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    Metis Productos Culturales S A de C V

    Mi perra Nostalgia

    Author(s): Mara Teresa Priego

    Source: Debate Feminista, Vol. 20 (OCTUBRE 1999), pp. 230-233Published by: Metis Productos Culturales S.A. de C.V.

    Stable URL: http://www.jstor.org/stable/42625728Accessed: 27-05-2016 22:41 UTC

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    Mi perra Nostalgia

    Mara Teresa Priego

    E s t a e s a t i n a d o . n o s t a l g i a p a r t i c u l a r L a m i r a d a m a i n t e l i g e n c i a t i e n e c a r g a d a l a s d e p a t a s d e l a s e n t e n d i d o s . b e s t i a s : p e l u d a s . s a b e E l T i e n e h o c i c o a q u m i h o r a s l a r g o N o s t a l g i a y s o b r e o b s

    tinado. La mirada cargada de entendidos. Tiene mi Nostalgia

    esa particular inteligencia de las bestias: sabe a qu horas sobre-

    vivir y cuando hacerse acariciar el lomo, a qu horas mostrarse exigente

    y cuando tirarse patas arriba, hipcrita y humilde en su escenificacin

    del tapete. Mi nostalgia se enjabona conmigo, duerme en mi cama, com-

    parte mi plato. Me lame y me mordisquea. Aferrada y tirana. Ineludible.

    Yo la quiero bien. La cepillo. Me conmueve. La abrazo. Me harta. La

    arrojo al jardn. Me arrepiento y le ruego que regrese. Como se echa junto

    a m la apachurro constantemente. Lo nuestro es probablemente una re-

    lacin de amor, en el ms puro estilo del "yo te amo yo tampoco" . La

    ama y la esclava en papeles intercambiables. Supongo, si me concentro,

    que mi perra Nostalgia es para m, en toda su jadeante intensidad, como

    la encarnacin misma de esa experiencia que la nombra.

    Si le cierro la puerta, si la dejo afuera la Nostalgia alla. Sus gemi-

    dos son largos y desgarrados. Siempre excesivos. Qu ganas Nostalgia

    de agarrarte a patadas . La Nostalgia es un animal de destiempos, pro-

    penso a estados de sospechosa morbidez. Condenada a su indecible. Si

    la Nostalgia accediera a las palabras, seguramente se lanzara en un

    discurso disparado y melanclico. Cuajado de imposibles. Hipocon-

    draco y sufriente. Mi Nostalgia es una bestia aquejada de histeria.

    Afirmar que mi Nostalgia y yo sostenemos en la cohabitacin,

    nuestras mutuas histerias no sera un juicio apresurado. La histeria y la

    nostalgia se recrean y se contienen al estilo de las muecas rusas. Opi-

    na el Larousse que la nostalgia es "El sentimiento de prdida causado

    por el recuerdo de un bien perdido". Para ser realistas habra que in-

    cluir el que, una puede sentir tambin una nostalgia dolorossima ante

    el recuerdo de un "mal" perdido. Y an peor, una puede sentir una

    nostalgia bestial ante la prdida de la promesa - nada ms que de la

    promesa - de poseer un bien o un mal que en realidad nunca se tuvo.

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    Si la histeria implica- entre otras cosas- una relacin digamos alterada

    con "aquello que falta", si significa tambin un apego excesivo a la no-

    cin de prdida real o imaginaria, si la histeria- tan mezquina y tan

    potica- considera que all donde no se juega el todo gana la ausencia.

    Entonces, la histeria no puede ms que servirse banquetes de nostal-

    g ias

    Adems de una posible perra de caza, qu es la nostalgia?. Dice

    Eliade, - amn - que la nostalgia no puede ser sino la nostalgia del

    paraso. Del paraso perdido. Corro a aclarar que el hecho de que ese

    pasado mtico haya sido en la realidad un infierno, es un detalle muy

    menor en los recovecos complacientes de la memoria y las nostalgias.

    Basta entonces extraar con la misma fiereza lo que tendra que haber

    sido: el paraso doblemente perdido. La distancia con los orgenes pa-

    reciera entonces la ausencia por excelencia. Vendran despus la inter-

    minable cadena de nostalgias superpuestas.

    Habr quien decida moverse lo menos posible para evitar la agi-

    tacin de un dolor en principio inevitable: la prdida de los amores. De

    las referencias. De los espacios. Evitar los golpes bajos del desarraigo.

