

gullo,i le hacía cº mpetencia con su ambición .

No habiendo logradº impºner a don José Miguel

c o n su t ítulº de gobernador, trató de sº m eter l e pºrla fuerza. Para eso congregó las trºpas del país , i p o r

el infl uj º de O '

H i ggi ns'

i nsu rrec c i o n ó cºntra el so

berbio Carrera una parte de la división chilena . D eeste modº pudº desarm arl e,

i enviarle c o n escºlta a

Buenºs Aires .

D º n José Miguel no perdió el t iempº en la capitalde las provincias arjen t i nas . N o obstante las perse

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126 LA D ICTADU RA DE O 'H I GG INS

El gobiernº de Buenºs Aires,agotado

-

de recursos,

dis traídº cºn l as disensiºnes c iviles que a j i tab an elpaís, dedicado esclusivamente a la guerra inmediataque sostení a en Mºntevideo

,0 en el Al to Perú

,n º se

sentí a mui dispuestº a emprender,comº lº prºponía

San Martín,una campaña allende la cordillera . Escu

chaba esta indicación cºmo una cosa de ej ecuciónremºta

,que se haría cºn el tiempº ; tal vez comº una

ilusión quimérica . San Martín fomentó entonces lassociedades secretas en Buenºs Aires

,i se hizo c º nsp i

rador para al lanar el camino del pºder a hºmbresque le prestasen su coºperación . Este arbitriº le sur

t i ó el efecto deseadº . Logró que subiesen al gobiernoamigos

,que por l º menos le dej asen obrar libremente

en las provincias de Cuyº,Mendoza

,San Luis i San

Juan . N º pedía nada mas . Pero pocº le faltó para queperdiese en un mºmento tºdas estas ventaj as .Una asamblea cºnsti tuyente reunida en la ciudadde Tucumán prºclamó el o de j ulio de 1 8 1 6 la independencia de la república arj en t i n a ,

i n om b ró d i rec

to r supremo del estado a don Juan Martín Pu ei rredó n . Este caballerº

"

era cºntrario a la esped i c i ó n a

Chile . San Martín l º sabía,S i n º se le hacía variar de

ºpinión,todo estaba per didº .

Pu ei rred ó n debía pasar de Tucumán a BuenosA ires para hacerse cargo del mando . San Mart ín determinó cºnvencerle de la bondad de su prº yectº enel camino

Princip i o por despa char a la capi tal un emisariº detºda su cºnfianza c º n ciertas instrucciones para l º s

amigºs que allí tenía,muchos de l º s cuales ocupaban

puestºs elevadºs en el gºbiernº . Este a j en te debía ira mata caba llº . El tiempo andaba escasº .

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CAP I TULO v 127

San Martín part 1 0 en seguida c º n d i rec c 10n a Có r

doba,donde se prºponía salir a l encuentrº del di

rector .

En el trayecto,se le presentó su emisariº que le

traía la respuesta de lºs amigºs de Buenos Aires . Elºbj eto de su cºmisión se había llenado c º m pl eta

mente .

San Martín le escuchó,i continuó su carrera hasta

Córdºba .

A pocº de haber llegadº,hizo tamb1en su entrada

en la ciudad dºn Juan Martín Pu ei rredó n . Desde lascincº de la tarde hasta la una de la nºche

,el presi

dente i el j enera l tuvierºn una larga conferencia . Alsalir de ella

,Pu ei rredó n estaba cºnforme c o n que se

llevase al cabº la esp ed i c i ón de Chile ,

Nunca se ha sabidº de un modo pºsi tivo cuál fuéel i rrep l i c ab l e argumentº que empleó San Martín para cºnvencerle ; pero entonces se susurró p o r lº baj o

que,entre ºtras razones

,le había indicado que si no

se convenían,corría riesgo de ser asesinadº antes de

alcanzar a la posta vecina .

San Mart ín regresó a Mendºza con la au tº r i za c 10ndel directºr para preparar la esped i c i ón . Desde esemomentº

,se dedicó con tesón a la organización i

disciplina del ej érc i t º . El gºbiernº central solo le

ayudó c º n a u si l i º s cas i insignifi cantes . Lo sacó tºdo,

hombres i pertrechos,de las tres provincias de Cuyo

,

Mendoza,San Juan i San Luis . Quien cºnozca l a p º

breza de esas comarcas,ese solo sabrá apreciar en su

j usto valºr l º s talentos i la act i vidad de San Mart ín .

Con l º s escasos elementos que ellas le proporcionaban

,levantó un ej érci to de cuatro m i l hºmbres , bien

armados i equipados .

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128 LA D ICTADU RA DE O '

H I GC I N S

Junto con hacer lºs aprest ºs c ºrrespondientes,el

gobernadºr de Cuyº pensó cómo superar la gran dific u l tad que se opºnía a la real ización de su plan . Loque mas le asustaba para invadir el terri to riº chilenoera

,no las trºpas realistas

,sino la naturaleza

,los

Andes,ese baluarte cºlºsal c º n que D ios ha fº rt i fi c a

d o nuestro país por el oriente .

Los a j en tes de la metrópºli, que, después de labatalla de Rancagua

,se habían encargado de la ad

ministración del reinº,estaban mui dis tantes d ha

l l a rse a la altura de la situación . Eran por l o cºmúnindividuºs grºseros

,i gnorantes

,fanáticºs

,que

,en

vez de hacer amar su causa,l a hici eron aborrecer .

C o n sus persecuciones inútiles , con sus esto rsi o nes detoda especie

,convirti eron al patriotismo a c u an tº s

nº l º habían abrazado tºdavía . En este sentido,pue

de decirse que la reconquista española de 1 8 1 4 fué ungran bien para el sis tema de la independencia . El l a

,

c º n la elºcuencia de l o s hechºs , hizo revºlucionario

de cºrazón a casi tºdº el pueblº .

El presidente don Francisco Casimiro Marcó del

Pont fué particularmente la persºnificación verdaderade ese peri odº de estupidez i de tiranía . Era ese un

ente tan presuntuoso como neciº,tan cºbarde cºmº

sanguinariº,que se perfumaba cºmo una muj er

,i go

b ernab a a los chilenos cºmo déspºta .

Ese j enera l a lm i zc l ad º,i l o s realist as atrabiliarios

que fºrmaban su cortej o , eran ciertamente demasiado pequeñºs para luchar con San Mart ín ; pero teníanun ej ércit º de cincº mil veteranºs aguerridºs

,i por

parapetº para resguardarse,la cordillera mas esca

brosa i encumbrada del mundº . Esa i nmensa murallade piedra

,fortificación digna de un reino

,no tiene

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130 LA D I CTADU RA DE o 'm c cm s

Marcó,en su confus i on

,se había olvidado hasta de

nºmbrar j enera l en j efe para sus trºpas . El coroneld º n Rafael Marºto

,en quien recayó su tardía elec

ción,nº llegó al campamentº realista

,si tuado al lado

meridional de la cuesta de Chacabucº,sinº la ante

víspera de la batalla .

El 1 2 de feb rer º de 1 8 1 7 ,l º s d º s e j é rci tºs v inie

ro n a las manos . Todo se redu j º a una carga a labayºneta

,dada por O '

H iggi ns, i otra carga de losgranaderºs a caba l lº . L o s realistas fueron c º m p l e

tamente deshechos . Puede decirse que el j enera l ar

j en t in º l o s había derrotadº desde su gabinete enMendºza.Después de este descalabrº

,Marcó

,en lugar de

pensar en defenderse c º n l o s brillantes restºs queaún le quedaban de su numerosº ej érci t o , pensó ún i

camente en buscar la salvación en la fuga .

Tºdºs l o s demás j efes le imitaron ,menos el coroneld º n Jºsé Ordóñez , intendente de Cºn cepción ,

que

c oncentró en aquella"

prºvincia todas las fuerzas del

sur,i fortifi có a Talcahuano para sºstenerse cºntra

l o s patri otas, como cºrrespºndía a un vali ente , mientras remit ía au si l i º s el v i rrei ,de Lima .

El día 1 3 ,los vencedores de Chacabuco tºmaron

posesión de Santiagº .

El 1 5 , un cabildo abiert o proclamó a d o n Jºsé deSan Mart ín directºr supremº del estadº que—acababade libertar . San Mart ín

,por pºlíti ca

,para n º ºfender

c º n un vano t ítulº las preocupaciones nac ionales ,renunció por do s veces el hºnor que se le º frecía enseñal de grati tud . En cºnsecuenci a

,al siguiente día

,

fué el ej i d o del mismo mºdº director supremo d o n

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CAPI TU LO v 1 3 1

Bernardo O'

H i ggins, comº se traía acordado desdeel otrº lado de lºs AndesLa primera campaña de la restaurac i on estaba ter

minada . La bandera española no cºnservaba a su

rededor sino unºs cuantºs centenares de hombres .La mayor parte del terri tºrio chilenº recºnºcía ya

,

º iba a reconºcer mui prºntº,la autoridad de los

i nsu rj en tes . San Martín,para dar cuen ta a su gobi er

no del resultadº de su espedi c i ó n ,habría pºdidº imi

tar ese famoso bolet ín de C ésar al senado de Romaven i

,D i di

,v i c i .

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1 3 4 LA DICTADURA DE O 'H I C G I N S

palaciº de los presidentes gºbernadores . En pocashoras , los luj osos tapices , lºs magníficºs muebles , lasprimorosas porcelanas

,todºs l o s dij es que consti

tu ían la vanagloria i el delei te del último gº b ernante españºl , pasaron a manºs de individuos menºs relamidos i delicados

,que su dueñº primitivo .

El destinº que había cabido a l º s bienes de Marcóinspiró seriºs cuidadºs al vecindario de la capital .Temió que el populacho

,cebado c º n el bºtín del t i

ran º,i si n freno que le contuviera , entregase al pilla

j e las prºpiedades de l º s demás ciudadanºs .

Para evitar un riesgo tan inminente,muchºs de

los principales habitantesr º ga ro n a d o n Fran c i sc oRuiz Tagle que invist iera el mando de la ciudad hasta la entrada del ej ércitº libertadºr . Este señºr

,con

vencido de la gravedad de las circunstancias,se pres

t ó a est º s deseºs, i aceptó para cºnservar el orden

aquella delegación popular .

Tal era el gobiernº provisional existente,cuandº

el j enera l San Mart ín hizo su entrada en la capi tal .Una de sus primeras providencias fué convºcar a

l º s notables del pueblº para que , reunidºs en cabi l do

a bi erto ,designasen tres elec tºres

,uno p º r cada una

de las tres provincias en que estaba divididº el reino,

Santiagº,Concepción i Coquimbo , a fin de que éstºs

nombrasen l a persona que había de rej i r el país .

En cumplimiento de es ta cºnvºcatºria , el 1 5 defebrerº

,se congregaron en la sala capitular cien ve

c in º s b a j o'

l a presidencia del gºbernadºr Tagle . Eraaquel un ac tº de pura fórmula . N º había otra elección pºsib le , que la del j enera l en j efe del ej ércit ºvencedºr

,o la de la persona que él indicara . Aquella

j unta lo consideró así,declaró inút il el nom b ram i en

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CAP I'

I U L O VI 1 3 5

t º de l º s tres elec tºres,i prºclam ó p º r unanimidad

director supremº a don Jºsé de San Mart ín .

Comº ya l º he dichº,nº entraba en la polí tica de

éste admitir semej ante t í tulo . Renunció,pues

,el ho

nor que se le ºfrecía,i vºlvió a convºcar el v ec i nda

rio c o n el mismº ºbj eto que anteriºrmente .

El 1 6,se reunieron dºscientos diez individuos

,qu e

insis tieron en el ac u erd º del día precedente .

San Mart ín tornó a renunciar,1 manifestó a aque

lla asam blea electºral'

p º r cºnducto del auditor de

guerra d on Bernardo Vera las razones que apoyaban

su resº lución .

Cºmo ella permaneciera tºdavía congregada . n om

b ró p o r unanimidad también a d º nBernardº O'

H i ggins director supremº interinº del estado co n fa cul tades om n ím o das. Vera que hacía en aquella ºcasióncºmº de apºderadº de San Martín

,esp resó cuán pla

c en tera sería para el j enera l la elección que acababade efectuarse .

Apenas el auditºr hubº cºncluido su discursº,una

porción de l º s ciudadanºs all í reunidos corrió a casade O '

H i ggi ns; i en mediº de vitores i aplausºs , le

traj º a la sala capitular para que prestara el j uramento de estilo .

Se cºnvinº en que l o s demás pueblºs ir ían ratiti

c and º l o acordadº,a medida que la retirada de l º s

real istas lº fuese permitiendo .

La proclamación de aquellºs doscientºs diez indiv i du o s fué el t ítulo primitivo de d º n Bernardº O '

H i g

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13 6 LA DICTADURA D E 0'H IGG IN S

gins para la dictadura que ej erc 1 0 por el espaciº deseis años . Es preciso confesar que

,en l as c i rc u nstan

cias , no pºdía consultarse la voluntad de la naciónde una manera mas l ej ít im a i formal .El pueblº de Santiago se hallaba en el día si gu i en

te a l de una victoria que tra sto rnab a tºdº el ordenestablecidº

,si n funda r sól i damente el nuevo si s tema .

El enemigº,aunque derrºtado

,se a tr i ncherab a en

una estrem i dad del país , 1 abandonaba el restº c º n

lentitud,c omº quien se propone vºlver a disputarlo .

A nadie se ocultaba que Chacabucº no había sidomas que un principio de la lucha , brillante para lasarmas de la patria . La cam paña de la restauraciónestaba abierta c o n

'

v en ta j a , pero nº cºncluida . Todostendían la vist a a las costas del Perú

,de donde se

gu ram en te iba a partir la escuadra que había de

trasportar las nuevas l ej i o nes de España . La j en tepacífi ca recelaba tºdavía m av o res padecimientos que

los que llevab a ya soportados en aquella encarnizadacontienda

,i l o s mili tares afi l ab an su s sables .

En semej ante situación,habría sidº insensatez mos

trarse demasiado escrupuloso p o r las formalidadesque se observasen en la elección del gobernant e su

premo . Era aquel un momentº de descansº entre d o sbatallas . ¿Cómo pensar en reglamentar i cºnvocarcomicios electorales

,cuando el t iempo apenas alcan

zaba para l º s preparativos de guerra ?

Es preciso cºnfesar igualmente que,entre tºdºs los

j efes naciºnales que en aquella época pisaban el te

r r i t o r i º chilenº , O'

H i ggi ns era el mas aparente para

rej i r a sus conciudadanos , i el mas digno de merecer

ese honor . Soldado valiente,hºmbre de p rest i j i º , cau

d i l l º de un numeroso bando , en íntimas i buenas re

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1 38 LA D ICTADURA DE o'

m c o m s

Zentenº se había comprometido p º r la causa nac i º n a l ; pero antes de la emigración ,

no había ocupadºun puesto de primera l ínea . En Mendoza

,San Mart ín

le había nombradº ºficial de su secretar i a . L º s d º s se

habían entendido. Zenteno tenía una cabeza organi

zadora,1 era infatigable para el trabaj o . El go b erna

dor de Cuyo,prendado de la i n tel i jenc i a c º n que le

comprendía,i de la laboriosidad c º n que ej ecutaba

su s dispºsici º nes,no había tardadº en hacerle su se

c retari o .

La parte que Zentenº había tomado en la fº rm a

ción del ej érc i t º de los Andes,había sido important i

sima . Era él quien había d i r i j i d o esos mil pormenoresindispensables para el arreglº i la disciplina de l atropa

,i cuya minuciºsidad i multiplicidad

-

piden una

cºntracción i un empeño difíciles de Encontrar .

En el ministerio de la guerra,iba a continuar las

mismas tareas,que en la secretaría de Mendºza

,tareas

que si n descansº sºportó durante años , i que a otros

l º s habrían rendido en unos cuantos meses .

Zañartu era un hºmbre apasi ºnadº,de bastante

habilidad,de carácter fi rme i decididº

,de sen t im i en

tos prºfundos,que cuandº ab º rrec ía ,

aborrecía demuerte

,i cuando amaba

,era c º n exaltación . El odio

contra los Carreras era en él una pasión .

En 1 8 1 3 ,había sido en Concepción

,sino el c a u d i

l l º,al menºs el oradºr fogoso i audaz de la f acción

que había combatidº contra d º n Jºsé Miguel . En“

esaocasión

,había desplegado un atrevimientº al cual na

da había intimidado,ni el p rest i j i o de Carrera , _

n i el

fanat ismo del ej ércitº p º r su j enera l . Esta cºnductadebió de ser a l º s ºj os de O '

H i ggi nsunº de su s prin

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CA P Í TULO V I 1 39

c ip a l es méritos para confi arle la cartera de u n o de lºsminis teri ºs .

En l º s departamentos,se reinstalaron l º s antiguos

cabildos,que n º ten ían ningunas franquicias ni ini

c i a ti v a,i au to r i dades locales

,que nº eran sino a j en tes

sumisos del ej ecutivº .

Los enumeradºs eran ,puede decirse

,l º s funciona

r i º s de la administración,Pero en la sºmbra

,se for

mó además un senadº misteriosº,especie de remedº

de las insti tuciones venecianas,que

,aunque n º estu

viera autºrizadº p º r ninguna lei, fºrmaba en realidad el consej º del directºr . Era una asºciación ma

sónica,que se denominaba la L oy

'

i a L a u ta r i n a .

El público designaba con mas º menºs fu ndam en

to a varios al tos potentados civiles 0 mili tares comºcofrades de aquel club tenebrºs o i encubierto ; perºnadie pºdía asegurar a puntº fi j o i con certidumbre

quiénes eran sus miembros .

Estaba estrechamente relacionado c º n ºtrº semej ante que exi stía en Buenos A ires

,i que gºbernaba

también aq uel es tadº . Ambos debían su fundaciónal j enera l San Mart ín ,

que era mui inclinadº a d i r i j i rla pol ítica pºr resºrtes ºcultºs i maquinaciºnes su b

terráneas.

Este senadº enmascaradº,que de l iberaba a esc o n

didas , comº si temiera la luz , sin secretario que auto r i zase su s acuerdos

,i sin actas dºnde se consigna

sen su s prºcedimientºs,decid ía

,según se dice , baj º

la presidencia del director,todos los negocios gran

des i pequeños de la guerra 1 de la admin istración .

Ej ercía al mismo tiempo las funciones de cuerpº delibe rante i de poder ej ecutivº . L º que se resº l v ía en

sus sesiones , era l º que se ponía en práctica .

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140 LA D ICTA DU RA D E O'

R I C C I N 3

D esde lºs primeros días de su establecimiento,de

j ó se cºnºcer cuál sería el prºgrama del gobierno quedebía su elección al triunfo de Chacabuco .

A segurar a toda costa la independencia de Chilee ra su principal obj etº

,francamente confesadº .

Para cºnseguirlº,estimaba necesarias particular

mente dos cºsas: crear i conservar en el partidº r é

v º l u c i o nar 1 0 la mas absºluta unidad de miras baj ola disciplina mas severa ; i abat ir mºralmente , aterro r i zar a l o s realistas .

Tºdo l º consideraba perdido si,como antes de la

batalla de Rancagua,la división se introdu cía entre

l o s p atriºtas . Creía casi infructuosas las ventaj as mi

l i ta res,mientras l o s realistas se atreviesen a confesar

se tales,i a tener el descaro de su opinión .

Estaba dispuesto a emplear toda clase de mediospara alcanzar esos d º s resul tadºs . Estº esplica el en

c arn i zam i en t º c o n que se puso a perseguir a l º s ca

rrer i n º s,i e l rigºr de las represalias que tomó contra

l o s adictº s a España .

El gobernador de Mendºza,Luzurriaga

,rec i b 10 o r

den de detener a cuantºs nº llevasen el competentepasaporte . La cordillera debía servir de ataj º a todos

l o s amigos decididºs de Carrera , aun cuando o frec i e

ran sus serviciºs,aun cuando n º hubiera sºspechas

contra ellos .

L o s que estaban en Chile fueron v i j i l ad o s casi devista .

Todas las medidas preventivas se j uzgaban l ícitaspara impedir la mas remºta posibil idad de anarquía .

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1 42 LA D ICTADU RA DE 0-'I I I C G I N S

de que las amenazas del directºriº no eran vanas pa

labras .

Al mismo tiempo que se dictaban es tos rigurosºsdecretos

,se reorganizaba el ej érc i t º a toda prisa . Se

hacían leva s,se disc iplinaban tropas

,se aprestaban

armas i municiones .

Tºdºs t emían p o r días la inva5 10n . Nadie se lisonj eab a de que la gu erra estuviese terminada .

Mas l o s preparativos bélicos exi j en dinerº , i el erario estaba escuetº . Los vencedores de Chacabuco nohabían traídº mas riquez as , que las que habían l l e

vado a la inmigración : sus espadas . Las caj as del tesoro estaban casi vacías . Al enemigo

,sºlº se le habían

tomado setenta i cincº mil setecientºs diez pesos . Elgobierno de la re conquista había dej ado el reino ago

tado,había saqueadº la hacienda de l º s patriºtas

,i

había arrancado a las familias empobrecidas las c º n

tr i b u c i o nes, puede decirse , c º n l a punta de las bayo

netas .

Había,entretanto

,que sostener una guerra inevi

table i sagrada,que mantener un e j ercit o

,que p ro

veer a la salvación del país . ¿Qué hacer en tales apurºs ? En pºcos días , i entre d º s campañas, no seimprovisa un sis tema de rentas ,No había mas arbitrio que obligar a l º s partículares t i l d ad º s de realis tas a satisfacer c º n sus caudalesl o s gastºs de la gu erra i de la administración .

No retrocedió el gobierno delante de una p ro v i denc ia que j ustifi caban la necesidad i l º s resent imientos

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C APÍT U 1.0ZV I 1 43

pºlíticºs . Impuso una c o n tr i b u c 10n de cuatrocientºsmil pesos a l º s españºles europeos residentes en elpaís

,i declaró propiedad de la nación todos los bie

nes,derechos i acciºnes de l º s real istas prófugos

,de

los que habían sidº tºmadºs c o n las armas en l a mano

,de los que nº se habían presentado a sincerar su

conducta,de lºs que vivían en l º s reinos de España

i sus dominiºs,a nº ser que se hallasen en ellos pre

sºs º cºnfi nadºs por adictºs a la independencia ame

ricana .

En cºrt os plazos,tºdos l º s t enedºres de estºs bie

nes debían entregarlos a la comisión respectiva baj olas penas mas severas. Pº r una perversión de las reglas mºrales

,que j amás pºdría disculparse

,se fº m en

taba la delación,i se otorgaban premios a l º s abusºs

de cºnfianza,a fi n de evitar cualquiera ocultación

en las pr º p i edades mencionadas .

Los realistas pusieron entonces el gritº en los cielosp º r aquel despºj º . Algunos de sus descendientes hanrepetido después las quej as de sus padres . N i uno niotros han reparadº que l º s v erdaderos culpables dela esto rsi o n eran l º s mismos sºbre quienes recaía .

Eran ellos l o s que,después de la derrºta de Ranca

gua,habían abusadº de las c o nfi sc a c i o nes i secu es

tros ; eran ellos lºs que habían empobrecido el reinºcon las rap iñas de l osta l avera s, i los que no habían

dej ado otrº camino de salvación a l o s i nsu rj entes enla escasez del era r i o i el agºtamientº de todas lasfuentes de la riqueza pública .

Por otra parte,la república

,comº hij a hºnrada i

heredera celosa p º r la reputación de sus pr im º j en i t ºres

,ha recºnocidº tºdas las deudas de esa especie que

podían acreditarse de un mºdo l ej ít im o,i las pagará

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144 LA DICTADU RA D E O'H I GG IN S

fi elmente . Lºs secuestros no habrán sidº entoncesmas que un p réstamo fºrzoso .

Sería de desear aun que,si fuese pºsible

,se satis

fi c i esen hasta su último cuartillo,cºn todºs sus inte

reses,sin descuento

,sin rebaj a

,

Pero si la república debe cargar cºn las deudas en"dinerº que nuestros padres contraj eron para darnºs lalibertad

,la existencia

,nº puede hacer º trº tanto cºn

sus deudas de sangre,sºbre todº de sangre inútil . Esa

las rechaza,l as repudia . Caiga su responsabilidad

solo sobre quien tuvo la desgrac ia de mancharse c o n

ellas .

De esa clase es el asesinatº innecesari o,i n j u st i fi c a

b l e del e spañºl dºn Manuel Imas .

Era és te u n comerciante oscuro,honradº

,pacato

,

de limitados alcances . Era adicto a España porqueera peninsular . Sin talent o , sin valºr , sin relaciones ,podía mirarse como el sér mas inºfensivº .

Perº esa ínsi gn i fi c anc i a ,que salva a tantos en las

convulsiones polít icas,fué la causa de su ruina . El gº

b i ern º deseaba aterrar a los realis t as ; deseaba mani

festa r l es que las conminaciones de sus bandos n º eransimples amenazas escri tas en el papel

,prºpias para

asustar a l o s i nºcentes i a los niños . El desdichado

Imas fué la víctima esc o j i d a para lograrlo . No per tenec ía a una familia pudiente ; nº poseía grandes ri

qu ezas; su m uerte ser ía un ej emplar que produciríasu efect o sin suscitar embarazos a l o s gobernantes .

El 1 8 de febrero,se hab ía publicadº un bando que

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1 46 LA DICTADURA DE O 'H I GG INS

dº en fl agrante infracción del bandº de 1 8 de febrero .

Ignoro si en el calaboz o se le presentó un j uez p á

ra interrogarle ; l o únicº que he sabido es que a l pocot iempº vinº un sacerdote a ofrecerle su ausilio , por

que estaba condenadº a morir dentro de pºcas horas .

El sacerdote escuchó la confesión de ese hombreque iba a comparecer delante de D ios

,1 corrió a pa

l a c i º para asegurar al director la inocencia del su

puesto reº . Era demasiadº tempranº , i se le negó la

entrada .

El sacerdote se fué a la catedral a decir misa,mien

tras p º d ía hablar c o n O'

H i ggi ns . Cuando salió de laiglesia

,cºlgaba en la plaza de una horca el cadáver

de don Manuel Imas,que acababa de ser pasado por

las armas .

Se tenía resuel t º aterrar a l o s realistas . La casual idad hab ía ºfrecidº cºntra u n º de ellos

,quizá el mas

insignificante de todºs,una leve sombra de c u lp ab i

lidad,un infundado pretesto de acusación . I m p a c i en

tes l o s gºbernantes por os tentar su severidad,no ha

b ían desperdiciado la ºcasión,1 se había cometido

una grand e inj ust icia .

L º s que esº autorizaron ¿creían qu e la sangre deun gado era menºs preciosa , que la de un patriºta ?

¿que las lágrimas de la muj er i de lºs hij os de ese es

p año l eran menos amargas, que las de su s prºpias muj eres e hij os?

Después de ese atentadº contra la humanidad, ¿con

qué derecho crit icaban a Marcó la e j ecución de Tras

l av i ña i su s compañeros ?

Este 1 otros actos de esa administrac i on,que yo

querría bºrrar del catálogo de sus p rovidencias , traíansu º r i j en de esa impía máxima que había adºptadº

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CAP Í TULO VI 147

por base de su pºlí t ica : el ¡i n j u sti fi ca l o s m ed i o s.

Ese princ ipio abominable,disculpa de la maldad

,

escudo del crimen,mezcla sacrilegamente el bien con

el mal,hace de la moral un negociº de cálculo

,i nº

de conciencia,i procura sºfocar el remordimiento cºn

los sofismas del raciociniº . Una vez admitido , n o haicosa que no sea l íci ta . Todº lo que hai de mas ho rr ible puede l ej i t im arse . L º s gobiernºs

,como l º s i nd i v i

duos,no deben apreciar la moralidad de sus actºs

p o r las cºnsecuencias, por l o s resultados próximos 0

remºtos,sino pºr la mali cia o bondad intrínseca . Nun

ca el asesinato será permitido,aun cuando llegara a

probarse,lo que me parece difícil

,que la su erte de

u n a nación dependiera de la vida de un hºmbre .

Doce días después de Imas,fuerºn también fusila

d o s en la plaza principal d º n Vicente San Bruno,el

célebre ta l avera ,presidente del tr i bu na l de o i j i l an c i a ,

i el sarj en to del mismº cuerpo Villalobºs , su c óm pl i

ce en l o s asesinatºs que el 9 de febrero de 1 8 1 5 ej ecutaron en la cárcel de Sant iago .

La muerte de aquellºs d o s hºmbres ferºces era j usta . Ambºs habían ultimado infamemente a indefensºsprisionerºs . San Bruno hab ía cºmetido cºn l o s hab i tan tes de la capital toda especie de tropel ías san

gr i en tas. Para u n º i otro,el suplicio era la merecida

esp i ac i ón de su s delitos .Estas tres ej ecuciºnes abatieron el ánimo de lºs

realistas,que pedían en secreto al cielº la venganza

de sus agravios,perº que no se atrevían ni siquiera a

lamentarse en alta voz . El miedº l º s enm u dec ía ,i la

rabia les hacía tender con avidez sus miradas a la p r o

vincia de Concepción,donde el valiente Ordóñez de

fendia el honºr de la bandera española .

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1 48 LA DICTADURA D E O'

H I C C I N 5

La necesidad de apresurar la conclus i on de la guerra obl igó a O

'

H iggins a dej ar la capital i a partirpara el sur c º n el ministro Zentenº .

El 1 5 de abril de 1 8 1 7 ,nombró para que le su b r º

gase durante su ausencia cºn el t ítulo de direct or delegado o susti tutº

,al coronel a rj en t i no don H i l ar i ó n

de la Q u intana .

La designac i ón de este individuo para el mandº su

premo fué altamente impopular . Esta preferencia de

un j efe estran j ero sºbre los hij os del país , chocó hasta el mayºr pu nto cºn l º s sentimient os del naciºnal i sm º .

L º s … enem igo s del gobiernº se aprovecharon de estepretes to para redºblar sus m u rm u ra c i o nes .

D ecían que Chi l e *

estab a cºnst i tuídº en colºnia de

Buenºs A ires . ¿De qué les serviría no hallarse dependientes de l º s españºles

,si habían de serlo de l º s ar

j en t i n º s ? Aquellº sólo era cambiar dominación p º rd o m ina c 1 0n . L º s vencedºres de Chacabuco les habíantraídº la conquista

,i no la libertad .

Los ºposi tores presentaban el nombramiento de

Quintana cºmº la prueba mas bochornosa de la sub o rd i na c i ó n de O '

H i ggin s a San Mart ín .

Este últ imo,como era natural

,ej ercía grande in

fl u j º . Puede decirse qu e en muchºs casºs era él quiengobernaba . Estº daba m árjen a la censura mas acerbai pretest o a l º s ému l os de don Bernardº para desa

c red i tar l e . R ep etíase que , después de Chacabuco , lºs

Andes cºmo frontera habían desaparecido,que Chi l ei las provincias a rj en ti nas formaban un solº estado ;

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1 50 LA DICTADURA DE O ' H I GGI NS

doza,i no en San t iago ; i que c ra l a gratitud de tan

altº empleº 10 que le hacía tan o b sc c u én te i t olerante

para c º nº

el j enera l del ejérc i tb de l º s Andes 1 sus paisanos .

Los que proferían estas acrim inaciones, hij as delas pasiones pol ít icas

,ten ían buen cuidadº de tomar

su s precauciºnes para hacerlo . N º andaban d i v u lgándolas ni en las plazas

,ni en l º s lugares públicºs . La

libertad de la lengua no estaba reconocida en aquella

época,i habrían t enidº pºr qué arrepentirse l º s que

se la hubieran tomado . Pero n º por estº surtían menos efectº estºs amargºs reproches , que se hacían circular si j i l º sam en te i por lo baj o . El sentimientº deun naciºnalismº , exa jerad º ,

si se qu iere , pero vigo

roso,les prestaba un alcance terrible .

La elección de Quintana para d i rectºr sustitu to,

acabó de irritar el descontento prºducidº por los m o

t i v o s indicadºs .

Po r desgracia, aquel mil itar estaba mui distante de

ser hombre aparente para desvanecer las p rev enc i º

nes del públicº .

Cºmº la mayºr part e de l o s ºficiales del ej ércit o

de l º s Andes . se mostraba soberbio p º r los serviciºsprestadºs i la importancia de su posición en una tierra que acababa de salvar del yugo tiránico de la me

tró p o l i . S u s pretensiones eran exorbitantes ; desmedi

das las consideraciºnes que exi j ían , tanto él , cºmo

casi tºdos sus demás camaradas .

A la aspereza de su orgullº, se añad ía la tosquedad

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CAP ÍTU LO VI 15 1

de las maneras,mas prºpias de un campamento

,que

de una ciudad . Qu ería gobernar pºcº menos que como se dirij e a l º s sºldadºs en campaña .

Ciertas medidas fiscales necesarias, pero que no p ºd ían menos de ser ºdiºsas

,robust ecieron las an t i p a

t ías que se habían despertado en el pueblº contra él .

Las salidas del erariº estaban mui lej ºs de hal larsebalanceadas con las entradas . L º s gastos de la guerra se aumentaban en una gran despropºrción c º n

los fondos del t esºrº . Para llenar el défici t , Quintana ,a imitación del gobiernº de la recºnquista, decretósºbre to d o s l o s vecinos pudientes una contribuciónmensual por el términº de un año , i restableció a lgun º s de l º s impuestºs que aquel había ideado . Semej antes dispºsiciºnes debían naturalmente suscitarleel aborrecimiento de muchºs de l ºs contribuyentes .

Perº lº que pusº el colmº a su impopularidad fué

la pri sión inmotivada de varios ciudadanºs tachadosde c arrer i n º s, entre quienes se encºntraban d º n Manu el R odríguez i don Manuel Jºsé Gandar i l l as

,ambos

patriºtas eminentes i jenera lm ente estimadºs .La presencia de los tres Carreras en las prºvincias

arj en t i nas tra ía cuidadosos a los gºbernantes . Temíanel atrevimiento de aquellºs j óvenes , i asi red º b l ab an

su v i j i l an c i a . Mas Qu i ntana nº se contentó c º n estar

aler ta,sinº que demasiadº receloso

,a la menor so spe

cha,aseguró a hombres que nº eran adictos a la ad

ministración,perº que

, en aquel momento ,n o cons

p i rab an . Esta tr º p el ía acrecentó de una manera alar

mante el descºntentº.

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1 52 LA DI CTADURA DE O ' H IGGI NS

Vista la actitud de lºs habitantes,San Martín i

O'

H iggins nº est imaron prudente contrariar una opin i ó n tan prºnunciada

,i dieron satisfacción a las exi

j enc i as del público , reemplazandº a Quintana p º r unaj unta compuesta de don Francisco Antonio Pérez ;dºn Luis de la Cruz i d º n Jºsé Manuel Astorga . Ladirección suprema delegada pertenecía a tºdºs ellos

unida e i nd i v i si b l em en te; pero la presidencia de laj unta debía alternarse cada tres meses entre l o s tres

p º r el orden de sus nºmbramientos .

Quintana les entregó el mandº el 7 de setiembredelante de todas las cºrporaciºnes .D º n José de San Martín

, j enera l del ej érc i to arj ent inº

,i d º n Tomás Guidº

,a j en te diplomáticº de la

misma repúbl ica,nº d esperd i c i a r º n esta ºcasión

'

l emne para desmentir l º s rumores que se hab ían é s

p ar c i d º acerca de las pretensiºnes de su gobiernº a

la dominación de Chile . Ambos prºtestaron que aquelgabinete nº ten ía ºtro plan

,que el de mantener la

independencia absºl uta de este país .

La j unta de 7 de setiembre , se esforzó pºr calmarla irritación que había causadº la petula

'

ncia de supredecesºr .Pu sº en liber tad a Gandar i l l as i Rºdríguez, dando

les u n certificadº de su inocenc ia .

D ic tó algunas medidas fi scales,1 se empeñó p o r

regularizar el sist ema de cºntribuciºnes . La m en su a

l idad se c obraba de un modo arbitrari o i desigual . La

j unta trató de evitar esta desprºpºrción inicua . Paraell o

,dictó un decret o que o rdenab a que tºdº p ro p i e

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1 54 LA D ICTADURA DE O'H IGGI NS

bautismº de la república . Ambas merecen p o r ciertºque se les dediquen algunas l íneas en una reseña dela ép ºca .

El 22 de marzº de 1 8 1 7 , O'

H i ggins había abºlidºla nobleza de sangre

,i la había declaradº una ano

m a l ía en una repúbl i ca . Pº r su ºrden , se había b o

rrado del fro n t i sp i c i º de las casas l o s escudºs de armas e insignias análºgas

,esºs j erºglíficºs

,como lºs

llama el bando,que muchas veces n o sº n sino el sig

n o del servili smo,o de la degradación humana .

Ofi cialmente la nobleza heráldica,la nºbleza hé

red i ta r i a quedaba suprimida . Era ese un gran pasº

hacia la reforma sºcial,la est i rpa c i ó n de una preo

c u p a c i ó n rid ícula , pero perniciosa .

E n Chile,c o n reducidas esc ep c i º nes, la que se pre

tendía nºbleza era una nobleza apócrifa,que

, po r diner º

,

'

hab ía cºmpradº un tí tulº al gabinete de Ma

d r i d,i que

,a fuerza de c av i l a c i º nes, se l ab ía a co

m º dad º una j enea l º j ía mediº decente , que tal vezno ten i a mas realidad que el h allarse escri ta en unlibro luj osamente encuadernado i de brºches de º r º .

O tros nº tenían t ítulos,sinº un simp le mayorazgo , i

muchºs aun ni siquiera esº .

El troncº de esas altaneras familias había sido

quizá algún pobre polizón venido de España sin m as

riquezas que su sombrero embreado i un chaquet ónde lana , o algún hºnradº cºmerciante que había ganadº su s blasones detrás del mostrador de una tienda , S in embargº , estos colonos ennoblec idos , olvi

dándose de la hum i l dad de su o r i j en ,ostentaban mas

arrºgancia que un Montmorency,i exi j ían mas aca

tam i ent º que un descendiente de l º s cruzados . Era

conveniente apartar del caminº ese est ºrbo a la igual

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CAP ÍTULO V I 1 55

dad de todºs l º s ciudadanos; era út il derribar esasuperiºridad fi cticia que se levantaba sºbre un pe

desta l de arena .

O'

H iggins manifest ó cºmprender el espíritu delsiglo

,cuandº fi rmó el bando de 22 de marzº . Pero

el mismo gobernante que esto había hechº,creó p o r

un decretº de 1 9 de j unio , una nºbleza mili tar , enlugar de la nºbleza h ereditaria i civil que acababa dedestruir .

Fué esa la fecha c º n que ºrdenó la fº rm ac 1 0n dela l ej i ón de m ér i to ,

que debía sustituir a l º s mar

queses,a los duques

,a l o s cºndes del viej o sistema

los b r i gad i eres, l o s coroneles , l º s mayores .

Lºs togados,los li teratos

,los fi l án tr º p º s, l o s sa

bios,tenían

,com º l º s hombres de guerra

,ºpción al

hºnºr de ser inclu idºs en ella, pero según la c a tegº

r ía en que eran clasifi cadºs,así recibían también el

gradº militar cºrrespondiente,i eran trat adºs en con

fºrmidad .

La i n ten c 10n del fundadºr estaba manifi esta, quería calcar la organización de su ºrden sobre la j erar

quia del ej érc it o ; la ºrdenanza debía ser la m agna

c a rta de est a nºbleza de creación moderna .

La l ej i ón se componía: de gra ndes ofi ci a les, quetenían el carácter i l o s hºnores de br i gad i eres j ene

rales c o n una pensión anual de mil peso s, de o ¡i c i a l es,que equival ían a cºrºneles de ej érc i to c º n sueldo dequinientºs pesos ; de su b- o /íei a l es,equ i v a l en tes a sar

j en tº s mayºres c º n el de dosc i entos cincuenta pesºs ;i de l ej i o na r i o s, qu ec º rresp o ndía a tenientes con unaasignación de cientº cincuenta pesos . L º s sueldºs deestos individuºs nº debían sufrir el menor des

cuentº .

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1 5 6 LA DICTADURA DE O ' H IGG IN S

Se señalaban para el mantenimientº de la lej i óntºdºs l º s bienes secuestradºs a los enemigos de la

independencia,que se habían fugado al tiempo que

el ej ército libertador había ocupado el territ ºrio chileno .

L o s miembros de la ºrden gºzaban de fuero especial , i sºlo podían ser j uzgados p o r su s pares . Contraninguno de ellos

,pºdía ej ecutarse la sentencia sºbre

materia criminal de cualquier ºtrº tribunal .La nobleza creada por O '

H iggi ns tenía sobre los

ti tulados de Castilla la ventaj a de hallarse basada

en el mérit º personal,i n o en la herencia de un m é

r i t º aj eno ; pero siempre era una arist ocracia p r i v i l ej i ada

,una desigualdad d i so nan te en una verdadera

república .

El valºr,el talento

,la virtud

,el patriºt ismº tienen

si n duda derecho a la cºnsideración , al respetº , a laveneración de los ciudadano s ; pero de ningún mºdº

tienen derecho a la desi gualdad,al p r i v i l ej i o . E l pre

m i o de l º s hombres em inentes es el acatamientopúblicº

,la est imación j enera l , la gloria ; pero fuera

de esº,deben ser tratados si n distinciones i n j u st i fi

cables i dé l a misma manera que todos l º s demás .

O'

H i ggi ns era consecuente c º n el réj im en pºl íticº

que se prºponía plantar despu és de la victºria defin i t i v a al destruir la nºbleza hereditaria , fund ada enlºs servicios º quizá en la riqueza de los antepasados

,

i al establecer la nobleza mili tar que tenía pºr base

lºs servicios personales prestados a la naciºn . El nºambicionaba ceñir su cabeza c o n una corona de metal

cºmo l o s reyes europeºs , sinº c º n una de laurel cºmol º s dictadores romanos . Los marqueses , l º s duques ,los nºbles de Cast illa

,eran an t igu a l l as que desprecia

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158 L A DICTAD UR A DE O 'H IGGIN S

tes t omaron otro tºnº,adoptaron ºtro lengu aj e mas

atrevido i correspºndiente a su s verdaderas i n tenc i ones . La separac ión ab sº l u ta de España era el obj etoconfesado de la lucha

,el clamor j en era l de t o d o s l o s

patri ºtas . El dis imu lo s e había dej adº entre l º s bagaj es de que Osso r i o se había apºderadº en Rancagua .

La independencia estaba declarada de hecho,perºse necesitaba hacerlº de una manera sºlemne

,i c o n

l a pr ecisa formalidad . El gºbierno pensó que no debía reta rda r l o p º r mas tiempº , i se dispusº a consul

tar la voluntad de l º s habi tantes .

Cºn este obj e tº,la j unta de l egada de Santiago p ro

m u l gó el 1 3 d e nºviembre de 1 8 1 7 un decreto p º r el

cual se ordenaba que,en todos l º s cuarteles de cada

ciudad,i por el t érmino de quince días

,cada i nsp ec

t o r acompañadº de d º s alcaldes de barri º,abriese

d o s rej i str º s, en u n o de los cuales firmarían los ciudadanos que es tuvi eran po r la pronta declaración de laindependencia , en el ºtrº l o s de la opinión c º n

t raria .

Este mºdº de hacer constar la voluntad nacional

fué acremente censuradº por el partido que c º n cautela hacía oposición al gobierno del j en era l O

'

H iggi ns .

L º s descºntentºs pretendían que el ac to no tendría

la sufi c iente sºlemnidad,si n o se c o n v o c ab a un c º n

greso que l º d i scu t i ese i acordase . Mas ni San Mart ínni dºn Bernardº estaban mui dispuestos a autorizar

la reunión de un cuerpo deliberante,que habría coar

tado su s facultades , i embarazado su marcha .

Debe confesarse que n o dej aba de asi st i r l es razón

para º p i nar así en la víspera de l a invasión realista,

que por mºmentos debía precipitarse sºbre el país .

Co n t odº,la pºstergación del cºngreso fué un cargo

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CAP ÍTU LO VI 1 59

mas que sus enemigºs po l í t icºs añadierºn al catálºgode las rec r im i na c i º nes que les d i r i j ían .

El resultadº de la susc ripcion fué comº debía aguardarse

,unánime por la independencia . En c º nsec u en

cia , O'

H iggi ns e5p i d i ó la declaración memorable en

que está cºnsignada la vºluntad del pueblo chilenºpara consti tuirse en nación independiente i gobernarse comº tal . Este dºcumentº fué en real idad fi rmadoen Talca a fines de enero de 1 8 1 8 pero el directºr losupuso fechadº en Concepción el de ese mes 1 añº .

El 1 2 de febrero próxim o,aniversario de l a batalla

de Chacabuco,fué proclamada esta misma i n depen

den c 1 a en toda la repúb l ica,i j urada p º r tºdos sus

habitantes .

Era éste un reto arrogante arrºj adº al j enera l d º n

Marianº Ossº r i o,el vencedor de Rancagua

,que

,a me

d i ad º s de enerº , acababa de desembarcar en el puertode Talcahuano con un ej érc i to de tres mil c u a tro c i en

t o s siete veteranos,entre l º s cuales se contaba el ha

ta l l ó n Burgºs,que había combat idº en Bailén .

Había encºntradº all í al denodado Ordóñez , que ,con mil quinientos i tantºs compañeros

,había soste

n i d º su puestº con toda her o i c i dad .

Inmediatamente después de haberse l º s patriºtasp o sesi º nad o de la capital , en febrerº de 1 8 1 7 ,

envia

ro n c º n una división a d o n Juan Gregorio Las -Heraspara que procurase desbaratar l o s restos realistas queexistían en el sur a l as órdenes del intendente de C º n

cepc i ó n .

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1 60 LA DICTAD URA DE O 'H IGG I N S

Apenas hubº llegadº este j efe a las inmediaciones deaquella ciudad, cuandº el 5 de abril intentó Ordóñezsorprenderle en la hacienda de Curapaligue,perº fuéengañadº en su esperanza

,1 rechazadº con pérdida .

R et i ró se entonces c o n su j ente al puertº de T a l c ahu a

nº,que con anticipación tenía for tifi cadº , resuelt o a

defenderse all í hasta que l º s au si l i º s del v i rrei del

Perú le permit i esen tºmar la ofensiva .

Efectivamente a l º s veinte i seis d ías,le llegó un

refue rzº cºnsiderable . Luego que los restºs del ej érc i

to de Marcó,que escaparon en las naves de Va l pa ra í

sº,habían arribadº al Callaº

,

el v i rrei,sin pérdida

de mºmento,les había ordenadº vºlverse

,en el nú

mero de mil seiscientos,para socºrrer a Ordóñez .

L as—Heras , noticiºsº de este suceso , i t emiendº sera tac ad º c º n tro p as mucho m as numerosas

,l º comunicó

apresuradamente a O '

H i ggins que ya iba de la capital en su ayuda c o n un batallon de infantería i un es

cu ad rón de caballerí a , i nstánd o l e p º r que viese cómº

reu nírsel e cuantº antes .

Con est e aviso,el director apura sus marchas ; hace

avanzar aun un destacamento de su división pero a

pesar de su ardoroso empeñ o,sºlo alcanza a escuchar

a la distancia el cañoneo de la refriega .

E l 5 de mayo , Ordóñez había atacado a Las-Herasen el campamentº del Gavilán

,cerri t o que limita a

Concepción por el nºroeste ; i n o obst ante su su per i oridad numérica

,había sufridº la misma suerte que

en Curapaligue . Comº entºnces,había buscado un r é

fuj io detrás de las murallas de Talcahuano,i se había

encerrado en aquella plaza .

El rigor del inviernº impidió por algunºs meses a

d º n Bernardº estrecharle en aquel a tr i ncheram i ent º .

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1 62 LA DI CTADURA DE O ' H IGGINS

nes,i cºmpusieron con ellas un e j ercitº de seis mil

seis cientos soldadºs .Osso r i o

,que

, p º r el mes de enero , había , como hedichº

,desembarcado en Talcahuanº

,había avanzado

en el mism o tiempo hasta Talca a la cabeza de cincºmil hºmbres .

El 1 9 de marzo , los dos e j ercit os estaban a la vistaen l as cercanías de esta ciudad . La victºria parecíasegura para lºs i nsu r j en tes. Tenían en su favor d o sventaj as inmensas : la unión i el número .

La discºrdia reinaba en el campamento realista .

Osso r i o i Ordóñez eran d º s Caracteres ºpuestos,que

se miraban c o n celos 1 se trataban con descºnfi anza .

Ordóñez no podía perdonar a Ossº r i º que le hubieraarrebatadº el tí tulº de j enera l a que su honroso com

p o r tam i en t o l e había hechº tan acreedor . Los demás

ºficiales se habían divididº en bandos que seguían a l

u n o o al otro . Esta situación n o les pronosticaba cier

tamente el triunfº . Sin embargº,lº obtuvieron ; i en

pocas hºras,el brillante ej ércitº de San Mart ín era

sólº cuerpºs de fu j i t i v o s que huían camino de San

tiagº .

A las ochº de esa noche,los r eali stas se precipita

r º n sºbre el campamento de l o s patriotas situado en

l º s llanºs de Cancha Rayada , i cayeron sºbre ellºs

si n ser sent idos . Los sºrprendieron en el inst ante qu eej ecutaban un mºvimientº para cambiar su línea .

Todo fué desorden . L º s batallones i nsu r j en tes se hi

c i er o n fuegº unºs contra otrºs . A l a cºnfusión,se si

guió el pavor,i t odo pareció perdidº para la causa

de Chile .

Las numerosas i bien discipl inadas tropas que cons

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CAPÍTULO VI 1 63

t i tu ían la esperanza d e la revolución ,fuerºn rotas

,i

en apariencia completamente dispersadas .

O'

H i ggi ns recibió una grave herida en un brazo ,mientras c ºm b a tía entre l º s primerºs

,i prºcuraba

alentar a los suyos .

Al anochecer del día 2 1 , p r i nc 1p 10 a difundirse por

Santiagº la nºt icia de este desast re .

Desde luegº,fué un rumºr vagº , que nadie acerta

há a decir d e dónde había salidº , i que rehusabancreer lºs que se hab ían comprºmetidº por la rev º l u

ción .

En seguida,fué una v o z jenera l , que aterro a

' lo shabitantes . No cabía duda . Había llegadº un ºfi cial

fu j i t i v º que todºs nombraban , i que en d o s días había recºrrido las ºchentas leguas que median entre

la capital i Talca .

Aquel testigo ocular traía la noticia del fatal suce

sº . El lo había visto, i relataba todºs sus p º rm eno

res . .

Habían venido también otrºs; pero mas discretºs iprecavidos

,habían comunicado la desgracia a mui

pocos,i se habían ºcult adº para entregarse a la de

sespera c i ó n en silenciº . Mas tarde , cuando San Mar

t ín entró a Sant iagº, castigó la imprudencia d i sc u l

p ab l e del primero , sep aránd º l e del ej érc i t º .

En pºcos momentºs,un temºr c o n ta j i º so e irre

fl exivo se apºderó de tºdos, de los gobernantes i de

l o s ciudadanºs . Casi t odºs desesperaron de la salvación de la patria . Pensaron en huir, i no en defender

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1 6 4 LA DICTADURA DE O ' H I GG INS

se . La a j i ta cm n n º l es permit i o siquiera tomar datospara calcular la magnitud de la pérdida . Todº erapreparativos de fuga para Mendoza . D ec íase que lºsespañoles—venían a descargar sºbre Santiagº venganzas espantosas . Era precisº cºrrer .

En estas circunst ancias , se presenta un hombreque vuelve el valºr a l º s tímidºs

,el entusiasmº a los

desalentados,la esperanza a todºs: don Manuel R º

d rígu ez (ese era su nombre ) se hace ele j ir, en una j unta de corpºraciºnes

,colega del director delegadº d º n

Luis de la Cruz ; manda volver l º s caudales públicºsque ya se llevaban para allende l º s Andes,levanta enunas cuantas horas el rej im i en to H úsares de l a m u er

te; promete pºr bando a los militares, en recompensa

de sus servicios , cuantiosos premios para después dela victoria i la est i n c i ó n del enemigo

,comº si esas

fuesen cosas pºsibles ; repite con fe i unción au n te

nem o s patr i a , i t ºdos lo creen .

El terror pánicº se cambia en heroísmº . Son muipºcºs los que abandonan sus hogares . El mayor númerº j ura morir por la santa causa de la indepen

den c i a .

Esto sucedía el 23 .

El 24 ,entran San Mart ín i O '

H iggi ns. S º n recibí

dos en triunfo , como si volvieran de la victoria: Co nsu presencia

, ,

se redºbla el en tu si asm º .

El primerº establece su cuartel j enera l a u na legua

de la ciudad , i comienza la reorganización del ejer

ci tº .

El segundº olvida su herida,desprecia la fi ebre que

ella le causa,firma sus decretos c º n una estampilla

de su nombre,porque n o puede valerse de la mano

derecha,1 trabaj a sin descanso .

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1 66 LA D ICTADURA DE O 'H IGGI N S

a u si l i a res a las tinieblas de la nºche ; i sufrieron unode l o s golpes mas rudos que hayan recibidº en América .

La em anc i pacwn de Chile parecía en adelante ase

gu rad a .

Después de un acontecimiento tan próspero,el por

ven ir de O '

H iggins se presentaba brillante i ha l agúeño . Había vencido en Chacabuco

,había promulgado

la declaración de la independencia,se había encon

trado en Maipo . Había alcanzado la gloria,i mereci

d o el recºnºcimientº de sus conciudadanºs .

¿Po r qué fatalidad estaba destinad o a empañartantº lustre c º n una ambición desmedida de mando

absºluto,i con venganzas im p l a c ab les i poco j ene

rosas ?

En l o s dia s subsiguientes a la a c c i o n de Maipº,ocu

rrió en Mendºza una catástrºfe sangri enta,que dis

m inu yó el crédi to que le habían val i dº sus eminentesserviciºs

,que le a c a rreó odiosidades profundas i que

arrºj ó sombras sinies tras sobre el cuadro de su vida .

Voi cºn sentimiento a tra sladarme al ºtro ladº de

l º s Andes para referir ese suceso dºlºrosº . Es cºsatr is te que la historia sea una mezcla de grandes vir

tu des i de grandes crímenes , i que sean mui raros

aquellos de su s héroes que pu eden ser el o j i ad o s sin

restricciones .

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CAPÍTULO S EPTI MO

V i a je de_

do n Jo sé Mi guel Ca rrera a Esta dºs Un i do s,—S u l l egada a aquel

pai s.—R el ac i º nes qu e tra ba c o n v ar i º s o fi c i a l es em i grado s d el ejérci t o

d e Napºl eón I .- D i fi cu l t ades qu e t i ene q u e sºpo r ta r pa ra o rga n i za r u na

esped i c i ó n—S u par t i da d e E sta dºs Un i d o s.

—S u l lega d a a Buen ºsA i res.

—S u s desavenenc i a s c o n Pu ei rr ed ó n . Persecuc i ºnes d el go b i ern oa r j en t i nº co n t ra Ca rrera —Fuga d e d o n J ºsé Mi guel pa ra M o n tevi deº .

