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Martes, Noviembre 25, 2008
Uqbar - por: Chus Martínez
Originalmente en EL CULTURA
El concepto de “cambio” resulta inoperante si no somos capaces de
pensarlo en un contexto concreto y a una escala relativa. Aludir al
futuro, no es más que apuntar a la posibilidad de que exista
pensamiento crítico. Frente a la entropía, las ideas representan la
posibilidad de hacer mundos. Para ello es fundamental potenciar la
imaginación discursiva como una facultad capaz de crear amplitud y
complejidad. La práctica artística enuncia siempre y en todo momento
la necesidad de pensar que existen muchas versiones de un mismo
mundo. Incontables versiones que pueden co-existir sin necesidad de
subsumirse a un único paradigma epistemológico, a un único marco o
modelo de pensamiento.
Huir del reduccionismo es la meta. Alejarse del terreno certero que
nos proporciona la cultura de las afirmaciones categóricas, significa
situar en un lugar de privilegio la importancia y la función vital de la
especulación en la producción cultural. La ingente proliferación de
literatura secundaria ha hecho posible la proliferación de afirmaciones
huérfanas de argumentos. La invocación a lo político, a la acción, se convierte entonces en una letanía resultado de una
inercia incapaz de generar propuestas que nos ayuden a pensar los múltiples modos y métodos para engendrar cambios
dentro del sistema.
Especular significa investigar, sondear nuevas posibilidades en el terreno de lo hipotético. Más que nunca se necesitan
espacios de libertad para proponer nuevas teorías, para renovar el vocabulario crítico, para revisar los argumentos. En
1975, Mark Kingsley en un artículo para la revista The Fox, una iniciativa del grupo Art and Language del que sólo llegaron
a salir tres números, enunciaba una posibilidad de la que hoy se hacen eco toda una generación de artistas. ¿Sería posible
pensar en la posibilidad de escribir un texto que tuviese un formato diferente al académico, pongamos una novela de
ciencia-ficción, que fuese capaz de constituirse como un análisis de la modernidad y al tiempo pudiera ser leído e
interpretado por un gran número de lectores? Es decir, ¿cabe la posibilidad de renovar por completo nuestro vocabulario
crítico, es posible pensar la herencia y el futuro de nuestra tradición cultural desde categorías que son en parte ajenas a
los discursos que la fundamentan? El interés renovado de toda una generación de artistas por la escritura, y más en
concreto, por las posibilidades que la ficción ofrece para pensar lo no-ficticio, no es casual. Este caudal de obras e
iniciativas constituye en sí mismo una nueva academia en la que se delibera nuestra capacidad de generar, a partir de
múltiples revisiones del proyecto Moderno, lenguajes críticos capaces de conformar un pensamiento nuevo. La vida de las
ideas parece estar más que nunca en el punto de mira de la práctica artista. Al tiempo, que nos queda por delante
imaginar instituciones –formales, museos o centros de arte o informales– capaces no sólo de afirmar y sedimentar un
modelo de pensamiento, la teoría crítica, sino dispuestos a asumir el riesgo de lanzarse a generar nuevas familias de
pensadores, de constituirse en un espacio capaz de alojar múltiples versiones de un mismo mundo.
El futuro de la producción cultural pasa, a mi modo de ver, por la posibilidad de pensar en el mundo según un sistema de
categorías abiertas. Esto es un sistema de conceptos capaces de establecer una relación de análisis con más de un sistema
epistemológico, con más de un modelo de acción, de recepción y de constitución de lo social y lo político. En palabras de
Guiles Deleuze, un sistema capaz de ser riguroso, capaz de argumentar, y a la vez, inexacto, esto es ajeno a cualquier
idea de “verdad”, ajeno a la dialéctica del amo y el esclavo, el amigo y el enemigo. Para ello, en un futuro inmediato
resulta muy productivo volver a nociones como juego. De nuevo, nos encontramos con multitud de artistas, arquitectos y
filósofos interesados por un noción que es mucho más que una metáfora con la que describir la estructura de la libertad.
Pensar la posibilidad o imposibilidad de la experiencia estética, la posibilidad o la negación de ésta a través de un objeto,
de la obra, no resulta ya productivo. Sin embargo, pensar cómo la producción artística genera una experiencia de la
realidad, sí. El juego es la pura realización de una acción: jugar. Del mismo modo que la cultura debiera ser la realización
del pensamiento, esto es especular.
Necesitamos un incremento del riesgo en nuestra vida cultural, una transformación de los vocabularios que hablan de
arte, un cambio en las estructuras argumentativas que se refieren a la producción artística, un nuevo entusiasmo crítico
capaz de generar nuevas academias. Y olvidarnos de una vez por todas del “mundo internacional del arte”. Hace rato que
estamos dentro, sin enterarnos.