    Podramos con una cierta facilidad evitar el desarraigo espacial. Casi

    imposible evitarse el desarraigo temporal y sus impertinentes nostal-

    gias. No es que una deje, muy considerada, el pecho materno donde

    muy bien podra instalarse per scula, un buen da te lo arranca. No es

    que una salga caminando de la infancia en los placeres de la libre elec-

    cin, te expulsan de la infancia. Cada edad comienza como un exilio.

    Como una ciudad nueva a conquista. Cada edad pareciera exigir la

    prdida de las ciudades que la preceden.

    Mis delirios histricos andan como deprimidos en este nuevo exi-

    lio de la madurez. No la quiero. La madurez me indigna no slo por-

    que me acorta el camino hacia la muerte y me alarga el camino hacia la

    infancia, sino por algo bastante ms miserable: reduce mi capacidad de

    crear mitos, es decir de generar una alacena de nuevas nostalgias de

    cinco estrellas para consumo futuro. La madurez es oficio de incrdu-

    los. No es la nostalgia por venir lo que me inquieta, sino los arraigos

    posibles al presente. Los mecanismos de identidad y de entraable que

    tendran que construirla hoy, con su fuerte dosis de imaginario. El im-

    perativo de "aquello que falta" me asegura por supuesto la continui-

    dad inalienable del proceso nostlgico, pero cul es mi capacidad actual

    de investir los hechos, los objetos y los espacios?

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    dsd tertur

    Supongamos que una mujer imagina. Imagina que le gusta mu-

    cho Coyoacn. Que durante aos la ciudad de Mxico fue sobre todo la

    memoria de esa plaza. Imagina que la elige e intenta cubrirla de todos

    sus afectos. Se le presenta de inmediato un escollo de carcter doble-

    mente genealgico: nunca fue un mito Coyoacn. Su padre nunca dijo

    en una tarde - seguramente de lluvia- la palabra "Coyoacn". Dijo otra

    cosa, pronuncio otra palabra que perteneca a una ciudad y un idioma

    distintos. Dijo esa otra palabra y mir por la ventana como buscando

    algo, algo que l no tena, algo que su hija tena que salir a encontrar.

    Supongamos que l dijo: Saint Germain. El dijo Saint Germain y abri

    el bal enorme de un significante, la mujer durante aos, en ese bal

    guard de todo. Vivir esa plaza fue entonces mucho ms que cualquier

    realidad contenida en un aplaza. No era una plaza ms luminosa ni

    ms bonita, era simplemente una plaza investida de infancia. Si la mu-

    jer abandona la plaza la realidad derrot al mito. Hay pues una trai-

    cin. Esa es la genealoga de algunos deseos imperiosos. De algunas

    nostalgias.

    La Nostalgia se acurruca desamparada sobre mi falda. Cmo

    evitar esa competencia desleal entre el pasado investido de los sueos

    de la infancia y un presente investido de los sueos mediatizados de la

    madurez? La madurez ha reducido considerablemente las dimensio

    nes posibles en el bal de los significantes. Ya no cabe tanto ni tan in-

    discriminado. Esta es la reina de mis nostalgias. Ante esta certeza me

    entristezco, me encabrono, compro una perra y la nombro. Me siento

    mutilada. Para bien y para mal la palabra del Otro ha perdido sus po-

    deres. Tambin la ma.

    Al presente no puede arraigarme ms que el presente. Siento una

    saudade terrible de los proyectos mgicos, de los espacios mticos, de

    los rituales investidos de eternidad. Siento nostalgia de esos orgenes

    que podan prometerlo todo. Un significante no puede ser nunca ms

    portador de absoluto.

    Pero quiz exagero. Quiz todo este proceso lacrimgeno de adap-

    tacin se resuelva comprando otro perro. Pasearamos juntos por

    Coyoacn mi perra Nostalgia, mi perro Absoluto y yo. Mejor no lo com-

    pro. Que el Absoluto me lo ofrezca mi hombre. As, tal cual. En la pues-

    ta en escena del ms rotundo y primario de los mitos le digo: dmelo

    todo Y l, apresurado porque tiene una reunin me extiende una co-

    rrea que termina en el perro. Iluminada como por un rayo entiendo la

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    metfora. Me avergenzo. Me sonrojo y de una buena vez entiendo

    que a veces, nunca ms.

    La Nostalgia, ya entrenada para entonces, pasea a mi lado mien-

    tras domestico al Absoluto. Los tres cohabitamos felices. La fuente de

    Coyoacn para ser bella ya no necesita encarnar la promesa de infancia

    de una fuente. Estoy curada. Me siento a beber mi capuchino de mujer

    nueva y en un segundo de gloria y revanchismo metafsico lanzo una

    orden implacable. Nostalgia Absoluto A mis pies .

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