En noviembre de 1 8 1 5 ,es decir

,pºcº más o menos

a la ép i ca en que su émulo O '

H iggi ns prestaba enMendoza su activa cººperación a San Martín para

cºmenzar a ºrgan i zar el ej ército libertador,don José

Miguel Carrera se hací a a la vela en el bergantín E s

pedi c i ón de Buenºs Aires para el puerto de Baltimºre .

Había de sesperadº de p r º p o rc i o n a rse en las provincias a rj en t i na s l º s au si l i o s necesarios para la restau

ración de su patria,i corría a sacarlos de l º s Estadºs

Uni dºs,Para realizar este viaj e aventurado , había

puesto en contribución el bºlsillº de sus amigos, há

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1 68 LA DICTAD URA DE O ' H I GG I N S

bía vendido cuanta prenda preciºsa poseía i empeña

d o las alhaj as de su muj er . C º n estas trazas , habíalogrado reunir dºce mil quinientºs pesºs i quinientosnºventa 1 tres marcºs de plata en barra:pequeña su

ma,que un comerciante n º habría consideradº sufi

ciente para una especulación de regular importancia,

pero que él j uzgaba tal para equipar una escuadrilla

capaz de impºner a l º s realistas de Chile .

Para llevar adelante su pensamiento , había pasadopor tºda especie de sacrifi ciºs . Baste decir que dej aba en una tierra estraña

,confi ada a la D ivina Provi

dencia i a la protección de algunºs fi eles partidarios,

la existencia de una esposa j oven i bella a quien ama

ba,i de d º s tiernas niñas que dºrmían todavía en la

cuna .

El 1 7 de enero de 1 8 1 6 ,arribó felizmente al puerto

de Baltimºre . Tenía a la vista la pºderosa Repúblicadel Nºrte

,l a tierra deseada dºnde esperaba hallar los

elementºs precisºs para la salvaci ón de su país natal .Sin embargo

,nº conºcía 5 1qu1e ra el idioma del pue

b l º cuyº amparo venía a implorar, i en tre todos esos

ciudadanºs de la demºcracia americana con los cualesdeb ía c o ngra c i a rse,

solº contaba d o s amigos .… Eran

éstºs el cºmodorº Porter,cuyº afec to se había gana

do en un viaj e que el nºble marinº había hechº a Chile , i Mr . Joel Robert Po inset , aquel a j en te diplomat ico de l º s Estadºs Unidºs que había sido su cºnsej erºi le hab ía acºmpañadº en la campaña d e 1 8 1 3 .

D e la rada de Baltimore,Carrera es cribió al úl ti

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1 70 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N 5

tel l an º ,había aprendido en pocos meses el ingl és i el

frances para cºmuni carse , ya c o n los ciudadanos nor

te - americanos,ya c º n l º s ofi ciales imperiales cuya c º

o peracmn solicitaba , i se espedía en esos idiºmas contanta facilidad , cºmº si l o s hubiera habladº desde la

infancia .

A pesar de una a c o j i da tan l i so nj era ,dºn José Mi

guel encontraba a cada pasº mil trºpiezos . Muchºs

militares se ofrecían a seguirle ; perº hab ía necesidadde procurarse municiones , armas , naves , i el dinerºle faltaba . Por más que l º buscaba

,n o ha llaba ar

m ad o res que se atreviesen a cºrrer el riesgº de una

espedi c i ón cuyas prºbabilidades de buen éxitº eranproblemáticas .

Mr . Poinsett le ayudaba c º n tºdas sus fuerzas 1 to

d a su infl uencia .

Al fi n pudº éste inducir a unos ricºs comerciantes,

mas emprendedores que lºs otrºs,a que entrasen en

el prºyectº . Exi j i an ganancias exorbitantes i venfaj as de j udío ; pero d º n José Miguel estaba dispuestº

a pasar pºr tºdº a trueque de qu e la esped i c i ón se

realizara .

Tenía ya mui avanzadºs lºs preliminares del c on

v en i º , cuandº se presentó a aquellos nego ciantes unaespeculación para Santo-Domingo

, si nº m as lucrat i

va,al menos mas segura , i rompieron l º s aj ustes .

E sta contrariedad , cºmº otras de la misma espe

cie,no le abatieron . Sostenido por su inquebrantable

vºluntad,cºmenzó de nuevo sus pesquisas de uno º

algunos capital istas bastante arroj ados para que le

habili tasen .

Po r últimº,después de un s nnúm ero de sinsabºres

,

se entendió c o n l º s señºres Darcy i D idier , que se

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CAP ÍTULO V I I 1 71

cºmprºmetieron a suministrarlo i a equ ip a r le cincobuques de dis tintos portes

,

Cuandº Carrera tuvº la certidumbre de que iba aconseguir una escuadrilla

,alistó treint a oficiales i n

gl eses i franceses , algunos de méritº dist inguidº , c om

pró una gran cantidad de armas,e hizo todos los

aprestºs que creyó precisºs para levantar un ej érc i t º

en cualquier punto de la costa chilena donde desemb a rc ase .

Cºmo si contara c º n el triu nfo,n o se limi tó a tras

portar en sus naves un cuadrº de m i l i tares i un car

gam en to de fusiles . Pensan dº,no solo en l a destru c

ción,sinº también en la reed i fi c ac i ón , contrató i c º n

du j o al mismo tiempo un cierto númerº de sabiºs, art i stas i artesanos . Una dºcena de tales persºnas, repetia

,vale mas para Chile

,que un ej érc i t º . C o n ofi cia

les,pueden fºrmarse tropas en cualqui era parte,pero

l º s mecánicos nº se forman c º n sar jen to s i nstru ct ºres .

Seria di fícil im a j i narse tºdºs l o s obstáculos que tuv o que superar , todos lºs traba j os que tuvo que tomarse para poner su esped i c i ón en estado de part ir .

N o ºbstante la habili tación de Darcy i Di dier,te

nía todavía p º r su parte que hacer frente a una mul

t i tu d de gastos . Para eso,le faltaban l º s mediºs

absolutamente . N o hallaba cºmo proporcionarse fºndºs . Estaba ya para venirse ; todo estaba cºsteado ipreparadº ; i sin embargº , n o podía mºverse

,porque

n o ten ía dinerº con qué atender a las necesidades del

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1 72 LA D ICTADURA DE O '

H TGC I N S

viaj e . Había consumidº en l o s aprestos hasta el últi

m o re al .En este apuro

,lºgró que le prestasen cuatro mil

pesºs en papel moneda de Baltimºre,baj º cºndi ción

de reem b º lsa rl º s al fin de un año en pesos fu ertes conla ut i lidad d e un ciento por cientº .

Por gravoso que fuera este emprésti to,Carrera l º

recibió como un favºr señalado del c ielº . Sin esta

cantidad,se habría visto forzadº a llevarse anclado

en el puertº . Así por una carta que he tenido ocasiónde consultar ,

dió l a s mas esp resi v as gracias a su

acreedºr,el j efe de la administración de correos de

Baltimore,Mr . Jºhn S ! inner Squi re .

Era éste u n o de lºs norte—americanos m as en tu si as

m ad º s en favor de l a i ndep cnd c nc i a de las co lºniasespañolas

,1 grande apreciador del revºlucionario chi

leno. Se había prestado gustosº a servir de a j en te algºbiernº de nuestro país para mantenerlo en relación

con tºdºs los gºbiernos i nsu rj entes de América , i distr i b u i r entre ellºs su cºrrespºndencia i su s per i ó d icos . Era don José Miguel quien le había apalabrado

c º n este ºbjeto; 1 S ! inner se hab ía ofrecidº a desem

peñar , nº s olº la menciºnada comisión ,sino igual

mente cualquiera otra que se le encomendase .

Pºr las condiciºnes que exi j ía un amigo de la causa i del caudillo como era éste, puede c o l ej i rse cuálesser ían las que impondrían l o s indiferentes

,l os sim

ples especuladores .

L º referidº permitirá conj eturar las dificultadesvencidas p º r Carrera para efectuar la esped i c i ón .

En pºcas circunstancias de su vida,desplegó m a s

act ividad,mas j en i º ,

que en su viaj e a los Estadºs

Unidos . Habiendo llegadº a ese país como un desco

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1 74 L A D ICTADU RA DE O ' H IGG I N S

escuadrilla al gobiernº , i regresase a Estados Unidºsen calidad de a j en te diplomático de Chi l e i BuenosAires .

Carrera replicó que cºmo ciudadanº chilenº nº p odía admitir cargo alguno de un gobierno estran j ero ,

ique , p o r ºtra parte , est imaba pocº decoroso para sí

un empleº holgado i lucrativo,cuando la indepen

dencia de la t ierra de su nacimiento no estaba ase

gu rada . Cºn tºdo,a gregó que suspendería su viaj e a

C hile hasta ver el resultadº de la invasión de SanMartín

,i esperaba , caso de frustrarse ésta , ser ausi

l iado p o r la república del Plata para intentar a suvez la restauración de su país natal .Fué ést e el f m de lá c º n feren c i a . L º s dos i n terl o

cu to res se separaron disgustados ; pero c º n todas l asapariencias de la cordial idad ,

i sin romper tºdavía

unº cºn otrº abiertamente .

Entretanto,llegó la noticia de la victoria obtenida

en Chacabuco . Este sucesº variaba necesariamente

el plan de la esp ed i c i ó n de Carrera, pero no su im

pºrtancia .

D o n José Miguel ofi c i o entºnces al director solicitando que le dej ase ir c º n su cuadrilla a persegu i r elcomercio español en el Pac ífi co

,i a esfº rza rse por

que la bandera de la revolución dominase en el mar,

como ya dºminaba en tierra .

Pu ei rred ó n le contestó de palabra que estaba resuelto a desbaratar la esp ed i c i ó n i a impedir, tantº

la part ida de Carrera , como la de sus cºmp añerº s .Temía que la presencia de este caudill º en Chile fuese la señal de un trastorno en el orden establecidº .

Don José Miguel protestó enérj i c am en te contra ta lviolencia, indicó l º s perj uici ºs que iba a sufrir la

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CAP Í TULO VI I 175

causa de la emancipac i on con el destrozº de una fuerza naval que pºdía ser mui provechosa ; i manifestóel aprietº en qu e semej ante medida le ponía , obligandole a faltar a sus compromisos c º n l o s armado

res i c º n las personas que había traído de la otra es

trem i da d de América , confi adas en su buena fe .

Todas sus representaciones fueron palabras arro j adas a l vientº . Carrera nº tenía comº resistir

,i se

vió precisadº a ceder .

Los pasaj eros de la Cl i fton i de la escuna D avei ,

que en el int ervalo había también llegadº,recibieron

ºrden de desembarcar .El gobierno había prometido pagar el costo de la

manutención en tierra de aquellºs voluntariºs estran

j er º s . Era esº j ustº , pues era él quien estorbaba alj efe de la esped i c i ón cum p l i rl es las promesas que leshab ía hechº .

Carrera se apresuró a hacer l o s honores del recibí

miento a los compañeros que había cºnducido . L º s

aloj ó i alimentó l o mej or que pudº . En pºcº t iempo

gastó mil quinient os pesºs para satisfacer las necesidades mas premiosas de sus huéspedes, cºn lo quepuso fi n a todos sus recursºs .

En cumplimiento de l o comprometido,pid10 enton

ces a l director que ordenase l i b rar l e contra las arcas

nacionales el alcance de aquel desembºlsº . Pu ei rre

d ó n respondió c o n una negativa fºrmal a esta pe

t i c i ó n .

Esto pusº el colmº a la exaspera c 1 0n de Carrera ;perº su mala estrella quería que no tu viese siquiera

ni a quién demandar j ust icia .

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1 76 LA DICTADU RA DE O'H I C GI N S

En el ínterin,fondeó en el puertº el bergantín S a l

va j e. Su capitán i sobrecargo exi j i er o n del capitánDavy de la Cl i fton que se escapase c o n su corbeta

,i

se marchase en unión del S a l vaj e a las cºstas de Chile

,para cumplir el convenio que habían aj ustadº en

Nºrte América .

Davy,que ya se había puesto a disposición del

direct or,rehusó convenir en l º que le propºnían . De

aqu í se o r i j in ó entre ellos una disputa bastante acal o rad a .

El gºbiernº no tardó en tener cºnocimiento de lasp retensi ones del capitán del S a l va j e, i de lo que ocurr ía en la escuadrilla .

Entre l o s oficiales franceses,venía un corºnel La

v av sse . Carrera le había encontradº en Nueva Yor!arruinado i sin tener como vivir . L av aysse le habíamanifestado su cruel situación

,i le había rogado que

le traj ese consigº . Había obtenido sin trabaj o que

su s súplicas fueran a c o j i das, i se había venido en lacºrbeta C l i fton .

Cuando por orden_del director habían baj adº lºs

esped i c i o nar i o s a t ierra , don José Miguel había hos

p ed ado a este individuº en la propia casa de su her

mana doña Javiera,donde había sido tratado con

t oda especie de consideraciones.

Mas aquel hºmbre ingrato i desleal,viendo que el

prºyecto de su bienhechor podía darse p o r frustrado ,entró en negociaciones con Pu ei rred ó n

,se aseguró un

grado en el ej ército,i del a tó la cont i enda de l º s c á

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178 LA DICTADURA D E O 'H IGGINS

t i n dij o,entre otras cosas

,que él era el primero en

reconºcer l º s servicios que Carrera había prestado a

la causa de la independencia en su país,i agregó a

cºntinuación que n o divisaba ningún incºnvenienteen que regresase allá c o n sus hermanos

,pues tenían

acºrdado c o n O'

H iggi ns ahorcar sin mas plazo quemedia hora al que chi stase la menor palabra contrael gobierno .

—S iendo esº as í , j enera l , l e cºntestó elpresº

,ningún hombre raciºnal se esp º nd rá a semej an

te arbi trariedad sin cºntar c º n l o s mediºs de resis

t irla .

Después de esta visi ta ,Pu ei rred ó n envió a dºña

Javiera tres pasapºrtes para que sus hermanos par

t i esen a lºs Estados Unidos . Juntº c º n la remesa de

l º s salvoconductos , les hizo asegurar que entre tanto

d º n L uis podía presentarse en público libre de t emor,

i que la prisión de l º s ºtrºs dos nº había sido masque una pura medida de pºlí tica .

La familia,crey endº descubrir en este dulce reca

do una red para encarce lar a d o n Luis,que se había

escapadº hasta entonces de las garras de su s enemigos,

o b ró en confºrmidad de tal concepto . Dºn Luis tuvºbuen cu idadº de nº sal ir de su escºndi te

,i l o s ºtrºs

d o s se pusieron a pensar seriamente en l º s medios de

fugarse . Ve ían demasiado que era locura aguardarj usticia del gobierno . Sºlo c º n el silencio respondíael director a tºdas sus solici tudes .

Nº sé c º n qué pretesto logró d o n Jºsé Miguel que sele trasladara nuevamente al buque de guerra dondeprimerº le habían cºlocado

,1 desde all í

,burlandº la

v i j i l anc i a de sus guardianes , se salió en un bºte quetenía preparado de antemanº .

Su fuga fué conocida al instante .

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CAP ÍTU LO VI I 179

Inmediatamente corr i o en su alcance una lanchacon veinte sºldados ; pero a despechº de sus esfuerzos ,el prisiºnero les ganó la delantera

,i pudº refu j i arse

en Montevideo,que se hallaba entºnces en pºder de

lºs portugueses .

D º n Juan Jºsé,menºs feliz que su hermano

,n o em

c º n tró una ocasión prºpicia para imitarle en su fuga,

i permaneció tºdavía encarceladº .

Al cabº de variºs días,cuando se hubº amortigua

d o algún tantº la Irr i tación de sus adversarios,se

fi n j i ó enfermº , i ob tuvo de esta manera que se lepermiti era ir a medicinarse en su casa .

Esta circunstancia le permit ió pºnerse otra vez encºntactº cºn su hermanº Luis

,que si empre perma

nec ía es cºndidº en Buenos A ires , i con aquellºs amigºs de su familia que

,en la desgracia cºmún

,hab ían

dado pruebas del s incero afectº quea ella l º s unía .

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1 82 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N S

La vuel ta a la patria les estaba prºhibida , como sil º s españºles d º m i naran en ella . La proscripción había reemplazadº a su antiguo poderíº

,la miseria a

su esplendºr . La calidad de amigo suyº era de este ide aquel ladº de l º s Andes

,un mºtivo de desgracia

,

cºmo,en ºtra épºca

,l o había sidº de prosperidad .

Veían felices,fuertes

,poderosºs

,a su s aborrecidos

cºntrarios,que les habían sucedido en ese mando

,en

esºs honºres,en esa infl uencia , pºseídos poco antes

por ellos sºlºs .

A l º s viej os agravi ºs , se habían agregado ºtrosnuevos . C º n esto

,se había redoblado el encono de

l o s Carreras contra San Martín,contra O '

H iggins,

contra el círculº de estos j enera les, contra todºs esºs

qu e en,Chi l e les habían disputado el poder

,que en

Mendoza l o s habían en cadenadº como dísc o l o s in

c º rrej i b les, que después de la victor i a de Cha c ab uC º les negaban la entrad a al pais de su nacimient o

,

de su s afecciºnes , de su prosperidad , cºmo si fueranbandidºs intratables .

Sus ánimos alt ivos se revelaban contra una persecución tan rigorosa

,i a su j uicio

,tan inmerecida .

La esperanza de vengarse,de abatir a sus rivales

,

de recuperar esa dºminación que habían perdido,era

su único cºnsuelº,el únicº lenitivo de sus males ; el

mediº de cºnseguirlº,era su pensamientº dominante .

La mayor parte de l º s c a rrer in o s que residían enBuenºs A ires , se reun ían c º n dºn Juan Jºsé i d o nLuis en casa de dºña Javiera . Esta tertulia era , pue

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CAPIT U L O V I I I 1 8 3

de decirse , el club cen tral del partidº . En ella, seleían las cartas que escrib ían l º s amigºs de Chile ide Mendoza, se cºmentaban los sucesos en vista del º s i n tereses i pasiones de los concurren tes ; se murm u rab a contra San Mart ín

,O

'

H i ggi ns i Pu ei rred ó n ;se avanzaba pºr la im a j ina c i ó n la marcha de losacontecimientºs

,i se trazaban planes de conducta

para el pºrvenir .

Se sabe cuán prºpens os so n los bandos pºlít icºs a

forj arse i deas ha l agúeñas, sºbre tºdo cuando estáncaídos . El deseo de levantarse les quita toda prudencia , i no les permite j uzgar l º s hechºs cºmº so n en si .Se abstraen de la realidad

,para vivir solº en un

mundo de ilusi ones.

Fué l o quesuced i o a l o s tertu l i o s de doña Javiera .

Sus corresponsales de aqu ende la cºrdillera , v íc t i

mas del encono implacable que dºn Bernardº abri

gaba contra l o s c arrer i n º s, sintiendº un ardiente deseo de un cambiº en el gobierno

,l º cre ían una cosa

posible ; i dominadºs de su ilusión , miraban tºdas las

ºcurrencias sºlo p o r el ladº que era favorable para

ellºs . As í,hablaban en sus cartas de la im p º p u l a r i

dad que atraían sºbre la nueva administración la infl exibilidad de la pol ít ica adºptada p º r ella , l o s sec u estro s i contribuciones

,el absºlu tº domin i º que

ej ercía San Mart ín,las pretensiºnes demasiado alta

neras de algunos j efes au si l i ares; pero se dej aban enel tintero el p rest i j i o inmenso que le habían dadº el

espléndidº triunfº de Chacabuco,la restauración de

la patria,la espu l si ó n casi comple ta de l º s realistas

i se olv idaban,al hacer su s raciocínios , del p o der º

so apoyo que le prestaban las bayonetas de un bri

l l an te ej ército .

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1 8 4 LA D ICTADURA D E O 'H IGGI NS

En vez de referir l º s corresponsales lo que la pasión les impedía ver, una de sus cartas promet íaveint iún mil pesºs para tramar una con spiración ;otra anunciaba que tal potentado

,poco antes enem i

gº de los Carreras , se hall aba d i spu est ísim º en su fa

vor,i había quebrado enteramente con O

'

H i ggi ns;

ºtra,que tal ºfi cial superior est aba disgustado con el

gobierno . El u n o ºfrecía su brazo ; el otrº , su caudal ;aquel echaba en rostrº a sus antiguos caudillºs lainercia vergonzºsa que los mantenía en una tierra

estraña manº sobre manº ; éste les suplicaba que salvasen a su s partidarios i a Chile .

Casi tºdos los proscri t os de Buenºs Aires dabanasenso a est as noticias l i so n j eras , por la misma cau

sa que inducía a su s correspºnsales a trasm i t i r lás

cºmº ciertas . Estaban impac ientes p º r salir de suabatimientº

,i est º l º s forzaba a tºmar por rea l i d a

des'

l º que no era sino sueñºs .

D º n Juan Jºsé i dºn Luis habian intervenidº en

muchas c º n j u ra c i º n es para que ignorasen que , antesde ponerse a la ºbra , tºdº es ºfertas , t ºdo se allana

,

tºdº se proporciona, perº que cuandº se llega a lae j ecución

,muchos de eso s elementºs so n palabras

,

nada mas que palabras .

Cºn to d º ,a pesar de su esperiencia

,n º supierºn

estimar semej antes datºs en lo que val ían,i se aca

l o raro n c o n l º s dichºs apasionadºs de su s amigos .

El apresuramiento pºr re60nqu i sta r la elevada p osición que habían perdidº , l es quitaba la calma para

apreciar la verdad de los hechos . El arroj º,que so

braba a su carácter,les presentaba como posibles las

empresas mas temerarias .

N º fal taron , entre su s mismos adic tos,hombres

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18 6 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N 3

país . Era segu rº que les ayudaría c º n su nombre i su

co ºperación . No l o sabían posit ivamente,ni se habían

c o municadº c o n Rºdrígu ez ; pero l º supºnían .

La fragata enera l S co tt n o había l legado aun deEstadºs Unidºs ; pero no debía tardar . Dºn Jºsé Miguel pºdía embarcarse en ella en el m mentº o p º r

tuno para ir a sostenerlos p º r mar . ¿1 si la fragatan º venía ? ¿ I si al t iempº de su arribº , el gobiernºa rj en t i n o se apoderaba de ella , como lo había hech ºc º n l º s otros buques ? N º tºmaban en cuenta paranada l a s eventualidades adversas cºmo l a s que he ind i c ad o ; i p º r cºnsiguiente , todo l o veían amedida desu s deseos .

Estºs d o s ej emplos que he en tresa c a d º entre ºtros ,mostrarán de qué naturaleza eran los arbitrios q u e,

en aquel club se prºpusieron i discut ierºn . Todºsellºs eran el prºductº de un despechº impaciente ,que n º podía contenerse

, quenº sab ía aguardar . L º s

mediºs debían ser tan disparatados comº el pensamiento d e derribar el gºbiernº de O '

H iggi ns al si

guiente día,puede decirse

,de un triunfo c om o

el deChacabucº

,que hab ía libertado al país de una domi

nación odiosa,i que había cubiert o de glºria a l º s

vencedºres .

S in embargo,todº me inclina a creer que lº que

dej o narrado fué sºlº conversación , i que nada quedó defini tivamente acºrdadº

,a no ser la resolución

de conspirar para derrocar a sus adversariºs , i la nec esi dad de in troducirse en Chile de una manera furt i

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C APIT U L O V I I I 7

va a fi n de dispºner l º s elemen tos de la empresa en

el lugar mismo que había de ser teatrº de ella .

Se decidió,pues

,ese v iaj e cuvo términº había de

ser tan fatal para l o s d o s actores principales .

Con el ºbj etº de no despertar sospechas,se convi

no en que los complotados se d i r i j i esen a Ch i le su c esi

vamente i en grupºs separadºs,i se señaló

pºr p untode reunión la hacienda de San Miguel

,perteneciente

a don Ignaciº de la Carrera .

Partieron l º s primerºs d º n Manuel Jºrdán ; dºnJuan de Dios Mart ínez, don Manuel Lastra , hij º dedoña Javiera,José Conde , fi el asistente de d º n J º séMiguel

,que le había acompañadº desde España ; i d º s

o tres ºfi ciales norte—americanos,también c º m p rom e

tidos en el prºyecto .

Todºs ellºs lograrºn atraves ar la cordillera si n a c

c i den te nºtable,i penetrar feli zmente en el territoriº

chilenº.

El 1 0 de julio de 1 8 1 7 ,a l rayar el a lba salió d º n

Luis de Buenºs Aires para el_ú l t im o via j e que hab ía de

emprender en su vida . Para nº ser reconºcidº , se había atado la cara c º n un pañuelº , i había tºmadº eltraj e de peón

,i el nºmbre de Leandro Barra . Venía

acompañando a dºn Juan Felipe Cárdenas,j oven mi

l i tar retiradº del ejérc i tº chileno, a quien aparentabaservir en calidad de mºzº .

Cárdenas fi n j ía ser un comerciante que pasaba a este lado de l o s Andes pºr mºtivºs mercantiles ; i deeste mºdo

,se había provistº sin difi cul tad en Bue

nos Ai res del correspondiente pasapºrte .

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1 8 8 LA D ICTA D URA DE O ' H IGG INS

Los dos viaj eros se apartaron del camino real,i

s i guieron sendas estra v i ad as al trav és de lºs campos .

Comían 1 d01m ían en l º s ranchos del tránsit o,cui

dando de n o detenerse sinº el t iempº absºlutamentepreci sº . Con estas precauciones , llegaron salvos , i sin

ningún cºntratiempº,a la ciudad de Córdoba .

Don Luis se fi n j i ó enfermº , i permaneció en camamientras estuvierºn en aquel puntº . Cárdenas

,en su

papel de amo,hizo rev i sar el pasapºrte

,i a jenc i ó las

d i l i j enc i as de la pºlicía .

Hasta all í tºdo iba bien .

E 1 20 de j uliº,dej aron a Córdoba

,i continuarºn

su ruta . Llevaban la mas cºmpleta seguridad de quenada había revelado su verdadera cond i c i on a lasautoridades de la población de donde se alej aban .

H acía d º s días que marchaban sin que les hubiera

sucedido cosa notable,cuando p º r desgracia se l es

j untó el cºrreº que conducía la c º rre5p o nden c i a para

la R ioj a .

La vista de aquella va li j a l es inspiró la maldita

idea de que tal vez p º r su medio pºdrían averiguar

si su fuga habría sidº descu bierta en Buenos A ires .

Casº de haber acontecidº así,debía ir entre la corres

p o ndenc 1a ºficial encerrada en aquella maleta una

requisitoria contra ellos .

En el actº se apºderó de ambos , i en especial de

d º n Luis,un vivº deseo de disipar sus dudas . Para

sat isfacerlas,tratarºn de ganarse la confi anza del p o s

t i l l ó n,i c om enza r º n a ha l aga r l e . Cuando se hubo es

tab l ec i d o entre l o s tres esa cordialidad amistosa,pro

pia de caminantes que siguen el mismo rumbo,Cár

denas,mirandº la vali j a

,dij o que , dentrº de . ella

,

debían ir unos dºcumentos que mucho le interesaban

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190 LA DICTADURA DE O 'H IGG I N S

El p º st i l l ó n n o reparó absºlutamente en la rºtura

de sú m a l eta .

Llegó ese día a la posta del Corral del N egro , siempre en compañía de los dºs viaj eros , entregó la valij a

,i se volvió atrás en la misma ignºrancia .

El nuevº p o st i l l ón nº observ ó tampoco la falta de

la correspondencia , i c o n t i nu ó con Carrera i Cárde

nas hasta l a pºsta inmediata, en dºnde se separaron ,

l o s'

u n º s para San Juan ,i el ºtro para la Rioj a

,si n

que nadie hubiera recelado la su stra c c 10n .

En San Juan,Carrera i Cárdenas se detuvierºn

cuatro o cincº días . Mientras el segundº practicabalas d i l i j en c i as de estilo , el primerº , cºmo en Córdoba ,se fi n j i ó enfermo , i permaneció ºculto en la cama .

D esde este punto , don Luis se encaminó solo paraMendºza . Qu edó se todav ía Cárdenas , porque ten i aque arreglar algunos negocios ; pero se comprºmetiópara alcanzarle en br eve tiempo

,a fin de emprender

j untos el pasº de l o s Andes .

El 3 de agºsto , a las siete de la nºche , arribó dºnLuis a Mendoza . Un mozº que le acºmpañaba le lle

v ó a aloj arse a casa de un vecino ºscuro , el cual nºsé por qué motivo m a l i c i ó el disfraz de su huésped .

Por el t ºno c o n que se le trataba,conoció el viaj ero

que,si nº estaba descubierto

,era al menºs sospecho

sº,i pensó al puntº cómº ponerse a salvo

,saliendo a

busc ar otra casa mas segura a donde mudarse .

Cºmº era de nºche , nº le fué fácil encontrarla , ituvo a l as d iez que regresar a su primer alºj amientoresueltº si a tomar al otro día sus precauciones .

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CAP ÍTULO V I I I 1 9 1'

Halló la puerta cerrada,i a pesar de sus súplicas,no consigu ió que se la abriesen . Reclamó entonces suequipaj e, pero también le fué negadº . Esta cºnductaaumentó l º s temores de don Luis.

E chó se a andar p o r la ciudad si n rumbº fi j º , i sinsaber qué determinación tºmar . Estaba proscrito . Elintendente de aquella provincia era don Tºribiº L nzurriaga

,el azote de los c a rrer i n º s . Este funcionariº

era tan temidº,cºmº detestado

,pºr todº el partido .

Era el carcelerº,el verdugo

,el brazo de hierro qu e

San Martín empleaba en sus persecuciºnes . El p r º c eder de su huésped ha c ía

'

tem er a d o n Luis que su l l egada hubiera sidº denunciada a ese implacable enemigo . Tal vez en aquel mºmentº

,sus esbirros corr ían

a prenderle . ¿Cómº no azorarse ?

En medio de su inquietud e incertidumbre,Carrera

se encontró casualmente c o n un antiguº cam arada .

Le miró comº un sºcºrrº enviadº del cielo,i se Cre

Vó salvadº .

Era éste d º n Jºsé Ignacio F erm o nd o i,ex- capitán

de artil lería, q u e había sido su subalternº , cuandº , en

t iempos m as felices,mandaba ese cuerpo en Chile .

Apenas el proscri to hubo reconocido a su compañer º de armas , le descubrió quien era , le manifestósu apurada si tuación

,le pidi ó que le au si l i ase . Fer

mondoi le ofreció p r o tej er l e comº pudiera , i le con

du j o a un fundo inmediato a la ciudad ,en el cual

vivi a .

D o n Luis respiró i se est imó seguro baj º el ampa

r º de la amistad . Esperaba p º r moment os e_

Cárde

nas,i tenía resuelt º

,tan luego como éste llegase

,

abandonar para siempre aquel país,que para él i su

familia habia sidº la tierra del infºrtunio . Al ºtro lado

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1 92 LA D I CTADU R A'

D E 0'H IGG IN S

de l o s Andes , le aguardaba lo descºnocidº , quien sabequé

,la lucha , tal vez el triunfo ; tal vez la muerte .

Pero pºcº se deten ía en las ideas l úgubres . Iba a tentar la fortuna , i con fi aba en la bondad de su estrella . La magnitud de la j ugada n o le hac ía palidecerSu audacia le presentaba como infalible el logro desu s deseos .

Entre tanto,su ocultador F erm o nd o i era presa del

miedo mas acerbo . Acababa de saber que el equipaj ede don Luis había s i dº entregado a Luzurriaga. La pre

sencia de su amigº en la ciudad no era ya un secretº

para el intendente , que , en aquella hora ,debía est ar

haciéndºle buscar con todº empeñº . Si era descub iert o

en su casa, ¿qué l e sucederí a a él mismº ?

En aquella época , l o s od iºs pºlít icos e ran inhuma

n o s,en c a rn i zad º s . N o conoc ían la piedad

,ni la tole

raban en l o s in diferentes .

F erm o nd º i temblaba delante de los grandes per ju icios que le amenazaban si el p ro sc r i p to era so rp ren

dido en su casa . Esta zozobra le puso tris t e,i

meditabundo .

Don Luis ºbservó su aire sºmbríº,i comenzó a

recelar una traición . ¿Tendría aquel hombre ánimode venderle? L o s i ndividuºs que están fuera de la lei

so n mui su sp i ca c es i propensºs a sospechar una perfidia en cuantos se les acercan

,una red en cuanto les

rodea .

Impaciente el j oven p º r salir de su s atormentadoras dudas

,interrogó a F erm o nd º i sobre aquel sobre

sa l t º que n º pºdía disimular,i se tras lucía en su

semblante .

F erm o nd º i le participó en c o n testa c ¡ o n c o n fran

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1 94 LA D ICTADURA DE O 'H IGGI NS

pliego a esta última ciudad , ºrdenando se ap rehend i ese a Cárdenas para continuar i formalizar la sumaría .

Antes de recibir este mandato,dºn Juan Felipe

había sido aseguradº .

Apenas Carrera i Cárdenas se hab ían separadº delp º st i l l ó n ,

el maestro de pºsta había reparadº la su stracción de la cºrrespondencia . Una falta t an est raña hab ía alarmado a las autºridades locales . Se ha

b ían hecho investigaciºnes, i t odºs los indicio s habíandesignadº a los dos chilenos .

Desgraciadamente para ellºs,hab ían dej adº hue

llas por las cuales podía conj eturarse l a dirección quellevaban . En el acto , se hab ían despachado requisi

t o r i as; i en su virtud , Cárdenas habia sidº ap rehend i

d o en S an Juan el 3 de agostº .

Don Juan Felipe princip i ó p º r negar porfiadamente cuantºs cargºs se le hacían . Se le tomaron d o sdeclaraciºnes ; en ambas se mantuvo fi rme . Enton

ces,para vencer su º b st i na01 0n ,

el que le interrogaba l e hizo saber que d º n Luis había sidº desc ub i erto ,

que había revelado su d isfraz,i dado a cono

cer la complicidad de Cárdenas en su fuga . A esta

nºt icia,el reº perdió la serenidad

,i confesó tºdo l o

que sabía,la rºtura de la valij a

,la cºnspiración p r º

yec tad a contra el gobierno de Chile , la escapada deBuenºs A ires que a la fecha debía haber practicadodon Juan Jos é a imi tación de su hermano .

Esta revelación dió a Luzurriaga el hil o del complot . Sin pérdida de tiempo

,ordenó a D u pu i , gober

n ad º r de San Luis , que asegurase la persona de don

Juan Jºsé,cu ando pasase por su j urisdicción, i ofi ció

a San Mart ín,comunicándole lº que ac º n tec ía .

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CAP Í TU LO VI I I 195

Efectivamente , c o n corta diferencia,el anunciº de

Cárd enas se había verificadº .

D o n Juan José Carrera sal i o con el día de BuenosA ires el 8 de agostº . Para nº hacerse sºspechoso

,se

vali ó de un a rdid semej ante al de su hermano . Camb i ó su nombre por el de Narciso Méndez

,i se fi n j i ó

mozo de un impresºr chi l en o l l am ad º Cosme Alvarez,

que ven ía representando el papel de comerciante demulas .

Duran te las primeras j ornadas,se estrav i aro n de

prºpósito por lºs campos,perº viendº que el rodeo

los retardaba demasiado,volvieron a tomar el cami

n º real , i c o n t inu a r o n p o r l a ruta cºmun .

El viaj e de d º n Juan José iba a ser mas aza roso,

que el de su herm ano don Luis . Una aventura terrible deb ía p ro n º st i c a r l e el tr i ste

dest in º que le aguarda a l fi n de la j ornada .

En la posta del arrºyo de San José,dierºn un mu

chacho p º r p o st i l l ón a - nuestros dºs caminantes .

El cielº estaba serenº,la atmósfera pura i calmada .

Carrera venia sumamente fatigadº i muertº de

hambre . La escasez de recursºs p º r aquella pampacasi desierta

,i las zozobras de la fuga

,le habían he

cho pasarse dos días sin comer . Sent ía necesidad depronto refr i j er i º i de prºnto repºsº .

Estas imperiosas exi j enc i as de la naturaleza le hic i er o n suplicar a Alvarez, que se adelantase a la caña da de Luca , la posta mas vecina, para qu e le tu

viera preparado alºj amientº i cºmida . Pº r este moti

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1 96 L A D ICTADURA DE O ' H IGGINS

v o,quedó sºlº c º n el muchacho que le servía de

p o st i l l ón .

El cielo,pocº antes l im p i º i azul , se comenzó de

repente a cargar de negros nubarrones . Los viaj erºs,

olfateando unas de esas im pr º v i sas t empestades , frecuentes en es os climas

,apresuraron el pasº,pero, p º r

muchº que agu i j o n a r º n sus caballºs , la tempestadanduvº mas l i j era ,

que ellºs .

El agua principió a caer a torrentes ; el granizoazotaba su s cu erpos entumecidos, la ºscuridad de lanoche

,que p o r instantes se ha c i a mas densa , les im

pedía dist inguir los obj etºs a una vara de distancia.

Por el prºntº,resist i eron la furia desencadenada

de l º s elementºs ; pero al fin sucumbieron . Habían per

didº el camino . Nº sabían dónde estaban,ni adónde

d i r i j i rse . N º tuvierºn mas arbitrio que detenerse enmedio del campo

,i a cielº rasº

,en c º m endánd º se a

la protección de D ios .

La tempestad duró trece horas si n calmarse.

Cuandº aclaró , don Juan Jºsé quisº levantarse ,pero n o pudo ; el hielo había trabadº sus miembros .

El calºr de l º s rayos del sº l,que por fortuna suya

apareció sobre el hºrizonte , rean im ánd o l e algún tan

to,le permitió moverse . Entºnces lºgró ponerse de

pié,i mirar a su alrededºr . Los caballºs se habían es

capado . A pºca distancia, estaba el p o st i l l ón tendidºsºbre el suelo . A c erc ó se a tºcarle

,i le encºntró muer

to . ¿¿La contestura de este desgraciado, mas débil quela de su hercúleo compañero , nº había tenido fuerzaspara sºstener el ímpetu de la borrasca .

Don Juan José sent ía su cuerpº tºdo quebrantado .

Sin embargº,le era forzºsº andar para buscar sºcorro

.

As í lº hizo c º n una fatiga indecible, hasta que llegó

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1 98 LA DICTADURA DE O 'H IGGI NS

Cºsme A lvarez intentó res ist ir perº dºn Juan Joséconsiderando inútil cualquier derramamientº de san

gre,le mandó que se entregara

,i señaló él mismo al

ºfi cial del destacamentº un par de pistºlas que , pºrnº haberlas vistº

,se habían dej adº a l º s presºs .

Habiendº sido trasp o r tad º s a S an Luis , t omarondesde luego declaración a Cºsme Alvarez . Este ani

moso j oven rehusó revelar la menºr cosa . Para so l

tarle la lengua,l e apli carºn cien azotes . El tormento

le hizo confesar a medias la verdad . Refi rió los pasºsque había dado para prºcurarse el pasapºrte,descri

b i ó el itinerariº que hab ían seguido, contó algunas

incidencias poco comprometedoras del viaj e ; i se

mantuvo pert inaz en que nada mas sabía .

Don Juan Jºsé dió p o r obj eto a su fuga la fi rmeresoluc i on de buscar en l o s bºsques de Chile

,entre

l º s campesinos , un refuj io contra la encarnizada per

secu c i ón de sus enemigos , un asilo donde vºlver ah allar las dulzuras de la vida privada

,el ret iro

,el

ºlvido .

Dºn Juan José Carrera nº confesaba la verdad.

El deseo de abstraerse de l o s negocios públicos n o

hab ía sido ciertamente l º que le conducía a su_p a tri a .

Perº isi , al emprender su viaj e, no había tenido esepensamientº

,lo tuvo seguramente cuando se encon

tró encerrado dentro de un calabozo,abatido p o r la

tenaz enemistad de la fortuna,viendo desvanecidas

las ilusiºnes que le habían acariciado,sufriendo do

l º res punzantes de cuerpº i de alma . Entºnces l o s

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CAPIT U LO VI I I 1 99

proyectos de la am b i c 1 0n le llegarºn a ser odiosºs .

En aquel mºmentº,l o habría dadº todº

,lº habría

prometido tºdo,pºrque le hubieran concedido el so

si egº de la oscuridad .

D espués de tantas a j i ta c i o nes, de tantos desengaño s crueles

,de tantº cálculº erradº

,de tanta espe

ranza frustrada,el repºso del hºgar dºmést ico

,la se

p ara c i ó n mas cºmpleta de la pºl ít ica , habría sido sum ayor feli cidad .

Exaltado por la fi ebre,nº pudo resºlverse a aguar

dar,i se puso a trabaj ar al punt o para obtener una

cºsa que , en aquel instante , era para él un bien su

premo . Trató de hacer cºnocer su voluntad a su esposa doña Ana María C º tap º s, residente en Santiago ,para que

,moviendº tºda especie de resºrtes em

p l eand º cuantos empeñºs fuesen posibles , le consiguiere l o que tanto anhelaba .

Estaba encadenado,i n o tenía recadº de escribir .

La agudeza de inj enio que da a los presºs la concen

t ración de su s facultades en una sola idea, le enseñóa suplirlo . Se proporcionó como pudº una tira de p ápel mugriento

,molió carbón que rem o j ó en u na cas

cara de nuez,i ta j ó c º n unas ti j eras una pluma de

gallina . Con estºs utensilios,escribió a su muj er una

tierna carta,que descubre la sinceridad de su p é

t i c i ón .

<<U n hombre o pr im i do i desesperadº , le dice en ella ,es capaz de hacer d i a bl u ra s

,que en ºtra situación ni

aun pensaría . Déj enme volver a mi país tan librecomº sal í de él,déj enme quieto en el campo, 1 esténsegurºs que ni sentirán que tal hombre exis te en Chi

le . Si faltº a esto , yo mismº pronuncio desde ahora

mi sentencia : que me fusilen . Perº si so i siempre per

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200 LA D ICTADURA DE O ' H I GG I N S

seguido,es natural i fºrzºsº que busque de tºdos m o

dos mi descansº i seguridad».

¡Pobre d º n Juan José ! Esta súplica i esta prºmesa

n o llegaron a sus adversarios p o r bºca de su espºsa ,sino mas directamente todavía , La carta fué inter

c ep tada ,fué le ída

,i sin embargo

,el ruegº nº fué es

cuchado .

El gobierno de Chile , el mas i n teresad o i el únicº

ofendido en el negºcio de los Carreras,puestº que la

cºnspiración se estaba tramando contra él sºlº, c º

m i si o n ó al intendente de Mendºza para que adelan

tase el sumario a l o s dos j óvenes,1 les fº rm a l i zase un

prºceso . Estimaba peligrºso el trasladarlos a este ladº

de l º s Andes,aun cuando fueran aloj ados en un se

gu r º calabozo, i prefería l º s incºnvenientes que aca

rréar ía el alej amiento de los d º s reºs principales a

los continuºs azares que le º c asi º n ar ía la presencia deindividuºs tan rem º v ed o res como aquéllos .

En c º nsecu enc i a ,'

d o n Juan José fué trasp º r tad o aMendºza

,i colocado

,aunque c º n entera separación

,

en la misma cárcel,que su hermanº .

Las razºnes de pol ítica que aconsej aban esas precauciones cºntra l o s Carreras

,n º m ed i ab an respecto

de Cárdenas . Antes por el cºntrariº,a San Martín i

O'

H iggins les cºnvenía procurar indagar por si m i sm o s de este cómplic e el alcance i ramificaciºnes delcomplºt . As í, el primero ordenó a su a j ente Luzurriaga que

,sin tardanza

,remitiera a Cárdenas para

Santiagº .

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202 LA DICTADURA D E 0'H IGGI NS

parientes . Pedía para ellºs ; no la l ibertad absºlut a ,sinº el destierrº . N ingunº de l º s d º s hermanos v o lvería a pisar el terr i tºrio chileno

,º el de las provin

cias a rj en t in as, cualquiera que fuese el gobiernº que

r i j i ese esºs estadºs , sin permiso previo i t erminante .

En garant ía del cumplimiento de esta promesa , ofre

cía Araºz la fianza de muchos distinguidºs c i u dada

nos que fi rmaban con él aquella peticiónLa prºpuesta fué desechada .

¿Por qué el gºbierno nº se mostró j ener º so ?

¿Pº r qué O'

H i ggi ns nº acabó de ven cer a su s rivales a fuerza de m agn an im i d ad ? ¿N º le bast aba parala tranquilidad de la república el al ej amientº de sus

ému l º s? ¿Para qué _quería la sangre de esºs i nfo rtu

nadºs ?Entretantº , d º n Juan José i d º n Luis eran custo

d i ad o s en Mendºza con la mayºr r i j i dez .

Aunque ya hubiesen pres tado su s con fesiones estaban suj etos a la mas absoluta incºmunicación

,i apri

si º n ad º s con m orti ficantes grillos . Luzurriaga les hácía soportar incomodidades i vej aciºnes inú tiles .Dºña Javiera

,su fiel i cariñºsa hermana

,que nº

los había olvidadº un solº inst ante,sabedora de su s

padecimientºs,había reclamadº con ener j ía contra

tanta severidad ante el director de Buenos A ires .Había ºbtenido prºvidencias favºrables ; pero éstashabían quedadº escritas al pié de su s rep resen ta c i º

nes,i en Mendoza fueron tan desatendidas

,cºmº si

nunca se hubieran dictado .

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CAP Í TULO V I I I

La humedad del calabºzo,el peso de las cadenas ,

la molest ia de la reclusión,la tris teza del infºrtuniº

,

l a sºledad de la incomunicación,habían debili tadº

l º s cuerpºs rºbustos de aquellos j óvenes vigorosos,i

l º s d º s j em ían baj o el martirio de agudos dºlores .La incertidumbre de su suerte les era i nsº p º rta

ble . El recuerdo de su familia sin recursos i en laorfandad acababa de abatirlos . Don Juan José sobre tºdo ansiaba volver a ver a su esposa

,1 tenía sin

embargo,comº un vago presentimiento de que nº

tom aría a encºntrarla sino en el cielo . Este temºr leponía fuera de si

,le desesperaba .

Ese hºmbre cuya existencia hab ía sidº tan aj itada

,que había gastadº la flor de sus años en lºs de

v aneo s j uveniles,en l a s cºnspiraciones

,en lºs cam

p am en t º s,sent ía necesidad insaciable de quietud

,de

goces domést icºs .

Había recibidº un bucle de cabello de su queridaAna

,que guardaba cºmº una prenda sagrada

,como

una memºria de días mas felices que temía nº v º l

viesen a lu cir para él .Conversaba c º n su muj er en largas i apasiºnadas

cartas,donde se revelaba el fuegº del amante mas

bien que el afecto del marido . Escrib ía también a sucompañero de desgracias el desdichado d o n Luis, 1 asu i nconsolable hermana d o ñ-a Javiera .

S e val ía de mil arbitriºs,de las mas i n j en i º sa s

combinaciºnes para hacer llegar estas cartas furt ivamente a su destino . Luzurr i aga le había prºhibidoque se correspondiese c º n nadie .

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204 LA D ICTADURA DE 0'H IGGI NS

Un día que fueron a tºmar u na dec l ara c 10n a donJuan Jºsé

,dej aron olvidadºs en el calabºzo un

t intero i unas plumas . El presº robó una pluma i lamitad de la t inta

,en seguida escondió aquel tesºrº

en 11 ?Í £—1 cueva de rat ón . Eran esºs los elementºs c º n

que escribía las cartas de que he habladº .

Dºn Luis se entregaba cºn menºs frecuencia a lºspensamientos tiernºs,el ºbj etº de su continua medit ación era la fuga .

La libertad es un sent imientº tan natural , que elprimer acto de tºdo presº

,cuandº se le dej a so l o ,

é s

rej i strar en todºs sentidos el calabºzo donde se le haencerradº, desde el techº hasta el suelo, a fi n dedescubrir algún resquici º para pºder escapar .

Cuando estas indagaciºnes le han salido infru c tu osas

,n o p º r eso se desanima , sinº que intenta ganar

al carcelerº,que m uchas veces nº es tan seguro 1

fi el c ºmo la prisión,i que

,pºr cºdicia

, p º r ambicióno pºr piedad

,le suministra los recursºs necesarios

para huir .

L o que sucede c º n todos l º s presos en j enera l , sucedió esta vez con los Carreras

,i en especial c o n d o n

Luis . D esde el instante que fuerºn sºrprendi dºs ,pensarºn en los mediºs de sa lvarse sin aguardar el

resultado de un prºceso que,d i r i j i d o por sus enem i

go s, n º pºdía menºs de serles adversº . A l principiº ,su s t entativas nº fuerºn mui felices . Cargados deprisiones cºmo estaban

,n º pºdían libertarse sin au

silio aj enº . Los centinelas que habrían podidº ayu

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206 LA D ICTADURA D E O '

H I C C I N s

de c u sto d i ar l e En poco tiempo , tuvº a su devoción

algunos hombres resueltºs , que no aguardaban mas

que una señal suya para moverse .

La facilidad c º n que había lºgrado persuad i rlos lealucinó

,i le hizº pensar mas en grande .

Hasta entonces,hab ía l imitadº sus aspiraciones a

la fuga, pero l a s sim patías que notaba en su favor ,le i nspiraron la idea de una conspiración . Le pareciópºco recuperar la libertad ; quiso también alzarse c o nel mandº . N º se contentó ya con escaparse , sino quepret endió además aprisionar a sus enemigºs

,i su

plant arlos en el gºbierno,como ellos le reem plaza

rían en la cárcel .Comparat ivamente c o n recursºs iguales habían

triunfado l º s Carreras en Chile, ¿por qué no sucede

ría l o mismº en Mendºza?

La idea era demasiado seductora para que la de

sechase; satisfacía demasiado bien su ambición i suvenganza para que nº la admitiera .

Don Luis modifi có,pues

,su primi tivo plan

,i c o n

v i r t i ó en una revolución contra el estado la sorpresaque había meditado contra la guardia .

El calabºzo,como el desierto

,i comº el m ar

,tiene

sus m i ra j es . El débil crepúsculo que penetra al través de sus re j as

,favorece la ilusión . Abrumado p o r

la sºledad,el huésped de esa morada siniestra se fº r

j a sueños de gloria i poderío que p o r l o cºmún no'

tienen más realidad que la que la im a j i na c i ó n les presta

.Pocºs son l º s que han lºgrado romper las puertas

de la prisión para escalar el poder,muchºs son l º s

que las han visto abrirse para marcha r al suplicio .

D o n Luis entretuvo el tedio de su aislamientº c o n

una de esas visiºnes de prisionero , i se vió trasp o r

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CAP ÍTU LO VI I I 207

tadº p o r la fantasí a , del fºndº de su calabºzo , a lacabeza de un ej ércitº

,que le ayudaría a encontrar en

Chile su antigua si tuación i 1a venganza .

E l proyecto temerariº que im a j i n ó para conseguir

l o revela,ya que no un j uicio perspicaz i una gran

prudencia,al menºs la estraordinaria ºsadía que era

peculiar a su familia .

Pr o p º n íase nada menos que usurpar el mando en

la provincia de Cuyo ; reemplazar las autºridades exi st entes en Mendºza

,San Juan i San Luis pºr los c á

b i l d o s, a l o s cuales exi j i ría previamente j uramentode que le prestarían su activa cººperación, formaruna división respetable con l º s muchos chilenos quehabitaban en aquella tierra, prºponer después de est ºuna transacción a San Mart ín; si n º admit ía

,pene

trar c º n su tropa por Arauco , tomar a l o s españºles

p o r retagu ardia , i vencerlos . A cºntinuación de sutriunfo

,tenía meditadº convidar de nuevº a San

Mart ín a un arreglo amist ºso ; pagarle los gastºs , si

c º nsent ía en regresar con sus soldadºs a las provin

cias a rj en t i nas; au si l i ar l e, si prefería marcharse al

Perú, ºbligarle p º r la fuerza de las armas , caso quenº aceptara buenamente sus ºfertas .

La base de este plan j i gan tesc º ,cºncebido pºr un

j oven a quien las prisiones privaban de todo m º v i

miento,eran unos cuantºs milicianºs que se había

idº ganando uno por unº c º n sus cálculos ha l agi íeñºs

,con su s ºfrecimientos de futura riqueza.

Un zapaterº ch i lenº llamado Manuel Sºl ís,que re

si d ía en Mendºza , 1 servia en u n o de los batallonesc ívicos de esa ciudad

,fué el principal aj ente de quien

se valió d o n Luis para organizar su conjuración i con

qu i starse adeptºs .

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208 LA D ICTADU RA DE O 'H IGG IN S

Por conducto de éste,notic i o sus proyectos a don

Juan José,quien por el prontº negó su participación

,

o bien porque la fidelidad del emisario no le fuesebastante cºnºcida

,o porque creyera el plan im p ra c

t i c ab l e. S in embargo , al fin lo aprºbó , i se pusº encomunicación pºr escrito c º n su hermano . Pero mas

tarde,sostuvo hasta el cadalsº que su única idea há

bía s ido la fuga,i que si había aparentado conformar

se con lo demás,había sido solº para impedir que los

otros se d esan im asen i dej asen p º r esº de favorecer

su hu i da . El restº de la maquinación le había pareci

d o siempre una quimera .

D o n Luis p r º sigu 10 la rea l i zac 10n de su propósitocon la tenacidad del que está privado de su l ibertad

,

i trabaj a por recobrarla .

D esign ó se para dar el golpe la nºche del 25 de fe

b rer º de 1 8 1 8 . Prefi r i ó se esa , pºrque en ella tocabaestar de guardia a Sºlís c º n algunos otrºs de l º s c º n

j urados .Ese día

,se pasó en l º s p repara t i v º s i a j i tac i o nes

consiguient es a una cºnspiración cuya hºra iba a

sºnar .

Las cosas comenzar ºn pésimamente . L º s dos her

manos habían re cibidº d º s limas cada“

unº para quitarse las pris iºnes ; perº las limas salierºn tan malas i

las prisiones eran tan gruesas,que no les fueron de

ninguna utilidad . L º s d o s j efes de la conj uración seveían precisados a principiar el movimiento c º n l o s

grillºs en l o s pies .

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210 LA DICTADU R A DE 0'H IGGIN S

El delator se d i r i j i ó a casa de Luzurriaga paracºntárselo tºdº ; Sol ís , a 1a cárcel para verse c º n sus

cómplices .Cuando este pr i ncipal a j en te de la c o n j u ra c 10n se

presentó en los calabozos de don Juan Jºsé 1 d º nLu i s

,vió con desalient o que n o habían podidº de

sem b a ra za rse de sus prisiºnes . Desesperando deléxi to p º r esta causa , les prºpuso retardar la ej ecución del proyecto para mej ºr ocasión . Pero l o s d o sCarreras dierºn a l as palabras de Solís la misma con

testa c i ó n z—que estaban dispuest ºs a salir aun cuandofuera c º n grillos .La paciencia t iene sus l ím i tes; l a resignación no es

u n a virtud predºminante en ofi ciales j óvenes i va

l i en tes,que están habituadºs a ceñir espada . Hacía

m eses que se les sºmet ía a la mas dura i n c º m u n i c a

ción . Su causa se les seguía c o n una lenti tud calcula

da . Muchas de las acusaciones que se l es hacian eran

imputaciones falsas , i alt amente ºfensivas para su

honºr . No tuvi eron fuerzas para aguardar mas . E staban impacientes pºr respirar el aire l i bre

,por ven

garse .

