Tula, la perra perdiguera

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En un pueblo muy pequeño, perdido en los Pirineos, vivía una

familia en la que se tenía mucho afecto por los perros.

Ya hacía dos años que habían recogido un cachorro de pocas semanas. Era una

perra perdiguera de orejas largas y ojos melancólicos. Tenía la piel fina como de

terciopelo y estaba llena de manchas marrones como castañas que lucía sobre su

piel blanca.

La llamaron TULA.

En aquella

casa vivían

un niño y

una niña:

Antonio y

Teresa

Les gustaba mucho salir, los días que no tenían escuela, a pasear a Tula y a

correr por el bosque, sin alejarse demasiado de su casa.

Tula era un poco traviesa y, a veces, se metía por los campos

de trigo. Antonio la reñía mucho ya que dañaba el trigo y

luego no había cosecha.

- Tula....Tula...

Un día, vieron como les seguía un perrazo muy grande que parecía que buscaba maraña,

como si se quisiera pelear con Tula. Tanto el hermano como la hermana, tenían mucho

miedo y no sabían qué hacer. De repente, Tula echó a correr y el perro grande marchó

detrás de ella, luego les pareció como si jugaran ... Llamaban a Tula con toda su voz.

Pero Tula no les hacía caso alguno. Huían los

dos como jugando pero con demasiada rapidez

para darles alcance.

Corrieron detrás suyo pero pronto perdieron de

vista a su perra perdiguera.

Buscaron llamándola por el bosque hasta que oscureció:

Pero como que la

noche caía, decidieron

volver a casa. Estaban

muy tristes.

-Tula....Tula...

Al llegar a casa lo explicaron todo al padre y a la madre y

éstos les dijeron que no se preocuparan, que estuvieran

tranquilos que Tula ya sabía volver y lo haría muy pronto.

Incluso, tal vez, vendría con una sorpresa para la familia.

Al día siguiente, el

padre y los niños

volvieron al lugar

donde se había

perdido Tula,

pero nada,

¡No la

encontraron!

Pasaron días y más días, los marcaban en un calendario

grande que había en la cocina. Ya tenían asumido que Tula

no volvería.

Al cabo de un tiempo, paseaban los niños por el bosque cuando

les cogió de sorpresa una lluvia desatada. Llovía a cántaros.

Corre que correrás, llegaron a una choza de viñedo. Entraron tan

deprisa que no se dieron cuenta de que tenían compañía.

De repente, Teresa vio en la oscuridad del fondo del espacio, unos

ojos brillantes que les miraban y se acercaban a ellos. Se fueron

retirando con ganas de echar a correr, pero sin espacio para

hacerlo.

Qué sorpresa cuando aquel personaje que se les venía encima pasó por el umbral de la

puerta y la luz gris de la lluvia les permitió ver que no era otra que Tula ... ¡su tan

añorada Tula! Vieron también que venía hacia ellos meneando la cola y poniendo el

lomo casi en contacto con sus manos para recibir una caricia.

Ambos le hablaban como si el animal pudiera entender:

- ¡Tula! ¿Por qué te

fuiste?

- ¿No querías ya estar

más con nosotros?

- ¿Volverás a casa en

cuanto termine de llover?

Con toda la conversación, las caricias y los

abrazos, pasó un largo rato y paró de llover.

Teresa dijo:

- Vamos, ¡regresemos a casa, Tula! Que

padre y madre también estarán muy

contentos de verte.

Tanto el hermano como la hermana

comenzaron a caminar hacia fuera de la

barraca. Tula, sin embargo, no los seguía. La

llamaban, pero nada, no venía. Antonio hizo

el gesto de entrar a buscarla pero la vio salir

con un cachorro entre los dientes. Se lo

puso en el suelo, frente a los pies y lo

cogieron, lo acariciaron y besaron... ¡qué

alegría, saltaban de felicidad!

- Mira Teresa, dijo Antonio, la sorpresa que dijo madre.

- Y, ¡qué fino que es! Le pondremos… ¡Dulce!

- Vamos, Tula, ¡a casa! YA NOS OCUPAREMOS DE TU CACHORRO,

le dijo con mucha intención para ser convincente.

Pero Tula volvió a entrar en la barraca, no había llegado

aún el momento de seguirles puesto que volvió a salir con

otro cachorrito en la boca ...¡Una situación emocionante!

Se quedaron paralizados.

- Si tú a éste que tienes en la mano le llamas “Dulce”

pues yo ése otro le llamaré "Salado", dijo Ton. Lo

cogieron y, como al otro, le llenaban de caricias y le

daban calor.

- Ahora ya podemos marchar o

es que… ¿todavía tienes más

perritos?

Pero Tula, con la cola muy

derecha, pasó delante del chico y

de la chica y caminó hasta su

casa. ¡Bien que sabía el camino!

Dos cachorros

nos dio

Uno se llama

Dulce, el otro

Salado..

Y es por eso que

el cuento se ha

acabado.

Tula fue madre

cuando se escapó,