Post on 06-Jun-2020
VFCAP - PROGRAMA DE COLABORACIÓN
PARA LA FAMILIA VICENCIANA
El fin de semana del 17 al 19 de febrero en la
Casa San Vicente de Paúl de Vallvidrera
(Barcelona), se llevó a cabo la primera parte
del Programa de Formación de la Familia
VICENCIANA para la Colaboración
(VFCAP). Este programa, aborda la
perspectiva humana (técnica), psicológica y espiritual de la
colaboración VICENCIANA en cinco módulos y está diseñado por las
Universidades de la Congregación de la Misión.
Disfrutamos de la formación en medio de una convivencia muy favorable,
gracias a la buena organización y coordinación, por parte del equipo.
La segunda parte del Taller la realizaremos, Dios mediante, del 24 al 26 de
marzo. Todavía estáis a tiempo de inscribiros aquellos que lo deseéis. A
continuación os dejamos el testimonio de tres personas jóvenes que acudieron
al taller del fin de semana, ver como personas como ellas lo vivieron y sintieron
nos puede ayudar a acercarnos a lo que allí se dio, les agradecemos su
sinceridad y profundidad.
En el mundo que vivimos, en
una sociedad en que el dolor
está presente de forma casi
constante, en la que hay
millones y millones de personas
que han abandonado su tierra
dejando atrás historia y raíces pensando encontrar un lugar donde poder
descansar en el más amplio sentido de la palabra y no lo logran,… donde el
clamor del hambre no cesa en unos lugares
mientras en otros miramos hacia otro lado.
En esta sociedad en la que la gran solidaridad
con los hermanos que sufren de las muchas
personas generosas que quieren hacer algo por
un mundo mejor no es nunca suficiente, nos
viene a la mente un Personaje de hace 400 años,
si, San Vicente de Paul que supo darse cuenta de
que la solidaridad, la caridad no servía si no se organizaba, porque era
plenamente consciente de que «La caridad es un fuego que ilumina, inflama y
consume».
Por mucho que uno conozca las obras que desde el carisma vicenciano se
realizan a lo largo y ancho de este mundo, nunca parece suficiente, siempre
hay más, por eso, parece de vital importancia y imprescindible, el que en algún
momento se pueda trabajar de forma conjunta el carisma común de toda la
familia vicenciana.
Sorprende ver que se han reconocido más de 225 ramas de esta gran familia, y
que sus miembros pueden ser mucho más de 20 millones de personas. ¡Parece
increíble!
En dos fines de semana podremos conocer un poco más a fondo lo que fue San
Vicente y sus colaboradores que aún sigue vivo entre nosotros y que nos hace
más falta que nunca. De momento, nos hemos adentrado en algunas de sus
características: visionario, contemplativo y, un poquito, en su faceta de
colaborador.
Destaca siempre que las grandes personas de la Historia se han rodeado y ha
sabido complementarse mutuamente de otras personas con las que sus obras
se han hecho realidad y han
podido crecer y perdurar en el
tiempo como lo fueron San
Vicente y Santa Luisa de Marillac,
o Federico Ozanam y Rosalía
Rendu… gracias a ellos, tenemos
hoy familia vicenciana y lo más
importante sabemos cómo estar
al lado de las personas que más lo
necesitan, allí donde estén y
cuando estén, adaptándonos a cada
necesidad y situación… siendo en muchos
lugares y momentos la cara de la ternura
de Dios para ellos.
Una de las características que posibilita
que una obra no muera con su iniciador
es que crezca y tenga muchos personas
fieles a la misma, ello fue posible porque Vicente era un hombre de talante
colaborador, este es el reto actual de la gran familia vicenciana, saber imitar
este rasgo y conseguir una amplia colaboración que nos permita crecer y
mantener vivo nuestro carisma en beneficio de los que más lo necesitan.
Sorprende descubrir que Vicente era una persona que renunció a su ambición
inicial al descubrir a Dios en las personas que no tenían nada en muchas
ocasiones, más que a sí mismos y la caridad de los que los rodeaban.
¿Cómo pudo Vicente descubrir su verdadera vocación? Seguramente como
todas las personas que han podido vivir una vida en plenitud y además dejar
fruto a su paso, trabajando unas fuertes raíces de relación con Dios,
consiguiendo hacer de su vida una consecución de momentos de oración,
buscando el sentido de cada uno de los hechos que uno vive, siendo
contemplativo en la acción.
Constatar que poder profundizar en todo ello en un ambiente cordial con otras
personas con interés en el tema y en un entorno agradable con una ciudad
como Barcelona a los pies, y que podíamos contemplar en todo momento, nos
facilitó la reflexión y conexión con una realidad
atemporal que nos invita a perpetuarla y
extenderla de forma colaborativa
entre todos.
Y nos queda saber más de la
invitación a ser colaborador,
facilitador y servidor que nos hace
San Vicente hoy.