Así hablarºn a sus cómplices c º n calor hasta persu ad i r l es que persist ieran en el intentº, i esperarºna j i tad o s i llenos de inquietud la media noche, horaque habían señalado para llevarlo a efectº

.

Mientras tantº , el intendente , adv er tido de todopor O lmºs

,se echó sºbre la guardia con un destaca

mento de trºpa,i aseguró a l º s conj urados .

D o n Luis, apenas sintió el ruido de l a sorpresa,

arroj ó las limas i quemó una esp º si c i ó n de tºdº loque proyectaba hacer , que tenía preparada para re

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CAP ÍTULO VI I I 21 1

m i tír l a sin tardanza a dºn José Miguel , pid i endºleacudiese pºr mar a Chile en su socºrrº .

En un instante,se le habían arruinadº l º s esp l én

didos castillos que había edificadº en l o s aires . Eldespertar de aquel alegre sueño era terrible . Desdeaqu e l la hºra ,

la esperanza se había alej adº de su ca

l ab º zo .

A pesar de un contratiempo tan espantºsº para él,

dºn Luis no perdió l a serenidad,Delante del peligro ,

se olvidó de si mismº para nº pensar sinº en sa l var

a su hermano,a l º s infelices soldados a quienes su

imprudenci a hab ía compromet ido .

Cuandº fueron a tºmarle su dec l ara c 10n ofreció

refer i r l º todº francamente , revelar hasta su s mas ín

t imos pensamientos,si Luzurriaga le daba palabra

de perdonar 0 por 10 menos de minorar la pena de

los pobres c 1v i c o s a quienes había seducido para laconj uración . Hizo presente en descargo de ellºs que

la miseria e ignorancia nº les había permitidº resist ir

a los halagºs con que él l º s acariciaba , a las perspec

t ivas de ventura con que l º s alucinaba .

El intendente accedió a la petición del nºbl e presº .

C on est a seguridad,don Luis relató m i nu c i o sam en

t e el plan cuyo estra c t º se cºnoce ya. Echó sobre sit oda la culpa de la maquinación . El solo hab ía sidoel que habia cºnceb ido el prºyecto

,él solº se había

empeñadº en llevarlo a efect o . Su hermano nº tenía

otra compli cidad,que la de no haber delatado un

pensamiento a cuya ej ecución había rehu sad o c º º pe

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21 2 LA D ICTADURA -DE O ' H IGGIN S

rar . Sol ís i su s camaradas eran individuos candorososdel pueblº

,a quienes había engañado . Si había un

crimen,era de él sºl o

,i de nadie mas .

El su m a r i º -

en el cual in t ervinieron veinte testigos,cºnfi rmó en lº sustancial la relación de don Luis , sal

v º que nº hacía aparecer tan esclusivamente suya la

respºnsabilidad del hechº .

L o s reos nºmbrarºn por defensº r a don Manuel

Novoa,su amigo i partidario

,que

,desde la acción

de Rancagua,residía en Mendºza . Este caballerº es

taba enfermo en aquellas circunstancias, sin embar

go,admitió la d i fíc i l

'

c om i si ó n de p a trº c i na r l º s:

En los pocos días que s e le dieron de plazº,hizº

una buena d efensa en est ilº fºrense , i c º n razona

mientos de ahogado, ¡Trabaj o inút il ! ¡Vana c erem º

n i a ! En las causas pol ít icas,cuando l o s que van a

j uzgar -

so n l º s enem i gº s implacables del acusado, no

hai ºtra defensa pºsible,que la dignidad del silencio

,

º uno de esos desahº gº s elocuentes , conminatorios,que aterran c o n la amenaza de represalias probables

de parte de l º s hºmbres,o de un cast igº infalible de

parte de D i ºs .

Lo demás es,una hipocres ía para l º s j ueces que fi n

j en oir razºnes cuya j usticia están de antemanº resueltos a n º admitir

,i una debilidad para l º s reos

que emprenden desment ir lo que ciertamente han

maquinado,i j ust ifi carse delante de adversariºs que

en nada quieren c º n ceder l es disculpa .

L º s alegatºs de Novoa nº sirvieron sino para abul

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21 1 LA D ICTADUR A DE O ' H IGGIN S

ciar él mismº la causa , º rem i t i rsel a en estado deconclusión para que el supremo gºbierno decidies e .

Le instaba para que tomase una resolución pronta,

cualquiera que fuere , i t erminaba pidiéndole que si

decidía evocarse el proceso,le permi tiese enviar a la

capital l o s reos al propio t iempo que los autos,pues

,

en la si tuación en que se hallaba,nº se atrevía a ga

ran t i r la segur idad de indivi duos tan rev º l t º so s .

Un chasqui partió c º n el p l i ego a t odo correr .

Parecía natural que L uzurriaga aguardase para

prºceder la respuesta del direct ºr. Si así nº había deser

, ¿ para qué le había cºnsultado ?

N o ºbstante , hizº todo l º cºntrari o .

Sin esperar las órdenes que había pedido,conti

nu ó de repente el prºces º de una manera arbitraria

e ilegal,cºntra l º s trámites fi j ados en el c ó d igº , c o n

tra"

las disposiciones terminantes de la cºnsti t u c i ón .

Indudablemente había recibidº i nstrucciones de

algún potentado, mas caracterizadº que el _mismo

Pu ei rred ón , las cuales ponían a cubierto la inmensarespºnsabilidad de su conducta .

X V I I

Era el caso que después de Cancha—Rayada,San

Martín había esper im entad o respectº de l o s Carreras

l o s mismºs temºres que sus adictos en Mendºza .

Creía redobladas con su derrºta la influencia i laosadía de aquellºs j óvenes . Aunque estuvieran separados por l o s Andes

,i encerrados en una cárcel

,le

i nc om o dab an,le infundían temor. Miraba la existen

cia de estºs caudillos cºmo el amago de un peligro.

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CAP Í TULO V I I I 215

San Mart ín nº vacilaba nunca para tºmar una determinación .

Dºn Bernardº Monteagudº part 10 para Mendºza,

llevando instrucciones del jenera l sºbre 10 que debíahacerse . La aparición de este personaj e esplica cla

ramente el cambio ºperado en l º s prºcedimientºs deLuzurriaga .

Para paliar algún tantº la irregularidad i estrañeza del procedimientº

, l º s a j en tes de San Mart ín hic i er º n que el cabildº

,a propuesta del s índicº p ro cu

rador,elevase al intendente una representación para

que,en vista de lºs gra v ísim º s peligros que amenaza

ban a la prºv incia , <<pronunciase a la mayor breve

dad el fallº c º rrespondiente en la causa de los Ca

rrera s, º tomase la medida mas conducente a fi n desepararlos cuanto antes de aquel pueblo

,i acallar así

su clamoroso empeño» .

Luzurriaga,aparen tand º cºnformarse cºn l º s vo

to s del cabildº , nºmbró al siguiente día una c º m i

sión de tres letradºs a fi n de que,i nstru yéndo se -de

lºs autos,d i c tam inase <<sº b re si estandº cºncluidº el

prºcesº,debía proceder

,atendidas las circunstancias

,

a pronunciar la sentencia i mandarla Íej ec u ta r , sinembargº de apelación» .

Esta cºmisión se compºnía de Monteagudo,el en

viado ad ho c de San Mart ín ,i de d º s abºgadºs de

mala fama,don Miguel José Ga l i gn i an a 1 don Juan

de l a Cruz Vargas .

Como—era de esperarse

,decidieron que una situa

ción esc ep c i º na l i un riesgº inminente dispensabanen este casº de la observancia de la lei ; i pºr tanto ,fuerºn de opinión que se pronunciase sin má s trámit esentencia defi nitiva , i que ésta se ej ecu tase en el acto .

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21 6 LA DICTADURA D E O ' H IGG I N S

Sin tardanza,el intendente pid i º parecer a l o s mis

mos individuos sobre lº que debería fa l l arse . Vargas ,que no había tenidº escrúpulo para firmar el infor

me anterior,se esc u só de hacer otro tantº cºn este

segundº,alegando que él había sidº designadº para

ser puesto presº en caso de triunfar la conspiraciónde los Carreras ; i que , pºr cºnsiguiente , se hallabaimplicado .

Po r este mot ivº,la comis i on quedó reducida a solo

dos miembros,Ga l i gn i an a

—i Monteagudº . Ambºs seportaron en el asuntº con la mayor esped i c i ón . Enpºcas hºras

,c º nfab u l aro n su dictamen ,

i lº eleva rºnal int endente .

Luzurriaga lº leyó ; i en el actº , resum 10 al pié sucontenido en la providencia que v a a leerse: <<Visto elpresente dictamen

,i c o nfº rm ánd º m e c o n él en todas

su s partes, téngase p o r sentencia en forma, i ej ecú

tese a las cinco de la tarde,pasándose por las armas

a dºn Juan José 1 d º n Luis Carrera, i en cuantº a l º sdemás cºrreos

,sáqu ense de la

-pris ión en * que se ha

llan,para que presencien la ej ecución de l o s Carre

ras,debiendo ser remit idºs ºportunamente al exce

l en tísim o directºr supremº , para que les dé el destinº que j uzgue cºnveniente

,aplicándolos a las armas

o ím ar i na, poniéndºse en libertad a Enrique Figu erºa .

T o r i bi o de L u zu rr i aga» .

Estº su cedía a las tres de la tarde del 8 de abril

de 1 8 1 8 .

Inmediatamente se notificó a l º s reos el anterior

decreto i se les pusº en capilla.Dºn Juan José creía que aquello era una burla,

pero dºn Luis le persuadió que era mui seriº , i le

instó para qu e_

a rregl ase sus cuentas c º n D i ºs .

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218 LA D ICTADURA DE O ' H IGGI NS

X VI I I

A lºs tres días se escrib ían en Santiagº las d o scartas que a continuación cºpiº

S an M a rti n a O'

H i ggi ns

<<Exc el en t í5 im º Señor: Si l º s cºrtos servicios que

tengº rendidos a Chile merecen alguna consideración ,

la ín terp º ngo para suplicar a Vuestra Excelencia se

sirva mandar se so b resea en la causa que se sigue al º s señores Carreras . Estos suj etos pºdrán ser t al Vezalgún día útiles a su patria

,i Vuestra Excelencia

tendrá la satisfacción de haber empleado su cleme'

ncia uniéndola en beneficio público . D i ºs

,etc . ose

de S an M a rti n» .

O'

H i ggi ns a L u zu rr i aga

<<La madama de d º n Juan José Carrera, i nterp o

niendº la mediación del excelent ísimo capitán j enera l

ha sºlici tadº se sº b resea”

en la causa que se sigue a su

esposo p º r este gobiernº , el que no ha pºdido resis

t irse ni al poderºso infl uj º del padrino, ni a las cir

c u nst anc i a s en que se hace est a súplica, nº considerando el gºbiernº j us to que el placer universal de la

vic tºria nº alcance a esta desconsolada esposa . Enconsecuenc i a , este gºbiernº suplica a Usía que , en fa

vor del cit ado individuº,por lo respect ivo al deli tº

perpetradº cºntra la seguridad de este estadº , se

aplique toda i ndu l j en c i a , dando así a él , comº a suhermano

,aquel al iviº conciliable cº n l º s progresos de

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CAP I TU LO V I I I 21 9

nuestra causa augusta . D ios,etc . Santiagº , abril 1 1

de 1 8 1 8 .

— B erna rdo O'

H i ggi ns» .

¿N o sospecharon los que est o fi rmaron que a lafecha l o s Carreras estaban en una cárcel mas segura

,

que l o s calabozos de Mendºza? ¿Sus cartas n o eranuna farsa

,una burla cruel ?

O bien su s resent imientºs pol íticos ¿se habían aplacado c o n la vic toria? Después de Maipº ¿no cre íanya necesaria la muerte de l o s Carreras

,como la ha

b ían cre ídº despu és de Cancha—Rayada?Mientras tanto

,al poco tiempo

,don Manuel Nºvoa

el abogado que l o s había patrocinadº,era desterrado

de Mendºza a Buenos A ires i O '

H i ggi ns mandabapagar a dºn Ignaciº de la Carrera la cuenta de l ascostas del proceso seguidº a su s hij os

,cuenta qu e

c º n este obj eto le hab ía pasadº Luzurriaga .

En esa cuenta maldita , que ascendía a cientº no

venta i cincº pesos siete reales,el anciano padre tu

v º que satis facer esta part ida

D i l i jenei a s'

de pr esenc i ar l a sentenci a i ej ecu czon deel l a i o tras i nti m a c i o nes . 4 peso s .

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222 LA D ICTADU RA D E O '

H I GGIN S

t enciones cubría en su concepto todos l º s crímenes,

comº la respetabil idad de la bandera cubre lºs horrores

—'

deun*

c ampo

A la muert e de lºs dos Carrera s,se s i guió la muer

te de don Manuel Rodríguez .

Este segundº fué un atentado mas impíº,mas in

j ustifi cable,que el primero . Aquellº siquiera fué un

supliciº ej ecutado a la luz del sol , después de unproceso mas º menos fºrmal, pero estº fué un esesi

nato a l ev e, _ perpetrado baj o el amparo de la s t inie

blas en el recºdº de un caminº . Lºs Carreras c o nsp i

raban, se r ecelaba sºlo que Rodríguez hiciera con elt iempº otrº tanto .

Este único temºr bastó para que un pistoletazº learrebatara la existenc i a . S u s serviciºs

,su c réd i t º

,la

fogosidad de su carácter,fueron l º s considerandºs de

la sentencia t enebrosa que le entregó indefenso a l o st iros d e un vil asesino .

Como Si la veía en César muchos Marios,O

'

H i ggi ns

vió en Rºdríguez otro Carrera ; perº el dictador chi

leno fué menos j ener o so que el rºmanº .

Para que puedan apreciarse lºs motivos de este

c r im en,

'

i la p o pu l ar i d ad j u stam en te adquirida queperdió a la ilustre víct ima

,se hace necesario presen

tar u n rápidº resumen de su vida i de su s méritos

en la revºlución .

Como jenera lm ente sucede con todos lºs hombres ,la niñez de Rodríguez fué un anuncio de lo que seríasu edad viril . Desde el colej io manifestó cómo se c º n

du c i ría mas tarde en los negºcios del estado .

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CAP ÍTULO ¡ X 223

Estudiaba p º c o i aprendía bastante . Dentro de laclase

,su ap rovechamiento le había valido el gradº de

mºnitor, afuera , su natural ºsadía le habia conquis

tad º la preeminencia de caporal . Así,alternativa

mente pasaba la lección a sus condisc ípulos , i l º scapitaneaba en los combates a pedradas que trababande cuando en cuando . Era el prºmotor

,o p o r lo me

nos el cómplice,de tºdos l º s alborotos estudian

tiles .

Despedazaba m á s l ibros , que seis de sus c om p añer º s

,i n o s e mostraba mas cuidadosº de sus vestidos

,

que de sus libros . Su ester i o r mal traído revelaba ladespreocupación de su án im o ; i la altivez de su mira

da,la arrºganc i a de su carácter .

Nº conºc ía el miedº,i era capaz de arrostrarlo

t odo .

Este cºnj untº de cualidades le hacía ap tísim o paralucir en u n a revºlución .

Tení a por émulo de saber a dºn Jºsé Miguel Carrera . Ocupaba ést e el primer asiento en la clase

,i

Rodríguez el segundº ; pero l o s c º nd i sc i pu l o s repetíanen abono del úl t imo que don Jºsé Miguel era estudiante mas antiguo .

En l º s trastºrnºs de la independencia,debían con

serv ar entre si la misma graduación . Carrera fi guró

primero,1 en mas al ta escala

,que su camarada de

colej io .

En el períodº revoluciºnario que se est i ende desde1 8 1 0 hasta 1 8 1 4 ,

Rodríguez no aparece sino mui ensegunda línea .

A fines de 1 8 1 1,fi rma comº secretariº de dºn José

Miguel Carrera,en 1 8 1 2 , se compromete en una cons

p i rac i ón contra el mismo gºbernante cuyos secretºs

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224 LA D ICTADURA D E O'

I I I C G I N S

autor i zaba pocos meses antes,i su fre su primera pri

si o n ; en 1 8 1 4 ,después de la cap i tulación de Lircai

,

ayuda para que recobre el mando al mismo individuºque en 1 8 1 2 había trabaj ado por derribar .En el espaciº señaladº , mientras su antiguº con

discípulo llega a ser j enera l del ej érc i to chileno , él n ºpuede presentar sinº el humilde t ítulo de abogado enlos tribunales del reino .

La épºca de esplendor para Rodríguez comienzac o n la reconquista española, consecuencia de la derrota esp er im en tada pºr los patriotas en Rancagua .

Rodríguez,cºmo tantos otrºs

,emigró entºnces a las

prºvincias ar j en t i nas Ten ia de ve i ntisie te a v ei n t i o

cho añºs . Estaba En el V i gor de la j uventud,en la fuer

za de la vida . La acción era una necesidad de su naturaleza . La oc iosidad le mataba . Su j en i o impaciente iapasionado nº se avenía c º n el repºsº

,con la quietud .

Era uno de esos hombres de sentimientos impe

tu o so s, que nacen para vivir entre las borrascas dela pasión o de la pol ít ica

,i cuyo elementº es el peli

gro . Las revºluciºnes sº n el centro natural de l o sindividuºs de esa especie ; la lucha azarºsa i arries

gada es la única ºcupac ión que les agrada .

D o n Manuel Rodríguez n º pudº conformarse cºnpermanecer en Mendoza mano sobre mano

,aguardan

do la reºrganización del ej ército restaurador . Desea

b a ardientemente n o perder t iempo para servir a la

causa que había abrazado . Por este motivo , propusºa San Martín pasar a Chile, prepararle i ntel i j enc i as

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226 LA D ICTADURA D E O ' H I GGIN S

de su casa sin perm i sº i sin pasapºrte . El tr i bu na l

de"

v i j i l a nci a tenía un º j o en todas partes . La dela

c i ón era un oficio lucrat ivo . El terrºr tendía a ahogar

en l º s corazºnes tºdo noble sentimientº .

S in embargo,Rodr íguez se paseó cºmo un duende

p o r entre todºs esºs destacamen tos, vivió en lasciudades

,i recorrió l º s campos ; repartió armas i pro

clamas subversivas ; promºvió l a insurrección dondequiera que se presentó ; i se burl ó a su gusto de lasrestricciºnes impotentes que hab ían plantado los

cºnquistadores .

Su impunidad no nac10 de que el gobierno ign o

rase su presencia en el país . L º s a j en tes de Españan o tardaron en cºnºcer su venida , i en sentir su s ma

nej os . Entonces le persiguieron de muerte , p erosiempre en balde

,R odríguez se les escapaba de entre

las manºs .Alguien ha dicho que llevaba en el dedº un anillº

dºnde ocultaba veneno para evitar po r el suicidio lavenganza de su s enemigºs en casº de una sºrpresa .

El hechº es falso . El anill o que llevaba en el dedo nº

era el de A níbal para matarse , sinº el de J i j es parahacerse invisible .

L º s ardides 1 11 ] en10so s a qu e recurría, las burlasatrevidas que j ugaba a su s perseguidºres

,le hicierºn

popular en breve t iempo,i le han valido un p rest i j i º

novelesco,que ha hechº de este revoluciºnario un

héroe de romance , Hºmbres i m u j eres, pobres 1 ricºscelebraban

,en v o z baj a las j ugarretas que hacía R o

drígu ez a l o s esbirros de un gºbierno detestado .

Sería interminable rec º p i l ar todas las anécdotas deesta especie que se cuentan . Cada contempºráneo

tiene una colección distinta . E s prºbable que se le

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CAP IT U LO 1x'

227

atribuyan n º sº l o aquellas de que fué realmente actor , s inº también otras que ha inventado i adºrnadºl a im a j i na c i ó n pºpular .

Unº le pinta elegantemente vestidº,en trom et i én

dose en un baile de oficiales talaveras,que vomitaban

improperiºs contra Rºdríguez,el montonero

,el ban

dido ; ºtro le representa di sfrazadº de lacayo , ab r i end o con tºdº acatamientº l a portezuela del coche alpresidente Marcó

,que acababa de poner a precio su

cab eza . Este se divierte en describir la visita que h izo baj o el traj e de criadº a u n º de sus amigos presoen la cárcel de Santiagº, aquél habla del asºmbrºque ºcasionó su aparición en una tertulia de la capitaldonde pasó j ugandº malilla toda la noche con la ma

yo r tranquilidad ,mientras los demás t emblaban a

cada i nstante de que viniesen a ap rehender l e .

Estas audaces calaveradas le hacían querido a to

d º el mundo . La lucha que aquel j oven sºstenía élsºlo contra tºdºs l o s recursºs de lºs ºpresºres

,nº po

día menos de gran j ear l e la estimación jenera l .

Rodríguez,haciendo servir en prºvecho de su cau

sa la consideración que se había cºnquistado,orga

n i zó a fines de 1 8 1 6 ,en la provincia de Cºlchagua

,

una montonera que - preparó la ruina de la dominación españºla .

Antes de su vuelta a Chile,después del desastre de

Rancagua,nº había tenidº ningún motivo de i nfl u en

c ia sobre la j ente del campº . Su padre era empleadoen la aduana

,i n o poseía predio rural

,dºnde su hij º

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228 LA DICTADURA D E O'

I I I C C I N S

hubiera podidº tener relac i on cºn l o s mºradores dela campaña . Dºn Manuel

,se había c ríad o i educadº

en Santiago . Sus hábitºs eran puramente urbanºs .

No sabía s iquiera mºntar a caballo,i se le desvanecía

la cabeza en el pasaj e de l º s ríos .

Eran és tas unas cualidades que n º le favorec íanmucho para hacerse caudillo de gu a sos chilenºs . Noobstante

,con el tesón i la facilidad de inventiva que

D ios le había dadº,consigu ió hacerse respetar i o b e

d ec er de aquellos hombres del caballo i del lazº,que

j enera lm en te miden la importancia de l º s individuºs

p o r su destreza en estºs ej ercicios .

Rodríguez concibió desde temprano que los habitantes de las ciudades

,oprimidºs por las gu a rn i c i o

nes realistas,estaban en la imposibilidad de i nsu rrec

c i o narse . Los campesinºs que n º podian ser veladºs

c º n tinu am en te i t an de cerca, eran l o s llamados paralevantar l o s primeros la bandera de la sublevación .

Con estas ideas,d i r i j i ó tºdos sus trabaj os a ganar

se la cºnfi anza de lºs gu asos,i a disponerl os para

una insurrección .

Principió p o r anudar sus relac i ones con algunoshacendados patriºtas de Cºlchagua

,por cºntraer

amistad c º n los demás que había del mismo colºrpolítico ; en seguida , p º r su mediº, se puso en contac

t o con los inquilinºs . A l fin de algunos meses,tºda

aquella j ente le amaba“

c º n entusiasmo,1 estaba dis

puesta a seguirle a dónde él quisiera .

Marcó publicó p º r todas partes al sº n de trompeta que cºntaría mil pesºs al que le entregase a R o

d rígu ez ,i le concederí a el perdón del del i to m as atroz

,

si era que el denunciante l º hab ía cºmetidº . Nadierespondió a ese llamamiento tentadºr .

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230 LA D ICTADURA D E O ' H IGGINS

se ignoraba la pºsición del enemigo,fa ti gab a i hac ía

trabaj ar en gran manera a los destacamentos de

Marcó . Tenían que combatir , no cºntra un ej érci tº ,sino cºntra un pueblº .

Rºdríguez,cuya única estra tej i a consist ía en asal

to s i sorpresas,nº se limitaba a rec o rrer l º s campos

,

sino que también caía sobre las poblaciones,cuando

menºs se le esperaba . Melipilla , San Fernandº i Cur i c ó fuerºn sucesivamente invadidas

,i estuvierºn

ocupadas durante varias horas por l º s i nsu r j en tes .

Cuando éstos presumían que l º s escuadrones rea l i s

tas deb ían venir acercándºse en su persecución,mºn

taban sºbre sus velo ces caballºs,i n o dej aban sino

l º s v est i j i º s de su pasaj e i de sus insultos a las autor i da des cºnstituidas .

En vez de adversariºs,las tropas del gºbiernº ha

llaban sºlº las nºt icias de su mansión en aquellºs l ugares

,i de la insolencia con que despreciaban el p º

der de l os cºnquistadores . Po níanse entonces a buscarlos c º n en c arn i zam i en to , pero eran rarºs l º s que

tenían la desgracia de caer en su s manºs .

R odríguez , precisamente aquel cuya ap rehen 5 10n

mas les interesaba,siempre se le escabullía . Hubº

ºcasión en que pasaron a mui cºrto trechº del esc o ndite dºnde se ocul taba, perº parece que el cielo le

p r º téj ía , i nº fué advertida su presencia .

La fecunda im a j i na c i ón del pr c sc r i t o i su estra º r

d ina r i a serenidad no le abandºnaban nunca . Estabaacºrraladº

,i sin embargº hallaba mediº de señalar a

sus irritados perseguidºres una falsa huella que leshacía perder su rastrº . Entonces corría al ladº o pu es

t o,1 daba un nuevº e inesperado golpe en algún pa

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CAP ÍTUL O ix 23 1

raj e mui distante de aquel donde se fi guraban tenerle b i en encerrado .

Esta impotencia para destruir aquellas guerrillasde aldeanºs disminuía en gran parte el p rest i j i o delgobiernº a l o s oj os de los habitantes . Los realistaseran los primeros en conocer el descrédito que lestraía una insurrección cºmo aquella . Por eso ,

hacíanl o s mayºres esfuerzos para sofocarla . Su mej or caballeri a repasaba en todos sentidºs la provincia deColchagua

,centrº de l º s mºntºneros ; d o s mil seis

cientos soldadºs,la fl or de su ej érci to

, se ocuparonen perseguir a Rºdríguez i l º s suyos,pero nº sacarºno tro prºvecho que acuchill ar a unos cuantos de lºsgu errillerºs

,i nº poder asist ir

,embromados comº es

"

taban por un puñadº de campesinºs,a lá ac c i ó n de

Chacabucº,donde su presencia habría s idº u t i l i sim a

para su causa .

Las escu rsi o nes de d o n Manu el contribuyeron, puesa la victºria tanto cºmo el valºr de O '

H iggi ns, cºmºlas estra ta jem as de San Mart ín . La guerrilla que 01

gan i zó , valió tanto cºmº un ej ércitº , pues ella solahizo frente a un ej érc i t o real i sta .

La reputación que le adquirieron estas prºezas,

fué,cºmº era de aguardarse

,cºlºsal , rec o n º c i da p o r

t odº el mundo . Su infl uencia, particularmente en l a

turba,era mui grande . Su vida aventurera le había

puesto en contacto con individuºs que se habían fá

na t i zad o pºr su persona hasta el puntº de que se há“

b rían dej adº matar p º r servirle .

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232 LA D ICTADU RA DE 0 ' H I GGINS

Apenas San Martín i O '

H i ggi ns se p º sesi º na r º n deSantiagº

,1 mediº se arreglaron en el gobiernº

,fi j a

ron su atención en aquel caudillº popular que se ha' b ía levantado ; i previeron que , si nº le hacían a unlado

,sería en el pºrvenir un pºderosº estºrbº para la

realización de su sist ema .

Nadie conºcía mej or que ellos a Rºdríguez ; nadiesabía mej ºr

,que nunca se doblegaría sumiso baj o su

mando . Aquel j oven ºsado,de ánimº inquieto

,de

opiniones exaltadas,n o estaba formado para sufrir

c o n humildad el imperio de un gobernante,ni para

llevar el amén a quienquiera que fuese . S o b ráb a l e l a

franqueza para emitir sus j uici os,i el arrºj º para ej e

cutar l º que dec ía .

Un hºmbre cºmº éste, cuya frente habían rºdeadºsus últimºs servicios c o n una aureºla de gloria

,era

verdaderamente temible . Sus p retensiºnes iban a ser ,no las de un individuº aislado

,sinº las de una fac

ción numerosa . Rºdríguez estaba llamadº a ser unj efe de part i d o , i nº así comº quiera , sino un j efe departidº que dispondría de muchºs elementos para hacer tri unfar sus ideas .

San Martín i O '

H i ggi ns trataron de alej ar con

tiempº a ese sºldado ciudadano,en quien la previ

sión columbraba un ºpºsitºr a sus miras .

Forj aron un frív o l º pretesto para hacerle venir aSantiagº en calidad de arrestado

,de la prov incia de

Colchagua , dºnde estaba persigu iendº a l º s dispersosreal istas . Aquí se le signifi có que <<razones pºl íticas iel imperiº de las circunstancias» exi j ían su salida del

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23 4 LA DICTAD U RA DE O ' H I GGINS

en que el temido montonero permaneciera en Chile,i

t ºdo pareció quedar arregladº p º r entonces .

Sin embargo,Rºdríguez era siempre observado c º n

desconfianza , i tenidº en clase de sºspechosº . Tal vezla poca reserva que guardaba para emitir su ºpinión

,

daría marj en a que se le tuviera por desafecto a laadministración . L o cierto es que

,el 7 de agosto de

aquel mismo añº,el delegadº d o n H i l ar i ón de la

Quintana le hizº arrestar de nuevo cºmº cómplicede una cºnspiración c arrer i n a

,que

,según decía

,le

habían denunciado .

En esta ocasión,eran tan inºcente

,cºmo en la

anteriºr .

Estuvº en la cárcel durante algunºs meses,hasta

que por fi n la j unta misma que sucedió a Quintanale puso en libertad

,declarandº no resultar ningún

cargº en contra su ya . El motivº de su arresto,comº

el del destierro a que anteriºrmente hab ía qu er i d º

c o ndenársel e,no era otrº que un infundado recelº .

L º s gobernantes mismºs manifestaron estar since

ramente convencidos de su ninguna culpabilidad,

Apenas salidº,puede decirse

,de la cárcel

,San Mar

t ín le nombró auditor de guerra en el e j erci to quecomenzó a disciplinar en la hacienda de las Tablaspara resist ir la nueva invasión real ista que

,a fi nes

de 1 8 1 7 ,se supo estaba mui próxima a desembarcar

en las playas chilenas .

Esta armºnía duró poco . Estaba vistº : Rºdríguezno pºdía entenderse ni c º n San Mart ín , ni con O

'

H i g

gins . L as antiguas sospechas se reav i v aro n c º n mayorfuerza . Al pasar el ej érci tº p º r Santiago en su marcha para el sur

,el auditor de guerra recibió orden de

detenerse,i prepararse a partir para Buenos A ires en

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CAPI T U L O I X 235

calidad de a jen te diplomático , º de diputadº de Chile

,como entºnces se decía .

Esto era volver a la idea de a l ej a r l e del país. N o

había m as diferencia que el cambiº de l o s EstadosUnidºs pºr las provincias a rjen t i n as .

En c º n tráb a se Rºdríguez en esta si tu ac 10n,sin sa

ber qué hacerse,n i

'

c óm o evitar el gºlpe que le amen azab a ,

cuandº vino el desastre de Cancha -Rayada .

En medio de la desesperación que produj o esta fatalnoticia

,el vecindario creyó que sºlº Rodríguez podía

salvar la patri a . Muchos altos potentados fueron a

buscarle a su residencia ; le conduj eron ante las c º r

p o ra c i o nes que se habían reunidº en sesión j en c ra l , i

allí tºdº el cºncurso,por aclamación

,determinó que

el director delegadº dºn Luis de la Cruz c º m p art i e

se el mandº c o n él .Rºdríguez correspondió a la cºnfi anza de su s con

ciudadanos . C º n su s palabras i acciones,vºlvió a to

dos la esperanza , encendió el entusiasmo en todosl o s pechºs . Como con una cºnvicción v i v ísim a

,repi

t i ese que la patria no perecería aquella vez , l º s desalentados habitantes 10 creyeron ,

L º s que po co antessºlo pensaban en huir

,no pensarºn ya sino en defen

der su s hºgares hasta el últ imo aliento , i en mºrir , siera preciso

,perº heroicamente .

El gºbernador prºvisiºnal Rodríguez publicó la inm i nenc i a del peligro , e hizº un llamamiento a todosl o s hºmbres de cºrazón para que viniesen en ausiliode la santa causa de la revºlución . Sacó de l a maes

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23 6 LA DICTADURA D E O 'H IGG INS

tranza las armas necesarias , i señaló el cuartel deSan D iego p º r puntº de reunión .

El cuerpo de voluntariºs q u e iba a levantarse enaquella hºra suprema tendría por nombre H úsa resde l a M u erte

, i pºr divisa una ca l avera . La denominación y la insignia eran bien significativas .

Rodríguez pidió para si la cºmandancia de aquelrej im i en t º .

En pocas horas se alistaron seiscientºs individuºs ,muchos de ellºs oficiales i soldados retirados del serV IC IO .

Cuandº llegaron a la ciudad O 'H i ggi ns i S an Mar

t i n, nº supierºn con agradº l o que había sucedidº ;

pero,ocupados en ver cómo rechazar al enemigo que

avanzaba rápidamente sºbre Santiagº,olvidaron p º r

entºnces las discusiones dºmést icas . En aquel momento solemne

,su pensamiento esclusivo era la sal

vación de la patria .

La Victºria espléndida,decisiva

,del 5 de abril , c o

r o nó los esfuerzos de l o s j efes,recompensó la abnega

c i ón de lºs ciudadanos .

Rodríguez con su rej im i ent o nº tuvº la glºri a deencontrarse en toda l a batalla pero contribuyó a su

cºnclusión . Ese día p o r la manana , se hallaba en unpunto dist ante del sit io donde se trabó . El estruendode l º s cañones le ad virtió que la reyerta estaba yaempeñada. Inmediatamente se encam inó cºn su tr o

pa a l a pelea,guiándose p º r el ruidº de las descargas .

Atravesó la llanura de Maipº casi a ti entas , sin saber

c o n fi j eza cuál era la pºsición respect iva de l º s beli

jeran tes.

Esta incertidumbre retardó su marcha . N º pudo

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238 LA D i cTADUR A DE o 'H IGGI N S

que traía instrucciones del gobierno para l i c enc i a rl o s.

En el acto,el cuerpo quedó disueltº .

La suerte que cupo al j efe fué todavía mucho mastri st e

,que la del rej im i en to .

El triunfo de Maipº env a l en t º n ó a los vecinos deSantiagº . Muchos creyerºn que la independencia es

taba ya asegurada , i que la dictadura era en adelan

te innecesaria .

C om enzó se a hablar c o n calºr en l º s círculos de la capital sobre la u rj en c i a de poner términº al réj im en

mili tar 1 absºluto que se hallaba establec ido . Se clamóporque de una v ez se a fi anza sen las garant ías de losciudadanos

,i se tomasen precauciones contra lºs de

safu ero s posibles de la autoridad . E ra ya precisº quese proveyese al respeto de las propiedades ; que seatendiese a la seguridad de las personas ; que se fi j a

sen reglas al ej ercicio del pºder, que se diese intervención al pueblº en el gºbierno .

Algunos querían que, p º r medio de una asamblea ,

se consultase la vºluntad de la nación acerca de cues

t i o nes t an vitales para ella .

Los mas cºnsideraban este arbitrioN

dem o ro so i lle

n o de dificultades . El país n o estaba completamente

p acifi cado,el enemigº nº l º había aun evacuado todº

entero . ¿Cómº pensar en la cºnvocatºria de un c º n

greso j enera l ? Eso se haría mas tarde,pero , entre

tan t º ,era u rjen tísim º dar al gobiernº una fºrma

consti tucional,aunque fuese prºvisiºna l .

L º s de esta opinión , que eran muchºs , j uzgaron …

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CAP I TULO IX 239

que el cabildº de Santiagº pºdía suplir la falt a de

una representación nacional .Esta cºrporación era tan antigua

,comº la funda

ción misma del reino de Chile , Durante el c o l º n i a je,

hab ía sido venerada c º n amor,en 1 8 1 0, había comenzado la revolución ; i ésta , que había abºlido laaudiencia

,disuelto a b ayo netazo s un congresº cam

biado tantas veces violentamente las j untas ej ecu t ivas

,había respetado siempre a la municipalidad . Los

rej i d o res i su s partidarios j u zgaban tales antecedentes títulos bastantes para pretender , en aquellas cir

cu nstan c i as estra o rd i n a r i as, una inj erencia conside

rable en la dirección del estado .

El cabildº,que

,en otro tiempo , hab ía sido el cu er

p o deliberante de l o s revºlucionarios , el que habíafºrmulado las ideas de l º s innovadºres

,el que había

dado respetabilidad a l o s act os de ést os, ¿por qué n o

había de desempeñar en 1 8 1 8 las mismas funciºnes

que en 1 8 1 0,es decir

,por qu é nº había de ser el se

nadº de la nación mas bien que el concej o de una

ciudad ?

Los municipales de la épºca de O '

H i ggins sºñarºn

llegar a ser 10 que habían sidº l º s de la época de Ca

rra sc o i de Toro , i se l i so n jearo n con imponer la lei a ldictadºr

,cºmº sus antecesºres se la habían impuesto

a los dos pres identes que acabo de nombrar .

El 1 7 d e abril de 1 8 1 8 , a l o s dºce días de la vio to

ria de Maipº,l º s que p a tr o c in ab an el proyecto men

cionado,concurrieron en gran número a la sala capi

tular,i se constituyerºn en cabi ldo abi erto .

En seguida,nºmbraron una comisión c ompuest a

de dºn Agust ín V i al,dºn Juan José Echeverría i d o n

Juan Agustín Alcalde,para que pasasen al lado del

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240 LA D ICTADURA DE O'H IGGI NS'

d i ctador,i le hiciesen conºcer

,en nºmbre de la reu

n i ó n,la necesidad que hab ía de que se supliese p o r la

intervención del cabildo en l o s negocios públicºs lafalta de una asamblea naciºnal

,cuya convocatoria

impedía por entonces la si tu a c 10n del pais . Preten

d ían p º r l o menos se les concediese el nºmbramientode lºs minis trºs de estado

,esc ep to el de la guerra ,

cu ya elección sería privativa del j e fe supremo .

O'

H iggins escuchó con disgusto l o s discursos deaquellos diputadºs , i les ordenó que fuesen a l lamara l o s c o n cej ales para que estos viniesen a saber p º r s imismos la respuesta que iba a dar a semej antes pro

posiciones .

La actitud altanera que tomaba el direct ºr disminu v ó l º s bríºs de los miembrºs del municipio , queacudieron a palaciº un si es nº es medrosos

,i cºn

aire de arrepentimiento .

Don Bernardo l es rep rend i ó su conducta , acusó deirrespetuosas

,de descomedidas las esp resi º nes de que

se había servidº Vial para hacer presente su misión ,

i los despidió c º n una negativa term i nan te i tºdas lasseñales de un gran descontento .

Nadie se atrevió a c o ntradec i r l e,i t odºs se retira

ron sumisos .

Vial i Echeverría fueron desterradºs de Santi ago,

en castigo de lo que se llamaba su insolencia .

Rodríguez había representadº un gran papel entºdº aquel albºrºto . Había sidº u n º de l o s mas ani

m ad º s,i uno de los que con m as empeño habían sos

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242 LA D ICTADURA DE O ' H IGGIN S

noche, i c o nfi ad o en su palabra, l e permitía irse adonde m as le acomodase. Una hºra antes del t ºquede diana

,volvían a reunirse en una esquina que te

n ían designada,i N av arro encerraba otra vez a R º

d r ígu ez en su calabozo ,L o s amigos c o n qui enes éste

se veía durante aquellas escapadas nºctu rnas,le ins

taban para que aprovechase la ocasión i huy ese . R º

d rígu ez desechaba sin vacilación tales consej ºs Jámás

,decía

,c om p r º m eter ía al ºfi cial que le prestaba

aquel servici o,i que se cºnfi aba en su hºnor .

A fines de mayo,el batallón comenzó a prepararse

para trasladarse a Quillºta . El preso debía seguirlº.

¿ Con qué obj etº se hac ía emprender a R ºdríguez

semej ante v iaj e?

En uno de l o s días que precedieron a l a. part ida (el2 2 de mayº) , Navarrº se acercó todo inquieto i azo

rado al capitán del mismº cuerpº d º n Manuel JoséBenavente

,i le pidió una cºnferencia

,pºrque desea

ba cºnsultarle sobre un negocio delicado .

R efi r i ó l e en seguida que la noche anterior el comandante Alvarado le había cºnducido

,sin decirle

para qué,a presencia del directºr ; que éste se encon

traba con el j enera l don Antonio Balcarce ; que O'

H i g

gins le había hablado de Rºdríguez, p i n tánd o sel º C º

mo un hºmbre disti nguido pºr su talentº i valºr,el

cual había prestadº buenºs serviciºs a la revolución ,

perº turbulento e i nc o rrej i b l e; que le había cºntadocómº él i San Mart ín habían procurado infructuosamente ganar de t odas suertes a aquel hombre d isco

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CAP ÍTULO 1 15 243

lo,0 a l ej arl e del país c º n cºmisiºnes hºnorífi cas ; que

le había e5p1i c ad o estensam ente cómº semej ante in

d i v i du o sería fu nestísim o para Chile,desc u br i énd o l e

l a intención en que se hallaban de deshacerse de él,

cºmº único arbitrio que restaba ; i que, por últimº ,después de este minuciºso preámbulo

,había termina

d o con la propuesta de que se encargara de desem

peña r aquella cºmis ión ,para lº cual se ofrec ía una

oportunidad en la marcha del batallón a Quillo ta . Eldirector le había cºmunicadº además que la mismaind ic ación se había hecho a Zuloaga ; pero que este

j oven había andado con escrúpu lºs,que habían obli

gad º a fi j arse en otro .

Nav a rro ,después de una larga conferencia

,habí a

pedidº veinte i cuatro horas para resolverse .

Aquella noche,se cumplía el plazo

,i no sabía que

hacer .

Benaven te oyó esta relac i on c º n descºnfi anza . Temió que aquella fuera una red que se le tendía para

esper im en ta r su fidelidad al gobierno . Tºdo podíatemerse . La época n º era para descuidarse . Su familia era c o n o c i d am ente c a rrer i na

,i era ese un mºtivo

mas que suficiente para an l a r c º n tiento . Sin embar

go ,contestó a Navarro:—I m i te u sted a Zu l o aga ; rehu

se com o él .

A este cºnsej o,obj etó el cºnsul tante su cal idad de

españºl,su aislamiento en un país estran j er º ,

el t e

mor de que se le hiciera morir para asegura r el se

creto .

—U sted sabrá ento nces l o qu e ha ce, le dij º Benaven

te,1 le vºlvió las espaldas , indeciso sobre si aquell º

ser ía un embuste 0 una realidad .

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244 LA DICTADURA D E O'

H I CG I N S

El 25 de mayº a la madrugada, el batallón se puso en camino para Quillota .

A cierta distancia,iba R odríguez cºn su escolta

baj º l as órdenes de Zuloaga,le acompañaba también

Navarrº .

El capitán Benavente mandaba ese día la guardiade prevención

,i marchaba a la inmediación del gru

p º a que acabo de referirme .

Apr o v echó se de cierta circunstancia para acercarse

a Rodríguez,i para ofrecerle un cigarro de papel en

cuya envoltura habia escrito—H uya u sted, qu e l e

conv i ene. Rodríguez leyó estas palab ras siniestras . Lasorpresa le impidió ocultarlas bastante a t iempo para

evitar que las leyera también Nav a rro , que , en aquelm omentº, caminaba a su lado .

Rºdríguez n o era ciertamente un hºmbre cºbarde,

nadie se habría atrevido a decirlº . Había siempre

arrostrado el peligrº c º n una rara serenidad. Pero

nº es l o mismº el desprecio de la muerte en una l u

cha,que el recelº de ser apu ña l ead º pºr la espalda

en un camino sºli tario . Estº últ imo hace palidecer

al mas bravo .

El avisº de Benavente d i º miedo a Rodríguez . Re

c o rd ó l º s tristes prºnósti cºs de su s amigos en Santiago . Ago l páro nse a su mente mil incidencias , en que

antes apenas había reparadº,i que

,en aquel momen

to,tomaron para él unsigni fi cadº funesto .

Rºdríguez hab ía vivido en una épºca de trast º r

n º s i de violencias ; sabía a n º c ab er l e duda que laspasiones pºl ít icas en ciert o gradº de exaltación n º

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246 LA D ICTADURA DE O'

H I C <3 1 N S

mandº de la escºlta al teniente Navarro . Rodríguezlo supo c º n sentimientº , e hizº inútiles esfuerzos paraque el cambio no se operase .

En la tarde del día 26 ,el batallón acampó en las

m árj enes de un arrºyo que cºrre inmediato a las c ásas de la hacienda de Polpaico .

Navarro, c º n el preso i su escolta , se aloj ó en una

pulpería distante tres cuadras a retaguardia .

Rºdríguez estaba mas sombríº i m edi tabu nd º,In

terr o gó a Nav a rro c º n mas instancia sobre cu ál seríasu suerte, le rei teró sus ofertas .

El españºl se esfºrzó p º r ahuyen ta r l e aquellos 1ú

gub re'

s pensamientºs . Le repi tió que estaba viendo vis iones . Para restitu irle la a legría

,mandó qu e si rv i e

sen l icor,i le hizo beber .

Después de esº,l e convidó para ir por aquella ve

c ind ad a una de esas visitas que l º s hºmbres de gue

rra rehu san pºcas veces,deseosºs de mezclar l o s dul

ces deleites a l º s r i gorosos ej ercicios de su dura pro

fesi ó n . Rodríguez se negó desde luego a la invi taciónpero fuerºn tan apremiantes las instancias de su

guardián,que al fin consintió .

Parece que el desgraciado hubiera tenidº Como unpresentimiento de que

,en vez de l º s brazos de una

muj er,le aguardaba la muerte .

L º s d º s mºntaron a caballº, i partierºn sºlºs .

Era la oración .

A pºcº andar , Navarro sacó repentinamente de entre la rºpa una pistºla ; i apºyandº casi la bºca deesta arma sºbre el cuellº de su cºmpañerº

,la di spa

ró sobre él,i le derribó por t ierra .

Al ruidº del pistoletazº , acudieron l º s cabos Gómez i Aguero

,a quienes de an tem an º i a prevención

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CAP ÍT ULO ¡ X 247

ten ía el español emboscados p º r al l í cerca , i a unaorden de su teniente

,ensartaron su s bayonetas en el

pecho de su ilustre v íctima .

Navarrº había cuidado de alej ar con diversºs pretestos a l º s otros individuos del destacamento .

A cºntinuación,se rasgó con un cuchillo la mant a

en tres dist intas partes,i se puso a decir que había

hecho fuego sºbre Rºdríguez,porque había arremeti

do contra él para fugarse .

La nºticia de aque l la desgracia se divulgó en u n

instante por tºdo el batallón . Alvaradº levantó en elacto un sumario de lº que había sucedido

,i lº remi

t i ó sin tardanza con el capitán don Santiagº LindsayEste bravº oficial partió a escape para la capital .

Fué a desmontarse a la puerta misma del palaciº,i

exi j i ó que , todº cubierto de polvo cºmº estaba, leconduj esen ant e O '

H i ggi ns .

Lindsay venia palpitante de emoción . Aquel acontec im i en t º desastroso hab ía conmovido pr ofundamente

,tantº a él

,cºmº a sus camaradas . Esperaba

que hiciese una impresión no menºs fuerte sºbre el

ánimo de O '

H iggi ns . Mas éste leyó el pliegº de AI

v a rad º ,i permaneció impasible . N º se reveló ni en

su semblante ni en su apostura la menºr sorpresa .

Nº preguntó un solº detalle,no pidió una sºla es

p l i c a c i ó n sºbre un hecho , que , fuese cºmº fuese , debía c om p r º m eter l e tan seriamente a lºs oj os del pú

b l i c º .—Ca ¡b i tán , ¿cu ándo p i ensa u sted regresar a l ba

ta l l ón ? fué la única interrogación que d i r i j i ó a L i ndsay.

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248 LA DICTADURA DE O ' H IGGI N S

En vista de tan estraordinaria indiferencia , este

mili tar dij o mas tarde a u n º de su s amigos que paraél no era dudosº que O '

H iggi ns sab ía c o n anticipaciónlº que iba a suceder .

La nºticia de esta catástrofe produj o la mayºr disc o rd an c i a en las ºpiniºnes .

Muchos al principiº no la creyeron ; i dándose p o r

sagaces,atribuyerºn la desaparici ón de Rodríguez a

una tramoya de San Mart ín,que le habí a enviado a l

Perú c º n igual comisión a la que había desempeñado

en Chile an tes_

de la restauración .

L o s partidariºs del gºbierno sºstuvierºn que losconatos de fuga habian causadº su muerte

,

Lºs enemigos de la admini stración llamaron el hecho c º n su verdadero nºmbre : un asesinatº .

Navarrº,después de una prisión de m es i m edio ,

salió para l as provincias a r j en t i nas . En cuanto a l º sd º s cabºs Gómez i Aguero

,fuerºn si n demora envia

d o s c º n recomendación al ej ércit º del Tucumán .

El capitán Benavente,aquel que en el caminº

había dado en el cigarrº un avisº a Rºdríguez , recib i ó ºrden de ir a cºntinuar su s serviciºs a la ºtra

banda , 1 allí fué dado de ba j a al pocº t iempº .

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250 LA DICTADURA DE O ' H IGGIN S

Buenos Aires, impedir las maquinaciºnes de d º n JºséMiguel Carrera

,refu j i ad º entonces en Mºntevideº,

adquirir buques i pertrechºs navales para la escuadra

que se proyectaba organizar a fi n de dºminar el Pac ífi c o . El desempeñº de esta c º m i si ó i i exi j ía un hombre de la capacidad de Zañartu . Sºlo esta consideración pudº ºbligar a d º n Bernardo a separar de suladº

"

a un ministrº que era al mismo tiempº su

amigº .

El temor de los manej os de Carre ra i la u rj enc i aque se sent ía de pºner lista una fuerza marít ima

,hi

c i er º n apresurar la salida de Zañartu . Nº se reparóen medios para superar cuantºs ºbstáculos se ºponíana su marcha . U na nevada que duró seis días le retuv º en la villa de Santa Rosa . Luego que Zañartu com u n i c ó este cºntratiempº

,O

'H iggi ns le contestó ins

tándo l e pa ra que continuase su viaj e tan prºnto c º

m º le fuera pºsible . En Mendºza,la falta de carruaj e

le retardó todavía . Tuvº que comprar u n o a fin deproseguir su camino hasta Buenºs A ires

,1 poder dar

principio cuanto antes a las funciones a que iba des

t i nad o .

La separación de V illegas i la ausencia de Zañartudej aron vacantes d º s ministerios : el de hacienda i el

de gobiernº . El primero se encomendó a don José

M iguel Infante,i el segundo a don Antoniº José de

I r i sa rr i .

Era és te un distinguidº escri tºr guatemaltecº,que

había tomado u na parte activa en la revolución chilena . Estaba ligado p º r su espºsa a la familia de losL arra ínes

,i se había mostradº siempre acérrimº ene

migo de l o s Carreras . Había llegadº recientemente de

Europa,i gozaba de una gran reputación de talentº .

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CAP Í TULO x 25 1

Después del cabi l do abi erto que una p o rc 10n del vec i ndar i o celebró el 1 7 de abril para exi j i r que se dieseal gºbierno una forma constitucional

,tanto l º s mi

n i stro s de O '

H iggins cºmo sus demás consej eros , le

persuadieron que accediese hasta ciertº punto a l º sdeseos del pueb l o . El poder omnímodo e i ndef1n i d º

que ej ercía asustaba a la j enera l i dad ,i convenía qui

tar todo pretesto a la murmuración . A la di ctaduraa rb i trar i a i sin restricciones de ningún j énero queexist ía

,debía sustituirs e una dictadura legal . Así

,

t odº lº que habría de nuevo sería un reglamento iunos cuantos dignatariºs ; i se aquietaria la alarma de

los que criticaban que n º se hubieran fi j ado reglas al

ej ecutivo .

O'

H iggi ns reconoció la j ust icia de estas observaciones .En cºnsecuencia

,el 1 8 de mayo de 1 8 1 8

,esp i di ó un

decret º que anunciaba un cambiº en la organizacióndel gºbiernº

,Principia en él p o r recºrdar que su

nombramientº de directºr había sidº c º n facultades

il imitadas ; l º s dictámenes de su prudencia eran laúnica traba que se le había señaladº . Añade en se

guida que nº quiere esp º ner por mas tiempº el de

sem p eño de los a rdu º s negºcio s de la república al a l

cance de su sºlº j uiciº . Concluye declarandº que , c omo no sería º p o r tu na la reunión de un congresº , el

cual se convocaria mas tarde en la época c o n v en i en

te,nombra

,entre tanto

,una cºmisión de siete i nd i v i

duos para que le presente un prºyectº de constitución

provisiºnal .

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252 LA DICTADURA DE O 'H I GGI NS

Estos l ej i sl ad o res por gracia del directºr eran d º nManuel de Salas

,dºn Franciscº Antºniº Pérez

,d o n

Jºaquín Ganda r i l l as,dºn José Ignacio Cienfuegºs ,

don José María Villarreal,dºn José María Rºzas i

dºn orenzo Jºsé de Vi llalón .

La comi5 10n se pusº sin tardanza a elaborar eltrabaj º que se le había encomendadº ; pero antes de

terminar sus tareas,el ministeriº sufrió una nueva

modifi cación c º n la salida de don Jºsé Miguel I nfan

te , unº de sus miembrºs mas caracterizadºs i respetables .

Este republicano de estilº antiguº,de cºnciencia

ríj i da ,de principiºs inflexibles

,no podía de n i ngú n

mºdº fºrmar parte de una adminis tración que,en

muchas ocasiºnes,se creía autorizada para ant ep º

ner el i n tr rés de la revºlución o de su partido a la l e

ga l i d ad ,la razón polít ica a la j ust ici a .

Infante hizo,pues

,dim i si ón de su cartera en j uniº

de 1 8 1 8Había marcado su pasaj e en el gobiernº con dos

dispºsiciºnes importantes . Fué la una el nom b ram i en

to de una cºmisión central de secuestros , i el arreglode este ramo de ingresºs públicos . Sºn Superiores atoda pºnderación el despilfarrº en que se hallaba laadministración de las p rº p i edades confi scadas , i losrºbºs escandalosos a que había dado º r i j en . Dºn J º

sé Miguel ºrdenó que rindieran cuentas todos los quehabian in tervenido en l º s secuestros, i que en ade

lante ningunº de aquellos bienes se vendiera 0 arren

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254 LA DICTA DURA D E 0'H I GG IN

' S

hacerla aprobar por el pueblo,que indicaba la c º m i

sión . Napoleón,a su v uelta de l a isla de Elba

,hab ía

pra cticado u n procedim ientº para el casº,que le p á

rec ía mui conveniente imita r . Era tan seguro en su

resultado com º el que había im a j inad o la comisión ,i mas solemne e hipócrita en l a forma .

Consist ía el adm irab l e i nv en t o en pu b l ica r p o rbando el proyecto const it uc i on a l

,1 en p oner a cont i

nu a c i ó n en cada parroquia p º r cu atro d ías l º s l ibros ,de lºs cuales el u n º l levaría p º r ep ígrafe : L i bro de

su scr i pc i o nes en favo r del proyecto co n sti tu c i on a l ; 1 el

otro,L i bro de su scr i pc i ones en contra del proyecto cons

ti tu c i ona l . En el primero,debían fi rm ar los que que

rían ser rej idos por la cºnsti tuc i ón provisional,1 en

el segundo,l º s que nó . I

El gobierno sabía de antemanº que solº u n o deesos libros se cubriría de fi rm as

,i qu e el ot ro queda

ría en blanco .

Sucedió como lo había pensadº,i como no podía

menos de suceder.Todas las fi rmas que se rec o j i er º n desde Copiapóhasta Cauquenes estuvieron p o r l a añrm a t i v a

,i no

hubo ninguna pºr la negat iva .

La operación n º se hiz o estens iva a l o s departa

mentos de mas al su r,pºrque los restºs del ej érc i t o

real nº los habían evacuadº todavía .

El círculº del director qui so hace r pasar la u n i fo rmidad de los signatarios por l a e5p resi ó n mas clara ievidente de la voluntad nacional . Pero esº estababueno para dicho

,mas no para cre i d o . Aque l la cons

t i tu c i ó n formulaba la teo ría polít ica de l os que la

habían elaboradº .

El 23 de octubre, se j uró p º r tºdas las c o rp o rac i o

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CAP ÍTULO x 235

nes en el salón principal del Consuladº la carta queen adelante iba a rej i r la república .

Las d ispºsiciones de la constituc i on provisiºnaleran de d o s especies: las unas cºnocían i formu l abanesos derechos individuales que se encuentran p ro c l amedos en todas las consti tuciºnes mºdernas ; l as otrasorganiz aban l º s pºderes públicos .

Las garantías . de l º s ciudadanos eran en este c ó d i

go simples adºrnos . N o se había esta tu íd º nada queasegurase su ºbservancia . El último resultado

,su in

fracción 0 su respet o dependían del caprichº del director

,que era la autoridad sºberana .

La constitución provisional principiaba pºr declarar j efe supremo de la nación a don Bernardo O '

H i ggins . No fi j aba término a la duración de su car gº .

Le fa cu l tab a para nombrar todºs l o s empleados,in

c l u sº s l o s senadores i los j ueces , a propuesta en cier

to s casºs de las respectivas corporaciones o j efes deoficina . Le era privat iva la inversión de l º s caudales

públicos sin suj eción a presupuesto,i s in mas traba

que la de dar cuenta al senadº .

El director mandaba i arreglaba las fuerzas de mar

i t ierra ; confi rmaba o rev o c ab a las sentencias dadascºntra l o s militares por l º s consej os de guerra,auto

r i zab a las sentencias contra el fi scº ; podía cºncederperdón 0 conmutación de la pena capital .Cuandº así conviniese al bien del estadº

,le era

permitido abrir la correspondencia epist olar delante

del fiscal , procuradºr de ciudad i adm i n i strad o r decorreºs .

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256 L A D ICTADU RA D E O ' HI GG I N S

Si salía del territorio chileno,estaba facultado para

designar,de acuerdo c º n el senadº

,la persºna qu :

había de reem p l a za r l e.

En una palabra,según la l etra de la const ituc i on

provisional,el director de la república gºzaba de

m a s amplias atribuciºnes , que el antiguº pres i dente

gobernador de l a colonia .

Su autor i dad sºlo estaba limitada por 'el senado,

al cual cºmpet ía el pºder l ej i sl a t i v o ,i p o r l o s tribu

nales,que entendían en lo contencioso . S i n embargo

,

t anto el primerº,como los segundos

,eran todavía

,

como queda dicho,nombrados p o r el director .

Las indicadas eran las facultades que le estaban

esp resam en te concedidas ; perº podía tomarse sinobstáculº cuantas se l e antoj ase . La ún ica p rec a ución que los l ej i sl ad o res habían ad º p tad ) para asegurar el cumplimientº de su código

,eran las obser

v a c i o nes que , en casº de infracción ,debían elevar al

mismo director el senado i ciertos funcionarios que,

c º n ese obj eto , 1 el pomposo t í tulo de censo res,se

hab ían creadº en cada uno de ' los cabildos. ¿Podía

creer alguien de buena fe que esos dependientes delpoder ej ecutivo (pues senadores i censores n º eranºtra cosa ) habían j amás de m º l estar l e c º n reprimen

das i protestas ?

Es verdad que este código se promulgaba cºn elcarácter de p ro v 1 5 10na l , que se reconocía la so b era

n ía del pueblo , i se prometía que mas tarde éste p º r

mediº de sus representantes a c º rda ría lo que mej orle pareciese . Pero ¿ cuándº creería el directºr O

'

H ig

gins que había llegadº ese mºmento opºrtuno ?

El senadº solo se cºmponía de cinco p r º p i eta r i o s

i de cinco suplentes . Aunque su elección c o rresp o n

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.258 LA DICTADURA D E 0'H I C C I N S

A l º s seis d ías de la j ura de la const ituc i on,se re

t i ró del ministerio don Antoniº Jºsé de I r i sa rr i,con

el obj eto de pasar a Europa a representar l º s dere

chos de Chile en el congreso de soberanos que,por

aquel entºnces,se anunciaba iba a reunirse en Aqu i s

grán . A esta comisión,se le agregaba la de que nego

c i ase un empréstito que sacara de apuros al erario.

Entró a reem p l aza r l e en la cartera de gºbiernº donJoaqu ín E chev er r i a i Larraín .

Era este un caballerº,l igado a una de las primeras

familias del pais , que había sufrido la pena de su dec i si ó n por el sistema rev o l u c 10n a r i o con una duraprisión en las casamatas de Lima .

De ca rácter condescendiente i bondadosº,de ma

neras suaves i corteses , era uno de esos hombres,

que,en vez de dar el impulsº a los partidºs pºl íticos

,

lo reciben de ellºs , Los individuos de este temple,si

nº tienen el presti j i º de l º s j efes de facción ,en cam

bio se exim en de la o d i o si d ad que l º s otros siempre

arrastra 1. Las tempestades estallan sºbre sus cabe

zas si n tocarlos , Cuandº vuelven a la vida privada,

sº n pocos l º s odios que los siguen hasta ella . DonJoaquín Echeverría pºdía ser contado en esa clase

.

Por cºnsiguiente,su presencia en l º s cºnsej os del di

rector no debía introducir ninguna variación en elsistema polít ico que estaba adoptado

La const ituc i on prºvisional estuvº mui distante desatisfacer las a spiracion es de una gran parte de la

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CAPlT U LO x 259

j ente ilustrada . Deseaban muchos mas libertad,mas

garantí as . Perº la m -ryo ría d e t ales ºpºsitores c reía

l º mas prudente guardar silencio,i es tarse quiet ºs .

Los unos cºnsideraban una locura tºdº pensam i ent o de insurrección cºntra un gºbiernº a qu i en sostenía u n brillante ej ército . L º s ºtros miraban c óm o uncrimen de lesa patria t odº proyecto que e i .v o l v i era

probabilidades de anarquía,cuando l º s enemigºs de

América no estaban aun completamente vencidºs .

A l º s primerºs,l o s cºntenía el sentimientº de su ím

p º tenc i a, a los segundºs , la persuasión de que todºdebía postergarse a la cºnsºl idación del sist ema nacional . Unºs i o trºs murmuraban entre su s amigos

,

i aguardaban una ocasión mas ºportuna para hacervaler su s reclamaciºnes del modº que se lo perm i t i eran las circunsta ncias .

Sin embargo,no faltaron ind i viduos menºs c an t o s

,

o mas audaces que l º s anteriores,l º s cuales

,a pesar

de los cºnsej ºs de la prudencia , resolvierºn protestara mano armada i sin tardanza contra la dictadura de

O'

H iggi ns .

L º s principales promotºres de esta disparatadaempresa fueron don Franciscº de Paula Prietº

,i sus

d º s hermanºs , Jºsé 1 Juan Francisco , vecinos de laci udad de Talca

,i relacionadºs en aquella t ierra .

Hasta aquella fecha,ninguno de los tres había re

p resentado un papel grande ni pequeñº en la ré voluc i ón . Habían sido patriºtas decididos

,como tantos

º tros,1 nada mas . Pero de repente , i si n saber por

q ué,d º n Franc i sco de Paula concibió la idea de acau

d illar l a ºpºsición latente que existía contra el di

rector .

N i él ni sus hermanos habían sidº nunca militares;

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260 LA DICTADURA DE O 'H I C C I N S

pero en lugar de gradºs i de servicios,les sºbraba la

osadía . Este sentimientº , que n º era moderado enen el l os po r un cálculo bastante certerº de lº q u e son

l as cºsas humanas , l es hizo persuadirse que el'

l ev an

tam i en to de una guerrilla era una base suficiente paracomenzar una insurrección contra un gobiernº que ,si no contaba c º n una opinión unánime en su favor ,es t aba al menºs apoyado en un poderºso ej ércit o .

Las ven taj as que don Manue l Rodríguez habíaºbtenidº c º n sol o su m o n t º nera

,contribuían i ndu d a

b l em en te a alucinarlos . N o tºmaban en cuenta lainmensa diferencia que había entre su propia situa

ción,i

_

aqu el l a en que se había en c'

o n trad º el ilustrerevoluciºnario cuyo ej emplo se prºpºnían imitar .

Este falso j uici º los precipitó en su ruina .

L º s Prietos se l i so n j ea b an de que b astaba lanzaru n gri to cºntra O '

H iggins para que el pueblº lo re

p i t i ese . Pa t ían del supuest o de qu e para couse

guir un éxito cºmpleto,era sufi ciente comenzar . Bien

p r oñt o i a su costa , la serie de sucesºs l es hizº Cº n ºcer cuán equivocada era semej ante presunción

,

En el mes de noviembre de 1 8 1 8,l o s Prietos

,se

guidos de un ciert o númerº de“

secuaces,establecierºn

su campamento en lºs montes de Cumpeu ,partido

del Maule .

D esde este s i ti o,don Fran c i sc o de Paula

,tomandº

el pomposo t ítulº de Pro tecto r de l o s pu ebl º s l i bres de

Chi l e, d i r i j i ó al j enera l del ej ércit o del sur d o n Antºni o Balcarce

,i al gobernadºr intendente de Cº n cep

c i o n don Ramón Freire,sendºs paquetes de p ro c l a

ma s, b andºs i reglamentos en que los esc i tab a acooperar a l derr i b am i en to de l a administración de

O'

H i ggins . Comº era natural , la respuesta que ambos

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262 L A D ICTADURA DE 0 'H IGGIN S

D º n Francisco de Paula supo en Santiagº este descalabro

,Sin embargo

,n o se desanimó

,i resºlvió V º l

verse a l o s campºs de Talca para continuar su aventu rado proyectº .

A su pasaj e por Paine, se puso de acuerdº c º n el

j uez de este lugar ; i entre ambos, formaron una pandi lla

,que sºrprendió l a gu a rd i a

_

de la Angostura .

Esta fué la últ ima hazaña de Prietº .

Una persona respetable que se le había vendidopor amigo durant e su residencia en Santiago

,del a tó

a l gobierno cuanto el proscri to le había reveladº,i su

nuevo viaj e para el su r . Cºn este aviso,la autºridad

pudo a tra pa r l e en las orillas del Cachapo al , con todºs

l o s que le acºmpañaban .

T ra íd º a Santiagº,fué sometido con su s cómplices

a'

una cºmisión estraordinaria,que condenó a Prietº

1 al j uez de Paine a sufrir el últ imo suplicio . En c o n

formidad de esta sentencia,lºs d º s recibierºn la

muerte en la plazuela de San Pablº,el 3 0 de abril

de 1 8 1 9 .

Tal fué el tráj i c º e infructuoso resultado de laprimera intentºna a mano armada a que dió marj en lad i c tadu ra

º

de O'

H iggi ns .

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CAPÍTULO UNDEC I MO

Reti rada d e l as trºpas rea l i sta s pa ra Va l d i vi a después d e l a ba ta l l a d e M a i

p º .- Em i grad o s pa tr i ºta s d e l a prºv in ci a d e Co ncepci ón .

—Amni st ía .

V i cen te Ben av id es .—Insurrecci ón de Ben av i des en l a fro ntera .

—D º n

R am ón Frei re.—Acci ón d e Cura l i .—Crea c i ón de l a escuadra .

—S u p r imer a sa l i da a l mando de Bl a nco En ca l a da - Lor d Co chra n e—T oma d e V a l

d ivi a .- Esped íc i ó n l i bert ado ra d el iPe * ú .

Se equ i v º c aría quien ,j uzgandº la administración

de O '

H iggi ns ún i c amen te'

p º r l º que dej o relatadº ,entendiera que ella solº compre ndió facultades omnimºdas , arbitrarie dades , secuestrºs , proscripciones ,suplicios . Prestó también grandes servici os a la causade la independencia . Tuvo la guerra con España p o rpretesto de sus faltas

,la victoria por frut o de su s

trabaj ºs , la glºria p º r disculpa de su s viciºs i demasías .C º n un erariº escuetº

,c o n un país empobrecidº

,

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264 LA D ICTADURA DE O ' H I GGIN S

cºn una nac i on agºtada,improvisó una marina

, so s

tuvo un ej érc i t º,combatió contra el enemigº de Amé

rica pºr mar i pºr t ierra ; le an i qu i l ó en nuestro suelo ,i fué a p ersegu i r l e hasta el Pac ífi co , hasta el Perú .

La magni tud de tales méri tºs compensó para m u

chos la deformidad de su despºtismo . El afectº quese profesaba al libertadºr acallaba en mas de un co

razón el odiº que se debía al dictador . Sin el presti

j i o de su s triunfºs , O'

H i ggins n º habría podido sostenerse seis meses

,i mucho menºs seis añºs .

Fuerºn l o s bienes que hizo en p ro de la i ndep en

dencia,l º s que estorbaron el horror que de otro m o

d º habrían inspiradº algunos de su s pecados politicos .

He referido en l o que antecede las faltas que comet i ó comº m a j i strad º i comº homb re ; es una j ust iciapara él

,i un placer para m i

,contar ahora l º s servi

c i º s que al mismo tiempo prestaba a la república .

La batalla de Maipo arruinó completamente el p oder moral de l º s reali stas en Chile , perº nº su poder

material . Después del 5 de abril , sºlo l º s mui o b tuso s i reaciºs conservaron una fi rme esperanza de vencer

,i si n embargo , su s tropas pºseí an toda la rej i ó n

que se est i ende desde la orilla meridional de“

Maule,

i compon ían un ej érc i to que alcanzaba a d º s mil

hombres .

Al frente de ese ej erci tº,estaban Ossº r i o , el vence

d o r de Rancagua i de Cancha -Rayada , i Sánchez , elsostenedor de Chill án . Pero ni el u n º ni el otro hicic

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266 LA DICTADU RA DE O'

H I C C I N S

inmediatos ; cuatrº mil trescientºs treinta 1 uno deel lºs habían recibido de las arcas nacionales toda especie de socorros .

Así cºmo se había atendido a su manutención,se

cuidó también de proporciºnarles los medios de trasporte que necesitaban para regresar a las casas desu s padres . El estadº les facili tó c aba lgadu ras i vive

res para el viaj e,1 veló c º n celº paternal en que na

da les faltase .

El director O '

H i ggins no reduj o a estas medidas laesp resi ó n de su in terés p º r los habitantes de la p r º

vincia que mas había sufrido durante la larga guerrade la independencia .

Publicó la mas cºm pleta amnis tía para tºdºs su smoradºres . Sºlº serían perseguidºs l º s que estu v i e

ran armadºs cºntra la república,i n o se rindiesen .

L a s perso n as i p r º p i ed ades de todos l º s demás eransagradas

,cualesquiera que hubieran sidº su s ante

riores ideas . Nadie pºdía ser in terrogado ni por l º sparticulares

,ni p o r l º s m a j i strad o s, sºbre su c º ndu c

ta pasada . El menºr insul tº , la mas simple alusión ,

que se hiciera c º n ánimo ºfensivº a las opinionesrealistas de lºs que las hab ían abrazado , debían

ser castigadºs c º n las penas que la lei señ ala p ara

las inj urias graves . En una palabra , se ºtorgaba a

l º s vencidºs el ºlvido mas absºlutº de todº l º que

habían obradº antes de aquella fecha .

El 3 de marzo del m ismo año , se hizo extensiv a

esta amnist ía a tºdoslos habitantes de la república .

Estas providencias honran a sus autores , i so n

dignas de la j usticia de la causa que hab ían defen

dido . La absolución de las faltas pºlít icas es , n º sºl ouna prueba de jenerº si dad ,

sino también un actº de

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CAPíT U I .O X I 67

habilidad . Es una tºrpeza en u n hºmbre d e estadº

cerrar la puer ta para toda reconciliación ,i poner a

su s adversarios en l a alternativa de perecer o combatir . Po r prºpia conveniencia

,n º los debe reducir

nunca a la desesperación .

Se ve, p º r l º esp u estº ,

que,en 1 8 1 9 , O

'

H iggi ns

adºpta con respecto a lºs realis tas un si stema mui

diversº del que había empleadº en 1 8 1 7 . Antes habíaperseguido ahora perdºna .

¿Por que no ºbserv o c º n todos sus enemigos unprocedimiento igualmente magnánimo ? La j enero sidad i la nºbleza del alm a nunca so n supérfl uas

,i

siempre aprovechan .

"

Cuando todºs daban p º r c o nc l u i d a la guerra enla provincia de Concepción

,de repente

,un bandole

ro se prºclama el sucesor de Sánchez , i el sºstenedorde la metrópºli . Los rezagadºs del ej érc i to español

,se

asocian a l º s bárbaros de la Araucanía,i recºrren en

bandas la frontera . Es este el preludio de una deesas campañas inhumanas

,triste consecuencia de l o s

trastorn os prolongadºs,en las cuales n º se pelea

,sino

que se asesina,i se enumeran m as saqueos

,mas in

c endi º s de poblaciones , que batallas campales .

El demºniº que promueve i organiza esta i nsu rrección desap i adada ,

es Vi cente Benavides un hombreque había sido sucesivamente desertor 1 esp i a de l º sp atriºtas

,que había sido aj usticiado por ellºs

,i que

,

puede decirse,se hab ía levantado milagrosamente de

la tumba,

Era natural de Quirihue,i su padre había ej erc i d º

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26 8 LA D ICTADURA DE O '

H IGG I N s

el emple º de alcaide en la cárcel de aquella villa .

Alist ado como sa r jen to baj o las banderas de la revolucion , las abandºnó de improvisº sin motivo , i corrióa incorporarse en el ej ército enem igº . El en c a rn i zamiento c o n que atacaba a su s antiguos camaradas n o

t ardó en hacerle caer prisionerº . Las ºperac iones dela guerra no dieron tiempº para aplicarle inmediatamente la pena señalada p º r la ºrdenanza mil itar al

crimen que había cometidº,mas sºlo se aguardabauna ºcasión ºpºrtuna para escarmentar con su suplic i o a l º s que tuvieran intención de imitarle . En esteapuro

,una fuga feliz le l ibertó del peligro de muerte

que le amenazaba .

Una noche de marzº de 1 8 1 4 ,el j enera l O

'

H i ggins,

entre cuyas trºpas era cºnducidº el prisiºnero,sºlº

esperaba la venida de la aurora para acometer a lºsrealistas

,capitaneados pºr Gainza . Creía mui acerta

d o el plan que había concebidº,i t enía p o r segura la

victºria . Así,estaba impaciente de que amaneciera ,

Algunas horas antes de aclarar,el ej ércitº hab ía

comenzado a pºnerse en movimiento,i t odos se alis

taban para la marcha .

En esta situación,un estallido espantoso a terró a

l º s patriºtas,i les hizo saber que una gran parte de

sus municiones se había incendiado . Una mu l a quellevaba una carga de cartuchos , revolcándose sobre

una fºgata medio apagada,había producidº aquel de

sastre . La sorpresa fué grande,i la cºnfusión mayor .

Ap ro v echó se de ellas Benavides para esc aparse ,i

para ir a anunciar a Gainza cuanto prºyectaba O '

H ig

gins cºntra él . La relación del fu j i t i v o pusº en guardia a l j enera l español , e impidió que se realizara elpensamientº del caudillo i nsu rj en te .

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270 L A D ICTADURA DE O '

H i c c i Ns

ta las inmediaciones de la chacra cºnocida con la de

n º m i n a c i ó n de el Co nventi l l o .

En este paraj e,el ºfi cial mandó desmontars e a am

bos Benavides ; i s in mas preparación ,les nºtificó que

tenían cincº minutos para arreglarse con D ios,porque

iban a morir .

Las súplicas i las protestas fueron inútiles .

El j efe del destacamento era un subal ternº que no

ten i a mas que aj ustarse a las ins trucc iones que había

recibido .

Vicente i T imoteº se abrazarºn e hicierºn una cort a ºración .

En seguida,cuatro soldadºs se pusierºn al frente

de cada uno,i descargaron su s armas

,haciendo la

puntería al pecho de los reºs . Los d º s cayeron t en

didos en el suelº .

El sar j ent º del piquete, al re tirarse , desenv a in ó susable

,i dió al que creía cadáver de Vicente dos taj os

en cruz entre la cabeza i la parte super i or del cuello

L º s ej ecu to res de la sentencia , cºncluidº su enc a r

go,regresarºn a la capital .

¿Por qué n º se había el ej i d º un consej º de guerrapara j uzgar a aqu ellos hombres ? ¿Por qué se habíanpreferidº para su suplicio los estram u rº s de la ciudad

,

a la plaza principal ; las t inieblas de la noche , a la luzdel día? ¿Por qué se daba a una ej ecución que podía

ser legal el carácter de un asesinat º ?Preguntas so n estas a las cuales se encºntrará c º n

di ficultad respuesta satisfactºria .

Perº sea de esto lo que fuere , Vicente Benavidesno había muerto . Dos balas habían pasado cerca de

su s c ºstados,hab ían quemadº su camisa , pero ni si

quiera habían tºcadº su piel .

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CAP ÍTU LO X t 27 1

En tan apurado trance,habia conservado tºda su

calma i se había arroj ado a tierra,como si realmente

hubiera perdidº la existencia . Los sablazos del sarj ento nº le habían ar rancado un solo j em i d o . El deseo

de la cºnservación le había hecho'

ser bastante dueñode si mismo para contener en su garganta las quej as

del dºlor .Esta vez si que había merecido

,c º n t oda j usticia

,

la reputación de burlador de la muerte .

Cuando se hubº c erc i º rad º de que sus verdugºs

iban lej os,se levantó , desgarró algunas t iras de l a

vestidura de su hermano,se v end ó con ellas la heri

da i fué a pedir sºcºrrº a una c á su cha inmediata,

dºnde,para esp l i c a r su si tuación

,inv entó una histo

ria de ladrones . Su fábula fué creída p o r aquellas

buenas jen tes, i él mismº conducido a casa de su suegra

,dºnde se curó en secreto .

La autoridad ignºró,desde luegº

,aquella sup erv i

vencia . La familia de l o s aj ust iciados,despues de la

ej ecución,obtuvº permisº para darles sepultura

. Es

c u sad o me parece advertir que ella se guardó muibien de publicar que , en vez de d º s cadáveres , sº lohabía encontradº uno .

Cualquier otro hubiera huidº del país,0 cas º de

quedarse en él , se habría ocultado baj º la tierra,há

b r ía cambiado de nombre,habría procurado pasar

p º r otro individuo distinto del que todºs creían en laotra vida . Nada de eso hizo Benavides . N º se c º n

fºrmó siquiera cºn circunscribirse a vivir cºmo unsimple part icular, sino que , p o r mediº de un caballero respetable que le p ro tej ía ,

d i r i j i ó prºpuestas deavenimiento a San Mart ín .

El j enera l cºncibió al puntº los importantes servi

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272 L A DICTADURA D E O 'H IGG I N S

cios que un hombre como ést e pºdía prestar en lacampaña del su r . Le prºmet ió el perdón

,i admit i ó

su s ofertas. L o pasadº,pasado . Benavides de ahí en

adel ante iba a ser un buen patr iota,i a perseguir a

l o s realist as c o n tantº ardºr,como el que hab ía des

plegado para molestar a l o s i nsu rj en tes . Con estas

disposiciºnes,partió para Concepc i ón .

Balcarce i Freire pusierºn a su serviciº la ac tividadi las numerºsas relaciones de aquel hombre verdade

ram en te estraordinario .

Benavides correspºndió a su confi anza,i l es ayudó

m u cho i con lealtad a la p a c i fi - a c i ó n de la comarca .

Cuando Sánchez se retiró para Valdivia,Balcarce

hizo que Benavides se encaminase a Arauco c º n el

encargo de reu nir los dispersos que iba dej ando elej ércitº español

,i de procurar ganarse la amistad de

los indiºs,que

,por l º j enera l , se habían mostrado

host iles a la revolución .

Fué mientras estaba desempeñandº esta comi 5 10n,

cuandº le vinº la idea de levantar bandera contra l o s

independientes .

S º n varias las causas de este cambiº en su con

dueta .

En Arauco,V I O 18. posibilidad de organizar una in

su rrec c i ó n . ¿Qué le impedía sublevar en nombre del

rei a esºs indi ºs cuyº afect º se quería que conquistase para la patria

,congregar baj o su mando a esºs

dispersos que estaba encargado de incºrpºrar a las

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274 LA DICTADURA DE O ' H I GGI NS

montonera impºnente,c º n araucanos i c o n foraj idos

españoles,i cºmenzó las hºstilidades .

N adie mas propiº que Benavides para acaudillaruna guerra vandali ca

,cºm º aquella . Era una especie

de bandido españºl o c a l ab rés,superstici oso i sangui

nario,de una mala fe comº pocºs la han ten i do

,si n

piedad en el alma,desenfrenado en sus pasiones .

D esde niñº,había adºptado p º r patrºna a la Vir

j en de Mercedes ; todos los días le rezaba precisamente

,ha l l ár ase dºnde se hallara; i contandº en su

calidad de devºto c º n aqu el p º der º so amparº al ladode D iºs

,se cre ía autorizadº para cometer l º s c rím e

nes mas enºrmes con entera impun i dad . Su sacrílegopensamientº hacía cómplice a la madre del Salvadºr

en sus rap iñas, en su s traici o nes , en sus asesi na t º s, inº vacilaba en invºcar el apoyº de la santa Vi rj enpara triunfar en sus maldades .

Benavides era hombre que mataba si n escrúpulo ;perº que cºrría en seguida a pedirle la absºlución a

un sacerdote para volver a m a ta r . Fanático,c o rr om

pido,pensaba que tºdº quedaba allanado c º n hacer

lo consagrar por las augustas ceremonias de la reli

j i ó n . Antes de marchar a un combate , dºnde iba

d ispuestº a n º perdonar la vida a un solo pr i siºnero ,hacía que tºdºs sus sºldados se confesasen i c º m u l

gasen .

N o le faltaban ºperarios para estas p ro fanac i o nes .

Los frailes fu j i t i v o s de Chillán bendecían las negrasbanderas de semej ante caudillº en nºmbre del D iºsde lºs ej érci tos

,i arengaban a aquella trºpa de ban

doleros,an im ánd o l º s con las palabras santas de la

rel i j i ó n . L o s párrocos de la frºntera , godos en su

mayºr parte,le servían de espías

,i le redactaban

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CAPITU LO' X I 0

su s proclamas . T a l c o o pera cm n esplica el i nc remento que tomó en poco t iempo la insurrección de quehablo .

Benavi des no carecía de talentº . Tenía esa astuciagrºsera de los bárbarºs

,que burla muchas veces a

la j ente civilizada con el cin ismº inesperado de sus

embustes .

E ra,para decirlº todo de una vez

,por sus antec e

dentes i p o r su carácter, el hºmbre de las c i rc u ns

tancias . En aquella época , solo un bandidº podía encargarse de sºstener en Chile la causa perdida de Es

paña .

El j efe que pºr su empleo debía poner ataj o a estasublevación realista

,era uno de los mas nºtables que

prºduj o l a guerra de la independencia . Esta comisióntocaba de derecho al intendente de Cºncepción do nRamón Freire .

Es preciso que me detenga algún tantº delante de

esta noble figura de nuestra histor i a . Freire mereceesta dist inción

,no sºlº porque va a ser el hérºe de la

campaña del su r , sino también pºrque será él quien

en 1 8 23 arruina'

rá la dictadura de d º n BernardoO

'

H i ggi ns.

Desde sus mas tiernºs añºs , hab ía manifestado unainclinación decidida a la mi l icia . El niñº Freire nºpensaba sinº en ser sºldadº . Su padre fomentaba est as disp osiciones marciales c º n gran disgustº de la

madre,d ºña Jertru d i s Serranº , la cual como que

a d i vinaba desde entºnces lºs padecimientos , las :i n

gu st i as que ellas habían de o r i j i na r l e.

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276 LA DI CTADURA D E”0 '

H I GG I N S

Comº est º sucedía al terminar el siglº XVII I,n o

se divisaba en Chile ni ocupación ni porvenir para

un mili tar . Esta cºnsideración, hacía que el padrede Freire l e prometiera cada vez que tocaba el asunto

,llevarle a España para que sentara plaza al lado

de un tío que servía en los ej ércitos de la Península,

i que mas tarde ºbtuvº en ellos el gradº de j enera l .

A l p r i nc i pi º ,estas ºfertas no fueron sino unº de

tantºs proyectos quiméricos cºn que se divierten lasfamilias ; pero al fin estuvierºn casi al realizarse .

El padre de Freire emprendió una negºciación naval

,en la que comprometió su ha c i end a

,i s e llevó

consigo a su s tres hij ºs,a quienes dej ó en Lima

,

mientras él continuaba adelante . Al cabo de algúntiempo

,debía volver por d º n Ramón con el obj eto

de trasp o r ta r l e a España para que cumpliera su v ocación .

Era ºtrº,sin embargo

,el destino que al j oven es

taba reservadº .

El señor Freire n º regresó nunca . Jamás se supºla suerte que habian corrido él i su buque . Es probable que fuese la mar la que privó j untamente a dºn

Ramón de todºs l o s bienes de su casa,i del autor de

su existencia .

Este acc idente desgraciadº le impuso una obliga

ción cuyº desempeñº era difícil,aunque mui dulce

para él . No era todavía un j oven ,i tenía ya que ve

lar pºr la subsistencia de su madre .

Para proporcionarse los mediºs de hacerlo,se alis

tó en la marina mercante que hacía entonces el c o

m erc i o entre Chile i el Perú , Su ánimo denodado ha

l l ab a atractivo en una ocupación que pone de continuo al hºmbre enfrente del peligro .

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278 L A DICTADURA DE O ' H IGGI NS

El cielº p r º tej i ó su audacia . Ap resaro n un buen

número de embarcaci ones enemigas con valiºsº car

gam en to ,lanzaron impunemente sus balas sobre el

Ca l l a o i Guayaquil ; i c o n sus cuatro b arqu i chu el o s

m a l equipadºs i peor aparej ados,alarmaron todas las

c º stas del Pacífico .

En esta esp ed i c i ó n marítima, Freire se dist ingu10

cºmbatiendo en el mar,cºmo en Chile había so b resa

l i d º cºmbatiendº en t i erra . Su estra º rd i n ar i o arrºj o

le val ió en esta ocasión,cºmº en tºdas l as demás ,

unº de l º s prim erºs puestos entre su s camaradas .

Cuando regresó a l as provincias a r j en t inas, SanMartín le d i ó cien infantes i veinte j inetes , para queviniese por el Planchon a distraer la atención de l º srealis tas

,mientras el gruesº del ej érc i t º desembocaba

pºr el camino de l o s Patºs . El éxito mas completº

cºronó esta arriesgada cºmisión,i acabó de consol i

dar la fama de Freire .

En las campañas que S i gu i eron ,se pºrtó con ad

mirable valor,i su nombre llegó a ser el orgullº de

sus cºmpañeros de armas i el t errºr del enemigo .

Freire peleaba si n descansº Contra l o s españºles .

Esta vez tenía , n º solº que defender a la patria ame

n azada,sinº también que rescatar a su madre .

L º s españoles habían imputado a esta anciana inotensiva comº un crimen las proezas de su hi j º . En

la impºtencia de vengarse en este ilustre guerrero,

habían resueltº atormentar a la m adre . Con esta i “

t ención,le habían señalado p o r cárcel su mºrada , i

habían cºlocadº un centinela a su puerta .

En breve les pareció demasiado l i j ero este castigo,i la trasp o rtar º n a las bóvedas de Penco , donde, p o rmuchos días

,no tuvo mas cºmpañía que las o sam en

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CAP Í TULO X I 279

tas de d º s cadáveres que habían quedado insepultos

en aquel calabºzo . Aquella infeliz señºra , para l ib e rtarse de tan hºrrible espectáculº

,se vió obligada a

abrirles una sepultura,cavando la t ierra c o n frag

mentºs de el lºs mismºs .En las épºcas b º rrasc º sas

,n o se puede impune

mente tener la glºria de haber dado el ser a un gran

de hombre .

De Penco,doña Jer tru d i s Serrano fué trasladada a

Talcahuano .

Hacía poco que había llegado a este lugar,cuando

un día sint ió que clavaban por fuera la puerta de suprisión . Se le dió p ºr mot ivo de esta estraña provi

dencia que la guarnición marchaba contra las tropas

i nsu r j en tes que andaban p º r l º s alrededºres , i queno quedaba nadie para que la guardase .

Cuando l º s realist as regresaron de su esp ed i c i ón ,

fuerºn a decirle que l º s patriºtas habían sido c º m

p l etam en te derrot adºs , i que d o n—Ramón Freire há

bía muert o . N o limitaron su crueldad a esta mentirainicua . I n t im a r o n a su cautiva que saliera a prenderluminarias en celebración de la victoria

,i sin atender

a lágrimas i súplicas,la fºrzaron a cumplir tan b ár

baro mandato .

Al fin,compadecido de la trist e si tu a c 10n de la se

ñora Serranº,dºn Santiagº Asc a c íb ar cºnsiguió

,a

fuerza de empeñºs, q u e se le permitiera trasladarla a

su casa,encargándºse de c u sto d i ar l a .

Permaneció al lado de este j ener º so caballerº , hasta que

,en 1 8 1 8 ,

l o s triunfos de l o s independientes

ºfrecieron una cºyuntura para canj earla . Entºnces

t uvº la sat isfacción de abrazar a ese hij o por cuvacausa hab ía padecidº tantº

,i q ue había llegadº a

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280 LA D ICTADURA DE O '

H I C C I N S

ser una de las primeras n º tab i l i dades de la milicia

chilena .

Cual quiera ºtrº menos j enero so que Freire habría

sido implacable c º n los realis tas . El tratamientº quehabían dado a su madre j ust i ficaba toda especie derepresalias . Pero se pºrtó tan noble después de la victoria

,como bravº en la pelea .

Arriesgando siempre su vida en l a s batallas,ec º n º

m i zab a cuantº podía la sangre de lºs enem igo sz—Nomerecen ni el plºmº que se emplearía para matarlos

,

—era su respuesta a los que le instaban para que cast igase c º n la muerte lºs crímenes de algunos guerri

l l ero s españoles . Escudaba a sus cºntrarios c º n el

despreciº,a fi n de p ro tej er l es cºntra el furor de los

patriotas .

Se ve,pºr lº d i chº , que entre Freire i Benavides

(perd ónesem e que l º s compare) , lo únicº que había

de común era el valor .

El sanguinario Benavides cºmenzó l as hostilidadescomº era prºpio de un hombre si n fe i si n entrañas .

Al principiº,le cºntuvo algún tanto la cºnsideración

de que su muj er estaba en poder de l º s patriotas,que

la reten ían cºmº en rehenes ; pero habiéndola recobrado

,por una de esas a rter i as que le eran familiares

,

dió rienda suelta a su furor . El i l o s suyºs degollaban

a l º s prisiºneros , sº pretesto de que no tenían dºndeconservarlºs

,i asesinaban a los campesinºs que en

c o n trab an a su pasº para que n º revelaran su i t i ne

rar i o .í Comº si deseara hacer impºsible tºdo aveni

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28 2 LA DICTADURA DE O'

H I GG I N 5

mulos a l o s sºstenedores de la metrópºli ; de ahípart ían las esped i c i o nes armadas cºntra las cºlºnias

sublevadas . Mientras subsistiera en pie ese virreinato,

guardián celosº de la dominación española,la inde

pendencia no estaba asegurada . La consºlidación delsistema nacional exi j ía su ruina .

A esta razón polí tica,se añadía ºtra especial de

conveniencia para Chile . El Perú era nuestrº princi

pal mercado . El cierre de sus puertos destru ía nuestro comercio . Era u rj en t ísim o que se levantara enaquel país un gºbiernº amigº que restab l ec i era la

cordialidad en l as relaciones de ambos pueblºs .

O'

H i ggi ns i San Martín habian reconºcidº desde

Mendoza la j usticia de estas consideraciones,1 habían

convenidº en hacer sin tardanza una esped i c i ó n alPerú

,casº de triunfar en Chile . Era necesario inva

dir a l enemigº para n º ser invadidos ; era precisº l l e

var la guerra a aquellas rej i o nes para alej arla denuestrº territorio .

Para esto,convenía

,antes de tºdo

,ºrgan izar una

escuadra que asegu rase la posesión del Pacífi cº , i fa

c i l i ta se el traspºrte de las tropas . La n ecesidad de

esa medida no admitía discusión . Pero ¿ cómo efec

t u a r l a? ¿de dónde se sacaban lºs elementºs que se

habían menester ?

Faltaban l o s buques ; faltaban pertrechos ; faltabanºfi ciales espertos ; faltaban marineros, faltaba el dinero

,que todo lº allana

,i sin el cual n o se hace na

da . Nº había mas que voluntad decidida de poneren práctica ese pensamientº

,1 la fuerza de esa v o l u n

tad hizo milagros .

La fºrmación de la escuadra en aquellas c i rc u ns

t ancias es el mas brillante timbre del directºr O '

H ig

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CAP ÍTU LO X 1 28 3

gins,de su ministrº Zenteno

,i de cuantºs le a v u dar º n

con su coºperación .

Para crearla,se tºcaron toda especie de resºrtes

fiscales,cºntribuciºnes forzosas

,prés tamºs

,c º nfi sc a

c i o nes. El pueblº,por lo j enera l , cºrrespºndió con su

entusiasmo al entusiasmº de l º s gobernantes . Se encargaron naves a Buenos A ires

,a Estadºs Unidºs

,a

Inglaterra . Se admitió sin reparar en condiciones a

lºs marinºs de tºdas l as naciones que se presentarona alistarse . Se conv irtió en marinerºs de guerra a l º spescadºres de l as costas

,que nº sabían manej ar sinº

el remo de su s miserables canoas

Al fin , gracias a todas estas prºvidencias , i a laresolución incontrastable de que nuestra j oven bandera se enseño rease de la mar , pudº reunirse una

escuadrilla,que enumeraba un navíº

,una fragata ,

una cºrbeta i d º s bergantines .

Estas naves llevaban entre todas c iento c uarenta

i dos c añones,i mil cient o nueve hombres de tr i pu

l ac ión . Su comandante en j efe era - u n alférez de lamarina

"

española,don Manuel Blanco Encalada . La

mayºr parte de su j en te ignoraba la maniºbra .

El 1 0 de octubre de 1 8 1 8,zarparon de Valparai so

las embarcaciºnes mencionadas,menos unº de l º s

bergantines . Su obj etº era dar caza a una esped i c i ó n

enviada desde Cádiz,compuesta de ºnce buques c o n

v o yad º s por la fragata M a r i a I sa bel de c u aren ta i

cuatro cañºnes . Esta esp ed i c i ó n trasp o rtab a d o s milquinientos h om bres de desembarco

,i muchas muni

ciones i pertrechos .Luegº qu e la escuadrilla independiente se com

prometió en alta mar,se pusº a un mism º tiempº a

buscar al e nemigo 1 a disciplinar su j ente .

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284 LA DI CTADURA DE O 'H IGGIN S

Los chilenºs, en su primer ensav º naval , imitaban

a l º s romanºs de la an t i gi i edad ,quienes

,en igual

situación , adiestraban su marinería a la par queconstru ían sus galeras .

Comº ellºs,en su primera correría p º r el mar , al

c anza r º n la victºria .

A los diez i ºcho d ías de haber salido de Valparaiso

,la fragata M a r i a I sa bel estaba en pºder de Blanco

Encalada; i a l º s treinta i ocho días de su partida ,regresaba éste al mismo puertº con su hermosa presai cincº de l º s trasportes que la acºmpañaban .

Después de este gloriosº triunfo,la escuadrilla na

cio nal se aumentó con una fragata 1 dos bergantines,

i mej oró su tripulación c º n variºs oficiales estran j er o s de un méri tº dist inguido

,entre l º s cuales se

encºntraba lord Tomás Cochrane,quien se pusº a su

cabeza .

Era éste un marino de repu tac 10n eurºpea , que ,aunque inglés i enemigo

,había arrancadº el º j i o s al

mismº Napºleón,1 de quien se referían p r º d i j i o s de

audacia . En la guerra naval que sºstuvo Inglaterraal p r i nc ip i º del siglo contra F ran c i a i Esp aña ,

man

daba Cochrane un bergantín de catorce cañones i se

senta hombres de tripu l ac i ón,1 esto le bastó para

apresar en diez meses tre inta i tres naves con qu i n i en

tos treinta i t res hombres de tripulación . Estºs números pueden dar idea de cuántos eran su act ividad 1

su arroj o . En efectº , las prºezas de lºrd Cochrane le

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284 LA DI CTADURA DE O 'H IGGIN S

Los chilenos, en su primer ensay º naval , imitaban

a los rºmanºs de la an t i gi i edad ,quienes

,en igual

situación , adiestraban su marinería a la par queconstru ían sus galeras .

Como ellºs , en su primera correría por el mar , a l

c anza ro n la victºria .

A l º s diez i ºcho d ías de haber salido de Valparaisº

,la fragata M a r i a I sa bel estaba en poder de Blanco

Encalada; i a l º s treinta i ºcho días de su partida ,regresaba éste al mismº puerto con su hermosa presai cinco de los trasportes que la acºmpañaban .

Después de este gloriosº triunfo,la escuadrilla na

cio nal se aumentó cºn una fragata 1 dos bergantines,

i mej ºró su tripulación con variºs ofi ciales estran j er o s de un méri to dist inguidº

,entre los cuales se

encºntraba lord Tomás Cochrane,quien se pusº a su

cabeza .

Era éste un marino de reputación eurºpea,que

,

aunque inglés i enemigo,había arrancadº el o j i o s al

mismo Napºleón,1 de quien se referían p r º d i j i o s de

audacia . En la guerra naval que sºstuvo Inglaterraal principio del siglo contra F ran c i a i Esp aña ,

man

daba Cochrane un bergantín de catorce cañones i sesenta hombres de tripu l ac i ón

,1 estº le bastó para

apresar en diez meses tre inta i tres naves con qu i n i en

tos treinta i tres hombres de tripulación . Estºs núm er º s pueden dar idea de cuántºs eran su actividad 1

su arroj o . En efectº,las proezas de lºrd Cochrane le

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CAP ÍTULO xr 28 5

hacen un hérºe de epºpeya , mas bien que de historia .

Pertenecía a esa raza de guerreros cosmopºlitas que

viven en los campamentos , i que reconocen pºr patria todo país donde se cºmbate p º r la libertad . Ese

mismo lºrd de la aristocracia bri tánica que,en 1 8 1 9 ,

desenvainaba su espada en apºyº de la independenciaamer i cana

,debía mas tarde cºntarse entre l º s defen

sores de Grecia en su lucha c º n tra'

l º s turcºs.

Su dirección era una prenda de victºria .

Al mando de la escuadrilla chilena,continuó las

hazañas que le hab ían hechº famºsº en las escuadras

de Gran Bretaña . Su sºla pres encia en el Pacífi coahuyentó a las naves españolas , que fueron a esc o nders e amedrentadas baj o l as baterías del Callaº

.

Cochrane las siguió allá ; i por largo tiempo, es tuvº

trabaj andº p o r sacarlas de su es cºndrij o , sea por lafuerza

,sea p º r la invitación a un c ºmbate . Todas sus

tentat ivas fuerºn inútiles .

Recorrió entonces sin obstáculo l o s mares i las c o stas

,e hizº val iosas presas en el agua

,i en la tierra

.

Semej an te paseº pºr el ºcéano equival ía a un tr i u nfo espléndido , pºrque impºrtaba el abatimiento confesad º de la mar ina realista .

S in embargº , Cºchrane nº pºdía confºrmarse c o n

un resultado que para él era mezqu inº í desprec iable . Estaba acostumbradº a hacer memorables su s

cºrrerías por pro di j i o s, así se im pac i en tab a de n º haber señalado tºdavía su presencia en América

p º r

nada de estra o rd inar i º . Sent ía rubor de regresar aValparaíso sin haber dado cima a ninguna empresapºrtentºsa .

Ocu rr i ósel e entºnces lavar esta deshºnra c º n la

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286 LA D ICTADURA DE O 'H I C GI N S

toma de Valdivia,la plaza mej or fortificada del Pa

citico . El proyecto e ra el colmº de la temeridad ,i su

ej ecu c i ón parecía un imposible . Perº era eso precisamente lo que ha l agab a al bravº marinº .

Valdivia está situada a la em bocadura de un ríonavegable

,a cincº leguas del mar . Nueve cas t i llºs

,

levantadºs en ambas riberas,i cuyos fuegos se cru

zan,defi enden ese espacio

,i asegu ra n aquella angos

ta entrada . En la épºca a que me refi erº , estabanarmadºs c º n ciento diez i ºchº cañºnes , i guarnecidos

p o r setecientºs ºchenta veteranos , i tresc i en to s m i l i

cianos .

Cºchrane tuvº o c aswn de averiguar el estadº de

la p l aza ; i p o r cºnsigu iente , ib a a obrar con enteroconocimiento del riesgo a que se espon ia . Con todo

,

no se desalentó .

Resueltº a llevar al cabº tan aventurado pensamiento

,hizº velas para Talcahuano a fi n de buscar a l

gún refuerzº .

All í se encont ró con don Ramón Freire . Aquellºs

d o s valientes no pºdían menºs de entender se . N o es

taban autºrizadºs por el gobiernº para d ar aquel

pasº ; pero ni el u n o ni el otro vacilaron en cargar c º nla respºnsabilidad en la parte que les correspondía:Freire prºporciºnó cuantos au si l i o s pudo , i Co chra

nemarchó sobre Valdivia c º n una fraga ta av er i ada ,

un bergant ín,una go l eta i u n cuerpº de dºscientºs

c incuenta hombres .

Estºs miserables elementºs le bastaron,sin embar

gº , para enarbolar en unas cuantas hºras la banderatricºlºr sºbre una plaza que,con j ustº t ítulº , pasabapor i nespu gnab l e . El ataque fué tan repentino

,i todo

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28 8 LA D ICTADU RA DE 0'HIGG IN S

decía O '

H iggins, nº sabe lo que es mandar . Yº debí

enc anec er a cada instante» .

El gºbierno se trasladó a Valparaíso para activarl o s prepar ativos de marcha .

El 1 6 de agºsto de 1 8 20 , las tropas l ib ertad º ras estaban reunidas en ese puerto . El 1 9 ,

a las nueve dela mañana

,se desplegó al aire la bandera nacional

,i

fué saludada por tºdºs l o s cañones de l º s castillos ide la escuadra . A esa hºra , principió el embarco . Alsigu iente día por la tarde , la esped i c i ón se hizo a la

vela,escoltada por la escuadrilla de lºrd Cochrane .

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CAPITULO D U 0DEC I M0

Maqu inac i o nes d e l o s c arrer i no s en Ch i l e.—Persecuc i o nes qu e sufren .

Cºnsp i rac i ón d e 1 8 20 co n t ra e l gºb i erno d e O'

H i ggi n s - D o n J ºsé An tºn i º Ro dríguez .

La necesidad de n º interrumpir la narra c 10n de las

campañas m ar ít i n i as i terrestres , me ha obligado asuspender hasta ahora el relatº de las maquinaciºnes

que en ese mismº t iempº tramaban,t antº l o s carre

r i no s,como l º s demás ºpºsi tores

,a la administra

ción O '

H iggins .

N i d º n Jºsé Miguel desde Montevideº,ni sus par

ciales en Chile habían abandºnado p o r u n instanteel pensamiento de derribar a “ su aborrecido rival . Sila ambición n o lºs hubiera impulsadº a ellº

,lºs ha

bria ciertamente estimulado el deseo de vengar lo ssangrientºs agravios que habían recibidº

,i la tenaz

persecución de que eran víctimas .

"

Así nº cesaban unAM U NÁT EGU I .

—VOL . X I V .— I g

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290 LA D ICTADURA DE 0'H 1 C G I N S

momentº de trabaj ar c º n ese obj etº ; i tantº Carreracomo sus secuaces de acá

,mantenían entre si una

cºrrespondencia furt iva i sºstenida . L º s de Chileenviaban nºticias ; i de Montevideo , les ven ían ins

tru c c i º nes.

Estas relaciones n o pudieron permanecer ocultas

p º r largº t iempo ; i el directºr , que daba en su temorla medida de la impºrtancia que atribuía a Carrera

,

se apresuró a tomar precauciones para evitar cualquier descalabro . Con esta i ntenc 10n

,s e presentó al

senadº el 1 6 de noviembre de 1 8 1 8 ,para que dec l a

rase que aquel era un peligro inminente de la patriai le autorizase para proceder est ra o rd i na r i am en te al

d esc u b r im i en to i castigo de los tales cºrresponsales .

Habiéndole el senado concedido en el acto l o q u esºlicitaba

,O

'

H iggi n s nºmbró u na comisión c º m p u es

t a de V illalón,Lazº i Villegas

,a fin de que rastreasen

las tramas que hubiera,i aplicasen a l º s cómplices

la condigna pena .

Se levantarºn entºnces minuciosos sumarios, i se

formarºn abultados esp ed i en tes . N o se arribó,

si n

embargo,pºr el pronto a ningún resultado im p º r tan

te ; pero a pocº se sºrprendió un caj ón de impresos

que don Jºse Miguel remit ía de Mºntevideº a susconfidentes de acá , con l º cual se creyó que habíallegadº la ocasión de hacer un rigoroso ej emplar

.

El 20 de enero de 1 8 1 9, la comisión arriba men

c i o nada dictó , baj o la presidencia del director , unfallo

,por el cu al cºndenaba a Jºsé Conde

,el asis

tente de Carrera , a perpetua esp u l si ó n del terri torio

chilenº,i a una c o n fina c i ó n de seis añºs en las Brus

cas ; a don Tºmás Jºsé Urra , a destierro a la Pategonia; a doña Rosa Valdiviesº , suegra de d º n José Mi

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292 LA DICTADURA D E O 'H IGG I N S

les que ºfrecían p º r su i n terv en c 1 0n el apoyº de l o s

cuerpos que guarnecían a Santiago .

Entre éstos,se dist inguían d º s j óvenes que tenían

sentada su reputación de bravºs,don Ramón N ovºa

i d º n Ramón Allende . El primerº ya desde entºncesl levaba escri ta su hoj a de servicios en las cicatricesde su cuerpo ; i el segundº , debía merecer mas tardeel honor de ser saludado por Bolívar como la mej ºrlanza del ej érc i t º colombianº . En tºrnº de estos d o s,se agrupaban otrºs

,no menos sºbresalientes que

ellos p º r su arrºj o .

Comº sucede en las maquinaciones pºl í t icas,n o

tºdos lºs comprom etidos sacaban francamente la

cara . Había una especie de comisión central , cuyºsmiembrºs a j en c 1 ab an l º s preparat ivos de la empresa ,

i se comunicaban en part icular c º n l º s demás inicia

d o s . R eu n íase ést a en casa de don Manuel Ovalle,i

se cºmponía de est e mismo señc r , de d º n Juan An

t º n i o D íaz Muñoz , don Manuel Muñoz Urzúa , dºnRamón Nºvoa

,don Ramón Allende

,Cuadra

,don Isi

doro i don Antonio Vial,d º n Bernardº Luco

,dºn

Miguel Uret a,i d º s o tres personas mas .

Estºs caballeros se habían propºrciºnadº i n tel i j encias cn los cuerpºs de la guarnición

,i obraban con

el convencimientº de que tºdºs ellos se sublevaríana su voz . El principal ºb stáculº que divisaban para

el triunfo,era el ej ércitº que San Martín tenía en

aquel entonces acantonado en Rancagua . Se contaba

,si n embargº

,con alguna simpatía de esta trºpa

,

cuyº numero era mas 0 menºs igual al de la guarnición de Santiagº, i , pºr tantº, la comisión estabaresuelta en último caso a decidir la cuestión en ba

tal la .

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CAP Í TULO X I I 293

El odiº de la dictadura de O '

H iggi ns l igaba m o

m en táneam en te a los conj urados ; pero el fi n que seproponían no era el mismº . Todºs ellos deseaban lacaída del directo r ; mas los altºs magnates que se hab ían cºmprºmetidº en la empresa pensaban trabaj aren prºvecho prºpiº

,i lºs j óvenes oficiales que dispo

n ían de la tropa se burlaban a sus sºlas de estas es

peranzas, porque tenían acordado llamar de Montev i deº a d º n Jºsé Miguel Carrera .

El triunfo , si es que lº hubieran alcanzadº,lºs ha

bria necesariamente divididº . Sin embargo , estu v i e

ro n mui dis tantes de encºntrarse en ese t ran e .

D iscutían sobre el mºmentº ºportunº para d ar elgºlpe

,cuandº el gobierno se puso en movimientº

,i

aseguró a la mayºr parte de l º s conj urados .

Después de algunas aver i guaciones,fuerºn c o nfi

n ad º s: quiénes a las cost as del Chºcó, quiénes a Val

divia,quiénes a Juan Fernández . Unos pºcos l º gra

r o n escaparse,i otrºs pocºs

,l o s de mas categºría i

cuya intervención en la conj uración había s ido massolapada

,fueron considerados por el directºr mismº

,

que no se atrev i ó a encarcel ar a tan gran númerº de

ciudadanos .

Este sucesº que sum erp a en la afl i c c 10n a muchasfamilias

,exasp er ó l º s ánimos de una p orción c º nsi

derab l e del vecindar i o . Aunque por lo baj º se redo

b l aro n las quej as contra el despºtismo de O Higgin s .

L º s mas exaltadºs propalaron qu e era el propio

directºr quien hab ía fomentadº la cºnspiración para

descubrir i atrapar a sus enemigºs ; que , por medio de

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294 LA DICTADURA DE O 'H I GGI NS

d º n Jºsé Antºnio Rodríguez , había su j er i d º el pensamiento a algunas persºnas que le eran sºspechºsas ; ique este mismº caballerº le había conducidº en va

rias ºcasiºnes disfrazadº a casa de Ovalle,i que

,en

otras,le había mantenidº al cºrriente de cuantº pa

saba . Según l o s que estº pretendían,Rodríguez esta

ba a l cabº de tºdo,porque se hallaba en cºntactº

c o n variºs c onj urados , i v i v ía aún en casa de unº de

ellos .