Esther Borrego Linares
Después de haber asistido al primer curso del Programa de Colaboración para la
Familia Vicenciana, debo decir que mi experiencia personal ha sido
extremadamente gratificante. En primer lugar, la conexión con el resto de
compañeras y compañeros allí presentes me ha
resultado muy estimulante e inspiradora.
Además, hemos aprendido y nos hemos
divertido mucho con las dinámicas. Y, en
segundo lugar, el trato de los formadores
ha sido cercano y respetuoso, lo que
ayudaba a generar un ambiente
distendido, acogedor y agradable. Sin duda
alguna, volvería a repetir, pues lo que hemos
vivido en esos dos días es algo que me ha llegado
directamente al alma y me ha hecho reflexionar.
Yo no conocía prácticamente nada acerca de la familia vicenciana, o sus
valores, más de lo que en alguna ocasión me había comentado mi compañera
de clase en la universidad, ya que ella pertenece a JMV y de hecho fue la que
me invitó a acudir a la formación. Sin embargo, después de estos dos días de
empaparme con la vida de St. Vicente de Paúl y Sta. Luisa de Marillac, entre
otros santos, así como con los valores y virtudes que encarnan en esencia a la
familia vicenciana, algo dentro de mí se ha despertado. Me he reencontrado
con lo que siempre he defendido, con los principios en los que siempre he
creído y ahora estoy llena de energía y con más ganas si cabe de ponerme a
trabajar por ellos. El ser consciente de la realidad que nos envuelve y querer
dar lo mejor de uno mismo para ayudar a quienes más lo necesitan, con
respeto, humildad y amor, además de la colaboración mutua para llevar a cabo
todos esos propósitos es lo que define al carisma vicenciano, lo que he
aprendido y lo que en esencia
necesita este mundo.
Vivimos en una sociedad
egoísta, es cierto que no se
debe generalizar, pero también
es una realidad que hay
personas que se mueren de
hambre y personas que son
ignoradas o excluidas. La forma
en que los miembros de la familia vicenciana, alrededor del mundo, dedican
prácticamente sus vidas para ayudar, de un modo u otro, a estas personas es
admirable. Creo que más jóvenes deberían implicarse en este tipo de
actividades y comprometerse en ayudar al prójimo, porque solo así nos
estaremos ayudando a nosotros mismos.
(Verónica, 21 años, Barcelona - 2017)
El pasado fin de semana participé en la
primera parte del curso de Formación
Vicenciana en Barcelona, al cual fui
invitada a formar parte como miembro
de la Familia. Al principio no tenía muy
claro a qué iba, por el nombre
imaginaba que a aprender más acerca
de lo que significa ser vicencianos y cómo debemos vivir nuestro carisma, pero
no esperaba nada más. Y fui gratamente sorprendida.
Al llegar a aquel lugar privilegiado, rodeado de un paisaje que invita a quedarse
allí, me sentí rápidamente muy bien acogida y arropada. Podría parecer que, en
un primer momento, aquel no fuera mi lugar, ya que los asistentes no eran de
mi edad ni pertenecían a mi asociación, JMV. Sin embargo, en ningún momento
me sentí así; no pudo haber mejor trato entre todos los que, con humildad,
habíamos acudido a este encuentro para crecer personalmente y después ser
capaces de reflejarlo en nuestras realidades diarias.
Un aspecto clave a destacar fue, sin duda, la capacidad de los formadores para
llegar a nosotros y hacernos reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestro
carisma, si realmente estamos siguiendo el camino con el que nos identificamos
o si el tiempo y las prisas han hecho que nos distraigamos y vayamos para otro
lado. Esto, junto a un perfecto dominio de la materia que iban a exponer y
acompañado por una serie de dinámicas que ayudaban a ponernos en
situación, posibilitó que la formación fuera no solo amena sino además
fructífera y eficiente.
Sin prisas, sin bienes o males condicionantes, cada uno iba descubriendo,
desde su propia situación, dónde se encontraba y cómo analizar los problemas
e interrogantes que cotidianamente nos acechan. Pensamientos compartidos
desde la libertad, vividos en comunidad y trabajados en grupos reducidos que
dirigían a un estado de tranquilidad y encuentro con uno mismo, organización y
claridad en las ideas.
A todo esto se suman las imprescindibles Eucaristías, momentos de encuentro
directo con el Señor que nos permitían dar ese sentido auténtico al porqué de
nuestra presencia en aquel lugar. Y, sin lugar a dudas, la imperdible velada en
la que todos disfrutamos enormemente con los juegos de mímica y “bailes
populares” que tanto nos hicieron reír.
Por todo esto, no me queda más que estar agradecida a todos los que hicieron
posible que yo estuviera allí en esta oportunidad, a quienes con tanta
dedicación prepararon esta formación tan útil y necesaria para un vicenciano y
a aquellas personas con quienes las compartí. Sin más, me despido alegre al
saber que el mes que viene nos volveremos a ver.
Candela Copparoni, 21 años
“La perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en
el hecho de estar bien hechas.” San Vicente de Paul