Los mas moderadºs nº cargaban en cuenta a C '

H ig

gins la i n i c i ativa del proyecto,pero acusaban a R o

drígu ez de tra i d º r i delator .La primera de est as aserciones nº merece discut ir

se; es unº de esos absurdos que sºlº puede admitirla pasión de partido en mºmentº de acaloramiento

Jamás l º s gobiernos recurren a m ed i o s tan peligrosos,

comº el mencionad o,para reconºcer a sus adversa

r i os .

La segunda aserc 10n es posible ; pero ¿dónde están

las pruebas ? Es verdad que , en lºs cargos de esa es

pecie,es difícil suministrarlas ; mas también es ciertº

que las facciºnes pºl íticas so n sobrado l i j eras en susacriminaciones .

Rºdríguez pasó casi incon tinenti a ser el ministrº

influente del direct or O '

H iggins . Sus cºntrariºs dier on su elevación comº una prueba i rrecusable de su

delación ; mas yº pregunto ¿n o sería ella el º ri jen deesa terrible acusación?

En un casº como éste,la suspens i ºn de j uicio es el

partido que cºrrespºnde a la imparcialidad de la hist oria

( I ) E n u n escr i to qu e p'ub l i có d º n J o sé An tºn i o Ro driguez en 1 8 2 3 , d i

c e, p a ra . v i nd i c arse d e esta a cusac i ón , l o qu e v a a l eerse

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296 LA DI CTADURA DE O' H IGG INS

En este empleº,se había mostrado clemente i b o n

d ad º sº c º n l o s patriotas vencidºs .Su ninguna animosidad cºntra l º s ireb el des l e há

bía hecho sº spechºso a la camarilla de Marcó,que

comenzó a tra ta rl e de i n su rj en te i de venal . La irritación de aquella administración contra Rodríguez

p º r la conducta que observaba , llegó hasta el puntode recabar Marcó de la audiencia que le remitiese aEspaña baj º part ida de rej i str º . L º s o i d o res sº stu

vieron a su cºlega , i se negaron a tºmar semej antemedida . Pero Marcó no desist ió de su empeño

,i en

vió a la cºrte un sumario que levantó en secretº p ára fundar su s recelos contra Rodríguez .

Afortunadamente para éste,l a nave que cºnduc ía

ese sumariº cayó en poder de unºs'

corsarios patrio

tas,que lº arrºj aron al mar c º n el restº de la corres

p o ndenc i a .

Entretantº , Rodriguez había averiguadº , no sé c ómo

,el riesgo que le amenazaba

,i escribió al arzo b i s

po de Lima,que le p ro tej ía . Este patronato le con

serv ó en su empleº hasta la batall a de Chacabucº,

Después del triunfº de los revoluciºnariºs,l o s ser

vicios que había prestadº a muchºs individuos,poco

antes oprimidos i entonces vencedores , su conducta

equ i v o ca . en la épºca de Marcó,su s relaciºnes de

amistad cºn O'

H i ggi ns 1 su familia,a quienes había

tratadº en Chillán , de dºnde era natu ral , le valieron

el nº ser perseguido , como lo fueron l º s demás rea l i st as

,su s c º rrel i j i º na r i o s.

Por el prontº se encerró en la vida privada ; perº

poco a pºco fue adquiriendo una grande infl uenciasºbre el ánimº del director .

En 1 8 1 9 , el gobiernº pensó en reºrganizar el I ns

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CAP Í TU LO X I I 297

t i tu to Naciºnal , que , hij º de la revoluc i on ,había p e

recido c º n' la recºnqu i sta de 1 8 1 4 . Pa ra asegu rarle

rentas,se resºlvió i nc o rp º ra r l e el seminario cºnciliar .

Esta medida susci t ó difi cultades i murmullos de p art e del clero . Para desvanecer esos escrúpulos

,se en

cargó a Rºdríguez l a redacción de una memºria enapoyº de la providencia .

Est a cºmisión puede deci rse, qu e m a rcó su vuelta

a l º s negocios publicos . Su escri t º fué mui bien recibido

,i aplaudidº p º r la erudición que desplegaba en

él . Pero su reputación de hábil l ej i sta nº alcanzabaa desvanecer l as preven ciºnes que abr i gaban l o s patr i o tas contra un individuº qu e había servidº a l º sgºbernantes españºles . Su conversión de fresca data

,

nº l es parecía una prenda su fi ciente de seguridad,i le

miraban con ciert a descon fi anza i desapego .

Po r grande que fuera el afecto que le profesaba,

O'

H iggins era el primerº en reconºcer la im p o pu l aridad de Rodríguez i el disgustº que o c a si º n a ría su

encumbramiento . Así , para efectuarlo , caminó cºntiento

,i t om ó precauciones . Principió p o r hacer que

el senadº se lo recomendase cºmº una persºna dignade ºcupar un ministeriº ; i en seguida c º n fecha 2 de

mayº de 1 8 20,le nombró sºlo cºmº i nterinº para el

de hacienda,sº pretesto de que d º n Anselmo de la

Cruz debía trasladarse a Valparaíso para er i j i r enprincipal la aduana de aquel puertº .

Esta fué la manera p rec av i da i temerºsa como seintrºduj º al gabinete un hombre que

,a l º s pocos me

ses,debía ser el fa c tó tum del direc tºr, i señal ar el

rumbº a la pºlí ti ca del gobiernº .

Pero antes de referir l o s sucesºs a que d i º lugar la

inj erencia de Rodríguez en la administración,tengº

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298 LA D ICTADU RA DE O ' H I GGI N S

que trasportar al lectº r al ºtrº lado de l o s Andes,

dºnde se desarrollarºn acontecimientos que se hallan

íntimamente ligadºs c º n la histºria que voi n a

rrando .

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300 LA DICTADURA DE O ' H IGG IN S

t iene,sinº que l º s irri ta ; el poder de sus enemigos no

l o s acobarda,sinº que acrecienta sus bríºs . Si la des

gracia i el encono de su s adversariºs llegan a espu l

sarlos de su patria , continúan enel estranj er º la misma lucha que habían promovido en su país natal . Pa

ra ellos,no hai t regua

,ni reposo hasta que triunfan

0 pere cen .

Don Jºse Miguel Carrera tenía un temple de almasemej ante . Le hemos dej adº

,en un capítulo anteriºr

asilado en Montevideo, qu e era para él , puede decir

se,el dest ierrº en el destierro . Enc o n tráb ase en aque

lla ciudad que pisaba entonces p o r la primera vez ,como el n au fragº arroj adº por la tºrmenta en unaplaya desconocida

,sin un techº baj o que guarecerse ,

si n recursos de que echar manº , si n amigºs de quienes valerse . Cuantº poseía lo había perdido en la c r i

si s pasada . Nº sºlº se le había quitadº su hacienda ,s inº que también se había intentado arrebatarle suhonor . El espír i tu de partido había llegado hasta n e

gar l o s servicios que hab ía prestado en favor de laindependencia

,i a pºner en duda su hºnradez 1 p á

tr i o t i sm o .

La suerte le había tratado si n piedad,i

_desb a ra

t ado todos sus planes; perº"

no había l ºgradº abat i r l e

,i muchº menºs fat igarl e. Carrera era de esºs

hºmbres que viven para cºmbat i r,1 qu e combaten

hasta que mueren . El cansancio no le era cºnºcidº .

En las circunstancias en que se hallaba , su primer

pensam i ento fué refutar p o r escri tº las calumnias esp arc i das contra su persºna . La prensa era el únicºterren o en que n º necesit aba otro ab º gadº que laj usti cia para vencer a su s poderºsos adversarios . El

cuidado de su propia fama le imponía la obligación

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CAP ÍTULO X I I I 301

de vindicar su conducta anterior como j enera l , comom aj i strad º ,

como ciudadanº .

No sºlo su gloria , sino su venganza se interesabanen que hiciera esa manifestación . La j ustifi cación de

tºdos su s actºs era la acusación mas terrible que p odía lanzar a sus rivales . Las vej aciones que hab ía su

fr i d º no admit ían escu sa alguna desde el instante enque pro b are su ino cencia . La v ind i c a c i ó n del perse

guido es el oprobio del perseguidºr .

Concebida esta idea,la puso en planta sin tardan

za . Nada le fué mas fácil que hacer una relación doc um en tada de l º s sucesºs de que había sidº actºr

,

de las tropel ías de que había sidº víctima . Las difi

cu l tad es nº empezaron para él , sinº cuandº trat ó depublicarla . El gºbierno brasilerº , que , en aquellaépoca

,imperaba en Mºntevideo , ínt imamente rela

c i o nad º c o n el'

go b i ern º a r jen t i n o ,n o quisº permitir

la salida de una obra en que se censuraba acrementela conducta de su aliado . La paz cºn una repúblicavecina le impor taba mas que el buen nombre de un

proscri to .

El j enera l chileno n º se desalentó pºr esta arb i

tra r i edad ,que le privaba de un derechº que se conce

de aún a los criminales mas atrºces,el derecho de

defenderse . Ansioso comº estaba por d i r i j i rse al pueb l o

,ese gran j uradº encargado de sentenciar en defi

n i ti v a las Causas polít icas , no se acordó de la prob i

b i c i ó n ,sinº para pensar en el modo de el u d i r l a .

Nº pudiendo servirse cºmº tºdºs de la imprentapública

,arregló im p r º v i sadam en te u n a privada para

su uso particular . Una mala prensa suministrada p o run amigo su yo ,

i d o s º tres caj as de t ipºs que hab ía

salvadº de la cºnfiscación decretada en Buenos A ires

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302 LA D ICTAD URA D E O 'H I GGINS

contra l º s u ten si l i º s que había traído de l º s EstadºsUnidºs p ara fundar en Chile u n establecimientº t ipograti co

,le prºpºr ciºn aron l º s elementºs estrictamente

indispensables para romper el mutismo a que se ha

bía querido c º n denar l e.

Cuando estu vº corri en t e la pequeña imprenta que

formó c º n e s tos rest os,pu do

,al fi n

,dar a l u z un m a

n i fi est o,en cuya im presión trabaj ó materialment e

c º n su s prºpias manos . La necesidad de sincerarsehabía trasformado al milit ar en escri tor ; l a penuriatrasformó al escri tor en caj ista .

A esta publicación ,se siguieron ºtras v arias cuyº

"ºbj eto era cri t icar l º s actos adm inistrat ivos de O '

H ig

gins i Pu ei rred ó n ,a quienes atacaba c º n la plum a

,

aguardando la ºcasión de atacarl os c º n la espada . Unchileno

,d o n D iegº Benaven t e

,i dºs a r j en t i no s, d o n

N i colás Herrera i don Santiago Vázquez,le ayuda

ron en la redacción .

El esti l º caloroso de estos escri tºs i el sentimiento

de libertad que respiraban,estaban hechos para en

tu si asm ar . Carrera procuraba en seguida'

derramarlosen Chile i la república del Plata

,a dºnde llevaban el

desc réd i tº a su s enem i go s i la esperanza a sus parti

darios . La escasa i diminuta imprenta que poseía, se

convirti ó de esta manera en una especie de m áquina

bélica, p º r cuyo medio disparaba balas roj as i cohe

tes incendiari os sobre estos d o s países .

La c º nfl agra c i ó n producida por su s fºlle tºs 1 proclamas fué tal

,que el director de Buenos A ires

,alar

mado,se apresuró a oficiar a dºn Manuel García

,su

a jen te diplomático en el Janeirº, para que solici tasede esta corte que impidiera la impresión de aquellospapeles subversivos , i arroj ara a d º n José Miguel de

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304 L A D ICTADU RA DE O'H I C C I N S

a Entre -R í os; en tantº que l o s numerosºs espías queel director de Buenos Aires m anten ía apostados enMontevideo

,desorientados pºr tan bru sca desap a r i

ción,noti c i aban a su am º que Carrera se había em

b a rc ad o en la goleta C o ngreso ,buque francés armado

en corso que acababa de salir del puertº,i le com u

n i c ab an que,según su s presunciones

,este temidº ad

v ersar i o se d i r i j ía si n duda al sur de Chile .

Mientras se le suponía navegando en al ta mar,el

fu j i t i v o se presentaba en la tienda del j enera l donFranciscº Ramírez , que mandaba la provincia deEntre -R íos baj o las órdenes de Artigas

,donde se l e

recibió c º n bastante frialdad . Artigas desconfiaba deCarrera p º r creerle emisario de los brasileros , con

l o s cuales estaba en guerra , i el subalterno part ici

paba de las prevenciones del superior .

Don José Miguel n º se desalentó por aquella terca

ac º j i da ,i se puso a trabaj ar p o r convertir en instru

mento suyo a aquel m i l i ta ro te grosero . En menos de

tres días,no sºlº había desvanecido las sospechas

,

s ino que se había captado la voluntad del mismº

que poco antes hab í a pensado en negarle hasta la

hospitalidad ,

Algunas semanas después , Carrera , nº solº era suamigo

,sino también su cºnsej erº , i le impulsaba a

separarse de Artigas,que enviaba

,para prender al

proscrit o chileno,una requisitoria que su tenient e

desobedecía,como probablemente no lo había hechº

j amás c o n ninguna de las órdenes baj adas de tan

altº .

Un pºcº mas tarde,las huestes de Ramírez

,siem

pre impulsado p º r Carrera , entraban vencedoras en

Buenºs Aires . ¡Tan irresist ible era la seducción qu e

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l "

CAP ÍTU LO XI I I 305

acºmpañaba a las palabras de aquel incansable revo

l u c i º na r i o,t an grande el ascendiente de su jen i o !

Pº r aquel entºnces,comenzaban a desenvºlverse

en l a Repúbli ca Ar j en t i na los j érm enes de desº rganización que ella cºntenía . L a s prºvincias miraban

de reºj o a la capital,1 soportaban c º n impaciencia

el yugo que les ten ía impuesto . El atraso i la pobreza las prevenían cºntra su civilización i poderío .

Las ciudades,fundadas a distancia inmensa unas

de otras,i sin comunicaciºnes esp ed i tas entre si

,se

asemej aban a las islas desparramadas de u n vastºocéano

,m as bien que a las partes const itu tivas de

un mismº estadº . La pºsi ción j eº gráfi c a las c º ndenaba a l aislamient º , i el aislamientº hacía imposible laplantación de un réj i m en común i uni tario .

Los caudillºs que,en cada una de estas secciones

,

cºmenzaban a elevarse,proclamaban la federación

c omo el único sistema de gobiernº conveniente,tan

to por odio instintivº a la metrópoli cuanto pºrque

ese sist ema favorec ía sus aspiraciones privadas,per

m i t i énd o l es cºnvertirse en regulos de sus respect ivos

departamentºs . Las º p in i o nes de l º s caudillos encon

traban eco en las mult itudes naturalmente mas dispues tas a seguir a lºs gºbernantes con los cuales est aban en un cºntacto diariº , que a la autoridad Central

,cuya exi stencia sab ían solº de ºídas .

La dislocación del estado era cºmpleta, la anarquía

,espantºsa ; la guerra civil , inminente .

Nº se necesitaba ser profeta para cºnºcer que unAM U NÁTEGU I .

—VOL . XIV .

—20

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306 LA D ICTAD UR A DE O 'H IGG I NS

trastºrnº j enera l estabá p róxim º . Bastaba para predecirlo

,observar el odio prºfundo de las prºv incias

contra Buenos Aires,como hasta ver la atmósfera

cargada de negrºs i espesºs nubarrones para anun

ciar la t empestad .

Don José M iguel Carrera supo utilizar c º n habilidad 1as circunstancias , i hacerlas servir a sus p ro p ósit os . La parte que tºmó en l º s acontecimientos dela otra banda

,fué cons i derable . D º s eran los ºbj et os

que l levaba en vista,al mezclarse en tan sangrientº

drama . El primerº , la caída del gºbiernº existenteen la capital

,que se prºponía. suplantar por otrº que

le fuera favºrable, i el segundº , la organización d euna esp ed i c i ón con que escalar l º s Andes para preci

p i ta rse sobreChile . N ecesitaba aniquilar la R epúb l ica Arj en t in a ,

trastornar el réj im en establecido enella

,cambiar por otros l º s hºmbres que gºbernaban

,

para que le fuese perm i t ido levantar trºpas,propor

c i o n arse au si l i o s ,i l impiar de estorbos el caminº que

debía c o ndu c i r l e a su patria .

El proyecto n o pºdía ser mas j igan tesc º , pero atrueque de cºnseguir su obj eto

,estaba dispuestº a

intentarlo tºdº .

A fi n de realizar el plan mencionado,se ligó c º n

los federales,pero es precisº tener presente que adoptó esta resolución , no sºlº por necesidad ,

sinº también por convicción . Acababa de regresar de los Estados Unidos , cuyo pasmoso engrandecimientº habíacontempladº de cerca , i venia enamoradº de aquella

consti tución . Natural era que se plegara a l o s hombres que trabaj aban , o fi n j ían trabaj ar p º r la adopción

,en la América del Sur

,de tales insti tuciºnes

,

mucho mas cuando todºs su s contrariºs se hallaban

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308 LA D ICTADURA D E O 'H IGGIN S

pºsición desfavorable a su persona,le obligaron a re

nu n c i ar el elevado empleº que desempeñaba .

El 1 0 de j ulio de 1 8 1 9 ,le sucedió en la silla presi

denc i a l el brigadier d o n José Rondeau . Este recibió

de su antecesºr p º r herencia la guerra civil . Hizocuanto pudo para sofocarla en su principio ; perº todos su s esfuerzos fueron impºtentes . Envano

,opusº

a los insurrect ºs sus mej ºres tropas ; l o s federadºs las

a rr º l l a ro n p o r donde quiera, i se abrieron pasº p º r

entre todas ellas . R ecu rr i ó se,entonces

,al ej érc i t º del

Al tº Perú,que militaba a las órdenes del j enera l Bel

grano,i se componía de mil itares aguerridos i perfec

tamente disciplinad ºs .

La lucha con semej antes trºpas habría sidº aven

tu rad a para l as milicias de las provincias,por n o de

cir imposible ; perº la deserción permitió ºbtener lºque el hierro no había logradº . Se hicieron p r º pu es

tas al segundo en el mando , d o n Juan Bautista Bus

tos,quien

,a t ru equ e de que se le cºncediera la gober

nación de Córdoba,cºnsintió en pasarse a l º s federa

l es . El odio cºntra la capital estaba tan difundido en

las turbas,que la mayºr parte de aquella tropa aban

dºnó sus banderas por no pelear en favor de ella .

El director Rondeau,si n dej arse abatir p o r el revés

mencionadº,reunió apresuradamente un ej érc i t º ,

i

marchó a su frente para contener el progreso de l o sinvasores,pero solº fué a hacerse derrotar v ergo nzº

sam en te en la cañada de Cepeda .

Después de este desastre,Buenos Aires hizo toda

vía algunas tentativas de resi stencia; perº todos sus

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CAP Í TU LO X I I I 309

esfuerzos sºlo sirvieron para impedir que los vence

dores entraran en la ciudad al galope de sus caballosi sable en manº .

Un tratado la eximió de es ta afrenta . L º s principales art ículos del conveniº

,fueron el estab l ec im i en

to de un gobiernº federal , la reunión de un próximocongreso encargado de fi j ar sus bases

,la ret irada del

ej érci to invasºr p º r pequeñas divisiºnes , 1 el n º mb ram i en t o de don Manuel Sarratea para gºbernadorde Buenos A ires .

Las estipulaciºnes comenzaban a llevarse a efectº,

i hacía diez días que Sarratea había tomadº tranqui

lamente pºsesión de su destino,cuandº el j enera l don

Marcºs Balcarce,que había salvadº la infantería del

descalabro de Cepeda,se presentó de improviso en la

capital,i echó pºr t ierra la nueva administración

,

haciéndose proclamar capitán j enera l de la prºvincia .

D º n Jºsé Miguel Carrera, que a la sazón se hallaba

en Buenos A ires,fué nombrado por Balcarce para

que le sirviera de mediador c º n lºs federales . So pretesto de desempeñar esta cºmisión , pudo d i r i j i rse conla celeridad del rayº al campamentº de Ramírez

,que

estaba a alguna distancia de la capital . Unas cuantaspalabras les bastaron para entenderse . N0 se toleraen el p ºder a un enemigº , cuando se t ienen en la ma

n º l º s mediºs de derri b a rl e.

Con un cuerpº de doscient os hºmbres marcharonambos j efes apresuradamente sobre la ciudad ; i envez de encºntrar en ella resistencia

,hallarºn abiertas

las puertas,i vierºn venir a incorporarse a sus fi las a

l o s mismos que la defendían . Balcarce,abandºnadº

pºr l º s ciudadanos 1 pºr su s pr º pi o s soldados, nº

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3 10 LA D ICTADURA DE O ' H IGG I NS

tuvº otro recurso que huir , dej andº el puesto a S arra tea .

Buenºs A ires recºnocía la lei del mas fuer t e,i Cá

rrera había lºgradº su s designiºs : el nuevo gobiernºn o pºdía menos de serle ad ictº , pºrque le d eb ía gran

parte de su elevación . En toda la campaña,el nom

bre del j efe chileno había sºnado pocº en los docu

mentos ofi ciales,pero mucho en el consej o i las c o nfe

rencias privadas . L º s dos c au d i l l º s de la cruzada

contra la metrópºli,el gºbernadºr de Entre R íºs

,

Ramírez , 1 el de Santa Fé , d º n Estanislao López, eranhºmbres grºseros e ignorantes

,que habían º b rad o

baj º la inspiración de Carrera . En las cºnvulsionespolí ticas , fi guran muchas veces en primera línea l o sque menºs lº debieran

,cºmo

,en l º s períodºs de fi e

bre,suelen aparecer l º s malos humores en la su perfi

cie del cuerpo humanº .

L º s d º s j enera les ya nombrados , eran intrépidºs ivalientes ; perº habían recibidº de otra cabeza el impulso i la dirección . El a j ente diplºmático de Chile ,en las provincias a rj en t i n as, d º n Miguel Zañartu ,

quetenia mºtivºs para saberlº

,l º cre ía también así . En

una carta reservada escrita a O '

H iggi ns p º r ese t iempo , le dice que Carrera <<es el alma de todºs estos mov im i ent º s», i que l º s soldadºs federales le l l aman paño hno , esp resi ó n que pinta el grande ascendiente queeste caudillo ej ercía sobre un ej érci to

,cuyº uniforme

era el chi ri pd .

Con la v a r i a c 10n del gobierno,camb i o c º m p l eta

mente la condición de Carrera . A l a s persecuci ones

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3 12 LA D ICTADURA DE O ' H IGGI NS

rrera c º n la mayor ansiedad . De un carácter tan arroj ado cºmo el de es te último , nº era persºna que se

asustaba p º r las amenazas de un gobiernº, ni p o r l º stumultos de un pueblº .

Vi endº la protección decidida que Sarratea prestaba a l º s esped i c i o na r i º s, resolvió prºtestar ofi cialmente contra ella

,no porque pensara que un ºfici º

suyo obligaría al direc tor a suspender l as p r o v i den

cias que había dictado , sino a fin de creerle º b stác ulos i embarazos .

En cºnsecuenc ia , le remit i ó el o fi c i o s i gu i ente , que

cºpiº ínt egro,pºrque me parece que en él está pin

tada la audacia de su autor.

<<Bu eno s A i res, m arzo 1 6 de 1 8 20

,

<<Mientras el heroico pueblº de Chile i su digno gº

b i ernº sostiene el crédi tº de la revolución del su r,

evita la ruina tºtal de estas provincias,i se prepara

sus últimºs laureles , dandº un gºlpe decisivo sºbre

e l Perú,Buenºs A ires , en contradicción c o n su s inte

reses,i la mas benefi ciada en aquellºs sacrifi cios

,dis

pone en su mismo seno una esp ed i c i ó n que lleve el

esterm in i º i l a desºlación a ese estadº virtuºso .

<<M é hallº mui distante de creer que este sea el sen

t im i en t º universal del pueblº . El lamenta en secreto

los males que le amenazan , i espera el remedio de sugobierno . Yº , sin temer el sucesº , he guardado igual

mente silencio hasta ahora , animadº de la misma es

peranza . Pero ya n º puedº ser p º r mas tiempo indiferente a la v º z pública que , con los preparativos deesta esped i c i ó n ,

ha divulgadº también l a protección

que Usía le dispensa al estremo de franquear a d º n

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CAP ÍTULO X I I I 3 13

José Miguel Carrera,autor de ella

,tºdºs los sºldados

chilenos que paga este país,i que

,baj o el nombre de

desertores,existen en la ciudad i en la comprensión

de la provincia .

<<S i es verdadero este permisº,o mas bien esta c o o

pera c i ó n ,ella esp resa una declaración abierta de gue

rra contra el estado i gobierno que representº,i me

impºne el deber de pedir a Us ía,con l º s motivºs de

esta resºlución,el pasaporte cºrrespondiente para re

t irarme a mi estadº .

D ios guarde a Usía muchos años .—M i gu el Zaña rtu .

“Señº r Go b ernad o r de l a Pr º v in c i a de B ueno s A i res» .

Como Sarratea retardara la c o n testa c 1 0n ,Zañartu

le remitió el 1 9 del m i smo mes un duplicadº de su

nºta,agregándºle qu e ,

en vista de la publicidad de

l º s preparat ivos que se hacían cºntra Chile,la única

cºntestación que exi j ía era su pasapºrte , pues ya nºquería permanecer p o r mas t iempº en un país que

tan enemigo del suyo se mostraba .

El gobernador de Buenos Aires se negó a entrar enrelaciones c o n el aj ente

“diplºmático chilenº,sº pre

t esto de que solo se hallaba acreditado cerca de laadministración anterior

,i n º cerca de la que exist ía,

p º r lº cual, limitó sus esp l i c a c i º nes al envío del pasaporte que aquel sºlicitaba .

Zañartu,nº dió

,sin embargo

,la cuestión por ter

minada . Queriendº examinar cuál era la opinión pública sºbre estos sucesos

,d ió a luz sus c om u n i c ac i o

nes a l directºr en pos de una relación de lº que habíaº curridº en la tºma de Valdivi a p º r Cochrane , n º t i

cia que acababa de llegar . Cºmº insinu aba diestra

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3 14 LA DICTADURA DE O ' H I GGINS

mente que la esp ed i c 10ñ de Carrera tenía el i n c o nv eniente de hacer fracasar la que se proyectaba en Chile c ºntra el Perú

,logró p º r es te medio que el pueblo

se dec lara rá p o r su causa , i que el 26 se esp resara deun modo tan manifi estº c ontra don José Miguel

,que

le fº rzara a'

hu i r c º n su s proséli tos .

Irri tado S arratea por la audacia de este prºceder,

hizo que se int imara a Zañartu la ºrden siguiente,

que , sin necesidad de ningún cºmentariº , mani fi esta"

el furor de que est aba poseído .

<<B u eno s A i res,m arzo 29 de 1 8 20 .

<<Habiéndole esp ed id o este gobierno su pasapºrtepara Chile

,a su pedimento, como l o ha publicado ya

usted mismo,el hºnºr del go b i ern o i la tranquilidad

pública se interesan en que,haciendº u sº de él , salga

usted para aquel reino de que depende, p º r mar o

por tierra,dentro de cuatro horas de recibida ésta ;

en i n tel i j en c i a que de n º hacerlº , el gobiernº nº responde de cualesquiera resultas que puedan sobrevenir cºntra su persºna

,pºr la indignación c º n qu e el

pueblº mira su s notºrias relaciones c º n l º s individuºs

de la anterior adm inistración,i p o r la conducta que

se le ha notado en la última ocurrencia , de que se

reserva instruir estensam en te al gobiernº a que co

rresponde .

<<I de orden superior lo comunico a usted para supuntual cumplimien to .

—D ios guarde a usted .

—M a

nu el L u i s de Ol i den .

¡ S eño r d º n M i guel Zaña rtu .»

Hacía algunºs días que Zañartu había recib i dº su

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3 1 6 LA D ICTADURA DE O ' H IGG INS

Yo , despreciando mis personales peligros , llenandºl o s deberes de mi empleº

,conduciéndome p º r l o s sen

t im i en to s de mi corazón,presenté al públicº sus as

p i ra c i o nes . La ilustración de este pueblo vió enaquelcuadro , aunque mal trazadº , todo un fondo de malicia i de perversidad . Fº rm ad a la ºpinión

,se preparó

a impedir l º s progresºs del proyecto,i e sta alarma de

l º s ciudadanºs infl uyó en las glorias del 26 ,en el

triunfo de la libertad,en el triunfo de Vuestra Esce

lencia ! ¡Feliz yo ,aunque fuese víctima

,si puedº con

gra tu l a rm e de haber cºrrido parte del tenebrºsº veloque esconde designiºs hº rr º r º sº s!

<<Tal es la cºnducta que me ha notado el señor gob ern ad º r en la últ ima ocurrencia . Las notºrias relac i º n es

,añade

,c º n l o s individuºs de l a anteri ºr ad

ministración,t ienen indignado al pueblo .

—¿Co n que

al pueblo,señor gobernadºr? pºdría yº decirle . A ese

j uez apelo : relevantes pruebas ha dado en estºs diasde su imparcial idad i penetración Nada estrañº

sería que mi empleº me hubiese prºporcionadº relaciones estrechas c º n unas persºnas que se hallan en

rangº . Para mayor confusión del gºbernador , esemismo pueblo

,cuyo nombre toma

,sabe demasiadº

que n º tengo intimidad con un sº l o i nd i v i du o de aque

llos con quienes quiere unirme m a l i c i º sam en te .

<<E sc el en t i sim o Señor . Y º suplico a Vuestra Escelencia dispense la elast icidad de mi pluma ; ella esarreb atada p º r la exaltación de mi espíritu , i p o r laintensidad del agraviº . Cºnºzco lº que ºrdena la po

l ít i c a'

en este caso críticº del pueblº . Por estº , he pe

dido a Vuestra Escel enc 1a , en mis primeras l íneas ,sofoque su indignación . Po r esto , cederé también alimperiº de las circunstancias

,i me ret iraré a M º n te

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CAP ÍTU LO X I I I 3 1 7

videº,luegº que el tiempo l o permita . Pero entre tan

t o,tengº derechº

,si , para esperar que Vuestra Esce

lencia impida toda tropelía contra mi persºna,evi

tand º que mi gobierno,insultado en ella

,exij a p o r

su honºr una satisfacción sensible a la armonía que

felizmente parece ya establecida . D ios,etc . M i

gu el Zañartu .

( ¡E sc el en tísi m º Ca b i l do d e Buen os A i res» .

La influencia del a j en te chileno en el cabildº , debía ser estremada

,cuandº esta corporación n o se atre

vió a desatender su sºlici tud,1 lº que es mas

,cuando

ella consiguió del gºbernador de la provincia,a quien

se trataba cºn tanta ac rimonia,que concediera a su

prºpiº ofensor el t iempº necesario para el arreglº de

su partida .

Escusado parece decir que Zañartu nº empleó esta

prórroga en_

l o s preparativos del viaj e . De pasionesviºlentas i de un arroj o que rayaba en temeridad

cuandº le animaba el espíritu de partido,su única

ocupación durante l o s días que permaneció en la c á .

pital,fu é hacer una oposición declarada a tºdos l o s

actos del gºbierno . La rabia de Sarratea llegó al c o ]

m o c º n aquella tenacidad,i le precipitó a estender el

mandatº siguiente .

<<E l ayudante mayor de plaza don José Conti,inti

m a rá a N . Zañartu , diputadº del gºbierno de Chilecerca del directorio

,que

,en el término de seis hºras

se embarque para afuera de la provincia ; de quedarasí cumplida esta ºrden

,dará Cuenta en i n tel i j enc i a

qu e nº deberá separarse de su persona hasta dej arleembarcadº . Buenos A ires,

abril 1 0 de 1 8 20 .

—S arratea .»

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3 1 8 LA D ICTADURA DE O 'H I GG IN S

Esta ºrden perentoria nº admitía réplica . Mal dede su gradº, Zañartu tuvo que cumplirla ,

Se reti ró ala Cºlºnia

,de donde se d i r i j i ó en seguida a M o n tev i

deº .

Cºn la partida de Zañartu,Carrera se V 10 libre de

tºda incomodidad,i se dedicó esclusivamente a la

disciplina de sus seiscientos chi lenos . Sin embargº,no

gºzó p o r largo tiempo de semej ante sos i egº . En me

d i o de la espantosa anarquía que devoraba a la República Arj en t i n a , era difícil para un hombre comod o n José Miguel

,conseguir que se le dej ara en paz

,

haciendº su s apres tºs para invadir a Chile . Hab i a t omadº una parte demasiadº activa en la polí tica

, p á

ra que le fuera pºsible,por m as que l º quisiera

,abs

traerse enteramente de l º s negociºs públicos . La es

p er i en c i a n o tardó en hacérselº cºnºcer .

D o n Carlos María A lvear,u n o de su s antigu os ami

gos,i su cam arada en la guerra de España

,a c au d i l l ó

,

sin resultado feliz,una revuelta en Buenos A ires . Pa

ra escapar de la venganza de sus adversarios v i c tor i o so s

,buscó un refuj io en el cam pamento de Carrera .

El gºbiernº exi j i ó la entrega de su enem igo . Don JoséMiguel respondió c º n fi rmeza que j amás negaría su

prºtección al individuo desgraciado que se la habíapedidº . Esta inci dencia enfrió sus relaciones c o n S arra tea .

Para aplacar su s disputas c o n las autoridades de la

capital,1 entregarse c º n tºda quietud al arreglo de

sus tropas,se retiró cºn ella s al R incón de Go ro nd º

na,ángu lo de terrenº formado p o r la confl uencia de

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320 LA D ICTADU RA DE O 'H IGG IN S

Don José Miguel examinó cºn deten c 10n tºdas é stas noticias

,i se pusº a meditar sobre la dete rmina

ción que tomaría . El invierno le impedía pasar desdeluegº a Chile . Su presencia en San Juan n o era necesaria . La guerra entre Art igas i Ramírez debí a serlarga

,i siempre habría sºbradº tiempº para en tr om e

terse en ella . L o que si impºrtaba arreglar pront o,

era el gºbierno de Buenos A i res .

Esta serie de refl exiones bastó a d º n José Miguelpara resºlverse p o r el úl timo partido . S i n tardanza

,

ordenó a su j ente que se alistara para la marcha,i

persuadió al gobernador de Santa Fé,López

,a que le

acompañara c º n cuatrocientos j inetes .

Entre todºs los esped i c i o n a r i o s,componían mil

hºmbres . Soler mandaba un ej ércit o de cerca de cinco

mil . Pero eso no acobardaba a los montºneros de L ópez i Carrera

,quienes sabían p o r esperiencia que la

despropºrción numérica no era en aquella multitudindisciplinada un ºbstáculo para la victoria .

El 28 de ju n i º de 1 8 20,l º s dos bandºs opuestos se

encontraron en la cañada de la Cruz,l l o s defensºres

de Buenos A ires sufrierºn una cºmpleta i vergonzosaderrota

i perdieron setecientºs ochenta individuosentre muertºs i prisionerºs

,cinc o piezas de artill ería

1 d º s banderas .

Un paso en falso,una torpeza polít ica neutralizó

para Carrera las v en ta j as de esta espléndida victoria .

Se le an toj ó prºclamar gºbernadºr de Buenºs Aires asu amigo don Carlos María A lvear . Era éste unº de

l o s j efes mas impopulares , mas malqueridos de la República Ar jent i na . N o gozaba siquiera de las simpa

t i as de lºs mismos c a rrer i nº s, de los que debían so s

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CAP ÍTU LO XI I I 321

tenerle . La el ec c 10n de este gobernante causó la ruina d el j enera l chileno .

El desastre esper im en tad o en la cañada de la Cruz

había aterradº a los habitantes de la capi tal ; n º pensaban sino en obtener l asbuenas gracias del vence

dor,i habían comisionadº ya ante él diputados que

aj ustasen las condiciones de su rendición ; perº cuan

d o supieron que Alvear era el designadº para gº b ern ar l o s, cuandº tuvieron noticia de la sº berbia i nsºpºrtable que el sºlo t ítulo había infundido a aquel

gobernante,todavía sin súbditos

,sintieron reanimar

se su valor,i resºlvieron sepul tarse baj º l º s esc º m

bros de la ciudad,antes que someterse a semej ante

dominación .

Carrera para dºblegar aquella rebel día,rºdeó c º n

su s tropas a Buenos Aires . Pº r d i ez i nueve días,l a

estrechó c º n un si tio vigoroso; pero al cabo de ese

t iempo,emprendió la ret irada para Santa Fe

,c o n º

ciendo la impºsibil idad de lograr su intento con laj ente de que disponía

,i en la estación en que se há

Haba .

El cºronel Dºrrego,que había sucedido a Soler en

el gobierno se aprºvechó de este descansº,para for

mar en union de La M adr i d i d o n Mart ín Rodríguezuna división de tres mil hombres.En estas campañas irregulares

,l º s e j erci tos se l e

v an tan en días , i se disipan en hºras .

Los c arreri n o s supierºn , durante la marcha, que e lgºbernador de Buenos Aires lºs seguía c º n sus tropas a la distancia respetuºsa de treint a leguas . SeAM U NAT EGU L —VOL . X I V .

—2 1

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322 LA DICTADURA DE o ºa 1c cm s

burl arºn de tanta prudencia, i despreciaron hastatal puntº a los porteñºs , que se desdeñaron de pºneren práctica l as precauciºnes de usº .

Siguieron caminando comº quien va de paseo,e

indagando apenas l º que ha c i a ese enemigo que v e

nía a ret aguardia . Bien pronto tuvieron pºr qué arre

pen t i rse .

A fi nes de j uli o una parte de l º s sºldadºs chilenosestaba acampada en San N icºlás con sus j efes

,Cá

rrera i B enavente . López,cºn su división

,se hallaba

sie te leguas mas al norte de la provincia de Santa

Fe . Otros c u erp º s i destacamentos estaban situadºsen paraj e s difer entes .

El 3 1 de j ul iº, al anochecer , el gºbernadºr Lópeztuvº nºticias de que Dorrego pensaba sºrprender alos chilenos en San N icol ás . Procuró informar al punto a don José Miguel de tan impºrtante descubrí

mientºA lvear

,que estaba presente

,no quiso cºnsentir

que se despachara un mensaj ero c º n el aviso,i se en

cargó de llevarlo en persona .

Efectivamente,part ió con tºdas las muestras de

una estremada d i l i j en c i a ; pero durante el tránsitº , sedetuvo en una quinta

,i pasó t oda la nºche entrega

dº a las dulzuras del sueño .

Mientras esto sucedía en el campamentº de López,

llegab an'

al de Carrera enviadºs de Dorrego c o n proposiciones de paz . Era este un ardid del j enera l p º rteñº para infundir mavor confi anza a sus descuida

d º s adversarios .

E l de agostº , a la madrugada , dºn José Miguelsal i ó con l º s parlamentari os para ir a convenir con

López en las bases de las est ipulaciºnes .

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324 LA DICTADURA D E O 'H I GG I N S

comprendían l º s ciento treinta chilenºs de Benavente .

Carrera i López se re t iraron a la provincia de San

ta Fe,allí reunieron los restºs de su división

,hi c i e

r º n levas,llamaron en su socºrrº algunºs indios ; i

en pºcºs días,levantaron un cuerpo como de mil

hºmbres . Con estºs element ºs,vºlvieron a invadir la

provinci a de Buenºs A ir es .Una escaramuza feliz en San Lorenzo

,i la tºma

del pueblº de Pergamino,que guarnecían trescientos

cincuenta enemigos,les hicieron pronost icar buenos

resultadºs en la nueva campaña .

El de set iembre de 1 8 20,se avistaron en el Ga

m º n a l c o n las fuerzas de Dºrregº . En est a ocasiónel número era desigual por ambas partes . La deserción había disminu idº nºtablemente el ej érci to de

Buenos Aires . Luegº que vinieron a las manºs,la

victoria se declaró por l º s federales,1 Dorrego esca

pó c o n difi cul tades dej andº en el campº muchosmuertºs i prisiºnerºs .L º s habitantes de la capi t al le recibieron c º n un

descºntento manifi esto . La derrota que acababa de

su frir impºrtaba el acto de su desti tución . Así sucedió que

,el 27 de setiembre

,se nombró para que le

reemplazase al brigadier don Martín Rodríguez .

Entretanto,Carrera se esfo rzab a

'

p º r persuadir aLópez que se aprovechase del triunfo marchandº sobre Buenos A ires 1 haciendo elej ir en esta ciudad go

b ernan tes que le fuesen adictos .

El gobernadºr de Santa Fe rehusaba c º n terquedadaceptar ninguna de las indicaciones que le hacía ; es

taba envidioso de la superiºridad de don José Miguel,

1 había comenzadº a prestar oídºs a las propuestas

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CAP ÍT ULO XI I I 325

que le d i r i j ían los a j en tes de Rodríguez para que separase su causa de la del proscrit o chileno . En aquel

momentº,no pensaba en abatir a la capital

,sinº en

vender a su c o m p añero .

La situación de Carrera ll egaba a ser mui crít ica .

Solo disponía de cient o cincuenta chilenos . La guerra impedía a su aliado Ramírez moverse de EntreR íos

,i le pºnía en el casº de sol ici tar ausilio m a s

bien que de darlo . Mientras López se preparaba atraiciºnar a su amigº

,Bustos

,el gºbernadºr que Ca

r rera había cº l ocado en Córdºba , le traicionaba ab i er

tamente,i se pasaba a l º s contrariºs . Mend i záb a l i

los Cazado res de L o s A ndes,eran deshechos en San

Juan,al mismo tiempº que dºn Martín Rodríguez

organizaba en Buenºs A ires,c º n la mavor actividad

i a toda prisa,un ej érci to respetable .

Parecía que Carrera no podía evitar su ruina .

En este apuro,encuentra repen t inam en te . au si l i a

re s donde menºs lo esperaba . La fama de su s hazañas había llegado hasta los indios de la pampa . Unveterano chilenº de Carrera que, p º r incl inaciones

salvaj es,hab ía abandonado la vida civilizada para

irse a habitar c º n lºs bárbaros,i que se había c º n

qu i stad o grande infl uencia entre ell os , fºmentó el en

tu si asm o que dºn Jºsé Miguel les inspiraba . De todoesto resultó que los caciques enviasen al jenera l chil en º diputadºs para ºfrecerle el apoyº de su s lanzas .Carrera escuchó desde luegº tal mensaj e c o n asom

b ro i descºnfi anza: ¿ no sería u na red de sus adversa

rios ? Perº después,instruidº de lo que había de cier

to,aceptó la oferta

,i se fué c o n su diminuta división

a buscar en la pampa un asilo contra el furºr de su s

enemigºs . En aquellas circunstancias,según la espre

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326 LA DICTAD URA DE O ' H IGG INS

s—10n de un pºeta , no le quedaba mas recurso que su

espada i el desiertº .

L º s indiºs vinieron a encontrarle para c o ndu c i r l e a

sus to l der i as; pero antes de alej arse de la frontera ,si n que Carrera pudiera evitarlº a pesar de su s é s

fu erzo s,asaltaron

,en los últ imºs d ías de noviembre

de 1 8 20 ,la población del Salto ; 1 según su cºstumbre

,

cºmetierºn en e ll a atrocidades sin cuentº . S aqu ea r º n

las casas,rºbarºn las muj eres 1 no respetaron ni los

t emplºs .

L o s adversarios de d º n Jºsé Miguel se aprovecharon de este sucesº lamentable para atizar la odiosidad

'

púb l i c a cºntra un caudillº a quien detestaban .

Cºmo n º pºdía menos de suceder , lºgrarºn comple

tamente su s deseos . La irri t ación que produj eron enBuenºs Aires las horrorosas escenas ej ecutadas por

l º s bárbarºs en el Salto, facili tó el equipº de un nu

m er º so ej ércitº , c o n el cual d o n Mart ín Rodríguezpartió en persecución de l o s mºntºneros . Sin embargo

,no los siguió sino a larga distancia ; i t eniendo

miedº de cºmprºmeterse m u i adentro en la pampa,

al fin abandonó el intent o de a l c anzar l º s.

Carrera i lºs suyos cºntinuarºn su viaj e en enteraseguridad .

A lºs treinta i d o s dias,llegaron a las t o l der i as de

los indiºs . All í descansaron de su s fatigas i vivierºnalgún tiempº.

Durant e su permanencia en aquellºs agrestes lugares , don José Miguel adquirió en breve sºbre l º s sa l

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328 LA D ICTADURA D E O'

H I C C I N S

pampa . N i los indiºs , ni m u chº m eno s él , sabían ah

sº l u tam ente dºnde estaban .

Treinta i tres días,permanecieron en aquel la cruel

si tuación,alimentándose con carne de caballº

,i be

hiendo agua salobre,que ni aun así encontraban

siempre .

A l cabo,fueron a salir a la frontera de Córdºba .

En este punto,supieron que las provincias l im ítr º

fes de la cordillera estaban preparadas para cerrarlesel pasº . O

'

H i ggi ns había repar t idº entre ellas armas 1dinero en abundancia

,i l es había hecho además mag

n ífi c as promesas para que detuvi eran a su tem i d o i

odiado rival . Si los c a rrer i n º s querían llegar hastaChile

,t enían

,pues

,que abrirse pasº por entre variºs

ej érci tºs . Esta consideración n º l es acobardó , i cont i

nu aro n su peligroso viaj e .

En Cha j án ,encºntraron una d i v i swn de cºrdobeses

,

” i l a desbarataron . En é l —l l an º del Pulgar,m árj enes del

R íº …Qu in to ,V i n i eron a las manos con otra pertene

cien t e a la prºvincia de San Luis,i después de una

pelea sangrienta,la an i qu i l a r o n casi del todo .

Después de estas ventaj as,t odavía les quedaba que

cºmbatir para conquistarse el permisº de trepar por

l o s Andes,pero el recuerdo de su s recientes triunfos ila esperanza de o tros nuevos

,debían animarlos . Sin

embargo,desist ieron de su primera resºlución , i vol

vieron atrás .

Voi a esp l i c a r l º s mºtivos de esta v a r i a c 1 0n ,que

quizá parecerá estraña .

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C API T U L O X I I I 329

Don Migu el Zañar tu había v uelto a la capita l delPlata

,i trabaj aba con tesón en la ruina de Carreras

El es tudiº de l º s hechos le hab ía dad o a conocer queuna de l as principales causa s de la impunidad quecºnseguía don José Migue l

,era la desu n i ó n de las

provincias . En efecto,las fuerzas de ca da una de ella .

no le perseguían sino mientras él recorr ía su s respec

t i v º s territºrios ; perº una vez que se retiraba al de

otra,abandºnaban el cuidadº d e rechazarle a quien

correspondiese . N º hab ía unión en el ataque , i era

esº l º que salvaba al caudillo chileno .

Zañartu se empeñó en que l o s gobernadores a j u s

tasen entre si una especie de alianza ºfensiva i defensi v a para a u si l i a rse mutuamente contra las corre

rías de l º s m º n t º n er º s,i cuando lo hubo ºbtenido acºst a de mil difi cultades

,respiró

,porque creyó segu

ra la pérdida de Carrera .

Luego que hubo allanado es te primer obstáculº, sepuso a trabaj ar para que la destrucción de su enem i

go fuera prºnta . Hé aquí los mediºs que empleó pa

ra lograrlº . Persuadió a d º n Mart ín Rodríguez quel o que convenía para libertar de aquella gu erra de

sastro sa a la República Ar j en t ina era ºbligar a d o n

José Miguel a que no retardase su entrada en Chile .

En este país,estaban tomadas todas las med idas ne

cesarias para c a st i ga r l e luegº que se presentase . D eesta manera

,cºnseguía Zañartu que Rodríguez se es

forzase en acosar a Carrera,i en p ersegu i r l e de cerca .

Al mismo tiempo,di r i j ía cºmunicaciones en igual

sentidº a l º s demás gºbernadores con el ºbj et º de

que cayesen en manºs de d º n Jºsé Miguel , i le retraj esen de atravesar la cordillera con la amenaza de los

grandes preparat ivºs que se habían hechº en Chi le

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330 LA D ICTADURA DE 0'H IGGI NS

para rec i b i rl e,Presumia que esta nº ticia le har ía

volver atrás,i estrellarse con su s pers eguidºres . La

destrucción de don José Miguel sería as í pronta,i se

v er i ñc a ría en la República Arj en t i na ,i n º en Chile

,

dºnde siempre ºfrecer ía algunas difi cultades .

Las p rev i si º nes de Zañartu se realizaron en granparte . Los montoneros interceptaron unº de aquellºsofi ciºs ; i habiéndºse impues to de su cºntenidº , no é st imaron suficientes para penetrar en su patria las

fuerzas con que contaban,i pidieron a su j efe Carre

ra que tratara de engrºsar su número,antes de con

t inu ar ellºs la marcha .

Coincidió c º n es te incidente el envío de un mensa

j e de Ramírez, p º r el cual anunciaba que iba a hacer

una esped i c i ón cºntra Buenos A ires , i ºfrecía a d º n

J ºsé Miguel para después de la victoria un refuerzocºnsi derable

,caso que se volviese a a u si l i ar l e c º n sus

chilenos en la invasión proyectada .

Lo dichº esplica la determinación de retrºcederque t omarºn lºs mºntºnerºs después de la acción delPulgar .

Cuando Carrera c º n tram a rchó hacia la provinciade Buenºs Aires, la trºpa de R am írez no habia pasa

do tºdavía el Pa raná . Para aguardar a que llegase,

d o n Jºsé Miguel se pusº a recorrer el terr i toriº deCórdoba .

Nadie le ºpusº resis tencia . El gobernador Bustºsse ret iró c o n su j ente a un punto fortifi cado en las inmediaciones del R ío Tercero ; i de ell i no se mºvió .

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3 32 LA D ICTADURA DE O 'H I C G I N S

i aunque no quebrarºn del tºdº,sin embargº

,convi

n i ero n en vºlver a separar sus fuerzas,i en ºbrar

c on entera independencia u n º de otro . Marchandºha c i a l ad o s diferentes

, se prºponían además dividir

la atención de su s contrarios,i escapar mas fác i lm en

t e de la persecución .

Ramírez se d i r i j i ó hacia el nºrte para Sant iago delEsterº ; i Carrera, al occidente para San Luis : quería

acercarse otra vez a l º s Andes , la única barrera quele apartaba de esta patria a dºnde tan a rd i en tem en

te deseaba regresar .

En las inmediaciºnes de la villa de Concepción ,vecina al R íº Cuarto

,encontró un cuerpº de tropas

m end o c i n as; 1 aunque les era mui inferior en númer o

,señaló c º n una nueva victoria tºdavía su pere

gri n a c i ó n por la República Arj en t i n a ,

Esta facil idad para triu nfar , a pesar de la escasezde recursos

,dió a Carrera

,entre los campesinos, l a

fama de hechicero . Aquellas pºbres j en tes n º podíanesp l i c a rse tan constante 1 buena fºrtuna en la guerrasinº a tr i b u yénd º l a a causas sºbrenaturales . Referíanmil patrañas a este respecto . Contaban ,

entre ºtras

cºsas,que había quien hubiera visto a Carrera

,du

rante u n combate,sacar del bºlsil lº un papel blancº ,

arroj arlo al vientº,i hacer brºtar de la t ierra por la

virtud de tal cºnj uro,l ej i o nes de sºldados cuyo em

puj e nadie era capaz de resis tir . Una reputación c º

mo esta n o dej aba de ap ro v echa rl e, i apartaba de su

camino mas de un enemigº .

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CAPÍTU L º X I I I 3 33

D º n José Miguel , cºntinuandº su marcha , se apo

deró sin resistencia de la ciudad de San Luis . Después de algunºs días de mansión en este puntº

,de

terminó trasladarse a San Juan para organizar unej ércitº

,i emprender el pasaj e de la cordillera en el

próximo veranº .

C o n este ob j e to,puso en mºvimientº su divi5 10n

el 21 de agºstº de 1 8 2 1 .

D o n Jºsé Miguel era pºco conºcedor de aquel lacomarca

,i se vió ºbligadº

a cºnfi arse de guías que

nº tuvierºn ningún escrúpulo en tra i c i o n ar l e . Comen

zar º n a c o ndu c i r l e por sendas sºlitarias —i fragosas,

donde fal taba el a l imento para lºs hombres,el past o

para l º s an imales , el agua para unºs i otrºs .

La tropa había salidº de San Luis mal montada .

Las correrías anteriºres habían aniquiladº l o s cabal l º s

,i no había habidº opºrtunidad de reem p l azar l º s .

La áspera marcha de San Luis a San Juan acabó depºner inservibles aquellas bestias estenu adas.

Muchos de los sºldadºs abandonaban sus cabalgaduras

,a l as cuales el cansancio impedía andar

,i pre

ferían con tinuar la ruta a pié , i t irándolas de la rien

da . O tros se veían forzadºs a cambiarlas p º r mulasenfl aquecidas , que habrían podido suplir para u n viaj e

,pero n o para un combate .

Esta escasez de elementos tan precisºs desc º nsº l a

há a los sºldados , arrebatándoles todas las ilusiones .

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334 LA D ICTADURA DE 0'I I I CGI Ns

As í,marchaban desanimados , sin confi an za en el

porvenir,sin esa cºnciencia de su s fuerzas

,condic i on

de la victºria .

Carrera participaba de la misma inquietud,sentía

el mismo d ec a ec im i en t º . Nadie sabía mej or que élcuántº importaba la caballería en una guerra de estaespecie

,donde l o s encu entrºs eran p o r lº j enera l em

b est i das de j inetes .

Su situación se empeoraba a cada j ºrnada . La fra

go c i d ad del caminº disminuía por días el pºco vigºrque restaba a l o s caballos fatigados por el duro ser

vicio que se les imponía .

Sin embargo,n o había m a s arbitrio que continuar

adelante , i seguir Superando c º n un trabaj o indeciblelas difi cultades del terreno . Nº pºdían retroceder deningún modo . Pºcº después de la partida de l º s mon

t o nero s,l º s mendocinos habían recºbrado a San L u i s.

L º s secuaces de dºn Jºsé Miguel n º tenían ya a suretaguardia ningún asi l º ; i aun cuandº hubieran con

serv ad o esa ciudad , ¿de qué les habría servidº? H á

b ían estado ya en San Luis , 1 la estenu a c i ó n de laprovincia n o les hab ía absºlutamente permitido pro

veerse de caballerías .

No le restaba ºtra esperanza,que la de p ro p o rc i o

narse en San Juan l º s caballºs que necesitaban . Esº

era l o únicº que podía salvarlos ; m a s para que asífuese

,era preciso evitar hasta entonces el encuentrº

del enemigo . En la trist e situación en que se hallaban,

un combat e era para ellos la derrºta,la destrucción .

Cºnvencido de esta verdad,d o n Jºsé Miguel ponía

en j uego todos los recursºs de su i nj en i o para ocultarsu dir ección a sus contrariºs

,i diferir toda pelea ; i g

no rab a que sus propiºs conductores servían de espías

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3 36 LA D ICTADU RA DE O'H IGG I NS

animales agotadºs de hambre i de fatiga . Nº obstan

te,continuaron a fuerza de espuela su camino .

L º s mendoc i nos habían abierto delante de su líneauna prºfunda zanj a ; la natural eza del suelo l es habíahecho aquella ºperación fácil i pºcº larga .

L º s j inetes de Benavente se encontraron detenidosen su carga de obstáculo

,i se deso rdena r o n . L º s que

intentaron hacer sal tar a su s macilentas cabalgaduras

por sobre la zanj a,cayeron rºdando dentro de ella

,i

perecieron . L º s demás no soportaron el t iroteo soste

n i do de l º s contrarios , i volvieron caras .En diversas ºcasiones

,se rehicieron

,i t ornaron al

combate ; mas otras tantas , fuerºn de nuevº rechaza

dos . Con esto,a despechº de las exho r ta c i o n c s de su s

j e f es,l º s c arrer i no s quedaron completamente desa

lentados .

E st aban precisamente en ese momentº de i ndec i

s ión que precede a una derrota,cuando distinguieron

a lo lej os una gran polvareda . N o tardaron en av e

r igu ar que era levantada p º r las trºpas de San Juanque venían en ayuda de las de Mendºza . Esta inci

den cia concluyó la función,1 determinó la fuga de

los montonerºs .

Carrera,Benavente y el coronel cordobés d o n F e

l ipe Al varez emprendieron la ret irada a l a cabeza decientº c incuent a soldadºs

,últ imo restº de la divi

s i ón La caballería de Gutiérrez l º s persiguió por unla rgo trecho ; perº al fi n lºgraron tomar la de l antera ,i la dej aron atrás unas cuantas leguas .

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CAP ITU LO X I I I 3 37

Aquel grupº de fu j i t i v º s cºnt inuó la marcha contoda l i j ereza ; pero la velocidad con q u e caminabanno impidió que se tramase entre ellos

,i se ej ecutase

en pºcas hºras una negra tra i ción,La desgracia es

a veces una mala cºnsej era para l º s hombres,i suele

despertar las pasiones depravadas que se ocultan en

las almas ,

Los cºmpañer º s d e d º n José Miguel,cons iderando

desesperada la causa de su j e fe,comenzarºn a con

cebir el designiº de cºmprar su prºpia impunidad aprecio de la entrega de aquel a quien hasta entonceshabían servidº

,a quien hasta entonces habían res

p etad o .

Cuatrº oficiales,cuyos nom bres i apellidºs eran

dºn Rosauro Fuentes , d o n José Maria Mºya, d º nJosé Manuel Arias

,1 un tal I n chau rte

,fueron l ºs

promºtores de esa infamia . D ij eron a los soldadºsque Carrera únicamente trataba de escaparse paraal gún país estran jerº ,

c º n sus principales amigºs ; ique a ellos l º s abandºnaría a la venganza del gobier

n o . Era precisº prevenir es e gºlpe , asegurar las per

sonas del j enera l i de los ofi ciales , i rescatar su libertad a cºsta de la de éstºs .

L º s planes de aquellºs malvados fueron ac º j i d o s; it anto ellos

,cºmº su s cómplices , resºlvierºn ponerlos

en plant a sin demora .

Toda esta m aqu inac 10n se había fraguado trasm i

t 1 end º se las palabras por l o baj o de línea en línea , 1sin que la columna hubiera hechº al tº un solº momento .

AM U NATEC U I .

—VOL . XIV—22

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3 38 LA D ICTADURA DE O ' HIGG IN S

La nºche e s taba ºscura , 1 serían cºmo las dos de

la mañana .

I m p r o v i sam en te int errumpi ó el silenciº la vºz de

a l to ! pronunciada c º n violencia .

L º s que no estaban en la trama , pensando que elenemigº los hab ía cºrtadº

,iban a prepararse para la

defensa,cuandº se sintieron suj etados p o r l º s m i s

m o s que marchaban a su lado .

Este pensamiento fué también el que ºcurrió a don

José Migue l,i alcanzó a esc l am a r:—¡ A m i

,m i s chi

l eno s / A este grito,se vió rodeado por varios i nd i v i

duºs,entre l º s cuales se dist inguían I n chau r te i M o

ya,quienes respºndierºn a su pet ición de ausilio :

¡ Está u sted preso ,entregu e l a s a rm as !

Carrera,forcej ando , lºgró libertarse de aquellº s

que pretendían asegurarle , i c ºntestó c º n dos pisto

l etazo s a sus intimaciones ; pero habiendº errado lapuntería de ambos , quedó desarmadº a merced de l o straidores .

El teniente irlandés D o º l et , que trató de defendera su j en era l , recibió una grave herida .

Tºdºs los ºficiales queda ron pris i oneros de su s propiºs sºldadºs

,menos el coronel Benavente

,que c o n

siguió fugarse .

Sin tardanza,los j efes del movim i entº despacha

r o n d º s mensaj eros el u n º a Mendoza , 1 el ºtro al

c am p am enrto de don Albino Gutiérrez , para not iciara u no i otro punto lo que hab ía sucedido .

Luego que tºmaron esa providenc ia,se pusieron en

marcha para la ciudad . Conducían consigo a d o n JoséMiguel amarradº de pies i manºs

,comº si fuera un

facineroso . Le habían intimado so pena de la vidaque nº d i r i j i era una sºla palabra a los soldados . L º s

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3 40 LA DICTADURA DE O 'H IGGIN S

du c i d º a Mendoza . Había entradº de día a la c iudad,l a plebe se había agolpado a su pasaj e,i le había in

su l tad º ,una muj er le había dado un bofetón en elrºstro

,un hombre le había arrebatadº el sºmbrerº

,

el capitán que le c u sto d i ab a le había quitadº el reloj .Aquellºs tres valiente s sospechaban demasi adº bien

la suerte que debía estarles reservada ; sin embargo ,pasarºn una noche

,que quizá era para ellºs la ú l t i

ma,conversandº tranquilamente

,como lo habían he

cho en ºtras ºcasiones al rededor de una fºgata la

víspera de una batalla .

Al día siguiente,hizº su entrada triunfante en la

ciudad el vencedºr de la Punta del Médano,d º n Jo

sé Albino Gutiérrez . Acampó su tropa en la plazaprincipal ; 1 c º n el t ono de . quien tºdº lo puede

,exi j i ó

la muerte de Carr era,A lvarez 1 Benavente .

El 2 de set iembre, a las ºnce de la noche , los pri

si º nerº s fueron sa cados de su calabºzo,i llevados a

una pieza donde l º s esperaba el mayor Cavero,que

desempeñaba las funci ones de fi scal,el teniente Che

nado i el m av º r de p l aza C o rv a l án . Cavero les noti

fi có que nombrasen defen sºres .

D º n José Miguel , t omandº la palabra p º r si i suscompañerºs , contestó que mal pºdían proceder a talnºmbramiento cu ando no sab ían de qué se les acusaba

,cu and º i gnoraban lºs cargos a que deberían res

p º nder,que si el ánimo de los gºbernantes era fusil a r l º s

,debían dej arse de ceremonias inúti les

,i conde

nar l o s al suplicio pºr un simple decretº .

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CAP Í TULO XII I 34 1

El fi sc a l , to d o cºrtado, no supº qué replicar , i se limito a decir que—era prec i so cumpl i r l a orden qu e se

l e hab i a da do .

L o s prisionerºs convinierºn al fi n en designar pordefensºres a tres ofi ciales del país

, qu e su s propiºsinterrogantes l es señalaron . N i ngu n o de los tres ele

j i d o s admitió la cºmisión .

L º s reos volvi eron a ser encerrados en el calabºzº,

dºnde permanecierºn si n ninguna n ovedad ,i sin que

se les hiciera saber n inguna ºtra tramitación de su

j uiciº,hasta las ocho de la noche del día 3 .

A esa hºra,l o s sacarºn de nuevo

,1 les l eyeron una

especie de sentencia,concebida del mºdo siguiente :

<<Vi s tos,c º n fo rm ánd om e c º n el parecer del consej o de

guerra,serán pasadºs p o r las armas en el perentorio

términº de diez i seis h oras el brigadier don José Miguel Carrera

,el coronel dºn José María Benavent e i

el de igual clase d o n Felipe Alvarez .

—Mendoza,etc .

—Godo i Cru z.»

L º s tres escucharon sin inmutarse la lectura de esa

pieza fatal . Desde que habían sido presos,aguarda

ban este resultado,i no les asombraba 10 menºr .

Dºn Jºsé Miguel pidió que le permi tiesen hablar

c º n el presbíterº don José Peña , confesor de su su e

gra,i despedirse de esta misma señora , que a la sazón

estaba confi nada en Mendoza . El fiscal le c º ntestó

qu e ver i a .

X VI I

L o s tres cºndenadºs regresaron a su pri5 10n , en la

cual se les dej ó sºlos e incomunicados hasta la seis i

med ia de la mañana del día 4 de set iembre ,

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3 42 LA D ICTADUR A D E O ' H IGGINS

Entonces entró a visitarlºs don Juan Jºsé Benavent e

,herm ano de d o n José María , que ej ercía el co

m er c i o en la ciudad de Mendoza . Venía a decirl esque no conservasen la mas remºta esperanza de lavida .

L es'

c o ntó que había i d º en compañía de muchºs

ciudadanºs respet ables a pedir al gobernador int en

dente la gracia de su hermanº el cºrºnel . Godoi Cruzse había ablandado c º n su s súplicas ; perº les habíamanifestado que no pºdía hacer nada sin la ap ro b a

ción de d º n José Albin o Gutiérrez . Los sºlicitantes,

sin pérdida de tiempº , habían pasado c º n el mismºaparatº a la presen cia del j efe vic tºriosº ; mas Gut i érrez

,dándose aires de cºnquistador había recha

zado todos l º s ruegos , i permanecido i nexºrable .L a

sentencia iba a ej ecutarse sin remediº .

Carrera volvió a instar porque se l e permitiera unaconferencia c º n su suegra i el presbítero Peña ; teníaasuntºs de famil ia que comunicarles . Le respºndieron

que las d º s persºnas de que hablaba estaban enfermas

,i n º podían acudir a aquel llamado .

Don José Miguel h izº entºnces que l e traj eran p ápel i t inta i se pus o a escribir la siguiente carta a su

e5p o sa doña Mercedes F o n tec i l l a :

<<S ótano de M endoza ,seti em bre 4 de 1 8 2 1 .

(9 d e l a maña na )

<<Mi adºrada,pero mui desgraciada Mercedes

<<U n accidente inesperado i un conj unto de desgrac i ad as circunstancias me han traído a est a si tuacióntriste . Ten resignación para escuchar que mºriré hº i

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344 LA D I CTAD U R A3D E O'H IGGI NS

para siempre de mi adºrada Mercedes i t iernos hij osdespedaza mi corazón . Adiós

,adiós !»

Alvarez había salido pºco antes con el obj etº deprepararse para mori r

,por si n º se realizaba la noti

cia de O lazábal .Benavente fué dej ado en el calabozo .

X V I I I

A la puerta de la cárcel , encon tró Carrera la escolta que deb i a c u st o d i a rl e hasta el banco

,a algunºs

sacerdotes que le ºfrecieron su s serviciºs,i al c o r º

nel Alvare z qu e debía acompañarle en el cadalsº ,cºmo lehab i a acompañadº en la últ ima campaña .

L º s dos cºndenados estaban serenos,i desafiaban

el odio de su s enemigos .

Un j en tíº inmenso había acudido a presenciaraquel sangrientº espectáculº .

Dºn Jºsé Miguel cºntempló aquella multi tud deespectadores c º n la mayor serenidad ; perº manifestó

repugnancia de que hubieran venidº muj eres a di

v er t i rse c º n un suplicio —¡ Qu é

'

i n c i v i l es este pu ebl o !

dij º: ya se ve, ¡ edu ca do po r L u zu rr i aga!¿En qu é pa r

te se ve qu e sa lgan l as m u j eres a presen c i a r este espec

tácu l o?

Habiendº nºtado que un muchacho le estaba sa

cando la lengua , miró a aquel pilluelo malignº so n

riéndose i c º n una alegria natural,que revelaba la

mayºr tranquilidad de espíri tu .

D espués se puso a examinar la guarnic i on que estaba formada i sºbre las armas

,e hizo al oficial que

iba encargadº de su custºdia,varias ºbservaciones

r elativas a la tropa .

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CAP ÍTULO X I I I 45

En este momentº,se le acercó u n º de lºs sa cerd o

tes d i c i énd º l ez—qu e se o cupa se en D i os,i n o se d i stra

j ese con l a s co sa s qu e l e ro dea ban —A D i o s, le resp º n

dió Carrera , l e l l evo ,n o en l os l a bi o s

,s i n o en el co ra

zón, qu e es l o qu e va l e.

Cuandº llegó al lugar del suplici o,el mismo donde

habían perecido sus d º s hermanos,se sentó en el

bancº si n ninguna apariencia de temor, perº sin afectación .

En ese ins tante,º yó pronunciar su nombre en alta

voz ; levantó la vista , i vió en un balcón unas señºrasque p i rec ían conocerle, se llevó la mano a la gorra ,i las saludó con cortesía .

Uno de los rel i j i o so s que le cercaban le indicó queperdonase a lºs que le habían ºfendido

,i pidiese él

mismº perdón p º r su falta .

—A m i s enem i go s, dij º

don Jºsé Miguel,l o s perdo no ,

si es qu e el o l v i do de

su s agrav i o s pu ede ha cerl es su spender l a persecu c i ón

co ntra m i fam i l i a .

—Po r l o qu e a m i to ca ,cºnt inuó

, com o creo ha ber

o brado si empre con recti tu d ,no so l i c i ta rá el perdón de

n i ngun o de m i s co ntra r i o s, i m en o s de l o s m endo c i no s,

a qu i enes consi dero l o s m a s bárba ro s de todo s .

Después de esto,rºgó que se entregaran a su sue

gra su relºj i una manta de valor que llevaba,para

que ella trasmit iera estas prendas a su s hi j ºs cºmo

un recuerdo del desgraciadº a quien debían el ser .

El verdugº se aprºximó para a ta r l e l º s brazos . Alnotar sus intenciºnes , d º n Jºsé Miguel , indignado , sepusº de pié, i preguntó al ofi cial que mandaba la ej ec u c i ó n :—¿H a v i sto u sted a lgu na vez qu e u n m i l i ta r de

hono r se dej e am a rra r po r u n fa c i nero so ?Tampoco permitió que le venderá n l o s oj os .

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346 LA D ICTADURA DE O 'H IGGIN S

V o l v 1 0 a sentarse c º n gran calma sobr e el bancº ,i colºcó su mano sºbre el pecho . Entºnces la v o z de

¡fu ego ! se hizo oír , sigu i ó se una descarga, i el j efe del º s montºneros espiró en el acto . Dºs balas l e hab ían rotº la frente

,1 º tras dºs

,a tra v esánd º l e la

mano,le hab ían penetrado hasta el corazón .

El cºronel Alvarez sucumbió pocº mas o menos almism º tiempo .

Don Jºsé M iguel perdió la existencia el 4 de se

t iembre de 1 8 2 1 ,a l º s diez años día pºr día de ha

ber comenzadº en Chile su vida p ública . Aquel era

precisamente el aniversario del pr imer mºvimiento

que c ap i taneó cºntr a el cºngreso de 1 8 1 1 . A lasdoce de la mañana de un día que llevaba la misma

fecha , se había mºstradº en la plaza de Santiagº ln

j º sam en te vestidº , vitoreado por el pueblº 1 p º r latropa

, an im adº p o r la ambición ,confi adº en el p º r

venir,l l en º de esperanzas . ¿Quién le habría dicho

entonces que diez añºs mas tarde había de perecer

casi a la misma hora en un cadalso?

El verdugº cºrtó al cadáver de Carrera la cabezai el brazo derecho

,m i embrºs que fueron c l av ad º s i

espu esto s a la contemplación de t odºs en l º altº de

la casa que ocupaba el ayuntamientº . Algún tiempºdespués

,fuerºn separadºs de aquel sit io

,i enterrados

en la misma tumba que guardaban l o s demás restºs .

Por aquellºs d ías , un cura de San Luis que hab íaconocido a don José Miguel

,pero que era su enem i

go,hizo una apreciación nºtable de las sºbresalientes

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348 LA DICTADURA DE 0'H IGG INS

acompañaron,sºlo me resta hablar del destinº que

tuvi erºn sus demás camaradas .

He dicho mas arrib a que d º n José Albinº Gut i errez había desatendidº las súplicas de muchºs veci

nos notables de Mendºza que le habían pedidº gracia en favor de Benavente. Tan dura repulsa nodesanimó a los amigºs de éste

,los cuales determina

ron tºcar ºtros arbitriºs para conseguir su obj etº .

Efectivamente,hicierºn que volviera a d i r i j i r en

persºna a Gutiérrez igual petición la muj er de dºnJuan Jºsé en unión de muchas señoras principales

vestidas todas de luto . Esta vez el augustº vencedºrse dej ó enternecer

,i cºncedió a las espºsas e hij as l o

que había negadº a los maridos i padres . Merced a

ese irresist ible infl uj o Benavente fué salvadº .

Casi todºs los demas ºficiales de la montonera fuerº n remitidºs a Chile,1 de aqu í, al Perú a dispºsición

de San Martín .

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CAPITULO DEC I M0CU AR TO

R eº rgan i za c 10n d e l a s banda s d e Ben av i des en l a fro ntera .—Vent a jas q u e

este caud i l l º o b t i en e so bre l o s pa tri o t as .—A cc i o n d e Ta l cahua no .

—A oc i ón de l a A l a m eda d e Co ncepc i ón .

—Tercera i nsurrecc i ón d e Benavid es—Acc i ón d e l a s vega s d e S a l d i as .

- S o l i c i t u d d e Benav i des pa ra en

t rega rse a l go bi erno .—S u ten ta t i va para fuga rse a l Perú .

—S u p ri si ón en

l a cºsta de T o p o c a l m a ,

—8 u ej ecuc i ón .

Casi simultáneamente con la insu rrec c 10n—trasandina de Carrera

,que acabº de referir

,inquietaban

al gºbiernº de Santiago lºs progresos del caudillorealis ta Benavides en el su r de la República . La de

rr º ta de Curali no hab ía agºtado su s recursos,como

l º habían esperado l o s patriºta s , D espués de una batalla que se había cre ído decisiva en la cºntienda

,

aquel j efe de bandidºs se había l ev an tad º m as ame

nazan te,mas formidable .

En el fºndo de la Araucanía , había encºntradº nue

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350 LA DICTADURA D E O'

H I GGTN S

vºs elementºs de resistencia, i c o n indios i dispersºs ,hab ía organizadº nuevas bandas para renovar las

host ilidades .

Los gºbernadºres real i stas de Valdivia i de Chiloéle habían enviado a u si l i o s de armas i de j ente .

El v i r rei del Perú se l o s había también rem i tidº,le hab ía agraciado c º n l o s despachos de coronel

,i le

había hechº entregar un cierto núm ero de diplomas

en blancº para que premiase a aquellºs de sus su

b a l tern o s que en su concepto lo mereciesen .

Este potentado,que veía c º n susto l º s preparati

v o s qu e se hac ían en C hile para i nvadir su s domi

nios,no hallaba otrº arbitriº de esto rb a r l º s,

que

at izar la guerra en nuestrº suelo,i fomentar la insu

rrec c i ó n de Benavides .

Sus cálculos le salierºn erróneos,el directºr O'

H i g

gins l l evó adelante,como se ha visto

,l a espedi c i ó n

libertadora,no obstante las cºrrerías cada vez mas

alarmant es de l o s españºles en el sur del territ orio

perº fué aquella una empresa temeraria en que casi sej ugó la estabilidad de la repúbli ca . Cºn el levan ta

miento de aque l ej érci to i escuadra,el es tado quedó

agºtado, el erario se hallaba Vac íº, l as tropas queres taban para guarnecer el país estaban aniquiladas .

Freire nº tenía en el sur,sinº el esqu el eto de una

división . L º s rigores de una campaña tan cruda,

como era la que se hac ía en la frontera,habían diez

mado sus batallones,1 puestº fuera de serviciº a un

gran número de su s sºldados . N o encontraba enaquellas Cºmarcas devastadas por una l arga guerral º s recursºs que necesi taba para reº rgan i zarse . Tampoco conseguía que le vinieran de Santiago

,por mas

que lo sºlici taba c º n instancia .

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352 LA D ICTADU RA DE O 'H IGG IN S

A los tres días,el mismo Pico encuentra en el Pan

gal al cºronel don Carlºs M . O'

Carr º l , destroza sudivisión, uno de los indios que siguen la montonera

enlaza a este desdichado j efe m i entras procura escaparse

,i Picº le manda fusilar .

Tres días después,Benavides que se ha reunidº

cºn el cuerpº de su teniente,obliga en T arp el l anc a

al mariscal d o n Andrés A lcázar a que se rinda,pro

m et i énd o l e que respetará su vida i la de su s oficiales,i en segu ida, con desprecio de l o pactado , O rdena asesinar sin misericordia al j efe i a todos su s subalternºs .Después de estos descalabros

,Fre i re desconfía de

poder resistir en Cºncepción,i se retira c en escasas

trºpas a Talcahuano .

El 2 de octubre de 1 8 20 ,Benavides entra en la ca

pita l de la provincia , se establece en ella 1 encierraal intendente en el recinto del puerto .

Freire envía a pedir sºcorro c º n t ºda premura al

director .

La noticia de l o s sucesos del sur inquieta a lºs san

t i agu in º s . Nadie niega ya , en vi sta de lo que ha p ásado

,la posibilidad de que ese desertor que se ha le

v an ta d o del banquillo para irse a i nsu rrec c i º nar ,se

aprºxime con sus hordas hasta la ciudad dºnde el gobierno central ha fi j ado su asientº .

El director es el primero en reconocer la j usticiade estos temºres . Para conj urar ese riesgo inminente

,

da al corºnel don Jºaquín Prieto la comisión de tras

l adarse en el actº a los part idºs que riega el I tata,a

fi n de que,reuniendº allí t ºdas l as milicias que pue

da,contenga con ellas a Benavides

,caso de que i n

tente con ellas venirse sºbre Santi agº .

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C AP I TU LO X IV 353

Juntº c o n dictar esta providencia,remite pºr mar

a Talcahuano un corto ausilio de tropas .

Freire resuelve entonces mºrir en el campo combatiendo i pºr las balas

,antes que dentrº de una ciudad

i por el hambre .

El 25 de noviembre , saca de la plaza sus batallonesi carga a Benavides

,que le sit ia . La certidumbre de

que nº tienen otra alternativa que la victºria o lamuerte

,hace a sus soldados irresistibles . L o s real istas

sºn rechazados i t ienen que replegarse a Concepción .

Una copiosa lluvia impide a l º s patriotas completar inmediatamente su triunfº persigu iéndolos hastaallá,pero a l o s d º s días , el 27 del mismo m es

,avan

zaban hasta la alameda de Cºncepción,donde Bena

vides ha concentradº sus fuerzas . Aqu í u no s i otrºsrenuevan la pel ea i los de Chile obtienen una segunda

victoria mas decisiva que la de Talcahu anº . El va

l i en te Freire,a fuerza de cºraj e

,vuelve a las armas

de la república el lustre que las anteriºres derrºtas les

habían qui tado .

Esta acción,comº la de Cu ra l í

,parecía terminar la

guerra .

Benavides fugó únicamente c º n v ein te i cinco j ine

tes,llevándºse con sigº tºdas las prendas de valºr que

pºseía,menos una que apreciaba mas qu e la vida , su

muj er,Teresa Ferrer . Esta cayó en poder del vence

dor i quedó prisionera en Concepción .

Benavides nº estaba tranquilº,mientras nº la te

nía a su ladº . Su separación era para él el mayor delos males . Apenas estuvo en salvº , el recuerdº de suespºsa no le dej ó un momento de quietud . Teresa Fe

rrer era realmente para Benavides la mitad de su per

sºna . A trueque de recuperarla, determinó arriesgarAM U NÁTEGU I .

—VOL . XIV .

—23

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3 54 LA DI CTADURA DE O 'H IGGI N S

10 t ºdº,aún la libertad , aún la existencia . S in que le

contuviera el temor de ser aprehendido,regresó de

incógnito a Concepción para arrebatar a su queridaT eresa i tuvo la dicha de lºgrarlº sin que n adie ledescubriese .

Luegº que hubo puest º a cubierto de todº peligroel ob j etº de su amor

,solº pensó en vengar su derrota .

Picº recibió ºrden de asola r la frontera . Nueve pueblos fuerºn incendiados . Todºs lºs fundos i chacrassufrieron igual suerte . Parecía que aquellos bárbarosquerían convertir la cºmarca en un desierto para de

j ar u n eterno recuerdo de su pasaj e

Benavides estaba,entretantº , casi enteramente

destruído,para tºdos , 1 qu i zás para él mismº , su rui

na era inevitable .

En esta apurada si tu ac 10n , la maldita captura de

d º s buques que cay eron en sus manºs , el unº cargado

de armas,V inº a prºpºrciºnarle recursos para reha

c erse. Mientras que él mismº reclutaba j ente en laAraucanía

,envió una de las naves apresadas a Chiloé

en demanda de au si l i o s , Cºn l º s que le vinieron de laisla i l o s que él se prºcuró en el continente

,pudo fo r

mar,en la primavera de 1 8 2 1 , un ej érc i to de tres mil

hºmbres,el mas numerºsº i el mas brill ante de c uan

tos había a c au d i l l ad º .

Estaba vistº:Benavides se levantaba mas terrible

tras de cada derrot a . Después de Cural i se había convertido de montonero en j enera l de trºpas regl adas idespués de la derrºta de Concepción

,se hallaba a la

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3 56 LA D ICTADURA DE O 'H IGGIN S

Benavides i l º s que escaparon de la muerte 0 de laprisión volvieron caras

,i cºrrieron a refu j i a rse en

sus madrigueras de la Araucanía . El capitán don Manuel Bulnes

,c º n un cuerpo de trºpas

,les siguió las

huellas,i cºntinuó hostigándolos hasta sus últ imas

guaridas .

Esta vez s í que la fºrtuna parecía haber ahando

n ad º para siempre a los montoneros rea lis tas . El ene

migo que l o s perseguía sin descanso , no solo eraBulnes

,sinº también la discºrdia .

Benavides tenía entre sus ofi ciales algunos penin

su l ares . Estos habían esper im entad o siempre ciertarepugnancia en reconºcer p o r caudillo a un criºll º .

El prest i j i º i lºs triunfºs de Benavides los habían ,

sin embargo,fºrzadº a la ºbediencia. Perº esta sumi

sión cesó j unto c o n la prºsperidad . La desgracia tra

j º ,en vez de la unión que les era necesaria para de

fenderse,las rencillas i las competencias . Algunos de

sus tenientes españºles echaron en rºs tro a Benavidescomo una traición el desastre de las vegas de Saldias

,

amotinaron sus bandas cºntra él,1 cºmenzaron a

ºbrar con entera independencia .

El proceder de su s subalternºs exaspero a Benavides

,i le puso fuera de si . ¡Qué ! ¿Había servido cºn

tantº tesón a la metrópoli para recibir semej ante pa

gº ,para obtener p º r únicº premio la ingratitud?L a rab i a i el deseo de venganza le transformarºn

de súbito en i nsu rj ente acalorado . Si de él hubiera de

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CAP ÍTU LO x 1v 3 57

pendido , en aquel momento , hubiera hechº la guerraa España c º n tanto enc arn i zam i en to ,

cºmº hab ía

desplegadº contra los revoluciºnarios .

Su pºsición era c rít i c a, se veía perseguidº por l º s

destacamentos de Bulnes,i acºsadº pºr sus propiºs

secuaces . En tal trance,d i r i j i ó a Prietº una carta i

un oficiº para propºnerle a un mismº tiempo en ám

bos escritºs una de dos cºsas :0 bien que la república

admitiera sus servicios,que le serían mui provecho

so s para aquietar la Araucanía 0 que se le permitieraretirarse tranquilamente con su familia i algunºs

amigos al punto que le ac º m o d ara . Al prºponer esteavenimiento

,protestaba de su buena fe

,i fundaba su

resºlución en la conducta discola i desleal de sus sub a l tern º s españºles , i en el disgusto que le o c asi º n a

b a el que Fernando VI I hubiera j uradº una constitución . Benavides asentaba que se sent ía dispuestoa sostener a un sºberanº absoluto : perº nº a u n º

cºnstituciºnal . Es casi segurº que el nº entendía elsignifi cadº de tales palabras, pero repet ía probablemente lo que hab i a oido a algunºs de l o s frailes c º n

quienes cult ivaba relaciºnes .El cºronel Prieto dió parte al gºbierno de la so

lici tud de Benavides para que determinara lo cou ve

nient e .

C o n fecha 20 de setiembre , el director ordenó quese le admitiera la primera de su sº fertas. Creía quela infl uencia de un hombre cºmo aquel ahorrar íamucho dinerº i mucha sangre en la pacifi cación de

las cºmarcas del su r .

Pero no hubº medio de notifi carle que su p r º pu es

ta había sidº aceptada , i que estaba perdºnadº . Be

navides se había ºcultado, i eran mui pºcos l º s que

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3 5 8 LA D ICTADURA D E O'

H I C G I N S

sabían su paradero . Esta circunstancia le impidió

ac º jerse a la gracia qu e se le cºncedía, i le perdió .

Deseoso entretanto Benavides de salir de tan fal

sa posición ,trató de abandºnar el país , i de irse al

Perú .

Habia buscadº en Pi lm a i qu én , a orillas del río

Lebu,un asilº cºntra la saña de l º s suyos i las per

secu c i º nes de l º s patriotas .

Un día del mes de enero de 1 8 22,hizo venir a su

presencia al j en o v és Mateº Ma iner i,marinº de la

escuadra naciºnal,al cual había hechº prisiºnerº i

obligadº,según su cºstumbre

,a tomar servicio entre

l º s suyos, i seña l ánd º l e una pequeña chalupa quetenía varada en l a ribera del Lebu ,

le preguntó qué

se necesi taría pa ra llegar en aquella embarcación

hasta el Perú .

Benavides sabía que el viaj e era posible,aunque

arriesgado . En ºtra ºcasión, su segundo Picº había

emprendido p o r su orden u n o semej ante en un esqui

fe casi tan débil cºmº aquel , para ir a solicitar soco

rros del v i rrei .Ma i ner i cºntempló la chalupa cº n oj º in tel i jen te,

i replicó a su interlocutor que,haciéndºle ciertas

composturas,pºniéndole d º s boyas

,i metiendº den

tro cuatro hombres de mar, él se animaba a conduc i rl a al punto designadº .

Benavides mandó al j en o v és que sin tardanza hiciera al bot e las reparaciones necesarias

,i él

,pºr su

parte , se encargó de ali star la tripulación .

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360 D ICTADURA DE 0' H I GGI N S

sº l u c 10n de vºlver a su prºyectº primi tivo de tratarcon el gobiernº .

Entretanto, se cºncluyó la provi5 10n de agua . No

podían continuar si n abastecerse de un artículº quees indispensable para vivir .

Estaban precisamente a la vista de las costas deT º p º c a lm a . Nada mas sencillº

,que desembarcar

,i

hacer aguada,perº la prudencia a c º nsej aba esp l o rar

el t erreno antes de intentarlo .

Benavides ordenó a uno de l o s soldadºs que for

mara c º n dos ºdres vacíºs una especie de balsa,i se

d i r i j i era sºbre el lºs a la playa . S i alguien le pregu ntaba quién era

,i qué j ente ocupaba la chalupa

,de

donde salía,debía respºnder que pertenecía

'

a un co

m erc i ante inglés de vinºs 1 de choros,i que é l iba

por agua,la cual faltaba a sus compañerºs de viaj e .

El sºldado prometió cumplir con sus instrucciºnes,

i partió para su destinº en la estraña embarcación .

Este hombre,comº M a i ner i i Arti gas

,tenía sus

pecadºs que hacerse perdonar . Pºcºs de l º s que háb ían servidº baj o las banderas de Benavides eraninocentes . Buscó

,pues , cómo merecer su absºlución ;

i en vez de referir la fábula del comerciante inglés

que se le había acomodado para el caso de una inte

rr º gac i ón ,fué m o tu propr i o , i si n que nadie le pre

gu n tara nada , a relat ar cuantº sabía a tres hacendad º s de aquella vecindad .

Estos,en el acto

,tºmaron su s medidas para pren

der al famoso montenero de la frºntera,e hicierºn

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CAP Í TULO x 1v 361

que el m ensaj erº regresara a la chalupa, a fin de queasegurase a Benavides que no cºrría ningún riesgoen desembarcar .

Animadº p º r este aviso , tºmó Vicente tierra consu s demás compañeros el 2 de febrerº de 1 8 22 . Estaba desasosegado, t enía cºmo un presentimientº delo que iba a sucederle . La primera persona que en

co n tró en la p l aya fué un pescador . Benavides se le

acercó,i l e suplicó que corriese a casa del j uez más

vecinº para pedir un mozo i cabalgaduras que condu j esen inmediatamente hasta Santiago a un coronelde la patria que traía consigº . Este cºrºnel , según él ,era pºrtadºr de pliegos mui interesantes para el gobierno , relativos a los asuntos de Cºncepción .

Mientras el pescador desempeñaba su comi5 10n ,

llegaron l º s tres hacendados de que he hablado .

Benavides les repi tió el mismº pedidº . Le replicaron que

,hasta dentrº de algunas horas

,n o pºdrían

satisfacer su s deseºs .Tras de l o s tres hacendadºs

,fueron acercándose

sucesivamente l º s hombres que tenían preparadºspara el arrestº . De repente , l º s fu j i t i v o s se encon

tra r º n rodeadºs pºr un número mui superiºr , 1 Bena v i des cºnºció que es taba perdidº . No '

l e quedabamas recurso

,que la resi gnación . Tºda resistencia

habría sidº insensata .

Un pocº de apresuramiento en su fuga , una casualidad

,una nada le había impedido aprºvecharse del

perdón del director,1 terminar quizá sin mas i nqu i e

tud que sus remordimientºs,el restº de su vida . Pe

ro hab ía sucedido de ºtro modo,i la hora del castigº

había sºnadº para él .El 23 de febrerº, era sacadº de l a cárcel de Santia

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3 62 LA D ICTADURA DE O 'H I GGI NS

go i arrastradº en un serón para ser ahºrcadº en laplaza principal . Después de la ej ecuci ón

,se le c º rta

ro n l º s miembrºspara que se clavasen en lºs paraj esdel su r que habían sidº teatro de su s principalescrímenes . El tronco fué reducido a cenizas en el llano de Pºrtales

,ho i barrio de Yu nga i .

Después de estas precauciones,tºdºs quedaron

bien ciertºs de que el terrible Benavides nº resucitaría

,cºmº en 1 8 1 8 .

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364 LA DICTADURA DE O '

H I C C I N S

El S ú p l i c i o de Vicente Benavides , el 2 1 de febrerode 1 8 22 ,

había , si no est i rpad o las m ontoneras del sur,a lo menºs qu i tád º les todº su carácter amenazante .

La independencia del país podía ya darse p º r cosaasegurada . El archipiélagº de Chiloé era el único punt º de nuestrº territºriº dºnde se sºst en ían todavíalos par tidariºs de España , defendidºs p º r las tempestades australes i l o s es collºs de una mar alborotada .

L º s habitantes de Chile no d ivisaban ,cºmo antes

,el

humº del campamentº enemigº desde su s p r i n c i p ales ciudades

,i el cañón no resº nab a sinº mui lej os

,al

otrº lado del mar .

La vict oria 1 la paz llevaban naturalmente l o s espiri tus al examen de la polít i ca . Las peripecias de unalucha cuyºs resultadºs eran dudosºs n º distraían

,

como pocº había,su atención de l º s negociºs púb l i

cos .

¿Qué se aguardaba para organizar el país ? ¿ Se pretend ía acasº que una dictadura mili t ar fuese su cons

t i tu c i ón permanente ? Estas preguntas i º tras anál º

gas eran las que c o n enºj o se d i r i j ían ,nº sólº lºs ciu

d adan º s de al ta categºría, sinº también la mayorparte de la j ente que pensaba .

La tardanza del gºbierno en corresponder a aque

l l º s votºs suscitaba críticas i murmullºs . La exi j enc i a p o r la reunión de u n cºngresº era un clamºr j eneral . ¿Qué motivºs c º n visos de razºnables podían al e

gar el directºr 1 sus cºnsej erºs para aplazar su c o n

v o cat º r i a ?

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CAP ÍTULO xv 3 65

Había contribuidº no pºcº a fomentar la indicada

esc i tac i ó n en la opinión la ninguna unidad que reinaba en el minis terio mismo de O '

H iggins . Fo rm ab an

part e de a quel gabinete dos miembros que , en lugar

de apºyarse,se miraban de mal o j º ,

eran,puede

decirse,l º s j e fes de ºtras t antas facciones . Sus renci

llas trasc end ían del interior del palacio a la calle , atizaban el descontento

,i daban pábulo i materia a las

conversaciºnes sºbre negºcios de"

estad o .

Esºs d º s émulos eran d º n José Ignacio Zenteno,el

ministrº de la guerra,i d o n Jºsé Antonio Rodríguez

,

el ministro de hacienda .

El primero había sido el compañero de O '

H i ggi ns

durante todº su gobiernº , su confidente i su amigo ,

el hºmbre de tºdas las sim p a tías i de toda la c o nfi anza del j enera l San Martín ,

el administrador labºriºsº

i enér j i c o que , c o n esc asísim o s elementºs había mantenidº un ej ércit o i organizadº una escuadra . Estas

calidades i estos méri t os le habían dado una gran pre

p º nderanc i a en el gabinete i sºbre el ánimº del direc

t º r . Perº desde la entrada de Rºdríguez,su i nfl u en

cia habí a comenzado a debili tarse . En breve,nº fué

un secreto para nadie que Zenteno hab ía dej ado de

ser el ministrº favorito . Un nuevo astro que se levantaba sº b re el horizonte ec l i psab a el brillo de su estrella . Rºdrígu ez era el que dºminaba sºbre O '

H iggins,i el que mandaba en palacio .

He mencionadº en otra páj i na las precauciones quehubo necesidad de tomar para p r º tej er la elevaciónde este caballero al ministeri o . A l º s pocos meses

,el

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3 66 LA DICTADURA D E 0'H IGG IN S

hombre que había sub ido a ese altº empleº como ahurtadillas

,baj o la protección del senado

,i c º n el hu

milde t ítulº de interino , nº encubría sus p retensi º

nes de llegar a ser el min i stro omnipºtent e,el verda

dero director baj o el nºmbre de d o n Bernardo .

El 2 de noviembre de 1 8 20,d º n Anselmo de la Cruz

había sido separado defi nitivamente , i Rodríguez lehab ía sucedidº en prºpiedad . Esta determinación i n

d i c ab a que se cre ía fi rme sobre su asiento , i que el an

t igu º realist a desafi aba si n t emor las antipat ías de l º s

revºlucionariºs exaltados .

Sin embargº,su p o si c 10n era en estremo difícil .

Aun sin tºmar en cuenta los antecedentes pºlít icos desu vida

,que tanto le perj udicaban

,la naturaleza sola

del cargo que ej ercía,habría asustadº a cualquiera .

Rodríguez era ministro de hacienda en un estadºsin tesºrº i sin créditº . L º s capi talis tas rehusaban

prestar al gobierno las cantidades mas módicas,a n o

ser que les fuesen garantidas por las fi rm as i l o s bienes personales de l o s gobernantes . ¡Tan esc u estas sehallaban las caj as del erario

,i tan pºca cºnfianza ins

pi rab a el porvenir de una república recién nacida deentre trastornos i rev o l u c i o nes !

A pesar de esa falta de mediºs,sº pena de perderse

,

había que sºstener ej érc i to s i escuadra .

—S in fºndosefect ivos

,o sin crédi tº que l º s supla

,decía Rodríguez

en unº de sus documentos públicºs,n º hai tropas ni

marina, i s in éstas , nº hai independencia ni gobiernº .

La proposición era incontrovertible . Había que

contener al enemigº en el interior,había que comba

t ir contra é l en el ester i o r,ni una ni ºtra cosa pºdíanhacerse sin dinerº . Perº ¿de dónde sacar fondos ?

¿Cómº crearse crédito?

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368 LA D ICTADUR A DE O ' H IGG IN S

gaba su dist inguida capacidad, pero casi t ºdos ata

caban su conducta .

La razón de este hechº está en el sis tema que ha

b ía'

ad º p tad º . Para improvisar recursºs sin—gravar alpueblo

,había recurrido al fatal espediente de dis

pensar tºda especie de consideraciones,a veces i 1ej í

t imas e indebidas,a ciertºs cºmerciantes o c ap i ta l i s

tas que en cambio prestaban al gobierno en los ap ur º s del erariº una parte de sus caudales . El pueblo

veía c º n disgusto esas negºciaciºnes escandalºsas,i

ese favori tismº inmoral que permit ía a unºs cuantosengrºsar sus bºlsillºs a costa de la j enera l i dad pormediº de monºpolios º esp eculaciones reprensibles .

Los adversariºs de Rºdríguez ab u l tab an todavia

mas de lº que eran en si estºs abusºs,que ante la

j usticia,sºn violaciºnes de la lei , i ante la pol ítica ,

torpezas,pºrque necesariamente habían de traer el

descréditº d e los que l o s t oleraban 0 fomentaban .

Las hablillas del vulgo iban hasta suponer intere

sadºs en esas esp eculaciones clandestinas al ministrode hacienda

,i a la hermana misma del directºr

O'

H iggi ns. N º es menester desarrollar las consecuen

cias de esos rumores sºbre el p rest i j i o del gºbiernº .

Se perciben con sºlo enu n c i a r l o s .

He dichº que el j efe de la o p o si 010n contra R o dr í

gu ez era uno de sus mismos cºlegas , Zenteno . Ambos luchaban pºr la supremacía: el unº por conquis

tarla,el otro por cºnser varla .

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CAP ÍTULO xv 369

Si Rºdríguez cºntaba con el apoyo de O '

H iggins,

c o n el cariñº de la familia del directºr,Zentenº c º n

taba c º n sus largºs servicios,con el sostén de la o p i

n i ó n . L o s contendores tenían pºco mas 0 menos fuerzas i gual es . La lucha era dudºsa en su resultadº .

Un motivo de desav enenc i a ,

º casi persºnal para

el ministro de la guerra , vino a enconar la rivalidad .

Don Manuel Blancº Encalada tenía ciertas relaciones de parentescº c o n la esposa de Zentenº

,i era

además su amigo,su camarada de campamento

,u n o

de esºs marinºs que la necesidad había imprºvisadobaj º l a dirección del ministrº

,i cuyºs despachºs ha

b ían sidº cºnfirmados p o r la victºria . El apresadorde la M a r i a I sa bel gºzaba

,com º era j ustº

,de gran

consideración pública,i desempeñaba por aquella

epoca el cargº impºrtante de j efe int erinº del estadomayor j enera l , i comandante de armas de la capital .Militar i emparentadº con Zenteno, seguía la fac

c ión de su compañerº de armas , 1 murmuraba cºntraRºdríguez. Este

,que lº sab ía

,at isbaba una ocasión

para pagarle la deuda .

Blancº había promºvidº con ap ro b a c 1 0n suprema

una sociedad de personas respetables,que se congre

gaba en su propia casa,a fin de discut ir sobre asun

tos de benefi cencia, i º tros de utilidad j enera l . N i elgobiernº ni l o s mismºs socio s miraban la institución

con el interés que habría deseado el entusiasmo de sufundador . Esto dió marj enp ara que , una noche delmes de j uniº de 1 8 2 1 ,

en la cual se reunierºn l º smiembros sufi cientes para form ar sesión

,Blancº se

quej ara de la ap a tía que ºbservaba , tantº en l o s gºb ern an tes, cºmº en l o s ciudadanos , i dij era en meAM U NÁTEGU I .

—VOL . XIV .

—24

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370 LA D ICTADUR A D E O 'HIGG IN S

dio del calºr de su razonamientº qu e mas quería vivir en Turquía

,que en Chile

,º cosa parecida .

En el acto,hubº quien denunciara la esp resi ó n , i

l º que es mas abominable , el gobierno ºrdenó al siguiente día que se arrestara al comandante de armas

,

i que se le formara causa . Hai hechos que pintan una

épºca,1 u n º de ellºs es la anécdºta que acabº de

referir .

Zentenº,cºmº era natural

,se declaró el prºtectºr

decididº de su amigo, i Rºd ríguez , su'

perseguidºrdescubierto . La cuest i on dió º r i j en a que se agriera

to dav i a mas la enemistad de ambos ministrºs . Suscelos nec esitaban únicamente de p retest º s para ata

carse,i el arresto de Blanco vino a prºporciºnarles

uno escel en te ,

El resultado fué que el acusadº sal i o absuel t o,

perº recibiendo orden de ir a continuar sus serviciºs,

n o en la cºmandancia de armas , sino en la marina .

Aunque la so l u c 1 0n que se d i º al negociº de Blancºparece una especi e de transacción entre l º s d º s ban

d o s ministeriales , lº ciertº es que Zenteno i R o d rí

gu ez estaban ya tan exasperados con sus competen

cias,que era absºlutamente impºsible que continuasen

en el mismo gabinete . El uno o el otro debían salir

pºr precisión .

Por,un momento, pudo creerse que el antiguo fa

v o r i t º triunfaba sobre el nuevo .

En el mes de setiembre de 1 8 2 1,el directºr dió a

Rodríguez l º s despachos de enviadº estra º rd inar i º

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372 L A D ICTAD UR A DE O 'H IGG INS

C º n este arreglº , el triunfo de Rºdríguez era com

p l eto . Puede decirse que quedaba de ministro universal

,pues el carácter suave de Echeverría nº pºdía

o p o ner l e ninguna resistencia . Era éste último uno deesos individuos que cargan c º n la r esponsabil idad deprovidencias en las cual es pºca o ninguna parte tie

nen . La debilidad de su colega aseguraba la om n i p º

t encia a Rºdríguez .

Sin embargo, l a prºsperidad del primer ministro no

estaba sin nubes . R estáb a l e un adversariº mas temi

ble,mas pºderosº

,que Zenten º . Ese era d º n Ramón

Freire,el intendente de Concepción

,que tenía un

ej ércitº baj º su mano ; i la fama militar mas respetada después de la de O '

H i ggi ns .

Freire no sim pa t i zab a con Rodríguez , ni Rodríguez

c º n Freire . Este últim º culpaba al primero de la pe

nuria en que"

se encontraban l º s sºldados de sumando . Era º p i n i ó n j enera lm en te esparcida que elministro miraba cºn desconfi anza a la división delsur i a su j enera l , i que eso motivaba la parsimoniac º n que se remit ían l º s recursos para aquella tr º p a .

En efecto,aquellos soldadºs

,sºbre no recibir c º

r r i en tem en te el pagº de sus sueldºs,ni aun tenían

muchas veces cómº alimentarse . Esta escasez de elementos redo b l ab a , para ellºs , l o s rigºres de una campaña que , p º r si sºla , era bastante cruda .

Freire part icipaba de las prevenciones de sus sub a l tern º s contra Rodríguez , Cansado de pedir p o rescritº remedio a las necesidades de su ej érc i to

,i de

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CAP I TULO xv 3 73

qu e se respondiese a tºdas sus reclamaciones cºn l o sapuros del erariº

,t ºmó

,en la primavera de 1 82 1 ,

la

resºlución de trasladarse en persona a la capital cºnel ºbj etº de a j enc i a r por si mismº el aj u ste de su división

,i la prov i sión de lºs a u si l i o s que le eran p re

c i sº s para la guerra .

Esta visi ta del j ºven j enera l a Santiagº fué unaverdadera ºvación . Tºdºs los círculos

,t ºdos l º s ban

dos cºmpitierºn a porfía por ganarse su vºluntad .

Se conocía q u e hasta l o s pol ít icºs de vista menºspenetrante divisaban en Freire

,sinº p º r un cálculo

previsor,a l o menºs por instinto

,el mil itar de cuya

espada pendían los dest inºs del paíEl directºr le recibió con l o s brazºs abiertºs

,i l e

acarició cºmo a un hij o ausente largo t iempo del ho

gar paterno . Hizº grandes , perº inútiles esfu erzºs pa

ra atenuar las quej as contra el ministrº favoritº,i

prºcuró,aunque en vanº

,operar entre ellºs una c o n

c i l i ac i ó n sincera . U n º i ot rº se acomodaron u n

'

ro str º

placentero ; mas Rºdríguez cºnservó sussº spechas, iFreire sus sent imientos .

Pºr su parte,l º s miembrºs mas condecorados de la

o p o sn:10n rodearºn al j enera l recién llegadº , i p u si ero n en j uegº toda especie de seducc i ones , aun l as del

amor,para i nc l inar l e a sus ideas . Le espu si er o n mi

nu c i o sam en te t ºdas las acusaciones que habían acu

mu ladº contra la cºnducta de Rodríguez,pintándole

su administración c o n cºlºres sºmbríºs i recargados .

Para"añadir a l º s motivos patrióticos ºtros mas

egºís tas,le soplaron al oídº

, c on destreza , que Prieto ,

el j efé d e la división acantonada en Chillán , erael reemplazante que le dest inaba el

ministrº,i le c i

taron en prueba de la verdad de tal presunción el es

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3 74 LA D ICTADURA DE O ' H IGG IN S

merº con que el gºbiernº cuidaba del equ i po 1 en

grandec im i en t º de aquel cuerpº de tropas . Segúnellos

,la intención de Rodríguez era manifies ta . Que

ría cºmbatir la influencia de Freire por la de Prietº ,i ºponer el e j ércitº de Chillán al de Concepción . Deahí venía que favorec iese al uno

,1 t ratase de deb i l i

tar a l otrº .

Freire l o s escuchaba, i se envºlvía en esa circuns

p ec c i ó n recelosa que p º r lo cºmún adquieren l o s mi

l i ta res en el campamentº i baj o el imperiº de la º rde

nanza. Hablaba pocº,º ía a todº el mundo , n º mani

festab a a nadie su ºpinión,concurría a las tertulias

de l º s desc ºntentos,i visitaba a l o s amigos del di

rector .A pesar de esa fri aldad aparente

,l º s raciocínios

de l º s primeros le habían convencido,muchas de susacrim i nac i ones le parecían verdaderas,algunas de su s

palabras le habían herido en el alma, l o s pr º ced imientos de ciertºs gºbernantes repugnaban a la ho n

radez de este j e fe que , antes i despu és de esa épºca ,dió siempre laudables muestras de la mayºr del i c adeza cn su cºnducta pública , est imaba en su interiºr

j ustas las pretensiºnes del pueblº que reclamaba maslibertad

,mas

¡ garant ías,veía que , tan to en Santiago

,comº en Cºncepción , la j enera l i dad estaba pro

nu nc i ad a con tra el gºbierno de O 'H i ggins, i que sºlº

se necesitaba una chispa para que estallase una es

p l º si ón que nada podría contener . Es mui probableque la idea de encabezar esa insurrección naciese enla cabeza de Freire durante su mansión en la capital,pero , en l º que n º cabe la menor duda , es en que fuéent onces cuandº cºmenzaron a entibiarse sus relacion es c º n d º n Bernardº .

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376 LA D ICTADURA DE 0 '

H I C C I N S

Entre tanto,llegó a Santiagº la not icia de la v i ct º

ria obtenida p º r Prietº en l as vegas de Saldias . Estesucesº hizº variar a Freire de resolución respecto asu

"

partida . La prudencia le aconsej ab a regresar alsu r cuantº antes para impedir que un rival m enº sca

base en aquella comarca su infl uencia . Así,manifestó

tanto empeño por vºlverse,como desgano anterior

mente .

A la despedida,O

'

H iggins parec10 resti tuirle su an

t igua confi anza,1 l º s d º s se separarºn c º n tºdas l as

señales de una mutua b enev o l en c 1 a . Era,si n embar

go,aquella la últ ima vez que debí an es trecharse la

mano si n un resentimiento persºnal en el alma .

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CAPITULO DEC I M O S E S TO

S e decreta. u na co nven c i ón prepa ra t o r i a .—Escánda l o en l a s e lecc i o nes.

Aper tu ra d e l as sesi o nes .—Renunc i a i reel ec c i ó n d e O

'

H i ggi ns—C o n

trad i c c i ó n en tre l a co n v o ca t o ri a i el mensaj e presenta do a la c o nv en

c i ón p o r e l d i rect o r . D esco n ten to o ca si ºn a dº pºr l a el ecc i ón d e d º n

Agu st ín A ldea p a ra d i pu tad o supl en te pºr l o s An j el es.—Amn i st ía .

R epCsi c i ó n d el o b i spo Rºdríguez en el gºbi erno de l a d i ó c esm .—D i sc u

si ó n_ pro mºvi da p o r d º n Fra nc i sco d e Pa ul a Ca l dera so bre la estensi ón

d e l º s pº deres d e l a co nven c i ón prepa ra t o r i a .—Mensa je del ejec u t i v º

pa ra q u e l a co nvenc i ón prepa ra t o r i a red a c te u n a co n st i tuci ón .—Op º si

c i ón d e d o n Fern an d o Errázuri z i de d o n J ºsé M i guel I ra rrá “

za v a l .—Anál isi s de l a cºnst i tuci ó n de 1 8 22 .

Mientras estaba ocurriendº l o que acabº de refer i ren el capítulº anterior

,un suceso de gran bult o ºcupó

esclusivamente la a tenc 1 0n del públicº . El director ,no pudiendº resist ir p o r mas tiempo a las exi j enc i as

…de—'

la ºpi nión,hab ía resuelt o convºcar un congreso

que diese una constitución defi nitiva a la república .

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378 LA D ICTADURA DE O 'H I GG IN S

El acºntecimiento n º pºdía ser mas importante .

Chile iba a pasar p º r uno de sus períodºs mas c rít icos

,a reemplazar su organización provisional por

otra est able,a entrar en u na vida nueva . Había su

fi c i en te mºtiv o para discutir,para a j i tarse . Hasta

entºnces,la guerra cºntra la metrópoli habia sido el

obj etº principal de todos los esfuerzºs,el fin pri

m o rd i a l a que se habían sacrifi cadº los demás intereses del estadº . Los españoles habian sucumbidº enl º s campºs de batalla . Había llegado el momento depensar en la consti tución de la colonia

,que fºrmaba

su puesto entre las naciones del mundo .

La glºria de O 'Higgins hubiera sidº ayudarla c o n

su infl uj o a afi anzar la libert ad civil 1 pol íti ca,como

c o n su espada había cºntribuido a que alcanzase aem anc ip arl a de la metrópoli . Una ambición egºísta imal entendida le impidió cºmprenderlo .

El pueblº estaba cansadº del réj im en mili tar i ar

b i trar i o ,clamaba p o r leyes i garantías . Era peligrosº,imposible

,diferir pºr mas tiempº el cumplimientº de

sus deseºs .

O'

H iggi ns se veía fºrzadº a cºrrespºnder de algún

mºdo a ese clamºr j enera l pºr la cºnvocatºria de un

congresº: no ten ía disculpa para retardar l a . Perº

obrandº mal de su gradº,no trató de satisfacer las

exi j enc i as de la opinión ,i tºdo lº que hizº fué burlar

la c º n una farsa .

El 7 de mayo de 1 8 22 ,promu l gó un decreto qu e

ºrdenaba la reunión de una convención preparatoria .

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380 LA DICTADURA DE O 'H IGGI N S

quela . Al p i e de esta , debía apuntar la hºra en qu el e fuese entregada , i l a hora en que se verificase laelección . Co n estas anotaciºnes

,debía devºlverla

si n tardanza a d o n Bernardo p o r un correo estra o r

d inar i o .

El gºbernador de Rere cumpl i o como l º s demás c º nlas instrucci ones que se le daban,pero tuvo la felizidea de dej ar copia de la esquela . Héla aquí:

S anti ago , m ayo 7 de 1 8 22 .

<<Mui señor m ío : Pº r los documentºs que incluyo

de ºficiº,verá usted la grande obra que vamºs a em

prender para hacer feliz nuestra patria . Si la c º n

vención nº se cºmpone de hºmbres decididos p o rnuestra libertad

,desprendidos de todo partidº

,sería

mej or nº haberse movido a esta marcha maj estuosa .

Us ted es quien debe c oºperar a ll enar el vºto p úb l ico

,haciendº que la elección recaiga en el presbíterº

d º n F. Acuña , de quien tengº entera sat isfacción ,

perº debe usted advertir que el nºmbramiento debehacerse en el mºment o que usted reciba ésta, de locºntrariº entran las facciºnes

,i tºdº sería desorden .

<<Al pié de la esquela , anºtará usted la hºra en quela recibe

,i la del nºmbramiento , i me la devolverá

c errada aparte c º n el cºnduct ºr, 0 p º r estra º rdi na

r i o d i r i j i d o a m i mismº .

<<Espera de usted este servicio, que sab rá distinguir

su amigo afect ís imo .

B ER NAR D O O 'H I GG I N S .

Señºr Grego ri o Tejeda , Gºbern adºr d e Rere» .

Escusado parece decir que tºdos l o s prºpuest os

fuerºn elec tºs unánimemente .

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CAPíT U L O XVI 3 8 1

Habría sidº m as l lano i m as d i gno que el go b ernador lºs hubiera nºmb rad º

,i hubiera ahºrrado a lºs

secretari os de cabildo el traba j º de l evantar actas ide escribir ºfi cios .Este prºceder prºduj º una i nd i gna c 10n j enera l . La

mayoría estaba disgu stada de antemanº c o n el directo r

,mucho mas con su ministro . L a im pu den c i a del

manej º referido pusº el cºlmº al descontentº .

Pºr desgracia,i para bochornº nuestro , esta ma

nera de hacer elecciones , es i ha sidº frecuente , enlas repúblicas hi span º am er i c anas. Ese abusº queimpide la esp resi ó n de la voluntad naciºnal , i no lasinstituciones democrá ticas que ellas han adoptado

,

es una de l a s principales causas de to dos sus trasto rnos . Pero en la ºcasión a que aludo , el cinismº fuésin ej em p l º , repugnante . Nº se guardaron siquiera lasapariencias

,como ha ocurrido en otras c i rcu nstan

cias análºgas .

El 23 de j uliº , el directºr O'

H i ggins instaló enSantiagº c o n gran pºmpa i solemnidad la convención

preparatºria .

Acºmpañadº de tºdas las corpºraciºnes,i en me

dio de salvas de artil lería , se d i r i j i ó de su palacio a lasala de sesiones

,a cuya puerta le aguardaban tºdºs

l º s diputadºs

L a co nv en c i o n prepara to r i a se c º m po n ía de l º s m iem brº squ e a c º nt inua c i ón se esp resan

DIPUTADOS PROPIETAR IOS EL E J I D O S POR L AS M UNI C IPAL IDADE SD º n Manuel M a tta , d iputad º p o r Co p i apó ; do n J º sé Antº n i º

Bustam ante, po r Co qu im b º ; do n Franc i scº de Bo rj a Val dés, _po r

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382 LA DICTAD UR A DE O'E I CGI N S

Hab i éndose sentadº baj º el solio, p ro nu n c 10 unas

cuantas palabras alusivas al caso,i pr º ced i ó a tºmar

el j uramento a lºs representantes . A continuación ,

les indicó que procediesen a elej ir un p resi den te i unvicepresidente, i cºncluido el actº, i habiendº c o l º

cadº en sus asientos a los nºmbrados,d º n Franc i scº

Ruiz Tagle i don Casimiro A lbano,declaró instalada

la convención preparatºria .

Por úl timº , puso en manos del presidente una memoria

,i pidió a la asamblea su prºnta lectura

,anun

c i ánd o l e que iba a esperar al palaciº la resolución(p ºrque quería ser el primero de l o s ciudadanºs en la

obediencia ».Aquella memoria

,no era otra cosa que un mensa

Va ll enar ; d º n J o sé M i guel I ra rrázav a l , p o r I l l apel ; d º n ManuelS i l v a , p º r Pet º rca ; d º n J o sé N i co l ás de l a Cerda , p º r l a L igua ;d º n Franc i sc º de Pau l a Ca l dera , p º r S an Fel ipe; d º n J o sé An

to n i o R o sa l es, p º r San ta R o sa de l o s Andes; d º n Fran c i sco 01m o s, p o r Qu i l l o ta ; fra i Cel ed º n i o Ga l l ina tº , p o r Va lpara íso ; d º nSan ti ago Mo n tt , p o r Casa b l an ca ; do n Fran c i sco R u i z T agle, p o rSant i agº ; d º n Fernando E rrázur i z , p o r R ancagua ; d º n Franc i scº Vargas, p º r Mel ip i l l a ; d º n Franc i sc º Va ld i v i esº , p º r S an

Fernand º ; d o n Ped ro Castrº , p º r Curi có ; d º n Casim i ro A l b ano ,

p º r T a l ca ; do n Pedro J o sé Peña i L i l l o , p o r L i nares; do n Juande D i º s U rrut i a , p o r Cauquenes; d º n D om ingº U rrut i a , p o r el

Parra l ; d o n Juan Manuel Arr i agada , p o r S an Ca rl º s; d º n Pedro

Arr i agada , p º r Chi l lán ; do n Sant i agº Fernández , p o r Cº n cepc i ón ; d º n Juan Anto n i o Go nzález Pa lm a , p º r Qu i r ihue, 1 d º nF . Acuña , p º r R ere.

DIPUTADOS SUPLENTES E L E JI D O S POR L A CONVENC IÓN .

D o n Agu stín A ldea , p º r l o s Anj eles; d º n Pedro T ruj i l l o , p o r l a

F l o r i da ; do n Cam i l º H enr íquez , p º r Va l d i v i a ; do n J º sé An to n i ºAsto rga , p º r Oso rno ,

i do n J º sé Antº n i º Vera , po r Chi l o é .

SECRETARIOSD º n Cam i l o H enr íquez i do n J o sé Gab r i el Pa lm a .

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384 LA D ICTAD URA D E O'

H I GG I N S

tud que concedía a los poderes de los diputados,i

por la especie de contradicción qu e había entre él i la

convocatoria .

S e recordará que esta última sólo llamaba a l o sconvencionales para organizar la corte de rep resentantes

,i resolv er sobre las m ey

'

om s i pro v i denc i as quepropusiese el ej ecut ivo . El mensaj e reconocía que laconvención n o invest ía todo el carácter de representación nacional

,pero a pesar de esa declaración

,le

hablaba,n o como a una asamblea preparatoria

,sino

como a un cuerpo verdaderamente l ej i sl a t i v o que estuviera facul tado para dictar leyes

,i torn ar disposi

ciones trascendentales .

El director hacía ante ella dimisión de su empleo,

10 volvía a acep ta r de su mano ; y como si fuera real

mente la reunión de l o s diputados de la república,

le rec omendaba el ej ército i la marina,i le pedía que

atendiera a la instrucción pública,a la reforma de l o s

códigos,a la creación de un fondo de amortización

,

al fomento de la inmigración estran j era ,del comer

cio , de la industria , de la agricultura , a la protecciónde la benefi cencia pública

,etc .

,etc .

Po r lo pronto , la convención n o hizo alto en esta

contradicción, ni procuró averiguar , en medio deaquella confusión de i deas , cuál era la estensi ón efec

t iva de sus facultades . Púso se a celebrar sesiones,i a

discutir l o s asuntos que se le sometían,como si fuera

el poder lej i sl a t i v o de la nación .

Dos de l o s primeros actos de la nueva asambleacausaron e fectos muy diversos en el ánimo del pueblo .

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CAPÍTULO XVI 5

Algunos de los part idos de la república no habíanenviado diputados :unos

,como Chiloé

,porque estaban

aun baj o la dominación española ; otros , como la Florida , por haber hecho renuncia de su cargo el diputado electo ; i otros , como Valdivia , Osorno i l o s Anjel es,

por diferentes mot ivos . Para no dej arlos sin representación

,se resolvió que la convención les el i j i e

se suplentes .

En conformidad,se proced10 a la votac i ó n ; i c o n

estupor de todo el mundo,resultó elect o por los An

j eles don Agust ín Aldea,hombre nulo baj o todos as

pec to s que , para remate , hab ía tenido relaciones conBenav i des

,i que no ten ía otro mérit o

,que ser primo

del minis tro Rodríguez .

Esta elección dió o r i j en a un sinnúmero de comentarios inj uriosos para el gobierno , i p r o d u j o una granirritación . La introducción de Aldea en la convenciónse miraba como un i nsulto a la di gnidad del pueblo .

No alcanzaron a desvanecer el disgusto ocasionado por este incidente

,ni la amnist ía que se publicó

por entonces,ni la rep o su no n del obispo d on José

Sant iago Rodríguez Zorrilla al gobierno de la diócesisde Santiago

,de donde había sido separado como rea

lista contumaz i peligroso desde la victoria de Cha

cabuco .

La convención,a propuesta de su secretario Camilo

Henríquez,acordó enviar una diputación al director

con el obj eto de soli citar que so l em n i zase el 20 deagosto

,día de su natal i cio , c o n la promulgación de

una amnist ía en favor de todos l o s que es taban sufriendo alguna pena por las disensiones pasadas .

O'

H i ggi ns aceptó la indicación ; pero tuvo el buen

t ino de rechazar la adulación monárquica de que seAM U NÁTEGU I —VOL X I V .

—25

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3 8 6 LA D ICTADURA D E O 'H IGGI NS

celebrase c o n ella el día de su san to,i señaló en cam

b i o el próximo 1 8 de setiembre aniversario"

de la re

v o l u c i ó n .

En vista de tal propósi to,uno de l o s diputados de

la comisión le pidió que al menos permitiera que sefestej ase su cumpleaños con la reposición del obispoen el gobierno de la diócesis . El director admitió lapropuesta

,caso de que la asamblea le manifestara

ser así de su agrado,como en efecto n o tardó ésta en

hacerlo .

O'

H i ggin s, desde t iempo atrás , dese aba; por consej o de su primer minis tro

,granj earse

,con esta me

dida,el apoyo de l a j ente devota . El obispo Rodríguez

ten ía mucho p rest i j i o i numerosas relaciones . El alivio

de l a persecución qu e se le hacía 5 0portar,podía

traer al gobierno gran popularidad en ciertos círculos_

Por otra parte,aquel encopetado eclesiástico no

inspiraba mucho mi edo al director . Había mostradoenerj ía ,

i defendido c o n calor los intereses de la me

tró p o l i ; pero era hombre de acero , mas bien que de

hierro , i sabía doblegarse como el que m as a las circ u nstanc i as . O

'

H iggi ns habría podido dar a leer aquien le hubiera hecho observaciones sobre la tenacidad indomable i , por consiguiente , peligrosa , que seatribuía al obispo , una nota en la cual ese prelado

,

que pasaba por tan sostenido en sus opiniones,cum

p l im en tand o al j efe de la repúb l ica por l o s progresos

de las armas patrióticas , cal ifi caba de j u sta ca u sa lade la independencia , i veía en l o s triunfos de l o s rev o l u c i o na r i o s <<u n test imonio indeficiente de l o s soberanos des i gnios del absoluto dueño de l o s destinosacerca del de la América» . Semej ante flexibilidad debía hacer concebir a don Bernardo fundadas espe

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38 8 LA D ICTADURA DE O 'H IGGI N S

interesaban el bien i conveniencia de la sociedad ;porque así lo había declarado el gobierno

,que

,a mas

de serlo,reunía la voluntad jenera l ; i porque los

miembros que la componían llenaban la confi anza pú

blica .

"

Estas tres aseveraciones dogmáticas,que n o

desarrolló siquiera con mas palabras de l o que yo he

dicho,parecían al orador otras tantas razones i n c o n

trastab l es.

D on Santiago Fernández añadió dos nuevos argumentos

,que bien merecían agregarse a l o s del dipu

tado Albano . El gobierno había reconocido facultades

l ej i sl a t i v as en la asamblea ; luego las tenía . L o s miem

bros de la convención habían sido el ej i d o s por l o s c a

b i l d o s que tenían un o r i j en popular ; luego los convencionales habían sido competentemente autorizados .

Como se ve,el señor Fernández parec ía entender que

la soberanía residía en el direc tor,i no en el pueblo

,i

que las municipal idades habían recibido de su s comitentes poderes omnímodos para que los representasen

en todo i para todo .

Po r último, Camilo Henríquez , la rep u ta cwn li teraria mas acatada de su época

,i uno de esos hombres

que siempre ponen su talento al servicio de l o s go

b i ern o s existentes , manifestó que la asamblea podíaestatuir sobre todo aquello en que estuviera p ro nun

c i ad a la voluntad nacional como si eso fuera cosa fáci l de averiguar ; i que ya que no había otro cuerpo

l ej i sl a t i v o ,convenía que fuese ella la que dictara las

leyes,mas bien que el ej ecutivo . Este orador

,como

los dos anteriores , hallaba la l ej i tim i dad del mandatode la convenc i ón en una delegación del director queantes de ella resumía en su persona los d o s poderes

l ej i sl at i v o i ej ecutivo .

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CAP ÍTULO XVI 38 9

Estos discursos descubren las ideas embrolladasque tenían lo s pol í ticos de la administración de O '

H i g

gins sobre el o r i j en i fundamentos de las autoridadespúblicas . El apocamiento que la d i c tadu ra º hab ía produ c i d o en su s ánimos les hac ía mirar al j efe supremo

,

como a un ser superior,que val ía él solo por toda la

nación . Estaban casi dispuestos a recibir como una

gracia el reconocimiento i la consolidación de las ga

ran tías i derechos que corresponden a todos los hombres . El despotismo los hab ía amoldado a l o s háb itos monárquicos .

Somet ido el asunt o a v o tac 10n , se declaró p o r todosl o s votos , menos u n o ,

que la convención preparato

ria tenía facultades l ej i sl at i v as .

N o pararon en estas las metamorfosis de esa asam

blea elást ica,cuya naturaleza con oc ía el pueblo so

brado bien,pero que ella i el gob i erno aparentaban

ign orar ; De prepa ra to r i a ,se convirtió en l ej i sl a ti va ; i

de lej i sl ati ua ,en consti tuyente.

El 28 de set iembre de 1 8 22 es decir , cuando a la

convención n o alcanzaba a qu edar l e un mes de sesiones

,O

,

H i ggi ns l e pasó un segundo mensaj e con elobj eto de apresurarla para que procediese a l a reda c

ción de una consti tu ci ón fu ndam enta l del estado ,refo r

mando,cortando o ad i c i o nand o da provisional que

exist ía . <<S in que se dé primero esta lei fundamental,

decía el director,n o pueden dictarse bases i regla

mentos para la representaci ón nacional» . Era este elsofisma ridículo

,la única j u st ifi cación que se le ocu

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3 30 LA DICTADURA DE O 'H IGGIN S

rría para paliar aquella burla escandalosa , inaudita .

El pueblo se exasp eró . La impopularidad del gobierno sub ió de punto .

En la convención misma,se formó una oposición

a c au d i l l ada por u n o de los concej ales del año diez ,d o n Fernando Errázuriz

,hombre apasionado

,de una

ener j ía estraordinaria , adversario temible por su riqueza

, p o r su s numerosas relaciones de familia i de

amistad,mas que todo

, p o r la im petu o si d ad de su

carácter .

Los diputados disidentes componían una fraccióndemasiado diminuta para ganar el debate por el número de votos

,mas n o para triunfar ante el público

por la razón .

En la sesión del 1 0 de octubre,don José Miguel

I rarrázaval,j oven diputado que participaba de las

opiniones de Errázuriz , se hizo el órgano de su part ido

,i n o dej ó réplica a los amigos del gobierno . En

un discurso,lleno de moderación i de l ó j i c a , demostró

que la convención no podía ser de ningún modo

const i tuyente . Su misión no alcanzaba a dictar unacarta fundamental

,pues estaba reducida a obj eto

mucho menos arduo: la organización de un congresoque tendría por mandato el formularla . Las palabras

de la convocatoria eran claras,t erminantes

,no da

ban asidero a la mas leve duda . El corto término que

se había fi j ado a la asamblea , tres meses , el califi cat ivo mismo de prepa ra to r i a que se le había asignado ,estaban probando

,hasta la evidencia

,la humildad

de sus funciones . ¿No sería absurdo que un cuerpoque

,a j u i c i o de todo el mundo, al decir mismo de

0'Higgins , no invest ía todo el carácter de represen

tación nacional , viniese a tener mas facultades , que

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392 LA D ICTADUR A DE O ' H IGGIN S

D IR ECT O R,i el j u d i c i a l en l os T R IB U NAL E S D E JU S

T I C I A .

<<Según la mente de este Código, la cámara de dipu tad o s es como la fuente de todos l o s poderes,pero

ella saca su autoridad , no tanto de la elección p0pu

lar,c u ant o .de la casualidad .

<<En cierta época señalada en la c o nst i tu cm n l o s

inspectores,los alcaldes de barrio i l o s j ueces de dis

tri to debían formar i pasar a los cabildos las listasde los ciudadanos el ej i b l es para electores , que hubiese en sus respectivas j urisdicciones ; i como aquellosfuncionarios eran dependientes subalternos del ej ec ut ivo

,es evidente que n o hab ían de poner en sus l is

tas sino a los individuos de cuyas simpatías i v o l u ntades pudieran disponer . Los cabildos , después detal operación

,procedían a un sorteo de un elector

por cada mil“

almas,v er i ñc ánd o l o sobre los nomb res

inc luídos en las lis tas . L o s ciudadanos a quienes lasuerte había dado el poder electoral

,formaban un

colej i o en la cabecera del departamento,i hac ían p o r

votos secretos la elección de l o s diputados i suplen

tes respectiv o s

<<Constituída así l a cámara de diputados,el ej ía si e

te individuos,de l o s que cuatro a l o menos debían

ser de su propio seno, l os cuales pasaban a formar un

cuerpo permanente con el nombre de co rte de repre

senta ntes

<<Los exd i rec to res debían ser miembros vitaliciosde esta corte,pero l o s el ej i d o s de la cámara se reno

v ab an cuando se hacía elección de director, i si éste

era reel ej i d o , podían serlo también l o s siete miem

bros .

<<E l senado se componía de todos l o s vocales de la

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CAP ÍTULO XVI 393

corte de representantes,de dos comerciantes i dos

hacendados,cuyo capi tal n o baj ase de treinta mil

pesos,nombrados por la cámara de diputados

,de un

doctor de cada universidad (había una sola) nombra

do p o r su claustro , de tres j efes del ej érci to de la el a

se de brigadier arriba, designado p o r el ej ecut ivo, i

de los ministros de estado,de l o s obispos , de u n

miembro del tribunal supremo i del delegado d irec

to r i a l del departamento en que abriese su s sesiones

el congreso , todos l o s cuales eran funcionari os quedeb ían su puesto al ej ecutivo .

<<Este congreso , cuya cámara alta representaba ala aristocracia del país

,componiéndose casi en su

total idad de nombrados p o r el director supremo, i

cuya cámara baj a era la de diputados nombrados amedias entre el mismo director i la suerte

,era el qu e

daba las leyes,reuniéndose para este efecto cada d o s

años . Durante tan largo receso,la cor te de represen

tantes ej ercía todo el p oder l ej i sl a t i v o ; pero sin qu e

sus determinaciones tuvi esen fuerza de lei permanente hasta la aprobación del congreso .

<<E l director supremo era el ej i d o a su vez por este

Congreso, cada seis años , i podía ser reel ej i do p o rcua tro mas . Sus facultades eran am p l ísim as, i entreellas

,t enía la de nombrar

,por sí solo en unos casos ,

o de acuerdo c o n el l ej i sl at i v o en otros , a l os miembros de los tribunales de j ust icia

,cuy as provisiones

debían despacharse a nombre del director supremo.—Pero la atribución mas notable que le competía erala de nombrar la reyeneza que había de sucederle en

caso de muerte, hasta la nueva el ección, i debía hacer ese nom bramiento tres veces al año

,depositando

el pliego cerrado qu e l o contenía , a presencia de l as

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394 L A D ICTADURA DE O ' H IGGIN S

corporaciones i c o n ciertas ceremonias designadas enla const itución

,si n perj uicio de poder hacer en cual

quiera otra época l as variacion es que quisiera en el

nombramiento,suj e tándose a las mismas ceremonias .

<<L a persona del d i recto r era i n vi o l abl e—Semej an teorganización del gobierno representat ivo n o era emteram en te nueva

,aunque estaba i n j en i o sam en te cal

c u l ad a para dar la preponderancia a la autoridad deldirector supremo . Ella tenía su modelo en l a s monarqu ías constitucionales que se habían formado enEuropa sobre las ruinas del imperio de Napoleón . Laúnica diferencia que l e daba l o s aires de una republica aristocrát ica

,procedía de la temporal idad i de l a

el ej i b i l i d ad del poder ej ecut ivo,pero es probable quedespués de aquel primer ensayo

,este poder se hubie

se conver t ido en vitalicio,i l u ego en hereditario . En

l o demás,la constitución no había descuidado l as

garant ías individuales i los derechos p olít icos con

qu i stado s p o r la revolución; mas como era tan p rol o ngad o el receso del congreso, no teni an éstos otrasalvaguardia que la qu e podía prestarles el directorc o n su autoridad permanente i poderosa , cuando no

se hallaba invest id o de facultades estra o rd i nar i as.

El p oder l ej i sl a t i v o ,i p o r consiguiente la corte de re

presentantes,que l o ej erc ía permanentemente , podía

investir al di rector de tales facultades en caso de pel i gro m n nnente del estado .»

A este exacto i bien trabaj ado estra c to , nada mast engo que agregar

,sino que el artículo 8 4 de la cons

t i tu c i ón ordenaba que se tuviera por primera elecciónde director supremo la que la convención había hecho al pr incipiar sus sesiones en la persona de don

Bernardo O '

H i ggi ns. Podía éste, pues, contar c o n

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CAPITULO DEC I MOS ET I MO

Esca sez en to d a l a republ i ca i so bre t o do en el su r .—Desco ntento del ejer

c i to d e Co ncepci ón .—Agrav i o i nfer ido al j enera l F rei re.

—R l tem bl o r

gr an de.In surrec ci ón d e l a pro vi nc i a d e Co n cepcio n .

—Insur recci ón d el a p l a za d e Va l d i vi a .

—Insurrecci ón d e l a pro vi nci a de Co qu imbo .—D o n

M i guel I ra rrázav a l .—En tusi asmo d el vec i ndar i o d e I l l apel en favo r de l a.revo l uc i ón .

—Pasada a l o s revo l uc i o na ri o s d e Co qu imbo de l a fuerza qu ema rchaba someterl o s.

L o s últimos meses de 1 8 22 fueron aciagos para

O'

H i ggins i para la república .

Una escasez estremada afl i j ía a todo el país . El año

hab ía sido malo,i el labrador no había cosechado c a

s i nada en esta tierra de ordinario tan fértil, tan pro

du c t i v a .

Las provi ncias del sur , particularmente , sufríanuna hambre espantosa . Las calamidades de la guerra

, qu e, por tanto tiempo, habían pesado sobre el las ,

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3 98 LA D ICTADU RA DE 0'H I CGI N S

la marcha destructora de l o s e j ercitos,las dep reda c i o

nes de las montoneras , habían talado sus campos ,empobrecido sus habitantes

,agotado todas su s fuer

zas de producción .

R eferíase c o n estrañeza,que hombres se habían

suicidado p o r n o tener que comer . La necesi dad obligaba a los m enestero s a no despreciar para su su sten

to ni la carne de los lobos marinos,ni la de l o s ani

males que las enfermedades hacían perecer . En pocosmeses

,más de setecientas personas habían muert o

en solo la provincia de Concepción,por falta de ali

mentos saludables .Para colmo de desgracia

,guarnecía esa comarca

un ej ército hambriento como sus demás pobladores,

que n o recibía su paga cas i nunca , desnudo hasta elestremo de haber compañ ías a las cuales la decencia

n o les permit ía presentarse en poblado .

Como ordinari amente sucede,el gobierno era acu

sado de todos los“

males,de aquellos de que era cul

pahle i de aquellos de que era inocente . El pueblo lepedía cuenta de aquellos escándalos de la convención

,i de la miseria que soportaba .

El malestar físico hacía que las arbitrariedades inj ust ifi cables de l o s gobernantes produj esen mayor indignación . Las poblaciones aquej adas p o r la escasez ,estaban mas propensas a irritarse .

Los soldados d el sur,sobre todo

,murmuraban en

alta voz . La guarnición de Santiago estaba perfectamente tratada

,luj osamente vest ida

,c o rr i en tem en te

pagada,mientras que ellos

,l o s veteranos de la fron

tera,l o s defensores incansables de la patria contra

las agresiones de l o s últ imos j efes realistas,contra las

invasiones de los bárbaros,carecían de ropa

,i de pan .

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400 LA D ICTAD URA DE O 'H IGGIN S

m o dar a la tropa alguna cosa siquiera,a cuenta de

su s sueldos atrasados .

El ministro de hacienda,que

,como se sabe

,estaba

prevenido , vió en todas estas medidas , otras tantasusurpaciones de un subalterno que

,ensoberbecido

por la importancia de su posición,n o trataba al go

bierno c o n el acatamiento debido . Sin embargo,n o

se atrevió a rec o nv en i rl e.Freire era demasiado pode

roso,demasiado t emido

,para que un superior cual

quiera,aun cuando fuera el primer ministro

,osase

reprenderl e

Pero si no recibió una censura ofi cial , la tuvo indirectamente p o r la prensa . Un artículo comunicado

que se insertó en el C o sm opo l i ta ,periódico de San

tiago,censuró la conducta del intendente de Co n c ep

ción,i le echó en rostro la contradicción aparente que

había entre la prohibic i ó n de vender granos fuera dela provincia

,i el permiso de estraer seis mil hanega s

de trigo fuera de la república .

La tal contradicción no exist ía ; pues la ¡prohi bi cwnera la medida jenera l que se había dictado para remediar el hambre que esper im en tab an l o s habitantesde aquellas rej i o nes, i el ;ó er7n i so era una esc ep c i ó n

par ticular destinada a sat isfacer las u rj en tes necesi

dades del ej érci to . Aquellas d o s providenc i as teníanuna esp l i c a c i ó n clara i sen cilla para qu ien buscase el

fundamento de e l las sin prevenciones .

S in embargo,el artí culo produj o sensa c 10n . Era

una cosa mui estraña que la prensa servil de aquella

época atacase a un funcionario,sobre todo a un j efe

de aquella categoría . Eso n o se esp l i c ab a sino por la

intervención de algún personaj e mui condecorado .

Lo que el público cre ía,Freire l o creyó también , i

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CAPÍTULO XVI 401

atribuyó el art ículo a d o n José Antonio Rodríguez , elministro favorit o i su adversario declarado . Escribióentonces a O '

H iggi ns,quej ándose con amargura de la

manera como se le había atacado . El león había sidoinsultado

,i ruj ia .

El gobierno,que tuvo miedo

,buscó como dar a

Freire la mas cumplida satisfacción . O'

H iggi ns lerespondió asegurándole que podía contar con laamistad de Rodríguez

,que éste nunca había pensado

siquiera en escribir semej ante artículo,que todo lo

demás eran calumnias de l o s anarquist as que pro c u

raban dividirlos,que el mismo Rodríguez se hab ía

encargado de contes tar la insolente diatriba , i que seindagaba con empeño quién era su verdadero autor

para hacer pesar sobre él todo el enoj o del gobierno .

Junto c o n esta carta,se remitió a Freire un decreto

que dej aba a su arbitrio la estra c c i ón por mar i por

t ierra de los trigos deConcepción .

Freire escuchó la satisfacción ; pero le quedó elc onvencimiento de que n o era sincera . Aquel incidente sol o sirvió para darle la medida de su s fuerzas

,

i para c o nfi rm arl e mas i mas en la persuasión de queen adelante su causa era mui diversa de la del di

rector .

Con todo , poseía un corazón demasiado bien puesto para desear la ruina del gobierno de O '

H iggins

por un simple agravio personal . S i l o s gobernantes nose hubieran hecho culpables de tantos abusos

,de

faltas tan graves, Freire se habría mantenido quieto ,i no habría buscado j amás en una sublevación la venganza de las ofensas que se le habían hecho . Mas sipodía perdonar como hombre

,n o podía to lerar como

ciudadano la arbitrariedad . Antes de prestar su c o o

AMU NÁTEGU I .—VOL . XIV.—26

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402 LA D ICTADURA DE O ' H IGGI N S

perac 10n a las medidas estremas para remediar l o smales públicos

,interpuso con el di rector las am o nes

taciones de la amistad . Le escribió mostrándole elabismo donde se precipi taba

,trasmitiéndole las que

j as del pueblo,haciéndole ver la inj ust icia de ciertos

procedimientos,la im p o l ít i c a de ciertos manej os .

Estas advertencias no fueron escuchadas .

Después de eso ,el amigo había cumplido con su

deber,t o cáb a l e al ciudadano cumpl ir c o n el suyo .

Las difi cultades qu e dej o referidas, no eran las ún icas que inquietaban a O '

H i ggins.

Lord Cochrane i el j enera l San Mart ín habían chocado en el Perú . Esa fatal desavenencia había c o nvertido la escuadra chilena para aquel país en unaespecie de amenaza . Las autoridades peruanas i losj efes de la escuadra , en vez de a u si l i arse,

se ho st i l izaban seriamente . Esto fué causa de que lord Co

chrane regresase a Valparaíso , donde anc l ó el 1 3 dej unio de 1 8 22 .

Desde entonces , la mayor parte de nuestros buquesde guerra permanecieron ociosos en el puerto .

El almirante baj ó a t ierra .

Las tripulaciones comenzaron a exi j ir el aj uste desus cuentas . El atraso del erario impedía sat is facersus reclamaciones . A fi nes de octubre , red o b l aro n sus

instancias,i hubo en la escuadra una especie de

motín .

Para calmar este alboroto , tuvo O'

H i ggins que

partir apresuradamente para Valparaíso el 2 de no

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404 LA D ICTADU R A DE O 'H IGGIN S

Ramón Freire . Este se había negado a cap itaneartodo movimiento que tuviera el menor viso de per

sonal,i en que se proclamaran intereses

,i n o princi

pios ; pero había ofrecido su espada i su influencia pa

ra apoyar una revolución popular,d i r i j i da a dar a

la república una organización legal,que hiciese efec

t ivos l o s derechos de la nación . En consecuencia,há

bía exi j i d o ,como condición de su cooperación

,la

convocatoria de una asamblea de diputados provinc i ales que det erminase i autorizase sus pro ced im i en

to s .

Para conformarse c o n el plan trazado por aquel

j enera l , que , en es ta conducta , daba la prueba de sert an buen c iudadano , como valeroso soldado , l os ve

c i no s del sur habían congregado una asamblea derepresentantes de todos l o s partidos que componían

la p ro v i nc i a ; i este cuerpo , como el caso l o pedía ,había nombrado por su caudillo a d o n Ramón Freire

,

para que,al frente de un ej érci to

,s i no se podía de

otro modo,hiciera respetar sus j ustas reclamaciones

,

que se resumían en la reunión de un congres o nac ional (1 0 de diciembre de

El movimiento era , pues, n o un simple motín de

t ropa,s ino una verdadera revolución de pueblo . L o s

paisanos i l o s militares , t odos l o s hab itantes , cas i sin

esc ep c i ó n ,abrigaban

"

i dénticas convicciones,i se ha

b ían armado para sostenerlas .

U no de l o s primeros c uidados del jenera l Freire fuédestacar a la ribera del Maule

,una compañía de ca

zado res a caballo , que avanzó sin obstáculo , i prot e

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CAP ÍTULO xv r 405

j i ó la su b l ev a c 10n de todo el p aís que se est i ende des

de las m árjenes meridionales de ese río .

En segu ida , en unión con la asamblea , escrib i o alCabildo i vecindario de Coquimbo

,n o t i c i ánd o l es l o

ocurrido en Concepc ión,i esc i tánd o l o s a que imita

sen su e j emplo .

Por último,hizo ot ro tanto c o n el gobernador de

Valdivia,d o n Jorj e Beau chef, i le dió orden de qu e

se le reuniese a la mayor brevedad con la guarnición

de aquella plaza .

Beau chef recib i o con asombro una nueva tan inesperada , i quedó sum erj i do c o n ella en una estrema

perplej idad . Vacilaba entre las prescripciones de la o rdenanza i sus deberes de ciudadano . Sin mas datos

para determinars e que el pliego de Freir e,no sabía

realmente qué reso l u c 10n tomar . En esa i n cer t i dumbre , adoptó el partido de aguardar l o s a c o n tec im i ento s, i mientras tanto , no confió a nadie e l contenido

de la nota que le habían enviado de Concepci ón .

Se hallaba en esa disposici ón de ánimo, cuandoarribó al puerto la goleta de guerra M o teznrna . Su

comandante Covarrubio desembarcó sin tardanza,i

entregó al gobernador ofi cios de O '

H i ggins, por los

cual es le comunicaba la insurrección del sur,i le man

daba d i r i j i rse inmediatamente c o n su tropa a Va lp ara íso .

Beau chef los leyó ; i a c o n t i nu ac 10n , pid i o como

amigo al portador que le diese a conocer con sinceri dad el estado de la república . Covarrubio le contes

tó que, c omo hombre de honor , no podía o cu l tar l e

que toda ella estaba sublevada,si no de hecho

,al

menos de intención,i que consideraba perdida la cau

sa del director .

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406 LA DICTADURA DE O 'H IGG INS

Con esta esp l i c a c 10n ,B eau chef saho de dudas

,i

t omó una determinación definitiva . Co nv o c ó al cabil

do i a l o s ofi ciales de su división,les l eyó las notas

de O '

H iggi ns i de Freire , i l es manifestó que , aunquela obligación del soldado era sostener las autoridades

c o nsti tu i d as,con todo

,en el caso presente

,j uzgaría

una sinrazón i una imprudencia n o plegarse a un mov im i en to que estaba apoyado por la república entera i el ej ército del sur , a que ellos pertenecían . Suopinión era que debían incorporarse a las tropas del

j enera l Freire .

El cabildo i casi todos l o s oficiales aprobaron el

anterior dictamen Fueron contados aquellos de es

t o s ú l timos que protestaron contra él .

Se dec idió que l o s disiden tes quedarían de guarni

ción en la plaza , i los demás se embarcaron para dir i i i rse a T a l c ahu ano en la goleta M o teznm a i l a fra

gata I ndependen ci a ,que por entonces estaba blo

qu eando el archipiélago de Chiloé .

Beau chef llevaba consigo cuatroci entos infantes,

cuatro piezas de campaña servidas p o r treinta arti

l l ero s, i víveres para un mes .

Luego que llegó este refuerzo,mayor de l o que él

mismo esperaba , Freire resolvió marchar sobre Santiago . Al efecto

,embarcó su infantería i su artillería

,

e hizo rumbo a Valparaíso .

La caballería caminó por ti erra a las órdenes ded o n Salvador Puga .

El 20 de diciembre de 1 8 22,el cabildo i vecindario

de l a Serena se congregaron en sesión solemne . Aca

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403 LA DICTAD U RA DE O ' H IGG INS

aquel pueblo abrazasen con calor la causa popular,i

se pusiesen en estado de resist ir a las tropas del go

bierno .

Po r este motivo,la asamblea de la Serena cuidó de

elej ir para aj ente revolucionario en esta población adon Francisco Solano Lastarria

,hombre ac t i v o i em

prendedor,que no podía ser mas idóneo para el des

tino . Este comisionado se desempeñó perfectamente ,i consiguió que el vecindario de I llapel se dist inguieseentre todos los demás

,por su entusiasmo i decisión .

Es verdad que tuvo la buena fortuna de contar c o n

la cooperación de d o n Miguel Irarrázaval , el p ad re'

de

aquel j óven diputado que negó a la c onvención pre

p ara to r i a la facul tad de dictar una const itución .

Era éste el mas rico propietario del departamento,

i podía decir sin b a l adro nada : I l l apel so i yo . F ertenecía a u na familia verdaderamente arist ocrática

,que

habría podido ostentar sus blasones entre los ti tulad o s mismos de

'

Castilla . Sus mayores habían combati do con brillo en la guerra de los treinta años ; háb ían sido j enera l ísim o s de los ej ércitos españoles , c om endad o res de las órdenes militares establecidas en laPenínsula

,virreyes de l o s reinos de la m o narqu ía,i

m as t arde,habían regado c o n su sangre la Araucanía

,

batallando contra los indios,como en Europa hab ían

batallado contra los herej es .

Don Miguel , aunque abstraído de la vida pública ,había heredado de sus antepasados el valor personali la p r o d i ga l idad de gran señor para p ro tej er a cuantos le r odeaban . Su bolsi llo estaba siempre abiertopara todo el mundo . Esto había hecho que el exm a r

ques de la Pica se hubiera ligado p o r beneficios a tod o s los moradores de I llapel

,l o s

_

c u a l es v enerab an en

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CAP ÍTULO XVI I, 409

aquel bondadoso a la par que altivo caballero al representante de la familia mas opulenta de la comarca

,i

l

am ab an en él al protector j enero so de todas susnecesidades .

A est os t í tulos,añadía Irarrázaval el prest i j i o de

una hazaña reciente que le había merecido la grati tuddel vecindario . A principios de 1 8 1 8 , p o r un acto de

valor,había salvado aquella villa de una ruina com

pleta .

Vi v ía entonces,por aquellos alrededores , un mest i

zo turbulento llamado Carvaj al,que

,por ciertas re

laciones de servidumbre,profesaba opiniones rea l i s

t as . Este se aprovechó del descontento que un camb i o de cacique había producido entre l o s indios deChalinga

,reducción inmediata a I llapel , i logró suhle

v ar l o s, a nombre del rei, dándose p o r a jen te autori

zado para ello por el jenera l d o n Mariano Osso r i o .

Era precisamente ese 1 9 de marzo de 1 8 1 8 que

presenció el desastre de Cancha Rayada , i la mayorparte de la población se encontraba en la igl esia p árr o qu i a l celebrando l o s ofi cios del j ueves santo, cuand o el mestizo se precipi tó sobre ella a la cabeza dedoscientos indios

,seguidos de sus muj eres i niños . La

santidad del lugar no los contuvo ; i dentro del tem

plo mismo,acuch illaron a varios de l o s asistentes . La

resis tencia fué imposible . Carvaj al a seguró a todos l o snotables , i los encerró en la cárcel .El , c o n su tropa de bárbaros,se acampó en la

plaza .

Treinta horas perm anec 1 0 en aquella po si cmn .

L o s indefensos habitantes,trémulos

,dentro de su s

casas , aguardaban p o r momentos un saqu eo i un de

gúel l o j enera l . Sus temores no eran vanos . Solo a

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410 LA D ICTADURA DE O ' H I GGINS

fuerza de ardides , pudieron algunos individuos , que

tenían i nfi u enc i a sobre Carvaj al,obtener que retarda

ra la señal .Al fi n , D ios se ap i adó de aquella mísera p o b l a c 1 o n .

Se anunció que don Gabriel Larraín i d o n José MaríaCaballero , marchaban contra los insurrectos al frentede algunos milicianos .

A esta noticia , Carvaj al hizo que su j ente montaraa caballo, i dej ando una cierta porción de ella para

custodia de la villa,salió al campo con el obj eto de

combatir contra l o s patri otas .

La reyerta n o fué larga ni dudosa . L o s indios , su

peri o res en número i valent ía, h icieron prontamentevolver caras a los agresores . S e pusieron entonces a

perseguirlos c o n enc arn i zam i en to en todas d i rec c 10nes . Pero mientras se entretenían i cansaban sus c ab a l l o s en esta opera ción

,se p o sesi o nab a de I llapel , el

que debía reducirlos a la obediencia .

D o n Miguel Irarrázaval estaba en su hacienda alt iempo de la invasión . N o obstante había sabido l o

que ocurría,porque Carvaj al que le respetaba como

todos los demás,le había enviado a ofrecer

,que si

consent ía en ello,le proclamaría gobernador . I rarrá

zaval no había respondido nada,i se había venido de

incógnito a I llapel . All í había reunido catorce o quince hombres

, i los hab ía armado del mej or modo posib l e .

Poco después de haber partido Carvaj al , c on unaparte de l o s suyos

,para cerrar el paso a l o s milicia

n o s de Larraín,don Miguel se había precipitado sobre

l o s indios que hab ían quedado de guardia , i los había

obligado a rendirse .

En seguida,corn o al encuentro del cuerpo princi

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412 LA D ICTADURA DE O ' H I GG INS

s10n de los indios . D e esta manera , puede decirse queun solo hombre derrotó a doscientos .C o n tal proeza

,Irarrázaval salvó a I llapel

,i el

pueblo añadió est e benefi cio a los otros de que se leconfes

'

aba deudor .

Contar con un hombre,como el que he procurado

dar a conocer,era contar con el vecindario de la v illa .

Así es que és te aceptó si n discrepancia la proposiciónde Lastarria . Se destituyó al gobernador que había

,

i se le reemplazó por una j unta cuyo presidente era

I rarrázaval,i vocales don Gabriel Larra ín i el mismo

Lastarria .

Los nuevos gobernantes de I llapel n o se durmieronobre sus asientos . Previendo que el director n o de

j aría de enviar fuerzas para sofocar la insurreccióndel norte

,a cu artel aro n las mil icias

,ordenaron una

leva,i pidieron au si l i o s a la Serena .

Junto c o n estas providencias,enviaron a jen tes se

c ret o s c o n c a rtas i proclamas a Petorca , la Ligua ,Quillota i San Felipe

,para conmover aquellas pobla

ciones . En todas ellas,l o s comisarios encontraron la

mej or disposición i recibieron la seguridad de que

todas se sublevar1an a la aproximación de las tropas

c o qu im b anas

El gobernador de la Ligua,capitán de línea d o n

Agustín Gallegos,n o se limitó a responder favorable

mente a las insinuaciones que se le hicieron,sino que

se vino luego a I llapel a ofrecer sus servicios comomilitar

,trayéndose un tambor i cuatro fusiles

,que

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CAPÍTULO XVI I 4 1 3

era todo el armamento que había en el partido de su

mando .

La asamblea de la Serena nombró a d o n MiguelIrarrázaval j enera l en j efe de las tropas de la pro v íncia

,i l e rem i t ió cuanta j ente i recursos pudo .

Co n esto,se formó una división de cuatrocientos

hombres,que se componía de ciento cincuenta cívicos

de infantería de Coquimbo , ciento de I llapel , v ein t ic inco artilleros con dos piezas

,i cien milicianos de

caballería . A éstos , se agregaban unos treinta españo l es prisi oneros de Maipo

,armados c o n fusiles

,a

quiénes se había prometido que la victoria sería para

ellos la libertad,i los cuales consti tuían toda la es

peranza de aquella división b i so ña .

Entretanto se ignoraban completamente las operaciones del j enera l Freire , i l o s progresos del movimiento en Concepción .

La m isma oscuridad hab ía respecto de la capita l .Se aseguraba únicamente que habían partido fuerzasc o n el obj eto de someter a los c o qu im b ano s; pero no se

conoc i a absolutamente ni su número,ni su dirección .

Para salir de incertidumbres,determinó I rarráza

v al t om ar l a b fensi v a, i avanzar . En efecto , se puso

a buscar c o n todo empeño al enemigo; mas gastóvarios días en marchas i contramarchas

,sin poder

averiguar ni de qué condición era,

ni el camino que

traía .

Al cabo supo de posi t ivo que la fuerza agresora se

c omponía de un escuadrón de cazadores a c aball o

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. 414 LA DICTADU RA D E O 'H IGGI N S '

(ochenta o c ien hombres ) capitaneado p o r el comandante B o i l e

,i que venía p o r la costa .

Guiado p o r estos datos , estableció su campamento

en la cuesta de las Vacas,a unas seis leguas de I lla

pel,punto por donde i ndefec t i b l em ente tenían qu e

atravesar los o '

hi ggi n i stas.

L o s libres de Coquimbo n o las tenían todas c o nsi

go ,a pesar de su superioridad numérica . Eran rec l u

tas que n o se habían batido nunca , i los cazadoresgozaban de mucha fama, sin embargo , aquellos esta

ban resueltos a cumplir con su … deb er. La noche que

precedió al día del encuentro,la pasaron en ve l a sobre

las armas .Cuando am anecw, en vez del escuadrón que aguar

daban,vieron venir a escape cuatro cazadores gri

t ando c o n todos sus pulmones :¡ Vi va C oqu im bo ! Eran

p ortadores de un pliego del sar j en to Madariaga , p o rel cual comunicaba que se había i nsu rrec c i o nado conla tro pa , i puesto presos a

“sus j efes . Pedía órdenes .

El j úbilo que produj o en la división esta faustanot icia

,se dej a entender sin que se le describa .

El escuadrón fué i ncorporado a l o s esp ed i c i o n a r i o s;s us sa rjento s i cabos , ascendidos ; i l o s ofi ciales , re

m i t i d o s con esc olta a la S erena .

La división de Coquimbo no se c ontentó con esta

p rimera ventaj a,i conti nuó su marcha sobre San

t iago .

Durante el tránsit o,no tuvo combates que empe

ñar,sino ovaciones que recibir . El entusiasmo i - la

de cisión de l o s pueblos eran superiores a toda ponde

ración .

Las milicias de San Felipe i de l o s Andes , en vez deprocurar impedir el paso a l o s insurrectos

,se incor

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CAPÍTULO DEC I MOCTAVO

Esperan zas qu e a l pr i nc ip i o co n c i be el go b i erno d e so fo ca r l a i nsurrecc i óni fi rme reso l uc ión qu e t oma de ha cer l o a sí.—Ofrecim i en t o de ausi l i o hecho p o r el go b i ern o d e Mend o za —Aba t im i ento qu e reempl a za en l o s go

b ernan tes a l as i l usi ones d e tri un fo .—Renunc i a d e Ro dríguez .

—D eterm i na ci ón qu e t oma O '

H i ggi ns d e ca er c o n d i gn i dad .

—T en tat ív a s pa raa rregl a r am i sto samen te l a c uest i ón .

—Efervescenc i a d e l as pro v i n ci as.

Pa sada l o s i nsurrect o s d e Co ncepc i ón d e l a vangua rd i a man da da p o r elco ro nel Cruz . Co n ferenc i a t en i da p o r l o s p l en i po tenci a ri o s d e O '

H iggins

i l o s d e Frei re .—Empeño qu e t oma el d i rect o r para qu e se l e dé t i em

p o d e ret i ra rse d el ma n do c o n l a s apa r i enci as d e u na renunc i a vo l unta ri a .

Co mi si ón d ada a Zaña rtu p a ra qu e vaya a en tenderse c o n Frei re .—Orden

del di rect o r a l j enera l Pr i eto pa ra q u e se repl i egue c o n su s t ro pas a S ant i ago .

—J un ta d e l o s o fi c i a l es d e l a va ngua rd i a c o nvo ca da p o r O'

H ig

g i ns.—Prepa rat i vo s d el vec i nda r i o d e San t i a go pa ra u na ma n i festa c i ón

so l emn e d e su v o l un ta d .- Po bl a da d el 2 8 d e enero .

—I rri ta c i ón qu e este

suceso ca usa a l d i recto r , i m ed i da s qu e to ma pa ra v er m o do d e d iso l verla,—Preca uci o n es d e defensa t oma das p o r el vec inda ri o reun i da —Invi tac ró n qu e d i ri je a O

'

H iggi ns pa ra qu e compa rezca a su presenc i a .

—Negat i va d e l a madre d e d o n B erna rdo pa ra persua d i r a su hi jo q u e a cceda a

l a invi tac i ón d el pueb l o .- Med i a ci ón d e Ro dríguez i d e Cruz .

—Sesi ón d elCo nsu l ado . Renunc i a de O '

H iggi ns, i no m b ram i en to d e u na j un ta guberna ti va .

—Fa l sa a l a rma en el cuar tel d e S an D i ego .—Part i da d e O '

H ig

g i ns pa ra Va lpa ra iso .

—L l egada d e Frei re a este puerto .—Resi denc i a del

d i rect o r 5 su s m i n i stro s.—Pa rt i da d e O

'

H i ggi ns para el Perú .—Amo r

q u e ,en l a pro scripci ón , man i fi esta a Chi l e .

—E l ecci ón d e Frei re para d irect o r supremo .

AM U NÁTEGU I .—VOL . XIV.

—27

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41 8 LA DICTADU RA DE O ' H IGG INS

He dicho ya que el director se encontraba en Valparaíso

,cuando recibió la noticia de la insurrección

que d o n Ramón Freire había encabezado en el sur ,El primer movimiento de su alma fué l a determi

nación decidida de castigar a l o s que para él eranunos anarqu i stas

,unos reb el des, i sostenerse en el

poder,a despecho de su s enemigos , por la fuerza .

U no de sus jenera l es le abandonaba ; u n o de su s

ej ércit os le negaba la obediencia ; una de las provin

cias desconocía su autoridad . ¿Qué importaba? Lequedaban todavía fieles otros j efes militares ; le quedaban d o s ej ércitos , u n o en Valdivia , otro en Sant ia

go ; le quedaba la escuadra para interceptar las c om u n i c ac i o nes, para dominar l as costas i el mar ; lequedaba la capital c o n su s grandes recursos ; le que

daba sumisa casi toda la república, le quedaban

su espada i su p rest i j i o . Tenía elementos de sobrapara imponer la lei a l o s descontentos , para escar

mentar a l o s revoltosos .

Tal era la disposición de ánimo que traía,cuando

regresó a Santiago .

Don José Antonio Rodríguez i t odo el círculo min i ster i a l participaban de l o s

mismos sentimientos .

Era preciso sofocar a toda costa la insur rección ; i según lo pensaban

,tenían l o s medios sufi cientes para

ello . Conven ía hacer un ej emplar terrible,que impi

diese para el porvenir la repetición de actos tan funesto s i criminales .

La rabia i el calor del primer momento no les perm i tía apreciar , com o era debido , l o s sucesos del sur , i

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420 LA D ICTADU RA DE O'H I GC I N S

pada acostumbrada a vencer los enemigos esteri o res,

es tara ahora también s iempre a su lado,para c o n

ser v a r el orden ,las vidas , la segu r i d ad i las p ro p i e

dades de los ciudadanos pacíficos , i no se colgará,

como he dicho otra vez,has ta que no dej e ni enem i

gos ni ingrat os .

<<La i ndep endenc i a i l a paz , que , a trueque de tan

to s i tan heroi cos sacrifi cios , goza Chile, no debía serturbada

,i menos por sus hij os . .mas el orden será

restablecido a t odo trance,i la constitución que he

m o s j urad o , será sostenida .

<<Facultado a este fin ampliamente p o r VuestraEsc el en c i a Suprema , al primer rumor de este desgra

ciado incidente,dí órdenes ; i todas las providencias

necesarias están ya dictadas para poner en pié dose j ér c i to s; una fuerza considerable está ya en marchasobre e l Maule,nuevas tropas van a seguirle, i esperoque la razón o la fuerza destruirán en breve el j ermende la anarquía .

<<Para llevar adelante estas medidas, S e necesitan

fondos i recursos estra o rd i n ar i o s,no los hai , i debe

mos proporcionarlos necesariamente ; la u rj enc i a essuma i de momentos ; i en este negocio , no puede haber n i paliativos

,ni demora . Yo dej o enteramente a

la elección de Vuestra Escel en c i a Suprema l o s mediosmas adecuados,pero ha de conseguirse i realizarse elfin . El ministro seCreta r

'

i o de hacienda instruirá aVuestra Escel en c i a Suprema de las circunstancias quen o s rodean , i de las cantidades que indi spensablemente se necesitan para salir de ellas .

<<D ígnese Vuestra Escel enc i a Suprema fi j ar su altaconsideración en lo relacionado

,i aceptar l o s sent i

m i entos de mi mayor aprec io . Palacio D irec torial en

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CAP Í TU LO XV I I I 421

Santiago,1 6 de diciembre de 1 8 22 .

—BE R NA R D OO 'H I GG I N S . o se

'

Anton i o R odr i gu ez.»

Todavía una fausta noticia vino a robustecer lasesperanzas de O '

H i ggins i su s amigos . Don MiguelZañartu , el a j en te dip

l omático de Chile en BuenosA ires

,había pedido su carta de retiro ; i p rec i sam en

te en aquel mismo tiempo,regresaba a su país . Estaba

de tránsito en Mendoza,cuando se supo en aquella

ciudad el alzamiento de Freire .

L o s mendocinos , i sobre todo los gobernantes de la

provincia , eran mui afectos a d o n Bernardo , que

había recompensado j enero sam en te sus servicios enla lucha—contra Carrera . Por tanto

,todos ellos reci

bieron c o n sumo disgusto la nueva del suceso,i lo con

si dera ro n , no como un negocio doméstico de tal repu

blica sino como un a calamidad americana .

Zanar tu ,con su talento i act ividad habitual

,sacó

provecho de estas disposiciones favorables a su par

tido,e hizo que n o quedaran reducidas a buenos de

seo s. En efecto, p o r las diestras insinuaciones del

hábil diplomático,el gobierno de Mendoza , dej ándose

llevar del primer a rdor de su entusiasmo , i siendo enes to el eco de aquel vecindario

,ofreció a O '

H iggins elausili o de mil quinientos o d o s mil soldados . D o n

José Albino Gutiérrez,el vencedor de la Punta del

Médano,dij o de todas veras que si así se estimaba p o r

conveniente,estaba pronto a marchar

,en el término

de tres días,a la cabeza de esta fuerza .

Zañartu se apresuró a comunicar, por un correo

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422 LA D ICTADURA DE O 'H IGGIN S

estraordinario,al gabinete de Santiago estas prome

sas,que no eran sino puras promesas, pero que aquí

aparentemente fueron creídas,i en consecuencia

,re

c i b i d as c o n es tremada sat isfacción por los intere

sados .

Con este socorro estran j ero ,i los elementos de de

fensa de que disponían en el país , creyeron los o'

b ig

gin i stas que la victoria era segúr ísim a , ¿Quién seríatan desconfi ado para ponerl a en duda? ¿Po r qué motivos con visos siquie ra de fundados

,podría hacerlo?

En una carta,que tengo a la vista

,escrita por R o

d rígu ez a don José A ntonio Bustamante, después dedarle cuenta del ofrecimiento que acababa de hacer elgobierno de Mendoza

,por medio de Zañartu

,i de varios

otros incidentes,t odos favorables a la causa di recto

rial,le anuncia que l o s sublevados del * su r

,c o n o c i en

d o,aunque tarde

,que han obrado c o n l i j ereza , tienen

pronto sus caballos para huir,i buscar la im pu n 1d ad

en la formación de montoneras ; pero que d o n Berna rd o toma sus medidas para c erc arl o s, i hacer inút iles

aqu el l o s”

p rep a ra t i v o s de fuga .

Sin embargo, estas ilusiones duraron poco . La mar

cha de l o s acontecimientos,la act i tud del pueblo eran

tales,que debían hacer palpar la realidad de las cosas

i lo quimérico de las esperanzas de triunfo,aun a l os

parciales m as visionarios de la administrac i on .

El de enero de 1 8 23 , llegó a Santiago la noticiade que toda la provincia de Coquimbo

,desde la Se

rena hasta I llapel,estaba insu rrec c i o nada, i de que,

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424 LA DICTADURA DE O ' H IGG IN S

Los hombres de la dictadura de O '

H i ggi ns habíancometido faltas mui graves

,crimenes aun, pero ese

abandono en la adversidad era un castigo bien dolo

roso,una esp i ac i ón mui terrible .

La su b l ev a c 1 0n de Coquimbo , el silencio hostil dela capital

,abatieron a l o s gobernantes

,i l es quitaron

todos sus bríos . N o consideraron ya la victoria comouna cosa fác i l, pensaron al contrario que ob tenerlaserí a casi un milagro . A la confi anza , sucedió el desaliento,a las ilusiones , el desengaño de la realidad .

El 7 de enero , don J osé Antonio Rodríguez hiz odimisión de su cartera ; cedía el campo a sus ad v er

sa r i o s,i se confesaba vencido .

Al d ía sigui ente , un decreto supremo le admit ió larenuncia

,dándole las gracias por sus buenos servicios

i el fi el desempeño de su cargo .

Rodríguez , en la s olici tud que con el obj eto referido había elevado al director , había tenido cuidado deindicar la necesidad de la pronta reunión de un congreso

,que terminase las diferencias c o n las prov i nc i as

del su r i del norte , i de consignar , en el mismo docu

ment o , que desde el principio de las turbulencias ,había sido éste su dictamen . S in embargo

,l os hechos

que he narrado , i el tono de los escritos qu e he copia

d o,no manifestaban tan buenas i conciliadoras dis

posiciones .

N o obstante el retiro de su primer ministro,

O'

H i ggins permaneció en su puesto , pero ya no como

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CAP ÍTU LO xv… 425

an tes,con ánimo de mantener la espada fuera de la

vaina hasta no dej ar un solo i ngrato sin cast igo, unsolo revoltoso sin escarmiento . La fuerza irresist iblede los acontecimientos hab ía doblegado su arrogancia

i hecho mas humildes sus pre tensiones .Quizá conservaba todavía en el fondo del alma una

vaga idea,que él mismo debía esforzarse en desechar

Como imposibl e,de retener el mando ; la esperanza

es el últ imo amigo qu e abandona al hombre en la

desgracia ; pero lo que , en vista de los sucesos , ansiaba p o r conseguir , era , no tanto continuar en el poder ,como descender con honor , c o n dignidad . Quería quen o se le obligara a ren dirse a discreción

,que n o S e le

esp u l sara a empellones de S u palacio , que se le perm i t i era sal i r de él , como había entrado, con la frenteerguida,en una palabra , quería tratar , i no que se le

venciera; renunciar , i no que se le depusiera .

Desde la salida de Rodríguez,fué este el blanco de

todas sus aspiraciones,el obj e to de todos sus cona

tos .

Para“

alcanzar el logro de ta l_

deseo,contaba c o n

un ej ército bien disciplinado,todavía fiel . Tenía avan

zado en la hacienda de Quechereguas,provincia de

Talca , un escuadrón de cazadores a las órdenes delcoronel d o n José María de la Cruz

,j efe de la van

guardia . Las partidas de es ta fuerza tenían frecuentes

encuentros c o n otras también de cazadores que Freire

había destacado a las m árjenes del Maule . Una división compuesta del número 7 de línea, de un esc u ad ró n de caballería i de algunas

piezas de arti llería,

estaba acantonada en Rancagua,baj o el mando de

don Jo qu ín Prieto , que era jenera l en j efe del ej ércitode operaciones . Quedaban todavía de guarnición en

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426 LA DICTADURA DE O 'H IGG INS

Santiago,el rej im i en to de la Gu a rd i a de H o no r

,co

mandante don Luis José Pereira,una compañía - de

arti lleros,comandante d o n Francisco Formas , i el es

c u adró n de la escolta,comandante don Mariano

Merlo .

Se había procurado igualmente poner en servicioactivo l a s milicias del país ; pero casi todas ellas há

b i an rehu sad o sostener la dictadura , i se habían desb and ad o tan pronto

,como se había intentado sacar

las a campaña .

O'

H i ggins confi aba en las tropas que acabo de enumerar

,para obtener una capitulación honrosa .

Con esta intención,escrib i o a Freire proponiéndole

arreglar sus diferencias sin derramamiento de sangre,

por medio de comisionados de una i otra parte,que

se reunir ían en Talca .

Freire aceptó la propuesta,i n om b ró para el efecto

a don Pedro Zañartu i a don Pedro José del R ío ,

miembros de la asamblea provincial de Concepción :Don Bernardo dió sus poderes a d o n José Gregorio

Argomedo,don Salvador de la Cav areda i d o n José

María Astorga,i l o s autorizó para que tratasen con las

condiciones siguientes: él renunciarí a el mando , i l odelegaría en Frei re; éste quedaba obligado a convocarinmediatamente un congreso constituyente O '

H i ggins

pedía para si el j enera l a to de un ej ército au si l i ar quedon Luis de la Cruz acababa de venir a solicitar ennombre de los patriotas peruanos, si Freire prefería al

t ítulo de director provincial el de j enera l de estas tro

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428 LA D ICTADURA DE O'H IGGI NS

dados amaban a Cruz, era un valiente , i además lostrataba bien,a pesar de eso , no pudieron sustraerse al

sentimiento j enera l que impulsaba a todos a pronu nc i arse contra las autoridades establecidas , i antesque servirlas, prefi rieron abandonar a un j efe que

rido .

Los cazadores dej aron a la elecc i ó n de Cruz: o quese pasara con ellos al ej ército de Concepción

,i conti

nuara mandándolos ; o que se volviera l ibre a Sant ia

go . Cruz admitió la segunda oferta ; se cre ía en el deber devenir en persona a dar cuenta al director deldestino que había corrido la tropa confi ada a sus cuidados . En aquella época, O

'

H iggins pudo enumerarbien pocos oficiales que le probaran una fi delidad tanacendrada

,como la del j efe de su vanguardia .

La insurrección de este cuerpo avanzado traj o parael gobierno la pérdida de todo l o que en la actualidadpertenece a la provincia de Talca .

Los enviados de don Bernardo,prosiguiendo entre

tanto su camino , se encontraron con l o s de Freire .

Abiertas las conferencias,u n o s i otros convinieron

sin difi cultad en que O '

H iggi ns debía renunciar el

mando,i separarse del gobierno .

Luego que estuvo acordado este primer punto,l os

comisionados de Santiago pidieron,en nombre de los

eminentes servicios prestados a la patria p o r el direc

to r , que aquella separación n o se_

asem ej ase a unadest i tu c i ó n ,

i que fuese acompañada de c i rcu nstan

cias que no la hicieran indecorosa para el m a j i strad ocesante

,que , después de todo , había rej ido por tantos

años la república . Para alcanzar el fi n indicado, pro

ponían que se le permitiera delegar la autoridad al

que hab ía de sucederle . L o s plenipotenciarios del su r

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CAP ÍTU LO XVI I I 429

aceptaron sin embarazo la condic i on,i consintieron

en que don Bernardo se retirase del poder c o n todaslas aparienci as de quien l o dej a voluntariamente .

Entonces los otros demostraron las ventaj as de quela delegación recayese en don Ramón Freire .

Aqu í comenzaron las dificultades . Zaña rtu i R ío

tenían instrucciones esp resas para que el gobierno se

consti tuyera en un triunvirato,en el cual estuviesen

representadas las tres provincias de Santiago,Con

c ep c i ón i Coquimbo,p o r tanto , les era absolutamente

imposible admitir la indicación . S in embargo,c o nsi

derab an el arreglo propuesto por Argomedo , Astorgai Cav areda preferible a aquel para el cual venían fa

c u l tad o s.

A fin de allanar el inconveniente,resolvieron que

R ío regresase apresuradamente a Concepción c o n el

obj eto de solicitar que se le autorizara para acordaraquel art ículo , i concluir en seguida el aj uste de lasestipulaciones .

Todos estos pasos eran inútiles . Los pl en i po tenc i ar i os de u na i otra parte tomaron esta determina

ción el 29 de enero,pero precisamente el día anterior,el pueblo de Santiago habí a puesto término a la

cuestión .

O'

H i ggins, luego qu e se c o nv en c 10 de que su perm anenc i a en el mando era imposible , buscó cómo

calmar la a j i tac i ón del pueblo , i cómo conseguir quele diera tiempo para descender con dignidad del alto

puesto qu e ocupaba. Estaba resuelt o a abdicar el po

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430 LA D ICTADU RA D E O'H I GC I N S

der,veía demasiado b ien que n o le sería lícito re tener l o mas,pero desea ba retirarse honrosamente , con

las apariencias de quien abandona un empleo p o r su

propia voluntad,i no obligado p o r la fuerza .

Querí a hacer pasar su vuel ta a la vida pr i vada co

m o un acto de desprendimiento i abnegación,i no

como un acto que l e hubiera sido impuesto por lainsurrección del pueblo i del ej érci to . Consentía en

hacer una renuncia,pero su orgullo se reb el ab a a la

idea de verse forzado a ceder delante de un motínde soldados

,delante de una revuelta de demagogos,

a j uicio del dictador,los procedimientos de los ciuda

dano s i de las tropas , no merecían o tro nombre . El

pensamiento solo de semej ante hum i l l ac 1 0n le era i n

s0portable .

Estaba pronto a devolver esa autoridad que se ledisputaba, l o s chilenos , que daban la ingrat itud porrecompensa a su s servicios

,no eran dignos de que él

los m andase, pero estaba también decidido a impedir que mano estraña vin iese a arrancar con violen

c i a de su pecho la banda directorial .Como es e héroe de Homero que

,en medio de la

tem p estad i la batalla , desafiaba a l o s dioses del Olimp o ,

O'

H iggins se ponía en abierta lucha con un pue

b l o entero , insolentado p o r la sublevación ,enfurecido

por las pasiones polít icas . S intiéndose impotentepara som eter l o i castigarlo , no se resolvía , s in embar

go,a c ederl e el campo , sino imponiéndole sus condi

ciones .

Para que le dej ara salir de su palacio si n insultos,

sin desdoro,sin humillaciones , promet ió acceder es

p o n táneam en te a cuanto se le exi j ía por la fuerza .

Ofreció renunciar al t ítulo de director, d ej ar prepa

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432 LA D ICTADURA DE O 'H I GC I N S

L o s amigos de don Bernardo cuidaban de comunicar

a quien quería oírles cuáles eran las instrucciones deaquellos plenipotenciarios : iban a tratar de dar unasolución pacífi ca a la cuestión, O

'

H i ggins promet ía

renunciar,i pedía que una asamblea legalmente —ele

j ida dictase una constitución, era necesari o que l o sciudadanos diesen tiempo para aj ustar la negociación mencionada

,i que n o precipitasen l o s sucesos

c o n pretensiones indebidas , c o n actos reprensibles de

impaciencia .

Todo esto estaba dest inado a aplacar la i rr i ta c 10nde los habitantes ; pero todo era trabaj o inútil i perdido . Un gobierno que carece de autoridad moral i

de_ fuerza materia l, n o puede hacerse respetar . Un

hombre que está va caído no debe l iso n j earse nuncade imponer cond i c i ones a nadie , mucho menos a los

vencedores .

El plan de O '

H iggins era irrealizable . Para poder

llevarlo al cabo , habría nec esitado de un ej ército quele fuese fi el

,y las tropas c o n que él contaba estaban

i nsu rrec c i o nadas, si no de hecho , al menos de inten

ción .

Acababa de saberse en Santi ago la pasada de lavanguardia a los sublevados de Concepción

,cuando

se recibió la noticia de que el escuadrón de B o i l e ha

b ía hecho otro tanto en I llapel c o n l o s c o qu im bano s .

¿Qué recurso quedaba entonces al gobierno? Los ba

ta l l o nes que había alistado para que l o defendiesen,

luego que llegaban a la vista del enemigo,en vez de

pelear,corrían a engrosar las fi las contrarias .

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CAP ÍTU LO xv… 433

Estos sucesos manifestaron a don Bernardo quesu situación iba de mal en peor, i que si no se apresu rab a a tratar con los insurrectos, corría riesgo deser aprehendido en su propio palaci o .

Don Miguel Zañartu acababa de llegar a Santiago .

O'

H iggins creyó que un comisionado como éste ali j erat ia las negociaciones , i le hizo salir si n tardanza pa

ra que fuese a ver modo de arreglarse c o n Freire . Za

ñar tu llevaba la siguiente carta de introducción:

<<S anti ago ,enero 25 de 1 8 23 .

<<Mi distinguido amigo —Nuestro amigo común d o nMiguel Zañartu parte inmediatamente a buscar a u sted donde le encuentre ; n o puedo tener un mej orintérprete de mis intenciones, cuanto usted deseesaber de mí

,le será esp l anad o p o r él , i estoi cierto que

todo,todo se conciliará de un modo honorable i c o n

veniente a l a patria . Estos son l o s deseos de su siem

pre amigo invariable—B ernardo O '

H i ggi ns.

Seño r d o n Ramón Frei re»

Después de las d o s defecciones que acababa de sufrir,

el director,queriendo vigilar por s í mismo sobre las

tropas que le quedaban , determ inó concentrarlas enla capital

,aunque para esto tuviera que abandonar

a sus contrarios el resto de la república . El gobiernocomenzaba a agonizar: como sucede a los m o r i b u n

dos,la vida se retiraba de sus estrem i dades

,i solo le

animab a ya el corazón .

AM U NATEC U L —VOD X I V .—2 8

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434 LA DICTADURA DE O 'H IGGIN S

El 26 de enero , O'

H iggi ns d 10 orden al j enera l enj efe de su ej érci to

,don Joaquín Prieto

,de que se re

c o j i era todo el armamento que se había repartido alas poblaciones para la defensa

,i se replegara a San

tiago c o n la división de su mando acantonada en Rancagua .

“Daba por fundamento de esta disposición,n o

por supuesto el verdadero,sino la necesidad que hab ía

de dej ar a los ciudadanos c om p l etam en te di b res paracuando procediesen a la elección de l o s diputados que

hab ían de componer el próximo congreso const itu

yente.E se mismo día, reum o en su palacio a todos los

ofi ciales de l ínea i de la guardia cívica que exist ían

en la capital . Les hizo una pintura triste de la situación de la república, les pidió que , s in alistarse en losbandos polít icos

,fueran l o s defensores del orden

,de

las propiedades i de la seguridad de l o s habitantes, iconcluyó proponi éndoles que se comprometieran por

j uramento al exacto desempeño de deberes tan sagra

d o s. D ichas estas pal abras , se ret iró de la sala,i los

dej ó en libertad para resolver.Muchos de los concurrentes habían prestado ya el

j uramento,cuando el mayor

Barainca,i n terrum p i en

d o la operación, manifestó que la promesa qu e se l esexi j ía era poco determinada , de sentido am b i gu o ,

i

que a su j u i c i o , el estado del país reclamaba la c o n

grega c i ó n ,no solo de l o s militares

,sino también de

las corporaciones c i v i l es i eclesiásticas para que,en

tre todos acordasen lo conveniente . Esta indicaciónfué apoyada por d o n Ignacio Reyes

, d o n Domingo

Godoi i un alférez de la escolta , i adoptada en seguida

po r t o d o s los presentes .

El director supremo,luego que fué informado de

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436 LA D ICTADUR A D E O'H I GGINS

pensable atender a que n o fuera aj ada la dignidad de

la capital de Chile .

Estas i otras consideraciones habían inspirado a los

c iudadanos que entonces llevaban la voz entre los demás la idea de promov er una manifestación sol emne

,

imponente,que

,dando a conocer de un modo palpa

ble la opin i on casi unánime de los san t i agu i no s, obligara a don Bernardo a que hiciera dimisión de la

dictadura .

D ías antes aún,habrían puesto en ej ecución el pen

samiento,si n o l o s hubiera conten ido el temor de serdispersados a b ayo netazo s por l o s soldados de la guar

n i c i ón . Sabían,sin embargo

,que los j efes de los c u er

pos i la mayor parte de l os ofi ciales hab ían mostradoen conversaciones privadas el mismo descontent o

,

que los paisanos ; pero nadie se había atrevido todavíaa proponerles el proyecto

,i a exi j i r l es el compromiso

formal de que cooperarían a su realización .

Al fi n,el 27 de enero , los promotores de la reun i on

se decid ieron a obrar a cara descubierta . Contaban

c o n la aquiescencia del intendente de Santiago d o nJosé María Guzmán

,c o n l a aprobación de cas i todos

los miembros del cabildo,c o n el ausilio del coman

dante de artil l ería d o n Franc i sco Formas,c o n el de l

comandante de la escolta don Mariano Merlo . Faltaba

solo asegurarse la ayuda de Pereira,que era la mas

importante,pues la Gu a rdi a de H o n o r ascendía como

a mil plazas .

Este j efe estaba estrechamente relacionado con

O'

H iggi ns,i era su amigo personal . Así

,nadie quería

encargarse de ir a preguntarle qué conducta observarían él i su rej im i en to ,

caso de veri fi carse la m an i fes

tación que se preparaba .

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CAP ÍTULO XVI I I 437

Por último,don Juan Melgarej o i don B u enav en tu

ra Lavalle,dos j óvenes que se dist inguían por su acti

vidad en la maquinación,se ofrecieron para d i r i j i r a

aquel j efe una pregunta que era un si es n o es peligrosa . Pereira les contes tó con franqueza que su rej im i en

t o no volvería j amás las armas contra una reunión

popular tan respetable como la que se proyectaba,pero que

,en cambio

,exi j ía que la persona del direc

tor fuese considerada,i no recibies e ningún insulto .

Conocidas de un modo posi t ivo las buenas disposiciones em que se encontraba el comandante de la Gu a rd ia, no había ningún embarazo para ej ecutar lo pensado .

S in pérdida de t iempo,l o s mismos Melgarej o i La

valle redactaron unos carteles, p o r l o s cuales se i nv i

taba a los ciudadanos para que,al día siguiente , 28

de enero de 1 8 23 , se congregasen a resolver l o quemej or conviniese a la repúbli ca, i ellos mismos , pro

tej ido s p o r las tinieblas de la noche , fueron fi jando105 en las esquinas de la ciudad .

El 28 de enero , entre las d i ez i once de la mañana ,la parte mas visible del vecindario comenzó a juntarse

,en l o s salones de la Intendencia

,que ocupaba

entonces la casa de l o s obispos al costado de la catedral . Asist ieron a aquella reunión l o s hombres mascondecorados de Santiago

,i entre ellos

,algunos que

j amás habían tomado la menor inj erencia en la p o l ít ica .

A las doce del día,la concurrencia

,que no cabía

en aquel edificio , resolvió trasladarse a la sala del

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438 LA D ICTADURA DE 0 'H I GGINS

consulado,donde ( 1 8 54) se reune la cámara de sena

dores . Hubo j ente para llenar , no solo esa sala,sino

también el patio .

Todos los individuos de aquella asamblea,verd a

deram en te respetable por muchos motivos,es taban

acordes en que don Bernardo O '

H iggi ns debía ser separado del mando . No veían otro medio - de conj urarla mult i tud de males que amenazaban al país .

Entretanto,el director era informado en su palaci o

de lo que estaba sucediendo, i se ponía furioso al saber una manifestación que reputaba un desacato contra la autoridad

,un insulto a su persona . Bien fuera

que le engañasen los que le llevaban las noticias,bien

que la indignación n o le dej ara comprender la impor

tancia de aquel acontecimiento,l o cierto es que se

obstinó en mirar aquella reunión como u na a sonada

prom o v i da po r u no s cu anto s dem agogo s i cu a tr o m ozo s

de cafe”, i que prometió no de j ar impune tamaña insolencia .

Al i nstan te impart 10 órdenes para que los coman

dantes de la escolta i de la Gu a rd i a tuvieran listassu s tropas respectivas .

No tardó en saber que Merlo,aunque no había re

hu sad o obedecer ,“

había hab lado de respetos a lí puebl o

,i man i festado la resolución de no cooperar a…

ningún acto hos ti l contra los ciudadanos reunidos enel Consulado .

A esta noticia,sube de punto su furor . Se diri j e

del palacio a l cuartel,acompañado de solo sus ede

canes . Busca a Merlo, en presencia de los soldados,le arranca las charreteras de los hombros

,i se las pi

sotea después le arroj a a empellones para la calle .Los soldados v i c to rean al direct or . O '

H iggins les

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440 LA DICTADURA DE O'

H I C C I N S

Al mismo tiempo que el direct or toma contra la

asamblea del Consulado l as medidas hostiles que he

referido,ésta

,por su parte

,n o se descuidaba , i se

preparaba a la defensa,por lo que pudiera suceder .

El intendente de la provincia, qu e puede decirse,

era quien presidía aquel solemne ca bi l do a bi erto ,dió

orden a los ofi ciales de la guardia nacional para quereuniesen sus soldados i l o s pusiesen sobre las armas .

Se hizo que el cuerpo de artillería , que desde temprano se había plegado al movimiento

,viniera a fo r t i fi c ar

con sus cañones el cuartel de San D iego,donde los

cívicos se encontraban situados . Se mandaron tras

portar de la maestranza,al mismo punto

,fusiles

,sa

bles i municiones,i se inci tó a l o s ciudadano s a ar

marse en apoyo de la causa popular . El llamamientofué escuchado, i en pocas horas , quedó improvisadoun verdadero ej ército de voluntarios , que estaban

dispuestos a sostener,aunque fuera a Costa de su

sangre,la j usticia de sus pretensiones .

La asamblea del Consulado estaba,sin embargo

,

mui distante de querer recurrir a la violencia,su masardiente deseo era evitar cualqui er c o nfi i c t o . S i dictaba aquellas disposiciones marciales

,era precisa

mente con el obj eto de hacerse respetar,1 de impedir

,

p o r la ostentación de sus recursos , todo pensamientode resistencia , que la desesperación pudiese inspirar

a don Bernardo . Conocía que éste , en el estado delas cosas , no podría emprender nada de eso con prov echo , pero temía que una tentat iva impruden teprodu j ese males irreparables

,desastres innecesari os

,

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CAP ÍTU LO XVI I I 44 1

i tal vez una matanza que,por largo t iempo , hiciera

derramar lágrimas .

A fin de prevenir el intento que suponía posible enel director

,le envió una comisión

,de la que hacían

parte d o n Fernando Errázuriz i don José Miguel I nfante

,encargada de invi tarle con todo respeto en

nombre del c ab i l d o i del vecindario a que se aperso

nase en el Consulado,i fuese a oír las pet iciones que

el pueblo había acordado d i r i j i rl e .

O'

H iggins recibió a estos diputados en la plaza alfrente de su tropa formada en batall a i c o n las armas

en descanso, escuchó el mensaj e con im p a c i enc i a i

enoj o,i resp ondió:—qu e el cabi l do fu era de su sa l a de

sesi ones no ten ía n i ngu na representa ci ón,qu e el veci n

da r i o reun i do tum u l tu a r i a rnente en aso na da ten i a au n

meno s derecho pa ra pretender entrar en a rregl o s con l a

a uto ri dad suprem a de l a republ i ca ,qu e ser esti tuyera el

ca bi ldo a su sa l a, qu e se d i so l v i era aqu el tumu l to , i en

ton ces,so l o ento nces consenti r i a él en o i r l o qu e ten i an

qu e deci r le.

Cuando los ciudadanos del Consul ado supieron laaltanera conte stación de don Bernardo

,la ac ti tud

amenazante que tenía al frente de su s soldados, de

terminaron no separarse“ hasta haber logrado l o quese habían propuesto, pero al mismo t iempo , dec i d i eron n o recurrir a l o s medios estrem o s sino en último

caso , i trab a j a r cuanto pudiesen para alcanzar su s

propósit os de una manera pacífica i amistosa . Sint i énd o sefuertes por el derecho

,querían observar toda

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442 LA D ICTADURA DE O 'H I GGINS

la moderac i ó n i dignidad propias del augusto carácterque invest ían en aquellas circunstancias . D eseabanque no hubiera nada de violencia

,nada de arrebatos

coléricos, era preciso que la opinión del pueblo , espresada claramente , triunfase p o r su sola virtud .

Convenía hacer entrar en su deber a don Bernardocon suavidad ,

si n derramamiento de sangre . ¿Paraqué arriesgar la vida de un solo hombre antes dehaber agotado todos los arbi trios de rest i tuir al di

rector esa serenidad que le había sido arrebatada p o rl a rabia del vencimiento

,i si n la cual n o podía apre

ciar su situación como era debido?

O'

H iggins amaba i re spetaba mucho a su madre .

Algunos creyeron que quizás una boca tan queridale haría entender la razón mej or que cualquiera otra

,

i fueron a manifestar a la señora los riesgos a que seesponia su hij o , las desgracias que una terquedadinútil iba seguramente a atraer sobre la ciudad .

Aquella matrona era tan alt iva,como d o n Bernar

do,i estaba tan encolerizada

,como él Pre/er i r i a ,

contest ó a los que procuraban inspirarle sus to paraque interpusiera su influencia

,ver a m i hi j o m u erto

,

antes qu e desho nrado . N o l e d i r i j i re'

u na so l a pa l abra

so bre este a su nto , ti ene so brado j u i c i o i edad pa ra go berna rse po r si so l o

C uando se perdió la esperanza de que las insinua

ciones maternas ap l a c asen al director , se recurrió alas amonestaciones de la amistad .

Se ordenó qu e un mensaj ero corriese en alcance dedon Luis de la Cruz

,que aquella misma mañana

,

hab ía salido para Va lp ara l so ,ignorante de lo que iba

a suceder , i le pidiera , en nombre del vecindario reu

nido, que volviera a servir de mediador entre el pue

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444 LA DICTADURA DE O 'H IGGI NS

esp l i c ó entonces cómo era que había re trocedido delcamino de Val paraíso p o r llamamiento del vecindario ,i cómo era que

,por comisión de este mismo

,iba a

solicitar que el director pasase al Consulado .

D o n Bernardo , en contestación , le repit ió con tonod espreciat ivo la frase con que había estado j ustifican

do hasta aquel momento su conducta:—

. Esa reu n i ón , sa l vo redu ci da s escepci o nes, so l o se

compo ne de dem agogo s i m ozo s de café.

— S e engaña Vu estra Escel en c i a ,le replicó Cruz con

fi rmeza,vengo de a l l á, i puedo asegu ra rl e qu e se ha l l a

co ngregada en ese si ti o l a po rci ón m as n o ta ble de l o s

ha bi tantes de S anti ago .

Entónces m e han i nfo rm ado m a l,dij o O 'H i ggins con

alguna vacilación,pero todavía persis tió en su primera resolución .

Cruz i Pereira tuvieron que gastar aun mas de uncuarto de hora para hacerle cambiar de propósi to .

Al cabo de ese espacio,lograron a traer l e a su opi

n i ón . O'H iggins pasó a su palacio a revestirse de to

das su s insignias, i adornado de esa manera , se encaminó al Consulado en compañ ía de Cruz i Pereira

,i

seguido de su escolta . La Gu ardi a permaneció en laplaza .

Serían como las cuatro de la tarde .

La venida de don Bernardo se anunció en el Co nsu

lado p o r un gran movimiento entre l o s asistentes .

Era tanto el j en tío que llenaba el edifi cio , que costó trabaj o abrir un estrecho pasaj e al primer maj is

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CA P Í T ULO XVI I I 445

trado de la república,que

,mal de su grado , acudía

al llamamiento del pueblo . Al fi n ,a costa de algunos

esfuerzos,O 'H i ggi ns pudo atravesar la mu l t i tud i c o

l o c a rse en el si tio de honor , a la testera de la que

( 1 854) es sala del senado . Qu ed ó se de pié , c o n el rostroencendido

,la mirada airada

,el cuerpo algo inclinado

adelante,las manos apoyadas sobre una mesa.

A l bullicio que habia producido su llegada, sigu i o se

el mas completo silencio .

D o n José Miguel Infante se l ev an tó,i principió a

hablar recordando la lamentable situación de la república

,probablemente para deducir de aqu í la necesi

dad de que O ' Higgins renunciara el alt o cargo queestaba ej erciendo ;

Este clavó sañudo su vista sobre el orador, e int e

rrum p i end o su discurso , le preguntó im p etu o sam en

tez—E l i nd i vi du o qu e ha tomado l a pa l a bra , ¿qu é ti tul os, qu é derecho s ti ene pa ra ha cer l o?

Esta apóstrofe inesperada cortó a Infante,que

quedó si n saber qué responder .

Entonces Errázuriz saltó de su asiento gritando

c o n Vo z Tetum b an te:—E l ti tu l o qu e ti ene I nfante,Es

celentísim o S eño r, para d i r i j i ro s l a pa l abra , es el ha

ber si do uno de eso s di pu tados del pu ebl o a l o s cu a les

Vu estra E scel enc i a ha rehu sado escu char cu ando po r

encargo de esta respetabl e reu n i ón, hem os i do a bu scar

le a l a pl aza pr i n c i pa l . En seguida, se puso a enum e

rar los fatales resultados de esa t enaz persistencia que

most raba O 'H iggi ns para reten er el mando a despe

cho de sus conciudadanos,habló de la cont i nua alarma que había alej ado del país toda tranquilidad

,de

la guerra civil que devoraba a la república,de la ana r

quia que la estaba destrozando, i concluyó exho r

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446 LA D ICTADU RA D E O 'H I GG IN S

tando al director en nombre de la patria a que evitara

,dim i t iendo su empleo , la desgracia de l o s chile

nos,la ruina complet a del estado .

A su vez,O

'

H i ggi ns pareció conmovido i turbado .

Pidió que los presentes nombrasen u na comisiónpara discutir con ella el asunto

,i t omar una resolu

ción . Así se hizo , proponiendo don Mariano Egañal o s miembros que deb ian componerla

,i a c l am ánd o l o s

el pueblo a medida que los i b a designando .

En el act o,el direct or i los comisionados se pu si e

ron a dilucidar aquella ardua cu estión .

O'

H i ggi ns negó al vecindario de Santia go el dere

cho de exi j i r l e una renuncia , i negó también la u rj encia de la m edida . El había recibido de la r epresentación nac ional la investidura de su cargo, i los veci

no s allí congregados no eran sino la representación de

una ciudad . El director de toda la república n o podíaser removido p o r el vecindario de sola la capital . Po r

o tra _p arte, ¿para qué tanta prisa cuando en aquelmomento su s plenipotenciarios debían estar a j ustan

do c o n l o s de Freire las condiciones de la paz ?Según refi ere Domingo Santa María en su b i o gra

fía de Infant e,el intendente Guzmán rebatió v i c to

r i o sam en te la primera de estas obj eciones .

—Es c i erto , S eño r ,d i j o , qu e Vuestra Escel enc i a es

di recto r de toda l a republ i ca ,i qu e aqu i n o se encu en

tra si no el pu ebl o de S anti ago ; pero yo tu ve l a honra

de co ncu rr i r a l a reu n i ó n popu l ar qu e nombró a Vu es

tra E scelenc i a suprem o d i recto r , i esa reu n i ón se hi zo

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448 LA D ICTAD URA D E O 'H IGGIN S

tar las azarosas c ircunstanci as en quehe ej ercido elmando .

<<Pid0 mui de veras al cielo protej a del mismo m o

do a los que deb en sucederme . »

D ichas estas palabras,deposi tó la banda sobre l a

mesa que ten ía delante,i prosigu i ó : a l

presenteso i u n simple particular . Mientras he estadoinvestido de la primera dignidad de la república

,el

respeto,sino a mi p ersona

,al menos a este alto em

pleo,debía haber impuesto silencio a vuestras que

j as . Ahora podéis hablar sm m c o nv en i en c i a . Que se

presenten mis acusadores . Quiero conocer los males

que he causado,las lágrimas que he hecho derramar .

Salid i a c u sadm e . Si las desgracias que m e echáis enrostro han sido

,no el efecto preciso de la época en

que me ha tocado ej ercer la suma del poder , sino eldesahogo de mis malas pasiones

,esas desgracias n o

p ueden purgarse sino con mi sangre . Tomad de m i lavenganza que queráis

,que yo no os opondré resisten

cia . Aquí está mi pecho» .

A l decir esto,entreabrió violentamente su casaca

,

haciendo sal tar dos o tres botones,por la impetuosi

dad del movimiento,i mostró su pecho desnudo , c o

mo para presentarlo a l o s tiros de sus adv ersarios .

V iendo esta acción,l o s circunstantes se pusieron a

gritar :—N o tenem os nada qu e pedi r co ntra vo s, j enera l .

¡ Vi va el j enera l O'

H i ggi ns!

—B i en sabi a,dij o el exd i rec to r , al parecer mui sa

t i sfecho de aquella esp lo si ón d e entusiasmo, qu e na

di e po dr ía con j u sti c i a dem andarm e cu enta de m a les

qu e so l o han si do el resu l tado de l as c i rcu nstanci as,pe

ro de todo s m odo s,o s agradezco l a m an i festac i ón con

qu e a cabái s de honra rme.

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CAPITU L O XVI I I 449

XVI I

En este momento,turbó la reun i on el ruido de un

grande alboroto en la calle,i el estruendo de desc ar

gas i c año nazo s, que se dej aban o ír a alguna distancia .

Los concurrentes pensaron desde luego,que sin

duda la guarnición se había d i vidido en bandos,unos

p o r O'

H i ggi ns i otros p o r el pueblo , i que habían venido a las manos,pero poco a poco la calma volvi óa establecerse

,i se supo que todo no había s ido mas

que bulla .

Era el caso que l o s ciudadanos armados que ocupaban el cuartel de San D iego

,hab ían estado miran

d o todo el día c o n desconfianza la act itud indecisade la Gu a rdi a de H ono r . Esto había motivado queaseguraran a varios soldados de este cuerpo

,a quie

nes habían sorprendido separados del resto de suscompañeros . L o s voluntarios de San D iego cre ían quecada u n o de est os prisioneros era para ellos un enemigo menos.

A eso de la orac i on,sabedor de tal ocurrencia

,el

j efe que había quedado en la plaza, al m ando del'

re

j im i ento ,envió una part ida para reclamar la libertad

de sus subalternos .

Los centinelas avanzados en las bocacalle s inme

d i atas al cuartel , tan luego como distinguieron eluniforme de la Gu ard i a ,

dieron la alarma,i anuncia

ron que venían a atacarlos .Bastó este falso aviso

,para que cívicos i artilleros

prendiesen fuego a su s armas,i estuvieran t i ro teando

a l a i re por mas de un cuarto de hora . Po r últ imoAMU NÁTEGU I .—VOL . X I V .

—29

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450 LA D ICTADURA D E O 'H IGGIN S

reconocieron su error,i volvieron a permanecer quie

t o s, como antes .

XVI I I

Luego que l o s señores del Consulado se cerc i o ra ro nde que aquella b u l l anga n o había s ido mas que puro

ruido,i que t odo había pasado como lo dej o dicho

,

Cont inuaron su sesión .

El t iempo había corrido , i serían como las nueve

de la noche .

O'

H iggins manifestó que , después del arreglo c o n

venido,su presencia era inútil

,e indicó que iba a

ret irarse . N om b ró se una c om i sl o n para que le acom

p añase hasta el palacio , i casi t oda la concurrencia

hizo v oluntariamente otro tanto .

La conducta del vecindario de Santiago en estedía fué fi rme

,llena de calma i moderación

,noble

, j enero sa , imponente . Se hizo respetar sin recurrir a laviolencia

,sin perder un solo instante su dignidad con

los arrebatos de la cólera .

N o cedió un solo punto a las p retensiones del dic

tad o r , i le obl igó a que compareciese a su despecho,

ante el pueblo; pero en cambio , se mostró m agnán i

m o con el caído, i le guardó toda especie de consideraciones en su desgracia. Fuerte c o n la j ust icia i

c o n el triunfo , n o se complació en insultar al venci

d o ,e h izo lo menos amargo qu e le fué posible el in

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LA D ICTADU RA _D E O 'H IGGINS

Santiago,s in anuencia de las otras provincias

,ha

bía decidido acerca de la suerte del exd i rec to r .

M 1ro esta disposición como una usurpación de l o s derechos que correspondían a los demás pueblos

,como

un ul traj e a la dignidad de éstos , i exi j i ó una sat isfacción .

Para acallar l o s murmullos,Freire tuvo que censu

rar la conducta de la j unta en este negocio,i que or

denar se residenc i ara al direc tor i sus ministros .

Esta era una medida puramente de circunstancias.A s í no produj o ningún resultado serio , ni para donBernardo

,ni para l o s individuos que le hab ían acom

pañad o como ministros en la última época de su go

bierno .

A los cinco meses de encontrarse detenido p o r estemotivo en Valparaíso

,O

'

H 1ggm s recib ió el siguientepasaporte

,que era mas bien un cert ificado de servi

cios,altamente honorífi co p ara su persona

<<Escel en tísim o Señor .

—Solo las repetidas instancias de Vuestra Escel enc i a han podido arrancarmeel permiso que le… concedo para que salga de un país

que le cuenta entre sus hij os dist inguidos , cuyas gl orias est án . tan estrechamente enlazadas con el n ombre

.de O '

H i ggins, que las páj inas mas brillantes dela historia de Chile so n el monumento consagrado ala memoria de Vuestra E scel enc i a . En cualquier

punto que Vuestra E scel enc i a exis ta l o ocupará elgobierno de la nación en sus mas arduos encargos,a sí como Vuestra Esc elenc i a j amás olvidará l o s inte

reses ,d e su cara patri a i la consideración que merece

a sus conciudadanos . Yo faltaría a un deber mío,

que Vuestra Esc el enc i a sabrá apreciar altamente, si

a l a licenc ia no añadiese las do s condic iones sigu i en

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CAPÍTUL O XVI I I 453

tes: c i rc unsc ri b i rl a a solo el t iempo de dos años,que Vuestra Escel enc i a avise al gobierno de Chile

sucesivamente el punto donde se halle . Esta mismanota servirá de sufi ciente pasaporte

,i al mismo tiem

p o de una recomendación a todas las autoridades dela república que existan en su territorio , i a su s encargados i funcionarios que s e encuentren en paísesestran jero s, para que presten a Vuestra Escel enc i atodas las atenciones debidas a su c arácter i consideraciones que le dispensa el gobi erno .

<<D ios guarde a Vuestra E scel enc i a muchos años .

Santiago de Chile,j ulio 2 de 1 823 .

—R am ón F rei re.

—M ar i a 7i o Egaña .

E scel ent ísim o Seño r Ca p i tan Jeneral de l o s ej erci to s d e esta repúb l i caD o n Bernardo O

'H i ggi ns»

'

Co n este pasaporte,O

'

H iggins se d i ri j i ó al Perú ,país que él había el ej i d o para su destierro , i que elcielo destinaba para su sepulcro .

Hai un el o j i o que tributarle por el amor que nuncadej ó de manifestarle a Chile durante su proscripción .

Su caída era j usta , su desgracia merecida,pero él , cegado p o r la pasión , no podía considerarlo así . S inembargo

,j amás como otros proscrit os , maldij o la

tierra de su nacimiento, j amás dej ó de estimar comoel t í tulo mas preciado su calidad de chileno . Comotantos otros en igual situación

,n o p aro d i ó la cé lebre

im p recac i ón de Esc i p i ó n el africano contra Roma:

l ngra ta pa tr i a ,no tendrás n i au n m i s hu esos . AI c o n

tra r i o ,su mayor deseo era volver a visi tar , antes de

morir,ese Chile que las inst ituciones republicanas

habían hecho en pocos años libre,ri co i fl oreciente , i

que él había conocido pobre , atrasado i esclavo .

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454 LA D ICTADU RA DE O 'H IGGI N S

N o pudiendo regresar a la comarca por cuya emanc i p ac i ón había derramado su sangre , i c u v a i ndependencia había proclamado

,se entretenía en es tudiar

el mapa de es te suelo querido,en trazar sobre él c á

minos i canales,en inventar proyectos para la pros

per i d ad de su patria cuya entrada le estaba p r ohi

bida , en escribir a los amigos que acá había d ej adopara que trab aj asen en la ej ecución de esos planes .

No obstante,don Bernardo O '

H iggins n o deb ía

volver a pisar nunca la tierra de su s hazañas,de sus

glorias , de su felicidad ,de su afecto . Era esa la d o

l o ro sa esp i ac i ó n que est aba reservada a las gravesfaltas del dictador .El 3 1 de marzo de 1 8 23 ,

el j enera l d o n RamónFreire fué el ej i d o director supremo . La república baj o

la dirección de este valeros o soldado , y mas que esobuen ciudadano

,iba a entrar en un nuevo período de

su exist encia,i a hacer el ensayo de las ins tituciones

liberales .

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45 6 ÍND ICE

CAPÍTULO PRIMERO

Impo rt an c i a hi stóri ca d e d o n Berna rdo O'

H iggi ns .

Su padre el ma rqués d e Va l l enar .N a c im i en to i educac i ón d e d o n Berna rdo O

'H iggi ns

Su jénero d e vi da antes d e l a revo l uc iónS u ca rácter

CAPÍT U L O SEGUNDO

O ri j en a ri sto crát i co d e l a revo l uci ón chi l ena .

O rgan i za ci ón e i nfl uen ci a d e l as gran des fam i l i a s d el rei noEstabl ecimi en to s d e l a pr imera j unta guberna t i va el 1 8 de set i em

bre de 1 8 1 0

Ma rcha mo dera da i l ega l qu e a do pta l a r ev o l u cwn en su p r i nc i p i º .

D iv i si ón d e l o s rev o l uci o na r i o s en d o s bando s, l o s mo dera do s l o s

exa l tado sD o n j o sé M i guel In fan te .

D o n J uan Ma rt ínez d e R o zas .

Ri va l i dades d e l as grandes fam i l i asM o t ín d e Fi guero a el l r .

º d e abril d e 1 8 1 1

C o ngreso de 1 8 I I

T ri un fo s de l o s exa l tado s i po l ít i ca enérj i c a a d º p t ada p o r el l o s .

CAPITULO TERCERO

D o n j o sé Mi guel Carrera .

Su fami l i aSu i nt md u c cwn en l o s nego c i o s públ i co sS u s desavenenci as co n l o s exa l ta do s.

Su po pu l a ri dadMo v im i ento del -

1 5 d e no vi embre d e 1 8 1 1 i n i ci ado p o r é l .D i so l uci ón d el co ngresoLucha de Ro zas Carrera .

Po l ít ica parc i a l segu i da p o r d o n J o sé M iguel Carrera , e impu l so v i

go roso qu e impr ime a l a revo l uc i ón .

Resi stenci as qu e se l e o po nen i a p o yo s q u e l e so st ienen

Campaña d e 1 8 1 3

D esti tu c i ón d e Ca rrera causas qu e l a pro ducen

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ÍN DICE

CAPÍTULO-CUARTO

Act i tud d e d o n Bernardo O'

H i ggi ns en l a revo luci ónSu gran reputaci ón m i l i tarE s nombrado sucesor d e CarreraCampaña d e 1 8 14Co nven ci ón d e L i rca iD esco n tent o jeneral qu e este co nven i o pro duce en el puebl o .

Ent revi sta de O '

H i ggi ns i Ca rrera en Ta l caPro scri pc i ón d e d o n J o sé M iguel Ca rreraMo vi m i en to d e 23 d e j u l i o d e 1 8 1 4 capi t aneado p o r ésteLucha d e O

'

H iggin s de Ca rreraNueva i nvasi ón de O sso ri o

Reco nc i l i aci ón d e O '

H iggi ns i d e Ca rreraBa ta l l a de RancaguaEm i graci ón a Mendo za

CAPÍTULO QU I NTO

Desavenenci as de l o s emi grado s .

D o n J o sé de S an Ma rt ínC ompetenci a de éste c o n Ca rreraEsfuerzo s i núti l es d e Ca rrera para pro po rci o na rse d e Bueno s A i res

a u si l i o s c on qu e vo l ver a Ch i l e,i su pa r ti da a E sta do s U n i d o s .

Obstácul o s superado s p o r S an Mar t ín pa ra emprender l a restaurac i ón d e Chi l e

Ba tal l a d e Cha cabuco

CAPITULO SESTO

Abando no de la capi ta l d e Chi l e p o r l o s rea l i stasE l ec c i ón de d o n J o sé d e S an Mart ín pa ra di rec to r supremo , su

renunc i a d e este c a rgoE lecc i ón d e d o n Berna rdo O '

H i ggins pa ra el m i smo empl eoPr imer m in i steri o de O '

H iggins

L a L aj i a L a u tar i _n a .

Po l íti ca i nfl ex i b l e a do ptada p o r el go bi ernoMed i da s fi sca l esEjecuc i ón d e d o n Ma nuel [m a s

Ejecuc i ón d e S an Bruno i V i l lal o bo s

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45 8 Í NDICE

PAJ S .

No mbram i en t o d el j enera l a r j en t i n o d o n H i l a r i ó n d e l a Q u i n t a napa ra d i rect o r del ega do ,

desco n ten to qu e pro duceN ombram i en to d e u n a j un t a en reempl a zo d el gobernan te an ter i o r .N ombram i en to d e d o n L u i s d e l a Cruz para d i recto r del egadoC rea c i ó n _

d e l a L ej i ón de M ér i to

Pro cl amac i ón d e l a i ndependenc ia d e Chi l eCampa ña d e 1 8 1 7 co n tra l o s rea l i stas d el su r

Campaña d e 1 8 1 8 c o n tra e l ej érci t o d e Ossº r i o

CAPITULO S EPTIMO

V i a je d e do n Jo sé M i guel Ca rrera a E sta do s Un i do sSu l l egada a aquel p aís .

Rel a ci o nes qu e tra ba c o n va ri o s o fi c i a l es em i grado s del ejérci t o deNapo l eón I

D i fi cu l tades qu e t i ene qu e so po rta r pa ra o rgan i za r u na esped i cwn .

Su par ti da d e E sta do s Un i do sSu l lega da a Buen o s A i resS u s desavenenc i as Co n Pu ei rred ó nPersecuc i o nes d el go b i erno a r j en t i no co n tra Ca rreraFuga de d o n J o sé Mi guel pa ra M o ntev i deo

CAPITULO OCTAVO

Exasperaci ón de l o s ca rrer i n o s i nmi gr ado s en l as pro vin ci a s a rj en

Tertu l i a qu e ten ían en ca sa d e do ña J avi era Ca rrera .

Pro yecto s de co nspi ra ci ón co n tra el go bi erno d e O '

H i ggi ns

V i a je de d o n Lu i s Car rera pa ra Chi l eSu pr isi ón en Mendo zaPri si ón de d o n J uan Fel ipe Cárdena s, compañero d e d o n Lu i s, en

S an J uan .

Vi a je d e d o n Juan J o sé Ca rreraSu pri si ón en l a po sta d e l a Ba rra nqu i t a ,

pro v i nci a d e S a n L u i s

Pro ceso qu e se si gue a l o s d o sh ermano s i su s cómpl i cesAnhel o d e do n J ua n J o sé p o r encerra rse en l a v i da domést i caTraba j o s d e l o s d o s herman o s pa ra fugarse d e l a cárcelD o n Lu i s fo rma el pro yect o , n o so l o d e escapa rse, si no tambien d ederr i ba r a l as a u t o ri da des d e Men do za pa ra pro po rc i o na rse ausil i o s c o n qué pa sa r a Chi l e

Este pl an es denunc i ad o a l i ntenden te Luzurri aga , qu i en l o esto rbaa l

_

t i emp o de i rse a ej ecutar .

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460 Í ND ICE

PÁJ S .

No mbram i ento d e d o n J o sé J o aqu ín E cheverría i L a rra ín pa ra reempl a zar a d o n An to n i o J osé d e I r i sar r i en el m i n isteri o d e go

b i ernoI n surrecc i ón d e l o s Pri eto s o o o o o o o o o o o o o o o o

CAPÍTULO UNDECIMO

Ret i rada d e l a s tro pa s rea l ista s pa ra Va l d i vi a después d e l a ba ta l l ade Ma ipo

Emi grado s pa tr i o tas d e l a pro v inc i a de C o n cep cm n

Amn i st íaV i cente Benavi desI nsurrecc i ón de Benav i des en l a fro n teraD o n Ramón Frei reAcci ón d e Cu ra l íCrea ci ón d e l a escuadraSu prim era sa l i da a l mando d e Bl anco Enca l a daLo rd Co chrane .

Tom a d e Va l di v i aEsped i c i ón l i bertado ra d el Perú

CAPITULO DUODECIMO

Maqu in aci o nes d e l o s c arrer i no s en Chi l e

Persecuci o nes qu e sunen

Co nsp ir ac i ón de 1 8 20 co nt ra el go bi erno d e O '

H i ggi ns .

D o n J o sé Ant on i o Ro dríguez

CAPÍTULO DECIMOTERC I O

Mansi ón d e d o n J o sé M i guel Ca rrera en M o n tevi deo .

Ca rrera se po ne en rel ac i ón c o n el gobernado r de En tre—R ío s d o n

Fra nci sco R am írezS i tuac i ón de l a Repúbl i ca A rj ent i na en 1 8 1 9 .

Ro mpim i en to d e l as ho st i l ida des en tre l o s federa l es i el go b i erno d eBueno s A i res

T ri unfo d e l o s federa l es, su i n fl uenc i a en Bueno s A i resPro tecci ón qu e el go b i erno a r jent in o d i spensa a Ca rrera para qu e há

ga u na esped i c i ón a Ch i le

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íN D I CE 461

Act i tud q u e toma c o n este mo ti vo d o n M i guel ZañartuPersecuc i ón qu e sufreEst ada d e Carrera en el r i ncón d e G o ro nd o n aPro tecci ón q u e d i spensa a A l vea r pa ra qu e sea go berna do rS i t i o d e Bueno s A i resSo rpresa de S an N i co l ásAcci ón d el arro yo de Pa vónAcci ón d e Gamo na lReti ra da de Ca rrera a l a pampaSu permanen c ia entre l o s i nd i o sSu ma rcha pa ra Ch i l eMaqu in a ci o nes d i pl omát i ca s d e Zaña rtu para destru i r a Ca rrera ,

C o n fr am a rcha d e d o n Jo sé M i guel a la pro v i nci a d e Córdo baA cci ón d e l a Cruz A l taCa rrera i nten ta d e nuevo pasa r a Chi l e .

A cc i ón d e l a Pun ta del Médan oM o t ín d e l o s so ld ado s d e Ca rrera co ntra su jefePr i si ón d e d o n J o sé M i guel en Men do zaS u ejecuc i ónAprec i a ci ón d e Carrera hecha p o r u n enem i goSuerte qu e co rren a l guno s d e l o s compañeros de este j enera l .

CAPITULO DECIMOCUARTO

R eo rgan iza c ro n d e l as ba nda s de Benavi des en l a fro ntera .

Venta ja s qu e este caud i l l o o bt i en e so bre l o s pa t ri o ta sAcc i ón d e Ta l cahuanoAcc i ón d e la A l ameda d e Co n cepci ónTercera i nsurrecci ón d e Benav i desA cci ón d e l as vegas d e Sa ld ia sSo l i c i tud d e Benav i des pa ra ent regar se a l go b i ernoS u ten ta t i va para fuga rse a l PerúSu pri si ón en l a. co sta d e T o p o c a lm a

S u ejecuc i ón

CAPÍTULO DECIMOQUINTO

Exi jenc i a j eneral pa ra qu e se o rgan i ce l ega lmente l a repúb l i caRi va l i dad de l o s m ini stro s Zen teno i Ro dríguezTraba j o s d el segun do en el m in i steri oImpo pu la ri dad qu e se hab i a a tra ído

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462 ÍND ICE

PAJ S .

Arresto d e B l ancº En ca l a daTr.iun fo d e Rºdríguez sº b re º

l en ten º

Desavenenc i a en tre el j enera l Frei re i el m i n i strº RºdríguezVen i da de Frei re a Sa n ti agº .

CAPITULO DECI M0sE S TO

S e"

d ec reta u na cºnvenci ón prepa ra tºri aEscánda l º en l as el ecc i o n esApertura de l as sesi o nes

Renunc i a i reel ecc i ón d e O '

H i ggi ns

C º n t ra d i c c rº n en tre l a cºnv º ca tºri a i el men sa je p resent a d º a l a c º n

ven ci ón p º r el d i recto rD esc º n ten t º ºcasi ºnadº p º r l a el ec c ro n d e d º n Agust ín A l dea parad i pu t adº supl en te p o r l o s A n j el es

Amn i st ía .

Repo si c i ón d el ºb i spº Rºdr íguez en el gºb iernº d e la d i ócesi sD i sc u s ¡ó n prºmºv i da p o r d º n F ra nc i sc º d e Pau l a Ca ldera so bre l a

es tens i ó n d e l º s po deres d e l a cºnven ci ón p rep a ra t º r i aMensa je d el Ejecut i vo pa ra qu e l a cºnvenci ón prepa ra to r i a reda c te

u n a cºnst i tuc iónO po si c i ón d e d º n Fernandº Errázur i z i d e d º n Jºsé M i guel I rarrá

A nál i si s d e l a c º nst i tu c 10n d e

CAPITULO DEC I MOS EPT I MO

Escasez en t o da l a repúb l i ca i sºbre tºdº en el su r

Desco n ten t o d el ejérc i tº de Cºncepc i ónAgrav i o i nfer i do a l j enera l Frei reE l tembl or gr an de

I nsurrecci ón d e l a pro v inc i a d e Cºn cepciºnInsurrecc ión d e l a p l a za d e Va l d i v i aI nsurrecci ón de l a prºv i n c i a de Co qu imb oD º n M i guel I rarráz ava l .

Entusi asmo d el veci nda ri o d e I l l apel en favo r d e l a revºl uci ónPasada a l º s revºl uc i ºna ri ºs d e Cºqu imbº d e l a fuerza qu e marcha ba

a sºmeterl ºs .

CAPÍTULO DEC I MOCTAVO

Esperanzas qu e a l pr i nc i p i o cºnc i be el gºb i ernº d e sºfo car l a i n

su rrec c i ó n fi rm e resºluc i ón q u e tºma d e hacerl º así .